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Héroes Por Un Día

Artículo publicado en Revista Tribuna Andes. Tres jugadores que sólo jugaron un partido por la Roja.

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Esteban Abarzua
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MÁQUINA DEL TIEMPO

Todos iban a
SER REYES
Un subestimado defensor central que se convirtió en el entrenador
más exitoso de la historia del fútbol chileno. Un delantero
condenado a diez años de cárcel por un homicidio que jura no
haber cometido. Un jugador polifuncional que entró, jugó un
minuto y tocó una sola vez el balón. Tres relatos hermanados por
un sueño que alcanzó a hacerse realidad justo antes de esfumarse
en el aire: vestir la camiseta de la Roja. Ellos jugaron un partido por
la Selección. Uno solo. Y esto es lo que les quedó de ese momento.
A Manuel Pellegrini (69), Luis Núñez (42) y Óscar Lee Chong (57).

POR ESTEBAN ABARZÚA tiene otras intenciones y pasa limpiamente entre


FOTOS JOSÉ ALVUJAR Y REVISTA PLACAR sus piernas, jugado por el chileno. La maniobra será
recordada por años como un momento cumbre en la
La primera piedra carrera de su protagonista como jugador de fútbol:
l número 3 de Chile, espigado, quizás algo flacu- el túnel de Manuel Pellegrini a Careca.

E chento para inspirar miedo como defensa central,


intuye bien la jugada y se desliza rápido hacia
su izquierda para interceptar un pase filtrado de
Zico a Careca. Se juega el minuto 14 en Curitiba,
donde Brasil enfrenta su último duelo de preparación
antes de viajar al Mundial de México, el 7 de mayo de
1986. Careca, al verse anticipado, llega casi volando
En Sotaquí, 415 kilómetros al norte de Santiago,
ocho al interior de Ovalle, Manuel Araya, el Lechuga
Araya que jugaba de stopper por Cobresal en los ochen-
ta, dice que su compañero de ese día en la dupla de
centrales era “un niño obediente” y que tuvo el gusto
de entrenarse con él apenas un par de veces antes de
viajar a Brasil. Luis Ibarra, el seleccionador nacional,
a recuperar contra la línea del lateral, pero el balón tuvo la buena idea de alojarlos en la misma pieza del

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Manuel Pellegrini en
su etapa inicial como
entrenador.

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hotel Mabú en Curitiba para que pudieran conocerse después, en una habilitación que le filtró Jaime Vera,
mejor. “Lo hablamos antes del partido. Yo iría de stopper Puyol batió con un zurdazo imparable al arquero Carlos.
en la marca contra Careca, Manuel de líbero. Quédate Pellegrini fue un jugador bajo sospecha. Hay una
a cinco metros de mí, le dije, ahí vas a ganar todas las frase suya en la portada de la revista Estadio de di-
que queden. Me hizo caso. Las cabeceamos todas y ciembre de 1981 que resume todas las preguntas: “No
Manuel Pellegrini le hizo ese hoyito a Careca”, cuenta soy un tronco”. El periodista deportivo Carlos Jimeno
Araya desde Sotaquí, donde se compró un campo con lo llamaba El Gomero, por tener, según él, buena pinta
el dinero que ganó como futbolista. Tiene cuatro hijos y una función meramente ornamental, aunque el tra-
y seis nietos. Vive de las hortalizas que cultiva y aclara to despectivo del medio se alimentaba de su origen
que siempre le gustó la agricultura. Por eso en el fútbol acomodado y los estudios de ingeniería que terminó
no se demoraron nada en encontrarle un apodo cuando a los 25 años, ya consolidado como futbolista en Uni-
comenzaba su carrera: Lechuga. “Pellegrini siempre versidad de Chile. Emilio Pellegrini, su padre, tenía una
cuenta que su único partido en la Roja lo jugó con el constructora y cuando jubiló su hijo Manuel se hizo
Lechuga Araya”, recuerda Araya, quien luego de Curitiba cargo junto a uno de sus hermanos. Desde entonces
tampoco volvió a vestir la camiseta de la Selección. levantó varios edificios, hizo casas de veraneo para él
En el minuto 27, Mariano Puyol marca el 1-0 para y sus amigos en Coquimbo y tomó algunos proyectos
Chile. Como el partido no lo transmitió la televisión de reconstrucción tras el terremoto de 1985, dividiendo
chilena, Puyol dice que pasaron varios años para que su tiempo entre jugar al fútbol y construir.
pudiera ver el video de su gol. Pellegrini había conse- “Será muy difícil olvidar este gol”, dice Mariano
guido en Brasil la grabación del partido completo y Puyol en el camarín de Chile en el estadio Pinheirao.
le regaló una copia, en la que pudo deleitarse con la Es su primer gol en la Roja, pero también el último: ese
jugada de principio a fin y recordar que todo empezó día debuta al mismo tiempo que, sin saberlo, se está
con un perfecto pase de veinte metros que le sirvió el despidiendo de la Selección. Hay una diferencia sobre
propio Pellegrini hacia la banda izquierda. Cinco pases este punto con Pellegrini, quien con 32 años, casi 33,

