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Stone Crow

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STAFF
Julie

Julie Umiangel Gesi


AnnyR' Lolitha Sofía Belikov
Ivana Miry Alessandra Wilde
mimi_jm sonia_ Pame .R.
Auris Lisseth Valentine Rose
Nickie
4
Jadasa Renatte
Julie Gesi
Pame .R. Umiangel
Sofía Belikov

Julie

Bruja_Luna_
ÍNDICE
Sinopsis Capítulo 18
Prólogo Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
5
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Epílogo
Capítulo 15 Agradecimientos
Capítulo 16 Sobre la Autora
Capítulo 17
SINOPSIS
Las tres personas a las que Emily Sheppard, de veinte años, más
amaba se han perdido en el inframundo. Aunque dos de sus amores
fueron asesinados por el psicópata Víctor Orozo, el primer amor de Emily,
Cameron Hillard, ha estado viviendo otra vida sin ella. Pero ahora, a pesar
de los esfuerzos de Cameron, ella ha encontrado el camino de vuelta a él
y ha dado a luz a su único hijo: una niña llamada Billy.
Billy está a punto de heredar todo el inframundo, un lugar oscuro
que desgraciadamente la quiere muerta, y Cameron está desesperado por
mantener a Emily y a Billy ocultas antes de que su mundo sepa de su
existencia. Mientras Emily intenta dar sentido al regreso de Cameron de
entre los muertos, él desaparece, dejándola a su suerte y a la de su hija.
Mientras el inframundo se prepara para implosionar, Cam y Emmy deben
encontrar una salida antes de que lo haga.
Stone Crows es una historia de terror y de amor, en la que Cameron 6
y Emily se sumergen en la última batalla por el otro y por la supervivencia
de su hija.
Crow's Row #3
Pero dije el nombre de una mujer,
Y la oscuridad de mil noches
Saltaron del pasado
Y cavaron entre nosotros
Un abismo de dolorosa distancia
Te llamé;
Pero solo los años respondieron.
Te desvaneciste, te esfumaste
y te perdiste.

-“The Chasm” de Richard Butler Glaenzer

7
PROLOGO
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa

La caminata por el sendero se hacía cada vez más ardua. Los dedos
torcidos se enroscaban en el mango de un bastón. La punta desafilada
del mismo patinaba contra las piedras resbaladizas debido al rocío en un
camino que, en su juventud, habría recorrido en un suspiro. Ahora le
faltaba el aliento solo con ir y regresar del lavabo por la noche. En su
corazón, seguía siendo joven, por supuesto.
Viejo y joven: una dualidad que tenía en común con el bosque que
recorría cada día. Donde un árbol viejo se alzaba con sus hojas al sol, un
nuevo retoño crecía a su sombra, listo para reemplazarlo en un momento
de debilidad, contra un viento fuerte, contra un rayo, contra su propia
edad.
8
Sus pies frenaron. Se dio cuenta que un majestuoso árbol se cayó
durante la noche. El tronco cortado dejaba ver su madera podrida bajo
la corteza. La visión le dio nuevos bríos a su paso. ¡Todavía no estaba
muerto!
Pero la ráfaga fue corta y finalmente se resignó a detenerse para
descansar. ¿Cuándo llegó a confiar más en ese bastón voluble que en sus
propias piernas? Como si pudiera escuchar sus pensamientos, un cuervo
gordo cacareó y saltó de rama en rama, burlándose de él, en lo alto de los
árboles.
—Maldito arrogante —murmuró Pops en tanto sacaba un trozo de
pan del bolsillo de su abrigo. Le dio un mordisco y con una mirada
acusadora, señaló con el pan al pájaro—. Solo tienes que esperar. Pronto
te tocará sentir las manos del tiempo estrangulando tus huesos. —Lanzó
el resto del pan al suelo. Cuando el pájaro bajó volando para robar lo que
desechó, el anciano le lanzó una piedra. El cuervo salió volando, agitado,
pero ileso, con el pan en el pico—. Malditos cuervos. Están demasiado
ocupados volando alto. Se olvidan de los que merodeamos por el suelo.
Se le escapó un gruñido bajo cuando se agachó para recoger una
de las plumas negras que se le cayó al cuervo. Con su tesoro, regresó
cojeando a su casa.
La semana pasada fue la pluma de un pajarito rojo.
—Pobrecito —le dijo su esposa, Margaret, cuando se lo contó. El
pájaro no era habitual en el noreste de Estados Unidos. Apareció de la
nada. Durante unos días, la cosa delgada lo había seguido durante su
caminata matutina, observando con anhelo a medida que el anciano
cenaba galletas en su lugar de descanso. Era demasiado joven e inexperto
para ir tan lejos solo. El anciano no se mostraba sensible a estas cosas.
La naturaleza era un ciclo en el que todo vivía y moría; los sentimientos
eran inútiles, una estúpida construcción humana.
Sin embargo, mientras el anciano consideraba esto, la mayor parte
de su merienda misteriosamente encontró su camino hacia el suelo más
cercano al polluelo. Lo mismo había ocurrido misteriosamente al día
siguiente y al siguiente, hasta que una mañana, el anciano emprendió su
camino sin la compañía del joven pájaro. Llegó a su lugar de descanso y
encontró el pájaro, o lo que quedó de él. La cabeza había sido picoteada,
al igual que la mayor parte del cuerpo. ¡Probablemente un cuervo muy
gordo! Solo quedaba el cadáver y las alas desaliñadas.
El anciano supuso que el pájaro rojo, incapaz de alimentarse, lo
había dejado en la linde del bosque el día anterior y luego volvió a ese
lugar y picoteó el suelo para ver si olvidó algún bocado.
—Esto es lo que sucede cuando el hombre se entromete en los
asuntos de la naturaleza. —El anciano se reprendió mientras arrancaba
una pluma roja del ala sobrante. Siempre lo supo, por supuesto, pero
9
durante demasiado tiempo había pensado: ¿Qué? ¿Que podía cambiar el
curso de la naturaleza? ¿Desafiar lo que el destino decidió hace tiempo?
El tiempo y la edad lo convirtieron en un viejo emocional y tonto.
Aquella mañana se marchó conflictivo, pero aceptando el destino
de su pajarito rojo, y con los bolsillos todavía llenos de galletas. A la
mañana siguiente, el cadáver del pájaro había desaparecido. La Madre
Tierra reclamó lo que siempre fue suyo y él se resarció de su decisión.
Una vez que regresó a la casa, el anciano se acomodó en su silla
con la pluma negra en la mano.
—¿Encontraste lo que buscabas? —preguntó Margaret, haciendo
señas con las manos sobre la costura que descansaba en su regazo. Al
igual que él, a menudo le faltaba energía para completar la más simple
de las tareas. Al igual que la de él, su piel lucía arrugada y translúcida.
Sus cuerpos se desvanecían con el tiempo.
Cuando se conocieron hace unos cincuenta años, ¡qué animosa y
encantadora había sido! Su cabello era tan oscuro como el bosque en la
noche. En sus ojos, él había visto el color del suelo del bosque después
de la lluvia. Sus labios eran del color de las papas con kétchup. Una vez
fue un tipo robusto, capaz de llevarla de la cocina al dormitorio mientras
sus manos continuaban cubiertas de espuma de los platos sin terminar
de lavar. ¡Ah, pero qué fuego habían tenido! Ese fuego seguía ardiendo
todos estos años después, aunque ahora era más la llama constante de
una vela que el fuego estallante y desenfrenado de un campo reseco,
como fue en su juventud.
—Sí, cariño —jadeó en tanto añadía la pluma del cuervo al manojo
con la del pajarito rojo, uniendo a ambos en la vida y en la muerte.
De uno de los dormitorios llegó un gemido familiar, que les hizo
sentirse jóvenes de nuevo, pero también muy viejos.
Su mujer se levantó del sofá y él la vio salir del salón. Margaret
seguía siendo deslumbrante. Ansiaba poder llevarla al dormitorio una vez
más.
En la próxima vida, se prometió a sí mismo.

10
PARTE I

11
1
Traducido por AnnyR’, Ivava & mimi_jm
Corregido por Julie

Cuando era niña, después de que mi hermanastro, Bill, muriera,


practicaba de noche. Me cronometraba. Ponía un minuto en el reloj y me
ponía a escribir un lío de pensamientos, recuerdos y sentimientos, como
si algún día pudiera tener un minuto más con él.
Escribía todas las cosas que le habría dicho a él, a Rocco y a
Cameron. El amor. El dolor de su ausencia en mi mundo, como si sus
lápidas estuvieran atadas a mi corazón y lo hicieran pesado. 12
Si hubiera podido tener un minuto más con Bill.
Un minuto más con Rocco.
Un minuto más con Cameron.
Estas tres personas que más había amado y que había perdido en
el inframundo. Sus nombres se repetían en mi cabeza, profundizando
cada vez más el dolor, con sus tumbas cavadas más hondamente dentro
de mí.
Excepto que una de esas tumbas estaba vacía.
Mientras que el hermano de Bill y Cameron, Rocco, fue asesinado
por el psicópata Víctor Orozo, también conocido como Shield, Cameron,
mi primer amor y el padre de mi niña, había estado viviendo otra vida sin
mí. Sin nosotras. ¿No había visto a Spider volverse contra Cameron para
hacerse con el control del inframundo? ¿No me había quedado al cuidado
de Cameron, viéndolo sangrar después de que su mejor amigo, Spider, le
disparara? Escuché cómo se disparaba la última bala, matándolo. ¿No es
así? Durante meses, había ejecutado un plan para vengar los asesinatos
de Bill, Rocco y Cameron. Durante meses, puse a mi hija por nacer y a
mí misma en peligro; planeaba librar al mundo de Víctor y Spider de una
vez por todas antes de que mataran a alguien más y de que persiguieran
a mi hija como su siguiente víctima.
Pero Cameron no fue asesinado. Simplemente eligió dejarme de la
manera más patética: fingiendo su muerte. Una ruptura por mensaje de
texto habría sido más amable.
Debería haberme acostumbrado a que la gente me dejara. Como la
única heredera de la dinastía Sheppard, o lo que quedaba de ella, estaba
acostumbrada a tener padres ausentes y a ser criada por una puerta
giratoria de ayuda contratada. Me enseñé yo misma a no apegarme a la
gente, porque ésta inevitablemente se iba a la primera oportunidad. Antes
de que Cameron apareciera en mi vida, me liberé de la trampa monetaria
de mis padres y me mudé por mi cuenta para asistir a la escuela menos
prestigiosa posible: la Universidad de Callister. Me hice más fuerte; me
fortalecí en el proceso; y me enseñé a vivir una vida normal, sin herencia.
Pero incluso los corazones más callosos podían ser traspasados, y
Cameron de alguna manera traspasó el mío.
Ahora había dado a luz a su hija. Ahora estaba en un dormitorio
que se había convertido en una habitación de hospital en una granja de
algún lugar de Nueva York. Mi recuperación estaba siendo supervisada
por un médico borracho llamado Lorne, un compinche en la marcación
rápida de Cameron que olía como si la cloaca se filtrara por sus poros.
Cómo había llegado allí seguía siendo un misterio para mí.
¿No era esto lo que yo deseaba? ¿No era esto lo que todos los que 13
habían perdido querían y deseaban: una oportunidad más de estar con
la persona que amaban, sin importar las circunstancias? Sin embargo,
estaba allí con el que amaba, o había amado, y apenas soportaba mirarlo,
como si fuera una criatura despertada de entre los muertos. Y lo era.
Hubo noches en que Cameron y yo estábamos solos en mi supuesta
habitación de hospital. El tiempo era borroso porque me encontraba muy
mal. —¿Cómo es que sigues vivo? ¿Por qué me dejaste? —le preguntaba,
mirándolo a los ojos oscuros. Mi voz no sonaba como la mía. Era como si
le estuviera susurrando a alguien al otro lado de un campo de cultivo.
Cuando le hacía estas preguntas, sostenía mi mirada, tomaba mi
mano entre las suyas y se la llevaba a los labios. ¿Me escuchaba siquiera?
¿Era realmente Cameron? Este hombre que una vez conocí ahora estaba
pálido. Había perdido al menos cinco kilos desde la última vez que lo vi
con vida. Demacrado fue la palabra que me vino a la mente cuando lo
observaba. Aun así, estaba deslumbrante, más que nunca. El cansancio
le sentaba bien.
Lo odiaba. O quería odiarlo. Parecía que no lo conocía después de
todo. Apenas sabía quién era yo. ¿Quién era Emily Sheppard? Quizás el
problema era que no sabía quién era yo sin él, estuviera vivo o muerto.
¿Quién era Emily Sheppard sin Cameron Hillard? Cameron no solo había
atravesado mi corazón; se había convertido en mi ancla, algo a lo que me
aferraba a la vez que las olas de mi desolado mundo Sheppard chocaban
contra mí. Sin embargo, me había estado hundiendo profundamente en
el fondo de su mundo oscuro.

***

Cuando me desperté en la habitación que se había convertido en la


mía en la granja del doctor Lorne, Cameron ya no estaba aquí. No había
enfermeras. El doctor maloliente desapareció. Spider y Carly, los mejores
amigos de Cameron, tampoco estaban, por suerte, a la vista. Por fin, tenía
un momento para mí. Para ser yo misma por mí misma.
Mis ojos se posaron en el moisés junto a mi cama, donde mi bebé
dormía. Era como si siempre hubiera estado allí, como si un mundo sin
Billy de repente fuera inverosímil.
Billy; mi perro, Meatball; y yo llevábamos en este cuarto al menos
un par de semanas, aunque era difícil saber cuánto tiempo exactamente.
Los días parecían cruzarse entre sí, y la presencia constante de Cameron,
aunque sin compartir información, pasaba factura. Lo único positivo de
encontrarme encerrada en la habitación-monasterio era que el silencio
me permitía recuperar poco a poco la memoria.
Recordé la vida normal que había construido para mí en Callister,
Nueva York, y recordé que, como una pelota de ping pong que toma una 14
curva, mi vida se disparó en una dirección completamente diferente una
vez que Cameron se estrelló contra ella. Recordé que Cameron me llevó
en su esfuerzo por mantenerme a salvo del tío de mi hermanastro, Víctor.
Me mantuvieron en una granja, donde me sumergí en la vida de Cameron
con Carly, Spider y el hermano del primero, Rocco. Los hombres de Víctor
habían entrado por la fuerza en la granja y habían asesinado a Rocco, y
luego Víctor me secuestró en el funeral. Con los años, desarrolló una
obsesión con mi madre y un rencor contra mi padre. Logré escapar antes
de que Víctor pudiera violarme, pero Cameron lo dejó libre porque era un
policía corrupto y jefe del sindicato de la policía, por lo que sus vínculos
con las fuerzas del orden y el inframundo eran demasiado profundos.
Después de que Spider asesinara a Cameron (o eso pensé), pasé los
siguientes nueve meses intentando acabar con Spider y Víctor antes de
que me eliminaran a mí y restablecieran el imperio de las drogas que le
habían robado a mi hermano. Completamente embarazada, había volado
hasta las Islas Caimán con la exnovia de mi hermanastro, Frances, para
acceder al dinero que me había dejado. Pero Frances nos engañó a todos;
siempre estuvo trabajando para Víctor. Poco después de que mi hermano
fuera asesinado, dio a luz al hijo de Víctor, un niño llamado Daniel, quien,
hasta ese momento, asumimos que era el hijo de mi hermano. Me escapé
de las garras de Frances en un banco en las Islas Caimán y volé de vuelta
a los Estados Unidos.
No pude recordar nada después de eso, y entremezclado en esos
recuerdos estaba Griff. Su rostro, como el de Cameron, ocupaba todos
los recuerdos hasta el punto en que me resultaba difícil distinguir su
participación de la mía, como si su presencia solo dejara más preguntas
sin respuesta a su paso.
Cameron no me hablaba de nada más perturbador que abrir una
botella de agua. Él, como todos los demás en el recinto del doctor Lorne,
pasaba de puntillas a mi alrededor como si yo fuera una ventana a punto
de romperse.
Durante los breves minutos en que él se ausentaba, tuve que
sonsacar toda la información que pude a las enfermeras y a Carly, la
amiga de Cameron.
A través de hilillos de información, descubrí que él me encontró
desangrándome en su cabaña. Mi ritmo cardíaco había caído a nada en
tanto me llevaba al recinto del doctor Lorne. Cameron le proporcionó el
suficiente dinero en efectivo para administrar un hospital pequeño pero
con todos los recursos en su granja.
De alguna manera, tras mi viaje a las Islas Caimán, mi placenta se
había separado del útero. Dieron a luz a Billy mediante una cesárea de
emergencia para que ella tuviera la oportunidad de sobrevivir a mí. Perdí
mucha sangre y al doctor Lorne y su equipo les costó mucho controlar la
hemorragia. Durante un tiempo, todo estuvo en peligro. Mi condición fue 15
estable al principio y luego inestable.
Spider fue la única persona cerca con mi mismo tipo de sangre y
había donado más de la aconsejable.
—Ninguno de nosotros pensó que sobrevivirías, Em. Y Cameron
estaba… —Carly nunca pudo acabar esa oración. Su cabeza se inclinaba
y el círculo de acciones se evaporaba.
El resto tuve que completarlo yo misma a través de los recuerdos
borrosos de despertarme en la habitación con pensamientos sombríos y
la incapacidad de unir palabras. Fría y sudorosa, podía sentir el calor de
la sangre corriendo por mis piernas, o Cameron me ponía la mano en la
frente cuando se presentaba la infección. Se ponía en pie de un salto y
llamaba al ejército de personal médico y a Carly y Spider, que parecía que
nunca se distanciaban mucho. Entonces, entraba y salía de la conciencia
durante el tiempo que fuera, llamando a Billy y, a mi pesar, a Cameron.
Por suerte, Billy estaba sana y fuerte, mucho más fuerte que yo.
Tenemos que ser fuertes juntas a partir de ahora, pensé después de
despertar de otro episodio médico.
La palabra madre era algo tan grande ahora que lo pensaba. Esas
cinco letras y dos sílabas cortas representaban todo el mundo de alguien.
Había un ser que formaba parte de mí, pero vivía aparte de mí y dependía
completamente de mí para su supervivencia. Emily Sheppard, de veinte
años, era la madre de Billy, y a pesar de que mi corazón se aceleraba
cada vez que lo consideraba, me aferré a ese pequeño gran hecho como
un salvavidas.
Volteé los pies sobre el borde de la cama y me estiré hacia Billy.
Acaricié sus mejillas calientes con la punta de los dedos. Se removió pero
no se despertó.
Me aferré a los puntos en la parte inferior de mi estómago por
costumbre. El dolor físico estaba remitiendo, mientras que el tormento
mental iba en aumento. Pasé por encima de Meatball, que roncaba en el
suelo junto al moisés de Billy. Él y Billy tenían ahora el mismo horario de
sueño y comida. Los michelines a sus costados lo demostraban.
Me dirigí hacia las puertas francesas que se abrían desde nuestra
habitación al porche. Hoy en día parecía que, en cuanto abría las puertas,
Cameron y todos los que estaban en su nómina las volvían a cerrar. Era
sofocante allí. La claustrofobia me robaba el aliento.
Abrí las puertas, de nuevo, todo lo que me permitieron y miré hacia
atrás una vez más a mi bebé dormida y acurrucada y a su compañero
peludo que roncaba, antes de salir por primera vez en varios días.
El sol se ponía donde el pasto se encontraba con el cielo, y me sentí
como si estuviera dentro de una caja, observando los rincones del mundo
que nunca alcanzaría. Los caballos seguían fuera y la granja estaba en
silencio. No vi a ningún humano. Por supuesto, había muchos humanos
16
allí; los guardias de Cameron siempre vigilaban desde las sombras. Hace
un año, cuando él me secuestró para mantenerme a salvo de Víctor, me
llevó a Vermont, a una mansión de cientos de acres de tierra boscosa que
fue apodada “la granja”. Allí tenía un ejército de hombres escondidos en
el bosque para que nadie pudiera entrar, o salir, sin su autorización o
conocimiento. Ahora estaba en una granja de verdad, Víctor todavía me
perseguía, y podía sentir a los hombres de Cameron, estos desconocidos,
rodeándome, observándome una vez más.
Secuestro. El acto de tomar, de ocultar, de retener a alguien contra
su voluntad. Era una de esas palabras resbaladizas con las que mi padre,
abogado, habría pasado cientos de horas facturables argumentando en
los tribunales, o sea, antes de ser acusado de fraude y malversación de
fondos y de ser probablemente inhabilitado. Era una palabra que no tenía
en cuenta toda la materia gris del medio. ¿Qué pasa si una persona era
llevada por su propio bien? ¿Y si a la víctima y a su hija les esperaba un
destino peor que el de ser retenidos y ocultados por un capo de la droga?
¿Y si la supuesta víctima ya no conocía su propia voluntad? Mi
pasado se repetía; mi vida era una atracción de feria de la que no podía
saltar.
Sí, los guardias de Cameron estaban ahí fuera, pero mi cordura me
obligaba a ignorarlos.
Di unos pasos al doblar la esquina de la casa, lo más lejos que
había llegado desde que me trajeron allí, y deslicé mi mano a lo largo de
la barandilla mientras me dirigía a los escalones. Traté de respirar, pero
a pesar de estar en el exterior, el aire no podía llenar mis pulmones.
Bajé un peldaño y me estremecí al sentir un pequeño tirón en los
puntos, pero no me desanimé.
—¿Escapando antes de que se ponga el sol? Un movimiento audaz
para alguien que apenas puede caminar.
No tuve que darme la vuelta para saber a quién pertenecía la voz:
Griff. En mi visión periférica, pude ver que estaba apoyado contra la casa,
no muy lejos de mi habitación.
—Necesito un poco de aire —dije, y seguí bajando las escaleras. No
me di la vuelta, a pesar de que apenas lo había visto desde que llegué a
la granja del doctor Lorne. Lo vi solo unos minutos aquí y allá cuando
Carly lo coló para que nos viera a Billy y a mí durante una breve ausencia
de Cameron. Pero no había pedido que viniera Griff, y cuando lo hizo, me
quedé en silencio y deseé que se fuera. Mi ira no estaba reservada solo
para Cameron.
Griff me alcanzó cuando mis pies tocaron el camino de tierra y me
tomó del brazo sin preguntar. Di ocho pasos más antes de que me doliera
todo y me mareara.
—Tienes exactamente una oportunidad para explicarte —dije a la
17
vez que apartaba mi brazo del suyo y me agachaba en el suelo para no
desmayarme ni vomitar. No le daría el beneficio de decirle que sabía que
él también me había mentido, que ya sabía que Cameron estaba vivo. Eso
me quedó claro cuando condujo hasta la granja a toda prisa y no mostró
ni un gramo de sorpresa al ver a Cameron conmigo. De hecho, apenas lo
había mirado.
Todos estuvieron involucrados, incluso Meatball, aunque éste era
el único al que había perdonado. Ahora entendía por qué no había estado
triste cuando se vino a vivir conmigo. Para él, había sido solo un cambio
de escenario. Tampoco tuvo elección en el asunto. Todo fue decidido por
él. Teníamos eso en común.
Cuando di a luz a mi hija, lo único que quería hacer era llorar. Ni
siquiera podía mirar a Cameron sin llorar. —Son las hormonas —me
decía Carly, aunque nunca le pregunté. Ahora exigía las respuestas que
nadie quería darme.
Griff estaba a unos metros. Levanté la mirada. Seguía llevando la
misma ropa con la que lo vi por última vez, y había algo que sobresalía
de su pelo. Cuando se agachó, vi que era heno.
Por fuera me mostraba tranquila, completamente estoica, pero algo
en mi interior se agitaba. Mi piel era el muro de una presa. Por fuera se
hallaba el agua estancada y controlada por el hombre; por dentro estaba
el río salvaje y furioso que empujaba contra el dique, amenazando con
derribarlo todo.
—Empecemos por el tiempo que has sabido que Cameron estaba
vivo.
—Él te dejó, Em. ¿Eso no es suficiente para ti?
—¿Cuánto tiempo?
—Cuando me dijiste que tenías que matar a Spider y a Víctor
porque Cameron estaba muerto y ellos iban a venir a por la bebé. Cuando
me dijiste que aún amabas a Cameron —dijo. Su voz vaciló—. Su muerte
me sorprendió porque, aunque no soy nadie en lo que se refiere a rangos
clandestinos, sabía que habría escuchado algo sobre el cambio de mando
si Spider se hubiera hecho cargo del reinado de Cameron. Y, sin embargo,
la primera vez que escuché algo de eso fue cuando me lo contaste. Tenía
la fuerte sensación de que alguien te estaba jodiendo. También tenía la
fuerte sensación de que si ese bastardo cambiaba de opinión y regresaba,
lo dejarías todo por él otra vez.
Los caballos se pararon junto a la cerca, balanceando sus colas con
la brisa. El sol caía en el campo detrás de ellos, haciendo que la hierba
se pusiera dorada. Estaba tan malditamente harta de este hermoso lugar.
—¿Lo harás? ¿Dejarás todo por él? —preguntó Griff.
—Así que nunca volviste a casa a Inglaterra como dijiste —dije con 18
naturalidad, manteniendo el tema.
—Sí, lo hice. En cuanto te dejé, fui al aeropuerto, me emborraché
y me subí a un avión a Inglaterra. No soportaba el hecho de que siguieras
amando a ese pedazo de mierda. Pero luego me puse sobrio. Me di cuenta
de que nada de esto era justo para ti. Que si ese imbécil todavía vivía,
seguiría metiéndose contigo hasta que estuviera muerto. Sabía que tenía
que protegerte. Así que utilicé el poco dinero que me quedaba para pagar
la información de tipos que sé que están conectados. Mis sospechas se
confirmaron: el jefazo seguía muy vivo.
—¿Y no te importó compartir esa información conmigo?
—Él te mintió y luego te dejó. Embarazada. Sin dinero. Afligida. En
peligro. Te abandonó a la muerte.
Me obligué a ponerme de pie y me limpié el polvo. —No es el único
que me ha estado mintiendo.
—¿Lo amas? ¿Aún? —Griff se paró demasiado cerca y me sostuvo
la mirada. Su expresión era desesperada. Tuve que apartar la vista—.
¿Cómo puedes seguir amándolo después de todo lo que te ha hecho?
—Todo es un desastre. Siento que todo lo que sabía era mentira.
Es una mentira. Ya no sé nada. —Como si te enseñaran la ficción como
un hecho.
Griff me tomó en sus brazos. —Sí que sabes algo. Te amo. Eso no
ha cambiado. Eso nunca cambiará. Tú y Billy son todo lo que me importa
en este mundo.
—Cameron es el padre de Billy. Eso nunca cambiará, no importa
lo que haga.
—Ha engendrado a tu hija, sí. Pero eso es todo. No estuvo allí para
ver crecer tu barriga con ella. Es mi voz lo que ella conoce, no la de él.
Billy no debería estar cerca de este hijo de puta. Ni de este lugar. De estas
personas. —Me apartó un poco para mirarme a los ojos—. No hagas pasar
a Billy por eso. No la hagas pasar por lo que él te hizo pasar a ti.
Billy comenzó a llorar. Antes de que pudiera irme, Griff me atrajo
hacia él, forzando mi cabeza contra su pecho. Olía a caballo humano.
—¿Has estado durmiendo en el granero? —pregunté.
—Te amo, Emily Sheppard —dijo.
Billy ahora estaba totalmente despierta y llorando. Meatball vino
corriendo hacia el porche y me ladró, alertándome sobre los gritos de la
bebé, en caso de que no la hubiera escuchado. Cameron se hallaba en el
porche con una camiseta en la mano; tenía el pecho desnudo y mojado.
Su huida momentánea había sido para darse una ducha.
Me tomé mi tiempo para soltar a Griff y volví al porche. Billy había
dejado de llorar, así que Meatball dejó de ladrarme. 19
—Si querías ir a dar un paseo, podías habérmelo pedido. Habría
ido contigo —dijo Cameron. Extendió la mano hacia mi hombro, pero lo
empujé.
—Griff duerme en la casa de ahora en adelante —le dije—. Él no es
un animal, y no es uno de tus empleados.
—Necesitas descansar y relajarte. No necesitas el estrés de soportar
los problemas de los demás —dijo.
—¿Y crees que es relajante tenerte al acecho, fingiendo no oírme
cuando te pido que me expliques por qué demonios me abandonaste?
Cuando encontré a Carly arrullando y abrazando a mi bebé en la
mecedora, algo dentro de mí estalló. —¿No puedo tener un momento para
mí? ¡Dámela! —Agarré a Billy de sus brazos, que comenzó a gemir y Carly
se quedó atónita.
Me senté en la cama y mecí a Billy para calmar su llanto. No había
querido asustarla. No era responsable de nada de esto, pero ya pagaba
por ello. No podía hacer nada bien. Rocé con mi mano su sedoso pelo en
punta. —Tenemos que irnos antes de que pierda la cabeza —le susurré
mientras Carly salía de puntillas.

***
Era medianoche y acababa de alimentar a Billy. La lámpara de
noche estaba encendida. Cameron se encontraba en su puesto en la silla
junto a mi cama, roncando a la par que Meatball. La habitación era lo
suficientemente grande como para que cupiera otra cama entera. Un sofá
y una silla cómoda estaban en el otro extremo. Pero Cameron dormía en
la silla que parecía más dura, un mueble viejo de oficina que era más
para mostrar que para usar. Me había despertado para encontrarlo así.
Por primera vez, había dormido mientras Billy lloraba al despertarse, así
como durante dos cambios de pañales y una alimentación.
Lo miré dormir. Tenía la cabeza inclinada en un ángulo incómodo
entre la pared y la lámpara. Los músculos de su rostro parecían tiernos;
sus anchos hombros se veían relajados; sus puños siempre se hallaban
cerrados; y sus respiraciones eran firmes, lentas y profundas. Cuando
estaba así, casi como un niño, era difícil imaginar lo que había debajo de
la superficie. Era difícil imaginar que debajo de ese mechón de cabello
color chocolate y esa piel suave y pálida, que dentro de ese caparazón de
juventud, belleza y seducción, habitaba un asesino, un hombre que había
quitado directa e indirectamente miles de vidas humanas. Este hombre,
que todavía tenía poco más de veinte años, era la mente controladora de
la organización criminal más grande de la historia de Estados Unidos.
Muchos lo habrían llamado monstruo, es decir, si hubieran sabido que 20
existía. Era un fantasma, el hombre más importante del país al que nadie
conocía ni conocería jamás. Así lo deseaba él. Cameron Hillard era una
pared en blanco pintada de negro con un rojo carmesí empapado.
Sin embargo, mientras dormía junto a nuestra hija, vi a un hombre
diferente, uno capaz de hacer el bien y cuya expresión firme podía, a su
vez, calmarme. En ese momento, Cameron Hillard parecía casi humano,
como el hombre del que me enamoré hace unos meses.
Extendí la mano y le aparté el cabello de la frente. Quería que se
despertara así, en su forma humana, la que recordaba de antes. Quería
ver sus ojos oscuros que eran tristes y fuertes. Los ojos del chico que
había sido abandonado y se dirigió al inframundo en busca de un lugar
al que pertenecer.
Mi mano se demoró a un lado de su cara mientras la otra estaba
acunada alrededor de Billy, justo cuando alguien entró y encendió la luz,
enviando los rayos brillantes de las luces en el techo a la parte posterior
de las cuencas de mis ojos. Mi mano se trasladó del rostro de Cameron a
cubrirme los ojos. Acerqué a mi hija. Escuché que se abrían cajones y
cremalleras mientras mis ojos se acostumbraban a la luz.
Carly guardaba cosas, algunas de mis cosas y algunas de Billy, en
una bolsa de pañales.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
Levantó la vista como si estuviera sorprendida de mi presencia allí.
—Empacando. —Se demoró en la bolsa con dos cremas diferentes para
rozaduras.
—De acuerdo. ¿Y por qué estás empacando?
—Espacio. —Escogió uno de los potes para la bolsa de pañales; el
otro entró en la maleta pequeña.
—¿Necesitas este espacio específico ahora? ¿De todo el espacio de
la casa? —Tal vez iban a trasladarnos al granero con Griff.
—Este espacio no. Tu espacio. Estás atorada. He pasado por eso.
El sentir que todos deciden tu destino por ti. Para ti, son Cam y Griff. En
mi caso, fue Spider y tu hermano. Nadie te deja tranquila, tratando de
fingir que no te obligan a tomar una decisión. Sin entender que no todo
es blanco y negro. —Sus manos se calmaron en medio de apilar pañales
y se giró hacia mí—. Te escuché antes. Si no sales de aquí, si no te alejas
de ellos, vas a volverte loca. Tiempo. Distancia. Espacio. Fue lo único que
me ayudó a darle sentido a todo. Así que te estoy dando lo que Cam y
Griff no te darán: espacio.
Spider entró, maldiciendo por lo bajo, secándose el sudor de la
frente.
—¿Dónde has estado? —exigió Carly. 21
—Poniendo el asiento del bebé en la furgoneta como me pediste.
—Eso fue hace tres horas.
—La cosa tenía cincuenta páginas de instrucciones y tuve que
sujetarla a siete hebillas de asiento diferentes. ¿No pudiste encontrar uno
más fácil de instalar?
—Ese fue el más recomendado por la Asociación de Pediatría.
—Sí, también vi la etiqueta del precio. Podría haber comprado una
casa entera en Detroit por ese precio. Me gustó la imagen del tanque del
ejército rodando sobre el auto y el asiento del bebé saliendo sin siquiera
una abolladura.
Acerqué a Billy aún más a mí.
Cameron, que aún no se había despertado a pesar de la conmoción,
dejó salir un ronquido que sonó como una aspiradora absorbiendo lodo.
Spider pateó el pie de Cameron, y éste se quedó boquiabierto cuando su
cabeza cayó hacia el respaldo de la silla.
—Cristo, Carly —dijo Spider—. ¿Cuánto le diste? Está ido.
Carly empujó la bolsa de pañales en el pecho de Spider, y él dejó
escapar un gemido. —Tanto como a Griff. Tanto como necesitaron para
no interponerse en mi camino. —Me guiñó un ojo—. Me cae bien Griff. Es
un encanto.
Es una psicótica, pensé.
—Menos mal que Cameron no puede oírte —dijo Spider.
—Si sirve de algo, nunca estuve de acuerdo con Cam y Spider
cuando decidieron fingir su muerte. Pensé que era lo más idiota y cruel
que podía hacer —confesó.
Cameron dejó escapar otro resoplido irregular. Todos lo miramos.
La saliva se filtró desde la comisura de su boca hasta su cuello.
—Cuesta creer que está peor sin ti que contigo —me dijo Spider.
Carly abrió las puertas del porche y Spider sacó la bolsa. El aire
fresco se extendió por la habitación, atrayéndome. Tomé aire y pensé en
la libertad, en el espacio, recordando lo que se siente estar sola con mis
propios pensamientos.
Mi cabeza se giró de las puertas hacia Cameron, quien continuaba
durmiendo tan humanamente.
Mi hija, en mis brazos, tenía los ojos abiertos. Alguien, tal vez una
enfermera o Carly, me dijo que Billy solo podía ver formas borrosas. Pero
yo no creía eso. Sabía que ella podía verme entonces. Estaba examinando
mi rostro, esperando a ver qué haría.
Tenía que irme. 22
Alcé a mi hija en un brazo y puse mi palma contra el pecho de
Cameron, principalmente para asegurarme de que su corazón todavía
latía después del cóctel de Carly. Limpié la acumulación de saliva de la
comisura de su boca.
Billy se movió, y luego el dedo de Cameron se movió.
Me asusté.
Y me fui, sin mirar atrás.

***

Estábamos de pie en el camino de entrada junto a una furgoneta


negra con vidrios polarizados negros. No había viento, pero el aire era
helado. Me estremecí en mis mangas cortas y ajusté la manta de Billy
alrededor de ella. Meatball nos había seguido fuera de la casa, bostezando
y con sus pasos pesados. Carly acababa de anunciar que Billy y yo nos
iríamos con Spider.
Ni siquiera podía mirar a Spider; cuando lo hice, veía a un hombre
que sostenía un arma después de dispararle a Cameron en el hombro.
Eso había sido parte de la artimaña para liberarse de mí. Después de que
Spider le disparó, Cameron insistió en que no estuviera allí para ver el
golpe final, el supuesto golpe final. Me alejaron para que pudiera oír pero
no ver el segundo disparo que me llevó a creer que Cameron se hallaba
muerto y que Spider era el responsable.
Todo había sido una mentira. Sin embargo, no podía verlo como
nada más que el asesino de Cameron, incluso si la sangre de Spider corría
por mis venas.
—No necesito una escolta —le dije a Carly.
—Eso no es negociable —avisó Spider—. Tendré suerte si Cameron
no me persigue con un hacha. Si se despierta. Lo menos que puedo hacer
es mantenerte a salvo durante tu escape.
—Alégrate de no tener que lidiar con la ira de Cameron y Griff
mañana cuando se despierten —le dijo Carly a Spider.
—¿Por qué no vienes tú en lugar de él? —le pregunté a Carly.
—Alguien tiene que estar aquí para explicarles a Cam y Griff lo que
hemos hecho y asegurarles que ambas están a salvo.
—Lo que quiere decir es que es menos probable que la estrangulen
cuando se despierten.
Carly fue a la furgoneta y separó el portabebés del asiento del
coche. La mandíbula de Spider cayó. —¿Esa cosa se desmonta?
Carly extendió los brazos y, después de un momento, la dejé tomar 23
a Billy.
Arrulló algo que no pude escuchar mientras abrochaba a Billy en
su portabebés. Puso un protector a su alrededor para que sobresalieran
solo los ojos de Billy, los ojos que podían verlo todo. Mientras Meatball
inspeccionaba el trabajo de Carly, tomé una nota mental de todo lo que
acababa de hacer, con la esperanza de poder replicarlo más tarde. Spider
no bromeaba cuando dijo que había muchas hebillas.
—Escucha —me dijo Spider—, sé que esto no es lo que quieres y
que tienes todo el derecho a dudar de mí, pero creo que hemos aclarado
que no maté a Cameron y que si lo hubiera querido muerto, habría tenido
que huir antes de que me chuparan toda la sangre para dártela. También
creo que está claro que si algo malo le sucede a alguna de ustedes, haré
que me corten cada una de mis extremidades, una a la vez.
—Y seré la primera en la fila para hacerlo —anunció Carly.
En ese momento, miré hacia atrás. Al porche y las puertas que se
hallaban ensombrecidas bajo la luna. A la casa donde nació Billy. A las
habitaciones de más allá, donde dormían Cameron y Griff y, con suerte,
no estaban muertos.
Carly puso una mano en mi hombro.
Me volví hacia Spider, finalmente aceptándolo. —Quiero tu arma.
Sus cejas se levantaron. —¿Perdón?
—Tu arma. Dámela.
—Oh, por el amor de Dios, dásela —dijo Carly.
Lo sacó de la pistolera que tenía en el pecho y me la entregó como
si fuera una bomba. —No sé qué bien te va a hacer esto. No es como si
supieras usarla.
Lo miré a los ojos. —Te sorprenderías.
—¿Que se supone que significa eso?
—Significa que las cosas han cambiado. —Se sintió una ráfaga de
viento, y un terrible recuerdo apareció al instante. Había bajado del avión
en Callister después de escapar de Frances en las Islas Caimán. Traté de
volver a la casa que compartía con otros estudiantes, solo para hallarla
rodeada por los amigos policías de Víctor. Me quedé sin gasolina y entré
en labor de parto. Apenas llegué al camino de entrada en la cabaña de
Cameron cuando mi auto se detuvo. Había tanta sangre.
Me estremecí y me rodeé con los brazos cubriendo también el arma.
Me volví hacia Carly, que volvía a revisar a Billy. —Cuando Cameron se
despierte, pídele que busque mi auto.
—¿Te refieres al auto que dejaste en la cabaña que Cameron cree
que no conozco?
—¿Qué cabaña? —preguntó Spider.
24
—Shhh —le dijo Carly. Ella se volvió hacia mí—. ¿Qué pasa con tu
auto?
—Hay algo para ti. En el interior. En el asiento delantero, tal vez.
Una carta de Bill.
Carly se quitó el suéter floreado y me lo entregó.
—Estoy bien —dije.
—Tómalo. Tengo cinco más exactamente como este.
—Ella no está bromeando —comentó Spider.
A la vez que luchaba por ponerme el suéter, también luchaba por
encontrar las palabras que finalmente podrían cambiarlo todo para ella.
Carly y Bill habían estado juntos durante un tiempo antes de su muerte,
pero cuando Frances apareció después afirmando estar embarazada del
hijo de Bill, todos asumieron lo peor de él. Carly asumió lo peor y eso le
rompió el corazón. El niño tenía el mismo cabello rubio desgreñado que
mi hermano. La paternidad del niño fue otra de las mentiras de Frances
y Víctor. La verdad era que mi hermano siempre estuvo enamorado de
Carly. Ella necesitaba saberlo.
—Hay algo importante. Algo que debes saber —dije.
—¿Qué necesita saber ella? —preguntó Spider en tanto Carly me
empujaba hacia la furgoneta.
—Voy a buscar la carta —me dijo Carly, y el portabebés encajó en
su sitio—. Cuídate, Emily. —Se acercó a Billy y me apretó el brazo. Luego
dio un paso atrás y cerró la puerta lateral.
Spider puso el contacto y arrancamos.
—¿Adónde vamos? —me preguntó mientras conducía con los faros
apagados.
Me senté con la pistola en el regazo. ¿Adónde nos íbamos? No me
planteé esa pregunta. Había estado tan absorta con la necesidad de salir
que la pregunta de a dónde ir no había entrado en ningún proceso de
pensamiento.
—Te has olvidado de encender las luces —le dije mientras pensaba
en una respuesta a su pregunta.
—No me olvidé. No se me olvida nada. Las encenderé cuando nos
perdamos en la carretera. Solo es una medida de seguridad.
—¿Sabe alguien que estamos aquí?
Sus ojos se hallaban en el camino apenas discernible por delante.
—¿Vas a responder a mi pregunta? Porque ya casi estamos en la carretera
y necesito saber por dónde quieres ir.
—¿A dónde quieres ir? 25
—Todo lo que necesito está en la granja, liquidando mi tarjeta de
crédito con las compras de bebés por Internet.
Lo observé por el espejo retrovisor. Parecía que sus ojos nunca
dejaban la carretera. Creí que no se olvidaba de nada, incluidos los flujos
y reflujos de una carretera que estaba completamente ennegrecida.
Tomé una decisión en una fracción de segundo. —No sé dónde
estamos, pero empieza a dirigirte hacia los Hamptons.
Se quedó en silencio por unos segundos. —Vives en los Hamptons,
¿verdad? —dijo finalmente.
—Antes sí. Mis padres viven allí a veces. —En una de sus muchas
casas.
—Hay todo un club de tipos malos que te están buscando. ¿No
crees que te buscarán en la casa de tus padres?
Si alguno de mis perseguidores me conocía, sabía que la casa de
mis padres era el último lugar al que iría.
—Llévame allí, y yo me preocuparé del resto.
Me pasé la siguiente hora observando el paisaje oscurecido que se
deslizaba por las ventanillas del vehículo. Estaba sentada en el centro del
asiento trasero, con Billy durmiendo en su sillita a mi derecha y Meatball
estirado encima de mí. En otra época, él había sido el perro de Cameron.
Pero tras su muerte ficticia, me lo entregaron a mí. Era un Rottweiler de
cincuenta kilos que tenía un aspecto aterrador para el malo promedio,
pero que prefería más que nada perseguir ardillas mientras dormía a la
espera de su próxima comida. Sus patas eran tan grandes como las
palmas de mis manos, y su lengua, que normalmente estaba contra mi
cara, era del tamaño de un filete medio.
Ahora la pistola se encontraba debajo de las patas de Meatball,
probablemente para evitar que yo disparara por accidente, o no, a Spider,
y su hocico estaba sobre el lado de la sillita de Billy. El único movimiento
dentro de la furgoneta provenía de las manos de Spider sobre el volante
y de nuestros pechos moviéndose hacia arriba y hacia abajo con nuestras
respiraciones.
Una hora: eso fue lo que tardaron las abejas en dejar de zumbar
alrededor de mi cabeza. Eso fue lo que tardó la niebla en retroceder y el
polvo en asentarse dentro de mi cerebro. A una hora de distancia de
Cameron y Griff, ya empezaba a encontrarme a mí misma.
—Deberías dormir un poco —dijo Spider desde su oscuridad. El
lado de su cara estaba iluminado por el resplandor del salpicadero.
—Es poco probable —respondí, porque no confiaba en Spider pero
también porque el peso muerto de Meatball me cortaba la circulación en
las piernas, y tenía que orinar.
Los ojos de Spider se desviaron de nuevo hacia la carretera; los
26
míos se desviaron hacia la sombra del tatuaje en forma de telaraña que
tenía en la nuca, que reaparecía con los faros de los coches que pasaban
como el flash de una vieja película en blanco y negro.
No hace mucho, apenas unos meses, había estado en esta misma
posición, sentada en el asiento trasero, mirando su tatuaje. La última
vez, contemplé la posibilidad de clavarle un destornillador repetidamente.
Eso fue después de que matara a Cameron, o eso me hicieron creer. Si
hubiera tenido un arma entonces, definitivamente le habría disparado.
Ahora tenía un arma y una bestia peluda en un lado y mi mundo
entero en el otro. Podría haberle disparado en la nuca allí mismo. Podría
haber esperado hasta que el coche se detuviera. Podría haber puesto la
mano alrededor de la empuñadura, haber puesto el dedo en el gatillo,
haber levantado el brazo y haberle disparado. Podría haber acabado con
él. Podría haber sacado su cadáver del coche, abandonarlo en el arcén y
alejarme, serena y metódicamente. Billy, Meatball y yo podríamos haber
desaparecido.
—Él es mi mejor amigo —comentó Spider, despertándome de mis
oscuros pensamientos.
Mis ojos se dirigieron al espejo retrovisor, pero los ojos de Spider
permanecieron en la carretera.
Continuó: —Probablemente te estés preguntando por qué lo hice.
¿Por qué disparé a Cameron? La respuesta es porque él me lo pidió. Es
mi mejor amigo. Es un maldito idiota, sobre todo cuando se trata de ti,
pero es mi mejor amigo. Es lo más cercano que tengo a una familia. Así
que cuando me pidió que lo hiciera, lo hice. Le disparé. Y lo volvería a
hacer si me lo pidiera. Puedes odiarme tanto como quieras. Culparme de
todo. Me parece bien.
Ahora no sabía lo que sentía por Spider. Le disparó a Cameron a
petición de éste, y lo ayudó a hacerme creer que estaba muerto. Había
sido un cómplice voluntario de mi dolor. Sin embargo, nos salvó a Billy y
a mí. La sangre, su sangre, que corría por mis venas era prueba de ello.
Lo había odiado durante tanto tiempo que ahora no sabía cómo dejar de
odiarle.
—¿Te preocupa que empieces a agradarme? —le dije.
—No —respondió rápidamente—. Solo digo que si alguna vez tengo
que elegir un bando, elegiré siempre el de Cameron.
A pesar de mí, me reí. —Lo entiendo. Carly ha cambiado su lealtad
hacia mí. Y eso es lo que te molesta.
—Carly está cegada por ti y por Billy, como Cameron. Pero eso no
me va a pasar a mí.
A Spider nunca le agradé. Tal vez era porque ocupaba demasiado
espacio, pero era más probable que fuera por quien era yo. Spider y Carly
crecieron juntos, y él estaba enamorado de ella desde que eran niños. Él
27
había estado planeando dar un paso adelante en su amistad con Carly,
cuando mi hermano apareció y la enloqueció. Sabía que Spider nunca
tuvo una oportunidad contra mi hermano. Era muy probable que ser la
hermana de Bill me hizo ganar el título de persona non grata de por vida.
—Carly nos obliga a pasar tiempo juntos para que aprendamos a
gustarnos. ¿Verdad? —pregunté.
Él gruñó en respuesta.
—¿No sería eso algo raro? Que te conviertas en el mejor amigo de
la hermana de tu peor enemigo, Bill Sheppard.
—No era mi peor enemigo. Apenas era una espina en mi costilla.
Más bien una astilla en mi dedo, en realidad.
Sonreí y miré por la ventana, y volvimos a quedarnos en silencio en
la oscuridad.
Fue oportuno cuando Billy empezó a levantarse, porque yo tenía
tantas ganas de orinar que pensé que mi vejiga iba a explotar. Paramos
en una cafetería de veinticuatro horas al lado de la autopista. Cuando
intentamos dejar a Meatball en la furgoneta, estuvo a punto de romper
los cristales, así que entramos los cuatro en el restaurante. Los asientos
eran de un vinilo de color naranja rojizo, remendado en algunas partes
con cinta adhesiva; los suelos de moqueta estaban manchados y tenían
polvo y moscas muertas en las esquinas. Había un cliente sentado en el
mostrador, y una camarera rellenaba su taza de café. Por lo demás, la
cafetería se encontraba vacía. La camarera miró hacia arriba y luego
hacia abajo a Meatball.
Spider puso un billete de cien dólares sobre el mostrador. —Es un
perro de servicio —explicó. Localizó un reservado vacío y pidió mientras
Meatball nos acompañaba a Billy y a mí al baño de mujeres, que era más
bien un armario de escobas con un retrete.
A nuestro regreso, la camarera nos trajo algo que se parecía a
patatas fritas y café. Spider le entregó otro billete de cien dólares mientras
yo cambiaba el pañal de Billy en un asiento del reservado porque no había
otro sitio donde cambiarla. —Entonces, ¿vas a decirme qué hay en esa
carta que mandaste a buscar a Carly? —me preguntó.
—No.
Tomó un sorbo de café y le dio a Meatball unas patatas fritas. Luego
se inclinó y pasó un dedo por la parte calva de su pecho. —Sabes que
todo el mundo se pregunta por qué demonios Meatball tiene un agujero
de bala en el pecho.
—Es curioso —dije—. Nadie me lo ha preguntado.
—Bien. ¿Por qué tiene un agujero de bala en el pecho?
Al igual que yo no tenía ni idea de lo que le pasó a Cameron durante 28
los últimos nueve meses, parecía que éste tampoco sabía lo que nos pasó.
Disfruté del pequeño poder de saber algo que Cameron no sabía. No se
merecía saber por lo que yo había pasado, y yo no le confiaría a Spider
esa información. Pero mi resistencia era aún más profunda. A Meatball
le dispararon mientras me salvaba la vida. Cuando estaba embarazada
de nueve meses, Norestrom, el antiguo secuaz de Víctor, entró en la casa
que compartía con mis compañeros de piso en Callister. Meatball se
abalanzó sobre la pistola justo cuando se disparó y se la arrancó de las
manos a Norestrom. Si no hubiera hecho eso, nos habrían disparado a
Billy y a mí. Después de que el arma se disparara, me las arreglé para
agarrarla y disparar, matando a Norestrom. Cuando me di la vuelta, hallé
a Meatball sangrando en el suelo casi sin vida. Le habían disparado por
mi culpa. Desde que lo dejaron en mi casa, él había sido mi constante,
siempre a mi lado, y yo había puesto su vida en peligro. Me resultaba
muy difícil comprender lo que podía haber pasado, y mucho menos
explicárselo a alguien en quien no se podía confiar.
—Dime: ¿por qué todos lo piensan y no lo preguntan? —pregunté
a Spider.
—Todos temen que te sientas mal si hacen demasiadas preguntas.
—Y sin embargo, aquí estás, haciéndome preguntas.
Se encogió de hombros. —No me creo lo de la damisela en apuros.
Nunca había asesinado a un hombre, nunca le había quitado la
vida a alguien, antes de Norestrom. Él fue mi primer asesinato, y sabía
que si me daban la oportunidad, lo habría matado una y otra vez.
—Nunca me he hecho pasar por una damisela en apuros.
—Sabes que todo esto está matando a Cameron.
—¿Qué? ¿Otra vez? —dije.
Terminamos nuestros cafés en un cómodo silencio.

29
2
Traducido por Auris
Corregido por Pame .R.

Cuando llegamos a los Hamptons, entramos a escondidas en la


propiedad de mis padres usando el pasaje de seguridad que mi hermano
forjó muchos años antes de su muerte: un agujero en una cerca de malla
metálica en la parte trasera de su terreno, una cámara deslizada a la
derecha unos centímetros a un punto ciego apenas perceptible y una
cerradura rota en una de las ventanas de la sala de billar interior. Bill
siempre encontraba una manera de salirse con la suya. Nos conduje a 30
través de la mansión hasta el ala de mis padres, sabiendo que los pasillos
aún no estarían ocupados por el personal de la casa. A esa hora en día
de semana, mi padre estaría en la ciudad y mi madre estaría sentada en
el desayunador, esperando a ser servida.
Cajas se encontraban apiladas en el ala de mis padres y no había
muebles. Dentro de la habitación no había más que una cama. La cama
estaba deshecha y el aire olía a pan rancio. En el vestidor de mi madre,
que era más grande que todo el piso de arriba de la casa que compartí
con mis compañeras en Callister, solo colgaban algunos ganchos.
Jalé uno de los estantes al final del vestidor y la unidad se abrió a
una pared vacía. Busqué en la parte de atrás del estante de al lado y hallé
el interruptor, el estante se soltó de la puerta, revelando la entrada al
estudio secreto de mi madre, el lugar al que iba para alejarse del estrés
de ser una rica ama de casa.
Una pintura cayó sobre mí tan pronto como la puerta cedió. Tuve
que golpearla con el hombro para evitar que cayera sobre el asiento de
auto de Billy. La habitación secreta se hallaba abarrotada con la mayor
cantidad posible de elementos: pinturas que eran más altas que nosotros;
estatuas; muebles pequeños y caros; y joyas y ropa de diseño. Parecía
que mi madre escondió tantos objetos de valor como podían entrar en la
habitación, tantos que no pude pasar por la puerta.
Le entregué a Billy en su portabebés a Spider, me aseguré de que
Meatball los vigilara a los dos y retrocedí unos pasos. Tomando impulso,
salté sobre una cómoda hacia las profundidades del estudio de mi madre.
Salté, empujé y me abrí paso entre los caros cachivaches hasta el
fondo de la habitación. Me incliné sobre la parte superior del escritorio
marca Parnian de mamá y abrí el cajón de abajo. Con solo un margen de
un par de centímetros entre el cajón y un lienzo de Tiziano, di una patada
al enchapado delantero del cajón. Mi pie atravesó el lienzo hasta que tuve
suficiente espacio para sacar libremente la agenda de cuero negro mi
madre. Se encontraba repleta de contactos, años y años de búsqueda de
la aprobación de extraños.
Cuando salí a rastras de las profundidades ocultas de mi madre,
encontré a Spider balanceando el portabebés de Billy de un lado a otro y
a Meatball olfateando el vestidor. Billy tenía los ojos abiertos.
—Se despertó —le dije, como si él lo hubiera hecho a propósito. No
solo era que no me gustara verla con él; tampoco me gustaba verla en esa
casa que no fue un lugar particularmente feliz para mí en mi infancia.
Una vez hubo un intento de hacer que pareciera el hogar de una familia
feliz, con habitaciones llenas de flores, feas pinturas coloridas y libros
que nadie podía tocar. Incluso ese intento ahora desapareció.
Ahora que ya tenía lo que vine a buscar, me fijé más en la casa de
mis padres. No solo se encontraba vacía de muebles; destilaba tristeza y 31
depresión, como si hubiésemos cruzado al abismo.
A medida que regresábamos, el sonido de los platos en algún lugar
dentro de las profundidades de la mansión hizo que Meatball se volviera
y saliera en busca del desayuno. Siseé su nombre y le ordené que viniera,
pero no se hallaba de humor para escuchar. Miré a Billy y luego a Spider,
suspiré y continué hacia el abismo de la mansión de mis padres.
Con un plato vacío frente a ella, mi madre se encontraba sentada
sola en la soleada habitación, que estaba vacía excepto por una pequeña
mesa de estilo parisino y una silla que solía estar en una de las terrazas
de las habitaciones de invitados. Llevar muebles de exterior al interior
era un nivel desconocido de desesperación para los Sheppard.
Meatball no se encontraba por ninguna parte.
—Hola —saludé; mi voz era apenas un susurro.
Mi madre tomó un sorbo de su café y colocó su taza sobre el platito
a juego, probablemente de un juego de porcelana fina que escondió en su
estudio. Sacó la servilleta de su regazo, se secó una comisura de la boca,
luego la otra y colocó la servilleta en su plato vacío.
Pensé que tal vez no me oyó o nos vio entrar, hasta que finalmente
giró la cabeza.
—¿Dónde está papá? —pregunté.
Arrugó la nariz como si no me hubiera oído.
—¿Dónde está papá? —pregunté de nuevo.
Sus ojos se dirigieron a Spider y luego a mí. —En la cárcel, Emily.
Tu padre se encuentra en la cárcel. Ha estado en todas las noticias —dijo
en francés. Mi madre era originaria de Marsella, donde todavía vivía su
familia. El dinero de nuevos ricos de su familia había renovado el dinero
heredado de generaciones de mi padre cuando se casaron.
—¿Cuánto tiempo? —pregunté en francés.
Suspiró. —¿Que importa?
—Es importante para mí y sé que es importante para ti. Mamá,
¿qué pasa?
—El gobierno vino a quitarnos todo para pagar la deuda de tu padre
con la sociedad. No había suficiente. Se lo llevaron a él también para
subsanar el resto.
—No puedes vivir en una casa vacía, comiendo en los muebles del
patio.
Sus labios se estiraron y enderezó la espalda. —No necesito que me
compadezcas. Te aseguro que puedo arreglármelas muy bien. Todo esto
es bastante temporal. A diferencia de tu padre, todavía tengo amigos en
las altas esferas. Amigos que han superado la vergüenza que tu padre ha
traído a esta familia y que han venido a mí con… 32
Billy comenzó a llorar y Meatball apareció con una tostada todavía
colgando de su boca. O mi madre la asustó o tenía hambre. La cabeza de
mi madre se inclinó ligeramente hacia un lado. Con manos temblorosas,
saqué a Billy de su asiento y dejó de llorar. En mi cabeza, me encontré
rogándole en secreto a mi niña que fuera buena, que fuera adorable, para
que mi madre pudiera amarla. Billy permaneció envuelta en su manta,
rebotando en mis brazos, mientras mi madre y yo nos mirábamos.
Tenía una mirada en sus ojos que nunca había visto. ¿Curiosidad?
¿Interés? ¿Afecto?
Hizo un gesto con su mano flaca. —Bueno, veamos entonces.
—Tengo una hija —anuncié, afirmando lo obvio, dado que Billy se
hallaba envuelta en la manta rosa que eligió Carly.
Mi madre se acercó y apartó un poco la manta para ver la cara de
Billy.
Yo tenía los ojos puestos en mi hija mientras mi madre le quitaba
el gorro de diseñador que Carly le puso antes de que nos fuéramos. —La
llamamos Billy —conté cuando se reveló el mechón de cabello negro de
Cameron.
—Sabes, desde que mi familia puede recordar, todas las mujeres
han tenido un hermoso cabello rojo, una reliquia familiar. Qué pena que
esto también haya terminado —dijo en tanto luchaba por volver a ponerle
el sombrero a Billy en su perfecta cabecita oscura—. Espero un camión
de mudanzas con mis muebles nuevos, así como una nueva dotación de
personal esta mañana. Sería mejor si no estuvieras…
Spider me jaló el codo. —Ya llevamos aquí demasiado tiempo.

***

De vuelta en la camioneta, rebusqué en la agenda de direcciones


de mi madre, que contenía páginas y páginas de familiares y amigos,
todos suyos y todos ricos. Hallé una sección titulada “El Servicio”. Pasé
el pulgar sobre el nombre de María. La última dirección era una de las
casas de mis padres. No había direcciones de destinatario. Una vez que
los empleados se iban, a los Sheppard no les importaba lo que les pasaba.
O tal vez una vez que las personas se iban de la casa de los Sheppard, no
querían que los volvieran a encontrar.
Spider miró por encima del hombro. —¿Quién es María?
Ella fue una de las pocas personas que se quedaron. La contrataron
como sirvienta y fue mi niñera intermitente cuando las otras renunciaban
o eran despedidas. —La mujer que me crio —dije mientras dejaba caer la
libreta al suelo. 33
Dejé a Billy a mi lado en el asiento para poder cambiarle el pañal
al mismo tiempo que Spider jugaba a buscar el palo con Meatball fuera
de la camioneta. La brisa se levantó de nuevo. Hacía calor y me hacía
desear algo, pero no sabía qué.
Spider se paró junto a la camioneta y arrojó uno de los palos de
Meatball. —Tu madre no es lo que esperaba —dijo.
—¿Qué esperabas?
—Alguien más agradable. O al menos alguien que fingiera ser más
amable.
—Se guarda eso para las personas a las que intenta extorsionar —
dije.
Billy hizo un sonido de murmullo que no había escuchado antes.
—Ese es uno nuevo —dijo Spider, asomándose por la puerta del
costado antes de que su teléfono sonara. Echó un vistazo a la pantalla y
volvió a guardarlo en el bolsillo—. El ogro está despierto. ¿Lista para
regresar?
Me imaginé a Cameron y Griff despertando, descubriendo que Billy
y yo nos habíamos ido y esperando, buscando respuestas de mi parte. La
pregunta de Spider era tendenciosa.
—Yo manejaré —dije.
***

Me encontraba detrás del volante de la camioneta. El sol estaba por


meterse cuando finalmente me detuve a unos pasos de la puerta. Dejé la
radio prendida; el coche en marcha y la puerta del lado del conductor
entreabierta para no despertar a Billy, Spider y Meatball. Rodé el cuello
y los hombros y caminé hacia la puerta, la cual se abrió antes de llegar
al porche.
Pops tenía una amplia sonrisa en su rostro y los brazos estirados.
No pude evitar caer en ellos. Me sentía exhausta. Solo había visto a Pops
unas pocas veces, una vez cuando Cameron y yo visitamos su cultivo
clandestino en la reserva y otra, cuando le propuse un negocio conjunto
de drogas a él y a su hijo, a lo que Pops se negó. A pesar de todo eso, me
sentía unida a su familia y su hogar era el único lugar en el que quería
estar. Me sentía segura allí con Pops y su familia, en la tierra donde los
árboles parecían tocar el cielo. Un lugar que Víctor probablemente no
sabía que existía.
—Bueno, veamos a esa niñita tuya —dijo.
Mi niña. Mi niñita. Lo sabía, ¿cómo lo sabía? 34
—Margaret ha estado ansiosa, esperando noticias —dijo mientras
su esposa, Margaret, lo pasaba rumbo al auto. Llevaba un camisón azul
debajo de una bata azul. Tenía pantuflas azules en los pies.
Abrí la puerta del pasajero del lado de Billy para que Margaret
pudiera echar un vistazo.
Spider se encontraba despierto, sosteniendo su teléfono en la oreja,
mirándome por el rabillo del ojo. —Me quedé dormido, maldita sea —dijo
al teléfono—. Hemos estado conduciendo durante dos putos días. ¿Qué
esperas?
Podía escuchar la voz de Cameron a través de la línea. No gritaba,
aunque por la tensión de su voz, podía imaginármelo con la cabeza gacha,
sujetándose el puente de la nariz con dos dedos, tratando de averiguar
qué demonios me pasaba.
—La dejé manejar. Pensé que nos llevaría a casa o que seguiría
conduciendo hasta que llegáramos al océano o algo así. Creía que eso es
lo que hacen las chicas cuando se sienten tristes. Van a la playa a pensar
en sus cosas. ¿Cómo diablos iba a saber que nos llevaría directamente al
territorio enemigo? —dijo Spider.
La voz de Cameron volvió a sonar. Pops y su familia abastecían a
la organización de Cameron con marihuana cultivada en casa y, a través
de un túnel subterráneo que llevaba al océano, eran el conducto de varias
otras drogas. No eran enemigos hasta donde yo sabía. Pero a la vez que
sacaba el portabebés de Billy de la camioneta y la ponía en el suelo para
que Pops y Margaret pudieran verla un poco mejor, me di cuenta de que
muchas cosas cambiaron para todos nosotros durante el último año.
Meatball se sentó al lado del portabebés y movió la cola como si él mismo
hubiera dado a luz a Billy.
Me esforzaba, trataba de escuchar a Cameron, sus palabras, su
voz, a él.
—Nada, hombre —le dijo Spider—. Hay una anciana mirando a la
bebé. Emmy intenta fingir que no escucha esta conversación. Tu perro
cree que se encuentra en un campamento de verano. Parece que el viejo
está decidiendo si dispararme entre los ojos o en la nuca.
—Margaret quiere saber el nombre de la bebé —me dijo Pops,
aunque de hecho miraba a Spider como si quisiera matarlo.
Fue la primera vez que me di cuenta de que Margaret usaba el
lenguaje de señas para comunicarse.
—Su nombre es Billy —le dije. Ella asintió y le hizo señas a Pops.
—Margaret dijo que se ve exactamente como tú —dijo este—. Se le
caerá el pelo oscuro y le crecerá pelo rojo en su lugar. Será tu reflejo.
Mi reflejo. Desde afuera, yo era el reflejo de mi madre; Billy sería el
mío. La relación que tenía con mi madre era menos que una relación de 35
madre e hija tradicional y más como una obligación de estado y custodia.
Era su proyecto fallido. Era la hija mediocre y completamente ordinaria
que tuvo que mantener alimentada y vestida porque la ley así lo requería,
porque se habría visto mal de su parte que no lo hiciera. ¿Sentiría Billy
lo mismo por mí que yo por mi madre? ¿Odiaría mirarse al espejo debido
a la persona que le veía regresarle la mirada?
Levanté el portabebés.
—¿Qué haces? —me preguntó Spider; su tono era incrédulo.
—Vamos a entrar.
—No, no lo van a hacer.
Pops extendió la mano y yo le entregué el portabebés. Lancé la
pañalera sobre mi hombro en respuesta al comentario de Spider.
3
Traducido por Umiangel & Ivana
Corregido por Pame .R.

Pastoreaba las ovejas. Corrían en todas direcciones excepto en la


dirección en la que trataba de hacerlas correr. Miré hacia arriba y una de
ellas se quedó atrapada en un árbol. Eso no era extraño, porque todo era
posible en ese reino de mi mente. Escalé el árbol para rescatar a la oveja,
pero no se hallaba por ninguna parte una vez que llegué allí. Bajé la vista
y la vi muerta al pie del árbol. Éste cayó, y me sentí caer al suelo en caída
libre; mi estómago se agitó mientras mi cuerpo caía. Corrí. Las ovejas me
perseguían ahora. No, me conducían hacia algo. No sabía qué, pero podía 36
sentirlo. Algo oscuro y aterrador. De la nada, un agujero se abrió en el
suelo. Mis ojos se abrieron justo cuando el último rayo de luz se cerró
desde arriba.
Me desperté en una habitación extraña. Los lugares extraños eran
la nueva normalidad. Me dolían los senos y tenía empapada la parte
delantera de mi camiseta. Un bebé lloraba desde algún lugar. Salí
corriendo de la extraña habitación.
Encontré a Billy en los brazos de Margaret, llorando con hambre.
¿Cuánto tiempo estuve dormida? ¿Cuánto tiempo estuvo llorando?
—Empezó a inquietarse —me explicó Pops, como si adivinara mis
pensamientos. Hablaba con calma, como si no hubiera un bebé muriendo
de hambre—. Ve a ducharte y cámbiate. Ponte cómoda. Ella estará bien
por otro minuto.
Billy se tranquilizó un poco. Meatball se encontraba en la puerta
mosquitera, gimiendo. Me quedé allí, sin saber qué hacer a continuación.
—Si no puedes cuidar de ti misma, no podrás cuidar a un bebé. Ve
—dijo Pops. Su rostro era estoico y sombrío en tanto me miraba fijamente.
Margaret sonrió y me hizo señas como si estuviera barriendo el aire.
Mi bolsa tenía ropa limitada para adultos. La mayoría eran prendas
de segunda mano de Carly, marcas de diseñadores mezcladas con JC
Penney. Elegí un par de jeans y una camiseta.
Aunque me apresuré, la ducha me revitalizó un poco. Cuando salí,
Meatball comía algo de un tazón humano, no comida para perros, por lo
que pude ver. Él era feliz. Me acomodé en el sofá azul y Margaret me
entregó a Billy. Resopló y gruñó hasta que se acomodó. Cerré los ojos y
la olí.
Pops entró con una tetera humeante y la colocó frente a Margaret
y a mí. Ella se puso de pie, pero él le pidió que volviera a sentarse. De a
uno o de a dos como máximo, por mucho que pudiera llevar en una mano
mientras se apoyaba en su bastón con la otra, dispuso té, galletas y frutas
frente a Margaret.
Meatball recogió tres galletas con su monstruosa lengua antes de
que lo enviaran de regreso al aire libre.
—Los cuervos no te estuvieron cuidando —dijo Pops. El cuervo era
una criatura inteligente que tenía un simbolismo especial para muchas
culturas indígenas. Pops siempre se refirió a mi hermano, Cameron, y
sus socios como cuervos porque eran audaces embaucadores que vivían
en dos mundos: el mundo común y el inframundo.
Pops se acomodó en su sillón. Crujió y se balanceó hacia atrás
cuando levantó el taburete. —No puedes estar recorriendo el país como
un cadáver con un bebé. Ahora eres madre. ¿No vieron esto…?
La mano de Margaret voló para interrumpirlo. Con el ceño fruncido
37
en su rostro, hizo gestos con las manos para él.
Frunció el ceño como respuesta. —Solo estoy señalando...
Ambas manos de Margaret volaron con las palmas hacia afuera.
—No digo que haya hecho algo malo. Son ellos. Son incapaces...
Más gestos con las manos, cada vez más agresivos, siguieron a
Margaret. Él también hacía gestos. Tuve que desviar la mirada, aunque
no tenía ni idea de lo que decían.
Pasaron unos minutos de desacuerdo silencioso.
—Bien —refunfuñó Pops. Y se fue arrastrando los pies.
Margaret se aferró al pie de Billy mientras yo terminaba de darle de
comer. Cuando acabamos, me trajo un biberón y me mostró cómo extraer
leche en él, para que pudiera omitir una toma y dormir un poco. Descubrí
que Margaret podía transmitir más cosas sin sonido que la mayoría de
las que transmiten diciendo por megáfono.
Hawk, el único hijo de Margaret y Pops, un hijo adulto de unos
treinta años, que aún vivía en casa y se comportaba como un adolescente,
entró justo cuando Margaret me sacaba leche en el biberón. Dio media
vuelta y volvió a salir.
Debería ser extraño que una desconocida manipulara mi pecho
como si fuera una vaca lechera. Pero tenía puntos negros formándose en
mi visión periférica, e incluso Billy se volvía un poco borrosa. Me hallaba
demasiado cansada para sentir algo, y Margaret no se sentía como una
extraña en absoluto.
Me di otra ducha más larga ante la insistencia de Margaret y volví
a caer en la cama.

***

Cuando desperté, por fin me sentí más cerca de haber descansado.


Caminé con Pops al borde del bosque, acunando a Billy en mis brazos.
—Sabías del embarazo cuando vine aquí por última vez. La forma en que
me miraste. Pensé que esa era la razón, o tal vez una de las razones, por
la que no me querías contigo.
—Lo fue —dijo, inclinando su cuerpo sobre su bastón.
Reacomodé a Billy en mis brazos. ¿Me lo imaginaba o había crecido
mientras yo dormía? —Y, sin embargo, cambiaste de opinión —dije.
—Sí.
Esperé por una explicación o más información al menos. Algunos
detalles habrían estado bien. No vino nada. Nos detuvimos en un claro 38
de árboles dividido por un camino trillado. Supuse que nos dirigíamos en
esa dirección, pero me detuve cuando me di cuenta de que Pops no me
seguía. Se quedó allí parado con los ojos fijos en algo más adelante, algo
que yo no podía ver. Se levantó una brisa. —Cierra los ojos. Escucha —
le dijo a Billy—. ¿Oyes lo que está diciendo?
Billy se encontraba quieta, pero sus ojos estaban muy abiertos.
—¿Quién está hablando? —pregunté.
—Nuestra Madre Tierra —respondió.
Subí la cremallera del suéter de Carly hasta mi barbilla y me puse
la capucha.
Pops no se movió hasta que la brisa disminuyó.
—¿Qué escuchaste? —me preguntó.
—Nada. Aves, supongo.
—Eso es porque escuchas con tu cabeza en lugar de escuchar con
tu corazón. Tendré que enseñarte eso, supongo. A ustedes dos.
—Entonces, ¿eso significa que podemos quedarnos?
Repitió mi pregunta en un murmullo bajo para sí mismo e hizo una
pausa. —Bueno, no hay otro lugar para que estés sino aquí. En casa.
Tragué con dificultad. —¿Qué te dijo el viento?
—Que mantenga mis opiniones para mí mismo.

***

Una camioneta llegó a la casa con la cabina cargada de cajas.


Carly saltó del asiento del pasajero. —¡Hola, Em! —Prácticamente
saltó hacia nosotros, alzó a Billy y extendió su mano libre hacia Pops—.
Soy Carly.
Mientras se daban la mano, Hawk salió del lado del conductor y
comenzó a descargar cajas.
—¿Qué es todo eso? —pregunté.
Los ojos de Carly se levantaron al cielo. —Um, una cuna, una
mecedora, un cambiador, pañales, biberones y un extractor de leche.
Hawk todavía no podía mirarme a los ojos.
—Puedes poner todo eso en la habitación de Emily —le dijo Pops a
Hawk.
—¿Emily tiene su propia habitación? ¿Dónde? —respondió.
Pops levantó una ceja. 39
El hombre le lanzó una mirada burlona.
—Ve —ordenó Pops.
—No estoy segura de que tengamos espacio para todo eso —dije.
Carly parecía abatida.
—Es muy generoso de tu parte —dijo Pops—. Tengo la certeza de
que podemos encontrar un lugar para todas estas cosas.
Hubo un momento en que la brisa cesó y solo pudimos oír el canto
de los pájaros y el de Hawk mientras vaciaba la cabina trasera. Carly
tenía sus ojos en Billy y su mano alrededor de su pie de una manera tan
instintiva y protectora que durante un momento pensé: No puedo hacer
esto. No como Carly. Nunca habría necesitado dormir cuidando a su bebé.
No habría puesto a un recién nacido en un automóvil y manejado durante
innumerables horas solamente porque no podía enfrentar el drama. Carly
es una adulta. Las adultas pueden ser madres. Los adultos pueden ser
responsables de toda la existencia de otro ser humano. Soy una niña.
¿Cómo puedo criar a otra niña? Tuve el repentino impulso de arrebatar a
Billy de los brazos de Carly, como si mis dudas fueran suficientes para
que me quitara a mi bebé.
—¿Encontraste la carta? —pregunté, empujando los pensamientos
oscuros de vuelta a su rincón oscuro. Unas semanas antes, había ido a
las Islas Caimán para acceder al dinero que mi hermano me dejó en una
caja de seguridad. En cambio, encontré tres sobres cerrados. Antes de
morir, mi hermano escribió cartas para Carly, Cameron y para mí. Mi
carta contenía instrucciones sobre cómo acceder al dinero que, como dijo
mi hermano, solo Carly entendería.
Ella se animó un poco. —Sí. Tengo a alguien que va a buscarlo —
dijo, y sacó una hoja de papel doblada en un cuadrado perfecto—. Te
recomiendo enfáticamente que te aprendas estos números de cuentas
bancarias de memoria y quema el papel. Dios sabe que hay mucha gente
que podría hacer mucho daño con esa cantidad de dinero.
—¿Qué hay de ti?
—Oh, sí, bueno, por supuesto que él también me dejó demasiado.
No sé por qué habría hecho eso. No lo habría necesitado entonces, y no
lo necesito ahora. —Aun así, sonrió de una manera nostálgica—. Usé el
dinero para iniciar una organización benéfica en nombre de Bill y Billy.
En serio, lo llamé Bill y Billy.
Me sonaba como una línea de ropa para niños. Una vez más, miró
a Billy como si hubiera bajado flotando del cielo a sus brazos, y de nuevo,
tuve que tragarme el impulso de arrebatarla y correr.
—No tenías que hacer todo eso —dije, abriendo el papel y notando
que en realidad tenía varias páginas y espacios simples. Debieron ser
más de cien números de cuenta diferentes.
40
—Oh, no fue nada, de verdad.
—Pero, ¿cómo…?
—Tu hermano y yo teníamos códigos secretos. Se encontraban en
todas nuestras cartas. Algún día te enseñaré los códigos.
—Así que leíste las cartas.
—Acabo de decir que lo hice, ¿no? —dijo.
—¿Y?
—¿Y? —repitió.
Mi hermano me contó la verdad sobre Frances en su carta. Él y
Frances habían salido brevemente en la escuela secundaria. Su relación
se terminó en el momento en que conoció a Carly, pero no antes de que
Frances conociera a Víctor, su tío por parte de madre. Éste era un policía
de alto rango y era sucio. Sedujo en secreto a Frances en su plan para
acabar con mi hermano dejándola embarazada. Mi hermano, siempre el
caballero de brillante armadura se sintió tan culpable por presentarlos
que cuando ella lo llamó llorando por el hombre, él corrió a rescatarla.
Murió esa noche luego de que le inyectaran una cantidad letal de drogas.
Si hubiera leído las cartas, Carly ahora sabría la verdad sobre Frances.
Pero decidí no insistir más.
Sus ojos recorrieron la propiedad. —Tu hermano me describió este
lugar una vez. Solía decir que había algo aquí. No sabía qué, pero algo lo
atrajo aquí y continuó atrayéndolo a lo largo de los años. —Sus ojos se
posaron en los míos—. Tú también lo sientes, ¿no?
Pensé en Pops preguntándome qué podía oír. —No estoy segura de
lo que siento.
Hizo una pausa. —Y, sin embargo, aquí estás. Es curioso cómo
funciona la vida a veces. —De repente cerró los ojos y respiró hondo—.
¿Hueles eso?
Los demás podían oír cosas. Podían oler cosas. Todos los demás lo
entendían, lo que sea que eso haya sido. ¿Por qué no podía averiguarlo?
¿Qué era lo que todos sabían que yo no?
—Supongo que puedo oler los árboles y la hierba —dije.
—¡No! ¡Están horneando! Alguien está haciendo algo delicioso en
esa casa, y Billy y yo investigaremos mientras no estás. —Apoyó la mejilla
contra mi hija, que continuaba acurrucada y dormida. Evidentemente,
Meatball olió lo mismo; ya esperaba con la nariz aplastada contra la
puerta principal.
—¿Se fue? —pregunté.
Se fue hacia donde horneaban. —Cameron quiere hablar contigo,
pero no lo dejarán acercarse a este lugar. Te dije eso, ¿no? —Se detuvo 41
en el escalón del porche, alcanzando la puerta, pero sin abrirla, enviando
a Meatball a una locura desesperada—. Sabes, lo que más amaba de tu
hermano era que siempre podía contar con él. Siempre estuvo ahí para
ayudar a cualquiera que lo necesitara. Su corazón era más grande que
su cabeza. Eso es lo que lo mató al final. Eso era lo que más amaba de
él.

***

Hawk me llevó hasta el perímetro de la reserva, donde Spider me


esperaba sentado en su camioneta. —¿Dónde está Carly? —me preguntó
cuando tomé posesión del asiento del pasajero.
Me encogí de hombros. Maldijo y condujo como un maníaco hasta
Callister sin pronunciar otra palabra.
Callister había sido mi hogar durante los últimos dos años a la vez
que asistía a la Universidad local. Para mantener un alquiler razonable,
compartí una casa con demasiados compañeros de piso, y lo que una vez
fue un armario de escobas había sido mi dormitorio. Me decidí por ese
lugar porque era la ciudad donde estaba enterrado mi hermano.
A pesar de que la basura normalmente se alineaba en la calle y que
las casas parecían cavidades de gigantes, no podía decir que mi casa en
este lugar estuviera en un mal vecindario, porque Callister en realidad no
tenía buenos vecindarios.
Cuando Spider se detuvo frente a la casa, supe que debía hablar
con mi compañero de piso Joe. Él y yo compartimos una pesadilla. Había
estado allí la noche que le disparé al policía amigo de Víctor, Norestrom,
y recluté la ayuda de su hermano para deshacerse del cuerpo. En vez de
deshacerse del cuerpo discretamente, el hermano de Joe tomó un video
de sí mismo con el cuerpo, llevándose el crédito de la muerte del policía
como una forma de ascender en las filas de su pandilla callejera local, los
Finch Street Boys. La policía tomó represalias derribando no solo a su
hermano, sino también a varios pandilleros afiliados y otras víctimas que
habían estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Estuvo
en todas las noticias, y todo sucedió por mi culpa. No habíamos hablado
desde que me fui a las Islas Caimán, antes de dar a luz a Billy.
Llegué a la parte superior de las escaleras de la casa y encontré a
todos mis compañeros en el segundo piso, alineados en el pasillo, con el
guardaespaldas de Cameron, Tiny, haciendo guardia. Había hombres en
los dormitorios, abriendo cajones y rebuscando entre pedazos de papel.
También había un hombre en mi habitación, solo uno: Cameron estaba
apoyado en mi cama elevada con los ojos en el colchón del suelo: la cama
de Griff.
—¿De qué se trata esto? —exigí.
42
—Hacemos una verificación de seguridad de antecedentes de tus
compañeros de piso —respondió con tono mordaz—. Parece que debería
haberlo hecho hace mucho tiempo. —Sostuvo un papel con los nombres
de Víctor y Spider en medio de una diana, el que yo había escondido
detrás de un cartel en mi habitación.
Tomé el papel. —No hay necesidad de nada de esto. Ve y sácalos.
—Ya casi hemos terminado.
—Hazlo.
Salió de mi habitación. —Hemos terminado aquí —le dijo a Tiny.
Tiny silbó y los guardias salieron uno por uno.
—Ve a esperarme afuera —le indiqué.
Recorrió con la mirada los rostros de cada uno de mis compañeros
de piso, deteniéndose en el de Joe. Luego se fue.
Ninguno de mis compañeros me miraba. No podía culparlos. Me
había ido durante semanas sin noticias, ni dinero para el alquiler, y ahora
numerosos desconocidos que buscaban entre sus cosas precedieron mi
misterioso regreso.
Joe entró en su habitación y se sentó en su lugar típico: el escritorio
de su computadora. Lo seguí, cerrando la puerta detrás de mí.
—Leí las noticias. Los policías. El tiroteo. —Puse una mano en su
hombro, pero éste se encogió—. Joe, todo esto fue debido a mí. Mi culpa.
Nunca debí haberte arrastrado a ti y a tu hermano a esto.
Se levantó, abrió la puerta y se quedó allí, todavía negándose a
mirarme.
Recibí el mensaje. —Lo enmendaré —le dije a medida que pasaba.
Cerró la puerta detrás de mí.
Otro compañero de piso, Hunter, se acercó a mí y me hizo más
preguntas de las que podía responder.
Miré la puerta que Joe acababa de cerrarme en la cara. —Te
explicaré todo más tarde.
—La policía te ha estado buscando —susurró Hunter—. Dijeron
que podrías estar en problemas y que te has metido con algunas personas
malas. Le han estado preguntando a los vecinos y a la escuela sobre ti.
Amenazaron a nuestro casero. Nadie sabía dónde estabas. —Me miró de
arriba abajo—. Parece que has pasado por un infierno.
Al infierno de ida y vuelta. Tal vez de vuelta. —¿Has visto a Griff?
—Vino aquí a buscarte hace un par de horas —dijo—. Habló con
Joe y luego se fue de nuevo. Algo le pasó a la familia de Joe. Él no va a
hablar de eso. Apenas sale de nuestra habitación. ¿Sabes algo sobre esto?
43
Cerré los ojos y tomé una bocanada de aire. Solo pude sacudir la
cabeza en respuesta, y luego me dirigí a las escaleras.
—No le dijimos nada a la policía. Solo para que lo sepas —me gritó,
cuando llegué al final.
—Manténganse lo más lejos posible de la policía —dije.
—No es que sepamos qué diablos decirle a la policía —murmuró
antes de que cerrara la puerta principal.
Cameron me esperaba afuera, de pie junto a su motocicleta. Me
entregó uno de los cascos cuando me acerqué. —Vamos a dar un paseo
—dijo.
Le arranqué el casco de la mano. —No había necesidad de que le
hicieras eso a mis compañeros de piso. No hicieron nada malo.
—Estás en un gran peligro, Emmy. Debería haber mirado más de
cerca a tus compañeros hace mucho tiempo. No tenía idea de que uno de
ellos estuviera relacionado con los Finch Street Boys. Joseph, ¿verdad?
—Eso no es su culpa. Y no tienes idea de lo que Joe ha hecho por
mí.
Su mandíbula se tensó. —¿Por qué no me iluminas?
Un auto llegó a toda velocidad por la esquina. Cameron me empujó
hacia él y sus guardias nos rodearon antes de que el auto se detuviera
con un chirrido frente a la casa. Griff salió furioso y corrió hacia nuestro
círculo.
Los guardias levantaron sus armas y apuntaron a su cabeza. Tenía
los brazos en alto, pero no retrocedió. Dondequiera que iba Cameron, los
guardias nunca se quedaban atrás. Era una ventaja ser el líder de la
organización criminal más grande del mundo.
—Es Griff —dije con una voz estridente—. Bajen sus armas.
Dejaron sus armas en alto.
Me aparté de Cameron y separé a los guardias.
—Armas abajo —dijo finalmente Cameron.
Los hombres se disiparon, esperando junto a la fila de llamativos
autos negros. Dejé que Griff me tirara en un abrazo. Estaba despeinado
y sucio, y apestaba a algo horrible. Lo abracé con fuerza.
—Te he estado buscando por todas partes —dijo—. Creo que esa
chica Carly me drogó. Nadie me dijo adónde fuiste. Tenía que encontrar
a alguien que me prestara un auto. He estado conduciendo por no sé
cuánto tiempo. —Estaba temblando.
Cameron se hallaba justo detrás de mí. Griff se encontraba justo
44
en frente de mí. Los guardias merodeaban, fingiendo no escucharnos. Mis
compañeros de piso y los vecinos miraban detrás de las cortinas.
Podía sentirlo crecer dentro de mí, el mismo sentimiento que tuve
en la granja del doctor Lorne, la falta de oxígeno. El aire se sentía pesado,
como si me empujara contra una pared de ladrillos.
Miré entre Cameron y Griff. A cierta distancia de nosotros, tal vez
a una manzana de distancia, alguien corría, si se le podía llamar correr.
Como una gacela con bloques de cemento en lugar de pezuñas, vestía lo
que parecía un traje formal dos tallas más grande combinado con tenis
blancos brillantes.
—Creo que ese tipo está corriendo hacia nosotros —dije con un
tono de incredulidad en mi voz.
Todos los hombres que me rodeaban de repente se dieron cuenta
de algo que no era yo. Cuando la persona se acercó a nosotros, me di
cuenta de que era un muchacho de unos quince años, con una cámara
de aspecto rústico alrededor del cuello y un caso severo de acné en la
cara. Con una sonrisa boquiabierta y agitando los brazos por encima de
la cabeza, gritaba, primero el nombre de Griff y luego…
—¿Está diciendo Emily Sheppard? —preguntó Cameron. Su tono
era tan incrédulo como la voz en mi cabeza.
Griff gruñó y se rascó la frente. —Es un muchacho de una de las
escuelas secundarias locales. Me ha estado siguiendo a todas partes,
tratando de conseguir una entrevista. Aparece cada vez que llego aquí.
—¿Pero cómo sabe mi nombre? —pregunté.
Cameron le lanzó una mirada a Griff.
Sonrió. —En la noche de la pelea, mientras dormías, todo el mundo
se preguntó quién era la hermosa chica en los brazos del campeón. Una
de las revistas de lucha investigó un poco y descubrió que eres Emily
Sheppard. La Emily Sheppard, única heredera de la dinastía Sheppard.
—Tomó mi mano.
Podía sentir a Cameron enfureciéndose cuando Griff me tocó. Una
vez más me metieron en el medio: lobos peleándose por un cadáver.
—No quiero que me entrevisten —dije cuando el chico con la cara
llena de granos estuvo al alcance del oído.
—Lo sé —respondieron Cameron y Griff a la vez.
Cameron habló directamente con Griff esta vez en lugar de usarme
como intermediaria. —Él no se acercará a ella. —Su tono era el típico de
Cameron: condescendiente, autoritario e imbécil.
—Yo me encargaré —aseguró Griff, con el mismo tono de imbécil,
y agarró el casco. 45
El muchacho se detuvo, sin aliento, frente a nosotros y me tendió
la mano. —Gianni Medcof, soy Emily Sheppard… —Su ceño se arrugó.
Sacudió la cabeza.
Griff me pasó el casco, miró a Cameron con los ojos entrecerrados
y cuadró los hombros.
Cameron tomó aliento entre dientes.
Griff pasó un brazo por los hombros del chico y lo hizo girar hacia
la casa, prometiendo mostrarle los guantes que usó cuando le arrancó
tres dientes de la boca a Pedro Salniez.
Toqué el codo de Cameron. Me miró. —Vámonos —dije.
Su rostro se suavizó.
Me entregó su mochila, su vieja y estúpida mochila que olía a
gasolina y tenía suficientes cadáveres de insectos para alimentar a una
bandada de pájaros. Su estúpida mochila vieja que usaba cada vez que
montaba su motocicleta y que una vez pensé que nunca volvería a ver.
Mientras me la ponía en la espalda y apretaba más las correas, Cameron
observaba. —¿Estás bien? —preguntó.
Me puse el casco en la cabeza y bajé la visera tintada para cubrirme
la cara. Puso en marcha la motocicleta. Los guardias pusieron en marcha
sus autos. Me encontraba a punto de subirme a la motocicleta, cuando
escuché que la puerta principal se cerraba de golpe y unos pasos bajaban
corriendo las escaleras del porche.
Cameron maldijo. —¿Podremos salir alguna vez de aquí?
Hunter corrió hacia mí, sosteniendo una bolsa de papel marrón.
Volteé mi visera hacia arriba.
—Joe quiere que tengas esto —dijo, entregándome la bolsa—. Al
parecer son las palomitas de maíz favoritas de Meatball.
Coloqué la mochila de Cameron en un hombro y guardé en su
interior la bolsa de papel. —¿No podía traérmelo Joe?
Se encogió de hombros y hundió las manos en los bolsillos de sus
vaqueros.
Tenía la mochila asegurada en mi espalda de nuevo. Hunter se
quedó con la cabeza abajo, espiando a Cameron y luego a mí.
Cameron aceleró, haciendo saltar a Hunter.
—¿Había algo más? —pregunté.
—Estás bien, ¿verdad? —Hunter era apenas audible por encima de
las revoluciones del motor. Noté la cara de Joe mirando a través de las
cortinas de la sala.
—Estoy bien. Pero realmente necesito salir de aquí —dije, y apoyé
mi cuerpo contra el de Cameron.
46
Levanté una mano para saludar a Joe, pero desapareció detrás de
la cortina tan pronto como lo hice.
Cameron aún tenía la visera levantada cuando puse una mano en
su hombro para estabilizarme. La sensación de su chaqueta, su hombro
bajo mi toque y la mirada que me dio, como si ahora estuviera bajo su
control, como si pudiera dejarlo ir y nada malo me pasaría nunca más,
todo era familiar. Siempre fue así.
¿Siempre? ¿Por siempre? Pasado. Presente. ¿Y futuro? Pasado, sí.
Familiar, sí. ¿Siempre?
No lo sabía.
Me acomodé detrás de él. Familiar. Envolví mis brazos alrededor de
su cintura y aplasté mis manos contra su pecho. Definitivamente familiar.
Apreté mi pelvis contra sus nalgas, incliné mi pecho contra él, sentí
que el calor subía de mis muslos y se extendía por todo mi cuerpo, sentí
que sus músculos se tensaban contra mí y sentí que su respiración se
hacía más profunda bajo mis palmas abiertas.
Después de dejar atrás Callister, me di cuenta que el convoy ya no
nos seguía. —Llévala a su hogar —había ordenado Griff.
¿Dónde está mi hogar?, me pregunté mientras entraba y salía del
tráfico.
Pensé en el dicho “El hogar está donde está el corazón”. ¿Dónde
estaba mi corazón?
Con Billy. Creció un corazón completamente nuevo solo para ella.
Pero ¿qué pasaba con el viejo corazón? ¿El que fue arrancado,
pisoteado, cortado en pedazos y roto tantas veces que las uniones nunca
volverían a alinearse?
—¿A dónde vamos? —grité por encima del viento.
Cameron aceleró la motocicleta en respuesta.

