La Amistad en San Agustín
La Amistad en San Agustín
La Amistad en San Agustín
P. FRANCO BENIGNI
LA AMISTAD HUMANA
(San Agustín, Libro IV)
3RO A
INDÍCE
I. INTRODUCCIÓN...........................................................................................................6
II. DESARROLLO..............................................................................................................6
III CONCLUSIONES........................................................................................................11
Consideraciones personales. ........................................................................................12
BIBLIOGRAFÍA...............................................................................................................14
ANEXO 1..........................................................................................................................15
HIMNO A LA ALEGRÍA................................................................................................15
Texto original del Himno a la Alegría, publicado por Frederich Schiller en 1785
..............
15
4
Amigo mío
Amigo mío,
tengo tanta necesidad de tu amistad.
Tengo sed de un compañero que respete en mí,
por encima de los litigios de la razón,
el peregrino de aquel fuego.
A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido,
y descansar, más allá de mí mismo,
en esa cita que será la nuestra.
Hallo la paz.
Más allá de mis palabras torpes,
más allá de los razonamientos que me pueden engañar,
tú consideras en mí, simplemente al Hombre,
tú honras en mí al embajador de creencias,
de costumbres, de amores particulares.
Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.
Me interrogas como se interroga al viajero,
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido,
me siento puro en ti y voy hacia ti.
Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.
Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas
las que te informaron acerca de lo que soy,
sino que la aceptación de quien soy te ha hecho
necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas.
Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.
¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?
Si todavía combato, combatiré un poco por ti.
Tengo necesidad de ti. Tengo necesidad de ayudarte a vivir.
5
Antoine De Saint-Exupéry
I. INTRODUCCIÓN
En este trabajo elegí el tema de la amistad por varias razones. En primer lugar, es un tema
que me ha interesado y del que he venido leyendo, desde hace tiempo, algunos libros. En
segundo lugar, y que quizá sea fundamento de la primera razón, es la importancia vital que
ha tenido el tema de la amistad en mi vida y las preguntas que se han suscitado en torno a
ella: ¿qué es un amigo?, ¿cómo surge la amistad?, ¿cuál es el papel de un amigo?, ¿cómo
ser amigo?; ¿por qué es importante tener amigos? Estas reflexiones estaban ligadas a una
fuerte necesidad de compartir mi vida, de abrir mi corazón con sus afectos, sentimientos,
alegrías, repulsiones, sueños y temores.
Iniciaré este trabajo presentando la importancia de los amigos en la vida de San Agustín, así
como los motivos por los que considera valiosas a las amistades. A continuación, veremos
las fuentes en las que San Agustín se inspira para forjar sus conceptos y su filosofía,
principalmente a Cicerón. De este autor se abordará, de forma muy sintética, la temática de
su tratado “De Amicitia”. Posteriormente relataré una experiencia que lleva a Agustín a
reflexionar acerca de la amistad, de la vida, de la muerte y de Dios. Después de estas
reflexiones, Agustín llegará a una reformulación del concepto de amistad buscando en Dios
su fundamentación. La amistad humana, para Agustín, sólo encuentra una base firme
en Dios, y es el preámbulo de la amistad divina.
