Lágrimas de Agua Dulce de Jaime Chabaud
Lágrimas de Agua Dulce de Jaime Chabaud
Lágrimas de Agua Dulce de Jaime Chabaud
DE AGUA DULCE
(Incluye unipersonal para actriz)
Jaime Chabaud
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Cuadernos de Dramaturgia para Joven Público
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LÁGRIMAS
DE AGUA DULCE
(Incluye unipersonal para actriz)
Jaime Chabaud
Miguel Hernández
Índice
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NOTA A ESTA NUEVA EDICIÓN
J. Ch.
Personajes
Sofía
Felipe
Mateo
Sara
José
Beata 1
Beata 2
Abuela
Notario
Cura
Alcalde
Espacio(s)
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Escena 1
El parque.
Felipe corre tras Sofía, que tropieza y se hace daño.
Ella llora copiosamente. Y decir copiosamente es no
entrar en el asunto: Sofía llora a cántaros, litros.
Silencio.
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Felipe: (Prueba sus lágrimas.) ¿Pues a qué querían
que supieran?
Sara: (Saborea las de Mateo.) A sal, como todas.
Mateo: Menos las de tu amiga…: la monstruo.
Felipe: (Lo verifica.) ¡Es cierto, Sofía! Tus lágrimas
son dulces.
Sofía: No es verdad.
Felipe: Dulces como agua de manantial.
Sofía: (Sale corriendo.) Mientes.
Mateo y Sara: Lágrimas dulces… ¡Fenómeno...!
¡Fenómeno...!
Escena 2
El pozo.
El Cura, Beatas 1 y 2 hacen una rogativa. José, el
Alcalde, el Notario y gente del pueblo contemplan
respetuosos la ceremonia.
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Notario: Y me hicieron gastar en una bomba nue-
va. ¿Sabe el dineral que me costó?
Alcalde: No me jodas, notario, que el agua no se
fue sola y yo me conozco quién le dio una ayudadita.
Notario: Su mamá también…
Alcalde: No me insulte que sus perforaciones aca-
baron con los mantos acuíferos y…
Cura: ¿No se mueren de calor? Les invito algo de
beber en la parroquia para limar asperezas.
Notario: Pero si no le queda ni agua bendita para
tomar, padre.
Cura: Los caminos de Dios son misteriosos, hijo.
Me llegaron cervecitas.
Escena 3
El árbol.
La Abuela intercepta a Sofía que sube al árbol del
patio de su casa.
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Escena 4
La casa.
Entra José seguido de Sofía, la Abuela y Felipe.
Entra el Notario.
Escena 5
La fábrica.
Frente a una especie de potro de tormento al que
Sofía está atada, el Notario y José.
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Notario: Eres feísima…
Sofía: No es cierto…
Notario: Te odia el mundo…
José: Pare, por Dios…
Notario: (Zarandea a la niña.) Pura lástima que
das…
Escena 6
El parque.
Mateo, Sara y Felipe contemplan con admiración
a Sofía. La actitud de los dos primeros ha cambiado.
Mateo: Vicepresidenta…
Sara: No, bobo, Sofía tiene que ser la presidenta de
nuestro club.
Sofía: Yo no quiero nada de eso.
Felipe: Entonces vamos a jugar encantados otra vez.
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malucos que… Que no lo dejan a uno ni dormir bien…
Así como duermes tú de bien ahora… ¡Qué envidia
que me das! Traías los ojos empiyamados desde esta
mañana… Yo me digo que quién te manda tener esa
manera… Esa forma de llorar… Porque lo que hice fue
sólo pellizcarte un poquito… No me vengas ahora con
que soy el malo del cuento y que… Quería que todos te
admiraran y te respetaran y fueran tus amigos… Eso sí
lo logré y me lo tienes que reconocer… Aunque claro,
como eres de presumida… Ya te sientes la muy muy
y andas de presumida y… (Silencio largo.) ¿Me per-
donas, Sofía? Te juro que mi intención no era que te
cansaran de esa manera haciéndote chillar de la noche
a la mañana y de la mañana a la noche. ¿Puedes per-
donarme?
Escena 7
La calle.
Sofía camina apoyada en el hombro de Felipe
cuando se cruzan con las Beatas 1 y 2.
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Salen y se ilumina el espacio de la casa de Sofía, don-
de José cuenta las ganancias satisfecho y entrega una
parte del dinero al Notario, que hace mutis entre car-
cajadas.
Escena 8
El árbol.