47
4
Traducido por AnnyR' & Lolitha
Corregido por Julie

Supe exactamente dónde estábamos tan pronto como Cameron


comenzó a reducir la velocidad: la cascada. Era otra cosa que empecé a
pensar que había inventado en mi mente jodida, junto con otros mil
detalles del verano pasado.
Cameron me había llevado a la cascada después de conocer a Pops. 48
Era el lugar donde creí que el mundo de Cameron era el mundo destinado
para mí. Pero después de ese viaje a la cascada, vislumbré un futuro sin
él, su intención de dejarme.
Pero no tenía idea de la forma cruel en que planeaba dejarme.
Griff y yo habíamos buscado durante mucho tiempo este lugar
como un punto de referencia que me llevaría de regreso a Pops, y como
una confirmación parcial de que no estaba loca. Pero nuestra búsqueda
no condujo a nada.
Sin embargo, ahí estaba.
En mi mente, recordé que era mucho más grande, tal vez porque
ahora se encontraba totalmente desolado. El pequeño autobús escolar
convertido en un puesto de comida seguía allí, pero sus ventanas estaban
cerradas y no había un alma cerca. La entrada estaba rodeada de una
cadena de eslabones con un fuerte candado. De ella colgaba un cartel
metálico rojo y blanco: “Local en construcción. Propiedad privada. Todos
los intrusos serán perseguidos”.
Cuando Cameron y yo nos quitamos los cascos, me reí un poco.
—¿Qué? —preguntó.
—¿Sabes cuánto tiempo he buscado este lugar? Según Internet, ni
siquiera existe.
—Los lugareños son los únicos que conocen este lugar. Tienen
mucho cuidado en asegurarse de que personas como la familia Sheppard
no tengan la brillante idea de tratar de construir condominios en él.
—Aun así —le dije, apoyando la mano en el poste de madera y
girando mi rostro hacia el sol. Podía escuchar el estruendo de la cascada
desde lejos—. Vinimos hasta aquí solo para que esté cerrado. ¿Qué es
eso? ¿Karma? ¿Ley de Murphy? ¿Qué podrían estar arreglando que era
absolutamente necesario hacerlo en un hermoso día como hoy?
Cameron se rió. —Ni idea.
Se acercó a una roca que se encontraba junto a mi pie y la levantó,
descubriendo una llave, que usó para abrir el candado.
Negué con la cabeza. —Debería haberlo sabido. Eres el dueño de
este lugar, ¿no?
—Dejo que los lugareños lo usen mientras lo sigan cuidando como
lo han hecho durante generaciones y lo mantengan en secreto, tal como
siempre.
Puso su mano en la parte baja de mi espalda para que yo entrara.
Pasé mi brazo detrás de mí y entrelacé nuestras manos. Me sorprendí yo
misma. Fue una respuesta automática, un viejo reflejo. Cameron apretó
mi mano una vez antes de que la apartara. 49
No podía mirarlo, así que caminé hacia adelante.
Después de que condujo su moto para esconderla detrás del puesto
de bocadillos y cerró la cadena, seguimos adelante hacia el bosque.
Caminó delante de mí, uno o dos pasos por delante, mirando hacia
atrás cada pocos pasos. Primero, me miró a la cara, solo una mirada. Sus
ojos parecieron suavizarse. Luego algo casi animal apareció en sus rasgos
y sus ojos se lanzaron detrás de mí como si algo nos estuviera siguiendo.
Miré hacia atrás pero no vi nada. Sus pasos se aceleraron y después se
ralentizaron de nuevo. Repitió sus acciones, mirándome primero a mí,
luego a la nada detrás de mí, y de nuevo al frente, pasando de humano a
animal en el lapso de unos segundos. Como una bombilla parpadeando
en la oscuridad.
De repente quise dar la vuelta. Pero no podía, como si estuviera
esposada a esa persona que había conocido en algún lugar y que, sin
embargo, apenas reconocía.
Cuando llegamos a la cascada, Cameron giró a la izquierda. Sabía
a dónde se dirigía: al lugar donde fuimos la última vez, en la maleza,
donde estaba más oscuro y escondido.
No lo seguí, sino que continué hacia la luz y el aire, donde había
un claro entre los árboles junto a la orilla del agua.
Me detuve cuando una barrera de hormigón me obligó. Frente a mí,
el agua caía desde una pared de roca de quince metros hasta el cañón de
abajo, que bajaba otros quince metros más. La luz del sol que golpeaba
la niebla creó un arco iris que cruzaba el agua frente a mí. Si alguien
hubiera traspasado el muro de hormigón y hubiera saltado, podría haber
tocado el arcoíris. Me pregunté si alguien lo había probado antes y si
terminó siendo descuartizado en las rocas de abajo.
La niebla era fría y el rocío llegaba a mi piel. Me subí la capucha
del suéter de Carly, metí las manos dentro de las mangas y crucé los
brazos sobre el pecho.
Cameron tardó un rato en unirse a mí. Lo sentí detrás de mí,
mirando desde la sombra. Cuando llegó, se paró a mi lado con la cabeza
inclinada, en silencio, cerca pero sin tocarme.
Observé sus manos, que lucían tan pálidas como el cemento sobre
el que descansaban. Durante muchos meses, mis breves recuerdos eran
todo lo que tenía para demostrar que él existió, no el hombre frío que se
encontraba a mi lado, sino el otro Cameron, quien me hizo creer que me
amaba. Que Billy creciera dentro de mí fue mi única prueba.
Cerré los ojos, a punto de perder finalmente toda fe en él, cuando
dijo: —En ese momento tenía sentido para mí. Que al sacarte de mi vida,
te devolvería la tuya. Todo lo que quería para ti… —Las palabras tardaron 50
en llegar. Levantó la vista y continuó con los ojos en la cascada—. Todo
lo que quiero para ti es seguridad. Normalidad. Todo lo que nunca tendré.
Rocco estuvo conmigo solo un par de meses antes de que lo mataran, y
no podía soportar que eso te sucediera a ti, Emmy. Supuse que seguirías
viviendo sin mí. Fue egoísta, pero tampoco esperaba vivir mucho más. Ya
que iba a vivir lo que me quedara de mi vida sin ti, me parecía bien la
forma en que estaban las cosas. Tu vida larga era todo lo que necesitaba.
Aunque ahora me doy cuenta de que ya era demasiado tarde. Mi vida
había penetrado la tuya en el momento en que nos conocimos, y no pude
retractarme.
Agarró un puñado de rocas del suelo y arrojó un guijarro al arcoíris
brumoso y luego otro.
Quería preguntarle cómo pudo haberme hecho eso, a cualquier ser
humano. ¿Entendía la tortura por la que me hizo pasar? ¿Sabía que me
quitó todo lo que creía que me quedaba por amar?
Podría irme, pensé entonces. Una parte de mí quería girar sobre
mis talones y dejarlo tirando piedras al arcoíris.
Pero sabía que no podía. A pesar de todo, él me atraía como si sus
exhalaciones fueran mis inhalaciones.
Me acurruqué en el suéter de Carly y lo vi lanzar los guijarros.
Cuando sus manos estuvieron vacías, las limpió una con la otra y
luego las limpió en sus vaqueros. Se giró y me miró, frotándose la frente,
dejando una raya de polvo. —No busco el perdón, porque no lo merezco.
Pero te mereces algunas respuestas, y esas son mías. —Su voz se había
vuelto áspera, como si hubiera estado encerrado en una habitación llena
de humo y se hubiera pasado la vida gritando para salir—. Nunca entendí
por qué me amabas. ¿Cómo podrías amar a un desgraciado como yo? En
caso de que alguna vez lo dudes, debes saber que te amo. Es así. Te amo.
—Su voz vaciló—. Lo lamento. Debería haber estado allí. Estabas sola.
Lidiando con… Dios, debería haber estado allí contigo, Emmy. Te amo,
pero casi cada parte de mí quiere alejarte. Como si estuviera a punto de
caer al abismo, y no quisiera llevarte conmigo. Pero luego hay otra parte
de mí que quiere aferrarse a ti porque tal vez puedas salvarme.
Le creí cuando dijo que me amaba. También sabía que cuanto más
me amaba, más me iba a lastimar.
Tenía miedo de él y miedo de cuánto lo amaba a pesar de todo,
tanto que me temblaban las piernas. Lo amaba tanto que dejaría que me
amara, me lastimara y me alejara, y aún trataría de aferrarme a él.
Era como entrar en el pozo de una mina, con cada paso llevándome
más profundo bajo tierra. Sabía que podía girar en cualquier momento y
volver a la luz. Pero no podía dar marcha atrás, así que me adentraba
más.
Me agarró por los codos. —¿Puedes decir algo? ¿Cualquier cosa? 51
—Bésame —dije a mi pesar.
Inmediatamente, sus labios estuvieron sobre los míos. Sus manos
subieron por mi cuello y me agarraron por detrás de las orejas. Lo besé,
y mientras mi lengua saboreaba la suya, enredé mis manos en su pelo.
Me acercó como si el espacio infinito que nos separaba fuera demasiado.
Embriagada por su olor y su sabor, le mordí el labio y sus caderas se
apretaron contra mí. Me levantó con una mano y con la otra me bajó la
cremallera del suéter. Esa prenda y luego mi sujetador cayeron detrás de
nosotros como migas de pan en el suelo del bosque mientras me llevaba
al oscuro lugar escondido tras los árboles.
Nos estrellamos contra el suelo. Dejé escapar un grito porque la
tierra se sintió fría contra mi piel ardiente y porque sus labios estaban
sobre mi pecho. Metí mis dedos en su pelo, empujándolo hacia mí, y él
rodeó con sus labios uno de mis pezones al mismo tiempo que sus manos
desabrochaban mis vaqueros. Mis pezones estaban adoloridos y a la vez
deseosos. Me quitó los vaqueros de un tirón y se puso encima de mí. Le
jalé la camisa por encima de la cabeza mientras él se desabrochaba los
vaqueros. Nuestros movimientos eran duros, deliberados, hambrientos,
como si estuviéramos en caída libre, como si pudiéramos desplegar el
paracaídas en cuanto nos agarráramos el uno al otro.
Se introdujo en mi interior y volví a gritar. Me dolió tanto como la
primera vez que estuvo dentro de mí. Clavé mis uñas en la piel de su
espalda.
El mundo giraba a nuestro alrededor. Jadeamos tan fuerte que no
podía escuchar nada más que el sonido del otro. Tuve que cerrar los ojos.
Con su boca en la mía, empujó su lengua entre mis labios, sosteniéndome
mientras me penetraba una y otra vez. Levanté mis caderas, rogando por
más, aunque sentía como si me estuvieran arrancando las entrañas. Mi
corazón estaba acelerado. Ahora gemía. Abrí los ojos y encontré los suyos
ardiendo en los míos. Sus caderas se desaceleraron y sus embestidas me
penetraron aun más. Sin renunciar a nuestra mirada, me besó con más
delicadeza, deslizando sus dedos por mis pezones, y no pude soportarlo
más. Llegué al clímax, gritando una última vez, mientras sus embestidas
volvían a ser más profundas y rápidas. Jadeó, gruñó y cayó encima de
mí.
Su cabeza se apoyó en mi pecho mientras recuperaba el aliento y
yo el mío.
Una vez que el mundo dejó de girar y pude concentrarme, sentí algo
húmedo contra mi brazo. Había un cubo de hielo derritiéndose contra mi
piel. Cerca, un cubo con una botella de champán se había derramado.
Cameron y yo estábamos sobre una manta rodeada de cubitos de hielo.
Eso explicaba mi estremecimiento inicial cuando me llevó al suelo. Tenía
la espalda empapada.
—Se supone que debes emborracharme antes de aprovecharte de
mí —le dije.
52
Subió la cabeza. —Mierda. —Estiró la mano y levantó la botella de
champán. Quedaba tal vez un vaso de chupito en el fondo—. Espero que
seas una borracha barata —dijo.
Habíamos dejado la mochila junto a su moto. Debió de haber venido
antes de traerme aquí para preparar esto, me di cuenta.
Dejó caer la botella y nos envolvió en la manta para que yo quedara
encima de él, y formamos un burrito dentro de la manta.
Sus mejillas estaban sonrojadas y tenía una sonrisa diabólica en
su rostro. —Ojalá hubiera esperado para descorchar. Era una botella de
veinte mil dólares. —Me besó.
Me encogí de hombros. —Ya celebramos.
—¿Ya se acabó la fiesta? —Sus manos se deslizaron por la parte
posterior de mis piernas y descansaron en mi trasero—. Aún hay mucho
que celebrar. Nuestra niña, por ejemplo.
Me gustaba que estuviera así: relajado, feliz, sometido debajo de
mí. —Espero que Carly no se sienta demasiado abrumada.
Se rió, y su cuerpo nos sacudió a los dos.
—¿Bromeas? Seguramente esté tratando de descubrir cómo meter
a Billy en su maleta.
Fruncí el ceño. Se rió de nuevo. En serio me estaba gustando esto.
—¿De verdad crees que dejaría que alguien se acercara a ti o a Billy
si no pensara que están completamente seguras?
—Entonces supongo que Pops no es tan malo —dije. Una vez me
había dicho, inmediatamente después de conocer a Pops, que todos los
traficantes de drogas eran peligrosos y que debía alejarme de ellos.
Me miró a los ojos. —No me escuchaste cuando te dije que te
alejaras de esa gente.
—Olvidas que ya no estabas vivo. —Dejé caer mi cabeza sobre su
pecho. Me fijé en la cicatriz de su hombro: una piel deformada y hundida
como un ombligo. Puse un dedo sobre ella. Recordé la sangre que brotó
después de que Spider le disparara. Recordé que estaba cubierto de su
sangre. Ahora la piel de su hombro era nueva y suave como la de Billy.
Era la única herida de bala de su cuerpo que no estaba tatuada. Todas
las demás tenían varias cruces tatuadas. Los tatuajes, me confesó en una
ocasión, eran para recordarle que debía estar agradecido por seguir vivo.
La ausencia de una cruz en esta herida, ¿qué significaba?
Cameron deslizó una mano por mi espalda hasta mi frente y apartó
el mechón de pelo errante de mis ojos, envolviéndolo detrás de mi oreja.
—Me he dado cuenta de que Meatball también tiene una de estas heridas
de batalla en el pecho.
53
Alcé la vista. —¿Cómo supiste dónde encontrarlo? —Había dejado
a Meatball en coma en el veterinario antes de embarcar en un avión a las
Islas Caimán.
—Estabas murmurando en sueños. Me dijiste que le pidiera a
Joseph que fuera a verlo. Dijiste que no querías que se despertara solo
en el veterinario.
—¿Hablaste con Joe?
—No. Hice que uno de mis chicos llamara a los veterinarios de tu
zona y preguntara cómo estaba Meatball. No tardó mucho en que alguien
dijera que iban a comprobarlo. Su historial decía que lo habías llevado
allí en mitad de la noche. —Giró la cabeza bruscamente, centrando su
atención en el bosque. Su cuerpo se puso rígido debajo de mí. Las dos
manos me agarraron los hombros y una mueca de odio volvió a su rostro.
Tal vez él había oído algo, pero yo no. Dudaba que alguien se atreviera a
cruzar la valla de cadenas y la señal de advertencia de color rojo. Incluso
si alguien se cruzaba con nosotros para hacer turismo, nos hallábamos
bien camuflados entre los arbustos. Incluso nuestra manta era de color
verde musgo.
De repente me dio envidia que Cameron se distrajera con cualquier
cosa menos conmigo. ¿Qué podía ser más importante que estar desnudo
en esta manta? —Meatball recibió la bala que era para mí —dije.
La atención de Cameron volvió a centrarse inmediatamente en mí.
—¿Qué?
—Norestrom vino a por mí —confesé, y le hablé de la noche en que
había encontrado al empapado agente de policía y la mano derecha de
Víctor en la puerta de mi casa—. Se dio cuenta del embarazo y estaba a
punto de marcharse. Sabía que iba a contárselo. Había podido ocultar mi
embarazo hasta ese momento. Una vez que Víctor lo supiera, no habría
tiempo para esconderme. No podía dejar que se fuera vivo. Necesitaba
más tiempo.
—¿Tú? ¿Mataste a Norestrom?
—Pudo sacar un tiro antes de que yo le disparara. Meatball se
abalanzó sobre él cuando lo hizo. Y quedó en el suelo, jadeando, por mi
culpa. Joe me ayudó a llevar a Meatball al veterinario. Si no hubiera sido
por él...
—Joseph te ayudó a deshacerte del cuerpo de Norestrom —dijo
Cameron, sumando dos y dos.
—Joe y su hermano.
Su rostro palideció. —Emmy, no quieres deberles nada a esos
hombres. Jamás. Vendrán a cobrar...
—¡Les debo todo a Joe y a su hermano! Asumieron la culpa por mí, 54
por algo que hice para proteger a Billy y a mí. Joe y su hermano limpiaron
mi desastre, y su hermano perdió la vida por mí.
—Lo entiendo, Emmy. —Su tono era insufrible—. Pero ahora estás
en deuda con Joseph. Él puede relacionarte con los Finch Street Boys.
Se cobrarán eso de la peor manera posible.
—Joe no es así. Y tienes razón. Estoy en deuda con Joe. No tengo
ningún problema con eso. ¿Entendido?
Suspiró. —¿Quién más lo sabe? ¿Griff?
—No —contesté, aunque no podía estar segura de que Joe no se lo
hubiera dicho ya. Confiaba en Joe, pero como todos los compañeros de
piso, le tenía cariño a Griff—. Si Griff lo supiera, me lo habría dicho.
—Porque se cuentan todo entre ustedes —dijo con tono sarcástico.
No podía decir que Griff y yo nos lo contáramos todo. Tal vez eso
había sido cierto alguna vez. Pero ya no, me di cuenta. Para empezar, no
me había dicho que Cameron seguía vivo. ¿Qué más no me contó?
—Griff estuvo ahí apoyándome cuando no tenía a nadie más. —El
comentario pretendía herirle y sacarlo del tema de Griff. Tumbada en esta
manta, desnuda encima de él, no quería pensar en él.
—Los vi a los dos —dijo Cameron, con la intención de seguir con el
tema—. Se estaban abrazando después de la pelea de Griff.
Se detuvo en seco. Su cabeza giró hacia un lado mientras su
atención volvía a centrarse en el bosque.
Me quedé quieta por si acaso, porque no había vuelto a escuchar
nada. ¡No hay nada allí!, quise gritarle. Sin embargo, me alegré de la
interrupción y aproveché la oportunidad para cambiar de tema.
Nos hizo girar para quedar de nuevo encima de mí. Esto es bueno,
pensé. Hasta que nos destapó y saltó, agarrando sus vaqueros y los míos.
Me los arrojó.
—Vístete ahora mismo. —Se puso los vaqueros, dejando la ropa
interior en el suelo—. ¿Dónde está tu camiseta?
Me costaba tirar de mis pantalones sobre mi piel mojada. —¿Qué
pasa?
—Tu camiseta, Emmy. ¿Dónde está?
—Creo que sigue junto a la cascada.
Corrió, tirando de la camiseta por encima de la cabeza. Todavía no
había tenido la oportunidad de ponerme los pantalones, cuando volvió
corriendo con mi suéter. Me agarró por el codo, parándome. Me estaba
atando la cintura, cuando tiró de mi brazo para pasarlo por la manga de
mi suéter. —Será más rápido si me dejas vestirme sola —espeté. 55
—Tenemos que irnos, Emmy. —Metió los pies en los zapatos. El
hecho de que aparentemente necesitábamos irnos me quedó claro. Sin
embargo, no estaba claro por qué teníamos que irnos tan rápido.
Cameron me recogió el sujetador y la ropa interior y los metió en el
bolsillo del suéter. —Hay alguien aquí. En el bosque. Quizá más de uno.
Tenemos que irnos —repitió. Me tomó de la mano y se dispuso a caminar
justo cuando metí los pies en los zapatos. Entonces sacó su teléfono móvil
y pulsó un botón. No necesitó esperar antes de hablar—. Te necesito. Ya
mismo. —Hubo una pausa—. Mal. Muy mal. Quiero que los acorralen.
Quienquiera que estuviera en el bosque tenía a Cameron nervioso.
Si alguien como Cameron estaba nervioso, ¿cómo se suponía que debía
reaccionar alguien como yo? Me había dicho una vez que, si otros nos
veían juntos y observaban su afecto hacia mí, podría ponerme en peligro
mortal. Me llevarían y me harían cosas indecibles como una manera de
controlarlo, había dicho. Cameron tenía poder sobre todo el inframundo,
así que si alguien tenía poder sobre él, esa persona también tenía poder
sobre el inframundo. ¿Alguien me perseguía en el bosque? ¿Cómo puede
ser eso? Mi mente se volvió inmediatamente hacia Billy. Si alguien puede
encontrarnos a Cameron y a mí en medio del bosque...
Nos detuvimos en la frontera del bosque, bajo la sombra de un
abeto. —Súbete la capucha —murmuró. Lo hice con la mano libre porque
él me agarraba con tanta fuerza la otra mano que mis cinco dedos se
amoldaban en uno solo.
Teníamos una vista completa del aparcamiento vacío. Junto a la
valla de eslabones, había un coche aparcado, un Mercedes-Benz negro
con los cristales tintados. Podíamos percibirlos, pero ¿podrían vernos sus
ocupantes?
Cada músculo de mi cuerpo se contrajo, tratando de reducirme al
tamaño de un gusano. Si Cameron no hubiera estado agarrado con tanta
fuerza a mi mano, habría pensado que no le había afectado la llegada del
coche oscuro. Los rasgos de su rostro eran gélidos; su cuerpo, alto y
quieto.
Me soltó la mano y dio un paso hacia la luz. Esperó. Yo no me moví.
La puerta del coche se abrió y salió un estilete rojo y luego otro.
Dos largas y esculturales pantorrillas estaban sujetas a los pies.
Cameron murmuró algo justo cuando oí un crujido en el bosque.
Miré detrás de mí pero no vi nada. El ruido había venido de más lejos,
pero sabía que sin duda había sido provocado por el hombre.
El sonido de los motores me hizo volver al Mercedes. Me di cuenta
de que los estiletes rojos pertenecían a alguien a quien apenas conocía,
pero a quien odiaba con todo mi ser: Manny, la ex novia de Cameron.
¿Podría llamarse así? ¿Había sido su novia? ¿Por qué estaba allí? ¿Y por
qué Cameron dio otro paso en su dirección, alejándose de mí?
Había otra grieta en el bosque, esta vez más cerca de nosotros. No
56
me importó.
Cameron cogió la mochila, sacó su cartera y me la entregó, todo
ello sin mirarme. —Voy a abrir la puerta para que Spider pueda pasar.
Cuando dé quince pasos, quiero que salgas. Deja la capucha levantada y
la cabeza baja, y camina rápidamente hacia el autobús. No corras. No te
muevas de ahí hasta que llegue Spider. ¿Entendido? Hay un arma en el
fondo de la mochila. Te digo que está ahí por si necesitas usarla. No la
saques a menos que sea absolutamente necesario. ¿Entiendes? —Dio un
paso más hacia Manny—. Quince pasos, Emmy. Cuéntalos en tu cabeza.
Uno. Dos. ¿Estaba pavoneándose? Cuatro. Cinco. Manny llevaba un
minivestido negro con tiras de cuero cruzadas en la parte delantera, como
si estuviera atrapada en la telaraña de Spiderman. O estuviera a punto
de atrapar a Spiderman en su telaraña. Cameron estaba definitivamente
pavoneándose. Tenía la cabeza alta y los hombros hacia atrás. Levantó
una mano para saludarla. No pude verle la cara, pero juré que sonreía.
Habría dado cualquier cosa por poder transformarme en un humilde
gusano.
Había perdido la cuenta.
Salí de las sombras. Me mantuve con la capucha puesta y la cabeza
agachada. Me escondí detrás del autobús. Esperé. Hice lo que Cameron
me ordenó, porque pensar por mí misma era más de lo que podía hacer.
Mi corazón había llegado a la boca del estómago y me dejó sin aliento.
Lo observé. La observé. Los observé a través de los agujeros de la
celosía de madera junto al autobús. Él estaba abriendo el candado. Sus
labios se movían con calma. La cadena cayó al suelo. Ella esperaba con
una mano en su pequeña cadera. Pensé que sus ojos quizás se desviaban
hacia mí. Tal vez vio un movimiento. Tal vez pensó que yo era un animal
salvaje. Tal vez no miró ni le importó en absoluto. Él se acercó a ella.
Hablaron. Él tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Ella se acercó y
pasó una mano por encima de su pelo desordenado, acomodándolo.
Luego su mano alcanzó el codo de él. Lo sostuvo allí. Él dejó que lo
sostuviera allí. Tenía un nudo en la garganta que no podía tragar. Quise
apartar la mirada. El pelo de Cameron seguía erizado donde mis manos
lo habían peinado.
No me moví. Tal vez hablaban de mí. Tal vez le estaba diciendo que
volviera a meterse debajo de la roca de la que se había arrastrado.
Ella lo rodeó con sus brazos. Lo besó. Se me retorció el estómago.
Cerré los ojos.
Una rama se rompió en algún lugar. Oí cómo se cerraba la puerta
de un coche y cómo se ponía en marcha el motor. Un coche se fue, y luego
vinieron otros. Los pasos salieron corriendo. Algunos pasaron corriendo
junto a mí. Un grupo se detuvo a mi lado. Se colocó una mano en mi
hombro. Cuando abrí los ojos, vi a Spider. 57
Volví a mirar por los agujeros de la celosía. El Mercedes negro había
desaparecido.
Cameron y Manny se habían ido. Juntos.
5
Traducido por Auris & Miry
Corregido por Sofía Belikov

Spider me llevó de los hombros hasta la camioneta. Me sostuvo del


antebrazo mientras subía y cerró la puerta.
El viaje de regreso fue silencioso. Si mencionó algo, no lo escuché.
Me acurruqué en el asiento con las rodillas dobladas contra el pecho.
Encendió la calefacción al máximo, pero eso no hizo nada para aliviar el
frío que me invadió. El arma estaba en mi regazo. No recordaba haberla
agarrado ni haberla visto en mis manos hasta que Spider tuvo que
quitármela de los dedos congelados. Me metí las manos debajo de las
58
axilas después de que me la quitó.
Mantuve los ojos fijos en la estúpida mochila de Cameron, que
dejaron a mis pies.
Cuando llegamos a la frontera de la reserva, no había nadie para
recogerme. Durante un rato, Spider y yo nos sentamos en el auto a un
lado de la carretera. De vez en cuando, un auto pasaba zumbando junto
a nosotros con ruidos de motor que subían y bajaban. Sentía que Spider
quería decir algo. En algún momento se aclaró la garganta y pensé: no lo
hagas. No te atrevas a tratar de defenderlo. No otra vez. No después de lo
que hizo. No después de lo que acabo de ver. Debía haber leído mi mente
o mi lenguaje corporal, porque permaneció en silencio.
Miré el reloj y me pregunté qué estaría haciendo Billy. ¿Había
dormido y comido bien? ¿Lloró mucho tras mi partida? ¿Se encontraba
escondida en la maleta de Carly? Un dolor de miedo y soledad se apoderó
de mí. Volvería con ella sin su padre. No fuimos las elegidas de Cameron
y estábamos solas. Era oficial y totalmente responsable de mí misma y
de otro humano que era parte de mí, pero también parte del siniestro
mundo exterior.
Quería estar lo más lejos posible, en un lugar donde no tuviera que
ser yo.
Spider dejó escapar un suspiro profundo cuando un auto pasó por
encima de la colina. Se detuvo frente a nosotros y salió alguien que no
era Hawk. Lo reconocí como uno de los hombres de Pops.
—Quédate aquí —dijo mientras salía del auto.
Agarré la mochila de Cameron y salí del auto.
—¿Quién eres tú? ¿Dónde está Hawk? —preguntó Spider.
—Está bien —le dije débilmente mientras pasaba a su lado y me
subía al auto del otro tipo. Cerré la puerta.
Spider le dio lo que supuse que serían más órdenes al chófer. Nos
alejamos con Spider apoyado en el capó de la camioneta, observándonos.
Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los ojos.
Carly nos esperaba cuando llegamos a la casa. Me sentí aliviada de
encontrarla junto a Billy, y de encontrar a mi hija en sus brazos, y no en
su maleta. Meatball y Hawk la flanqueaban.
Meatball saltó sobre mí tan pronto como salí del auto. Por medio
segundo pensé que se sentía feliz de verme, hasta que tiró de la mochila
en mi hombro y comenzó a roerla. No era a mí a quien estaba feliz de ver;
eran las palomitas de maíz que envió Joe. Saqué la bolsa de palomitas de
maíz antes de que destrozara la mochila. Meatball me arrebató la bolsa
de papel de la mano y salió corriendo. 59
—Se supone que debo llevarte de regreso —le dijo el chofer a Carly.
—¿Por qué? —respondieron Hawk y Carly al mismo tiempo.
El chofer se encogió de hombros. —Eso es lo que me dijeron.
Tomé a Billy de los brazos de Carly, sintiendo su resistencia cuando
lo hice. La vistió con algo púrpura con volantes que parecía incómoda, y
un sombrero a juego. A mi hija no parecía importarle. Se encontraba
profundamente dormida.
Carly pasó el pulgar por la frente de Billy. —Es tan perfecta. —Alzó
la vista con una mirada de sorpresa—. ¿Qué pasa? —me preguntó—.
Tienes los labios azules. Estás temblando.
—No es nada —dije. Solo quería acostarme.
—¡Sí es algo! ¿Qué sucede? ¡Oh, Dios! ¿Qué hizo Cameron? Lo
mataré.
—Se fue con ella —le dije.
—¿Con quién se fue?
—Manny. —Mi pecho se sentía duro como el hielo. Acerqué más a
Billy.
—¿Puedes darnos un minuto? —le dijo a Hawk.
—Te llevaré de regreso cuando estés lista —le dijo. La forma en que
miró a Carly, como si pudiera brillar en la oscuridad, me hizo considerar
advertirle que se armara antes de llevarla de regreso con Spider.
Nos sentamos en el porche delantero y observamos a Meatball
devorar la bolsa de palomitas de maíz, papel y todo, al borde del bosque.
Observé a mi hija y la soledad dolorosa en la boca de mi estómago se
intensificó.
Parecía como si fuera a haber una lluvia torrencial, relámpagos,
truenos y tornados. En cambio, se hallaba soleado, con algunas nubes
en el cielo y una brisa cálida. Simplemente era otro día normal. Clima
traicionero.
No quería que Carly se fuera.
—No es como si esta fuera la primera vez que me deja —dije.
—Manny es una puta enferma —respondió, haciendo eco de mis
pensamientos
—Dime la verdad. Por favor. Hazme este pequeño favor y dime la
verdad. Después de que me dejó, ¿estuvo con ella? —Cada parte de mí se
tensó.
Carly hizo una pausa por un instante, removiéndose en su asiento,
el tiempo suficiente como para que confirmara mi sospecha sombría. 60
Tuve que apoyar la palma libre contra el cemento frío para estabilizarme.
Puso su mano sobre la mía. —No sé qué acaba de pasar entre tú y
Cameron, Em. Averiguaré toda la historia cuando regrese, después de
que lo cuelgue de las bolas. Cameron te ama. A nadie más. Siempre te ha
amado y siempre lo hará. Y te puedo asegurar que a esa idiota de Manny
no. Él nunca te lastimaría a menos que tuviera una buena razón. No
puedo pensar en cuál podría ser una de momento, pero… —Su celular
sonó. Lo apagó.
—Sé que tienes que irte. Está bien. Estoy bien —dije, aunque mi
voz vaciló.
—Spider puede esperar.
—Si lo haces esperar demasiado, entrará corriendo como Rambo y
hará que lo maten.
—Podrías venir conmigo —sugirió, sin estar necesariamente en
desacuerdo conmigo.
—Sabes que no puedo. —Cameron solidificó que esa no era una
opción para mí. Dondequiera que estuviera en ese momento, yo no podía
estar allí.
Acarició la mano diminuta de Billy. —¿Estás segura de que quieres
quedarte aquí? No me malinterpretes; me agradan mucho Pops, Margaret
y Hawk, y parece que a ellos también les gustas mucho. Este es un lugar
encantador para Billy. Ojalá hubiera tenido un lugar como este de niña.
¿Pero no es un poco extraño que te quedes con personas que apenas
conoces?
—Un poco —dije, sin sorprenderme de que Carly ya los estuviera
llamando por sus nombres de pila—. No sé cuánto tiempo estaré aquí,
pero por ahora se siente bien.
Se levantó y se pasó las manos por la parte delantera de los
pantalones. —Tengo algunas cosas que hacer, incluyendo colgar unas
bolas y unas buenas compras, luego regresaré. ¿De acuerdo?
La seguí hasta el auto, donde Hawk sostenía la puerta para ella.
Se marcharon con la mano de Carly agitándose salvajemente y
lágrimas corriendo por su rostro. Hice que la manito de Billy también se
despidiera mientras luchaba por mantener la compostura.

***

Meatball se acercó, babeando y aún masticando. Algo negro salió


de su boca, no eran las palomitas de maíz de Joe. Lo escupió al suelo
cuando le ordené que lo dejara. 61
Aunque se encontraba cubierto de marcas gruesas de mordeduras
y saliva de perro, claramente era un teléfono celular. Lo limpié con el
suéter.
—¿Dónde encontraste esto? —le pregunté al perro.
Meneó la cola y esperó a que lo lanzara como si fuera una pelota.
El botón de encendido se veía masticado casi por completo. Usé la
uña para encenderlo. La pantalla, bastante agrietada, se iluminó; había
un mensaje de texto: ¿En serio te encuentras bien?
Fue enviado hace unas horas. No había ningún nombre adjunto al
mensaje, solo un número. Supuse que era de Joe, ya que solo él le habría
dado palomitas de maíz a Meatball.
¿Joe?, escribí. Sin esperar una respuesta, me encontraba a punto
de poner el teléfono en mi bolsillo, cuando sonó.
¿Meatball se comió las palomitas de maíz?, preguntó Joe.
También se comió casi todo el celular. ¿Por qué lo pusiste ahí?
Quería asegurarme de que estuvieras bien, pero no sabía si
fuera seguro que habláramos. Entraste y saliste tan rápido de la
casa. ¿Quién era ese tipo con el que estabas?
Es complicado.
Hizo una pausa. Griff te está buscando. Se está volviendo loco,
de hecho. Dice que no sabe a dónde fuiste, pero no nos dice qué
diablos sucede. No le dije que te di un celular. Quería hablar contigo
primero. Por si acaso.
¿Por si acaso qué? Me pregunté; ¿por si acaso Griff fuera parte del
problema? Billy empezó a moverse. Puedes decirle que estoy con Pops.
Él entenderá.
Críptico, pero de acuerdo.
Ninguno dijo nada. Había tanto que quería contarle, pero no sabía
por dónde empezar.
Siento mucho lo de tu hermano, dije finalmente, deseando poder
decírselo en persona. Cerré los ojos. Nunca debí haberte metido en este
caos.
Lo sé. No fue tu culpa. Quise decírtelo cuando te vi, pero no
quería hablar del tema frente a todos los demás.
Billy tenía los ojos abiertos y se llevó las manos a la boca. Era algo
nuevo y que comenzó a hacer cuando tenía hambre. Me tengo que ir.
Bueno, dijo. Te pasaré un celular nuevo de contrabando en una
bolsa de palomitas de maíz. Lo pondré en la mochila de Griff. Trata
de encontrarlo antes de que Meatball lo haga. 62
***

Cuando una pequeña camioneta roja se detuvo en el camino de


entrada y Griff salió, la realidad finalmente se hizo presente: Cameron no
regresaría. Era como arrancar el vendaje de una herida reciente y sentir
que la carne se desgarraba con él. No sabía cuánto tiempo estuve de pie
en la sala de estar, mirando a través del único panel de vidrio que daba
al patio delantero.
Saludé a Griff con la mano y él me devolvió el saludo antes de
descargar cajas de la parte trasera. Hawk fue a darle una mano. Quería
correr hacia él y esconderme en sus brazos como solía hacer antes del
gran regreso de Cameron, pero al parecer tenía los pies en arenas
movedizas.
Escuché el gemido del reclinable de Pops y luego el clic de su bastón
cuando vino a pararse a mi lado. Él, Margaret e incluso Hawk, que aún
estaba en las nubes después de ver a Carly fuera de la reserva, habían
sido increíblemente acogedores conmigo. Nadie me mimaba en exceso,
aunque Billy apenas podía decir algo sin tener un séquito completo. El
olor a la pipa de tabaco de Pops ya me resultaba familiar.
—Siento que estoy en una encrucijada —dije.
—Una encrucijada es meramente otro camino. Eliges una dirección
y luego sigues adelante. Eso es todo.
—Excepto que eso siempre lleva a que alguien salga herido.
Sentí su mano en mi hombro. Era un toque fuerte y tembloroso.
—Un corazón roto sanará, Emily. Con el tiempo. Algunos corazones
rotos sanan torcidos y oscuros. Algunos sanan para ser más fuertes y
sabios. Depende de la dueña elegir cómo se cura.
La dueña, repetía mi mente. Yo hablaba de Cameron y Griff. Pops
había estado hablando de mí.
Griff cruzó el umbral con tres cajas. Las dejó caer al suelo y me dio
un gran abrazo. Se duchó y cambió desde la última vez que lo vi. Tuve
que levantar la cabeza para poder apoyar la barbilla en su hombro. No
estaba segura de si solo le alegraba verme o verme sin Cameron. Nos
quedamos así hasta que Hawk hizo que nos apartáramos de su camino
para poder entrar su caja. El efecto de Carly se iba desvaneciendo.
—¿Hay más? —pregunté.
—Eso es todo lo que traje por ahora —dijo Griff.
Eso era bueno. Aunque era más grande que un armario de escobas,
mi nueva habitación ya se hallaba repleta de las cosas de Billy. 63
Griff colocó los contenedores en mi cama y miró a su alrededor con
un silbido. —Es bastante estrecho aquí
—Es acogedor.
Sus ojos se posaron en mi ropa tirada el suelo. —¡Guau! Eres
rápida para acomodarte.
Después de que Carly se fuera, en la primera oportunidad que tuve,
me desnudé y corrí a darme una ducha caliente.
Griff y yo nos agachamos para recoger la ropa sucia y poner las
cajas en el suelo. Agarró el suéter feo de Carly y cayeron la ropa interior
y el sujetador que Cameron me metió en el bolsillo.
Los agarré y los amontoné con la ropa sucia, pero ya era demasiado
tarde. Griff los había visto.
Tenía la mirada clavada en el lugar donde cayó mi ropa interior.
Quizás si no los hubiera cogido tan rápido, no habría parecido que tenía
algo que esconder. En cambio, podría haber actuado como si poner la
ropa interior en un bolsillo fuera algo perfectamente normal en Estados
Unidos. Tal vez podría haber inventado una historia entretenida para
explicar por qué terminó en mi bolsillo.
Podría haberle mentido.
Pero no lo hice y no lo haría, y el daño ya estaba hecho. Griff elevó
la vista y asintió de forma distante, como si acabara de responder una
pregunta que él mismo se hacía. —Eso no tomó mucho tiempo —dijo—.
Me tomó casi un año convencerte de que soy el indicado para ti. Todo lo
que él tiene que hacer es lanzarse en picada durante cinco minutos.
Intentar negar algo que ambos sabíamos que sucedió habría sido
una bofetada en su cara. —Se fue. No volverá.
—¿Y si regresara?
—No lo hará. Se acabó. —Mientras decía las palabras en voz alta,
tuve problemas para creerme.
Griff se levantó. —Seguro.
Lo seguí hasta la puerta principal, donde se detuvo de espaldas a
mí. —Tengo que devolverle la camioneta al asistente de mi agente. Tú y
yo haremos una entrevista juntos. Era la única manera de deshacerme
del chico. Te daré los detalles. No tendrás que fingir que hay algo entre
nosotros. Podemos decirle que salté a tus brazos porque creí que eras
otra persona. Una vez que el chico tenga la entrevista, nos dejará en paz
y podremos seguir adelante. Me dio su palabra.
Se fue, dando un portazo y haciendo chirriar las llantas, mientras
me aferraba al marco de la puerta principal. Mi corazón se rompió hasta
que se hizo añicos.
64
***

Me quedé despierta esa noche. La ventana se hallaba abierta de


par en par y el viento agitaba las cortinas como la hierba en una llanura.
Me dolía todo, por dentro y por fuera, como si estuviera atrapada bajo
una roca.
Me imaginé lo diferente que habría sido el mundo si Cameron
nunca hubiera regresado, si realmente hubiera estado muerto o solo
hubiera seguido fingiendo. Yo no habría sido más sabia. Nunca habría
traicionado a Griff y visto el dolor en sus ojos cuando me descubrió.
Nunca habría vivido.
Habría muerto en los escalones de la diminuta cabaña de Cameron.
Ese habría sido el final de mi historia. ¿Alguien me habría encontrado
ahí? Tal vez uno o dos meses más tarde, algunos adolescentes en busca
de emociones se habrían encontrado con mi cadáver podrido después de
forzar la entrada. O tal vez los animales salvajes habrían encontrado una
forma de entrar, atraídos por el olor a carne en descomposición, tal vez
un mapache, un gato callejero o ratas.
Encontré consuelo en ese pensamiento. Estar muerta era cómodo.
Billy lloró pidiendo que la alimentaran, y me incorporé en la cama,
agarrando las sábanas, con el corazón latiendo contra el pecho como si
hubiera despertado de una pesadilla.
Si Cameron no hubiera estado vivo, Billy tampoco lo estaría. Si
Cameron no hubiera regresado, Billy habría muerto conmigo.
—Suficiente —me susurré mientras salía de la cama—. Manos a la
obra.
Di de comer a Billy y luego me fui a dormir.

***

El bosque por la mañana era inquietante. Había una niebla que


nos llegaba hasta las rodillas y los rayos del sol apenas tocaban las copas
de los árboles. Hawk y yo comenzamos el día temprano, subiendo a los
vehículos todo terreno poco después del desayuno.
Me desperté esa mañana con la resolución de ir a trabajar. Para
hallar mi camino sin Cameron o Griff. Para salir de mi corazón y entrar
en mi cerebro al menos durante una hora o dos. Excepto que no tenía ni
idea de qué hacer o por dónde empezar. 65
Resultó que no necesitaba pensar más al respecto. Tan pronto
como Pops, Margaret, Hawk y yo nos reunimos en la mesa del desayuno,
Pops le dijo a Hawk que me llevara al campo, a lo que éste respondió que
sí. Se consideró un hecho.
Dejé a Billy con Pops, que la tenía metida en el hueco de un brazo
mientras se apoyaba en su bastón con el otro. Le mostraba un cono de
pino que colgaba de un árbol, y juré que ella trató de alcanzarlo y sonrió.
Era una genio. Y también era posible que soltara algunos gases.
Meatball también se quedó, apostado cerca de los talones de Pops.
Ahora era el perro de Billy.
El campo no era tanto un campo, sino un huerto. En realidad, no
había ningún campo, solo manzanos y melocotoneros. Tal vez era una
palabra clave para cultivo de marihuana, aunque lo dudaba. —También
hacemos vinos de frutas orgánicos. Y allá atrás, tenemos árboles de arce.
Hacemos jarabe de arce orgánico —explicó Hawk, señalando un área más
oscura de árboles en el norte.
—No me di cuenta de que eras tan socialmente consciente.
—Podemos vender esa mierda por tres veces el precio si decimos
que es orgánica. Los ricos son tontos. Compran cualquier cosa si creen
que los hace mejores que los demás.
Hawk se agachó y hundió la mano en el pasto. Escuché un ruido,
y luego Hawk levantó el pasto. Salió como un rectángulo perfecto: el pasto
se encontraba encima de una trampilla.
—¿Así que este es el campo? —pregunté.
Hawk entrecerró los ojos y se detuvo. —No, esto es un huerto —
dijo lentamente, prácticamente deletreándolo.
Estaba segura que Pops le dijo que me llevara al campo, pero lo
dejé pasar y lo seguí por los escalones hasta el suelo. Tiró de una cuerda
y el cerrojo se cerró sobre nosotros. No era el túnel ostentoso por el que
Cameron y yo caminamos cuando llegué por primera vez a la reserva. En
lugar de luces, cámaras y un ascensor, teníamos linternas que tuvimos
que sujetar entre los dientes mientras descendíamos por una escalera de
madera inestable hacia un agujero apenas lo suficientemente grande
para que Hawk pasara los hombros. Había dos puertas de metal oxidado
en la parte inferior.
Me sentía nerviosa; no porque estuviera a más de diez metros bajo
tierra con una linterna y un traficante de drogas malhumorado, sino
porque dicho traficante de drogas malhumorado en particular tenía la
clave para que aprendiera los entresijos de esta parte del inframundo.
Fue el mundo de mi hermanastro, y cuando entramos en la operación de
cultivo, me di cuenta de que ahora también era el mío. Excepto que yo 66
tuve que hacerlo sola. Era un mundo que mi hermanastro conoció y que
Cameron conocía, pero esta sería mi empresa, no la de ellos.
La habitación a la que entramos parecía ser un contenedor de
metal que fue enterrado. Era pequeño, caluroso y húmedo. Había luces
y mangueras transparentes colgando del techo. El plástico cubría las
paredes. Filas de plantas de marihuana se encontraban sobre un estante
de tablones de madera. Recordé la operación de cultivo a la que fuimos
Cameron y yo: era del tamaño de un gimnasio, con cien plantas más y
una docena de trabajadores atendiéndolas. Las plantas crecían más altas
y más rápido, y producían más frutos debido a un compuesto químico
desarrollado por Bill y Cameron, o los Cuervos, como los llamaban Pops
y Hawk.
Con dos pequeños conductos de ventilación que hacían circular el
aire desde la superficie, apenas había suficiente oxígeno para Hawk y
para mí. Me sentía como si estuviera atrapada dentro de un regalo de
Navidad envuelto, si las plantas de marihuana fueran el regalo.
Hawk acercó un taburete al centro del pasillo y me pidió que me
sentara. Luego comenzó a murmurar a la vez que cuidaba las plantas,
hablando de la tierra y las hojas. Dijo que a las plantas no les gustaba
que las engañaran con luces artificiales, pero esto tendría que funcionar,
aunque por ello necesitaban más atención. Cada planta tenía un nombre.
Una se llamaba Janine. Otra Lorraine. Todas tenían nombres de mujer.
Hawk hablaba como si fuera un elogio o una oración. Tarareaba una
canción o susurraba algo que no podía escuchar.
Era incómodo verlo coquetear con la vegetación. Necesitaba una
novia. Y probablemente por esto no tenía una.
Me aclaré la garganta. —Recuerdo que las plantas eran más
grandes que estas. Al menos, más altas.
—Estas plantas son mías. Aquí dentro, están en el estado más
natural que puedo darles, a pesar de que me veo obligado a mantenerlas
bajo tierra. No les doy de comer un montón de basura para que crezcan
más rápido y se multipliquen de forma poco natural. Solo les doy lo que
la naturaleza les hubiera ofrecido —me explicó, contando cómo su tribu
cultivó la tierra durante miles de años—. Solo el sol puede darle vida a la
tierra, y la tierra le da al hombre todo lo que necesita para vivir. Cuando
alteras las plantas con productos químicos, como lo han hecho los
Cuervos, cuando engañas a la naturaleza por tu propio egoísmo, el fruto
que da la planta arrojará una sombra sobre el alma del ser humano que
lo consume. —Luego, Hawk explicó cómo esto también afectaba el sabor
de la planta.
No entendía de qué hablaba, o tal era que no escuchaba. Quería
aprender sobre el negocio, sí, pero no las entrañas del cultivo. Quería
aprender del dinero. ¿Cómo convertir esto en un negocio? 67
Mi mente regresó con mi padre. A pesar de todas las cosas terribles
que hizo, tenía una mente excelente para los negocios. En realidad, todo
en su mente giraba en torno a negocios, incluyendo el sacar provecho de
su familia. Para él, la ética y la moral eran improbables incluso como una
ocurrencia tardía. Mientras miraba las plantas ilegales que me rodeaban,
me di cuenta de que tal vez mi padre y yo no éramos tan diferentes.
Una imagen pasó por mi cerebro: mi padre sentado en una celda
de prisión del tamaño de mi armario de escobas en Callister, rodeado de
asesinos, violadores y criminales empedernidos. ¿Mi madre lo visitaba?
¿Lo visitaba su madre? ¿Tenía siquiera a alguien? ¿Se preguntaba dónde
me encontraba? ¿Por qué no lo visitaba? ¿Se arrepentía de sus crímenes?
¿El dolor que le causó a miles de familias, incluida la suya? ¿Pensaba en
nosotros, su familia? ¿Se tomaba este tiempo para reflexionar sobre el
pasado? ¿Pensaba en Bill?
Me recorrió un escalofrío, lo ignoré. Ser de mentalidad empresarial
no me convertía en mi padre.
—Cuando Cameron y yo vinimos aquí, discutieron por las plantas.
La calidad. No le gustaban los producidos en masa que vimos. Quería
estas plantas, ¿no?
—Estas plantas no están a la venta —dijo con dientes apretados.
—Pero Pops accedió a darle a Cameron las mejores cosechas.
—Estas son mis plantas. No de mi padre.
—Tratabas de engañar a Cameron con un trato justo, si mal no
recuerdo.
Colocó una hoja en su mano y pasó los dedos sobre ella. —No
puedo cultivar estas plantas hermosas en la cantidad y calidad que
quieren los Cuervos.
—¿Por qué no?
—Los Cuervos quieren plantas de calidad, pero no están dispuestos
a pagar por ellas.
—¿Y si pagaran? ¿Cada centavo de lo que valen? —pregunté.
—Eso sucederá cuando a los cerdos les crezcan alas. Además,
quieren cantidades ilimitadas y la calidad requiere mucho cuidado y
atención. Se necesita conocimiento —dijo Hawk.
—Pareces tener todas esas cosas. Y Cameron también debe haberlo
pensado si buscaba tus plantas.
—Y solo soy una persona. Un montón de mi tiempo lo paso aquí
por estas plantas. Cuidar más es imposible.
Ya había deducido aquello, considerando la cantidad de tiempo que
habíamos pasado allí, cuidando de esas bellezas no hacedoras de dinero 68
y de calidad. —¿Qué me cuentas de tu padre?
—Él me enseñó todo lo que sé sobre el cultivo. Pero ya no puede
hacerlo. Apenas puede caminar ahora. Y, además, dos personas no son
suficientes para abastecer a todo un país. —Suspiró. Le arruinaba la
rutina y el momento íntimo.
—¿Y esos hombres que vi trabajando en las otras plantas? Había
al menos unas cuantas docenas. —Por lo que recordaba al menos.
—Idiotas inútiles de la comunidad que mi padre contrató. Quiere
darles un trabajo significativo, cuando no saben distinguir el tallo de la
hoja, y apenas podemos permitirnos mantener un techo sobre nuestras
cabezas.
Eso detuvo al instante nuestra conversación, cuando comprendí
que acababa de agregar dos bocas más para alimentar bajo ese techo.

***

Eventualmente llegamos al gimnasio donde se hallaban las plantas


producidas en masa. Pasamos por otra trampilla, esta vez en un campo
de trigo. Por encima de los tallos de trigo, a lo lejos, creí divisar la cima
del granero por donde Cameron y yo ingresamos, y donde Griff estuvo
estacionado una vez. Este lugar estaba embrujado. Ignoré los fantasmas
y seguí a Hawk dentro.
Una vez en el gimnasio, me senté en la esquina y observé a Hawk
gritarles a los trabajadores y arrojar una pala de jardinería contra la
pared. Nadie parecía encontrar esto anormal. Parecía que recibir gritos y
ver cosas volar eran una parte normal de su jornada laboral.
Esperaba que Pops me interrogara sobre mi primer día o al menos
que me preguntara cómo me fue mientras intentaba, en paralelo, ocultar
la preocupación de que no pudiera estar a la altura de sus expectativas.
En cambio, lo encontré durmiendo en su silla reclinable; Margaret estaba
sentada a su lado en la mecedora, acunando a Billy para que se durmiera.
Cuando me vio, me dio una sonrisa genuina, del tipo que salía del fondo
del alma, se disparaba a través del corazón y salía por las esquinas de
los ojos. Era la misma sonrisa que tenía hacía un momento, cuando
miraba a Billy.
A pesar de mi protesta poco entusiasta, Margaret se levantó y me
entregó a Billy. No quería molestarlas. Se veían tranquilas. Pero deseaba
volver a tener a mi hija en mis brazos. Si bien me fui por solo un par de
horas y el cambio de escenario hizo maravillas con mi energía, llevaba
demasiado tiempo sin Billy y me sentía en abstinencia.
Con las insistencias de Margaret, me senté en la mecedora y me 69
acurruqué con Billy mientras ella hervía un poco de agua para el té.
6
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa

Durante los siguientes días, fui al campo cada mañana, creando


una rutina. Me sentaba sola en un taburete y me limpiaba el sudor que
me caía por las cejas debido a la humedad del gimnasio de cultivo y
también porque corría todo el camino. Desde mi tranquila posición, podía
conocer algo del negocio, como quién dirigía cada equipo, la seguridad,
la producción y el envasado. También me di cuenta que funcionaban con
personal fantasma, y aunque recordaba que el gimnasio estaba lleno de
plantas, ahora ese espacio se encontraba casi vacío.
70
Le pregunté a Hawk al respecto cuando finalmente apareció.
—No tiene sentido cultivar cuando nadie compra —dijo.
La reserva fue uno de los principales proveedores del inframundo,
pero Cameron encontró un nuevo proveedor. Por razones desconocidas,
Cameron le ofreció a Pops unirse a la coalición y éste se negó. Por orden
del primero, todos los compradores importantes no tenían más remedio
que comprarle a su nuevo proveedor. En resumen, nadie compraba a la
reserva, por temor a la ira de Cameron.
Algo se encendió en mi interior ante la revelación.
Me pasé la mayor parte del tiempo practicando los nombres de las
personas hasta recordar hasta el último y también aprendiendo sobre
ellos. Hawk tenía razón: aunque todos los cultivadores tenían experiencia
en la agricultura, ésta procedía del cultivo de los campos, la recogida de
jarabe de arce y el trabajo en los huertos, o lo que yo llamaba agricultura
de superficie. Tenían poca experiencia con las plantas ilegales cultivadas
bajo tierra y alteradas de manera genética para que florecieran y se
multiplicaran a un ritmo sorprendente y fascinante. No podían seguir el
ritmo y lo decían claramente. También querían aprender. Los verdaderos
cultivadores, quienes fueron enseñados por Pops a dirigir el mutilado
cultivo, se marcharon después de que Cameron diera el golpe de gracia a
la operación. Se fueron por miedo a sus vidas y a que el dinero dejara de
entrar, como así fue.
Los que se quedaron fueron los de la comunidad. Eran los más
fervientes partidarios y protectores de Pops. Eso hizo que me cayeran
bien al instante, a pesar de que estaban matando lentamente los cultivos
que quedaban.
Pops ya no podía enseñar. Pero Hawk sí. Solo tenía que convencerlo
de que lo hiciera y a los cultivadores de que éste no les echaría fertilizante
si daban respuestas erróneas. Tenía mucho trabajo por delante. Nadie
confiaba en los demás y, en el fondo, todos pensábamos lo mismo: que
no tenía sentido. Nadie compraba y no había beneficios. Era cuestión de
tiempo que la operación se desmoronara y los trabajadores volvieran a la
superficie para encontrar un trabajo remunerado.

***

Me hallaba en la entrada, desatando los cordones de mis zapatos,


cuando Griff llegó en un grotesco Hummer negro. Griff obtuvo un título
de artes marciales mixtas hacía unos meses, y el Hummer fue parte de
su premio. Debía de haberlo recibido.
Griff se sentó a mi lado y me quité los calcetines para enfriar mis
pies. Estaba de mal humor y verlo me recordaba otra cosa que no podía
arreglar. No iba a ninguna parte con casi todos los aspectos de mi vida.
71
Incluso el patrón de sueño de Billy había estado mal últimamente. No era
tan egoísta como para pensar que todo lo que iba mal en el mundo era
culpa mía, pero en ese momento lo sentía así. Sentía como si mis fracasos
se filtraran en la vida de cualquiera que estuviera cerca de mí.
Griff me entregó un teléfono. —Pillé a Joe intentando meter esto en
mi bolso el otro día.
Eso explicaba por qué no encontré un nuevo teléfono en las cajas
que Griff me trajo como Joe prometió. El otro teléfono dejó de funcionar
poco después de mi conversación de mensajes de texto con Joe: la muerte
por saliva.
—Además, tu madre ha estado intentando localizarte. Hasta llamó
a mi agente, con la esperanza de que pudiera darte el mensaje.
Olvidé que ahora Griff y yo éramos algo público.
—¿No quieres saber el mensaje? —preguntó cuando no dije nada.
—La verdad es que no. —Cada vez que mi madre llamaba, era
porque quería algo de mí y ya no tenía nada que dar.
—Quiere disculparse.
—Entonces definitivamente no era mi madre. Creo que a ti y a tu
agente les están gastando una broma.
—He hablado con ella. —Permaneció serio.
—¿De verdad? —pregunté, intentando sonar indiferente, aunque el
hecho de que hablara con ella equivalía a una traición.
—Me dijo que se comportó mal la última vez que se vieron. Quiere
enmendar sus errores y volver a intentarlo. Intentó llamar a tu teléfono,
pero estaba desconectado.
Probablemente porque no he pagado la factura en mucho tiempo,
pensé.
—Dijo que realizó una reserva para el martes, a las diez, en el Club
de Campo Horizon. Te esperará si quieres hablar.
Eso definitivamente no sonaba como mi madre. A Griff y su agente
claramente le hacían una broma. —¿Es eso? ¿Todas las noticias?
—Una cosa más —dijo.
Endurecí mi espalda, preparándome.
—Me prometiste una entrevista con ese chico. Pensé que podría
programarla para el martes. Tal vez después de que te reúnas con tu
madre.
—No tenía previsto reunirme con mi madre, pero si quieres hacer
eso de la entrevista la semana que viene, está bien. —Sabía que mi tono 72
era duro y que no se lo merecía. Había estado esperando y preparándome
para el drama que debería haber sobrevenido. Esta cháchara sin sentido
era una nueva forma de tortura. Le hice daño y le rompí el corazón una
vez más. No lo planeé, pero aun así sucedió. No quería volver a hacerle
daño, y si era sincera conmigo misma, lo que empezaba a ser, tampoco
quería que me hicieran más daño. La culpa, su partida cada vez que yo
rompía una promesa que nunca hice, ¿cuánto más podíamos soportar
los dos? Y me sentía cansada de estar atrapada en medio de él y Cameron
y de perderme entre ellos e incluso dentro de mi propia cabeza.
Me levanté, pero Griff me agarró del brazo y me obligó a bajar con
él. Tomó mi mano y me obligó a mirarlo a los ojos por primera vez. —La
cosa es, Em, que lo entiendo. Lo amas. Por muy imbécil que sea contigo,
lo amas. En cierto modo lo entiendo. ¿Sabes por qué? —Era una pregunta
retórica. No me dejó suficiente tiempo para responder—. Porque lo mucho
que lo amas es lo mucho que yo te amo. Seguiré viniendo, por mucho que
me duela. No puedo evitarlo. Solo quiero estar contigo, de la forma que
sea. Aunque no me ames como yo a ti. Porque siempre habrá una parte
de mí que espera que llegues a amarme así, como lo amas ahora a él.
No sabía qué decir. Estaba oscuro. Demasiado oscuro. Tenía razón
sobre Cameron. A pesar de todo, lo amaba. Si él me lo hubiera pedido,
me habría quedado. Si me hubiera elegido, los meses de luto se habrían
olvidado. Si volviera ahora, ¿lo dejaría?
¿Era este el tipo de autotortura al que sometía a Griff?
Me encontraba a punto de despedirlo, lejos de mí, cuando me
interrumpió: —No me estás obligando a volver, Em. Vuelvo por mi propia
voluntad. Y no espero nada de ti. Esta vez no. Solo que me dejes
quedarme.
Eso era mucho pedir, a pesar de su aparente trivialidad. Griff hacía
todo esto sobre mí y sobre cuánto podría cambiar para amarlo como lo
amaba a Cameron. ¿Podría hacerlo?
Llevé mi mano encima de la suya, con la que todavía sostenía mi
barbilla. —Puedes quedarte. Pero prométeme que seguirás luchando en
el ring. —Necesitaba que tuviera algo que lo hiciera feliz aparte de mí,
como yo tenía aparte de Cameron.
—De acuerdo —aceptó—. No te agobiaré. Parece que te va bien
aquí. —El hecho de que entendiera lo que había querido decir ya me
dolía—. Pero sí necesitas hablar con tu madre.

***

El martes, el día en que debía reunirme con mi madre, llegó antes


de que estuviera preparada. Rebusqué en mis cajones con la ropa volando
a mi alrededor. 73
Hawk vaciló junto a la puerta de mi habitación. —¿Qué haces? —
preguntó, como si caminara sobre lava apenas endurecida.
—No encuentra nada que ponerse. Obviamente —respondió Griff,
repitiendo la respuesta que le di unos momentos antes, cuando se había
tumbado en mi cama para ver el programa. Tardó menos de un minuto
en vestirse.
Después de que una camiseta saliera volando cerca de la cabeza de
Hawk, se puso de puntillas y huyó.
—La cámara te amará te pongas lo que te pongas —dijo Griff.
Refunfuñé. La cámara y Gianni, el niño periodista, eran la menor
de mis preocupaciones. En cambio, enfrentarme a mi madre me llenaba
de un nuevo nivel de terror.
Quizás tomé la decisión de reunirme con mi madre con demasiada
precipitación. Acepté por la culpa que siento por lo que le hice pasar a
Griff. Cuatro días no eran suficientes para tomar ese tipo de decisión que
podría (más bien era muy probable) aplastar mi alma. Todo esto era culpa
de Griff, decidí en ese momento.
Griff había estado luchando con las estrechas habitaciones en la
casa de Pops. Era como vivir en una caja de Kleenex con cinco adultos y
una bebé que tenía más cosas que todos nosotros juntos. El problema se
agravaba por el hecho de que él tenía que compartir el pequeño cuarto
de invitados con Hawk el Gruñón. Cuando llevó su bolsa a mi habitación,
Pops lo detuvo en el pasillo y lo redirigió a la habitación de Hawk.
Llovió durante la mayor parte del fin de semana y nos quedamos
dentro, mimando a Billy. Había momentos en los que Griff la tenía en
brazos y yo no podía evitar pensar en Cameron. Intenté sonreír y poner
cara de valiente, aunque por dentro me desanimaba. Billy cambiaba cada
día, soltaba carcajadas y giraba la cabeza al oír nuestras voces, con los
ojos brillantes y curiosos.
Cameron se lo perdía todo.
Antes me preguntaba si mi propio padre me reconocería si nos
cruzáramos en la calle. Ahora me preguntaba si Cameron reconocería
alguna vez a su hija. Peor aún, ¿reconocería Billy alguna vez a su padre?
La gente enviaba coches a Griff. Hacían cola solo para entrevistarlo
un minuto, esperando con el alma en vilo su próxima pelea para defender
su título. Por fin volvió a encarrilar su vida, como siempre quiso. Mi vida,
en cambio, no solo se descarriló, sino que se caía de un puente y se
precipitaba noventa metros hacia abajo en un desfiladero. Sin embargo,
este tren en picado era todo mío. No quería fracasar, pero si lo hacía,
sería mi fracaso. No quería que me convencieran ni que me rescataran de
ello.
Griff necesitaba seguir con su entrenamiento y salir de casa, de
74
manera que cuando las nubes se despejaron el lunes, salimos a correr
juntos. Tuve que aumentar mi ritmo para seguirle el paso, y él bajó la
velocidad para que yo pudiera hacerlo.
Cuando llegamos al campo, pudimos ver el pico del viejo granero a
un par de kilómetros.
—¿Es eso lo que creo que es? —preguntó, sin apenas despeinarse.
Corrió hacia él antes que pudiera responder, detenerlo o incluso respirar,
pero se detuvo donde el cultivo se unía a la carretera. No había estado
así desde que Cameron nos llevó en su moto.
Una sonrisa emocionada se formó en sus labios. —¿Cuánto crees
que podemos acercarnos antes que empiecen a disparar? —preguntó, y
me di cuenta de lo grave que era su claustrofobia—. Siempre me he
preguntado cómo sería.
—¿Qué?
—Recorrer este camino como un hombre libre contigo a mi lado. —
Su camiseta gris se pegaba al sudor de su pecho—. Me quedé extasiado
al verte ese día. Caminando. Respirando. Y entonces vi que estabas con
él. La manera en que te miraba. —Sacudió la cabeza como si tratara de
borrar la imagen—. Te miraba como si no fueras más que un trofeo. Algo
que se pone en la estantería alta para felicitarse. Una conquista.
Recordé aquel día y cómo todo fue una actuación para engañar a
Pops y a Hawk, o eso era lo que Cameron me contó al menos. Interpretó
el papel de forma tan convincente que quizá yo también me dejé engañar.
Recordé haber visto a Griff y lo extasiada que me sentí al verlo vivo.
Griff y yo corrimos al granero; reconocimos a Simon, el guardia que
había sucedido a Griff, y subimos la escalera de la esquina trasera. A
través del aire polvoriento y lleno de heno, una persiana colgaba suelta,
balanceándose con el viento, con las bisagras gimiendo. Griff la deslizó
para abrirla, y nos sentamos hombro con hombro, colgando los pies sobre
el borde, con kilómetros de cultivos de trigo y maíz por delante.
Suspiró. —¿Qué haces aquí, Em? —preguntó—. Está claro que has
estado tramando algo en mi ausencia. Te das cuenta de que la mayoría
de la gente no sabe los nombres de los guardias de la droga.
Me tocó suspirar con intensidad. Sabía que no podía ni siquiera
empezar a explicarle a él, o a mí misma, por qué demonios estaba allí.
—Tu padre va a salir pronto de la cárcel —dijo. La noticia apareció
en todos los periódicos: liberado por buen comportamiento, debido al
hacinamiento, liberado después de sobornar al poder judicial. La razón
dependía de a quién se le preguntara y de si el periódico era propiedad
de Sheppard—. ¿Vas a ir a verlo?
—No lo sé. —Una parte de mí quería hacerlo. Una parte de mí pensó
75
que tal vez la cárcel lo cambió y ablandó, si eso era posible, haciéndole
cambiar sus prioridades. Entonces se me ocurrió una idea—. ¿Por qué
me preguntas eso? ¿También conspiraste con él, como hiciste con mi
madre?
—No. Pero se me ocurrió que tal vez con todo... —Nuestros ojos se
encontraron.
—¿Crees que he perdido el rumbo? —le pregunté.
—Creo que estás alejando a las personas equivocadas.
—No sé por qué estoy aquí, Griff. Solo sé que aquí es donde necesito
estar. Hay algo aquí. No sé qué. Pero hay algo.
—Ve a ver a tu madre, Em. Sonaba preocupada en el teléfono.
Sincera. Lo que sea que haya pasado entre ustedes se puede arreglar. La
familia es la familia. No puedes renunciar a eso. Pase lo que pase. —Su
mano se quedó en mi regazo.
Habían pasado unos días desde aquella conversación, y ahora me
encontraba en mi habitación, rebuscando entre mi ropa, tan nerviosa
como si fuera a una primera cita. —Listo. No voy a ir.
Griff recogió algo del suelo: un vestido blanco de encaje. —¿Por qué
no esto? Creo que te verías increíble en esto.
—Me puse eso en mi fiesta de dieciséis años. —Mi decimosexto
cumpleaños me parecía hace una eternidad. Odié la fiesta, pero amaba
ese vestido porque María lo eligió. Ladeé la cabeza mientras lo examinaba.
Solo me lo había puesto una vez durante unas horas. Estaba limpio. Billy
aún no le vomitó encima—. Probablemente ya no me quede bien.
Unos minutos más tarde, salí de mi habitación y entré en el salón,
esperando que nadie hiciera ningún comentario.
—Parece que tienes quince años —dijo Hawk, apenas mirando por
encima de su tablet.
—Deberías soltarte el cabello —dijo Griff.
Le lancé una mirada. Se levantó y se dirigió a la puerta.
Me acerqué a Billy, que se encontraba tumbada en una manta en
el suelo, arrullando y dando patadas. Le besé la frente, las mejillas y la
cima de su cabeza. La besé hasta que empezó a quejarse por mi alboroto.
Entonces la levanté y la acuné, besándola un poco más.
Griff miró su reloj. —Vas a llegar tarde si sigues así.
Tal vez me lo pierda del todo.
Enarcó una ceja.
Entregué a Billy a Margaret y me fui con Griff, dejándola atrás. 76
***

En el Horizon de Nueva York, la comida era excesivamente cara y


se las arreglaba para saber a excrementos de rata independientemente
de lo que pidieras. Todo el mundo lo sabía, pero siempre estaba lleno de
ricos que querían ser famosos. Si hubieran hecho exclusiva la orina de
gato, los ricos habrían acudido en masa a engullirla y sonreír. Por encima
de todo, los clientes podían contar con la presencia de los paparazzi con
sus cámaras, asegurándose de ser fotografiados. Si tenían mucha suerte,
el National Enquirer podría comprar una foto suya para publicarla con un
titular sobre su celulitis. Algunos solo podían soñar.
Con Griff tuvimos que tomar una avioneta y luego un taxi para
llegar. Me alegré de no tener que llegar en el Hummer; los paparazzi ni
siquiera levantaron la vista de sus smartphones cuando salimos.
La chica de la recepción llevaba un vestido blanco similar al mío.
Sus labios se fruncieron cuando Griff y yo nos acercamos.
—¿Sheppard? —susurré cuando preguntó por nuestra reserva.
Me miró con desconfianza. No podía culparla. Incluso yo apenas
me creía y parecía una de las camareras.
Griff puso las manos en mis hombros. —Se llama Emily Sheppard.
Su madre es Isabelle Sheppard. Nos esperan.
La anfitriona se animó. —Sheppard, sí. Lo veo aquí.
Me guio por el club. Las mesas se extendían hasta donde el ojo
podía ver, parecía. Podía sentir el sudor goteando de mis axilas y entre
mis piernas.
¿Por qué estoy tan nerviosa?, me pregunté. Al fin y al cabo, solo era
mi madre.
Pero no lo era. Al menos no era la madre que conocí toda mi vida.
¿Darse cuenta del mal comportamiento? ¿Asumir los errores cometidos?
¿Disculparse? Esta no es Isabelle Sheppard, pensé. Seguramente está
jugando conmigo. Alguien quiere hacerme una broma. No debería haber
dejado a Billy por esto. Todo parecía una pérdida de tiempo. Pero, ¿y si?
Eso era, la razón por la que me sudaban las palmas de las manos:
el “y si”, la esperanza de que quizás cambió o pudiera cambiar. No era la
primera vez que los “y si” se apoderaban de mí: ¿Y si me arreglo el cabello
de una manera determinada? ¿Y si aprendo a hablar cantonés? ¿Y si soy
exactamente como la hija de una amiga del círculo de esposas ricas? ¿La
hija que cuida su aspecto, fue a Harvard, aprendió ocho idiomas y se casó
con un príncipe holandés? ¿Y si me vistiera mejor y comiera mejor? ¿Si
aprendiera cantonés, luego sueco y después ruso? ¿Y si no me encorvara
77
y aprendiera a tocar el piano? Yo también podría ser una princesa. De ese
modo mi madre sería maternal conmigo. Entonces mi madre sería cariñosa,
o al menos parecería cariñosa conmigo, y estaría orgullosa de llamarme su
hija.
Hubo muchos “y si” en mi pasado. Me depilaba, hacía pilates y
dieta. Aprendí francés, alemán, español y cantonés. Claramente no me
depilé lo suficiente, porque no me convertí en una princesa. Ni mucho
menos.
Los “y si” jamás funcionaron cuando se trataba de mi madre. En
cuanto a mi padre, tenía suerte si recordaba mi nombre.
Sin embargo, que ella admitiera un error ante Griff y su agente, que
eran perfectos desconocidos, era un territorio inexplorado, y ya fuera por
curiosidad o por masoquismo, me dirigí hacia mi madre, limpiando las
palmas de las manos contra mi vestido blanco.
Isabelle se encontraba sentada en una gran mesa redonda junto a
la ventana y charlaba con una mujer que estaba a su lado.
Luego sucedieron las cosas más indescriptibles en una secuencia
tan rápida que la experiencia me dejó dando vueltas. Comenzó con su
sonrisa, que se amplió al verme. Luego dio las gracias a la anfitriona, la
joven e inconsecuente anfitriona con vestido blanco, sin dejar de sonreír.
Me presentó como su hija a su amiga. —Deedee, te acuerdas de mi hija,
Emily, ¿verdad?
Deborah Torres-Ghuan-Marcello, conocida como Deedee, dos veces
divorciada, dos veces viuda y sin hijos. Se había operado al menos un
pecho, dos narices y demasiados estiramientos faciales. Además, era la
novena persona más rica del mundo.
Por su mirada inquisitiva, Deedee no tenía ni idea de que Isabelle
Sheppard tuviera una hija, ni le importaba. Asintió rápidamente, sin
mirarme a los ojos, y continuó su conversación con mi madre.
Me senté en la silla que un camarero sacó frente a mi madre y tomé
el vaso de agua. Entonces, con un golpe final, mi madre hizo lo más
inimaginable: colocó una mano sobre la novena persona más rica del
mundo, la interrumpió en mitad de su frase y le dijo que se pondría al
día con ella más tarde, ya que tenía una reunión importante con su hija.
Se me cayó el vaso de agua.
¿Quién es este monstruo tan considerado? ¿Qué ha hecho con mi
madre?
Deedee se alejó con el ceño fruncido. Al parecer, no fui la única que
se dio cuenta de esta impostora.
Mi madre apoyó las manos en su regazo, haciendo un rápido repaso
desde la cima de mi cabeza hasta el lugar donde la mesa ocultaba el resto
de mí y luego de nuevo a mi cara.
Respiré aliviada. Ahí estaba: mi madre. Me preparé para la
78
desaprobación. Mi cabello, mi cara redondeada, mi falta de maquillaje...
todos los posibles males pasaron por mi cabeza.
—Recuerdo ese vestido —dijo. Su tono era cálido, más cercano a
Montana que a Alaska—. Lo llevaste en tu decimosexto cumpleaños.
Siempre pensé que parecías tan mayor con él.
Pasé la servilleta por el mantel, tratando de absorber el agua. ¿Fue
un elogio o desaprobación enmascarada como un cumplido? No era claro.
Mi madre llevaba el cabello recogido en una sencilla coleta. Los
rayos de sol que entraban por la ventana iluminaban su piel como perlas
y se reflejaban en los tonos rojos de su cabello. Parecía más joven de lo
que yo me sentía.
—Me sorprende verte venir sola —dijo—. Espero que sepas que
Griffin era bienvenido a unirse a nosotras. Deseaba conocerlo. Parecía un
joven tan afable por teléfono. Es obvio que se preocupa mucho por ti.
—Están buscando un esmoquin lo suficientemente grande para
que le quede bien sobre los hombros.
—Tonterías. Enviaré a alguien a buscarlo inmediatamente. Bueno,
tal vez en unos minutos más. Me alegra tenerte para mí un rato.
Un camarero vino a tomar mi pedido mientras bufaba y limpiaba
mi desorden en la mesa. Pedí un café. Mi madre pidió dos de cada cosa
del menú.
¿En serio iba a comer? ¿Yo también?
El camarero trajo el café, más agua y se fue.
—Entiendo por qué no has traído a la bebé. Billy —dijo, como si se
estuviera acostumbrando al nombre o quizás más bien a la idea—. Lo
lamento, Emily. Por la forma en que me comporté cuando la trajiste a la
casa. No me sentía muy bien en esa época. No tengo excusa para la forma
en que me comporté. Espero que puedas perdonarme algún día.
—No quería... —me detuve. Me juré a mí misma que mi madre no
volvería a ver a Billy. Pero sus ojos eran amplios y expectantes—. No estoy
segura de cómo quiero explicar lo de Billy. No estoy segura de cuándo
exactamente, ya sabes, exponerla.
—Por supuesto. Lo entiendo. Es complicado. Te seguiré la corriente
en eso. Dime cuando estés lista. Quizá podamos vernos en un lugar más
íntimo. Cuando estés preparada —repitió mi madre.
Llegó la comida. Mi madre y yo tomamos un sorbo de café. Me
preguntó por Billy. ¿Si subió de peso? ¿Cómo dormía y comía? Las típicas
preguntas que una abuela típica podría haber hecho. No tenía ni idea de
por qué lo preguntaba. Le contesté utilizando respuestas monosilábicas
en la medida de lo posible. Hablábamos en francés, y las otras mesas
estaban lo suficientemente lejos de nosotras como para no tener miedo
de que alguien escuchara nuestra conversación. No, las otras personas
79
de la sala no me daban miedo, pero la extraña persona que se sentaba
frente a mí sí. Miré detrás de mí una o dos veces. ¿Dónde diablos se metió
Griff? ¿Estaban todas las chaquetas del club en Groenlandia?
A pesar de la tímida sonrisa que no abandonaba los labios de mi
madre, su dedo deslizándose por el borde de su taza de café era una
advertencia: un motivo oculto. Mi madre pasó de Billy a mí, a punto de
repetir las mismas preguntas, empezando por cómo dormía. Tenía una
recién nacida; no dormía. Tomé un sorbo de mi café de excremento de
rata. —Mamá, ¿por qué estoy aquí? Hay algo más. ¿Qué pasa?
Dejó de acariciar su taza y reajustó la servilleta. —Sí, por supuesto.
Supongo que debería ponerme a ello entonces. —Tomó aire—. Las cosas,
como sabes, han sido difíciles últimamente. Y bueno, no sé cómo decirlo,
pero he dejado a tu padre. —Hizo una pausa, como si esperara que me
sorprendiera.
Tomé un croissant y arranqué un trozo sano.
Mi madre entró en detalles sobre los motivos por los que dejó a mi
padre: el fraude, la vergüenza, los amigos perdidos, el juicio y la
sentencia. —Mi familia ya ni siquiera me habla.
—Si estás tratando de convencerme, no lo hagas —dije.
—He solicitado el divorcio. Los papeles están firmados y hoy fueron
entregados.
Dejé de masticar. No solo estaba dejando a mi padre; dejaba toda
su vida. —De acuerdo —dije. No sabía por qué la noticia me alteraba.
—Hay algo más —agregó—, estoy con otra persona. Quería que lo
supieras por mí antes de que las cosas se hicieran oficialmente públicas.
Quería que supieras que no voy a dejar a tu padre por otro hombre. Tu
padre y yo tenemos problemas desde hace tiempo.
—¿Por qué se haría público? —Mi padre había estado en la cárcel.
La dinastía Sheppard estaba más o menos acabada. A nadie le importaba
con quién salía mi madre.
Me miró a los ojos. —Porque va a ser el próximo presidente de los
Estados Unidos.
—¿Un político? —No pude evitar la incredulidad en mi tono. Sabía
lo suficiente sobre política como para saber que Isabelle Sheppard y su
fastuoso estilo de vida no estaban hechos para el escrutinio público—.
¿Qué tan en serio van?
Enderezó la espalda. —Es bastante serio. Me ha pedido que me
case con él —dijo, y se me cayó la mandíbula—. Y he dicho que sí.
—¿Qué?
—Tienes que entender que él ha estado a mi lado durante todos
estos años. A pesar de nuestra cercanía y de los sentimientos crecientes, 80
siempre le he sido fiel a tu padre, aunque nunca me ha correspondido
dicha fidelidad. Pero ya no podía negar mis sentimientos. Es un buen
hombre. Amable. Trabajador. Todo el mundo lo piensa.
¿Un buen hombre? ¿De quién es amiga mi madre? ¿Durante muchos
años? Sus palabras daban vueltas en mi cabeza. Las caras habían ido y
venido alrededor de la familia Sheppard. Tal vez podía haber una buena
persona en ese grupo. Lo dudaba, pero sí era posible, supuse. Que una
buena persona fuera amiga de mi madre era impactante. Sí, al final me
sorprendió. ¿Cuándo fue la última vez que mi madre me escandalizó
antes de ese día?
La mirada de mi madre se dirigió a algún lugar del fondo de la sala.
Se levantó de su asiento y saludó con la mano. Una sonrisa que le llegaba
a los ojos se extendió por su rostro, dándole un nuevo brillo infantil. Así
era mi madre cuando estaba contenta. Ya la había visto contenta antes
(no conmigo, por supuesto) y había tenido momentos de casi-pero-no-
tanta-felicidad, pero nunca así. Nunca la vi realmente feliz.
Me giré para ver al instigador del fenómeno. Griff se abría paso
entre las mesas con una chaqueta demasiado pequeña. Entonces dio un
paso al costado y vi quién lo acompañaba. De repente, la habitación se
esfumó, y mi visión se distorsionó. Griff estaba con Víctor.
Me encontraba en la misma habitación que Víctor.
No podía moverme.
Los labios de Víctor se movían. Asentía y saludaba cortésmente
cuando la gente lo saludaba. Los labios de Griff apenas se movían. Le
respondía a lo que sea que le decía. Pero sus ojos redondeados estaban
fijos en mí. Hace solo unos meses, Víctor me drogó, secuestró y agredió.
Había intentado violarme y lo habría hecho si yo no hubiera agarrado su
pistola. Luego envió a alguien para intentar robar mi dinero. Todo en
nombre del poder, el poder de Cameron.
—Mira a quién he encontrado merodeando por la recepción —dijo
Víctor mientras le daba una palmada en la espalda a Griff. Se acercó a
mi madre, que lo esperaba, y le dio un beso en la mejilla—. Siento llegar
tarde. Me han retenido en la oficina. —Habló con suavidad y ternura,
como si no fuera un ser vil. Puso una mano en su mejilla en tanto mis
propias manos temblaban en mi regazo. Le susurró algo. La besó en los
labios.
Luego se volvió hacia mí. —¡Emily! Apenas te he reconocido. La
última vez que te vi, eras solo una niña. ¿Tal vez diez años? —Él y mi
madre asintieron al unísono. Extendió una mano sobre la mesa.
Me quedé congelada.
—¡Emily! —exclamó mi madre horrorizada.
Él se rió. —No pasa nada, Isabelle. Es perfectamente comprensible
dadas las circunstancias. Tenemos que recordar que todo esto es nuevo
81
para Emily, y con todo lo que ha pasado...
Un camarero nos interrumpió. Mientras Víctor pedía champán,
Griff acercó su silla a la mía y me agarró la mano. —Apareció de la nada
y me llevó dentro —explicó. Apreté su mano, pero no podía respirar. El
vómito gorgoteaba en mi garganta.
—Así que tu madre se muere por saber cómo se conocieron. Debo
admitir que yo también tengo bastante curiosidad —dijo Víctor.
—No veo mucho la televisión, pero he oído que los dos se han
convertido en algo muy importante desde... ¿cómo era? —Mi madre se
volvió hacia Víctor y le miró a los ojos.
—Un campeonato de lucha, querida —dijo Víctor, y le guiñó un ojo.
Ella soltó una risita.
Se callaron y volvieron su atención hacia mí.
Mi cuerpo se encontraba entumecido, como si me hubieran
desangrado.
Griff carraspeó y habló por los dos. Yo estaba en el exterior mirando
hacia adentro. Mi corazón latía como un tambor en mis oídos. Parecían
una familia normal comiendo un brunch. Sus ojos se detenían sobre todo
en mi madre, al igual que los de ella en él. Percibí que se tomaban de la
mano bajo la mesa por la forma en que sus brazos se extendían el uno
hacia el otro y desaparecían más allá del borde.
El tiempo se detuvo. Mis ojos permanecieron fijos en el plato que
tenía delante hasta que todos se pusieron en pie. Griff estuvo a punto de
tomarme del brazo, pero mi madre se abalanzó sobre el suyo y lo apartó.
Víctor intentó hacer lo mismo conmigo, pero aparté el brazo antes
de que pudiera tocarme. Se rio, miró a su alrededor y me agarró por la
cintura, clavándome los dedos en la parte baja de la espalda y llevándome
hacia delante.
—Haz una escena y te arrepentirás —dijo con una sonrisa falsa.
Mi madre, conversando, arrastró a Griff hacia delante, poniendo
distancia entre nosotros. Avancé antes que se perdieran completamente
de vista. Víctor se aferró a la parte trasera de mi vestido para que no
pudiera correr.
—Quiero ser claro contigo. Amo a tu madre. Quiero que sea feliz, y
debes saber que lo es. Ella me hace querer ser un mejor hombre.
Pasamos por delante de las mesas donde los clientes llamaban a
Víctor por su nombre, compitiendo por su atención. Él inclinó la cabeza,
saludó cordialmente con la mano libre y los reconoció sin perder un paso.
—El hombre que viste antes durante esos tiempos oscuros... no soy
el mismo. No veía con claridad. Siempre he estado enamorado de tu
madre, y no estar con ella mientras la veía tan desgraciada con tu padre
durante tantos años me volvía loco. El amor puede hacerte eso, sabes, te
82
hace perderte a ti mismo. Ahora lo entiendo, y estoy seguro de que tú
también lo entiendes. Has sufrido esta psicosis. ¿Y quizás aún la sufres?
El comentario de Víctor había sido una pregunta, como si esperara
que respondiera. Aunque hubiera tenido palabras, los músculos de mi
boca se habrían negado a cooperar. ¿Una psicosis? ¿Como si yo hubiera
imaginado todo lo que me pasaba? ¿Como si me hubiera inventado todo lo
que me hizo? ¿Como si lo que yo sentía por Cameron fuera algo que un
monstruo como Víctor pudiera siquiera imaginar?
Víctor continuó ante mi falta de respuesta: —Tu madre no sabe
nada de todo lo que ha ocurrido entre nosotros. Por su propio bien, su
felicidad, pienso mantenerlo así. La verdad sobre las cosas horribles que
tú y yo hemos hecho seguramente la mataría. —Hizo una pausa para que
la amenaza se asentara por completo—. Ella y yo hemos tenido largas
discusiones sobre nuestro futuro y el de nuestra familia. Me habló de su
comportamiento inhóspito hacia ti y tu bebé. Esto también lo discutimos
largamente y se dio cuenta de su error. Así que puedes ver que puedo ser
útil para las dos. Puedo traerle felicidad y también ser un puente entre
tú y tu madre.
—Deberías estar en la cárcel o, mejor aún, muerto, y no pararé
hasta que recibas tu merecido —dije, recuperando por fin la voz.
Sus dedos se clavaron tan profundamente en mi espalda que jadeé
y casi caí de rodillas. —Tú, yo y tu madre somos una familia ahora. A
pesar de que estamos a punto de hacer esta unión oficial y muy pública,
este hecho no tiene vuelta atrás. Y quiero que sepas que pienso proteger
a mi familia. Con todo lo que tengo.
Lo capté entonces, por fin: un atisbo del hombre que mató a Rocco,
que intentó llevarse a mi hija y trató de violarme. La persona más oscura
de Víctor, Shield. Seguía allí, solo que se escondía mejor que antes.
—Que mi hijastra sea sorprendida relacionándose con un criminal,
un matón, no es el tipo de comportamiento que estoy dispuesto a tolerar.
Un escándalo así no solo dañaría mis aspiraciones políticas y las de tu
madre, sino que también arruinaría la posición social de tu madre. Tú y
yo sabemos que ella no sobreviviría a eso. Si este asunto entre tú y ese
chico no estaba terminado, lo está ahora.
Para cuando llegamos al final de la escalera, yo temblaba tanto que
a él le costaba mantenerme agarrada. Me soltó. —Si me desobedeces, si
me avergüenzas o si intentas algo contra mí, lo sabré —me susurró al
oído. Me dio un beso en la mejilla, estrechó la mano de Griff y se fue al
lado de mi madre.
Me zumbaban los oídos. Corrí delante de Griff, desesperada por
tomar aire y distancia. Los paparazzi, una docena de fotógrafos, tal vez
más, me esperaban con sus objetivos en la cara.
Gritaron mi nombre y luego el de Griff cuando llegó a mi lado.
83
—Dios, la anfitriona debe haberles avisado —dijo.
¿La necesidad de atención? No, esto huele a Víctor. Griff se agarró a
mi cintura con un brazo fuerte mientras intentaba abrirse camino con el
otro como si fuera un tango con un solo brazo. Por el apretón alrededor
de mi cintura, noté que se frustró cuando se negaban a moverse por sus
suaves empujones. Los paparazzi no dejaban de gritarnos.
Griff me guio hasta un vehículo que esperaba y nos fuimos.
Me agarré la cabeza con las dos manos, sintiendo cómo las venas
de mi frente bombeaban contra mi piel. Las imágenes se agolpaban y se
arremolinaban dentro de mi cabeza: mi hermano muerto junto a un
contenedor de basura con una aguja colgando del brazo; Rocco cayendo
con estrépito al suelo; y Víctor jadeando encima de mí, quitándome el
aliento con su peso.
Griff me frotó la espalda. —¿Estás bien?
—Esto no puede estar pasando —dije—. Víctor y mi madre... no
puede ser.
Griff no respondió, pero me dio un codazo. Levanté la vista y seguí
su mirada hacia la parte delantera del coche. Un hombre canoso, quizás
de unos sesenta años, con traje y corbata, nos llevaba. Estábamos en un
coche urbano, no en un taxi.
—¿Qué está pasando? —le pregunté a Griff.
—El jefe me ha pedido que la lleve a su entrevista —respondió el
conductor.
Me olvidé de la entrevista. Rápidamente se convirtió en lo último
que tenía en mente.
—Esto es lo que intentaba decirte en el restaurante, pero saliste
corriendo por las puertas —susurró Griff—. Víctor y tu madre insistieron
en llevarnos. Iba a conseguirnos un taxi una vez que llegáramos a la
acera, pero con todos los paparazzi, era subir a este coche o seguir
luchando contra ellos mientras esperábamos un taxi.
Se me enfriaron los dedos. La advertencia de Víctor sobre sus
vastas conexiones se repitió en mi mente mientras le preguntaba a Griff:
—¿Le has contado a Víctor lo de la entrevista?
Intercambiamos una mirada.
—No se preocupe. La llevaré a su entrevista a tiempo. —El tono del
conductor era imperturbable mientras aceleraba.
El conductor tenía un auricular. Era pequeño y claro, pero visible
si uno prestaba atención a los detalles. Se hizo eco de nuestro silencio y
mantuvo la vista en la carretera. De momento, íbamos en la dirección
correcta. Al cabo de un rato, nos detuvimos en el tráfico. Los peatones se 84
entrecruzaban alrededor de los coches y las bocinas sonaban a nuestro
alrededor. Deslicé la mano hacia el pomo de la puerta y tiré, pero estaba
cerrada.
El conductor miró por el espejo retrovisor y sonrió. —Parece que
hay un camión de reparto bloqueando la carretera más adelante. No se
preocupe, señora Sheppard. La llevaré a su destino a tiempo.
Miré a Griff, preguntándome si podríamos sacar las ventanillas de
una patada antes de que el conductor pudiera reaccionar. Luego apareció
algo familiar en mi visión periférica: una cabeza oscura que se sacudía
en la acera de enfrente, unos metros más adelante. Me incliné tan rápido
que mi nariz golpeó el respaldo del asiento delantero. Entonces, unos seis
coches más adelante, Manny (la ex novia de Cameron y líder de una de
las familias mafiosas) apareció a la vista. Se detuvo, esperando, mientras
los demás peatones pasaban junto a ella hacia el tráfico. Miró hacia atrás
una vez y luego dio un paso adelante cuando la cabeza oscura, la de
Cameron, apareció entre la multitud. La sangre se me escurrió de la cara.
Juntos cruzaron la calle, permaneciendo cerca, con la mirada al frente,
hasta que entraron en un sucio restaurante chino.
—Em, ¿has oído lo que he dicho? —preguntó Griff, aunque apenas
podía oír nada más allá del martilleo en mi pecho.
Cameron. Manny. El cuchillo se retorcía y perforaba en mi interior.
—Me estás haciendo daño —me dijo Griff.
Levanté la mano de su brazo. De alguna forma me las arreglé para
despegar mis ojos de la puerta del restaurante y volver a mirar a Griff.
—¿Qué te pasa? —preguntó.
¿No los había visto? Las marcas de mis uñas seguían grabadas en
su piel. No los había visto.
—Em, parece que estás a punto de llorar.
Me aclaré la garganta. —¿Sí? —fue todo lo que pude decir. Intenté
pegar una sonrisa en mi cara, pero fracasé. Nos pusimos en marcha de
nuevo. Mis ojos volvieron a mirar el restaurante chino cuando pasamos
por delante.

85
7
Traducido por sonia_
Corregido por Julie

El chofer cumplió su palabra y nos dejó en la puerta del hotel.


En el interior, Griff y yo nos acercamos a una cafetería que gritaba
“¡París!” con acento americano: suelos empedrados que habrían hecho
lamentar a cualquiera haber traído zapatos de tacón; mesas diminutas e
inestables con unas sillas diminutas e incómodas extendidas con precisa
despreocupación en medio de todo el mundo; una enredadera que subía
por dos pilares hasta un bello e inútil balcón vacío que daba a la cafetería;
86
y, claro, una canción de Edith Piaf en los altavoces, que seguro sonaba
en bucle, quizás en un disco titulado Canciones Francesas Famosas, que
debía volver loco al personal.
Griff fue a ordenar al mostrador, mirándome cada pocos segundos
mientras esperaba en la fila.
Ojalá hubiera salido del coche, pensé. Ojalá hubiera permitido que
Cameron me viera, que viera que lo vi con ella, que vi la traición. Quería
que sintiera la cuchilla que cavó un camino de destrucción dentro de mí.
Luego se me ocurrió algo: ¿Y si no le importaba? ¿Y si no le temía
a que lo vieran con ella? Él conocía mi paradero. Se hallaba a un corto
trayecto en coche y a un viaje en avión aún más corto. En vez de estar en
un restaurante de mala muerte con ella, fácilmente podría haber estado
allí conmigo.
Sin embargo, no lo estaba.
Algo había salido a la superficie: el miedo a que posiblemente le
importara una mierda si lo veía con Manny. Que era a Manny a quien no
quería hacer daño. Que yo era, de hecho, la otra. ¿No me hizo esconderme
en el bosque después de que ella apareciera? La había visto, pero él quiso
ocultarme de ella.
Griff volvió y prácticamente golpeó la taza sobre la mesa, volcando
el líquido sobre el borde de porcelana de tamaño infantil. —El menú
estaba en francés. Solo les dije que me dieran dos de lo que les apeteciera
hacer. —Su tono era seco.
Le di las gracias y rodeé con mis manos la taza caliente de café
americano. Se sentó frente a mí, inclinándose hacia la mesa. Me miró
fijamente con los brazos cruzados sobre el pecho.
Mi pregunta anterior tenía respuesta: No me había imaginado ver
a Cameron y Manny, porque Griff también los vio.
—Te dejó —dijo Griff.
—Lo sé.
—Dejó a Billy.
Lo miré a los ojos. —Lo sé.
—Está paseándose con otra mujer —dijo, agitando una mano en el
aire—. Y apuesto a que, si hubiera parado para subirse a la parte trasera
del coche, me habrías echado para hacerle sitio. Dios, no es una pelea
justa. Siempre vas a dejar que se lleve todo lo que tienes. ¿Qué sentido
tiene que esté aquí si ni siquiera intentas dejarlo ir?
—Eso no es cierto, Griff —dije, hablando en un volumen más bajo
para que los otros clientes volvieran a ocuparse de sus propios asuntos.
Pero, ¿era verdad? ¿Había intentado dejar ir a Cameron? ¿Acaso quería
hacerlo?
87
Se le escapó una carcajada. —Ni siquiera te das cuenta, ¿verdad?
Ni siquiera ves cómo te aferras a los últimos pedazos de él, como si eso
fuera a cambiar las cosas. Como si fuera a cambiar lo asqueroso que es.
—Su rostro era estoico, pero el quiebre en su voz lo traicionó y desenterró
una grieta oculta—. Mira tus pies.
Lo hice. Junto a mis zapatos se encontraba la vieja mochila de
Cameron. Ni siquiera me había dado cuenta de que la tomé esta mañana.
Se convirtió en mi todo en cierto modo: bolso, bolsa de pañales. Algo a lo
que me había aferrado.
Nos quedamos allí sentados mientras observaba cómo se enfriaba
mi café y sentía el frío de la mirada de Griff. ¿Era una tonta? Me sentía
como tal. Como si todos a mi alrededor supieran lo que pasaba. Víctor,
Cameron e incluso Griff habían prestado más atención a mi vida que yo.
Una canción sonó desde los altavoces de la cafetería: Jacques Brel
cantando otra canción francesa muy repetida.
Suspiró. —¿En qué estás pensando? —Su tono era notablemente
más suave.
—Esta canción —dije, levantando la mirada—. Me recuerda a mi
infancia. Un par de veranos pasados en el campo francés con la familia
de mi madre. Bailando descalza en la hierba con mi primo mayor.
—¿De qué trata?
—Algo sobre el amor. Creo que dice que el amor puede amueblar
una casa y ser tu abrigo en invierno.
Hizo una pausa para escuchar y luego se encogió de hombros.
—Suena mucho más apasionado cuando no sabes de qué está
cantando.
Sonreí.
Volvió a suspirar; me devolvió la sonrisa, tal vez en señal de
derrota; y miró su reloj. —Todavía tenemos tiempo.
Me condujo por las escaleras hasta el balcón. Me rodeó la cintura
con un brazo y me tomo la mano con el otro.
—Yo digo que nunca deberíamos perder la oportunidad de bailar
una canción sobre muebles —susurró mientras me atraía hacia él. Nos
balanceamos con la canción hasta que terminó, hasta que llegó otra.
—¿De qué trata ésta? ¿Palitos de pescado? ¿Barras de cortina?
Reconocí vagamente la canción. —Es Serge Gainsbourg. Canta, con
detalles muy minuciosos, sobre cómo complacer a una mujer, creo. —
Una sonrisa descarada apareció en la cara de Griff mientras movía las
cejas y enderezaba los brazos—. Esa es mejor. 88
Bailamos un tango entre las sillas al otro lado del poco práctico
balcón. Me hizo girar y ponía caras, y yo me reí. Por un momento, olvidé
el tormento que cobraba fuerza en mi interior. Me inclinó hacia atrás y
me plantó un beso en los labios. Fue un beso tonto al principio, pastoso
y sobreactuado, y luego cambió. Él cambió.
Se apartó, sin haber recuperado el aliento. Su sonrisa juguetona se
evaporó. Me besó de nuevo, esta vez con toda la fuerza de su amor. Lo
sentí en mis labios y contra mi piel. Cerré los ojos y dejé que me llenara.
Se apartó de repente y me estabilizó, mirando hacia otro lado.
¿No era esto lo que él quería?, pensé. Luego me pregunté: ¿Es lo que
yo quiero? ¿Querría… podría… desearlo?
Abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo y luego movió
los ojos hacia la cafetería. El niño reportero, Gianni, había llegado. Se
encontraba de pie en el borde y de espaldas a nosotros, escudriñando el
suelo del hotel.
Cuando bajamos, una sonrisa se formó en el rostro de mi amigo.
La entrevista fue más otra oportunidad para que Gianni le asegurara a
Griff su devoción por él que una entrevista. Nos dio datos y estadísticas
sobre lo increíble que era Griff.
De las pocas preguntas que me hizo Gianni, la mayoría eran sobre
Griff, lo que me ayudó a mantener la compostura a pesar de la agitación
que Víctor y Cameron habían traído a mi vida.
Solamente me tomó desprevenida cuando nos preguntó cómo nos
habíamos conocido, pero a Griff no se le escapó nada. —Llovía a cántaros.
Estaba perdida, después me di cuenta de que perderse era algo cotidiano
para ella. Me pidió una dirección y le di otra. Luego me fui rápidamente
al lugar al que la había enviado. Cuando llegó, yo la esperaba con una
taza de chocolate caliente en mis manos.
Me di cuenta de que esa era la historia que Griff le había contado
a mi madre cuando le hizo la misma pregunta. ¿Lo creyó, en cierto modo?
Era mejor que la verdad. Me hizo sonreír como si fuera la verdad.
Cuando nos acercamos al final de la supuesta entrevista y Gianni
se levantó para estrechar la mano de Griff, preguntó: —Entonces, ¿sí es
verdad? ¿En serio vas a luchar contra Vanderpump en un par de meses?
Griff se detuvo en seco. —¿Dónde has oído eso?
—La gente ha estado escribiéndolo en un blog.
Griff maldijo en voz baja. —Se supone que todavía no es de dominio
público. No me he decidido del todo. —Me miró.
—En fin, tengo que irme. Mi madre me espera en el aparcamiento
—anunció Gianni.
89
***

Griff llamó a un taxi y pidió al conductor que nos llevara de vuelta


al aeropuerto, utilizando el camino más largo posible. —Por si acaso nos
siguen —dijo, mirando una vez detrás de nosotros. Víctor nos tenía ahora
vigilados. Me había mostrado hasta dónde llegaban sus conexiones, por
si acaso no le creía y no tomé en serio sus amenazas.
—Eso es lo que ibas a decirme en la cafetería, ¿no? Tienes una
pelea en un mes. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Se tomó un momento antes de contestar. —Iba a decirte que no voy
a pelear. No es un buen momento. Y no estoy preparado —indicó—. Tu
madre fue amable. No me había dado cuenta de lo mucho que te pareces
a ella —dijo cambiando de tema.
—Sinceramente, nunca la vi así —confesé. Reflexioné sobre mis
palabras. ¿Es feliz? ¿Víctor la hace feliz? ¿Podrían cambiarse el uno al
otro? ¿Hacerse menos monstruosos? El dolor palpitante en mi espalda
baja me respondió.
—Ella me habló de Billy. Mientras tú y Víctor estaban detrás de
nosotros, me habló de lo mucho que le gustaba pasar tiempo contigo y
con Billy.
Una imagen de Billy arrullando en los brazos de mi madre apareció
en mi cabeza. Necesitaba deshacerme de eso inmediatamente. Después
de Víctor, Cameron, Manny y mi madre, ya no podía concentrarme en mí,
así que decidí centrarme en Griff. —Sé que quieres la pelea. Ya has sido
capaz de prepararte para una con poca antelación antes.
—No lo voy a hacer —reiteró.
De repente comprendí. —Soy yo. Soy la razón por la que no aceptas
esta pelea. Por eso no querías que me enterara. Estoy en la reserva, y no
puedes entrenar desde allí. No quieres aceptar esta pelea y tener que
dejarme para entrenar.
—Déjalo, Em. No voy a discutirlo contigo.
Me quedé en silencio durante el resto del viaje al aeropuerto, viendo
como Nueva York pasaba por mi ventana, sintiendo que me ponía más
ansiosa con cada kilómetro. A final de cuentas, este viaje de un día había
sido desastroso. Víctor iba a convertirse en mi padrastro. Cameron había
aparecido de la nada con la segunda peor persona del mundo, que solo
era superada por Víctor. Griff se negaba a cumplir sus sueños, a seguir
adelante, porque yo no podía. O no quería.
Extrañaba a Billy. Como si mis pulmones estuvieran pegados a ella.
Como si no pudiera respirar por completo a menos que mi nariz estuviera
enterrada en su cuello regordete. Traté de imaginar su mano envuelta en
90
mi dedo índice. Era egoísta y echaba de menos sobre todo lo que sentía
cuando me hallaba con ella. Sentía como si el mundo que nos rodeaba
pudiera evaporarse sin previo aviso. Como si mis besos, mis abrazos y mi
atención, mi amor, pudieran arreglar cualquier cosa. Como si yo fuera
suficiente.
Sin embargo, me encontré con el temor de regresar. Porque no solo
iba a volver con mi niña, sino que iba a volver con unas expectativas que
no podía cumplir. A Pops y Margaret, a quienes amaba, pero no podía
ayudar y finalmente decepcionaría. Volvía a la vida que había planeado
llevar... pero no lograba entender qué era esa vida.
¿A qué iba a volver? Aparte de Billy, Pops y Margaret, regresaba a
un montón de frustraciones.
Una cosa era segura: ya fuera de forma permanente o temporal,
Cameron no se encontraba en mi vida, y Víctor estaba, hasta cierto punto
ridículo, de vuelta en la de mi madre. A pesar de todo, una parte de mí
siempre anheló el consuelo y el cariño de una madre. Había tenido que
sustituirla a lo largo de los años. La primera fue María, la más querida
de las mujeres, a la que se le había pagado por ser una criada en nuestra
casa, pero que acabó asumiendo el papel de mi madre. María se fue sin
despedirse y sin dejarme siquiera una forma de contactar con ella. Dejó
su trabajo, lo que debía incluirme a mí. No podía culparla por ello. Entré
a la fuerza en su vida. Tal vez había sido lo suficientemente amable como
para aceptarme como una tarea adicional en su descripción de trabajo.
Ahora estaban Pops y Margaret. No dudaba de que se preocuparan
por Billy y por mí, pero ¿les di alternativa? ¿Me había aferrado a ellos,
como había hecho con María?
Pero la idea de que pudiera conseguir ese amor de mi verdadera
madre era inimaginable, pero a la vez magnetizante. Ella era feliz y quería
que Billy y yo formáramos parte de esa felicidad. Eso era básicamente lo
que dijo, ¿no? ¿O solo había imaginado esa parte? Años de desolación y
añoranza podían hacer cosas extrañas.
Empezaba a sentir que las personas me veían como una vagabunda
desesperada por el amor de alguien, como si esperara en los umbrales de
las puertas de cualquiera bajo la lluvia torrencial, esperando que alguien
me dejara entrar. El más mínimo indicio de interés por parte de mi madre
me hacía rodar sobre mi espalda para que ella me frotara la barriga. Las
palabras de Griff a Gianni se repitieron en mi cabeza: “Estaba perdida;
después me di cuenta de que perderse era algo cotidiano para ella”. Me
parece que sí había algo de verdad en la historia de nuestro primer
encuentro. Tal vez no fuera del todo inventada.
Podía sentir que me hundía en las profundidades del miedo. Miedo
a quedarme sola con una niña en un mundo en el que me veía obligada
a esconderme perpetuamente. Víctor me aconsejó que me mantuviera
alejada de los problemas y de Cameron. ¿Y si lo hacía? ¿Podría llevar una
vida normal? ¿Una en la que pudiera concentrarme en ser simplemente
91
la madre de Billy?
Ser madre era la única cosa que sentía que podía hacer bien. Me
animaba la posibilidad de concentrarme únicamente en eso, siempre y
cuando me obligara a dejar de lado las aterradoras imágenes de mí misma
sola con el paso de los años, totalmente responsable de la vida de mi ser
más preciado; de que mis abrazos y mis besos ya no fueran suficientes
para arreglar los problemas que un día se convertirían en algo más grave
que una rodilla desollada o un mal sueño; y de no tener a nadie a quien
pedir consejo.
¿Pero estaría sola? ¿Tenía que esconderme? Víctor había sido mi
mayor peligro. Su suposición de que Cameron se preocupaba por Billy y
por mí significaba que éramos blancos fáciles. El miedo a que se llevara
a mi hija consumía mis pesadillas y a mí. Pero las cosas eran diferentes
ahora, ¿no? Sus intereses estaban en otra parte, con la política, mi madre
y nuestra supuesta alianza familiar. Sabía que nunca podría aceptarlo
en mi familia, y mucho menos como mi padrastro.
A pesar de mis reservas y de que despreciaba el lejano concepto de
dejar que Víctor me controlara siquiera remotamente, la posibilidad de
tener una vida normal, de ofrecer a mi hija una vida normal y de tener
por fin el poder de hacer algo era seductora. Las dos peticiones de Víctor
eran que me mantuviera alejada de Cameron y que no me metiera en
problemas.
Mantenerme alejada de Cameron escapaba a mi control. Él ya tomó
esa decisión por mí. En cuanto a alejarme de los problemas, no había
hecho mucho más que pasar el rato en la plantación sin ningún objetivo
o razón, solo un instinto y un inmenso deseo de ayudar al clan. Podía
terminar con esto, quitar la bandita y decirles la verdad: que no tenía ni
idea de lo que hacía y que, a pesar de mis promesas de lo contrario y de
que nos acogieran a Billy y a mí y nos trataran inmediatamente como una
familia, no podía hacer nada para cambiar su destino.
Pero eso no era del todo cierto. Me di cuenta de que, de repente, me
había decidido: podía darles dinero. Dejé de lado la idea de que arrojar
dinero a cualquier desafío era el método Sheppard, la salida fácil, y en su
lugar me centré en la cantidad de dinero que me dejó mi hermano, dinero
al que seguramente Pops y Margaret podrían darle un mejor uso. Decidí
que les daría hasta el último centavo, y después saldría de su vida y los
liberaría de mí.
Mientras caminábamos hacia el avión que nos esperaba, Griff me
tomó la mano y la apretó suavemente, una bandera blanca a su molestia
anterior.
—Tienes que aceptar esa pelea, y tienes que entrenar —dije, y una
mirada confusa se extendió por su rostro—. Y Billy y yo te seguiremos a
donde vayas. 92
Entonces me contó que le habían ofrecido entrenar en Montreal con
un antiguo campeón de MMA. Por el levantamiento de su ceja y el regreso
del brillo en sus ojos, estaba claro que había estado dispuesto a aceptar
la oportunidad. Con un mínimo indicio de compromiso por mi parte, Griff
había vuelto a la vida de repente. Me abrazó y me sacó todo el aire de los
pulmones. —¿Qué le vas a decir a Pops y a Margaret?
Tragué saliva ante la idea. Le conté mi plan y le pedí que no les
dijera nada hasta que tuviera la oportunidad de hablar con ellos.
Quizá Canadá no fuera tan mala idea. Después de todo, estaba más
lejos de Víctor.

