1 Vizer TEXTO FINAL Ontologia de La Comu

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NOTAS PARA UNA ONTOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN 1

Eduardo Andrés Vizer

1. Qué hay de “comunicacional” en el campo de la comunicación?

La ontología general es considerada la disciplina mas generalista ya que aborda una


cuestión fundamental: porqué y como lo que es posible es posible? El espacio ontológico es
el campo de estudio de la ontología, y el reino de todo lo que puede existir. Según el lógico
Perzanowski “La ontología general debe distinguirse de las particulares, las que derivan
de la pregunta fundamental. Así por ej. la metafísica es definida por la pregunta ‘cómo y
porqué lo que existe es posible, mientras que para la psicoontología la cuestión es ‘Cómo y
porque la psique es posible? Etc., etc.” (2011, p.217). Existen tres abordajes para la
ontología general: la relacional, la cualitativa y la de la Teoría General del Análisis y la
Síntesis. Las nociones centrales para la primera son configuración y estructura. Para el
abordaje cualitativo las dos nociones centrales son la noción de forma y la de cualidad, la
que a su vez se divide en cualidad descriptiva y en determinante que alude a la idea de
causalidad. Estas cuestiones nos llevan a preguntarnos por su relevancia para el tema
fundamental que nos ocupará acá: cómo y porqué la comunicación es posible? Si a priori
consideramos que existe, nos preguntamos por su configuración, sus estructuras, por sus
formas y sus cualidades, las que a su vez describimos y buscamos analizar a través de sus
posibles determinaciones. Estas nociones son centrales para el abordaje de toda ciencia
social y veremos que se hallan en los argumentos que discutiremos en este trabajo. Vale la
pena hacer la siguiente observación sobre una distinción epistemológica fundamental que
existe entre las ciencias exactas y físicas sujetas a leyes (llamadas nomotéticas) y las
sociales de orden ‘interpretativo’.

Cuando nos preguntamos por las ‘cualidades’ de un proceso de comunicación, nos


preguntamos por su ‘configuración y su estructura’, por sus ‘formas y sus cualidades’ y en
la literatura comunicacional vemos casi siempre interés teórico y práctico por las cualidades
descriptivas y no por las determinaciones, mientras que en las ciencias ‘nomotéticas’
siempre existe la presencia del modelo ideal de la explicación y la determinación. Y las
razones para esta diferencia epistemológica se hallan en la concepción ontológica de base
que existe sobre la comunicación como un proceso que puede ser analizado, descripto e
interpretado, pero difícil o excepcionalmente ‘explicado’ científicamente desde el propio
campo de la comunicación o la información. Casi siempre se introducen en la explicación
hipótesis de naturaleza exterior a los procesos de la propia discursividad entendida como
lenguaje en un sentido restringido introduciendo implícitamente en los análisis de la
comunicación hipótesis sobre procesos originarios de la psicología, la biología la cultura,
etc. No tanto sucede con la información, sobre la que siempre existe una impronta
ingenieril como sustento epistemológico, ya sea que se la proyecte y aplique hacia procesos
de la física o la biología de los seres vivos. Estas distinciones a la vez ontológicas y
epistemológicas no se hallan prácticamente en ninguna literatura sobre la comunicación en

1
Publicado en COMUNICACIÓN, CAMPO(S), TEORÍAS Y PROBLEMAS. UNA PERSPECTIVA
INTERNACIONAL. Comunicación Social, España 2016 ISBN 978-84-15544-57-9.
2

sentido estricto, ni de manera explícita ni implícita, pero ya en los estudios sobre los
procesos de la mediatización social, o sea sobre las influencias de las tecnologías, los
medios de información y comunicación, la digitalización y las profundas implicancias sobre
las sociedades y las culturas humanas, ‘las cuestiones ontológica y la antropológica’ se
deben plantear con toda seriedad y profundidad. La comunicación mediatizada, si bien aún
puede ser entendida como propiedad de la ‘naturaleza humana’ en un sentido antropológico
tradicional, corresponde a un orden de escala y complejidad totalmente nuevo en el
desarrollo de los procesos civilizatorios. El signo y el significante de la palabra enunciada
por la boca humana o el papel escrito no han muerto en el mundo virtual o en las
‘escrituras’ de los lenguajes digitales, pero en tanto soportes de la comunicación humana se
han transfigurado en elementos o ‘recursos polisémicos’. Esto porque dentro de las nuevas
dinámicas ecológicas en que nos toca vivir (en especial en las ciudades y en los
conglomerados humanos urbanizados) nuestras diferentes ecologías - desde la física,
pasando por la social y la simbólica - son sustentadas en la física y la ingeniería de la
información.

Si el signo y el significante han sufrido una transfiguración radical como soportes básicos
de la comunicación, la construcción de ‘significados’ viene sufriendo traducciones,
muertes, resurrecciones y una búsqueda casi desesperada por nuevos signos y nuevos
valores capaces de poner cierto orden interpretativo en la confusión impuesta por los
procesos de mediatización, ya que éstos imponen transformaciones revolucionarias en
todos los órdenes de la vida humana. En la investigación académica, la ‘realidad
ontológica’ ha sido segmentada en pequeñas parcelas de estudio (o bien en su contrario,
grandes generalizaciones abstractas, poco fructíferas para el avance del campo). Y en
general la preocupación por cuestiones relevantes de la realidad ha ido cediendo espacios
para las inquietudes metodológicas (versión modesta de la epistemología). La búsqueda
ontológica de fundamentos para los procesos de comunicación viene así sufriendo por un
lado el embate del empirismo y por el otro la acusación de representar una mera forma de
filosofía pobre. Para analizar los procesos de información o de la comunicación, y entender
los procesos de mediatización de las sociedades humanas, se halla siempre - aunque sea de
manera implícita - una concepción paradigmática de base ontológica: sea el cuerpo, el
cerebro, el organismo viviente, sus transformaciones o el ‘intercambio de información’ en
la propia naturaleza. Así, deberíamos preguntarnos “que hay de comunicación en las
ciencias y en el amplio campo de cuestiones a las que llamamos comunicación?” De qué
clase de comunicación estamos hablando cuando teorizamos e investigamos sobre ella?

Lo que comúnmente se denomina ‘Ciencias de la comunicación’ se compone de una


diversidad conceptual enorme de temas y objetos. Son resultantes de la multiplicidad de
abordajes y miradas sobre la comunicación que ha generado una confusión no resuelta entre
campos de estudio, objetos de análisis, metodologías y definiciones pasibles de delimitar
una especificidad conceptual mínima pero indispensable para la elaboración de un
andamiaje intelectual capaz de promover una práctica de construcción de conocimiento con
cierto grado de ‘normalización’, y con rasgos de especificidad que permitan su
reconocimiento como ‘ciencia’. Entendemos que no todas las ciencias puedan o deban
acceder a una normalización en el sentido presentado por Popper (1993) para una ‘ciencia
normal’. Pero de hecho la historia de las ciencias nos muestra que la construcción de un
campo de conocimiento científico requiere de ciertos núcleos conceptuales, reglas y o
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convenciones asumidas implícitamente entre una comunidad de personas interesadas en


desarrollar una serie de cuestiones-problemas compartidos o bien coincidentes. Este no ha
sido el caso en la historia aún relativamente breve de la comunicación. La multiplicidad de
cuestiones y problemas abordados seguramente ha sido mayor a la de otras ciencias
sociales. Creemos que esto no es solo un indicador de la complejidad y cantidad de objetos
que se ofrecen para abordar su estudio, sino de las complicaciones que presenta un campo
de conocimiento que se ve obligado a lidiar con varios y diferentes ‘niveles de realidad’,
como se decía en los años sesenta: de los procesos mentales y lingüísticos a los sociales, de
los políticos a los históricos, tecnológicos y económicos. Podemos brevemente señalar
algunas de las características que presentan las ciencias a lo largo de su genealogía:

a) Un acuerdo mínimo sobre un ámbito o un campo de hechos y procesos (que pueden


o no llegar a delimitarse de forma empírica)
b) Sobre temas-problemas-procesos abordados y analizados en sus especificidades
compartidas así como sus divergencias. Un paradigma en el sentido Kuhniano 2 que
incluya una ontología y un conjunto de principios teóricos fundamentales.
c) Sobre ciertos procedimientos de abordaje y elaboración conceptual de temas
respecto a los puntos anteriores.
d) Coincidencia en la exploración y apertura de líneas de investigación que abordan la
elaboración y el gradual refinamiento conceptual (teoría); su ‘productividad’ en
relación a un campo de hechos-procesos, su congruencia lógica y sus alcances
analíticos (ya sea en tanto comprensión o explicación sobre temas, problemas,
hechos o cuestiones).3
e) Por último, la historia de las ciencias nos muestra que indefectiblemente es a través
de conflictos y oposiciones teóricas y epistemológicas que se producen
bifurcaciones conceptuales profundas, dando lugar al surgimiento de líneas de
investigación múltiples, a veces convergentes y otras divergentes. Finalmente, en la
comunicación se tiende a configurar un desarrollo creciente de subdisciplinas, las
que a su vez reconstruyen nuevos conjuntos de objetos de estudio, produciendo a lo

2
“Podemos, a título de balizamento, considerar como partes integrantes de um paradigma: uma
ontologia, que indique o tipo de coisa fundamental que constitui a realidade; princípios teóricos
fundamentais, que especifiquem as leis gerais que regem o comportamento dessas coisas; princípios teóricos
auxiliares, que estabeleçam sua conexão com os fenômenos e as ligações com as teorias de domínios
conexos, regras metodológicas, padrões e valores que direcionem a articulação futura do paradigma;
exemplos concretos de aplicação da teoria; etc...Um paradigma fornece, pois, os fundamentos sobre os quais
a comunidade científica desenvolve suas atividades. Um paradigma representa como que um “mapa” a ser
usado pelos cientistas na exploração da Natureza. As pesquisas firmemente assentadas nas teorias, métodos
e exemplos de um paradigma são chamadas por Kuhn de ciência normal”. Chibeni, S., sobre  A Estrutura
das Revoluções Científicas. www.unicamp.br/~chibeni.
3
Hace unas décadas atrás estábamos muy preocupados por el objeto de las c. de la comunicación, hoy lo
estamos más por sus procesos (sobre todo a partir de Barbero y “De los medios a las mediaciones”).
Estábamos en la preocupación epistemológica de la búsqueda de un Santo Grial de la comunic., su “esencia
específica”. Una teoría de la comunicación como una ‘comunicación sobre la comunicación’, una ciencia
del sentido sobre los procesos de producción de sentido. Implicando una epistemología sobre los procesos
circulares, la recursividad y un metanivel de la comunicación. Un ‘metadiscurso o un modelo de 2º.orden’
como menciona Vidales en su libro Semiótica y Teoría de la Comunicación, en referencia a Robert Craig.
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largo de ese conflicto la emergencia de un proceso similar al que Bourdieu


denominó campo intelectual.

Las ciencias de la comunicación parecen haber reflexionado bastante, pero sin avanzar
suficientemente respecto al primer punto (un acuerdo mínimo sobre un ámbito compartido
de hechos y procesos). Otro tanto respecto al punto b (temas y especificidades compartidas
y divergentes), y prácticamente saltearon una visión integral sobre los dos siguientes puntos
(c y d), a no ser sobre ciertos conjuntos de temas y cuestiones focales y limitadas (estudios
sobre los medios, la comunicación interpersonal, los efectos, etc.). Creemos que la historia
institucional y las demandas de diversos ‘mercados’ de la comunicación han promovido la
creación de un campo de prácticas sociales más que propiamente un ‘campo intelectual’.
Ha predominado el desarrollo de teorías estrechamente asociadas a esas demandas, aunque
no siempre explicitadas como tales, y otras de alto vuelo teórico pero insuficiente
productividad científica. Sin embargo, la breve historia de la comunicación se caracteriza
por desarrollarse a través de bastante reflexión y trabajo investigativo empírico, con lo que
ha logrado la emergencia de un campo fuerte institucionalmente aunque intelectualmente
fragmentario y sin la solidez demostrada por otras ciencias. En otras palabras, se tiende a
construir objetos de estudio poco integrados (punto e) que no pueden llegar a ser
considerados subdisciplinas, ni un campo intelectual per se, sino un conjunto de prácticas
de investigación legitimadas en un orden institucional relativamente reconocido sobre todo
por las demandas del mercado de trabajo. Ya las teorías de la comunicación sustentarían un
grado algo mayor de legitimidad intelectual y epistemológica a pesar de haber seguido una
historia ondular, aportando un marco conceptual necesario para dar cierta base conceptual
asociada a prácticas investigativas circunscritas a aplicaciones en ámbitos empíricos, otras
veces para fundamentar análisis críticos de carácter sociológico o político, y otras para
realizar estudios sobre procesos y hechos puntuales de carácter micro social. En este
sentido, la historia de la comunicación no parece diferir mucho de la de los estudios
sociológicos, excepto por el hecho de que la sociología nunca pareció perder el carácter
aparentemente concreto de su objeto de estudio, mientras que la comunicación siempre se
debatió entre la concreción empírica de la técnica de los medios de comunicación, la
amplitud de los marcos culturales, los ámbitos colectivos y los ‘efectos’ sociales de
aplicación de los medios. Y por último, se recalcan las inquietudes metodológicas por
abordar los procesos lingüísticos, mentales y culturales que marcan su especificidad
epistemológica, especificidad que revela una naturaleza ontológica múltiple, al mismo
tiempo social, tecnológica, psicológica, simbólica y cultural (y porque no, de naturaleza
imaginaria también).