II. DESARROLLO
Al leer el libro “Las Confesiones” de San Agustín, desde sus primeras páginas, me pude
percatar de que Agustín fue una persona que estuvo rodeada de amigos en todas las etapas
de su vida. Desde pequeño lo vemos jugando con sus amigos, luego haciendo travesuras
junto con ellos, yendo a la arena o incluso cometiendo el hurto de unas peras, no por
necesidad ni antojo, sino por . En sus Confesiones, se arrepiente y pide a Dios perdón por
las maldades y travesuras realizadas. Posteriormente, entabla una relación muy
significativa con un amigo con quien creció desde pequeño en Tagaste. Éste, al morir, deja
una profunda soledad y desasosiego en su vida -esta experiencia se abordará después con
más amplitud-. En etapas posteriores de su vida, entabla una relación de amistad y cariño
con Ambrosio, obispo de Milán, a quien agradece que lo haya acogido con bondad1 y
llevado al cristianismo. Otra amistad importante en la vida de San Agustín, fue Alipio,
quien nació también en Tagaste y fue su discípulo. Dicha relación estuvo al inicio mediada
por la mutua simpatía. En este caso, Agustín le preocupa la afición de su amigo al circo. 2
Alipio acompañó a Agustín a Milán y probó su rectitud y honestidad en su encargo de las
1
Cfr. SAN AGUSTÍN, Confesiones, Editorial Porrúa, México, 1999, p. 76, 81
2
Cfr. Ibíd. p. 86
6
finanzas de Italia. Por otra parte, Nebridio fue otro amigo importante de Agustín y llegó
incluso a dejar su patria para vivir con él y “compartir la ardiente pasión de la verdad y de
la sabiduría. Como nosotros suspiraba y como nosotros fluctuaba, ardiente buscador de la
vida feliz y escrutador infatigable de las más difíciles cuestiones” 3 Francisco Montes de
Oca (responsable de la versión de las Confesiones aquí citada) hace una anotación al
respecto de Nebridio que me parece importante destacar, ya que afirma que era “un hombre
serio, dotado de grandes cualidades intelectuales y de un espíritu de independencia que ni
por la amistad admitía menoscabo”.4 Podemos ir constatando el tipo de amistades que
fueron rodeando la vida de Agustín. Otra relación de vital importancia, que no podemos
dejar de lado, es la que sostuvo con la madre de su hijo, Adeodato, cuyo nombre nos queda
reservado y sólo sabemos que fue su compañera durante varios años en su vida. Él le
profesaba un gran cariño, pero tuvo que darse una separación debido a que ella constituía
un obstáculo para el matrimonio de Agustín con otra mujer. Esta separación destrozó su
corazón. Ella, por su parte, decidió regresar a África y prometió no relacionarse con otro
hombre. Adeodato quedó bajo la custodia de Agustín.5
Sirva este breve recorrido para destacar el papel que jugaron las relaciones de amor y
amistad en la vida de Agustín.
Ahora pasemos, con más detenimiento, a presentar el valor que Agustín le concedía a sus
amistades. De los trece libros que conforman Las Confesiones, aborda el tema de la
amistad de forma explícita en el libro cuarto. A continuación transcribo los motivos por los
que Agustín gustaba de las amistades:
Lo que más me reconfortaba y reanimaba eran los consuelos de otros amigos, con
quienes yo amaba lo que en lugar de ti [Dios] amaba. … Cautivaba mi ánimo:
conversar y reír juntos, dispensarnos mutuamente pequeños favores, leer en común
libros amenos, divertirnos unos con otros y darnos pruebas de mutua estima, discutir
de cuando en cuando sin apasionamiento, como lo hace uno consigo mismo, y sazonar
con este rarísimo descuerdo las múltiples ocasiones en que estábamos de acuerdo,
enseñar o aprender algo unos de otros, echar de menos con nostalgia a los ausentes,
acoger con alegría a los que llegaban. Con estas manifestaciones y otras semejantes,
que nacen del corazón de los que mutuamente se aman, y que se expresan por el
rostro, por la lengua, por los ojos y por mil otras gratísimas demostraciones que se
funden como combustible las almas, y de muchas se hace una sola6.
Con este texto podemos comprender que Agustín la pasaba bien en compañía de sus
amigos.
Ahora, pasaremos brevemente a conocer una de las “fuentes” de las que bebió y que
ejercieron una influencia notable en el pensamiento de Agustín. En este caso, me gustaría
presentar a Cicerón como una fuente de inspiración que sirvió a Agustín para elaborar su
concepto de amistad. Agustín se “encontró” con Cicerón al leerlo en el “Hortensius”, obra
que le despertó, de forma inicial, su amor por la filosofía. Pero, si se trata del tema de la
amistad, Cicerón escribió un tratado acerca de la misma que se intitula “de Amicitia”. 7
3
Ibíd. p. 90
4
Ibíd., p. 90, (Versión, introducciones y notas. Francisco Montes de Oca).
