Texto Argumenntativo

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NUMERO 1

LA ARGUMENTACIÓN

• ¿Qué es?

La argumentación es un modo de organizar el discurso que pretende conseguir la

adhesión de un auditorio a las tesis u opiniones que sostiene el autor. La argumentación

se utiliza normalmente para desarrollar temas que se prestan a cierta controversia.

La argumentación se identifica con el enunciado de un problema o situación que admite

posiciones a favor o en contra de una tesis (opinión que se defiende). Argumentar es,

por tanto, aportar razones para defender una opinión.

Toda argumentación tiene un carácter dialógico, es decir, presupone un diálogo con el

pensamiento del interlocutor para transformar su opinión (tesis y argumentos, por un

lado; antítesis y contraargumentos, por el otro). Por ello se ha de presuponer la

existencia de dos o más interlocutores (el escritor y su/s oponente/s). De aquí se deduce

la necesidad de tener en cuenta al destinatario (identificarlo, conocer sus gustos y

valores, prever su opinión...) para seleccionar los argumentos o premisas más

adecuados y eficaces, y para contra argumentar (exponer razones que contrarresten o

invaliden los razonamientos ajenos).

Como práctica social, la argumentación implica una forma específica de interacción

ante la presencia de una discrepancia o conflicto. Tanto en la participación en distintas

instancias de la vida pública como en el ámbito privado, la argumentación ofrece una

alternativa a las formas directas de la imposición o la violencia para resolver situaciones

problemáticas en las que no existe consenso. Desde un punto de vista pragmático, la

argumentación es un acto de habla complejo cuyo propósito es contribuir a la resolución

de una diferencia de opinión.

Por otro lado, la argumentación, por importante que sea en un texto, suele combinarse

con otros modos de organizar el discurso, como la explicación o la descripción, para

conseguir un texto más eficaz y dinámico. Así ocurre en el ensayo, en el que predomina

el procedimiento argumentativo en combinación con la exposición. Otros textos en los

que se emplea con profusión la argumentación son los textos científicos, los jurídicos y

algunas modalidades de textos técnicos.

El discurso argumentativo, pues, se realiza en una amplia variedad de formas textuales


que apelan a recursos muy diversos y poseen distinto grado de complejidad. Las

situaciones más comunes en que se emplea la argumentación son las siguientes:

a) Situaciones de carácter interpersonal: vida cotidiana (discusión entre dos personas

con diferente punto de vista), entrevista laboral, etc. Se caracterizan por la utilización de

un discurso poco planificado.

b) Situaciones de carácter social: cartas al director, artículos de opinión, manifiestos,

anuncios publicitarios, debates, mesas redondas... Emplean un discurso más planificado

y estructurado, con una gramática más elaborada y precisa.

c) Situaciones técnicas: ámbito científico, jurídico y administrativo... (Artículos de

investigación, tratados, instancias, alegatos, sentencias, demandas...). Usan estructuras

muy formalizadas, en un discurso técnico.

d) Situaciones académicas: los exámenes, informes, trabajos académicos.

En el ámbito académico (exámenes, informes, trabajos académicos) saber argumentar

bien es imprescindible para defender con éxito la posición que se sostiene. Para ello, es

importante examinar los posibles argumentos de los contrincantes y buscar argumentos

sólidos que defiendan nuestras conclusiones.

Estructura de los textos argumentativos

Los textos argumentativos, como los expositivos, basan una parte importante de su

efectividad en la buena organización de las ideas con las que se pretende convencer o

persuadir. De entre las variadas formas con las que se puede manifestar este modo de

organizar el discurso, analizaremos la estructura más habitual establecida ya en la

Antigüedad por la retórica clásica. Todo texto argumentativo se articula en torno a

cuatro partes fundamentales:

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1. Presentación o introducción

Tiene como finalidad presentar el tema sobre el que se argumenta, captar la atención del
destinatario y despertar en él el interés y una actitud favorable.

2. Exposición de la tesis La tesis es la postura que se mantiene ante el tema. Puede aparecer al
principio o al final del texto y es el núcleo de la argumentación. Una tesis puede ser una
opinión subjetiva, en el caso de la argumentación informal; en
cambio, si se trata de un trabajo académico de investigación, la tesis tiene que ser una
hipótesis científica. Cabe destacar que una tesis que no se apoye en argumentos racionales no
constituye una argumentación académica. Solamente los datos objetivos o las afirmaciones
demostrables científicamente constituyen argumentos válidos en un texto científico-técnico.

