Cómplices Sophie Saint Rose

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Cómplices

Sophie Saint Rose


Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo
Capítulo 1

Coralie empujó el carrito de la limpieza, entrando en la


zona de presidencia y estiró el cuello sonriendo para sí cuando

vio que la puerta del jefazo estaba abierta. Aún estaba dentro,
porque la luz estaba encendida. Sintiendo que su corazón se
aceleraba, se acercó a la puerta y a través de la rendija vio

como cogía el teléfono. Marcó y cuando se puso el auricular al

oído, giró ligeramente su sillón para mirar la ciudad de Nueva


York iluminada. Suspiró porque era guapísimo. Su cabello
rubio estaba algo despeinado después de tantas horas de
trabajo y sin poder evitarlo sus ojos recorrieron su masculino
antebrazo al descubierto porque se había enrollado la camisa
hasta los codos. Su mirada llegó hasta su mano que mostraba
el sello de oro que llevaba en el meñique de la mano izquierda.

El anillo con la inicial que llevaban todos los Esdraffo. Su


hermana pequeña llevaba uno igual. Lo había visto en las
revistas. Se le alteró el corazón imaginándose con ese anillo y
cómo sería la vida a su lado. Se lo comió con los ojos y notó
como se tensaba.

—No, Lidia. No te estoy poniendo los cuernos —dijo


molesto—. ¡Tengo mucho trabajo con la fusión! ¡Te lo he
dicho mil veces!

Hizo una mueca. Su novia. Su perfectísima novia que


sería la culpable de que ella nunca consiguiera ese anillo
porque se iban a casar. Aunque había que ser realista, no
conseguiría ese anillo aunque ella desapareciera del mapa. Era

como querer la luna, excepto porque Luka Esdraffo estaba ante


ella. Al alcance de su mano, pero a la vez tan lejos como la

misma luna.

—¡No me jodas! ¿Estás hablando en serio? —preguntó


furioso—. ¡Pues lárgate! ¡Esto hace tiempo que no funciona y

ya estoy harto! —Su corazón saltó mientras colgaba el

teléfono de mala manera. —Me cago en… —Giró el sillón y


el teléfono sonó en ese momento. Él descolgó. —¡Esdraffo! —

Luka escuchó lo que le decía. —¡No llores! ¡Eres tú la que


quería irse! ¡Pues vete! —Uy, que esta se arrepentía. Ya le

parecía a ella… Para dejar a ese hombre habría que estar loca.

Él suspiró como si estuviera agotado y apoyó los codos sobre


el escritorio pasándose la mano libre por los ojos. —Esto cada
vez va a peor. Sabes que es cierto y no voy a fingir que nuestra

relación puede solucionarse. Ya no. —Sonrió irónico. —¿Que

me den? Acuérdate de dejar en casa el anillo de dos millones


que llevas en el dedo antes de irte. —Rio por lo bajo. —Claro

que lo vas a dejar, porque era de mi abuela y como no me lo


devuelvas, te voy a meter una demanda que perderás la

agencia de modelos que ya me has sacado. ¿Quieres guerra?


—Perdió la sonrisa poco a poco. —Te aseguro que no la vas a

ganar. —Colgó el teléfono tranquilamente. Era evidente que

ya no sentía remordimientos y Coralie sonrió orgullosa de él.


Se había dado cuenta a tiempo de que era una aprovechada.

Ella se dio cuenta de inmediato cuando vio las fotos del


compromiso en la red. Presumía de anillo con una mirada de

superioridad que le revolvió las tripas. Pero afortunadamente


ya era historia. Soltó una risita sin poder evitarlo y le observó

durante unos segundos en los que estuvo leyendo unos

documentos. Se mordió el labio inferior porque iba a


molestarle y eso no le gustaba nada. Suspirando fue hasta la

entrada y encendió las luces haciendo ruido.

—¿Quién está ahí? —preguntó él desde el despacho.

—Limpieza.
—Déjelo para mañana.

Se acercó a la puerta. —Señor, ayer tampoco limpié y

me echarán la bronca.

Él sin mirarla siquiera contestó —Que hablen

conmigo.

—¿Puedo al menos vaciar la papelera?

Hizo un gesto como si le diera igual y entró en el

despacho a toda prisa para acercarse a la mesa y coger la


papelera que estaba a rebosar. Él frunció el ceño y levantó la

vista cuando salía de allí. Estaba tirando la basura a la bolsa

cuando escuchó —¿Eres nueva?

Se acercó a la puerta y sonrió. —Llevo aquí más de

dos años, señor Esdraffo.

—¿En esta planta?

—Sí.

—¿Y cómo no te había visto nunca? —preguntó


apoyando su espalda en el respaldo de su sillón mirándola de

arriba abajo con esos ojos color miel que le alteraban la

respiración.

Nerviosa se pasó la mano por la sien apartando uno de

sus mechones morenos que se le habían soltado de la coleta.


—Antes venía una señora. —Frunció el ceño. —
¿Marcia?

—Martha.

—Eso.

—Yo me encargaba de los baños y los despachos del

otro ala del edificio. Ahora que se ha jubilado me encargo de

todo. Recorte de personal —dijo mirándole tímidamente con

sus ojos azules. Dejó la papelera en su sitio y susurró —


Buenas noches.

—Es mucho trabajo para ti.

—No es para tanto —dijo a toda prisa—. Yo estoy muy

contenta. —Solo le faltaba que le dijera algo a su jefe y la

echaran.

—¿Sabes qué? No quiero ser responsable de que te

digan nada. Limpia si quieres.

Su corazón pegó un salto en su pecho volviéndose. —

¿No le molesto?

—No, tranquila. —Siguió trabajando como si nada.

Loca de contenta porque no le importaba que se quedara fue a

por una bayeta y un paño. Empezó a pasar el polvo para que

las superficies brillaran. Lo pasó por encima del sofá de cuero


beige, por la mesilla que tenía al lado y por una hermosa

lámpara de acero con unas formas femeninas entrelazadas. Al


mirarle de reojo le sorprendió que la observara y se sonrojó

con fuerza. —Así que estás muy contenta.

—Trabajo de cinco a once. Tengo todo el día libre.

Él frunció el ceño mirando su reloj. —Pues ya llevas

hora y media de retraso.

—No pasa nada. Hay días más largos que otros. —

Sonrió acercándose a su carrito. Cogió el escalón plegable y el

spray para ir hacia las ventanas. Empezó a darles un repaso


como hacía cada miércoles.

—¿No tengo una empresa que se encarga de eso?

—Por dentro no. Solo por fuera.

—Entiendo.

Le miró de reojo pulverizando el cristal. Cuando sus

ojos coincidieron se sonrojó. —Trabaja hasta tarde —farfulló

disimulando.

—Unos días son más largos que otros.

Sonrió y frotó. Por el cristal vio que él se levantaba e


iba hacia el mueble que había a la izquierda y abría la nevera.

—¿Quieres algo?
Miró sobre su hombro y negó con la cabeza. —No,
gracias.

—Venga, ¿un refresco? ¿Una cerveza?

¿Por qué era tan tonta? —¿Una cola?

Él sonrió robándole el aliento y se agachó para coger


una lata tendiéndosela. —¿Quieres un vaso?

—No, gracias.

La cogió de su mano y rozó sus dedos sin querer.

Sintió una descarga que recorrió todo su cuerpo que la


sorprendió muchísimo y se miraron a los ojos durante unos
segundos. Luka frunció el ceño antes de agacharse por una lata

de cerveza y ella se sonrojó volviendo a las ventanas dejando


la lata sobre la repisa. A través del cristal vio como él abría su

lata de cerveza sin dejar de observarla. Su corazón se aceleró


de tal manera que dejó caer el paño de la impresión. Muerta de
vergüenza se agachó y vio que sin ningún disimulo le miraba

el trasero. Se volvió sobre su hombro y él levantó una ceja. —


¿No bebes?

—Oh, sí. —Más nerviosa que en toda su vida cogió la


lata y la abrió. Al acercarla a sus labios se pasó la lengua por
ellos. ¡Madre mía, que no te quita ojo, Coralie! Las burbujas le

entraron por la nariz y la arrugó mientras tragaba. Mierda.

Él sonrió. —¿Se te ha ido por otro lado?

—Sí.

—No tengas prisa —dijo yendo hacia su mesa y


sentándose en su sillón. Dios, era tan masculino que se le

caerían las bragas a cualquiera. —Así que llevas aquí dos


años.

Quería ligársela. ¡Quería ligársela! No podía


desaprovechar esa oportunidad. Sé resuelta, idiota. —Sí, desde

que terminé mis estudios.

—¿Y qué estudios son esos?

—Soy violinista.

Él hizo una mueca. —¿Has estudiado en Julia?

—Sí. Pero no me han cogido en ninguna de las pruebas


a las que he ido, así que…

—¿Acaso no eres buena? Si has estudiado en Julia

dudo que seas mala.

—Mis profesores decían que tengo un instinto especial

para mi instrumento. Pero el único trabajo que me han


ofrecido era fuera del país en la sinfónica de Londres y me

niego a irme.

Él asintió. —Así que un instinto especial.

—Decían que sería la próxima Jascha Heifetz.

—Impresionante. Uno de los mejores violinistas del

siglo veinte —dijo interesado—. Me gustaría escucharte. El


sonido del violín es algo…

—Mágico —dijeron a la vez.

Se sonrojó. —Quizás algún día.

Pensativo dijo —Sí, quizás.

Como se la quedó mirando no supo qué decir y forzó


una sonrisa cogiendo el paño de nuevo.

—Los violinistas tenéis las manos muy delicadas, no


deberías hacer este trabajo.

—Ya, pero tengo que comer. Y no es un trabajo pesado


—dijo pasando al cristal que tenía tras él sintiendo que su

corazón se le iba a salir del pecho. Él giró el sillón poniéndose


justo tras ella. Separó los labios de la impresión y consiguió
decir casi sin voz —Los apartamentos son caros…
—Mmm… —Por el cristal vio que le miraba las
piernas sin ningún disimulo, lo que subió aún más su
temperatura. —¿No limpias la parte de arriba?

Se le cortó el aliento y susurró —Sí, claro. —Fue hasta


el escalón portátil y lo colocó ante él subiéndose encima. Al

estirarse para limpiar la parte de arriba la bata se le subió


mostrando sus torneados muslos. Su reflejo le mostró que allí
sentado bebía de su cerveza antes de levantar la vista hasta su

trasero. Leche, de cualquier otro pensaría que era un


pervertido, pero a ella la estaba poniendo a mil. ¡Tenía que

decir algo! Algo que dejara claro que no le importaría tener


algo con él. Le miró sobre su hombro y dijo —¿Le gustan?

Levantó la vista hasta sus ojos. —Son preciosas —dijo

sin cortarse un pelo.

—Hago aerobic todos los días.

—Se nota —dijo con la voz más grave.

—Tengo el trasero como una piedra.

Él dejó la cerveza a un lado y se levantó acercándose.


—¿No me digas? ¿Puedo?

—Por favor.
Metió las manos por debajo de su bata y rozó sus
muslos haciéndola retener el aliento. Su tacto en su piel era
maravilloso y cerró los ojos sin darse cuenta. Él elevó las

manos metiéndolas por debajo de sus braguitas y la acarició


con ansias. —Muy firme.

—Sí… —Se apoyó en el cristal sin poder evitarlo, pero


de repente sus manos desaparecieron.

—Joder. —Sorprendida vio que se estiraba para coger


el teléfono móvil que estaba sobre su mesa. —Esdraffo. —
Apretó los labios volviéndose. —No Amelia, no voy a pagarte

esas vacaciones y más con las notas que has sacado. ¡A este
paso no terminarás la universidad en la vida!

Menudas horas para pedir unas vacaciones. ¡Esa niñata


era de lo más oportuna!

—¿Que te ha llamado Lidia? ¿Y qué? —Notó como


tensaba su espalda. —¿Me estás chantajeando con decírselo a
nuestros padres? —Anda con la niña. —¡Me importa una

mierda a quien se lo digas! ¡Y por graciosa te acabas de


quedar sin asignación! —Colgó el teléfono y lo tiró sobre la

mesa antes de pasarse las manos por su cabello.

—¿Continuamos?
La fulminó con la mirada antes de coger su chaqueta.
—Tengo que irme.

Separó los labios de la impresión y sin poder articular


palabra vio cómo iba hacia la puerta.

—Apaga la luz al salir.

Atónita se quedó allí de pie sobre el escalón. Parpadeó.


¿Lo había soñado todo? Por un instante pensó que sí. Dejó

caer los hombros desmoralizada. Había estado tan cerca de


catarle… Bajó el escalón y vio su lata de cerveza. La cogió y

miró el agujerito. Él había bebido por allí. Sin pensarlo le dio


un buen trago.

—¿Qué coño haces?

Sorprendida apartó la cerveza para ver a su supervisor


entrando en el despacho y era evidente que estaba de lo más

sorprendido. —¿Estás bebiendo?

—Eh… —Negó con la cabeza. —No, claro que no.


Estaba aquí y la iba a tirar.

—¡Estabas bebiendo! ¡Llevas más de una hora de


retraso y estabas bebiendo! —Se acercó a ella y le arrebató la
cerveza de la mano. —Debería echarte a patadas ahora mismo.
Roja como un tomate entró en pánico. No podía perder
ese trabajo, se quedaría en la calle. Además, estaba Luka y por
unos segundos más con él, haría cualquier cosa. —Te juro que

no estaba haciendo nada malo. Estaba ahí y…

—¡No niegues lo que he visto con mis propios ojos! —

Dio un paso hacia ella. —¿Qué hablabas con el jefe? —


Levantó una de sus cejas castañas. —¿Te gusta que te soben el
trasero?

¡Les estaba espiando! Quería morirse de la vergüenza.


—No, claro que no.

—Eres una zorrita muy lista. Pero aspiras demasiado


alto. —Alargó la mano cogiendo un mechón de su cabello. —
Sin embargo, yo… Puedo ser muy bueno contigo y pasaría por
alto ciertas cosas. —Impresionada porque nunca se le había
insinuado tan claramente dio un paso atrás, pero él la cogió

por la cintura pegándola a su cuerpo. —¿Qué me dices?


Podemos pasarlo muy bien follando por todos los despachos.

—¡Suéltame, George! —Le empujó alejándose de él,


pero de repente la cogió por la cintura tirándola sobre el sofá
del despacho. —¡No!

—¿No? Conmigo no, pero con ese cabrón sí. ¡Eres una
zorra!
Intentó escapar de él, pero la agarró poniéndole el
antebrazo sobre el pecho y metiendo una mano entre sus
piernas. —¡No! —Le arrancó las bragas y Coralie sollozó. —

¡Déjame!

—Claro que te voy a dejar. Cuando haya terminado

contigo —dijo entre dientes sujetando sus muñecas con fuerza


con una mano para bajarse con la otra la cremallera del mono
que llevaba—. Ven, que te voy a presentar a alguien.

—¡Cabrón! —Consiguió soltar una mano y le empujó


haciéndole caer del sofá.

—Serás puta.

Al ver que se levantaba, Coralie alargó la mano

cogiendo la lámpara y le golpeó en la cabeza. La miró


sorprendido antes de que un hilo de sangre se deslizara por su
sien y que cayera de lado sobre el suelo de mármol.

Soltó la lámpara impresionada y se subió al sofá


abrazándose las piernas. Sollozó sin poder dejar de mirarle. Le
había matado. Dios mío, le había matado.

—¿Qué coño…?

Volvió la vista hasta la puerta para ver que Luka


entraba en su despacho mirando incrédulo al tío que estaba en
el suelo. Juró por lo bajo antes de ir hacia George y ponerle los
dedos en el cuello. —¿Qué coño ha pasado?

—Quería… —Sollozó tapándose la cabeza con los


brazos.

Él vio las bragas rotas en el suelo y apretó los labios


incorporándose. —¿Qué ha ocurrido? —Se acercó a ella y la
cogió por los brazos. —¡Habla de una vez! ¡No hay tiempo

para lloros!

—Quería violarme —susurró—. Nos vio y…

Él entrecerró los ojos enderezándose antes de mirar a


su jefe. Juró por lo bajo por la sangre y entró en su baño
saliendo con dos toallas que le puso en la cabeza.

—¿Qué haces? Hay que llamar a la policía.

—¿Si? Mira guapa, tengo a mi cargo más de seis mil


empleados y estoy a punto de firmar una fusión en la que he
trabajado dos años, no pienso dejar que me jodáis la vida. —

La fulminó con la mirada. —¿O quieres ir a prisión?

Perdió el poco color que tenía en la cara. —¿A prisión?

¡Él me atacó!

—¿Sí? ¿Dónde están los testigos? —El jefe miró a su


alrededor y cogió sus bragas del suelo metiéndoselas en el
bolsillo de su bata antes de cogerla del brazo levantándola para
decirle furioso —¡Espabila! Vamos a sacarle de aquí y a tirarle

en cualquier sitio, ¿me oyes? No pienso arruinar la empresa de


mi familia y que la prensa se cebe con nosotros porque tú no
sepas controlar con quien te acuestas. ¿Estaba celoso? No es
problema mío.

—No, te equivocas. Jamás…

—¡No me cuentes tu vida! —le gritó a la cara antes de


volverse para mirar el cuerpo—. Joder, las cámaras. Sabrán
que estuvo aquí. —Se agachó a toda prisa y tiró de su mono
para sacárselo del cuerpo.

—¿Qué haces? —gritó de los nervios.

—Tiene que salir de mi despacho con vida. Ayúdame.

Sintiendo que le temblaba todo se agachó a su lado y


tiró de la otra manga. Al pasar el mono por sus caderas vieron
que tenía el miembro casi fuera del calzoncillo y Coralie
sollozó. —Ya llorarás más tarde —dijo él fríamente tirando del
mono por sus piernas. Luka le quitó las botas rápidamente y se
incorporó mientras ella se encargaba de terminar de

desnudarle.
Al ver que se quitaba la chaqueta a toda prisa preguntó
—¿Vas a ponértelo tú?

—Somos más o menos de la misma complexión.

—Pero él es moreno.

Juró por lo bajo y miró a su alrededor. —Necesito una


gorra.

Coralie se levantó. —En el despacho de


vicepresidencia hay una de un campeonato de golf al lado de
un trofeo.

—Ve a por ella.

Pasó a su lado y Luka la cogió del brazo. —¡Así no,


límpiate! ¡La cámara te enfocará en cuanto salgas al despacho
de Daisy!

Se limpió las lágrimas y al darse cuenta de que su


cabello cortado por los hombros se había soltado de la coleta,
miró a su alrededor para ver la goma sobre el sofá. Se hizo la
coleta rápidamente y él asintió. —Así, agacha la cabeza y ve a
por ella. Métela en el bolsillo. En el despacho de Lewis hay

una cámara sobre su mesa. Haz que limpias algo y coge la


gorra.
Más nerviosa que en toda su vida cogió el paño y salió

del despacho con la cabeza agachada. Hizo que estornudaba


para taparse la cara cuando se acercaba a la cámara y fue hacia
la salida muerta de miedo. Intentó no correr aunque tenía el
corazón desbocado y cuando llegó al despacho del
vicepresidente hizo un gesto como si se le hubiera olvidado

algo. Entró en él sin encender la luz y fue hasta la estantería


cogiendo la gorra. La dobló para meterla en el bolsillo y al
salir mostró el paño como si se lo hubiera olvidado dentro.
Regresó al despacho casi corriendo y al entrar le vio ya con el
mono puesto. Sacó la gorra a toda prisa. —Aquí tienes.

Él se la puso sobre la cabeza. Se veía algo el cabello de


su nuca y sollozó sin poder evitarlo. —No funcionará.

—Claro que sí, porque irás delante de mí cuando


salgamos y me cubrirás. —Se agachó para coger el cuerpo y
con esfuerzo lo tiró dentro del cubo de la basura del carrito.

Una de las ruedas de plástico se rompió con su peso. Cogió


otra bolsa de basura del carro y mientras la cortaba dijo —
Limpia eso.

Al ver la sangre en el suelo por poco le da algo, pero


sin saber de dónde sacaba las fuerzas se arrodilló para limpiar
la sangre con el paño que aún llevaba en la mano. Sollozó
levantándose con las manos llenas de sangre y él le tendió otra

bolsa. —Tíralos aquí. Nos desharemos de ellos en otro sitio.

Hizo lo que le mandó y cogió otro paño y el

desinfectante. Lo pulverizó por encima y limpió y limpió hasta


que el suelo quedó reluciente mientras él metía su ropa en otra
de las bolsas. Luka cogió la lámpara y la limpió él mismo. —
Deja de llorar —siseó.

—Lo siento.

—Y más lo vas a sentir como le digas algo a alguien.


—Colocó la lámpara en su sitio y miró a su alrededor.

—¿Cómo le vamos a sacar? —preguntó con voz


temblorosa.

—Otras veces he visto su furgoneta en el parking de la


empresa cuando me iba a casa. ¿La trae siempre?

—Sí. A veces me lleva hasta la estación de metro de

Union Square.

—Perfecto. —Metió las manos en el mono. —Supongo

que estas son las llaves.

Coralie asintió. —Pues nos llevamos su camioneta, te

dejo en la parada de metro, y me deshago de él. Tienen que


verte las cámaras entrar en el metro, ¿entiendes?
—Sí, sí. ¿Pero vas a ir tú solo a…?

—No te preocupes por eso. Lo importante es que al


salir de la empresa no te demores mucho en entrar en el metro.

—¿Y tú?

—En cuanto me libre de la camioneta, me iré a casa y


asunto olvidado.

—Pero no habrás salido del despacho. ¿Cómo vas a ir a


tu casa si aún estás en el despacho?

Juró por lo bajo volviéndose y entonces entrecerró los


ojos. —La cámara mira directamente a la mesa de Daisy y
tiene una clavija que la conecta al sistema. En cuanto salgamos
alargaré la mano y apenas fallará unos segundos. Ese será el

momento en el que he salido.

—¿Y el resto de las cámaras? ¡No te verán salir! —

gritó histérica—. Voy a llamar a la policía.

—¿Ahora que hemos hecho esto? —preguntó como si

fuera tonta sonrojándola.

—No va a salir bien.

—Haré que me he quedado trabajando toda la noche.


La luz estará encendida como el ordenador que siempre está
conectado por si trabajo desde casa. —Sus ojos brillaron. —
Eso, haré que trabajo y lo haré desde casa.

—¡No habrás salido de tu despacho! ¿Cómo vas a


entrar por la mañana?

Miró el carrito. —Como va a salir él. Antes de que

llegue Daisy me traerás de vuelta.

—¡No entro hasta las cinco!

—Dirás que te has dejado algo en mi despacho y que


no quieres que se enfaden contigo.

—¿Cómo qué? ¿Un cadáver?

—Muy graciosa. —De repente sonrió. —Tu móvil.

—¿Y por qué se iban a enfadar conmigo por eso? —


preguntó incrédula.

—¡Y yo qué sé!

—Menuda mente criminal tienes.

Empezó a dar vueltas de un lado a otro y al ver las


ventanas levantó una ceja. —Diré que se me olvidó limpiarlas
ayer después de echarles el producto. Que como estabas aquí

tenía que apurarme y que no me di cuenta de que no terminaba


de limpiarlas con las prisas.
—Muy bien, yo aprovecharé para entrar por el garaje
en el coche de Billy.

—¿Tu primo? ¿Y si viene la policía no le interrogará?

—¿Por qué iba a interrogarle? —preguntó furioso.

—¡No puedes implicar a nadie más! Entrarás con un


mono de fontanero que yo te llevaré a tu casa en unas horas.
En la furgoneta haré un parte que dirá que el grifo de

vicepresidencia gotea. Presentarás ese parte al de seguridad y


me esperarás en la segunda planta. Tendremos que coger otro
carro ya que este debe quedarse en la furgoneta. Los carros
normalmente se quedan aquí en los cuartos de la limpieza,
pero como este tiene una rueda rota diré que lo metimos en la

furgoneta para arreglar.

Él entrecerró los ojos. —Muy bien. ¿Estás lista?

—¡No!

—Empuja el maldito carro.

—Recuerda que hay que dejar la luz encendida. —Fue


hacia el carro y de repente se detuvo en seco. —¿Tu novia no
estará en tu casa?

Juró por lo bajo. —Puede.

—¡No puede verte!


—Pues me quedaré en la tuya. Venga, date prisa.
Lleváis mucho tiempo aquí.

El carro se resistía un poco. Entre el muerto y la rueda


que estaba a punto de caerse no sabía si llegaría al ascensor.
Luka al darse cuenta se puso en el lado de la rueda y empujó el
carro ligeramente mirando hacia abajo. Cuando iban a salir
ella vio un reflejo y susurró —El anillo.

Juró por lo bajo apartando la mano de la vista y


empujando el carro por el costado. Él tuvo que apartarse para

pasar por la puerta, pero en cuanto llegó al despacho de Daisy


volvió a agarrar el carro. —Sonríe —dijo él.

Coralie sonrió y dijo —¿Entonces me llevas a casa?

Gruñó con la cabeza gacha para evitar que le


reconociera la cámara.

Cuando llegaron al ascensor ella suspiró del alivio. —


Ponte debajo de la cámara del ascensor. Está encima de los

botones.

—Bien. —La miró a los ojos. —¿Y tu bolso?

—En la taquilla, abajo. Lo recogeré de la que salimos.

Las puertas del ascensor se abrieron y entraron como si


nada. Él se colocó bajo la cámara y pulsó el menos tres. Al
mirar hacia ella le siseó —Sonríe, coño.

Forzó una sonrisa. —Eso intento.

—No me vale, tienes una cara de culpable que no


puedes con ella. —Entonces la miró sorprendido. —Te falta un

botón en la bata.

Ella se miró el escote y abrió los ojos asustada. —No,

no.

—Joder.

—Se habrá caído en el sofá. Tengo que subir a por…

—Lo buscaré yo mañana. Ahora sonríe.

Lo hizo a duras penas y cuando salieron del ascensor


recorrieron el pasillo de mantenimiento. —Espera. —Ella
entró en los vestuarios y no tardó en salir con su bolso puesto
en bandolera. Al empujar la doble puerta abatible llegaron a la
zona de aparcamiento de mantenimiento donde había varias
furgonetas. Fueron hasta la de su jefe y Luka sacó las llaves
abriendo la puerta de atrás. La diferencia de altura entre la
furgoneta y el suelo era bastante. —Ayúdame a subirlo —dijo

él metiéndose en la parte de atrás y cogiendo el carro por el


extremo. Ella agarró la barra y tiró hacia arriba de él. Gimió
porque pesaba mucho, pero Luka dio un tirón y su extremo del
carro entró en la parte de atrás. Ella solo tuvo que empujar. —

Ya está. Sube, rápido.

Coralie cerró las puertas y rodeó la camioneta para


abrir la puerta del copiloto. Él se sentó tras el volante y
arrancó el motor. —¿Qué tengo que decir al salir?

—Limpiezas CleanShine. Después te abren sin

preguntar.

—¿Nos hemos retrasado mucho?

Miró su reloj de pulsera. —Una media hora. Pero


depende del día. Puede haber imprevistos. Una noche salimos

de aquí a las cuatro de la mañana porque hubo una fuga en el


tercer piso. Por eso no creo que digan nada.

Él detuvo la camioneta ante la barrera y pulsó el botón.

—Ya te abro.

—¿Nos ven? —preguntó tenso.

—No lo creo, aquí está muy oscuro.

La barrera se abrió y Luka aceleró ascendiendo la

pendiente para sacar la furgoneta del aparcamiento. Ya habían


llegado a la calle cuando entró por el otro lado un Jaguar. —
¿Qué coño hace Lewis aquí a estas horas?
Coralie palideció. —¿Tu vicepresidente? Tienes que
volver.

—¡Ahora no puedo volver! Si me busca en mi

despacho diré que fui a archivos a buscar algo que necesitaba.

—Se sabrá por las cámaras que no has estado allí —


dijo asustada.

Tenso la miró. —No podemos volver. Hacerlo sí que


sería un desastre. ¡Seguridad se preguntará por qué volvemos!

Eso sí llamaría la atención.

Muerta de miedo se tapó la cara con las manos. —


¡Dios mío, Dios mío!

Él alargó la mano y la cogió por el cuello pegándola a

él. —Tranquilízate. No pasará nada. Si no hay cuerpo no hay


delito.

Se le cortó el aliento levantando la vista hacia él. —


¿Dónde lo vamos a tirar?

—Yo me encargo de eso. ¿Dónde vives?

—En Little Italy. —Le dijo la dirección a toda prisa. —


En el bajo.

—Joder, aquí los bajos son los subsuelos.


Hizo una mueca. —Es lo que me puedo permitir.

—¿Tengo que entrar en el portal o solo tengo que bajar


las escaleras?

—No la puerta está en el exterior. Hay una verja negra,


bajas unos escalones y directamente ya está la entrada. Una

puerta roja.

—Bien. Tardaré un par de horas como mucho. En


cuanto me deshaga de él y de la camioneta iré en el metro.
Llevaré la gorra para que no me capte otra cámara.

—Acuérdate de deshacerte del mono.

—Tranquila.

—Todavía estamos a tiempo.

La advirtió con la mirada. —Ya no estamos a tiempo


de nada. —Frunció el ceño. —¿Cómo coño te llamas?

—Coralie.

—Pues escúchame bien, Coralie… No voy a dejar que

todo esto me joda la vida. He luchado mucho por llegar hasta


mi puesto, ¿sabes?

—Lo sé.
Él frenó en seco ante una boca de metro. —Espérame
despierta.

Como si pudiera dormirse en un caso así. ¡Dios, había


matado a un hombre! Agarró la correa de su bolso, pero de
repente recordó. —¡El parte! —Le escuchó jurar por lo bajo
mientras cogía la tablilla y arrancaba una hoja. —Lo rellenaré
en casa.

—Bien, date prisa.

—Sí, sí.

La agarró por el brazo. —Ni se te ocurra llamar a


nadie.

¿A quién iba a llamar?

—Júramelo.

—Te lo juro.

Él apretó los labios como si no se lo creyera, pero en


algún momento tendría que dejarla ir. —Vete.

Saltó de la camioneta y cerró la puerta antes de correr


hacia el metro. Con el corazón en la boca pasó el torno y se
aseguró que las cámaras la captaran entrando porque hizo que
se le caía la tarjeta al suelo y tardó unos segundos en
recogerla. Fue hasta las escaleras y bajó a toda prisa sintiendo
que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento.
Miró a un lado y a otro. A esa hora no había ni un alma y se le
pusieron los pelos de punta.

Afortunadamente el metro no tardó en llegar y todo el


camino a casa se aferró a su bolso como si eso fuera a ayudarla
en algo. Al llegar a su calle corrió hasta su edificio. Abrió la
verja casi sin ver y saltó los escalones metiendo la llave a toda

prisa. Al cerrar la puerta sollozó dejándose caer al suelo.


Había destrozado su vida. Había matado a un hombre, tarde o
temprano la cogerían. Se le cortó el aliento porque a Luka
también le cogerían. Ahora era su cómplice. No podía dejar
que destrozaran la vida de los dos. Diría que le había matado
ella en la furgoneta cuando intentó propasarse. En el cuerpo
tenía que haber rastros de ADN suyos, ¿no? Eso sería una
prueba que la ayudaría en su versión. Sí, si la cogían diría eso.
Que cuando la llevaba al metro se propasó y que ella le golpeó
con algo. Ya pensaría en eso. De momento a hacerse la tonta.

Ya llegaría el momento de declarar. Ahora debía mantener la


mente fría. Una ducha, eso es lo que tienes que hacer. Se
levantó a toda prisa casi arrancándose la bata y fue hasta el
baño quitándose el sujetador. Abrió el grifo de la pequeña
ducha y se metió bajo el chorro, aunque estaba fría. Ni lo
sintió. Cogió el bote de gel y este casi se le cayó de las manos.
—Tienes que calmarte, Coralie. Cálmate —dijo entre dientes
echando una buena cantidad de gel sobre la esponja. Se frotó
bien, incluso se pasó un cepillo por las uñas antes de
enjabonarse el cabello tres veces. Sollozó y apoyó las manos

en los azulejos. —Era un cabrón, Coralie —dijo para sí—. Y


fue un accidente. No eres una asesina, solo te defendiste.

Tardó unos segundos en calmarse y cuando cerró el


grifo cogió una toalla para rodear su cabeza. Al ponerse ante el
espejo vio los morados en el brazo y palideció. —Dios mío…
No pasa nada. Te ibas a caer en las escaleras del metro y te
agarraron evitando que te cayeras. Todo puede tener
justificación. —Se puso su viejo albornoz y salió del baño

descalza. Al ver la bata la cogió comprobando que las


braguitas estuvieran dentro y sacó una bolsa de basura. Se le
cortó el aliento. La basura pasaba en una hora. Corrió fuera de
la casa y fue hasta el cubo que estaba a un par de metros.
Abrió la tapa y metió la bolsa bien en el fondo antes de
regresar. Esperaba que Luka se estuviera deshaciendo del
mono de George. Se apretó las manos y se sentó en el sofá
abrazándose las piernas, pero estaba tan nerviosa que no se
podía estar quieta. Entonces recordó el parte y fue hasta su
bolso. Lo agarró y lo llevó hasta la pequeña mesa de la cocina

sacando el papel a toda prisa y cogiendo un boli que tenía


pegado a la nevera. Lo empezó a rellenar y lo firmó. Con eso
Luka podría entrar en la empresa el día siguiente. Entonces
recordó el mono de fontanero. Se mordió el labio inferior y sin
hacer ruido se subió a la pequeña encimera de la cocina, abrió
la ventanita que daba al patio interior y sacó la cabeza. Sonrió
porque como siempre allí estaban dos monos grises colgados
para que se secaran. Al ver todas las luces apagadas se
encaramó en la ventana y se arrastró por el patio. Mierda,
tendría que ducharse de nuevo. Cuando consiguió sacar las

piernas por la estrecha ventana corrió hacia el tendal del


primer piso y saltó para agarrar la pernera de uno de los
monos. Este se desprendió de las pinzas haciendo que casi
chillara de la alegría. Corrió hasta su casa y metió las piernas
por la ventana. En su prisa por entrar para que no la viera
nadie metió el pie en el fregadero y gimió cuando se cortó con
algo. Cuando metió el cuerpo se dio cuenta que era el cuchillo
con el que había cortado el sándwich que se había llevado al
trabajo. Juró por lo bajo y se sentó en la encimera levantando
el pie. Aunque la herida era larga no era muy profunda. Se

cubrió el pie con un paño de cocina y se bajó para ir hasta el


baño. Se echó iodo y se lo envolvió en una gasa. Suspiró del
alivio. Tenía el mono, lo había conseguido. Ahora a esperar a
Luka.
Capítulo 2

Varias horas después estaba convencida de que le


habían pillado y que aparecería la policía en cualquier

momento. Su cabello ya se había secado y se había puesto una


bata limpia dispuesta a irse de nuevo al trabajo, pero aquello
no tenía muy buena pinta. Entonces escuchó el ligero chirrido

de la verja y corrió hacia la puerta para mirar por la mirilla. Al

ver la gorra abrió a toda prisa y él entró en la casa vestido con


su traje gris. Se quitó la gorra. —¿Te has duchado?

—Sí.

—Ahora iré yo. —Repasó con la mirada su pequeño

apartamento y vio la luz del baño encendida. —Apaga las


luces.

Ella corrió hacia el interruptor y apagó la luz. —


¿Dónde lo has dejado?
—Es mejor que no lo sepas. Y lo que he hecho con la
furgoneta tampoco te lo voy a decir. —Se quitó la chaqueta. —
Límpiame los zapatos y los bajos del pantalón.

—Sí, sí —susurró.

—Procura no hacer ruido. —Cuando se quitó los


pantalones mostrando unos gayumbos negros se le cortó el
aliento, pero los cogió de inmediato. Él fue hasta el baño y
cerró la puerta antes de encender la luz que se vio por la
rendija inferior. A toda prisa cogió los zapatos y fue hasta la
pila. Con el estropajo frotó las suelas y echó desinfectante.

Como eran de calidad los aclaró bajo el grifo porque sabía que
no dejarían pasar el agua. Los secó con un paño y cuando

terminó cogió el betún de debajo del fregadero mientras oía el

agua de la ducha. Esperaba que la señora Mills no le


escuchara. Era un poco cotilla y se preguntaría por qué se

duchaba dos veces. Cuando estaba frotando los zapatos con


energía él salió del baño con una toalla rodeando sus caderas

mostrando unos abdominales que eran para morirse de la


impresión y fue hasta la nevera abriéndola para ver lo que

había. Intentando reponerse dijo mirando ese duro trasero. —

¿Tienes hambre?
—Me muero por un whisky, pero supongo que no
tienes. —Cerró la nevera. —Y cerveza tampoco.

—Tengo vodka. —Abrió la alacena y sacó la botella

que estaba sin empezar. —Me la regaló mi amiga Shelly en

una noche de chicas y al final no la bebimos. —Sacó un vaso a


toda prisa y fue hasta la nevera abriendo el congelador para

sacar el hielo.

—Tómate otro, te vendrá bien. —Se dejó caer en el


sofá y este chirrió por su peso. —¿Sofá cama?

—No hay habitación.

—Nena, necesitas otro empleo.

—Sí, como para cambiar ahora. —Fue hasta la alacena

y cogió otro vaso. Cuando los preparó, le llevó el suyo con una
buena cantidad de vodka y se lo tendió. Él lo cogió rozando

sus manos. —Eso levantaría sospechas.

Él asintió antes de beber su vodka casi de un trago. —


Argg, esto es una mierda.

—Lo siento, pero el de marca ya me lo he acabado —

dijo irónica sentándose a su lado. Bebió un buen trago y cerró

los ojos intentando tragar. Cuando lo hizo susurró —Sí, es una


mierda. Como toda esta noche.
—Y que lo digas. —Él suspiró dejando caer la cabeza

sobre el respaldo del sofá. —Estoy agotado, joder. Me he

levantado a las cinco.

Le miró de reojo. —Duerme un poco.

—No, debemos irnos.

