Olvidarás El Fuego - 2

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Olvidarás el fuego… te salvarán las palabras

Por Ana Laura Santamaría

Contra el silencio y el bullicio invento la palabra,


libertad que se inventa y me inventa cada día
Octavio Paz

Como bien sabemos, las palabras no solo dicen cosas, las palabas hacen cosas. Las
palabras invocan, provocan, condenan, enamoran, destruyen, engañan, revelan, salvan.

La historia que Gabriela Riveros nos cuenta con palabras tan poéticas como verdaderas,
no sólo es la historia de un poeta perseguido, y con él, la de un pueblo expulsado, sino que
es la historia del enorme poder de las palabras. De esas palabras pequeñitas que Joseph
Lumbroso acomodó en su minúscula libreta con una bellísima caligrafía para que su
historia perviviera al silencio, pero también de esas grotescas y desquiciadas palabras con
la inquisición quiso borrar su existencia; de las palabras apenas susurradas en forma de
oraciones prohibidas los días de Sabbath y de otras ceremonias practicadas a la luz de la
vela y del espanto, de las palabras cómplices y solidarias con que su hermano Baltazar y su
enamorada Justa, arrebatan la voz a la narradora para dar testimonio personal de su amor
y admiración por este poeta místico, quemado en la hoguera ignominiosa de la crueldad,
incomprensión y la intolerancia. Las palabras que en voz de una joven ultrajada maldijeron
el destino de su tío, el fundador del Nuevo Reino de León, las palabras que se le salieron
incontinentes de la boca del poeta para delatar, ante el tormento del potro, a cada
practicante judaizante de la ciudad de México… las palabras que nos hacen, las palaras
que nos rompen.

Narrada a varias voces e inteligentemente interrumpida por la entrañable historia de su


propia escritura, la novela de Gaby Riveros enhebra las palabras y las historias de dos
hombres: Luis Carvajal y de la Cueva y de su joven sobrino Luis Carvajal El mozo, de las
mujeres que los amaron, de sus familias, de sus travesías, de sus “conquistas” geográficas
y espirituales; de sus dudas políticas y místicas, de sus ambiciones terrenales y
trascendentales; de las grandezas y pequeñeces de su espíritu. Dos soñadores: uno sueña
con un vastísimo “nuevo reino” en la Nueva España, lo descubre y lo nombra, nombra sus
montañas y sus cañones, mientras que el otro, el fallido heredero, sueña con el reino de
los cielos, con la iluminación que da futuro a una tradición desterrada. El Rey, le otorga al
tío las bulas para el reino en la tierra, Adonai brinda al sobrino, a este “José el soñador”
del siglo XVI, los sueños que advierten, develan e invitan a perseverar. Y a través de estos
dos hombres, la autora nos cuenta la historia de un pueblo expulsado, proscrito desde
1492 por el edicto católico, cuyas creencias, ambiciones, costumbres y empeños no
murieron en la hoguera, sino que transfigurados, siguen latiendo en las venas de sus
descendientes, en miles de nuevos otros y otras, habitantes de este “nuevo mundo” que
muy pronto pasó de ser el terreno de la utopía renacentista para convertirse en el infierno
del odio y la irracionalidad. La Inquisición sistematizó no solo la tortura y el exterminio,
sino el olvido. Quemar cuerpos es el viejo método para olvidar los nombres. Hoy…como
ayer…

Como en su novela anterior, Gaby Riveros inicia la historia con la “anatomía de un


instante”. Si el instante en Destierros ese instante era el momento del accidente en la
carretera del desierto de México, en el que la protagonista se cuestiona todo el sentido de
su vida, aquí es el instante en el que Joseph Lumbroso recibe su sentencia definitiva en las
Cárceles de la Inquisición y yo podrá nunca conciliar el sueño, suenan las campanadas de
las 9 de la noche, dos frailesn ingresa a su celda y el tiempo ahí se ha quedado detenido.
A partir de este momento, la narración estalla en diversos tiempos que como espirales se
van recuperando, mientras intervienen las voces narrativas que van dando profundidad y
perspectiva a la historia.

