Sintesis Dafo
Sintesis Dafo
Sintesis Dafo
DAFO
de la realidad social y eclesial
en la Diócesis de Huelva
Índice de participaciones 53
INTRODUCCIÓN
L a llegada de D. Santiago Gómez como obispo de nuestra diócesis abre un tiempo nuevo en la historia
de la Iglesia en Huelva, un momento de cambio lleno de desafíos que se aventura apasionante.
Culminado el pontificado de D. José Vilaplana, necesitamos activar procesos que, en continuidad con el
camino ya transitado, contagien un nuevo ardor en los miembros de nuestra Iglesia para seguir llevando
adelante la tarea de la Evangelización.
Para poner en marcha este nuevo tiempo, el Sr. Obispo propuso, al comienzo del curso pastoral
2020-2021, la realización de un análisis de la realidad social y eclesial de nuestra diócesis según el modelo
para organizaciones conocido como DAFO –Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades–. Con la
intención de que hubiera el máximo número de intervinientes, la propuesta se extendió a los sacerdotes,
diáconos, religiosas y laicos, a las delegaciones, secretariados, parroquias y otras realidades presentes en
nuestra Iglesia, creando un clima de corresponsabilidad misionera, de manera que todos nos
convenzamos de que cada comunidad eclesial y cada familia cristiana es responsable del anuncio
misionero del Evangelio en nuestra ciudad, pueblo o barrio.
El Papa Francisco nos invita a ser “contemplativos del pueblo” (EG 154), para comprender su situación
humana y encontrar el modo más comprensible y atrayente de anunciar el Evangelio, por lo que este
análisis posibilitará el discernimiento sobre la base de la situación actual de la Diócesis en nuestro
contexto sociocultural, buscando hacer realidad entre nosotros la invitación apremiante del Papa a una
conversión pastoral y misionera. De modo que, este análisis no tiene sentido si no es para comprender a
qué nos llama hoy el Señor como Iglesia que camina en Huelva, en el contexto de lo que el papa Francisco
llama “Iglesia en salida”, como discípulos misioneros y en estado de conversión permanente, para que así
podamos ir trazando, juntos, las grandes líneas pastorales en los próximos años.
La primera fase de este análisis se ponía en marcha a mediados del mes de octubre de 2020. En ella, se
pedía al mayor número de personas posible, que realizaran su particular análisis sobre los factores
internos –Debilidades y Fortalezas– y factores externos –Amenazas y Oportunidades– a fin de reconocer,
por un lado, todos aquellos elementos, recursos, habilidades y actitudes que tenemos y que constituyen
barreras para lograr el buen funcionamiento de la Iglesia en razón de sus fines y, por otro lado, descubrir
todos esos puntos fuertes que favorecen nuestra misión: recursos, personal, medios, atractivo, estructura
interna, organización, etc. En un primer plazo se solicitó que las respuestas fueran remitidas antes de final
de año, plazo que se amplió hasta el 27 de marzo de 2021.
En algunas intervenciones se recoge la discusión sobre el método elegido para el análisis, sin un
cuestionario normalizado y cerrado que facilitara después la labor de síntesis. Teniendo en cuenta que se
trata de una herramienta para el análisis empresarial, hay quien opina que se tendría que haber facilitado
su traducción al campo pastoral, espiritual y de la evangelización. El lenguaje en el que se presentaba la
propuesta resulta bastante ajeno a la generalidad de los destinatarios que, además, han echado en falta
más información e, incluso, formación al respecto. De hecho, algunas aportaciones no han seguido el
esquema, pero han aportado su particular análisis de la realidad, con lo que hemos realizado el esfuerzo
de adecuar estas aportaciones ordenando la información según el modelo. Por otra parte, la apertura del
método ha propiciado una diversidad de enfoques y modos de responder que, aunque han dificultado
mucho la elaboración de la síntesis, han enriquecido la reflexión y aportado matices.
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Hay colectivos que ponen de manifiesto que algunos de sus miembros no han participado, por lo que
advierten sobre un posible sesgo en el análisis. Otros señalan que, aunque la implicación ha sido buena,
ha faltado empatía e ilusión ante esta nueva etapa, un pesimismo sintetizado en la expresión “más de lo
mismo”. También se evidencia cierta carga emocional en algunas intervenciones. Como consecuencia,
podemos sospechar una posible pérdida de objetividad.
Algunas parroquias han realizado el análisis desde los distintos ámbitos pastorales: transmisión,
celebración y acción caritativa-social. Resulta complicado sintetizar todas estas aportaciones que han
sido recogidas, principalmente, en lo divergente o en cuanto al valor añadido que aportan a las
convergencias. Análisis muy ricos que deberían ser tenidos en cuenta en la particularidad de los
territorios. Igualmente ocurre con algunas delegaciones y secretariados que aportan diversos análisis
sin haber realizado su particular síntesis. Parece conveniente que estas delegaciones tengan en cuenta
lo particular de cada intervención, tal y como fueron escritas.
Un caso muy particular es el de la delegación para el Apostolado Seglar que, el curso anterior, había
presentado un extenso análisis realizado con ocasión de la preparación del congreso “Pueblo de Dios en
Salida”, celebrado en Madrid en febrero de 2020. En este análisis, realizado según el método Ver, Juzgar y
Actuar, participaron 8 grupos que incluían 28 realidades de la Iglesia diocesana. Muchas de esas
aportaciones han sido vertidas en este nuevo análisis, pero, igualmente, se pide que este interesante
trabajo sea tenido también en cuenta a la hora de elaborar el próximo plan pastoral. Finalmente, algunas
intervenciones piden expresamente que los objetivos y las acciones de los planes pastorales anteriores
que no se llegaron a cumplir, sean tenidos en cuenta para el futuro plan ya que, de algún modo, siguen
teniendo actualidad y vigencia.
Una vez recogidas las intervenciones, se ha realizado el trabajo de síntesis que aquí presentamos. Una de
las intervenciones advierte que cuando se hacen consultas al Pueblo de Dios y sus distintos grupos, luego
quienes hacen la síntesis final realizan tal criba de las ideas y propuestas que se plantean que, al final, hay
cantidad de ricos matices que se pierden por el camino. Esto se justifica en que algunas intervenciones
individuales no tienen respaldo numérico, pero, en ocasiones, estos matices sin aparente apoyo pueden
contener claves interesantes que no conviene desperdiciar y, sin los cuales, el resultado final acabaría
enmascarando la auténtica realidad.
