Realismo Político de Nicolas Maquiavelo
Realismo Político de Nicolas Maquiavelo
Realismo Político de Nicolas Maquiavelo
CONFIGURACIÓN DE UN CONCEPTO
Respecto del político realista se señala que “es el que percibe la realidad social como ella
es y no como él quisiera que fuera. El que obra con los pies en la tierra. Que sabe que el
hombre no tiene alas. Que se mueve en el escenario que es y no en el imaginario. Que da
la misma importancia a la fealdad que a la belleza, a lo sucio que a lo limpio, a lo normal
que a lo aberrante, porque todos ellos son elementos de la realidad social”. Desde este
punto de vista, la característica esencial de un político realista es que tiene siempre
presente la realidad, la objetividad, la política debe ser la ciencia y el arte de lo posible, de
lo dado, de lo real. En este sentido se habla de realismo político. [Sólo un político que
tenga los pies bien puestos en la tierra, que despliegue toda su capacidad de percibir las
cosa tal como son y no como él quisiera que fueran, puede ser catalogado como un
político realista.
Puede traducirse al castellano como política realista, para designar una política que tenga
contacto con la realidad, que no se nutra de fantasías, que vea al mundo social como es,
y no como quisiéramos que fuera.
¿Nicolás Maquiavelo y el realismo político? Podemos afirmar que casi se acepta como
verdad dada el hecho de que Maquiavelo es uno de los precursores del realismo político.
Pero al respecto no encontramos mayores elucubraciones analíticas, sino que sólo se
afirma que en los textos del florentino es evidente el apego a la realidad, a los hechos, a
la evidencia fáctica, alejada de elucubraciones fantasiosas, y ello en última instancia se
atribuye a Maquiavelo la calidad de realista político. Otros autores, como Jean Touchad,
observan en la defensa irrestricta que hace Maquiavelo a favor de la Razón de Estado
aspectos claros de realismo político. O bien se establece, como lo hace Chevalliere, que
todos los políticos que adhieren al realismo se declaran emparentados abiertamente con
Maquiavelo y el Príncipe. Pero la relación concreta entre realismo político y Maquiavelo no
se establece desde un punto de vista sistemático, sólo se acepta como algo dado.
1. Empirismo. Según este principio el realismo político funda todo su conocimiento a partir
de la realidad fáctica, es decir, el analista se interesa por los hechos concretos,
verificables a partir de la observación. El realismo político se presenta como una teoría
racional basada en la experiencia, en los hechos reales y sus consecuencias evidentes.
2. Interés como principio rector del quehacer político. Según el argumento planteado por
Morgenthau, este principio es el que perfila a la política como una esfera independiente de
acción y comprensión. Si bien consideramos que esta premisa teórica nos permite
delimitar el ámbito de lo político, consideramos que Morgenthau sobredimensiona las
posibilidades instrumentales de esta herramienta al sostener que tal instrumento puede
permitir prever los pasos o determinaciones que adoptarían los estadistas ante
circunstancias dadas. Esto solo sería posible si nuestros objetos de estudio, el estadista
al que estamos observando o investigando, actuara siempre bajo este parámetro racional.
Este ejemplo parece muy atinente para los propósitos, puesto que podemos ir avizorando
elementos que nos permiten encausar nuestro análisis respecto de Nicolás Maquiavelo y
su posible catalogación como realista político. El fragmento expuesto en el párrafo
anterior bosqueja con claridad uno de los postulados con el que comúnmente se identifica
el pensamiento de Maquiavelo, es decir, aquel en que se afirma que los medios utilizados
deben ser juzgados a partir de logros obtenidos (resultados-fines), de ahí que los
resultados obtenidos puedan excusar los actos que desde ciertos prismas morales, éticos-
religiosos, puedan parecer como condenables o reprobables.
“Rarísimas veces son los hombres completamente buenos o malos”: En este capítulo se
ejemplifica con un hecho concreto que los hombres nunca son completamente malvados
o completamente buenos: En 1505 siendo el propósito del papa Julio II despojar de su
poderío a todos los tiranos que gobernaban en tierras de la Iglesia, llegado el momento de
enfrentar a Juan Pablo Baglioni, este último no supo aprovechar el momento de matar al
pontífice y despojar a sus acompañantes de sus joyas. “era increíble que dejara de
hacerlo como acto de benevolencia o por escrúpulos pues ningún sentimiento de piadoso
respeto cabía en hombre tan malvado, que abusaba de su hermana y había muerto, para
reinar, a sus primos y sobrinos. De esto se deduce que los hombres no saben ser
completamente criminales o perfectamente buenos”.
Desde esta perspectiva, según Maquiavelo, ni siquiera los malos son capaces de
comportarse siempre a la altura de su malignidad.
Podemos decir que Oscar Godoy para elaborar su reflexión ha de haberse quedado con
la afirmación que Maquiavelo vierte en el capítulo III del primer libro de los Discursos,
donde señala:
“Quien funda un estado y les da leyes debe suponer a todos los hombres malos y
dispuestos a emplear su malignidad natural siempre que la ocasión lo permita”.
Autonomía de la política.
La política es considerada como una actividad autónoma por la mayoría de los autores
que suscriben la visión realista. Como ejemplos se puede mencionar a Nicolás
Maquiavelo y Max Weber. Para ambos autores la política se rige por cánones distintos a
la moral corriente.
Max Weber en “La política como profesión” plantea su análisis respecto de la autonomía
de la política estructurando su argumento a partir de las diferencias que existen entre el
ámbito de la política y el ámbito de la religión cristiana. En efecto, el punto eje de su
reflexión es que “el que entra en política hace un pacto con el diablo”.
