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Complementos para la formación en lengua y literatura

Unidad 2. La lengua como sistema: niveles lingüísticos

1. La expresión lingüística: sonidos y grafías

Nuestras producciones lingüísticas se canalizan a través de dos vías: la oral y la escrita


que, a veces, coinciden en una misma situación comunicativa como en una lectura en voz
alta (texto y locución). Atendiendo la forma lingüística, pueden distinguirse señales
fónico-acústicas (oralidad) y señales gráficas visuales (escritura). Asimismo, en las
lenguas de signos se reconocen señales de naturaleza gestual-visual.

1.1. La materialidad fónica/acústica sonidos

En la transmisión lingüística oral que va desde un hablante a otro, se reconocen cinco


etapas: movimiento cerebral que prepara el sonido, articulación, emisión, percepción, y,
finalmente, operación cognitiva, que permite interpretar el estímulo sonoro. La etapa
inicial (planificación de la señal acústica) y la etapa final (interpretación de la señal) son
procesos neuronales que aborda la psicolingüística. El estudio del resto de las etapas es
objeto de la fonética.
Esas tres etapas de articulación, emisión y percepción corresponden a tres
perspectivas de análisis del sonido: articulatoria, acústica y perceptiva. La fonética
articulatoria se centra en la producción del sonido, que se genera a partir de la fuente de
energía el aire que procede en la mayoría de las lenguas de los pulmones, este pasa por
un espacio de modulación (las cuerdas vocales), que al vibrar o no, da lugar a sonidos
sonoros o sordos y, finalmente, llega a una caja de resonancia donde se articula (cavidad
bucal o cavidad nasal). En este proceso de articulación se ha de prestar atención, por un
lado, al lugar en que se articula el sonido y los órganos de articulación; por otro lado, al
modo como se articula el sonido y el espacio en que tiene lugar el sonido.

Una vez emitido el sonido, esta banda sonora es susceptible de medirse en función de
su intensidad, frecuencia y duración. El espectograma, por su parte, representa los rasgos
acústicos del sonido, que reflejan la articulación de este. Por otro lado, la fonética
perceptiva atiende el proceso fisiológico que permite traducir el sonido a una materia
lingüística, susceptible de interpretación. Cuando el receptor interpreta un sonido, realiza
una operación de selección y de categorización: elige lo que es relevante lingüísticamente.
Este proceso de categorización permite establecer una diferencia entre el sonido como
fenómeno físico (fonética) y el sonido como elemento lingüístico con valor distintivo
(fonema y fonología). La forma, cuando el receptor reconoce el fonema /e/,
independientemente de que su pronunciación sea más grave, esta categoría de fonema le
permite distinguir perra, parra y porra.
La agrupación de fonemas da lugar, en primer término, a la sílaba (comunidad
estructural, desprovista de significado). La combinación de sílabas puede generar
unidades con significado: palabra, grupo de palabras, oraciones, textos. La sílaba se
organiza en torno a un núcleo (vocálico, en español) y dos posiciones de margen silábico:
antes del núcleo (ataque) y después (coda). Junto a las unidades mentales (sonidos y
sílabas), encontramos otros fenómenos suprasegmentales, que se superponen a las
unidades mentales y se aplican a más de un fonema. Entre estos fenómenos, podemos
destacar el acento (suprasegmento de palabra) y la entonación (suprasegmento de
enunciado).
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Estos elementos cumplen una función lingüística (fonológica): Su uso permite


diferenciar significados. Se aprecia la importancia del lugar de la pausa (,) como marca
de delimitación de los enunciados.

Estos rasgos suprasegmentales (entonación, acento y pausa) pueden funcionar no


como elementos fonológicos, diferenciadores de significados, sino como indicadores
sociales (edad del hablante, origen, extracción social…) O marcas de expresividad.
Además, hay otros elementos paralingüísticos que, aunque no tienen valor fonológico,
están presentes en las producciones orales y aportan información sobre el hablante:
volumen, timbre, titubeos, pausas llenas, etc.

1.2. La materialidad gráfico visual (grafías).

Las lenguas son, en esencia, orales, la escritura en cambio, requiere de un aprendizaje


cultural, académico que se superpone a lo oral. La realidad entre la oralidad y escritura
no es biunívoca, por ejemplo, hay fenómenos orales que no pueden trasladarse a lo escrito
(cambios rítmicos, modulaciones de sonidos.) Y recursos gráficos, que no remiten a
ningún elemento sonoro.
El sistema ortográfico del español conforme a la ortografía de la lengua española,
consta de varios elementos: 27 grafemas (o letras), en su mayoría heredados de latín, que
representan sonidos con valor distintivo (fonema). También se emplean dos signos
diacríticos (como la tilde, o la diéresis). Los signos de puntuación vinculados en cierto
sentido con la entonación, cumple una función demarcativa: separa oraciones (el punto),
destaca modalidades oracionales (¿) o enmarcan fragmentos de discurso (las comillas).
Además, hay otros recursos estrictamente gráficos que no guardan
correspondencia con la oralidad: el espacio en blanco (que separa palabras o párrafos),
las mayúsculas y minúsculas, el uso de abreviaturas o el manejo de signos auxiliares
de distinta función (-, *).

