Sintesis Dafo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 54

ANÁLISIS

DAFO
de la realidad social y eclesial
en la Diócesis de Huelva

Diócesis de Huelva · Servicio de Publicaciones, junio 2021


ÍNDICE
Introducción 5

Debilidades: La pérdida progresiva de la identidad cristiana


y del sentido de pertenencia a la Iglesia. 9

1. Una comunidad envejecida y con poca vitalidad. 9


2. La ausencia de los jóvenes en la vida de la Iglesia. 10
3. Un clero cansado, sin motivación ni liderazgo. 11
4. Un laicado pasivo y poco formado. 13
5. La necesaria vivencia y espiritualidad de la comunión. 14
6. La ausencia de procesos de vida creyente. 16
7. La necesidad de alimento y combate espiritual. 17
8. El desgaste y la falta de creatividad pastoral. 18
9. La dificultad para alcanzar las periferias. 20
10. La escasez de recursos. 22

Amenazas: La contraculturalidad del Evangelio. 23

1. La secularización de la Iglesia y de las costumbres cristianas. 23


2. El inmanentismo insolidario y la cultura del descarte. 25
3. La cultura digital y los nuevos modelos antropológicos. 26
4. La polarización política y la dispersión social. 27
5. La crisis de la familia. 28
6. Espiritualidad a la carta y relativismo moral. 29
7. El desprestigio institucional y del clero en particular. 30

Fortalezas: Nuestra fortaleza es nuestra debilidad . 31

1. El depósito de la fe y la constancia de los fieles. 31


2. La comunión doctrinal y pastoral. 32
3. La fraternidad sacerdotal. 33
4. La corresponsabilidad del laicado y su presencia en la vida pública. 33
5. La formación y transmisión de la fe. 34
6. La Eucaristía dominical y la vida de los sacramentos. 35
7. La religiosidad popular y el diálogo cultural. 36
8. La acción caritativa y social. 36

Oportunidades: Una nueva mirada creyente. 39

1. La búsqueda existencial de sentido. 39


2. Una Iglesia de primer momento. 40
3. Una Iglesia más testimonial. 42
4. Abrir las puertas del corazón y de los templos. 43
5. La Iglesia como institución de confianza. 44
6. El sustrato religioso y la piedad popular. 45
7. Tiempo de cambio. 46
8. Las redes sociales y los nuevos medios. 47
9. Los nuevos rostros de la pobreza y otros problemas sociales. 48

Sobre la coyuntura COVID-19 51

Índice de participaciones 53
INTRODUCCIÓN

L a llegada de D. Santiago Gómez como obispo de nuestra diócesis abre un tiempo nuevo en la historia
de la Iglesia en Huelva, un momento de cambio lleno de desafíos que se aventura apasionante.
Culminado el pontificado de D. José Vilaplana, necesitamos activar procesos que, en continuidad con el
camino ya transitado, contagien un nuevo ardor en los miembros de nuestra Iglesia para seguir llevando
adelante la tarea de la Evangelización.

Para poner en marcha este nuevo tiempo, el Sr. Obispo propuso, al comienzo del curso pastoral
2020-2021, la realización de un análisis de la realidad social y eclesial de nuestra diócesis según el modelo
para organizaciones conocido como DAFO –Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades–. Con la
intención de que hubiera el máximo número de intervinientes, la propuesta se extendió a los sacerdotes,
diáconos, religiosas y laicos, a las delegaciones, secretariados, parroquias y otras realidades presentes en
nuestra Iglesia, creando un clima de corresponsabilidad misionera, de manera que todos nos
convenzamos de que cada comunidad eclesial y cada familia cristiana es responsable del anuncio
misionero del Evangelio en nuestra ciudad, pueblo o barrio.

El Papa Francisco nos invita a ser “contemplativos del pueblo” (EG 154), para comprender su situación
humana y encontrar el modo más comprensible y atrayente de anunciar el Evangelio, por lo que este
análisis posibilitará el discernimiento sobre la base de la situación actual de la Diócesis en nuestro
contexto sociocultural, buscando hacer realidad entre nosotros la invitación apremiante del Papa a una
conversión pastoral y misionera. De modo que, este análisis no tiene sentido si no es para comprender a
qué nos llama hoy el Señor como Iglesia que camina en Huelva, en el contexto de lo que el papa Francisco
llama “Iglesia en salida”, como discípulos misioneros y en estado de conversión permanente, para que así
podamos ir trazando, juntos, las grandes líneas pastorales en los próximos años.

Sobre la recogida de datos y el método utilizado

La primera fase de este análisis se ponía en marcha a mediados del mes de octubre de 2020. En ella, se
pedía al mayor número de personas posible, que realizaran su particular análisis sobre los factores
internos –Debilidades y Fortalezas– y factores externos –Amenazas y Oportunidades– a fin de reconocer,
por un lado, todos aquellos elementos, recursos, habilidades y actitudes que tenemos y que constituyen
barreras para lograr el buen funcionamiento de la Iglesia en razón de sus fines y, por otro lado, descubrir
todos esos puntos fuertes que favorecen nuestra misión: recursos, personal, medios, atractivo, estructura
interna, organización, etc. En un primer plazo se solicitó que las respuestas fueran remitidas antes de final
de año, plazo que se amplió hasta el 27 de marzo de 2021.

En esta primera fase han intervenido un total de 65 grupos: 6 arciprestazgos, 22 parroquias, 4


instituciones, 7 delegaciones, 8 secretariados y 18 movimientos y comunidades eclesiales. Se trata de una
muestra suficientemente significativa y representativa de la Iglesia de Huelva. Detrás de estos grupos hay
numerosos fieles que se han tomado en serio esta invitación de D. Santiago, dedicando tiempo y esfuerzo
a responder desde un verdadero sentido de corresponsabilidad.

En algunas intervenciones se recoge la discusión sobre el método elegido para el análisis, sin un
cuestionario normalizado y cerrado que facilitara después la labor de síntesis. Teniendo en cuenta que se
trata de una herramienta para el análisis empresarial, hay quien opina que se tendría que haber facilitado
su traducción al campo pastoral, espiritual y de la evangelización. El lenguaje en el que se presentaba la
propuesta resulta bastante ajeno a la generalidad de los destinatarios que, además, han echado en falta
más información e, incluso, formación al respecto. De hecho, algunas aportaciones no han seguido el
esquema, pero han aportado su particular análisis de la realidad, con lo que hemos realizado el esfuerzo
de adecuar estas aportaciones ordenando la información según el modelo. Por otra parte, la apertura del
método ha propiciado una diversidad de enfoques y modos de responder que, aunque han dificultado
mucho la elaboración de la síntesis, han enriquecido la reflexión y aportado matices.

-5-
Hay colectivos que ponen de manifiesto que algunos de sus miembros no han participado, por lo que
advierten sobre un posible sesgo en el análisis. Otros señalan que, aunque la implicación ha sido buena,
ha faltado empatía e ilusión ante esta nueva etapa, un pesimismo sintetizado en la expresión “más de lo
mismo”. También se evidencia cierta carga emocional en algunas intervenciones. Como consecuencia,
podemos sospechar una posible pérdida de objetividad.

Algunas parroquias han realizado el análisis desde los distintos ámbitos pastorales: transmisión,
celebración y acción caritativa-social. Resulta complicado sintetizar todas estas aportaciones que han
sido recogidas, principalmente, en lo divergente o en cuanto al valor añadido que aportan a las
convergencias. Análisis muy ricos que deberían ser tenidos en cuenta en la particularidad de los
territorios. Igualmente ocurre con algunas delegaciones y secretariados que aportan diversos análisis
sin haber realizado su particular síntesis. Parece conveniente que estas delegaciones tengan en cuenta
lo particular de cada intervención, tal y como fueron escritas.

Un caso muy particular es el de la delegación para el Apostolado Seglar que, el curso anterior, había
presentado un extenso análisis realizado con ocasión de la preparación del congreso “Pueblo de Dios en
Salida”, celebrado en Madrid en febrero de 2020. En este análisis, realizado según el método Ver, Juzgar y
Actuar, participaron 8 grupos que incluían 28 realidades de la Iglesia diocesana. Muchas de esas
aportaciones han sido vertidas en este nuevo análisis, pero, igualmente, se pide que este interesante
trabajo sea tenido también en cuenta a la hora de elaborar el próximo plan pastoral. Finalmente, algunas
intervenciones piden expresamente que los objetivos y las acciones de los planes pastorales anteriores
que no se llegaron a cumplir, sean tenidos en cuenta para el futuro plan ya que, de algún modo, siguen
teniendo actualidad y vigencia.

Sobre la elaboración de la síntesis

Una vez recogidas las intervenciones, se ha realizado el trabajo de síntesis que aquí presentamos. Una de
las intervenciones advierte que cuando se hacen consultas al Pueblo de Dios y sus distintos grupos, luego
quienes hacen la síntesis final realizan tal criba de las ideas y propuestas que se plantean que, al final, hay
cantidad de ricos matices que se pierden por el camino. Esto se justifica en que algunas intervenciones
individuales no tienen respaldo numérico, pero, en ocasiones, estos matices sin aparente apoyo pueden
contener claves interesantes que no conviene desperdiciar y, sin los cuales, el resultado final acabaría
enmascarando la auténtica realidad.

Es por eso que hemos leído atentamente todas las participaciones, extrayendo los ítems que iban
apareciendo y ordenándolos por concordancias, desde los más recurrentes a los más singulares. En
algunas ocasiones los factores externos e internos se entremezclaban y no aparecían en los apartados
correspondientes. Así, aunque se ha querido ser lo más fiel posible al contenido de las participaciones, en
algunos casos se ha visto más conveniente resituar algunas afirmaciones para que –en el espíritu, más que
en la letra– nada que hubiera sido expresado quedara sin recogerse.

Después de esa primera recogida de datos, se elaboró una estructura de contenido definiendo apartados
en cada uno de los capítulos según las recurrencias. Así, hemos intentando dar cierto orden e hilo
argumental para facilitar la lectura. Esto ha supuesto un proceso de reelaboración y redacción del texto
donde se han ido fusionando las generalizaciones y dejando entrever las singularidades que aparecían en
los análisis particulares. Puede resultar repetitivo el uso de nexos y algunas expresiones.

De este trabajo no obtenemos un análisis sesudo y exhaustivo, sino el resultado de la suma de muchas
intervenciones que, en su conjunto, ofrecen una panorámica general de la realidad social y eclesial en la
Diócesis de Huelva. Sin duda, podrán reconocerse lagunas y echar en falta datos que podrían enriquecer
el contenido. Podemos encontrarnos con reiteraciones, valoraciones más o menos acertadas, cierta
desproporción en los temas, etc. Todo esto es fruto del intento de recoger con honestidad, sin
reinterpretar las aportaciones ni pasar el filtro de lo más adecuado o correcto. De echo, una gran cantidad
de expresiones han sido reflejadas en su literalidad, en perjuicio de la unidad de estilo. A pesar de todas
estas posibles carencias, esta síntesis supone un buen principio para ahondar en aquellos puntos que, a
posteriori, requieran una mayor y mejor reflexión.

-6-
Finalmente, se incluye un apartado donde hemos recogido todas las alusiones a la coyuntura actual
provocada por la pandemia del Covid-19. La particularidad de esta situación que atravesamos y las
enseñanzas que de ella se pueden desprender para ajustar más y mejor nuestra misión, justifican esta
decisión. Esta circunstancia ha dificultado en cierta medida la participación. De un lado, la limitación de la
presencialidad o, de otro, el cansancio y el desánimo acumulado en estos meses, han sido verdaderos
inconvenientes para llevar adelante este análisis como hubiera sido deseable. Agradecemos el esfuerzo de
muchos en este empeño de crecer en este camino de diocesaneidad y sinodalidad.

Esperamos que el resultado de este trabajo sea suficientemente estimulante para continuar con este
proceso hacia la puesta en marcha de un nuevo plan pastoral y de evangelización para este tiempo nuevo
que ya hemos comenzado en la Diócesis de Huelva. Al Espíritu Santo confiamos la continuidad de estos
trabajos y le pedimos que ilumine a nuestro Obispo en este discernimiento, bajo la compañía e
intercesión de María, la madre del Señor, quien no tuvo en su vida más plan que aceptar y cumplir la
voluntad de Dios Padre.

Presentado al Consejo Episcopal el 9 de junio de 2021.

-7-
DEBILIDADES
Introducción:
La pérdida progresiva de la identidad cristiana
y del sentido de pertenencia a la Iglesia

Una importante muestra de los encuestados percibe una pérdida lenta y


progresiva de la identidad cristiana en los individuos y en la comunidad. La
tibieza generalizada, tanto en el clero como en el laicado, diluyen la
vocación bautismal y el sentido de pertenencia eclesial contemporizando
con valores y actitudes impropias de nuestra fe.

De este modo, no solo encontramos una sociedad que aun confesándose


mayoritariamente cristiana, vive como si no lo fuera, sino que, además,
observamos una Iglesia que decrece en sus miembros y en la que
quienes permanecen muestran un cristianismo difuso. Aunque muchos
se siguen sirviendo de la comunidad, pocos se ponen a su servicio.

Se denota una grave falta de cuidado pastoral de la familia en su


conjunto y, especialmente, del acompañamiento de los jóvenes; una
ausencia de vida comunitaria en las parroquias donde mayoritariamente
se practica una pastoral de sacramentalización más que misionera y
donde abunda un espiritualismo que se aleja del servicio y la praxis del
amor, sobre todo a los más necesitados y alejados; una desconexión
entre lo que se celebra y lo que se vive; y una falta de espiritualidad y
vivencia de la comunión entre individuos y grupos eclesiales, como una
de las debilidades más señaladas.

La escasez de sacerdotes junto al desánimo y falta de motivación que


se aprecia en ellos, la desaparición progresiva de comunidades
religiosas y la falta de un laicado formado y comprometido con la
misión de la Iglesia, en especial con los alejados, muestran una Iglesia
que más que “en salida”, parece estar “en retirada”.

1. Una comunidad envejecida Según se aprecia en la mayoría de las parroquias, la comunidad está
y con poca vitalidad envejecida. Siendo esto cierto, es también consecuencia de una
comunidad social que también lo está, especialmente en algunos
barrios y pueblos –sobre todo en zonas rurales–, donde se hace
evidente el envejecimiento demográfico. Sin embargo, algunos
mayores demandan una pastoral que no desprecie el valor de su
presencia y que ejerza también su cuidado y acompañamiento.

Por otro lado, este envejecimiento no es solo referido a la edad de una


mayoría de miembros participantes de la vida de la Iglesia, sino a un
dinamismo acomodado a una pastoral de mínimos y de mantenimiento,
señalándose los siguientes síntomas:
• Falta de formación y renovación de nuevos agentes con la
consecuente pérdida de activos parroquianos y poco interés de
algunos sacerdotes para llevar adelante esta formación.

-9-
• Autocomplacencia de buena parte de los miembros de la comunidad
parroquial que, con frecuencia, no reconocen las carencias.
• Vivencia superficial de la fe y falta de compromiso evangelizador y
eclesial de algunos grupos (la intervención original aludía a las
hermandades).
• Ausencia de una infraestructura de laicos que, desde una vivencia
comunitaria de la parroquia, sean lanzados a ejercer su particular
vocación en las realidades temporales.
• Escaso testimonio comunitario de una forma de vida distinta a la
socialmente dominante, abriéndose a un cambio de mentalidad que
sitúe al ser humano en el centro de la vida social, política y
económica.
• Miedo a preguntarnos qué nos quiere decir realmente el Evangelio y
qué implicación moral desde la Doctrina Social de la Iglesia tiene en
nuestra vida.
• No se acierta a motivar y provocar la inserción y continuidad de
personas que transitan por la parroquia a través de la puerta de los
sacramentos de la iniciación cristiana, el matrimonio o la práctica de
la piedad religiosa.
• Falta de soluciones a las personas que desean reinsertarse a la vida
de la parroquia y que, por algún motivo, se separaron de ella.
• Necesidad de renovación, formación y captación de un nuevo
voluntariado en los grupos de cáritas parroquiales. La ausencia de
espacios para fomentar y promover el compromiso social desde la
parroquia u otros niveles arciprestales y diocesanos, impide que
llegue savia nueva, nuevos perfiles de cristianos voluntarios,
especialmente jóvenes.
• Sentimiento de malestar y pasividad ante la situación que vivimos
que nos lleva a pensar “no podemos hacer nada”.

2. La ausencia de los jóvenes Dedicamos este punto a una de las preocupaciones más evidenciadas
en la vida de la Iglesia en los análisis y el mayor síntoma de una Iglesia que pierde vitalidad.
Una de las intervenciones indica que en esta debilidad pueden
reconocerse los grandes retos pastorales para la Iglesia de hoy.
La poca presencia de jóvenes y de una pastoral juvenil suficientemente
estructurada evidencia una falta de conexión con sus métodos, formas
y estilos. Los pocos agentes de pastoral juvenil que existen son
mayores y faltan jóvenes comprometidos que sirvan de referente para
sus iguales y sostengan un proyecto pastoral. La movilidad de los
jóvenes por motivos de estudios o trabajo provoca que aquellos con
un perfil adecuado para llevar adelante esta tarea tengan que
abandonarla impedidos por sus prioridades y circunstancias.
Por otro lado, no existe conexión, en clave de una pastoral de
continuidad con los procesos catequéticos por lo que, tras la
culminación de la iniciación cristiana, sucede la fuga de muchos
adolescentes que no desembocarán en grupos de pastoral juvenil.
No se percibe opción ni pensamiento de evangelizar a los jóvenes,
salvo en casos muy aislados, que finalizan cuando cambia la persona
que anima esa realidad, por ausencia de trabajo en equipo o de unidad
en los criterios. De este modo, muchos jóvenes se han alejado de la
Iglesia más por falta de cuidado e inercia que por convicción.