—Por una hora no pasará nada. Tu secretaria no llega

hasta las nueve. —Miró el reloj de la cocina. —Son casi las


seis.

—Una buena razón para irnos. —Se levantó y cogió la

botella de la encimera echándose otro trago. —¿Mi pantalón

está limpió?

—Enseguida termino —dijo levantándose. Lo cogió y

extendió los bajos sobre la encimera. Pasó una esponja por


ellos antes de pasar el paño intentando ser concienzuda.

—Es hasta llegar a la empresa. En la oficina tengo

otros trajes. Ese saldrá para la tintorería a las diez que es

cuando llega el chico del correo para los recados.

Suspiró del alivio. —Bien. Entonces ya está.

Él lo cogió con los zapatos y regresó al baño. Mientras

se vestía ella se apretó las manos y cogió el mono acercándose

a la puerta. —Tienes que ponerte esto.


La puerta se abrió y asintió al verlo. Se lo puso encima
del pantalón y dijo —Mete la chaqueta del traje en tu bolso. La

cogió a toda prisa e hizo lo que le mandaba. Un minuto

después él salía con el mono puesto, pero los zapatos se

notaban mucho. —Esos zapatos…

—Tendremos que arriesgarnos. Le he puesto las botas


a tu jefe. —Se puso la gorra y vio el parte de trabajo sobre la

mesa, así que lo cogió doblándolo y metiéndoselo en el

bolsillo del mono. —No tengo herramientas. Diré que me

acerco a echar un vistazo a la avería.

—No te verán salir.

—Eso ya no será problema. Vámonos. No hagas ruido.

Salieron en silencio y cerró la puerta con llave. Cuando

llegaron al final de la calle él dijo —Nos vemos allí.

—En la segunda planta. Ve al cuarto de la limpieza y


espérame allí.

Él asintió caminando calle abajo y ella torció la

esquina para ir hacia otra parada de metro. ¿Cómo era posible

que estuviera cada vez más nerviosa? Ya queda poco, Coralie.


Cuando llegó a la empresa no le quedó más remedio

que entrar por la puerta principal. Fue directamente a la


recepción que en ese momento estaba ocupada por uno de

seguridad. Peter le sonrió. —Pero bueno, ¿qué haces aquí?

—He metido la pata hasta el fondo. He dejado el

limpiacristales echado en el despacho del jefazo y se me ha

olvidado quitarlo con las prisas porque él estaba allí. Tengo

que limpiarlo antes de que llegue.

—Pues aún está arriba. Se ha quedado trabajando toda


la noche.

Le miró con los ojos como platos. —Mierda.

—Tranquila, no creo que te reprenda por eso. Además,

te has dado cuenta antes de que tuviera ninguna reunión. —Le

guiñó un ojo. —Suerte.

—Como se entere mi jefe me mata —dijo yendo hacia

el ascensor.

—Sí, George tiene muy mala leche cuando se cabrea.


No diré nada. Ni te inscribiré.

—Gracias, eres un cielo.

—Oh, por cierto, el fontanero ya está arriba echando

un vistazo. Ya que vas por allí, ¿puedes pasarte por si necesita


algo?

—Sí, claro. —A ver cómo justificaba que no se lo


había encontrado.

Se bajó en el segundo piso y caminó hasta el cuarto de

la limpieza. Al entrar la luz estaba apagada y susurró —


Luka…

—Ya estoy aquí dentro.

—¿Dentro?

—En el carro. Date prisa.

Tiró de aquel armatoste para sacarlo y fue hasta el

ascensor tan aprisa como podía. Subió al último piso y al salir


susurró —Me han dicho que controle al fontanero.

—Antes de salir del edificio, irás a mirar y dirás que no

le has visto. Cerrarán el pico porque es un problema de


seguridad.

—Vale. —Entró en su despacho y se detuvo ante la


puerta. —¿Señor Esdraffo?

—¿Qué haces?

—Hacer que hablo contigo, cierra el pico. —Metió la

cabeza y forzó una sonrisa —Siento molestarle, pero…—


Metió el carro y cerró la puerta. Suspiró del alivio. —Lo

hemos conseguido.

Él se levantó y el carro se movió. Coralie le cogió del


brazo sujetando el carro con la otra mano. Luka saltó con

agilidad y fue directamente al baño. —Busca el botón.

A toda prisa corrió hacia el sofá y metió las manos

entre el respaldo y los asientos. Pero no lo encontró. Se agachó


para mirar por debajo y suspiró del alivio cuando lo vio allí

tirado. —Lo tengo.

—Límpialo todo de nuevo. —Fue hasta los productos


de limpieza y cogió un envase con un paño. Repasó todas las

superficies de nuevo y al ver la lámpara palideció, pero la


frotó con energía. Él salió poniéndose una corbata roja cuando

estaba limpiando el suelo de rodillas ante el sofá. —¿Todo


bien?

Iba a levantarse cuando vio una gota de sangre en la


pata de la mesa de la lámpara. Se agachó frotando con fuerza
limpiándola una y otra vez. —Ya está, nena. —Reprimiendo

las lágrimas siguió limpiando. —¡Coralie ya está!

—Necesito lejía.
Se levantó para ir a por ella, pero él la cogió por los

brazos. —Eso lo harás esta noche. Ahora tienes que irte.

—Pero…

—Hazme caso. No denunciarán su desaparición hasta


pasadas cuarenta y ocho horas. Tendrás mucho tiempo para

limpiar. Ahora respira hondo. —Lo hizo mirando sus ojos. —


Vuelve a casa y duerme. Tómate un sedante si es necesario.

—No tengo.

Él fue hasta su escritorio y abrió un cajón. —Yo tomo


una todas las noches para dormir. Mi secretaria siempre va a

buscármelas a la farmacia, menos mal que tengo un bote. —Se


acercó y le dio dos pastillas. —Tómate solo una, la otra para
mañana.

—¿No temes…?

—¿Que me cojan? No, porque yo no tengo ningún

móvil, nena. ¿Por qué iba a matarle? Ni siquiera le conocía.


¿Y por qué iba a ayudarte a ti? Si te llaman para saber algo de

él, dirás que te dejó en la parada del metro y que no le viste


más. Tan simple como eso.

—Estoy asustada.
La cogió por la nuca. —No me jodas con inseguridades
estúpidas, no puedes cagarla ahora —siseó. Sus preciosos ojos
se llenaron de lágrimas—. Tienes que ser fuerte. Nos jugamos

mucho en esto. Nos jugamos nuestra vida, ¿me has entendido?

—Sí.

—Bien. —Fue hasta el baño y recogió algo del suelo.


—Llévate la gorra y el mono. —Los metió en el carrito y se
volvió hacia ella. —Esta noche estaré trabajando. Nos

veremos entonces. Recuerda, tú no sabes nada.

Asintió y él la observó fijamente mientras se guardaba

las pastillas en el bolsillo de la bata y se alejaba hacia el carro


con los productos de limpieza en la mano. —Coralie… —Le

miró sobre su hombro. —Sonríe.

Forzó una sonrisa y dejó los productos en el carro antes


de empujarlo hacia la salida. Al cerrar la puerta vio cómo se

ponía la chaqueta del traje azul que llevaría ese día y se


preguntó por qué les había pasado eso.

Limpió su planta en tiempo récord y apenas eran las


once cuando llegó a su despacho. Frunció el ceño porque la
puerta estaba cerrada. Disimulando limpió la mesa de su
secretaria y todo lo que había por allí cuando escuchó una risa
de mujer. Se quedó de piedra. ¿Una mujer? Estaban en medio

de una crisis. ¡La crisis más gorda de su vida, leche! ¿Y él


ligando? Porque esa risa no era de ay que gracioso es, señor

Esdraffo, era de quíteme las bragas que lo estoy deseando.


Mosqueadísima fue hasta la puerta y abrió de golpe. ¡Estaba
besando a una mujer con unas piernas kilométricas! Carraspeó

y se separaron con desgana, la verdad. Él levantó una ceja


mirándola. —Uy, lo siento. No pensaba que hubiera nadie.

—Lidia, preciosa… ¿Por qué no me esperas en casa?


No sé cuándo van a llamarme desde Tokio.

—Pobrecito, siempre trabajando —dijo acariciando su


pecho por encima de la camisa mostrando el pedrusco de dos
millones que era de su abuela. La madre que lo parió.

Se alejó de él y cogió su carísimo bolsito. —¿Sabes


qué? Voy a darme un baño. Te espero en la bañera, cielo.

—Saca una botella de champán para celebrarlo.

Soltó una risita estúpida que le crispó los nervios. —

Me encanta reconciliarme contigo. —Caminó hacia ella y


Coralie agachó la mirada. Su carísimo perfume llegó hasta ella
y se largó sin despedirse.
—Tranquila, puedes limpiar. Solo espero una llamada
—dijo para que esa estúpida le oyera.

En cuanto entró en el ascensor le fulminó con la


mirada empujando su carrito. —¿Has vuelto con ella?

—No era buen momento para dejar lo nuestro. Saldría


en la prensa y tenemos que pasar desapercibidos. —Frunció el
ceño. —¿Cómo sabías que lo habíamos dejado?

Mierda. —Pues… Lo oí ayer antes de entrar. No quería


interrumpirte, pero como no salías…

La miró con desconfianza. —Así que sabías que estaba


comprometido.

—Cuando entré en el despacho ya no estabas


comprometido. —Cogió los productos de limpieza y entró en
el baño. —Me han llamado.

Él se acercó. —¿Quién?

—La mujer de George. Llamaron a la empresa y le


dieron mi número. —Empezó a frotar el lavabo con ganas. —
Me preguntó por él. Si sabía algo.

—¿Qué le dijiste?

—Que como hacía otras veces cuando salíamos muy


tarde, me había llevado hasta la parada del metro. Le pregunté
qué era lo que pasaba. —Asustada le miró a través del espejo.
—¿Hice bien?

—Sí, no preguntar hubiera sido raro.

—Ella me dijo que no había ido a dormir. Parecía


angustiada —dijo con la voz congestionada por sus ganas de
llorar—. Tienen dos hijos.

—No pienses en eso, piensa que era un cabrón que


intentó violarte —siseó.

—¿Aquí no han llamado?

—¿Por qué iban a llamar? Además, a mí nadie me


molestaría con eso.

—No, claro que no.

—Sigue así. ¿Dejaste la gorra en el despacho de


vicepresidencia?

—Sí. Y dije abajo que el fontanero había arreglado el


grifo pero que no le había visto. Peter no le dio importancia.

Dijo que seguro que había salido cuando él había ido al baño.

—¿El mono?

—En el tendal de mi vecina como estaba antes.

Él sonrió. —Bien hecho, nena.


—¿Seguro?

—No hay cabos sueltos.

—Sí que los hay. No sabemos si tu vicepresidente sabe


que no estabas en el despacho. —Dio un paso hacia él. —
¿Sabes qué vino a hacer aquí?

Entrecerró los ojos como si algo no le gustara un pelo.


—No. ¿Y adivina lo más sorprendente?

—Por favor, no me sorprendas más.

La cogió por los brazos. —Tranquilízate.

—Tienes unos nervios de acero.

—Alguien debe tenerlos.

Levantó la vista hasta sus ojos. —¿Qué es lo más


sorprendente?

—Le dije que me había quedado toda la noche


trabajando y no comentó que él hubiera venido a la empresa a
nada. ¿No es extraño?

Entrecerró los ojos. —Algo no huele bien.

—Eso mismo pienso yo.

—Voy a echar lejía en el inodoro.

—¡Nena, no quería que supiera que estuvo aquí!


—Oh.

—Por eso… —Salió del baño y ella muy nerviosa fue


tras el para verle coger un post-it del escritorio. —Vas a entrar
en su despacho y vas a encender el ordenador. Cuando te pida
una clave metes esta.

—Pero…

—Yo te ayudé ayer.

—¡Yo quería llamar a la policía!

—Vas a entrar ahí y hacer lo que te digo.

—Puedes hacerlo tú, es tu empresa.

—Es un vicepresidente cojonudo, ¿y que piense que no


me fío de él?

—¡No te fías de él!

—¿Vas a hacer esto por mí o no?

—¿Y si me pillan?

—¿Quién te va a pillar?

—Ya he limpiado su despacho, espera a mañana.

Él suspiró. —Tengo la firma de la fusión más


importante de mi carrera en cinco días. Si me la está jugando
no puedo perder ni un segundo.
Miró el post-it en sus dedos y se lo arrebató de la
mano. —¿Qué tengo que buscar?

—Ahí también tienes mi correo. Transfiere todos sus


correos electrónicos. ¿Podrás hacerlo?

—Era un hacha en informática.

—Perfecto nena, te espero aquí.

Como si nada cogió dos rollos de papel higiénico y él


sonrió haciéndola gruñir. Salió del despacho y fue hasta el
despacho del vicepresidente. Dejó los rollos en el baño y
corriendo fue hasta el ordenador. Movió el ratón y se quedó de
piedra porque estaba encendido. ¿Este pensaba volver esa

noche? A toda prisa llevó la flecha al sobre que estaba en la


barra de tareas y abrió su correo. Sacó el post-it del bolsillo y
seleccionó todos los correos para reenviárselos a Luka. El
circulito girando en la pantalla la puso de los nervios, pero era
lógico que tardara ¿cuántos correos debía tener? Temiendo que

la pillaran apagó la pantalla y fue hasta el baño. Disimuló con


el papel higiénico en la mano y cuando pasaron unos minutos
regresó a la mesa para ver que ya había terminado. ¿Ya?
Entrecerrando los ojos bajó la pantalla de los mails y vio que
había unos veinte. ¿Quién borraba sus mails? Y más en el

trabajo. Entonces se le cortó el aliento porque todos los mails


habían sido enviados desde una misma dirección de correo.
Aquello atufaba… No seas paranoica igual es su novia y es su

correo personal. Al ir al icono del nombre pinchó encima para


ver que tenía dos direcciones de correo y la segunda dirección
sí era la de la empresa porque ponía Esdraffo en ella. —¿Ves?
Tiene dos correos electrónicos. —Volvió a la otra y abrió el
primer correo. Al leer rápidamente hizo una mueca. —Pues sí

que te la está pegando, sí.

—¡Me cago en la puta! —escuchó decir a lo lejos.

Sorprendida apagó el ordenador y corrió hacia la


puerta. Salió regresando al despacho y se acercó a la mesa. —

¿Le he pillado?

—Y cómo, nena —dijo entre dientes sin dejar de mirar


la pantalla—. Será hijo de puta.

—¿Tiene arreglo?

—Más me vale. —Levantó el teléfono. —Vete, tengo


que llamar a los abogados.

—¡No he limpiado!

—Coralie…

—¡Voy a limpiar!
Volvió a entrar en el baño y le escuchó decir —¡Os

necesito en la empresa ya!

Esos ya estaban saltando de la cama, pensó frotando el


lavabo. Echó detergente en la ducha y frotó y frotó. —Nena,

tienes que irte.

—Y si hay alguna prueba, ¿eh? No pienso arriesgarme.

Él atónito vio como pasaba el estropajo y echaba lejía


en el sumidero. —Puede haber algún pelo, una fibra… Son

muy listos. Tienen microscopios y esas cosas. Necesito un


destornillador.

—¡Para qué!

—Para sacar lo que haya dentro del sumidero.

—Mi empresa, eso es lo que está ahí.

—Serás exagerado. ¿Tienes un abrecartas? Con eso me


vale. —Fue hasta el escritorio y al encontrarlo lo cogió
sonriendo.

—Era de mi abuelo.

—Tranquilo, no le pasará nada. Es de oro. El oro


aguanta mucho.
—Van a llegar mis abogados de un momento a otro.

Tienes que irte.

—Acabo enseguida. —Ni corta ni perezosa se agachó

y empezó a dar vueltas al tornillito que tenía en medio. En


cuanto lo sacó quitó la rejilla y metió la mano rodeando el
sumidero. Al sacarla su guante estaba limpio. Cogió la botella
de lejía y se empapó bien el guante para pasarlo por él.

—Coralie estás perdiendo la cabeza.

—Ya me lo agradecerás. —Colocó todo en su sitio y le


tendió el abrecartas. —Coge.

—Date prisa —dijo entre dientes saliendo del baño—.


No pueden verte aquí.

Limpió todo en tiempo récord y cuando salió él estaba


hablando por teléfono. —Lo siento cielo, pero este problema
que acaba de surgir no puedo postergarlo más tiempo.
Tomaremos ese champán otro día, ¿de acuerdo? —Colgó el
teléfono y ella parpadeó. —¿Qué?

—No le has dicho que la quieres.

—¿Tenía que decírselo?

—No me extraña que esté insegura.


—¡Claro que está insegura, lo hemos dejado! ¿Quieres
irte de una vez?

Gruñó yendo hasta su carrito y cogió el spray. —Esta

fórmula no me fallará.

Atónito vio que empezaba a limpiar la zona del crimen.

—¿Otra vez?

—Eso mismo decía mi profesor de técnica. Una y otra

vez. Hazlo una y otra vez. Repite, repite. Hasta soñaba con
esas palabras. Así que a machacona no me gana nadie —dijo
frotando el suelo.

—¡Pues deberías ir a más audiciones!

Hizo una mueca y él al ver que no contestaba

entrecerró los ojos. —Vas a las audiciones, ¿no?

—Sí, claro —contestó con la boca pequeña.

Él se levantó de su sillón. —¡Coralie no me mientas!

Agachó la mirada sin dejar de frotar.

—¿Hace cuánto que no vas a una audición?

—Poco.

—¿Cuánto es poco? ¿Una semana?

—Algo más de dos años.


Dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Dos años? —
Se apoyó en sus talones y levantó la vista hacia él. —¿A
cuántas audiciones has ido?

Suspiró porque hablar de aquello no le gustaba un pelo.


—La primera fue un desastre. Se me rompió una cuerda y me
puse tan nerviosa que se me cayó el instrumento. En la
segunda me dijeron que no valía. —Se mordió el labio inferior

observando su reacción.

—¿Sabes cuántas veces me han dicho que no hasta


llegar aquí?

—¡Eres el jefe y de la familia fundadora, no compares!

—¡No puedes rendirte, Coralie!

—¡Fue humillante! ¡Después de tocar desde los cuatro


años me dicen eso! ¡Necesitaba recuperarme!

—¿Dos años? Al menos estarás practicando —siseó


como si que no lo hiciera fuera un delito más grave que el
asesinato.

—Sí, tres horas todos los días, pero…

—¡A partir de ahora practicarás cinco e irás a todas las


pruebas que encuentres! ¡Como si es para asistir a bodas, al
menos así se te irá quitando ese miedo escénico!
—¡Yo no tengo miedo escénico, daba recitales cuando
estudiaba!

—Entonces lo que no aguantas son las críticas. —De


repente sonrió. —Eso es muy de genios.

Se le cortó el aliento. —¿De veras?

—Sí, nena. Hablaremos de esto mañana. Tienes que


irte.

—Muy bien, pero mañana me dejas limpiar. Y no


protestarás.

Él asintió yendo hasta su mesa. —Y practica.

Empujó el carrito hasta la puerta y entonces se detuvo.


—Luka…

Con el teléfono en la mano levantó la vista hasta ella.


—Gracias por ayudarme.

—Me he ayudado a mí mismo, nena. Te lo aseguro.

—No hablo de eso. Practicaré.


Capítulo 3

Su teléfono móvil sonó y gimió alargando la mano.


Esas pastillas de Luka eran brutales, tenía que pedirle más. —

¿Diga?

—¿Coralie Meyers?

—¿Quién es? Paso de cambiar de compañía de luz, así


que no me molesten más.

—Le llama la policía.

Se sentó de golpe. —¿La qué?

—Soy la detective Portland y necesito que venga a la


veinticuatro para hablar con usted. Sé que se acuesta tarde.
¿Sobre las doce le parece bien?

De los nervios preguntó —¿Ha pasado algo? Dios mío,


es George, ¿verdad? Ayer no le encontraban y esta noche no
fue a trabajar.

—Precisamente. Tengo entendido que es la última

persona con la que estuvo la noche de su desaparición. ¿Puede


venir a hablar de ello?

Sabía que ese momento llegaría. —Sí, claro. ¿A las


doce ha dicho?

—Sí, a esa hora sería perfecto. Gracias.

—De nada. —Colgó el teléfono pensativa. —Todavía


no habían pasado cuarenta y ocho horas de su desaparición y si
ya lo estaban investigando es porque tenían algo. —Mierda. —

Se levantó para correr hacia la ducha.

A las doce menos diez entró en la comisaría y se

acercó a la recepción. Una policía le sonrió. —¿En qué puedo

ayudarla?

—La detective Portland quiere verme.

—Suba y el despacho del fondo a la derecha.

—Gracias.

—De nada.
Sintiendo el corazón en la boca subió los escalones y
para relajarse empezó a mover los dedos tocando una de

Chopin sobre la correa del bolso. Cuando se equivocó se

detuvo en seco mirando la correa. Ella nunca se equivocaba.


Lo hizo de nuevo y ni se dio cuenta de que la detective desde

una mesa la observaba mientras hablaba con un compañero.


Cuando hizo la pieza perfecta sonrió y miró hacia donde le

habían dicho, pero alguien se interpuso. —¿Señorita Meyers?

—¿Si? —Volvió la vista hacia una mujer de unos


veintimuchos años vestida con un traje gris con camisa blanca

y que llevaba su cabello rubio recogido en un moño a la nuca.

—Soy la detective Cristel Portland.

—Oh… —Alargó la mano. —¿Cómo está usted?

Eso pareció divertirle. —Muy bien, gracias. ¿La


primera vez que habla con la policía?

—Pues la verdad es que no, pero nunca había venido a

una comisaría.

—No debe preocuparse. Venga conmigo.

La siguió entre las mesas hasta ir hacia un pasillo y allí

fueron hasta el último despacho. La detective cerró la puerta


en cuanto pasaron. —Siéntese, por favor.
—Gracias. —Intentando relajarse puso el bolso en la

silla de al lado mientras ella se sentaba al otro lado de la mesa.

—¿Le han encontrado?

—Desgraciadamente no. Pero lo que sí hemos

encontrado es su camioneta.

Sonrió. —Entonces debe estar bien, ¿no?

—La camioneta fue incendiada en un callejón del


Bronx.

—¡Le han robado!

—Pues no sé qué pensar, la verdad. Este caso empieza

a darme algunos quebraderos de cabeza. —Apoyó las manos

en la mesa cruzando los dedos sin dejar de observarla. —¿Qué

puede contarme usted? Fue la última que le vio.

—Acabamos tarde y como siempre se ofreció a


llevarme a la boca del metro. Si aún estaba en la empresa solía

hacerlo con Martha y conmigo.

—¿Martha?

—Se ha jubilado. Hace un par de meses. Ahora soy yo

la que me encargo de la planta de presidencia. Tiene que estar

impecable, ¿sabe? Ese día tardé un poquito más porque quise


limpiar las ventanas por dentro. George dijo que me llevaría al
metro.

—¿Notó algo raro en él? ¿Algo que le llamara la

atención?

Hizo que lo pensaba. —Pues no, la verdad. En realidad

no hablamos mucho. Yo estaba cansada y él también. Encima

se nos había roto la rueda de un carrito y tuvimos que cargarlo


hasta la furgoneta.

Ella asintió y miró un expediente que tenía en la mesa.

—Al parecer su esposa la llamó.

—Sí, ayer para saber si sabía algo de él. La pobre no

hacía más que llorar.

—¿Sabe si George tenía una amante? ¿Si pensaba dejar

a su mujer?

La miró con los ojos como platos. —No. Nunca

hablábamos de esas cosas.

—¿Sabe si tenía problemas financieros?

—No lo creo…

—¿Y eso por qué?


—Escuché que le decía a Peter, el de seguridad, que se

acababa de comprar un coche.

La detective asintió. —Es cierto. ¿Cómo es su jefe?


¿Es agradable trabajar con él?

—¿Está de broma? No creo que haya ningún jefe con

el que sea agradable trabajar.

La detective sonrió para sí. —¿Era duro con usted?

Frunció el ceño. —Pues la verdad es que no, pero es

que yo soy muy trabajadora. Aunque me ha echado broncas,

como a todos. Sobre todo a Lucy.

—¿Lucy?

—No sé cómo se apellida, lo siento. Trabaja en el


cuarto piso. —La detective apuntó. —La semana pasada le

echó una bronca monumental porque se le había olvidado

poner los rollos de papel higiénico. Le dieron el toque desde

administración y él le echó la bronca.

—Entiendo. ¿Cuando la dejó en la boca del metro, le

dijo que iba a algún sitio?

—No, creí que se iba a casa.

—¿La dejó en la misma boca de metro de siempre?


—Sí.

—¿Cuál?

—La de la catorce con Union Square.

—¿A qué hora la dejó?

—Sobre las dos y media. —Sus ojos brillaron. —¿Sabe


qué? Igual iba a llevar el carrito a la central para sustituirlo.

—¿Con qué carrito ha trabajado usted después de esa


noche?

—Con el que me enviaron desde la empresa.

—¿Pero si ese carrito nunca llegó a la empresa cómo

sabían ellos que le faltaba a usted?

Mierda, esta era muy lista. —Porque cuando me llamó

la mujer de George llamé a la empresa y hablé con un


conocido que tengo en suministros por si sabía algo de él. Ahí
hablamos del carro y dijo que me enviaría uno. Cuando llegué

al trabajo allí estaba.

—Entiendo. —Miró de nuevo el expediente. —He

hablado con algunas personas y al parecer George no tiene


muy buen carácter.
—Sí, tiene mal genio cuando se enfada. —Se encogió

de hombros como si le diera igual. —Pero como todos los


jefes, supongo. Es mi primer trabajo.

—¿Toca el violín?

La miró sorprendida. —Sí, ¿cómo lo sabe?

—Por como movía los dedos antes. Eso es de músico y

profesional. ¿Trabaja en esto mientras encuentra algo en lo


suyo?

—Sí. La cosa está difícil.

—¿Tenía una aventura con George?

—¡No! —exclamó con cara de asco—. Ni se me


pasaría por la imaginación.

—No es un hombre feo. Algunas pensarían que es


atractivo.

—Pues a mí no me gusta nada. Además, está casado.

—¿Tiene novio?

Se sonrojó ligeramente. —¿Y eso qué tiene que ver

con esto?

—Me gustaría saberlo.


—No tengo, ¿vale? Tengo un horario de locos y

cuando todo el mundo sale yo estoy trabajando.

—Por eso sería lógico si tuvieran una aventura.

—Le juro por lo más sagrado que jamás me liaría con


él.

La mujer sonrió. —Muy bien, puede irse.

—¿Ya? —preguntó sorprendida.

—¿Tiene algo más que decirme?

—Pues no.

—Igual la llamo de nuevo. Nunca se sabe —dijo


levantándose y tendiéndole la mano—. Gracias por venir.

—De nada.

Fue hasta la puerta y salió disimulando que le


temblaban las piernas. En ese momento un hombre pasó a su

lado en el pasillo mirándola atentamente. El hombre se acercó


al despacho. —¿Y bien?

—Consígueme unas imágenes del metro de la catorce


con Union sobre las dos y media de la mañana. Del interior y
el exterior. Vamos a ver si es verdad lo que dice.

—¿No la crees?
La detective entrecerró los ojos. —Oculta algo.

Robert sonrió. —¿Con la cara de buena que tiene?

—Precisamente eso es lo que me llama la atención.


Investígala, quiero saberlo todo de ella.

Robert tiró sobre su mesa un montón de papeles y ella

suspiró cogiendo el bote de cola para darle un trago. —¿Qué


es todo esto?

—Lo que querías de la chica.

—Hazme un resumen.

—Es una niña prodigio. A los cuatro años empezó a


tocar el violín y con diez ya daba recitales por todo el mundo.
Su verdadero nombre es Coralianne Caruso. Meyers es el

apellido de su madre.

—¿Qué coño me estás contando? —preguntó incrédula

—. Trabaja de limpiadora.

—Es que estoy todavía en los diez años. Recitales por

todo el mundo, programas de televisión…

—La quemaron.
—Déjame terminar.

—Sabes que no tengo paciencia, Robert.

—Sus padres se iban a divorciar cuando tenía catorce


años. Su madre se suicidó cuando se enteró de que su marido
se casaba con otra.

—No me fastidies.

—Eso provocó que Coralie rechazara a su padre y a su

nueva familia porque su padre tuvo otros tres hijos, ¿sabes?


Desde la muerte de su madre se negó a dar recitales y aunque

él la obligaba al principio, tuvo que dejar de hacerlo porque


con un par se quedó con el violín en medio del escenario y no
dio ni una nota. Cuando tuvo dieciocho se largó de casa, se

cambió el nombre y no volvió a verle.

—Abandonó su vida.

—Totalmente, porque hasta la casa donde vivían la


había pagado ella. —Señaló los papeles. —Todo está ahí.

—Es fuerte.

—Muy fuerte para hacer lo que hizo.

—¿Y el padre?
—Se volvió a divorciar hace un año. Trabaja de
profesor de música en un instituto del centro. Su esposa se

quedó con todo al tener la custodia de los hijos.

—Con todo lo de Coralie.

—Exacto.

—Y acaba de limpiadora, increíble. ¿Terminó sus


estudios?

—Durante el instituto tenía un profesor particular para


las clases habituales y cuando se escapó asistió a Julia. —Le

miró sorprendida. —Sí, tenía plaza asignada desde los diez


años. Con beca total. Fue a las clases, aunque tenía más

experiencia que sus profesores —dijo divertido—. He hablado


con uno de ellos. —Miró sus notas. —El señor Martinson. “Es
un genio, no hay nota o partitura que se le resista y su alma ha

sido entregada a la música. Sus composiciones son auténticas


obras de arte.”

—¿También compone?

—Por lo visto… Al parecer no ha superado lo de su


madre y ha decidido abandonarlo todo.

—No, solo está encerrada en el dolor y no ha sabido

superarlo.
—Eso no lo sabes. ¿Y si realmente no le gustaba la
música?

—Entonces no hubiera ido a Julia cuando se libró de su


padre. Solo se ha privado de aquello que ese cabrito adoraba.

—Los recitales, que es donde está la pasta.

—Exacto. Sigue amando la música. Mientras hablaba


con ella movía los dedos sobre el reposabrazos sin darse
cuenta. No puede evitarlo, está dentro de ella. —Suspiró
mirando ese montón de papeles y los puso a un lado. —
Desgraciadamente esto no nos sirve de nada. ¿Has visto las

imágenes?

—Entró en el metro a las dos y treinta y dos. George

Kaplan estaba en la camioneta. Una cámara del cruce lo


corrobora.

—Así que no tenemos nada.

—He intentado seguir la camioneta a través de las


imágenes, pero no he podido conseguirlo.

—Estupendo. Se le pierde en el metro a las dos y


media. ¿La camioneta ha dado algo?

—Nada, ninguna prueba, calcinada totalmente.

—¿Con qué la quemaron?


—Creen que con gasolina. Todavía están haciendo
pruebas.

—Busca en las gasolineras desde Union al Bronx. A


ver si hay suerte y alguien compró gasolina después de las dos
y media.

Cuando llegó al trabajo todavía había mucha actividad.


Al parecer lo de la fusión estaba en la cuerda floja por los
comentarios que corrían entre la plantilla. El despacho del
vicepresidente estaba vacío y lo limpió escuchando los gritos
de Luka que le llegaban desde su despacho. Estaba de los

nervios. Seguramente ese día no podría hablar con él. Mierda,


era viernes y hasta el lunes no podrían verse. Limpió lo que
podía intentando no molestar, pero a las ocho se dijo que
aquello no tenía pinta de parar, lo que indicaba lo mal que
estaban las cosas. Lo sintió por él porque había trabajado

muchísimo por esa fusión. A las diez decidió comerse el


sándwich que llevaba y fue al cuarto de la limpieza. Se puso
los cascos y se sentó sobre una caja para escuchar a Karajan.
Estaba con el sándwich a la mitad cuando la puerta se abrió
sobresaltándola y la secretaria de Luka le dijo algo. Se quitó
los cascos. —¿Qué?

—¿Puedes venir? Han tirado la bandeja del café.

—Sí, sí, claro. —Tiró lo que le quedaba de sándwich


en el cubo del carrito y la siguió. —¿Ocurre algo?

—El apocalipsis, eso ocurre —dijo divertida—. El jefe


lo arreglará. Ya está en ello y cuando se empeña en algo no
hay quien le pare. Intenta no estorbarles, ¿vale?

—No te preocupes.

Entró en el despacho que estaba lleno de gente


hablando a la vez y vio que la bandeja se había caído al lado
del sofá justo donde George había fallecido. Volvió la vista
hasta él que estaba tras su mesa y Luka le dijo —Limpie eso.

—Sí, señor. Enseguida.

Reprimió una sonrisa porque lo había hecho a


propósito. Así podría limpiar esa zona de nuevo como quería.
Recogió la bandeja con la jarra y todo lo demás, colocándolo
sobre el carrito de servicio que había allí. Miró de reojo a Luka

y se dio cuenta de que la observaba. Le hizo un gesto para que


dejara de hacerlo y él apartó la vista de inmediato. —¡Señores,
no me dan una solución factible!
Todos se callaron en el acto. —Si Morgan´s no quiere
firmar el martes, les aseguro que van a rodar cabezas —siseó.

—Lewis no llegó a cerrar el trato. Solo filtró lo que


sabía de la fusión —dijo un hombre mayor sentado ante él. —

Tú no has hecho nada, no sé por qué no iban a querer firmar.

Miró al hombre uniendo las manos sobre la mesa. —


¡Será porque gracias a esa filtración ha perdido el veinte por

ciento de sus acciones y solo Dios sabe en qué manos estarán!

—Eso solo te perjudica a ti —dijo el hombre sin

intimidarse—. Morgan´s es el que tiene que estar temblando


en este momento porque tú no firmes al no saber quién es el
accionista.

—¡Y por qué no habéis averiguado quien es! —gritó


furioso.

—Se han comprado a través de una sociedad.

—Esto no me gusta nada —dijo otro hombre mirando

por la ventana.

—Primo, no me jodas, ¿crees que a mí me gusta?

Ella miró de reojo a su primo que según tenía


entendido le llamaban Billy y llevaba dos años trabajando en
varios puestos de la empresa hasta llegar a directivo. Este se
volvió mostrando que era muy parecido a Luka.

—Cuando firmes esa fusión unirás las dos empresas


dejándola como una sola. Morgan tendrá el veinte por ciento,

Esdraffo el treinta y cinco por ciento, un desconocido el veinte


y el resto en accionistas. Morgan nunca podrá vender sus
acciones a menos que lo haga a Esdraffo. Pero si ese tipo
consigue más acciones se quedarán con todo, primo. ¡Esdraffo
caerá en manos de un desconocido!

—No debería firmar —dijo uno de los hombres—. Ese


es mi consejo hasta que esto no se aclare.

—¡Joder! —Se levantó furioso y llevándose las manos


a la cabeza fue hasta el ventanal. —Como me entere de quien
ha sido…

—¿Y si es Morgan quien lo ha organizado todo?

Todos se volvieron hacia ella que se puso como un


tomate.

—¿Cómo has dicho? —preguntó Billy.

—Tú dedícate a limpiar —dijo otro con desprecio.

—¡Déjala hablar! —Luka la miró a los ojos. —

Continúa. ¿Cuál es tu idea?


—Bueno, la fusión era un secreto a voces. En toda la

empresa se comentaba. ¿Y si le tendieron una trampa al


vicepresidente para que él fuera el chivo expiatorio si se sabía
antes de la firma esto de que un desconocido tenía el veinte
por ciento? Morgan compra poco a poco sus propias acciones
bajo una sociedad pantalla y hace que no sabe nada de lo que

está pasando. ¿Por qué comprar el veinte? Si fuera otro fulano


cualquiera compraría todas las que pudiera si lo que quisiera
es dominar la empresa, ¿no? Es muy significativo que se
quedara solo en el veinte. Solo Morgan´s saldría beneficiado si
tuviera ese veinte por ciento en su poder. ¿Y para qué? Para

tener más que Esdraffo cuando llegue el momento de la firma


y superar su treinta y cinco por ciento. Así pueden quedarse
con todo. No estaría contraviniendo el acuerdo, él no habría
comprado después ni habría vendido nada, pero sería el
accionista mayoritario poniendo un presidente de paja en esa

sociedad fantasma. Entre los dos te quitarían la presidencia.

Asombrados miraron al jefe y sus dientes rechinaron.


—Ese hijo de puta…

—Pero si se anulara la fusión ahora quien más tendría


que perder sería Morgan´s, ¿no? Sus acciones caerían en

picado. Y si Esdraffo dijera… ¿Yo qué sé? Que ha encontrado


desajustes que no le convencían, todo el mundo pensará que

son desajustes en sus libros, ¿no?

Todos asintieron de nuevo. Coralie sonrió. —Un rumor

aquí otro allá y Morgan’s estará pidiendo un crédito en cuatro


días. Le regalará las acciones con tal de que se realice la fusión
porque si no lo perderán todo.

—¿Billy? —dijo Luka muy serio.

—Dime, primo.

—¿Eso que acaba de decir puede considerarse delito?

—¿Por no querer firmar y decir que algo no te


conviene? —preguntó divertido—. No, en absoluto.

—Es poco ético, pero en los negocios a este nivel


hemos visto que no hay demasiada ética. Será hijo de puta —
dijo el viejo.

—¡Poneos a trabajar! ¡Quiero hundir a ese cabrón!

—Haré las declaraciones al Financial Times ahora


mismo —dijo Billy.

—Escoge muy bien tus palabras. Pienso quedarme con


Morgan´s y habrá que reflotarla. —Billy asintió yendo hacia la
puerta a toda prisa. —Y primo. Trasládate a vicepresidencia.
Los ojos de su primo brillaron. —Gracias, Luka. No te
fallaré.

—Lo sé. Eres un Esdraffo, lo llevas en la sangre.

Coralie sonrió por la alegría que le había dado y este le


guiñó un ojo antes de salir. Como todos la observaban se

agachó para seguir limpiando.

—Dejadme solo.

