El Silencio de Una Princesa

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El silencio de una princesa

Había una vez una princesa de nombre Lizz quién era preparado duramente para gobernar

Asturias, un reino lejano del mundo estruendoso de las ciudades, su madre la reina

Isabelle cohibía a la joven princesa sintiéndose así pérdida en su reservada soledad.

Lizz deseaba que llegará noche ya que con tantas preparaciones y clases se sentía

agotada, anhelaba de todo corazón tener a una persona capaz de hacerle olvidar todo lo

que por dentro ocultaba, al finalizar el día se quedaba mirando las centellas unas plantas

que, aunque no tenían flores encantaban los ojos de la joven princesa.

Al amanecer su madre entraba con miles de ayudantes para vestirla e informarle sobre las

tareas que debía realizar, una de ellas era visitar el pueblo y hablar con los habitantes,

está tarea le encantaba a Lizz ya que para ella era un placer , después de terminar decidió

pasear un poco de manera incógnita, al llegar al bosque se encontró con un joven quién

vio de manera muy tibio a la joven princesa, Lizz decidió hablar con el sin decirle que ella

era la princesa ya que por la expresión del joven noto que no la conocía y probablemente

tampoco su rol en el reino.

Lizz: Hola

Edward: mm hola, que haces por aquí nunca te había visto.

Lizz: a... acabo de venir, ¿tú quién eres?


Edward: Soy Edward ¿y tú?

Lizz: Me llamó Lizz

Edward: Bueno Lizz deberías ir en donde te estés hospedando, porque se viene un

torbellino

Lizz: Qué!!? un tor..torbellino dijiste

Edward: ¡¡¡Sí!!! así que ven y corre. -Corren ambos al pueblo-

Edward: Ve y refúgiate.

Lizz: Gracias

La joven princesa estuvo todo el día deseando saber más sobre el chico con el que

converso en el bosque, por fin en su triste corazón había alegría.

Al día siguiente se escabullo del castillo, intentado buscar de alguna forma a Edward, de

repente alguien la sujeto del brazo, pensando que era algún guardia intento escapar, pero

al oír la voz de Edward, se sintió un poco apenada, Edward extrañado pregunto: ¿Estás

bien?, Lizz respondió dulcemente: Sí, gracias.

Edward: ¿Que hacías?

Lizz: recorriendo el pueblo.


Edward: si gustas puedo acompañarte conozco aquí como la palma de mi mano.

Lizz: Gracias

Lizz y Edward pasaron toda la tarde recorriendo el pueblo, a la joven princesa se le había

olvidado hasta la existencia de su madre, la mujer que había hecho de su vida una soledad

persistente, sin embargo, claro que el amor y respeto hacia su madre eran muy grandes.

Lizz decidió contarle la verdad a Edward de que ella pertenecía a la realeza, pero él

sorprendió a la joven princesa diciendo: En realidad ya lo sabía, pero pensé que

simplemente querías alejarte de los temas sobre la coronación y demás. Con alivio Lizz

agradeció la comprensión.

Al pasar 2 meses viéndose a escondidas paseando por el campo, decidieron contarle a la

reina.

En el catillo tocando cortésmente Lizz entró a la habitación de la reina:

Lizz: Buen día Madre.

Reina: Buen día, ¿que pasa, necesitas algo?

Lizz: Sí y de inmediato

Reina: Bueno cuetéame suena a que es urgente


Lizz: Madre verás, eh conocido a un chico y llevo ya tiempo viéndolo, eh decido contarte

ya que en mí siempre ha permanecido el valor de la sinceridad, me pesaba no contártelo-

La princesa firme impávida-

Reina: Todo esto es enserio Lizzet Princesa de Asturias

Lizz: Si -con miedo, pero sería-

Reina: De ser así te felicito, has aprendido el verdadero valor de ser una princesa, mi

valiente, sincera, y preciosa princesa. Se que soy dura contigo, tal vez porque con esa

misma o mayor seriedad fui tratada de joven, pero ahora veo que eres toda una reina lista

para gobernar.

Lizz con una felicidad infinita como si estuviera en la cumbre de una montaña, se abrazó

con su madre.

¿Cómo termina esto?

Bueno en realidad esto apenas es el comienzo de la gran y larga vida de aventuras y

problemas por delante para esta joven, pero madura princesa y pronto reina.

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