- 10 -
En especial, los jóvenes que han participado en esta encuesta
experimentan una gran distancia con sus pastores que justifican
reconociendo que hay una inercia negativa en muchos párrocos de no
trabajar con jóvenes porque no merece la pena por la complicación
que supone y la falta de resultados. Otras aportaciones señalan una
falta de interés del clero acrisolada en la justificación de que “no hay
jóvenes” aun cuando, en especial a través de las hermandades, muchos
transitan por las parroquias.
Hay una falta de conocimiento real sobre qué es “pastoral juvenil” hoy,
añorando experiencias pasadas o ensayando modelos caducos, con la
consecuente frustración. Por lo general: no se busca al joven con el
celo del pastor por la “oveja perdida”, no se acoge al joven en sus
debilidades y potencialidades, no se le da un lugar y protagonismo sin
instrumentalizarlo y no se desarrollan propuestas de acompañamiento.
De este modo, hay una falta de acogida intra-comunitaria en la que los
jóvenes ocupen su propio lugar, en la transitoriedad propia de la edad que
les llevará a integrarse en la comunidad, ayudándoles en el despertar
vocacional y acompañándoles en sus discernimientos más vitales.
Los grupos de jóvenes existentes y los que trabajan con ellos se sienten
aislados. No hay conexión, salvo momentos puntuales, con el resto de
grupos de la parroquia y con otros grupos de jóvenes de otras
parroquias, para convivir y compartir experiencias.
Falta de un proyecto y trabajo coordinado en favor del discernimiento
vocacional y de una red de acompañantes especialmente preparados
para trabajar con jóvenes. Muchos jóvenes encuentran en las escuelas
católicas un ámbito de crecimiento y desarrollo en la fe. Esto, que
supone el reconocimiento de que existen otros espacios extra
parroquiales igualmente válidos, suponen la desconexión con la
comunidad parroquial, privándoles de un sentido de pertenencia e
identidad más amplia y duradera y supone un verdadero impedimento
para la comunión.

Finalmente, los jóvenes se reconocen insertos en una importante crisis


de compromiso y demandan alimento espiritual, espacios de oración y
silencio, que les conecten con el misterio y les saquen de la vorágine
diaria, impulsándoles a desarrollar su propio apostolado.

3. Un clero cansado, Son muchas las razones que están detrás del cansancio pastoral y la falta
sin motivación ni liderazgo de motivación del clero. Entre las primeras señaladas, un clero
envejecido y sobrecargado de tareas y funciones, que les impide cuidar
la interioridad, su cercanía y disponibilidad. La dispersión en la acción,
unas veces como huída y otras por una descompasada distribución de
los encargos pastorales, impide dedicar el suficiente tiempo al cuidado
espiritual y humano, echándose en falta el acompañamiento al
sacerdote y un adecuado asesoramiento, especialmente en cuestiones
de orden civil. No existen medidas de cuidado sacerdotal como una casa
sacerdotal, lugares de descanso, y una formación continuada de calidad.
Esta falta de motivación, de interés e ilusión personal y sacerdotal lleva a
un trabajo de mínimos. Y aunque estos síntomas parecen reconocerse con
claridad, luego no se concreta en acciones que conduzcan a resolverlos,
conformándose en lo cotidiano de la sacramentalidad. Esta inercia y
malestar continuo se traduce en lenguaje y actitudes inadecuadas.

- 11 -
La edad avanzada del clero; la poca capacidad de trabajo en equipo y el
exceso de personalismo e individualismo; la incoherencia y falta de
testimonio y compromiso de los agentes de pastoral; o el exceso de
grupos que impide su adecuada atención, son otras de las causas de este
agotamiento en el clero que han sido señaladas.
También se advierte una pérdida de la identidad sacerdotal como
producto de una sociedad secularizada. El sacerdote sigue sin tener claro
cuál es su función concreta como presbítero, intentando encontrar la
solución en la búsqueda continua de métodos, generando cortinas de
humo que a la larga son un impedimento para el desarrollo de su misión.

La búsqueda de la identidad sacerdotal en los aspectos externos, como


por ejemplo, el cumplimiento de las normas, el funcionario del
ministerio y la búsqueda de un estatus dentro de la comunidad cristiana,
va en detrimento de una identidad basada en la interiorización de una
espiritualidad que entienda el sacerdocio ordenado al servicio del
sacerdocio común (cf. LG 10). Esta falta de reconocimiento de la vocación
bautismal como centro y eje de la vida cristiana hace que aún esté
excesivamente presente la visión del sacerdocio como un estilo de vida
cristiana más perfecto y sublime. De este modo, hay un clero que
confunde liderazgo con autoritarismo y no permite la presencia de otros
agentes, como la participación de la vida religiosa.

La carencia de una espiritualidad sacerdotal intensa, profunda y


«vibrante» evidencia una escasez de ministros ordenados con ardor,
entusiasmo y celo pastoral que transmitan la alegría de ser sacerdotes tal
y como los quiere la Iglesia, que activen la creatividad con nuevas
iniciativas pastorales. Se necesitan sacerdotes dispuestos a salir de las
estructuras del templo y tener más presencia en las realidades de la calle
y en las periferias. Los laicos refieren este alejamiento de una parte del
clero respecto de la realidad social, mientras perviven en actitudes
dogmáticas muy estrictas que dificultan la aceptación de los puntos de
vista de los seglares y generan reticencia ante proyectos novedosos o
con una nueva creatividad pastoral.

No se vive la comunión sacerdotal, ni se fomentan encuentros de


oración, trabajo y reflexión de los presbíteros, sobre todo en los niveles
arciprestales, donde se hace necesario dar más valor al papel del
arcipreste. La incapacidad para llegar a la unidad de criterios pastorales
por zonas, la falta de corrección fraterna, las imposiciones a capricho o
intereses propios, o el deseo de hacer carrera de algunos presbíteros que
buscan el interés y la rentabilidad personal en vez del servicio que a la
Iglesia se presta, rompen la colegialidad del presbiterio. De un modo
especial, se señala la falta caridad en sacerdotes que se dan a la
murmuración y el chismorreo; creyendo estar en posesión de la verdad o
de los mejores métodos, critican destructivamente a otros. Y un reclamo
que evidencia esa necesidad de una mayor fraternidad sacerdotal: “en los
encuentros del clero, no nos quedamos a comer juntos”.

Hay parroquias que se quejan del frecuente cambio de párroco que no


permite consolidar un proyecto parroquial de mayor recorrido. Otras
echan en falta una mayor presencia y liderazgo del párroco –para “llevar
las riendas”–. Ocurre también con las parroquias sin cura residente, que a
veces tienen el sentimiento de ser parroquias de segunda. Por otro lado,
no siempre se envía a las parroquias el perfil más adecuado de sacerdote
y esto dificulta mucho la vida de la comunidad y su desarrollo pastoral.
Por ejemplo, sacerdotes con mayor sensibilidad social en zonas más

- 12 -
marginales o periféricas. La presencia del sacerdote, fundamental en el
desempeño de los equipos de Cáritas parroquiales, por lo general, o
escasea o es de excesiva monopolización del servicio sociocaritativo,
cuestión que genera desmotivación y falta de corresponsabilidad en el
laicado voluntario. Finalmente, la concentración de lo carismático, lo
magisterial-doctrinal y lo estructural o de gobierno en manos de una
sola persona, hace mucho daño a la comunidad.

Preocupa que los procesos de discernimiento de la vocación sacerdotal


estén más basados en la necesidad de presbíteros que en la búsqueda
de la cualidad y la calidad de los candidatos. La falta de sacerdotes
puede hacer bajar la exigencia y conducir al ministerio a personas con
una vocación insuficientemente discernida. En este sentido, se percibe
que la formación de los futuros sacerdotes está cerrada a la realidad,
replegados hacia el interior, con planteamientos eclesiales muy
dogmáticos, tradicionales y con poca mirada a una Iglesia “en salida”. Los
seminaristas necesitan una formación más completa, sobre todo en lo
referente al acompañamiento de la comunidad parroquial y la diversidad
y riqueza de los movimientos apostólicos, junto a otros aspectos que no
se forman, como la promoción de los consejos pastorales parroquiales.
Se constata un creciente clericalismo que, como denuncia el Papa
Francisco, no hace crecer ni a los laicos ni a la parroquia pues los
sacerdotes hacen que todo gire en torno a ellos, aunque este
clericalismo muchas veces es también alimentado por un laicado que
no asume su corresponsabilidad. Finalmente, no se fomentan otros
ministerios ordenados como el diaconado permanente.

4. Un laicado pasivo Por circunstancias unas veces comprensibles y otras injustificables, hay
y poco formado laicos que no asumen la responsabilidad que deberían tener en la
Iglesia, lo que redunda en menoscabo de su sentido eclesial. Esta
insuficiente vivencia comunitaria en algunos agentes de pastoral
contribuye al debilitamiento del sentido de pertenencia de los adultos,
al no ver en ellos un signo de la dimensión maternal de la Iglesia.

Se añade a esto un conocimiento infantil de la fe de no pocos


cristianos que no parten de un verdadero acontecimiento personal de
encuentro y conversión o no han madurado su fe a través de procesos
de crecimiento y discipulado. La necesidad de una formación
continuada, como experiencia discipular y adecuación a la misión es
una de las debilidades más señaladas.

La necesidad de agentes para llevar a cabo, por ejemplo, la tarea


catequizadora precipita la elección de candidatos poco idóneas por su
falta de formación y experiencia eclesial. También se reconoce una
escasa formación desde el Modelo de Acción Social de Cáritas y ausencia
de los grandes temas que aborda la Doctrina Social de la Iglesia,
especialmente en el ámbito parroquial. Esto implica que métodos,
lenguajes y acciones no sean acordes al entendimiento de esta acción
caritativa y social de la Iglesia, ejerciendo una mera caridad asistencial.

No sin esfuerzo, sin vencer resistencias y después de muchos años, se


logró para la diócesis el Instituto Teológico. Hasta entonces era la única
diócesis de España que carecía de una institución similar. Pero es doloroso
ver que siendo un centro superior de Teología no tenga las adecuadas
relaciones, intercambios y convenios con la Universidad y otros
organismos provinciales, regionales, nacionales e internacionales, en
beneficio de nuestros actuales seminaristas y futuros sacerdotes, en

- 13 -
particular, y de los fieles de la diócesis en general. No existe coordinación
entre los centros de formación diocesanos: el Instituto Teológico, el Centro
Diocesano de Teología, Pastoral y Espiritualidad, las actividades formativas
de cada delegación, la pastoral universitaria o la DECA para los profesores
de religión…En buena lógica todo debería estar coordinado por el
Instituto Teológico, aunque se pueden argüir problemas jurídicos para ello,
que no serían insalvables, si hubiera voluntad.

Esto nos hace perder presencia en el campo de la cultura y el


pensamiento. Por ejemplo en la universidad, con una pastoral bajo
mínimos. Se llegó a conseguir que nuestra diócesis fuese una de las
pocas que incorporó la DECA como título propio de la UHU, luego
surgieron problemas administrativos y en vez de trabajar para
solucionarlos, se optó por sacar este título de la universidad. El
sistema de acceso del profesorado de Religión y la experiencia
religiosa real de éste se pone en entredicho en algunas
intervenciones, resultando que un porcentaje del profesorado, por
diferentes motivos, no se esfuerza en la preparación de sus clases o
en la misión propia del puesto que desempeña.

En general, tenemos un laicado muy poco organizado, poco formado,


con una gran dependencia de la figura del sacerdote y poco presente en
la realidad de la vida social. Falta conciencia en los laicos de su
corresponsabilidad en la misión de la Iglesia, nacida del bautismo y que
mueve a dar testimonio en la vida pública. Una de las intervenciones
proveniente del mundo de las hermandades señala la ausencia de un
foro de pastoral que evalúe regularmente la realidad y proyección de las
cofradías. Ya hemos hablado, también, de la necesidad de captar y
formar jóvenes con una edad que le permita cierta estabilidad (>25
años) para desarrollar el campo de la pastoral juvenil y participar de otras
responsabilidades pastorales en la parroquia.

Junto con la pasividad generalizada del laicado, existe un activismo por


parte de algunos laicos que hace perder el sentido comunitario de
cada acción o descuidar otras dimensiones propias de la vocación
laical, incluso más determinantes de su especificidad vocacional y
estado de vida.

Finalmente, algunas intervenciones señalan la falta de reconocimiento


del papel de la mujer en la Iglesia, a pesar de su presencia mayoritaria. El
papel de la mujer en el seno de la Iglesia aún responde a la servidumbre,
es secundario y subordinado. Esto mismo, ha sido denunciado por el
Papa Francisco en la convención por los 25 años de la carta apostólica
Mulieris Dignitatem de San Juan Pablo II, afirmando que “sufre cuando ve
que en la Iglesia y en las organizaciones eclesiales el papel de las mujeres
se reduce sólo a la servidumbre y no al servicio”.

5. La necesaria vivencia y Se detecta, en el clero y en las comunidades, una falta de espiritualidad


espiritualidad de la comunión de la comunión, empatía y corresponsabilidad generalizada, que impide
experimentar la comunidad y la diocesaneidad como realidad esencial
de nuestra vida creyente. Por ejemplo, es muy señalada la falta de
criterios comunes en la administración de sacramentos, aranceles,
preparación e idoneidad para su recepción, entre otros asuntos, que
ponen de manifiesto que muchas parroquias siguen funcionando como
“reinos de taifas independientes”. Algunos de los síntomas señalados en
esta falta de sentido de la diocesaneidad son:

- 14 -
• El desinterés y la falta de asunción y cumplimiento de los planes
pastorales y normativas diocesanas.
• El adanismo de algunos curas que ignoran el recorrido de algunas
comunidades y el trabajo de no pocos laicos y religiosas en sus
parroquias.
• La falta de transparencia, especialmente en materia económica, de
muchas parroquias que genera desconfianza en los fieles.
• El aislamiento de algunas parroquias, desconectadas durante años
por el condicionamiento del párroco, o de algunos grupos
particulares de Iglesia que se empequeñecen en su autosuficiencia y,
a su vez, empobrecen la vida de la diócesis.
• Un centralismo capitalino en las propuestas diocesanas. Los pueblos
distantes no pueden acceder a estas ofertas o no les llega la
comunicación.

En cuanto a las estructuras de gobierno y las herramientas para la


comunión, cuando no son insuficientes, no funcionan adecuadamente.
Se perciben como poco inclusivas con respecto a la diversidad y
corresponsabilidad del Pueblo de Dios. Especialmente hay un débil
protagonismo del laicado, puesto de manifiesto en la casi inexistencia
de los Consejos Pastorales y Económicos Parroquiales, o en el nulo
papel que estos ejercen en las parroquias donde existen. Es
escandaloso que después de tantos años de que se decretara su
constitución en todas las parroquias de la diócesis –siendo obispo D.
Ignacio– y después de varios planes pastorales insistiendo en este
asunto, siga habiendo sacerdotes que se niegan e impiden estos
consejos de forma injustificada.

Esta falta de participación del laicado en los espacios de discernimiento


y gobierno, además de ser un empobrecimiento, supone una negación
de la sinodalidad en la Iglesia que el propio papa Francisco ha definido
como “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, camino
que San Juan Pablo II preparó en la Novo Millennio Ineunte cuando
planteó como el gran desafío del nuevo milenio “Hacer de la Iglesia  la
casa y la escuela de la comunión”.

Igual ocurre en los Consejos Arciprestales, en los que no se facilita la


participación del laicado ni de la vida religiosa, quedando
exclusivamente reservado al clero. No hay espacio para coordinadoras
de apostolado seglar, pastoral juvenil, catequesis, etc., con participación
de los agentes, o funcionan como estructura paralela, cual es el caso de
las coordinadoras de Cáritas. Por otro lado, los propios sacerdotes se
quejan de que estos consejos son tomados más como una obligación de
orden secundario que como un ámbito de verdadera comunión y
coordinación necesaria donde, en la colegialidad ministerial, se ora, se
reflexiona, se comparte y se trabaja juntos. En este sentido se detecta
que el papel del arcipreste carece del valor que debiera.

En cuanto al Consejo de Pastoral Diocesano, no se cuenta con los temas


y materiales de trabajo antes de la realización de las sesiones con lo que
es difícil dar consejo al Obispo con argumentos adecuadamente
reflexionados. De este modo, los consejeros le pierden el valor y sentido
a su pertenencia a esta herramienta de comunión. En ocasiones se ha
planteado la creación de un elenco de temas a profundizar y crear
comisiones de trabajo que ayuden a la reflexión y discernimiento del

- 15 -
Obispo. Hay que señalar que este consejo lleva casi dos años sin reunirse,
argumentando la coyuntura de la pandemia, mientras sí se han realizado
sesiones del Consejo de Presbiterio u otras reuniones. Existiendo medios
tecnológicos para salvar esta dificultad, la excusa no parece suficiente
sino que, más bien, manifiesta una falta de interés.

En el ámbito parroquial también se experimentan rivalidades y


protagonismos que denotan esa falta de comunión entre los distintos
grupos parroquiales. Algunas de estas rivalidades vienen de tiempo
inmemorial y han llegado a socializarse, como es el caso de algunas
devociones particulares. Hay grupos tapones que obstaculizan una
pastoral adecuada de conjunto; grupos cerrados y replegados sobre sí
que viven en la autosuficiencia y copan las agendas de los sacerdotes,
dejando a otros sin atención; grupos que rivalizan con otros o entre los
miembros del mismo grupo, a veces con comportamientos inadecuados;
grupos que “brillan” demasiado mientras otros son invisibilizados;
grupos e individuos intolerantes hacia otras sensibilidades reconocidas
en la Iglesia, como las hermandades, que incluso llegan a sufrir el
rechazo del párroco o de parte de la comunidad; una compartición
excesiva de la vida parroquial; etc.

Terminamos este apartado con una queja de CONFER sobre la falta de


presencia de las comunidades masculinas o de algunas femeninas a
sus convocatorias, con lo que no se generan dinamismos de comunión
y acción misionera compartida. Esto supone una perdida de riqueza
también para las comunidades que participan de estos encuentros.

6. La ausencia de procesos Una de las mayores debilidades que no genera ni fortalece la identidad
de vida creyente y el sentido de pertenencia de los fieles es la falta de procesos de
crecimiento en la vida de creyente, desde la iniciación cristiana, hasta
la edad adulta, pasando por la adolescencia y la juventud que, como ya
hemos dicho anteriormente, es el déficit más notable. No se acierta a
poner en pie comunidades vivas que acojan, canalicen y sostengan la
vida de fe de los recién catequizados.

En general, existe una falta de acompañamiento por el que se pueda


conocer las circunstancias familiares y sociales de los catecúmenos y
cómo estos van recibiendo y acogiendo el Kerygma en sus vidas. Junto
a esto, la falta de un material común que aglutine y normalice estos
procesos, por un lado, y la carencia formativa y disminución de los
agentes ya referido, por otro, impiden responder a esta necesidad. En
este punto cabe señalar el reciente fracaso en la puesta en marcha de
la Acción Católica General, rechazado por la generalidad del clero.