—Deberíamos hablar de la estrategia que vamos a


seguir cuando hables con Morgan —dijo el viejo—. No debes
mostrar tus cartas.

—Diré que con todo lo que ha pasado no lo veo claro.


—Sonrió malicioso. —Pero eso será el lunes. Que el fin de

semana lea la prensa y se ponga nervioso.

Todos sonrieron y él dijo —Iros a casa. Disfrutad del

fin de semana.

Salieron hablando y era evidente que estaban bastante

satisfechos con la resolución que había tomado. Cuando el


último cerró la puerta ella dijo arrodillada en el suelo —¿Y si
me equivoco?

—Si te equivocas da lo mismo. No pienso correr el


riesgo de perder la empresa que ha fundado mi familia en una
operación que es tan peligrosa para nosotros —dijo desde su
asiento—. ¿Qué tal el día?

Se sentó sobre sus talones. —Me ha llamado la policía.


Me han interrogado en comisaría.

Él apretó los labios. —¿Sospechan de ti?

—Creo que no.

—¿Les dijiste lo del metro?

—Sí.

—Seguro que ya han visto las imágenes y como la

furgoneta se iba. Todavía no han dado con él, así que de


momento no hay problema. Es solo una desaparición.

—¿Dónde está?

—Ya te lo dije, mejor que no lo sepas.

Se levantó. —Pero…

—Créeme nena, es mejor que no lo sepas. Si hay suerte


puede que no lo encuentren nunca y espero que cuando lo
hagan no encuentren demasiado.

Se le puso un nudo en la garganta. —Dios mío…

—¿Has practicado?
—¿Qué? —preguntó sorprendida viendo cómo se
levantaba y se acercaba a ella.

—¿Has practicado?

—Sí, pero…

—Olvídalo. Es lo mejor para todos. Era un cabrón,


¿recuerdas? Seguro que tenía antecedentes.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Los depredadores sexuales no empiezan violando.


Seguro que ya había hecho algo antes. —Entrecerró los ojos.
—¿Alguna de tus compañeras te ha comentado algo?

Se le cortó el aliento. —Hace un año, Stephanie


Golden dejó de trabajar con nosotros de un día para otro.
Martha dijo que había ocurrido antes. Que se cansaban,

encontraban algo mejor y lo dejaban sin avisar siquiera.

—¿Pero?

—Me la encontré en un outlet que hay en Columbus


Circle unas semanas después y estaba pálida y demacrada. Le
pregunté si estaba enferma y me dijo que no. Y también me

dijo que no había encontrado otro trabajo. Que pensaba volver


a estudiar. Parecía nerviosa e incómoda por verme. No la
entretuve más, pero me quedó un mal sabor de boca.
—¿Se te había insinuado antes? ¿Cuando te llevaba al
metro?

—Al principio estaba Martha delante y no. Pero


cuando ella se jubiló me llevó una vez e insistió mucho en si
íbamos a tomar una cerveza. Cuando le dije que no se lo tomó
mal, como si se ofendiera por mi rechazo. —Frunció el ceño.
—Recuerdo que cuando llegamos a la parada del metro había

un coche de policía haciendo un control. Me dijo que me


bajara de mala manera y lo hice muy a gusto, te lo aseguro.
Después de eso ya no quise ir con él hasta el metro, aunque
intentó convencerme muchas veces.

Él asintió. —Si hay algo más, la policía dará con ello.


No tardarán en interrogar al resto de las empleadas y llegarán a
las mismas conclusiones que nosotros. Seguro que sacan algo.

—Entonces me llamarán de nuevo —dijo asustada—.


Se preguntarán por qué no lo intentó conmigo.

Luka juró por lo bajo y apretó los labios. —Di que no


sabes nada y que contigo siempre fue correcto.

—La detective Portland ya me ha preguntado si tenía


algo con él y le dije que no.
—Insiste en esa versión. —Ella asintió. —Tú no sabes
nada de nada. No te salgas de tu historia.

—¿Y si vienen por aquí?

—Yo tampoco sé nada. Estuvo aquí para saber si

ocurría algo y te ayudó a sacar el carro. Apenas hablamos


porque sois de la limpieza y yo seguí trabajando.

—¿Vas a ir de snob?

—Por supuesto, salgo en las revistas y estoy

comprometido con una antigua modelo de Victoria Secret´s.


Mantendré el papel que todos me han asignado. El de frío
hombre de negocios que le gusta llevar del brazo a una
belleza.

—Serás cabrito —siseó.

Él sonrió divertido. —¿Estás celosa?

—Que te den.

La cogió por la cintura cortándole el aliento. —De


momento no —susurró—, pero algún día te retorcerás de
placer conmigo dentro.

—¿Cuándo? —preguntó casi sin voz.


Él apenas rozó sus labios haciendo que se estremeciera.

—Ahora no puede ser. Quizás el año que viene.

Jadeó soltándose. —¿Estás loco? ¿Un año?

—En este momento no puede ser y sabes de sobra la


razón. No pueden relacionarnos. Y hay otra cosa… —Sonrió
irónico. —¿Crees que me voy a casar con una limpiadora? ¡Ve

a las audiciones!

—¿Me estás chantajeando? —Su corazón dio un


brinco. —¿Has dicho casar?

—Un año para una cita y después a ver qué pasa. Pero

tendrás que dejar este trabajo para esa cita, Coralie. —Se cerró
la chaqueta y en ese momento se abrió la puerta mostrando a
su secretaria. —¿Si, Daisy?

Impresionada recogió sus productos de limpieza


mientras su secretaria decía —La noticia ya ha salido en la
edición online del Times.

—Bien, puedes irte. No se contestará al teléfono hasta


el lunes.

—Sí, señor Esdraffo —dijo mirándola de reojo.

—¿Puedo limpiar el resto del despacho?

—Sí, hago una llamada y me voy. ¿Algo más Daisy?


—No, señor. Buen fin de semana.

En cuanto se fue ambos se miraron. Él la advirtió con


la mirada y Coralie siguió limpiando en silencio. Luka hizo

una llamada. —Lidia haz las maletas, nos vamos al yate. —


Puso la mano en la cintura mientras ella abría la boca del
asombro. Le hablaba de boda y se largaba con esa. Él al ver su
cara de pasmo exclamó —¡Sí, ahora! ¡No puedo estar
localizable! ¡Nos vamos en una hora!

Colgó el teléfono de mala manera y miró


disimuladamente la puerta para ver que su secretaria se había

ido. —Esto es necesario.

—Necesario —dijo entre dientes.

—En un par de meses se acabará.

—Lo que digas —dijo irónica—. Mientras tanto yo


practicaré.

—Nena…

—Eres un cerdo —dijo por lo bajo.

—Hago lo que creo que es lo mejor para los dos. —


Fue hasta la puerta y se largó como si nada dejándola helada.
Asombrada se sentó en el sofá y al darse cuenta de lo que
había hecho se levantó de golpe y frotó una y otra vez.
Capítulo 4

Durante el siguiente mes no le vio. La llamaron para ir


a comisaría de nuevo y le preguntaron que si había oído algo

sobre que George se pasara de la raya con las empleadas de la


empresa. Por supuesto dijo que no. La detective le dijo que
había tenido suerte, que probablemente ella sería su próxima

víctima y que se había librado por los pelos.

—¿Cree que ha sido alguna de esas mujeres?

—Esto abre la investigación. Probablemente no le


encontremos nunca. Igual ha huido porque se sentía
amenazado. ¿Quién sabe? De momento la investigación sigue

abierta.

Y ya no había vuelto a saber nada. La verdad es que


saber que había matado a un cerdo de tal calibre había
descargado bastante su culpa. Del todo, vamos. Lo veía como
que había hecho un bien a la humanidad y Nueva York era
mucho más seguro sin él.

Por otra parte, no ver a Luka la estaba poniendo de los


nervios. Se moría por hablar con él, pero al parecer estaba muy
ocupado con su novia de fiesta en fiesta como decían las
revistas. Empezaba a pensar que lo que le había dicho de
casarse habían sido imaginaciones suyas. Muchas veces
cuando limpiaba su escritorio esperaba que hubiera una nota

para ella, pero nada, como si no le importara su existencia. No


dejaba de rememorar el roce de sus labios y que si todo iba
bien tendría la cita que siempre había soñado. Había llegado el

momento de hacer algo. Sentada en el sofá miró los estuches

de sus violines colocados sobre el armario y entrecerró los


ojos. ¿Quería una mujer a su altura? Pues la iba a tener.

La detective la vio al otro lado de la calle saliendo del

edificio con su violín en la mano. Al mirar la fachada sonrió


porque era un teatro. —Al parecer nuestra chica vuelve a la

carga, Robert.

—Eso parece —dijo tendiéndole el café que acababa


de comprarle—. ¿Es una casualidad o me lo parece a mí?
—Igual se ha dado cuenta de que su profesión no tenía
futuro cuando siempre ha tenido un futuro brillante. —La

observó ir calle abajo loca de contenta. —Parece feliz. Me

alegro por ella.

Empujó el carrito hasta la zona de presidencia cuando

vio la puerta entornada y la luz encendida. Se acercó a la

puerta y le vio trabajando. Se apoyó en el marco para


observarle y él sonrió. —Acabo de comprar Morgan´s. Ya no

es una fusión, me lo he quedado todo.

Sonrió radiante entrando en su despacho. —


Felicidades. —Se acercó a él y rodeó el escritorio para

sentarse sobre él. —Así que te ha ido bien.

—Nena, te has sentado sobre el contrato.

Le fulminó con la mirada. —Me importa un pito tu


contrato.

Él rio por lo bajo. —¿Me has echado de menos?

—¡Un mes!

—¿Lo has aprovechado?


Separó los labios de la impresión. —Ibas en serio.

—Por supuesto que voy en serio. Siempre lo hago.

¿Has ido a alguna audición?

—Igual necesito un aliciente —dijo retándole con la

mirada.

—¿Necesitas más? —Se levantó y apoyó sus manos a

cada lado de su cuerpo mientras se la comía con los ojos. —Y


yo necesito que vayas a las audiciones.

—¿Por qué te importa tanto?

—Porque te importa a ti, por eso.

Ella se miró las manos. —Había dejado de importarme.

—No me mientas, tus ojos brillan cuando hablas de

ello. Necesitas superar tus inseguridades y vas a hacerlo… Si

me quieres a mí, por supuesto. —La cogió de la nuca

atrayéndola. —¿Me quieres a mí?

—Sí.

La miró como si fuera suya. —Tienes un año para


conseguirlo, nena.

—Once meses.
Él sonrió. —Y para que veas que no te lo pongo difícil
con que sea una pequeña orquesta me es suficiente.

Correspondió a su sonrisa. —¿Una pequeña?

—Solo eso, nena. ¿Lo intentarás?

—Sí.

Él atrapó sus labios y Coralie que todavía no se podía

creer que estuviera a su lado se abrazó a su cuello. La cogió

por la cintura entrando en su boca y se saborearon el uno al

otro apasionadamente. Enterró los dedos en su cabello y Luka


se apartó para besar su cuello abriendo los botones de la bata

sin que se diera cuenta mareada de placer. —¿Quieres esto,

preciosa? —Metió la mano en su escote y acarició su pecho

por encima del sujetador de algodón que llevaba. Acarició su

pezón con el pulgar haciendo que suspirara de gusto. —Que


bien hueles, nena. —Sus labios bajaron por su pecho hasta el

valle de sus senos y tiró del sujetador hacia abajo liberando

uno de ellos. —Tienes los pezones más apetitosos del mundo.

—Metió uno en su boca haciéndola gritar de placer. —Así que


quieres un aliciente. Veamos si puedo ofrecerte algo que sea

irresistible. —La cogió por la cintura elevándola por sorpresa

y Coralie se agarró a sus hombros tan mareada por lo que le

hacía sentir que ni se dio cuenta de que la tumbaba sobre el


sofá. Se abrió la camisa de pie a su lado sin dejar de mirarla y

se la quitó a toda prisa dejándola caer al suelo. Su mirada la


hizo sentir tan sexy, tan deseada que pasó su mano por sus

pechos antes de bajar la mano por su vientre hasta el borde de

sus braguitas. —Quítatelas, preciosa. Quiero verte. —

Apoyándose en sus talones elevó su cintura mientras deslizaba

sus braguitas por sus muslos hasta sus rodillas. Después elevó
las piernas y Luka sonrió tirando de su ropa interior para

liberarla. Sin ningún pudor abrió las piernas y él separando los

labios dejó caer su ropa interior al suelo. —Esto sí que es una

sorpresa, nena —dijo con la voz ronca.

Se acarició su sexo depilado. —¿Te gusta?

Él gruñó abriéndose el cinturón sin quitarle la vista de


encima. —Te voy a demostrar cuanto me gusta. —Dejó caer

los pantalones y los boxers mostrando su sexo endurecido.

—Ya veo.

—He dicho que te lo voy a demostrar, preciosa. —La

cogió por los muslos tirando de ella hasta el borde del sofá y

antes de darse cuenta sus labios llegaron a su sexo haciéndola

gritar de la sorpresa.

—¡Dios! —Llevó su brazo hacia atrás agarrándose en

el respaldo del sofá y él alargó la mano amasando uno de sus


pechos. Cuando su lengua recorrió su sexo gritó arqueando su
cuello hacia atrás impresionada por lo que sentía. Pero cuando

sintió otro lametazo no pudo evitarlo y su cuerpo estalló en mil


pedazos tomándola por sorpresa.

Él se incorporó y la cogió por la nuca. —Mírame,


nena.

Casi sin entenderle elevó los párpados y separó los


labios al sentir como entraba en su interior. —Joder preciosa,
estás muy estrecha. —Cuando llegó a la barrera de su

virginidad no pudo disimular su sorpresa y se miraron a los


ojos durante varios segundos antes de que él posesivo atrapara

su boca justo antes de entrar en su ser llenándola por


completo. Se sintió tan unida a él, tan suya, que respondió a su
beso con toda su alma. Cuando él apartó su boca susurró —

¿Te duele?

—No.

Se movió ligeramente y Coralie jadeó de placer. Él sin


dejar de agarrar su nuca y sin dejar de mirarla a los ojos entró

en ella tan suavemente que fue una tortura. —Más.

—Nena, intento ser delicado.

—Quiero más.
Entró en ella con más ímpetu y gimió por el rayo que

la traspasó. Y otro igual no tardó en recorrerla de pies a


cabeza, sumiéndola en el placer y el deseo de liberación
mientras sus músculos iban tensándose poco a poco con cada

movimiento de sus caderas. Creyó que se quebraba, pero


suplicó necesitando más hasta que él entró en su ser con

contundencia precipitándola a un mundo que nunca se hubiera


imaginado porque solo había felicidad.

Tumbados en el sofá él la abrazaba por la espalda y

Coralie acarició su antebrazo. —Por tener esto otra vez,


entraría en la sinfónica.

Él rio tras ella antes de besarla en el cuello. —¿De


veras? Eso merecería un premio.

Se volvió para mirar sus ojos. —¿Qué me darías por


ello?

—Mmm, una luna de miel en Italia.

—¿Y por un recital yo sola?

—Eso son palabras mayores, nena. ¿Qué es lo que te

gustaría?
—Tu amor.

Se le cortó el aliento y se miraron a los ojos. La cogió


por la cintura para que se girara y la pegó a él. —Veré qué

puedo hacer, preciosa.

Acarició su cuello.

—¿En qué piensas?

—Mañana es mi último día.

Luka separó los labios de la impresión. —¿A dónde


vas? ¿Te traslada la empresa de limpieza?

—No. —Elevó sus ojos hasta los suyos. —El lunes

empiezo a ensayar para mi vuelta.

La miró sin comprender. —Nena, no te entiendo…

—No te enfades, ¿vale?

—No me estoy enfadando, me estoy preocupando. —

Se sentó en el sofá. —¿Cómo que a partir de mañana no vas a


volver? ¿Y qué es eso de los ensayos? ¿Ya tienes trabajo?

Suspiró apoyándose en el codo y estiró el brazo para


coger su bata y sacar su móvil. —¡Nena, estamos hablando!

Pulsó el botón y dijo —Coralianne Caruso.


Volvió el móvil y él vio su imagen en Wikipedia
cuando tenía diez años en uno de sus recitales. —¿Qué es
esto? —Pulsó lo que debía ser un video porque se escuchó una

de sus piezas. Tenso la miró. —Eres tú.

—Lo fui. —Apretó los labios sentándose. —Lo fui una

vez.

Dejó que durante unos minutos repasara lo que se decía


de ella y de pronto la miró como si quisiera soltar cuatro

gritos. —Me has mentido.

—No te he mentido. En esos dos conciertos no toqué

porque no me sentía capaz.

—¿Por qué?

—Mi madre se suicidó unos meses antes. —Se levantó


y cogió su ropa.

Él cogió su muñeca. —Joder nena, lo siento.

Sonrió con tristeza. —Fue culpa de mi padre, ¿sabes?

Le dijo que quería el divorcio porque su amante estaba


embarazada. Mi asistente. El muy cerdo se lo dijo de una
manera tan fría… Vi cómo se le rompía el corazón y esa noche

cuando se acostó se tomó un bote de pastillas. Yo la encontré a


la mañana siguiente. Iba a mostrarle una pieza que había
compuesto y no se despertaba —dijo con la mirada perdida.

Se levantó para abrazarla. —No puedes dejar que te


arrebate tu don. No puedes dejar de disfrutar de tu música por
su culpa. Si tienes un trauma por lo sucedido, buscaremos…

—Lo hice para vengarme.

Él se apartó para mirarla atónito. —¿Qué?

—Siempre iba pavoneándose de la hija que tenía.


Disfrutando del dinero que yo ganaba —dijo con rabia—. No

pensaba dejar que continuara. Le arrebaté lo que más quería.

—Tu carrera.

—¡Sí! ¡Mi carrera! —dijo furiosa—. Tenías que verle


cuando le dije que me iba el día de mi dieciocho cumpleaños.
Su rostro reflejaba que había perdido lo que más le importaba

y sentí una satisfacción enorme porque él me arrebató a mi


madre. Se acabaron los ensayos continuos y las riñas porque

no me esforzaba lo suficiente. Se acabó la presión y me sentí


libre.

—Dejando atrás tu vida. Nena… Te equivocaste.

Sonrió con tristeza. —Lo sé. Por eso vuelvo.


Se le cortó el aliento. —No quiero que lo hagas por mí.
Después de saber esto no.

Dio un paso atrás de la impresión. —¿Qué has dicho?

—¡Si lo haces tiene que ser por ti misma!

—Pero dijiste que no te casarías con una limpiadora.


Tengo que estar a la altura de los Esdraffo.

—Quería que te esforzaras, pensaba que solo era un


miedo que tenías que superar o unas críticas mal tomadas, pero
no sabía esto. ¡No quiero que lo hagas por mí, no quiero que

me compares con tu padre o que me culpes de que has vuelto


si algo sale mal!

—¿Si algo sale mal?

—Nena, esta conversación demuestra que no nos

conocemos. Mil cosas pueden salir mal.

—Dios mío, ¿te estás echando atrás? —Pálida negó

con la cabeza. —Pero yo te quiero.

La cogió de los brazos. —Si sigues adelante con tu

vuelta tienes que hacerlo por ti porque quieres ser la estrella


que eras sin interferencias de nadie. Solo tu violín y tú. Lo que
piensen los demás no importa.
Sintiendo que se le rompía el corazón susurró —Pero,
¿y tú?

Él apretó los labios. —El año que viene veremos lo que


ocurre. Creo que es mejor que no nos veamos hasta entonces.

Una lágrima cayó por su mejilla y él la abrazó. —Once


meses, ni un día más. Ya he estado un mes separada de ti.

—Pasará rápido. Decidas lo que decidas, tendremos


esa cita y lo hablaremos.

—¿Me lo juras? —preguntó aferrándose a él.

—Te lo juro, nena. —Besó su cuello. —Te llamaré.

Sentada ante el espejo de su camerino con la mirada


perdida, recordó todo lo que había pasado en ese último año.
El miedo de llevar sola su carrera y la satisfacción del trabajo
bien hecho. Había sido duro, pero lo había conseguido, estaba

arriba. Más que antes si eso era posible. Tenía todo lo que
podía desear, una carrera que adoraba y aun así se sentía
incompleta. Así se había sentido desde que se fue de su
despacho aquella noche. Ya habían pasado los once meses y la
aterrorizaba que la hubiera olvidado, aunque seguramente era
así. Ni una llamada ni una carta en todo ese tiempo. ¿Cómo
podría superar no tenerle en su vida? Esa noche se decidía su
futuro. Tenía que estar allí, tenía que estarlo.

—¿Coralie? —Levantó la vista para ver a Ashley, su


ayudante. —¿Estás lista? Te esperan.

Asintió levantándose y mostrando su vestido rojo


entallado de seda. El corsé enfatizaba su cintura y su cabello

ahora más largo estaba recogido dejando caer dos gruesos


tirabuzones sobre la pálida piel de su hombro. —Estás
preciosa.

Cogió el violín que descansaba sobre su rígida funda y


el arco. Comprobó que tuviera suficiente resina y respiró
hondo antes de levantar la vista hasta sus ojos azules. —Esta
noche tocaré algo especial. Díselo a los chicos. En la última
pieza que me dejen sola, díselo en el descanso.

—Muy bien.

Salió del camerino y recorrió el pasillo que llevaba al


teatro Metropolitan Ópera Center. Más de tres mil personas
esperaban escucharla esa noche. Al fin estaba de vuelta en

Nueva York y esa noche se cumplían once meses desde que no


veía a Luka. Era una noche especial y se había puesto ese
vestido para celebrarlo. Cómo le había echado de menos.
Viendo a sus cincuenta músicos ya preparados, se dijo que esa
noche tenía que estar mejor que nunca por si tenía la suerte de

que él la escuchara. Tenía que estar allí, tenía que estarlo. No


podía haberla olvidado.

El regidor se acercó susurrando algo por los cascos y

dijo —Tres, dos… Uno. Telón.

Los aplausos empezaron y le hizo un gesto con la

cabeza para que saliera, pero ella esperó. Los aplausos


continuaron y su ayudante dijo —Tu turno, tienes que salir.

—Espera —dijo divertida.

Los aplausos se fueron apagando poco a poco y


empezaron los murmullos. Tomó aire y se puso el violín sobre

el hombro dando dos simples notas que acallaron los


murmullos en el acto. Dejó caer el brazo y sus tacones
resonaron sobre la madera del escenario. Aplaudieron de
nuevo y se puso en el centro colocando la cola de su vestido
con el pie antes de mirar al público con una suave sonrisa en el

rostro. Inclinó la cabeza en señal de saludo lo que provocó


más aplausos. Y eso sin oírla tocar. Al mirar a los presentes y
levantar la vista hasta uno de los palcos se le cortó el aliento
porque allí estaba. La miraba fijamente y se le encogió el
corazón por todo lo que le había echado de menos. Le guiñó
un ojo con descaro provocando una sonrisa en su rostro y se
puso el violín al hombro mientras medio teatro volvía la

cabeza hacia él. Estaba allí. Entusiasmada le hizo un gesto con


la cabeza al director de orquesta que levantó los brazos. Las
notas empezaron a sonar y ella se mantuvo mirándole a los
ojos. Su entrada llegó y los músicos se detuvieron. Inclinó el
arco y rozó las cuerdas en una dulce melodía que embriagó sus

almas. Los dedos recorrieron el diapasón a tal velocidad que


los asistentes la miraron asombrados. Rio volviéndose y
caminó por el escenario sin dejar de tocar cuando los tambores
empezaron a sonar con fuerza antes de que entraran los
clarinetes en una marcha militar. Sintiendo que la música

llenaba su corazón siguió tocando esa melodía y toda la


orquesta se unió. De repente se detuvieron y ella empezó a
tocar el himno de los Estados Unidos con tal pasión que el
público se puso a aplaudir enfervorecido. Cuando sonó la
última nota cerró los ojos alargándola y sintió los flashes sobre

ella hasta el final. Varios asistentes silbaron y pidieron el bis.


Sonriendo se inclinó y se enderezó volviendo a su sitio. Cogió
el micro y dijo —Muy buenas noches, Nueva York. Espero
que disfrutéis de la noche. Yo estoy encantada de estar con
vosotros. —Le entregó el micro a uno de los violinistas y se

puso el violín al hombro empezando a tocar una vieja canción


irlandesa. Muy animada, muy rápida y divertida. Disfrutó
como nunca en el escenario caminando de un lado a otro. Una

pieza se unió a la siguiente con tal energía que de repente se


rompió una cuerda. El público se quedó sin aliento y ella hizo
una mueca estirando el brazo. —¡Otro!

Su asistente apareció con otro violín y se lo puso al


hombro para seguir tocando. El público rio mientras
continuaba. No le pasaba a menudo ya que se cambiaban con
frecuencia, pero esas cosas podían suceder y más con la

presión que tocaba. Como si nada siguió tocando y al mirar a


Luka vio que reía. Sonriéndole siguió tocando y antes de darse
cuenta estaba tocando la última nota antes del descanso
mientras se cerraba el telón.

Los aplausos eran enfervorecidos, pero ella corrió por


el escenario hasta su camerino. —Rápido quítame el corsé —
le dijo a Ashley que cerró la puerta.

—¿Estás segura de que no quieres ponerte el blanco?

—No, quiero el de gasa. Es más vaporoso.

—Y se te trasparenta todo.

—Lo esencial no se ve, no seas pesada. —Soltó una

risita. —Seguro que le gusta.


—¿Le gusta? ¿A quién?

—Oh, a la prensa.

Frunció el ceño como si no se creyera ni una palabra.


—Date prisa, quiero soltarme el cabello.

Cuando se desvistió se quitó la ropa interior a toda


prisa y se puso una color carne. Fue hasta el tocador y empezó
a quitarse las horquillas. Se alborotó el cabello y sus rizos le
dieron volumen al peinado. Ashley se acercó con el vestido de

gasa. Una gasa trasparente llena de cristales que se iluminarían


con las luces del escenario. Vale que se le vería el cuerpo, pero
le daba lo mismo. Se puso en pie para que se lo pusiera cuando
llamaron a la puerta. —Diez minutos.

Se puso el vestido y Ashley le abrochó los botones de


la espalda. —Perfecto.

Volvieron a llamar.

—Sí, diez minutos. ¡Ya lo hemos oído! —dijo Ashley.

—Ni diez minutos más, nena.

Se le cortó el aliento y corrió hacia la puerta para


abrirla. Emocionada se tiró a él para abrazarle. —Estás aquí.

La pegó a su cuerpo. —¿Cómo iba a faltar? —Besó su


cuello estremeciéndola. —Estás preciosa.
Se apartó para mirarle a los ojos. —Te he echado de

menos.

Él sonrió. —Y yo a ti, nena.

—¡Cinco minutos!

La soltó a regañadientes. —Tienes que salir.

—No te has arreglado el maquillaje, Coralie —dijo su


ayudante impaciente.

—Hablaremos después —dijo él.

—Pero…

—Después. Tenemos toda la noche. —La besó en la


mejilla y susurró —Ese vestido es indecente.

Soltó una risita. —Lo que hay dentro es todo tuyo.

Él sonrió saliendo y cerró la puerta lentamente. Se


llevó la mano al pecho loca de contenta sintiendo que su
corazón se le salía y cuando vio que Ashley levantaba una ceja
bufó. —Sí pesada, ya voy. —Se acercó al espejo y se retocó

los labios.

—Estás enamorada de ese hombre.

—Muy lista, Sherlock.

—Pero nunca le había visto.


—Nos dimos casi un año. —Le guiñó un ojo a través
del espejo. —Y está aquí.

—¿Dudabas que volviera a ti?

—Sí. —Dejó la barra de labios sobre el tocador y cogió


el colorete. —Durante este tiempo lo he dudado mil veces.

¿Crees que esté aquí demuestra que me quiere?

—Claro, ha esperado un año. Supongo que lo hizo por

tu carrera, ¿no?

Hizo una mueca. —En parte.

—Un hombre que comprende la carrera de una mujer.


No le dejes escapar.

—No pienso hacerlo.

Ashley sonrió mirándola de arriba abajo. —Estás


preciosa.

—Muy bien, vamos allá. Estoy deseando terminar esta


gira.

—Después viene el disco, así que no te relajes


demasiado.

—Tirana.
Riendo la siguió. Cuando llegó al escenario, Ashley le
dio el violín. Caminó hacia el centro del escenario y el regidor
extendió la mano mostrando los cinco dedos. Puso el violín al
hombro inclinando la espalda y la pierna derecha hacia atrás y
él fue encogiendo los dedos hasta que solo quedó uno. El telón

se abrió mostrando el escenario a oscuras y de repente un foco


se encendió sobre ella haciendo que el público aplaudiera. La
segunda parte era más clásica y empezó por Beethoven.
Caminó por el escenario sintiendo la música y antes de darse
cuenta estaba interpretando el nocturno de Chopin que

normalmente cerraba el concierto. Dio la última nota y el


teatro se puso en pie aplaudiendo y ella se inclinó hacia
delante dando las gracias. Pasó el arco a la otra mano y se
llevó la mano al pecho levantando la vista hacia Luka que
aplaudía de pie sonriendo orgulloso. Se emocionó porque él la

había impulsado a eso en cierto modo y le dio las gracias. Él le


lanzó un beso y siguió aplaudiendo mientras Coralie se
acercaba al violinista que le guardaba el micro. Sonriendo se
aproximó al borde del escenario. —Esta noche es especial y
quiero que me regaléis unos minutos más para compartir con

vosotros una pieza que ha salido de mi corazón. Espero que la


disfrutéis mucho.
Regresó a su sitio entregando el micro y tomó aire
antes de volverse. Cerrando los ojos puso el violín en su
hombro y apoyó la barbilla. Las primeras notas eran tan suaves
tan intensas que se balanceó de un lado a otro como si bailara
con su amante. Y siguió haciéndolo disfrutando de cada nota

como cuando la había escrito. Miró hacia el palco tocando solo


para él y Luka separó los labios mientras le demostraba con la
mirada todo lo que sentía por él. Cuando deslizó el arco por
última vez cerró los ojos y escuchó el estruendo de los
aplausos. Sonrió mirando a su audiencia y dio las gracias antes

de volverse y acercarse a su orquesta con los brazos


extendidos. Pidió una ovación para ellos y para su director de
orquesta que la besó en la mejilla antes de aplaudirle como los
demás. Se inclinó de nuevo y su asistente cogió su violín antes
de que el director del teatro le diera un gran ramo de rosas.

Lanzó un beso con la mano al público y se inclinó de nuevo.


Cuando se incorporó una niña se acercó corriendo con algo en
la mano y se agachó para coger el osito que llevaba un violín.
Alargó la mano tirando de ella para subirla y la niña muy
contenta la abrazó por las piernas. —Quiero ser como tú. Yo

también tengo un violín.

—Pues saluda.
Ella lo hizo mientras su madre emocionada aplaudía
dándole las gracias con la mirada. Sonrió inclinándose de
nuevo y el telón se cerró. Se agachó al lado de la niña y le dijo
—Gracias por el regalo.

—De nada.

—Ahora tienes que irte con esa señorita que te llevará


con tu mamá.

La abrazó por el cuello y le dio un beso en la mejilla


antes de correr hacia Ashley. Sonrió enderezándose y el telón
se abrió de nuevo con una gran ovación y pidiendo otra.

Para su sorpresa fue la niña la que le llevó su violín


haciendo reír a los espectadores. —Gracias.

—Toca el himno.

—¿El himno? —Miró hacia el público. —Pues el


himno. Sigue el ritmo con las palmas.

Chilló de la felicidad y Coralie riendo empezó a tocar.


El público aplaudió como la niña y entre eso y los tambores
parecía que el teatro iba a venirse abajo. Riendo miró hacia
Luka que reía y le guiñó un ojo. Tocar la última nota fue un
alivio, la verdad, porque estaba deseando reunirse con él. La

niña se despidió con la mano antes de que su madre la cogiera


del escenario mientras terminaba y al fin se cerró el telón. Los
brazos rodeando su cintura la hicieron gemir de gusto y se
apoyó en él. —Nunca he visto una intérprete con tanto talento
—susurró en su oído—. ¿Contenta?

—Ahora mucho más.

—¿Ha sido duro?

Se volvió hacia él y le abrazó por el cuello. —A veces


sí.

Se la comió con los ojos. —¿Pero?

—Pero me arrepiento de no haberlo hecho antes. Me


arrepiento de que él me quitara disfrutar de esto solo para
hacerle daño.

—¿Si te dejara, lo abandonarías de nuevo?

Se le cortó el aliento. —¿Y perder dos amores?

Él sonrió. —Bien dicho, nena. Que nadie te haga

perder tu pasión.

Se pegó a él. —Y hablando de pasión…

Se echó a reír cogiéndola en brazos y Ashley se


interpuso en su camino. —Tienes que atender a gente en el

camerino.
Gimió apoyando la frente sobre su hombro y él apretó

los labios. —No pasa nada.

—Sí que pasa, quiero estar contigo.

—Es importante, Coralie. Hay gente de la prensa.

La dejó en el suelo a regañadientes.

—Va a tardar, así que si quieres esperarla en el hotel…

—¿Hotel?

—La productora me paga el Plaza porque Nueva York


forma parte de la gira.

—Te quedarás en mi casa.

Sonrió y dijo —Ven conmigo. Me ayudarás.

Ashley la miró con horror. —Tranquila amiga, tiene


don de gentes. Es un seductor nato. Comerán de su mano y
conseguirá que se vayan mucho antes.

—¿Seguro?

—Como se nota que no eres de Nueva York.


Capítulo 5

Las preguntas sobre si eran pareja no tardaron en llegar


en cuanto se pusieron ante los periodistas.

—¿Desde cuándo se conocen?

—¿Van en serio?

—¿Tienen planes de boda?

Sin soltar su mano Luka sonrió. —Chicos, ¿alguna


pregunta sobre el impresionante concierto que acabamos de
disfrutar?

Una chica dio un paso al frente. —¿Es cierto que tiene


firmado un contrato para un disco con sus composiciones?

Coralie sonrió. —Sí, es cierto. Empezaré a grabar el


mes que viene.
—¿Y qué opina sobre la entrevista que ha dado su
padre sobre que muchas de esas composiciones son suyas?

Perdió todo el color de la cara. —¿Que ha dicho qué?

La chica se sonrojó. —¿No ha visto la entrevista?

—No, no la he visto —dijo muy tensa mientras Luka

pasaba la mano por su espalda como si quisiera apoyarla—.


Pero si ha dicho eso, que supongo que sí, porque sino usted no
me haría esa pregunta, la respuesta es no. Mi padre no sabría
interpretar una partitura ni aunque Dios le guiara los brazos…

Los periodistas se echaron a reír. —¿Así que realmente

él no es músico?

—Bueno, sabe leer música y escucharla. Toca el piano


de manera más o menos decente, que fue como consiguió

acabar la carrera de música en una universidad de tercera, pero


jamás le he visto tocar otro instrumento. —Abrió los ojos

exageradamente. —Oh, no… Estoy mintiendo, perdón. Una


vez le escuché tocar la guitarra y el gato de la vecina no hacía

más que maullar de lo que sufría. —Luka sonrió. —

Afortunadamente mi madre se la escondió para que no nos


siguiera torturando.
—Hablando de su madre…—dijo otro—. ¿Es cierto
que…?

—¿Champán? —preguntó Luka cortándole en seco. Un

camarero apareció con unas copas. Todos se lanzaron a la

bandeja y él le susurró al oído —No entres al trapo, nena.


Todavía no te han preguntado por el concierto. Debes relegar a

tus padres a un segundo plano o eclipsarán tu noche. —Se


miraron a los ojos. —No lo consientas, has trabajado mucho

para que te lo arrebaten.

Asintió imperceptiblemente y él sonriendo cogió dos


copas dándole una. —Por la mejor violinista que he escuchado

jamás.

Chocó la copa con ella. —Gracias, cielo.

Le guiñó un ojo alterándole el corazón. Sonriendo


bebió de su copa y el mismo periodista preguntó —¿Es cierto

que su madre se suicidó?

Miró directamente a ese hombre a los ojos. —Sí, es

cierto. Mi madre se quitó la vida cuando tenía catorce años y


me afectó de tal manera su muerte que cambió mi mundo. No

sé si hace esa pregunta con tan poca sensibilidad en una noche

tan especial para mí solo por fastidiar o es que es un inepto


que no sabe hacer su trabajo, en ambos casos es inaceptable.
—Su asistente gimió mientras el hombre se ponía como un

tomate. —¿Alguna pregunta sobre mi trabajo y el concierto

que he dado durante dos horas en ese escenario? —Todos la

miraron con los ojos como platos. —¿No? Pues entonces dejen
pasar a los fans que seguro que ellos si querrán hablar de ello.

—Yo quiero hacer una pregunta —dijo alguien desde

atrás.

Varios se apartaron mostrando a la detective Portland

apoyada en la pared. Coralie se quedó helada porque su

vestido rojo indicaba que había asistido al concierto. —


¿Cuánto lleva de gira fuera del país?

—Seis meses —dijo como si no la recordara.

—¿Y antes de esos seis meses?

Se le secó la boca antes de contestar —Hice gira por

todos los Estados Unidos.

La mujer asintió enderezándose. —Interesante, muy

interesante —dijo antes de salir del camerino.

Miró a Luka y este cogió su copa de champán para

disimular que su mano temblaba. Él sonriendo la agarró por la

cintura —Señores, mi novia ha tenido un año agotador y está


deseando descansar unos días. Si nos disculpan…
—Una pregunta más —dijo la chica ansiosa—, ¿es
cierto que el disco lo grabará con un Stradivarius?

Sonrió emocionada. —Sí, me lo han dicho esta tarde.

El señor Fletcher, el dueño de esa joya, me lo prestará durante

la grabación. Es un sueño.

—¿Ha tocado alguna vez alguno?

—Una vez tuve uno en las manos, pero no pude

tocarlo. Lo estaban restaurando. Tenía doce años y me puse a


temblar pensando en lo que sucedería si se me cayera. —Los

periodistas rieron. —Afortunadamente ese miedo ha pasado y

estoy deseando disfrutarlo.

