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6 Enero

Las diez persecuciones generales contra el cristianismo por parte del Imperio romano se produjeron entre los siglos I y III d.C. bajo diferentes emperadores, desde Nerón hasta Diocleciano. Cada persecución implicó la prohibición del cristianismo, arrestos, martirios y ejecuciones de cristianos en diferentes grados de intensidad, con el objetivo final de eliminar esta religión que se oponía a la autoridad imperial romana.

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Las diez persecuciones generales contra el cristianismo por parte del Imperio romano se produjeron entre los siglos I y III d.C. bajo diferentes emperadores, desde Nerón hasta Diocleciano. Cada persecución implicó la prohibición del cristianismo, arrestos, martirios y ejecuciones de cristianos en diferentes grados de intensidad, con el objetivo final de eliminar esta religión que se oponía a la autoridad imperial romana.

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Las diez persecuciones

Tradicionalmente se cree que existieron diez persecuciones generales contra el cristianismo


por parte del Imperio romano y muchas otras locales. Nos referimos aquí a las generales.

1. La persecución de Nerón

La primera persecución dirigida por el Imperio hacia el cristianismo se dio en el año 64d.C.
durante los tiempos del emperador Nerón (37-68).

Roma había sido incendiada y, al parecer, la única justificación coherente que encontró el
emperador fue culpar a los cristianos. No se tiene evidencia de que alguien fuera de la
comunidad cristiana protestara por el hecho de haber culpado a los seguidores de Jesús de
esta tragedia, lo que podría suponer que el cristianismo ya era bastante impopular entre los
ciudadanos de la capital del Imperio. También se cree que durante esta ola de persecuciones
murieron los apóstoles Pedro y Pablo.

2. La persecución de Domiciano

La segunda persecución al parecer se habría dado durante el gobierno del


emperador Domiciano (51-96) entre los años 90 y 96 d.C. A pesar de que durante este periodo
hubo confrontación entre el pensamiento cristiano y el pagano, algunos estudios e
investigaciones modernas han sugerido que no fue de grandes dimensiones. Se dieron algunos
asesinatos y destierros, pero no al nivel de las siguientes persecuciones.

3. La persecución de Trajano

La que comúnmente llamamos tercera persecución se dio bajo el emperador Trajano (53 –


117), entre el año 98 d.C y 117 d.C. El emperador no simpatizaba con el cristianismo, así que, a
pesar de no perseguirlos de manera directa, si alguien los acusaba, se podría proceder en su
contra. Como consecuencia, el solo hecho de ser cristiano ya representaba una posible sanción
legal.

4. La persecución de Adriano

La cuarta persecución se dio bajo el emperador Adriano (76-138), del 117d.C y 138d.C. Aunque


este emperador fue más indulgente con los cristianos, durante este periodo se siguió
manteniendo la persecución legal a los seguidores de Jesús.

5. La persecución de Marco Aurelio

La quinta persecución sucedió durante el gobierno de Marco Aurelio (121-180), entre el año


161d.C. y 180 d.C. A pesar de ser considerado como un emperador ilustrado, no escondió su
aversión hacia el cristianismo. En el año 177 d.C instigó una persecución en la ciudad de Lyon.
También impulsó a Celso a escribir un tratado en contra del cristianismo. El emperador
promovió una imagen despectiva de los cristianos y dejó para la historia lo que alguien un día
dijo al respecto:

“Lo que justifica la eliminación física de los cristianos es, ni más ni menos, que creen de
manera diferente, que contemplan la existencia de manera diferente, que viven de manera
diferente. No ilegal o perversamente. Solo diferente.”
6. La persecución de Septimio Severo

La sexta persecución se dio durante el reinado del emperador Septimio Severo (145 – 211),


entre el 202 d.C. y 211 d.C. Durante este periodo, convertirse en cristiano y bautizarse se
volvió un acto ilegal y castigable con la muerte.

7. La persecución de Maximino Tracio

Durante el periodo del emperador Maximino Tracio (173 – 238), en el 235d.C se produjo la


séptima persecución que duró hasta el año 236 d.C. El emperador promulgó un edicto u orden
de ejecución contra los dirigentes cristianos.

8. La persecución de Decio

Pero la anterior persecución solo sería un pequeño anticipo de la que se produciría en el


reinado del emperador Decio (201 – 251), durante la octava persecución entre el año 249 d.C.
y 251 d.C. 

Para aquel entonces el Imperio no consideraba a los cristianos meramente como oportunos
chivos expiatorios, como en el tiempo de Nerón, miembros de una minoría despreciable a los
que podía ejecutarse si se hacía pública su condición, como en el periodo de Trajano, o
seguidores de un culto repugnante que merecían la prohibición y la muerte, como en los
tiempos de Marco Aurelio. Se habían convertido en un grupo social cuya escala de valores e
influencia se oponían directamente con los del Imperio.

9. La persecución de Valeriano

Bajo el emperador Valeriano (200 – 260) se produjo la novena persecución, entre los años 257
d.C y 260 d.C., en la que se prohibieron las reuniones cristianas y se arrestaron a numerosos
obispos. Quizá se esperaba que el ataque contra los dirigentes debilitaría al movimiento, pero
la estrategia de Valeriano no dio los resultados que esperaba. Al año siguiente, convencido de
que la aniquilación de la jerarquía no se traduciría en el final del cristianismo, ordenó
la ejecución de todos los diáconos y laicos de relevancia que no apostataran. La nueva medida
estuvo en vigor durante dos años y sólo concluyó cuando Galieno decidió derogarla y devolver
sus propiedades a las iglesias.