***

No les dije ni una palabra a Pops y Margaret sobre la posibilidad


de irme, aunque la decisión me consumía. Temía lo que dirían o, peor
aun, lo que no dirían. Temía mudarme con Griff a otro país, a una vida
normal. Pero había algo más. Algo andaba mal, pero sentía que no había
otra opción.
Pero tenía tiempo. Según el gobierno de los Estados Unidos, Billy
todavía no existía. Había nacido en una granja, en el hospital secreto del
mayor traficante de drogas del mundo.
No tenía ni acta de nacimiento ni pasaporte. Diablos, ni siquiera yo
tenía pasaporte. La última vez, seguía en mi bolsillo mientras yacía
moribunda en las escaleras de la casa de Cameron. No tenía ni idea de
dónde se encontraba ese pasaporte. En pláticas susurradas, Griff y yo
nos dimos cuenta de que reunirme con él en Canadá no era solo hacer
las maletas. Cuando lo descubrimos, decidimos que él se iría a Montreal
antes que nosotras. Su combate se había anunciado unas horas después
de que yo le dijera que me iba con él, y tenía que empezar a entrenar
inmediatamente. Así que, de mala gana, mirando dos veces hacia atrás
antes de irse, se fue.
Quise decírselo a Pops y a Margaret nada más cruzar la puerta. Eso
era lo que le dije a Griff que iba a hacer. Me había imaginado de pie en el
salón, mirándolos a los ojos mientras se los decía. Me había imaginado
sintiendo cómo me sacaba el peso de los hombros, tan fácil como sacarme
el abrigo y colgarlo en un gancho.
Pero cuando había entrado por la puerta, encontré a Pops tirado
en el suelo, haciéndole muecas a Billy, que gorjeaba. Hawk, con la cara
embadurnada de tierra, se había acercado a mí y hablaba a mil por hora
sobre una semilla, el sol o algo así. Margaret, siempre tan tranquila, me
trajo una mochila portabebés tipo bolsa de canguro que me hizo de cero
con sus propias manos. Y yo perdí el valor.
—No vas a cambiar de opinión, ¿verdad? —me preguntó Griff en la
93
entrada mientras lo despedía.
Me mordí el interior de la mejilla. —Se los contaré cuando sea el
momento adecuado.
8
Traducido por Lisseth
Corregido por Julie

Hacía días que no veía a Hawk. Entonces, un día, irrumpió en la


casa anunciando que uno de los guardias había pillado a un hombre en
bici que intentaba colarse en la reserva por las carreteras secundarias.
No habría sido muy preocupante, los turistas se perdían todo el tiempo
en esas carreteras secundarias, pero el guardia dijo que el hombre de la
bicicleta preguntaba por mí.
Cameron. Mi menté se quedó en blanco y mi corazón palpitó. Hawk
94
simplemente sonrió y se aferró al radio transmisor mientras el guardia
esperaba instrucciones para disparar al intruso. Pops tuvo que intervenir
y hacer que Hawk recogiera al intruso (Cameron) del perímetro y lo llevara
a la casa.
En tanto esperaba en la entrada, intenté concentrarme en algo que
no fuera el hecho de que iba a ver a Cameron. Crucé los brazos sobre el
pecho para evitar que el corazón se me saliera por las costillas con lo
fuerte que latía, resistiendo el impulso de dejar que la ira, el dolor y la
confusión que su ausencia causó en mí se evaporaran con cada kilómetro
que disminuía entre nosotros.
Observé cómo el camión lento de Hawk finalmente desaparecía de
mi vista.
No esperaba que mi primer encuentro con él en dos días fuera tan
normal, si es que torturar a una joven madre emocionalmente inestable
con un radio transmisor fuera algo normal.
Pops nunca parecía sorprendido por nada, ni siquiera por la
repentina aparición de Cameron. Pero el hecho de que lo dejaran entrar
en la reserva me sorprendió. Una parte de mí se preguntó si la aparición
de Cameron había sido obra de Hawk. Tal vez era su manera de reparar
el daño.
Hawk y yo habíamos discutido hace unos días después de que le
siguiera a su guarida subterránea. Me senté por un momento recorriendo
con mis ojos su lugar feliz. Las plantas se veían verdes, lo que pensé que
era un buen augurio.
—A mis padres les gusta tenerlas a ti y a la bebé aquí. Por si te lo
estabas preguntando —había dicho Hawk.
—¿Por qué dices eso?
Había introducido un palo en la tierra de una de las plantas para
medir la humedad. —Desde que Griff se fue, has estado caminando como
un lobo en busca de su manada. Deberías saber que para nosotros, ahora
eres de la familia. Parte de nuestra manada.
Había llegado hasta allí con la esperanza de atraparlo en un buen
momento antes de anunciarle que me iba y después interrogarle sobre la
mejor manera de anunciar la noticia a Pops y Margaret. Claramente, mi
plan fue en vano. Hawk ya lo sabía, y Pops también. ¿Un lobo buscando
su manada? Eso venía de parte de Pops.
De repente, la tristeza me invadió como una ola que me arrastraba
a contracorriente. Inhalé y exhalé un largo y profundo suspiro. Pero no
era capaz de deshacerme de ese sentimiento, el mismo que no dejó de
golpearme desde que había tomado la decisión de marcharme.
—No he visto mucho a Carly por aquí —dijo con las mejillas rojas
95
mientras levantaba una manguera y hablaba por encima del ruido del
agua, intentando claramente ahogar el chillido de su voz—. Esperaba
verla más aquí. Quiero decir, pensaba que, ya sabes, dado que tú y ella
eran amigas y demás…
Carly no había regresado, ni una sola vez, a pesar de sus promesas
y de los sentimientos de confianza que me había dejado. Pensé que tal
vez podríamos ser amigas, pero no hubo ninguna visita, ninguna llamada
telefónica, y ni siquiera una carta a la antigua. Al parecer, no era la única
que se sentía destrozada por ello, aunque quizás yo estaba un poco más
acostumbrada que Hawk.
En ese momento, anuncié que les iba a dejar todo mi dinero.
La manguera se había detenido. —¿Perdón?
La sangre me bombeaba en los oídos en ese momento.
—¿Crees que todo se trata de dinero? —Pasó junto a mí y tomó su
abrigo del respaldo de la silla—. Si quieres irte, vete de una vez. Llévate
tu jodido dinero contigo.
Me sentí fragmentada en los días posteriores a mi encuentro con
Hawk. Ahora se notaba que las cosas iban a complicarse aún más con el
regreso de Cameron. El bosque parecía quedarse quieto a mi alrededor.
Mi mundo se volvió más pequeño, prácticamente manejable, cuando la
camioneta regresó a toda velocidad en el camino de entrada, más rápido
de lo que se había ido.
Solo vi la sonrisa de Hawk en el asiento del conductor. No había
nadie sentado a su lado. Se detuvo frente a mí, acercándose lo suficiente
como para que el polvo me rozara los pantalones. Le dio un golpecito a la
ventana trasera antes de salir. Me dio un toque en el hombro con su puño
al pasar.
No había movimiento en la parte trasera de la camioneta. Una idea
horrible se me cruzó por la mente. Le dispararon y lo colgaron allá atrás.
Cuando me apresuré a acercarme, se me desencajó la mandíbula.
—¿Joe?
La cara de éste estaba descolorida. Se aferraba a su bicicleta, su
bicicleta con pedales, como si fuera su primogénito.
—¡Joe!
Levantó los ojos, pero no estaba segura de que pudiera verme.
—Creo que iban a matarme.
—Vamos, sal de allí —dije, tratando de ocultar el dolor en mi voz.
No era su culpa que no fuera Cameron
Se paró, aunque apenas estable. El hecho de que todavía estuviera
agarrado a su bicicleta no ayudaba. 96
—Era solo una broma. Te prometo que no te habrían hecho daño
—aseguré con toda la convicción que pude reunir—. Baja. Estamos los
dos solos. —Meatball saltó sobre el asiento de la camioneta y derribó a
Joe.
Finalmente pude convencerlos de que bajaran y nos sentamos en
la entrada. Margaret salió con una bandeja de galletas y té y la puso entre
nosotros.
Joe se limpió la baba de la cara y miró las tazas de té con recelo.
—¿Qué es esto? —preguntó mientras Meatball se comía todas las galletas
con un movimiento de su monstruosa lengua.
Me reí. —Una mezcla de manzanilla, granadilla, lúpulo y raíz de
valeriana. Es como un tranquilizante natural. —Ahora sabía estas cosas,
cosas que Margaret, Pops y Hawk me habían enseñado. Dejé de pensar
en las cosas que aún tenía que aprender, porque no tenía sentido.
Joe tomó un sorbo, hizo una mueca y volvió a bajar la taza.
Miré al camión, preguntándome cómo podía haber pensado que
Cameron iba a venir. El mango de la bicicleta de Joe asomó por el lateral.
—Dijeron que alguien vino aquí en bicicleta —le dije a nadie en particular.
La reserva se hallaba a varias horas de distancia de Callister y solo si se
iba en coche. Ir en bicicleta en un día era físicamente imposible.
Joe explicó que se había despertado temprano esa mañana, tomó
varios autobuses y anduvo en bicicleta el resto del camino.
—¿Cómo supiste dónde encontrarme? —pregunté.
—Te dije que necesitaba hablar contigo. Has estado ignorando mis
mensajes de texto.
—No es cierto —dije, aunque sí lo hice. Joe me había mandado
mensajes al teléfono secreto varias veces, diciendo que necesitaba hablar
conmigo, preguntando si me encontraba bien. Yo le respondí todas las
veces, aunque un día o dos después, con una excusa diferente para no
entablar conversación. La mayoría de las veces, el teléfono que Joe me
dio estaba escondido en el cajón de la ropa interior porque era cobarde.
No podía enfrentarme a él. Era responsable de la muerte de su hermano.
No podía deshacerlo, y no quería tener que enfrentarlo. Después de todo
lo que había hecho por mí y por Meatball, no podía enfrentarlo.
—Bien. Has estado evadiendo mis mensajes de texto. De cualquier
manera, empecé a preocuparme, así que encendí el GPS en tu teléfono
para poder encontrarte.
—¿Usaste el teléfono para espiarme?
—Lo programé para que el teléfono no pueda rastrearse de ningún
modo. Está completamente fuera del radar. Nadie puede utilizarlo para
encontrarte. 97
—Tú sí, aparentemente.
—Solo para emergencias. —Estiró las piernas y entrelazó los dedos
detrás de su cabeza—. Este lugar no está tan mal, supongo, si te gusta
el aire fresco, la suciedad y esas cosas.
—¿Cuál es la emergencia?
—He estado siguiendo a Víctor —dijo. Mientras me recuperaba, Joe
me contó cómo Víctor había sido el responsable de ordenar la muerte de
su hermano a manos de la policía, y no soportaba verlo idolatrado en la
televisión con mi madre al lado. Me miró directamente a los ojos—. Tienes
que alejarla de él, Em. Víctor es satanás. Y tú también necesitas alejarte
de él. No se trata solo de lo que le hizo a mi hermano. Se trata de lo que
le está haciendo a mis amigos, mi familia y mi vecindario.
—¿Pero seguirlo? ¡Joe, eso es una locura! Te van a atrapar.
Puso los ojos en blanco. —No lo estoy siguiendo físicamente, Em.
Virtualmente. ¿Sabías que ya no existen muchos lugares donde no haya
cámaras? Casi todos los edificios tienen cámaras. Todo el mundo tiene
una cámara en su teléfono. Y todos pueden ser pirateados. Puedes seguir
a alguien simplemente pirateando las redes de seguridad.
Me levanté y me paseé frente a él. —Virtual o no, esto sigue siendo
demasiado peligroso.
—He aquí el problema con este tipo: es demasiado bueno. Quiero
mostrarle al mundo lo maníaco que es, pero, ¿qué pruebas tengo? Cubre
sus huellas y hace que otros hagan su trabajo sucio. Voy a demostrarles
a todos lo que es.
Lo miré.
—Tienes razón. Parece una locura —dijo—. Pero creo que si puedo
empezar a anticipar a dónde va a continuación, tal vez pueda plantar más
cámaras y reunir suficientes pruebas para demostrar cuán involucrado
está con el inframundo.
Recordé cómo Víctor se enteró de la entrevista con Griff. —Joe, no
te estás metiendo con Víctor. Te estás metiendo con toda la gente con la
que se asocia. ¿Y si encuentras algo? ¿Entonces qué? Si expones a Víctor,
expones al resto del inframundo. No solo tendrás a un tipo malo detrás
de ti, los tendrás a todos. ¿Qué hay de tu mamá? Ellos no irían solo tras
de ti.
Se hinchó las mejillas. Su voz era más baja, como si las palabras
hubieran sido arrastradas desde lo más profundo. —Alguien tiene que
detenerlo, Em. Se habla de que se presenta a presidente. Líder del mundo
libre. Una superpotencia con ejércitos enteros a su disposición. Nadie que
lo detenga.
—Ya has dicho que es inteligente y que cubre sus huellas. No vas
a encontrar más que problemas para ti y para tu madre. Lo que le hizo a
98
tu hermano fue vil, y acabará pagando por ello. Te estás poniendo a ti y
a tu madre en peligro por algo que es imposible.
—No es imposible. Él es inteligente, pero presumido. Va a cometer
un error, y cuando lo haga, voy a arremeter contra él antes de que tenga
la oportunidad de borrarlo.
Reconocí esa mirada resuelta y furiosa en sus ojos. Sacó su teléfono
y nos sentamos hombro con hombro frente a la pantalla. Apareció un
vídeo borroso y gris, sin sonido. Tardé un momento en comprender que
era una toma realizada en el interior de un ascensor vacío. La imagen se
oscureció.
—Trataron de eliminar esto —dijo Joe.
Se recuperó la imagen y mostraba a dos hombres entrando en el
elevador, arrastrando algo tras ellos; no algo, sino a alguien. Una mujer.
La arrastraban por el pelo. Era difícil de ver. La imagen se encontraba
desenfocada. Se puso negra y luego volvió. Ella pataleaba. Se oscureció
todo otra vez. Sentía los ojos de Joe sobre mí, pero no podía apartar los
míos de la pantalla. Mis uñas se clavaron en mis vaqueros. Cuando la
imagen volvió, la chica ya no pataleaba. Por un instante, la imagen se
enfocó y Joe la detuvo. Se me cortó la respiración. Era Frances, la mujer
que se enamoró de Víctor y tuvo su hijo. Tenía la cara ensangrentada,
pero llevaba la misma ropa que usaba la última vez que la vi cuando me
escapé de sus garras en el banco en las Islas Caimán. Joe continuó con
el video. La mano de Frances se extendió hacia la esquina del elevador.
Se encontraba oscuro, como si alguien lo hubiera atenuado a propósito.
La bilis subió por mi estómago, abriendo un camino. Los ojos de Frances
miraban a algo que tenía la mitad del tamaño de un hombre. Una mano
pequeña asomaba en la oscuridad. No necesité que se aclarara todo el
panorama para saber que Frances estaba mirando a su hijo, Daniel, el
niño que una vez creí que era de mi hermano pero que en realidad era
hijo de Víctor.
Los dos hombres que estaban junto a Frances, tras arrastrarla al
ascensor, la atacaron. La mano de ella alcanzó a Daniel, cuando debería
haberse acobardado e intentado protegerse. El mundo afuera se convirtió
en una habitación diminuta sin posibilidad de escapar.
Después de un puñetazo en la cabeza, se quedó sin fuerzas, y su
cuerpo saltó con cada golpe siguiente como una muñeca de trapo que se
electrocuta. La pantalla se quedó en negro.
—¡No! —grité, agarrando el teléfono de Joe.
—Dale un segundo —sugirió con un tono sombrío.
La imagen se retomó. Sacaban a rastras el cuerpo de Frances por
el cabello. La imagen se enfocó brevemente. Los brazos de Daniel estaban
extendidos en el aire. Se encontraba solo, luciendo como si una bomba
acabara de destruir su mundo.
99
No, no estaba solo. Alguien que se había oscurecido a propósito
tenía una mano en el hombro de Daniel. Joe detuvo la pantalla de nuevo
y amplió la imagen para enfocar la mano. El anillo en el dedo meñique
me resultaba familiar, al igual que el apretón en el hombro de Daniel,
como el agarre de un trofeo recién ganado. No había ninguna parte de mí
que dudara: era Víctor. Las puertas del ascensor se cerraron. La imagen
volvió a ser un espacio vacío, como si nada de eso hubiera sucedido, como
si la vida de una madre no se hubiera apagado delante de su hijo.
—Oh, Dios. —Pensaba que odiaba a Frances. Hasta ese momento,
más de una vez, me había imaginado atacándola. Ella fue la que causó
la muerte de mi hermano. Fue quien casi me envía a la muerte.
—Era ella, ¿no es cierto? ¿La chica que me pediste que te ayudara
a localizar?
Hacía tiempo, le había pedido a Joe que me ayudara a encontrar a
Frances, ya que ella era mi único vínculo con mi hermano, y necesitaba
su ayuda para acceder al dinero de él. Eso había sido antes de saber que
Frances se puso del lado de Víctor. —Frances —dije, necesitando decir
su nombre en voz alta—. Y ese niño era su hijo, Daniel. ¿Ella está…?
—¿Muerta?
Me limpié la nariz con la manga.
—No lo sé. Eso es todo lo que encontré. Lo siento —dijo Joe.
—Tenemos que ir a la policía.
—Em, Víctor es la policía. Esos tipos que la golpearon son la policía.
Los he visto antes. ¿Y qué le vamos a mostrar? Borraron el video. Lo que
acabas de ver es lo que he podido recuperar tras semanas de trabajo. Los
dos sabemos que era Víctor el que estaba en esa esquina, ordenando a
sus hombres que la golpearan, pero no podemos probarlo. No tenemos
ninguna prueba más allá del hecho de que una chica desconocida fue
golpeada en un ascensor.
Sentía como si mis piernas estuvieran a punto de doblarse debajo
de mí. —Entonces, ¿qué hacemos? Tenemos que hacer algo.
—Vete inmediatamente —dijo Joe—. He intentado que mi madre
deje Callister, que se esconda, pero se niega. Tu madre se va a casar con
Víctor, Em. Tienes que alejarla de él y alejarse todos de él lo más posible
antes de que tú y tu madre acaben como Frances.
—Esto es mi culpa. Si no hubiera ido a buscar a Frances para
pedirle ayuda, no estaría en esta situación.
Inesperadamente, las últimas palabras de Frances se repitieron en
mi cabeza: “Imagínate que te arrancan uno de tus miembros y lo ves, lo
sientes, crecer en otra persona como si nunca hubiera sido tuyo. Luego
imagina que te dan la oportunidad de recuperarlo.”
—Ella solo quería recuperar a su hijo —expliqué—. Traicionó a mi
100
hermano, y me traicionó, todo por su hijo. Víctor ha estado utilizándolo
para obligarla a hacer las peores cosas con la promesa de recuperarlo. —
Ahora lo entendía. Si alguien me hubiera quitado a Billy, habría hecho lo
mismo. Habría hecho cualquier cosa, por muy mala que fuera, con tal de
recuperarla—. Tenemos que encontrarla, Joe. Tenemos que alejarla a ella
y a Daniel de Víctor. Si sigue viva, tiene que irse. Ya ha vivido lo suficiente
esa pesadilla. Mi hermano lo entendió y trató de sacarla. Ahora depende
de mí.
—No estás entendiendo el punto. No es por eso que te mostré el
video.
Lo enfrenté. —Si esperas que huya y deje atrás a una mujer, una
madre, que lleva demasiado tiempo viviendo una pesadilla, es que no me
conoces. No te pediré que me ayudes, pero no me digas que huya.
—¿Y tu madre?
—Mi madre es más feliz que nunca. No podría apartarla de él ni
aunque lo intentara. Ella puede valerse por sí misma por ahora. Frances
no.
—De acuerdo —aceptó finalmente.
—¿De acuerdo?
—De acuerdo. De alguna manera me imaginé que dirías eso. Pensé
que sería capaz de convencerte de lo contrario, pero está bien. Te ayudaré
a encontrarla y a sacarla a ella y al niño. Tengo una condición.
—Cualquier cosa.
—Quiero entrar.
—¿Disculpa?
—No soy idiota. Sé lo que estás haciendo aquí.
Me volví a sentar a su lado, lo suficientemente cerca como para que
nuestras caderas se tocaran y pudiéramos susurrar.
—He estado cerca de mi hermano y de esos proyectos el tiempo
suficiente para saber cuando alguien no está tramando nada bueno —
dijo—. Si quieres mi ayuda para encontrar a Frances y a su hijo, quiero
ser parte de lo que sea que estés trabajando.
—Créeme, no estoy trabajando en nada. Sinceramente, ni siquiera
sé qué estoy haciendo aquí.
Un lloriqueo estalló desde el interior. Billy acababa de despertarse
de su siesta y, por el sonido de sus quejidos, ya tenía hambre. Meatball
comenzó a ladrar, queriendo ir a salvarla. Yo estaba quieta en el lugar.
Joe se levantó y se sacudió el polvo. —Tengo que salir de aquí de 101
todos modos si quiero llegar a casa a tiempo. Mi madre está haciendo
albóndigas. Te cubro las espaldas, Em. Pase lo que pase. Puedes contar
conmigo.
Decidiendo mantener a Hawk lo más lejos posible de Joe, le pedí a
uno de los guardias que conocía que fuera a buscarlo y lo llevara de vuelta
a Callister para que no tuviera que tomar el autobús. Antes de irse, Joe
bajó la ventanilla. —Sé que cuando necesito ayuda, recurro a mi familia.
Me alegro de que tú también tengas eso ahora —dijo.
9
Traducido por Nickie
Corregido por Sofía Belikov

Terminé de arropar a Billy en su cuna, besé su mejilla y me fui del


dormitorio. Cuando salí al pasillo, encontré a Hawk de pie allí, usando
un esmoquin. —No vas a usar eso, ¿verdad? —preguntó.
—Dijiste que solo íbamos a dar una vuelta.
—¿Y eso significa que no soy lo suficientemente importante para
que te vistas para nuestra cita? Es como si ni siquiera lo intentaras. 102
Suspiré, volví a mi habitación y me cambié los pantalones por mi
vestido de broderie blanco.
Durante un rato, viajamos en su camioneta sin decir nada, pero
me era imposible estar a su lado sin pronunciar las palabras que había
querido decirle muchas veces desde nuestra pelea. —Lo siento. Lo que
dije el otro día fue…
—Lo sé —dijo.
Entramos en un estacionamiento lleno de coches. Había un castillo
con una fachada blanca, fuentes de agua, un gran césped extra verde y
lo que parecía ser una cascada en la parte de atrás. Dejamos la camioneta
en el aparcamiento de atrás y pasamos varios Maserati y Porsches en el
camino hacia la entrada. Hawk llevaba un morral.
—¿Dónde estamos? —pregunté.
—No nos hemos ido —respondió, con tono mordaz.
Comencé a cuestionarme si estaría enojado conmigo toda la cita.
Cuando los porteros nos abrieron las puertas y eligió entrar por otra que
él mismo pudiera abrir, respondí mi propia pregunta. Dado que hacía
mucho tiempo que no tenía una cita de verdad, decidí aprovecharla al
máximo. Incluso traté de ocultar mi decepción con una sonrisa cuando
me di cuenta de que el castillo era en realidad un casino.
Las columnas de oro subían hasta el techo elevado e inclinado
hecho con más oro. Me sentía como si estuviera dentro de la versión
diabólica de la Basílica de San Pedro.
Algunas personas en las mesas de blackjack se giraron en nuestra
dirección cuando pasamos. Él saludó a algunos trabajadores mientras
caminábamos por la cocina de un restaurante.
—Espérame aquí —dijo y se precipitó al baño del personal. Salió
vistiendo pantalones y una camiseta, más o menos lo que tenía puesto
antes.
—¿Por qué el cambio de ropa?
—Alquilé el esmoquin y no quiero ensuciarlo.
Miré mi vestido blanco, el único libre de vómito, y deseé tener mis
pantalones. Hawk tenía la intención de hacerme pagar por mi gran error.
—Nuestra cita comienza ahora —dijo.
Salimos por la parte trasera de la cocina y se subió a un cuatriciclo.
Entendí el chiste, pero no me hizo gracia. —Te das cuenta de que este
vestido es blanco y es la única prenda bonita que tengo, ¿verdad?
—Supongo que podrías ir a comprarte algo lindo con todo tu dinero.
—Me entregó una chaqueta y un par de pantalones, quizás como ofrenda
de paz—. No más trucos de aquí en adelante.
103
Acepté la oferta y me subí detrás de él. Me acomodé con una mano
sosteniendo el portaequipaje trasero para no caerme y la otra sujetando
mi falda para que no me subiera hasta el cuello.
Íbamos demasiado rápido y estaba demasiado oscuro para ver más
que un borrón de luces, algo bueno, porque estaba segura de que en un
momento atravesamos un puente, si es se le podía decir así. Se oían el
sonido del agua corriendo muy debajo de nosotros y los chasquidos de lo
que posiblemente era un puente hecho de trozos de madera cortados. En
la maleza densa, subimos y subimos por un sendero bordeado sobre todo
por árboles de hoja perenne. Lo supe porque me abofeteaban con sus
ramas punzantes. Los mosquitos y las moscas me arrancaron trozos del
cuello con una destreza increíble.
Nos dirigimos hasta la última colina a pie y salimos del acantilado.
Abajo, había un río embravecido que chocaba con el risco y la pared de
una presa de hormigón, y en la orilla opuesta se veía el castillo-casino;
sus luces echaban a perder la belleza natural. Desde esa perspectiva, en
comparación con el fondo de colinas, árboles, bosques y cielo, el edificio
parecía grotesco.
Hawk encendió un fuego a la vez que me sentaba en una roca y
miraba los millones de estrellas. El trozo de cielo me llevó de regreso a la
granja de Cameron, excepto que aquí me encontraba mucho más cerca.
Cuando un poco del calor del fuego llegó a mis piernas, y me di
cuenta de que mi cita se hallaba sentado solo junto al fuego, me acerqué.
Me entregó una taza de hojalata. El olor de su contenido me quemaba las
fosas nasales. —¿Qué es esto?
—Whisky, creo. Bonita vista la de aquí arriba, ¿eh? —dijo con
sarcasmo.
—Casi perfecto. —Las luces del casino contaminaban el cielo.
—No siempre fue así. Cuando venía de niño, la única luz provenía
de las estrellas. —Hablaba de su tierra ancestral, la tierra donde cazaron,
viajaron y rezaron durante miles de años y en donde sus antepasados
fueron enterrados, incluidos sus bisabuelos. Después me contó sobre el
hombre blanco que quería construir una represa y un casino y prometía
trabajos y compartir ganancias. Algunos de los miembros de la tribu
habían gastado todo su dinero para luchar contra ellos, pero fue en vano:
el casino y la presa fueron construidos, se inundaron las tierras y la gente
se vio obligada a irse para encontrar trabajo—. Si todos nos vamos, ya no
podremos proteger la tierra. Tratamos de recuperar la independencia y
pensamos que lo lograríamos con tu hermano y los Cuervos. Pero solo
sirvió para sustentarnos por un tiempo. Operamos bajo sus términos.
Nunca fuimos libres. —Bebió un gran trago—. Y luego llegaste tú, Emily
Sheppard. Tuviste la idea más loca de unirte a otras bandas, de que quizá
no estábamos solos de verdad. Esa mirada en tus ojos era aterradora y
104
me encantó.
Recordaba llegar a su puerta con mariposas en el estómago,
nerviosa y emocionada, con ansias del futuro, sintiendo que finalmente
lo había descifrado. También rememoraba haber sido abatida. Entonces,
¿por qué Pops me echó?
—Porque le recordabas a tu hermano —dijo—. Cuando Bill murió,
su corazón se rompió. ¿Qué esperabas que hiciera cuando su hermana
pequeña apareció embarazada?
No pregunté cómo supo Pops sobre el embarazo en ese momento.
Poseía una clarividencia que no podía entender. —Pero me devolvió la
llamada. Cambió de opinión.
—No exactamente. En cuanto Cameron nos dijo que estábamos
fuera, Pops me hizo llamarte porque sentía que tú y la bebé se hallaban
en peligro. Cameron estaba a punto de meterse en un montón de mierda,
y cualquier persona relacionada con su persona, se hundiría con él. Mi
padre quería que tú y la bebé estuvieran cerca de nosotros para poder
mantenerlas a salvo.
Así que por eso no me presionó para presentar algún tipo de plan:
nunca tuvo la intención de que hiciera nada más quedarme con ellos.
—¿Has notado cuántas personas volvieron a la reserva de repente?
—preguntó.
Me di cuenta, aunque pensé que era normal que la gente volviera
a casa cuando se trataba de un lugar tan mágico.
—Por primera vez en mucho tiempo, volvemos a tener esperanza.
—Sacó un contender de su morral—. Dijiste que no presto atención al
negocio y tienes razón. Me doy cuenta de que no es justo de mi parte
esperar que arregles todo mientras me escondo en mi búnker con mis
plantas.
Cuando abrió la tapa, mis ojos se abrieron como platos. —Esas
son…
—Sí. Hojas arrancadas de mis plantas. Mis niñas hermosas.
No sabía si sentirme impresionada porque lastimó a sus plantas de
marihuana o porque ahora armaba el cigarro más grande del mundo con
ellas. Después recordé haber visto a Margaret preparar algo similar para
algunos de los miembros de la tribu que volvían a la tierra. —Tu mamá
me dijo que se supone que debes usar salvia…
—Es simbólico —dijo, y lo encendió. Se puso de pie, agitándolo para
que el humo nos alcanzara a los dos. Habló de dejar atrás el pasado, de
aceptar lo que era; de creer que las cosas y las personas podían cambiar,
y de creer que si él mismo podía cambiar, tal vez todo lo demás también
podría hacerlo. Entonces concluyó que, por el bien del cambio, iba a
renunciar a sus bellezas en favor de la mala cosecha. Luego arrojó el resto
105
de las hojas al fuego. Dejamos que éste se apagara antes de regresar al
casino.
Cuando volvimos, me sentía un poco borracha y drogada por el
humo de la fogata. La luz que se reflejaba en todo el maldito oro me hacía
daño a los ojos. Perdí de vista a Hawk y, de repente, me encontré en una
tienda de regalos en vez de la entrada principal. La portada de una revista
me llamó la atención porque las personas que me miraban fijamente
éramos Griff y yo. Miré el revistero y encontré más portadas con nuestras
fotos. Consideré la posibilidad de que probablemente estuviese bastante
drogada por la fogata y que todo estuviera en mi cabeza. Pero una señora
que examinaba el estante de golosinas miró el revistero y luego me miró
de pies a cabeza. Llevaba puesto el mismo vestido de la foto tomada por
los paparazzi en el club de campo de mi madre. La señora sacó su teléfono
y me tomó una foto.
Me las arreglé para contener el vómito hasta que estuve a salvo
fuera de las puertas del casino.
—¿Dónde has estado? —preguntó Hawk cuando finalmente regresé
a la camioneta.
Me estiré a un lado y volví a vomitar.

***
Soñé esa noche. Era la primera en la que Billy durmió más de
cuatro horas. La primera en la que pude dormir lo suficiente para soñar.
Mis sueños se hallaban llenos de imágenes distorsionadas del bosque, la
cascada y una botella de champán derramada. El rostro de Cameron se
cernía sobre mí y fue reemplazado repentinamente por el de Manny. Me
envolvió el cuello con las manos. Extendí los brazos para apartarla de mí,
pero solo conseguí tirar las mantas al suelo.
La luz creciente y grisácea del amanecer iluminó la esquina de mi
habitación donde se hallaba la mochila de Cameron. Me era tan familiar
como él lo había sido una vez. ¿Alguna vez mi corazón latiría sin dolor?
Repasé los últimos días de mi vida: la anticipación por volverlo a ver, solo
para que Joe saliera de la camioneta, y el enojo de Hawk conmigo, con el
mundo y con la vida y sus promesas de dejarlo ir, tirar lo viejo, empezar
de nuevo y esforzarse más, esforzarse en absoluto. Debía haberle costado
mucho ese tipo de promesa, y sabía que tenía la intención de mantenerla
porque si no fuera así, se arriesgaba a perderlo todo. Toda su tribu estaba
en peligro de perder. Era una cuestión de existencia o extinción.
Pensé en Griff y en mi promesa de reunirme con él en Montreal.
Pensé en las revistas de celebridades. El mundo parecía querer que
fuéramos una pareja. 106
Y luego Víctor, que quería... ¿Qué? Estar en la vida de mi madre,
en mi vida y en la de mi hija. Quería ser gobernador y luego presidente y
gobernante del mundo libre, como había dicho Joe. Quería que no me
metiera en problemas.
En cuanto a Cameron, ¿qué demonios quería de mí?
Con mis ojos en la estúpida mochila, me di cuenta de que ese era
mi problema. Había estado esperando que volviera y lo arreglara, fuera lo
que fuese, y me dijera lo que quería, porque lo que él quería era lo que yo
quería, ¿no?
¿Qué deseaba? Que Cameron nos quisiera a Billy ya mí. ¿Dónde
diablos estaba?
Los ronquidos de Meatball me dificultaron la tarea de ordenar mis
pensamientos.
Agarré la mochila, le di la vuelta para sacar los pañales adicionales
del compartimento principal y luego caminé de puntillas hasta que salí
de la casa.
El césped se hallaba cubierto de rocío y las hojas se me pegaban a
los pies descalzos. Encontré un par de trozos de madera seca y periódicos
viejos y los coloqué en la hoguera, como me enseñó Pops. Encendí el fuego
y observé cómo consumía la leña. Así como Hawk no podía hacer que las
aguas retrocedieran o que el casino y la presa desaparecieran, yo no podía
hacer que a Cameron le importara. Era imposible que dejara de amarlo,
pero tampoco podía hacerlo volver.
Estrujé la mochila de lona con las manos, cerré los ojos y la tiré
encima del fuego.
Entonces, ¿qué es lo que quiero?, me pregunté de nuevo, esta vez
con más fervor. Escuché el clic del bastón de Pops contra las piedras.
—Creo que tú y Hawk necesitan un anciano que les enseñe a hacer
fuego correctamente —dijo mientras acercaba un tronco para sentarse a
mi lado.
—No estoy haciendo una fogata. Es solo que ya no podía soportar
ver esa cosa. Me miraba desde la esquina de la habitación.
—Las cosas que no entendemos a menudo son las que más nos
persiguen. —Me entregó un palo y abrió una bolsa de malvaviscos—. No
le digas a Margaret.
—No le digas a Meatball —dije.
Perforamos un malvavisco con la punta de un palo y los vimos
asarse sobre la mochila. Me acordé de la vez que mi hermano y yo fuimos
enviados a una cabaña con unos miembros del personal y consumimos
una bolsa entera de malvaviscos en el lapso de unos minutos. Sentada
junto a Pops, pensando en mi hermano y viendo la bolsa desaparecer, de 107
repente sentí ganas de llorar. Soplé el fuego de mi malvavisco y le di un
mordisco. Cuando la azúcar refinada me golpeó las papilas gustativas,
recordé que mi hermano y yo vomitamos toda la bolsa.
—Veo mucho de tu hermano dentro de ti —dijo, como si supiera lo
que pensaba. Por supuesto que sí.
—Desearía que estuviera aquí. Que hubiera podido ver a Billy.
—Ojalá pudiera verte con ella.
—A veces desearía que hubiera más de él y menos de mí. Siempre
podía encontrar una salida a las situaciones imposibles.
—Pero tú, Emily, no eres tu hermano. —Tomó un mechón de mi
cabello entre dos dedos—. Veo azafrán.
No me había dado cuenta de que hablaba de forma literal. Nuestro
color de cabello era otra gran diferencia entre nosotros, aunque nunca
escuché a alguien describir mi cabello como azafrán. Zanahoria, tomate
y caca de gato, sí, pero nunca azafrán. Sonaba mucho mejor.
—Azafrán. El color del fuego —explicó, dejando caer mi cabello y
apuntando al fuego con su bastón—. El fuego no conoce límites. Rico.
Pobre. Todos son iguales ante sus ojos. Destruye sin discriminación. Pero
también permite renacer. Renueva. Y el aire lo alimenta.
Todavía fruncía el ceño ante el enigma cuando escuché un pequeño
gemido que provenía desde la ventana abierta de mi dormitorio. Justo iba
a levantarme, cuando colocó una mano arrugada sobre mi hombro.
—Yo me encargo —dijo.
Clavó su bastón en el suelo y gruñó al levantarse. —Eres capaz de
hacer grandes cosas, Emily Sheppard. Tu hermano era inteligente, pero
tú no eres él. Así que deja de intentar serlo. Tu fuego está chispeando.
¿Qué significaba eso? ¿Yo era el fuego? ¿O se suponía que era el
aire y mi hermano el fuego? ¿O solo se refería al fuego?
—Significa que tu fuego está chispeando —dijo, respondiendo a mis
pensamientos antes de cerrar la puerta principal.
Miré las brasas y deseé que dejara de hablar en clave. No era útil
para nadie, menos para mí. Entonces vi que el fuego chisporroteaba, no
de manera metafórica. Vi un brillo real. Tomé el palo y traté de arrastrar
lo que fuera lejos del fuego. Mi rama se incendió y cuando la alejé de las
llamas, sobre los leños ardiendo y el hollín, era apenas más larga que un
lápiz.
Cuando separé la cosa brillante de las cenizas, se veía cubierta de
hollín y no tan brillante, pero no había duda: era un anillo. Como una
idiota, lo recogí y me quemé los dedos. Luego lo pasé de una mano a la
otra hasta que se enfrió lo suficiente como para sostenerlo y hasta que
108
ambas manos tuvieron la misma cantidad de piel quemada.
Limpié el hollín con la manga de la camisa del pijama.
No era solo un anillo. Era un anillo de diamantes: con uno redondo
y naranja en el centro y otros brillantes y blancos alrededor de la banda.
Debía haber estado en la mochila. ¿Oculto en uno de los bolsillos?
Tal vez, aunque me sentía bastante segura de que la vacié por completo,
sin dejar pañales ni toallitas húmedas para bebés.
Pero conociendo a Cameron, seguramente tenía un compartimento
desconocido para esconder todos sus secretos.
Sonreía. Lo sentía en mis mejillas. ¡Dios, era un anillo hermoso!
Limpié el interior y encontré algo grabado.
Mi sonrisa se evaporó cuando leí la inscripción: “Mi t. Levanta la
vista”.
10
Traducido por Lisseth & Gesi
Corregido por Sofía Belikov

Estaba de pie en el gimnasio, rodeada de todos los trabajadores.


Hice que Hawk llamara a todos a primera hora de la mañana. Ahora que
nos encontrábamos todos reunidos, me di cuenta de cuánta razón tenía
Hawk: ahora éramos muchos más.
Todos me miraban, esperando. —¿Qué pasa? —preguntó alguien.
Podía sentir los nervios de todos allí, parados junto a las plantas
de marihuana, que parecían casi listas para ser cultivadas, a pesar de
109
que sus hojas no lucían del color adecuado. No olían como deberían ni se
sentían bien. Lo sabía ahora porque había empezado a escuchar a Hawk.
No sabía por dónde empezar. Tenía tanta energía acumulada. Mi
mente iba a mil por hora y saltaba de un pensamiento a otro, dividida,
pasando desde los rostros expectantes que me miraban, por el anillo que
arrojé al fondo del cajón de la ropa interior, hasta Griff.
Agarré una de las plantas en una maceta y la arrojé. Algunas caras
se estremecieron cuando se estrelló contra el suelo.
Griff me había llamado. Llamaba todos los días para reportarse; en
general por la noche, cansado, feliz y a punto de irse a la cama después
de un día duro de entrenamiento; pero esta vez, llamó a medio día. Debí
haberlo sabido. Cuando me devolvió el saludo, su tono sonaba brusco.
—Vi tu foto en las noticias esta mañana —dijo.
—Está bien —respondí, avanzando con cautela.
—Estabas en un casino de la reserva.
—Estuve allí anoche. Eso fue rápido. —Debieron pagarle bien a la
mujer que tomó la foto con su teléfono—. Aunque no estoy segura de por
qué saldría en las noticias.
—¡Porque todo el mundo quiere saber de ti! —exclamó—. Eres la
tendencia número uno en este momento. Los tabloides están pagando
miles de dólares por fotos tuyas. Tu padre era un malversador. Tu madre
está a punto de convertirse en la esposa de un gobernador. Tal vez en la
primera dama. Todo el mundo quiere saber acerca de la pobre chica rica
que está metida en todo esto y que rara vez ha sido vista. Em, acabas de
decirle al mundo entero dónde estás en este momento: a los tipos buenos
y a los malos; y todos se preguntan qué haces tú, Emily Sheppard, en esa
reserva, paseando por un casino. ¿Cómo, exactamente, vas a explicarlo?
Me puse a la defensiva entonces. —Vi un montón de revistas que
tenían fotos de nosotros. Una de ellas era del hotel, cuando estuvimos en
el balcón. Solo Gianni pudo haber tomado esa. Nos vendió.
—Yo también la vi y llamé a Gianni tan pronto como lo hice. Juró
por la vida de su madre que no fue él. Me envió todas las fotos que tomó.
Es obvio que la de la revista no fue tomada con su cámara. Todo el mundo
quiere tu foto. Podría haber sido cualquiera en ese hotel.
Griff sabía de la foto. ¿Por qué no me lo contó? ¿Y por qué me
importaba?
Suspiró como un niño de cinco años que negaba haber dibujado en
la pared. —Em, ¿le has dicho a Pops que te vas? ¿Has avanzado en lo de
conseguir los documentos para que tú y Billy puedan venir a Montreal?
—Pops ya lo sabe. Pediré una cita con un abogado para conseguir
la información de Billy sin llamar demasiado la atención.
110
Alguien murmuró algo en el fondo. —Me tengo que ir. Además, tu
madre ha estado llamando a mi gerente de nuevo. —Colgó.
De regreso al cultivo, los rostros que me miraban mostraban una
mezcla de asombro y alarma.
—Estas plantas son el legado de mi hermano —dije—. De él y de
los Cuervos. No nuestro. Estamos cultivando y creando algo que no es de
nosotros y que ni siquiera nos importa. Estas plantas crecen rápido y son
prácticamente inmunes a las enfermedades. Podemos venderlas, hacer
dinero en nada y continuar como siempre lo hemos hecho. Pero, ¿cómo
nos ha resultado hasta ahora? El dinero no cambia nada. Ni una maldita
cosa. Simplemente estamos recreando un pasado que nunca quisimos.
—Hablaba de Hawk y de su pasión. Sobre aprender del pasado y del otro.
Crear algo que nos apasionase. Sobre cambiar la historia de la tribu.
Me sentía como si hubiera estado hablando durante horas; mi boca
se sentía seca. Cuando terminé, todos permanecieron con la expresión
en blanco y los brazos caídos. Alguien tosió en la parte de atrás.
Entonces Hawk sonrió ampliamente y botó dos macetas a la vez,
seguidas por otro par. Luego volteó una mesa entera. Unos cuantos se
unieron a él y luego más, hasta que todos participábamos de la locura,
destruyendo una cosecha entera.
Con el sonido de las macetas al romperse, resonando en todo el
invernadero subterráneo, y la tierra y las hojas derramándose
sobre el suelo de concreto, mi mente por fin se centró en una sola
cosa: ¿quién demonios es T y por qué Cameron le compró un anillo?

***

Me encontraba acostada en mi cama con las piernas extendidas


contra la pared y el anillo entre dos dedos, sosteniéndolo hacia la luz del
sol. Hawk se dejó caer a mi lado.
—¿Es tuyo?
—No.
—Se ve costoso.
La luz se reflejaba en los diamantes. Los mosaicos del arco iris se
extendían por el techo.
Hawk se veía mucho más alegre estos días.
Trataba de evitar imaginar cómo sería que Cameron Hillard me
pusiera ese anillo en el dedo. Intentaba no imaginarlo de rodillas, quizás
con un discurso pequeño preparado o tal vez demasiado abrumado como
para decir algo. De forma inevitable, la cara de Griff apareció en mi mente,
111
junto con una oleada de culpa. Pensé en su sonrisa, que parecía ser solo
para mí, y su incapacidad para resistirse a tocarme tan pronto como me
hallaba cerca. El mundo parecía un poco más brillante, claro y simple
con él.
Me dio un calambre en el estómago.
—Tenemos que expandirnos —dije, levantándome y arrojando el
anillo en el cajón de la ropa interior—. Las cosechas tardarán un tiempo.
Hawk y yo llegamos a la conclusión de que, sin los proveedores de
droga de Cameron y sus conexiones, no sobreviviríamos lo suficiente
como para ver las ganancias de la marihuana. Esa era la pregunta del
día: ¿cómo haríamos las cosas sin Cameron?
—Necesitamos una red y proveedores. ¿Conoces a alguien?
—Mi padre conoce gente. No son proveedores, pero tal vez sean lo
suficiente como para comenzar una red. Excepto…
—¿Excepto?
—Excepto que significa que debemos poner a mi padre de nuestro
lado respecto a que trabajes con nosotros.
—¿Qué probabilidades hay de que eso pase?
—¿Qué probabilidades hay de que una rosa crezca en suelo salino?
Lo miré con la cara en blanco.
Gimió. —Tal vez pueda hacer que mamá lo obligue. Aunque eso no
arreglará nuestro problema de proveedores.
—Bueno, no tengo una mamá que pueda convencer a nadie de que
me dé algo.
—Sí. No espero que tu familia tenga demasiadas conexiones en lo
de las drogas. Quizás en temas de fraude. En lo de malversación, seguro.
Sin duda, en casarse con el diablo. No tanto con las drogas. Tu hermano
y tú eran, obviamente, las manzanas más podridas en ese hogar.
—Te sorprendería —le respondí, recordando una conversación que
escuché entre mis padres hace unos meses—. Al parecer, la familia de mi
madre solía administrar el imperio francés de heroína allá por los años
setenta. Parece que no caímos tan lejos del árbol.
Sus cejas se levantaron. —Eso explica mucho.
—Lo sé, ¿cierto? —contesté, con la voz entrecortada. Salté de la
cama, saqué una caja de cartón de abajo y la revisé—. Sé que lo puse por
aquí en algún lugar. ¡Ajá! —Saqué el directorio de mi madre, sintiéndome
como si acabara de desenterrar el tesoro de Hoxne.
Luego le envié un mensaje de texto a Joe: ¿Estás ahí? Necesito
hacer una llamada. Es algo importante, si me entiendes. ¿La línea es 112
segura?
Es imposible de rastrear. ¿A quién llamarás?
Marqué el número. Me temblaba tanto la mano cuando la línea
comenzó a sonar que tuve que sujetar el teléfono con ambas manos.
—¿Oui? —dijo una voz irritada.
Ahora ordena todos esos pensamientos en oraciones coherentes y
luego trata de traducir eso del español al francés. Debería haber tenido mi
discurso preparado por escrito y traducido.
La respiración del hombre resonaba a través de la línea, rápida e
impaciente.
—Busco a Xavier Tremblay —dije con un francés tembloroso.
—¿Oui? —repitió la voz, sorpresivamente con un nuevo nivel de
impaciencia. Era él, el hermano mayor de mi madre, mi tío Xavier.
—Ah. Oui. Buen día, señor. Es decir, tío Xavier. —¿Era posible que
estuviera empeorando en esto? Mis palabras se mezclaban en un gran
lío.
Hubo una pausa.
—Eres estadounidense, ¿cierto? —preguntó él con un fuerte acento
francés.
—Hola. Sí. Tío Xavier, soy Emily. Sheppard. Emily Sheppard. Tu
sobrina. ¿La hija de Isabelle?
Hubo otra pausa. Escuché una respiración más pesada. ¿Siquiera
me recordaba? No nos habíamos visto desde que era una niña.
—Me preguntaba si podría hablar contigo acerca de algo. Algo
importante y…
—No tengo nada que discutir con un Sheppard. —Colgó.
Me quedé de pie durante un largo rato después de que la línea se
cortara, sintiendo los ojos de Hawk en la parte posterior de mi cabeza. El
teléfono me vibró contra el oído. Joe seguía allí.
¿Vas a responder mi pregunta? ¿A quién necesitas llamar que
es tan secreto?
No importa, respondí.
Joe llamó. —¿Consideraste mi oferta?
—Mi respuesta es sí, pero necesito ayuda. —Ese era el eufemismo
del año.
—Dime con qué.
Dudé. —¿Seguro que no corremos peligro con esta línea?
—Cien por ciento seguro.
113
—¿Conoces a alguien que esté dispuesto a vendernos un buen
producto por poco dinero?
Hubo una pausa.
—Tendré que volver a llamarte —dijo y colgó.
Parecía que nuestra asociación había terminado antes de empezar.

***

Había algo indescriptible en el silencio que reinaba en la diminuta


casa en las primeras horas de la mañana. El aire se sentía tan denso y
silencioso que chocaba contra mí como si estuviera de pie en una sala
llena de gente, en un rincón. Era como estar rodeada de un millón de
fantasmas.
Pensé en Bill y Rocco. En el sabor de su último aliento. En lo que
habían sido y en lo que podrían haber llegado a ser. Los imaginé sentados
alrededor de la mesa de la cocina, erguidos y saludables. Los imaginé
mirándome y sonriendo mientras balanceaba a Billy en los brazos para
que se durmiera. Todavía era difícil recordar que el mundo, que yo, ya no
los tenía.
Me sentía aterrorizada en esas tranquilas horas de la mañana
rodeada de fantasmas, dándome cuenta de que el mundo que abusó,
consumió y escupió a Bill y Rocco era el mismo mundo en el que vivía mi
pequeña. El mundo en el que había tomado su primer aliento y en el que
tomaría el último. Y yo no tenía ningún control sobre él. No había nada
que pudiera hacer para cambiar eso.
En esos momentos, mientras el pánico asfixiante se alzaba contra
mi pecho, cerré los ojos y obligué a Bill y a Rocco a salir de la casa,
alejándome de los fantasmas.
—Sabes, ella tiene suerte de tenerte.
Abrí los ojos para encontrar a Pops junto a la encimera de la cocina.
Llenó la tetera y la colocó en la estufa. —¿Entonces por qué siento que le
estoy fallando?
—Porque no estás escuchando a tu corazón. —Asomó la cabeza por
la esquina, revisando el pasillo en busca de la policía de la salud, antes
de sacar una bolsa de regaliz de detrás del microondas. Margaret lo tenía
bajo una dieta estricta, baja en azúcar y colesterol, o como él lo llamaba:
la dieta del papel de lija. Creía que ella no sabía sobre los bocadillos que
escondía por toda la casa. Todo el mundo lo sabía, incluso Meatball, cuya
cabeza se hallaba en el armario debajo del fregadero, donde seguramente
buscaba las galletas de limón. 114
—Parece que cada vez que trato de seguir a mi corazón, una piedra
se interpone en mi camino. —Coloqué a Billy en el corralito de la sala de
estar y acepté el trozo de regaliz que me entregó Pops.
—No, todavía no lo sigues, Emily. Todavía vas detrás de lo que hizo
tu hermano y de lo que Cameron está haciendo. Tu cabeza te guía, no tu
corazón. El viento puede empujar la nube, pero solo el agua puede hacer
que llueva.
—No sé de qué hablas. No estoy haciendo lo mismo que ellos. Esta
vez, Hawk y yo estamos haciendo las cosas de manera distinta. —Creía
que la sonrisa permanente en el rostro de Hawk era prueba de ello.
—¿En serio? Puede que estén tomando un camino diferente, pero
la trayectoria los lleva al mismo bosque.
Una vez más, no tenía idea de qué hablaba. —Ojalá me dieras la
oportunidad de demostrarte que estoy yendo por el camino correcto. Lo
que estamos haciendo con Hawk se siente bien. Por fin siento que estoy
haciendo lo que siempre debí hacer. —Intentamos convencer a Pops para
que nos ayudara a organizar un canal de distribución a través de sus
conexiones entre las tribus, pero fue en vano.
—¿Se siente bien? —preguntó, llenando dos tazas de té.
—Sí.
—No estoy de acuerdo. Creo que solo tratas de mantener el ruido
lo suficientemente alto como para no escuchar lo que te dice el corazón.
—¡Voy por el camino correcto, Pops! —dije, levantando un poco la
voz. Recordé que Billy se encontraba durmiendo en la habitación del lado,
así que cogí aire y opté por un tono más calmado—. Simplemente necesito
tu ayuda para apartar la roca.
Me miró a los ojos. —Tarde o temprano se va a acabar el camino, y
entonces será demasiado tarde para dar marcha atrás.
—Ojalá confiaras en mí. Todo lo que pido es una oportunidad para
demostrarte que estás equivocado. Para demostrarte que las cosas serán
diferentes. No soy Cameron, y tampoco Bill. No voy a cometer los mismos
errores que ellos.
Hubo un largo silencio.
—Por favor —dije—. Danos una oportunidad.
Sacudió la cabeza. —La respuesta es no, y alguien ha llegado. —
Pops me miró fijamente.
Entonces Griff entró por la puerta principal.

*** 115
Con la misma rapidez con la que había denegado mi petición de
ayuda, Pops revocó su decisión tras recibir una llamada de una reserva
en Maine llamada Cuddle Cove. Ahora estábamos de camino al norte de
Maine, acurrucados en una oxidada miniván con Pops y Hawk delante,
Billy y Margaret detrás, Meatball en el maletero y Griff y yo en medio.
Luego de entrar por la puerta delantera, Griff se puso una mano en
el corazón y dijo: —No puedo hacerlo, Em. Si no vas a estar allí conmigo,
entonces voy a estar aquí contigo y con Billy.
Me arrojé a sus brazos.
En el poco tiempo que llevábamos separados, él ya se había
transformado en su forma de lucha, pero a un nivel que nunca vi en nadie
vivo ni muerto. Cada músculo humano y vena se presionaba contra la
piel, tensa y dura. Sentados en la miniván, era imposible estar tan cerca
y no sentirme desquiciada; no solo por su físico, sino porque tenía algo
nuevo, un salvajismo, o quizá un enfoque renovado. Su sonrisa tranquila
permanecía allí y seguía siendo el mismo Griff, pero a la vez no. No podía
detectar por qué.
Aunque su elección de momento podría haber sido mejor, lo había
extrañado.
—Entonces, ¿por qué nos vamos? —preguntó.
—Para visitar a un amigo de la familia.
—Oh —replicó, como la última vez que me lo preguntó. Entonces
sonó su teléfono por millonésima vez. Estaba reubicando a su equipo de
entrenamiento en Albany, para que no estuviéramos separados por tanto
tiempo mientras resolvíamos las cosas.
Teníamos mucho que resolver, pero no podía arriesgarme a que
Pops cambiara de opinión.
Salimos de la autopista y, después de una serie de caminos, nos
recibió el pueblo de Cuddle Cove. Nuestra camioneta se rodeó de niños
que lo buscaron ni bien se bajó. Sus hombros se relajaron gradualmente
y, en poco tiempo, se reía entre dientes y alborotaba algunos cabellos.
Aunque no era una reserva grande, parecía que todos habían venido a
vernos. Era un poco abrumador. Agarré a Billy con más fuerza cuando
reconocí a alguien en la multitud.
Griff le hizo un gesto a Gianni para que se acercara a medida que
decía: —Se suponía que hoy me reuniría con él para que pudiera tomar
fotos para su blog.
—¿Así que le pediste que viniera? ¿Aquí, de todos los lugares?
—Pensé que sería un buen sitio para que hiciera la entrevista, en
vez de un gimnasio apestoso. 116
—La última vez que lo vimos, nuestra fotografía terminó siendo
vendida a un millón de revistas de chismes.
—Ya te dije que él no tomó esa foto, y que tampoco la hubiera
vendido en caso de haberlo hecho. Le pedí que no te tomara ninguna, ni
a ti ni a Billy, y no tuvo problemas —dijo con la voz tensa—. Es solo un
niño, Em, dale una oportunidad. Si lees el artículo que escribió sobre
nosotros, verás de lo que hablo. Tuvo muchos comentarios positivos y
ahora tiene patrocinadores pagados para su blog. Necesita el dinero para
la universidad, ya que solo es él y su madre, y ella ya tiene dos trabajos.
Creo que yo podría haber resultado diferente si alguien como nosotros
me hubiera apoyado cuando tenía su edad.
—Quizás si hubieras tenido a alguien como nosotros, nunca te
habrías ido de Inglaterra y nunca nos hubiéramos conocido.
Me atrajo hacia él. —¿Es broma? Me habría educado y habría sido
lo suficientemente inteligente como para que quisieras casarte conmigo
de inmediato. Probablemente tendríamos un montón de niños ahora.
Me lo dijo a la ligera, pero sabía que había algo de verdad en sus
palabras. Él sentía que no era bueno para mí, pese a que era todo lo
contrario. Me incliné hacia él y lo besé en los labios. Cuando hubo un
rugido de risas y bromas provenientes de los niños, recordé dónde nos
encontrábamos y vi que Gianni ya estaba a nuestro lado.
La palmada amistosa que le dio Griff en la espalda lo envió dos
pasos hacia adelante.
Una mujer baja, quizás diez años menor que Pops, le dio la mano
y se abrazaron. Se soltó antes de que Pops la hubiera soltado del todo y
se giró hacia mí. —Estoy muy feliz de que hayan venido a ver a mi nieta.
Miré a Pops por encima de su hombro. —Al parecer, la nieta de
Enola ha pasado por una mala racha y le vendría bien tu guía.
No era lo que acordamos con Hawk, pero algo en su voz me atrajo.
Margaret tomó a Billy y Enola me cogió del brazo. Tuve que inclinarme
un poco para que pudiéramos caminar unidas.
—¿Cómo se llama tu nieta?
—Kaya. Tiene quince años, es terca y siempre está enfadada.
—No tengo mucha experiencia con adolescentes tercas y enojadas.
—Después de todo, yo misma me había comportado como una hasta el
año pasado.
—Estoy segura de que no, pero mi nieta te idolatra y está todo el
tiempo mirando fotos tuyas y leyendo artículos sobre ti en ese maldito
teléfono. Cuando leyó que estabas en la reserva de Pops, me pidió que la
llevara para conocerte. Le dije que no era algo que pudiera hacer, y me
dijo que haría una huelga de hambre, lo que sea que eso signifique. Esta 117
niña me tiene perdida.
Mientras recorríamos un sendero más allá del aparcamiento, Pops
nos flanqueaba pero permanecía inusualmente callado: no se le escapaba
ni un proverbio ni un pensamiento abstracto. No hizo ningún comentario
sobre lo hermosos que eran los árboles que se veían por el camino. Tenía
la mirada clavada al frente. Nos oía, pero no nos escuchaba: parecía muy
concentrado en algo que no podía ver. Una sensación extraña me hizo
cosquillas en la columna. La ignoré, decidida a seguir adelante con el
plan original en cuanto terminara de socializar con la adolescente.
Más allá del sendero, un grupo de casas de techo plano formaban
un pueblo que se ubicaba entre un lago y el acantilado de una montaña.
Era como si acabara de entrar en un sueño, como si el eco de mis pasos
fuera a lanzarme a la brisa. En tanto nos acercábamos a las viviendas y
negocios, pude ver que la mayoría se encontraban en mal estado y que el
pueblo parecía empobrecido. Regresé a la realidad.
Enola nos señaló una casa rodante con un pórtico cubierto que se
inclinaba por un lado.
Pops me agarró repentinamente del brazo y nos detuvo en seco. Su
rostro se contorsionó con ira. —Me hiciste traer a Emily aquí con un
engaño, Enola.
—No mentí.
—No me lo contaste todo por teléfono. Hay algo importante sobre
tu familia que olvidaste agregar.
El brazo que tenía entrelazado con el mío se tensó, como si fuera a
impedir que me fuera. —Temía que no vinieran.
—Tienes razón. No habríamos venido, no hubiésemos interferido.
¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?
—¡Dejó de comer! —Su voz retumbó a través del lago, y Hawk, Griff
y Margaret levantaron la vista desde el muelle, donde entretenían a los
niños lanzando un palo al agua para que Meatball lo atrapara—. ¿Qué
quieres que haga? Haría cualquier cosa por mi nieta, al igual que tú.
Una chica apareció en la puerta de la casa rodante. Era delgada,
más pequeña de lo que debería ser alguien de quince años. Los mechones
de su flequillo oscuro le colgaban sobre los ojos y ensombrecían su rostro.
Enola esbozó una sonrisa falsa. —Mira quién vino. La chica
Sheppard de la que no dejas de hablar.
Kaya se quedó incrédula, usando la manilla de la puerta de apoyo.
¿Cuánto tiempo hacía que no comía?
—Vamos a buscarte algo para comer —dije, y los dejé discutiendo.

118
***

Intentó arrastrarme a su habitación tan pronto entramos a la casa,


pero insistí en que comiera primero. Revisé los armarios y el refrigerador,
pero no había mucho. Con un asentimiento de cabeza casi imperceptible,
aceptó un emparedado de manquilla de maní y mermelada. La obligué a
dar dos bocados antes de aceptar seguirla hasta su dormitorio.
Por un momento, en tanto mi mirada saltaba de una foto a otra,
los únicos sonidos eran las risas de los niños junto al lago y las llamadas
de los colimbos que resonaban por el agua. Pops y Enola seguramente
continuaban con su discusión un poco más lejos para que Kaya no los
oyera.
—Odio este lugar. La abuela dice que se supone que este sitio es
parte de mí, pero lo odio. Tengo que encontrar a mamá para poder volver
a nuestra vida en la ciudad. Tú, más que nadie, sabes a lo que me refiero.
Estás en el mundo real. Allí es donde pertenezco. Es parte de mí y es a lo
que quiero regresar.
¿Cómo podía empezar siquiera a explicarle que no sabía nada de
ese supuesto mundo real? En donde crecí, lo falso era verdadero y cuanto
más crecía, más me daba cuenta de que había más cosas falsas que
reales. —¿Dónde está tu madre?
Sentadas en la cama, hablamos sobre Helen, su madre. Solo eran
ellas dos. Solían mirar vidrieras y colarse en el cine. La crió sola en la
ciudad. Trabajaba de mesera por las tardes y de empleada doméstica en
un hotel por las noches. Pero una mañana no regresó a casa y a la policía
no le importó.
Sostuvo el emparedado frente a su boca, pero se contuvo de dar
otro bocado. Me miró a los ojos. —Puedo oír a mi abuela llorando por las
noches, ¿sabes? Piensa que no puedo escucharla, pero sí la escucho. Mi
madre está desaparecida y lo único que hace al respecto es llorar. Ni
siquiera me habla sobre ella, como si no estuviera perdida, como si nunca
hubiera existido. Es por eso que la engañé para que te trajera aquí. Para
que puedas ayudarme.
—Parece que tu abuela te quiere mucho.
—Sé que lo hace —dijo con un suspiro—. Pero quiero que mamá
regrese.
Después de prepararle otro emparedado, la convencí de salir a
tomar un poco de aire fresco. La palidez verdosa de su piel y los círculos
oscuros bajo sus ojos me alarmaban.
Margaret y Enola se encontraban sentadas en una mesa de picnic
y se inclinaban sobre Billy, que bebía de una mamadera. Pops se hallaba
bajo un árbol con la cabeza de Meatball en su regazo. Mantenía la mano
119
apoyada en su cabeza mientras hablaba. Meatball permanecía inmóvil,
como si estuviera escuchándolo, aunque era más probable que estuviera
esperando que sus dedos se movieran al sitio detrás de su oreja que
siempre le picaba.
Griff aún se veía rodeado de niños. Se reía lleno de alegría mientras
curvaban sus bracitos para mostrarles sus músculos. Gianni estaba a
unos metros, capturando todo con su cámara. Noté que la apartó cuando
salimos con Kaya, para que no saliera en las fotos.
En lo alto de los pinos, las ardillas saltaban de rama en rama,
haciendo que las piñas cayeran al piso. Sobre el agua del lago, las
gaviotas volaban en círculos. Hawk hablaba con un pescador en el
muelle.
A pesar de la vida frente a ella, Kaya tenía la mirada vacía.
—Dijiste que engañaste a tu abuela para que me trajera a aquí.
¿Qué quisiste decir?
—Nadie me ayuda. Soy a la única que le importa que mi madre esté
desaparecida. Incluso mi abuela no hace nada. La policía no me escucha.
A sus ojos, solo soy una niña y mamá es solo otra india.
—Haré todo lo posible por ayudarte, pero no estoy segura de ser la
persona adecuada. No soy policía.
—Tienes conexiones. Vi una foto de tu familia. Tu padrastro, Víctor,
es parte de la policía. Podría ayudar, ¿verdad?
Me estremecí ante la unión de las palabras Víctor y padrastro y ante
la idea de pedirle ayuda a Víctor, cualquier cosa. Entonces le miré los
ojos hundidos, de un castaño oscuro, como los de su madre. —Déjame
ver qué puedo hacer.
Entrecerró los ojos al mirar a Griff. —¿Ese es…?
—Sí, es Griffin, el Luchador Connan. ¿Te gustaría que te lo
presentara?

***

Hawk había reunido a algunos ancianos y ya iba de camino a


unírmeles cuando mi anciano me alcanzó.
—No tienes que preocuparte por estas cosas con Kaya —dijo Pops.
—¿Cosas? ¿Te refieres al grito de ayuda de una niña?
—No hay nada que puedas hacer. Déjalo.
No podía creer lo que oía: Pops me prohibía ayudar a los indefensos.
—Si puedo ayudar, lo haré. No estoy segura de cómo, pero lo haré.
120
Por un momento, ninguno de los dos habló. Reducimos la velocidad
considerablemente hasta que se detuvo por completo y se apoyó en su
bastón con ambas manos, con los hombros encorvados hacia adelante y
la respiración entrecortada. Deseaba aferrarme a él, como si fuera a
desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
—Tienes un buen corazón, Emily Sheppard. Pero te pido que te
mantengas al margen de esto porque tienes cosas mejores en las que
centrar tu atención. Cosas que pueden cambiar. Deja a los espíritus en
paz. Tienes que considerar el futuro de tu hija.
Habría sido muy fácil entrelazar mi brazo en el suyo, regresar a la
camioneta y olvidarme de todo. Decirle a Kaya que no había nada que
pudiera hacer para ayudar, algo que probablemente era verdad. Hubiera
sido fácil olvidar la razón por la que vine, mi propósito. Hawk lo superaría
tarde o temprano. Al igual que Kaya, supuse. Tenía una abuela que era
obvio que se preocupaba mucho por ella, lo suficiente como para llevarme
a mí, una completa extraña, a verla.
Los observé desde una distancia corta. Kaya se encontraba sentada
en la entrada de la casa de su abuela mientras conversaba con Gianni.
Compartían sonrisas tímidas, los dos evitando mirarse directamente.
Hawk paseaba por la plaza del mercado, donde se hallaban reunidos los
ancianos.
Sí, seguirían adelante.
¿Y yo podría hacerlo?
Miré a mi alrededor, hacia la belleza del lago, las montañas y los
árboles. Presté atención a los hogares que rodeaban la belleza: viviendas
deterioradas que la mayoría habría pensado que estaban abandonadas.
Pero eran sus casas. Pensé en las fotografías de la madre de Kaya en las
paredes, cuyos bordes se levantaban con el viento que entraba por las
rendijas de las ventanas, la cama con mantas viejas, el piso con trozos
de alfombra remendados y los resortes que sobresalían de los cojines del
sofá en el que dormía su abuela.
¿Cómo era posible tener tanta riqueza y tanta pobreza al mismo
tiempo? Era imposible que alguien como yo lo imaginara; sin embargo,
estaba justo frente a mí. Para Kaya, su abuela y Cuddle Cove, era real.
Cuando me vibró el teléfono en el bolsillo, miré la pantalla y luego
volví a guardarlo. Me acerqué a Kaya y Gianni.
—¿Están listos? —les pregunté a ellos y a mí, y esperé a que se me
unieran dentro de la casa. Hawk tendría que esperar un poco más.

121
11
Traducido por Miry
Corregido por Pame .R.

A las dos de la madrugada de un martes, debía llegar nuestro


cargamento de drogas.
Hawk y yo esperábamos, temblando junto al arroyo en la cueva; la
ocasión trascendental de recibir mi primer envío de drogas se perdió en
mis pensamientos. Era la misma caverna subterránea a la que Cameron
y yo descendimos el año anterior. Pasé mi tiempo charlando con Pops,
que era el adversario entonces, y viendo a Cameron y Hawk discutir sobre
122
el envío. Ahora tenía a Billy, era parte de la familia de Pops y Cameron
no se hallaba por ningún lado.
Deseé que Hawk interrumpiera mis pensamientos con cualquier
tipo de plática, pero parecía estar perdido en sus propios pensamientos.
Ni un minuto después de las dos en punto, nuestro primer pez salió
a la superficie, y Hawk suspiró de alivio. —Por fin estamos de vuelta en
el negocio —murmuró.
Nos tomó a ambos llevar el cargamento a la orilla. Con un cuchillo
del tamaño de mi antebrazo, Hawk me mostró cómo cortar la grasa del
exterior sin dañar la mecánica del pez robótico. Tripas en forma de bolsas
de plástico se esparcieron por el suelo de la gruta. Apenas tuvimos la
oportunidad de sacar las bolsas antes de que el siguiente pez saliera del
agua y luego viniera un tercero.
Me hallaba en la reserva de Cuddle Cove cuando recibí el mensaje
de Joe, que simplemente decía: Creo que tengo algo.
Su mensaje no podría haber llegado en un mejor momento, ya que
estuve contemplando renunciar a todo el plan e irme a casa. No era
mucho, pero era suficiente para seguir adelante y no rendirme.
Después de volver a guadar el teléfono en mi bolsillo, lograría más
en el lapso de unas pocas semanas que desde el nacimiento de Billy,
comenzando con Kaya. Gianni y Kaya se unieron a mí en la casa y le pedí
a Gianni que sacara su cámara. Grabó mientras Kaya y yo hablábamos
de su madre. En un principio, le hice muchas preguntas, tratando de que
hablara, y no tardó mucho en abrirse, como lo hizo antes, cuando éramos
solo nosotras dos. Incluso pude convencer a su abuela para que hablara
frente a la cámara sobre su hija y su vida al crecer. Ella dejó la reserva
no porque quisiera, sino porque tuvo que hacerlo para encontrar trabajo.
Dejé a Gianni con Kaya para mostrarle los alrededores, tomar fotografías
de Cuddle Cove y hablar con los miembros de la tribu. Gianni me aseguró
que no habría fotos de Billy, y confiaba en que fuera así.
Luego me reuní con los ancianos que Hawk reunió. Encontré a la
mayoría con los brazos cruzados sobre el abdomen, sin mirar a Hawk.
Las miradas parecían centrarse en un hombre igualmente desconectado.
Decidí entonces que necesitaba llevar mi atención a dicho hombre.
Parada entre ellos, mi boca se volvió más seca que el cemento en
polvo, y pensé: ¿Qué diablos hago aquí? Esperaron a que dijera algo en
tanto miraba por la ventana. Vi a Margaret cargando a Billy como si fuera
la carga más preciada, y lo era. Buen Dios, yo era madre. ¿Qué diablos
hacía hablando de poner en marcha una red de drogas, cuando debería
haberme centrado en llevar a Billy al mejor preescolar que el dinero podía
ofrecer? Una buena madre habría hecho eso.
—Mi hermano, Bill, murió de una sobredosis —dije con la mirada
todavía en el cristal de la ventana—. Las drogas son ilegales; hay leyes
123
para impedir que la gente venda drogas, y hay leyes que encarcelan a los
que las consumen. Se gastan miles de millones de dólares en la llamada
guerra contra las drogas. —Dirigí mi atención al líder, y él me devolvió la
mirada—. Sin embargo, mi hermano, Bill, murió de una sobredosis de
drogas. Mi familia tenía los medios para detenerlo, supongo. Él fue a las
mejores escuelas; tenía todo lo que podría haber querido a su disposición.
A pesar de todo, eligió un camino diferente. Uno que algún día lo llevaría
a su último aliento y una aguja en su brazo. Él no quería morir. Al menos
no creo que lo haya querido, pero eso no cambia el hecho de que murió a
causa de una sustancia ilegal en la que gastamos tanto dinero y esfuerzos
para detener.
Hice una pausa y miré a cada uno de ellos, sorprendida por el
sonido de mi propia voz. Hablé de mi hermano, pero no hubo temblor en
mi voz. Sentí que mi corazón latía con fuerza, pero se sentía fuerte. Me
sentía fuerte. —Las drogas no desaparecerán, y los tipos malos, los tipos
que solo les importa sus resultados y no se preocupan por la basura que
envían a las calles o quién la compra, van a seguir enriqueciéndose. No
podemos evitar que hagan eso. Dios sabe que lo hemos intentado. Pero
lo que podemos hacer juntos es darles a las personas que eligen consumir
drogas una alternativa, un producto mejor, más barato, y controlaremos
a quién le vendemos y quién puede comprar el producto. Nos uniremos a
otras bandas del país; todas las decisiones se tomarán en conjunto.
Juntos haremos dinero, y el dinero que ganemos va a servir para traer de
vuelta a su gente a la tierra que es suya. Sus hijos no tendrán que irse,
porque aquí mismo habrá trabajo para ellos.
Me permití un momento para mirar hacia la ventana. —Las drogas
seguirán aquí después de que todos estemos muertos, y eso me asusta
porque ahora soy madre. Tengo una niña pequeña y me asusta pensar
que este es el mundo en el que tiene que crecer. Será mi responsabilidad,
como madre, enseñarle los peligros de los narcóticos, del alcohol, de
conducir mientras envía mensajes de texto o conducir demasiado rápido,
y de hablar con extraños. Ese es mi trabajo. Solo tengo la esperanza de
hacer un buen trabajo.
Cuando acabé con mi parte, el líder, cuyo nombre era Norman, se
me acercó. —No se permiten drogas en esta tierra. Cosechamos nuestras
medicinas de la tierra, y mientras mis ancestros han vagado por aquí, las
drogas del hombre blanco no han sido bien recibidas. —Tragó saliva—.
Hace dos años, encontré a mi hijo Jordan desmayado en el cobertizo. Fue
una sobredosis de drogas. Algo que los médicos llamaron fentanilo, la
cual al parecer se hizo en el sótano de alguien en China. Tenía dieciséis
años y era la primera vez que intentaba algo así. Murió dos días después
que lo encontré. —A medida que sus palabras se asimilaban, comprendí
que algo significativo sucedía.
—¿Dónde está el resto? —preguntó Hawk cuando los peces dejaron
de venir.
124
—Eso es todo, creo.
—Tienes que decirle a tu fuente que necesitamos más. Solíamos
obtener mucho más con los Cuervos.
Hawk y yo ya habíamos acordado que no revelaría mi fuente de
drogas. No era cuestión de no confiar en Hawk; era cuestión de protegerlo
a él y proteger a mi fuente, porque mi fuente era Joe.
Mientras separábamos el inventario, lo marcábamos con nuestra
nueva marca y lo preparábamos para el envío, Hawk y yo discutimos.
Entre Joe y Cuddle Cove, solo teníamos una pequeña red de distribución.
Quería adoptar un enfoque cauteloso: solamente pedir lo que pudiéramos
mover de inmediato y ponerlo en el mercado a través de las personas que
conocíamos y en las que confiábamos. Hawk quería aumentar nuestra
red rápidamente y ya había programado más reservas que querían hablar
con nosotros. Él quería que aumentáramos nuestros pedidos de drogas
ya mismo para tener un suministro listo tan pronto como contratáramos
nuevos socios. Pero eso significaba que tendríamos drogas almacenadas
en la reserva, lo que me ponía nerviosa.
Ambos investigamos un poco sobre cuál sería nuestro supuesto
producto. Con la cosecha de marihuana, no solo cultivábamos la nuestra;
creábamos algo que nadie más podía crear, poniendo un producto en el
mercado como ningún otro, algo de lo que pudiéramos estar orgullosos.
Pero crecer tomaba tiempo, y crecer de la forma que Hawk siempre
había soñado, sin las hormonas de crecimiento de los Cuervos, tomaba
incluso más tiempo. No sería suficiente para mantenernos a nosotros ni
a los socios que trajimos.
Cuando Joe me preguntó qué quería, tenía una respuesta lista para
él: Icatibant. Penicilamina. Blincito. Para comenzar. Medicamentos que
las grandes farmacéuticas estaban haciendo imposibles de conseguir sin
obligar a las personas a elegir entre poner comida en la mesa y respirar.
Eso estaba a punto de cambiar, al menos en el territorio de Cuddle Cove
y el territorio que Joe encontró para que nos infiltráramos.
A pesar de nuestra discusión, Hawk me rodeó con un brazo cuando
terminamos. —Sabes, tu hermano habría pedido cuatro veces la cantidad
antes de tener un lugar donde venderlo. No sé cómo llamarías a eso. ¿Un
soñador? ¿Un vaquero?
Tenía razón. Mi hermano habría pedido todo lo que pudiera y
habría encontrado la forma de venderlo todo en poco tiempo. Se convirtió
en magnate de las drogas y multimillonario antes de los veinte años. Pero
al final, pagó el costo por ello. Al tomar riesgos medidos y hacer las cosas
de manera diferente, esperaba que todos pudiéramos evitar su destino.

***
125
Pops no me dirigía la palabra desde Cuddle Cove. Supuse que no
debía molestarme tanto, ya que Griff y Hawk recibían la misma frialdad.
Pero me molestaba. Me dolía que no creyera en mí y no creyera que podía
ayudar a la gente y organizar asociaciones exitosas. Dolía que de alguna
manera lo decepcionara. Ya apenas me miraba; en cambio, desaparecía
en el bosque durante horas o entornaba los ojos por encima de mi cabeza,
como si yo fuera un problema que no podía resolver. La tensión aumentó
tanto que acepté la idea de Griff de visitar a mi madre para que dejara de
llamar a su representante. —¿No sería más fácil simplemente darle tu
número de teléfono? —me preguntó. No sería más fácil para mí.
Desde el portón, el nuevo hogar de mi madre era imponente. Había
un muro de piedra de dos pisos que rodeaba la finca. Torres de piedra
flanqueaban la puerta principal, que se hallaba hecha a medida para un
gigante de tamaño mediano. Con las paredes circundantes, esto se sentía
inexplicablemente extraño, como estar en el nido de un dragón o en una
institución mental. Cuando Griff tomó mi mano entre las suyas, la apreté.
Apretó en respuesta.
Me sorprendió encontrar a mi madre abriendo la puerta ella misma,
en lugar de un mayordomo o una criada. Después de mirar por encima
de mi hombro con una mirada de decepción, nos llevó a una sala de estar,
un salón que se hallaba lo suficientemente ornamentado como para hacer
sonrojar a un príncipe saudita.
—Me entristece que no hayas traído a Billy —dijo a la vez que nos
pedía que nos sentáramos.
La miré. Sorprendentemente, parecía sincera. —Es demasiado lejos
para que ella viaje —respondí, haciendo eco de las palabras que me dijo
Pops. Insistió en que dejáramos a mi hija con ellos. En ese momento, me
sorprendió tanto que me dijera algo directamente que no pude pensar en
ninguna razón para contradecirlo. Ahora que me encontraba ahí en el
Asilo Arkham, me alegraba de haber dejado a Billy a salvo en casa.
Los pasos de mi madre resonaron por la habitación mientras iba a
servir el café.
El silencio me ponía la piel de gallina. Aparte de nosotros tres y los
guardias de aspecto aterrador en las puertas, no vi a ningún otro ser
humano en el castillo de Drácula. Mi madre solía venir con una caravana
de personal para atenderla.
—Este lugar es agradable —comentó Griff con todo el entusiasmo
que pudo reunir.
—Las empresas subsidiarias de tu padrastro lo compraron el año
pasado —dijo mi madre. 126
El café se fue por el agujero equivocado. Me las arreglé para toser
el líquido caliente de vuelta a su entrada legítima.
—Aunque, como puedes imaginar, tenemos que ser selectivos en
cuanto a quién invitamos aquí. Con el entrante cargo de tu padrastro —
de nuevo con esa palabra— como gobernador. Lo último que necesita es
que los demócratas se enteren de este lugar. Eso sí, ha tomado todas las
precauciones necesarias. Tenemos un pequeño pied-à-terre en Nueva
York como residencia principal, y él conserva un personal mínimo cuando
estamos aquí. Solo aquellos en los que realmente puede confiar.
Supuse que el comentario de mi madre pretendía halagarme como
alguien en quien se podía confiar para que no le hablara de más a los
votantes estadounidenses.
Mi madre siguió mi mirada hasta una pila de revistas sobre la mesa
de café. —Tu padrastro y yo hemos seguido todas esas historias sobre ti.
¡Qué marca estás dejando en el mundo! Mucha gente interesada en cada
uno de tus movimientos. De todas las causas a las que se debe adjuntar
tu nombre, la difícil situación de los nativos americanos… qué causa tan
brillante para emprender.
¿Era eso lo que hacía? ¿Asumir una causa?
Mientras consideraba eso, Víctor entró en la habitación. La única
razón por la que accedí a venir fue porque me dijeron que no estaría aquí.
Tenía la esperanza de hablar con mi madre a solas y contarle la verdad
de todo lo que sucedió y todo lo que sabía sobre el hombre.
Lo observé cruzar la habitación, y mi cuerpo se volvió tan rígido
que no estaba claro si me encontraba a punto de huir o atacar. Llevaba
un traje azul marino a rayas finas. Entró y besó a mi madre en la mejilla.
—Me disculpo por el retraso. Terminaba una llamada telefónica —
dijo, aflojándose la corbata, inclinándose sobre sus rodillas.
Además de notar cómo la mano de él descansaba sobre su rodilla
flaca y desnuda, y cómo la mano de ella descansaba sobre la de él, noté
lo sonrosadas que estaban sus mejillas, el brillo de sus ojos y lo alerta y
llena de energía que parecía.
Después de una charla que no escuché, Víctor me dijo que él y mi
madre habían seguido la historia de Kaya. —Planeo poner a mis mejores
hombres en el caso para encontrar a su madre —aseguró.
—Si por tus mejores hombres, te refieres a tu equipo de policías
corruptos, no, gracias.
Un jadeo vino de mi madre. —¡Emily!
Un hombre demasiado grande y temible para ser un ama de llaves
trajo un par de bandejas de pequeños sándwiches y pasteles, y mi madre
cambió el tema de regreso a Billy. 127
Griff negó con la cabeza. —No puedo creer lo rápido que crece. El
tiempo realmente vuela.
—Es una niña afortunada de tenerte como su figura paterna —
comentó Víctor.
Mi madre se llevó una mano a la boca. —Oh, eso me recuerda. Por
fin conocí al padre de Billy.
El hielo fluyó por mis venas.
Víctor elevó la ceja hacia mi madre. —Solo es el padre biológico.
—Cameron, ¿verdad? Un hombre horrible. Y recuérdame, querido.
¿Cómo se llamaba esa mujer con la que estaba? ¿Monique? ¿Michelle?
Víctor me miró fijamente. —Creo que era Manuela, querida.
—¡Oh, es cierto! Me parece que la llamó Manny para abreviar. Su
prometida, creo.
Víctor me guiñó un ojo. —Oh, lo dudo. No creo que sea del tipo que
se casa. Algunos paganos no pueden ser reformados, a pesar de los
esfuerzos de todos los ángeles del cielo.

***
Con mis dedos clavados en la encimera del baño, hacía todo lo
posible para no vomitar sobre el lavabo de oro de mi madre. En mi prisa
por ir al baño, olvidé cerrar la puerta y ella entró.
—¿Hiciste eso a propósito? ¿Para intentar lastimarme? —la acusé,
lo que la detuvo antes de tocarme el hombro.
—Lastimarte nunca es mi intención —respondió prácticamente con
sinceridad—. Le pedí a Víctor conocerlo… a Cameron. Necesitaba ver la
cara del hombre que le lavó el cerebro a mi hija. No me di cuenta de que
tenías sentimientos por ese hombre. Habría pensado que después de todo
lo que te ha hecho…
—No sabes nada.
—Lo sé todo, Emily. —Dijo todo como si hubiera descubierto el
sentido de la vida—. No hay secretos entre Víctor y yo. Ni uno. Me contó
todo sobre su vida delictiva. Tiene muchos problemas, Emily, pero ha
sido completamente sincero conmigo y está tratando de cambiar. Creo
que puede cambiar.
La tomé por los hombros. —Mamá, tienes que alejarte de él. Te va
a matar. Vine aquí para sacarte y llevarte conmigo. ¿Te dijo todo? ¿Te dijo
que intentó violarme? ¿Que lo habría hecho si no le hubiera apuntado
con un arma? ¿Te dijo que él era el responsable de la muerte de Bill? ¿Te
dijo…?
128
La aparición de Víctor en la puerta del baño me quitó la voz.
Mi madre se puso de pie y su mirada iba y venía de Víctor a mí.
Agarré su muñeca y tiré de ella hacia la puerta, planeando atravesar a
Víctor con mi hombro si era necesario. Pero mamá no se movió. Tiré con
más fuerza, y ella tiró de su muñeca hacia atrás y la sostuvo contra su
pecho para que no pudiera agarrarla de nuevo.
—¡Emily! ¡Detén esto de una vez! No puedo creer que intentes
arruinarme esto después de todo lo que he pasado. Víctor me advirtió que
intentarías esto. Que intentarías separarnos con tus mentiras.
—¿Mis mentiras? —repetí con incredulidad— ¡Es un asesino de
niños!
Me abofeteó y mi visión se nubló por las lágrimas.
Griff apareció detrás de Víctor. Pasé junto a los tres y me dirigí a la
puerta principal.
Justo cuando llegué al auto, Víctor me acorraló contra el vehículo
para que no pudiera moverme. —Ella nunca te elegirá —me dijo con una
sonrisa—. Tu madre no tiene nada, y yo le doy todo. Es lo suficientemente
inteligente como para darse cuenta de eso. Pero intenta algo así otra vez,
trata de quitármela y los destruiré a ella, a ti y a todo y a todos los que
amas, especialmente a esa hija bastarda tuya.
La puerta principal se abrió y me soltó. Cuando Griff llegó al coche,
el rostro de Víctor cambió y mostró su sonrisa de político. Se agarró a la
puerta del vehículo. —Creo firmemente que algunas personas no tienen
salvación y que Cameron es una de ellas —dijo lo más alto posible para
que Griff pudiera escuchar—. Tal vez crees que conociste a este hombre
una vez, pero te aseguro, Emily, que el hombre que conocías ya no está
ahí. Tienes suerte de haber escapado de este mundo por ahora, pero este
mundo finalmente vendrá a buscarte, porque tienes algo de él: una hija.
Vendrá por Billy y destruirá a cualquiera en su camino. A tu madre y a
mí nos gustaría ofrecer pagar por tu seguridad.
—¡Vámonos! —le grité a Griff.
Griff pisó el acelerador y Víctor se vio obligado a retroceder o ser
atropellado.

129
12
Traducido por Ivana & Sofía Belikov
Corregido por Pame .R.

Era difícil fingir que me sentía bien después de que mi madre lo


eligiera a él antes que a mí, y lo que dijeron sobre Cameron no significaba
nada para mí. Sabía que cualquier tipo de reacción lastimaría a Griff, y
mi salida corriendo hacia el baño no pasó desapercibida. Ya le hacía
daño… de nuevo. Podría haberme sentado y hablar sobre la locura de mi
madre, mantener mis ojos en el camino por delante y mantener mi mente
alejada de Cameron, excepto que no podía dejar de pensar en el hecho de 130
que mamá eligió a Víctor antes que a mí, Cameron eligió a Manny antes
que a mí, y el anillo que encontré en su mochila probablemente había
sido para Manny. Fingir cualquier cosa sobre el dolor abrasador en mi
interior era imposible. Sin embargo, lo intenté por el bien de Griff. Miré
hacia adelante y tomé respiraciones medidas.
Inhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Exhala. Una. Dos. Tres.
Cuatro. Cinco. Inhala.
Griff encendió la radio y me tomó la mano. Nuestros dedos se
entrelazaron y mis ojos se llenaron de lágrimas. Permanecimos así hasta
que regresamos a la casa de Pops y Margaret.
—Tienes una opción, Em —dijo Griff a medida que caminábamos
por la entrada—. Puedes seguir con tu vida como hasta ahora, o puedes
volver a llorar por él. Pero para que lo sepas, ya he hecho mi elección. Te
elijo a ti. No importa lo que elijas hacer, estaré ahí para ti. Incluso si no
me eliges. Incluso si me mata.
La ventana de la sala de estar se hallaba abierta y podíamos oír a
Billy gorgoteando felizmente en algún lugar adentro. Hawk cruzó la sala
de estar. Pops tosió. Los platos resonaron en la cocina.
—Por mucho que me asquee admitirlo, Víctor tiene razón. Cameron
volverá porque eres algo que él ve como su propiedad, y también tienes
algo que es parte de él. Algo que tal vez pueda usarse en su contra. Va a
volver por ti y por Billy, o volverá solo por Billy. ¿Qué vas a hacer cuando
vuelva? Has hecho muchas cosas buenas aquí, Emmy —dijo, alcanzando
la puerta mosquitera—. Muchas cosas buenas para otras personas, para
Billy y para ti. No dejes todo eso atrás. No te desmerezcas porque él decide
que quiere recuperar su propiedad. Porque que te pierdas a ti misma de
nuevo me entristecería más que no ser tu elección.
Cuando abrió la puerta, Meatball salió disparado, casi tirándome
del porche. —De cualquier manera, es tu vida y es tu corazón. Eres la
única responsable de dejar que se rompa.

***

Me encontraba en mi habitación cuando Hawk apareció en la


puerta. Había vuelto a mi posición: brazos y piernas extendidas sobre la
cama, la cabeza colgando sobre el borde, el anillo de diamantes a la luz
del sol. Aunque miraba el anillo bajo una nueva luz ahora, como un amigo
distanciado.
—¿Tuviste una pesadilla anoche? —preguntó—. Estabas gritando.
Me sorprende que no hayas despertado a Billy.
—Es una pesadilla recurrente. Probablemente Billy lo ha estado
escuchando desde la concepción, así que ya dudo que le moleste. 131
—Supongo que es mejor que escucharte dando vueltas por la casa
toda la noche.
No estaba tan segura. Dormir era algo que mi cuerpo necesitaba,
pero algo demasiado aterrador para mi mente.
Estornudó. Luchaba contra un resfriado; de lo contrario, habría
estado cuidando las nuevas plantas. —Si sigues jugando con ese anillo,
lo perderás.
Lo lancé y él lo atrapó. —Empéñalo. Probablemente valga algo.
Lo miró. —Vale más de lo que jamás veré en mi vida.
Con mis ojos fijos en el techo manchado por la humedad, pregunté:
—¿Alguna vez sientes que reproduces un tocadiscos? La canción puede
ser diferente, pero ¿sigues en el mismo bucle de vinilo?
Se dejó caer a mi lado y de repente tuve un recuerdo de Rocco
haciendo lo mismo. Cerré los ojos y entrelacé mis dedos sobre mi cabeza.
Sentí que comenzaba un dolor de cabeza, como un chorro de gasolina
encendiéndose detrás de mis ojos.
—Los trabajadores preguntan dónde estás —dijo Hawk.
Pasé de adicta al trabajo a ermitaña desde que regresé de casa de
mi madre hace uno o dos días.
La casa se encontraba en silencio. Billy dormía la siesta, arrullada
por los ronquidos de su compañero de siesta, Meatball. Pops y Margaret
salieron a visitar a la familia, Griff se había ido a una gira promocional
de una semana y Hawk descansaba inquieto como solía hacer Rocco.
Lanzó un suspiro. —Pensaba en darte esto. Pops me repudiaría si
supiera que te lo he dado.
Algo aterrizó en mi cara: un trozo de papel arrugado.
Cuando lo abrí, vi una dirección, fecha y hora escritas en él. —No
entiendo.
—Lo encontré para ti.
Me tomó un momento entender. Cuando me di cuenta de que se
refería a Cameron, me enderecé. —¿Cómo conseguiste esto?
Dudó. —Pedí algunos favores de viejos amigos.
Viejos amigos en lugares bajos, supuse. —Pero esto tiene fecha
para mañana.
—Me hicieron entender que solo estará allí por un par de horas. Ya
no puedo soportar tus cambios de humor. —Se puso de pie, colocando el
anillo en mi tocador—. Toma mi camioneta y ve a solucionar tu mierda.
132
***

Billy y yo viajábamos al amanecer. Meatball, de pie sobre sus patas


traseras y con las patas delanteras contra el alféizar de la ventana, fue el
único que se levantó para vernos marchar. El día anterior, Hawk me
convenció de dejar a Billy con él. Fui un poco reacia en algunos frentes,
no porque no confiara en él, sino porque nunca antes él había cuidado
niños por su cuenta.
Al final, no importó, porque presentó fiebre y estuvo despierto la
mayor parte de la noche tosiendo. No me atrevía a despertarlo, y con el
resto de la familia todavía afuera, mis opciones de niñeras eran nulas.
Niñeras humanas, a eso me refiero, por la mirada confundida en el rostro
de Meatball, parecía que él creía que deberían haberle asignado tareas de
niñero.
En el fondo de mi mente, también pensé que tal vez si Cameron
viera cómo ella gorgoteaba, pateaba y balanceaba sus brazos como un
duende emocionado tan pronto como uno le quita el pañal; lo delicioso
que olía cuando dormía; cómo se le erizaba el cabello sobre su cabeza
como las plumas de un patito después del baño; y cómo sus ojos brillaban
cuando buscaba a alguien para que la levantara tan pronto como se
despertaba, si él viera la extraordinaria personita en la que se convirtió,
cambiaría de opinión. Tal vez la sonrisa que ella ponía en mi cara todos
los días también encontraría su camino hacia él. Tal vez regresaría antes
de que ella tuviera la edad suficiente para darse cuenta de que la había
abandonado.
Era un día de cielo azul cobalto, que se perdía por completo en la
neblina de Manhattan. Llevaba puesto el poncho que me hizo Margaret
y, debajo, el canguro que también me había hecho. Billy dormía, agotada
por todo el balbuceo que hizo en el camino y la enorme caca que expulsó
hace una hora. Tuve que parar en una gasolinera sucia, y cuando tiré su
ropa cubierta de popó a la basura, prometí que mi próximo proyecto sería
asegurarme que todos los baños estadounidenses estuvieran equipados
con cambiadores adecuados. Con su pijama extra limpio por ahora, ni
siquiera se movió cuando la saqué del asiento del auto y la puse en el
canguro.
Se me ocurrió cuando estábamos a punto de salir de la casa que
tal vez, con toda la publicidad que nos rodeaba a Griff y a mí en estos
días, podrían reconocerme. Ahora, con una caminata de dos cuadras por
delante en aceras llenas de gente, me alegré de haber traído el poncho.
Tenía una capucha y era lo suficientemente grande como para ocultar a
Billy, pero lo suficientemente liviana para que no se sobrecalentara. Alivió
un poco llegar al vestíbulo del hotel. Bueno o malo, pasé la mayor parte
de mi infancia dando vueltas por los hoteles. Esto fue lo más cerca de
casa que jamás podría tener. 133
Solo funcionaba uno de los cuatro ascensores. Tuve que esperar
un rato para que llegara, y podía sentir la tensión avanzando lentamente
por mis extremidades. ¿Me reconocerían los guardias de Cameron? ¿Me
dejarían pasar para hablar con él? ¿Y si me dejaban pasar? Cada paso
hacia Cameron se sentía como una traición a Griff, el que eligió quedarse,
el que nos eligió a nosotras. ¿Qué le diría?
Un paso a la vez, me recordé antes de sentirme abrumada por la
aprensión. Ascensor primero. Finalmente llegó. Entramos, las puertas se
cerraron y Billy y yo estábamos solas de nuevo. Asomé la cabeza debajo
del poncho. Se hallaba tan cómoda como una oruga en un capullo.
El ascensor subió un par de pisos y luego se detuvo. Esperé un
momento antes de volver a presionar el botón del piso. Esperé un poco
más y toqué el timbre de ayuda. No pasó nada. Cuando tomé el teléfono
de emergencia, el ascensor dio una sacudida y volvió a subir.
Se detuvo unas cuantas veces más hasta que finalmente llegó a su
destino.
Las puertas finalmente se abrieron en el piso del penthouse, y un
suspiro de alivio escapó de mi pecho. Salí y no encontré guardias, solo
un piso de mármol que conducía a una puerta pesada flanqueada por un
par de plantas en macetas. Saqué el papel que Hawk me dio para revisar
el piso. Penthouse estaba en el papel. PH estaba en la puerta. Tenía la
dirección correcta y la hora correcta, pero Hawk también mencionó que
Cameron no estaría allí por mucho tiempo. ¿Lo perdí por el ascensor
emocional?
No vi una salida de escalera, y estoy segura de que no volvería a
entrar en ese ascensor. ¿Qué demonios?, pensé. Vinimos a encontrarlo.
Toqué la puerta tres veces.
Con mi otra mano debajo del poncho, acaricié la cabeza de Billy
mientras esperaba y escuchaba. Podía escuchar algo. Pegué mi oído a la
puerta. Era gruesa, pero podía escuchar música.
Esta vez, llamé cinco veces, lo suficientemente fuerte como para
agitar la perilla de la puerta.
Nada.
La música estaba alta. Suficiente para ahogar a alguien llamando a
la puerta, decidí. Si uno probaba la perilla, ¿qué pasaría?
La puerta se encontraba desbloqueada, y se abrió.
—¿Hola? —dije, dando un paso adentro—. ¿Cameron? —pregunté
en un susurro apenas audible para mí.
La suite era más grande que toda la casa de Pops y tenía dos pisos.
El piso principal era de concepto abierto, con alfombras de color crema y
ventanales con vista al Central Park. Observé una sala de estar con una 134
chimenea y un piano de media cola y una mesa de comedor de cristal con
una botella de champán encima. La música no se hallaba tan alta como
pensaba, porque podía oír el agua corriendo, tal vez una ducha, en algún
lugar del piso de arriba.
No sabía por qué estaba tan decepcionada. ¿Qué esperaba? Estar
de pie con mi poncho y pantalones vaqueros con una bebé colgada contra
mí en medio de tal extravagancia, y pensar en Cameron en un lugar así,
en lugar de una habitación miserable y lúgubre detrás de un montón de
papeles, me hizo dar un paso atrás. Nunca había sentido que no encajaba
más que en ese momento.
Una puerta se abrió en el piso de arriba. Me congelé y mis ojos se
dispararon hacia arriba. No quería hablar más con Cameron, no con este
Cameron que vivía en los áticos de Sheppard. Pero Cameron no fue quien
salió de la habitación; más bien, era una chica que estaba desnuda. Era
Manny.
Caí de rodillas y me arrastré hasta la media pared que separaba la
entrada del resto de la suite. Salió paseando en toda su desnudez, con
los brazos extendidos sobre la cabeza, de cara a la ventana. No me vio,
me dije. Me agaché y me acurruqué alrededor de Billy, una capa blindada
para su resguardo. Me esforcé por escuchar. La música y los latidos de
mi corazón competían contra el sonido de sus movimientos. Escuché
vasos tintineando, la puerta de un armario cerrándose y luego un grito
desde arriba: —¡Manny, trae tu culo desnudo aquí! —Cerré los ojos con
fuerza.
Habría reconocido esa voz en cualquier parte. Sobre el sonido de la
música. Sobre el sonido de mi palpitante corazón. Sobre el torrente de las
cataratas del Niágara. Si me quedó alguna duda de estar en la habitación
equivocada, pensando que tal vez Hawk recibió mala información, ellas
se destruyeron. Tal error habría tenido sentido, considerando el lujoso
entorno. Conocía a Cameron, y esta no era su escena. Pero fue su voz la
que la llamó al dormitorio.
Se oyó un chirrido como el de una suela de goma en el suelo de un
gimnasio. ¡No, no de goma! ¡Corcho! Fue muy tarde. El corcho saltó de la
botella antes de que tuviera la oportunidad de poner mis manos en las
orejas de Billy, y ella saltó. —No —susurré. Un gemido escapó de debajo
de mi poncho. Envolví mis manos debajo de ella y la hice rebotar arriba
y abajo—. Shhh —susurré tan cerca de su oído como pude. No podía oír
nada del otro lado de la pared. Recé, salté, recé y me callé.
—¡Manny! —gritó Cameron de nuevo.
Los vasos tintinearon nuevamente. Unos pies desnudos subieron
las escaleras y una puerta se cerró. Salí corriendo por la puerta justo
cuando Billy lloró. Las puertas del ascensor se abrieron justo cuando
estaba a punto de pulsar el botón y me encontré cara a cara con Spider. 135
Nos cruzamos cuando él salió y yo entré corriendo. Se dio la vuelta y me
miró de forma extraña, como si estuviera sonámbulo o probablemente
drogado. Seguía haciendo rebotar a Billy arriba y abajo mientras ella
lloraba.
Cuando las puertas del ascensor estaban a punto de cerrarse,
metió una mano y las puertas se abrieron de golpe. —¿Carly está contigo?
—preguntó, mirando por encima de mi hombro como si hablara con un
fantasma.
—¿Qué? —respondí a través de los gritos de Billy.
Sacudió la cabeza y se dio la vuelta. —Ella no está. —Las puertas
se cerraron y el ascensor descendió.
Recibí varias miradas extrañadas a medida que trotaba a través del
vestíbulo y salía a la acera con los gritos que emergían del poncho. Me
maldije por aparcar la camioneta tan lejos. En cuanto llegué al camión
de Hawk y me encontré fuera de vista, saqué a Billy y la sostuve contra
mi hombro, murmurándole que todo estaría bien mientras sus lágrimas
caían sobre este y mantenía las mías a raya. Lo único que deseaba era
marcharme.
Billy se calmó bastante rápido al reanudar su siesta interrumpida,
y le abroché el cinturón en su asiento. Una sensación inquietante me
recorrió, como si estuviera siendo observada. Me encontraba a punto de
cerrar la puerta, pero me empujaron y mi cuerpo cayó encima de Billy.
Empezó a llorar de nuevo en tanto alguien me apartaba. La mano de un
hombre y la manga de una camisa azul se extendieron hacia el asiento
infantil. Va tras Billy, me di cuenta. Grité, empujé y pateé, utilizando todo
el cuerpo, pasando entre defensa y ofensa. Me devolvió los golpes y me
agarró de la ropa, tratando de quitarme del camino.
—Oye. —Escuché—. ¡Apártate!
El peso que me había estado aplastando desapareció, y el hombre
dio un traspié hacia atrás. Hubo algunos ruidos y gritos, y en lo que me
quitaba de encima de Billy, vi a un hombre de camisa azul huyendo y a
un hombre de traje persiguiéndolo, demasiado atrás como para atraparlo.
Miré a Billy. Se veía histérica, pero ilesa, según mi revisión rápida.
—¿Estás bien? —preguntó el hombre de traje, jadeando.
—Gracias —dije.
Me fui antes de que tuviera tiempo de recuperar el aliento.

***

No sabía exactamente por cuánto tiempo conduje por la ciudad.


Pero pasó el suficiente como para ser capaz de respirar. Y que mis manos
136
dejaran de temblar. Y que la represa de lágrimas estallara, fluyera y se
calmara.
¿Qué acababa de pasar? Un completo extraño intentó robarse a
Billy: eso es lo que acababa de suceder. Si no hubiera sido por el otro
transeúnte… Dios mío, ¿qué demonios fue eso? Pasé de anticipar ver a
Cameron una vez más a casi perder a Billy. Dentro del período de unos
cuantos minutos, casi lo perdí todo.
Una voz que nunca habría permitido en mi cerebro en un día
regular y sano hizo eco contra la pared de mi cráneo: Vendrá por Billy y
destruirá a cualquiera en su camino. Después de que Spider me viese en
el elevador, ¿Cameron envió a ese hombre para que se llevara a Billy?
Eché un vistazo a través del retrovisor. Por suerte, Billy se había
vuelto a dormir, aunque aún hipaba de su ataque de lágrimas. ¿Cuándo
dejó de llorar? Se me apretó el estómago: después de todo lo que había
pasado, del evento más horrible que había presenciado, se forzó a dormir.
Levanté la vista hacia el cielo y encontré el nombre de la calle: Fulton.
Me estacioné en el subterráneo, saqué a Billy del asiento para niños
y subí. La recepcionista en el mesón principal me reconoció. Detrás de
ella, el letrero dorado de Sheppard, Lindstone y Herzinger aún colgaba de
la pared. Me sorprendía que todavía no hubiesen borrado su apellido.
Rodeó el mesón, deteniéndose para echar un vistazo al portabebés.
—Esta es Billy —dije, y algo se gatilló dentro de mí. Una carga se
aligeró. Un peso enorme reducido a nada. Quería decirlo de nuevo—: Esta
es Billy. —Quería gritarlo. ¡Querido mundo, ella es Billy!
La recepcionista me guio por la firma de abogados y se detuvo en
la oficina de mi padre. Su puerta se hallaba abierta. Papá se encontraba
sentado como me imaginaba a Cameron: detrás de un escritorio enorme
rodeado de un montón de papeles.
No levantó la mirada cuando la recepcionista tocó la puerta.
Después de un largo minuto, la recepcionista se aclaró la garganta.
—¿Sí? —dijo, aún sin alzar la vista.
—Emily está aquí para verlo, señor Sheppard.
Me empujó hacia dentro y cerró la puerta justo a la vez que él
respondía: —¿Quién? —Miró hacia arriba. Entrecerró los ojos a través de
los lentes, tratando de determinar dónde me había visto antes.
Me imaginé que le pondría fácil la cosa. —Hola, papá.
Justo en ese momento, Billy despertó en el portabebés y nos enseñó
una sonrisa desdentada.

***
137
La leyenda conocida como Burt Sheppard podría comprar una
compañía multimillonaria y desmantelarla antes del desayuno; podría
despedir a un montón de gente sin siquiera pestañear y malversar los
ahorros de vida de otros cuantos porque sí. La mirada de Burt Sheppard
podría atravesarte como un láser, ya fueras un empresario sentado frente
a él en una sala de juntas o una niña con las piernas cruzadas en la cena.
No vi a Burt Sheppard ese día. El hombre sentado detrás del
escritorio de la leyenda tenía los hombros caídos, los ojos hundidos y
arrugas suaves reemplazaban el rostro cincelado y las líneas de un ceño
fruncido.
—Emily —dijo con algo de esfuerzo, como si la palabra fuera de un
idioma distinto.
Billy comenzó a removerse en el carrito. —Preferiría sacarla de aquí
antes de que explote.
Sus ojos la siguieron cuando la alcé y la llevé al sofá de piel de
cocodrilo junto a la ventana.
—¿Has visto a tu, eh, madre últimamente?
Lo que realmente quería decir era: ¿Tu madre sabe de tu situación?
—Sí, la he visto.
Se produjo un silencio. Mantuve una mano en mi hija mientras
hurgaba a través de la bolsa de los pañales. Mi padre se mantuvo de pie
con las manos entrelazadas frente a él en lo que cambiaba el pañal de
Billy en ese espacio de mueble que valía más que la camioneta de Hawk.
—¿Emily? —preguntó en cuanto puse a Billy en mi regazo y le ofrecí
una mamadera, que agarró con codicia—. ¿Estás metida en algún tipo de
problema?
Mis ojos encontraron los suyos, y contuve las lágrimas. —Creo que
estoy en serios problemas, papá.

***

En casa de Pops, entrecerré la mirada hacia el cielo. Nubes de lluvia


se cernían con pesadez. El bosque lucía tranquilo con anticipación, y el
aire olía a humedad. Me senté en la escalera de entrada, buscando las
estrellas, a pesar de la evidencia agobiante de lluvia.
¿Soy optimista? ¿Una anhelante del castigo? ¿Una romántica
empedernida? ¿O una idiota? ¿Ninguna de las anteriores?
Era todas las opciones. 138
Me advirtieron sobre Cameron tantas veces que ya no podía
entenderlo. Como saltar a un lago congelado: después de un rato, ya no
sentías el agua fría, incluso aunque estuvieras muriendo de hipotermia.
Me aferré al suéter y apreté las rodillas contra mi pecho. Habría
sido fácil dejar que me zafara con tal explicación. Con tal excusa.
Había presenciado las formas cambiantes de Cameron Hillard,
incluso antes de que realmente lo hubiese conocido. Antes de que hubiese
sido cegada. Cuán fácil podía pasar de ser un desconocido intentando
mantener una conversación normal en un parque a ser un hombre
consumido por la ira mientras asesinaba a otro en un cementerio, o a
uno que podría hacerme el amor, o a uno que podría desaparecer por
meses y fingir su muerte.
Era un actor increíble. Lo sabía, pero me dije lo que quería creer.
Que no era idiota. Que Cameron, la versión de él que conocía y a la que
me había acostumbrado, era la auténtica. No tenía ningún otro motivo
para creerlo más que lo que mi corazón inocente me había dicho, y como
el cielo tormentoso, la evidencia contra mi corazón era apabullante.
En cuanto el sonido de Cameron llamando a una Manny desnuda
estuvo a punto de reproducirse en mi mente, como en varias otras
ocasiones ese día, lo silencié y me aferré al hecho frío y duro: que él no
volvería, y que tenía que dejar de fingir que no lo esperaba.
Supe en ese momento cuánto lo amaba. Lo supe por lo mucho que
me dolía. Desde la cabeza a los pies, por dentro y por fuera, cada espacio
de mí que era ocupado por él dolía, inocente, por completo, de forma
aplastante. Pero la persona que quería era ficticia.
Revisé el reloj. Era pasada la medianoche.
Quizás ese supuesto deseo desaparecería con el tiempo. Esperaba
que así fuera, porque el dolor no solo me consumía a mí, también a todos
a mi alrededor. Cameron dejaba un camino de destrucción por donde sea
que fuese: en mi hermano, en Rocco; y, por asociación, en Griff y Hawk.
Parecía que a donde fuera Cameron, le seguía el dolor y la muerte. ¿Billy
sería la próxima? Podía oír a Hawk paseándose adentro.
Un Hawk nocturno. ¿Consideraba salir y hablar conmigo?
Esperaba que no lo hiciera.
Y es que lo veía en la forma en que el hombre me recibió más
temprano ese día, después de que regresara de ver a Cameron, como si
hubiese estado allí desde siempre, paseándose por horas, con el cabello
sedoso despeinado. Había abierto la puerta del pasajero para dejar que
el aire entrara al auto mientras Billy terminaba su siesta. Meatball me
encontró allí, su cabeza chocando con mi costado en su estilo usual de
abrazo. Me había volteado hacia Hawk. Él había tosido y se rehusó a
mirarme a los ojos.
139
Tuve un pensamiento fugaz mientras regresaba: que Hawk podría
haber estado relacionado con el hecho de que encontrara a Cameron con
Manny. En un comienzo, dejé que el pensamiento se fuera al fondo de mi
mente, porque no existía forma de que él me traicionara así.
Pero este regresó. Me sentía como si alguien hubiese invadido mi
cerebro y me estuviese reorganizando, tomando inventario de lo que me
habían arrebatado y lo que era salvable: un rompecabezas desparramado
en el suelo. ¿Qué diablos acababa de suceder?
Después de todo, él lo ideó todo; fue quien insistió en que llegara a
cierta hora. Había sido planeado a la perfección. ¿Cómo supo si o cuándo
los guardias de Cameron no estarían? ¿O también había arreglado su
desaparición?
¿Por qué lo haría? ¿Por qué alguien le haría algo así a otra persona,
y mucho menos a mí? ¿Por qué?
Había envuelto los brazos alrededor del cuello grueso de Meatball
y apreté, agradecida de estar en la presencia del que siempre sería capaz
de confiar por completo. Ese tipo de amigos parecía estar desapareciendo.
Mirando a Hawk, detecté algo de decepción; no pude determinar
cuánta. El hecho de que hubiese estado relacionado de alguna forma me
hizo querer gritar y golpearlo y, en simultáneo, marcharme y esconderme
bajo una manta con Billy.
Cada vez que bajaba las defensas, vivía para arrepentirme. Era
como un disco rayado.
—¿Cómo te sientes? —le había preguntado.
—No tan mal —dijo, sosteniéndome la mirada—. ¿Cómo estás?
—De maravillas.
—Te llamé todo el día. Dijiste que dejarías a Billy conmigo. Cuando
desperté, no estabas, y no pude contactarte. Me preocupé.
Comencé a dudar. Su preocupación sonaba casi sincera. ¿Y si no
tenía idea sobre el tema? ¿Y si esto había sido una coincidencia horrible?
Debatí dejarlo pasar para pensarlo bien, hasta que noté el moretón en el
brazo, de cuando me empujaron dentro del camión mientras intentaba
evitar que el hombre se llevara a Billy. No, no puedo dejarlo pasar. Y tratar
de conseguir la verdad de una forma pasiva-agresiva no me llevaba a
ningún lado. —Sabías que Manny iba estar allí con él.
No recibí respuesta.
—¿Me enviaste o no a propósito para que viera a Cameron con
Manny? —Esperé.
—Sí —había dicho Hawk.
—¿Alguna vez se te ocurrió lo que podría haber sucedido si me 140
hubiese visto? ¿Si Manny hubiese visto a Billy? No puedo creer que me
la jugaras así. De todas las personas, no me lo esperaba de ti. De ti no.
Se detuvo. —Sabía que estarías a salvo. Pero se suponía que no
llevarías a Billy, Em. ¿Por qué la llevaste? —dijo.
Mis pensamientos habían sido un lío, con tantas cosas rondando
mi mente: el sonido de la voz de Cameron llamando a Manny, una mano
enorme emergiendo desde la oscuridad de mi mente, arrebatándome a mi
hija de mis brazos; mi salto imprudente al abismo de un mundo que sabía
que consumía por completo a las personas; y mi estupidez al llevar a Billy
conmigo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó, dando un paso hacia adelante;
retrocedí—. Solo quería que vieras lo que todos te han estado diciendo.
Cameron es un perro de la calle. No va a regresar, e incluso si por alguna
maldición lo hiciera, no sería por mucho. Un perro siempre será perro.
Solamente quería ayudarte —había dicho, como si estuviera tratando de
convencerse—. Darte lo que necesitabas para que fueras capaz de, por
fin, seguir con tu vida. Eso es lo que hacen los amigos. Se ayudan entre
ellos.
—No. Tenías miedo. Querías asegurarte de que no te fallara. Eso es
lo que todos piensan de mí, ¿cierto? Que no soy de fiar. —Había sacado
a Billy del auto, tratando de no despertarla—. Y quizás no te equivocas.
Pero sé que soy buena amiga. Y la amistad no se basa en decidir qué es
lo mejor para el otro. Se trata de estar allí mientras solucionan las cosas
por su cuenta.
Meatball me siguió al interior de la casa.
Ahora de nuevo estaba por mi cuenta, una vez más sola, en medio
de la noche.
Entré a la casa en tanto la lluvia inevitable alcanzaba la tierra.
Lo que quería no existía.
Tal vez tendría la suerte suficiente para lograr lo que necesitaba.

