Realismo Político de Nicolas Maquiavelo

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5.

REALISMO POLÍTICO DE NICOLAS MAQUIAVELO

CONFIGURACIÓN DE UN CONCEPTO

Respecto del político realista se señala que “es el que percibe la realidad social como ella
es y no como él quisiera que fuera. El que obra con los pies en la tierra. Que sabe que el
hombre no tiene alas. Que se mueve en el escenario que es y no en el imaginario. Que da
la misma importancia a la fealdad que a la belleza, a lo sucio que a lo limpio, a lo normal
que a lo aberrante, porque todos ellos son elementos de la realidad social”. Desde este
punto de vista, la característica esencial de un político realista es que tiene siempre
presente la realidad, la objetividad, la política debe ser la ciencia y el arte de lo posible, de
lo dado, de lo real. En este sentido se habla de realismo político. [Sólo un político que
tenga los pies bien puestos en la tierra, que despliegue toda su capacidad de percibir las
cosa tal como son y no como él quisiera que fueran, puede ser catalogado como un
político realista.

Puede traducirse al castellano como política realista, para designar una política que tenga
contacto con la realidad, que no se nutra de fantasías, que vea al mundo social como es,
y no como quisiéramos que fuera.

¿Nicolás Maquiavelo y el realismo político? Podemos afirmar que casi se acepta como
verdad dada el hecho de que Maquiavelo es uno de los precursores del realismo político.
Pero al respecto no encontramos mayores elucubraciones analíticas, sino que sólo se
afirma que en los textos del florentino es evidente el apego a la realidad, a los hechos, a
la evidencia fáctica, alejada de elucubraciones fantasiosas, y ello en última instancia se
atribuye a Maquiavelo la calidad de realista político. Otros autores, como Jean Touchad,
observan en la defensa irrestricta que hace Maquiavelo a favor de la Razón de Estado
aspectos claros de realismo político. O bien se establece, como lo hace Chevalliere, que
todos los políticos que adhieren al realismo se declaran emparentados abiertamente con
Maquiavelo y el Príncipe. Pero la relación concreta entre realismo político y Maquiavelo no
se establece desde un punto de vista sistemático, sólo se acepta como algo dado.

Dilucidar tal relación es nuestro objetivo en el presente trabajo. Para alcanzarlo, en


seguida reflexionaremos respecto de los 6 principios del realismo político establecidos por
Hans Morgenthau y posteriormente presentaremos una conceptualizacióntentativa del
realismo político, a partir de la cual llevaremos a cabo un análisis minucioso del libro
primero de los Discursos de Nicolás Maquiavelo.
SEIS PRINCIPIOS DEL REALISMO POLÍTICO SEGÚN MORGENTHAU

1. Empirismo. Según este principio el realismo político funda todo su conocimiento a partir
de la realidad fáctica, es decir, el analista se interesa por los hechos concretos,
verificables a partir de la observación. El realismo político se presenta como una teoría
racional basada en la experiencia, en los hechos reales y sus consecuencias evidentes.

2. Interés como principio rector del quehacer político. Según el argumento planteado por
Morgenthau, este principio es el que perfila a la política como una esfera independiente de
acción y comprensión. Si bien consideramos que esta premisa teórica nos permite
delimitar el ámbito de lo político, consideramos que Morgenthau sobredimensiona las
posibilidades instrumentales de esta herramienta al sostener que tal instrumento puede
permitir prever los pasos o determinaciones que adoptarían los estadistas ante
circunstancias dadas. Esto solo sería posible si nuestros objetos de estudio, el estadista
al que estamos observando o investigando, actuara siempre bajo este parámetro racional.

3. Lo variable y lo permanente en el concepto de interés. Antes de definir este principio


debemos señalar que, de todos los principios enunciados por Morgenthau, este es el que
mayor dificultad presenta al momento de intentar asirlo para pretender una nominación.
Pareciera ser que en este tercer principio la idea central vuelve a girar en torno al interés
definido como poder. Consideramos que este principio constituye la ampliación del
anterior, en cuanto sostiene la esencia inalterable del interés como móvil de la acción
política. Pero no queda clara la razón por la cual tal profundización no se desarrolla en el
principio anterior. Lo único que se agrega en este principio es la perennidad de la noción
de interés como esencia de la política no afectada por circunstancias de tiempo ni lugar.
En esencia, el interés es lo permanente, mientras que el contenido o el motivo de tal
interés es lo que cambia.

