Morfof 1
Morfof 1
Morfof 1
1. INTRODUCCIÓN
Lo curioso es que la lengua de los más cultos en los siglos XVII y XVIII y
la lengua espontánea y popular dominicana actual coinciden en la evolución de estas
dos formas de acuerdo con reglas morfofonológicas exactamente contrarias a las que
terminarán por imponerse en la lengua española estándar: beimos ~ vían sustituidas
por vimos ~ veían.
No obstante, la segunda parte del siglo XVII nos sorprende con la erradicación de esta
variante morfofonológica: 1675, absorberlos; 1676, ponerles, obligarles; 1677,
representarlo; 1699, efectuarle, darle, emplearla. Esta misma tendencia continúa
durante el siglo siguiente: 1721, tenerlas, averla, aprehenderlos, justificarle; 1733,
haberla, sembrarlo.
En 1763, en la Historia de la conquista de la isla Española de L.J.Peguero,
en un estilo de lengua que se ha planteado como literaturizante, con imitación de los
rasgos de lengua de los cronistas del XVI en que se inspira en autor, nos encontramos
con que las formas de infinitivo con pronombre átono en asimilación no se utilizan: al
resevirlo, habian hido ábisarle, el cortarlas, para tenerlos habiles.
En la segunda mitad del XIX hemos podido comprobar que la tendencia a
conservar la vibrante y líquida diferenciadas sigue presente. Un escritor dominicano,
Juan Antonio Alix (1833-1917), cuya característica literaria más importante es la de
recrear el habla de su región de origen, el Cibao, escribe este poema:
Mientra el pleito no se bé
concluido definitibo,
ni una coplita escribo,
pero al que beo bamboliai
para ayudarlo a rempujai
yo sí entro en rifa de chibo.25
En este poema tenemos: ayudarlo, pero rempujai (=rempujar) y bamboliai
(=bambolear), con la vocalización de la vibrante. Este fonómeno está presente en otros
poemas del mismo autor: poneino (=ponernos), y en otros poemas populares de esta
misma época de autores tanto de la zona del Cibao como de la región del suroeste del
país, en que aparecen formas como veite (=verte), hablaite(=hablarte), encontraite
(=encontrarte) (Rondas de coplas domincanas del siglo XIX), posei (=poseer) (Coplas
viriles y de lucha del siglo XIX)(cf. Lebrón Saviñón 1982).
La documentación de la vocalización de vibrante en posición final de sílaba
de las formas verbales de infinitivo nos coloca en una nueva persepctiva de análisis de
este rasgo. Se trata de que la alternancia entre formas con vibrante y lateral alveolar y
formas con fusión de líquidas y resultado de palatalización —perdida en fecha
temprana (segunda mitad del siglo XVII), como hemos mostrado— ha sido
desplazada en esta variedad dominicana del español por otras formas alternantes con
procesos diversos que afectan a las consonantes líquidas (r y l ) en contacto.
Henríquez Ureña (1940:148-194) no dedica un apartado específico al
comportamiento de la -r de los infinitivos, pero al tratar de las alteraciones que la r y
la l ofrecen en el habla popular dominicana, ejemplifica con esta forma del verbo: (1)
en posición final, la -r puede sufrir la vocalización (comer > comei), (2) en verbos con
enclíticos, se da la desaparición de la -r (dominame por dominarme), pero también es
posible la asimilación a la consonante siguiente (traerle > traelle, hartarse > jartasse).
Rafael Núñez Cedeño (1980:123) expone hasta seis posibilidades de
realización de estas formas verbales y las analiza en los contornos de sílaba y palabra
en español. Las posibilidades de realización que se toman en cuenta son: (1)
conservación de la vibrante [komprárlo], (2) articulación relajada [komprá lo], (3)
igualación con [l] [komprállo], (4) vocalización [komprájlo], (5) aspiración
[kompráhlo], (6) supresión [komprálo]. Si se toma como unidad fonológica la sílaba,
el análisis de estas formas sería del tipo: tenerlos /te$ner$los/; pero los clíticos que
acompañan a los infinitivos son conmutables en español y por eso puede aplicarse la
frontera de palabra detrás del infinitivo: /yebár#le/.