5
Cfr. ibíd. p. 94
6
Ibíd. . p. 52
7
CICERÓN, M.T, De Amicitia, José J. de Olañeta, Barcelona, 2003.
7
Esta obra se ha convertido en un texto clásico e imprescindible en la historia de la
humanidad, al hablar de la amistad. En él, Cicerón escribe las ideas que tiene acerca de la
amistad, así como su filosofía de vida.8 Un hecho por el que a Agustín le llama mucho la
atención Cicerón, es que éste fue un gran orador. Esta característica encontraba eco en
Agustín, quien también era un retórico y enseñaba retórica. Me gustaría también destacar
un hecho de la vida de Cicerón: la muerte de su hija Tulia (45 a.C.). Este hecho lo deja
desconsolado, y busca en la filosofía apoyo y consuelo. 9 Cicerón, como nos lo comenta
Faustino Escurza, quien es el encargado de la traducción, introducción y notas de la versión
“De amicitia” que consulté, nos indica que Cicerón redactó el tratado “Sobre la amistad” a
finales del año 44 a.C, (un año antes de su muerte). Esta obra está dedicada a su entrañable
amigo Tito Pompeyo Ático. Pero resulta que Cicerón no expone las ideas en primera
persona, sino que escoge a un personaje para que hable por él: Cayo Lelio. El texto se da
en forma de diálogo de éste último con los yernos de Escipión, Mucio Escévola y Cayo
Fannio. 10 Cicerón define a la amistad de la siguiente manera:
“La amistad no es, pues, sino la concordia (armonía) entre todas las cosas, tanto divinas
como humanas, acompañada de afecto y amor”.11
La amistad es valorada como el mayor bien de la existencia. Por otra parte, Cicerón
considera que la amistad sólo puede darse entre los hombres buenos.12
Retomo el gran dolor y desconsuelo que sintió Cicerón por la muerte de su hija, para
regresar con Agustín, ya que ese mismo sentimiento de dolor por la muerte de un ser
querido los une y es punto de partida para la reflexión, la filosofía y replanteamiento,
incluso del sentido de la vida.13
En su libro cuarto de las Confesiones, Agustín nos relata la amistad que entabló en Tagaste
con “un amigo que me resultaba muy querido por la comunidad de nuestros gustos. Éramos
de la misma edad y lozaneábamos ambos en la flor de la adolescencia. Conmigo había
crecido siendo niño, juntos habíamos asistido a la escuela, juntos habíamos jugado” 14 .
Además, nos comparte Agustín, que él ejercía mucha influencia en su amigo. Y es aquí
donde llega el momento en el que Agustín nos relata el suceso de la muerte de su amigo.
Su amigo enfermó gravemente y se hizo bautizar. La reacción de Agustín fue la burla. Sin
embargo, a pesar de la fuerte influencia que ejercía Agustín en él, se horrorizó y le advirtió
que si quería conservar su amistad debería dejar de expresarse en los términos en los que lo
hacía15. Poco tiempo después murió y así lo registra Agustín:
8
Cfr. Ibíd. CICERÓN, M.T., p. 6
9
Ibíd. p. 9
10
Ibíd. p. 13
11
Ibíd. p. 45
12
Ibíd. p. 42
13
Jospeph Gevaert plantea la muerte como un motivo de reflexión filosófica. Él sostiene que existen algunas experiencias mediante las
cuales surge el problema filosófico del hombre, tales como el estupor y la admiración; la frustración y desilusión, experiencia de lo
negativo y del vacío. Entre dichas experiencias la muerte ocupa un lugar importante como motor de la reflexión filosófica.
