RONGORONGOJMRAMIREZ
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representaban espíritus vengativos; moai tangata, imágenes masculinas; moai pa’apa’a,
imágenes femeninas; y ua, mazas largas de guerra (Orliac 1993, 1994).
Al menos siete tablillas fueron confeccionadas en madera de mako’i, un árbol que
fue especialmente introducido por los colonizadores polinésicos a Rapa Nui debido a su
importancia simbólica (Orliac 1993, 1994, 2003/2004, 2005, 2010). En Tahiti era plantado
en el interior de los santuarios, cerca de los ahu (noho ahu). Era el árbol más sagrado,
indispensable como emanación del dios Roro’o que inspiraba a los sacerdotes en sus
devociones. Su madera, hojas y ramas se utilizaban en el curso de numerosas ceremonias.
Su importante valor simbólico fue la razón para trasladarlo hasta Rapa Nui.
El hecho que se prefiriera el mako’i para la confección de tablillas rongorongo,
incluyendo piezas con un ancho (19,6 cm de la tablilla denominada “Mamari”) que debe
corresponder a árboles de unos 15 m de altura, permite asociar la confección de las tablillas
a una época anterior o cercana al “colapso” ambiental del siglo XVIII, pero no mucho más
tardía.
Cuatro de las tablillas identificadas fueron confeccionadas en madera de
Podocarpus latifolia, un árbol exótico: la tablilla mayor de San Petersburgo, la échancree
de Tahiti, la tablilla menor de Viena y la tablilla grande de Washington (Orliac 2007). La
autora sugiere que estas cuatro tablillas debieron tallarse a partir del mismo trozo de
madera, ya sea de un barco europeo o llegado a la deriva en aproximadamente el mismo
tiempo, posterior al colapso del antiguo bosque.
La leyenda del ariki Hotu a Matu’a, fundador de Rapa Nui, incluye entre los
especialistas y sabios que lo acompañaron desde la tierra ancestral, Hiva (probablemente
las Islas Marquesas), a los maestros de la escritura jeroglífica (maori rongorongo), quienes
portaban 67 tablillas de madera con unas inscripciones que contenían los antiguos
conocimientos sagrados y genealogías (Métraux 1940). En el manuscrito de Pua Ara Hoa,
uno de los primeros documentos escritos en la lengua rapanui de comienzos del siglo XX,
se menciona a uno de los exploradores –llamado Mako’i- que fue encargado de recorrer la
isla para reconocer los nombres dados por un espíritu, quien al volver los trae anotados en
un trozo de fibra vegetal (Ramírez 2017). La propia planta y el rol de privilegio de la fibra
de mahute llegó con los propios colonizadores polinésicos. De hecho, un informante
vinculado a la familia real le contó a Katherine Routledge que los textos originales estaban
escritos sobre mahute, y que el uso de la madera fue incorporado más tardíamente
(Routledge 1919).
En 1770, cuando la expedición de Felipe González y Aedo toma posesión de la isla
a nombre del Rey Carlos III de España, varios jefes isleños dibujaron en una hoja de papel
algunos signos que parecen rongorongo, aunque bastante toscos (Mellén 1986, 2008;
Rjabchikov 1998 a). Además, es imposible saber cómo interpretaron la solicitud de los
españoles ni el significado de los signos. Como sea, algunos especialistas han planteado
que fue este hecho histórico el estímulo para la producción de la escritura rongorongo. Sin
embargo, la complejidad y delicadeza de la escritura, la perfección del tallado, la falta de
antecedentes que permitan conocer sus etapas de desarrollo, en un contexto histórico de
crisis social y periódicos conflictos, no favorecen esa hipótesis.
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Hasta la fecha, solamente se ha podido fechar una tablilla, a partir de una muestra de
20 miligramos de madera de la tablilla menor de San Petersburgo, recolectada en la isla en
el año 1871. El acelerador de partículas entregó dos posibilidades de datación: entre 1680 y
1740 y entre 1800 y 1871 (Orliac 2005).