Sofía trepa al árbol ayudada por Felipe, que la si-
gue. Se acomodan y escuchan cómo abajo, desde la
casa, José canta una canción alegre sobre las bonda-
des del dinero.
Escena 9
La casa.
En el interior de la casa de Sofía hay mucho mo-
vimiento. Una coreografía de personas entrando y
saliendo, hacen pedidos, se llevan garrafas de agua,
pagan a José. Desde un rincón la Abuela observa mo-
viendo la cabeza, reprobatoria. En su habitación, en
la planta superior, Sofía contempla el cielo.
Escena 10
La alcaldía y el curato.
Vemos los dos espacios simultáneamente. En el
primero el Alcalde observa unos planos que explica
el Notario. En el segundo el Cura y las Beatas 1 y 2
preparan una carta.
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Cura: Antes que nada tenemos que probar el milagro.
Beata 1: Pero, ¿cómo?
Beata 2: Hay que pedir firmas y testigos y…
Cura: Y quizá habrá que exagerar un poquito que
eso no es mentir.
Alcalde: ¿Cómo expropiarla?
Notario: José es un pobre miserable que no sabe lo
que tiene en las manos y capaz un día se le sale el amor
paternal y nos jode toda la empresa.
Alcalde: ¿Conque un edicto de expropiación?
¡¡Claro!! Le quitamos la patria potestad a José y ni la
abuela se va a poder meter. ¿Quién me va a decir algo?
Es un bien común, patrimonio del pueblo.
Cura: A ver, Cuquita, escriba: “Venerable Santo Pa-
dre: Quiero distraerlo de sus muchas ocupaciones por-
que se ha producido en este pueblo un milagro porten-
toso que no puede pasar desapercibido al Vaticano…”.
Escena 11
Sara: Despierta.
Felipe: Somos nosotros, Sofía…
Sofía: (Reacciona.) ¿Qué hacen aquí?
Felipe: Venimos a rescatarte.
Escena 12
Sofía: Suéltenme.
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frente a la estatua de Sofía que poco a poco empieza a
disolverse en el agua.
Oscuro final.
Personaje
Abuela
Voces
Sofía
Felipe
José
Beata 1
Beata 2
Cura
Alcalde
Mecánica Escénica
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de elementos. El desdoblamiento de la actriz en los
muchos otros personajes de esta historia puede, pues,
ir desde el trabajo de fisicalidad a la manipulación de
títeres u objetos.
Elementos
Prólogo
En la casa.
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* * *
* * *
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Ahí estábamos todos… El señor cura y las beatas ha-
ciendo una rogativa, el alcalde, y José, mi hijo… Todos,
pues.
Cura: Virgen de Icuiricui.
Beatas: Ruega por nosotros.
Cura: San Goteo Goteo.
Beatas: Ruega por nosotros.
Cura: Virgen de los aguadores.
Beatas: Ruega por nosotros.
Cura: Cristo de los sedientos.
Beatas: Danos el agua.
Todos: Amén.
Abuela: El cura bendijo el pozo y dijo unas frases en
latín que nadie entendió. El alcalde se persignó y le hizo
una señal a José, mi hijo, para que echara a andar la…
la cosa esa… la bomba extractora. Se oyó un ruidito así
como: kjjjjjjj… Todos nos amontonamos para ver más
de cerquita. Ora sí ya vamos a tener agua. Otro ruidito,
kjjjjj, y que sale un chorrito de agua sucia… Un chisgue-
te, tres gotitas y ya… Los que estaban mirando se fueron
y el Alcalde que le da una buena patada y que se para la
bomba. José, mi hijo, se pone duro y dale para echarla a
andar otra vez. Y que le dice el alcalde:
Alcalde: Deja esa pendejada por la paz, José, o te
voy a patear a ti también.
José: Sí, señor alcalde. Yo le dije que ese pozo esta-
ba más seco que el cerro.
Alcalde: ¿Y cómo lo sabías?
José: Pues, ¿qué no me metí hasta dentrísimo el
otro día?
* * *
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a Sofía trepada en el árbol del patio de la casa, donde
siempre se subía cuando estaba triste.
¿Y ora tú, mi niña, qué haces ahí encaramada?
Sofía: Felipe me dijo que se murió el perro de doña
Haydée.
Abuela: ¿El Blanquito? Si lo acabo de ver… ¿No vas
a bajar?
Sofía: ¿Para qué? Extraño a mi mamá. Y Felipe es
un tonto.
Abuela: ¿Se pelearon?
