Solidaridad 1 PDF
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solidaridad
¿Qué es la solidaridad?
La solidaridad es el apoyo o la adhesión circunstancial a una causa o al interés de otros, por ejemplo,
en situaciones difíciles. La palabra solidaridad es de origen latín“solidus” que significa “solidario”.
Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, se
habla de solidaridad. La solidaridad es compartir con otros tanto lo material como lo sentimental, es
ofrecer ayuda a los demás y una colaboración mutua entre las personas.
En este sentido, se puede citar como ejemplo a La Cruz Roja como símbolo de solidaridad, ya que
es una organización imparcial con una misión humanitaria basada en el principio de solidaridad
que consiste en proteger la vida y dignidad de las víctimas de guerra y de violencia, así como
prestarle asistencia.
Una persona solidaria es aquella que brinda un apoyo a otra solo por empatía, al reconocer que el
otro tiene una necesidad que en esos momentos no puede cubrir.
contenidos.
La palabra solidaridad proviene del sustantivo latín soliditas, que expresa la realidad homogénea de
algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.
La teología cristiana adoptó por primera vez el término solidaritas, aplicado a la comunidad de
todos los hombres, iguales todos por ser hijos de Dios, y vinculados estrechamente en sociedad.
Entendemos, por tanto, que el concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente
vinculado con el de fraternidad de todos los hombres; una fraternidad que les impulsa buscar el
bien de todas las personas, por el hecho mismo de que todos son iguales en dignidad gracias a la
realidad de la filiación divina.
En la ciencia del Derecho, se habla de que algo o alguien es solidario, sólo entendiendo a éste dentro
de «un conjunto jurídicamente homogéneo de personas o bienes que integran un todo unitario, en
el que resultan iguales las partes desde el punto de vista de la consideración civil o penal». Dentro
de una persona jurídica, se entiende que sus socios son solidarios cuando todos son
individualmente responsables por la totalidad de las obligaciones. Para el derecho, la solidaridad
implica una relación de responsabilidad compartida, de obligación conjunta.
La Doctrina Social de la Iglesia entiende por solidaridad «la homogeneidad e igualdad radicales de
todos los hombres y de todos los pueblos, en todos los tiempos y espacios; hombres y pueblos, que
constituyen una unidad total o familiar, que no admite en su nivel genérico diferencias
sobrevenidas antinaturales, y que obliga moral y gravemente a todos y cada uno a la práctica de una
cohesión social, firme, creadora de convivencia. Cohesión que será servicio mutuo, tanto en sentido
activo como en sentido pasivo. Podemos entender a la solidaridad como sinónimo de igualdad,
fraternidad, ayuda mutua; y tenerla por muy cercana a los conceptos de responsabilidad,
generosidad, desprendimiento, cooperación, participación.
Creemos que una de las consecuencias favorables que nos ha ganado la globalización es,
precisamente, una visión más conjunta del mundo entero; un sentido de solidaridad mayor entre
los hombres. De pronto, los niños en Ruanda no se sienten tan lejanos; los cañones de guerra en el
Medio Oriente también aturden nuestros oídos; el terremoto en Japón sacude nuestra respiración.
Desgraciadamente, esta conciencia de solidaridad universal suele reducirse a una buena intención,
una aberración lejana y sentimental hacia las injusticias sociales, hacia la pobreza o el hambre. Y este
sentimiento que arroja nuestras esperanzas hacia un país lejano, tal vez arranque de nosotros la
capacidad de observar las necesidades de los seres humanos que lloran a nuestro lado todos los días.
Es por esto que la solidaridad debe ser desarrollada y promovida en todos sus ámbitos y en cada una
de sus escalas. La solidaridad debe mirar tanto por el prójimo más cercano como por el hermano
más distante, puesto que todos formamos parte de la misma realidad de la naturaleza humana en la
tierra.
La solidaridad es una palabra de unión. Es la señal inequívoca de que todos los hombres, de
cualquier condición, se dan cuenta de que no están solos, y de que no pueden vivir solos, porque el
hombre, como es, social por naturaleza, no puede prescindir de sus iguales; no puede alejarse de las
personas e intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente.
Juan Pablo II lo expresa claramente. El ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido
sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Aquí el término persona
aparece para llamar nuestra atención hacia un aspecto que es esencial dentro de un estudio bien
encausado de la solidaridad. La solidaridad en el sentido que nosotros la entendemos existe sólo
entre personas.