14
SAN AGUSTÍN, op. cit., p. 49
15
Ibíd.. p. 50
8
“y he aquí que Tú, arrebataste aquel hombre de esta vida, cuando apenas había
completado conmigo un año de amistad, más suave para mí que todas las suavidades
de mi vida de entonces”16.
Agustín frente a la muerte de un ser tan querido, encuentra ligeramente suavizada la herida,
aunque no del todo y se pregunta:
¿cómo es, pues, que de la amargura de la vida se coge un fruto suave: gemir y llorar,
suspirar y quejarse? ¿Estribará, acaso, su dulzura en que esperamos ser oídos de ti?
No esperaba, por supuesto, que reviviera, ni mis lágrimas pedían eso; simplemente
sufría y lloraba.18
Caía así Agustín en un intenso periodo de depresión20 y profunda tristeza porque para él un
amigo, citando a Horacio, era “la mitad de su alma” 21. Recuerda también a Ovidio, quien
se refería al conocido concepto de que un amigo es un alma en dos cuerpos: “Porque yo
sentía que mi alma y la suya no habían sido más que una sola alma en dos cuerpos22”.
Así, a Agustín le causaba horror la vida. No quería vivir con la mitad. Y sigue expresando
su temor a la muerte.
En el capítulo VII de sus Confesiones, Agustín busca aliviar su dolor, porque su corazón
aún sigue desgarrado y sangrante. Escuchémoslo en su sentir:
Llevaba a cuestas, rota y sangrante, a mi alma, que no soportaba ser llevada por mí y
no hallaba dónde ponerla. Ni en el encanto de los bosques, ni en los juegos y
canciones, ni en los parajes de suave olor, ni el los festines rebuscados, ni en los
deleites de la alcoba y del lecho, ni siquiera en los libros y en la poesía encontraba
descanso mi alma. Todo, hasta la misma luz, me causaba horror, y todo cuanto no era
16
Ibíd. p. 49
17
Ibíd.. p. 50
18
loc. Cit.
19
Ibíd. p. 51
20
Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con
trastornos neurovegetativos. “depresión”, en Biblioteca de Consulta Microsoft, Encarta, 2005, Microsoft,
2004.
21
Horacio, Carm, I, 3, 8, (cit pos) San Agustín, op. cit. p. 51
22
Ovidio, Trist, IV, 4, 72, (cit pos), Ibíd. p. 52
9
lo que él era, resultaba insoportable y odioso, salvo el gemir y el llorar; que sólo en
esto hallaba algún ligero reposo23.
Otra constatación importante que realiza Agustín es la finitud de todas las cosas. Se le hace
evidente el ciclo vital de cosas y seres… nacer, crecer y morir, o dicho de otro modo:
“todas las cosas nacen, y mueren, naciendo como que comienzan a ser, y crecen para
perfeccionarse y ya perfectas envejecen y mueren. No todas envejecen pero todas
mueren”24. Descubre así la finitud de las cosas y la inestabilidad de las criaturas. Se da
cuenta también las implicaciones que tiene el hecho de amar a alguien como si no fuera a
morir. Y dado el fuerte impacto que le causó a Agustín la muerte de su amigo, no puede
dejar de reflexionar, de seguir pensando y meditando:
“¿Por qué había penetrado tan fácilmente en lo más íntimo de mi ser aquel dolor?
¿Por qué, sino porque había derramado mi alma en la arena, amando a quien había
de morir, como si no hubiese de morir25?
Así, después de un periodo de mucho sufrimiento, dolor y reflexión, llega a decir que la
verdadera amistad sólo se puede dar en el Señor [Dios]. Es aquí y sólo aquí, cuando
Agustín empieza a afrontar su dolor y a entender lo que le pasaba. Esta larga y dolorosa
experiencia le sirve para llegar a Dios. Afirma así, que la verdadera amistad sólo es tal, en
la medida en la que está cimentada en Dios, ya que el vínculo que une la amistad es la
caridad, que se derrama en los corazones por medio del Espíritu Santo que cada quien ha
recibido26.