Al defender una opinión suele adoptarse una de estas tres posturas argumentativas:

a) Postura positiva: el emisor-argumentador aporta argumentos que apoyan su tesis


(argumentación positiva o de prueba).

b) Postura negativa: se ofrecen razones que refutan o rechazan argumentos contrarios al


propio punto de vista (argumentación negativa o de refutación).

c) Postura ecléctica: se aceptan algunas razones ajenas (concesiones) y se aportan argumentos


propios.

3. Cuerpo argumentativo y antítesis

Una vez expuesta la tesis, empieza la argumentación propiamente dicha. Se trata bien de
justificar la tesis con la presentación de pruebas y argumentos variados (argumentación
positiva), refutar la tesis contraria, o admitir algún argumento contrario (concesión) para
contra argumentar.

Con el objetivo de lograr persuadir al destinatario, el emisor puede desplegar una serie de
estrategias argumentativas. Puede recurrir a las citas de autoridad y a la ejemplificación, a la
analogía, a la exposición de las causas y las consecuencias que comporta la adopción de sus
ideas, al refuerzo de su opinión mediante datos objetivos (como, por ejemplo, resultados
estadísticos o sondeos), o a la discusión y desestimación de posibles objeciones a la tesis
adoptada.

4. Conclusión

Se recuerda al interlocutor la tesis, las partes más relevantes de lo expuesto y se insiste en la


posición argumentativa adoptada.

En las argumentaciones escritas (textos científicos y técnicos, humanísticos, ensayos...), los


esquemas más utilizados son:

a) Argumentación deductiva. Presenta una orientación demostrativa: se parte de una o varias


ideas generales (tesis) para llegar a una conclusión (que reafirma la tesis de partida o propone
nuevas tesis) mediante la presentación de hechos, pruebas y argumentos.

b) Argumentación inductiva. Se parte de la presentación de una serie de argumentos y, tras


análisis y razonamientos variados, se llega, a modo de conclusión, a una tesis que se infiere de
dichos argumentos.

c) Argumentación mixta. Contiene a la vez elementos del esquema deductivo y del inductivo.
Se formula al principio la tesis, se muestran hechos, casos o razonamientos que la confirmen y,
al final, se repite la tesis, casi siempre con alguna variante.

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• ¿Cómo se hace?
A. Explorar la cuestión

El primer paso es la indagación; antes de empezar a escribir un texto argumentativo hay que
explorar la cuestión, es decir, el problema o situación que admite posiciones a favor o en
contra de una tesis, y considerar las diversas posiciones. Para ello se requiere:

Explorar los argumentos sobre todos los aspectos de la cuestión. Nuestra tarea consiste en
dar una opinión bien informada que pueda ser defendida con argumentos sólidos. Nos
informaremos sobre la cuestión, leeremos artículos y hablaremos con personas con diferentes
puntos de vista. Así empezaremos también a formular argumentos propios.

Cuestionar y defender la tesis. Tendremos que examinar

también los argumentos a favor y en contra de la tesis. Hay que convencer al lector de que los
argumentos son ciertos, y de que la tesis deriva coherentemente de ellos.

Revisar y reconsiderar los argumentos. Después de haber decidido la conclusión que


queremos defender y de haber explorado los argumentos, tenemos que pensar en la forma
más adecuada de organizarlos: es eficaz discriminar los argumentos fuertes frente a los
débiles.

B. Ordenar los puntos principales

Supongamos que hemos llegado a una tesis que pensamos que podemos defender
adecuadamente. Ahora hace falta organizar el texto de manera que trate todo lo necesario;
prepararemos el esquema.

Explicar el problema. Empezamos presentando la pregunta a la que queremos responder. En


el ejemplo que proponemos más adelante, la pregunta implícita sería: "¿Vulnera la ley de
extranjería española la Declaración Universal de los Derechos Humanos?"

A continuación, explicamos por qué es importante. También hay que considerar al público al
que nos dirigimos.

Formular una propuesta o afirmación definitiva. Si estamos formulando una propuesta,


tenemos que ser específicos. Expondremos, en primer lugar, nuestra afirmación de una
manera simple y, a continuación, ofreceremos tantos detalles como sea necesario. Hay que
formular de manera clara cuál es nuestro propósito.

