Carlos Mario Perea Restrep (2006)

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Colombia internacional

Universidad de los Andes


infcisoc@uniandes.edu.co
ISSN (Versión impresa): 0121-5612
ISSN (Versión en línea): 1960-6004
COLOMBIA

2006
Carlos Mario Perea Restrepo
COMUNIDAD Y RESISTENCIA: PODER EN LO LOCAL URBANO
Colombia internacional, enero-junio, número 063
Universidad de los Andes
Bogotá, Colombia
pp. 148-171

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
C olombia Internacional 63, ene - jun 2006, 148 - 171

COMUNIDAD
Y RESISTENCIA
poder en lo local urbano
Carlos Mario Perea Restrepo1

recibido 05/04/06, aprobado 18/05/06

148
C arlos Mario Perea Restrepo

La vigencia de la añeja noción de comunidad halla sus recientes líneas de


construcción a partir de dos fuerzas. De un lado, una ancestral tradición que la
convierte en valor cultural de los sectores populares: entre éstos opera como
representación de un yo colectivo que moviliza energías de los más diversos cuños.
De otro lado, una presencia tanto en el pensamiento social moderno como en los
discursos estatales encaminados a enfrentar las demandas populares: en el primero
hace de operador de las utopías sociales y políticas y en el segundo funciona como
referente de gobernabilidad. En el cruce de estas dos fuerzas, ¿puede la comunidad
desempeñar un papel en la resistencia popular urbana?

Palabras claves: comunidad, esfera publica, resistencia, identidad.

Two recent forces validate and construct old notions of community. One is the
ancestral tradition that turns the community into a cultural value that belongs to the
people.To people, the community operates as a collective “I” that mobilizes all sorts
of energies. The other is the community’s presence in both modern social thought
and in state discourse set on confronting popular demands.The first force is based on
social and political utopias, and the second force is a governability referent. Can the
community play a role in the urban popular resistance movement, at the crossing of
these two forces?

Keywords: community, public sphere, resistance, identity.

Introducción miento zapatista mexicano, habla de


De los zapatistas hemos aprendido uno de los pasos de dicho movimien-
que construyendo comunidad se to en su búsqueda de estrategias de
cambia el mundo resistencia frente al capital y la globa-
Vilma Mazza2 lización3. Nos invita a retornar a lo
local a fin de desenterrar los cimien-

Q
uedamos bajo su evo- tos para la construcción de un mundo
cación: “construyen- alternativo, cimientos capaces de
do comunidad se recombinar la cultura local y el vín-
cambia el mundo”. El epígrafe, enun- culo directo a la manera de antídotos
ciado a propósito de la creación de los contra el dominio del mercado4. Con
municipios autónomos entre el movi- claridad, el zapatismo ha convertido la

1 Historiador, profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de
Colombia.
2 Vocera de la organización italiana Ya Basta. En: La Jornada (2003: 7).
3 Pasados casi diez años después de su aparición pública el 1 de enero de 1994, la expresión indígena conocida con el nom-
bre de Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) creó cinco Juntas de Buen Gobierno asumidas como territo-
rios en rebeldía, esto es: lugares regidos por sus propias leyes más allá del estado y su diseño constitucional. El lanzamiento
se realizó a principios de septiembre del 2003.
4 En un bello artículo, Arturo Escobar (2000) instala la pregunta.

