Charla El Hijo Prodigo, Arosman Aguilar

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11 de marzo del 2023

EL HIJO PRODIGO
Durante estos días hemos hablado de cosas verdaderamente sublimes: del Plan de
Dios y de su Amor por los Hombres. De lo que significa ser hijos suyos. De lo que
Cristo ha hecho y de lo que todavía quiere hacer por nosotros. De cómo escoge a
ciertos hombres para que sean como El es y continúen en el mundo nada menos que
su propia misión.

Son verdades tan increíbles que un grupo de ustedes se estarán diciendo: ¿Y qué es
todo esto?, ¿Será posible? ¡Yo nunca oí hablar de estas cosas!

Otros dirán: “Yo creo que hay mucho de emocionalismo en todo esto.”

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Ay hermanos!, si vieran lo que nos cuesta hablar de Cristo y no echarnos a llorar o a
reír o a gritar de alegría! No nos importaría hacer el ridículo por Cristo, pero la verdad
es que evitamos las emociones a toda costa porque lo que queremos no es arrancar
decisiones sino madurar convicciones. Las emociones pasan rápidamente. Son las
convicciones las que pueden sustentar toda una vida. Si todo esto fuera una simple
emoción ya se me habría pasado. Yo tengo ____ años de haber encontrado a Cristo y
algunos de mis hermanos tienen 10, 20, y hasta 30 y más años de haber
experimentado su amor y siguen tan locos por El como el primer día.

Pero hablando de locos, me recuerda el chile aquel de un loquito del manicomio de


Managua. Suena el teléfono y el loquito lo levanta. Y dice una voz: “Habla el Manicomio
de Managua? Y contesta el loco: “No señor usted está equivocado; aquí no tenemos
teléfono.”

Es posible que en este retiro haya algunos a quienes el Señor está llamando, pero se le
hacen los locos. No Señor aquí no tenemos teléfono. Y le cuelgan. Yo no sé qué es
más locura: si volvernos locos por El o hacernos los locos con El.

De seguro les preocupa : Qué será lo que quiere? Para qué me estará llamando? Yo
creo que la respuesta nos la dio ya el Señor: “Es que yo no vine por los justos sino por
los pecadores. Y no vine a condenarlos. Lo que quiero es que se arrepientan y se
salven.

Para ellos es esta charla que trata precisamente de el ARREPENTIMIENTO, que como
ya explicamos no consiste en sentirse mal sino en cambiar de ruta.

Para explicar esto del Arrepentimiento hemos escogido una Parábola que nos dejó el
Señor en la que nos hace un retrato de su Padre, y un retrato de todos nosotros sus
hijos. De los buenos y de los no tanto.

El mensaje de esta charla puede ser transcendental para sus vidas, y me atrevo a
decirles que también para la vida de quienes los rodean. Por eso les pido que pongan
mucha atención. La vamos a centrar en una sola lectura del Evangelio, en Lc.15,11-31
y que empieza así:

Jesús puso otro ejemplo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre:
«Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde», y el padre la repartió
entre ellos. Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a
un lugar lejano y ahí malgastó su dinero en una vida desordenada...

Dice la lectura que Jesús puso otro ejemplo. Antes, Jesús ha estado hablando sobre el
Reino de Dios, y en este ejemplo les explica como son las cosas en la Casa del Padre.

Lo primero que quiere enseñarnos es que Dios nos hizo libres y respeta tanto esa
libertad que El mismo nos dio que está dispuesto incluso a dejarnos dilapidar y
derrochar la herencia que tenía reservada para nosotros. A dejarnos pecar que es lo
mismo que echarle a perder y frustrar todo su plan. A desbaratar toda su ilusión por
nosotros. Porque el pecado es eso: la frustración del plan de Dios para con sus hijos.
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Vemos que el que le pide la herencia es el hijo menor, que de acuerdo con la sociedad
judía no tenía derecho a reclamar la herencia. Pero el Padre se la da, conociendo
seguramente cómo era aquel hijo y lo que iba a hacer con ella. Por qué se la da?
Porque Dios no nos hizo autómatas. Nos hizo libres.

Ya sé que muchos hubieran preferido no ser libres. Y lo hubieran preferido no porque


tal vez así no hubieran desbaratado su herencia, sino sobre todo porque ahora podrían
pasar el paquete y decir: La culpa no fue mía. Dios me lo debió haber impedido. La
culpa fue de Dios.

