Clase 2 Final

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Edit Beatriz Tendlarz

Con Freud

1- Dos enfoques centrales

Vamos a comenzar la segunda clase del curso centrándonos, en principio, en las


aspiraciones de Jean-Pierre Falret, que trascienden cada vez con más fuerza durante el
siglo XIX y XX. Son tiempos en que se hacen observaciones más minuciosas para
encontrar la etiopatogenia de preferencia anatómica. Esto traerá entonces grandes
elaboraciones con sesgos opuestos. Por un lado estarán “los impacientes (...) que
quieren anticipar resultados y traducen directamente la clínica en metáforas
neurológicas; y (...) dogmáticos (...) que son conducidos a salirse del enfoque clínico”. 1
Tal es el caso de Carl Wernicke2 y Meinert o Jules Bernard Luys3. Por el otro, “los
herederos de Pinel, se contentan con cierta manipulación de hipótesis neurologizantes,
pero mantienen fuertemente la autonomía del enfoque clínico.” 4 Se trata entonces del
primado de la clínica por encima de cualquier teoría. Philippe Pinel abrió la
exploración sistemática de un campo y el ordenamiento de los fenómenos que lo
constituyen; en este sentido constituyó la clínica médica desde la observación y el
análisis sistemático de los fenómenos perceptibles de la enfermedad. Los sucesores de
esta línea son todos los que ya hemos nombrado y nombraremos en este trabajo, tales
como Jean-Étienne Dominique Esquirol, Jean-Pierre Falret, Jules Baillarger,
Benedict Augustin Morel, Valentin Magnan, Jean-Martin Charcot, Jules Séglas y
Gaëtan Gatian De Clérambault.

1
Paul Bercherie, Los fundamentos de la clínica, Manantial, Buenos Aires, p. 87
2
Carl Wernicke (1848-1904). neurólogo y psiquiatra alemán, estudió ampliamente trastornos del lenguaje
tales como la afasia o alteraciones en la comprensión
3
Jules Bernard Luys (1828–1897) Neurólogo francés. Fue un innovador en el estudio de la anatomía
normal y patológica del sistema nervioso.
4
Paul Bercherie, Op. Cit., pp. 87-88.

1
Lo que atraviesa a estos dos enfoques es la consideración de la locura en tanto
enfermedad mental y que, como tal, debe encontrar su correlato en todo lo que tenga
relación con el cerebro. La neurología hará enormes avances durante esta época. Es en
este sentido que la psiquiatría devendrá un campo, que por la información que aporta, se
acercará a la neurología. Asimismo, los psiquiatras serán igualmente versados en
neurología, en tanto “el jefe de servicio examinaba tanto a sus paciente neurológicos
como psiquiátricos, sabía enseñar anatomía a sus colaboradores, los colorantes y el
microscopio le eran tan familiares como el escalpelo (...).”5

Sin embargo, será en la psiquiatría, la posición que escuchará la voz de la locura,


donde se encontrarán ciertos observadores perspicaces. Jules Séglas6 será uno de los
que se dedicarán a estudiar las perturbaciones del lenguaje en las locuras. Se inspirará
en los aportes de Jules Baillarger7, quien observa que hay un tipo específico de
alucinaciones donde no sólo se trata de elementos imaginativos (voces sin sonido) sino
que hay una participación directa del aparato psicomotor. En otras palabras: en relación
con estas nuevas alucinaciones observadas por Baillarger, el alucinado oye, percibe esta
alucinación como cualquier otra percepción del lenguaje, es decir, como voces definidas
y diferenciadas. Estas alucinaciones psicosensoriales no sólo corresponden a la
inclusión de elementos imaginativos sino que también involucran otros que provienen
de los órganos sensoriales. En otras palabras, son percibidas a través de los oídos en
tanto alucinaciones definidas y en estado de conciencia. De esta manera diferencia estas
alucinaciones psicosensoriales de las alucinaciones simples, donde el único elemento
presente es el proveniente de las representaciones imaginativas. Se desarrollará un
movimiento de estudio acerca de este tema sobre todo en lo que se relaciona con los
estados confusionales. Es que durante esta época el modelo del sueño trascenderá como
forma de abarcar lo que se observa, a saber, las alucinaciones y el delirio. Esto dará
lugar a elaboraciones teóricas profundamente diversas tales como las de Emmanuel

5
Paul Bercherie, Op. Cit., p. 87.
6
Jules Séglas, (1856-1939) Psiquiatra francés. Realizó una exhaustiva descripción y clasificación de los
fenómenos alucinatorios. Perteneciente al grupo de la Salpêtrière –hospicio mundialmente famoso, cuya
especialidad es la neurología y en el que trabajaron tanto Jean-Martin Charcot como Sigmund Freud. Cfr.,
acerca de las alucinaciones en general, el volumen colectivo Análisis de las alucinaciones con un escrito
de Jacques Lacan, Eolia-Paidós, Buenos Aires, 1995. Sobre la alucinación en los precursores de Freud,
cfr. Mazzuca, R., Valor Clínico de los fenómenos perceptivos, Eudeba, Buenos Aires, 1996.
7
Jules Baillarger. (1806-1891) Neurólogo y psiquiatra francés. Fue discípulo de Esquirol.