Se ha querido aplicar algunas veces la palabra solidaridad a la relación que puede existir, por
ejemplo, entre un ser humano y un animal o, aún más ampliamente, entre un ser humano y su
entorno ecológico. Nosotros no podemos concebir una solidaridad verdadera entre un humano y
un animal, sino acaso una relación de mutua necesidad o de interdependencia; la misma que
encontramos en el hombre que cuida la naturaleza; pero no podemos llamar a eso, de ninguna
manera, solidaridad.
La solidaridad, esencialmente, debe ser dirigida al ser humano. La persona humana es principio y
fin de la solidaridad. El acto solidario debe ser hecho en beneficio de una persona, ya sea directa o
indirectamente. De esta manera, puedo verdaderamente ayudar a otras personas si favorezco el
cuidado de un ecosistema, para que otros puedan disfrutar ordenadamente de sus beneficios. El ser
humano puede servirse de todos los bienes naturales, de manera ordenada, para su beneficio. Desde
este punto de vista, la naturaleza no puede ser para la solidaridad un fin, sino un medio. A fin de
cuentas, el ser humano es quien debe recibir el bien, ya sea de manera directa o indirecta.
La solidaridad nace del ser humano y se dirige hacia el ser humano. Siempre ha sido una exigencia
de convivencia entre los hombres. Pero no hay que confundir tampoco a la solidaridad con la
caridad pura, o con la liberalidad. La solidaridad es, en sentido estricto, una relación de justicia:
¿por qué solidaridad?...solidaridad, porque es lo justo porque todos vivimos en una sociedad;
porque todos necesitamos de todos, porque estamos juntos en este barco de la civilización; porque
somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos. La solidaridad es justa porque los bienes de la
tierra están destinados al bien común, al bien de todos y cada uno de los hombres, y los que, dada
su buena fortuna, tienen más, están obligados a aportar más en favor de otras personas y de la
sociedad en general.
La solidaridad, pues, es justa y, por lo tanto, moralmente obligatoria en todos los casos, aparte de
aquellos en que la ley la contempla y la hace jurídicamente obligatoria.
Quede sentado, pues, que, en principio, la solidaridad es una relación entre seres humanos, derivada
de la justicia, fundamentada en la igualdad, en la cual uno de ellos toma por propias las cargas de el
otro y se responsabiliza junto con éste de dichas cargas.
Así, el cristianismo hace más completo el concepto de solidaridad, y lo convierte en una ferviente
entrega personal al bien del prójimo, porque el buen cristiano sabe que está en la tierra para servir y
no para ser servido.
Establezcamos, pues, el concepto final de solidaridad, y sobre el cual vamos a tratar en los siguientes
puntos:
Y dicha relación, entendida únicamente en el entorno del ser humano, puede llevarse a cabo en tres
niveles distintos, según se relacionan, respectivamente, un hombre con otro, un hombre con su
sociedad o una sociedad con otra.
SOLIDARIDAD EN SOCIEDAD.
La primacía de la solidaridad entre individuos no resta importancia a la real necesidad de impulsar
la solidaridad de escala social. Los problemas socioeconómicos sólo pueden ser resueltos con ayuda
de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los
trabajadores entre sí, de los empresarios y de los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los
pueblos. La solidaridad a gran escala está íntimamente ligada con aquélla entre individuos, y en ella
funda su verdadero valor.
Aún más: la solidaridad entre personas individuales, entre seres humanos iguales, de uno a uno,
debe tender necesariamente a la solidaridad de escala social. La verdadera solidaridad encuentra su
mayor solaz en el crecimiento de su campo de influencia. Con esto, podemos afirmar que la
solidaridad es una virtud que, si no se desarrolla, se pierde. Para la solidaridad, hay sólo dos
opciones: crecer o morir.
Pero este crecimiento en el campo de influencia de la solidaridad entraña un serio peligro, pues
también puede suceder que, al ampliar los alcances de una tendencia solidaria, se pierda la
intensidad de esta disposición; se difumina su fuerza; se borra poco a poco su verdadera efectividad,
para convertirse en un malestar personal por los males de la sociedad; una verborrea lastimosa por
las injusticias; una lágrima estéril; una hipócrita tristeza que no empuja a la acción, sino a la lástima
inútil y soberbia.