Pero no fue de Dios, hermano. Fuístes vos el que reclamaste la herencia de libertad a
la que tenés derecho, y vos el que con ella desbarataste el plan que El tenía para vos.

Continuemos leyendo:

Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a un lugar
lejano y ahí malgastó su dinero en una vida desordenada.

Lo primero que observamos es que es el hijo quien se aleja. Que casi siempre nuestras
desgracias comienzan cuando nos alejamos de Dios. Nadie lo corrió. Nadie lo sacó de
la casa. Fue él el que se fue por puro gusto. (No es Dios quien se aleja del hombre, es
el hombre quien se aleja de Dios).

Nosotros en nuestra libertad hemos optado por malgastar esta herencia. Cada uno a su
manera. Unos la malgastamos en babosadas, que ni siquiera son pecados de esos
gordos que valdría la pena confesar. Sencillamente la malgastamos en cosas que ni
huelen ni hieden, hasta que un día llegamos a viejos y nos damos cuenta que se nos
acabó la vida. Que nunca hicimos nada que valiera la pena.

Y muchas veces otras veces la malgastamos como el Hijo Pródigo. La malgastamos en


una vida desordenada, es decir en una vida fuera del orden del Reino de Dios.

Seguramente fue una vida que le pareció buenísima al principio. Se estaba dando la
gran vida. Le sobraban los amigos, las mujeres y los reales. Estoy seguro que se sentía
feliz de estar haciendo lo que hacía.

A mí me llama la atención que dice que el que se fue era el hijo menor. Es decir un
chavalo. Los jóvenes siempre creen que la vida es mucho más alegre, cuando no le
hacemos caso a lo que nos dicen nuestros padres. Que la vida allá afuera es mucho
mejor. Nunca los convencerá nadie de lo contrario. Hasta que se convencen ellos
mismos. Yo acepto que los que venimos hoy a ayudarles en este Retiro, somos los que
ya venimos de regreso de allá fuera. Porque ya estuvimos donde ellos van y sabemos
cuál es la verdad. Y de esa verdad es de la que nos habla entonces la parábola.

Dice la parábola: que cuando gastó todo, sobrevino en esa región una escasez
grande y comenzó a pasar necesidades.

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Este se quedó sin reales y posiblemente también sin amigos, y sin mujeres y sin quien
sabe cuántas cosas más, porque así es la vida.

Pero cuando dice que comenzó a pasar necesidades, lo que yo entiendo desde mi
propia vida, es que ya no tuvo las cosas que hasta ahora se dio cuenta que necesitaba,
y sin las cuales no se puede vivir. Tal vez una esposa que dejo perder. O el respeto de
sus hijos, o el amor de los que de verdad lo querían y a quienes olvidó. O incluso la
paz, el poder dormir tranquilo. Y la verdadera alegría.

Cuando nosotros hemos perdido la herencia tenemos necesidad de buscar otras cosas
que llenen el vacío que nos ha dejado la pérdida.

Dice la parábola que:

Entonces fué a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante de ese lugar


que lo envió a su campo a cuidar cerdos. Y que “hubiera deseado llenarse el
estómago con la comida que le daban a los cerdos, pero nadie le daba nada”.

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Yo sé que eso es verdad. Cuando uno siente ese vacío empieza a quererlo llenar con
cualquier mierda, que es lo que comen los chanchos.

Yo no soy nadie para decirle a cada uno con que lo han querido llenar, aunque
después les voy a decir con que lo quise llenar yo. Pero normalmente el hombre trata
de llenar sus vacíos con cuatro cosas: Con TENER con PODER o con PLACER. Y
algunos con SABER. Y van y se harta de todas esas cosas. Pero lo malo es que no
llenan. Este hijo quería llenarse el estómago con esa comida de los cerdos pero no lo
llenaba.

Y dice también que nadie le daba nada. Que es el otro problema: Que no es solo que
ya nada nos llena sino también que ya NADIE nos llena. Ni siquiera la mujer de la que
un día nos enamoramos y ahora buscamos otra. Ni los falsos amigos que son los
únicos que ahora tenemos porque los de verdad pueden decirnos lo que no queremos
oír. Ni los colegas que quieren mi puesto.