La falta de formación progresiva y sistemática para madurar en la fe y la


conexión con la parroquia se hace notar, especialmente, en el ámbito
de las hermandades donde, a veces, la participación en la vida de la
parroquia es entendida más como un hobby que como expresión de
una vida creyente que se realiza en el seno de una comunidad.

La catequesis o los cursos prematrimoniales son frecuentemente


entendidos como requisito de acceso al sacramento y no como parte
del proceso creyente y, por tanto, medio para el crecimiento y la
madurez de la fe. Especialmente en la iniciación cristiana, se denota
que los sacramentos se han convertido en algo social por la
disociación, objeto de consumo y mercantilismo en torno a ellos. Las
familias entienden la catequesis como una actividad extraescolar más,

- 16 -
donde se echa de menos el compromiso de los padres en la educación
cristiana de sus hijos y la participación de la familia en la Eucaristía
dominical. Colateralmente, la iniciación cristiana en las escuelas
católicas dificulta la integración de las familias en las comunidades
parroquiales, segregando y creando un vínculo de pertenencia con
fecha de caducidad poniendo en peligro la continuidad de los
procesos. En el ámbito educativo, también se demanda una mayor
coordinación con los profesores de Religión Católica en los centros
existentes en la demarcación parroquial, trabajando ese vínculo entre
familia, parroquia y escuela.

Ante la escasez de catequistas, en algunas parroquias se opta por


involucrar a padres –generalmente madres– de hijos en proceso de
iniciación que se ofrecen, pero que, en cuanto sus hijos reciben los
sacramentos, desaparecen. No podemos dar por supuesto que los
padres y catequistas, aunque hayan culminado su propios procesos de
iniciación cristiana, estén verdaderamente iniciados y capacitados. Es
necesario una propuesta de reiniciación cristiana, fundamentalmente
para padres, y un reconocimiento de la importancia de este servicio
dentro de la Iglesia, en el que tanto nos jugamos hoy.

La atención y cuidado que se presta a las catequesis de iniciación


cristiana no se extienden a otras edades. La decisión de adelantar la
edad de los confirmandos sin prever una continuidad metodológica y
orgánica para los adolescentes y los jóvenes, ha generado un vacío
importante y una desconexión con un catecumenado adulto de
continuidad.

En general, la mayoría de los adultos cristianos no valoran la catequesis


ni intuyen lo que les puede aportar. Piensan que es cosa de niños, se
sienten vacunados para aceptarlas y, además, se da en ellos un fuerte
deseo de independencia respecto al control social del medio
circundante. Por otro lado, no en todas las parroquias se trabaja la
pastoral familiar como una prioridad y un elemento integrador de los
procesos. Falta acompañamiento espiritual y humano a los
matrimonios y a las familias, pero éstas tampoco lo solicitan.

7. La necesidad de alimento La excesiva sacramentalización, sin vivirse integradamente dentro de


y combate espiritual los procesos personales de fe; el culto superficial, muchas veces más
centrado en lo estético que en el verdadero espíritu de la liturgia,
desconectado de la vida comunitaria; el exceso de burocratización en
los despachos parroquiales; la escasez de espacios de oración, retiro u
ejercicios espirituales, tanto para el clero como para el resto de fieles;
etc., son algunos de los síntomas expresados en los que se denota una
falta de atención al hambre espiritual de los fieles.

Este descuido debilita hondamente la vida de los creyentes y pone en


peligro la vocación, en cualquiera de sus expresiones y estados de vida.
El abandono de la búsqueda de una mayor intimidad con el Señor y la
falta de combate espiritual contra las propias tentaciones acaban
llevándonos a un cristianismo sin vida, refugiado en el activismo y
sometido a criterios e intereses poco evangélicos, evidenciándose en
actitudes y posturas que acaban rompiendo la comunión. Se ha
devaluado el sacramento de la reconciliación, se ha relajado la
conciencia de pecado, se realizan confesiones de grupos, etc. Algunos
fieles expresan su desconcierto ante la diferente vara de medir de los
sacerdotes en este sentido.

- 17 -
A menudo las debilidades se afrontan desde un mayor activismo y una
programación poco realista, pero sin dar espacio a la oración o sin
aumentar el espacio de la oración en la vida parroquial, con lo que
todo es un esfuerzo que no nace de la gracia y que termina generando
mayor frustración.

La Palabra de Dios no ocupa su lugar en nuestra vida cotidiana, en


nuestras relaciones diarias, en nuestros discernimientos, etc. En
definitiva, no es entendida como una verdadera propuesta de vida. Las
homilías, que son la única catequesis que reciben muchos fieles, son
descuidadas o excesivamente doctrinales, poco encarnadas en la vida
y con un lenguaje poco accesible para la generalidad.

Por otro lado, las celebraciones sacramentales son frías y con poca
significatividad: no se entienden desde la vida ni son para la vida. Tampoco
se favorece una relación de intimidad con el Señor sacramentalmente
presente en la Eucaristía. Muchas parroquias mantienen las puertas de los
templos cerradas casi todo el día, favoreciendo el abandono de los
sagrarios, ni se educa, desde la iniciación cristiana, en esa intimidad y
diálogo con el Señor, de modo que, a veces, el Santísimo Sacramento no es
tratado con el debido respeto.

8. El desgaste y En el tiempo de la nueva evangelización, el Espíritu Santo invita a tener


la falta de creatividad pastoral la audacia de “encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una
nueva carne para la transmisión de la Palabra” (EG 167), en la serena
conciencia de que “Cristo es el ‘Evangelio eterno’ (Ap 14,6), y es ‘el
mismo ayer y hoy y para siempre’ (Heb 13,8), pero su riqueza y su
hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de
novedad […] Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la
frescura original del evangelio, brotan nuevos caminos, métodos
creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual” (EG 11)

Este convencimiento de la Iglesia, sin embargo, no es experiencia


común de nuestra diócesis donde se pone de manifiesto un desgaste
pastoral y una inercia en la que escasea la creatividad. Algunos de los
síntomas expresados son:

• El exceso de jerarquización y burocracia, que hace que las


iniciativas evangelizadoras pierdan frescura y dinamismo en su
materialización.
• Continúa abundando la pastoral de la herencia, de mantenerse
solo en el sistema de lo que se ha hecho, y no abrirse a nuevas
formas, a nuevas líneas. No se buscan formas de pasar a la pastoral
de la propuesta, sin abandonar lo bueno de ese modo de hacer
pastoral heredado.
• La falta de proyectos parroquiales de medio y largo plazo que,
desde una mirada de conjunto, establezcan prioridades en el
tiempo, sobreviviendo al cambio de párrocos y abandonando la
improvisación y el “ir a lo fácil”.
• El cansancio pastoral, consecuencia de la multiplicación del trabajo
en la que lo urgente se antepone a lo importante y necesario.
• La falta de inversión en espacios y recursos para implementar
nuevos medios y métodos, especialmente en la evangelización de
las periferias eclesiales.

- 18 -
• La cuestión estacional que provoca desajustes poblacionales entre
los meses de verano y el resto del año, condicionando la actividad
pastoral en algunas localidades.
• Las zonas rurales, habitualmente más desfavorecidas, son las
grandes desconocidas en la pastoral.
Todo esto hace ver que estamos más en la inercia de un modelo
eclesial de mantenimiento antes que en una Iglesia de “primer
momento”, con un estancamiento pastoral que ensaya con modelos
caducos sin un cambio metodológico real en los medios, los estilos, los
horarios, los espacios, los lenguajes,… en una auténtica conversión de
las estructuras pastorales, tal y como exhortaba el papa Francisco en la
Evangelii Gaudium (n. 27).

En cuanto a la elaboración y desarrollo de los planes pastorales, se


denota la escasa participación de los agentes de pastoral y de los fieles
en general, bien por no contar con ellos, bien por su propia falta de
interés. Esto hace que en muchas ocasiones los planes no sean
adecuados ni operativos. Se cae en la tentación de querer imponer una
pastoral uniforme, de confundir la unidad con la uniformidad, por lo
que, a veces, la normatización de los planes ahogan algunas
experiencias vivas e interesantes.

En este sentido, no se encuentra el equilibrio entre el carácter


orientativo, más que impositivo, de las normas emanadas de los
organismos de gobierno, y la legitima autonomía de las experiencias
que funcionan bien. Y, por otro lado, no se toma conciencia ni se
acepta que nos encontramos con una gran diversidad de situaciones
de cara a la fe, que requieren un tratamiento evangelizador plural y
diversificado, eso de que “a cada circunstancia debe corresponderle
actividades apropiadas y medios adecuados” (AG 6).

A veces, en algunas poblaciones, en parte debido a la forma de actuar


de sus responsables pastorales, como están habituadas a lo que se ha
hecho siempre, se muestran muy sensibles a los riesgos que implica
todo cambio. De este modo, ofrecen resistencia a las nuevas iniciativas,
dificultando su adaptación y el abordaje de algunas problemáticas.

Además, ante los planes pastorales y muchos proyectos, se practica lo


que el Papa nos recuerda como “habriaqueismo” o “gatopardismo”: se
aprueban proyectos excelentes porque hay un convencimiento de
fondo de que no se van a cumplir. A la hora de revisar siempre se
encuentran datos para decir que se han cumplido (“cumploymiento”),
pero la verdad es que no. En este sentido, se aconseja una seria revisión
de aquellos objetivos y actividades planteados en anteriores planes
pastorales y que no fueron realizados o solo parcialmente. Por otro
lado, también se recuerda que hemos sufrido varios años una
ralentización pastoral ocasionada por la fractura y pérdida de la última
estructura de gobierno y la inercia en espera del nuevo Obispo y
proyecto diocesano.

Por último, desde Cáritas, se detecta que, en su tarea de alcanzar una


participación efectiva de la comunidad cristiana en la actividad
caritativo y social, no se acaba de encontrar la pedagogía, los espacios
y el contenido que logre llegar tanto a la comunidad cristiana como a
los agentes de pastoral. Los estudios, informes, campañas y materiales
publicados y ofertados no llegan a sus destinatarios ni tienen la
repercusión deseable.

- 19 -
9. La dificultad El dinamismo misionero es el lado más débil de nuestra pastoral. Se
para alcanzar las periferias echa en falta una organización de esta presencia misionera en los
distintos ámbitos y sectores sociales, alcanzando pastoralmente a los
“alejados” y rompiendo los círculos eclesiales cerrados sobre sí. Falta
una organización de las estructuras pastorales que responda a esta
nueva situación sociológica: unidades pastorales, desarrollo de otros
ámbitos de evangelización y pastoral extra parroquiales, etc.

Mientras comprobamos que el mensaje del Evangelio no tiene


incidencia en las personas que se sienten parte de la Iglesia –no
convierte ni cambia sus vidas–, paradójicamente reconocemos que
muchas personas esperan, aún sin saberlo, el anuncio de este Evangelio
de la vida. Sin embargo, esto no inclina la balanza hacia un modelo de
Iglesia más preocupado de la misión que de la autopreservación.

Esto exige un lenguaje nuevo, una estructura dinámica y compartida,


una espiritualidad profunda que abra paso a una Iglesia en
permanente estado de evangelización, hacia dentro y hacia fuera de
sus límites, en la que abunden los testimonios de una iglesia más
pobre, más evangélica, más encarnada en la realidad de estos tiempos,
de fermento en la masa.

En este sentido, los laicos están llamados a asumir un especial


protagonismo. Recordemos que, según el Vaticano II, los pastores deben
provocar la dignidad y responsabilidad de los laicos, recurriendo a sus
prudentes consejos, encomendándoles con confianza cargos al servicio
de la Iglesia y dándoles libertad para actuar, animándolos a emprender
obras por cuenta propia para la misión de la Iglesia (cf. LG, 37). Sin
embargo, existe un exceso de concentración en actividades internas que
impiden la proyección exterior de nuestro interés evangelizador.

Se observa en no pocos cristianos una resistencia, o al menos una gran


dificultad, para el diálogo con los no creyentes y para llegar a una
confrontación honesta entre fe y cultura. Por ejemplo, una dificultad
para un diálogo sincero con la sociedad que contribuya a una sana
laicidad y permita construir una convivencia en común. Algunas
aportaciones señalan una postura de rechazo de la Iglesia ante
determinadas situaciones que se dan en una sociedad democrática,
pluralista y laica: homosexualidad, matrimonio no heterosexual,
diferentes modelos familiares, etc.

El lenguaje y la tipología de nuestras actividades pastorales, conecta


poco con la realidad de las personas alejadas, donde algunos ritos y
lenguajes no se entienden y están descontextualizados de la realidad
actual, especialmente con los jóvenes. Por ejemplo, no se presta la
atención debida a la multitud de jóvenes que hay en torno a las
hermandades. Se habla mucho de sus defectos y casi nada de sus
posibilidades y, sobre todo, no se les ofrece una propuesta
evangelizadora que tenga en cuenta sus centros de interés.

Otro factor distanciador es el lenguaje de la liturgia que parece


encorsetado, no acorde a los tiempos y, en ocasiones, inentendible.
Nuestras eucaristías no están muy cuidadas y son poco atractivas,
aunque también es cierto que la liturgia es desconocida y difícil de
adaptar. Sin embargo, para muchos jóvenes de hoy, la piedad popular
es un elemento vinculante y la estética de la liturgia o paraliturgia
genera cierta atracción, ofreciendo una oportunidad de acercarse al
misterio a través de la belleza.

- 20 -
Hay que mejorar la relación con los centros docentes y con otras
instancias de los barrios y pueblos para establecer estrategias conjuntas
de implicación con las familias, especialmente en las zonas más
periféricas. Por ejemplo, la brecha digital o falta de medios tecnológicos
de algunas familias se ha puesto de manifiesto en la pandemia,
impidiendo el acompañamiento y seguimiento en la catequesis, la
educación formal, la atención socio-caritativa, etc.

La ausencia de presencia en las redes sociales implica una falta de


integración social en la vida de muchos pueblos y una deficiente
comunicación de las parroquias a la hora de dar a conocer y permear
su labor. Por otro lado, la orientación de los medios de comunicación
diocesanos debe representar la pluralidad social y política de nuestra
sociedad, pues la comunión solo se puede construir desde la libertad y
la diversidad. También la página web debe modernizarse.

En muchos de nuestros generosos voluntarios falta una adecuada


formación y habilidades sociales y no siempre existe relación entre
misión y vocación. Existe una incoherencia entre la Doctrina Social de
la Iglesia y su praxis, siendo sus principios un elemento esencial en la
tarea evangelizadora de la realidad social, apenas tienen presencia en
los planteamientos pastorales y, de algún modo, son irrelevantes en la
vida y misión de la Iglesia. Por ejemplo, no existen planes de atención
socio-caritativa en muchas parroquias ni se funciona con los criterios
del Modelo de Acción Social de Cáritas, atendiendo a las personas
necesitadas con criterios adecuados. En algunas parroquias ni siquiera
existe un equipo de Cáritas, se hace muy poco por combatir las causas
del empobrecimiento y falta denuncia profética de las problemáticas
sociales que afectan a sus fieles.

Otro ámbito periférico de la acción pastoral es la atención a los


enfermos desde la pastoral de la salud. En la lucha por seguir
sosteniendo la presencia religiosa en los hospitales, los perfiles de
capellanes y voluntarios no siempre son los más adecuados, así como
la ausencia de un proyecto de pastoral hospitalaria común y de
coordinación entre capellanes y párrocos para un adecuado
seguimiento espiritual de enfermos y familiares. También se demanda
un proyecto de voluntariado que de cobertura formal y legal de las
intervenciones de los voluntarios en los diversos ámbitos de actuación
(domicilios, parroquias, hospitales,…) y para la formación y
capacitación para atender adecuadamente estas situaciones, como por
ejemplo el acompañamiento en el duelo o la atención a enfermos con
otras creencias y prácticas religiosas.

En el ámbito educativo, la tensión y conflicto de algunos profesores de


religión con compañeros y directivos del centro impide un desarrollo
más amplio de su labor educativa y testimonial. En el caso de los
profesores de Religión Católica, el reparto de horas generalmente entre
varios centros y localidades, impide una relación más cercana y
continuada con el alumnado más allá de lo meramente lectivo y, una
coordinación y vinculación con la parroquia.

Por concluir, recogemos en este apartado una última paradoja. Siendo


las personas mayores el colectivo más presente en la vida de la Iglesia,
se sienten marginados no solo por la sociedad y la familia, sino
también por la Iglesia: “Nos están descartando, ignorando, confinando,
aislándonos en las residencias” reclama una de las intervenciones. Hay
urgencia también de una «Pastoral del Mayor».

- 21 -
10. La escasez de recursos Hemos hablado ya de la limitación que experimentamos en cuanto a
los recursos humanos: clero, vida consagrada y laicado. Dedicamos
este apartado a recoger las aportaciones referidas a la escasez de
recursos materiales.

Algunas parroquias experimentan un gran deterioro en sus instalaciones


y tienen que afrontar la rehabilitación y restauración de templos, salones,
casas rectorales, etc. Contamos con edificios difíciles de mantener y
conservar, especialmente en zonas rurales o desfavorecidas donde,
además, sostener las aldeas y los pueblos pequeños se hace muy
dificultoso por la pobreza en recursos humanos y materiales.
Especialmente costoso es el sostenimiento de los bienes inmuebles y
muebles de algunas parroquias con un alto contenido patrimonial.

En muchas de estas parroquias las colectas suelen ser mínimas y no


alcanzan muchas veces el mantenimiento parroquial. Pero esto no
puede hacer que nos mostremos como una institución con intereses
materialistas y pecuniarios. Más bien hay que activar la comunicación
de bienes a niveles arciprestales y diocesanos y la conciencia de los
fieles sobre el sostenimiento de la Iglesia católica.

El Fondo Diocesano de Comunicación Cristiana de Bienes y, por otro


lado, la Comunicación Cristiana de Bienes, no avanza en algunos
arciprestazgos y/o parroquias. La tarea de comunicar y sensibilizar para
hacer partícipe a la comunidad cristiana en particular y a la sociedad
en general, requiere mayor fuerza y esfuerzo.

Ante la limitación económica propia de una diócesis con pocos


recursos se pide un mejor aprovechamiento de estos y de las
infraestructuras diocesanas. Inadecuación de los medios que se usan a
las nuevas realidades que se viven y al sentir de la sociedad de hoy.
Gran retraso en el conocimiento y uso de las nuevas tecnologías y
redes sociales. Otras instituciones dedican mayor presupuesto a la
modernización de sus instituciones, a la imagen y fidelización de su
público y al esfuerzo comunicativo.