Se sabe que la producción y lectura de los rongorongo era tema exclusivo de
algunos especialistas (Tangata maori rongorongo), miembros de la aristocracia. En el año
1914, Ramón Te Haha, vinculado a la aristocracia Miru, le contó a Katherine Routledge
que los rongorongo eran un secreto celosamente guardado en su clan, y que los expertos
traspasaban sus conocimientos a sus hijos o aprendices en escuelas exclusivas, y rendían
prueba frente al jefe supremo en el recinto real, en Anakena (Routledge 1919, Englert 1948,
Métraux 1940, Rjabchikov 2012; Popova 2015). Un dato muy interesante es que también se
recitaban rongorongo en ceremonias realizadas en Orongo (Routledge 1919) en torno a la
elección del tangata manu (hombre pájaro), una muestra más de la continuidad de la cultura
a pesar de la crisis del siglo XVIII.
En las islas Marquesas y en Mangareva existían especialistas (Tahuna o’ono y
Taura rongorongo) que participaban en antiguas tradiciones y rituales, encargados de recitar
genealogías, enseñar las “leyendas” y dirigir los cantos y rituales. En las islas Tuamotu, la
palabra rongo hace referencia a los relatos de las hazañas de un héroe. Sin embargo, no
existen tablillas de madera grabadas con ningún tipo de escritura en otras islas de la
Polinesia.
El tardío descubrimiento de esa escritura hacia mediados del siglo XIX constituye
otro enigma, a pesar de las múltiples expediciones europeas que pasaron por la isla desde
1722. Prácticamente todas ellas obtuvieron artefactos de gran valor de los isleños, por
medio del trueque o el saqueo, pero las tablillas rongorongo aparecieron recién en el año
1864. En efecto, el misionero laico Eugenio Eyraud, llegado desde Valparaíso con el
respaldo de la congregación de los Sagrados Corazones, fue el primer occidental en
observar una “tablilla parlante” (kohau rongorongo), que envió de regalo al obispo de
Tahiti, monseñor Esteban (Tepano) Jaussen, en el año 1869. Fue llamada “echancrée” (con
muescas), y estaba envuelta en dieciséis metros de pelo humano trenzado. Según Eyraud
(1866), existían cientos de tablillas, prácticamente en todas las casas de la isla.
En el año 1870, los sacerdotes Roussel y Zumbohm, que siguieron al hermano
Eyraud, enviaron otras cuatro tablillas al obispo de Tahiti, quien a su vez remitió cuatro de
ellas a la casa de los padres Picpus en Roma (Échancrée, Tahua, Aruku Kurenga y
Mamari). La quinta tablilla, llamada Keiti, fue enviada por el obispo a Bélgica, donde
resultó destruida durante bombardeos alemanes durante la primera guerra mundial. Una
sexta tablilla fue entregada por el obispo al estudioso ruso Nicolai Miklouho-Maclay de
paso por Tahiti, quien obtuvo otra, que luego entregó al Museo de San Petersburgo (Horley
2006; Tumarkin y Fedorova 1990). En Rapa Nui, el Padre Roussel entregó otras dos
tablillas al comandante Gana y, por su parte, el comerciante francés Dutroux Bornier
entregó el excepcional bastón al comandante Goñi de la Armada de Chile, en el año 1870.
Las tres piezas fueron depositadas en el Museo Nacional de Historia Natural en Santiago.
Luego, otros visitantes consiguieron otras piezas importantes pero con algunos daños, que
llegaron a museos en Viena, Londres, Berlín, Washington y Honolulu, pero no después de
1888 (Fischer 1997).
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En 1873, copia de una de esas tablillas fue exhibida en Londres, y un miembro de la
Sociedad Geográfica Real registró un dato extraordinario: que los misioneros habían
descubierto tres tablillas de madera dura inmediatamente después de la visita del barco de
la armada inglesa Topaze, en noviembre de 1868, en una de las casas de la Aldea
Ceremonial de Orongo, llamada “Taura Renga” (Harrison 1874: 370). Dos de ellas son las
que llegaron al Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, y la tercera fue enviada a
París pero al parecer se perdió debido a la guerra La referencia a esa casa de Orongo resulta
de particular interés, en tanto desde ella extrajeron los marinos del HMS Topaze la famosa
estatua de basalto “Hoa Hakananai’a” que se encuentra en el Museo Británico.
