Despliegues Estéticos - Jairo Montoya
Despliegues Estéticos - Jairo Montoya
Despliegues Estéticos - Jairo Montoya
Jairo Montoya G.
Impresión y acabados
Gráficas Olímpica, Pereira
Reservados todos los derechos
A Juan Martín, Amalia y Samuel.
Ya sabrán por qué.
Contenido
Presentación 11
1.
Téchne, poíesis, aisthesis o el arte como mnemotécnica. 17
Sentido y estética 19
Téchne, poíesis, aisthesis o el arte como mnemotécnica 33
Técnica, cultura, memoria:
o los procesos de desterritorialización 39
2.
Los regímenes de identificación del arte. 61
El régimen mimético de identificación del arte 81
La ficción creadora: la expansión de la poética 100
El régimen estético de identificación del arte 120
¿Autonomía de la estética? 136
La estética como ámbito de legitimación de la “bellas artes” 146
El régimen cultural de identificación de las prácticas artísticas 153
El arte expandido o la borradura de fronteras 178
3.
Entre
la expresividad y la exterioridad . 195
4.
Una paleontología de los símbolos
y una expansión de la estética 241
El comportamiento estético y los devenires- cuerpo 250
Carácter inscriptor de toda experiencia artística 266
Epílogo 283
Bibliografía 288
Jairo Montoya G.
Presentación
1. No hacemos más que evocar aquí el esclarecedor texto de Arturo Leyte quien en
su libro Post scriptum a El origen de la obra de arte de Martin Heidegger, despliega
los contextos en los cuales el pensador alemán ubica su reflexión en torno al arte,
rescatando el problema de la verdad y, sobre todo, del sentido como el espacio
para situar esta “puesta en obra de verdad” que figura ya como un horizonte de
la pregunta (filosófica) por el ser. (cfr Leyte. 2016, pp. 7-13). A diferencia de ello,
nuestro interés se centrará más bien en desplegar los diferentes caminos que se
pueden encontrar en esta relación entre sentido y estética, cuyos vínculos con la
perspectiva heideggeriana resultan más que pertinentes.
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Sentido y estética
Salones, las exposiciones y, sobre todo, las cada vez más frecuentes
e influyentes “ferias de arte”.
2. ¿Es la estética creadora de sentido?
Recuperando el significado preciso del término aisthesis como
“campo de la expresividad”, esta perspectiva centra la atención en
la forma como dicho campo se despliega en el devenir sentido y
sensible de los “entre–cuerpos”, involucrados en el espacio de la
sensibilidad.
3. ¿La estética tiene sentido?
Es quizá esta la forma más frecuente como se interroga hoy a la
estética, bien para cuestionar su pertinencia o bien para convertir-
la en una nueva “modalidad de ser” aplicable indiscriminadamen-
te a situaciones, objetos o modos de ser. Pero la pregunta puede [ 23 ]
tener otra deriva, esta vez poniendo en discusión la posibilidad de
recuperar ese carácter ampliado de la estética que, sin necesidad
de restringirla al espacio del “arte”, reconoce otros espacios para
su despliegue y realización.
4. ¿Qué sentido crea la estética?
A pesar de sus variadas modulaciones, la indagación filosófica
por lo “sensible” ha hecho de esta pregunta el núcleo central de
sus preocupaciones; porque en el fondo el sentido que pueda crear
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
4. Así lo han hecho la mayoría de los que pudiéramos llamar “discursos filosóficos”
sobre el arte.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
¿Por qué empezar por aquí? ¿Por qué hablar hoy, no tanto del
arte como de “prácticas artísticas”?
Cuando Martin Heidegger en su célebre texto El origen de la obra
de arte constataba el hecho de que “el arte ya no es sino una pala-
bra, a la cual no corresponde nada real” (2003 a, 11), no hacía más
que rescatar cierto “aire de familia” que se respiraba ya tanto en los
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
haceres como en las reflexiones sobre una actividad que, sin duda,
trasegaba por caminos diferentes a los de la tradición artística de
comienzos del siglo XX.
Y recorriendo el círculo vicioso –círculo vicioso obviamente para
una mirada lógica a esta implicación cómplice– que él identificaba
en la recurrencia comprensiva entre arte, obra y artista esbozaba
ya, a lo mejor sin proponérselo de manera explícita, lo que sería
tema de dos de sus opúsculos posteriores: “Observaciones relativas
al arte –la plástica– el espacio”, leído en 1964 y publicado en 1996
y “El arte y el espacio”, dedicado a Eduardo Chillida y publicado en
1969 (cf. Heidegger, 2003b), a saber: que el arte tiene que vérselas
con la “configuración de espacio”.
[ 34 ] Semejante apuesta tenía como referente ya no la concepción
cósica de la obra ni mucho menos el atropello estético hacia la
misma, sino una rememoración de los lejanos conceptos de poíesis
y su vínculo con el saber–hacer de la téchne, tan caros a la cultura
de la Grecia de la Polis, de la filosofía, de la lógica y de la política;
y presente también en el vocablo latino pro–ducere, tan cercano ya
a nuestra lengua.