La acción social y caritativa está sostenida en parte por financiación


externa, aunque no ocurre así en todos los ámbitos de la pastoral
social, ya que algunos proyectos del ámbito de la salud requerirían de
este apoyo económico para engrosar el número de personas dedicado,
algunos incluso de manera remunerada. Por otro lado, la emergencia
sanitaria ha generado una sobrecarga en la acción de las cáritas
parroquiales sin muchos recursos humanos ni materiales, llevando a
algunos servicios al borde del colapso.

La escasez de transparencia por parte de los ingresos parroquiales, la


ausencia de consejos económicos o la renovación de los mismos, y la
falta de conocimiento y de un correcto asesoramiento a los párrocos en
materia de gestión, conducen a cometer errores y favorece el
sentimiento de invulnerabilidad en el clero y la desconfianza del laicado
ante los abusos de poder y la ausencia de rendimiento de cuentas.

- 22 -
AMENAZAS
Introducción:
La contraculturalidad del Evangelio

Nos encontramos con un entorno progresivamente indiferente, hostil,


amenazante y cambiante hacia la Iglesia y sus pastores desde la
sociedad y desde los gobiernos. No es algo nuevo. Es una situación que
se repite en la historia. No encontramos ninguna época en la que la
Iglesia no se haya visto amenazada, no solo como institución sino, lo
que es peor aún, en su mensaje y fines.

La persecución y la difamación son una constante en la historia de la


Iglesia y, sin duda, en sus distintas formas y expresiones, dificultan su
actividad a todos los niveles (parroquias, movimientos, diócesis y a
nivel nacional e internacional) como de hecho sufre la Iglesia
perseguida en todo el mundo en su defensa de los últimos.

Los obstáculos a los que nos enfrentamos están en el concepto general


que tiene la sociedad sobre la Iglesia, sobre todo por desconocimiento
de la verdadera labor que realiza. Existe un cierto desprestigio de la fe y
las prácticas religiosas, incluso no falta la ridiculización a algunos
cristianos en sus ámbitos más cotidianos, como el laboral. Esto lleva a
un repliegue contrario al dinamismo misionero propio de la Iglesia.

Hay un rechazo social a identificarse con la Iglesia, sobre todo entre


adultos de edad media y jóvenes. La religión se considera enemiga del
poder del Estado y es blanco de políticas restrictivas o que atentan
contra la moral de la Iglesia, queriendo relegar la experiencia de la fe al
ámbito privado.

La pregunta es: ¿puede alguna amenaza impedir totalmente nuestra


actividad? Rotundamente no. Como dice la carta a los Romanos:
“¿quién nos separará del amor de Dios?” (cf. Rom 8, 35-39). Pero, como
veremos a continuación, sí puede dificultarla y condicionarla, hasta tal
punto que la desfigure.

1. La secularización de la Iglesia Vivimos un ambiente altamente secularizado en el que, entre otros


y de las costumbres cristianas síntomas, se destacan: los prejuicios, la pérdida de confianza y una
cierta beligerancia, sobre todo ideológica, ante la Iglesia; el
desconocimiento de la Palabra de Dios; la devaluación del sentido de
trascendencia; la indiferencia religiosa, etc. La Iglesia se presenta
como un estereotipo del pasado ya superado cuyas propuestas no
responden a las necesidades actuales e incluso se oponen a los
derechos sociales. Una intrusa en determinados aspectos sociales,
poco atractiva, desfasada y envejecida.

Un laicismo militante y sectario pretende eliminar de la esfera


pública toda presencia de lo religioso. Es reconocible un cierto
programa de laicidad desde el ámbito de la política –con la
repercusión de algunas leyes civiles–, el pensamiento y la cultura,
cada vez más presente y activo.

- 23 -
Uno de los aspectos más agresivos de este laicismo creciente es la
aparición de un ateísmo militante y proselitista que, además, ha
desarrollado una doctrina apologética destinada a combatir el
cristianismo y cuyas consignas se repiten machaconamente en medios
afines, calando poco a poco en la sociedad.

De este modo, va penetrando en la Iglesia, en sus costumbres y, sobre


todo, en sus miembros, en quienes se percibe un creciente secularismo
de pensamiento que afecta a sus decisiones, a su visión de la realidad y
ante la vida, y a su coherencia con el Evangelio y la fe de la Iglesia,
produciéndose una clara pérdida de identidad. La fe se descafeína
porque o se descafeína la doctrina o no se acepta. Una fe de eslogans y
prejuicios, sin fundamentación –incluso en los sacerdotes– y el
requerimiento de una religión “a la carta”, la solicitud de sacramentos
“exprés” sin una motivación auténticamente cristiana y, en definitiva,
una descristianización de la propia vida de la Iglesia.

Ante el choque con las nuevas formas de vida y de pensamiento


existentes en la sociedad, hay la tentación de suavizar o desafinar el
mensaje y relajar sus exigencias con la excusa de acercar a más
personas a la parroquia. La Iglesia no es una empresa ni una ong y,
cuando quiere jugar ese papel en medio del mundo, pierde su propia
identidad y lo nuclear pasa a un segundo plano. No podemos perder el
equilibrio entre la labor humanizadora de la Iglesia, presente en medio
del mundo, y la espiritual que pone el horizonte en Dios.

Se advierte del peligro de convertir la fe en un evento cultural –“una fe,


sin fe”–. La religiosidad que gana terreno es la que se desliga de la fe,
desembocando en una fe popular “deformada”, que no es exactamente
lo mismo que “piedad popular”. Las imágenes son tomadas como
deidad practicándose la idolatría sin ninguna referencia a la
trascendencia y sin una implicación ética ni práctica.

En este aspecto de la socialización y deformación de la piedad


religiosa, se produce una apropiación indebida e instrumentalización
de las hermandades y cofradías por parte de entes no cristianos –
propaganda política, publicidad de empresas, etc.– o la creación de
asociaciones civiles con fines religiosos para escapar de la vigilancia
que compete a la Iglesia. Las hermandades se han convertido, para
muchos, en un lugar de promoción social más que de servicio, en
entidades religiosas que sustituyen a la propia Iglesia y, a menudo, en
confrontación con ella. En sus miembros, se reconoce una falta
generalizada de síntesis entre fe y vida y una nula inserción en la vida
parroquial y diocesana. Algunos conflictos entre hermandades se han
socializado, dificultando la búsqueda y desarrollo de sus propios fines
como asociaciones públicas de fieles, además de ser un antitestimonio.
También, los cofrades son objeto de una cierta cristianofobia social.

Cada curso los profesores de Religión son objeto de elección por parte
de las familias y el alumnado y en la mayoría de las ocasiones lo que
valoran es la facilidad u otros aspectos que no redundan en el nivel de
la asignatura. Junto a esto, la situación legislativa de la asignatura de
Religión, su devaluación progresiva y la reducción de su presencia en
los centros afectan a la calidad de su enseñanza. La situación laboral de
este profesorado y la continuidad de las escuelas católicas se ve
altamente amenazadas, en la experiencia constante de ser objeto de
las continuas reformas educativas con base más ideológica que social,
provocando incertidumbre y desasosiego.

- 24 -
Los contenidos educativos son cada vez más contrarios a la doctrina de
la Iglesia, donde se permite una invasión cultural en detrimento de
nuestra cultura cristiana y un adoctrinamiento ideológico que atenta
contra la moral y la praxis de la Iglesia. Por otro lado, algunos profesores
de Religión son percibidos, por padres y sacerdotes, como una amenaza,
porque, en medio de estas tensiones, se convierten en voceros de una
doctrina pseudocristiana. La pasividad de algunos docentes que no
consideran la importancia de su misión, impide que su presencia sea una
oportunidad evangelizadora en medio de los centros.

Finalmente, frente a esta secularización existe un movimiento


reaccionario de clericalismo que supone otra deformación de la vida y
misión de la Iglesia y que implica una concepción del sacerdocio
basada en el privilegio, el estatus y el poder, concepción que se
extiende a la institución de la Iglesia. La aparición de escándalos y
abusos –sexuales o de poder– dentro de la propia Iglesia daña la
confianza social.

2. El inmanentismo insolidario El materialismo consumista reinante genera autosuficiencia y


y la cultura del descarte desprecio por lo espiritual. Una sociedad que detesta hacerse
preguntas o que silencia a quien las hace, prefiere ofrecer respuestas
prediseñadas o elaboradas en la fábrica de la postverdad. La ausencia
de formación y conciencia de lo trascendente, en pos de una sociedad
inmanentista del bienestar, está generando una ciudadanía cada vez
más inmadura en la que impera la cultura del descarte que sitúa en el
centro la productividad y el rendimiento, en detrimento de la persona
y el respeto por su dignidad inalienable.
El descarte de Dios y del hecho religioso en la sociedad en general y en
la vida de las personas, es apoyado por corrientes del pensamiento
moderno, por los medios de comunicación y sistemas educativos que
van conformando una cultura y una forma de vida individualista y
hedonista, contraria a la solidaridad y el bien común. Estos síntomas
son reconocidos como especialmente graves en niños y jóvenes.
Se denomina progreso a esta cultura contraria a la vida y a la
solidaridad, a través de leyes como la de la eutanasia y otras que
avanzan bajo la máscara de nuevos supuestos derechos –relacionados
especialmente con la ideología de género–. Estas leyes, que se van
imponiendo más allá de gobiernos locales o nacionales, generan
rechazo a la Iglesia por ser la única institución que defiende la vida y
dignidad de la persona desde su concepción hasta la muerte natural.
Se detecta una gran falta de compromiso social y de participación
ciudadana, en una sociedad de consumo donde las personas son cada
vez más empobrecidas y deshumanizadas. Muchas personas buscan
vínculos con entidades que le aporten beneficios pero que no les
comprometan excesivamente, escaseando el asociacionismo como
parte del tejido social. Además, la normativa en materia de
voluntariado y sus requisitos legales dificultan ese compromiso.
La concepción o consideración errónea de la figura del pobre, mirando
más la inmediatez de una respuesta asistencial y no los procesos que
activan una “caridad efectiva”, es una amenaza al Modelo de Acción
Social de Cáritas. Esto genera discrepancias internas respecto a los
criterios y pautas en la acción socio-caritativa compartida. Para que la
dignidad de la persona sea el centro de nuestra acción social y caridad,
no se puede improvisar, reclama Cáritas.

- 25 -
Ese existencialismo materialista exacerbado, el ocio y el consumismo
compulsivos, la búsqueda de la riqueza y el poder como éxito personal,
nuevas leyes que regulan y debilitan la libertad de conciencia y de
expresión, la falta de valores humanistas, la provisionalidad y “liquidez”
en las relaciones, las decisiones y los compromisos, etc. deforman
radicalmente el sentido humano de la existencia impidiendo en
muchos jóvenes adentrarse en la propia búsqueda vocacional y hacer
apuestas vitales más definitivas.

Este modo de conducirse con criterios materialistas corrompe también


a la Iglesia cuando administra sus asuntos con los criterios de otras
instituciones, buscando rentabilidad y prestigio, en vez de cumplir
nuestros fines. Para luchar contra esto es importante la transparencia,
principalmente en materia económica, y el buen gobierno. “La religión
verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar
a los huérfanos y viudas en sus necesidades y no contaminarse con la
corrupción de este mundo” (St 1,27).

3. La cultura digital y los nuevos “La Iglesia escribe con pluma y tintero y la sociedad escribe en redes
modelos antropológicos sociales”, sentencia una de las intervenciones. La poca presencia y
proactividad de la vida de la Iglesia en los medios digitales sigue
poniéndonos en el desafío de avanzar adecuadamente en este espacio
de evangelización y encuentro que permite salvar distancias. Sin
embargo, esta cultura mediática también acarrea algunas amenazas.

El vertiginoso avance tecnológico y la deshumanización que en


muchos casos provoca obligan a la Iglesia a estar en un estado de
permanente actualización. Esta ansiedad y aceleración por “estar al día”
en el uso de los medios puede hacer perder la carrera de fondo que
supone la tarea cotidiana, a través de medios sencillos y austeros. Esto
exige, pues, un adecuado equilibrio.

Por otro lado, la proliferación de las fake-news, en las que se globaliza


una visión deforme, manipulada e interesada de la vida de la Iglesia, y
que, entre otras prácticas, filtran titulares sobre hechos ocurridos –o
presuntamente ocurridos– en otras Iglesias particulares, generalizando
una opinión pública contraria. Lo bueno de la Iglesia se silencia, lo
malo se magnifica. Los usuarios de la información toman como
dogmas opiniones de columnistas y tertulianos a menudo poco
formadas. Disminuye la capacidad crítica, la búsqueda sincera de la
verdad y el ejercicio del discernimiento.

La excesiva digitalización ha generado distancia social y dificultad para


un verdadero encuentro y la relación "cuerpo a cuerpo”. En ocasiones, la
comunicación tiene por destino o receptor al propio emisor. Así, nos
encontramos con una comunicación hedonista, muy centrada en la
imagen, que deja de mirar al interlocutor –muchas veces desconocido–
y, por tanto, ignora sus necesidades. Además ha generado nuevas
dependencias y adicciones, como las apuestas deportivas, los juegos en
red o el ciber porno, y nuevas formas de violencia, como el ciberacoso.

Los avances científico-técnicos no son neutrales y están en poder de una


minoría que mantiene el control y dirige su desarrollo. Más peligroso aún
son las visiones reduccionistas sobre el ser humano como la ideología de
género, el transhumanismo o el neurocientificismo, que se sitúan como
base antropológica que justifica un cambio en la concepción del ser
humano y se postulan como camino de evolución imparable.

- 26 -
4. La polarización política Los extremismos, la intensa polarización de la masa social y el
y la dispersión social condicionamiento de los lobbies nos pueden llevar a una división
interna si la vida de la Iglesia se deja arrastrar por las ideologías y la
cultura dominante. Mientras que se vincula a la Iglesia con el poder y la
ideología conservadora, la defensa de los derechos sociales parece
exclusiva de los grupos de izquierda. El incremento de los populismos
y radicalismos ideológicos –sean de derecha o de izquierda– tensionan
y fragmentan la sociedad infiltrándose de algún modo en la Iglesia e
ideologizando el mensaje del Evangelio. Así, se acaba incurriendo en
grandes contradicciones. Esta constante intromisión e ingerencia daña
la comunión en la Iglesia y desfigura la “sana doctrina” (cf. 1 Tim 1, 13).

Un obstáculo para el desarrollo de la dimensión sociopolítica de la fe es


ese concepto y vivencia de la política actual que se ha convertido en un
espectáculo que prescinde de la pasión por lo común, de la búsqueda de
la cooperación y el diálogo para afrontar los problemas y generar
verdadera justicia. La política ha perdido su auténtico significado y
dimensión de servicio, una manera de ejercer la caridad, promoviendo
leyes al servicio del bien común, del cuidado de la vida y la protección y
promoción de los débiles y desfavorecidos. Por el contrario, la nueva
forma de gobernar se sirve de la legislación para imponer sus criterios a
golpe de decreto y sin buscar ningún tipo de consenso.
La política no parece entusiasmar mucho a los jóvenes, aunque un 42,3%
considera que su participación en ella puede contribuir a una mejora
social. La mala consideración de la élite política no mueve a una
implicación activa de los jóvenes que, sin embargo, comulgan con los
postulados más extremistas –40% de extrema izquierda; 22,8% de
extrema derecha–. Aunque también existe en ellos un sincretismo
ideológico y, sobre todo, un gran distanciamiento entre la idea y la praxis.
Sí se reconoce un mayor activismo a través de las redes, generalmente
reaccionario y con poco sentido crítico. Entre los grandes temas sociales
que preocupan a la juventud está el cuidado del medio ambiente y la
defensa de la diversidad social: de género, étnico, religiosa…

Otro factor de dispersión social es la movilidad por motivos laborales, de


ocio o descanso, etc. Muchas familias tienen su domicilio habitual en
localidades distintas a su lugar de trabajo o pasan sus descansos y
periodos vacacionales en una segunda vivienda. Especialmente reseñable
es la movilidad de los jóvenes por motivos de estudio o trabajo,
especialmente en las zonas rurales. El trabajo y el resto de ocupaciones de
la gente absorben mucho tiempo de sus vidas. Mucha oferta para las
familias de instituciones como los ayuntamientos, las escuelas, los clubes
deportivos, etc. restan tiempo para participar de la vida de la Iglesia. Todo
esto condiciona y limita la acción pastoral de muchas parroquias.

La cultura moderna crea en los adultos, con frecuencia, una gran carga de
tensión, que le produce muchas veces una sensación de agobio.
Experimentan la necesidad de relajarse y divertirse, descargar la
agresividad acumulada. Para superar el aislamiento y sentirse apoyado en
sus opiniones, buscan relaciones en un grupo de amigos con un código de
ideas semejante al suyo, lo que le supone un descanso en sus tensiones
diarias. Por el contrario, es reacio a una dinámica comunitaria que va a
poner en tela de juicio sus opiniones y estilo de vida, le va a sacar de su
zona de confort, suscitando en él un buen número de interrogantes y
poniendo en contacto con hombres y mujeres desconocidos y diversos
ante los que va a sentirse interpelado interiormente. Juzga que su vida ya
está suficientemente problematizada para meterse en esa dinámica.

- 27 -
Un último apunte se refiere a la marginalidad de algunas zonas de la
capital y su repliegue, que condiciona y limita la presencia de
comunidades marginales en la vida de la parroquia y la integración con
personas de otros contextos sociales. Junto a esto, la invisibilidad de las
personas sin hogar y la proliferación de asentamientos chabolistas y de
guetos vinculados a la población inmigrante, dificultan la acogida e
integración de estas personas en la comunidad.

5. La crisis de la familia No podemos mantenernos en la creencia de que los niños y los


jóvenes actuales crecen en el seno de hogares cristianos sin acabar de
adaptarnos a una realidad que ya no es así. La secularización de las
familias es una auténtica amenaza: familias desestructuradas; cambio
de roles; desintegración de la identidad personal y desorientación
afectivo-sexual a través de la ideología de género; revalorización de la
vida “single” y falta de compromiso “para siempre”; el avance de una
cultura contraria a la vida; etc., son algunos de sus síntomas.