Para proseguir nuestras reflexiones, tomaré como una de las referencias posibles para
ejemplificar las complejidades del campo la propuesta de metodología cuadrangular de
Bruyne y colaboradores (1991) presentada en 1974 como una alternativa al positivismo y a
la dicotomía tradicional entre el método cuantitativo y el cualitativo en boga en ese tiempo.
Esa es una metodología adoptada y defendida por varios autores para la investigación en
ciencias sociales. Básicamente, se trata de una propuesta que considera cuatro polos que
deben formar parte de cualquier investigación: epistemológico, teórico, morfológico y
técnico. Las mayores dificultades en la investigación comunicacional se hallan en los dos
primeros pero con diferentes matices y cuestiones: mientras la dimensión epistemológica
encierra (o debería ocuparse) del núcleo fundamental de problemas sobre la especificidad y
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las distinciones del campo de la comunicación y su asociación con disciplinas diversas, la


dimensión teórica muchas veces tiende a ser abordada como un problema de selección entre
diferentes teorías, de acuerdo al objetivo del investigador. O sea, una cuestión de ‘ésta
teoría o aquélla..’. Generalmente esta cuestión es resuelta pragmáticamente: se elige la
teoría que parece más apropiada a los objetivos de una investigación, sin profundizar
demasiado en las implicancias fuertes sobre su incumbencia para el campo de la
comunicación en tanto disciplina o área de conocimiento en construcción. El pragmatismo
parece sellar la suerte de esta área de conocimiento con un equívoco que podríamos
comparar a las diferencias entre una ‘información aplicable’ y un conocimiento más
ambicioso y teóricamente más riguroso sobre su naturaleza.

Varios autores han señalado la vigencia de la observación de Merton (1968) sobre la


necesidad de construir teorías de alcance medio. Hace medio siglo atrás señalaba la
necesidad de superar las limitaciones teóricas de las investigaciones de carácter micro
sociológico, así como también la inmadurez del campo sociológico para trabajar sobre
teorías de gran alcance. Sus observaciones son plenamente aplicables a la situación del
campo de la comunicación. A priori, es un problema indecidible, ya que dependerá
precisamente del abordaje epistemológico que se pretenda asumir. Hoy en día ya nadie cree
que el edificio del conocimiento se construye ‘brick by brick’ (o ladrillo a ladrillo) y que
los avances se dan forzosamente acumulando experiencias limitadas. Y tampoco existen
acuerdos amplios y compartidos sobre una naturaleza específica de los procesos
comunicacionales. Por el contrario, ni hay acuerdo generalizado sobre si el campo debe
constituirse como una disciplina, una interdisciplina, o una ‘transdisciplina’, y ni aún sobre
su cientificidad en sentido estricto. Donde parece haber mayor acuerdo compartido es sobre
la esencia intrínsecamente semiótica de los procesos de comunicación. Sobre su naturaleza
de ‘puente’ entre los procesos de la subjetividad humana y los contextos del ‘afuera’, ya
sea el contexto social, el tecnológico, cultural, económico o político.

La hipótesis sobre la naturaleza ‘constructiva’ de la comunicación 4 en la conformación


permanente de las subjetividades, constituye posiblemente la afirmación epistemológica
más fuerte para marcar una especificidad para el campo. E incidiendo implícitamente sobre
el ‘afuera’, como en una moneda de dos caras, también sobre los procesos de construcción -
de modificación o de reconstrucción - de los múltiples contextos de vida social a partir de
las interacciones y los procesos ‘internos’ que los individuos pueden expresar y
‘exteriorizar’. Es a este proceso de modificación y adecuación del afuera al que en otros
escritos denominé como un ‘cultivo’ del contexto por parte de los individuos y de sus
interacciones mutuas y con el medio circundante, ya sea este físico material o estrictamente
humano. Estos son los procesos que la literatura comunicacional y sociológica ha
denominado mundos de la vida, donde las fronteras entre el adentro y el afuera, lo físico y
lo psíquico, el mundo personal y el colectivo, el mundo material y el cultural se funden,
construyendo un ‘mundo de la vida emergente’, con sentido ontológico nuevo. En el mundo
de la comunicación, el adentro y el afuera, el individuo y sus contextos, el lenguaje y la
acción, los símbolos y los procesos cognitivos se constituyen mutuamente, haciendo
prácticamente indiscernible separar las diferentes instancias de un proceso que conforma
una estructura de origen a la vez antropológica, cultural, psíquica y tecnológica (merced a
4
La comunicación como un proceso de construcción de la vida social ha sido un postulado fuerte y aún
vigente a partir de los trabajos de Berger y Luckmann en los años sesenta.
6

las tecnologías y ahora especialmente las TIC´s). Una estructura de vida humana
emergente, a la vez compleja y evanescente para la ciencia normal. Como abordar la
complejidad de esta nueva forma de vida civilizada sin hacer reduccionismo? Cuáles
pueden ser las nuevas ‘teorías de medio alcance’ que nos permitan contar con una brújula
teórica que nos permita avanzar en este bosque sin quedar limitados a la visión del árbol
que tenemos en frente?

Varias disciplinas nos han propuesto brújulas teóricas para alumbrar partes del bosque: la
sociología de los medios de comunicación; la psicología de la comunicación, los procesos
de recepción y la psicología de las masas; la semiología y la semiótica de los lenguajes; la
proxémica, y hasta la economía de la información y la comunicación 5, donde los medios
ocupan una posición intermedia entre la cultura y el poder económico y político. Todas
parecen alumbrar aspectos y cuestiones relevantes de lo que se ha convenido en denominar
comunicación. No será esta palabra un una etiqueta, o una convención lingüística para
referirnos a un proceso que reúne un conjunto de instancias y procesos ontológicamente
diferenciados entre sí? Si este fuera el caso, qué sentido tendría seguir hablando de una
disciplina de la comunicación, cuando deberíamos aceptar que el campo se constituye como
una multiplicidad de conocimientos y objetos teóricos diversos que tienden a entrecruzarse
entre sí solamente cuando nos enfrentamos a un problema concreto de investigación, o al
requerimiento formal de los organismos de financiación a la investigación? Las teorías de
la comunicación han operado generalmente como metáforas o alegorías sobre diferentes
miradas hacia los procesos y los posibles objetos de la comunicación.

2. Ciencias de la comunicación y ciencias de la vida.

Estas cuestiones nos llevan a pensar en el ejemplo que presentan las ‘ciencias de la vida’,
las que configuran un conjunto de disciplinas y saberes a los que se considera asociados al
estudio de los procesos en los sistemas vivientes, o sea los organismos vivos. Puede parecer
chocante a muchos la comparación que proponemos entre las ciencias de la vida y las de la
comunicación, pero realmente encontramos una gran equivalencia y puntos de interés en
común entre ambas. Las primeras reúnen un conjunto enorme y complejo de objetos de
estudio y al mismo tiempo proponen un universo filosófico común, además del interés
teórico y empírico por diferentes formas y estructuras vivientes. Qué condiciones
geológicas, físicas y químicas han sido necesarias para hacer posible el surgimiento de la
vida? Cuáles son las propiedades y condiciones del entorno y del propio sistema vivo que
hacen posible su supervivencia y crecimiento? Si reemplazamos ‘ciencias de la vida’ por
ciencias de la información o de la comunicación y nos preguntamos por las condiciones
históricas y los orígenes filogenéticos de la capacidad del cerebro animal y el humano para
procesar información, para generar lenguaje y desarrollar capacidad semiótica, estamos
explícitamente asociando ambos conjuntos de ciencias y llevándolas hacia posibles
5
“There is little doubt that, as a sphere of cultural production, the media can prima facie be analysed as a
single field, or a collection of fields, (each) with a distinctive pattern of prestige and status, its own values.
Indeed, according to Bourdieu, the media’s intermediate position between the cultural and economic poles of
the wider cultural field gives it a particular interest as a field. This section notes the positive contribution of
field theory to media analysis, before identifying a key tension in its treatment of media power”. Nick
Couldry, Metacapital (2003’2004, p. 653).
7

convergencias e interdependencias mutuas. El concepto de información ha cumplido


precisamente un papel estratégico en establecer puentes teóricos (a veces como una mera
metáfora) y comparaciones entre procesos físicos, biológicos, técnicos y mentales (como
por ej. la tesis – ahora prácticamente en desuso - sobre el cerebro como mero procesador de
información, trasladado a la inteligencia artificial). En otras palabras, se ha abierto la
posibilidad de superar la barrera que parecía infranqueable entre las ciencias biológicas, las
sociales y las cognitivas, abriendo un campo de exploración enormemente fructífero y
promisor, en especial tomando en cuenta que muchos de los avances científicos se realizan
en el trabajo sobre cuestiones de frontera entre disciplinas diversas6. Así como la sociología
ha recurrido a analogías (a veces peligrosas) entre sistemas biológicos y sistemas sociales,
los primeros estudios sobre los medios de comunicación se han hecho aplicando
presupuestos teóricos y analogías con procesos sociológicos y con los modelos
matemáticos de la comunicación y posteriormente con modelos originados en la teoría de
los sistemas. La condición humana es inseparable de la evolución de sus capacidades
semióticas, y éstas lo son de sus condiciones de vida. El conocimiento sobre los sistemas
vivientes requiere inevitablemente conocer sus capacidades y dispositivos específicos para
establecer intercambios y el ‘procesamiento de información’ con su entorno. Y el ser
humano se ha desarrollado, sobrevivido e impuesto sobre condiciones ambientales
desfavorables gracias sobre todo a su potencialidad semiótica.

El problema no se reduce ni resuelve afirmando que el término ‘comunicación’ implica


simplemente una convención semántica o sociológica para reunir conocimientos diversos, y
que por ende no existe un verdadero problema ya que tampoco existe nada ontológicamente
en común entre las diferentes disciplinas que abordan las cuestiones de la comunicación.
Acaso no hay nada en común entre las infinitas formas de vida, entre las bacterias y
nosotros? Quien puede afirmar que no existe algo más profundo en común entre la
comunicación y los procesos biológicos en los seres vivos, o las conversaciones entre dos
personas en la calle y las señales que llegan a las pantallas de nuestras computadoras,
celulares y hasta a los chips que algunos individuos se insertan en sus cuerpos? Que es lo
que podemos considerar efectivamente una esencia específica que existe en ese proceso,
ese hecho en común? No sería sobre todo ese proceso el que epistemológica y teóricamente
nos interesa conocer?7 Existe una ontología propia que debemos explorar? Una ontología
de la comunicación tal como consideramos que existe una ontología de la vida? Una
6
“No existe ciencia del discurso considerado en sí mismo; las propiedades formales de las obras (o los
textos) revelan su sentido solamente cuando son referidas a las condiciones sociales de su producción”.
(Bourdieu, 1996, 129). “Inspeccionada en todos sus detalles de funcionamiento, la relación social que el
dispositivo de comunicación pone en juego – emisión, recepción, escritura, lectura, habla, escucha – se
limita a ofrecer muy pocos esclarecimientos sobre su razón social; y es por esto que, a diferencia de la
mayoría de las relaciones sociales, ella solamente existe cuando se halla inserta en otras relaciones”. (La
Haye, 1984, pp.41/42). En Vizer & Carvalho, Comunicación y Socioanálisis. Estrategias de investigación e
intervención social. Ed. Académica Española & GmbH Leipzig, Amazon, EEUU 2012.

