Stone Crow
Stone Crow
Stone Crow
2
NOTA
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque
hay personas que los subieron a otros lugares como Wattpad, y dichas
autoras pidieron en sus páginas de Facebook y grupos de fans, las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros para empezar
campañas para cerrarlos.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y contra el que luchan todos los foros de traducciones. Por
favor, tampoco subas CAPTURAS de los PDFs a las redes sociales y
etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción
de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus
grupos y comentes que leíste sus libros ni subas capturas de las
portadas de la traducción, porque estas tienen el logo del foro.
Si deseas que los foros sigan por mucho más tiempo, no hagas
nada de lo mencionado anteriormente.
Recuerda que, si te gustan las traducciones, puedes ayudar a 3
seguir sacando más libros uniéndote al staff de traducción,
corrección y/o diseño. Ayúdanos a seguir expandiendo la lectura de
libros que de no ser por los foros no llegarían al mundo de habla
hispana. Deja tu granito de arena, todas (os) son bienvenidas (os) en
nuestro espacio.
STAFF
Julie
Julie
Bruja_Luna_
ÍNDICE
Sinopsis Capítulo 18
Prólogo Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
5
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Epílogo
Capítulo 15 Agradecimientos
Capítulo 16 Sobre la Autora
Capítulo 17
SINOPSIS
Las tres personas a las que Emily Sheppard, de veinte años, más
amaba se han perdido en el inframundo. Aunque dos de sus amores
fueron asesinados por el psicópata Víctor Orozo, el primer amor de Emily,
Cameron Hillard, ha estado viviendo otra vida sin ella. Pero ahora, a pesar
de los esfuerzos de Cameron, ella ha encontrado el camino de vuelta a él
y ha dado a luz a su único hijo: una niña llamada Billy.
Billy está a punto de heredar todo el inframundo, un lugar oscuro
que desgraciadamente la quiere muerta, y Cameron está desesperado por
mantener a Emily y a Billy ocultas antes de que su mundo sepa de su
existencia. Mientras Emily intenta dar sentido al regreso de Cameron de
entre los muertos, él desaparece, dejándola a su suerte y a la de su hija.
Mientras el inframundo se prepara para implosionar, Cam y Emmy deben
encontrar una salida antes de que lo haga.
Stone Crows es una historia de terror y de amor, en la que Cameron 6
y Emily se sumergen en la última batalla por el otro y por la supervivencia
de su hija.
Crow's Row #3
Pero dije el nombre de una mujer,
Y la oscuridad de mil noches
Saltaron del pasado
Y cavaron entre nosotros
Un abismo de dolorosa distancia
Te llamé;
Pero solo los años respondieron.
Te desvaneciste, te esfumaste
y te perdiste.
7
PROLOGO
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa
La caminata por el sendero se hacía cada vez más ardua. Los dedos
torcidos se enroscaban en el mango de un bastón. La punta desafilada
del mismo patinaba contra las piedras resbaladizas debido al rocío en un
camino que, en su juventud, habría recorrido en un suspiro. Ahora le
faltaba el aliento solo con ir y regresar del lavabo por la noche. En su
corazón, seguía siendo joven, por supuesto.
Viejo y joven: una dualidad que tenía en común con el bosque que
recorría cada día. Donde un árbol viejo se alzaba con sus hojas al sol, un
nuevo retoño crecía a su sombra, listo para reemplazarlo en un momento
de debilidad, contra un viento fuerte, contra un rayo, contra su propia
edad.
8
Sus pies frenaron. Se dio cuenta que un majestuoso árbol se cayó
durante la noche. El tronco cortado dejaba ver su madera podrida bajo
la corteza. La visión le dio nuevos bríos a su paso. ¡Todavía no estaba
muerto!
Pero la ráfaga fue corta y finalmente se resignó a detenerse para
descansar. ¿Cuándo llegó a confiar más en ese bastón voluble que en sus
propias piernas? Como si pudiera escuchar sus pensamientos, un cuervo
gordo cacareó y saltó de rama en rama, burlándose de él, en lo alto de los
árboles.
—Maldito arrogante —murmuró Pops en tanto sacaba un trozo de
pan del bolsillo de su abrigo. Le dio un mordisco y con una mirada
acusadora, señaló con el pan al pájaro—. Solo tienes que esperar. Pronto
te tocará sentir las manos del tiempo estrangulando tus huesos. —Lanzó
el resto del pan al suelo. Cuando el pájaro bajó volando para robar lo que
desechó, el anciano le lanzó una piedra. El cuervo salió volando, agitado,
pero ileso, con el pan en el pico—. Malditos cuervos. Están demasiado
ocupados volando alto. Se olvidan de los que merodeamos por el suelo.
Se le escapó un gruñido bajo cuando se agachó para recoger una
de las plumas negras que se le cayó al cuervo. Con su tesoro, regresó
cojeando a su casa.
La semana pasada fue la pluma de un pajarito rojo.
—Pobrecito —le dijo su esposa, Margaret, cuando se lo contó. El
pájaro no era habitual en el noreste de Estados Unidos. Apareció de la
nada. Durante unos días, la cosa delgada lo había seguido durante su
caminata matutina, observando con anhelo a medida que el anciano
cenaba galletas en su lugar de descanso. Era demasiado joven e inexperto
para ir tan lejos solo. El anciano no se mostraba sensible a estas cosas.
La naturaleza era un ciclo en el que todo vivía y moría; los sentimientos
eran inútiles, una estúpida construcción humana.
Sin embargo, mientras el anciano consideraba esto, la mayor parte
de su merienda misteriosamente encontró su camino hacia el suelo más
cercano al polluelo. Lo mismo había ocurrido misteriosamente al día
siguiente y al siguiente, hasta que una mañana, el anciano emprendió su
camino sin la compañía del joven pájaro. Llegó a su lugar de descanso y
encontró el pájaro, o lo que quedó de él. La cabeza había sido picoteada,
al igual que la mayor parte del cuerpo. ¡Probablemente un cuervo muy
gordo! Solo quedaba el cadáver y las alas desaliñadas.
El anciano supuso que el pájaro rojo, incapaz de alimentarse, lo
había dejado en la linde del bosque el día anterior y luego volvió a ese
lugar y picoteó el suelo para ver si olvidó algún bocado.
—Esto es lo que sucede cuando el hombre se entromete en los
asuntos de la naturaleza. —El anciano se reprendió mientras arrancaba
una pluma roja del ala sobrante. Siempre lo supo, por supuesto, pero
9
durante demasiado tiempo había pensado: ¿Qué? ¿Que podía cambiar el
curso de la naturaleza? ¿Desafiar lo que el destino decidió hace tiempo?
El tiempo y la edad lo convirtieron en un viejo emocional y tonto.
Aquella mañana se marchó conflictivo, pero aceptando el destino
de su pajarito rojo, y con los bolsillos todavía llenos de galletas. A la
mañana siguiente, el cadáver del pájaro había desaparecido. La Madre
Tierra reclamó lo que siempre fue suyo y él se resarció de su decisión.
Una vez que regresó a la casa, el anciano se acomodó en su silla
con la pluma negra en la mano.
—¿Encontraste lo que buscabas? —preguntó Margaret, haciendo
señas con las manos sobre la costura que descansaba en su regazo. Al
igual que él, a menudo le faltaba energía para completar la más simple
de las tareas. Al igual que la de él, su piel lucía arrugada y translúcida.
Sus cuerpos se desvanecían con el tiempo.
Cuando se conocieron hace unos cincuenta años, ¡qué animosa y
encantadora había sido! Su cabello era tan oscuro como el bosque en la
noche. En sus ojos, él había visto el color del suelo del bosque después
de la lluvia. Sus labios eran del color de las papas con kétchup. Una vez
fue un tipo robusto, capaz de llevarla de la cocina al dormitorio mientras
sus manos continuaban cubiertas de espuma de los platos sin terminar
de lavar. ¡Ah, pero qué fuego habían tenido! Ese fuego seguía ardiendo
todos estos años después, aunque ahora era más la llama constante de
una vela que el fuego estallante y desenfrenado de un campo reseco,
como fue en su juventud.
—Sí, cariño —jadeó en tanto añadía la pluma del cuervo al manojo
con la del pajarito rojo, uniendo a ambos en la vida y en la muerte.
De uno de los dormitorios llegó un gemido familiar, que les hizo
sentirse jóvenes de nuevo, pero también muy viejos.
Su mujer se levantó del sofá y él la vio salir del salón. Margaret
seguía siendo deslumbrante. Ansiaba poder llevarla al dormitorio una vez
más.
En la próxima vida, se prometió a sí mismo.
10
PARTE I
11
1
Traducido por AnnyR’, Ivava & mimi_jm
Corregido por Julie
***
***
Era medianoche y acababa de alimentar a Billy. La lámpara de
noche estaba encendida. Cameron se encontraba en su puesto en la silla
junto a mi cama, roncando a la par que Meatball. La habitación era lo
suficientemente grande como para que cupiera otra cama entera. Un sofá
y una silla cómoda estaban en el otro extremo. Pero Cameron dormía en
la silla que parecía más dura, un mueble viejo de oficina que era más
para mostrar que para usar. Me había despertado para encontrarlo así.
Por primera vez, había dormido mientras Billy lloraba al despertarse, así
como durante dos cambios de pañales y una alimentación.
Lo miré dormir. Tenía la cabeza inclinada en un ángulo incómodo
entre la pared y la lámpara. Los músculos de su rostro parecían tiernos;
sus anchos hombros se veían relajados; sus puños siempre se hallaban
cerrados; y sus respiraciones eran firmes, lentas y profundas. Cuando
estaba así, casi como un niño, era difícil imaginar lo que había debajo de
la superficie. Era difícil imaginar que debajo de ese mechón de cabello
color chocolate y esa piel suave y pálida, que dentro de ese caparazón de
juventud, belleza y seducción, habitaba un asesino, un hombre que había
quitado directa e indirectamente miles de vidas humanas. Este hombre,
que todavía tenía poco más de veinte años, era la mente controladora de
la organización criminal más grande de la historia de Estados Unidos.
Muchos lo habrían llamado monstruo, es decir, si hubieran sabido que 20
existía. Era un fantasma, el hombre más importante del país al que nadie
conocía ni conocería jamás. Así lo deseaba él. Cameron Hillard era una
pared en blanco pintada de negro con un rojo carmesí empapado.
Sin embargo, mientras dormía junto a nuestra hija, vi a un hombre
diferente, uno capaz de hacer el bien y cuya expresión firme podía, a su
vez, calmarme. En ese momento, Cameron Hillard parecía casi humano,
como el hombre del que me enamoré hace unos meses.
Extendí la mano y le aparté el cabello de la frente. Quería que se
despertara así, en su forma humana, la que recordaba de antes. Quería
ver sus ojos oscuros que eran tristes y fuertes. Los ojos del chico que
había sido abandonado y se dirigió al inframundo en busca de un lugar
al que pertenecer.
Mi mano se demoró a un lado de su cara mientras la otra estaba
acunada alrededor de Billy, justo cuando alguien entró y encendió la luz,
enviando los rayos brillantes de las luces en el techo a la parte posterior
de las cuencas de mis ojos. Mi mano se trasladó del rostro de Cameron a
cubrirme los ojos. Acerqué a mi hija. Escuché que se abrían cajones y
cremalleras mientras mis ojos se acostumbraban a la luz.
Carly guardaba cosas, algunas de mis cosas y algunas de Billy, en
una bolsa de pañales.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
Levantó la vista como si estuviera sorprendida de mi presencia allí.
—Empacando. —Se demoró en la bolsa con dos cremas diferentes para
rozaduras.
—De acuerdo. ¿Y por qué estás empacando?
—Espacio. —Escogió uno de los potes para la bolsa de pañales; el
otro entró en la maleta pequeña.
—¿Necesitas este espacio específico ahora? ¿De todo el espacio de
la casa? —Tal vez iban a trasladarnos al granero con Griff.
—Este espacio no. Tu espacio. Estás atorada. He pasado por eso.
El sentir que todos deciden tu destino por ti. Para ti, son Cam y Griff. En
mi caso, fue Spider y tu hermano. Nadie te deja tranquila, tratando de
fingir que no te obligan a tomar una decisión. Sin entender que no todo
es blanco y negro. —Sus manos se calmaron en medio de apilar pañales
y se giró hacia mí—. Te escuché antes. Si no sales de aquí, si no te alejas
de ellos, vas a volverte loca. Tiempo. Distancia. Espacio. Fue lo único que
me ayudó a darle sentido a todo. Así que te estoy dando lo que Cam y
Griff no te darán: espacio.
Spider entró, maldiciendo por lo bajo, secándose el sudor de la
frente.
—¿Dónde has estado? —exigió Carly. 21
—Poniendo el asiento del bebé en la furgoneta como me pediste.
—Eso fue hace tres horas.
—La cosa tenía cincuenta páginas de instrucciones y tuve que
sujetarla a siete hebillas de asiento diferentes. ¿No pudiste encontrar uno
más fácil de instalar?
—Ese fue el más recomendado por la Asociación de Pediatría.
—Sí, también vi la etiqueta del precio. Podría haber comprado una
casa entera en Detroit por ese precio. Me gustó la imagen del tanque del
ejército rodando sobre el auto y el asiento del bebé saliendo sin siquiera
una abolladura.
Acerqué a Billy aún más a mí.
Cameron, que aún no se había despertado a pesar de la conmoción,
dejó salir un ronquido que sonó como una aspiradora absorbiendo lodo.
Spider pateó el pie de Cameron, y éste se quedó boquiabierto cuando su
cabeza cayó hacia el respaldo de la silla.
—Cristo, Carly —dijo Spider—. ¿Cuánto le diste? Está ido.
Carly empujó la bolsa de pañales en el pecho de Spider, y él dejó
escapar un gemido. —Tanto como a Griff. Tanto como necesitaron para
no interponerse en mi camino. —Me guiñó un ojo—. Me cae bien Griff. Es
un encanto.
Es una psicótica, pensé.
—Menos mal que Cameron no puede oírte —dijo Spider.
—Si sirve de algo, nunca estuve de acuerdo con Cam y Spider
cuando decidieron fingir su muerte. Pensé que era lo más idiota y cruel
que podía hacer —confesó.
Cameron dejó escapar otro resoplido irregular. Todos lo miramos.
La saliva se filtró desde la comisura de su boca hasta su cuello.
—Cuesta creer que está peor sin ti que contigo —me dijo Spider.
Carly abrió las puertas del porche y Spider sacó la bolsa. El aire
fresco se extendió por la habitación, atrayéndome. Tomé aire y pensé en
la libertad, en el espacio, recordando lo que se siente estar sola con mis
propios pensamientos.
Mi cabeza se giró de las puertas hacia Cameron, quien continuaba
durmiendo tan humanamente.
Mi hija, en mis brazos, tenía los ojos abiertos. Alguien, tal vez una
enfermera o Carly, me dijo que Billy solo podía ver formas borrosas. Pero
yo no creía eso. Sabía que ella podía verme entonces. Estaba examinando
mi rostro, esperando a ver qué haría.
Tenía que irme. 22
Alcé a mi hija en un brazo y puse mi palma contra el pecho de
Cameron, principalmente para asegurarme de que su corazón todavía
latía después del cóctel de Carly. Limpié la acumulación de saliva de la
comisura de su boca.
Billy se movió, y luego el dedo de Cameron se movió.
Me asusté.
Y me fui, sin mirar atrás.
***
29
2
Traducido por Auris
Corregido por Pame .R.
***
***
***
***
47
4
Traducido por AnnyR' & Lolitha
Corregido por Julie
***
***
***
***
***
85
7
Traducido por sonia_
Corregido por Julie
***
***
Soñé esa noche. Era la primera en la que Billy durmió más de
cuatro horas. La primera en la que pude dormir lo suficiente para soñar.
Mis sueños se hallaban llenos de imágenes distorsionadas del bosque, la
cascada y una botella de champán derramada. El rostro de Cameron se
cernía sobre mí y fue reemplazado repentinamente por el de Manny. Me
envolvió el cuello con las manos. Extendí los brazos para apartarla de mí,
pero solo conseguí tirar las mantas al suelo.
La luz creciente y grisácea del amanecer iluminó la esquina de mi
habitación donde se hallaba la mochila de Cameron. Me era tan familiar
como él lo había sido una vez. ¿Alguna vez mi corazón latiría sin dolor?
Repasé los últimos días de mi vida: la anticipación por volverlo a ver, solo
para que Joe saliera de la camioneta, y el enojo de Hawk conmigo, con el
mundo y con la vida y sus promesas de dejarlo ir, tirar lo viejo, empezar
de nuevo y esforzarse más, esforzarse en absoluto. Debía haberle costado
mucho ese tipo de promesa, y sabía que tenía la intención de mantenerla
porque si no fuera así, se arriesgaba a perderlo todo. Toda su tribu estaba
en peligro de perder. Era una cuestión de existencia o extinción.
Pensé en Griff y en mi promesa de reunirme con él en Montreal.
Pensé en las revistas de celebridades. El mundo parecía querer que
fuéramos una pareja. 106
Y luego Víctor, que quería... ¿Qué? Estar en la vida de mi madre,
en mi vida y en la de mi hija. Quería ser gobernador y luego presidente y
gobernante del mundo libre, como había dicho Joe. Quería que no me
metiera en problemas.
En cuanto a Cameron, ¿qué demonios quería de mí?
Con mis ojos en la estúpida mochila, me di cuenta de que ese era
mi problema. Había estado esperando que volviera y lo arreglara, fuera lo
que fuese, y me dijera lo que quería, porque lo que él quería era lo que yo
quería, ¿no?
¿Qué deseaba? Que Cameron nos quisiera a Billy ya mí. ¿Dónde
diablos estaba?
Los ronquidos de Meatball me dificultaron la tarea de ordenar mis
pensamientos.
Agarré la mochila, le di la vuelta para sacar los pañales adicionales
del compartimento principal y luego caminé de puntillas hasta que salí
de la casa.
El césped se hallaba cubierto de rocío y las hojas se me pegaban a
los pies descalzos. Encontré un par de trozos de madera seca y periódicos
viejos y los coloqué en la hoguera, como me enseñó Pops. Encendí el fuego
y observé cómo consumía la leña. Así como Hawk no podía hacer que las
aguas retrocedieran o que el casino y la presa desaparecieran, yo no podía
hacer que a Cameron le importara. Era imposible que dejara de amarlo,
pero tampoco podía hacerlo volver.
Estrujé la mochila de lona con las manos, cerré los ojos y la tiré
encima del fuego.
Entonces, ¿qué es lo que quiero?, me pregunté de nuevo, esta vez
con más fervor. Escuché el clic del bastón de Pops contra las piedras.
—Creo que tú y Hawk necesitan un anciano que les enseñe a hacer
fuego correctamente —dijo mientras acercaba un tronco para sentarse a
mi lado.
—No estoy haciendo una fogata. Es solo que ya no podía soportar
ver esa cosa. Me miraba desde la esquina de la habitación.
—Las cosas que no entendemos a menudo son las que más nos
persiguen. —Me entregó un palo y abrió una bolsa de malvaviscos—. No
le digas a Margaret.
—No le digas a Meatball —dije.
Perforamos un malvavisco con la punta de un palo y los vimos
asarse sobre la mochila. Me acordé de la vez que mi hermano y yo fuimos
enviados a una cabaña con unos miembros del personal y consumimos
una bolsa entera de malvaviscos en el lapso de unos minutos. Sentada
junto a Pops, pensando en mi hermano y viendo la bolsa desaparecer, de 107
repente sentí ganas de llorar. Soplé el fuego de mi malvavisco y le di un
mordisco. Cuando la azúcar refinada me golpeó las papilas gustativas,
recordé que mi hermano y yo vomitamos toda la bolsa.
—Veo mucho de tu hermano dentro de ti —dijo, como si supiera lo
que pensaba. Por supuesto que sí.
—Desearía que estuviera aquí. Que hubiera podido ver a Billy.
—Ojalá pudiera verte con ella.
—A veces desearía que hubiera más de él y menos de mí. Siempre
podía encontrar una salida a las situaciones imposibles.
—Pero tú, Emily, no eres tu hermano. —Tomó un mechón de mi
cabello entre dos dedos—. Veo azafrán.
No me había dado cuenta de que hablaba de forma literal. Nuestro
color de cabello era otra gran diferencia entre nosotros, aunque nunca
escuché a alguien describir mi cabello como azafrán. Zanahoria, tomate
y caca de gato, sí, pero nunca azafrán. Sonaba mucho mejor.
—Azafrán. El color del fuego —explicó, dejando caer mi cabello y
apuntando al fuego con su bastón—. El fuego no conoce límites. Rico.
Pobre. Todos son iguales ante sus ojos. Destruye sin discriminación. Pero
también permite renacer. Renueva. Y el aire lo alimenta.
Todavía fruncía el ceño ante el enigma cuando escuché un pequeño
gemido que provenía desde la ventana abierta de mi dormitorio. Justo iba
a levantarme, cuando colocó una mano arrugada sobre mi hombro.
—Yo me encargo —dijo.
Clavó su bastón en el suelo y gruñó al levantarse. —Eres capaz de
hacer grandes cosas, Emily Sheppard. Tu hermano era inteligente, pero
tú no eres él. Así que deja de intentar serlo. Tu fuego está chispeando.
¿Qué significaba eso? ¿Yo era el fuego? ¿O se suponía que era el
aire y mi hermano el fuego? ¿O solo se refería al fuego?
—Significa que tu fuego está chispeando —dijo, respondiendo a mis
pensamientos antes de cerrar la puerta principal.
Miré las brasas y deseé que dejara de hablar en clave. No era útil
para nadie, menos para mí. Entonces vi que el fuego chisporroteaba, no
de manera metafórica. Vi un brillo real. Tomé el palo y traté de arrastrar
lo que fuera lejos del fuego. Mi rama se incendió y cuando la alejé de las
llamas, sobre los leños ardiendo y el hollín, era apenas más larga que un
lápiz.
Cuando separé la cosa brillante de las cenizas, se veía cubierta de
hollín y no tan brillante, pero no había duda: era un anillo. Como una
idiota, lo recogí y me quemé los dedos. Luego lo pasé de una mano a la
otra hasta que se enfrió lo suficiente como para sostenerlo y hasta que
108
ambas manos tuvieron la misma cantidad de piel quemada.
Limpié el hollín con la manga de la camisa del pijama.
No era solo un anillo. Era un anillo de diamantes: con uno redondo
y naranja en el centro y otros brillantes y blancos alrededor de la banda.
Debía haber estado en la mochila. ¿Oculto en uno de los bolsillos?
Tal vez, aunque me sentía bastante segura de que la vacié por completo,
sin dejar pañales ni toallitas húmedas para bebés.
Pero conociendo a Cameron, seguramente tenía un compartimento
desconocido para esconder todos sus secretos.
Sonreía. Lo sentía en mis mejillas. ¡Dios, era un anillo hermoso!
Limpié el interior y encontré algo grabado.
Mi sonrisa se evaporó cuando leí la inscripción: “Mi t. Levanta la
vista”.
10
Traducido por Lisseth & Gesi
Corregido por Sofía Belikov
***
***
*** 115
Con la misma rapidez con la que había denegado mi petición de
ayuda, Pops revocó su decisión tras recibir una llamada de una reserva
en Maine llamada Cuddle Cove. Ahora estábamos de camino al norte de
Maine, acurrucados en una oxidada miniván con Pops y Hawk delante,
Billy y Margaret detrás, Meatball en el maletero y Griff y yo en medio.
Luego de entrar por la puerta delantera, Griff se puso una mano en
el corazón y dijo: —No puedo hacerlo, Em. Si no vas a estar allí conmigo,
entonces voy a estar aquí contigo y con Billy.
Me arrojé a sus brazos.
En el poco tiempo que llevábamos separados, él ya se había
transformado en su forma de lucha, pero a un nivel que nunca vi en nadie
vivo ni muerto. Cada músculo humano y vena se presionaba contra la
piel, tensa y dura. Sentados en la miniván, era imposible estar tan cerca
y no sentirme desquiciada; no solo por su físico, sino porque tenía algo
nuevo, un salvajismo, o quizá un enfoque renovado. Su sonrisa tranquila
permanecía allí y seguía siendo el mismo Griff, pero a la vez no. No podía
detectar por qué.
Aunque su elección de momento podría haber sido mejor, lo había
extrañado.
—Entonces, ¿por qué nos vamos? —preguntó.
—Para visitar a un amigo de la familia.
—Oh —replicó, como la última vez que me lo preguntó. Entonces
sonó su teléfono por millonésima vez. Estaba reubicando a su equipo de
entrenamiento en Albany, para que no estuviéramos separados por tanto
tiempo mientras resolvíamos las cosas.
Teníamos mucho que resolver, pero no podía arriesgarme a que
Pops cambiara de opinión.