141
13
Traducido por sonia_
Corregido por Julie

Joe y yo nos hallábamos en una cafetería cerca de la Universidad


de Callister que debería haber ofrecido préstamos hipotecarios junto a
sus tazas de café. Nunca nos habríamos atrevido a ir como estudiantes
pobres. Pero eso fue antes de darme cuenta de que era multimillonaria,
la única heredera del dinero de las drogas de mi hermano. Eso había sido
antes de ser madre y empresaria. Antes de Cameron.
—Em, ¿viste esto?
142
Regresaba con el café. Los ojos de Joe estaban pegados a su laptop.
Se suponía que iba a ayudarme a encontrar un apartamento en Callister,
pero cuando llegamos allí, me anunció que ya me había encontrado un
lugar, pero que no iba a compartir ninguna otra información más que mi
necesidad de verlo. Ahora estaba en línea, buscando mi nombre porque
sí. En ese momento, me di cuenta de que me había atraído hasta allí para
salir de la casa de su madre y conseguir café gratis.
Como si del ecuador se tratara, mi vida se había cortado en dos: el
Antes de Cameron y el Después de Cameron. Cada una tenía sus propios
polos, climas y gente. Yo era lo opuesto a mi antiguo yo. Cameron había
trazado la línea que cruzaba mis mundos, y con cada día que pasaba, me
volvía más insensible por la realidad de eso. Ya me había despedido de la
antigua Emily, pero eso no significaba que a veces no echara de menos
su vida más sencilla e ignorante.
Ahora estaba pagando nuestros dos cafés sin inmutarme mientras
seguía preguntándome cómo podían cobrar tanto por un maldito café y
no permitirse tener tazas que no te provocaran quemaduras de tercer
grado en las manos.
Joe se mantuvo callado con las cejas juntas y la mirada pegada a
la pantalla, prefiriendo la Emily de las redes sociales a la real, pensé. A
no ser que hubiera recurrido a las noticias, las de verdad, como los
cadáveres colgados de los pasos elevados en el Sur o el incendio de cinco
alarmas en Buffalo que había quemado manzanas enteras. Uno no podía
encender la televisión en estos días sin ver a Víctor usando los problemas
de otra persona en su beneficio.
Desde mi discusión con Hawk, las cosas se volvieron insoportables
en la casa y no solo entre nosotros. Mi hostilidad hacia Hawk se había
trasladado aparentemente a su amistad con Griff. Apenas podían mirarse
mientras cruzaban los pasillos de la pequeña casa. Aunque Pops nunca
había sido un gran fan de Griff, la animosidad entre éste y su hijo parecía
exacerbar dicha aversión. Básicamente, nadie más que Billy parloteaba
en esa casa.
Pero existía otra razón por la que tenía que mudarme: el miedo.
Después de que alguien, todavía no me atrevía a decir que era Cameron,
intentó secuestrar a Billy, me había dado cuenta de que, al quedarme en
la reserva, era un peligro para toda la tribu.
—¿Qué estás mirando? —pregunté, notando que Joe dejaba que su
café caro se enfriara a su lado.
Levantó la vista, sorprendido. —Nada —dijo. Estaba a punto cerrar
la laptop, pero se la quité.
Al principio, no estaba segura de qué había captado su atención.
Solo era el artículo que Gianni escribió en su blog sobre Kaya, su madre
y Cuddle Cove. Gianni me lo envió antes de publicarlo en Internet. Sentía
143
la luz de Kaya brillando a través del artículo: su fuerza, su determinación.
Había leído el artículo tantas veces desde entonces que prácticamente me
lo sabía de memoria. Pero eso no impidió que se me hiciera un nudo en
la garganta al ver las palabras de Gianni en la pantalla junto con las fotos
de Kaya, su madre y la reserva.
Al final del artículo, hubo muchos comentarios. Algunas personas
decían que habían conocido a la madre de Kaya cuando vivía en la ciudad
y que querían ayudar. Estaba a punto de enviar un mensaje de texto al
investigador privado que contraté, cuando algo más me llamó la atención:
historias parecidas a la suya sobre seres queridos desaparecidos o sobre
cuerpos encontrados. De no recibir respuestas de la policía ni de nadie.
De no ser escuchados. La mayoría de las historias eran de mujeres y de
niños. Las palabras de sus familias gritaban pidiendo ayuda a través de
la pantalla porque era lo único que les quedaba. —¿Cómo es posible que
nunca haya oído hablar de ninguno de estos nombres? ¿No debería estar
todo esto en las noticias?
—Solo porque la gente publique estas cosas no significa que sean
ciertas.
—Incluso si solo una de ellas es cierta, es una más.
Miró por la ventana, fijándose en algo ajeno a esta conversación.
Golpeé con los dedos el portátil cerrado, mirando al espacio, imaginando
cientos de posibles rostros unidos a esas historias.
—No puedes ser responsable de todas las cosas de mierda que le
pasan a la gente en todo el mundo —dijo.
Me habían perturbado tanto los comentarios que casi olvidé pedirle
a Joe otro favor. Mientras salíamos por la puerta y volvíamos al mundo
real, me acordé. —¿Crees que podrías conseguirme un arma?
Se detuvo en seco. —¿Por qué demonios querrías un arma?
—No quiero una, pero la necesito. No me siento segura. Ya no. —
No podía decirle que era por lo que ocurrió cuando había intentado ver a
Cameron; me avergonzaba admitir que había puesto a Billy en esa clase
de peligro.
—Un arma no cambiará eso —replicó, retomando su camino—. Si
te atacan, no tendrás tiempo de alcanzar un arma, e incluso si lo hicieras,
es más probable que te dispares a ti misma o que usen el arma contra ti.
Pensé en el hombre que intentó llevarse a Billy. No me dio ninguna
advertencia ni tiempo para buscar un arma en mi bolso. Si él hubiera
conseguido arrancarme a Billy de los brazos, ¿habría tenido la suficiente
confianza para dispararle sin arriesgarme a disparar también a mi hija?
—No puedo ni empezar a enumerar los riesgos de tener un arma
de fuego cerca de niños. Las estadísticas al respecto son asombrosas —
añadió Joe. 144
—Así que, si me atacan, ¿se supone que debo aceptarlo?
—¡Por Dios! No es eso lo que dije. En realidad, creo que deberías
preocuparte más por tu seguridad. Sobre todo ahora que has expuesto a
Billy. Eres como la reina oficial de las revistas de chismes.
Probablemente era cierto. Griff me llamó desde la carretera para
decirme que había una foto mía saliendo de la consulta de mi padre con
Billy en su portabebés. Al parecer, había habido un paparazzi acechando
el edificio por si acaso aparecía yo. Al parecer, la foto había provocado un
montón de preguntas y especulaciones de los medios de comunicación,
pero también de Griff, que se preguntaba qué había estado haciendo allí.
Le expliqué que ya me cansé de esconder a mi hija y que mi padre iba a
ayudarme a conseguir su identificación adecuada para que pudiéramos
viajar.
Joe y yo subimos a un miniván que me prestaron y nos dirigimos
al edificio de apartamentos de su madre. Mientras conducíamos por su
calle, me di cuenta de que algunos hombres asentían en su dirección y
que Joe había asumido por completo las responsabilidades de líder de la
banda de su hermano.
Entonces me pregunté qué le haría su madre si se enteraba.
En el ascensor, Joe y yo hablamos sobre contratar seguridad, pero
nos preocupaba contratar a alguien que estuviera afiliado a Víctor. Tenía
muchos vínculos. Era demasiado arriesgado. También consideré el riesgo
de que Cameron infiltrara a su gente en mi equipo de seguridad, pero ese
temor, que crecía y paralizaba centímetro a centímetro, me lo guardé para
mí. Entonces se me ocurrió una idea: si iba a gastar dinero en un equipo
de seguridad, ¿por qué no contratar a personas que conocía, en las que
confiaba y a las que le vendría bien el dinero? Mis antiguos compañeros
de piso habían sido expulsados de nuestra casa de Callister. El casero
había conseguido de repente algo de dinero —de Víctor, estaba segura—
e iba a renovar el lugar. Mis compañeros de piso se negaron a aceptar el
dinero cuando se los ofrecí.
Cuando le comenté el plan a Joe, dudó. Nuestros compañeros de
piso eran estudiantes profesionales, no guardias de seguridad. Me encogí
de hombros mientras tomaba el pomo del apartamento de su madre. El
calor y el olor a grosellas llenaron el aire a nuestro alrededor cuando abrí
la puerta. —Nadie va a saber que no están entrenados, porque nadie los
conoce. Los adiestraremos antes de que alguien lo descubra —dije.
Esa noche, me senté con las piernas cruzadas en mi cama con el
ordenador en el regazo, leyendo y releyendo los comentarios: —¿Qué está
haciendo la policía al respecto? ¿Dónde se encuentran los medios de
comunicación? ¿Dónde están las vigilias con velas, las protestas y los
cortes?
No podía fingir que no sucedía. Quería responderles. Quería decir
algo, pero ¿qué? ¿Qué podría decir que no sonara completamente vacío?
145
Yo no había vivido sus experiencias, ni mucho menos. ¿Qué le dices a la
gente que se desahoga contigo —una completa desconocida, una rica chica
blanca— y revela algo tan privado en un foro tan público porque es la única
forma que le queda? Era el último intento, su última súplica de ayuda.
Las palabras no serían suficientes.

***

Estaba hablando conmigo misma en el espejo, armándome de valor


para decirle a todo el mundo que dejaba la reserva, cuando Pops entró
en mi habitación. Se acomodó en el borde de mi cama, suspiró y palmeó
el lugar que tenía al lado.
—A veces un solo hombre, no importa lo joven o lo viejo que sea,
puede forzar las manos del destino e invertir la corriente de un río. Solo
a veces —dijo, inclinando la cabeza.
No supe por qué, pero mi corazón se hundió, como si lo hubiera
decepcionado por completo.
Tomó mis manos, poniendo algo suave y colocando las suyas sobre
las mías. —Coloca esto sobre la cama de Billy y nunca la perderás. —
Cerró los ojos y entonó una oración en su lengua materna.
Cerré los ojos y escuché las palabras que no entendía, pero sentía,
y percibí el vaivén y el temblor de su cuerpo en la oración. Mis ojos se
humedecieron bajo mis párpados.
Al final, puso sus manos sobre mis hombros y me miró a los ojos.
—Que el Gran Espíritu de nuestros antepasados y nuestra Madre
Tierra las protejan a ti y a tu hija. Que vueles por el cielo con el águila y
pises suavemente la tierra con el ratón. Que los Cuatro Vientos guíen tu
camino, y que tu amor y compasión vuelvan en su brisa. —Me dio un
último apretón de hombros—. Acepto tu viaje, joven Emily.
Cuando abrí las manos, encontré un manojo de salvia quemada
con plumas negras y rojas, y otras hierbas envueltas con un trozo de
cuerda verde sujetado con una pequeña talla de madera en forma de pino.
—Dejaré que le des la noticia a Margaret y a Hawk —me dijo Pops
mientras salía arrastrando los pies por la puerta.
Suspiré y volví a practicar frente al espejo.

***

La mayor ventaja de tener acceso al dinero de mi hermano eran las 146


puertas que abría, y yo miraba a muchas. Pero mi mente estaba en otra
parte. Me jalaba en dos direcciones diferentes, ninguna de las cuales era
la dirección que tenía delante.
Por fin había hecho acopio de todo el valor que pude encontrar y
les había dado la noticia a Margaret y a Hawk esa mañana.
Decirle a Margaret que me mudaba había sido una de las cosas
más difíciles que hice sin pronunciar una palabra. Había empezado por
prepararle una taza de té de raíz de valeriana, que ella me había traído a
menudo cuando estaba triste, lo que sucedía muy seguido. Me senté en
la mesa de la cocina, poniendo una taza delante de cada una. Ella había
ladeado la cabeza y forzado una sonrisa mientras las lágrimas brotaban
de sus ojos. —¿Adiós? —dijo haciendo señas con las manos.
Desde que me mudé allí, había intentado aprender el lenguaje de
señas por Internet así que lo entendí. Tragándome el nudo en la garganta,
negué con la cabeza e hice un gesto torpe: —No. Hasta luego.
Me había abrazado durante un rato, y seguíamos enredadas de esa
manera cuando entró Hawk. Ingresó con su habitual bullicio, limpiando
el barro de sus botas en la alfombra.
Margaret me había soltado, dejó su té en la mesa y se fue a su
habitación, cerrando la puerta con un clic.
—Me voy a mudar —le había dicho a Hawk mientras su cabeza
estaba enterrada en la nevera y aún podía reunir lo último de mi valentía.
—Me imaginé que era algo así cuando las vi lloriqueando. —Se
sentó en la silla que dejó Margaret y apartó el té para hacer sitio a su
sándwich—. Si necesitas algo alegre en lo que pensar, acabo de colgar el
teléfono. Hay cinco reservas más que están interesadas en hacer negocios
con nosotros.
—¿Oh? —dije, sorprendida. Aún no habíamos hablado de cuándo
llegaríamos a otras reservas ni de cuáles—. Pensé que habíamos hablado
de tomar las cosas con calma. Un paso a la vez.
Enumeró media docena de reservas. —Supongo que deberíamos
reunirnos con todas ellas pronto, antes de que empecemos a perder parte
de nuestro impulso.
Ahora miraba un apartamento en Callister, aunque las palabras de
Hawk resonaban en mi cabeza. Tenía cuatro habitaciones y cuatro baños
y venía completamente amueblado. Era lo suficientemente grande para
Griff, Billy, mi equipo de seguridad y yo, pero Joe había decidido seguir
viviendo con su madre. Razonó que prefería la cocina de su madre, pero
mis sospechas sobre su implicación con la banda de su hermano se
habían hecho más fuertes.
Meatball fue el primero en cruzar la suite del dormitorio principal,
147
apartándonos a ambos, para encontrar una gran cama para perros casi
tan grande como la de un humano, si éste fuera un jugador profesional
de la NBA. Me pregunté si eso significaba que ahora tendría mi cama para
mí sola.
El olor a pintura fresca y a muebles nuevos todavía flotaba en el
aire. En muchos sentidos, me recordaba a la habitación de Cameron en
la granja por su gran tamaño, pero tenía una calidez que se asemejaba
más a la casa de campo. Recordaba los primeros días, los viejos tiempos,
cuando él no me había engañado; más bien, cuando yo fui demasiado
ingenua para darme cuenta de que me engañaba. Después de verlo con
Manny, sin importar el dolor, que era como una flecha en el pecho, había
decidido seguir recordando al Cameron del que todos me advirtieron,
para que quizás algún día, no todas las cosas grandes y pequeñas me
recordaran a él.
Cuando vi la guardería. —Oh —fue todo lo que pude decir. Saqué
a Billy de su portabebés y me acurruqué junto a ella mientras íbamos a
inspeccionarla. Tenía tonos rosas y grises. Un enorme elefante gris estaba
sobre el suelo de madera. Un mural que iba del techo al suelo mostraba
figuras en sombra: un árbol de hojas enteras con un columpio en el que
se encontraba sentada una niña empujada por una mujer, su madre.
—¿Hiciste todo esto tú mismo? —le pregunté a Joe mientras Billy
y yo nos sentábamos en la mecedora.
Se encogió de hombros. —Sí elegí la cama de Meatball.
Cuando vivíamos en la casa de estudiantes de Callister, la idea de
decoración de Joe había sido apilar cajas de pizza como mesita de noche.
Cuando Joe se fue, Billy y yo nos sentamos un rato. Yo me mecía
en tanto ella pataleaba, jugando con mis dedos. Tener espacio suficiente
para una mecedora completa era una novedad para las dos. Cuando se
despertara por la mañana, ¿se daría cuenta de la falta de olor a piñas, a
hogueras y el olor a pipa que desprendía la ropa de Pops? Tendríamos
que acostumbrarnos a no despertarnos con el sonido del viento entre las
hojas y las ramas. Tendríamos que acostumbrarnos a no tener los brazos
abiertos de Margaret y las historias de Pops.
Incluso echaría de menos a Hawk. A pesar de nuestras diferencias
y de que me había engañado para que viera a Cam con Manny, no podía
guardarle rencor para siempre, no con esto. Sobre todo, cuando Hawk, al
final, tuvo razón y me abrió los ojos al hecho de que Cameron llevaba una
doble vida. Él y otros habían tratado de advertirme, pero yo no escuchaba
razones, y la decisión de llevar a Billy, de ponerla en esa clase de peligro,
había sido totalmente mía. Yo era la única culpable de eso.
Sin embargo, había algo más que me preocupaba sobre Hawk y lo
que dijo. No era solo que se precipitara en algo, cuando ya discutimos
nuestro enfoque, uno más adverso al riesgo en el que probábamos la 148
estrategia antes de reclutar más socios. En cierto modo, él tenía razón.
Si las reservas se dirigían a nosotros, ¿cómo íbamos a rechazarlas? La
razón de ser de nuestro negocio era la unión de las reservas en todo el
país.
Coloqué a Billy en su nueva cuna y encendí el móvil. Era una cosa
intrincada con mariposas que daban vueltas y hojas abanicándose hacia
arriba y hacia abajo. Pero a ella le interesaba más el reflejo de los rayos
de sol a través de las ventanas y los arcoíris que bailaban contra la pared.
Hawk había nombrado algunas reservas: Manitouche, Bearsbay y
Riviere des Sables. ¿Por qué algunas me parecen conocidas?
Sentí un brazo alrededor de mi cintura. Griff había vuelto por fin
de su cita con la prensa. —¡Una nueva cuna muy elegante, Billy Bee!
Sus ojos se iluminaron al oír la voz de Griff. Pisoteó con fuerza el
colchón y movió los dedos, exigiendo que la levantaran, cosa que él hizo
antes de balancearla hacia su cara y llevarla de nuevo entre nosotros
para que nuestras tres cabezas estuvieran juntas.
—Este lugar es tan grande como un estadio comparado con donde
vivimos ahora —dijo.
Griff pareció aliviado cuando le dije que quería que volviéramos a
la ciudad. Solo que aún no le había dicho que íbamos a vivir con otras
cuatro personas. La lista de cosas que no le conté a Griff crecía, y eso me
pesaba como llevar una mochila llena de piedras.
—¿Puedes creer esta habitación? —dije, y tocó su frente con la mía,
sonriendo. Tal vez esta mudanza no sería tan mala después de todo.
—Es extraño cómo Joe organizó esto para que mi habitación fuera
la más alejada de la tuya —murmuró Griff.
Cuando discutimos el arreglo de la vivienda, habíamos decidido ir
paso a paso, con cada uno de nosotros teniendo su propia habitación.
—Escucha —había dicho, tomando mis dos manos juntas entre las
suyas—, no voy a mentirte y decir que no quiero despertarme a tu lado
cada mañana. Pero mudarnos solos es un gran paso. Así que tomémoslo
un día a la vez, ¿de acuerdo?
Algo sucedió después, algo que nos sorprendió a los dos, pensé: lo
había besado. La manera en que me incliné con mi pecho presionado
contra el suyo y mis manos deslizándose por sus mejillas y por encima
de sus orejas hasta llegar a su pelo, había sido como si algo se liberara
dentro de mí. Sentada allí, en mi gran cama nueva, con Billy entre los
dos, quería hacerlo de nuevo, pero sonó mi teléfono móvil.
—Es Kaya —dije, leyendo la llamada en pantalla.
Griff se levantó de la cama y se llevó a Billy con él.
—Hola, Kaya —dije mientras los veía salir de la habitación.
—¡Hola, Em!
149
Oh, este es un buen día para Kaya, pensé.
Ella me llamaba todos los días y a veces más. Cuando no lo hacía,
la llamaba yo. Hablábamos de todo y de nada, incluso de lo que hacía y
de cómo le iba. Algunas llamadas eran peores, y apenas me hablaba. Esos
días parecían, sin embargo, menos frecuentes últimamente. Gianni la
había visitado la semana pasada: —Solo porque sí —le había dicho. Podía
oír sus palabras pronunciadas a través de una sonrisa, y eso hacía que
mi sonrisa subiera tanto por mis mejillas que las lágrimas se escapaban.
En un mal día, ella se callaba y yo tenía que llenar su silencio. Le
decía que estábamos avanzando en la investigación. Le contaba todas las
cosas maravillosas que las personas que hablaron con el investigador
decían de su madre. Me mantenía positiva, a pesar de todo. A pesar del
miedo albergado que se extendía en mi interior como la lluvia por las
alcantarillas.
Por ahora, oculté mis temores y me limité a conseguir respuestas.
De hecho, me encantaba. Cada vez que encontrábamos un nuevo dato o
un nuevo posible testigo, me daba una energía inmensa para seguir
adelante, porque le daba a Kaya energía para seguir adelante.
Kaya no estaba sola en su sufrimiento. Muchos otros esperaban
saber qué les había pasado a sus seres queridos. Me pregunté si eso la
ayudaría.
Joe me sorprendió al entrar en la habitación, llamándome por mi
nombre. ¿Cuánto tiempo llevaba hablando con Kaya?
—Manitouche —dije, y me levanté de la cama—. Tenemos que ir a
Manitouche. Luego a Riviere des Sables y Bearsbay. Para empezar.
Esos lugares me habían provocado algo cuando Hawk dijo que se
encontraban interesados en reunirse con nosotros, porque la gente de allí
escribió sus historias en la sección de comentarios del artículo de Kaya.
Susurré que Hawk quería reunirse con otras cinco reservas, y le platiqué
de algunas personas de las mismas que se comunicaron y necesitaban
ayuda de la misma manera desesperada que Kaya.
—Podemos hacer ambas cosas —le dije.
—Pensé que querías tomarte las cosas con calma.
—Así es. Quiero eso. Estoy de acuerdo en reunirme con ellos. Quizá
unos cuantos socios nuevos no nos vendrían mal. ¿Puedes conseguirnos
más producto si lo necesitamos?
Joe dudó. —Tendré que ver. ¿No crees que la gente empezará a
preguntarse por qué te presentas en todos estos lugares? ¿Y si los medios
de comunicación empiezan a enterarse de dónde vas? Será un frenesí.
—Hay que esconderse a la vista —dije.
Cuando colgué el teléfono con Hawk y Joe se marchó, Griff y Billy
150
volvieron a la habitación. Me senté con las piernas cruzadas en la cama
y miré a Griff a los ojos mientras Billy rodaba entre nosotros. —Hace un
tiempo, el día que fui a ver a mi padre, también fui a ver a Cameron.
14
Traducido por Umiangel & Sofía Belikov
Corregido por Julie

Tuve que dejarlo salir. Las palabras brotaron de mí como pasta de


dientes. Griff solo escuchó y permaneció inexpresivo. Quizá Hawk se lo
dijo; tal vez por eso ya no se hablaban. Pero cuando llegué a la parte en
que nos atacaron a Billy y a mí al lado del camión, su comportamiento
cambió, como si hubiera leído más allá de la portada de un libro. No omití
ningún detalle, lo que pudiera recordar. Narré cómo golpeaban mi cuerpo
contra el de Billy, los puñetazos en la espalda y los gritos por nuestras 151
vidas.
Al final, levanté a Billy de la cama y me puse a caminar.
Griff miró hacia las ventanas, más allá de las mismas, hacia la
nada.
Traté de esperar a que asimilara toda la información. Le mentí. Lo
traicioné. Su reacción, o la falta de ella, me llenó de pavor.
—¿Griff?
—Entiendo —contestó, en tono uniforme, luego volvió a quedarse
en silencio. No había ira o sorpresa evidente en su rostro; permaneció
sereno—. Vámonos, Em. Deja los Estados Unidos. Encontraremos una
isla. Una cueva. Viviremos en la cima de una montaña. Donde nadie nos
encuentre. Solo larguémonos de aquí —dijo cuando volvió en sí.
—No podemos. Tengo gente que depende de mí. No puedo irme sin
más. —Le hablé de los comentarios en el sitio web y le conté algunas de
las historias—. ¿Tú qué tal? Se te acerca una pelea. Tú tampoco puedes
irte como si nada.
Eso le hizo detenerse.
—El mundo no te merece, Emily Sheppard —dijo.
Salió de la habitación y siguió saliendo por la puerta principal del
apartamento.
***

Nos encontrábamos en un avión de camino a Manitouche, una


reserva en Oklahoma.
Hawk miraba las nubes con las manos sobre su regazo y sus dedos
girando entre sí como si pudieran hacer que los motores del avión giraran
más rápido. Griff hojeaba una revista y cuidaba a Billy mientras dormía
en el cochecito. Algunos de mis antiguos compañeros de piso se hallaban
reunidos alrededor de una computadora, hablando del control de acceso,
vulnerabilidades, estrategias de mitigación y evacuación, tomándose este
asunto de la seguridad mucho más en serio de lo que me esperaba. Joe
decidió desde el principio que viajar más allá del alcance de la cocina de
su madre era demasiado para soportar.
Cassie, una de mis excompañeras de cuarto, se designó como mi
asesora de estilo después de ver demasiadas portadas de revistas mías
con mi vestido blanco con ojales. Sus opciones de vestuario incluían algo
llamado gauchos, que parecían pantalones de payaso, y un vestido con
volantes que parecía dos tallas más pequeño. Nos decidimos por un
amplio vestido túnica de Target y zapatos deportivos.
Cuando miré por primera vez el apartamento, no sabía que estaba
152
ubicado a solo cinco minutos en coche de un pequeño aeródromo. Joe
pensó en todo, incluso en tener un piloto y un pequeño avión disponibles
cuando los necesitáramos. Solo tomó unos minutos sacarnos de la casa
de Pops y Margaret a la minivan que le compró a alguien en la reserva.
Mientras Griff, Meatball y Billy esperaban en la furgoneta, yo me quedé
como un perro abandonado al lado de la carretera. ¿Cómo es posible que
toda una vida de recuerdos quepa en una sola furgoneta?, me pregunté.
—Hasta luego —dijo haciendo señas Margaret.
Pops me agarró por los hombros. —Esta es tu casa. Aquí es donde
siempre volverás.
Me obligué a apartar los ojos del espejo lateral a la vez que nos
alejábamos y me recordé a mí misma que esto era lo que quería: extender
mis alas y volar hacia lo desconocido con grandes expectativas.
Cuando el piloto anunció que aterrizaríamos, Cassie entró en
pánico. —¡Ay dios mío! ¿Cómo es que no estás vestida?

***

Meatball fue el primero en bajar del avión. Resultó que no era un


buen volador. Pasó todo el vuelo acurrucado bajo mis pies mientras le
daba de comer el tocino y las palomitas de maíz que Joe envió con
nosotros.
Quería investigar tanto como pudiera antes de conocer a todos los
que me contactaron, pero cuando investigué a Manitouche en línea, solo
encontré un pequeño punto en un mapa. Hawk tampoco fue de ayuda.
—Todo lo que sé sobre Manitouche es que mi prima Minerva se casó con
un chico de allí hace diez años, y ahora conduce un autobús escolar —
dijo.
Griff y yo subimos juntos al autobús de Minerva. No creí que fuera
posible, pero hoy su ojo se veía peor. La hinchazón había disminuido,
pero su color coincidía con el de una ciruela y fresas aplastadas por una
manada de elefantes. El día siguiente a que le dijera que me iría a ver a
Cameron, se fue y volvió con un ojo hinchado y un poco cojo. Explicó que
sucedió en el entrenamiento, pero olí el alcohol en él cuando le apliqué
una bolsa de hielo en el ojo.
—Te ves hermosa, por cierto —dijo, tomando mi mano.
—Me siento demasiado arreglada —contesté, tirando del cuello.
Cassie puso los ojos en blanco y gimió cuando pasó junto a mí en
el pasillo.
El paisaje a través de las ventanas cambió de campos de cultivo
grandes y bien mantenidos a parches de tierra cubiertos de maleza y
153
secos. El ganado, flaco y viejo, se amontonaba, y los equipos agrícolas
oxidados salpicaban los campos. Todos en el autobús se encontraban en
silencio.
La jefa Greybear se reunió con nosotros en las afueras del pueblo.
Era más joven de lo que imaginé, probablemente no mucho mayor de
treinta años. Llevaba su tocado tribal tradicional. Sin una palabra, nos
condujo a Hawk y a mí a un grupo de ancianos que esperaban.
Uno de ellos se adelantó. —Nuestras tribus se han unido con paz
en nuestros corazones y fe en nuestro futuro —dijo—. La oscuridad
recuerda a la luz; la sequía recuerda a la lluvia. La esperanza es nuestra
supervivencia.
Con su canto y el ritmo de los tambores, nos llevaron al centro del
pueblo, donde esperaba el resto de su tribu. Con el permiso de la misma,
invitamos a Nelms Cochise, un periodista del Chicago Standard. Mientras
su cámara le colgaba suelta del cuello, se hizo evidente que ya siguió las
pautas que Manitouche había impuesto.
Estreché la mano de la gente y puse rostros a los nombres de los
que se acercaron después de que se publicara la historia de Kaya.
Con Billy en mis brazos y flanqueada por Meatball y Griff, recorrí
la pequeña comunidad Cherokee. Una iglesia construida con antiguos
tablones de madera laminada se hallaba en el centro de la comunidad.
Al otro lado de la calle había una pequeña tienda en la esquina;
sus estantes estaban casi vacíos. La mayoría de las casas se encontraban
cerradas con tablas.
Supe que Manitouche había sido una vez una comunidad agrícola
próspera, pero como las grandes corporaciones compraron los campos
vecinos a la reserva, la tribu no pudo competir y el costo de los equipos
agrícolas se disparó. Cuando éstos se averiaron, no pudieron repararlos
ni reemplazarlos y, finalmente, los agricultores de Manitouche quebraron
y se fueron.
La jefa nos invitó a pasar a su casa, que, con el revestimiento
desmoronado y el techo remendado, seguía siendo la casa más bonita de
la calle, un bungalow pequeño y ordenado de una habitación. Mientras
mis ojos se detenían en los colchones y cobijas esparcidos en la sala, me
dijo que junto con su esposo y sus dos hijos, el espacio lo compartía con
su hermana y sus cuatro hijos, ya que habían perdido su hogar. El moho
negro subía por la pared. Billy lloró por la incomodidad, y me di cuenta
de que la estuve agarrando con demasiada fuerza. En el baño había un
cubo de basura al lado del inodoro roto.
—Últimamente las aguas residuales del pueblo se estancaron —
explicó la jefa. Tenía la cabeza en alto, pero nuestros ojos se desviaron el
uno del otro. 154
Afuera, mientras caminábamos en silencio por la vía de escalones
rotos desde la casa al otro lado de la calle, un niño pequeño asomó la
cabeza por la ventana y nos saludó. Era una de las casas que supuse que
se encontraba abandonada. La puerta principal estaba tapada, al igual
que la mayoría de las ventanas. Sentí que alguien tomaba a Billy de mis
brazos. —Respira, Em. Respira —dijo Griff mientras acomodaba a mi hija
en sus brazos y le devolvía el saludo al niño.
Nos reunimos todos juntos en el pequeño centro comunitario. Nos
sentamos en un círculo de tres filas de profundidad que me recordó los
rayos del sol a través de un día brumoso en la ciudad. Uno tras otro,
hablaron y compartieron sus historias por primera vez, inspirados quizás
por la valentía de otros o quizás por el dolor de otros.
Después, nos reunimos fuera del salón. Griff me pasó a Billy y fue
a buscar al niño que asomó la cabeza por la ventana antes y que, ahora
me daba cuenta, también tenía un ojo morado. Griff se puso en cuclillas
y le habló al chico, que no salía de detrás de la pierna de su hermana.
Luego llamó a Meatball, lo que por fin convenció al niño, y compararon
sus ojos negros mientras acariciaban la cabeza de Meatball. Mientras los
otros niños se unían y llenaban a Meatball de atención, la jefa Greybear
nos hizo pasar a Hawk y a mí a una pequeña habitación contigua.
Cerró la puerta y nos quedamos en un círculo cerrado. —Soy la jefa
más joven en la historia de mi tribu por la única razón de que no quedan
suficientes de nosotros con vida o capaces de cuidar de la tribu. Nunca
quise ser jefa. Pero aquí estoy —dijo con un suspiro—. Minerva me dijo
lo que me propones. No quiero entrar en el negocio de las drogas, y cada
parte de mí piensa que es una mala idea. Que nos atrapen significaría
perder lo que nos queda de nuestra tribu. —Su voz era baja y mesurada.
Sus ojos se encontraban en Billy, que inspeccionaba los lóbulos de mis
orejas—. Pero no hacer nada significa una muerte definitiva para mi
pueblo, o lo que quede de nosotros. Mi tribu se ha dispersado y estamos
indefensos ante un mundo que solo quiere que desaparezcamos. Acepto
tu oferta. —Giró sobre sus talones y se fue, y la vi alejarse.

***

Una noche, unas semanas más tarde, me senté delante de mi


computadora con los dedos sobre las teclas. Dormí durante tal vez una
hora antes de que comenzaran las pesadillas. Voces gritaban. Me hallaba
atrapada dentro de un edificio envuelto en llamas. Una mano se deslizó
de debajo de la cama, tomó a Billy por la pierna y la arrastró hacia abajo.
Me hundí en arenas movedizas, incapaz de moverme. A pesar del doloroso
cansancio, renuncié a dormir. Encontré en mi computadora una bandeja
de entrada de correo electrónico llena y, sobre la mesa, una pila de correo.
Después de Manitouche, Nelms publicó el artículo. En veinticuatro
155
horas, el mismo se convirtió en noticia internacional. Las fotos que tomó
eran tan hermosas como desconcertantes. Insistimos en que cualquier
foto en la que apareciéramos Griff o yo tuviera también el telón de fondo
de la comunidad, para que no se pudiera ver a uno sin el otro. Si el
mundo insistía en vernos a Griff y a mí, también verían la realidad de la
tribu. Después del artículo, más personas se acercaron, queriendo contar
sus historias. Creamos un correo electrónico confidencial y buzones para
que la gente escribiera, y lo hicieron, hasta el punto de llenar mi correo
electrónico al máximo.
¿Por dónde se suponía que empezara? ¿A quién debía responder
primero? Una imagen de personas de pie en una fila se extendió por mi
cerebro: una fila interminable de personas. La presión contra mis
hombros era equivalente a una avalancha empujando contra el tronco de
un árbol.
Dos fuertes manos sobre mis hombros me trajeron de vuelta de la
montaña. —Es tarde, Em. Deberías tratar de dormir un poco. Salimos
para la reserva en unas horas.
Con la investigación de la desaparición de la madre de Kaya, todo
lo que nos encontramos eran obstáculos. Todos los testigos y todas las
pistas no conducían a ninguna parte. ¿Cuánto tiempo más antes de que
Kaya se diera cuenta de que no íbamos a ninguna parte en absoluto?
Deslizando su mano por mi espalda, Griff se sentó y apartó la
computadora de mi alcance. —Para mí, son los niños —dijo, escribiendo
algo en el teclado—. Si cierro los ojos por la noche, puedo sentir que me
miran en la oscuridad. —Le dio la vuelta a la computadora para que
pudiera ver la pantalla.
Leí un mensaje dirigido a Griff de su representante. Con el permiso
de la jefa Greybear, Griff consiguió que sus patrocinadores donaran y
ayudaran a construir un centro infantil en Manitouche.
—La gente está prestando atención ahora gracias a ti, así que deja
de castigarte y ponte a trabajar o vete a la cama.
Tomé una gran bocanada de aire, una que me llenó de punta a
punta, empujando los pensamientos oscuros hacia los rincones, creando
espacio para que respirara de nuevo. Griff y yo abrimos y contestamos el
correo durante la noche. A medida que la luz de la mañana entraba en
nuestro apartamento, abrió otro sobre y se aferró a la carta que había
dentro.
Con los ojos redondos, le dio la vuelta al papel. Era la solicitud del
certificado de nacimiento de Billy. La firma de mi padre me lo envió para
verificar que la información fuera correcta. Su nombre figuraba como
Billy Rocco Sheppard Connan. Sus padres biológicos eran referidos como
Emily Sheppard y Griffin Connan. No esperaba que llegara tan pronto o
que Griff lo viera antes de tener la oportunidad de hablarle al respecto. 156
Iba a contarle el desacuerdo que mi padre y yo tuvimos sobre el apellido
de Billy (obviamente, su voto había sido solo para Sheppard), pero Griff
me atrajo hacia él antes de que pudiéramos seguir discutiendo.

***

Se oyó un zumbido del guardia de seguridad en la planta baja y


Cassie fue a abrir.
—Hay una mujer abajo que dice ser tu madre —dijo.
Nos reímos. Esperábamos que, con el tiempo, habría paparazzi que
averiguarían dónde vivía, pero esta persona no sabía que afirmar ser mi
madre no la llevaría a ninguna parte. Mike bajó las escaleras para lidiar
con eso y yo continué alimentando a Billy con su favorito: el puré de
manzana de Margaret.
Cuando el resto de mi equipo de seguridad salió de sus dormitorios,
Mike regresó con una mujer. Llevaba una falda de tweed y una blusa
blanca. Parecía la versión de alta costura de un director de escuela.
—¿Mamá? —dije con la cuchara en el aire.
Escaneó rápidamente los rostros adormilados hasta que sus ojos
aterrizaron sobre Billy.
Griff se puso la camisa, y mi hija chilló ante la cuchara llena que
tenía frente a su rostro, pero que le era inalcanzable.
Mi madre sonrió, se quitó los tacones y se acercó con los pies
cubiertos por medias. —Hola, Billy —dijo al momento en que la cuchara
por fin llegó a su boca. Esta sonrió y el puré de manzana se le escurrió
de la boca—. ¿Puedo? —preguntó mi madre.
Me llevó un momento darme cuenta de que me pedía el lugar para
alimentar a mi hija. —Eh —dije, sin estar segura de que no fuera una
alucinación—. ¿Claro?
Después de que cambiáramos de sitios, Griff se acercó y puso un
brazo a mi alrededor. ¿También veía lo mismo?
—Mamá, ¿qué haces aquí?
—Bueno, si no viniste conmigo, entonces tenía que venir a verte.
Tuve que rogarle a Víctor que usara sus conexiones para encontrarte —
dijo. El hecho de que Víctor supiera dónde vivía ahora no me sorprendía;
me lo esperaba, pero el pensamiento me puso de los nervios. Joe y yo
discutimos la posibilidad, dada la atención que recibía. Me encontraba
bien protegida.
Cuando Billy terminó, mi madre hizo otra cosa sorprendente: la
sacó de la silla e, incluso aunque Billy se encontraba cubierta de puré de
manzana y cebada, la presionó contra su blusa blanca y a medida. Me
157
sentía paralizada, como si estuviera viendo a mi hija ser cargada por un
fantasma. Mi madre la sujetaba como si lo hubiese hecho antes: como si
nunca hubiera tenido niñeras, criadas, cocineras, jardineras y personal
de distintos hoteles a los que entregarles a sus hijos. Los recuerdos me
abordaron. Le arrebaté a Billy de los brazos y me volteé hacia el otro lado.
Todos se encontraban allí, esperándonos. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí?
¿Cuándo entró Hawk?
—Vamos tarde —señaló en lo que sus ojos se deslizaban desde mí
hacia mamá. Íbamos de camino a otra reserva, donde esperaba hablar
con una mujer llamada Terra, que publicó que su hija se encontraba
desaparecida. Intenté acordar una reunión, pero fui incapaz de hallarla
después de la publicación.
—Creo que podemos lidiar con otra Sheppard. ¿Por qué no viene?
—le dijo Mike a mi madre.
Sacudí la cabeza, pero las palabras no salían.
Griff fue el único en salir a mi defensa: —Es probable que no sea
una buena idea. Vamos a una reserva. Las condiciones no son las…
—Me encantaría ir con ustedes —interrumpió mamá antes de que
terminara.
Recordé darle un codazo en las costillas a Mike cuando nos
subimos al ascensor.
***

De camino al aeródromo, mi madre se sentó junto a Billy en el auto


y jugó al on tá bebé. Griff y yo intercambiamos un par de miradas. ¿Quién
era esta persona? No se veía en sus cinco sentidos. Tal vez se encontraba
drogada o algo. Cuando llegamos a la pista, insistí en cargar a mi hija.
Tan pronto como el avión comenzó a moverse, Billy se durmió sobre
mí.
Mi madre se sentó frente a mí, mientras todos los demás, incluso
Meatball, eligieron permanecer lo más lejos posible de nosotros. —Eres
buena con ella, sabes. También Griff. Es una niña con suerte. No tuviste
lo mismo al crecer. Tu padre y yo no estuvimos allí. Deberíamos haber
estado. Yo debería haber estado. Siento que no fuera el caso.
Sus palabras eran como serpientes a mis pies, amenazando con
atacar ante cualquier movimiento. Si me quedaba quieta, podría evitar
que las palabras me enterraran los dientes e inyectaran su veneno. Esas
palabras no eran verdad, me dije. Eran solo palabras. No eran recibidas
y no tenían permitido ponerse cómodas.
Cassie se acercó para darme la ropa para el viaje: una blusa simple 158
y un par de pantalones caquis. Ya sabía de mis límites de moda.
—He estado siguiendo tu trabajo con las comunidades indígenas
—dijo mi madre—. Es admirable. Debes saber lo orgullosa que estoy de
ti, y estoy segura de que tu padre se siente igual.
Me pasé la blusa por la cabeza. Ya nadie prestaba atención a mi
desnudez. —¿Has hablado con él desde que lo soltaron? —Me daba cierta
curiosidad saberlo, pero sobre todo, su discurso era desconcertante, así
que, necesitaba escaparme del tema anterior.
—No sería algo apropiado —dijo, y miró por la ventana.

***

Riviere des Sables poseía su propio aeródromo, y aterrizamos al


borde de la reserva. Se suponía que el jefe nos recibiría en la pista, pero
cuando miramos por la ventana, había una multitud de al menos cien
personas con cámaras y teléfonos.
El jefe Sarano, un hombre bronceado y vestido de traje y corbata
nos recibió como fue planeado y lucía impasible, sin sorprenderse por la
atención.
Con la expectativa de que todos estuviesen más interesados en
conocernos y tomarse fotos con Griff y conmigo, decidimos que Cassie se
llevaría a Billy, una responsabilidad que aceptó con solemnidad. Apegó a
mi curiosa hija lo más cerca posible a su pecho que esta le permitió.
Todos los demás las rodeábamos.
El jefe insistió en posar para fotos con Griff y conmigo por más
tiempo del que me sentí cómoda. Después de unos veinte minutos de
dolor, los músculos de mi rostro se sentían tensos. Me alejé y uní al resto
en la furgoneta que esperaba.
Condujimos por un paseo rodeado de flores inmaculadas y pasto
tan verde que parecía plástico. Las farolas de metal tenían culturas de
dragón encima. Todavía me encontraba en proceso de conocer las figuras
míticas de los nativos americanos, que variaban de tribu en tribu. Señalé
los postes. —¿El dragón es un símbolo significativo para su tribu? —le
pregunté.
Se encogió de hombros. —No sé. Pero las farolas fueron ordenadas
especialmente desde Japón.
Llegamos a un cruce en el camino, y se nos presentó una elección
entre el casino y el pueblo. La furgoneta dobló hacia la señal del casino.
Sabía acerca de este porque se encontraba por todo el sitio web de
la tribu, pero el resto de los nativos permanecían elusivos al tema. Si
entrecerraba los ojos, podía ver el límite del pueblo desde el aparcamiento
159
del casino.
Junto a la entrada principal, fuimos recibidos por una hilera de
hombres y mujeres que lucían lo que parecían ser trajes para una fiesta
de disfraces alocada. Los hombres iban vestidos de vaqueros y movían
pistolas en el aire, o llevaban tocados de plumas con pintura en las caras
y manguales. Las mujeres apenas llevaban ropa: con vestidos pequeños
y de cantina o bikinis de pelaje. Hawk y yo intercambiamos miradas.
—Los visitantes siempre se emocionan por el tema de los vaqueros
e indios. Pueden sacarse una foto con cualquiera. El indio más grande
puede incluso fingir que les arrancará el cabello. Es una buena foto para
llevar a casa —dijo Sarano con las manos en los bolsillos, tambaleándose
sobre sus pies.
Declinamos.
Después de casi una hora de que a nuestro grupo le enseñaran el
casino, comencé a ponerme impaciente.
Tuvimos que parar para darle de comer a Billy porque tenía
hambre. Desde una mesa al otro lado del restaurante, observé a mi madre
alimentarla.
—Así que, tienen una propuesta de trabajo para mí —nos dijo el
jefe Sarano a Hawk y a mí.
Hawk permaneció en silencio.
—Esperaba visitar el pueblo y hablar con Terra primero —dije. Por
la mañana, cuando le escribí un correo del tema, no respondió.
El jefe se reclinó contra la silla, entrelazando los dedos sobre su
estómago.
—No existe nadie llamada Terra en esta reserva, y estoy listo para
esta reunión ahora. Ya saben que cerré todo el casino para ustedes. Me
estoy perdiendo un ingreso de millones de dólares.
—Y lo aprecio —dije, pensando en mis pies—. Tu hermoso casino y
el aeródromo de seguro serán un activo en cualquier colaboración. Sin
embargo, puedes comprender que con los medios conscientes de que me
encuentro aquí, sería bastante sospechoso si no visitara la reserva.
Por un momento, nos miramos fijamente.
—Podemos visitar el pueblo un rato —sugirió—. No obstante, verás
que no hay nadie llamada Terra.
A pesar de las instrucciones que le dio Sarano al chófer de que solo
pasáramos por el pueblo, hice que se detuviera cuando llegamos a lo que
parecía ser el centro.
—Necesito estirar las piernas un rato —dije, abriendo la puerta
antes de que la furgoneta pudiese detenerse por completo. Hawk decidió
quedarse en el auto. 160
Para el momento en que el jefe Sarano nos alcanzó, ya íbamos a
mitad de cuadra. La calle principal se encontraba bordeada de tiendas
para turistas. Se veía completamente vacía. Me di cuenta de que, al estar
allí, con el casino cerrado, impactaba al negocio local. Nelms no se veía
por ninguna parte. Echando un vistazo por la esquina, vi lo que me había
acostumbrado a esperar en una reserva, pero el jefe nos urgió a caminar,
llevándonos a la única casa en la avenida. Era blanca con una cerca del
mismo color, árboles enormes y un jardín de verde plástico.
—¿Esta es tu casa? —dije.
—Vivo en la ciudad, por supuesto. Con el casino y la gestión de la
reserva, es más fácil hoy en día trabajar donde está el dinero. Pero la
gente del pueblo todavía mantiene la propiedad por respeto a todos los
años de servicio que mi familia ha proveído a esta reserva.
El jefe se nos adelantó y abrió la puerta, pero volteé en la esquina
y caminé hacia el pueblo real. Me acerqué inmediatamente a las primeras
personas que vi y me presenté. —¿Conocen a alguien llamada Terra? —
les pregunté.
Sus miradas se dirigieron hacia la parte de atrás de nuestro grupo,
donde se encontraba el jefe con seis hombres que lucían más grandes
que Griff. —No —respondieron al unísono.
—Creo que es hora de que se vayan —dijo el jefe Sarano.
Todos, excepto Billy, permanecieron callados mientras hombres
con pistolas nos llevaban de regreso al aeródromo.
—Eso se puso feo bastante rápido —comentó mi madre mientras el
avión dejaba el suelo. Lucía diminuta en su asiento.
—Creo que tuvimos suerte de irnos cuando lo hicimos —dijo Hawk.
Arruiné todo. No solamente no encontré a Terra, sino que también
molesté a la única persona que tenía el poder suficiente como para decidir
si podía regresar a la reserva.
Mi madre se mantuvo en silencio mientras Billy le mordía la mano.
Sus mejillas se veían un poco rojas. ¿Podría ser que le estuvieran saliendo
los dientes? No podía recordar lo que ponían los libros. Dios, me sentía
agotada. Mi teléfono sonó, y su sonido equivalía a que alguien me clavara
un dedo en las costillas. Echando un vistazo a la pantalla, vi que era la
investigadora privada.
—La policía dio un anuncio acerca de la madre de Kaya —dijo,
antes de que tuviera la posibilidad de saludar.
—¿Qué?
—Está muerta —explicó—. Hubo un cuerpo no identificado que se
encontró en una construcción el día que desapareció. Acaban de coincidir
los ADN. 161
—No —exhalé al teléfono.
Griff se acercó con el teléfono en mano.
—¿Qué sucede? —preguntó mi madre.
Me hundía en arenas movedizas. —¿Hace cuánto lo anunciaron?
—pregunté.
—Hace una hora.
—Tengo a Gianni al teléfono —dijo Griff. El color había abandonado
su rostro. Intercambiamos teléfonos.
—He estado llamando a Kaya sin parar, pero nadie responde —dijo
Gianni.
—¿Crees que haya visto el anuncio?
—No lo sé. Mi madre y yo estamos yendo a verla, pero todavía nos
quedan un par de horas.
—Está bien —contesté, tratando de respirar, de mantener la mente
despejada a pesar del terror recorriendo mis venas.
Mientras el avión cargaba bencina en Callister, Mike se puso al
teléfono con Joe, tratando de averiguar de un aeródromo lo más cerca
posible de Cuddle Cove y de algún auto que nos llevara a la reserva. Hawk
fue capaz de encontrar un vecino que respondió el teléfono.
Descubrimos que la abuela de Kaya había salido a hacer algunos
recados, y que Kaya se había ido de excursión después de que se fuera.
Traté de concentrarme y decirles acerca de un sendero que Kaya
me describió, un lugar al que le gustaba ir: al que fue con su madre de
pequeña y donde todavía podía sentirla. ¿Vio las noticias antes de que se
marchara? ¿Cuánto tiempo llevaba fuera? ¿A dónde había ido? Nadie lo
sabía.
Mi madre se ofreció a quedarse con Billy y acepté, a sabiendas de
que Meatball y el resto del grupo también estaría allí. Griff y Hawk se
quedaron en el avión conmigo. Tan pronto como el avión estuvo en el aire
y nos encontrábamos fuera de rango, mi mandíbula estuvo tensa hasta
que entramos a un aeropuerto a menos de una hora de Cuddle Cove.
Mi teléfono sonó cuando nos subimos al auto. La abuela de Kaya
había regresado de hacer los recados. Podía sentir su pena mientras se
obligaba a aceptar la pérdida de su hija y a permanecer pendiente a la
urgencia de encontrar a su nieta. Toda la tribu buscaba a Kaya. Pero su
abuela tenía una idea de dónde podría estar.
Con Griff conduciendo como un lunático, llegamos a Cuddle Cove
en la mitad del tiempo predicho por nuestra aplicación de manejo. La
abuela de Kaya se encontraba justo donde la calle se unía al bosque.
Detuvimos el coche, me quité el cinturón de seguridad, nuestros ojos se 162
conectaron mientras mi mano encontraba la manilla, negó con la cabeza
ligeramente y el mundo a mi alrededor se evaporó.
15
Traducido por Alessandra Wilde & Gesi
Corregido por Renatte

¿Cómo dices adiós? ¿Cómo dejas ir a dos almas que eran demasiado
jóvenes para volar? ¿Cómo entierras a dos generaciones de mujeres, cada
una parte de la otra?
¿Cómo entierras a una amiga?
El cuerpo de Kaya fue encontrado en el fondo de un acantilado. Su
abuela debe haber sabido que no iba a hallar a su nieta con vida cuando 163
vio el teléfono de ella, del que nunca se separaba, en la mesa de la cocina.
Nadie podía consolar a Gianni. —Pasamos las noches hablando por
teléfono. Hablábamos de ir a la escuela. ¿Todo eso no significó nada para
ella?
Me quedé durante días, ayudando a la abuela de Kaya a hacer los
arreglos del funeral. Pops y Margaret llegaron el día después del anuncio
con Meatball y Billy.
Mucha gente había estado siguiendo la historia de Kaya, y después
de que se difundió la noticia de su muerte y la de su madre, también lo
hizo la ira. Kaya estuvo en la comisaría el día que desapareció su madre.
¿Cómo no pudieron haber hecho la conexión cuando hallaron el cuerpo
de una mujer al día siguiente? La reacción en internet fue rápida y
despiadada, y la gente acampó frente a la estación de policía en protesta.
Como escribió una persona en nuestra página: “Para ellos, no somos
humanos. Para ellos, somos fantasmas”.
Para el funeral, la abuela de Kaya decidió realizar un círculo de
oración en el centro comunitario y luego caminar hasta el lugar donde se
encontró el cuerpo. Allí pondría comida y agua para que Kaya y su madre
pudieran comenzar juntas su viaje al más allá.
Pensamos que vendrían unas cincuenta personas. A la luz del día,
el plan se vino abajo cuando cientos de personas caminaron por el bosque
y se filtraron en la reserva como almas perdidas.
Griff y Margaret inmediatamente se pusieron a organizar sillas y a
las personas, y cambiaron el lugar, moviendo el círculo de tambores a la
orilla del lago. Me quedé paralizada. Mi madre vino, al igual que mi padre.
Se mantuvieron alejados el uno del otro. No conversé con ninguno de los
dos. Vinieron personas de otras reservas, algunas que conocía. Muchos
trajeron sus propios tambores y se unieron al círculo de oración. Llegó la
jefe Greybear. Tampoco hablé con ella. Mientras sonaban los tambores,
me paré junto a la abuela de Kaya y miré el lago.
—No puedo creer que haya venido tanta gente a despedirse de mis
chicas —dijo la abuela de Kaya, apretándome la mano. No podía esperar
a que todos se fueran.
Esa noche, mientras algunos rezagados se reunían alrededor de la
pequeña cocina, terminé de guardar los platos y me dirigí a la puerta de
la pequeña habitación de Kaya. A pesar de mi anhelo de hallar un lugar
donde esconderme, no podía dar un paso más; el mero pensamiento de
mis pies en su piso era increíble, como si ella estuviera allí, ocupando
cada centímetro de esquina a esquina, de pared a pared, de techo a piso.
Estudié su habitación, su cama, su tocador, las cortinas y la
pintura de sus paredes, inicialmente tratando de memorizar todo sobre
ella como si estuviera a punto de vaporizarse y luego buscando pistas
sobre cómo podría haberla detenido. Su abuela ya había revisado todo,
con la esperanza de hallar una nota. Pero no había nada. Sin despedidas.
164
Ella se fue. Sin embargo, todavía se encontraba allí.
Cuando Pops me tocó el hombro, salté. No había oído su bastón ni
sus pasos contra el suelo. Me hizo seguirlo afuera en la noche, y por un
rato, nos sentamos en una roca mientras el lago lamía tranquilamente la
orilla. Observé el vacío de la oscuridad.
Su rostro miraba el cielo estrellado. —Las estrellas son ciertamente
llamativas, ¿verdad? Siempre me relajo con solo mirarlas. Durante siglos,
mi gente ha contado una y otra vez historias sobre las mismas estrellas.
Cuentos de dioses, doncellas y animales. Constelaciones convirtiéndose
en leyendas y cuentos con moralejas. Pero los científicos nos dicen que
las estrellas son solo grandes bolas de gas que explotan. —Se detuvo por
un momento—. A las estrellas no les importa lo que digamos sobre ellas.
Brillarán con o sin nosotros.
—Me advertiste que me mantuviera alejada —recordé—. La primera
vez que vinimos aquí, me dijiste que no me involucrara y no te escuché.
Y ahora, por mi culpa, Kaya está muerta.
—No quería que te involucraras con Kaya por la razón precisa de
que sabía que te culparías a ti misma, y ahora estamos sentados aquí en
la oscuridad, hablando de bolas de gas. Lo que vi en sus ojos de Kaya el
día que la conocí fue un espíritu tratando de escapar de su caparazón.
Era solo cuestión de tiempo antes de que se sacudiera el caparazón para
unirse a su otro yo, el espíritu de su madre, en su viaje al más allá. Quería
protegerlas a ti y a Billy de eso, pero las plumas caídas me recordaron mi
estupidez. La buena parte de tu espíritu no se detendría en su viaje, sin
importar lo que hiciera un anciano como yo.
Se levantó una brisa. Cerré los ojos y escuché, conjurando la voz
de Kaya dentro de él. ¿Qué decía? Quería aferrarme a eso.
—Puede que no me guste el viaje de tu espíritu —explicó, colocando
su bastón entre sus piernas—. Pero lo acepto. Y debes aceptar el viaje de
Kaya, sabiendo que hagas lo que hagas o dejes de hacer, el viaje está
predeterminado. Consuélate al saber que el espíritu que estaba en ella y
en su madre está completo una vez más.
La brisa cayó, al igual que la voz de Kaya. Una vez más escuché el
agua del lago.

***

Cuando miras por la ventana por la noche, ves lo que quieres ver.
Puedes elegir estar un poco menos solo. Elegir mirar los autos después.
¿Adónde van a esta hora de la noche? ¿A trabajar? ¿Al hospital? ¿A un
pub? En tu mente, puedes conjurar vidas enteras de personas a las que no
conoces. Algunas noches, miraba otros edificios, otras ventanas donde 165
las luces estaban encendidas, de alguna forma me reconfortaba el hecho
de que alguien más no podía dormir.
Pero otras noches, las ventanas de mi apartamento me aislaban.
No veía los coches. No veía las ventanas con las luces encendidas. En
cambio, buscaba las estrellas que sabía que no sería capaz de ver. Pasaba
por encima de las ventanas iluminadas y me enfocaba en las oscuras,
buscando un rostro reconocible que sabía que no estaba allí. Algunas
noches, elegía estar sola.
Una noche, poco después del funeral de Kaya, solo pude ver mi
propio reflejo, devolviéndome la mirada, juzgándome, suplicándome.
Las cosas no cuadraban. La policía les había dicho a los medios
que la madre de Kaya había sido encontrada boca abajo en un barranco
acuoso con cantidades elevadas de drogas y alcohol en su sistema. Una
muerte accidental, lo habían llamado, pero todas las personas con las
que habló el investigador privado dijeron que ella nunca bebía ni tampoco
se drogaba.
—Lo investigaré —dijo Joe cuando se lo mencioné, porque la policía
seguía alimentando al investigador privado con la misma ficción que
alimentaba a los medios.
Un par de días después volvió. —Hackeé su expediente policial. Hay
dos informes diferentes allí. Está el formal que tiene un informe completo
de toxicología y del forense y un montón de declaraciones de testigos y
nombres de personas con las que aparentemente habló la policía en ese
momento. Luego hay un informe antiguo, uno que trataron de borrar del
sistema. Un papel solitario de un policía de ronda que dijo que murió por
un traumatismo contundente en la cabeza. Una página. Es todo. Sin más
investigación. Sin autopsia. Fue incinerada como mujer no identificada
número setenta y ocho mil cuatrocientos cincuenta y dos.
—Entonces, ¿los informes de toxicología a los que se refería la
policía?
—Son falsos —explicó—. Nunca hicieron uno en ese momento. Si
lo hicieron, no está en su expediente. —Hizo una pausa por un momento
y después preguntó—: ¿Crees que saber la verdad habría cambiado algo
para Kaya?
Mientras miraba mi propio reflejo en la ventana, las palabras de
Joe flotaban en el aire como polvo a la luz del sol. Esa noche, no me
importaba recordar las estrellas. No me importaba lo que hicieran los
demás. Me importaba la persona que me devolvía la mirada y lo que ella
representaba.

***
166
Era una de esas tardes raras en el apartamento en las que todos
salieron y Billy dormía. Respondía correos electrónicos. Griff aún tenía la
intención de encontrarnos un lugar al que escapar. Había una película
en la televisión que ninguno de los dos veía.
—¿Qué tal este? —preguntó.
Miré por encima del hombro a la pantalla de su computadora y vi
una isla apartada cerca de Bora Bora. —Parece costoso.
—Solo trescientos millones. Al parecer, acaba de volver al mercado.
—No estás siendo realista.
Griff acababa de volver del entrenamiento. Billy y yo acabábamos
de regresar de visitar a Pops y Margaret. Habíamos recibido un nuevo
cargamento de drogas mucho más grande que el anterior. Quería errar
por el lado de la precaución y pedir un poco más para ver cómo iban las
cosas. Hawk quería pedir el triple de lo que podíamos distribuir de
inmediato. Llegamos a una solución intermedia, aunque todavía no me
gustaba.
Había muchas cosas que no me sentaban bien últimamente. El
anuncio de Hawk de que el jefe Sarano se puso en contacto con él y aún
quería hablar sobre nuestra propuesta comercial fue particularmente
preocupante.
—No podemos seguir diciéndole que nos pondremos en contacto
con él —había dicho Hawk.
Todo sobre el jefe Sarano hacía que los estómagos de ambos se nos
revolvieran.
Mi nuevo teléfono vibró. Había comprado uno solo por el bien de
mi madre. Suspiré después de leer las primeras palabras de su mensaje,
lamentando esa decisión. —Ella me ha reservado una cita para pruebas
privadas con diseñadores en Manhattan —le dije.
Frances era solo una niña cuando cayó presa de Víctor. Todo lo que
le sucedió después de conocerlo fue casi todo obra de Victor. Quizás
Frances tenía parte de la culpa. No lo sabía. Lo que sí sabía era que a mi
hermano no le habría importado eso, y a mí tampoco. Si Frances resultó
herida, fue porque me escapé. Si estaba muerta, era porque yo sobreviví.
Si no recuperó a su hijo, era porque yo todavía tenía a la mía. Vivíamos
en una dualidad que no era obra nuestra.
Joe tenía razón: vivo o muerto, solo Víctor sabía dónde estaban la
madre y el hijo. Si quería llegar a Frances y Daniel, primero tenía que
llegar a Víctor.
Así que cuando mi madre me pidió que asistiera a una gala en
honor a Víctor, acepté.
—No me gusta nada esto, Em —dijo Griff, en tono uniforme.
167
—Lo sé.
—Víctor es el tipo de hombre del que quieres alejarte, no acercarte.
—Tendré cuidado. Sabes que nunca pondría a Billy ni a nadie más
en peligro.
Pasó un pulgar debajo de mis ojos. Incluso yo noté los círculos
oscuros que formaban elementos permanentes en mi rostro como un
interruptor de atenuación. —No podemos seguir así para siempre. Yo
entrenando para que me den un puñetazo en la cara y tú corriendo de
reserva en reserva al peligro.
Puse mis manos a los lados de su rostro. —No tienes que seguir
luchando. —Lo besé.
Sus labios bajaron por mi cuello; sus manos subieron por mi
camisa. Le quité la camiseta y nos hundimos en el sofá. Sostuvo mis
manos por encima de mi cabeza mientras sus labios exploraban mi piel
un centímetro a la vez.
La bebé se encontraba dormida, la película continuaba y el mundo
se mantuvo alejado por un tiempo más.

***
Pops y Margaret desaparecieron detrás de las puertas del ascensor
con Billy en los brazos de Margaret y Meatball a los pies de Pops. —Se lo
pasará genial. La veremos mañana por la mañana —dijo Griff para mí y
para sí mismo. Me dio un beso en la cabeza y caminamos de regreso a
nuestro apartamento sin hijos. Sin hijos, sí, pero claramente no vacío.
Cassie nos esperaba. O a mí.
—Está bien —dijo Cassie—, vamos a ver el vestido. ¿Cuál elegiste?
¿Armani? ¿Chanel?
—¿Qué? —le pregunté, sintiendo como si el aire fuera demasiado
denso para respirar sin Billy.
—Pasaste el día en Manhattan la semana pasada, yendo a las casas
de alta costura, siguiendo las instrucciones de tu madre, ¿verdad?
En lugar de ir a las citas que mi madre había programado, pasé el
día con la madre de Joe y Billy para explorar la ciudad, pero no podía
decirle eso, así que eludí la verdad. —Pensé que sería más divertido para
nosotras ir de compras hoy. ¿A menos que tengas algo en la pila secreta
de ropa que guardas para mí?
Cassie palideció y se apoyó contra la pared con una mano sobre su
frente. —Este es el evento más grande del año, y ella cree que puede
tomar algo de Target.
168
El olor a tostadas de mantequilla de maní flotaba desde la cocina.
—Hay algo sobre la mesa para ti —dijo Hunter al pasar mientras
Cassie se derretía en el suelo.
Sobre la mesa de la cocina había una caja y un pequeño sobre con
una nota dentro. Inmediatamente reconocí la letra de Pops mientras leía
la nota: “La oscuridad puede ser simplemente oscura, o puede servir para
enmarcar la luz. Es tu elección”.
Abrí la caja. Dentro, envuelto en papel de seda, había un vestido.
Lo saqué, y la habitación quedó en silencio durante un momento. Era un
vestido halter de color naranja quemado con un frente pronunciado y
broches de joyas dobles donde las correas se encontraban con el pecho.
—No pueden permitirse esto —murmuré.
Cassie me empujó por detrás hacia mi habitación.
—Nos preocuparemos de eso más tarde. Pruébatelo y espero que te
quede bien.
—¿Puedo desayunar primero? Me muero de hambre.
—No vas a comer hoy si quieres que ese vestido te entre.
Pasamos a Griff, que llevaba mi mantequilla de maní y tostadas.
Horas más tarde, salí de mi cuarto, lavada, afeitada, desplumada,
rociada, vendada y hambrienta. Griff estaba de pie con su esmoquin. Tan
pronto aparecí, su sonrisa se evaporó. —Nunca he visto a nadie tan
hermosa como te ves ahora…
Le tomé la mano y lo arrastré hasta el elevador antes de que Cassie
saliera en busca de algo más que pintarme o arrancarme del cuerpo.
Entonces lo obligué a detenerse en el autoservicio de McDonald’s
de camino al aeródromo.
—Cassie te asesinará cuando se entere —mencionó cuando nos
encontrábamos en el avión mientras devoraba una hamburguesa.
—Llevo cinta adhesiva como sujetador, por lo que no me importa.
—Hablé con la boca llena, con cuidado de no derramar kétchup en el
vestido que Pops y Margaret me regalaron.
Mi madre había enviado un coche para llevarnos del aeropuerto a
la gala en Brooklyn. Cerca del lugar, quedamos atrapados en una fila de
vehículos. Me dio hipo por haber comido mucho demasiado rápido en el
avión. Podría haber utilizado el tiempo para prepararme. Sabía que la
prensa estaría allí, mamá me lo advirtió para que no la avergonzara a ella
ni a Víctor. Pero cuando nuestro coche fue el siguiente y vi la alfombra
de un kilómetro de largo flaqueada por fotógrafos, camarógrafos,
periodistas y más fanáticos detrás de ellos, me congelé.
169
—De acuerdo, primero, tienes que respirar. Respira, Em. Inhala y
exhala —dijo Griff.
—No puedo. Podría reventar una puntada. —La hamburguesa
regresaba para burlarse de mí.
Nuestro auto era el próximo en la fila. Su mano estuvo sobre la
mía. —Podemos seguir conduciendo si quieres. No tenemos que hacerlo.
Pensé en Frances, Rocco y el hermano de Joe. En mi madre. En
todas las personas a las que Víctor se había llevado y aún podía llevarse.
—No, tenemos que hacerlo.
Era nuestro turno. Salió y rodeó el coche. El ruido fue abrumador
cuando abrió la puerta. Se inclinó dentro. —Cuando estoy nervioso antes
de una pelea, me gusta imaginar a todos mis enemigos parados frente a
mí, listos para una paliza.
Por el rabillo del ojo vi a Angelina Jolie y a Víctor más adelante,
hablando con los periodistas. Mi madre estaba detrás de él, su mirada
saltaba de un lado al otro como la de una cierva perdida. Le agarré la
mano a Griff y salí a la alfombra.
Nos detuvimos para posar para algunas fotografías, pero había
tanta gente gritando nuestros nombres que no sabía dónde se suponía
que mirara. Sentí un brazo enredarse con el mío.
—¿Qué tal una foto familiar? —consultó Víctor, sonriéndole a las
cámaras—. Esto lo volverá completamente loco —murmuró a través de
su sonrisa. Nos llevó con todos los periodistas—. Mi futura hijastra —
anunció.
Se paró casi hombro a hombro conmigo en tanto hablábamos con
los reporteros. Griff se fue a firmar algunos autógrafos y a tomarse fotos
con los fanáticos. Miré hacia atrás un par de veces. Mamá se hallaba a
nuestro lado, con los labios apretados. Llevaba un traje de pantalón gris
metálico y tacones negros que la hacían parecer una matrona. El atuendo
habría quedado perfecto para mí, pero en ella era extraordinariamente
modesto. Nunca era de las que se avergonzaran de mostrar su figura o
su piel suave como la seda. Sin embargo, últimamente ese parecía estar
convirtiéndose en su estilo característico. Pensé que estaba molesta
conmigo, pero me apretó la mano y me dijo que me veía hermosa cuando
entramos a la fiesta.
Dentro del edificio, la multitud se dispersó entre mesas y pequeños
grupos de pie. Con Griff estábamos con Víctor y mi mamá, el presidente
mexicano y una mujer que supuse que era su esposa. Su piel era del
color de la piedra arenisca. Llevaba su largo cabello oscuro en una cola
de caballo elegante. Asentí y sonreí en tanto me sentaba. Sus rasgos
fáciles permanecieron vacíos. La cantidad de copas vacías frente a ella
me hizo asumir que llevaba sentada un tiempo. Mamá se acomodó a mi 170
lado, cambiando la tarjeta de asignación de asiento de Víctor antes de
que llegara.
No la había visto desde el funeral de Kaya. Nos mantuvimos en
contacto por teléfono, pero no nos visitó ni a Billy ni a mí, a pesar de sus
promesas de hacerlo. Cuando dejó su copa, se le levantó levemente la
manga. Tenía moretones en la muñeca. Captó mi mirada y se reacomodó
la manga. Me dio la espalda en un intento de entablar conversación con
la esposa del presidente. Eventualmente, Víctor y el otro hombre de la
mesa aparecieron y se sentaron, provocando que mi madre se callara por
completo.
No me miró durante el resto de la subasta, y tan pronto como se
acabó, se puso de pie y desapareció entre la multitud.
—¿Qué está pasando entre tú y tu madre? —preguntó Griff.
Una imagen de Frances siendo arrastrada por el suelo del ascensor
se me vino a la mente. —Tiene moretones —dije, pero nos interrumpió un
hombre pidiéndole un autógrafo. Esperé. Pero tan pronto estaba por irse,
aparecieron otros dos. Después otros cuatro, hasta que estuvo rodeado y
tuve que retroceder para darles espacio.
Hubo un golpecito en mi hombro. —Emily, me gustaría presentarte
al presidente de México —dijo Víctor.
Estudié la multitud en busca de mi madre.
Hice mi mejor intento de sonreír e interpretar el papel mientras se
me retorcían las entrañas. ¿Adónde se fue mi madre? Eventualmente, un
asistente le susurró algo al presidente y Víctor.
—¿Por qué no sigues adelante, Julien? —le dijo al presidente—. No
dejaré a esta pobre chica esperando aquí sola con una pista de baile tan
bella frente a nosotros. —Me colocó una mano en la espalda y apretó—.
Sé lo que has estado haciendo —me susurró al oído a medida que me
conducía hacia la pista—. Ocultarte a plena vista. Te has convertido en
una experta haciéndolo. Un hombre inferior a mí se habría atribuido el
mérito de habértelo enseñado. Yo no. —Su oreja estaba cerca de la mía
en tanto nos balanceábamos.
El frío se extendió desde mi estómago hasta mi cuello y mis brazos.
—Sabes, me siento verdaderamente impresionado con el trabajo
que has estado haciendo con las comunidades indígenas. Cuddle Cove,
Manitouche, Bearsbay —agitó una mano en el aire—, bla. Innumerables
más. Lo importante es que, mientras toda la comunidad clandestina se
ha estado preguntando como loco quién podría estar socavándolos, tú
has estado bajo sus narices. Y mientras todos te han estado felicitando
por tu trabajo con la comunidad indígena, has estado usándola como
tapadera en tanto instalas la línea de distribución de drogas más grande
que este país haya visto en su vida. 171
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, sabes perfectamente de lo que hablo. Y sabes que no te
habría traído aquí a menos que tuviera suficiente para eliminar todas las
reservas involucradas. En realidad, me lo has hecho bastante fácil. Solo
tengo que ver las noticias para saber en qué reservas has estado. Lo único
que tengo que hacer es encontrar droga en una de ellas y el resto caerá.
Me sentí como si estuviera bajo el agua. La gente nos rodeaba, pero
no había ningún sonido.
—Ahora necesito que me hagas un favor. —Su mirada era gélida e
intensa—. La próxima vez que te pida que hagas algo, quiero que digas
que sí. Simple.
Apreté mis manos en puños para evitar que temblaran.
—¿Y si no lo hago?
—No creo que tenga que responder esa pregunta, ¿verdad? Te estoy
dando una oportunidad, Emily.
Mis ojos estaban anclados en él, pero no podía verlo completamente
como uno. Era pestañas, dientes y cabello. Cada pedazo de él era una
pesadilla gigante cobrando vida, un momento en un lúgubre almacén de
oficinas que se sentía como una eternidad.
—Mi intención no es lastimar ni exponer a ti o a cualquier persona
en tu grupo. Lo digo en serio. Me impresionas. Simplemente encajamos
mejor para trabajar en conjunto en vez de en contra. Pero tienes que
saber que tengo el poder para hacer que las cosas vayan verdaderamente
mal para todos ustedes. Estoy seguro de que al tribunal le complacería
otorgarnos a unos ciudadanos tan honrados como lo somos tu madre y
yo la custodia de tu hija cuando estés cumpliendo condena.
Rodeados por sus hombres, bajamos por el ascensor hasta el
sótano, como si fuéramos a las puertas del infierno. A lo largo del pasillo,
los únicos sonidos provenían del susurro de mi vestido y del clic de
nuestros zapatos. El enladrillado cambió de cemente verde lima a algo
más suave como el yeso, como si estuviéramos en un edificio totalmente
diferente. ¿Debería gritar? ¿Correr?, pensé. Mi vestido y mis tacones se
sentían como una celda de prisión.
—Todo estará bien —dijo, como si pudiera oírme—. Solo estaremos
unos minutos y luego ambos podemos regresar a disfrutar de la fiesta.
Lo único que tienes que hacer es decir que sí.
Me dejó parada allí por varios minutos. Cada parte de mí temblaba.
Cerré los ojos y forcé el aire dentro y fuera de mis pulmones. El pasillo se
sentía demasiado chico y grande a la vez. Lo único que tienes que hacer
es decir que sí. Luego puedes huir. Luego puedes arreglarlo. Luego puedes
sacarlos. Luego puedes salvarlos. Solamente tienes que decir que sí, y las
palabras solo son palabras. Las palabras son fáciles. 172
Se abrió una puerta y me ordenaron que entrara.
—Ah, mi querida Emily. Justo a tiempo —oí decir a Víctor.
Me llevó un segundo de más reconocerlo, solo porque tenía mucho
pelo. Cameron se hallaba sentado cerca de la punta de la mesa. Se puso
levemente de pie cuando aparecí, y entonces, como si no hubiera sido su
intención hacerlo, se volvió a sentar. Su mirada se encontró con la mía
por solo un momento, y luego se desvió a la persona sentada a su lado:
Manny. Estaba completamente vestida esta vez.
Había otras personas cuyos rostros me resultaban familiares, pero
mi mente corría demasiado rápido para poder entenderlo. Mi mirada se
desvió brevemente a Cameron. Lucía una barba poblada y descuidada, y
su cabello había crecido. Parecía un oso demacrado. Sus ojos inyectados
en sangre observaban a Víctor.
—Me gustaría presentarles a mi futura hijastra, Emily Sheppard.
Puede que algunos la reconozcan como la mujer hermosa que ha estado
en los titulares de las noticias con el trabajo que ha estado haciendo con
las comunidades indígenas. Pero lo que no saben es que esta mujercita
hermosa también ha creado sola el cartel de distribución de drogas más
grande que Estados Unidos haya visto en su vida. Algo que algunas
personas, como este hombre sentado a mi lado —gesticuló vagamente
hacia Cameron— ha intentado hacer durante varios años, pero no ha
tenido éxito en absoluto. He decidido ofrecerle a mi querida hijastra el
liderazgo…
Cameron estrelló el puño sobre la mesa.
—En los Estados Unidos. Emily será mi hombre de confianza. —Se
rio—. Más bien mi mujer de confianza. Con Emily lo hemos discutido y,
Emily, ¿has aceptado?
Esta era la pregunta que se suponía que respondiera. Pensé en la
pila de drogas que había en la cueva, más de la que habíamos ordenado
en nuestra vida. Pensé en Pops, Margaret, Hawk y todos los trabajadores
y sus familias. Pensé en Cuddle Cove, Manitouche y todas las personas
que había conocido en los últimos meses, todas las historias de dolor, el
sufrimiento. Los imaginé a todos en la cárcel. Pensé en sus hijos, ¿qué
les sucedería a sus hijos? Pensé en Billy. ¿Qué sería de mi bebé si me
arrastraban a la cárcel?
—Sí —respondí como me ordenó.
—¡Este no es el acuerdo! —gritó Cameron.
—Esa es una noticia maravillosa, Emily —dijo, como si Cameron
fuera un espectro—. Y estoy seguro de que todos ustedes disfrutaran de
trabajar con ella tanto como yo. Está llena de ideas frescas. Sin embargo,
la jovencita tiene una fiesta esperándola arriba, y prometí que podría
regresar rápidamente. Vamos a tomarnos un breve descanso para que se
calmen los ánimos.
Algunas personas se pusieron de pie. Víctor me colocó una mano
173
en el hombro y salté. Había estado paralizada por las imágenes en mi
cabeza. —Puedes regresar arriba.
Me giré y salí de la habitación.
Un hombre me abordó junto al elevador. —Ahora te reconozco.
Estabas fuera del apartamento de Frances un día. Eres su hermana. ¿La
has visto? Hace un tiempo que perdimos el contacto. —Era un hombre
con el rostro lleno de hendiduras, la nariz grande y una piel grabada
como rastros de hormiga en la arena. Lo recordaba vagamente saliendo
del apartamento de Frances. Ella estaba desnuda bajo su kimono y él se
veía satisfecho. Me presentó como su hermana.
—No soy a la que deberías estar preguntándoselo —contesté en
tanto mi mirada se dirigía a Víctor.
Tan pronto como estuve en el piso superior y podía escuchar la
música, después de que sus hombres me dejaran, entré en el baño de
damas. Me apoyé contra la puerta. La habitación daba vueltas.
—Simplemente seguimos dejando que se salgan con la suya, ¿no?
—Sonó una voz en el baño.
Abrí los ojos. La mujer del presidente mexicano estaba sentada en
el mostrador del baño salpicado de maquillaje, fumando un cigarrillo, con
las rodillas tan separadas como se lo permitía su vestido hasta los
tobillos.
Balanceó las piernas y le dio otra calada al cigarrillo. Cerré los ojos
para evitar vomitar.

174
16
Traducido por Pame .R. & mimi_jm
Corregido por Julie

—Ahí estás —dijo mi madre cuando de alguna manera logré volver


al salón de baile—. Griff y yo te hemos estado buscando por todas partes.
Mi mente daba vueltas de nuevo. Necesitaba llegar a Pops y a Billy.
Necesitaba advertirles a ellos, a Joe y a todos los involucrados en nuestro
plan. Había dejado mi teléfono seguro en casa, ya que sabía que todos
los teléfonos serían confiscados a la entrada, un requisito de seguridad
común para funciones con líderes nacionales, y lo último que necesitaba
175
era dejar mi teléfono en manos de un extraño. Tenía que salir de allí.
Mi madre me tomó del codo y me condujo a través del salón de baile
hacia Griff, que interrogaba a un mesero. El camarero miró a su alrededor
y me señaló con un dedo tembloroso.
—¿A dónde te escapaste? —preguntó Griff, liberando al aterrado
mesero.
—Necesito encontrar a Billy —dije.
—¿Qué está pasando?
Mi madre nos miró fijamente.
—No me siento bien. ¿Podemos irnos?
—Yo también me siento un poco cansado. —Una voz vino detrás de
mí. Me estremecí ante el sonido de la voz de Víctor—. Ustedes dos son
bienvenidos a quedarse en la casa esta noche y evitar el largo viaje de
regreso.
Una mirada concluyente pasó por el rostro de Griff. —Nos vamos a
casa.
—Voy a buscar nuestras cosas —dijo mi madre.
Víctor permaneció cerca en todo el camino al punto de entrada.
Sentía náuseas por el olor de su colonia, de él.
Esperamos afuera a que llegaran los autos. Griff me rodeaba con
su brazo. El aire era frío y húmedo. Los fotógrafos y los fanáticos seguían
allí, gritando nombres al azar. Mis piernas se sentían entumecidas. Billy
se sentía tan lejos.
—¡Emmy! —La voz de un hombre resonó entre la multitud. Solo
dos personas me decían así. Uno de ellos llevaba mucho tiempo muerto.
El otro, Cameron, no coincidía con la voz que gritaba mi nombre. Tiny
apareció al frente con los ojos redondos. Estaba sosteniendo un arma.
—¡No! —gritó Griff con una mano delante de mí.
—¡Pistola! —gritó Víctor.
Algo explotó y luego hizo eco cuando hubo otro sonido de estallido.
Hubo gritos. La gente se tiraba al suelo y se golpeaban unos a otros. Tiny
se tiró al suelo. Había tantos gritos. El brazo de Griff me rodeó con firmeza
a la vez que tiró de mí hacia abajo, pero se aflojó. Cayó de lado sobre el
suelo húmedo.
—¿Griff? ¡Griff! —Bajé hasta él. Sus ojos estaban cerrados. Había
un agujero en su camisa, con un anillo de sangre alrededor. Mis manos
fueron al agujero. Estaba gimiendo, pero sus ojos no se abrieron. Grité.
Sonaban sirenas. Me arrastraron hacia un lado cuando llegaron los
médicos. Mi madre me agarró por los hombros. Enterré mi cara en mis
manos. Me abrazó con fuerza. —Todo va a estar bien —dijo.
176
Por encima de su hombro, vi que subían a Griff a una camilla y se
lo llevaban. Corrí a su lado y subí a la parte trasera de la ambulancia con
él. El médico le abrió la camisa. Tenía un agujero en el abdomen y un
poco de sangre.
Griff se despertó en el camino. Me encontró tan pronto como sus
ojos se abrieron. Parecía desorientado e inusualmente asustado. —¿Qué
está pasando? —Su voz era un gemido. Intentó levantarse, pero estaba
atado.
—Estás en una ambulancia. Vamos de camino al hospital —dijo el
médico.
—¿Em? —preguntó, como si acabara de reconocerme.
Puse una mano en su frente. —Estoy aquí.
En el hospital, corrí, agarrada de su mano, hasta que ya no me
permitieron avanzar más. Desapareció en las entrañas del hospital y yo
me quedé en un pasillo de la sala de emergencias, sintiendo aún el calor
de su mano dentro de la mía.

***
Mi madre fue la primera en encontrarme. Me rodeó con su brazo,
como lo había hecho Griff hace un momento durante la gala. O al menos
parecía haber sido hace un momento. —Ven, siéntate —dijo, pero me
resistí—. No te hará ningún bien a ti ni a él quedarte aquí así.
En la sala de espera, mis ojos se desviaron del reloj a la puerta y
de regreso al reloj. Mis manos no abandonaron su apretón en los
reposabrazos.
En algún momento, un policía entró en la sala de espera para
tomarme declaración. Mantuve mis ojos en la puerta.
—¿Conocía al agresor? —me preguntó.
Todavía no entraba nadie por la puerta. Habían pasado horas. ¿Por
qué nadie había venido a decirnos nada? ¿Dónde estaba Griff?
—¿Esto es necesario en este momento? —preguntó mi madre.
—Señora, es importante saber los detalles de los testigos mientras
el incidente sigue fresco en sus mentes.
—Oh, ¿qué importa? —dijo—. El hombre está muerto y Griffin está
luchando por su vida.
—El hombre solo está haciendo su trabajo, querida. —Víctor se
puso de pie y palmeó al oficial de policía en la espalda—. Pasaremos por
la estación más tarde para dar una declaración.
177
Ingresó una médica en la sala de espera y me incorporé. Había
perdido un zapato, como Cenicienta.
Se habló de hemorragia interna y de cirugía. —¿Cuándo puedo
verlo? —pregunté, interrumpiéndola.
—Él está en la UCI, así que…
—Lléveme —le dije.
—Se está recuperando. No estará despierto por un tiempo.
—Lléveme.

***

Recostado en una cama de hospital y conectado a dispositivos y


tubos, Griff parecía pequeño, como si fuera una ramita en lugar de una
secoya. Una enfermera se encontraba de pie junto a él y escribió algunas
cosas más en su portapapeles antes de salir. Las luces de la habitación
se atenuaron y, una vez que se cerró la puerta, el único sonido provenía
de las diversas máquinas a las que Griff se hallaba conectado.
Durante un rato me quedé de pie junto a él, tocándole el brazo, la
cara y el cabello, esperando que se despertara en cualquier momento.
Era de un gris pálido, como si intentara camuflarse dentro de los tubos.
Parecía frágil. No quería que se despertara pensando que estaba solo, así
que me puse de pie y esperé.
Cuando mis piernas ya no pudieron sostenerme, acerqué la silla
solitaria a su cama. Había una bolsa de plástico con sus cosas dentro,
incluida su camisa de esmoquin ensangrentada y destrozada, además de
sus zapatos de vestir. En el ascensor que bajaba de nuestro apartamento,
había bailado claqué, tratando de hacerme reír. Pero yo estaba demasiado
malhumorada para siquiera sonreír. Metí la bolsa debajo de una de las
máquinas y me senté, apoyando la cabeza en su brazo, sujetándolo con
ambas manos como si me aferrara a la barra de una montaña rusa.

***

Me desperté del sueño cuando sentí que algo se movía debajo de


mi cabeza. Una de las máquinas comenzó a sonar un poco diferente. Los
ojos de Griff me miraban. ¿Cuánto tiempo llevaba despierto? Cuando me
incorporé, se quitó la máscara de oxígeno.
Se la volví a poner. —Tienes que mantenerla. Te está ayudando a
respirar. 178
Se la quitó de nuevo y trató de sonreír, pero su sonrisa se convirtió
en una mueca, como si el pequeño esfuerzo fuera demasiado.
Volví a ponerle la máscara, respiró profundo y se hundió en la
almohada. Cuando llevé sus dedos a mis labios, notamos la sonda de
oxígeno enganchada a su dedo. —El peor hotel del mundo —murmuró
bruscamente a través de la máscara.
¿Todavía no sabía dónde estaba? —Estás en el hospital —le dije,
hablando en voz baja a pesar de que la alarma crecía en mi garganta.
Se rio. —Sí, lo entendí.
Entró una enfermera diferente. Debe haber sido alertada por el
cambio en el pitido. La enfermera revisó los signos vitales de Griff, tecleó
cosas en las máquinas de conexión y se fue, diciendo que el médico se
encontraba en camino.
—En una escala del uno al diez, ¿qué tan malo es? —me preguntó.
—No está mal —dije.
—Siempre has sido una terrible mentirosa.
Me incliné más cerca. —¿Qué recuerdas?
Entrecerró los ojos un poco, buscando en su memoria. —Te estaba
buscando. Había un salón de baile. Este mesero imbécil dijo que no podía
entender mi acento.
—¿Algo más?
—Bueno, supongo que te encontré, ya que estás aquí ahora en esta
hermosa habitación de hotel, usando ese hermoso vestido, luciendo como
tu hermosa persona. Me siento un poco mal vestido aquí. ¿Dónde está mi
esmoquin? ¿Dónde está mi billetera? —Se movió, tratando de sentarse, e
hizo una mueca, cayéndose nuevamente—. Siento como si me hubiera
atropellado un tren. ¿O era un autobús? ¿Me atropelló un autobús? —
Esperó.
Miré hacia la puerta. Quería hablar con el médico antes de decir
nada.
—Cristo, Em. No me digas que era un Volkswagen Beetle. Nunca
sobreviviría a eso.
—Te dispararon.
—¡Sabía que el mesero era un imbécil!
—El mesero no —dije—. Fue Cameron. Bueno, no, fue Tiny. Tiny
te disparó.
Sacudió la cabeza con incredulidad, haciéndose eco de mis propios
pensamientos.
La imagen de Tiny apuntándome con un arma y gesticulando que
lo sentía volvió a mí. —Creo que la bala estaba destinada a mí —dije, sin
179
creer las palabras que se formaron.
Una de las máquinas comenzó a sonar más rápido. Griff parecía
aún más pálido. No debería haber dicho nada.
—¿Por qué Tiny te dispararía?
Observé el monitor y negué con la cabeza. No iba a decir nada más.
—Em, ¿qué diablos está pasando? Desapareciste y me despierto en
el hospital. Me dices que Tiny me disparó. Nada de esto tiene sentido. —
Su ritmo cardíaco se estaba acelerando aún más. Sus palabras, aunque
comprensibles, sonaban un poco raras.
—Te lo diré, pero primero tienes que calmarte. —¿Dónde estaba ese
maldito doctor? Lo miré a los ojos y respiré tranquilamente por él.
Siguiendo mi ejemplo, Griff respiró entrecortadamente. El pitido se
desaceleró un poco. —Dime —exigió.
Me puse de pie y empecé a caminar. —Víctor sabe acerca de todo.
Los medicamentos. Las asociaciones que tenemos con la reserva. —Le
conté que fui al sótano y acepté frente a toda esa gente ser la socia de
Víctor en el crimen. Le dije lo enojado que estaba Cameron conmigo—.
Víctor amenazó con exponer a Pops, Hawk y toda la gente de la reserva.
Me amenazó con quitarme a Billy. Tuve que aceptar unirme a él. Lo eché
a perder todo. Esto es mi culpa. —Vi que sus piernas temblaban. Miré su
cara, estaba cenicienta—. ¿Griff? —Tomé su mano.
—Me está sacando del camino —dijo. Sus ojos estaban redondos y
vacíos—. Tenía tanto miedo de perderte que no podía ver eso. Siempre ha
sido sobre ti. Te entregué a él. Te arrojé al foso de los leones. —Su rostro
se contrajo de dolor—. Me han hecho algo.
Traté de soltarlo para buscar ayuda.
—Está en mi billetera. Billy Bee. —Sus ojos rodaron hacia la parte
posterior de su cabeza, y comenzó a temblar por todas partes. Cada
máquina en la habitación emitió un pitido en coro.
Me acerqué a su cara, pero sus ojos no se enfocaban.
—¡Griff, mírame! ¡Mírame!
Aparecieron enfermeras con médicos y me hicieron a un lado. Se
apiñaron sobre Griff, apagaron las máquinas y gritaron, y entraron con
un carro. Se pusieron guantes de látex y se cerraron las cortinas. Me
sacaron de la habitación.
Mi madre y Víctor vinieron a acompañarme. Miré la puerta cerrada.
Podía escucharlos gritar.
—¿Que está pasando? —pregunté.
—Todo estará bien —dijo de manera uniforme.
Me volví hacia mi madre, una mujer que podía arreglar todo lo que 180
quisiera, que conocía a toda la gente adecuada y no aceptaba un no por
respuesta, que vivía según el lema “Si das suficiente dinero, se arreglará
solo”. Mi madre habría dicho: “Sálvenlo y les construiremos una nueva
ala del hospital”.
Pero esta mujer no era mi madre. Esta mujer estaba desaliñada y
descentrada.
Desde el interior de la habitación, los gritos cesaron. Las voces se
silenciaron, tanto las masculinas como las femeninas. Escuché. ¿Ese era
Griff? Salió una enfermera.
—¿Como está? ¿Puedo verlo? —pregunté.
—Tiene que esperar al médico —dijo de pasada.
Una segunda enfermera sacó el carro.
—Por favor. —Las lágrimas borraron mi visión—. Necesito verlo.
Siguió caminando, como si yo no hubiera dicho nada.
Fui a alcanzar la puerta, cuando se abrió. La médica salió. Me miró
y me pidió que me sentara.
—¿Que me siente? —repetí, incrédula ante su petición.
Ella negó con la cabeza. —Hicimos todo lo que pudimos. Lo siento.
Me deshice a sus pies.
***

Me hallaba sentada en la fila de sillas más cercana a la habitación


de Griff. No me dejaban entrar a verlo. Mi madre intentaba mantenernos
ocupadas a mí y a ella misma intentando averiguar cómo contactar con
sus familiares.
—Su madre está en Inglaterra. No sé cómo contactar con ella —le
dije, clavando de nuevo los dedos en los reposabrazos. Nunca tuve la
oportunidad de conocer a su madre. ¿Se parece a él? ¿Tienen la misma
risa?
Tenían. ¿Tenían la misma risa?
Nunca volvería a escuchar esa risa.
—La encontraré. No te preocupes —dijo mi madre.
Había media docena de policías merodeando. Los miembros del
equipo médico entraban y salían de la habitación de Griff. Entraban y
salían. Entraban y salían. Era como si su habitación respirara. Hasta
que, uno a uno, el equipo médico se fue y no volvió, y la habitación dejó
de respirar. 181
Un televisor colgaba del techo en el pasillo. En la pantalla, Víctor
estaba en un podio, dando una conferencia de prensa con los medios de
comunicación desde algún lugar del hospital. Anunció la muerte de Griff.
Dijo que la bala había sido para él como defensor del pueblo. Prometió
tomar medidas contra las drogas y las bandas.
Me dirigí a la ventana como si no hubiera suelo, como si estuviera
en una nube, como si ya no estuviera bajo mi propia piel. El sol salía
sobre el horizonte de la ciudad.
El primer amanecer de la tierra sin Griff.
Mi madre se encontraba sentada con la cabeza inclinada. Llevaba
una camisa de hospital y tenía el brazo vendado. No me di cuenta hasta
hace unos minutos de que ella también había recibido un disparo. —Solo
me rozó el brazo —me había asegurado. Puede que sí, pero no pude evitar
notar que, si hubiera impactado unos centímetros a la derecha, le habría
dado en el pecho. Y no pude evitar fijarme en los moratones que cubrían
sus brazos.
Volví a tomar prestado el teléfono de mi madre y llamé a Pops y a
Margaret; a casa. Esperaba que no hubieran visto todavía las noticias. El
teléfono sonó y sonó. Al final tuve que colgar. Probablemente continúan
durmiendo, me dije a mí misma, a pesar del pánico que me invadía. Billy
está con Pops y Margaret. No hay lugar más seguro. Está a salvo. Están a
salvo, me canté a mí misma.
La médica salió de la habitación y recargué.
—Hemos preparado el cuerpo para la autopsia —dijo.
—¿Puedo verlo?
—Por supuesto, pero intente no tocarlo.
Estaba a punto de entrar, pero un policía me detuvo. Lo había visto
antes. —Estamos aquí para escoltar el cuerpo para la autopsia.
—Ese no es nuestro protocolo —dijo la médica.
—Solo sigo órdenes —respondió.
El agente de policía medía al menos medio metro más que ella, que
cruzó los brazos sobre el pecho. —Es mi paciente y este es mi hospital.
Necesito ver esas órdenes. Por escrito.
—¿De qué se trata? —preguntó mi madre, y apartó al oficial. Con
su mano buena en la espalda, señaló hacia la habitación de Griff. Me colé
entre ellos.
La cortina había sido corrida alrededor de la cama de Griff. A pesar
de todo el ruido que llenó la habitación antes, ahora estaba en silencio.
Muy silenciosa. A Griff le habría hecho gracia.
Estaba tumbado con los brazos apoyados sobre la manta. Podría
haber estado durmiendo. Le habían quitado los tubos y apagaron las
182
máquinas. Volvíamos a estar los dos solos.
Le puse la mano en la frente y descubrí que su piel no estaba ni
caliente ni fría, solo cálida y suave. Pasé el pulgar por la línea donde su
piel se unía a su pelo rojizo. Había pequeñas cosas a las que no presté
suficiente atención (aunque, absurdamente, había creído que tenía todo
el tiempo del mundo) y que ahora me apresuraba a observar. Cómo se
curvaban sus cejas hacia las sienes. La única peca en su oreja izquierda.
La mano que había tomado la mía tantas veces.
Me enjugué los ojos con furia, tratando de forzar en mis recuerdos
estos últimos fragmentos de él, como si pudiera resucitarlo, como si aún
pudiera vivir en el mundo dentro de mí.
Me incliné hacia él. —Griff...
Su voz. Yo también necesitaba eso: todas las palabras que había
dicho y todas las que aún necesitaba decir. Necesitaba memorizar su voz.
Apoyé mi mejilla contra la suya.
No había nada más que el sonido de mi propia voz resonando
dentro de esta tumba. Entonces lo sentí: el vacío bajo su piel.
Apoyé mi cabeza en su pecho y mis lágrimas empaparon la sábana
que nos separaba.
Se oían gritos al otro lado de la puerta. La médica amenazaba con
llamar a seguridad. Mi madre les decía a todos que se calmaran.
La bolsa de plástico seguía metida debajo de una de las máquinas.
La abrí, saqué la billetera de Griff y me la metí en el escote. Luego cogí
su mano y me la llevé a la cara.
Alguien susurró y me apartó de él.
Miré hacia atrás una última vez mientras la doctora le tapaba la
cara con la sábana como si estuviera haciendo un truco de magia. Él
estaba aquí; luego ya no.
Inmediatamente fui al lavabo y vomité en el retrete, con la billetera
de Griff casi cayendo en la taza en el proceso. Me senté en el suelo sucio
y la abrí, como si toda su vida estuviera en ella. Hallé tarjetas bancarias,
tarjetas de crédito, una foto de Billy y mía, su DNI y un poco de dinero en
efectivo. Griff mencionó que había algo en su billetera. La vacié, sin hallar
nada fuera de lo común. Pero también había parecido confundido cuando
dijo eso. ¿Qué esperaba encontrar? Cogí su carné de identidad, revisando
la foto, que en realidad no se parecía a él. Alguien entró en el lavabo y
ocupó el puesto contiguo al mío. Estaba a punto de volver a meter todo
en la billetera, cuando sentí un bulto. Deslicé mis dedos por el interior
sedoso, encontrando un pequeño corte en la tela. Sacudí la cartera y cayó
una tarjeta de memoria del tamaño de una uña.

***
183
Mi madre y yo estábamos sentadas en la consulta de la médica.
Ella rellenaba los formularios del seguro. Yo miraba fijamente a la nada.
Tal vez esa bala había sido para Víctor. O tal vez fue para mí, para
matarme o para advertirme. Griff había muerto; Cameron se volvió loco;
y yo tenía que encontrar a Billy, Pops, Margaret y Hawk antes de que
Cameron los alcanzara primero.
—Tengo que irme a casa con Billy —dije—. He intentado llamar...
—Me falló la voz.
Agarró su teléfono. —Solo dime a dónde vamos.
Le di instrucciones. Salió al pasillo para hacer algunas llamadas.
Cerré la puerta tan silenciosamente como pude y rodeé el escritorio
de la médica. Estaba segura de que los archivos de los pacientes estarían
restringidos, pero me las había arreglado para aprender algunos trucos
de Joe, los suficientes para acceder al escritorio del ordenador. Solo había
un archivo en la tarjeta de memoria, y estaba protegido por contraseña.
Contraseña.
Empecé a escribir la contraseña habitual de su ordenador, pero
enseguida me detuve y la borré. Escribí lo último que me había dicho y
que destacaba: Billy Bee.
Griff apareció en la pantalla en una foto fija. Aún tenía el horrible
ojo morado que se hizo poco después de que los hombres de Cameron me
atacaran.
Pulsé “Play”.
—Hola —susurró, saludando con la mano, y mi corazón dio un
salto al oírlo y verlo—. No es por ser morboso ni nada por el estilo, pero
supongo que si estás viendo esto, o bien me emborraché y te lo conté, o
bien no sobreviví y tú sí, así que creo que estoy triste y feliz a la vez.
Habló de lo mucho que me amaba y de lo mucho que amaba a Billy.
Me costó contener los sollozos. Tuve que morderme el puño para no
derrumbarme.
Bajó la mirada un momento mientras decía: —Es duro ver cómo la
persona a la que más amas ama a otra.
De repente, me di cuenta de que el mensaje de despedida de Griff
era en realidad una confesión. Víctor había llegado a él.
—Fue después de ver a Cameron y Manny cruzar la calle. Todo lo
que este maldito tipo necesita hacer es cruzar una puta calle, y te vuelves
loca. Te pierdes a ti misma. —Explicó que Víctor escenificó ese momento
para que Griff viera mi reacción—. Aquí es donde llego al punto, supongo.
—Respiró con calma y miró a la cámara. 184
Víctor le contó que Cameron y Manny estarían en la habitación del
hotel, y Griff había compartido esa información con Hawk. Usó a Hawk,
sabiendo que éste compartía su temor de que lo dejara todo y volviera
con Cameron.
—Víctor me prometió que no estarías en peligro, pero cuando me
dijiste que Cameron iba a por Billy, esto —señaló su ojo morado, el que
me había dicho que se hizo mientras entrenaba— fue el resultado de que
yo fuera a por Víctor y sus hombres. Un recordatorio de que él era el jefe.
Llamaron a la puerta en el vídeo. —¿Griff? —Era mi voz. Griff sonrió
de oreja a oreja frente a la pantalla y movió las cejas como solo él podía
hacerlo. Billy chilló de alegría desde detrás de la puerta.
Recordé aquel día. Billy había tenido una cita con el médico para
su revisión periódica. Llegamos tarde porque ella ensució el pañal justo
cuando nos íbamos. Solo nos dimos cuenta cuando Griff se paró con ella
en brazos y una gran mancha de humedad en sus pantalones. Griff tuvo
que ir a cambiarse mientras yo cambiaba el pañal de Billy. Me había
molestado con él porque tardaba mucho en cambiarse.
—¡Ya voy! —gritó en el vídeo. Recuerdo que después de eso me alejé
dando pisotones porque habíamos llegado muy tarde.
—Mi adorable Emily es tan paciente como siempre —susurró a la
cámara, riéndose. Su sonrisa se desvaneció—. Solo quería que estuvieras
orgullosa de mí, ¿sabes? Tan orgullosa de mí como yo de ti. Pero luchar
es todo lo que sé. Esperaba que eso fuera suficiente. —Se detuvo. Desde
algún lugar del apartamento llegó el sonido de la puerta principal dando
un portazo—. Será mejor que me vaya antes de que me arranques la
cabeza. Te amo, Emily.
La pantalla se quedó en negro.
Saqué la tarjeta de memoria del ordenador, la tiré al suelo y le clavé
el tacón con tal ferocidad que se partió en dos. Luego la dejé caer en el
vaso de agua de la médica.

185
17
Traducido por Nickie
Corregido por Julie

Diez minutos más tarde, un helicóptero aterrizó en el techo del


hospital y subimos. Me cambié de ropa en el camino, después de haberle
pedido prestado el uniforme a la médica, incluso los zapatos quirúrgicos
en mis pies.
Aterrizamos en un campo agrícola, donde nos esperaba un taxi,
todo gracias a la planificación y las conexiones de mi madre. 186
A lo largo del camino hacia la reserva, todo era igual pero, al mismo
tiempo, totalmente diferente, como si algo invisible se hubiera ido, como
si el bosque hubiera exhalado su último aliento. Mi ira se reemplazaba a
la fuerza por algo más oscuro.
Meatball no vino a recibirme en la entrada. No ladró ni vino a
avasallarme. A pesar del terror que se acumulaba en mi cavidad torácica,
entré en la casa y me detuve en el rellano. Todo estaba en silencio. Solo
el refrigerador zumbaba.
—¿Hola? —exclamé, y mi voz se quebró entre sílabas.
Pasé por la sala de estar. Vacía. Revisé la cocina. Vacía. Fui a mi
antigua habitación, donde continuaba la cuna. Ambas estaban vacías. La
puerta de la habitación de Pops y Margaret se encontraba cerrada.
—¿Hola? —No sé por qué llamé a la puerta cuando la abrí.
Primero vi los pies. En la cama. Pops y Margaret todavía llevaban
puestas sus pantuflas. Ella se encontraba acostada sobre su pecho. Él la
rodeaba con un brazo, y sus ojos, claros como la superficie de un océano,
apuntaban fijos hacia el techo. La ventana estaba abierta de par en par.
Era como si se hubieran quedado dormidos con los sonidos del bosque.
Mi madre se me acercó por detrás con la mano sobre la boca y un
grito ahogado se oyó en algún lugar profundo.
Cerré la puerta suavemente, como si el clic de la manija pudiera
despertarlos.
No podía respirar. La habitación flotaba a mi alrededor.
¡Billy! ¿Dónde estaba Billy?
Escuché la voz de Griff en mi cabeza: Primero tienes que respirar,
Em.
¡Sal de mi cabeza!, le grité.
La casa se encontraba vacía. ¿Dónde estaba Billy? ¿Y Meatball? ¿Y
Hawk? ¿Dónde estaban? Me imaginé corriendo por el bosque, gritando
sus nombres. El mundo exterior parecía una extensión inconmensurable
de lugares, personas y cosas que harían daño. Me apoyé en el marco de
la puerta y respiré, obligándome a calmar los latidos de mi corazón. Al
mirar hacia el pasillo, lo vi: el cable del teléfono había sido cortado. Un
detalle pequeño.
Me alejé de mi madre y entré en mi antiguo dormitorio. Miré la cuna
vacía, la manta de bebé en el suelo y una huella de barro junto a ella.
Alguien ha estado aquí, buscando a Billy. ¿La han encontrado? Meatball
habría estado aquí. Habrían tenido que pasar por encima de él primero. Y
Hawk también. ¿Dónde está?
Deslicé mi mano a lo largo de la pared del pasillo para estabilizarme
hasta que llegué a la cocina. En la encimera, había bayas trituradas en 187
el fondo de dos tazas, negras y del tamaño de cerezas. Las reconocí, una
vez agarré la botella por error, creyendo que era algún tipo de mermelada.
Margaret me lo arrebató, me indicó lo que era y me reprendió por haber
cogido algo sin saber primero qué contenía. Yo era más responsable, me
había dicho ella. Acerqué una de las tazas a mi nariz: Atropa belladonna
con Valeriana officinalis.
—¿Qué es eso? —preguntó mi madre.
—Belladona con raíz de valeriana.
—¿Belladona?
—Como Romeo y Julieta.
En aquel momento, me pregunté por qué Margaret guardaría algo
así en la casa. —Para el día en que el diablo venga a ocupar la tierra —
me dijo con señas antes de guardar la botella en el estante superior.
El diablo había llegado. En ese momento, lo malinterpreté ya que
nunca imaginé que lo usaría para ella y Pops. Se habían suicidado. ¿Por
qué? ¿Por qué habrían hecho eso? Porque el diablo vino a sacarlos de su
tierra, de su hogar. Alguien había venido a alejarlos de la tierra. Sabían
que alguien venía, porque se habían preparado. Pops lo sabía.
Por supuesto que sí.
Salí corriendo de la casa. Había perdido los zapatos quirúrgicos
para cuando llegué al bosque. Bajé por la brecha casi imperceptible entre
los árboles. Era imperceptible solo si no sabías dónde mirar. Solo si Pops
no te había enseñado a mirar.
Alguien vino a la casa buscando a Billy, pero no había encontrado
lo que buscaba. Si alguien la hubiera atrapado, Meatball y Hawk también
estarían muertos. Pero no estaban allí. Sabían que alguien se acercaba.
Pops los había sacado primero, pero él y Margaret no iban a irse. Tuvieron
tiempo para prepararse. Alejaron a su único hijo y a mi bebé. ¿A tiempo?
Abrí la escotilla de césped que conducía al cultivo subterráneo
personal de Hawk y me deslicé por la escalera como una pesa que cae en
picada al fondo de una piscina. Abrí la puerta, esperando verlo con mi
hija en sus brazos y el perro a sus pies.
Está vacío. ¡No, Dios, está vacío!
Vale, me dije, respirando. Concéntrate. Si tratara de esconderme de
alguien, del diablo, ¿a dónde iría? ¿Dónde más? A dónde nadie del exterior
pudiera llegar.
Retrocedí por la escalera y corrí hacia el bosque. Los árboles y el
musgo del suelo me eran extraños, como si estuvieran infectados. Alguien
que no pertenecía a ese lugar había estado allí. Podía sentirlo. ¿El diablo
seguía observándome? Me detuve en seco. Si alguien seguía allí, entonces
188
lo estaba llevando directamente a Billy. Con las manos en las rodillas,
recuperé el aliento y escuché. Escudriñé. La brisa se elevó por encima de
los árboles. Una ardilla saltó a una rama y una piña cayó al suelo, pero
las ardillas no la buscaron. Los pájaros se llamaban unos a otros. Podían
ver algo que yo no.
Con la cautela a la que me había acostumbrado, di la vuelta para
llegar al gimnasio, nuestro principal cultivo subterráneo. Me detuve en el
pequeño claro y observé desde la protección del bosque.
¿Billy se encontraba allí? ¿Me esperaban? ¿Y si necesitaban mi
ayuda?
Pero algo andaba mal.
Resistiendo cada impulso de correr a la guarida para encontrarla,
me agaché y esperé. Me acordé de mi madre sola en la casa. Es adulta.
Estará bien, me dije.
Con mis pies descalzos contra la tierra fría y los insectos dándose
un festín en mi piel, mis únicos movimientos procedían de la lenta subida
y bajada de mi pecho y el aleteo de mis párpados.
Mi mirada siguió las sombras en el suelo hasta que el sol estuvo en
un cuadrante completamente diferente. Había pasado bastante tiempo
ahí. Nadie salió del búnker. Me estaba congelando, pero sin inmutarme.
Quería frotarme los brazos y sacar el frío de mi mente.
Concéntrate, Em. Respira, Em. Si no están aquí, ¿dónde más podrían
estar? La respuesta, determiné, dependía de cuánto tiempo habían tenido
para prepararse.
El tiempo suficiente para que Margaret preparara su veneno. Para
que lo bebieran, fueran al dormitorio y se duerman. Y murieran, no, todavía
no. Mantente enfocada, me recordé a mí misma. De repente, a solo unos
metros y tan silenciosamente como si fueran unos fantasmas surgiendo
de la tierra húmeda, dos hombres camuflados se levantaron del suelo del
bosque. Sus rifles me apuntaron. Aún más lejos, otros hombres estaban
de pie. Habían estado allí todo el tiempo.
Con un cañón contra mi espalda, me ordenaron salir del bosque.
Una limusina con vidrios polarizados se detuvo. Cameron, pensé.
Todas las advertencias desde que lo conocí cobraron sentido.
Pero la persona que salió del vehículo no era él. Era Víctor.
Vislumbré a mi madre sentada en la parte de atrás con él. No pude
evitar el dolor que llenó mi corazón, como lo había hecho muchas veces
cuando era niña.
La puerta se cerró de golpe.
—Dejaste a tu pobre madre sentada en una casa con un par de
cadáveres —dijo, acercándose. 189
Apreté los dientes. —Obviamente, lo resolvió, dado que ahora está
sentada en un coche con calefacción y yo estoy descalza en el frío.
Volvió a mirar el coche. Su tono era distante. —Hace unas décadas,
habría estado de acuerdo contigo. ¡Dios, era despampanante! Esa mujer
sabía cómo conseguir lo que quería. Podía entrar en una habitación llena
de enemigos y hacer que suplicaran por su atención mientras caminaba
sin mirarlos con sus tacones de aguja. —Suspiró y se giró hacia mí—. Me
temo que se ha vuelto más blanda. Demasiados años con tu padre, me
imagino. Un maldito desperdicio de una mujer extraordinaria. Es una
pena.
Me abalancé sobre él, pero apenas moví un pie antes de que me
empujaran y tiraran al suelo. —¿Dónde está Billy? —grité.
Esperó a que sus hombres me pusieran de pie y me examinó
durante un minuto más. —Veo mucho de ella, de la mujer que alguna
vez fue, en ti. Dentro de ese hermoso caparazón, hay un demonio astuto,
un borde afilado.
La forma en que me miraba hizo que un escalofrío me recorriera la
espalda. Víctor, no Cameron, fue la razón por la que Pops y Margaret se
suicidaron. El anciano podría predecir las cosas antes de que pasaran, y
sabía que vendrían y que tenían suficiente apoyo del gobierno y mano de
obra para matar o arrestar a cada uno de ellos. Así que sacó a todos antes
de que llegaran. Pero él y Margaret no estuvieron dispuestos a huir de su
hogar, el único hogar que conocieron, su tierra ancestral. Por encima de
su cadáver, había dicho Hawk, mi padre nunca dejará esta tierra.
Metió las manos en los bolsillos de los pantalones de su traje y miró
a su alrededor como si acabara de comprar una propiedad. —Excelente
espacio el que tienes aquí. Puedo hacer un buen uso de este lugar.
Un gruñido, gutural y animal, brotó de mi pecho. Solté una muñeca
del agarre de los guardias y le rasguñé la cara a Víctor antes de que me
retuvieran de nuevo. Recibí un puñetazo en el estómago y, al quedarme
sin aliento, se me doblaron las rodillas. Los guardias me sujetaron por
los brazos como si fuera una camisa mojada en un tendedero. Escuchaba
a mi madre gritando desde el interior del vehículo y golpeando contra los
vidrios polarizados.
—¿Dónde está Billy? —grité otra vez.
Se colocó la mano sobre la mejilla que apenas había raspado y la
apartó, buscando sangre. —¿Dónde está Billy? ¿Dónde está Billy? —dijo,
burlándose de mí. Levantó el brazo y me abofeteó.
Mis ojos se aguaron inmediatamente cuando el dolor se extendió
por un lado de mi cara.
—¿Dónde está Billy? —me preguntó, pero esta vez, su tono era
inexpresivo—. Deja de fingir que no lo sabes. 190
En cuanto el torrente de lágrimas cesó, mi visión se concentró en
su rostro. Se quedó esperando mi respuesta. Un mechón de su cabello
peinado con gel se movió de lugar. Aparecieron pequeñas fracturas en su
arrogancia una vez impenetrable.
De repente, mis piernas hallaron la fuerza y me paré, sosteniendo
mi propio peso. Me pasé la lengua por los dientes y la sangre caliente me
golpeó las papilas gustativas.
—¿Dónde está la bebé, Emily? Vine por ti y por la hija de Cameron,
y no me iré hasta que tenga todo lo que vine a buscar —dijo.
Él no la tenía. Víctor no tenía a Billy, y si era cierto, eso significaba
que había logrado escapar. Si Pops lo logró, entonces ella estaba a salvo.
Dondequiera que estuviera, se encontraba a salvo.
La sujeción de los guardias se apretó alrededor de mis muñecas y
mis hombros mientras él esperaba mi respuesta. Esbocé lo que esperaba
que fuera una sonrisa sangrienta. —Nunca la volverás a ver, pedazo de
mierda —le dije a él y a mí misma, y luego le escupí sangre en la cara. Lo
último que vi fue un puño atravesando el aire hacia mi cara antes de que
todo se volviera negro.