7
Hace varios años, pensé instigante y posiblemente fructífera una asociación entre los procesos de
construcción de sentido con las nociones de tiempo y espacio (comúnmente consideradas totalmente ajenas)
en la formación de procesos de información y la comunicación:
1). Se puede concebir la información como ‘creación’ de un espacio lógico y topológico entre 3 elementos o
vectores: a) el ‘texto’, o mensaje; b) la realidad u objeto que es ‘referido’ en el mensaje, y finalmente c) el
‘interpretante’ que construye sentido a partir de las relaciones entre las 3 entidades o elementos. Podemos
considerar que las relaciones lógicas entre los 3 generan un ‘espacio’, una ontología.
8

ontología que forzosamente nos lleva a su historia, a sus orígenes antropológicos,


biológicos y culturales? Hasta donde una ontología de la comunicación no constituye una
dimensión central para la comprensión de la vida social de la que se ocupa la sociología, la
antropología o la psicología?

Debemos abordar la comunicación humana como un proceso de emergencia y organización


de ciertas estructuras vivientes y sus procesos concomitantes, en tanto el hombre es un
animal histórico, cultural y social, y además un explorador y constructor permanente de
estructuras de sentido. Una emergencia evolutiva que solo se hizo posible merced a las
funciones y la capacidad semiótica del ser humano. Una emergencia biológica, histórica,
social y cultural que solo ha sido posible por la capacidad del cerebro y de las redes
neuronales para manipular símbolos, lo que a su vez condicionó durante generaciones la
evolución de estructuras cerebrales y los procesos mentales que emergen de las
interrelaciones de los individuos con su medio físico y social, movilizando y provocando
una dinámica biopsíquica, social y cultural en la que el ser humano nace y evoluciona. Por
último, ha sido esta emergencia de funciones semióticas en el animal humano el que lo ha
llevado a construir (cultivar) el medio ambiente en que ha vivido. Y a su vez a cultivar una
vida social y cultural cada vez más compleja y ahora integrada físicamente a través de
nuevas tecnologías en red. No parece una exageración sospechar que tal vez se encuentre
un basamento teórico para los estudios de la evolución en el desarrollo de investigaciones
sobre la naturaleza de las funciones semióticas que el ser humano ha desarrollado. En la
capacidad del cerebro para crear, manipular y compartir símbolos colectivamente.
Seguramente es esta capacidad del cerebro para procesar estímulos, señales e información
la que ha permitido la emergencia de lo que llamamos mente, y su dinámica a la vez
material y simbólica. Es hoy una tesis fuerte la hipótesis de que esta dinámica a la vez
física, biológica y cultural que constituye al ser humano le ha permitido vivir en una
ontología propia y diferenciada (un Umwelt, un entorno condicionado por el hombre). Un
organismo que sobrevive mediante una permanente exploración de signos, señales,
lenguajes, símbolos, imágenes y también imaginarios que constituyen la vida en sociedad
(equivalente a lo que en los términos de la tradición de los estudios de comunicación se ha
denominado ‘mundos de la vida’), donde se combinan lo personal con lo colectivo, lo físico
material con lo simbólico y lo imaginario, integrados en la formación de la identidad
personal.

Para el investigador canadiense R. Logan, este proceso complejo se puede resumir en una
ecuación que propone la siguiente formulación para la articulación entre el lenguaje, la
cultura y el cerebro:

Mente = cerebro + lenguaje + cultura.

2). Y la comunicación como un proceso de generación de tiempo. O como una emergencia resultante del
proceso de entrecruzamiento entre los 3 elementos del ‘espacio-información’. Esta emergencia, este proceso
de relacionamiento permanente y dinámico entre los 3 elementos del espacio-información genera distinciones
que proporcionan la experiencia y la vivencia del tiempo, más allá del proceso de interpretación en sí mismo.
9

“Considerando que el lenguaje es un artefacto cultural, tiene sentido pensar que otros
artefactos y procesos culturales también contribuirían para la forma como la mente
humana es construida” (Logan, 2012, p. 101).

Como no reconocer que estas complejas formaciones biopsicosociales a lo largo de la


evolución humana han conformado un orden nuevo y emergente en la vida de la especie, y
que convendría estudiarlas como ‘ontologías emergentes de la vida y la comunicación’,
reuniendo a un mismo tiempo la vida cotidiana con las condiciones necesarias para una
ciencia de la semiosis? No podemos olvidar que los procesos de semiosis han surgido
evolutivamente en la historia biológica, social y cultural de la especie. Entiendo que una
hipótesis tan general y amplia sobre la comunicación obligaría a una reinterpretación de las
teorías micro, meso y macro comunicacionales. Como construir conocimiento reconocible
por la comunidad científica exige un recorte de los hechos a ser estudiados, una
delimitación de carácter ontológico sobre el universo real a ser abordado, los procesos de la
comunicación - entendidos en su complejidad real - difícilmente respondan a los criterios
que exigen las ciencias naturales, y aún las ciencias sociales. La ciencia exige un cierto
grado de materialidad, objetividad y comprobabilidad (y en lo posible refutabilidad) para
sus hipótesis y teorías. Y esto es precisamente lo que pueden aportar disciplinas y miradas
diversas que ayudan a contextualizar los procesos de comunicación y su carácter a la vez
objetivo y subjetivo, social y cultural simbólico 8. Y al mismo tiempo permite investigar su
materialidad física: lenguajes, imágenes y textos, su naturaleza a la vez cognitiva, sensorial,
sensible y emocional, tanto subjetiva como objetiva, individual y colectiva. Tomamos en
consideración la materialidad ontológica de los hechos y los acontecimientos sociales, las
tecnologías y las producciones humanas - que la tradición antropológica subdividió en
cultura material y cultura simbólica - tanto como los procesos de naturaleza biológica y
mental que abordan las ciencias cognitivas. La comunicación se halla en todas estas
manifestaciones, haciendo difícil señalar unas sobre otras, ya que todas hacen a la
construcción de la vida humana -los mundos de la vida - tal como la concebimos como una
distinción propia del género humano. La naturaleza evanescente de la comunicación como
un proceso de mediación permanente dificulta definirla y circunscribirla empírica y
ontológicamente. Por eso es que diferentes disciplinas que abordan procesos de
comunicación se adjudican la preeminencia de uno u otro abordaje: desde la semiótica a la
ingeniería, de la antropología a las ciencias cognitivas. La búsqueda de una definición
ontológica de su objeto de conocimiento ayudaría a dar cierta tranquilidad mental y un
asidero de precaria materialidad a los investigadores de la comunicación.

Tal vez uno de los mayores aportes de Jesús Barbero (1997) a los estudios de la
comunicación sea el ‘giro epistemológico’ emprendido en los años ochenta en su libro
liminar: ‘De los medios a las mediaciones’. Ayudó a tomar conciencia de la endeblez de las
teorías centradas en un objetivismo reduccionista, reducido a abordar los medios como el
único objeto central del conocimiento comunicacional, abriendo las mentes a los procesos
simbólicos y culturales, y a la definición del campo como el universo de las mediaciones
sociales, a su vez construidas a través de dispositivos mediáticos pero que no se reducen a
ellos. Mediaciones a la vez físicas y semióticas que las nuevas tecnologías de comunicación
8
Es interesante notar que donde se han hallado algunas de las experiencias más fructíferas en la investigación
de la comunicación es precisamente en áreas de ‘frontera’ entre disciplinas diferentes, como la psicología, la
sociología, la política o la economía.
10

e información han abierto a una concepción ecológica, a una ontología no reduccionista de


la comunicación como proceso abierto y a la vez incluyente de la subjetividad humana, la
cultura, la vida social, los viejos y nuevos ‘lenguajes’ de la virtualidad, y las estructuras
abiertas de los procesos técnicos que recrean las nuevas formas ontológicas de vida en la
cultura tecnológica del siglo XXI.

Para Saussure (2008) cien años atrás el sistema de la lengua constituyó una nueva ciencia
del lenguaje, así como unas décadas antes la filosofía y la lógica habían constituido las
bases epistemológicas del conocimiento sobre los procesos de la semiosis para Peirce
(1999). Mientras Saussure – o los alumnos que reunieron sus trabajos - dio origen a una
nueva disciplina del lenguaje que lo concebía bajo dos perspectivas: la disciplinaria del
‘sistema de la lengua’ la lange, y otra asociada a sus prácticas, a una inabordable e incierta
ciencia de la parole, la palabra hablada, Peirce y sus herederos intelectuales siguieron otro
camino. La semiótica y la teoría de los signos no debían renunciar a sus orígenes filosóficos
ni a la amplitud y riqueza de un abordaje más próximo a una reflexión lógica sobre la
ontología de la semiosis. Para la escuela francesa y continental, el modelo ideal de
conocimiento sobre el lenguaje constituyó el paradigma de la disciplina científica, en
cambio para la norteamericana, una ciencia de los signos debía conservar su asociación
histórica con la filosofía, la lógica y la pragmática. Para Peirce el signo no es una ‘entidad’,
un objeto monolítico, sino un complejo de relaciones triádicas con poder de
autogeneración, como un proceso en continuidad temporal, como devenir. La semiosis es
una relación de momentos dentro de un proceso recursivo e ininterrumpido, lo que guarda
en relación a la semiología de Saussure cierta asociación con la noción de parole, más que
con la del sistema de la lange, precisamente la que el estudioso suizo consideraba un objeto
de estudio científico poco viable, y no sujeto a reglas. Esta postura epistemológica
originalmente confinó la semiología histórica continental al estudio de las reglas y las
estructuras y no a los procesos y las conversaciones en la realidad social, lo que sí hizo la
Escuela de Chicago desde su comienzo, donde la pragmática de la comunicación cobró un
lugar central, precisamente al revés de lo que implícitamente rechazaba Saussure por
considerarlo inabordable científicamente.

3. La comunicación: entre los medios y la confusión teórica.

Cuando un campo de investigación (disciplinario, interdisciplinario, o transdisciplinario) se


encuentra sumido en décadas de incertidumbre y discusiones sobre su objeto, sus procesos,
su status incierto de ciencia; sujeto a imbricaciones entre disciplinas múltiples, a prácticas,
influencias y cambios tecnológicos y sociales, no podemos asegurar que los problemas de
construcción de conocimiento sean solamente de naturaleza teórica epistemológica, ya que
la velocidad, la amplitud y profundidad creciente de los cambios que imponen las
transformaciones tecnológicas a todos los órdenes de la sociedad superan la capacidad de
reflexión y consolidación de teorías, modelos e interpretaciones establecidas. Sobre el
status epistemológico de la comunicación se han volcado mares de tinta, publicaciones y
reflexiones teóricas. Si durante algunas décadas del siglo XX la pujanza universal de los
medios de comunicación permitió la elaboración de modelos teóricos que respondían más o
menos aceptablemente a las cuestiones planteadas por el cine, la radio y la televisión
analógicas como procesos unidireccionales entre un emisor y una multitud de receptores
‘pasivos’, la digitalización y los usos de nuevas tecnologías están haciendo explotar y
11

multiplicar exponencialmente las intersecciones e interdependencias entre la tecnología, la


economía, la política y la cultura. La presente cultura tecnológica ha transformado desde la
infraestructura física de las ciudades sometiéndolas a un control inteligente y permanente
merced a la informatización (como el llamado Internet de las cosas que interconecta los
objetos de una ‘ciudad inteligente’), pasando por las incesantes transformaciones en la
economía productiva, hasta la producción de cambios revolucionarios en las propias
prácticas sociotécnicas y culturales de los seres humanos que las habitan.

