Tema 11. Sociedad Anónima. Estructura Orgánica

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DERECHO MERCANTIL

Grado en Relaciones Laborales y Recursos


Humanos

Autora: Mercedes Sánchez Ruiz

TEMA 11. ESTRUCTURA ORGÁNICA DE LA SOCIEDAD ANÓNIMA

Régimen jurídico: arts. 159-251 LSC1

I. ESTRUCTURA ORGÁNICA. SIGNIFICADO

La sociedad anónima, como persona jurídica, necesita formar, expresar y


ejecutar su voluntad mediante personas físicas, que integran sus órganos sociales.
En la S.A. existen dos órganos necesarios: la junta general, a la que están
llamados a participar todos los socios, y el órgano de administración, formado por uno
o varios sujetos determinados, que podrán ser socios o terceros (no socios). Estos
órganos tienen atribuidas una serie de funciones y competencias, específicas y
excluyentes. La junta general en todo caso y, en determinados supuestos, también el
órgano de administración, actúan conforme a un método o procedimiento colegial de
funcionamiento.
La formación de acuerdos o toma de decisiones en la junta general de
accionistas se realiza a través de un procedimiento colegiado que consta de diversas
fases: convocatoria de los miembros del órgano; constitución formal de este;
deliberación o debate de los asuntos incluidos en el orden del día; votación de las
propuestas de decisión y documentación de los acuerdos alcanzados. La válida
adopción de los acuerdos requiere que se alcancen las mayorías establecidas en cada
caso por la ley o, si procede, por los estatutos sociales. El órgano de administración
también deberá ajustarse a este método colegial de funcionamiento cuando adopte la
forma de consejo de administración.

II. JUNTA GENERAL DE ACCIONISTAS

1. Concepto y competencias
La junta general es la reunión de los accionistas, previa convocatoria de estos,
para adoptar acuerdos sobre las materias propias de su competencia. Se trata, pues,
de un órgano formado por todos los accionistas (pues todos tienen derecho, en
principio, a asistir y votar en las juntas) para la toma de decisiones comunes o
sociales.
Art. 159 LSC: “Junta general. 1. Los socios, reunidos en junta general, decidirán por la
mayoría legal o estatutariamente establecida en los asuntos propios de la competencia
de la junta.
2. Todos los socios, incluso los disidentes y los que no hayan participado en la reunión,
quedan sometidos a los acuerdos de la junta general.”

1
Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de
Sociedades de Capital (LSC).

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Las principales competencias de la junta (es decir, las materias sobre las que
obligatoriamente debe decidir este órgano) se enumeran en el art. 160 LSC y pueden
dividirse en dos grupos:
a) El nombramiento y el control de los administradores, esto es, de las
personas que, en cada momento, integrarán el órgano de administración. Este
“control” por parte de la junta incluye la separación del cargo, así como el ejercicio de
acciones judiciales de responsabilidad frente a ellos.
b) Las decisiones de mayor trascendencia sobre la estructura económica y
jurídica de la sociedad, tales como la aprobación de las cuentas anuales, las
modificaciones de los estatutos sociales, los aumentos y reducciones de capital, las
modificaciones estructurales (fusiones, escisiones, etc.) o la disolución de la sociedad.

2. Junta ordinaria y junta extraordinaria

La junta general ordinaria es la que se realiza necesariamente dentro de los


seis primeros meses de cada ejercicio2 para aprobar las cuentas anuales, resolver
sobre la aplicación del resultado y aprobar la gestión del ejercicio anterior (art. 164
LSC).
Todas las demás juntas generales que se realicen tendrán la consideración de
juntas generales extraordinarias.

