Carlos Mario Perea Restrep (2006)
Carlos Mario Perea Restrep (2006)
Carlos Mario Perea Restrep (2006)
2006
Carlos Mario Perea Restrepo
COMUNIDAD Y RESISTENCIA: PODER EN LO LOCAL URBANO
Colombia internacional, enero-junio, número 063
Universidad de los Andes
Bogotá, Colombia
pp. 148-171
http://redalyc.uaemex.mx
C olombia Internacional 63, ene - jun 2006, 148 - 171
COMUNIDAD
Y RESISTENCIA
poder en lo local urbano
Carlos Mario Perea Restrepo1
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C arlos Mario Perea Restrepo
Two recent forces validate and construct old notions of community. One is the
ancestral tradition that turns the community into a cultural value that belongs to the
people.To people, the community operates as a collective “I” that mobilizes all sorts
of energies. The other is the community’s presence in both modern social thought
and in state discourse set on confronting popular demands.The first force is based on
social and political utopias, and the second force is a governability referent. Can the
community play a role in the urban popular resistance movement, at the crossing of
these two forces?
Q
uedamos bajo su evo- tos para la construcción de un mundo
cación: “construyen- alternativo, cimientos capaces de
do comunidad se recombinar la cultura local y el vín-
cambia el mundo”. El epígrafe, enun- culo directo a la manera de antídotos
ciado a propósito de la creación de los contra el dominio del mercado4. Con
municipios autónomos entre el movi- claridad, el zapatismo ha convertido la
1 Historiador, profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de
Colombia.
2 Vocera de la organización italiana Ya Basta. En: La Jornada (2003: 7).
3 Pasados casi diez años después de su aparición pública el 1 de enero de 1994, la expresión indígena conocida con el nom-
bre de Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) creó cinco Juntas de Buen Gobierno asumidas como territo-
rios en rebeldía, esto es: lugares regidos por sus propias leyes más allá del estado y su diseño constitucional. El lanzamiento
se realizó a principios de septiembre del 2003.
4 En un bello artículo, Arturo Escobar (2000) instala la pregunta.
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5 Adolfo Gilly (1997) muestra este vínculo. En cualquier texto del subcomandante Marcos respira la invocación de lo indí-
gena articulado como comunidad (2003a; 2003b).Y en las Juntas de Buen Gobierno la noción de comunidad se inter-
cambia con la de municipio, mostrando lo primero como una forma de gobierno preñada de historia y experiencia vivida.
6 Lo mismo, los estudios de la subalternidad en la India han encontrado en la comunidad la “idea unificadora que le da a la
insurrección campesina su carácter social fundamental” (Chatterjee 1997: 201).
7 Acudimos a historias de vida de muchachos pertenecientes a organizaciones de barrios populares en Bogotá.
8 Anderson (1993).
9 Sobre estas características la comunidad también se la emplea para describir cualquier aglomeración articulada por un inte-
rés colectivo: la escuela, el grupo comunitario, la gente de la empresa y así sucesivamente. Es un verdadero comodín.
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10 En cambio cada vez que designa su trabajo, incluido el desplazamiento físico, habla de la comunidad.Ver Velázquez (1986).
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11 (Mario: 17; Salomé: 45. Las frases entre los signos < y > son textos literales extraídos de las historias de vida).
12 Con la noción de ciudadanía desde abajo queremos referir el vínculo con lo público tal y como lo experimenta el habitante
urbano común y corriente, a diferencia de la ciudadanía prescrita desde el estado y la norma constitucional. Perea (2001a).
13 Blanca: 22.
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14 En muchos sentidos lo mismo acontece con la <zona>. Sin embargo nos limitamos a la <comunidad> dejando dicho que
con el <barrio> y la <zona> se movilizan significados similares. Como se señaló, en el discurso zapatista la comunidad se
traslapa con el municipio.