10. La persecución de Diocleciano

Muchos cristianos empezaban a respirar aliviados porque creían que la persecución en el


tiempo del emperador Valeriano sería la última y que el cristianismo empezaría a ser tolerado
en el futuro. Sin embargo, la realidad era que le esperaba una de sus peores pruebas. En el
303d.C, Diocleciano (244-311) ordenó, por influencia de Galerio (260-311), la destrucción de
las iglesias y la quema de todos los volúmenes donde aparecieran recopiladas porciones de las
Sagradas Escrituras en lo que sería la décima y última gran persecución. Se trataba, como había
sucedido con Valeriano, solo de un primer paso. La medida, pese a su rigor, no obtuvo los
objetivos esperados, y un edicto promulgado al año siguiente autorizó incluso el empleo de la
pena de muerte contra los cristianos. Ni siquiera la abdicación de Diocleciano significó el final
de la persecución. Los cristianos eran considerados enemigos directos del Imperio y esta
convicción tuvo como resultado el que continuara la persecución, aunque su intensidad
variaría según los distintos gobernantes.
LOS CONCILIOS
Concilio (del latín concilium) es una reunión o asamblea de autoridades religiosas (obispos
y otros eclesiásticos) generalmente efectuada por la Iglesia Católica u Ortodoxa, para
deliberar o decidir sobre las materias doctrinales y de disciplina.

Los más importantes son los llamados concilios ecuménicos. Un concilio ecuménico es
una asamblea celebrada por la Iglesia Católica con carácter general a la que son
convocados todos los obispos para reconocer la verdad en materia de doctrina o de
práctica y proclamarla. Ecuménico, proviene del latín oecumenicum, traducción a su vez
del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo) habitado.
El más antiguo concilio fue convocado por San Pedro, en Jerusalén, hacia el año 50, y
relevó a los paganos convertidos al cristianismo de las observancias judáicas. Los
siguientes son numerados del I al XXI, y se dividen en dos grupos: griegos y latinos,
según hayan tenido lugar en Oriente u Occidente. Los concilios griegos fueron convocados
por los emperadores de la época, que los presidieron, generalmente. Los concilios latinos
fueron convocados por los papas.
Los concilios de la Iglesia Católica Romana, deben ser convocados por el Papa y
presididos por él o por un delegado suyo, y en él habrán de estar representados la mayoría
de los obispos de las provincias eclesiásticas. Para la validez de sus acuerdos es precisa,
como condición sine qua non, la sanción del Sumo Pontífice Romano.
Se consideran los más importantes de ellos:
Griegos
 Nicea I 
Del 20 de mayo al 25 de julio de 325, convocado por el emperador romano Constantino I,
que estuvo presente, y presidido por el Obispo Osio de Córdoba, que actuó en
representación del Papa. Formuló la primera parte del Símbolo de fe, conocido como el
Credo Niceno, definiendo la divinidad del Hijo de Dios, y se fijaron las fechas para celebrar
la Pascua.
 Constantinopla I 
Entre mayo y julio de 381, convocado por el emperador romano Teodosio I y presidido
sucesivamente por el Patriarca de Alejandría Timoteo, el Patriarca de Antioquía Melecio, el
Patriarca de Constantinopla Gregorio Nacianceno, y su sucesor el Patriarca de
Constantinopla Nectario. El Papa Dámaso no mandó representación.
Formuló la segunda parte del Símbolo de Fe, conocido como el Credo Niceno
Constantinopolitano, definiendo la divinidad del Espíritu Santo. Se condenó a los
seguidores de Macedonio I de Constantinopla, por negar la divinidad del Espíritu Santo
(Macedonianismo).
 Calcedonia 
Del 8 de octubre al 1 de noviembre de 451, convocado por el emperador romano de
oriente Marciano, y presidido por el Patriarca de Constantinopla Anatolio. El Papa, mandó
como su representante personal al Obispo Pascanio. Proclamó a Jesús Cristo como
totalmente divino y totalmente humano, dos naturalezas en una persona.
Rechazó la doctrina del monofisismo, originándose la escición de las Iglesias que sí lo
aceptan: las antiguas iglesias orientales, como la Iglesia Ortodoxa Copta, la Iglesia
Apostólica Armenia, la Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia Ortodoxa Malankara, de la
India.
Latinos
 Letrán I 
Fue convocado por el Papa Calixto II en diciembre de 1122, inmediatamente después del
Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras; aboliéndose el
derecho, que reclamaban los príncipes, a investir dignidades y tener beneficios
eclesiásticos. Finalizó en 1123.

 Letrán IV 
Fue convocado bajo la autoridad del papa Inocencio III en 1215, para condenar varias
herejías: de los Albingenses, de los Valdenses, del Abad Joaquín de Fiori, y otras. Se
elaboró un credo más extenso, contra los Albigenses.

 Trento 
Convocado por Pablo III (1545-1563) para tratar el tema de la escisión de la Iglesia por la
reforma protestante. También se ocupó de muchos temas doctrinales, morales, y
disciplinares. Se decretó sobre la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canon de
la Sagradas Escrituras y otros temas, con variadas disposiciones disciplinares. Se
condenaron los errores de Lutero y otros autodenominados reformadores. Fue el concilio
más largo y en el que se promulgaron más decretos dogmáticos.

 Vaticano II 
Convocado por Juan XXIII (1962-1965) que presidió la primera etapa, hasta otoño de
1962; las tres sesiones siguientes fueron convocadas y presididas por Pablo VI, su
sucesor. Fue un concilio pastoral, no dogmático.

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