Desarrollar los argumentos de un modo completo. Una vez que hayamos aclarado la
importancia de la cuestión que estamos tratando, y una vez que hayamos decidido
exactamente lo que nos proponemos hacer, estamos en condiciones de desarrollar el
argumento principal.

Planificar es importante. Un argumento bien desarrollado es mejor que tres argumentos tan
sólo esbozados.

Examinar las objeciones (contraargumentos). Hay que anticiparse a preguntas escépticas. De


este modo, podemos matizar la tesis de partida.

La mayoría de las tesis no tienen un solo efecto, sino muchos. Tenemos que examinar qué
desventajas puede tener nuestra tesis (anticipándonos a las desventajas que otros puedan
argumentar como objeciones). Argumentaremos que las ventajas superan a las desventajas (y
nos aseguraremos de que realmente lo hacen) y trataremos de responder a las críticas más
fuertes o comunes.

C. Escribir el texto argumentativo

Una vez explorada la cuestión y desarrollado un esquema, es el momento de escribir el texto

Seguir el esquema. Seguiremos el esquema que hemos desarrollado y no pasaremos de un


punto a otro, si éste debe venir más tarde.

Formular una introducción breve. La introducción debe ser breve y precisa; no puede ser una
introducción demasiado general.

Exponer los argumentos de uno en uno. Como regla general, expondremos un argumento por
párrafo. Incluir muchos puntos diversos en el mismo párrafo sólo confunde al lector y hace
perder aspectos importantes. Usaremos el argumento principal para plantear los párrafos.

Un buen ensayo primero explica la importancia de la cuestión, luego formula la tesis y


finalmente dedica un párrafo (o, a veces, varios párrafos) a cada una de las premisas.

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Claridad. Las cuestiones que a nosotros nos parecen que están relacionadas, a algún lector le
pueden parecer totalmente desvinculadas. Es, por tanto, esencial explicar las conexiones entre
las ideas, aun si nos parecen absolutamente claras.

Apoyar las objeciones con argumentos. Además de desarrollar nuestros propios argumentos
de una manera cuidadosa y completa, también desarrollaremos en detalle los posibles
contraargumentos, si bien de un modo no tan completo como los argumentos a favor de la
postura defendida.

No afirmaremos más de lo que hemos probado. Terminaremos sin prejuicios. Muy rara vez
responderemos a todas las objeciones de manera adecuada, y siempre pueden aparecer

nuevas objeciones, que no podemos infravalorar.

D. Evitar las falacias

Las falacias son errores en los argumentos. Llamar a algo una falacia normalmente es sólo otra
manera de decir que viola una de las reglas de los buenos argumentos que acabamos de
exponer. Por ejemplo: si en el desarrollo de los puntos principales se generaliza a partir de una
información incompleta (punto c) o si no se examinan las objeciones (punto e).

Importancia de los conectores argumentativos en el texto académico

La función básica de los textos argumentativos es presentar una serie de informaciones de


manera convincente para guiar al lector hacia las conclusiones que nos interesan. Es
imprescindible por ello relacionar las secuencias textuales entre sí.

De acuerdo con las funciones que realizan los conectores argumentativos, distinguiremos tres
grupos distintos:

I. Conectores contra argumentativos

a) Expresiones conectivas como, aunque, a pesar de (que), pese a (que) y si bien (de las que,
aunque es el conector prototípico).
b) Conectores como, pero, sin embargo, no obstante, ahora bien, con todo, aun así, o de todas
formas (pero es el representante paradigmático de este grupo).

c) Grupo formado por conectores tales como mientras que, en cambio y por lo contrario
(básicamente modifican en el segundo miembro algún aspecto de lo formulado en el primero)

II. Conectores consecutivos

a) Conectores integrados en la oración (que presentan la conjunción que): así que, de modo
que, de manera que, por lo que, de ahí que, etc.

b) Conectores de tipo parentético: por ello/eso, por ese/ tal/ dicho motivo/ razón/ causa, por
(lo) tanto, en consecuencia, por consiguiente, por ende, pues, así pues.

III. Conectores aditivos

a) Conectores que introducen un nuevo aspecto o punto de vista del tema que se está
tratando sin valorarlo desde el punto de vista argumentativo: asimismo, igualmente, de igual/
mismo modo, por otra parte, por otro lado, por su parte, a su vez.

b) Conectores que introducen un nuevo aspecto informativo del tema, presentándolo como
más fuerte desde el punto de vista argumentativo que los aspectos anteriores: además,
encima, por añadidura, por demás, incluso, inclusive.

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