3. Régimen de convocatoria de la JG. Junta universal

A) Convocatoria
Como regla general, las juntas deben estar precedidas de un anuncio de
convocatoria, realizado por los administradores, en el que se señale el nombre de la
sociedad, la fecha y hora de la reunión, así como el “orden del día” (la lista de los
asuntos que van a ser tratados). Es posible que se contemple la fecha de una segunda
convocatoria (no antes de 24 horas desde la primera: art. 177 LSC). Este anuncio de
convocatoria deberá publicarse en la página web de la sociedad, si es que la tiene [ya
que solo es obligatoria para las sociedades cotizadas: art. 11 bis LSC] y el acuerdo de
creación de la página en su día se inscribió en el Registro Mercantil y se publicó en el
BORME. Cuando la sociedad no tenga página web con estas condiciones, el anuncio
de convocatoria de las juntas deberá publicarse en el BORME y en uno de los diarios
de mayor circulación de la provincia en la que esté situado el domicilio social (art.
173.1 LSC). En sustitución de este sistema de convocatoria, los estatutos sociales
pueden prever que la convocatoria se realice mediante una comunicación individual y

2 No obstante, la junta ordinaria será válida aunque haya sido convocada o se celebre fuera de este plazo

(art. 164.2 LSC).

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escrita, remitida a todos los socios por cualquier procedimiento que asegure su
recepción (art. 173.2 LSC).
La publicación del anuncio (o, en su caso, el envío de la comunicación
individual) deberá realizarse con una antelación mínima de un mes respecto a la fecha
señalada para la celebración de la junta (art. 176 LSC). En determinados casos
legalmente previstos, la convocatoria puede ser judicial, es decir, realizada por el Juez
a petición de los accionistas legitimados para ello (arts. 168 a 171 LSC).
Como regla general, una junta cuya convocatoria no reuniera estos requisitos
formales no sería válida y, por tanto, todos los acuerdos que en ella se hubieran
adoptado serían impugnables. Las infracciones referidas a la forma y plazo previo de
convocatoria son vicios procedimentales de carácter relevante (cfr. art. 204.3 a) LSC).
B) Junta universal
Excepcionalmente, la LSC admite la posibilidad de que se celebre una junta
general sin una convocatoria formal previa (o, al menos, sin que se hayan cumplido
todos los requisitos formales exigidos por la Ley o los estatutos), siempre que estén
presentes (o representados) accionistas que posean “la totalidad del capital social”, y
los asistentes acepten unánimemente su celebración, acordando el orden del día.
Dándose estas circunstancias, estaremos ante una junta universal (art. 178 LSC).

4. Constitución

Para que la junta general se entienda válidamente constituida, se exige que


hayan concurrido a la reunión al menos un número de accionistas que representen
determinados porcentajes del capital señalados por la ley. Es lo que se llama “quorum”
de constitución. La LSC exige diferentes porcentajes para la válida constitución de la
Junta, combinando dos criterios: que se trate de primera o segunda convocatoria y
según la importancia de los asuntos a tratar (arts. 193 y 194 LSC).
La junta se considera válidamente constituida, en primera convocatoria, cuando
estén presentes o representados accionistas que posean al menos el veinticinco por
ciento del capital social (excluidas las acciones sin voto). En segunda convocatoria, se
entiende válidamente constituida cualquiera que sea el capital presente, salvo cuando
los estatutos fijen un quorum determinado, que siempre debería ser inferior al exigido
en primera convocatoria (art. 193 LSC). Para tratar y decidir sobre determinados
asuntos de especial trascendencia (art. 194 LSC: emisión de obligaciones, aumento o
reducción de capital, supresión o limitación del derecho de suscripción preferente de
nuevas acciones, modificaciones estructurales de la sociedad y, en general, cualquier
modificación de los estatutos sociales), se requiere, en primera convocatoria, la
concurrencia de accionistas que posean, al menos, el cincuenta por ciento del capital
social suscrito con derecho de voto. En segunda convocatoria, bastará con el
veinticinco por ciento.