Esta fue la formación de Chile ante Brasil en el empate 1-1 en Curitiba.


Manuel Pellegrini, Patricio Reyes, Luis Valenzuela, Rubén Espinoza, Manuel Araya y Roberto Rojas.
Abajo, en el mismo orden: Ivo Basay, Jaime Vera, Marco Antonio Figueroa, Juan Soto y Mariano Puyol.

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ya asume que no habrá nuevas oportunidades en el
camino de Chile hacia el Mundial de Italia en 1990. Los
números no le dan. Lo dice en una entrevista por radio,
saliendo de la cancha, tras el 1-1 decretado por Walter
Casagrande a los 81 minutos, cuando le preguntan por
el futuro: “Es un orgullo, pero yo estoy más cerca del
retiro”. Puyol, en cambio, sólo tiene 24.
Pellegrini se retiró el 25 de enero de 1987, contra
Naval de Talcahuano. Según un mito difundido mucho
después en España, tomó la decisión por un partido
en que le tocó saltar como rival contra Iván Zamora-
no, avergonzándose de perder ese duelo aéreo hasta
el punto de forzar el adiós. La verdad es otra. Estaba
dispuesto a dedicarle más tiempo a la constructora
familiar, pero en el último instante su camino volvió a
toparse con el de Fernando Riera, entrenador de la Roja
en el Mundial de 1962 y de la U en distintos periodos
con Pellegrini como jugador. Como ya había tomado
Pellegrini gana en el juego aéreo ante Careca
algunos cursos para dirigir, Riera le ofreció ser parte de
con la mirada del "Lechuga" Araya.
su cuerpo técnico en Universidad de Chile y tener a su
cargo la serie juvenil.
El resto de la historia es conocida por todo el mun- sirviera para entender o, de hecho, aceptar lo inevitable.
do, pero este capítulo termina con una broma. Con los Mirarse a la cara por última vez antes de la otra vida.
años, en los encuentros que tiene con los amigos que Quienes lo vieron jugar en el barrio, con la camiseta
cosechó en su breve paso por la U en 1977, el argentino número 10 del Juventud Norambuena de la Legua, dicen
Héctor Veira cuenta una y otra vez el mismo chiste. “Fui que el Lucho Viejo jugaba mejor que su hijo, el Lucho
al quiosco a comprar el diario en Buenos Aires y decía: Chico, ya de grande conocido como Lucho Pato. Hay
el defensor chileno Manuel Pellegrini fue la figura del historias de hace cuatro décadas que todavía se cuen-
partido en Brasil, ganó todo por arriba y además le hizo tan de boca en boca entre los vecinos mayores, goles
un caño a Careca. Ahí tuve que encarar al quiosquero, inolvidables contra Legua Juniors, Berna o Vasas en el
le devolví el diario y le dije que me vendiera uno bueno”, mítico Campeonato de Semana Santa que la memoria
dice el Bambino Veira en esas juntas ocasionales que, se encargó de transformar en leyendas. Es lo que hace
aparte de Pellegrini, incluyen a Arturo Salah y el presen- al fútbol amateur: jugadas nobles que se incorporan a
tador de televisión César Antonio Santis. Curiosamente, la historia oral de un barrio.
los diarios Folha de Sao Paulo y O Globo después de Luis Patricio Núñez Blanco, hijo de Luis y Uberlinda,
ese empate de Brasil contra Chile sí salieron con una nació el 20 de enero de 1980. A los 10 años, cuando
noticia desconcertante, por la lesión de Zico al final del su tío lo llevó a una prueba que superó con éxito para
primer tiempo en Curitiba: “Pelé se ofrece para jugar el integrarse a las series menores de Universidad Católica,
Mundial”. Pelé tenía 45 años y lo dijo en serio. su padre todavía era el rey de la colina en las polvorien-
tas canchas de La Legua. “Quiero ser como mi papá”.
La vida como se cuenta Nadie anotó la frase entonces, era muy chico, pero la
Dicen que la felicidad es lo que todavía puede ser anotarían después, cuando la meta de triunfar como
y que dura hasta que un día, bueno o malo, lo posible futbolista profesional lo dejó a un paso del homenaje
deja de serlo, para convertirse en otra cosa. Por eso definitivo al progenitor. En su mejor momento, luego
tenemos que hablar de Luis Núñez padre y quizás tam- de algunas idas y vueltas, Nelson Acosta lo llamó para
bién de su muerte, a causa de una diabetes que no le jugar por la Selección en un partido contra Costa Rica.
dio tregua en sus últimos meses. Su corazón se detuvo Esto ocurre el 28 de marzo de 2007, en el estadio
el 30 de agosto de 2019, faltando veinte minutos para Fiscal de Talca. A los 16 minutos del segundo tiempo,
el mediodía, en el hospital San Juan de Dios. Tenía 66 Luis Núñez, con el número 11, entra al campo por Hum-
años. No hubo tiempo para despedirse de su hijo que berto Suazo. Veintiocho segundos después va a buscar
tiene el mismo nombre, una conversación final que un pase desmedido de Boris Rieloff que se pierde por