***
Cuando desperté, estaba en la parte trasera de la limusina, sentada
entre dos guardias, con las muñecas y los tobillos esposados. Víctor y mi
madre se hallaban sentados frente a mí. Ella temblaba. Ríos de lágrimas
y sangre seca habían tallado caminos por su rostro como si su piel fuera
de granito. Mi cabeza daba vueltas y me tomó un momento recordar lo
que acababa de pasar y dónde me encontraba. El mundo al otro lado de
los vidrios polarizados pasó volando.
Víctor sonrió; de alguna manera había recuperado su buen humor.
Puso un brazo alrededor de los hombros de mi madre y la acercó. Isabelle
se encogió y cerró los ojos. Cuando el coche se detuvo, vi que estábamos
afuera de mi edificio. Los reporteros se habían reunido, y de repente
recordé el cuerpo de Griff en la cama del hospital.
Ignoré las náuseas y me obligué a concentrarme en el presente.
—No vas a encontrarla aquí —dije, sabiendo que Pops nunca la
traería ahí.
Se ajustó la corbata. Desde que salimos de la reserva, se había
quitado el traje salpicado de sangre y se había puesto uno nuevo.
—Por supuesto que no está aquí. ¿Crees que no registré tu casa?
Hemos revisado toda tu vida, Emily.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí? —pregunté. 191
—El mundo se ha reunido aquí, esperando ver a la afligida viuda
de un campeón de boxeo. No hay que desperdiciar la oportunidad.
Los guardias se alinearon frente a la puerta del coche, empujando
a los reporteros hacia los lados y abriendo un camino sin obstáculos
hacia la puerta principal de mi edificio.
—Espero que también quieras empacar unos artículos personales
antes de que abandonemos este lugar del todo. Tal vez ver las cosas de
tu hermosa bebé te refresquen la memoria en cuanto a dónde podríamos
encontrarla.
Cada uno de los guardias que me flanqueaban sacó una pistola
cuando Víctor colocó el bolso de mi madre en su regazo. —Estoy seguro
de que puedes encontrar algo ahí para limpiarte —dijo.
Cuando ella no se movió, tomó su mano y la apretó hasta que gritó.
Luego abrió la cremallera del bolso y le metió su mano. —No me pongas
a prueba, Isabelle. Si intentas algo, pondré una bala en cada una de las
rótulas de Emily. —Uno de los guardias puso su arma contra mi pierna.
Con la mano temblorosa, mi madre sacó un pañuelo y un espejo y
se limpió la cara. Luego se inclinó hacia mí. Al mismo tiempo él instruía
a sus empleados que debían permanecer cerca de nosotras y asegurarse
de que nos llevaran rápidamente a la puerta principal mientras se dirigía
a la multitud. Mi madre me secó la cara mientras las lágrimas tallaban
nuevos caminos en su rostro. Nos sostuvimos la mirada hasta que nos
separaron y me quitaron las esposas.
—Si alguna de ustedes intenta hacer algo, la otra pagará el precio.
Recuerden eso —dijo antes de salir del vehículo primero.
Los custodios esperaron a que él se reuniera con los periodistas y
desviaran su atención hacia él antes de rodearnos con brazos protectores
ilusorios y escoltarnos hasta las puertas de entrada antes de que los
periodistas tuvieran la oportunidad de vernos por completo. Dos de los
guardias nos acompañaron hasta el ascensor y el apartamento.
Mientras me ordenaban que me quitara la ropa embarrada, mi
madre se paró junto a la cuna vacía con la cabeza gacha. Ni siquiera
podía mirar en esa dirección sin sentir como si me estuvieran desollando
centímetro a centímetro de piel. Esa vida se había acabado.
Víctor ya había estado allí. O al menos la policía, fingiendo estar
investigando el asesinato de Griff. Había venido a buscarla, pero no la
encontró. ¿Halló a los otros, a Cassie, Hunter y los gemelos?
—Empieza a empacar —ordenó uno de los guardias.
Arrastré un par de maletas y caí al suelo cuando me atacó un fuerte
mareo.
Mi madre se quedó paralizada por un momento, escaneando con
sus ojos la habitación. Entonces sus hombros se enderezaron de repente. 192
Su tono se calmó y su voz se volvió autoritaria, como si hubiera regresado
a su antiguo yo, mientras les decía a los custodios: —Creo que podemos
estar de acuerdo en que sería mejor para todos si termináramos antes de
que Víctor vuelva. Claramente, Emily y yo no somos capaces de levantar
nada pesado. Ese es su trabajo. Aprovecharíamos mejor nuestro tiempo
yendo a la habitación de Griff para elegir su atuendo para el funeral y
marcar las cosas que deben enviarse a su madre.
Se quedaron quietos durante un momento, confundidos en cuanto
a qué versión de mi madre estaban viendo: la secuaz del villano o el lado
insignificante y abusado. Me sacó de mi habitación mientras les daba
órdenes detalladas de lo que había que empacar y cómo, sin dejar dudas
sobre quién estaba a cargo.
Cruzamos el apartamento. Mi madre se apresuró, arrastrándome
con ella. Abrió la puerta principal, se asomó y me empujó. Cerró la puerta
detrás de ella y tiró de mí, corriendo.
—¿Mamá?
—No hay tiempo. Solo sígueme y quédate quieta —siseó.
Las puertas del ascensor se abrieron justo cuando llegamos y se
cerraron tan pronto como entramos, como si fuera una señal. La cabina
bajó tan rápido que ambas tropezamos. Se abrió antes que el ascensor se
detuviera por completo en el estacionamiento subterráneo.
Me tomó de la mano y me llevó hasta un Nissan blanco. Abrió la
puerta del conductor.
—¿De quién es este coche?
—Por una vez en tu vida, ¿podrías callarte, escucharme y subirte
al maldito auto?
Arrancó el coche y pisó el acelerador tan pronto como entré. La
puerta del garaje se abrió de golpe cuando llegamos, y mi madre mantuvo
la velocidad al girar hacia la calle, casi chocando con otro vehículo.
Mantuvo sus ojos salvajes fijos en el camino. Murmuraba para sí
misma: nombres de calles, direcciones. No tenía sentido. Pasó de largo
un semáforo en rojo y casi chocó con un camión al girar a la derecha.
—¡Mamá!
—Ponte el cinturón de seguridad y dime si nos siguen.
Mire hacia atrás. Había una camioneta negra o azul oscuro detrás,
que nos seguía. —¿Conoces a alguien que tenga una camioneta de color
oscuro?
—¡Mierda! —gritó. Tocó la bocina mientras se acercaba a un taxi y
se metió en el carril opuesto para rebasarlo, esquivando por poco el
tráfico que se aproximaba. Pasó de largo otro semáforo en rojo y giró a la
izquierda.
193
Aparté la vista. No podía ver la furgoneta. Mi madre pisó los frenos
con tal fuerza que el cinturón de seguridad me cortó la piel debajo de la
barbilla. La puerta de mi lado se abrió. Al mismo tiempo, un hombre me
quitó el cinturón de seguridad y me sacó a rastras.
—¡Mamá! —grité, pero ella salió corriendo sin mí. La puerta de la
furgoneta se cerró y el mundo volvió a oscurecerse. De la extinción a la
subsistencia. De la esperanza a la oscuridad.
PARTE II

194
18
Traducido por Julie
Corregido por Gesi

Maldita perra loca.


Vi sus tacones rojos salir del coche y comprendí que Manny me
había estado siguiendo. Cuando vacié mi cartera, encontré el chip de
seguimiento y lo quemé con un mechero. Supuse que debió haberlo
introducido en algún momento en México, mientras yo dormía bajo los
efectos de la borrachera y las drogas. Ahora sabía que era la que intentó
colarse en la propiedad del doctor Lorne; eran sus hombres, no los de
Víctor, como supusimos. Como supuse. En el momento, no nos preocupó
195
mucho, porque nadie se acercaría a ese lugar. Pero ahora entendía que
abrí las puertas y dejé expuesta a Emmy, todo por mis razones egoístas:
porque la quería. Era un maldito idiota.
Tenía que concentrarme y tener más cuidado, especialmente ahora.
Todo era diferente ahora.
Estaba con Emmy en el borde del bosque cuando Manny salió del
Mercedes. Tuve que alejarme de ella, y no fue necesario mirar atrás para
saber que se le rompió el corazón en cuanto lo hice. Una vez más la estaba
lastimando. Pero tenía que demostrarle que no me importaba, que era
una mujer más; de lo contrario, ordenaría a sus hombres (ahora había
dos, uno a la derecha y otro a la izquierda) que le dispararan, o algo peor.
Cuando entramos al bosque, mi instinto me dijo que había alguien
que no pertenecía, lejos, pero definitivamente estaba allí. Sin embargo,
no le hice caso porque tenía planes más importantes, y al girarme para
ver a Emmy siguiéndome, había soñado con ese momento. Pero estaba
tan nervioso y distraído que dejé mi mochila junto a la motocicleta, lo que
quizá fue nuestra salvación, porque mi cartera (y el chip de seguimiento)
estaba allí.
Por lo que sus hombres estuvieron buscando sin una ubicación
exacta. ¿Vieron algo? No lo creía, estuvimos muy bien camuflados, pero
no podía estar totalmente seguro. Además, no estuvimos precisamente
callados.
Comenzaría a pensar a partir de ahora.
Sin perder de vista a Manny y con los oídos puestos en los tipos
que se escondían en las sombras, saqué mi cartera y le pasé la mochila.
—Voy a abrir la puerta para que Spider pueda pasar. Cuando dé quince
pasos, quiero que salgas. Déjate puesta la capucha y mantén la cabeza
baja, camina rápidamente hacia el autobús. No corras. No te muevas de
ahí hasta que llegue Spider. ¿Entendido? Hay un arma en el fondo de la
mochila. Te lo estoy diciendo por si la necesitas. No la saques a menos
que sea absolutamente necesario. ¿Entiendes? —La dejé porque tenía
que hacerlo—. Quince pasos, Emmy. Cuéntalos en tu cabeza.
Se movió en el décimo, antes de que pudiera detenerme en el
candado y de que pudiera mirar brevemente para revisar su seguridad
sin ser detectado. Supe que se había movido porque los ojos de Manny
se clavaron en algo a mis espaldas.
Con uno de sus vestidos diminutos, sí que sabía cómo dar un
espectáculo. —¿Quién es ese? —preguntó, poniéndose de puntillas.
Mi cuerpo se quedó rígido, como si pudiera ser un escudo para
protegerla, como si pudiera evitar que mi maldad tocara su bondad. Tenía
que tener cuidado y despistar a Manny. Emmy corría un peligro inmenso.
Esperé que no lo supiera y hubiera seguido mis instrucciones.
Abrí el candado y solté la cadena. Luego me le acerqué. —¿Alguna
196
razón por la que me estés siguiendo?
Me sacó algo del cabello, un trozo de hierba. —¿Te estabas
divirtiendo?
Intentar negar que estuve con otra mujer, ocultando algo que era
completamente natural en nuestro mundo, habría sido más sospechoso.
—Solo liberando tensiones.
—¡Ya lo creo!
—No creí que fueras del tipo sensible y exclusivo. —Sabía que no
le gustaría mi réplica y que la desconcertaría. Se sentía más amenazada
por mi opinión que por la otra mujer a la que me estaba follando.
—No. —Cuadró los hombros—. Pero me encanta una buena pelea,
especialmente una que voy a ganar.
Me crucé de brazos. Se extendió en busca de mi codo. Su atención
volvió a mí y se alejó de Emmy. —No me has respondido. ¿Por qué me
estás siguiendo?
—Solo me estaba divirtiendo un poco.
—No vuelvas a hacerlo. Y saca a tus hombres de aquí antes de
que...
Me besó. Se lo permití. A pesar de saber que Emmy observaba, dejé
que me besara, porque sabía que todo era un espectáculo. Quería que la
mujer detrás del autobús lo viera. En mi interior, solo había dolor, el
mismo que probablemente habitaba en Emmy al vernos.
—Allí. Esa era la única señal que necesitaban mis chicos.
En algún lugar del bosque, una rama se rompió. Ya retrocedían.
En el camino, vi la camioneta de Spider encabezando un grupo de
nuestros autos.
—Tenía una buena razón para venir a verte. —Se subió en el
asiento del copiloto. Puse en marcha el coche y agarré el volante, pasamos
junto a Spider al salir.
Mientras nos alejábamos, me pregunté si Emmy hallaría el anillo,
el que le pondría en el dedo después de arrodillarme y pedirle que fuera
mía para siempre, como si el mundo oscuro no pudiera encontrarme
nunca más, como si pudiera escapar de este agujero negro.

***

Días después, estábamos con Spider en uno de nuestros aviones


privados, esperando a que despegara hacia Canadá.
—¿Por qué aceptas que Seetoo programe esta reunión? —preguntó 197
tras acomodarse en el borde de su asiento.
—Porque es inevitable.
—¿Qué cosa?
—Que Shield vuelva a la coalición.
Con los ojos en su teléfono, soltó una carcajada. —Sí, ese será un
gran día.
Mi falta de respuesta revirtió su incredulidad.
—No puede ser. Tenemos que impedirlo.
—Inevitable —repetí—. ¿Cómo estaba Emmy cuando la recogiste?
Después de dejarla con el corazón roto, me llevó un tiempo poder
quitarme de encima a Manny de manera segura, para no alimentar sus
sospechas. Me buscó por la razón obvia de querer saber qué hacía y con
quién. Pero también porque Julien tenía pánico. El cartel ardía y ya había
tomado (recuperado) tres campos de marihuana y uno de los principales
canales de contrabando en la frontera de México y Estados Unidos.
No me sorprendió la represalia, así como tampoco debería haberlos
sorprendido. Les advertí que ocurriría cuando Julien me planteó el plan
como un momento de brillantez. No era brillante; era una misión suicida,
por lo que, en el momento, acepté.
Después de ver a Emmy abrazada a Griff en televisión, ante la idea
de quedarme sin ella y de que estuviera con ese idiota, pensé que morir
en manos del cartel era la salida ideal.
Sin embargo, no esperé la rapidez con la que el cartel se movilizó,
como si hubieran estado esperando el ataque y se hubieran preparado.
Julien encabezaría su lista de personas a la que asesinar. Manny y yo
estaríamos en segundo y tercer lugar. Unas semanas antes, me habría
alegrado. Pero las cosas cambiaron. Todo cambió. Lo que me harían era
una cosa. ¿Qué les harían a Emmy y Billy si las descubrían y sabían lo
que significaban para mí?
Al final, convencí a Julien de que esconderse era la opción más
segura. No costó mucho trabajo, era bien conocido por huir cuando las
cosas se ponían difíciles. Esconderse también era beneficioso para él,
porque lo quitaba de mi camino. Tenía que hacer un gran control de
daños. Salvarme sería casi imposible, pero me había enfrentado a cosas
peores. Solo necesitaba tiempo para arreglarlo. Pero con la otra mierda
con la que tenía que lidiar, Seetoo, nuestro jefe canadiense, se encargó
de convocar una reunión con todos los capitanes norteamericanos en
Vancouver. Para el poco poder que le concedíamos, convocarnos a una
reunión no formaba parte de su trabajo. Tenía un gran presentimiento
de lo que se trataba, pero lo utilicé como excusa para deshacerme de
Manny. La envié antes para ver qué podía aprender como mi supuesto 198
segundo al mando. Sabía que eso la apaciguaría como una pizza a una
rata de Nueva York.
Mientras tanto, Emmy se hallaba en algún lugar preguntándose...
¿qué? ¿Qué se preguntaba? ¿Por qué le hice el amor solo para volver a
dejarla? ¿Por qué elegí a Manny antes que a ella? ¿Contemplaba criar
sola a nuestra hija? Tal vez todo lo anterior. Quizás nada de lo anterior.
Tal vez regresó con Griff, y eso era suficiente.
Me carcomía pensar en ella sin poder verla y explicarle. Hasta
entonces, solo sabía que no tenía mi pistola, ya que Spider me la había
devuelto, lo que significaba que todavía tenía mi mochila y su anillo de
compromiso de tres millones de dólares que oculté en un compartimento
secreto.
Ahora, por fin podía hablar confidencialmente con la última
persona que sabía que la vio, pero él estaba demasiado preocupado. No
había tenido noticias de Carly ni de su guardia asignado, Pauly, desde
que habían ido a comprar cosas para bebés a Manhattan. Eso significaba
que, o se aseguraba de agotar todas las tarjetas de crédito, o Spider hizo
algo para molestarla. Al final, tras llamar a su teléfono y no obtener
respuesta, decidió bajarse del avión para ir a buscarla y disculparse por
algo, aunque no tenía claro qué exactamente.
El avión despegó poco después de que se bajara. Una vez que
estuvo asentado en el aire, encendí mi portátil y me aventuré en la red
oscura.
Algo me estuvo impacientando desde que me enteré de Joseph, el
compañero de piso de Emmy. Si bien agradecía que hubiera estado a su
lado cuando tuvo que deshacerse del cuerpo de Norestrom, no me gustó
el hecho de que su hermano haya estado con los Finch Street Boys. Pero
era más que eso. Fue la forma en que observó desde la periferia cuando
registramos toda su habitación y la de sus compañeros. Mientras que
encontraron hierba de mala calidad y revistas porno antiguas en las
habitaciones de los otros, este muchacho tenía cajas de teléfonos móviles,
ordenadores portátiles y piezas de ordenador robadas. No mostró miedo
ni preocupación. De hecho, había estado muy ocupado observándonos a
Emmy y a mí. Había algo familiar allí.
Cuando intenté piratear su ordenador y me topé con un servidor
de seguridad tras otro (algunos bastante sofisticados), mi presentimiento
se confirmó. No era un estudiante cualquiera. Con cada servidor que
traspasaba, ganaba un poco más de información. La codificación de un
hacker era como el ADN. Todos dejaban algo de sí mismos, ya fuera a
propósito o sin querer. Era un arte, y las huellas dactilares de este chico
estaban en todos sus servidores. Reconocí su estilo, su firma; lo había
visto muchas veces en tratos con su hermano. Su nombre en clave era
R0MPH13L05 o Rompehielos.
Haciendo clic sucesivamente, me abrí paso poco a poco. Casi
atravesaba lo que estaba seguro que era el último servidor cuando mi 199
pantalla se volvió azul y apareció un mensaje: ¿Puedo ayudarte?
Aparté los dedos del teclado. Ante el parpadeo del cursor, supe que
trataba simultáneamente de entrar en mis archivos. No lo conseguiría, y
ya había encontrado lo que buscaba. Podría haberle cerrado el paso y
darme la vuelta. Este chico se encontraba mucho más conectado con el
inframundo de lo que dejaba entrever. Durmió bajo el mismo techo que
Emmy durante casi dos años. Con una llamada podría haberlo sacado y
acabado con él.
Si vas a romper la regla de oro de no hackear el ordenador de
un hacker, lo menos que puedes hacer es decirme por qué. He visto
tu firma antes. ¿Qué buscas?
Reunámonos.
¿En persona?
Pude percibir su incredulidad ante mi propuesta. Los nerds de la
informática solo vivían en el mundo virtual. Eso reforzó mi decisión. Me
pondré en contacto contigo.
Después de apagar el ordenador, cerré los ojos e intenté descansar
antes de aterrizar, pero Emmy me miraba fijamente detrás de mis
párpados.

***
A la noche siguiente, estaba de pie en un muelle a las afueras de
Vancouver, inhalando el olor a pescado y mierda de la planta de residuos
al otro lado de la bahía.
—¿Sucede algo? —me preguntó Manny cuando no reconocí su
presencia—. Pareces distraído. —Ya había deducido que parecía
preocupada. No podía estar seguro sobre qué. Cuando se trataba de ella,
siempre se tenía que ir un paso por delante.
La verdad era que estaba distraído. Spider llamó asustado porque
no encontraba a Carly. Estaba a punto de permitir que Shield volviera a
la coalición, pese a saber que Bill se estaría revolcando en su tumba. Y
Emmy siempre se hallaba en mi cerebro, metida en cada pensamiento y
preocupación, como un velo sobre mi ser interior.
—Shield volverá a la organización. De eso se trata esta reunión.
Permaneció en silencio. Se encontraba demasiado oscuro para
leerle la expresión.
—No sé qué debería decepcionarme más, el hecho de que no hayas
podido descubrir algo que yo ya sabía, o que lo hayas descubierto y no
me lo hayas dicho.
—Intenté averiguarlo —respondió. 200
—Eso es decepcionante. Realmente pensé que serías la que me
sucediera en el mando. —La dejé con mis palabras como una bofetada en
la cara, sabiendo que nadie la abofeteaba.
—Veo que has traído un invitado —le dije a Seetoo una vez que
todos estuvieron sentados. Me había cruzado con Shield en el pasillo,
pero estaba demasiado absorto en sus confabulaciones con Seetoo como
para darse cuenta.
—Cada vez me preocupa más cómo se representan los intereses
canadienses en esta mesa. A pesar del inmenso beneficio financiero que
mi coalición ha aportado a la tuya, se me sigue tratando como a un
subordinado cuando debería ser tratado como tu socio. —Las palabras
de Shield rezumaban en las suyas—. Decidí contratar a Shield para que
se encargue de representar los mejores intereses de mi coalición. Tiene
una basta experiencia en los tratos de esta organización.
El uso constante del pronombre personal no se me pasó por alto,
ni a los colegas canadienses que dispuso contra la pared en lugar de en
la mesa principal. —Entiendes que somos nosotros los que te hemos
unificado y acogido en nuestra organización.
Cuadró los hombros. —Mi unificación del lado canadiense era
inevitable. Ya estaba en proceso de hacerlo. Iba a ocurrir con o sin tu
intervención. Mi inclusión en esta junta solo es tu reconocimiento de la
influencia que tengo.
—¿Esta es una decisión de todos? —Miré a los rostros canadienses,
notando que se negaban a mirarlo.
—Me han asignado el liderazgo y digo que esta es nuestra decisión
—dijo Seetoo.
—Entendido. Sin embargo, me sorprende un poco. Eres un hombre
inteligente y podrías haber pedido sentarte a la mesa de la organización
tú mismo o alguien de la coalición canadiense en lugar de un miembro
externo. —Cuando frunció el ceño, continué rápidamente—: No obstante,
respeto tu petición como líder. Por lo tanto, pido a nuestros compañeros
canadienses que salgan de la sala para que se pueda votar.
Salieron arrastrando los pies, algunos más rápido que otros. Luego,
los capitanes estadounidenses debatieron, con bandos que discutían de
forma vehemente en un sentido u otro. Me abstuve, dado mi conocido
odio por el hombre; después de todo, había solicitado que tomáramos
represalias contra Shield, aunque mi moción fue rechazada. En cambio,
escuché, no lo que se decía, sino cómo. Observé el lenguaje corporal.
La votación fue igual que en la que se aprobó la entrada de Julien
a la junta; el Sur votó en contra y el Norte a favor de permitir que Shield
regresara. Imbéciles engañados por un hombre sin lealtades, un hombre
que traicionaría a cualquiera en cualquier momento para su progreso.
Manny tenía el último voto. Si se oponía, yo tendría que desempatar. Pero 201
no fue necesario, porque no lo hizo.
—Voto a favor —dijo con la mirada al frente y el rostro rígido. Como
una ola, un silencio recorrió la mesa.
Asentí y pedí que volvieran los canadienses.
Shield cruzó la sala y tomó asiento, asintiendo ligeramente a los
que rodeaban la mesa. Su mirada se posó en la mía. Cuando una sonrisa
de satisfacción se extendió por su rostro, solo pude pensar en Emmy y
Billy y la posibilidad de no volver a verlas. Un error y todo se acabaría.
Uno de los primeros errores llegó en forma de Spider, que irrumpió
y se abalanzó sobre Shield. —¿Dónde está Carly, hijo de puta? ¿Qué has
hecho con ella?
Tuvimos que intervenir varios para que le soltara el cuello. Ordené
que todos salieran de la habitación. Shield nos observó por el rabillo del
ojo mientras se escabullía.
—Se ha ido, Cam. Se ha ido —dijo, sin aliento y maltrecho.
—Siéntate.
—Llamé a Pauly, el guardia que la acompañaba. No me respondió.
Rastreé sus teléfonos hasta un estacionamiento en Manhattan. Tenía el
teléfono en el bolso, dentro del coche. Su cartera, todo estaba allí.
Con Tiny nos miramos. —¿Y Pauly?
—No se lo encuentra por ningún lado.
Le pedí a Tiny que lo buscara. Era un buen tipo. De lo contrario,
no lo habría contratado y Spider nunca lo habría dejado acercarse a ella.
Pero aprendí que en este negocio nunca se conoce realmente a nadie.
—La tiene, Cam. ¡Sé que ese hijo de puta de Shield la tiene!
Lo consideré, pero no tenía sentido. —¿Por qué se la habría llevado?
Se paseaba de un lado al otro. —¿Por qué no? Ella sabe sobre todo
lo que hacemos. Dónde está el dinero. Dónde hemos estado. A dónde
vamos. Lo sabe todo.
Tenía razón. Carly era un centro de datos, la portallaves a nuestro
funcionamiento. Quizás tenía razón. Tal vez Shield se la había llevado,
aunque no estaba seguro. Si ese era el caso, teníamos que ir con cuidado.
No podía ir haciendo acusaciones falsas cuando se trataba de él, ni dar
ningún paso sin que todos sospecharan que lo usaba como excusa para
deshacerme de él sin el consentimiento de la coalición.
—Cualquiera que la conozca sabe que no daría nada, ni aunque su
vida dependiera de ello.
Palideció ante mi mala elección de palabras. —Voy a matarlo, joder
—susurró.
—No harás nada. La encontraremos.
202
***

Me encontré con Joseph, el compañero de Emmy, en una parada


de camiones junto al aeropuerto de Callister. Mi cerebro aún daba vueltas
a la desaparición de Carly. No habíamos recibido ni una palabra. Ningún
rescate. Ni amenazas. Solo silencio.
Joseph no podía saber lo que pasaba por mi mente. Se encontraba
demasiado ocupado preocupándose por sí mismo. —Sé quién eres. —Se
agarró al respaldo de la silla—. Si me pasa algo, tu cara aparecerá en
toda la web.
Me senté y le pedí que hiciera lo mismo. —No estoy aquí para
hacerte daño. Conocía un poco a tu hermano. Se hacía llamar Grill,
¿verdad?
Se sentó, con la espalda rígida.
Pedí un café. Joseph, que al parecer no dejaba que el miedo y la
repulsión le arruinaran el apetito, añadió el desayuno del camionero a su
pedido. Mientras esperábamos, le expliqué mi conexión con Emmy a
través de su hermano, con la esperanza de humanizarme y apaciguar su
miedo.
—La bebé es tuya entonces.
Llegó el café y la comida. Tomé un sorbo y asentí.
—Todos asumimos que era de Griff. Le has fastidiado la vida.
Volví a asentir, sin saber si se refería a la de Emmy o a la de nuestra
hija. Era verdad que había arruinado la de ambas. Si no hubiera sido por
mí, se habría graduado y habría hecho cosas increíbles y normales con
su vida. Ahora, siempre estarían mirando por encima del hombro por
culpa de quién yo era.
El restaurante se encontraba vacío. La camarera permanecía junto
al mostrador delantero, mirando un televisor montado en una esquina.
Se relajó un poco. —Entonces, ¿qué quieres de mí?
—Te vi meter uno de tus móviles en una bolsa de palomitas que le
llevó tu compañero. —Sabía que habían hablado. Era mi vínculo más
cercano con Emmy—. ¿Cómo está?
Bajó la mirada y pinchó un huevo.
Apreciaba su lealtad, pero sabía que esa lealtad junto a mi
reticencia podía hacer que Billy y Emmy murieran. Tenía que dar el
primer paso por el bien de ambas. Necesitaba que aceptara vigilarla.
—Las cosas están bastante mal para mí ahora. Peor que nunca, en 203
realidad.
—Enojar al cartel no fue inteligente —comentó con la boca llena.
Que supiera algo del cartel no era sorprendente. Diablos, en ese
momento todo el mundo sabía que las cosas no estaban bien con el cartel.
No se les daba bien mantener sus sentimientos para sí mismos. Pero el
hecho de que lo hubiera relacionado con nosotros no era algo normal.
Lo miré por un momento. —Asumiste el liderazgo tras la muerte de
tu hermano.
—Eso no es asunto tuyo.
—En realidad, sí.
—Los policías corruptos mataron a todo el liderazgo de la banda.
¿Qué se suponía que debía hacer?
—Dejar que otro tome las riendas. —Siempre había alguien más.
Apoyó los codos en la mesa. —Mi hermano hizo todo lo posible para
demostrar su valía ante ustedes. ¿Dónde diablos se metieron cuando esos
policías entraron y lo mataron de un tiro delante de mi madre? Váyanse
a la mierda. Nos llevaré en una nueva dirección.
—¿A qué te refieres?
Nos miramos sobre el borde de nuestras tazas.
Al momento, se encogió de hombros y bajó su taza. —Supongo que
es inevitable que tarde o temprano te enteres. Cuando tus compinches
vengan a buscar a alguien para hacerle pagar, es importante que sepas
que soy el responsable. —Pasó a un sermón sobre no dejar que un grupo
de empresarios tomara las decisiones por ellos y ser independientes,
desvinculándose del control de la coalición.
Me quedé sin palabras. ¿Comprendía con quién hablaba? Por un
momento, no entendí por qué me decía a mí, el líder de la coalición, esa
información.
—Ahora mismo, probablemente te estés preguntando si estoy bien
de la cabeza. Le estoy diciendo al jefazo que no me gusta cómo dirige su
organización y que me salgo. Normalmente solo hay una forma de dejar
el negocio, ¿verdad? Excepto que estás aquí por Em, y yo también, y si
vamos a trabajar juntos por su bien, pensé que deberías saber cuál es mi
posición desde el punto de vista empresarial. Desde el punto de vista
personal, te juro que haré cualquier cosa que pueda hacer para sacarla
del lío en el que la metiste.
Era un ultimátum. Si lo protegía, trabajaría conmigo para proteger
a Emmy. Si no lo hacía, tenía un aliado menos con respecto a ella. Tenía
que decidir, alejarme y pedir una bala personalizada, o quedarme. Un par
de años antes, no habría tenido que tomar ninguna decisión. Mucho de
esto me desconcertaba. Él aún era joven y puro y sabía que seguramente
204
podría lograr mucho en su vida; podría hacer mucho bien. En cambio,
elegía un camino diferente. Tomaba la misma decisión equivocada que su
hermano y que yo cuando conocí al hermano de Emmy.
—En algún momento, alguien se dará cuenta que el producto entra
y el dinero no vuelve ni aumenta.
—En lo que respecta a tu gente, fuimos eliminados. No estamos
recibiendo nada de ustedes y ustedes no reciben nada de nosotros,
porque ya no existimos.
Dejando a un lado todos mis instintos naturales, pasé un teléfono
por la mesa. —Lo único que te pido es que te asegures de que está bien
y me avises si hay algo de lo que deba preocuparme. —Me puse de pie y
dejé dinero en la mesa para la cuenta—. Solo sé discreto. Y ten cuidado
—añadí en su beneficio y el de Emmy. No me gustaba, pero por el
momento era mi único vínculo con ella, así que ahora tendría que cuidar
a los dos.
Me acerqué a la puerta, pero me detuve, pensando en Carly.
¿Dónde se encontraba? Me resultaba difícil mantener la calma y no sacar
la peor conclusión. Necesitábamos ayuda. Eso estaba claro.
Joseph seguía sentado en la mesa, dándole vueltas al teléfono en
la mano.
—¿Crees que serías capaz de rastrear a Shield? Un rastreo virtual,
claro.
—Ya lo hice. —Me contó que había empezado a seguirlo pirateando
las cámaras de seguridad y captando todos sus movimientos para hallar
algo con lo que incriminarlo, pero que hasta ahora no había tenido éxito—
. ¿Qué estás buscando?
Me debatí en contarle lo de Carly.
Ver a Spider sin ella era como ver a un hombre atrapado en una
casa que se llenaba lentamente de humo, ver cómo se movía de una
habitación a otra para intentar huir hasta que se hundía en el fondo de
un armario, jadeando por el oxígeno que le quedaba. ¿Dónde demonios
se hallaba? ¿Quién la tenía? Parecía que solo un momento antes Emmy
había desaparecido y mi mundo se convirtió en un pozo vertiginoso e
interminable de posibles lugares donde podría haber estado. Era solo
cuestión de tiempo que Spider se desmoronara. Tenía que mantenerlo
concentrado manteniéndome concentrado en encontrarla y recuperarla.
La esperanza era lo único que lo mantendría en pie. Sin ella, se asfixiaría.
—¿Por qué nadie se ha puesto en contacto con nosotros todavía?
No ha habido ninguna demanda. Ni rescate —dijo Spider después de que
revisáramos todas las grabaciones de seguridad que pudimos encontrar
por la zona. No hallamos nada con una vista clara del estacionamiento, 205
solo imágenes de la esquina de la calle más cercana. Las imágenes los
mostraban sentados bajo una farola, alejándose de la esquina y después
nada. Simplemente se habían evaporado.
Reuní un equipo, con lo mejor de lo mejor, para encontrarla.
Cualquiera en quien pudiera confiar estaba en él. Pensé que tener a
Joseph no podía hacer daño.
Pero decirle demasiado era peligroso, para él y nosotros. Me recordé
que su prioridad era cuidar a Emmy para que yo pudiera concentrarme
en encontrar a Carly. —Avísame si encuentras algo de interés en Shield.

***

Spider, Manny y yo nos encontrábamos apoyados en el capó de


nuestro vehículo en medio de un campo de Nuevo México. No había
señales de vida. Esperábamos al único miembro del cartel que estaba
dispuesto a hablarnos. Retomar la conversación era lo único que nos
haría ganar tiempo. Me sorprendió que alguien estuviera dispuesto a
reunirse con nosotros, pero Manny sacaba provecho de una relación
amorosa pasada.
¿Qué demonios hago aquí?, decía la expresión de Spider.
Tenía los ojos inyectados en sangre y su rostro se veía cadavérico
con desesperación. No había tenido más remedio que traerlo, de lo
contrario, temía hallarlo vagando por las calles de Nueva York gritando
el nombre de Carly.
—Te ves como la mierda —dijo Manny, pero me estaba mirando a
mí.
Ninguno dormía mucho. Cada momento despierto lo pasábamos
buscando a Carly, o deberíamos haberlo hecho. El problema era que la
vida seguía, a pesar de que lo peor estaba sucedido.
—Supongo que significa que aún no la han encontrado, ¿eh? —
inquirió, hojeando una revista.
—Cierra la boca, Manny —dijo Spider.
—Si Shield la tiene...
Le dio un puñetazo al capó. —¿Entiendes que estamos perdiendo
el tiempo aquí porque eres demasiado incompetente para gestionar tu
territorio?
Sabía que estaba a una palabra de estallar por completo, y no
aflojaría hasta que pasara. —Si Shield la tiene —sus ojos escudriñaban
las páginas—, nunca la recuperarán. Y si lo hacen, no será la misma. Lo
saben, ¿verdad? Es como si estuviera muerta. 206
El polvo se levantó en la distancia cuando un coche se acercó por
la carretera. Arrojó la revista sobre el capó y se enderezó.
Un Land Rover plateado se acercó y detuvo. Salió un hombre de
mediana edad con un traje caro, Crowley Cabello, líder del cartel de nivel
medio que, de alguna manera, logró escapar de nuestro ataque. Cuando
la abrazó por la cintura mientras ella lo besaba lentamente en una mejilla
y después en la otra, comprendí cómo lo hizo. Le susurró algo al oído,
haciéndola reír.
Hacía un calor infernal. El sudor caía por la cabeza calva de Spider.
Tiny se encontraba en el coche, observándonos desde la comodidad del
aire acondicionado.
—Estoy poniendo mi vida en peligro con solo estar aquí —dijo.
—Y tu ayuda será recompensada. Vayamos al grano, ¿cómo pudo
el cartel organizarse y actuar en nuestra contra tan rápidamente?
—Hay un jefe nuevo.
—No es posible. Los destruimos. A todos —declaró Manny, como si
le hubieran robado el trabajo.
—¿Quién es?
Se ajustó un botón de la parte delantera de su traje. —No lo sé.
Finalmente, se levantó una brisa que hizo pasar las páginas de la
revista hasta detenerse en una foto. —¿Qué pasa? —preguntó Manny.
Mis ojos se posaron en una foto de Emmy con su vestido blanco, el
que llevó en su fiesta de dieciséis. A su lado estaba ese pedazo de mierda
de Griffin.
Entonces oí un silbido. Cabello cayó al suelo. Con otro silbido,
Manny cayó chillando sobre mí. Con Spider nos pusimos a cubierto
detrás del coche. Arrastré a una Manny inerte. Nos subimos al auto y
Tiny salió a toda velocidad, con las puertas aún abiertas.

207
19
Traducido por AnnyR’ & Ivana
Corregido por Gesi

Manny estaba drogada y vendada en la parte trasera de la oficina


de un veterinario inescrupuloso. —Lo hiciste de nuevo —dijo a través de
su neblina de morfina.
Todavía me daba vueltas la cabeza. El cartel sabía que estábamos
a punto de derrocarlos. ¿Cómo?
—Se está convirtiendo en un hábito, ¿no es verdad? El hecho de
salvarme —añadió, con la intención de perturbar mi silencio reflexivo.
208
Cabello nos sobrevivió porque Manny se lo advirtió. Ahora estaba
muerto. La primera bala fue para él. Las siguientes casi la mataron. Con
una bala en el estómago y otra en el hombro, debería estar muerta.
—¿Cameron?
Había un jefe nuevo. Un cartel nuevo. Cabello no estaba al tanto.
Se salvó de nosotros solo para que ellos lo mataran.
—Lamento que mi voto haya traído a Shield de vuelta a la coalición.
Estaba enojada contigo. —No dijo que lamentaba haber votado de esa
manera, solo que causara su regreso.
—Sabes, Manny. —Aparté la mirada y hablé con lentitud para que
recordara cada palabra una vez que la morfina se fuera y supusiera que
se le ocurrió la idea por su cuenta—. Shield pronto asumirá el liderazgo.
Es inevitable, pero tienes una buena oportunidad de ser su segundo al
mando, y una oportunidad aún mayor de quitarle el mando después.
Se quedó en silencio por un momento. Se meneó en la cama en
tanto mis palabras, que ahora resonaban como suyas, se grababan en su
memoria. —Voy a liderar. Voy a liderar y Cameron será mi segundo para
poder mantenerlo bajo mi control —murmuró.
La morfina es al alma lo que el alcohol a la verdad. En su caso, el
vistazo reveló al demonio.
Se quedó dormida.
Observé su hombro vendado. Le habían disparado dos veces. El del
hombro pasó de lado a lado, por lo que fue bastante fácil de arreglar. Pero
el del estómago fue más complicado. El veterinario hizo todo lo posible
para sacar la bala y detener el sangrado, pero había fragmentos que no
pudo alcanzar. Considerando las cosas, tuvo suerte, porque seguía viva
cuando no debería estarlo. Si Tiny hubiera estacionado un poco más a la
izquierda y no hubiera habido una ráfaga de viento repentina, el tirador
habría tenido un tiro más claro y ella habría acabado como Cabello. Con
Spider y Tiny escapamos completamente ilesos.
Nuestro vehículo también resultó mayormente indemne, con solo
un agujero en el capó, cerca de donde se encontraba parada Manny. Ella
y Cabello fueron los objetivos. ¿Por qué solo ellos?
¿Dónde diablos estaba Carly?
¿Sobreviviría Spider lo suficiente para que la encontrara?
¿Emmy estaba a salvo? ¿Billy?
Con Shield de vuelta en la coalición, ¿cuál era mi próximo paso?
Mi mente y mi cuerpo necesitaban dormir. Tomé un poco de morfina y la
dejé soñando con el poder en la oficina del veterinario.
209
***

El reloj del coche marcaba que eran poco más de las dos de la
mañana. Spider estaba a mi lado en el asiento del pasajero. Bien podría
haber estado solo, porque no se había movido y sus ojos no se apartaron
del tablero desde que nos subimos al coche un par de horas antes. Estaba
perdido en sus pensamientos y la desesperación, simplemente ido.
No hablamos del tiroteo. ¿Qué quedaba para hablar? Su trabajo
era la seguridad. Nunca debería haber llegado a ese punto. El Spider que
conocía habría recuperado el control, comenzando con la desaparición de
uno o dos informantes. Pero al Spider sin Carly le importaba una mierda
cualquier cosa que no implicara encontrarla. No podía culparlo.
Un camino demasiado familiar se abría frente a mí. Nuestra forma
de vida era una serie de carreteras oscuras y vacías, en movimiento
constante, sin descanso, con un túnel oscuro tras otro. La luz al final del
túnel, a veces, era difícil de encontrar.
Carly odiaba viajar. Se quejaba todo el tiempo cuando íbamos a
alguna parte. Me pregunté si estaba pensando en eso, la ausencia de la
voz que normalmente nos rodeaba, el vacío que dejaba.
Adelanté un camión y me pregunté si consideró lo mismo que yo,
que se fue a propósito. Nunca ocultó el hecho de que odiaba esta vida. ¿Y
si se hartó y se fue? ¿Y si el nacimiento de Billy fue su detonante, la hija
que siempre quiso pero que nunca podría tener? Era como si hubiera
desaparecido en el aire. En nuestro mundo, la gente no desaparecía sin
más. Eran utilizados para influenciar, obtener información o terminaba
apareciendo un cuerpo. Sin embargo, no pasó nada de eso. Vigilé de cerca
nuestros fondos y nada estaba fuera de lugar. Todo estaba como siempre,
excepto que Carly se había ido.
Busqué en mi bolsillo, saqué unas pastillas y las tragué sin líquido.
Mis dedos tamborileaban contra el volante unos minutos después. Me
sentía lleno de energía, mi cerebro se encontraba alerta y nuevamente
concentrado.
—¿Emily sabrá algo? —preguntó de la nada.
—No la metas en esto. —Cuanto menos supiera al respecto y menos
se involucrara, mejor. Era media mañana cuando llegamos a Nueva York.
Me reuní con Manny en Chinatown, frente al edificio en el que se escondía
Julien. El color aún no le había regresado a las mejillas.
Se suponía que nos encontraríamos con Julien en el desván donde
se escondía, pero cuando llegamos, nos envió un mensaje. Al parecer, se
había olvidado de la reunión y estaba en un restaurante chino a la vuelta.
Al cruzar la calle atestada de tráfico, dejé que se me adelantara,
con la esperanza de que la atropellaran.
210
Adentro, me detuve en el frente y dejé que mis ojos se adaptaran a
la oscuridad del sitio.
Julien estaba sentado en la barra, bebiendo lo que parecía vino
tinto en un vaso de plástico. Lo flaqueaban unos bebedores solitarios
cuyos ojos se hallaban fijos en la televisión sobre la barra. Se trasladó a
una mesa en la parte trasera cuando nos vio.
Había una mesa de buffet instalada en el centro de la habitación,
con lámparas de calefacción y unas bandejas medio llenas de albóndigas
de pollo frito. Detrás de él, había una pecera de limo verde que tenía un
pez perezoso muriendo lentamente dentro del agua turbia.
—Sorprendentemente, el plástico mejora el sabor de este vino. —
Sus palabras eran un poco confusas, como si hubiera estado catando en
el plástico por un tiempo—. Mírenme. Nadie creería que un hombre como
yo, líder de toda una nación, terminaría en un lugar como este.
—Ese es el punto de esconderse. —Me senté—. Mi oferta para traer
a tu familia de manera segura sigue en pie. —Sabía que tener a su esposa
e hijos en ese pequeño apartamento significaría que su ciclo constante
de chicas de compañía y Manny tendría que detenerse.
Le dio un gran trago a su vino, mirando hacia la puerta sobre el
borde. Manny se movió en su asiento.
—Los llamé porque no puedo pasar nada por la frontera. Los envíos
desaparecen incluso antes de llegar. Y los pocos que lo lograron fueron
confiscados por la patrulla fronteriza.
—Sí, la coalición es consciente. Los pedidos faltantes no pasan
desapercibidos, particularmente cuando es el único que debemos recibir.
—Sé que tienen canales para permitir que el producto cruce las
fronteras.
—Teníamos. Esos canales estaban con el cartel que destruimos o,
más bien, enfadamos mucho. El acuerdo al que llegaste con la coalición
fue que nos proporcionarías un solo proveedor y enviarías el producto
que necesitábamos a los Estados Unidos, no que sacudirías las manos
desde México y esperarías que vayamos a buscar nuestras cosas.
Golpeó los puños sobre la mesa. —¡Intentan hacerme fallar!
En mi visión periférica, vi a Víctor entrar por la parte trasera del
restaurante. Me encogí de hombros y fingí no verlo. —Estoy honrando
nuestra parte del trato. Tienes que honrar la tuya.
—Oh, ahora lo hará —dijo Víctor, sobresaltando a Julien. Era obvio
que no habían discutido cómo haría su entrada sorpresa. Le dio una
palmada en la espalda y se sentó—. De hecho, cinco envíos cruzaron la
frontera hace unas tres horas, ya se clasificaron y se están distribuyendo
según las ordenes de la coalición.
211
—Fuiste tras la coalición para cumplir con tus compromisos —le
dije a Julien, fingiendo enfado.
—Olvidas que ahora soy parte de la coalición.
—Decidí que Víctor sea mi representante en la junta —agregó.
Hice una pausa durante un momento y lo miré a los ojos. —Te
recomiendo encarecidamente que no lo hagas. —Hablé con lentitud para
que recordara esta conversación.
—Tengo un país que dirigir. No me has dado otra opción.
Envió a Julien y Manny a empaquetar su piso mediocre, ya que
anunció que lo reubicaría en un perfecto castillo pequeño, según sus
palabras, en San Juan. Manny no me miró a los ojos ni una sola vez,
confirmando mi esperanza de que se había aliado a Víctor.
Mientras se iban, le inspeccionó el trasero y movió la cabeza.
—Imagina qué haría una mujer como ella al saber que hubo otra
mujer que tuvo a tu única hija —dijo
Mantuve una voz tranquila. —¿Qué quieres?
—Déjame recuperar lo que es mío.
—¿Eso sería? —Me hice el despistado.
—Recuperar el liderazgo de la coalición.
Olvidó que nunca lo tuvo. Bill fue el primero y luego yo lo sucedí.
—Sabes que no es algo que pueda darte como si nada.
—Lo único que te pido es que me dejes brillar. El resto seguirá.
Eructé y recogí la bebida que se pidió para él. —Lo consideraré,
pero tienes que hacer algo a cambio.
Formó un triángulo con los dedos. —Acudo a ti como una cortesía.
Ya tomé medidas para regresar a la junta. Ya estoy representando dos
grandes intereses, con más por venir.
Sonreí, me incliné sobre la mesa y susurré con lo que posiblemente
era un aliento caliente que olía a pescado ahogado en ron: —Quizás
quieras hablar con tu gente. De hecho, la entrega de Julien está retenida
en un almacén entre aquí y Nuevo México, con sus hombres atados y
amordazados en el suelo. —Saqué mi teléfono, le mostré una foto y lo
observé empalidecer—. Con solo una llamada puedo rociar con gasolina
todo el cargamento e incendiarlo junto a tus hombres.
Miró con anhelo la copa sobrante de Julien. —¿Qué quieres?
—Mantente lejos de Emily.
Ladeó la cabeza, como si hubiera dejado caer una carta antes de
hacer una apuesta. —Eso podría resultar difícil, dado que me casaré con
212
su madre.
—Tú solo te has puesto en esa situación.
—Consideraré hacerlo si haces lo mismo. Mantente alejado de ella.
Tú y tus hombres.
Me encogí de hombros. —Bien.
—Eso fue demasiado fácil. —Volvió a ladear la cabeza.
—Solo es una chica con la que me encontré el año pasado. No le
guardo rencor, pero no hay razón para que nuestros caminos se vuelvan
a cruzar.
—Se me dificulta creerte. Probablemente piensas que puedes volver
a colarte en su vida como quieras.
—Tienes mi palabra.
—Tu palabra —repitió con una sonrisa—. Tu palabra significa muy
poco para mí.
Un hombre con traje se acercó y le susurró algo.
—Cualquier pequeño interés que tenía en ella fue efímero. A
diferencia de ti, no necesito ni deseo desempeñar el papel de hombre de
familia.
—Sí, las chicas se vuelven menos interesantes una vez que se
convierten en madres. —Se puso de pie y comenzó a alejarse. Luego se
detuvo y volvió—. Tuve una especie de epifanía —dijo, como si realmente
la hubiera tenido y acabara de ser manipulado—. Ahora que estoy a
punto de hacerme cargo de la coalición y del Estado de Nueva York, no
tendré tiempo para encargarme de los detalles crudos de los intereses
canadienses y mexicanos. Manny expresó su deseo de convertirse en mi
segundo al mando a cambio de traerme a Julien. Tiendo a cumplir mi
palabra. Y como su primer acto, te la asigno a ti.
—No me anoto para que me siga uno de tus espías.
—Manny va donde tú vas. Ese es el trato.
Un viento amargo me azotó el rostro al volver al auto. Spider seguía
sentado, observando un tren que cruzaba cerca en vez del apartamento
de Julien, lo que me hizo comprender que aún no se había dado cuenta
de que Manny y Julien habían regresado caminando sin mí, algo que
habría hecho sonar las alarmas o, al menos, justificaba un mensaje o
una llamada para asegurarse de que yo todavía respirara.

***
213
Teníamos una hora para desocupar las instalaciones. El novio del
momento de mamá se encargó de usarlo para romper todo en la casa, su
último hurra borracho antes de que llegara la policía. Bueno, su último
hurra en ese lugar. La situación se repetiría un par de veces más antes
de que finalmente fuera a prisión. Me senté en la acera junto a mi madre,
que bebía una cerveza y la apoyaba sobre su estómago embarazado.
Los vecinos de enfrente miraban a través de las cortinas, curiosos,
pero no lo suficiente para salir a ayudarnos. Tenían un hijo de mi edad.
Ese día me había prestado su guante de béisbol para que pudiera atrapar
las pelotas que bateaba. Habíamos regresado caminando después de la
escuela y planeábamos reunirnos más tarde, y hasta el punto de ruptura,
pensé que era el mejor día de mi vida.
Sentado en esa acera, me abracé a mí mismo; asustado, no por el
hecho de que su novio rompía todo lo que teníamos, que no era nada
nuevo, sino porque sus padres ya no lo dejaran jugar conmigo.
Las sirenas resonaron en algún lugar cercano. Ayudé a mi mamá a
levantarse. Nos escondimos detrás del basurero de una tienda hasta que
llegó la policía y se lo llevaron. Cuando la situación retomó la calma, entré
a la casa por una ventana rota y le abrí la puerta a mi madre. Despejé un
lugar para que pudiera dormir y se recuperara del alcohol, encontré un
mechero y lo usé para iluminar mientras empacaba lo que podía. Hallé el
guante de béisbol intacto, aún escondido bajo el colchón.
Bajo el amparo de la oscuridad y con el guante en la mano, caminé
hasta la casa de los vecinos. Al igual que todas las otras casas de la calle,
estaba justo sobre la acera, sin jardín delantero ni camino de entrada,
solo la calle y luego la casa.
Las luces de la sala de estar se hallaban encendidas y el parpadeo
de un televisor se filtraba por las cortinas. Algo, probablemente una rata,
rebuscaba entre la basura en la acera, haciendo que las cucarachas
huyeran. Aplasté una con el pie y fue entonces cuando me di cuenta del
barrio de mierda que era.
Comprendí que, incluso entre la mierda, siempre había algo más
mierda, y con mi mamá éramos más mierda que la mierda. Sin importar
adónde fuera, los padres de otros niños, por muy mierdas que fueran,
siempre me verían como la cucaracha de su basura. Regresé a la casa y
le vendí el guante a otro niño un par de días después.
Mientras Spider observaba el tren, me encontraba nuevamente en
esa acera, con la misma soledad fría extendiéndose a través de mí. Carly
se había ido, Spider se hallaba solo en cuerpo, y Emmy y Billy estaban
con el pedazo de mierda de Griffin.
Le envié un mensaje a Joseph. ¿Cómo está Emmy?
No ha contestado ninguno de mis mensajes. Pero tengo que
mostrarte algo.
214
¿Tiene que ver con Emmy?
No. No exactamente.
Ve a verla.
Lo estoy intentando.
Esfuérzate más. Le escribí antes de irme con Spider.

***

Para las personas como nosotros, la violencia era algo corriente. Ya


fuera que la usaras con alguien o la usaran contigo, no era nada nuevo.
Podría haber sido significativa en algunos aspectos, una deuda pagada o
una lección aprendida, pero eso era todo. Desde luego no era para
sorprenderse. Hasta que te golpeaba de cerca. Hasta que le pasaba a
alguien que conocías. Alguien que no se lo merecía.
Estábamos en un pequeño aeropuerto, esperando que aterrizara el
avión de Kostya, cuando Joseph me envió un enlace a un video. No sabía
qué esperar. Spider caminaba de un lado a otro, como un león enjaulado,
junto a los ventanales que daban a la pista. Manny atendía una llamada
a unas filas de distancia.
—¿Es quien creo que es?
No escuché a Spider acercárseme. Era la tercera vez que veía el
video. —Es Frances. —En la pantalla, la arrastraban por el cabello a un
elevador. Sus pies no podían conseguir tracción.
—Y ese es…
—El hijo de Víctor y Frances. —Se veía granulado, pero no tenía
duda de que el holgazán en la esquina era Víctor, conocido como Shield.
Aunque odiaba confirmárselo. Con su convicción de que había tenido que
ver con la desaparición de Carly, el video no hacía nada para saciar el
miedo de lo que ella podría haber estado soportando.
Le envié un mensaje a Joseph para que me llamara de inmediato.
Cuando sonó mi teléfono un segundo después, esperaba que fuera él,
pero era el investigador principal en el caso de Carly.
—Encontraron a Pauly —le dije a Spider, tapando el auricular con
una mano. Mientras escuchaba al investigador, mantuve mis ojos en él,
que se encontraba con el corazón en la boca ante las primeras noticias
desde la desaparición. Podría haber puesto el altavoz para que pudiera
escuchar, pero ante el tono sombrío del investigador, decidí no hacerlo,
para protegerlos a ambos.
—¿Qué? ¿Qué pasa? 215
Sacudí la cabeza. —No es bueno. —Con eso se evaporó cualquier
pensamiento o esperanza de que haya elegido desaparecer. Que Pauly
estuviera muerto significaba que se la llevaron en contra de su voluntad.
—¿Dónde?
—En un contenedor de basura a unas cuadras del estacionamiento
donde encontramos el auto.
Le tembló la mano cuando buscó su chaqueta en el respaldo de la
silla. —¿Carly? ¿Qué hay de Carly?
—Siguen buscando pistas por el área.
Tomó la chaqueta y salió corriendo, casi derribando a Manny en el
proceso. Mientras interrogaba al investigador para que me dijera por qué
les tomó tanto tiempo hallar un cuerpo a un par de cuadras de distancia,
Manny se sentó a mi lado, tocando mi codo con el suyo.
—Supongo que hoy solo somos tú y yo —dijo cuando colgué.
—Encontraron una pista sobre la desaparición de Carly.
—Lo deduje por tu conversación telefónica.
De repente, la imagen de una mujer siendo arrastrada por el pelo
a un ascensor resurgió en mi cabeza. Salvo que esta vez no era Frances.
Era Carly. Me tomé la cabeza con ambas manos y me clavé los dedos en
la frente. Con el video de Frances, la muerte de Pauly y la confirmación
de que Carly fue víctima de un juego sucio, me tenía inquieto y me hacía
sentir inútil y culpable, sentimientos humanos que surgían cuando cosas
terribles e inimaginables se hallaban completamente fuera de tu control
y sucedían por tu culpa. Odiaba que Manny estuviera presenciándolo.
Podía sentirla a mi lado, expectante y necesitada.
Sabía que sería complicado tenerla presente todo el tiempo.
Me recordé que la necesitaba presente como espía y para controlar
la narrativa que se le transmitía a Víctor.
Un problema a la vez. Mientras volvía a marcar, esta vez llamando
a Tiny, ella tomó un periódico del montón sobre la mesa en la esquina.
—Encontraron a Pauly. ¿Puedes asegurarte de que informen y
atienden a su familia? —le dije cuando respondió. Ante mis palabras,
recordé que cuidar a las familias de nuestros hombres era la especialidad
de Carly. Tenía el don de mejorar las cosas en las peores situaciones—.
¿Y puedes asegurarte de que Spider no mate a nadie del equipo de
investigación?
Mi teléfono vibró. Miré la pantalla y reconocí el número de Joseph.
—Tengo que colgar. Me está llamando otra vez el investigador. —
Sabía que Manny escuchaba.
Me alejé y atendí la llamada, vigilándola. —Hagas lo que hagas, no
216
le muestres el video a nuestra amiga.
Hubo silencio al otro lado de la línea.
Suspiré y me pellizqué el puente de la nariz. —Ya se lo mostraste.
—Traté de decírtelo primero, pero me ignoraste. Además, Em fue la
que me hizo buscar a Frances hace un tiempo. Solo la reconocí por ella.
Así que, ¿deduzco que también la conoces?
—Sí. ¿Alguna información sobre lo que sucedió después del video?
—No. Em me preguntó lo mismo. Aún nada, pero sigo buscando.
El avión de Kostya estaba aterrizando.
—¿Viste a nuestra amiga? ¿En persona?
—Está bien, pero vive en medio del bosque.
Entonces continuaba en la reserva. No tuve tiempo para considerar
cómo me sentía al respecto, porque Manny se me acercaba. —Tengo que
colgar.
—Espera. Querías que te avisara si había algo importante, pero no
estoy seguro…
—¿Qué es? —Ya se encontraba de pie a mi lado.
—Intentó llamar a alguien en Francia, pero el hombre al otro lado
de la línea le colgó. ¿Sabes algo al respecto?
—No. —Terminé la llamada.
Mientras esperábamos a que el avión llegara a la terminal, Manny
miraba una de las televisiones que transmitía CNN en forma constante.
—No me disculparé por acudir a Víctor a tus espaldas.
—No esperaba que lo hicieras.
—Ambos sabemos que Julien no estaba contento con...
—No hagas esa mierda de tratar de convencerme de que lo hiciste
por un bien mayor o que solo fuiste un espectador inocente en todo el
asunto. Al menos hazte cargo de tu decisión de apuñalarme por la
espalda.
—Bien.
—Ojalá hubieras acudido a mí. Hace tiempo que estoy listo para
renunciar y prepararte para que me reemplaces. Lo sabías, ¿no? Acabas
de hacer que esa oportunidad se te evapore, y eso me entristece.
Permaneció en silencio.
—Víctor es un hombre peligroso, y no lo digo a la ligera. No tiene
lealtad y se deshará de cualquiera si eso lo beneficia. Sé que te ofreció
217
ser su segundo al mando una vez que se haga cargo. Deberías saber que
me lo ofreció primero. Obviamente lo rechacé. —La tomé por el codo y la
obligué a mirarme, decidiendo en ese instante usar mi demostración de
emoción anterior a mi favor—. No quiero que desaparezcas y termines en
algún basurero.
El avión nos esperaba. Extendí la mano para dejarla pasar primero,
pero cuando volteé para seguirla, algo en la pantalla me llamó la atención.
Cristo, era Emmy; ella y Griff salían de un restaurante, en algún lugar
que parecía un casino y se tomaban fotos con sus fanáticos. Llevaba ese
vestido en todas las tomas, el blanco de broderie que se puso en su
decimosexto cumpleaños. Su nombre era el titular. No tenía idea de lo
que decían los reporteros. Sonreían, por lo que supuse que se encontraba
bien.
—¿Eres un admirador? —Me esperaba junto a la puerta de vidrio.
—¿Qué?
—Escuché que ese luchador Griffin volverá a pelear pronto.
Me aclaré la garganta. —Sí, un gran admirador.
—Aunque no sé lo que ve en ella. Esa chica Sheppard. Es la que
siempre está en las noticias. No lo entiendo ¿Has visto cómo se ve? Quiero
decir, ese pelo. ¡Mierda! —Se le atascó el tacón en una grieta y la sostuve
por el brazo mientras lo sacaba—. Gracias. —Me miró a los ojos.
Sentí como si fuera alejado de mí mismo, de todo lo que conocía, y
me obligaran a mirar desde las gradas mientras alguien más vivía mi
vida. A veces me preguntaba cómo habría sido mi vida sin Emmy. ¿Y si
nunca hubiera hecho lo que Bill me pidió? ¿Y si nunca hubiera ido a su
fiesta?
Entonces dejaría de preguntármelo, porque se hallaba demasiado
oscuro para ver más allá de su desaparición de mi vida. No volví a mirar
la televisión. Me alejé con Manny, sintiendo a Emmy escurrirse de mis
manos como un puñado de arena.

218
20
Traducido por AnnyR’& Pame .R.
Corregido por Gesi

Kostya no insistió en que el avión despegara tan pronto como nos


subimos. Después de muchos años de trabajar con él y ser empujado en
un vehículo en movimiento tras otro debido a su paranoia, esa fue mi
primera pista de que algo no estaba del todo bien.
Lo miré, preguntándome si sabía algo que yo no, si estaba tranquilo
y libre de amenazas. Pero solo encontré ojos inyectados en sangre y una
mano temblorosa que luchaba por conectar con su vaso de bourbon.
219
Frente a él, había un trozo de pescado intacto.
—¿Tienes hambre? Puedo pedirle a Valdi que te haga algo.
Negué con la cabeza. Ya había ingerido la comida del guardia de
seguridad y chef. —¿Recuerdas a Manny?
—Sí. —No la miró. No cuestionó por qué se encontraba allí, ni se
sorprendió, por lo que deduje que Víctor ya se lo había dicho, pero estaba
claro que no le alegraba la situación.
—Perdiste una amiga recientemente, ¿verdad?
Mi segunda pista fue que estaba sentado en un asiento junto a la
portilla, fácilmente visible para un francotirador.
—Una de mis colegas que has conocido. Su nombre es Carly.
—La recuerdo. ¿La encontraste?
Negué con la cabeza en respuesta y para borrar la imagen de ella
en el ascensor que volvía a aparecer en mi cabeza.
—Siento escucharlo. ¿Necesitas ayuda? —Parecía genuino.
—La está buscando un equipo de investigadores. ¿Has oído algo en
tus círculos? —Su alcance era muy amplio.
—No. Pero haré algunas averiguaciones y te haré saber si hallo
algo.
Después de que su esposa muriera de cáncer unos años antes,
cambió su jet por uno más chico construido para un hombre que viajaba
mucho pero casi siempre solo. Había un solo sillón reclinable frente a un
televisor de pantalla grande y una cocina completa para que Valdi
continuara experimentando.
—Quería hablar contigo sobre la fusión con Borreal.
—No hay fusión. Ya lo hemos discutido.
—Bueno, de eso quería que habláramos.
Además de estar a cargo de un territorio en el Medio Oeste, era
responsable de las operaciones diarias de nuestro negocio farmacéutico,
que había estado en auge los últimos años, prácticamente superando al
de las drogas ilegales. Kostya vigilaba las cosas y se comunicaba conmigo
para cualquier decisión importante. Al menos así solía ser.
—¿Cuánto has avanzado en las discusiones?
Se aclaró la garganta. —El contrato se finalizó esta mañana.
Arrugué la frente y lo miré fijamente. Los productos farmacéuticos
eran un gran negocio. El plan era bastante simple: comprar empresas
pequeñas con derechos de propiedad sobre productos que salvan vidas
que nadie más podía producir y aumentar el precio de los medicamentos
que solo nosotros podíamos suministrar. A la coalición le gustaba hacer 220
dinero sin tener que limpiarlo, porque a pesar de ser inmoral y cruel, lo
que hacíamos era completamente legal.
Pero era una empresa peligrosa para nosotros y, con algunas
fusiones recientes, ya estábamos más vulnerables de lo que se sentía
cómodo. Cuando demasiadas personas comenzaban a morir debido a la
codicia corporativa, nuestra codicia, los periodistas se veían obligados a
indagar quién se beneficiaba realmente.
—Sé que piensas que estoy yendo en tu contra.
No podía entender por qué. Por supuesto que había sido una idea
brillante de Víctor, pero ¿por qué le seguía el juego? —No es un plan de
negocios sostenible.
—Por supuesto que lo es —intervino Manny—. Curar el cáncer no
nos dará mucho dinero, pero tratarlo una y otra vez, ¡ese es un generador
de dinero! —Se rió en el momento justo, como Víctor le enseñó.
Pero ni Kostya ni yo lo hicimos. Al explicarle su idea brillante, la
cual ella se bebió con alegría, falló en mencionarle que la amada esposa
de nuestro acompañante había muerto de cáncer.
—¿Hay futuras fusiones planeadas? —pregunté. Permanecieron en
silencio—. Tenemos que reducir la velocidad de estas fusiones. Estamos
acumulando una cantidad preocupante de deudas con Chemfree.
—Tenemos mucho dinero de la venta de nuestras acciones de CDM
—dijo Manny.
Algo en mi interior hizo clic, pero me lo guardé para más tarde.
—Escucha —extendí las manos—, no voy a evitar que suceda. Si
ustedes, la coalición, lo quieren, ¿quién soy yo para evitar que pase?
Ahora Manny podría informar que fui un buen niño que cumplió
su parte. Pero dejé en claro que estaba en contra, lo que era probable que
se usara en mi contra, sobre todo cuando el dinero llegaba tan rápido y
abundantemente. Sería el golpe final en mi contra. O eso esperaba.

***

Luego de bajar del avión, con Manny volvimos al estacionamiento.


Necesitaba deshacerme de ella porque acababa de tener una epifanía.
—Espero que no te moleste que haya cuestionado tu perspectiva
sobre esta fusión.
—Ejercitar tus habilidades de liderazgo es algo bueno. A pesar de
todo, todavía me gustaría que me sucedieras en la presidencia. Y —
agregué con énfasis, como si acabara de tener una idea brillante—, tal 221
vez podrías comenzar a dirigir algunas de estas reuniones.
Se mordió el labio inferior, visualizándose en un mundo en el que
estaba en la cima, demasiado egoísta para darse cuenta de que Víctor no
la dejaría hacer más que espiarme, acceder a mis contactos y recopilar
toda la información sobre mis negocios.
—¿Quieres ir a almorzar?
Hice una pausa, como si lo considerara. —Creo que deberías
tomarte el tiempo para pensar bien las cosas y visualizarte en la cabecera
de la mesa. Además, debería volver a Nueva York. Ver qué información
han reunido sobre Carly.
—Correcto. —Su tono fue rígido—. Podría poner a algunos de mis
hombres en ello, si quieres. —Debe haberle costado ofrecerlo, dada su
conocida aversión por mi amiga.
—Te avisaré. —Caminé hacia mi auto.

***

Me llené de asombro, orgullo y terror a partes iguales. Dejando de


lado mis propias parcialidades, supuse que no era difícil entender por
qué el mundo estaba tan fascinado por Emmy.
No era solo por el encarcelamiento de su padre ni por su relación
con ese luchador idiota. Era el hecho de que hasta ahora, ella había sido
básicamente inexistente, a pesar del apellido Sheppard, que codificaba el
dinero antiguo. Desde los campos de tabaco hasta las arenas petrolíferas,
pasando por las cadenas hoteleras internacionales, no había nada en lo
que los Sheppard no tuvieran una participación. Si generaba dinero, se
podía apostar que había un Sheppard involucrado. La familia debió haber
quebrado al menos cuatro veces, pero siempre se recuperaba más rica y
poderosa, porque eso era lo que hacía el dinero antiguo.
Mientras los hijos de las familias con dinero, como los Sheppard,
se dedicaban a trabajar en los negocios de la familia o a ser arrestados
por drogas y peleas en bares, Emily Sheppard había aparecido de la nada,
prácticamente olvidada, un fantasma, una mujer tan hermosa que pasó
desapercibida y eludió cualquier atención de una manera poco típica para
un Sheppard.
Era una Sheppard, aunque solo de nombre, y la mayoría olvidaba
o no le importaba saber que su linaje era solo una mitad de ella. La otra
mitad, por parte de su madre, era casi igualmente de rica, aunque no tan
distinguida.
Los Tremblay no eran ni hoteleros ni magnates del petróleo. Eran
traficantes de drogas de poca monta de pueblitos que se convirtieron en
capos de la droga y gigantes farmacéuticos. Supuestamente, el bisabuelo
222
de Emmy dirigió el esquema de contrabando de heroína turco más grande
del mundo. Conocidos como la Conexión Francesa, habían suministrado
la mayor parte de la heroína consumida en los Estados Unidos hasta la
década de los setenta, cuando se ejerció una creciente presión política
para llegar a los grandes traficantes. Antes de ser acusados, cerraron su
conexión ilegal y utilizaron su relación con los cultivadores de opiáceos
turcos para gobernar el próspero negocio de la droga basada en opiáceos,
altamente adictiva y completamente legal.
Nació Chappelle de Marseille, conocida como CDM en el mercado de
valores. Aunque las autoridades nunca pudieron relacionarlos con la
Conexión Francesa, los rumores estaban ahí. Sin embargo, la gente ya ni
siquiera los susurraba, porque el dinero ayudaba a olvidar, y dinero era
algo que los Tremblay tenían en abundancia. O solían tenerlo. Después
de que la coalición hubiera vendido, bajo mi dirección, su participación
en el CDM en previsión de una caída del valor debido al arresto inminente
de Burt Sheppard, la familia atravesaba tiempos difíciles. Lo último que
supe fue que el tío de Emily, que dirigía CDM, tuvo un ataque al corazón
y la empresa despidió a la mayoría de sus empleados.
Por lo que Bill me había dicho una vez, con su hermana rara vez
veían ese lado de la familia, porque los Sheppard no se mezclaban con
los Tremblay. No había relación. Pero sospechaba que eran las personas
con las que Emmy se contactó cuando llamó a Francia. Esto no fue un
accidente. Si estaba haciendo lo que yo pensaba, si intentaba restablecer
la conexión francesa, era brillante. Me encontraba hipnotizado, orgulloso
y muy aterrorizado.
Antes de que pudiera decidir qué hacer y cómo manejar el hecho
de que lo más probable era que Emmy se estuviera rebelando, necesitaba
más información de Joseph. Después de deshacerme de Manny en el
aeropuerto, conduje lo suficientemente lejos como para saber que no me
seguían. Luego me detuve en una carretera rural y me bajé, esperando,
escuchando y observando. Seguro de que estaba completamente solo,
llamé a Joseph desde un teléfono desechable. —Soy yo.
—¿De acuerdo? —dijo, sin reconocer mi voz.
—Cuando dijiste que llamó a alguien en Francia, ¿a quién llamó?
Me aseguró que no tenía idea y que el diálogo había sido breve.
Cuando lo presioné por más información, me recordó que no trabajaba
para mí, pero luego dudó antes de decir: —Necesito un proveedor. —Con
eso confirmó mis sospechas. Cuando no dije nada, continuó—: Como te
dije antes, estoy yendo por mi cuenta, pero necesito un poco de ayuda.
Solo para empezar.
Arranqué un trozo de una rama y lo torcí entre mi pulgar e índice.
—Seamos francos por un momento y estemos de acuerdo en que esto
viene de Emmy. Ahora dime cuánto está buscando.
—No lo sé. Suficiente para pasar un rato, creo. Tiene algo planeado,
223
pero no da ningún detalle. Si puedo conseguirle un proveedor, creo que
puedo hacer que me deje participar. Entonces sabré lo que trama.
Sabía que yo buscaba información. Pero, ¿cuánto valía para mí?
¿Cuánto pagaría para asegurarme de que se hallaba a salvo? ¿Suficiente
para convertirla en traficante de drogas?
—La cosa es que —hizo una pausa—, hará lo que quiera. Ambos lo
sabemos. Por lo que puedo decir, tienes dos opciones, o nos ayudas y nos
consigues lo que necesitamos, o lo buscaremos nosotros mismos y nos
arriesgaremos a que nos atrapen, o algo peor.
Tenía razón, tanto que me odié por intentar detenerla. —Escucho
mucho de nosotros en esto.
—No te voy a mentir. Sea lo que sea en lo que esté metida, yo
también lo estoy.
Entonces comprendí algo horrible: ella no era mía. En mi cabeza,
la palabra Emmy siempre era precedida por mi. Pero era Emily Sheppard.
Puede que haya sido mi mundo entero, pero era una persona completa,
conmigo o sin mí. Solo porque no quería esto para ella, porque imaginé y
decidí algo diferente, una vida completamente diferente para ella y Billy,
no significaba que debía detenerla. ¿Quién era yo para decir lo que era
bueno para ella?
Cada célula de mi piel gritó en contra.
***

Unas horas más tarde, estaba en un jet sobrevolando el Océano


Atlántico. Llamé a Tiny para que me pusiera al día con la investigación.
Desde un par de horas antes, no habían encontrado ni un rastro de Carly.
—¿Algo?
—Nada en absoluto. Los forenses revisaron cada centímetro del
basurero. Latas y pañales sucios. Atravesaron el callejón y los edificios
del entorno. Nada.
—¿Pudieron localizar alguna grabación de seguridad?
—Nada con vista clara del callejón.
Me decepcionó, pero no me sorprendió. Recibimos un aviso sobre
un cuerpo en un área que ya habíamos buscado. Alguien arrojó el cuerpo
de Pauly allí porque quería que lo encontráramos. Tenía dos balas en la
cabeza. Su final había sido rápido. No me consolaba mucho saber eso,
porque significaba que, si Carly seguía viva, estuvo sin un amigo durante
mucho tiempo. —¿Algo nuevo sobre dónde podría haberse originado la
pista? 224
—Aparte de que alguien dejó una nota en mi auto, eso es todo lo
que tenemos. Los forenses continúan analizándolo, pero no esperamos
encontrar mucho.
Pauly fue devuelto como un mensaje. Pero, ¿cuál era el mensaje?
Cualquier noticia es mejor que nada, me recordé. —¿Cómo está Spider?
—Nada bien. Deambula por el lugar murmurando para sí mismo
—susurró.
No sabía cuánto más podría aguantar. Tenía que estar allí. Debería
haber estado, por él y Carly. Pero había algo que sabía que tenía que
hacer antes de que fuera demasiado tarde, para todos.
Hice que el piloto aterrizara en Bilbao. Después volé en un avión
pequeño a Burdeos y conduje hasta Marsella, tomando la ruta más larga
a través de Lyon. Era una forma complicada de llegar, pero estaba bajo
demasiadas miradas y no podía arriesgarme a que hicieran la conexión.
Me ardían los ojos al llegar. Tomé una pastilla y volví al juego.
Marsella era el niño más valiente y duro de la región de Provenza.
La tasa de criminalidad era alta y los edificios eran viejos, no de un modo
hermoso y rústico, simplemente viejos. No tenía una gran reputación,
pero cuando tus ciudades hermanas eran Cannes y Niza, era muy difícil
brillar.
La fábrica Chappelle de Marsella se encontraba en el lado oeste de
la ciudad. Giré a la izquierda en Eglise Toulon y el edificio estaba al final
de la calle. El estacionamiento se hallaba vacío, a pesar de ser la mitad
de un día laborable. Seguí conduciendo por la costa, manteniendo los
ojos abiertos en busca de la residencia de los Tremblay. No fue difícil de
encontrar, una mansión monstruosa en la cima de una colina a un par
de minutos del negocio. Aparqué frente a las puertas de hierro forjado,
pulsé el timbre y esperé. Volví a tocar después de treinta segundos y una
vez más después de un minuto. Nada. Salí del coche de alquiler y estiré
los brazos sobre mi cabeza al mirar por las puertas.
Una mujer se materializó al otro lado. —¿Est-ce que je peux vous
aider?1 —Su cabello rojo era caótico, como si hubieran tratado de hacerle
una permanente a un algodón de azúcar. Llevaba una falda floreada que
le llegaba hasta los pies descalzos cubiertos de barro.
—Estoy buscando a Xavier Tremblay. —Ni siquiera intenté hablar
francés.
—Soy su hija y eres estadounidense, así que es conmigo con quien
quieres hablar, no con él. —Su cabello era un tono más claro que el de
Emmy, pero sus ojos eran del mismo verde esmeralda—. Conduce por la
siguiente calle a la derecha. Encontrarás una casa amarilla. Te veré allí.
—Cuando no me moví, se giró y comenzó a alejarse—. O puedes esperar
a que mi padre, que está asomándose por la ventana de su habitación en
225
este momento, llame a la policía y te metan en la cárcel por ser extranjero.
Tu elección. —Se alejó, balanceando un ramo de hierbas malas.
Me subí al auto y retrocedí. La cortina de una de las ventanas del
piso superior se movió.
Me detuve frente a algo amarillo que supuse que era la casa que
había mencionado. La estructura era apenas un poco más grande que el
cobertizo de un patio trasero, con un pórtico delantero que se hundía en
el suelo. Comparado con la mansión de su padre, que podía ver a cierta
distancia al otro lado de los terrenos, este lugar no era lo suficientemente
grande como para ser considerado un cobertizo. Estaba seguro de que
incluso los cobertizos de la mansión eran más grandes.
En el porche, un hombre con solo unos calzoncillos caídos pintaba
un lienzo. —Elle n'est pas ici2 —gruñó antes de que dijera algo.
Su pintura se parecía a un Monet… asombrosamente similar.
La prima de Emmy llegó en una bicicleta y se bajó por un lado antes
de que se detuviera por completo. Recogió el ramo de la cesta delantera,

1 ¿Puedo ayudarle? en francés.


2 Ella no está aquí, en francés.
saltó el escalón y lo colocó en uno de los jarrones del porche. Corrió hasta
el hombre de los calzoncillos, volvió su rostro hacia ella, y lo besó.
—Es brillante —susurró mientras me tomaba de la mano—. Los
pinta completamente de memoria. Cada pincelada, cada marca, es exacta
al original.
¿Por qué?, pensé, pero no era la razón de mi visita.
Sin soltarme la mano, me llevó adentro. —Soy Aurelie. —Se sentó
en una cama y palmeó el lugar a su lado. Pasé por encima de una pila de
mantas y sábanas en el suelo y obedecí. Habría sido raro en la mayoría
de las circunstancias comerciales, pero no quedaba otro sitio en el que
sentarse. Había una cama, libros de arte apilados, un Picasso y un Van
Gogh, equipo de alfarería y pintura salpicada por todas partes.
—Ahora, dime. ¿Por qué te encuentras aquí? Porque sospecho que
no se trata solo de negocios. —Arrugó la nariz igual que su prima cuando
dudaba de algo. Era mayor y un poco más corpulenta que Emmy, pero el
parecido me hizo sentir repentinamente desequilibrado.
Me puse de pie. Algo colgado en la pared me llamó la atención. Era
una fotografía, mayormente descolorida por el sol y el tiempo, de dos
niñas pelirrojas con vestidos de talla adulta y coronas de flores.
—Mi prima pequeña. Mi única prima —dijo a medida que se me
acercaba por detrás—. Ese verano fue la última vez que la vi.
226
La mayor era Aurelie, era fácil de descifrar por el cabello salvaje. La
más joven era Emmy; habría reconocido esa sonrisa, esas pecas en las
mejillas y esos ojos que podían despedazarte con una sola mirada en
cualquier lugar. Tendría unos tres o cuatro años. Antes de que pudiera
detener el pensamiento que me consumiría, me pregunté ¿así se verá mi
niña dentro de unos años? Pensar en Billy era como cortar una arteria,
liberar una oleada de terror. ¿Viviría para verla a los tres años? ¿Ella
viviría hasta esa edad?
Dos manos me agarraron la cara. Aurelie hizo que me inclinara
hasta que mi rostro estuvo lo suficientemente cerca como para sentir el
calor de su aliento a café. Sus ojos me recorrieron las facciones.
—Por supuesto. Eres muy estadounidense, así que se me dificultó
verlo. Ustedes se esfuerzan mucho por ocultar sus emociones. —Me miró
un poco más—. Sí, pero ahora veo. ¡Estás aquí por Emily! —Me soltó y
saltó lejos—. Vamos a dar un paseo para que puedas contarme todo sobre
ti y ella. ¡Estoy tan feliz de que esto no se trate de negocios!
—Lo es. —Pero ya estaba afuera. Estiró los brazos, como si la brisa
pudiera levantarla y llevarla al sol. Por un momento, vi a Billy a su lado,
haciendo lo mismo mientras sus risitas se extendían con la brisa. Se me
hizo un nudo en el estómago y borré la fantasía de mi realidad.
Cuando me le uní, presionó su brazo contra el doblez del mío,
forzando su entrada hasta que le permití enredarlos. —Ahora, por favor,
cuéntame. ¿Cómo está mi prima?
Era una pregunta capciosa que aún no me hallaba preparado para
responder. —¿Sabías que llamó a tu padre?
—Mi padre y yo no hablamos desde que asumí CDM hace unos
meses. ¿Por qué lo llamaría?
—No sé. Quiero decir, tengo una idea, pero no estoy seguro. —La
risita de Billy volvió a hacer eco en la brisa.
—Ahora estoy preocupada. Creo que tienes que contármelo todo.
¿Por dónde empieza uno a hablar del amor de su vida? ¿El primer
día que te enteraste de su existencia? ¿El primer día que la viste? ¿El
primer día que te diste cuenta de que estabas enamorado de ella?
—Emmy y yo tenemos una hija. Una niña llamada Billy.
Se llevó las manos a la boca y se detuvo en seco. —Billy, Billy, Billy
—repitió, como si estuviera entrenando su mente para agregar el nombre
al árbol genealógico. Caminó hasta un banco y se sentó. Respiró de forma
dramática dos veces y reorganizó su expresión—. Bien. Continúa.
—Soy responsable de arruinar la vida de tu prima y de llevar a la
bancarrota la empresa de tu familia. —Le conté todo. No había planeado
227
hacerlo, más bien todo lo contrario, pero lo hice.
Antes de que terminara, a pesar de que acababa de perjudicarme,
me abrazó y se balanceó, como si no fuera un criminal, un asesino o una
enfermedad terminal para la sociedad.
—Te equivocas —dijo cuando me libré de su abrazo.
Me pregunté cuánto tiempo me llevaría arrepentirme por haberla
dejado entrar en el círculo íntimo. Ya era demasiado tarde. Lo sabía y era
la prima de Emmy, por lo que no podía deshacerme de ella de la misma
manera que me deshacía de la mayoría de las personas problemáticas.
—El CDM no está en bancarrota. Puede que estemos un poco
magullados, pero no estamos muertos. Por lo que escuché y leí en las
noticias, con todas estas adquisiciones hostiles de nuestros competidores
antiguos, que supongo que es obra de tu gente, me alegro de que nos
hayas liberado de tus garras. Ahora, mientras luchan en el campo de
batalla, podemos arrastrarnos hasta un lugar seguro sin ser detectados.
—¿Todavía tienes contactos en ese mundo? —Era una pregunta
delicada y no estaba seguro de si entendería a lo que me refería.
Entrecerró los ojos, como si no estuviera segura de mí. —Mi novio,
Marcel, los tiene. —Sonó reticente. Movió la mirada a su casa, donde, a
lo lejos, todavía podíamos ver al hombre de los calzoncillos pintando en
el porche—. Lo conozco de toda la vida. Su abuelo era el mejor amigo del
mío y su contacto en Turquía. Mientras mi abuelo legitimaba nuestro
negocio familiar, el de Marcel permaneció en la clandestinidad.
Hablamos de negocios por un tiempo y observé cómo cambiaba su
comportamiento. Su enfoque se agudizó y cada palabra fue precisa. Sus
ojos perforaron un agujero a través de mí, particularmente al hablar de
los trabajadores que se mantuvieron fieles a la empresa a pesar de su
casi muerte. Lo que vi y escuché fue una versión excéntrica y despeinada
de Emmy.
Una vez que elaboramos un plan, con ella trabajando en el lado
europeo y yo en el norteamericano, juntó las manos y exhaló. —¡Mon
Dieu3! ¡No puedo esperar para conocer a tu bebé!
—No. —Sus ojos se abrieron de par en par. Mi tono fue más duro
de lo que pretendí. Puse una mano en su hombro, esperando que el tacto
le llegara—. Estamos a punto de enfrentarnos a la organización criminal
más grande y fuerte del mundo, de la historia. —Sabía que yo ayudé a
construirla y, por el momento, todavía la dirigía—. Nada de esto puede
llevar hasta Emmy. ¿Lo entiendes?
Se abrazó a sí misma y eventualmente asintió.
—Por ahora, soy tu única conexión —dije en tanto caminábamos
hasta mi auto—. ¿Tienes algún lugar al que ir si las cosas se salen de
control? ¿Algún sitio en el que esconderte?
228
Lo pensó. —Sí. Un lugar del que nadie sabe, donde nadie me
encontraría.
—Bien, porque puede llegar un momento en que te diga que huyas
y no tendrás mucho tiempo.
—No abandonaré a mis trabajadores.
—Estarán a salvo porque no sabrán nada. —Palpé el bolsillo de mis
vaqueros en busca de mis llaves, a pesar de que las tenía en la mano.
Podía sentirla observándome por el rabillo del ojo, pero estaba muy
cansado como para explorarlo o que me importara. Tenía que regresar a
Nueva York antes de que alguien notara que no me encontraba con el
equipo de investigación. Todavía me quedaban varias horas de viaje por
delante. El efecto de mis pastillas estaba desapareciendo.
—No puedo imaginar por lo que debes estar pasando.
Desbloqueé el vehículo, aunque no lo había cerrado. —Alguien
llamado Joseph se pondrá en contacto contigo en los próximos días. A
partir de ahora te manejarás con él.
—Esas pastillas que tomas… te matarán si sigues así. —Se aferró
a la puerta para que no pudiera cerrarla—. Te diré lo mismo que le dije a

3 Dios mío, en francés.


Marcel cuando tomaba esa basura, no puedes evitar ser humano. Puede
que tu cabeza diga que puedes, pero tu cuerpo siempre te recordará que
eres falible.
—¿Qué hace con todas las pinturas? —Señalé a Marcel, que era
evidente que podía escucharnos, pero estaba feliz de ignorarnos.
—Algunas galerías y museos le pagan para que pinte réplicas y así
almacenar las originales de forma segura en las bóvedas, lejos de los
ladrones, mientras el público cree que está viendo la original. A veces, la
original es demasiado hermosa, por lo que pinta dos réplicas, una para
el público y otra para la bóveda.
Por lo que Marcel, el nieto de un traficante de drogas turco, era un
gran ladrón de arte que se encamaba con la nieta de un traficante de
drogas francés que pronto se convertiría en traficante de drogas. La
familia de Emmy era mejor de lo que hubiera imaginado. Comenzaba a
comprender que su atracción por el inframundo iba más allá de mi
influencia o de mí. Quizás, incluso sin conocerme, eventualmente habría
acabado así. Tal vez se sintió atraída por mí debido a esa oscuridad.
Quizás lo que inicialmente me atrajo de ella fue su oscuridad.
En el espejo retrovisor, pude verla observándome a medida que me
alejaba. Esperé hasta llegar a la carretera antes de tomar otra pastilla.
229
21
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Horas después, regresé con Spider y Tiny en Nueva York. Bueno,


yo regresé con Tiny. Spider estaba allí pero no realmente.
—¿Alguna llamada? —le pregunté a Tiny.
—Ninguna.
Eso era bueno. Nadie me había echado de menos; nadie se enteró
de mi ausencia. 230
Habíamos ocupado un edificio vacío cerca de donde desapareció
Carly. Teníamos toda la planta baja para nosotros, en tanto el equipo de
investigación trabajaba en la segunda planta. Spider se hallaba sentado
frente a un ordenador con los ojos fijos en un fotograma de lo que parecía
una grabación de seguridad granulada.
—¿Qué está haciendo? —le pregunté a Tiny.
Se encogió de hombros. —No estoy seguro. ¿Busca un mensaje
secreto en la estática? Ha sido mejor para nosotros dejarlo solo y que
haga lo suyo, si se puede decir así.
Los labios de Spider eran la única parte de él que se movía, como
si estuviera leyendo algo que no estaba allí o hablando con alguien que
seguía desaparecido.
Tiny se inclinó cerca de mí, sin perder de vista a Spider. —Querrás
hablar con Dormon.
Dormon era un investigador privado que tenía en nómina desde
hacía varios años, sobre todo para investigar el pasado de los tipos que
iba a contratar. Llevaba haciendo ese tipo de trabajo más tiempo del que
yo había vivido. Era discreto, siempre venía con un equipo de expertos de
campo y técnicos de laboratorio, y no tenía ninguna relación con nadie,
mucho menos con la policía.
Salí del apartamento y me dirigí al despacho que Dormon ocupaba
en el segundo piso. Él y una mujer se encontraban sentados en la mesa
de conferencias que habían colocado en el centro de la sala. Un par de
personas más estaban sentadas en escritorios pegados a la pared. Yo era
un tipo alto, pero al lado de Dormon era una pieza de Lego en el suelo.
Debía de medir un poco más dos metros, si es que podía mantenerse en
pie. Ahora estaba encorvado, arqueado sobre un bastón. Cuando me vio,
se puso de pie. Le di la mano y nos sentamos. La mujer se fue, llevándose
su portátil.
El hombre me pasó fotografías por la mesa: fotos de una camiseta
manchada de sangre, tomadas desde varios ángulos. Cuando distinguí el
emblema de los Chicago Cubs, supe que era la camiseta de Pauly. —La
sangre humana encontrada en la camiseta de Pauly era toda suya —dijo
Dormon.
—¿Sangre humana?
—Sabíamos que su cuerpo había sido congelado, por las etapas de
descomposición. Las microcantidades de sangre de cerdo que hallamos
en la parte posterior de su camiseta confirmaron que su cuerpo debió
haber estado en algún tipo de congelador de almacenamiento de carne
como los de una carnicería.
—Supongo que estamos buscando ese congelador específico —dije. 231
—Empezamos con las localizaciones más cercanas al vertedero y a
los lugares de secuestro. Seguimos trabajando con la teoría de que este
crimen fue planeado y actuado rápidamente. Si estamos en lo cierto, el
cuerpo fue abandonado en algún lugar cercano mientras quien hizo esto
calculaba qué hacer.
—¿Y si tu teoría es errónea? —No creía que estuviera equivocado,
y él tampoco.
—Y si nos equivocamos, ampliaremos la búsqueda hasta encontrar
el lugar donde se guardó el cuerpo. También encontramos filamentos en
su cuerpo, algunas de las cuales todavía estamos tratando de identificar.
—Así que has identificado algunas.
Me pasó una bolsa de plástico que contenía un papel blanco con
un largo pelo oscuro pegado a él. —Encontramos el pelo de Carly.
—Claro —dije con los ojos puestos en lo que parecía el último trozo
de la propia Carly en mis manos—. Lo cual no es anormal, ya que Pauly
era el principal guardia de seguridad de Carly.
Cuando me di cuenta de que Dormon no dijo nada, levanté la vista.
—¿Puedes hablarme de la relación de Carly con Pauly? —pidió.
Aparté las manos de mi pecho como si apartara físicamente la idea.
—Sea lo que sea que estés insinuando, no era eso. Cualquier
relación entre ellos dosera puramente de negocios. Es decir, puede que
también fueran amigos, lo cual no es raro, dada la cantidad de tiempo
que pasamos todos juntos. Pero en realidad no era nada más que eso,
estoy seguro. —Ahora sabía por qué Tiny había insistido en que viniera a
hablar con el investigador. Porque si Spider hubiera oído lo que decía
Dormon, a éste le habrían quitado el bastón a patadas.
Me pasó otra foto: otro primer plano de la camiseta de Pauly.
—¿Ves esa mancha de ahí? —dijo, señalando algo rojo junto al
cuello—. Es lápiz labial. Y la saliva de ese pintalabios coincide con el ADN
de Carly.
Pensé en Carly, luego en Spider, porque me era imposible pensar
en una sin el otro, al igual que era imposible que Spider fuera alguien sin
Carly. —Es posible que ella haya... —Perdí el hilo de mis pensamientos
por un momento en tanto buscaba cualquier explicación plausible—. O
sea, Carly es una persona emocional. ¿Y si Pauly, un hombre que la había
acompañado durante años, fuera asesinado delante de ella? Conozco a
Carly. Habría estado devastada. Habría caído de rodillas y habría estado
a su lado. —A pesar de mi anterior incertidumbre, ahora me sentía seguro
de esta explicación.
Pero Dormon no había terminado. Sacó otras dos bolsas de plástico 232
transparente, cada una con una bala en su interior. —Pauly recibió dos
disparos. Una de las balas lo atravesó, y aún no la hemos localizado. Pero
la segunda bala...
—Salió del arma de Carly —contesté, terminando por él.
—Como sabes, no hemos recuperado la pistola que llevaba encima.
Pero la bala recuperada del lóbulo frontal de Pauly era el mismo tipo de
bala del arma de Carly.
No podía tragar, como si el acto fuera admitir la posibilidad de que
Carly fuera de algún modo responsable de la muerte de Pauly. ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Había sido una especie de pelea de amantes? ¿Planeaban
desaparecer juntos? ¿Fue una desaparición planeada que salió mal?
—Tienes que saber que nada de esto parece propio de Carly —
admití.
Se levantó de la mesa. —Sí, lo sé. Es importante que tengas todos
los hechos. En ningún caso hemos sacado conclusiones. Seguiremos
investigando y dejaremos que los hechos cuenten la historia.
Fui a buscar a Spider, no porque quisiera, sino porque sabía que
era cuestión de tiempo que se enterara de esta evidencia, y si iba a
escucharla, tenía que venir de mí.
—¿Dónde está Spider? —le pregunté a Tiny cuando llegué abajo.
—Salió a fumar —respondió.
Nos miramos un momento, y percibí las palabras no pronunciadas
y el peso de lo que podríamos haber pasado por alto, de algo que quizás
había estado delante de nuestras narices.
—¿Has...?
—¿Viste algo entre ellos? —Tiny sacudió la cabeza, pero no fue una
negación totalmente asertiva. Los hechos espolvoreaban un fino polvo de
duda sobre la Carly que ambos creíamos conocer.
—¿Podría haber habido algo entre ellos? —pregunté.
—No vi nada —repitió mientras Spider volvía a tomar asiento frente
al ordenador.
Tiny y yo rodamos un par de sillas de oficina a su lado. —Han
encontrado el pintalabios de Carly en el cuello de Pauly —dije.
Los ojos de Spider continuaban en la pantalla; sus labios seguían
moviéndose.
Le di un puñetazo en el hombro. —Han encontrado...
—Te escuché la primera vez —dijo.
—¿Ya lo sabes?
—Puse un micrófono en la oficina de arriba. Me enteré hace un par
de días —dijo.
233
—¿Por qué pusiste un micrófono en la oficina?
—Alguien tiene que asegurarse de que hacen su trabajo. De
momento no me impresiona.
Me pregunté cuánto sabía, dada su conducta tranquila. —¿Y qué
piensas de ello?
—¿De qué?
—De todas las pruebas —dije.
Se rio un poco, pero no era su risa. Era la risa de un impostor.
—Es una puta ridiculez.
Se volvió hacia mí, como si esperara que compartiéramos la risa
juntos. Pero no pude. Debería haberlo hecho, aunque solo fuera por el
bien de mi mejor amigo, pero no pude.
Cuanto más tiempo pasaba sin reír, más se estrechaban sus ojos.
—No te estarás creyendo esta mierda, ¿verdad?
No contesté.
Se puso de pie tan rápido que su silla rodó por la habitación y se
estrelló contra la pared.
Me puse de pie con él.
—Creo que es importante que tengamos en cuenta todos esos
hechos si... —El resto de mi frase terminó con el puño del hombre contra
mi mandíbula. Lo agarré por el cuello y lo empujé contra la pared antes
de que pudiera dar otro puñetazo.
—Carly no se habría rendido contigo tan rápido como tú te has
rendido con ella —dijo, y me escupió a la cara.
—No voy a rendirme con ella. Nunca lo haré. Pero ignorar cualquier
prueba podría significar que perdamos la única pista que nos ayudará a
encontrarla.
Me apartó de un empujón y salió furioso.
—Ha ido bien —comentó Tiny en tanto yo me limpiaba la saliva de
la mejilla y la sangre del labio.

***

Estaba reunido con Joseph, cuando sonó mi teléfono. Era Manny.


Silencié el timbre y volví a guardar el aparato en el bolsillo. Un momento
después, sonó el teléfono de Joseph.
—Es Emily —dijo, mirándome. 234
El corazón me golpeó el pecho. —Atiende.
Pude oír su voz al otro lado de la línea. Era débil, pero podía oírla.
Me quedé inmóvil, mirando el celular como si fuera ella la que estuviera
sentada frente a mí. Al oír su voz sin poder ver la expresión de su rostro,
preguntarle, escuchar su balbuceo mientras consideraba, y escuchar su
voz mientras respondía, quise decir su nombre en voz alta y alcanzarla a
través del teléfono. Eché un vistazo y me di un golpecito en la oreja.
Joseph la puso en el altavoz. —¿En qué estás pensando entonces?
—le dijo.
—Icatibant. Penicilamina. Blincyto. Para empezar —respondió sin
perder el ritmo. Sabía lo que deseaba, y los medicamentos que había
enumerado validaban mi teoría, ya que todos ellos eran medicamentos
producidos por CDM. Al llamar a su tío, pretendía restablecer la French
Connection.
Joseph esperó mi respuesta y asentí. —Creo que puedo conseguirte
eso —contestó en tanto yo anotaba algo y se lo pasaba—. ¿Y la heroína?
—Claro que no —replicó—. No estoy en esto para matar gente.
—Lo haces para ganar dinero. Tú misma lo has dicho —dijo.
—El dinero no es para mí, pero podemos ganar dinero sin heroína.
No vamos a entrar en el negocio de la heroína, así que déjalo.
Joseph y yo nos miramos y pronunciamos en silencio sus palabras:
El dinero no es para mí. ¿Qué quería decir con eso? ¿Para quién era el
dinero? Esto iba a ser un problema porque Aurelie, la familia de Emmy y
la French Connection estaban metidos en el negocio de la heroína.
—Y no intentes traer ninguna de las otras porquerías, como la
cocaína y la metanfetamina. Eso tampoco me interesa.
Nos quedamos callados, inseguros sobre su siguiente movimiento.
Me costaba pensar en otra cosa que no fuera el hecho de que la echaba
de menos, como si mi mano fuera a arder si no podía tocarla.
—¿Sigues ahí? —preguntó mientras yo anotaba algo.
Joseph leyó el papel. —¿Y qué te parecen las drogas a base de
opioides? Son legales. Cosas como la metadona, la oxicodona, la
morfina...
—No me interesa —repitió, interrumpiendo.
Se me cortó la respiración al oír su impaciencia, porque la echaba
profundamente de menos. Me obligué a recuperarme y a concentrarme.
¿Por qué se resistía tanto a algunas drogas, pero no a todas?, pregunté
para mí. Luego llegó a mi pesar: la imagen completa de ella en mi mente,
la que continuamente metía en una habitación cerrada de mi mente, por
miedo a volverme loco. Primero vi su cara. Luego sus manos tocando las
mías. Después vi la totalidad, el interior y el exterior que hacían de ella,
235
Emmy. Lo entendí. Entendí lo que estaba haciendo y escribí algo para
Joseph.
El hombre miró mi nota por un momento, y entonces supe que lo
entendía. Emmy se estaba volviendo loca, pero seguía siendo Emmy.
—Em, la gente también necesita esos medicamentos. Cuando todo
lo demás falle, cuando el dolor sea demasiado, la gente los necesitará,
pero no podrá pagarlos. La alternativa es dejarlos sin esos medicamentos.
La alternativa es una cantidad inhumana de sufrimiento.
Desde el otro lado de la línea, pude sentir que se mordía el labio
inferior, considerando sus palabras. Pude ver las imágenes que pasaban
por su cerebro y, desde el otro lado de la línea, oí el llanto de un bebé (el
llanto de mi bebé) como un disparo al corazón.
—Billy se ha levantado de su siesta. Tengo que irme, pero por ahora
está bien con algunos de los medicamentos a base de opioides. Salvo por
la oxicodona —dijo, y colgó.
Más tarde, después de salir del edificio de apartamentos de Joseph,
conduje durante un rato, sin rumbo, hasta que vi un estacionamiento
vacío que daba a la ciudad. Miré por encima del borde de la barandilla:
una caída de doce metros sobre la carretera interestatal. Me agarré a la
barandilla, levanté la cara hacia el cielo y grité hasta que me fallaron las
cuerdas vocales.
***

Cuando por fin revisé mi teléfono, me di cuenta de los veintitantos


mensajes de texto y de voz que me había dejado Manny, cada vez más
frenéticos cuanto más tiempo pasaban sin respuesta. Tomé un avión a
Nueva Jersey, donde la encontré paseando en una suite de hotel.
—Uno de mis chicos se ha vuelto loco —dijo.
Me entregó su teléfono. Al principio fue difícil entender lo que veía.
El vídeo procedía de una cámara oculta en una propia persona; tenía ese
efecto de ojo de cerradura. Entonces entró en escena Julien. Iba ataviado
con su equipo presidencial, con las medallas autoconcedidas y todo, y se
encontraba sentado detrás de un escritorio, colocado frente a una pared
verde. Una cámara de televisión le apuntaba. Víctor observaba desde un
lado. Desde donde estaba la persona con la cámara oculta, podía ver que
una pequeña pantalla de televisión y la pared verde detrás de Julien
habían sido virtualmente cambiadas por una vista de la ventana de su
oficina en México.
Julien se ajustó el cuello de la camisa y empezó a hablar. Dijo que
había conversado con su “buen amigo y aliado Víctor Orozo, futuro
gobernador de Nueva York”, y que compartían una pasión duradera por
236
la lucha contra el crimen, el combate al cartel, el cese de la violencia y la
búsqueda de justicia para las víctimas. Fue un discurso de Víctor y no
especialmente bueno. El hombre, estaba seguro, se guardaba los mejores
discursos para sí mismo. Este discurso debe haber salido de su pila de
rechazos. Mientras Julien hablaba a su gente de estar unidos y luchar
juntos por el mejoramiento de México, él estaba, en realidad, sentado a
salvo en un alojamiento de cinco estrellas en San Juan.
—¿Quién grabó el vídeo? —le pregunté a Manny cuando le di el
teléfono.
—Yo —replicó, prácticamente llorando—. Solo estábamos Julien,
Víctor, yo y el camarógrafo en esa habitación. Creo que alguien puso un
micrófono en mi chaqueta. Mi chaqueta desapareció poco después de
esto.
Era muy posible que Manny hubiera puesto un micrófono. No me
extrañaría que intentara almacenar subrepticiamente información que
pudiera utilizar como chantaje más adelante. Salvo que ahora un plan
tan peligroso e irresponsable le había salido el tiro por la culata. Ahora
alguien más tenía el vídeo y lo utilizaba contra ella. Tenía razón en estar
preocupada: ni Julien ni Víctor aceptarían que los filmaran en secreto,
sobre todo cuando las imágenes secretas los mostraban haciendo una
estupidez.
Consideré por un momento dejar que Manny se hundiera haciendo
público el vídeo; me libraría de mi problema con ella, pero no haría mucho
por mi problema con Víctor o Julien. El vídeo no sería suficiente para
hundirlos completamente si se hiciera público. Avergonzaría a ambos, y
tendrían que dar explicaciones, pero no los hundiría. Solo los enojaría, y
yo necesitaba mantener a Víctor contento hasta que estuviera listo para
acabar con él. Un Shield feliz era un Shield que se alejaba de Emmy y
Billy.
—No has respondido a mi pregunta —dije—. ¿Cómo sabes que es
uno de tus hombres el que te ha puesto el micrófono? Podría haber sido
cualquiera. —Como la propia Manny o uno de los cientos de personas a
las que había conseguido molestar a lo largo de su corta vida.
—La última vez que vi mi chaqueta fue también la última vez que
lo vi a él —dijo—. Ahora me están chantajeando.
—¿Cuánto quiere por el vídeo?
—Nada de dinero. Quiere que entregue a Julien en México. Tengo
dos días para entregarlo en un lugar de la Ciudad de México. Si no lo
hago...
—Amenaza con enviar el vídeo a Julien y Víctor para que se
encarguen de ti —respondí por ella—. ¿Has podido localizar a tu hombre?
—Todos los teléfonos de mis hombres tienen un rastreador al que
237
solo yo puedo acceder. Lo he rastreado hasta un edificio a una manzana
de distancia de la ubicación que me dio —dijo.
—Y no puedes enviar a uno de tus hombres porque ya no sabes en
quién puedes confiar.
—Todo lo que tengo eres tú —dijo, con los ojos saltones. Si hubiera
sabido que la asesinaría en cuanto me conviniera—. Lo haría yo misma,
pero tengo una recompensa del cartel por mi cabeza. Me matarían en
cuanto pusiera un pie en ese país. Y no estoy precisamente en mi mejor
forma desde el tiroteo.
—Necesitaré la dirección de ambos lugares y una foto del tipo. El
momento no podría ser peor.
Una mirada venenosa apareció en su rostro. —No puedo creer que
saques el tema de Carly en un momento como este. Probablemente esté
tomando cócteles en una playa en algún lugar, cuando estoy a punto de
ser desenterrada como una especie de soplona.
Entrar en una discusión sobre Carly no era una prioridad en este
momento; conseguir el vídeo antes de que causara un daño irreparable
sí lo era. —Me va a llevar un tiempo entrar y salir sin ser detectado. No
estaré localizable durante ese periodo de tiempo.
Manny comprendió lo que le decía: nadie podía saber que yo me
encontraba en México, o ambos estaríamos muertos.
Me tocó el brazo. —Gracias —dijo, y por una fracción de segundo,
creí en su sinceridad. Luego me espabilé.