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La LSC regula el lugar de celebración de las juntas. Salvo que los estatutos
dispongan otra cosa, deben celebrarse en la localidad donde la sociedad tenga su
domicilio, en el lugar especificado en la convocatoria; si esta no indicara nada, se
entenderán convocadas en el domicilio social (art. 175 LSC).
La sesión comenzará con la constitución de la “mesa de la junta”, compuesta
por el presidente y el secretario de la Junta. Si los estatutos no disponen otra cosa,
ocuparán estos cargos, respectivamente, el presidente y el secretario del Consejo de
administración o, en su defecto, los designados por los accionistas asistentes al inicio
de la reunión (art. 191 LSC).
En toda junta, antes de entrar a tratar los asuntos incluidos en el “orden del
día”, se confecciona una lista de asistentes, en la que se hace constar el número de
acciones que corresponden a cada asistente (de su titularidad o en representación de
otro/s accionista/s). Al final de la lista se indicará el número de socios presentes o
representados y el importe del capital social que suponen, señalando el importe que
corresponda a los accionistas con derecho de voto (art. 192 LSC). La lista de
asistentes es el medio establecido para constatar en cada caso que la junta se
encuentra válidamente constituida.

5. Adopción de acuerdos

Tras un debate o deliberación sobre los diversos asuntos del “orden del día”, se
procederá a la votación de las propuestas, en los términos formulados por el
presidente de la junta. Los acuerdos se adoptarán por mayoría de capital.
Como regla general, es precisa la “mayoría simple de los votos de los
accionistas presentes o representados”, entendiéndose adoptado un acuerdo cuando
obtenga mas votos a favor que en contra (art. 201.1 LSC).
Cuando se trate de adoptar uno de los acuerdos enumerados en el art. 194
LSC (relativos a modificaciones de estatutos y, en general, asuntos de especial
relevancia), y hayan asistido a la junta accionistas que superen el cincuenta por ciento
del capital social, su adopción requerirá la mayoría absoluta (es decir, deben votar a
favor accionistas que supongan mas de la mitad del capital social presente o
representado con derecho de voto). En caso de que los asistentes representen menos
del cincuenta por ciento del capital social presente o representado (pero mas del
veinticinco por ciento), estos acuerdos relevantes solo podrán ser válidamente
adoptados cuando voten a favor accionistas que representen al menos dos tercios del
capital presente o representado (art. 201.2 LSC).
Los estatutos sociales podrán exigir unas mayorías más elevadas (art. 201.3
LSC).

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6. Documentación de los acuerdos

Los acuerdos adoptados se documentan en el acta de la junta, que realiza el


secretario y cuyo contenido se regula en el art. 97 RRM. El acta deberá ser aprobada
por los socios al finalizar la sesión (o, si no alcanzan un acuerdo, en los quince días
siguientes, por el presidente y dos interventores: art. 202.2 LSC).
El acta, una vez aprobada por la junta, será firmada por el secretario con el
visto bueno del presidente (art. 99.3 RRM). Los acuerdos reflejados en ella serán
eficaces y podrán ser ejecutados desde la fecha de su aprobación y, tras la elevación
del acta a documento público, será posible la inscripción de los acuerdos que
contenga en el Registro Mercantil, siempre que se trate de actos inscribibles.
La LSC se refiere a la posibilidad de que el acta sea realizada por un Notario
(acta notarial). Procederá cuando los administradores lo estimen oportuno, o bien
cuando lo soliciten accionistas que representen el uno por ciento del capital social. El
acta notarial no necesita la aprobación de la junta (art. 203.2).

7. Impugnación de acuerdos sociales

Los accionistas de una SA cuya participación en el capital social supere el uno


por ciento del capital social (y también los administradores sociales y los terceros que
acrediten un interés legítimo) tienen legalmente reconocido el derecho a impugnar
ante los tribunales los acuerdos sociales que sean contrarios a la Ley, se opongan a
los estatutos [o al reglamento de la junta] o lesionen el interés social, en beneficio de
uno o varios accionistas o de terceros, así como aquellos que, sin causar un daño a la
sociedad, se impongan por la mayoría de forma abusiva (art. 204 LSC).
Los acuerdos en los que concurra alguna de estas circunstancias se
consideran acuerdos impugnables. En función de que se trate o no de acuerdos
contrarios al interés público, la LSC regula diferentes sujetos legitimados para ejercitar
la acción judicial de impugnación (art. 206) y distintos plazos dentro de los cuales
pueden hacerlo (art. 205).