—Señores, si pasan al camerino de al lado tienen un

pequeño catering que espero que disfruten —dijo Ashley

sonriendo dulcemente—. Acompáñenme, por favor.

En cuanto salieron se volvió hacia Luka que la miró a


los ojos. —No pierdas los nervios.

—Era la policía que me interrogó —susurró asustada

—. ¿Por qué estaba aquí?

—No tengo ni idea, pero no va a pasar nada. Ahora

sonríe que entran los que tienen la pasta.


Eso la hizo sonreír y en cuanto entró el señor Fletcher

sonrió aún más. —Me alegra muchísimo que haya venido.

—Yo me alegro mucho más, se lo aseguro. Estoy


deseando ver esa grabación —dijo amablemente. Una mujer

de unos sesenta años se puso a su lado—. Permítame que le

presenta a mi esposa. Elisabeth es quien me convenció para

que le cediera el instrumento.

—Oh, muchas gracias —dijo estrechando su mano.

—La seguía de niña, ¿sabe? Y cuando regresó supe

que haría grandes cosas.

—Es muy amable. Les presento a Luka Esdraffo.

—Ya le conozco —dijo Fletcher divertido—. ¿Tú por

aquí? No sabía que te gustara la música clásica, amigo.

Él rio por lo bajo. —Roger cuando te vi entrar pensé lo

mismo de ti. ¿El violín fue buena inversión?

—Ni te lo imaginas. En diez años ha doblado su valor

—contestó encantado de la vida.

Elisabeth puso los ojos en blanco. —Estos hombres

siempre hablando de dinero.

—Desgraciadamente es un bien necesario, querida.


—Muévete, que la chica tiene que saludar a los demás.

—Es una mandona.

Rieron mientras se ponían a un lado y ellos fueron


saludando a varias parejas que era evidente que tenían mucho

dinero. Ashley se encargaba de seleccionarlos para saludarla


después del concierto, pero a veces le gustaría hablar con

personas más normales, personas que realmente amaran la


música como ella. Seguro que en el teatro había muchos
estudiantes. Cuando se alejó el último Luka susurró a su oído

—¿Eso es todo? ¿Ninguna niña pidiendo una foto?

Hizo una mueca. —Eso me temo. Estarán fuera

esperando.

La miró con horror. —Nena, ¿no te detendrás a

atenderles?

—Solo unas cuantas fotos, pero no hablaré con ellos.

—Luka —dijo Roger acercándose con su esposa—.


Tenéis que venir a cenar a casa este fin de semana.

—Sí, decirme que podéis —rogó su esposa.

—Lo siento amigo, pero este fin de semana es toda


mía. El viernes nos vamos una semana en un crucero por las

Bahamas.
Le miró sorprendida. —Cariño, pero no puedo…

—Claro que puedes. Has acabado la gira, mereces unas


vacaciones. Ambos las merecemos que este último año he
trabajado como un cabrón.

Gimió por dentro. —Pero tengo mucho que preparar


para la grabación.

—Pues te llevas el violín, pero no te me escapas.

—¡Oh, un crucero! —dijo Elisabeth emocionada.

Parpadearon asombrados—. Qué romántico, Roger.

—Cielo no podemos ir con ellos, no nos han invitado

—dijo su marido divertido antes de levantar una ceja


esperando su respuesta.

Dios, ¿y ahora qué decía? Ya había anunciado lo del


Stradivarius y no podía quedar mal con él. Preocupada miró a
Luka que sonrió. —¿Queréis venir? Mi yate es lo bastante

grande para que pasemos momentos románticos lo bastante


separados —dijo dejando claro que necesitaban intimidad.

—¡Sí! —dijo su esposa excitadísima aplaudiendo


como una niña.

—Envíame los detalles por mail, amigo. Ahora os

dejamos solos que estarás deseando achuchar a la chica. Yo lo


haría si tuviera tu edad.

—¡Roger! —protestó su mujer—. Confórmate


conmigo.

—Eso es lo que llevo haciendo treinta años y estoy


encantado —dijo antes de darle un beso en los labios—.

Vamos, preciosa.

Elisabeth se sonrojó de gusto. —Buenas noches.

—Buenas noches —dijo aún atónita.

En cuanto se fueron se quedaron solos con Ashley que


cerró la puerta. —No me lo puedo creer —dijo asombrada

dejándose caer en su sillón ante el tocador—. Se han


autoinvitado.

Luka entrecerró los ojos. —No pasa nada, nena. El


barco es grande.

—Pero… ¡Es nuestro viaje! ¡Llevo mucho esperando


esto! —Gimió cogiendo su mano. —Lo siento. A veces los
fans pueden pasarse.

—No pasa nada. Piensa en el Stradivarius. Además,


tenemos tres noches con sus tres días para estar solos.

Ashley carraspeó y él bufó volviéndose. —Acaba de


terminar una gira de un año.
—Sí, pero tiene entrevistas de promoción para el disco.
El solo que tiene en el disco saldrá en Spotify en cinco
semanas.

Tenso miró a Coralie que se levantó lentamente. —


Ashley, ¿puedes dejarnos solos?

—Sí, por supuesto.

En cuanto lo hizo él no perdió el tiempo. —Es evidente

que no me habías tomado en cuenta. Creías que no aparecería,


¿verdad?

—Once meses es mucho tiempo.

—¡Te lo prometí!

—También me prometiste que la dejarías. ¡Cinco

meses! —Sus ojos se llenaron de lágrimas. —No anunciasteis


que rompías tu compromiso hasta cinco meses después de que

me fuera de la empresa.

—Nena, no lo entiendes.

—No, te aseguro que no lo entendía en absoluto. Creía


que no te acordabas de tus promesas.

—Lo dejamos incluso antes de que te fueras de gira

por el país.
Le dio un vuelco al corazón. —¿Qué?

Suspiró y cogió sus manos. —Ella quería conseguir un

contrato para una firma cosmética importante y yo consideré


que lo mejor era disimular que seguíamos juntos cuanto más
tiempo mejor por nuestro bien. En cuanto firmó el contrato lo

anunciamos, aunque casi todo el mundo se lo temía porque


apenas nos veían juntos y ella ya tenía un amante. Era su

manera de dejarme en evidencia ante nuestros conocidos.

Una lágrima cayó por su mejilla y él se la limpió con el


pulgar. —No te he olvidado, nena. Incluso estuve en Viena.

Se le cortó el aliento. —Eso fue el primer concierto en


Europa. ¿Estuviste allí?

—¿Cómo iba a perdérmelo? Era una noche importante.


—Sonrió de medio lado. —Estuviste maravillosa.

Emocionada le abrazó por el cuello. —Lo siento.


Siento haber dudado de ti.

La abrazó por la cintura pegándola a su cuerpo y besó


su cuello antes de susurrar —Recuerda bien esto… Nos vimos
en Viena y después de dos noches muy intensas no

mantuvimos el contacto hasta el día de hoy. —Retuvo el


aliento escuchándole. —Eso lo podemos demostrar. Estuve en
el Imperial.

—Pero Ashley…

—Di que ella no sabe nada. Que te reunías conmigo

después de dejarla.

—Nos encontramos en un restaurante. El Sprazt.


Comíamos allí durante los ensayos.

—Perfecto. Fui por negocios, nos vimos en el


restaurante y quedamos después de la función en mi hotel.

Luego yo regresé y hasta hoy, que me he dado cuenta de que


no puedo vivir sin ti.

Se apartó para mirarle a los ojos. —¿Y eso es cierto?

Él sonrió metiendo la mano en el bolsillo interior de la

chaqueta mostrando un anillo con un pedrusco enorme. —El


diamante de tu abuela…

—El mismo. Pero ahora es tuyo, cielo. —Cogió su


mano con delicadeza y al ponérselo el diamante cayó a un
lado. Él hizo una mueca. —Habrá que ajustarlo.

Aún asombrada porque eso no se lo esperaba levantó la


mano para mirarlo. —Está sucediendo, nos vamos a casar.
Él sonrió. —Sí nena, nos vamos a casar. Pero
tendremos que esperar unos meses para guardar las
apariencias.

El reflejo del diamante la hizo parpadear. —Nos vamos


a casar.

—¿Necesitas tiempo para asimilarlo? —preguntó


divertido—. No dejas de repetirlo.

Chilló de la alegría tirándose a él y Luka se echó a reír.


Besándole por toda la cara dijo —¡Tendré a tus hijos, seré tu
esposa! —De repente se apartó. —Pero mi carrera…

—Nada de giras de un año, nena.

—Veré que puedo hacer. —Iba a besarle, pero él se


apartó para mirarla a los ojos. —¿Seis meses?

—¡No pienso estar seis meses separado de ti!

Su corazón gritó de la felicidad. —Lo solucionaremos


juntos.

Luka sonrió. —Sí, preciosa… Lo solucionaremos


juntos.

—Ahora bésame. —Rogó abrazándole por el cuello.


Abrieron la puerta de golpe y asombrada miró hacia
allí justo cuando iba a besarla. Le escuchó gruñir mientras
Ashley se ponía como un tomate. —Lo siento, pero tu padre

está montando el circo en la puerta de atrás exigiendo verte.

—¿Qué? —preguntó apartándose—. Que le echen.

—No puedo, está en la calle. —Se apretó las manos


nerviosa. —Los de la prensa se están relamiendo con las

barbaridades que dice.

Se tapó la boca de la impresión. —Dios mío…

—Nena, quédate aquí —dijo Luka muy tenso.

—No, no salgas. Es lo que quiere, dar el espectáculo


para desacreditarme. Si entramos en su juego esto no acabará
nunca.

—Con la prensa delante el juego no se acabará nunca


porque no les convendrá. Lo que quieren son polémicas que
les hagan vender. Quédate aquí.

Salió del camerino y Ashley preocupada le siguió


corriendo. Se dejó caer en la silla y suspiró. Hasta eso tenía
que fastidiarle. La noche más importante de su vida y tenía

que ir allí para hacerle daño. Como le odiaba. Le odiaba con


todas sus fuerzas. Furiosa apretó los puños y su anillo llamó su
atención. No pensaba dejar que le quitara nada más en la vida.
Ahora tenía una carrera que ella dirigía y tenía a Luka. Su

padre debía desaparecer de su vida para siempre. Se le cortó el


aliento por lo que estaba pensando y se miró al espejo. ¿Pero
qué locuras se le pasaban por la cabeza? Ella no era una
asesina. Vale que había matado antes, pero había sido sin
querer. Además, se lo había buscado. Y su padre también se lo

estaba buscando, ¿no?

—¡Deja de pensar esas cosas! —Se levantó y empezó a


desvestirse, pero no podía desabrochar sola los botones de su

espalda. Frustrada se apoyó en el tocador y empezó a


desmaquillarse. Pasaban los minutos y cada vez se ponía más
nerviosa. ¿Qué estaría pasando?

La puerta se abrió de repente sobresaltándola y Luka


apareció furioso cerrando la puerta de golpe casi dándole con
ella a Ashley que venía detrás. Al ver que tenía sonrojada la
mejilla se asustó. —¿Qué ha pasado?

—¿Qué ha pasado, nena? —siseó dando un paso hacia


ella amenazante—. Que tu padre hecho un loco no dejaba de

pegar gritos diciendo mil cosas de ti. Cosas que pondrían los
pelos de punta a cualquiera.

Perdió todo el color de la cara. —¿Cómo qué?


—Como que tú mataste a tu madre —siseó.

—¿Qué?

—Que era una desequilibrada como tú y que perdiste la


paciencia. ¿La perdiste?

Atónita separó los labios de la impresión. —¿Cómo


puedes pensar eso?

—No es la primera vez, ¿no es cierto? —La cogió de


los brazos furioso. —¿Lo hiciste?

—No —respondió pálida—. Por supuesto que no, yo la


quería.

—Pues ahora sí que se va a montar un circo de dos

pistas, nena. Porque la detective va detrás de nosotros y esto le


va a venir de perlas para continuar la investigación. Ahora no
nos quitarán ojo. —Apretó más sus brazos. —Escúchame bien,
no harás nada sin que yo lo sepa. No hablarás con nadie sin
que yo lo sepa, ¿me has entendido? ¡No pienso joder mi vida

por esto! ¡Te lo dije entonces y te lo vuelvo a decir ahora! —


No tenía palabras ni para contestarle de lo impresionada que
estaba por la furia que expresaba su rostro, lo que le demostró
la terrible verdad, no la creía. Y si no la creía no la amaba.
Nunca la había amado. Había sido una piedra en su camino y
la había sorteado hasta que no había tenido más remedio. —
¿Me has entendido? —gritó sobresaltándola.

—¿Por qué quieres casarte conmigo? —consiguió


decir.

Él sonrió irónico. —Yo no dejo cabos sueltos. Una


esposa no se puede ver obligada a declarar contra su marido.

Esas palabras confirmaron sus sospechas y se le


rompió el corazón. —Yo nunca te hubiera delatado —susurró.

—Claro que no, porque eso te enviaría a la cárcel. No


me traicionarías a mí como yo no lo haría contigo, pero los
fiscales suelen ser listos y pueden tenderte una trampa.

—¿Crees que…? —Le miró asombrada. —Le han


encontrado, ¿verdad?

—Hace tres meses encontraron sus restos dentro de


una alcantarilla del Bronx. Afortunadamente las ratas habían

hecho su trabajo.

Se le puso un nudo en la garganta por su frialdad. —


¿Su trabajo?

—Solo encontraron su esqueleto. Fractura de cráneo.


Le identificaron por su expediente dental.

—Dios mío.
—No tienen nada contra nosotros —siseó—. A los tres

meses se eliminan las grabaciones en la empresa y ya no hay


nada de lo que ocurrió aquella noche. Solo pueden pillarnos si
confiesas, así que tú cierra la boca, sigue con el plan original y
no pasará nada. A no ser que lo de tu madre…

—¡No lo hice!

La miró como si la estuviera evaluando y asintió. —


Coge el abrigo, nos vamos a casa.

Se volvió para ir hacia el perchero y él abrió la puerta


para encontrarse con Ashley. —Suspende todas sus citas hasta
que regresemos de las Bahamas.

—Pero…

—Haz lo que te digo —ordenó asombrándola.

—¿Coralie?

—Suspende todas mis citas hasta dentro de dos


semanas. —Se volvió abrochándose su abrigo beige
mostrando lo descompuesta que estaba. —Me llevaré el violín

y trabajaré.

—¿Estás bien?

—Lo de su padre la ha disgustado —dijo Luka


cogiendo su mano y tirando de ella fuera del camerino—. Te
llamará mañana para que le envíes sus cosas.

—¿No te llevas las pastillas?

Él se detuvo en seco volviéndose. —¿Qué has dicho?

Gimió por dentro antes de decir —Sí, gracias.

Ashley entró en el camerino y cogió sus cosas

rápidamente metiéndolas en su bolsa. También cogió su violín


ya metido en su funda. Salió tendiéndoselos a Luka que los
cogió de inmediato antes de tirar de ella de nuevo.

—¡Llámame! —dijo su ayudante preocupada.

Sorprendiéndola la llevó por la parte delantera del


teatro y afortunadamente allí no había prensa. La metió a toda
prisa en la parte de atrás de una limusina que ya les estaba
esperando. Él le dio sus cosas al chófer y dijo —A casa.

—Sí, señor Esdraffo

En cuanto se sentó a su lado cerró de un portazo. —


¿Pastillas, nena? ¿Qué pastillas? —preguntó furioso.

Cerró los ojos reteniendo las lágrimas sin poder creerse


que el sueño que se había cumplido apenas hacía unos minutos
en realidad era eso un sueño y que jamás se cumpliría. —
¡Contéstame! —gritó fuera de sí.
—Cuando murió mi madre me dieron unas pastillas
para la ansiedad —susurró.

—¡De eso ya han pasado años!

—Tuve que tomarlas de nuevo cuando ocurrió…


aquello.

Él apretó los labios. —¡Y no las has dejado por la


presión del trabajo! Demasiado trabajo, ¿no? Eso se va a

acabar.

Le miró asustada. —¿Qué quieres decir?

—A partir de ahora te tomarás las cosas con más


calma. Has pasado un año frenético.

—Mi vuelta ha llamado mucho la atención. Me querían


en todas partes.

—Pues ahora estás aquí y tenemos que controlar los


daños. ¡Si se enteran de que tomas esas pastillas solo
confirmarás la versión de tu padre!

Agachó la mirada. —No voy a dejar el trabajo.

—No te he pedido que lo hagas.

—Claro, tienes que casarte con alguien a tu altura,


¿no? —preguntó con rencor.
Él apretó los labios. —Estás utilizando una frase que
dije para motivarte. ¡Si no hubiera sido por mí seguirías
limpiando wáteres!

—Lo he hecho por mí.

—¡No mientas, Coralie! ¡Lo hiciste porque querías ese

anillo en el dedo!

Fue como otra cuchillada en su corazón. —Yo te

quería.

—¡Despierta de una vez! No me conoces —dijo con

desprecio—. He hablado más con mi dentista que contigo y


me la he tirado más veces que a ti. —La cogió por la barbilla
para que le mirara. —Escúchame bien. Somos cómplices y esa
noche nos ha unido para siempre. No será tan malo porque
tenemos un sexo de la hostia y parece que nos entendemos.

Podemos tener un buen matrimonio.

Una lágrima rodó por su mejilla. —Dijiste que no me


habías olvidado.

—¿Cómo olvidarte? Te aseguro que esa noche no la


olvidaré jamás. Me ensucié en este asunto y ahora pagaremos

las consecuencias. Los dos. Siento si no soy el novio


enamorado que pretendías, pero es que tienes una mochila
enorme a tus espaldas, nena. No paro de llevarme una sorpresa
tras otra contigo, joder. Y te aseguro que no son sorpresas
agradables. Nos casaremos en seis meses en una boda por todo
lo alto. Te comportarás como una novia ilusionada por haber
encontrado al hombre de tu vida y yo respetaré este pacto. Si

todo va bien y no hay más sobresaltos puede que en un año


tengamos un niño. Seguirás diciendo la versión que habíamos
hablado y sobre tu madre… Cíñete a lo que ocurrió aquella
noche. —Soltó su barbilla y miró hacia la ventanilla.

—No tienes que casarte conmigo —dijo queriendo huir


de aquella situación que le estaba partiendo el alma—.
Todavía no sabe nadie nuestro compromiso y…

—¿Sabes el año que he pasado pensando que te irías de


la lengua en un momento de arrepentimiento? —La fulminó

con la mirada. —Pero si tenemos un hijo no querrás que sepa


lo que hicimos, ¿no?

Pálida como la muerte no se podía creer que hubiera

dicho eso. —¿Qué?

—Lo que acabas de oír. Cuando el niño haya nacido

puedes divorciarte si quieres, mientras tanto seguiremos


casados. ¡Y dejarás de tomar esas pastillas!
—No puedo dejarlas de golpe —dijo con la voz
temblorosa.

—Mañana iremos al médico.

—Pero…

—¡Mañana!

Mirando incrédula su perfil se mantuvo en silencio el


resto del camino, pero él la ignoró a propósito. Era un cabo
suelto. Si le había permitido ese año de libertad era para que

consiguiera una carrera que estuviera a la altura del apellido


Esdraffo. Había sido un riesgo, pero era evidente que la había
controlado en ese tiempo. Además, fuera de América ella no
habría denunciado nada. Seguro que estuvo más nervioso el
tiempo que había permanecido en el país que después. Y
cuando había llegado al estrellato había hecho acto de

presencia para reclamar su mano. Para reclamar su mano y


dominar toda su vida como había hecho su padre. Se le
pusieron los pelos de punta. No, no podía dejar que eso
sucediera.

De repente él la miró y se estremeció por el hielo en


sus ojos. —Ni se te ocurra pensar en darme la espalda,
preciosa. —Sonrió irónico. —Has luchado mucho por

conseguirme, ¿vas a renunciar ahora? No lo permitiré.


—Estás loco.

—Cuando tiré a ese tipo en ese agujero, salvé tu vida.


—Se acercó a ella. —¿Qué crees que hubiera pasado? Habrías
acabado en prisión. Aunque sus otras víctimas hubieran
hablado sobre lo que les hizo, tú no tenías ningún signo de
violencia. Cualquier fiscal te hubiera destrozado sobre todo

porque habías estado en su furgoneta en otras ocasiones y no


había pasado nada. —Besó su labio inferior estremeciéndola
con su aliento.

—Lo hiciste por ti mismo no por mí. Como acabas de


demostrar yo no te importaba nada.

—Lo hice para salvar la fusión y la empresa, eso no


voy a negarlo. —La cogió por la cintura pegándola a su pecho
y acarició su trasero. —Pero he de reconocer que desde que vi
como limpiabas esas ventanas me moría por levantar esa bata.
—No pudo evitar suspirar de placer. —Y tú te morías porque
te la levantara. —Atrapó su boca enlazando su lengua con la
suya y ella gimió sin ser capaz de rechazarle. Fue un beso tan
intenso, tan entregado, que su cuerpo y su mente le gritaron

que todo lo que acababa de pasar tenía que ser una


equivocación. Que había sido una pesadilla de la que tenía que
despertar y aferrarse a él porque era el único modo de salvar
su vida. Le amaba tanto, había soñado tantas veces con ese

momento, que su corazón no podía estar equivocado y se


aferró a él disfrutando de ese instante que estaban
compartiendo.

Luka se apartó de ella lentamente y apoyó su frente en


la suya. —Hemos llegado.

Mareada por su proximidad susurró —Que dé otra


vuelta.

Sonrió y besó lentamente sus labios como si no pudiera


apartarse de ella. —¿No prefieres continuar en casa?

Levantó la vista hasta sus ojos. —¿Has terminado de


ser ese capullo odioso que no hace más que gritarme?

Él amplió su sonrisa. —Sí, he terminado.

—Entonces sí.

—Vamos, nena.

Abrió la puerta y cogió su mano para ayudarla a salir.


Vio como el portero cogía su violín e iba a decir algo cuando
Luka dijo —Tranquila, te lo cuidará.

—Es muy caro. Carísimo.

—¿Cómo de caro?
—Quinientos mil.

Él silbó. —¿Y entonces el Stradivarius cuánto cuesta?

—¿En una subasta? No lo sé. ¿Diez millones de


dólares?

Se detuvo en seco ante el ascensor. —¿Tanto?

—Puede que mucho más. El Mesías que fue uno de los


primeros que fabricó, dicen que ahora en una subasta podría
alcanzar los veinticinco. —Pulsó el botón de llamada ella
misma viendo como su mente trabajaba.

—¿Cuántos de esos hay en el mundo?

—Unos seiscientos —dijo sin quitar ojo al portero que


desapareció por una puerta con sus cosas—. ¿A dónde va?

—Por el ascensor de servicio. Nena, no le va a pasar


nada.

—No me gusta perderlo de vista —refunfuñó


haciéndole sonreír.

—¿Cuántos violines tienes? —preguntó entrando con


ella en el ascensor.

—¿Veinte? Por ahí.

—Veinte… —Pulsó el último piso.


—¿Qué? Es mi herramienta de trabajo. En el escenario
tengo tres dispuestos en todo momento. Y a lo largo de los
años he ido comprando. —Se encogió de hombros. —A pesar
de tener cien años está casi nuevo para mí. Lo compré hace
cinco meses.

—Sí que te van bien las giras.

Sonrió maliciosa. —¿Cuánto crees que he ganado con


ella?

—Ni idea nena, pero estoy deseando saberlo.

—Podría comprarme diez violines como ese.

En cuanto se abrieron las puertas salió dejándole con la


boca abierta. —¿Qué has dicho? ¡Ganas más que yo!

—Ya, pero es que yo soy un genio.

Él gruñó cogiéndola por la cintura para meterla en


casa. El portero carraspeó diciendo —Buenas noches, señor
Esdraffo.

—Buenas noches, Clark.

Ella fue hasta su violín que estaba sobre la mesa del


centro del gran hall. Pasó las manos por su funda de terciopelo
negro quedándose más tranquila y sintió su presencia tras su
espalda. —Venga, enséñame esa maravilla. —Le miró sobre su
hombro levantando una ceja sin entender por qué quería verlo.
—Es importante para ti, así que me interesa.

Su corazón dio un vuelco porque volvía a ser el Luka


que había dejado hace un año, no el déspota de minutos antes
y se preguntó cuál era el de verdad. Abrió la funda y quitó el
paño que lo cubría mostrando su madera rojiza mientras sentía
su aliento en su cuello antes de que lo besara. —Muy bonito.
—Pasó las manos por su cintura y deshizo el nudo de su
abrigo.

—Es precioso. —Pasó sus dedos por él mientras Luka

le quitaba el abrigo por los hombros. Rio dejando que se lo


quitara. —¿No querías verlo?

—Continúa —dijo con la voz ronca apartando su


cabello para besar su cuello mientras desabrochaba los botones
de su vestido—. Puedo centrarme en varias cosas a la vez.

—Mmm… Es de madera de arce y abeto rojo.

—Ajá.

—La madera es importante, ¿sabes? —Las yemas de


sus dedos acariciaron su espalda desnuda haciéndola suspirar

de gusto. —Es esencial hasta cuando se talan y como es la


luna en ese momento. Debe ser menguante de invierno. —El
vestido cayó al suelo y las manos de Luka fueron a parar a sus
pechos robándole el aliento cuando los amasó con ganas por
encima de la ropa interior. —Dios…

—Creo que dejaremos el resto de la lección hasta


mañana —dijo volviéndola para besarla con ansias. Se abrazó
a su cuello y Luka impaciente la elevó cogiéndola por el
trasero. Rodeó sus caderas con las piernas y ni se dio cuenta de

que entraban a un gran salón mientras se devoraban el uno al


otro. Subiendo unas escaleras ella enterró sus dedos en su
cabello y Luka tuvo que detenerse apartando su boca—. Nena,
no llegamos.

—¿Qué? —dijo antes de besarle de nuevo. Su lengua


acarició su paladar y le escuchó gemir intentando subir las
escaleras. Sintió la pared en su espalda y como metía las

manos entre sus piernas apartando sus braguitas. Desesperada


por tenerle en su interior apartó su boca y gritó cuando la
invadió con fuerza dándole el mayor placer que había
experimentado nunca.

Él besando su cuello dijo con la voz distorsionada por


el deseo —¿Me sientes, nena? Joder, no tienes ni idea de lo
que te he echado de menos. —Se movió en su interior con tal
contundencia que Coralie creyó que la partiría en dos por el
placer que la recorrió de arriba abajo. Sin ser capaz de pensar
se aferró a sus hombros y a sus caderas mientras él entraba de
nuevo en su interior sin darle tregua. Una y otra vez la llenó
por completo hasta que pensó que perdería la cordura y

cuando gritó de desesperación él movió sus caderas con tal


fuerza que todo estalló a su alrededor dándole una paz infinita.

Aún no se había recuperado cuando él la llevó hasta la


cama y sin darse cuenta la desnudó por completo. Fue al sentir
su cuerpo desnudo sobre ella cuando abrió los ojos. Luka
apartó un mechón de cabello de su humedecida frente. —Te ha
crecido mucho el pelo. Me gusta.

—Y tú te lo has cortado. —Acarició su nuca.

—Nena, sobre lo de antes…

—No. —Sus ojos mostraron el miedo que sentía a que


volviera a decirle esas palabras que habían dolido tanto. —No
quiero hablar de ello.

Él apretó los labios y asintió antes de besarla. —


Duérmete, debes estar agotada. —Iba a apartarse, pero Coralie
se abrazó a él intentando esconder la lágrima que recorría su
mejilla. No podía perder lo que sentía a su lado, no podía
perderle. Y él la abrazó con fuerza como si supiera que le
necesitaba. —Haré lo que sea por mantenernos a salvo. Lo que
sea preciosa, no debes preocuparte.

—Yo solo quiero estar contigo —dijo sin poder


evitarlo.

Su silencio le dijo que Luka no pensaba lo mismo y


cerró los ojos intentando que no doliera.
Capítulo 6

Cuatro horas después Luka dormía a su lado mientras


Coralie de costado observaba su perfil como había hecho

desde que se había dormido, pensando en sus palabras en el


momento en el que habían vuelto a encontrarse y en todo lo
ocurrido desde aquella horrible noche. Y había llegado a la

conclusión de que le daba igual todo. Ese hombre era suyo y lo

sería hasta el día de su muerte. No pensaba dejar que dominara


su vida como lo había hecho su padre. Ah, no. Estaba muy
equivocado. Había llegado la hora de equilibrar la balanza y
ella tenía un as en la manga que pensaba utilizar.

Un beso al lado de su ombligo la hizo sonreír y se


estiró mientras Luka acariciaba su vientre. —Nena, son las
doce.

Abrió los ojos como platos viendo que estaba vestido

con un traje gris. —¿Las doce? ¡Tengo que ensayar!

Divertido vio que saltaba de la cama. —Tenemos cita


con el médico en una hora. Ashley ya ha enviado tus cosas.

Sin comentar nada fue hasta el baño y utilizó el wáter.


Él se acercó. —Tienes media hora.

—No voy a ir.

Se tensó. —¿Cómo has dicho?

—Mi médico dice que debo tomarlas y me conoce muy


bien. Pienso seguir tomándolas. Me ayudaron mucho la otra

vez y ni se me ocurriría dejar el tratamiento.

—Como se entere la prensa…

—¡Si se entera la prensa puede que lo comprendan,


porque mi madre se suicidó y yo la encontré! Si he tenido que

volver a tomarlas por la presión del trabajo no van a

escandalizarse. ¡Esto es Nueva York, la mayoría de la gente


toma antidepresivos, ansiolíticos o drogas! —Abrió el grifo de

la ducha y se volvió hacia él. —Di la verdad, te jode que tu


perfecta familia sepa que te casas con una mujer que toma

ansiolíticos.
Apretó los labios. —¡Si es lo mejor para ti me importa
una mierda lo que opinen, pero no quiero que te apoyes en esa

basura! Eres lo bastante fuerte para…

—¿Pasarlo a pelo? ¡Pues no! ¡No lo soy!

—Baja la voz, Marisa está abajo.

—¿Y quién es Marisa?

—Mi asistenta.

—Genial. —Se metió en la ducha bajo el chorro del


agua chillando porque estaba fría. Él puso los ojos en blanco.

—¿Qué?

—Vamos a ir al médico.

—Ni de coña y no te pongas pesado con el tema

porque puede que pase eso que tanto temes y se me escape lo


que ocurrió aquella noche.

Él entrecerró los ojos. —¿Cómo has dicho?

—Lo que has oído. ¿El champú es el dispensador azul?

—¡Coralie!

—Mira, yo después de la noche que he pasado estoy de

lo más relajada y me importa todo un pito. —Soltó una risita.


—Deberías sentirte orgulloso.
—Nena, no me amenaces con eso.

—No quiero perderte. Ni con niño ni sin niño.

—¡Cuando tengamos el niño ni se te ocurriría abrir la

boca!

—Puede, nunca se sabe. —Le miró maliciosa. —Igual

sí que me parezco a mi madre y cuando amo lo hago

intensamente. Tanto como para hacer cualquier cosa. Yo que tú


no estaría muy seguro de que mantuviera el silencio dentro de

dos, tres o veinte años. ¿Me has entendido?

—Perfectamente —dijo entre dientes.

Sonrió radiante. —Te quiero, no te lo tomes a mal.

Deberías sentirte genial. Haría lo que fuera para mantenerte a

mi lado.

Gruñó saliendo del baño y encantada apretó el


dispensador. Había ganado. No se lo podía creer.

—Nena… —Se volvió enjabonándose la cabeza. —

¿Harías lo que fuera por mantenerme a tu lado?

—Claro, amor. Lo que haga falta.

—Pues si estamos en la cárcel dudo que me veas

mucho. —Salió dejándole con la palabra en la boca. —¡Tienes

veinte minutos! ¡Nos vamos al médico!


—Mierda.

Sentada ante el médico chasqueó la lengua viéndole

repasar los papeles de las pruebas que le habían hecho en un

tiempo récord. No sabía qué tenía que ver un examen

ginecológico con las pastillas, pero cualquiera le llevaba la

contraria a Luka que estaba de lo más mosqueado.

—¿Y bien doctor?

—Está perfecta. Y puede concebir cuando quiera.

Asombrada porque era evidente que quería preñarla


cuanto antes para cerrarle la boca miró a Luka que asintió

satisfecho. —Estupendo.

—Pero…—La fulminó con la mirada cortándola en

seco.

—¿Y las pastillas?

El doctor suspiró. —No son algo de lo que debiera

preocuparse, señor Esdraffo, son muy suaves. A veces el


cuerpo necesita alguna ayuda para pasar ciertos momentos. La

gira de su novia ha sido muy intensa y con demasiado estrés.


Es lógico en personas de su nivel que puedan necesitar ciertos

apoyos.

—No tiene que apoyarse en nadie y en nada excepto en


mí. ¿Qué tiene que hacer para dejar de tomarlas?

El doctor la miró a los ojos. —¿Seguro que quiere

dejarlas? ¿Su psiquiatra estaría de acuerdo?

—No.

—No pienso ponerme en contra del diagnóstico de un

profesional en ese campo, señor Esdraffo.

—Nena…

—¿Qué? No miento. Si me las ha dado es porque las

necesito.

—¿Cuándo le visitaste por última vez?

—Antes de irme de gira por Europa.

—¡Seis meses!

—Es que no me ha dado tiempo a visitarle de nuevo y


no hace visitas a domicilio.

—Muy graciosa.

—Les recomiendo que hablen con él. Yo en ese

aspecto no puedo hacer nada.


Luka se levantó abrochándose la chaqueta del traje. —
Nena, nos vamos.

—¿Me da la píldora?

Eso sí que les dejó de piedra y Coralie sonrió. —No

quiero quedarme embarazada antes de la boda.

—Nena…

—¿Qué diría tu familia, cielo? —dijo con pitorreo.

—Sí, por supuesto —dijo el doctor sin entender nada.

—Gracias.

Cuando salieron de la consulta a Luka se le llevaban

los demonios. —¿Cómo se llama tu médico?

—¿Mi qué? —Se detuvo ante el ascensor y sonrió

maliciosa.

—Lo averiguaré. Solo estás retrasando lo inevitable.

—Cariño, tengo que ensayar. —Exasperada entró en el


ascensor y él rumió algo que no llegó a entender. —Acepta
que estamos en igualdad de condiciones y sigamos adelante.

—Tu padre piensa seguir jodiendo.

—La prensa le tomará por loco. —Entrecerró los ojos.

—¿Y si lo está? ¿No se incapacita a los locos? —Ambos se


miraron a los ojos y ella sonrió maliciosa. —Sería perfecto

para él. Un lugar en donde le cuiden como solo él merece.

—Preciosa empiezo a pensar que sí eres peligrosa.

—Peligroso él. Es un peligro para mi carrera y nuestro


futuro, cielo.

—Llamaré a mi abogado.

Sonrió pegándose a él. —Somos la pareja perfecta.

Él besó sus labios. —¿La píldora, nena?

—No quiero que tu madre me odie y piense que te he


atrapado en un matrimonio que no quieres. Es todo lo

contrario, no sería justo.

—¿Ahora soy yo el que te obligo a este matrimonio?

—Claro. Ayer dijiste…

—¡Estaba cabreado! ¡Tu padre me cabreó!

—¡Y desconfiaste de mí!

—Sí, la verdad.

—¡Muy bonito!

—¡Nena, cuando me enfado no mido!


—¡Pues tienes que medir! ¡No tengo la culpa de lo que

diga ese loco!

—Pues cuando esa detective lea el periódico va a

investigar. No tiene pinta de darse por vencida como demostró


ayer.

—¿El periódico? ¿Qué periódico?

Él suspiró. —El Times, nena.

—¡No! —gritó horrorizada—. ¿En mi crítica de ayer?

—Han hecho un especial sobre ti y sale parte de tu


vida.

—¡No! —A toda prisa salió del ascensor y frenética


miró a un sitio y a otro para buscar un kiosco. Vio uno al final

de la calle y corrió hacia allí cogiendo el primer periódico que


encontró para abrirlo a toda prisa. El hombre iba a protestar
cuando Luka le dio un billete de diez. Frenética leyó lo que se

decía de ella. Su concierto había sido espectacular, la alababan


de todas las maneras posibles, pero a la mitad empezaban a

compadecerla por la vida que había tenido encontrando el


cuerpo de su madre después de su suicidio. Cómo eso afectó a
su vida y a su carrera. Cómo había conseguido superarlo

después de unos años para convertirse en una de las mejores


violinistas del mundo. Jadeó indignada. —¿Cómo que una de
las mejores del mundo? ¡Soy la mejor!

Luka puso los ojos en blanco. —Nena, ¿solo te has

quedado con eso?

Siguió leyendo. También hablaba de que su padre

había asistido al concierto para hacer unas acusaciones


terribles sobre la muerte de su madre. —No entra en detalles.

—Pues te aseguro que allí habló de muchos detalles


como que las pastillas eran tuyas.

Se le cortó el aliento volviendo la vista hacia él. —

¿Qué dices?

—¿Lo eran? ¿Me has vuelto a mentir?

—¡No! Bueno, unos meses antes me recetaron unas


pastillas porque tuve un concierto importante y me desmayé en

el camerino cuando terminó. Pero es que casi no había comido


en todo el día. Mi padre se empeñó en que las tomara un
tiempo, pero mi madre no me las daba. El bote nunca lo vi y…

—Impresionada dio un paso atrás. —¿Era mío? Lo vi sobre la


mesilla al lado de una botella de whisky, pero…

—¿Lo tocaste?
—¡No! En cuanto la vi tirada al lado de la cama salí
corriendo y llamé a emergencias.

—¿La tocaste a ella?

Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Volví y me


arrodillé a su lado. La toqué, sí. Intenté que despertara. Pero

estaba fría. La abracé…

Él apretó los labios y la abrazó. —Nena, no tienen

nada.

—¿Cómo puede ser tan cerdo para utilizar eso para

hacerme daño?

—No lo sé, pero lo va a pagar, eso te lo juro.