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el costado derecho. Casi todas las acciones en las que


participa son parecidas. Malas habilitaciones de Reinaldo
Navia al espacio libre, interceptadas por la defensa rival,
y un par de pelotazos largos de Hugo Droguett que
caen fácil en la cabeza del central costarricense Jervis
Drummond. El duelo termina igual que como estaba
antes del ingreso de Núñez: empatado a un gol, con
un oscuro segundo tiempo de Chile. Podría ser apenas
un estreno gris, como tantos otros, pero su nombre no
volverá a figurar entre los citados. Eso es todo: la ilusión
cuando queda con las costuras a la vista.
Iván Zamorano, que también vivió sus primeros años
en La Legua y llegó a anotar 34 goles en la Roja, dijo
una vez que en el barrio la vida es lo que se cuenta. Y
todos los ojos están mirando. En este caso, la calle es
la que habla y el resto se completa con testigos que
aceptan contar lo que saben con la condición de que
sus nombres sean omitidos del registro. Luis Núñez, el
hijo del Lucho Viejo, intentó salir de ahí tantas veces
que al final ya nadie tenía claro si en realidad estaba
Luis Núñez en su mejor
siempre volviendo. La Legua, llamada así porque está
etapa, cuando jugó
precisamente a una legua del centro de Santiago, es
por la Roja en Talca,
uno de los lugares más bravos de la ciudad. ante Costa Rica, y en
Luis Núñez, alias Lucho Pato, pasó seis meses en la Universidad Católica.
cárcel entre febrero y agosto de 2003, vinculado a una
investigación policial sobre la banda de Los Ciprianos
de la cual quedó absuelto. A mediados de 2012, cuan-
do todavía jugaba en Concepción, su voz saltó en una
escucha telefónica en conversación con un individuo
apodado El Macaco, un amigo de la infancia que le pedía
vender entre sus amistades unas carteras de la marca
Louis Vuitton recién robadas en una tienda de Vitacu-
ra. También zafó de los cargos, pero la suerte estaba
echada: el jueves 12 de septiembre de 2013 volvió a ser
detenido por una causa de narcotráfico, en calidad de
financista de una banda que internó sesenta y seis kilos
de marihuana prensada desde Bolivia. Recién recuperó
su libertad el 12 de noviembre de 2017.
Al salir dijo que no les quería echar la culpa ni a su
barrio ni a sus amigos: “Soy el único responsable de
todo”. Ya tenía 37 años y un camino sin retorno, des-
de el fútbol que sale en las noticias hacia las noticias
policiales en las que nadie quiere aparecer. En medio
de los estigmas, La Legua les ofrece dos puertas a los
que son como él. En una están los partidos en que
Juventud Norambuena impone el fútbol contra los
prejuicios; en la otra campea la ley de la selva. Elegir
una sola puerta, la que salva, para Luis Núñez fue una
misión exitosamente fallida.
El 9 de junio de 2018, en el estadio Arturo Vidal de
San Joaquín, los del Norambuena le ganan 1-0 a Los