4. Ética de los resultados. De los principios enumerados por Morgenthau, podemos


afirmar que éste es el que se esboza con una mayor claridad y delimitación, puesto que
su argumento no deja lugar a dudas respecto de que la política posee un ámbito ético
propio. En efecto, Morgentau señala “el realismo sostiene que los principios morales
universales no pueden ser aplicados a las acciones de los estados en su formulación
universal abstracta, sino que deben ser filtrados a través de circunstancias concretas de
tiempo y lugar”. En esencia, en este principio se argumenta que el Estado -entidad
política por excelencia- no debe exponerse a sacrificios en pos del mantenimiento de
preceptos morales. En última instancia, la vara con la que se mide el actuar político no
radica en el ámbito de las motivaciones, sino en el ámbito de los resultados obtenidos.
Esto último es lo que lleva a Morgenthau a afirmar que en política la máxima virtud es la
prudencia, la cual implica una sabia ponderación de las consecuencias.

Muy clarificador para comprender este principio es la siguiente afirmación de Nicolás


Maquiavelo:

“Ningún hombre sabio censurará el empleo de algún procedimiento extraordinario para


fundar un reino u organizar una república; pero conviene al fundador que, cuando el
hecho le acuse, el resultado le excuse; y que si este es bueno como sucedió en caso de
Rómulo siempre se le absolverá. Digna de censura es la violencia que destruye, no la que
reconstruye”.

Este ejemplo parece muy atinente para los propósitos, puesto que podemos ir avizorando
elementos que nos permiten encausar nuestro análisis respecto de Nicolás Maquiavelo y
su posible catalogación como realista político. El fragmento expuesto en el párrafo
anterior bosqueja con claridad uno de los postulados con el que comúnmente se identifica
el pensamiento de Maquiavelo, es decir, aquel en que se afirma que los medios utilizados
deben ser juzgados a partir de logros obtenidos (resultados-fines), de ahí que los
resultados obtenidos puedan excusar los actos que desde ciertos prismas morales, éticos-
religiosos, puedan parecer como condenables o reprobables.

5. Rechazo de la existencia de una moral universal. Según este principio, el realismo


político no presupone leyes morales que gobiernen el universo. Al concebir este principio,
el realismo político deshecha la pretensión de justificar las acciones y aspiraciones
arrogando la posesión de cualidades éticas universales. En este punto es imprescindible
tener presente el concepto de interés definido como poder, puesto que en último término
este es el móvil o motor que impulsa el actuar de las naciones.

1. Especificidad de la política. La política reclama un ámbito particular dentro de la


esfera de la realidad humana. Esto implica analizar el actuar político a partir de
criterios generados en el ámbito de la política, cuestión que subraya la
emancipación de la política de otras esferas como la religión o la moral.

Concepción trágica de la naturaleza humana El realismo político concibe al ser humano