Sentados en el coche la detective Portland observaba


como él intentaba consolarla quitándole el periódico de las
manos y llevándola hasta la limusina que les esperaba.

—¿Qué opinas? —preguntó su compañero.

—Que se llevan muy bien de repente. —Viendo como

la ayudaba a entrar en el coche dijo —Es muy protector con


ella, ¿no?

—Ha pasado más de un año. Han podido pasar mil


cosas en ese tiempo.
—Sí, ¿pero ella se fue durante un año y ya viven
juntos? Algo me huele muy mal.

—Crees que se relacionaban antes de que ella se fuera.

—Estoy segura y la pregunta es por qué la señorita

Meyers mintió sobre si tenía novio.

—Igual no eran novios. Él estaba comprometido.

—Amantes… Y ella limpiaba en su oficina. La víctima


la quería de amante y no debía llevar muy bien su rechazo.
Sabemos que se pasaba de la raya.

—Y se pasó de la raya con ella.

La detective sonrió. —Y llega su pareja y les descubre.

La cosa se fue de madre y acabó muerto.

—Estás especulando.

—Sí, solo es una teoría. Sígueles.

Observó el coche y al cabo de unos segundos dijo —

Vuelven al piso. ¿Ayer se encuentran después de un año y se


muda a su piso?

—Igual empezaron hace meses. Estos ricos viajan


mucho.
—Puede. —Cuando bajaban del coche Luka la ayudó a
salir como todo un caballero y vieron en su mano el reflejo del
anillo. —Menudo pedrusco.

—Una relación consolidada.

—Un compromiso en toda regla. Consígueme sus


listados de llamadas. Quiero ver cuando empezaron esta
maravillosa relación.

Cinco horas después Robert entraba en su despacho y


tiraba sobre la mesa unos papeles. —Al grano, pesado. Tengo
mil cosas que hacer.

—Nada.

Parpadeó. —¿Cómo que nada?

—Ni una sola llamada jamás. Nunca se han llamado.

—¿Tendrán otro número?

—No.

Asombrada apoyó la espalda en el respaldo de su silla.

—¿Qué coño está pasando aquí?


—Empiezo a pensar que tienes razón en tus sospechas
iniciales.

—Había unas imágenes borrosas de la gasolinera del


Bronx, ¿no es cierto? —Él asintió. —Veámoslas de nuevo. A
ver si ahora encontramos algo que no hayamos visto antes.
Capítulo 7

Sentados ante la pantalla del ordenador volvieron a


mirarlas por décima vez. Robert suspiró. —No hay nada.

El hombre cogió el surtidor de gasolina con la cabeza

gacha en la zona menos iluminada de la gasolinera. De repente


Cristel gritó —¡Atrás, dale atrás!

—¿Qué? ¿Has visto algo?

—Da hacia atrás solo unos segundos.

El hombre cogió el surtidor de nuevo y ella señaló algo


en la pantalla. —¡El anillo! ¡No había ningún anillo en el
cadáver! ¡No era él!

—Pueden habérselo robado y ser esa la causa de su


asesinato.
Le fulminó con la mirada y él sonrió provocador. —¿Y
eso fue antes o después de que quemara su furgoneta sin
ninguna razón? —Señaló la pantalla. —No, este fue a por la
gasolina y quemó la furgoneta para eliminar las pruebas. Él ya
estaba muerto y seguramente en la parte de atrás de ese
vehículo. —Sus ojos brillaron. —En el carrito. Estaba en el
carrito de la limpieza. ¡Le mataron en la empresa! ¡Ja! Amplia

la foto, listillo.

—Lo que digas.

Marisa gruñó pasando el polvo por el salón mirándola

como si fuera una pesada de primera después de tocar diez


veces su última pieza. Exasperada bajó el violín. —Ya

interpreto otra.

—Menos mal, ya me la sé de memoria.

Rio por lo bajo y se puso el violín en el cuello


empezando a tocar otra de sus composiciones. —Esa me gusta

mucho.

En ese momento sonó el timbre de la puerta y la mujer

fue a abrir. ¿Dónde estaría Luka? Llevaba fuera todo el día.


Malditos negocios. Cuando vio que Marisa entraba en el salón
sonrió, pero esa sonrisa se congeló al ver a la detective

Portland siguiéndola con su compañero. Se detuvo en seco

dejando caer los brazos.

—Es la policía, señora.

—¿Puedes dejarnos solos?

—Estaré en la cocina.

—¿Se acuerda de mí? La noche pasada parecía que no

me recordaba.

—Es la detective con la que hablé hace un año —dijo

dejando el violín en su funda.

—La misma. Un año muy intenso para usted. —Miró a


su alrededor e hizo una mueca. —Menudo piso.

—Una maravilla —dijo Robert con ironía—. Al

parecer ha cambiado mucho su vida, señorita Meyers.

—He vuelto a mi vida, que es distinto. ¿En qué puedo


ayudarles?

En ese momento se abrió la puerta y todos miraron

hacia el hall. —Nena, ¿no estás tocando? Qué raro…—Se

detuvo en seco al verles allí y al ver la placa en su cinturón


preguntó —¿Ha pasado algo?
—¿Señor Esdraffo? No había tenido el gusto de

conocerle, soy la detective Cristel Portland y él es mi

compañero Robert Ray.

Se acercó a Coralie advirtiéndola con la mirada y se

volvió. —¿A qué se debe su visita? ¿Podemos ayudarles en


algo?

—Oh sí, claro que pueden —dijo divertida—. Pero

dudo que me den una confesión. Pocos lo hacen.

—¿De qué habla? —preguntó Luka.

—Hace un año me hicieron unas preguntas por la

desaparición de mi jefe.

—Exactamente. La desaparición de George Kaplan.

Hace un año desapareció después del trabajo. Después de dejar


a su prometida en la parada del metro. Después de salir de su

empresa, señor Esdraffo. ¿Llegó ese caso hasta usted?

—No, no sabía nada de eso.

—Seguro —dijo como si fuera una mentira mayúscula

tensándole—. Coralie, te alegrará saber que le hemos

encontrado.

—¿De veras? ¿Está bien?

—Como bien sabes no, no está bien.


—¿Insinúa que mi novia tiene algo que ver en su
desaparición?

—No. Insinúo que ambos tienen que ver en su

desaparición.

—¡No sea ridícula, Coralie no le haría daño a una

mosca y yo ni le conocía! ¡Ni sé quién es ese tipo!

—¿Ah, no? —Su compañero sacó un folio de una

carpeta dejándola sobre la mesa de centro. —¿Entonces cómo


explica esto?

Era una foto de una mano cogiendo un surtidor y una E

al lado hecha por ordenador. A Coralie se le cortó el aliento.

La E de su sello. —¿Qué es eso?

—Eso es su anillo —dijo la detective—. El que lleva

en el meñique.

Luka siseó —No diga disparates.

—¿Los digo? —Divertida miró a su compañero. —No

me habían acusado de eso jamás.

—En esta profesión nunca dejas de llevarte sorpresas.

—Sí, y algunas te dejan atónita. —Miró a Coralie a los

ojos. —Con la cara de niña buena que tenías.


—¡Déjela en paz!

—Ahí salió el defensor. ¿Qué ocurrió? ¿Sorprendió a

George propasándose con ella y se tomó la justicia por su


mano? Porque la víctima nunca ha llevado anillos. Ni el de

casado. Palabras de su mujer.

—¡Salgan de mi casa!

—¿Ni una sola llamada en un año y de repente se

comprometen? Sospechoso. O Coralie le chantajea o tenían

que ocultar su relación por una razón poderosa. Y ocultarla

mucho para no dejar pruebas de ella. Como las llamadas. Nada


de contacto durante un tiempo, ¿no? Que no nos relacionen.

Cuando vuelvas de tu gira todo habrá pasado. Pues no ha

pasado, sigo en el caso. Y ahora es un caso de asesinato.

—Solo dice disparates. ¡Largo de mi casa!

—Disparates. —Caminó hasta el ventanal que

mostraba la ciudad. —Una vista impresionante. Yo también


haría cualquier cosa por no perder esta vida.

—Y que lo digas —dijo Robert disfrutando de lo lindo.

Asustada cogió la mano de Luka que la apretó dándole


ánimos. Cristel vio el gesto y se volvió hacia ellos. —Oh
Robert, nos hemos equivocado. Están enamorados.
—Eso veo.

Dio un paso hacia ellos. —¿Qué ocurrió? ¿George se


propasó? ¿Quién de los dos le mató?

—Voy a llamar a mi abogado.

—Espero que sea caro para que le saque de esta. Por


cierto… —Sacó un papel del bolsillo de la chaqueta y se

acercó. —Esto es una orden para llevarnos su anillo. Ni nos


molestaremos en registrar la casa porque seguro que se han

deshecho de cualquier prueba. El anillo, por favor.

—No hasta que mi abogado revise esa orden —siseó.

—Si no me da el anillo le detendré por obstrucción a la

justicia. Usted decide.

—Cariño…—dijo asustada—. ¡Por qué hacen esto, él

no ha hecho nada!

—Oh, fuiste tú. ¿Se propasó contigo?

—¡Nena, cállate! ¡Mi novia no sabe nada de ese tipo!

La detective sonrió. —Esa es la reacción que

necesitaba para saber que voy por el camino correcto.

—No sabe lo que dice —dijo con desprecio.


—¿No? —Les observó atentamente. —Eso ya lo

veremos. El anillo.

Él entrecerró los ojos. —Tendrá que detenerme. A la


prensa le encantará saber las fantasías que se le pasan por la

cabeza.

—Luka, no. Dale el anillo, así demostrarán que no es el

tuyo. —Le rogó con la mirada. —Por favor… —Asustada


porque no daba su brazo a torcer miró a la detective. —Le

conocí trabajando en la empresa, pero jamás hablamos más de


dos palabras. Fue en Viena hace seis meses cuando vino a uno
de mis conciertos. Fue por negocios y en esos dos días nos

enamoramos. Pero ninguno se atrevió a decir nada, era una


aventura. Él todavía estaba comprometido. Fue antes de ayer

cuando volvimos a encontrarnos. Dijo que no me había


olvidado y me dio el anillo. —Sus ojos se llenaron de
lágrimas. —Él no ha hecho nada, lo juro. ¡Ocurrió así!

—Entonces que me dé ese anillo no significará nada.


No ponga las cosas difíciles, señor Esdraffo. Colabore y esto

acabará muy pronto si no tiene nada que ocultar.

—Como lo pierdan… —dijo entre dientes—. Me lo dio


mi abuelo.

—Lo cuidaré como si fuera mío.


Se lo sacó del meñique y lo tiró en el interior de una

bolsa que ella extendió. —Gracias. —La cerró tendiéndosela a


su compañero que la cogió en el acto. —Tendrán noticias

mías. Buenas tardes.

—La próxima vez no se presenten sin avisar —dijo él


molesto.

Les siguieron hasta la puerta y cuando Luka cerró le


hizo un gesto para que no hablara antes de cogerla por el brazo

y subirla a su habitación. —Dios mío. ¿Ves como no era buena


idea perder el contacto? Hemos perdido un año para nada.

—¿En serio te has quedado con eso de toda la


conversación? La excusa de Viena nos vino perfecta. Con eso
valdrá. ¡Y si hubiéramos tenido una relación antes sí que

hubiera sido sospechoso, joder!

—¡Te avisé del anillo! ¡Le diste la vuelta!

—Se debió girar en algún momento. —De repente


sonrió. —Pero tranquila en él no encontrarán nada.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? Ahora hacen


muchas pruebas. —Abrió los ojos como platos. —Y tiene un
diamante, puede haber algo debajo.

—No, porque no es el mismo anillo.


—Sí que lo es. Lo he visto.

—Ese como dije es el de mi abuelo. Me lo legó en


testamento. Es el primer sello de la familia herencia de mi

bisabuelo. Pasa al varón que preside la compañía. Yo. Cuando


murió me lo legó a mí. Hace seis meses devolví el anillo de mi

abuela a la caja fuerte del banco y lo vi. Me dije que ya era


hora de ponérmelo.

—Así que el otro…

—Está en el banco. En ese no encontrarán nada por


mucho que busquen.

Suspiró del alivio sentándose en la cama. —Me estoy


mareando.

Se acuclilló ante ella. —¿Y tus pastillas?

—No quiero tomarlas. A ti no te gusta y…

—Creo que este no es el mejor momento para que las


dejes. ¿Dónde están?

—En el armarito del baño.

Él fue hasta allí a toda prisa. Regresó con el bote y un


vaso de agua sentándose a su lado. —Tómatelas.
Lo hizo y le miró a los ojos mientras bebía. Cuando
bajó el vaso dijo —El sello es igual. Tienen el dibujo.

—¿Una foto distorsionada? Una casualidad del


ordenador. Puede ser otra E. Hay miles de sellos con esa
inicial.

—¿Relacionados con el caso?

—Una casualidad. —Entrecerró los ojos. —O la

prueba de que me había robado.

Separó los labios de la impresión. —No colará.

Tendrías que haberlo dicho en el momento en que te


reclamaron el anillo.

—Ni me acordaba de eso.

—No denunciaste el robo, no se lo tragarán y


descubrirás que ese no es el anillo de la noche del crimen.

Apretó los labios. —El anillo prueba que no era él


quien conducía la furgoneta y sino era él, tú sabías quien era.

Necesitamos acusarle del robo del anillo o estaremos en


problemas porque siempre sospecharán de nosotros.

—¿Y si digo que vi el anillo en su dedo y que


discutimos por él? Que lo reconocí de vértelo puesto en una
foto de tu despacho y que vio como lo miraba. Quiso
deshacerse de él en el lugar equivocado y murió por esa razón.

Él pensó en ello. —Y para eso deberían descubrirlo en


el Bronx, ¿no es cierto?

—Ni se te ocurra sacarlo del banco. Nos cogerán.

Sonrió de medio lado. —Es que tengo más, nena.

—¿Qué?

—Todos los miembros de mi familia tienen uno. A lo


largo de los años ha habido fallecimientos y se van heredando.

—¿Y cuándo me darás el mío? —preguntó indignada.

—El día de la boda, nena. Hasta entonces no eres una

Esdraffo.

—Ah… Dime que no los tienes en el banco.

—El que realmente tiene valor sentimental es el que


ahora tienen ellos. Tengo tres en el despacho. Me los dio mi

padre para el momento en que tuviera hijos y cumplieran la


mayoría de edad, que es cuando nos los dan.

—¿Y cómo llegará al Bronx y hacemos que lo


descubra la policía?

—Nada como el metro para que lo lleve allí, preciosa.


—¿Piensas dejarlo en el metro? —preguntó incrédula.

—Yo nunca cojo el metro.

—Me seguirán a ver si doy un paso en falso.

Él apretó los labios y se levantó caminando de un lado


a otro. —¡Joder!

—Pero Ashley siempre va en metro.

La miró asombrado. —No vamos a meterla en esto.


¿Estás loca? ¿Y que nos delate cuando le venga en gana? Ni se
te ocurra decirle nada.

—No creo que nos delate. —Se miró las uñas como si
nada.

—¿Y eso por qué?

—Porque yo podría acusarla del asesinato de su


hermano en Londres.

Él dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Qué has


dicho?

—Mató a su hermano. Le di una coartada y la saqué


del país.

—¿Pero quién eres tú? ¿Al Capone?


—Estaba desesperada. Empezó a trabajar para mí y su
hermano llegó borracho a su casa a reclamarle dinero. No lo
tenía y empezó a pegarla. Ese imbécil se cayó y se golpeó la

cabeza contra la chimenea o algo así.

—Le mató.

—Pues eso he dicho.

—No me digas que la ayudaste a deshacerse del


cadáver.

Le miró arrepentida. —Me dio pena. Aún lo tenía en el


salón cuando se presentó a trabajar llena de morados al día
siguiente, la pobrecita.

—¡Increíble!

—Tranquilo, que aprendí mucho de la primera vez y


fue fácil. Ya vivía en un barrio deprimido. Solo tuvimos que
sacarle al callejón cuando oscureció. Al parecer se llevaba mal
con mucha gente y tenía antecedentes por traficar con drogas.

Después de maquillarla un poco y que la policía la interrogara,


la dejaron salir del país tranquilamente porque jamás había
dado problemas y yo les dije que estaba conmigo en el
momento de la muerte. La conocía desde hacía tres días, así
que me creyeron.
—¡Loca! ¡Empiezo a pensar que tu padre tiene razón!

—No digas eso. ¡No se merecía ir a la cárcel!

—¡Joder! ¡Joder! —Se volvió llevándose las manos a


la cabeza. —¡Nena, tienes que dejar de hacer esto!

—Pero es una buena noticia. Ashley nos ayudará como


yo la ayudé a ella.

—Esto es surrealista —siseó yendo hacia la puerta.

—¿A dónde vas?

—¡A por el puñetero anillo!

Corrió tras él. —¿Tienes uno en talla pequeña? —La


fulminó con la mirada. —Eh, que me lo he ganado.

Le escuchó farfullar que iban a terminar todos en la


cárcel por culpa suya. Jadeó indignada. —¡Retira eso!

—Llama a tu ayudante —siseó.

Ashley parpadeó mirando a uno y luego al otro que


estaban sentados ante ella en el sofá. —¿Lo has entendido? —
preguntó Coralie impaciente.
—Queréis que sea vuestra cómplice en un asesinato
que cometisteis hace un año.

Sonrió. —Pues lo has entendido muy bien.

Su ayudante entrecerró sus ojos azules. —¿Cómo te


metes en estos líos?

Jadeó indignada. —¡En Londres me metiste tú, guapa!

Se puso como un tomate mirando de reojo a Luka que


parecía a punto de saltar sobre ella para estrangularla y no
dejar testigos. —¿Solo tengo que hacer eso? ¿Esconder el
anillo en un metro al Bronx de manera que se encuentre
próximamente?

—Exacto.

Hizo una mueca. —Vale.

Coralie suspiró del alivio. —Genial. Cariño dáselo.

Giró la cabeza hacia ella mirándola como si aquello no

le gustara un pelo. Le hizo un gesto con la mirada para que se


lo diera y él gruñendo se levantó metiendo la mano en el
pantalón negro que llevaba. Lo dejó sobre la mesa de centro
ante ella. Ashley lo cogió entre sus dedos y chasqueó la
lengua. —No os van a pillar por esto.
—Por si acaso. —Coralie se levantó. —Ponte una
capucha o algo para que no se te vea bien en las cámaras del

metro y lo dejas donde alguien pueda verlo.

—Se va a perder. Es de oro y cuesta una pasta. ¿Esto es

un diamante? Se lo llevarán y adiós muy buenas. —Se levantó


resuelta. —Queréis que lo encuentre la policía en el Bronx,
¿no?

Ambos asintieron. —Pues dejármelo a mí. Os aseguro


que lo encontrarán. ¿Has hecho las maletas? Mañana os vais
de crucero.

—¿Crees que he tenido tiempo para pensar en eso?

—Menos mal que estoy yo aquí —dijo yendo hacia la


escalera.

—¿A dónde vas? —preguntó Luka asombrado.

—A hacerle las maletas.

—¡Ya se las hará mi asistenta! ¡Tienes que irte!

—¿De noche? —Le miró como si estuviera mal de la


cabeza. —No conozco mucho de esta ciudad, pero ni loca voy
al Bronx de noche. Dicen que hay zonas muy peligrosas. Lo
dicen en los tours turísticos, ¿sabes? Lo haré mañana. —
Estaba subiendo cuando se detuvo en seco. —Por cierto, no

tengo donde vivir.

Gimió porque no se había acordado.

—¿Cómo ha dicho?

—Estaba en el hotel de la productora y se me había


olvidado de que no le busqué alojamiento.

—Tranquilo, yo con una habitación pequeñita…—


Siguió subiendo dando por terminada la conversación.

—¿Va a vivir aquí?

—Es mi asistente. Para asistirme tiene que estar cerca

de mí. Y plancha mejor que Marisa.

Él hizo una mueca. —No más asesinos en esta casa.

—Vale.

—¡Hablo en serio! ¡Ya hay suficientes!

Le abrazó por la cintura. —Cariño, no te estreses.


¿Subimos a la habitación?

—Ahora está ocupada —dijo en un gruñido que le


provocó una risita.
Capítulo 8

La detective parpadeó viendo el anillo en su mano. —


No me fastidies.

—Pues sí. Ayer por la noche detuvieron a un

narcotraficante que lo llevaba en su meñique. Se llama Héctor,


pero por lo visto a él le daba igual que falte una H. Dice que se
lo compró a una tía. Una yonki que estaba en las últimas. Y

como sé que te lo vas a preguntar, he dado con él porque mi


amigo Stuart está en narcóticos y el otro día pasó por aquí y
vio la foto del sello que tenía sobre la mesa.

—¿Esa yonki era morena?

—No, rubia. O eso cree porque tenía el pelo lleno de

mierda. Esas fueron sus palabras. Le dio unas papelinas que no


valían nada comparadas con el anillo y se lo quedó.

—¿Cómo es posible que haya pasado esto?


—Pues prepárate, el anillo de Esdraffo está limpio.

—¿Y este?

—Todavía no lo he analizado.

Dejó la bolsa con el anillo sobre la mesa. —Vamos a


hablar con ese camello.

—Ya lo he hecho yo. No sabe nada. Dice que no la vio

nunca antes y que uno de sus chicos la llevó hasta él porque


tenía algo interesante que intercambiar por droga. La vieron
tan poca cosa que se la llevaron a Héctor y sucedió el
intercambio dos horas antes de la redada.

—¿Por qué esa yonki no se deshizo del anillo antes?

¿Y de dónde ha salido este anillo?

—De la familia Esdraffo, eso es evidente.

—¡No puedo interrogarlos a todos! —dijo exasperada.

Entrecerró los ojos—. Veamos al jefazo otra vez. Es evidente

que oculta algo.

—Pues espera sentada porque ayer por la mañana se


fueron de crucero.

—¿Han salido del país?


—Podían hacerlo, ni están acusados de nada ni les han
quitado el pasaporte.

—¡Joder! ¿Y si se escapan?

—Ese tío es demasiado importante como para irse de

Nueva York. No ha conseguido todo lo que tiene para perderlo

por una mujer, por muy bien que le toque el violín.

—Espero que no te equivoques. Vamos a hablar con

ese Héctor.

El teniente abrió la puerta sorprendiéndola y la miró

fijamente demostrando que estaba de muy mal humor. —A mi


despacho.

Juró por lo bajo siguiéndole y cuando entraron los tres,

Robert cerró la puerta. —¿Qué estás haciendo, Portland? —


preguntó sentándose en su sillón para mirarla a los ojos—.

¿Estás con la investigación de ese viejo desaparecido?

—Sí, claro. Aunque llevo otros casos a la vez.

—¡El caso de George Kaplan ha pasado a homicidios!


¡Cuando me viniste con esa foto de mierda en la gasolinera, te

dije que te olvidaras que estabas apartada del caso! ¡Debería

expedientarte! Tenemos setenta y tres personas desaparecidas


en esta ciudad, ¿no te parecen suficiente trabajo?
—Jefe, estoy en la pista.

—¡Sobre Esdraffo! ¡Estás en la pista sobre uno de los

empresarios más importantes de este país! ¿Un hombre que ni

sabía quién limpiaba su empresa?

Separó los labios de la impresión. —¿Cómo lo sabe?

—¡Me acaba de llamar una periodista para pedir mi

opinión sobre el acoso al que se somete al señor Esdraffo


cuando ese hombre ni conocía a la víctima! —gritó furioso

antes de levantar el teléfono—. ¡Quiere hablar contigo!

A toda prisa cogió el teléfono. —¿Diga?

—July Phillips del digital…—Se escuchó un crujido.

—Disculpe, pero no tengo muy buena cobertura. ¿Qué puede

decirme del acoso al que están sometiendo al señor Esdraffo


sobre la muerte de…? Espere que no me acuerdo del nombre.

Lo tengo apuntado en algún sitio.

—George Kaplan.

—Ese. ¿Es cierto que sospechan de él?

—No hay declaraciones. ¿Cómo se ha enterado de esta

investigación?

—Oh, porque el señor Esdraffo va a denunciarles por

acoso policial y tengo un amigo que es abogado.


—¿Qué? —gritó furiosa.

—Además, ayer cuando hablé con su compañero no


fue discreto precisamente. Me lo contó todo. Así que ha

aparecido otro anillo… ¿Eso es bueno o malo para la

investigación?

—¡No hay declaraciones! —gritó fulminando con la

mirada a Robert antes de colgar el teléfono con fuerza—. ¡Eres


imbécil!

—¿Qué he hecho?

—¿Ayer hablaste con una chica sobre la investigación?

—Su compañero se puso como un tomate mirando de reojo a

su jefe que puso los ojos en blanco como si no pudiera con él.

—¿Con una periodista?

—No me dijo que era periodista. Después de recoger el

anillo en la veinte me fui a tomar una copa y la conocí. Le


interesó mi trabajo porque le parecía fascinante y le dije

algunas cosillas.

—¡Se lo has contado todo! ¡Ahora la prensa se nos

tirará encima y si damos explicaciones Esdraffo nos

demandará por calumnias porque no tenemos nada aparte de


ese anillo! ¡De hecho ya nos ha demandado!
Su teniente entrecerró los ojos. —¿Qué has dicho?

Intentó calmarse. —Bueno, eso es lo que ha dicho esa

July. Vete tú a saber. De momento se ha ido de crucero

—¡Lo que demuestra que tu sospechoso no está


nervioso en absoluto! ¿Y qué es eso de otro anillo?

Gimió por dentro. —Ayer por la noche encontraron

otro anillo exactamente igual en la mano de un camello del

Bronx.

Él entrecerró los ojos. —¿Cómo que otro igual?

—Todos en la familia llevan uno. Según he leído en

una entrevista se los dan al cumplir los dieciocho.

—¿Cuántos Esdraffo hay?

—Más de doscientos por todo el país.

—¡Estupendo!

—¡Pero solo uno tenía relación con la víctima y ahora


está comprometido con la mujer que estaba en esa furgoneta

antes de que desapareciera!

—No, eso no es cierto —dijo su compañero dejándola

de piedra.

—¿Qué has dicho?


—Hay más Esdraffo trabajando en la empresa. De
hecho su vicepresidente es también de la familia y tiene cinco

primos más en distintos puestos.

—¿Cómo no me lo has dicho antes?

—Creía que lo sabías. La empresa se llama Esdraffo.

La madre que le parió. Miró a su jefe que levantó una

ceja y esta carraspeó. —¿El viejo? Ahora me pongo con él.

—Eso creía.

Semitumbada tomando el sol al lado de Elisabeth


disfrutaba de un cóctel sin alcohol mirando el horizonte.

—Esto es precioso. Le digo a Roger todos los años que


nos compremos uno y él dice que para qué, que tiene amigos
de sobra con yates impresionantes.

Rio por lo bajo porque ya le iba pillando su sentido del


humor. —Pues tiene razón. ¿Cuántos cruceros os habéis hecho

este año?

—Unos doce, pero la mayoría de fin de semana. —La

miró asombrada y Elisabeth se echó a reír. —Sí, ya lo sé, lo


amortizaríamos, pero es más divertido irse con gente.

—En eso tienes razón.

—Eres muy amable, querida. ¿Cuándo anunciaréis el

compromiso? —preguntó mirando su anillo.

—Ah, ¿pero eso se anuncia?

—Muy graciosa. Vas a tener un año muy intenso por


delante. Debes elegir muy bien a la organizadora.

—Uff, ya me está dando pereza.

Elisabeth rio. —Como sois los genios… Si quieres te


ayudo. No hemos tenido hijos y me aburro mucho cuando

estoy en casa y Roger está trabajando. Conozco a todo el


mundo y sé lo que queda bien o no.

Sus ojos brillaron de la ilusión. —¿Lo harías?

—Claro. —Se sentó tan ilusionada como ella. —Va a

ser una boda por todo lo alto.

—Eso quiere Luka, pero no nos pasemos que a ver si


nos van a llamar horteras.

Frunció el ceño. —No conoces a su familia, ¿verdad?

Se sonrojó ligeramente. —Pues no. ¿Por qué? —

preguntó con desconfianza.


—Bueno, yo solo conozco a su madre, pero agárrate

querida, que es una mujer de gran carácter. Igual nos complica


un poco organizar la boda a tu gusto.

—Es una mandona, ¿eso me estás diciendo?

—Pues… sí.

—Estupendo, una suegra metomentodo.

—Seguro que puedes lidiar con ella.

Escucharon que los hombres se acercaban y al ver


aparecer por la puerta del salón a Luka con un bañador negro,
se lo comió con los ojos. —Nena, ¿te has puesto crema?

—Sí, cielo.

—Mira como la cuida, Roger.

Se sonrojó de gusto mientras su marido respondía —


Cuando lleven treinta años casados se preguntarán otras cosas.

Elisabeth jadeó indignada. —Mira que te cambio.

Roger se echó a reír y se agachó para darle un beso en

la mejilla a su esposa antes de sentarse a su lado. —No lo


consentiría.

Un camarero apareció con unas cervezas y Luka cogió


las dos para darle una a Roger que le dio las gracias. —De
nada. ¿Cómo lo hacéis? —Le miraron sin comprender. —Estar
tan bien juntos después de treinta años.

—Oh, quieres la clave de nuestro éxito.

Se sentó a su lado y acarició su muslo mirándola a los


ojos. —Pues sí. Me gustaría saberlo. Voy a casarme, debo

estar preparado para todo.

—Nunca se está preparado para todo. Mi mujercita no

deja de darme sorpresas. La clave, no enfadarse. Intentar


razonar con ella en lugar de montar una bronca enorme para
que termine ganando ella.

Divertido levantó una ceja mirándola y ella soltó una


risita. —Aprende, aprende.

—Después de los dos primeros años de casados me di


cuenta de que ella se disgustaba, yo decía burradas de las que

luego me arrepentía y las reconciliaciones estaban muy bien,


pero siempre tenías ese sabor amargo de haber metido la pata.
Y eso va dejando mella, amigo.

Luka apretó los labios antes de asentir bebiendo de su


cerveza, lo que le cortó el aliento porque estaba realmente

interesado en lo que le decía. —Veo que ya os ha pasado.

—Hemos tenido nuestros problemillas.


—Y lo has pagado con ella.

Ambos la miraron sonrojándola y sintió la necesidad

de excusarle. —Bueno, es que algunas cosas sí fueron culpa


mía.

—No, nena… No lo fueron. Discutimos por lo que

hicieron otras personas.

—Eso sí que no —dijo Elisabeth—. Nunca debes creer

o hacer caso de lo que te digan de ella. Tú la conoces mejor


que nadie y debes confiar en ella. Después de regresar de

nuestra luna de miel le llegaron rumores de que le estaba


siendo infiel con mi preparador físico y se puso como loco.
Casi rompimos, incluso nos separamos porque estaba dolida

por su desconfianza.

—¿De veras? —preguntó asombrada.

—Oh, sí. El primer año es el peor porque os estáis


aclimatando el uno al otro, si lo superáis y no haces caso de lo
que os digan de vuestra pareja, todo irá viento en popa.

—Casi me cargo al tipo un día que lo vi salir de casa.


Y había ido a darle el nuevo horario de entrenamientos —dijo

Roger divertido—. Y no fue la única vez. A ella le fue una con


el cuento de que me había visto comiendo con otra mujer y
que estábamos muy acaramelados. Era mi prima que había
venido a Nueva York porque acababa de fallecer su marido y

quería comprarse una casa en la ciudad. No hizo más que


llorar porque estaba rota.

—Que gente más mala —dijo ella impresionada.

—Uy, pues eso no es nada. Tengo una amiga que


llevaba casada diez años. Otra amiga le dijo que su marido

tenía una amante. Le comió tanto la cabeza que la pobre estaba


convencida de ello y se divorció. Un año después adivina con

quién se casaba su ex.

—Joder —dijo Luka divertido—. Esto es un campo de


minas.

—Y tu novia tiene carrera —dijo Elisabeth—. Otro


problema.

Ambos asintieron dejándola pasmada. —¿Por qué?

—Porque viajarás por todo el mundo. Él es un


empresario de éxito y tiene que ir a cenas, eventos, galas

benéficas… ¿Y dónde estarás tú? En Roma, París, Tokio…

Se mordió el labio inferior mirando su perfil mientras


bebía. —Cielo…
—Nena, ya hemos hablado de esto. No vas a renunciar
a tu otro amor por mí. Pero…

—No tendré otra gira tan frenética como la de este año.

—Y lo digo sobre todo por tu salud, nena. ¿Diez países


en un mes? Con eso no puede nadie.

—Madre mía, ¿cómo lo hacías? —preguntó Elisabeth


impresionada.

—Durmiendo en aviones, básicamente. Muy bien,


hagamos un trato.

Él sonriendo se volvió para mirarla. —Cuatro meses de


gira al año.

—Ni hablar. Tres y cuando te quedes embarazada

renunciarás a la gira.

—Si yo renuncio a un mes tú también. Uno de esos

meses vendrás conmigo.

—Y después de la gira un mes solos de vacaciones.

Los Fletcher se echaron a reír. —Muy bien, veo que lo


vais comprendiendo —dijo Roger.

—Trato hecho —dijo ella acercándose para besar sus


labios suavemente antes de mirar sus ojos y se le puso un nudo
en la garganta porque ese trato demostraba que no quería que
su matrimonio terminara en un año o dos. Además, lo que
había dicho de las broncas le indicaba que lo que había

sucedido en el camerino y después, había sido un enfado por


lo que había hecho su padre. Mejor profundizaba un poco en
eso, así que dijo como si nada —¿Y qué me decís de los
suegros?

Los Fletcher se echaron a reír. —Mi madre no podía ni


verla.

Elisabeth gruñó antes de beber de su cóctel. —Todo le


parecía mal porque su perfecto hijo merecía alguien mil veces
mejor. Me hizo la vida imposible, así que toma nota.

—Mi madre la adorará.

—¿De veras?

—Es una apasionada de la música clásica.

Le miró asombrada. —Por eso decías que tenía que

reanudar mi profesión, ¿no?

—Admira a cualquiera que toque un instrumento.

—¿Cómo os conocisteis? —preguntó Roger—. Es


evidente que fue antes de su regreso a los escenarios.
Ambos se quedaron mirándoles sin saber qué decir y
Luka carraspeó. —Trabajaba en mi empresa.

—Oh, ¿de qué? —preguntó Elisabeth sonriendo.

Gimió por dentro y en ese momento escucharon el


sonido del helicóptero. Los cuatro se levantaron para mirar
hacia arriba donde Ashley les saludó con la mano. —Es mi
ayudante. Algo pasa con el disco. Cariño, ¿puedes venir un

momento? Ya sabes que de temas legales estoy pez.

—Sí, por supuesto. ¿Nos disculpáis?

—Claro, tenemos toda la semana para hablar —dijo


Roger como si nada.

Cuando llegaron a la otra cubierta ella siseó —¿Cómo


es que nunca hemos hablado de esto?

—Porque hemos tenido que hablar de todo lo demás.

Vieron como el helicóptero descendía sobre el techo


del yate. —¿Y qué decimos?

—Nena, ¿qué has dicho hasta ahora? Algún periodista


te habrá preguntado.

—Que estaba en un retiro, estudiando y componiendo.


No entraba mucho en detalles.
La miró fijamente. —Los genios soléis ser excéntricos.

—Vaya, gracias.

—Diremos la verdad. Durante un tiempo quisiste saber


lo que era trabajar con las manos y te metiste de limpiadora en
mi empresa hasta que tu alma te pidió volver.

—Bueno, es lo que ha pasado. Pero pensarán que estoy


un poco loca.

—Nena…

—Como digas que estoy loca te tiro del barco.

—¡Hola! —gritó Ashley sonriendo de oreja a oreja


saludando con el brazo extendido. Las aspas todavía no se

habían detenido y cuando vieron que el piloto se tiraba sobre


ella como si fuera un placaje de fútbol, impulsándose tanto que
ambos cayeron al mar, Luka y Coralie gritaron del susto.

—¡Ay madre, que me la ha matado! —chilló asustada.

—¡Joder! ¡Ayudadles! —gritó Luka antes de lanzarse


al agua de cabeza.

Qué bien lo hacía. Tendría que aprender a nadar. Al ver

que el piloto salía con el casco y todo sujetando a Ashley por


debajo de los brazos, chilló corriendo hacia la escalerilla
donde la tripulación ya estaba preparada para subirles al barco.
No podía perderla, era la mejor ayudante que había tenido
nunca. —¡Un médico!

—Señora, no tenemos médico. El más cercano está en


la isla de Eleuthera —dijo el capitán.

—Tranquila, nena. Se ha desmayado

—¡Del golpe!

—Oh, Dios mío… —dijo Elisabeth llegando corriendo


—. Pobrecita.

El piloto la elevó con ayuda de Luka y los de la


tripulación la cogieron de los brazos para subirla al barco. En
cuanto la dejaron sobre la cubierta la escucharon gemir —
Ay…

Se arrodilló a su lado. —¿Ashley? ¿Estás bien?

Abrió los ojos. —¿Me he muerto?

—Casi, pero no.

El piloto subió por la escalerilla. —¡Le dije que se


mantuviera agachada! —gritó furioso.

Asombrada vio cómo se arrodillaba a su lado


quitándose el casco y tirándolo a un lado. —Me la llevo al

hospital.
Gimió apoyándose en los codos y le fulminó con la

mirada. —Estoy bien, gracias.

—¡Te has desmayado!

—¡Por tu culpa, bruto!

—¡Casi pierdes la mano!

—¡Podría haber perdido la cabeza del golpe! ¡Hay que


controlar la fuerza, leche!

La cogió en brazos como si nada y siseó —Mejor que

te den un repaso que no dices más que disparates.

Jadeó indignada. —¡Jefa, que se me lleva!

—¿Debería ir con ella? —preguntó al ver que la metía


en el helicóptero de nuevo.

—Creo que estará bien cuidada. —El helicóptero


ascendió antes de que se dieran cuenta. —Además no te espera

—dijo Roger divertido—. Aquí hay romance a la vista.