Agustín ve con más claridad y comprende el porqué de un dolor tan grande cuando un
amigo muere. Exclama con gozo y humildad:
“Si te agradan los cuerpos, alaba a Dios por ellos y devuelve tu amor a su artífice, no
que sea que, en las cosas que te agradan, le desagrades tú. Si te agradan las almas, en
Dios sean amadas, que también ellas están sujetas a cambios y, fijas en él es como se
hacen estables; de otro modo pasarían y perecerían. Sean pues, en Él amadas.
Arrebata contigo hacia él cuantas puedas y diles: “A éste amemos. Él es quien hizo
éstas cosas y no está lejos. … Sed estables con él y seréis estables, descansad en él y
estaréis descansados…De él viene lo que amáis. ¿De qué os sirve seguir caminando
por caminos difíciles y trabajosos? No está el descanso donde lo buscáis. Buscad lo
que buscáis, pero no está donde los buscáis. Buscáis la vida feliz en la región de la
muerte. No está allí. ¿Cómo va a haber vida feliz, donde ni siquiera hay vida27?”
Agustín propone como cimiento de toda amistad a Dios, ya que en él y por él persiste toda
amistad. Y concluye su libro cuarto con una bella oración y acción de gracias a Dios, quien
es el único en el que se encuentra la paz y la felicidad:
Finalizaré haciendo una síntesis del camino que ha recorrido Agustín. Él valora y disfruta la
amistad humana como un elemento imprescindible en su vida. Tras haber sufrido la muerte
de un entrañable amigo y descubrir la finitud de los seres, Agustín redimensiona y reelabora
el concepto de amistad que tenía: pone a Dios como su centro, su base, su raíz. Adquiere
así la amistad, fuerza y trascendencia, aún más allá de la muerte. De esto modo, la amistad
humana se convierte en camino cuyo inevitable destino es Dios mismo.
III CONCLUSIONES
1. En un principio, Agustín cifró todas sus esperazas y alegrías en una amistad humana, al
acabarse ésta por la muerte, atraviesa por una prolongada etapa de tristeza y dolor. Fue
como una herida que no sanó con prontitud. Tan grande fue el pesar por la muerte de su
amigo, que inició serias reflexiones acerca de la vida, de la muerte, de la amistad. Poco a
poco, se va gestando en él un cambio en su forma de ver y entender la vida y empieza a
descubrir la finitud de las cosas y de las personas. Así, tras haber pasado por un largo
periodo de crisis, llega a la conclusión, que la amistad y la fidelidad son sólo posibles en
Dios. De esta forma Agustín, tomando a los grandes clásicos, elabora su concepto de
amistad propio. De la amistad humana, Agustín arriba a la amistad divina.
Agustín, en sus Confesiones, nos relata que en un determinado momento de su vida pensó,
con otros amigos, en:
Ahí podemos encontrar los primeros esbozos de lo más tarde llevaría a la fundación de
comunidades religiosas (agustinos).