Dicho sea de paso, para nosotros el criar o cuidar chanchos no es nada ofensivo. Es un
oficio como cualquier otro. Para un Judío un cerdo es el animal más repugnante e
impuro, y cuando la parábola nos dice que tuvo que cuidar cerdos, lo que nos quiere
decir es que descendió hasta lo más bajo. A lo más arrastrado. Ojala hermanos que
ninguno de ustedes haya descendido tan bajo. O que todavía estén a tiempo para
detenerse y no llegar hasta el fondo.

Pero lo de los cerdos tiene también otro ángulo. No es que criaba cerdos y por eso era
dueño de los cerdos. Sino que ESTABA AL SERVICIO DE LOS CERDOS. Que es otro
de nuestros problemas. Que quisimos tener dinero que nos sirviera para algo, pero a
veces terminamos al servicio de lo que suponemos ser dueños. Es el dinero el que nos
posee a nosotros. Trabajamos para un día ser libres, y hacer algo más que
simplemente trabajar, y ahora es el trabajo el que nos esclaviza. Y ya no tenemos
tiempo para vivir. Es el placer el que nos domina: llámenle alcohol o droga o sexo. O lo
que ustedes quieran. Ya no pueden dejar de servirles porque se han apoderado de
ustedes. Tan es así que quisieran dejarlo pero no pueden. Sos realmente dueño de tus
cosas y de vos mismo?

Probablemente ustedes se estén diciendo: “Todo eso tal vez está bien para otros que
son zánganos, o borrachos, o que se yo. Pero conmigo se equivocó. Hermanos yo
deseo sinceramente que nada de las cosas que he dicho tenga que ver con ustedes.
Ciertamente soy el último que podría señalarlos con el dedo. No tengo derecho alguno
para hablar siquiera de estas cosas. Se las digo porque si tienen que ver conmigo y a
nadie le deseo que pase por las cosas que yo pase.

Con mucha vergüenza, quisiera compartirles un poco lo que fue mi vida una vez me
aparte de Dios:
Testimonio:

1. Alcoholismo- Tabaquismo- exceso de trabajo.

2. Maltrato psicológico a mi esposa.

3. Desorden financiero.

4. Ansiedad con la comida y depresión.

Lo que sigue ahora también es un retrato de mi propia vida aunque se las cuento
continuando con la lectura de la parábola:

Sigue la lectura en el mismo capítulo 15, ahora del versículo 17 en adelante y dice así:

Entonces se puso a reflexionar: cuántos trabajadores de mi Padre tienen pan de


sobra, y yo aquí me muero de hambre. ¿Por qué no me levanto?, volveré a mi
Padre y le diré: Padre, porque pequé contra Dios y contra Ti, ya no merezco
llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos. Partió pues de vuelta
donde su Padre”.

Fíjense como comienza la cosa: “Entonces se puso a reflexionar”

Empezó a hacer lo que vinimos a hacer a este Retiro. Empieza a ver su realidad y.
Reconoce, descubre, se da cuenta, y es sincero con él mismo, no anda evadiendo el
bulto, no anda viendo si éste me ve, si aquél otro está peor que él. Simplemente entró
en él, se zambulló en él.

Ahora entienden por qué hoy por la mañana les pedíamos, no que fuesen sinceros con
nosotros, pero sí que fueran sinceros con ustedes mismos y con Dios. Y que
aprovecharan estos días para reflexionar.

Y se puso a reflexionar.

“Se puso a reflexionar y se dijo: cuántos trabajadores de mi Padre tienen pan de


sobra y yo aquí me muero de hambre”.

Fíjense que curioso: No dice que malo soy. Ni pobrecito yo. Ni dice, pensándolo bien
en vez de cuidar chanchos voy a cuidar caballos. De lo que se da cuenta es que en la
casa de su Padre hasta el último desgraciado, tiene pan de sobra. Se les nota que
tienen algo que los llena. Y se acordó de su Padre.

Saben ustedes que es un epitafio? Son esos rótulos que se ponen en las tumbas,
había uno que decía: Tan fácil que era ser feliz cuando tú estabas conmigo.

Nosotros sabemos ahora lo fácil que es ser feliz cuando estamos en con El Señor.
El Hijo Prodigo no dice ahora: Que malo soy, sino Que tonto he sido!: Me levantare e
iré a la casa de mi Padre. Volveré a mi Padre y le diré: Padre, porque pequé
contra Dios y contra Ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de
tus siervos.