Salimos de la autopista y, después de una serie de caminos, nos
recibió el pueblo de Cuddle Cove. Nuestra camioneta se rodeó de niños
que lo buscaron ni bien se bajó. Sus hombros se relajaron gradualmente
y, en poco tiempo, se reía entre dientes y alborotaba algunos cabellos.
Aunque no era una reserva grande, parecía que todos habían venido a
vernos. Era un poco abrumador. Agarré a Billy con más fuerza cuando
reconocí a alguien en la multitud.
Griff le hizo un gesto a Gianni para que se acercara a medida que
decía: —Se suponía que hoy me reuniría con él para que pudiera tomar
fotos para su blog.
—¿Así que le pediste que viniera? ¿Aquí, de todos los lugares?
—Pensé que sería un buen sitio para que hiciera la entrevista, en
vez de un gimnasio apestoso. 116
—La última vez que lo vimos, nuestra fotografía terminó siendo
vendida a un millón de revistas de chismes.
—Ya te dije que él no tomó esa foto, y que tampoco la hubiera
vendido en caso de haberlo hecho. Le pedí que no te tomara ninguna, ni
a ti ni a Billy, y no tuvo problemas —dijo con la voz tensa—. Es solo un
niño, Em, dale una oportunidad. Si lees el artículo que escribió sobre
nosotros, verás de lo que hablo. Tuvo muchos comentarios positivos y
ahora tiene patrocinadores pagados para su blog. Necesita el dinero para
la universidad, ya que solo es él y su madre, y ella ya tiene dos trabajos.
Creo que yo podría haber resultado diferente si alguien como nosotros
me hubiera apoyado cuando tenía su edad.
—Quizás si hubieras tenido a alguien como nosotros, nunca te
habrías ido de Inglaterra y nunca nos hubiéramos conocido.
Me atrajo hacia él. —¿Es broma? Me habría educado y habría sido
lo suficientemente inteligente como para que quisieras casarte conmigo
de inmediato. Probablemente tendríamos un montón de niños ahora.
Me lo dijo a la ligera, pero sabía que había algo de verdad en sus
palabras. Él sentía que no era bueno para mí, pese a que era todo lo
contrario. Me incliné hacia él y lo besé en los labios. Cuando hubo un
rugido de risas y bromas provenientes de los niños, recordé dónde nos
encontrábamos y vi que Gianni ya estaba a nuestro lado.
La palmada amistosa que le dio Griff en la espalda lo envió dos
pasos hacia adelante.
Una mujer baja, quizás diez años menor que Pops, le dio la mano
y se abrazaron. Se soltó antes de que Pops la hubiera soltado del todo y
se giró hacia mí. —Estoy muy feliz de que hayan venido a ver a mi nieta.
Miré a Pops por encima de su hombro. —Al parecer, la nieta de
Enola ha pasado por una mala racha y le vendría bien tu guía.
No era lo que acordamos con Hawk, pero algo en su voz me atrajo.
Margaret tomó a Billy y Enola me cogió del brazo. Tuve que inclinarme
un poco para que pudiéramos caminar unidas.
—¿Cómo se llama tu nieta?
—Kaya. Tiene quince años, es terca y siempre está enfadada.
—No tengo mucha experiencia con adolescentes tercas y enojadas.
—Después de todo, yo misma me había comportado como una hasta el
año pasado.
—Estoy segura de que no, pero mi nieta te idolatra y está todo el
tiempo mirando fotos tuyas y leyendo artículos sobre ti en ese maldito
teléfono. Cuando leyó que estabas en la reserva de Pops, me pidió que la
llevara para conocerte. Le dije que no era algo que pudiera hacer, y me
dijo que haría una huelga de hambre, lo que sea que eso signifique. Esta 117
niña me tiene perdida.
Mientras recorríamos un sendero más allá del aparcamiento, Pops
nos flanqueaba pero permanecía inusualmente callado: no se le escapaba
ni un proverbio ni un pensamiento abstracto. No hizo ningún comentario
sobre lo hermosos que eran los árboles que se veían por el camino. Tenía
la mirada clavada al frente. Nos oía, pero no nos escuchaba: parecía muy
concentrado en algo que no podía ver. Una sensación extraña me hizo
cosquillas en la columna. La ignoré, decidida a seguir adelante con el
plan original en cuanto terminara de socializar con la adolescente.
Más allá del sendero, un grupo de casas de techo plano formaban
un pueblo que se ubicaba entre un lago y el acantilado de una montaña.
Era como si acabara de entrar en un sueño, como si el eco de mis pasos
fuera a lanzarme a la brisa. En tanto nos acercábamos a las viviendas y
negocios, pude ver que la mayoría se encontraban en mal estado y que el
pueblo parecía empobrecido. Regresé a la realidad.
Enola nos señaló una casa rodante con un pórtico cubierto que se
inclinaba por un lado.
Pops me agarró repentinamente del brazo y nos detuvo en seco. Su
rostro se contorsionó con ira. —Me hiciste traer a Emily aquí con un
engaño, Enola.
—No mentí.
—No me lo contaste todo por teléfono. Hay algo importante sobre
tu familia que olvidaste agregar.
El brazo que tenía entrelazado con el mío se tensó, como si fuera a
impedir que me fuera. —Temía que no vinieran.
—Tienes razón. No habríamos venido, no hubiésemos interferido.
¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?
—¡Dejó de comer! —Su voz retumbó a través del lago, y Hawk, Griff
y Margaret levantaron la vista desde el muelle, donde entretenían a los
niños lanzando un palo al agua para que Meatball lo atrapara—. ¿Qué
quieres que haga? Haría cualquier cosa por mi nieta, al igual que tú.
Una chica apareció en la puerta de la casa rodante. Era delgada,
más pequeña de lo que debería ser alguien de quince años. Los mechones
de su flequillo oscuro le colgaban sobre los ojos y ensombrecían su rostro.
Enola esbozó una sonrisa falsa. —Mira quién vino. La chica
Sheppard de la que no dejas de hablar.
Kaya se quedó incrédula, usando la manilla de la puerta de apoyo.
¿Cuánto tiempo hacía que no comía?
—Vamos a buscarte algo para comer —dije, y los dejé discutiendo.
118
***
***
121
11
Traducido por Miry
Corregido por Pame .R.
***
125
Pops no me dirigía la palabra desde Cuddle Cove. Supuse que no
debía molestarme tanto, ya que Griff y Hawk recibían la misma frialdad.
Pero me molestaba. Me dolía que no creyera en mí y no creyera que podía
ayudar a la gente y organizar asociaciones exitosas. Dolía que de alguna
manera lo decepcionara. Ya apenas me miraba; en cambio, desaparecía
en el bosque durante horas o entornaba los ojos por encima de mi cabeza,
como si yo fuera un problema que no podía resolver. La tensión aumentó
tanto que acepté la idea de Griff de visitar a mi madre para que dejara de
llamar a su representante. —¿No sería más fácil simplemente darle tu
número de teléfono? —me preguntó. No sería más fácil para mí.
Desde el portón, el nuevo hogar de mi madre era imponente. Había
un muro de piedra de dos pisos que rodeaba la finca. Torres de piedra
flanqueaban la puerta principal, que se hallaba hecha a medida para un
gigante de tamaño mediano. Con las paredes circundantes, esto se sentía
inexplicablemente extraño, como estar en el nido de un dragón o en una
institución mental. Cuando Griff tomó mi mano entre las suyas, la apreté.
Apretó en respuesta.
Me sorprendió encontrar a mi madre abriendo la puerta ella misma,
en lugar de un mayordomo o una criada. Después de mirar por encima
de mi hombro con una mirada de decepción, nos llevó a una sala de estar,
un salón que se hallaba lo suficientemente ornamentado como para hacer
sonrojar a un príncipe saudita.
—Me entristece que no hayas traído a Billy —dijo a la vez que nos
pedía que nos sentáramos.
La miré. Sorprendentemente, parecía sincera. —Es demasiado lejos
para que ella viaje —respondí, haciendo eco de las palabras que me dijo
Pops. Insistió en que dejáramos a mi hija con ellos. En ese momento, me
sorprendió tanto que me dijera algo directamente que no pude pensar en
ninguna razón para contradecirlo. Ahora que me encontraba ahí en el
Asilo Arkham, me alegraba de haber dejado a Billy a salvo en casa.
Los pasos de mi madre resonaron por la habitación mientras iba a
servir el café.
El silencio me ponía la piel de gallina. Aparte de nosotros tres y los
guardias de aspecto aterrador en las puertas, no vi a ningún otro ser
humano en el castillo de Drácula. Mi madre solía venir con una caravana
de personal para atenderla.
—Este lugar es agradable —comentó Griff con todo el entusiasmo
que pudo reunir.
—Las empresas subsidiarias de tu padrastro lo compraron el año
pasado —dijo mi madre. 126
El café se fue por el agujero equivocado. Me las arreglé para toser
el líquido caliente de vuelta a su entrada legítima.
—Aunque, como puedes imaginar, tenemos que ser selectivos en
cuanto a quién invitamos aquí. Con el entrante cargo de tu padrastro —
de nuevo con esa palabra— como gobernador. Lo último que necesita es
que los demócratas se enteren de este lugar. Eso sí, ha tomado todas las
precauciones necesarias. Tenemos un pequeño pied-à-terre en Nueva
York como residencia principal, y él conserva un personal mínimo cuando
estamos aquí. Solo aquellos en los que realmente puede confiar.
Supuse que el comentario de mi madre pretendía halagarme como
alguien en quien se podía confiar para que no le hablara de más a los
votantes estadounidenses.
Mi madre siguió mi mirada hasta una pila de revistas sobre la mesa
de café. —Tu padrastro y yo hemos seguido todas esas historias sobre ti.
¡Qué marca estás dejando en el mundo! Mucha gente interesada en cada
uno de tus movimientos. De todas las causas a las que se debe adjuntar
tu nombre, la difícil situación de los nativos americanos… qué causa tan
brillante para emprender.
¿Era eso lo que hacía? ¿Asumir una causa?
Mientras consideraba eso, Víctor entró en la habitación. La única
razón por la que accedí a venir fue porque me dijeron que no estaría aquí.
Tenía la esperanza de hablar con mi madre a solas y contarle la verdad
de todo lo que sucedió y todo lo que sabía sobre el hombre.
Lo observé cruzar la habitación, y mi cuerpo se volvió tan rígido
que no estaba claro si me encontraba a punto de huir o atacar. Llevaba
un traje azul marino a rayas finas. Entró y besó a mi madre en la mejilla.
—Me disculpo por el retraso. Terminaba una llamada telefónica —
dijo, aflojándose la corbata, inclinándose sobre sus rodillas.
Además de notar cómo la mano de él descansaba sobre su rodilla
flaca y desnuda, y cómo la mano de ella descansaba sobre la de él, noté
lo sonrosadas que estaban sus mejillas, el brillo de sus ojos y lo alerta y
llena de energía que parecía.
Después de una charla que no escuché, Víctor me dijo que él y mi
madre habían seguido la historia de Kaya. —Planeo poner a mis mejores
hombres en el caso para encontrar a su madre —aseguró.
—Si por tus mejores hombres, te refieres a tu equipo de policías
corruptos, no, gracias.
Un jadeo vino de mi madre. —¡Emily!
Un hombre demasiado grande y temible para ser un ama de llaves
trajo un par de bandejas de pequeños sándwiches y pasteles, y mi madre
cambió el tema de regreso a Billy. 127
Griff negó con la cabeza. —No puedo creer lo rápido que crece. El
tiempo realmente vuela.
—Es una niña afortunada de tenerte como su figura paterna —
comentó Víctor.
Mi madre se llevó una mano a la boca. —Oh, eso me recuerda. Por
fin conocí al padre de Billy.
El hielo fluyó por mis venas.
Víctor elevó la ceja hacia mi madre. —Solo es el padre biológico.
—Cameron, ¿verdad? Un hombre horrible. Y recuérdame, querido.
¿Cómo se llamaba esa mujer con la que estaba? ¿Monique? ¿Michelle?
Víctor me miró fijamente. —Creo que era Manuela, querida.
—¡Oh, es cierto! Me parece que la llamó Manny para abreviar. Su
prometida, creo.
Víctor me guiñó un ojo. —Oh, lo dudo. No creo que sea del tipo que
se casa. Algunos paganos no pueden ser reformados, a pesar de los
esfuerzos de todos los ángeles del cielo.
***
Con mis dedos clavados en la encimera del baño, hacía todo lo
posible para no vomitar sobre el lavabo de oro de mi madre. En mi prisa
por ir al baño, olvidé cerrar la puerta y ella entró.
—¿Hiciste eso a propósito? ¿Para intentar lastimarme? —la acusé,
lo que la detuvo antes de tocarme el hombro.
—Lastimarte nunca es mi intención —respondió prácticamente con
sinceridad—. Le pedí a Víctor conocerlo… a Cameron. Necesitaba ver la
cara del hombre que le lavó el cerebro a mi hija. No me di cuenta de que
tenías sentimientos por ese hombre. Habría pensado que después de todo
lo que te ha hecho…
—No sabes nada.
—Lo sé todo, Emily. —Dijo todo como si hubiera descubierto el
sentido de la vida—. No hay secretos entre Víctor y yo. Ni uno. Me contó
todo sobre su vida delictiva. Tiene muchos problemas, Emily, pero ha
sido completamente sincero conmigo y está tratando de cambiar. Creo
que puede cambiar.
La tomé por los hombros. —Mamá, tienes que alejarte de él. Te va
a matar. Vine aquí para sacarte y llevarte conmigo. ¿Te dijo todo? ¿Te dijo
que intentó violarme? ¿Que lo habría hecho si no le hubiera apuntado
con un arma? ¿Te dijo que él era el responsable de la muerte de Bill? ¿Te
dijo…?
128
La aparición de Víctor en la puerta del baño me quitó la voz.
Mi madre se puso de pie y su mirada iba y venía de Víctor a mí.
Agarré su muñeca y tiré de ella hacia la puerta, planeando atravesar a
Víctor con mi hombro si era necesario. Pero mamá no se movió. Tiré con
más fuerza, y ella tiró de su muñeca hacia atrás y la sostuvo contra su
pecho para que no pudiera agarrarla de nuevo.
—¡Emily! ¡Detén esto de una vez! No puedo creer que intentes
arruinarme esto después de todo lo que he pasado. Víctor me advirtió que
intentarías esto. Que intentarías separarnos con tus mentiras.
—¿Mis mentiras? —repetí con incredulidad— ¡Es un asesino de
niños!
Me abofeteó y mi visión se nubló por las lágrimas.
Griff apareció detrás de Víctor. Pasé junto a los tres y me dirigí a la
puerta principal.
Justo cuando llegué al auto, Víctor me acorraló contra el vehículo
para que no pudiera moverme. —Ella nunca te elegirá —me dijo con una
sonrisa—. Tu madre no tiene nada, y yo le doy todo. Es lo suficientemente
inteligente como para darse cuenta de eso. Pero intenta algo así otra vez,
trata de quitármela y los destruiré a ella, a ti y a todo y a todos los que
amas, especialmente a esa hija bastarda tuya.
La puerta principal se abrió y me soltó. Cuando Griff llegó al coche,
el rostro de Víctor cambió y mostró su sonrisa de político. Se agarró a la
puerta del vehículo. —Creo firmemente que algunas personas no tienen
salvación y que Cameron es una de ellas —dijo lo más alto posible para
que Griff pudiera escuchar—. Tal vez crees que conociste a este hombre
una vez, pero te aseguro, Emily, que el hombre que conocías ya no está
ahí. Tienes suerte de haber escapado de este mundo por ahora, pero este
mundo finalmente vendrá a buscarte, porque tienes algo de él: una hija.
Vendrá por Billy y destruirá a cualquiera en su camino. A tu madre y a
mí nos gustaría ofrecer pagar por tu seguridad.
—¡Vámonos! —le grité a Griff.
Griff pisó el acelerador y Víctor se vio obligado a retroceder o ser
atropellado.
129
12
Traducido por Ivana & Sofía Belikov
Corregido por Pame .R.
***
***
***
137
La leyenda conocida como Burt Sheppard podría comprar una
compañía multimillonaria y desmantelarla antes del desayuno; podría
despedir a un montón de gente sin siquiera pestañear y malversar los
ahorros de vida de otros cuantos porque sí. La mirada de Burt Sheppard
podría atravesarte como un láser, ya fueras un empresario sentado frente
a él en una sala de juntas o una niña con las piernas cruzadas en la cena.
No vi a Burt Sheppard ese día. El hombre sentado detrás del
escritorio de la leyenda tenía los hombros caídos, los ojos hundidos y
arrugas suaves reemplazaban el rostro cincelado y las líneas de un ceño
fruncido.
—Emily —dijo con algo de esfuerzo, como si la palabra fuera de un
idioma distinto.
Billy comenzó a removerse en el carrito. —Preferiría sacarla de aquí
antes de que explote.
Sus ojos la siguieron cuando la alcé y la llevé al sofá de piel de
cocodrilo junto a la ventana.
—¿Has visto a tu, eh, madre últimamente?
Lo que realmente quería decir era: ¿Tu madre sabe de tu situación?
—Sí, la he visto.
Se produjo un silencio. Mantuve una mano en mi hija mientras
hurgaba a través de la bolsa de los pañales. Mi padre se mantuvo de pie
con las manos entrelazadas frente a él en lo que cambiaba el pañal de
Billy en ese espacio de mueble que valía más que la camioneta de Hawk.
—¿Emily? —preguntó en cuanto puse a Billy en mi regazo y le ofrecí
una mamadera, que agarró con codicia—. ¿Estás metida en algún tipo de
problema?
Mis ojos encontraron los suyos, y contuve las lágrimas. —Creo que
estoy en serios problemas, papá.
***
141
13
Traducido por sonia_
Corregido por Julie
***
***
***
***
***
***
¿Cómo dices adiós? ¿Cómo dejas ir a dos almas que eran demasiado
jóvenes para volar? ¿Cómo entierras a dos generaciones de mujeres, cada
una parte de la otra?
¿Cómo entierras a una amiga?
El cuerpo de Kaya fue encontrado en el fondo de un acantilado. Su
abuela debe haber sabido que no iba a hallar a su nieta con vida cuando 163
vio el teléfono de ella, del que nunca se separaba, en la mesa de la cocina.
Nadie podía consolar a Gianni. —Pasamos las noches hablando por
teléfono. Hablábamos de ir a la escuela. ¿Todo eso no significó nada para
ella?
Me quedé durante días, ayudando a la abuela de Kaya a hacer los
arreglos del funeral. Pops y Margaret llegaron el día después del anuncio
con Meatball y Billy.
Mucha gente había estado siguiendo la historia de Kaya, y después
de que se difundió la noticia de su muerte y la de su madre, también lo
hizo la ira. Kaya estuvo en la comisaría el día que desapareció su madre.
¿Cómo no pudieron haber hecho la conexión cuando hallaron el cuerpo
de una mujer al día siguiente? La reacción en internet fue rápida y
despiadada, y la gente acampó frente a la estación de policía en protesta.
Como escribió una persona en nuestra página: “Para ellos, no somos
humanos. Para ellos, somos fantasmas”.
Para el funeral, la abuela de Kaya decidió realizar un círculo de
oración en el centro comunitario y luego caminar hasta el lugar donde se
encontró el cuerpo. Allí pondría comida y agua para que Kaya y su madre
pudieran comenzar juntas su viaje al más allá.
Pensamos que vendrían unas cincuenta personas. A la luz del día,
el plan se vino abajo cuando cientos de personas caminaron por el bosque
y se filtraron en la reserva como almas perdidas.
Griff y Margaret inmediatamente se pusieron a organizar sillas y a
las personas, y cambiaron el lugar, moviendo el círculo de tambores a la
orilla del lago. Me quedé paralizada. Mi madre vino, al igual que mi padre.
Se mantuvieron alejados el uno del otro. No conversé con ninguno de los
dos. Vinieron personas de otras reservas, algunas que conocía. Muchos
trajeron sus propios tambores y se unieron al círculo de oración. Llegó la
jefe Greybear. Tampoco hablé con ella. Mientras sonaban los tambores,
me paré junto a la abuela de Kaya y miré el lago.
—No puedo creer que haya venido tanta gente a despedirse de mis
chicas —dijo la abuela de Kaya, apretándome la mano. No podía esperar
a que todos se fueran.
Esa noche, mientras algunos rezagados se reunían alrededor de la
pequeña cocina, terminé de guardar los platos y me dirigí a la puerta de
la pequeña habitación de Kaya. A pesar de mi anhelo de hallar un lugar
donde esconderme, no podía dar un paso más; el mero pensamiento de
mis pies en su piso era increíble, como si ella estuviera allí, ocupando
cada centímetro de esquina a esquina, de pared a pared, de techo a piso.
Estudié su habitación, su cama, su tocador, las cortinas y la
pintura de sus paredes, inicialmente tratando de memorizar todo sobre
ella como si estuviera a punto de vaporizarse y luego buscando pistas
sobre cómo podría haberla detenido. Su abuela ya había revisado todo,
con la esperanza de hallar una nota. Pero no había nada. Sin despedidas.
164
Ella se fue. Sin embargo, todavía se encontraba allí.
Cuando Pops me tocó el hombro, salté. No había oído su bastón ni
sus pasos contra el suelo. Me hizo seguirlo afuera en la noche, y por un
rato, nos sentamos en una roca mientras el lago lamía tranquilamente la
orilla. Observé el vacío de la oscuridad.
Su rostro miraba el cielo estrellado. —Las estrellas son ciertamente
llamativas, ¿verdad? Siempre me relajo con solo mirarlas. Durante siglos,
mi gente ha contado una y otra vez historias sobre las mismas estrellas.
Cuentos de dioses, doncellas y animales. Constelaciones convirtiéndose
en leyendas y cuentos con moralejas. Pero los científicos nos dicen que
las estrellas son solo grandes bolas de gas que explotan. —Se detuvo por
un momento—. A las estrellas no les importa lo que digamos sobre ellas.
Brillarán con o sin nosotros.
—Me advertiste que me mantuviera alejada —recordé—. La primera
vez que vinimos aquí, me dijiste que no me involucrara y no te escuché.
Y ahora, por mi culpa, Kaya está muerta.
—No quería que te involucraras con Kaya por la razón precisa de
que sabía que te culparías a ti misma, y ahora estamos sentados aquí en
la oscuridad, hablando de bolas de gas. Lo que vi en sus ojos de Kaya el
día que la conocí fue un espíritu tratando de escapar de su caparazón.
Era solo cuestión de tiempo antes de que se sacudiera el caparazón para
unirse a su otro yo, el espíritu de su madre, en su viaje al más allá. Quería
protegerlas a ti y a Billy de eso, pero las plumas caídas me recordaron mi
estupidez. La buena parte de tu espíritu no se detendría en su viaje, sin
importar lo que hiciera un anciano como yo.
Se levantó una brisa. Cerré los ojos y escuché, conjurando la voz
de Kaya dentro de él. ¿Qué decía? Quería aferrarme a eso.
—Puede que no me guste el viaje de tu espíritu —explicó, colocando
su bastón entre sus piernas—. Pero lo acepto. Y debes aceptar el viaje de
Kaya, sabiendo que hagas lo que hagas o dejes de hacer, el viaje está
predeterminado. Consuélate al saber que el espíritu que estaba en ella y
en su madre está completo una vez más.
La brisa cayó, al igual que la voz de Kaya. Una vez más escuché el
agua del lago.
***
Cuando miras por la ventana por la noche, ves lo que quieres ver.
Puedes elegir estar un poco menos solo. Elegir mirar los autos después.
¿Adónde van a esta hora de la noche? ¿A trabajar? ¿Al hospital? ¿A un
pub? En tu mente, puedes conjurar vidas enteras de personas a las que no
conoces. Algunas noches, miraba otros edificios, otras ventanas donde 165
las luces estaban encendidas, de alguna forma me reconfortaba el hecho
de que alguien más no podía dormir.
Pero otras noches, las ventanas de mi apartamento me aislaban.
No veía los coches. No veía las ventanas con las luces encendidas. En
cambio, buscaba las estrellas que sabía que no sería capaz de ver. Pasaba
por encima de las ventanas iluminadas y me enfocaba en las oscuras,
buscando un rostro reconocible que sabía que no estaba allí. Algunas
noches, elegía estar sola.
Una noche, poco después del funeral de Kaya, solo pude ver mi
propio reflejo, devolviéndome la mirada, juzgándome, suplicándome.
Las cosas no cuadraban. La policía les había dicho a los medios
que la madre de Kaya había sido encontrada boca abajo en un barranco
acuoso con cantidades elevadas de drogas y alcohol en su sistema. Una
muerte accidental, lo habían llamado, pero todas las personas con las
que habló el investigador privado dijeron que ella nunca bebía ni tampoco
se drogaba.
—Lo investigaré —dijo Joe cuando se lo mencioné, porque la policía
seguía alimentando al investigador privado con la misma ficción que
alimentaba a los medios.