***

Hice un viaje en un avión de carga que transportaba equipo médico


de California a Ciudad de México. En el camino, me conecté a Internet e
intenté encontrar cámaras de seguridad en la zona que pudiera hackear.
Si había cámaras de seguridad allí, no pude encontrarlas, o no estaban
conectadas en línea. Suspiré al darme cuenta de que tendría que hacerlo
a la antigua usanza.
Tomé un taxi hasta unos tres kilómetros de distancia del lugar
donde Manny debía entregar a Julien. Me dejaron frente a una joyería.
La luz del exterior empezaba a disiparse, y las rejas metálicas estaban
siendo bajadas, cubriendo los escaparates uno a uno como un desfile.
Compré platanitos y una Coca-Cola a un vendedor ambulante y me abrí
paso por las calles de la ciudad. Había memorizado cómo llegar, pero
tomé una ruta enrevesada, rodeando la calle donde se hallaba el edificio
sin entrar realmente en esa calle. Desde mis distintos puntos de vista,
pude ver que el edificio tenía tres pisos y era de color beige, al igual que
el resto de los edificios de la manzana. Se encontraba entre una ferretería
238
y una pizzería. Sin embargo, había una diferencia principal con este
edificio: era el único que estaba impecable y no tenía rejas metálicas
delante de las ventanas.
Fui a la segunda ubicación, donde Manny había rastreado la señal
telefónica de su chico. Me quedé un rato, a salvo en la esquina más a la
derecha, mezclándome con la multitud de la hora punta. Al final, un
hombre salió de ese edificio, se subió a un Honda Civic rojo y se alejó
antes de que pudiera compararlo con la foto que Manny me dio. Cuando
se puso el sol, volví a rodear la zona cercana al edificio. A juzgar por el
descolorido letrero que había sobre la fachada, parecía haber sido alguna
vez algún tipo de tienda de comestibles, pero las ventanas delanteras
estaban ahora tapiadas y el edificio era ignorado por los cada vez más
escasos peatones.
Cuando era difícil ver mucho, porque casi no había iluminación
exterior en la zona, me escabullí a un callejón al otro lado de la calle del
edificio. Menos mal que iba vestido como un vagabundo, porque estaba
a punto de convertirme en uno. Saqué un cartón de una papelera, lo puse
en el suelo y me senté, observando el edificio desde el hueco entre la
pared de ladrillo y la papelera.
Mi estómago se retorcía de hambre, y mi suéter empapado de sudor
era ahora más una carga que una ayuda en el frío de la noche. Me dolían
los ojos, el cuello y el cerebro.
El llanto de Billy resonaba en el callejón. Subía y bajaba con los
sonidos de Ciudad de México. Deseaba cerrar los ojos. Me tomé una
pastilla, metí las manos en los bolsillos y me abrigué con mi suéter. Mis
ojos permanecieron fijos en el oscuro escaparate.
Un coche llegó unas horas más tarde, una vez que la oscuridad se
había instalado por completo y las calles quedaron vacías. Solo pude ver
los faros, que se encendían y se apagaban. El vehículo tenía la forma
aproximada del anterior Honda Civic, pero era difícil de distinguir. Una
sombra lo suficientemente grande como para ser un hombre se bajó y
entró en la tienda tapiada. Un fino rayo de luz brilló a través de los huecos
entre las tablas. Decidí que ahora era un buen momento para entrar a
buscar el vídeo, porque el plazo de dos días de Manny se acercaba con
rapidez, porque estaría oculto en la oscuridad, porque estaba cansado de
aplastar a las cucarachas y porque la pastilla de mi chaqueta no había
sido suficiente para alimentar el hambre. Porque los gritos de Billy no
tuvieron respuesta.
Si hubiera esperado y conseguido una comida adecuada en lugar
de consumir más drogas, habría considerado la posibilidad de que el
edificio tuviera otra entrada. Si hubiera esperado, habría considerado que
la posible entrada alternativa significaba que el tipo no estaba solo. Si
hubiera sido más paciente, me habría percatado de que era imprudente.
En cuanto entré en la tienda, las puertas se cerraron detrás de mí, y el 239
hombre al que había estado persiguiendo me esperaba al final de un
pasillo de comestibles vacío. Aunque lo reconocí de alguna parte y se
parecía mucho al tipo de Manny, no era el mismo. Era un hombre muerto.
Tenía un arma, pero quienquiera que fuera este tipo, casi seguro que no
se encontraba solo.
Me acerqué a él con las manos en el pecho como una bandera
blanca.
No se movió, ni siquiera para parpadear.
—Solo quiero el vídeo. Luego seguiré con lo mío y podremos olvidar
que esto ha sucedido.
Me encontraba a unos metros de distancia, cuando tuve una gracia
salvadora: alguien, desde algún lugar de la tienda, arrojó algo al suelo, y
cuando cayó, la atención del hombre se desvió por un momento, el tiempo
suficiente para que yo saltara hacia él y le pusiera una pistola contra la
sien. Lo arrastré conmigo, con la espalda apoyada en la estantería vacía
para que no me sorprendieran por detrás.
Estuvimos así un rato: yo con un brazo apretando su garganta y
una pistola en la cabeza y él temblando, cerrando los ojos, pronunciando
una oración y llamando a su madre. Sentía que nos observaban, pero
nadie hizo ningún movimiento. Era desconcertante que siguiera vivo.
Cuando ajusté el brazo, por fin comprendí por qué el hombre me
resultaba familiar. —Estuviste en la casa de Julien. Eras su mayordomo
o algo así —dije, y el mayordomo empezó a llorar. Por fin se oyeron pasos.
Por lo que parecía, eran varios los que venían a por mí. Ahora que
me enteré que había capturado a un mayordomo y no a un criminal
despiadado, me parecía mal que tuviera que morir conmigo. Sus lágrimas
y el sudor lo hacían resbaladizo, y me resultaba difícil mantener una
sujeción firme en su cabeza.
Los del cartel aparecieron vestidos con ropa antidisturbios y me
apuntaron con rifles, lo que me pareció un poco exagerado, teniendo en
cuenta que yo tenía una pistola y un mayordomo. Cuando se separaron,
la mujer de Julien, Mariella, apareció entre ellos. —No me sorprende que
esos dos cobardes no hayan venido, pero ¿verte aquí? No eres tú a quien
esperaba —dijo.
—Yo a ti tampoco —respondí.
El mayordomo gimió.
Juntó las manos delante de ella. —Es mi sobrino. No trabaja para
mi marido. Deja que se vaya y podremos hablar en privado.
—Todo lo que quiero es el vídeo —anuncié.
—Puedes tener el vídeo. Hablemos —dijo—. Se suponía que nunca 240
iba a llegar tan lejos —añadió, queriendo decir que si Manny hubiera
aparecido en la puerta con Julien, la cosa habría terminado ahí para
ellos.
Me quedé de pie con el mayordomo todavía en una llave de cabeza.
—Por favor —dijo—. Dio, mi hermana nunca me perdonará por
esto. —Hizo una señal de cruz y miró al techo.
Cuando lo solté, se puso de rodillas. Lo ayudé a levantarse y lo
sujeté por el codo en tanto se lo entregaba a un guardia.
Mariella y yo caminamos hombro con hombro hasta una oficina en
la parte trasera de la tienda.
—Seguramente te estarás preguntando qué está pasando —dijo.
—Todo esto empieza a tener mucho sentido, la verdad. —Me senté,
estiré las piernas y recordé que estaba vestido como un vagabundo y que
probablemente olía como el callejón. Había estado tratando de averiguar
cómo el cartel había sido capaz de movilizarse tan rápidamente después
de que los liquidáramos, pero no había sido el cartel en absoluto. Fue
Mariella. Su marido había estado planeando acabar con el cartel durante
años, y probablemente ella solo esperó a que lo hiciera, sabiendo que una
vez que pasara, ella tendría a su gente preparada para tomar el relevo.
Conocer todos los asuntos de su marido le facilitó aún más la tarea.
Pero todavía no podía entender quién la apoyaba en esto. Habíamos
matado a todos los miembros principales del cartel. De eso estaba seguro.
Lo que quedaba era menor: esposas e hijos y algunos miembros de bajo
rango, en su mayoría chicos de la calle que sabían poco del negocio. No
veía a Mariella llegando a ningún sitio con esos matones. No habrían
podido despachar un paquete de cigarrillos ni siquiera aunque sus vidas
dependieran de ello.
La mujer se apoyó en el escritorio con los brazos cruzados sobre el
pecho. Llevaba un traje de negocios rojo que se ajustaba donde era
necesario. Era una mujer inteligente, más inteligente que su marido.
Siempre me había preguntado por qué se casó con él. Era un idiota que
no sabía lo que tenía y prefería a otras mujeres antes que a la suya, a
Manny en particular. Aunque Manny era la particular de todos.
La miré fijamente y sonreí. —Las esposas. Tú y las esposas del
cartel se hicieron cargo de lo que dejaron los maridos después de que los
liquidáramos. —La mayoría de esos hombres habían estado con Manny,
lo que explicaba por qué había una recompensa tan grande por su
cabeza.
Se dirigió hacia un cuadro de la pared, un original de Frida Kahlo.
—¿Por qué los hombres creen que pueden revolcarse en la tierra sin que
se les pegue el barro? Dicen cosas y hacen cosas como si no hubiera
consecuencias. Como si el matrimonio fuera una licencia para mutilar.
Como si la familia y los hijos fueran su derecho. Como si el amor fuera
241
un momento de pasión que se desarraiga por la mañana. —Giró sobre
sus talones—. Nunca has tenido mucho respeto por mi marido. Eso
siempre me quedó claro. Y sin embargo, de repente, has cambiado de
opinión y has decidido hacer negocios con él. ¿Por qué?
Porque sabía que significaría mi muerte, y la muerte era mejor que
saber que nunca estaría con Emmy. —Por lo que puedo decir, te hice un
favor. Tal vez no fue intencional, pero las cosas parecen haber funcionado
como lo planeaste. ¿Es por eso que no me mataste en cuanto atravesé
esas puertas? Claramente estabas preparada para mí.
—¿Quieres decir que por qué no te maté en cuanto bajaste del avión
de carga? Para el futuro, debes saber esto: no hay nada que ocurra en
esta ciudad que yo no sepa.
Ojalá me hubiera dicho eso antes de sentarme en ese callejón.
Continuó. —Me hallaba preparada para Julien y esa chica Manuela
o cualquier secuaz que enviaran. ¿Por qué viniste aquí?
—Solo para hacerle un favor a una amiga.
—Habría creído eso de cualquier otro hombre, pero no de ti. No me
malinterpretes, no estoy ciega a las habilidades especiales de Manuela.
Nos ha mostrado claramente su poder sobre todos nuestros maridos.
¿Pero tú? —dijo, señalando con un dedo y negando con la cabeza—. No.
Sé que hay una mujer que tiene ese poder sobre ti, pero no es Manuela.
Me encogí de hombros. —Cree lo que quieras.
—He dicho que sé, no que creo. Déjame decirte lo que sé de ti. Sé
que crees que mi marido es un idiota, y lo es. Sé que cuando mi marido
estaba intimidando a uno de mis hijos por no terminar su cena, parecía
que te encontrabas a punto de saltar sobre la mesa y estrangularlo. Si no
hubiera intervenido, sé que lo habrías hecho y habrías logrado que te
mataran al hacerlo.
Recordé aquel día. No había hecho nada por ese chico; quise
hacerlo, pero no lo hice. Al igual que todos los demás adultos en esa sala,
no había hecho nada. —No creo que...
—No he terminado —masculló—. También sé que cuando te vi esa
noche, parecía que acababas de ver un fantasma. Te oí decir el nombre
de una mujer: Emmy. Cuando me encontraste a mí y no a ella, parecías
sin rumbo.
No debería haber entregado mi arma a sus hombres tan libremente.
Entrecerró los ojos. —Incluso ahora, al decir su nombre, me doy
cuenta de que quieres acabar conmigo. Que tienes miedo por ella.
Me puse de pie y marché hacia la salida.
—Ambos sabemos que no darás ni un paso más antes de que mis
hombres entren aquí y te destruyan —dijo—. Por favor, siéntate. Lo 242
siento. No digo estas cosas porque pienso utilizar a esta mujer, sea quien
sea, contra ti.
Me detuve en la puerta.
—Me preguntaste por qué no te maté en cuanto llegaste. Te digo
que no te maté porque no eres como ellos. Sé que, sea cual sea la razón
que te ha traído hoy aquí, no es por Manny o Julien.
—Tal vez tengo planes más grandes y mejores para Víctor, Julien y
Manny —dije—. Quizá ese vídeo no sirva para nada.
—Te pido que me dejes a Julien y a Manuela.
—Consideraré la posibilidad de hacerlo. Pero primero tengo que
llevar el vídeo y al hombre de Manuela.
—El hijo de puta volvió a México e intentó extorsionarme con más
dinero del que habíamos hablado. Se atrevió a amenazar con dárselo a
Julien y contarle lo que estaba tramando —dijo, sonriendo.
—Así que está muerto.
Se encogió de hombros. —Está en el congelador de los helados.

***
Apretado entre cajas de cerveza, tequila y con un congelador de
helados como compañía, tomé otro avión de carga hacia Nuevo México.
Sabía que tenía que volver con él, vivo o muerto, para que Manny creyera
que todo terminó y para que se relajara un poco. La necesitaba calmada
y concentrada en lo que yo le hacía concentrarse.
Abrí una de las cajas, me serví una botella de tequila y apoyé la
cabeza contra el asiento de salto. No sentí que el avión aterrizara horas
después y solo me desperté cuando se abrió la puerta y una ráfaga de
aire llenó la carga.
—¿Estás borracho? —preguntó Manny cuando me tambaleé en la
pista. Uno de los trabajadores tuvo dificultades para hacer bajar el
congelador del avión en una plataforma rodante mientras se clavaba la
cabeza en el hombro para evitar el hedor. Lo dejó caer sobre el asfalto y
volvió a entrar corriendo en el avión.
—No te recomiendo que lo abras. —Intenté apoyar la botella vacía
sobre el congelador, pero fallé por completo, y la botella se deslizó hasta
el suelo y explotó a mis pies. Admiré el cristal brillante a medida que
decía—: En el avión no había ningún sitio donde enchufarlo. Está un
poco descompuesto.
Ella miró a través del cristal e hizo un gesto. —Se está derritiendo.
Le di la tarjeta de memoria. —¿Quieres ir a por una pizza? Tendrás
243
que conducir.
—No puedo creer que hayas hecho esto por mí. —Cortó la distancia
entre nosotros como si estuviera a punto de abrazarme, pero se apartó
rápidamente—. Sí que necesitas una ducha.
Lo que necesitaba nunca lo tendría.
22
Traducido por mimi_jm & Gesi
Corregido por Julie

Ese día Emmy iba a recibir sus medicamentos. Mientras me la


imaginaba en la cueva, recibía algo propio: una carta de Carly. Llegó por
correo, como si estuviéramos en el siglo XIX.
Tiny se inclinó sobre mi hombro. —¿Por qué te enviaría eso? —Lo
que quería decir era: “¿Por qué no se lo envió a Spider?”
La nota decía: Por favor, deja de buscarme. Necesito tiempo para
pensar. Carly. Eso era todo lo que había escrito, si es que lo escribió ella
244
misma. La carta fue mecanografiada e impresa.
—No sé por qué habría hecho eso —dije mientras daba vuelta la
página, como si por arte de magia fueran a aparecer más palabras, una
explicación. Tenía que llegar a Dormon lo antes posible, pero sabía que
en cuanto lo hiciera, Spider lo sabría. ¿Y entonces qué?
—¿Y si Spider recibió exactamente la misma carta y no nos lo
contó? ¿Y si decidió ignorarla? —me pregunté en voz alta.
Tiny arrugó la frente mientras consideraba la posibilidad. Spider
nunca iba a dejar de buscar a Carly, aunque se lo rogara. Quizá por eso
Carly me había enviado la carta. Pero mi instinto me decía lo contrario.
—¿Se la vas a dar a Dormon o qué? —preguntó Tiny.
Al final, opté por entregársela a Dormon, y casi tan pronto como lo
hice, Spider desapareció.

***

—Pareces distraído —comentó Manny cuando íbamos de camino a


encontrarnos con Víctor en un hotel de Nueva York.
Me sentía nervioso. Spider ya llevaba un tiempo sin pronunciarse.
Empezaba a preocuparme. ¿Y si no se fue por voluntad propia? ¿Y si
corrió la misma suerte que Carly? ¿Y si nos estaban matando uno por
uno?
¿Y si Emmy y Billy eran las siguientes?
Con la desaparición de Spider y Carly, perdí a las únicas personas
que podían sacarme de mis pensamientos más oscuros. Sin ellos, mis
pensamientos más oscuros solo tenían uno más. —¿Te dijo Víctor de qué
se trata esta reunión? —le pregunté por encima del ping del ascensor.
—Creo que malinterpretas mi relación con él.
—En otras palabras, tú le das todo y él no te da nada a cambio. —
Las puertas del ascensor se abrieron a un ático—. Tú vales mucho más
que eso. —Sabiendo que nos observaban, le apreté el brazo ligeramente,
como si no pudiera resistirme a tocarla, como si Emmy hubiera sido solo
una idea de última hora como tantas otras antes de ella.
Víctor tenía a los de seguridad en la puerta, donde el equipaje de
lujo se hallaba reunido a sus pies. Nos dejaron entrar en la suite, donde
Víctor daba las últimas instrucciones al hombre de traje que parecía
seguirle a todas partes estos días. Era un tipo bajo y delgado con un tic
en el ojo. El nuevo Norestrom.
—Gracias, Elliot —dijo. Elliot pasó por delante de nosotros al salir
con los ojos puestos en su móvil—. Pasen —saludó como si estuviéramos
245
reunidos para la cena de Acción de Gracias. Estaba de muy buen humor,
prácticamente bailando a la vez que nos llevaba al salón. Me di cuenta
entonces de que debería haberme preparado mejor.
Era una suite de hotel de blanco y cristal: chimenea blanca, mesas
de cristal, suelos de mármol blanco y escaleras alfombradas de blanco
con barandillas de cristal que conducían a un segundo nivel de puertas.
El blanco estaba fuera de lugar, contrastaba demasiado con el paisaje
urbano más allá de las ventanas. Era como entrar en un ártico estéril.
Víctor nos llevó a Manny y a mí al sofá blanco. Había una mesita
de cristal frente a él, con revistas colocadas en línea recta.
Emmy se encontraba en cada una de las portadas. La localicé de
inmediato: en la esquina superior derecha de una, en la inferior derecha
de la otra, en la parte superior central, en la inferior izquierda, en la
inferior derecha, en todos lados. Su nombre estaba salpicado por todas
partes. Estos eran para mí. ¿Para qué? ¿Para provocar una reacción?
¿Para despistarme? Sea cual sea el propósito, fingí que no las veía. Fingí
que no veía a Emmy con su vestido blanco en una foto y con una camiseta
y unos vaqueros en la otra. Fingí que no veía a Griff con ella en casi todas
las fotos.
Manny y yo nos sentamos en el sofá, y Víctor ocupó el sillón. Yo
estaba de espaldas a la escalera de cristal. Los ojos de Víctor se desviaron
hacia allí dos veces.
Miramos hacia atrás cada vez. ¿Un francotirador? ¿Qué sentido
tendría eso? Tal vez era parte de su truco para ponerme nervioso. Ya me
cansé de esto, y solo había estado allí un minuto.
—¿Puedo ofrecerles algo? —preguntó Víctor.
—No, pero puedes ir al grano —dije.
Los ojos de Víctor volvieron a desviarse hacia arriba, pero esta vez
parecieron fijarse en algo que se movía. Manny y yo volvimos a mirar
hacia atrás y vimos a quién miraba: Isabelle Sheppard.
Llevaba una blusa rosa sin hombros con unos pantalones anchos.
Su cabello rojo descansaba sobre sus hombros desnudos y pecosos. Una
pulsera de diamantes en su muñeca se deslizó contra la barandilla junto
con su mano mientras bajaba las escaleras.
Se dirigió a Víctor como si no hubiera nadie más en la habitación,
y él se puso de pie para recibirla.
—Cariño, encontré este hermoso brazalete en mi almohada. ¿Para
qué es? —dijo.
—Digamos que es una disculpa porque voy a llegar unos minutos
tarde mientras termino un asunto aquí arriba.
Lo besó en los labios. 246
—Isabelle, déjame presentarte a Cameron y Manuela —dijo con una
mano en nuestra dirección y la otra en la parte baja de su espalda.
Isabelle Sheppard se volvió y sus ojos, fríos y críticos, se detuvieron
en mi rostro.
—Tengo unos minutos más aquí con estos dos. ¿Por qué no te
adelantas y te veo en el coche abajo? —Volvió a besar a Isabelle; fue como
verle besar a una versión más vieja y endurecida de Emmy.
Dio un paso y luego vaciló. —Querido, ¿podrías asegurarte de que
los hombres empaquen todas las revistas en la mesa de café? —Señaló la
fila de revistas y miró a Manny mientras decía—: Mi hija, Emily, sale en
ellas. Estamos muy orgullosos de ella. —Sabía que esas palabras iban
dirigidas a mí.
—Así es —dijo Víctor.
Mientras su mirada se posaba momentáneamente en los botones
de la blusa de Manny, que estaban presionados por la fuerza de su amplio
pecho, Isabelle dijo: —Hacen una pareja encantadora.
En cuanto ella salió de la suite, Víctor dejó caer una carpeta encima
de las revistas. —Imagina mi increíble sorpresa al recibir una llamada
telefónica en mitad de la noche porque la alarma de seguridad de una de
mis instalaciones se había activado y un ladrón había sido detenido por
mi equipo de seguridad. E imagina mi mayor sorpresa al recibir una foto
de ese ladrón.
Manny abrió la carpeta, la miró y me la entregó. Dentro había una
foto de Spider. Su cara estaba ensangrentada por lo que parecía ser un
corte sobre la ceja. Uno de sus ojos empezaba a hincharse. Las siguientes
fotos eran fotogramas de seguridad que mostraban a Spider paseando
por el edificio, subiéndose a un contenedor de basura, rompiendo una
ventana, trepando por ella y paseando como si fuera el dueño del lugar.
Reconocía el almacén como aquel en el que Víctor mantuvo cautiva a
Emmy después de secuestrarla.
Todavía convencido de que Víctor se llevó a Carly, Spider había ido
a buscarla allí.
Sacudí la cabeza. Estúpido idiota. Estúpido por ir allí sin un plan.
Estúpido por ir allí antes de hablar conmigo. Estúpido por dejarse atrapar.
—Me sorprende —dijo, saboreando el momento—, que la coalición
autorice una acción así contra uno de sus propios miembros. Asumo que
la coalición autorizó esto. ¿Autorizaron esto?
—Todo el mundo vio en la última reunión que no está en su sano
juicio —dije.
Se burló. —En mi época, si un miembro de la coalición espiaba o
perseguía a otro miembro, habría sido motivo de exterminio. Aniquilación
completa y total del miembro infractor y de todos sus afiliados.
Víctor seguía olvidando que él no había estado en la coalición hasta
247
hace poco; sin embargo, no se equivocaba. La base de la coalición residía
en que los miembros pudieran confiar los unos en los otros, y espiar a
un compañero sin el apoyo de la mayoría de la coalición era un ataque a
la propia existencia de la misma. Eso no significaba que no lo hiciéramos.
Por supuesto que todos lo hicimos. Solo nos aseguramos de que no nos
pillaran.
—¿Qué quieres? —le pregunté. Sabía lo que quería. Era lo que
siempre había querido: el control de todo.
—Creo que este incidente nos ha demostrado que ya no eres apto
para liderar la coalición. Si no puedes controlar a tu propio equipo, ¿cómo
se puede esperar que controles al inframundo?
Era inevitable que el cambio de liderazgo ocurriera. Simplemente
no estaba preparado para que ya ocurriera. Todavía quedaban algunas
piezas de ajedrez por mover. —No puedo entregarte el liderazgo sin más.
Se requiere un voto unánime para que eso suceda.
—Supongo que entonces tienes mucho trabajo por delante. Lo
bueno es que ya he empezado a conseguir que los votos se vuelvan a mi
favor. Creo que encontrarás que la mayoría de los miembros estarán a
favor de esto. Solo hay algunos rezagados con los que aún no he tenido
la oportunidad de trabajar.
O sea, unos pocos miembros que aún no ha tenido la oportunidad
de manipular o chantajear.
—Necesito recuperar a Spider primero —dije.
Se rió. —Lo verás en cuanto voten a mi favor.
—¿Qué garantía tengo de que no lo matarás en cuanto ganes la
votación? —pregunté.
—Esto me lleva a mi siguiente pregunta. En cuanto me voten a mí,
te votaré a ti como mi segundo, lo cual, por suerte para ti, no requiere un
voto unánime.
La cara de Emmy me miraba fijamente desde las portadas de las
revistas, lo que me dificultaba la concentración. —Como hemos hablado,
creo que Manny sería más adecuada para este papel.
Miró a Manny durante una fracción de segundo. —Con el tiempo,
creo que será así. Sin embargo, por ahora, actuarás como mi segundo al
mando y continuarán con esta maravillosa asociación que han formado.
Si Manny sigue mostrando el progreso que ha mostrado hasta ahora,
entonces tal vez podamos estudiar la posibilidad de hacer un cambio en
ese momento.
Me puse de pie, y Manny también lo hizo.
—Me olvidé de mencionar algo —dijo Víctor mientras se inclinaba
248
hacia la mesa y recogía las revistas—. Debes quedarte en esta suite hasta
que se complete la votación.
—No —repliqué, inexpresivo.
—No puedo arriesgarme a que intentes encontrar a tu amigo antes
de que se complete la votación —dijo. Cuando recogió la última revista,
la que mostraba a Emmy en toda su portada, se deslizó de la mesa y cayó
sobre mis pies—. Que sepas que si intentas algo así, lo sabré, y las cosas
no irán bien para ninguno de tus amigos. ¿Me pasas esa revista? Es la
favorita de Isabelle. Un artículo de opinión especialmente bueno sobre el
trabajo de Emily y su novio, Griffin, con niños y familias indígenas. Podría
dejarte algunas de estas revistas si quieres. Siempre que me prometas
devolverlas.
Le entregué la revista que había dejado caer convenientemente.

***

Mi teléfono sonó tan pronto como Víctor cerró la puerta. El rostro


de Spider apareció en la pantalla. Le habían limpiado la sangre y cosido
la cara. Lo estaban cuidando. —Me dijeron que fuera breve.
—¿Estás bien?
Se tocó el punto sobre la ceja. —Nunca he estado mejor. ¿Cuánto
te ha costado mi idiotez?
—No tienes idea.
Miró a quienquiera que estuviera sosteniendo el móvil y volvió a
mirar la pantalla. —Se supone que te diga que tienes cuatro días. —La
llamada se terminó.
Esa era la mayor prueba de vida que obtendría, el último incentivo
de Víctor para que me pusiera a trabajar.
Al menos ahora sabía que de ninguna manera tenía a Carly, o ya
habría encontrado una forma de jugar esa carta.
—Vamos a tener un problema —dijo Manny.
—Vamos a tener muchos problemas. —Me daba vueltas la cabeza.
En mi intento de procesar todo lo que acababa de pasar, un pensamiento
resonó en mi cerebro: debería haber esposado a Spider a una jodida mesa
cubierta de cemento. Ese pensamiento fue seguido rápidamente por el
temor de que quizás Víctor tuviera una jugada más grande, una que aún
no había descubierto. ¿Por qué permitió que Isabelle me viera? ¿Por qué
mezclaba sus dos mundos? Ella sabía quién era yo, eso estaba más que
claro, pero, ¿por qué Víctor lo permitió?
Me perdía algo. Lo presentía. Solamente escuchaba el tictac del 249
reloj. Quería arrojar la mesa de café por la ventana, seguida de Manny.
Si permitiría que Spider volviera vivo, tenía que moverme rápido, primero
enfocándome en la victoria rápida: confirmar los votos que ya estaban en
la bolsa.
Tratar de rastrear a todos los miembros resultó difícil. La coalición
estaba dispersa. Bastantes estaban en el campo, haciendo negocios: en
los desiertos árabes, en selvas colombianas o en plataformas petrolíferas
en medio del océano. Trabajaban o se hallaban inaccesibles porque no
querían que sus esposas los encontraran con sus amantes. Para la noche,
habíamos asegurado unos pocos votos de los aliados de Víctor. Manny
intentó con Kostya una vez más, pero le dijeron que hablaría conmigo, y
me negaba a hablar con él.
A la mañana siguiente, con muy pocos votos asegurados, cedí.
—Lo llamaré. Encuentra a Viper y confirma su voto. Debería ser
rápido, ¿verdad? —La miré. Él había sido uno de sus mayores aliados…
lo había sido.
—No tan rápido como piensas.
No era ningún secreto que la policía, dirigida por Víctor, estuvo
atacando las pandillas callejeras, matando a muchos de ellos e inocentes
a lo largo del camino y sin ninguna repercusión. Y no era un secreto que
Manny votó a favor de traer a Víctor a nuestra organización, lo que no
cayó muy bien con Viper como líder de nuestras pandillas callejeras.
—Haz que suceda. —Tenía claro que no sería capaz de realizarlo y
que tendría que hacerlo yo mismo. Sabía que era muy probable que Viper
fuera el primero en romper la coalición, pero eso aún no podía suceder.
Por el momento, me concentré en Kostya. —La votación sucederá.
Necesito saber con quién estás —dije antes de que siquiera me saludara.
—Puede que no me creas, pero estoy contigo y siempre lo he estado.
—Tienes razón. No te creo.
—Tú y yo estamos cortado por la misma tijera. Hemos visto la luz.
La hemos agarrado y sostenido en nuestros brazos. Es difícil regresar a
decir que la tierra es plana cuando la has visto desde el espacio, ¿verdad?
Pero lo que sabemos sobre el otro lado, respecto a esa otra vida, nos va a
perjudicar. Será nuestra perdición. Eso es lo que nos convierte en sus
principales objetivos. Mi debilidad ahora te ha traído esto. Fue mi error,
y lo siento.
No quería escucharlo. —Entonces, ¿votarás que sí?
—Primero me gustaría saber qué está pasando.
—No tengo esa clase de tiempo.
—Así de mal, ¿no? ¿Te beneficiaría si voto que sí?
No quería que pensara que me hacía un regalo, pero necesitaba que 250
votara a favor. —Sí —respondí con simpleza.
—Entonces tienes mi respuesta. —Corté la llamada. Había dejado
que Víctor regresara, a pesar de saber cuánto lo odiaba. A pesar de mis
solicitudes a la coalición para acabar con él después de que secuestrara
y casi matara a Emmy. Kostya me decepcionó más que nadie.
Mientras estaba al teléfono con él, Viper había rechazado a Manny.
Lo llamé y encontré resistencia inmediatamente.
—Puedes terminar esta llamada ya mismo porque no haré lo que
quieres que haga —dijo.
—Me estarías haciendo un favor. —Era a la primera persona a la
que se lo decía y probablemente sería la única. No tomaba favores porque
no quería tener que pagarlos sin conocer los términos.
—Escucha, me agradas. Sabes que sí. No sé qué demonios sucede,
y si me hubieras pedido cualquier otra cosa, lo habría hecho. Pero esto
no. Ese idiota y su pandilla de imbéciles están matando a mis muchachos
frente a sus madres, ¿y crees que voy a permitir que se convierta en mi
líder? Puedes, respetuosamente, irte a la mierda. —La línea murió.

***
—¿Cameron? —Manny me dio un codazo.
Levanté la cabeza de la mesa. Solo descansé por un momento, pero
ahora estaba oscuro afuera. —¿Cuánto tiempo me he dormido?
—No lo sé. Me quedé dormida en el sofá. —Me pasó su teléfono—.
Es Víctor. Haré un poco de café.
¿Qué día era? ¿Día dos? ¿Tres? No lo sabía. Mientras permanecía
atrapado en esta suite de hotel con Manny, hablando por teléfono, las
horas se mezclaban. Podía sentir mi camisa pegándoseme a la piel.
—¿Durmiendo en horas de trabajo cuando todavía tienes mucho
por hacer?
Definitivamente nos estaba vigilando. —Lo conseguiré.
—Me alegra oírlo. Empezaba a preocuparme que quizás necesitaras
más incentivos. Que tal vez tu amigo Spider no fuera suficiente. Que
quizás Emily…
—Lo conseguiré —repetí, y colgué.
—¿Cuántos nos quedan?
Demasiados. —¿Has podido contactar a Johnny?
—Todavía no. —Dejó una taza de café frente a mí—. Pero volveré a
intentarlo.
251
Era un problema cuando ni siquiera podíamos acceder a los que
estarían de acuerdo. Johnny era el jefe de la mafia italiana y uno de los
primeros aliados de Víctor. Incluso había sido cómplice del asesinato de
su primo canadiense, Ignazio. Nos robó una cantidad considerable de
cocaína boliviana, por lo que tenía sentido que pagara por ello, pero su
muerte también colocó de manera conveniente a Seetoo en el liderazgo
canadiense, líder de la tríada asiática en Canadá.
A menudo me preguntaba qué le había prometido Víctor a cambio,
suficiente para que valiera la pena aprobar el asesinato de su primo.
Con menos de veinticuatro horas restantes, había logrado algunos
avances contactando a casi todos los miembros de la coalición. Incluso
me las arreglé para ponerme en contacto con Slobber, que por fin había
terminado cualquier juerga en la que estuviera.
Al final del día, mientras Manny hablaba por teléfono, pensé en
Slobber y en cómo se las arregló para mantenerse independiente y vivo a
lo largo de sus años con la coalición. Me pregunté si, de haber sido un
hombre más egoísta cuyos intereses radicaran más en su posición dentro
de la coalición que en sus muchachos, como lo era para todos los demás,
habría sobrevivido tanto tiempo. La coalición se rompería, era inevitable.
Los que sobrevivieran a la ruptura serían los que tenían hogares a los
que volver. Cuando desapareciera, no mucho cambiaría para él, recibiría
menos dinero, pero eso era todo. El dinero era bueno para él y sus
bandas, pero no esencial. Su hermandad era lo que los salvaba, incluido
Slobber.
¿Alguien más sobreviviría la ruptura? ¿Alguno la veía venir como
yo? Con ese pensamiento llegó una epifanía. Era algo que Viper dijo sobre
el hecho de que la policía matara miembros frente a sus madres. Era una
descripción gráfica que ya había oído, de Joseph, al describir el asesinato
de su hermano. Joseph, que ya me dijo que se cortaría solo, separándose
de la coalición. Joseph, que superaría a cualquiera, incluido yo. Joseph,
el fantasma detrás de la pantalla del ordenador.
¿Y si las pandillas callejeras se estaban separando de la coalición?
¿Y si el distanciamiento de Joseph comenzó un movimiento dentro de las
filas de Viper? El uso de las mismas palabras no fue un accidente, pero,
¿qué tan lejos había llegado?
Mientras Manny hablaba con alguien, llamé a Viper, sabiendo que
Víctor estaba oyendo, tendría que elegir mis palabras cuidadosamente.
—Sé que dudas en dejar que Shield asuma la dirección. Sucederá
de todas maneras, pero creo que podríamos organizar un rompehielos
cuando ingrese.
—¿Qué?
—Tenemos que hacer que esta asociación con Shield suceda. ¿Qué
opinas de un rompehielos cuando entre?
252
Me colgó. Si Joseph, también conocido como Rompehielos, estaba
involucrado en su insurgencia, lo descubriría pronto. En caso contrario,
estaba jodido. Y si no había captado que en realidad no hablaba sobre
rompehielos, también estaba jodido.
La votación oficial sucedió a primeras horas de la mañana a través
de una teleconferencia. Unos años antes, pensando en la preferencia de
Kostya de moverse constantemente, ideé un sistema de reconocimiento
de voz y contraseña que aseguraba la identidad de cada miembro al
teléfono. El sistema era sobre todo valioso para esta clase de momento,
cuando era necesario tomar decisiones rápidas y cruciales.
Después de días convenciendo a los miembros, la votación para
que Víctor me reemplazara fue rápida.
Hasta que llegó el turno de Viper. El tiempo se detuvo. El
temporizador avanzó, pero no había respuesta. Entonces, de repente, en
el último segundo, su voto se registró.
Votó a favor.
—Gracias a todos —dijo Víctor por la línea—. En nombre de la
coalición, me gustaría agradecerte por tu liderazgo estos últimos años,
Cameron, y también me gustaría agradecerle a la coalición por este voto
de confianza inesperado. Ansío trabajar con todos y cada uno de ustedes
mientras triplicamos nuestros ingresos. Ahora, como mi primera orden
del día, me gustaría nombrar a Cameron como mi segundo al mando.
Esta votación llevó más tiempo, con miembros de su lado que
expresaban repentinamente sus reservas. Parecía que no les había dicho
sobre esa parte del plan, o quizás les había prometido a todos el puesto,
como lo hizo con Manny. La miré. Fulminaba con la mirada el teléfono,
pero no decía nada. Al final, las voces disidentes no importaron, porque
tuvo suficientes votos a favor.
Mi teléfono sonó tan pronto como terminó la teleconferencia. —Tu
amigo será entregado en la suite a lo largo del día —dijo una voz.

253
23
Traducido por Gesi
Corregido por Julie

Estaba en la ducha cuando resonó la música. Abrí la puerta del


baño y me encontré con la ropa de Manny, incluida ropa interior.
—¡Manny, trae tu culo desnudo aquí! —grité en tanto me ponía con
rapidez mis calzoncillos usados. Spider llegaría en cualquier minuto—.
¡Manny! —volví a gritar, completamente vestido con mis ropas sucias.
Unos minutos después, entró en mi habitación, desnuda y con dos 254
copas de champán.
—¿Estás loca?
—¿Qué? —cuestionó, con los ojos abiertos como platos—. Estamos
de celebración.
—Sabes que este lugar está lleno de micrófonos. —Pasé a su lado.
—¿A quién le importa? Démosle un espectáculo.
—Generalmente no celebro perder mi trabajo —dije para beneficio
de Víctor. Sabía que el comentario alimentaría aún más su ego.
Cuando bajé, Spider vagaba junto a la puerta principal. Apagué la
música y me le acerqué. Estaba pálido y temblaba. Sonó mi teléfono. Era
Dormon. Spider vio la pantalla y me observó, desesperado por cualquier
información. Mientras pasé los últimos días tratando de rescatarlo, él los
pasó pensando en Carly, en estar secuestrado y no poder llegar a ella.
Respondí en tanto nos sentábamos en la mesa del comedor para
escuchar. Sabía que Víctor lo oiría todo, pero no podía negarle a mi amigo
otro minuto sin información. Saber que Víctor no la tenía solidificó mi
razonamiento. Afortunada y desgraciadamente, Dormon no tenía mucho
para darnos. No la había encontrado.
—No creo que Carly se haya ido por su cuenta.
Era extraño que esas palabras pudieran ofrecer tal confusión de
emociones. Me aliviaron en nombre de Spider, porque el amor de su vida
no se había simplemente ido y abandonado.
Me tranquilizó porque sabía que esas palabras lo harían sentir
reivindicado, si es que eso le importaba. Pero hasta ahí llegaba el alivio,
porque esta noticia no la ayudaba en nada a ella. Si se hubiera ido por
su cuenta, significaría que se encontraba a salvo. Esto significaba que
ciertamente no lo estaba.
Dormon entró en detalles sobre la forma en que las personas que
querían que las dejaran en paz hacían todo lo posible por demostrar que
ese era su deseo. Nos dio algunos ejemplos de casos anteriores en los que
había trabajado.
Era fácil de ver que Spider estaba haciendo todo lo posible por no
gritarle al teléfono y lanzarlo al otro lado de la habitación. En cambio,
respiró hondo. —¿Qué puedes decirnos sobre Carly? —dijo.
—No escribió la nota.
—¿Qué significa eso, entonces?
—No está cooperando con ellos. Con quien sea que la tenga cautiva.
Nos miramos. Desafortunadamente, sonaba propio de ella. Habría
sido mejor que simplemente cooperara. Que estaba luchando con sus
captores no era algo que quisiéramos oír. 255
—Entonces, ¿cuál era el sentido de la carta? —pregunté.
—Bueno, no estoy seguro —admitió—. Podría ser un intento de sus
captores por apaciguar las aguas. Quizás nos estábamos acercando.
—Entonces, ¿dónde diablos está? —cuestionó Spider.
—Hemos podido reducir las posibilidades. Encontramos un poco
de polvo en la parte trasera de los pantalones de Pauly. Lo analizamos.
Era una mezcla de chile ancho, comino y especias de chocolate.
—Salsa de mole. Carly solía hacerla.
—Sí, esos son los ingredientes comunes para la salsa de mole. Lo
interesante, es que las especias fueron molidas a mano, que es la forma
tradicional de prepararlos y un método mucho más laborioso que el uso
simple de especias molidas. Esto significa que, dondequiera que se halle
el cuerpo de Pauly, son puristas en lo que respecta a la comida mexicana.
Esto reduce considerablemente las ubicaciones y ya tengo a mi equipo
investigando lugares en Spanish Harlem.
Algo me tenía inquieto. ¿Cadáveres en congeladores? ¿Mexicanos
tradicionalistas yendo tras mujeres? Esto comenzaba a sonar demasiado
familiar. No quería decir nada frente a Spider, por temor a que hiciera
que lo mataran en un intento de colarse en un bastión del cartel, pero
sabía que tenía que hablar con Mariella. Parecía tener ojos en todas las
cosas que tenían que ver con México, por lo que tal vez sabía algo. Quizás
alguien de su equipo. O tal vez ella misma era la responsable. Nos fuimos
del apartamento después de cortar con Dormon.
—¿Por qué Emily estaba aquí? —preguntó al entrar en el elevador.
—¿Qué?
—Ella estaba aquí.
Miré su rostro color ceniza. ¿Comenzaba a imaginarse cosas? ¿Vio
a Manny y pensó que era Emmy? —Ella no estuvo aquí.
A medida que salíamos del estacionamiento del hotel, me pregunté
si Manny continuaba desnuda en la suite y cuánto champán ya había
consumido, con suerte, suficiente para ahogarse con su vómito y morir.

***

¿Sabes de algún apartamento bueno en Callister?, me escribió


Joseph.
Estaba sentado en una sala de juntas, esperando que llegara
Víctor. Menos de una semana después de haberse convertido en líder, ya
estaba convocando una reunión de la coalición e insistiendo en que todos
concurrieran en persona. El rey en la corte. Me sorprendió que no hubiera
256
un trono en la habitación, aunque había una silla al final de la mesa que
era levemente más grande y alta que el resto.
Imaginé que todos salían de cualquier lugar en el que estaban del
mundo para asistir. Me imaginé que la ansiedad de Kostya estaba en su
punto más alto. Los días de las excentricidades de los miembros siendo
acomodadas habían acabado. No tenía mucha simpatía para los gustos
de Kostya.
Creo que tenemos un par vacantes que nos reservamos para
nosotros. ¿Por qué?, respondí.
Emmy me pidió que la ayudara a encontrar un lugar en el que
vivir.
Borré el mensaje y me guardé el teléfono en el momento en que
entró Víctor con uno de sus guardaespaldas. —Probablemente te estés
preguntando por qué te hice venir un poco antes —dijo, sentándose en la
silla de niño grande—. Me llamó la atención que no estés manteniendo
tu parte del trato. Pensé que habíamos acordado en que te mantendrías
lejos de Emily.
Mantuve la compostura a pesar de que se me cortó la respiración.
Se estaba riendo.
Había un televisor en la pared y el guardaespaldas lo encendió. Un
video apareció en la pantalla, una toma del pasillo frente a la suite del
hotel en que nos habían retenido con Manny. Alguien con un poncho y
la capucha puesta estaba parado. Por la delgadez de las piernas, podía
darme cuenta de que era alguien de estatura baja… una mujer.
—¿Quién es, Cameron?
La imagen cambió del pasillo al interior de la suite. Hubo una toma
estática y cercana. Era Emmy. Cristo, Cristo, Cristo. Era Emmy. Sus ojos
se dispararon a algo que el video no mostraba. Se arrodilló y ocultó detrás
de la media pared junto a la puerta. La toma mostró a Manny en su traje
de nacimiento. Emmy permaneció fuera de la vista a medida que la otra
mujer se servía champán. Entonces se escabulló al piso superior. Porque
yo la llamé, recordé. Emily debió haberme escuchado llamando a una
Manny desnuda.
El guardaespaldas me miraba con una mano sobre la funda de su
pistola. —¡Espera! —dijo Víctor—. Se pone mejor. Lo prometo.
Fue hacia el ascensor y se encontró cara a cara con Spider. Él salía
mientras ella entraba.
—¡Estoy seguro de que Emily debe pensar que eres un monstruo!
Quiero decir, condujo hasta allí, y no solo te encuentra con tu amante,
sino que sucede esto tan pronto como tu secuaz la ve.
El video hacía una toma panorámica de la calle. Emmy corrió hasta
una camioneta. Abrió la puerta y se subió el poncho. No tenía palabras.
257
Se me desplomó el corazón al estómago. Por eso se veía tan voluminosa,
estaba ocultando a Billy debajo. No podía dejar de mirar la pantalla.
La sacó del cabestrillo y algo innato y oscuro se extendió por mi
pecho. Mi bebé era tres veces más grande de la última vez que la vi.
Alguien se acercó por detrás, un hombre que le doblaba el tamaño.
Le dio un puñetazo en la espalda e intentó tomar a Billy. Emmy luchó
contra él, lanzándose sobre la bebé y soportando los golpes.
No reacciones, me recordé en tanto todo estallaba en mi interior.
Se les acercó otro hombre que provocó que el atacante saliera
corriendo, probablemente pagado por Víctor para terminar con el
espectáculo.
Me obligué a respirar. —Cumplí con mi parte del trato y no me he
acercado a ella —dije.
—Quizás, pero no has cumplido con la parte de mantener a Manny
a tu lado todo el tiempo. Consideré mostrárselo a Manny, pero como
sabes, tengo un gran aprecio por mi hijastra y pensé que era más efectivo
mostrártelo a ti. Simon, puedes dejar que entre el resto.
El guardaespaldas abrió la puerta y Kostya fue el primero en
sentarse. Todos los demás los siguieron.
—Tienes que saber que puedo hacerte caer en cualquier momento,
por lo que sugiero que sigas las órdenes —me susurró.
Manny fue la última en entrar a la sala.
En la televisión quedó la imagen congelada de la calle del ataque.
Nadie más que yo le prestó mucha atención. Mi mente no dejaba de
repetir las imágenes que sabía que nunca olvidaría. Necesitaba escuchar
lo que Víctor estaba diciendo, la discusión alrededor de la mesa, pero me
costaba mucho no mirar la pantalla.
Tenía que concentrarme. Si Emmy le estaba preguntando a Joseph
sobre apartamentos, entonces significaba que estaba bien.
El incidente explicaba la demora en contactar con algunos de los
miembros de la coalición. Víctor necesitaba asegurarse de que Emmy
fuera a buscarme y que viera a Manny conmigo en el momento oportuno.
El tiempo lo era todo, lo que significaba que le dijo a Manny que intentara
seducirme. Debió haberla llamado para decirle que se quitara la ropa tan
pronto entré en la ducha. Ella no habría hecho demasiadas preguntas,
habría hecho cualquier cosa para obtener lo que deseaba, y Víctor podía
conseguírselo.
También explicaba la expresión de enfado en su rostro cuando la
rechacé. No solo fue un rechazo para ella, lo que ya era bastante malo,
también fue una misión fallida. La miré. Tenía la mirada fija en la mesa
a pesar de la conversación activa a su alrededor.
258
¿Por qué lo hizo? Había algo más, y parecía que él estaba un paso
por delante de mí. En el transcurso de la hora siguiente, mi mente alternó
entre la conversación y Emmy. Cuando Víctor anunció que él, con toda
su sabiduría y poder, descubrió quién estaba detrás del renacimiento
precipitado del cartel, se ganó toda mi atención. Reprimí una risa ante el
anuncio de que era un hombre llamado Juan Angel Castillo. Él era el
tercer o cuarto primo del difunto líder del cartel Castillo. Era un adicto a
la metanfetamina y un charlatán. Pero Johnny lo había convencido de
que era el tipo y arregló una reunión en San Antonio.
Pude darme cuenta por las expresiones sombrías de Manny y Dorio
que no se esperaban el ascenso repentino de Johnny. La relación con el
cartel mexicano siempre había sido territorio de ella.
A medida que la conversación viraba nuevamente al dinero, mi
atención regresó a Emmy. Uno de sus hombres, el que siempre llevaba
un traje caro, se le acercó por detrás y le susurró algo. Víctor se puso de
pie. —Un asunto urgente requiere de una respuesta inmediata de mi
parte —dijo. Luego se giró hacia Manny y yo—. Espero que estén pegados
de aquí en adelante —ordenó antes de irse.

***
Tiny nos esperaba afuera en el auto. Después de que Spider se
metiera en problemas con Víctor, decidí que mantenerlo a mi lado no
hacía mucha diferencia, por lo que Tiny ocuparía ese lugar de aquí en
adelante.
Tan pronto como subimos al coche, susurró que necesitaba irse a
Arizona porque el cartel había tratado de irrumpir en una de sus casas y
habían asesinado a la mayoría de sus guardias. Eso no le presagiaba
nada bueno, ya que aún tenía que impresionar a Víctor.
—Si no puedes controlar a tus tipos para que vigilen una propiedad
vacía…
—Entonces no puedo ser el segundo al mando. Lo sé.
Exhalé. —Vamos a Arizona y esperamos que no averigüe por qué
estamos allí.
—No puedo arriesgarme a llamar tanto la atención —respondió con
rapidez—. Tengo que ir solo yo para poder mantener un perfil bajo. ¿No
puedes cubrirme?
Pensé en Emmy. En su expresión aterrada mientras luchaba por
su vida y la de Billy.
—Te deberé una grande —agregó.
—Lo sabrá. —Abrió los ojos de par en par. Incluso yo no podía creer
259
lo que acababa de decir. Era lo que Víctor quería, desequilibrarme y usar
a Emmy como un arma. Tenía que hablar con ella y llevarla a un lugar
seguro, y necesitaba hacer que Manny estuviera trabajando lejos—. Me
imagino que podría pasar desapercibido durante un tiempo. Fingir que
estamos juntos en alguna escapada romántica.
Tiny hizo una mueca en el espejo retrovisor.
Una sonrisa leve estiró los labios de Manny. Estaba bastante
alterada, pero ¿por qué? ¿Víctor también había llegado a ella de alguna
forma? ¿Más de lo general?
—¿Qué debemos hacer si nos cita? —cuestioné. Mantenerlo feliz y
con confianza en nosotros era mi objetivo del momento.
—Ya me ocupé de ello. Por eso llegué tarde a la reunión. Según mis
cálculos, tenemos un par de días como máximo.
Tiny nos dejó en el aeropuerto, donde nos subimos juntos a un
vuelo a Miami. Después nos tomamos un helicóptero a Los Cayos y nos
separamos con la promesa de reencontrarnos en cuarenta horas.
A la vez que ella viajaba a Arizona, me dirigí a Callister con la
esperanza de reunirme con Joseph. Ya le envié la información de un
apartamento lujoso vacante que sería perfecto para Emily. Puede que sea
demasiado grande, pero se encontraba cerca de un aeródromo pequeño
y esperaba encontrar una manera de convencerla de tener un equipo de
seguridad antes de que Víctor pudiera hallarla de nuevo.
Cuando llegué a Callister, su obra estaba por todas las noticias. Un
galpón en Buffalo que ardía fuera de control ya había quemado la mitad
de todo un vecindario. Los bomberos salían heridos e incontables hogares
y negocios habían sido destruidos. Miles de personas se habían quedado
sin hogar. Hospitales, refugios y comederos estaban sobrepasados. Solo
para que ella pudiera escaparse unas horas a Arizona.
Como predijo, Víctor estaba al frente de la tragedia, en pleno modo
de crisis, lo que era una oportunidad para flexionar sus músculos de
político y brillar frente a la cámara. Había una foto de él con manchas de
hollín en las mejillas mientras envolvía a una anciana con una manta y
los bomberos corrían por detrás con una manguera.
Me dirigí a Callister para hablar con Joseph, pero cuando lo llamé,
ya tenía planes para reunirse con Emily con el fin de hablar sobre el
apartamento. Se reunirían en una cafetería fuera del campus mientras
su mamá cuidaba a Billy.
Me quedé sentado en el auto durante un momento, tratando de
decidir qué hacer. ¿Qué haría Emmy si me veía? ¿Entraría en pánico al
ver el monstruo que, según parecía, orquestó un intento de secuestro y
asalto? ¿Me lanzaría su café y gritaría? ¿O se hundiría en el piso conmigo
porque estaba tan desesperada por verme como yo? 260
Al final, todos mis pensamientos no importaron, porque sabía que
no podía salir del coche. No podía arriesgarme a acercármele. En cambio,
hice lo que siempre había hecho: miré desde la distancia. La vi caminar
junto a Joseph por la acera y entrar a la cafetería. La vi a través de la
ventana hacer la cola y acercarse al mostrador. La observé entrecerrar
los ojos para leer el menú sobre la caja registradora, morderse la esquina
derecha del labio inferior en tanto decidía y el movimiento de su boca
cuando finalmente ordenó. Se movió a un lado para que los otros pidieran
y esperó, mirando alrededor del lugar y luego al exterior a través de las
ventanas. Una parte de mí deseó que sus ojos me hallaran, que nuestras
miradas se juntaran. Pero se giró porque su pedido estaba listo. Con dos
tazas en las manos, caminó lentamente al principio y luego se apresuró,
casi volcándolas sobre la mesa. Se sentó con dos dedos en la boca.
Apreté la mandíbula porque Joseph nunca alejó la mirada de la
pantalla de su ordenador. Estaba con ella y se la perdía. No era enojo lo
que sentía, era envidia del peor tipo. Deseé, solamente por ese momento,
poder cambiar sitio con él. Seguro que yo no habría estado mirando la
jodida computadora si hubiera sido él.
¿Cómo había creído que alguna vez sería diferente? Ella siendo
libre y yo observándola ser libre, así tenía que ser. Era como solía serlo y
como era ahora nuevamente. Pero hubo una época intermedia, ¿no? Una
época en la que fue diferente, cuando estuvimos juntos. Cuando ella me
conocía tan bien como yo a ella.
Y casi la mataron por ello.
¿Por qué fue a la habitación del hotel? ¿Sabía que yo estaría allí?
¿Fue a verme? Dudaba que alguna vez hiciera algo que Víctor le ordenara.
Así que, ¿quién le dijo que yo estaría allí?
Me di cuenta de algo. Se había creado una escena que aún seguía
para ella, una en la que me veía como un infiel y un ogro malvado. Víctor
sintió la necesidad de crear tal idea para suplantar otra: algo que le dio
la impresión de que Emmy todavía me amaba, y él necesitaba rectificarlo.
Rectificarnos. Que yo lo convenciera de que no sentía nada por ella no
había sido suficiente. Tenía que asegurarse de que ella tampoco sintiera
algo por mí. Intenté no pensar en el hecho de que, hasta ese momento,
todavía me amaba y que, a pesar de que no hice ninguna de las cosas
horrible que ella creía, volví a romperle el corazón. Intenté ignorarlo con
el fin de hacerle frente al hecho de que él seguía tras ella.

261
24
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Pame .R.

Después del café, Joseph y yo nos reunimos en el apartamento que


sería para Emmy.
—Guau. Este lugar es un basurero —comentó.
Había tantas cajas y muebles envueltos que apenas podíamos
pasar por la puerta. Fue idea de Carly que nos mudáramos a ese
departamento. Las cajas empezaron a apilarse luego de su desaparición, 262
así que, solo las dejábamos allí y ya.
Aparté una caja enorme así podíamos entrar y cerré la puerta de
entrada.
—Ayúdame a mover este colchón a la habitación —pedí. Esto sería
terapéutico.
Joseph y sus brazos de fideo vacilaron en la entrada. —¿No tienes
hombres musculosos en tu nómina que puedan mover estas cosas?
—Ahora, me encuentro ilocalizable en algún lugar de los Cayos de
Florida; no aquí arreglando todo para que Emily pueda mudarse. No sé
si están siguiendo a alguno de mis hombres, y no puedo arriesgarme a
que mi nuevo jefe me encuentre aquí.
Su rostro se puso algo rojo mientras levantábamos el colchón.
—¿Qué tanto sabes de Viper? —le pregunté.
—No sé cómo responderte —contestó con los dientes apretados. El
colchón pesaba tanto como él—. Todo lo que hice fue escribir acerca de
cómo acabó la vida de mi hermano y lo pasé por la hermandad. Antes de
saberlo, bandas de todo el país hablaban de hacerse independientes, y
recibí un mensaje de este tal Viper. ¿Podemos tomarnos un descanso?
Esta cosa pesa una tonelada.
Apoyamos el colchón contra la pared y regresé para recoger más
cajas de la sala de estar.
—Debe haber sido algún manifiesto —dije al pasar junto a él en el
pasillo.
—Al parecer, mis amigos y yo no éramos los únicos cansados de
ser tratados como ciudadanos de segunda categoría.
—Criminales de segunda categoría —dije.
Me siguió, con las manos vacías, hacia lo que sería la habitación
de Emmy y Billy. —No somos criminales, y no todo es una opción para
nosotros. A diferencia de para otros.
Lo dije en broma, pero no se veía de humor, así que regresamos a
buscar el colchón.
—¿Vas a decirme por qué tuve que hacer uso de mi nuevo poder
para sacarte de tu puesto y reemplazarte con el diablo? —preguntó a la
vez que lo levantábamos.
Un torbellino de pensamientos e imágenes flotaron por mi cerebro
a medida que consideraba su pregunta: cada momento que llevó a que
Víctor asumiera el control de la coalición y todo lo que sucedió después.
—Levanta con las piernas —le indiqué. Hablaba mientras él escuchaba y
gruñía de camino a la habitación. El dejar que mis pensamientos oscuros
y preocupaciones se convirtieran en palabras liberó algo dentro de mí.
Dejamos el colchón en el suelo y Joseph se inclinó hacia adelante, 263
recuperando el aliento y apoyando las manos en las rodillas. —Em me
pidió una pistola —dijo.
Sus palabras me atravesaron como si fueran balas de verdad.
Emmy no habría pedido un arma a menos que realmente tuviera miedo,
y me temía a mí. Era el monstruo que asechaba en las sombras.
—La convencí de lo contrario, si es lo que te preocupa —continuó—
. Estuvo de acuerdo en contratar un servicio de seguridad.
—Está bien. Buscaré a algunos tipos en los que pueda confiar.
—No —contestó, su expresión sin vacilar—. Tú mismo lo dijiste: no
sabes a cuáles, si es que hay, de tus hombres están siguiendo, y sé que
no usarías a alguien en quien no confías. ¿Y si Víctor descubre que la
estás protegiendo? ¿Que todavía la cuidas? ¿Y si Emily lo descubre? No
puedes arriesgarte.
Los dos regresamos a la sala de estar.
—¿Qué sugieres?
—Lo que ya aceptó: que nuestros antiguos compañeros sean sus
guardaespaldas.
Traté de no reírme, pero era lo más absurdo que había escuchado.
—Ríete si quieres, pero sabes que cuidamos a Emily. Sin importar
qué. Y puedes garantizar que ninguno de nosotros tiene aliado alguno en
el inframundo. Ambos hemos demostrado que el músculo muy rara vez
gana al final. Hacer las cosas de forma inteligente y utilizar el cerebro te
mantiene más seguro que un par de bíceps.
—¿Puedes usar el cerebro para ayudarme a mover el sofá hasta
allá? —le pregunté. Arrastramos el sofá hasta la mitad de la habitación y
le quitamos el plástico que lo cubría—. Emily vino a verme el otro día —
dije. Mientras abríamos las cajas e intentaba descubrir qué iba dónde, le
describí la escena que vi en el video de Víctor.
Joseph permaneció inmóvil con el plástico en las manos.
—Víctor la llevó allí. No sé cómo, pero la llevó —dije.
Se sentó en el sofá y exhaló. —Ahora entiendo por qué quería una
pistola. Pero no puedo creer que haya hecho algo que le dijera Víctor.
—Yo tampoco. No creo que recibiera la información de Víctor. Hubo
otro medio. Recibió el mensaje de alguna manera.
—¿Como un mensaje en línea?
—Creo que es una persona de su círculo. —No podía decirle que
sospechaba de Griff, porque sabía lo que pensaría: que Griff era un buen
tipo y que amaba a Emmy, y que mi motivación para sospechar de él eran
los celos—. Tal vez puedas preguntarle cómo supo dónde me encontraba.
O tal vez por qué vino a verme. 264
Frunció el ceño. —No estoy seguro de que pueda sacar el tema en
una conversación normal sin decirle que hablo contigo.
Tenía sentido.
Mientras pintaba la habitación de Emily, Joseph se marchó a casa
a comer. Me encontraba en medio de armar la cuna cuando regresó, con
algo del pastel de carne de su madre. Lo recalenté en el microondas y
balanceé un plato de cartón en las piernas en tanto desempacaba su
contribución al departamento de Emily: un puf ridículamente enorme
que serviría de cama para Meatball. Era de color amarillo pipí y la cosa
más horrible que vi alguna vez.
Me llevó toda la noche y la mayor parte del día siguiente terminar
el lado de la habitación de Billy. No podía mirar la cuna sin sentir que me
palpitaba el pulgar que me golpeé con un martillo y que aplasté entre dos
pedazos de madera. De todo lo que escogió Carly, lo que más me gustó
fue el mural, a pesar de lo que costó ponerlo en la pared. Tenía unas
figuras ensombrecidas de una mujer empujando a su hija en un
columpio. De alguna manera, sabía que le encantaría a Emmy.
El móvil de la cuna era un poco exagerado. Todo fue idea de Carly,
pero aun así, se veía bonito, y me las arreglé para ponerlo sin romperlo.
Me preguntaba si Billy lo notaría. Y me pregunté de qué color serían sus
ojos ahora. ¿Tendría los míos o los de Emmy? Esperaba que tuviera los
de ella, pero también quería que tuviera los míos. Los libros de bebés
decían que el color de ojos de los niños podía cambiar en los primeros
meses.
Joseph se acercó a mis espaldas, sujetando los fragmentos de una
lámpara que intentó armar. Me aclaré la garganta y la arreglé.
Un momento después, me acerqué a las ventanas y eché un vistazo
hacia los edificios que bordeaban el paisaje urbano. Pronto, tendría que
dejar el nuevo hogar de Emmy y regresar a mi mundo.
—Se ve bien —comentó Joseph, acercándose. A un metro de las
ventanas, bajó la mirada hacia el tráfico como lo haría alguien al borde
de un acantilado—. Pero ya sabes que todos creerán que fui yo quien lo
hizo.
Afuera, el mundo seguía avanzando. Los edificios eran construidos.
Otros eran destruidos para luego ser reconstruidos. Había un sinfín de
ventanas, ojos que veían dentro y fuera. Me volteé y, con la espalda hacia
el vidrio, miré la habitación que pronto contendría mi mundo entero. Una
habitación que, al final de cuentas, era simplemente una habitación. Una
habitación que se encontraba a pasos de un mundo de monstruos y
sombras.
—Temo por ellas —le dije.
265
***

Mi avión acababa de despegar de Callister cuando recibí la llamada


de Spider.
—Estuvo aquí. La trasladaron hace unos cuantos días, pero estuvo
aquí. —Sonaba sin aliento, como si hubiera estado corriendo por todo el
edificio, la calle y la manzana, gritando el nombre de Carly. Y era probable
que fuera así.
Redirigimos el avión para que aterrizara a las afueras de East
Harlem. Le envié un mensaje a Manny en cuanto aterrizamos para que
sepa que me reuniría con ella más tarde. Mi teléfono vibró con sus
mensajes enojados y luego sonó. Dejé que la llamada fuera al buzón de
voz.
Me junté con el equipo de investigación dentro de un delicatesen
en la esquina de la calle East Ciento Dieciséis. Dormon hablaba con una
señora en el mesón, y los otros se encontraban por allí, recolectando
evidencia. Tiny ayudaba a uno de ellos a mover un archivero de la pared.
Pasé una unidad enorme de refrigeración de camino hacia la parte de
atrás. Una puerta se abrió en el callejón. Había un escúter de reparto
apoyado contra la pared de ladrillos, y basureros se alineaban en una
hilera.
La cabeza de Spider emergió del segundo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Estos tipos son demasiado lentos. Podríamos estarnos perdiendo
pistas importantes. A Pauly lo encontraron en un basurero. Tal vez estos
tipos tienen una inclinación por los basureros.
Su cabeza desapareció y una caja de plátanos podridos salió
volando por el borde y explotó en el suelo, haciendo que tres ratas del
tamaño de gatos de casa escaparan por la calle. Debería haberle dicho
que saliera de allí y dejara que los profesionales se hicieran cargo. Debí
haberle dicho que necesitaba hacerse un chequeo a la cabeza.
En su lugar, me metí en el tercer basurero y aterricé sobre algo
blando. El hedor era nauseabundo. Tiré del cuello de mi camiseta para
cubrirme la boca y nariz. —¿Qué buscamos?
—Te lo haré saber en el momento que lo encontremos —respondió
desde las profundidades del contenedor.
Moví una bolsa de basura con la punta de la zapatilla justo cuando
algo más salió volando del basurero de Spider. Suspiré, a sabiendas de
que no existía manera de hacer esto sin ensuciarme las manos.
—¿Quién es la señora con la que habla Dormon? —pregunté.
—Vive arriba. Dijo que el delicatesen cerró de repente hace unas
266
semanas.
—¿Vio algo?
—No, pero escuchó algo hace un par de noches, antes de que
llegáramos aquí. Dijo que llamó a la policía, pero que le dijeron que
probablemente eran ratas.
Rompí una bolsa de basura. —¡Dios santo!
—¿Gusanos?
—Sí —respondí con la voz ronca, tratando de no vomitar. Tiré la
bolsa por el borde—. Así que, ¿dónde tenían a Carly?
—En una jaula en el sótano —dijo Spider—. En una maldita jaula.
Como si fuera algún tipo de animal. —Salió del contenedor y se subió al
que se encontraba del otro lado.
—¿Por cuánto tiempo estuvo aquí? —pregunté.
—Probablemente desde el día que desapareció.
—Me pregunto qué provocó que la trasladaran tan de repente.
—Algo debió asustarlos.
Aparte de un par de trozos de cartón en la parte de abajo, llegué al
final del contenedor. —Ojalá supiera qué diablos estoy buscando —dije.
—Yo también —respondió.
Me agarré de un borde y me levanté. Desde ese punto de ventaja,
sentado al borde del basurero, vi algo: un trozo de color que sobresalía
por debajo de una de las cajas. Era un pedazo de tela del tamaño de mi
mano. Era pequeña y lucía manchada, pero era, sin dudarlo, un trozo de
uno de los chalecos floreados y horribles que Carly usaba todo el tiempo.
Mi silencio debió haber alarmado a Spider. Se salió del basurero y
se metió al mío. Le mostré lo que hallé, sabiendo que podría destrozarlo
y que no podía permitirlo: por su bien y el de Carly. Me metí la tela al
bolsillo.
—Ayúdame a sacar este cartón —dije. Tiramos, hombro a hombro,
hasta que el cartón se soltó. Debajo, encontramos más trozos del suéter
de Carly, cortado como si alguien lo hubiese atravesado con un par de
tijeras. Había puntitos rojizos en algunos: sangre seca.
Spider se agachó, a punto de recoger los pedazos.
—No —le dije, y lo levanté del codo—. Ahora son evidencia. Tal vez
la mejor evidencia que hemos tenido en un tiempo. Ve a buscar a
Dormon.

*** 267
Lo único que podía pensar mientras regresaba al avión era en el
suéter de Carly. Me sentía perturbado. Todos nos encontrábamos en la
misma posición. Por la sangre. Por la violencia que se usó para cortarlo.
¿Por qué destruirlo así? Si alguien hubiese querido deshacerse de la
evidencia, habría sido mejor quemarlo o enterrarlo en otro lugar. Pero se
sentía la ira, algo salvaje e impulsivo.
—Con la impulsividad se dan los errores —le dije a Spider, pero
había dejado de escuchar.
Sabía que Manny me esperaba en Florida. Víctor todavía no nos
llamaba, pero era cuestión de tiempo. Pese a eso, después de encontrar
los trozos de tela de Carly, en lugar de seguir el viaje a Florida, regresé a
Callister.
A casi una cuadra de distancia del nuevo apartamento de Emmy,
teníamos un par de apartamentos que manteníamos por seguridad.
Servían como habitación extra para eso, pero también como un par de
ojos más en el departamento. Agarré un par de binoculares y me senté al
borde de la ventana. Se veía un montón de reflejos desde las ventanas,
pero podía ver su silueta: sus piernas largas y su cuerpo, delgado, suave
y fuerte. Tenía a Billy en los brazos. Podía ver su piecito sobresaliendo.
Emmy la puso en la cuna y encendió el móvil. Tocó la pared y puso algo
sobre la cuna. ¿Les gustó el departamento? ¿Era lo que habrían querido?
Ojalá hubiese podido ver sus rostros. Sus expresiones sutiles habrían
respondido todo.
Otra figura, alta y cuadrada, se acercó a Emmy. Mi cuerpo se tensó
y retrocedí.
Emmy y Griff hablaron, y después se juntaron, cerrando el espacio
entre ellos. No debería haber regresado. Debería haber dejado las cosas
así. Haber dejado ese sueño improbable y ridículo de nuestro apartamento
como solo eso: un sueño.

268
25
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Pame .R.

Cuando por fin volví con Manny a Florida, noté por el fruncido de
sus labios (lo que provocaba que su rostro completo pareciera como el
trasero de un pollo) que se encontraba enfadada. Víctor no se había
registrado. Entre lidiar con el desastre que ella había dejado en Buffalo,
y prepararse para el encuentro con el cartel falso, dudaba que hubiera
tenido mucho tiempo para pensar en Manny y en mí. Sea cual sea la
razón del enfado de ella, no fue Víctor ni mi tardanza en volver antes que 269
él descubriera que lo habíamos desobedecido.
Yo también me sentía de un humor terrible, atrapado en algún
momento entre las piezas andrajosas de la ropa de Carly, y la figura de
Emmy en los brazos de Griff, por lo que cuando volvimos al aeropuerto,
tras los comentarios pasivo-agresivos de Manny sobre mi tardanza en
volver pasó factura, y entré en el conflicto y me desvié.
—¿Limpiaste tu desastre? ¿O dejaste otro en tu camino para que
yo lo arregle o que para Víctor se dé cuenta?
Durante un momento, se quedó mirándome fijamente. Sus ojos se
agrandaron. Alejó la mirada y luego volvió a observarme. —Todo está
bien. El cartel no había vuelto, y arreglamos todo. Como si nada hubiera
ocurrido.
He estado tan enfocado en la oportunidad de arreglar el hogar de
Emily, y en la primera gran oportunidad de conseguir información sobre
la desaparición de Carly, que en realidad nunca le pregunté a Manny
sobre ello. —¿Por qué atacaron tu casa? —Ahora que lo pensaba, parecía
una situación rara, y me centró. Algo me parecía inquietante, como un
espíritu maligno jalándome de la manga.
Resopló. —¿Por qué el cartel me disparó cuando nos encontramos
con Cabello en el campo? Por alguna razón, de todos, parecí haber tenido
el más grande blanco en mi espalda.
El silencio siguió entre nosotros mientras nos quedábamos en la
fila para tomar el vuelo comercial de vuelta a Seattle.
Esperé hasta que estuvimos en camino a seguridad y lejos de oídos
fisgones antes de persuadir. —¿Acaso el cartel pensó que estabas en casa
en Arizona? ¿Por eso intentaron adueñarse de tu propiedad?
Sus labios se fruncieron completamente. —Debe ser.
—¿Qué les hizo creer que te encontrabas en casa?
—¿Cómo demonios debo saber? Tal vez uno de los guardias llevó
una prostituta a casa, y el cartel creyó que se parecía a mí. —Se alejó
rápidamente enfuscada y estuvo a unas personas antes de mí en la fila
para la seguridad cuando la alcancé.
Cuando fue mi turno, y vacié mis bolsillos, encontré la pieza del
suéter de Carly que había guardado allí cuando Spider y yo nos unimos
para sacar el cartón del fondo del contenedor. Volví a guardarlo en mi
bolsillo rápidamente, esperando que pudiera dárselo a Dormon antes que
estuviera más contaminado. Había olvidado eso en la ráfaga de conseguir
toda la evidencia. Mientras pasaba las puertas, mi mano aleteó sobre mi
bolsillo. Solo es una pieza de tela, evidencia, y nada más, me recordé.
Pero era más que eso. Se trataba de lo que quedó del suéter favorito
de Carly, del que tanto nos burlábamos con Spider. Desearía saber por
qué era su favorito. Desearía haber preguntado.
270
Manny se hallaba sentada sola en un rincón, no tan lejos de la
puerta de embarque, con su espalda recta y manos descansando en sus
muslos, mirando fijamente un rival invisible. En cierto modo, también se
encontraba conectada con aquella pieza de ropa. Es probable que la haya
visto a Carly usarlo un millón de veces, al igual que el resto de nosotros.
También tuvo que verlo.
Las palabras de Víctor activaron una alarma en mi cerebro:
Imagina qué haría una mujer como ella al saber que hubo otra mujer que
tuvo a tu única hija.
Manny también vio el suéter muchas veces, y más recientemente,
pero no en Carly. Lo había visto puesto en Emmy, cuando salimos del
bosque con ella. Emmy lo usó la última vez que estuvimos juntos, aquel
día que iba a proponerle matrimonio. Había estado usando el suéter, pero
con la capucha puesta. Ocultada por los árboles, entró y salió de vista lo
suficiente como para que Manny vea el brillante y reconocible suéter. En
tanto ella había estado recolectando la evidencia de mi reciente cita en el
bosque, una brizna de césped, también había estado pensando en el
modo de destruir a Carly y alejarla de mi vida. Una decisión precipitada
se estuvo formando, y un crimen pasional y oportuno había ocurrido.
Decidió matarla porque, viéndolo en su perspectiva, Carly fue con quien
estuve divirtiéndome en el bosque.
También se encontraba en el segundo piso, esperando desnuda en
la suite del hotel, cuando Spider y yo aceptamos la llamada de Dormon.
Fue posible que nos haya escuchado hablar sobre enfocar la búsqueda
en East Harlem. Simplemente no es que fuera posible; solo que así era.
Nosotros fuimos los que la alertamos. Manny se apresuró a sacar a Carly
del sótano y llevarla a su casa en Arizona. El cartel probablemente había
estado acampando un rato, esperando que Manny apareciera. Tal vez
creyeron que la castaña Carly era la castaña Manny.
Hace solo unos días, Carly seguía viva. Cielos, había sido disparada
por el cartel. ¿Acaso seguía viva?
Debía asumir que sí, pues la alternativa era inmedible. ¿Por qué
Manny sintió la necesidad de volver si Carly se hallaba muerta?
Aquello cultivaba otra gran pregunta: ¿por qué había seguido con
vida? ¿Por qué Manny no llevó a cabo su venganza, matado a su supuesta
enemiga, y terminó con eso? ¿Por qué seguir por inercia y arriesgarse a
esconderla, llevarla de un lado a otro y mantenerla viva?
Porque Manny era feroz y letal, pero no era estúpida. Al apoderarse
de Carly, se apoderó de un tercio del cerebro de mi operación, y de seguro
notó que podría usarla para manipular a Spider y a mí, los otros dos
tercios… una doble ganancia para ella.
Mi corazón palpitaba con fuerza. Sabía que tenía razón. Pero ¿qué
271
debería hacer? Si le contaba a Spider, atacaría a Manny y la ahorcaría,
al igual que con Víctor. Si le decía a Dormon, Spider eventualmente se
daría cuenta y estaría enfadadísimo por no haberle contado antes. ¿Y si
estuviera en su posición? ¿Y si hubiesen tomado a Emmy? Si Manny no
habría sido impulsiva y saltado a conclusiones, habrían raptado a Emmy.
¿Cómo podría contarle a Dormon o a cualquier otra persona lo que sabía
y no decirle a mi mejor amigo, quien se desvanecía con cada día que Carly
no aparecía?
Me agaché detrás de un pilar, y le envié un mensaje a Spider:
Manny tiene a Carly. No me preguntes cómo lo sé. La movió de
Harlem a una casa en Arizona, pero no sé dónde está ahora. Dile a
Dormon que busque una casa disparada por el cartel. Habrá seguridad
y cámaras por todas partes. Si cometes una estupidez, harás qua la
maten, y a ti también. No seas estúpido.
Por favor, no seas estúpido, me repetí tras presionar “Enviar”.
Eché un vistazo. Manny todavía no se había movido, pese a que se
encontraba inmersa en un concurso de miradas con la pared del frente.
Se hallaba agitada. La puse nerviosa con mis preguntas, y una nerviosa
Manny tomaba decisiones precipitadas. Era una de sus debilidades. Las
demás era ser una completa psicópata, lo que también era su fortaleza.
Caminé por el aeropuerto, entrando a una tienda de regalos. Las
alarmas de incendio sonaban en mi cabeza. Necesitaba tiempo para
pensar. Necesitaba apagar las alarmas así podía concentrarme.
Necesitaba que Manny volviera al estado que se encontraba antes
de comenzar a interrogarla. Me coloqué en los zapatos de Spider, porque
es lo que ella esperaba. ¿Y si no me hubiera dado cuenta? ¿Y si hubiese
sido Spider y no supiera que Manny se había llevado al amor de mi vida?
Volví en el tiempo y pensé en el cuadro que Manny intentó pintar. La
carta de Carly me había llegado a mí en lugar de a Spider, insistiéndome
que la dejara ir. Manny intentaba hacerme perder el rastro y lograr que
soltara a Carly, para hacernos terminar. La mantenía con vida así podría
usarla en mi contra. Pero no la había usado. Todavía no.
¿Por qué?, me pregunté en tanto me quedaba de pie junto a un
exhibidor de revistas. El rostro de Emmy me devolvió la mirada.
Porque Manny todavía intentaba recuperar el aliento. Con las
excelentes cualidades de investigación de Dormon, no le habíamos dado
una oportunidad de recuperar el aliento. Habíamos estado pegados a ella
todo el tiempo.
Necesitaba tiempo para armar un plan. Debía no solo darle ese
tiempo, también necesitaba darle el plan. Mientras ella se encontraba
ocupada ideando mi plan, estaríamos ocupados intentando encontrar a
Carly, y si no lo lográbamos, entonces al minuto que Manny intentase
usarla en mi contra, inevitablemente dejaría pistas del lugar donde la 272
tenía.
Mientras tanto, debía mantener la fachada al mismo tiempo que
solicitaba cualquier información y hacerlo sin elevar las sospechas de
Manny.
Eventualmente llegué a su lado, colapsando en la silla junto a ella,
provocando que se sobresalte. Saqué una botella de refresco de la bolsa
de la tienda de regalos, se la tendí. —Soy un idiota —dije. Saqué una pila
pequeña de revistas de chismes y las dejé en su regazo. Me examinó el
rostro cuando agregué—: He tenido unos días difíciles, pero tú también.
Lamento haber sido un imbécil.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo. No necesitaba revisarlo para saber
que era Spider. Giré la cabeza para mirarla.
Su expresión seguía siendo severa. —¿Has sabido algo de Carly?
Sacudí la cabeza y le repetí lo que Dormon me había dicho en el
teléfono cuando estábamos en la suite de luna de miel, como si estuviera
contándole a Manny algo nuevo, como si no hubiese escuchado ninguna
palabra. Mi dialogo fue confuso y emotivo, al igual que el de Spider. Con
mis codos en mis rodillas y las manos en el pelo, terminé. —Nada tiene
sentido para mí —dije.
Estuvo en silencio un rato. —Si fueras un hombre de apuestas,
¿quién dirías que la raptó, si es que la raptaron? —respondió al final.
—Todas las señales parecen apuntar al cartel —dije—. Eso si es
que siquiera la raptaron.
Una leve esquina de su boca se alzó. De forma milagrosa, le habían
dado un sospechoso alterno.
Nuestro embarque fue llamado. La gente comenzó a levantarse y
tomar sus cosas.
—Estás vibrando —dijo Manny. Sus ojos cayeron a mi bolsillo,
donde el teléfono seguía vibrando.
Me paré, saqué lo último de la bolsa de la tienda, y se lo pasé. Me
estiré mientras lo desenvolvía. Era una camiseta para niños con una
naranja encima.
Alzó la vista.
—Esa es tu talla, ¿verdad? —dije con una gran sonrisa en mi rostro.
Soltó una carcajada y la sostuvo sobre su pecho. —Sí. Perfecto.
Tomé su mano y la ayudé a levantarse. —Vamos. Vayamos a
emborracharnos en el avión —propuse.

***
273
Una vez el avión se encontró en el aire, una vez que confirmé que
Manny se hallaba calmada y se sentía segura, inmediatamente me puse
a trabajar e incité que me diera información de la locación de Carly. Por
el constantemente menosprecio hacia Manny, Víctor ya había hecho el
trabajo pesado por mí. El ego de Manny y la autoconfianza se hallaban
dañados. Estaba lastimada. Aquella fue la debilidad que ataqué. Pese a
la ira que invadía mi cuerpo, pese a querer retorcerle el brazo hasta que
se le rompiera, mantuve la conversación casual y me centré en el trabajo,
porque eso era lo que esperaba.
No pudimos llevar a ninguna de las tribus estadounidenses nativas
a la coalición. Era una hazaña imposible. Pero Manny no se encontraba
al tanto, y Arizona parecía tener la más grande tribu en los Estados
Unidos.
Tras un par de copas de champán y un poco más en el camino, le
saqué la idea a Manny, y escuchó, asintiendo entre sorbos. —No solo te
ganaría los votos de Shield por liderazgo, además podrías ganas todos los
votos de la organización para usurpar a Shield —dije—. Podría incluso
ayudarte. ¿Repíteme donde está tu domicilio?
—¿Es importante? —preguntó, como si realmente fuera importante
relacionado con el tema de conversación.
—Necesito saber si estás cerca de cualquier tierra de tribus. O peor,
si estás realmente en una de ellas. Invadiendo. Impidiendo los derechos
indígenas. No sería muy bien visto.
—No sé. Es cerca del desierto de Chihuahua. ¿Está cerca de algo?
—Se detuvo. Su copa quedó en el aire.
Fruncí el ceño como si en realidad estuviera pensándolo. Luego
negué. —Creo que no tendrás problemas. —Decidí que eso fue suficiente
por ahora. No podría arriesgarme a que notase lo que hacía—. Conozco a
alguien de la reserva cercana. Puedo conseguirte una reunión —dije, sin
saber si el tipo seguía vivo. Habían pasado años desde la última vez que
hablé con él.
—¿Cuándo? —Se inclinó tanto que podría fácilmente estar sentada
en mi regazo.
—Pronto —respondí—. Muy pronto.
Luego de que Manny bebiera su tercer trago, tuvo que usar el baño.
Usé la oportunidad para enviarle un mensaje a Spider con la información
que había podido reunir hasta ahora. No tenía señal, pero lo envié de
todos modos, así el mensaje le llegaría tan pronto recuperara la señal.
Para cuando volvió Manny, había guardado el celular y ordenado más
tragos.
274
***

Recibimos la esperada llamada de Víctor en medio de las pláticas


con Seetoo, el líder de la coalición canadiense. El momento no pudo ser
mejor. Me cansé de estar escuchándolo quejarse de los miembros por no
seguir su dirección. Al parecer, utilizar violencia irracional y amenazas
contra el equipo de uno no inspiraba liderazgo.
Era muy bueno volver a estar en un avión privado y no tener que
sentarme directamente junto a Manny. Podía sentarse sola, leyendo
chismes de celebridades en su tablet, y yo podría estar solo, mandándole
mensajes a Spider sin que ella se diera cuenta. Dormon y el equipo de
investigación trabajaban para identificar posibles propiedades donde
Carly podría haber estado. Había una propiedad que les llamó la atención
que se encontraba cerca del desierto de Chihuahua.
Una vez que el avión despegó, me serví un trago y tomé una pastilla.
—No sé por qué desperdicias tanto tiempo leyendo esa mierda —dije al
pasar a Manny. Luego me lancé al asiento más cercano, y mi trago se
derramó sobre el borde, salpicando en mi mano.
—Es investigar. ¿Ves? —Giró su tablet hacia mí, mostrándome una
fotografía de Emmy y Griff con Billy en sus brazos y Meatball a sus pies.
Se hallaban en otra reserva de la que nunca había escuchado—. Emily
Sheppard es la hijastra de Shield. ¿No crees que podríamos utilizar esto
como nuestra oportunidad para tener más cerca a Shield? Primero, se
presenta como gobernador y está comprometido con esa perra adinerada
y altanera. Entonces está la hijastra que está en toda la prensa y teniendo
sexo extramarital con un luchador sexy. Y tienen una hija secreta. No
puedes inventar estas cosas.
Algo creció en mi interior y me envolvió, apoderándose. Empujaba
bajo mi piel, atrapada. Bloqueaba mis vías respiratorias hasta que ya no
pude respirar. Billy tenía mejillas rellenas y tenía su cabeza girada hacia
las cámaras como si estuviera mirándome.
—Imagina lo que conseguiríamos que hiciera Shield si esa bebé
desapareciera. No necesitaría trabajar para conseguir el liderazgo. Sería
mío sin más.
Aquello en mi interior se pronunció, y me imaginé estrellando la
cabeza de Manny repetidamente en la portilla hasta que se rompiera, y
saliera volando del avión y cayera en el motor, fertilizando el terreno abajo
con sus entrañas y sangre.
Me paré y me fui al fondo del avión. Abrí la puerta del baño, la cerré
con gentileza detrás, y levanté la tapa del inodoro. Luego respiré profundo
y vomité todo.

***
275
Continuando con su necesidad de asegurar que todo el mundo
supiera que él era el rey, Víctor le había ordenado la coalición a reunirse
en persona nuevamente. Dejando de lado mis preferencias contrarias, era
algo peligroso; cada vez que nos reuníamos, siempre existía el riesgo que
siguieran a cualquiera y expusieran a todos.
En general, los miembros de la coalición eran personas de las que
no se habría esperado que fueran los principales de ninguna facción
organizada. Podrían haber sido los vecinos de al lado. Pero el riesgo
siempre estaba ahí. Sin embargo, Víctor no temía esa posibilidad. Deduje
que debía tener un hombre de dentro, alguien cercano a las unidades del
crimen organizado.
Nos reunimos en una granja comercial de cereales abandonada en
algún lugar de las afueras de Albany.
Manny y yo fuimos los primeros en llegar después de Víctor y sus
guardias. Nos obligó a llegar antes. Me ordenaron que me quedara fuera
mientras Manny entraba en uno de los graneros para hablar con Víctor
en privado. Esperaba que estuviera soltando algún secreto que hubiera
descubierto sobre mí, que probablemente no fuera mucho. Sin embargo,
con Manny, nunca sabía realmente lo que pasaba.
Mi teléfono sonó en ese momento. Era Joseph. Me acerqué al borde
del campo, mantuve la cabeza agachada y me acerqué el teléfono a la
boca para que, si alguien escuchaba o leía mis labios, no se enterara de
mucho, pero le advertí a Joseph que no podía hablar mucho.
Me informó que requerían de otro cargamento de drogas. Emmy
incrementaba su distribución. Ya tenían órdenes de más… mucho más.
¿Cómo era posible? ¿Cómo Emmy tenía tiempo para eso cuando, según
las noticias, pasaba sus días yendo de una residencia a otra?
No podía investigar sin arriesgarme a ser escuchado.
La puerta del granero se abrió. —Debo irme —dije.
—Entonces, ¿puedo llamar para pedir la orden? Ya nos atrasamos
con las ordenes —contestó Joseph.
Aurelie es la mejor opción. Yo soy la mejor opción, me recordé. Me
estremecí al pensar donde Emmy conseguiría los suministros si no fuera
a través de mí. —Sí, pero hablamos más tarde —dije antes de colgar.
La gente comenzaba a llegar; los autos entraban en los graneros
vacíos.
Manny se acercó a mí con la cabeza gacha. Claramente, la reunión
con Víctor no fue muy bien. Supuse que no tuvo nada que reportarle que
ya no supiera. —Necesito que programes esa reunión con tu contacto en
Arizona —dijo. 276
Uno de los guardias nos silbó, indicando que Víctor nos esperaba
para comenzar la reunión.
—Claro —contesté—. Podríamos ver cuando…
—No. Ahora mismo —replicó.
Otro silbido sonó. Víctor estaba apurado.
La dinámica en la junta había cambiado. Aquello fue evidente en
cuanto Manny y yo entramos. Víctor se hallaba sentado en la cabecera,
por supuesto. Manny se sentó en algún lugar del medio, no junto a él.
Me ordenaron sentarme al otro extremo de la mesa.
Viper estaba notablemente ausente, el único aliado de Manny, líder
de las pandillas callejeras, el opositor vocal de Shield, y nuevo amigo de
Joseph. Lo cual era desafortunado. Reunir a todas las pandillas callejeras
a la coalición y por fin trabajar bajo un mando me había requerido mucho
trabajo. Pero ya no era mi mesa. Entonces se me ocurrió algo: si Viper
abandonó la coalición, entonces él escapó y era buscado, o ya se hallaba
muerto. Ya había pensado que la gente empezaría a irse; lo que no planeé
es que fuera el único que estaba conectado a Emily, de algún modo.
En tanto Víctor continuaba su charla, pensé en Emily, y en Joseph.
Incrementaban sus suministros. Tenían más distribuidores. ¿Cómo pudo
haber ocurrido tan rápido?
La conversación en la mesa se volcó al cartel mexicano. Al parecer,
la reunión con el hombre que creyeron el líder del cartel había ido tan
bien, que consideraban despedir a Julien como el principal distribuidor,
y dar la bienvenida al grupo criminal a la coalición.
Sabía que Mariella era la líder del nuevo cartel, pero ¿acaso no
había enviado a Juan como representante? No lo creía, pero no podía
estar seguro.
—México, como miembro que paga por igual en esta mesa… ¿no
sería eso acaso una hazaña? —Víctor le sonrió a Jhonny—. Imagina las
líneas de distribución que se abrirían.
Luego me di cuenta de pronto: eso hacía Emmy. Abría sus líneas
de distribución al hacer lo que nadie más (incluyéndome) había sido
nunca capaz de hacer: estaba uniendo a las tribus indígenas, dándole
apertura al canal más grande de distribución que alguna vez habíamos
visto dentro de nuestros propios límites.
Y acababa de enviar a Manny a espiarla, queriendo lo que Emmy
acababa de hacer.
Como si pudiera oír mis pensamientos, Manny me echó un vistazo.
El estrellato de Jhonny la estaba alejando, y como un roedor acorralado,
Manny atacaría a cualquiera que se metiera en su camino. El problema
era que Carly y ahora Emmy estaban en su campo visual. Tenía que parar
277
a Jhonny antes que Manny se lanzara sobre los inocentes.

***

Una vez la reunión terminó y todos se fueron, Manny me acorraló


y puso su teléfono en mi rostro, insistiendo que pactara la reunión con el
mayor de las tribus. Mi corazón palpitaba, y me picaban los antebrazos.
Necesitaba un reabastecimiento de pastillas.
—Antes de que hagas eso, tienes que averiguar qué está ocurriendo
con Julien —le dije—. Jhonny está a punto de quitarte del portafolio
mexicano.
—Ya escuchaste a Víctor. Julien no está. Ya no me es de utilidad.
—Si el cartel llega a la organización, la coalición ya no te necesitará
como intermediaria. Necesitas hacerte indispensable.
—Puedo hacerlo al unir a las tribus y juntarlas como un miembro
de la coalición.
Me golpeé mentalmente por siquiera plantar esa idea en su cabeza.
—Eso llevará mucho tiempo, y tiempo es algo que no tienes. Ahora, debes
concentrarte en mantenerte viva y como parte de la organización. Estás
nadando contra la corriente. Debes saber nadar antes de siquiera buscar
ponerte en la cima. —Tragué saliva—. Agenda una reunión con Julien.
—No puedo —dijo—. Su esposa está visitándolo. Me detesta.
La examiné: tenía la tez pálida, y el pelo y la ropa desarreglados.
Una de sus pestañas postizas se había despegado de la esquina del ojo.
Ya no era la misma persona que antes. Nunca había visto esta versión de
Manny. Me aterrorizó. —Puedo distraerla —le dije. Notando su renuencia
continua, agregué—: Cuanto más esperes, más rápido va a disminuir tu
ventaja, diablos, tu lugar en la organización.
Empuñé las manos, preparándome para noquearla, pero entonces
asintió, haciendo innecesarios mis puños.
Decidimos que sería el responsable en contactar a Julien, y Manny
iría conmigo para hablar con el hombre. No creía que Mariella se volviera
demasiado loca como para dispararle ahí mismo a Manny y arriesgar su
identidad falsa. Pero tampoco quería darle la oportunidad de elaborar un
plan.

278
26
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Oí su voz antes de verla. Me llamaba, tirando de mí, tirando de mi


piel, como siempre hacía.
Durante un rato, todo era blanco y el aire olía a jabón, a champú y
a piel. Su piel fue lo siguiente que vi. Al principio, era un brazo lleno de
pecas, con las dos pecas más grandes de la muñeca en su sitio. Luego vi
su hombro, su cuello y su pelo contra la almohada blanca. Me di cuenta
de que nos encontrábamos bajo una sábana en cuanto apareció su cara.
279
Estaba tumbada de espaldas. Sus ojos eran verdes como esmeraldas
contra un lienzo de ropa de cama blanca. Sus labios estaban ligeramente
separados, expectantes. Le dije algo, una broma estúpida, un chiste de
papá. Ella se rio. Lo dije sabiendo que la haría reír, y se rio tan fuerte que
todo su cuerpo tembló. Mi corazón se llenó de su luz.
Se puso de lado y apoyó la cabeza en mi almohada. La tiré por las
caderas hasta que sus pechos se encontraron con mi pecho y nuestras
narices se tocaron. Llevé mi mano a uno de sus pechos, dejando que su
pezón se deslizara entre mis dedos. Se oyó un ruido crepitante. Mis labios
tocaron los de Emmy, pero algo me arrancaba por detrás. Sin que mis
labios abandonaran los suyos, eché un brazo hacia atrás, intentando
ahuyentarlo, pero no había nada sólido, nada contra lo que luchar. El
negro nos rodeó centímetro a centímetro hasta que su rostro fue lo único
que pude ver. Entonces todo fue negro.
Oí ruiditos y luego ese sonido crepitante de nuevo, seguido de pasos
cercanos, voces que conversaban a distancia, un sonido de succión y un
largo suspiro.
Mis ojos se abrieron de golpe. Me había quedado dormido. ¿Cómo
pude haberme quedado dormido? Manny se encontraba sentada a mi
lado, comiendo de una bolsa de patatas fritas. Me froté la cabeza mientras
Emmy se refugiaba en mi subconsciente, y la realidad volvió a mí.
Estábamos en otro aeropuerto. Habíamos esperado a que pasara
una tormenta para tomar un vuelo. Íbamos a ver a Julien. Lo último que
recordaba era que había apoyado un momento mi dolorida cabeza contra
la pared de detrás de mi silla mientras Manny iba a la concesión a buscar
algo de comer. Oí el sonido de la lluvia contra la ventana. ¿Cuánto tiempo
había estado dormido? A juzgar por el envoltorio arrugado de la mega-
barra de caramelo en el regazo de Manny y la botella de Coca-Cola casi
vacía a su lado, lo estuve un rato. Tomé otra pastilla con el último trago
de la gaseosa de Manny. No podía arriesgarme a quedarme dormido de
nuevo, y menos cerca de ella.
Se terminó la bolsa de patatas fritas y se lamió la sal de los dedos.
Noté que se había mordido las puntas de las uñas hasta hacerse sangre.
Se estaba desquiciando. Tenía que hablar con Spider para ver si habían
localizado la casa en Arizona. Fui al lavabo y le envié un mensaje a Spider
en cuanto estuve dentro de uno de los puestos: ¿Ha habido suerte?
No, respondió. Ninguno de los lugares que exploramos parece
probable. Una aguja en un pajar. Necesitamos más información.
¿Cuántas costillas rotas harían falta para sacárselo a Manny?
Alguien entró en el lavabo y se instaló en el puesto de al lado.
Estoy trabajando en conseguirte más, le escribí. Me enjuagué y
guardé el teléfono. 280
—¿Qué es Emmy? —me preguntó Manny cuando volví.
Se me cortó la respiración. Me acomodé en mi asiento. —¿Qué?
—Murmurabas algo sobre Emmy en sueños.
—No tengo ni idea —repliqué—. Estaba teniendo unos sueños muy
complicados. Tenemos que salir de los malditos aeropuertos.
Antes de ir a nuestro avión, recogió su pequeña pila de revistas,
algunas de las cuales tenían la cara de Emmy. Mientras tomábamos
asiento en otro puto avión, me tomé otra pastilla para asegurarme de no
volver a quedarme dormido.
¿Y si Manny había estado jugando conmigo? ¿Y si supo lo de Emmy
todo este tiempo? Durante todo el vuelo, esas preguntas reverberaron en
mi cabeza hasta que se cristalizaron y se convirtieron en algo real. La
falta de sueño podía hacer a alguien más agudo o totalmente paranoico.
La falta de sueño extrema hacía difícil distinguir la diferencia. Si a eso se
le añaden algunos estimulantes, era una receta para cometer errores.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Manny.
Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que la miraba
fijamente. Tenía que recuperar a Carly enseguida para poder deshacerme
de Manny cuanto antes. —He estado pensando. Uno de nosotros tendrá
que distraer a la mujer de Julien el tiempo suficiente para averiguar qué
ha pasado. —Me detuve allí y dejé que llegara a mi conclusión.
—Ella no irá a ninguna parte conmigo —dijo.
Fingí que pensaba en eso. —Si puedo conseguirte algo de tiempo
libre con Julien, ¿crees que puedes conseguir un poco de información?
Frunció el ceño. —No soy idiota. Olvidas que he llegado hasta aquí
por mi cuenta. Todo el mundo parece haberlo olvidado. Dame el tiempo
con Julien y haré lo que haya que hacer.
Me pregunté si se había mirado en un espejo últimamente. ¿Habría
notado las medias lunas oscuras bajo sus ojos, el aspecto pálido de su
piel o los granos que le salían en la barbilla? —Me alegra saber que no te
rindes.
Abrió una revista y ocultó su rostro tras ella. —Subestimarme será
su mayor error —dijo.
La creí y pasé el resto del vuelo con la cara de Emmy mirándome
desde la brillante página de la revista de Manny.

***

Cuando Víctor había mencionado que encontró un pequeño castillo


para Julien en San Juan, supuse que se refería a Puerto Rico, no a una 281
cadena de islas en el noroeste del Pacífico. Cuando vi a Julien en la puerta
abierta, con múltiples capas de suéteres y una expresión miserable en el
rostro, me di cuenta de que había supuesto lo mismo.
Al entrar por la puerta, me sacudí la sensación de temor junto con
la llovizna de mi chaqueta y se la entregué a un hombre que me esperaba.
Tardé un momento en situarlo como alguien que había visto antes en el
equipo de seguridad de Víctor. Manny lucía pálida por el mareo del viaje
y preguntó por el lavabo. De algún lugar de la casa surgió una carcajada
de mujer.
Julien sacó un pañuelo y se sonó la nariz en carne viva.
—El infierno se ha congelado y se ha transformado en este lugar —
dijo. El lugar era, al menos para mí, caluroso como el infierno, con un
fuego a la altura de los muslos que rugía en una chimenea de piedra lo
suficientemente grande como para que cupieran unos cuantos cuerpos.
Volvió a sonar una risa de mujer, esta vez más cercana, y Mariella
apareció con un invitado: Johnny.
Esto confirmó mi sospecha de que vigilaban las llamadas de Julien.
Víctor envió a Johnny.

***
Esa noche, después de la cena, vi que Mariella se levantaba de la
mesa y se dirigía a un pasillo que salía de la cocina. Decidí seguirla y me
arrastró a un lavadero.
—Has ocultado a propósito que ibas a traer a Manuela contigo —
dijo.
Eché un vistazo a la habitación. Nos quedamos al lado de cuatro
máquinas, que se encontraban todas en marcha.
—Esta es la única habitación que no ha sido intervenida. Solo los
hombres son tan estúpidos como para pensar que en la lavandería nunca
pasa nada interesante —aclaró.
—Entiendes que no puedo permitirte matar a un miembro de la
coalición sin permiso de la organización —dije.
—Sus reglas, no las mías. Si la quisiera muerta, estaría muerta. No
tengo intención de matarla todavía.
—Y, sin embargo, cuando pensaste que Manny iba a su casa en
Arizona, intentaste eliminarla.
Se quedó quieta, sin apartar los ojos de mi cara.
—La persona a la que ibas a disparar no era Manny. Era mi amiga.
—¿Tu amiga? 282
—Era Carly. La conociste en tu casa.
—Carly —repitió al fruncir el ceño—. ¿La pequeña de pelo castaño
que ayudaba a mi hijo mayor con los deberes de matemáticas? —Eso
sonaba como algo que haría Carly—. ¿Están trabajando juntas ahora?
Tengo la sensación de que ella y Manuela no se caen especialmente bien.
—Carly no está allí por su propia voluntad —expliqué—. Hemos
tratado de recuperarla, pero no hemos podido encontrar el lugar. ¿Puedes
decirme dónde está?
Lo consideró por un momento. —No puedo —dijo—. Lo siento por
tu amiga. Parecía una chica dulce, pero no puedo ayudarte. —Encendió
un cigarrillo y se apoyó en una de las máquinas. Me dijo que uno de sus
envíos fue interceptado por Juan, el hombre al que Johnny y Shield
señalaban como el aparente líder del cartel. El envío había sido rastreado
por última vez hasta una casa en Arizona antes de que la seguridad de
Mariella perdiera la señal del rastreador. Habían estado vigilando dicho
lugar, cuando Manuela fue vista llegando con un ejército de guardias. En
ese momento, asumieron que era porque trasladaban el cargamento, por
lo que habían intentado acabar con todos ellos.
Así que Manny estuvo trabajando con Juan, hasta que la traicionó
para trabajar con Johnny. ¿Qué planeaba hacer con el cargamento?
—Mariella, no quiero tener nada que ver con tu producto. Solo
necesito recuperar a mi amiga antes de que sea demasiado tarde.
Dio una larga calada a su cigarrillo.
—Por favor —insistí—. Si puedo sacar a Carly, también puedo
ayudarte a conseguir tu barco... —Le arrebaté el cigarrillo, lo tiré al suelo
y lo pisé mientras agarraba a Mariella por las caderas y la empujaba
contra la lavadora.
La puerta se abrió. A través del reflejo de la lavadora, pude ver que
era uno de los hombres de Víctor, pero Mariella y yo fingimos estar
demasiado absortos el uno con el otro como para notarlo. Cerró la puerta
y se fue. Con sus labios aún en mi oído, susurró la dirección de Arizona.
La solté de nuevo en el suelo y le envié la dirección a Spider. No
podíamos perder un momento. —Gracias —le dije en tanto guardaba el
teléfono.
—No te servirá de mucho. Uno de mis hombres pudo colarse dentro
antes de que llegara la siguiente caballería de Manny. El lugar se hallaba
vacío. Deben haber trasladado ya la droga antes de que llegáramos.
Ante esta noticia, tuve que recordarme a mí mismo que debía ir
paso a paso. —¿Se escapó alguno de los hombres de Manny durante el
encuentro? 283
—Solo unos pocos.
—¿Es posible...?
Puso una mano en mi hombro. —Mi explorador no informó haber
visto los cuerpos de ninguna mujer. Si ella estaba allí, es posible que
haya escapado con uno de ellos.
Ya depositaba mucha confianza en Mariella, y estaba a punto de
mostrar mi mano aún más. Había mostrado su disposición a ayudarme,
y necesitaba mantenerla como aliada. —¿Estás trabajando con Johnny?
—le pregunté.
Levantó las cejas. —¿Por qué preguntas algo así?
—Hace un rato te estabas poniendo muy cariñosa con él.
—Te olvidas de que soy una ex reina de la belleza, convertida en
una rica y solitaria ama de casa con un idiota como marido. Se espera de
mí que coquetee —dijo—. No, no estoy trabajando con él. Pero tengo
curiosidad por saber por qué crees que lo haría.
—Creo que tus problemas pueden ser más grandes que perder un
envío. —Miré mi reloj; ya habíamos estado allí demasiado tiempo. Me
apresuré a repasar mi teoría de que Juan traicionó a Manny y trabajaba
con Johnny y que éste usaba a Juan no solo para hacerse con la herencia
mexicana sino también para hacerse con México.
—Eso explica por qué Manuela parece tan infeliz como mi marido.
Esto casi me hace más feliz que verlos muertos en una zanja. En cuanto
a que Juan y Johnny se apoderen de México, eso no sucederá. Te lo puedo
asegurar.
—No subestimes a Johnny —advertí a medida que me acercaba a
la puerta.
Me despeinó para que pareciera que habíamos estado tonteando.
—Me encargaré de ello.
—Si, mientras te ocupas de las cosas, encuentras a Carly —
susurré, y se me cortó la voz.
—Si la encuentro, te la devolveré. No olvido a mis aliados.

