POETIKA Siglo de Oro Entrevista
POETIKA Siglo de Oro Entrevista
POETIKA Siglo de Oro Entrevista
1. Estimado Héctor, un gusto que aceptes esta entrevista para la revista Poetika1.
Quisiéramos hablar sobre Siglo de Oro de la Poesía Latinoamericana. ¿Cómo surgió la idea
de este encuentro?
HH: Sucede que en 1922 se publicaron en la poesía latinoamericana una serie de hitos que
este 2022 celebran cien años como Trilce del peruano César Vallejo, Desolación de la
chilena Gabriela Mistral, Los gemidos del también chileno Pablo de Rokha, El soldado
desconocido del nicaragüense Salomón de la Selva, Paulicea desvariada del brasileño
Mário de Andrade, Andamios interiores del mexicano Manuel Maples Arce, Veinte poemas
para ser leídos en el tranvía del argentino Oliverio Girondo, entre varios otros más.
Entonces esta inexplicable situación me dio pie para, justamente, pensar en un Siglo de oro
de la poesía latinoamericana resaltando su inquebrantable continuidad, su conmovedora
diversidad, su enloquecida potencia. Lo que allí nació marca lo contemporáneo en nuestra
literatura hasta el día de hoy que nos preguntamos nuevamente qué es lo propiamente
contemporáneo cuando vemos fenómenos como la migración, el género y la sexualidad, las
relaciones de poder entre los ejes Norte-Sur, la precarización global, lo escuálido de los
campos culturales, la concentración de las instituciones y medios, los usos y abusos de la
tecnología, la guerra como tal. Todo eso quise que fuera el contexto para un encuentro que
durara un mes en España como resultó ser todo lo que pasó este octubre recién pasado en
Barcelona, Madrid y Granada. De hecho, estuvimos en espacios oficiales como el Instituto
Cervantes, Casa de América en Cataluña y Madrid, el Centro Federico García Lorca, pero
también en universidades como la Complutense, la de Barcelona y Granada, además de
librerías como la Juan Rulfo del FCE, la Tremenda y espacios alternativos potentes como
La Parcería o Aleatorio, donde ciertamente se hicieron muchos diálogos que concluyeron
en recitales, presentaciones, intervenciones, mesas críticas, entrevistas, etc. En síntesis, se
trató de un encuentro en todos sus posibles sentidos en que lo más importante no fueron los
poemas sino lo que los antecede, sucede y, generalmente, queda fuera de marco como lo
son las vidas a cuestas, minoritarias y únicas, que le devuelven a la poesía toda su dignidad
tal como Vallejo siendo un migrante en Europa o la Mistral en México del mismo modo
como lo pueden ser hoy un Gian Pierre Codarlupo en Madrid o una Sofía Sánchez en
Sevilla. Un encuentro como este es un sueño colectivo, quizá el primero, el último, da
igual. Era ahora.
2. ¿Por qué pensar un Siglo de Oro de poesía latinoamericana con los años 1922-2022? En
este sentido, contrastar el periodo de los siglos XVI y XVII, es decir, desde la publicación
de Gramática castellana de Nebrija hasta la muerte de sor Juana con qué referentes.
HH: El siglo de oro español se suele enmarcar entre 1492 y la muerte de Sor Juana o de
Calderón de la Barca, es decir, entre el nacimiento de una lengua con lo de Nebrija, el
nacimiento de un continente como América, pero también con el nacimiento de la violencia
tanto en España con los judíos y musulmanes como en el Nuevo Mundo y su conclusión es
justamente la muerte de dos de sus autores más emblemáticos que, por cierto, en nuestro
presente y en este año en particular han tenido partidas muy duras de jóvenes poetas como
el venezolano César Panza o el mexicano Javier Raya hasta uno de los autores
contemporáneos más emblemáticos que es David Huerta. Cuando muere un/a poeta
también muere parte de lo máximo que puede dar un idioma y hay algo desolador en
imaginar esa poesía que ya no vendrá, que ya no tendrá posibilidad de existir. En esa
paradoja, pensar un siglo de poesía latinoamericana es volver a las condiciones que lo
hicieron posible, pero también a sus nuevas fracturas, tensiones y perspectivas en el idioma,
esto es, su oficialidad y sus márgenes, su posición de privilegio y las posibles grietas del
sistema, su teoría de un canon y los bucles que se pueden cruzar, los tonos de la piel y el
posible pentagrama de lo mestizo en los subcontinentes del propio continente como lo
pueden ser, por ejemplo, Brasil o México. Por su parte, puede que no sea solo una metáfora
como del latín surgieron las lenguas romances en la descomposición del imperio romano,
que de la lengua española l@s bárbar@s que somos en este contexto estemos generando
estos lenguajes en la descomposición de lo que hemos entendido como el Primer Mundo
que son los Estados Unidos y la propia Europa como tal. De fondo, se trata de una visión de
la civilización, su auge y su ruina, que se puede leer en un siglo, en un año, en una de estas
obras. Volver a mirar allí es detenernos en cada día que pasa, en lo que se reitera y lo que
queremos no retorne nunca más.
