Antiguos Del Altiplano Cundiboyacense: Los Caminos
Antiguos Del Altiplano Cundiboyacense: Los Caminos
Antiguos Del Altiplano Cundiboyacense: Los Caminos
CUNDIBOYACENSE
Orientales. Geografía convenio (UPTC-IGAC).
Docente de geografía de la escuela de
El texto está estructurado en dos partes: la primera está compuesta por cuatro Ciencias Sociales de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
capítulos que retoman el análisis y los cambios del camino antiguo entre Tunja Autor de varios artículos en el campo de la
y Santafé desde el periodo colonial, pasando por el siglo XIX, hasta el siglo geografía del transporte, geografía urbana
XX cuando se convirtió en carretera central del norte, y se finaliza con un y geografía social, especialmente en el
ámbito de los sistemas de transporte e
estudio de sus nociones físico-espaciales y significado territorial, retomando infraestructuras, análisis espacial,
relatos y memorias de las comunidades circunvecinas. transformaciones del territorio y trabajo
comunitario.
En la segunda parte del libro se estudian tres caminos distintos que comunican Correo Electrónico:
bautistaandresfelipe@gmail.com
el altiplano Cundiboyacense con otras regiones, como son el Camino del Cravo ORCID:
que conducía a los Llanos Orientales, el Camino a Honda y el Camino del https://orcid.org/0000-0001-7781-2072
Carare que comunicaban a Santafé y a Tunja, respectivamente, con el río
Magdalena. Todos estos caminos fueron de gran importancia para la circulación
Katherinne Mora Pacheco
de mercancías producidas en el interior del actual territorio colombiano. Cada
Licenciada en Ciencias Sociales, Magister una de estas investigaciones está sustentada en distintas fuentes documentales
en Medio Ambiente y Desarrollo y Doctora y testimoniales que han permitido a los autores generar diversas reflexiones
en Historia. Profesora de la Escuela de en torno a estos caminos.
Ciencias Sociales y la Maestría y el
Doctorado en Historia de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Investigadora en el campo de la historia
ambiental, con énfasis en la reconstrucción
del clima y los sistemas agraropecuarios
tradicionales. Es autora de los libros ISBN: 978-958-660-587-8 Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Prácticas agropecuarias coloniales y
degradación del suelo en el Valle de
Saquencipá, Provincia de Tunja, siglos XVI Licenciada en Ciencias Sociales,
y XVII y de Entre sequías, heladas e Especialista en Archivística, Magister y
inundaciones. Clima y Sociedad en la 9 789586 605878
Doctora en Historia de la Universidad
Sabana de Bogotá, 1690-1870, además de Pedagógica y Tecnológica de Colombia –
varios artículos publicados en revistas UPTC. Docente e investigadora de la
especializadas en los campos de la Historia UPTC, en la Licenciatura en Ciencias
y los Estudios Ambientales. Sociales y en la Maestría y el Doctorado en
Correo electrónico: Historia. Investigadora en campo de la
katherinne.mora@uptc.edu.co Historia Social con énfasis en el periodo
ORCID: colonial. Es autora de los libros:
https://orcid.org/0000-0001-8483-3728. Producción y Distribución de Sal. Pueblo
de la Sal y Chita Ss XVI y XVII; Producción
LOS CAMINOS
ANTIGUOS DEL ALTIPLANO
CUNDIBOYACENSE
Coordinadores
Libro financiado por la Dirección de Investigaciones de la UPTC. Se permite la reproducción parcial o total, con la
autorización expresa de los titulares del derecho de autor. Este libro es registrado en Depósito Legal, según lo establecido
en la Ley 44 de 1993, el Decreto 460 del 16 de marzo de 1995, el Decreto 2150 de 1995 y el Decreto 358 de 2000.
Libro resultado de investigación con SGI 2701
Citar este libro / Cite this book: Bautista Vargas, A., Acuña Rodríguez, B. & Mora Pacheco, Katherinne (2021).
Los caminos antiguos del altiplano cundiboyacense. Tunja: Editorial UPTC.
doi: https://doi.org/10.19053/9789586605878
RESUMEN
This text includes the results of research carried out concerning the role of the
different ancient roads in their articulation and socio-economic integration of the
Cundiboyacense altiplano region, the connections with the Magdalena River and
other regions, which facilitated the exchange and communication of the interior
of the country, with the coastal areas and the Eastern Plains. The text is divided
into two parts: the first is composed of four chapters that make up the analysis and
changes of the ancient road between Tunja and Santafé, in the colonial period,
XIX and XX centuries when the road became the central road of the north,
ending this section with a study of the physical-spatial notions and the territorial
meaning from the memories and stories of the communities. In the second part
of the book, three different roads that connected the Cundiboyacense highlands
with other regions are studied: the Cravo road, the Honda road, and the Carare
road that connected Santafé and Tunja, respectively, with the Magdalena River.
All these roads were of great importance for the circulation of goods produced
in the interior of the current Colombian territory. Each of these investigations is
supported by different documentary and testimonial sources that have allowed
the authors to generate various reflections on these ancient roads.
Keywords: Ancient Roads; Tunja; Bogotá; Cundiboyacense Altiplano; History
of Colombia.
CONTENIDO
PRESENTACIÓN.........................................................................................11
PRIMERA PARTE
CAMINO ANTIGUO TUNJA – SANTAFÉ (BOGOTÁ) SIGLOS
XVI A XIX
Capítulo I
CAMINO ANTIGUO SANTAFÉ – TUNJA EN EL PERIODO COLONIAL.21
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Introducción..................................................................................................... 21
De los caminos indígenas a los caminos coloniales.................................. 25
Las adecuaciones del camino Tunja - Santafé en la temprana colonia... 32
De la plaza mayor al paredón de San Laureano...............................35
Paso por el Puente del río Boyacá....................................................36
Las ventas de Turmequé (Ventaquemada, siglos XVI – XVIII)........38
La posada y venta de Albarracín, siglos XVI y XVII..........................38
Consideraciones finales................................................................................. 39
Referencias...................................................................................................... 40
Capítulo II
CONEXIONES ENTRE TUNJA Y BOGOTÁ A TRAVÉS DE LOS
OJOS DE VIAJEROS Y PASEANTES, SIGLOS XVIII Y XIX......................43
Katherinne Mora Pacheco
Introducción..................................................................................................... 43
Viajeros y paseantes por el camino Bogotá-Tunja..................................... 46
Las distancias, los tiempos, los hitos y los detalles del camino............... 54
Consideraciones finales................................................................................. 65
Referencias...................................................................................................... 66
Capítulo III
EL SISTEMA DE CARRETERAS DE BOYACÁ, UNA RED
CONFORMADA DESDE LA CENTRAL DEL NORTE (1930-1965)..........71
Yeniffer Camargo Bonilla
Introducción..................................................................................................... 71
Boyacá comunicado, crecimiento de sus carreteras y caminos
vecinales.......................................................................................................... 72
La expansión de las vías que transitaban por Boyacá............................... 81
Conclusiones................................................................................................... 90
Referencias...................................................................................................... 92
Capítulo IV
CAMINO ANTIGUO SANTAFÉ-TUNJA. UNA PERSPECTIVA
DE SU SIGNIFICADO HISTÓRICO Y TERRITORIAL.................................93
Andrés Felipe Bautista Vargas
Introducción..................................................................................................... 93
Caminos, elementos y nociones teóricas de partida................................. 95
Por los trazos del camino antiguo Santafé-Tunja....................................... 98
La carretera del Sur, entre espacios y territorios del camino
antiguo Santafé-Tunja..................................................................................102
Una perspectiva desde las representaciones territoriales de los
habitantes Ventaquemada y Villapinzón del camino antiguo
Santafé-Tunja................................................................................................108
Conclusiones.................................................................................................113
Referencias....................................................................................................114
Entrevistas.....................................................................................................116
SEGUNDA PARTE
OTROS CAMINOS
DEL ALTIPLANO A LAS TIERRAS BAJAS
Capítulo V
EL CAMELLÓN DE LA SABANA. DE CAMINO AL RÍO
GRANDE DE LA MAGDALENA................................................................119
Diana Bonnett Vélez
Introducción...................................................................................................119
El nombre del camino: camino de la Sabana, camino de
Occidente, camino de Fontibón…................................................................125
Caminos de piedra y de herradura: su construcción, las
técnicas y los cambios.................................................................................129
Conclusiones.................................................................................................141
Referencias....................................................................................................142
Capítulo VI
UN ESTUDIO COMPARATIVO: CAMINO HONDA-BOGOTÁ Y
EL CAMINO TUNJA-RÍO CARARE. SIGLO XIX......................................147
Carlos Delgado Gómez
Introducción...................................................................................................147
Una configuración espacial según las rutas en el altiplano
Cundiboyacense: una visión general..........................................................148
El modelo del Camino Honda – Bogotá.....................................................152
Tiempo, distancia y carga............................................................................154
Generalidades del camino Honda-Bogotá.................................................156
Generalidades del Camino Tunja - Río Carare...........................................159
Tiempo, distancia y carga............................................................................165
Conclusiones.................................................................................................165
Referencias....................................................................................................167
Capítulo VII
RELACIONES CULTURALES Y POLÍTICAS EN EL CAMINO
DEL CRAVO SUR: LAS GANADERÍAS DE LOS LLANOS
ORIENTALES AL ALTIPLANO CUNDIBOYACENSE...............................171
Johan Fernando Vega Gómez
Introducción...................................................................................................171
El complejo económico Jesuita, génesis del desarrollo de la
ganadería en los Llanos Orientales............................................................173
Apertura y mejoramiento de caminos........................................................177
Las sacas de ganado vacuno y el abastecimiento de carne a
través del circuito económico.....................................................................179
El Camino de Cravo Sur y el proceso de Independencia..........................183
El circuito económico interregional, productos circulantes y
condiciones del camino para intercambiar...............................................188
De los Llanos Orientales al altiplano Cundiboyacense, el
Camino de Cravo Sur y el transporte de ganado.......................................191
Conclusiones.................................................................................................201
Referencias....................................................................................................202
PRESENTACIÓN
Este libro aborda la importancia de los caminos en la interacción espacial,
territorial, económica y sociocultural en distintos periodos históricos, de una
amplia región que cubre el altiplano Cundiboyacense y va desde los Llanos
Orientales hasta el río Magdalena, en el interior del actual territorio colombiano.
Los caminos que analizaremos han estado presentes en los intercambios y los
desplazamientos que hacían los pobladores prehispánicos. En el periodo colonial
fueron vías de comunicación y circulación de productos que unieron a las ciudades
hispanas del Nuevo Reino de Granada. En las primeras décadas del siglo XIX,
durante el proceso de independencia, fueron determinantes en la movilización
de los ejércitos realistas y patriotas; a lo largo del siglo, serían empleados por
comerciantes y viajeros. Durante los siglos XX y XXI han sido un eje articulador
de la región centro oriente en el territorio colombiano.
Desde una perspectiva historiográfica, los caminos inscriben numerosos
interrogantes que los ubican temporal y espacialmente como objetos de estudio
complejos dada la ausencia de fuentes documentales cronológicamente precisas y
la adopción de significados y lenguajes popularmente reconocidos. Sabemos que
los caminos no permanecen indefinidos en el tiempo, sino que inscriben dinámicas
propias, hechos y espacios territoriales por los cuales se hizo el transporte, la
integración social, económica y la cultura de regiones, lugares, familias, viajeros
y transeúntes.
Comparativamente se podría decir que hay grandes diferencias entre un camino
y otro. Sin embargo, los antiguos caminos se muestran como libros abiertos de
estrechos y largos sucesos de la mayor importancia social y política para regiones
en donde la circulación terrestre encumbraba nuevas formas de vida, rompía el
aislamiento y corría el espíritu de la sociedad y la economía. Un camino no se
puede parecer a otro, cada uno tiene su propia historia, su propia geografía. Como
señala Sofía Botero1, la existencia de un camino, no debe restarle importancia a
otros, más cuando hay una íntima conexión y se complementan mutuamente. Los
caminos como su historia, tienen coordenadas de tiempo y lugar que corresponden
11
Presentación
2 Sofía Botero Páez, «Redescubriendo los caminos antiguos desde Colombia», Bulletin de l’Institut
français d’études andines 36, n.o 3 (2007): 343-52, https://doi.org/10.4000/bifea.3505; Sofía Botero
Páez, «Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos en Colombia»,
Boletín de Antropología Universidad de Antioquia 20, n.o 37 (2006): 265-87.
3 Miguel Darío Cárdenas y Santiago Rincón, «Los caminos históricos de la Real Expedición Botánica»,
Revista Quiroga 3 (2013): 40-54; Carlos Delgado, «Camino nacional Honda - Santafé de Bogotá.
Transporte, economía y desarrollo», Apuntes del CENES 24, n.o 38 (2004): 199-227; Fabián Andrés
Lancheros Herrera, «Caminos coloniales: una historia de las vías de comunicación en la región central
del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII» (Tesis de Maestría en Historia, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 2017).
4 Francisco Zuluaga, «Por la montaña del Quindío. El camino real de Santafé hasta Quito, por la montaña
del Quindío», en Caminos reales de Colombia (Bogotá, 1995), 156-79; Guido Baraona Becerra, «Por el
camino de Guanacas. El camino Santafé - Quito por Guanacas (Tocaima, Neiva, La Plata, Popayán)»,
en Caminos reales de Colombia (Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995), 180-93.
5 Sofía Botero Páez, Caminos ásperos y fragosos para los caballos: apuntes para la historia de los caminos
en Antioquia (Medellín: Universidad de Antioquia, 2005); Botero Páez, «Redescubriendo los caminos
antiguos desde Colombia».
6 Aristides Ramos Peñuela, Los caminos al río Magdalena. la frontera del Carare y del Opón 1760-1860
(Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000).
7 Simón Uribe Martínez, Frontier road: Power, history and the everyday state in the Colombian Amazon
(Oxford: Wiley-Blackwell, 2017); Carlos Gilberto Zárate Botía, Extracción de quina: la configuración
del espacio andino-amazónico a finales del siglo XIX (Leticia: Universidad Nacional de Colombia, 2001).
8 Carl Langebaek, «Caminos del Piedemonte Oriental. Sistemas de comunicación prehispánica entre los
Andes Orientales y el piedemonte llanero», en Caminos reales de Colombia, ed. Pilar Moreno de Ángel,
Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche Losada (Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995), 72-83; Carl
Langebaek, Por los caminos del piedemonte: una historia de las comunicaciones entre los Andes Orientales
y los Llanos. Siglos XVI a XIX (Bogotá: Universidad de los Andes, 2000); Miguel García Bustamante,
«A los Llanos de San Juan y San Martín. El camino real a San Juan de los Llanos», en Caminos reales de
Colombia (Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995), 248-59; Roberto Velandia, Descubrimiento y caminos
de los Llanos Orientales (Bogotá: Colcultura, 1993); Javier Ocampo López, «A Venezuela. El camino
real del centro-oriente colombiano», en Caminos reales de Colombia, ed. Pilar Moreno de Ángel, Jorge
Orlando Melo, y Mariano Useche (Bogotá, 1995), 227-47.
9 Pilar Moreno de Ángel, Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche Losada, eds., Caminos reales de Colombia
(Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995).
10 Carl Langebaek, «Los caminos aborígenes. Caminos mercaderes y cacicazgos: circuitos de comunicación
antes de la invasión española en Colombia», en Caminos reales de Colombia (Bogotá: Fondo
FEN-Colombia, 1995), 34-45.
11 Roberto Velandia, «Todos los caminos conducen a Santafé. Los caminos reales de Cundinamarca», en
Caminos reales de Colombia (Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995), 128-55.
12 Velandia, 135.
13
Presentación
han surgido esfuerzos individuales, arriba citados, sobre diferentes áreas del
territorio colombiano. Sin embargo, la reconstrucción detallada y actualizada de
la red que, entre los siglos XVI y XX, conectaba a Santafé (después Bogotá) con
Tunja y a estas dos ciudades con las zonas de vertiente, el valle del Magdalena y
los Llanos Orientales, era, cuando iniciamos este proyecto, una tarea pendiente.
No solo buscábamos dar atención a un camino importante, pero poco estudiado
(comparativamente frente a los caminos hacia el río Magdalena o las rutas de
colonización antioqueña, quinera o cauchera), sino que, más allá de reconstruir
trazados (tarea que por la alta intervención en el área sería casi imposible),
pretendía analizar la configuración, usos y significados que las sociedades le habían
dado a lo que, como se verá en el libro, en realidad es una multiplicidad de redes.
La investigación se centró inicialmente en el camino antiguo Tunja - Santafé (hoy
Bogotá) como eje articulador del altiplano Cundiboyacense en distintos periodos
históricos, pero luego se invitó a otros investigadores que han estudiado otros
caminos de los Andes Orientales colombianos. Así fue posible abordar el Camino
Honda – Santafé, el camino del Carare y el camino de los Llanos orientales a
Tunja. Nuestro estudio demandó el uso de fuentes documentales de distintas
épocas históricas que describían los caminos mencionados anteriormente, entre
las que se encuentran las descripciones geográficas o visitas coloniales, las actas
del cabildo de Tunja y Santafé, las crónicas escritas por los españoles entre los
siglos XVI a XVIII, los diarios de los viajeros de los siglos XVIII y XIX y los
documentos oficiales de los siglo XX y XXI que se referían a las obras realizadas
en la construcción o reparación de los caminos.
Igualmente, se hicieron recorridos y visitas de observación en algunos trayectos
de estos caminos con el fin de identificar rasgos físicos y materiales de su uso
antiguo, y se recogieron relatos e información de los habitantes circunvecinos a
estos, para lograr una mejor contextualización y comprensión de la importancia
de estos caminos en la interacción social. La información recogida fue sometida a
análisis, contrastación y crítica de fuentes, para reconstruir el uso de los caminos
a través del relato histórico, la restitución cartográfica y el uso de las ilustraciones
de transectos de camino que buscan ubicar al lector en un espacio geográfico
determinado.
El libro se ha dividido en dos partes. En la primera se aborda el camino antiguo
Tunja- Santafé desde el siglo XVI hasta el siglo XX, y se analiza su importancia
para las comunidades indígenas del altiplano Cundiboyacense, el abastecimiento
y la comunicación de los españoles que poblaron las ciudades coloniales (Tunja,
Santafé, Vélez, Pamplona, etc.) y, en general, para de todo el sistema colonial
durante los siglos XVI a XVIII. Durante el proceso de independencia, por este
camino se desplazaron los ejércitos realistas y patriotas hasta fraguar la batalla
de Boyacá en inmediaciones entre las ciudades de Tunja y Santafé. Igualmente,
durante el siglo XIX este camino fue determinante para la circulación de los
caminantes y viajeros enviados a reconocer el territorio. Durante el siglo XX
15
Presentación
17
PRIMERA PARTE
CAMINO
ANTIGUO TUNJA –
SANTAFÉ (BOGOTÁ)
SIGLOS XVI A XIX
Capítulo I
CAMINO ANTIGUO SANTAFÉ –
TUNJA EN EL PERIODO COLONIAL
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez1
Introducción
Los caminos son un mecanismo para estudiar la interacción de los grupos humanos,
contribuyen con el reconocimiento y apropiación del espacio, permiten apreciar
el recorrido, y las actividades económicas que se realizaban. Estos constituyen
escenarios que dan cuenta de las experiencias vividas por grupos y actores
sociales que transitaron, que interactuaron y dinamizaron procesos en conjunto;
a través de su estudio se pueden establecer los significados que socialmente
se le atribuyen a cada uno de los lugares. De ahí el interés de este capítulo por
estudiar el camino antiguo que comunicaba a Santafé con Tunja en el altiplano
Cundiboyacense, a partir del cual se pretenden identificar las huellas que dejaron
quienes lo transitaron, cuyo uso permitió su adaptación en los diversos periodos,
para responder a las necesidades de circulación, transporte e intercambio de
productos, bienes y transeúntes. A través de este, se puede reconocer el significado
social y económico, el uso y la interacción social de quienes lo utilizaron en la
época colonial, lo que nos acerca a comprender cómo a lo largo del trayecto
se fueron construyendo viviendas, sitios de abastecimiento y lugares para el
descanso, la alimentación y recreación de los viajeros, a partir de los cuales se
puede comprender la expansión económica, demográfica y cultural, que son
aspectos centrales para tejer un puente entre pasado y presente.
El camino objeto de esta investigación, fue usado por los indígenas que habitaban
el altiplano Cundiboyacense antes de la llegada de los españoles, pues aunque no
se han realizado investigaciones arqueológicas que evidencien rastros materiales
21
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
del uso prehispánico, los documentos coloniales que referenciaron las formas de
circulación de productos entre los nativos, describen que existían intercambios
de bienes entre los cacicazgos indígenas de la Sabana de Bogotá, y los que se
asentaban en el norte del territorio muisca, en lo que hoy se conoce como Soatá,
Cerinza, Sogamoso. Entre los muchos productos que circulaban en este amplio
territorio indígena, se hallaba la sal producida en los yacimientos de Zipaquirá y
Nemocón, la cual llegaba hasta los territorios de los caciques de Tunja, Tundama
y el Sugamuxi, pero también de estos territorios se llevaba maíz, hayo, algodón,
hasta los yacimientos de agua salobre para intercambiarlos por sal2. Los referentes
documentales infieren un tránsito de personas (indígenas) que transportaban
dichos productos, lo que implica que a pesar de la distancia y de la geografía
del paisaje, había una interconexión entre comunidades étnicas distintas, en este
caso los Muiscas, los Chitareros y los Lache3.
Igualmente, y por los relatos de los españoles que arribaron al interior del territorio
del Nuevo Reino de Granada4 durante la segunda mitad del siglo XVI, podemos
señalar que este camino continuó siendo determinante para avanzar en el proceso
de conquista y reconocimiento del norte del altiplano Cundiboyacense, la sierra
Nevada del Cocuy, la Provincia de Pamplona y los llanos del Casanare. El camino
de Tunja a Santafé se convirtió en una de las principales vías de acceso para la
circulación de productos necesarios para el abastecimiento de los españoles que
se asentaron en las ciudades hispanas del altiplano, pues estos nuevos pobladores
se convirtieron en grandes demandantes de todo género de productos para su
supervivencia, los cuales eran producidos tanto en el interior de las colonias
(efectos o productos de la tierra), como importados de Europa (Productos de
Castilla). Esta circulación de productos dio origen a las primeras interacciones
socioculturales entre las comunidades nativas y los españoles, es decir, los
intercambios se dieron no solamente desde el punto de vista de las estructuras
políticas, sino en lo cotidiano como la alimentación, el hábitat, el vestido, los
animales domésticos, para citar solamente algunos casos.
Los productos de la tierra5 más usados por los españoles en el siglo XVI, además
del oro y las piedras preciosas, fueron aquellos requeridos para la alimentación
y la subsistencia en las ciudades del interior, entre los que se encuentran por
ejemplo: el pescado y la miel de abejas, que se traían principalmente de los Llanos
Orientales; la sal que se producía en los yacimientos de la Sabana; el maíz, los
2 Blanca Ofelia Acuña Rodríguez, “Rutas de Circulación e intercambio de sal en la provincia de Tunja,
segunda mitad del siglo XVI”, Revista Historia y Memoria, n° 16. enero a junio (2018):226, https://doi.
org/10.19053/20275137.n16.2018.7729.
3 Los Muiscas se ubicaban en la parte central del altiplano Cundiboyacense, los Lache en la Sierra Nevada
del Cocuy y los Chitareros en el Cañón del Chicamocha y Pamplona, actuales departamentos de Santander
y Norte de Santander.
4 El Nuevo Reino de Granada, fue el nombre que le otorgó Jiménez de Quesada a la zona descubierta
y conquistada por su hueste, y que coincide en parte con la altiplanicie de la cordillera Oriental, en los
departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Santander y Casanare.
5 Se llamaban productos o efectos de la tierra, porque eran producidos por los nativos en los nuevos
territorios descubiertos.
fríjoles, la papa y demás tubérculos (cubios, rubas, ibias, etc.) que cultivaban los
indígenas en los páramos, así como la leña que funcionaba como combustible para
la cocción de alimentos, o la yerba que se recolectaba en las zonas montañosas,
para alimentar a los caballos y bestias. También fueron de gran importancia
otros productos como las mantas y el algodón, indispensables en la elaboración
de textiles requeridos para solventar el frío del altiplano. Todos estos productos
circularon en el siglo XVI entre los distintos asentamientos indígenas y en las
ciudades hispanas del interior del Nuevo Reino de Granada.
Por su parte, los productos de Castilla, estaban representados por el vino y el
aceite, las velas, los sombreros, paños, zapatos, armas, entre otros; los cuales eran
traídos directamente desde España y desembarcados en Cartagena, y desde allí
eran trasladados hasta el interior usando vías navegables como el río Magdalena,
y los caminos terrestres que se fueron adecuando para que las recuas, caballos
y cargueros transportaran estos productos, desde los puertos fluviales hasta las
ciudades coloniales.
En este capítulo, nos referiremos a la transición que se generó en el uso y
funcionamiento de los caminos en Tunja con la llegada de los españoles, a mediados
del siglo XVI y la instauración del sistema colonial hispano, cuando los caminos
se convirtieron en factores determinantes para el descubrimiento y reconocimiento
de los nuevos territorios, y a la vez, en la base para el funcionamiento de rutas
de circulación de diversos productos, mercancías e incluso funcionarios de la
Corona que requerían desplazarse entre las mismas ciudades coloniales fundadas
al interior del territorio.
Centraremos nuestra atención, principalmente, en el camino que comunicó a
Santafé con Tunja en el interior del Nuevo Reino de Granada, alrededor del cual
se generó una serie de procesos y relaciones de integración social, económica y
cultural entre las comunidades nativas y los conquistadores españoles, quienes
adaptaron el espacio para facilitar el recorrido, ya fuera aderezando el camino o
construyendo puentes o pasadizos sobre los ríos, o creando sitios de descanso,
acopio y abastecimiento de alimentos y bebidas para humanos (mercaderes,
funcionarios reales, arrieros, esclavos, indios guías, etc.) y animales de carga que
recorrían el camino: hospedajes o posadas, ventas y puntos de abastecimiento,
Es necesario señalar que, cuando se habla de los caminos del siglo XVI, nos
referimos a senderos estrechos por donde escasamente circulaban los humanos
y algunos pocos animales de carga que habían introducido los españoles. Estos
caminos, en la mayoría de los casos, correspondían a los que tenían o habían
usado los indígenas antes de la llegada de los españoles para intercambiar sus
productos o mantener relaciones de interacción con otras comunidades, como
ocurría con el camino que comunicaba los territorios del Zipa localizados en la
Sabana, con los territorios del Zaque ubicados en los actuales territorios de Tunja,
Duitama o Sogamoso en el departamento de Boyacá.
23
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
6 Sofía Botero Páez. «Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos
en Colombia», Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, vol 20, n°. 37 (2006); Mayra Cuéllar,
«El camino del pie de Gallo: de Santiago de las Atalayas a Sogamoso a finales del siglo XVI» II (Tesis,
departamento de Historia, Universidad de los Andes, 2008).
7 Fabián Andrés Lancheros Herrera, “Caminos Coloniales: una Historia de las vías de comunicación en
la región central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII” (Tesis de Maestría en Historia, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, 2017), p. 16.
8 “Caminos Coloniales: una Historia de las vías de comunicación en la región central del Nuevo Reino de
Granada en el siglo XVIII” (Tesis de Maestría en Historia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
2017), p. 45.
ellos pudieran circular tanto los hombres, como los animales de carga: mulas,
caballos y bueyes9.
El texto se divide en dos partes, que buscan identificar la transición en el uso
del camino indígena y el camino hispano. En la primera parte, se hace una
aproximación a lo que pudo haber sido el uso del camino indígena prehispánico,
que permitía la interacción de las dos grandes confederaciones indígenas: el
Zaque y el Zipa. El Zaque tenía control sobre los territorios de la zona norte del
territorio muisca, desde Chocontá hasta el cacicazgo de Sogamoso; y el Zipa,
que controlaba los territorios de los cacicazgos ubicados en la Sabana de Bogotá.
La segunda parte, se centra en el camino que conectó a las ciudades coloniales
de Tunja y Santafé durante este periodo, a partir de las pocas descripciones que
existen en la documentación del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII,
que referencian hitos importantes que existían en este camino.
25
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
fueron parcialmente destruidos por el tránsito de los caballos y las mulas; mientras
otros tramos, como lo afirman Leonor Herrera y Marianne Cardale, “fueron
incorporadas al trazado de los caminos reales, luego al de las vías republicanas
y los rieles del ferrocarril y recientemente al de las carreteras asfaltadas”16. Esto
nos permite inferir que los caminos que tenían las comunidades indígenas fueron
la base sustancial para la construcción de carreteras y autopistas, que comunican
hoy las diversas regiones y que demandan toda una infraestructura, tanto de
recursos como de maquinaria, que en ocasiones no responde a las necesidades
del contexto.
Para los españoles en el siglo XVI, la adecuación de los caminos que usaban
los indígenas y la construcción de nuevos accesos en el interior del territorio del
Nuevo Reino de Granada, se convirtió en una necesidad para el desplazamiento
de caballos y bestias, y para facilitar la comunicación y la circulación de productos
entre las ciudades hispanas de Tunja y Santafé, fundadas inicialmente con la
finalidad de emprender nuevas expediciones de conquista y reconocimiento
del territorio en el interior, y posteriormente se convirtieron en eje articulador
de diversas relaciones económicas, políticas y sociales entre las provincias de
Pamplona, Llanos Orientales, Tunja, Santafé, Vélez, entre otras.
La importancia que representaban los caminos para los españoles, desde el inicio
de la conquista y colonización del altiplano Cundiboyacense, para 1571 el capitán
Juan de Céspedes17, señaló: “Todos los caminos generalmente en el Nuevo Reino
son muy malos de cuestas y ríos malos y quebradas y pantanos. El menos malo
es de Vélez a Tunja y Santafé y los alrededores de Tunja y Santafé”, además
aclaró, que solamente andaban carretas en “los contornos de Santafé, que llaman
sabana grande y es la vega. Los demás se andan en arrias, con mucho trabajo
y peligro de los malos pasos”18. Así, se describe la dificultad percibida por los
españoles para el tránsito de productos y transeúntes a través de los caminos,
debido a la exhuberante vegetación, a las aguas que corrían por los alrededores
y a lo ondulado de las montañas, lo que fue asociado con salvaje y atrasado.
Igualmente, en la relación escrita en 1571 por el padre Gaspar de Puerto Alegre,
señala que los caminos que recorrían en el Nuevo Reino, eran “muy malos de
cuestas y ríos y malos pasos y quebradas y pantanos”19, y que esto dificultaba el
tránsito de las mulas y caballos, y por lo tanto la circulación de las mercancías
procedentes de España, que llegaban al interior del Nuevo Reino de Granada,
desde Cartagena.
16 Leonor Herrera y Marianne Cardale de Schrimpff, Caminos Precolombinos. Las vías los ingenieros y
los viajeros (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000), 11.
17 El capitán Juan de Céspedes fue uno de los que acompañó la expedición de Jiménez de Quezada, desde
su salida de Santa Martha en 1536.
18 Relación de Céspedes. 17 de octubre de 1571. En: En: Revista Cespedesia, n.o. 45 – 46. (enero – junio
de 1983), 110.
19 Relación Nuevo Reino de Granada, 1571, f. 8v. En: Relaciones y visitas a los Andes T. 3, Hermes Tovar,
(Bogotá: Colcultura, 1992), 157.
27
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
20 Archivo Regional de Boyacá. Actas del Cabildo de Tunja Cabildos. Legajo 04. Fl. 9. [1556].
21 Provisión Real de la Real Audiencia de Santa fe. ARB. Fondo Histórico. Legajo 4. Fl. 113 [9 y 17 de
enero de 1556]
demás cosas necesarias donde convenga e los dichos cabildos las hagan
e cumplan sopena de trecientos pesos de buen oro22.
22 ARB. Fondo Histórico. Legajo 4. Fl 113 . Provisión Real de la Real Audiencia de Santa Fe [9 y 17 de
enero de 1556].
23 Blanca Ofelia Acuña Rodríguez, Producción y Distribución de Sal. Pueblo de la Sal y Chita s. XVI y
XVII (Cali: Universidad del Valle, 2007), 72.