Descripción de la escritura
En las antiguas tablillas de madera de Rapa Nui, los signos se ordenaban en bandas
horizontales ligeramente cóncavas, y se grababan con dientes de tiburón o esquirlas de
obsidiana. En cada línea los signos están invertidos respecto de la línea anterior, de manera
que la lectura se iniciaba en la línea inferior, de izquierda a derecha, y al llegar al final de la
línea, se daba vuelta la tablilla sobre el mismo plano, para continuar la lectura sobre la línea
inmediatamente superior, según un sistema denominado “bustrofedon”, que hace referencia
a los giros que hacen los bueyes mientras van arando un terreno (Dederen y Fischer 1993;
Koll 1990).
Los signos son marcadamente convencionales, entre los que se puede identificar
figuras antropomorfas (tangata), aves (manu), hombres pájaro (tangata manu), aves con dos
cabezas, vulvas (komari), manos (rima), pies (va’e), peces (ika), tortugas (honu), jaibas
(pikea), pulpos (heke), chitones (mama), caracoles (pipi), diferentes tipos de plantas,
utensilios, adornos pectorales (reimiro), proyectiles de obsidiana (mataa), canoas (vaka),
soles (ra’a), lunas (mahina) y estrellas (hetu’u), y una variedad de formas geométricas. Una
posible representación del árbol del pan (uru), que no llegó a introducirse desde la tierra
ancestral en Polinesia, y de una palma nativa extinguida hace unos mil años, refuerzan la
idea de que la escritura rongorongo tiene su origen en los primeros tiempos de la
colonización de la isla.
En total, unos ciento cincuenta elementos básicos formaban alrededor de mil
quinientos a dos mil composiciones diferentes. Un rasgo muy relevante es que la mayoría
de los signos son antropomorfos, mostrando una variedad de posturas corporales, de frente
o de perfil, provenientes seguramente de un lenguaje pantomímico, y de las manos, propio
del lenguaje de gestos. Se muestran de pie, con piernas y brazos abiertos, sentados, con las
piernas juntas o cruzadas, con una mano levantada, o hacia abajo, dirigidas a la cara,
sosteniendo una variedad de elementos, o realizando distintas acciones. Entre las figuras
zoomorfas, la más común es el pájaro fragata (makohe), relacionado con el culto del
tangata manu (hombre pájaro).
Se ha propuesto que esos signos y composiciones no constituirían una gramática en
el sentido estricto de la palabra, sino ideogramas con múltiples significados, expresados en
un estilo telegráfico. Eran un verdadero puzzle, sólo comprensible para los iniciados en el
conocimiento de las claves.
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Lamentablemente, esos maestros desaparecieron producto de la esclavitud y las
epidemias que azotaron la isla hacia fines del siglo XIX, y con ellos la posibilidad de
conocer el contenido exacto de cada kohau rongorongo, hasta ahora.
Muchos signos se pueden identificar de manera aislada, en tanto representan
elementos conocidos del mundo natural, así como las múltiples formas que hacen
referencia a elementos artificiales reconocibles, pero hasta la fecha ha resultado inútil todo
intento de comprender su verdadero significado. Los especialistas lo consideran algo más
complejo que un mero recurso mnemotécnico, como ayuda memoria para guiar los textos
recitados, y lo clasifican como un sistema ideográfico, en etapa de transición entre la
escritura de imágenes y de sonidos.
Un conocido recurso mnemotécnico en Rapa Nui, asociado al registro de historias o
eventos mitológicos, son las figuras de hilo denominadas kaikai, de las cuales se conserva
cerca de un centenar hasta la fecha. Cada texto (pata’uta’u) está asociado a una figura
específica, que se va recitando a medida que se confecciona la figura geométrica con un
lazo de fibra vegetal que se va trenzando entre los dedos de ambas manos. Un investigador
ruso ha correlacionado directamente las figuras de kaikai con la escritura rongorongo
(Rjabchikov 1995 a, 1996, 1997 a, 1998b, 1999, 2000 a, 2010b, 2018 a).
Entre esos kaikai se cuenta el conocido “Haka nini te mako’i ngau opata” (hacer
girar la semilla del mako’i), que se puede vincular a un hermoso petroglifo en la costa al
norte de Hanga Roa, llamado “Te pu haka nini mako’i” (los hoyos para hacer girar el
mako’i). La losa de lava presenta un conjunto de grabados con gallos muy estilizados y una
gran canoa, y tres orificios posiblemente relacionados con el “juego” del trompo con las
semillas de mako’i.