3. ¿Qué nos ofrece el Siglo de Oro latinoamericano que no nos da el Siglo de Oro español?
HH: No se trata de empatar los dos periodos sino de que en sus posibles contrastes hallar lo
común de sus contradicciones, de sus problemáticas, de sus posibles salidas. Asimismo, en
términos propiamente literarios tiene que ver como en el caso de España se llega al punto
más alto de una lengua mientras que en Latinoamérica sucede lo mismo, pero con nuestros
múltiples lenguajes y en esa tensión hay algo potente que nos hace mirar de frente aunque
con distintas perspectivas. Son, en efecto, los lenguajes desde los indígenas hasta los
digitales los que conforman diagramas, puntos de conexión, trazados alucinantes que
cruzan por ejemplo desde los antropófagos brasileños como Oswald de Andrade hasta
poéticas como las de Edgar Soliz Guzmán en Bolivia o Manuel Tzoc Bucup en Guatemala.
De fondo, tiene que ver con la pregunta por lo contemporáneo. En España, Góngora,
Quevedo, San Juan de la Cruz son totalmente actuales, citados, leídos, estudiados,
parafraseados, relevados en la academia y el campo cultural y editorial, en tanto que para
nosotros desde un Pablo de Rokha hasta un Raúl Zurita, desde un Carlos Oquendo de Amat
hasta un Enrique Verástegui o desde un Oliverio Girondo hasta un Néstor Perlongher hay
un algo común. A su vez, la propia escritura de mujeres y homosexuales es acaso el gran
contraste que nos permite releer el canon, la tradición, la literatura no solo
hispanoamericana sino que universal como sucede por ejemplo con los nuevos contextos
desde el género en Sor Juana y Gabriela Mistral. Así, lo que ha pasado en Latinoamérica en
este siglo de oro puede leerse, entre otras visiones, justamente como una ampliación y
resolución de varias cuestiones que tuvieron un origen en el siglo de oro español tal como
lo puede ser la ascética de un Fray Luis de León y la teología política de un Ernesto
Cardenal o el Arte Nuevo de Lope y alguno de los manifiestos del creacionismo en Chile, el
postumismo en República Dominicana, el euforismo en Puerto Rico, el ultraísmo en
Argentina, el estridentismo en México.
5. Después de las vanguardias latinoamericanas, ¿qué puntos de contacto ves entre los
movimientos como Hora Zero, el infrarrealismo, el nadaísmo con lo que fue la generación
de los novísimos en Chile y otros colectivos de inicios del XXI?
HH: Todas esas escenas que mencionas comparten una potencia de destrucción, de
aniquilamiento, de llevar a una fatiga total ciertos materiales como el propio lenguaje, las
autorías, el campo cultural, la definición de la literatura. De fondo, pareciera que se trata de
un solo movimiento de la lengua pensándose a sí misma, de intentar suicidarse, y en ese
imposible es que de cada trozo de idioma cercenado aparecen más trazos de lenguaje que es
lo que finalmente representan estos movimientos que no son otra cosa que movimientos de
esa lengua, su contorsión, su autolaceramiento. Cada vez creo más que, ciertamente, el
lenguaje es una entidad viva, o al menos un virus como plantea Burroughs, y que su afán es
aniquilar a la especie humana que le tiene bajo un régimen de esclavitud. De allí que las
poéticas de quiebre, ruptura, experimentación, delirio, o incluso la poesía en general, sean
esos coletazos en que se separan las palabras y las cosas, las cosas y los seres humanos, los
seres humanos y la realidad, pero a la vez le permiten visualizar ese otro lado, esa zona
muda donde ya no hay lenguaje y que es la propia muerte. Algo así como la muerte
entendida como el momento en que ya no hay palabra y ese es el afán de destrucción de la
poesía, volver al silencio pasando por el ruido que es por ejemplo el tema de Trilce, la
descomposición de las sílabas que es la Masmédula o el imposible que sería un Canto VIII
de Altazor. Esas pulsiones de los años veinte del siglo XX no son distintas a las del siglo
XXI.
