Cuentos de Caperucita Roja

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN


LICENCIATURA EN LENGUA Y LITERATURA HISPÁNICAS
MATERIAL DIDÁCTICO

Asignatura: Teoría de la crítica literaria


Profesora: Verónica Hernández Landa Valencia
Tema: Relaciones transtextuales y tematología

Objetivo: Que los alumnos fortalezcan sus conocimientos sobre la configuración de


los temas en el texto literario.

Instrucciones: A partir de la siguiente página se presentan tres versiones de un


mismo cuento.

1) Los alumnos deberán identificar los motivos que estructuran cada cuento,
qué diferencias se presentan entre los distintos textos. Los resultados de
sus observaciones los expresarán a continuación:

2) A continuación, y apoyados en las observaciones previas, deberán señalar


qué tipo de relaciones transtextuales se manifiestan en las versiones
folklórica, la de Charles Perrault, los hermanos Grimm y Road Dahl.

3) Una vez identificados los motivos que estructuran el relato y las relaciones
transtextuales, los alumnos deberán señalar cuáles son los
desplazamientos temáticos que se presentan entre los distintos textos.
Caperucita roja

(versión original folklórica)


Versión de Charles Perrault
Versión de los hermanos Grimm

(Tomado de Ciudad Seva)

Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero
sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez
le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que
ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día
su madre le dijo: "Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino,
llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete
ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con
cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede
nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos días,"
ah, y no andes curioseando por todo el aposento."
"No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió
cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más
había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se
encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún
daño, y no tuvo ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo.
"Buenos días, amable lobo." - "¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?" - "A casa de
mi abuelita." - "¿Y qué llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear,
así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse." - "¿Y adonde
vive tu abuelita, Caperucita Roja?" - "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque.
Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los
habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí
mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita.
Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente." Entonces
acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: "Mira
Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y
yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que
vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque
está lleno de maravillas."

Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre
los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: "Supongo que podría
llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es
muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena
hora." Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía
otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras
tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta.
"¿Quién es?" preguntó la abuelita. "Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y
vino. Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la abuelita, "estoy muy
débil y no me puedo levantar." El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una
palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y
enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las
cortinas.

Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que
tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino
hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa,
sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me
siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita." Entonces gritó:
"¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí
parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy
extraña. "¡!Oh, abuelita!" dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte mejor,
mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes." - "Son para
verte mejor, querida." - "Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para
abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." - "Para comerte mejor." Y no había
terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a
Caperucita Roja.

Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido
empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento
por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si
necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio
al lobo tirado allí. "¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él. "¡Hacía tiempo que te
buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría
haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En
su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había
hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña
Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que
está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no
podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el
vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quizo correr e irse lejos, pero las piedras
estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.

Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su
casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó.
Pero Caperucita Roja solamente pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para
internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer."

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO


Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!".
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!".
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!".
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita


cruzando por el Bosque... ¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

Roald Dahl, Cuentos en verso para niños perversos. Recuperado de:


https://camilaaliberti.cumbresblogs.com/files/2014/11/cuentosenversoparanic3b1osperverso
s.pdf

También podría gustarte