Un par de días después volvió. —Hackeé su expediente policial. Hay
dos informes diferentes allí. Está el formal que tiene un informe completo
de toxicología y del forense y un montón de declaraciones de testigos y
nombres de personas con las que aparentemente habló la policía en ese
momento. Luego hay un informe antiguo, uno que trataron de borrar del
sistema. Un papel solitario de un policía de ronda que dijo que murió por
un traumatismo contundente en la cabeza. Una página. Es todo. Sin más
investigación. Sin autopsia. Fue incinerada como mujer no identificada
número setenta y ocho mil cuatrocientos cincuenta y dos.
—Entonces, ¿los informes de toxicología a los que se refería la
policía?
—Son falsos —explicó—. Nunca hicieron uno en ese momento. Si
lo hicieron, no está en su expediente. —Hizo una pausa por un momento
y después preguntó—: ¿Crees que saber la verdad habría cambiado algo
para Kaya?
Mientras miraba mi propio reflejo en la ventana, las palabras de
Joe flotaban en el aire como polvo a la luz del sol. Esa noche, no me
importaba recordar las estrellas. No me importaba lo que hicieran los
demás. Me importaba la persona que me devolvía la mirada y lo que ella
representaba.
***
166
Era una de esas tardes raras en el apartamento en las que todos
salieron y Billy dormía. Respondía correos electrónicos. Griff aún tenía la
intención de encontrarnos un lugar al que escapar. Había una película
en la televisión que ninguno de los dos veía.
—¿Qué tal este? —preguntó.
Miré por encima del hombro a la pantalla de su computadora y vi
una isla apartada cerca de Bora Bora. —Parece costoso.
—Solo trescientos millones. Al parecer, acaba de volver al mercado.
—No estás siendo realista.
Griff acababa de volver del entrenamiento. Billy y yo acabábamos
de regresar de visitar a Pops y Margaret. Habíamos recibido un nuevo
cargamento de drogas mucho más grande que el anterior. Quería errar
por el lado de la precaución y pedir un poco más para ver cómo iban las
cosas. Hawk quería pedir el triple de lo que podíamos distribuir de
inmediato. Llegamos a una solución intermedia, aunque todavía no me
gustaba.
Había muchas cosas que no me sentaban bien últimamente. El
anuncio de Hawk de que el jefe Sarano se puso en contacto con él y aún
quería hablar sobre nuestra propuesta comercial fue particularmente
preocupante.
—No podemos seguir diciéndole que nos pondremos en contacto
con él —había dicho Hawk.
Todo sobre el jefe Sarano hacía que los estómagos de ambos se nos
revolvieran.
Mi nuevo teléfono vibró. Había comprado uno solo por el bien de
mi madre. Suspiré después de leer las primeras palabras de su mensaje,
lamentando esa decisión. —Ella me ha reservado una cita para pruebas
privadas con diseñadores en Manhattan —le dije.
Frances era solo una niña cuando cayó presa de Víctor. Todo lo que
le sucedió después de conocerlo fue casi todo obra de Victor. Quizás
Frances tenía parte de la culpa. No lo sabía. Lo que sí sabía era que a mi
hermano no le habría importado eso, y a mí tampoco. Si Frances resultó
herida, fue porque me escapé. Si estaba muerta, era porque yo sobreviví.
Si no recuperó a su hijo, era porque yo todavía tenía a la mía. Vivíamos
en una dualidad que no era obra nuestra.
Joe tenía razón: vivo o muerto, solo Víctor sabía dónde estaban la
madre y el hijo. Si quería llegar a Frances y Daniel, primero tenía que
llegar a Víctor.
Así que cuando mi madre me pidió que asistiera a una gala en
honor a Víctor, acepté.
—No me gusta nada esto, Em —dijo Griff, en tono uniforme.
167
—Lo sé.
—Víctor es el tipo de hombre del que quieres alejarte, no acercarte.
—Tendré cuidado. Sabes que nunca pondría a Billy ni a nadie más
en peligro.
Pasó un pulgar debajo de mis ojos. Incluso yo noté los círculos
oscuros que formaban elementos permanentes en mi rostro como un
interruptor de atenuación. —No podemos seguir así para siempre. Yo
entrenando para que me den un puñetazo en la cara y tú corriendo de
reserva en reserva al peligro.
Puse mis manos a los lados de su rostro. —No tienes que seguir
luchando. —Lo besé.
Sus labios bajaron por mi cuello; sus manos subieron por mi
camisa. Le quité la camiseta y nos hundimos en el sofá. Sostuvo mis
manos por encima de mi cabeza mientras sus labios exploraban mi piel
un centímetro a la vez.
La bebé se encontraba dormida, la película continuaba y el mundo
se mantuvo alejado por un tiempo más.
***
Pops y Margaret desaparecieron detrás de las puertas del ascensor
con Billy en los brazos de Margaret y Meatball a los pies de Pops. —Se lo
pasará genial. La veremos mañana por la mañana —dijo Griff para mí y
para sí mismo. Me dio un beso en la cabeza y caminamos de regreso a
nuestro apartamento sin hijos. Sin hijos, sí, pero claramente no vacío.
Cassie nos esperaba. O a mí.
—Está bien —dijo Cassie—, vamos a ver el vestido. ¿Cuál elegiste?
¿Armani? ¿Chanel?
—¿Qué? —le pregunté, sintiendo como si el aire fuera demasiado
denso para respirar sin Billy.
—Pasaste el día en Manhattan la semana pasada, yendo a las casas
de alta costura, siguiendo las instrucciones de tu madre, ¿verdad?
En lugar de ir a las citas que mi madre había programado, pasé el
día con la madre de Joe y Billy para explorar la ciudad, pero no podía
decirle eso, así que eludí la verdad. —Pensé que sería más divertido para
nosotras ir de compras hoy. ¿A menos que tengas algo en la pila secreta
de ropa que guardas para mí?
Cassie palideció y se apoyó contra la pared con una mano sobre su
frente. —Este es el evento más grande del año, y ella cree que puede
tomar algo de Target.
168
El olor a tostadas de mantequilla de maní flotaba desde la cocina.
—Hay algo sobre la mesa para ti —dijo Hunter al pasar mientras
Cassie se derretía en el suelo.
Sobre la mesa de la cocina había una caja y un pequeño sobre con
una nota dentro. Inmediatamente reconocí la letra de Pops mientras leía
la nota: “La oscuridad puede ser simplemente oscura, o puede servir para
enmarcar la luz. Es tu elección”.
Abrí la caja. Dentro, envuelto en papel de seda, había un vestido.
Lo saqué, y la habitación quedó en silencio durante un momento. Era un
vestido halter de color naranja quemado con un frente pronunciado y
broches de joyas dobles donde las correas se encontraban con el pecho.
—No pueden permitirse esto —murmuré.
Cassie me empujó por detrás hacia mi habitación.
—Nos preocuparemos de eso más tarde. Pruébatelo y espero que te
quede bien.
—¿Puedo desayunar primero? Me muero de hambre.
—No vas a comer hoy si quieres que ese vestido te entre.
Pasamos a Griff, que llevaba mi mantequilla de maní y tostadas.
Horas más tarde, salí de mi cuarto, lavada, afeitada, desplumada,
rociada, vendada y hambrienta. Griff estaba de pie con su esmoquin. Tan
pronto aparecí, su sonrisa se evaporó. —Nunca he visto a nadie tan
hermosa como te ves ahora…
Le tomé la mano y lo arrastré hasta el elevador antes de que Cassie
saliera en busca de algo más que pintarme o arrancarme del cuerpo.
Entonces lo obligué a detenerse en el autoservicio de McDonald’s
de camino al aeródromo.
—Cassie te asesinará cuando se entere —mencionó cuando nos
encontrábamos en el avión mientras devoraba una hamburguesa.
—Llevo cinta adhesiva como sujetador, por lo que no me importa.
—Hablé con la boca llena, con cuidado de no derramar kétchup en el
vestido que Pops y Margaret me regalaron.
Mi madre había enviado un coche para llevarnos del aeropuerto a
la gala en Brooklyn. Cerca del lugar, quedamos atrapados en una fila de
vehículos. Me dio hipo por haber comido mucho demasiado rápido en el
avión. Podría haber utilizado el tiempo para prepararme. Sabía que la
prensa estaría allí, mamá me lo advirtió para que no la avergonzara a ella
ni a Víctor. Pero cuando nuestro coche fue el siguiente y vi la alfombra
de un kilómetro de largo flaqueada por fotógrafos, camarógrafos,
periodistas y más fanáticos detrás de ellos, me congelé.
169
—De acuerdo, primero, tienes que respirar. Respira, Em. Inhala y
exhala —dijo Griff.
—No puedo. Podría reventar una puntada. —La hamburguesa
regresaba para burlarse de mí.
Nuestro auto era el próximo en la fila. Su mano estuvo sobre la
mía. —Podemos seguir conduciendo si quieres. No tenemos que hacerlo.
Pensé en Frances, Rocco y el hermano de Joe. En mi madre. En
todas las personas a las que Víctor se había llevado y aún podía llevarse.
—No, tenemos que hacerlo.
Era nuestro turno. Salió y rodeó el coche. El ruido fue abrumador
cuando abrió la puerta. Se inclinó dentro. —Cuando estoy nervioso antes
de una pelea, me gusta imaginar a todos mis enemigos parados frente a
mí, listos para una paliza.
Por el rabillo del ojo vi a Angelina Jolie y a Víctor más adelante,
hablando con los periodistas. Mi madre estaba detrás de él, su mirada
saltaba de un lado al otro como la de una cierva perdida. Le agarré la
mano a Griff y salí a la alfombra.
Nos detuvimos para posar para algunas fotografías, pero había
tanta gente gritando nuestros nombres que no sabía dónde se suponía
que mirara. Sentí un brazo enredarse con el mío.
—¿Qué tal una foto familiar? —consultó Víctor, sonriéndole a las
cámaras—. Esto lo volverá completamente loco —murmuró a través de
su sonrisa. Nos llevó con todos los periodistas—. Mi futura hijastra —
anunció.
Se paró casi hombro a hombro conmigo en tanto hablábamos con
los reporteros. Griff se fue a firmar algunos autógrafos y a tomarse fotos
con los fanáticos. Miré hacia atrás un par de veces. Mamá se hallaba a
nuestro lado, con los labios apretados. Llevaba un traje de pantalón gris
metálico y tacones negros que la hacían parecer una matrona. El atuendo
habría quedado perfecto para mí, pero en ella era extraordinariamente
modesto. Nunca era de las que se avergonzaran de mostrar su figura o
su piel suave como la seda. Sin embargo, últimamente ese parecía estar
convirtiéndose en su estilo característico. Pensé que estaba molesta
conmigo, pero me apretó la mano y me dijo que me veía hermosa cuando
entramos a la fiesta.
Dentro del edificio, la multitud se dispersó entre mesas y pequeños
grupos de pie. Con Griff estábamos con Víctor y mi mamá, el presidente
mexicano y una mujer que supuse que era su esposa. Su piel era del
color de la piedra arenisca. Llevaba su largo cabello oscuro en una cola
de caballo elegante. Asentí y sonreí en tanto me sentaba. Sus rasgos
fáciles permanecieron vacíos. La cantidad de copas vacías frente a ella
me hizo asumir que llevaba sentada un tiempo. Mamá se acomodó a mi 170
lado, cambiando la tarjeta de asignación de asiento de Víctor antes de
que llegara.
No la había visto desde el funeral de Kaya. Nos mantuvimos en
contacto por teléfono, pero no nos visitó ni a Billy ni a mí, a pesar de sus
promesas de hacerlo. Cuando dejó su copa, se le levantó levemente la
manga. Tenía moretones en la muñeca. Captó mi mirada y se reacomodó
la manga. Me dio la espalda en un intento de entablar conversación con
la esposa del presidente. Eventualmente, Víctor y el otro hombre de la
mesa aparecieron y se sentaron, provocando que mi madre se callara por
completo.
No me miró durante el resto de la subasta, y tan pronto como se
acabó, se puso de pie y desapareció entre la multitud.
—¿Qué está pasando entre tú y tu madre? —preguntó Griff.
Una imagen de Frances siendo arrastrada por el suelo del ascensor
se me vino a la mente. —Tiene moretones —dije, pero nos interrumpió un
hombre pidiéndole un autógrafo. Esperé. Pero tan pronto estaba por irse,
aparecieron otros dos. Después otros cuatro, hasta que estuvo rodeado y
tuve que retroceder para darles espacio.
Hubo un golpecito en mi hombro. —Emily, me gustaría presentarte
al presidente de México —dijo Víctor.
Estudié la multitud en busca de mi madre.
Hice mi mejor intento de sonreír e interpretar el papel mientras se
me retorcían las entrañas. ¿Adónde se fue mi madre? Eventualmente, un
asistente le susurró algo al presidente y Víctor.
—¿Por qué no sigues adelante, Julien? —le dijo al presidente—. No
dejaré a esta pobre chica esperando aquí sola con una pista de baile tan
bella frente a nosotros. —Me colocó una mano en la espalda y apretó—.
Sé lo que has estado haciendo —me susurró al oído a medida que me
conducía hacia la pista—. Ocultarte a plena vista. Te has convertido en
una experta haciéndolo. Un hombre inferior a mí se habría atribuido el
mérito de habértelo enseñado. Yo no. —Su oreja estaba cerca de la mía
en tanto nos balanceábamos.
El frío se extendió desde mi estómago hasta mi cuello y mis brazos.
—Sabes, me siento verdaderamente impresionado con el trabajo
que has estado haciendo con las comunidades indígenas. Cuddle Cove,
Manitouche, Bearsbay —agitó una mano en el aire—, bla. Innumerables
más. Lo importante es que, mientras toda la comunidad clandestina se
ha estado preguntando como loco quién podría estar socavándolos, tú
has estado bajo sus narices. Y mientras todos te han estado felicitando
por tu trabajo con la comunidad indígena, has estado usándola como
tapadera en tanto instalas la línea de distribución de drogas más grande
que este país haya visto en su vida. 171
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, sabes perfectamente de lo que hablo. Y sabes que no te
habría traído aquí a menos que tuviera suficiente para eliminar todas las
reservas involucradas. En realidad, me lo has hecho bastante fácil. Solo
tengo que ver las noticias para saber en qué reservas has estado. Lo único
que tengo que hacer es encontrar droga en una de ellas y el resto caerá.
Me sentí como si estuviera bajo el agua. La gente nos rodeaba, pero
no había ningún sonido.
—Ahora necesito que me hagas un favor. —Su mirada era gélida e
intensa—. La próxima vez que te pida que hagas algo, quiero que digas
que sí. Simple.
Apreté mis manos en puños para evitar que temblaran.
—¿Y si no lo hago?
—No creo que tenga que responder esa pregunta, ¿verdad? Te estoy
dando una oportunidad, Emily.
Mis ojos estaban anclados en él, pero no podía verlo completamente
como uno. Era pestañas, dientes y cabello. Cada pedazo de él era una
pesadilla gigante cobrando vida, un momento en un lúgubre almacén de
oficinas que se sentía como una eternidad.
—Mi intención no es lastimar ni exponer a ti o a cualquier persona
en tu grupo. Lo digo en serio. Me impresionas. Simplemente encajamos
mejor para trabajar en conjunto en vez de en contra. Pero tienes que
saber que tengo el poder para hacer que las cosas vayan verdaderamente
mal para todos ustedes. Estoy seguro de que al tribunal le complacería
otorgarnos a unos ciudadanos tan honrados como lo somos tu madre y
yo la custodia de tu hija cuando estés cumpliendo condena.
Rodeados por sus hombres, bajamos por el ascensor hasta el
sótano, como si fuéramos a las puertas del infierno. A lo largo del pasillo,
los únicos sonidos provenían del susurro de mi vestido y del clic de
nuestros zapatos. El enladrillado cambió de cemente verde lima a algo
más suave como el yeso, como si estuviéramos en un edificio totalmente
diferente. ¿Debería gritar? ¿Correr?, pensé. Mi vestido y mis tacones se
sentían como una celda de prisión.
—Todo estará bien —dijo, como si pudiera oírme—. Solo estaremos
unos minutos y luego ambos podemos regresar a disfrutar de la fiesta.
Lo único que tienes que hacer es decir que sí.
Me dejó parada allí por varios minutos. Cada parte de mí temblaba.
Cerré los ojos y forcé el aire dentro y fuera de mis pulmones. El pasillo se
sentía demasiado chico y grande a la vez. Lo único que tienes que hacer
es decir que sí. Luego puedes huir. Luego puedes arreglarlo. Luego puedes
sacarlos. Luego puedes salvarlos. Solamente tienes que decir que sí, y las
palabras solo son palabras. Las palabras son fáciles. 172
Se abrió una puerta y me ordenaron que entrara.
—Ah, mi querida Emily. Justo a tiempo —oí decir a Víctor.
Me llevó un segundo de más reconocerlo, solo porque tenía mucho
pelo. Cameron se hallaba sentado cerca de la punta de la mesa. Se puso
levemente de pie cuando aparecí, y entonces, como si no hubiera sido su
intención hacerlo, se volvió a sentar. Su mirada se encontró con la mía
por solo un momento, y luego se desvió a la persona sentada a su lado:
Manny. Estaba completamente vestida esta vez.
Había otras personas cuyos rostros me resultaban familiares, pero
mi mente corría demasiado rápido para poder entenderlo. Mi mirada se
desvió brevemente a Cameron. Lucía una barba poblada y descuidada, y
su cabello había crecido. Parecía un oso demacrado. Sus ojos inyectados
en sangre observaban a Víctor.
—Me gustaría presentarles a mi futura hijastra, Emily Sheppard.
Puede que algunos la reconozcan como la mujer hermosa que ha estado
en los titulares de las noticias con el trabajo que ha estado haciendo con
las comunidades indígenas. Pero lo que no saben es que esta mujercita
hermosa también ha creado sola el cartel de distribución de drogas más
grande que Estados Unidos haya visto en su vida. Algo que algunas
personas, como este hombre sentado a mi lado —gesticuló vagamente
hacia Cameron— ha intentado hacer durante varios años, pero no ha
tenido éxito en absoluto. He decidido ofrecerle a mi querida hijastra el
liderazgo…
Cameron estrelló el puño sobre la mesa.
—En los Estados Unidos. Emily será mi hombre de confianza. —Se
rio—. Más bien mi mujer de confianza. Con Emily lo hemos discutido y,
Emily, ¿has aceptado?
Esta era la pregunta que se suponía que respondiera. Pensé en la
pila de drogas que había en la cueva, más de la que habíamos ordenado
en nuestra vida. Pensé en Pops, Margaret, Hawk y todos los trabajadores
y sus familias. Pensé en Cuddle Cove, Manitouche y todas las personas
que había conocido en los últimos meses, todas las historias de dolor, el
sufrimiento. Los imaginé a todos en la cárcel. Pensé en sus hijos, ¿qué
les sucedería a sus hijos? Pensé en Billy. ¿Qué sería de mi bebé si me
arrastraban a la cárcel?
—Sí —respondí como me ordenó.
—¡Este no es el acuerdo! —gritó Cameron.
—Esa es una noticia maravillosa, Emily —dijo, como si Cameron
fuera un espectro—. Y estoy seguro de que todos ustedes disfrutaran de
trabajar con ella tanto como yo. Está llena de ideas frescas. Sin embargo,
la jovencita tiene una fiesta esperándola arriba, y prometí que podría
regresar rápidamente. Vamos a tomarnos un breve descanso para que se
calmen los ánimos.
Algunas personas se pusieron de pie. Víctor me colocó una mano
173
en el hombro y salté. Había estado paralizada por las imágenes en mi
cabeza. —Puedes regresar arriba.
Me giré y salí de la habitación.
Un hombre me abordó junto al elevador. —Ahora te reconozco.
Estabas fuera del apartamento de Frances un día. Eres su hermana. ¿La
has visto? Hace un tiempo que perdimos el contacto. —Era un hombre
con el rostro lleno de hendiduras, la nariz grande y una piel grabada
como rastros de hormiga en la arena. Lo recordaba vagamente saliendo
del apartamento de Frances. Ella estaba desnuda bajo su kimono y él se
veía satisfecho. Me presentó como su hermana.
—No soy a la que deberías estar preguntándoselo —contesté en
tanto mi mirada se dirigía a Víctor.
Tan pronto como estuve en el piso superior y podía escuchar la
música, después de que sus hombres me dejaran, entré en el baño de
damas. Me apoyé contra la puerta. La habitación daba vueltas.
—Simplemente seguimos dejando que se salgan con la suya, ¿no?
—Sonó una voz en el baño.
Abrí los ojos. La mujer del presidente mexicano estaba sentada en
el mostrador del baño salpicado de maquillaje, fumando un cigarrillo, con
las rodillas tan separadas como se lo permitía su vestido hasta los
tobillos.
Balanceó las piernas y le dio otra calada al cigarrillo. Cerré los ojos
para evitar vomitar.
174
16
Traducido por Pame .R. & mimi_jm
Corregido por Julie
***
Mi madre fue la primera en encontrarme. Me rodeó con su brazo,
como lo había hecho Griff hace un momento durante la gala. O al menos
parecía haber sido hace un momento. —Ven, siéntate —dijo, pero me
resistí—. No te hará ningún bien a ti ni a él quedarte aquí así.
En la sala de espera, mis ojos se desviaron del reloj a la puerta y
de regreso al reloj. Mis manos no abandonaron su apretón en los
reposabrazos.
En algún momento, un policía entró en la sala de espera para
tomarme declaración. Mantuve mis ojos en la puerta.
—¿Conocía al agresor? —me preguntó.
Todavía no entraba nadie por la puerta. Habían pasado horas. ¿Por
qué nadie había venido a decirnos nada? ¿Dónde estaba Griff?
—¿Esto es necesario en este momento? —preguntó mi madre.
—Señora, es importante saber los detalles de los testigos mientras
el incidente sigue fresco en sus mentes.
—Oh, ¿qué importa? —dijo—. El hombre está muerto y Griffin está
luchando por su vida.
—El hombre solo está haciendo su trabajo, querida. —Víctor se
puso de pie y palmeó al oficial de policía en la espalda—. Pasaremos por
la estación más tarde para dar una declaración.
177
Ingresó una médica en la sala de espera y me incorporé. Había
perdido un zapato, como Cenicienta.
Se habló de hemorragia interna y de cirugía. —¿Cuándo puedo
verlo? —pregunté, interrumpiéndola.
—Él está en la UCI, así que…
—Lléveme —le dije.
—Se está recuperando. No estará despierto por un tiempo.
—Lléveme.
***
***
***
183
Mi madre y yo estábamos sentadas en la consulta de la médica.
Ella rellenaba los formularios del seguro. Yo miraba fijamente a la nada.
Tal vez esa bala había sido para Víctor. O tal vez fue para mí, para
matarme o para advertirme. Griff había muerto; Cameron se volvió loco;
y yo tenía que encontrar a Billy, Pops, Margaret y Hawk antes de que
Cameron los alcanzara primero.
—Tengo que irme a casa con Billy —dije—. He intentado llamar...
—Me falló la voz.
Agarró su teléfono. —Solo dime a dónde vamos.
Le di instrucciones. Salió al pasillo para hacer algunas llamadas.
Cerré la puerta tan silenciosamente como pude y rodeé el escritorio
de la médica. Estaba segura de que los archivos de los pacientes estarían
restringidos, pero me las había arreglado para aprender algunos trucos
de Joe, los suficientes para acceder al escritorio del ordenador. Solo había
un archivo en la tarjeta de memoria, y estaba protegido por contraseña.
Contraseña.
Empecé a escribir la contraseña habitual de su ordenador, pero
enseguida me detuve y la borré. Escribí lo último que me había dicho y
que destacaba: Billy Bee.
Griff apareció en la pantalla en una foto fija. Aún tenía el horrible
ojo morado que se hizo poco después de que los hombres de Cameron me
atacaran.
Pulsé “Play”.
—Hola —susurró, saludando con la mano, y mi corazón dio un
salto al oírlo y verlo—. No es por ser morboso ni nada por el estilo, pero
supongo que si estás viendo esto, o bien me emborraché y te lo conté, o
bien no sobreviví y tú sí, así que creo que estoy triste y feliz a la vez.
Habló de lo mucho que me amaba y de lo mucho que amaba a Billy.
Me costó contener los sollozos. Tuve que morderme el puño para no
derrumbarme.
Bajó la mirada un momento mientras decía: —Es duro ver cómo la
persona a la que más amas ama a otra.
De repente, me di cuenta de que el mensaje de despedida de Griff
era en realidad una confesión. Víctor había llegado a él.
—Fue después de ver a Cameron y Manny cruzar la calle. Todo lo
que este maldito tipo necesita hacer es cruzar una puta calle, y te vuelves
loca. Te pierdes a ti misma. —Explicó que Víctor escenificó ese momento
para que Griff viera mi reacción—. Aquí es donde llego al punto, supongo.
