Epigrafe 7.3

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Tras la emancipación de las colonias americanas a principios del siglo XIX Cuba y Puerto Rico

eran los únicos territorios americanos pertenecientes a España. No obstante, estas dos
colonias mantenían mejores relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos que con
España y apoyaban su independencia. A mediados del siglo XIX florece una ideología cubana
que tiene como objetivo conseguir una liberalización económica y una mayor autonomía en lo
político. A su vez, en España estalla la Revolución de 1868 y les conceden ciertas medidas
liberalizadoras que el pueblo cubano consideró insuficientes, a lo que alegaban que querían
convertirse en una república independiente. Los españoles residentes se veían beneficiados
por el monopolio comercial que mantenía España y rechazaban toda medida liberalizadora. El
resultado de esto fue el estallido de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), concluida por la
firma de la Paz de Zanjón por parte del General Martínez Campos, que se comprometió a dar a
Cuba cierta capacidad de autogobierno. No obstante, casi seguidamente surgió el Partido
Liberal Cubano y un año más tarde empezó la Guerra Chiquita (1879-1880), dando muestras de
que la mecha del independentismo cubano no hacía más que avivarse con el paso del tiempo.
Este auge del independentismo por parte de los mestizos chocó con los intereses de los criollos
(querían la autonomía dentro de la soberanía española y defendían el librecambismo) y
españoles (partidarios del monopolio y el proteccionismo). De 1890 en adelante la idea de la
independencia avanza a pasos agigantados en términos políticos, con el surgimiento de un
gran número de asociaciones y organizaciones políticas a su favor. De esta manera, en 1895
empieza la Guerra de Cuba: los cubanos optaron por la táctica de guerrillas en zonas rurales
para evitar un choque directo con el ejército español liderado por Martínez Campos (de idea
conciliadora), muy superior al cubano. Ante el fracaso de Martínez Campos, el general Weyler
(de ideología más radical) es enviado a Cuba y logra sofocar la guerrilla en 1897.

Tras la inesperada muerte de Cánovas en 1897 Sagasta pasa a estar al frente del gobierno y
decide conceder la autonomía a Cuba ese mismo año, suceso que genera cierto revuelo en los
españoles residentes en Cuba, que estaban en contra de la autonomía cubana. EEUU manda al
acorazado Maine a Cuba, pero este es destruido por lo que parece que fue una explosión
accidental de su polvorín. Una vez se hace eco de la noticia, el gobierno estadounidense
empieza una campaña en la que culpa a España de lo sucedido y de atacar al Maine. El
presidente americano exige la entrega de la isla a cambio de 300 millones de dólares, pero
España se niega y EEUU le declara la guerra a España. El poder militar estadounidense era muy
superior al propio del ejército español, y así se acabó demostrando con la derrota de la flota
española en Santiago de Cuba, dejando vía libre a EEUU para la conquista de Cuba, Puerta Rico
y Filipinas. Ante este desastre, España se ve obligada a pedir la paz a EEUU. En el Tratado de
París, España reconoce la independencia de Cuba, cede a Estados Unidos las colonias de
Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam por 20 millones de dólares y más tarde vendería a
Alemania las islas Carolinas, Marianas y Palaos.

A este suceso por el que España pierde todas sus colonias se le acabó llamando desastre del
98.

La primera consecuencia fue la implantación del sistema de cuotas para repoblar el ejército:
este consistía en que se realizaba un sorteo para decidir quién tenía que realizar servicio
militar en el país; si un elegido pagaba una cierta cantidad de dinero se podía librar del servicio
militar. El resultado de esto fue en que los pobres eran obligados a servir para el país.
El gobierno estaba en entredicho y perdió la confianza del pueblo tras esta catástrofe. Por ello
se inició el regeneracionismo, un movimiento destinado a criticar la situación política, social e
intelectual que se vivía en España y aspiraba a cambiarla. También mostraba el rechazo de la
sociedad al turnismo, caciquismo y la marginación al pueblo español. Los partidarios del
movimiento promovieron la modernización. Grupos organizados de este movimiento fueron
las generaciones del 98 y 27.

Aunque se perdieron los mercados coloniales, por lo que se optó por aplicar políticas
proteccionistas, pero los ingresos por la venta de las colonias permitieron que la banca
española se desarrollase. Por su parte, la industria nacional se recuperó pronto de este
varapalo.

Otras consecuencias ocasionadas fueron el crecimiento del movimiento obrero y el


desprestigio militar, que a su vez traería consigo graves consecuencias durante el próximo
siglo.

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