El Orgullo - Pablo Serrano PDF

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Orgullo

Cuando nos preguntan cómo nos va con el orgullo muchos tenemos una
reacción inmediata: “¿Orgulloso, yo? No creo”. Así nos convencemos de que
no somos orgullosos. Estoy seguro que cuando respecta a un tema tan
delicado y fuerte como este, lo ultimo que se nos viene a la mente es que
este tema no tiene nada que ver con nosotros.

La gente nos hace preguntas comunes cuando quieren averiguar lo que


hacemos. ¿Sos plomero? Prepárate para ayudar a reparar un grifo que
gotea. ¿Médico? Prepárate para recibir un listado de molestias y dolores
misteriosos o recomendar paracetamol siempre. ¿Mecánico? Entonces
prepárate para arreglar inflar y parchar llantas o para arreglar un motor.

Para los consejeros, en algún lugar cerca de la parte superior de la lista está la
pregunta, “¿Qué problemas encuentras más a menudo?”. La depresión, la
ansiedad, la ira, el conflicto matrimonial, todos están ahí. Pero la respuesta a
lo que está hasta más arriba en la lista tal vez te sorprenda. Es el orgullo.
Esto no debería ser una sorpresa para nadie, y menos para los
cristianos. Proverbios 6:16-19 lista siete características que Dios desprecia y la
primera (“ojos soberbios”) es una forma proverbial de hablar acerca del orgullo.

Pero, ¿qué es el orgullo, cómo nos afecta, y cómo el evangelio nos libra
de él?

1. Veamos ¿qué es y como nos afecta?


Cuando somos orgullosos tenemos un concepto de nosotros mismos más alto
del que debemos tener.

Dejamos de escuchar las necesidades de otros y minimizamos sus aportes o


consejos. Desarrollamos autoaprobación para aferrarnos a una postura,
incluso a una equivocada. También solemos ser hirientes, amenazadores, o
hacemos que los errores de otros se vean exagerados y sin solución. Somos
orgullosos cuando cerramos nuestros oídos a las correcciones e incluso vemos
como amenazas las sugerencias más simples y honestas. Somos orgullosos
cuando no reconocemos que somos un producto en proceso de terminado que
solo se va a completar cuando Cristo regrese por su Iglesia, y que ahorita lo
único que somos está gobernado por el orgullo.

El orgullo produce una vida pendiente de las apariencias. Nos susurra que
debemos controlar lo que otros piensan de nosotros y crear una imagen sin
debilidad o necesidad. Ser una persona orgullosa es tener una actitud ególatra.

El orgullo debilita y rompe nuestras relaciones personales. Esto se debe a que


el orgullo nos induce a buscar satisfacción en nosotros mismos, pues creemos
que tenemos mayor conocimiento y habilidades.
El orgullo produce doble ceguera: porque no se sus propios defectos; no e
cualidades en otros. Esto es originado porque deseamos con todo nuestro
corazón ser visto como los mejores cristianos que nunca se equivocan pero el
resto si.

El orgullo es un sentimiento que hace que nosotros nos sintamos mejor y más
importante que los demás. Porque no toleramos que haya alguien que no sufra
o padezca el mismo pecado que yo.

Mis hermanos, madurar quiere decir crecer en conformidad a Jesus, o sea ser
parecidos a Jesus tanto en carácter, voluntad y emociones. Así que, madurar
es sinónimo de parecernos a Jesus, y el orgullo es el principal síntoma de
inmadurez espiritual.

Hay tantos pasajes que hablan de nuestro actuar consecuente como


seguidores de Jesús que moldean el ejemplo perfecto de vida en comunidad
que Dios determinó para el correcto crecimiento de la iglesia:

- Romanos 12:10, Juan 15:12, Mateo 23:13, Lucas 9:23, Filipenses 2:3.