En esta ecología material de cambios objetivos permanentes, de innovaciones técnicas que


inducen a una aceleración creciente del tiempo y la reducción del espacio físico, en forma
paralela se viene multiplicando la generación de nuevos espacios virtuales. Se han
transformado totalmente no solo nuestras ecologías físicas, sino las concepciones y teorías
con las que pretendimos darles sentido. Las teorías han quedado paulatinamente desfasadas
de las cuestiones y problemas para las que fueron pensadas y construidas. Las creencias
establecidas pierden su función de interpretación y adjudicación de sentido para las
realidades sociales, económicas y culturales, pierden la funcionalidad estratégica para
dirigir, orientar y regular procesos de acción social, desde lo individual a lo colectivo. En
términos sociológicos diríamos que surge la anomia, una degradación de las funciones de
autorregulación de los sistemas (económicos, judiciales, de gobierno, de organización de
los saberes). En términos cibernéticos diríamos que surge una entropía creciente en las
formas de organizar conjuntos de órdenes sociales. Los sistemas de organización
económica, social y política, ya sea en sus aspectos materiales como simbólicos, los que
teóricamente debían acompañan a los hechos y las prácticas de producción, de información
y de comunicación en forma permanente, dejan de ser válidos para el desarrollo y
mantenimiento de cada orden social 9. Las ideas, estrategias, conocimientos y teorías
precedentes, elaboradas, aprendidas o adaptadas a situaciones y tópicas anteriores no
logran generar y sostener un conocimiento capaz de elaborar ‘islas de orden’ y una
certidumbre racional. Unos años atrás hubiéramos dicho que epistemológicamente se
produce un quiebre de paradigmas, y una efervescencia de modelos teóricos sustentados
como metáforas que pretenden tener mayor legitimidad que la que realmente merecen en
tanto hipótesis científicas.

Tal vez las discusiones han surgido sobre todo por una sensación de minusvalía frente a
otras ciencias (muchas veces más nuevas que la de la comunicación). La confusión puede
ser madre de inquietudes y búsquedas a veces fructíferas, pero la incertidumbre también
tiende a paralizar, a cerrar prematuramente la búsqueda de esclarecimiento conceptual.
Aunque también surge una búsqueda por los orígenes, la revisión incesante de modelos, de
conceptos y teorías que caracteriza al campo desde hace muchas décadas. Tal vez no ha
9
Las innovaciones técnicas por ejemplo, no surgen y son apropiadas solamente como actos de inspiración
individual sino a partir de cambios y transformaciones en las topologías (u ontologías) sociosimbólicas y
materiales en las que se integra a la nueva tecnología o al nuevo modo de acción sociotécnica sobre procesos
y organizaciones complejas, donde los ‘actantes’ (en términos de la Teoría-Actor-Red de B. Latour, 2005)
conforman un sistema multidimensional a la vez material y simbólico, humano y no humano, un complejo de
actantes reales, tanto de orden físico material y social como simbólico y cultural. El método de Socioanálisis,
que he desarrollado para el estudio de procesos organizacionales y comunidades, plantea precisamente la
posibilidad de analizar los impactos, las condiciones y los efectos sistémicos que se producen con la inclusión
de nuevos dispositivos y tecnologías en comunidades e instituciones como fábricas, hospitales, comunidades
rurales, escuelas y todo tipo de organizaciones.
12

sido el viés epistemológico establecido en la segunda mitad del siglo XX el más acertado
para abordar las incertidumbres de la comunicación. Tal vez recibió mucha más atención
cierta endeblez teórica y epistemológica de los estudios de comunicación, y no se ha dado
la debida atención a un abordaje de orden más ‘ontológico’. Por ej. analizar en una
dimensión histórica y antropológica - y no solo psicológica o sociológica - a los procesos
dialógicos de la vida social, o las relaciones entre los productos de los medios (programas
de radio, películas, géneros televisivos, etc.) con el contexto sociocultural en el que surgen
desde comienzos del siglo XX, o sea un mayor interés en perspectivas de análisis de orden
diacrónico, más que meramente sincrónicos. La sociología proyectaba su modo de pensar
macro social al análisis de los públicos de los medios, sus ‘efectos’ en el consumo y en el
poder de manipulación simbólica de palabras e imágenes, pero no tanto en los cambios que
implicaban sobre la percepción (salvo el ejemplo audaz de las intuiciones ecológicas de
McLuhan). Los estudios sobre la construcción de la identidad y los nuevos modos de
relacionamiento social, las representaciones y los imaginarios sociales aparecen algo
tardíamente y tal vez es precisamente en esos órdenes donde se estaban gestando los
grandes cambios culturales y mentales. El centro de análisis se hallaba en los medios, en su
poder bastante magnificado de control social y en los procesos de emisión, pero los
cambios menos visibles a la vista se hallaban en otro lado. Podemos decir que si los
estudios de los dispositivos de emisión y la organización de los medios tienen un
andamiaje conceptual y ofrecen un interés de carácter sociológico y político, los estudios de
la recepción han requerido en mayor grado de la psicología, de la percepción y el orden
cultural. Pareciera que se hubiera producido un cisma entre estas perspectivas y que se
estuviera hablando de objetos y realidades totalmente diferentes - y posiblemente sea así -.
Al fin y al cabo, cuando se habla de los medios se está pensando en (sub)sistemas
sociotécnicos operando como mediadores dentro de los sistemas sociales, y cuando se habla
de los efectos de la recepción sobre los individuos y los grupos, se está hablando del
hombre (o de los seres humanos) como sistemas biopsíquicos.

4. La transversalidad de la comunicación.

Muchos han renunciado al desafío, apuntando hacia ‘arriba’ - las complejidades de un


campo signado por la transdisciplinariedad - o bien hacia el ‘abajo’, en las prácticas
ateóricas y multifacéticas de los haceres aplicados al mercado o la vida cotidiana. La
comunicación, como un dios omnipresente parece estar en todos lados y en ninguno. Hasta
parece más fácil hablar de lo que la comunicación no es, de su debilidad teórica frente a
otros campos de conocimiento o frente a disciplinas recientes, o de sus fracasos en
establecer una ‘comunicación efectiva’, o el entendimiento en la vida política y cotidiana.
Es más fácil hablar de sus flaquezas que de sus logros en esclarecer la naturaleza efectiva
de las prácticas de comunicación, de su ‘ser social’ como proceso de creación de discursos,
de sentidos, su naturaleza creadora de lazos sociales, o bien pensar la comunicación como
una práctica estratégica de planificación de la intervención en instituciones, comunidades y
en la generación de universos culturales, y su efectividad simbólica. Hubo hasta
definiciones de la comunicación como ciencia de los márgenes, como área desteñida del
saber entre las ciencias, o bien una disciplina de cruce entre las humanidades y las
tecnologías, o entre las ciencias cognitivas y las ingenierías informacionales. Pero
seguramente la asociación más fuerte se ha establecido con las ciencias sociales, de una
importancia fundamental y aportes que muchas veces no han sido reconocidas por éstas.
13

Seguramente la estrategia fundamental para abordar la multiplicidad de campos de


conocimiento y disciplinas que puedan configurar un campo de la comunicación
diferenciado y con identidad propia, consiste en profundizar las articulaciones e
interrelaciones que definen la comunicación con la marca de una inquietante
‘transversalidad’ (Deleuze & Guattari, 1997)10. Si la perspectiva transversal puede llevar la
‘visión horizontal’ hacia una amplitud temática de múltiples cuestiones, problemas y
objetos de estudio, la ‘verticalidad’ deberá aportar a una perspectiva de profundización
conceptual en cada tema. Paulatinamente, podría ir configurándose una convergencia de
temas, de objetos y de abordajes compartidos hacia un núcleo de cuestiones
interrelacionadas y hasta tal vez definitorias de una problemática común. Podemos
mencionar como ejemplos de conjuntos de cuestiones compartidas en diferentes abordajes
de la comunicación: la problemática del sentido, los formatos de diferentes lenguajes, las
cuestiones del discurso, la cognición, las prácticas cotidianas como procesos semióticos y
de construcción de sentido, las tecnologías, la cultura, la organización de instituciones y
comunidades y hasta el mundo psíquico, todos como procesos de emergencia y producción
de sentido.

En La trama (in)visible de la vida social. Comunicación, sentido y realidad (2003, 2006,


2012) definí la comunicación como el estudio recursivo de los procesos de construcción de
sentido sobre los procesos de construcción de sentido en la vida social, teniendo como una
característica fundamental la recursividad de los procesos de comunicación, la necesidad de
‘funcionar’ articulando diferentes niveles de organización del lenguaje. Niveles que
funcionan permanentemente como bucles que se arman de manera referencial, o sea en
relaciones de referencia lógica unos de otros. Este ha sido precisamente la característica que
los teóricos de la comunicación han denominado muy adecuadamente como
metacomunicación, un proceso sin el cual las relaciones humanas, la organización y la
construcción de sentido serían totalmente imposibles. A su vez, las teorías de la
comunicación serían así consideradas como una construcción de metáforas inferenciales
sobre los procesos de construcción de sentido. La comunicación se halla explícita o
implícitamente asociada a los procesos de interpretación, y es precisamente la construcción
de metáforas11 e inferencias la que ayuda a referenciar y sintetizar ideas, proposiciones,

10
“Deleuze & Guattari, 1997, colocam a transversalidade como um meio de escapar às visões verticalizadas
e hierarquizadas de organização dos saberes; e/ou às visões horizontalizadas de massificação e grupamento
genérico dos atores e agentes da cena de produção de saberes. Assim, podemos dizer que no atual cenário
epistemológico do campo da Comunicação a questão digital em seus diferentes aspectos pode assumir um
caráter transversal de forma a perpassar os dois sentidos classicamente estruturados: horizontalmente a
todos os sub-campos e/ou especialidades e verticalmente em cada processo, suporte e práxis. A visão
transversal pode levar a horizontalidade a uma perspectiva de amplitude temática e a verticalidade a uma
perspectiva de profundidade em cada tema”. Del Congreso Internacional de IBERCOM, São Paulo 2015
Centrality, transversality and resiliency: thoughts on three digital contemporary conditions and
Communication epistemology, cit. por Elizabeth Saad Corrêa.

11
Es en este sentido que pienso interesante la búsqueda dialógica entre teorías de orígenes diferentes, para
construir un abordaje topológico ontológico para los estudios de comunicación. Las TIC precisamente han
construido una nueva ecología de la comunicación, y posiblemente la construcción de metáforas sea una
estrategia útil para pensarlas como procesos ‘situados’, tanto material como cultural y antropológicamente.
Asimismo, la noción de referenciación alude al poder de la semiosis humana para crear – o ‘exteriorizar’ – en
objetos externos procesos psíquicos internos.
14

planes de acción, propuestas y acuerdos sobre situaciones, o bien sobre conflictos y


visiones de mundo, ya sean contrapuestas o compartidas.

Tanto las nociones de lenguaje como la de sentido presentan una centralidad absolutamente
fundamental para la problemática de la comunicación. Nos remiten directamente a las
preguntas sobre las interrelaciones tanto ontológicas como epistemológicas entre la
infinidad de prácticas, tecnologías y soportes de la información y la comunicación social en
un sentido ‘horizontal’, así como verticalmente a las cuestiones de la especificidad de cada
construcción teórica sobre las prácticas de comunicación. Como contracara de cada
especificidad de los lenguajes y las prácticas y en directa relación epistemológica, se
encuentran las preguntas sobre los rasgos y procesos compartidos entre estas
especificidades. Este es el proceso a través del cual las diferentes ciencias construyen un
campo disciplinario común: una especie de zigzag entre las especificidades que guardan
relación lógica y ontológica entre sí, y la horizontalidad de diferentes campos, prácticas y
tecnologías. La construcción y el desarrollo de un campo de conocimiento, una disciplina o
una ciencia, no pueden proseguir y crecer sino mediante el entrecruzamiento de su
verticalidad con su horizontalidad.

En el caso de la construcción de conocimiento sobre la comunicación estos procesos


transversales se han visto obstaculizados, cuando no impedidos por varias razones: por un
lado una multiplicidad de abordajes teóricos muchas veces incongruentes entre sí, y una
discusión interminable sobre la especificidad de la comunicación abordada como lenguaje,
como práctica social, o como cultura (los tres dominios centrales reconocidos como
relevantes y propios de la comunicación). Por otro lado, la increíble velocidad y
multiplicación de tecnologías, soportes y prácticas de información y de comunicación. La
identidad específica de una ciencia del sentido parece diluirse y confundirse con la
multiplicación de los soportes y las prácticas que crecen de manera exponencial. Las
diferentes teorías que pretendieron dar cuenta de su especificidad propia quedan
rápidamente superadas y obsoletas. Así es como entendemos las dificultades que han
surgido para construir conocimiento sobre los procesos de la mediatización social, la
aparición de nuevos lenguajes y relaciones entre múltiples medios de infocomunicación que
operan sobre diferentes plataformas y soportes mediáticos. La semiosis del lenguaje o la
lectura desarrollados a partir de Sausurre o la semiosis de Peirce sufren procesos de
replanteo permanente, donde éste último parece conservar mayor poder de análisis que el
primero sobre los procesos de indicialidad que marcan a la mediatización creciente de
nuestras sociedades. Ya no solo de los lenguajes y los medios sino de la vida social
concreta a través de las tecnologías digitales a través de la conexión permanente
(connectedness), como señala la literatura sobre las redes sociales y los sistemas de
vigilancia y control12.