atrapado en un conflicto de valoraciones contrapuestas. Acepta que el hombre no es un
ser completamente racional, puesto que una parte importante de sus comportamientos
hunde sus raíces en el componente emocional, cuyo motor son las pasiones, entendidas
éstas como el primado de lo irracional por sobre lo racional. Tales contradicciones
internas dificultan la toma de decisiones, ya que constantemente el hombre debe elegir
entre valores divergentes. Esto lleva a que constantemente el hombre esté enfrentado a
dilemas insolubles, en los que se oponen por una parte sentimientos altruistas (simpatía,
piedad, compasión) y, por otra, sentimientos derivados del miedo (vulnerabilidad,
precariedad e inseguridad).El realismo político, además de concebir al hombre como un
ser no plenamente racional, también lo considera potencialmente riesgoso. Esto porque el
realismo sostiene que los individuos y colectividades compiten, perennemente,
estimulados por el miedo y la ambición. Ambos sentimientos instan al individuo a intentar
procurarse medios que les provean seguridad, puesto que la desconfianza que se siente
respecto de los congéneres insta a buscar medios que mantengan a raya la vulnerabilidad
frente a los demás. Se siente miedo frente a peligros evidentes y presentes, que
demandan ser conjurados; se ambicionan medios con el objeto de proveer seguridad
futura frente a males o enemigos potenciales. Como se ha señalado, el realismo político
no acepta la idea de que el hombre es un ser naturalmente bondadoso y equilibrado, por
el contrario, concibe al hombre inmerso en una tragedia en la que sentimientos y
valoraciones luchan por ser satisfechos, este factor es lo que le daría un aspecto trágico a
la naturaleza humana. Así, en el hombre confluyen la razón y las pasiones. Pero se debe
tener presente que la razón no necesariamente conduce a la armonía, ni la pasión al
desequilibrio, esto porque el factor racional, perfectamente puede ser el impulsor de
actitudes agresivas, debido a que la razón podría prever futuros peligros y de ese modo
instar al hombre a conjurarlos de antemano; mientras que en las pasiones también se
encuentran todo ese conjunto de sentimientos derivados del altruismo (simpatía, piedad,
compasión). En definitiva, la esencia del hombre no es buena ni mala, y el realismo
político reconoce esa calidad humana en la que ambas categorías (maldad-bondad) se
encuentran presentes en el ser humano, pero están en potencia, pujando por satisfacer
sus demandas y atribuyéndole al hombre la cualidad de un ser riesgoso.A continuación
nos referiremos sucintamente a la posibilidad de percibir la concepción trágica de la
naturaleza humana en Nicolás Maquiavelo, pero no ahondaremos en el análisis de sus
escritos, sino que más bien expondremos y cuestionaremos algunas reflexiones
expresadas por Tomas Chuaqui[15] y Oscar Godoy[16]. El primero de estos autores,
afirma no ver en Maquiavelo una preconcepción de la naturaleza humana, señalando que
“En mi opinión, Maquiavelo no utiliza una concepción de la naturaleza humana como un
fundamento estable para su concepción de lo político y de la historia. Más bien, me
parece más adecuado caracterizar el gesto en forma inversa: Maquiavelo destila de la
observación cuidadosa de la historia ciertas generalizaciones relativas al comportamiento
de los seres humanos”, enseguida afirma que “Maquiavelo tiene una opinión muy
negativa de las motivaciones humanas, pero ésta no es el resultado de una suerte de
antropología filosófica o teoría psicológica anterior al análisis histórico y político, sino que
se derivan de él y lo nutren. En mi opinión, no es acertado atribuirle a Maquiavelo una
teoría antropológica previa a partir de la cual se construirían principios de lo político, y ha
sido notado por varios comentaristas lo poco sofisticada y superficial que es, en general,
su perspectiva psicológica”. En este punto, Tomas Chuaqui dice no concordar con Oscar
Godoy, quien sostiene que “Maquiavelo posee una visión muy pesimista de la naturaleza
humana; piensa que los hombres son malos y que siempre están dispuestos a emplear su
malignidad”. No obstante, podemos señalar que al analizar el primer libro de los
Discursos, nos damos cuenta que, según Maquiavelo, los hombres no son, como afirma
Godoy, siempre malos. De hecho en tres capítulos de este libro Maquiavelo reitera su
apreciación respecto de que los hombres no son nunca completamente malos ni
completamente bueno. Con esto también desechamos la propuesta de Chuaqui, quien
afirma que Maquiavelo no posee una preconcepción respecto de la naturaleza humana.

“Rarísimas veces son los hombres completamente buenos o malos”: En este capítulo se
ejemplifica con un hecho concreto que los hombres nunca son completamente malvados
o completamente buenos: En 1505 siendo el propósito del papa Julio II despojar de su
poderío a todos los tiranos que gobernaban en tierras de la Iglesia, llegado el momento de
enfrentar a Juan Pablo Baglioni, este último no supo aprovechar el momento de matar al
pontífice y despojar a sus acompañantes de sus joyas. “era increíble que dejara de
hacerlo como acto de benevolencia o por escrúpulos pues ningún sentimiento de piadoso
respeto cabía en hombre tan malvado, que abusaba de su hermana y había muerto, para
reinar, a sus primos y sobrinos. De esto se deduce que los hombres no saben ser
completamente criminales o perfectamente buenos”.

Desde esta perspectiva, según Maquiavelo, ni siquiera los malos son capaces de
comportarse siempre a la altura de su malignidad.
Podemos decir que Oscar Godoy para elaborar su reflexión ha de haberse quedado con
la afirmación que Maquiavelo vierte en el capítulo III del primer libro de los Discursos,
donde señala:

“Quien funda un estado y les da leyes debe suponer a todos los hombres malos y
dispuestos a emplear su malignidad natural siempre que la ocasión lo permita”.

Evidentemente en esta afirmación se advierte una contradicción o al menos una tensión,


puesto que en un primer momento Maquiavelo sostiene que el fundador de un estado
debe suponer que todos los hombres son malos y luego sostiene que éstos hombres son
naturalmente malos. ¿En qué quedamos? ¿La maldad del hombre solo es un supuesto
que debe servir como instrumento previsor para el fundador o la maldad del hombre es
una propiedad intrínseca a la especie humana? Estimamos que la respuesta la entrega el
mismos Maquiavelo en los tres capítulos en que especifica que los hombres nunca son
completamente malos ni completamente buenos, puesto que ni los malos ni los buenos
son capaces de comportarse invariablemente a la altura de sus propiedades benignas ni
malignas.