***

Cuando los dos regresamos a la mesa, supe que era cuestión de


tiempo que me echaran de la casa. Cuando tomé asiento junto a Manny,
sus ojos se desviaron hacia mi pelo alborotado, mientras el guardia que
había irrumpido antes en el lavadero se agachaba entre Julien y Johnny
y susurraba algo. Los tres pares de ojos se dirigieron hacia mí. Mariella
se desabrochó la blusa en la lavandería y luego se la volvió a abrochar
284
con el tirante del sujetador a la vista, dando todo el efecto a la mesa.
—Puede que me haya pasado un poco al intentar mantener a la
señora distraída para que pudieras hablar con Julien —le dije a Manny
mientras me apartaba de la mesa.
Manny me miró, con los ojos muy abiertos. —Johnny ha estado
encima de Julien. No he tenido la oportunidad...
Johnny se puso de pie. —Tu coche te está esperando. —Se había
encariñado pronto con Mariella y la había establecido como su propiedad,
a pesar de ser la esposa de Julien. Él no sabía, y Julien tampoco, que
Mariella no pertenecía a nadie más que a sí misma.
Me bebí el resto de la bebida. —Me alegro de verte, Julien.
Mientras Manny y yo salíamos, Julien trató de convencerme de que
me quedara y trató de convencer a Johnny de que me dejara quedarme
para no tener que estar solo en aquel infierno helado, un infierno de su
propia cosecha. Pero yo ya estaba saliendo y Manny intentaba seguirme
el paso.
Mariella se fue con nosotros, probablemente disfrutando de dejar
plantado a su marido. Mientras Mariella, Manny y yo nos alejábamos,
Julien se quedó congelado en el camino de entrada, recordando, con
suerte, la vez que le advertí que no debía unir fuerzas con Víctor.
***

Durante todo el camino de vuelta a Washington, tanto si íbamos en


coche como en barco o en avión, Mariella hizo que el viaje fuera lo más
desagradable posible para Manny. Mientras Manny lidiaba con un nuevo
mareo, también pudo ver cómo Mariella me frotaba la pierna, se apretaba
contra mí e intentaba meterme la lengua en la garganta.
Para cuando aterrizamos en el lago Washington, Manny sudaba
gotas verdes. —Necesito esa reunión —repitió en cuanto nos quedamos
solos. Le temblaban las manos.
Llovía. Nos encontrábamos bajo un saliente, esperando a que nos
llevaran de vuelta al aeropuerto de Sea-Tac. —Haz la llamada. Quiero esa
reunión ahora mismo.
Pensé en Emmy y Carly, y un escalofrío me recorrió la espalda.
—Necesito hablar con Spider. Carly era la que tenía contacto con
ellos, pero tal vez Spider pueda contactarlos —dije, marcando mi teléfono.
Se nos acababa el tiempo; lo sentía en mis huesos. Ganaba más tiempo
haciendo ver que necesitaba a Spider para obtener la información. Luego
diría que solo Carly tenía la información. Ese hecho obligaría a Manny a
ponerme en contacto con ella. Si pudiera ver y hablar con mi amiga, sabía
que podría salvarla. Podría arreglar esto.
285
El teléfono de Spider sonó y luego saltó el buzón de voz. Volví a
marcar, pero ocurrió lo mismo.
Manny no se había movido y me miraba.
Iba a marcar una vez más, pero entonces me detuve y me centré en
su expresión. —¿Qué has hecho?
—Sabes, todavía trato de entender en qué momento supiste que
tenía a Carly. Ahí estaba yo, creyendo que intentabas ayudarme, que te
importaba, cuando lo único que intentabas era distraerme mientras ibas
a buscarla. Y mientras seguía en crisis y me veía obligada a ver cómo la
mujer de Julien se tomaba su tiempo para despedirse de ti, recibí una
imagen de esto. —Giró la pantalla de su teléfono hacia mí y vi una imagen
fija de Spider en una casa vacía.
La voz dentro de mi mente le gritó: “¡Nunca me escuchas, joder!” La
culpa era mía. Había asumido que aprendió la lección de la última vez.
No debí haberle enviado un mensaje de texto. Debería habérselo enviado
a Dormon. Debería haberle enviado un mensaje a Tiny. Debería haber
esperado. Debería haberlo sabido. La culpa es mía.
Cada músculo de mi cuerpo se sentía como si hubiera sido arrojado
a una freidora. —¿Dónde está?
Se encogió de hombros. —Ileso. Por ahora.
—¿Y Carly?
—He estado cuidando bien de ella.
Nuestro vehículo llegó. Ninguno de nosotros se movió. —Quiero
verlos.
Alzó la mirada y señaló con un dedo hacia arriba, moviéndolo de
un lado a otro como una brújula rota. —Tú quieres algo. Yo quiero algo.
Podemos ayudarnos mutuamente por fin.
—¿Dónde están? —pregunté.
Sonrió y se llevó las yemas de dos dedos a los labios, como si
sostuviera una llave y cerrara los labios, como si esto fuera un juego.
Le agarré la mano y la apreté, disfrutando de la sensación de sus
pequeños huesos que estallaban y amenazaban con romperse dentro de
mi agarre.
Al principio sonrió, como si disfrutara del dolor que le infligía.
Luego el dolor fue demasiado, incluso para ella. —Me estás haciendo
daño.
—Perfecto.
—Me vas a romper la mano —dijo.
Apreté más fuerte. Apreté hasta que algo se rompió, y ella gritó, y
286
sus rodillas se doblaron. Solté la mano porque estaba haciendo una
escena.
—Ojalá me hubiera dado cuenta de ustedes dos antes. Los dos lo
disimulan tan bien —dijo, intentando flexionar la mano, haciendo una
mueca de dolor con el esfuerzo—. De haberlo sabido, lo habría planeado
un poco mejor; ahora ya estaría dirigiendo la organización. No dejas de
pillarme por sorpresa. Sabía que había alguien más. Siempre he sabido
que otra persona tenía toda tu atención. Solo que nunca pensé que fuera
ella. Quiero decir, ¡vamos! ¿Ella? ¿Por qué ella?
—¿Por qué harías esto, cuando he estado haciendo todo lo posible
para llevarte a la cima?
Se puso de pie acunando su mano rota contra su pecho. —En
realidad no lo has hecho. Si hubieras hecho todo lo posible, ya estaría en
la cima. Soy muy consciente del poder que tienes. Si realmente hubieras
querido hacer algo, ya lo habrías hecho. —Sus ojos se entrecerraron—.
Además, ya te lo he dicho, Cameron. Quiero todo de ti. Quiero todo lo que
tienes y todo lo que eres. Estoy cansada de competir por tu atención.
Respira. Concéntrate. —Ahora tienes mi atención —aseguré.
—¿La tengo? No estoy tan segura. Incluso cuando Carly se ha ido,
incluso cuando intentaba hacerte creer que te había dejado, nunca te
encontrabas completamente presente. Siempre parece haber alguien más
importante, ya sea Carly o Spider. Incluso ahora, de pie aquí, todavía no
estás realmente aquí.
—¿Cómo esperas que esté, cuando eres responsable de las
desapariciones de Carly y Spider?
Se encogió de hombros y se metió en la parte trasera del coche.
—Tienes que darme algo de crédito —murmuró al tiempo que nos
alejamos—. Nadie te amará tanto como yo.
Amor. Obsesión. ¿Había alguna diferencia con los locos?
—Aclara tus exigencias —dije cuando volvimos a estar solos,
caminando hacia nuestro avión.
—En primer lugar, saca a tu equipo de investigación de Arizona.
Llamé a Tiny. —Dile a Dormon que cierre el negocio y se vaya de
Arizona.
—Entendido —respondió, comprendiendo que algo grande había
sucedido—. ¿Necesitas ayuda?
—Spider no está contigo, ¿verdad?
Eso hizo que Manny sonriera, esa pequeña pizca de esperanza
desesperada.
—No. Se fue hace un rato. No sé dónde —dijo Tiny.
287
—¿Qué más? —le pregunté a Manny mientras colgaba con Tiny.
—Programa esa reunión con el jefe.
—Necesito una prueba de vida.
Me miró fijamente.
—De los dos —aclaré.
Se alejó un momento e hizo una llamada. Volvió y me mostró la
pantalla de su teléfono.
En la pantalla había una foto de ellos sentados uno al lado del otro;
cada uno se encontraba amordazado y atado a una silla. A Carly le habían
cortado el pelo a unos dos centímetros del cuero cabelludo. Spider tenía
la cara ensangrentada y su nariz apuntaba al este. Pero estaban juntos,
lo que significaba que no se encontraban lejos de la casa de Manny.
—Haz la llamada —exigió, apartando el teléfono.
Hice la llamada. Achak se sorprendió al oírme de repente. Le hizo
sospechar de mis intenciones, pero me las arreglé para conseguir tiempo
con la jefa.
—La reunión ha sido programada. Libéralos ahora —le exigí,
sabiendo que era un deseo.
—No tan rápido. Puedes recuperar a uno de ellos en cuanto termine
la reunión. Incluso te dejaré elegir cuál.
—¿Qué más quieres?
—Lo quiero todo, Cameron. Ya te lo he dicho.
—Estás en camino de conseguir la vicepresidencia, y sabes que vas
a tomar el mando en cuanto Víctor sea elegido gobernador. Es cuestión
de tiempo.
—Me malinterpretas. Lo quiero todo. Quiero la presidencia, y te
quiero a ti como el segundo al mando. Y quiero que Carly se vaya. Tan
pronto como la libere, quiero que se vaya para siempre. Que se evapore
de tu vida.
Estuve de acuerdo. Tan pronto como liberaran a Spider y Carly, los
enviaría muy lejos para que nunca los encontraran y nunca volvieran a
tocarlos.
Nos subimos a un vuelo hasta Arizona, y mientras Manny dormía
profundamente a mi lado, yo me mantenía despierto, convenciéndome de
no colgarla en un poste y arrancarle las costillas de una en una. Una vez
que Carly y Spider estén libres. Una vez que estén fuera de peligro, me dije
a mí mismo como consuelo.
288
***

Era una noche sin luna, y Manny y yo esperábamos en una mesa


de picnic en el aparcamiento de un mirador en el límite de la reserva. Yo
rumiaba pensamientos de pasar un cable por encima de la rama del árbol
y colgarla por el cuello hasta que su cabeza se desprendiera del cuerpo.
Se frotaba los brazos y tiraba del dobladillo de su minifalda con la mano
que todavía no estaba rota. Había olvidado que el desierto era frío por la
noche.
A pesar de mis consejos en contra, Manny insistió en ser ella quien
hablara con la jefa. No quería que se supiera que no podía cerrar el trato
sin mí. Tenía algo que demostrar. Yo tenía todo que perder.
Alrededor de una hora más tarde, tras asegurarse de que no había
moros en la costa, la jefa y Achak llegaron en vehículos todoterreno. La
jefa era tan baja y corpulenta como recordaba. Nos habíamos conocido
hace unos años, cuando uno de nuestros narcotraficantes decidió tomar
un atajo por el desierto para escapar de la detección y se metió sin querer
en tierra tribal. Las pláticas se pusieron tensas y yo tuve que intervenir
para negociar la devolución de nuestro cargamento. Era dura, y habían
hecho falta casi dos semanas, y varios de mis millones personales, para
que el enfrentamiento acabara. Pero, como era mi costumbre, habíamos
terminado como aliados. Había sido un dinero bien gastado, porque uno
nunca sabía cuándo iba a necesitar un aliado, como ahora.
La jefa sacó la pierna por encima del cuatriciclo y se acercó a
estrechar mi mano. Su agarre era tan firme como siempre.
—Pareces un oso que acaba de salir de un tornado —señaló.
No recordaba la última vez que me había afeitado, y mi tornado
inapropiadamente vestido se encontraba sentado a mi lado.
—Estoy deseando escuchar de qué va todo esto —dijo, observando
a Manny con el rabillo del ojo.
Hice lo que me habían ordenado: presenté a Manny y dejé que ella
se encargara de todo.
Pero no lo hizo. Se sentó y se quedó mirando, como si hubiera
perdido las palabras o los nervios.
—¿Y bien? —preguntó la jefa, mirándonos a los dos. Se aferró a la
mesa como si siguiera agarrando el manillar de su cuatriciclo—. Dijiste
por teléfono que tenías una propuesta para mí. Así que aquí estás tú, y
aquí estoy yo, dispuesta a escuchar tu propuesta. ¿O estamos esperando
a que salga el sol?
Manny volvió a tirar de su dobladillo. —Sí —respondió. 289
Eso fue todo lo que respondió.
—Manuela ha tenido una idea que creo que te interesará —agregué.
—Ah, ¿sí? —La jefa se lamió la comisura de la boca, un extraño tic
suyo—. Estoy en ascuas. Escuchémosla entonces, Manuela —propuso,
enunciando cada sílaba del nombre de Manny como si fuera una frase
completa.
Por un momento, Manny evaluó a la jefa y luego sus hombros se
relajaron y sonrió como si tuviera un secreto. —Quiero que te sientes a
mi lado en la mesa de la coalición. Tú y yo tenemos que ser socias. —Se
apoyó sobre la mesa, inclinando sus pechos de modo que le llegaban a la
garganta y hablando en un tono seductor y bajo.
Mientras Manny hablaba de trabajar juntas para fusionar los
grupos indígenas y trabajar como uno solo, la jefa observó los pechos de
Manny, asintió y sonrió.
—Sabes —dijo la mujer, inclinándose hacia atrás, sin dejar de
mirar los pechos de Manny—, creo que tienes algunas ideas geniales, mi
amor, pero llegas tarde al juego. Lo que quieres hacer ya se está haciendo.
Estaba a punto de decir algo para que la jefa no dijera nada más,
pero Manny se me adelantó. —¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Se ha hablado de un movimiento —susurró.
—¿Un movimiento? —preguntó Manny.
—Hace años que se habla de un movimiento —dije, interviniendo y
forzando una risa—. No hay ninguno.
—¿Cuál es el movimiento? —Los ojos de Manny saltaron de la jefa
a mí.
—Ah, pero sí hay un movimiento —aseguró la jefa—. Esta vez todos
podemos sentirlo. Las cosas son diferentes. Las cosas están cambiando.
Y el producto. —Volvió a lamerse la comisura de la boca—. Lo mejor que
hemos visto en décadas, he oído. Tal vez incluso mejor de lo que hemos
visto nunca. Y barato.
Golpeé la mesa con el puño. Hablaba de Emmy. Emmy era el
movimiento. Mi corazón latía a través de mi camisa. —¿Te has enterado?
¿Has visto algo realmente? ¿Probaste una sola cosa? Sabes que esto es
la misma mierda soñadora de siempre. Te estamos ofreciendo algo real y
concreto, no una mierda de ficción.
Manny se aclaró la garganta. —Lo que te ofrezco no es solo una
asociación, sino también protección. La coalición cuenta ahora con un
cien por cien de protección policial. Esto no solo nos permite...
Fue el turno de ella de golpear su puño sobre la mesa. —¿Policial?
¿Crees que queremos estar “protegidos”? —preguntó haciendo comillas
en el aire—. ¿Crees que queremos estar asociados de alguna manera con
el gobierno? ¿Con la gente que nos lo ha quitado todo y que continúa
290
oprimiéndonos?
—Creo que lo que ella intenta decir es que el movimiento del que
hablas quizá exista, pero incluso si es así, cosa que dudo, es un esfuerzo
de base que está condenado al fracaso. Tenemos una infraestructura bien
establecida. Tenemos conexiones globales. Tenemos una intrincada línea
de espías dentro del marco gubernamental, y puedes estar segura de que
cualquier movimiento de este tipo sería sofocado rápidamente por la
coalición antes de que llegara a tomar tierra. —Me detuve, dejando que
mis palabras se asentaran en la cabeza de la jefa. Luego dije—: Lo que
Manuela te ofrece no se lo ha ofrecido a nadie más. Aún no. No, a menos
que rechaces esta oferta. Manuela te está ofreciendo la oportunidad de
ser la que lo cambie todo, de liderar el movimiento por tu pueblo y de
cambiar el curso de la historia para las próximas generaciones, uniéndote
a una organización que puede abrirte puertas, que puede proporcionarte
fondos ilimitados y que cuida de los suyos.
Hablé así durante un rato, observando cómo la mujer se inclinaba
hacia la mesa poco a poco en tanto los hombros de Manny se relajaban.
Al final, la jefa accedió, atraída no por la idea de que algo cambiaría, sino
por la idea de que ella sería la que estaría por encima, la que lo haría por
su pueblo, la que se sentaría en la mesa de la coalición y tomaría todas
las decisiones por su pueblo. Odiaba tener que guiarla. Éramos aliados,
pero no por mucho más tiempo, sobre todo cuando se diera cuenta de lo
disfuncional que se había vuelto la junta. Odiaba lo que esto le haría a
ella y a su tribu. Ella y Manny podrían conseguir que algunas tribus se
le unieran, pero no tardaría en correrse la voz del infierno en la coalición,
y la reputación de la jefa quedaría destruida. Ahora mismo, tenía que
concentrarme en sacar a Carly y a Spider.
La jefa y Achak se fueron en sus vehículos todoterreno.
—Libéralos —le dije a Manny.
Cuando llegamos a Tucson, unos cuantos hombres de Manny se
reunieron con nosotros y no se separaron de ella ni de mí. Incluso se
habían quedado en la misma habitación con nosotros, y uno de ellos
siempre me observaba mientras rumiaba la muerte de Manny. Habían
estado esperando en el coche no muy lejos de donde nos reunimos con la
jefa. En cuanto ella se fue, uno de ellos volvió a mi lado.
—Dije que liberaría a uno de ellos, y lo haré. Solo tengo que hacer
una llamada telefónica primero —dijo Manny.
Se alejó del alcance del oído, y yo observé. Al principio, supuse que
llamaba a sus hombres para prepararlos para la liberación, pero solo dijo
unas pocas palabras antes de patear el suelo y rodar los hombros. ¿La
pusieron en espera? ¿La hicieron esperar a alguien? Desde luego no eran
sus propios hombres. ¿Llamaba a Víctor para informarle de que había
conseguido que la primera tribu de nativos estadounidenses se uniera a
la junta? ¿Que había iniciado un movimiento? Si solo hubiera sabido que,
291
efectivamente, había un movimiento, pero que no fue ella quien lo inició.
De repente supe que llamaba a Víctor, desesperada por volver a
contar con su favor, aprobar su valía en la organización y volver a ser
candidata como segundo al mando. La elección de Víctor se acercaba, y
el que eligiera como segundo pronto tendría el control de la organización.
Observé cómo volvía a hablar; sus labios se movían en una ráfaga de
palabras. Después se detuvo, con sus palabras aún suspendidas en el
aire y sus ojos redondos fijos en la nada a medida que escuchaba. Sus
cejas se unieron despacio y miró en mi dirección.
Pensé en Spider y Carly. Habían estado en mi vida más tiempo que
nadie. Durante un tiempo, antes de Emmy y Billy, habían sido mi única
familia. Me encontraba desesperado por ponerme en contacto con Tiny y
prepararlo para rescatarlos en cuanto supiera la ubicación. El teléfono
me resultaba pesado en el bolsillo.
Manny colgó el teléfono y volvió a marcar. Regresó, sosteniendo su
teléfono con la pantalla mirando hacia mí. Carly y Spider estaban en la
misma posición en la que habían estado hace dos días, uno frente al otro.
¿Los habían dejado así? Mi oscura rabia aumentó.
Un puntito rojo en la parte inferior de la pantalla parpadeaba, y mi
cara apareció en un recuadro en la esquina superior. Manny nos
grababa. —Pueden vernos y oírnos —dijo.
Al oír la voz de Manny, Spider y Carly se volvieron hacia la cámara.
Carly comenzó inmediatamente a sollozar a través de su mordaza, y mi
cerebro comenzó a graficarlo en la memoria.
—Juan está muerto —dijo Manny. ¿Por qué hablaba del pseudo
líder del cartel de Víctor y Johnny?
Tres sollozos cortos. Un llanto más agudo. Un sollozo largo. Un llanto
más agudo. —¿Qué? —pregunté, concentrándome en los llantos rítmicos
de Carly. Dos sollozos cortos. Un llanto más agudo. Corto, largo, corto y
corto. Sollozo largo y agudo. Todavía. La primera palabra fue todavía.
—El cartel lo tiene —dijo Manny.
Spider comenzó a contonearse y se me formó un nudo en la
garganta. ¿Qué fue eso? ¿Cuatro sollozos cortos o cinco? Concéntrate.
—¿Qué te hace pensar que el cartel lo atrapó? —pregunté.
—Lo colgaron de un puente con un letrero que decía: “El nuevo
cartel no tolera a los ladrones ni a los impostores” —respondió Manny.
Mierda. Había perdido la pista. Fruncí el ceño para que Carly
reanudara la palabra.
—Es extraño. ¿No crees? —dijo la mujer a mi lado.
—¿Qué tiene de extraño? Acabas de decir que era un ladrón y un 292
impostor.
—Eso es lo extraño. Que sabías que era un ladrón y un impostor.
Y ahora está muerto.
—¿Me acusas de haberlo matado, o me acusas de ser el verdadero
cartel, si es que ahora se llaman así?
—Te estoy acusando de saber quién es el líder del verdadero cartel.
Cuatro cortos. Uno corto. Corto, largo y corto. Terminando con corto.
Todavía aquí. Todavía estaban allí. ¿Dónde?
¡En la casa! Siguen en la casa. Ahí fue donde Spider fue por última
vez. Donde Spider desapareció. Esto tiene sentido. —Habla con Johnny.
Juan era su hombre. Probablemente descubrió que lo estaba dejando en
ridículo y está tratando de culpar al cartel.
—Johnny está en la UCI. Lo dejaron apenas con vida. Seguramente
solo perderá un ojo si tiene suerte, si sale del coma.
Largo, corto, corto y corto. Corto. Corto, corto, corto y corto. D-e-t. ¿Se
suponía que eran dos palabras? —Es una pena —dije.
—Es extraño que fueras tú quien sacara a relucir en la mesa que
Juan no era el líder del cartel —dijo Manny.
Corto. Corto. La palabra era detrás. Me toqué el labio. Entendido.
La siguiente palabra, le señalé a Carly. Todavía aquí. Detrás, me repetí a
la vez que intentaba simultáneamente escuchar a Carly y mantener a
Manny hablando.
—Cualquiera con medio cerebro habría sabido que Juan no era el
líder del cartel. —Joder. Insultar a Manny y a Víctor al mismo tiempo no
ayudaría a la situación. Carly sollozaba más rápido, lo que me dificultó
seguir el ritmo. Pensé que había transmitido p-o-r, pero eso no tenía
sentido.
Spider se movía con más fuerza, sacudiendo la cabeza de un lado
a otro, haciendo que la silla saltara con él.
—¿Quién es el líder del cartel? —preguntó Manny.
—No lo sé, Manny —dije.
Spider se liberó de la mordaza. —¡Sálvala! —gritó. Un hombre se
acercó a él y le dio un puñetazo en la cabeza.
—¡No lo sé! —grité. Había una n, seguida de una o. No era p-o-r; era
h-o-r, seguida de la n y la o. Horno. La palabra era horno. Todavía aquí
detrás del horno. Me rasqué el labio y los sollozos de Carly disminuyeron.
Ella miró a Spider, y él dejó de gritar.
—Sabes quién es el líder del cartel —aseguró Manny—. Sé que lo
sabes.
Carly, Spider y yo sabíamos que no podía revelar quién era el líder
293
del cartel a Manny ni a nadie. Admitir que había ocultado información
tan crucial a la coalición significaría la muerte para todos nosotros. Y
aunque no fuera así, el cartel tenía espías por todas partes. Si traicionaba
al mismo, Manny y Víctor iban a ser el menor de nuestros problemas.
Mariella era un tipo de líder diferente, pero demostró con Juan que no
aceptaba la traición, ni debía hacerlo. Hacer lo contrario la habría vuelto
demasiado blanda para el negocio y la habría convertido en un objetivo
inmediato.
—No lo sé —le dije a Manny—. Lo siento. Lo siento, carajo. —La
disculpa iba dirigida a Spider y Carly. Spider asintió. Carly lloraba ahora
lágrimas de verdad.
—Te dije que te dejaría elegir uno —dijo Manny—. Me dices quién
es el líder del cartel y los dos se van, o no lo haces y uno de ellos muere.
Un hombre con la cara oculta tras una máscara se puso detrás de
Carly y le puso una pistola en la cabeza. Spider gritó. Carly cerró los ojos.
—¡No sé quién es, Manny!
—Elige uno entonces —exigió—. Elige a quién matas.
Me abalancé pero me agarraron por detrás. —Sabes que no dejaré
que esto se quede así. Sufrirás por esto.
Mientras yo luchaba, se acercó a mi oído.
—Sabes que esto me va a consolidar como el segundo al mando
cuando vayamos a Nueva York mañana. Sin Johnny, y con el hecho de
que lleve a las Primeras Naciones a la organización, sé que Víctor me va
a anunciar como el segundo. En un par de días, voy a liderar la coalición
y seré intocable.
—¡Nadie es intocable! —grité.
—¡Elige, o elijo yo! —me gritó. El hombre de la máscara le quitó el
seguro.
—¡Cameron! —gritó Spider—. No seas un maldito imbécil. Ya lo
sabes. ¡Sabes quién tiene que ser!
—¡Escoge, maldita sea! —dijo Manny, y todo su cuerpo reverberó
con el esfuerzo.
—Spider —dije al mismo tiempo que sacudía la cabeza.
Carly chilló.
Manny sonrió. —¿Seguro? Creía que Spider y tú eran muy buenos
amigos. ¿En serio pondrías a una chica, una chica mediocre, por delante
del amigo que siempre ha estado ahí? De manera molesta, debo añadir.
—Soy yo, maldita sea. Soy yo. Tienes lo que pediste. ¡Mátame! —
gritó Spider. 294
Manny se encogió de hombros y el hombre de la máscara se puso
detrás de Spider. —¿Hay algo que quieras decir? —le preguntó Manny a
Spider—. ¿Un nombre? Cameron no está dispuesto a salvarte, pero tal
vez tú puedas salvarte solo, Spider.
Carly estaba gimiendo. Yo tenía el corazón en la garganta. —No
llores más —le dijo Spider—. Todo estará bien. Sabes que yo... —Se
detuvo para no decir esas dos palabras, por miedo a descubrir nuestra
tapadera—. Lo sabes, ¿verdad? —dijo en su lugar.
Ella moqueó y asintió.
—Sabes que Cameron cuidará de ti ahora —añadió por si acaso.
Sabía que lo haría. Se volvió hacia la cámara—. Este fue mi error. Siempre
he sido un estúpido —dijo—. Tuvimos una buena carrera, hermano. Nos
vemos en el otro lado. —Sus ojos volvieron a encontrar a Carly antes de
que el arma se disparara y una sola bala le atravesara el cerebro.
Manny dejó la pantalla encendida el tiempo suficiente para que yo
viera cómo la cabeza de Spider se desplomaba hacia delante y su cuerpo
se volvía inerte, para que viera el horror en el rostro manchado de sangre
de Carly, y para que viera cómo la vida se filtraba del cuerpo de Spider.
Mi mejor amigo.
Mi hermano.
Otra luz apagada.
27
Traducido por AnnyR’
Corregido por Umiangel

Cuando uno de los hombres de Manny me escoltaba al coche, mi


pie se enganchó en un hueco en el suelo y me tropecé. Mi cuerpo quería
ceder. Mis piernas querían doblarse debajo de mí y mi corazón deseaba
detenerse. Cada centímetro de mí quería caer de rodillas, gritar hasta que
me explotaran los pulmones y aullar hasta que no pudiera sentir más.
Spider. Lo conociste la mayor parte de tu vida, dijo una voz en mi
cabeza. Tu mejor amigo. El que siempre estuvo de tu lado, incluso cuando 295
no lo merecías. Recuerdas ese momento, ya no importa. Se ha ido ahora.
Está muerto. Nunca lo verás…
Ahogué la voz. Ignoré el cuerpo. Seguí caminando.
—Más de cincuenta cámaras —susurró otra voz. Pero esta vez no
era la mía; era el guardia que Manny me asignó.
Miré al frente. Manny seguía al teléfono. Le envió el video a Víctor
y ahora sonreía. El asesinato de Spider hizo realidad sus sueños.
—¿Qué? —pregunté.
—Ella es muy dulce, ¿sabes? —dijo apenas moviendo los labios—.
Carly, me recuerda a mi hermana. Me asignaron vigilarla un rato. No hay
muchas como esas chicas buenas en este mundo.
—¿Qué dijiste sobre las cámaras?
—Donde Manny puso a los guardias ahora, no hay mucho espacio
allí, y no podíamos tener guardias en el exterior porque el cartel sigue
regresando para husmear, buscando las drogas. Esa habitación que viste
en el video es prácticamente todo lo que hay. Nuestros soldados están en
un edificio a menos de medio kilómetro en un escondite, siempre mirando
las cámaras. Carly —sacudió la cabeza con la mirada baja—, no se
merece nada de esto. Lo que Manny le ha estado haciendo es más que
sádico.
Mi primer instinto fue que necesitaba ponerme en contacto con
Spider. Se me cortó la respiración. —Necesito diez segundos —le dije—.
¿Puedes darme diez segundos?
—No puedo —contestó el guardia.
—No puedo perderla a ella también. No puedo verla morir —rogué
con la voz quebrada.
Nuestro ritmo se desaceleró. —Manny nos hizo muchas promesas
—dijo—. Que una vez que ella lidere la organización, todos jugaremos un
papel más importante en la coalición.
—Tú y yo sabemos que Manny hace lo que es bueno para Manny.
Las promesas se cumplen solo si todavía la benefician. Mi amigo es
prueba de ello.
—La estoy traicionando solo por hablar contigo en este momento.
—Diez segundos. Eso es todo lo que necesito. Te devolveré el favor
diez veces. Conoces mi reputación. Cumplo todas mis promesas.
—Orina detrás del árbol —dijo.
Me escondí detrás de un palo verde, me bajé la cremallera y saqué
mi teléfono. El guardia, cuyo nombre juré aprender, levantó una luz en
mi dirección para enmascarar el brillo de mi teléfono. La primera persona
a la que le envié un mensaje de texto fue a Tiny:
296
C en la misma casa detrás del horno. Hay un par de guardias
adentro. Toneladas de cámaras. Ejército a ½ kilómetro. Envía a un
tipo llamado Joe a Dormon. Sigue a Em en Nueva York. Llévatela a
mi señal.
Envié el mensaje y lo borré.
El segundo mensaje de texto que envié fue a Joseph, comenzando
con la dirección donde se encontraba estacionado Dormon y su equipo.
Necesito tu ayuda con las cámaras. Ve ahora. Prepárate para
mi señal.
Lo envié, lo borré y me subí la cremallera.
Cuando el guardia y yo llegamos con Manny, ella terminaba una
conversación con alguien que supuse era Víctor. Miró en mi dirección y
vi un destello de decepción en su rostro.
Manny permaneció pensativa todo el camino al aeropuerto. Traté
de concentrarme en el siguiente paso, pero los sonidos del llanto de Carly
y el disparo de la pistola daban vueltas en mi mente como si estuvieran
atrapados y trataran de salir. Víctor sabía ahora que Manny tenía a Carly
y que por ello me controlaba. Por la mirada de Manny, Víctor no estaba
satisfecho con la muerte de Spider. Quería más.
—Sabes, te hice un favor —dijo en el avión—. Permitirte encariñarte
con alguien —sacudió la cabeza—, se utilizará en tu contra en algún
momento.
—Quiero que Carly regrese tan pronto como seas confirmada como
segundo al mando —dije—. Te estás aliando con alguien que no tiene ni
una pizca de honor o lealtad.
Ella frunció el ceño ofendida. —No me estoy aliando con nadie. Me
estoy cuidando primero. Siempre.
Eché un vistazo al guardia que me ayudó a salir. Si se percató del
interés propio de Manny, no lo dejó reflejarse. No creía que ella le hubiera
entregado a Carly a Víctor, al menos todavía no; solo esperaba que no
fuera tan estúpida como para entregarla antes de que fuera confirmada
como segundo al mando. Necesitaba tiempo para que Dormon y Joseph
encontraran una forma de entrar, tiempo para que Tiny se acercara lo
suficiente a Emmy y Billy, y tiempo para sacarlas. A pesar del horror que
me recorría el cuerpo y a pesar de los pensamientos oscuros que me
consumían, en el exterior, parecía imperturbable y apático. Inhumano.
—Si se la entregas antes de que te confirmen como vicepresidente,
no solo perderás cualquier ventaja que tengas, sino que también me
perderás a mí por completo.
—¿Todavía te tengo? ¿Alguna vez te tuve?
297
—Spider se puso en esa situación, pero Carly no. Si algo le sucede,
si no cumples con tu palabra… —No pude terminar sin que mi voz
flaqueara.
Entrecerró los ojos. —Tal vez no vivas lo suficiente para ejercer
venganza contra mí.
—La organización de la coalición ha sido mía desde el principio y
no funcionará sin mí. Lo descubriste hace mucho tiempo, y ahora Víctor
también lo descubrió. Pero todavía no te has dado cuenta de que eres
prescindible. Yo no. Entrégale a Carly antes de que te confirmen como
segundo frente a la organización y perderás toda consideración. Hasta
que te den el cargo, corres el riesgo de que te reemplacen. Como Viper.
Como Johnny.
—Sargio, prepárame un trago. Algo fuerte —ordenó, frotándose las
sienes.
Mi guardia, ahora sabía que Sargio era su nombre, se levantó
finalmente.

***
Víctor quería reunirse con nosotros antes de la gran reunión. Todos
se reunían bajo tierra debajo de un hotel para que él pudiera anunciar
oficialmente a Manny como el segundo al mando. Pero nos quedamos
atascados en el tráfico durante una hora debido a un evento de caridad
cerca de donde nos reuníamos. Manny le gritó al conductor.
Había un Ferrari a nuestro lado. Spider y yo robamos uno una vez,
mientras el dueño miraba. El dueño, un pandillero local, probablemente
no era alguien con quien uno debería haberse metido. Pero a Spider no
le gustaba su cara, así que robamos su Ferrari, lo raspamos muy bien,
lo llevamos a la playa y vimos cómo la marea se lo llevaba. Spider siempre
había estado buscando pelea.
Tragué la mezcla de gruñidos y bilis subiendo por mi garganta.
Miré fijamente por la ventana, evitando el Ferrari.
Víctor, en esmoquin, al mando de un grupo de guardias, nos recibió
en un estacionamiento subterráneo. Tan pronto como salimos del coche,
nos registraron. Nos quitaron los teléfonos celulares y nos dieron otros
nuevos.
—A partir de ahora, mantendrás esto contigo en todo momento —
dijo Víctor.
Víctor eligió el control sobre la confianza, y la confianza era clave
para la coalición. Sin ella, la coalición se desintegraría. Sosteniendo mi
298
teléfono entre dos yemas de los dedos, uno de sus hombres procedió a
colocarlo en una bolsa de plástico transparente y etiquetarlo, como solo
lo habría hecho la policía. ¿Hasta qué punto se había corrompido la
policía? No importaba. No encontrarían nada en él, ya que lo limpié antes
de salir del coche.
—¿Sabes de lo que me he dado cuenta? —me dijo Víctor—. No
puedo manejar las cosas como tú. He tenido a Manny siguiéndote desde
hace… ¿cuánto tiempo? ¿Meses? En todo ese tiempo, solo he aprendido
una cosa que ha sido de algún valor para mí. ¿Sabes qué es eso? No ha
habido trucos ni cartas bajo la manga. Eres tú. Eres la razón por la que
funciona la coalición. Me duele admitir esto, pero parece que tú eres el
secreto. No puedo reemplazarte, y seguro que no tengo tiempo para eso,
incluso si pudiera.
La cabeza de Manny se sacudió tan rápido que un mechón de
cabello se soltó de su cola de caballo. —¿Estás diciendo que planeas
poner a Cameron como tu segundo, para liderar la organización después
de las elecciones?
—Por supuesto que no —respondió como si hubiera sido yo quien
hizo la pregunta—. Socavarías mi liderazgo en cada paso del camino. Lo
que estoy diciendo es que elegiré a alguien que tenga un historial de poder
mantenerte bajo control. —Le guiñó un ojo a Manny.
—¡Lo tenemos! —exclamó un hombre que estuvo buscando en el
teléfono de Manny.
—¿Y sabes lo que he aprendido de ti, Manny?
No respondió. Sus ojos se encontraban pegados a su teléfono como
si su alma, si aún existiera, estuviera capturada dentro de él. Por qué
algo de esto fue una sorpresa para ella, no lo sabía.
—Has sido de gran ayuda al mostrarme la manera de hacer que
todo esto funcione. Debo admitir que nunca fue mi plan mantener a
Cameron en la organización. Pero ahora me doy cuenta de la falla en mi
pensamiento. Estaba siendo emocional sobre todo el asunto. Esto es algo
que me ayudaste a darme cuenta, Manny, y serás recompensada por ello.
Aunque —hizo una pausa y se llevó un dedo a los labios como si estuviera
pensando—, hubiera sido mejor si simplemente me hubieras entregado a
Carly en lugar de usarla para avanzar en tus negociaciones. —Sus ojos
se entrecerraron por un breve momento y luego se abrieron divertidos—.
¡Bah! Ya es agua pasada. Has consolidado tu lugar en la organización, y
eso es todo lo que importa, ¿verdad?
A todos los miembros se les entregaron unos teléfonos nuevos, que
serían los únicos dispositivos de comunicación que utilizaríamos a partir
de ese momento, con una pena equivalente a la traición si fallamos. Una
sombra pasó por el rostro de Víctor: el fantasma de Bill. Todavía podía 299
verlo a veces en sus gestos. A veces, solo un movimiento rápido de ese
maldito cabello me hacía mirar dos veces. El efecto de la droga se estaba
agotando. Mis manos empezaron a temblar. Necesitaba concentrarme y
necesitaba un momento de soledad para poder tomar un par de pastillas
más.
Víctor me atrapó tratando de meter mis manos en mis bolsillos en
tanto luchaba un poco debido a los temblores. Sonrió como si le acabaran
de decir que había ganado una medalla olímpica por un tecnicismo, y nos
dejó en una habitación, deteniéndose en la puerta. —Buen trabajo en
traer a la jefa a la organización —le dijo a Manny.
Necesitaba hallar un teléfono, pero las puertas estaban vigiladas.
No había forma de que usara el teléfono que Víctor me asignó, no hasta
que descubriera una forma de eludir su software de espionaje, algo que
no podía hacer bajo la mirada del guardia en la puerta y con Manny
parada a mi lado.
Mientras unos cuantos miembros se filtraban en la sala, dirigí mi
atención a Manny. El sudor goteaba por la parte de atrás de mi camisa.
Le apreté el brazo, sintiendo que los latidos de mi corazón se aceleraban
a través de mis manos temblorosas como un código Morse que tatuaba
SOS a través de mis venas. —Todavía puedes detener esto. Puedes… —
Necesitaba tiempo—. Él no te pondrá como su segundo si le das a Carly.
Ella es tu única moneda de cambio.
Me miró a los ojos y arrebató su brazo.
Llegaron más miembros de la coalición y cada uno de ellos miró su
nuevo teléfono, confundido y desconcertado, como si la brisa se hubiera
convertido en una ráfaga de viento huracanado y éste hubiera cambiado
repentinamente de dirección. Hubo poca plática y poco contacto visual
cuando los miembros tomaron asiento en la mesa. Más miembros se
encontraban ausentes de la organización. Como en el caso de Viper, cada
uno de sus asientos fue ocupado por alguien nuevo, alguien desconocido
para nosotros, alguien elegido por Víctor.
Le dijeron a Manny que se sentara al lado de la silla de Víctor, lo
que la hizo mirar alrededor de la mesa con un leve triunfo. Me hallaba a
punto de tomar asiento en el extremo más alejado de la mesa, cuando me
dijeron que me sentara al lado de Manny. Si alguien de la mesa interpretó
algo de eso, no lo dejó saber.
Todos nos sentamos en la sala demasiado calurosa, esperando a
que apareciera Víctor. La única conversación provenía de los novatos, los
hombres elegidos por Víctor. Todos los demás apenas podían soportar
mirarse a los ojos al pasar.
Cuando Víctor apareció, se detuvo entre Manny y yo camino a la
cabecera de la mesa. —Mis hombres me dicen que los están deteniendo
en el camino donde retienes a Carly —le dijo a Manny. Él le entregó su 300
teléfono—. Por favor, llama a tus hombres. No queremos que esto se
convierta en un baño de sangre, ¿verdad?
Manny me miró en busca de orientación.
—Tu lugar en la cabecera de la mesa —agregó Víctor.
Manny no se movió.
—Cuidaré mejor de ella —me dijo él—. Carly estará segura y feliz y
vivirá como una reina mientras continúes cooperando.
Manny le devolvió su teléfono. —Podemos discutir su liberación
una vez que me hayas confirmado como tu segundo.
Víctor forzó una sonrisa, pero vi el tic en la esquina de su ojo
izquierdo. —Sea cual sea el origen de tus consejos, son desacertados, y
creo que también te darás cuenta que son egoístas.
Al ocupar su lugar en la cabecera de la mesa, Víctor se tomó su
tiempo. Agradeció a Manny por todo su arduo trabajo. La incorporación
de nuevos miembros a la mesa fue increíble, dijo. Traer miembros de las
Primeras Naciones era prácticamente inaudito, agregó. Sonrió sin que se
le crisparan los ojos. Miró a Manny. Ella sonrió y colocó sus palmas sobre
la mesa, preparándose para levantarse y aceptar la oferta de Víctor. Pero
él me miraba ahora, y la puerta se abrió de nuevo.
28
Traducido por Alessandra Wilde & mimi_jm
Corregido por Umiangel

Cuando Emmy entró en la habitación, yo estaba clavado en mi


lugar. El aire dentro de mis pulmones se convirtió en piedra. Al mismo
tiempo, era pesado y liviano. Mi mente se quedó en blanco. Durante un
momento, solo estuvimos Emily y yo.
—¡Ah, mi querida Emily! Justo a tiempo. —Víctor se levantó de su
asiento y mi mente se quedó en blanco. Dijo más palabras que no pude
escuchar. Mientras se encontraba junto a la puerta, sus ojos se posaron 301
en mí, recorrieron la mesa y volvieron a mí.
¡No! ¡No! ¡No!, mis voces internas gritaron en tándem.
Víctor la agarró por la cintura. —He decidido ofrecerle a mi querida
hijastra el liderazgo —dijo.
Golpeé mis puños sobre la mesa. Mi cerebro zumbó.
La mano de él apretó su cadera. —Emily, ¿has aceptado?
Su mano, ligera, tocó el escote de su vestido. —Sí —dijo ella.
El rugido se escapó antes de que la desesperación y la oscuridad
se asentaran por completo. Los monstruos se arrastraron por debajo,
donde los estuve ocultando. Subieron a la superficie, traspasando sus
garras por mi piel.
Cuando recuperé mi visión, estaba de pie y Emily se había ido.
Desde las puertas abiertas de la sala de conferencias, la vi desaparecer
detrás de las puertas del ascensor, dejando a Kostya allí de pie.
Sácalas. La palabra resonó en el interior y lo coloreó todo. Todas
las caras a mi alrededor fueron reemplazadas por las de Emmy y Carly.
Sollozaban, gritaban y me llamaban, para que alguien las ayude. Yo tuve
la culpa.
Es demasiado tarde. Llegas muy tarde. Las has perdido. Tu culpa.
Miré a mi alrededor. Todos comenzaban a irse. Manny se había ido.
Ella se había ido a toda prisa. Detrás de mí, mi silla estaba volcada. La
derribé cuando Emmy aceptó el liderazgo de la organización.
Por Dios, Emmy aceptó el liderazgo de la organización. Sabía que
habría aceptado solo porque Víctor tenía algo o alguien a quien amaba
sobre su cabeza, manteniéndola como rehén. Luego se fue tan de repente
como había entrado, y Víctor la siguió después de terminar la reunión
abruptamente.
Tan pronto como Emmy se fue, Manny salió corriendo. Con mi
arrebato, me expuse en la organización. Expuse a Emily. ¿Cuánto tiempo
pasaría antes de que Billy también quedara expuesta?
Mi culpa.
Había visto un destello de comprensión en el rostro de Manny. No
era solo que Víctor la hubiera estafado; también era yo, el que más había
querido.
Tenía que encontrar a Manny.
Recorrí el pasillo por el que ella había bajado. Cuando la encontré,
volvía corriendo. El corredor era un callejón sin salida. Tenía su teléfono
en la mano. Corrí hacia ella y extendió sus manos protectoramente, como
si pudiera detenerme. Como si pudiera detener a los monstruos que
habían sido liberados.
302
—Era ella. Emily Sheppard era ella. Era la Emmy de tus sueños —
dijo antes de que la abordara, antes de que mis manos le rodearan el
cuello. Sus ojos se desorbitaron.
La arrastré por la primera puerta que encontré abierta, una especie
de almacén. La hice girar, tirando un cubo escurridor. Los líquidos de
limpieza se estrellaron contra el suelo cuando la golpeé contra un estante
de metal.
Luchó contra mí, apuntando a mi cara, y las uñas de su mano ilesa
atraparon mi mejilla. Golpeé su muñeca contra el borde del estante hasta
que dejó caer su teléfono. ¿Logró dar la señal? Si lo hubiera hecho, Carly
estaría muerta. ¿O puede que haya ordenado un ataque hacia Emmy?
Manny acababa de perder ante Emmy. En muchos sentidos, en todos los
sentidos que le importaban, lo perdió todo. Carly ya no le servía y Emmy
era el nuevo objetivo.
Apreté su delicado cuello como si fuera una esponja. La piel de su
rostro se volvió de un color púrpura que era tan oscuro que se veía casi
negro. Se le hinchó la lengua y la saliva le brotó de los labios y le corrió
por la barbilla. Los diminutos vasos sanguíneos de sus ojos estallaron
uno a uno, y la hemorragia se extendió por ellos como la lenta apertura
de una mano.
Me miró al mismo tiempo que sus manos se aferraban a las mías,
desesperada por apartarme, desesperada por aire. Sus pies, colgando del
suelo, intentaron patearme, pero la tenía atrapada con todo mi cuerpo.
Pensé en Spider y en la bala que le atravesó la cabeza. Pensé en
Carly, con el cabello cortado y moretones cubriendo su cuerpo. Pensé en
Emmy y Billy. Serían las siguientes. Todos los monstruos del interior se
doblaron alrededor del cuello de Manny hasta que dejó de patear.
Sus manos soltaron las mías y se deslizaron hacia abajo de su
rostro, flácidos a los costados. Sus ojos miraban los míos. Una mirada
cruzó su rostro como si estuviera sorprendida. ¿Qué vio? A mí. Por fin me
vio a mí y a todos mis monstruos.
Observé cómo el último trozo de vida se filtraba de ella. La luz
dentro de sus ojos se apagó, y luego desapareció. En su lugar se hallaban
cristales vacíos como espejos.
Por un momento, me paré sobre el cuerpo de Manny, atónito por el
aspecto de plastilina de su piel, como si pudiera haber sido modelada en
algo nuevo. Su teléfono se encontraba al lado de su pie, y lo levanté. La
pantalla estaba rota. Intenté encenderlo, pero no sucedió nada. Lo golpeé
contra el estante de metal, como si eso pudiera hacer una diferencia,
como si pudiera funcionar mágicamente y permitirme ver si Manny logró
contactar a alguien antes de que la estrangulara. Pero ya no quedaba 303
magia en el mundo. El teléfono no encendía.
Lo metí en el bolsillo y apoyé la oreja contra la puerta. Por un
momento, no escuché nada, pero luego hubo una conmoción en algún
lugar más allá. Escuché pasos corriendo. Esperé. La conmoción no era
cerca. Doblé el cuerpo de Manny por la mitad y lo arrojé en un rincón,
echándole una lona sucia encima.
Me arreglé la ropa y me subí la capucha. Encontré una bata vieja
de limpiador y la puse sobre mi sudadera. Cuando salí del almacén, el
pequeño pasillo se encontraba vacío, pero escuchaba gente parloteando
en algún lugar cercano. Comprobé los ángulos de la cámara mientras me
dirigía hacia el ruido.
—¿Qué sucede? —le pregunté a un grupo de empleados que se
reunieron junto a un ascensor. Por lo que vestían, parecía que trabajaban
en una cocina, a excepción de uno de ellos con un esmoquin barato, que
podría haber sido un camarero. Se encontraban alrededor de una radio
de transistores, escuchando el parloteo del canal.
—Estamos encerrados —dijo uno sin mirar—. Hubo un tiroteo.
Emmy. —¿Me prestan un teléfono? —Me preparé para romperles
los dientes por eso, pero uno de ellos me entregó un teléfono como si no
fuera nada, como si no hubiera salvado una vida potencialmente sin pedir
nada a cambio.
Saliendo del alcance del oído del grupo, llamé a Tiny primero. Pero
el timbre quedó sin respuesta.
Luego llamé a Joseph. Otra llamada sin contestar, pero le dejé un
mensaje.
—Ahora —le dije al teléfono, pero de alguna manera sabía que era
demasiado tarde. O Víctor ya había logrado atrapar a Carly, o Manny
había enviado un mensaje antes de que la matara.
Borré las llamadas del historial del teléfono y le devolví el teléfono
a Superman.
Pulsé el botón del ascensor, pero no pasó nada.
—Estamos encerrados —me recordó Superman—. Bajamos para
nuestro descanso para fumar, pero no podemos volver a subir. No debería
tardar mucho. El tiroteo ocurrió afuera y aparentemente atraparon al
tirador.
—¿Dijeron a quién le dispararon?
—Uno de los invitados de la gala, creo. Alguien en la radio dijo que
había una chica pelirroja gritando y que tenía sangre en el vestido.
Un remolino de imágenes oscuras dio vueltas en mi cabeza. Me
agarré a la pared, estabilizándome. —¿Hay otra forma de salir de aquí? 304
—Estacionamiento de empleados. Pero la policía nos ordenó que
volviéramos a entrar cuando fuimos a fumar.
Eché a correr por un par de pasillos, siguiendo las señales de
salida, hasta que hallé la señal del estacionamiento de empleados junto
a una puerta de acero. Presioné la barra de empuje y me asomé. Vi un
auto de policía en la entrada del aparcamiento al aire libre y dos policías
cerca. Uno hablaba con el conductor de un auto que intentaba ingresar
al estacionamiento. Había otros dos autos detrás de ese. El otro oficial de
policía discutía con un grupo de mirones en la acera. Me dejé caer detrás
del coche más cercano. Mientras escuchaba si había problemas, metí los
teléfonos que Víctor nos asignó a Manny y a mí en el chasis para que
quienquiera que se fuera con el auto también se llevara el rastro de Víctor
con él. Luego seguí, agachándome de un auto a otro, probando la cerca
detrás de ellos hasta que encontré un punto débil. Me quité la bata, rodé
por debajo, me puse de pie y me alejé como si fuera un espectador más.
Traté de llegar al frente del hotel, pero la presencia policial era
demasiado fuerte en todos los puntos posibles. No habría podido llegar
allí sin que me viera uno de los espías de Víctor. Necesitaba ponerme en
contacto con Tiny y Joseph.
Me metí en una tienda para comprar un teléfono. Estaba oscuro y
la tienda se hallaba vacía. Había televisores de varios tamaños por todos
lados, pero ninguno de ellos estaba encendido. Un empleado barría junto
al mostrador.
—¿Alguno de estos televisores funciona? —pregunté.
—Son los mejores del mercado. Pero estamos por cerrar, así que…
Tiré el dinero en efectivo en el mostrador.
—¿Puedes poner las noticias? Solo cinco minutos.
Había un reportero de CNN parado a una cuadra del hotel. La cinta
policial y las luces intermitentes eran visibles detrás de ella. Hablaba de
Víctor. ¿Por qué hablaba de Víctor? ¿Era él al que le habían disparado?
El reportero desapareció de la pantalla y la imagen regresó al
presentador. —Para resumir la historia, esta noche se produjo un tiroteo
en el hotel Four Seasons de Nueva York. Si bien parece que el candidato
a gobernador, Víctor Orozo, era el objetivo, un miembro de su grupo fue
baleado y trasladado en ambulancia en estado crítico. La identidad del
tirador se desconoce en este momento, pero nuestras fuentes nos dicen
que el mismo fue asesinado. Más información a medida que se desarrolle
esta historia.
Cuando salí de la tienda, sentí como si la gravedad me aplastara
lentamente. La última vez que vi a Emmy, se hallaba con Víctor. El chico
del hotel dijo que una chica pelirroja estaba cubierta de sangre, y ahora
las noticias informaban que alguien del grupo de Víctor había recibido
un disparo. ¿Qué hospital? No dijeron a qué hospital la llevaron. Apenas
logré sacar la tarjeta SD de mi billetera y reemplacé la del teléfono.
305
Llamé al número de Tiny repetidamente, pero todavía no respondía.
Cada parte de mí quería arrojar el maldito teléfono al tráfico. Llamé a
Joseph.
—¿Hola? —preguntó con vacilación. Una pequeña ola de alivio me
golpeó.
—Soy Cameron.
—Cielos, te estuve llamando al teléfono durante el último...
—¿Recibiste mi mensaje?
—Sí, pero llegó demasiado tarde.
Tropecé; mi espalda golpeó contra la pared de un edificio. Carly se
había ido. Llegué demasiado tarde.
—Tuvimos que tomar una decisión rápido. Dormon y uno de sus
muchachos tuvieron que colarse en el complejo para que tuviera acceso
a las cámaras más antiguas que operaban sin conexión. Vi a la policía
tratando de entrar al recinto. Los muchachos de Manny luchaban para
mantenerlos fuera. Los hombres dentro del complejo se prepararon para
sacar a Carly. Tuvimos que tomar una decisión: tratar de sacarla ahora
o esperar que pudiéramos seguirlos…
Giré con la cabeza contra el ladrillo. —¿Qué sucedió?
—La tenemos. Ella está aquí. Pero…
Mis rodillas se doblaron haciéndome caer, y me hundí en la acera.
La tienen. Jesús, la salvaron.
—Quiero hablar con ella —le dije.
Pareció pasar una eternidad antes de que escuchara su voz. —Hola
—dijo Carly.
—Hola —dije, y mis ojos se llenaron de lágrimas. Ella comenzó a
sollozar.
Miré al cielo. La tengo, mi hermano.
Pude hablar con Carly brevemente. Estaba emocional y físicamente
agotada. No podía encadenar más de una palabra o dos juntas a la vez.
—Alguien dejó a Billy en casa de mi mamá —dijo Joseph después
de que Carly se apartó.
—¿Quién la dejó?
—No sé. Fue hace un tiempo, justo antes de que fuéramos a sacar
a Carly. Mi mamá no lo conocía, pero por la descripción, parece que
podría haber sido ese tipo alto con el que Emily se quedaba en la reserva.
—Hawk —dije.
—Sí, Hawk. Mi mamá dijo que dejó a Billy y se fue.
306
—¿Billy está...? —No pude terminar la frase.
—Está bien. No hay lugar más seguro para ella.
—Hubo un tiroteo aquí. En el hotel donde Emmy… alguien fue
llevado en ambulancia. Alguien está en estado crítico. No sé qué hospital.
—Respiré para concentrarme.
—Mierda. No lo sabía. Déjame ver qué puedo averiguar.
Todas las tiendas estaban cerrando. La charla de los transeúntes,
las aceras llenas de turistas, las bocinas de los autos, los gases de escape:
necesitaba un espacio tranquilo para pensar. Me encontré con un pub
que prácticamente estaba vacío y tenía una pantalla plana sobre la barra.
Pedí una cerveza, cualquiera que tuvieran de barril, y le pedí al cantinero
que cambiara el canal a CNN. Había otros dos clientes sentados juntos en
el bar. Me tragué otras dos pastillas tan pronto como pusieron la cerveza
frente a mí. Mis ojos se desviaron de la pantalla del televisor a la pantalla
de mi nuevo teléfono, recorriendo las noticias, buscando información.
Justo cuando la foto de Griff apareció en la pantalla del televisor,
sonó mi teléfono. Era Joseph. —Contesté la llamada al novecientos once
desde el hotel. No hubo nombres. Todo lo que conseguí fue hablar de un
hombre con una herida de bala en el pecho. Creo que fue Griff, según la
descripción y lo que las noticias comenzaron a informar. Más víctimas
eran posibles pero desconocidas.
—¿A dónde lo llevaron? —Sabía que Emmy lo habría seguido, con
suerte no como paciente.
—Hospital Presbyterian.
Colgué y salí corriendo, tirándome frente a un taxi.

***

Cuando llegué a Presbyterian, la policía estaba por todas partes.


Hablé con Joseph por teléfono a la vez que intentaba encontrarme una
forma de entrar hackeando las cámaras de seguridad. Las pastillas ya
hicieron efecto. Mi corazón estaba acelerado. Mientras tecleaba, Joseph
me mantuvo hablando, centrado en los hechos. Emmy se subió a la parte
trasera de la ambulancia con Griff, así que era poco probable que hubiera
resultado herida. La policía se movilizó rápido, demasiado rápido, como
si supieran lo que estaba a punto de suceder. Joseph no pudo encontrar
ninguna grabación del tiroteo en el hotel: todo fue borrado y se hablaba
en línea de que la policía confiscó los teléfonos celulares de las personas
en la escena. Víctor había orquestado el tiroteo, lo sabía, pero no entendía
el motivo. ¿Por qué dispararle a Griff?
Entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo Víctor: eliminaba 307
a todos los que rodeaban a Emmy para poder tenerla para él solo.
Justo iba a colgar, pero Joseph interrumpió. —Dormon no pudo
sacar el cuerpo de Spider. La policía venía demasiado rápido. Carly quiere
que regresemos.
—Recuperaremos su cuerpo. Dile... —Mi voz se quebró. Billy está
a salvo. Carly está a salvo. Solo necesito encontrar a Emmy—. Le prometo
que volveremos por él.
Después de que colgamos, traté de llamar a Tiny otra vez, sabiendo
de alguna manera que nunca volvería a responder.

***

Los reporteros se dieron cuenta rápidamente de la ubicación de


Emmy, y con ellos llegó una multitud de espectadores, todos al parecer
cubriendo todas las entradas que se me ocurrieron. Me mezclé con las
personas y esperé mi oportunidad, pero la multitud se estaba poniendo
inquieta y ruidosa.
Había una anciana que intentaba llamar la atención de la policía,
pero ésta se hallaba demasiado ocupada impidiendo que la gente cruzara
la barrera.
Había algo familiar en la anciana, pero no tuve tiempo de atar
cabos, porque un alborotador de mierda empujó las barricadas y reunió
a otros para que hicieran lo mismo. Esta podría ser la mejor oportunidad
que tengo de entrar, pensé.
Me quedé detrás de los reporteros para que no me captaran las
cámaras. Si rompían las barricadas, los medios seguirían la acción. Miré
cómo la policía empujaba a la anciana y algo hizo clic. Recordé dónde la
había visto antes. Era María, una criada o niñera que alguna vez trabajó
para la familia de Emmy. La multitud se abalanzó hacia delante, pero yo
retrocedí y corrí detrás de María.
—¡María, necesito hablar contigo! —grité. Apenas podía seguirle el
ritmo. Fue más rápida de lo que debería haber sido para su edad, pero
por fin se vio obligada a detenerse debido a un semáforo. Me di cuenta de
que me reconoció, y me di cuenta de que no le agradaba—. ¿Te sentarías
conmigo a tomar un café?
Ella me miró de soslayo.
—Por favor —dije. Podía sentir cada minuto corriendo mientras el
tiempo se deslizaba entre mis dedos.

*** 308
—Escuché en la televisión que hubo un tiroteo y que Emily estaba
allí —dijo, mirando por la ventana. Encontramos un restaurante abierto
las veinticuatro horas al otro lado de la calle del hospital—. Espero que
el pobre chico esté bien. Es muy bueno para ella. —Volvió a mirarme de
soslayo y, por un momento, me sentí como un niño—. Debí haber hecho
que nuestro guardia de seguridad te disparara cuando te vio merodeando
por la propiedad hace tantos años.
—Las cosas habrían sido mejores para ella si lo hubieras hecho.
—¿Como está la bebé?
Seguía confundido por el hecho de que dejaran a Billy en casa de
la madre de Joseph. Sin embargo, saber que estaba bien me permitió
concentrarme por completo en Emmy. —A salvo —respondí.
Parpadeó y se quedó en silencio por un momento. Me dijo que trató
de comunicarse con Emmy durante algún tiempo, pero que ninguno de
los datos de contacto que tenía funcionaba. Me sostuvo la mirada. —¿En
cuántos problemas se ha metido?
—Muchos. Más que muchos. Necesito sacarla. —Mi teléfono sonó
y me disculpé para atender la llamada de Joseph.
Me dijo que Tiny había sido quien le disparó a Griff.
—Eso no es posible —dije, sentándome en el borde de una cabina.
—Alguien publicó imágenes de la escena. Intento localizar la fuente
original del video. —Se detuvo—. Sin embargo, el video es bastante claro.
Fue abatido a tiros por la policía.
Me senté en la mesa con la cabeza apoyada en mi mano. Joseph se
quedó en la línea, pero no dijo nada durante un rato.
—Emily lo vio —dijo finalmente—. Su cabeza giró en dirección de
él justo antes de que disparara el arma. Creo que la llamó.
Una mesera se acercó a la mesa donde María seguía sentada. Los
ojos de ella se encontraban sobre mí. Emily conocía a Tiny y sabía que
trabajaba para mí. Pasó suficiente tiempo en la granja con él. Pero Tiny
nunca habría ido tras Emily, y nunca habría llamado la atención antes
de dispararle a alguien. De alguna manera se había visto comprometido
y obligado a actuar en un espectáculo, un espectáculo producido solo
para ella, en el que yo era el villano que le ordenó a Tiny que disparara,
mientras que la gente como Griff, la gente que se preocupaba por ella era
eliminada uno por uno, de una forma u otra. El programa fue producido,
dirigido y protagonizado por Víctor Orozo. Joseph me dijo que trataría de
conseguir más imágenes, pero hasta ahora solo pudo encontrar un video,
lo que confirmó mis sospechas de que Víctor lo orquestó todo.
Escuché sus palabras, pero mi mente no podía superar la muerte
309
de Tiny y el hecho de que, en este momento, Emily pensaba que intenté
dispararle a Griff o a ella. —Necesito entrar a ese hospital.
—La presencia policial no ha disminuido ni un poco —dijo Joseph.
Pasó una ambulancia con las luces encendidas. —Es un hospital.
La gente entra y sale sin parar. Tiene que haber una manera de que yo
pueda entrar.
—Se habla en internet de una conferencia de prensa en el hospital.
Esta podría ser nuestra oportunidad. Te llamaré, pero me llevará un
tiempo.
Cuando regresé a la mesa, María me había pedido comida e insistió
en que comiera antes de que se pronunciara otra palabra. Solo el olor a
comida me dio ganas de vomitar. María me tomó la mano y puso una
cuchara en ella. —No se puede hacer nada si te enfermas.
Decidí que sería más rápido seguirle la corriente que pelear con
ella, así que comí una cucharada de sopa. Era como comer rocas y
tragarse una piedra.
—¿Cuándo puedo ver a la bebé? —me preguntó.
Miré hacia el hospital. ¿Dónde se encontraba Emmy? ¿En qué ala?
Debí preguntarle a Joseph eso. Debí haber estado más preparado. —Billy
está a salvo. Es a Emily a quien tenemos que ver.
Suspiró. —No estoy convencida de que estés tomando decisiones
racionales en este momento. Lo que sí sé es que yo crié a Emily, y ahora
la niña de mi Emily me necesita.
Cada vez que miraba por la ventana, parecía que había cada vez
más policías. La multitud solo aumentaba la respuesta policial. Cuanto
más abordaba la idea de que María fuera al hospital a entregarle un
mensaje a Emmy, más se resistía, hasta que se levantó y agarró su
abrigo. De repente, tuve la urgencia de irme con ella.
Callister se encontraba a solo una hora de viaje en avión. Podría
volver a tiempo, entrar en ese hospital y sacar a Emmy. Sabía que podía,
y sabía que Emmy querría que Billy estuviera lo más protegida posible
contra Víctor. Mientras María y yo nos sentábamos en el taxi, conseguí
que un avión se reuniera con nosotros en el aeródromo más cercano.
Cuando aterrizamos en Callister y recorrimos el trayecto, ya era de
noche. La madre de Joseph abrió la puerta en camisón. Meatball salió
disparado de la nada, golpeando su cabeza gigante contra mis piernas.
Corrió en círculos a mi alrededor mientras caminábamos por el pasillo
del apartamento.
—No vuelvas a despertarla —le advirtió la madre de Joseph a
Meatball—. Tuvimos una tarde ajetreada en el parque, y todo ese aire
fresco y ver a esta cosa persiguiendo ardillas realmente la cansó —dijo. 310
En la habitación de Joseph, había un corralito infantil instalado en
el medio del piso, con una mecedora al lado. El resto de los muebles se
empujó a un rincón, y la cama de Joseph, llena de pañales, se transformó
en una estación de cambio. Tan pronto como entramos en la habitación,
Meatball se calmó y me miró, aunque su cola rechoncha se negó a bajar
la velocidad. Se adelantó y se sentó frente al corralito, como si tuviera allí
a uno de sus cachorros. María y yo nos asomamos por el borde. Contuve
la respiración, como si no estuviera seguro de lo que encontraría allí. En
realidad no tenía la certeza de lo que encontraría dentro de mí, algo que
había empujado a un rincón como los restos de la habitación de Joseph.
La bebé que dormía en el corralito no era la que rondaba por mis
pensamientos en los últimos meses. Esta era más grande y regordeta.
Tenía mejillas redondas, diminutos rollos de grasa en sus extremidades
abiertas y una boca en forma de O que juntaba y dispersaba aire como si
no fuera gran cosa. Esta no era la pequeña frágil que recordaba.
Ella podría haber sido el bebé de cualquiera. Excepto que no lo era.
—Absolutamente perfecta —dijo María.
En algún momento, sin darme cuenta, María se fue y Meatball se
durmió. Una punzada de dolor me recorrió la columna y el cuello por
estar inclinado sobre el corralito durante tanto tiempo. Ya había pasado
mis dedos por sus diminutas palmas y por sus mejillas, nariz, orejas y
frente. Cuando la vi por última vez, tenía una cabeza llena de cabello
negro, que supuse era mío. Ahora estaba prácticamente calva, salvo por
un mechoncito de cabello rojo en la parte superior de su cabeza. Busqué
sus rasgos, viendo mucho de Emmy en ellos.
Luego comencé a ver partes de mí en ella, como en la hendidura de
su barbilla. Tal vez imaginaba demasiado. No era mi barbilla, aunque sin
dudas sí lo era.
Ya no podía soportar agacharme. Pero no podía irme ni quitarle los
ojos de encima.
Mis manos, de repente sintiéndose muy grandes, se deslizaron
detrás de su diminuta espalda, mis dedos de ogro se deslizaron detrás de
su diminuta cabeza, y levanté a mi bebé de su cuna y la puse en el pliegue
de mis brazos. Los dos nos quedamos allí por un rato como si siempre
hubiéramos hecho esto. La conversación de la madre de Joseph y María
se detuvo en algún momento. Se habrán ido a la cama, pensé. Meatball
roncaba, eso al menos no había cambiado. Con Billy aún en mis brazos,
me senté en la mecedora y ella se movió. Sus ojos se entreabrieron, pero
su aliento se mantuvo uniforme. Me observó y, por un momento, quedé
hipnotizado, tanto aterrorizado como eufórico. Billy sonrió, exponiendo
sus encías desdentadas, y un pequeño suspiro escapó de su boca. Luego
se volvió a dormir como si nada. Como si me conociera. Como si hubiera
estado allí todo el tiempo. 311
Como si no me hubiera perdido la mayor parte de su vida hasta
ahora.

***

Sentí que algo en mí se movía. Mis ojos se abrieron y me desorienté


por un momento. Lo que se había movido era Billy, que estaba totalmente
despierta en mis brazos. El sol recién salía. Ella me miraba, examinando,
sin miedo, pero insegura.
—Hola —murmuré, y me mostró su sonrisa desdentada y exhaló.
Sus extremidades se agitaron como si estuviera tratando de tomar vuelo.
La senté en mi regazo y me tiró de la barba. Era casi la gemela diminuta
de Emmy, con un poco de mí.
La puerta principal se abrió y se cerró. Hubo conversaciones dentro
del apartamento. La puerta de la habitación de Joseph se abrió de golpe.
Ya me había levantado y le daba la espalda a la puerta, poniéndome entre
la puerta y Billy como un escudo. Joseph entró a toda prisa.
—Llamé veinte mil veces. Tuve que escuchar de mi madre que te
encontrabas aquí —dijo—. Griff está muerto y Emily se ha ido.
Emmy. Se suponía que debía estar de regreso en el hospital, para
salvarla.
Con Billy contra mi hombro, pasé junto a él. —¿Dónde está?
—No sé. Un helicóptero vino y se fue.
—¿Quién está con ella?
—Su mamá, creo.
María se levantó del sofá, donde había dormido.
—¿Has revisado su apartamento? —pregunté.
—Por supuesto que sí. No hay nada ahí. Pero los hombres de Víctor
entraron y recorrieron el lugar. Eliminó todos los micrófonos del interior.
¿Cómo pude haberme dormido? ¿Cómo pude haberlo olvidado?
—¿Puedes hackear el teléfono de su madre para conseguir su
ubicación?
—Por supuesto.
Mi corazón golpeaba como un puño a través de mi pecho. —Tengo
que reunir a algunos hombres. Ya no podremos hacer esto sin llamar la
atención. —Hubo un tirón en mi barba. Billy me observaba. Sus ojos eran
tan oscuros como los míos.

312
29
Traducido por Umiangel
Corregido por Pame .R.

Joseph confirmó mi sospecha de que Emily nunca habría aceptado


unirse a Víctor a menos que él la estuviera chantajeando. Víctor anunció
a la coalición que Emily logró que las tribus nativas estadounidenses se
unieran. Sospeché que de alguna manera sabía que las tribus traficaban
con drogas y que ella habría hecho cualquier cosa para protegerlos.
Luego de que Joseph rastreó el teléfono de la mamá de Emmy que
se dirigía desde la reserva hacia Callister, reuní un equipo de los hombres
en los que más confiaba y aparcamos todos en el edificio de apartamentos
313
al otro lado de la calle del apartamento de Emily, con la esperanza de que
ella pudiera aparecer allí. Joseph se colocó en la casa de su madre con
su computadora para poder seguir sus movimientos. No sabía si Emmy
se encontraba con su mamá, pero tal vez podría comunicarme con ella si
no era así.
Me senté en el alféizar de una ventana con binoculares, sujetando
el teléfono en mi oído. Podía ver el apartamento vacío de Emmy.
—Acaban de aterrizar en el aeródromo. Supongo que podrían estar
regresando al apartamento —anunció Joseph por la línea—. Intercepté el
micrófono del teléfono de su madre. Tengo la seguridad de que escuché
la voz de Víctor, pero nada de Emily. No sé si ella está con ellos.
¿Qué pasa si ya es demasiado tarde? Esas fueron las palabras que
flotaron en los rincones oscuros de mi mente.
—Si entran al apartamento, todavía no podré verlos —dijo Joseph,
recordándome que perdimos todos los micrófonos dentro y alrededor del
apartamento.
—Lo sé —dije—. Llámame cuando sepas hacia dónde se dirigen.
En la sala de estar, había casi veinte tipos con suficientes armas
de asalto frente a ellos para cincuenta extra.
—Prepárense —ordené.
La mayoría terminó de armarse y se dirigió a los vehículos que
esperaban abajo. Mis cinco más leales se quedaron atrás y esperaron.
Llevé los binoculares a mis ojos e hice lo mismo. Puedo arreglar esto.
Emmy, arreglaré esto.
La puerta principal del apartamento de ella se abrió unos minutos
después. Pasó un hombre. Había otro más, y después entró la madre de
Emmy. Los segundos se convirtieron en minutos, o eso parecía, hasta
que llegó: Emmy. No distinguía bien su rostro, pero por la caída de sus
hombros, podía decir que su estado mental era malo. El peso de todo lo
sucedido la aplastó hasta dejarla sin vida. Es mi culpa. Las preguntas se
arremolinaron en mi cabeza mientras veía su figura desmoronada entrar
por la puerta. ¿Qué tanto sufrió en las últimas veinticuatro horas?
Mi teléfono sonó. Era Joseph. Se las arregló para tener acceso a las
imágenes de seguridad del pasillo fuera del apartamento de Emmy.
—El lugar está repleto de hombres de Víctor.
—Tengo ojos en el interior del apartamento —dije—. Tienes acceso
a las cámaras de seguridad del edificio, ¿verdad?
—Sí —respondió.
Está bien, eso es algo, me dije. Algo era mejor que nada.
Emmy y su mamá caminaban hacia la habitación de ella. 314
—Dime lo que ves en el pasillo y en el vestíbulo —pedí.
—Hay un tipo parado afuera del apartamento. Está armado —dijo
Joseph, y pude escucharlo haciendo clic en su computadora a medida
que buscaba—. Y un montón más en el vestíbulo y en la calle. También
armados. —Después de un momento de hacer clic, añadió—: Víctor está
junto a uno de los autos frente al edificio.
Cargué mi arma y tenía un ojo en la mira del cañón, sosteniendo el
teléfono en mi oreja con mi hombro. —¿Qué pasa con el sótano?
—Parece despejado por ahora —dijo después de hacer más clic.
—¿Puedes tomar el control del edificio? ¿De los ascensores? ¿La
electricidad? ¿Las comunicaciones?
—Sí —aseguró con confianza.
Cuando mudamos a Emmy a su departamento, dejamos un auto
de fuga en el estacionamiento del sótano. Siempre teníamos autos de
escape dondequiera que estuviéramos. —¿Puedes enviar un mensaje al
teléfono de su madre?
—¿En serio? No podemos confiar en ella. Y sabes tan bien como yo
que Shield rastreará todo lo que haga en ese teléfono.
—Ella es nuestra única opción, y necesitamos un par de minutos
de margen. En el momento en que reciba la advertencia de que algo está
sucediendo, saldrán. —Le recé a un Dios en el que no creía—. En dos
minutos, envíale este mensaje. —Dicté las instrucciones—: Saca a Emmy
ahora. Ascensor. Nissan blanco con franja morada en el costado y una
placa de Nueva Jersey. Llaves debajo del asiento. A la izquierda del garaje.
Izquierda en Dixon Heights. Derecho por Morrison. Para en los semáforos
de Alfred Road.
—¿No escuchaste lo que dije? Hay un ejército de hombres de Shield
en el frente. Puedo sacarla del edificio, pero controlar la infraestructura
de la ciudad requiere mucho más tiempo y planificación. No puedo…
—Solo sácala y asegúrate de que haya un avión listo para partir en
el aeródromo. Lleva a María y Billy allí ahora. Yo me ocuparé del resto.
Le envié un mensaje de texto a Aurelie: Vete ahora. Te los enviaré.
Por favor, cuídalos. Mi dedo golpeteó mi regazo y recé para que Aurelie
tuviera su teléfono, como le dije, a pesar de su desdén por la tecnología.
Tan pronto como me respondió, agarré a mis hombres y un par de
pasamontañas y envié uno de los autos a la esquina de Morrison y Alfred.
El resto nos pusimos los pasamontañas y condujimos un poco hasta el
edificio de apartamentos de Emmy.
Doblamos la esquina y pudimos ver la caravana de Víctor aparcada
frente al edificio. Excepto los conductores, todos nos metimos dentro de
los autos, fuera de la vista. Hacía mucho tiempo que no participaba en
315
un tiroteo desde un vehículo en movimiento. Me encontré relajándome en
el asiento del pasajero, como si estuviera yendo a casa. Los conductores
utilizaban disfraces que evitarían que fueran reconocidos por cualquier
video más adelante, sin dar la alarma de que algo andaba mal o impedir
su capacidad para conducir. —Hagan tanto ruido como sea posible —les
ordené a todos. Sabían lo que eso significaba: disparar a cualquier cosa
menos a los humanos.
Redujimos la velocidad frente a la caravana justo cuando Joseph
envió un mensaje de texto: Acaban de entrar en el ascensor.
—Ahora —instruí por la radio.
Todos nos levantamos de los asientos y comenzamos a disparar
hacia arriba. El primer instinto de todos, ya sea policía o transeúnte, fue
agacharse tan pronto como oyeron los estallidos y la explosión del vidrio.
Eso nos daría tiempo para despejar el área de transeúntes inocentes
antes de tener que devolver los disparos de la policía, lo que sucedería
tan pronto como se dieran cuenta de que en realidad no le disparábamos
a nadie. Ventanas, letreros y ventanas de autos estacionados explotaron.
Los gritos estallaron en la calle en medio de las ráfagas de nuestras balas.
No pasó mucho tiempo antes de que nos devolvieran el fuego. Las balas
volaron por encima de nuestras cabezas y estallaron en el techo del
coche. La ventana trasera se hizo añicos.
Me agaché y miré mi teléfono.
Fuera del estacionamiento, envió un mensaje de texto Joseph.
Una fuerte descarga de dolor detonó en mi bíceps. —¡Conduzcan!
¡Sepárense! —grité en la radio.
Nuestros tres autos arrancaron y se separaron en la intersección
más cercana, alejando la persecución de la dirección en la que se dirigían
Emmy y su madre.
Eché un vistazo hacia atrás para asegurarme de que la policía nos
perseguía, y fue entonces cuando me di cuenta que uno de mis hombres
recibió un disparo en la cabeza. Su cuerpo se encontraba desplomado y
su cabeza quedó contra el respaldo del asiento del pasajero. El tipo a su
lado se sentó agarrándose el antebrazo, se desangraba.
—¡La tenemos! —gritó alguien en la radio.
—Refúgiense —respondí a todos los que seguían vivos mientras
sostenía mi bíceps sangrante cerca de mi cuerpo.

***

Carly y yo nos hallábamos hombro con hombro en una colina no


muy lejos de la casa de Manny en Arizona. La luz de la luna aumentaba 316
su palidez. Cuando vine a Arizona a buscarla, me sorprendió. No era
simplemente el pelo rapado, los moretones o la falta de un diente lo que
me sorprendió; era el desgaste de sus ojos. Ella desaparecía de su cuerpo.
La abracé, pero fue como abrazar una farola. Permaneció en su lugar, sin
aceptar ni rechazar el abrazo. No pronunció una palabra desde que llegué
allí. Me encontraba agradecido de que siguiera viva. ¿Estaba realmente
viva? Atravesó un infierno con Manny. Tal vez continuaba en ese infierno.
Ahora, en tanto permanecíamos en silencio, esperando que iniciara
el espectáculo, pensé en Emmy. Pensé en la respuesta de Joseph cuando
le pregunté cómo se encontraban Emmy y su madre.
—La mamá de Emmy no vino —dijo.
—¿Qué?
—Conseguimos a Emmy, pero su madre se fue tan pronto como los
hombres sacaron a Emily.
—¿Por qué hizo eso? Ambas podían haberse escapado…
Podían haberse escapado. Luego me di cuenta de por qué hizo eso.
Porque no quería que Víctor supiera dónde dejó a Emily. Porque quería
llevar a los hombres de Víctor lo más lejos posible de allí para darle la
mejor oportunidad de escapar. Probablemente evitó un tiroteo que habría
puesto en riesgo la vida de su hija. Ahora estaba en manos del hombre,
seguramente enfrentando todo el efecto de su ira después de traicionarlo.
Se sacrificó por Emmy.
—Hay algo más —añadió Joseph, vacilante.
Mi corazón dio un vuelco. —¿Está o no está a salvo?
—Está a salvo —dijo rápidamente—. Yo mismo la puse en el avión.
Joseph había hecho mucho por Emmy y por mí, pero se negaba a
dejar Callister porque, como dijo, sabía que no sería capaz de hacer que
su madre se fuera.
—¿Pero? ¿Qué es? —exigí.
—Ella no es la misma en absoluto. No dijo una palabra después de
que la recogimos. No agarra a Billy. Ni siquiera la toca ni la mira.
Cerré los ojos.
—María trató de hablar con ella. Todos lo hicimos —había dicho.
—Solo asegúrate de que llegue allí a salvo —respondí, y colgué.
Me sentía agradecido de que estuviera viva. Aunque me hallaba de
pie junto a Carly, cuyo cuerpo estaba allí pero cuyo espíritu se había ido,
no tenía la certeza. ¿Y si fuera demasiado tarde para ellas? ¿Y si ocurrió
demasiado? ¿Qué pasaría si el daño que se les había hecho fuera más de
lo que sus espíritus podían soportar?
Le pasé un par de binoculares a Carly, que tomó sin decir palabra
317
ni expresión. Di la señal y la camioneta de carga que se encontraba
estacionada en el garaje de la casa de Manny explotó. El garaje estalló en
llamas. Después de ganar la pelea contra los guardias de Manny, los
hombres de Víctor finalmente llegaron al recinto. Llegaron demasiado
tarde para buscar a Carly, pero el cuerpo de Spider seguía allí, junto con
los cuerpos de los hombres de Manny. Los hombres de Víctor rodearon
el lugar. Nos esperaban, sabiendo que no dejaríamos atrás a Spider. No
pudimos llegar a su cuerpo, pero no podíamos dejar que lo tuvieran, así
que cuando nos enteramos de que ordenaron que una camioneta de carga
local fuera a recoger todos los cuerpos, alcanzamos la camioneta antes
de que llegara y se le pidió a uno de nuestros expertos que instalara una
bomba en su interior.
Algunos de ellos salieron corriendo de la casa antes de que el resto
de la misma estuviera totalmente envuelta en llamas. Hubo otro estallido,
más fuerte y más claro, que hizo que Carly se sobresaltara. Una explosión
de azul y púrpura iluminó la azotea.
Con cada toque de color, la miré y me preocupé de que los fuegos
artificiales que habían colocado en la camioneta fueran demasiado para
ella. Carly no se movió, excepto por la pequeña sonrisa que se deslizó en
su rostro. —Él te habría criticado por exagerar —dijo mientras su rostro
se iluminaba con la pantalla de colores que se agrietaba en la noche.
—Lo sé. Él habría odiado esto.
Se encendió otro fuego artificial. Se elevó en espiral hacia el cielo y
explotó como un pájaro montado en el viento.
Puse mi brazo alrededor del hombro de la mujer a mi lado y, en mi
mente, repetí la promesa que le hice a Spider: Carly estará a salvo.
Adiós, hermano.

***

Encontré a mi amor acurrucada en la cama. Emmy y Billy fueron


llevadas a salvo al escondite de Aurelie en Francia y, por algún milagro,
sobreviví lo suficiente para estar con ellas allí.
Emmy era una maraña de pelo rojo contra la almohada, y la piel
de su frente era tan blanca como las sábanas. Me advirtieron que estuvo
así por un tiempo. Pero verlo en persona fue como ser arrastrado bajo el
agua.
—¿Emmy? —murmuré.
Dejaron las cortinas cerradas; las mantas estaban levantadas y
cubrían la mayor parte de ella. No se movió. Vi un cuerpo y no quedaba
nada dentro. Mi corazón se hizo añicos como cristales que caen de un 318
rascacielos. Esto era a lo que había sido reducida.
Esto era a lo que yo la reduje. Se encontraba muerta por dentro.
Como yo. Atrapado en la oscuridad inevitable.
Me metí en la cama y me acurruqué contra ella, tomando su forma,
protegiéndola.
PARTE III

319
30
Traducido por Julie & Gesi
Corregido por Umiangel

Me desperté. Las persianas estaban abiertas. El sol salía en algún


lugar más allá.
Cameron se encontraba sentado en el suelo con la espalda apoyada
en la cama y las piernas extendidas y cruzadas por los tobillos. Estaba
tan cerca que, si hubiera sacado un dedo de debajo de la manta, podría
haberle tocado el cuello. Tenía un libro abierto en el regazo, pero su
respiración era profunda y su cabeza se inclinaba hacia delante en señal
320
de sueño, como si yo estuviera en el fondo de un pozo mientras él se
asomaba al borde.
¡No mires!, grité desde lo más profundo de mi mente. ¡Aléjate! Me
hundí más en mi oscuridad hasta que desapareció de mi vista, y volví a
estar sola.

***

Podía oler el aire del mar incluso antes de despertarme del todo.
Incluso con los ojos cerrados y con la manta sobre la cara, supe que
alguien volvió a abrir esas malditas persianas.
Mi almohada estaba mojada. Cuando intenté cerrar los ojos, las
lágrimas cayeron sobre la almohada. No recordaba haber llorado, pero
tampoco recordaba haber dejado de hacerlo. Solo quería dormir, pero la
brisa me hacía cosquillas en la parte superior de la cabeza. ¿Cuál era la
fascinación de todos por la luz? Suspiré y tiré las mantas a un lado.
Me incliné para cerrar las persianas y lo vi de pie en la terraza con
la cabeza apoyada en los brazos contra la barandilla, dando patadas a
un guijarro en las tablas. Las gaviotas gemían con la brisa.
La mejor vista del condado, y él está mirando sus pies, dijo la voz
antes familiar dentro de mí. Todavía tenía esa asquerosa barba.
Me puse el albornoz que encontré en el respaldo de una silla.
Mi prima Aurelie se encontraba en la cocina, lavando tomates. Su
delantal se encontraba impregnado de tierra y jugo de tomate, sangre
vieja y nueva. Señaló con la nariz hacia la cubierta, donde estaba parado
Cameron. —Il est beau ton mec mais un peu trop grognon pour mon gout.
—Ella pensaba que era guapo, pero demasiado gruñón para su gusto.
Cameron levantó la cabeza cuando salí.
—Hola —dijo, creando una nueva serie de arrugas en su frente. Dio
un paso hacia mí. Puse una mano en guardia y seguí caminando hacia
la barandilla.
Mis ojos se cerraron cuando el sol llegó a mi piel. Me obligué a
abrirlos y retrocedí al sentir la brisa en mi piel.
—Me alegro de verte levantada —dijo.
—¿Por qué estás aquí?
—No me gustaría estar en otro sitio.
—No te quiero aquí —dije. En mi visión periférica, pude verle tan
erguido como los pinos de Córcega que salpicaban el horizonte. Esta vieja 321
casa de campo familiar quedó grabada en mis recuerdos como si hubiera
leído sobre ella en una novela y no hubiera pasado allí un verano entero,
persiguiendo a mi prima descalza por los viñedos familiares. Un lugar así
no podía ser real, me había dicho muchas veces—. ¿Eres el responsable
de traerme aquí?
—Fue un trabajo en equipo —respondió.
Ahora estaba a mi lado, lo suficientemente cerca como para que su
esencia se mezclara con el aire del mar y la tierra húmeda como una
especie de perfume tortuoso. El olor a tierra... mi mente conjuró la
imagen de un bosque, exuberante y tranquilo, con helechos en el suelo y
troncos de árboles más grandes que el círculo de mis brazos.
—No deberías estar aquí —dije, interrumpiendo mi propio tren de
pensamientos. Tragué, y el esfuerzo me dejó una sensación de ahogo
gradual, un apretón con el intento de mi cuerpo de ser humano—. No
debería estar aquí. No quiero estar aquí.
Mientras mis ojos se fijaban en el horizonte, podía sentir sus ojos
puestos en mí. —Yo no maté a Griff —dijo.
Griff. Matar. Muerto. Griff estaba muerto. Desde algún lugar, de la
nada, oí el ladrido de un perro y luego una ráfaga de risas que me resultó
tan familiar como si la ráfaga hubiera escapado de mi propio cuerpo. Billy
y Meatball.
Las imágenes, aleatorias y vívidas, se arremolinaron en mi interior:
un pasillo, vacío y que se extendía como si no tuviera fin; motas de polvo
que colgaban en el aire como el interior de un globo de nieve, como si el
tiempo se hubiera detenido; un dormitorio, vacío y después no; pies con
zapatillas, inmóviles; una camisa ensangrentada; y cuerpos. Parpadeé y
la gente, personas reales, seres enteros, se convirtieron en cascarones
vacíos.
—Em, lo siento por todo —dijo Cameron, como si tuviera derecho
a decirlo. Mi cabeza se sacudió de lado a lado, y él me tomó por los
hombros y me obligó a mirarlo, como solía hacer cuando necesitaba mi
atención.
—No debiste traerme aquí —dije—. No debería estar aquí. Debiste
dejarme. Todos ustedes deberían haberse ido.
Su expresión decayó. —Cielos —murmuró. Sus ojos eran oscuros,
pozos sin fondo—. Nada de esto es culpa tuya.
—Esto va a seguir sucediendo. Pops, Margaret, Griff, Rocco, Bill y
Frances. Seguirá sucediendo hasta que todos ustedes se hayan ido.
—No. Eso no es cierto.
Me clavé un dedo en el corazón. —¡Debiste dejarme allí!
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Emmy... 322
El corazón me latía con fuerza y mi cabeza daba vueltas a una
rotación de imágenes borrosas. El suelo retrocedía, amenazando con dar
paso al abismo de oscuridad que esperaba, siempre esperaba. Necesitaba
entrar, pero él me sostenía con mucha fuerza. Cameron se aferraba a mí
demasiado fuerte.
—Tengo que volver allí —dije—. Tengo que volver antes de... ¡oh,
Dios!
El mundo se movía a nuestro alrededor, como si mi cabeza
estuviera atrapada en un remolino de polvo; mis ojos no veían realmente
nada, pero también lo veían todo a la vez: tantas caras, tantos lugares
para que Víctor se escondiera, un millón de granos de arena.
—Antes de que venga por mí. Va a venir. Nos está observando.
Siempre vendrá por mí. Y ahora todos ustedes están aquí. No. No, tengo
que irme.
Mi respiración se detuvo. Nuevas imágenes se plegaron en los
remolinos de mi mente, y el paisaje de mis sueños se convirtió en una
pesadilla de lugares para que él se escondiera, vigilara, tramara. La risa,
que antes era una rareza preciada, ahora había desaparecido. Los ojos
marrones, antes llenos de vida, ahora estaban vacíos. Imaginé una cuna
vacía y una mano pequeña y regordeta, inmóvil.
A pesar de que Cameron me agarraba con demasiada fuerza, el
suelo cedió y escapé de nuevo a mi pozo.

***

Era la mitad de la noche cuando me desperté. Me encontraba de


nuevo en mi habitación. Tenía la garganta en carne viva y los labios secos.
Como si la realidad no fuera ya bastante mala, las pesadillas se volvían
grotescas, con imágenes de partes del cuerpo creciendo en los campos y
sangre hirviendo en la olla de Margaret. Dormir era peor que quedarme
despierta.
Cameron dormía a mi lado, murmurando en sueños, luchando
contra algo que yo no podía ver. Tiró de las mantas y temblaba. Volví a
ponerle las mantas y fui al salón.
Me senté en el sofá y miré al exterior. La luna creaba sombras. Ya
no veía a Víctor por todas partes, solo una vasta extensión de oscuridad
y nada, y pensé: Si estoy muerta, dejará de venir. Si estoy muerta, los
dejará en paz. Si me voy, Billy estará a salvo. Podía oír el mar, pero no
podía verlo.
Algo en la oscuridad de la casa me sobresaltó: un movimiento tan 323
leve como una hebra de césped en la brisa. Me llevó un momento calmar
los latidos de mi corazón, concentrarme en algo más allá de mi oscuridad
y reconocerla. Carly se inclinó un poco hacia delante, de modo que solo
su rostro era visible a la luz de la luna. Le habían cortado el pelo y algunos
trozos de piel brillaban bajo la luz de la luna. Como si pudiera oír mis
pensamientos, se llevó los dedos temblorosos a la cabeza.
Nos sentamos mudas; las únicas palabras que oímos provenían del
mar como un flautista de Hamelín.
De alguna manera, debimos atravesar la puerta. De alguna forma,
debimos cruzar el césped y el campo más allá y pasar las sombras de los
árboles y los arbustos. De alguna forma, Carly y yo estábamos descalzas
en el borde del muelle más allá de la casa de campo. La miré. Tenía los
ojos cerrados. Los sonidos del viento que silbaba en nuestros oídos y el
mar que se estrellaba contra la pared rocosa de abajo ahogaban todo lo
demás. Al fin y al cabo, sabía lo que ella pensaba, porque yo también lo
pensaba: ¿Y si saltara? ¿Y si el dolor se convirtiera en aire? ¿Y si no fuera
nada más? ¿Y si el agujero negro se hiciera tan profundo que nadie pudiera
volver a sacarnos de él?
Me agarró la mano y la apretó, como si yo fuera lo único que la
retuviera, como si me dejara decidir a mí. Miré por encima del borde. La
espuma del mar que se formaba donde el océano Atlántico chocaba con
la pared parecía un colchón.
Si nos arrojábamos de cabeza, la caída sería suficiente para
rompernos el cuello. La caída sería rápida. Había escuchado que la gente
describía esa caída libre como algo inicialmente aterrador y después
estimulante, liberador.
Carly volvió a apretar, como si necesitara una decisión. Le devolví
el apretón; respiré, sintiendo que el aire salado llenaba cada cavidad de
mis pulmones, como lo hizo cuando era niña. El viento me azotó el cabello
contra la cara. Me lo aparté y abrí los ojos. —La oscuridad puede ser
simplemente oscura, o puede servir para enmarcar la luz. Es tu elección
—me escribió Pops.
Grité. Fue un grito gutural que salió de lo más profundo de mi pozo.
Carly gritó desde lo más profundo de su pozo.
Agarré su mano con toda la fuerza que pude, como si estuviera
agarrando el borde de nuestro agujero más oscuro, y di un paso atrás y
la llevé hacia arriba conmigo. Nos situamos en el fin del mundo y dejamos
espacio para que el dolor se expandiera entre nosotras, permitiendo que
el viento y el mar se llevaran lo que ya no podíamos soportar.

***
324
Tomadas de la mano, Carly y yo volvimos a la casa de campo tan
tranquilamente como habíamos salido. Mis piernas apenas conseguían
mantenerme en pie. Era como si me hubiera tirado por el borde y me
hubiera arrastrado por el dique. En muchos sentidos, lo había hecho.
Volvería a la cama, pero una luz en una de las habitaciones me detuvo.
—María debe estar levantada —dijo Carly, con la voz ronca.
María se encontraba allí. Siempre estaba allí. Lo sabía tanto como
que la tierra era redonda.
Carly pasó de largo cuando María llegó a la puerta de su dormitorio.
Las gafas le colgaban de la nariz y llevaba un libro bajo el brazo. Me
examinó por encima del borde de sus gafas. —Volviste. —Lo dijo en un
sentido más figurado que físico.
Apretada contra la pared junto a la puerta había una cuna. Inhalé.
La habitación olía a toda la bondad del mundo, a toda la dulzura que era
Billy. Todo lo que podía ver desde la puerta era la parte superior de la
cabeza de Billy; su pelo sobresalía como si estuviera electrificado.
María se apartó y me cogió el codo, obligándome a entrar. Me hallé
al lado de la cuna. Billy dormía boca abajo, extendida sobre el colchón
como si se hubiera quedado dormida en un intento de alcanzar todos los
rincones y emprender el vuelo. Su minúscula mano se abría y se cerraba
como si todavía estuviera buscando. ¿Estaba soñando? Me llevé la mano
a la boca, sofocando algo en mi interior. ¿Cómo pudiste?, me pregunté a
mí misma. ¿Cómo pudiste abandonarla?
—Ella solo recordará lo que elijas hacer de aquí en adelante —dijo
María, con un tono claro y tranquilo. Después secó la lágrima que se me
escapó del ojo, como hizo tantas veces cuando yo era una niña—. Ahora
las lágrimas se irán. Mañana será otro día. Una buena noche de sueño
trae una nueva perspectiva.
Tragué saliva y asentí con la cabeza, como cuando era niña. Me
mandó a la cama y prometió traerme a Billy en cuanto se despertara por
la mañana. Apagó su lámpara de lectura, haciendo que el pasillo volviera
a sumirse en la oscuridad a la que mis ojos ya no se encontraban
acostumbrados.
Deslicé la mano por la pared hasta encontrar la puerta de mi
dormitorio. Entré de puntillas en mi habitación, pero mi pie se enganchó
en el borde de la alfombra y caí de rodillas. Me quedé escuchando por un
momento, esperando que el sonido de mis rodillas golpeando el suelo
hubiera despertado a toda la casa, pero no oí nada.
Volví a colocar la alfombra en su sitio, pero no hallé una alfombra
volcada. Encontré una mano inerte.
No tenía ni idea de dónde se hallaba el interruptor de la luz. Salí
disparada y corrí por la oscuridad, tirando cosas, cortándome la mano
325
con el borde de algo afilado, hasta que encontré una lámpara y la encendí.
Cameron estaba en el suelo. Tenía la sábana enrollada alrededor de sus
piernas. Era como si hubiera intentado levantarse, pero sus piernas no
habían llegado al borde. Intentó alejarse, pero no lo consiguió. Víctor vino.
Se llevó a Cameron. Cameron está muerto.
Debí haber gritado. Carly, María, Aurelie y un hombre al que no
conocía nos rodearon. —¡Cameron! —le grité a la cara. Pero era la cara
de Víctor la que veía por todas partes: en el cuerpo de María, en el de
Carly, asomándose por el lado de la cama, mirando por la ventana. Nos
encontró. No podía moverme. Meatball me ladró a mí, a Cameron y a todos
los demás, pero yo no podía moverme.
María tenía la mano de Cameron en la suya. —Tiene pulso. —Un
lamento surgió de la habitación de al lado—. Ve con Billy —ordenó, pero
mis piernas ya habían empezado a moverse.
A Billy no. A ella no. No puedes tenerla, Víctor. El pasillo no tenía
fin. Mis pies eran muy lentos. No pude llegar a ella. Llegué demasiado
tarde. Cuando doblé la esquina de la habitación de María, me estrellé
contra la puerta.
La cuna de Billy no estaba vacía. Ella seguía dentro, sentada, con
las lágrimas pegadas a la cara. Se estiró por mí. Mis ojos recorrieron la
habitación, examinando cada rincón. Tomé a mi hija en brazos y corrí
hacia la puerta, pero Aurelie me detuvo. Me sujetó por los hombros y me
sacudió suavemente. Billy volvía a llorar.
—Emilie, calme toi. Todo está bien. Cameron se va a poner bien. Ha
tenido un episodio. Por favor, siéntate —dijo mi prima. Me llevó a la
mecedora y me hizo sentar con Billy aún llorando en mi regazo.
Me senté erguida y paralizada en el umbral. Carly llamó a Aurelie
desde algún sitio de la casa.
—Por favor, tienes que calmarte. Estás asustando a Billy. Todo está
bien —dijo mi prima antes de alejarse.
El rostro de Billy era del mismo tono que los tomates de mi prima,
y apenas recuperaba el aliento entre sus chillidos. Meatball se acercó, le
olfateó los pies y apoyó su cabeza sobre mi regazo. De repente noté sangre
en su pijama, pero antes de que surgiera un nuevo nivel de pánico,
Meatball me lamió la mano, y recordé cortármela antes. Por lo que parecía
ser la primera vez desde que encontré a Cameron en el piso, exhalé y
luego forcé una inhalación y otra exhalación. Me repetí las palabras de
mi prima: Cálmate, Emily. Todo está bien.
Como si fuera algo natural, como si nunca hubiéramos estado
separadas, como si nunca hubiera abandonado a mi bebé, mi espalda se
apoyó contra el respaldo de la silla y mis pies comenzaron a empujarse
contra el suelo. Mi agarre alrededor de Billy se alivió levemente y, con el
326
tiempo, también lo hizo su llanto. Hipó y levantó la mirada, acerqué mi
rostro al suyo. Meatball salió de la habitación y Billy se acurrucó en el
hueco de mi brazo, en el sitio que era suyo, hasta que por fin sus hipos
se detuvieron el tiempo suficiente para que pudiera quedarse dormida.
Apoyé la mejilla en la pelusa color melocotón rojo de su cabeza y la olí.
Voces apagadas, compuestas y ensayadas, atravesaron la pared.
Reconocí la de Cameron, baja y lenta. Recorrí el pasillo con Billy en mis
brazos. Oía la de Carly al otro lado de la puerta, y entonces nuevamente
la de él. Mi prima se encontraba sentada, con las piernas cruzadas, en el
piso de la sala de estar. El hombre de más temprano entró, todavía en
calzoncillos, derramando por los bordes de unas tazas líquido caliente en
tanto la bandeja se desequilibraba.
María salió del dormitorio, con un par de vaqueros, los de Cameron,
y rebuscó en los bolsillos. Sacó un sobre de manila del tamaño de una
tarjeta de crédito, y cuando miró dentro, sus ojos se abrieron de par en
par, provocando que las arrugas de su frente se profundizaran.
—¿Qué es? —preguntamos con Aurelie a la vez.
Miró dentro del sobre y algo me tiró del pecho cuando me miró. Me
sostuvo la mirada por un momento, entonces asintió con la cabeza y sus
arrugas se suavizaron. Volcó el sobre sobre su palma.
Cayeron una docena de pastillas.
Aurelie sacudió la cabeza y tomó un trago de su té. —¿Se lo está
haciendo a propósito? Incroyable4 —dijo.
Estuve el tiempo suficiente en el negocio como para reconocer que
las píldoras eran fuertes estimulantes. No entendía por qué Cameron las
llevaba con él. Miré de María a Aurelie.
—Es un adicto, Emily —dijo la primera.
—Y parece que trató de desintoxicarse solo sin decírselo a nadie.
Lo que es increíblemente estúpido y peligroso.
—¿Pero por qué?
Ambas sacudieron la cabeza, se encogieron de hombros y bajaron
la mirada.
María tomó a Billy y Auriele me vendó la mano mientras permanecí
paralizada en una silla.
Entonces me puse de pie y respiré profundo antes de ir a la
habitación. Cameron se encontraba sentado en la cama, haciendo una
mueca, con la cabeza apoyada en el respaldo y las manos apretando la
sábana. Noté el color pálido de su piel. ¿Por qué no lo noté antes? Su
pecho desnudo estaba manchado y sus costillas sobresalían a través de
su piel como los codos de los niños.
Me senté en el borde de la cama, sin saber qué decir.
327
—Pensé que podía limpiarme sin que nadie lo supiera —explicó,
rompiendo el silencio.
¿Por qué las tomaba? ¿Hace cuánto tiempo? ¿Por qué no me lo dijo?
¿Por qué Cameron Hillard siquiera necesitaba tomar algo? ¿Cómo Cameron
Hillard, que era invencible, se volvió un adicto? Había muchas preguntas
que me recorrían la mente. pero una aún más importante que persistía:
¿Cómo pude no darme cuenta?
—¿Emmy?
—Estoy aquí —respondí.

***

La parte más difícil era verlo fingir que todo estaba bien, como si el
dolor no lo afectara, como si fuera invencible como todos creían que era.
Como yo lo creía. Pero ningún humano lo era. —Los humanos son solo
humanos —solía decir Pops, y ver a Cameron atravesar la desintoxicación
me recordó su humanidad.