En síntesis, podemos decir que la ‘verticalidad’ del campo queda subsumida en la velocidad
y la multiplicación de sus procesos de horizontalidad. Y en relación a esta metáfora
agreguemos que la construcción teórica de un campo de la comunicación en tanto
construcción epistemológica, se ve obligada a redefinirse ontológicamente de manera
12
“Las TIC realmente están en todos lados, no solo nos rodean, sino que además penetran nuestra intimidad:
pueden ver, oír y registrar casi todo, sino todo, y parecen querer reemplazar la omnipresencia divina por la
magia negra de la tecnología”. (Vizer & Carvalho, 2014, p. 285).
15

constante. Durante siglos, el libro y la lectura sentaron un paradigma que parecía


permanente y estable: texto, soporte del texto, lector y lenguaje. Con la invasión de las
nuevas tecnologías y dispositivos de información y comunicación digitales, ya no se trata
solo de la multiplicación y las transformaciones de los soportes y las pantallas
omnipresentes en absolutamente todos los órdenes de la vida social. No se trata solo de la
producción de nuevas textualidades, sino de las complejísimas influencias y
condicionalidades que se le imponen a los sentidos y a los procesos de percepción e
interpretación para los nuevos ‘lectores’. Se han modificado radicalmente los procesos de
percepción, de atención, de relación entre los sentidos y los procesos cognitivos. Se han
generado nuevas - y revolucionarias - espacialidades, nuevos órdenes de realidad y nuevas
temporalidades, produciendo lo que podemos considerar una especie de ‘emergencia
ontológica’ de nuevos contextos y ambientes para la vida humana, todo merced a nuevas
tecnologías y modalidades de referenciar al mundo, a los otros y a la cultura. En términos
de la Teoría de Sistemas diríamos que las TIC han hecho emerger nuevos entornos (así
como Umwelts) y nuevas topologías en las que se construyen hoy los sistemas sociales.
Paralelamente, el ser humano se ha visto obligado a reconstruir de manera contante sus
redes cognitivas, a realizar - consciente o inconscientemente - nuevas asociaciones
mentales entre los sentidos y las lógicas de interpretación que le permitan generar cierto
orden y sentido dentro del caos de permanentes estimulaciones perceptuales a que lo
somete el bombardeo interminable de mensajes, estímulos e informaciones. A todos los
cuales está obligado a filtrar, rechazar o procesar a fin de sostener cierta ‘normalidad’ en la
reconstrucción de su mundo de la vida dentro de entornos cada día más inciertos e
imprevisibles.

5. Tendría sentido pensar una ontología o una topología de la comunicación?

No es muy común asociar las reflexiones sobre la comunicación a una cuestión de


naturaleza ontológica ya que se tiende a confundir la noción de ontología con la cuestión
de los dispositivos, los objetos empíricos o la técnica aplicada. Una postura empirista
(sobre la radio, el cine, la televisión o los dispositivos digitales) obscurece la profundidad y
complejidad de las implicancias filosóficas y sociales que introducen las tecnologías en la
vida de las sociedades. Pero tal vez sea orientándonos hacia éste sendero complejo y lleno
de incertidumbres, y permanentes preguntas que exceden las fronteras de la ciencia
‘normal’ - en el sentido dado por Thomas Kuhn - donde la comunicación pueda hallar
ciertas certezas. Al fin y al cabo, fueron aquéllas disciplinas que lograron definir mejor sus
postulados ontológicos y su(s) y sus objeto(s) de estudio las que lograron históricamente
una mayor claridad en su exposición, mayor legitimidad y reconocimiento, mayor certeza
en sus descripciones y explicaciones. En la búsqueda por ‘desentrañar’ lo comunicacional,
el investigador brasileño J.L.Braga señala “Desentrañar lo comunicacional no corresponde
a definir un “territorio” aparte, ni temas, objetos o métodos que nos sean exclusivos, sino
desenvolver preguntas e hipótesis além de las que ya fueron hechas por las otras ciencias
humanas y sociales; las que no las harán porque sobrepasarían su ámbito de interés y las
lógicas de su campo de conocimiento” (Braga, 2011, p.72). El mismo investigador define a
la comunicación como un proceso que transforma lenguajes, códigos e instituciones
sociales. Esto amplía el ámbito de la comunicación más allá de los abordajes meramente
semiológicos o culturalistas que constituyen a una gran mayoría de los estudios que se
realizan, de modo que el campo de la comunicación evidentemente excedería lo
16

estrictamente semiótico, derivando sus inquietudes hacia preguntas sobre los orígenes y
condicionantes de las transformaciones sociales, culturales, semióticas y antropológicas.
Luego, (2011, p.66) afirma que “el objeto de la comunicación no puede ser aprehendido en
tanto ‘cosas’, ni ‘temas’ sino como un cierto tipo de procesos epistémicamente
caracterizados por una perspectiva comunicacional - nuestro esfuerzo es el de percibir
procesos sociales en general bajo la óptica que busca en ellos la distinción del fenómeno
(comunicacional)-”. Lo relevante para este autor sería que nuestras conjeturas sean testadas
por su capacidad para “explicitar procesos que se pretenden caracterizar como un
‘fenómeno comunicacional”. E.Yamamoto (2013) propone un cuadro esquemático de la
comunicación de acuerdo a Braga.

Naturaleza proceso instituyente


Modelo Comunicación = código + inferencias.

Objeto Transformaciones sistémicas (lenguaje e instituciones)

Método Indiciario e inferencial

Fuente Yamamoto (2013, p. )

Si algo no ha faltado en la breve historia de la comunicación es una sobreabundancia de


‘objetos’ de estudio, de modelos teóricos, de temas y de investigaciones empíricas sobre
una infinidad de temas y tópicos. Tampoco han faltado las macro interpretaciones y las
proposiciones ideológicas reduccionistas extrapoladas teórica y empíricamente. La
‘naturaleza identitaria’ de los procesos de comunicación - así como de las concepciones
sobre la naturaleza de la información, la computación, la digitalización, la cultura digital o
las implicancias del trabajo abstracto en el llamado capitalismo cognitivo y la sociedad de
la información - han venido atormentando los cerebros inquietos que no se conforman con
abordajes meramente empíricos, simplificantes o reduccionistas. Los análisis y las
interpretaciones sobre los cambios revolucionarios que han introducido las tecnologías
infocomunicacionales en los modos de producir, conectarse con el mundo y vivir, han
dejado bastante envejecidas a metáforas como la ‘sociedad del espectáculo’. El espectáculo
ha sido una marca identititaria para la era de los medios analógicos en la sociedad de masas
del siglo XX. Guy Debord comenzaba su obra La Cultura del Espectáculo señalando que
“toda la vida de las sociedades en donde rigen las condiciones modernas de producción se
manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía
directamente se aleja ahora en una representación” (p. 57). Esta era de la representación
ya no responde al orden ontológico del siglo XXI, mejor categorizado por la multiplicidad
de topologías sociotécnicas, por infinidad de protocolos de información, por algoritmos
matemáticos y por nuevas prácticas culturales y sociotécnicas; nuevas convergencias,
desvíos y transformaciones en las tendencias de las configuraciones comunicativas
(Andreas Hepp, 2014, p.46). Estas configuraciones comunicativas han trastrocado la
ecuación secuencial entre emisión y recepción, promoviendo a cualquier espectador a actor
17

y a todo actor en espectador, ‘the show never stops, it always goes on, the show is yourself’
13
.
Este autor, al referirse a los procesos de mediatización social creciente, sostiene que existen
dos tradiciones de investigación, la institucionalista y la socioconstructivista, la primera
orientada hacia los medios masivos con una influencia signada por la ‘lógica de los
medios’, y la segunda enfocada hacia las prácticas de comunicación cotidianas
“especialmente aquellas relacionadas a los medios digitales y a la comunicación
personal” (p.47). Los medios masivos en el siglo XX se desarrollaron según el modelo de
la empresa (privada o estatal), se instituyeron como organizaciones productivas centradas
en lógicas de producción y en el desarrollo de estrategias de difusión de sus productos para
mercados de consumo de cine, radio y televisión. Sus lógicas de producción, difusión y
consumo implicaban el desarrollo de capacidad para crear un producto espectáculo, un
producto mediático a ser consumido en locales físicos debidamente acondicionados para el
acto de consumo masivo. El producto mediático debía ser producido por especialistas que
respondían a una división física del trabajo con modalidades organizativas especializadas
(camarógrafos, escritores, directores, etc.). El acto de consumo requirió también de una
ambientación física: lugares, salas de proyección, horarios, espacios organizados, etc. La
era de los medios masivos requería productos, ambientes físicos de distribución y consumo,
agentes capacitados para cumplir funciones y labores específicas, la creación de
ambientaciones para consumo social masivo en la modalidad de espectáculos, horarios,
costos de producción, distribución y consumo, etc. Todo este complejo proceso de
organización constituyó una topología físico material diferenciada durante el siglo XX. Este
proceso social y económico de producción y consumo de espectáculos masivos surge
porque la modernidad ha ido generando paralelamente a la técnica del mundo social
material, nuevas formas de subjetividad, o lo que llamaremos nuevas topologías de la
subjetividad. Una nueva ontología de los mundos de la vida en la (pos)modernidad donde
las TIC instalan nuevas prácticas que reconfiguran el rol (antes pasivo) de los individuos y
las comunidades, contribuyendo al mismo tiempo a generar la emergencia de una
individualidad y una subjetividad activa, expresiva, conectada, a la vez material y virtual,
individualista y comunitaria.

Este conjunto de actores, prácticas sociales y técnicas, modos de producción de


espectáculos, uso de dispositivos técnicos, apropiación, reelaboración y procesamiento de
relatos anteriores originados en formatos preexistentes (libros, folletos, creencias populares,
ritos, símbolos, formas artísticas, lenguajes, pinturas, etc.) conforman hoy los recursos que
una comunidad o una sociedad atesoran como tradición, y también como recursos
permanentes que pueden ser seleccionados, combinados y reconvertidos en producciones
técnico culturales nuevas para cualquier soporte o dispositivo. Lo que se llama
transmediación en sí misma representa la puesta en escena de nuevas topologías
mediáticas.

6. La Gioconda y el gatito digital.

En la era de los medios y la producción masiva de bienes culturales, el modo de producción


requería de actores y gestores especializados en la producción para diferentes mercados y

13
El show nunca se detiene, siempre prosigue, el show es usted mismo.
18

públicos consumidores (artistas, escritores, técnicos, publicistas, etc.). En el nuevo


paradigma sociocultural signado por las tecnologías de digitalización, la multiplicación y
extensión global de las infraestructuras en red tienden a reducir aceleradamente el alcance
de la producción cultural en los moldes anteriores. Es el proceso que marca los conflictos y
la competencia de los viejos conglomerados de medios asediados por las nuevas
producciones de la cibercultura y los consumidores insaciables de información, de
experiencias directas de convivialidad, participación social e intercambio de comunicación
en tiempo real. Es este proceso el que caracteriza nuestra era de conexión permanente
(connectedness). Cualquier ‘post’, video o imagen atractiva puesta en Internet puede
conseguir en minutos una audiencia de millones de personas, lo que en épocas históricas no
solo era imposible, sino que hubiera llevado décadas. La grabación casera de un gatito
haciendo piruetas o caminando sobre el teclado del piano consigue miles de veces más
espectadores que la Gioconda original. Ambas producciones son inasimilables e
incomparables entre sí, aunque ambas son válidas en todo sentido dentro de su propio
contexto sociocultural y simbólico. Recalco: ambas conforman ‘topologías’ diferentes en el
sentido que atribuyo al término. Podemos así preguntarnos por las diferencias específicas
entre ambos tomando como ejemplo una comparación entre la Gioconda y nuestro gatito.

