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Ensayo sobre el artículo España, monarquía y

nación. Cuatro concepciones de la comunidad


política española entre el Antiguo Régimen y la
Revolución liberal de Javier Fernández Sebastián.

DANIEL GÓMEZ ROMERO

Profesor: Manuel Suárez Cortina


Asignatura: Historia Contemporánea I de España
Autor

El autor del artículo tratado es Javier Fernández Sebastián catedrático de la universidad


del país vasco, especializado en derecho constitucional e Historia del pensamiento y de
los movimientos sociales y políticos. Es autor de libros como “Lenguaje, tiempo y
modernidad. Ensayos de historia conceptual”, “La aurora de la libertad. Los primeros
liberalismos en el mundo iberoamericano” o “Historia de los conceptos”.
Asimismo, es el investigador principal del grupo de investigación Historia intelectual de
la política moderna1: Lenguajes, conceptos y discursos, cuya línea de trabajo son los
análisis de conceptos políticos modernos y el estudio del lenguaje constitucional en el
mundo contemporáneo. El articulo esta publicado en la revista semestral Studia
Historica- Historia contemporánea dedicada a la historia de España y la universal, la
teoría de la Historia y la Historiografía. El texto que nos ocupa se titula “España,
monarquía y nación. Cuatro concepciones de la comunidad política española entre el
Antiguo Régimen y la revolución liberal”, trataremos de resumirlo y desarrollar algunos
de los aspectos más interesantes.

Resumen

A lo largo del siglo XVIII se produce un fortalecimiento sustancial de la conciencia


nacional unitaria. El cambio de dinastía de corte más centralista, como es la borbónica y
una estatalidad creciente manifiesta ampliamente esta conciencia más allá de los
ámbitos cortesanos. Se desarrolla por lo tanto la idea de ser español, que como ya
veremos, no es una concepción estática y cerrada. A lo largo del texto veremos 4
concepciones distintas de lo que significa ser español, es decir, diferentes formas de ver
la comunidad nacional.

La primera concepción más tradicional de la monarquía española es la austracista, cuya


concepción de España es preestatal. En esta idea subyace la sociedad corporativa, y las
Españas, concepto que remite a la pluralidad de reinos que conforman la corona
española. La comunidad funciona como un mosaico de reinos, en los que lo importante
es la fidelidad a la iglesia romana y al monarca como figura que une a los españoles. Por
lo tanto, estas diferencias regionales no ponen de ninguna manera en cuestión al
1
Fernández Sebastián, J. (2019). Profesor Dr. Javier Fernández Sebastián. Recuperado 29 de Octubre de
2019, from http://www.javierfsebastian.com/
monarca, mientras este es el encargado de respetar estas desigualdades y administrar la
justicia entre las Españas. No olvidemos que esta concepción es anterior al liberalismo
por lo que España no sería una suma de individuos sino un colectivo con sus diversas
comunidades y familias.

En un mundo en el que la política está unida a la religión, obras como la de Maquiavelo,


que teorizan la razón de estado, son el atisbo de nuevas obras que comenzarán a hablar
de la separación entre Iglesia y Estado. El pensamiento medieval está muy presente en
esta concepción. Tal y como nos muestra el obispo Juan de Palafox en el siglo XVII
virrey de Nueva España, la nación española es creada por Dios en su diversidad y de esa
manera debe ser gobernada.

Se entiende, por lo tanto, que en un marco político como este, proyectos como el del
conde-duque de Olivares no sea tenido en cuenta. El valido pretendía con su unión de
armas hacer que todos los reinos contribuyesen a las guerras que la monarquía tenía en
numerosos frentes. Evidentemente la unión de armas será criticada por el obispo
Palafox. Esta concepción preestatal del ser español es incompatible con cualquier
concepción profana de las instituciones, puesto que la nación fue creada por Dios la
política no concibe ninguna reforma de calado como la que pretendía el conde-duque.