—Respiró con calma y miró a la cámara. 184
Víctor le contó que Cameron y Manny estarían en la habitación del
hotel, y Griff había compartido esa información con Hawk. Usó a Hawk,
sabiendo que éste compartía su temor de que lo dejara todo y volviera
con Cameron.
—Víctor me prometió que no estarías en peligro, pero cuando me
dijiste que Cameron iba a por Billy, esto —señaló su ojo morado, el que
me había dicho que se hizo mientras entrenaba— fue el resultado de que
yo fuera a por Víctor y sus hombres. Un recordatorio de que él era el jefe.
Llamaron a la puerta en el vídeo. —¿Griff? —Era mi voz. Griff sonrió
de oreja a oreja frente a la pantalla y movió las cejas como solo él podía
hacerlo. Billy chilló de alegría desde detrás de la puerta.
Recordé aquel día. Billy había tenido una cita con el médico para
su revisión periódica. Llegamos tarde porque ella ensució el pañal justo
cuando nos íbamos. Solo nos dimos cuenta cuando Griff se paró con ella
en brazos y una gran mancha de humedad en sus pantalones. Griff tuvo
que ir a cambiarse mientras yo cambiaba el pañal de Billy. Me había
molestado con él porque tardaba mucho en cambiarse.
—¡Ya voy! —gritó en el vídeo. Recuerdo que después de eso me alejé
dando pisotones porque habíamos llegado muy tarde.
—Mi adorable Emily es tan paciente como siempre —susurró a la
cámara, riéndose. Su sonrisa se desvaneció—. Solo quería que estuvieras
orgullosa de mí, ¿sabes? Tan orgullosa de mí como yo de ti. Pero luchar
es todo lo que sé. Esperaba que eso fuera suficiente. —Se detuvo. Desde
algún lugar del apartamento llegó el sonido de la puerta principal dando
un portazo—. Será mejor que me vaya antes de que me arranques la
cabeza. Te amo, Emily.
La pantalla se quedó en negro.
Saqué la tarjeta de memoria del ordenador, la tiré al suelo y le clavé
el tacón con tal ferocidad que se partió en dos. Luego la dejé caer en el
vaso de agua de la médica.
185
17
Traducido por Nickie
Corregido por Julie
***
Cuando desperté, estaba en la parte trasera de la limusina, sentada
entre dos guardias, con las muñecas y los tobillos esposados. Víctor y mi
madre se hallaban sentados frente a mí. Ella temblaba. Ríos de lágrimas
y sangre seca habían tallado caminos por su rostro como si su piel fuera
de granito. Mi cabeza daba vueltas y me tomó un momento recordar lo
que acababa de pasar y dónde me encontraba. El mundo al otro lado de
los vidrios polarizados pasó volando.
Víctor sonrió; de alguna manera había recuperado su buen humor.
Puso un brazo alrededor de los hombros de mi madre y la acercó. Isabelle
se encogió y cerró los ojos. Cuando el coche se detuvo, vi que estábamos
afuera de mi edificio. Los reporteros se habían reunido, y de repente
recordé el cuerpo de Griff en la cama del hospital.
Ignoré las náuseas y me obligué a concentrarme en el presente.
—No vas a encontrarla aquí —dije, sabiendo que Pops nunca la
traería ahí.
Se ajustó la corbata. Desde que salimos de la reserva, se había
quitado el traje salpicado de sangre y se había puesto uno nuevo.
—Por supuesto que no está aquí. ¿Crees que no registré tu casa?
Hemos revisado toda tu vida, Emily.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí? —pregunté. 191
—El mundo se ha reunido aquí, esperando ver a la afligida viuda
de un campeón de boxeo. No hay que desperdiciar la oportunidad.
Los guardias se alinearon frente a la puerta del coche, empujando
a los reporteros hacia los lados y abriendo un camino sin obstáculos
hacia la puerta principal de mi edificio.
—Espero que también quieras empacar unos artículos personales
antes de que abandonemos este lugar del todo. Tal vez ver las cosas de
tu hermosa bebé te refresquen la memoria en cuanto a dónde podríamos
encontrarla.
Cada uno de los guardias que me flanqueaban sacó una pistola
cuando Víctor colocó el bolso de mi madre en su regazo. —Estoy seguro
de que puedes encontrar algo ahí para limpiarte —dijo.
Cuando ella no se movió, tomó su mano y la apretó hasta que gritó.
Luego abrió la cremallera del bolso y le metió su mano. —No me pongas
a prueba, Isabelle. Si intentas algo, pondré una bala en cada una de las
rótulas de Emily. —Uno de los guardias puso su arma contra mi pierna.
Con la mano temblorosa, mi madre sacó un pañuelo y un espejo y
se limpió la cara. Luego se inclinó hacia mí. Al mismo tiempo él instruía
a sus empleados que debían permanecer cerca de nosotras y asegurarse
de que nos llevaran rápidamente a la puerta principal mientras se dirigía
a la multitud. Mi madre me secó la cara mientras las lágrimas tallaban
nuevos caminos en su rostro. Nos sostuvimos la mirada hasta que nos
separaron y me quitaron las esposas.
—Si alguna de ustedes intenta hacer algo, la otra pagará el precio.
Recuerden eso —dijo antes de salir del vehículo primero.
Los custodios esperaron a que él se reuniera con los periodistas y
desviaran su atención hacia él antes de rodearnos con brazos protectores
ilusorios y escoltarnos hasta las puertas de entrada antes de que los
periodistas tuvieran la oportunidad de vernos por completo. Dos de los
guardias nos acompañaron hasta el ascensor y el apartamento.
Mientras me ordenaban que me quitara la ropa embarrada, mi
madre se paró junto a la cuna vacía con la cabeza gacha. Ni siquiera
podía mirar en esa dirección sin sentir como si me estuvieran desollando
centímetro a centímetro de piel. Esa vida se había acabado.
Víctor ya había estado allí. O al menos la policía, fingiendo estar
investigando el asesinato de Griff. Había venido a buscarla, pero no la
encontró. ¿Halló a los otros, a Cassie, Hunter y los gemelos?
—Empieza a empacar —ordenó uno de los guardias.
Arrastré un par de maletas y caí al suelo cuando me atacó un fuerte
mareo.
Mi madre se quedó paralizada por un momento, escaneando con
sus ojos la habitación. Entonces sus hombros se enderezaron de repente. 192
Su tono se calmó y su voz se volvió autoritaria, como si hubiera regresado
a su antiguo yo, mientras les decía a los custodios: —Creo que podemos
estar de acuerdo en que sería mejor para todos si termináramos antes de
que Víctor vuelva. Claramente, Emily y yo no somos capaces de levantar
nada pesado. Ese es su trabajo. Aprovecharíamos mejor nuestro tiempo
yendo a la habitación de Griff para elegir su atuendo para el funeral y
marcar las cosas que deben enviarse a su madre.
Se quedaron quietos durante un momento, confundidos en cuanto
a qué versión de mi madre estaban viendo: la secuaz del villano o el lado
insignificante y abusado. Me sacó de mi habitación mientras les daba
órdenes detalladas de lo que había que empacar y cómo, sin dejar dudas
sobre quién estaba a cargo.
Cruzamos el apartamento. Mi madre se apresuró, arrastrándome
con ella. Abrió la puerta principal, se asomó y me empujó. Cerró la puerta
detrás de ella y tiró de mí, corriendo.
—¿Mamá?
—No hay tiempo. Solo sígueme y quédate quieta —siseó.
Las puertas del ascensor se abrieron justo cuando llegamos y se
cerraron tan pronto como entramos, como si fuera una señal. La cabina
bajó tan rápido que ambas tropezamos. Se abrió antes que el ascensor se
detuviera por completo en el estacionamiento subterráneo.
Me tomó de la mano y me llevó hasta un Nissan blanco. Abrió la
puerta del conductor.
—¿De quién es este coche?
—Por una vez en tu vida, ¿podrías callarte, escucharme y subirte
al maldito auto?
Arrancó el coche y pisó el acelerador tan pronto como entré. La
puerta del garaje se abrió de golpe cuando llegamos, y mi madre mantuvo
la velocidad al girar hacia la calle, casi chocando con otro vehículo.
Mantuvo sus ojos salvajes fijos en el camino. Murmuraba para sí
misma: nombres de calles, direcciones. No tenía sentido. Pasó de largo
un semáforo en rojo y casi chocó con un camión al girar a la derecha.
—¡Mamá!
—Ponte el cinturón de seguridad y dime si nos siguen.
Mire hacia atrás. Había una camioneta negra o azul oscuro detrás,
que nos seguía. —¿Conoces a alguien que tenga una camioneta de color
oscuro?
—¡Mierda! —gritó. Tocó la bocina mientras se acercaba a un taxi y
se metió en el carril opuesto para rebasarlo, esquivando por poco el
tráfico que se aproximaba. Pasó de largo otro semáforo en rojo y giró a la
izquierda.
193
Aparté la vista. No podía ver la furgoneta. Mi madre pisó los frenos
con tal fuerza que el cinturón de seguridad me cortó la piel debajo de la
barbilla. La puerta de mi lado se abrió. Al mismo tiempo, un hombre me
quitó el cinturón de seguridad y me sacó a rastras.
—¡Mamá! —grité, pero ella salió corriendo sin mí. La puerta de la
furgoneta se cerró y el mundo volvió a oscurecerse. De la extinción a la
subsistencia. De la esperanza a la oscuridad.
PARTE II
194
18
Traducido por Julie
Corregido por Gesi
***
***
A la noche siguiente, estaba de pie en un muelle a las afueras de
Vancouver, inhalando el olor a pescado y mierda de la planta de residuos
al otro lado de la bahía.
—¿Sucede algo? —me preguntó Manny cuando no reconocí su
presencia—. Pareces distraído. —Ya había deducido que parecía
preocupada. No podía estar seguro sobre qué. Cuando se trataba de ella,
siempre se tenía que ir un paso por delante.
La verdad era que estaba distraído. Spider llamó asustado porque
no encontraba a Carly. Estaba a punto de permitir que Shield volviera a
la coalición, pese a saber que Bill se estaría revolcando en su tumba. Y
Emmy siempre se hallaba en mi cerebro, metida en cada pensamiento y
preocupación, como un velo sobre mi ser interior.
—Shield volverá a la organización. De eso se trata esta reunión.
Permaneció en silencio. Se encontraba demasiado oscuro para
leerle la expresión.
—No sé qué debería decepcionarme más, el hecho de que no hayas
podido descubrir algo que yo ya sabía, o que lo hayas descubierto y no
me lo hayas dicho.
—Intenté averiguarlo —respondió. 200
—Eso es decepcionante. Realmente pensé que serías la que me
sucediera en el mando. —La dejé con mis palabras como una bofetada en
la cara, sabiendo que nadie la abofeteaba.
—Veo que has traído un invitado —le dije a Seetoo una vez que
todos estuvieron sentados. Me había cruzado con Shield en el pasillo,
pero estaba demasiado absorto en sus confabulaciones con Seetoo como
para darse cuenta.
—Cada vez me preocupa más cómo se representan los intereses
canadienses en esta mesa. A pesar del inmenso beneficio financiero que
mi coalición ha aportado a la tuya, se me sigue tratando como a un
subordinado cuando debería ser tratado como tu socio. —Las palabras
de Shield rezumaban en las suyas—. Decidí contratar a Shield para que
se encargue de representar los mejores intereses de mi coalición. Tiene
una basta experiencia en los tratos de esta organización.
El uso constante del pronombre personal no se me pasó por alto,
ni a los colegas canadienses que dispuso contra la pared en lugar de en
la mesa principal. —Entiendes que somos nosotros los que te hemos
unificado y acogido en nuestra organización.
Cuadró los hombros. —Mi unificación del lado canadiense era
inevitable. Ya estaba en proceso de hacerlo. Iba a ocurrir con o sin tu
intervención. Mi inclusión en esta junta solo es tu reconocimiento de la
influencia que tengo.
—¿Esta es una decisión de todos? —Miré a los rostros canadienses,
notando que se negaban a mirarlo.
—Me han asignado el liderazgo y digo que esta es nuestra decisión
—dijo Seetoo.
—Entendido. Sin embargo, me sorprende un poco. Eres un hombre
inteligente y podrías haber pedido sentarte a la mesa de la organización
tú mismo o alguien de la coalición canadiense en lugar de un miembro
externo. —Cuando frunció el ceño, continué rápidamente—: No obstante,
respeto tu petición como líder. Por lo tanto, pido a nuestros compañeros
canadienses que salgan de la sala para que se pueda votar.
Salieron arrastrando los pies, algunos más rápido que otros. Luego,
los capitanes estadounidenses debatieron, con bandos que discutían de
forma vehemente en un sentido u otro. Me abstuve, dado mi conocido
odio por el hombre; después de todo, había solicitado que tomáramos
represalias contra Shield, aunque mi moción fue rechazada. En cambio,
escuché, no lo que se decía, sino cómo. Observé el lenguaje corporal.
La votación fue igual que en la que se aprobó la entrada de Julien
a la junta; el Sur votó en contra y el Norte a favor de permitir que Shield
regresara. Imbéciles engañados por un hombre sin lealtades, un hombre
que traicionaría a cualquiera en cualquier momento para su progreso.
Manny tenía el último voto. Si se oponía, yo tendría que desempatar. Pero 201
no fue necesario, porque no lo hizo.
—Voto a favor —dijo con la mirada al frente y el rostro rígido. Como
una ola, un silencio recorrió la mesa.
Asentí y pedí que volvieran los canadienses.
Shield cruzó la sala y tomó asiento, asintiendo ligeramente a los
que rodeaban la mesa. Su mirada se posó en la mía. Cuando una sonrisa
de satisfacción se extendió por su rostro, solo pude pensar en Emmy y
Billy y la posibilidad de no volver a verlas. Un error y todo se acabaría.
Uno de los primeros errores llegó en forma de Spider, que irrumpió
y se abalanzó sobre Shield. —¿Dónde está Carly, hijo de puta? ¿Qué has
hecho con ella?
Tuvimos que intervenir varios para que le soltara el cuello. Ordené
que todos salieran de la habitación. Shield nos observó por el rabillo del
ojo mientras se escabullía.
—Se ha ido, Cam. Se ha ido —dijo, sin aliento y maltrecho.
—Siéntate.
—Llamé a Pauly, el guardia que la acompañaba. No me respondió.
Rastreé sus teléfonos hasta un estacionamiento en Manhattan. Tenía el
teléfono en el bolso, dentro del coche. Su cartera, todo estaba allí.
Con Tiny nos miramos. —¿Y Pauly?
—No se lo encuentra por ningún lado.
Le pedí a Tiny que lo buscara. Era un buen tipo. De lo contrario,
no lo habría contratado y Spider nunca lo habría dejado acercarse a ella.
Pero aprendí que en este negocio nunca se conoce realmente a nadie.
—La tiene, Cam. ¡Sé que ese hijo de puta de Shield la tiene!
Lo consideré, pero no tenía sentido. —¿Por qué se la habría llevado?
Se paseaba de un lado al otro. —¿Por qué no? Ella sabe sobre todo
lo que hacemos. Dónde está el dinero. Dónde hemos estado. A dónde
vamos. Lo sabe todo.
Tenía razón. Carly era un centro de datos, la portallaves a nuestro
funcionamiento. Quizás tenía razón. Tal vez Shield se la había llevado,
aunque no estaba seguro. Si ese era el caso, teníamos que ir con cuidado.
No podía ir haciendo acusaciones falsas cuando se trataba de él, ni dar
ningún paso sin que todos sospecharan que lo usaba como excusa para
deshacerme de él sin el consentimiento de la coalición.
—Cualquiera que la conozca sabe que no daría nada, ni aunque su
vida dependiera de ello.
Palideció ante mi mala elección de palabras. —Voy a matarlo, joder
—susurró.
—No harás nada. La encontraremos.
202
***
***
207
19
Traducido por AnnyR’ & Ivana
Corregido por Gesi
El reloj del coche marcaba que eran poco más de las dos de la
mañana. Spider estaba a mi lado en el asiento del pasajero. Bien podría
haber estado solo, porque no se había movido y sus ojos no se apartaron
del tablero desde que nos subimos al coche un par de horas antes. Estaba
perdido en sus pensamientos y la desesperación, simplemente ido.
No hablamos del tiroteo. ¿Qué quedaba para hablar? Su trabajo
era la seguridad. Nunca debería haber llegado a ese punto. El Spider que
conocía habría recuperado el control, comenzando con la desaparición de
uno o dos informantes. Pero al Spider sin Carly le importaba una mierda
cualquier cosa que no implicara encontrarla. No podía culparlo.
Un camino demasiado familiar se abría frente a mí. Nuestra forma
de vida era una serie de carreteras oscuras y vacías, en movimiento
constante, sin descanso, con un túnel oscuro tras otro. La luz al final del
túnel, a veces, era difícil de encontrar.
Carly odiaba viajar. Se quejaba todo el tiempo cuando íbamos a
alguna parte. Me pregunté si estaba pensando en eso, la ausencia de la
voz que normalmente nos rodeaba, el vacío que dejaba.
Adelanté un camión y me pregunté si consideró lo mismo que yo,
que se fue a propósito. Nunca ocultó el hecho de que odiaba esta vida. ¿Y
si se hartó y se fue? ¿Y si el nacimiento de Billy fue su detonante, la hija
que siempre quiso pero que nunca podría tener? Era como si hubiera
desaparecido en el aire. En nuestro mundo, la gente no desaparecía sin
más. Eran utilizados para influenciar, obtener información o terminaba
apareciendo un cuerpo. Sin embargo, no pasó nada de eso. Vigilé de cerca
nuestros fondos y nada estaba fuera de lugar. Todo estaba como siempre,
excepto que Carly se había ido.
Busqué en mi bolsillo, saqué unas pastillas y las tragué sin líquido.
Mis dedos tamborileaban contra el volante unos minutos después. Me
sentía lleno de energía, mi cerebro se encontraba alerta y nuevamente
concentrado.
—¿Emily sabrá algo? —preguntó de la nada.
—No la metas en esto. —Cuanto menos supiera al respecto y menos
se involucrara, mejor. Era media mañana cuando llegamos a Nueva York.
Me reuní con Manny en Chinatown, frente al edificio en el que se escondía
Julien. El color aún no le había regresado a las mejillas.
Se suponía que nos encontraríamos con Julien en el desván donde
se escondía, pero cuando llegamos, nos envió un mensaje. Al parecer, se
había olvidado de la reunión y estaba en un restaurante chino a la vuelta.
Al cruzar la calle atestada de tráfico, dejé que se me adelantara,
con la esperanza de que la atropellaran.
210
Adentro, me detuve en el frente y dejé que mis ojos se adaptaran a
la oscuridad del sitio.
Julien estaba sentado en la barra, bebiendo lo que parecía vino
tinto en un vaso de plástico. Lo flaqueaban unos bebedores solitarios
cuyos ojos se hallaban fijos en la televisión sobre la barra. Se trasladó a
una mesa en la parte trasera cuando nos vio.
Había una mesa de buffet instalada en el centro de la habitación,
con lámparas de calefacción y unas bandejas medio llenas de albóndigas
de pollo frito. Detrás de él, había una pecera de limo verde que tenía un
pez perezoso muriendo lentamente dentro del agua turbia.
—Sorprendentemente, el plástico mejora el sabor de este vino. —
Sus palabras eran un poco confusas, como si hubiera estado catando en
el plástico por un tiempo—. Mírenme. Nadie creería que un hombre como
yo, líder de toda una nación, terminaría en un lugar como este.
—Ese es el punto de esconderse. —Me senté—. Mi oferta para traer
a tu familia de manera segura sigue en pie. —Sabía que tener a su esposa
e hijos en ese pequeño apartamento significaría que su ciclo constante
de chicas de compañía y Manny tendría que detenerse.
Le dio un gran trago a su vino, mirando hacia la puerta sobre el
borde. Manny se movió en su asiento.
—Los llamé porque no puedo pasar nada por la frontera. Los envíos
desaparecen incluso antes de llegar. Y los pocos que lo lograron fueron
confiscados por la patrulla fronteriza.
—Sí, la coalición es consciente. Los pedidos faltantes no pasan
desapercibidos, particularmente cuando es el único que debemos recibir.
—Sé que tienen canales para permitir que el producto cruce las
fronteras.
—Teníamos. Esos canales estaban con el cartel que destruimos o,
más bien, enfadamos mucho. El acuerdo al que llegaste con la coalición
fue que nos proporcionarías un solo proveedor y enviarías el producto
que necesitábamos a los Estados Unidos, no que sacudirías las manos
desde México y esperarías que vayamos a buscar nuestras cosas.
Golpeó los puños sobre la mesa. —¡Intentan hacerme fallar!
En mi visión periférica, vi a Víctor entrar por la parte trasera del
restaurante. Me encogí de hombros y fingí no verlo. —Estoy honrando
nuestra parte del trato. Tienes que honrar la tuya.
—Oh, ahora lo hará —dijo Víctor, sobresaltando a Julien. Era obvio
que no habían discutido cómo haría su entrada sorpresa. Le dio una
palmada en la espalda y se sentó—. De hecho, cinco envíos cruzaron la
frontera hace unas tres horas, ya se clasificaron y se están distribuyendo
según las ordenes de la coalición.
211
—Fuiste tras la coalición para cumplir con tus compromisos —le
dije a Julien, fingiendo enfado.
—Olvidas que ahora soy parte de la coalición.
—Decidí que Víctor sea mi representante en la junta —agregó.
Hice una pausa durante un momento y lo miré a los ojos. —Te
recomiendo encarecidamente que no lo hagas. —Hablé con lentitud para
que recordara esta conversación.
—Tengo un país que dirigir. No me has dado otra opción.
Envió a Julien y Manny a empaquetar su piso mediocre, ya que
anunció que lo reubicaría en un perfecto castillo pequeño, según sus
palabras, en San Juan. Manny no me miró a los ojos ni una sola vez,
confirmando mi esperanza de que se había aliado a Víctor.
Mientras se iban, le inspeccionó el trasero y movió la cabeza.
—Imagina qué haría una mujer como ella al saber que hubo otra
mujer que tuvo a tu única hija —dijo
Mantuve una voz tranquila. —¿Qué quieres?
—Déjame recuperar lo que es mío.
—¿Eso sería? —Me hice el despistado.
—Recuperar el liderazgo de la coalición.
Olvidó que nunca lo tuvo. Bill fue el primero y luego yo lo sucedí.
—Sabes que no es algo que pueda darte como si nada.
—Lo único que te pido es que me dejes brillar. El resto seguirá.
Eructé y recogí la bebida que se pidió para él. —Lo consideraré,
pero tienes que hacer algo a cambio.
Formó un triángulo con los dedos. —Acudo a ti como una cortesía.
Ya tomé medidas para regresar a la junta. Ya estoy representando dos
grandes intereses, con más por venir.
Sonreí, me incliné sobre la mesa y susurré con lo que posiblemente
era un aliento caliente que olía a pescado ahogado en ron: —Quizás
quieras hablar con tu gente. De hecho, la entrega de Julien está retenida
en un almacén entre aquí y Nuevo México, con sus hombres atados y
amordazados en el suelo. —Saqué mi teléfono, le mostré una foto y lo
observé empalidecer—. Con solo una llamada puedo rociar con gasolina
todo el cargamento e incendiarlo junto a tus hombres.
Miró con anhelo la copa sobrante de Julien. —¿Qué quieres?
—Mantente lejos de Emily.
Ladeó la cabeza, como si hubiera dejado caer una carta antes de
hacer una apuesta. —Eso podría resultar difícil, dado que me casaré con
212
su madre.
—Tú solo te has puesto en esa situación.
—Consideraré hacerlo si haces lo mismo. Mantente alejado de ella.
Tú y tus hombres.
Me encogí de hombros. —Bien.
—Eso fue demasiado fácil. —Volvió a ladear la cabeza.
—Solo es una chica con la que me encontré el año pasado. No le
guardo rencor, pero no hay razón para que nuestros caminos se vuelvan
a cruzar.
—Se me dificulta creerte. Probablemente piensas que puedes volver
a colarte en su vida como quieras.
—Tienes mi palabra.
—Tu palabra —repitió con una sonrisa—. Tu palabra significa muy
poco para mí.
Un hombre con traje se acercó y le susurró algo.
—Cualquier pequeño interés que tenía en ella fue efímero. A
diferencia de ti, no necesito ni deseo desempeñar el papel de hombre de
familia.