De hecho, algunos especialistas han mencionado una eventual correlación entre las
figuras rongorongo y el arte rupestre (McLaughlin 2004; Rjabchikov 2001-2, 2017 a,
2018b), pero solo se puede reconocer unos pocos signos similares a rongorongo entre los
miles de petroglifos presentes en toda la superficie de la isla, y no se conoce el significado
de esa correlación. Incluso, una almohada de piedra (ngarua) presenta un par de signos
rongorongo y una línea incisa que la convierten en una pieza única, de difícil interpretación
(Ramírez 2016)
Según algunos estudios, las tablillas registraban básicamente motivos religiosos de
carácter atemporal, mitos de la creación (Fischer 1995 a, 1995b; Guy 1998b), información
genealógica (Guy 2003), listas de difuntos, nombres (Butinov 1960 b; Davletsin 2002),
calendarios lunares (Guy 1991, 1992, 2001; Horley 2011), astronomía (Berthin y Berthin
2006; Krupa 1971; Rjabchikov 1999, 2016 a, 2017 c, 2017b; Wieczorek 2011), ceremonias,
siendo muy escasos los acontecimientos históricos o políticos. El registro escrito de
carácter histórico se realizaba con otro tipo de escritura, llamada Ta’u. Al parecer, algunas
inscripciones hacían referencia a la procreación y la fecundidad, en especial el texto del
extraordinario bastón que se conserva en el Museo de Historia Natural de Santiago. La
tablilla denominada Mamari presenta abundantes signos que representan la luna
menguante, parece estar relacionada con un calendario astronómico (Guy 2001b;
Rjabchikov 2016, 2017b, 2017c). En algunas de las tablillas se han observado fragmentos
repetidos de un mismo texto pero ordenados de manera ligeramente diferente (la tablilla
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mayor de Santiago, y las dos tablillas de San Petersburgo), pero su significado sigue siendo
desconocido.
Acercamientos al significado de la escritura rongorongo
La primera referencia sobre el contenido de las tablillas proviene de un rapanui
llamado Metoro Tau’a Ure que vivía en Tahiti, quien “leyó” las tablillas en posesión del
obispo Jaussen hacia 1870. Decía ser un maori rongorongo, pero otros pensaban que era un
fraude. Las frases entrecortadas de la lectura no tenían sentido, pero Jaussen anotó más de
doscientas páginas con esos textos. El manuscrito completo de Jaussen nunca fue
publicado, sino un repertorio de doscientos cincuenta y tres signos con su traducción literal
(Jaussen 1893), pero no una verdadera interpretación de algún texto (Fig. 1).
En 1868, el barco norteamericano Mohican llevó a la isla al contador William
Thomson, quien realizó una excepcional labor de recopilación de datos y artefactos durante
once días de permanencia en la isla. Llevó dos tablillas rongorongo, que se encuentran en el
Smithsonian Institution de Washington, y un texto recitado por el anciano Ure Va’e Iko,
llamada “Atua mata riri” (dios de ojos enojados). Se trata de 48 versos, la mayoría de los
cuales habla de dioses copulando con distintos elementos para producir distintos elementos
naturales (Fig. 1).
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Fig. 1 Selección de signos del repertorio recopilado por el P. Jaussen,
según la interpretación de Ure Va’e Iko
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Entre 1914 y 1915, a lo largo de diecisiete intensos meses de investigación en la
isla, la inglesa Katherine Routledge intentó infructuosamente obtener las claves de la
escritura de los últimos informantes. Mostró fotografías de tablillas a un grupo de ancianos,
y comenzaron a cantar una “plegaria a dios”, sin lograr una traducción. Al parecer, el único
maestro que todavía en el año 1914 podría haber entregado algunas claves para la
comprensión de la escritura era un anciano leproso llamado Vaka Tuku Onge a Teatea a
Hiva, conocido como “Tomenika” (ca. 1843 – 1915). Lamentablemente, lo único que
consiguió del desahuciado maestro fue el dibujo de dos signos rongorongo que según dijo
siempre se utilizaban para designar al hombre que daba una fiesta en honor a su padre
(paina); vagas referencias a otras ceremonias en que se cantaban rongorongo, y un texto
escrito con lápiz sobre papel que contenía 75 glifos de rongorongo en un estilo diferente del
clásico (Fig. 2), con sus significados individuales (Fedorova 1995). Tomenika falleció al
poco tiempo. Katherine concluyó que sería imposible recuperar los códigos, en tanto la
escritura rongorongo eran una “ayuda memoria”, tal como las cuentas de un rosario, para la
recuperación de textos que esconden significados encubiertos y profundas metáforas.