Si tanto la poíesis como el pro–ducir hacen referencia a ese poner
(o llevar hacia) (a)delante –des–ocultar– desde lo oculto aunque
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6. “¿Habrá que recordar –dice Regis Debray– que el arte lo trajeron los griegos a
nuestras pilas bautismales bajo el modestísimo nombre de téchne (que se tradujo
en latín como ars)?”. (Debray, 2001, 91)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
8. “Muy temprano en la vida del niño –dice Jean Pierre Changeux–, la historia del
universo social y cultural a que pertenece se incorpora a su cerebro pasando a
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12. Hay una nueva edición de este texto publicada en Madrid por Abada Ed. en
2019. [ 47 ]
“La civilización –dice Leroi Gourhan– reposa sobre el artesano, (el tecnítes) y la
situación de éste en el dispositivo funcional corresponde a unos hechos que el
etnólogo ha definido incompletamente. Su función es, entre las demás fundamen-
tales, la que menos se presta a las valorizaciones honoríficas. A través de toda la
historia y en todos los pueblos, incluso cuando su acción se integra en el sistema
religioso, él figura en segundo plano. En relación a la ‘santidad’ del sacerdote, el
‘heroísmo’ del guerrero, a la ‘valentía’ del cazador, al ‘prestigio’ del orador, a la
‘nobleza’ de las tareas rurales incluso, su acción es ‘hábil’. Es él quien materializa
lo que hay de más antrópido en el hombre, pero se desprende de su larga historia
el sentimiento de que representa solamente uno de los dos polos, el de la mano, la
antípoda de la meditación”. (Gourhan, 1971, 170-1)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
[ 48 ] 13. “A partir del siglo V antes de nuestra era y hasta el siglo XIX, desde el punto de
vista del pensamiento tanto filosófico como científico, los objetos técnicos son una
especie de no–seres. Ellos emergen literalmente de la nada y no constituyen por
tanto objeto de un pensamiento exclusivo alguno. Tanto la Física de Aristóteles
como la Filosofía Zoológica de Lamark consideran que para todo saber auténtico,
es decir científico, no existen más que dos grandes clases de seres (‘ser’ traduce
aquí el ta onta, la expresión griega que designa en la Física y en la Metafísica ‘las
cosas que son’): los seres inertes, de interés para la física, y los seres orgánicos, de
interés para la biología; es decir los seres organizados (los vegetales, los animales
y los hombres). Entre estas dos categorías de seres, aquellos que son de interés
para la física y aquellos que son de interés para las ciencias de lo viviente, no hay
absolutamente nada”. (Stiegler, 2001, 130)
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14. “La cultura –dice Bernard Stiegler– no es otra cosa que la capacidad de here-
dar colectivamente de la experiencia de nuestros ancestros aquello que ha sido
condensado después de largo tiempo” (Stiegler, 2001, 133). Sólo que aquello que ha
sido menos comprendido es que la técnica –o más precisamente la matriz técnica
como la denomina Félix Duque (cf. 1986, § 4, 24 sig.)– en tanto memoria vital exte-
riorizada, es la condición de tal transmisión.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
15. Así lo constata acertadamente José Luis Pardo: “El tiempo de reconocimiento
exigido por la ciudad para el acreditamiento de las palabras fabricadas por el poeta,
aun no teniendo unos límites cronológicos precisos, suele exceder al de la duración
media de la vida humana, por lo cual suele también suceder que todos los grandes
poetas son siempre poetas ya muertos (como si el morir, y además morir sin saber si
tendrá uno “nombre”, si será o no de los “grandes”, fuese el último sacrificio que la
ciudad le exige al poeta en aras de la poesía, y también un merecido homenaje a los
primeros grandes poetas que, como los “primeros” artesanos, no solamente están
muertos, sino que –como sucede con los “autores” de los poemas homéricos– son
anónimos). Ésta es una sabia medida por parte de la ciudad: si Joyce hubiese sabido
que iba a ser Joyce, o Baudelaire que iba a ser Baudelaire, o Van Gogh que iba a ser [ 53 ]
Van Gogh, probablemente no se habrían comportado como se comportaron, sino
de un modo aún más petulante y engreído (hay tantos ejemplos del vergonzoso
comportamiento de quienes llegan a ser “en vida” Joyce, Van Gogh o Baudelaire…),
y es probable que no hubieran llegado a ser, respectivamente, Joyce, ni Baudelaire,
ni Van Gogh. Así que este “retraso en el reconocimiento” es una suerte de recurso
de seguridad que la ciudad utiliza para defenderse contra los poetastros que buscan
el éxito fácil y rápido, un recurso que se combina con el constante reproche que –
en forma de “rumor” más que de acusación explícita, recuérdese la desigualdad del
poeta– se pregunta si no deberían ser expulsados de la ciudad por timadores que
ya no están inspirados por los dioses sino por el poderoso caballero Don Dinero”.