2
Régis8, quien estudia los delirios alcohólicos, y como La interpretación de los sueños
de Freud.

“En cuanto a los locos, ¿qué otra suerte puede dárseles? No son lo
suficientemente razonables para no estar encerrados, ni lo suficientemente prudentes
para no ser tratados como malvados, y `es completamente verdadero que es preciso
ocultar a la sociedad aquellos que han perdido el uso de la razón.´” 9 Será a través de la
observación clínica, entonces, que surgirán los primeros intentos de abarcar la locura de
acuerdo a un criterio médico para determinar un estatuto de enfermedades mentales pero
con una razón propia.

Lo que la locura tiene como interioridad humana empezará a ser observado y


con ello se planteará la pregunta por su origen desde un lugar que le pertenece y es su
ser. Podríamos decir que se hace conciente la necesidad de plantear que algunos no son
todos y de que cada uno tenga su estatuto para poder así saber por qué esos algunos son
algunos. Pensándolo de este modo, la locura pasa de ser la contracara de lo normal a ser
una patología con un estatuto médico; habrá entonces médicos que se formen dentro de
instituciones en las que estén en contacto directo con el “loco”. Séglas propondrá: “no
es tanto la fórmula sino la génesis de las ideas delirantes lo que puede servir de
elemento capital de diagnóstico..., por otra parte, el diagnóstico completo siempre debe
enfocar todos los síntomas -tanto somáticos como psíquicos- su modo de aparición de
sucesión, sus relaciones respectivas, así como la evolución de conjunto de la
afección.”10 Freud relata que el mismo Charcot, cuando realizaba con sus médicos
residentes las visitas en alguno de los servicios de la Salpêtrière, a través de toda la
jungla de parálisis, convulsiones y espasmos para las cuales cuarenta años antes no
había ni nombre ni comprensión, solía decir `faudrait y retourner et y rester´11 y
mantenía su palabra.

8
Emmanuel Régis.(1855-1918) Médico francés, autor del Tratado de psiquiatría.
9
Michel Foucault, La historia de la locura en la época clásica, FCE, 2003, p. 95.
10
Bercherie, P.: "Séglas y el grupo de la Sâlpetrière", Cap 13 de Los fundamentos de clínica: Historia y
estructura del saber psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999, p. 122
11
Una traducción aproximada de esto sería “Es necesario volver (a ese punto) y permanecer (o
demorarnos) allí (en él).”

3
La neurología recurrirá ahora a la psicología para servirse de nociones que se
impliquen en ella. Su modelo será entonces el arco reflejo para explicar la actividad
psíquica. Esta última quedará entonces definida por el asociacionismo en la dirección de
que “se trata de los diversos sentidos e igualmente de las sensaciones kinestésicas que
corresponden a las percepciones que el sujeto tiene de sus propios movimientos. Las
imágenes elementales se conservan en los centros sensoriales de la corteza; ellas se
asocian para constituir complejos de imágenes correspondientes a los grandes órdenes
de lo real (objetos, espacio, tiempo, mundo exterior, propio cuerpo, semejantes), de la
subjetividad y de las abstracciones (conceptos, valores, objetos irreales). Estos
conceptos reciben un símbolo verbal asociado, con sus cuatro componentes (auditivo,
visual, kinestésico de articulación, kinestésico gráfico).”12

Así, también se definirá a las alucinaciones auditivas como la inversa de las


afasias, en las cuales la sobre-excitación, origen de la alucinación, se presenta como
deficitaria.

Por otra parte, y ya con Morel13, encontraremos una cada vez más amplia
aceptación de la etiopatología de la degeneración. Ya desde Esquirol “(...) el escándalo
estriba (...) en que los locos, después de todo no son sino locos.” 14 Si a esto le sumamos
un discurso que pretende aislar la enfermedad mental en tanto a su etiopatogenia
entendida como algo que debe vincularse a la aspiración de Falret de encontrar para
cada “locura” su correlato físico, “Así pues se la percibe al mismo tiempo como
indispensable degenerescencia –puesto que es la condición de eternidad de la razón
burguesa- y como olvido contingente, accidental de los principios de la moral y la
religión, puesto que es necesario futilizar, al juzgarla, lo que se presenta como la
inmediata contradicción de un orden cuyo fin no puede preverse.” 15

Esta forma de abarcar el origen dará por ganancia la inclusión de la locura en un


campo médico que ya habíamos definido como aquel en el que se situaban los

12
Paul Bercherie, Op. Cit., p. 88.
13
Benedict Augustin Morel (1809-1873), psiquiatra nacido en Viena que presentó la hipótesis de la
degeneración.
14
Michel Foucault, La historia de la locura en la época clásica; FCE, 2003, p. 91.
15
Ibídem, p 63.

4
dógmaticos. Sin embargo y a través de esta metodología de la observación científica,
lentamente se logrará ir quebrando este todo. Es así que pervive una locura que,
desprovista de todo, sigue siendo irreductible en tanto no corresponde a las figuras
preestablecidas, como lo hereditario o lo degenerado condenado a no ser ahora en una
temporalidad inexorable.

Veremos que entre los franceses encontramos a Magnan,16 quien, siguiendo la


metodología de observación de los psiquiatras hará una distinción que inscribirá la
degeneración y herencia -de tinte más místico en la obra de Morel- en el discurso
científico propio de la enfermedad mental necesaria para la medicina. Estipulará que
“Las locuras propiamente dichas se dividen en dos grandes grupos: las locuras de los
degenerados y las psicosis que se desarrollan en individuos que están, evidentemente,
predispuestos pero cuya tara permanece latente (sin manifestarse por un desequilibrio
psíquico particular y que no presentan estigmas físicos de degeneración.)” 17 Magnan
partirá de las enseñanzas de su amigo y colega, Charcot, que se desempeña en una “casa
de asistencia” francesa, la Salpêtrière.