Fig. 2 Texto de Tomenika (1914), con flechas para seguir el orden de la escritura,
según el Dr. Campbell (1987).
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Fig. 3 Las tres primeras líneas de la tablilla “Tahua” dibujadas por Barthel (1958 b)
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combinación específica de signos. Basada en el mismo material, Lorena Bettochi (2009)
propuso una interpretación semántica, imposible de validar. Los trabajos más sistemáticos
en el estudio de la escritura rongorongo, desde un punto de vista estructural y paleográfico,
han sido realizados en los últimos años por Jacques Guy (2001 a, 2003, 2006) y Paul
Horley (2005, 2007, 2011b, 2013).
En suma, es necesario reconocer que hasta ahora resulta imposible validar cualquier
intento de traducción de la escritura rongorongo según cánones científicos. Al parecer, los
antiguos códigos que permitían interpretar sus contenidos específicos se perdieron con los
últimos maori rongorongo hacia fines del siglo XIX.
Inventario de rongorongo
Existen distintas versiones sobre la caracterización de las tablillas rongorongo como
piezas originales, de manera que también existen discrepancias al momento de obtener un
catálogo definitivo (Barthel 1958; Davis-Drake 1988, 1988/89, 1989/90, 1990; Dederen
1987; Fedorova 2001; Fischer 1993, 1997; Van Hoorebeck 1979).
Prácticamente todos los estudios mencionan un total de 25 tablillas rongorongo
repartidas por el mundo, pero al hacer una revisión crítica del inventario, se pueden
considerar diecisiete tablillas existentes en distintos museos del mundo: 3 en el Museo de
los Padres Picpus, Roma; 1 en Tahiti; 2 en el Museo Nacional de Historia Natural, Santiago
de Chile; 1 en el Museo de Londres; 2 en Viena, 1 en Berlín, 2 en San Petersburgo, 2 en el
Smithsonian de Washington; 3 en el Bishop Museum, Honolulu. La tablilla llamada “Keiti”
de Lovaina fue destruida en 1914 pero se incluye habitualmente en el inventario por su
antigüedad y por la calidad del registro. Existen otros cuatro artefactos confeccionados en
madera con grabados rongorongo: el bastón (¿remo?) del Museo de Historia Natural de
Santiago, dos reimiro (Museo de Londres) y un tangata manu (American Museum of
Natural History de Nueva York). Otras piezas menores descritas en algunas fuentes
corresponden a fragmentos (el “fragmento de Chauvet”) o a copias. Incluso, una de ellas es
una “caja para rapé” confeccionada con trozos de tablillas con algunos signos rongorongo.
Además de un número de falsificaciones (Dederen 1987), se han registrado piezas
modernas con forma de peces que recogen un tipo de escritura derivada del rongorongo
clásico (Campbell y Silva 1970; Mellén 1990, 1996 a, 1996 b, 2008; Rjabchikov 1999 b);
el reimiro de Barcelona (Amoros 1989, 1991), y también una interesante serie de
manuscritos de comienzos del siglo XX que reproducen fragmentos de textos rongorongo
copiados de fotografías de las piezas antiguas (Barthel 1965, 1978, Horley y Labbe 2014,
2015; Solsvik 2016).
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A. TABLILLAS (todos los dibujos esquemáticos provienen de Barthel 1958 b).
1. Échancrée (con muescas). Museo de Tahiti y de las Islas, Punaauia, Tahiti. 32 x 12 x 2.3
cm. 14 líneas (8 y 6), con unos 270 signos en elaborado estilo clásico y estilo clásico
simple. Confeccionada en madera de Podocarpus latifolia. La tablilla estaba enrollada en 16
metros de un cordón de pelo humano trenzado, y fue enviada por los misioneros como
regalo al obispo Jaussen en 1869, quien la remitió a Roma junto a otras tres. Fue devuelta a
Tahiti en el año 1975. Las muescas en la tablilla indicarían que para esa época el trozo de
madera servía como carrete de pesca, y que lo más valioso del regalo era el cordón de pelo
humano, para los cánones isleños de la época.