La conformación actual de la ortografía del español es resultado de la adopción a


lo largo de la historia de la transmisión textual y especialmente desde la fundación de la
Real Academia Española. El criterio fonológico de que determina que ha de describirse
lo que se pronuncia y viceversa, justifica que una palabra como estándar en inglés standar
se añade la e- protética, propia del español, y se prescinda de la barra -d final. Hay una
correspondencia biunívoca entre grafema y morfema, de manera que un grafema
representa un fonema y viceversa. El criterio etimológico, que atiende la conversación
del término originario, explica la pervivencia de la -h en las formas del verbo haber
debido a la grafía latina. En ocasiones se ha recurrido al empleo de la grafía como una
marca diacrítica, de distinción homonímica: así el uso de la tilde sobre la voz tónica o la
distinción entre grafías que representan un mismo fonema.

Además de estos criterios, que no siempre se aplican del mismo modo sobre el
sistema ortográfico del español opera la analogía, entendida como la unidad gráfica de
variantes gramaticales de una palabra o de palabras que comparten una misma base léxica.
Así, la grafía de hábil se mantiene en hábiles, habilidad, habilitar o habilitación. No
obstante, no siempre funciona la analogía, porque hay un desajuste entre grafía y sonido:
sucede con los verbos en -ger o -gir (elegir, elegimos, pero elijo y elija) o con los plurales
en -z (perdiz y perdices).
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Debemos detenernos también en los conceptos de norma y uso, pues, desde el


punto de vista material, lo gráfico es un cauce de expresión más estable y resistente a la
variación; lo fónico, en cambio, es más inestable y, por tanto, susceptible de variación.

Estas dos circunstancias explican que la aplicación de la norma sea más uniforme
en la escritura que el soporte oral donde los sonidos y la entonación, por ejemplo, están
más expuestos a procesos de cambio y variación. A esta tensión entre norma y uso, se
añade la que se establece entre los usos generalizados de los sonidos en distintas áreas
hispánicas, sobre todo cuando la pretensión es establecer una norma ortográfica única.
Así, sucede con el seseo, variante fónica más extendida en español. La implantación de
la norma castellana norteña, que sí distingue los sonidos, da lugar a una diferenciación
gráfica (casa frente a caza) que no existe en la pronunciación seseante y que, como es
normal, es fuente de errores ortográficos para los hablantes de modalidades seseantes. Por
otro lado, y en sentido contrario la desaparición de la tilde sobre algunas palabras del tipo
guion, truán o hui responde a la pronunciación de la mayor parte de los hablantes
hispanoamericanos que hace un diptongo (una sola sílaba: guión), frente a otra parte de
los hispanohablantes, entre ellos, los castellanos norteños) que pronuncian en dos sílabas,
como hiato (gui/on).
Los docentes debemos modular nuestra exigencia de acuerdo con factores como el
nivel educativo o el grado de formalidad de la situación comunicativa. Asimismo, algunos
errores obedecen al origen del hablante (el seseo mayoritario en español genera confusión
de grafías); las interferencias lingüísticas o el aprendizaje del español como segunda
lengua explica que un estudiante italiano tenga dificultades con el uso de las tildes o que
una estudiante rumana escriba de manera diferente. A la hora de perfeccionar la ortografía
parece recomendable el aprendizaje ortográfico contextualizado, el planteamiento
variado de ejercicios, el diseño de actividades a partir de vocabulario frecuente (adaptado
al nivel educativo) y una metodología que combina la indagación y la lectura total (visual)
de la palabra.

2. Unidades de significado: morfemas y palabras

Los hablantes establecen en sus producciones lingüísticas asociaciones estables entre


fragmentos de naturaleza acústica (o gráfica) y contenidos. Cada una de estas
asociaciones entre forma y contenido es una unidad de significado. En español las
unidades de significado más elementales (morfemas) participan en la formación de
palabras, que, combinadas entre sí, dan lugar a construcciones sintácticas.

2.1. Palabra y morfemas: definición y tipología

La palabra es un segmento delimitado por espacios en blanco, pero lingüísticamente


una palabra puede limitarse con una pausa (previa o de cierre), aparecer aislada en un
ciado, moverse dentro de la oración y muestra, además, una cohesión interna.