La familia cristiana compite hoy con otras ofertas que ocupan la


agenda de actividades de los hijos postergando, e incluso renunciando
a los procesos de iniciación cristiana y otras propuestas de la Iglesia.
Mientras se valora grandemente las actividades del mundo cultural o
deportivo como algo más beneficioso para los hijos, no ocurre así con
las catequesis u ofertas coeducativas de inspiración cristiana llamadas
a ocupar parte del tiempo libre de los hijos que, por otro lado, cada vez
es más escaso. Esto, por ejemplo, condiciona la vida de muchas familias
jóvenes que ocupan sus agendas dominicales con estas actividades,
prescindiendo de la Eucaristía o participando en ella al margen de una
comunidad parroquial de referencia. A esto hay que sumarle, como
hemos dicho en el apartado anterior, la movilidad familiar los fines de
semana, especialmente en la capital, donde muchas familias se
trasladan a segundas viviendas.

El miedo al compromiso para toda la vida retrasa la decisión de parejas


jóvenes que viven juntos sin el planteamiento de contraer matrimonio
a corto plazo. Existe aún una gran confusión entre unión civil y
sacramento, donde éste se limita al rito sacramental y no a una
vocación que atraviesa la existencia y se desarrolla en el tiempo. La
celebración de bodas y sacramentos de iniciación cristiana en
contextos devocionales o en el ámbito de la escuela, desarraiga a los
fieles de una comunidad parroquial de referencia y, en muchos casos,
los deja sin integración eclesial.

La política y cultura dominante favorecen otros modelos de familias, que


además son proyectados en los medios de comunicación en un empeño
de normalización. Esto educa una nueva conciencia sobre la familia en
los jóvenes y niños que consideran la antropología cristiana, cada vez
más, como una convención ya superada y un sometimiento moral que
merma la libertad personal. En general, se muestran poco interesados en
las relaciones de pareja, a pesar de ser muy activos en su vida sexual.

A esto se suma el poco interés de los padres en la educación de sus


hijos y el abandono de la transmisión de la fe en el hogar, incluso en
familias cristianas practicantes. La desestructuración de muchas
familias donde los padres viven separados y los hijos alternan sus
hogares o la poca dedicación de los padres para con sus hijos debido a
las condiciones laborales, son factores condicionantes en este
acompañamiento en el despertar religioso y la iniciación cristiana.

- 28 -
Observamos, pues, una gran falta de religiosidad familiar y doméstica,
muchas veces sostenida por la piedad popular y el papel que ejercen
algunos abuelos en la educación cristiana y transmisión de la fe. Ese
papel, que tan determinante es, en unos años se prevé que no será
asumido por los padres de hoy. Por otro lado, los abuelos están cada
vez más sobrecargados supliendo la ausencia de los padres con lo que
les queda poco tiempo para participar en la vida de la Iglesia y
ocuparse de alimentar su propia vida de fe.

Muchas familias de zonas periféricas están afectadas por una realidad


de exclusión: drogas, prisión, niños con fracaso escolar y falta de
estabilidad afectiva, ausencia de jóvenes con estudios medios o
superiores y situación de paro cronificada. Las familias acuden a las
parroquias para hacer demandas de ayuda material, pero no para
acercarse al Evangelio, compartir y crecer en su vida de fe.

Finalmente, la disminución demográfica de la natalidad es un serio


problema social que afecta también a la vitalidad de las parroquias. Las
escuelas católicas se ven amenazadas en la reducción de sus líneas en
infantil por este descenso demográfico. También se ven muy afectadas
por la baja natalidad las localidades rurales, especialmente en la zona
de la Sierra, donde los municipios son más pequeños.

6. Espiritualidad a la carta Aunque, tal y como hemos visto, existe cierta indiferencia y pasotismo
y relativismo moral ante lo religioso –considerado como algo trasnochado en las nuevas
generaciones–, la falta de búsqueda de la transcendencia lleva a un
vacío espiritual que se intenta llenar con diversiones variadas y con
algunas propuestas de autoconocimiento personal. Lo espiritual queda
relegado a lo íntimo y subjetivo de tal modo que cada uno cree en lo
que quiere y como quiere.

Las creencias personales son, cada vez más, en dioses impersonales.


Abunda el sincretismo religioso. Por ejemplo, en los jóvenes católicos
practicantes nos encontramos que un 88% que considera a “Dios como
padre bondadoso que nos cuida y nos ama”. Junto a esto, solo un
77,1% considera la vida después de la muerte, un 50,1% cree en la
reencarnación, un 65,2% en el Karma, un 36,6% en las artes mágicas,
un 36,6 en las energías curativas y un 34,1% en la predicción de futuro.
Esta estadística sobre la relación de los jóvenes españoles con el hecho
religioso pone de manifiesto, por un lado, cierta inquietud espiritual y,
por otro, una deficiente o deformada formación religiosa en general.

Del individualismo espiritual resulta un relativismo moral también muy


subjetivo. Una espiritualidad sentimentalista basada en el bienestar
emocional, que reemplaza la virtud teologal de la fe por la superstición
y vive una esperanza no referida a las realidades últimas y definitivas
que anuncia el Evangelio, no puede más que desembocar en una
práctica moral egocentrista, ausente de culpa y conciencia de pecado,
y ajena a todo compromiso social.

La fe católica es presentada a menudo como “una más” dentro del


mercado de las espiritualidades, incluso por muchos miembros de la
propia Iglesia. El folklorismo en el que se cae en ciertas manifestaciones
tradicionales de la religiosidad popular, hace también perder su sentido
verdaderamente cristiano. Esto, sumado a otras suertes de sincretismo
religioso y espiritualismo desencarnado evidencian la falta de un
encuentro real y conversión a Jesucristo, Señor de la Vida.

- 29 -
La parroquia, tomada por muchos fieles como mera dispensadora de
sacramentos puntuales, no es un lugar de pertenencia y vida
comunitaria donde la fe, la esperanza y la caridad es compartida bajo
el signo del sensus fidei y la comunión, dentro de la diversidad de
carismas y experiencias espirituales que, en ocasiones, se viven de
forma enfrentada. La pobreza espiritual y la falta de cultura religiosa
integral demandan una adecuada formación y acompañamiento
espiritual. Como detalle de algunos esperpentos, una de las parroquias
comenta: “Tenemos hasta una vidente…”

También se aprecia un creciente protagonismo de otras confesiones en


los pueblos, especialmente asociadas al fenómeno de la inmigración.
Esta presencia no es en sí misma una amenaza, pero dibuja un paisaje
cultural cada vez más plural y menos exclusivamente cristiano. Por otro
lado, algunos intereses particulares usan esta pluralidad para generar
confrontación y confusión social. Junto a esto, grupos sectarios ajenos
a la Iglesia aprovechan su nomenclatura, sus signos y símbolos para
engañar y atraer a nuevos adeptos.

7. El desprestigio institucional Ya hemos hablado de la repercusión que ha tenido sobre la Iglesia


y del clero en particular actual la campaña de desprestigio que esta ha venido sufriendo los
últimos años. Los errores cometidos, como los abusos de menores y de
conciencia, especialmente perpetrados por algunos sacerdotes, han
dañado mucho la imagen y credibilidad de la Iglesia.

El clero, que experimenta cierta “soledad” por disparidad –grosso


modo– entre nuestros retos, aspiraciones y metas respecto de los de la
sociedad, se ve altamente exigido por los fieles y la sociedad en
general, ignorando la propia limitación humana y la necesidad de ser
acompañado y cuidado en su particular vocación y misión. El sacerdote
no tiene en su mano la respuesta a todas las problemáticas y
dificultades con las que nos encontramos, ni debe excederse de sus
propias competencias, ni dentro ni fuera de la Iglesia.

A veces, la búsqueda interesada de instituciones como las corporaciones


municipales, las asociaciones civiles, las ONGs, etc. de un aliado en la
Iglesia para sus intereses particulares, acaba confundiendo a la
población y desprestigiando la labor de años. Especialmente en pueblos
pequeños, esto puede generar mucha división y arrasar con lo que,
después de mucho esfuerzo, se ha construido.

Conocer y poner en marcha acciones sobre desafíos actuales como el


cuidado de la Casa Común, el problema de la inmigración, entre otros,
son anecdóticas y cada vez más se nos hace más tarde para integrar en
la vida cristiana estos temas. Otros grupos nos llevan la delantera en
esto y muchas veces, desde la clave del trabajo en red, no los
descubrimos como aliados para construir una sociedad más justa,
solidaria y participativa.

- 30 -
FORTALEZAS
Introducción:
Nuestra fortaleza es nuestra debilidad

En nuestros análisis suele resaltarse más lo negativo y olvidarse lo


positivo. La poca alegría que transmitimos es un factor en contra de la
propia credibilidad como institución y como creyentes particulares. Por
eso, es importante ver que las debilidades, siempre abren puertas a
nuevas posibilidades. Entender que “nuestras empresas” no las
llevamos nosotros, sino que contamos con la fuerza del Espíritu Santo y
gracia y que, en todo caso, las debilidades son la pedagogía de Dios
para nuestra purificación y la de nuestras obras.
La entrega, disponibilidad y servicio en los distintos agentes de la
pastoral, con sus muchas capacidades que pueden enriquecer la vida
de la Iglesia es una de las grandes fortalezas. Hay personas que
permanecen en su servicio, muchas de forma desapercibida: archivos
parroquiales, despacho, limpieza, catequesis, etc.
La presencia de comunidades religiosas en algunas parroquias, de un
núcleo comunitario reducido con verdadera experiencia de fe personal
y que demandan procesos de crecimiento creyente y de formación en
lo esencial o la disponibilidad de un voluntariado presente en muchas
acciones socio-caritativas, junto al amor y el celo por la nueva
evangelización, se traducen siempre en fuerza creativa que repercute
positivamente en nuestros ambientes.
El anuncio del Kerygma, es la experiencia fundamental que sostiene
nuestra vida cristiana y que podremos comunicar a otros. Porque «no
se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DCE, 1).
El acontecimiento que es Cristo en nuestra vida es la mayor fortaleza de
la Iglesia para nuestro hoy, que existe para evangelizar.
A pesar de ser una diócesis pequeña, o gracias a que lo somos, podemos
solventar las dificultades con sencillez, desde la generosidad y el servicio,
permaneciendo, como lo ha venido haciendo la comunidad cristiana en
nuestra tierra a lo largo de los años, perseverando y sin desfallecer,
confiando en medio de las noches oscuras.

1. El depósito de la fe Nuestra gran herencia es la fe en Jesucristo, único mediador entre Dios


y la constancia de los fieles y los hombres, capaz de remover conciencias y destruir todas las
barreras posibles.
La fe siempre es la misma y además inalterable (depositum fidei), no es
una hoy y otra mañana. Este carácter inalterable de la fe es una
fortaleza para el anuncio del Evangelio y el cumplimiento de la misión
de la Iglesia. La indudable vigencia del mensaje cristiano, la fuerza de lo
que propone y la certeza de que seguimos el verdadero camino, en
nuestra parroquia y en la Iglesia universal, y la concepción vocacional
de la vida como factor de trascendencia, de proyecto de vida y
realización histórica y personal de una vocación.

- 31 -
El cuidado de nuestros pastores ha sido y es una garantía de
permanencia. Hemos tenido y tenemos obispos que siempre han sido
pastores cercanos a los sacerdotes y a los fieles, un constante impulso y
apoyo, y siempre han animado y estimulado fervientemente a todas las
personas y obras de nuestra Iglesia, con su ejemplo y sus palabras,
guiándonos para que sea una Iglesia en salida y cercana a los
empobrecidos y descartados.

La sabiduría acumulada de la Iglesia y el don del discernimiento en


los superiores, fiándonos de su experiencia y consejo, sostenido en la
Palabra de Dios; el intento continuado de llevar adelante la acción
pastoral y evangelizadora, aunque se haya errado en los métodos y
medios; tantos adultos sosteniendo grupos de catequesis, juveniles o
de otro tipo; la protestación pública y privada de la fe con los
sagrados titulares en las hermandades; la profunda devoción mariana
en sus múltiples advocaciones; o el ejemplo de muchos creyentes
anónimos, como tantas abuelitas que se preocupan de la formación
de sus nietos, entre otros, son ejemplos de la paciencia y constancia
del Pueblo de Dios.

La Iglesia cuenta con una buena red de parroquias con recursos


materiales y humanos básicos para su funcionamiento y, en la
sociedad, alianzas con organizaciones bien estructuradas que aportan
recursos y plataformas que, bien aprovechadas, podrían dar unos
excelentes frutos. Posee sus propios medios de difusión y tiene fácil
acceso a los de titularidad privada. También somos herederos de un
depósito inmaterial y patrimonial que nos aporta recursos para el
sostenimiento de la Iglesia.

2. La comunión doctrinal La pluralidad de la comunidad eclesial (en edades, procedencias,


y pastoral estados de vida y carismas) ofrece un espacio de integración en la
diversidad. La Iglesia puede (y debe) ofrecerse como un espacio de
escucha y misericordia, de acogida universal, libertad y gratuidad. Son
rasgos muy valorados sobre todo por los jóvenes de hoy.

La Iglesia también puede ofrecer un ámbito de identidad y


pertenencia, una referencia para elaborar el propio pensamiento
crítico, un espacio de protagonismo y cuota de participación en la
clave de la corresponsabilidad y comunión. Y una gran diversidad de
campos de misión: parroquias, asociaciones varias, pastoral juvenil,
ámbito político, hermandades, sindicatos, familia ...

Ante la falta de unidad de criterios pastorales y doctrinales, que crean


división en la comunidad, la comunión pastoral y doctrinal es una
importante fortaleza. En este sentido, hay pastorales muy bien
organizadas que están funcionando bien, con un laicado
comprometido.

Alcanzamos consistencia en nuestros proyectos cuando los elaboramos


en comunión, compartiendo experiencias. En este sentido, algunos
arciprestazgos valoran la comunicación y comunión entre sus distintas
parroquias. Poder contar con un plan diocesano que oriente la pastoral
de toda la diócesis y establecer instrumentos de evaluación de estos
planes, garantiza su cumplimiento, fomenta y estimula la vida de los
laicos. También hay sacerdotes con mucho sentido de diocesaneidad
que promueven las acciones comunes entre sus fieles.

- 32 -
La parroquia es, sin duda, un lugar geográfico de referencia social, pero
también un espacio emocional que genera vínculos. La Iglesia como
una gran red social, en relaciones y acompañamiento a lo largo de toda
la existencia, es un importante factor de cohesión y participación en
nuestros barrios y pueblos.

También hay una buena respuesta de las comunidades religiosas


(especialmente femeninas) a las convocatorias de CONFER. A pesar de
ser comunidades de vida consagrada con miembros de edad muy
avanzada, están presentes en múltiples acciones pastorales de la vida
diocesana, sosteniendo una importante y callada labor en su mayoría.
Son comunidades abiertas a las necesidades que surjan, dándose la
colaboración inter-congregacional en algunos servicios dentro de la
diócesis, especialmente en proyectos sociales.

Finalmente, se puede sacar partido a los Consejos Pastorales Parroquiales


como oportunidad de conocerse los movimientos, hermandades, grupos
de la parroquia y, por otro lado, un ámbito donde los párrocos pueden
repartir tareas y responsabilidades, compartir el uso de los recursos de la
parroquia y poner en valor el trabajo de cada uno.

3. La fraternidad sacerdotal La fraternidad sacerdotal, bajo la guía y el gobierno del Obispo,


permite salvar la misión y responsabilidad de cada uno en su parroquia
o ámbito pastoral, viviendo con el resto de compañeros una misma
misión compartida. Saberse acompañado por los compañeros,
especialmente en las dificultades, es siempre un apoyo y un bálsamo.

La disponibilidad del clero en su estado célibe ofrece mayor


capacidad de trabajo, sin caer en el activismo. El compromiso
sacerdotal de anunciar y vivir el Evangelio, con sinceridad, verdad y
transparencia de vida, cuando la vida está presidida por el amor de
Dios, es siempre una fuerza que interpela positivamente al prójimo y
estimula la vocación sacerdotal en otros jóvenes. En este sentido,
contamos con un Seminario con cierta fecundidad. Hay vocaciones
aunque nos parezcan insuficientes.

Hay un estimable número de sacerdotes bien preparados y entregados a


su labor pastoral cuyos frutos son evidentes. Con seguridad se podrían
multiplicar si tuvieran la capacidad y decisión de trabajar en equipo y dar
continuidad a determinados proyectos pastorales en lugar de dejarlos
morir. Si encontraran superiores y compañeros que los ayudaran y
acompañaran. En este sentido, la incorporación de clero extradiocesano
ha suavizado mucho el déficit de sacerdotes. Por otro lado, el intercambio
de experiencias compartidos con otros curas de otras diócesis en los
santuarios como El Rocío (o Reina de los Ángeles), ayuda a vivir una
fraternidad sacerdotal más intensa y a relativizar las propias dificultades.

4. La corresponsabilidad El trabajo de reflexión, análisis y puesta en común realizado en nuestra


del laicado y su presencia diócesis como preparación del Congreso de laicos “Pueblo de Dios en
en la vida pública Salida”, es una excelente herramienta para crecer comunitariamente y,
como dice el Papa Francisco: “repensar nuestros estilos de vida,
nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y, sobre
todo, el sentido de nuestra existencia”. El momento intraeclesial que
vivimos en España en torno a este congreso se ofrece como una
oportunidad para redescubrir el “ser y sentido de la Iglesia”. Convendría
rescatar ese trabajo previo a este análisis.

- 33 -
La implicación de un apreciable número de laicos en los diferentes
ámbitos de la pastoral parroquial y diocesana, su disponibilidad para la
participación, la organización y el trabajo pastoral, es una importante
fortaleza a la que hay que añadir el creciente compromiso de muschos
laicos para apoyar materialmente las obras de la Iglesia y participar en
su sostenimiento.

Entre la pluralidad y diversidad de movimientos y grupos laicales


presentes en nuestra Iglesia, tenemos una buena poción de fieles bien
preparados, quizá no muy abundante, pero suficiente, que si se les
estimulara, se confiara en ellos, se les encomendaran misiones
determinadas, serían una estupenda levadura para la diócesis. Para
ello, habría que arbitrar espacios donde poder encontrarse, pensar,
analizar, proyectar y revisar juntos, espacios donde encontrarse,
conocerse y trabajar juntos. En especial, cuando a los jóvenes se les da
responsabilidades haciendo uso de una pedagogía que los implique y
los saque de la pasividad, muchos responden con una creatividad y
generosidad sorprendente y contagiosa.