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2. Tahua. Congregación de los Sagrados Corazones (SSCC) Picpus, Roma.91 x 11.5 x 2
cm. 16 líneas (8 y 8), con unos 1.825 signos en elaborado estilo clásico. Confeccionada en
madera de fresno, probablemente del remo de algún barco europeo de los siglos XVIII o
XIX. Es una de las tablillas regaladas al Obispo Jaussen de Tahiti por los misioneros
Roussel y Zumbohm en 1870. Interpretada por Metoro para el obispo Jaussen. Según
Butinov (1959), el texto podría referirse a una genealogía. Según Guy (1985), la tablilla
Tahua incluye una compilación de otros textos, incluyendo secciones que se encuentran en
otras tres tablillas.
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3. Aruku Kurenga. Congregación de los SSCC Picpus, Roma. 41 x 15.2 x 2.3 cm. 22
líneas (10 y 12), con 1290 signos en elaborado estilo clásico. Confeccionada en madera de
mako’i. Recolectada en la isla por los misioneros Roussel y Zumbohm en 1870, y enviada
por el Obispo Jaussen de Tahiti, y luego a Europa. El informante de Jaussen, Metoro Tau’a
Ure, “leyó” los signos de la tablilla, describiendo cada signo pero sin poder interpretar su
significado.
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4. Mamari. Congregación de los SSCC Picpus, Roma. 29 x 19.6 x 2.5 cm. 28 líneas (14 y
14), con unos 1000 signos en estilo clásico particular. Confeccionada en madera de mako’i.
Habría pertenecido al ariki Nga’ara, rey de la isla hacia 1840. Adquirida por el padre
Zumbohm en 1870 y enviada al obispo Jaussen de Tahiti, quien la remitió a Europa. Esta
tablilla incluye la única sección de un texto rongorongo cuyo significado habría sido
descifrado (Lanyon-Orgill 1953 a). En realidad, según Barthel (1958) ese fragmento de
texto, entre las líneas 6 y 8 del lado a, se refiere a un calendario lunar, mientras que Jacques
Guy (1990, 1992, 2001b) cree que esos signos constituyen algo más elaborado: un canon
astronómico para predecir en qué momento se deben intercalar noches con el objeto de
ajustar el calendario a las fases de la luna, en un año de trece meses. Por su parte,
Rjabchikov (2016 a, 2017b, 2017c, 2017c) ha dedicado un enorme esfuerzo para descifrar
los detalles de esos datos astronómicos, comparando los glifos de la tablilla mamari con
glifos maya y diseños inca.
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5. Keiti. Recolectada en la isla por los misioneros Roussel y Zumbohm en 1870. Madera
desconocida. Enviada por el Obispo Jaussen de Tahiti a Bélgica, y depositada en la
Biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina en 1888. Fue destruida durante
bombardeos alemanes en el año 1914. 39 x 13 cm. 17 líneas (8 y 9), con unos 900 signos en
elaborado estilo clásico. Afortunadamente, fotografías y grabados permitieron a varios
estudiosos realizar análisis estructurales del texto (Lavachery 1933; Butinov y Knorozov
1956:78; Barthel 1958: 304-313; Pozdniakov 1996: 299-301, 2011; Horley 2007: 26-29;
Melka 2008: 159-171; Wieczorek 2011). Según Pozdniakov (2011), el texto presenta una
estructura asimilable a un calendario. Por su parte, del profundo análisis alográfico
(variantes del mismo grafema) de los glifos realizada por Horley (2010) surgieron paralelos
con la tablilla menor de Viena y con la tablilla Mamari.
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6. Tablilla Menor de Santiago. Museo Nacional de Historia Natural, Santiago de Chile. 32
x 12.2 x 1.8 cm. 16 líneas (8 y 8), con unos 720 signos en el más elaborado estilo clásico.
Confeccionada en mako’i. En el año 1870 el padre Roussel entregó la tablilla menor y la
tablilla mayor al capitán Ignacio Gana de la corbeta chilena O’Higgins. Luego fueron
remitidas al MNHN. La línea 6 del reverso contiene una secuencia de signos que los
especialistas rusos Butinov y Knorozov (1957) identificaron como una corta genealogía.