15 Ver Phelan (1980).
16 Perea (2001b).
17 Weber (1944).
18 Cabe la posibilidad de barrios atiborrados de miembros de una familia, pero son casos aislados que no definen la ocupa-
ción del territorio urbano.
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sobre el espacio barrial. Del poema a la unos ideales de la vida buena. La armo-
imposición tiránica, pasando por la par- nía se impone, el <vecino> se abandona
ticipación de la agrupación comunita- a los intereses del grupo movido por el
ria, la <comunidad> opera como ánimo de concordia y el espíritu de
referente: cantera de realidad a denun- solidaridad. El guión informa cada
ciar, espacio para el dominio, lugar de la momento de la acción comunal, como
acción colectiva. bien lo deja ver la reiterada invocación
Se mantiene sobre los dos pilares del diálogo abierto y sin restricciones:
que han sostenido desde siempre la <Hay que socializarnos más a la comuni-
imaginería comunitaria, la igualdad y la dad, buscar el diálogo con las personas para
unidad. Los vecinos se reconocen saber los problemas>. La palabra circulan-
como iguales por origen social y con- te en el diálogo está más allá del con-
dición de clase, por expectativas y flicto, brota de la unidad y la
demandas ante la vida, por cultura y integración vecinal: <Vamos a hacer algo
maneras de enfrentar el mundo. La para que la comunidad se integre más y así
igualdad con el otro proviene del pasa- tendremos renombre>25.
do inscrito en la historia del barrio y La armonía comunal es final-
prolongado en la condición social, pero mente posible porque sus miembros
también del presente vivido. Es la clave están conectados por relaciones direc-
imaginaria, la raíz común de donde tas. Se conocen uno con otro, saben de
provienen todos, sea cual sea la marca su historia e intimidad; los liga un nexo
de la biografía personal. La sentido y vivido. Lejos del vínculo pro-
<comunidad> es unidad, conglomerado pio de la razón abstracta, como aconte-
exento de grietas. Las mismas raíces de ce con la nación, al vecindario lo
la palabra proyectan la imagen, la domina el intercambio cara a cara. De
común-unidad, la cohesión en torno a allí que su pegamento primordial sean
un destino que enlaza sin distingos: <Si los afectos antes que la búsqueda ins-
la comunidad fuera unida sería chévere pero trumental de metas. Se participa de las
se ve mucho individualismo>. La oposi- tareas comunes y la definición de la
ción entre la comunidad <unida> y la mejor vida desde el pegamento afecti-
singularidad amenazante señala el prin- vo hacia los seres de carne y hueso con
cipal adversario, el <individualismo>, quienes se traba un intercambio en la
con mayor razón cuando este aflora vida cotidiana. El intimismo y la
bajo la forma de indolencia ante las espontaneidad son entonces sus rasgos
urgencias colectivas. característicos, opuestos a la frialdad y
La cohesión sin fisuras abre paso la cosificación del individualismo. Por
a las restantes facetas de la imaginería: ello la <comunidad> es más que acción
armonía y solidaridad, dechado de instrumental frente a la precariedad y el
afectividad, proximidad íntima y auten- reto de superarla, es unidad de sentido
ticidad espontánea. Por antonomasia la donde se juega la vida: <Hago parte de
<comunidad> es el reino de la integra- la comunidad porque vivo aquí y he vivido
ción alrededor de un orden moral y muchos años compartiendo con la gente>, se
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escucha afirmar una y otra vez. La tica remeda en lo local los improperios
comunidad es entonces espacio donde formulados contra la clase política en lo
se teje la vida, <con mis amigos hablamos, nacional, esto es, apela a la imagen ideal
andamos, vamos a jugar fútbol, mejor dicho del agente público como servidor
hacer comunidad>26. desinteresado y comprometido con el
Entre la territorialidad y el veci- interés de todos. La <comunidad>, así las
nazgo, entre la unidad igualitaria y la cosas, retoma el viejo dilema de lo
armonía afectiva, la <comunidad> pene- público frente a lo privado, haciéndose
tra los horizontes culturales de los sec- del lado del primero.