Es por eso que hemos leído atentamente todas las participaciones, extrayendo los ítems que iban
apareciendo y ordenándolos por concordancias, desde los más recurrentes a los más singulares. En
algunas ocasiones los factores externos e internos se entremezclaban y no aparecían en los apartados
correspondientes. Así, aunque se ha querido ser lo más fiel posible al contenido de las participaciones, en
algunos casos se ha visto más conveniente resituar algunas afirmaciones para que –en el espíritu, más que
en la letra– nada que hubiera sido expresado quedara sin recogerse.
Después de esa primera recogida de datos, se elaboró una estructura de contenido definiendo apartados
en cada uno de los capítulos según las recurrencias. Así, hemos intentando dar cierto orden e hilo
argumental para facilitar la lectura. Esto ha supuesto un proceso de reelaboración y redacción del texto
donde se han ido fusionando las generalizaciones y dejando entrever las singularidades que aparecían en
los análisis particulares. Puede resultar repetitivo el uso de nexos y algunas expresiones.
De este trabajo no obtenemos un análisis sesudo y exhaustivo, sino el resultado de la suma de muchas
intervenciones que, en su conjunto, ofrecen una panorámica general de la realidad social y eclesial en la
Diócesis de Huelva. Sin duda, podrán reconocerse lagunas y echar en falta datos que podrían enriquecer
el contenido. Podemos encontrarnos con reiteraciones, valoraciones más o menos acertadas, cierta
desproporción en los temas, etc. Todo esto es fruto del intento de recoger con honestidad, sin
reinterpretar las aportaciones ni pasar el filtro de lo más adecuado o correcto. De echo, una gran cantidad
de expresiones han sido reflejadas en su literalidad, en perjuicio de la unidad de estilo. A pesar de todas
estas posibles carencias, esta síntesis supone un buen principio para ahondar en aquellos puntos que, a
posteriori, requieran una mayor y mejor reflexión.
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Finalmente, se incluye un apartado donde hemos recogido todas las alusiones a la coyuntura actual
provocada por la pandemia del Covid-19. La particularidad de esta situación que atravesamos y las
enseñanzas que de ella se pueden desprender para ajustar más y mejor nuestra misión, justifican esta
decisión. Esta circunstancia ha dificultado en cierta medida la participación. De un lado, la limitación de la
presencialidad o, de otro, el cansancio y el desánimo acumulado en estos meses, han sido verdaderos
inconvenientes para llevar adelante este análisis como hubiera sido deseable. Agradecemos el esfuerzo de
muchos en este empeño de crecer en este camino de diocesaneidad y sinodalidad.
Esperamos que el resultado de este trabajo sea suficientemente estimulante para continuar con este
proceso hacia la puesta en marcha de un nuevo plan pastoral y de evangelización para este tiempo nuevo
que ya hemos comenzado en la Diócesis de Huelva. Al Espíritu Santo confiamos la continuidad de estos
trabajos y le pedimos que ilumine a nuestro Obispo en este discernimiento, bajo la compañía e
intercesión de María, la madre del Señor, quien no tuvo en su vida más plan que aceptar y cumplir la
voluntad de Dios Padre.
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DEBILIDADES
Introducción:
La pérdida progresiva de la identidad cristiana
y del sentido de pertenencia a la Iglesia
1. Una comunidad envejecida Según se aprecia en la mayoría de las parroquias, la comunidad está
y con poca vitalidad envejecida. Siendo esto cierto, es también consecuencia de una
comunidad social que también lo está, especialmente en algunos
barrios y pueblos –sobre todo en zonas rurales–, donde se hace
evidente el envejecimiento demográfico. Sin embargo, algunos
mayores demandan una pastoral que no desprecie el valor de su
presencia y que ejerza también su cuidado y acompañamiento.
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• Autocomplacencia de buena parte de los miembros de la comunidad
parroquial que, con frecuencia, no reconocen las carencias.
• Vivencia superficial de la fe y falta de compromiso evangelizador y
eclesial de algunos grupos (la intervención original aludía a las
hermandades).
• Ausencia de una infraestructura de laicos que, desde una vivencia
comunitaria de la parroquia, sean lanzados a ejercer su particular
vocación en las realidades temporales.
• Escaso testimonio comunitario de una forma de vida distinta a la
socialmente dominante, abriéndose a un cambio de mentalidad que
sitúe al ser humano en el centro de la vida social, política y
económica.
• Miedo a preguntarnos qué nos quiere decir realmente el Evangelio y
qué implicación moral desde la Doctrina Social de la Iglesia tiene en
nuestra vida.
• No se acierta a motivar y provocar la inserción y continuidad de
personas que transitan por la parroquia a través de la puerta de los
sacramentos de la iniciación cristiana, el matrimonio o la práctica de
la piedad religiosa.
• Falta de soluciones a las personas que desean reinsertarse a la vida
de la parroquia y que, por algún motivo, se separaron de ella.
• Necesidad de renovación, formación y captación de un nuevo
voluntariado en los grupos de cáritas parroquiales. La ausencia de
espacios para fomentar y promover el compromiso social desde la
parroquia u otros niveles arciprestales y diocesanos, impide que
llegue savia nueva, nuevos perfiles de cristianos voluntarios,
especialmente jóvenes.
• Sentimiento de malestar y pasividad ante la situación que vivimos
que nos lleva a pensar “no podemos hacer nada”.
2. La ausencia de los jóvenes Dedicamos este punto a una de las preocupaciones más evidenciadas
en la vida de la Iglesia en los análisis y el mayor síntoma de una Iglesia que pierde vitalidad.
Una de las intervenciones indica que en esta debilidad pueden
reconocerse los grandes retos pastorales para la Iglesia de hoy.
La poca presencia de jóvenes y de una pastoral juvenil suficientemente
estructurada evidencia una falta de conexión con sus métodos, formas
y estilos. Los pocos agentes de pastoral juvenil que existen son
mayores y faltan jóvenes comprometidos que sirvan de referente para
sus iguales y sostengan un proyecto pastoral. La movilidad de los
jóvenes por motivos de estudios o trabajo provoca que aquellos con
un perfil adecuado para llevar adelante esta tarea tengan que
abandonarla impedidos por sus prioridades y circunstancias.