En función de diversos criterios, podemos establecer algunas clases de palabras,


según el modo de significar, hay palabras léxicas y palabras gramaticales o funcionales.
Las léxicas (verbos, sustantivos y adjetivos) permiten estructurar la realidad de lo que
hablamos y constituyen el vocabulario del idioma. Las gramaticales, por su parte,
establecen en el discurso relaciones entre las palabras léxicas y se integran en paradigmas.
Según su forma, nos encontramos con palabras variables o invariables y por último
considerando su formación, hay palabras simples y palabras complejas.
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La palabra contiene una estructura integrada por (subunidades de significado, que


denominamos morfemas. En función de su independencia estructural (libres o ligados) y
su significado (léxico o gramatical), podemos distinguir varias clases de morfemas. Junto
a estos morfemas léxicos, hay otros morfemas gramaticales implícitos (o morfema cero),
que marca el número singular. La manifestación concreta del significado (morfema) es el
morfo y cada variante formal de un morfema es el alomorfo. Así el morfema in- se
concreta en tres alomorfos: in- (inútil), im- (imposible), i- (irreal). Así pues, por ejemplo,
en la palabra irrompible, reconocemos tres morfemas: la raíz (morfema léxico libre,
romp-), afijos (morfemas léxicos ligados: el prefijo i- y el sufijo -ble) y morfemas
gramaticales (morfema cero de número singular).

2.2. Morfología flexiva: relación gramatical

Mientras que los morfemas gramaticales son elementos que integran series cerradas,
los morfemas léxicos se incluyen en series abiertas, establecen relaciones genéticas entre
diferentes vocablos (limpieza, limpiar, limpio, limpiadoras) y participan en la creación
de nuevas palabras. Por su parte, los morfemas gramaticales son los encargados de
grabar las palabras que aparecen en el discurso. La propiedad sintáctica de los morfemas
gramaticales es lo que explica la posición que ocupan la palabra: son los morfemas más
externos y, dentro de estos, el número es el más periférico.

Dentro de la morfología gramatical se distinguen la morfología flexiva nominal (que


marca las relaciones gramaticales en torno al sustantivo) y la morfología verbal (limitada
al verbo) dentro de la morfología nominal, al atenderse a dos morfemas: el de género y el
de número. El sustantivo tiene género inherente, es decir, lleva incorporada esa
información. No obstante, en ocasiones, especialmente en el caso de los referentes
sexuados, se crea una motivación externa que permite la oposición morfológica entre el
masculino y el femenino en función del referente personal. Independientemente de la
forma de establecer la posición y de sus repercusiones semánticas, es el sustantivo el
término que instaura la concordancia de género: la leña seca. Por otro lado, el morfema
de número distingue, en español, singular y plural, generalmente a través de los alomorfos
-s o -es para el morfema de plural, frente al morfema cero del singular. Está concordancia
del número permite, además, vincular sujeto y predicado.

La morfología flexiva verbal aporta información gramatical asociada al verbo. En una


forma como estudiarían se reconocen segmentos morfológicos: estudi- (lexema o raíz) +
a (vocal temática) + ría (tiempo, modo y aspecto). Tras la raíz, se reconocen tres espacios
morfológicos: el de la vocal temática a, que escribe el verbo a la primera conjugación;
el tiempo, modo y aspecto; el de número y la persona, que establece la concordancia
pon un grupo nominal en tercera persona y en plural. Dentro de la conjugación verbal nos
encontramos con los tiempos simples y compuestos y entre las formas personales y las
no personales. Las formas verbales regulares son aquellas que mantienen la raíz del
infinitivo y cuyas desinencias son como las del verbo modelo. Así estudiarían es regular,
ya que conserva la raíz del infinitivo y las desinencias son las mismas que las del verbo
modelo. Sin embargo, saldrían es irregular ya que, a pesar de no alterar la raíz, presenta
en las desinencias una variación con respecto al verbo modelo.
Al margen de la flexión verbal y nominal, la gramática cuenta con otros rasgos
morfológicos. Así, muchos adjetivos y algunos adverbios admiten marcas de grado.
Dentro del espacio pronominal se registran restos del neutro latino (ello, eso, algo) y,
concretamente, en la serie de pronombres personales, se aprecian variaciones
morfológicas de persona (yo, tú, él, ella) y restos del sistema causal del latín.
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2.3. Morfología léxica: redes de vocabulario

En el ámbito de la morfología léxica cobran relevancia dos procesos: la


sistematización del vocabulario y la creación de nuevas palabras. En primer lugar, el
vocabulario del idioma es una conexión de redes léxicas diseñadas a partir de patrones
morfológicos, por ejemplo, muchos sustantivos de acción están genéticamente
relacionados con verbos: aterrizar, aterrizaje/explicar, explicación. Todos estos añadidos
morfológicos (aje, Zion) cumplen la misma función, aunque uno sea más frecuente que
otros y aunque la derivación se produzca con unas bases verbales y no con otras. En
segundo lugar, estos procesos de formación de palabras están habilitados en mayor o
menor medida, para la creación de nuevos términos.
El léxico (vocabulario) es la dimensión lingüística más sometida a la variación y,
por tanto, la más inestable. Uno de estos factores de inestabilidad es la necesidad que
siente el hablante de nombrar nuevas realidades, especialmente en escenarios sociales
como el actual, dominado por la inmediatez comunicativa y la sobreestimulación
discursiva. Uno de los medios de satisfacer esta necesidad es el préstamo léxico,
generalmente del inglés. El préstamo puede ser de tres tipos:

a) no adaptado (reality show),


b) adaptado a la fonética (hamburguesa)
c) calco semántico o traducción del concepto al español (hot dog- perrito caliente).