La segunda concepción de la que tenemos que dar cuenta es la concepción monárquico-


ilustrada de la nación española, con la figura de Carlos III a la cabeza. Este concibe la
nación como un cuerpo social al que, sobre todo, debe procurar su bienestar y garantizar
la cohesión de los elementos que conforman el Estado. El monarca ilustrado tiene ahora
un papel más activo, tiende también a una uniformidad estatal que progresivamente dará
lugar al centralismo. En esta misma línea se desarrolla el regalismo, doctrina que, sin
romper vínculos con Roma, pretende que la iglesia española esté más atada a la
autoridad real.

La monarquía quiere españolizar de algún modo la iglesia, lo que le reportará un mayor


poder y el desarrollo paulatino de la nacionalidad. No obstante, el rey sigue apelando a
conceptos que vimos con la anterior concepción como el derecho divino, añadiendo
ahora el bienestar y la utilidad común. La principal novedad es la entrada del
contractualismo en la concepción del monarca, a diferencia de la idea vista en Palafox
tan apegada a la religión, esta teoría social determina que los súbditos ceden una parte
de sus derechos al monarca para protegerse del salvaje estado de naturaleza. Ya no se
concibe la nación como comunidades desiguales sino como un conjunto de sujetos
enlazados como compatriotas unidos bajo la seguridad del rey.

A lo largo del siglo XVIII observamos una progresiva identificación Nación- Estado y
también un patriotismo en el que se prima la cooperación por el bienestar material y la
prosperidad común de España. Ilustrados como el benedictino Feijoo nos da la clave de
cómo se relacionan Estado y Nación: cuerpo de estado donde, debajo de un gobierno
civil, se rigen bajo las mismas leyes. Ya no es la nación un concepto natural anterior al
Estado, sino que incluso sería el pueblo que corresponde a un determinado Estado.

Además, vemos un impulso nacionalizador, ilustrados como Burriel abogan por la


necesidad de constituir un cuerpo de Nación homogéneo en religión, lengua, moneda,
costumbres y gobierno. Ilustrados de la periferia como el gallego Feijoo, el catalán Dou
y Bassols, y el vasco Rentería defiende la primacía exclusiva de la lengua española en
detrimento de las regionales. Al mismo tiempo comienzan los estudios nacionales sobre
derecho, historia o el carácter nacional, mientras la red de camino y el transporte mejora
facilitando un intercambio de ideas en el que pronto se empezará a sopesar la idea de
suprimir los privilegios, es decir el desmantelamiento del Antiguo Régimen, la igualdad
de todos ante la ley.

La tercera concepción es la de la idea de nación soberana del primer liberalismo, la


nación se define ahora por un cuerpo sujeto político ideal compuesto de individuos
libres, iguales e independientes, lejos de ser el patrimonio de monarca alguno, pretende
gobernarse a sí misma. En la constitución de 1812 vemos expresada la necesidad de
poner fin a los privilegios, pero también la tarea representativa de una asamblea
legislativa en favor de una nación formada por sujetos bajo las mismas leyes. Diputados
como Espiga establecen que la Nación no debe entenderse como un conjunto de
territorios sino de individuos que en ejercicio de su voluntad deciden constituirse en
Estado.

En lo que respecta a la cuestión territorial, en total contraposición a lo que vimos en la


concepción austracista, diputados como Toreno, Flórez, Estada entre otros defienden la
unidad, abogando por suprimir los antiguos fueros y divisiones en provincias. Con la
constitución las diferencias entre regiones no se conciben, la uniformidad estatal
garantiza la igualdad jurídica en consonancia con el reconocimiento del individuo como
sujeto político prioritario tan propio del liberalismo.