(Pardo, 2004, 148-9, nota 6)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
16. Si la descripción que Martín Heidegger propuso del “mundo del campesino”
que se “revelaba” en el par de botas pintado por Van Gogh (cf. Heidegger, 2003 a,
23-4), pasa por ser ya un clásico de lo que aquí se dice, basta recordar a uno de los
poetas nuestros para constatar, ahora por vía de la ironía, una “puesta en obra”
bastante similar. Nos referimos al soneto del poeta cartagenero Luis Carlos López:
“A mi ciudad Nativa”.
A mi Ciudad Nativa
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
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[ 61 ]
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17. “Pero cuando llegó a los caracteres de la escritura: “Este conocimiento, ¡oh rey! –
dijo Theuth–, hará más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elíxir de
la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha descubierto”. Pero el rey respondió:
“¡Oh ingeniosísimo Theuth! Una cosa es ser capaz de engendrar un arte, y otra ser
capaz de comprender qué daño o provecho encierra para los que de ella han de
servirse, y así tú, que eres el padre de los caracteres de la escritura, por benevo-
lencia hacia ellos, les has atribuido facultades contrarias a las que poseen. Esto, en
efecto, producirá en el alma de los que lo aprendan el olvido por el descuido de la
memoria, ya que fiándose a la escritura, recordarán de un modo externo, valiéndo-
se de caracteres ajenos; no desde su propio interior y de por sí. No es, pues, el elíxir
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
palladion, hasta los kouroi y korai arcaicos; y finalmente, la gran estatua cultual,
cuyos nombres son muy diversos: se puede llamar hedos o agalma, así como eikon
y mimema, cuyo empleo en este sentido preciso no aparece antes del siglo V. Ahora
bien, de todos esos términos, fuera de los dos últimos, no hay uno solo que tenga
un vínculo, cualquiera que sea, con la idea de semejanza, de imitación, de repre-
sentación figurada, en sentido estricto”. (Vernant, 2002, 152)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
20. “El llamado arte clásico que tenemos a la vista –dice Gadamer– es una produc-
ción de obras que, en sí mismas no eran primariamente entendidas como arte, sino
como configuraciones…” (Gadamer, 1991, 59)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
El Régimen mimético
El Régimen estético
Y un tercer régimen que propongo designar como Régimen
cultural de identificación de las prácticas artísticas.
Es claro que mímesis, estética y cultura no designan aquí cate-
gorías internas del arte, sino más bien espacios, regímenes, apara-
tos o dispositivos de reconocimiento, de producción, de recepción
y de eficacia de las prácticas artísticas.
Intentemos reconocer tales regímenes.
tendencias del arte, así como las normas de la ’cortesía’, los ideales
del ‘amor’ cortés y las ficciones de andanzas caballerescas” (García
Gual, 1997, 8)22.
Reivindicación del cuerpo, del amor y de la sensualidad como
una especie de platonismo del eros; pero también exaltación de la
pasión sexual, que obviamente el dominio clerical o combatirá con
todo el ímpetu o utilizará como vía pedagógica alterna para difun-
dir el mensaje bíblico. Y ello no solo en la novela y en la poesía,
también la plástica plasmó –al lado de toda la abundante icono-
grafía religiosa y guerrera– esta nueva “estética” en sus retablos
y reproducciones miniatura, en las transcripciones de los manus-
critos y en las gárgolas de sus catedrales, en las representaciones
[ 104 ] teatrales y en las festividades colectivas aun así muchas de ellas no
llegasen a gozar en su época de reconocimiento “artístico” alguno.
En medio de esta gran +“producción de objetos” y de obras
“suntuarias” se debatirá el nuevo estatuto que debería jugar tanto
su legitimación como su eficacia práctica.
22. Vale la pena recordar el contexto feudal del cual han surgido este código y este
lenguaje de la lírica cortesana (exaltación de la dama adorada: fidelidad, servi-
dumbre, sumisión, generosidad, a veces trasladando las expresiones del culto a la
virgen a esta mujer amada). No hay que olvidar el contexto de corte real nórdico
en la épica francesa, sobre todo en las canciones y cantares de gesta.
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habría que ver cuál de las dos faltas es más sustancial. (Citado
por: Ocampo, 1985, 39)
Dice Leonardo da Vinci en su Tratado de pintura:
Dime entonces: ¿qué es más próximo al hombre, su propia pala-
bra o su precisa imagen? La palabra que designa al hombre varía
según las naciones, pero la forma no varía sino con la muerte....
Mientras la pintura comprende en sí todas las formas de la natu-
raleza, vosotros, los poetas, no tenéis sino sus nombres, que no
son universales como aquellas formas. Si vosotros tenéis los
efectos de las demostraciones, nosotros tenemos las demostra-
ciones de los efectos. (Citado por Jiménez, 2003, 191)
He aquí el mito de la preexistencia eterna de una Naturaleza
que provee las formas esenciales, claro está, ante la cadavérica y [ 111 ]
mortal materia, y la consecuente artificialidad de lo producido por
el hombre: en este caso el lenguaje. Mito de la creación de la obra
como simple juego analógico con la creación divina, en tanto esta
sí crea de la nada la naturaleza.