Una vez asimilado por la lengua de destino, la palabra se integra definitivamente


en el vocabulario a través de las redes morfológicas. La morfología léxica se preocupa
por dos aspectos: la formación de la palabra y su relación con otras dentro del entramado
de redes léxicas que constituyen el vocabulario.
Las unidades morfológicas elementales son, groso modo, la raíz (núcleo del
significado) y los afijos (unidos a la raíz). Dependiendo de su posición con respecto a la
raíz los afijos pueden ser prefijos, sufijos o interfijos, colocados entre raíz y sufijos.
Atendiendo como se combinan estos elementos, son dos los procesos de formación de
palabras: derivación y composición. La derivación consiste en la convivencia en una
palabra de raíz y, al menos, una fijo. De este modo, tenemos derivación por sufijación (en
el adjetivo marina), por prefijación (releer), por su fijación y por prefijación (vencer >
vencible > invencible) Y por su fijación con interfijo (panadero). La parasíntesis es un
caso especial de formación de palabras el cual consiste en la reunión simultánea de
prefijos y sufijos en torno al núcleo léxico, como sucede en aplanar y empanar (rebozar
con pan). La inexistencia de las formas *apán o *empán y de *panar demuestra que la
fusión de los afijos es simultánea.
La composición se basa en la unión de al menos dos raíces léxicas: en girasol
(sustantivo) reconocemos girar (verbo) + sol (sustantivo). Aunque es frecuente que la
composición, según distintos patrones, (verbo más sustantivo > sustantivo o sustantivo +
adjetivo > adjetivo) de lugar a una unidad léxica fijada ortográficamente como
limpiabotas o paticorto, hay casos en que la composición refleja distintos grados de
fusión (meter la pata; luz verde). Los dos últimos ejemplos nos permiten distinguir la
construcción sintáctica libre y la fijación de una estructura con un significado unitario.
Pueden señalarse otros tipos de composición: compuestos de raíces grecolatina (antropo-
“hombre” + -morfo “forma” > antropomorfo), compuestos parasintéticos (mileurista o
sietemesino), ya que se funden a un tiempo las dos raíces y el sufijo (*eurista, *mesino,
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*mileuros, *sietemes), y compuestos que resultan de la mojama de construcciones


profesionales como sabelotodo, hazme reír o correveidile.
Además de derivación y composición, hay otros procedimientos de formación de
palabras. La acronimia (o entrecruzamiento) es el resultado de crear una palabra a partir
de fragmentos de otras, como cantante + autor > cantautor; o amigo + novio igual a
amigovio.

2.4. Procesos morfológicos: análisis y creatividad

El núcleo léxico de una palabra permite acotar un listado de términos de la misma


familia léxica (zapato, zapatero, zapatazo, zapatería); en otro caso, en torno a ese núcleo
se fijan los morfemas léxicos, que se distinguen de los morfemas flexivos (por ejemplo,
zapater-); finalmente se puede entender que el núcleo léxico es la plataforma para la
creación de otra palabra (zapato-zapatear). En el primer caso, se habla de raíz o lexema
(como aglutinador de vocabulario); en el segundo se considera que el tema es una
formación léxica (por ejemplo, zapat- es un tema simple y zapater- es un tema variado);
el último uso responde a los procesos de creación léxica en un término es origen (base
léxica) de otro: zapato (base sustantiva) igual zapatear (verbo).
El análisis morfológico nueve reducirse a una autopsia de palabras ya instaladas
en el vocabulario, ha de ayudar, más bien entender cómo surgen las palabras. Por ello este
análisis aspira a reconocer los elementos a partir de los cuales se ha formado la palabra
ya establecer las diferencias gramaticales y semánticas entre el término de origen y el
destino.

