Olvidarás El Fuego - 2
Olvidarás El Fuego - 2
Olvidarás El Fuego - 2
Como bien sabemos, las palabras no solo dicen cosas, las palabas hacen cosas. Las
palabras invocan, provocan, condenan, enamoran, destruyen, engañan, revelan, salvan.
La historia que Gabriela Riveros nos cuenta con palabras tan poéticas como verdaderas,
no sólo es la historia de un poeta perseguido, y con él, la de un pueblo expulsado, sino que
es la historia del enorme poder de las palabras. De esas palabras pequeñitas que Joseph
Lumbroso acomodó en su minúscula libreta con una bellísima caligrafía para que su
historia perviviera al silencio, pero también de esas grotescas y desquiciadas palabras con
la inquisición quiso borrar su existencia; de las palabras apenas susurradas en forma de
oraciones prohibidas los días de Sabbath y de otras ceremonias practicadas a la luz de la
vela y del espanto, de las palabras cómplices y solidarias con que su hermano Baltazar y su
enamorada Justa, arrebatan la voz a la narradora para dar testimonio personal de su amor
y admiración por este poeta místico, quemado en la hoguera ignominiosa de la crueldad,
incomprensión y la intolerancia. Las palabras que en voz de una joven ultrajada maldijeron
el destino de su tío, el fundador del Nuevo Reino de León, las palabras que se le salieron
incontinentes de la boca del poeta para delatar, ante el tormento del potro, a cada
practicante judaizante de la ciudad de México… las palabras que nos hacen, las palaras
que nos rompen.
Al mismo tiempo, conocemos las palabras vertidas en la prensa que originaron esta
novela: la noticia de que la libreta robada de Archivo General de la Nación había aparecido
en una subasta en los EEUU. Paradojas del capitalismo y paradojas de la Inquisición, De la
Inquisición que queriendo borrar las palabas las conservaron con celo; del capitalismo,
que queriendo reducirlo todo al dinero, nos devolvió el tesoro de un sueño de un hombre
que se dio nombre a sí mismo para iluminar su fe, que se circuncidó a sí mismo de adulto
para pertenecer, que desafió y creyó que las palabras y solo las palabras, lo salvarían del
olvido, por eso escribió compulsivamente, incluso en los huesos de aguacate, en las
cáscaras de los plátanos y cuyas memoria hoy podemos leer de nuevo y asombrarnos ante
su caligrafía perfecta, ante su inteligencia y fuerza de poeta místico que los acercan tanto
a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. * p.427 (Poema de Lumbroso)
Te olvidarán, Joseph.
Olvidarán tu secreto y tu martirio.
Olvidarán tu historia.
Olvidarán tus palabras, el canto de tus palabras, tu poesía.
Olvidarán tu fe.
Olvidarán el origen de sus costumbres, de sus tradiciones y
de los consejos que les dieron sus padres y de los que ellos darán
a sus hijos.
Pasarán los siglos y olvidarán el fuego, la luz inicial que alumbró
hombres y mujeres.
Olvidarán su calidez y su fuerza.
Olvidarán a Joseph Lumbroso, al joven iluminado, dispuesto
a morir por custodiar la llama.
Olvidarán que es preciso recordar aquello que fuimos.
(p.430)
500 años después, hoy que enfrentamos nuevos y salvajes olvidos, hoy que miles de
migrantes son expulsados y rechazados, hoy que sus cuerpos desaparecen en el desierto o
en las fosas clandestinas y no hay oraciones que los nombren. Hoy que miles de mujeres
son raptadas violadas, mutiladas y desaparecidas ¿dónde están las palabras que las
nombran? ¿Dónde están sus cuerpos para ser enterrados, honrados, despedidos? ¿Y
dónde está la justicia que permite tal impunidad, pero sobre todo ¿Dónde están la vida y
la libertad que deberíamos celebrar? ¿Dónde están las palabras que estas mismas
pronunciarían para contar vidas largas y plenas? No, no olvidaremos el fuego, ni el que
quemó el cuerpo de la familia Carvajal, ni el que alumbro el alma de Joseph lumbroso, ni
el fuego que nos indigna ante la crueldad y la indiferencia. Lo que resta no es el silencio, ni
la desesperanza, sino el grito, la indignación y las palabras que nos narren, los hechos que
nos reivindiquen, el aliento que nos devuelva la fe en la vida.