Por otro lado, no existe conexión, en clave de una pastoral de
continuidad con los procesos catequéticos por lo que, tras la
culminación de la iniciación cristiana, sucede la fuga de muchos
adolescentes que no desembocarán en grupos de pastoral juvenil.
No se percibe opción ni pensamiento de evangelizar a los jóvenes,
salvo en casos muy aislados, que finalizan cuando cambia la persona
que anima esa realidad, por ausencia de trabajo en equipo o de unidad
en los criterios. De este modo, muchos jóvenes se han alejado de la
Iglesia más por falta de cuidado e inercia que por convicción.
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En especial, los jóvenes que han participado en esta encuesta
experimentan una gran distancia con sus pastores que justifican
reconociendo que hay una inercia negativa en muchos párrocos de no
trabajar con jóvenes porque no merece la pena por la complicación
que supone y la falta de resultados. Otras aportaciones señalan una
falta de interés del clero acrisolada en la justificación de que “no hay
jóvenes” aun cuando, en especial a través de las hermandades, muchos
transitan por las parroquias.
Hay una falta de conocimiento real sobre qué es “pastoral juvenil” hoy,
añorando experiencias pasadas o ensayando modelos caducos, con la
consecuente frustración. Por lo general: no se busca al joven con el
celo del pastor por la “oveja perdida”, no se acoge al joven en sus
debilidades y potencialidades, no se le da un lugar y protagonismo sin
instrumentalizarlo y no se desarrollan propuestas de acompañamiento.
De este modo, hay una falta de acogida intra-comunitaria en la que los
jóvenes ocupen su propio lugar, en la transitoriedad propia de la edad que
les llevará a integrarse en la comunidad, ayudándoles en el despertar
vocacional y acompañándoles en sus discernimientos más vitales.
Los grupos de jóvenes existentes y los que trabajan con ellos se sienten
aislados. No hay conexión, salvo momentos puntuales, con el resto de
grupos de la parroquia y con otros grupos de jóvenes de otras
parroquias, para convivir y compartir experiencias.
Falta de un proyecto y trabajo coordinado en favor del discernimiento
vocacional y de una red de acompañantes especialmente preparados
para trabajar con jóvenes. Muchos jóvenes encuentran en las escuelas
católicas un ámbito de crecimiento y desarrollo en la fe. Esto, que
supone el reconocimiento de que existen otros espacios extra
parroquiales igualmente válidos, suponen la desconexión con la
comunidad parroquial, privándoles de un sentido de pertenencia e
identidad más amplia y duradera y supone un verdadero impedimento
para la comunión.
3. Un clero cansado, Son muchas las razones que están detrás del cansancio pastoral y la falta
sin motivación ni liderazgo de motivación del clero. Entre las primeras señaladas, un clero
envejecido y sobrecargado de tareas y funciones, que les impide cuidar
la interioridad, su cercanía y disponibilidad. La dispersión en la acción,
unas veces como huída y otras por una descompasada distribución de
los encargos pastorales, impide dedicar el suficiente tiempo al cuidado
espiritual y humano, echándose en falta el acompañamiento al
sacerdote y un adecuado asesoramiento, especialmente en cuestiones
de orden civil. No existen medidas de cuidado sacerdotal como una casa
sacerdotal, lugares de descanso, y una formación continuada de calidad.
Esta falta de motivación, de interés e ilusión personal y sacerdotal lleva a
un trabajo de mínimos. Y aunque estos síntomas parecen reconocerse con
claridad, luego no se concreta en acciones que conduzcan a resolverlos,
conformándose en lo cotidiano de la sacramentalidad. Esta inercia y
malestar continuo se traduce en lenguaje y actitudes inadecuadas.
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La edad avanzada del clero; la poca capacidad de trabajo en equipo y el
exceso de personalismo e individualismo; la incoherencia y falta de
testimonio y compromiso de los agentes de pastoral; o el exceso de
grupos que impide su adecuada atención, son otras de las causas de este
agotamiento en el clero que han sido señaladas.
También se advierte una pérdida de la identidad sacerdotal como
producto de una sociedad secularizada. El sacerdote sigue sin tener claro
cuál es su función concreta como presbítero, intentando encontrar la
solución en la búsqueda continua de métodos, generando cortinas de
humo que a la larga son un impedimento para el desarrollo de su misión.
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marginales o periféricas. La presencia del sacerdote, fundamental en el
desempeño de los equipos de Cáritas parroquiales, por lo general, o
escasea o es de excesiva monopolización del servicio sociocaritativo,
cuestión que genera desmotivación y falta de corresponsabilidad en el
laicado voluntario. Finalmente, la concentración de lo carismático, lo
magisterial-doctrinal y lo estructural o de gobierno en manos de una
sola persona, hace mucho daño a la comunidad.
4. Un laicado pasivo Por circunstancias unas veces comprensibles y otras injustificables, hay
y poco formado laicos que no asumen la responsabilidad que deberían tener en la
Iglesia, lo que redunda en menoscabo de su sentido eclesial. Esta
insuficiente vivencia comunitaria en algunos agentes de pastoral
contribuye al debilitamiento del sentido de pertenencia de los adultos,
al no ver en ellos un signo de la dimensión maternal de la Iglesia.
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particular, y de los fieles de la diócesis en general. No existe coordinación
entre los centros de formación diocesanos: el Instituto Teológico, el Centro
Diocesano de Teología, Pastoral y Espiritualidad, las actividades formativas
de cada delegación, la pastoral universitaria o la DECA para los profesores
de religión…En buena lógica todo debería estar coordinado por el
Instituto Teológico, aunque se pueden argüir problemas jurídicos para ello,
que no serían insalvables, si hubiera voluntad.
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• El desinterés y la falta de asunción y cumplimiento de los planes
pastorales y normativas diocesanas.
• El adanismo de algunos curas que ignoran el recorrido de algunas
comunidades y el trabajo de no pocos laicos y religiosas en sus
parroquias.
• La falta de transparencia, especialmente en materia económica, de
muchas parroquias que genera desconfianza en los fieles.
• El aislamiento de algunas parroquias, desconectadas durante años
por el condicionamiento del párroco, o de algunos grupos
particulares de Iglesia que se empequeñecen en su autosuficiencia y,
a su vez, empobrecen la vida de la diócesis.
• Un centralismo capitalino en las propuestas diocesanas. Los pueblos
distantes no pueden acceder a estas ofertas o no les llega la
comunicación.