24 AGN. Visitas Boyacá T. 2. Fl 181. Interrogatorio a los indios de Támara. Visita de 1572.
29
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
31
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
27 Recopilación de Leyes de Indias de 1680, Libro IV: Título XVI, Ley I (16 de agosto de 1563).
28 Recopilación de Leyes de indias de 1680, Libro IV: Título XVI, Ley I, y Título XV, Ley VII.
29 Archivo Regional de Boyacá. Fondo Histórico. Legajo 93. Fl 390. Solicitud del Procurador General de
Tunja. [1653].
pasara por el Puente sobre el río Boyacá y las ventas de Turmequé, recorriera a
Chocontá, Guasca, hasta llegar a Santafé30 (Ver Ilustración No. 3).
Ante el deterioro y los daños que se presentaban en el recorrido del camino, tres
años después (1547) el mismo cabildo de Tunja dispuso que los encomenderos
y los repartimientos indígenas que estaban en vecindad al camino de Tunja a
Santafé, arreglaran los puentes que estaban dañados y desbaratados31, puesto que
había dificultad para que transitaran caminantes, caballos y recuas. En esta labor
fueron involucrados Diego de Partearroyo, encomendero del pueblo de Boyacá
y Hernando de Rojas, para que respondieran por el arreglo del camino de Tunja
a Turmequé y a Chocontá.
No obstante, sabemos que para los españoles durante el periodo colonial, mantener
una permanente comunicación entre Santafé y Tunja fue una prioridad, pues
desde Santafé se impartían las órdenes y condiciones de administración de los
nuevos territorios descubiertos, y desde Tunja circulaban productos y bienes de
consumo que provenían de diversas regiones y pisos térmicos del altiplano y
los Llanos Orientales, que abastecían las necesidades de la población hispana
asentada en las dos ciudades. Así, por ejemplo, desde los Llanos Orientales se
trasladaba ganado, miel de abejas, pescado, entre otros productos hasta Paipa,
de ahí hacia Tunja y posteriormente a Santafé32.
Nuestro interés es pues, retomar las pocas descripciones del camino y de los
lugares que referencian los documentos coloniales sobre los recorridos que hacían
los españoles entre estas dos ciudades, a fin de recrear la memoria y acercar a
los lectores al reconocimiento de estos espacios en la actualidad, teniendo en
cuenta la relevancia de estos caminos para el transporte de personas, alimentos
e intercambio de productos; sin desconocer los asentamientos que se generaron
en las áreas aledañas al camino, que transformaron las relaciones económicas
de la región.
30 Archivo Regional de Boyacá. Fondo Cabildo de Tunja. Libro Segundo. f. 28. Acta del cabildo celebrado
el 22 de agosto de 1544.
31 Archivo Regional de Boyacá. Fondo Cabildo de Tunja. fls. 121, 122. Acta del Cabildo de Tunja del 26
de marzo de 1547.
32 Para el siglo XVII, la compañía de Jesús, que criaba sus ganados en los llanos casanareños, los transportaba
hasta Paipa donde estaba la hacienda el Salitre y de allí a Santafé para abastecer los colegios que tenía en
esta ciudad, como lo afirma Erika Arboleda. La hacienda el salitre: transacción del modelo de producción
económica jesuita a propietarios privados, 1712-1809. (Tesis de Maestría en Historia. UPTC, 2017).
Pag. 140.
33
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Aunque estas descripciones nos dan cuenta del mal estado del camino y la
inexistencia de posadas y sitios de abastecimiento en el recorrido que se hacía,
en nuestro estudio hemos podido encontrar descripciones sobre algunos sitios
específicos que se hallaban aledaños al camino, entre los que se encontraban: a
la salida de Tunja el paredón de San Laureano, más adelante, el puente sobre el
río Boyacá, posteriormente “la Ventaquemada”, y luego, la posada y tienda de
Albarracín, como lo veremos a continuación:
De la plaza mayor al paredón de San Laureano
De acuerdo con los documentos coloniales, el camino de Tunja a Santafé iniciaba
en la plaza mayor hoy Plaza de Bolívar, y seguía en dirección sur hasta lo que
hoy se conoce como Bosque de la República, donde se hallaba la ermita de San
Laureano34, considerada en la época como la salida y entrada de la ciudad; allí
para mantener las tradiciones hispanas se instauró una de las primeras capillas
cristianas en 1566, para que los transeúntes que se desplazaban por este camino
pudieran orar y clamar protección durante el viaje, o agradecer por haber alcanzado
el recorrido y haber llegado a la ciudad.
En el entorno del espacio de culto cristiano, a mediados del siglo XVI, el cabildo
de Tunja instauró un mercado de naturales35, para que allí los nativos llevaran sus
productos y los españoles pudieran abastecerse de alimentos y bienes necesarios
para su subsistencia; así que en este espacio confluyeron dos poderes: el religioso
representado en la ermita, y a pocos pasos, el económico representado en el
mercado. Estos dos elementos, contribuyeron a que este trayecto del camino
tuviera una gran importancia para las autoridades locales, de ahí que a comienzos
del siglo XVII36, el Cabildo de Tunja ordenó el empedrado, y comisionó a Pedro
Núñez de Cabrera para que se encargara de la obra. No obstante, el empedrado
no incluía el sitio específico de la ermita de San Laureano, donde en épocas de
lluvia las corrientes deterioraban el camino.
Al parecer desde mediados del siglo XVII, para contener las aguas que circulaban
por la cárcava de San Laureano, se había levantado un muro que evitaba que
se inundara el camino. Sin embargo, para 1653, se registraba “que el paredón
que avía en el camino de que va de esta ciudad a la de Santafé y otras partes se
derrumbó y se va trajiendo quebrado el paso y de no remediarse con el tiempo el
35
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
41 Descripción de la Ciudad de Tunja, sacada de las informaciones hechas por la Justicia de Aquella ciudad
en 30 de mayo de 1620 años. En: Revista Cespedesia, n.o. 45 – 46. (enero – junio de 1983), 341.
42 Archivo Regional de Boyacá. Fondo Histórico. Legajo 99. Fl 526 [noviembre 22 de 1660].
37
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Albarracín, al parecer por el mal estado del puente que se hallaba sobre el
río y por la falta de mantenimiento del camino en este sitio, lo cual le había
ocasionado inundación y pérdida en las mercancías que vendía en este sitio.
Teniendo en cuenta la importancia de esta venta, Juan de Vega solicitó en
1628 al cabildo de Tunja que, “se reabra la dicha venta con el hato que allí
a poblado y para oviar el inconveniente y daño que se requiere a ir a Santafé
Tunja y otras partes”44. Este sitio, según el mismo documento era el único
que existía para el paso de transeúntes y la circulación de mercancías entre
las dos ciudades, por lo tanto, era indispensable el reparo del puente y sitio
de la venta de Albarracín.
Consideraciones finales
Para finalizar, podemos señalar que la importancia del camino Tunja a
Santafé, durante el periodo Colonial, estuvo relacionada con la circulación de
mercancías y el abastecimiento de la población hispana asentada en las dos
ciudades. Este camino permitió conectar extensos territorios y la configuración
de una amplia región conformada por los Llanos Orientales proveedores de
algodón, miel de abejas, pescado y otros productos alimenticios; el de la
provincia de Pamplona productora de oro, la Sierra Nevada del Cocuy, la
provincia de Vélez, con la Provincia de Tunja, y esta última con el centro
de la administración del sistema colonial.
Este camino, de origen y uso prehispánico, fue acondicionado desde el siglo
XVI por los españoles, para que por este pudieran transitar animales de carga
y transeúntes en general. Durante todo el periodo colonial se introdujeron
e implementaron obras de mantenimiento y adecuación, que incluyeron
la construcción de puentes sobre los ríos, la cimentación de muros para
evitar las inundaciones, el aderezamiento o empedrado de ciertas zonas,
la construcción de terraplenes, y la creación y organización de toda una
infraestructura para el funcionamiento de posadas y tiendas que le ofrecieran
hospedaje, alimentos y descanso a los transeúntes y a los animales de carga
que transitaban por el camino.
La escasez de referencias y documentos coloniales que describieran con
detalle los trayectos del camino han limitado una mejor apreciación sobre
los hitos y las características de los recorridos, así como la descripción de
las rutas con sus hitos y avatares más importantes.
39
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Referencias
Fuentes primarias
Archivo Regional de Boyacá – ARB
Fondo Cabildos.
Fondo Histórico
Archivo General de la Nación - AGN
Fondo Fábrica de Iglesias.
Fondo Visitas Boyacá. T.2 154r [1571]
Descripción de la Ciudad de Tunja, sacada de las informaciones hechas por la
Justicia de Aquella ciudad en 30 de mayo de 1620 años. En: Revista
Cespedesia No. 45 – 46. Cali (enero – junio de 1983), 341.
Recopilación de Leyes de indias de 1680, Libro IV: Título XVI, Ley I (16 de
agosto de 1563).
Fuentes secundarias
Acuña Rodríguez, Blanca Ofelia. “Rutas de Circulación e intercambio de sal en
la provincia de Tunja, segunda mitad del siglo XVI”, Revista Historia y
Memoria, n° 16. enero a junio (2018). https://doi.org/10.19053/20275137.
n16.2018.7729.
________________. “Los mercados de naturales, una transición del intercambio
indígena al mercado colonial”. En: Mercado y Región. Tunja: Universidad
pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2020.
________________. Producción y Distribución de Sal. Pueblo de la Sal y Chita
s. XVI y XVII. Cali: Universidad del Valle, 2007.
Arboleda, Erika. La hacienda el salitre: transacción del modelo de producción
económica jesuita a propietarios privados, 1712-1809. Tesis de Maestría
en Historia. UPTC, 2017. Pág. 140.
Groot, Ana María. “Sal, Caminos y Mercaderes: el caso de los muiscas en el
Siglo XVI”. En: Caminos Precolombinos. Las vías los ingenieros y los
viajeros, Leonor Herrera y Marianne Cardale de Schrimpff. Bogotá:
Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Imprenta Nacional
de Colombia, 2000.
Henares Díaz, Francisco. La Ermita: Una visión multidisciplinar. En: https://www.
google.com/search?q=Funciones+reliosas+de+las+ermitas+religiosas
[Consultado Agosto de 2020].
41
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Introducción
La visión historiográfica predominante del Virreinato de la Nueva Granada y,
después, de la naciente república que hoy es Colombia, ha resaltado condiciones
como el autoabastecimiento, las interacciones reducidas, la desconexión e, incluso,
el aislamiento46. Como se ha mostrado en un trabajo anterior47, esta percepción del
llamado periodo colonial y de las primeras décadas de la república, fue construida
en parte por la falta de cuestionamiento a fuentes como los viajeros extranjeros
que procedían de contextos en los cuales la topografía y los transportes tenían
dinámicas propias, o los liberales reformistas de mediados de siglo que también
recorrían el territorio nacional y procuraban enfatizar en un “atraso” del cual
saldría el país gracias a los gobiernos de los cuales formaban parte. Sin embargo,
43
Katherinne Mora Pacheco
en varios estudios48 se ha hecho evidente que existía una red de caminos desde
tiempos prehispánicos, mantenida y ampliada bajo dominio español, es decir, que
las interacciones tenían una base material sobre la cual producirse. En los últimos
años, otro tratamiento a las fuentes con nuevas preguntas y la profundización
en el estudio de actividades económicas o regiones, han dado lugar a diferentes
trabajos que evidencian conexiones más intensas, a mayores distancias y más
tempranas de lo que tradicionalmente habíamos pensado49.
Es en esta última perspectiva que se inserta este capítulo. A partir de una nueva
lectura de los relatos de viaje de diferentes personas que recorrieron la ruta entre
las dos principales ciudades del altiplano Cundiboyacense, Santafé (después
llamada Bogotá) y Tunja, busca reconstruir la red a través de la cual se establecían
conexiones en la región, las diferentes vías y propósitos de quienes las tomaban,
las dificultades, las distancias, los tiempos de recorrido y los hitos o elementos
representativos en esa red para los diferentes autores de estos registros. Aunque
se trata de dos puntos que podrían parecer separados por una relativa corta
distancia, como se verá, el recorrido entre Santafé y Tunja muchas veces era
solo un tramo de itinerarios que se prolongaban hasta puntos tan distantes como
el actual territorio de Venezuela o los Llanos Orientales de la actual Colombia.
La presencia de varias ventas50 y posadas, puentes, rutas alternas en diferente
estado, daban cuenta de una conexión importante entre las dos ciudades, mucho
menos trabajada que aquella dirigida al río Magdalena51.
48 Pilar Moreno de Ángel, Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche Losada, eds., Caminos reales de Colombia
(Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995); Sofía Botero Páez, Caminos ásperos y fragosos para los caballos:
apuntes para la historia de los caminos en Antioquia (Medellín: Universidad de Antioquia, 2005); Carlos
Delgado, «Camino nacional Honda - Santafé de Bogotá. Transporte, economía y desarrollo», Apuntes
del CENES 24, n.o 38 (2004): 199-227; Aristides Ramos Peñuela, Los caminos al río Magdalena. la
frontera del Carare y del Opón 1760-1860 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000);
Carl Langebaek, Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas. Siglo XVI (Bogotá:
Banco de la República, 1987).
49 Nelson Fernando González Martínez, Ricardo Uribe, y Diana Bonnett Vélez, eds., Comunicación, objetos
y mercancías en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Universidad de los Andes, 2017); Edwin Alexander
Muñoz Rodríguez y James Vladimir Torres Moreno, «La función de Santafé en los sistemas de intercambio
en la Nueva Granada a fines del siglo XVIII», Fronteras de la Historia 18, n.o 1 (2013): 165-210; Oscar
Granados y José Joaquín Pinto, «Más Allá de Pamplona (Nueva Granada): Circuitos Cacaoteros del
Suroccidente durante la Transición, 1790-1821», Revista de Historia Económica - Journal of Iberian
and Latin American Economic History 37, n.o 3 (diciembre de 2019): 539-66, https://doi.org/10.1017/
S0212610918000204; Yoer Javier Castaño Pareja, Eslabones del mundo andino. Comercio, mercados y
circuitos pecuarios en el Nuevo Reino de Granada y la Audiencia de Quito 1580-1715 (Editorial EAFIT,
2019); Katherinne Mora Pacheco, Entre sequías, heladas e inundaciones. Clima y sociedad en la Sabana
de Bogotá, 1690-1870 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019); Nathalie Moreno Rivera,
«Circulación de efectos de Castilla en el Virreinato de la Nueva Granada a finales del siglo XVIII»,
Fronteras de la Historia 18, n.o 1 (2013): 211-49.
50 Casas ubicadas en el camino donde se ofrecía hospedaje y alimentación para transeúntes y sus animales
y, en ocasiones, se vendían diferentes tipos de provisiones para continuar el recorrido.
51 Delgado, «Camino nacional Honda - Santafé de Bogotá. Transporte, economía y desarrollo»; Miguel
Darío Cárdenas y Santiago Rincón, «Los caminos históricos de la Real Expedición Botánica», Revista
Quiroga 3 (2013): 40-54; Ramos Peñuela, Los caminos al río Magdalena. la frontera del Carare y del
Opón 1760-1860.
Ahora bien, es importante aclarar que, como se verá, en la mayoría de los casos el
camino solo fue un medio para llegar y no el objeto de la observación, condición
que explica la ausencia de información sobre su infraestructura, servicios o
funciones. Cuando se encuentran las descripciones detalladas, lamentablemente
no vienen acompañadas de mapas o ilustraciones que permitan identificar hitos
o nodos susceptibles de ser georreferenciados. Aun así, por más detalles que
encontráramos en los relatos, tal como se comprobó durante el trabajo de campo
realizado en cuatro oportunidades durante 2018 y 2019, una reconstrucción
material completa del trazado y sus vestigios en el terreno no es posible debido
a transformaciones ocurridas en los siglos XX y XXI como la eliminación del
caballo y la mula como medios de transporte (con otros requerimientos de
infraestructura), la construcción y reconstrucción de la carretera Bogotá-Tunja,
el cambio en el caudal y curso de los ríos, la expansión de las áreas urbanas de
los municipios en todo el trayecto y de zonas industriales al norte de la Sabana
de Bogotá, entre otras. Aunque se encuentran continuidades en la memoria de las
personas y los paisajes, como los cercados de tapia pisada o los mismos topónimos,
la infraestructura se superpone y los elementos desaparecen (las ventas, los
cultivos, los árboles nativos…). Por tanto, más que ofrecer un itinerario detallado
que pueda ser recorrido con fines turísticos, se trata de reconstruir los modos de
transitar, los usos, las percepciones y las funciones que tenía la red de caminos
que conectaban a las dos principales ciudades del altiplano Cundiboyacense.
Respecto a los viajeros y sus relatos, es importante hacer varias salvedades.
Primero, aunque los relatos de viajes experimentaron su mayor auge en
producción y ventas durante el siglo XIX y en un contexto de expediciones
científicas, relaciones comerciales internacionales y expansión imperial, como
han demostrado varios estudios, el género literario ya venía en crecimiento desde
el siglo XVIII, bajo la pluma no solo de exploradores y naturalistas, sino de
misioneros que se desplazaban a lugares desconocidos52. Segundo, retomando
la propuesta de Alberto González Troyano53, se hace aquí la distinción entre
viajero y paseante. A diferencia del viajero típico de los siglos XVIII y XIX,
el paseante recorre espacios cercanos y familiares y su voz “al no estar movida
por el afán de nuevos conocimientos que impulsaban al viajero, no buscaba
tanto descubrir cómo degustar algo ya conocido. Y con mirada de complicidad
orientaba sus pasos de manera selectiva, para reencontrar solo aquello que le
permitía plantear unos itinerarios acordes con la imagen que, a través del paseo,
52 Jorge Myers, «Transiciones identitarias en una época de crisis, derrumbe y renovación (1770-1825)»,
en Rumbos patrios. La cultura del viaje entre fines de la Colonia y la Independencia, ed. Jorge Myers
(Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2011), 9-45; Irving Leonard, Viajeros por la América
Latina colonial (México: Fondo de Cultura Económica, 1992); Fredy Montoya López, «Controversias
epistemológicas en torno a los viajeros del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII», Telar 11-12 (2014
de 2013), http://filo.unt.edu.ar/wp-content/uploads/2015/11/telar1112.pdf.
53 Alberto González Troyano, «Del viajero ilustrado al paseo literario», en Los libros de viaje: realidad vivida
y género literario, ed. Leonardo Romero Tobar y Patricia Almarcegui Elduayen (Madrid: Universidad
Internacional de Andalucía, 2005), 151-57.
45
Katherinne Mora Pacheco
quería hallar y ofrecer”54. Tercero, la información que cada diario o relato puede
brindar depende de factores como el propósito del desplazamiento, el origen del
autor y su profesión u oficio, el tiempo transcurrido entre su visita y el registro o
publicación de sus impresiones e incluso su presencia real o ficticia en los lugares
que describe55. A estas condiciones habría que sumar la información que recibió
de sus informantes (compañeros de viaje, personal de las ventas y las posadas,
cargueros, guías…), pero que en muy raras ocasiones tuvieron voz o, cuando
menos, fueron reconocidos. Como ocurre con cualquier otra fuente, es necesario el
cuestionamiento y el contraste, que en este caso se aplica entre diferentes apartados
del mismo relato, diarios con trayectos similares, diarios y algunos documentos
oficiales, y diarios con información cartográfica y recorridos de campo. Como
resultado, el presente capítulo se divide en dos partes. La primera, reconstruye
el perfil y los motivos de quienes recorrieron el camino Santafé/Bogotá-Tunja
en los siglos XVIII y XIX. La segunda, se enfoca en la imagen que cada uno
construyó del camino a partir de sus funciones, sus lugares representativos, sus
obstáculos o las distancias recorridas.
58 José Gumila, El Orinoco ilustrado: historia natural civil y geográfica de este gran río y de sus caudalosas
vertientes, vol. 1 (Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, 1944), http://babel.banrepcultural.
org/cdm/ref/collection/p17054coll6/id/20; Juan de Santa Gertrudis, Maravillas de la naturaleza, vol. I, II
vols. (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956); Basilio Vicente de Oviedo, Cualidades
y riquezas del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Imprenta Nacional, 1930).
59 Pedro Tobar y Buendía, La Virgen de Chiquinquirá. Única fuente histórica del milagro escrita en el siglo
XVII por el padre Pedro Tobar y Buendía, Facsimilar (Tunja: Academia Boyacense de Historia - Caja
Popular Cooperativa, 1986).
60 Alessia Frassani, «La Virgen de Chiquinquirá y la religión muisca», Historia y Sociedad 35 (2018):
61-86, https://doi.org/10.15446/hys.n35.70319.
61 Álvaro Acevedo Gutiérrez, «El proceso de hispanización del nororiente colombiano durante el siglo
XVI», Reflexiones Teológicas 6 (2010): 233-67; Lina Constanza Díaz Boada, «La ruta del cacao:
circuito comercial de la élite pamplonesa, Virreinato de Nueva Granada, siglos XVIII-XIX», Cambios
y Permanencias 3 (2012): 166-87.
62 Jean Baptiste Boussingault, Memorias, vol. 1, 3 vols. (Bogotá: Banco de la República, 1994).
63 Charles Stuart Cochrane, Journal of a residence and travels in Colombia during the years 1823 and
1824, vol. 2, 2 vols. (Londres: Henry Colburn, 1825).
64 Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá: Unimedios, 2007).
65 José María Gutiérrez de Alba, Impresiones de un viaje a América (Bogotá: Villegas Editores, 2012).
47
Katherinne Mora Pacheco
Otra condición que explica la ausencia de Tunja en los itinerarios desde Bogotá,
especialmente en el siglo XIX cuando los diarios de viaje se multiplican, es la
repetición de modelos fijados por anteriores visitantes en términos de recorridos,
descripciones y representaciones gráficas. Por ejemplo, la celebridad del viaje
de Alexander von Humboldt llevó a muchos a leer sus diarios y a emular sus
trayectos66, sin importar los atractivos adicionales que pudieran encontrar en el país.
La misma imitación ocurrió también entre viajeros que fueron contemporáneos,
como John Hamilton con Théodore-Gaspard Mollien y François Roulin67. Así, se
convertirán en lugares comunes en la mayoría de los diarios aquellos poblados
a orillas del Magdalena desde el embarque en el Caribe y hasta Honda, el
camino que de este puerto fluvial conducía a Bogotá y lugares de la Sabana de
Bogotá (como el salto del Tequendama, las salinas de Zipaquirá) o de la vertiente
occidental de la Cordillera Oriental (por ejemplo, el puente natural de Pandi o
Icononzo68); con menor frecuencia, también resultó atractivo el paso del Quindío
en la Cordillera Central.
Pese a esta relativa homogeneidad en los recorridos de los viajeros y paseantes,
es posible encontrar diversos registros sobre recorridos entre Santafé (después
Bogotá) y Tunja a lo largo de los siglos XVIII y XIX, sintetizados en la tabla
1, de personas con variadas procedencias y ocupaciones. En este inventario se
destacan dos paseantes propiamente dichos, entendidos, como se mencionó
páginas atrás, como personas que relatan experiencias de reconocimiento de
espacios que les son propios. Son estos los casos de Basilio Vicente de Oviedo
y José María Caballero. Oviedo había nacido en Socotá y en la década de 1730
se desempeñó como cura del pueblo de Boyacá. Sus recorridos como sacerdote
le permitieron realizar observaciones sobre las condiciones naturales de diversos
puntos del altiplano Cundiboyacense, entre ellos los pueblos que se encontraban
a la vera de los caminos que conectaban a Santafé y Tunja. Sin embargo, aunque
en sus Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada menciona algunos
pueblos que eran paso en el camino que de Santafé conducía a Tunja y destaca
condiciones como el clima, la vegetación o la fauna, no señala itinerarios, senderos
o hitos que permitan visualizar los caminos de mediados del siglo XVIII69. Por
su parte, Caballero era un comerciante santafereño de principios del siglo XIX,
de cuya biografía poco se sabe. Sus escritos70 están dedicados principalmente
a describir la situación económica del Virreinato de la Nueva Granada en los
66 Torres Torres, «La imagen de Bogotá construida por los viajeros extranjeros que recorrieron el país a lo
largo del siglo XIX»; Jaime Jaramillo Uribe, «La visión de los otros. Colombia vista por observadores
extranjeros en el siglo XIX», Historia Crítica, n.o 24 (diciembre de 2003): 7-21; Antei, Guía de forasteros:
viajes ilustrados por Colombia, 1817-1857.
67 Antei, Guía de forasteros: viajes ilustrados por Colombia, 1817-1857.
68 Ubicado en lo que actualmente corresponde a los límites entre los municipios de Icononzo (Tolima) y
Pandi (Cundinamarca). Esto explica la variación de nombre en los diarios, pese a que se trate de la misma
formación.
69 Oviedo, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada.
70 José María Caballero, Diario (Bogotá: Villegas Editores, 1990); José María Caballero, «En la
Independencia», en La Patria Boba, ed. Eduardo Posada y Pedro María Ibáñez (Bogotá: Imprenta
Nacional, 1902), 75-274.
71 Para una explicación de las confusiones o imprecisiones de este itinerario, ver la siguiente sección y la
tabla 2.
72 Caballero, Diario, 73.
49
Katherinne Mora Pacheco
73 En el texto introductorio a las Cartas escritas desde Colombia, Malcom Deas recoge las diferentes
versiones sobre el posible autor de las misivas y concluye que, aunque su identidad es un misterio, el
material no puede atribuirse a otros viajeros que visitaron el país en la misma época; también concluye
que no se trata de un hombre de ciencia sino posiblemente de un comerciante, si bien no hay certeza
sobre su oficio. Ver John Hankshaw, Cartas escritas desde Colombia durante un viaje de Caracas a
Bogotá y desde allí a Santa Marta en 1823 (Bogotá: Banco de la República, 1975), 5-10.
74 No se encuentra un lugar entre Sopó y Bogotá con ese nombre ni a la distancia que indica de 4 millas
(unos 6,5 kilómetros). Si bien la traductora ofrece como posible opción Suesca (p. 89), no es lógico este
retroceso de 30 kilómetros desde Sopó y casi 60 desde Bogotá ni es posible su ingreso a la capital al día
siguiente.
75 Posible confusión de Mollien o de la traducción al español. Guachavita es una vereda de Fómeque
(Cundinamarca) y la visita no guardaría lógica en un recorrido por el Valle de Tenza. Posiblemente se
trate más bien de Pachavita.
76 De nuevo, parece una confusión de lugares por parte del autor, pues una vez sale del Valle de Tenza y
llega a Turmequé, ya no es posible pasar por Tibiritá, pues las poblaciones están separadas por unos 90
kilómetros y, si se dirigía hacia Tunja, debía hacer un retroceso considerable hacia el sur. Esta opción
no fue la que tomó pues, como señala, llega de allí rápidamente al campo donde se libró la batalla de
Boyacá. Théodore Gaspard Mollien, Viaje por la República de Colombia (Bogotá: Biblioteca Popular
de la Cultura Colombiana, 1944), 77.
77 Torres Torres, «La imagen de Bogotá construida por los viajeros extranjeros que recorrieron el país a lo
largo del siglo XIX», 60.
78 Posiblemente Cajicá. Error de los dos autores, que viajaban juntos, en sus versiones originales en inglés.
79 Richard Bache, La República de Colombia en los años 1822-1823. Con el itinerario de la ruta entre
Caracas y Bogotá y un apéndice por un oficial del Ejército de los Estados Unidos (Caracas: Instituto
Nacional de Hipódromos, 1982), 12.
80 Bache, 18; Torres Torres, «La imagen de Bogotá construida por los viajeros extranjeros que recorrieron
51
Katherinne Mora Pacheco
88 Santa Gertrudis, Maravillas de la naturaleza, 1956, I:9, 10, 17, 22, 23.
89 Fray Juan Santa Gertrudis, Maravillas de la naturaleza (En línea: El Libro Total, s.d), 497-522, https://
www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=6234.
90 Sobre su biografía ver introducción de David Robinson a la edición en español de su diario. Miguel
Santisteban, Mil leguas por América, de Lima a Caracas 1740-1741, Diario de don Miguel de Santisteban,
ed. David Robinson (Bogotá: Banco de la República, 1992), 21, 26-29.
91 Gutiérrez de Alba, Impresiones de un viaje a América.
92 Jorge Brisson, Casanare (Bogotá: Imprenta Nacional, 1896).
93 Jorge Brisson, Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1899);
Jorge Brisson, Exploración en el Alto Chocó (Bogotá: Imprenta Nacional, 1895); Brisson, Memorias
militares. Campaña del Norte (1900).
94 Brisson, Casanare.
53
Katherinne Mora Pacheco
Por último, y como caso aparte por ser el único paseante-viajero nacido en el
altiplano, encontramos a Manuel Ancízar. Se considera dentro de esa frontera
difusa porque, si bien nació en una hacienda de la Sabana de Bogotá y, por ende,
la altiplanicie le era familiar, sus relatos de viaje fueron parte de una misión
exploratoria del territorio como miembro inicial de la Comisión Corográfica
y su Peregrinación de Alpha ha llegado a ser considerada obra fundacional en
Colombia tanto del género de libro de viajes como de la literatura costumbrista
entendida como etnografía política95. Independiente de la discusión sobre si puede
asignársele o no ese carácter pionero, es importante resaltar ese doble papel de
“nativo”, miembro activo de un proyecto político a mediados del siglo XIX, y el
de escritor de relatos que buscan hacer conocidas o redescubrir tierras y gentes
dentro de los límites nacionales. Tal vez ese mismo conocimiento del altiplano,
hace que sus descripciones sobre el camino Bogotá-Tunja y los pueblos que se
encontraban en la ruta, sean, como se verá, breves y poco destacadas en su relato.
95 Gilberto Loaiza, Manuel Ancízar y su época. Biografía de un político hispanoamericano del siglo XIX
(Bogotá: Ediciones Plural, 2018), 184-97; Lina Del Castillo, La invención republicana del legado colonial.
Ciencia, historia y geografía de la vanguardia política colombiana en el siglo XIX (Bogotá: Universidad
de los Andes - Banco de la República, 2018), 131-60.
55
Katherinne Mora Pacheco
96 1738,09 kilómetros. Se toma como referencia el valor internacional de la milla de 1,609 kilómetros. Las
distancias de Bache son ligeramente superiores a las que podríamos encontrar hoy en línea recta para los
puntos que señala. Sin embargo, los recorridos en la práctica deben hacer frente a múltiples obstáculos
como la topografía y los drenajes. Por esta razón, puede considerarse que su información es cercana a la
realidad.
97 32,18 kilómetros
98 Bache, La República de Colombia en los años 1822-1823. Con el itinerario de la ruta entre Caracas y
Bogotá y un apéndice por un oficial del Ejército de los Estados Unidos, 195.
99 Bache, 192.
100 48,28 kilómetros.
101 Bache, La República de Colombia en los años 1822-1823. Con el itinerario de la ruta entre Caracas
y Bogotá y un apéndice por un oficial del Ejército de los Estados Unidos, 194. Equivalentes a 38,62
kilómetros.
102 Duane, Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823, 2:123, 124.
103 Es la propiedad de Santander más cercana al pueblo de Cajicá. Fue adjudicada por Bolívar a Santander
desde septiembre de 1819. Para más información ver Luis Horacio López Domínguez, «Francisco
de Paula Santander: una personalidad compleja», Revista Credencial, octubre de 2012, http://www.
revistacredencial.com/credencial/historia/temas/francisco-de-paula-santander-una-personalidad-compleja.
104 Bache, La República de Colombia en los años 1822-1823. Con el itinerario de la ruta entre Caracas y
Bogotá y un apéndice por un oficial del Ejército de los Estados Unidos, 194.
105 Hankshaw, Cartas escritas desde Colombia durante un viaje de Caracas a Bogotá y desde allí a Santa
Marta en 1823, 86, 87.
registro para todo el recorrido ni lo contrasta con tiempos de viaje más allá de
hacer referencia a salidas temprano o recorridos tarde en la noche106.