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Nogales, en la final del Campeonato de Campeones
de la Región Metropolitana, por la Asociación Nacio-
nal de Fútbol Amateur. El gol lo anota Luis Núñez, a
los 72 minutos, tras bajar el balón en el área, pasarlo
por encima de su marcador y rematar con una volea
terrible, casi con rabia, que deja congelado al arquero
contrario. Se lo dedica a sus hijos y a su papá, el Lucho
Viejo, quien ya está muy enfermo y viene saliendo de
un infarto. La celebración, en una sede vecinal de la
calle Comercio, dura tres días. Si la historia terminara
aquí, a pesar de todo, podríamos pensar que hay viajes
que valen la pena. Incluso si la Selección es sólo un mal
rato y la verdadera alegría llega rodando a través de la
tarde junto a los amigotes del barrio.
Pero Luis Núñez es como una vela que se consume
por ambos extremos. Dos testigos y una de las víctimas
que resulta herida lo sitúan con un arma de fuego en
la mano el día en que un hombre muere por una bala
en la cabeza en La Legua, el 10 de octubre de 2018.
Cuatro meses después de la gloria que, desde el fútbol
amateur, pretendía lavar todas las heridas. Su padre, ya
está dicho, se va a morir mientras él se encuentra prófugo
en Cochabamba, Bolivia, con una identidad falsa. El 15
de agosto de 2022, tras ser capturado y extraditado a
Chile, el juez de primera instancia lo condena a diez
años de prisión por homicidio simple, en calidad de
coautor junto a un tal Guatón Andrés, otro viejo co-
nocido del barrio. Núñez afirma en el juicio que él no
mató a nadie. Lo único que queda es hablar de justicia.

La larga marcha de Lee-Chong


La vida suele estar hecha de ilusiones como esta.
El número 17 de Chile entra casi volando a la cancha
mientras la televisión boliviana anuncia su nombre:
Óscar Ling Chong. Sale, cojeando, Iván Zamorano. El

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cronómetro marca 43 minutos con 49 segundos del


segundo tiempo. Chile y Bolivia empatan a un gol en el
estadio Hernando Siles, el 12 de febrero de 1997. Óscar
Rigoberto, el sexto de los siete hijos de Hilda Pinilla y
Benito Lee-Chong, tiene 31 años y en su cabeza hay
una sola idea: cumplir.
Lo primero que hace en el campo es hablar con
Mario Salas. “Ponte allá”, le dice Salas, o algo así, y Óscar
se ubica en el callejón del ocho. Va de mediocampista.
O de lo que sea, con tal de enredar a los contrarios y
dejar que el tiempo se agote. En la jugada siguiente,
tras un saque al tuntún del arquero Nelson Tapia, Jorge
Contreras intenta darle un pase, pero en la altura de La
Paz cuesta más. Bolivia recupera el balón.
Cosas que aclarar: Benito Lee-Chong no nació
con ese nombre y, por supuesto, no nació en Chile. Es
chino, de origen cantonés, y sus padres lo inscribieron
como Lee Chong Lam entre 1908 y 1910, durante el
breve reinado de Puyi, el último emperador de la di-
nastía Qing. En 1928, desatada la guerra civil entre el
Kuomintang y los comunistas, el joven Lee se subió a
un barco de vapor y, tras varios meses en cubierta, se
bajó un día en un país llamado Perú. Ahí vivió un buen
tiempo y recibió un trato parecido a la esclavitud. Lue-
go cruzó la frontera hacia Arica, donde, como suele
ocurrir en estos casos, un funcionario del registro civil
decidió que necesitaba un nombre más chileno, le puso
Benito y juntó su nombre de pila Lee con su apellido
Chong. Quedó como Benito Lee-Chong. La historia de
muchos que salieron al mundo y perdieron el nombre
por buscarse una vida.
El contraataque rival sorprende a Óscar tratando de
desmarcarse. Al volver sobre sus pasos, se topa con el
boliviano Luis Cristaldo y, para cortar el avance, le pega
un puntazo en el tobillo derecho. Cristaldo tropieza, pero
el juego sigue. No se cobra falta: el árbitro, el peruano

Óscar Lee Chong, el volante que estuvo casi un


suspiro en La Paz, en el empate frente a Bolivia por las
eliminatorias de Francia 98. Su familia atesora un carné
de su padre, a quien "castellanizaron" su nombre.