Será Charcot quien hará metáfora de su método. Frente a su ojo espiritual, decía,
se ordenaba el caos, que debía su confusión al retorno siempre constante de los mismos
síntomas. Los nuevos cuadros de enfermedades se veían caracterizados por un
anudamiento constante de ciertos grupos de síntomas. Los casos completos o extremos,
las tipologías, se dejan reconocer con ayuda de una cierta esquematización, y desde las
tipologías el ojo, en la concepción de Charcot, percibía los múltiples casos débiles, las
formes frustres, las cuales concurrían, desde este o aquel rasgo característico de las
tipologías, en lo inconcluyente. Con lo cual, rápidamente, había que volver a clasificar.
“Puede señalarse de paso que cada una de esas teorías da cuenta de ciertos problemas
clínicos que las otras explican mal (...)” 18 Podría pensarse que si bien el correlato
anatomo-patológico siempre debía estar presente, hay una fuerte tendencia a hacer
primar la observación clínica en el más sutil detalle del caso por encima de la teoría. En

16
Valentin Magnan, (1835-1916) fue un psiquiatra francés que estudió principalmente la parálisis
general, el alcoholismo y el delirio alcohólico.
17
Paul Bercherie, Op. Cit., p. 99.
18
Ibídem, p. 88.

5
palabras del mismo Charcot, que impresionaron a Freud: “La théorie, c´est bon, mais ça
n´émpêche pas de exister.”19

En la cúspide de su carrera, Charcot hará girar “su ojo” hacia un campo


particular: empezará a dedicarse a la histeria. “El trabajo de Charcot le dio al tema
dignidad” y la histérica “no necesitaba ser más una simuladora, ya que Charcot con su
autoridad integral le confirió veracidad y objetividad a los fenómenos histéricos.” 20 Al
modo que lo hace luego Magnan con las psicosis, Charcot establecerá las fases de la
histeria en el transcurso del tiempo, distinguirá sus tipos y propondrá el tratamiento
hipnótico como forma de recrear sus estados así como los de sonambulismo; la incluirá
en el campo de la enfermedad mental. Arribará entonces a la conclusión de que “estas
parálisis constituyen el éxito de ciertas representaciones que en los momentos de
predisposición hayan dominado el cerebro del enfermo.” 21 Aquí también podemos
advertir el sentido psicológico de los fenómenos: “La actividad psíquica es una
actividad asociativa, en el sentido de la ley de asociación de ideas de los psicólogos,
pero también en el sentido de los haces de asociación de los neurólogos, dado que estos
conceptos son considerados como las dos caras de un mismo fenómeno.” 22

En este período, entonces, predominarán, junto al marco etiológico y


clasificatorio de Baillarger y Morel, las enfermedades mentales consideradas desde una
perspectiva que privilegia sus formas clínico-evolutivas en tanto permiten aislarlas
como entidades constituyentes.23 Sin embargo, será recién con Emil Kraepelin24 que la
nosología psiquiátrica ganará un neto tinte evolucionista: “El aspecto particularmente
sistemático de su pensamiento hace que [sus categorías nosológicas] no dejen ningún
resto y que recubran el conjunto de la patología mental.”. Además de construir una

19
Nuestra traducción: "La teoría siempre es algo bueno, pero no nos impide seguir viviendo." Cfr.
“Extractos de las notas de Freud a su traducción de Charcot, Leçons du mardi”, en Obras Completas,
Amorrortu, tomo I, p. 173.
20
Paul Bercherie, Op. Cit., p. 25.
21
Ibídem, p. 34.
22
Ibídem, p. 88.
23
Ibídem, p. 103.
24
Emil Kraepelin (1856-1926), Psiquiatra alemán. Fue considerado el fundador de la psiquiatría
científica. Autor del Tratado de psiquiatría, que en sus ocho ediciones da cuenta de sucesivas
clasificaciones de las enfermedades mentales.

6
nosología compacta, con relación a la etiología “(...) la predisposición está presente por
doquier incluso en (...) las más exógenas.”25

En los inicios del siglo XX, Séglas retomará los aportes de Baillarger. Seguirá la
línea de Falret, basándose sobre una metodología clínica que rechaza la temática de las
ideas del delirio como criterio diagnóstico y propondrá que las mismas deberán
analizarse estructuralmente. En este sentido es que “las ideas de auto-acusación no son
para nada características de una forma vesánica determinada.” 26 Tal como hemos
señalado más arriba, Séglas indicará que lo que tiene valor diagnóstico no es la fórmula,
sino la génesis de las ideas delirantes; será “el conjunto clínico-evolutivo en el que la
idea delirante viene a inscribirse lo que la especifica”. 27 En tanto, a la oposición
fórmula-génesis para analizar el delirio, Séglas dirá, oponiendo el delirio melancólico y
el de la locura sistematizada primitiva -la paranoia- lo siguiente: “Independientemente
de toda causa ocasional o de todo estado mórbido emocional anterior, tiene su origen en
la intimidad del carácter individual, de la personalidad, en las anomalías de la
constitución psíquica entre las cuales predominan la exageración del sentimiento de la
personalidad, la autofilia”. 28