Como hemos visto la idea el reconocimiento del individuo en la nación se observa ya en


algunos ilustrados como Aguirre o Cabarrús y algunos perderán la fe de que el monarca
ilustrado lleve a cabo las reformas necesarias. A partir de 1808 este proceso se acelera,
vemos entonces como la palabra nación se identifica más como el conjunto de
individuos que habitan España, no tanto como el conjunto de súbditos amparados bajo
el mismo monarca. De esta manera la monarquía es nacional y tenemos la sustitución de
instituciones reales como la hacienda real o el ejercito real por la hacienda nacional y el
ejército nacional. La patria cobra importancia frente al poder invasor francés mientras
los liberales radicales se apropiarán de ella ya que ellos salvaguardan la libertad, la
soberanía de la nación frente a los que la defienden por la religión y el rey. Aunque
tampoco debemos olvidarnos de que este concepto es cosa de minorías burguesas y
urbanas, mientras el resto de la población permanece ajena e incluso hostil al
liberalismo.

La última concepción que nos ocupa de marcado corte historicista se conoce como la
concepción esencialista de la nación del primer romanticismo, la que más tarde y junto
con la concepción austracista dará lugar al carlismo. La comunidad política es dotada
ahora de una cultura ancestral con una visión orgánica de marcado carácter germanista,
y en contra del movimiento ilustrado donde la razón constituye un valor primordial. Se
articulará después de la construcción del Estado liberal en busca de una alternativa
contra él donde la nostalgia, pero la irrealizable vuelta, por el Antiguo Régimen juega
un factor clave.

La individualidad no es tenida en cuenta mientras que se encuentra inmerso en su


comunidad nacional de origen, vemos entonces una construcción de un discurso
linguistico- identitario que choca contra el racionalismo liberal. Como bien resume el
marqués de Mataflorida el hombre nace en una sociedad que ya existe y no depende de
su voluntad la organización de la misma. La comunidad se entiende como un todo que
ha de ser puro e incontaminado sus costumbres, sus usos, su idioma, es la esencia del
pueblo contra la extranjerización.
Ideólogos como Becerra y Llamas imaginan la nación como un cuerpo indisoluble en el
que el monarca es la cabeza. El barón de Eroles contrapone las constituciones
racionalistas de los vecinos europeos con los fueros vizcaínos anclados en la tradición y
modelo del que deben ser las leyes de todos los españoles. Un publicista reaccionario
explicando el fracaso de la constitución de 1812 con la entrada de los cien mil hijos de
San Luis, cree que la constitución propia para España ha de ser indígena del país y que
reúna las antiguas leyes.

Estos nuevos tradicionalistas apelan al pueblo en ocasiones analfabeto, entusiastamente


patriótico a la par que fervientes católicos. La canalización de este estereotipo la
podemos ver en la revuelta contra Napoleón del que muchos románticos de la época se
vieron atraídos, ya que en ella veían el carácter un pueblo arcaico anterior a la moderna
civilización, y de alguna manera salvaje. Esta ferviente fe católica excluyente creará un
enemigo bajo el lema cristo o la constitución mientras se agita el concepto de guerra
santa. De esta manera las dos Españas liberal y tradicionalista crearan sus propias señas
de identidad culturales y referencias históricas.

Capmany, ilustrado catalán, defiende las naciones pequeñas dentro de esa gran nación
que es España frente al modelo liberal uniformador. Pone como ejemplo la revolución
francesa que elimina cualquier tipo de particularismo provinciano, así normandos
provenzales dejan de serlo, ahora solo son franceses. Capmany cree que un catalán
puede salvaguardar su identidad por completo, sentirse muy catalán y mientras muy
español. Esto retoma la concepción austracista de la pluralidad de España, los reinos en
vez de la unidad.