3. Clases de palabras y estructuras sintácticas

3.1. Clases de palabras o categorías gramaticales

Las palabras se agrupan por su semejanza en clases o categorías, de acuerdo con los
comportamientos gramaticales o su manera de significar. Siguiendo la tradición de la
gramática grecolatina en la nómina de clases de palabras generalmente aceptada es esta:
sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio, artículo (o determinante), pronombre, preposición
y conjunción. Una clase de palabra (o categoría gramatical) puede definirse de acuerdo
con un conjunto de rasgos morfológicos, fónicos, semánticos y sintácticos. Desde un
punto de vista morfológico las palabras son variables o invariables.
La morfología flexiva se desarrolla sobre todo en dos grandes espacios
(morfología verbal y nominal). Fonéticamente, las palabras pueden ser átonas o tónicas:
los sustantivos, adjetivos y verbos son tónicos; los artículos no lo son; sin embargo, puede
haber pronombres átonos (me) o tónicos (mí, yo). Semánticamente las palabras pueden
ser léxicas (aluden de manera simbólica del mundo del que hablamos) como los adjetivos,
verbos o sustantivos, o gramaticales (asocian las palabras en la cadena nacional), como
los artículos de las conjunciones. Y, por último, se pueden caracterizar las palabras según
su comportamiento sintáctico y su modo de combinarse con los demás: la proposición
procede al grupo de palabras el que afecta; el pronombre es un elemento que puede
funcionar autónomamente (él); mientras que el artículo (el) precede del sustantivo al que
modifica.
Las categorías se definen por una serie de rasgos comunes, sin embargo, los
límites no son absolutos ni pueden fijarse con total precisión. Partiendo de la distinción
entre clases de palabras léxicas y funcionales, podemos considerar que los sustantivos,
los objetivos y los verbos son léxicas; los artículos (determinantes), pronombres,
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preposiciones y conjunciones son funcionales. La categoría gramatical de los adverbios


aglutina formas de contenido léxico (tranquilamente) y términos que asumen valores
gramaticales (no, también, menos). Los sustantivos designado entidades materiales en
materiales y, según su significado pueden agruparse en sus clases (propios y comunes,
contables incontables, individuales y colectivos) los objetivos demuestran
fundamentalmente dos tipos de comportamientos sintácticos: son elementos que a
distancia se predica de un sustantivo o modifican directamente el significado del
sustantivo. Muchos adjetivos expresan un contenido graduable. Por su parte, los verbos
son las únicas palabras diseñadas para modular la expresión del tiempo (como se aprecia
la conjugación) y a por las marcas de número y persona (que establece en concordancia
con el sujeto oracional).
Al margen de los adverbios, son gramaticales las proposiciones, que establecen
relaciones de dependencia y marcan funciones, las conjunciones que unen o conectan
grupos de palabras o de oraciones; los pronombres, que representan referencias nominales
en el discurso; y los artículos que, procediendo al grupo nominal, señalan cómo se
concreta en el discurso es el significado nominal.
Dentro de las clases de palabras se reconocen sus clases, ejemplos de agrupaciones
inter categoriales de palabras. Así los relativos, interrogativos y exclamativos pueden ser
pronombres, determinantes y adverbios. La misma circunstancia se constata en los
demostrativos, posesivos indefinidos, grupos de palabras integrados en la gramática, que
incluyen determinantes, adverbios o pronombres.

3.2. Estructuras y operaciones sintácticas

Las palabras, de acuerdo con los rasgos semánticos señalados, se agrupan para
constituir unidades estructurales, que se configuran jerárquicamente y que establecen
relaciones sintácticas de diverso tipo con otros grupos de palabras. Estos grupos de
palabras (o sintagmas) se organizan en torno a un núcleo, término que confiere identidad
del sintagma. En general, se suma la asistencia de cinco tipos de sintagmas de acuerdo
con la palabra núcleo: SN, SV, SAdj, SAdv, SPrep.
Por encima de las unidades sintomáticos, se encuentra la estructura oracional,
formada por dos constituyentes: un SN y un SV cuyos núcleos mantener una relación de
concordancia en número y en persona; estos dos sintagmas son las unidades mayores
dentro de la oración; dentro de cada uno de estos sintagmas engloban otras de menor
jerarquía. En este sentido, conviene hacer una distinción entre oración (unidad estructural
formada por dos constituyentes informáticos) y enunciado (fragmento del discurso que,
en un contexto determinado, cumplan intención comunicativa).
La oración, por tanto, parte de un eje sintáctico qué es el verbo en forma personal
que establece por su morfología una concordancia con el núcleo del sujeto. Dentro de
estas dos constituyentes SN (sujeto) y SV (predicado) se encuentra en otras estructuras
informáticas que desempeñan determinadas funciones sintácticas: en un SN puede haber
determinantes, posiciones, complementos de nombre; en un SV se encuentran contamos
que pueden funcionar como complemento directo, complemento preposicional regido,
atributo, complemento directo, circunstancial, etc.
La clasificación de las oraciones responde a distintos criterios. Atendiendo a la
estructura de constituyentes, la oración puede ser bimembre con SN y SV, como Luis
trabaja mucho; o unimembre solo con SV (predicado), como Llueve en Madrid.
Considerando el significado del verbo, podemos hablar de verbos predicativos o de
verbos atributivos. A su vez, dentro de las oraciones con verbo explicativos, pueden
establecerse otros subtipos: transitivos o intransitivos, activas o pasivas… Si nos fijamos
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en la actitud del hablante, podemos distinguir oraciones declarativas, interrogativas,