Asombrada miró a Roger. —¿Eso crees? ¡No puedo


perderla! —Se volvió hacia Luka que mirando el helicóptero

se pasaba una mano por la nuca. —¡Haz algo!

—No sé volar, nena. —La miró a los ojos muy

preocupado. —Pero tienes razón, no puedes perderla.


Capítulo 9

Muy nerviosa por Ashley insistió en que Luka unas


horas después llamara al hospital, pero no sabían nada de ella.

De hecho no sabían nada en ningún sitio y la empresa de


helicópteros no sabía dónde estaba el aparato. —Lo que yo os
decía, romance a la vista —dijo Roger ya preparado para la

cena.

—¿No se habrán caído al mar? —preguntó de los


nervios—. ¡Ese piloto no me da ninguna confianza!

—Nena, hizo lo correcto. Tu amiga podría haber


perdido la mano. Yo hubiera hecho lo mismo.

—¿Y no hubiera sido más fácil bajarle el brazo? —

preguntó con ironía.

Los hombres hicieron una mueca y Elisabeth soltó una


risita. —Hombres, se guían por impulsos. Tranquilízate
querida, si hubieran tenido un accidente ya lo sabría la guardia
costera. Piden ayuda por radio cuando ocurren estas cosas.

—Eso si les da tiempo. Y Ashley no sabe nadar. —


Miró asustada a Luka. —¡Tienes que enseñarme! ¿Y si esto se
hunde?

—Nena, ¿no sabes nadar?

—¿Acaso me has visto meterme en el agua?

—¡Creía que era por no mojarte el pelo!

—¿Pero por qué mujer me tomas? ¡No soy tan pija


como esa novia que tenías antes!

—Uy, uy… No saques otras novias…—dijo Elisabeth

por lo bajo.

—¡Tienes que aprender a nadar, esto es un barco!

—¡No me había dado cuenta!

De repente escucharon es sonido del helicóptero y se


les cortó el aliento. —¡Ya está aquí!

Para asombro de todos vieron como el helicóptero

descendía y Ashley sonriendo como una tonta les saludaba con

la mano. —¿No os lo dije? La estaba reconociendo en persona


—dijo Roger a punto de reír.
Se bajó del helicóptero agachada y bajó los escalones
volviéndose antes de lanzarle un beso con la mano. El piloto le

guiñó un ojo antes de elevarse de nuevo. Ashley se giró y

suspiró exageradamente. —Me he enamorado.

Se acercó a toda prisa. —¿Estás bien?

—Oh, sí. —Suspiró de nuevo sonriendo embobada. —


Muy bien.

—Le ha recolocado todos los huesos —dijo Roger

haciendo que su mujer reprimiendo la risa le diera un codazo.

Pasó ante ellos y suspiró de nuevo. —Hecho jefe. Más


que hecho.

Luka sonriendo dijo —Hablaremos de eso luego.

Querrás arreglarte para la cena.

—Oh, sí… la cena. Dicen que los enamorados se


alimentan del amor, pero a mí el sexo me da hambre. —Soltó

como si nada asombrándola.

—¿Estás drogada?

—No. Ni siquiera fuimos al hospital.

—Lo que yo decía —dijo Roger a punto de reírse.

—¿Y a dónde fuisteis?


—A su casa. Nos hemos contado toda nuestra vida.

—¿Cómo que toda? —gritaron sobresaltándola.

Se puso como un tomate. —Bueno, me comprende. Ha

estado en el ejército. —Abrió los ojos como platos. —En

misiones especiales de esas.

Asustada la cogió por el brazo. —Ven conmigo, que

aún estás algo en shock con todo lo que te ha pasado.

—¿Eso crees? Sí, igual sí. ¡Me he enamorado y nos


vamos a casar!

—Todo un flechazo —dijo Elisabeth—. ¿Pero qué

tiene que ver que haya estado en el ejército?

—Ni idea —dijo Luka cogiéndola por el otro brazo—.

Enseguida estamos con vosotros.

—Sí, en cuanto le dé un sedante. Parece que lo necesita

—dijo forzando una sonrisa.

—Tranquilos, luego nos lo contáis —dijo Elisabeth


dejando claro que ella no se quedaba con las ganas de

enterarse de todo.

La bajaron a los camarotes. —Ay, cuidado.

—Entra ahí —siseó Luka metiéndola en uno libre.


En cuanto cerraron la puerta ambos la miraron con los
ojos entrecerrados. —No le he contado lo vuestro, solo lo mío.

—Sonrió ilusionada. —Y me comprende. Dice que era una

garrapata de la que me tenía que librar y siente no haberme

conocido antes para ayudarme. Por cierto, te está muy


agradecido por echarme una mano.

—¿Le has contado que te he ayudado?

—Es que me preguntó cómo me deshice de… eso.

—No tenías que decírselo a nadie.

—Tú se lo has contado a él. No sería justo. Me ama.

—¡Le acabas de conocer! —exclamó Luka fuera de sí.

—Bueno, vosotros no es que hayáis tenido un romance

muy largo. Tengo entendido…

—¡Corta el rollo, Ashley! No tenías que haber dicho

nada, lo prometiste —dijo Coralie muy nerviosa.

—Tranquila, no dirá nada. Él también me ha contado

algunas cosillas.

Dieron un paso hacia ella. —¿Como qué?

—No sé si decirlo. Ha sido una confidencia. ¿No le


estaría traicionando?
—A quien has traicionado es a mí —dijo Coralie entre

dientes.

—¡Tú le contaste lo mío a él!

—Por lo que él y yo hicimos. ¡Tenía que calmarle!


¡Ahora cálmame a mí!

Chasqueó la lengua y se sentó en la cama. —Cuando

estuvo en el ejército se cargó a su teniente.

—Hostia —dijo Luka asombrado—. ¿A propósito?

—Era un cabrón que le hacía la vida imposible. Le

enviaba siempre delante para que se lo cargaran porque una

noche de permiso se había acostado con su hija sin saber quién


era. ¡La muy estúpida le dijo a su padre que quería casarse

cuando era el rollo de una noche! ¿Os lo podéis creer? Desde

entonces y como él la rechazó, cada vez que había una misión

siempre le dejaban a él con el culo al aire jugándose la vida.

En su última misión juntos les enviaron a Afganistán y les


tendieron una emboscada. —Hizo una mueca. —Se cargó a

uno de los yihadistas y cogió su arma. Un tiro limpio entre los

ojos. Asunto solucionado. Iban a hacerle teniente cuando tuvo

que irse del ejército porque a su padre le dio un ictus y no


quedó bien. Le cuidó hasta que murió que desgraciadamente
fue tres meses después, eso demuestra el gran corazón que
tiene.

—Dios mío… —Coralie se llevó la mano temblorosa a


la frente.

—Tranquila nena.

—¿Cómo que tranquila? ¡Es un asesino!

—¡No, no lo es! —protestó Ashley—. Ese hombre


arriesgaba su vida continuamente. ¡Era su vida o la suya si no

quería un consejo de guerra por negarse a realizar la misión!


Uno tenía que palmarla y fue él. ¡Y me alegro!

—¿Seguro que no sabe nada de lo nuestro? —preguntó

Luka fríamente.

—Seguro. Solo le dije que ella me ayudó. ¡Le he

contado mi vida no la de los demás!

Coralie casi se desmaya del alivio. —Y no se lo dirás.

Hizo una cruz sobre el corazón. —Claro que no. No es


problema suyo.

Se sentó a su lado. —¿Estás segura de esto?

La miró a los ojos. —Lo supe en cuanto cogió mi

mano para ayudarme a subir al helicóptero y él también lo


sintió.

—Cariño, no nos vendría mal tener un helicóptero


propio —dijo como si nada.

—¡Estarás de broma!

—Le necesitamos. Ashley le necesita y yo la necesito a


ella.

—También pilota aviones privados —dijo ilusionada


—. Nos vendría genial uno para las giras.

—¡Esto es surrealista!

—Sí eso ya lo has dicho antes. —Miró a su amiga. —

¿Has cumplido la misión?

—Ha estado chupado. Está fuera del caso. Las clases

de maquillaje que daba después del instituto han servido para


mucho.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Luka sin fiarse un


pelo.

—Sencillo. Me subí al metro como una auténtica

colgada y fui al primer camello que me encontré. Le dije que


quería hacer un intercambio como he visto hacer mil veces en

mi antiguo barrio. Me llevó hasta su jefe. Hasta su garito. Allí


le ofrecí el anillo por lo que quisiera darme. No lo dudó ni un
segundo. En cuanto llegué al centro entré en el baño, me aseé

y fui hasta la estación central. Hice una llamada anónima a la


policía diciendo que en esa dirección había gran cantidad de

droga. La redada se hizo en menos de una hora. Me cambié,


me puse guapa con unas gafas de pega y una peluca pelirroja.
Fui al bar al que normalmente van los policías de la

veinticuatro. No me costó encontrarlo. Solo tuve que pasar por


la comisaría y decir que había quedado en el bar con el agente

Smith y que no recordaba el nombre del local. Me lo dieron y


hasta me indicaron cómo llegar. Cuando pregunté por el
detective Ray me dijeron cuál era y simplemente me senté al

lado. Fue él quien empezó el palique, estaba desesperado por


ligar, el pobrecito. Antes de darme cuenta me estaba contando
el caso tan interesante en el que estaba trabajando y lo jodido

que se estaba poniendo ahora que tenían otro anillo que


acababa de llegar a sus manos hacía menos de una hora.

Simple.

La miraron asombrados. —¿Has hecho todo eso?

—Tenía que asegurarme de que lo encontraba esa


Cristel para complicar su investigación.

—¿Y si no lo hubieran encontrado o no se hubieran


dado cuenta de que era ese anillo, qué hubieras hecho?
—Pues muy simple, decirle que todo era muy
interesante. Que trabajaba en la veinte de secretaria y habría
comentado como si nada lo de la redada. Y que era curioso

pero el anillo que llevaba el jefe era como él describía. Ya me


arreglaría para que lo describiera.

—Eres un genio.

Sonrió radiante. —¿Lo he hecho bien?

—De maravilla.

—Oh, ahí no queda todo.

Luka intrigado dio un paso hacia ella.

—Esta mañana de camino hacia aquí hice una llamada


desde la terminal de helicópteros. Llamé a su teniente como si

fuera periodista para interesarme por la investigación, porque


el señor Esdraffo estaba trabajando con su abogado para poner

una demanda por acoso, pues él ni conocía a la víctima. El


teniente estaba asombrado, me pidió que esperara y me dejó
unos minutos. Escuché como les echaba la bronca. —Sonrió

maliciosa. —Al parecer a la detective la habían apartado del


caso porque se encarga de los desaparecidos no de los

asesinatos.

Coralie separó los labios de la impresión.


—Amenazó con expedientarla como siguiera con eso.
Me pasó con ella y me hizo unas preguntas de las que yo
contesté lo que me convenía como que su compañero se había

ido de la lengua con lo del nuevo anillo. Sabía que el teniente


me escuchaba. Así que son caput. No volverán a molestaros y

apuesto lo que sea que el anillo está camino a tu casa.

—Increíble. Tienes una mente maquiavélica.

—Gracias —dijo tan contenta.

Ambas miraron a Luka que no sabía muy bien cómo

reaccionar. Pero de pronto dijo —Dile a tu novio que busque


avión privado. Está contratado.

Chilló de la alegría. —Gracias, gracias.

—Cariño, cuanto me alegro de que hayas cambiado de


opinión. —Se abrazó a él. —Que bien nos entendemos.

—Nena, no más asesinos —dijo por lo bajo.

—Vale.

—¡Hablo en serio!

—Sí, por supuesto.

Exasperado salió del camarote y Ashley parpadeó. —


No podremos vivir los cuatro juntos.
—Tranquila, nos arreglaremos.

Después de la cena en la que como profesionales

esquivaron las preguntas de los Fletcher hablando de las


virtudes de Patrick, que así se llamaba el prometido de su
amiga, pasaron a la cubierta donde se sentaron a tomar una

copa.

—¿Y tiene padres, querida?

—No, fallecieron los dos y es hijo único.

—Le vendrá bien tenerte en su vida.

—Eso dice él.

—Madre mía, todo lo que habéis hablado en cuatro

horas —dijo Coralie impresionada.

—Y no solo hemos hablado. —Soltó una risita. —Qué

hombre, qué cuerpo y qué todo.

Todos se echaron a reír. —Habrá que preparar dos


bodas —dijo Elisabeth.

—Nosotros queremos algo íntimo. Ninguno de los dos

tiene familia, nos iremos a las Vegas.


—¿También habéis hablado de eso?

—Oh, sí. De la que me traía. Hemos aprovechado el


tiempo. Dice que es casi un milagro que nos encontráramos.
Que es el destino.

Mientras Ashley parloteaba animada por Elisabeth, ella


pensó en lo poco que habían hablado de sus vidas. Parecía que
Patrick quería saber todo de Ashley mientras que Luka solo le
había preguntado por ella en consecuencia de lo que habían

hecho, no porque realmente estuviera interesado. Se preguntó


si se hubiera fijado en ella si no llega a ser porque habían
compartido un crimen, porque habían sido cómplices. Se
mordió el labio inferior mirando hacia él que estaba apoyado
en la borda escuchando la conversación sin dejar de mirar a

Ashley como si no se fiara de ella, mientras que Roger sentado


al lado de su esposa tenía el brazo sobre el sofá apoyando la
mano en su hombro. Vio como Elisabeth cogía su mano y se la
acariciaba distraída. Se amaban. Daría lo que fuera porque su
matrimonio fuera así dentro de treinta años, pero las frases

dichas en aquel camerino y en los minutos posteriores a su


compromiso no dejaban de darle vueltas. “He hablado más con
mi dentista que contigo y me la he tirado más veces que a ti.”
¿Habían sido palabras dichas en un impulso porque su padre
le había enfurecido o era realmente lo que pensaba y ahora
solo quería que estuviera calmada hasta la boda? ¿Tenerla
controlada y vigilada para que no metiera la pata? No podría

saberlo. Solo el tiempo se lo diría y no sabía si podría vivir en


la incertidumbre de ser abandonada cuando menos se lo
esperara.

Salió del baño apagando la luz con una combinación


gris perla. La seda brilló por la luz de la lámpara de la mesilla

que Luka tenía encendida, mientras sentado en la cama


únicamente con los calzoncillos puestos leía unos documentos.
¿Ya se había acabado el sexo desenfrenado? Pronto se había
cansado. Se sentó en la cama observándole. —¿Qué es eso?

—Roger me ha hecho una propuesta de negocios y la


estoy barajando.

—Por eso aceptaste que vinieran con nosotros,


¿verdad?

—No, nena… Acepté que vinieran porque no es de los


que se toman muy bien las negativas y el violín estaba en
juego para tu disco. —Pasó la hoja sin ver la sonrisa en su
rostro.

—¿Y es bueno el negocio?

—Pues sí.

—¿Tanto como para rechazar sexo conmigo?

Él sonrió. —Cinco minutos.

—Tres. —Se acomodó a su lado y suspiró.

—Has estado muy callada la última hora.

—¿Eso crees?

Dejó caer los documentos y la miró. —¿Pasa algo?

—No.

Él frunció el ceño y siguió leyendo. Pero pasados dos


segundos preguntó exasperado —¿Qué pasa, nena?

—Nada. Todo está bien.

—No, todo estaba bien en la cena, pero ahora estás

muy rara. —Dejó los papeles sobre la mesilla. —¿Qué me


ocultas? ¿Ashley te ha dicho algo?

Le miró decepcionada antes de tumbarse. —No, no me


ha dicho nada que no sepas.
Cuando le dio la espalda preguntó molesto —¿Ya no
quieres sexo?

—De repente estoy agotada.

—Esa gira…—dijo entre dientes.

—¿Que me hayas tenido casi cinco noches sin dormir


no influye?

—No, estabas encantada.

No pudo evitar sonreír y le miró sobre su hombro. —

Más quisieras, Esdraffo.

—Esto no tendrá que ver con que esa amiga tuya no ha


parado de fantasear en toda la noche, ¿no?

Se tumbó boca arriba. —¿Qué quieres decir? Se ha


enamorado.

—Oh, por Dios… ¿Cómo puedes ser tan ingenua?

—Es evidente que tú no crees en el amor a primera


vista.

—Creo en el deseo a primera vista. Un deseo tan


intenso que nos hace cometer locuras. No se conocen.

—¿Como nosotros? —preguntó con ironía.


—Exacto. Mira lo que ha dicho Roger, su mujer sigue
dándole sorpresas después de treinta años. —Se tumbó a su

lado y apagó la lamparilla suspirando como si estuviera


agotado.

Se sentó de golpe. —¡Eh! ¿Qué haces?

—Dormir.

—Ah, no… A cumplir como un hombre.

Él sonrió. —Nena, ¿no estabas agotada?

—Se me ha pasado. —Se tumbó sobre él y la abrazó


por la cintura mientras el reflejo de la luna que se filtraba por
la ventana mostraba sus rostros. —Nosotros no hablamos.

Luka separó los labios. —Nena, si no dejamos de


hablar.

—No sabes nada de mí ni yo de ti —susurró.

—Lo que confirma la teoría de que no nos conocemos.

—Chasqueó la lengua haciéndole reír por lo bajo. —Sí que


hablamos. —Cogió un mechón de su cabello y lo acarició.

—Siempre es sobre el mismo tema. No sé lo que te


gusta o lo que odias.
—Odio no sentirme seguro. —Se le cortó el aliento por

su sinceridad. —Odio tener la sensación de que algo se me


escapa de las manos. Odio que Ashley y Patrick sepan algo
que pueda hacernos daño. Me jode muchísimo que tu padre
siga diciendo esas cosas de ti incluso cuando mis abogados ya
le han avisado de una posible demanda. No me gustó nada

esperar un año. —Sus ojos se llenaron de lágrimas de la


emoción. —Y fui a Viena porque quería asegurarme de que
estabas bien.

—¿De veras?

Al ver que las lágrimas recorrían sus mejillas se las

besó tiernamente. —Estabas tan preciosa que me moría de


ganas por acercarme a ti y ahora sé que debí haberlo hecho. —
Se apartó para mirarla a los ojos. —Cuando llegó la noche de
tu concierto en Nueva York estaba loco por verte. Por darte el
anillo, pero lo de tu padre…

—Temiste estar cometiendo un error.

—Me dije a mí mismo que me había engañado contigo


y que no eras como aparentabas.

—Y lo de las pastillas te lo confirmó. Lo siento.


—Joder nena, no te disculpes. Tienes un padre que es

un cabrón. Hasta he pensado en quitarle del medio.

Parpadeó sorprendida. —¿De veras? ¡Yo también!

—¡Ni se te ocurra!

Se echó a reír. —No sería capaz.

Él gruñó. —Patrick lo sería.

—Ha estado en el ejército. Ahí les entrenan para no

tener remordimientos.

—Además seríamos los principales sospechosos y

volveríamos a estar en el punto de mira de la policía.

—Además de eso, claro. —Se sentó sobre él


acariciando su pecho. —Vaya Esdraffo, te estás animando.

Acarició su trasero desnudo por debajo de la


combinación. —Tú también. ¿Ya no quieres hablar?

—Ya sé lo que quería.


Capítulo 10

—Vaya, estás muy contenta hoy —dijo Elisabeth con


una sonrisa en los labios dejando la taza del café sobre el

platillo de porcelana.

Soltó una risita. —Me quiere. He tenido una noche…

—El amor está en el aire. Tenemos que venir más con


vosotros porque mi Roger se anima mucho con esta atmósfera.

La miró asombrada. —Todavía…

—Uy, tres a la semana no se los quita nadie. Y aquí


cada noche. Y sin viagra.

—Qué maravilla.

—Pues sí. Mis amigas me tienen una envidia…

—Espero que mi chico me aguante de esa manera.


—El secreto es no dejar de amarle de todas las maneras
posibles, no sé si me entiendes.

—Lo pillo.

Elisabeth cogió su mano. —Siempre tiene que ser lo


primero. Es un peligro enorme que se sienta desplazado, ya
sea por los hijos o por los problemas. Aunque yo no tengo
hijos sé por mis amigas que un matrimonio puede ser muy
feliz por ellos, pero también puede sufrir mucho. La esposa se
centra en ellos y el marido ya no siente que es importante para
su mujer. No dejes que piense así nunca. Y lo de los

problemas, apóyate en él siempre. Debéis ser un frente unido


ante cualquier cosa que ocurra y te aseguro que pueden pasar

mil cosas que desestabilicen vuestro mundo.

Asintió. —Gracias por los consejos.

—Cielo, a mi edad es lo más valioso que puedo darte,


por eso… —Se acercó aún más. —Te aconsejo que tengas

cuidado con ese padre tuyo.

Se le cortó el aliento. —Lo sabes.

—Lo sabe medio mundo a estas alturas.

—Yo quería a mi madre.


—Pensar que tú eres una asesina, es una ridiculez para
cualquiera que te conozca. Y que la policía no te investigue

siquiera es una prueba fehaciente de que todo lo que dice son

falsedades. Por eso intentará hacer todo el daño que pueda. Le


has dejado en la cuneta para seguir con tu vida y no puede

soportarlo. Quiere destruirte. Tu imagen, tu carrera… No se lo


permitas.

—¿Y qué puedo hacer?

—Nada como ir a Oprah para que todo el país se ponga

de tu lado y hundirle en la miseria.

—¿Oprah? Nunca he hecho una entrevista de ese


calibre.

—Tranquila, la llamaré y me hará el favor.

—¿Conoces a Oprah? —preguntó asombrada.

—Somos amigas. Hablamos al menos una vez al mes.

—Me encanta esa mujer.

—Como a todos los Estados Unidos. Se ha convertido

en un icono. Por eso la necesitas. Y lanzará tu carrera al


estrellato. Pero eso sí, debes ser sincera porque se dará cuenta

si intentas ocultarle algo. Ábrete a ella y todo irá bien.

En ese momento entraron los hombres.


—¿Ya habéis hecho esas llamadas tan importantes

como para que desayunemos solas? —preguntó Elisabeth con

ironía.

—Perdona cielito —dijo su marido besándola en la

mejilla antes de sentarse a su lado mientras Luka lo hacía a la


cabecera de la mesa—. Pero estábamos cerrando un trato.

—Te perdono si me compras un barco.

—Si ya tenemos este.

Todos se echaron a reír. —¿Dónde está Ashley? —

preguntó Luka mientras le servían el café.

—Todavía no se ha levantado.

—Debe estar agotada, la pobrecita —dijo Roger—.

Ayer tuvo mucha actividad.

—¡Marido!

—¿Qué? Es verdad.

Escucharon un gruñido y en ese momento entró Ashley

con cara de sueño, con la mano en los riñones y caminando


coja. —¿Qué te ha pasado? —preguntó Coralie asombrada.

—Se me ha pasado el efecto Patrick y me duele todo

por el placaje. —Se echaron a reír. —Sí, muy graciosos. —Al


sentarse al lado de Elisabeth gimió cerrando los ojos. —
Mierda.

—¿Quieres que te llevemos al médico? —Coralie se

adelantó para verle bien la cara. —Vamos a desembarcar en

Nassau.

—¿Y perderme la diversión? Bah, esto no es nada. —

El camarero se acercó. —Café, por favor.

—¿Habéis estado alguna vez en Nassau? —preguntó


Luka.

—No, y estoy deseando conocerlo. Dicen que es

precioso —contestó Elisabeth ilusionada.

—Sí que lo es.

—¿Ya lo conoces? —preguntó decepcionada.

Él sonrió cogiendo su mano. —Seguro que no he visto

muchas cosas de las que veremos hoy. Tenemos un guía que

dicen que es estupendo.

—¿Siempre viajas con guía?

—Normalmente voy a mi aire, pero no quería que en


tan pocos días perdiéramos el tiempo buscando lo más

interesante. Nos explicará la historia del lugar y comeremos

pescado fresco en una plataforma sobre el mar.


—Suena genial —dijo Ashley —. Qué vida tienen los

ricos.

Se echaron a reír. —¿A que estás contenta de que te


diera el trabajo?

—Cada día más, te lo aseguro. Conocerte ha sido lo

mejor que me ha pasado en la vida.

Emocionada preguntó —¿Lo dices de veras?

Ashley sonrió asintiendo. —Nunca he sido más sincera

que en este momento.

—Gracias. —Miró hacia Luka que sonrió apretando su

mano.

—Bien, tenéis diez minutos para terminar porque


estamos llegando.

Las casas de estilo georgiano pintadas en rosa y azul,

como si fueran algodón de azúcar, les encantaron. Recorrieron

la ciudad admirando los preciosos edificios. Pero lo que más

disfrutaron fue el Atlantis Waterscape, el acuario al aire libre


más grande del mundo que estaba en una isla justo al lado de

Nassau y a la que se iba pasando un puente. Comieron en una


plataforma sobre el agua rodeados de peces de multitud de
colores y por la tarde volvieron al Atlantis a disfrutar del

parque acuático. Le dio pena no saber nadar porque le hubiera


gustado lanzarse por los toboganes y disfrutar de las piscinas

como hicieron los demás, mientras ella se quedaba hasta


donde hacía pie con William que era un hombre de lo más
dicharachero. Cuando Luka se tiró de un tobogán de veinte

metros de altura se le puso un nudo en el estómago, pero en


cuanto cayó a la piscina la cogió por la cintura pegándola a su

cuerpo. —¿Es divertido?

—No está mal. —Miró hacia arriba. —Ahí va Roger.

—A ver si le da un infarto y la liamos.

—¡Vamos cariño! —gritó Elisabeth desde fuera de la


piscina con la cámara de fotos en la mano. Miró hacia ellos—.

Como me quede viuda, te mato. Ya no está para estos trotes y


no hace más que imitarte.

Se echaron a reír y observaron como descendió el


tobogán como todo un campeón, pero al llegar abajo cayó a la

piscina un poco espatarrado.

—¿Estás bien? Cariño, que se nos ahoga.


William y Luka nadaron a toda prisa hasta él. Incluso

unos socorristas se tiraron. Cuando su cabeza salió a flote


Elisabeth gritó —Cielo, no te he pillado, ¿te tiras otra vez?
¡Ibas muy rápido! ¡Ahora hazlo más despacio!

Coralie se echó a reír a carcajadas y en ese momento se


puso alguien a su lado. Miró hacia allí distraída para ver que

era un hombre que le sonreía pícaramente. —¿De vacaciones


con tus padres?

—Con mi prometido. —Levantó la mano y al no ver el


anillo chilló del susto. Dios, lo había perdido.

—¿Nena?

Le miró con los ojos como platos y Luka entrecerró los


suyos acercándose. —¿Te está molestando?

—No, no —dijo mientras el tipo desaparecía—.


¡Cariño, hay que vaciar la piscina!

—¿Qué?

—¡He perdido el anillo de tu abuela! —gritó histérica.

Ese anillo costaba una fortuna, ¿cómo había sido tan tonta
como para no ajustarlo bien?

—¿Que has hecho qué? —gritó él haciendo que todos

le miraran.
—No me he dado cuenta.

—Tranquilidad —dijo él con suavidad respirando


hondo—. Es otra de esas sorpresas que dais las mujeres.

—Eso, tú tómatelo así.

—¿Seguro que lo has perdido aquí?

—Lo llevaba hace un minuto. Al apartarme el pelo se


me enganchó en el pedrusco y estaba en mi mano. —Le

mostró el arañazo que tenía en el cuello. —Me lo hice al


desenredar el cabello.

—Entonces tiene que estar aquí. —Se sumergió y

angustiada vio como los demás se acercaban.

—¡Qué paren los motores y que todo el mundo salga

de la piscina! —gritó de los nervios.

Veinte minutos después entró un buceador a la piscina

con bombona y todo. —Madre mía, como tengan que vaciar


tanta agua nos pasaremos aquí todas las vacaciones —dijo
Ashley haciendo que la fulminara con la mirada—. Era solo un

comentario. Que susceptible estás.

—Tranquila, que lo encontrarán —dijo Elisabeth —.

Además, está asegurado.


—Era de su abuela, es insustituible. —Se llevó la mano
al vientre nerviosa y notó algo duro. Frunció el ceño palmando
por encima del bañador negro que llevaba y gimió por dentro.

—¿Qué? —preguntó Ashley—. ¿Un retortijón? Yo los


tengo cuando me pongo nerviosa.

—El anillo.

Elizabeth jadeó. —¿Te lo has tragado? ¡Hay que

llevarte a urgencias!

Apartó la mano y miraron hacia allí dejando caer la


mandíbula del asombro. —Debió caérseme en el escote

cuando desenredé mi cabello.

—Tíralo a la piscina —susurró Ashley.

—Sí, cielo. Porque si no tu hombre se va a poner hecho


un basilisco. Y haz que lo encuentre él para que sea un héroe.

—¿Y cómo lo saco?

—Deslízalo hacia abajo estirando de la tela antes de

que vengan más buzos o el ejército. Tu novio parece a punto


de llamar a la guardia nacional —dijo Ashley como si fuera
tonta.

Disimuladamente tiró de la tela hasta que se deslizó


hasta la ingle. Cayó al suelo al lado de su pie y lo cubrió con él
de inmediato. Al mirar a la piscina vieron que Luka con la
respiración agitada después de bucear las observaba. ¡Por allí!
—gritaron las tres cada una señalando a un sitio.

Puso los ojos en blanco antes de tomar aire y


sumergirse de nuevo. Coralie se agachó a toda prisa y lo tiró

cerca de él. Demasiado cerca.

—¿Estás tonta? ¿Y si lo ha visto? —preguntó Ashley

asombrada—. ¡Casi le das con él!

Gimió. —Estoy muy nerviosa, ¿qué pasa?

—¿Nena?

Miró hacia la piscina y vio que Luka levantaba el


índice mostrándole el anillo. —¡Ya está chicos!

Suspiró del alivio, pero al ver como la miraba


fijamente supo que no se había librado de la bronca. —Te ha

pillado —dijo Elisabeth por lo bajo—. Ahora solo te queda la


opción de confesar y hacerle el amor hasta agotarle las ideas.

Se mordió el labio inferior mientras su novio salía de la


piscina y agradecía a todos su ayuda mostrando el anillo.
Todos sonrieron aliviados y se fueron mientras un tipo con una

radio decía que se abriera el tobogán. Mientras se acercaba las


tres sonrieron de oreja a oreja como unas locas, pero él miraba
a su chica directamente con ganas de querer soltar cuatro
gritos. En cuanto se puso delante ella dijo rápidamente —No

te enfades, estaba en mi bañador y no quería que pensaran que


era tonta —dijo por lo bajo.

Seguía sin decir nada. —Lo siento.

—Nena…

—¿Si, amor?

—Hay que ajustarlo.

Sonrió tirándose a él y Luka la abrazó. —¿Ibas a decir

muchas burradas?

—Se me han ocurrido unas cuantas, te lo aseguro.

—Lo siento.

Él la besó en el hombro. —No te disculpes más. Tú

también estabas disgustada. Lo ajustaremos para que esto no


vuelva a pasar.

William muy aliviado porque la crisis hubiera pasado


dijo —¿Quieren tomarse un cóctel con las mejores vistas de
Nassau?
Dos días después estaba vagueando tumbada en la
cubierta al lado de Luka cuando algo le cubrió el sol. Abrió los
ojos para encontrarse a su ayudante con el violín en la mano.

—No.

—Claro que sí. El disco está a la vuelta de la esquina,

guapa. Ya has tenido tus vacaciones, así que mueve ese culito
al salón y trabaja al menos dos horas.

—Todos están en la siesta, les voy a molestar.

Jadeó indignada. —¡Dormirán con las mejores


composiciones del siglo veintiuno! ¡Son unos privilegiados!

—Nena, saben que eres violinista. No dejes de tocar


por ellos. Sabían a lo que venían.

—¿Seguro?

—Toca para mí, quiero oír ese disco tuyo.

Ilusionada se levantó mostrando su pareo negro de


gasa que cubría la parte inferior de su bikini del mismo color.
Cogió el violín y se puso a la sombra ante Luka que se sentó
en la tumbona para observarla. Ashley se sentó para hacer lo
mismo.

—La del último concierto no la tocaré.


—Quiero que las toques todas —dijo él sonrojándola
de gusto—. Sobre todo esa porque la tocaste para mí.

Sonrió tímidamente y puso el arco sobre las cuerdas.


Las notas salieron casi sin darse cuenta y la tripulación se fue
acercando para verla. Roger y Elisabeth se sentaron a la mesa

sin que ella se diera cuenta. Cerró los ojos por la dulce
melodía y de ahí enlazó a la siguiente, más fuerte y
apasionada, donde tuvo que mover el arco tan vigorosamente
que todos la contemplaron admirados. Entonces llegó romanza
y le miró a los ojos entregándose a él. Luka sonrió y ella

correspondió a su sonrisa inclinándose sin darse cuenta por la


nota que estaba tocando. Cuando terminó la pieza todos
aplaudieron. —Gracias. —Se inclinó. —Muchas gracias.

Se iba a colocar el violín de nuevo cuando Roger se


levantó. —Espera.

—¿Os molesto? —preguntó preocupada.

—Todo lo contrario, querida. Queremos disfrutar de

todo lo que puedes ofrecernos y para eso necesitas esto. —


Elisabeth le mostró algo con la mano.

Ella miró hacia donde le indicaba para ver a uno de los


de la tripulación con un estuche de metal muy grande. Al ver
el termostato que salvaguardaba la temperatura de lo que
contenía se le ocurrió que era, pero no se lo podía creer. —No,
no puede ser.

Roger fue hasta la caja y levantó las pestañas


mostrando una tela de terciopelo verde. La apartó mostrando
el instrumento de sus sueños. —Es precioso.

—Veamos como suena. Hace veinte años que no lo


toca nadie de veras. Apenas unas notas han salido de él para

mantenerlo en plena forma.

—Gracias. ¡Gracias! —Entregó su violín a Ashley que

sonreía por su ilusión y lo cogió por el mástil con cuidado.


Nerviosa miró a Luka que la animó. —A ver qué puedo hacer
con él. —Todos rieron mientras cogía el arco y pasaba el
pulgar por las cerdas. —Ashley, la resina.

—Enseguida. —La cogió de su caja y la aplicó al arco


como ella le había enseñado de arriba abajo. Se lo entregó y
ella lo revisó antes de ponerse el Stradivarius al hombro. —
Vamos allá.

Empezó a tocar y frunció el ceño. Tuvo que ajustar


clavijas y dijo —Cambia el afinador, Roger. Esta joya necesita

a alguien mejor o perderá su valor. Ya te diré quién. Ahora


tocaré algo difícil para ver su alcance.
Él sonrió asintiendo mientras ella tomaba aire y
deslizaba el arco por sus cuerdas. Luka entrecerró los ojos

adelantándose y empezó a interpretar el capricho veinticuatro


de Paganini, una de las obras más difíciles jamás compuestas.
Quería saber hasta dónde llegaba y esa era la mejor manera.

En las primeras notas respondió extraordinariamente


bien y entregada a la melodía dio todo de sí. Ashley separó los
labios de la impresión mientras todos los demás no
disimulaban su asombro. Totalmente concentrada en cada nota

movió los dedos sobre el diapasón a tal velocidad que hasta le


dolieron y apretó los labios del esfuerzo hasta que terminó.
Todos se quedaron en silencio y dijo molesta —¡Necesito
trabajar más, me han dolido los dedos!

Atónitos vieron cómo iba hacia los camarotes y Luka


apretó los labios levantándose.

—Pero si ha sido lo más magnífico que he oído nunca


—dijo Elisabeth impresionada.

—Así son los genios —dijo Ashley como si nada—.


En una media hora se le habrá pasado.

—¿Me disculpáis un momento? —La siguió sin


esperar respuesta y cuando llegó al camarote se la encontró
mirando el Stradivarius que estaba sobre la cama ante ella. Se
acercó y la abrazó por la cintura pegándose a su espalda. —Ha
sido increíble, nena.

—No estoy a la altura.

—¿No? No soy un entendido, pero creo que a todos en


este barco les has robado el alma.

Volvió la cabeza hacia él mostrando sus ojos llenos de


lágrimas. —Mi padre siempre decía que no estaba a la altura y
tenía razón.

—Ni se te ocurra volver a decir eso, ¿me oyes? —La


giró para mirarla de frente. —Él es el que no ha estado a la
altura. Tú has sobrepasado todo lo que cualquiera podría

esperar.

—Paganini se hubiera horrorizado de mi

interpretación.

—¿Ese tío no está muerto?

Sonrió sin poder evitarlo. —Así me gusta, nena. Eres


demasiado exigente contigo misma. Has estado magnífica.

—¿De veras? ¿Te ha gustado?

—Mucho, pero me hubiera gustado más escuchar tus


composiciones.
—Era para ver hasta donde llegaba.

—¿Y?

Sonrió. —Es increíble. El mejor Stradivarius que he


escuchado nunca.

—Pues disfrútalo nena, porque es tuyo.

Le miró sin comprender. —¿Qué?

—Es mi regalo de bodas para ti. Roger y yo hemos


llegado a un trato.

El grito de alegría de Coralie se escuchó en todo el


barco y le abrazó con fuerza. —Te amo, te amo.

Luka sonrió. —Lo sé, nena. Te aseguro que ahora no


me queda ninguna duda de lo que sientes por mí.
Capítulo 11

—¿Lo sé, nena? ¿Eso te dijo? —preguntó Ashley


mientras los demás estaban en la lancha intentando pescar y

ellas en la cubierta tomaban un refresco antes de la cena—.


Será una coña…

Gimió porque ahora que había soltado todo lo que


llevaba dentro se arrepentía, pero necesitaba una amiga y

Ashley era lo más parecido que había tenido nunca. En su


último día allí no había podido más y su ayudante lo había
notado, por eso no había ido a pescar con ellos y la había
sonsacado. —No, en serio me dijo eso. Nuestra relación no ha
sido como la tuya. No nos entregamos a la pasión de
inmediato. Fue… distinta. —Suspiró pasándose la mano por la
frente. —No tenía que haberte contado nada.
—Eh, para eso están las amigas guión cómplices de
asesinato.

—Shusss, te van a oír.