Me levantaré... Me levantaré, porque no soy baboso. Me levantaré Señor, porque


¡¡QUIERO SER FELIZ!!.

Me levantaré de donde estoy, que es en un mundo de inconsciencia, de hipocresía y


de insensatez. Me levantaré de esta postración en que he caído: tristeza, depresión,
angustia porque sencillamente Señor, vos sos el Señor de mi vida. Se puso a
reflexionar -dice- me levantaré e iré al Padre. Cada uno de nosotros sabe de qué tiene
que levantarse. Yo no tengo por qué decírselos.

Lo que sí puedo hacer es contarles otro pedazo de mi vida y cómo fue que emprendí el
viaje de regreso a la casa del Padre.

Testimonio 2da parte:

Contar como fue el proceso para asistir al retiro:

-Reflexión interior de que todo mi yo interno quería ir, pero mi orgullo, mi respeto
humano no me permitía hablar y decir si. Como al final decidí volver y abrir mi
corazón para que Dios volviera actuar.

Lo más bello de la Parábola y yo les diría que lo más importante de la charla, es lo que
sigue ahora:

Lo que sigue del versículo 20, en adelante:

Cuando todavía estaba lejos, su Padre lo vio y sintió compasión, corrió a echarse
a su cuello, y lo abrazó.

Solo un baboso no se da cuenta de todo lo que contiene esta imagen. No es que lo vio
venir por casualidad. No es que le avisaron que venías. Conociendo ahora a mi Padre
yo sé que desde que me fui ya me estaba esperando, y que salía todos los días a
asomarse para ver si veía a su muchachito.
El Padre de la parábola era ya posiblemente un anciano y por eso medio cegato. Y sin
embargo lo vio venir, lo reconoció de lejos. A lo mejor fue el corazón el que le dijo que
era el, porque dice la parábola que sintió compasión. Es decir, padeció con él. Como
padeció por el todo el tiempo que se le fue.

Por eso no se queda en la casa esperando hasta que llegue. NO se le hace el


resentido ni espera a que el otro le pida perdón. Dice la parábola que CORRIÓ y yo me
imagino a mi a mi Señor con la alegría que su hijo por fin reconoció su error y vuelve a
la casa del padre

El otro quiere decirle todo el discurso que lleva preparado: Padre he pecado contra el
cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el Padre ya no lo deja
seguir con su discurso, sino que:

el Padre dijo a sus servidores: Rápido, tráiganle la mejor ropa y póngansela,


colóquenle un anillo en el dedo, y zapatos en los pies. Traigan el ternero más
gordo y mátenlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y
ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado. Y se pusieron a celebrar la
fiesta”.

Fíjense entonces todo lo que hace:

Tráiganle la mejor ropa y póngansela. Vos venís sucio pero él te limpia y te viste el
alma de gala.

Colóquenle un anillo al dedo. No es un anillo de adorno. Es el anillo que le restablece


todos sus privilegios. El anillo con que los reyes identificaban a sus hijos y que podían
usar como sello. Le esta dando poder para poder firmar por él. Vos sos hijo del Rey.

No es sáquenle un pinolillo que debe venir con sed. Sino maten el novillo más gordo
y organicen una gran pachanga, una gran fiesta.

Que por qué tanto alboroto? Pues porque estoy feliz con su regreso y para que
entiendan lo feliz que estoy,

Ejemplo1: Como cuando un padre pierde a su hijo y hasta teme que lo hayan
secuestrado y días después lo encuentra, se imaginan la alegría que siente.

O más aún imagínense a un padre que se le muere la hijita que era la niña de sus
ojos. El Padre está desbaratado de dolor. Pero de repente la niña abre los ojos y vuelve
a la vida. Nos cuesta poder imaginar tanto dolor y tanta alegría. Pero eso es
exactamente lo que nos quiere decir el Señor. Que estabas verdaderamente muerto.
Porque la paga del pecado es la muerte. Pero ahora has resucitado y sos la alegría de
tu Padre.

Hermanos yo sé cómo es ese encuentro con el Señor se los quiero contar


Contar experiencia personal con Dios a través de la charla de hijo pródigo
y después como el Señor Me abrazó, tenia rato de confesarme y me confesé y
después de salir del retiro como le decía al Señor no se que hacer, pero el me
hablaba con amor y me decía paciencia que yo voy poco a poco. Era lo mejor
para mí estar con el padre, sentir su abrazo de amor, sentir su ternura y saber
que solo con él está la verdadera felicidad.