imperativas, dubitativas y desiderativas.
Asimismo, las oraciones pueden clasificarse dependiendo del número de núcleos
verbales en forma personal: las oraciones simples presentan un solo núcleo; las oraciones
compuestas y complejas constan de más de un núcleo verbal. Las oraciones compuestas
establecen una relación de equilibrio jerárquico, ya que una no depende de la otra, como
sucede en las yuxtapuestas o en las coordinadas. En las complejas, o subordinadas, una
construcción depende de otra. Así en Creo que no es cierto, la subordinada sustantiva
depende del verbo principal, funciona como complemento directo; en He traído la novela
de la que hablamos ayer, la subordinada de relativo complementa el sustantivo al que
modifica (novela), se inserta en el SN encabezado por la. Dentro de las subordinadas. Los
sustantivos y las de relativo (a veces, llamadas adjetivas), se incluyen las adverbiales
propias: las de lugar, tiempo y modo (emparentadas con las de relativo) y las denominadas
adverbiales impropias, grupo de construcciones formadas por dos construcciones
oracionales interdependientes que apostamos significado unitario, como las
condicionales, causales, etc.
La sintaxis, entendida como la parte de la gramática que estudia la combinación
de palabras, se concreta en una serie de operaciones propias de este nivel lingüístico. No
obstante, hay que tener en cuenta que los elementos básicos que se agrupan están dotados
de significado (gramatical y léxico) y, por tanto, estas agrupaciones obedecen exigencias
semánticas que, sociales con las reglas sintácticas de construcción, aportan significado de
complejos.
Además de las restricciones semánticas, hay otra serie de operaciones
específicamente sintácticas, que tienen que ver con la forma como se combinan los
elementos dentro de una construcción sintáctica. Este tipo de operaciones son, también
pruebas que permiten reconocer qué tipo de construcciones forman una estructural y que
otras no. La sustitución de una estructura por una sola palabra (proforma) sirve para fijar
los límites de esa construcción. Por ejemplo, en una construcción oracional como María
dijo que no volvería a casa hasta el jueves sabemos que la subordinada [que…] es una
unidad, que puede ser reemplazada por un pronombre: María dijo eso; María lo dijo. El
desplazamiento traslación de un grupo de palabras que muestran que es un grupo que
goza de autonomía dentro de la estructura oracional: el albañil pintó la puerta del garaje
de verde. La posibilidad de desplazar el SPrep de verde a otros espacios ocasionales
dentro del sintagma verbal explica semana que es una unidad autónoma; en cambio la
imposibilidad de que ese precio del garaje se separe del núcleo que modifica demuestra
que está integrado en el SN (la puerta del garaje). La elipsis (por su presión de un
elemento) expresa que la libido tiene una entidad sintáctica. La coordinación evidencia la
naturaleza creativa del idioma, su recursividad: podría aplicarse una operación de
coordinación tras otra de manera infinita. Lo único que tiene límites es nuestra capacidad
cognitiva para propiciar la sucesión de estructuras recursivas.

3.3. La sintaxis en el aula: un apunte

Las posturas más abiertamente anti gramaticales rechazan el estudio de la gramática


en el aula y, desde ese ámbito, suelen dedicar los esfuerzos para mejorar las habilidades
comunicativas del estudiante, a ver si vocabulario o aprender la vez resuelto gráficas. Por
ello, la tendencia es enseñar y aprender la gramática basada en la mera clasificación de
los elementos gramaticales, las cosas reflexión y el hartazgo mutuo ante los ejercicios
memorísticos y repetitivos. Sin embargo, que ella debe ser modificada la manera de
explicar la gramática no justifica el destierro de los contenidos gramaticales. En
definitiva, la enseñanza de la gramática satisface dos tipos de necesidades una indagadora,
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que trata de responder a por qué las estructuras lingüísticas se construyen de esta manera,
y otra más práctica, que permitirá, gracias al saber metalingüístico, analizar con más
precisión las producciones lingüísticas ajenas y construir reflexivamente nuestras propias
producciones.

Por todo ello, los docentes hemos de acostumbrar a los estudiantes a generalizar
a través de explicaciones, a observar no solo lo extraño, sino especialmente lo normal, y
a dar explicaciones de los procesos sintácticos. Desde un punto de vista metodológico se
propone el análisis gramatical a partir de secuencias breves, los ejercicios de análisis
inverso (el docente proporciona el esquema sintáctico y el estudiante ofrece una oración
como ejemplo del esquema), la comparación de construcciones gramaticales y
gramaticales, el ejercicio de pares mínimos o los ejercicios basados en la ambigüedad.

4. Significado léxico y significado estructural

4.1. Definición de semántica. Tipos de significado

La semántica es la disciplina que estudia el significado de las expresiones lingüísticas.