E idéntica problemática –aunque tratada con menos pasión–
se encuentra en la obra de Francisco de Holanda, titulada Cuatro
diálogos sobre la pintura, en donde el autor dice reproducir conver-
saciones con Miguel Ángel. “Los escritores son en realidad pinto-
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
res porque pintan y matizan sus ideas con cuidado”. ...Y citando la
Retórica de Quintiliano, “que aconsejaba a los oradores no sola-
mente hacer un buen dibujo con las palabras sino también saber
dibujar con la propia mano”, mostraba cómo sucede a veces que se
llame pintor a un buen escritor o predicador, y escritor a un buen
dibujante” (Citado por Jiménez, 2003, 43).
Indiquemos al menos algunos acontecimientos paralelos a este
acercamiento entre poesía y pintura por vía de la retórica. En primer
lugar, el proceso de autonomía de la práctica del arte; proceso que
responde en sus aspectos fundamentales a las relaciones concretas
que esta práctica adquiere en el contexto de la sociedad renacentis-
ta y, sobre todo, a la legitimación que la reflexión sobre el lenguaje
[ 112 ] poético dará a este ingreso de la plástica en el dominio del arte a
través del concepto de lo bello. Recuperado de la reflexión filosófi-
co–teológica y del ámbito de la retórica y la poética, este concepto
de lo bello aparece ahora como noción crucial en el ámbito de la
plástica. De hecho,
(…) las concepciones y reflexiones sobre la belleza en la Anti-
güedad se habían elaborado sobre todo en el marco de teorías
filosóficas, o en tratados de retórica y poética. Alberti recupera
la categoría de la belleza en el marco de una reflexión sobre las
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26. Será incluso Marcilio Ficino quien desde su raigambre neoplatónica terminará
dando “a la concepción emergente del arte la cobertura metafísica necesaria para
alcanzar legitimidad y prestigio social y sobre todo el trasfondo espiritualista que
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
27. En otro aparte del mismo texto dice Salabert: “El valor semántico de un cuadro
está dado por la forma en su función referencial neta, su contenido narrativo. Lo
somático existe como virtualidad. No hay más cuerpo que ausente o depurado. El
arte, y la pintura en particular, exige formas visuales puras: sea el Cristo de Piero
della Francesca antes que la singularidad del Cristo muerto de Holbein, o aquel
otro de Grünewald con sus huellas de necrosis”. (2003, 129)
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[ 120 ]
Partamos de un texto de François Jacob, El juego de lo posible,
publicado en 1981, diez y seis años después de haber obtenido el
Premio Nobel de Fisiología y Medicina:
En su forma moderna, las ciencias nacieron al final del Rena-
cimiento en una época en la que el hombre occidental estaba
transformando radicalmente su propia relación con el mundo
que le rodeaba; una época en la que intentaba sin desmayo
volver a crear un universo más en consonancia con la percepción
de sus sentidos. A partir del Renacimiento, el arte occidental se
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28. Aquí aludimos al trabajo propuesto por Foucault, resaltando con ello la magis-
tral lección que nos dejó: que es la experiencia del arte la que “deja ver” los entre-
sijos de la cultura.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
teles, y toda esa gente cuyo nombre suena hoy tanto en nuestros
oídos. Supongamos que ven el vuelo de Phaeton ( al que
los vientos elevan, que no pueden descubrir las cuerdas y que no
saben cómo está dispuesta la tramoya. Uno de ellos dice: ‘Exis-
te cierta virtud secreta que eleva a Phaeton’. El otro: ‘Phaeton
está compuesto de ciertos números que lo hacen subir’. Otro:
‘Phaeton tiene una cierta amistad por lo alto del teatro; no se
encuentra a gusto cuando está allí’. Otro: ‘Phaeton no está hecho
para volar pero prefiere volar que dejar lo alto del teatro vacío’...
Por fin llegaron Descartes y algunos modernos que han dicho:
Phaeton sube porque está tirado por cuerdas, y porque un cuerpo
más pesado desciende. De este modo no se cree ya que un cuerpo
se mueva si no es tirado, más bien, empujado por otro cuerpo; no
se cree ya que suba o baje si no es por efecto de un contrapeso o [ 125 ]
resorte; y quien viera la naturaleza tal como es no vería más que la
tramoya del teatro de la ópera.
–Hasta este punto –dijo la Marquesa– se ha vuelto mecanicista
la filosofía
–Tan mecanicista –respondí– que pronto nos avergonzaremos
de ello. Se pretende que el universo es, a gran escala, lo que un
reloj en pequeño y que todo se comporta según movimientos regu-
lados que dependen de la disposición de las partes. Confesadme
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
29. “En una gran ciudad –dice Jean Jacques Rousseau–, donde ni las costumbres ni
el honor significan nada, porque cada cual, ocultando su conducta a los ojos de los
demás, se muestra sslo por su crédito y su riqueza es estimado, la policía se queda
corta multiplicando placeres permitidos y dedicándose a hacerlos agradables para
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quitar a los particulares la tentación de buscar otros más peligrosos. Como impe-
dirles que se ocupen es impedirles que obren mal, dos horas diarias robadas a la
actividad del vicio ahorran la duodécima parte de los crímenes que se cometerían, y
todas las conversaciones que los espectáculos vistos o por ver generan en los cafés
y demás refugios de gandules y bribones del país significan otro tanto ganado para
los padres de familia, ya en el honor de sus hijas o mujeres, ya en su bolsa o en la
de sus hijos.