Voy a seguir con la parábola porque en esta parte se contrasta la infinita bondad de
Dios con la pequeñez de muchos hombres.

Leo del versículo 25 en adelante del mismo capítulo 15 de Lucas, y dice:

“El hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver llegó cerca de la casa, oyó la
música y el baile. Llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba
todo eso. Este le dijo: Tu hermano está de vuelta y tu Padre mandó a matar el
ternero gordo, por haberlo recobrado con buena salud. El hijo mayor se enojó y
no quiso entrar. Entonces el Padre salió a rogarle. Pero él le contestó: hace
tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis
amigos, pero llega ese hijo tuyo, después de haber gastado tu dinero con
prostitutas, y para él hacés matar el ternero gordo. El Padre le respondió:

Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta
y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba
perdido y ha sido encontrado.”

Yo en este retrato del Hermano Mayor veo a varios tipos de cristianos.

Están los que se creen santos y desde su santidad juzgan a los demás, condenándolos
por pecadores.

O los que se creen grandes rectores de la moral, porque viven metidos en la iglesia, y
creen que eso los hace jueces de la moral y la conducta de los demás, con sus críticas
y comentarios desbaratan la honra de los demás.

Porque, hermanos, el dolor de los pecados lleva al arrepentimiento, pero el arrepentimiento es


solo la puerta de entrada a toda una nueva vida en Jesucristo, en donde para servirle como Él
quiere, y para relacionarnos con El debidamente, va ser necesario escuchar y aceptar aquel
“Ya no los llamo siervos sino amigos.”

Cuando vas conociendo la magnitud y la manera como Dios te quiere, y te ves a tí


mismo como Dios te ve, te podés acercar a Él de una manera distinta. Pero eso sólo
puede ser fruto de la interiorización. Nuestra primera reacción es responderle con
nuestros muy sinceros y mil veces justificados sentimientos de indignidad: “Señor, Yo
no soy digno ”. Ni lo has sido antes, ni lo sos ahora, ni lo serás jamás. Ya lo sé. Y Él lo
sabe mucho mejor que vos, y sin embargo te ha escogido y te ha llamado por tu
nombre para la extensión de su reino.

Por eso es que a lo que El te ofrece se le ha dado el nombre de Gracia, que significa
gratis. Algo que no tiene nada que ver con vos, o con tus méritos. Su amor es un amor
que se te da gratuitamente. Te quiere porque sos su hijo. Y esa es la única o
principal razón porque te quiere. Y suficiente razón para quererte.
Por desgracia muchos se parecen más a ese Hijo Mayor de la Parábola, que nunca dejo de
verse como un simple mozo de su Padre. “ A mi nunca me diste ni un cabrito  pero ahora
que viene ese tu hijo, matas el ternero mas gordo.” Y los evangelistas tuvieron que
censurar la verdadera respuesta del Padre que fue: “¡Baboso! ¿Y que no sabés que todo lo
mío es tuyo? ¡Toda una vida a mi lado y no has aprendido lo que significa ser hijo mío!
Jamás pasarás de ser mozo de la finca. Tu hermano regresó con la misma cantinela : ”
Déjame ser como uno de tus siervos. Ya no merezco llamarme hijo tuyo“. ¿Desde cuando
ser hijos es un premio a la buena conducta? ¿ No son más bien, y siguen siendo, fruto del
Amor de su padre? Ustedes se conforman con ser solo mis siervos y he tenido que armar
esta gran fiesta, llenarlo de besos y darle mi anillo para que los dos entiendan lo que son.
¡Mi hijo, el que había muerto y ha resucitado! ¡Y tú, el hijo fiel que vivió siempre a mi lado
pero sin entender su dignidad de hijo de Dios!

Por eso, hermano del alma de la cara triste, si porque has sido niño bien portado no sentís
la alegría del regreso, toma por lo menos conciencia de tu identidad de hijo y empezá a
actuar como tal. Y vos, si por tu indignidad no te sentís muy a gusto en la presencia de Dios
al adorarlo, siente al menos la alegría de Dios por tu regreso.