—Sí, las chicas se vuelven menos interesantes una vez que se
convierten en madres. —Se puso de pie y comenzó a alejarse. Luego se
detuvo y volvió—. Tuve una especie de epifanía —dijo, como si realmente
la hubiera tenido y acabara de ser manipulado—. Ahora que estoy a
punto de hacerme cargo de la coalición y del Estado de Nueva York, no
tendré tiempo para encargarme de los detalles crudos de los intereses
canadienses y mexicanos. Manny expresó su deseo de convertirse en mi
segundo al mando a cambio de traerme a Julien. Tiendo a cumplir mi
palabra. Y como su primer acto, te la asigno a ti.
—No me anoto para que me siga uno de tus espías.
—Manny va donde tú vas. Ese es el trato.
Un viento amargo me azotó el rostro al volver al auto. Spider seguía
sentado, observando un tren que cruzaba cerca en vez del apartamento
de Julien, lo que me hizo comprender que aún no se había dado cuenta
de que Manny y Julien habían regresado caminando sin mí, algo que
habría hecho sonar las alarmas o, al menos, justificaba un mensaje o
una llamada para asegurarse de que yo todavía respirara.
***
213
Teníamos una hora para desocupar las instalaciones. El novio del
momento de mamá se encargó de usarlo para romper todo en la casa, su
último hurra borracho antes de que llegara la policía. Bueno, su último
hurra en ese lugar. La situación se repetiría un par de veces más antes
de que finalmente fuera a prisión. Me senté en la acera junto a mi madre,
que bebía una cerveza y la apoyaba sobre su estómago embarazado.
Los vecinos de enfrente miraban a través de las cortinas, curiosos,
pero no lo suficiente para salir a ayudarnos. Tenían un hijo de mi edad.
Ese día me había prestado su guante de béisbol para que pudiera atrapar
las pelotas que bateaba. Habíamos regresado caminando después de la
escuela y planeábamos reunirnos más tarde, y hasta el punto de ruptura,
pensé que era el mejor día de mi vida.
Sentado en esa acera, me abracé a mí mismo; asustado, no por el
hecho de que su novio rompía todo lo que teníamos, que no era nada
nuevo, sino porque sus padres ya no lo dejaran jugar conmigo.
Las sirenas resonaron en algún lugar cercano. Ayudé a mi mamá a
levantarse. Nos escondimos detrás del basurero de una tienda hasta que
llegó la policía y se lo llevaron. Cuando la situación retomó la calma, entré
a la casa por una ventana rota y le abrí la puerta a mi madre. Despejé un
lugar para que pudiera dormir y se recuperara del alcohol, encontré un
mechero y lo usé para iluminar mientras empacaba lo que podía. Hallé el
guante de béisbol intacto, aún escondido bajo el colchón.
Bajo el amparo de la oscuridad y con el guante en la mano, caminé
hasta la casa de los vecinos. Al igual que todas las otras casas de la calle,
estaba justo sobre la acera, sin jardín delantero ni camino de entrada,
solo la calle y luego la casa.
Las luces de la sala de estar se hallaban encendidas y el parpadeo
de un televisor se filtraba por las cortinas. Algo, probablemente una rata,
rebuscaba entre la basura en la acera, haciendo que las cucarachas
huyeran. Aplasté una con el pie y fue entonces cuando me di cuenta del
barrio de mierda que era.
Comprendí que, incluso entre la mierda, siempre había algo más
mierda, y con mi mamá éramos más mierda que la mierda. Sin importar
adónde fuera, los padres de otros niños, por muy mierdas que fueran,
siempre me verían como la cucaracha de su basura. Regresé a la casa y
le vendí el guante a otro niño un par de días después.
Mientras Spider observaba el tren, me encontraba nuevamente en
esa acera, con la misma soledad fría extendiéndose a través de mí. Carly
se había ido, Spider se hallaba solo en cuerpo, y Emmy y Billy estaban
con el pedazo de mierda de Griffin.
Le envié un mensaje a Joseph. ¿Cómo está Emmy?
No ha contestado ninguno de mis mensajes. Pero tengo que
mostrarte algo.
214
¿Tiene que ver con Emmy?
No. No exactamente.
Ve a verla.
Lo estoy intentando.
Esfuérzate más. Le escribí antes de irme con Spider.
***
218
20
Traducido por AnnyR’& Pame .R.
Corregido por Gesi
***
***
***
***
***
Apretado entre cajas de cerveza, tequila y con un congelador de
helados como compañía, tomé otro avión de carga hacia Nuevo México.
Sabía que tenía que volver con él, vivo o muerto, para que Manny creyera
que todo terminó y para que se relajara un poco. La necesitaba calmada
y concentrada en lo que yo le hacía concentrarse.
Abrí una de las cajas, me serví una botella de tequila y apoyé la
cabeza contra el asiento de salto. No sentí que el avión aterrizara horas
después y solo me desperté cuando se abrió la puerta y una ráfaga de
aire llenó la carga.
—¿Estás borracho? —preguntó Manny cuando me tambaleé en la
pista. Uno de los trabajadores tuvo dificultades para hacer bajar el
congelador del avión en una plataforma rodante mientras se clavaba la
cabeza en el hombro para evitar el hedor. Lo dejó caer sobre el asfalto y
volvió a entrar corriendo en el avión.
—No te recomiendo que lo abras. —Intenté apoyar la botella vacía
sobre el congelador, pero fallé por completo, y la botella se deslizó hasta
el suelo y explotó a mis pies. Admiré el cristal brillante a medida que
decía—: En el avión no había ningún sitio donde enchufarlo. Está un
poco descompuesto.
Ella miró a través del cristal e hizo un gesto. —Se está derritiendo.
Le di la tarjeta de memoria. —¿Quieres ir a por una pizza? Tendrás
243
que conducir.
—No puedo creer que hayas hecho esto por mí. —Cortó la distancia
entre nosotros como si estuviera a punto de abrazarme, pero se apartó
rápidamente—. Sí que necesitas una ducha.
Lo que necesitaba nunca lo tendría.
22
Traducido por mimi_jm & Gesi
Corregido por Julie
***
***
***
—¿Cameron? —Manny me dio un codazo.
Levanté la cabeza de la mesa. Solo descansé por un momento, pero
ahora estaba oscuro afuera. —¿Cuánto tiempo me he dormido?
—No lo sé. Me quedé dormida en el sofá. —Me pasó su teléfono—.
Es Víctor. Haré un poco de café.
¿Qué día era? ¿Día dos? ¿Tres? No lo sabía. Mientras permanecía
atrapado en esta suite de hotel con Manny, hablando por teléfono, las
horas se mezclaban. Podía sentir mi camisa pegándoseme a la piel.
—¿Durmiendo en horas de trabajo cuando todavía tienes mucho
por hacer?
Definitivamente nos estaba vigilando. —Lo conseguiré.
—Me alegra oírlo. Empezaba a preocuparme que quizás necesitaras
más incentivos. Que tal vez tu amigo Spider no fuera suficiente. Que
quizás Emily…
—Lo conseguiré —repetí, y colgué.
—¿Cuántos nos quedan?
Demasiados. —¿Has podido contactar a Johnny?
—Todavía no. —Dejó una taza de café frente a mí—. Pero volveré a
intentarlo.
251
Era un problema cuando ni siquiera podíamos acceder a los que
estarían de acuerdo. Johnny era el jefe de la mafia italiana y uno de los
primeros aliados de Víctor. Incluso había sido cómplice del asesinato de
su primo canadiense, Ignazio. Nos robó una cantidad considerable de
cocaína boliviana, por lo que tenía sentido que pagara por ello, pero su
muerte también colocó de manera conveniente a Seetoo en el liderazgo
canadiense, líder de la tríada asiática en Canadá.
A menudo me preguntaba qué le había prometido Víctor a cambio,
suficiente para que valiera la pena aprobar el asesinato de su primo.
Con menos de veinticuatro horas restantes, había logrado algunos
avances contactando a casi todos los miembros de la coalición. Incluso
me las arreglé para ponerme en contacto con Slobber, que por fin había
terminado cualquier juerga en la que estuviera.
Al final del día, mientras Manny hablaba por teléfono, pensé en
Slobber y en cómo se las arregló para mantenerse independiente y vivo a
lo largo de sus años con la coalición. Me pregunté si, de haber sido un
hombre más egoísta cuyos intereses radicaran más en su posición dentro
de la coalición que en sus muchachos, como lo era para todos los demás,
habría sobrevivido tanto tiempo. La coalición se rompería, era inevitable.
Los que sobrevivieran a la ruptura serían los que tenían hogares a los
que volver. Cuando desapareciera, no mucho cambiaría para él, recibiría
menos dinero, pero eso era todo. El dinero era bueno para él y sus
bandas, pero no esencial. Su hermandad era lo que los salvaba, incluido
Slobber.
¿Alguien más sobreviviría la ruptura? ¿Alguno la veía venir como
yo? Con ese pensamiento llegó una epifanía. Era algo que Viper dijo sobre
el hecho de que la policía matara miembros frente a sus madres. Era una
descripción gráfica que ya había oído, de Joseph, al describir el asesinato
de su hermano. Joseph, que ya me dijo que se cortaría solo, separándose
de la coalición. Joseph, que superaría a cualquiera, incluido yo. Joseph,
el fantasma detrás de la pantalla del ordenador.
¿Y si las pandillas callejeras se estaban separando de la coalición?
¿Y si el distanciamiento de Joseph comenzó un movimiento dentro de las
filas de Viper? El uso de las mismas palabras no fue un accidente, pero,
¿qué tan lejos había llegado?
Mientras Manny hablaba con alguien, llamé a Viper, sabiendo que
Víctor estaba oyendo, tendría que elegir mis palabras cuidadosamente.
—Sé que dudas en dejar que Shield asuma la dirección. Sucederá
de todas maneras, pero creo que podríamos organizar un rompehielos
cuando ingrese.
—¿Qué?
—Tenemos que hacer que esta asociación con Shield suceda. ¿Qué
opinas de un rompehielos cuando entre?
252
Me colgó. Si Joseph, también conocido como Rompehielos, estaba
involucrado en su insurgencia, lo descubriría pronto. En caso contrario,
estaba jodido. Y si no había captado que en realidad no hablaba sobre
rompehielos, también estaba jodido.
La votación oficial sucedió a primeras horas de la mañana a través
de una teleconferencia. Unos años antes, pensando en la preferencia de
Kostya de moverse constantemente, ideé un sistema de reconocimiento
de voz y contraseña que aseguraba la identidad de cada miembro al
teléfono. El sistema era sobre todo valioso para esta clase de momento,
cuando era necesario tomar decisiones rápidas y cruciales.
Después de días convenciendo a los miembros, la votación para
que Víctor me reemplazara fue rápida.
Hasta que llegó el turno de Viper. El tiempo se detuvo. El
temporizador avanzó, pero no había respuesta. Entonces, de repente, en
el último segundo, su voto se registró.
Votó a favor.
—Gracias a todos —dijo Víctor por la línea—. En nombre de la
coalición, me gustaría agradecerte por tu liderazgo estos últimos años,
Cameron, y también me gustaría agradecerle a la coalición por este voto
de confianza inesperado. Ansío trabajar con todos y cada uno de ustedes
mientras triplicamos nuestros ingresos. Ahora, como mi primera orden
del día, me gustaría nombrar a Cameron como mi segundo al mando.
Esta votación llevó más tiempo, con miembros de su lado que
expresaban repentinamente sus reservas. Parecía que no les había dicho
sobre esa parte del plan, o quizás les había prometido a todos el puesto,
como lo hizo con Manny. La miré. Fulminaba con la mirada el teléfono,
pero no decía nada. Al final, las voces disidentes no importaron, porque
tuvo suficientes votos a favor.
Mi teléfono sonó tan pronto como terminó la teleconferencia. —Tu
amigo será entregado en la suite a lo largo del día —dijo una voz.
253
23
Traducido por Gesi
Corregido por Julie
***
***
Tiny nos esperaba afuera en el auto. Después de que Spider se
metiera en problemas con Víctor, decidí que mantenerlo a mi lado no
hacía mucha diferencia, por lo que Tiny ocuparía ese lugar de aquí en
adelante.
Tan pronto como subimos al coche, susurró que necesitaba irse a
Arizona porque el cartel había tratado de irrumpir en una de sus casas y
habían asesinado a la mayoría de sus guardias. Eso no le presagiaba
nada bueno, ya que aún tenía que impresionar a Víctor.
—Si no puedes controlar a tus tipos para que vigilen una propiedad
vacía…
—Entonces no puedo ser el segundo al mando. Lo sé.
Exhalé. —Vamos a Arizona y esperamos que no averigüe por qué
estamos allí.
—No puedo arriesgarme a llamar tanto la atención —respondió con
rapidez—. Tengo que ir solo yo para poder mantener un perfil bajo. ¿No
puedes cubrirme?
Pensé en Emmy. En su expresión aterrada mientras luchaba por
su vida y la de Billy.
—Te deberé una grande —agregó.
—Lo sabrá. —Abrió los ojos de par en par. Incluso yo no podía creer
259
lo que acababa de decir. Era lo que Víctor quería, desequilibrarme y usar
a Emmy como un arma. Tenía que hablar con ella y llevarla a un lugar
seguro, y necesitaba hacer que Manny estuviera trabajando lejos—. Me
imagino que podría pasar desapercibido durante un tiempo. Fingir que
estamos juntos en alguna escapada romántica.
Tiny hizo una mueca en el espejo retrovisor.
Una sonrisa leve estiró los labios de Manny. Estaba bastante
alterada, pero ¿por qué? ¿Víctor también había llegado a ella de alguna
forma? ¿Más de lo general?
—¿Qué debemos hacer si nos cita? —cuestioné. Mantenerlo feliz y
con confianza en nosotros era mi objetivo del momento.
—Ya me ocupé de ello. Por eso llegué tarde a la reunión. Según mis
cálculos, tenemos un par de días como máximo.
Tiny nos dejó en el aeropuerto, donde nos subimos juntos a un
vuelo a Miami. Después nos tomamos un helicóptero a Los Cayos y nos
separamos con la promesa de reencontrarnos en cuarenta horas.
A la vez que ella viajaba a Arizona, me dirigí a Callister con la
esperanza de reunirme con Joseph. Ya le envié la información de un
apartamento lujoso vacante que sería perfecto para Emily. Puede que sea
demasiado grande, pero se encontraba cerca de un aeródromo pequeño
y esperaba encontrar una manera de convencerla de tener un equipo de
seguridad antes de que Víctor pudiera hallarla de nuevo.
Cuando llegué a Callister, su obra estaba por todas las noticias. Un
galpón en Buffalo que ardía fuera de control ya había quemado la mitad
de todo un vecindario. Los bomberos salían heridos e incontables hogares
y negocios habían sido destruidos. Miles de personas se habían quedado
sin hogar. Hospitales, refugios y comederos estaban sobrepasados. Solo
para que ella pudiera escaparse unas horas a Arizona.
Como predijo, Víctor estaba al frente de la tragedia, en pleno modo
de crisis, lo que era una oportunidad para flexionar sus músculos de
político y brillar frente a la cámara. Había una foto de él con manchas de
hollín en las mejillas mientras envolvía a una anciana con una manta y
los bomberos corrían por detrás con una manguera.
Me dirigí a Callister para hablar con Joseph, pero cuando lo llamé,
ya tenía planes para reunirse con Emily con el fin de hablar sobre el
apartamento. Se reunirían en una cafetería fuera del campus mientras
su mamá cuidaba a Billy.
Me quedé sentado en el auto durante un momento, tratando de
decidir qué hacer. ¿Qué haría Emmy si me veía? ¿Entraría en pánico al
ver el monstruo que, según parecía, orquestó un intento de secuestro y
asalto? ¿Me lanzaría su café y gritaría? ¿O se hundiría en el piso conmigo
porque estaba tan desesperada por verme como yo? 260
Al final, todos mis pensamientos no importaron, porque sabía que
no podía salir del coche. No podía arriesgarme a acercármele. En cambio,
hice lo que siempre había hecho: miré desde la distancia. La vi caminar
junto a Joseph por la acera y entrar a la cafetería. La vi a través de la
ventana hacer la cola y acercarse al mostrador. La observé entrecerrar
los ojos para leer el menú sobre la caja registradora, morderse la esquina
derecha del labio inferior en tanto decidía y el movimiento de su boca
cuando finalmente ordenó. Se movió a un lado para que los otros pidieran
y esperó, mirando alrededor del lugar y luego al exterior a través de las
ventanas. Una parte de mí deseó que sus ojos me hallaran, que nuestras
miradas se juntaran. Pero se giró porque su pedido estaba listo. Con dos
tazas en las manos, caminó lentamente al principio y luego se apresuró,
casi volcándolas sobre la mesa. Se sentó con dos dedos en la boca.
Apreté la mandíbula porque Joseph nunca alejó la mirada de la
pantalla de su ordenador. Estaba con ella y se la perdía. No era enojo lo
que sentía, era envidia del peor tipo. Deseé, solamente por ese momento,
poder cambiar sitio con él. Seguro que yo no habría estado mirando la
jodida computadora si hubiera sido él.
¿Cómo había creído que alguna vez sería diferente? Ella siendo
libre y yo observándola ser libre, así tenía que ser. Era como solía serlo y
como era ahora nuevamente. Pero hubo una época intermedia, ¿no? Una
época en la que fue diferente, cuando estuvimos juntos. Cuando ella me
conocía tan bien como yo a ella.
Y casi la mataron por ello.
¿Por qué fue a la habitación del hotel? ¿Sabía que yo estaría allí?
¿Fue a verme? Dudaba que alguna vez hiciera algo que Víctor le ordenara.
Así que, ¿quién le dijo que yo estaría allí?
Me di cuenta de algo. Se había creado una escena que aún seguía
para ella, una en la que me veía como un infiel y un ogro malvado. Víctor
sintió la necesidad de crear tal idea para suplantar otra: algo que le dio
la impresión de que Emmy todavía me amaba, y él necesitaba rectificarlo.
Rectificarnos. Que yo lo convenciera de que no sentía nada por ella no
había sido suficiente. Tenía que asegurarse de que ella tampoco sintiera
algo por mí. Intenté no pensar en el hecho de que, hasta ese momento,
todavía me amaba y que, a pesar de que no hice ninguna de las cosas
horrible que ella creía, volví a romperle el corazón. Intenté ignorarlo con
el fin de hacerle frente al hecho de que él seguía tras ella.
261
24
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Pame .R.
*** 267
Lo único que podía pensar mientras regresaba al avión era en el
suéter de Carly. Me sentía perturbado. Todos nos encontrábamos en la
misma posición. Por la sangre. Por la violencia que se usó para cortarlo.
¿Por qué destruirlo así? Si alguien hubiese querido deshacerse de la
evidencia, habría sido mejor quemarlo o enterrarlo en otro lugar. Pero se
sentía la ira, algo salvaje e impulsivo.
—Con la impulsividad se dan los errores —le dije a Spider, pero
había dejado de escuchar.
Sabía que Manny me esperaba en Florida. Víctor todavía no nos
llamaba, pero era cuestión de tiempo. Pese a eso, después de encontrar
los trozos de tela de Carly, en lugar de seguir el viaje a Florida, regresé a
Callister.
A casi una cuadra de distancia del nuevo apartamento de Emmy,
teníamos un par de apartamentos que manteníamos por seguridad.
Servían como habitación extra para eso, pero también como un par de
ojos más en el departamento. Agarré un par de binoculares y me senté al
borde de la ventana. Se veía un montón de reflejos desde las ventanas,
pero podía ver su silueta: sus piernas largas y su cuerpo, delgado, suave
y fuerte. Tenía a Billy en los brazos. Podía ver su piecito sobresaliendo.
Emmy la puso en la cuna y encendió el móvil. Tocó la pared y puso algo
sobre la cuna. ¿Les gustó el departamento? ¿Era lo que habrían querido?
Ojalá hubiese podido ver sus rostros. Sus expresiones sutiles habrían
respondido todo.
Otra figura, alta y cuadrada, se acercó a Emmy. Mi cuerpo se tensó
y retrocedí.
Emmy y Griff hablaron, y después se juntaron, cerrando el espacio
entre ellos. No debería haber regresado. Debería haber dejado las cosas
así. Haber dejado ese sueño improbable y ridículo de nuestro apartamento
como solo eso: un sueño.
268
25
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Pame .R.
Cuando por fin volví con Manny a Florida, noté por el fruncido de
sus labios (lo que provocaba que su rostro completo pareciera como el
trasero de un pollo) que se encontraba enfadada. Víctor no se había
registrado. Entre lidiar con el desastre que ella había dejado en Buffalo,
y prepararse para el encuentro con el cartel falso, dudaba que hubiera
tenido mucho tiempo para pensar en Manny y en mí. Sea cual sea la
razón del enfado de ella, no fue Víctor ni mi tardanza en volver antes que 269
él descubriera que lo habíamos desobedecido.
Yo también me sentía de un humor terrible, atrapado en algún
momento entre las piezas andrajosas de la ropa de Carly, y la figura de
Emmy en los brazos de Griff, por lo que cuando volvimos al aeropuerto,
tras los comentarios pasivo-agresivos de Manny sobre mi tardanza en
volver pasó factura, y entré en el conflicto y me desvié.
—¿Limpiaste tu desastre? ¿O dejaste otro en tu camino para que
yo lo arregle o que para Víctor se dé cuenta?
Durante un momento, se quedó mirándome fijamente. Sus ojos se
agrandaron. Alejó la mirada y luego volvió a observarme. —Todo está
bien. El cartel no había vuelto, y arreglamos todo. Como si nada hubiera
ocurrido.
He estado tan enfocado en la oportunidad de arreglar el hogar de
Emily, y en la primera gran oportunidad de conseguir información sobre
la desaparición de Carly, que en realidad nunca le pregunté a Manny
sobre ello. —¿Por qué atacaron tu casa? —Ahora que lo pensaba, parecía
una situación rara, y me centró. Algo me parecía inquietante, como un
espíritu maligno jalándome de la manga.
Resopló. —¿Por qué el cartel me disparó cuando nos encontramos
con Cabello en el campo? Por alguna razón, de todos, parecí haber tenido
el más grande blanco en mi espalda.
El silencio siguió entre nosotros mientras nos quedábamos en la
fila para tomar el vuelo comercial de vuelta a Seattle.
Esperé hasta que estuvimos en camino a seguridad y lejos de oídos
fisgones antes de persuadir. —¿Acaso el cartel pensó que estabas en casa
en Arizona? ¿Por eso intentaron adueñarse de tu propiedad?
Sus labios se fruncieron completamente. —Debe ser.
—¿Qué les hizo creer que te encontrabas en casa?
—¿Cómo demonios debo saber? Tal vez uno de los guardias llevó
una prostituta a casa, y el cartel creyó que se parecía a mí. —Se alejó
rápidamente enfuscada y estuvo a unas personas antes de mí en la fila
para la seguridad cuando la alcancé.
Cuando fue mi turno, y vacié mis bolsillos, encontré la pieza del
suéter de Carly que había guardado allí cuando Spider y yo nos unimos
para sacar el cartón del fondo del contenedor. Volví a guardarlo en mi
bolsillo rápidamente, esperando que pudiera dárselo a Dormon antes que
estuviera más contaminado. Había olvidado eso en la ráfaga de conseguir
toda la evidencia. Mientras pasaba las puertas, mi mano aleteó sobre mi
bolsillo. Solo es una pieza de tela, evidencia, y nada más, me recordé.
Pero era más que eso. Se trataba de lo que quedó del suéter favorito
de Carly, del que tanto nos burlábamos con Spider. Desearía saber por
qué era su favorito. Desearía haber preguntado.
270
Manny se hallaba sentada sola en un rincón, no tan lejos de la
puerta de embarque, con su espalda recta y manos descansando en sus
muslos, mirando fijamente un rival invisible. En cierto modo, también se
encontraba conectada con aquella pieza de ropa. Es probable que la haya
visto a Carly usarlo un millón de veces, al igual que el resto de nosotros.
También tuvo que verlo.
Las palabras de Víctor activaron una alarma en mi cerebro:
Imagina qué haría una mujer como ella al saber que hubo otra mujer que
tuvo a tu única hija.
Manny también vio el suéter muchas veces, y más recientemente,
pero no en Carly. Lo había visto puesto en Emmy, cuando salimos del
bosque con ella. Emmy lo usó la última vez que estuvimos juntos, aquel
día que iba a proponerle matrimonio. Había estado usando el suéter, pero
con la capucha puesta. Ocultada por los árboles, entró y salió de vista lo
suficiente como para que Manny vea el brillante y reconocible suéter. En
tanto ella había estado recolectando la evidencia de mi reciente cita en el
bosque, una brizna de césped, también había estado pensando en el
modo de destruir a Carly y alejarla de mi vida. Una decisión precipitada
se estuvo formando, y un crimen pasional y oportuno había ocurrido.
Decidió matarla porque, viéndolo en su perspectiva, Carly fue con quien
estuve divirtiéndome en el bosque.
También se encontraba en el segundo piso, esperando desnuda en
la suite del hotel, cuando Spider y yo aceptamos la llamada de Dormon.