III. ÓRGANO DE ADMINISTRACIÓN

1. Administración y representación

El órgano de administración se ocupa de la gestión y de la representación de la


sociedad (art. 209 LSC).
La gestión o administración de una sociedad consiste en la realización global
de todos aquellos actos y operaciones relacionados con su funcionamiento que sean
necesarios o convenientes para la explotación del objeto social (p.ej.: fijar la política

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general de la empresa; actividad diaria de la sociedad en los aspectos contables,


financieros, productivos, impulso de las relaciones orgánicas internas, etc.).
Las funciones de los administradores son, por tanto, muy amplias. De hecho,
las competencias del órgano de administración se delimitan de forma negativa: los
administradores son competentes para tomar decisiones sobre todos aquellos asuntos
que no hayan sido expresamente atribuidos por la ley o los estatutos a la junta,
siempre que estén comprendidos en el objeto social.
A los administradores corresponde también el poder de representar a la
sociedad en sus relaciones con terceros, en los términos regulados por la ley y los
estatutos sociales (cfr. art. 233 LSC). El ámbito del poder de representación de los
administradores se extiende, en todo caso, a los actos comprendidos en el objeto
social, sin que puedan afectar a terceros las posibles limitaciones de sus facultades
representativas, incluso aunque hubieran sido inscritas en el RM.
Pero, además, frente a los terceros de buena fe, la sociedad quedará obligada
por los actos realizados en su nombre por sus administradores, aun cuando el acto no
esté comprendido dentro del objeto social.
Art. 233 LSC: “Atribución del poder de representación. En la sociedad de capital, la
representación de la sociedad, en juicio o fuera de él, corresponde a los administradores
en la forma determinada por los estatutos […]”.
Art. 234 LSC: “Ámbito del poder la representación. 1. La representación se extenderá a
todos los actos comprendidos en el objeto social delimitado en los estatutos. Cualquier
limitación de las facultades representativas de los administradores, aunque se halle
inscrita en el Registro Mercantil, será ineficaz frente a terceros. 2. La sociedad quedará
obligada frente a terceros que hayan obrado de buena fe y sin culpa grave, aun cuando
se desprenda de los estatutos inscritos en el Registro Mercantil que el acto no está
comprendido en el objeto social.”

2. Formas de organización

La LSC ha regulado diversos modos de organizar la administración (arts. 210 y


233.2 LSC). Debe tenerse en cuenta que, para la administración de las sociedades
cotizadas, se prevén algunas especialidades en los arts. 528 y ss. LSC.
En los estatutos sociales de cada SA deberá constar la estructura elegida para
su órgano de administración. El órgano de administración, como regla general, podrá
estructurarse de acuerdo con una de estas cuatro modalidades:
1ª. Administrador único, que será quien ostente el poder de representación de
la SA.
2ª. Dos administradores que actúan conjuntamente (administración
mancomunada). En este supuesto, el poder de representar a la sociedad no se
confiere individualmente a cada administrador, sino de forma conjunta (es decir, para
vincular a la sociedad se precisa la intervención de los dos administradores
mancomunados).