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Obispo. Hay que señalar que este consejo lleva casi dos años sin reunirse,
argumentando la coyuntura de la pandemia, mientras sí se han realizado
sesiones del Consejo de Presbiterio u otras reuniones. Existiendo medios
tecnológicos para salvar esta dificultad, la excusa no parece suficiente
sino que, más bien, manifiesta una falta de interés.
6. La ausencia de procesos Una de las mayores debilidades que no genera ni fortalece la identidad
de vida creyente y el sentido de pertenencia de los fieles es la falta de procesos de
crecimiento en la vida de creyente, desde la iniciación cristiana, hasta
la edad adulta, pasando por la adolescencia y la juventud que, como ya
hemos dicho anteriormente, es el déficit más notable. No se acierta a
poner en pie comunidades vivas que acojan, canalicen y sostengan la
vida de fe de los recién catequizados.
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donde se echa de menos el compromiso de los padres en la educación
cristiana de sus hijos y la participación de la familia en la Eucaristía
dominical. Colateralmente, la iniciación cristiana en las escuelas
católicas dificulta la integración de las familias en las comunidades
parroquiales, segregando y creando un vínculo de pertenencia con
fecha de caducidad poniendo en peligro la continuidad de los
procesos. En el ámbito educativo, también se demanda una mayor
coordinación con los profesores de Religión Católica en los centros
existentes en la demarcación parroquial, trabajando ese vínculo entre
familia, parroquia y escuela.
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A menudo las debilidades se afrontan desde un mayor activismo y una
programación poco realista, pero sin dar espacio a la oración o sin
aumentar el espacio de la oración en la vida parroquial, con lo que
todo es un esfuerzo que no nace de la gracia y que termina generando
mayor frustración.
Por otro lado, las celebraciones sacramentales son frías y con poca
significatividad: no se entienden desde la vida ni son para la vida. Tampoco
se favorece una relación de intimidad con el Señor sacramentalmente
presente en la Eucaristía. Muchas parroquias mantienen las puertas de los
templos cerradas casi todo el día, favoreciendo el abandono de los
sagrarios, ni se educa, desde la iniciación cristiana, en esa intimidad y
diálogo con el Señor, de modo que, a veces, el Santísimo Sacramento no es
tratado con el debido respeto.
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• La cuestión estacional que provoca desajustes poblacionales entre
los meses de verano y el resto del año, condicionando la actividad
pastoral en algunas localidades.
• Las zonas rurales, habitualmente más desfavorecidas, son las
grandes desconocidas en la pastoral.
Todo esto hace ver que estamos más en la inercia de un modelo
eclesial de mantenimiento antes que en una Iglesia de “primer
momento”, con un estancamiento pastoral que ensaya con modelos
caducos sin un cambio metodológico real en los medios, los estilos, los
horarios, los espacios, los lenguajes,… en una auténtica conversión de
las estructuras pastorales, tal y como exhortaba el papa Francisco en la
Evangelii Gaudium (n. 27).
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9. La dificultad El dinamismo misionero es el lado más débil de nuestra pastoral. Se
para alcanzar las periferias echa en falta una organización de esta presencia misionera en los
distintos ámbitos y sectores sociales, alcanzando pastoralmente a los
“alejados” y rompiendo los círculos eclesiales cerrados sobre sí. Falta
una organización de las estructuras pastorales que responda a esta
nueva situación sociológica: unidades pastorales, desarrollo de otros
ámbitos de evangelización y pastoral extra parroquiales, etc.
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Hay que mejorar la relación con los centros docentes y con otras
instancias de los barrios y pueblos para establecer estrategias conjuntas
de implicación con las familias, especialmente en las zonas más
periféricas. Por ejemplo, la brecha digital o falta de medios tecnológicos
de algunas familias se ha puesto de manifiesto en la pandemia,
impidiendo el acompañamiento y seguimiento en la catequesis, la
educación formal, la atención socio-caritativa, etc.
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10. La escasez de recursos Hemos hablado ya de la limitación que experimentamos en cuanto a
los recursos humanos: clero, vida consagrada y laicado. Dedicamos
este apartado a recoger las aportaciones referidas a la escasez de
recursos materiales.
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AMENAZAS
Introducción:
La contraculturalidad del Evangelio
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Uno de los aspectos más agresivos de este laicismo creciente es la
aparición de un ateísmo militante y proselitista que, además, ha
desarrollado una doctrina apologética destinada a combatir el
cristianismo y cuyas consignas se repiten machaconamente en medios
afines, calando poco a poco en la sociedad.
Cada curso los profesores de Religión son objeto de elección por parte
de las familias y el alumnado y en la mayoría de las ocasiones lo que
valoran es la facilidad u otros aspectos que no redundan en el nivel de
la asignatura. Junto a esto, la situación legislativa de la asignatura de
Religión, su devaluación progresiva y la reducción de su presencia en
los centros afectan a la calidad de su enseñanza. La situación laboral de
este profesorado y la continuidad de las escuelas católicas se ve
altamente amenazadas, en la experiencia constante de ser objeto de
las continuas reformas educativas con base más ideológica que social,
provocando incertidumbre y desasosiego.
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Los contenidos educativos son cada vez más contrarios a la doctrina de
la Iglesia, donde se permite una invasión cultural en detrimento de
nuestra cultura cristiana y un adoctrinamiento ideológico que atenta
contra la moral y la praxis de la Iglesia. Por otro lado, algunos profesores
de Religión son percibidos, por padres y sacerdotes, como una amenaza,
porque, en medio de estas tensiones, se convierten en voceros de una
doctrina pseudocristiana. La pasividad de algunos docentes que no
consideran la importancia de su misión, impide que su presencia sea una
oportunidad evangelizadora en medio de los centros.
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Ese existencialismo materialista exacerbado, el ocio y el consumismo
compulsivos, la búsqueda de la riqueza y el poder como éxito personal,
nuevas leyes que regulan y debilitan la libertad de conciencia y de
expresión, la falta de valores humanistas, la provisionalidad y “liquidez”
en las relaciones, las decisiones y los compromisos, etc. deforman
radicalmente el sentido humano de la existencia impidiendo en
muchos jóvenes adentrarse en la propia búsqueda vocacional y hacer
apuestas vitales más definitivas.
3. La cultura digital y los nuevos “La Iglesia escribe con pluma y tintero y la sociedad escribe en redes
modelos antropológicos sociales”, sentencia una de las intervenciones. La poca presencia y
proactividad de la vida de la Iglesia en los medios digitales sigue
poniéndonos en el desafío de avanzar adecuadamente en este espacio
de evangelización y encuentro que permite salvar distancias. Sin
embargo, esta cultura mediática también acarrea algunas amenazas.