Si esas formas lingüísticas son palabras (barba), se habla de semántico de la palabra o
léxica; sí, en cambio, las expresiones son construcciones o racionales (Javier se afeitó
cuidadosamente la barba), entramos en el ámbito de la semántico nacional. Las palabras
y las construcciones lingüísticas están dotadas de un significado que nos permite
interpretar el mundo que nos rodea: entendemos la realidad, la conceptualizamos, a través
del lenguaje.
Ha tenido el modo de significar de las palabras, podemos considerar varios tipos
de significados. Hay palabras con significado gramatical (funcionales, como la
preposición de como marca de dependencia entre núcleo y complemento) y palabras con
significado léxico (sustantivos, adjetivos y verbos). También podemos reconocer un
significado denotativo, compartido por todos los hablantes, que tiene el término bicicleta
cuando se alude a él como ‘vehículo de dos ruedas’. El significado asociativo es el que
cada hablante aplica a ese vocablo en función de su experiencia. Puede hablarse,
asimismo, de un significado literal y un significado figurado.
Dentro de la semántica racional, los significados se desarrollan a partir de un aje
de predicación (una palabra que soporta significado de la oración): generalmente, un
verbo predicativo y, en otros casos, por ejemplo, cuando el verbo es copulativo, la palabra
léxica funciona como predicado nominal. Los significados nacionales pueden clasificarse
en tres estructuras: de estado (María es muy friolera), de proceso (María se enfadó) y de
acción (María escribía relatos cortos). Elegía de predicación, por ejemplo, escribir en la
última oración, despliega espacios semánticos (quien escribe lo que escribe) ocupado por
los argumentos que cumplen funciones semánticas: agente y tema, respectivamente.

4.2. Semántica léxica

Las piezas léxicas establecen distintas relaciones semánticas, en función de su


significante (forma) y de su significado. Un significante puede asumir una pluralidad de
significados: así la forma pie es polisémica, mientras que el significante, establece una
relación de homonimia entre coma 1 (de latín) ‘signo ortográfico’; y coma 2 (del griego)
‘estado patológico’. En otros casos se vinculan palabras de diferente forma (con
significante distinto). Esta asociación entre los vocablos se va a la identidad de semejanza
(sinonimia con las relaciones de inclusión o de oposición (o exclusión) y de los términos.
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Nos encontramos con el caso de la sinonimia parcial por ejemplo para hablar del bus nos
encontramos con autobús en la península y guagua en las Islas Canarias.
Por su parte, las relaciones de inclusión se establecen entre términos más amplios y
restrictivos. Así, árbol es un término que engloba referencialmente a pino, encina o haya:
árbol es hiperónimo y pino es hipónimo. Entre pino, haya y encina se da una relación
de cohiponimia. Este tipo de relación de mayor extensión (árbol) o mayor intensión o
restricción se reconoce en otros niveles: los pronombres sustantivos de límites difusos
(algo o cosa) acogen bajo su órbita cualquier referencia nominal; el verbo hacer
reemplaza, a modo de proforma, el significado de cualquier verbo de acción. Asimismo,
entre el sustantivo chaqueta (o saco) y la manga, se establece una relación de inclusión
basada en el todo (holónimo) y la parte (merónimo).

En cuanto a las relaciones de oposición, se establece un contraste estable y


convencional entre dos piezas léxicas. Los opuestos complementarios (verdadero/falso)
son los que se excluyen mutuamente: si es verdadero, no es falso; no existe el término
medio. Los soportes graduables o antónimos representan extremos de una escala que
admites el graduable en cuya relación se crean intervalos. Los opuestos inversos son los
que presentan el mismo concepto desde perspectivas diferentes. En estos dos enunciados:
Juan compró el coche a Rosa/ Rosa vendió el coche a Juan, los verbos comprar o vender
son opuestos inversos: se presenta la misma acción, pero desde una perspectiva distinta,
de modo semejante a como en la gramática convertimos oraciones activas en oraciones
pasivas. Por último, los opuestos reversos son opuestos direccionales que presentan dos
nociones complementarias: andar y desandar o abrir y cerrar.

Muchas relaciones léxicas de este tipo se integran en otras formas de organización


léxica, como pueden ser las jerarquías de clasificación (encabezados por un hiperónimo,
como vehículo, frente autobús o automóvil) o de composición de la unidad (el holónimo
automóvil, frente al merónimo volante). Otras estructuras de relación léxica son de
estructura lineal, que establecen una sucesión ordenada de los elementos dentro de una
serie: escalas (gélido, helado, frío, templado), rangos (suspenso, aprobado, notable) o
fases cronológicas, cíclicas o no (infancia, adolescencia, madurez, vejez).