2. Examinando el orgullo en nosotros

Romanos 12:3

La frase “alto concepto de si”, implica un pensamiento arrogante que


sobrestima el “yo”. El orgullo nos convence de creer la mentira: “yo soy mejor”.
Para examinar el orgullo qué hay en ti, pregúntemonos lo siguiente:

1) ¿Busco siempre tener la razón por encima de otros? Toma en cuenta cada
vez que das algún aporte en la pf. ¿No opinas porque tenes miedo a
equivocarte y preferís vivir con la duda y el error?
2) ¿Cuido y me preocupo por mantener una reputación ante otros? Para
responder toma en cuenta si cuando te ministras le contas o no todo a tu
hermano mayor. Toma en cuenta si tienes miedo a verte vulnerable
delante de los demás o preferís verte con una voluntad inquebrantable.
3) ¿Mis conversaciones se concentran o terminan por señalar los errores de
otros?
4) Cuando soy cuestionado, ¿argumento como si fuera criticado? Toma en
cuenta si estas dispuesto a ser exhortado solo por el pastor o también
por otro líder con autoridad.
5) ¿Produzco escenarios para ser reconocido porque siento que merezco
aprobación?
6) ¿Me siento vulnerable frente a otros y prefiero alejarme de ellos?
7) ¿Pienso que soy lo suficientemente importante como para evitar
responsabilidades? Toma en cuenta cada vez que el pastor hace un
llamado para que sirvamos, o cuando un líder de otra pf pide que
ayudemos a alguien en necesidad, o cuando uno de nosotros padecemos
necesidad.
8) Ahora surge otra pregunta, ¿Cuándo yo padezco necesidad no confío en
que mis hermanos van a ayudarme y por eso no lo cuento? Toma en cuenta
cada vez que estás en alguna necesidad y no quieres verte vulnerable.
9) ¿Busco ser competitivo incluso en los momentos sencillos y de diversión?
10) ¿Descalifico con mis pensamientos atodo el que me rodea? Toma en
cuenta a la persona que hace bien la cosas y es recompensado en publico
por ello, o cada vez que el pastor llama a que predique una nueva persona
en la pf.

No importa cuantas de tus respuestas sean afirmativas, el orgullo está presente


en nuestra vida por nuestra naturaleza. Eso indica nuestra necesidad de
Cristo y de un cambio radical por medio del evangelio. El evangelio hace
que los muertos vivan y que los orgullosos nos rindamos. Nuestra lucha contra
el orgullo comienza a dar fruto cuando reconocemos que necesitamos toda la
gracia de Dios en Cristo.

UN CONTRASTE CON LA HUMILDAD


Antes de hablar de como el evangelio nos ayuda en nuestra lucha contra el
orgullo, veamos una comparación entre el orgulloso y el humilde:
1. El orgulloso impone sus razonamientos mientras el humilde
renuncia a la imposición, busca reconciliación, y cede su lugar a
otros por medio de la Paz y el amor de Cristo.
2. El orgulloso no considera a otros, los ve con menosprecio. En
cambio, el humilde siempre considera primero a los otros, los
estima siempre como superiores a si mismo, y les sirve sin
importar si son personas difíciles.
3. El orgulloso está cegado por sus propios intereses y siempre se da
la razón. El humilde encuentra en la misericordia de Dios el
impulso para ayudar, escuchar, y amar a otros. El humilde se
considera un servidor, no un héroe.
4. El orgulloso es ambicioso y egoísta, esto produce peritos y
divisiones debido a su aspiración de reconocimiento y admiración.
Cuando no logra tener lo que quiere, busca culpables y se aísla. El
humilde sabe quien es a la luz de la persona en Cristo y está
satisfecho con eso, entiende sus limitaciones y pide ayuda.
5. El orgulloso no aprecia la gracia porque esta desaria sus supuestos
méritos y logros, y él piensa que lo hace ver como inútil. El humilde
vive agradecido por la gracia y sabe que necesita más para vivir
diariamente.

En Filipenses 2:1-4, vemos a Cristo como el mayor ejemplo de humildad. Este


pasaje demuestra que el orgullo sencillamente no existe en Él. Cristo se
describe como “manso y humilde de corazón” Mateo 11:29. Él no toma ejemplo
de otro para ser humilde. Él es el autor y consumidor de la humildad. Para
quienes luchamos contra el orgullo, esto es esperanzados.
3. LUCHEMOS A LA LUZ DEL EVANGELIO

Quiero que veamos 3 perspectivas para que penses como si fueran facetas de
la verdadera humildad cristiana:

1. ¿En los pecados de quien te estas enfocando?


2. ¿Cuál es el centro de tu alegria, seguridad y contentamiento?
3. ¿Cuál es el enfoque de tu servicio?