Asimismo, Séglas hará grandes aportes con relación a las alucinaciones. Para
ello se basa en las ideas de localización cerebral y las diferentes formas de afasia, así
como en las enseñanzas de Charcot. Aquí se puede entender por qué Séglas ha
trascendido como “(...) el clínico más fino sin duda que haya producido la Escuela
Francesa.”29 Esto es especialmente notorio cuando entre lo especifico de las
alucinaciones verbo-motrices ubica cómo los enfermos se defienden de ellas: “ellos
mantienen su lengua apretada entre sus dientes, suspenden su respiración, se llenan la
boca de guijarros...mientras que los alucinados del oído se tapan las orejas...emplean
algodón o peinados bizarros.”30

25
Paul Bercherie, Op. Cit., p. 112
26
Ibídem, p. 123.
27
Ibídem, p. 64.
28
Ibídem, p. 123.
29
Ibídem, p. 117.
30
Ibídem, p. 125.

7
2- Freud y su clínica

Será en la etiología de la degeneración propuesta por Charcot, su maestro, que


Freud sentará las base para su clínica. Empezará a pensarla desde otra posición, que,
como dijimos antes, se ve plasmada en la frase: “La théorie, c´est bon, mais ça
n´émpêche pas de exister.”31

Desde el interior de la concepción neuro-patológica de la locura que Freud


afirmará que “por el contrario (...) la lesión de las parálisis histéricas debe ser por
completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se
comporta como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de
ella.”32 Será la enfermedad mental la que dará entonces un giro en tanto que lo que se ve
afectado es la función. En otras palabras: “(...) el órgano paralizado o la función abolida
están envueltos en una asociación subconsciente provista de un gran valor afectivo, y se
puede mostrar que el brazo se libera tan pronto como ese valor afectivo se borra.” 33

Es interesante que Freud en un texto tan temprano de su obra (fue publicado en


1893) ya aluda al concepto que aún llama “subconsciente”. Es la palabra, lo que se dice,
lo que provoca y nos guía con relación a la parálisis histérica. Así mismo y en un
adelanto de lo que dará lugar a la idea de inconsciente, unas líneas más abajo afirma:
“Cada suceso, cada impresión psíquica están provistos de cierto valor afectivo del que el
yo se libera por vía de la inervación motriz o por el trabajo psíquico asociativo. Si el
individuo no quiere o no puede tramitar el excedente, el recuerdo de esta impresión
adquiere la importancia de un trauma y deviene causa de síntomas permanentes de
histeria. La imposibilidad de la eliminación es notoria cuando la impresión permanece
en el subconsciente.” El trauma ya no es solo físico, hay traumas psíquicos, y es aquí
donde Freud ubicará la noción de inconsciente.

31
Como introducción general a la novedad que significa el surgimiento de la perspectiva freudiana, cfr.,
Tendlarz, E., ¿Qué es eso llamado Psicoanálisis?, Ediciones Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1999.
32
Freud, S.: Obras completas; Tomo I: “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de
las parálisis motrices orgánicas e histéricas; Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 206.
33
Ibídem, pp. 208-209.

8
Sin embargo, y como hombre de su época, Freud nunca abandonará la
posibilidad de encontrar para el inconsciente un correlato biológico cerebral y una
explicación funcional anatomo-neurológica. Sus esquemas tanto del “Proyecto de una
psicología para neurólogos” (1895) como de “El Yo y el ello” (1923) dan cuenta de
esto. El mismo Freud planteará, en su texto “Charcot”, que éste último sobrevalora la
herencia como causa etiológica hasta el punto de que no deja espacio para la
contracción de neuropatías, sólo le asigna a la sífilis un lugar humilde entre los agents
provocateurs y no separa -ni por su etiología ni de otra forma suficientemente incisiva-
a las afecciones nerviosas orgánicas de las neurosis.

Con Freud eso –el “ça”-, no sólo no deja de existir sino que empieza a tener un
estatuto simbólico. Esa voz de la locura, devenida enfermedad mental particular gracias
al trabajo de Charcot, ahora será lenguaje. En primera instancia devendrá símbolo que
por vía de la asociación libre contendrá algún sentido que denuncia una carga de afecto
particular. Si Charcot le prestó su ojo, ahora habrá alguien que le dará su oído, y lo hará
de una manera absolutamente novedosa. Hay algo del sentido que se empieza a
escuchar; así como las “formes frustres” de Charcot se hicieron observar, del sin-sentido
empieza a discriminarse un sentido que apunta a otra realidad.

Charcot, como Magnan respecto de las psicosis, busca un correlato en tanto


puede tratarse solamente de algo orgánico. “Es la interpretación neuro-fisiológica
suministrada a diversas perturbaciones lo que las unifica entre sí y con los “estigmas
psíquicos”, los síndromes episódicos de los hereditarios (obsesiones, impulsiones,
fenómenos de detención: inhibición, perversiones sexuales).”34 Freud, en cambio,
partirá de otro tipo de interpretación para diferenciar y luego unificar las neurosis entre
sí: el inconciente.

Recordemos que en la Escuela Alemana el criterio nosológico psiquiátrico sólo


se concebía en función de tres parámetros sintetizados por Richard von Krafft-
Ebing35, a saber: la anatomía patológica, la etiología y, en última instancia, la clínica;

34
Paul Bercherie, Op. Cit, p. 103.
35
Richard von Krafft-Ebing (1840–1902). Psiquiatra austríaco, se lo considera el fundador de la
sexología. Su obra más conocida es Psychopathia Sexualis (1886).