Todo está determinado por el medio específico utilizado por la política, es decir, la
violencia. Y, en efecto, como señala Max Weber “lo que determina la singularidad de
todos los problemas éticos de la política es ese medio específico de la violencia legítima
como tal en manos de las asociaciones humanas”. Y todo esto sólo es comprensible al
aceptar que la política tiene su propia lógica interna, alejada, y en muchos casos
contrapuesta, a los valores religiosos y sentimentales, por ello es que Weber afirma que
“quien busque la salvación de su alma y la de otras almas no la busque por el camino de
la política, que tiene otras tareas muy distintas, que sólo se pueden cumplir con la
violencia”. Este hecho hace que el espíritu de la política permanezca en tensa relación
con el dios del amor o el dios cristiano en su manifestación eclesiástica. Así pues, este
conflicto interno y subyacente puede tornarse irresoluble, producto de que las leyes éticas
que rigen a uno y otro ámbito de la realidad no son compatibles. Desde esta perspectiva,
quien quiera involucrarse en la política y con la política, ejerciéndola como profesión, debe
ser conciente de tal paradoja, es decir, de esa tensa relación entre la política y el ámbito
del sentir humano que involucra aspectos tales como el sentimiento religioso, que aspira a
alcanzar la salvación del alma.
En definitiva, los vínculos entre la política y los poderes diabólicos son un hecho desde el
momento en que se asume, de modo realista y consciente, que El Poder, al cual aspira
toda persona que se involucra en política, es ejercido, en última instancia, a partir del
control de la violencia. Y esta última no se ciñe a valores éticos de índole religiosos o a
otros aspectos relacionados con la convicción. La pregunta que en estas circunstancias
se plantea Weber es “¿Qué papel ha de ocupar la ética en la actividad política?”, para lo
cual responde que “aquí chocan, por supuesto, distintas concepciones del mundo entre sí,
entre las que, en último término, hay que elegir”. Esto quiere decir que la política no
puede ser sometida a los parámetros éticos de los otros ámbitos de la realidad humana.
En efecto, para Weber son tres las directrices fundamentales del ejercicio de la política
como profesión. Y estas son: pasión, sentido de la responsabilidad y sentido de la
distancia. Estos tres elementos, en perfecto equilibrio, hacen que el político no se
convierta en un mero hombre enceguecido por sus ansias de alcanzar el poder, y
tampoco un soñador apasionado que pretenda llevar a cabo sus ideales sin tener en
cuenta la realidad circundante.
Ahora bien, lo que propone Weber es que no puede medirse con la vara de la ética
religiosa los actos relacionados con la política. En estas circunstancias afirma que no es
posible aplicar la verdad contenida en los evangelios o específicamente en el sermón de
la Montaña a los encargados de asumir la política como su profesión. ¿Cómo se le podría
pedir a un gobernante que ponga su otra mejilla cuando su patria o él mismo ha sido
ofendido?, ¿de qué modo podría considerarse plausible que un mandatario de gobierno
no resista a la violencia con violencia?.[35] Pensar en estas posibilidades implica soslayar
el hecho de que el medio específico de la política es la violencia. No la aplicación de ésta
en sí misma, sino el control de ella y el derecho a aplicarla cuando las circunstancias así
lo demanden. Cuando el sentido de la responsabilidad indique que es necesario recurrir a
la violencia, aunque esta se encuentre fuera de cánones ético-religiosos, ya que no son
estos últimos los que guían el quehacer político. Con ello nos acercamos a una afirmación
desprendida de los escritos de Nicolás Maquiavelo: Se recurrirá a la violencia cuando el
fin lo justifique.[36] Cuando el político acepta esta realidad hace un pacto con el diablo,
pues acepta desprenderse de ataduras éticas-religiosas, que en casos extremos pudieran
derivar en mandamientos tan absolutos como “ama a tus enemigos”, “ofrece la otra
mejilla”, “no respondas la violencia con violencia”, etc.
Es claro que para Maquiavelo la ética con la que se mide la política está alejada de la
ética religiosa-cristiana, en esta última, el mandamiento de “no matarás” no está sometido
a circunstancias, sino que posee un valor absoluto, [39] en cambio, como se aprecia, para
el florentino los resultados obtenidos pueden llegar a justificar los medios o
procedimientos utilizados. El asesinato no deja de ser asesinato, ni el mal deja de ser mal,
pero cometer el primero y utilizar el segundo son justificados por Maquiavelo cuando la
necesidad lo demanda, en este ámbito se comprende la sentencia “cuando los hechos te
acusen, que el resultado te excuse”.
Hemos expuesto hasta aquí argumentos que se orientan a destacar el carácter autónomo
de la política a partir de los planteamientos de Max Weber y hemos señalado algunos
ámbitos en los cuales, efectivamente, es posible identificar en los escritos de Nicolás
Maquiavelo el aspecto autónomo de la política.
Luis Oro sostiene que la política es parcialmente autónoma, porque a pesar de que posee
su propia racionalidad, esta es vulnerable a las dinámicas que provienen de otros
campos, esto es a las influencias que proceden de otros dominios de la realidad que
también poseen sus propias valoraciones, por ejemplo aspectos teológicos y económicos.
No obstante, de inmediato, Luis Oro reconoce que a pesar de que valoraciones e interese
provenientes de otros ámbitos inundan la política, esta mantiene su especificidad y cierto
grado de independencia. En estos aspectos radicaría, entonces, la relativa autonomía de
la política.
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