Por su parte, en el caso de Santisteban, sí se encuentra información sobre distancias
y tiempos, sintetizados en la tabla 2, pero, como parece ir y volver en algunos
tramos, confundir el orden de los lugares y permanecer días completos en algunos
puntos de visita, no es un referente adecuado para verificar cuánto tardaban los
recorridos. Algunas confusiones o imprecisiones son evidentes. Por ejemplo,
considera que la distancia entre Santafé y Zipaquirá es de 11 leguas, mientras
entre Tibitó y Tunja solo estima que existen 10 leguas107. El momento en el
cual ubica el paso por Tibitó también es errado. Tibitó se ubica en jurisdicción
de Tocancipá. Por tanto, si se dirigía a Tunja no era posible pasar primero por
Zipaquirá y Nemocón. Esta información dificulta ubicar la venta de la Laguna;
solo comparando con el Diario de Caballero108, se podría proponer que se ubicaba
en las orillas de la laguna de Suesca. Estos fallos pudieron deberse a un registro
posterior a la realización del viaje, a cálculos a partir de su percepción moldeada
por los tiempos que voluntariamente prolongó su estadía, a los datos de algún
informante anónimo o a cartografía imprecisa109.
57
Katherinne Mora Pacheco
Para una información más precisa, es necesario recurrir a Brisson (ver tabla 3).
Aunque la equivalencia que señala en leguas y kilómetros no coincide en los dos
datos que ofrece (en uno considera que 1 legua equivale a 5 kilómetros y en otro
a 4), la diferencia no es considerable y, sobre todo, permite observar proporciones
en el camino. Esta información se complementa con reportes de tiempos exactos
de recorrido, que excluyen cuánto dedicó a alimentación, descanso o compromisos
sociales. Si bien cuenta la inversión efectiva en tiempo, también deja ver cuáles
eran los puntos donde los viajeros podían hacer una pausa.
110 No se trata del mismo pueblo de Serrezuela, que en el siglo XVIII era de indios (al igual que sus vecinos
Funza y Facatativá), se ubicaba en el camino a Honda y actualmente corresponde a Madrid (Cundinamarca).
Santiesteban sale por el norte de Santafé, razón por la cual debe tratarse de un poblado que un siglo y
medio después Brisson identificó como Serrezuelita, ubicado en un punto indeterminado de Usaquén,
Chía o Cajicá. Ver Brisson, 1.
59
Katherinne Mora Pacheco
cual se hace la visita (época seca o de lluvias, años transcurridos desde el último
mantenimiento…), los referentes norteamericanos y europeos con topografías muy
diferentes a la de los Andes Orientales colombianos, la posición social de quien
padece incomodidades o los intereses económicos propios o de sus naciones de
origen (opciones de inversión, tiempos para transportar mercancías…). A pesar de
los filtros que pone la experiencia de cada viajero o paseante, y aun considerando
la diferencia de casi dos siglos entre el primer y el último autor, el transporte de
bienes y personas seguía dependiendo de cargueros, mulas y caballos y, en algunos
tramos, de carretas113. Sin embargo, en algunas experiencias individuales, hay
diferencias que pueden encontrarse por tramos o puntos concretos de un mismo
camino. Por ejemplo, a mediados del siglo XVIII, Santisteban diferenciaba cruces
sobre los drenajes que eran muy disímiles: un “puente de palos” que permitía
el paso por el río de Sopó114; un paso en barqueta por el río Tibitó por ser de
estrechas márgenes, pero hondo en tiempo de lluvias; un puente de piedra de
formación natural que le daba su nombre a la venta Puente Piedra (vereda de la
actual Ventaquemada); y un puente de materiales indeterminados en la venta de
Boyacá115. Asimismo, la topografía y estado del camino pasa de ser de “tierra
casi llana y de praderas”116 entre Santafé y Nemocón, a “un camino desigual pero
sin aspereza ni peligro, aunque hay un retazo de monte claro algo pantanoso”117
hasta Albarracín, y de allí hasta Tunja “desigual y estando mojado, como lo
encontramos, muy resbaladizo hasta que se desciende a un valle que tendrá
poco menos de una legua donde sobre una loma está la ciudad”118. En contraste,
aunque 80 años después y en una de las mayores sequías del siglo XIX en el
país119, Hankshaw consideraba que en el tramo Tunja – Albarracín “los caminos
son buenos y sin piedras” e incluso se trataba de “un camino tan parejo como el
de cualquier parque de Inglaterra”120. Sin embargo, al iniciar la década de 1850,
casi un siglo después de Santisteban, Ancízar concordaba con este español al
113 Según Cárdenas y Rincón, los llamados caminos reales, por su morfología y tipología, pueden clasificarse
en: 1) carreteros, con empedrado continuo y uniforme, un ancho superior a 3 metros y por donde, como su
nombre los indica, pueden circular carros y carretas; 2) de herradura, característicos de zonas de pendiente,
aptos para animales de carga, con un ancho de entre 1 y 4 metros, dependiendo de su importancia; 3)
senderos, formados por pisoteo y compactación del suelo, sin empedrar, que sirven para comunicación
local. Para más información ver: Cárdenas y Rincón, «Los caminos históricos de la Real Expedición
Botánica».
114 Una de las pocas descripciones de la materialidad del camino que William Duane incluye en su diario,
se refiere a este tipo de construcciones improvisadas en “uno de los muchos y caudalosos afluentes del
Funza”. En ese punto indeterminado, cruza “por una plataforma de árboles tendidos sobre la corriente,
que se entrelazaban unos con los otros, revestidos por haces de maleza, sobre los cuales se había
apisonado firmemente una capa de tierra y de grava”; sin embargo, para entonces, ochenta años después
de Santisteban, encontró que el puente sobre el río Sopó era “de airosa construcción”. Duane, Viaje a la
Gran Colombia en los años 1822-1823, 2:122, 123.
115 Santisteban, Mil leguas por América, de Lima a Caracas 1740-1741, Diario de don Miguel de Santisteban,
201, 202, 204.
116 Santisteban, 201.
117 Santisteban, 202.
118 Santisteban, 203.
119 Mora Pacheco. Entre sequías, heladas e inundaciones. Clima y sociedad en la Sabana de Bogotá,
1690-1870.
120 Hankshaw, Cartas escritas desde Colombia durante un viaje de Caracas a Bogotá y desde allí a Santa
Marta en 1823, 87.
considerar que el camino en este mismo tramo no solo no había mejorado, sino
que estaba en peores condiciones, pues el puente sobre el río Boyacá, donde se
había librado la batalla en 1819, había desaparecido121; además, consideraba que,
junto a las calles mal empedradas de Tunja donde crecía la hierba por falta de
tráfico, el hecho de “no haber puentes ni camino bien transitable para entrar al
poblado indica la total ausencia de policía y buen gobierno”122.
Las diferencias por tramos eran aún notorias en la última década del siglo XIX,
pese a los planes de mejoramiento de la vía Bogotá – Chocontá – Tunja que
se hicieron durante la primera presidencia de Tomás Cipriano de Mosquera
(1845-1849) y el mandato de José Eusebio Otálora (1882-1884)123. En las obras
de Brisson son evidentes los contrastes. Su recorrido de 1894, debe hacerlo en
su mayor parte a lomo de mula o a pie, pues solo eran carreteros los tramos
entre Bogotá y Nemocón y entre Albarracín y Tunja124. Al completar el tramo
Zipaquirá – Hato Viejo, concluye que:
La mayor parte de los puentes, aunque hay algunos de piedra y bastante
bien construidos, están hechos de postes clavados perpendicularmente en el
lecho del río y cubiertos por otros palos y una enramada tapada con lechos
de arena y piedras en forma arqueada. Estos puentes presentan bastante
seguridad cuando están nuevos y bien vigilados, pero luego que se pudre
la enramada ó los palos del piso, se forman huecos y agujeros peligrosos
para las bestias. Además, no se pueden colocar sino en los lugares donde
el río tiene suficiente espacio para abrirse en caso de creciente y donde la
corriente es muy moderada. […] [Desde Hato Viejo] El terreno se vuelve
muy pedregoso y el camino empeora algo, presentando algunas zanjas,
atascaderos y fangales que deben ser muy peligrosos en invierno125.
61
Katherinne Mora Pacheco
de la carretera Bogotá – Tunja es que “ha progresado poco; está con las mismas
interrupciones, las mismas faltas de puentes en varios puntos; pero las secciones
terminadas se han conservado como las de las mejores vías europeas”129.
Por último, un rasgo del camino que destaca en varios relatos es el de los
lugares de descanso, denominados como ventas y/o posadas. De hecho, la
única mención que Gumila registró sobre el camino Santafé – Tunja fue sobre
una venta en Albarracín130, donde había una hacienda del mismo nombre. Con el
paso de las décadas, el lugar mantuvo su importancia como punto de descanso y
aprovisionamiento, y vuelve a aparecer en los relatos de Santisteban131 y Brisson132.
Santisteban manifestaba que en la venta de Albarracín “se encuentra todo lo
necesario porque en este sitio hay muchos ranchos de mulatos que siembran
trigo, papas y otras legumbres, y pudieran criar mucho ganado, porque los pastos
son muy apropiados para este efecto”133. Ocho décadas después, John Hankshaw
identificaba entre Ventaquemada y Hato Viejo una venta llamada La Pila, que
describía como pequeña, con rasgos de choza; con piso de tierra húmeda donde
dormían en común bestias, sirvientes, peones, arrieros y demás transeúntes
(especie de “cama comunitaria” sobre la cual cuelga su hamaca una vez llegan
los criados con sus provisiones a medianoche); y lugar donde se servía chicha
en abundancia134. Casi ochenta años después de Hankshaw y siglo y medio con
posterioridad a Santisteban, Brisson identificó Albarracín por el río del mismo
nombre (afluente del Upía), que podía atravesarse por el puente de Roaquira, y en
cuyas orillas se ubicaban 3 o 4 casas o ventas llamadas Las Pilas (en plural, pero
al parecer la misma donde durmió Hankshaw); este punto marcaba la frontera
entre los departamentos de Cundinamarca y Boyacá135. En su recorrido por el
camino durante la Guerra de Los Mil Días, Brisson ampliaba que, en Albarracín,
una cuadrilla de ocho a diez miembros había hurtado unos carros con vestuario
militar. Para él, este lugar era “sitio de mala fama, justificada, al parecer, porque
en tiempo de paz ocurren allí con frecuencia robos de ganado, bestias y demás”136.
De hecho, para evitar los peligros, estando en Chocontá se levantó a las cuatro
de la mañana para poder pasar temprano por Albarracín. La hora de su salida le
permitió llegar a almorzar “en La Cascada (Ventaquemada)”137 y a Tunja a las
5 p.m. (seis años atrás, había registrado que la Posada La Cascada se ubicaba a
diez cuadras de Ventaquemada y en el nacimiento del río Turmequé138).
63
Katherinne Mora Pacheco
Laguna o de la Laguna de Suesca, pero, como era lógico por el paso del tiempo,
ya en decadencia; esta idea se plantea como hipótesis de trabajo para futuras
investigaciones con otras fuentes.
Una última venta para considerar, pero que sería la primera en el camino de Santafé
a Tunja, solo es mencionada por Santisteban en un punto llamado Sarrazuela
o Serrezuela, a tres leguas de Santafé148, en algún tramo después de Usaquén y
antes del Puente del Común en Chía, como se deduce por la obra de Brisson149.
No obstante, hay varias razones para dudar de la existencia de una venta en este
punto. Primero, a pesar de lo transitado del camino, solo Santisteban la menciona.
Segundo, porque de acuerdo con la descripción del mismo Santisteban, más que
una posada, se trataba de un conjunto de diez a doce casas donde se vendían
provisiones de las que llegaban para abastecer a los santafereños; su permanencia
allí una noche se debió más al momento agradable que estaba disfrutando, que a
un servicio fijo de hospedaje para caminantes. Tercero, no era lógico encontrar
posadas o ventas tan cerca de Santafé y en partes llanas donde se podían hacer
desplazamientos más rápidos en carreta, ni siquiera en el importante camino a
Honda donde la venta más próxima al parecer se hallaba en la actual Albán, a
unos 60 kilómetros de la capital150. Esta falta de ventas en puntos próximos a la
capital por su salida norte, queda confirmada por los problemas que en la década
de 1820 tuvo Hankshaw para hospedarse en Bogotá por la afluencia de diputados
y extranjeros para un congreso nacional; en vez de recurrir a alguna posada, tuvo
que alojarse en la casa cural de Sesquilé, a una milla del camino principal y un
segundo día, a cuatro millas de la ciudad, en la casa de un alcalde151. Con todo,
la posibilidad de encontrar otras referencias sigue abierta.
En síntesis, y aunque, en comparación con otras rutas, sea poca la información
que puede encontrarse sobre las conexiones entre Bogotá y Tunja, es posible
establecer algunas generalidades. Primero, más que un camino, se trataba de
una red compuesta por una vía principal y algunos desvíos que se tomaban
según el objetivo y las necesidades del viaje. Segundo, para las posibilidades
tecnológicas de la época, los obstáculos topográficos e hidrográficos del territorio,
o las apreciaciones disímiles por temporadas secas y lluviosas, la ruta ofrecía
un tránsito relativamente rápido y sin peligros. Tercero, las ventas o posadas en
general estaban separadas entre sí por distancias que se recorrían en una jornada y
teniendo en cuenta la resistencia de guías, personal de carga, mulas y caballos; en
otros casos, sobre todo en el tramo que hoy corresponde al territorio de Boyacá,
pudo existir competencia entre lugares cercanos, más que por servicios, por el
sentido de la vía y los desvíos que tomaban los viajeros. Además de estos lugares,
los más acomodados podían disfrutar del hospedaje que les brindaban en sus
148 Santisteban, Mil leguas por América, de Lima a Caracas 1740-1741, Diario de don Miguel de Santisteban,
201.
149 Brisson, Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897, 1.
150 Delgado, «Camino nacional Honda - Santafé de Bogotá. Transporte, economía y desarrollo».
151 Hankshaw, Cartas escritas desde Colombia durante un viaje de Caracas a Bogotá y desde allí a Santa
Marta en 1823, 88, 89.
hogares las personas que ocupaban altos cargos civiles y eclesiásticos. Quinto,
como se ha expuesto, no es posible reconstruir la materialidad del camino durante
los siglos XVIII y XIX, menos si se tiene en cuenta que los diferentes trazados
de la carretera construida en los siglos XX y XXI, conservaron la memoria de la
vía principal. Sin embargo, los ojos de los viajeros y paseantes que escribieron y
publicaron su experiencia, nos permite familiarizarnos con el trasegar de personas
y bienes por el altiplano Cundiboyacense.
Consideraciones finales
Aunque se pueda establecer un recorrido de uso más frecuente (ilustración 1),
no era este el único, sobre todo si damos atención a fuentes más tempranas.
Por ejemplo, aunque Oviedo no trace el camino ni registre su experiencia de
recorrido, sí señala como atributos de algunos pueblos estar en el “camino real”152
y, en algunos casos, su distancia con respecto a Santafé. Así, para él, son puntos
de tránsito en ese camino las poblaciones de Chía, a cuatro leguas de Santafé o
media jornada153; Tocancipá, a siete leguas de Santafé o “una jornada de camino
llano”, que también era suficiente para llegar a las vecinas Gachancipá y Sopó154;
Sesquilé a nueve leguas de Santafé o una jornada, en la banda norte del camino a
Tunja; Nemocón, con la misma distancia y tiempo que Sesquilé, pero lo refiere
como punto del “camino real para Tunja y otras partes”; Suesca, a nueve o diez
leguas de Santafé, y al igual que Nemocón, de camino también a “otras partes”155;
Turmequé, a media jornada de Tunja y dos jornadas de Santafé156; Ramiriquí, a
tres horas de Tunja “endilgando para Santafé”157. Finalmente, Tunja se hallaba
“a distancia de 18 leguas, a tres jornadas cortas, dado que otros se entienden a
22 y otros a 30”158.
La ruta por Turmequé no solo es trazada por Oviedo. En el caso de Mollien,
esta población fue paso obligado hacia Tunja porque, como se indicó en la tabla
1, había desviado desde Chocontá para conocer varias poblaciones del valle de
Tenza159. Era lógico que buscara una ruta para acortar la distancia y no volviera
al camino por Chocontá. Sin embargo, ni Oviedo ni Mollien son las únicas ni las
más tempranas fuentes que hablan de una ruta por Turmequé. De hecho, en el
siglo XVII puede rastrearse a través de la ruta seguida por quienes llevaban a la
152 Como ha indicado Sofía Botero, el uso de este término es problemático porque la construcción no solía
estar a cargo de la Real Hacienda (se transferían costos (en mano de obra o metálico) a los beneficiarios), no
siempre se refería al mismo tipo de infraestructura, podía reflejar más una importancia social o económica
que un status oficial y porque esconde la existencia de larga duración del camino y su superposición a
redes prehispánicas. Para más información ver Sofía Botero Páez, «Elementos para leer un palimpsesto:
indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos en Colombia», Boletín de Antropología Universidad de
Antioquia 20, n.o 37 (2006): 265-87.
153 Oviedo, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 103.
154 Oviedo, 100.
155 Oviedo, 101.
156 Oviedo, 123.
157 Oviedo, 134.
158 Oviedo, 119.
159 Mollien, Viaje por la República de Colombia, 69-77.
65
Katherinne Mora Pacheco
Virgen de Chiquinquirá hacia Tunja y Santafé para aplacar una “peste grande”.
Una vez la imagen salió de Chiquinquirá, se dirigió a diferentes poblaciones
del Valle de Leyva (Tinjacá, Suta, Monquirá, Villa de Leyva, Sáchica), para
luego pasar a Cucaita, Sora y Tunja. De allí, el camino hacia Santafé pasó por
Turmequé, Chocontá, Sesquilé, Gachancipá, Tocancipá, Sopó y Usaquén160.
Se reitera así no solo la existencia de una vía por Turmequé, alterna a la de
Albarracín – Hato Viejo, sino también un paso por Tocancipá y Sopó alterno al
de Nemocón – Zipaquirá – Cajicá.
En cualquier caso, debido a la ausencia de registros por tener otras ocupaciones
e intereses, no saber escribir o no tener acceso a publicar sus relatos, no podemos
conocer cuáles eran los caminos que tomaban todos aquellos sin voz. Si bien
el paisaje tiene memoria y muchos de los que hoy son senderos, caminos
veredales o límites entre propiedades pudieron ser rutas transitadas desde tiempos
indeterminados, no podemos establecer con certeza por dónde transitaban las
mercancías de contrabando, las personas que querían evadir alcabalas y pontazgos,
los arrieros de ganado o cargadores de leña y madera que no requerían caminos
empedrados, entre otros.
Referencias
Acevedo Gutiérrez, Álvaro. «El proceso de hispanización del nororiente
colombiano durante el siglo XVI». Reflexiones Teológicas 6 (2010):
233-67.
Ancízar, Manuel. Peregrinación de Alpha. Bogotá: Unimedios, 2007.
Antei, Giorgio. Guía de forasteros: viajes ilustrados por Colombia, 1817-1857.
Bogotá: Seguros Bolívar, 1995.
Bache, Richard. La República de Colombia en los años 1822-1823. Con el
itinerario de la ruta entre Caracas y Bogotá y un apéndice por un
oficial del Ejército de los Estados Unidos. Caracas: Instituto Nacional
de Hipódromos, 1982.
Botero Páez, Sofía. Caminos ásperos y fragosos para los caballos: apuntes
para la historia de los caminos en Antioquia. Medellín: Universidad
de Antioquia, 2005.
———. «Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras,
mulas y caballos en Colombia». Boletín de Antropología Universidad
de Antioquia 20, n.o 37 (2006): 265-87.
Boussingault, Jean Baptiste. Memorias. Vol. 1. 3 vols. Bogotá: Banco de la
República, 1994.
Brisson, Jorge. Casanare. Bogotá: Imprenta Nacional, 1896.
160 Tobar y Buendía, La Virgen de Chiquinquirá. Única fuente histórica del milagro escrita en el siglo XVII
por el padre Pedro Tobar y Buendía, 147-63.
67
Katherinne Mora Pacheco
69
Katherinne Mora Pacheco
Introducción
El capítulo analiza el crecimiento de la red carretera en Boyacá, y la inserción
que tuvo en los planes nacionales, explicando la funcionalidad y objetivo que
tuvo cada uno de los caminos, en cuanto al crecimiento económico, los flujos
de mercado y el interés social de los habitantes. Se observa un rol dominante
del departamento en cuanto la integración regional y nacional. Su importancia
se ratificó en la racionalidad de sus caminos, el presupuesto destinado y la
prioridad brindada a las carreteras nacionales que transitaban por sus ciudades
principales. En ese sentido, la investigación plantea una causalidad paulatina
entre la expansión del sistema carretero, la dinámica industrial y agro comercial
de mediados de la pasada centuria y el recorrido mismo de la Central del Norte
en favor de dicha dinámica.
La reconstrucción del proceso de expansión y articulación de la red de carreteras
en Boyacá en la presente investigación se abordó a partir de los planes nacionales
de vías de comunicación publicados tanto en el Diario Oficial como en el órgano
de divulgación regional (El Boyacense), donde se encontraron las discusiones y
proyectos aprobados por la Asamblea Departamental. Aunado a ello, se buscó
161 Licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Maestra
en Historia de América por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, y candidata a Doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Miembro del grupo de investigación Historia y Región, líneas de trabajo: historia económica de México
y Colombia siglo XX, historia del transporte, historia empresarial e historia de la agricultura. Correo
electrónico: yenis3033@gmail.com. ORCID: 0000-0002-0867-1111. .
71
Yeniffer Camargo Bonilla
162 Del total de la red vial al departamento correspondía aproximadamente un 7%. En el plan de carreteras,
Boyacá fue la segunda región a la cual el Congreso asignó mayor número de kilómetros, esto en razón
a su importancia económica y la figura presidencial del momento (Enrique Olaya quien era originario
de esta zona). En primer lugar, estaba Antioquia con 731 Km, es decir, 12% de los caminos nacionales,
pues dicha región ha sido considerada una de las más productiva del país. Archivo Regional de Boyacá
(en adelante como ARB), Diario Oficial. Poder Legislativo, “Ley 88 de 1931 por la cual se adopta el
plan de carreteras nacionales”, (23 de julio de 1931).
Por otra parte, la ley dividió la red vial en troncales o vías que cruzaban al país
en largas distancias de acuerdo con la ubicación de las tres cordilleras, es decir,
la existencia del sector occidental donde se encontraban los departamentos del
Cauca, Nariño, Valle del Cauca, Antioquia, Chocó y Córdoba. La zona central
comprendía al Huila, Caquetá y Putumayo y, en la sección oriental se situaban
Cundinamarca, Boyacá y los dos Santanderes. Igualmente, el plan referenciaba
la presencia de transversales o caminos que se enlazaban en su trazado con las
carreteras principales; por tal motivo, estas funcionaban como ramales que acogían
varios municipios. Lo anterior no implicaba que todas las carreteras vieran en
las localidades pasos obligados dentro de su proyección y construcción; por
tanto, algunas vías utilizaban dichas jurisdicciones como puntos de referencia
geográfica.163
El gobierno nacional señalaba que el presupuesto global para la realización de
los estudios y terminación de las carreteras, incluía un porcentaje del impuesto
de gasolina. La inversión en el sistema vial hecha por la nación solo acogía los
caminos nacionales y aquellos ramales que complementaran las vías dispuestas en
las diferentes secciones del plan. Se dejaban de lado las carreteras departamentales
que utilizaban los dineros recaudados por impuestos y recursos fiscales del
departamento, en conjunto de ciertos auxilios brindados por el presidente luego de
que las gobernaciones regionales demostraran los gastos y comprobantes oficiales
ante las instituciones encargadas. La utilidad de estas vías fue proveer la circulación
local y la conexión de lugares alejados dentro de sus municipalidades.164
La infraestructura vial empezó a considerarse de utilidad pública, pues sus
beneficiarios era la población civil. Sin embargo, más allá de dichas ventajas para
las comunidades, parecía que el carácter público se utilizaba más para legitimar
la intervención absoluta y directa del gobierno en cuanto a la realización de
contratos o concesiones, y la disposición de terrenos que eran ocupados sin que
sus propietarios tuvieran derecho a oponerse o resistirse, ya que su uso tenía por
fin el bienestar colectivo.
En 1931 el Estado asignó a Boyacá la carretera central del Norte y las vías del
Cusiana, Carare, Occidente, Cocuy y Oriente (Véase Tabla 1). No obstante, para
ese mismo año la Asamblea Departamental y el Consejo de Vías Departamentales
establecieron el sistema de carreteras regionales dividiéndolas según su fase de
construcción.165 Es decir, la primera categoría incluía las de terminación inmediata
163 ARB, Diario Oficial. Poder Legislativo, “Ley 88 de 1931, por la cual se adopta el plan de carreteras
nacionales”, (23 de julio de 1931).
164 J. Salazar Montoya, El Transporte en Colombia, vol. 2, (Bogotá: Departamento Administrativo de
Planeación y Servicios Técnicos, 1958), 18-19
165 El Consejo Nacional de Vías Departamentales era la entidad asesora del gobierno en relación a la
construcción, reparación y conservación de las vías. Sus funciones eran proponer las carreteras que se
integraban en el primer grupo, la distribución de los recursos y la organización de los trabajos de las
mismas. Este organismo trabajaba de la mano con la sección de obras públicas, encargada de la realización
total del plan de vías de Boyacá. Esta última estaba conformada por dos oficinas, una administrativa y otra
técnica que funcionaban bajo el mando del ingeniero jefe. ARB, El Boyacense. Asamblea Departamental,
73
Yeniffer Camargo Bonilla
Ordenanza Núm. 12 por la cual se ordena plan de vías departamentales, Art. 7 y 8 (13 de agosto de 1931).
166 ARB, El Boyacense. Asamblea Departamental, Ordenanza Núm. 12 por la cual se ordena plan de vías
departamentales, (13 de agosto de 1931): 705.
167 Las poblaciones que estaban enlazadas por la vía del Carare ante las juntas asesoras y las juntas de
ciudadanos señalaban la urgencia de la terminación de la misma. Empero, la fuerte presión ejercida por
el comité de la línea férrea en contra de la decisión del gobierno de retirar la maquinaria y materiales de
esta ocasionó una querella ante el gobernador de Boyacá, en donde se presentaban las dos propuestas y se
ponían a votación. Finalmente, el presidente Olaya Herrera señaló la obligación de terminar la carretera,
pues las necesidades de Boyacá eran fomentar el desarrollo industrial y agrícola, así como facilitar el
comercio interregional. La petición pro-Carare conceptuaba que los recursos existentes para el ferrocarril
se traspasasen a un fondo especial para la construcción de esta vía. ARB, “Carretera y Ferrocarril del
Carare”, El Vigía, (10 de Julio de 1931): 1, 8.
168 “En base a la concesión de Mares que puso en marcha Rafael Reyes en 1904 se inició la exploración
de petróleo en la zona de Barrancabermeja, al darse cuenta de la existencia en grandes cantidades de
dichos recursos, empresas norteamericanas y europeas empezaron a competir en pro de su concesión.
La empresa Tropical Oil Company (TROCO), filial de la Standard Oil Company del clan Rockefeller, a
quien se concedió la inversión y explotación petrolera funcionó a partir de 1921 luego de la aprobación
del tratado Urrutia-Thompson”. R. Vega Cantor, Gente muy Rebelde. Protesta y modernización en
Colombia, vol. 1, (Bogotá, Ediciones Pensamiento Crítico, 2002), 95-96.
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Yeniffer Camargo Bonilla
A inicios de los años treinta los esfuerzos de los municipios y sus habitantes en la
construcción de carreteras se reflejaban tras el uso de fondos locales y mano de
obra vecina, en la medida que las condiciones económicas del país solo permitían
que el ministerio de Obras Públicas brindara un apoyo con herramientas y
algunos materiales. Las vías de comunicación se consideraban una forma de salir
del aislamiento y el olvido que tanto el Estado como la gente mantenían sobre
algunos espacios, significaba el inicio de una vida económica, social e incluso
institucional. La presencia de la Iglesia fue constante en materia de vías, pues
aún el país no lograba separar los poderes, y los párrocos o curas de los pueblos
participaban en las celebraciones que se hacían por la apertura de estas.169
Durante la crisis, los proyectos impulsados por la Asamblea a nivel departamental
se concentraban en las carreteras cuyos beneficios superaban los límites
administrativos de Boyacá, para incursionar en espacios de otros departamentos.
169 La carretera del Libertador que enlazaba a Tunja con Soracá y la vía de Oriente tuvo sus primeros
avances a partir del apoyo de los pueblos, tanto que el párroco y algunos hacendados cooperaron con
algunos terrenos para el paso de la vía, al igual donaron dinero para su construcción. ARB, “Carretera
del Libertador”, El Vigía, (13 de junio de 1930): 2-3.
Es así como el camino de Torres entre Duitama y Charalá fue propuesto para
mejorar el servicio automovilístico y de buses, aumentar el comercio de cultivos
locales con productos foráneos, evitar la pérdida de los artículos importados que
debido a la precariedad de la infraestructura viajaban en rutas extensas que en
ocasiones no promediaban el tiempo de duración de los alimentos, e intensificar
el uso de maquinaria agrícola tanto en Boyacá como en Santander.170
En 1934, pese al atraso que vivía el país respecto a la existencia de vías de
comunicación, se destacó a Boyacá como un departamento con avances
sustanciales, pues la nación durante este año ejecutó obras de sostenimiento
y construcción en la carretera del Noreste que era un medio de comunicación
fundamental para los departamentos de Santander y Cundinamarca con el altiplano
boyacense. Este camino facilitaría a las tres regiones establecer un flujo activo de
comercio, en donde municipios productivos como San Gil, Barbosa y Arcabuco
lograrían una salida poblacional y de mercancías hacia el centro de Colombia.
Aunque esta carretera se construyó mediante un contrato con Santander, fueron
innegables las posibilidades que se abrieron a la población boyacense en cuanto
a la visita de espacios turísticos y de descanso.
Asimismo, el camino entre Chiquinquirá y Muzo fue relevante para el
reconocimiento de las minas de esmeraldas por parte de habitantes que visitarían
el lugar haciendo uso del vehículo de ruedas; con 90 kilómetros de longitud,
esta representaba un punto de salida para la economía del occidente boyacense.
Finalmente, la carretera del Carare, que sería un punto de conexión directo
entre Antioquia, Boyacá y Santander con algunos puertos ubicados alrededor
del río Magdalena. Esto reafirmaba que para el siglo XX, el interés de la nación
continuaba en la complementariedad entre los sistemas de transporte; en este caso
particular, la vinculación entre la navegación con el transporte automotor que
permitiría la traída de productos de tierras calientes para el intercambio comercial
con las mercancías o cultivos propios de tierras frías (Véase Ilustración 2).171
Luego de 1936, el país empezó a darse cuenta de las dificultades respecto a
la realización y culminación de lo propuesto en el Plan Vial de 1931, pues, se
encontraba en primer lugar, un desorden en cuanto a la fijación de los presupuestos
y la distribución de las maquinarias necesarias para la construcción de las carreteras;
en segundo plano, se incluían constantemente nuevos caminos nacionales para
suplir las necesidades de la población, los cuales quedaban desanudados de la
red preliminar generándose así problemas de trazado y proyección; por último
las limitaciones causadas a raíz de la topografía que incrementaba el costo de
algunas vías.172
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Yeniffer Camargo Bonilla
sugirió la edificación de esta a partir de dos vías: Chiquinquirá-Muzo y Curubitos Pauna. Archivo General
de la Nación (citado en adelante como AGN), Diario Oficial. Poder Público y Órgano Legislativo, “Ley
39 de 13 de mayo de 1937, se modifican leyes anteriores en materia de vías”, (08 de junio de 1937).
este servicio fueron los altos gastos que ocasionaban el mal estado de las vías
respecto al desgaste de las llantas y el daño de repuestos de los vehículos (Véasen
Tabla 3 e ilustraciones 1 y 2).