9
las etiología había devenido hegemónicamente como degenerativa o hereditaria. Por
otra parte, tanto Kraepelin como Karl Ludwig Kahlbaum36 consideran las
psiconeurosis como “simples síndromes clínicos que pueden pertenecer a diversas
entidades evolutivas, por ende a diversas enfermedades, únicas dignas de figurar en la
nosología.”37 Las neurosis son consideradas una forma menor subordinada a las otras
“enfermedades mentales” propiamente dichas. Por el momento en el contexto histórico
de Freud la locura histérica sigue siendo locura. Para Freud, si bien se le ha puesto
nombre, aún no se la ha entendido.

Destacaremos que en un inicio, la obra de Freud estará centrada en las neurosis,


con el trabajo pertinente de su elaboración conceptual del aparato psíquico tripartito, en
sus dos tópicas, con sus aspectos dinámicos y económicos que irán tomado forma. A
esto se le sumará la necesidad de una teoría acerca de un vivenciar sexual infantil, las
vivencias primarias de dolor o satisfacción que en cada uno de nosotros darán lugar a
una verdad singular que nos mal-permitirá o impedirá funcionar en el mundo. Para
Freud, entonces, habrá siempre una sobredeterminación del síntoma. Será la conexión
entre la disposición por fijación de libido (vivenciar pre-histórico o constitución sexual
y vivenciar infantil) y un vivenciar accidental traumático que dará lugar al síntoma
neurótico. Si éste es reconducido a la escena traumática, sus efectos patológicos podrán
ser levantados. La hipótesis fuerte aquí será que -al igual que los síntomas- en la
neurosis el delirio será portador de un sentido. El sentido que tiene en la neurosis es que
comporta una satisfacción paradójica, y esto es lo que plantea Freud en 1914, en su
texto Introducción del narcisismo, en tanto el ser humano se ha mostrado allí incapaz,
como cada vez en el campo específico de la libido, de renunciar a una satisfacción
conocida.

3- Dos mecanismos diferentes en la producción de síntomas: neurosis y


psicosis, dos estructuras.

36
Karl Ludwig Kahlbaum (1828- 1899), médico alemán que formuló el concepto de catatonia.
37
Paul Bercherie, Op. Cit, p. 109.

10
Si bien Freud se centra en las neurosis, uno de sus primeros intentos de abarcar
una oposición entre neurosis y psicosis es a través del análisis de las memorias del
presidente Schreber.

Freud se orienta con respecto al psicoanálisis según las normativas del “hacer
ciencia” de su época; su metodología aspira a ir más allá de la capacidad explicativa de
la psiquiatría. Cuando en 1911 se aboca al análisis de Schreber en “Sobre un caso de
paranoia descripto autobiográficamente”, sostiene que el interés en las formaciones
delirantes del psiquiatra práctico se agota generalmente cuando puede establecer la
producción del delirio y haya juzgado su influencia sobre cómo conduce su vida el
enfermo; su asombro no es el comienzo de su comprensión. El psicoanalista trae de su
conocimiento acerca de las psiconeurosis la suposición de que también en formaciones
tan singulares, tan desviadas del pensamiento acostumbrado de los hombres, han
surgido de las mociones más generales y comprensibles de la vida anímica, y quiere
conocer los motivos así como los caminos para esta transformación.

Tal como Charcot ha dejado una marca en la forma de hacer clínica de Freud,
también lo ha hecho la obra de Griesinger: “(...) su ejemplar estaba cuidadosamente
subrayado con lápiz; particularmente `es del mayor interés la acumulación de marcas en
las páginas en las que Griesinger presenta su teoría del ego y su concepción de la
metamorfosis del ego´ en el delirio, tesis que Freud retomará muy ampliamente.” 38

Digamos que con Freud, el estatuto de la enfermedad mental psiquiátrica


deviene enfermedad psíquica. Si hay sentido, es porque en estas producciones del
inconsciente, los sueños, los fallidos, los síntomas, hay algo de otra realidad más
satisfactoria contenida en ellos. La fantasía devendrá portadora no sólo de sentido sino
también de una satisfacción que la realidad no provee. De esta manera, Freud menciona
en su conferencia “Los caminos de la formación de síntomas” que los enfermos se han
creado dichas fantasías y este hecho no deja de tener significado menor para la neurosis
que si hubiese vivenciado realmente el contenido de las mismas. La realidad psíquica no
material entonces será la que dará lugar al sentido como determinante en psicoanálisis.

38
Bercherie, P., Op. Cit., Cap. 4: “Guislain y Griesinger”, p. 43.

11
Freud recomienda entonces leer, al menos una vez, la obra de Schreber: sus
memorias. Le reconoce a Schreber una subjetividad en tanto su delirio tiene algo que
decir: un sentido que intentaremos aún revelar. Al igual que en la neurosis, procederá
entonces minuciosamente a tratar el texto como si fuera producto de la asociación libre
intentando ubicar lo que podría dar como resultado algún sentido. Nos advierte
entonces, al inicio del texto “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”,
que el examen psicoanalítico de la paranoia sería casi imposible si los enfermos no
poseyeran la particularidad de delatar, si bien de manera deformada, justo aquello que
los otros neuróticos ocultan como un secreto. Por otro lado, se lamenta acerca de la
censura de la que fue objeto “Las memorias de un neurópata”, ya que de esta manera no
conoceremos –y solo podemos reconstruir de manera parcial y laboriosamente- cuáles
podrían haber sido las cuestiones históricas subjetivas y familiares que podrían dar a
conocer el sentido del delirio; y desde allí, cuál es el “conflicto” psíquico que le
impondrá un trabajo como intento de curación de la enfermedad de Schreber.