Las hermandades y cofradías ocupan con mucho el primer puesto de


asociacionismo en la capital y la provincia. Cuantitativamente son el
movimiento apostólico más numeroso, con mayores recursos y
posibilidad de cobertura, y, cualitativamente, con una gran disposición:
muchos de ellos cristianos comprometidos, con capacidad de
interpretar la liturgia y desarrollar contenidos catequéticos a través de
la via pulchritudinis, con potencialidad en la transformación social y con
fácil acceso a la juventud.

Ante las dificultades que constatamos hoy en la vida pública, los


partidos políticos, los gobiernos, las instituciones, etc., tenemos la
fortaleza, no exenta de dificultades, de contar en diferentes campos
con la presencia de católicos formados que poseen una visión
multidisciplinar de la realidad, contribuyen al bien de la persona y la
extensión del Reino, y promueven la elaboración de leyes justas y
equitativas que beneficien a la mayoría de los ciudadanos, de un modo
especial a los más débiles y desprotegidos.

5. La formación La catequesis ofrece una importante estructura de integración a todas


y transmisión de la fe las edades: niños, jóvenes y adultos. En este sentido, el nuevo
Directorio de Iniciación Cristiana se nos ofrece como una herramienta
útil y necesaria, alumbrándonos, entre otras cosas, con un análisis
socio-religioso muy bueno. Otras ofertas de grupos para el crecimiento
y los procesos de vida creyente –como los grupos de Lectura Creyente
de la Palabra, los Equipos de Nuestra Señora, las Comunidades
Neocatecumenales, etc.– son muy valoradas, aunque también se
sugiere explorar otros métodos y experiencias que en otras diócesis
están dando resultado, en especial, volver a intentar captar y formar a
agentes para la Acción Católica General.

Contamos con suficientes cauces de formación, empezando por el


Instituto Teológico, el Centro Diocesano de Teología, Pastoral y
Espiritualidad, la DECA para profesores de Religión, las actividades
formativas de cada delegación, algunas como la de Catequesis o la de
Hermandades muy valoradas. Sería un impulso importante para la
diócesis si lograran trabajar adecuadamente coordinados y no
haciendo cada uno el trabajo a su aire. En buena lógica, el Instituto
Teológico debería hacerse cargo de esta coordinación.

- 34 -
Algunas parroquias cuentan con escuelas de formación o participan de
las herramientas diocesanas para la formación. Cuando a las personas
se les abre nuevas posibilidades para crecer en la fe, muchos son los
primeros en demandar una formación adecuada y seria. Hoy en día, lo
que no hay es tiempo para “perder el tiempo”.

A nivel educativo, se cuenta con una buena red de centros católicos y


con presencia en los centros estatales de primaria y secundaria a través
de los profesores de Religión y de los profesores cristianos. También
cuenta con una pastoral universitaria y un espacio en la Universidad,
aunque tenga sus limitaciones. La presencia de la escuela católica y la
relación con ella es todo un potencial que hay que seguir cultivando, al
igual que con la escuela pública. Las clases de Religión añaden valor de
integridad a la educación y los profesores vocacionados, sean o no de la
asignatura Religión Católica, son un verdadero testimonio y prestan un
importante servicio a la comunidad educativa. Más del 75% del
alumnado total de la provincia elige Religión.

La parte más positiva de la labor docente se encuentra en el privilegio de


poder transmitir el mensaje de Jesús entre el alumnado, destacando este
año la importancia de la presencialidad para desarrollar esta labor. Por
otro lado, la relación con el alumnado y la familia en algunos casos es
estrecha y satisfactoria. Hay alumnos que tienen un mismo profesor de
Religión desde infantil hasta la culminación de primaria, lo que supone 9
años de seguimiento y la posibilidad de acompañar procesos.

La Iglesia posee sus propios medios de difusión y tiene fácil acceso a


los de titularidad privada para evangelizar a través de los medios de
comunicación. Contamos con medios de comunicación propios:
delegación de medios, oficina de prensa, COPE…

Finalmente, la predicación de cada domingo en la homilía es una


herramienta útil para orientar a los fieles al encuentro con el Señor y a
una praxis de la vida creyente. Otras oportunidades, como el diálogo
personal con los contrayentes en el momento de preparar la boda o
cuando solicitan la fecha para contraer matrimonio, la preparación de
un bautismo, etc. son oportunidades para la transmisión de la fe.

6. La Eucaristía dominical La celebración de sacramentos y el culto eucarístico es un derroche de


y la vida de los sacramentos gracia incalculable. En algunas parroquias se experimenta un crecimiento
en la presencia a la Eucaristía, especialmente a partir de la pandemia. La
vida de oración y la experiencia de que Dios nos acompaña en la tarea,
buscando en todo la gloria de Dios. Los sacramentos, a lo largo de la vida,
expresan esa íntima comunión con Dios y su Iglesia.
Aunque las liturgias están muy marcadas y a los seglares les cuesta
sentirte partícipes, en algunas parroquias se hace un esfuerzo por
adecuar los ritos y manifestaciones religiosas a una pastoral más
misionera, especialmente queriendo recuperar el sentido cristiano del
domingo. La atención espiritual y acompañamiento a personas
mayores y enfermos es también muy valorada como fortaleza.
En algunas parroquias las escuelas de acólitos son una oportunidad
para introducir a los niños en el espíritu y sentido de la liturgia. Por otro
lado, el toque diario de las campanas de la Iglesia a lo largo de la
jornada es signo de esa presencia permanente y convocatoria a la
unidad en la oración, aunque no sea para asistir a la Iglesia. Sería
bueno recuperar en los pueblos esa práctica.

- 35 -
7. La religiosidad popular Las hermandades en sí son punto de referencia para muchos cristianos,
y el diálogo cultural con gran poder de convocatoria, especialmente al sector joven. El
florecimiento y expansión de las hermandades como estructura que
posibilita la acción misionera y la evangelización por la vía
pulchritudinis son una evidencia. Atraen a diversidad de fieles de todas
las edades, cosa que no ocurre con otras ofertas pastorales y, aunque lo
hacen en muchas ocasiones por intereses más culturales que
religiosos, significan una posibilidad y reto de evangelización. Además,
son un importante constructor social y herramienta de diálogo con la
sociedad como lugares de asociacionismo y escuelas para trabajar en
grupo, vertebrando barrios y pueblos y generando identidad.

Manifiestan la fe con fervor y, la unidad y cohesión de sus miembros,


permite mostrar una realidad de fraternidad que dota a los hermanos
de una identidad concreta y ofrecer un testimonio en el mundo. Las
devociones en las familias cristianas favorecen la identidad cristiana y
un vínculo de pertenencia a la Iglesia.

Las peregrinaciones convocan a numerosos fieles, especialmente en


los pueblos con gran devoción mariana. La afluencia masiva de
peregrinos en santuarios de la diócesis, de un modo especial en El
Rocío, son una importante oportunidad para la evangelización y una
puerta abierta a la experiencia eclesial que trasciende los límites de la
diócesis, principalmente a través del contacto con los sacerdotes que
acompañan a los peregrinos.

El acercamiento y acompañamiento a las hermandades abre un sinfín


de oportunidades. La asistencia masiva a los encuentros de jóvenes
rocieros, u otros realizados en el ámbito cofrade, son una posibilidad
para la pastoral popular. La piedad popular, sin duda, es en nuestra
diócesis un ámbito especial de entrada de muchos jóvenes que se
encuentran en las periferias eclesiales, aunque suelen ser jóvenes poco
acompañados y estimulados a realizar experiencias de profundización
en la espiritualidad y vocación cristiana. 

8. La acción caritativa y social La imagen de la Iglesia se ve especialmente fortalecida por su actividad


caritativa de ayuda a los más necesitados, sea en medio de la realidad
social más inmediata o por su ayuda en el tercer mundo. El
compromiso de la Iglesia por los excluidos la hace más fuerte ante los
ojos del mundo y de la sociedad.

En ocasiones, la parroquia ofrece, sino el único, el principal soporte


para sostener la vida de muchas familias necesitadas. La cercanía de
muchos agentes de la caridad, sobre todo a través de los equipos
parroquiales de Cáritas, ofrece el conocimiento de las necesidades de
familias en pueblos y barrios que son atendidas calladamente.

La propia estructura eclesial, en general, y de Cáritas, en particular,


posibilita llegar a todos los rincones de la provincia y a muchas
realidades y personas. La puerta de la caridad nos abre puertas en la
sociedad, de modo que esta labor goza de un amplio reconocimiento
social. La sensibilidad de la Iglesia ante las necesidades sociales y su
espíritu de solidaridad y esfuerzo, especialmente en los momentos de
mayor necesidad como el que atravesamos, o la capacidad de
adaptarse al cambio, de reflexionar y crecer continuamente, buscando
alternativas y proyectos para mejorar la vida de personas, etc. suponen
un trabajo y generosidad incontestable y el mayor de los testimonios.

- 36 -
Son numerosos los proyectos en distintos ámbitos de la pastoral socio-
caritativa, muchos sostenidos exclusivamente por socios y
bienhechores y, sobre todo, por un ejército de voluntarios que, como
se ha demostrado en este último tiempo, hace lo imposible para hacer
posible el ejercicio de caridad de la Iglesia. Un voluntariado formado
especialmente por mujeres: la caridad de la Iglesia en Huelva tiene
rostro femenino.

A nivel asistencial, se cuenta con un buen número de obras impulsadas


por la diócesis, instituciones religiosas, hermandades, etc., que realizan
una importante labor.

Sin embargo, las acciones y proyectos de Cáritas tratan de dar una


respuesta integral y promocional de las personas, atendidas desde las
claves del Modelo de Acción Social. La existencia de un modelo de
intervención y acompañamiento consolidado y confrontado, también
en otros proyectos como el Centro de Escucha San Camilo, muestra esa
eficacia y experiencia contrastada. En este sentido, se consideran
imprescindibles el sostenimiento de proyectos sociales de Cáritas
como Puertas Abiertas, la Casa de Santa María, la Casa de los Milagros
o la de la Buena Madre, así como otros de pastoral familiar como el
Centro Oasis o el Servicio de Orientación Familiar o el trabajo de tantas
voluntarias de Manos Unidas en sus distintas delegaciones, y tantos
otros, más o menos conocidos, que representan el mapa caritativo de
nuestra Iglesia desde esa clave del trabajo por la promoción, la
inserción o el desarrollo de las personas y los pueblos.

Algunas pastorales periféricas, como las capellanías de hospitales, la


presencia en los tanatorios o la pastoral penitenciaria, posibilitan
acercar el evangelio a quienes no se acercan a la Iglesia o atraviesan
situaciones límites, desarrollando una pastoral de proximidad –o
projimidad–, y acogiendo a las personas desde la gratuidad, por lo que
son y no por cómo son.

Con la limitación de recursos materiales y humanos, se es capaz de dar


respuesta a muchas realidades y necesidades, siendo de este modo
signo de otro modelo de transformación social y de una Iglesia
fraterna. Hay que destacar el trabajo en red y de colaboración con las
distintas administraciones y otras entidades sociales, de un modo
especial en el campo de la inmigración. Algunas pastorales, con las que
se desarrollan en los hospitales, destacan la presencia y estilo de
relaciones empáticas y autenticas, en las que la coordinación, relación
de respeto y buen trato con el resto de profesionales y la gerencia de
los hospitales favorecen esta presencia y labor. También se evidencia el
necesario trabajo en red con los centros de salud y otras instituciones
civiles y eclesiales, en proyectos como el Centro de Escucha o la Casa
de los Milagros, mostrando la gratuidad y eficacia de estos servicios en
medio de la sociedad civil.

La gran experiencia en campañas y los materiales de algunas de ellas –


OMP, Cáritas, Manos Unidas, etc.– ayudan a una mayor sensibilización
de la comunidad cristiana y de la sociedad en general de las grandes
desigualdades e injusticias sociales. El servicio diocesano a través de las
redes sociales y otros medios del Departamento de Comunicación,
junto al trabajo de comunicación y animación comunitaria de Cáritas
Diocesana, ayudan a ese conocimiento y reconocimiento de la
inmensa labor de la Iglesia en este campo y a esa denuncia profética
en la sociedad.

- 37 -
El voluntariado y los sacerdotes con interés e implicación en la tarea
socio-caritativa de la iglesia, son un gran testimonio del amor de Dios y
de la fraternidad con todas las personas, en especial con las más
empobrecidas y excluidas, que se traducen en acciones significativas
en las comunidades parroquiales. La fidelidad y constancia de los
agentes de pastoral de la salud en muchas parroquias, facilitando el
acceso a las familias necesitadas a través del enfermo y posibilitando
otras intervenciones o la creciente sensibilidad social y eclesial hacia
las personas que presentan algún tipo de discapacidad, también en
otros ámbitos como el de la catequesis, expresan ese sentido
vocacional y de envío de numerosos agentes que muestran el rostro
caritativo de la comunidad eclesial.

Finalmente, el ámbito social y caritativo se ofrece como un buen


enganche para los jóvenes y un ámbito de integración en la vida y
misión de la Iglesia, como lo demuestra el grupo de jóvenes
voluntarios de Cáritas Diocesana o las acciones espontáneas de
muchos grupos de jóvenes cofrades que han respondido a la
emergencia sanitaria provocada por la Covid-19.

- 38 -
OPORTUNIDADES

Una nueva mirada creyente

“Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que
le aman” (Rm 8,28), ¿cómo, entonces, no hacer el esfuerzo para ver,
detrás de todas las cosas que ocurren, la mano de Dios? Necesitamos
recuperar esa mirada creyente, de fe, sobre la historia y la realidad.
Ante la secularización de la sociedad, la pérdida de valores, la
pluralidad de religiones y de ideologías, la crisis de la pandemia, el
descrédito de las instituciones…; tenemos la oportunidad de revisar
nuestra acción y de seguir fomentando el compromiso de los cristianos
en la sociedad, de buscar oportunidades y vías de intervención que
respondan a la realidad cambiante. Por otro lado, superar la ignominia
y persecución política y mediática nos hará más fuertes en la unidad y
acrecentará la autoestima cristiana.
En el tiempo de la nueva evangelización, el Espíritu Santo invita a tener
la audacia de «encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una
nueva carne para la transmisión de la Palabra» (EG 167), en la serena
conciencia de que «Cristo es el “Evangelio eterno” (Ap 14,6), y es “el
mismo ayer y hoy y para siempre” (Heb 13,8), pero su riqueza y su
hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de
novedad. […] Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la
frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos
creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual» (EG 11).
La perseverancia y la adaptación de las acciones de la Iglesia por causa
de la pandemia, entre otras circunstancias y coyunturas, puede ayudar
a reflexionar y redescubrir su verdadero sentido, depurándolo de su
deriva social y cultural. Los nuevos planes pastorales y la recuperación
de objetivos no cumplidos en planes anteriores que siguen teniendo
actualidad y vigencia, será un importante estímulo para este nuevo
tiempo de la Iglesia en Huelva.

1. La búsqueda En medio del materialismo reinante y los vacíos existenciales subyace


existencial de sentido una búsqueda sincera de sentido que orienta la vida y en la que, de
algún modo, se anhela el encuentro con el verdadero rostro de Dios.

Este vacío existencial, que se deriva del desconocimiento o rechazo del


Dios-Amor, conduce a un sin sentido y a la búsqueda de productos
pseudorreligiosos para que ocupen ese espacio. Pero esta realidad
puede presentarse como la oportunidad de proponer el Evangelio de
forma novedosa, cercana y entendible, y el acercamiento de una Iglesia
que testimonia la alegría y la esperanza frente a quienes viven en la
desesperanza. Ante la existencia de numerosas heridas afectivas en la
población en general –sea por soledad, experiencias dolorosas, etc.–,
tenemos la oportunidad de llevarles el “bálsamo sanador” del Señor, de
acercarnos a las personas con la mirada del Buen Pastor, que no busca
juzgar sino amar.

- 39 -
La búsqueda de los jóvenes, a menudo se realiza desde la vía de lo
estético o de la belleza, a través de los sentidos. Es, por esto, que el
mundo cofrade les resulta tan atractivo hoy a muchos, aparte de que
les conecta con el misterio y la transcendencia, les aporta una
experiencia, un grupo de identidad y pertenencia, un ámbito de
protagonismo y participación. Esta realidad cada vez se revela más
como un espacio privilegiado para su evangelización. También, a pesar
del sincretismo religioso o pseudorreligioso que viven nuestros
jóvenes, hay una verdadera búsqueda espiritual y apertura al misterio
en ellos. Por otro lado, la inquietud natural de los jóvenes por crecer en
su formación ofrece la oportunidad de una formación espiritual de
calidad con el que acoger la sed de trascendencia de éstos.

A veces el “miedo”, los momentos de crisis y de necesidad, llevan a las


personas a acudir a la Iglesia y a buscar el consuelo de la Palabra de
Dios. Un ejemplo de esto se da en el acompañamiento espiritual de los
enfermos. La capilla de los hospitales es un espacio abierto las 24 horas
y la gente acude a rezar a lo largo del día. Muchos, en situaciones
límite, piden que recemos por ellos, personas que viven postulados en
la incidencia pero que recurren a esa religiosidad natural. Únicamente
desde la connaturalizad y el amor podemos apreciar la vida teologal
presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus
pobres (EG, 125).

2. Una Iglesia Ante la pérdida de fe, el agnosticismo, la incidencia y la indiferencia de


de primer momento la sociedad actual para con la religión y las prácticas religiosas en
general y con la Iglesia en particular, tenemos la oportunidad de
valorar positivamente el “sentir religioso”, la búsqueda y recuperación
de valores humanos y religiosos y la demanda de interiorización y
espiritualidad que aún percibimos en una parte apreciable de la
población en general, y de percibirlo como una oportunidad para
proponerles el Kerigma y animarles a dar un primer paso hacia el
encuentro con Cristo, Aquel que nos “primerea”.

El hecho de reconocer una sociedad cada vez más laica nos hace
tomar conciencia de que el terreno es cada vez más virgen, donde se
despliega un campo ilimitado para la misión. Esto nos hace ver que,
tras los coleos de una Iglesia de cristiandad, estamos cada vez más
situados en una Iglesia de primer momento, más precristiana que
post-cristiana. La desocialización de la Iglesia de cristiandad posibilita
la libertad de pertenencia, más por opción que por tradición; y la
desclericalización, la corresponsabilidad y el protagonismo de los
laicos en la sinodalidad de la Iglesia.