Sofía: Me dijo fenómeno… ¿Por qué lloro como cu-
betadas de agua, abuela?
Abuela: Porque eres la niña más sensible de este
pueblo.
Sofía: (Baja del árbol.) ¿Y tienen que ser dulces?
Abuela: ¿Tus lágrimas…?
Sofía: Lo odio…
Abuela: No digas bobadas, Sofía.
Sofía: Son dulces, de veritas.
Abuela: ¿Y desde cuándo?
Sofía: Desde siempre o… No, desde que murió ma-
má. Ahí comencé a llorar a chorros y a hacer charcos.
¿Me voy a secar, abuela?
Abuela: ¿Lágrimas dulces, eh?
Sofía: Sí, mira, prueba.
Abuela: Lo son, efectivamente, qué curioso.
Sofía: No quiero… no me gusta.
* * *
* * *
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* * *
* * *
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José: Nadie recogió esas lágrimas, carajo amá.
Abuela: Te has vuelto un monstruo, José.
Aunque no me lo crean, metí a mi hijo a la fuerza,
jalándolo de la oreja para que dejara en paz a los niños
y para decirle cuatro verdades.
* * *
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mas de agua dulce con una ganancia adicional: tene-
mos sal para comercializar. ¿Qué les parece? ¡Fantás-
tico, ¿verdad?! Ahh… Pero primero necesitamos un
edicto para expropiar a Sofía. Quitársela a su papá…
José es un pobre miserable que no sabe lo que tiene en
las manos y capaz que un día se le sale el amor paternal
y nos jode toda la empresa. Le quitamos la patria po-
testad a José y ni la abuela se va a poder meter. ¿Quién
nos va a decir algo? Es un bien común, patrimonio del
pueblo.
* * *
* * *
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Sofía: Está bien, pellízquenme… Sí, sí, sólo paré un
momentito de llorar… Ya comienzo otra vez pero no
me peguen…
Felipe: Despierta. Soy yo, Sofía…
Sofía: ¿Qué haces aquí?
Felipe: Vengo a rescatarte. Te voy a esconder.
Sofía: ¿A dónde? ¿Cómo? No entiendo nada.
Felipe: Hay que escapar. Los adultos se volvieron
locos.
Sofía: Pero… Pero mi abuelita se va a poner triste.
Felipe: No importa, luego se pondrá contenta. Vá-
monos.
Abuela: En ese momento, José escuchó ruidos ex-
traños en el cuarto de Sofía pero cuando entró ya no
encontró a nadie. Trinó de rabia y, jurando moler a pa-
los a Felipe, quiso salir a perseguirlos.
Abuela: Tú no vas a ninguna parte.
José: Pero, ¿qué no ves que la secuestran?
Abuela: Felipe la ayuda a escapar de tus manos y
de tu ambición, m’ijo. Esta tortura a mi nieta se acabó
aquí y ahora.
Abuela: Yo no logré retener a José por mucho tiem-
po y la noticia de la huida corrió de boca en boca. No
tardaron en alcanzarlos en una vereda del cerro. Sofía
suplicaba que los soltaran pero ya estaban rodeados
por un gentío de gente.
Alcalde: No, niña, tú no te mandas sola. A partir
de hoy perteneces al pueblo.
Cura: ¡¿Cómo que al pueblo?! ¡¡Pertenece a la Igle-
sia!! Es una niña santa, ¿me oye?
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Y la estatua de sal de Sofía poco a poco, con la lluvia,
se hizo nada…
Gran relajo se armó, unos creían que era cosa del
diablo y otros milagro divino…
Al final todos fueron corriendo a sus casas para sa-
car lo que encontraran: cubetas, jarrones, baldes, ca-
cerolas… ¿Qué tal que sólo era una lluvia pasajera?
Esa misma noche, cuando todos dormían, me fui
del pueblo. Nunca más supieron de mí, ni José ni na-
die… O bueno, casi nadie porque Felipe sí… Eso pasó
hace mucho y me dicen que en Icuiricui hablan de que
yo me inventé lo de que Sofía se convirtió en estatua
de sal y eso nunca pasó. Eso me cuenta Felipe que es
el único que de pronto me visita y con eso me basta
para no extrañar… Yo hago tapices para mantenerme y
cuento la historia de mi nieta a los que la quieran oír…
como ustedes que tuvieron la paciencia de escuchar-
me. Y ahora me despido, ya me cansé de tanta plática.
Es la hora de mi siesta. Pueden seguir viendo el tapiz
pero no toquen nada.
ISBN