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Malkiel, lingüista ejemplar en el análisis de puntos concretos de la fonética iberrománica que
obeceden a factores de causalidad múltiple, en una de sus monografías (Malkiel 1976:757-778) da los
datos necesarios para fijar las décadas de entreguerras como fecha de inicio de investigación sistemática
de la zona fronteriza entre fonología y morfología desde un punto de vista histórico en el marco de la
lingüística románica. Pero este lingüista no se plantea en ningún momento la existencia de la
morfofonología como nivel independiente.
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Dressler (1985), en el capítulo inicial, hace una exposición muy completa de lo que desde sus orgíenes
(Trubetzkoy [1931]1973) se pensaba podría comprender como nivel separado del sistema lingüístico la
“morfonología” —forma con haplología tomada de la lengua inglesa— o la “morfofonémica”, en
terminología de Hockett ([1958]1971) y otros estudiosos americanos (Matthews 1972). El denominador
común de prácticamente todos los trabajos citados es la interrelación entre fonema y morfema.
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Como “sintaxis de la palabra” se define precisamente „morfología‟ por parte de D‟Introno, Guitart y
Zamora (1988:154): “Las reglas de formación léxica no son propiedad de cierto módulo sino de la
gramática”, afirman estos autores siguiendo la huella de Morris Halle (1973), que fue el primero en
entresacar reglas morfológicas explícitas que integran un componente de formación léxica
independiente tanto de la fonología como de la sintaxis.— Bybee (1985), como había hecho con
anterioridad con el componente fonológico (Bybee [Hooper] 1976), propone un modelo de universales
morfológicos en el marco de la NGG (Natural Generative Grammar); los principios en los que se basa
son la relevancia y la frecuencia de las unidades semánticas, que permiten distinguirlas con facilidad
desde el plano cognitivo.— Un excelente estudio de la evolución de la morfología como componente
independiente en el marco del generativismo lo ofrecen Hammond y Noonan (1988:1-19).
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Joseph y Janda (1988:193-210) dedican las primeras páginas de su colaboración a aportar argumentos
sobre la importancia de la dicotomía diacronía/sincronía en los estudios de corte generativista: „the
diachronic aspect: the manner in which earlier synchronic states give way, across time, to new and
somewhat-altered later synchronic states‟ (1988:193-194). Esta importancia concedida a la diacronía
por parte de maestros del generativismo (Halle 1962; Chomsky y Halle 1968; King 1969; Kiparsky
1965, 1982 y 1989) se centraba con carácter exclusivo en el nivel fonológico; sin embargo, a estas
alturas también se han estudiado los niveles morfológico, sintáctico y léxico (Givon 1971;
Klausenburger 1976 y 1979; Matthews 1972 y 1974; Lightfoot 1979; Culicover 1984; Kiparsky 1983;
Janda 1980, 1981, 1984; Joseph 1980).
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Cf. Bailey (1973); Guy (1991).—Labov (1994:9-112) dedica una primera parte a fijar los puntos
decisivos de su concepción del cambio: 1. el uso del presente para explicar el pasado, 2. el estudio del
cambio en marcha: observaciones en tiempo aparente, 3. el estudio del cambio en marcha:
observaciones en tiempo real. Destaca el siguiente epígrafe: The fundamental paradox of historical
linguistics que termina con un párrafo destacado en letra negrita por el autor: „The task of historical
linguistics is to explain the differences bettween the past and the present, but to the extent that the past
was different from the present, there is no way of knowing how different it was‟ (Labov 1994:21).
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La referencia completa de esta obra es: Luis Joseph Peguero: Historia de la conquista de la Isla
Española de Sto.Domingo, 1763, Biblioteca Nacional (Madrid), Sección Manuscritos y Raros, nº 739, 2
tomos (edición de Pedro Julio Santiago Canario, Santo Domingo, Casas Reales, 1975).
