San Bernardo lamenta la muerte de su hermano Gerardo. Aunque intentó disimular su dolor durante el funeral para no parecer débil en su fe, su tristeza se ha profundizado con el tiempo. Ya no puede contener sus emociones y necesita expresar su sufrimiento ante sus hijos para recibir consuelo.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
51 vistas1 página
San Bernardo lamenta la muerte de su hermano Gerardo. Aunque intentó disimular su dolor durante el funeral para no parecer débil en su fe, su tristeza se ha profundizado con el tiempo. Ya no puede contener sus emociones y necesita expresar su sufrimiento ante sus hijos para recibir consuelo.
San Bernardo lamenta la muerte de su hermano Gerardo. Aunque intentó disimular su dolor durante el funeral para no parecer débil en su fe, su tristeza se ha profundizado con el tiempo. Ya no puede contener sus emociones y necesita expresar su sufrimiento ante sus hijos para recibir consuelo.
San Bernardo lamenta la muerte de su hermano Gerardo. Aunque intentó disimular su dolor durante el funeral para no parecer débil en su fe, su tristeza se ha profundizado con el tiempo. Ya no puede contener sus emociones y necesita expresar su sufrimiento ante sus hijos para recibir consuelo.
Descargue como DOC, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 1
SAN BERNARDO LLORA LA MUERTE DE SU HERMANO GERARDO
¿A qué fin disimulo, escondiendo en mí mismo el fuego que abrasa mi triste
pecho y devora mis entrañas? Encerrado, avanza más, se ensaña más acre… La violencia del dolor distrae mi mente, y la indignación del Señor absorbe mi espíritu; pues, perdido aquél que daba a todas mis ocupaciones y trabajos cierta libertad de espíritu en el Señor, con ello me ha abandonado mi corazón. Aunque he violentado mi ánimo y he disimulado hasta ahora, porque no pareciese que la fe quedaba vencida por el afecto natural. Y hasta, como vosotros mismos lo habéis podido observar, mientras otros lloraban, yo he asistido a estos tristes funerales a ojos secos; a ojos secos estuve junto a la hoya, hasta después de terminada la solemnidad de las exequias…. Resistía yo a los sentimientos del natural afecto cuando la fe me alentaba, esforzándome, aún a pesar mío, a no ser conmovido de accidente tan funesto; representándome a mí mismo ser esto como un tributo de la naturaleza al que todo hombre está sujeto, una necesidad inevitable de nuestra condición, un efecto del mandato del Todopoderoso, un decreto del juicio del infinitamente justo, un azote del Dios terrible; en fin, que tal era la voluntad del Señor. Por eso desde entonces en adelante exigí de mí mismo no darme al mucho llanto, aún estando turbado y triste. Pero no pude sobreponerme a la tristeza, yo que me había sobrepuesto a las lágrimas, sino que, como está escrito, quedé turbado y sin habla (Sal 76,5). Pero mi dolor, así represado, ha echado raíces más profundas y se ha vuelto tanto más acerbo cuanto más reprimido. Ya no puedo más. Declárome vencido, lo confieso. Es menester que lo que sufro dentro de mí estalle fuera. Salga a los ojos de mis hijos, los que conociendo mi pena, serán más indulgentes con mis lamentos y más dulcemente me consolarán.
SAN BERNARDO DE CLARAVAL, Sermones sobre los cantares. Obras completas, BAC, Madrid, 171.