Según Guy (2003), si los investigadores rusos están en lo correcto, el signo 76 sería un
taxograma para patronímicos, un descubrimiento tan importante como los cartouches en el
antiguo Egipto.
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7. Tablilla Mayor de Santiago. Museo Nacional de Historia Natural, Santiago de Chile.
44.5 x 11.6 x 2.7 cm. 24 líneas (12 y 12) con unos 1600 signos en estilo clásico. Madera de
mako’i. Dañada por fuego en un borde. Entregada por el P. Roussel al capitán Gana en
1870, y depositada en el MNHN. Descrita por primera vez por el director del Museo
(Philippi 1870, 1875).
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8. Tablilla de Londres. British Museum 1903-1050, Londres. 22 x 6.8 x 1.8 cm. 10 líneas
(5 y 5) con 250 signos en estilo clásico simple. Madera de mako’i (Orliac 2005). Adquirida
por el Museo en 1903, de un coleccionista privado (Dalton 1904). Al parecer, fue obtenida
en la isla por J. Linton Palmer en 1868. Incorpora partes de textos de otras tablillas, en
particular, de la tablilla menor de Santiago.
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9. Tablilla Grande de Viena. Museum für Völkerkunde 22869, Viena. 28.4 x 13.7 x 2.5
cm. En mal estado. 9 líneas en un lado, con unos 80 signos en estilo clásico. Madera de
mako’i. Traida desde Tahiti por el cónsul alemán Schlubach, quien la obtuvo de Alexander
Salmon en 1882. Donada al Museo de Viena en 1886. Algunas de las secuencias de signos
parecen haber sido copiados de la tablilla menor de Santiago.
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10. Tablilla Pequeña de Viena. Museum für Völkerkunde 22870, Viena. 25.5 x 5.2 x 2
cm. 10 líneas (5 y 5), con unos 230 signos en estilo clásico. Madera de Podocarpus
latifolius (Orliac 2007). Donada al Museo en 1886. Dañada por el fuego y con fisuras
longitudinales. Según Fischer (1997), las incisiones muestran una técnica distinta de las
demás tablillas, con el uso de hueso aguzado en vez de dientes de tiburón, y el retoque de
detalles complejos con obsidiana. Varias secuencias de signos parecen copias de la tablilla
Keiti.
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11. Tablilla de Berlin. Museum für Völkerkunde, Berlin. 103 x 12.5/10 x 5.2 cm. En mal
estado. 11 líneas visibles en un lado, con unos 65 signos en estilo clásico. Madera flotante,
en mal estado de conservación. Enviada al Museo en el año 1883.
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13. Tablilla Pequeña de San Petersburgo. Museo de Antropología y Etnografía 402-13 b,
San Petersburgo. 44 x 6.3/9 x 3 cm. 16 líneas (8 y 8), con unos 900 signos en estilo clásico
rústico. Obtenida por Miklukho-Maklai en Tahiti, en 1871. Fechada por carbono 14, con
dos alternativas: 1680-1740 dC, o 1800-1871 d.C. (Orliac 2005). Dada la presencia de
glifos que representarían palmas, extinguido en la isla para el siglo XVIII, Orliac favorece
la fecha más temprana.
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14. Tablilla Pequeña de Washington. Atua Mata Riri. Smithsonian Institution,
Washington. 24 x 9 x 1.8 cm. 17 líneas (8 y 9) con unos 500 signos en estilo clásico de alta
calidad. Madera desconocida. El nombre Atua mata riri (dios de ojos enojados) corresponde
al inicio de la lectura de la tablilla realizada por el isleño Ure Vae Iko para William
Thomson en el año 1886 (Thomson 1891). Según Stimson (1953), la tablilla contiene un
relato cosmogónico de la creación, similar a otros, pero identifica como “procreador” o
“copulador” al dios polinésico Kiho. Según el autor, la versión Kiho-Mekameka de las
Tuamotu y Rarotonga sería el mismo dios creador conocido en Rapa Nui como Makemake.
Por su parte, Ross (1924) fue mucho más cauto respecto de la posibilidad de traducir la
tablilla.