En 1939 el Ministerio de Obras Públicas presentó ante el Congreso otra propuesta
para solventar los problemas relacionados con la conservación de la red o sistema
nacional; el proyecto justificaba la pavimentación de los trayectos de las vías con
mayor nivel de tránsito, de manera que se redujeran los presupuestos designados
para las mejoras de las carreteras en servicio. El uso de pavimento también
contribuyó a la disminución de costos de los transportes y aumentaría el volumen
de la capacidad transportadora.173Los trabajos se realizarían por los ingenieros de
cada zona y su arreglo se haría dentro de un plan trienal, es decir, tres carreteras
en un periodo de tres años. Para Boyacá se arreglarían las partes correspondientes
al recorrido correspondiente a Tunja-Duitama y Tunja-Puente de Boyacá.174
Tabla No. 3. Carreteras pertenecientes a la Zona de Tunja (1938-1949)
1938 1939 (Km) 1940 -1941 (Km) 1942 (Km)
Tunja-Barbosa Villa Pinzón-Tunja- 304 Tunja-Villa 59 Santa Helena- 15
Concepción Pinzón Maripí
Duitama- Tunja-Arcabuco- 101 Tunja- 35 Tunja-Arcabuco- 73
Sogamoso-Tota Chiquinquirá Arcabuco Barbosa
Chiquinquirá- Tibaná-Jenesano 14 Tibaná-Puente 14 Puente Camacho- 42
Arcabuco Camacho Ventaquemada
60 Kilómetros Chiquinquirá-Muzo 60 Arcabuco- 150 Arcabuco- 157
Chiquinquirá- Chiquinquirá- Chiquinquirá-Muzo
Muzo Muzo
Duitama- 50 Duitama- 65 Duitama- 70
Sogamoso- Sogamoso- Sogamoso-
12 Kilómetros Casanare Casanare Vadohondo
Capitanejo-
Cocuy Total 554 Tunja-Málaga 231 Límite Boyacá- 282
Tunja-Málaga
Belén-Socha 35 Belén-Socha-San 57
Salvador
Capitanejo- 56 Capitanejo-Cocuy 56
Cocuy
Total 670 Total 792
Fuente: Elaboración propia con base en Diario Oficial, 1938,
1940, 1941 y Memorias de Obras Públicas, 1939, 1942.
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175 J. López Uribe, “Carreteras Nacionales”, en Anales de Ingeniería, vol. 52, núm. 590 (Bogotá, Sociedad
Colombiana de Ingenieros, 1944), 413-415.
176 ARB, El Boyacense. Gobernación del Departamento, “Decreto Núm. 222, por el cual se reglamentan las
atribuciones de las juntas administradoras. Carretera del Progreso”, (14 de marzo de 1930): 214-216.
177 Denominación dada a la vía que comunicaba a Tunja con los municipios de Ramiriquí, Boyacá y
Miraflores.
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178 ARB, El Boyacense. Gobernación de Boyacá, “Decreto Núm. 632, sobre suspensión en el trabajo de
carreteras, 13 de enero de 1930”, (31 de diciembre de 1929): 325-327.
179 Algunas de las carreteras que hicieron uso de estos impuestos fueron la Carretera del Centenario, el camino
de herradura que de Socha conduce a Chita y Carretera del Progreso. ARB, El Boyacense. Asamblea de
Boyacá, “Ordenanza Núm. 20 del 28 de abril de 1930, se dictan disposiciones en varios caminos”, (07
de mayo de 1930):116-118.
180 ARB, El Boyacense. Gobernación de Boyacá, “Decreto Núm. 280, por el cual se dictan varias disposiciones
en relación a la Construcción de la Carretera el Centenario”, (2 de julio de 1936).
181 BNC, “La Carretera del Centenario”, El tiempo, (22 de junio de 1936): 5.
Durante estos años se ejecutó el camino del Cravo en relación con la carretera del
Cusiana, que iba a servir como eje transversal y de empalme con los departamentos
de Villavicencio y Casanare. De ahí se justificaba la asignación de un recurso
total aproximado de doce mil pesos anuales, pues se pensaba que era el medio de
salida del embotellamiento en el cual se situaba esta zona.182 El Cravo, a pesar de
ser una vía de herradura, era fundamental para la intercomunicación de regiones
ganaderas, agrícolas e industriales representativas de la nación, su funcionamiento
182 ARB, El Boyacense. Poder Legislativo, “Ley 30 del 18 de octubre de 1935, por la cual se ordenan los
estudios y la construcción de la Carretera Sogamoso-Casanare”, (11 de febrero de 1936): 41.
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183 AGN, Diario Oficial. Ministerio de Obras Públicas, “Resolución Núm. 3 del 12 de enero de 1937, sobre
trabajos de sostenimiento del camino de herradura del Cravo”.
184 Archivo Central de Sogamoso (en adelante como ACS), “En torno a la Carretera Sogamoso-
Labranzagrande”, Acción Cívica, núm. 54, (19 de diciembre de 1944): 2
185 ACS, “La Carretera Sogamoso-Labranzagrande”, Acción Cívica, núm. 50, (21 de noviembre de 1944):
1.
186 La demanda de capital para la inversión de dicha vía manifestaba la necesidad de aumentar de 100 mil
pesos a 500 mil la partida de realización de la obra, teniendo en cuenta que se debía remover debido
a su deterioro los materiales y partes hasta ahora cimentadas. Con dicho cálculo se buscaba evitar la
suspensión de los trabajos, dado que se contaba con el personal técnico necesario y se tenía la maquinaria
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Yeniffer Camargo Bonilla
la vía del Cusiana. Este último presentaba contrariedades a causa del auxilio con
recursos municipales insuficientes para su culminación.194 Aunque eran evidentes
las intenciones del gobierno en favor del crecimiento de la infraestructura, se
observa que existió un proceso deficiente frente a la construcción de las carreteras,
pues tan solo la vía Iza Tota tardó 12 años en ser inaugurada, lo cual sugiere que
no había organización y ejecución de los presupuestos en los trabajos. Aun así,
es indiscutible la funcionalidad de cada una de las carreteras propuestas a nivel
local, departamental y nacional. El caso de la vía Iza Tota evidenció los vínculos
productivos forjados entre estos municipios con el comercio sogamoseño.195
Ilustración No. 3
194 En efecto la carretera que vinculaba a Tota con Pueblo Viejo se convirtió en vía departamental, para así
alcanzar un mayor apoyo financiero en la gobernación o en la zona nacional de servicio de Tunja. Véase
ARB, El Boyacense. Asamblea de Boyacá, “Ordenanza Núm. 22 del 17 de junio de 1943, por la cual se
dispone la construcción de unas vías carreteables”.
195 ACS, “La vía Iza-Tota se inaugura hoy”, Acción Social, (7 de junio de 1953): 1.
196 ARB, El Boyacense. Asamblea de Boyacá, “Ordenanza Núm. 14 del 5 de junio de 1944, por la cual se
autoriza la construcción de unas vías y se fomenta el turismo en la antigua provincia de Ricaurte”.
197 ARB, El Boyacense. Asamblea de Boyacá, “Ordenanza Núm. 13 del 5 de junio de 1944, por el cual se
declaran departamentales unas vías, se le incorpora al plan vial del departamento”.
198 ARB, “La Carretera de Cómbita solucionaría un grave problema”, El Radical, (2 de septiembre de 1942):
2.
199 ACS, “La Carretera Sogamoso-Pesca”, Acción Cívica, núm. 44, (21 de noviembre de 1944).
200 ARB, El Boyacense. Asamblea de Boyacá, “Ordenanza Núm. 20 del 26 de julio de 1943, por medio de
la cual se dispone la construcción de una vía”.
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201 ARB, El Boyacense. Asamblea de Boyacá, “Ordenanza Núm. 26 del 13 de junio de 1944, por el cual se
establece el plan de carreteras y caminos departamentales”, (07 de julio de 1944).
202 ARB, El Boyacense. Gobernación de Boyacá, “Decreto Núm. 390 del 13 de octubre de 1944, por el cual
se dicta una providencia en relación con la construcción de la Carretera Soata-Cocuy”.
203 La interrupción de la carretera Paipa – Pantano de Vargas se argumentó en la nula capacidad de pago
de los préstamos concedidos por la nación. ARB, El Boyacense. Gobernación de Boyacá, “Resolución
Núm. 421 del 27 de junio de 1945, por el cual se ordena suspensión”, (21 de noviembre 1945).
204 ACS, Rivera Rafael. “Sogamoso en 1945”, Acción Cívica, núm. 59, (9 de enero de 1945)
205 Debido al poco servicio que podía prestar el camino entre Belencito-Sogamoso tras las consecuencias
del invierno de mayo de 1953, se manifestaba por un lado la necesidad de invertir en mejores materiales
y en hacer estudios de drenaje y canalización que gran parte de las carreteras construidas no tenían en
cuenta, de ahí el constante levantamiento de las vías y, por otro la obligación del gobierno por mejorar
los años de esta, de tal manera que en corto tiempo se taparan los hoyos para evitar el deterioro de los
vehículos y las enfermedades en los pasajeros a raíz del mal olor de este. ACS, “En reparación la Vía
Belencito-Sogamoso”, Acción Cívica, (7 de junio de 1953): 2.
206 ACS, “Conoce usted Sogamoso”, Acción Cívica, (15 de enero de 1953): 1, 4-5.
207 En el caso de Acerías Paz del Río se empezó a utilizar el alto horno y convertidor THOMAS, que para
esta época fue un ejemplo de innovación tecnológica, pues, incrementó la producción de acero en la
industria, Véase. G. Poveda Ramos, Políticas Económicas, Desarrollo Industrial y Tecnología en Colombia
1925-1975, (Bogotá: Editora Guadalupe, 1976), 71 y 73.
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Yeniffer Camargo Bonilla
Conclusiones
Las carreteras y los medios de comunicación (líneas férreas y ríos) constituyeron
una forma de unidad dentro de la conformación del Estado-Nación. Los
ferrocarriles y luego los caminos fueron uno de los primordiales focos de inversión
209 J. Ocampo, y S. Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización: ensayos de historia económica
colombiana, (Bogotá, Editorial Norma, 2007), 25-26.
210 V. Urquidi, Otro siglo perdido. Políticas de desarrollo en América Latina (1930-2005), (México: El
Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 2005), 221-223.
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Referencias
Acervos
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Urquidi, Víctor. Otro siglo perdido. Políticas de desarrollo en América Latina.
(1930-2005), México: El Colegio de México, Fondo de Cultura
Económica, 2005
Vega Cantor, Renán. Gente muy Rebelde. Protesta y modernización en Colombia,
Vol. 1, Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002.
Introducción
La historia de los caminos antiguos es la historia de sus representaciones, la suma de
experiencias y de significados que adquirieron en su dinámica histórica y territorial.
Los caminos suscitan diferentes planteamientos debido a su contenido histórico,
pero también desde la diversidad de quienes participaron de su construcción e
hicieron parte de una red más amplia, la cual varia en espacio y tiempo histórico.
Como referentes espaciales, se perfilaron a manera de indicadores de desarrollo
de los territorios, respondiendo a la necesidad de integración y dinamización
del sistema económico y comercial favoreciendo la comunicación interna212.
Como referentes históricos, cada red de caminos es diferenciada luego de que
su existencia no puede singularizarse a sus condiciones físicas y operativas,
sino como parte de una dinámica de largo aliento entre asentamientos, lugares
y relaciones sociales que giran a su entorno.
Desde una perspectiva histórica, los caminos lograron configurarse como rutas
indispensables del tránsito y el transporte a la luz de las relaciones entre principales
centros administrativos de la época213. Sinónimo del interés de la consolidación
de áreas geográficas y de la articulación del territorio en el sistema colonial,
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214 Sofía Botero señala, si bien estos caminos no se les atribuye una característica específica con tal
denominación, sí eran reconocidos como aquellos de mayor longitud e importancia. Sofía Botero. «Registro
y caracterización de la red de caminos antiguos en el departamento de Antioquia Palimpsestos: caminos
y mapas». Universidad de Antioquia. 2007, 80.
215 Carlos Delgado considera que las condiciones sociales y económicas impuestas de la época imprimió al
transporte y a los caminos unas características físicas especiales como el empedrado todavía existente
en algunas partes del recorrido cercano a Honda. Carlos Delgado «Camino nacional Honda - Santafé
de Bogotá Transporte, economía y desarrollo» Apuntes del Cenes, vol. 1 2004, 210.
216 Sofía Botero Páez. «Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos
en Colombia» Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, vol 20, n°. 37, 2006, 267.
217 Germán Arciniegas. «Caminos reales: caminos del mar, caminos en tierra». En: Caminos reales de
Colombia. Fondo FEN, Bogotá, 19-31
95
Andrés Felipe Bautista Vargas
218 Ismael Osorio Baquero. «Reseña histórica de las vías en Colombia» Ingeniería Solidaria, vol. 10, n.°
17, 185 doi: http://dx.doi. org/10.16925/in.v10i17.880.
219 Sofía Botero Páez. «Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos
en Colombia» Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, vol. 20, n°. 37, 2006, 267
220 Germán Arciniegas. «Caminos reales: caminos del mar, caminos en tierra». En: Caminos reales de
Colombia. Fondo FEN, Bogotá, 19-31.
221 Fabián Andrés Lancheros. «Caminos Coloniales: una Historia de las vías de comunicación en la región
central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII». (Tesis, maestría en Historia, Universidad Nacional
de Colombia, 2017), 25.
222 Aristides Ramos Peñuela, refiere que los caminos marcaron aspectos centrales de las sociedades y de los
proyectos políticos que de una u otra forma hicieron visible la construcción de reinos, colonias y naciones.
Arístides Ramos Peñuela. «Los caminos al río Magdalena» Credencial Histórica N° 287. Accessado 20
de Noviembre de 2018 http://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-287/
los-caminos-al-rio-magdalena.
223 Lleana Parra, Rogelio Altez, Arlene Quintero. Los caminos y vías de comunicación deben ser entendidas
desde su relación histórico-social y los contextos simbólicos concretos que permitieron su advenimiento
«Senderos, caminos reales y carreteras: El sentido histórico de la comunicación andino-lacustre
(Venezuela)» Revista Geográfica Venezolana, Vol. 49(2) 2008, 292.
224 Carlos Choque e Iván Muñoz. «El Camino real de la Plata. Circulación de mercancías e interacciones
culturales en los valles y altos de Arica (siglos XVI al XVIII)». HISTORIA No. 49, vol. I, enero-junio
2016: 57-86.
225 Mayra Cuéllar. Los caminos no solo fueron elementos que inscribieron dinámicas económicas y de
comercio, sino por ellos transitaron noticias e intercambios culturales. Mayra Cuéllar «El camino del
pie de Gallo: de Santiago de las Atalayas a Sogamoso a finales del siglo XVI» II (Tesis, departamento
de Historia, Universidad de los Andes, 2008), 29.
226 Germán Arciniegas menciona que las diferencias entre un camino real y uno de los indios, «Es que van
a transitarlo, además de los hombres, los caballos, los bueyes, las mulas y los indios cargueros» Germán
Arciniegas. «Caminos reales: caminos del mar, caminos en tierra». En: Caminos reales de Colombia.
Fondo FEN, Bogotá, 19-31
227 Mayra Cuéllar. «El camino del pie de Gallo….», 59.
97
Andrés Felipe Bautista Vargas
233 Salvador Camacho Roldán «Notas de Viaje, Colombia y Estados Unidos de América» Biblioteca Nacional
de Colombia, Fondo Arciniegas 1250, Tercera Edición, 1897, 137.
234 Pedro María Ibáñez. «Crónicas de Bogotá» Biblioteca Nacional de Colombia. Tomo II. Bogotá, imprenta
nacional, 1915,250-258.
235 Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá, 257.
236 Ibáñez, 255.
99
Andrés Felipe Bautista Vargas
237 Fabio Zambrano y Olivier Bernard. «Las primacías urbanas 1851-1985» En Ciudad y territorio: El proceso
de poblamiento en Colombia [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 1993. Disponible en
Internet: <http://books.openedition.org/ifea/2098>. ISBN: 9782821845015. DOI: https://doi.org/10.4000/
books.ifea.2098.
238 Rafael Muriel, describe que los caminos eran construidos en línea recta, algunos seguían los picos de
las montañas, lo que lo hacía exigente para los animales de carga, así mismo, que la mula como sistema
de transporte estuvo vigente hasta los años 80 del siglo XIX. Rafael Muriel. «Comercio internacional y
desarrollo del sistema de transportes colombiano. 1850 - 1920» Lecturas De Economía, (10), 2013, 9.
https://doi.org/10.17533/udea.le.n1017663.
239 Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá, 250.
240 Blanca Acuña, señala la comercialización de la sal como uno de los productos que para siglo XVI, mediaría
las relaciones económicas entre la provincia de Tunja y la provincia de Santafé, al configurar un gran
espacio económico entre sitios productores de Santafé y consumidores en la provincia de Tunja, Pamplona
y los Llanos de San Juan. Blanca Acuña «Rutas de circulación e intercambio de sal en la provincia de
Tunja, segunda mitad del siglo XVI». Historia Y MEMORIA, n° 16 (2018): 319-345. DOI: https://doi.
org/10.19053/20275137.n16.2018.7729.
241 Milena Ortiz, señala que, al interior de las disposiciones celebradas por la ordenanza de 1607,
para productores y comerciantes de harina, se implementaron medidas para controlar su abasto y
almacenamiento, hecho que generó rivalidades entre la provincia de Tunja y Santafé como el uso
incontrolado de caminos y decomisos. Milena Ortiz Cardona. «Abastecimiento alimentario en Santafé
colonial.» (Tesis, Departamento de Historia, Pontificia Universidad Javeriana, 2009), 84.
242 Clara Inés Carrero. «Los comerciantes de Boyacá (Colombia): una mirada desde los registros notariales
(1900-1920). História Unisinos, 23(2): 284.doi: 10.4013/hist.2019.232.12.
243 Clara Carrero, hace una descripción de la carretera central del Norte, la cual cruzaba por los pueblos
de Usaquén, Tocancipá, Gachancipá, Chocontá, Villapinzón, Cajicá, Tunja, Paipa, Duitama, Santa
Rosa, Sogamoso, Belén, Zipaquirá, Sesquilé, Suesca, Padua, Turmequé. 289. Clara Inés Carrero. «Los
comerciantes de Boyacá (Colombia): una mirada desde los registros notariales (1900-1920). Historia
Unisinos, 23(2): 284.doi: 10.4013/hist.2019.232.12
101
Andrés Felipe Bautista Vargas
244 Rafael Muriel. «Comercio internacional y desarrollo del sistema de transportes colombiano. 1850 - 1920»
Lecturas De Economía, (10), 2013, 9. https://doi.org/10.17533/udea.le.n1017663.
245 Rafael Muriel, 2013, 30.
246 Secretaría de Gobierno-Bogotá. «Recopilación de leyes y decretos del Estado Soberano de Cundinamarca».
Nov. 4, 1868, 469. https://catalog.hathitrust.org/Record/010427185
247 Secretaría de Gobierno-Bogotá. «Recopilación de leyes y decretos del Estado Soberano de Cundinamarca».
Nov. 4, 1868, 469. https://catalog.hathitrust.org/Record/010427185
103
Andrés Felipe Bautista Vargas
Esta perspectiva estima varios escenarios, de un lado, las relaciones tejidas entre
territorios, cuyos circuitos demandaron dinámicas diferenciadas en términos de
flujos y actores comerciales; y en segunda instancia, la complementariedad de
las redes asociadas a la distribución geográfica y la centralidad de la vía como
elemento configurador de las relaciones sociales y económicas. En ese sentido, la
carretera del Sur, ofrecía precisamente un perfil no solo de la construcción de una
obra que daba cuenta de los requerimientos de conectividad hacia Bogotá, sino
que suscribiera conexión con el puente de Boyacá y el distrito de Ventaquemada,
mejorando su recorrido en general y diámetros de circulación así:
[…] Pactar el trazo de una vía que ponga en comunicación la capital del
Estado de Boyacá y el Estado de Cundinamarca, terminando la línea
divisoria en un punto ventajoso que no ofrezca dificultad para continuar
con la carretera de Cundinamarca y que pueda unirse sin inconveniente.
A que la vía pase por el puente de Boyacá, y el distrito de Ventaquemada
sino hay imposibilidad científica. Que se mejoren los radios de las curvas
de 20 mts que tiene el trazado actual a 34 mts con el objeto de que no
haya inconveniente para construir el ferrocarril[...]248.
Disposiciones que, si bien reflejan buena parte el estado del recorrido, cuenta
con un trasfondo a partir de la construcción del ferrocarril central, proyecto
comprendido entre la ciudad de Tunja y Ventaquemada, sobre la mencionada
carretera del Sur, y considerado para 1879 como una apuesta al desarrollo
industrial en tanto que mejoraría, no solo las relaciones comerciales de la región,
sino que implicaría la disminución de los tiempos de viaje y el tránsito por el
camino de herradura:
[…] Desde que hemos visto publicado el contrato que ha celebrado el
poder ejecutivo del Estado de Boyacá con la “compañía constructora
de hierro de Boyacá” la construcción de un ferrocarril sobre el trayecto
de la carretera del Sur, las esperanzas han vuelto a reanimar nuestro
espíritu, pensando que, con él, sí la paz abre sus senos fecundes y permite
ser inaugurado, engalanará ricamente con los primeros kilómetros. El
ferrocarril central que va a ser el lazo que ligará más estrechamente los
intereses comerciales entre estos tres Estados. “Hacer 6 o 7 leguas del
ferrocarril, es menos tiempo del que se gasta en una calle para ir a donde
el vecino, es seguramente muy útil”. Pero no vale la pena hacer el gasto,
si nos vemos obligados a continuar la jornada por un pésimo camino de
herradura, apelando a la mula y al arriero de antaño[...]249
248 Catálogo Digital. Biblioteca Nacional de Colombia. Carretera del Sur. 1874. 2. https://catalogoenlinea.
bibliotecanacional.gov.co/client/es_ES/search/asset/79155/0
249 Catálogo Digital. Biblioteca Nacional de Colombia. Boletín la exposición Nacional de Boyacá. Periódico
Industrial y Literario. Tunja 9 de junio de 1879. https://catalogoenlinea.bibliotecanacional.gov.co/client/
es_ES/bd/search/results?qu=boletin&te=ASSET
250 Miguel Darío Cárdenas y Santiago Rincón. «Los caminos históricos de la real expedición botánica».
Revista de Patrimonio Iberoamericano. n°, 3. 2013, 44.
251 Rafael Muriel. «Comercio internacional y desarrollo del sistema de transportes colombiano. 1850 - 1920»
Lecturas de Economía, (10), 2013, 9. https://doi.org/10.17533/udea.le.n1017663.
252 Macadamizar, término utilizado para designar la adecuación material de las vías.
253 Carretera del Sur….1874. 2.
254 Carretera del Sur. 1874. 15.
255 Javier Ocampo López. «A VENEZUELA. El camino real del centro-oriente colombiano, Santafé de
Bogotá-Tunja-Bucaramanga-Pamplona Cúcuta con ramales a Cartagena de Indias y Venezuela». En:
Caminos reales de Colombia. Fondo FEN, Bogotá. 238.
105
Andrés Felipe Bautista Vargas
sino que devela las complejas condiciones de las vías terrestres de finales de
siglo XIX y, en ese sentido, entrega algunas luces de registros más concretos del
paisaje y de las prácticas territoriales que se llevan a cabo alrededor de su trazado.
107
Andrés Felipe Bautista Vargas
256 La carreta del Sur y del ferrocarril central para finales del siglo XIX, representaba la fe en el progreso,
tan necesaria que constituían el bienestar social y la perennidad de efectos económicos importantes para
el Estado de Boyacá, la improbabilidad de hacer cualquier obra y en este caso la prolongación de la vía,
expresaba la antítesis de las mejoras materiales y, por tanto, la innecesaria comparación entre las ventajas
de una y las desfavorables condiciones de la otra, aludiendo especialmente al camino de herradura y
las comunicaciones existentes. Periódico Industrial y Literario. «Boletín de la exposición nacional de
Boyacá». Tunja 9 de junio de 1879. N°3.
Miguel Borja257, por ejemplo, los caminos delimitaban franjas que denotaban
una importancia geoestratégica para las disputas territoriales en el siglo XIX,
caminos y corredores de movilidad son protagonistas de las luchas armadas por
el territorio.
Rafael Muriel258, califica la influencia de los caminos como factores que
determinaron las características del mercado y la producción de finales del
siglo XIX, marcaron la especialización de un desarrollo intraregional y un
proteccionismo geográfico. Es decir, la naturaleza de los caminos permite
ubicarse en los diferentes espacios geográficos y tiempos históricos que implica
la comprensión de las relaciones que le dieron vida y que forjan su propia identidad
a partir de su contexto territorial. El camino antiguo Santafé-Tunja, tiene un registro
de larga data en la conformación de redes de caminos históricos en lo que Luis
Vásquez259, reconocía como la faja oriental, asegurada por la comunicación y el
comercio, especialmente a través del intercambio de harina de trigo, algodón y
hierro, productos que temporalmente representarían una dinámica importante en
la circulación y en la materialización de redes comerciales por algunos siglos en
los hoy departamentos de Boyacá y Cundinamarca.
En la construcción de ese imaginario geográfico260 este camino, no puede
desconocerse su vasto contenido histórico y las formas cambiantes de uso y valor
que adoptó en función de contextos espaciotemporales más amplios que tienen
que ver con esas formas de representación territorial instauradas desde lo político
o económico, sino desde el reconocimiento y valorización de sus condiciones
inmateriales, las mismas que son asumidas desde el conjunto de significados,
prácticas, narrativas y memorias generadas en la interacción de las comunidades
y el uso del camino. Esta constante relación permite la asignación de valores y de
alguna forma pertenencias, que insta a la construcción de representaciones a partir
de las vivencias y percepciones de la comunidad en relación a la localización,
trazado y actividades propias a su paso por los territorios.
En el caso de Villapinzón y Ventaquemada, se considera la existencia de un
sistema de conocimientos que alude al significado y sentido del camino antiguo
a partir de las experiencias y memorias territoriales trasmitidas por generaciones
en relación a los objetivos sociales y usos comunes. Para Don Raúl Arévalo261,
exalcalde del municipio de Villapinzón, “el camino corría por arriba de la línea
257 Miguel Borja. «Los caminos de la guerra durante el siglo XIX» Análisis político. N° 67, Bogotá, 2009:
182.
258 Rafael Muriel. «Comercio internacional y desarrollo del sistema de transportes colombiano. 1850 - 1920»
Lecturas de Economía, (10), 2013, 9. https://doi.org/10.17533/udea.le.n1017663
259 Luis Ospina Vásquez. «Industria y Protección en Colombia 1810-1930» Universidad de los Andes. 2019.
39.
260 Carlos Nieto, plantea el imaginario geográfico como una forma de relación simbólica con el territorio, a
través de procesos que requieren la identificación de elementos geográficos, artefactos culturales, lenguajes,
iconografías y narrativas. Carlos Cornejo Nieto. «Geografías de recepción» de los imaginarios geográficos
alpinos: representaciones y narrativas de Sierra Nevada (s. XIX). Revista Cuadernos Geográficos. 2014.
261 Raúl Arévalo. Entrevista semiestructura. Estudiante grado 10. Nivia Angélica Cárdenas Cortés. Colegio
San Juan Bautista del municipio de Villapinzón. Febrero 25 de 2020.
109
Andrés Felipe Bautista Vargas
262 Ana López. El camino viene de bien lejos, pasa por cerca al ferrocarril, la plaza, y las fincas Argemiro
Casallas, Antonio Contreras, Clemencia Fernández, era bastante curvo hasta llegar a Santafé. Ana Teresa
López. Entrevista semiestructura. Estudiante grado 10. Mario Alejandro Lizarazo Bernal. Colegio San
Juan Bautista del municipio de Villapinzón. Febrero 25 de 2020.
263 Antoine Bailly. «Lo imaginario espacial y la geografía. En defensa de la geografía de las representaciones»
Anales de la geografía de la universidad complutense. Madrid. 1989. N° 9. 14.
264 Vidal López González. Entrevista semiestructura. Funcionario secretaría de desarrollo económico y
agropecuario sostenible del municipio de Villapinzón, marzo 05 de 2020.
265 Antoine Bailly, 18.
111
Andrés Felipe Bautista Vargas
Conclusiones
La dinámica histórica de los caminos antiguos no permanece indefinida en
el tiempo. Los caminos como los grupos que participaron de su construcción
experimentaron profundas relaciones que no acaban en tiempos históricos y
espacios geográficos específicos. El camino Santafé-Tunja tiene una naturaleza
históricamente diferenciada en la amplia red de caminos históricos. Por un lado, fue
un camino entre cambios y permanencias que expresaría temporal y espacialmente
las decisiones políticas e imaginarios geográficos que acompañaron su trazado.
Si bien puede calificarse como un medio de relevancia para las relaciones e
intercambios entre la región del altiplano de finales del siglo XVI y XIX, no
constituiría el principal, pues se considera que los caminos antiguos no fueron
solo medios en el establecimiento de dichas relaciones, sino que su dinámica
respondía a contextos mayores e itinerarios particulares de las poblaciones como
de los grupos que lo utilizaron.
En segundo lugar, este camino muestra una existencia temporalmente continua,
en relación con topónimos, trazos y lugares de conexión; sin embargo, sus
nociones espaciales se pierden en el tiempo. El Camino Nacional del Norte, la
Carretera del Sur, son precisamente muestra de las formas cambiantes de uso y
valor confluidas en los intereses y necesidades de cada tiempo y de cada espacio,
pues como elementos históricos, perviven en la memoria de los territorios y de las
poblaciones, como parte del significado de sus relaciones, pero en términos usos,
no supuso una utilidad específica, más que aquella registrada en una geografía
condicionada por límites y posibilidades expresadas en la capacidad y el sentido
dado social y territorialmente.
Finalmente, como elemento cultural, debe entenderse como portador de
significados, de geografías, informaciones, noticias, lugares y de encuentros.
Por tanto, no es posible comprenderlo, sin su contenido social, es decir, desde sus
narrativas, lenguajes, imaginarios y aquellos ramales que no pueden escaparse
a su misma naturaleza física. El camino, como pudo evidenciarse, varia en sus
representaciones, oficiales y no oficiales, es decir, su naturaleza permite ubicarse
en espacios geográficos y tiempos históricos más amplios de hechos y territorios
que forjaron su identidad.
113
Andrés Felipe Bautista Vargas
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115
Andrés Felipe Bautista Vargas
Entrevistas
Raúl, Arévalo. Entrevista semiestructura. Estudiante grado 10. Nivia Angélica
Cárdenas Cortés. Colegio San Juan Bautista del municipio de Villapinzón.
Febrero 25 de 2020.
Ana Teresa, López. Entrevista semiestructura. Estudiante grado 10. Mario
Alejandro Lizarazo Bernal. Colegio San Juan Bautista del municipio
de Villapinzón. Febrero 25 de 2020.
Vidal López González. Entrevista semiestructura. Funcionario secretaría de
desarrollo económico y agropecuario sostenible del municipio de
Villapinzón, marzo 05 de 2020.
Introducción
“Los caminos cumplen funciones polifónicas
tanto para las sociedades que los construyen,
como para los que los utilizan”2
En el año de 1868 Mariano Tanco informaba al secretario de gobierno de Estado
de Cundinamarca sobre los ingresos, costos y arreglos que se habían llevado a
cabo en el camino de Occidente. El documento se fraccionaba en 7 secciones
correspondientes a las inversiones y trabajos en los tramos desde Bogotá hasta
llegar a Honda, exponiendo las múltiples dificultades que la “Junta Administradora
del camino de Occidente” había tenido para llevar a cabo su trabajo en los últimos
dos años. En el informe Tanco mencionaba que hacía 200 años no se había llevado
a cabo una refacción completa de Puente Grande, como se había hecho en esa
oportunidad, empleando 600 varas cuadradas de “losas sólidas y perfectamente
labradas”. Además, detallaba el valor de las herramientas empleadas, la cantidad
de cascajo y el costo total del mantenimiento.3 El informe de Mariano Tanco es
119
Diana Bonnett Vélez
4 Como lo infiere Roberto Velandia de su lectura de Enrique Otero D´Costa “la organización de la compañía
de Alonso de Olalla y Hernando de Alcocer, compañía enderezada a construir un camino de herradura
que, partiendo del puerto de Honda viniera a buscar a Santafé”. Roberto Velandia. “Todos los caminos
conducen a Santafé: los caminos reales de Cundinamarca” en Caminos reales de Colombia, eds. Pilar
Moreno de Ángel, Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche Losada. (Bogotá: Fondo Fen, 1995), pp.
