Manual Semana 1
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MÓDULO 1
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SEMANA 1
MÓDULO 1
Son los padres muchas veces, los que dictaminan que un tipo de funcionamiento
es patológico. Pero son ellos, a la vez, los que erotizan, prohíben, son modelos
de identificación, portadores de normas e ideales, primeros objetos de amor y de
odio, transmisores de una cultura. Sus deseos, sus modos defensivos, sus
normas superyoicas, sus terrores tienen un poder estructurante sobre el
psiquismo infantil. Aparato psíquico en constitución, el niño va armando
diferentes modos de defensa frente a sus propias pulsiones. Va estableciendo
modos privilegiados de conseguir placer, va consolidando lugares.
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¿Cómo se pasa de ser un eslabón en una historia ajena a tener una historia
propia?
Los tres modos de inscripción de los que habla Freud (signo perceptivo,
representación-cosa y representación-palabra) suponen traducciones sucesivas
que implican reorganizaciones y modificaciones. Si no hay traducción, lo inscripto
permanece con mayor vigencia. Por lo contrario, la traducción permite que el
texto original se mantenga, pero que la fuerza de su determinación disminuya.
Los niños muy pequeños están atentos a los estados emocionales de los otros,
sin poderlos comprender como ajenos. Es decir, el niño va armando sus redes
representacionales, va constituyendo sus circuitos de pensamiento, en relación
con los otros que lo rodean, fundamentalmente en relación con el funcionamiento
psíquico de esos otros. Si los adultos pueden metabolizar sus pasiones, tolerar
sus propias angustias y contener al niño, le irán dando un modelo que le
posibilitará pensar. En este sentido, el otro humano es condición de la posibilidad
de discernir, es sobre aquel que el niño aprende a diferenciar bueno y malo,
fantasía y realidad y a construir vías alternativas a la descarga directa e
inmediata de la excitación.
La madre le ofrece al niño un mundo ya codificado por ella, peculiar lectura del
mundo que se transmite a través de palabras, gestos y miradas. E interpretará
el llanto del niño de acuerdo con sus propios registros y con su propia historia.
Puede ser vivido como alguien para el que se sueñan proyectos o puede ser
parte del proyecto materno. Él lo podrá todo, lo que lo lanza al futuro. Pero
también él ya lo es todo, ya lo puede todo. Es “his Majesty the baby” y esta
adjudicación de poder pone al descubierto el narcisismo parental en juego en la
relación con el hijo.
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El niño queda atrapado en el “ser” que los otros le proponen. No puede oponer
enunciados identificatorios propios a los que se proyectan sobre él. Queda
inerme frente a ese ser identificado como: el terrible, el genio, el malvado, en
tanto no puede apelar otras representaciones de sí. A la vez, por el tipo de lógica
predominante, supone el rasgo como totalizador. Esto nos plantea el problema
de los diagnósticos tempranos, que terminan operando como sellos que lo
identifican (“es un trastorno bipolar o es un déficit de atención”), impidiendo
transformaciones.
Si un niño debe tener valor fálico, ser maravilloso para los padres, un déficit en
el caudal de libido idealizadora acarreará una organización defectuosa del yo
como yo ideal. Y una estructuración narcisista endeble requerirá
permanentemente un funcionamiento defensivo para sostenerse.
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veces, el decirle “NO” a un hijo implica reconocer, las propias dificultades, y eso
es intolerable.
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