Mas en las ciudades pequeñas y en los lugares menos poblados, donde los indi-
viduos, siempre a la vista del público, son censores natos unos de otros y donde
la policía tiene fácil la inspección de todos ellos, hay que seguir unos principios
contrarios. Si hay industria, artes, manufacturas, debe guardarse de ofrecer distrac- [ 127 ]
ciones relajantes del ávido interés que basa el placer en sus solicitudes y enriquece
al príncipe con la avaricia de sus súbditos. Si un país sin comercio mantiene a los
habitantes en la inactividad, lejos de fomentar en ellos la ociosidad a la que dema-
siado los lleva ya una vida sencilla y fácil, debe hacérsela insoportable, obligándoles
a fuerza de aburrimiento a emplear útilmente un tiempo del que no podrían abusar.
Veo, que en París, donde se juzga todo por las apariencias dado que no se dispone
de tiempo libre para examinar nada, se cree, ante el aspecto de desocupación y
languidez con el que sorprenden la mayor parte de las ciudades de provincia la
primera vez que se las ve, que sus habitantes, sumidos en una inactividad estúpida,
no hacen más que vegetar o molestarse y reñir entre sí.” (Jean Jacques Rousseau.
Carta a D´Alambert sobre los espectáculos, p. 41)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
más por una distinción en el seno de las formas de hacer, sino por
la distinción de un modo de ser sensible propio de los productos del
arte. La palabra estética no reenvía a una teoría de la sensibilidad,
del gusto o del placer de los aficionados al arte, sino que reenvía
específicamente al modo de ser propio de el régimen que pertenece
al arte, el modo de ser de sus objetos. En el régimen estético de las
artes, las cosas del arte son identificadas por su pertenencia a un
régimen específico de lo sensible” (Rancière, 2014, 35).
Y añade: “el régimen estético de las artes es aquel que iden-
tifica propiamente el arte en singular y desliga ese arte de toda
regla específica, de toda jerarquía de los temas, de los géneros y
de las artes. Pero lo hace volando en pedazos la barrera mimética
que distinguía las maneras de hacer del arte de otras y separaba [ 131 ]
esas reglas del orden de las ocupaciones sociales. Afirma la abso-
luta singularidad del arte y destruye al mismo tiempo todo criterio
pragmático de esta singularidad. Funda al mismo tiempo la auto-
nomía de las artes y la identidad de sus formas, con aquellas por las
cuales la vida se forma a sí misma. El estado estético schilleriano,
que es el primer –y en un sentido, insuperable– manifiesto de este
régimen, marca bien esta identidad fundamental de los contrarios.
El estado estético es pura suspensión, momento donde la forma
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
30. Con razón Jean Louis Déotte encuentra por ejemplo en el museo esa “institu-
ción que tiene la potencia de hacer aparecer un nuevo objeto: la obra de arte, un
nuevo sujeto: el sujeto estético, y una nueva relación entre los dos: la contempla-
ción desinteresada.” (Déotte, 2007, 1)
Jairo Montoya G.
¿Autonomía de la estética?
[ 153 ]
El régimen cultural de
identificación de las prácticas artísticas
36. “Ser, lo que puede ser comprendido, es lenguaje”, dice H.G. Gadamer. (Gadamer,
1984, 567). Cfr. también el esclarecedor artículo “Hombre y lenguaje” publicado en
1965 (y que aparece en Gadamer, 1992, 145).
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
37. Dice Michaud: “No sorprende mucho que una cantidad respetable de artistas
hayan sido o sean profesionales de la publicidad: diseñadores gráficos, creativos,
directores de agencias, agentes… (hasta el punto que) el curador y el agente de
publicidad se van confundiendo aun cuando llevan una doble vía”. (Michaud, 2007,
36)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
38. Vale la pena mencionar aquí los sugerentes textos que Laura Quintana ha
elaborado en torno a esta relación entre la política de la estética y la estética de la
política. (Cfr. Quintana, 2013 y 2016)
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llo que no se ve; que exhibe aquello que no se presenta, para dejar
al descubierto los entresijos de lo social39. Dice Bourriaud:
Está claro que el arte de hoy continúa ese combate, proponiendo
modelos perceptivos, experimentales, críticos, participativos, en
la dirección indicada por los filósofos del Siglo de las Luces, por
Proudhon, Marx, los dadaístas o Mondrian. Si la crítica tiene difi-
cultad en reconocer la legitimidad o el interés de estas experien-
cias es porque no aparecen ya como los fenómenos precursores
de la evolución histórica ineluctable: por el contrario, libres del
peso de una ideología, se presentan fragmentarias, aisladas,
desprovistas de una visión global del mundo.