Autonomía de la política.

La política es considerada como una actividad autónoma por la mayoría de los autores
que suscriben la visión realista. Como ejemplos se puede mencionar a Nicolás
Maquiavelo y Max Weber. Para ambos autores la política se rige por cánones distintos a
la moral corriente.

Max Weber en “La política como profesión” plantea su análisis respecto de la autonomía
de la política estructurando su argumento a partir de las diferencias que existen entre el
ámbito de la política y el ámbito de la religión cristiana. En efecto, el punto eje de su
reflexión es que “el que entra en política hace un pacto con el diablo”.

Todo está determinado por el medio específico utilizado por la política, es decir, la
violencia. Y, en efecto, como señala Max Weber “lo que determina la singularidad de
todos los problemas éticos de la política es ese medio específico de la violencia legítima
como tal en manos de las asociaciones humanas”. Y todo esto sólo es comprensible al
aceptar que la política tiene su propia lógica interna, alejada, y en muchos casos
contrapuesta, a los valores religiosos y sentimentales, por ello es que Weber afirma que
“quien busque la salvación de su alma y la de otras almas no la busque por el camino de
la política, que tiene otras tareas muy distintas, que sólo se pueden cumplir con la
violencia”. Este hecho hace que el espíritu de la política permanezca en tensa relación
con el dios del amor o el dios cristiano en su manifestación eclesiástica. Así pues, este
conflicto interno y subyacente puede tornarse irresoluble, producto de que las leyes éticas
que rigen a uno y otro ámbito de la realidad no son compatibles. Desde esta perspectiva,
quien quiera involucrarse en la política y con la política, ejerciéndola como profesión, debe
ser conciente de tal paradoja, es decir, de esa tensa relación entre la política y el ámbito
del sentir humano que involucra aspectos tales como el sentimiento religioso, que aspira a
alcanzar la salvación del alma.

En definitiva, los vínculos entre la política y los poderes diabólicos son un hecho desde el
momento en que se asume, de modo realista y consciente, que El Poder, al cual aspira
toda persona que se involucra en política, es ejercido, en última instancia, a partir del
control de la violencia. Y esta última no se ciñe a valores éticos de índole religiosos o a
otros aspectos relacionados con la convicción. La pregunta que en estas circunstancias
se plantea Weber es “¿Qué papel ha de ocupar la ética en la actividad política?”, para lo
cual responde que “aquí chocan, por supuesto, distintas concepciones del mundo entre sí,
entre las que, en último término, hay que elegir”. Esto quiere decir que la política no
puede ser sometida a los parámetros éticos de los otros ámbitos de la realidad humana.
En efecto, para Weber son tres las directrices fundamentales del ejercicio de la política
como profesión. Y estas son: pasión, sentido de la responsabilidad y sentido de la
distancia. Estos tres elementos, en perfecto equilibrio, hacen que el político no se
convierta en un mero hombre enceguecido por sus ansias de alcanzar el poder, y
tampoco un soñador apasionado que pretenda llevar a cabo sus ideales sin tener en
cuenta la realidad circundante.

Ahora bien, lo que propone Weber es que no puede medirse con la vara de la ética
religiosa los actos relacionados con la política. En estas circunstancias afirma que no es
posible aplicar la verdad contenida en los evangelios o específicamente en el sermón de
la Montaña a los encargados de asumir la política como su profesión. ¿Cómo se le podría
pedir a un gobernante que ponga su otra mejilla cuando su patria o él mismo ha sido
ofendido?, ¿de qué modo podría considerarse plausible que un mandatario de gobierno
no resista a la violencia con violencia?.[35] Pensar en estas posibilidades implica soslayar
el hecho de que el medio específico de la política es la violencia. No la aplicación de ésta
en sí misma, sino el control de ella y el derecho a aplicarla cuando las circunstancias así
lo demanden. Cuando el sentido de la responsabilidad indique que es necesario recurrir a
la violencia, aunque esta se encuentre fuera de cánones ético-religiosos, ya que no son
estos últimos los que guían el quehacer político. Con ello nos acercamos a una afirmación
desprendida de los escritos de Nicolás Maquiavelo: Se recurrirá a la violencia cuando el
fin lo justifique.[36] Cuando el político acepta esta realidad hace un pacto con el diablo,
pues acepta desprenderse de ataduras éticas-religiosas, que en casos extremos pudieran
derivar en mandamientos tan absolutos como “ama a tus enemigos”, “ofrece la otra
mejilla”, “no respondas la violencia con violencia”, etc.