En los casos vasco y catalán este particularismo se verá incrementando en sintonía con
lo que para ellos debería ser la España del Antiguo Régimen. Sectores en los que
observan la uniformidad liberal con temor, por eso ven con preocupación la posible
pérdida de su hegemonía social y recurren en ocasiones a la xenofobia. La vuelta al
pasado y esa reivindicación constante del volkgeist (espíritu del pueblo) les hace darse
la vuelta hacia personajes del pasado que encarnan los valores españoles como Viriato,
El Cid o los reyes católicos, pero también otros más regionales como en el caso del
linaje de Aitor legendario fundador del linaje vascuence.
En general, lo que impidió a España dotarse de una identidad nacional moderna es el
peso del poder eclesiástico sobre la política, lo profundamente pegados que se
encontraban estas dos ideas. Este hecho impide a España dotarse de doctrinas políticas
que durante ese mismo momento se encontraban construyendo sus Estados- nacionales.
Pensadores modernos que coinciden Política y religión como Maquiavelo con su razón
de Estado son ignorados, sino rechazados de forma tajante. Además de las diferencias
que conforman el conjunto de España. Todo ello junto una cultura de carácter
antindividual, antiestatal y antimoderno ha ido socavando las bases de lo que sería un
proyecto nacional

Análisis

En este apartado tomaremos alguno de los elementos que se menciona en el texto de


Javier Fernández Sebastián para analizarlos más en profundidad siempre en relación con
el artículo. En concreto, haremos referencia a la conclusión que él dicta sobre la débil
nacionalización de España debida al fuerte clericalismo y a las divisiones tanto
institucionales como jurídicas que conforman el conjunto de la Nación. A partir de esta
conclusión plantearemos paralelismos históricos entre dos hombres de Estado, y luego
visiones contrapuestas y adicionales al problema de la débil nacionalización española.

Durante la primera concepción que se nos explica la de la monarquía austracista se nos


pasa de puntillas por el proyecto político del conde-duque de Olivares, la unión de
armas brevemente explicada para resumir la critica que el obispo Palafox realiza al
valido de Felipe IV.

La unión de armas constituye un proyecto de Olivares para modernizar la estructura de


la monarquía católica, consiste en que todos los reinos de la corona contribuyesen
equitativamente en hombres y recursos a las incesantes guerras que la monarquía
austracista tenía en muchos frentes. En ese momento el reino de Castilla era el que
soportaba los mayores gastos de la política belicista de Felipe IV, por lo que el conde-
duque de Olivares propone equiparar todos los reinos para liberar a Castilla de la gran
carga que soportaba, pero también constituye un proyecto centralizador a la manera que
Richelieu en Francia estaba llevando a cabo.
Según el historiador John Elliott, el conde-duque de Olivares fue el primer
modernizador de España2, y es que bajo la superficial unión de armas el valido de Felipe
IV pretendía una centralización más ambiciosa reflejada en lo que conocemos como el
memorial secreto del conde-duque de Olivares. En este documento, de dudosa autoría
según algunos autores3, el valido plasma su gran objetivo político: la integración de
todos los reinos en un Estado español centralizado con las leyes de Castilla puesto que
estas eran las que ponían menor impedimento a la autoridad del monarca 4. Se trataba
entonces de una integración de todos los territorios que conformaban la corona hacia un
Estado más unitario, la integración de los demás reinos como Aragón al funcionamiento
de la monarquía hispánica, y la posibilidad de cumplir cargos en la administración del
Imperio por parte de otros territorios que no sean Castilla5.

De alguna manera el conde- duque quiere romper con el concepto austracista de la


corona, la tarea del valido no llegó a realizarse en el decadente siglo XVII. El obispo
Palafox, coetáneo de Olivares, contrasta sus opiniones en línea con su pensamiento
político teológico- naturalista explicando que puesto que estas regiones fueron
concebidas de manera diferenciada por la obra de Dios de ningún modo puede alterarse
el estado de las cosas.