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3ª. Varios administradores solidarios. Cada administrador singularmente


considerado tiene poder de representación de la sociedad, respondiendo todos ellos
solidariamente de la gestión desarrollada ante la sociedad, los socios y los acreedores
sociales.
4ª. Consejo de administración (obligatorio cuando se confíe la administración
conjunta a mas de dos administradores). En este caso, el poder de representación de
la sociedad corresponde al propio consejo, si bien los estatutos podrán atribuirlo a uno
o varios de sus miembros, de forma individual o conjunta.
El Consejo de administración, igual que la junta de accionistas, actúa conforme
a un procedimiento colegial, que implica la realización de los siguientes trámites:
convocatoria, constitución, deliberación, votación y documentación de los acuerdos
alcanzados. Adopta sus acuerdos por mayoría absoluta de los consejeros asistentes a
la sesión (art. 248 LSC), correspondiendo a cada consejero un voto. En los estatutos
sociales de cada SA se precisarán las normas de funcionamiento de su consejo,
respetando las reglas prevista por la ley respecto a sus competencias y otras materias
(convocatoria, constitución del consejo, mayorías, acta del consejo, etcétera).
El consejo de administración, que puede estar constituido por un elevado
número de miembros (su número se fijará en los estatutos), podrá organizarse de
modo que sus competencias se repartan o distribuyan entre sus miembros, con la
finalidad de agilizar su funcionamiento (delegación de facultades). Así, el Consejo
puede, de acuerdo con las reglas previstas en la LSC, delegar algunas de sus
facultades en uno o varios de sus miembros, siempre que no se trate de las facultades
indelegables (arts. 249 bis y 529 ter LSC). Cuando se atribuyen con carácter
permanente todas o algunas de las facultades delegables del consejo a alguno de sus
miembros a título individual, tal sujeto es designado como “consejero delegado”,
debiendo concertarse un contrato entre este y la sociedad en el que se precisen todos
los conceptos susceptibles de retribución por el desempeño de funciones ejecutivas. Si
la delegación de facultades se realiza a varios consejeros de manera conjunta y
actuando de forma orgánica, se tratará de una “comisión ejecutiva”. El acuerdo de
delegación (y, previamente, el contrato antes señalado) habrá de ser adoptado por
mayoría reforzada (pues, para su validez, se exige el voto favorable de las dos
terceras partes de los componentes del consejo) y no producirá efecto alguno hasta su
inscripción en el Registro Mercantil (art. 249 LSC).

3. Estatuto jurídico del administrador

A) Nombramiento, duración y separación del cargo


Para ser nombrado administrador de una SA no se requiere la condición de
accionista, a menos que los estatutos establezcan lo contrario (art. 212 LSC). Se

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admite, aunque resulta complejo, que una persona jurídica sea designada como
administrador de la SA (vid. art. 212 bis LSC).
El nombramiento de los administradores es competencia de la junta general de
accionistas y es eficaz desde el momento de su aceptación por el designado, debiendo
inscribirse en el RM (arts. 214 y 215 LSC).
Los administradores ejercerán el cargo, como regla general, durante el plazo
de tiempo fijado en los estatutos, que no podrá exceder de seis años y que será el
mismo para todos ellos, si bien podrán ser reelegidas las mismas personas (una o
varias veces) por periodos de igual duración máxima (art. 221 LSC).
La junta general puede acordar la separación o cese de los administradores en
cualquier momento, sin necesidad de alegar causa alguna, incluso aun cuando la
separación no conste en el orden del día de la sesión (art. 223 LSC).