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La validez de este tipo de testimonios en lingüística histórica la defendió de facto Fontanella de
Weinberg (1986 y 1987) en otra zona hispanoamericana, la región bonaerense, en un contexto similar
de habla popular recogida por literatos de la época (en su caso, se trata de la literatura gauchesca).
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Lebrón Saviñón (1982:269) sitúa el lapso cronológico de producción de los decimeros entre las fechas
de la Independencia dominicana (1844) y la de la Restauración española (1875).
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Estos son dos fragmentos de poemas de la corriente literaria criollista que utiliza —tanto en narrativa
como en poesía— rasgos de lengua que se consideraban próximos a los campesinos y gente urbana pero
de ascendencia rural de zonas como el Cibao o la zona sudoeste de la isla (Baní, Barahona, San Juan de
la Maguana, etc.). Los autores son Rubén Suro y María Díaz de Stern. Los reproduce Lebrón Saviñón
(1982:393 y 396).
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La literatura popular dominicana corrobora la mayor facilidad de estos contextos para la pérdida de -
d-: rimas del tipo lao ~ enamorao (-ado>-ao), enfermedá ~ clavá ~ ná (-ada>-a), debía ~ medía (-ida>-
ia), nío ~ florecío (-ido>-io), abeitía (por advertida) ~ prendía (-ida >-ia) están presentes en el género
de la copla dominicana, tal como las recoge Lebrón Saviñón (1982:293-299).
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En contraste con esto, los porcentajes de elisión de la consonante /d/ en posición intervocálica, o los
procesos de sustitución —por ejemplo, en posición final de sílaba o de palabra— por otras consonantes
o vocales a lo largo del siglo pasado y del siglo XX ofrecidos en el trabajo de Henríquez Ureña pueden
servir de punto de referencia, pero se han visto modificados por las investigaciones ulteriores camino de
un porcentaje mayor de pérdida.— Jorge Morel (1978:69), cuando trata de la consonante /d/ en
posición intervocálica, ejemplifica en primer lugar con un grupo de terminaciones, concretamente con
los finales -edo, -ada, -odo de términos como dedo [déo], nada [ná], todo [tó:], que ofrecen porcentajes
de pédida muy elevados en niveles populares y bastante inferiores en niveles cultos; después se refiere a
las terminaciones -ado, -ido, -ida, -udo (tipo soldado [soldáo], perdido [perdío], desnudo [dehnú],
comida [komía]), cuyo nivel de pérdida es sustancialmente superior a los casos anteriores en los niveles
populares y también es más elevado en los niveles cultos.— De su estudio sobre la fonética popular de
Santo Domingo concluye Jiménez Sabater (1984:73) que el desgaste de la consonante [-d-] es mayor de
lo que suponía Henríquez Ureña tanto en sílaba postónica (tipo lodo [ló]) como en sílaba tónica (tipo
maduro [m˜ aúro]), aunque en su caso no especifica los contextos fonéticos de mayor tendencia a la
pérdida.
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Siguiendo, entre otros, a D‟Introno, E. del Teso y Rosemary Weston (1995:414).
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Frente a esta cadena evolutiva que parte de una raiz ved-, Alvar y Pottier (1983:259-260), para la
evolución de vimos desde el latín para saldar el problema de la vocal radical vid-, apuntan la siguiente
explicación:‟vidïmus da el dialectal viemos y el analógico vimos, como viestes y visteis’.
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Las formas con asterisco se corresponden con formas no documentadas, pero posibles en su
realización fonética en el contexto de lengua en que la regularización de paradigma era una tendencia
muy activa: veído por visto, o en otros verbos resolvido por resuelto, que documenta Fontanella
(1987:68).
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Los cambios de la posición del acento y la resilabización consiguiente es un rasgo de la fonética del
español históricamente considerado y del registro coloquial y vulgar actual, como indica Alarcos
(1994:47-48).— Un amplio panorama de los cambios acentuativos en las diferentes zonas de la
América hispánica la ofreció Alonso (1930). En el análisis de la evolución histórica de la variedad
bonaerense, Fontanella (1987:93 y 153) indica en los siglos XVIII y XIX la persistencia de
desplazamientos acentuales en secuencias vocálicas (tipo óido), en las que intervienen de forma
preferente las vocales medias /e/ y /o/, así como la contracción de dos vocales del mismo timbre (tipo
les por lees).