—¿Quién? Si no hay nadie. No seas paranoica. —Se la


quedó mirando fijamente. —Lo que pasa es que estás asustada
porque solo se case contigo por ese imbécil que os ventilasteis.

—Me lo ventilé yo.

—Eso. Y no creo que se case contigo solo por eso. Te


trata como a una reina. Si te ha comprado un violín de más de
diez millones de dólares, cielo. Relájate.

—No me dice que me quiere. Aunque diga que sí no

confía en mí, ni en ti ni en nadie.

—Realmente habéis pasado poco tiempo juntos.

—Estos días han sido… Cuando regresemos mañana

qué sucederá.

—Pues que yo veré a mi churri y nos iremos todos a

Nueva York a vivir felices y comer perdices. Eso pasará. —


Levantó una ceja. —Y a tu padre… Nos encargaremos de él.

La miró con desconfianza. —¿Cómo?

—Hay muchas maneras sin llegar a ese extremo.


—Cómo se nota que no le conoces.

—Algo se nos ocurrirá. Tú de momento disfruta de


estar al lado de tu novio y no le des más vueltas. Esta noche

nos iremos a celebrar el fin de las vacaciones.

Después de una cena maravillosa con unas vistas


espectaculares donde observaron la preciosa puesta de sol,

brindaron con champán. —Por las próximas vacaciones, que

espero que no tarden mucho en llegar —dijo Elisabeth—. He


disfrutado muchísimo con vosotros.

—Lo mismo digo —dijo Roger—. Por eso tenemos un

pequeño detalle para nuestros maravillosos anfitriones.

—No era necesario —dijo Luka—. También hemos


disfrutado mucho de vuestra compañía, ¿verdad nena?

—Muchísimo —dijo mirando con cariño a Elisabeth

que sonrió cogiendo su mano—. Y por supuesto que estáis


invitados siempre que queráis.

—¿Qué es? —preguntó Ashley haciendo que la

miraran—. ¿Soy la única que tiene curiosidad? Como sois los


ricos, la verdad.
Se echaron a reír y Roger hizo un gesto a un camarero

que se acercó de inmediato con tres bolsas. Elisabeth las

repartió dando una a cada uno. A Ashley se le cortó el aliento.

—¿Para mí también?

—Para ti también. Espero que te guste. Que os gusten a


todos.

Ashley sacó el paquete de la bolsa a toda prisa y

Coralie disfrutó viendo la ilusión que le hacía. Cuando levantó

la tapa de su cajita, abrió los ojos como platos al ver una

pulsera de oro. —Oh, es preciosa. Con mi inicial. —La


acarició con delicadeza. —Nunca había tenido nada tan

bonito, gracias.

—Te aseguro que ha sido un placer —dijo Roger.

—Nena, ¿no abres el tuyo?

Sonrió tímidamente y sacó el suyo que era más

alargado. Al quitar el envoltorio y ver la marca Rolex sonrió a

Elisabeth. —No teníais que hacerlo, de verdad.

—A ver si te gusta.

—Cómo no me va a gustar —dijo haciéndoles reír.

Abrió la caja para mostrar uno de los modelos más icónicos de


la marca con diamantes en la esfera—. Dios mío, Elisabeth…
Gracias.

—Serás una anfitriona magnífica.

—Eres muy amable.

Sonriendo se lo mostró bien a Luka que hizo un gesto

de apreciación. —Muy bonito. Ahora tendré que esforzarme

mucho en mis regalos.

—Ya me has regalado lo que más quería.

—¿El violín?

—A ti.

Roger rio y le dio una palmada a Luka en el hombro.

—Chico, sí que lo vas a tener difícil.

Se la comió con los ojos. —Intentaré esforzarme. —


Sacó su regalo y ella impaciente se adelantó en la mesa para

ver lo que era. Cuando abrió la caja había una llave. Todos les

miraron sin comprender y los Fletcher se echaron a reír.

—¿Lo explicas tú, querido?

—Esa llave es de una casa que tenemos en los

Hamptons. Podéis ir cuando queráis.


Luka separó los labios de la impresión. —Pero

Roger…

—Sois de la familia. Al menos nosotros nos sentimos


así. Jamás hemos estado tan a gusto con nadie y creo que es

recíproco. Sé que os impusimos nuestra compañía en este

viaje, pero la conexión ha sido tan buena que somos tan

egoístas que no queremos perderos. Por eso os entregamos la

llave de nuestra casa. Seréis muy bien venidos estemos


nosotros o no.

—Oh, gracias —dijo ella emocionada levantándose

para darles un abrazo.

—No sé qué decir —dijo Luka—. Me siento honrado.

—¿Yo puedo ir? —preguntó Ashley haciendo reír a los

Fletcher.

—Por supuesto —contestó Elisabeth—. Y tráete a tu

Patrick, que queremos darle un repaso.

—Hecho.

Pensativo Luka apretó los labios dejando la llave en la

caja y todos le miraron. Coralie se preocupó porque estuviera


incómodo con su regalo. —Cariño…
—Tengo una familia y hasta que os conocí siempre
había creído que estaba unido a ellos, pero…

—Oh, mi amor. —Se levantó y rodeó la mesa para


abrazarle.

Elisabeth emocionada cogió la mano de su marido. —


Somos tu otra familia. Se pueden tener dos.

—Gracias. —Miró a Coralie que retenía las lágrimas a


duras penas. —¿Estás contenta?

—Mucho. Porque ahora tengo todo lo que alguna vez


soñé.

—¿De veras, preciosa? —Besó suavemente sus labios.

—Yo también.

—¡No, no! —gritó deteniéndose en seco para volverse

hacia su orquesta mientras el director dejaba caer los brazos


por enésima vez—. ¿Quién ha sido? ¿Quién ha desafinado?

¡Tiene que salir perfecto!

Ashley hizo una mueca antes de mirar a su novio que


en una esquina vigilaba a su jefa como si llevara encima las
joyas de la corona inglesa y es que debía proteger el

Stradivarius y a Coralie cuando estaba con él.

—¡Volvamos a empezar!

Su ayudante carraspeó. —Coralie, es la hora de comer.

—¿Comer? ¿Acaso yo me voy a comer? ¡Otra vez!

El director carraspeó antes de decir en susurros —


Niña, te noto algo nerviosa. Relájate.

—Mañana empezamos a grabar y desafinan. ¿Cómo no

voy a ponerme nerviosa? —siseó—. Va a ser un desastre.


Ahora estoy pagando esas vacaciones. —Gimió mirándole a

los ojos. —Haz algo.

—Te aseguro que lo intento, pero el tercer violín no da

la talla, te lo dije.

Se volvió fulminando a la chica con la mirada. Se


acercó a ella en dos zancadas. —Así que has sido tú.

—Lo siento.

—Escúchame bien… Ponte las pilas o te voy a pegar

los dedos a ese arco y vas a ensayar tanto que hasta te


sangrarán los ojos leyendo las partituras, ¿me has entendido?

—Sí.
Volvió a su sitio y Ashley dijo —Das ánimos como

nadie.

—Disciplina, eso necesitan.

—¿Lo dices por experiencia?

Gruñó poniéndose el violín al hombro. —Vamos allá.

Una última vez antes de comer.

Media hora después salían del estudio de grabación.

Patrick a su lado llevaba la caja con el Stradivarius mientras


Ashley le comentaba que a última hora de la tarde tenía una
entrevista para un canal de música clásica. —Ha llamado tu

novio.

Se detuvo en seco ante el coche. —¿Cómo no me lo

has dicho antes?

—¿Y desconcentrarte? Esos eran al menos veinte


minutos más ahí dentro.

—Muy graciosa. ¿Qué ha dicho?

—Divertido me ha soltado que te prepares porque su

madre se ha enterado del compromiso y quiere conocerte.


Mañana a cenar con los suegros y su hermana.

Gimió volviéndose para entrar en el coche. —¿No


puede venir Elisabeth?
—Creo que no pinta nada en esa cena. Como yo, así
que no te atrevas a sugerirlo.

Iba a meter la cabeza cuando al otro lado del coche vio

a su padre. Cruzaba la calle y por la cara que llevaba iba en


plan de guerra. —Patrick mete el Stradivarius en el coche.

Su guardaespaldas lo hizo de inmediato colocándose


tras ella. David Caruso rodeó el coche por detrás para llegar
hasta ella. —Coralianne.

—Ahora mi nombre es Coralie como siempre quiso mi


madre.

Él sonrió de medio lado. —Veo que has empezado los


ensayos.

—¿Qué quieres?

—Creo que deberíamos hablar a solas.

—Yo creo que no —dijo Patrick—. Y dé un paso atrás.

—¿Guardaespaldas?

—Es necesario para cuidar mi Stradivarius.

—Sí, escuché que te lo prestaron, enhorabuena.

—Mi prometido me lo ha regalado.


Fue muy consciente del brillo de la avaricia en sus
ojos. Los mismos ojos que había heredado ella. —Vas muy
bien, hija. Pero puedes ir aún mejor.

—No me llames hija —dijo entre dientes—. ¿Insinúas


que te necesito?

—Todavía podemos llegar a la cima.

Ashley jadeó indignada. —¿Pero qué dice este

hombre? ¡Coralie ya está en la cima! ¡No le necesita para


nada, así que lárguese de aquí!

Él no le hizo ni caso sin dejar de observarla. —Todavía


puedo hacer mucho daño.

—Lo dudo.

—Me necesitas.

—Dejé de necesitarte hace mucho. Sabías que estaba

mal y la hundiste aún más al decir que te ibas. De mí no vas a


recibir nada más. En la vida, ¿me oyes? Y como continues con

tus declaraciones a la prensa, te demandaré y haré la entrevista


de Oprah que me han ofrecido. Como sigas así, tus hijos, esos
a los que querías tanto como para dejarla de lado, dormirán en

la calle porque esa casa es mía como todo lo que tenías y que
despilfarraste. —Vio como su padre se envaraba. —Déjalo
estar, porque aquí el que más tiene que perder eres tú.

—¡Te lo enseñé todo! ¡Si estás ahí es gracias a mí!

—¡Me enseñaste unas notas cuando tenía cuatro años!

¡El resto me lo enseñaron mis profesores y si estoy aquí es por


dejarme los dedos con las cuerdas del violín! ¡Tú solo
presumías de mi éxito! ¡Pero eso se acabó! —Dio un paso

hacia él amenazante. —¿Me has entendido? Vuelve a


pronunciar mi nombre y lo perderás todo. Absolutamente todo.

Eso te lo juro por la tumba de mi madre. —Le dio la espalda


demostrándole que no le tenía ningún miedo y entró en el
coche.

—Hija…

—¿Ahora es su hija? ¡Me da asco! —exclamó Ashley

antes de seguirla al interior.

Patrick cerró la puerta y dijo —Lárguese antes de que

pierda la paciencia. No quiero volver a verle en la vida. —


Abrió la puerta del acompañante y entró en el coche sin dejar
de vigilarle.

—¡Esto no se va a quedar así!


El chófer sacó el coche al tráfico y Ashley que no se
fiaba siguió observándole desde la ventana. —Tranquila, no va
a saltar sobre el coche —dijo ella divertida.

—Te veo muy entera. Has estado estupenda


enfrentándote a él.

Disimulando los nervios que tenía miró hacia la


ventanilla. —No tiene vergüenza. —Sonrió con tristeza. —
¿Sabes lo que le decía a mi madre pocos días antes de morir?

Que se pusiera a dieta, que estaba gordísima. Y que tenía


arrugas, que ni sabía para qué se maquillaba…

Ashley jadeó. —Es un maltratador psicológico.

—Sí, nunca era suficiente. Siempre con un desprecio

tras otro hasta que la mató. Pero yo no voy a dejar que me


hunda. Llama a Elisabeth, di que haré la entrevista con Oprah.
No pienso dejar que siga diciendo barbaridades sobre mí y sé
que lo hará porque no es de los que se dan por vencidos tan
fácilmente. Y llama al abogado de Luka…

—Peter Donahue.

—Ese. Que tramite la demanda. Quiere guerra, a ver si


puede sobreponerse al impacto que va a recibir.
Estaba en los últimos compases del ensayo de la tarde
cuando Luka entró en el estudio. Sonrió deslizando el arco y
dio la última nota. —Muy bien. —Se volvió hacia sus músicos
y dijo —Descansad esta noche. Mañana va a ser un día largo.

Varios rieron por lo bajo haciéndola sonreír y se giró


hasta el director de orquesta. —Perfecto, gracias.

—Un placer como siempre, pequeña —dijo guiñándole


un ojo.

Le dio el violín a Ashley que lo introdujo en su caja de


inmediato mientras ella se acercaba a su prometido y le
abrazaba por el cuello. —¿Qué haces aquí?

—¿No puedo ver a mi prometida?

—Te ha llamado Patrick.

—Y Ashley. Y Elisabeth. Y Roger. Solo falta que me


llame Oprah y mi prometida para explicarme lo que ha pasado.

—No quería molestarte con esto. —Besó suavemente


sus labios.

—Nena, no sería una molestia. —Acarició su mejilla y


asombrada vio el reflejo del sello. Se apartó para mirarlo. —
Sí, me lo han devuelto esta mañana. De hecho me han
devuelto los dos. —Gruñó por dentro. —Ahora no sé cuál es el
de mi abuelo.

Jadeó llevándose la mano al pecho. —Cariño…

—Tranquila, me han dicho que un perito puede


distinguir cuál se hizo antes por el tipo de grabado del
artesano. El original es muy antiguo y el artesano tenía una
técnica especial o algo así.

Suspiró del alivio. —Menos mal.

Patrick se acercó con su abrigo. —Gracias. Cielo,


tengo una entrevista.

—No pasa nada. Después iremos a cenar —dijo


cogiendo el abrigo y tendiéndoselo para que se lo pusiera. La
besó en el cuello—. Tienes que estar agotada.

—Sí. —Suspiró volviéndose y le besó en los labios. —


Pero en una semana habrá acabado.

—Hasta la promoción —dijo Ashley acercándose—.


¿Tenéis libre el viernes de la semana que viene? Si no es así
tendréis que despejar la agenda. —La miraron sin comprender

y Patrick se puso a su lado sonriendo. —¡Nos vamos a las


Vegas!
—¡Oh, oh! —Chilló de la alegría abrazándola. —
Felicidades.

—Un fin de semana en Cesars Palace. Ya lo he


organizado. Y Elisabeth y Roger se apuntan. Va a ser

divertido.

—Sí que lo va a ser. No me lo perdería por nada.

Luka sonrió. —Por supuesto que iremos. Patrick tiene


que estrenar ese avión que me ha salido por un ojo de la cara.

—Lo estoy deseando, jefe. Estará a punto.

A ver cómo daba esquinazo a Ashley para comprarle el


regalo que se merecía. Salieron del estudio mientras pensaba
en ello. Ya sabía lo que haría. Le diría que había quedado con
la madre de Luka para algo de la boda y así podría escaparse.

Ahora solo tenía que encontrar el regalo adecuado.


Capítulo 12

Esa noche abrazada a Luka después de que le hiciera el


amor no podía dormirse. —¿Nerviosa por lo de mañana?

—Realmente… —Sonrió levantando la cabeza para

mirarle. —Un poquito. Pero lo bueno es que podemos repetir


todo lo que queramos.

Él sonrió. —¿Tendrás suficiente con una semana de


grabación?

Gruñó dejando caer la cabeza de nuevo y él se echó a


reír. —Nena, no seas tan exigente.

—Debo serlo, se espera mucho de mí. Los productores


esperan mucho de mí.

—Lo harás estupendamente como siempre.

—Pero me preocupa más la cena con tu madre.


—Te van a adorar. Amelia ya me ha llamado mil veces
porque se muere por conocerte y está más nerviosa que tú.

—¿Por qué?

—Ni idea. No sabía que te seguía ni que nunca hubiera


visto un violín de lejos siquiera.

—Serás malo.

—Les caerás muy bien. Caes bien a todo el mundo.

—Sí, eso díselo a mi padre.

—¿Te has tomado la pastilla? —Cuando no respondió

miró hacia abajo. —Nena, ¿te has tomado la pastilla?

—Hace una semana que no me la tomo.

Separó los labios de la impresión. —¿Por qué? ¿Justo


en este momento? ¿En la grabación del disco, conociendo a mi

madre y todo lo demás?

—¿No es buen momento?

—¡No! ¡Por eso no puedes dormir!

—No querías que me apoyara en ellas y desde que


regresamos del crucero siento que ya no son necesarias.

—Por eso tienes a todos los de la orquesta de los

nervios.
Jadeó indignada. —¡Eso no es cierto! ¡Siempre soy así
antes de un estreno!

La miró preocupado. —¿Seguro que estás bien?

—Sí. Bueno algo nerviosa, pero no con ansiedad. No

sé si me entiendes.

—Sé que te dije que no las tomaras, pero me hiciste


ver que solo te ayudaban. Si es así…

—Estoy bien. —Se abrazó a su pecho de nuevo. Él

acarició su espalda. —No quiero que te preocupes más por mí.

—¿Por qué dices eso?

—Tengo la sensación de que te estoy dando

quebraderos de cabeza continuamente —susurró.

—Eh… Me das sorpresas.

Sonrió sobre su pecho. —Eso. —Se quedaron unos

minutos en silencio. —¿Sabes que ahora gritas mucho menos?

—Pienso en las burradas y me muerdo la lengua.

—¿A ver si te va a salir una úlcera? —preguntó

asustada mirándole—. Tú desahógate.

Él sonrió y acarició su mejilla. —Ahora eres tú la que


se preocupa.
—Me aterra perderte —dijo sinceramente.

—No pienses esas cosas. Voy a por la pastilla.

—No, mi médico dice que es normal.

—¿De veras? —preguntó pasmado haciéndola reír.

—Sí, de veras. ¿Tú no piensas en perderme?

Él gruñó. —¿Por qué no te duermes?

Se le cortó el aliento. —¿Te aterra?

—Esa es una palabra muy fuerte. —Carraspeó

incómodo.

Sonrió radiante. —Te amo, es normal tener miedo a

que me dejes o algo así y más con mis antecedentes familiares.


Eso dice él.

—Joder. ¿Tenemos que hablar de esto? —Ella levantó

una ceja. —Me preocuparía mucho si te pasara algo. ¡Así que

procura que no te pase!

—Vale —dijo encantada.

—¿De qué hablas con tu psiquiatra?

—De eso no.

—¿No? ¿No le has hablado de esa noche?


—Ni una palabra. —Escuchó como suspiraba del
alivio. —Si lo supiera tendría que denunciarme. Lo miré en

internet. No son como los curas que tienen que cerrar el pico.

—Estupendo.

Se echó a reír. —Cariño, no se lo voy a decir a nadie

más.

—Eso ya está olvidado.

—Exacto.

—Ahora miremos al futuro.

—¿Qué me pongo mañana para conocer a tu madre?

—Nena… ¡Son las tres de la mañana!

—¿El vestido rojo? ¿Creerá que voy en plan de guerra?

—Mejor ponte uno blanco en plan soy virginal y amo a

tu hijo por encima de todo.

—Eso puedo hacerlo. Cariño, tengo otra sorpresa para


ti.

Sonrió divertido. —Dime, estoy preparado.

Apoyó la barbilla en su pecho para mirar su rostro. —

No es la única pastilla que he dejado de tomar. Se me olvidó

llevarlas al crucero.
Separó los labios de la impresión. —¿Y lo que diga mi

madre?

—Me he dado cuenta de que da igual lo que diga


nadie. Solo me importa lo que piensas tú. —Le miró insegura.

—¿Qué piensas?

—Que vamos a tener que adelantar la boda si no

quieres salir en las fotos muy hinchada —dijo divertido—.

Nena, ¿por qué te preocupas? Era lo que quería desde el

principio.

—Sí, pero como has cambiado de opinión en otras


cosas igual en esto también.

—¿Por qué no me dices la verdad? —Se sonrojó

agachando la cabeza. —Lo que temes es que te diga, genial

Coralie así en cuanto des a luz cada uno por su lado. Estaba

deseando que llegara este momento. ¿No es lo que crees que


voy a decir? Por eso convenientemente antes me has dicho que

te aterra perderme.

—Lo siento.

Cogió su barbilla para que le mirara a los ojos. —

Nena, esa fue una de las burradas que intento que no vuelvan a
salir de mi boca.
—¿De veras?

—Estaba enfadado e inseguro respecto a ti. Ahora es


distinto.

—¿Ya me conoces mejor?

—Creo que vas a seguir dándome sorpresas hasta los


ochenta por lo menos.

Le dio un vuelco al corazón. —¿Hasta los ochenta? ¿Y


sin tener que amenazarte con chivarme?

Se echó a reír volviéndola para tumbarla en la cama. —


¿Eso no lo habíamos olvidado? —preguntó antes de darle un
suave beso en los labios.

—Sí, pero tú por si acaso no te confíes, que puedo


recordarlo como se te ocurra dejarme.

—Entonces no te dejaré. —Besó sus labios de manera


tan embriagadora que solo pudo responder y cuando se apartó

para mirarla a los ojos susurró apasionado —No te dejaré,


nena.
La grabación fue tan bien que a media tarde ya tenían

la mitad del disco. Ashley estaba alucinada al igual que los


demás, porque diera el visto bueno a la orquesta, así que
susurró —¿Estás bien? ¿No te pondrás enferma ahora?

—Lo han hecho perfecto. Como yo quería. John


pásamelo para que lo oiga —dijo poniéndose los cascos.

Viendo como escuchaba la grabación de la orquesta se


acercó a Patrick que tenía el ceño fruncido. —¿Qué pasa?

—No lo sé, está muy rara. ¿Solo lo han hecho una vez
y está perfecto? Esa no es Coralie. La perfección solo la tuvo
Paganini.

Su prometido rio por lo bajo. —Han trabajado mucho.


Mira lo contentos que están.

A través del cristal vio como los músicos sonreían


como si les hubiera tocado la lotería. Y el director de orquesta

estaba hinchado como un pavo. Hizo una mueca. —Esperemos


que esto siga así.

Coralie estaba con los ojos cerrados escuchando a la

orquesta y asintió con el ceño fruncido hasta que terminó. —


Bien, lo dejaremos por hoy.
—Asombroso —dijo Patrick—. Ahora sí que creo que

le pasa algo.

—¿Ves? Te lo dije. —Se acercó a toda prisa.

—Ashley, nos vamos. Tengo que cambiarme para la


cena.

—Sí, por supuesto. Cariño, el violín.

—Hasta mañana, chicos. —Asombrados vieron que se

iba y Ashley hizo una mueca mientras su jefa decía —¿El


vestido blanco está listo?

—Planchado y listo para que te lo pongas —dijo

siguiéndola a toda prisa—. Ha llamado Elisabeth, el equipo de


Oprah te llamará mañana. Y que ha encontrado una

organizadora que dicen que es la mejor. Ya ha hablado con ella


de lo que quieres y dice que te llamará la semana que viene
para concertar una cita y que lo habléis en persona. Elisabeth

me ha preguntado si queremos ir a los Hamptons este fin de


semana. Dicen que hará bueno.

—Tengo que hablarlo con Luka. La llamaré luego.

—Dice que la llames mañana, que quiere todos los

detalles de la cena de esta noche.


Sonrió divertida saliendo del estudio. Ashley frunció el
ceño. —Te ha dicho que te quiere, ¿no?

Sonrió radiante volviéndose hacia ella. —Casi.

—Lo sabía. Felicidades.

—Gra…—El impacto en la espalda le robó el aliento y

se volvió del impulso para ver a la exmujer de su padre con un


arma en la mano. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y estaba

demacrada, casi ni la reconoció. Ni sintió la bala en su hombro


antes de caer de rodillas ni el sonido de los disparos de Patrick
que la tiraron sobre el coche antes de que cayera al suelo como

una muñeca rota mientras la gente gritaba a su alrededor.

Ashley gritó pidiendo ayuda arrodillándose a su lado.

Le costaba respirar y la ayudó a tumbarse en el suelo. —


Enseguida llega la ayuda.

—Lo ha vuelto a hacer. La ha vuelto loca. —Tosió


sangre mientras Ashley lloraba.

—No hables, por favor.

—La ha utilizado como nos ha utilizado a todas.

—Lo pagará, te lo juro por mi vida que lo pagará.

—Dile a Luka que le he amado más que a nada. Más


que a mi música…
Se escuchó el ruido de las sirenas. —Se lo diré, pero
tienes que ser fuerte.

—Siento no poder estar en tu boda —dijo casi sin voz.


Cogió su mano asustada—. Dile… —El aire no llegaba y
Ashley gritó desesperada pidiendo ayuda. El violín tirado en el

suelo fue lo último que vio antes de que todo se desvaneciera


en la oscuridad.

Roger pasó la mano por el hombro de Luka que


sentado en una de las sillas de la sala de espera tenía los codos
apoyados sobre los muslos con las manos en la cabeza como si

no se pudiera creer lo ocurrido en las últimas horas. —Se


pondrá bien. Ahora hay muy buenos cirujanos. Seguro que la

han cogido a tiempo.

—Tuvieron que recuperarla en la calle. Estaba muerta


—dijo como si no se lo creyera. Levantó la vista hacia

Elisabeth que de pie ante él intentaba reprimir las lágrimas—.


Ayer me dijo que le aterraba la posibilidad de perderme.

—Eso le dará fuerzas para luchar.


Ashley sentada en otra de las sillas con Patrick a su
lado no podía dejar de llorar del shock mientras hablaba con

uno de los detectives que llevaba el caso. —Ese cabrón…


Seguro que le dijo que le iban a quitar la casa o algo por el
estilo. Es un psicópata que no hacía más que inventarse cosas

sobre ella. Mató a su madre, ¿saben? Su primera esposa se


suicidó cuando la abandonó. No lo soportó. A Coralie siempre

le decía que no lo hacía bastante bien, que no era suficiente.


La obligaba a ensayar horas y hasta hubo veces que la privó de
comer cualquier cosa que le gustara solo para que se esforzara

más.

—Dios mío… —dijo Elisabeth sin salir de su asombro

—. Ese hombre está loco.

—Tenía que haber hecho algo, tenía que…—Luka

negó con la cabeza apretándose las manos de la impotencia.

En ese momento se acercaron dos médicos con pijama

verde y Luka se levantó de inmediato. Estos sonrieron. —Se


repondrá.

Suspiraron del alivio y Luka preguntó —¿Podrá tocar


de nuevo?

—Esperemos que sí. Será una rehabilitación dura,


pero…
—Tiene que ser la mejor —dijo Ashley haciendo que
la miraran—. Ha trabajado muchísimo para estar en la cima.

—Habrá que esperar a ver como responden los


músculos que hemos tenido que tocar. Dada su profesión he
intentado ser lo más cuidadoso posible, pero hay cosas que no

están del todo a mi alcance. Depende de su recuperación.

—Comprendo —dijo Luka—. ¿Puedo verla?

—Ahora está en cuidados intensivos. Mañana por la


mañana podrá verla.

Iban a irse cuando Luka cogió al cirujano por el brazo


deteniéndole. —¿Se repondrá? ¿Me jura que saldrá adelante?

Este sonrió. —Sí. No pienso quitarle ojo. Estuve en su


concierto en Nueva York, ¿sabe? Nunca he disfrutado tanto de
la música como en ese momento. Le aseguro que pienso hacer
lo que sea para que vuelva a ser la de antes.

—Gracias —dijo emocionado.

Roger le pasó un brazo por los hombros mientras se


alejaban. —Ya le has oído, hijo. Antes de que nos demos
cuenta estará entre nosotros de nuevo con esa maravillosa

sonrisa.

Asintió antes de decir. —¿Patrick?


—¿Si, jefe?

—Tenemos que hablar.

—Cuando quiera, jefe.

Ashley entrecerró los ojos viendo cómo se alejaban. —


¿A dónde van? —preguntó Elisabeth limpiándose las lágrimas.

—Seguro que tienen mucho que solucionar, pero Luka


se encargará.

La puerta de la habitación se abrió y Coralie sonrió


agotada viendo como Elisabeth intentaba pasar un montón de
brillantes globos de colores. —Mujer ponte de lado.

—Eso intento. Te dije que eran muchos.

Ashley se acercó para tirar de ellos y varios se soltaron


volando hasta el techo. En todos decía “Ponte bien pronto”.
Entraron sonriendo y ella correspondió a su sonrisa. —No
teníais que traer nada. Siempre venís con regalos y no tenéis
por qué.

—Claro que sí —dijo Roger dejando sobre la mesilla


las rosas del día.
—Gracias.

—¿Dónde está Luka?

Perdió algo la sonrisa. —Tenía una reunión muy


importante, estará al llegar.

—Cielo, no pongas esa cara. Lleva dos semanas casi


sin pegar ojo —dijo Elisabeth.

Se sonrojó por ser tan egoísta y agachó la mirada


perdiendo la sonrisa. Elisabeth apretó los labios sentándose a
su lado. —Lo que quiero decir es que tendrá mucho trabajo
pendiente.

—Lo sé.

—¿Sabéis? El especialista dice que si sigue así podrá


salir la semana que viene. Y en un mes la rehabilitación —dijo
Ashley a toda prisa—. Dicen que esos músculos se pondrán en
forma enseguida. Y después a terminar el disco.

La cara de Coralie decía claramente que no tenía


muchas esperanzas. —Te pondrás bien —dijo Elisabeth.

—Sí, claro. Y si no es así no pasa nada. Estuve años


sin subirme a un escenario y no es para tanto.

Lo dijo de tal manera que parecía que le daba igual, lo


que les preocupó aún más. Se miraron los unos a los otros. —
¿Qué te parece si al salir de aquí nos vamos a los Hamptons
para que te recuperes? El aire del mar te vendrá

estupendamente.

—Si no viene Luka yo no me voy a ningún sitio.

—Lo entiendo, querida.

En ese momento se abrió la puerta y la cara de Coralie


cambió al ver que era Luka que sonrió al verla. —Hola, nena.
Cuantos globos. —Se acercó y le dio un beso en los labios. —
¿Te sientes fatigada? Estás algo pálida. El médico dice que

ventilas bien, pero igual no tenían que haberte quitado el


oxígeno tan pronto.

—Respiro bien.

—¿Entonces te duele?

—No, estoy bien. Me sueltan la semana que viene.

—Esa es una noticia estupenda —dijo contento.


Elisabeth se levantó dejándole el sitio —. ¿Habéis visto que
novia más fuerte tengo?

—Sí que lo es —dijo Elisabeth disimulando su


preocupación.

—Ayer vinieron mis padres por la tarde y se los ganó


con una sonrisa.
—Será exagerado. Les he dado pena. Menuda manera
de ganarse a la suegra.

—Te aseguro que yo me hubiera pegado un tiro con tal


de que la mía me hubiera dejado en paz. —Al darse cuenta de

lo que había hecho la miró con los ojos como platos y todos se
echaron a reír. —Pero en la pierna o algo…—Rieron aún más.

—Así que te encuentras mejor —dijo él mirándola


atentamente.

—Mucho mejor. ¿Qué has estado haciendo? —Para


todos era evidente que esa respuesta la preocupaba y Luka
entrecerró los ojos. —¿Has estado en la empresa?

—Sí, nena… Ya te lo había dicho. Después de salir de


aquí tenía una reunión con un proveedor para renegociar
nuestro contrato.

—Sí, claro. ¿Y se dice algo de mí en la prensa? ¿Por


qué no tengo mi móvil? No puedo llamarte y a veces necesito
llamarte.

Miró de reojo a Ashley. —Tu ayudante lo hace por ti.


Hoy hemos hablado tres veces.

—¡Quiero mi móvil!
—Cielo, no te alteres —dijo Roger—. No te lo dan

precisamente para que lo que se diga por ahí no afecte a tu


recuperación.

Agarró sus manos como si estuviera desesperada. —

No harás ninguna tontería, ¿verdad? No puedo perderte.

Luka preocupado dijo —Ashley, ¿puedes decirle al

médico que venga?

—Sí, enseguida.

—Nena, te estás alterando y esto no te viene bien.


Respira más despacio.

—Es que tengo miedo.

—Shusss… No va a pasarte nada. —Se inclinó sobre


ella y acarició su frente. Cerró los ojos intentando controlarse
y sus caricias la relajaron poco a poco. —Y no va a pasarme
nada a mí.

—Quiero casarme.

—Y lo haremos. Esa organizadora que te ha buscado


Elisabeth dicen que es buenísima. Tendremos una boda que
será la envidia de todo Nueva York como tú te mereces.

Abrió los ojos. —Quiero casarme ahora. Si me pasa


algo no quiero que se quede con nada.
Él apretó los labios. —Entonces haz testamento si te

quedas más tranquila, pero no voy a dejar que esto nos robe
nuestro día.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Cada vez que te


vas siento que no voy a volver a verte.

—Pues es algo que deberemos hablar con un


profesional, ¿no crees? Seguro que es por el trauma que has
sufrido y necesitaremos ayuda. Pero lo superarás como estás
superando tus heridas. Volverás a ser la de antes.

—Antes tampoco me gustaba perderte de vista.

Él rio por lo bajo. —Todo irá bien.

—Te veo muy seguro. ¿Qué has hecho?

—¿Yo? Nada.

La puerta de la habitación se abrió y el médico se


acercó a la cama. —¿Qué ocurre, Coralie? ¿Estás algo
nerviosa?

—¿Yo? No —dijo haciéndose la tonta.

—No es lo que dicen. —Coralie fulminó con la mirada


a Ashley que se hizo la loca. —Me ha dicho la enfermera que
apenas has comido y eso no puede ser.
—Otra chivata. Estoy rodeada de ellas.

Roger rio por lo bajo ganándose un codazo de su


esposa.

—Creo que te voy a recetar unos ansiolíticos muy


suaves y solicitaré que te vean de psiquiatría. Te negaste a

verle, pero ahora no es una sugerencia es una orden.

—Estoy bien, puedo pasarlo a pelo. Díselo, cielo.

—No pienso decir eso. A veces las personas necesitan


ayuda. ¿Esa no es una frase tuya? —Ella iba a protestar. —Y
creo que esto que te ha pasado es mucho más fuerte que

cualquier cosa que te haya ocurrido antes. Te tomarás las


pastillas hasta nueva orden.

No dejarían de darle la tabarra con el tema y la verdad


es que no tenía fuerzas para discutir, así que dijo —Está bien.

Él sonrió. —¿Ha oído, doctor?

—Llamaré al psiquiatra cuanto antes.

—Gracias doctor —dijo mientras salía.

Se miraron a los ojos y en unos segundos entró la


enfermera con un vasito de plástico. Luka lo cogió y sacó la
pastilla metiéndosela en la boca antes de darle de beber. —
¿Contento?
—Estaré mucho más contento cuando salgas de aquí y
te vea sobre un escenario disfrutando de tu música.

Ella agachó los párpados. —Eso se ha acabado.

—Cielo no digas eso —dijo Ashley.

—Seguro que la rehabilitación te deja como antes —


añadió Elisabeth.

—Mis dedos nunca se moverán con la misma


velocidad

—Eso está por ver porque la Coralie que conozco no se


rinde fácilmente. ¿Vas a rendirte ahora, nena? ¿Vas a dejar que
gane?

Levantó la vista hasta su rostro. —¿Que gane?

—Es lo que quiere, verte hundida sin él. Pero tú vas a


demostrarle que no va a poder contigo. Que eres Coralie
Meyers y que has llegado a la cima no gracias a él sino a pesar
de él. —Ella entrecerró los ojos. —Eso es nena, no dejes que

te quite tu vida. Ya te ha arrebatado muchas cosas.

Elisabeth y Ashley sonrieron satisfechas al ver la

decisión en sus ojos. —Eso es, niña —dijo Roger—.


Demuéstrales a todos cómo has llegado a la cima.
Capítulo 13

Sentada en la cama del hospital escribía una


composición mientras Ashley y Elisabeth hablaban y esta se

detuvo frunciendo el ceño. —¿Cómo puedes componer sin


instrumentos?

—Oigo las notas en mi cabeza —dijo concentrada.

—¿Eso no será demasiado esfuerzo para ti en este


momento?

—La cabeza la tengo bien.

Ashley sonrió. —Deja que se desahogue. Las mejores


composiciones salen en momentos así. El siguiente disco será
la bomba.

—Espero que no le salga muy Ennio Morricone.

—¿Quién es ese? —preguntó Ashley.


Coralie se echó a reír a carcajadas mientras Elisabeth la
miraba incrédula. —¿Cómo has conseguido este trabajo?

—Haciendo mucho la pelota a la jefa en la entrevista,


porque me necesitaba desesperadamente y porque no había
más candidatas. Tuve una suerte enorme ese día.

—Y que lo digas. Morricone es uno de los


compositores más importantes de películas de género de terror.

Coralie añadió —Halloween, La Niebla… Pero


también tiene bandas sonoras maravillosas como Los
intocables de Eliott Ness, La misión…

Ashley entrecerró los ojos. —¿Por qué no haces bandas


sonoras? —Sus ojos brillaron. —Podrían darte un Óscar.

—¿Y para qué quiero un Óscar?

—Además ella es una virtuosa del violín.

—Era por si así conocía a algún famoso. —Ilusionada

se llevó la mano al pecho. —A Clint Eastwood. Es mi actor


favorito. Me he visto Harry el Sucio mil veces.

Rio por lo bajo. —Ya conozco a Clint Eastwood.

Chilló de la sorpresa. —¿De veras?


—Fue hace muchos años. Estaba en una gala de
recaudación de fondos en la que yo interpretaba. Se acercó a

felicitarme. ¿Sabías que toca el piano y compone?

—¿De veras?

—Sí, durante una hora hablamos de música. Es un

entendido.

—Es un genio —dijo admirada—. Este hombre hace

de todo.

—La verdad es que tiene una carrera espectacular y fue

muy agradable. —Sonrió con tristeza. —Mi madre estaba loca


por él y eso que ya tenía unos añitos. Le sacó mil fotos. No sé

qué fueron de ellas…

Sus amigas perdieron la sonrisa poco a poco. —


Cuando mi padre se trajo a su amante desaparecieron muchas

cosas.

—Ese cabrón… —dijo Ashley.