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Casi por un minuto. Dentro de todo, está ocurriendo
lo que los chilenos quieren que ocurra.
Óscar siempre pensó que tarde o temprano llegaría
a la Selección. Se extrañó, y hasta le dolió un poco, que
no lo convocaran antes, en lo que él mismo describe
como su “mejor momento”. Fue en 1991. En Concepción,
ese año, corría como una gacela por la banda derecha.
Y se había dado el lujo de responder negativamente a
una oferta de Colo Colo, que le ofrecía un sueldo de
setecientos mil pesos mensuales. Concepción le pasó
de entrada cuarenta mil dólares y se fue al sur, sin sa-
ber, claro, cosas que no se pueden saber pero luego se
recuerdan como si se hubieran sabido siempre: Colo
Colo ganó la Copa Libertadores de América en 1991.
Si le hubiera dicho que sí a Colo Colo, su padre quizás
lo habría visto levantar esa copa antes de morir, el 2 de
octubre de 1993, de cáncer a la próstata. Es otra vida
que pudo ser la suya y que de vez en cuando se infiltra
entre sus recuerdos. ¿Acaso lo que no fue también es
Alberto Tejada, da ley de ventaja. Pero unos metros parte de lo que somos? En 1997, cuando Nelson Acosta
más allá, la pelota sale del campo. Lateral para Bolivia. se acordó de él para darle una oportunidad en la Roja
Benito trabajó de cocinero en las salitreras del norte ya era un poco tarde pero andaba bien en Palestino y
de Chile antes de instalarse en Santiago, en el barrio se ilusionó en serio.
Recoleta, con Hilda, su esposa veinte años menor. En Marco Etcheverry, el Diablo Etcheverry, sabe que es
1970, cuando Óscar tenía 5, ellos se separaron y él fue la última jugada del partido cuando prepara el tiro libre
uno de los hermanos que quedaron repartidos en el lado desde el costado derecho, que es el costado izquierdo
del padre. Durmió hasta los 16 años con su viejo, en la de la zaga chilena. Hay gente que se enreda con estas
misma cama, hasta que conoció a Érika, su mujer. Óscar cosas. Mide bien el centro el Diablo, pero le sale sin
ríe cuando dice que casi no ha dormido solo en su vida: malicia. Reyes despeja y, en el último suspiro, Vladimir
de la cama de su papá pasó prácticamente sin estaciones Soria intenta acercar el juego al área chilena, la peina
intermedias a la de su propia esposa. El fútbol los unió Cristaldo y Luis Chavarría, el Chiqui Chavarría, cabecea
más y durante una campaña en el puerto de Coquimbo hacia arriba: es lo que en el fútbol se llama toletole. La
realmente alcanzaron a sentir que la vida, después de pelota va por el aire hacia donde está Jaime Moreno,
todo, sólo ofrece recompensa a quienes lo intentan. de Bolivia. Cerca suyo está Óscar Lee-Chong, de Chile.
“Lo pasamos muy bien cuando jugué en Coquimbo en Lo que viene pasa en menos de tres segundos.
1986. A veces los pescadores nos invitaban a subir a Moreno gana de alto, pero Óscar llega a tiempo. Dicho
sus botes y nos llevaban a alta mar, a pescar y a estar de otro modo: cabecea el boliviano y el chileno inter-
juntos en esa inmensidad. Nosotros éramos humildes cepta. Óscar toca la pelota, por fin, y el rebote le cae
y cosas como esas significaban mucho como padre e a Rubén Tufiño. Tufiño busca el arco de Tapia, pero su
hijo”, dice Óscar, que tiene sólo dos fotos de su padre, remate sale para el lado de los quesos. Eso es todo. A
una de ellas de dos por tres centímetros en el carnet de los 46 minutos con 6 segundos del segundo tiempo,
socio de la Colonia Chung Wha de Santiago. “Éramos dos minutos y diecisiete segundos después del ingreso
muy humildes, no nos alcanzaba para eso”, agrega. de Óscar, de los cuales el balón sólo estuvo en juego
Saca Bolivia. Óscar Lee-Chong va a tratar de quitarle durante cincuenta y nueve segundos, el árbitro Tejada
el balón a Marco Sandy, quien lanza un centro desde lo da por terminado. Un partido de debut y despedida,
la orilla. Pedro Reyes, central de la Roja, baja de pecho un partido que se sigue jugando en la cabeza de quien
en el área y revienta. En la contracarga local, Marcelo nació para esto. “Si te dijeran que vas a jugar por la Se-
Miranda se equivoca y le hace falta a Sergio Castillo. lección, que vas a cumplir el sueño de tu vida, aunque
En la caída, este pasa a llevar a Ronald Fuentes. Uno no sólo sea por un minuto y vas a tocar el balón una sola
sabe si Fuentes, apodado Chilenita Fuentes, finge una vez, de rebote, ¿dirías que no?”. Es la pregunta que nos
lesión o le duele de verdad, pero el partido se detiene. deja, de un solo toque, Óscar Lee-Chong.

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