129 - 156, pp. 150
5 Alberto Escovar, Margarita Mariño, Cesar Peña. Atlas Histórico de Bogotá 1538 – 1910. (Bogotá: Planeta
y Corporación La Candelaria, 2004), pp. 308 a 310.
6 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación. Agua y gestión de obras hidráulicas
en la ciudad de Santafé (1757- 1810). (Bogotá: Ceso, Uniandes, 2011). pp. 49 -53.
7 Otras veces había que echar derramas y contribuciones, como las que se impusieron para construir la
calzada y el camellón de Fontibón en tiempos del virrey Pizarro Véase, José María Ots Capdequí, “El
régimen municipal en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII”. Revista Trimestral de Cultura
Moderna (Ene-Feb-Mar) No. 5, (1946): 75-111, p.89.
8 Tomado de Carl Langebaek et al, Por los caminos del Piedemonte. Una historia de las comunicaciones
entre los Andes Orientales y los Llanos. Siglos XVI a XIX. Estudios Antropológicos No. 2. Universidad
de los Andes, 2000. pp. 73. AGN, Mejoras Materiales, t.19 f923r – 926v.
9 Este informe es muy completo por cuanto registra el valor total de los arreglos incluyendo lo destinado
a cada una de las secciones, lo invertido en carros y herramientas; el arrendamiento de los potreros
circundantes, el valor de las guías, los sueldos del director y sus colaboradores. También se especifica el
número de “carretadas de cascajo”; las losas empleadas en la reparación de las murallas; los puentes de
madera que unían Puente Grande con Puente Aranda, etc.
10 De acuerdo con las investigaciones de Víctor Manuel Patiño (Historia de la cultura material en la América
Equinoccial. T III. Vías, transportes, comunicación. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1991, pp. 38), los
cronistas fueron más positivos frente a la amplitud de los caminos “Existían caminos anchos de cada
uno de los pueblos circunvecinos que confluían a la laguna Guatavita, “como los hallaron los españoles
y aun hoy [1624] se conocen y yo los he visto” Tomado de Simón, 1953, JI, 172; -, 1981-1982, III, 327;
y de Plaza, 1850, 52.
121
Diana Bonnett Vélez
salida del angosto valle del Magdalena, y de otro, hacen énfasis en la falta de
buenos caminos que los conectaran.11
Compartimos con Roberto Velandia la idea de que “El camino fue el invento
más trascendental del hombre primitivo”12. Sin embargo, hay pocas descripciones
acerca de las formas y composturas de los caminos. La documentación es amplia
cuando se trata de mostrar las diligencias que se practicaban para examinar
los daños, la necesidad de reparaciones, los costos de mantenimiento, los
gastos invertidos en los arreglos, los pagos a los trabajadores y peones, pero
apuntan con pinceladas muy generales a detallar aspectos concernientes a las
dimensiones de los caminos, los materiales empleados en las reparaciones, el tipo
de ajustes requeridos, los trazados, las técnicas usadas, etc. Sobre estos puntos
es más abundante la información acerca de los puentes, que se consideraban
imprescindibles y que requerían técnicas más especializadas. De ellos se conoce
su extensión, técnicas de reparación, materiales usados, entre otros aspectos.13
Para algunos autores se mantiene la idea de la continuidad entre los caminos
trazados por las sociedades prehispánicas y los empleados durante la dominación
española, no obstante no todos coinciden en este punto.14 Por ejemplo, Carl
Langebaek hace referencia a las dificultades de comunicación entre la costa
y el altiplano por el occidente y afirma que los “caminos reales” fueron obras
efectuadas por los españoles usando técnicas romanas, mientras que Sofía Botero
Páez considera que falta hacer más estudios arqueológicos para redescubrir la
magnitud de las obras prehispánicas.15 Parecieran desconocerse las especificidades
de la traza y disposición de estas estructuras iniciales que, en muchos casos fueron
los cimientos por donde se trazaron los nuevos caminos. Por su parte, Fabián
Lancheros discute el concepto de “camino real” en cuanto la Corona dejó en
manos de los habitantes aledaños los costos y la construcción de los caminos16.
Los caminos reales tuvieron otro tipo de especificidades dadas las nuevas
condiciones de la travesía. De un lado, el uso de carretas o coches con mayores
11 Si bien esto se afirma constantemente, para Sofía Botero Páez más bien es la ausencia de estudios lo que
hace que se mantenga esta impresión.
12 Roberto Velandia. “Todos los caminos conducen a Santafé”, pp. 128.
13 Sobre las técnicas y los conflictos por agua en Santafé, revisar Nelson Fernando González Martínez.
Entre el acceso y la circulación, pp. 139.
14 Para Orián Jiménez” después del arribo de los peninsulares a las Indias, lo que les permitió consolidar
el proyecto político de la Conquista fue la utilización de la red de caminos que tenían construidas las
sociedades Indígenas. Orián Jiménez Meneses. «Rumores, cartas y caminos en la sociedad colonial».
Historia y sociedad, n° 8 (2002), pp. 211.
15 Sofía Botero Páez en 2007 decía al respecto: “Así las cosas, lo que es innegable es que no se han dedicado
esfuerzos constantes y sistemáticos a abordar y menos pensar «eso» que pudiera haber sido la red vial
prehispánica, aunque la evidencia documental y arqueológica señala una amplia circulación de bienes y
mercancías, en distancias que implican la existencia física de caminos de tierra y agua, y el reconocimiento
de territorios y relaciones, hasta el momento no consideradas por los estudiosos de la región”. Sofía Botero
Páez, «Redescubriendo los caminos antiguos desde Colombia», Bulletin de l’Institut français d’études
andines, 36, n° 3 (2007): 343-352, https://doi.org/10.4000/bifea.3505, p. 357.
16 Fabián Andrés Lancheros Herrera. “Caminos coloniales: una Historia de las comunicaciones en la
región central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII”. (Tesis de Maestría en Historia, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, 2017), pp. 45 y ss.
17 Alberto Escovar, Margarita Mariño, César Peña. Atlas Histórico de Bogotá, 1538 – 1910. (Bogotá:
Planeta y Corporación La Candelaria, 2004), pp. 247.
18 Anota Langebaek retomando a Castellanos y fray Pedro Simón. Por otro lado, algunos cronistas aseguraron
que asociados a los cercados de los caciques existían anchos pero cortos caminos que llevaban a los
santuarios” y más adelante: “Parece claro, sin embargo, que el uso de esos caminos para el transporte de
artículos debió ser muy limitado siendo su función, más bien, de carácter ceremonial”. Carl Langebaek.
Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas: siglo XVI. (Bogotá: Banco de la República,
1987), pp. 133.
19 Roberto Velandia. Historia de Facatativá. Tomada de historia geopolítica de Cundinamarca. Véase
https://www.facatativateamo.com/pdf/Historia-de-Facatativa-Roberto-Velandia.pdf
20 En ocasiones sus materiales se aprovecharon para la construcción de techos y paredes de las viviendas
de pobladores vecinos. https://www.semana.com/especiales/articulo/las-rutas-de-la-nostalgia/37162-3
21 https://www.semana.com/especiales/articulo/las-rutas-de-la-nostalgia/37162-3
22 Sofía Botero Páez. Huellas de antiguos pobladores del valle del río Aburrá. Piedras, arcilla, oro, sal y
caminos. (Medellín: Universidad de Antioquia, CISH, 2015), pp. 144.
123
Diana Bonnett Vélez
Orián Jiménez, por su parte, escribió a inicios del milenio un artículo denominado
“Rumores, cartas y caminos en la sociedad colonial”. Este trabajo es muy
provocativo en cuanto evoca otras funciones de los caminos. De acuerdo con
este autor, “los caminos cumplen funciones polifónicas” y más allá del traslado
de mercancías y de hombres han sido dispositivos que han favorecido el tránsito
de rumores y de la correspondencia.23 Con su libro Entre sequías, heladas e
inundaciones. Clima y sociedad en la Sabana de Bogotá 1690 – 1870, Katherinne
Mora Pacheco ha proveído a esta investigación de herramientas analíticas y
documentales muy valiosas, como también lo ha hecho el trabajo de Nelson
Fernando González Martínez sobre las obras hidráulicas en la ciudad de Santafé
(1757-1810) .24
Recientemente Fabián Andrés Lancheros Herrera presentó su tesis de maestría
titulada “Caminos Coloniales: una historia de las vías de comunicación en la región
central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII”, y por supuesto que el
camellón de la Sabana forma parte de su investigación. Su escrito, documentado
suficientemente propone una historia social de los caminos y se pregunta por
quienes trabajaron en ellos y las disposiciones procedentes de las autoridades
virreinales. El trabajo de Lancheros también posee muy buena información sobre
el uso de algunas herramientas, materiales y como se hizo la recaudación de
recursos. Otras investigaciones han sido de gran utilidad para la producción de
este artículo, como aquella de obligada consulta Caminos Reales de Colombia,
editada por Pilar Moreno de Ángel, Jorge Orlando Melo y Mariano Useche25 y
que ofrece un rico y variado panorama acerca de los caminos en todo el territorio
de la actual Colombia.26
Como lo propone Marianne Cardale, los estudios de los caminos tienen sentido
en cuanto nos muestran la interacción entre unidades sociales. Estas relaciones
atraviesan diferentes campos, desde “los bienes, la guerra, las modificaciones
culturales a raíz de influencias foráneas, la adopción de nuevas tecnologías, estilos
de arte, lenguas y religiones”27. Comparto plenamente esta afirmación, pues los
caminos no tienen sentido si no es para servir de intermediarios en la interacción
de los seres humanos. Por ello el capítulo cumple como objetivos reflexionar
sobre los nombres que adquirió el camino y estudiar los procesos y reformas que
se efectuaron en este y en los puentes que en él se construyeron con el ánimo de
observar los tipos de interacciones que en él se dieron.
23 Dice Jiménez: “las cartas con los formalismos y los lenguajes barrocos que servían para diferenciar a los
establecidos de los marginados” Orián Jiménez Meneses. «Rumores, cartas y caminos en la sociedad
colonial». Historia y sociedad, n° 8 (2002), pp. 199.
24 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación.
25 Pilar Moreno de Ángel, Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche Losada, eds., Caminos reales de Colombia
(Bogotá: Fondo FEN-Colombia, 1995).
26 El libro de Eduardo Santa, referente a la colonización antioqueña habla de los caminos y las fondas;
califica a los caminos como portadores de la “civilización y el desarrollo de la cultura” Eduardo Santa.
La colonización antioqueña. Una empresa de caminos. (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1993), p. 6.
27 Leonor Herrera y Marianne Cardale. Caminos precolombinos. Las vías, los ingenieros y los viajeros.
(Bogotá: ICANH - Ministerio de Cultura, 2000), pp. 271.
28 Sofía Botero Páez. Vestigios de una red vial antigua en el valle del río Aburrá. (Medellín: Universidad
de Antioquia, Corantioquia y Área Metropolitana del Valle de Aburra, 2008), pp. 20.
29 Roberto Velandia. “Todos los caminos conducen a Santafé”, pp. 129 - 156.
30 La importancia del camino a Honda se ve reflejada en Velandia de la siguiente manera: El primer camino
real fue el de San Bartolomé de Las Palmas (Honda) a Santafé, pasado por Guaduas, Sasaima y Facatativá,
contratado y construido hacia 1555 por los fundadores de Villeta Alonso de Olalla y Hernando de Alcocer;
luego se construyeron lo de Santafé a Tocaima, a La Palma, Tunja y Ubaté.
31 Katherinne Mora Pacheco. Entre sequías, heladas e inundaciones, pp. 31.
125
Diana Bonnett Vélez
este último por el tránsito de indios encomendados desde y hacia las tierras
bajas del Magdalena.
Por “El Camellón de la Sabana” se entendía un camino relativamente estrecho,
levantado sobre el nivel natural del terreno, para evitar su inundación y facilitar el
paso por el área de los pantanos y de los terrenos anegadizos que por el occidente
cercaban a Santafé. Algunos también lo denominan calzada, que, para facilitar
el movimiento de las aguas en temporadas de lluvia, se elevaba y se le cavaba
una zanja a ambos lados que servía de desagüe. Se sabe por la descripción de
Francisco Silvestre que era de tierra, y relativamente estrecho en el sentido que
se quejaban los virreyes ya que por él no podían pasar al tiempo dos carros en
sentido contrario.32 Las normativas de fines del siglo XVIII obligaron a que
tuvieran por lo menos 5 varas de ancho, de tal manera que “no se estorben pasar
los carruajes que se encuentran”33.
El DRAE define el “camellón” complementándolo con el significado de la voz
“caballón”; generalmente se asocia a una calzada alta, y se refiere el diccionario
a este como el “lomo entre surco y surco de la tierra arada”34. Se podría decir
que un “camellón” es un camino semejando un lomo amplio, por el que pueden
cruzar una o dos carrozas en sentido contrario y cuya infraestructura debería
desafiar las zonas de pantano o humedal que lo rodea; el camellón al estar por
encima del nivel del terreno y estar surcado por zanjas que servían de desagüe,
protegía el paso de los viajeros y de las recuas en tiempo de lluvias en ambos
sentido hacia o desde la sabana de Bogotá; de allí se alcanzaban las tierras
calientes del Occidente, tomando diferentes rumbos a partir de Facatativá.
Salvador Gilij lo describe así “modernísima es la de un terraplén magnífico
que han hecho entre Techo y Fontibón, a través de un terreno pantanoso, para
comodidad de los viajeros”35. El camino direccionaba a los viajeros en diversos
sentidos, pero siempre buscando el Magdalena.
También se recuerda como “El camellón de la Sabana” al impuesto que en
épocas del virrey Pizarro se dispuso para la composición de este camino y en
particular para la refacción del denominado “Puente Grande”, cuyo nombre
32 “Aunque desde el gobierno del señor Zerda, que estaba en todo, todo se ha olvidado, sino es un camellón
de tierra, que se hizo en el callejón de Fontibón, en tiempos del Sor. Guirior, y que para mantenerlo
correspondería rehacerlo cada año, o cada dos las alcantarillas en el del Sor. Flores, que si no se hace
un formal camellón de piedra, en breve será menester gastar lo mismo que costaron…” Descripción del
Reyno de Santa Fe de Bogotá, escrita en 1789 por Francisco Silvestre, secretario que fue del Virreinato
y antiguo Gobernador de la Provincia de Antioquia. Copiada del original que se encuentra en Sevilla,
en el Archivo General de Indias, por Ricardo Pereira, pp. 76. Véase https://studylib.es/doc/5683816/-
descripci%C3%B3n-del-reyno-de-santa-f%C3%A9-de-bogot%C3%A1---escrita-en
33 Tomado de Carl Langebaek et al., Por los caminos del Piedemonte, p. 76. AGN, Mejoras Materiales,
t.19 f923r – 926v.
34 El Diccionario de Autoridades, define más bien lo que hoy conocemos por una vereda o una acera:
“Hai sementeras hechas en médio de la lagúna, que están fundadas sobre la própria água, y hechos sus
camellones llenos de mil diferéncias de semillas, y hierbas, y infinitas flores”. http://web.frl.es/DA.html,
https://dle.rae.es/camell%C3%B2n
35 Gilij, Felipe Salvador. Ensayo de Historia Americana. (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1955,
vol. 4, pp. 303, 304. Tomado de Katherinne Mora “Adaptación de sociedades agrarias a la variabilidad
climática”. Sabana de Bogotá, Andes Orientales colombianos, 1690-1870”. (Tesis de doctorado, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia), p. 342.
36 Germán Colmenares, ed. Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada (Bogotá: Fondo
de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1989). T. I, p. 114.
37 Tomado de Germán Arciniegas. Los comuneros, Colección La Expresión Americana, (Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1992) vol. 2, pág.94.
38 Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá, escrita en 1789 por Francisco Silvestre, secretario que fue
del Virreinato y antiguo Gobernador de la Provincia de Antioquia. Copiada del original que se encuentra
en Sevilla, en el Archivo General de Indias, Por Ricardo Pereira. Pp. 76. Véase: https://studylib.es/
doc/5683816/-descripci%C3%B3n-del-reyno-de-santa-f%C3%A9-de-bogot%C3%A1---escrita-en...
39 Katherinne Mora Pacheco. Entre sequías, heladas e inundaciones, p. 28.
127
Diana Bonnett Vélez
41 Según la información que presenta Guillermo Hernández de Alba “Desde el siglo XVI se inicia la ardua
tarea; primero son los puentes en madera que es necesario renovar cada seis años poco más o menos, hasta
que, por fin, un mandatario de empuje, poeta además, el Presidente de la Real Audiencia, Gobernador
y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, don Martín de Saavedra y Guzmán, resuelve poner
término a tan antieconómicas estructuras aprovechando la residencia en Santafé de Bogotá del ilustre
arquitecto jesuita Juan Bautista Coluccini”. Guillermo Hernández de Alba. El río Bogotá a través de la
historia. Villegas Editores. https://www.villegaseditores.com/rio-bogota-a-traves-de-la-historia
42 Víctor Manuel Patiño. Historia de la cultura material en la América Equinoccial, p. 97.
43 Roberto Velandia. “Todos los caminos conducen a Santafé”, pp. 138-139.
44 Sofía Botero Páez. Huellas de antiguos pobladores del valle del rio Aburra, pp. 144.
129
Diana Bonnett Vélez
viejo, camino real, sendero y trocha”, cada una de estas expresiones, afirma el
historiador, están en relación directa con la profundidad de la “huella erosiva” que
los define, a la vez que las distintas especificaciones técnicas”.45 Si por camino
real se entiende aquel que conduce a una ciudad o una villa, bien puede decirse
que el camellón se puede definir como tal;46 a la vez era un camino que conducía
a un puerto, lo que en este período era esencial pues su destino alcanzaba de un
lado la capital de la Audiencia y de otro, el mar, las islas del Caribe y de allí la
península Ibérica. Botero Páez diferencia entre estos caminos reales de aquellos
por donde circulaba el comercio ilegal. Define los caminos reales como:
…públicos o principales, relacionados a su vez con el comercio legal
cuyo destino eran los centros administrativos, y que casi nunca, o solo de
manera indirecta la historia hace referencia a la intrincada red de caminos
anexos o paralelos, existentes y que fueron de enorme importancia para
el tránsito de la población.47
Estos caminos anexos o paralelos eran aquellos por donde ingresaba el comercio
ilegal. Los estudios de los caminos asociados a las rutas de circulación e intercambio
de productos han sido muy provechosos para referirse al intercambio de productos
textiles, algodón, sal, carne oro y esmeraldas.48
Se sabe que el camellón de la Sabana fue construido en el siglo XVI; la versión de
Enrique Otero D´Costa lo sitúa en 1550, cuando Hernando de Alcocer y Alonso
de Olaya iniciaron su trazado.49 Por su parte Germán Colmenares hace referencia
a estas tierras como las inundadas por el río Bogotá “pero donde había un pantano
salado que las hacia aptas para la ganadería”. Añade Colmenares que “en agosto
de 1560 el cabildo de Santafé contrató con Pedro Navarro la construcción de un
puente sobre el río Bogotá”.50 Pedro Navarro, como otros reparadores de puentes
y caminos, era un albañil que trabajaba en Santafé.
Mapa adaptado del publicado en: Caminos Coloniales: una Historia de las
vías de comunicación en la región central del Nuevo Reino de Granada
en el siglo XVIII por Fabián Andrés Lancheros Herrera. Universidad
Nacional de Colombia. Trabajo de investigación presentado como requisito
parcial para optar al título de Magíster en Historia, Ilustración No. 1,
Mapa de los caminos trabajados en la investigación, p. 10. 2017.
El poder que poseían Hernando de Alcocer y Alonso de Olaya sobre las tierras
aledañas al camino, la producción en estas y el tránsito de ganados que venían
de las tierras calientes fueron los incentivos para abrir el camino hacia el río
Magdalena; con el ánimo de lograr provecho en la circulación de los productos
de sus haciendas, se propusieron poseer los derechos sobre los embarcaderos
que se construyesen sobre el río.51
En el Carnero, y en otros libros de historia de los siglos XIX y XX, se describe
que la construcción del Puente Grande estuvo ligada a ciertas anécdotas sobre
la vida amorosa del oidor Francisco de Anuncibay, quien en 1573 inició la
construcción; si estos fueron los tiempos, se tardaron 13 años entre que Olaya
y Alcocer propusieron su construcción y el inicio de la misma.52 Lo cierto es
que las dos fechas ubican el comienzo de su construcción a pocos años de
51 Como lo infiere Roberto Velandia de su lectura de Enrique Otero D´Costa. Véase Roberto Velandia.
“Todos los caminos conducen a Santafé”, p. 150.
52 Juan Rodríguez Freyle. El carnero. (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978), p. 253.
131
Diana Bonnett Vélez
y Cristóbal Serrano;59 más adelante en 1641, por Cédula Real, se confió a los
religiosos de la Compañía de Jesús la reedificación de Puente Grande sobre el
río Bogotá. Juan Bautista Coluccini fue requerido por el presidente de la Real
Audiencia, Martín Saavedra y Guzmán, para la elaboración de los planos de un
puente de piedra. Coluccini, quien había sido el ejecutor de la iglesia de san Ignacio,
elaboró con precisión el plano del puente y sus respectivas alcantarillas.60 De este
puente existen todavía algunos vestigios en la vía que conduce a Facatativá.
A principios del siglo XVIII entre 1712 y 1716, el síndico procurador de la ciudad,
José Salvador de Ricaurte, propuso la composición de los caminos de la Sabana
con el fin de tener una mejor comunicación de la capital con las tierras calientes del
río Magdalena.61 Por los mismo años, se propuso la canalización del río Bogotá,
en Puente Grande y la composición de su alcantarilla.62 Estas solicitudes iban muy
de la mano con los diferentes desastres naturales ocurridos anteriormente, en los
últimos años del siglo XVII; Katherinne Mora ha documentado la continuidad
de la plaga de polvillo, las fuertes sequías en 1695 y posteriormente períodos
de fuertes lluvias (fin del año 1697) con graves efectos en el abastecimiento de
Santafé.63 Ante las dificultades vividas en esos años, en los inicios del siglo XVII,
se buscaron arreglos en los caminos para mitigar las dificultades que pudiesen
venir más adelante.
Rafael Díaz asocia la constante preocupación por reparar el camino a Honda con
la presión que ejercían los comerciantes ante la necesidad de mantener un buen
abastecimiento de Santafé, pues, según el autor, se “produjo un desabastecimiento
general o parcial, incomunicación regional y aislamientos temporales, problemas
parecen haberse agudizado desde principios del siglo XVIII”64. Sin embargo, obras
de infraestructura con alguna envergadura solo se lograron efectuar hasta bien
entrado el siglo XVIII; después de 1770 existe más información que aparentemente
da la sensación de que hubo continuamente construcciones y arreglos de los caminos
59 AGN. Mejoras materiales, Tomo XXI. Santafé su cabildo contrata con Francisco Velásquez y Cristóbal
Serrano la construcción del Puente de Fontibón 1628, fls. 218 – 257.
60 En realidad, Coluccini creó 4 planos: 1. El 16 de septiembre de 1640 entregó el plano del sitio donde se
debería hacer el puente; 2. El día siguiente el plano de los cimientos del puente; 3. El plano del puente;
y 4. El plano del ancho y pretiles del puente de piedra. Estos dos últimos no se informa la fecha de la
entrega. Véase José del Rey Fajardo S. J. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. PUJ. 2006,
p. 217 Archivo Juan Manuel Pacheco. DVD 1 DOC 342; 1641, octubre 8 Madrid. Real Cédula de Santafé,
sobre la redificación del puente del río Bogotá, refiere a que se había resuelto encargar a los religiosos de
la Compañía de Jesús, así por hallarse con materiales y haber entre ellos algunos italianos que entienden
de arquitectura, como por tener una doctrina de tierras cercanas y https://www.eltiempo.com/archivo/
documento/MAM-87778 (Agradezco a Ivonne Vera Prada por hacerme llegar esta información).
61 AGN, Mejoras materiales, TXII. Santafé: su síndico procurador, José Salvador de Ricaurte, propende
por la composición de los caminos de la sabana, por la comunicación de la capital con las tierras cálidas.
1716 Fl. 171-179.
62 AGN, Mejoras materiales, Tomo III Santafé. Documentos referentes a la canalización del río Bogotá,
en Puente Grande. 1712 Fl. 703. Santafé; AGN, Mejoras materiales, Tomo III Santafé. Documentos
referentes a la composición de la alcantarilla de Puente Grande. Plano fls. 157 – 211.
63 Katherinne Mora Pacheco. Entre sequias, heladas e inundaciones, pp. 84 y 85.
64 Rafael Antonio Díaz. Esclavitud, región y ciudad: el sistema esclavista urbano-regional en Santafé de
Bogotá, 1700 – 1750. Bogotá: Centro editorial javeriano CEJA, 2001, p. 33.
133
Diana Bonnett Vélez
que de Santafé comunicaban con las tierras cálidas. Entre las transformaciones
que tuvieron lugar se encuentra la delegación de un funcionario encargado de
las reparaciones del camino nombrado como director general de la obra.65 La
dirección “debería recaer en sujeto (…) de conocida inteligencia en la provincia
o paraje del camino que se le encargare”.66 Esta figura se le llamó diputado en los
inicios del siglo XIX.
Entre los más activos promotores de la modernización de caminos y de puentes
encontramos a fines del siglo XVIII a ingenieros militares, tales como Antonio de
la Torre, Ciriaco Galluzzo, Eleuterio Cebollino, Domingo Petrés y Carlos Cabrer.67
El primero aunque trabajó en obras en Santafé, no tuvo aparentemente a su cargo
trabajos en el camellón ni en sus puentes; Galluzzo propuso la reparación de todo
el corredor que unía a Santafé con Honda por una cuantiosa suma, que no podía
ser costeada en el momento; Cebollino inspeccionó el estado del Puente Grande y
dio instrucciones para que se prohibiera el paso por el de maderas y de mercancías
que lo pudiesen seguir dañando68; Petrés y Cabrer, en las postrimerías del siglo,
estuvieron encargados de la reforma del Puente Grande. Cabrer presentó en 1799
los planos y el perfil y la elevación de una alcantarilla para hacerla en el camellón
del Puente Grande en Santafé (véase ilustración 3).69
El camino de la Sabana tuvo el mayor número de reparaciones, en comparación
con los otros caminos que comunicaban a Santafé por el norte y el sur. Para ejecutar
estas obras era común emplear a un contratista quien debía de responder por ellas.70
La nómina de trabajadores estaba compuesta por dos niveles de trabajadores, los
más especializados, como el sobrestante, el maestro, el oficial y el carpintero;
figuraban a renglón aparte en los listados los de menor preparación y estos eran
los peones que ejecutaban los trabajos. En algunos momentos se contrataban, si
era preciso, más de 1 oficial y varios carpinteros. Los sobrestantes recibían un
pago de 8 reales por día, es decir ganaban 4 pesos por semana, pues normalmente
65 Según Fabián Lancheros “En el último tercio del siglo XVIII, desde la administración del virrey Flórez,
se creó el cargo de director de las reparaciones de un camino específico, dignidad que tenía la potestad
de ejecutar los trabajos de forma directa, sin tener la interpelación de la Real Audiencia a los cabildos.
A principios del siglo XIX, se cambió la denominación a diputado de caminos como pudo apreciarse en
el caso del camino del norte” Fabián Andrés Lancheros Herrera, “Caminos coloniales”, p. 174.
66 Carl Langebaek et al, Por los caminos del Piedemonte, p. 73.
67 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación, pp. 129 y 139.
68 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación, p. 128.
69 Horacio Capel et al. Los Ingenieros militares en España, siglo XVIII: repertorio biográfico e inventario
de su labor científica y espacial. (Barcelona: Universidad de Barcelona, 1983). A propósito de esta
construcción Gámez Casado afirma que se le encomendó a “Cabrer la fabricación de una alcantarilla
que corriese bajo la tabla del propio puente. A su proyecto adjuntó un plano en el que incluyó la nueva
sección y planta, incorporando una empalizada bajo los pilares que reforzasen los arcos de medio punto.
La utilización de este mecanismo permitía salvar el estado fangoso del fondo, terraplenándose el hueco
resultante con carbón y piedras. Asimismo, incorporaba un sistema de drenaje, basado en una estructura
de tablas rellenas de grava que permitiría evacuar el agua ante posibles inundaciones”. Manuel Gámez
Casado. “Ingenieros militares y obras públicas. Algunos ejemplos de Nueva Granada en el siglo XVIII”.
Ars Longa n° 27, (2018):125-138, p. 134.
70 AGN Mejoras materiales. Tomo. II. Fontibón: Bernabé Escandón se ofrece como contratista del camellón
de la nominada población a Puente grande, sobre el río Bogotá. 1790.
trabajaban 4 días. Los maestros ganaban un poco más, 10 reales por día y los
carpinteros recibieron 6 reales por día.
Ilustración No. 3. Plano alcantarilla - Puentegrande
135
Diana Bonnett Vélez
A fines del siglo XVIII José María Ugarte se encontraba a cargo de la diputación
de las obras públicas. Ugarte de su puño y letra detalló día a día y mes a mes
durante los años de 1800 y 1801, la cantidad de materiales y sus costos, incluido
el valor de su traslado desde diferentes puntos de Santafé hasta Puente Grande.
Un peón ganaba aproximadamente 2 y 1/2 reales por día; por el trabajo de 5 días
a la semana recibían 1 peso y 2 reales y los que trabajaban 6 recibían entre 1
peso y 4 reales; algunos recibían un poco más, 1 peso 7 reales, pero los listados
no dejan saber si esta diferencia correspondía al tipo de trabajo que ejercían.71
En una semana se contrataban alrededor de 20 peones, pero fluctuaba el número
de contratados a medida que avanzaba la obra; por ejemplo, en abril de 1800,
mes de intensas lluvias, se habían contratado 21 peones para los arreglos del
Puente Grande, en agosto del mismo año la nómina costaba de 10 trabajadores
y en septiembre solo se les pagó a 5 peones. El pago en estas obras era algo
superior o muy semejante a la que en el mismo momento se estaba pagando a
los peones que arreglaban las cañerías de la ciudad de Santafé. Antonio de las
Cajigas pagó a los peones 1 peso y un real por 9 días de trabajo el arreglo de la
cañería de Egipto y para arreglar las cañerías de la esquina de la plaza principal
se pagó prácticamente el mismo monto.72
71 AGN. Impuestos varios – Cartas. Tomo VII. Razón de los gastos que se han impedido en la construcción
de las 2 alcantarillas en la 8ª. semana desde el día 5 hasta el 10 de mayo de 1800. Fl 16.
72 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación, p. 42.
Revisando los gastos que suponía el arreglo del camino y de las alcantarillas
parece que en el transcurso de los siglos coloniales no debieron haber variado
mucho los materiales empleados para el camellón. En la base del camino se
empleaba piedra grande para afianzarlo y se cubría con capas de arena, barro y
piedras de “morrillo” “sepa” y “lajas” de diferentes tamaños y cortes.73 A ambos
lados del camellón se cavaban zanjas, algunas empedradas, que permitían que
las aguas fueran a parar a las alcantarillas o al río Bogotá. En el siglo XIX se
reforzaron los bordes o las partes laterales del camellón con trozos de madera,
a manera de estacas, para impedir que estas partes sufrieran y se rodaran con
las lluvias. Parte del camino real a Honda se encontraba empedrado, pero los
tramos el camellón estaban cubierto de cascajo y otros con tierra pisada por lo
que sufría un gran deterioro en tiempos de lluvias.