No es la modernidad la que murió, sino su versión idealista y
teleológica.
[ 184 ]
39. Con la sutileza que caracteriza sus escritos, Georges Perec lo expresaba así: “Lo
que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común,
lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta
de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo? Interrogar a lo habitual. Pero si es
justamente a lo que estamos habituados. No lo interrogamos, no nos interroga, no
plantea problemas, lo vivimos sin pensar sobre él, como si no vehiculase ni pregun-
tas ni respuestas, como si no fuese portador de información. Dormimos nuestra
vida en un letargo sin sueños. Pero nuestra vida, ¿dónde está? ¿Dónde está nuestro
cuerpo? ¿Dónde nuestro espacio?”. (Perec, 2008)
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Y concluye:
Nada más absurdo que afirmar que el arte contemporáneo no
desarrolla proyecto cultural o político alguno y que sus aspectos
subversivos no tienen base teórica: su proyecto, que concierne
tanto a las condiciones de trabajo y de producción de objetos
culturales como a las formas cambiantes de la vida en sociedad,
le parecerá insípido a los espíritus formados en el molde del
darwinismo cultural o a los aficionados al “centralismo demo-
crático” intelectual. (Bourriaud, 2008, 12-13)
Miradas las prácticas artísticas desde esta perspectiva, se
comprende por qué Bourriaud pueda caracterizar su despliegue
como una auténtica “estética relacional”. Ubicadas en el intersticio
[ 186 ] de lo social (cfr. Bourriaud, 2015, 10-12), las prácticas artísticas se
llevan a cabo en la esfera de las interrelaciones humanas, imbri-
cadas en el contexto social en el cual cobran su pertinencia y su
eficacia como práctica estética. Al fin y al cabo “El intersticio es un
espacio para las relaciones humanas que sugiere posibilidades de
intercambio distintas de las vigentes en este sistema, integrado de
manera más o menos armoniosa y abierta en el sistema global. Este
es en realidad el carácter de la exposición de arte contemporáneo
en el campo del comercio de las representaciones: crear espacios
Jairo Montoya G.
[ 194 ]
3
Entre la expresividad
y la exterioridad
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40. Reglas I, las llama José Luis Pardo. (Cfr. Pardo, 2004)
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41. He aquí las referencias precisas tomadas del libro del Génesis:
Cap. 1.1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
1:26 Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nues-
tra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en
[ 202 ] todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
1:27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y
mujer los creó.
2:19 Y el Señor Dios formó del suelo todos los animales del campo y
todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llama-
ba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.
2:20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los
animales del campo…
3:8 Oyeron luego el ruido de los pasos del Señor Dios que se paseaba por el jardín
a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista del Señor Dios
por entre los árboles del jardín.
3:9 El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”
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3:10 Éste contestó: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo;
por eso me escondí.”
3:11 Él replicó: “¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso
del árbol del que te prohibí comer?”
3:12 Dijo el hombre: “La mujer que me diste por compañera me dió del árbol y
comí.”
3:23 Y le echó el Señor Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde
había sido tomado.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
43. Fue Nietzsche quien así lo entrevió. He aquí dos aforismos:“No buscar el sentido en
las cosas, sino introducirlo.” (F. Nietzsche. Fragmentos póstumos 6(15).Verano 1886–7).
“¿Qué es lo único que puede ser el conocimiento? “Interpretación”, no “explicación”. F.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
45. “Cuando uno considera un objeto en sí mismo y en su propio ser, sin importar la
vista del espíritu a aquello que él puede representar, la idea que uno tiene de él, es
una idea de cosa, como la idea de la tierra, del sol. Pero cuando no se mira un objeto
más que como representando otro, la idea que uno tiene de él es una idea de signo y
ese primer objeto se llama signo. Es así como uno mira cotidianamente los mapas
y los cuadros: así el signo encierra dos ideas: la una, de la cosa que representa; la
otra, de la cosa representada; y su naturaleza consiste en excitar la segunda por la
primera”. (traduzco). (Arnauld, 1965, 52-3)
Jairo Montoya G.
46. El cap. IV del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure –“El valor
lingüístico. La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica”–, es una
excelente presentación sintética de esto que hemos llamado relación transductiva
o relacional. Dice Saussure: “El papel característico de la lengua frente al pensamien- [ 229 ]
to no es el de crear un medio fónico material para la expresión de las ideas, sino el de
servir de intermediaria entre el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su
unión lleva necesariamente a deslindamientos recíprocos de unidades. El pensamien-
to, caótico por naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse. No hay,
pues, ni materialización de los pensamientos, ni espiritualización de los sonidos, sino
que se trata de ese hecho en cierta manera misterioso: que el «pensamiento-sonido»
implica divisiones y que la lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos masas
amorfas. Imaginemos el aire en contacto con una capa de agua: si cambia la presión
atmosférica, la superficie del agua se descompone en una serie de divisiones, esto
es, de ondas; esas ondulaciones darán una idea de la unión y, por así decirlo, de la
ensambladura del pensamiento con la materia fónica.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
para dejar entrever que en este “coger por fuera, pero desde” resal-
ta la procedencia desde el interior de algo que, expuesto, atrapa a
otro para configurar lugar.