—Me preocupan los niños —dijo dejándolas


pasmadas.

—Ese no es problema tuyo.

—¿No lo es? Van a criarse con él… Son mis


hermanastros. Su madre ha muerto.
—¡Porque intentó matarte! Nadie te culparía por no

querer saber nada de ellos.

Apretó el lápiz que tenía entre los dedos. —Odiaba a

esos niños, ¿sabéis? No podía evitarlo. Sabía que el traidor, el

cerdo en esa relación había sido mi padre, pero ninguno de los


dos dejaba de mostrar su dicha a que mi madre hubiera

desaparecido. Se habían ahorrado el divorcio y se habían

quedado con todo. Se habían reído de ella, se habían acostado

en su cama. Una vez les oí hablar. Se lo estaban pasando en

grande recordando esos momentos en que le habían sido


infieles. En cuanto cumplí los dieciocho me largué. Habían

pasado cinco años de la muerte de mi madre. Matt y Frederick

ya habían nacido. Sandra estaba embarazada de la pequeña

Tiffany. Ni la conozco. No la he visto nunca. Son de mi sangre


y realmente ni les conozco. —Apretó los labios. —El mayor

ya tiene casi diez años. —Se llevó la mano a la frente. —A

saber lo que está haciendo con él. Seguro que le puso un violín

en las manos en cuanto fue capaz de sostenerlo.

—Dios mío, esto es una locura —dijo Elisabeth

preocupada—. ¡Y que la policía no haga nada es inaudito!


¡Ese hombre es un psicópata!
—Tarde o temprano recibirá su merecido —dijo
Ashley muy segura.

Ambas la miraron. —¿Qué sabes? —preguntó Coralie

poniéndose en guardia—. Luka me prometió que no haría

nada.

—No creo que te prometiera eso.

—No pueden demandarle, la fiscalía no va a… —

Elisabeth abrió los ojos como platos. —¿Qué va a hacer? ¿No


será lo que pienso?

Ambas fruncieron el ceño. —¿Y exactamente qué

piensas?

—¡Tomarse la justicia por su mano! ¡Cargarse a ese

cabrón!

—Uy, que esta es de las nuestras —dijo Ashley por lo

bajo.

—¿Crees que haría mal? —preguntó Coralie.

—Claro que no, niña. Cuanto antes se limpie la mierda


menos huele. —Se acercó cómplice. —Pero pueden pillarle,

será el principal sospechoso porque tú estás aquí. Y hacerlo

ahora sería una metedura de pata monumental.


—Por eso no quiero que haga nada. —Miró a Ashley.

—¿Qué sabes?

—Nada.

—A mí no me la das. ¿Dónde está Patrick? Porque no


le he visto el pelo en todos estos días.

—Pues está de escolta de Luka y cambiando toda la

seguridad de la empresa y de la casa con un experto.

Entrecerró los ojos. —¿Por qué?

—Luka se niega a que vuelva a pasar algo así de

nuevo. Y prepárate, porque a partir de ahora no solo nos

acompañará mi chico para proteger el violín, dos


guardaespaldas especializados no se separarán de ti. Vayas a

donde vayas.

—¿Qué dices?

—Niña, tendrás que tragar con eso hasta que se le quite

el susto porque ha sido de aúpa. Ahora que has hecho

testamento tu padre no puede ganar nada con tu muerte, pero

como sabemos está loco y suelto, así que toda precaución es

poca.

Suspiró porque sabía que haría todo lo posible para que

estuviera a salvo y tenía que ser comprensiva con él, pero


perderle porque acabara en la cárcel con su venganza, por ahí
no pasaba. Ya se habían librado una vez, librarse dos iba a ser

casi imposible y más con todas las miradas puestas en él.

La puerta se abrió y se quedó de piedra al ver a la

detective Portland entrando como si nada. Esta sonrió. —No


quería despertarte. Veo que estás mucho mejor.

—¿Qué hace usted aquí? He sido la víctima, ¿sabe? —


preguntó molesta.

—Por supuesto que lo sé. —Caminó hasta los pies de


la cama y cuando puso los brazos en jarras Elisabeth vio la
placa en su cinturón envarándose en el acto. —Las dos veces

has sido la víctima. De eso nunca he tenido duda.

—Déjenos en paz —siseó.

—Vengo a avisarte.

Se le cortó el aliento. —¿De qué?

Inclinó la cabeza como si estuviera eligiendo muy bien


sus palabras. —De que estamos atentos.

—¿Ves, niña?

Cristel sonrió maliciosa. —Ahora no es el momento.


Separó los labios de la impresión. —¿Y cuándo sería el

momento?

—Igual dentro de un año o dos.

—¿Tenemos micros? —Ashley se agachó empezando a


buscar debajo de la cama.

Cristel se echó a reír divertida porque parecía

desesperada por encontrarlos. Cuando se agachó al lado de la


mesilla dijo —Veo que no estaba equivocada. —Miró a

Coralie directamente. —Sobre todo porque ese guardaespaldas


tuyo está siguiendo a tu padre todo el día.

Fulminó a Ashley con la mirada y esta se sonrojó. —


Vale, también hace eso. Para que no nos dé más sorpresas.

—Que deje de hacerlo —dijo Cristel—. Ahora tienes

pasta. Tienes otras maneras de joderle. Yo empezaría


reclamando esa casa que pagaste tú.

—Que lista es, lo sabe todo —dijo su amiga


impresionada.

La policía la miró fijamente con sus ojos verdes. —Sí,


lo sé todo. —Ashley palideció. —¿Ya has conseguido la
residencia?
—Pues… Estoy aquí por trabajo y… ¡No pueden

echarme!

—Sobre todo casándote con un americano, ¿no?

—¡Yo le quiero! ¿Le ha visto? ¡Es un cañón de


hombre!

—Un cañón… Sí, de armas sabe lo suyo, ¿no es cierto?

Impresionadas ni sabían qué decir y Elisabeth

carraspeó. —Me estoy perdiendo.

Cristel sonrió centrándose de nuevo en Coralie. —


Habla con tu prometido. Alejaros de él. —Fue hasta la puerta.

—Por cierto, algún día cuando volvamos a encontrarnos


hablaremos de mi trabajo. ¿Os he dicho que he pedido el

traslado a homicidios? —Sonrió maliciosa. —Soy muy buena


en lo que hago y no suelo darme por vencida. Jamás. Y en esta
ciudad hay cámaras por todas partes. Imagínate que por

casualidad encuentro lo que quiero. ¿A que sería una faena?

—Se lo repito, déjennos en paz.

—Esto empieza a parecer acoso policial —dijo


Elisabeth mosqueadísima—. Quizás deberíamos poner una

queja a su teniente.
—Tranquila, señora Fletcher. Imagínese que la cosa se
le pone del revés y acaba en prisión por todas las multas sin
pagar que tiene pendientes. Es un peligro público, ¿sabe? Siete

mil pavos en multas. Hay que aparcar mejor y respetar el


límite de velocidad.

Elisabeth se puso como un tomate. —Se me olvida


pagarlas.

—O no quiere que su marido se entere. Pues le

aconsejo que pase por caja antes de que actúe la fiscalía.


Porque tarde o temprano siempre actúan. Y además esa chica

filipina que trabaja en su casa… —Negó con la cabeza. —


Tengo entendido que tiene antecedentes por prostitución y
tráfico de drogas. ¿No está en busca y captura por no

presentarse al juicio? —Las chicas dejaron caer la mandíbula


del asombro porque era evidente que Elisabeth lo sabía. —

Ahora tiene otro nombre, claro. Pero las huellas… —Hizo una
mueca. —Las huellas son difíciles de disimular sobre todo si
se la arresta. Va mucho a la tienda de la esquina. Y en esa

tienda hay muchos robos. Como la confundan con un ladrón


estará en problemas, ¿no cree? Y usted también por acoger a

un prófugo. Se llama obstrucción a la justicia.


—Solo quería cambiar de vida. La trajeron a este país
engañada.

—Otra víctima… —Miró fijamente a Coralie a los


ojos. —Ese es mi trabajo, proteger a las víctimas. Y es lo que
voy a hacer. Buenas tardes.

Cuando salió cerrando la puerta suavemente Elisabeth


tuvo que sentarse. —Como arresten a Lu… ¡Es una dulzura de

niña! ¡Todo lo que hizo fue porque la obligaron!

—No va a arrestar a nadie —dijo Coralie convencida

—. Sino ya lo hubiera hecho.

—Dios mío, lo sabe todo. —Ashley estaba


descompuesta. —¿Cómo?

—Por asociación. Porque somos amigas. Solo ha


tenido que rascar un poco. Seguro que hasta ha llamado a

Londres.

Elisabeth se las quedó mirando atentamente. —

Vosotras tenéis mucho que ocultar, ¿no?

Hicieron una mueca. —Mejor que no lo sepas.

—Sí, será lo mejor, que así si me ponen el polígrafo yo


no sé nada.

—¿Polígrafo? —Ashley gimió. —Dios mío…


—Shusss, no va a pasar nada. ¿No la has oído? Ha
venido a avisarnos. Dame el teléfono, tengo que avisar a Luka.

—Sí, sí…

Luka vestido de negro cogió la pistola que le tendió

Patrick. —¿Está limpia?

—Por supuesto, jefe. Comprada en el Bronx, número y


cañón limados. Y cargada con guantes.

—Perfecto.

—Estará dentro de una hora en el bar de la catorce

oeste del que te hablé. Va todos los jueves para quedar con las
tías que conoce en internet. Si hay suerte y sale solo será el

día. Ya conoces su coche. Un BMW plateado. Ese cabrón


siempre aparca en el callejón, solo tienes que aparcar a su lado

y cuando se suba disparar. Te subes a la moto y sales pitando.


Rápido y sin cámaras. La placa de la moto es falsa, así que si
no te quitas el casco jamás te pillarán. Te estaré esperando en
el callejón de Queens que visitamos ayer. Quitaremos la placa
de la moto y la dejaremos allí. Desaparecerá antes de que

amanezca y más si dejamos las llaves puestas.


—Entendido.

—¿Tienes alguna duda?

—No —contestó muy tenso.

—Todavía puedes echarte atrás.

—¿Y que ese hijo de puta siga respirando? ¿No harías


tú lo mismo?

—Ya estaría bajo tierra.

El teléfono de Luka empezó a sonar y juró por lo bajo


abriendo la guantera del coche para cogerlo. —Es Ashley. —
Descolgó poniéndoselo al oído. —Dile que tengo una reunión
muy importante, que hoy no podré ir. —Frunció el ceño
escuchándola hablar. —No me jodas, iba a salir ya. —

Asombrado miró a Patrick. —¿Nos vigila? ¿Que le ha visto?

—¿Qué pasa?

Apartó el teléfono y puso el manos libres. —¡Lo sabe


todo! ¡Hasta lo mío y lo de Patrick!¡Y ha amenazado a

Elisabeth por una delincuente que tiene contratada en su casa!


¡Es filipina!

—¿Que Elisabeth tiene qué? —Patrick estaba

pasmado.
—¡Patrick! ¿Eres tú?

—Estás en el manos libres —dijo Luka muy tenso.

—¡No puedes hacer nada! ¡Te está vigilando! ¡Y a el


padre de Coralie también! Sabe que Patrick le ha seguido. ¡Lo
sabe todo! ¡Seguro que tiene a alguien siguiéndoos! Esa de
tonta no tiene un pelo. Ha pedido el traslado a homicidios y
dice que no se da por vencida.

—Joder…

—No, Coralie espera…

—Dame el teléfono. —Escucharon como Coralie se lo


acercaba al oído. —¿Cielo? Otra vez no.

—Se me revuelven las tripas al pensar que se va a ir de


rositas. ¡Mi abogado dice que no se puede hacer nada porque
fue ella la que apretó el gatillo! ¡Seguirá jodiéndonos todo lo
que pueda! Piensa en tus hermanos, nena… ¿Qué va a ser de
ellos? Les va a hacer lo mismo que a ti.

Se le cortó el aliento porque ella había pensado lo


mismo. —Lucharemos en los tribunales, pero no pienso
arriesgar nuestro futuro por él. ¡Ya me ha quitado mucho, tú lo

dijiste! —Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras le


escuchaba suspirar. —Cielo, por favor… Necesito que vengas,
estoy asustada. —El silencio al otro lado de la línea la
aterrorizó. —No lo hagas. Si me amas no lo hagas. Porque me

amas, ¿no? Sé que al principio querías casarte por conseguir


mi silencio, pero…

—¿Qué has dicho? —siseó con voz acerada

demostrando que estaba furioso. Realmente furioso.

—¿Qué he dicho? —En ese momento escuchó el pitido

del teléfono. —¿Luka? —Se le cortó el aliento. —Me ha


colgado.

—Oh, Dios… —dijo Elisabeth—. Esto tiene muy mala


pinta.

—¡Llama a Patrick, que le detenga!

Ashley le llamó a toda prisa, pero no cogía el teléfono.


—Me está ignorando a propósito. Siempre lleva el teléfono

con él. —Apretó los labios mirando la pantalla. —Lo ha


apagado.

—No, no, no…—Angustiada apretó las sábanas entre


sus dedos. —Hay que detenerle.

—Niña, no sabemos dónde está. No puedes hacer nada


salvo esperar, así que no te pongas histérica porque no
conseguiremos nada más que empeores.
—¿No te das cuenta? ¡Acabará en la cárcel! —gritó de
los nervios—. ¡Le perderé por su culpa! —Intentó levantarse y

Ashley tuvo que cogerla de los brazos. —¡Suéltame!

—¡Estate quieta, te vas a arrancar la vía!

Sollozó porque no tenía fuerzas y Ashley la abrazó


para retenerla hasta que ya no pudo más. —Déjame.

—No, no te dejaré como tú no me dejaste a mí.

Lloró sobre su hombro temiendo por él. Al final su


padre se lo robaría todo. Tenía que hacer algo.

La puerta se abrió y levantó la vista hasta los ojos de


Luka que estaba realmente furioso. Se acercó a toda prisa. —
Nena, ¿qué haces?

—Estás aquí… —Ashley se apartó y Coralie


desesperada le agarró de la mano.

—¿Cómo es que estás aquí? —preguntó su ayudante


asombrada.

—¿Podéis dejarnos solos, por favor?

—Sí, creo que es hora de que me vaya a casa —dijo

Elisabeth cogiendo su bolso —. Me alegro mucho de verte,


Luka. Te aconsejo que no la dejes sola, está muy asustada.
Él apretó los labios asintiendo y las dos salieron de la
habitación en silencio. Luka la miró a los ojos. —¿Qué ibas a

hacer?

—Buscarte. —Apretó su mano. —Pero estabas aquí,

¿verdad?

—En el garaje del hospital. Pretendía salir desde aquí,

Patrick trajo la moto ayer.

—Ya lo tenías todo preparado y no me dijiste nada.

—Creo que ya has pasado por bastante. —Se sentó a su


lado y miró su mano entre las suyas apretando los labios.

—Estás enfadado. Furioso.

—Esa metomentodo… —siseó—. Pero ya le pillaré.


No me va a seguir toda la vida.

—Ella dice que es mejor esperar un año o dos.

Le miró sorprendido. —¿Eso ha dicho?

—Dice que ahora no. Nos ha avisado, cielo. Creo que


quería ayudarnos.

—Si con lo de George quería meternos en la cárcel.

—No lo entiendo, pero ha venido a avisarnos. Fue muy


clara en eso. Dice que defiende a las víctimas.
—Víctimas. —Sonrió sin ganas. —¿Quién te defendió

a ti? ¿Quién defendió a tu madre o a esa mujer? Ese cerdo


debe pagar.

—Y lo hará. En un año pagará y te ayudaré con gusto.

Sonrió de medio lado. —¿Seremos cómplices de


nuevo? —Se acercó a ella apoyando ambas manos a cada lado

de su cabeza. —¿Sabes por qué te ayudé la otra vez?

—Por la empresa. —Él negó con la cabeza. —Por la

fusión, me lo dijiste.

—No, nena… Te ayudé porque me di cuenta de

inmediato de la situación y no podía tolerar que acabaras en la


cárcel. —Besó suavemente sus labios. —Porque te quería para
mí.

—Pero dijiste…

—¿Qué te iba a decir? ¿Que te conocía desde el

principio? —Se le cortó el aliento. —Te dije que mi madre es


muy aficionada a la música clásica. De hecho colabora con
Julia y recauda fondos para las becas de ciertos estudiantes sin
recursos o estudiantes excepcionales con mucho talento.

—Ella me dio la beca.


—Cuando tenías diez años te vio en un concierto. No

dejó de hablar de ti durante días y convenció a la junta para


que te propusieran la beca aun sabiendo que era muy probable
que no aceptaras porque ya tenías una carrera que se estaba
consolidando. Cuando murió tu madre, entendió que no
quisieras tocar, aun cuando no era de dominio público que se

hubiera suicidado. Eras muy joven y la muerte de una madre


es algo terrible. Los músicos de ese nivel son muy sensibles,
pero volveremos a saber de ella, eso decía. Cuando entraste en
Julia se alegró muchísimo y no dejó de insistir en que fuera a
verte a uno de esos recitales que dais a final de curso. Esa fue

la primera vez que te vi, nena. Y te aseguro que como mi


madre no te olvidé.

—¿Por qué no me dijo nada cuando vino a visitarme?

—Le pedí que no hablara de música y menos de Julia.


Que había sido un periodo de tu vida muy duro que habíamos

intentado superar y que ahora te ocurría esto. Así que mantuvo


la boca cerrada y solo te preguntó educadamente cómo te
encontrabas sin hablar del pasado para que no sufrieras más.

—Así que me conocías. Cuando me viste en tu


despacho me conocías.
Él sonrió de medio lado. —Bueno, tengo que
reconocer que al principio no caí del todo. Me sonaba tu cara,
pero no te ubicaba por tu nueva profesión. Me dije que te
habría visto por la empresa. Pero entonces te agachaste para
dejar la papelera y adelantaste el pie como aquella noche
cuando saludabas. No me lo podía creer. En cuanto levantaste

tu rostro y vi tus ojos supe que eras tú.

—Por eso me preguntaste que había estudiado.

—Sí, necesitaba confirmarlo. En aquel momento supe


que algo mucho más grave que la muerte de tu madre tenía

que haber pasado para que acabaras así. Pero después


empezaste a mover el trasero ante mí y ni sé lo que me pasó
por la cabeza, pero solo deseaba tocarte.

—¡Yo no movía el trasero! —dijo indignada—. Me


gustabas.

—Y tú a mí, nena —dijo con deseo antes de besar sus


labios de nuevo—. Pero cuando hablé con mi hermana me
pregunté qué era lo que estaba haciendo cuando mi prometida
estaba haciendo las maletas en mi casa, así que me largué a
toda prisa. Pero me olvidé el móvil sobre la mesa y tuve que

volver a buscarlo. Al ver lo que había pasado, tu estado de


nervios y que era evidente que querías confesar… Supe que no
podía permitirlo. Te dije que lo hacía por la empresa y no te di
opción. Te creí cuando dijisteis que no teníais una relación,
pero en cuanto esas palabras salieron de mi boca supe que la
policía o el fiscal pensaría lo mismo, así que me puse manos a
la obra.

—Volviste con ella, hiciste que me alejara.

—En aquel momento me dije que era lo mejor y ahora


estoy seguro de que hice lo correcto. Puede que al principio
supiera quien eras, pero no te conocía, no sabía que tu madre
se había suicidado y todo lo que llevabas detrás, por eso

cuando me confesaste tu verdadera identidad y la razón de tu


retiro, fui consciente de que igual no te había hecho ningún
bien al presionarte con la boda. Tu alma tenía que curar con tu
música y no debías depender para tu regreso de mí o de un
posible matrimonio conmigo. Cuando dije que debías hacerlo

por ti misma, hablaba en serio. Fue lo correcto, nena. Tú


recuperaste tu vida y dio tiempo a que las imágenes fueran
borrándose de cualquier cámara que pudiera habernos captado
antes de que esa detective supiera que estábamos juntos y
levantáramos sus sospechas. Puede que sepa que hemos sido

nosotros, pero jamás encontrará nada.

—Ella dice que sí.


—Miente. Solo quiere asustarnos. —Se miraron el uno
al otro y él sonrió. —Nunca nos cogerán por eso, puedes estar
tranquila.

—Aquella noche en mi camerino…

Tomó aire profundamente alejándose más para ver


mejor su rostro. —Me moría por verte. Había pasado casi un
año y deseaba estar contigo, nena. No podía dejar de pensar en
el tiempo que estuvimos juntos, sobre todo en el momento en
que me dijiste que me querías, que volverías a los escenarios

por mí. Y precisamente ese momento fue lo que me retuvo


durante los primeros meses. No dejaba de pensar que puede
que me compararas con tu padre si nuestra relación salía mal,
así que eso me mantuvo alejado. Todos los días revisaba las
noticias en internet a ver dónde estabas o cómo había ido el

concierto. Pero cuando te fuiste del país… Vi una foto tuya en


el aeropuerto y parecías triste por tener que irte. Ahí ya no lo
soporté más y fui a Viena porque necesitaba comprobar si
estabas bien. Y lo estabas. Estabas preciosa en el escenario y
supe que había hecho lo correcto al ver como disfrutabas de tu
música, de tu público… Nunca me he sentido más orgulloso

de nadie en la vida, nena.


Una lágrima recorrió su mejilla de la emoción y él se
acercó para besársela borrándola con sus labios. —Sí, fui a
Viena porque me moría por verte. Y menos mal que lo hice
porque eso nos dio la coartada que necesitábamos para

justificar cuando empezamos nuestra relación. Pero cuando


llegaste a Nueva York… Joder, nunca he deseado tanto estar
con alguien. Temí que me hubieras olvidado, pero cuando
saliste al escenario no pudiste disimular tu alegría y me sentí el
hombre más afortunado del mundo. —Apretó su mano. —Pero

cuando salí del teatro para enfrentarme a tu padre, dijo cosas…

—Como que yo la había matado.

—Nena, no solo dijo eso.

—¿Qué?

—Estaba fuera de sí porque no le permitieron entrar en

el teatro a pesar de que tenía entrada. Aprovechó que salía la


prensa para dar rienda suelta a su odio. Cuando salí
exigiéndole que se largara, me pegó por sorpresa y se echó a
reír. Me preguntó si era tu nuevo novio. Que si era el nuevo
del que te reías y con el que nunca te acostarías. —Separó los

labios de la impresión. —Dijo que odiabas a los hombres


sobre todo a él. Que me harías la vida imposible hasta que te
deshicieras de mí. Eso unido a lo que dijo de tu madre y lo de
las pastillas…

—Dudabas de mí. Lo sabía.

—Lo de tu madre era preocupante pero no tuvo nada

que ver con mi reacción, nena. Me entró el miedo de que no


fuera tan importante para ti como tú para mí. Por eso insistí en
que nos casáramos, en tener el niño y te presioné con la muerte
de George. Creía que en un año conseguiría que me amaras. —
Apretó los labios. —Que estúpido. Tú ya me habías confesado

que me querías, pero me enfureció la posibilidad de estar


haciendo el idiota un año por una mujer a la que realmente no

le importaba. No dejaba de darle vueltas a que el odio que


profesabas a tu padre te había afectado hasta el punto de
abandonar tu carrera, lo que más amabas. ¿Por qué ibas a
amarme más a mí? El cabrón de tu padre esa noche sembró la
duda en mí, por eso te dije que no me conocías y todas esas
estupideces. Mi orgullo me hizo aparentar que no me
importabas. Te juro que es algo que no me perdonaré nunca y
ese sabor amargo me acompaña desde entonces. —Agachó la
cabeza mirando sus manos unidas y acarició el dedo que
llevaba su anillo. —Cuando me chantajeaste con contar

nuestro secreto si te abandonaba, me di cuenta de hasta qué


punto me había equivocado. Intenté arreglarlo, mostrarte lo

que me importabas, pero no me atreví a verbalizarlo por


vergüenza, nena. —Levantó la vista hasta sus ojos llenos de
lágrimas. —Porque te había hecho daño. Lo había estropeado
todo yo mismo.

—Por eso me compraste el Stradivarius, para


demostrarme que te importaba.

—Vi la ilusión que te hacía, no pude evitarlo. Y creía


que poco a poco había ido demostrándote lo importante que
eres para mí, pero esta noche me he dado cuenta de que
todavía crees que no te amo. Y te amo más que a nada, nena.
Te has convertido en mi vida y cuando casi te pierdo creí que
me volvía loco. Quiero que seas mi esposa porque no hay
nadie más para mí y lo supe desde que me rozaste al coger
aquella bebida en mi despacho. Por eso he hecho todo lo que
he hecho, para mantenerte a salvo, para mantenerte a mi lado y

aun así casi te pierdo.

—Estoy aquí. —Se incorporó para besar sus labios. —


Estoy aquí y te necesito.

La abrazó con delicadeza temiendo hacerle daño. —No

quiero que dudes nunca más de lo que siento por ti.


—Júrame que no vas a perder la cabeza. —Sollozó
sobre su hombro. —Esperaremos. Le arruinaremos, se lo
quitaremos todo y después acabaremos con él. Tiene que
presenciar mi vuelta a los escenarios, ¿recuerdas? Que vea que
no ha podido conmigo. Fuiste muy listo la otra vez, no debes
perder el control, cielo. Ya llegará nuestro turno.

—No te preocupes más por eso.

—Júramelo.

—Te lo juro, mi amor. Te lo juro por mi vida.

—Te amo tanto. Soy tan feliz a tu lado…

Él cerró los ojos como si fueran las palabras más


maravillosas del mundo. —Y nos quedan muchos años felices

por delante, cielo. Años maravillosos.


Epílogo

Sentada ante el tocador sonrió por las hermosas rosas


que su marido le había regalado para su debut y miró la foto de

su boda pegada en el cristal. Hizo una mueca porque no se


habían podido ir de luna de miel. Apenas dos meses después
de salir del hospital ya estaba trabajando. Su fisio se había

asombrado porque cuando llegó a sus manos ya tocaba el

violín tres horas al día a pesar de que Luka cada vez que la
veía con él en la mano ponía el grito en el cielo. Así que
enseguida terminó el disco y empezó la promoción. Y la
productora había querido que hiciera una gira en América
cuanto antes para aprovechar el tirón y por contrato no había
podido decir que no. Así que todo había sido tan precipitado
que se había casado hacía una semana y ya estaba en un teatro.

Bajó la mirada hasta el sello que tenía en el dedo meñique.


Sonrió porque su marido se lo dio en la noche de bodas
después de hacerle el amor. —Ya es oficial, preciosa. Eres una
Esdraffo —susurró antes de besar sus labios—. Aunque lo eres
desde que te conocí. Naciste para mí.

—Sí —dijo ella emocionada acariciando su nuca—. Lo


supe en cuanto te vi.

La puerta se abrió sacándola de su ensoñación y Luka


entró sonriendo. —Está hasta los topes, cielo. Éxito total.

—Será un éxito si salen contentos.

Se levantó mostrando un vestido trasparente en color


dorado y Luka se detuvo en seco. —Hostia, ¿qué llevas

puesto? ¡Será la bata!

Rio por lo bajo. —Exagerado, no se me ve nada.

—¿Seguro? —Se la comió con los ojos. —Pues no me


gusta.

Se echó a reír y se acercó abrazándole por el cuello. —

Luego me lo quitarás tú. —Besó su labio inferior. —Serás el


único que podrá ver lo que hay debajo.

Acarició su cintura. —¿Quieres una buena noticia?

—Como me digas que se alarga la gira y que

tendremos que retrasar aún más la luna de miel nos fugamos.


—Eso no sería una buena noticia.

Rio por lo bajo apartándose. —Suéltalo.

—Vamos a ser padres.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

—Lo hemos conseguido, son nuestros.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —¿Mis


hermanos?

—Nos han dado la custodia total después de demostrar

que tu padre es un maltratador psicológico. —Chilló de la


alegría abrazándole y Luka rio. —Se los han quitado para

siempre y nos los dan. Son nuestros y la fiscalía va a presentar

cargos contra él. Va a ir a prisión. Me lo ha dicho esta tarde el


abogado. Mañana debemos ir a buscarles a servicios sociales a

las diez de la mañana.

—¿Y por qué me lo dices ahora?

—Te lo digo ahora para motivarte. Y para que sepas


que tendremos tres bocas más que alimentar, así que no puedes

meter la pata ahí fuera que necesitamos el dinero.

Se echó a reír. —Serás tonto. —Besó sus labios. —Y

no serán tres, serán cuatro. —Él la miró sin entender. —Bueno


de momento lo alimento yo, pero dentro de siete meses…
Luka gritó de la alegría cogiéndola en brazos,

girándola y haciéndola reír, pero de repente se detuvo en seco.

—¿Ahora? ¿Con la gira? —Frunció el ceño. —¿Qué pasa? ¿Te

encuentras mal y me has ocultado que has ido al médico?

—No, cielo. El doctor que me revisó el pulmón me


hizo unos análisis, ¿recuerdas?

—Sí, y te iba a llamar para los resultados porque

estábamos hasta arriba con el trabajo y la boda. Dijiste que

todo estaba bien.

—Y todo está bien

—¿Y por qué me lo has ocultado?

—Quería sorprenderte en un día especial. Y hoy es

especial.

Él sonrió. —Sí que lo es.

—Pero no solo por el concierto. Es especial porque


hoy hace cuatro años que te vi por primera vez. —La miró sin

comprender. —¿Por qué crees que pedí trabajo en la empresa

de limpieza cuando podía dar clases privadas de violín para

ganarme la vida sin tener que volver a los escenarios?

Luka dejó caer la mandíbula del asombro y soltó una

risita. —Te vi entrar en la empresa cuando salía de la tienda


que hay enfrente y le pregunté al portero de tu edificio quién
eras. No tenía la preparación necesaria para trabajar en tu

compañía, pero en ese momento llegó la furgoneta de la

empresa de…

—Limpieza.

—Tardé seis meses en convencer a Martha para que me

reclamara en el último piso. A veces te espiaba a través de la


puerta. Y cotilleaba sobre ti en internet. —Acarició su cuello.

—Soñaba contigo y el destino te hizo mi cómplice.

—Y lo seremos para siempre, mi amor. Para siempre.

Bajo unos árboles lo bastante lejos para que nadie se

percatara de su presencia, vio como descendía el féretro y

como el cura se alejaba. Ni un alma había asistido a su funeral,

lo que indicaba la clase de persona que era. Nadie le echaría de


menos y muchos vivirían más tranquilos. Levantó el periódico

para ver el titular: “Padre de famosa violinista muere en

Central Park mientras su hija triunfa en el escenario”. Cristel

se puso las gafas de sol y se giró caminando sobre el césped


hasta su coche. En ese momento sonó su móvil y lo sacó a
toda prisa poniéndoselo al oído. —Portland —dijo abriendo la

puerta. Se detuvo y sonrió—. ¿Homicidios? Siempre he


querido ese puesto. ¿En la veintiséis? —Sonrió de medio lado.

—Por supuesto, voy para allá.

FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva

varios años publicando en Amazon. Todos sus libros han sido

Best Sellers en su categoría y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)

2- Brujas Valerie (Fantasía)

3- Brujas Tessa (Fantasía)

4- Elizabeth Bilford (Serie época)

5- Planes de Boda (Serie oficina)


6- Que gane el mejor (Serie Australia)

7- La consentida de la reina (Serie época)

8- Inseguro amor (Serie oficina)

9- Hasta mi último aliento

10- Demándame si puedes

11- Condenada por tu amor (Serie época)

12- El amor no se compra

13- Peligroso amor

14- Una bala al corazón

15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje

en el tiempo.

16- Te casarás conmigo

17- Huir del amor (Serie oficina)

18- Insufrible amor

19- A tu lado puedo ser feliz

20- No puede ser para mí. (Serie oficina)

21- No me amas como quiero (Serie época)

22- Amor por destino (Serie Texas)

23- Para siempre, mi amor.


24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)

25- Mi mariposa (Fantasía)

26- Esa no soy yo

27- Confía en el amor

28- Te odiaré toda la vida

29- Juramento de amor (Serie época)

30- Otra vida contigo

31- Dejaré de esconderme

32- La culpa es tuya

33- Mi torturador (Serie oficina)

34- Me faltabas tú

35- Negociemos (Serie oficina)

36- El heredero (Serie época)

37- Un amor que sorprende

38- La caza (Fantasía)

39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)

40- No busco marido

41- Diseña mi amor


42- Tú eres mi estrella

43- No te dejaría escapar

44- No puedo alejarme de ti (Serie época)

45- ¿Nunca? Jamás

46- Busca la felicidad

47- Cuéntame más (Serie Australia)

48- La joya del Yukón

49- Confía en mí (Serie época)

50- Mi matrioska

51- Nadie nos separará jamás

52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos)

53- Mi acosadora

54- La portavoz

55- Mi refugio

56- Todo por la familia

57- Te avergüenzas de mí

58- Te necesito en mi vida (Serie época)

59- ¿Qué haría sin ti?


60- Sólo mía

61- Madre de mentira

62- Entrega certificada

63- Tú me haces feliz (Serie época)

64- Lo nuestro es único

65- La ayudante perfecta (Serie oficina)

66- Dueña de tu sangre (Fantasía)

67- Por una mentira

68- Vuelve

69- La Reina de mi corazón

70- No soy de nadie (Serie escocesa)

71- Estaré ahí

72- Dime que me perdonas

73- Me das la felicidad

74- Firma aquí

75- Vilox II (Fantasía)

76- Una moneda por tu corazón (Serie época)

77- Una noticia estupenda.


78- Lucharé por los dos.

79- Lady Johanna. (Serie Época)

80- Podrías hacerlo mejor.

81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)

82- Todo por ti.

83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)

84- Sin mentiras

85- No más secretos (Serie fantasía)

86- El hombre perfecto

87- Mi sombra (Serie medieval)

88- Vuelves loco mi corazón

89- Me lo has dado todo

90- Por encima de todo

91- Lady Corianne (Serie época)

92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)

93- Róbame el corazón

94- Lo sé, mi amor

95- Barreras del pasado


96- Cada día más

97- Miedo a perderte

98- No te merezco (Serie época)

99- Protégeme (Serie oficina)

100- No puedo fiarme de ti.

101- Las pruebas del amor

102- Vilox III (Fantasía)

103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)

104- Retráctate (Serie Texas)

105- Por orgullo

106- Lady Emily (Serie época)

107- A sus órdenes

108- Un buen negocio (Serie oficina)

109- Mi alfa (Serie Fantasía)

110- Lecciones del amor (Serie Texas)

111- Yo lo quiero todo

112- La elegida (Fantasía medieval)

113- Dudo si te quiero (Serie oficina)


114- Con solo una mirada (Serie época)

115- La aventura de mi vida

116- Tú eres mi sueño

117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)

118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)

119- Sólo con estar a mi lado

120- Tienes que entenderlo

121- No puedo pedir más (Serie oficina)

122- Desterrada (Serie vikingos)

123- Tu corazón te lo dirá

124- Brujas III (Mara) (Fantasía)

125- Tenías que ser tú (Serie Montana)

126- Dragón Dorado (Serie época)

127- No cambies por mí, amor

128- Ódiame mañana

129- Demuéstrame que me quieres (Serie


oficina)

130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie


oficina)
131- No quiero amarte (Serie época)

132- El juego del amor.

133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)

134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie


Montana)

135- Deja de huir, mi amor (Serie época)

136- Por nuestro bien.

137- Eres parte de mí (Serie oficina)

138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa)

139- Renunciaré a ti.

140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas)

141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.

142- Era el destino, jefe (Serie oficina)

143- Lady Elyse (Serie época)

144- Nada me importa más que tú.

145- Jamás me olvidarás (Serie oficina)

146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas)

147- Lo que tú desees de mí (Serie Vikingos)

148- ¿Cómo te atreves a volver?


149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1
(Serie época)

150- Prometido deseado. Hermanas Laurens 2


(Serie época)

151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie


Montana)

152- Tú no eres para mí

153- Lo supe en cuanto le vi

154- Sígueme, amor (Serie escocesa)

155- Hasta que entres en razón (Serie Texas)

156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas)

157- Me has dado la vida

158- Por una casualidad del destino (Serie Las

Vegas)

159- Amor por destino 2 (Serie Texas)

160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina)

161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos)

162- Dulces sueños, milady (Serie Época)

163- La vida que siempre he soñado


164- Aprenderás, mi amor

165- No vuelvas a herirme (Serie Vikingos)

166- Mi mayor descubrimiento (Serie Texas)

167- Brujas IV (Cristine) (Fantasía)

168- Sólo he sido feliz a tu lado

169- Mi protector

170- No cambies nunca, preciosa (Serie Texas)

171- Algún día me amarás (Serie época)

172- Sé que será para siempre

173- Hambrienta de amor

174- No me apartes de ti (Serie oficina)

175- Mi alma te esperaba (Serie Vikingos)

176- Nada está bien si no estamos juntos

177- Siempre tuyo (Serie Australia)

178- El acuerdo (Serie oficina)

179- El acuerdo 2 (Serie oficina)

180- No quiero olvidarte

181- Es una pena que me odies


182- Si estás a mi lado (Serie época)

183- Novia Bansley I (Serie Texas)

184- Novia Bansley II (Serie Texas)

185- Novia Bansley III (Serie Texas)

186- Por un abrazo tuyo (Fantasía)

187- La fortuna de tu amor (Serie Oficina)

188- Me enfadas como ninguna (Serie Vikingos)

189- Lo que fuera por ti 2

190- ¿Te he fallado alguna vez?

191- Él llena mi corazón

192- Contigo llegó la felicidad (Serie época)

193- No puedes ser real (Serie Texas)

194- Cómplices (Serie oficina)

Novelas Eli Jane Foster


1. Gold and Diamonds 1

2. Gold and Diamonds 2


3. Gold and Diamonds 3
4. Gold and Diamonds 4
5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford,


aunque se pueden leer de manera independiente

1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco

6. Deja de huir, mi amor


7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor
11. Una moneda por tu corazón

12. Lady Corianne


13. No quiero amarte

14. Lady Elyse

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