Tenemos la oportunidad de colocar en el centro de nuestras


parroquias la escucha de la Palabra de Dios, de volver a escuchar el
Evangelio como si fuese la primera vez, de redescubrir el tesoro del
que somos portadores, de recuperar el asombro y el amor quizás
empañado por el paso del tiempo. Es momento de afrontar con la
fuerza renovada del Espíritu Santo las dificultades que tenemos de
cara a la cercanía, a hacernos prójimos, a ser cercanos unos de oros,
superando prejuicios, fatigas y desconfianzas, para anunciar con
parresía y ternura el Evangelio de la Vida y para acoger a muchos.
Esta apertura exige flexibilidad en la acogida y radicalidad –vida en la
raíz– en los creyentes para con ellos mismos, para un mayor
testimonio de la misericordia de Dios.

- 40 -
Por ejemplo, tenemos la oportunidad del primer anuncio a los jóvenes
de hoy favorecido por su desconocimiento del mensaje evangélico y su
falta de vínculo con la Iglesia. No hay una contestación general a lo
religioso, más bien indiferencia entre los más jóvenes. Esa falta de base
cristiana en los jóvenes favorece la ausencia de prejuicios,
convirtiéndose en una oportunidad para centrar la pastoral juvenil en
la experiencia del primer anuncio. Mostrarles una Iglesia más atractiva,
dinámica, dialogante y acogedora.

Los propios jóvenes se revelan como los agentes de evangelización de


sus iguales más ideales. Nadie evangeliza mejor a un joven con otro
joven. Existen jóvenes capaces de esto, aunque a algunos les falte una
supuesta capacitación. Sobre todo hay que proporcionarles la propia
experiencia y darles mucha cancha. De este modo, vemos como,
graciosamente, surgen jóvenes con ganas de impulsar nuevas
experiencias en algunos puntos de la diócesis. Hay que seguir
animándoles en sus emprendimientos. Por otro lado, sigue siendo la
juventud el tiempo más propicio para el despertar vocacional, con lo que
hay que proporcionar experiencias que les ayuden en este sentido.

Por otro lado, hay que aprovechar los encuentros puntuales o


coyunturales para acoger y anunciar, especialmente los ocasionados
con motivo de la celebración de algún sacramento. Por ejemplo, a las
personas adultas que se acercan para recibir la confirmación, o con
ocasión del sacramento del matrimonio, hay quien ve en esto una
oportunidad de la gracia para poder evangelizarlos y realizar un
proceso de conversión y de fe con ellos. La pastoral prematrimonial es
muy necesaria en la sociedad de hoy, para formar familias cristianas,
imprescindibles para la construcción del Reino.

Estos encuentros puntuales se hacen especialmente intensos en los


momentos de experiencia del límite humano, como es el caso de
quienes están enfermos, en los momentos críticos de la enfermedad,
previos a la muerte, aunque no demanden el sacramento de la Unción, y
en los procesos de duelo.

Tenemos la oportunidad de, una vez que conocemos la realidad y la


dificultad con la que se encuentran los adultos para un catecumenado
permanente y continuado, poder seguir buscando formas, sin
descanso, de priorizar y fomentar la catequesis y los procesos
catecumenales de adultos. También es momento de emprender una
mayor apertura de los centros y organismos diocesanos de pastoral
para facilitar la formación de los laicos. Entre quienes se declaran
creyentes se solicita acompañamiento espiritual y, por ejemplo, se echa
en falta que el Centro Diocesano de Teología, Pastoral y Espiritualidad
se dedique a la preparación pastoral y a la espiritualidad, dimensiones
abandonadas en sus planes formativos y, en especial, la espiritual.

Se reclama la autenticidad en las personas de fe –especialmente en el


sacerdote– y la veracidad en el encuentro personal con Dios. Por eso,
parece oportuno recuperar esa dimensión kerygmática permanente
hacia el interior de la Iglesia para que nadie en ella se dé por
convertido. A los que ya están insertos en la comunidad cristiana hay
que proponerles ir más allá, seguir avanzando en su proceso creyente.
Finalmente, se propone la reagrupación de grupos en decadencia que
comparten carismas similares, en el estímulo común de la
evangelización compartida y la corresponsabilidad en la misión.

- 41 -
3. Una Iglesia más testimonial En la Iglesia vamos tomando conciencia de la carencia de dinamismo
misionero, de comunidades de base comprometidas que con su
testimonio evangelicen, desde la propuesta y no desde la imposición,
respetando la libertad de las personas. Somos conscientes de que hay
cristianos con resistencias o dificultades para el diálogo con los no
creyentes, capaces de una confrontación honesta entre su fe y la
cultura. Ante esto, tenemos la oportunidad de fomentar y priorizar, sin
prisas pero sin pausa, la creación de pequeñas comunidades cristianas
de talla humana, como nos pide la Iglesia en tantos documentos, que
vayan transformando nuestras parroquias en una comunión de
comunidades, evangelizadas y evangelizadoras, que desde su
presencia y su palabra testimonien, acojan y acompañen a todos
aquellos que aceptan la propuesta del Kerygma y manifiestan su deseo
de incorporarse a la comunidad cristiana.

Muchos rasgos se han venido señalando en el clero: la pérdida de


identidad sacerdotal como producto de una sociedad secularizada; la
falta de unidad en la fe, en los criterios pastorales y en la disciplina, y
de caridad para que pueda haber unidad efectiva y afectiva entre los
que comparten los lazos de la fraternidad sacerdotal; el desempeño del
ministerio desde el poder y la imposición, en vez de la autoridad y el
servicio; la escasez de sacerdotes maestros de oración y ejemplos a
imitar que vivan una espiritualidad sacerdotal intensa, profunda,
“vibrante”, con ardor, entusiasmo y celo pastoral; la práctica de la
murmuración y el chismorreo y la incapacidad de diálogo de quienes
se creen en posesión de la verdad y de los mejores métodos; la falta de
disponibilidad para salir de las estructuras del templo y tener más
presencia en las realidades de la calle y en las periferias; etc. Ante todo
esto, podemos seguir sembrando y fomentando, desde el seminario,
una identidad sacerdotal fundamentada en el amor a Dios sobre todas
las cosas, alimentada por el misterio eucarístico, los consejos
evangélicos y la caridad que de ellos emana, capaz de vivir, con alegría,
una evangelización más radical e integral. Además, contamos con una
parte del clero motivada por una fuerte espiritualidad y que están
dispuestos a trabajar en parroquias y otros ámbitos siguiendo las
directrices y el estilo que pide el Papa Francisco.

Tenemos la oportunidad de cultivar en nuestras parroquias adultos y


jóvenes que sepan ser testigos auténticos con su vida de esta Iglesia en
salida, comunidades que sean capaces de ocuparse creativamente y
cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para
incluir a todos, que sean capaces de evitar sumirse en la mundanidad
espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones
infecundas o con discursos vacíos” (cf. EG, 207).

Desde la fe, reconocemos las semillas del Reino que se dan entre
nosotros en medio de una crisis global como la que vivimos: familias
que sostienen a sus miembros más débiles y el trabajo gratuito en
parroquias y asociaciones, etc. Por un lado, sabemos que el cambio se
dará desde lo cercano, siendo la familia cristiana el primer y principal
espacio para vivir y transmitir la fe, y por otro surgen experiencias de
modelos económicos alternativos donde no prevalece la lógica del
máximo beneficio económico, como es el caso del comercio justo, las
empresas de reinserción social, la banca ética, etc. Siendo esto así, es
necesario generar redes de personas, de profesionales, de familias, que
asociadamente pongan en marcha nuevas realidades y experiencias
(económicas, sociales, culturales, etc) que sean semilla de Reino.

- 42 -
Es casi una exigencia realizar con “calidad” lo que hacemos, sin olvidar que
esta calidad tiene su raíz en una santidad de vida, que es lo que
verdaderamente comunica la fe. Además, se necesitan líderes que, desde
esta profunda espiritualidad, sean capaces de generar nuevos dinamismos
y emprendimientos pastorales. Existen muchas técnicas sociales y medios
a nuestro alcance para que los sacerdotes y los laicos adquieran estas
capacidades. Por otro lado, la entrega, la generosidad y el compromiso de
multitud de personas y organizaciones en un trabajo constante al servicio
de los empobrecidos y excluidos son una oportunidad, porque presenta
un modelo de creyente que, por la coherencia de su vida, hace más creíble
el Evangelio desde su testimonio.

Finalmente, no podemos olvidar la presencia de la cruz en nuestra vida de


fe, y el lugar y el sentido que tiene que tener para nuestra vida: se
presencia existencial es siempre una posibilidad de dar testimonio y de
evangelizar.

4. Abrir las puertas del corazón Tenemos la oportunidad de abrirnos al Espíritu que nos invita y nos
y de los templos impulsa, con su fuerza liberadora, a construir una Iglesia de estilo
comunitario, capaz de cercanía, de comunión, en salida y humilde (cf. EG,
205). Así, desde esa primera apertura, podremos también abrir el
corazón y las manos a todas las personas. Solo en el seno de una
comunidad viva la evangelización puede producir fruto en el corazón de
las personas, haciendo una especial opción por los últimos, por aquellos
que la sociedad descarta y desecha (G, 195). Esto implica también la
acogida de quienes, por una causa u otra, se alejaron de la Iglesia,
presentando el rostro misericordioso de Jesús, sin juicios ni reproches.

Es también un momento propicio para dejarnos alcanzar por las


sensibilidades de los adultos de nuestro tiempo, de acogerlos, hacernos
presentes entre ellos, acompañarlos en sus procesos de fe y de
crecimiento personal y apoyarlos. De prestar atención a su condición
laical que lleva consigo tratar de obtener el reino de Dios gestionando
los asuntos temporales. De facilitarles la integración en grupos que les
permita, con más facilidad, el intercambio de experiencias de vida y el
establecimiento de relaciones fraternas y amistosas, que se convierten
en una oportunidad privilegiada para la transmisión de la fe de persona
a persona (cf. DpC, 261-265; EG, 127-129).

La pluralidad social y de carismas en la Iglesia, necesita de vasos


comunicantes para compartir esa riqueza. El trabajo en red y las
buenas relaciones internas y con otras instituciones fomenta el respeto
mutuo y un trabajo de mayor calidad y alcance. En una Iglesia en la que
se constatan conflictos internos, tenemos la oportunidad de mejorar la
comunicación y la coordinación entre las distintas personas y grupos,
superando la lógica del simple reparto de tareas –mientras nos
ignoramos recíprocamente– y saliendo de las dinámicas de
desconfianza, conflicto y competitividad en las que, a veces, estamos
inmersos. Esto exige mayor comunión y transparencia.

Por otro lado, el diálogo con instituciones de la educación y la


cultura, como la Universidad, para conseguir intercambios y
convenios con ella y otros organismos locales, provinciales,
regionales, nacionales,…. en beneficio de nuestros actuales
seminaristas y futuros sacerdotes, en particular, y de los fieles de la
diócesis en general, por ejemplo con todo el mundo cultural de las
hermandades, el arte, la enseñanza, etc.

- 43 -
Ser una diócesis pequeña favorece la creación de una familia de grupos
juveniles que pueden compartir experiencias, materiales, etc. y crear
interacción pastoral. Esto ofrece la oportunidad de una mayor
coordinación intraeclesial con sacerdotes, religiosos y laicos, entre las
distintas pastorales, así como alizanzas y coordinación con otras
entidades sociales y civiles, para que, entre otras, la acción sociocaritativa
de la Iglesia sea expresión de comunión y la caridad más efectiva.

Hay que mantener las puertas abiertas de los templos durante el


máximo tiempo del día para que las personas puedan realizar su visita
y oración ante el sagrario, promoviendo las exposiciones del Santísimo.
El despacho parroquial debe ser más un espacio de encuentro que
para la burocracia. Hay que saber poner perfiles adecuados en las
puertas de nuestras Iglesias o instituciones, en los despachos, capaces
de una adecuada acogida y saber aprovechar los diálogos con quienes,
por ejemplo, se acercan a la parroquia con ocasión de un sacramento.

En este análisis, hemos venido constatando que no tenemos una buena y


adecuada labor pastoral. Abunda la improvisación, la falta de creatividad y
de adecuación entre los medios que se usan y el sentir y las nuevas
realidades que vive la sociedad de hoy. Tenemos la oportunidad de ser
más operativos y organizativos, buscando maneras de proporcionar mayor
formación a nuestros agentes de pastoral, de disponer cada vez más de
tecnologías de la comunicación y participación que permitan impulsar la
acción pastoral y una mayor presencia social.

La existencia de otras confesiones en nuestros pueblos ofrece la


oportunidad de acercarnos a distintas realidades para vivir la
confraternidad, desde el respeto mutuo y poniendo en valor lo mejor
de cada una de ellas. Así, se puede establecer alianzas con otras
confesiones para promocionar una cultura del encuentro, el sentido de
la transcendencia, el respeto al hecho religioso, el valor de la vida, etc.
También es importante trazar estas alianzas en el marco educativo
entre el profesorado de religión católica y el de otras confesiones.

Cualquier necesidad en las personas es una oportunidad para la Iglesia


de llevar “el paño del consuelo, la luz de la verdad que esclarece
errores, limpiar manchas, sostener a los vacilantes, levantar a los caídos,
etc.” En definitiva, “pasar haciendo el bien” al estilo de Jesús.

5. La Iglesia como institución La Iglesia es una realidad de elevada implantación social y que sigue
de confianza ocupando un lugar importante en la sociedad de Huelva y provincia. La
Iglesia sigue siendo una institución en la que se confia, a pesar de la
sospecha que, en un sentido despersonalizado y genérico, se tiene y
promueve sobre la Iglesia y de la consecuente desafección de no pocos.
Esta confianza social que la Iglesia ha mantenido y mantiene aún en
muchos pueblos nace del protagonismo que ha tenido en la historia
como elemento integrador y conformador, a partir de valores
singulares que han ido perneando y que han configurando a la
sociedad: el amor al prójimo, el perdón, la solidaridad, etc.
Allí donde había problemas anquilosados, el buen hacer de algunos
párrocos ha despertado de nuevo la confianza en la Iglesia, acercando
a fieles que llevaban años sin pisarla. Especialmente la pandemia ha
sido una ocasión propicia para recuperar esa confianza perdida. Esto
nos demuestra que activar la inteligencia pastoral en determinadas
coyunturas favorece ese reconocimiento del valor de la Iglesia.

- 44 -
La Iglesia sigue teniendo autoridad como formadora de valores
cristianos y humanos. Prueba de ellos es el elevado número de
familias que aún siguen demandando para sus hijos las clases de
Religión o que apuestan por la escuela católica. En opinión de la
delegación para la Educación, la misma situación de manejabilidad
del panorama político, la falta de valores sociales y de nuestra propia
identidad, puede hacer que las familias se planteen el hecho de pedir
Religión para sus hijos como la vía a través de la cual reciban esos
valores, creencias, cultura, costumbres… que la sociedad se empeña
en hacer desaparecer y que no reciben desde ninguna otra
enseñanza. Aproximarse a los centros educativos cercanos a la
parroquia abrirá la posibilidad de hacer llegar una oferta pastoral a
jóvenes y niños.

Sin duda, el factor de confianza más valorada en las organizaciones


civiles y en la ciudadanía en general, es la acción caritativa y social de la
Iglesia. En este sentido, es destacable la labor de las Cáritas
parroquiales, las bolsas de caridad de las hermandades y otras
asociaciones o acciones de la Iglesia en este ámbito. La imagen social
del Papa Francisco favorece esta imagen. Esto ofrece la posibilidad de
contar en la sociedad con recursos y alianzas con plataformas y
organizaciones bien estructuradas que, bien aprovechadas, podrían
dar unos excelentes frutos. También es una oportunidad para
involucrar a los parroquianos en su sostenimiento y, por extensión, de
toda la acción de la Iglesia en sus diferentes dimensiones.

La distancia que existe entre la sociedad y la Iglesia y su mensaje, junto


a la actual situación de incertidumbre y de empeoramiento de las
condiciones de vida de las familias onubenses, debería llevarnos a
plantear una presencia pública en diálogo con las organizaciones e
instituciones de nuestra sociedad civil y fortalecer y hacer crecer la
Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente. Hay mucho trabajo por hacer y
deberíamos ser capaces de hacerlo uniéndonos para combatir las
injusticias sociales en movimientos vecinales, el trabajo sindical de
algunos movimientos, etc.

6. El sustrato religioso Ante un debilitamiento de la pertenencia a la Iglesia, la falta de fe o de


y la piedad popular compromiso en muchos cristianos y un aumento de la población
alejada –aunque participen en diversos actos de religiosidad popular–,
tenemos la oportunidad de aprovechar sus experiencias eclesiales, su
espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que se expresa
más por la vía simbólica que por el uso de la razón instrumental. En
este acto de fe se acentúa más el “credere in deum” que el “credere
Deum” (DpC, 336). Dios, que no hace acepción de personas, tampoco
descarta cualquier vía de acceso a Él.

Existe en nuestra sociedad y cultura andaluza un substrato religioso de


base sostenido, especialmente, por las hermandades y las distintas
expresiones de la piedad popular que son una gran oportunidad de
diálogo con la cultura y de presencia social. Por su capacidad de
convocatoria, las hermandades son un lugar propicio para la
transmisión de la fe y del diálogo, para la formación laical y promoción
vocacional, para testimoniar la fe y expresar la unidad de la Iglesia, sin
olvidar que su fin primordial es el culto. Por ejemplo, la manifestación
pública de fe en sus salidas procesionales son un auténtico
contrapunto al ambiente de secularización reinante.

- 45 -
El acceso ocasional a la Iglesia por vía de la piedad popular y sus
manifestaciones de las generaciones jóvenes es una buena
oportunidad para acercarse a ellos. Se puede mejorar la simbiosis entre
hermandades y parroquias: fomentando la formación de los cofrades e,
incluso, potenciando entre los cofrades la culminación de los procesos
de iniciación cristiana (confirmación) como puerta de entrada a una
formación continuada de adultos; animando a la participación de las
celebraciones, retiros y momentos de oración, cultivando una mayor
vivencia de la espiritualidad; implicando a los hermanos en los
servicios de la parroquia y, en especial, en los caritativos para que no
realicen una caridad por su cuenta y según criterios que no responden
al Modelo de Acción Social de Cáritas.