Ya en el texto de 1894, “Neuropsicosis de defensa”, hay una mención a las


psicosis alucinatorias. En el Punto III de este texto sostiene inicialmente que resulta
justificado sostener que el yo ha logrado huir de la representación penosa; el proceso
por el cual esto fue posible se sustrae tanto de la percepción de sí mismo como del
análisis psicológico-clínico. Esto parecería seguir planteándole a Freud ciertas
dificultades con relación a su nosología. Será en base a su noción de “conflicto” entre
instancias psíquicas que finalmente logrará modificarla.

Este conflicto psíquico surgirá entonces: entre el yo y el ello para las


psiconeurosis de transferencia, entre el yo y el super-yo para las psiconeurosis
narcisísticas y entre el yo y el mundo exterior para las psicosis. Todas estarán fundadas
en alguna función fallida del yo. Casi al final de su obra, en el texto de 1924, “Neurosis
y psicosis”, Freud refiere que particularmente en las psicosis será el fracaso insoportable
de un deseo en la realidad. Esto subyacerá como rajadura original al parche del delirio
como intento de curación o reconstrucción. Pero para esta reconstrucción habrá también
una sobredeterminación en tanto que ésta se le impone al yo por dos vías: por un lado,

12
por las siempre posibles percepciones actuales -lo cual en las psicosis se ve
particularmente afectado- y por el otro, por el tesoro de recuerdos de percepciones más
tempranas, que conforman parte del yo.

Será finalmente de la pulsión de lo que el neurótico se defiende. Será en el año


1925, en el texto “Inhibición, síntoma y angustia”, con relación a su segunda teoría
sobre la angustia, donde Freud dirá que la situación de peligro es la reconocida,
recordada y esperada situación de indefensión. Aquí podemos ubicar este vivenciar
prehistórico, que a lo largo del desarrollo libidinal, será reforzado en tanto punto de
disposición por fijación de la libido. Con el conflicto planteado a raíz de un vivenciar
accidental, podemos decir que la defensa de la percepción peligrosa a propósito de esta
situación de indefensión, quedará caracterizada como la tarea generalizada de las
neurosis. Esta pulsión que es sorda y muda será la que siempre acicateará para lograr su
satisfacción. Satisfacción que en el humano en su concepción psicoanalítica siempre es
paradójica y que sufrirá a lo largo de su desarrollo múltiples vicisitudes.

4- ¿Qué realidad se pierde en la neurosis y en la psicosis?

La pérdida de realidad en las neurosis será planteada entonces como un “juego


de niños” que intenta ocultar una porción de realidad con un sentido particularmente
íntimo. Será desde el mundo de fantasías que pervive más allá del inicio del principio de
realidad que se tomará el material para las nuevas formaciones de deseo que se
encuentran por los caminos de la regresión a un tiempo anterior real más satisfactorio.
Para las psicosis, este “tiempo anterior real más satisfactorio” también constituirá una
reserva de donde se tomarán los materiales y las tramas para la construcción de la nueva
realidad. Si bien en ambas -neurosis y psicosis- hay pérdida de realidad e intento de
sustituirla, la diferencia radica en que, para las neurosis, esa porción de realidad
comporta un sentido simbólico, mientras que en las psicosis se trata de instaurar una
realidad fantástica en lugar de la realidad exterior. Será en este sentido que Freud dirá ,
en “Pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, que la neurosis no desmiente la
realidad, sino que simplemente no quiere saber nada de ella, en tanto la psicosis la
desmiente y procura sustituirla.

13
Esto es lo que Freud aporta a la locura en tanto ella ahora no solo es nombrada
como paranoia sino que implica un trabajo psíquico como intento de curación: el delirio.
Con Freud, lo que hasta ese momento era tomado como producción de la enfermedad -
la formación delirante- constituye en verdad el intento de curación y reconstrucción. Sin
embargo, si el síntoma del neurótico retorna desde lo simbólico y lo reprimido, en las
psicosis ¿desde dónde retorna?

Si bien Freud parecería no poder hacer referencia al mecanismo específico de la


paranoia, ya la incluye en cuanto a que se trata de una fantasía de deseo, lo cual hace
zozobrar toda una parte de la realidad que se encuentra enlazada a ella; de esta manera,
si bien el yo logra con éxito el objetivo de rechazar la representación desagradable,
también se ha desgarrado parcial o totalmente de la realidad. 39

Si el inconsciente es atemporal, es este vivenciar pre-histórico e histórico infantil


lo que dará lugar a la disposición por fijación libidinal. Esta disposición por fijación
libidinal, sumada al vivenciar accidental de cada cual, darán a su vez el motivo para la
contracción de una neurosis. Esta hipótesis, ¿también es válida para la causación de la
psicosis? Repetimos entonces, parafraseando lo escrito por Freud en el capítulo III de
“Sobre un caso de paranoia descripto autobiográficamente”, que en tanto suponemos
que los paranoicos han traído consigo una fijación en el narcisismo, el retorno de la
homosexualidad sublimada hasta el narcisismo indicaría el monto característico que
indica la paranoia. Es en el inconsciente donde pervive lo absolutamente diferente, tanto
para las psicosis como para las neurosis.