tores populares dando cuenta de un Desde allí emergen sus simbólicas
nosotros que moviliza toda suerte de de lo público. Su oposición a lo indivi-
significaciones: <Los viciosos se pueden dual implica el imperativo normativo
hacer el daño que quieran pero que no le del compromiso con el destino de la
hagan daño a la comunidad>, se suele colectividad. Frente a la dignidad comu-
afirmar. La construcción de la vida en nitaria los individuos son simples engra-
común-unidad exige cierto tipo de najes de un espacio que demanda
personas, <me gustaría que en la comuni- fidelidad. Quienes no obran de tal modo
dad la gente fuera chévere, toda de ambien- <son agua turbia que dañan la comunidad
te, porque hay gente muy amargada>. Y porque son estáticos y no se identifican con
quien la respeta recibe los privilegios nada>. En resonancia con el más depu-
propios del ideal que la informa: rado republicanismo la vida adquiere
<Cuando se vive en comunidad se tiene el sentido haciéndose partícipe de lo públi-
privilegio de poder cambiar cosas o hacer co: <Hay pelados que se la pasan de la casa
algo nuevo>27. El capital que ilumina al colegio y del colegio a la casa. Supuesta-
esta herencia no es con todo su única mente son los buenos pero a la final son malos
fuerza, proviene también de su papel en porque no hacen nada por su gente>, se afir-
la racionalidad moderna. El salto entre ma de los jóvenes no comprometidos en
lo uno y lo otro está garantizado por ninguna actividad grupal; de nada vale su
una bisagra, su imbricación con las sig- marginación del conflicto local, igual la
nificaciones de lo público. indiferencia ante <su gente> los convier-
te en objeto de reproche. Nada justifica
4. Lo público localizado el desinterés ante las demandas vecinales,
El horizonte comunitario es, por ni tan siquiera la contemplación religio-
definición, opuesto al individualismo. sa: <Uno no debe solamente enfocarse a la
En el antagonismo entre lo colectivo y iglesia sino que más allá hay problemas de la
lo individual, la <comunidad> encarna el comunidad. Hay que meterse en la realidad
polo del bien común ajeno a las incli- de la gente con la que uno vive>. Dicho
naciones personales. Una de las más fre- <meterse> está preñado de responsabili-
cuentes acusaciones lanzadas a los dad y ligado a una entrega que desborda
líderes comunitarios señala su apego a al individuo, lejos del hedonismo tan
los intereses particulares, en detrimento extendido como temido: <Me siento
de la universalidad comunitaria.Tal crí- impotente porque veo que los jóvenes no
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hacen algo por la comunidad sino que quieren La <comunidad> está cargada de
es pasarla bien, divertirse>. Por supuesto, en los registros propios del espacio públi-
el lado opuesto, la observancia de lo co. Se la concibe como materialización
comunal es fuente de aprobación y de lo universal opuesta al lance indivi-
orgullo, <me sentiría dichoso que digan “ese dualista, supone una virtud cívica con
muchacho es útil, ayudó mucho a nuestra el destino general y sus actos se asumen
comunidad”>28. como engranajes del accionar político.
La <comunidad> supone enton- El ámbito comunitario agencia una
ces un principio de universalidad y una esfera pública localizada. No obstante
exigencia de entrega al grupo, dos ras- su simbólica colectiva descansa sobre
gos que la convierten en espacio para el unos fundamentos en mucho distantes
accionar político. Lo público halla su de aquellos sobre los que se cimenta el
desdoblamiento en lo local, en el barrio espacio público y el ejercicio político.
y sus exigencias, como lo revela la res- En verdad, ajena a la noción de pacto
puesta de un muchacho ante el interro- social erigido sobre el pluralismo y el
gante por su actividad política: <El disenso, la <comunidad>, de manera dis-
funcionamiento de la política que se da aquí tinta, se funda en el imaginario de la
en la comunidad es comunitario, todos por la homogeneidad y la unidad. No obstan-
comunidad>. Lo político, de corriente te ya aquí está garantizado un nexo con
asociado a los grandes sujetos como el el estado y el poder.