B) Retribución, deberes generales del cargo y responsabilidad

El sistema de remuneración de los administradores deberá ser fijado en los


estatutos; de no indicarse nada (lo que no suele ocurrir), el cargo es gratuito. Los arts.
217 a 219 LSC establecen reglas especiales según la modalidad de remuneración
elegida (participación en beneficios, entrega de acciones o de derechos de opción
sobre acciones, etc.), pudiendo ser de tipo mixto (p.ej., combinando una cantidad fija y
un porcentaje sobre los beneficios repartibles en cada ejercicio).
Deben desempeñar su cargo y cumplir los deberes impuestos por las leyes y
los estatutos con la diligencia de un ordenado empresario y tener una dedicación
adecuada; además, tienen el deber de exigir y el derecho de recabar de la sociedad la
información que precisen para el desempeño de sus funciones (art. 225 LSC).
Igualmente, deben actuar con la lealtad de un fiel representante, de buena fe y en el
mejor interés de la sociedad (art. 227 LSC).
La LSC desarrolla el contenido de los dos deberes generales que vertebran la
actuación de los administradores: el de diligencia (protegiendo un cierto ámbito de
“discrecionalidad” en la toma de decisiones estratégicas o de negocio, donde se
entenderá cumplida esta exigencia) y, sobre todo, el deber de lealtad de los
administradores. Este último se regula con especial intensidad y carácter imperativo,
previéndose, por un lado, algunas “obligaciones básicas” derivadas del mismo (deber
de secreto; deber de abstenerse de participar en decisiones que impliquen un conflicto
de interés; deber de independencia… [art.228 LSC]) y, por otro, determinadas reglas
especiales en las que se concreta el deber de evitar situaciones de conflicto de interés
entre el administrador y la sociedad (art. 229 LSC)
Artículo 229 LSC. Deber de evitar situaciones de conflicto de interés.
1. En particular, el deber de evitar situaciones de conflicto de interés a que se refiere la
letra e) del artículo 228 anterior obliga al administrador a abstenerse de:

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a) Realizar transacciones con la sociedad, excepto que se trate de operaciones


ordinarias, hechas en condiciones estándar para los clientes y de escasa relevancia,
entendiendo por tales aquéllas cuya información no sea necesaria para expresar la
imagen fiel del patrimonio, de la situación financiera y de los resultados de la entidad.
b) Utilizar el nombre de la sociedad o invocar su condición de administrador para influir
indebidamente en la realización de operaciones privadas.
c) Hacer uso de los activos sociales, incluida la información confidencial de la compañía,
con fines privados.
d) Aprovecharse de las oportunidades de negocio de la sociedad.
e) Obtener ventajas o remuneraciones de terceros distintos de la sociedad y su grupo
asociadas al desempeño de su cargo, salvo que se trate de atenciones de mera cortesía.
f) Desarrollar actividades por cuenta propia o cuenta ajena que entrañen una
competencia efectiva, sea actual o potencial, con la sociedad o que, de cualquier otro
modo, le sitúen en un conflicto permanente con los intereses de la sociedad.
2. Las previsiones anteriores serán de aplicación también en el caso de que el
beneficiario de los actos o de las actividades prohibidas sea una persona vinculada al
administrador.
3. En todo caso, los administradores deberán comunicar a los demás administradores y,
en su caso, al consejo de administración, o, tratándose de un administrador único, a la
junta general cualquier situación de conflicto, directo o indirecto, que ellos o personas
vinculadas a ellos pudieran tener con el interés de la sociedad.

Aunque la regla general es que todas las conductas descritas en el artículo 229
LSC se consideran prohibidas, se admite que la sociedad pueda autorizar a los
administradores, en casos singulares, para que puedan realizar algunas de ellas, en
las condiciones legalmente previstas. La autorización podrá ser otorgada, en principio,
por el órgano de administración, si bien en algunos supuestos (p.ej., dispensa de la
prohibición de competencia) únicamente será competente la junta general, mediante
acuerdo expreso y separado (art. 230 LSC).
Los administradores (incluidos los “administradores de hecho”) responderán
solidariamente frente a la sociedad, los accionistas y los acreedores sociales de los
daños que causen por actos u omisiones contrarios a la ley o a los estatutos, o por los
realizados incumpliendo los deberes inherentes al desempeño de su cargo, siempre
que haya habido dolo o culpa. En caso de daños causados al patrimonio de la
sociedad, podrá ejercitarse contra los administradores responsables, previo acuerdo
de la junta general en ese sentido, una concreta acción judicial: la “acción social de
responsabilidad” (art. 238 LSC).
Por otra parte, si un socio o un tercero, individualmente considerado, sufre un
daño directo en su patrimonio, podrá también reclamar frente a los administradores
que hayan realizado actos que lesionen directamente sus intereses, si bien en este
caso deberá encauzar su reclamación mediante el ejercicio de la “acción individual de
responsabilidad” (art. 241 LSC).

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