Los puentes que cruzaban el camellón exigían una mayor tecnología y fueron
los que más sufrieron el embate de las lluvias, de las sequías y del mal uso de los
comerciantes. La información es precisa en cuanto a que, en tiempos de sequía,
las arenas se acumulaban en las alcantarillas del puente y las taponaban, por
lo que se requirió de la construcción de empalizadas, pilares y arcos de medio
punto que favorecieran el drenaje, que evitaran inundaciones.75
Algunos de los materiales requeridos para las reparaciones del puente y de las
alcantarillas se llevaban desde el parque de San Victorino; la piedra empleada
era la del río San Francisco y la madera ordinariamente procedía desde Funza.76
Como referencia de algunos de estos materiales, sus precios y las cantidades se
trascriben en la tabla No. 2:
73 Según registran varios números de la Gaceta Oficial, en el siglo XIX los informes son mucho más precisos
sobre el tipo de piedra usada en los caminos: se diferencia entre piedra labradas, piedra cortada, piedra
careada, cascajo. Gaceta Oficial, Bogotá, Domingo 29 de abril de 1848, Número 1040, pp. 158 Domingo
15 de julio de 184. Número 1.062, pp. 335, 336 y 338. Domingo 14 de octubre de 1849 Número 1077
pp. 444 y 445.
74 Carl Langebaek et al, Por los caminos del Piedemonte, p. 78.
75 Al respecto véase Manuel Gámez Casado. “Ingenieros militares y obras públicas”, p. 134.
76 AGN, Mejoras Materiales. T. V. Cuentas referentes al costo del viaducto del Puente Grande y otros
documentos sobre la misma obra. Año 1800 y 1801.
137
Diana Bonnett Vélez
Las herramientas utilizadas para trabajar en los caminos hacían parte de los
bienes que poseían los cabildos, pero en algunas ocasiones debían comprarse
o repararse, como figura en la anterior tabla. Estas herramientas consistían en
barras, picos, cuyas de fierro, azadones, machetes, hachas, cueros y cuñas77.
También se empleaban pisones, mazos, cabos, piquetes y artesas. La cal, la
arena se llevaba en costales y zurrones. Los costales se compraban por carga a
3 reales. Los zurrones, se vendían a 1 ½ real cada uno; estos eran comunes en
las obras de los diferentes caminos y puentes78. La ingeniería más avanzada se
destinó a las obras hidráulicas y la construcción de puentes, que como señalamos
anteriormente requerían de ingenieros más especializados. En estas estructuras
la madera fue muy importante. Se usaban distintos tipos: varas gruesas para las
ataguías, rastras de bejuco, pilotes, vigas rollizas. Estos implementos eran los
más costosos, por su cantidad y su detalle. Los que se compraron en la semana
del 15 de mayo de 1802 alcanzaron la suma de 478 pesos y 31/2 reales79. Este
77 Para la apertura de los diferentes caminos se empleaba el mismo tipo de herramientas. En la del camino
de Gallo el hacendado Agustín Justo de Medina contribuyó con “dos barras de marca mayor, cuatro
picos y una maza, todo de fierro” AGN Mejoras Materiales T. XXIV, fol. 765. Véase Roberto Velandia,
Descubrimiento y caminos de los Llanos Orientales. (Bogotá: Colcultura, 1991), p. 127
78 Véase al respecto las herramientas usadas para la realización del Puente sobre el río Gualí, Fabián Andrés
Lancheros Herrera, “Caminos coloniales”, p. 88.
79 AGN, Mejoras materiales, Tomo XII. José Antonio de Ugarte rinde cuentas de lo invertido en el puente
139
Diana Bonnett Vélez
era un alto valor para la época, aunque, si se compara con los 3000 pesos que
costó la construcción de la cañería de San Victorino en 1796, resulta irrisorio.80
Los trabajadores de los pueblos o haciendas aledañas fueron obligados a hacer
obras de mantenimiento del camino. Todavía en 1808 se expidió una orden a los
corregidores de Bogotá, Guaduas, Villeta, a los “ordinarios de Honda” y a todos
los pueblos cerca al camino “para que inmediatamente salgan con los vecinos
de sus jurisdicciones a componer sus respectivos tránsitos, hasta dejarlos sin los
riesgos que actualmente están ofreciendo aun para los transeúntes de a pie.”81
Un contrato a cargo del Cabildo en el año de 1729, para el arreglo del camino
a Honda y la reparación de puentes, demuestra que se llamó a “los caciques,
indios y capitanes del pueblo de Bogotá, [para que] se concertaran con el Cabildo
Municipal de Santafé”. El contrato se firmó pese a las limitaciones económicas
del momento y con la autorización del cabildo comenzaron los trabajos. Durante
año y medio se respondió por su pago, pese a las dificultades pecuniarias por las
que atravesaba el cabildo. En este, como en otros casos “los reparos anuales que
por las crecientes necesita dicho puente, y los demás de la jurisdicción de esta
ciudad, se hacían de sus cortos propios”.82
Carl Langebaek transcribe en su libro “Por los caminos del Piedemonte” las
normas de mantenimiento de caminos encontradas en un documento llamado
“Cuaderno sobre la composición Públicos y Observancia de Instrucción” cuyas
disposiciones regían para el año de 1778. La primera disposición establecía lo
siguiente: “Que de costo debe sacarse de los propios de los pueblos, u otros
cualesquiera caudales públicos, o del común”.83
Fue muy frecuente que los indios y mestizos que trabajaban en las haciendas
circunvecinas hicieran parte de los peones contratados. El uso de estos trabajadores
suscitó conflictos como el relatado por Víctor Manuel Patiño cuando a inicios del
siglo XVII se reunieron indígenas de distintos lugares para la construcción del
pueblo de San Agustín; durante la presidencia de Diego de Villalba de manera
indebida se usaron indios de las encomiendas de Guatavita “para terminar la
construcción del Puente Grande sobre el Río Bogotá”84 causando malestar en
esas poblaciones.
de Serrezuela y dos alcantarillas en Puentegrande. 1808 fls 177 – 189. Cuenta del costo de las maderas
que se han gastado en las 2 alcantarillas que se han hecho nuevas. Fl 55
80 Nelson Fernando González Martínez. Entre el acceso y la circulación, p. 44.
81 AGN Correos SC 18 ,1 Doc. 19. Fls 1 al 9.
82 José María Ots Capdequí, “El régimen municipal en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII”.
p. 89.
83 Carl Langebaek et al, Por los caminos del Piedemonte, p. 73.
84 Víctor Manuel Patiño, Historia de la cultura material de la América equinoccial, T. III Vías, transportes,
comunicaciones. (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1991), p. 67.
Conclusiones
En este capítulo se han querido presentar algunos aspectos que tienen que ver con
el trazado, las técnicas de construcción y los usos y los significados del camino
de la Sabana, en el tramo en que se llamó camellón. En un primer momento
se ha hecho una breve muestra de trabajos que han aportado al estudio de los
caminos en el Nuevo Reino de Granada, intentando mostrar las múltiples tareas
que cumplen al trasladar las mercancías, las historias y los hombres.
En un segundo momento, continuando con la reflexión que proporciona Sofía
Botero sobre los distintos nombres que recibió el camino, se ha querido hacer
una reflexión sobre lo que significó en este contexto el camellón alrededor de
los humedales y áreas inundables de la Sabana. Como hemos visto, de ese
nombre derivó el del Ramo del mismo nombre que supuso el pago. En realidad,
lo característico de ese camino era que para llegar al valle del Magdalena se
debían enfrentar las grandes dificultades del paso por los territorios anegados al
occidente de la capital de la primera Audiencia de Santafé.
La salida por el camellón de la Sabana debería desafiar los pantanos y humedales
para que los viajeros lograran alcanzar las tierras calientes del Occidente, en
particular el río Magdalena a través de Guaduas y Honda. El camino cobraba
importancia porque además de ingresar al altiplano los bastimentos de las zonas
bajas cercanas al río Magdalena, tales como tabaco, ganado, azúcares y mieles,
por allí llegaban desde el norte parte de los hombres y de las mercancías que
desde España ingresaban a la capital del Nuevo Reino.85 En dirección contraria
intercambiaban con el altiplano sal, oro y esmeraldas. Por lo tanto, esta ruta
mantuvo un activo tránsito, estimulada además por el paso de las diversas
autoridades que desde la metrópoli o que desde otros virreinatos llegaban a Santafé.
Por otra parte, el camino cumplía la función de permitir la llegada de los viajeros
que, desde Cartagena, o de otros lugares arribaban a la capital. Después de haber
atravesado un largo camino desde Cartagena, los virreyes avistaban la Sabana
y en su paso por Facatativá y Fontibón recibían los saludos protocolarios de
los otros oficiales que habitaban Santafé. Este recibimiento estimulaba a los
diversos pueblos para “arreglar pueblos y caminos, preparar las viandas, los
salones, los manteles …”86 Sin embargo, se ha querido poner el énfasis en las
dificultades que supuso mantener el camino dadas las condiciones del terreno.
No existe una descripción acerca de las características físicas del camino, pero
85 “Por ahora basta con afirmar que los indios se movían, y mucho (el padre Esteban Asencio, por ejemplo,
habló sobre el desplazamiento de muiscas de Sogamoso a tierra caliente, y los indios de Bogotá se
desplazaban a Tena, también en tierra caliente). Los desplazamientos dentro del territorio muisca fueron
cortos y se evidencian a través de documentos que claramente se refieren a la agricultura en diferentes
alturas”. Carl Langebaek. Los muiscas. La historia milenaria de un pueblo chibcha. (Bogotá: Editorial
Debate, 2019), p. 120.
86 Martha Clemencia Herrera. Ordenar para controlar: Ordenamiento espacial y control político en las
llanuras del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, siglo XVIII (Bogotá: Instituto Colombiano
de Antropología e Historia - Academia Colombiana de Historia, 2002), p. 250.
141
Diana Bonnett Vélez
se puede reconstruir dada la abundante información existente sobre las obras que
se emprendieron para hacerlo transitable.
Quedan muchas tareas pendientes. Una, ahondar acerca de los trabajadores de los
caminos y sus condiciones de vida. Otra, profundizar sobre las técnicas y formas
de trabajo. El próximo proyecto surgido a partir de esta investigación tendrá que
ser un reconocimiento de los propietarios y las propiedades que convivieron con
el camellón de la Sabana.
Referencias
Archivos
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Fondo Mejoras materiales
Tomo II, Tomo III, T. V, T. VII, T. XII, T. XIV, T. XXII, T. XIX, T. XXI,
Impuestos varios – Cartas
Tomo VII, T. XV
AGN. Colonia. Miscelánea,
Tomo 39.
Visitas Cundinamarca
Tomo 9
Mapas y planos
ARCHIVO JUAN MANUEL PACHECO. UNIVERSIDAD JAVERIANA
DVD 1 DOC 342; 1641,
Fuentes primarias impresas
Actas de la Junta municipal de propios de Santa-Fe de Bogotá ...: 1797-1808
https://books.google.com.co/books?id= XQvTAAAAMAAJ&pg=
PA24&lpg=PA24&dq=Antonio+ de+Ugarte+obra+Santa
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1A4LxlcpSy35dfwC7Db88gokiKSg&hl=es&sa=X&ved
=2ahUKEwj5x5rq6ufoAhVHh-AKHRBFAh8Q6AEwA-
HoECAsQKw&authuser=1#v=onepage&q=Antonio%20de%20
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Colmenares Germán, ed. Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva
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143
Diana Bonnett Vélez
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Cundinamarca, véase: https://www.facatativateamo.com/pdf/Historia-
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145
Diana Bonnett Vélez
Introducción
Los caminos en los siglos XVII, XVIII y XIX y la economía en el altiplano
Cundiboyacense pueden reconstruirse a través de los flujos mercantiles, como
base de un proceso de acumulación de capital local. El método de abordaje
implica una comprensión de las concepciones de las distancias y el transporte
de acuerdo con las relaciones históricas y posicionales de Honda, Guaduas, Las
Tibayes, Pantanillo, Los Manzanos y San Victorino en Bogotá, en el itinerario
del transporte entre Honda y Bogotá durante el siglo XIX. Este modelo se utiliza
como referente en la comparación con las relaciones de posición del embarcadero
en el río Carare, la tardía Landázuri, Vélez, Santa Sofía o Arcabuco y Tunja.
Los parámetros de eficiencia en el transporte de carga y personas en el camino de
Honda a Bogotá, sin unidades monetarias, son llevados a sus números, es decir,
se logra reconducir a magnitudes constantes aquellos elementos de apariencia
cualitativa de un itinerario particular. Las magnitudes constantes se refieren a
la relación tiempo-espacio para obtener los menores costes de transporte en el
itinerario. En consecuencia, se destaca el análisis comparativo entre estas dos
rutas al río Magdalena, en donde la ciudad de Tunja, hace parte del itinerario
al río Carare, comparado con el del puerto de Honda que conecta con Bogotá.
147
Carlos Delgado Gómez
88 Datos calculados por Carlos Delgado Gómez a partir de base de datos “Caminos del Altiplano, siglo
XIX”; IGAC Mapa de Cundinamarca y Boyacá, 1921.
89 Datos calculados por Carlos Delgado Gómez a partir de base de datos “Caminos del Altiplano: Siglo
XIX” y mapa de Cundinamarca y Boyacá, 1921 IGAC.
90 Marco, Palacio. El café en Colombia, 1850 – 1970. Una historia económica, social y política. (México:
El Colegio de México, El Áncora Editores, 1983), 274.
91 Richardson, Harry W. Economía Regional. Teoría de la localización, estructuras urbanas y crecimiento
regional. (Barcelona: Editorial Vicens-Vives, 1973): 247. “Si el sistema regional es desequilibrado y
contiene, por ejemplo, una o dos regiones muy desarrolladas y de gran tamaño junto con otras mucho
menores”.
92 Paul, Krugman. Geografía y comercio. (Barcelona: Antoni Bosch Editor, 1992): 17. «la interacción entre
la demanda, los rendimientos crecientes y los costes de transporte son la fuerza motriz que acentúa las
divergencias regionales».
93 Ernesto, Guhl. «Las fronteras políticas y los límites naturales». (Bogotá: Fondo FEN Colombia, 1991):
57-58. “De manera que en el campo científico el análisis espacial se basa en el conocimiento de los
diferentes métodos de la geografía, sociología, economía y política.”
94 Ibíd., 57-51. Cita el “prefacio de Ratzel para su ‘Geografía Política’ de 1897.”
95 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. (Madrid: 22 edición) “Potencia: capacidad
para producir un efecto.”
96 Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, Carta Geográfica del Departamento de Boyacá y
Comisaría del Casanare, 1921.
97 En este listado no se incluyen los Caminos Bogotá-Fusagasugá-río Magdalena y Cuatro Esquinas-La
Mesa-Tocaima-río Magdalena, porque no son rutas para exportaciones, solo para abastecimiento de
Bogotá.
98 Los datos de distancia aproximados en kilómetros fueron realizados por el autor Carlos Delgado Gómez
con base en cartografía de escala 1:25.000 del Instituto Geográfico Agustín Codazzi y la base de datos
“Los caminos del altiplano: Siglo XIX”. Los cálculos de la distancia recorrida por caballos y mulas
están basados en un promedio de 30-40 kilómetros por día, según autores como Paul, Bairoch, (1990),
“De Jericó a México. Historia de la Urbanización” (México: Trillas, 1990), 26; Thomas, Höllman. La
Ruta de la Seda. (Madrid: Alianza Editorial, 2018): 24. Dice: “Con una carga de 250 kilogramos y una
jornada diaria de unos 30 kilómetros, el camello logra cargar…”
149
Carlos Delgado Gómez
109 Ibíd, 274. Dice: “De Cabuyaro, para abajo, el río Meta es francamente navegable por vapores que calen
hasta cinco pies. Esta población, hoy insignificante por el número de sus habitantes, aunque no por la
cuantía de las operaciones comerciales que allí se celebran, será cuando se establezca una línea regular
de transportes, uno de los más importantes puertos fluviales de la República, comparable al de Honda
sobre el río Magdalena.”
110 Aproximadamente 3 días debido al uso de carretas y coches en los últimos 44 kilómetros desde la Venta
de Botello cerca de Facatativá a Bogotá, por tanto, la parte del camino con relieve abrupto es 70.25
kms.
111 Aquileo Parra. Memorias. (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1912): 43.
112 Movimiento de carga del Puerto de Honda: agosto 13 de 1857: Salida de champán independiente para
Remolino (Antioquia) con ropas de Batán 49 cargas y tabaco de primera 66 cargas. Agosto 16 de 1857:
Salida de champán Nuevo Tulio Patrón, Encarnación Martínez, despachado por Vengoechea Hermanos
con tabaco en plancha por cuenta de los señores Uribe, Restrepo y CIA de Medellín, 140 cargas. 15
cargas de tabaco en plancha por cuenta de los señores Poveda, Muñoz y CIA de Medellín. 20 cargas de
tabaco embarcado por González Hnos., por cuenta de los señores Montoya, Sáenz y CIA. 10 zurrones
de sombreros de Suaza por cuenta del señor Juan D. Lequerica de Timaná. 2 cajas de quina, por cuenta
del señor M. Tanco de Bogotá. En: “El Vapor órgano de comunicación del Alto y Bajo Magdalena”,
Año I, Semestre 1, Nueva Granada, Honda, agosto 27 de 1857, Nro. 1/www.bibliotecanacional.gov.co/
recursos-user/hemerografico/ps19_el vapor_agosto_1857.pdf
113 Alberto, Coy Montaña. Anales de Sogamoso. (Bogotá: SENA, 1990): 50. Cita la carta de marzo 1 de
1679, del Oidor Juan de Larrea Zurbano.
151
Carlos Delgado Gómez
esta cuesta son de flores los caminos de Honda a Santafé”. lo que indica que al
comparar la ruta Sogamoso – Bogotá, con Honda – Bogotá, esta última resultaba
más favorable para la arriería y el transporte, en el siglo XVII.
116 “La Caridad”, Año II, Nro. 27, Bogotá, 2 de marzo de 1866, p. 432. Dice “Habla sobre el hotel de Francia
a una legua más allá de Facatativá y los coches que habían allí, y el parque de mulas y caballos para bajar
por el camino de Honda.”
117 Isaac, Holton. Relata en 1852: “Desayuno luego de Chimbe en Agualarga o Albán, terminación del
ascenso en el Roble sobre la sabana de Bogotá.
118 Cané, Miguel. “Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia”. En: https://siise.bibliotecanacional.gov.co/
BBCC/Documents/view/39 consultado 17 de junio de 2019, 8:36:31 pm.
153
Carlos Delgado Gómez
De otro lado, el modelo del Camino Honda – Bogotá permite identificar rutas
de menor distancia y costes para explicar la consolidación o decadencia de los
circuitos mercantiles en el altiplano, y en este caso, comparativamente puede
facilitar análisis de efectos de largo plazo en el desarrollo de una región. Pero
igualmente, una ruta solo se consolida en la medida en que una ciudad incrementa
la población a una tasa mayor que otra ciudad. Por ejemplo, Paul Bairoch119 calcula
costes de transporte en términos de granos cereales, con base en el consumo de
un carguero humano, un caballo o una mula y el transporte en carretas. Este
planteamiento es congruente con la realidad del tipo de transporte desarrollado
durante el siglo XIX en los dos caminos mencionados. De manera que el tipo de
desarrollo de una subregión como Tunja y Vélez, comparado con la subregión
de Bogotá y Guaduas, configura que “por regla general, el obstáculo principal
lo constituyen los costes de transporte; este coste aumenta, aunque de modo
irregular, con la distancia a recorrer.”120
119 Paul, Bairoch, “De Jericó a México. Historia de la Urbanización.” (México: Editorial Trillas, 1990): 25.
120 Alfred, Marshall. Obras escogidas. (México: FCE, 1978): 173 primera reimpresión.
121 Thomas, Höllman. La Ruta de la Seda. (Madrid: Alianza Editorial, 2018): 22-24.
122 Isaac, Holton. La Nueva Granada, p. 105. Dice: “Todas las mulas que se utilizan entre Honda y Guaduas
permanecen en Guaduas y si se quiere ir a Honda – Guaduas hay que mandar por las bestias o esperar
a que llegue una recua cargada que no tenga carga de regreso. Por lo general los viajeros envían un
mensajero a pie hasta Guaduas y esperan a que regrese con el peón y las mulas.”
123 Cada vez que se menciona la palabra recuas, se refiere a un grupo o equipo de 10 mulas, que transportan
en total una tonelada, es decir, cada un 100 kg.
124 Alfred, Marshall, Obras Escogidas. (México: FCE, 1978): 173-174. Primera reimpresión.
125 Isaac F. Holton. La Nueva Granada, p. 95. Relata en 1852: “En la bodega de Honda había seis o siete
piezas de una caldera para la destilería de Cune (cerca de Villeta) a dos días de camino, pero estaban
oxidándose desde hace años.”
126 Alfred, Marshall. Obras Escogidas. (México: FCE, 1978): 176.
155
Carlos Delgado Gómez
127 Paul, Krugman. Desarrollo, Geografía y Teoría Económica. (Barcelona, Antoni Bosch, 1997): 103.
128 Alan Geoffrey, Wilson. (1980) Geografía y planeamiento urbano y regional. (Barcelona: OIKOS-TAU,
S.A. Ediciones Barcelona): 50.
129 Ver perfiles altimétricos del recorrido del Camino Honda – Bogotá.
130 Germán, Colmenares. Historia Económica y social de Colombia. (Bogotá: La Carreta, 1972): 357.
131 Germán, Colmenares,. Relaciones de mando de los gobernantes de la Nueva Granada. (Bogotá: Biblioteca
Banco Popular, talleres Gráficos del Banco Popular, 1989): 372.
río Magdalena que hace que en invierno las bodegas aumenten la demanda de
transporte.
Este camino presentaba ventajas estratégicas para los comerciantes que viajaban
desde Quito, Pasto y Popayán, debido a las facilidades de navegación por el río
Magdalena hasta el Puerto de Honda. Hacia 1581 la Corona asignó recursos para
el arreglo de caminos. La Cédula se recibió en 1582 e inmediatamente se iniciaron
mejoras materiales y arreglos del camino, de acuerdo con referencias de los años
1582 – 1583,132 recibió el impulso definitivo en 1587.133 Recorridos aproximados
y pendientes se presentan en los perfiles altimétricos con los siguientes tramos
aproximados a los lugares de descanso o relevo.
Ilustración 2. Camino Bogotá-Honda
157
Carlos Delgado Gómez
Una mirada parcial del recorrido dividido en tramos, según el tráfico en la segunda
mitad del siglo XIX de Honda hasta Las Tibayes en jurisdicción de Guaduas,
permite destacar el punto del Alto del Sargento, el más alto a 1300 metros de
altura sobre el nivel del mar. Holton sobre el mismo tramo en el primer semestre
de 1850 dice al respecto: “Saliendo de Honda pasamos el primer despeñadero con
una inclinación de 30 grados como la del techo de una casa, era una estribación
rocosa que llega hasta el río Magdalena”135 y por tanto, hacía difícil el tránsito
para la carga proveniente del río Magdalena.
Ilustración 3. Tramo Honda-Guaduas
135 Isaac F. Holton. La Nueva Granada: Veinte meses en los andes. (Bogotá: Ediciones del Banco de la
República, 1981): 108.
159
Carlos Delgado Gómez
no se debería pasar de este punto del Alto del Roble”. Continúa Codazzi, “el
camino es una serie de subidas y bajadas que a veces van por un suelo de tierra
o greda con barrizales y atascaderos. En la estación de lluvias es muy penoso
el tránsito, especialmente para las caballerías, porque minan y aflojan el terreno
multitud de manantiales, que hacen muy malo el camino”. Para Codazzi “en
algunos pasos se forman hoyos que sepultan las bestias, siendo preciso descargarlas
y desmontarse frecuentemente los jinetes”. Igualmente afirma Codazzi que “en
la bajada a Gallegos comienza a ser insalubre el ambiente por la humedad y el
calor; en el río Horta hay plaga de noche”.
En la parte final del recorrido, según Codazzi “el paso del río Guayabito, durante
las grandes lluvias es invadeable por la rapidez de sus aguas. Diez o doce veces
se pasa este río y hay plagas de zancudos, jejenes y garrapatas. Todo el camino
es de montaña solitaria y virgen, sin que las aguas que caen en ella tengan salida;
allí se forman en el invierno pantanos tremendos y el río se pasa como 25 veces.
Si llega a crecer el río, deja al viajero expuesto a no poder seguir ni retroceder”.
De manera que en el camino Tunja-río Carare, distintos intentos buscaron la
forma de consolidar un patrón de distancia de 30 kilómetros entre poblados que
garanticen seguridad, salubridad y provisiones; pero no fue posible, lo que define
cierto tipo de dificultades topográficas comparativas con la ruta por Honda141.
Tabla 3. Tramos y rutas
Tunja - Arcabuco Total
Tunja - Arcabuco 28 28
Arcabuco - Moniquirá 20.5 48.5
Moniquirá - Vélez 20 68.5
Vélez - Flores 21.5 90
Flores - Río Guayabito 26.6 116.6
Río Guayabito – Cimitarra - Puerto Carare 25.6 142.2
Fuente: Cálculos del autor Carlos Delgado Gómez, según
base de datos “Caminos del altiplano: Siglo XIX”.
141 En el camino del Carare la distancia entre poblados en el itinerario entre el Río Carare y Vélez es mayor
a 30 kilómetros. Condición que hace más difícil el control de los tiempos de desplazamiento y en
consecuencia un aumento de los costes.
142 Manuel, Ancízar. Peregrinación de Alpha. (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1984): 102. “Una legua
granadina aproximadamente igual a 3.6 kilómetros.”
143 Javier, Ocampo López. “A Venezuela. El camino real del centro-oriente-colombiano. Santafé de Bogotá-
Tunja-Bucaramanga-Pamplona. En: Moreno de Ángel, Pilar, Jorge Orlando Melo, y Mariano Useche
Losada, eds. Caminos Reales de Colombia. (Bogotá: Fondo FEN Colombia, 1995): 240.
144 Ibíd., 240.
161
Carlos Delgado Gómez
con el fin de utilizar la región para la producción y uso del camino.145 Igualmente,
en 1836 la “Compañía de Agricultura y Comercio del Opón” es constituida en
El Socorro por los señores Vicente Azuero y otros.146 Para Aquileo Parra147 por
los años de 1835 y 1836 se da inicio a la fundación de plantaciones en las tierras
bajas del Carare, y se restablece en esta vía el interrumpido tráfico, enviando
nuevamente a Mompox cargamentos de azúcar, bocadillos, ropa de batán y
cueros de res.
Durante la primera mitad del siglo XIX, el período de renacimiento de la ruta
del Carare es liderado por los Doctores Ángel María Flórez, Gobernador de la
provincia de Vélez, Domingo Cuenca y Rafael María Vásquez, quienes, junto
con el General Francisco de Paula Santander como adjudicatario de tierras baldías
en la zona del Carare, financiaron un contingente en la obra de mejoramiento del
camino y fundaciones de plantaciones de café y algodón148.
En 1850 empezó el doctor Manuel María Zaldúa a dar cumplimiento al contrato
celebrado con el Poder Ejecutivo Nacional para la mejora y conservación del
camino del Carare por el tiempo en que terminaba la primera administración del
General Tomás Cipriano de Mosquera.149 Con el fin de apoyar el pequeño tráfico
establecido de tiempo atrás en el camino del Carare, la Legislatura Provincial
de Vélez destina en 1852 la cantidad de $2.000 unidades monetarias para la
compra de mulas que hiciesen el servicio de transporte a un moderado precio.
Este servicio fue prestado con regularidad hasta 1854, en que la revolución puso
fin a la rentabilidad de la empresa.150 Luego se hace un contrato de reapertura
y conservación del camino con la compañía del coronel Antonio María Díaz
durante ocho años. Esta compañía fue auxiliada por el Gobierno con la cantidad
de $12.000 unidades monetarias y con títulos de propiedad de 4.000 hectáreas
de tierras baldías151.
La promesa de sostener indefinidamente el camino en estado de servicio no
se cumplía por la baja rentabilidad de las empresas comerciales establecidas
en el trayecto de la ruta. De manera que la escasez de productos exportables
y principalmente la constante amenaza de asaltantes dificultaron la marcha de
los negocios, que fue preciso suspenderlos.152 Hacia 1860 el camino del Carare
vuelve a caer en el abandono y lo que no había podido el clima contra las
145 Rafael, Gómez Picón. Magdalena Río de Colombia. Edición Siete, (Bogotá: TM, 1983): 212.
146 Ibíd., 212. En: “Informe del Gobernador de El Socorro del 6 de agosto de 1840 al secretario del Interior
y Relaciones Exteriores.”
147 Aquileo, Parra. Memorias, p. 43.
148 Ibíd., 44. “En el año 1845 algunos reos condenados a presidio se destinaron a trabajar en la obra del camino
del Carare, muy pocos de los cuales vencieron la acción del clima y alcanzaron a cumplir el tiempo de
su condena y se establecieron definitivamente sobre el trayecto del camino como colonos consagrados
a la agricultura.”
149 Ibíd., p. 46.
150 Ibíd., p. 46.
151 Ibíd., p. 46.
152 Ibíd., p. 46. “Los asaltantes del camino, habiendo asaltado a varios pasajeros y sacrificado dos familias
de las establecidas a orillas del Carare, obligaron a emigrar a otras.”
Una visión general del recorrido permite describir que “la ubicación y orientación
del camino del Carare empieza al oeste de Vélez en dirección y ascenso a la Peña
de Vélez, luego toma la dirección sur-norte desde la cumbre de dicha Peña, en una
distancia de 19 leguas hasta el Puerto en el río Carare, y de allí al río Magdalena
14 leguas granadinas.155 Las ásperas pendientes del recorrido entre Vélez y el
río Carare disminuyen en aproximadamente un 30 por ciento la capacidad de
trabajo de mulas y caballos.156
153 Ibíd., p. 56. “Mientras que el cultivo del café no adquiera en la provincia de Vélez el desarrollo necesario
para que su producto baste por sí solo a alimentar el tráfico en la vía del Carare, la conservación de ella en
buen estado continuará siendo una perspectiva engañosa, que halagará hoy al patriotismo para desalentarlo
mañana.”
154 Ibíd., p. 57.
155 Manuel, Ancízar, Peregrinación de Alpha, p. 102. “Una legua granadina aproximadamente igual a 3.6
kilómetros”.
156 Carlos, Delgado Gómez, y Francisco, Díaz Márquez. (2016) “La caballería en la marcha por la ruta
libertadora: Morcote – Socha. Una aproximación.” (Tunja: UPTC, 2016): 128. En: Gentes, Pueblos y
Batallas, Vol. 2, No. 37, Tunja, UPTC.
163
Carlos Delgado Gómez
Conclusiones
La distancia y, por tanto, los costes de transporte son más altos en el camino Tunja
– río Carare comparados con los del camino Honda – Bogotá. Las pendientes
abruptas de acuerdo con los perfiles altimétricos del itinerario Vélez – río Carare
hacían perder eficiencia en el desempeño de mulas y caballos, comparados con
los perfiles altimétricos y el relieve del camino Honda – Bogotá. Los circuitos
de carga y descarga en Vélez son más extensos en longitud, que los ubicados en
el trayecto Honda - Bogotá.
Los bienes agrícolas producidos en el valle de Tunja pierden valor económico en
la medida en que aumenta la distancia para transportarlos, forzando la producción
local para abastecer mercados locales. La accesibilidad del valle de Tunja al río
Magdalena generó una economía local y semi -autárquica, que definió un tipo
157 Cálculos del autor: Carlos Delgado Gómez, base de datos “Caminos del altiplano: siglo XIX.”
165
Carlos Delgado Gómez
158 Aquileo, Parrra. Memorias. (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1912): Cita la: Gaceta de Santander. Número
649 de 1871. “Además del personal administrativo y judicial se situó allí una guarnición militar, que
suministraba escoltas para el correo entre Vélez y Puerto de Carare, e infundía confianza a los habitantes
del camino en la protección del Gobierno contra las invasiones de asaltantes.”
el control sobre las rutas mercantiles de géneros de Castilla hacia el norte del
altiplano Tunja y Sogamoso.