En el siglo XIX y con el modelo liberal instalado después de un siglo convulso, Antonio
Cánovas del Castillo verá en el valido de Felipe IV un modelo a seguir. La implantación
del Estado liberal, segunda concepción vista en el artículo, comporta siempre un
problema en la diversa España con los nacionalismos centrífugos en apogeo en la
segunda mitad de siglo. Es por eso por lo que Cánovas del Castillo ideólogo y principal
hombre de Estado durante la restauración borbónica, en su papel de historiador echa la
vista atrás y encuentra en la figura del conde-duque de Olivares una referencia, un
modelo a seguir.

A ambos les preocupaba la unidad de España, y aunque sí, bien tilda al proyecto de
Olivares de optimista, encuentra en su empresa fines loables 6.El político del siglo XIX,
2
Elliott, J., Lozoya, T. and Feros, A. (2014). El conde-duque de Olivares. Barcelona: Austral.
3
Rivero Rodríguez, M. (2019). El "Gran Memorial" de 1624, dudas, problemas textuales y contextuales
de un documento atribuido al conde duque de Olivares. Recuperado el 29 de octubre 2019, de
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/8164/44596_3.pdf?sequence=1.
4
Díaz González, F. (1994). Las reales chancillerías en el gran memorial del conde duque de olivares.
Anuario De La Facultad De Derecho, 4, 69-80.
5
Ibidem
6
Headrick, D. (1980). Cánovas del Castillo y el conde-duque de Olivares. Historia 16, (46), 39-51.
es un liberal doctrinario defensor de una soberanía compartida entre cortes y rey, por lo
que no se adscribe necesariamente a alguna de las 4 concepciones vistas. El liberalismo
propio de Cánovas tiene un carácter doctrinario, que concibe la sociedad desde un
marcado tradicionalismo rechazando el sufragio universal y con una visión oligárquica
de la política. Siguiendo la tradición ilustrada de Jovellanos y la línea tradicionalista de
Donoso Cortés, Cánovas del Castillo tomara elementos como la constitución interna de
base historicista. Este concepto establece que una nación debe gobernarse con las
instituciones que le son propias a su carácter e historia, que en el caso de España son las
cortes y la figura del rey7. Su mayor objetivo fue la estabilización de España, (como
hemos visto en el estudio del valido), bajo una monarquía constitucional sólida para el
desarrollo pleno del Estado- nación español8.

Y es que, según Javier Fernández Sebastián, el débil grado de nacionalización de


España se debe a la heterogeneidad que caracteriza al país, al contrario del caso en el
Estado francés, que pronto alcanzó una cierta uniformidad nacional. Algo de lo que
tanto como Cánovas del Castillo como el Conde-Duque de Olivares, dos estadistas de su
tiempo, estarán de acuerdo.

Otro aspecto del que el autor del artículo hace mención en su teoría de la débil
nacionalización de España es el papel de la iglesia. Para el catedrático de la universidad
del país vasco, la influencia de la iglesia católica para la construcción de un fuerte
Estado- nación es decisiva para comprender el poco enraizamiento de una identidad
nacional española. Alude también a teóricos políticos de la Edad Moderna como
Maquiavelo y Bodino que concibieron la política como una actividad ya separada de la
religión, algo que en España no acogió ningún adepto y si muchas críticas como
podemos ver en la visión de la nación que tiene el obispo Palafox. En definitiva, el rol
de la iglesia en la sociedad española produjo un Estado con un grado de nacionalización
muy débil.

En esto último Ferran Archilés, historiador valenciano, no se muestra muy de acuerdo y


cuestiona el principio de que a mayor peso del catolicismo menos éxito del liberalismo
y de la construcción del Estado en último término 9. Archilés alude a la educación de
impronta eclesiástica que se desarrolló durante la restauración, esta disponía de un
7
Gómez Ochoa, F. (2000): Ideología y cultura política en el pensamiento de Antonio Cánovas del Castillo.
Revista de Estudios Políticos, n.º 108, págs. 143-166
8
Ibidem.
argumentario claramente nacionalista, en lo que después se ha venido a llamar
nacionalcatolicismo. Muchos estudios afirman entonces que las iglesias tuvieron un
papel importante en la nacionalización del territorio10, algo en lo que Javier Fernández
Sebastián no está de acuerdo.