Tomemos nuevamente a Peirce: los registros de ‘primeridad’ entre el retrato de la Gioconda


y la de la imagen del gato en internet son de orden diferente, pero si la Gioconda es
digitalizada ambas primeridades corresponden a un mismo soporte real en un sentido
‘ontológico’ - o topológico - y así es registrado por nuestra percepción. Si abordamos la
cuestión desde su ‘secundidad’, comienzan a aparecer diferencias notables en cuanto a
‘relaciones de segundo grado’ (el andar del gato, el sonido de las teclas del piano, etc.)
aunque las diferencias entre el gato y la pintura no pasan de la percepción diferente que
tenemos debido a características del dispositivo y el soporte técnico de Internet. Cuál es
entonces la diferencia entre la ‘naturaleza real y topológica’ de la Gioconda y la del gato?
Peirce nos diría que se puede resumir en que la diferencia surge desde la ‘terceridad’.
Prosiguiendo con el análisis, debemos preguntarnos por la naturaleza específica de esta
terceridad. Peirce nos respondería de manera sintética: consiste en la cultura que tenga
internalizada el observador como intérprete, su formación, sus conocimientos, su historia
personal. Podemos decir que es la topología simbólica del mundo de la cultura la que nos
posibilita como observadores situados recurrir al bagaje de símbolos, lenguajes y creencias
que hemos ido aprendiendo a internalizar y procesar a lo largo de la vida como intérpretes.
Tanto el gatito como la Gioconda requieren de una interpretación de signos, índices y
símbolos sobre su terceridad en tanto ‘actantes’ de topologías diferentes que requieren de
nuestra subjetividad para entender su ‘contenido’, su significación.

Antropológicamente, podemos decir que estos ‘conjuntos’ socioculturales realmente


conforman no solo un modo de producción en un sentido económico, sino un conjunto
topológico ontológico de (re)construcción de mundos de la vida en situaciones y sociedades
determinadas. La cualidad identitaria que los distingue, consiste precisamente no en sus
partes o elementos, sino en su ‘funcionamiento’ como un conjunto sociocultural, técnico
material y simbólico, su identidad organizativa. Podemos considerar al gatito y la Gioconda
como ‘objetos’ de topologías con diferentes niveles de significación, dependiendo del
soporte real y del contexto en que se manifiestan. En la pantalla digital, se manifiestan en
un nivel de primeridad como contacto y percepción de índices y señales, símbolos u
19

objetos del mundo virtual. Luego en un nivel de secundidad observamos que se conforma
una acción por contigüidad entre signos y señales y con otros objetos relacionados entre sí
por indicialidad (forzando un poco las comparaciones podemos relacionar este nivel con
los procesos denominados de metonimia, de percepción de una secuencia y una dinámica,
tomando como ej. los movimientos del gatito). Y terceridad sería el mundo simbólico que
emerge del proceso de interpretación, donde ésta se hace posible merced a relaciones
simbólicas y cognitivas de un nivel de abstracción que sobrepasa a la percepción
propiamente dicha, ya que emerge de las interrelaciones con el mundo de la experiencia (la
que se ha construido a lo largo de la vida en el contacto con otros gatitos, o en el caso de la
Gioconda con el mundo de la pintura, los museos, la historia de la pintura, la sutileza de los
gestos humanos en la sonrisa apenas insinuada de la Gioconda, y aún la propia amplitud de
conocimientos de un espectador intérprete).

Puede parecer bastante obvio este análisis, sin embargo sirve para mostrar algunas
complejidades de las mudanzas objetivas (y subjetivas) que las tecnologías digitales de la
virtualidad están operando no solamente sobre los seres humanos y sus relaciones con el
mundo real sino para la cultura, las instituciones y la propia transformación de nuestras
sociedades. Tiempo y espacio mediatizados han replanteado la propia naturaleza de
nuestros entornos físicos y culturales, divorciándolos de las percepciones intuitivas,
tradicionales e históricas sobre el espacio y el tiempo, siempre considerados unívocos para
la realidad del mundo cotidiano. Los ejemplos del gatito y de la Gioconda son exponentes
ejemplares de nuestras nuevas ontologías digitales, de los diferentes niveles de
interpretación y complejidad que nos presenta la cultura digital (ahora ya pós) posmoderna
que ha mediatizado las relaciones con lo real hasta el punto de traducirlo y reconstruirlo en
lenguajes artificiales más allá del lenguaje humano natural. Los nuevos espacios
ontológicos y sus dimensiones temporales y espaciales clásicas han sido recreados o
‘traducidos’ en soportes y dispositivos técnicos que a su vez replantean la construcción, la
representación y la interpretación de nuevos lenguajes. Desde un nivel de análisis
semiótico, son éstos los grandes cambios que la mediatización ha impuesto no solo sobre
los medios y sus lenguajes, y sobre la comunicación de la gente en la vida cotidiana, sino
sobre las instituciones sociales, las acciones de los hombres y las manifestaciones
culturales.

Posiblemente uno de los cambios revolucionarios en las relaciones entre la realidad y sus
representaciones históricas y prehistóricas en la pintura, la escultura, y desde el siglo XIX
en la fotografía y luego el cine y la televisión, consiste en que las tecnologías virtuales y la
digitalización se fundan en procesos de indicialidad y contigüidad, de copresencia
ontológica e interdependiente entre lo representado y el observador, redefiniendo no solo
sus relaciones mutuas sino la propia naturaleza del observador. Éste ya no puede ser ni
pasivo ni neutro y ni aún menos lo representado (el objeto), porque ontológicamente las
nuevas tecnologías han hecho emerger un nuevo tipo de relación y de copresencia espacial
y temporal entre ambos. Se ha hecho totalmente tenue la separación entre realidad y
ficción, así como las definiciones claras que las separaban en la modernidad. Podemos
decir que la posmodernidad revela como una de sus características precisamente una
ineludible necesidad de redefinición entre ambas y las implicancias que esto conlleva, a
nivel macro para múltiples dinámicas institucionales (de la noción de representación a la
20

presentificación) y a nivel micro para las relaciones interpersonales y las concepciones de


ciudadanía.

Para los teóricos e investigadores de la comunicación las implicancias para las teorías de la
comunicación han sido hasta la actualidad más bien preocupaciones de un orden
epistemológico, ya que la pretensión de construir una ciencia en el sentido más estricto del
término precisaba de conceptos y términos objetivamente establecidos y reconocidos,
precisaba de ‘metáforas fuertes’ (emisor-mensaje-receptor; fuente y destino; públicos;
medios; lenguaje y cultura de masas, etc.). La política, la sociología y la semiótica
sausurreana proveían muchas de estas metáforas teóricas que brindaban una aparente
solidez teórica a las construcciones conceptuales sobre los procesos de comunicación. Pero
las TIC, la digitalización y la virtualización requieren dar mayor preeminencia a los
soportes físicos y tecnológicos de la comunicación. A los procesos de la metonimia sobre la
metáfora, a la dinámica, las transformaciones y a una auténtica redefinición ecológica del
universo de los signos. Ha cambiado la ontología de la comunicación, y con ella una
creciente obsolescencia de los conceptos teóricos que pretendieron dar cuenta de su
dinámica y sus procesos de construcción de sentido. Podríamos sintetizar la actualidad del
desafío teórico en una fórmula algo simple como la siguiente ecuación: como iremos de las
metáforas de la representación teórica, a la metonimia de la indicialidad y la contigüidad?
Y finalmente: como transformaremos el conocimiento adquirido en un nuevo orden
conceptual, y en un discurso ‘científicamente fructífero’ y con pretensiones de validez
reconocible que supere las limitaciones de la inferencia teórica?

7. Líneas teóricas para el abordaje de la mediatización. Cómo y porqué han logrado los
medios ejercer tanto poder de transformación social y cultural en el espacio de pocas
décadas?

Antes de ocuparnos de las líneas teóricas, prefiero adelantar brevemente una hipótesis
respecto a la segunda pregunta. Si las primeras preocupaciones teóricas con la aparición del
cine, la radio y la televisión se centraban sobre todo en el poder de la emisión y sus efectos
sobre la recepción en los públicos, con el surgimiento avasallador de las TIC y el
crecimiento de la circulación de mensajes en las redes y a través de múltiples plataformas,
la circulación se transforma en un factor predominante para entender las transformaciones
actuales que la mediatización universal produce en todas las escalas: en los órdenes social,
cultural, el político y el económico. El crecimiento exponencial del poder técnico para
producir y hacer circular y replicar mensajes a través de las clases, las comunidades y los
países, corroe y transforma todas las prácticas existentes sentando las bases para
transformaciones de orden civilizatorio. Parafraseando y traduciendo a Jenkins (2014,
p.366) “La propagación de textos de los medios nos ayuda a expresar quien somos, a
reforzar nuestros relacionamientos personales y profesionales, a fortalecer nuestras
relaciones unos con otros, a construir una comunidad y a concientizar más personas sobre
los asuntos con los cuales nos preocupamos”. Los procesos de circulación de mensajes,
sentidos y valores, bastante relegados en los análisis clásicos, cobran así una importancia
estratégica para abordar cuestiones de teoría de la comunicación, incluyendo las
implicancias físicas y ecológicas en las que se materializan los procesos de comunicación.
21

Vamos a comentar ahora sobre tres líneas teóricas que presentan en la actualidad las teorías
más reconocidas sobre la mediatización. Por un lado tenemos una línea de investigación
que pone el foco de análisis sobre los procesos de institucionalización (desde la perspectiva
de la interacción social) y desarrollando las líneas de análisis que los estudios de los medios
siguieron durante el siglo XX para abordar el desarrollo de la radio, el cine y la televisión.
Tenemos como exponente de esta línea al dinamarqués Stig Hjarvard (2014), asumiendo la
influencia de la teoría de la estructuración de Giddens y entendiendo la “mediatización
como un proceso recíproco entre los medios y otros dominios o campos sociales”, y su
objetivo central es desarrollar un “cuadro teórico emergente de lógicas institucionales”
(2014, 25). Por el otro está Andreas Hepp que contrapone la tradición institucionalista a la
socioconstructivista (2014) Sostiene que “ambas concuerdan que la mediatización es el
concepto que capta la interrelación entre las mudanzas de los medios y de la
comunicación, y de la cultura y la sociedad” (2014, p. 45). Finalmente tenemos la postura
de Verón, que propone una perspectiva semioantropológica de larga duración sobre la
mediatización, y sostiene que “los procesos mediáticos son una característica universal de
todas las sociedades humanas” (2014, 13). Analiza las consecuencias del fenómeno
mediático de exteriorización de los procesos mentales y sus relaciones con los procesos de
aceleración del tiempo histórico así como las rupturas entre el espacio y el tiempo
producidos por los dispositivos técnicos. Verón centra en estas rupturas (antropológicas e
históricas) los problemas fundamentales de las modificaciones introducidas por los
procesos de mediatización para abordar las cuestiones sociales y culturales que se presentan
en la actualidad, condicionada como nunca antes por una cultura tecnológica omnipresente.

Los medios, al ‘mediar’ entre actores sociales, por un lado quiebran la naturalidad de
tiempo y espacio, y por el otro abren la posibilidad de investigaciones tanto de carácter
institucional como socioconstructivo en el sentido mencionado por Hepp. Hay que señalar
además la necesidad de tomar en cuenta la existencia e incidencia de las diferentes
dimensiones y topologías que operan no solamente a nivel físico de los sentidos humanos,
sino también sobre las configuraciones cognoscitivas (lenguajes, lógicas y procesos de
interpretación), así como a nivel de los imaginarios colectivos. Debemos subrayar
especialmente la importancia de estos tres ‘niveles’ (el sensible, el cognitivo y el simbólico
imaginario) operando dentro de la mediación entre actores sociales y entre procesos
institucionales y culturales, en tanto topologías que deben tenerse en cuenta al estudiar los
procesos de construcción de sentido, tanto desde una perspectiva epistemológica como
ontológica. La construcción de sentido es comúnmente vista como un proceso de naturaleza
abstracta y subjetiva, en que tiende a disminuir relativamente la incidencia fundamental de
los sustratos físicos y biológicos en que se realiza el proceso de construcción de sentido (a
nivel fisiológico, corporal y nervioso), sustratos que forman parte fundamental e ineludible
del proceso. A nivel de los sentidos y la percepción, tenemos por un lado la ‘(a)percepción’
de los estímulos externos y por el otro los que tienen origen en el propio cuerpo. A nivel
cognitivo se considera el proceso de formación de sentido como puramente abstracto y
racional, siendo abordado sobre todo bajo la perspectiva semiótica lingüística o bien a la
luz de metáforas informacionales como la teoría del procesamiento de información o las
perspectivas cognitivas.