Será en “Introducción del narcisismo” (1914) donde, urgido por Carl Gustav
Jung40, Freud empezará a cuestionarse. En su texto “Acerca de un caso descripto
autobiográficamente de paranoia” había afirmado que, si bien la etiología sexual no
resulta evidente en la paranoia, sí era claro que los paranoicos se defendían de una

39
Cf. Freud, S.: Obras completas; Tomo I: Neuropsicosis de defensa; Punto III.
40
Carl Gustav Jung (1875-1961) Psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial
del psicoanálisis. Fue discípulo de Sigmund Freud en sus comienzos, luego se distanciaron. Carl Jung fue
un pionero de la psicología profunda.

14
sexualización de sus investiduras sociales. Esto trae entonces como consecuencia la
suposición de una fijación de su desarrollo libidinal en la porción comprendida entre las
fases de autoerotismo, narcisimo y homosexualidad.

Toma como ejemplo el delirio de observación. Hablará entonces de conciencia


moral o de culpa41. Y a diferencia de su estilo general, en este texto será categórico
cuando refiere que los enfermos se quejan de que se conocen todos sus pensamientos,
sus acciones son observadas y supervisadas; se les es informado acerca del imperio de
esta instancia [la conciencia moral] por voces, las cuales tienen la característica de
hablar con ellos en tercera persona. Dirá que esta queja es justificada, ya que describe la
verdad. El rechazo de esta instancia censuradora se basa en que la persona, en
correspondencia con el carácter básico de la enfermedad, intenta abandonar toda
conexión de estas influencias críticas, empezando por las paternas y retirando la libido
homosexual de ellas. Entonces, a estas personas su conciencia moral o de culpa se les
presenta de forma regresiva incidiendo de manera hostil desde afuera.42

Parecería que esto que retorna en la psicosis por un lado se satisface


verdaderamente en el tesoro de los recuerdos pero al mismo tiempo se percibe como
proveniente desde afuera.

Hay que destacar que la enseñanza de Charcot, en tanto se trata de la


observación de cada uno de los casos para poder abarcar el cuadro correspondiente, no
dejará nunca de estar presente en Freud. El punto de partida para la verdad freudiana,
así como para el psicoanálisis, siempre será la clínica. Y será en esta clínica que Freud
se pregunte acerca de la particular forma de aparición de los síntomas y acerca de cómo
dar con el mecanismo al que se debe la formación de síntomas o de la represión en la
paranoia. Freud, en “Neurosis y psicosis”, descarta el complejo paterno o la fantasía

41
En realidad, es muy difícil traducir al castellano la voz alemana “Gewissen” que se reserva solamente
para la conciencia de culpa o moral, y se diferencia de que en alemán hay otra palabra para lo que es
conciencia, a saber, “Bewusstsein” o “Bewusste”; todas ellas contienen el verbo saber, en alemán
“wissen”. Conciencia de culpa se dice “Schuldbewusstsein” y Freud también lo usa así en el narcisismo.
En este sentido la traducción de conciencia moral es la más cercana pero no recubre el término Gewissen
en alemán, ya que este último está más allá de la conciencia.
42
Cfr., para el desarrollo desde aquí hasta el final de esta clase, “Acerca del mecanismo paranoico”, Cap.
III de Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (1911), en Obras Completas, Buenos
Aires, Amorrortu, 1986, pp. 58 y ss.

15
homosexual como explicación exclusiva para la paranoia, ya que ambas se encuentran
presentes en gran variedad de fenómenos de la vida anímica humana. Procederá
entonces a abordar de dos modos diferentes el proceso por el cual el paranoico se
defiende de la mencionada fantasía homosexual.

Por un lado, plantea un análisis gramatical partiendo de la frase en la que se


resume dicha fantasía: “Yo [hombre] lo amo a él [un hombre].” Se tratará entonces de
contradecir esta frase haciéndola coincidir con los posibles fenómenos que se observan
en las paranoias.

En primera instancia se contradice el verbo: “Yo [hombre] no lo amo- Lo odio.”


Pero según Freud este mecanismo de la formación de síntoma en la paranoia exige que
la percepción interna, “Yo lo odio”, sea sustituida por una percepción externa. Por
proyección sobre este otro, deviene en “Él me odia (me persigue) y esto me dará
justificación para odiarlo.” La sensación dominante inconciente aparece así como
conclusión de una percepción externa: “Yo no lo amo –yo lo odio- porque él me
persigue.” Es de esta manera que Freud explica el delirio de persecución de las
paranoias.

En segunda instancia, Freud negará el objeto. “Yo no lo amo a él- Yo la amo a


ella.” Se tratará aquí de una compulsión de la proyección en tanto sólo así se justifica
esta sensación, y el proceso se completa con un “Porque ella me ama”. Freud aclara que
estos casos de erotomanía se presentan como una forma de paranoia donde el eslabón
intermedio puede devenir conciente ya que no presenta una contradicción tan
insoportable como el par odiar-amar del delirio de persecución.

La tercera forma de negación será característica del deliro de celos, el cual Freud
analizará desde dos perspectivas diferentes; desde la masculina, este deliro corresponde
al delirio de celos del alcohólico. El enunciado que le subyace será entonces “No soy yo
quien ama al hombre- Ella lo ama”. De esta manera tendrá sospecha de su mujer en
todos los hombres cuyo amor procura. Aquí el mecanismo de proyección queda
excluido ya que con el cambio del sujeto que ama el proceso es excluido del yo.