Si reunimos ahora estas dos indicaciones para comprender por
qué razón este espacio de la expresividad está compuesto por las
afecciones entre cuerpos, podremos reivindicar en la ya clásica
percepción esas trazas estéticas presentes tanto en la relación afec-
tiva como en el espacio de la expresividad, trazas que a pesar del
desgaste psicológico que la noción ha sufrido, resuenan aún en su
vocablo. Al fin y al cabo esa acción de “capturar por medio de”, deja
ver aún que “la percepción no es pues un estado de cosas, sino “un
estado del cuerpo, en tanto que inducido por otro cuerpo” (Deleuze
[ 238 ] y Guattari, 1993, 155). O como dice Michel Serres: “la percepción
es un encuentro, un choque o un obstáculo, una intersección de
recorridos entre otras. El sujeto perceptor es un objeto del mundo
sumergido en las fluencias objetivas. Receptor en su lugar, emisor
en todos los ángulos. Golpeado, herido, azotado, a veces destroza-
do, quemado, doliente. Horadado a veces y a veces obstruido. Los
canales sensoriales no difieren de los canales conjuntivos de los
demás cuerpos porosos. El alma es cuerpo material, el cuerpo es
una cosa, el sujeto no es sino objeto, la fisiología o la psicología no
es más que una física (1994, p. 69).
Jairo Montoya G.
47. Han sido Gilles Deleuze y Felix Guattari los que han introducido estos dos
términos para diferenciarlos de las percepciones y las afecciones y sobre todo para
reivindicar en el arte su condición virtualizante: “El arte conserva, y es lo único [ 239 ]
en el mundo que se conserva. Conserva y se conserva en sí, aunque de hecho no
dure más que su soporte y sus materiales... Lo que se conserva, la cosa o la obra
de arte, es un bloque de sensaciones, es decir un compuesto de perceptos y de afectos.
Los perceptos ya no son percepciones, son independientes de un estado de quienes
las experimentan; los afectos ya no son sentimientos o afecciones, desbordan la
fuerza de aquellos que pasan por ellos. Las sensaciones, perceptos y afectos son
seres que valen por sí mismos y exceden cualquier vivencia. Están en la ausencia
del hombre, cabe decir, porque el hombre, tal como ha sido cogido por la piedra,
sobre el lienzo o a lo largo de palabras, es él mismo un compuesto de perceptos y de
afectos. La obra de arte es un ser de sensación, y nada más: existe en sí”. (Deleuze
y Guattari, 1993, 164-5)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
[ 240 ]
4
Una paleontología
de los símbolos y una
expansión de la estética
Jairo Montoya G.
48. Hasta el punto que el joven historiador israelí Yuval Noah Harari en su libro De
animales a dioses ha sostenido que “lo que permitió que los humanos se convirtie-
ran en la especie más exitosa de la historia fue nuestra habilidad para construir y
mantener grupos alrededor de ciertas historias de ficción. Y eso abarca casi todo
lo que nos rodea: desde religiones organizadas hasta las modernas sociedades de
responsabilidad limitada, con miles de empleados y vastas líneas de crédito”. (Yuval
Noah Harari. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Debate, 2014.
Tomado de Guillermo Tupper. “El historiador israelí Yuval Noah Harari anticipa el
final del ‘Homo sapiens’ como lo conocemos”. El Mercurio. Santiago de Chile 12 de
abril de 2015).
Jairo Montoya G.
50. No sería un exabrupto tomar el texto de Pere Salabert: Pintura anémica, cuer-
po suculento (Barcelona: Laertes, 2003), como un provocador despliegue de esta
condición ineludible de la “corporidad” en la experiencia humana, que tiene como
pretexto argumentativo el “cuerpo de la pintura”.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
[ 250 ]
El comportamiento estético y los devenires-cuerpo
(ese punto inextenso que me figuro ser) y del mundo (solo para
los demás está mi cuerpo en el mundo)” (Duque, 2002, 117). Por
eso no soy un ser–en–el–mundo; “mi cuerpo no está ´arrojado´ a
un mundo preexistente. Mi cuerpo ´alborea´ mundo. Por él ´estoy
al mundo´ (como se dice en castellano: estar a la muerte o estar a
lo que se está)… Ni trascendente, ni inmanente, mi cuerpo es, más
bien, el umbral por el que trasiegan el Uno tras el que la conciencia
azacaneada (es decir, afanada), va siempre en pos de sí, y el Infinito
del mundo que se deshace entre mis dedos y se articula y toma
distancia ante mis ojos”… “Mi piel sintiente, en la que se agolpa y
retrae a la vez mi cuerpo, es a la vez enfoque y apertura… enlace al
instante con un mundo del que, ya de siempre, como en un pretérito
[ 252 ] perfecto, mi cuerpo se ha destacado (Duque, 2002, 117). No en vano
el cuerpo es pues “superficie de inscripción de tal expresividad”.