partido político y la organización gre-
mial, se traduce en la consigna de II.Vínculo e instrumento
<todos por la comunidad>. El universal ¿Habrá que extrañarse frente a la
de la nación y el particular de la <comu- terca permanencia del ideal comunita-
nidad> están conectados mediante vín- rio, tan vivo en sus contenidos como
culos directos, <cuando uno hace cosas ajeno a los dictados de la modernidad?
está trabajando por la comunidad y por En lo absoluto. Allí habita un alto con-
Colombia>. El ejercicio comunal es tenido de tradición popular, se sintetiza
público, sin mediaciones, en un grado un ancestral modelo de representación
tal que se le asigna la capacidad de con- de la vida buena entre los sectores
frontar las grandes tragedias nacionales: populares, se encarna un ideal moral y
<Trabajar por la comunidad es como un una estrategia para la sobrevivencia.
acto de paz>. La virtud incrustada en la Pero no es sólo eso. Es, con similar
agregación comunitaria, emanada del intensidad, producto de supervivencias
traslape de lo público sobre lo local, del pensamiento moderno, y más fuer-
hace que la lectura del hecho político y te aún, resultado de lenguajes y prácti-
sus mecanismos formales pasen, por cas estatales que le confieren el estatuto
fuerza, por sus eventuales influjos sobre de referente de gobernabilidad. Consi-
el contexto local: <En las elecciones apo- deraremos ahora esta segunda fuerza
yaría a un man que hace por la comunidad que jala desde arriba, primero en el
y por el país>29. pensamiento y luego en el gobierno.
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30 Lo que sigue es apenas un esbozo que muestra la impronta comunitaria. La indagación sistemática de su lugar en el pen-
samiento actual desborda estas páginas.
31 Taylor (1996).
32 Nos basamos en la interesante discusión de Jaramillo (1987).
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33 El texto de Robert Nisbet publicado en 1977, La formación del pensamiento sociológico, afirma que la comunidad es la idea
de más largo alcance. Citado en Jaramillo (1987: 56).
34 Maffesoli (1990: 38).
35 El texto de Maffesoli y su noción de tribus urbanas ha sido muy usado en la literatura sobre jóvenes, pese a su frágil fun-
damento. En principio choca la contradicción de un libro que se pretende tras una racionalidad alternativa y que, no obs-
tante, está construido sobre una rígida lógica binaria pegada a las tipologías polares de la sociología clásica. La metáfora de
la tribu resulta precaria para recoger lo que acontece entre los jóvenes.
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38 El Frente Nacional fue un acuerdo entre los partidos políticos tradicionales, el liberal y el conservador, iniciado en 1958
como una manera de sortear una larga y cruenta historia de violencia partidista estallada en 1946.
39 Leal y Dávila (1991).
40 La historia de las juntas en Leal y Dávila (1991) y la recopilación del fundamento legal en Juntas de Acción Comunal (sf).
Hay que anotar que durante los años 50 los proyectos comunales fueron impulsados en toda Latinoamérica como parte
de los esfuerzos de la guerra fría.
41 Gutiérrez (1998).
42 Decreto 1930 de 1979.
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43 Son una verdadera estructura piramidal que reproduce en cada escaño las formas jurídicas de tramitación de la demanda
y el conflicto: después de la junta de acción comunal vienen la Asociación de Juntas, luego la Federación y por último la
Confederación.
44 En época reciente han aparecido juntas con miembros ajenos al clientelismo, empeñados en hacer valer su dimensión par-
ticipativa y democrática.
45 Decreto 300 de 1987.
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46 Torres (1997).