Al mismo tiempo, conocemos las palabras vertidas en la prensa que originaron esta
novela: la noticia de que la libreta robada de Archivo General de la Nación había aparecido
en una subasta en los EEUU. Paradojas del capitalismo y paradojas de la Inquisición, De la
Inquisición que queriendo borrar las palabas las conservaron con celo; del capitalismo,
que queriendo reducirlo todo al dinero, nos devolvió el tesoro de un sueño de un hombre
que se dio nombre a sí mismo para iluminar su fe, que se circuncidó a sí mismo de adulto
para pertenecer, que desafió y creyó que las palabras y solo las palabras, lo salvarían del
olvido, por eso escribió compulsivamente, incluso en los huesos de aguacate, en las
cáscaras de los plátanos y cuyas memoria hoy podemos leer de nuevo y asombrarnos ante
su caligrafía perfecta, ante su inteligencia y fuerza de poeta místico que los acercan tanto
a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. * p.427 (Poema de Lumbroso)

Su cuerpo torturado, como el de su madree y sus hermanas se hizo polvo y no hubo


lápidas que pudiera resguardar sus nombres, pero hoy sus memorias están vivas y nos
seducen como sedujeron a la autora, quien nos cuenta con fino tiento cómo pudo
acariciar las palabras que escribió el poeta, cómo pudo tocar con sus manos, seguramente
enguantadas, los cientos de folios de la Inquisición y percibir su tinta y las indelebles
marcas del tiempo. Cómo siguió los pasos de Lumbroso en el palacio la Inquisición, en los
restos del convento de Santo Domingo, en Tlatelolco, en Hospital de san Hipólito, hoy
convertido en elegante salón de fiestas, en el pequeño rincón de la Alameda donde un
pequeñísimo letrero consiga que ahí estuvo el Quemadero de la Inquisición, en Medina
del Campo, y en el lugar de los ancestros en Portugal….

Y la autora, poeta ella misma, le habla directamente a Joseph:

Te olvidarán, Joseph.
Olvidarán tu secreto y tu martirio.
Olvidarán tu historia.
Olvidarán tus palabras, el canto de tus palabras, tu poesía.
Olvidarán tu fe.
Olvidarán el origen de sus costumbres, de sus tradiciones y
de los consejos que les dieron sus padres y de los que ellos darán
a sus hijos.
Pasarán los siglos y olvidarán el fuego, la luz inicial que alumbró
hombres y mujeres.
Olvidarán su calidez y su fuerza.
Olvidarán a Joseph Lumbroso, al joven iluminado, dispuesto
a morir por custodiar la llama.
Olvidarán que es preciso recordar aquello que fuimos.
(p.430)
500 años después, hoy que enfrentamos nuevos y salvajes olvidos, hoy que miles de
migrantes son expulsados y rechazados, hoy que sus cuerpos desaparecen en el desierto o
en las fosas clandestinas y no hay oraciones que los nombren. Hoy que miles de mujeres
son raptadas violadas, mutiladas y desaparecidas ¿dónde están las palabras que las
nombran? ¿Dónde están sus cuerpos para ser enterrados, honrados, despedidos? ¿Y
dónde está la justicia que permite tal impunidad, pero sobre todo ¿Dónde están la vida y
la libertad que deberíamos celebrar? ¿Dónde están las palabras que estas mismas
pronunciarían para contar vidas largas y plenas? No, no olvidaremos el fuego, ni el que
quemó el cuerpo de la familia Carvajal, ni el que alumbro el alma de Joseph lumbroso, ni
el fuego que nos indigna ante la crueldad y la indiferencia. Lo que resta no es el silencio, ni
la desesperanza, sino el grito, la indignación y las palabras que nos narren, los hechos que
nos reivindiquen, el aliento que nos devuelva la fe en la vida.

Gabriela Riveros Olvidarás el fuego, Lumen, 2022

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