La historia económica de Boyacá durante el siglo XIX, no solo se tiene que
investigar desde los datos de las cuentas fiscales del Estado Soberano, no solo
desde la evolución de la estructura de la propiedad de la tierra, se requieren
estudios sobre los flujos mercantiles, la acumulación de capital, las rutas de acceso
potencial a las vías fluviales, junto con las oleadas de exportaciones y migración
poblacional. El potencial económico del valle de Tunja y Sogamoso durante el
siglo XIX, colapsó debido a los costes de transporte, aunque se encuentre en
el valle de Sogamoso otro tipo de economía local y regional asociada con los
flujos de ganado desde los Llanos Orientales a Sogamoso-Pamplona, Sogamoso-
Socorro, Sogamoso-Vélez y Sogamoso-Bogotá; que permitió un desarrollo social
y económico de una clase de comerciantes que fundaron el Banco de Sogamoso
en 1882 de muy corta vida institucional.
Los flujos de bienes y géneros de Europa importados por la ruta Honda-Bogotá,
también abastecieron mercados locales en Boyacá como Sogamoso, desde
principios del siglo XIX, superando en distancia la ruta Carare – Tunja y
fortaleciendo una clase de comerciantes en Bogotá. Los efectos de largo plazo en
el desarrollo económico de Boyacá por sus limitaciones de acceso a los mercados
internacionales generaron un estado estacionario que orbitó a favor de Bogotá,
que recibió abastecimiento de bienes agrícolas y migración de mano de obra.
Referencias
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Fuentes primarias impresas
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167
Carlos Delgado Gómez
169
Carlos Delgado Gómez
Introducción
El Camino del Cravo Sur fue la vía de comunicación que integró el interior de
Colombia con los Llanos Orientales y la frontera con Venezuela, dicha franja
caminera se posicionó a través del tiempo como una de las rutas comerciales más
importantes de la región para el transporte de mercancías, sal y ganados. Esta ruta
comercial se extendió por kilómetros entre montañas y sabanas, situándose sobre
el trazo de la antigua red vial prehispánica que comunicó verticalmente diversos
grupos humanos entre los Llanos Orientales y el altiplano Cundiboyacense.
Empero, este artículo se encarga de estudiar la ruta del Cravo Sur160 como un
circuito económico que funcionó en torno al transporte ganadero, congregando
en sus márgenes distintas poblaciones, procesos humano-culturales y dinámicas
naturales que hicieron de esta ruta a través de las épocas, una de las predilectas
para el intercambio comercial entre sierras y sabanas.
Dicha ruta integra el siguiente territorio: desde Puente Reyes cerca de la ciudad
de Sogamoso, se camina por la margen izquierda del río Sasa, asciende al
Páramo de San Ignacio en Mongua, desciende al caserío de Sismosá, cruza por
la Salina de Sirguazá hasta encontrar el Puente de Ogontá, allí se unifica con
el camino que viene de Vado Hondo y Toquilla, continúa hasta la población de
Labranzagrande, sigue en descenso rápido hasta la cuchilla de las Barras –paso
complicado para las puntas de ganado y las recuas de mulas– , al pasar el sector
171
Johan Fernando Vega Gómez
del almorzadero –hay un cruce hacia el oriente que sigue el trazo del camino de
Marroquín-Nunchía–; el trazo continúa a la orilla del Río Cravo Sur, hasta el
sitio de la Cabuya y Guayaque, antiguo paradero de ganados y cruce de caminos,
aquel sitio se hallaba en inmediaciones de la hoy poblada ciudad de Yopal161. Esta
ruta no finalizaba allí, puesto que a partir de Guayaque, continuaban los caminos
de Sabana abierta, que comunicaba a los puertos fluviales del Cravo Sur y de la
Plata sobre el Pauto y los hatos y fincas ganaderas hasta la costa del río Meta162.
Ilustración 1. Camino del Cravo Sur
Fuente: Elaboración propia con cartografía base Google Earth. Este mapa especifica el trazo
principal, los puertos fluviales y la ruta a Arauca y Venezuela. Es posible que, los caminos de
“relevo” -vestigios y palimpsestos de caminos-, sean caminos ancestrales que han quedado
en desuso, pero componían parte de la antigua red vial prehispánica, algunos de ellos aún se
frecuentan y otros solo se pueden identificar mediante fotointerpretación, también porque tomar
fotos a los caminos antiguos es complicado, principalmente cuando están cubiertos de biomasa.
161 Los principales caminos adyacentes al Camino del Cravo Sur, se situaban en las vertientes fluviales modeladas
por el Río Cusiana al occidente y el Río Payero al oriente. Las anteriores rutas camineras funcionaban a
manera de red, caracterizándose por hacer uso de distintos trazados para interconectar entre sí, varios puntos
de determinada importancia económica, trazados que confluían a uno mayor – Camino del Cravo Sur. Por
ello, el camino no puede entenderse sin las rutas alternas y caminos adyacentes, puesto que todos componían
el camino y el circuito, que además de comunicar puntos económicos, tuvo el fin desde tiempos inmemoriales,
de integrar los Llanos Orientales, con el altiplano Cundiboyacense.
162 Aquellas descripciones de la condición y el contexto del camino, los itinerarios en la ruta, las poblaciones y las
dinámicas naturales y sociales son descritas en el libro Casanare de Jorge Brisson, Ingeniero Civil, al servicio
del Gobierno Nacional de la República de Colombia. Obra escrita al fragor del camino en 1894, y entregada en
la presidencia de Miguel Antonio Caro en 1896, como parte de las acciones que el gobierno de la regeneración
había adelantado por continuar con la lectura de Colombia en sus márgenes territoriales. Otros viajeros que
tuvimos en cuenta son: Daniel Delgado cura agustiniano que cruzó por estos caminos a principios del siglo
XX, de igual manera, Alfred Hettner que recorrió los Andes colombianos y el camino del Cravo Sur entre
1882 a 1884.
163 “Un Hato es una finca inmensa que alberga cantidades de ganado, se habla de hato cuando la finca
supera las mil reses y menos de mil reses se llama fundación, entonces un hato podría tener 12 mil o 15
mil cabezas de ganado de un solo dueño” Próspero Durán, entrevista por Johan Fernando Vega Gómez,
Labranzagrande-Boyacá, 2018.
164 El ganado era pequeño y cachón según el señor José María Reyes, uno de los habitantes más longevos en
el caserío de Sismosá en Mongua-Boyacá. Ver José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos
del hombre. Actividades económicas y políticas de los jesuitas en el Casanare, (Bogotá: Universidad
del Rosario, 2018).
173
Johan Fernando Vega Gómez
Lo anterior también fue una estrategia de los jesuitas para controlar sus tierras,
y para que los ganados tuvieran espacio para buscar pastos y agua cuando había
problemas de abastecimiento, y como los ganados vivían en un constante vaivén
entre una y otra hacienda, muchos animales se quedaban en las matas de monte
o en los bosques de galería, y, al cabo del tiempo, se reproducían con otros en las
mismas condiciones. Ese ganado tomaba un carácter salvaje, volviéndose cimarrón
o ganado mostrenco, que crece a toda leche junto a la mamá y no conoce de marca,
ni corral, ni rejo, solo sale a comer a lo despejado en la noche, el resto del día
la pasa en el monte. Este ganado fue característico en las sacas para la venta170,
y fue abundante al momento en que los jesuitas fueron expulsados en 1767, ya
que todas estas manadas, aunque pasaron a otras órdenes religiosas, no tuvieron
el mismo trato ni tampoco se mantuvo el comercio, ni el modo socioeconómico
que habían logrado los jesuitas por más de un siglo. Con el pasar de los años,
los ganados cambiaron de dueños y a otros hatos y fundaciones que se fueron
levantando en las márgenes de los caños y los ríos.
Pero esta situación de grandes manadas sin “frontera” alguna, tampoco iba en
contra de los planes de los jesuitas, pues, ¿qué mejor cuidandero que una manada
de ganado bravo?171 Aquella estrategia tuvo eco en 1885 cuando el dueño del
hato el Tigre Policarpo Reyes compró trescientas novillas pues según, los indios
le habían matado las primeras con las que había comenzado el hato, pero con
la nueva compra de animales, trajo también sementales de lidia. Soltando esas
novillas con treinta toros en esas interminables sabanas172.
Cuando los toros veían a los indios cerca los embestían, algunas veces llegaron
a matar a los indios, pues mal cornados quedaban tendidos173, los toros de lidia
custodiaban el ganado del que se lo quisiera robar o del indio que lo quisiera
matar174, pues como vimos, los problemas interétnicos estuvieron mediados
que la tierra expulse sus gases y vapores, y así comience a oxidarse por dinámicas naturales, hasta que
quede “un limpio de sabana”.
170 En la saca y transporte de ganado para la venta, se destaca la comparación entre Córdoba y el Alto Perú,
en donde los grandes arreos hacia el Alto Perú según Assadourian, se nutren de los abundantes rodeos
cimarrones, cuyo origen se remonta a aquellos pequeños hatos que escapan a la pampa y comienzan
libremente a reproducirse y desparramarse por la campiña, hacia tierras con pastos y aguas naturales. El
ganado cimarrón es también blanco de las vaquerías, las cuales fundamentan las industrias derivadas del
sebo y cueros, de técnicas muy rudimentarias. Ver Carlos Sempat Assadourian. <<Economías regionales
y mercado interno colonial: el caso de Córdoba en los siglos XVI y XVII>> en El sistema de la economía
colonial: el mercado interior, regiones y espacio económico, (México, D.F.: Editorial Nueva Imagen,
1983). p. 31.
171 José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y políticas
de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018), p. 210.
172 Héctor Publio Pérez Ángel. Por la huella del cabrestero, 1ed. (Bogotá: Panamericana formas e impresos
S.A., 2010), p. 51.
173 Ibíd. p. 52.
174 A principios del siglo XX, los indios continuaban haciendo incursiones en los hatos para robarse algún
ganado para el consumo y para cortarles la lengua a los animales, esto con el fin de matarlo de inanición
puesto que no podía comer. La tensión había llegado a tal punto, que se siguieron organizando partidas
de cacería de indios, lo que llamaron cuiviadas y guahiviadas, que equivalía al exterminio indígena, y
los gobiernos de turno como el de Abadía Méndez, prestaron armas y personal para combatirlos, con el
pretexto de nociones racistas, justificándose bajo el supuesto bárbaro, incivilizado y salvaje. Ver Augusto
175
Johan Fernando Vega Gómez
Gómez. Indios, colonos y conflictos: una historia regional de los Llanos Orientales, 1870-1970. (Bogotá:
Siglo XXI editores, 1991).
175 José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y políticas
de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018), p. 212.
176 En la actualidad el municipio de Firavitoba se ubica a 10 km de Sogamoso, 38 km de Tunja y 198 km de
Bogotá. Al momento de la expulsión se encontraron en el potrero de esa población 342 reses procedentes
de las haciendas de Casanare y el Meta. Ibíd. p. 229.
177 En 1712 la Hacienda es de propiedad de la Compañía de Jesús; le llamaron “Aposentos de la Hacienda
del Salitre”, más adelante, en 1767 el Monarca Carlos III, ordena la expulsión de esa comunidad religiosa
del Nuevo Mundo, por esta razón, la hacienda es rematada en 1771, para ser adquirida en 1772 por el
peruano Agustín Justo de Medina. Al llegar a la hacienda, Agustín acaba de mandarla a construir, con lo
que se desarrollaron nuevos edificios como la capilla sustituyendo a la existente, y la mejora de los muros
circundantes que protegía la estructura en adobes empotrados en piedra, cal y canto, de la humedad del
valle. La hacienda en Firavitoba, junto con la hacienda de El Salitre, funcionaban como puntos intermedios
en el tránsito de los ganados hacia Santafé, las tierras fueron fraccionadas luego de la expatriación de
la orden, este camino pasaba por la población de Toca, y tenía distintos cruces hacia poblaciones como
Chivatá, Tunja, conocido desde la colonia como el Camino de la Villana según el mapa de la región
levantado en 1797. Ver <<Pueblos de Siatoca y Chivatá>>, 1797, A.G.N., mapas y planos.
178 José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y políticas
de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018), p. 217.
177
Johan Fernando Vega Gómez
181 Héctor Publio Pérez Ángel. La hacienda Caribabare: estructuras y relaciones de mercado, 1767-1810.
(Yopal: corpes Orinoquía, 1997). p.106.
182 Leo Huberman. Los bienes terrenales del hombre (Medellín: Ediciones pepe, 1972). p. 29.
183 Carlos Sempat Assadourian. El sistema de la economía colonial: el mercado interior, regiones y espacio
económico. capítulo I, Economías regionales y mercado interno colonial: el caso de Córdoba en los
siglos XVI y XVII (México, D.F.: Editorial Nueva Imagen, 1983), p. 20.
184 Según José Olinto Rueda Plata, superadas las luchas de conquista, se inicia durante los siglos XVII y XVIII
una fase de rápida expansión demográfica, mestizaje y poblamientos progresivos. Hacia 1778 la población
del país ascendía a cerca de ochocientos mil habitantes, y dos años antes del grito de independencia se
estimaba aproximadamente, un millón trescientas mil personas. Ver José Olinto Rueda Plata, «Historia
de la población de Colombia: 1880-2000», Nueva Historia de Colombia, V (s. f.): 337-395.
185 José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y políticas
de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018), p. 229.
179
Johan Fernando Vega Gómez
Aquel tiempo de marcha podía variar también, según la infraestructura del camino,
es posible que las posadas respondieran a los tiempos de marcha y descanso que
quedaron fijados a través de este patrón de desplazamiento, que, a la larga, no
eran los hombres los que ponían el tiempo de marcha, sino los ganados.
Con el tiempo, las posadas que en muchas ocasiones fueron paraderos, hatos
y haciendas, se convirtieron en pueblos o fueron objeto de colonización y
asentamiento186. Algunos de los que siguen existiendo en Casanare son: el
Morro-Marroquín, Pore187 y Hato Corozal que, en tiempos del proceso de
independencia, fueron haciendas o hatos, a los cuales arribaron las tropas patriotas,
para abastecerse de alimento y ganados. Otros en Boyacá son: Labranzagrande,
Mongua, Tópaga, esta vía Labranza-Sogamoso, dio origen a Yopal, distante de
Tunja a 250 km, actual capital del Departamento de Casanare. La colonización
boyacense y especialmente de las gentes de Sogamoso, marcó un hito en el
proceso de colonización sobre todo a principios del siglo XX, del Piedemonte
Oriental de la Cordillera Oriental y de los Llanos de Casanare.
Estos itinerarios estuvieron marcados por las dificultades topográficas que, en
el siglo XIX, representaba el terreno188. Un caminante podía hacer la ruta del
río Casanare, por el camino de La Salina a Socha y Sogamoso en 5 días189; no
obstante, cuando se subía con ganados los días de marcha se extendían, debido a
que los animales debían ser puestos en engorde, o cebarlos, por lo menos quince
días, para que “buenos y gordos” sobrelleven el viaje hasta el altiplano andino.
El Morro y Marroquín y Labranzagrande, fueron sitios de descanso y reparación
de energía tanto del animal como del arriero.
De acuerdo con lo anterior, es importante precisar que el arreo del ganado era
costeado por la hacienda, pero, en los paraderos que anteceden la cordillera, el
arreo era costeado por concertados, compradores y negociantes en ciudades
como Sogamoso y Tunja, pues desde el transcurso del siglo XVII se “ha ido
generalizando la costumbre de concertar convenios con fleteros especializados,
186 Héctor Publio Ángel Pérez. «Impacto de las misiones religiosas y de las guerras de independencia en la
construcción de pueblos y ciudades coloniales en los llanos» (Centro de historia de Casanare, s. f.)
187 Pore fue un centro comercial de gran importancia. Contaban viejos de hace muchos años que existió una
amplia vía empedrada entre Pore y el puerto de la Plata sobre el Pauto, por la cual transitaban las carretas
tiradas por bueyes y mulas, con cargamentos de cueros, café y cacao, con destino a Ciudad Bolívar, pues
hasta puerto casanareño subían desde Venezuela los barcos cargados con mercancías que eran distribuidas
desde Pore a Támara, Nunchía, Morcote, Paya, Pisba, Labranzagrande, Hato Corozal, Tame, Chire y
Moreno. En Alberto Martínez Delgado, Casanare y su historia, (Bogotá: editorial Bochica, 1.990), p. 160.
188 En este sentido, el itinerario tiene dos rasgos importantes: en primer lugar, los viajeros dependen en todo
momento de otras personas, ya sean transportistas profesionales o de ocasión, en cuanto al tránsito y a
la alimentación; en segundo lugar, los itinerarios debían establecerse con anterioridad, debido a que era
necesario calcular el clima, las travesías por parajes despoblados, la facilidad de aprovisionarse, entre
otros. Ver Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo: siglos XV-XVIII (Madrid:
Alianza, 1984). También Fabián Andrés Lancheros Herrera, «Caminos Coloniales: una Historia de las
vías de comunicación en la región central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII» (Universidad
Nacional de Colombia, 2017). (Tesis de Maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2017), pp. 17-99
189 Carlos Delgado, <<caminos de comercio y peregrinación en Boyacá siglo XIX>> (conferencia, Tunja,
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2020).
los cuales corren con todos los costos del arreo, percibiendo como retribución la
mitad del ganado que producen”190. Aunque esta afirmación aplica para el caso
de Córdoba y el Alto Perú, es una analogía pertinente para entender la similitud
en las relaciones arriero-comerciante, que existían en aquel entonces en este
camino, una relación de trabajo interregional, tanto así que dicha concertación
sobrevivió hasta bien entrado el siglo XX, pues los arrieros del ganado eran
contratados y pagados en las poblaciones cordilleranas para que hicieran la
tarea de recibir el ganado en los paraderos del piedemonte o a puerta de corral,
y una vez organizados, emprender marcha hacía las tierras frías, pues según, los
llaneros no podían hacer dicho trabajo por no estar habituados a las condiciones
climáticas, estos arrieros fueron conocidos a principios del siglo XX con el
apelativo de cagón o cagones en plural.
Debe agregarse que la mano de obra no escaseaba, por consiguiente, el sector
asalariado que se desarrolló fue “de poca monta” o de bajos ingresos monetarios,
había un buen número de vaqueros para recoger y arrear las tropas de miles de
cabezas. La frecuencia y cantidad de novillos que movían por medio de las sacas
o puntas, dictaminó en el control y mantenimiento de los precios del ganado,
tanto en la región de los Llanos como de los lugares de destino. Las sacas fueron
fundamentales para mantener la regularidad económica de la región191.
En las haciendas jesuitas, después de su expulsión, las sacas y ventas debían ser
autorizadas por la Junta de Temporalidades y supervisada por el gobernador de
los Llanos, cosa distinta si la ganadería y el hato eran de algún particular. Durante
las últimas décadas del siglo XVIII, se mantuvieron las rutas de transporte y los
lugares de descanso del ganado, para que recuperara su peso. De esta manera
Eduardo Rueda Enciso192 señala que: “Todo ello se comprueba si reconstruimos
el proceso de una saca, que normalmente duraba seis meses. Al igual que en
tiempos de los ignacianos, las condiciones de traslado de ganado eran adversas:
el camino era difícil y lento, en los empinados y angostos pasos de la montaña
que, al final. Los llevaba a su destino serrano. El convoy de reses y hombres era
mandado por un caporal, a quien acompañaban los vaqueros, punteros o guiadores
del rebaño, que era arriado por los peones conductores. Además de los caballos
del caporal y los vaqueros, iban mulas cargueras del bastimento, los hatillos, las
maletas y sobretoldos”.
Desde que se asentaron en los Llanos, los jesuitas debieron preocuparse por el
mantenimiento de los caminos ganaderos y por tanto de las vías de comunicación.
Estas condiciones en algún grado óptimas, permitieron que las costumbres y
modos de transportar las puntas de ganado se mantuviera a través del área de
influencia del camino, así como el circuito comercial sobre el mismo, pero
decayeron al momento de la expulsión ya que los caminos no eran frecuentados
181
Johan Fernando Vega Gómez
193 En el siglo XIX se disponían grandes territorios y se construían caminos para consolidar economías
regionales o para incluir otros territorios dentro de los circuitos, Sofía Botero afirma: “La coexistencia de
vías de naturaleza pedestre para mulas y caballos, fueron necesarios para un flujo mayor de mercancías
y asociación de medios de producción, pero también, para el mantenimiento de patrones culturales
relacionados con el trabajo, el prestigio y la jerarquización social” ver Sofía Botero. << Elementos para leer
un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas y caballos en Colombia>>. Boletín de Antropología
Universidad de Antioquia, 20. (2006) pp. 265-287.
194 Fernand Braudel. Civilización material, economía y capitalismo: siglos XV-XVIII. (Madrid: alianza,
1984). p. 11.
195 Fabián Lancheros Herrera. «Caminos Coloniales: una Historia de las vías de comunicación en la región
central del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII». (Tesis de Maestría, Universidad Nacional de
Colombia, 2017), pp. 17-99.
asignadas a otras órdenes, o quedaron baldíos, así como los dueños de hatos que
continuaron realizando las sacas.
Cuando los llaneros realizaban las sacas de ganado vacuno, calculaban a ojo
los años del animal, que debía estar entre los 4 a 6 años, y que tuviera cuerpo
para andar o que estuviese gordo, y el tiempo o época del año, puesto que había
cosechas y por ello debía sacarse por temporadas; esto cambió al mismo tiempo
de los cambios demográficos con la demanda de carne, pues, en 1940 se sacaba
ganado diariamente para el interior del país. En un principio las sacas de la
hacienda Tocaría solo podían efectuarse una vez al año196, pero a partir de 1770
se comenzaron a realizar tres sacas al año, por el contrario, la hacienda de Cravo
realizaba dos al año197.
A pesar de las condiciones en los caminos, el antiguo complejo económico-
administrativo jesuita, fue la base para integrar económica y culturalmente la
región, y fue el suministro de carne de las ciudades de Tunja, Santafé y Sogamoso.
La expulsión impuso ciertos cambios, pero se logró continuar con el abasto de
carne de Tunja y Sogamoso, no sin algunas dificultades, especialmente por la
diferente proporción y regularidad que en tiempos de los ignacianos se efectuaba.
Mientras que el de la capital virreinal pasó a manos de particulares198.
196 Esto también contribuye al desarrollo de técnicas para preservar alimentos perecederos o que podían
escasear. El almacenamiento de carne seca, salada y deshidratada es una forma antigua de mantener la
carne, esta se reprodujo por medio de saberes campesinos, que guardaban el alimento -carne seca- tasada
en barriles, “como un rejo seco”, la carne deshidratada funcionó como bastimento a los caminantes y
arrieros durante el viaje.
197 Ver José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y
políticas de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018) p. 298. Rueda indica:
con frecuencia los ganados de estas dos haciendas se juntaban en Lengupá, para seguir luego juntas hasta
Firavitoba, distante 38 kilómetros de Tunja y un poco menos de Sogamoso. El costo final de cada saca
fluctuó entre 3 y 4 pesos por cabeza, lo que indica, que el precio era provechoso a los ignacianos.
198 Ibíd. p. 299.
199 Alberto Lee López, comp., Los ejércitos del rey. tomo II, (Bogotá: Editorial presencia Ltda., 1989),
pp. 303-306.
200 Ramón Correa. “Patriótica arenga del padre Fray Ignacio Mariño en 1819 en ‘Llano San Miguel’”,
Repertorio Boyacense, n° 163-164, Tunja, (1952), p. 2436.
183
Johan Fernando Vega Gómez
201 Orián Jiménez Meneses, «Rumores, cartas y caminos en la sociedad colonial», Historia y Sociedad 8
(2000), pp. 200-230.
202 Juan Friede, La Batalla de Boyacá -7 de agosto de 1819- a través de los archivos españoles. (Bogotá:
Banco de la República, 1969). p. 28-31 ver Andrés Montaña, Santander y los ejércitos patriotas 1819.
tomo II, (Bogotá: Banco de la República, 1989), p. 205.
203 A propósito del uso de acémilas o mulas para transportar cargas e incluso para abrir caminos, se cree en estos
territorios que la mula fue crucial para la acción colonizadora en la región y para consolidar los caracteres
culturales, demostrando el uso generalizado de este tipo de animales en el territorio colombiano, Carlos
Ramón Repizo Cabrera. <<La Mula>>. Nueva revista colombiana de folclor, (3), (. (1994) pp. 83–92.
sostiene: “Colonizados y mula, con voluntad y empeño del primero y faena cooperante de la segunda, se
adentraron por las cenagosas planicies selváticas o escalonaron las abruptas serranías andinas, cuando el
colonizador abrió trochas y marcó senderos para llegar a sitios lejanos, o excavó bancos rocosos para trepar
hasta riscos venteados, con el noble anhelo de hacer abiertos, plantar ranchos y establecer sembradíos.
En esta hazañosa empresa de señalar senderos, construir caminos, entreabrir boscajes para asentar la
vivienda y poner cultivos por la tarea de los colonizadores, la constante compañera que compartió faenas
de cansancio y hambre fue la mula, (…) llevaron siempre del ronzal la sufrida mula que soportaba sobre
los lomos la pesada carga…”.
204 También existieron puentes construidos con tablas de madera, disponían de un gran tronco para pasar por
encima del afluente, existieron pasos en piedra, puentes de hamaca parecidos a los colgantes, y de Cabuya
o Tarabita, que iban de un extremo a otro, y se operaba con un sistema de poleas. El viajero Gutiérrez
de Alba (1870-1884) los describe así: Un puente de tarabita es para el europeo no solo un espectáculo
original, sino un objeto de temor cuando por primera vez aventura su existencia a este artefacto de
invención indígena. Los puentes de este género se hallan por lo general establecidos en las corrientes de
ancho cauce, donde no hay vado seguro. Atado con cuerdas o cueros suspendidos a dos árboles a lado y
lado del río. José María Gutiérrez De Alba, «Imágenes y relatos de un viaje por Colombia: impresiones
de un viaje a América.», Biblioteca virtual, banco de la república, 1884 de 1870, p. 427.
205 Los patriotas por el páramo de Pisba llevaban caballos sin herrar, y ganados, en consecuencia, estos se
jaspeaban o despiaban, lo que equivale a la ruptura del casco o la pezuña por el constante choque con
las rocas. No obstante, las gentes de la región y el ejército patriota en aquel entonces de 1819, parecen
no conocer la técnica de la cachanga de fique para evitar dicho mal; esta fue utilizada por los arrieros
usuarios de este camino, con el fin de disminuir el daño a los animales en las ganaderías de principios
del siglo XX, como lo cuentan los ancianos que aún habitan estos territorios.
206 Humberto Rosselli. <<La campaña libertadora de 1819 desde el punto de vista médico>>. Repertorio
Boyacense. n°153-154 (1949) Opio y alcohol, se necesitaron para levantar emparamados o para operar
y amputar.
185
Johan Fernando Vega Gómez
207 Palimpsestos, los caminos prehispánicos que no tuvieron otro uso aparte del humano, fueron destruidos en
algunos tramos, ampliados y adecuados de acuerdo a los fines de la colonización, para poder transportar
mulas, caballos y cargas, sobreponiendo trazos y técnicas constructivas. De esta manera un camino puede
tener varios trazos aledaños, o sobrepuestos, los cuales llevaban a sitios apartados o de uso antiguo pero
que quedaron sepultados de acuerdo a las épocas, las necesidades de los usuarios y a las condiciones
geográficas. Ver Sofía Botero. << Elementos para leer un palimpsesto: indígenas, caminos, piedras, mulas
y caballos en Colombia>>. Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, 20. (2006), 265-287.
208 Caminos de relevo, debido a las condiciones del terreno, los usuarios creaban caminos y senderos con
distintos fines, uno de ellos era evitar un paso en abnegación o que estuviera inundado, derrumbada la
banca o con mucho fango, también para evitar el encuentro con recuas de mula o con puntas de ganado,
debido a que podía demorar el viaje u obstaculizar el paso además de los peligros que representan las
manadas de ganado sabanero. Estos caminos posibilitan entender las relaciones que establecen transeúntes
y moradores en cuanto a la posibilidad del tránsito y del mantenimiento; identificarlos necesita de un
trabajo de fotografía aérea, para saber qué elementos conectaban: poblaciones, sitios de obtención de
recursos o lugares de excepcional belleza paisajística.
209 Basado en las percepciones de Germán Ferro. A lomo de Mula, (Bogotá: Bancafé, 2.004) La arriería
transportó hasta lo inimaginable. Infinita variedad de artículos, productos o mercancías que iban desde
los delicados huevos hasta pesadas mesas de billar, determinando diferentes formas y tipos de carga.
Toda mercancía transportada a lomo de mula debía acomodarse en dos bultos, con un peso de 75 kilos
cada uno, el equivalente a 6 arrobas o a 5 “almudes”. La carga debía estar protegida por un lienzo que
llamaban encerado y, según la mercancía, podía ser redonda, cuadrada, angarillada, tureguiada y de rastra.
La mayoría de artículos de tocador, abarrotes, jabones, cacharros y todo tipo de mercancía para surtir las
tiendas se carreaba en cajas de madera o en petacas de cuero como muchas veces se llevó el bastimento
o comida.
210 Ver Cayo Leónidas Peñuela, Álbum de Boyacá, (Bogotá: Casa editorial de Arboleda Y Valencia, 1919),
p. 232
211 Esto permite entender la manera en que identificaban y comprendían los caminos los transeúntes al
transitar el camino de Cravo Sur y otros caminos, es evidente el uso religioso y simbólico-cultural que se
ha tejido a lo largo de las épocas y los acontecimientos alrededor del camino como dice Rosana Guber,
La etnografía, método, campo y reflexividad. (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2001). De esta manera
los sitios referenciados en la memoria de las gentes nos remiten a pensar en posibles usos rituales y
religiosos los cuales tienen la particularidad de utilizar las áreas altas o de mayor protuberancia vegetal o
mejor posicionados estratégica y geográficamente, como sucede en el camino de la campaña libertadora
en el Páramo de Pisba, allí existe una gruta sobre una roca en donde se guarda la estatua de la Virgen de
la Candelaria. Esta se construyó en honor a los Caballeros del Chorote quienes sirven a esta virgen en la
ruta de la libertad.
En la actualidad, así como ayer, las personas suelen hacer una cruz de palitos (las crucitas) que encuentran
en el camino y la dejan como símbolo y exvoto de su creencia en cristo, también se dejan elementos
votivos a manera de ofrenda y petición para la protección del caminante por esos caminos escabrosos y
solitarios. Los elementos humano-culturales que determinan simbólicamente el territorio, se conciben
como sitios, desde donde se puede orientar el caminante, puntos de peregrinación, o sea, estatuas,
iglesias, crucifijos, los cuales cuentan también, una historia que genera trasformación cultural y la posible
sujeción de las gentes del lugar a una creencia, signo, rito o ceremonia, agrupadas a lo largo del territorio.
Demostrando una importancia no solo del sitio en algunos casos, sino del signo en sí mismo. César
Hoy día, sobreviven símbolos culturales asociados a los espacios naturales como
una gruta, un crucifijo en la roca o la noción de que en el páramo de Pisba en el
sitio de las Quebradas, en el sistema lagunar, denominado por los campesinos
como “Pozo del soldado”, están depositados varios cuerpos que llegaban a
descansar incluso a morir, puesto que este era el último tramo en el páramo, las
duras condiciones y el avance rápido obligaba a los combatientes patriotas a
sepultar a los caídos bajo las frías aguas.
Esta particularidad geográfica del camino de Pisba, que tiene un tramo bastante
extendido a lo largo del páramo, difiere de otras rutas paralelas al mismo, como
el de Labranzagrande o de Cravo Sur usado por los realistas, el cual cruza por una
vertiente templada hasta adentrarse en la cordillera, diferenciándose su recorrido
por utilizar un tramo más corto en condiciones paramunas, lo que promovió una
mejor marcha tanto para las tropas como para los animales que sufrían menos de
acuerdo con las condiciones geográficas y climáticas, esto se constató por medio
del recorrido de ambas rutas.