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4. La polarización política Los extremismos, la intensa polarización de la masa social y el
y la dispersión social condicionamiento de los lobbies nos pueden llevar a una división
interna si la vida de la Iglesia se deja arrastrar por las ideologías y la
cultura dominante. Mientras que se vincula a la Iglesia con el poder y la
ideología conservadora, la defensa de los derechos sociales parece
exclusiva de los grupos de izquierda. El incremento de los populismos
y radicalismos ideológicos –sean de derecha o de izquierda– tensionan
y fragmentan la sociedad infiltrándose de algún modo en la Iglesia e
ideologizando el mensaje del Evangelio. Así, se acaba incurriendo en
grandes contradicciones. Esta constante intromisión e ingerencia daña
la comunión en la Iglesia y desfigura la “sana doctrina” (cf. 1 Tim 1, 13).
La cultura moderna crea en los adultos, con frecuencia, una gran carga de
tensión, que le produce muchas veces una sensación de agobio.
Experimentan la necesidad de relajarse y divertirse, descargar la
agresividad acumulada. Para superar el aislamiento y sentirse apoyado en
sus opiniones, buscan relaciones en un grupo de amigos con un código de
ideas semejante al suyo, lo que le supone un descanso en sus tensiones
diarias. Por el contrario, es reacio a una dinámica comunitaria que va a
poner en tela de juicio sus opiniones y estilo de vida, le va a sacar de su
zona de confort, suscitando en él un buen número de interrogantes y
poniendo en contacto con hombres y mujeres desconocidos y diversos
ante los que va a sentirse interpelado interiormente. Juzga que su vida ya
está suficientemente problematizada para meterse en esa dinámica.
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Un último apunte se refiere a la marginalidad de algunas zonas de la
capital y su repliegue, que condiciona y limita la presencia de
comunidades marginales en la vida de la parroquia y la integración con
personas de otros contextos sociales. Junto a esto, la invisibilidad de las
personas sin hogar y la proliferación de asentamientos chabolistas y de
guetos vinculados a la población inmigrante, dificultan la acogida e
integración de estas personas en la comunidad.
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Observamos, pues, una gran falta de religiosidad familiar y doméstica,
muchas veces sostenida por la piedad popular y el papel que ejercen
algunos abuelos en la educación cristiana y transmisión de la fe. Ese
papel, que tan determinante es, en unos años se prevé que no será
asumido por los padres de hoy. Por otro lado, los abuelos están cada
vez más sobrecargados supliendo la ausencia de los padres con lo que
les queda poco tiempo para participar en la vida de la Iglesia y
ocuparse de alimentar su propia vida de fe.
6. Espiritualidad a la carta Aunque, tal y como hemos visto, existe cierta indiferencia y pasotismo
y relativismo moral ante lo religioso –considerado como algo trasnochado en las nuevas
generaciones–, la falta de búsqueda de la transcendencia lleva a un
vacío espiritual que se intenta llenar con diversiones variadas y con
algunas propuestas de autoconocimiento personal. Lo espiritual queda
relegado a lo íntimo y subjetivo de tal modo que cada uno cree en lo
que quiere y como quiere.
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La parroquia, tomada por muchos fieles como mera dispensadora de
sacramentos puntuales, no es un lugar de pertenencia y vida
comunitaria donde la fe, la esperanza y la caridad es compartida bajo
el signo del sensus fidei y la comunión, dentro de la diversidad de
carismas y experiencias espirituales que, en ocasiones, se viven de
forma enfrentada. La pobreza espiritual y la falta de cultura religiosa
integral demandan una adecuada formación y acompañamiento
espiritual. Como detalle de algunos esperpentos, una de las parroquias
comenta: “Tenemos hasta una vidente…”
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FORTALEZAS
Introducción:
Nuestra fortaleza es nuestra debilidad
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El cuidado de nuestros pastores ha sido y es una garantía de
permanencia. Hemos tenido y tenemos obispos que siempre han sido
pastores cercanos a los sacerdotes y a los fieles, un constante impulso y
apoyo, y siempre han animado y estimulado fervientemente a todas las
personas y obras de nuestra Iglesia, con su ejemplo y sus palabras,
guiándonos para que sea una Iglesia en salida y cercana a los
empobrecidos y descartados.
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La parroquia es, sin duda, un lugar geográfico de referencia social, pero
también un espacio emocional que genera vínculos. La Iglesia como
una gran red social, en relaciones y acompañamiento a lo largo de toda
la existencia, es un importante factor de cohesión y participación en
nuestros barrios y pueblos.
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La implicación de un apreciable número de laicos en los diferentes
ámbitos de la pastoral parroquial y diocesana, su disponibilidad para la
participación, la organización y el trabajo pastoral, es una importante
fortaleza a la que hay que añadir el creciente compromiso de muschos
laicos para apoyar materialmente las obras de la Iglesia y participar en
su sostenimiento.
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Algunas parroquias cuentan con escuelas de formación o participan de
las herramientas diocesanas para la formación. Cuando a las personas
se les abre nuevas posibilidades para crecer en la fe, muchos son los
primeros en demandar una formación adecuada y seria. Hoy en día, lo
que no hay es tiempo para “perder el tiempo”.
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7. La religiosidad popular Las hermandades en sí son punto de referencia para muchos cristianos,
y el diálogo cultural con gran poder de convocatoria, especialmente al sector joven. El
florecimiento y expansión de las hermandades como estructura que
posibilita la acción misionera y la evangelización por la vía
pulchritudinis son una evidencia. Atraen a diversidad de fieles de todas
las edades, cosa que no ocurre con otras ofertas pastorales y, aunque lo
hacen en muchas ocasiones por intereses más culturales que
religiosos, significan una posibilidad y reto de evangelización. Además,
son un importante constructor social y herramienta de diálogo con la
sociedad como lugares de asociacionismo y escuelas para trabajar en
grupo, vertebrando barrios y pueblos y generando identidad.
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Son numerosos los proyectos en distintos ámbitos de la pastoral socio-
caritativa, muchos sostenidos exclusivamente por socios y
bienhechores y, sobre todo, por un ejército de voluntarios que, como
se ha demostrado en este último tiempo, hace lo imposible para hacer
posible el ejercicio de caridad de la Iglesia. Un voluntariado formado
especialmente por mujeres: la caridad de la Iglesia en Huelva tiene
rostro femenino.