No es común que se considere de relevancia en las investigaciones la enorme incidencia del


mundo de las emociones, las representaciones sociales y los imaginarios tanto colectivos
22

como personales. Para una gran mayoría de los estudiosos de la comunicación, las ciencias
cognitivas aún representan un campo extraño y misterioso. Quiero volver a remarcar la
necesidad de tomar en cuenta la multiplicidad de instancias que juegan en el proceso de
formación del sentido. Y creo de interés recordar la proposición que desde su interpretación
del Psicoanálisis realiza Jacques Lacan sobre tres ‘registros de lo real’: simbólico,
imaginario y real. Efectivamente, hoy sabemos que nunca percibimos objetivamente lo
‘real’ sin que se realice un procesamiento y una interpretación a partir de múltiples registros
y estímulos, a la vez externos e internos. Lo que estamos discutiendo aquí es la vieja
cuestión del lenguaje, de la construcción de sentido y de la ‘construcción de la propia
realidad’. En relación a estos puntos más adelante me referiré a la relación de los lenguajes
con objetos reales o virtuales como procesos de referenciación (una objetivación del
sentido) y la tesis de la ‘construcción de la realidad’. Quiero mencionar a esta altura una
cita de Nick Couldry “Para algunos filósofos, pero no todos, esta relación está mediada
por una entidad psicológica, imagen mental de una persona, o un concepto sobre el objeto
que es referido” (83). La importancia de los niveles simbólico, psicológico e imaginario en
los procesos de construcción de sentido es reforzada, recalcando la complejidad y la
interdisciplinariedad requerida para el desarrollo de un conocimiento no reduccionista sobre
éstos procesos.

Para abordar las cuestiones presentadas en el presente subtítulo salta a la vista la


complejidad y cantidad de problemas y teorías que se presentan para abordar la
investigación sobre los procesos de comunicación en el contexto presente de la
mediatización social. Andreas Hepp (2014), al sostener la tradición socioconstructivista
alude a la noción de configuración cognoscitiva. Sobre esta última noción, en “La
configuración cognoscitiva del campo de la investigación académica de la comunicación”
el investigador mexicano Fuentes Navarro (1996, p.243) menciona una investigación del
que surgen los siguientes “Marcos disciplinarios” que encuadran la investigación en
comunicación: sociológicos, comunicacionales, históricos, educativos, antropológicos,
epistemológico-metodológicos, económico-políticos, lingüístico-semióticos, entre otros.

Si los estudios sobre los primeros medios en el siglo XX requerían ésta multiplicidad de
abordajes se hace obvia la dificultad señalada anteriormente respecto a la transversalidad:
decíamos que “Si la perspectiva transversal puede llevar a la ‘visión horizontal’ hacia una
amplitud temática de múltiples cuestiones, problemas y objetos de estudio, la
‘verticalidad’ deberá aportar a una perspectiva de profundización ... Paulatinamente,
podría ir configurándose una convergencia de temas, de objetos y de abordajes
compartidos hacia un núcleo de cuestiones interrelacionadas definitorias de una
problemática común”. Y la noción de configuración cognoscitiva no solo es útil para
trabajar sobre una epistemología de los estudios de comunicación, sino sobre la influencia
de los medios operando sobre la configuración cognoscitiva de las mentes de los individuos
en el campo real de tramas, actores, instituciones y lógicas compartidas de los hechos
mediáticos. Un conjunto de procesos sistémicos que operan en tanto topologías (o una
incipiente ontología) de la esfera de la comunicación entre los medios, las instituciones,
las mentes de los individuos y la cultura. Fuentes Navarro menciona que “la formulación
de Vizer puede servir como descripción inicial del carácter cognoscitivo del estudio de la
comunicación:
23

La comunicación define como propio un campo de problemas y de hechos


cuya característica es la multidisciplinaridad, las mediaciones y las
articulaciones entre la fragmentación y la diversidad de lo que
denominamos ‘realidad’, y en primer lugar la caótica y compleja
interdependencia de hechos, procesos y sistemas de la realidad social,
que al ‘reflejarse’ en los medios de comunicación a nivel global, tienden a
reforzar en forma recursiva las tendencias tanto hacia la estabilidad
como hacia el cambio, abriendo un horizonte de incertidumbre,
complejidad creciente y cambio global. (Vizer, en F.Navarro 1996, 248).

Si bien esta formulación la realicé a comienzos de los 90 pensando en los medios


analógicos, creo que puede ser válida para reflexionar sobre la omnipresencia transversal y
la interdependencia sistémica entre los medios, las organizaciones y los procesos de
mediatización de nuestras sociedades. La figura actual de la sociedad en red, la
multiplicidad e interdependencia global entre instituciones, los actores sociales y las
tecnologías de la información y la virtualidad, no hace sino profundizar la necesidad de
abordar sus problemáticas desde perspectivas no reduccionistas ni estrictamente
disciplinarias: la información y la comunicación constituyen en sí mismas la savia que
realimenta y da sentido a todas las redes permanentemente. Para entender el
funcionamiento y la supervivencia ontológica de este ecosistema creo que permanece
vigente “la necesidad de un ‘dispositivo’ comunicacional transdisciplinario, ya que
numerosas disciplinas han requerido - tanto por necesidad teórica como por ejercicio de
su práctica - el ‘auxilio’ de conceptos, modelos y abordajes comunicacionales (como la
psicología, la economía, la sociología, la antropología y otras disciplinas)” (Vizer, 1994,
p.364)14. Sostenía en esos años que una característica central que marcaba un rasgo
específico para las teorías de la comunicación era su naturaleza recursiva: la
conceptualización teórica de la comunicación como un metadiscurso (sobre los propios
procesos de comunicación). Como reflexión sobre la necesidad de ‘un dispositivo teórico,
un discurso sobre el sentido y sobre los propios discursos que construyen sentido (como en
el caso de los procesos de comunicación dentro de los cuales construimos sentido en la vida
cotidiana)’. Esta postura nos acerca ahora muchísimo al pensamiento de R. Craig (1999) y
la necesidad de pensar como objetivo la construcción de una especie de matriz central que
reúna problemas compartidos por las diversas disciplinas que ‘hablan de comunicación’:

A pesar de que la teoría de la comunicación no es aún un campo


coherente (de conocimiento), creo que puede y deberá llegar a serlo. Un
campo va emerger en la medida en que nos comprometamos como
teóricos de la comunicación con objetivos socialmente importantes,
cuestiones y controversias que cruzan a través de varias tradiciones
disciplinarias, especialidades, metodologías y escuelas de pensamiento
que en el presente nos separan. Yo argumento que todas las teorías de la
comunicación son relevantes para un mundo de la vida en que la
comunicación ya es un término profundamente significativo. La teoría de
la comunicación es en este sentido un campo coherente de práctica
metadiscursiva, un campo del discurso sobre el discurso con implicancias
para la práctica de la comunicación. (Robert T. Craig p.120).

Por último podemos decir que este escenario nos requiere teórica, crítica y
epistemológicamente discutir y argumentar con las teorías de la complejidad (Morin y
14
En Investigar la comunicación, propuestas iberoamericanas, México 1994.
24

otros), con Von Foerster y la Teoría de Sistemas y otras. También nos acerca al McLuhan
de la visión ecológica de las tecnologías de los medios y demanda a Bruno Latour y la
teoría del Actor-red. La Hipermediatización universal nos sumerge en semióticas y
entornos icónico-indiciales (icónicos como el cine, indiciales como la televisión). Y aquí es
donde nos reencontramos curiosamente con Jacques Lacan y su propuesta de los 3 registros
de realidad: imaginario, simbólico y ‘real’. Estos 3 registros pueden ser planteados también
como registros de la comunicación y de los procesos de construcción de sentido. El sentido
no puede operar o al menos hacerse inteligible sin la articulación entre los 3 registros y las
‘interfases’ que se establecen entre ellos haciendo posible la interpretación. Esta es a la vez
real (la materialidad de un discurso), simbólica (los códigos del lenguaje), e imaginaria (la
memoria, las metáforas, las imágenes que despierta un mensaje). Si entendemos la realidad
cotidiana en el sentido de estos tres registros, la comunicación se presenta prácticamente
como un proceso fundamental del que formamos parte activamente desde el propio
nacimiento. Un proceso complejo y multidimensional en el que participamos desde antes de
comenzar a hablar en la infancia, y dentro y a través del cual se forma y desarrolla la
personalidad humana. Una verdadera ecología de la vida humana en comunidad. Una
teoría de la comunicación no reduccionista se presenta como una perspectiva teórica
comunicacional sobre estas ecologías humanas.15

8. La noción de referenciación y las tres dimensiones de creación topológica: una


propuesta de modelización.

Como toda producción humana, los medios de comunicación existen y se mantienen porque
su propia lógica de funcionamiento busca y desarrolla todas las posibilidades y soportes,
todos los canales y registros que les permita captar la atención de usuarios presentes o
futuros, reales o imaginarios. En los cursos de comunicación acostumbro recalcar la
importancia de la noción de ‘referencia’ 16, como una relación entre el lenguaje y un objeto
externo al mismo. En segundo lugar creo válido sostener que los mayores avances en
comunicación se consiguen al establecer hipótesis de trabajo bi-disciplinarias, reforzando el
argumento del refuerzo entre disciplinas que ayuden a relacionar procesos de comunicación
con actividades y proposiciones de otras disciplinas, ya que los procesos semióticos de
referenciación tienden a ser precisamente efectos o emergentes de actividades, contextos,
situaciones o procesos muchas veces ajenos al ámbito semiótico, ámbitos que precisan del
proceso semiótico para realimentarse de información imprescindible para realizar su propia
dinámica, desde organismos simples hasta los seres humanos.

15
Tenemos un ejemplo de aplicación en la metodología de análisis de comunidades y organizaciones que
hemos denominado Socioanálisis Comunicacional.
16
Nick Couldry: “Reference' for a philosopher, or for a linguist, is a relation between an element in a
language, like the word John and something in the world (its ‘referent'), such as the flesh-and-blood person
John. One half of the relation is a bit of language; the other half of the relation is not. (For some
philosophers, but not all, this relation is mediated by a psychological entity, a person's mental image, or
concept, of the thing referred to.)” (2003-2004, p.83)
Trad. Referencia para un filósofo, o para un lingüista, es una relación entre un elemento en un lenguaje, como
la palabra ‘John’ y algo en el mundo (su ‘referente’) como la persona John de carne y sangre. La mitad de la
relación es un poco de la lengua; la otra mitad de la relación no. (Para algunos filósofos, pero no todos, esta
relación está mediada por una entidad psicológica, imagen mental de una persona, o un concepto sobre el
objeto que es referido).
25

En este sentido, asociando un proceso semiótico como el de referencia a un proceso


ecológico, propongo tres dimensiones topológicas fundamentales que definen la
especificidad semiótica de las prácticas de comunicación: una dimensión de
‘referenciación’ como un proceso, una práctica o acción de establecer una relación entre el
mundo objetal externo y un acto de lenguaje, una palabra, una frase, una imagen u otro
objeto. Al mismo tiempo que esta relación es de naturaleza simbólica, o semiótica, se
genera una acción de objetivación, de ‘poner afuera’, de “exteriorización de los procesos
mentales en la forma de dispositivos materiales (los medios)” (Verón, 14). La asociación de
la noción de referenciación con la hipótesis de la comunicación como construcción de
realidad salta a la vista. Con esta asociación también surge una hipótesis fuerte que sostiene
que los procesos de referenciación, asociados a los objetos del mundo - e incluyendo
obviamente a otros humanos - tienden finalmente a construir una ontología ‘real’ que
emerge como consecuencia de la ‘topología comunicacional’ del lenguaje, una topología
(o topologias) de orden tanto ‘real, como simbólica e imaginaria’. Surge inmediatamente
una asociación inevitable con la noción fenomenológica de ‘mundos de la vida’. Mundos
donde las fronteras entre el afuera y el adentro, lo objetivo y lo subjetivo se relativizan,
perdiendo la rigidez unívoca de un realismo estrechamente materialista. Es claro que
investigar los procesos de comunicación y construcción de sentido desde estas perspectivas
requiere de nuevos abordajes teóricos y una concepción antropológica e histórica de la
epistemología que sobrepasa los marcos disciplinarios de la lingüística, la sociología o de
las ciencias cognitivas. Por ej. N. Couldry (2003-2004), observa la posición intermedia de
los medios entre el polo económico y el cultural y afirma que esta posición le otorga un
interés especial al análisis de los media como campo de investigación unitario, y propone
como encuadre de análisis la aplicación de la teoría del campo planteada por Bourdieu.