Fue posible que nos haya escuchado hablar sobre enfocar la búsqueda
en East Harlem. Simplemente no es que fuera posible; solo que así era.
Nosotros fuimos los que la alertamos. Manny se apresuró a sacar a Carly
del sótano y llevarla a su casa en Arizona. El cartel probablemente había
estado acampando un rato, esperando que Manny apareciera. Tal vez
creyeron que la castaña Carly era la castaña Manny.
Hace solo unos días, Carly seguía viva. Cielos, había sido disparada
por el cartel. ¿Acaso seguía viva?
Debía asumir que sí, pues la alternativa era inmedible. ¿Por qué
Manny sintió la necesidad de volver si Carly se hallaba muerta?
Aquello cultivaba otra gran pregunta: ¿por qué había seguido con
vida? ¿Por qué Manny no llevó a cabo su venganza, matado a su supuesta
enemiga, y terminó con eso? ¿Por qué seguir por inercia y arriesgarse a
esconderla, llevarla de un lado a otro y mantenerla viva?
Porque Manny era feroz y letal, pero no era estúpida. Al apoderarse
de Carly, se apoderó de un tercio del cerebro de mi operación, y de seguro
notó que podría usarla para manipular a Spider y a mí, los otros dos
tercios… una doble ganancia para ella.
Mi corazón palpitaba con fuerza. Sabía que tenía razón. Pero ¿qué
271
debería hacer? Si le contaba a Spider, atacaría a Manny y la ahorcaría,
al igual que con Víctor. Si le decía a Dormon, Spider eventualmente se
daría cuenta y estaría enfadadísimo por no haberle contado antes. ¿Y si
estuviera en su posición? ¿Y si hubiesen tomado a Emmy? Si Manny no
habría sido impulsiva y saltado a conclusiones, habrían raptado a Emmy.
¿Cómo podría contarle a Dormon o a cualquier otra persona lo que sabía
y no decirle a mi mejor amigo, quien se desvanecía con cada día que Carly
no aparecía?
Me agaché detrás de un pilar, y le envié un mensaje a Spider:
Manny tiene a Carly. No me preguntes cómo lo sé. La movió de
Harlem a una casa en Arizona, pero no sé dónde está ahora. Dile a
Dormon que busque una casa disparada por el cartel. Habrá seguridad
y cámaras por todas partes. Si cometes una estupidez, harás qua la
maten, y a ti también. No seas estúpido.
Por favor, no seas estúpido, me repetí tras presionar “Enviar”.
Eché un vistazo. Manny todavía no se había movido, pese a que se
encontraba inmersa en un concurso de miradas con la pared del frente.
Se hallaba agitada. La puse nerviosa con mis preguntas, y una nerviosa
Manny tomaba decisiones precipitadas. Era una de sus debilidades. Las
demás era ser una completa psicópata, lo que también era su fortaleza.
Caminé por el aeropuerto, entrando a una tienda de regalos. Las
alarmas de incendio sonaban en mi cabeza. Necesitaba tiempo para
pensar. Necesitaba apagar las alarmas así podía concentrarme.
Necesitaba que Manny volviera al estado que se encontraba antes
de comenzar a interrogarla. Me coloqué en los zapatos de Spider, porque
es lo que ella esperaba. ¿Y si no me hubiera dado cuenta? ¿Y si hubiese
sido Spider y no supiera que Manny se había llevado al amor de mi vida?
Volví en el tiempo y pensé en el cuadro que Manny intentó pintar. La
carta de Carly me había llegado a mí en lugar de a Spider, insistiéndome
que la dejara ir. Manny intentaba hacerme perder el rastro y lograr que
soltara a Carly, para hacernos terminar. La mantenía con vida así podría
usarla en mi contra. Pero no la había usado. Todavía no.
¿Por qué?, me pregunté en tanto me quedaba de pie junto a un
exhibidor de revistas. El rostro de Emmy me devolvió la mirada.
Porque Manny todavía intentaba recuperar el aliento. Con las
excelentes cualidades de investigación de Dormon, no le habíamos dado
una oportunidad de recuperar el aliento. Habíamos estado pegados a ella
todo el tiempo.
Necesitaba tiempo para armar un plan. Debía no solo darle ese
tiempo, también necesitaba darle el plan. Mientras ella se encontraba
ocupada ideando mi plan, estaríamos ocupados intentando encontrar a
Carly, y si no lo lográbamos, entonces al minuto que Manny intentase
usarla en mi contra, inevitablemente dejaría pistas del lugar donde la 272
tenía.
Mientras tanto, debía mantener la fachada al mismo tiempo que
solicitaba cualquier información y hacerlo sin elevar las sospechas de
Manny.
Eventualmente llegué a su lado, colapsando en la silla junto a ella,
provocando que se sobresalte. Saqué una botella de refresco de la bolsa
de la tienda de regalos, se la tendí. —Soy un idiota —dije. Saqué una pila
pequeña de revistas de chismes y las dejé en su regazo. Me examinó el
rostro cuando agregué—: He tenido unos días difíciles, pero tú también.
Lamento haber sido un imbécil.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo. No necesitaba revisarlo para saber
que era Spider. Giré la cabeza para mirarla.
Su expresión seguía siendo severa. —¿Has sabido algo de Carly?
Sacudí la cabeza y le repetí lo que Dormon me había dicho en el
teléfono cuando estábamos en la suite de luna de miel, como si estuviera
contándole a Manny algo nuevo, como si no hubiese escuchado ninguna
palabra. Mi dialogo fue confuso y emotivo, al igual que el de Spider. Con
mis codos en mis rodillas y las manos en el pelo, terminé. —Nada tiene
sentido para mí —dije.
Estuvo en silencio un rato. —Si fueras un hombre de apuestas,
¿quién dirías que la raptó, si es que la raptaron? —respondió al final.
—Todas las señales parecen apuntar al cartel —dije—. Eso si es
que siquiera la raptaron.
Una leve esquina de su boca se alzó. De forma milagrosa, le habían
dado un sospechoso alterno.
Nuestro embarque fue llamado. La gente comenzó a levantarse y
tomar sus cosas.
—Estás vibrando —dijo Manny. Sus ojos cayeron a mi bolsillo,
donde el teléfono seguía vibrando.
Me paré, saqué lo último de la bolsa de la tienda, y se lo pasé. Me
estiré mientras lo desenvolvía. Era una camiseta para niños con una
naranja encima.
Alzó la vista.
—Esa es tu talla, ¿verdad? —dije con una gran sonrisa en mi rostro.
Soltó una carcajada y la sostuvo sobre su pecho. —Sí. Perfecto.
Tomé su mano y la ayudé a levantarse. —Vamos. Vayamos a
emborracharnos en el avión —propuse.
***
273
Una vez el avión se encontró en el aire, una vez que confirmé que
Manny se hallaba calmada y se sentía segura, inmediatamente me puse
a trabajar e incité que me diera información de la locación de Carly. Por
el constantemente menosprecio hacia Manny, Víctor ya había hecho el
trabajo pesado por mí. El ego de Manny y la autoconfianza se hallaban
dañados. Estaba lastimada. Aquella fue la debilidad que ataqué. Pese a
la ira que invadía mi cuerpo, pese a querer retorcerle el brazo hasta que
se le rompiera, mantuve la conversación casual y me centré en el trabajo,
porque eso era lo que esperaba.
No pudimos llevar a ninguna de las tribus estadounidenses nativas
a la coalición. Era una hazaña imposible. Pero Manny no se encontraba
al tanto, y Arizona parecía tener la más grande tribu en los Estados
Unidos.
Tras un par de copas de champán y un poco más en el camino, le
saqué la idea a Manny, y escuchó, asintiendo entre sorbos. —No solo te
ganaría los votos de Shield por liderazgo, además podrías ganas todos los
votos de la organización para usurpar a Shield —dije—. Podría incluso
ayudarte. ¿Repíteme donde está tu domicilio?
—¿Es importante? —preguntó, como si realmente fuera importante
relacionado con el tema de conversación.
—Necesito saber si estás cerca de cualquier tierra de tribus. O peor,
si estás realmente en una de ellas. Invadiendo. Impidiendo los derechos
indígenas. No sería muy bien visto.
—No sé. Es cerca del desierto de Chihuahua. ¿Está cerca de algo?
—Se detuvo. Su copa quedó en el aire.
Fruncí el ceño como si en realidad estuviera pensándolo. Luego
negué. —Creo que no tendrás problemas. —Decidí que eso fue suficiente
por ahora. No podría arriesgarme a que notase lo que hacía—. Conozco a
alguien de la reserva cercana. Puedo conseguirte una reunión —dije, sin
saber si el tipo seguía vivo. Habían pasado años desde la última vez que
hablé con él.
—¿Cuándo? —Se inclinó tanto que podría fácilmente estar sentada
en mi regazo.
—Pronto —respondí—. Muy pronto.
Luego de que Manny bebiera su tercer trago, tuvo que usar el baño.
Usé la oportunidad para enviarle un mensaje a Spider con la información
que había podido reunir hasta ahora. No tenía señal, pero lo envié de
todos modos, así el mensaje le llegaría tan pronto recuperara la señal.
Para cuando volvió Manny, había guardado el celular y ordenado más
tragos.
274
***
***
275
Continuando con su necesidad de asegurar que todo el mundo
supiera que él era el rey, Víctor le había ordenado la coalición a reunirse
en persona nuevamente. Dejando de lado mis preferencias contrarias, era
algo peligroso; cada vez que nos reuníamos, siempre existía el riesgo que
siguieran a cualquiera y expusieran a todos.
En general, los miembros de la coalición eran personas de las que
no se habría esperado que fueran los principales de ninguna facción
organizada. Podrían haber sido los vecinos de al lado. Pero el riesgo
siempre estaba ahí. Sin embargo, Víctor no temía esa posibilidad. Deduje
que debía tener un hombre de dentro, alguien cercano a las unidades del
crimen organizado.
Nos reunimos en una granja comercial de cereales abandonada en
algún lugar de las afueras de Albany.
Manny y yo fuimos los primeros en llegar después de Víctor y sus
guardias. Nos obligó a llegar antes. Me ordenaron que me quedara fuera
mientras Manny entraba en uno de los graneros para hablar con Víctor
en privado. Esperaba que estuviera soltando algún secreto que hubiera
descubierto sobre mí, que probablemente no fuera mucho. Sin embargo,
con Manny, nunca sabía realmente lo que pasaba.
Mi teléfono sonó en ese momento. Era Joseph. Me acerqué al borde
del campo, mantuve la cabeza agachada y me acerqué el teléfono a la
boca para que, si alguien escuchaba o leía mis labios, no se enterara de
mucho, pero le advertí a Joseph que no podía hablar mucho.
Me informó que requerían de otro cargamento de drogas. Emmy
incrementaba su distribución. Ya tenían órdenes de más… mucho más.
¿Cómo era posible? ¿Cómo Emmy tenía tiempo para eso cuando, según
las noticias, pasaba sus días yendo de una residencia a otra?
No podía investigar sin arriesgarme a ser escuchado.
La puerta del granero se abrió. —Debo irme —dije.
—Entonces, ¿puedo llamar para pedir la orden? Ya nos atrasamos
con las ordenes —contestó Joseph.
Aurelie es la mejor opción. Yo soy la mejor opción, me recordé. Me
estremecí al pensar donde Emmy conseguiría los suministros si no fuera
a través de mí. —Sí, pero hablamos más tarde —dije antes de colgar.
La gente comenzaba a llegar; los autos entraban en los graneros
vacíos.
Manny se acercó a mí con la cabeza gacha. Claramente, la reunión
con Víctor no fue muy bien. Supuse que no tuvo nada que reportarle que
ya no supiera. —Necesito que programes esa reunión con tu contacto en
Arizona —dijo. 276
Uno de los guardias nos silbó, indicando que Víctor nos esperaba
para comenzar la reunión.
—Claro —contesté—. Podríamos ver cuando…
—No. Ahora mismo —replicó.
Otro silbido sonó. Víctor estaba apurado.
La dinámica en la junta había cambiado. Aquello fue evidente en
cuanto Manny y yo entramos. Víctor se hallaba sentado en la cabecera,
por supuesto. Manny se sentó en algún lugar del medio, no junto a él.
Me ordenaron sentarme al otro extremo de la mesa.
Viper estaba notablemente ausente, el único aliado de Manny, líder
de las pandillas callejeras, el opositor vocal de Shield, y nuevo amigo de
Joseph. Lo cual era desafortunado. Reunir a todas las pandillas callejeras
a la coalición y por fin trabajar bajo un mando me había requerido mucho
trabajo. Pero ya no era mi mesa. Entonces se me ocurrió algo: si Viper
abandonó la coalición, entonces él escapó y era buscado, o ya se hallaba
muerto. Ya había pensado que la gente empezaría a irse; lo que no planeé
es que fuera el único que estaba conectado a Emily, de algún modo.
En tanto Víctor continuaba su charla, pensé en Emily, y en Joseph.
Incrementaban sus suministros. Tenían más distribuidores. ¿Cómo pudo
haber ocurrido tan rápido?
La conversación en la mesa se volcó al cartel mexicano. Al parecer,
la reunión con el hombre que creyeron el líder del cartel había ido tan
bien, que consideraban despedir a Julien como el principal distribuidor,
y dar la bienvenida al grupo criminal a la coalición.
Sabía que Mariella era la líder del nuevo cartel, pero ¿acaso no
había enviado a Juan como representante? No lo creía, pero no podía
estar seguro.
—México, como miembro que paga por igual en esta mesa… ¿no
sería eso acaso una hazaña? —Víctor le sonrió a Jhonny—. Imagina las
líneas de distribución que se abrirían.
Luego me di cuenta de pronto: eso hacía Emmy. Abría sus líneas
de distribución al hacer lo que nadie más (incluyéndome) había sido
nunca capaz de hacer: estaba uniendo a las tribus indígenas, dándole
apertura al canal más grande de distribución que alguna vez habíamos
visto dentro de nuestros propios límites.
Y acababa de enviar a Manny a espiarla, queriendo lo que Emmy
acababa de hacer.
Como si pudiera oír mis pensamientos, Manny me echó un vistazo.
El estrellato de Jhonny la estaba alejando, y como un roedor acorralado,
Manny atacaría a cualquiera que se metiera en su camino. El problema
era que Carly y ahora Emmy estaban en su campo visual. Tenía que parar
277
a Jhonny antes que Manny se lanzara sobre los inocentes.
***
278
26
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.
***
***
Esa noche, después de la cena, vi que Mariella se levantaba de la
mesa y se dirigía a un pasillo que salía de la cocina. Decidí seguirla y me
arrastró a un lavadero.
—Has ocultado a propósito que ibas a traer a Manuela contigo —
dijo.
Eché un vistazo a la habitación. Nos quedamos al lado de cuatro
máquinas, que se encontraban todas en marcha.
—Esta es la única habitación que no ha sido intervenida. Solo los
hombres son tan estúpidos como para pensar que en la lavandería nunca
pasa nada interesante —aclaró.
—Entiendes que no puedo permitirte matar a un miembro de la
coalición sin permiso de la organización —dije.
—Sus reglas, no las mías. Si la quisiera muerta, estaría muerta. No
tengo intención de matarla todavía.
—Y, sin embargo, cuando pensaste que Manny iba a su casa en
Arizona, intentaste eliminarla.
Se quedó quieta, sin apartar los ojos de mi cara.
—La persona a la que ibas a disparar no era Manny. Era mi amiga.
—¿Tu amiga? 282
—Era Carly. La conociste en tu casa.
—Carly —repitió al fruncir el ceño—. ¿La pequeña de pelo castaño
que ayudaba a mi hijo mayor con los deberes de matemáticas? —Eso
sonaba como algo que haría Carly—. ¿Están trabajando juntas ahora?
Tengo la sensación de que ella y Manuela no se caen especialmente bien.
—Carly no está allí por su propia voluntad —expliqué—. Hemos
tratado de recuperarla, pero no hemos podido encontrar el lugar. ¿Puedes
decirme dónde está?
Lo consideró por un momento. —No puedo —dijo—. Lo siento por
tu amiga. Parecía una chica dulce, pero no puedo ayudarte. —Encendió
un cigarrillo y se apoyó en una de las máquinas. Me dijo que uno de sus
envíos fue interceptado por Juan, el hombre al que Johnny y Shield
señalaban como el aparente líder del cartel. El envío había sido rastreado
por última vez hasta una casa en Arizona antes de que la seguridad de
Mariella perdiera la señal del rastreador. Habían estado vigilando dicho
lugar, cuando Manuela fue vista llegando con un ejército de guardias. En
ese momento, asumieron que era porque trasladaban el cargamento, por
lo que habían intentado acabar con todos ellos.
Así que Manny estuvo trabajando con Juan, hasta que la traicionó
para trabajar con Johnny. ¿Qué planeaba hacer con el cargamento?
—Mariella, no quiero tener nada que ver con tu producto. Solo
necesito recuperar a mi amiga antes de que sea demasiado tarde.
Dio una larga calada a su cigarrillo.
—Por favor —insistí—. Si puedo sacar a Carly, también puedo
ayudarte a conseguir tu barco... —Le arrebaté el cigarrillo, lo tiré al suelo
y lo pisé mientras agarraba a Mariella por las caderas y la empujaba
contra la lavadora.
La puerta se abrió. A través del reflejo de la lavadora, pude ver que
era uno de los hombres de Víctor, pero Mariella y yo fingimos estar
demasiado absortos el uno con el otro como para notarlo. Cerró la puerta
y se fue. Con sus labios aún en mi oído, susurró la dirección de Arizona.
La solté de nuevo en el suelo y le envié la dirección a Spider. No
podíamos perder un momento. —Gracias —le dije en tanto guardaba el
teléfono.
—No te servirá de mucho. Uno de mis hombres pudo colarse dentro
antes de que llegara la siguiente caballería de Manny. El lugar se hallaba
vacío. Deben haber trasladado ya la droga antes de que llegáramos.
Ante esta noticia, tuve que recordarme a mí mismo que debía ir
paso a paso. —¿Se escapó alguno de los hombres de Manny durante el
encuentro? 283
—Solo unos pocos.
—¿Es posible...?
Puso una mano en mi hombro. —Mi explorador no informó haber
visto los cuerpos de ninguna mujer. Si ella estaba allí, es posible que
haya escapado con uno de ellos.
Ya depositaba mucha confianza en Mariella, y estaba a punto de
mostrar mi mano aún más. Había mostrado su disposición a ayudarme,
y necesitaba mantenerla como aliada. —¿Estás trabajando con Johnny?
—le pregunté.
Levantó las cejas. —¿Por qué preguntas algo así?
—Hace un rato te estabas poniendo muy cariñosa con él.
—Te olvidas de que soy una ex reina de la belleza, convertida en
una rica y solitaria ama de casa con un idiota como marido. Se espera de
mí que coquetee —dijo—. No, no estoy trabajando con él. Pero tengo
curiosidad por saber por qué crees que lo haría.
—Creo que tus problemas pueden ser más grandes que perder un
envío. —Miré mi reloj; ya habíamos estado allí demasiado tiempo. Me
apresuré a repasar mi teoría de que Juan traicionó a Manny y trabajaba
con Johnny y que éste usaba a Juan no solo para hacerse con la herencia
mexicana sino también para hacerse con México.
—Eso explica por qué Manuela parece tan infeliz como mi marido.
Esto casi me hace más feliz que verlos muertos en una zanja. En cuanto
a que Juan y Johnny se apoderen de México, eso no sucederá. Te lo puedo
asegurar.
—No subestimes a Johnny —advertí a medida que me acercaba a
la puerta.
Me despeinó para que pareciera que habíamos estado tonteando.
—Me encargaré de ello.
—Si, mientras te ocupas de las cosas, encuentras a Carly —
susurré, y se me cortó la voz.
—Si la encuentro, te la devolveré. No olvido a mis aliados.
***
***
Víctor quería reunirse con nosotros antes de la gran reunión. Todos
se reunían bajo tierra debajo de un hotel para que él pudiera anunciar
oficialmente a Manny como el segundo al mando. Pero nos quedamos
atascados en el tráfico durante una hora debido a un evento de caridad
cerca de donde nos reuníamos. Manny le gritó al conductor.
Había un Ferrari a nuestro lado. Spider y yo robamos uno una vez,
mientras el dueño miraba. El dueño, un pandillero local, probablemente
no era alguien con quien uno debería haberse metido. Pero a Spider no
le gustaba su cara, así que robamos su Ferrari, lo raspamos muy bien,
lo llevamos a la playa y vimos cómo la marea se lo llevaba. Spider siempre
había estado buscando pelea.
Tragué la mezcla de gruñidos y bilis subiendo por mi garganta.
Miré fijamente por la ventana, evitando el Ferrari.
Víctor, en esmoquin, al mando de un grupo de guardias, nos recibió
en un estacionamiento subterráneo. Tan pronto como salimos del coche,
nos registraron. Nos quitaron los teléfonos celulares y nos dieron otros
nuevos.
—A partir de ahora, mantendrás esto contigo en todo momento —
dijo Víctor.
Víctor eligió el control sobre la confianza, y la confianza era clave
para la coalición. Sin ella, la coalición se desintegraría. Sosteniendo mi
298
teléfono entre dos yemas de los dedos, uno de sus hombres procedió a
colocarlo en una bolsa de plástico transparente y etiquetarlo, como solo
lo habría hecho la policía. ¿Hasta qué punto se había corrompido la
policía? No importaba. No encontrarían nada en él, ya que lo limpié antes
de salir del coche.
—¿Sabes de lo que me he dado cuenta? —me dijo Víctor—. No
puedo manejar las cosas como tú. He tenido a Manny siguiéndote desde
hace… ¿cuánto tiempo? ¿Meses? En todo ese tiempo, solo he aprendido
una cosa que ha sido de algún valor para mí. ¿Sabes qué es eso? No ha
habido trucos ni cartas bajo la manga. Eres tú. Eres la razón por la que
funciona la coalición. Me duele admitir esto, pero parece que tú eres el
secreto. No puedo reemplazarte, y seguro que no tengo tiempo para eso,
incluso si pudiera.
La cabeza de Manny se sacudió tan rápido que un mechón de
cabello se soltó de su cola de caballo. —¿Estás diciendo que planeas
poner a Cameron como tu segundo, para liderar la organización después
de las elecciones?
—Por supuesto que no —respondió como si hubiera sido yo quien
hizo la pregunta—. Socavarías mi liderazgo en cada paso del camino. Lo
que estoy diciendo es que elegiré a alguien que tenga un historial de poder
mantenerte bajo control. —Le guiñó un ojo a Manny.
—¡Lo tenemos! —exclamó un hombre que estuvo buscando en el
teléfono de Manny.
—¿Y sabes lo que he aprendido de ti, Manny?
No respondió. Sus ojos se encontraban pegados a su teléfono como
si su alma, si aún existiera, estuviera capturada dentro de él. Por qué
algo de esto fue una sorpresa para ella, no lo sabía.
—Has sido de gran ayuda al mostrarme la manera de hacer que
todo esto funcione. Debo admitir que nunca fue mi plan mantener a
Cameron en la organización. Pero ahora me doy cuenta de la falla en mi
pensamiento. Estaba siendo emocional sobre todo el asunto. Esto es algo
que me ayudaste a darme cuenta, Manny, y serás recompensada por ello.
Aunque —hizo una pausa y se llevó un dedo a los labios como si estuviera
pensando—, hubiera sido mejor si simplemente me hubieras entregado a
Carly en lugar de usarla para avanzar en tus negociaciones. —Sus ojos
se entrecerraron por un breve momento y luego se abrieron divertidos—.
¡Bah! Ya es agua pasada. Has consolidado tu lugar en la organización, y
eso es todo lo que importa, ¿verdad?
A todos los miembros se les entregaron unos teléfonos nuevos, que
serían los únicos dispositivos de comunicación que utilizaríamos a partir
de ese momento, con una pena equivalente a la traición si fallamos. Una
sombra pasó por el rostro de Víctor: el fantasma de Bill. Todavía podía 299
verlo a veces en sus gestos. A veces, solo un movimiento rápido de ese
maldito cabello me hacía mirar dos veces. El efecto de la droga se estaba
agotando. Mis manos empezaron a temblar. Necesitaba concentrarme y
necesitaba un momento de soledad para poder tomar un par de pastillas
más.
Víctor me atrapó tratando de meter mis manos en mis bolsillos en
tanto luchaba un poco debido a los temblores. Sonrió como si le acabaran
de decir que había ganado una medalla olímpica por un tecnicismo, y nos
dejó en una habitación, deteniéndose en la puerta. —Buen trabajo en
traer a la jefa a la organización —le dijo a Manny.
Necesitaba hallar un teléfono, pero las puertas estaban vigiladas.
No había forma de que usara el teléfono que Víctor me asignó, no hasta
que descubriera una forma de eludir su software de espionaje, algo que
no podía hacer bajo la mirada del guardia en la puerta y con Manny
parada a mi lado.