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El voluntariado y los sacerdotes con interés e implicación en la tarea
socio-caritativa de la iglesia, son un gran testimonio del amor de Dios y
de la fraternidad con todas las personas, en especial con las más
empobrecidas y excluidas, que se traducen en acciones significativas
en las comunidades parroquiales. La fidelidad y constancia de los
agentes de pastoral de la salud en muchas parroquias, facilitando el
acceso a las familias necesitadas a través del enfermo y posibilitando
otras intervenciones o la creciente sensibilidad social y eclesial hacia
las personas que presentan algún tipo de discapacidad, también en
otros ámbitos como el de la catequesis, expresan ese sentido
vocacional y de envío de numerosos agentes que muestran el rostro
caritativo de la comunidad eclesial.
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OPORTUNIDADES
“Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que
le aman” (Rm 8,28), ¿cómo, entonces, no hacer el esfuerzo para ver,
detrás de todas las cosas que ocurren, la mano de Dios? Necesitamos
recuperar esa mirada creyente, de fe, sobre la historia y la realidad.
Ante la secularización de la sociedad, la pérdida de valores, la
pluralidad de religiones y de ideologías, la crisis de la pandemia, el
descrédito de las instituciones…; tenemos la oportunidad de revisar
nuestra acción y de seguir fomentando el compromiso de los cristianos
en la sociedad, de buscar oportunidades y vías de intervención que
respondan a la realidad cambiante. Por otro lado, superar la ignominia
y persecución política y mediática nos hará más fuertes en la unidad y
acrecentará la autoestima cristiana.
En el tiempo de la nueva evangelización, el Espíritu Santo invita a tener
la audacia de «encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una
nueva carne para la transmisión de la Palabra» (EG 167), en la serena
conciencia de que «Cristo es el “Evangelio eterno” (Ap 14,6), y es “el
mismo ayer y hoy y para siempre” (Heb 13,8), pero su riqueza y su
hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de
novedad. […] Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la
frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos
creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual» (EG 11).
La perseverancia y la adaptación de las acciones de la Iglesia por causa
de la pandemia, entre otras circunstancias y coyunturas, puede ayudar
a reflexionar y redescubrir su verdadero sentido, depurándolo de su
deriva social y cultural. Los nuevos planes pastorales y la recuperación
de objetivos no cumplidos en planes anteriores que siguen teniendo
actualidad y vigencia, será un importante estímulo para este nuevo
tiempo de la Iglesia en Huelva.
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La búsqueda de los jóvenes, a menudo se realiza desde la vía de lo
estético o de la belleza, a través de los sentidos. Es, por esto, que el
mundo cofrade les resulta tan atractivo hoy a muchos, aparte de que
les conecta con el misterio y la transcendencia, les aporta una
experiencia, un grupo de identidad y pertenencia, un ámbito de
protagonismo y participación. Esta realidad cada vez se revela más
como un espacio privilegiado para su evangelización. También, a pesar
del sincretismo religioso o pseudorreligioso que viven nuestros
jóvenes, hay una verdadera búsqueda espiritual y apertura al misterio
en ellos. Por otro lado, la inquietud natural de los jóvenes por crecer en
su formación ofrece la oportunidad de una formación espiritual de
calidad con el que acoger la sed de trascendencia de éstos.
El hecho de reconocer una sociedad cada vez más laica nos hace
tomar conciencia de que el terreno es cada vez más virgen, donde se
despliega un campo ilimitado para la misión. Esto nos hace ver que,
tras los coleos de una Iglesia de cristiandad, estamos cada vez más
situados en una Iglesia de primer momento, más precristiana que
post-cristiana. La desocialización de la Iglesia de cristiandad posibilita
la libertad de pertenencia, más por opción que por tradición; y la
desclericalización, la corresponsabilidad y el protagonismo de los
laicos en la sinodalidad de la Iglesia.
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Por ejemplo, tenemos la oportunidad del primer anuncio a los jóvenes
de hoy favorecido por su desconocimiento del mensaje evangélico y su
falta de vínculo con la Iglesia. No hay una contestación general a lo
religioso, más bien indiferencia entre los más jóvenes. Esa falta de base
cristiana en los jóvenes favorece la ausencia de prejuicios,
convirtiéndose en una oportunidad para centrar la pastoral juvenil en
la experiencia del primer anuncio. Mostrarles una Iglesia más atractiva,
dinámica, dialogante y acogedora.
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3. Una Iglesia más testimonial En la Iglesia vamos tomando conciencia de la carencia de dinamismo
misionero, de comunidades de base comprometidas que con su
testimonio evangelicen, desde la propuesta y no desde la imposición,
respetando la libertad de las personas. Somos conscientes de que hay
cristianos con resistencias o dificultades para el diálogo con los no
creyentes, capaces de una confrontación honesta entre su fe y la
cultura. Ante esto, tenemos la oportunidad de fomentar y priorizar, sin
prisas pero sin pausa, la creación de pequeñas comunidades cristianas
de talla humana, como nos pide la Iglesia en tantos documentos, que
vayan transformando nuestras parroquias en una comunión de
comunidades, evangelizadas y evangelizadoras, que desde su
presencia y su palabra testimonien, acojan y acompañen a todos
aquellos que aceptan la propuesta del Kerygma y manifiestan su deseo
de incorporarse a la comunidad cristiana.
Desde la fe, reconocemos las semillas del Reino que se dan entre
nosotros en medio de una crisis global como la que vivimos: familias
que sostienen a sus miembros más débiles y el trabajo gratuito en
parroquias y asociaciones, etc. Por un lado, sabemos que el cambio se
dará desde lo cercano, siendo la familia cristiana el primer y principal
espacio para vivir y transmitir la fe, y por otro surgen experiencias de
modelos económicos alternativos donde no prevalece la lógica del
máximo beneficio económico, como es el caso del comercio justo, las
empresas de reinserción social, la banca ética, etc. Siendo esto así, es
necesario generar redes de personas, de profesionales, de familias, que
asociadamente pongan en marcha nuevas realidades y experiencias
(económicas, sociales, culturales, etc) que sean semilla de Reino.