16
Desde la perspectiva femenina, el delirio de celotipia es análogo al masculino:
“No soy yo quien amo a las mujeres- Es él.” En la elección de los objetos de amor
endilgados al hombre, se evidencia de manera indiscutible la influencia del tiempo de la
vida en la cual se ha dado lugar a la fijación correspondiente: son por lo general
personas inadecuadas para un amor real, reediciones de figuras serviles o con las que
compitieron en su infancia.

En la última, se negará toda la afirmación: “Yo no amo a nadie, y no amo en lo


absoluto.” Aquí la libido quedará a nivel del yo en tanto el equivalente psíquico de
dicha negación es “Yo me amo sólo a mí mismo”. Freud lo relaciona con el delirio de
grandeza o megalomanía y lo explica como una sobrevaloración sexual del propio yo
para así poder hacer a un lado la ya conocida sobrevaloración del objeto de amor.

A través del procedimiento gramatical que aplica a esta frase, Freud intenta
comprobar si todas las formas de neuropsicosis involucran entonces al mecanismo de la
proyección. Por “proyección”, entendemos al mecanismo por el cual una percepción
interna es reprimida y sustituida por una proveniente desde el exterior para la
conciencia. Esta nueva percepción que retorna como exterior ha sufrido entonces ciertas
transformaciones en su contenido para devenir conciente. Desde esta perspectiva, el
mismo Freud reconoce que inicialmente estaríamos tentados de presentar este proceso
como el más significativo y absolutamente patognomónico de la paranoia, si no
recordáramos justo a tiempo que, en primer lugar, la proyección no desempeña el
mismo rol en todas las formas de paranoia; y en segundo, que no aparece solo en la
paranoia sino que también lo hace en otras relaciones de la vida anímica, y también, que
le corresponde una parte regular de nuestra posición frente al mundo exterior.

Habiendo descartado a través de este procedimiento el mecanismo de la


proyección como propio para la formación de síntomas en la paranoia, Freud propone
ahora preguntarnos qué conceptos podemos referir acerca del mecanismo de la
represión en la misma. Se propone entonces un análisis desde la pulsión o, en otras
palabras, desde la perspectiva de la libido.

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Sabemos que para la neurosis el mecanismo de la formación de síntomas es el de
la represión. En cambio, para la psicosis, Freud definirá tres tiempos. En un primer
tiempo habrá una fijación libidinal. También nos hemos referido a ella en relación a lo
que mencionamos sobre la fantasía homosexual que remite directamente a una fijación
en la fase libidinal del narcisismo.

El segundo tiempo estará dado por la catástrofe, el sepultamiento del mundo y


los hombres “mal hechos” que refiere Schreber. En él es donde se lleva a cabo la
represión propiamente dicha. Aquí, aparecido el conflicto donde Paul Flechsig43
deviene perseguidor, la investidura libidinal depositada tanto en todas las demás
personas como en el mundo exterior, es retirada a modo de defensa. La libido libre
retorna al yo, dando lugar a un agrandamiento de la misma instancia; esto explica el
delirio de grandeza característico de la paranoia. En esta fase ruidosa de la enfermedad
aparece entonces el delirio, que constituye entonces el intento de sanación.

Freud ubica así, por un lado, una fantasía homosexual, que se denuncia en la
persecución de la cual es víctima por parte del doctor Flechsig y finalmente por Dios
mismo. Estos son sustitutos transferenciales de una serie identificatoria que remite a una
añoranza llevada a un reforzamiento erótico del padre y del hermano fallecido de
Schreber. Ambas figuras del delirio sufren una serie de descomposiciones mientras el
delirio se va consolidado. Freud alinea así la fantasía homosexual con otro rasgo central
del delirio schreberiano: el complejo paterno.

Por otra parte, en el mismo texto –“Sobre un caso de paranoia descrito


autobiográficamente”, Freud sostendrá que la transformación en mujer (emasculación)
constituyó el delirio primario, que luego recién fue juzgado como un acto de fuerte
privación y persecución y que sólo secundariamente se vincula con el rol del redentor.
La exigencia de voluptuosidad por parte Flechsig y de Dios obtendrá así un sentido a
través del delirio. Freud postula, como ya dijimos, que en los paranoicos la libido
retorna por vía regresiva a una de sus fases de desarrollo, a saber, el narcisismo. En esta

43
Paul Flechsig (1847-1929), neurólogo alemán, fue médico de Paul Schreber.

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fase el yo constituye su único objeto sexual. Así en la paranoia se puede suponer que
hay una fijación constitutiva en el narcisismo y la característica de su regresión y su
monto estará dado por el retroceso de la homosexualidad sublimada hasta esa fase. Los
lazos sociales son el principal objeto por el cual esta libido es sublimada. Parafraseando
lo dicho por Freud en “Introducción al narcisismo”, si la libido se encuentra en estado
libre, suelta sus seudópodos del mundo al cual los extendió.

En el tercer tiempo lo llamativo será entonces este intento ruidoso de curación


que revierte la represión propiamente dicha, la retracción de la libido de las personas
amadas, depositándola nuevamente en ellas. Y será al respecto de lo que Freud escribe
sobre Schreber, que hará una enmienda a lo que había sostenido en “Neuropsicosis de
defensa”, afirmando que no había sido correcto decir que la sensación interior reprimida
se proyecta hacia fuera, ya que podemos reconocer mucho más que lo cancelado
[Aufgehobene] interiormente retorna desde lo exterior.

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