Mientras unos cuantos miembros se filtraban en la sala, dirigí mi
atención a Manny. El sudor goteaba por la parte de atrás de mi camisa.
Le apreté el brazo, sintiendo que los latidos de mi corazón se aceleraban
a través de mis manos temblorosas como un código Morse que tatuaba
SOS a través de mis venas. —Todavía puedes detener esto. Puedes… —
Necesitaba tiempo—. Él no te pondrá como su segundo si le das a Carly.
Ella es tu única moneda de cambio.
Me miró a los ojos y arrebató su brazo.
Llegaron más miembros de la coalición y cada uno de ellos miró su
nuevo teléfono, confundido y desconcertado, como si la brisa se hubiera
convertido en una ráfaga de viento huracanado y éste hubiera cambiado
repentinamente de dirección. Hubo poca plática y poco contacto visual
cuando los miembros tomaron asiento en la mesa. Más miembros se
encontraban ausentes de la organización. Como en el caso de Viper, cada
uno de sus asientos fue ocupado por alguien nuevo, alguien desconocido
para nosotros, alguien elegido por Víctor.
Le dijeron a Manny que se sentara al lado de la silla de Víctor, lo
que la hizo mirar alrededor de la mesa con un leve triunfo. Me hallaba a
punto de tomar asiento en el extremo más alejado de la mesa, cuando me
dijeron que me sentara al lado de Manny. Si alguien de la mesa interpretó
algo de eso, no lo dejó saber.
Todos nos sentamos en la sala demasiado calurosa, esperando a
que apareciera Víctor. La única conversación provenía de los novatos, los
hombres elegidos por Víctor. Todos los demás apenas podían soportar
mirarse a los ojos al pasar.
Cuando Víctor apareció, se detuvo entre Manny y yo camino a la
cabecera de la mesa. —Mis hombres me dicen que los están deteniendo
en el camino donde retienes a Carly —le dijo a Manny. Él le entregó su 300
teléfono—. Por favor, llama a tus hombres. No queremos que esto se
convierta en un baño de sangre, ¿verdad?
Manny me miró en busca de orientación.
—Tu lugar en la cabecera de la mesa —agregó Víctor.
Manny no se movió.
—Cuidaré mejor de ella —me dijo él—. Carly estará segura y feliz y
vivirá como una reina mientras continúes cooperando.
Manny le devolvió su teléfono. —Podemos discutir su liberación
una vez que me hayas confirmado como tu segundo.
Víctor forzó una sonrisa, pero vi el tic en la esquina de su ojo
izquierdo. —Sea cual sea el origen de tus consejos, son desacertados, y
creo que también te darás cuenta que son egoístas.
Al ocupar su lugar en la cabecera de la mesa, Víctor se tomó su
tiempo. Agradeció a Manny por todo su arduo trabajo. La incorporación
de nuevos miembros a la mesa fue increíble, dijo. Traer miembros de las
Primeras Naciones era prácticamente inaudito, agregó. Sonrió sin que se
le crisparan los ojos. Miró a Manny. Ella sonrió y colocó sus palmas sobre
la mesa, preparándose para levantarse y aceptar la oferta de Víctor. Pero
él me miraba ahora, y la puerta se abrió de nuevo.
28
Traducido por Alessandra Wilde & mimi_jm
Corregido por Umiangel
***
***
*** 308
—Escuché en la televisión que hubo un tiroteo y que Emily estaba
allí —dijo, mirando por la ventana. Encontramos un restaurante abierto
las veinticuatro horas al otro lado de la calle del hospital—. Espero que
el pobre chico esté bien. Es muy bueno para ella. —Volvió a mirarme de
soslayo y, por un momento, me sentí como un niño—. Debí haber hecho
que nuestro guardia de seguridad te disparara cuando te vio merodeando
por la propiedad hace tantos años.
—Las cosas habrían sido mejores para ella si lo hubieras hecho.
—¿Como está la bebé?
Seguía confundido por el hecho de que dejaran a Billy en casa de
la madre de Joseph. Sin embargo, saber que estaba bien me permitió
concentrarme por completo en Emmy. —A salvo —respondí.
Parpadeó y se quedó en silencio por un momento. Me dijo que trató
de comunicarse con Emmy durante algún tiempo, pero que ninguno de
los datos de contacto que tenía funcionaba. Me sostuvo la mirada. —¿En
cuántos problemas se ha metido?
—Muchos. Más que muchos. Necesito sacarla. —Mi teléfono sonó
y me disculpé para atender la llamada de Joseph.
Me dijo que Tiny había sido quien le disparó a Griff.
—Eso no es posible —dije, sentándome en el borde de una cabina.
—Alguien publicó imágenes de la escena. Intento localizar la fuente
original del video. —Se detuvo—. Sin embargo, el video es bastante claro.
Fue abatido a tiros por la policía.
Me senté en la mesa con la cabeza apoyada en mi mano. Joseph se
quedó en la línea, pero no dijo nada durante un rato.
—Emily lo vio —dijo finalmente—. Su cabeza giró en dirección de
él justo antes de que disparara el arma. Creo que la llamó.
Una mesera se acercó a la mesa donde María seguía sentada. Los
ojos de ella se encontraban sobre mí. Emily conocía a Tiny y sabía que
trabajaba para mí. Pasó suficiente tiempo en la granja con él. Pero Tiny
nunca habría ido tras Emily, y nunca habría llamado la atención antes
de dispararle a alguien. De alguna manera se había visto comprometido
y obligado a actuar en un espectáculo, un espectáculo producido solo
para ella, en el que yo era el villano que le ordenó a Tiny que disparara,
mientras que la gente como Griff, la gente que se preocupaba por ella era
eliminada uno por uno, de una forma u otra. El programa fue producido,
dirigido y protagonizado por Víctor Orozo. Joseph me dijo que trataría de
conseguir más imágenes, pero hasta ahora solo pudo encontrar un video,
lo que confirmó mis sospechas de que Víctor lo orquestó todo.
Escuché sus palabras, pero mi mente no podía superar la muerte
309
de Tiny y el hecho de que, en este momento, Emily pensaba que intenté
dispararle a Griff o a ella. —Necesito entrar a ese hospital.
—La presencia policial no ha disminuido ni un poco —dijo Joseph.
Pasó una ambulancia con las luces encendidas. —Es un hospital.
La gente entra y sale sin parar. Tiene que haber una manera de que yo
pueda entrar.
—Se habla en internet de una conferencia de prensa en el hospital.
Esta podría ser nuestra oportunidad. Te llamaré, pero me llevará un
tiempo.
Cuando regresé a la mesa, María me había pedido comida e insistió
en que comiera antes de que se pronunciara otra palabra. Solo el olor a
comida me dio ganas de vomitar. María me tomó la mano y puso una
cuchara en ella. —No se puede hacer nada si te enfermas.
Decidí que sería más rápido seguirle la corriente que pelear con
ella, así que comí una cucharada de sopa. Era como comer rocas y
tragarse una piedra.
—¿Cuándo puedo ver a la bebé? —me preguntó.
Miré hacia el hospital. ¿Dónde se encontraba Emmy? ¿En qué ala?
Debí preguntarle a Joseph eso. Debí haber estado más preparado. —Billy
está a salvo. Es a Emily a quien tenemos que ver.
Suspiró. —No estoy convencida de que estés tomando decisiones
racionales en este momento. Lo que sí sé es que yo crié a Emily, y ahora
la niña de mi Emily me necesita.
Cada vez que miraba por la ventana, parecía que había cada vez
más policías. La multitud solo aumentaba la respuesta policial. Cuanto
más abordaba la idea de que María fuera al hospital a entregarle un
mensaje a Emmy, más se resistía, hasta que se levantó y agarró su
abrigo. De repente, tuve la urgencia de irme con ella.
Callister se encontraba a solo una hora de viaje en avión. Podría
volver a tiempo, entrar en ese hospital y sacar a Emmy. Sabía que podía,
y sabía que Emmy querría que Billy estuviera lo más protegida posible
contra Víctor. Mientras María y yo nos sentábamos en el taxi, conseguí
que un avión se reuniera con nosotros en el aeródromo más cercano.
Cuando aterrizamos en Callister y recorrimos el trayecto, ya era de
noche. La madre de Joseph abrió la puerta en camisón. Meatball salió
disparado de la nada, golpeando su cabeza gigante contra mis piernas.
Corrió en círculos a mi alrededor mientras caminábamos por el pasillo
del apartamento.
—No vuelvas a despertarla —le advirtió la madre de Joseph a
Meatball—. Tuvimos una tarde ajetreada en el parque, y todo ese aire
fresco y ver a esta cosa persiguiendo ardillas realmente la cansó —dijo. 310
En la habitación de Joseph, había un corralito infantil instalado en
el medio del piso, con una mecedora al lado. El resto de los muebles se
empujó a un rincón, y la cama de Joseph, llena de pañales, se transformó
en una estación de cambio. Tan pronto como entramos en la habitación,
Meatball se calmó y me miró, aunque su cola rechoncha se negó a bajar
la velocidad. Se adelantó y se sentó frente al corralito, como si tuviera allí
a uno de sus cachorros. María y yo nos asomamos por el borde. Contuve
la respiración, como si no estuviera seguro de lo que encontraría allí. En
realidad no tenía la certeza de lo que encontraría dentro de mí, algo que
había empujado a un rincón como los restos de la habitación de Joseph.
La bebé que dormía en el corralito no era la que rondaba por mis
pensamientos en los últimos meses. Esta era más grande y regordeta.
Tenía mejillas redondas, diminutos rollos de grasa en sus extremidades
abiertas y una boca en forma de O que juntaba y dispersaba aire como si
no fuera gran cosa. Esta no era la pequeña frágil que recordaba.
Ella podría haber sido el bebé de cualquiera. Excepto que no lo era.
—Absolutamente perfecta —dijo María.
En algún momento, sin darme cuenta, María se fue y Meatball se
durmió. Una punzada de dolor me recorrió la columna y el cuello por
estar inclinado sobre el corralito durante tanto tiempo. Ya había pasado
mis dedos por sus diminutas palmas y por sus mejillas, nariz, orejas y
frente. Cuando la vi por última vez, tenía una cabeza llena de cabello
negro, que supuse era mío. Ahora estaba prácticamente calva, salvo por
un mechoncito de cabello rojo en la parte superior de su cabeza. Busqué
sus rasgos, viendo mucho de Emmy en ellos.
Luego comencé a ver partes de mí en ella, como en la hendidura de
su barbilla. Tal vez imaginaba demasiado. No era mi barbilla, aunque sin
dudas sí lo era.
Ya no podía soportar agacharme. Pero no podía irme ni quitarle los
ojos de encima.
Mis manos, de repente sintiéndose muy grandes, se deslizaron
detrás de su diminuta espalda, mis dedos de ogro se deslizaron detrás de
su diminuta cabeza, y levanté a mi bebé de su cuna y la puse en el pliegue
de mis brazos. Los dos nos quedamos allí por un rato como si siempre
hubiéramos hecho esto. La conversación de la madre de Joseph y María
se detuvo en algún momento. Se habrán ido a la cama, pensé. Meatball
roncaba, eso al menos no había cambiado. Con Billy aún en mis brazos,
me senté en la mecedora y ella se movió. Sus ojos se entreabrieron, pero
su aliento se mantuvo uniforme. Me observó y, por un momento, quedé
hipnotizado, tanto aterrorizado como eufórico. Billy sonrió, exponiendo
sus encías desdentadas, y un pequeño suspiro escapó de su boca. Luego
se volvió a dormir como si nada. Como si me conociera. Como si hubiera
estado allí todo el tiempo. 311
Como si no me hubiera perdido la mayor parte de su vida hasta
ahora.
***
312
29
Traducido por Umiangel
Corregido por Pame .R.
***
***
319
30
Traducido por Julie & Gesi
Corregido por Umiangel
***
Podía oler el aire del mar incluso antes de despertarme del todo.
Incluso con los ojos cerrados y con la manta sobre la cara, supe que
alguien volvió a abrir esas malditas persianas.
Mi almohada estaba mojada. Cuando intenté cerrar los ojos, las
lágrimas cayeron sobre la almohada. No recordaba haber llorado, pero
tampoco recordaba haber dejado de hacerlo. Solo quería dormir, pero la
brisa me hacía cosquillas en la parte superior de la cabeza. ¿Cuál era la
fascinación de todos por la luz? Suspiré y tiré las mantas a un lado.
Me incliné para cerrar las persianas y lo vi de pie en la terraza con
la cabeza apoyada en los brazos contra la barandilla, dando patadas a
un guijarro en las tablas. Las gaviotas gemían con la brisa.
La mejor vista del condado, y él está mirando sus pies, dijo la voz
antes familiar dentro de mí. Todavía tenía esa asquerosa barba.
Me puse el albornoz que encontré en el respaldo de una silla.
Mi prima Aurelie se encontraba en la cocina, lavando tomates. Su
delantal se encontraba impregnado de tierra y jugo de tomate, sangre
vieja y nueva. Señaló con la nariz hacia la cubierta, donde estaba parado
Cameron. —Il est beau ton mec mais un peu trop grognon pour mon gout.
—Ella pensaba que era guapo, pero demasiado gruñón para su gusto.
Cameron levantó la cabeza cuando salí.
—Hola —dijo, creando una nueva serie de arrugas en su frente. Dio
un paso hacia mí. Puse una mano en guardia y seguí caminando hacia
la barandilla.
Mis ojos se cerraron cuando el sol llegó a mi piel. Me obligué a
abrirlos y retrocedí al sentir la brisa en mi piel.
—Me alegro de verte levantada —dijo.
—¿Por qué estás aquí?
—No me gustaría estar en otro sitio.
—No te quiero aquí —dije. En mi visión periférica, pude verle tan
erguido como los pinos de Córcega que salpicaban el horizonte. Esta vieja 321
casa de campo familiar quedó grabada en mis recuerdos como si hubiera
leído sobre ella en una novela y no hubiera pasado allí un verano entero,
persiguiendo a mi prima descalza por los viñedos familiares. Un lugar así
no podía ser real, me había dicho muchas veces—. ¿Eres el responsable
de traerme aquí?
—Fue un trabajo en equipo —respondió.
Ahora estaba a mi lado, lo suficientemente cerca como para que su
esencia se mezclara con el aire del mar y la tierra húmeda como una
especie de perfume tortuoso. El olor a tierra... mi mente conjuró la
imagen de un bosque, exuberante y tranquilo, con helechos en el suelo y
troncos de árboles más grandes que el círculo de mis brazos.
—No deberías estar aquí —dije, interrumpiendo mi propio tren de
pensamientos. Tragué, y el esfuerzo me dejó una sensación de ahogo
gradual, un apretón con el intento de mi cuerpo de ser humano—. No
debería estar aquí. No quiero estar aquí.
Mientras mis ojos se fijaban en el horizonte, podía sentir sus ojos
puestos en mí. —Yo no maté a Griff —dijo.
Griff. Matar. Muerto. Griff estaba muerto. Desde algún lugar, de la
nada, oí el ladrido de un perro y luego una ráfaga de risas que me resultó
tan familiar como si la ráfaga hubiera escapado de mi propio cuerpo. Billy
y Meatball.
Las imágenes, aleatorias y vívidas, se arremolinaron en mi interior:
un pasillo, vacío y que se extendía como si no tuviera fin; motas de polvo
que colgaban en el aire como el interior de un globo de nieve, como si el
tiempo se hubiera detenido; un dormitorio, vacío y después no; pies con
zapatillas, inmóviles; una camisa ensangrentada; y cuerpos. Parpadeé y
la gente, personas reales, seres enteros, se convirtieron en cascarones
vacíos.
—Em, lo siento por todo —dijo Cameron, como si tuviera derecho
a decirlo. Mi cabeza se sacudió de lado a lado, y él me tomó por los
hombros y me obligó a mirarlo, como solía hacer cuando necesitaba mi
atención.
—No debiste traerme aquí —dije—. No debería estar aquí. Debiste
dejarme. Todos ustedes deberían haberse ido.
Su expresión decayó. —Cielos —murmuró. Sus ojos eran oscuros,
pozos sin fondo—. Nada de esto es culpa tuya.
—Esto va a seguir sucediendo. Pops, Margaret, Griff, Rocco, Bill y
Frances. Seguirá sucediendo hasta que todos ustedes se hayan ido.
—No. Eso no es cierto.
Me clavé un dedo en el corazón. —¡Debiste dejarme allí!
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Emmy... 322
El corazón me latía con fuerza y mi cabeza daba vueltas a una
rotación de imágenes borrosas. El suelo retrocedía, amenazando con dar
paso al abismo de oscuridad que esperaba, siempre esperaba. Necesitaba
entrar, pero él me sostenía con mucha fuerza. Cameron se aferraba a mí
demasiado fuerte.
—Tengo que volver allí —dije—. Tengo que volver antes de... ¡oh,
Dios!
El mundo se movía a nuestro alrededor, como si mi cabeza
estuviera atrapada en un remolino de polvo; mis ojos no veían realmente
nada, pero también lo veían todo a la vez: tantas caras, tantos lugares
para que Víctor se escondiera, un millón de granos de arena.
—Antes de que venga por mí. Va a venir. Nos está observando.
Siempre vendrá por mí. Y ahora todos ustedes están aquí. No. No, tengo
que irme.
Mi respiración se detuvo. Nuevas imágenes se plegaron en los
remolinos de mi mente, y el paisaje de mis sueños se convirtió en una
pesadilla de lugares para que él se escondiera, vigilara, tramara. La risa,
que antes era una rareza preciada, ahora había desaparecido. Los ojos
marrones, antes llenos de vida, ahora estaban vacíos. Imaginé una cuna
vacía y una mano pequeña y regordeta, inmóvil.
A pesar de que Cameron me agarraba con demasiada fuerza, el
suelo cedió y escapé de nuevo a mi pozo.
***
***
324
Tomadas de la mano, Carly y yo volvimos a la casa de campo tan
tranquilamente como habíamos salido. Mis piernas apenas conseguían
mantenerme en pie. Era como si me hubiera tirado por el borde y me
hubiera arrastrado por el dique. En muchos sentidos, lo había hecho.
Volvería a la cama, pero una luz en una de las habitaciones me detuvo.
—María debe estar levantada —dijo Carly, con la voz ronca.
María se encontraba allí. Siempre estaba allí. Lo sabía tanto como
que la tierra era redonda.
Carly pasó de largo cuando María llegó a la puerta de su dormitorio.
Las gafas le colgaban de la nariz y llevaba un libro bajo el brazo. Me
examinó por encima del borde de sus gafas. —Volviste. —Lo dijo en un
sentido más figurado que físico.
Apretada contra la pared junto a la puerta había una cuna. Inhalé.
La habitación olía a toda la bondad del mundo, a toda la dulzura que era
Billy. Todo lo que podía ver desde la puerta era la parte superior de la
cabeza de Billy; su pelo sobresalía como si estuviera electrificado.
María se apartó y me cogió el codo, obligándome a entrar. Me hallé
al lado de la cuna. Billy dormía boca abajo, extendida sobre el colchón
como si se hubiera quedado dormida en un intento de alcanzar todos los
rincones y emprender el vuelo. Su minúscula mano se abría y se cerraba
como si todavía estuviera buscando. ¿Estaba soñando? Me llevé la mano
a la boca, sofocando algo en mi interior. ¿Cómo pudiste?, me pregunté a
mí misma. ¿Cómo pudiste abandonarla?
—Ella solo recordará lo que elijas hacer de aquí en adelante —dijo
María, con un tono claro y tranquilo. Después secó la lágrima que se me
escapó del ojo, como hizo tantas veces cuando yo era una niña—. Ahora
las lágrimas se irán. Mañana será otro día. Una buena noche de sueño
trae una nueva perspectiva.
Tragué saliva y asentí con la cabeza, como cuando era niña. Me
mandó a la cama y prometió traerme a Billy en cuanto se despertara por
la mañana. Apagó su lámpara de lectura, haciendo que el pasillo volviera
a sumirse en la oscuridad a la que mis ojos ya no se encontraban
acostumbrados.
Deslicé la mano por la pared hasta encontrar la puerta de mi
dormitorio. Entré de puntillas en mi habitación, pero mi pie se enganchó
en el borde de la alfombra y caí de rodillas. Me quedé escuchando por un
momento, esperando que el sonido de mis rodillas golpeando el suelo
hubiera despertado a toda la casa, pero no oí nada.
Volví a colocar la alfombra en su sitio, pero no hallé una alfombra
volcada. Encontré una mano inerte.
No tenía ni idea de dónde se hallaba el interruptor de la luz. Salí
disparada y corrí por la oscuridad, tirando cosas, cortándome la mano
325
con el borde de algo afilado, hasta que encontré una lámpara y la encendí.
Cameron estaba en el suelo. Tenía la sábana enrollada alrededor de sus
piernas. Era como si hubiera intentado levantarse, pero sus piernas no
habían llegado al borde. Intentó alejarse, pero no lo consiguió. Víctor vino.
Se llevó a Cameron. Cameron está muerto.
Debí haber gritado. Carly, María, Aurelie y un hombre al que no
conocía nos rodearon. —¡Cameron! —le grité a la cara. Pero era la cara
de Víctor la que veía por todas partes: en el cuerpo de María, en el de
Carly, asomándose por el lado de la cama, mirando por la ventana. Nos
encontró. No podía moverme. Meatball me ladró a mí, a Cameron y a todos
los demás, pero yo no podía moverme.
María tenía la mano de Cameron en la suya. —Tiene pulso. —Un
lamento surgió de la habitación de al lado—. Ve con Billy —ordenó, pero
mis piernas ya habían empezado a moverse.
A Billy no. A ella no. No puedes tenerla, Víctor. El pasillo no tenía
fin. Mis pies eran muy lentos. No pude llegar a ella. Llegué demasiado
tarde. Cuando doblé la esquina de la habitación de María, me estrellé
contra la puerta.
La cuna de Billy no estaba vacía. Ella seguía dentro, sentada, con
las lágrimas pegadas a la cara. Se estiró por mí. Mis ojos recorrieron la
habitación, examinando cada rincón. Tomé a mi hija en brazos y corrí
hacia la puerta, pero Aurelie me detuvo. Me sujetó por los hombros y me
sacudió suavemente. Billy volvía a llorar.
—Emilie, calme toi. Todo está bien. Cameron se va a poner bien. Ha
tenido un episodio. Por favor, siéntate —dijo mi prima. Me llevó a la
mecedora y me hizo sentar con Billy aún llorando en mi regazo.
Me senté erguida y paralizada en el umbral. Carly llamó a Aurelie
desde algún sitio de la casa.
—Por favor, tienes que calmarte. Estás asustando a Billy. Todo está
bien —dijo mi prima antes de alejarse.
El rostro de Billy era del mismo tono que los tomates de mi prima,
y apenas recuperaba el aliento entre sus chillidos. Meatball se acercó, le
olfateó los pies y apoyó su cabeza sobre mi regazo. De repente noté sangre
en su pijama, pero antes de que surgiera un nuevo nivel de pánico,
Meatball me lamió la mano, y recordé cortármela antes. Por lo que parecía
ser la primera vez desde que encontré a Cameron en el piso, exhalé y
luego forcé una inhalación y otra exhalación. Me repetí las palabras de
mi prima: Cálmate, Emily. Todo está bien.
Como si fuera algo natural, como si nunca hubiéramos estado
separadas, como si nunca hubiera abandonado a mi bebé, mi espalda se
apoyó contra el respaldo de la silla y mis pies comenzaron a empujarse
contra el suelo. Mi agarre alrededor de Billy se alivió levemente y, con el
326
tiempo, también lo hizo su llanto. Hipó y levantó la mirada, acerqué mi
rostro al suyo. Meatball salió de la habitación y Billy se acurrucó en el
hueco de mi brazo, en el sitio que era suyo, hasta que por fin sus hipos
se detuvieron el tiempo suficiente para que pudiera quedarse dormida.
Apoyé la mejilla en la pelusa color melocotón rojo de su cabeza y la olí.
Voces apagadas, compuestas y ensayadas, atravesaron la pared.
Reconocí la de Cameron, baja y lenta. Recorrí el pasillo con Billy en mis
brazos. Oía la de Carly al otro lado de la puerta, y entonces nuevamente
la de él. Mi prima se encontraba sentada, con las piernas cruzadas, en el
piso de la sala de estar. El hombre de más temprano entró, todavía en
calzoncillos, derramando por los bordes de unas tazas líquido caliente en
tanto la bandeja se desequilibraba.
María salió del dormitorio, con un par de vaqueros, los de Cameron,
y rebuscó en los bolsillos. Sacó un sobre de manila del tamaño de una
tarjeta de crédito, y cuando miró dentro, sus ojos se abrieron de par en
par, provocando que las arrugas de su frente se profundizaran.