Recuerdo ahora una pregunta que planté al inicio de este trabajo: ¿cuándo puedo llamar a
alguien amigo? Cuando le hacían la misma pregunta a Agustín, él respondía que “podemos
28
Ibíd. p. 53
29
Ibíd. p. 94
30
CONFER Amistad y vida común [en línea], en http://oala.villanova.edu/agustin/amistad.html (consultado
en noviembre 20, 2007)
11
considerar a otro como amigo, si nos atrevemos a abrirle todo nuestro interior”. A su vez,
confiesa la gran importancia que tuvieron los amigos para él durante toda su vida así como
en la vida monástica:
"Confieso que me arrojo confiado enteramente en el amor de mis más íntimos amigos,
especialmente cuando me veo agobiado por los escándalos del mundo, y encuentro
descanso en ese amor, libre de angustia. Esto es así porque tengo la sensación de que
Dios, en cuyos brazos me arrojo sin temor, y en quien hallo seguro reposo, está
presente allí. Con tal seguridad no temo la incertidumbre del mañana y de la flaqueza
humana. Cuantas ideas y pensamientos confío a una persona llena de caridad
cristiana, y que ha llegado a ser una fiel amistad, no los confío a un ser humano, sino
a Dios, en quien esta persona habita, y que la hizo una fiel amiga"31
Agustín ubica, a fin de cuentas, a la amistad humana como algo divino, como un camino
hacia Dios. La amistad también se convierte así en un don de Dios. En este punto,
considero que coinciden varios autores: “la amistad es un don de Dios”, entre ellos, al autor
que acabo de citar, Ralph Waldo Emmerson (“mis amigos han venido a mí sin buscarlos.
Me los dio el gran Dios”).
Consideraciones personales.
Al igual que San Agustín, en mi andar por la vida el concepto de amistad que tenía ha ido
transformándose, evolucionando. En ocasiones ha sido gracias a una reflexión teórica,
podría decir que hasta ideal que incluía las siguiente preguntas: ¿quién es un amigo?,
¿cómo se comporta un buen amigo?, ¿cuándo puedo llamar a alguien amigo?, ¿tengo
amigos? Pero la mayoría de las veces, la misma realidad es la que me ha llevado a realizar
esos ajustes a mis conceptos. Es la vida, y Dios, quienes me han ido enseñando qué es la
amistad. Dichas constataciones acerca de la amistad van mucho más allá de mis
elucubraciones mentales.
Poco a poco, he ido descubriendo que un amigo es un regalo de Dios. De repente, sin saber
exactamente cómo, descubro que existe alguien junto a mí, hacia quien experimento
simpatía y cariño. Alguien hacia quien siento confianza y con quien puedo compartir lo más
31
loc. cit.
32
loc. cit.
12
profundo de mi ser: mis miedos, preocupaciones, debilidades, sueños. En esa relación me
percato también de que la simpatía y el cariño son mutuos, es decir, una amistad es “cosa de
dos”. Una amistad empieza así a germinar y llega a mantenerse a través del tiempo y la
distancia ¿Por qué antes no había llegado esa persona? ¿Por qué se dio esa gran afinidad y
empatía mutua? Recordando a Ralph Waldo Emmerson puedo decir “mis amigos han
venido a mí sin buscarlos. Me los dio el gran Dios”.
Otro punto que me parece relevante destacar es que el hecho de contar con un amigo, en
vez de encerrarte en una relación exclusiva, se convierte en posibilidad y peldaño para
recibir y acoger a otros amigos. Al respecto, David Grayson nos comenta lo siguiente:
“Es milagroso cómo aumenta, con cultivarla, la capacidad para la amistad. Una vez
yo tenía apenas sitio en mi corazón para un solo amigo. Es fenómeno digno de que
mediten en él los descreídos, porque en la tierra sucede que cuando el corazón del
hombre se abre realmente a un amigo, encuentra en él sitio para dos. Y cuando admite
al segundo, he aquí que los cielos se elevan y la tierra se ensancha, y halla sitio para
dos más33”.
Cuando leía este pasaje, con alegría constataba la veracidad del mismo. Y lo hacía ya no
considerándolo como una idea abstracta, sino desde mi vida, desde las personas que Dios
ha puesto en mi camino, y con quienes he entablado un vínculo de amistad. Al tener un
amigo, el corazón se dispone, se prepara, se capacita y se ensancha para recibir a otro más.
Si dos personas que son amigas tienen como centro de su vida a Dios, se encuentran en una
verdadera comunión a pesar de estar a muchos kilómetros de distancia uno del otro. Me
atrevo a decir que este hecho se da porque en el fondo existe un mismo amor, y los sueños
de un mundo según los designios del Señor: un mundo de paz amor y justicia, son
comunes.