En esencia, los planteamientos de Weber respecto de la autonomía de la política


sostienen que ésta posee una ética distinta, que en muchos casos entra en conflicto y se
contrapone a la ética absoluta de la religión cristiana. En efecto, como señala Weber, la
ética evangélica dice que “no hay que resistir el mal con la fuerza”, pero para el político
vale que hay que resistir el mal con la fuerza, pues de lo contrario hay que hacerse
responsable del triunfo del mal.

Ahora bien, en la obra de Nicolás Maquiavelo, específicamente en los Discursos, vemos


muy claramente que la acción política no está sometida a cánones éticos comunes, es
decir, no está regida por éticas como la religiosa. Un ejemplo muy claro lo encontramos
en el capítulo 9 del libro primero, donde Maquiavelo justifica plenamente el fratricidio
cometido por Rómulo, llegando a señalar: “ningún hombre sabio censurará el empleo de
algún procedimiento extraordinario para fundar un reino u organizar una república; pero
conviene al fundador que, cuando el hecho le acuse, el resultado le excuse; y que si este
es bueno como sucedió en caso de Rómulo siempre se le absolverá. Digna de censura es
la violencia que destruye, no la que reconstruye”.

Es claro que para Maquiavelo la ética con la que se mide la política está alejada de la
ética religiosa-cristiana, en esta última, el mandamiento de “no matarás” no está sometido
a circunstancias, sino que posee un valor absoluto, [39] en cambio, como se aprecia, para
el florentino los resultados obtenidos pueden llegar a justificar los medios o
procedimientos utilizados. El asesinato no deja de ser asesinato, ni el mal deja de ser mal,
pero cometer el primero y utilizar el segundo son justificados por Maquiavelo cuando la
necesidad lo demanda, en este ámbito se comprende la sentencia “cuando los hechos te
acusen, que el resultado te excuse”.
Hemos expuesto hasta aquí argumentos que se orientan a destacar el carácter autónomo
de la política a partir de los planteamientos de Max Weber y hemos señalado algunos
ámbitos en los cuales, efectivamente, es posible identificar en los escritos de Nicolás
Maquiavelo el aspecto autónomo de la política.

Un contrapunto a lo anteriormente señalado lo plantea don Luis Oro al momento de


bosquejar una definición tentativa de “la política”. Oro afirma que “la política es una
actividad parcialmente autónoma que tiene por finalidad regir la sociedad, mediante el
poder soberano, y los interesados en llevar a cabo tal propósito intentan, de manera
legítima o ilegítima, conquistar o incidir sobre dicho poder, recurriendo para ello a
estrategias de conflicto y cooperación”.

Luis Oro sostiene que la política es parcialmente autónoma, porque a pesar de que posee
su propia racionalidad, esta es vulnerable a las dinámicas que provienen de otros
campos, esto es a las influencias que proceden de otros dominios de la realidad que
también poseen sus propias valoraciones, por ejemplo aspectos teológicos y económicos.

No obstante, de inmediato, Luis Oro reconoce que a pesar de que valoraciones e interese
provenientes de otros ámbitos inundan la política, esta mantiene su especificidad y cierto
grado de independencia. En estos aspectos radicaría, entonces, la relativa autonomía de
la política.

Finalmente debemos señalar que la autonomía de la política respecto de otras esferas de


la vida humana constituye en Maquiavelo un eje estructurante de todo su argumento. Es
evidente que para Maquiavelo el actuar político no se mide con la misma vara con la que
se miden otras esferas de la realidad. En efecto, el instrumento con el que deben, según
Maquiavelo, sopesarse las acciones políticas son los resultados obtenidos. Y cuando
estos son buenos, los medios utilizados para alcanzarlos son justificados. [85] Por ello es
que el homicidio es justificable cuando un fin superior lo justifica, así también ocurre con el
engaño, la mentira, la crueldad, etc
POLITÉCNICO COLOMBIANO CÓDIGO:
JAIME ISAZA CADAVID
FACULTAD DE CIENCIAS BÁSICAS, SOCIALES Y VERSIÓN:
HUMANAS 001

TALLER: 5. REALISMO POLÍTICO DE NICOLAS MAQUIAVELO

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Sin preguntas un texto permanece cerrado. Los textos nos hablan desde los interrogantes
que le hacemos con la expectativa de hallar respuestas. Teniendo en cuenta el vídeo de
respuestas a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el problema central,


2. Argumente con sus palabras lo que piensa del realismo político
3. De acuerdo con el documento que opina de la situación en América Latina
4. Cuál es su opinión del documento
5. En síntesis, cómo ve usted el panorama en la política actual

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