Las narrativas y los hechos históricos transformaron los modos de vida, las
percepciones del tiempo y el espacio que congrega voluntades comunales en
torno al acontecimiento histórico, y al empoderamiento de lo territorial; esta
cotidianidad sostuvo las tropas puesto que fue la gente la que sirvió de guía, de
espía, de cocinera, de apoyo moral a la causa independentista; así mismo, los
caminos dividieron los proyectos políticos realistas y patriotas, como también
las avanzadas militares, la existencia de varias rutas generó programáticamente
esfuerzos por dividir las fuerzas y sectorizar y movilizar los ejércitos. Por medio
de los caminos se pudo informar a los ejércitos y a las demás poblaciones,
de las noticias y acontecimientos. Por estas franjas movilizaron provisiones
y animales; las redes camineras posibilitaron la creación de estrategias y de
maniobras disuasivas, por medio de rutas, caminos y veredas que solo conocían
las gentes y los baquianos. Tanto realistas como patriotas no detenían su marcha
si el enemigo imponía una barricada o un obstáculo en la ruta, allí primaba el
conocimiento de los ramales, los senderos, caminos ancestrales, que presentaban
la oportunidad para atacar de sorpresa, replegarse, o adelantarse al enemigo en
busca de posiciones estratégicas, recursos, armas y demás.
Moreno Baptista, <<Las peleas entre el diablo y la virgen: permanencias culturales y memoria histórica
entre los campesinos de Boyacá.>> Revista Colombiana de Antropología, 37 (2001), 42-59. se refiere
a esta sobreposición de significados, como una referencia a los puntos de observación natural, altos o
lugares de mayor exuberancia vegetal, cruce entre caminos o sitios de mayor altura, cerros especiales
asociados míticamente con signos, animales, con símbolos cristianos u apariciones misteriosas de “algo”
o “alguien”. Las imágenes de santos y cruces que colocaron los españoles en las cimas de las montañas,
piedras, cuevas, etcétera, con el propósito de extirpar las idolatrías, contribuyeron a que aquellos lugares
se conservaran y mantuvieran como referentes significativos en el imaginario de las comunidades
colonizadas. Por esta razón, se considera que la geografía es un elemento importante en el análisis de la
recreación del imaginario colectivo y las permanencias culturales. También María Clemencia Ramírez,
Frontera Fluida entre Andes, Piedemonte y Selva: El caso del Valle de Sibundoy, siglos XVI-XVIII,
(Bogotá: ABC Limitada, 1996), p. 121
187
Johan Fernando Vega Gómez
212 El camino del Cravo o del río Labranzero según el análisis etnográfico e investigativo, fue un camino
nacional conocido como camino real Meseta del Morro que conectó Labranzagrande con Sogamoso,
y fue vital en el paso del ganado desde el Llano hasta la cordillera de los Andes. Según el hallazgo y
posterior estudio que realizó el CPF petrolero “floreña” en el centro poblado del Morro – Casanare. Ver
Gilberto Roncancio Guzmán y Juan Felipe Pérez Díaz, «rescate y monitoreo arqueológico en la locación
floreña t. municipio de el Yopal, corregimiento del Morro, veredas Planadas y el Aracal - departamento
del Casanare», 2011.
213 Héctor Publio Pérez Ángel. Caminos reales de Casanare (Casanare: Llanoletras, 2003), p. 184.
214 Fabián Leonardo León Rivera. «Sogamoso: al paso del obrero, cambios y prevalencias urbanas, 1950-1980»
(Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2018). Ver Gabriel Camargo Pérez, Sergio Camargo, el
Bayardo colombiano: desarrollo político de Colombia en el siglo XIX (Bogotá: Instituto Colombiano de
Cultura, 1972). También Gabriel Camargo Pérez, Geografía histórica de Sogamoso, (Sogamoso: Edit.
Sugamuxi, 1935). Alberto Coy Montaña, Anales de Sogamoso (Sogamoso: Casa de la cultura, 1990).
215 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, (Madrid: sor de la reverencia cámara apostólica, 1741), pp. 408-423.
189
Johan Fernando Vega Gómez
loza, algunos pretales y utensilios en fique como lazos y mochilas, maíz, arveja,
agujas y otras herramientas para el campo, entre otros. El movimiento interregional
que ocasionaba el circuito económico y la Plaza de Sogamoso, era frecuente,
de alta intensidad. Por este motivo, el camino tiene tantos ramales y caminos
adyacentes, porque uno solo no podía dar cabida ni abasto a tanto caminante, o
al flujo de mercancías que por allí circulaba; además, las recuas de mula y las
puntas de ganado en ascenso, obstruían el paso, y nadie quería ser objeto de una
cornada o una estampida. Es por ello, que los ramales fueron propicios para esta
red vial, permitían la marcha yendo y viniendo, sin trancones u obstrucciones,
siempre y cuando no se volcara la tierra en el camino, lo cual es una característica
de este tipo de regiones y suelos inestables.
Como el camino y el circuito se desarrolló y se mantuvo en torno a la ganadería,
desde el siglo XIX, los gobiernos ya habían fijado peajes, que se encargaban de
recolectar dinero para pagar la deuda que el inversionista dejó por la construcción
o adecuación de ciertos tramos, el peaje cobraba el paso bajo precios concertados
según la carga. Estos mismos, destinaban el dinero para la contratación de
cuadrillas camineras. En otras ocasiones, fue el Ministerio de Obras públicas o los
gobiernos regionales y locales los que contrataban por medio de mandatos a las
cuadrillas camineras, encargadas de empedrar, construir acequias, bateas, y demás
arreglos que necesitara la vía. Empedrar tramos de 2 a 5 km, les tomaba meses,
incluso años, dependiendo las condiciones del terreno, debido al clima, la voluntad
política y el músculo financiero. En otras ocasiones, dejaban tierras baldías a
los inversionistas como pago por su inversión216, para que ellos intervinieran
la región por medio de caminos. Las tierras que acompañaban el trazo fueron
adquiriendo nuevas vocaciones agrícolas, igualmente, el camino lograba adherir
nuevas poblaciones y nuevos territorios al sistema económico regional. La ruta
hacia los Llanos con dirección a Venezuela fue una constante entre las élites
regionales y locales de aquel entonces217.
Al cabo del tiempo, los constructores y las modas constructivas, fijaron
nuevas estructuras en el camino, como puentes en madera (Ogontá, cerca de
Labranzagrande), bateas, canales de redireccionamiento de aguas y muros
acompañantes. Estos muros fueron acumulados verticales de roca tomada de
depósitos situados en el área de influencia del camino, la misma de la cual se
construyeron las bases para fincas, corrales, caminos empedrados y demás. Estos
muros podían tener 3, 4 o 5 niveles dependiendo la mano de obra contratada y
el tiempo de trabajo. Estas estructuras podían significar dos cosas: la primera, se
construían para señalar o delimitar lotes o fincas a manera de linderos; la segunda,
216 Así lo demuestra el capítulo 1 de las leyes y disposiciones sobre tierras baldías desde 1870-80: “darse como
compensación y auxilio á las empresas para la apertura de nuevas vías de comunicación.” (* del artículo 30
de la Constitución nacional). Ver Gobierno Nacional, «Aplicación de las tierras baldías», 1873. También
Gómez L. y Augusto J., «La guerra de exterminio contra los grupos indígenas cazadores-recolectores de
los llanos orientales (siglos XIX y XX).» p. 353s “títulos de concesión”.
217 Clara Inés Carreño Tarazona. Las vías de comunicación entre Santander y los llanos: el camino hacia
Casanare, segunda mitad del siglo XIX, (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2013).
se levantaban muros para crear un canal sin salidas a los terrenos y montañas
aledañas, ya que el ganado que subía se podía espantar o barajustar, y este perderse
en el monte, de ahí, se creaban muros acompañantes del camino para andar de
manera uniforme, aun así, los muros representaban distintos peligros para los
transeúntes o un arriero mal situado podía sufrir por una estampida.
218 Se dice que algunos viajeros o los arrieros adultos, se robaban los niños pequeños de las fincas o casas
vecinas al camino, aquellos niños eran cambiados o regalados en los hatos casanareños, muchos de ellos,
huérfanos, aprendieron el trabajo de llano, y una vez aprendidos, establecieron nuevos hatos y fundaciones
a lo largo de las márgenes de los ríos como el Cravo Sur, Pauto y Cusiana.
219 Según la señora Betty Gutiérrez de Marroquín-Casanare, las abuelas y abuelos eran los encargados de
trabajar el fique que crecía a la orilla del camino.
220 Ricardo Sabio Labay, «11 coplas (Llanos Orientales de Colombia)». Corridos y coplas: canto a los llanos
orientales de Colombia (Cali: Salesiana Cali, 1963). Ver Alfredo Molano, Del Llano llano. (Bogotá:
Penguin Random House Grupo Editorial, 2015), p. 43. También José Eustasio Rivera, La Vorágine,
(Bogotá: Sol 90, 2001), p. 41.
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221 Lautaro Núñez y Axel Nielsen, En ruta: arqueología, historia y etnografía del tráfico sur andino (Córdoba,
Argentina: Encuentro, 2011), p. 13s.
222 Caporal: recibe del dueño del ganado las bestias contadas para el viaje. También contrata a la gente para
la labor y contrata y paga la comida o bastimento que se llevará en petacas de cuero. Es un obrero de
confianza.
223 Chocotero: encargado de conseguir posada y comida.
Por eso, algunas actividades antes de comenzar la faena ganadera eran: alistar
la brigada de arrieros, también las bestias como mulas o bueyes para la carga;
esas mulas y bueyes eran entregados al chocotero, que era el encargado de pedir
posada y preparar la comida para los arrieros, por consiguiente, debía adelantarse
para tener todo preparado. Si no llevaba comida en las mulas, tenía que comprar
un marrano o gallinas para prepararlos asado o en sancocho. Él también debía
recoger las maletas de los viajeros, fuese tienda o chinchorro, y cargarlas en las
mulas. Las posadas de este camino solían tener corrales para dejar los animales
del arreo a lo cual se pagaba un monto por el préstamo del lugar -corralaje-. Pero
cuando no había posada ni corral, había que dormir en tiendas, estera, cueros
secos o en lo que hubiera, y se pasaba en vela cuidando el ganado, fuese en rodeo
o en algún lote encajonado en la montaña. De estas velas nocturnas que se hacían
por turnos, se crearon piezas musicales, cuentos, coplas y cantos de vaquería224,
de las que algunas se convirtieron en canciones.
La comida que se llevaba era conocida como bastimento y se preparaba uno o
dos días antes de salir. Consistía en una carga de plátano frito, carne de cerdo o
de res frita o seca, avena y panela225. Otras veces, se comía mogolla con guarapo
que vendían en las guaraperías de Labranzagrande y Sismosá. Las jornadas, por
ejemplo, entre Arauca y Villavicencio eran de treinta a cuarenta sino se presentaban
contratiempos como un río crecido, de lo contrario, había que esperar uno o más
días hasta que el río diera “vado” o paso. O también, cuando se dispersaban los
ganados por un barajuste. Estos peligros y contratiempos fueron vividos por los
arrieros de montaña, pues, aunque el itinerario podía durar menos, de 4 a 5 días
-de acuerdo con la carga-, había veces que podía durar hasta un mes, dependiendo
el dueño del ganado, el comprador si era acaudalado y el sitio de arribo.
El ganado que se arreaba en muchos casos era mostrenco o cimarrón, por eso
su temple era bravío, según los entrevistados, el ganado era pequeño, mañoso
y cachón, había que tener cuidado con él, también los toros más jóvenes eran
los más asustadizos, por lo que había que situarlos tras las madrineras, que eran
toros o vacas mansas y seguían la huella del caporal. Cabe señalar, que el ganado
debía tener por lo menos 4 años, además ser macho, pues según, las vacas son
flojas para caminar, no obstante, creemos que también se llevaron vacas. En los
corrales y majadas, cabían perfectamente de 800 a 1000 reses dependiendo el
tamaño del hato, puesto que podían manejar 3 o 4 corrales. Los ganados que se
apartaban tenían un brío delicado, y como el alambre de púas no hizo su estreno
en la región sino hasta principios del siglo XX como avance tecnológico llevado
por las gentes del interior, los ganados no estaban plenamente acostumbrados al
encierro. Estos lotes de ganado eran catalogados como mañoseras. Mover una
224 Algemiro Piraván (ganadero y finquero), entrevista por Johan Fernando Vega Gómez, 22 de agosto de
2020. conocido en los llanos de Aguazul-Casanare como “el llanero veguero”, nos mostró este canto de
vela característico durante el trabajo de llano: “… y esta noche no me voy hasta que salga la luuuna…
solo por mirar nadar paticos en la laguuunaaaa”
225 Entrevista Joel Olmos “perico ligero”, Yopal-Casanare, 15 enero 2020. Ver Héctor Publio Pérez Ángel,
Por la huella del cabrestero. 1 ed. S.f. p. 48.
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226 Este número podía variar, dependiendo el comprador y la saca o cosecha de ganado.
227 Algunos hatos ubicados entre este sector fueron: La Providencia, El Gandul, Maracabure, El Tigre,
Lechemiel, Barreto, La Candelaria, El Milagro, El Consejo, Charanga, San Pedro, El Hatico, Platanales y
El Porvenir, cruzando el Río Meta. Esta cantidad de hatos, difiere de los existentes en tiempos virreinales,
en que las tierras y los ganados en este sector, pertenecían a dos hatos en especial: Tocaría y Cravo. Ver
Jorge Brisson, Mapa Casanare, 1894, 1:810000, 1894, mapas y planos, A.G.N. también Daniel Delgado
de la Virgen del Rosario, Excursiones por Casanare (Bogotá, Colombia: imp. de «La Luz», 1909). P.
216-221
228 Cuidados que los arrieros tenían al transportar y trabajar con ganados, pues los animales debían ascender
sanos y fuertes plenamente descansados, para poder caminar largas jornadas y soportar los escabrosos
caminos y los cambios de temperatura, presión y altura. La hacienda por lo tanto tenía posada para los
arrieros, fuera en estera o chinchorro, al igual, tenía corrales para dejar a los ganados pastando seguros de
fieras o del cachilapeo -robo-. Este dato es especial y de gran importancia puesto que fueron los únicos
entrevistados, en señalar el lugar y la existencia de un bañadero para el ganado. En ningún otro lugar se
habla de bañaderos, ni en las fuentes ni en las entrevistas. Nuestros baquianos son: José Daniel Pérez
González y Alcides Pérez González de Marroquín - Casanare.
229 Los ficales se ubicaban en las vegas del río Cravo Sur y en las orillas de los caminos, las gentes en la
época hacían y vendían, costales, pretales, mochilas, lazas y lazos, y cachangas.
230 Héctor Publio Pérez Ángel, Por la huella del cabrestero. 1 ed. S.f. P.50
231 Para el siglo XX se tienen relatos de un tipo de calzado alternativo a la alpargata conocido como la
“cachanga”. Este era usado para los duros recorridos por los caminos que conectaban los municipios en
Boyacá. Los comerciantes solían envolver sus pies en pieles de cueros curtidos, el mismo material que era
usado para fabricar los zurrones donde envasaban la miel. Las cachangas son reconocidas en la región de
Toca, Siachoque, Sibatá (sic) y Cucuaita (correspondiente a la zona central de Boyacá). En la región del
Valle de Tenza las cachangas se llamaron “chocatas”. Definitivamente las alpargatas no son el calzado
más práctico para andar por el campo. Es por eso que popularmente las llaman las “arrastraderas”
o “matagentes”. ver Carol Andrea Ruiz Barajas, «Las alpargatas: memoria de los caminos, tejido de
identidades», Artifíces, 1 de enero de 2014, p. 10.
195
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232 Los pasos de las Barras se extienden, con intervalos en un trayecto de 1,500 metros. Algunos lugares
aún se conservan anclados a la roca.
233 Jorge Brisson, Casanare. (Bogotá: Impr. Nacional, 1896) p. 29.
234 Los ganados podían sufrir pisotones: Se presentan cuando los animales se caen debido a pisos resbaladizos, o
por hacinamiento. Envenenamientos: al comer plantas venenosas durante el transporte a pie. Deshidratación:
Los animales obligados a caminar largas distancias sin suficiente agua padecen pérdida de peso y hasta
pueden morir. También pueden perecer por Extenuación: a raíz de la pérdida de peso o por arrear animales
gestantes o muy débiles. Y por lesiones o peleas.
235 Este dato es proporcionado por el señor Próspero Durán en Labranzagrande – Boyacá. También señala,
que los indios eran los encargados de empajar el camino. También Eliseo Reclus, Colombia. (Bogotá:
papelería Samper matiz, 1893) P. 279 “Casanare mejora, bien que con lentitud; superior á Moreno es
Nunchía, y Labranzagrande, población crecida y centro mercantil de considerable importancia, es el gran
mercado de ganados de la llanura. Estos no pueden subir la cordillera si no se tapiza de paja el suelo
rocalloso de los caminos: en la vía de Labranzagrande hay un trozo enteramente igual al de Hog en el
Yatze-Kiang.—V. y V. – compara un tramo en China con el paso de las Barras -
236 José Eduardo Rueda Enciso, Campos de Dios y campos del hombre. Actividades económicas y políticas
de los jesuitas en el Casanare. (Bogotá: Universidad del Rosario, 2018) p. 297.
237 Jorge Brisson, Casanare. (Bogotá: Impr. Nacional, 1896), p. 29, resalta “la necesidad de completar una
refacción del camino desde el Páramo de San Ignacio hasta Labranza, así como la construcción de puentes
sólidos pues durante el camino solo hay puentes de Cabuya que son peligrosos, o de Bejucos, los cuales
hay que arreglar todos los años. Al igual que una línea telegráfica a lo menos hasta Támara y Orocué.”
238 Orocué dista de Labranzagrande a cinco días de camino, y a pesar de que se ha concebido como enclave
en la comunicación y comercio con Ciudad Bolívar gracias a los vapores que navegan por el río Meta, los
negociantes prefieren introducir sus artículos por la vía de Bogotá que dista ocho a diez días de camino.
Brisson creía que se podía optimizar el transporte de mercancías por el Meta y mejorar los intercambios
internacionales. Ibíd. p. 26. De igual manera, Orocué desde el siglo XIX, era una de las poblaciones
florecientes del Casanare, por su constante comunicación por el río Meta, dicho enclave se había venido
fortaleciendo desde el virreinato, puesto que, por allí salieron cantidades de materias, sarrapia, quina,
curare y demás semillas y plantas medicinales, también animales vivos y disecados, plumas de garza, de
corocora y de otras aves para adornar los sombreros y vestidos de las gentes pudientes de Europa. Ver
Alfredo Molano, Del Llano llano. (Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial, 2015) También
Germán Silva Fajardo, Champanes, vapores y remolcadores: historia de la navegación y la ingeniería
fluvial colombiana (Bogotá: Academia Colombiana de Historia de la Ingeniería y de las Obras Públicas,
2009).
239 Jorge Brisson, Casanare. (Bogotá: Impr. Nacional, 1896). p. 24.
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con ladrillos y piedra la casona del dueño de la salina y las torres de los hornos
donde cocinaban la sal. Estas construcciones que aún existen, están acompañadas
de un cementerio, corrales, un bañadero y una albarrada de compleja construcción
y diseño que da a la entrada de la hacienda. Según las gentes del lugar, el último
dueño de la salina fue el señor José M. Prieto Solano, que mandaba las recuas de
mulas cargadas de sal con dirección a los Llanos y el Altiplano Cundiboyacense,
en estos terrenos fue donde se hizo el hallazgo de las estatuas de la salina
de Mongua240, lo que compone un territorio complejo, de gran importancia
patrimonial inmaterial y material, que ha quedado olvidado al cabo de los años
a causa del conflicto armado. La señora Peña241, nos contó que el señor tenía
muchos hijos no reconocidos en el sector, por lo cual, varios de ellos viven de
forma aledaña al camino. Parece ser, además, que el señor Prieto al ser dueño de
las tierras circundantes, no permitía que la gente cultivara, a menos que fueran
árboles grandes o maderables, que sirvieran como combustible para la cocción
de la sal. Esto explica el porqué de la histórica deforestación de esta vertiente,
encontrándose mucho más afectada que la del río Cusiana y la del Payero, de
acuerdo a la fotointerpretación y al análisis multitemporal.
La ruta continuaba hasta llegar a Sismosá, allí también había posadas donde
pernoctaban los arrieros y viajeros. En este lugar se tomaba aliento para lidiar
con la jornada más difícil, la del Páramo de San Ignacio. La subida al Páramo era
exigente tanto para animales como para arrieros, varios animales encontraron la
muerte a causa del “jaspeamiento”, cansancio y frío. Las personas no contaban con
mejor suerte, de caminar y bregar con los ganados el arriero ascendía sudando, y
al aproximarse a las quebradas o afluentes que descendían gélidas de las cumbres,
sufrían torcimientos, y problemas respiratorios. Así mismo, los cagones iban
mal vestidos y su calzado no era más que una cotiza, que poco protegía ante la
piedra y el clima.
El paso más difícil de este trayecto eran las lajas, el tramo lo componían rocas
a manera de escalera hecha con “pedrejones mal colocados”242, y los animales
debían saltar y maltratarse mucho para ascender o bajar por este tramo. Estos
sitios, eran empedrados para mejorar el ascenso del animal por la pendiente,
que se encuentra en áreas de confluencia de aires fríos y calientes, sitios de alta
nubosidad y de vapor de agua en suspensión, lo que genera un ambiente húmedo y
lleno de vida vegetal; por lo tanto, la lama, líquenes y demás se adhieren a la roca
volvían la superficie del camino resbalosa y de difícil paso para las personas y los
animales. A estos sitios los campesinos le han puesto el nombre de “jabonera”.
240 Eliécer Silva Celis, Arqueología y prehistoria de Colombia (Tunja: Prensas de la Universidad Pedagógica
y Tecnológica de Colombia, 1968), pp. 144-160 de los depósitos de roca dispuestos caprichosamente en
el área de influencia del camino, se crearon las estatuas, los empedrados, muros acompañantes y corrales.
241 La señora es habitante de la vereda Sirguazá de Mongua, fue una de nuestras entrevistadas, vive al lado
del camino y ha visto todo lo que por allí ha cruzado en los últimos 70 años.
242 Jorge Brisson, Casanare. (Bogotá: Impr. Nacional, 1896). pp. 20.
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246 El ferrocarril llega a Sogamoso el 19 de agosto de 1931, optimizando y reduciendo los costos de producción
y transporte de las distintas mercancías, e incluso de los ganados que ya no tenían que caminar largos
trayectos, sino que ahora viajaban en camiones, tren e incluso avión, como sucedió en los años 70 en
el Casanare. Es cierto que, en muchos lugares de Casanare, conocieron primero las aeronaves que los
automotores, desde los años 40 del siglo XX, los ganaderos utilizaban las aeronaves para llevar sal,
herramientas y otros elementos, o para sacar ganado hacía el mercado de Bogotá.
Conclusiones
Con el flujo mercantil y de ganados, el camino estuvo compuesto por unidades
productivas de distinto orden, que motivaron la construcción de edificios, corrales,
puentes y otras obras perennes en el tiempo y que son estudiadas y reconocidas
en este trabajo, elementos logísticos fundamentales, en la realización de aquellos
itinerarios. Los vestigios físicos constituyen referentes espaciales y guardan la
memoria individual y colectiva local y regional, siendo la evidencia patrimonial
de un notable movimiento humano247.
Los caminos determinan el espacio natural y el espacio humanizado. Transforman
los paisajes, desencadenan nuevas interpretaciones de territorio y territorialidad y
profundizan en las relaciones sociedad-naturaleza, entendiendo que, si los seres
humanos transforman la tierra para convertirla en su casa, estos también son
transformados, no solo a través de la acción que implica esta transformación,
sino por los efectos que esta tierra transformada ejerce sobre la especie humana
y sobre su sociedad248. Tanto la vía de comunicación como el uso que a aquella
se le dio a través del tiempo, determinó transversalmente la economía, la vida y
los caracteres culturales de las distintas poblaciones involucradas.
El camino es objeto y sujeto puesto que se presenta como algo palpable, y
porque desde lo intangible habla a través de sus gentes y sus campos. Por lo
247 El Camino del Cravo Sur, contrae su nombre como hito geográfico debido al rumbo y orientación del
río -sur-, desde esta perspectiva los grupos humanos utilizaron aquella vía natural siguiendo el curso del
agua; tránsito antiguo que se remonta a los tiempos de Bochica, de acuerdo a las descripciones de los
cronistas como Piedrahita, Castellanos y Simón, en las que indican la creencia que los Muiscas tenían
del humanizador, aludiendo que, Bochica provenía del Este, por “carreteras abiertas desde los Llanos a
Sogamoso que tendrá como cien leguas de longitud, muy ancha, y con valladares y pretiles por una y
otra parte”.
Teniendo en cuenta la importancia de los ríos para avizorar nuevas tierras y para transportarse, podemos
decir, que estos contactos directos entre los Llanos Orientales y el Altiplano Cundiboyacense, se consolidó
por medio del conocimiento y uso de los ríos que nacen en los Páramos del Departamento de Boyacá,
los cuales señalan una ruta desde las frías altiplanicies hasta las cálidas Sabanas Orientales o viceversa,
aquella línea de ruta funcionó para demarcar el trazo del camino, que es acompañante al Río Cravo Sur
proveniente del Páramo de Pisba con desembocadura en el Río Meta.
Cabe destacar que asignar dataciones de los caminos no es tarea fácil, puesto que, si lo observamos
desde una perspectiva de larga duración, estos trazos han sido constantemente utilizados, transformados
e intervenidos lo que desestima y daña los registros arqueológicos, que podrían servir para dar respuestas
a incógnitas acerca del poblamiento de estas regiones y de la sedentarización de los grupos en estas áreas.
Por eso, la cuestión del uso de la antigua red vial desde épocas precolombinas, se situó, con base en los
hallazgos arqueológicos e histórico-espaciales que se presentan en el área de influencia del camino o
que han quedado registrados por medio de marcas, enterramientos, huellas, pictogramas y petroglifos,
estatuaria, mapas, crónicas, descripciones de viajeros y demás. Así mismo, el camino por el Páramo de
Pisba y del Cravo Sur, tienen puntos referenciales en las rutas, lugares con especial belleza paisajística,
sitios que no podrían pasar desapercibidos a los grupos humanos de cualquier época.
248 Robert David Sack, Homo Geographicus: a framework for action, awareness, and moral concern.
(Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1997)
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tanto, al transitarlo hoy y observar las marcas que el ser humano ha dejado
allí impresas en el territorio a medida que se avanza, se convierte en un medio
didáctico para entender y explicar la realidad espacio-temporal, como un lugar
de interacción que propicia el desarrollo del pensamiento histórico y por qué
no, de un sujeto situado249 en interacción mutua con el tiempo y el espacio que
lo rodea. Esta herramienta física que agrupa las identidades locales y regionales
nos permite entender el Camino del Cravo Sur como un paisaje cultural de
diversos matices materiales e inmateriales, y también nos cuestiona frente a
los aciertos y desequilibrios en el desarrollo de las vías de comunicación entre
Boyacá y Casanare, en el fortalecimiento del mercado interno y en general, en
el progreso nacional. En otras palabras: es un lugar que enseña a aprender desde
lo observable y lo perceptible.
Referencias
Fuentes documentales
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SMP.4.
Archivo General de la Nación (A.G.N), Bogotá – Colombia. Fondo Mapoteca:
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del Rosario, 2018.
Sabio Labay, Ricardo. «11 coplas (Llanos Orientales de Colombia)». En Corridos
y coplas: canto a los llanos orientales de Colombia. Cali: Salesiana
Cali, 1963.
Sack, Robert David. Homo Geographicus: a framework for action, awareness,
and moral concern. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1997.
Sempat Assadourian, Carlos. <<Economías regionales y mercado interno colonial:
el caso de Córdoba en los siglos XVI y XVII>>. En El sistema de la
economía colonial: el mercado interior, regiones y espacio económico,
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Silva Celis, Eliécer. Arqueología y prehistoria de Colombia. Tunja: Prensas de
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Silva Fajardo, Germán. Champanes, vapores y remolcadores: historia de la
navegación y la ingeniería fluvial colombiana. Bogotá: Academia
Colombiana de Historia de la Ingeniería y de las Obras Públicas, 2009.
Vargas Izquierdo, Jaime. Temas y personajes de la sogamoseñidad. Tunja: Consejo
editorial de autores boyacenses, 2011.
Entrevistas y comunicaciones personales.
Durán Próspero. Entrevista por Johan Fernando Vega Gómez. 2018.
Gutiérrez Betty. Entrevista por Johan Fernando Vega Gómez. 15 de enero de 2020.
Olmos Joel. Entrevista por Johan Fernando Vega Gómez. 15 de enero de 2020.
Peña Emilia. Entrevista por Johan Fernando Vega Gómez. 2017
Pérez González, José Daniel y Pérez González, Alcides. Entrevista por Johan
Fernando Vega Gómez. 15 de enero de 2020.
Piraván Algemiro. Entrevista por Johan Fernando Vega Gómez. 22 de agosto
de 2020.
205
Este libro se imprimió en los talleres
gráficos de Búhos Editores Ltda., en
octubre de 2021 con una edición de
200 ejemplares.
Coordinadores
Andrés Felipe Bautista Vargas
Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
de sal e interacción social en la Provincia Katherinne Mora Pacheco
de Tunja, Continuidades indígenas y
rupturas coloniales 1539–1612. Junto con
otros investigadores también ha publicado Colección de Investigación UPTC N.° 214
LOS CAMINOS
los libros: Los Archivos Judiciales en
Colombia; Boyacá - Región y conflicto; y
Mercado y Región; además, de varios
artículos publicados en revistas nacionales Este texto recoge los resultados de investigaciones realizadas en torno al papel
Andrés Felipe Bautista Vargas
CUNDIBOYACENSE
Orientales. Geografía convenio (UPTC-IGAC).
Docente de geografía de la escuela de
El texto está estructurado en dos partes: la primera está compuesta por cuatro Ciencias Sociales de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
capítulos que retoman el análisis y los cambios del camino antiguo entre Tunja Autor de varios artículos en el campo de la
y Santafé desde el periodo colonial, pasando por el siglo XIX, hasta el siglo geografía del transporte, geografía urbana
XX cuando se convirtió en carretera central del norte, y se finaliza con un y geografía social, especialmente en el
ámbito de los sistemas de transporte e
estudio de sus nociones físico-espaciales y significado territorial, retomando infraestructuras, análisis espacial,
relatos y memorias de las comunidades circunvecinas. transformaciones del territorio y trabajo
comunitario.
En la segunda parte del libro se estudian tres caminos distintos que comunican Correo Electrónico:
bautistaandresfelipe@gmail.com
el altiplano Cundiboyacense con otras regiones, como son el Camino del Cravo ORCID:
que conducía a los Llanos Orientales, el Camino a Honda y el Camino del https://orcid.org/0000-0001-7781-2072
Carare que comunicaban a Santafé y a Tunja, respectivamente, con el río
Magdalena. Todos estos caminos fueron de gran importancia para la circulación
Katherinne Mora Pacheco
de mercancías producidas en el interior del actual territorio colombiano. Cada
Licenciada en Ciencias Sociales, Magister una de estas investigaciones está sustentada en distintas fuentes documentales
en Medio Ambiente y Desarrollo y Doctora y testimoniales que han permitido a los autores generar diversas reflexiones
en Historia. Profesora de la Escuela de en torno a estos caminos.
Ciencias Sociales y la Maestría y el
Doctorado en Historia de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Investigadora en el campo de la historia
ambiental, con énfasis en la reconstrucción
del clima y los sistemas agraropecuarios
tradicionales. Es autora de los libros ISBN: 978-958-660-587-8 Blanca Ofelia Acuña Rodríguez
Prácticas agropecuarias coloniales y
degradación del suelo en el Valle de
Saquencipá, Provincia de Tunja, siglos XVI Licenciada en Ciencias Sociales,
y XVII y de Entre sequías, heladas e Especialista en Archivística, Magister y
inundaciones. Clima y Sociedad en la 9 789586 605878
Doctora en Historia de la Universidad
Sabana de Bogotá, 1690-1870, además de Pedagógica y Tecnológica de Colombia –
varios artículos publicados en revistas UPTC. Docente e investigadora de la
especializadas en los campos de la Historia UPTC, en la Licenciatura en Ciencias
y los Estudios Ambientales. Sociales y en la Maestría y el Doctorado en
Correo electrónico: Historia. Investigadora en campo de la
katherinne.mora@uptc.edu.co Historia Social con énfasis en el periodo
ORCID: colonial. Es autora de los libros:
https://orcid.org/0000-0001-8483-3728. Producción y Distribución de Sal. Pueblo
de la Sal y Chita Ss XVI y XVII; Producción