—¿Qué es? —preguntamos con Aurelie a la vez.
Miró dentro del sobre y algo me tiró del pecho cuando me miró. Me
sostuvo la mirada por un momento, entonces asintió con la cabeza y sus
arrugas se suavizaron. Volcó el sobre sobre su palma.
Cayeron una docena de pastillas.
Aurelie sacudió la cabeza y tomó un trago de su té. —¿Se lo está
haciendo a propósito? Incroyable4 —dijo.
Estuve el tiempo suficiente en el negocio como para reconocer que
las píldoras eran fuertes estimulantes. No entendía por qué Cameron las
llevaba con él. Miré de María a Aurelie.
—Es un adicto, Emily —dijo la primera.
—Y parece que trató de desintoxicarse solo sin decírselo a nadie.
Lo que es increíblemente estúpido y peligroso.
—¿Pero por qué?
Ambas sacudieron la cabeza, se encogieron de hombros y bajaron
la mirada.
María tomó a Billy y Auriele me vendó la mano mientras permanecí
paralizada en una silla.
Entonces me puse de pie y respiré profundo antes de ir a la
habitación. Cameron se encontraba sentado en la cama, haciendo una
mueca, con la cabeza apoyada en el respaldo y las manos apretando la
sábana. Noté el color pálido de su piel. ¿Por qué no lo noté antes? Su
pecho desnudo estaba manchado y sus costillas sobresalían a través de
su piel como los codos de los niños.
Me senté en el borde de la cama, sin saber qué decir.
327
—Pensé que podía limpiarme sin que nadie lo supiera —explicó,
rompiendo el silencio.
¿Por qué las tomaba? ¿Hace cuánto tiempo? ¿Por qué no me lo dijo?
¿Por qué Cameron Hillard siquiera necesitaba tomar algo? ¿Cómo Cameron
Hillard, que era invencible, se volvió un adicto? Había muchas preguntas
que me recorrían la mente. pero una aún más importante que persistía:
¿Cómo pude no darme cuenta?
—¿Emmy?
—Estoy aquí —respondí.
***
La parte más difícil era verlo fingir que todo estaba bien, como si el
dolor no lo afectara, como si fuera invencible como todos creían que era.
Como yo lo creía. Pero ningún humano lo era. —Los humanos son solo
humanos —solía decir Pops, y ver a Cameron atravesar la desintoxicación
me recordó su humanidad.
4 Increíble en francés.
—Lo único que puedes hacer por él ahora mismo es mantener su
mente ocupada —dijo el médico del pueblo después de que Cameron se
negara a tomar todos los medicamentos para el dolor.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
En esa casa, como en todas las demás en las que estuve, Billy
reinaba, como debió hacerlo. Todos saltaban con cada gemido o risita.
Carly, en particular, se encontraba atenta, la única vez que no estaba
cerca de ella era cuando Cameron lo estaba. Algo sucedió entre ellos, algo
lo suficientemente grande como para separarlos.
La casa de mi prima no tenía televisores, ordenadores ni teléfonos,
lo que resultaba raro y también inconveniente, ya que dejaba al diálogo
como la única fuente de distracción. Se podía hablar del clima durante
cierto tiempo antes de quedarse sin patrones climáticos. El diálogo, del
tipo significativo que te ocupaba la mente, requería confianza. Cameron
y yo llevábamos tanto tiempo separados y enfrentados que la confianza
era una fábula, al menos para mí. Él siempre parecía estar un paso por
delante de mí; siempre hacía que pareciera que nunca habíamos estado
separados.
Mientras me concentraba en su salud y en tratar de averiguar
quién era y quién pensaba que era, ¿podían reconciliarse los dos?, él se
enfocaba en las cosas y los momentos pequeños. Era posible que tuviera 328
más respuestas que preguntas. O tal vez eso era todo lo que podía tolerar.
—¿Qué te dijo Kostya? —preguntó Cameron. Estábamos sentados
en la mesa de la cocina mientras Carly y María se encontraban reunidas
junto a la chimenea, turnándose para alzar a Billy. Mi prima y su novio
desaparecieron de nuevo en su habitación. La tormenta sonaba como si
alguien estuviera arrojando piedras a las ventanas.
—¿Quién es Kostya?
—El viejo ruso que se te acercó a hablar en el ascensor después de
la reunión en el hotel.
Era como recordar algo de la vida de otra persona. —Me preguntó
por Frances.
—¿Por qué?
Le conté sobre verlo saliendo de su apartamento cuando fui a
pedirle ayuda para sacar el dinero de mi hermano de un banco en las
Islas Caimán.
Asintió con la cabeza, como si explicara algo que no podía ver. Iba
a preguntarle por qué importaba y si sabía qué había sido de ella, pero le
temblaron las manos y los labios se le volvieron pálidos. Apretó las manos
en puños y se quedó perfectamente quieto.
Cuando regresó, cuando el color le volvió a los labios y los músculos
de su mandíbula se aflojaron, reprimió una tos y sus orejas de sonrojaron
en tanto sus ojos se encontraban con los míos por un momento. Entonces
miró furtivamente alrededor de la habitación. Si bien no había mucho
espacio en la cabaña de mi prima, María y Carly no parecieron notarlo,
aún no.
Sus ojos permanecieron en algún sitio más allá del pasillo. Pude
darme cuenta en lo que pensaba: el pequeño sobre de manila.
—Vamos a caminar —dije, me puse de pie y me alejé antes de que
pudiera negarse. Al pasar por la puerta cerrada de la habitación de mi
prima, escuché voces que no reconocí.
Mientras buscaba mi chaqueta, Cameron miró al exterior justo
cuando un trueno cayó cerca. Abrió y cerró la boca, como si estuviera
luchando por encontrar una palabra más agradable que locura.
No solo estaba mojado afuera, sino que hacía mucho frío. Olvidé
los extremos climáticos de los que era capaz este lugar. La lluvia tenía
sabor a sal y a marisco viejo. Con cada paso, el agua subía más arriba
por las perneras de mis pantalones, como arañitas empapadas. El único
paraguas que logré encontrar era demasiado chico para dos adultos. Me
acurruqué dentro de mi chaqueta y mantuve la boca cerrada para que no
oyera el castañeo de mis dientes. Me abrazó por los hombros y me jaló
contra su costado. —Esto me recuerda a la vez que chocaste el auto de
tu hermano en el bosque. 329
Una escena se reprodujo en mi mente, una de un chico intentando
enseñarle a una chica cómo conducir un coche que no podía costear.
Esas personas no podíamos haber sido nosotros. Esa chica sin dudas no
era yo.
—Parece que fue hace siglos, ¿verdad? Le llevó muchísimo tiempo
a Spider sacar esa cosa del… —Respiró entrecortadamente y la mantuvo.
Algo le sucedió a Spider. Lo supe en el momento en que vi a Carly
sin él. Spider sin Carly, Carly sin Spider, era algo demasiado raro como
para no notarlo. —¿Cómo murió? —finalmente le pregunté.
—Vayamos por allá —dijo, acercándome más.
La lluvia se me metía en los ojos. Sin que yo lo notara, movió el
paraguas para que me cubriera por completo y quedarse bajo la lluvia.
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que hacer eso?
En desafío, para obligarlo a cubrirse, me abracé con más fuerza a
él. Se me volvió un poco borroso el cerebro en el proceso. —Encontré a
Pops y Margaret muertos en su casa —dije en voz alta por primera vez.
Agachó la cabeza, le tomó un momento responder. —Lo siento. No
conocía muy bien a Margaret, pero Pops era un buen hombre.
Mi mente recordaba los pies flácidos en pantuflas y una casa como
un ataúd. Sentía el estómago como si lo hubieran encerrado en cemento.
Sentí la necesidad de correr, ¿pero a dónde? ¿Correr a dónde? Me obligué
a volver a ese día, retroceder desde el dormitorio y por el pasillo. La cocina
se encontraba vacía, pero no completamente. Dos tazas fueron dejadas
en la encimera junto a un frasco vacío de hierbas, el que tenía la tapa
roja brillante, el que generalmente estaba arriba del armario más alto, el
que Margaret me dijo que no tocara nunca.
Cameron me apretó el hombro y me trajo de regreso.
—Se suicidaron. —Lo miré—. Víctor estaba yendo a arrestarlos.
Iban a ir a la cárcel.
Pops y Margaret me habían dicho que estaban inextricablemente
conectados a la tierra, ya que la tierra sostenía sus cuerpos y sus almas.
No podían dejarla. Decidieron llevársela al más allá con ellos antes de que
Víctor y su policía corrupta se los llevaran. La imagen de Víctor saliendo
de su coche, sus pies tocando un suelo sagrado que había contaminado,
hizo que la bilis me quemara el pecho. —Tomó el control de la reserva. Y
Griff… —Respiré y le conté sobre el video y su confesión—. Quería a Griff
muerto. Estaba muy enojada y, justo en ese momento, una fracción de
segundo, deseé que estuviera muerto. Y me di cuenta de que lo estaba.
Si se hallaba al tanto de la deserción de Griff, no me lo hizo saber.
Marchó hacia adelante con los hombros tan tensos como siempre.
Nos detuvimos junto a la cerca hecha de troncos y reparada con
trozos de madera al azar de tinajas y cajas de vino rotas. Al otro lado se
330
encontraba el viejo viñedo. Hileras de plantas larguiruchas crecían entre
montañas y praderas rocosas. Todas las luces se hallaban encendidas en
la pequeña comunidad de casas al pie de la colina, donde residían los
trabajadores agrícolas. Mi familia casi se había olvidado del viñedo. Era
demasiado pequeño para notarlo. El vino era bueno, pero no lo suficiente.
Los Tremblay tenían otros más grandes y de mayor renombre en Burdeos
y Alsacia que cuidar. Me sorprendió que aún siguiera allí y no hubiera
estado completamente abandonado. En realidad, estaba bien mantenido
y amado, probablemente por mi prima.
La lluvia se convirtió en una llovizna ligera. Nos apoyamos en la
cerca y observamos al vapor elevarse desde el suelo, oscureciendo las
enredaderas hasta que se asemejaban a lápidas de un cementerio.
—Tuve que elegir quién moría —dijo mientras su mirada rebotaba
de lápida en lápida—. Manny me hizo elegir. Era Carly o Spider. Uno tenía
que morir. Elegí a Spider.
Se me contrajeron los pulmones.
—Solo hizo falta una bala. Se fue así de rápido. —Chasqueó los
dedos—. Carly y yo lo vimos morir. Elegí matar a mi mejor amigo. Luego
maté a Manny. La estrangulé hasta que su cuello se rompió entre mis
dedos. Me gustó. Me gustó verla morir. Ese es el tipo de monstruo que
soy.
Un relámpago cayó donde el viñedo chocaba con la montaña, un
trueno detonó y me sacudí hacia atrás. El paraguas cayó de la mano de
Cameron y voló un par de metros. Estaba a punto de correr a buscarlo,
pero me tomó de la mano y me jaló hacia él.
Me besó de una manera tan dura y envolvente que todo mi cuerpo
pudo sentirlo. Sus labios estaban mojados y fríos, y sabía a mar, tierra
profunda y uvas. Y me devolvió esa calidez que nunca había tenido hasta
el día en que lo conocí.
331
31
Traducido por Julie
Corregido por Umiangel
***
***
***
Billy estaba en mis brazos, y nuestras respiraciones condensadas
salieron en espiral hacia el frío aire nocturno. Llevaba un traje de nieve
rosa de una sola pieza, y sus mejillas eran de color rojo rosado. Me miraba
fijamente, esperando. Nos hallábamos en un río helado en medio de una
especie de festival de invierno. Los acróbatas iban disfrazados de lobos.
Los malabaristas lanzaban bolas de nieve al aire. Las motos de nieve
daban vueltas en torno a una hoguera y la gente animaba.
Me miré los pies y vi grietas en el hielo. Grité, pero no tenía voz.
Empecé a caminar hacia la orilla, lejos de la multitud, en la oscuridad.
El hielo bajo mis pies cedió. Billy y yo nos sumergimos en el agua helada
y la corriente nos arrastró. La abracé, sabiendo que íbamos a ahogarnos.
Nadie nos había visto. Estábamos perdidas. —Lo siento —le dije antes de
que la corriente nos arrastrara.
El sonido del agua que pasaba por mis oídos todavía resonaba
cuando me desperté.
Cuando el avión aterrizó en Nueva Brunswick, mi visión se hallaba
borrosa por el cansancio, pues en el poco tiempo que dormí, mis sueños
se llenaron de pesadillas. Ya no podía distinguir lo que era real y lo que
era un sueño. Me encontraba atrapada entre las pesadillas y una realidad
de pesadilla. Unos minutos antes, le comenté al piloto que no me había
dado cuenta de que Nueva Brunswick era una isla. Él sonrió y consideró
mi cara por un momento, luego volvió a prestar atención a la consola del
343
avión. Quizá fuera una isla, pero mi cerebro no lo recordaba. Tal vez no
lo era y mis ojos me jugaban una mala pasada.
En cuanto bajé del hidroavión, intenté respirar el aire del mar y
vomité. Una mano en mi espalda me sacó de un muelle de madera,
pasando por una playa de arena roja, hasta un hangar. El zumbido de
los grandes ventiladores llenaba la sala, y me quedé quieta, agarrada a
la puerta, temiendo volver a respirar.
Los pasos de los zapatos de un hombre resonaban en el suelo de
cemento. Esperé a que mis ojos se adaptaran a la penumbra del interior
hasta que pude ver la larga y espigada silueta de mi padre. —Hola, papá
—dije.
Algo andaba mal. Su sonrisa parecía forzada. Sus pasos eran
medidos. Llevaba la mano vendada. Sentía el hielo resquebrajándose bajo
mis pies, y llené mis pulmones de aire, porque no iba a ahogarme, hoy
no. Investigué cada una de las paradas lo suficiente como para saber que
no debía estar aquí. Confiaba en mí misma para saber eso. Una oleada
de adrenalina encendió cada músculo, y ahora me encontraba totalmente
despierta.
Mi padre me abrazó, y yo me erguí.
—¿Dónde estoy? ¿Qué has hecho? —susurré.
Tuve que convencer a Joe de que mi padre era el hombre adecuado
para el trabajo. Cuando lo visité en su bufete de abogados, le conté todo,
desde lo que sabía sobre la vida y la muerte de Bill hasta Víctor y su vida
oculta, pasando por Cameron y yo y todo lo que hice. Le hablé de Pops y
Margaret, de Hawk y de la tribu a la que amaba. Le llevó un momento
asimilarlo todo. Necesitó sentarse y tomar aire. —Este no es el camino
que yo habría elegido para ti. No conozco a ese tal Cameron, sin duda es
malo para ti, pero creía que eras demasiado inteligente para dejarte llevar
por algo así. Y has añadido la responsabilidad de una hija por encima de
todo. Como tu padre, estoy increíblemente decepcionado y temo por ti y
por tu pequeña. —Miró a Billy e inclinó la cabeza mientras decía—: Billy,
mi nieta. Voy a ser realista contigo, Emily. Tan realista como si fueras un
cliente que acaba de entrar en mi oficina. La realidad es que lo que estás
haciendo es increíblemente peligroso, y mi consejo es que te detengas y
corras. Que te escondas.
—No voy a esconderme. Si me escondo, significa que estoy de
acuerdo en que lo que ha estado sucediendo está bien. No está bien. Ya
no enterraré la cabeza en la arena, y ya no me voy a esconder.
Mi padre, siempre estoico durante toda mi infancia, levantó la voz.
—¡Tienes una hija, por el amor de Dios!
—Lo mismo ocurre con muchas personas, la mayoría de las cuales
no tienen la opción de irse. Están atrapados. No voy a criar a Billy en un
344
mundo en el que la gente está metida en una caja por culpa de gente
como yo y gente como Víctor.
—Tu madre y yo sacrificamos mucho por ti y por tu hermano.
Trabajé duro para darles una vida segura y...
—¿Alguna vez viste a tu hijo correr hacia ti y ser disparado por la
espalda por la policía? —Había sido una pregunta retórica—. No voy a
dar marcha atrás. Así que háblame de mis próximos pasos, o me voy.
Como no se movió ni dijo nada más, recogí a Billy y la bolsa de los
pañales.
—De acuerdo —había dicho—. Vamos a hablar de tus opciones y
de los riesgos.
Opciones que planeé y riesgos que mitigué hasta que Víctor volcó
todo una vez más. Ahora solo quedaba una opción: contar mi historia, y
la de Víctor, y después entregarme a las autoridades canadienses. Joe y
yo hablamos de confesar mi historia y darla a conocer al mundo antes de
que Víctor lo hiciera por mí. No podía entregarme a las autoridades
estadounidenses; el riesgo de que él se hubiera infiltrado en todas ellas
era demasiado grande.
En su lugar, me reuniría con un periodista del New York Times en
Moncton, contaría mi historia y luego me entregaría a la Policía Montada
de Canadá. Mis delitos habían sido complejos y globales, y mis envíos de
droga traspasaban las fronteras. Mi padre me aseguró que la extradición
llevaría algún tiempo. Los canadienses tendrían que decidir si querían
acusarme antes de entregarme a los estadounidenses.
Yo contaría mi historia. Iría a la cárcel. Retomaría el control de lo
que me sucedió. —Necesito a alguien que sepa manejarse en el sistema
legal y en el mundo político —le expliqué a Joe—. Mi padre es un hombre
cambiado. Sé que puedo confiar en él —insistí. Accedió a regañadientes.
Ahora deseaba que no lo hubiera hecho.
—¿Qué has hecho? —Volví a exigir en un siseo que se me escapó
entre los dientes.
—No pude negociar —dijo, sacudiendo la cabeza como si estuviera
igualmente asombrado por su propia traición—. Lo siento mucho, cariño.
—Víctor... —Me temblaba demasiado el cuerpo para que pudiera
terminar. Mi padre firmó mi sentencia de muerte.
—¿Víctor? —repitió mi padre con la incredulidad coloreando su
tono—. Oh, Emily.
Desde la parte trasera del hangar, donde había una pequeña
oficina con las persianas rotas en las ventanas, vi un movimiento, y luego
una figura apareció por la puerta. Me agarré al codo de mi padre para
evitar que mis piernas se desplomaran al suelo. 345
Cameron se acercó a nosotros con el agotamiento que yo sentía
evidente en sus ojos.
—¿Cómo? —pregunté, desconfiando de lo que veía. En mi bolsillo,
mi móvil vibró. No necesité leer el mensaje para saber que se trataba de
una especie de disculpa poco convincente de Joe.
Mi padre me soltó al tiempo que Cameron me atraía a sus brazos.
El aire que le rodeaba era el calor del mundo, la voz que susurraba
eternamente la historia de mi vida. Ese oxígeno alterado siempre me
hacía disolverme en él. Tuve que forzarme y convencerme de renunciar a
todo. —Necesito sentarme —dije.
Cameron me llevó a un despacho y me hizo sentar en una silla de
oficina más cómoda de lo que parecía. Colocó un vaso de agua delante de
mí como si estuviera preparado. Mientras bebía, lo miraba por encima
del borde, y él me observaba a mí; la escena me resultaba demasiado
familiar. Tuve una sensación de déjà vu, recordando otra ocasión en la
que me desperté en una habitación extraña con él, un desconocido, un
asesino, junto a mi cama tras sufrir una conmoción cerebral por culpa
de Rocco. Me tragué el recuerdo con el último trago de agua.
—¿Cuánto tiempo lleva Joe trabajando para ti? —le pregunté.
—Nunca ha trabajado para mí. Me lo dejó claro desde el principio
que sus interacciones conmigo son puramente para tu beneficio. Ojalá
trabajara para mí. Es un gran tipo. Pero al igual que tú, hace lo suyo.
—Y, sin embargo, aquí estás, cuando se supone que deberías estar
en casa con Billy. Está claro que no entendió cuando le especifiqué que
nadie podía saber de esto —dije—. ¿Desde cuándo sabes que me iría?
—Te conozco mejor de lo que crees, Emily Sheppard. Llevas el
corazón en la mano. Pero prácticamente tuve que sacárselo a Joe a golpes
para que me dijera exactamente lo que pasaba contigo.
—Todos ustedes trataban de ocultarme la verdad. La verdad de lo
que pasaba ahí fuera.
Colocó una mano en mi regazo. —Queríamos darte el tiempo
necesario para sanar.
—A nadie más se le concede ese tiempo —dije. Él tenía los ojos
enrojecidos y el pelo de punta, como si hubiese tratado de arrancarse el
cuero cabelludo. Todos los músculos de mi cuerpo se sentían pesados,
agobiados—. ¿Cuándo llegaste aquí? —pregunté.
—Anoche —replicó. Se pasó una mano por el pelo, lo que explicaba
la mirada electrizada. Sabía que no habría volado directamente desde
Francia y que se sometió a un simulacro de viaje similar, con un día
menos para hacerlo.
Cuando su mano volvió a mí, la apreté y lo miré a los ojos. —Víctor
viene a por todos los que han estado vinculados a mí. Ambos sabemos
que soy la única que puede detener esto, que puede detenerlo.
346
—Lo sé —dijo, y su voz se apagó.
—¿Lo sabes?
Buscó su bolso en el suelo y sacó un portátil. —Todos lo sabemos.
—Abrió la pantalla.
—¿Qué es esto?
—Todos estamos agotados, Emmy. ¿Qué sentido tiene todo esto?
¿Poder? No tenemos ninguno, cuando lo piensas bien. ¿Dinero? ¿Dinero
ensangrentado? Todo el dinero del mundo, y continuamos sin libertad.
Seguimos matándonos por el acceso a la misma olla de oro. Estamos
cansados de huir, de escondernos, de luchar y de ser siempre el objetivo
del siguiente criminal que quiera ocupar nuestro lugar. Siempre habrá
otro criminal que ocupe nuestro lugar. Ahora es Víctor. ¿Quién vendrá
después de él?
—Cameron, estás divagando. No entiendo de qué hablas.
Encendió la pantalla y apareció la imagen fija de Hawk.
—Has iniciado algo, Emmy. Has encendido algo. Algo grande. Un
movimiento —dijo—. Todo está a punto de cambiar. Estamos saliendo de
nuestros rincones oscuros. —Puso el videoclip.
—Mi nombre de hombre blanco es Clement Gallant —dijo Hawk—,
y desde que puedo recordar, he estado en el negocio de la distribución de
drogas, y también mi tribu.
—No. —Me llevé una mano a la boca—. ¿Qué es esto? ¿De qué se
trata? ¿Qué has hecho?
—No he hecho nada —dijo Cameron—. Ellos lo han hecho. Esto era
lo que querían.
—¿Ellos? ¿Qué querían?
Cameron hizo clic en el siguiente clip y apareció una mujer.
—Jefa Greybear —dije al mismo tiempo que la jefa se presentaba
en el vídeo.
—Mi comunidad ha estado sufriendo. Estamos desapareciendo —
dijo—. Nadie nos ayudaba; nadie nos escuchaba, excepto una persona.
Gracias al cultivo y la venta de cannabis, aprendimos a ayudarnos a
nosotros mismos y a los demás.
Me puse de pie.
Cameron me sentó. —Todavía no, Em. Sé que es difícil, pero tienes
que ver. Tienes que escuchar. —Puso el siguiente clip.
Esta vez era Kostya, el líder de la mafia rusa y amigo de Frances. 347
—He tenido dos amores en mi vida, ambos me fueron arrebatados —dijo
Kostya tras presentarse—. Mi primer amor, mi mujer, me la arrebató el
cáncer. Mi segundo amor fue una hermosa joven a la que mataron
porque... No sé por qué matarían a un alma tan hermosa. Tengo todo el
dinero del mundo y más poder del que sé qué hacer, y no pude salvar a
las que más amaba. —Se miró las manos—. Maté a muchos hombres. No
estoy orgulloso de ello, pero es cierto. He matado a muchos hombres por
mi propia codicia. Pronto me matarán y otro ocupará mi lugar. Todo lo
que hice será para nada.
Cameron detuvo el vídeo. —Sigue enumerando todos sus crímenes.
Continúa durante un rato.
Puso otro vídeo, luego otro y otro. El jefe Norman hablaba de la
pérdida de su hijo por sobredosis. Algunas caras las conocía bien (no
quería conocerlas, pero lo hice) y otras las reconocía más o menos, pero
se movían más en los círculos de Cameron. Era incapaz de moverme; mis
dedos se clavaban en el asiento de poliéster de mi silla.
—Este es el último —dijo finalmente Cameron, y encendió el clip.
Era él. Llevaba la misma ropa. Debió terminar el vídeo antes de
venir a verme. —Me llamo Cameron Hillard. He sido un tipo malo desde
que nací. Innumerables personas han muerto por lo que hago, por mi
culpa...
***
***
351
32
Traducido por Alessandra Wilde & Pame .R.
Corregido por Umiangel
***
363
EPILOGO
Traducido por Julie
Corregido por Umiangel
374