Tenemos la oportunidad de devolver ciertas manifestaciones de la piedad


popular a sus raíces evangélicas, trinitarias, criptológicas y eclesiales,
purificándolas de deformaciones o actitudes erróneas y convirtiéndolas en
oportunidades para un nuevo compromiso con la vida cristiana (DpC,
340). Igualmente, las conmemoraciones, tiempos jubilares, etc., vinculados
generalmente a la piedad popular, son efemérides que ofrecen
oportunidades de generar puentes con la sociedad y plataformas de
evangelización y revitalización de las parroquias.

También el patrimonio cultural religioso, en sus manifestaciones


artísticas y folklóricas, en el sentido positivo del término, generan
identidad con base cristiana y son una plataforma de encuentro y
colaboración. No podemos olvidar que el patrimonio cultural e
histórico de nuestra provincia está relacionado y vertebrado por
contenidos religiosos. La transmisión de la cultura y sus valores es
necesaria para la buena convivencia. También la asignatura de Religión
Católica aporta al proceso social y cultural. A través de la educación
religiosa la sociedad va aprendiendo lo más importante de la cultura.

7. Tiempo de cambio Nuestros mayores en la fe afrontaron las dificultades y los retos y


consiguieron superarlos: sus tiempos no fueron ni peores ni mejores
que los nuestros, sino otro momento histórico. Bueno es mirar la
historia y frutos de quienes nos precedieron en la tarea pastoral
aprendiendo de su vigor apostólico y dando respuesta al hombre de
hoy con los medios y lenguajes del hombre de hoy.

La presencia del Espíritu Santo conduciendo la nave de la Iglesia nos


garantiza que, en todo momento, podemos ser iluminados en el
discernimiento sobre los retos que la comunidad cristiana debe asumir
en cada tiempo. La conciencia de estar en un tiempo nuevo debe
ayudarnos a vencer el miedo al cambio para que no nos paralice y se
experimenta una cierta predisposición y deseo de afrontar esos nuevos
retos por parte de un sector de la Iglesia, deseo avivado con la llegada
del nuevo Obispo que ha activado las expectativas.

Comenzando una nueva etapa en la diócesis, tenemos la oportunidad


de buscar formas de ampliar la participación y la implicación en la
elaboración de los planes pastorales, procurando que no sean
farragosos, que sean fáciles de aplicar, que dejen espacios a la
creatividad y que sean más de propuesta que de imposición. El desafío
que supone construir juntos y desde la clave de la sinodalidad un
nuevo Plan Diocesano de Evangelización, nos hará partícipes, después,
de su ejecución y revisión, generando nuevas sinergias comunitarias.

- 46 -
Tenemos, pues, un gran recorrido por delante en el que poner en
marcha diversos aspectos, ya tratados en puntos anteriores:

• Creación de espacios para compartir y convivir, facilitando la


unidad entre las diversas realidades existentes dentro de la
diócesis, y así poder trabajar de manera más efectiva,
animándonos. Nuestra situación se puede ver favorecida si somos
capaces de trabajar juntos para que demostremos nuestra
verdadera fuerza.
• Creación de espacios de formación y preparación en todos los
ámbitos, también en el civil, mediante talleres, cursos, charlas, etc.
para ser capaces de llegar donde se nos necesite y poder trabajar
todos en una misma dirección.
• Generar nuevas metodologías para el trabajo con los jóvenes.

8. Las redes Partiendo de lo fundamental del testimonio y el encuentro personal y


sociales y los nuevos medios comunitario para crecer en la fe, reconocemos que los medios
tecnológicos –como las redes sociales, el portal web, la difusión de
noticias vía digital, etc.– nos brindan multitud de oportunidades. Son
una oportunidad para la evangelización, de acceso a muchas personas
de forma inmediata.

En los más jóvenes, nativos digitales, la oportunidad también se


encuentra en que ellos mismos se conviertan en agentes de
evangelización ya que por sus características, intrépidos y creativos,
con dominio de los códigos y lenguajes actuales y la capacidad
hermenéutica de la cultura actual, pueden ser agentes preferentes
para esta pastoral.

Algunos medios digitales pueden ser una herramienta para un


primer contacto y atención, pero esto requiere una formación y
coordinación para hacernos capaces de amortiguar y neutralizar
algunas contrapartidas negativas, como el abandono e inapetencia
por la presencialidad, por ejemplo, en la asamblea celebrativa. No
podemos olvidar que es una de las presencias del Señor entre
nosotros: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos” (Cf. Mt 18, 20).

Algunos parroquias cuentan con blogs, perfiles en redes sociales,


incluso páginas webs. También, algunas televisiones locales colaboran
con sus parroquias, por ejemplo, retransmitiendo la misa parroquial, o
cuentan con espacios en radios locales. Hay que cuidar especialmente
la presencia en los medios para que nunca suponga un antitestimonio.

El mundo necesita escuchar la voz de Dios, pero no tiene oídos.


Nosotros somos los portavoces y estamos roncos o dormidos. Urge
crear canales de comunicación. Hay un esfuerzo también por hacer
presente en estos nuevos medios los rostros de la pobreza, con nuevas
estrategias de comunicación y sensibilización, con las nuevas
tecnologías desde nuestra identidad eclesial.

Es positivo como característica de los jóvenes de hoy, la educación y


amplitud de conocimientos, así como el desarrollo del trabajo
colaborativo, que les abre al don y tarea de la comunión, y el mayor
grado de autonomía y percepción de la libertad personal que viven
como adecuada, especialmente en los jóvenes entre 18 y 25 años.

- 47 -
Finalmente, comunicar anualmente las cuentas y la memoria de
actividades parroquiales es un ejercicio de transparencia con la
feligresía y con la sociedad en general, con un profundo sentido
evangélico y que, consecuentemente, es un auténtico testimonio de fe
en la comunidad y en medio de la sociedad.

9. Los nuevos rostros Los asentamientos de inmigrantes y las personas sin hogar van en
de la pobreza y otros aumento, con un alto índice de pobreza y desempleo –de los más altos
problemas sociales de España–. Además, asistimos a un acelerado envejecimiento de la
población en la diócesis, debido al éxodo de familias jóvenes que
buscan trabajo en otras ciudades o países, con lo que aumenta la
soledad de nuestros mayores, muchos de ellos dependientes. La
situación de crisis económica y de falta de esperanza que está
generando la pandemia, la desintegración familiar, la brecha digital o
las nuevas adiciones, etc., nos presentan nuevos rostros de la pobreza
ante los que podemos generar procesos de trabajo que nos permitan
detectar situaciones de pobreza y vulneraciones de derechos desde las
realidades que ya viene la Iglesia acompañando. La experiencia
acumulada de años actuando bajo un Modelo de Acción Social nos
ayuda a reconocer que, dentro de esas nuevas maneras de presentarse
la vulnerabilidad y la exclusión, las raíces de la pobreza siguen siendo
esencialmente las mismas, al igual que los colectivos que la sufren.

La compasión por todos aquellos que están heridos por la vida, por los
humildes, por los pobres… debe ser el rasgo decisivo de nuestra Iglesia.
“Ellos tiene mucho que enseñarnos. Además de participar del census
fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo suficiente. Es necesario
que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es
una invitación a recorrer la fuerza salvífica de sus vidas y ponerlos en el
centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en
ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus
amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG, 198).

Ante la existencia de numerosas injusticias, de diferentes formas de


pobreza, de estructuras que van contra la dignidad de la persona, etc.,
tenemos la oportunidad de presentar el evangelio con toda su fuerza
profética. La propia realidad de pobreza cambiante que nos ayuda a
crecer, a adaptarnos continuamente, a reflexionar y buscar alternativas,
acciones y proyectos para mejorar la situación de las personas es, por
tanto, una de las mayores oportunidades de la Iglesia para nuestro hoy.

Hay un sentido de defensa de la dignidad de las personas en parte de


la sociedad que se deja ver también en los jóvenes y que posibilita
acercarles a las organizaciones de Iglesia o de inspiración cristiana para
ejercer su voluntariado en el ámbito caritativo y social. El diálogo con
jóvenes en exclusión, enfermos o en la cárcel, la cercanía y
acompañamiento de las distintas pastorales socio caritativas, acercan
el rostro misericordioso de Jesucristo y maternal de la Iglesia en las
vidas de jóvenes muy rotos.

Nos encontramos también con una sociedad más igualitaria. En


especial, hay un mayor empoderamiento de la mujer que hay que
saber aprovechar para reconsiderar su papel en la Iglesia y su igualdad
de oportunidades, no por paridad, sino por igualdad de dignidad y
vocación esencial.

- 48 -
El trabajo en red con otras instituciones sociales debe ser emprendida
con más constancia, teniendo siempre en cuenta los criterios de
discernimiento propios y las opciones particulares, iluminadas por la
Doctrina Social de la Iglesia. Las oportunidades que ofrecen la
implicación en una acción conjunta con los servicios sociales, los
ayuntamientos y otras instituciones, nos ayudarán a implementar
estrategias de detección de familias en riesgo de exclusión, hacer
seguimiento de niños con fracaso escolar, crear iniciativas de empleo
para los jóvenes, diseñar entornos saludables, dotar a los barrios de
centros con educadores sociales que saquen a los niños de las calles, etc.

Aunque el nuevo voluntariado en Cáritas es escaso, sin embargo, es


más susceptible de asumir el Modelo de Acción Social que el
voluntariado más veterano. Hay que diseñar nuevas estrategias para
atraer a los jóvenes a participar en los proyectos de Cáritas, de
desarrollo con países empobrecidos desde Manos Unidas u otras
propuestas existentes en la diócesis, generando nuevos vínculos con
las parroquias y no aisladamente. Hay que evitar la atomización de
estos grupos y situarlos más como una oportunidad de encuentro con
el Señor de los pobres y con la comunidad de los pobres que como un
medio de realización personal y autocomplacencia. Estamos para servir
a los pobres, no para servirnos de ellos.

El interés desde los espacios confederares, regionales y provinciales de


la estructura de Cáritas, se hace más creciente en cuanto a proponer y
animar una mayor presencia de la acción socio-caritativa en los planes
de formación de los seminarios y coordinar programas o acciones
específicas de formación para sacerdotes.

Finalmente, la conciencia medioambiental, primera preocupación en el


colectivo joven, nos permite educar la sensibilidad ante la belleza de la
Creación y la necesidad de su cuidado desde una ecología integral,
como expresa la encíclica Laudato Si’. Principalmente, el entorno en el
que vivimos nos aporta una sensación de libertad y de privilegio al
estar rodeados de una rica biodiversidad, un paisaje natural que nos
proporciona experiencias únicas que pueden ser trascendidas
conectándonos como criaturas con el Creador y activando el
compromiso por su cuidado y por la defensa de la justicia y equidad
que de este cuidado se desprende.

- 49 -
SOBRE LA COYUNTURA COVID-19

L a pandemia del Covid-19 ha condicionado enormemente la vida y misión de la Iglesia. En especial, el


confinamiento causado por el estado de alarma generó mucha confusión en el clero y en los fieles.
Muchos reconocen un efecto negativo en toda la acción pastoral y evangelizadora de la Iglesia. La
ausencia de vida comunitaria, la imposibilidad de participar de la Eucaristía, en otros sacramentos o de
reunirse, la preocupación por el abandono del acompañamiento pastoral y espiritual de los fieles, la
dificultad para acceder a las personas más vulnerables y necesitadas, etc., han sido obstáculos a vencer.

Entre otras carencias, ha puesto de manifiesto: la falta de nuevos medios digitales y de preparación para
su uso por parte de los agentes para seguir desarrollando la labor pastoral; la brecha digital o falta de
medios tecnológicos de algunas familias, impidiendo su acompañamiento y seguimiento; la falta de una
comunidad estable, madura, formada y responsable que diera, de forma organizada, respuestas creativas
al desafío sobrevenido; la inacción de un clero perplejo e incapaz de discernir y actuar en correspondencia
con los criterios comunes; etc.

Después de un año en esta situación, vemos como la crisis económica y de falta de esperanza que está
generando la pandemia, dibuja un panorama que debemos afrontar en comunión y con un entusiasmo
renovado. Han empeorado las condiciones de vida y trabajo de miles de familia y ha hecho resurgir la
preocupación por la cuestión social. Nuestra provincia se ha convertido en una de las que más desempleo
tiene de toda España y con el triste récord de los salarios más bajos para las mujeres y mayor brecha
salarial entre hombres y mujeres. Esta situación puede y debe ser una oportunidad para una mayor
presencia y desarrollo de la Pastoral Social, del Trabajo y Obrera, así como un impulso para el
conocimiento y la praxis de la Doctrina Social de la Iglesia. Por tanto, la acción caritativa de la Iglesia es
una oportunidad de acercarse a los más empobrecidos de nuestra sociedad y una oportunidad
evangelizadora siempre que el objetivo sea la promoción integral (personal y colectiva) y no solo
asistencia en la necesidad material. Esto va a condicionar mucho la vida de las familias, lo que requerirá
una especial atención pastoral y solidaridad.

Esta respuesta generosa y solidaria de la Iglesia, en sus miembros e instituciones, se ha hecho notar desde
el primer momento de la pandemia y ha ido generando una mayor conciencia social. Se valora
positivamente el esfuerzo para la adaptación a las circunstancias covid por parte de párrocos y agentes, la
buena disposición de la comunidad para aplicar la normativa y las recomendaciones. Incluso, en algunas
parroquias se ha experimentado un incremento en la participación de la Eucaristía, posiblemente por la
necesidad de buscar alimento espiritual en medio de esta situación.

La sociedad, en estos tiempos de pandemia, tiene una especial necesidad de encontrar respuestas de
esperanza. Necesita una visión distinta y renovada de las circunstancias y de la forma de afrontar las
dificultades que estamos viviendo. El materialismo no ha sido capaz de dar respuesta a las necesidades
que han ido surgiendo, por lo que, de algún modo, esta pandemia pone en crisis el sistema. Por nuestra
parte, estamos llamados a leer con sentido evangélico la situación actual que se nos ofrece como
oportunidad de purificación y crecimiento.

Por consiguiente, la situación Covid-19 nos demanda una Iglesia en salida, creciendo en presencia social y
disponibilidad. Algunas parroquias han experimentado una mayor implicación de las familias en los
procesos de iniciación cristiana de sus hijos. Por otro lado, la imposibilidad de grandes concentraciones,
nos debe impulsar a fomentar acercamientos más personales, pequeños retiros, momentos de culto y de
oración que inviten a la meditación profunda del misterio cristiano. Algunas parroquias han incrementado
el número de misas para que no haya nadie que se quede sin la participación en el sacramento y ni le falte
alimento espiritual, aumentando, como decimos, la participación de los fieles. Especialmente en el tiempo
de confinamiento, se ha visto elevada la conciencia de la familia como Iglesia Doméstica, recuperando ese
espacio y escuela de vida y fe compartida. También es esta una oportunidad para transmitir con fuerza y
dinamismo la cultura de la vida y denunciar con fuerza de palabra y signos la cultura del descarte.

- 51 -
SOBRE LA COYUNTURA COVID-19

Finalmente, la adaptación de las acciones de la Iglesia por causa de la pandemia puede ayudar a
reflexionar y redescubrir su verdadero sentido, depurándolo de una deriva más social y cultural que
evangélica. También es un buen momento para realizar una mirada al interior y contemplar el estado de
nuestra particular conversión: si estamos viviendo la vida desde el mensaje de Cristo y si estamos
poniendo el acento en lo verdaderamente fundamental del Evangelio, la relación con la persona de Cristo
y la consecuente atención a los empobrecidos, marginados y descartados de la sociedad.

- 52 -
ÍNDICE DE PARTICIPACIONES
Arciprestazgos:

A1 Costa
A2 Minas
A3 Andévalo
A4 Huelva
A5 Sierra
A6 Condado Occidental

Parroquias:

P1 Cristo Sacerdote, Huelva (A4)


P2 Santiago el Mayor, Arroyomolinos de León (A5)
P3 San Andrés, Encinasola (A5)
P4 San Bartolomé, Cumbres de San Bartolomé (A5)
P5 San Pedro, Huelva (A4)
P6 Virgen de Belén, Huelva (A4)
P7 Santiago Apóstol, Bollullos del Cdo. [Condado Oriental]
P8 Concepción, Huelva (A4)
P9 Estrella del Mar, Huelva (A4)
P10 Santa Teresa y San Juan de Ávila, Huelva (A4)
P11 Ntra. Sra. de los Dolores, Huelva (A4)
P12 San Vicente, Villarrasa [Condado Oriental]
P13 Divino Salvador, Escacena, y San Bartolomé, Paterna [Condado Oriental]
P14 Santiago el Mayor, Hinojos [Condado Oriental]
P15 Ntra. Sra. de la Asunción, Almonte [Condado Oriental]
P16 San Bartolomé, Villalba del Alcor, y Ntra. Sra. de la Purificación, Manzanilla [Condado Oriental]
P17 San Francisco de Asís, Matalascañas [Condado Oriental]
P18 María Auxiliadora, Bollullos del Condado [Condado Oriental]
P19 san Miguel Arcángel, Cumbres Mayores (A5)
P20 Santa María Magdalena, Cala (A5)
P21 Santa Marina, Cañaveral de León (A5)
P22 Ntra. Sra. de Gracia, Alosno (A3)

Instituciones diocesanas:

I1 Seminario Diocesano
I2 Cáritas Diocesana
I3 CONFER
I4 Consejo de Pastoral Diocesano (Aportación de la consejera María Jesús Arija García)

Delegaciones y secretariados

D1 Hermandades y Cofradías
D2 Apostolado Seglar: Pastoral Juvenil; Pastoral Universitaria; Movimiento Cultural Cristiano;
Cursillos de Cristiandad; Sec. Migraciones; HOAC; Vida Ascendente; Scouts Católicos de Huelva;
ACHEESIL; Salesianos Cooperadores; Movimiento Teresiano Seglar; Equipo Delegación AS
D3 Manos Unidas
D4 Pastoral Penitenciaria
D5 Pastoral de la Salud
D6 Misiones
D7 Educación: Equipo de la delegación;Profesores de Religión por arciprestazgos
D8 Catequesis
D9 Lectura Creyente de la Palabra:Isla Cristina; Trigueros; Aracena; Lepe
D10 Familia: Familias Invencibles; Movimiento Familiar Cristiano; Equipos de Nuestra Señora

Comunidades y grupos

C1 Comunidad HH Santo Ángel (I3)


C2 Grupo Matrimonios, Trigueros (D10)
C3 Grupo Jaris de Jóvenes, Trigueros (D2)
C4 Colegio Tierra Llana (D7)
- 53 -

También podría gustarte