Cuando vemos que estamos esclavizados a nuestro propio orgullo, las


respuestas a las preguntas anteriores son normalmente: en el de otros
(pecado), en el mundo (alegria), y en mi mismo (servicio). ¿De quien es el
pecado que es más odioso para mi en este momento? ¿De quien es el
pecado que necesita ser sacado a la luz, confesado, y finalmente
mortificado? Tendemos a responder que: no es el mio, sino el de todos los
demás.
¿Dónde encuentro mi consuelo, mi alegria, mi paz, mi seguridad? No es
en la gloria del evangelio, sino en algún suceso, cosa o persona. Si solamente
hiciese más dinero, tuviese más poder, tuviese una corteja/cortejo, hijos, casa,
perro… lo que sea. Cualquier cosa menos el gozo de sufrir por el evangelio.
¿Quién debe ser servido en todo esto? YO. El mundo, mis relaciones, y Dios
mismo existen para servirme.

Pero las Escrituras contestan estas preguntas de manera muy diferente:


- ¿En qué pecados debería enfocarme? EN LOS MÍOS. (Romanos 8:13)
- ¿Quién es el centro de mi alegria, seguridad y contantemiento?
CRISTO. (1 Pedro 1:8-9)
- ¿Quién debería ser en centro de mi servicio? LOS DEMÁS, Y
ESPECIALMENTE LOS COMPAÑEROS CRISTIANOS. (Filipenses 2:3-
4).

CONCLUSIÓN
El evangelio nos muestra la realidad de que necesitamos depender de Cristo.
Vivir a la luz de esta verdad destruye el orgullo y edifica la humildad en
nosotros. La Biblia revela que Cristo nos libró de la necesidad de tener la razón
y pelear por ella; ahora podemos tener deleite en que Él es la verdad y siempre
tiene la razón. El evangelio nos libra de “ser fuertes” según nuestro criterio para
reconocer nuestra debilidad e identificar nuestra fuerza en Cristo (2 Corintios
12:10).
Nuestra batalla contra el orgullo no terminará cuando dejes de leer entre líneas,
pero algo si sabemos: Cristo, siendo en forma de Dios, se humillo para ser
como nosotros y así nos libro del pecado para formar en nosotros su carácter
(Romanos 8:29).
Él sigue salvando orgullosos del cual yo soy el peor. Así que humillemonos y
demos testimonio de su humillación que trajo salvación.
Nosotros tendemos a llevarnos por nuestra naturaleza pecaminosa, de modo
que cuando somos corregidos tendemos a criticar y culpar a las circunstancia,
a los demás, a nuestro pecado, al diablo, pero no somos lo suficientemente
honestos como para analizarnos y decir que SOMOS NOSOTROS LOS
CULPABLES, NOSOTROS CAEMOS PORQUE ORGULLOSAMENTE
CONFIAMOS MÁS EN NOSOTROS MISMOS, NOSOTROS SOMOS LOS
ÚNICOS ORGULLOSOS QUE TENEMOS UN MÁS ALTO CONCEPTO DE
NOSOTROS MISMOS, NOS ESTIMAMOS TANTO QUE NO VEMOS FALLAS
EN NOSOTROS, ASI QUE LIMITAMOS E IMPEDIMOS A DIOS OBRANDO EN
NUESTRAS VIDAS PORQUE NO NOS DEJAMOS MOLDEAR NI ENSEÑAR
POR JESÚS A TRAVÉS DE LA PALABRA.

Pero mi hermano, es ese mismo Jesús que fue culpado injustamente y


crucificado, que se despojo de su gloria, no escatimo el ser igual a Dios y se
humilló completamente:
- Bajó de su condición de Dios
- Se hizo hombre
- Nacio en un pesebre
- Lavó los pies de sus discípulos infieles
- Murió en una cruz

Y aun así, murió para darte una segunda oportunidad. Para que ahora por
medio de su Palabra expuesta podamos analizar nuestras vidas. Para que esa
misma Palabra que da vida, nos vaya conformando a imagen y semejanza de
Jesús de modo que ahora podemos ver a la luz de la verdad las mentiras que
creemos.

Mi hermano, si tenemos en Jesus el ejemplo de humildad más grande y


perfecto, pero vivimos llenos de orgullo, es porque no estamos siguiendo sus
pisadas, sino que estamos haciendo nuestro propio camino, siguiendo nuestra
propia verdad llena de mentiras y hundidos en pecado alejados de la vida que
Dios nos ofrece en el evangelio.

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