HH: El siglo XXI comienza con la caída de las Torres Gemelas y creo que de ahí hasta
ahora hay un periodo histórico excepcional en su violencia y sus formas de vigilancia. En
efecto, no se puede entender el control de la pandemia sin lo que pasó el 2001. Entonces
creo que ciertas poéticas desde aquella época que han sido llamadas por la crítica
“novísimas” han leído efectivamente esos contextos particulares no solo en Chile sino en el
continente y es lo que representa justamente el proyecto de 4M3R1C4. Se lee el pasado,
pero escribiendo, reescribiendo, repensando no solo lo que ha sido la poesía nacional sino
lo que puede ser en el contexto latinoamericano y esa forma de entenderse cambia por
completo los modos, modalidades y alcances de la propia escritura que es, por ejemplo, lo
que pasó en México contigo, Yaxkin Melchy, David Meza. Todos esos fenómenos están
por leerse, es decir, cómo se articularon las escenas poéticas en el siglo XXI bajo el estado
de excepción general que significó la catástrofe, el terrorismo, la digitalización. Hay un
joven académico francés, Benoit Santini, que ha publicado este año un libro clave y único
que se llama Poetas chilenos jóvenes del siglo XXI: Emergencia, reconocimiento y nuevos
discursos donde además reconoce una segunda generación desde más o menos el 2014
teniendo como hito una antología llamada Halo: 19 poetas chilenos nacidos en los 90 que
hice yo mismo. Entonces los diálogos son con el pasado y presente latinoamericanos, pero
los más interesantes son los con el porvenir, con las condiciones agotadas de la civilización,
las tribulaciones de las democracias, la violencia sistémica y la precarización de una idea de
mundo sobre todo a través de las redes sociales.
HH: Los estallidos sociales que marcaron el final de un proceso de descontento social, más
allá de si fueron espontáneos o empujados por ciertos sectores políticos, se leen hoy como
un momento en que lo colectivo y lo común fueron de vital importancia. Sin embargo, la
superposición de la pandemia del COVID fue su más directa contraparte, ya que incluso el
acercarse a otro ser humano implicaba un riesgo vital bajo la lógica de la seguridad.
Entonces ambos fenómenos sintetizan de diferentes modos no solo el vaciamiento del
Estado y los problemas que eso significa a nivel de salud, educación, previsión sino que las
nuevas formas de vida que se erigirán de aquí en adelante. Bajo ese impulso se intentó darle
nuevos contornos al campo cultural desde miradas más públicas, unificadoras, sociales no
obstante, terminó en todo lo contrario. Por su parte, aun no veo obras literarias, poéticas,
que den cuenta de lo que fue el estallido o la pandemia y es quizá por el exceso de realidad
que estas representaron ante la idea de ficción que es siempre la literatura. Entonces tal
como en 1922 me imagino nadie pensaba en el futuro de obras que pasaron casi
desapercibidas como Los gemidos o el propio Trilce creo que imaginar un porvenir de la
poesía es siempre confiar en lo por venir, los lectores del futuro, los nuevos impulsos del
lenguaje por destruirse, los tiempos y espacios que la poesía amplía desde un presente hacia
un origen y un fin de la civilización, las preguntas por lo otro que no es otra cosa que lo que
hacemos. Esto es, pensar lo otro, sentir lo otro, imaginar lo otro: vivirlo como si El soldado
desconocido no tratara sobre Rusia y Ucrania o los poemas del Desierto de Atacama de
Zurita no fueran otra cosa que los poemas a los desiertos de Marte.