4.3. Vocabulario: inestabilidad, creación y redes de vocabulario

El significado de las palabras no es permanente ni está claramente definido. Con


respecto a la primera característica del significado, resulta fácil de comprobar que la
forma más frecuente de extensión de significado se basa en los procesos metabólicos. En
este sentido, se reconoce una perspectiva antropomórfica de la realidad: en la distribución
de la página se habla del encabezamiento y del pie de página; del ojo de la aguja o de las
manecillas del reloj. Un proceso de ascensión de significado semejante es la metonimia,
sustentado en la proximidad o contigüidad entre las entidades o conceptos designados: se
puede a lucir al batería de un grupo de música, porque es el miembro que tocas
instrumento y un magnífico escritor se puede decir que es la pluma más brillante del
panorama actual.
Las palabras pueden mostrar una cara que no tiene por qué llegar a
convencionalizarse: bolsillo es un merónimo de pantalón, pero en una oración como:
tengo dos monedas en el bolsillo desactiva la idea de continente, incluso de lugar (¿Dónde
están las monedas?). Además de la generación de nuevos significados a partir de procesos
como la metáfora metonimia, volumen del vocabulario del idioma a partir de la fijación
estructural: un proceso que va desde la sintaxis a la semántica. La tendencia a la fijación
de lugar, en algunos casos a construcciones completamente lexicalizadas o fraseológicas.
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Las construcciones fijas o semifijas se caracterizan por la manifestación gradual de


rasgos como estos: a) movilización de los elementos integrantes de la estructura, B)
invariabilidad morfológica y C) pérdida de composición realidad (el significado conjunto
de la fijación no es resultado de la suma de los significados parciales). Así, las
colocaciones consisten en la tendencia de dos términos a coaparecer en la cadena
oracional, aunque no exija acción. Puede definirse colocación con la exigencia estricta
por parte de un predicado (garrafal o acérrimo) y unos argumentos específicos por otra
parte, echar una mano (ayudar) es una expresión fija se trata de una locución verbal. En
este caso, la fijación del grupo es casi completa, con una variabilidad morfológica muy
reducida (quizá puede emplearse el artículo determinado, pero no admite el plural, ni la
falta de artículo que daría lugar a otra locución: echar mano sería en este caso ‘tomar o
agarrar’) y con la pérdida del significado composicional.

Por último, los enunciados fraseológicos son construcciones fijas con valor
comunicativo que funcionan de manera autónoma dentro del discurso. Dentro de este
grupo, reconocemos las paremias (refranes o sentencias: a perro flaco todo son pulgas)
y las fórmulas rutinarias (construcciones fijas de interacción social: ¡vaya rollo!). Con
respecto a este tipo de formaciones fijas o semifijas, han de tenerse en cuenta dos
cuestiones: a) el proceso de fijación parte del significado denotativo en la estructura libre
y b) estas fijaciones, como sucede con otras piezas del vocabulario, están condicionadas
por su uso: su frecuencia, contexto lingüístico en que se emplea, situación geográfica…

La palabra, en cuanto pieza integrada en el vocabulario del idioma y en nuestro léxico


mental, es un elemento interconectado con otras palabras (piezas léxicas), al modo como
una neurona está en conexión con otros en el complejo entramado del tejido nervioso. Al
definirse la palabra en función de la agrupación de una forma y un contenido, una palabra
como melón puede asociarse formalmente con las palabras agudas acabadas en -on, con
aquellas con las que comparte esquemas acentuales rítmicos, con las que tenga cierta
proximidad formal (mentón), etc. Gramaticalmente, el término está integrado en la clase
de sustantivos comunes concretos de español, y asociado con las palabras gramaticales o
léxicas con las que pueda combinarse en el discurso (determinantes, adjetivos, verbos).
En cuanto a su formación, a pesar de tratarse de un vocablo heredado del latín, la
terminación se asimila al sufijo y a todos los procesos derivativos de sufijos del presente.
También estará relacionado con lo que las palabras derivadas o compuestas en las que se
figure como base de formación. Las relaciones basadas en el significado descriptivo (o
denotativo) se establecerán con los hiperónimos (planta o fruto), con los cohipónimos
correspondientes (sandía), con la manera de designar la parte (cata de melón), con las
estructuras fraseológicas en que se incluya el término (catar el melón) o, en fin, con los
compuestos sintagmáticos en que esté inserto (melón de agua ‘sandía’).
Además de este tipo de relaciones, basadas en el significado denotativo como pueden
establecerse otras sustentadas en un significado connotativo, propio de la subjetividad del
hablante, y con marcos asociativos en que el referente designado aparece, conforme al
conocimiento del mundo que tiene el hablante.
La red podría ampliarse ilimitadamente, puesto que los criterios para establecer esta
conexión supera la convencional. En nuestro archivo mental la palabra dispone de la
información formal, semántica, gramatical y contextual explica su significante, su
significado, los rasgos de combinación con otros elementos y el contexto lingüístico y
extralingüístico donde pueda aparecer.

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