Además, Ferrán Archilés menciona la ausencia de una auténtica política de la memoria


impulsada por el Estado, la ausencia de mitos comunes que impulsaran la identidad
nacional. Un ámbito en el que la educación juega un rol fundamental como se vio con la
inclusión del Quijote como lectura obligatoria en la escuela primaria durante el siglo
XIX, lo que la convirtió en un símbolo de la cultura española. Más allá de esta obra no
encontramos en España una política clara de nacionalización que si se produjo en otros
países europeos durante el siglo XIX11. La falta de valores nacionales y de mitos
nacionalistas claros produjo la aparición de nacionalismos diferentes, una actitud
nacionalizadora observable en intelectuales como señala Archilés con la novela nacional
con el ejemplo de Galdós o Emilia Pardo Bazán.

Quizás el problema de la débil nacionalización de España lo tengamos también en la


multiplicidad de proyectos nacionalistas que intentaron calar en la sociedad española
cada una con sus mitos. Desde el nacionalcatolicismo con la Reconquista como mito
fundacional de la nación española y la iglesia como principal idea de nación hasta el
nacional- liberalismo con la mirada puesta en la revolución liberal, que en algunos casos
desembocaran hacia el republicanismo. Al contrario de la república francesa donde
existe un discurso nacionalista hegemónico como es el republicano y democrático con
símbolos como Marianne, y donde los partidarios de una Francia monárquica son
escasos. España presenta una pluralidad de discursos sobre la idea de nación, cada una
con un proyecto de nación distinto, que confrontarán a lo largo del siglo XX,
desembocando en la guerra civil12.

9
Archilés i Cardona, F. (2009). Vivir la comunidad imaginada. Nacionalismo español e identidades en la
España de la Restauración. Ediciones Universidad de Salamanca (España).
10
Archilés i Cardona… Op.cit.
11
Moreno Luzón, J. (2004). Nacionalismo español: Las políticas de la memoria. Madrid: Departamento
de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad Complutense de
Madrid, pp.7-13.
12
Ibidem.
- Bibliografía

- Álvarez Junco, J. y Shubert, A. (2018). Nueva historia de la España contemporánea


(1808-2018). Barcelona: Galaxia Gutenberg.

- Archilés i Cardona, F. (2009). Vivir la comunidad imaginada. Nacionalismo español e


identidades en la España de la Restauración. Ediciones Universidad de Salamanca
(España).

- Díaz González, F. (1994). Las reales chancillerías en el gran memorial del conde
duque de olivares. Anuario De La Facultad De Derecho, 4, 69-80.

- Elliott, J., Lozoya, T. y Feros, A. (2014). El conde-duque de Olivares. Barcelona:


Austral.

- Fernández Sebastián, J. (2019). Profesor Dr. Javier Fernández Sebastián. Recuperado


29 de Octubre de 2019, de http://www.javierfsebastian.com/

- Gómez Ochoa, F. (2000): Ideología y cultura política en el pensamiento de Antonio


Cánovas del Castillo. Revista de Estudios Políticos, n.º 108, 143-166

- Headrick, D. (1980). Cánovas del Castillo y el conde-duque de Olivares. Historia 16,


(46), 39-51.

- Moreno Luzón, J. (2004). Nacionalismo español: Las políticas de la memoria.


Madrid: Departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y
Políticos de la Universidad Complutense de Madrid, pp.7-13.

- Rivero Rodríguez, M. (2019). El "Gran Memorial" de 1624, dudas, problemas


textuales y contextuales de un documento atribuido al conde duque de Olivares.
Recuperado el 29 de octubre 2019, de
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/8164/44596_3.pdf?sequence=1.

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