Fue Su Hijo quien nos reveló que el vino a salvar lo que había perecido. El que le dijo a
Saqueo, bájate de “ahi” que quiero cenar con vos. Y que todavía quiso disimular su culpa:
“Señor, SI ACASO, ALGUNA VEZ, sin quererlo, he defraudado a alguien le devolveré el
cuádruplo.” Y el Señor le contesto, en cuanto a lo primero: hasta la duda ofende. Pero de
todos modos quiero ser tu amigo.

El que dijo que las prostitutas y los Publicanos nos precederán en el Reino de Los Cielos.
El que por un acto de Fe, canonizo en vida al sinvergüenza aquel que tuvo la cachaza de
decirle: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”.

El que se comparó con el que deja las 99 para ir a buscar la oveja perdida. Porque en una
ocasión también Jesús se encontró con unos Hermanos Mayores . Lo encontramos en
Lc.15,1-7.

Todos, Publicanos y pecadores, se acercaban a Jesús para escucharle, los Fariseos,


pues, con los maestros de la Ley, murmuraban y criticaban: «Este hombre recibe a
los pecadores y come con ellos».

Vean el retrato claro del “ buena gente” , de el “ ciudadano ejemplar” y a veces hasta del
líder cristiano.

Los Fariseos, pues, con los maestros de la Ley, murmuraban y criticaban: «Este
hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de ustedes pierde una oveja de las
cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el campo para ir en busca de la
que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, muy feliz, la pone sobre los
hombros y, al llegar a su casa, reúne amigos y vecinos y les dice: Alégrense
conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido. Yo les declaro que de
igual modo habrá más alegría en el cielo por un sólo pecador que se vuelve a Dios,

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que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse». (Lucas 15,
2-7)

¡Vean que delicadeza la del Señor! Dice la escritura que al encontrarla, “muy feliz, la pone
sobre los hombros”. No la trae a golpes ni a patadas por vaga, ni empujada, ni jalada a la
fuerza, sino que “muy feliz”, la carga, con alegría, con gozo de haberla recuperado. Así
también el Señor nos cargará hoy a todos los que nos dejemos encontrar por él, y
caminemos al encuentro de ese Padre que gozoso corre hacia nosotros.

Yo sé por qué se los digo y quisiera ahora hablarles es de la fiesta que celebro el Señor
con mi regreso. Y de lo que ha sido mi vida desde entonces:

1. He dejado de tomar.

2. Trato a mi esposa con respeto.

3. Tengo una vida de oración.

4. Orden en mis finanzas.

5. Ayudo al prójimo.

6. No solo vivo de pan- Me alimento de la palabra de Dios, Voy a misa y me


confieso.

7. Soy feliz.

Intervención al terminar la charla:

Yo quisiera invitarlos a que terminemos esta charla a los pies del Santísimo.

Por qué? Porque ahora ya sé que El está allí.

Jesús Sacramentado, no una representación, sino el Hijo del Dios vivo. El mismo que
aquella vez comió con los pecadores, y que los ha estado esperando a Uds. Desde quien
sabe cuándo.

Porque está realmente ahí podemos platicar con El, y decirle lo que nos salga del corazón.
En voz alta o de corazón a corazón.

Y como algunos posiblemente querrán no solo platicar con El, sino participar en la Cena
que él nos tiene preparada, porque eso es la Eucaristía, le hemos pedido a unos
sacerdotes que vinieran hoy un rato a escuchar confesiones.

Nuestra fe Católica nos dice que el Señor les dio potestad para perdonar los pecados.
Creíamos que jamás podríamos limpiarnos de toda la mugre que acumulamos pero el
Señor es tan fino que dejo a unos hermanos a cargo de limpiarnos.

Son los basureros de Dios. No se ponen bravos de que se los diga. Botemos la basura.

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Yo les conté que cuando me confesé sentí y supe que me había liberado de una carga
terrible, y que algo nuevo había comenzado en mi vida. Jesús dispuso que existieran
hombres ungidos para realizar este ministerio, porque si fueran ángeles los que oyeran
nuestra confesión posiblemente no nos comprenderían.

Hay algunas personas que dicen que sólo se confiesan con Dios .Yo también lo he hecho
cuando no tenía un cura con que hacerlo y creí que me perdonaba. Pero aquí yo SÉ que
estoy perdonado.

Vayamos pues hermanos a platicar con el Señor y los que quieran pueden quedarse luego
confesando.

SE TIENE VISITA AL SANTÍSIMO.

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