Es importante, según hemos señalado, no confundir la solidaridad con «un sentimiento superficial
por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y
perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, ya que
todos somos verdaderamente responsables de todos. El hombre es un ser social por naturaleza, y su
desarrollo está estrechamente vinculado con el desarrollo de toda la sociedad. En cierta medida,
ayudar a la sociedad es ayudarse a uno mismo, puesto que el bien común es precisamente eso:
común. El bien de todos es también mío.
La solidaridad social consiste en colaborar de manera desinteresada con el bien común. Hay actos
de solidaridad que son específicamente obligatorios. Incluso existen actos en contra de la
solidaridad que pueden ser castigados. Entendemos, por ejemplo, que el cumplir las leyes es un acto
solidario, porque sabemos que cumpliéndolas favorecemos el orden social, la observancia de dichas
leyes y, por lo tanto, el bien común. En este caso, la falta contra la solidaridad es motivo de castigo, y
este castigo se lleva a cabo porque se considera que el cumplimiento de la ley es de interés general y a
todos aprovecha.
Las naciones no son capaces de la solidaridad, sino a través de los individuos que las conforman. La
solidaridad no es susceptible de perder su dimensión humana, aún cuando esté siendo llevada a
cabo más allá de la propia sociedad.
Entendido esto, comprendemos que, de ninguna manera, la solidaridad entre naciones se opone a
los sentimientos positivos de patriotismo y de cuidado de la nación propia. Las naciones también
deben de aprender a desprenderse de sus bienes materiales en favor de otros, y no sólo de lo que les
sobra, sino de aquello que les ha costado trabajo, porque sólo entonces podrán comprender la
dimensión universal de la solidaridad, aún entre naciones que no guardan algún vínculo especial de
amistad o compromiso.
El tema de la solidaridad universal en la historia próxima tiene los mismos capítulos gloriosos que
recuerdos deplorables. Podemos citar un buen ejemplo, cercano a todos nosotros. En 1985, ocurrió
en la Ciudad de México un fuerte terremoto, con consecuencias materiales terribles. En aquella
ocasión, México recibió ayuda solidaria de diversas naciones en el mundo entero: dinero, comida,
ropa, cobertores y hasta gente que se apuntó para las arduas tareas de rescate. Podemos observar en
ello una muestra de verdadera fraternidad universal, en donde todas las naciones toman conciencia
y responsabilidad por las necesidades de otros.
Lejos de lamentarnos, horrorizarnos o indignarnos de forma hipócrita por estas realidades tan
disímiles, nos ocupa la urgente necesidad de hacerles frente. En el ámbito internacional, sobre todo
los gobernantes deben de estar abiertos a una realidad hoy innegable: el verdadero desarrollo de una
nación no puede llevarse a cabo sin el desarrollo paralelo de todas las demás, porque la interacción y
la interdependencia –económica, comercial, cultural– entre países es cada vez más acusada y hoy,
más que siempre, los países del orbe son definitivamente necesarios entre sí. La sociedad de
sociedades es una realidad, y todos somos verdaderamente responsables de todos.
CONCLUSIÓN.
la solidaridad es uno de los valores humanos más importantes y esenciales de todos, la solidaridad es
lo que hace una persona cuando otro necesita de su ayuda, la solidaridad es la colaboración que
alguien puede brindar para que se pueda terminar una tarea en especial, es ese sentimiento que se
siente y da ganas de ayudar a los demás sin intención de recibir algoa cambio es una virtud porque a
través de ella nos mostramos unidos a otras personas, compartiendo sus intereses, inquietudes y
necesidades, sin necesariamente tener un lazo afectivo que los una. Es decir, la solidaridad es una
virtud porque nos acerca a personas que necesitan bondad o una mano amiga en su vida. brinda
apoyo a terceros que lo necesitan, solucionando problemas y necesidades. Mejorando la calidad de
vida, dar algo sin esperar nada a cambio, brindando satisfacción a los necesitados para que se sientan
parte de la sociedad.
La solidaridad es un valor que nos ayuda a ser conscientes de las necesidades de otros y nos genera el
deseo de sumar en su satisfacción. Como todos los valores, se deben fomentar en el Colegio y en
casa. La solidaridad es un concepto que se asienta en el respeto a la dignidad de las personas.
ANEXO.