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Es casi una exigencia realizar con “calidad” lo que hacemos, sin olvidar que
esta calidad tiene su raíz en una santidad de vida, que es lo que
verdaderamente comunica la fe. Además, se necesitan líderes que, desde
esta profunda espiritualidad, sean capaces de generar nuevos dinamismos
y emprendimientos pastorales. Existen muchas técnicas sociales y medios
a nuestro alcance para que los sacerdotes y los laicos adquieran estas
capacidades. Por otro lado, la entrega, la generosidad y el compromiso de
multitud de personas y organizaciones en un trabajo constante al servicio
de los empobrecidos y excluidos son una oportunidad, porque presenta
un modelo de creyente que, por la coherencia de su vida, hace más creíble
el Evangelio desde su testimonio.
4. Abrir las puertas del corazón Tenemos la oportunidad de abrirnos al Espíritu que nos invita y nos
y de los templos impulsa, con su fuerza liberadora, a construir una Iglesia de estilo
comunitario, capaz de cercanía, de comunión, en salida y humilde (cf. EG,
205). Así, desde esa primera apertura, podremos también abrir el
corazón y las manos a todas las personas. Solo en el seno de una
comunidad viva la evangelización puede producir fruto en el corazón de
las personas, haciendo una especial opción por los últimos, por aquellos
que la sociedad descarta y desecha (G, 195). Esto implica también la
acogida de quienes, por una causa u otra, se alejaron de la Iglesia,
presentando el rostro misericordioso de Jesús, sin juicios ni reproches.
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Ser una diócesis pequeña favorece la creación de una familia de grupos
juveniles que pueden compartir experiencias, materiales, etc. y crear
interacción pastoral. Esto ofrece la oportunidad de una mayor
coordinación intraeclesial con sacerdotes, religiosos y laicos, entre las
distintas pastorales, así como alizanzas y coordinación con otras
entidades sociales y civiles, para que, entre otras, la acción sociocaritativa
de la Iglesia sea expresión de comunión y la caridad más efectiva.
5. La Iglesia como institución La Iglesia es una realidad de elevada implantación social y que sigue
de confianza ocupando un lugar importante en la sociedad de Huelva y provincia. La
Iglesia sigue siendo una institución en la que se confia, a pesar de la
sospecha que, en un sentido despersonalizado y genérico, se tiene y
promueve sobre la Iglesia y de la consecuente desafección de no pocos.
Esta confianza social que la Iglesia ha mantenido y mantiene aún en
muchos pueblos nace del protagonismo que ha tenido en la historia
como elemento integrador y conformador, a partir de valores
singulares que han ido perneando y que han configurando a la
sociedad: el amor al prójimo, el perdón, la solidaridad, etc.
Allí donde había problemas anquilosados, el buen hacer de algunos
párrocos ha despertado de nuevo la confianza en la Iglesia, acercando
a fieles que llevaban años sin pisarla. Especialmente la pandemia ha
sido una ocasión propicia para recuperar esa confianza perdida. Esto
nos demuestra que activar la inteligencia pastoral en determinadas
coyunturas favorece ese reconocimiento del valor de la Iglesia.
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La Iglesia sigue teniendo autoridad como formadora de valores
cristianos y humanos. Prueba de ellos es el elevado número de
familias que aún siguen demandando para sus hijos las clases de
Religión o que apuestan por la escuela católica. En opinión de la
delegación para la Educación, la misma situación de manejabilidad
del panorama político, la falta de valores sociales y de nuestra propia
identidad, puede hacer que las familias se planteen el hecho de pedir
Religión para sus hijos como la vía a través de la cual reciban esos
valores, creencias, cultura, costumbres… que la sociedad se empeña
en hacer desaparecer y que no reciben desde ninguna otra
enseñanza. Aproximarse a los centros educativos cercanos a la
parroquia abrirá la posibilidad de hacer llegar una oferta pastoral a
jóvenes y niños.
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El acceso ocasional a la Iglesia por vía de la piedad popular y sus
manifestaciones de las generaciones jóvenes es una buena
oportunidad para acercarse a ellos. Se puede mejorar la simbiosis entre
hermandades y parroquias: fomentando la formación de los cofrades e,
incluso, potenciando entre los cofrades la culminación de los procesos
de iniciación cristiana (confirmación) como puerta de entrada a una
formación continuada de adultos; animando a la participación de las
celebraciones, retiros y momentos de oración, cultivando una mayor
vivencia de la espiritualidad; implicando a los hermanos en los
servicios de la parroquia y, en especial, en los caritativos para que no
realicen una caridad por su cuenta y según criterios que no responden
al Modelo de Acción Social de Cáritas.
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Tenemos, pues, un gran recorrido por delante en el que poner en
marcha diversos aspectos, ya tratados en puntos anteriores:
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Finalmente, comunicar anualmente las cuentas y la memoria de
actividades parroquiales es un ejercicio de transparencia con la
feligresía y con la sociedad en general, con un profundo sentido
evangélico y que, consecuentemente, es un auténtico testimonio de fe
en la comunidad y en medio de la sociedad.
9. Los nuevos rostros Los asentamientos de inmigrantes y las personas sin hogar van en
de la pobreza y otros aumento, con un alto índice de pobreza y desempleo –de los más altos
problemas sociales de España–. Además, asistimos a un acelerado envejecimiento de la
población en la diócesis, debido al éxodo de familias jóvenes que
buscan trabajo en otras ciudades o países, con lo que aumenta la
soledad de nuestros mayores, muchos de ellos dependientes. La
situación de crisis económica y de falta de esperanza que está
generando la pandemia, la desintegración familiar, la brecha digital o
las nuevas adiciones, etc., nos presentan nuevos rostros de la pobreza
ante los que podemos generar procesos de trabajo que nos permitan
detectar situaciones de pobreza y vulneraciones de derechos desde las
realidades que ya viene la Iglesia acompañando. La experiencia
acumulada de años actuando bajo un Modelo de Acción Social nos
ayuda a reconocer que, dentro de esas nuevas maneras de presentarse
la vulnerabilidad y la exclusión, las raíces de la pobreza siguen siendo
esencialmente las mismas, al igual que los colectivos que la sufren.
La compasión por todos aquellos que están heridos por la vida, por los
humildes, por los pobres… debe ser el rasgo decisivo de nuestra Iglesia.
“Ellos tiene mucho que enseñarnos. Además de participar del census
fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo suficiente. Es necesario
que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es
una invitación a recorrer la fuerza salvífica de sus vidas y ponerlos en el
centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en
ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus
amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG, 198).