Para concluir, me gustaría mencionar el papel de la amistad en la Vida Religiosa. Debe ser
la amistad humana un fruto en nuestra vida, que transparente y haga creíble a los hombres
el amor de Dios. Que mediante nuestro testimonio de vida, remitamos a Dios y hagamos
apetecible una vida en común, al servicio de Dios entregada a favor de los demás.
Necesitamos amigos en la vida religiosa que nos acompañen, alienten y levanten cuando
caigamos.
33
GRAYSON, D, De la amistad, cit. pos. NOVO, S., op. cit. p. 192
13
Finalmente, no puedo dejar de hacer referencia a la amistad con Dios. No concibo a un
hombre religioso sin una profunda experiencia de amistad con Dios. Jesús, se revela como
el Amigo por antonomasia34, y es él quien nos ha llamado, con amor de amigo, para “ser
pescadores de hombres” y seguirlo en un camino de consagración y entrega de la vida para
construir un mundo mejor. Recuerdo las palabras de Karl Rahner quien decía que el
cristiano del siglo XXI, “será un místico o no será”. Considero con Rahner que el cristiano,
o el religioso, para serlo de verdad, deberá experimentar íntimamente en su vida al Dios
amigo y establecer con él una relación de amor y de pertenencia profunda. Sólo así,
bebiendo de la fuente del amor de Dios, podrá dar a los demás a Dios. Sentir el gran amor
y amistad del buen Padre hacia mí, será condición indispensable para una entrega
generosa, también será “descanso en la fatiga y brisa en el ardiente estío”. El amor de Dios,
se convierte en impulso para vivir apasionados por Dios y apasionados por la humanidad,
buscando unirnos en un sentimiento de alegría universal, para así poder cantar y realizar el
gran sueño que expresa Schiller en su Himno a la Alegría, y que musicaliza e inmoraliza
Beethoven en su novena sinfonía: “que todos los hombres seamos hermanos, intuyendo al
Creador, buscando a través de la bóveda celeste al Padre bondadoso, cuya morada está más
allá de las estrellas” (ver anexo).
BIBLIOGRAFÍA
G, REALE, D. ANTISERI, Historia del pensamiento filosófico y científico, Herder, vol. I, España,
2004
SAN AGUSTÍN, Confesiones, Editorial Porrúa, México, 1999
NOVO, Salvador, Joyas de la amistad, engarzadas en una antología, Editorial Porrúa, México,
2004
VÁZQUEZ, Andrés, Estudio sobre la amistad, Rialp, Madrid, 1956
CICERÓN, M.T, De Amicitia, José J. de Olañeta, Barcelona, 2003.
Amistad y vida común, Amor mutuo, [en línea] en http://oala.villanova.edu/agustin/amistad.html
consultado en noviembre 20, 2007.
34
antonomasia. f. Ret. Sinécdoque que consiste en poner el nombre apelativo por el propio, o el propio por el apelativo; p. ej., el
Apóstol, por San Pablo; un Nerón, por un hombre cruel. || por ~. loc. adv. Denota que a una persona o cosa le conviene el
nombre apelativo con que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, la más importante, conocida o
característica. Microsoft Encarta.
14
ANEXO 1
HIMNO A LA ALEGRÍA35
35
Texto original del Himno a la Alegría, publicado por Frederich Schiller en 1785
15
Alegremente, como sus soles están volando,
A través del espléndido diseño del Firmamento,
Corred, Hermanos, corred vuestro camino,
Alegres, como un héroe hacia la conquista.
Como la fiera reflexión de la verdad
Sonríe al científico.
A la pradera escarpada de la virtud
Que conduce al sufrimiento.
Sobre la altiva cumbre de la fe.
Se vislumbra su bandera en el viento,
A través de las grietas de los sarcófagos,
Se percibe posarse sobre el coro de los Ángeles.
17