Si hemos reconocido este doble devenir, esta doble forma del
venir a ser, podemos reconocer ahora en este pliegue una doble
configuración: la “forma de devenir sentido” que constituye el
hábitat, y la forma de “devenir sensible”, que configura el habitus,
aquello con lo cual tal hábitat se “viste” para hacer de tal cuerpo –y
en la experiencia humana–, un per–se–verar.
Jairo Montoya G.
Quizá habría que anotar aquí, que este per–se–verar como condi-
ción de existencia del sujeto, implica sin duda el horizonte de la
temporalidad y sintetiza la triple forma de la temporalidad desple-
gada por Heidegger en torno a lo que él denomina “el ser–ahí”. De
hecho, “la existencia humana no es ´existencia en el tiempo`, ni
vivencia del tiempo, sino, más simplemente, es tiempo, está hecha
de tiempo (el tiempo es la ´esencia´ de la existencia). Puesto que
el hombre es un ser arrojado a la existencia, se encuentra siempre
ante un pasado (un pre–ser–se) que no es ´lo que ha pasado`, sino
la forma originaria (que no pasa) del tiempo como pasado; puesto
que este ´estar arrojado´ tiene siempre la muerte como horizonte,
incluye un futuro que no ha de venir, sino del que continuamente
el hombre retorna a sí, y un presente en el que se hace cargo de su [ 253 ]
situación en el mundo” (Pardo, 1992, 269).
Y es que el cuerpo es eso y solo eso: superficie de inscripción,
registro de toda experiencia posible. Con razón “la naturaleza se
puede experimentar –deviene sentida– en esos ámbitos de sentido
comprendidos entre ciertos límites que hemos llamado los Espa-
cios (y que envuelven tiempo retenido o concentrado, que están
´llenos de cosas`, que son Imágenes, Simulacros o Escenas); tales
espacios son lugares concretos en los que la naturaleza habita (son
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
sino “en la puesta de relieve en cada caso del carácter efímero del
espacio-tiempo de la existencia, de la conjunción ´hombre-tierra´,
que logra actualizar en cada momento” (Duque, 2001, 64)54.
Cuando Federico Nietzsche insistía en la necesidad de rescatar
una “fisiología estética” que enraizase el arte en la vida (cf. Nietzs-
che, 1980, 28. Ensayo de autocrítica), esbozaba en su momento una
arriesgada intuición filosófica que, despojada de ese halo román-
tico vitalista, puede tener ahora toda pertinencia. En efecto este
comportamiento estético se despliega en “niveles de manifesta-
ción” diferentes que nos permiten diferenciar estratos específicos
en su constitución: Desde una estética fisiológica, definida por los
“fundamentos corporales de los valores y los ritmos”, hasta una
estética figurativa, donde el lenguaje de las formas expresa lo que [ 263 ]
54. Con toda razón, François Dagognet, rescatando esa especie de estética funcio-
nal, pero inscrita en el dominio de lo fisiológico, reivindica en el objeto su condi-
ción de soporte de la cultura: “En todo objeto –dice–, incluso ordinario (una silla,
una taza, un cuchillo, un armario...) nosotros discernimos: a) un material que ha
sido retenido. b) Una disposición ingeniosa de piezas o de elementos, por lo tanto
la utilización de un espacio donde estos pedazos de organizan. c) Una gestual valo-
rizada (según el asiento, una actitud parece indicada); d) Una originalidad cons-
tructiva con relación a los modelos anteriores que no se copian: se tiende a renovar
´la estructura´.” (Dagognet, 1992, 15-6)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
55. “La llamamos glosemática –dice Hjelmslev– y usamos la voz glosemas para
significar las formas mínimas que la teoría nos lleva a establecer como bases de
explicación, las invariantes irreductibles.” (Hjelmslev, 1980,114)
Jairo Montoya G.
56. Se notará que sólo hemos hecho aquí alusión al capítulo 3. “La geología de la
moral (¿por quién se toma la tierra?”), en el cual Gilles Deleuze y Félix Guattari
despliegan con toda precisión esta estratificación recuperando la teoría glosemá-
tica y los planteamientos paleontológicos de André Leroi Gourhan. (Deleuze y
Guattari, 1988, 47)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
57. Considerar la obra de arte como un objeto estructurado en dos estratos: una
Estructura profunda y una estructura superficial. La reflexión estética queda así
reducida a una teoría de los signos, pues en el fondo se trata de considerar el arte
como un problema de comunicación y la obra como un texto.
58. Nada de evolución o desarrollo; más bien, anacronismo.
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
Epílogo
59. “ El artista –dice– crea una porción de espacio de nadie que nadie puede patri-
monializar porque no se puede localizar ni fechar”. (Pardo, 2010, p. 38)
Despliegues estéticos. Trayectos de sentido(s). Un debate actual
Bibliografía
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