23
15. Tablilla Grande de Washington. Smithsonian Institution, Washington. 63 x 12 x 1.6
cm. 17 líneas (8 y 9), con unos 750 signos en el estilo clásico más elaborado. Madera de
Podocarpus latifolia. Según el detallado estudio de Horley (2013), contiene secuencias de
signos reconocibles en el corpus de la escritura rongorongo, pero sin paralelos directos en
la lengua rapanui, lo que interpreta como un tipo de escritura silábica o logográfica. Se
reconoce la presencia de glifos que delimitan textos, como posibles marcadores de textos
secretos. Además, según el autor, esta es la única tablilla conocida que presenta cortes,
perforaciones y zonas erosionadas probablemente relacionadas con su reutilización en la
confección de canoas de tablas cosidas.
24
16. Tablilla 1 de Honolulu. Bernice P. Bishop Museum, Honolulu, Hawaii. 3629. 31 x
12.5 x 2.5 cm. 11 líneas visibles en un lado, con unos 280 signos. Madera desconocida.
17. Tablilla 2 de Honolulu. Bernice P. Bishop Museum, Honolulu, Hawaii. 3623. “Beam”.
70.5 x 8 x 2.6 cm. 5 líneas visibles (4 y 1), con unos 70 signos en estilo clásico simple.
Madera desconocida.
18. Tablilla 3 de Honolulu. Bernice P. Bishop Museum, Honolulu, Hawaii. 3622 (“oar”).
71.8 x 9 x 2.8 cm. 2 líneas en un lado, con unos 27 signos en estilo primitivo. Madera
desconocida.
25
B. OTROS SOPORTES CON SIGNOS RONGORONGO
1. Bastón de Santiago. Museo Nacional de Historia Natural, Santiago de Chile. 126 x 6.5
cm. 14 líneas, con unos 2300 signos en elaborado estilo clásico. Madera desconocida. En el
año 1870 fue entregada por el colono francés Dutrou Bornier a Anacleto Goñi, comandante
de la corbeta O’Higgins, y en 1876 llegó a manos de Rodulfo Philippi, director del Museo
Nacional de Historia Natural, quien describe por primera vez los signos (Philippi 1875). Un
profundo análisis paleográfico (Horley 2011) permitió corregir el ordenamiento y el inicio
del texto realizado por Philippi (cf. Guy 2004; Bettochi 2009), y confirma en base a la
densidad de la madera la opinión de Orliac (2011) de que se trataría de una pieza
confeccionada en mako’i.
Fischer (1997) propuso que esta escritura en el bastón de Santiago
consiste exclusivamente en registros de cantos de creación, a partir de la
repetición de un signo fálico que se repite 564 veces en el bastón. Según
Guy (1998 a, 1998b), se trataría más bien de una lista de eventos de guerra,
sus héroes y víctimas, en donde el signo “ika” (pez) se asocia a los muertos
en guerra, o a las víctimas destinadas al sacrificio.
26
2. Reimiro 1 de Londres. British Museum 6847, Londres. 73 x 13.2 cm. Adorno
ceremonial para colgar al cuello con forma de media luna y dos cabezas modeladas en los
extremos. Dos signos en estilo clásico en el borde superior del reverso, entre los orificios
para colgar. Adquirida por un coleccionista inglés en 1870. Madera desconocida.
27
3. Reimiro 2 de Londres. British Museum 9295, Londres. 41 x 10.5 x 1.5 cm. Una línea
en el borde inferior del dorso con 50 signos en estilo clásico. Madera de mako’i. Vendida
por el reverendo William S. Simpson a la colección Christy Trustees en 1875, y transferida
al Museo en 1883. Lanyon-Orgill (1953b) compara los signos con la lista de Jaussen
(1893), los que estarían relacionados con ritos de fertilidad agrícola. Según el estudio de
Fischer (1997) de las notas de Routledge, cuando ella le mostró una foto de esta pieza a los
isleños en el año 1914, le dijeron que era un reimiro de mujer.
28
4. Tangata Manu. American Museum of Natural History, New York. 33 x 8 x 6.2 cm. 35
signos en distintas partes de la figura, en estilo clásico de alta calidad. Madera de toromiro.
Lanyon-Orgill (1953) comparó los signos a partir de la lista de Jaussen (1893), pero
resultaron imposibles de interpretar.
29
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