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El trabajo en red con otras instituciones sociales debe ser emprendida
con más constancia, teniendo siempre en cuenta los criterios de
discernimiento propios y las opciones particulares, iluminadas por la
Doctrina Social de la Iglesia. Las oportunidades que ofrecen la
implicación en una acción conjunta con los servicios sociales, los
ayuntamientos y otras instituciones, nos ayudarán a implementar
estrategias de detección de familias en riesgo de exclusión, hacer
seguimiento de niños con fracaso escolar, crear iniciativas de empleo
para los jóvenes, diseñar entornos saludables, dotar a los barrios de
centros con educadores sociales que saquen a los niños de las calles, etc.
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SOBRE LA COYUNTURA COVID-19
Entre otras carencias, ha puesto de manifiesto: la falta de nuevos medios digitales y de preparación para
su uso por parte de los agentes para seguir desarrollando la labor pastoral; la brecha digital o falta de
medios tecnológicos de algunas familias, impidiendo su acompañamiento y seguimiento; la falta de una
comunidad estable, madura, formada y responsable que diera, de forma organizada, respuestas creativas
al desafío sobrevenido; la inacción de un clero perplejo e incapaz de discernir y actuar en correspondencia
con los criterios comunes; etc.
Después de un año en esta situación, vemos como la crisis económica y de falta de esperanza que está
generando la pandemia, dibuja un panorama que debemos afrontar en comunión y con un entusiasmo
renovado. Han empeorado las condiciones de vida y trabajo de miles de familia y ha hecho resurgir la
preocupación por la cuestión social. Nuestra provincia se ha convertido en una de las que más desempleo
tiene de toda España y con el triste récord de los salarios más bajos para las mujeres y mayor brecha
salarial entre hombres y mujeres. Esta situación puede y debe ser una oportunidad para una mayor
presencia y desarrollo de la Pastoral Social, del Trabajo y Obrera, así como un impulso para el
conocimiento y la praxis de la Doctrina Social de la Iglesia. Por tanto, la acción caritativa de la Iglesia es
una oportunidad de acercarse a los más empobrecidos de nuestra sociedad y una oportunidad
evangelizadora siempre que el objetivo sea la promoción integral (personal y colectiva) y no solo
asistencia en la necesidad material. Esto va a condicionar mucho la vida de las familias, lo que requerirá
una especial atención pastoral y solidaridad.
Esta respuesta generosa y solidaria de la Iglesia, en sus miembros e instituciones, se ha hecho notar desde
el primer momento de la pandemia y ha ido generando una mayor conciencia social. Se valora
positivamente el esfuerzo para la adaptación a las circunstancias covid por parte de párrocos y agentes, la
buena disposición de la comunidad para aplicar la normativa y las recomendaciones. Incluso, en algunas
parroquias se ha experimentado un incremento en la participación de la Eucaristía, posiblemente por la
necesidad de buscar alimento espiritual en medio de esta situación.
La sociedad, en estos tiempos de pandemia, tiene una especial necesidad de encontrar respuestas de
esperanza. Necesita una visión distinta y renovada de las circunstancias y de la forma de afrontar las
dificultades que estamos viviendo. El materialismo no ha sido capaz de dar respuesta a las necesidades
que han ido surgiendo, por lo que, de algún modo, esta pandemia pone en crisis el sistema. Por nuestra
parte, estamos llamados a leer con sentido evangélico la situación actual que se nos ofrece como
oportunidad de purificación y crecimiento.
Por consiguiente, la situación Covid-19 nos demanda una Iglesia en salida, creciendo en presencia social y
disponibilidad. Algunas parroquias han experimentado una mayor implicación de las familias en los
procesos de iniciación cristiana de sus hijos. Por otro lado, la imposibilidad de grandes concentraciones,
nos debe impulsar a fomentar acercamientos más personales, pequeños retiros, momentos de culto y de
oración que inviten a la meditación profunda del misterio cristiano. Algunas parroquias han incrementado
el número de misas para que no haya nadie que se quede sin la participación en el sacramento y ni le falte
alimento espiritual, aumentando, como decimos, la participación de los fieles. Especialmente en el tiempo
de confinamiento, se ha visto elevada la conciencia de la familia como Iglesia Doméstica, recuperando ese
espacio y escuela de vida y fe compartida. También es esta una oportunidad para transmitir con fuerza y
dinamismo la cultura de la vida y denunciar con fuerza de palabra y signos la cultura del descarte.
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SOBRE LA COYUNTURA COVID-19
Finalmente, la adaptación de las acciones de la Iglesia por causa de la pandemia puede ayudar a
reflexionar y redescubrir su verdadero sentido, depurándolo de una deriva más social y cultural que
evangélica. También es un buen momento para realizar una mirada al interior y contemplar el estado de
nuestra particular conversión: si estamos viviendo la vida desde el mensaje de Cristo y si estamos
poniendo el acento en lo verdaderamente fundamental del Evangelio, la relación con la persona de Cristo
y la consecuente atención a los empobrecidos, marginados y descartados de la sociedad.
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ÍNDICE DE PARTICIPACIONES
Arciprestazgos:
A1 Costa
A2 Minas
A3 Andévalo
A4 Huelva
A5 Sierra
A6 Condado Occidental
Parroquias:
Instituciones diocesanas:
I1 Seminario Diocesano
I2 Cáritas Diocesana
I3 CONFER
I4 Consejo de Pastoral Diocesano (Aportación de la consejera María Jesús Arija García)
Delegaciones y secretariados
D1 Hermandades y Cofradías
D2 Apostolado Seglar: Pastoral Juvenil; Pastoral Universitaria; Movimiento Cultural Cristiano;
Cursillos de Cristiandad; Sec. Migraciones; HOAC; Vida Ascendente; Scouts Católicos de Huelva;
ACHEESIL; Salesianos Cooperadores; Movimiento Teresiano Seglar; Equipo Delegación AS
D3 Manos Unidas
D4 Pastoral Penitenciaria
D5 Pastoral de la Salud
D6 Misiones
D7 Educación: Equipo de la delegación;Profesores de Religión por arciprestazgos
D8 Catequesis
D9 Lectura Creyente de la Palabra:Isla Cristina; Trigueros; Aracena; Lepe
D10 Familia: Familias Invencibles; Movimiento Familiar Cristiano; Equipos de Nuestra Señora
Comunidades y grupos