47 Castro (1997: 3)
48 Castro (s.f.:1)
49 Ambas citas en Formar Ciudad (1995: 3 y 7).
50 Por la Bogotá que queremos (1998: 4).
51 En este mismo lugar se para el gobierno de Uribe con su evocación del “estado comunitario”. Sólo que en este caso resul-
ta evidente el intento populista de activar el componente imaginario de la comunidad popular.
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52 La expresión de Foucault la cita Soja (1990, p. 10), quien a través de un recorrido por varios pensadores muestra la suce-
siva construcción de la contemporánea posición de la geografía.
53 Appadurai (1999).
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ción moderna del poder, hizo conver- nía. El estado soberano ya no suelda el
ger la ciudadanía y la identidad dentro nexo entre política y clase social, anti-
del trazado territorial jurídicamente guo garante del vínculo de cada indivi-
delimitado por la potestad del estado. duo con los otros y con la totalidad
Empero, este isomorfismo entre terri- social; se resquebrajó su centralidad,
torio, nación y soberanía se adelgaza antes garantizada en la simbiosis de la
ante los embates de otras formas de identidad y la narrativa unificadora: la
constitución del sentido. Unas prove- forma de identidad por excelencia era
nientes desde “abajo” empujadas por la la ciudadanía, ligada a un metarrelato
emergencia de lo local como mundo colectivo tejido desde el estado. Su fun-
existencial, esto es como horizonte de ción de conector se relativiza abriendo
pertenencia cuyos apegos entran en paso, tanto a la diversificación de las
colisión con la necesidad estatal de una fuentes de identidad, como a la visibili-
escena pública regulada; otras viniendo dad de los planos local y global. Su
desde “arriba” animadas por la consti- consecuencia, la topología cobra fuerza
tución de translocalidades, espacios de entre las realidades contemporáneas. El
movilidad humana y cultural que desa- territorio pierde su fijeza, dando al tras-
fían las prerrogativas de inclusión del te con la vieja asociación entre lugar
estado. El territorio soberano se desdi- físico y relaciones sociales. Lo local, lo
buja, amojonado dentro de fronteras nacional y lo global constituyen planos
porosas, arrancando al estado su anti- de articulación, cada uno gobernado
guo monopolio sobre los relatos colec- por sus lógicas pero, a un mismo tiem-
tivos54. El resultado viene a ser la po, en interacción constante entre uno
disociación del estado y la nación, y otro. Empleando las palabras de
dando paso a la diversificación de las Renato Ortiz cada plano está consti-
lealtades. El estado continua pegado a tuido por “procesos sociales diferencia-
la soberanía imbuido de su papel de dos”55: en medio del proceso lo local
garante de derechos homogéneos para cobra nueva vida.
todos, conservando su función de
interlocutor primero de la ciudadanía; 2. Poder y resistencia
la nación, entretanto, se fragmenta en Si el poder y el sentido han de
espacios disímiles, inoculada con una ser pensados como historia y como
movilidad donde el discurso de la his- topología, como voluntad humana y
toria patria ha perdido densidad, con- como vínculo con el territorio, la
virtiendo la identidad en una comunidad, como expresión de lo
experiencia desanclada. local, se perfila como alternativa para la
Ante este panorama las correas resistencia. Sus viejos significados la
de articulación entre unos seres y otros convierten en representación de la
sufren profunda muda. El conector del agregación, la identidad y el conflicto,
estado nación ha perdido su hegemo- tanto como en divisa de un destino
54 Por supuesto, agregamos nosotros, estos procesos se tejen en el contexto de la pérdida de poder efectivo del estado
frente a poderes construidos en el escenario globalizado. El poder de la banca multilateral y las empresas transnacio-
nales son el ejemplo.
55 Ortiz (1998: 34).
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Taylor, Charles. 1996. Fuentes del yo. Velásquez, Enrique. 1986. “Comu-
La construcción de la identidad moderna. Bar- nidad: ¿imagen o concepto?” En Prácticas y
celona: Paidós procesos sociales No. 24. Bogotá
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