4 Increíble en francés.
—Lo único que puedes hacer por él ahora mismo es mantener su
mente ocupada —dijo el médico del pueblo después de que Cameron se
negara a tomar todos los medicamentos para el dolor.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
En esa casa, como en todas las demás en las que estuve, Billy
reinaba, como debió hacerlo. Todos saltaban con cada gemido o risita.
Carly, en particular, se encontraba atenta, la única vez que no estaba
cerca de ella era cuando Cameron lo estaba. Algo sucedió entre ellos, algo
lo suficientemente grande como para separarlos.
La casa de mi prima no tenía televisores, ordenadores ni teléfonos,
lo que resultaba raro y también inconveniente, ya que dejaba al diálogo
como la única fuente de distracción. Se podía hablar del clima durante
cierto tiempo antes de quedarse sin patrones climáticos. El diálogo, del
tipo significativo que te ocupaba la mente, requería confianza. Cameron
y yo llevábamos tanto tiempo separados y enfrentados que la confianza
era una fábula, al menos para mí. Él siempre parecía estar un paso por
delante de mí; siempre hacía que pareciera que nunca habíamos estado
separados.
Mientras me concentraba en su salud y en tratar de averiguar
quién era y quién pensaba que era, ¿podían reconciliarse los dos?, él se
enfocaba en las cosas y los momentos pequeños. Era posible que tuviera 328
más respuestas que preguntas. O tal vez eso era todo lo que podía tolerar.
—¿Qué te dijo Kostya? —preguntó Cameron. Estábamos sentados
en la mesa de la cocina mientras Carly y María se encontraban reunidas
junto a la chimenea, turnándose para alzar a Billy. Mi prima y su novio
desaparecieron de nuevo en su habitación. La tormenta sonaba como si
alguien estuviera arrojando piedras a las ventanas.
—¿Quién es Kostya?
—El viejo ruso que se te acercó a hablar en el ascensor después de
la reunión en el hotel.
Era como recordar algo de la vida de otra persona. —Me preguntó
por Frances.
—¿Por qué?
Le conté sobre verlo saliendo de su apartamento cuando fui a
pedirle ayuda para sacar el dinero de mi hermano de un banco en las
Islas Caimán.
Asintió con la cabeza, como si explicara algo que no podía ver. Iba
a preguntarle por qué importaba y si sabía qué había sido de ella, pero le
temblaron las manos y los labios se le volvieron pálidos. Apretó las manos
en puños y se quedó perfectamente quieto.
Cuando regresó, cuando el color le volvió a los labios y los músculos
de su mandíbula se aflojaron, reprimió una tos y sus orejas de sonrojaron
en tanto sus ojos se encontraban con los míos por un momento. Entonces
miró furtivamente alrededor de la habitación. Si bien no había mucho
espacio en la cabaña de mi prima, María y Carly no parecieron notarlo,
aún no.
Sus ojos permanecieron en algún sitio más allá del pasillo. Pude
darme cuenta en lo que pensaba: el pequeño sobre de manila.
—Vamos a caminar —dije, me puse de pie y me alejé antes de que
pudiera negarse. Al pasar por la puerta cerrada de la habitación de mi
prima, escuché voces que no reconocí.
Mientras buscaba mi chaqueta, Cameron miró al exterior justo
cuando un trueno cayó cerca. Abrió y cerró la boca, como si estuviera
luchando por encontrar una palabra más agradable que locura.
No solo estaba mojado afuera, sino que hacía mucho frío. Olvidé
los extremos climáticos de los que era capaz este lugar. La lluvia tenía
sabor a sal y a marisco viejo. Con cada paso, el agua subía más arriba
por las perneras de mis pantalones, como arañitas empapadas. El único
paraguas que logré encontrar era demasiado chico para dos adultos. Me
acurruqué dentro de mi chaqueta y mantuve la boca cerrada para que no
oyera el castañeo de mis dientes. Me abrazó por los hombros y me jaló
contra su costado. —Esto me recuerda a la vez que chocaste el auto de
tu hermano en el bosque. 329
Una escena se reprodujo en mi mente, una de un chico intentando
enseñarle a una chica cómo conducir un coche que no podía costear.
Esas personas no podíamos haber sido nosotros. Esa chica sin dudas no
era yo.
—Parece que fue hace siglos, ¿verdad? Le llevó muchísimo tiempo
a Spider sacar esa cosa del… —Respiró entrecortadamente y la mantuvo.
Algo le sucedió a Spider. Lo supe en el momento en que vi a Carly
sin él. Spider sin Carly, Carly sin Spider, era algo demasiado raro como
para no notarlo. —¿Cómo murió? —finalmente le pregunté.
—Vayamos por allá —dijo, acercándome más.
La lluvia se me metía en los ojos. Sin que yo lo notara, movió el
paraguas para que me cubriera por completo y quedarse bajo la lluvia.
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que hacer eso?
En desafío, para obligarlo a cubrirse, me abracé con más fuerza a
él. Se me volvió un poco borroso el cerebro en el proceso. —Encontré a
Pops y Margaret muertos en su casa —dije en voz alta por primera vez.
Agachó la cabeza, le tomó un momento responder. —Lo siento. No
conocía muy bien a Margaret, pero Pops era un buen hombre.
Mi mente recordaba los pies flácidos en pantuflas y una casa como
un ataúd. Sentía el estómago como si lo hubieran encerrado en cemento.
Sentí la necesidad de correr, ¿pero a dónde? ¿Correr a dónde? Me obligué
a volver a ese día, retroceder desde el dormitorio y por el pasillo. La cocina
se encontraba vacía, pero no completamente. Dos tazas fueron dejadas
en la encimera junto a un frasco vacío de hierbas, el que tenía la tapa
roja brillante, el que generalmente estaba arriba del armario más alto, el
que Margaret me dijo que no tocara nunca.
Cameron me apretó el hombro y me trajo de regreso.
—Se suicidaron. —Lo miré—. Víctor estaba yendo a arrestarlos.
Iban a ir a la cárcel.
Pops y Margaret me habían dicho que estaban inextricablemente
conectados a la tierra, ya que la tierra sostenía sus cuerpos y sus almas.
No podían dejarla. Decidieron llevársela al más allá con ellos antes de que
Víctor y su policía corrupta se los llevaran. La imagen de Víctor saliendo
de su coche, sus pies tocando un suelo sagrado que había contaminado,
hizo que la bilis me quemara el pecho. —Tomó el control de la reserva. Y
Griff… —Respiré y le conté sobre el video y su confesión—. Quería a Griff
muerto. Estaba muy enojada y, justo en ese momento, una fracción de
segundo, deseé que estuviera muerto. Y me di cuenta de que lo estaba.
Si se hallaba al tanto de la deserción de Griff, no me lo hizo saber.
Marchó hacia adelante con los hombros tan tensos como siempre.
Nos detuvimos junto a la cerca hecha de troncos y reparada con
trozos de madera al azar de tinajas y cajas de vino rotas. Al otro lado se
330
encontraba el viejo viñedo. Hileras de plantas larguiruchas crecían entre
montañas y praderas rocosas. Todas las luces se hallaban encendidas en
la pequeña comunidad de casas al pie de la colina, donde residían los
trabajadores agrícolas. Mi familia casi se había olvidado del viñedo. Era
demasiado pequeño para notarlo. El vino era bueno, pero no lo suficiente.
Los Tremblay tenían otros más grandes y de mayor renombre en Burdeos
y Alsacia que cuidar. Me sorprendió que aún siguiera allí y no hubiera
estado completamente abandonado. En realidad, estaba bien mantenido
y amado, probablemente por mi prima.
La lluvia se convirtió en una llovizna ligera. Nos apoyamos en la
cerca y observamos al vapor elevarse desde el suelo, oscureciendo las
enredaderas hasta que se asemejaban a lápidas de un cementerio.
—Tuve que elegir quién moría —dijo mientras su mirada rebotaba
de lápida en lápida—. Manny me hizo elegir. Era Carly o Spider. Uno tenía
que morir. Elegí a Spider.
Se me contrajeron los pulmones.
—Solo hizo falta una bala. Se fue así de rápido. —Chasqueó los
dedos—. Carly y yo lo vimos morir. Elegí matar a mi mejor amigo. Luego
maté a Manny. La estrangulé hasta que su cuello se rompió entre mis
dedos. Me gustó. Me gustó verla morir. Ese es el tipo de monstruo que
soy.
Un relámpago cayó donde el viñedo chocaba con la montaña, un
trueno detonó y me sacudí hacia atrás. El paraguas cayó de la mano de
Cameron y voló un par de metros. Estaba a punto de correr a buscarlo,
pero me tomó de la mano y me jaló hacia él.
Me besó de una manera tan dura y envolvente que todo mi cuerpo
pudo sentirlo. Sus labios estaban mojados y fríos, y sabía a mar, tierra
profunda y uvas. Y me devolvió esa calidez que nunca había tenido hasta
el día en que lo conocí.

331
31
Traducido por Julie
Corregido por Umiangel

Salía de la cabaña, cuando me encontré con Cameron junto a la


puerta.
—¿A dónde te escapaste? —Billy se encontraba en sus brazos,
estudiando su barbilla como si aún buscara la barba que finalmente se
afeitó hace semanas.
—Solo fui a buscar un suéter —dije, e hice ademán de envolver el 332
suéter de mi prima con más fuerza.
La puerta de la valla trasera estaba abierta y Meatball escarbaba
en busca de gusanos e insectos. El patio estaba lleno de sus agujeros de
bichos. Cameron rellenó la mayoría de ellos con tierra suelta, haciendo
que el patio pareciera tener varicela, pero cada vez que Meatball salía
aparecían nuevos agujeros. Era una suerte que mi prima lo adorara.
—Sabes, podríamos ir al pueblo a comprarte tu propia ropa —dijo
Cameron.
No me arriesgaría. Cuanta menos gente nos viera, mejor. Incluso
los comestibles eran comprados y entregados a nosotros por uno de los
trabajadores. —Aurelie se ha ido. Tengo un armario lleno de ropa a mi
disposición.
Una ardilla corrió por la línea de la valla y Meatball la persiguió.
Billy se lanzó de los brazos de Cameron, que casi la deja caer. No tardaría
mucho en empezar a perseguir a las ardillas también: era en parte perro.
—¡Meh-bah! —gritó. A nadie le sorprendió que su primera palabra fuera
“Meatball”.
¡No puedo creer lo que ha crecido!, les dije en silencio a Pops y a
Margaret. Ahora vivían dentro de mi cabeza y a menudo les hablaba como
si estuvieran delante de mí. Tardé un tiempo en poder hacerlo sin sentir
una tensión interior, sin volver a sentir su pérdida. El dolor seguía ahí,
pero hablarles así me ayudaba un poco. María me dijo que lo haría, y así
fue.
No hablaba con Griff. El simple hecho de pensar en él me traía
remolinos de rabia, dolor y confusión que no sabía qué hacer con ellos y
que, al parecer, no podía superar. Así que no lo hice. Me alejé. Griff se
quedó detrás de una puerta que cerré apresuradamente cuando corrí por
ese camino mental.
Cameron y yo seguimos a Meatball en su búsqueda de la ardilla;
de lo contrario, Billy habría seguido gritando su nombre y tratando de
escapar de la prisión que era el abrazo de su padre.
Encontramos a Carly y a María junto al viñedo. Carly hablaba con
uno de los trabajadores junto a una hilera de viñas. María se hallaba
sentada en un cubo volcado, tejiendo algo rosa. Meatball perdió el interés
en la ardilla y encontró una mariposa en su lugar.
Cameron dejó que Billy se arrastrara por la hierba, lo que la hizo
feliz. La niña se escabulló y se arrastró hasta la valla, luego por debajo
de ella. Carly la recogió y ambas sonrieron. Billy era lo único que parecía
sacarle una sonrisa completa ahora.
—Es independiente, esa —comentó María.
El sol me calentaba la cara. Los pinos que enmarcaban el viñedo
parecían paraguas apilados uno encima de otro. Se balanceaban con la
333
brisa, al igual que las pequeñas hojas de las vides. Cameron estaba cerca
de la valla y se reía con Carly de algo que había hecho Billy.
Di un paso atrás y los observé a todos. Observé cada matiz de sus
sonrisas, cada ceja levantada y cada gesto de la mano. Me fijé en el color
de sus mejillas, en cómo la luz y la sombra incidían en su piel y en cómo
la misma brisa soplaba en sus cabellos y en los míos. Miré para recordar,
para tatuar ese momento en mi memoria, junto a todos los demás. Los
millones de detalles que los convertían en Billy, Cameron, Carly, María y
Meatball. Los millones de detalles que me mantenían allí y los que no.
Sabía que recordaría sobre todo el sentimiento que me provocaban, todo
el amor que sentía por ellos, como si estuviera a punto de estallar, como
si mi piel quisiera abrirse, rodearlos y mantenerlos dentro de mí para
siempre.
Cameron volvió a caminar hacia mí, entrecerrando los ojos cuando
el sol bajaba; sus miembros eran largos y fluidos. —¿Qué haces aquí
sola? —Ya había recuperado casi todo su peso. Sus pómulos todavía
sobresalían y me hacían contener la respiración.
—Solo pensaba —dije.
—¿En qué?
—En mi madre, en realidad.
Cameron y yo hablamos de casi todo ahora; algunas pláticas nos
llevaban desde la mañana hasta la noche. Nuestros temas finalmente
incluyeron a mi madre. Le conté que vi una faceta diferente de ella, que
nos habíamos acercado un poco más, y que al final me salvó la vida
después de que Cameron le enviara aquel mensaje. Ahora, al verlos a
todos, sentí como si me faltara algo. Levanté la vista hacia él. —¿Crees
que está bien? ¿Crees que Víctor descubrió que ella fue la razón por la
que me escapé?
—Lo que sé de Isabelle Sheppard es que es una luchadora, y creo
que se habría dado cuenta de algo.
Buscó en mi cara. Le regalé una sonrisa falsa.
Con Billy todavía en brazos, Carly pasó por delante de nosotros.
—Voy a bañar a Billy —dijo. María la siguió; aunque llegó a conocer
a Carly y a confiar en ella con Billy, no había cedido totalmente el control.
Conociéndola, probablemente nunca lo haría.
Cameron suspiró y me pasó los dedos por el cabello. —Deberías
soltarte el pelo más a menudo. —Después de adueñarme del vestuario
bohemio de mi prima, también adopté su aspecto bohemio, con pies
descalzos y todo.
Los trabajadores ya recogían las cosas para dar por terminado el
día, dejando huellas de botas en la tierra húmeda. El sol estaba a punto
334
de ponerse, y los grillos multiplicaban por diez su canto. A lo lejos, pude
ver un viejo neumático colgado de un pino.
No recordaba si me había columpiado de él cuando era niña, y
mientras me preguntaba si Billy lo haría alguna vez, sentí una opresión
en el pecho.
El dedo de Cameron me acarició la palma de la mano. —Tal vez
podríamos quedarnos aquí para siempre —sugirió.
Quise decir: “¿Y fingir que nadie viene a por nosotros?”. —Y fingir
que nos acabamos de conocer en este viñedo —dije en lugar de lo otro.
—Criar aquí a nuestros hijos y nietos. Fingir que toda nuestra vida
será vivirla tranquilamente.
—¿Hijos? ¿Nietos?
Se rió. —Hacemos unos bebés preciosos. Sería un error no dar al
mundo más de ellos.
—Supongo que darle a Billy un hermanito o hermanita no sería tan
malo —contesté, respirando a pesar del dolor.
—Cinco es un buen número —dijo, completamente serio.
Levanté una ceja. —Eso no nos daría mucha privacidad.
—Seguro que encontraríamos un armario oscuro al que escapar de
vez en cuando —dijo con una sonrisa. Acercó su cara a la mía—. Te amo,
Emmy. Me asusta lo mucho que te amo. El mundo entero se volvió una
mierda. Todos hemos perdido mucho. Pero te amo. El mundo entero va a
seguir explotando, y yo seguiré amándote.
Me besó.
Éblouie. Esa fue la palabra francesa que me vino a la mente cuando
sus labios se apretaron contra los míos. Deslumbrante era la traducción
más cercana que se me ocurrió, aunque eso no se acercaba en absoluto.
Éblouie significaba estar asombrado y también atontado; significaba estar
hipnotizado y también cegado. Significaba que los extremos opuestos del
espectro se unían a la vez en este pequeño espacio que éramos Cameron
y yo. Me unía y me deshacía, me cosía y me desarmaba. Éblouie por
Cameron Hillard.
El resto de los trabajadores salían del viñedo cuando el día llegaba
a su fin. Cameron se quedó quieto, observándolos, con su mano todavía
agarrada a la mía. Al poco tiempo, contemplábamos un campo desolado.
—Trabajé mucho toda mi vida para no ser como el resto del mundo
—dijo—. Hice todo lo posible para no ser como mi familia, como la gente
que tiene que luchar constantemente para llegar a fin de mes. Pero ahora
es lo único que quiero. Poder volver a casa con mi familia después de un 335
día difícil de trabajo, porque eso es lo único que importa al final. —Se
volvió finalmente hacia mí—. Las cosas nunca serán tan sencillas para
nosotros, ¿verdad?
¿Me lo preguntaba o me lo decía? Apreté su mano con fuerza para
que no pudiera soltarla, y entonces empecé a caminar, tirando de él para
que me siguiera. Recorrimos el pequeño foso entre dos de los campos y
seguimos adelante cuando llegamos al final. El sendero, lo sabía, nos
llevaría al bosque y terminaría en el lugar más mágico de la tierra. O al
menos así lo recordaba yo.
Pronto el sendero se detenía al pie de la montaña rocosa que se
extendía en el aire como la versión de la naturaleza de un rascacielos.
Llevé a Cameron a un lado, donde había una grieta de medio metro de
ancho en la pared de roca. No recordaba que fuera tan estrecha; pero la
última vez que estuve allí, había sido menos de la mitad de mi tamaño.
—¿Adónde vamos? —me preguntó mientras luchaba por pasar los
hombros y el pecho, con la cara apretada contra la roca.
—Ya lo verás —dije mientras llegaba al otro lado. Esperé a que
Cameron lo atravesara antes de darme la vuelta. Quería asimilarlo todo
con él.
Cameron giró, inhaló y luego exhaló. —Vaya.
Solo había un espacio libre de un metro por un metro bajo nuestros
pies. A nuestro alrededor había una pared circular que era tan lisa como
el papel pintado y subía al menos quince metros. Seis metros por debajo
de nosotros había una piscina de agua esmeralda. Era como estar dentro
de una cueva sin techo.
Tomé la mano de Cameron y llevé mi otra mano a su cara. Cerré el
espacio entre nosotros, cerré los ojos y volví a besarlo. Su mano libre se
acercó a la parte baja de mi espalda, pero me aparté cuando su agarre
empezó a apretarse.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó mientras dejaba caer el suéter de
mi prima al suelo y me sacaba la camiseta por encima de la cabeza.
—Ahora saltamos.
—¿Qué?
—Saltamos.
Al tiempo que Cameron miraba por el borde, me desabroché los
pantalones cortos y dejé que se deslizaran hasta mis pies.
—Hay agua ahí abajo —dije.
—Puedo verlo. ¿Pero hay suficiente para evitar que nos rompamos
el cuello? 336
—Solía haberla.
—¿Solía haberla?
Salté con los pies por delante. El viento se precipitó a través de mi
pelo, poniéndolo de punta.
Escuché un chapoteo a mi lado antes de que hubiera salido a la
superficie. La cabeza de Cameron salió del agua poco después de la mía.
Todavía se encontraba completamente vestido.
—Dios, Emmy. ¿Qué te pasa? Pudiste haberte matado.
Nadé más cerca de él. —Dijiste que nuestra vida nunca sería tan
sencilla como regresar a casa después de un día difícil de trabajo. —Sus
labios empezaron a formar palabras, pero lo corté a mitad de camino—.
Hay todo un mundo ahí fuera que nos quiere, vivos o muertos. E incluso
si los matamos, habrá todo un nuevo grupo que vendrá detrás de ellos,
también queriendo quitarnos todo. El mundo no va a cambiar. Así que
dejemos que vengan. Que intenten quitarnos lo que tenemos. Nunca lo
tendrán. Puede que al final nos maten, pero nunca nos van a atrapar de
verdad.
—No es tan simple, Emmy. Y que saltes a un agujero oscuro no
demuestra nada.
—Pero sí es así de simple —dije. Apunté un dedo a su pecho—. Tú
eres Cameron Hillard, el tipo más aterrador e inteligente que conozco. Y
yo soy Emily Sheppard. Siempre me tendrás a mí, y yo siempre te tendré
a ti. Eso nunca cambiará. Pero si dejamos que nos asusten y nos obliguen
a escondernos todo el tiempo, entonces ya habrán ganado. Así que sí,
cuando haga un calor de mil demonios o si simplemente me apetece, me
tiraré con los pies por delante a un charco oscuro de agua y esperaré lo
mejor. A partir de ahora, seré feliz, y tú también. Y —añadí—, tenía razón.
El agua era lo suficientemente profunda después de todo. Así que tienes
que comenzar a confiar en mis instintos. —Esperaba que recordara esto
más tarde.
Sonrió. —Bueno, esta nueva perspectiva de la vida ya me costó un
zapato. No estoy seguro de que me guste.
—¿No? —pregunté con un guiño.
Negó con la cabeza y se puso a flotar de espaldas, dejando al
descubierto sus pies. A uno de ellos le faltaba un zapato.
—Entonces, Madame Sheppard, ¿cómo salimos de aquí?
—Es Mademoiselle Sheppard —dije mirando a mi alrededor, aún
tanteando el agua. Recordaba una cuerda en un lado y unas escaleras
talladas en la piedra en otro, pero no estaban allí. Tampoco recordaba la
playa de piedrecitas ni el árbol de las sombrillas en una pequeña alcoba
en el otro extremo de la laguna. La única escapatoria era el muelle desde
el que acabábamos de sumergirnos, a seis metros de altura.
337
—Este es el lugar equivocado, ¿no? —dijo, tratando de reprimir una
sonrisa—. Mi zapato fue sacrificado en el agujero equivocado.
—Podrías haberte desnudado antes de saltar. Ese fue tu error.
—Podría haberme desnudado y dejar que te ahogaras en el fondo
del agujero equivocado.
Nadó hasta la playa para quitarse unas cuantas capas de ropa
antes de sacrificar más prendas. Me incliné hacia atrás en el agua,
dejando que me invadiera, llenara todos los espacios vacíos alrededor de
mi piel y me dejara sin peso. Él estaba en la playa en ropa interior,
observándome.
Remé hasta que mis pies encontraron el fondo de arena, y comencé
a caminar. El agua se retiró de mi cuerpo casi desnudo, mis hombros, mi
pecho, mis caderas, mis rodillas, hasta que estuve de pie frente a él,
empapada. Cayó de rodillas y apoyó su frente en mi estómago. Lo agarré
por completo del pelo y lo atraje con fuerza. Apretó sus labios contra mi
piel y se quedó allí; el calor de su aliento me calentó la piel helada. Me
besó el estómago y se dirigió a mis caderas. Sus labios llegaron al interior
de mis muslos.
Caí de rodillas y me encontré con él. Mis labios encontraron los
suyos y empujé mi cuerpo contra él.
Pasó los tirantes de mi sujetador por los hombros y los bajó por los
brazos, dejando al descubierto mis pechos. Los pezones se endurecieron.
Me agarró los pechos, los apretó, y yo gemí. Me empujó hacia la orilla de
arena y se introdujo dentro de mí. No volví a respirar hasta que salió el
sol y me acunó en sus brazos desnudos mientras un grupo de búsqueda
y un burro se situaban junto a nosotros.
—Llevamos toda la noche buscándolos —espetó Carly, y giró sobre
sus talones. Resultó que había otra forma de volver a salir.

***

Corrí como si mi vida dependiera de ello, como si sus vidas


dependieran de ello. A cada paso, pensaba en ellos, aprovechando los
detalles que tenía tatuados en mi cerebro. Cada paso reafirmaba mi
decisión de abandonarlos.
Llovía, lo que parecía hacer más oscura la oscuridad, si es que eso
era posible. No podía haberlo planeado mejor, y lo había planeado.
Recorrí este camino muchas veces en las últimas semanas, tanto
como para recordar cada curva, cada cuenca y cada pedazo de hierba.
Cuando no había nadie mirando, recorrí el camino con los ojos cerrados 338
hasta estar segura de poder encontrar el camino en la oscuridad total.
Esa noche, la oscuridad era total.
No fui por un suéter cuando Cameron me preguntó qué estuve
haciendo en la casa antes, ni estuve comprobando la cena aquella otra
vez o busqué pañales la vez anterior.
Mentí. Estuve mintiendo. Dije mil pequeñas mentiras para ocultar
lo que realmente estuve haciendo. Al principio no pensé dos veces en el
hecho de que no había televisión ni ordenador cerca o en el hecho de que
nadie parecía llevar un teléfono móvil. Era raro, pero estábamos en una
zona rural y yo había estado demasiado concentrada en la recuperación
de Cameron, en todas nuestras recuperaciones, como para preocuparme
realmente.
Entonces recordé algo de mi infancia: una antigua radio que pasó
de generación en generación. El gran aparato era una preciada posesión
familiar; sobrevivió a la guerra y mantuvo viva a mi familia. Una vez
posaba orgullosa en la sala de estar. Ahora no se encontraba en ningún
sitio, aunque la mancha de la alfombra donde solía estar aún mostraba
sus huellas.
Entonces me di cuenta de más cosas: manchas más oscuras en los
muebles, donde algo electrónico protegió la madera de la decoloración de
los rayos del sol, y cuerdas que colgaban sueltas de la pared.
En los primeros días de la desintoxicación de Cameron, cuando
pasaba por la habitación de mi prima y oía voces que no reconocía, ella
estuvo viendo las noticias; tenía la certeza de ello. Sin embargo, cuando
me asomé a su habitación, no vi nada que le permitiera ver las noticias,
solo un escritorio vacío con una mancha más oscura en el centro, del
tamaño de un ordenador portátil.
Había lagunas en los recuerdos de Cameron. Nos lo contamos todo.
Le conté que vi a Manny desnuda y que oí su voz, y que alguien nos atacó
a Billy y a mí fuera del hotel; conversaciones nada divertidas. Cameron
explicó cómo los incidentes estaban relacionados con Víctor. Ahora tenía
sentido.
Me aseguró que no había pasado nada con Manny. Le creí. No tenía
ninguna razón para hacerlo, pero lo hice. Creí todo lo que me contó.
Pero otras cosas no tenían sentido, sobre todo cómo me rescataron:
las puertas del ascensor cerrándose tan rápidamente, un coche en el
aparcamiento subterráneo con las llaves todavía dentro, y mi madre
sabiendo lo del coche y a dónde ir.
—No lo sé. Tengo mucha gente que trabaja para mí —dijo Cameron
con un sutil cambio de palidez. Ocultaba algo. Todos lo hacían.
Después de que mi prima volviera a Marsella, registré su habitación
y encontré su ordenador portátil escondido detrás de unas cajas en lo
339
alto de una estantería. Si mi prima estuvo viendo las noticias, ¿por qué
me lo ocultaba? ¿Por qué tenía que llevarse de repente una vieja radio?
Porque ocurría algo ahí fuera, algo que todos intentaban ocultarme.
No me llevó mucho tiempo encontrar las noticias de casa. Solo tuve
que buscar el nombre de Víctor en el portátil oculto de mi prima; su
nombre aparecía en todas las noticias. La muerte de Griff catapultó a
Víctor al estrellato como el supuesto policía héroe involuntario, futuro
gobernador y futuro lo que fuera que los grandes traficantes de drogas
quisieran.
El taxi llegó al punto de encuentro al mismo tiempo que yo. La
carretera no se veía desde la casa de campo, me recordé, pero deseé haber
pensado en pedirle al conductor que apagara la luz del taxi en el techo.
En la oscuridad, parecía un faro que me indicaba el camino.
Cuando el taxi se alejó, mi sensación de alivio fue momentánea,
seguida rápidamente por la insoportable comprensión de lo que había
hecho: Los abandoné. Los dejé a todos atrás para siempre. Dejé a mi bebé
una vez más porque mientras estuviera cerca de mí, estaría en peligro.
—Entiendo que tiene prisa, señorita —me dijo el conductor en
francés—. No se preocupe. La llevaré hasta allí.
Aunque no podía verme en la oscuridad, le dediqué una pequeña
sonrisa mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Me puse una mano
en el corazón, como si eso pudiera impedir que me derrumbara bajo el
peso de la desaparición de mis seres queridos de mi vida.

***

Miré el reloj del teléfono desechable y supuse que Cameron ya


habría hallado mi nota. Me envolví con el suéter, imaginando su reacción,
y miré las nubes más allá del cristal del avión. Tal vez no se enfadaría, ni
se preocuparía, ni se sentiría herido. Tal vez se sentiría aliviado de que
me hubiera ido y estuviera a salvo, o eso le aseguré, y ya no fuera una
amenaza para la seguridad de Billy. Tal vez estuvo pensando en secreto
lo mismo que yo.
Poco probable.
Unas horas antes, el taxi me llevó a un campo de cultivo donde me
esperaba un helicóptero. El piloto me entregó una gran bolsa de papel
marrón que Joe preparó para mí. Dentro, encontré el primero de los
varios teléfonos que conseguiría por el camino, una peluca negra y ropa
extralarga. Me cambié, arrojé la ropa a un barril en llamas y salí volando.
Tras una breve parada para repostar en Cerdeña, seguimos hasta
Túnez. Desde allí, tomamos un vuelo corto a Marruecos, y ahora estaba 340
en un vuelo más largo a Brasil. Desde Brasil, pasaría entre el continente
y las islas, escondiéndome, tomando barcos, coches y aviones, hasta que
finalmente llegara a Nueva Brunswick, en Canadá, donde tenía previsto
reunirme con mi padre. Todo el viaje me llevaría una semana y era una
forma compleja de volver a Estados Unidos para que Víctor no rastreara
mis pasos hasta Córcega y para que yo tuviera tiempo de entregarme a
las autoridades canadienses antes de que Víctor pudiera llegar a mí.
Sobre todo, no quería que Cameron se preocupara. No quería que
ninguno de ellos se preocupara. Pero para eso también había que mentir
más. Al principio planeé una breve nota que diría algo así como: “Me fui
para que cuando alguien venga a buscarme, no los encuentre a ustedes
también. Me he escondido. Estoy a salvo. Los amo a todos”. Pero después
de escribirla, había seguido adelante porque no quería que esas pocas
palabras fueran las últimas que les dirigiera. Mi nota terminó siendo una
nota de amor de veinte páginas de largo (frente y reverso, a un solo
espacio) para despedirme de todos ellos.
Mi mentira fue que me escondería. No me estaba escondiendo, sino
todo lo contrario. Salía de la clandestinidad.
Se especuló sobre mi paradero, especialmente después de que me
perdiera el funeral de Griff. Se especulaba que yo tuve algo que ver con
la muerte de él y que yo misma había muerto. La comprensión de que me
perdí el funeral me golpeó fuertemente ese día.
No estuve allí para ver a su madre y darle las respuestas que
seguramente deseaba con ansias. No estuve allí para despedirme. Hasta
entonces no me di cuenta de que Griff se había ido.
Mi nombre era siempre tendencia en Internet, solo superado por el
nombre de Víctor. Mi cara se hallaba en todas partes. Me hice esto a mí
misma, ponerme a la vista de todos. Usé los medios de comunicación en
mi beneficio para protegerme, para encubrir lo que realmente hice y para
usar mi voz para ayudar a los demás. Ahora, mi repentina desaparición
solo aumentó la fascinación. Víctor podría haberme encontrado o no en
Córcega, pero alguien más lo habría hecho. Habría sido inevitable. En
algún momento, alguien me habría reconocido y vendido mi ubicación al
mejor postor. Entonces todos habrían venido. Víctor habría venido.
Mientras tanto, Víctor estaba ocupado persiguiendo a algunas de
las personas que se afiliaron a mí. La reserva se convirtió en el emblema
de la guerra de Víctor contra las drogas. Incluso llevó a los medios de
comunicación a visitar el túnel subterráneo. Muchos de los miembros de
la tribu fueron arrestados y acusados. Había una orden de arresto contra
Hawk por tráfico de drogas e, increíblemente, también por la muerte de
sus padres. Las autoridades alegaban que les disparó y mató mientras
dormían. Él seguía huyendo, pero ¿por cuánto tiempo? Víctor difundía
innumerables mentiras, y nadie lo desafiaba.
Hasta ahora, Víctor evitó las preguntas sobre mi paradero. Se daba
341
opciones. Si me encontraba primero, las cosas volverían a ser como antes.
Volvería a estar bajo su control y podría usarme para sus fines mientras
me necesitara. Si alguien más me encontraba, si tenía tiempo para hablar
en su contra, de repente saldrían a la luz las pruebas de mis tortuosos
esfuerzos criminales, y no solo me convertiría en su nueva imagen del
lema “Nadie está por encima de la ley”, sino que todas las comunidades
indígenas con las que estuve trabajando también serían atrapadas y se
convertirían en víctimas de la obsesión de Víctor por mí.
Había otra razón por la que decidí regresar: a pesar de todas las
noticias que rodeaban a Víctor, apenas se veía a mi madre. En las pocas
apariciones que hacía, se le permitía hacer, Víctor o alguien de su banda
siempre estaba cerca de ella. Parecía temblorosa e inexpresiva.
Después de colarme un par de veces en la habitación de mi prima
y ponerme al día de todo lo que pasó desde que me había escondido, me
metí en la red encriptada que Joe montó para que nos comunicáramos
de forma segura.
Hola, había escrito.
¿Em? ¿Qué estás haciendo? Se supone que no debes contactar
con nadie.
Voy a volver, escribí. Y necesito tu ayuda para hacerlo.
***

Tardé varias semanas en planificar mi partida, sobre todo porque


Joe y yo solo podíamos conversar en intervalos de cinco a diez minutos.
Al principio se mostró reticente y trató de disuadirme.
Pero yo ya estaba decidida y sentía que el tiempo se me escapaba:
Tenía que volver antes de que culparan a alguien más por algo que yo
había instigado. Antes de que encontraran a Hawk. Antes de que Víctor
nos encontrara. Antes de que Víctor matara a mi madre.
Sabiendo que Cameron, Billy, Carly y María estarían a salvo en
Córcega, sentí que volver a Estados Unidos para arreglar el lío que había
creado era lo más lógico. Ni siquiera Joe podía negarlo.
Aunque la planificación de mi regreso era compleja, no era la única
fuente de nuestros diálogos. Joe también era mi fuente de información
sobre lo que ocurría, sobre lo que los periodistas y el mundo no sabían.
Por un lado, Hawk se escondía a salvo en una reserva de Ontario. Al
parecer, Pops le avisó a él y a muchos de los demás para que se ocultaran,
dándole el tiempo suficiente para dejar a Billy en la casa de la madre de
Joe antes de cruzar la frontera. Aunque unos cuantos miembros de la
tribu fueron capturados en la huida o porque habían decidido quedarse
en sus tierras, un grupo de ellos seguía a salvo. Hasta ahora.
342
Hay algo que tengo que contarte, dijo un día Joe. Es sobre el
día del tiroteo.
Mis manos pasaron del teclado a mi pecho.
¿Sigues ahí?
Sí, tecleé, haciendo una pausa entre cada letra que pulsaba.
Sé que no quieres hablar de esto, pero creo que hay algo
importante que deberías saber. Tengo un vídeo que demuestra que
a Griff le disparó un agente de policía, no el tipo que la policía dice
que lo hizo.
Cameron me explicó que no tenía ni idea de por qué Tiny habría
disparado a Griff. Ahora sabía que nunca ocurrió. Tiny no le disparó, pero
ambos habían muerto igualmente.
Joe dijo: Pensé que debías saberlo. Todavía no se lo he dicho a
nadie más.
Debería irme. Bajé la pantalla como si fuera un cristal agrietado.

***
Billy estaba en mis brazos, y nuestras respiraciones condensadas
salieron en espiral hacia el frío aire nocturno. Llevaba un traje de nieve
rosa de una sola pieza, y sus mejillas eran de color rojo rosado. Me miraba
fijamente, esperando. Nos hallábamos en un río helado en medio de una
especie de festival de invierno. Los acróbatas iban disfrazados de lobos.
Los malabaristas lanzaban bolas de nieve al aire. Las motos de nieve
daban vueltas en torno a una hoguera y la gente animaba.
Me miré los pies y vi grietas en el hielo. Grité, pero no tenía voz.
Empecé a caminar hacia la orilla, lejos de la multitud, en la oscuridad.
El hielo bajo mis pies cedió. Billy y yo nos sumergimos en el agua helada
y la corriente nos arrastró. La abracé, sabiendo que íbamos a ahogarnos.
Nadie nos había visto. Estábamos perdidas. —Lo siento —le dije antes de
que la corriente nos arrastrara.
El sonido del agua que pasaba por mis oídos todavía resonaba
cuando me desperté.
Cuando el avión aterrizó en Nueva Brunswick, mi visión se hallaba
borrosa por el cansancio, pues en el poco tiempo que dormí, mis sueños
se llenaron de pesadillas. Ya no podía distinguir lo que era real y lo que
era un sueño. Me encontraba atrapada entre las pesadillas y una realidad
de pesadilla. Unos minutos antes, le comenté al piloto que no me había
dado cuenta de que Nueva Brunswick era una isla. Él sonrió y consideró
mi cara por un momento, luego volvió a prestar atención a la consola del
343
avión. Quizá fuera una isla, pero mi cerebro no lo recordaba. Tal vez no
lo era y mis ojos me jugaban una mala pasada.
En cuanto bajé del hidroavión, intenté respirar el aire del mar y
vomité. Una mano en mi espalda me sacó de un muelle de madera,
pasando por una playa de arena roja, hasta un hangar. El zumbido de
los grandes ventiladores llenaba la sala, y me quedé quieta, agarrada a
la puerta, temiendo volver a respirar.
Los pasos de los zapatos de un hombre resonaban en el suelo de
cemento. Esperé a que mis ojos se adaptaran a la penumbra del interior
hasta que pude ver la larga y espigada silueta de mi padre. —Hola, papá
—dije.
Algo andaba mal. Su sonrisa parecía forzada. Sus pasos eran
medidos. Llevaba la mano vendada. Sentía el hielo resquebrajándose bajo
mis pies, y llené mis pulmones de aire, porque no iba a ahogarme, hoy
no. Investigué cada una de las paradas lo suficiente como para saber que
no debía estar aquí. Confiaba en mí misma para saber eso. Una oleada
de adrenalina encendió cada músculo, y ahora me encontraba totalmente
despierta.
Mi padre me abrazó, y yo me erguí.
—¿Dónde estoy? ¿Qué has hecho? —susurré.
Tuve que convencer a Joe de que mi padre era el hombre adecuado
para el trabajo. Cuando lo visité en su bufete de abogados, le conté todo,
desde lo que sabía sobre la vida y la muerte de Bill hasta Víctor y su vida
oculta, pasando por Cameron y yo y todo lo que hice. Le hablé de Pops y
Margaret, de Hawk y de la tribu a la que amaba. Le llevó un momento
asimilarlo todo. Necesitó sentarse y tomar aire. —Este no es el camino
que yo habría elegido para ti. No conozco a ese tal Cameron, sin duda es
malo para ti, pero creía que eras demasiado inteligente para dejarte llevar
por algo así. Y has añadido la responsabilidad de una hija por encima de
todo. Como tu padre, estoy increíblemente decepcionado y temo por ti y
por tu pequeña. —Miró a Billy e inclinó la cabeza mientras decía—: Billy,
mi nieta. Voy a ser realista contigo, Emily. Tan realista como si fueras un
cliente que acaba de entrar en mi oficina. La realidad es que lo que estás
haciendo es increíblemente peligroso, y mi consejo es que te detengas y
corras. Que te escondas.
—No voy a esconderme. Si me escondo, significa que estoy de
acuerdo en que lo que ha estado sucediendo está bien. No está bien. Ya
no enterraré la cabeza en la arena, y ya no me voy a esconder.
Mi padre, siempre estoico durante toda mi infancia, levantó la voz.
—¡Tienes una hija, por el amor de Dios!
—Lo mismo ocurre con muchas personas, la mayoría de las cuales
no tienen la opción de irse. Están atrapados. No voy a criar a Billy en un
344
mundo en el que la gente está metida en una caja por culpa de gente
como yo y gente como Víctor.
—Tu madre y yo sacrificamos mucho por ti y por tu hermano.
Trabajé duro para darles una vida segura y...
—¿Alguna vez viste a tu hijo correr hacia ti y ser disparado por la
espalda por la policía? —Había sido una pregunta retórica—. No voy a
dar marcha atrás. Así que háblame de mis próximos pasos, o me voy.
Como no se movió ni dijo nada más, recogí a Billy y la bolsa de los
pañales.
—De acuerdo —había dicho—. Vamos a hablar de tus opciones y
de los riesgos.
Opciones que planeé y riesgos que mitigué hasta que Víctor volcó
todo una vez más. Ahora solo quedaba una opción: contar mi historia, y
la de Víctor, y después entregarme a las autoridades canadienses. Joe y
yo hablamos de confesar mi historia y darla a conocer al mundo antes de
que Víctor lo hiciera por mí. No podía entregarme a las autoridades
estadounidenses; el riesgo de que él se hubiera infiltrado en todas ellas
era demasiado grande.
En su lugar, me reuniría con un periodista del New York Times en
Moncton, contaría mi historia y luego me entregaría a la Policía Montada
de Canadá. Mis delitos habían sido complejos y globales, y mis envíos de
droga traspasaban las fronteras. Mi padre me aseguró que la extradición
llevaría algún tiempo. Los canadienses tendrían que decidir si querían
acusarme antes de entregarme a los estadounidenses.
Yo contaría mi historia. Iría a la cárcel. Retomaría el control de lo
que me sucedió. —Necesito a alguien que sepa manejarse en el sistema
legal y en el mundo político —le expliqué a Joe—. Mi padre es un hombre
cambiado. Sé que puedo confiar en él —insistí. Accedió a regañadientes.
Ahora deseaba que no lo hubiera hecho.
—¿Qué has hecho? —Volví a exigir en un siseo que se me escapó
entre los dientes.
—No pude negociar —dijo, sacudiendo la cabeza como si estuviera
igualmente asombrado por su propia traición—. Lo siento mucho, cariño.
—Víctor... —Me temblaba demasiado el cuerpo para que pudiera
terminar. Mi padre firmó mi sentencia de muerte.
—¿Víctor? —repitió mi padre con la incredulidad coloreando su
tono—. Oh, Emily.
Desde la parte trasera del hangar, donde había una pequeña
oficina con las persianas rotas en las ventanas, vi un movimiento, y luego
una figura apareció por la puerta. Me agarré al codo de mi padre para
evitar que mis piernas se desplomaran al suelo. 345
Cameron se acercó a nosotros con el agotamiento que yo sentía
evidente en sus ojos.
—¿Cómo? —pregunté, desconfiando de lo que veía. En mi bolsillo,
mi móvil vibró. No necesité leer el mensaje para saber que se trataba de
una especie de disculpa poco convincente de Joe.
Mi padre me soltó al tiempo que Cameron me atraía a sus brazos.
El aire que le rodeaba era el calor del mundo, la voz que susurraba
eternamente la historia de mi vida. Ese oxígeno alterado siempre me
hacía disolverme en él. Tuve que forzarme y convencerme de renunciar a
todo. —Necesito sentarme —dije.
Cameron me llevó a un despacho y me hizo sentar en una silla de
oficina más cómoda de lo que parecía. Colocó un vaso de agua delante de
mí como si estuviera preparado. Mientras bebía, lo miraba por encima
del borde, y él me observaba a mí; la escena me resultaba demasiado
familiar. Tuve una sensación de déjà vu, recordando otra ocasión en la
que me desperté en una habitación extraña con él, un desconocido, un
asesino, junto a mi cama tras sufrir una conmoción cerebral por culpa
de Rocco. Me tragué el recuerdo con el último trago de agua.
—¿Cuánto tiempo lleva Joe trabajando para ti? —le pregunté.
—Nunca ha trabajado para mí. Me lo dejó claro desde el principio
que sus interacciones conmigo son puramente para tu beneficio. Ojalá
trabajara para mí. Es un gran tipo. Pero al igual que tú, hace lo suyo.
—Y, sin embargo, aquí estás, cuando se supone que deberías estar
en casa con Billy. Está claro que no entendió cuando le especifiqué que
nadie podía saber de esto —dije—. ¿Desde cuándo sabes que me iría?
—Te conozco mejor de lo que crees, Emily Sheppard. Llevas el
corazón en la mano. Pero prácticamente tuve que sacárselo a Joe a golpes
para que me dijera exactamente lo que pasaba contigo.
—Todos ustedes trataban de ocultarme la verdad. La verdad de lo
que pasaba ahí fuera.
Colocó una mano en mi regazo. —Queríamos darte el tiempo
necesario para sanar.
—A nadie más se le concede ese tiempo —dije. Él tenía los ojos
enrojecidos y el pelo de punta, como si hubiese tratado de arrancarse el
cuero cabelludo. Todos los músculos de mi cuerpo se sentían pesados,
agobiados—. ¿Cuándo llegaste aquí? —pregunté.
—Anoche —replicó. Se pasó una mano por el pelo, lo que explicaba
la mirada electrizada. Sabía que no habría volado directamente desde
Francia y que se sometió a un simulacro de viaje similar, con un día
menos para hacerlo.
Cuando su mano volvió a mí, la apreté y lo miré a los ojos. —Víctor
viene a por todos los que han estado vinculados a mí. Ambos sabemos
que soy la única que puede detener esto, que puede detenerlo.
346
—Lo sé —dijo, y su voz se apagó.
—¿Lo sabes?
Buscó su bolso en el suelo y sacó un portátil. —Todos lo sabemos.
—Abrió la pantalla.
—¿Qué es esto?
—Todos estamos agotados, Emmy. ¿Qué sentido tiene todo esto?
¿Poder? No tenemos ninguno, cuando lo piensas bien. ¿Dinero? ¿Dinero
ensangrentado? Todo el dinero del mundo, y continuamos sin libertad.
Seguimos matándonos por el acceso a la misma olla de oro. Estamos
cansados de huir, de escondernos, de luchar y de ser siempre el objetivo
del siguiente criminal que quiera ocupar nuestro lugar. Siempre habrá
otro criminal que ocupe nuestro lugar. Ahora es Víctor. ¿Quién vendrá
después de él?
—Cameron, estás divagando. No entiendo de qué hablas.
Encendió la pantalla y apareció la imagen fija de Hawk.
—Has iniciado algo, Emmy. Has encendido algo. Algo grande. Un
movimiento —dijo—. Todo está a punto de cambiar. Estamos saliendo de
nuestros rincones oscuros. —Puso el videoclip.
—Mi nombre de hombre blanco es Clement Gallant —dijo Hawk—,
y desde que puedo recordar, he estado en el negocio de la distribución de
drogas, y también mi tribu.
—No. —Me llevé una mano a la boca—. ¿Qué es esto? ¿De qué se
trata? ¿Qué has hecho?
—No he hecho nada —dijo Cameron—. Ellos lo han hecho. Esto era
lo que querían.
—¿Ellos? ¿Qué querían?
Cameron hizo clic en el siguiente clip y apareció una mujer.
—Jefa Greybear —dije al mismo tiempo que la jefa se presentaba
en el vídeo.
—Mi comunidad ha estado sufriendo. Estamos desapareciendo —
dijo—. Nadie nos ayudaba; nadie nos escuchaba, excepto una persona.
Gracias al cultivo y la venta de cannabis, aprendimos a ayudarnos a
nosotros mismos y a los demás.
Me puse de pie.
Cameron me sentó. —Todavía no, Em. Sé que es difícil, pero tienes
que ver. Tienes que escuchar. —Puso el siguiente clip.
Esta vez era Kostya, el líder de la mafia rusa y amigo de Frances. 347
—He tenido dos amores en mi vida, ambos me fueron arrebatados —dijo
Kostya tras presentarse—. Mi primer amor, mi mujer, me la arrebató el
cáncer. Mi segundo amor fue una hermosa joven a la que mataron
porque... No sé por qué matarían a un alma tan hermosa. Tengo todo el
dinero del mundo y más poder del que sé qué hacer, y no pude salvar a
las que más amaba. —Se miró las manos—. Maté a muchos hombres. No
estoy orgulloso de ello, pero es cierto. He matado a muchos hombres por
mi propia codicia. Pronto me matarán y otro ocupará mi lugar. Todo lo
que hice será para nada.
Cameron detuvo el vídeo. —Sigue enumerando todos sus crímenes.
Continúa durante un rato.
Puso otro vídeo, luego otro y otro. El jefe Norman hablaba de la
pérdida de su hijo por sobredosis. Algunas caras las conocía bien (no
quería conocerlas, pero lo hice) y otras las reconocía más o menos, pero
se movían más en los círculos de Cameron. Era incapaz de moverme; mis
dedos se clavaban en el asiento de poliéster de mi silla.
—Este es el último —dijo finalmente Cameron, y encendió el clip.
Era él. Llevaba la misma ropa. Debió terminar el vídeo antes de
venir a verme. —Me llamo Cameron Hillard. He sido un tipo malo desde
que nací. Innumerables personas han muerto por lo que hago, por mi
culpa...
***

Con los brazos alrededor del pecho, me apoyé en un poste de


madera. El océano se extendía por delante, la misma agua que tocaba las
costas de Córcega a miles de kilómetros de distancia. Una cuerda blanca
que atravesaba una hilera de postes de madera como el hilo y la aguja de
un gigante guiaba el camino hacia la playa de arena roja. Mi pelo se
agitaba con el viento como la hierba alta que me picaba las piernas.
El crujido de las piedras bajo los pies anunciaba que alguien se
acercaba por detrás. —No cambiaré de opinión —le dije a Cameron. Pero
no era Cameron. Era mi padre. Olvidé que estaba allí. Me di cuenta de
que llevaba pantalones vaqueros. Nunca vi a mi padre llevar otra cosa
que no fueran trajes de negocios y esmóquines.
—Sabes, creo que, con mis viajes de negocios, estuve en la Isla del
Príncipe Eduardo antes. Pero nunca la he visto. No así. No de la forma en
que se debe ver —dijo.
Las olas del océano resonaban en mis oídos. Necesitaba sentarme,
pero también sentía el impulso de salir corriendo.
Mi padre enlazó su brazo con el mío y me guió hasta la playa.
Cuando nuestros pies tocaron la arena, se quitó los zapatos, se quitó los
calcetines, se arremangó los vaqueros y se sentó en la arena. —Siéntate
348
conmigo.
Mis piernas siguieron con gusto su orden, y me desplomé en el
suelo antes de que mi mente se diera cuenta.
Mi padre suspiró y mantuvo la mirada fija hacia adelante.
—Debí haber actuado muy mal contigo para que pienses que
permitiría que Víctor se acercara a ti.
—Papá, yo...
Levantó una mano. —Tienes todo el derecho a desconfiar de mí. No
fui un padre para ti ni para tu hermano. La muerte de Bill —su voz se
quebró— fue culpa mía. Todo lo que te pasó y les está pasando a ti y a tu
madre es culpa mía. Debí estar allí. No estuve.
Clavé mis pies desnudos en la arena y deseé que los demás dejaran
de culparse por mis decisiones. Me rodeó con su brazo y, a pesar de que
no recordaba que lo hubiera hecho antes, me pareció extrañamente
normal y reconfortante. Dejé que mi cabeza descansara sobre su hombro.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer? —preguntó.
—Estoy segura.
—Entonces estaré allí para apoyarte todo el camino —dijo.
—Algo tiene que cambiar, papá. —Mis dedos se movían nerviosos—
. Este no es el tipo de mundo que quiero dejarle a Billy.
Mi padre suspiró. —Entraré en política. Quería que supieras que
esta semana se anunciará mi candidatura a la gobernación de Nueva
York. Me presentaré de manera independiente. Me presento como yo
mismo, sin ataduras.
—Irás contra Víctor —dije.
—Acabaré con ese hijo de puta.
Nunca escuché a mi padre hablar así. —No se lo tomará a la ligera.
Hablo por experiencia cuando digo que irá por ti con más fuerza de la que
crees.
—Que venga —dijo—. Espero mantenerlo tan ocupado que te
conviertas en algo secundario para él.
—¿Tiene esto algo que ver con mamá?
No me miró. —Actué mal con ella. Hice cosas terribles con todos
ustedes, cuando debí protegerlos. Tienes razón. Las cosas tienen que
cambiar. Tenemos que cambiar.
Más adelante, a unos treinta metros de la orilla, saltó un chorro de
agua. Unos momentos más tarde, saltó otro chorro de agua, y una cola
emergió brevemente del agua. Ballenas. Nunca podré mostrarle a Billy las
349
ballenas.
—Emily, irás a la cárcel. Si haces esto, te meterán en la cárcel, y
no todos estarán contentos de que relates cuentos fuera de la escuela. Te
estás poniendo en peligro.
—Lo sé —dije. Ya había considerado todo eso.
—¿Puedes hacerme un favor?
—¿Qué cosa?
—¿Puedes pensarlo una noche más? Tómate una noche más para
decidir si esto es realmente lo que quieres hacer. Piensa en Billy.
—¿No crees que no he hecho más que pensar en ella? —espeté.
Puso una mano encima de la mía. —Ese chico de adentro tampoco
quiere que hagas esto. Se encuentra empeñado en intentar convencerte
de lo contrario.
—Lo sé —dije.
—La última vez que te vi en mi oficina, llorabas por culpa de ese
chico.
—No es un chico, papá. Es un hombre adulto.
—Siempre serás mi niña —dijo—. Así que él siempre será un chico
por correlación. Aunque estoy de acuerdo con ese chico en que el que
salgas con tu historia y te entregues no es lo que quiero para ti, no
pienses ni por un momento que he olvidado tus lágrimas por su culpa.
—Lo que pensé que había hecho entonces fue una ilusión causada
por Víctor.
—Eso puede ser, Emily. Aunque soy muy consciente del papel que
jugué en el desorden de tu vida, no puedo evitar sentir que nada de esto
habría ocurrido si él te hubiera dejado en paz. —Cuando flexionó la
mano, recordé el ojo izquierdo de Cameron, que acababa de empezar a
hincharse, y me di cuenta de que mi padre había sido el responsable.
Me dolía la espalda y se me empezaban a dormir las piernas. Me
puse en pie. —Puede que todavía me veas como una niña, pero soy una
mujer adulta capaz de tomar sus propias decisiones. Las decisiones que
tomé y sigo tomando son mías. Estoy preparada para ser responsable de
esas decisiones.
Caminé hasta la orilla del agua y seguí caminando por la playa.
Caminé hasta que no pude avanzar más, cuando la arena se convirtió en
cantos rodados rocosos. Me quedé en el sitio y miré al agua, mordiéndome
el interior de la mejilla.
Al cabo de un rato, unos brazos, fuertes, firmes y tan normales
para mí como si fueran los míos, me rodearon. —No tengo vida sin ti —
dijo Cameron.
350
Entonces sentí que su mano tomaba la mía y deslizaba algo en mi
dedo. Cuando miré hacia abajo, vi un anillo. No era un anillo cualquiera:
era un diamante de color naranja fuerte con diamantes blancos brillantes
alrededor de la banda. Un anillo que creía que se había quedado en casa
de Pops y Margaret. Un anillo que creía que nunca fue para mí.
—Me haces estar agradecido de estar vivo. Eres mi cruz —susurró.
Así que la t era en realidad una cruz—. Somos de mundos diferentes,
pero cuando mires hacia arriba, descubrirás que siempre estaremos bajo
el mismo cielo.

***

No llegamos a despedirnos. Mi intento de artimaña nos quitó algo


que necesitábamos desesperadamente. Esto era evidente en la forma en
que nos tocábamos, atrapados en un abrazo en el que cada fibra del ser
se imantaba al otro, hasta que no había diferencia, hasta que solo había
uno.
En la oscuridad de la casita de la playa que ocupamos para pasar
la noche, la última noche, cada roce provocaba otro más necesario, más
febril y frenético que el anterior, como si nuestros cuerpos y nuestros
corazones acabaran de percatarse de lo que nuestras mentes estuvieron
diciendo todo el tiempo: esto era nuestro fin. Esta era la última vez que
estaríamos juntos de esta manera: el último toque, la última embestida,
el último gemido. Nuestros labios eran suaves y amorosos a veces y
duros, rápidos y furiosos otras, susurrando el nombre del otro. Fue toda
una noche de despedidas.
—No quiero que hagas esto —me dijo, y su voz se quebró en la
oscuridad. Estábamos sentados en el porche, todavía con calor, todavía
sin aliento y todavía unidos—. Podemos irnos ya mismo, buscar a Billy e
irnos a otro sitio, a un lugar apartado y deshabitado. Te prometo que
Víctor nunca nos encontrará. Lo mataré antes de que lo haga.
Pero ambos sabíamos que ya no se trataba de Víctor. Se trataba de
todos los Victors.
Lo atraje con más fuerza e hicimos el amor de nuevo bajo el cielo
estrellado.
Por la mañana, caminamos de la mano, nos reunimos con mi padre
en el avión y volamos a Nueva Brunswick para encontrar nuestro destino.
Solo nos soltamos cuando nos separó la Real Policía Montada de Canadá.

351
32
Traducido por Alessandra Wilde & Pame .R.
Corregido por Umiangel

Estiro mis brazos sobre mi cabeza y saboreo la incredulidad del


momento.
Observo el cursor parpadear más allá de las últimas palabras: Fin.
No necesitaba escribir eso. Sé que este es el final de la historia que quiero
contar: mi historia. Tardé tanto tiempo en llegar aquí que necesitaba
ponerlo en palabras para hacerlo real, para permitirme seguir adelante.
Cameron terminó con su versión de la historia hace un tiempo, lo que 352
amplificó mi falta de finalización.
—No es una competencia —sigue diciendo, aunque lo es.
Empecé a escribir tan pronto como me encarcelaron. Necesitaba la
distracción del dolor que envolvía mi corazón, el dolor de todo lo que me
perdía. Billy tenía su propio idioma, que se convirtió en un segundo
idioma para todos nosotros. Podía señalar, y finalmente tuvo diminutos
dientes saliendo de esas encías. Ella cruzaba muebles, cerca de caminar.
Pero yo no estaría allí para verla. No estaría allí para celebrar los logros.
Y no estaría a su lado para levantarla cuando se cayera. ¿Me olvidaría?
¿Comenzaría a ver a Carly o María como su madre? Esperaba que sí.
También esperaba que no lo hiciera.
Cuando estuve encarcelada, mientras miraba la celda que era mi
hogar, me vi obligada a reflexionar, a hablar conmigo misma. A pesar de
que voluntariamente me metí allí, había algo dentro de mí: ¿Cómo diablos
llegué aquí? Así que comencé a escribir y continué escribiendo incluso
después de que salí de la cárcel.
Sin que lo supiera, Cameron hacía lo mismo a unos cientos de
kilómetros de distancia en su celda de la cárcel, pero a diferencia de mí,
terminó antes de ser liberado.
No sé si alguna vez publicaremos lo que escribimos. Nos han hecho
muchas ofertas. La fascinación del público con nosotros no ha parado,
aunque ahora nuestros rostros están mayormente en las portadas de los
tabloides. Nuestras razones para escribir eran terapéuticas. No estoy
segura de querer que nadie lea lo que he escrito; el mero pensamiento me
hace temblar. Ni siquiera estoy segura de querer leer lo que escribió
Cameron. Lo leeré, pero es posible que tenga que saltarme las partes de
Manny. Esperemos que no haya mucho sobre ella.
Voy a ver a Billy, mirando a través de la puerta. Sé que todavía está
durmiendo la siesta, porque si no, estaría charlando con Meatball, que
está en su lugar habitual, durmiendo la siesta en la alfombra junto a su
cuna. —Esa niña habla desde que se despierta y no para hasta que se
vuelve a dormir —dijo María el otro día. Una sonrisa se dibuja en mis
labios mientras escucho su respiración dormida, que todavía canta a la
par con la de Meatball.
Me doy cuenta de que la pequeña mancha blanca en la mandíbula
de Meatball se ha extendido. Ninguno de nosotros sabe cuántos años
tiene, pero sí sabemos que mientras Billy gana velocidad, él disminuye la
suya y tiene problemas para seguirla, a pesar de sus mejores esfuerzos.
Llegará un momento en que no podrá seguirle el ritmo.
Mi garganta se aprieta de repente y se libera cuando siento que una
mano envuelve mi cintura.
—¿Todavía respira? —susurra Cameron en mi oído.
—Todavía respira. —Siempre me sorprende que esta gran parte de
353
mí sea otra persona viva que respira.
Me da la vuelta. —Pensé que estabas escribiendo.
—Terminé.
—¿Terminaste?
Me pongo de puntillas para que tengamos casi la misma altura.
—Sí.
Él sonríe, y creo que mi corazón podría explotar. —Felicitaciones,
señora Hillard.
Rezo para que nunca haya un momento en que esas palabras no
me hagan sentir completamente ingrávida y sin miedo. Aprieto los labios
para no sonreír y muevo el dedo. —No hasta mañana. El “Sí, acepto” es
lo primero.
—Sí, acepto —murmura. Alcanza la puerta de Billy y me atrae hacia
él mientras la cierra suavemente—. Sí, acepto.
Sus labios están en el lóbulo de mi oreja, cuando una voz chilla
desde una radio bidireccional enganchada a sus pantalones. —¡Cameron!
—Eso es nuevo —digo, señalando la radio.
Él suspira. —Carly me está volviendo loco.
Tan pronto como anunciamos que nos íbamos a casar, Carly se
asignó las tareas de planificación de la boda: una tirana diminuta con un
sujetapapeles. Y ahora una radio bidireccional.
—Te dije que debimos fugarnos —digo.
Sacude la cabeza. —Estuve esperando esto toda mi vida. Voy a
casarme contigo de la manera correcta.
—¿Dónde estás? —dice Carly por la radio—. Tenemos una crisis
aquí. Pedí tres mesas cuadradas para las mesas de regalo, pero me
enviaron dos rectangulares. Necesito que las cortes en cuadrados.
—Debimos fugarnos —dice, suspirando.
Miro por la ventana del pasillo. —Mis padres estarán aquí en
cualquier momento de todos modos.
Tiene una mancha de suciedad en la mejilla. Levanto mi mano para
limpiarla, pero mi mano se queda allí, como si el calor de su piel hubiera
soldado mi piel a la suya.
Pone su mano encima de la mía. —Te prometo que todo estará bien.
Ella está mejor. Ya lo verás.
Fuerzo una sonrisa, pero la culpa nunca desaparece.
Me liberaron dos meses antes que Cameron. Mientras el reportero 354
del New York Times me entrevistaba, mi padre se reunía con la Real
Policía Montada de Canadá y planeaba nuestra rendición. Cameron no
me soltó la mano hasta que nos esposaron. Él tenía un abogado defensor
criminal de alto perfil de Toronto, un buen amigo de mi padre. Estaba
agradecida de tener a mi papá conmigo. Aunque no podía representarme,
tenerlo presente en cada paso del camino alivió un poco el monstruoso
dolor.
No sé de dónde viene la frase “ponerte en prisión”. No pasé por esa
experiencia. Todo el proceso fue, para mí, metódico y profesional, nada
de lo que había imaginado. No me arrojaron libros. Ojalá hubiera habido.
Habría hecho que el proceso fuera menos aterrador. Era como pasar por
un aeropuerto: “Haga cola aquí para que le revisen el papeleo”. “Haga fila
allí para que le revisen su papeleo nuevamente”. “Abra sus brazos y sus
piernas”. Me sentí como una rana en una cacerola, sin darme cuenta de
que hervía lentamente hasta morir, hasta que la puerta se cerró de golpe
y me encontraba sentada sola en una celda.
Mi padre logró que la mayoría de los cargos contra nosotros fueran
retirados en Canadá. Me declaré culpable de tráfico de drogas y obtuve
crédito por el tiempo que ya había cumplido. Los días que pasé en prisión
fueron los más oscuros de mi vida. Pero me siento agradecida. Soy libre.
Cameron es libre.
Si bien no podemos salir de Canadá en un futuro cercano hasta
que se resuelva nuestra extradición y mi padre consiga anularla, hicimos
un hogar para nosotros y para Billy, María, Carly y Meatball.
Todavía me parece injusto que se retiren los cargos en mi contra.
Hice las cosas de las que me acusan sabiendo que iban contra la ley. No
todo el mundo recibe este trato; no todos los padres son el gobernador de
Nueva York.
Al mismo tiempo, no quiero volver a la cárcel. Billy está creciendo
rápido. No puedo perderme nada más. Ya me perdí demasiado.
—Su libertad se está convirtiendo cada día más en una realidad —
nos dijo mi padre por teléfono la semana pasada. Eso fue después de que
participó en una protesta con miles de indígenas en Washington para
exigir que se retiraran los cargos contra todos los involucrados en el
esquema de distribución de drogas indígenas. Mi padre en una protesta,
eso era lo más increíble.
En cuanto a Cameron, estaba teniendo dificultades para demostrar
su culpabilidad, particularmente porque Kostya insistía en asumir la
responsabilidad por casi todo lo que Cameron alegaba que había hecho.
Kostya cumplía cadena perpetua en una prisión de máxima seguridad en
Vermont y envió un mensaje a todos en el inframundo: Cameron y yo no
debíamos ser tocados. —Finalmente estoy en paz —le dijo por teléfono 355
una noche—. Puedo descansar ahora y vivir el resto de mi vida con mis
recuerdos. Continúas siendo joven. Muchacho, vive; crea tus recuerdos.
—Murió tres días después de un infarto masivo.
Cameron se ha dedicado a construir su reputación y actualmente
trabaja como asesor especial del Servicio de Inteligencia de Seguridad de
Canadá. Su insondable conocimiento del funcionamiento interno de la
organización criminal más grande del mundo, antes la más grande, y su
habilidad innata para pensar como un criminal han ayudado al gobierno
canadiense a lograr importantes avances en el desmantelamiento de las
ramas más grandes del crimen organizado en Canadá. Cameron se siente
orgulloso de su utilidad y su legitimidad dentro de la sociedad, el mundo
legal versus el inframundo. Puedo decir que las cosas cambiaron por la
forma en que endereza sus hombros cuando habla de trabajo. También
usa un traje para trabajar en lugar de un arma, lo cual es extraño.
En cuanto a Víctor, luego de que todos se presentaran y contaran
sus historias de un mundo donde gobernaba un hombre como él, nadie
podía negar que la fuerza policial era irrevocablemente corrupta y que
cualquier evidencia presentada a los tribunales por la policía iba a estar
contaminada o al menos percibida como tal. La policía, el gobierno y los
aliados políticos no tardaron en distanciarse del aspirante a gobernador.
Víctor perdió la elección frente a mi padre, pero no había pruebas
suficientes para procesarlo, ya que todavía tenía algunos amigos bien
escondidos en las altas esferas. Que un grupo de criminales hablara de
todas las cosas malas que hicieron no fue suficiente para derribarlo.
Víctor fue lo bastante astuto como para no tener nada ilegal relacionado
directamente con él. Su reputación se vio empañada y su carrera política
probablemente había terminado, pero eso era todo.
Hasta el vídeo.
Le tomó muchas horas frente a una computadora, pero Joe pudo
sacar un poco más del video del asalto a Frances en el ascensor. Fue solo
una fracción de segundo, pero durante esa fracción de segundo, el rostro
de Víctor estuvo perfectamente claro.
Después de que Joe lo publicara en línea, con la ayuda de Gianni,
el video se volvió viral en todo el mundo. Las acciones de Víctor contra
Frances y la consiguiente indignación pública finalmente lo hundieron.
Cualesquiera que fueran los llamados amigos que había tenido, de golpe
se desvanecieron detrás de los gritos de guerra de las feministas y los
movimientos de mujeres. El clamor por su arresto se escuchó en todo el
mundo. Víctor huyó del país a Montenegro. Lo hallaron en una habitación
de hotel, colgado de una sábana en el armario.
Joe voló a Montenegro él mismo para recuperar la sábana. Tenía
una lista de nombres (personas que Víctor había matado) escritos con
diferente letra y con bolígrafos de diferentes colores. Él fue responsable
de la destrucción de muchas familias. Junto al nombre del hermano de 356
Joe, Cameron y yo añadimos a Bill, Rocco, Pops, Margaret, Spider, Griff,
Kaya, Tiny y Frances a la lista, y nos abrazamos al mismo tiempo que lo
quemábamos, viendo las cenizas volar con el viento.
Todavía me resulta extraño cómo alguien que alguna vez pareció
más grande que la vida, que parecía estar en todas partes y tener su
mano sobre y en todo, que parecía invencible, pudo ser reducido a nada
con un chasquido de un dedo, o varios dedos.
La idea de que el hijo de Frances algún día pueda ver el video, ver
los últimos momentos aterrorizados de su madre a manos de su padre,
me provoca escalofríos en la espalda. Espero que nunca lo vea. Hicimos
todo lo posible para eliminarlo de Internet desde la muerte de Víctor. Joe
pudo hallar recientemente una dirección donde Víctor retenía a Daniel.
Desde entonces, Daniel se ha reunido con su abuela, quien continuará
criándolo ahora. Planeo visitarlos si alguna vez me permiten regresar a
los Estados Unidos.
El cuerpo de Frances nunca fue encontrado. Nunca dejaré de
buscarla.
Bajo las escaleras de la mano de Cameron y observo desde la puerta
como regresa al campo de tiendas blancas. Se une al ejército de catering,
fotógrafos y floristas a los que ordena la Tirana Sujetapapeles.
Luego de salir de la cárcel, compramos unos cientos de hectáreas
de tierra a los pies de las montañas Laurentian en Quebec. Nuestra casa
de campo se halla en la cima de una colina, y podemos ver kilómetros
desde cualquier ventana. Cameron nunca admitiría esto, pero sé que el
punto de vista es la razón por la que le gusta tanto la casa. A pesar del
sistema de seguridad de primera línea que Joe instaló para nosotros en
toda la propiedad y un equipo completo de guardias que deambulan día
y noche, Cameron todavía tiene problemas para dejarlo ir. Todavía hay
noches en las que siento que su mano se acerca buscando debajo de las
sábanas; no se detiene hasta que me encuentra, después se aferra, y
escucho su respiración calmarse de nuevo.
—Víctor está muerto —le recuerdo cada vez que puedo, pero su
maldad todavía se burla de nosotros.
Me asalta un ataque de náuseas. Apoyo la frente contra la ventana
y espero a que mi cuerpo tome una decisión: me dejará quedarme con el
almuerzo o no.
He esperado el momento adecuado para decírselo a Cameron. La
verdad, hasta este punto, no he tenido la certeza de estar embarazada.
Pero después de devolver el desayuno y el almuerzo, mirarme en el espejo
y limpiarme el último vomito de la comisura de la boca, estoy segura. En
tanto me preparo un poco de té de jengibre, como me enseñó Margaret,
empiezo a pensar en todas las formas en que puedo decírselo, sabiendo
que haré planes para una gran revelación solo para arruinar la sorpresa
al dejarla escapar en el momento más inapropiado.
357
Perderse mi embarazo con Billy todavía es difícil de aceptar para él.
De vez en cuando, de la nada, me hace preguntas al azar, como: —¿Billy
alguna vez tuvo hipo cuando te encontrabas embarazada de ella?
A veces pienso en Griff. Estuvo allí cuando yo estaba embarazada,
y deseaba a Billy tanto como lo hubiera hecho cualquier padre. Al menos
creo que lo hizo. Dijo que era así. Tengo momentos conflictivos cuando
empiezo a dudar de mí, de él y de todo lo que me dijo. Hizo esas cosas
terribles porque se hallaba desesperado, me recuerdo. Él me dijo que me
amaba.
Cuando la verdad comenzó a salir a la luz y la gente descubrió que
Griff trabajaba para Víctor, fue difamado en línea. No sé si Griff observó
la caída desde el supuesto más allá. Espero que no lo haya hecho. Pero
su madre lo vio todo, y no fue justo para ella. Gianni estuvo de acuerdo
conmigo en eso, así que contactamos al equipo de lucha de Griff. Hace
un par de semanas, volamos con su madre y sus hermanos a Montreal y
los conocí por primera vez. Temblaba tanto que se me cayó el bolso cuatro
veces mientras caminaba hacia el restaurante. Su madre era mucho más
pequeña de lo que imaginé. Los hermanos de Griff eran como montañas,
comparados con ella.
Sus hermanos me abordaron primero. El más joven me agarró en
un abrazo de oso tan fuerte que mi cara quedó sofocada en su pecho, y
solo por un momento, pensé que era Griff. A pesar de prometerme a mí
misma que no lo haría, comencé a llorar. Entonces su madre lloró. Y así,
lo hicieron sus hermanos. El restaurante no tenía suficientes servilletas.
El equipo de lucha organizó una vigilia en una de las noches de
lucha en Montreal. Su familia insistió en que fuera con ellos a la arena.
Tocaron la canción de salida de Griff a la vez que su familia y yo nos
dirigíamos a la jaula. Su mamá no me soltó la mano hasta que el ídolo de
su hijo, George St-Pierre, le dio una versión conmemorativa del cinturón
de campeonato de Griff. Hombres corpulentos gritaron. La multitud
coreó: “Luchador”, al unísono. Me llenó el corazón percibir cuántas vidas
influyó Griff. Cualquier duda que haya tenido sobre venir se disipó en ese
momento.
Aun así, es difícil para mí reconciliar mis sentimientos por Griff con
los que tengo por Cameron. No sé si alguna vez reconciliaré algo. Tal vez
no necesito hacerlo. Tal vez solo tengo que aceptar que nunca entenderé
completamente qué sucedió o cómo sucedió.
Sé con certeza que amaba a Griff. A veces ayuda apegarse a lo que
sabes con certeza y dejar que el resto se desvanezca.
Si bien me preocupa que mi embarazo aumente la ansiedad de
Cameron, sé lo feliz que estará. Hay cosas peores en la vida.
Veo un coche negro detenido por los guardias al final del callejón.
Vislumbran el interior y luego hacen señas al conductor para que avance
358
sin protestar. La falta de escrutinio solo puede significar una cosa: mi
padre está aquí, con mi madre. Mi corazón comienza a latir con fuerza
cuando coloco el monitor de bebé en mis vaqueros y salgo por la puerta.
Debido a la boda, el camino de entrada se halla repleto de furgonetas y
camiones de reparto. Los aparcacoches contratados por Carly le señalan
a mi padre la parte trasera de la propiedad, donde los invitados a la boda
se estacionarán mañana.
Según el último conteo de Carly, más de cien personas vienen a la
boda. No conozco a cien personas. Solo espero que Hawk pueda hacerlo.
Hasta que se retiren los cargos en su contra, continúa escondido en una
reserva de Ontario. —Será complicado que venga a la boda, pero no es
imposible —me dijo Joe. Sé que hará su mejor esfuerzo para venir, sobre
todo porque Carly está aquí.
Mi padre conduce hacia el viejo granero en la parte trasera de la
propiedad. Como si pudiera determinar su estado emocional desde tan
lejos, trato de espiar a mi madre, pero no puedo. Están demasiado lejos
y las ventanas están polarizadas.
Quiero dar la vuelta. Puedo esperarlos en la casa. Eso sería mejor,
me digo.
Ahí me habla la culpa. La culpa es un muro de piedra, una fuerza
contra la que tengo que empujar para enfrentar a mi madre. Tengo que
mirarla a los ojos. Ella se merece tanto.
Sabemos poco sobre lo que sucedió después de que mi madre se
fue sin mí en Nueva York. La vieron brevemente en público y después
desapareció. Mi padre fue a buscarla tan pronto como se enteró de que
se fue y había desaparecido. Todo un equipo de investigadores privados
fue a buscarla. Mi padre dividía su tiempo entre trabajar, ayudarme a
salir de la cárcel y encontrarla. Su ausencia nos pesaba a todos. Después
de la muerte de Víctor, empezamos a perder la esperanza. Consideramos
la posibilidad inconcebible de que pudiera estar muerta. Ella perseguía
mis sueños: me despertaba en medio de la noche con una almohada
empapada de lágrimas. ¿Y si está muerta?, preguntó una noche una voz
en mi cabeza. No pude dejar de llorar después de eso.
No estaba muerta, no del todo.
La encontraron una mañana temprano vagando por un camino de
tierra en Nuevo México con costillas rotas, uñas faltantes y marcas de
agujas hasta los brazos. El granjero que la encontró le contó a la policía
local que no podía armar una oración coherente. Nadie sabía quién era
ella. El equipo de investigación la encontró unas semanas después en un
hospital psiquiátrico, donde la internaron después de que nadie pudiera
identificarla.
—Pasó un mal momento —me dijo mi padre de la manera más
delicada que pudo—. Pero la tenemos en la mejor instalación que el
dinero puede comprar, y tiene todo un equipo de médicos a su entera
359
disposición.
Le inyectaron tantas drogas que le tomó semanas desintoxicarse
de una manera segura y meses para que los médicos descubrieran la
combinación correcta de medicamentos para regular sus cambios de
humor lo suficiente como para que comenzara a dormir nuevamente. No
podía ir a visitarla, porque no podía salir del país.
Mi madre me salvó la vida.
Ella entregó su vida por la mía.
Así que sigo caminando cuesta abajo.
Mi padre estaciona el auto detrás del viejo granero y, por un
momento, no puedo verlos y ellos no pueden verme. Aprovecho el tiempo
para ralentizar mi respiración. Empiezo a sentirme mareada de nuevo y
tengo que tragar con fuerza. Entonces pienso: Les diré a mis padres sobre
el embarazo. Tal vez eso los haga felices. Tal vez nos dé algo para celebrar
juntos.
Escucho un estallido como el hierro golpeando el concreto, y salto.
Debió ser el poste de una carpa, pienso, aunque las carpas están al otro
lado de la propiedad, y el sonido parecía provenir de algún lugar más
cercano.
Mi madre aparece por la esquina del granero, sujetando su bolso
con fuerza a su lado. Está tan delgada. Tiene el cuerpo inclinado hacia
adelante como si fuera una vieja bruja a punto de lanzar un hechizo.
Corre hacia mí y me agarra del brazo. Su cara se encuentra a unos
centímetros de la mía. —Rápido. ¿Dónde está Billy? —susurra. No veo a
mi madre sino solo su caparazón. Sus ojos están muy abiertos como la
extensión de nuestra tierra.
—Tomando una siesta —respondo en un tono incierto—. Mamá,
¿estás bien? —Miro más allá de ella en busca de mi padre.
Da un paso errático hacia la granja, pero la alcanzo y la agarro de
la manga de su blusa azul cielo. Tiene manchas de sangre. Cameron está
en la cima de la colina.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué no te sientas conmigo? —Mi voz es
chillona.
—No tenemos tiempo para eso —espeta, y saca el arma de su bolso.
Jadeo. —¡Mamá! ¿Qué estás haciendo?
Cameron grita y corre hacia nosotras. En mi visión periférica, veo
motas que comienzan a moverse desde la línea de árboles, donde están
estacionados los guardias.
—¡No disparen! —les grito, poniendo mi cuerpo frente al de ella.
360
Mi madre mira en dirección a Cameron. —Mira lo que nos han
hecho —dice—. Permitimos que nos hagan daño. Permití que te lastimen.
No se detendrán hasta haber tomado todo. Las mujeres Tremblay ya no
serán lastimadas. —Le apunta con el arma.
Mis rodillas amenazan con dejarme caer al suelo, cuando salto. La
tiro al suelo justo en el momento en que el arma se dispara, y siento un
puñetazo en el estómago que me deja sin aire. La tomo por los brazos y
la sacudo hasta que el arma se suelta y cae a unos metros de nosotras.
Mi madre sale disparada del suelo y parpadea en una secuencia
rápida hacia mí. Su rostro se arruga de repente y niega con la cabeza. Un
dolor penetrante se dispara desde mi cintura. Grito, pero el sonido que
se escapa de mis labios es un gorgoteo y luego un suspiro. Entonces me
doy cuenta de que me han disparado en el estómago. Intento trepar al
arma, pero mi madre es más rápida y ya la tiene en sus manos.
Se pone la pistola en la sien y aprieta el gatillo. El sonido resuena
en nuestra superficie cultivada y ella se derrumba en el suelo.
Intento levantarme, ir con mi madre, pero no puedo.
Cameron está sobre mí, gritando, presionando una mano en mi
estómago. Trato de alejarlo para que vaya con mi madre, pero mi propia
mano sale ensangrentada. —Oh —digo, y mi cabeza se hunde de nuevo
en el suelo.
Uno de los guardias toma el arma del suelo; otro le toma el pulso a
mi madre por la muñeca, pero niega con la cabeza.
Un sonido gutural se filtra de mí. —Mamá…
Llega Carly, seguida de María. Sus ojos van de mí a mi madre a mi
estómago.
—Emmy —dice Cameron. Todavía tiene esa mancha de suciedad
en la mejilla, aunque algunas motas corren por su rostro con lágrimas.
Sé que mi lesión es grave por la expresión de su rostro.
—Va a estar bien —le digo, sonriendo.
—No —dice, y niega con la cabeza.
El suelo se encontraba frío, pero ahora está tibio. Mi respiración es
dificultosa, pero por lo demás, estoy bien. Mi estómago ya no me duele,
y la sangre se siente caliente en mi piel. Todo lo que nos rodea se convierte
en luz. Ahora solo somos nosotros. Solo Cameron y yo. —Tienes que
quedarte aquí por ella —digo.
Está sollozando y no sé bien si puede oírme, pero necesito que me
oiga.
—Te esperaré —digo. Ya no puedo verlo. Ahora siento un poco de
pánico—. Prométeme que te quedarás por ella. 361
—No puedo estar sin ti, Em. —Su voz está rota.
—Tienes que prometérmelo —digo con todas mis fuerzas.
Escucho una vocecita a través del monitor de bebé. Billy conversa
con Meatball. De repente, hay un estornudo del tamaño de un perro, y
Billy estalla en un ataque de risa. Mi corazón está tan lleno de alegría y
amor que me elevo hacia el cielo.

***

Estoy de vuelta en el escenario de mi fiesta de cumpleaños número


dieciséis. Ahí está esa multitud otra vez, gente de rostros vacíos de pie en
esmóquines y vestidos de noche.
Esta vez, empieza a llover. Solo hay una llovizna al principio, y
luego comienza a diluviar. Bajo la mirada. Estoy vestida con pantalones
cortos y una camiseta y me han salpicado de barro.
Bajo del escenario, y la multitud se separa como una ráfaga de
viento que sopla a través de un campo de trigo.
Todo esto se siente extrañamente familiar, aunque no tengo la
seguridad de por qué.
Tengo una bolsa de balones de fútbol sobre mi hombro. A medida
que avanzo, las personas sin rostro se desvanecen y después veo a mi
hermano, mi padre y mi madre. Ellos están juntos. Rocco se encuentra
solo y agita su saludo más grande hasta que Spider viene por detrás y le
revuelve el cabello. Mis pies pisan un campo verde, con hierba cortada y
agujeros fangosos que se expanden con la lluvia. Margaret se encuentra
en los brazos de Pops mientras él la lleva por el campo. María y su amante
Darlene están sentadas en el suelo con una canasta de picnic entre ellas,
imperturbables por la lluvia. Griff aparece y me entrega una servilleta
para que pueda limpiarme la lluvia de los ojos. —Lo siento —decimos a
la vez y nos abrazamos. Luego nos soltamos y yo sigo caminando.
Siento todas sus manos sobre mis hombros, porque son parte de
mí. A continuación, uno por uno, se evaporan en el aire que me rodea y
me mantiene caliente a pesar de la lluvia. Al otro lado del campo hay un
estacionamiento y uno de los autos está ocupado. A pesar de la distancia
que nos separa, a pesar de que la lluvia me bloquea la vista, lo reconozco,
porque siempre estuvo ahí, ¿no?
Se supone que debo seguir caminando, porque así era la historia,
nuestra historia: Vi a alguien sentado en un auto en el estacionamiento
de la escuela y sentí algo extraño dentro de mí. Algo se encendió. Pero lo
ignoré y seguí caminando hacia la escuela, y en mi visión periférica, vi
que el auto se alejaba. Yo era una niña. 362
Ahora no soy una niña.
Sé que no es él. No puede ser él; todavía está en el otro lado.
—¿Importa? —susurra Pops en mi oído.
Dos águilas vuelan arriba y reconozco la voz de Kaya en el viento.
—¿Bien? ¿Importa? —pregunta ella.
—No —respondo, y decido que viviré con él en mis recuerdos hasta
que llegue. Decido que cambiaré el recuerdo y crearé nuevas memorias,
porque puedo hacer eso aquí. Puedo cambiar el pasado. Puedo decidir mi
futuro. Puedo enmarcar la luz.
Esta vez, dejo caer la bolsa y, mientras los balones de fútbol ruedan
por el campo, me dirijo a su memoria. Cruzo el campo y siento la cabeza
esponjosa de Meatball rozar mi pierna cuando se une a mí.
Deja de llover. Abro la puerta del auto, Meatball sube y Cameron
sonríe. —¿Por qué tardaste tanto? —dice.
Es él y no solo el recuerdo de él. Estoy segura. Esta comprensión
se esparce a través de mí y a mi alrededor como el oxígeno. Me doy cuenta
de que el tiempo no cuenta aquí; el tiempo solo tiene significado para el
reino de los vivos. Me siento a su lado, él agarra mi mano y se la lleva a
los labios. Su cabello es gris y su rostro luce arrugado. Mi corazón está
cálido. Estuvo esperando más tiempo. Se quedó con Billy.
De repente, veo todos sus recuerdos de ella creciendo, y es como si
yo estuviera allí con ellos. Cameron se ríe y las canas y las arrugas
desaparecen. Volvemos a ser jóvenes, esta vez para siempre.
Nos alejamos y buscamos a nuestra hija. Buscamos a todos los que
amamos y perdimos. A los que seguimos amando a pesar de todo.

363
EPILOGO
Traducido por Julie
Corregido por Umiangel

Mi nombre es Billy Rocco Hans Hillard. Es mucho, lo sé. No se nota


por el nombre, pero soy una chica. Casi una mujer, según la tía Carly,
pero no según papá. Mis padres no eran hippies, solo extraños. Al menos
mi padre es extraño; nunca conocí a mi madre. Me dijeron que fue ella
quien me puso el nombre y que amaba a mi padre, así que solo puedo
suponer que era tan extraña como él.
La echo de menos.
Es extraño, echar de menos a alguien a quien solo recuerdas a
través de los recuerdos de los demás.
Me pusieron el nombre en honor a un montón de tíos muertos.
364
—Tienes un poco de Spider en ti —dice a veces la tía Carly cuando
estoy malhumorada. No sé qué significa eso, pero la hace reír un poco, y
todo lo que la hace reír me parece bien.
No sé mucho sobre mis tíos muertos. Uno era el hermano de papá;
otro era el hermano de mamá, que también era el mejor amigo de papá y
el novio de la tía Carly (qué asco); y otro era el mejor amigo de mi papá y
el otro novio de la tía Carly (qué asco también), cuyo nombre real era
Hans, pero todo el mundo lo llamaba Spider. No puedo decirles más que
eso, porque nadie habla de nada de esto. Reuní esta pequeña cantidad
de información complicada a través de años y años de oír a escondidas
las conversaciones de los adultos.
Así que solo somos papá, la tía Carly, el tío Joey, el tío Hawk, un
montón de muertos y yo. He oído que algunos niños hacen dibujos de su
familia en la escuela primaria. Yo probablemente habría dibujado un
montón de fantasmas en mi retrato familiar, es decir, si hubiera ido a la
escuela primaria. Me educaron en casa y no me habrían aconsejado hacer
un dibujo de la familia porque tenemos demasiados fantasmas.
El tío Joey es probablemente el único que, en el espectro de la
normalidad, está más cerca de ser normal que de no serlo. También tiene
un hermano muerto del que no hablamos. Fantasmas por todas partes.
Miro el vestido que la tía Carly me tendió en la cama y suspiro. No
es lo que yo habría elegido. Para empezar, es un vestido. En segundo
lugar, es morado. —Es lila —dijo la tía Carly cuando le señalé que era
morado.
—Lila es otra palabra para morado —dije.
Me puso una mano en el hombro. —No tienes que ponerte eso si
no quieres —murmuró—. Puedes elegir lo que quieras. Eres mi dama de
honor. No te obligaré a llevar nada que no te guste.
Así de fácil, ella ganó.
Mientras mis brazos se enroscan para subir la cremallera de la
espalda del vestido morado, pienso que al menos a Frank le gustará.
Llaman a la puerta de mi habitación.
—¿Casi lista? —pregunta mi padre.
—Un par de minutos más —respondo al otro lado de la puerta.
Me siento en la cama, saco la foto de mi madre del marco de la
mesita de noche y la meto en el bolso que me regaló la tía Carly. También
es de color morado. Escondo el marco vacío en el cajón.
Despliego la carta y la leo una vez más por si se me ha escapado
algo. La meto debajo de la almohada y dejo a la vista solo una pequeña 365
esquina. Me dirijo a la puerta y me quedo allí un momento, echando un
último vistazo a mi dormitorio. Todos los muebles fueron elegidos por la
tía Carly con tanto cuidado que se creería que estaba amueblando el
apartamento de la reina.
Miro la casa de muñecas que me hizo el tío Hawk, con la mayoría
de los muebles masticados por mi viejo perro, Meatball. Junto a ella están
las millones de muñecas que la tía Carly me compró a lo largo de los años
y de las que no tuve el valor de deshacerme, porque sé que eso lastimaría
sus sentimientos.
Meto los pies en las sandalias floreadas, sonrío y abro la puerta.
Todos me esperan al pie de la escalera. Se diría que soy yo la que
se casa. Mi padre levanta la vista y luego mira hacia la alfombra. La tía
Carly toma fotos de mí en lo alto de la escalera, bajando los escalones y
al pie de la escalera. Sus ojos están llenos de lágrimas, lo cual no es nada
nuevo. El tío Hawk está vestido de esmoquin y parece un poco verde. No
sé por qué está tan nervioso. Le pidió a la tía Carly que se casara con él
al menos una docena de veces antes de que ella finalmente dijera que sí.
Uno pensaría que estaría más que preparado para este día.
—Estás muy adulta —me dice mi tía después de abrazarme y
besarme como si aún fuera una niña, sin derecho a espacio personal. Me
limpio el pintalabios que sé que me ha dejado en la mejilla.
—Ahora se nos hace tarde —dice el tío Hawk.
La tía Carly le da una palmada en el hombro. —No pasará nada si
no estamos allí.
Mi padre me coge del brazo, pero sigue negándose a mirarme. Algo
que hice o algo que no he hecho; algo en mí ha provocado el fantasma de
mi madre. —A veces te pareces tanto a ella que es como si estuviera aquí
en la habitación con nosotros —me dijo una vez la tía Carly mientras me
cepillaba el pelo después de que me enfadara por otro de los desprecios
de mi padre—. Es difícil para tu padre. Todos tenemos que ser pacientes.
A pesar de la discriminación que supone ser juzgada por algo que
no puedo cambiar, hace tiempo que dejé de ofenderme.
—Estás muy guapa —comenta mi padre mientras subimos a la
limusina. Observa por la ventana durante todo el trayecto hasta la
ceremonia.
Sonrío y permanezco de pie junto a mi tía durante todo el servicio.
Después me quedo de pie y sonrío un poco más mientras nos toman las
fotos. La tía Carly insiste en que salga en todas: Billy con las chicas, Billy
con los chicos, Billy con los novios y Billy sola delante de un árbol
cualquiera.
Para cuando nos sentamos a cenar, tengo los pies tan hinchados
de ampollas que ya no me caben ni las sandalias. El tío Joe da un bonito
discurso. Intenta hacer chistes, pero nadie los entiende. Soy la única que
366
se ríe.
Veo a la tía Carly y al tío Hawk bailar por primera vez como pareja
casada. Entonces veo a mi padre, que está sentado en la barra. Sus ojos
están fijos en el vaso de whisky que tiene delante. Su pelo es ahora más
gris que negro, y sus arrugas se extienden por la cara como las ondas de
un charco. Está muy elegante con esmoquin. Sé que es guapo, aunque
sea mi padre. Veo cómo le miran las mujeres. Mi vaso de ginger ale se
vació hace una hora, pero la camarera ya se ha acercado a él dos veces,
a pesar de que ha sido bien atendido por el barman.
Me gustaría que encontrara a alguien, aunque sea una camarera
ruin, que solo busque su apariencia y su dinero. Eso sería un comienzo
al menos.
Pide otro whisky antes de dar el último sorbo. Entonces entiendo
por qué esta boda ha tardado tanto.
Fue por él. Y por mí.
El tío Hawk me dijo que estaba enamorado de la tía Carly desde el
día en que la vio, y sé que la tía Carly lo amaba desde que yo era una
niña. No podía entender por qué no se casaba con él, hasta ahora.
La tía Carly estuvo poniendo su vida en pausa por todos nosotros,
por los dos. Por mi bien y por el de él. Ella detuvo su vida para ser una
madre para mí y para mi padre.
No es casualidad que finalmente aceptara casarse el año en que yo
cumplí dieciocho años.
Esta comprensión me enoja, me entristece y me hace sentir
agradecida. Y decidida.
Hace tiempo que me di cuenta de que yo era lo único que lo
mantenía aquí en la tierra. —Es una carga muy pesada para un niño —
dijo Frank cuando se lo conté un día.
En ese momento no supe a qué se refería. Me alegré de que mi
padre pudiera encontrar una razón para seguir adelante. Pero ahora,
mientras lo observo, mientras se consolida la culpa de lo que podría hacer
mi ausencia, entiendo lo que quería decir Frank. Nadie, y mucho menos
un niño, debería cargar con la responsabilidad de la felicidad o el deseo
de seguir viviendo de otra persona.
Como si pudiera oír mis pensamientos, mi padre levanta la vista y
me sonríe. Ahora me ve a mí, no a mi madre. Siento una opresión en el
pecho. Quiero bajar la mirada, pero en lugar de eso, sostengo la suya,
sonrío y le hago un pequeño saludo. No lo sabe, me convenzo, aunque mi
padre siempre ha parecido ir un paso por delante de mí toda la vida.
Planeé esto demasiado bien y durante demasiado tiempo como para que
lo sepa.
La tía Carly esperó a que yo fuera adulta antes de seguir adelante
367
con su vida. Tal vez mi ausencia sea el empujón que papá necesita para
encontrar a alguien y seguir adelante. Tal vez no tener que recordar a mi
madre constantemente cuando me mira es exactamente lo que necesita.
Se supone que el tiempo cura todas las heridas. Para mi padre, el tiempo
es una prisión. Cada día que pasa es otro día sin ella. Cree que no puedo
oírle gritar su nombre en mitad de la noche. Cuando duerme, no puede
evitarlo. Sé que se ha despertado cuando deja de hacerlo. Hay un breve
momento en el que la casa está en silencio antes de que se dirija a mi
habitación. La puerta se abre. Suspira aliviado al darse cuenta de que
sigo allí. Cree que estoy durmiendo y que no escuché nada. La puerta se
cierra.
Lo he oído todo. Lo he visto todo. Lo he sentido todo.
Me levanto y voy descalza a la pista de baile porque mi tía me hizo
un gesto.
Durante el siguiente rato, finjo. La tía Carly me presenta a un chico
que ya conozco del colegio, aunque solo por su fama de imbécil. Su padre
es el director general de la mayor empresa de corretaje de la costa este, y
sé que va detrás del dinero de la empresa de papá y el tío Joe. He visto
los memorandos internos.
—Todo el mundo quiere un poco de esa acción, pero esos tipos
manejan la empresa como si siguieran en la mafia —le advirtió el colega
del director general—. El consejo de administración no ha cambiado en
la última década. Es el mismo grupo con el que él y su esposa, Emily,
hacían negocios antes de que todo fuera legal. Eso no va a cambiar.
Pero el director general no se dejó intimidar. La aparición de su hijo
no es una casualidad.
El chico ya se ganó la gracia de mi tía. Él no está siendo un idiota
para mí. Es encantador. La mayoría de la gente como él lo es.
Yo soy cortés a cambio. Casi siempre hablamos de mi padre. Esto
no es inesperado. Todo el mundo se pregunta cómo es ser la progenitora
de las personas que se dice que iniciaron el movimiento de legalización:
ser la hija de una mitad y la ahijada de la otra mitad de la empresa
farmacéutica más poderosa del mundo. Mientras la mayoría de la gente
aún intentaba asimilar el concepto de un mundo en el que todo es legal,
Emmy Health Group ya tenía acaparado el mercado de las drogas antes
ilegales, y lleva más de una década entre los cincuenta primeros de la
lista de las empresas más grandes del mundo, aunque la mayor parte de
sus beneficios se donan a organizaciones benéficas de todo el mundo.
—Haces que la gente sea adicta y luego les das dinero para que
vayan a rehabilitación. ¿No es eso un poco hipócrita? —le dije al tío Joe
una vez. Tenía ocho años y estuve buscando una oportunidad para usar
la palabra hipócrita.
—En realidad intentamos que la gente deje de consumir nuestro
368
producto. El día que la empresa quiebre y yo me quede sin trabajo será
el mejor día de mi vida. Ese será el día en que sepa que tuvimos éxito.
El chico me pincha en las costillas. —Apuesto a que tienes algunas
historias interesantes de tu infancia.
No sé lo que todos esperan. ¿Que mi padre celebra fiestas cargadas
de drogas todas las noches? Cuando yo era niña, los padres no hacían
cola con sus hijos en nuestra puerta para venir a jugar, eso es seguro. Si
supieran que la tía Carly ni siquiera permite que el azúcar refinado entre
por la puerta principal.
El tío Joe viene a rescatarme y me lleva a la pista de baile. Es un
terrible bailarín cuando está sobrio. Ahora está terriblemente borracho,
y esto no ha hecho nada para mejorar sus habilidades. Estoy bastante
segura de haberle visto bailando antes con una maceta. Ahora hay tierra
derramada por toda la pista de baile.
—¿Te has metido en alguna gema últimamente? —El tío Joe se las
arregla para decir. Su cara está hinchada.
—Me metí en el ordenador central de Bailak Oil y descubrí que han
estado vendiendo en Guatemala. Envié sus memorandos internos a
algunos amigos. —Frank y yo hicimos esto juntos, pero obviamente no se
lo dije.
—Siempre activista —dice el tío Joe—. Igual que tu madre.
—¿Ya se han reconciliado tú y Tante Aurelie? —pregunto, sabiendo
que los dos nunca estarán de acuerdo en nada cuando se trata de
negocios.
Se queja de algo, pero no lo entiendo, porque nos balanceamos
demasiado cerca de los altavoces y sus palabras son confusas. Asiento
con la cabeza y finjo que le escucho; mientras tanto, no pierdo de vista a
mi padre, que mira más allá de las cabezas que se mueven en la pista de
baile. Lleva un rato bebiendo esta última copa.
Cuando decide que ya ha bebido suficiente, ya estoy bailando con
un grupo de chicos de la reserva. Mi padre da tres golpecitos al lado de
su vaso y se acerca. —¿Ya estás casi lista? —grita muy cerca de mi oído.
—¿No puedo quedarme un poco más? —le ruego—. Están a punto
de hacer la coreografía de money.
Tira de su cuello, intentando aflojar su pajarita, pero su mano
tarda un par de segundos más en conectar con el cuello.
—Puedo conseguir que me lleven la tía Carly y el tío Hawk —digo.
Alguien del círculo de baile hace un movimiento ridículo, y me uno a
todos en la risa, aunque no es gracioso y normalmente no me habría
reído.
—Bien —dice mi padre—. Pero nada de alcohol. 369
Me pongo una mano en el corazón. —Solo 7UP.
Me besa en la mejilla.
—Confío en ti —dice.
Se aleja, y el rastro de su beso contra mi mejilla escuece por mi
engaño.
Bailo y lo veo ir hacia mi tía. La besa, ella lo abraza y él estrecha la
mano del tío Hawk. Por un momento, todos se vuelven en mi dirección, y
finjo no darme cuenta. Mi tía lanza una mirada severa y golpea a mi padre
en el hombro. Ya sé lo que le está diciendo, ya que esta discusión se ha
repetido durante toda mi vida.
—Deja que la niña lleve una vida que merezca la pena, por el amor
de Dios —dice la tía Carly.
—Ya sabes lo que puede pasar ahí fuera —responde papá.
—¡No todo lo que hay ahí fuera es malo! Que tú ya no puedas ver
lo bueno no significa que ella tampoco deba hacerlo. ¡La vas a asfixiar! —
dice la tía Carly.
Vale, eso último me lo he inventado. Imagino que incluso la tía
Carly estaría de acuerdo en que me estoy asfixiando bajo la autocracia
de mi padre (palabra del día).
Derrotado, mi padre se gira y se despide de mí con la mano, pero
yo finjo estar demasiado absorta en una conversación a gritos con una
chica que lleva demasiada laca, cuyo nombre desconozco. Lo veo salir del
salón de baile y luego cuento hasta diez y medio antes de correr hacia mi
tía.
—¿Has visto a papá? —le pregunto, fingiendo que no practiqué esta
pregunta al menos cincuenta veces en los últimos dos días.
—Acaba de irse —dice. Sus ojos se fijan en los rasgos de mi cara, y
estoy segura de que sospecha—. ¿Está todo bien? —No, está preocupada.
—Oh, todo bien —digo. Sonrío con facilidad a pesar del nudo en el
estómago—. Pero creo que papá bebió demasiado. Iba a quedarme un
rato más, pero estoy un poco cansada y prefiero asegurarme de que llega
a casa sano y salvo.
Se levanta sobre sus tacones. —Estoy increíblemente orgullosa de
ti. No sé qué haríamos sin ti. —Las palabras de mi tía me atraviesan como
un fragmento de cristal que traspasa la clavícula—. Seguramente puedas
alcanzarlo si corres —dice.
Me da un beso en los labios, algo que ha hecho desde que nací y
que nunca dejó de hacer, a pesar de estar al borde de lo inapropiado. La
abrazo durante más tiempo del que normalmente se justificaría en una
ocasión ordinaria, a pesar de la aparente urgencia de mi necesidad de
370
llegar a mi padre antes de que se vaya. —¿Segura que estás bien? —me
dice cuando me suelta de abrazo.
—Estoy increíblemente feliz por ti y por el tío Hawk —respondo,
suspirando.
—¡Oh, cariño! —dice, y frunce los labios.
Vuelvo a salirme con la mía, y mi cara se camufla en su lápiz de
labios.
Suena la canción que mi tía seleccionó para la coreografía de
money. Alguien viene a tirar de ella por la manga. —Será mejor que vaya
a buscar a papá antes de que se me escape —le digo. Le doy un beso en
la mejilla antes de que la lleven de nuevo a la pista de baile.
Cuando llego al pasillo, mi padre está saliendo del guardarropa. Le
cuesta ponerse la chaqueta y caminar al mismo tiempo. Se me hace un
nudo en la garganta. Tengo que resistir el impulso de ir a ayudarle. Baja
la escalera del entresuelo hasta el gran salón. Se me escapa un suspiro
de alivio cuando veo a nuestro chófer, Rooney, acercarse a la acera y
ayudarle a subir a la parte trasera del coche.
Me dirijo de nuevo a las instalaciones del hotel y sigo a un camarero
por la cocina. Es un caos. La tía Carly pidió los platos más complejos
posibles. La cocina está más caliente que un sauna. Algo está ardiendo.
Sigo caminando hasta que llego al ascensor de servicio y lo bajo
hasta el muelle de carga.
Un coche verde bosque me espera.
Me subo y cierro la puerta. Me pongo el cinturón de seguridad y
mantengo la vista en el salpicadero.
—¿Está todo bien? —pregunta Frank. No arranca el coche.
Pienso en mi padre tropezando en la cama. Pienso en mi tía
bailando toda la noche con el tío Hawk. Soy incapaz de mirar a Frank.
—Tenemos unas dos horas antes de que se den cuenta de que me
he ido. ¿Tomaste mis cosas?
—Sí. Claro que sí.
Me inclino hacia atrás y tomo mi bolsa de mano. Compruebo el
interior y encuentro el sobre aún dentro, todavía sellado.
—¿Qué es eso? —pregunta Frank.
—El manuscrito de mis padres. Escribieron un libro juntos —le
respondo—. Lo encontré en un archivo de ordenador que mi padre intentó
esconder. —Lo encriptó, lo que resultaba entrañable. Con el tío Joe como
maestro, superé los conocimientos informáticos de mi padre a los cinco
años. 371
—No pasé del primer capítulo —digo. Lo imprimí, pero no sé si voy
a poder leerlo algún día. Tal vez algún día lo libere al mundo.
Abro la guantera para meter el sobre. Quiero (necesito) poder ver el
sobre, como si mis padres vivieran dentro de él. Mientras lo meto en la
guantera, saco el pasaporte de Frank. Lo abro, esperando que la foto de
su pasaporte sea tan mala como la mía. No lo es. Está tan perfecto como
siempre. No sé por qué pensé que sería diferente. Entonces algo capta mi
interés.
—¿Daniel Frances Orozo? —El nombre me suena, pero no sé por
qué.
—Orozo era el apellido de mi padre. Lo primero que haré es
cambiarme el nombre oficialmente.
—Nunca te he oído mencionar a tu padre —digo. Solo ha hablado
de su madre una vez y de forma breve. Todo lo que sé es que ella fue
asesinada cuando él era un niño y que Frank fue criado por su abuela.
Me quita el pasaporte de las manos, lo deja caer en la consola
central y la cierra con un chasquido. —Hay una razón para eso.
Frank y yo nos conocimos en línea cuando yo tenía dieciséis años,
si es que se puede llamar encuentro a las palabras escritas entre hackers
a través de la web oscura. Nos costó mucho trabajo en los últimos dos
años mantener nuestra relación en secreto ante mi padre. No estaba
segura de lo que teníamos hasta que lo conocí en persona. Llamarlo amor
a primera vista lo hace parecer estúpido, aunque eso es lo que fue. Hubo
una conexión inmediata e inexplicable, una atracción ineludible. Es como
si nos hubiéramos conocido en una vida anterior.
Aceptó un trabajo como profesor de tecnología en mi escuela para
facilitar que nos viéramos. Lo conozco como Frank Evans.
No sé quién es Frank Orozo. Nunca me cambiaré el nombre, a pesar
de llevar el nombre de un montón de tíos muertos.
Siento una mano sobre la mía. Frank consigue soltar mis dedos,
que cavaban trincheras en mi palma. —Sabes, no tenemos que hacer esto
—dice, apretando mi mano.
Por fin levanto la vista. Sus ojos azules... “Frank como Frank”, digo
siempre, lo que le hace poner los ojos en blanco, son lo primero que veo.
La piel se agolpa alrededor de sus ojos. Su mandíbula está tan apretada
que hace desaparecer sus hoyuelos.
Sonrío. Es una sonrisa pequeña, pero no es forzada.
Él sonríe. También es una sonrisa pequeña y tampoco es forzada.
Sé que irme es lo que tengo que hacer, lo que tenemos que hacer.
Mi padre y mi tía Carly hallarán la nota que dejé bajo la almohada.
Los llamaré en cuanto sepa que no pueden localizarnos. Mi padre entrará
372
en pánico. Estarán preocupados y enfadados. No lo entenderán. Pero al
final, mi ausencia se convertirá en la nueva normalidad. Probablemente
mi padre nunca lo aceptará, pero vivirá con ello.
Frank pone el coche en marcha y salimos del aparcamiento del
hotel.
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría darles las gracias a ustedes, mis lectores. Ustedes se
arriesgaron hace muchos años. Quizás dudaron en su momento, o quizás
aprovecharon la oportunidad. Pero al final, agarraron un libro llamado
Crow's Row de alguien desconocido. Una pequeña voz en un mundo de
muchas voces mucho más fuertes. Un autor autopublicado, nada menos.
Agarraron ese libro, lo leyeron y lo recomendaron a otros. Asumieron ese
riesgo, y esa pequeña voz comenzó a crecer. Fueron pacientes y amables,
y esa voz creció en otro libro y en otro. Ahora esa voz a veces susurra a
esa niña franco-canadiense que una vez fue: Lo hice. Soy una autora.
Gracias por darme esto. Gracias por haberse arriesgado con Crow's Row
y conmigo. Gracias por alimentar mi voz para que me sintiera lo suficiente
segura como para seguir escribiendo y seguir compartiendo la historia de
Emmy y Cam. Espero que sigan asumiendo esos riesgos y buscando esas
pequeñas voces y escuchando sus historias para que esas pequeñas
voces también puedan crecer. 373
SOBRE LA AUTORA
Julie Hockley es licenciada por la Universidad de
Ottawa. Vive con su creciente familia en la región
de Durham, Ontario, Canadá. Crow’s Row es su
primera novela.
Visita su sitio web en www.juliehockley.com

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