Jean-Baptiste de Lamarck: Flora Francesa
Jean-Baptiste de Lamarck: Flora Francesa
Jean-Baptiste de Lamarck: Flora Francesa
(Jean-Baptiste de Monet de Lamarck; Bazantin, Francia, 1744 - París, 1829) Biólogo francés. Lamarck siguió
la carrera eclesiástica hasta los diecisiete años por voluntad de su padre, a cuya muerte se enroló en la
infantería, donde sirvió desde 1761 a 1768 y de la que se desvinculó a causa de su delicada salud.
Lamarck se trasladó entonces a París, y estudió medicina y botánica. Discípulo de Bernard de Jussieu, contó
también con la ayuda y colaboración de Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon, para publicar en 1778 Flora francesa,
obra en la que por primera vez se clasificaba sistemáticamente la flora por medio de una clave dicotómica.
Miembro de la Academia Francesa de Ciencias, trabajó como botánico del Jardin du Roi hasta que la institución
se reconvirtió, durante la Revolución Francesa, en el Museo Nacional de Historia Natural.
Nombrado director del Departamento de los Animales sin Esqueleto, a los que posteriormente Lamarck asignó
su denominación moderna de invertebrados, efectuó la primera subdivisión del mismo en los hoy en día
habituales grupos de arácnidos, insectos, crustáceos y equinodermos.
Compendio de sus estudios son los siete volúmenes de su obra principal, Historia natural de los invertebrados (1815-
1822). Asimismo publicó tratados sobre temas tan diversos como meteorología, geología, química y
paleontología, entre los que cabe citar Investigaciones sobre las causas de los principales fenómenos
físicos (1794), Investigaciones sobre la organización de los seres vivos (1802) e Hidrología (1802).
Charles Darwin
La revolución científica del Renacimiento estableció una nueva astronomía en la que la Tierra dejaba de ser el
centro de la creación; su defensa valió a Galileo un proceso inquisitorial. Cuando, en el siglo XIX, el naturalista
británico Charles Darwin formuló sobre bases científicas la moderna teoría de la evolución biológica en su obra El
origen de las especies (1859), también las más airadas reacciones procedieron de los estamentos eclesiásticos: el
modelo evolutivo cuestionaba el origen divino de la vida y del hombre. Una vez más (y en ello reside la
trascendencia histórica de la obra de Darwin), los avances científicos socavaban convicciones firmemente
arraigadas, dando inicio a un cambio de mentalidad de magnitud comparable al de la revolución copernicana.