There is little doubt that, as a sphere of cultural production, the media can
prima facie be analysed as a single field, or a collection of fields, (each)
with a distinctive pattern of prestige and status, its own values. Indeed,
according to Bourdieu, the media’s intermediate position between the
cultural and economic poles of the wider cultural field gives it a
particular interest as a field. This section notes the positive contribution
of field theory to media analysis. (2003/2004p.677) 17

Una segunda dimensión que menciono es la ‘interreferenciación’, o sea la necesidad de


establecer y mantener vínculos con el Otro (una referenciación mutua entre seres vivos o
semejantes, los que al ‘referenciarse y objetivarse’ mutuamente, en una interacción de co-
construcción de relaciones, hacen emerger un contexto topológico común y compartido, un
vínculo y un espacio específicamente “social”). Por último, propongo la dimensión de
‘autoreferenciación’ (Vizer, 2003, 2006, 2012) como la práctica semiótica de

17
“Hay pocas dudas de que como una esfera de producción cultural, los medios pueden prima facie ser
analizados como un único campo, o una colección de campos, cada uno con un patrón distintivo de prestigio,
status y valores propios. Más aún, de acuerdo a Bourdieu, la posición intermedia de los medios entre los
polos cultural y el económico en un campo cultural mayor, le otorga un interés particular como campo. Se
observa la contribución positiva de la teoría del campo al análisis de los media”. N. Couldry, Metacapital:
The Incompleteness of the Media Field. En Media meta-capital: extending the range of Bourdieu’s field
theory 2003/2004
26

‘exteriorización’ de una identidad (individuo, grupo, institución o colectivo social)


poniendo en evidencia la propia existencia como entidad-identidad individual ante los
otros, ante el mundo y ante sí mismo. Es en esta dimensión de la autoreferencia donde las
palabras y los gestos del sujeto (emisor individual o colectivo, voluntario o involuntario)
reflexivamente coinciden con el propio sujeto comunicante (se torna un objeto de su propia
habla, hace referencia a sí mismo, ya sea que lo haga de manera explícita o no). Con su
sola presencia, el sujeto u actor social - aún antes de hablar - genera un espacio, una
topología que lo pone en evidencia (por eso la Escuela de Palo Alto decía que es imposible
no comunicar), y ese acto de “hablar” lo instituye ante todo el mundo como una identidad,
como sujeto existente y real ante los otros y el mundo. Una topología de la identidad que se
puede expresar en palabras, gestos, imágenes, tonos de voz, presencia física o vestimenta.

Estas tres dimensiones requieren concentrar nuestra atención: a) en una práctica topológica
de referenciación, una exteriorización o la producción objetiva de objetos de sentido o
contextos (a través de un texto, una conducta, una charla, una imagen, un evento
organizado o un acontecimiento, hasta llegar finalmente a una construcción cultural
organizada en la forma de institución, etc). En otras palabras, una especie de topología o
bien una economía semiótica de producción de signos y significados (una expresión de la
“construcción social de la realidad”).

b) Una práctica de construcción de una topología de redes y relaciones entre seres humanos
a fin de conseguir y mantener el establecimiento de lazos sociales. Las redes sociales (como
interreferenciación social) representan un ejemplo relevante, por un lado como modalidad
de prácticas concretas (o bien virtuales) de creación de vínculos, y por el otro como un
ejemplo concreto de topología emergente, - como en el caso generalmente conflictivo de la
política, ya sea instituida y organizada formalmente (como organismos de Estado) o bien
‘instituyente’ como en los movimientos de protesta o de masas -. Estas relaciones
interreferenciales también se manifiestan empíricamente como un espacio de prácticas
sociotécnicas (como en la economía, los modos y prácticas de producción y las
tecnologías). Estos procesos sociales y técnicos en red son ampliamente investigados con
metodologías sumamente precisas elaboradas originalmente en la Segunda Guerra Mundial
por los matemáticos húngaros Erdos y Rényi y que han dado origen a nuevas técnicas de
estudio de redes sociales.

c) Por último, la actividad comunicativa que todo sujeto o actor social realiza de manera
implícita o explícita, en principio para afirmar la propia identidad o bien ‘llamar la
atención sobre la persona’, desde individuos a empresas, clubes de fútbol o agencias de
gobierno hasta entidades internacionales. Las prácticas autoreferenciales contribuyen al
reconocimiento social, a la afirmación de la identidad y al ejercicio de la expresión
personal. Todos necesarios para conseguir la atención del ‘Otro’ sobre uno mismo, sobre la
propia ‘identidad’ (ya sea que se trate de un individuo, de una institución, una etnia, una
comunidad o un país, a través del ‘trabajo’ que realiza el actor social a fin de generar un
‘capital propio’ por medio del aumento de la atención de los otros sobre sí, planteado así
en términos de Bourdieu-Couldry). Creo que las tres funciones o dimensiones de la
comunicación permiten hallar un nexo fuerte por un lado entre los procesos semióticos
como procesos ‘mentales’ y por el otro con la acción corporal y social, con las prácticas de
la vida cotidiana. Y así también se establecen relaciones con los ambientes topológicos en
27

que se desarrolla la vida que llamamos ‘social’: el ambiente físico, el social y el simbólico
cultural. Esta perspectiva permite quebrar la separación entre lo ‘mental’ y lo físico como
entidades totalmente dicotómicas e irreductibles entre sí, permitiendo abordar los procesos
de comunicación como conjuntos de una ontología a un mismo tiempo semiótica y físico
material (en buena medida, creo que la teoría del Actor - Red persigue un objetivo similar).

La referenciación, la exteriorización y la atención son las funciones primordiales del acto


de comunicación, ya sea en la interpersonal o la mediada técnicamente. La influencia
universal de los dispositivos tecnológicos de información y de comunicación ha
profundizado y complejizado los procesos de emergencia de la mediatización social hasta
un nivel nunca imaginado hace pocos años atrás, llevando las dimensiones de la
comunicación mencionadas hasta lo que podemos denominar una crisis de escala,
presentando una configuración inédita y planetaria para todas las sociedades.
Antropológicamente, podemos afirmar que las sociedades humanas acrecientan
permanentemente su capacidad para producir y procesar ‘capital de referenciación’18 o
cultura, de una forma equivalente a la que se realiza a través de la economía en tanto
producción material, aunque las TIC han permitido la creación de procesos híbridos entre la
naturaleza, la cultura y lo que se denomina economía inmaterial o cognitiva. Se produce un
crecimiento ilimitado de la capacidad de producción no solo material sino simbólica,
cultural y de conocimiento a través de las tecnologías, los bancos de datos, las redes de
colaboración científica, etc. Por otro lado, la ‘interreferenciación’ social mediante redes y
dispositivos específicos y las experiencias compartidas (amén de la conectividad
permanente) ha llevado al extremo la interdependencia mutua entre individuos, grupos,
organizaciones y países (por ej. la mundialización o la ‘globalización’). Aunque no se
puede afirmar que estos crecimientos cuantitativos en la capacidad de conexión representen
también un salto en la ‘calidad’ de la interreferenciación, sí podemos pensar en el ámbito de
la política como un emergente histórico del desarrollo cuantitativo y cualitativo de los
procesos semióticos de interreferenciación que realimentan la construcción de los procesos,
las estructuras y las dinámicas políticas (por ej. la emergencia y formación de las
instituciones políticas). Por último, la dimensión de la autoreferenciación, entendida como
potencialidad de autonomía y expresión por parte del propio individuo, una etnia, o un
grupo, se ha fortalecido exponencialmente con la enorme multiplicación de dispositivos
técnicos de comunicación a disposición; y a un nivel macrosocial podemos establecer
paralelos con los procesos de creación de identidades colectivas e instituciones sociales.
Por ej. la publicidad y la propaganda son una manifestación moderna de autoreferencia por
el uso mediático de dispositivos y mensajes que construyen, difunden y buscan
‘institucionalizar’ la imagen de una empresa, un producto, un partido político, una
ideología, una institución y hasta un país.

En la evolución histórica de las sociedades observamos la emergencia, la competencia y


lucha entre (id)entidades institucionales que plantean de manera implícita o bien explícita
su propia autoreferencia y aún la búsqueda por la consolidación de una hegemonía
entendida como valor universal, además de la diferenciación o distinción ante el resto de la
sociedad. Tenemos así las figuras y representaciones del Estado y el gobierno, del sistema
18
En este sentido se presenta como interesante, y seguramente fructífera la proposición que hace Couldry
sobre la cultura como un Metacapital, una noción que adapta a partir de la de capital, originalmente propuesta
por Bourdieu.
28

judicial, religioso, educacional, productivo, de salud, etc. La Modernidad europea implicó


precisamente el reconocimiento de esta autonomía identitaria por parte de instituciones que
históricamente solo habían representado un apéndice del poder religioso o del sistema de
gobierno, teniendo como ejemplos a la Edad Media europea o las teocracias de la
actualidad, en especial en el mundo islámico, donde el propio Estado se halla sujeto y
supeditado a la (id)entidad y los valores de la religión como institución suprema. El
comunismo chino o ruso del siglo XX reemplazaron la institución religiosa por una entidad
intelectual ideológica, retrotrayendo la historia a una realización ideológica del
racionalismo de los ideales del Iluminismo, una suerte de monoteísmo intelectual ateo
sustentado en la (id)entidad autoreferente del Partido y el Estado. Y con perdón del lector,
creo que no sería exagerado sostener que en Occidente en el siglo XXI estamos viviendo un
proceso que podríamos denominar con cierto humor como ‘monoteísmo de mercado’,
donde el valor central de referencia se halla sustentado en las identidades de las
instituciones financieras más que las específicamente económicas.

Así, no creo que se exagere cuando se habla de que nos hallamos ante la emergencia de
nuevas modalidades civilizatorias. Una emergencia que no permite hablar - al menos en el
presente - de ‘evolución’. En primer lugar porque la noción de evolución se refiere a largos
períodos de tiempo, y luego porque habría que definir qué se entiende por el término. Creo
más adecuado pensar en términos de emergencia: de nuevas y más complejas formas de
organización social, nuevas modalidades de establecimiento de lazos institucionales y
sociales a través de la tecnificación tanto de la economía productiva como de la política, la
gobernabilidad y el control social. También podemos referirnos a la emergencia y el
crecimiento del acervo de conocimientos y experiencias registradas por las comunidades
humanas, o sea el aumento del ‘stock’ de reservas de información y conocimiento,
paralelamente al crecimiento de la capacidad para procesar enormes masas de información
gracias a los propios medios infocomunicacionales (un crecimiento de la capacidad de
referenciación). Con respecto a nuestra tercera dimensión, o sea la autoreferenciación, se
han venido planteando argumentos tanto optimistas (crecimiento de la autonomía y la
autorealización del individuo y de comunidades enteras a través de la ampliación de las
posibilidades de desarrollo personal), así como también argumentos más pesimistas sobre la
dependencia creciente de las máquinas para realizar tareas tanto físicas como mentales.

Cuando se lee o se escribe sobre los procesos de mediatización social, se hace referencia
implícita - a veces explícita - al cambio tecnológico. Cuando éste es asimilado por la
sociedad y es ‘institucionalizado’ estableciendo nuevos patrones de producción, podemos
comenzar a considerar que nos hallamos frente a una ‘emergencia’, o hasta una ‘evolución’
respecto de formas anteriores. En este sentido la sociedad industrial ha dado origen a los
modos de producción actuales en la forma de una emergencia social de nuevas formas de
producción sociotécnica, en las cuales la producción inmaterial se alimenta sobre todo a
través de operaciones semióticas que realimentan los procesos de producción y circulación
de valores y objetos información. Por último, debemos mencionar que el capital cultural de
información y conocimiento (podemos llamarlo Metacapital en términos de Couldry) tiende
a crecer y circular indefinidamente, y es cada vez mas incorporado a las prácticas
económicas, sociales y culturales, dando origen a lo que hace unos años atrás
denominábamos en las publicaciones especializadas como ‘Sociedad Mediatizada’,
diferenciándola así del rótulo ya clásico de Sociedad de la Información, o de la
29

Comunicación. El campo de estudios de la comunicación ganaría así una amplitud y


densidad interpretativa de una escala muy ampliada y una profundidad ontológica nuevas.

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