Antología Poética. Germán

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Dolor en el pecho, en el alma, en el barro del que estoy hecho,

en la psique;
en el recuerdo mudo de los amores de mi vida triste y sombría
por siempre y por un instante.
Mar y gota de agua, desierto y grano de arena,
Pequeña hoja otoñal que el viento gira, danzante ritual del
espacio antes de caer al suelo como un cadáver ensangrentado,
por fin vuelto al polvo.
¡Alas! Un sueño, apenas un parpadeo en que vi tus ojos púrpura
de magia, infinitos.
Me lo ha dicho el viento cuando caía mi cuerpo de verdura
apagada: que también el polvo llora, gime por el tiempo y su
cadencia extraña que cuando da vida mata.
La noche cuyo viento tenue acaricia con dulzura es clara, sin
embargo tengo la impresión de que llueve, de que miles de
diminutas gotas de cristalina lluvia caen con inmensa belleza.
Llueve en mi alma llueve de amor y vergüenza, yo el sin
vergüenza me avergüenzo y sonrojo hasta las lágrimas cuando
veo un poco de amor. Dios mío, Dios mío. Es como tener los ojos
cerrados, derrumbado en un campo de batalla, ya abatido y sin
sentir la lluvia suave y divina en el rostro, ya sin sueños, ya roto y
agonizante, como un último consuelo del mundo, del mundo.
SOLEDAD

Cielo azul de sombras, de sombras azul


De azul cielo
Soledad lloro, soledad callo, soledad grito, soledad vacío
Soledad soledad
Lloro, siempre he sido un solitario.
Flor de mi alma: Te escucho: agitas tus pequeñas alas y estás
llorando.
Soy yo ahora quien quiere que lo escuches:
No tengas miedo, siente mis manos amorosas acariciar tu pecho
frágil, resiste. Gracias por tu paz sonora. Yo, el monstruo
incomprendido y débil te quiero, amo cada una de tus plumas
blancas.
Tranquilo, prometo escucharte cuando quieras hablarme aunque
sea bajito y no dejarme llevar por el deseo que atormenta, ciega
y mata lentamente: la voluptuosidad.

Quiero contarte algo que me ha dolido mucho, a ti, pequeña ave


del alma mía:
Me siento tan solo, como el viento nocturno y a la vez tan sonoro
como un sueño
¿La vida es, en verdad, un sueño, alma mía?
El viento me regaló la melodía de tus ojos y su bello laberinto de
sombras resplandeciente,
su melodía de tormenta,
el llanto puro de tu boca de ceniza y su geometría sagrada,
la ternura infinita de tu corazón de pájaro.

Solitaria, mi alma herida por un rayo en la incomprensible


vorágine del tiempo te abraza en la distancia, algún día
volveremos a vernos pequeña flor delirante de pétalos negros de
sombras silente, la melancolía también canta.
La noche es clara, sin embargo aún no oscurece:
Todavía es azul pájaro el cielo y las nubes blancas y su amorfa
forma de ángel nos acompaña seduciéndonos; hay luz en las
alturas y en la verdura ígnea de la tierra sombra.
Mi corazón se asombra de plenitud.
Silencio:
Antiguo e insólito despliega su música el silencio, es el alma que
acaricia con su ala acuífera de fuego. Bebo del agua de la vida.
La noche circunspecta que llora, que llora. Su melodía fría y
fecunda y noble y escarlata de sueños rotos, enigma susurrante
que lacera.
Rememoro las tardes negras y claras de candidez romántica, el
beso suave y tierno que no era boca y que si era; el pelo orlado
de luz, como la poesía, tu nombre:
el silencio negro de la juventud clara, amormío, sirena mal
amada por ser eternamente amada, que dios te bendiga, Alegría
de mi corazón amorfo, de luces apagado.
La frente clara y el corazón errante, entre el cielo azulino y la
pradera, vi a un lado del camino una muy dulce flor negra que
emanaba un perfume de flauta y una geometría que comunicaba
misterio; mágica y solemne me miraba desde su laberinto, como
ninfa del bosque contemplaba mi locura amorfa, ay, tan suave,
tan fría: embelesado por su belleza insólita me enamoré de ella.

Al atardecer me había marchado de su prístina prescencia, cayó


una despiadada tormenta, el viento gélido como astillas hería mi
carne y hube de guarecerme en una triste cueva. Pensé en mi
flor amada, añoré la belleza de su canto, su gracia de sombras
luminosa y lloré desconsolado.
Un rumor de caracola cruzó mi espíritu, la imagen de su
cuerpecito frágil, pequeño sol con pétalos,
doblegándose como un ángel.
Una madreselva nace de mis sienes que tiene alas por flores que
duelen, hieren, espada de luz que corta a quien la empuña.
Pensamientos como tentáculos marinos en la mente,
Sombra viva de arabescos, incontenible, ajena y propia de mi
cielo, de mi infierno.
La muerte es negra y de diamante
abismo dulce de paz y de sombras
música negra de amanecer
rayo rojo de luz viva, palpitante,
nimbo susurrante, sibila postrera.
He visto los soles negros de tus ojos;
La sonrisa ingrávida de tu cabellera de sirena,
mujer fulgurante de sombras, llamarada de enigma:

Como a ti, grandes alas me han crecido en las sienes y el agua de


mi espíritu ha roto el artificio de su geometría, libre de lógica se
ha vuelto signo.
Acaso seamos resplandores vegetales en la melodía acuática del
tiempo,
lunas de agua en un mar de arena, pequeños seres de carne y
hueso.
De noche, en la oquedad del espacio, el corazón de la locura
amanece: colibrí de fuego, sol que nace por dentro, misterio
marino de la rosa.

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