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Según la clasificación de Harris (1991:184-185), el español dominicano encajaría en el grupo B de
dialectos hispánicos, que ofrecen alteraciones acentuativas respecto a los dialectos estándar en el
presente de subjuntivo de las segunda y tercera conjugaciones (pasémos, pero cómamos, vívamos).
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Existe edición de esta obra debida a Emilio Rodríguez Demorizi (ed.), Relaciones históricas de Santo
Domingo, Ciudad Trujillo [Santo Domingo], Archivo General de la Nación, 1945 (t.II).
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La misma alternancia de radical se da en otros tiempos de este mismo verbo: en 1608, truxesen, y en
el texto que transcribe las actas de un Sínodo, de 1610, aparece traxere.
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El morfema desinencial con diptongación -ieron aparece en otros verbos de fechas tempranas: 1555,
dixieron; 1581, podieron, etc., pero en nuestro corpus no hemos encontrado ninguna forma diptongada
del perfecto de „traer‟.
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Según la „escala de relevancia‟ de la teoría de Bybee (1985), el orden de afirjos depende de su grado
de gramaticalización. En estas formas de futuro con clíticos insertos entre verbo y auxiliar lo que se
observa es la mayor relevancia de éstos frente a la categoría de tiempo incorporada al auxiliar, no
gramaticalizada del todo aún en estas fechas, según ejemplifica Enrique-Arias (1993:54-55).— En el
marco de los procesos de „cliticización‟, Fernández Soriano (1993:20-25) habla de un cambio de tipo
de
„cliticización‟ en el paso del español antiguo al moderno para explicar que en el español antiguo los
clíticos pudieran unirse a categorías diversas —se trata de los „clíticos simples‟— mientras que en el
español moderno puedan unirse sólo al verbo, fusión que „se produce en la fonología en el caso de la
enclisis y en la sintaxis en la proclisis‟, pasando a ser morfemas de concordancia con el objeto.
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Lebrón Sabiñón (1982:390) recoge este poema de Rafael Damirón, en el cual un verso es: „yo me
adré de cuenta‟.
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La distribución de „cadena de fuerza‟ de las consonantes del español de América supuesta por Bybee
[Hooper] (1976:195-198) no es aceptada por todos los estudiosos de la fonología del español americano
(cf. O.Alba (1988)).— Harris (1991:37) afirma: „Sólo los grupos de obstruyente más líquida
constituyen ataques bisegmentales bien formados en español‟. Más adelante (ibíd.:48-49) precisa que
en las secuencias de elementos de los ataques bisegmentales del español „sólo coaparecen ciertos
miembros de estas clases primordiales‟ (obstruyentes + líquidas): pr/pl, br/bl, fr/fl, tr/tl, dr/*dl, kr/kl…
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La escasez de representación de la forma alternante del presente de subjuntivo haiga en la
documentación dominicana de los siglos XVIII y XIX contrasta con la abundancia con que documenta
en la región bonaerense Fontanella de Weinberg (1986:18-19) no solamente en la documentación
archivística sino también en la literatura popular gauchesca, en la que es la variante más utilizada.
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Lapesa (1981:211 y 391-392) lo coloca como fenómeno de „fonética de la frase‟ presente en el
español desde su etapa arcaica y que llega hasta la primera parte del siglo XVII en la lengua oral,
relegándose su aparición a la lengua literaria de la segunda parte de este mismo siglo.
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Lebrón Saviñón (1982:369) dice del estilo de este autor: „La mayoría de sus décimas y coplas están
escritas en el habla pintoresca de los cibaeños. Reproduce en ellas las actitudes, los hábitos, los
sentimientos y los refranes de nuestros hombres del campo‟.