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

comunidad en núcleo de resistencia5: completar los organismos privados y


se le presenta como historia que los actores colectivos hacen otro tanto,
nunca ha dejado de estar ahí, más allá la evocan como imagen del conflicto y
del sojuzgamiento; y como modo de la pobreza.
vida que conquista su derecho a exis- En realidad la comunidad es una
tir, lejos del apremio de la mercancía representación con tan hondas raíces
y el dinero. No es el único ejemplo, culturales que hace parte de esas nocio-
una mirada similar cruza el movi- nes polivalentes, empleada a la manera
miento indígena ecuatoriano y boli- de comodín en una gran variedad de
viano, así como la organización situaciones. En una de sus versiones des-
campesina de los Sin Tierra en Brasil6. cribe el estado nación y su proyecto de
Nuestro cometido, con todo, no convivencia histórica; no en vano la
se finca en estos movimientos rurales nación se define mediante la sonada fór-
sino en la ciudad, donde los signos de la mula de “comunidad política imagina-
comunidad parecen disolverse en la da”8. En otra se trasmuta en tejido
calle revueltos entre el asfalto y el transnacional ligado al interés de la
clientelismo; allí las estrategias indivi- humanidad en su conjunto, convocada
duales y la fragmentación social, los bajo el término de comunidad interna-
modos propios de lo urbano, se oponen cional. En una versión más, se transfor-
a su imaginería colectiva. Pese a todo, ma en espacio local donde se vive con
en contra de lo esperado, la noción de otros y se comparten las demandas
comunidad no desaparece del habla de barriales, interpelada bajo el nombre
la gran ciudad. La usan los jóvenes, de simple de la comunidad. Sus usos se des-
quienes nos valdremos como punto de plazan sin aparente contradicción de
partida7; pero igual la emplean otras uno a otro plano, de lo universal a lo
gentes de la barriada periférica en barrial pasando por lo nacional, animada
medio de la conversación cotidiana y la por sus características “naturales” asocia-
acción colectiva. El bazar, el encuentro das a la agregación, la coincidencia de
ceremonial y la organización de veci- intereses, algún futuro compartido9.
nos hablan en su nombre, revelando su En cada caso, sin embargo, están
papel en el acervo cultural de los secto- en juego cosas bien distintas. Primero
res populares. No es su único “uso” porque el Otro evocado es diferente.
urbano. El estado acude a la comunidad Mientras en la nación se habla del ciu-
cada vez que se refiere a los estratos dadano y en el contexto internacional
pobres, a las políticas con que enfrenta de las naciones, en lo local se borran las
sus demandas y las estrategias encami- referencias abstractas para llamar a los
nadas a ponerlas en marcha. Y para vecinos con quienes se enfrenta la exis-

5 Adolfo Gilly (1997) muestra este vínculo. En cualquier texto del subcomandante Marcos respira la invocación de lo indí-
gena articulado como comunidad (2003a; 2003b).Y en las Juntas de Buen Gobierno la noción de comunidad se inter-
cambia con la de municipio, mostrando lo primero como una forma de gobierno preñada de historia y experiencia vivida.
6 Lo mismo, los estudios de la subalternidad en la India han encontrado en la comunidad la “idea unificadora que le da a la
insurrección campesina su carácter social fundamental” (Chatterjee 1997: 201).
7 Acudimos a historias de vida de muchachos pertenecientes a organizaciones de barrios populares en Bogotá.
8 Anderson (1993).
9 Sobre estas características la comunidad también se la emplea para describir cualquier aglomeración articulada por un inte-
rés colectivo: la escuela, el grupo comunitario, la gente de la empresa y así sucesivamente. Es un verdadero comodín.

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tencia y sus desafíos. Segundo, y lo más avalancha globalista, se abre la puerta a


importante, porque tanto la historia la revalorización de las culturas popu-
convocada como su intención política lares largo tiempo silenciadas. En este
divergen: para lo nacional e internacio- contexto, ¿habrá alguna oportunidad
nal es una estrategia, para los sectores para un nuevo impulso ético de la
populares un pasado y una forma de comunidad en lo urbano popular?
estar juntos. No por casualidad el llama- ¿Será que en la ciudad se valida la sen-
do “trabajo comunitario” se convierte tencia según la cual “construyendo
en una acción dirigida de manera comunidad se cambia el mundo”?
exclusiva a los sectores subalternos. Dicho de otra manera, ante un
Como lo muestran los movi- momento histórico donde los vínculos
mientos latinoamericanos, la comunidad se adelgazan y se escabullen las formas
hace parte de la actual efervescencia de de pertenencia, ¿la dimensión popular
lo local. No obstante, a renglón seguido, de la comunidad podrá movilizar algu-
es preciso afirmar que no se agota allí. Su na forma de resistencia?
renovada visibilidad –– porque siempre En la tentativa de abordar el inte-
ha estado presente ––, hace parte de los rrogante caminaremos en tres momen-
contemporáneos localismos pero arrastra tos. El primero rastrea el modo como se
historia y vínculo con la nación, fundida constituye la comunidad desde la fuerza
en una intrincada mezcla entre la tradi- popular –en particular entre los jóvenes
ción y la institución, entre la resistencia y de un sector marginado de Bogotá-,
el acomodo al establecimiento. La desentrañando los anclajes que brotan del
comunidad se convierte entonces en una habla del barrio. El segundo aborda la
coordenada de la topología que trae otra fuerza, la de arriba, pasando por su
consigo el nuevo siglo. Interesados en la eje estatal, no sin antes hacer un viaje por
pregunta por los modos de constitución los lenguajes de la ciencia social. Por últi-
del poder local en lo urbano, nos propo- mo, el tercer momento, considera el
nemos visualizar las dos líneas de fuerza potencial de la comunidad entre las estra-
que atraviesan y constituyen la comuni- tegias para desatar la resistencia urbana.
dad: una venida de abajo, de los sectores
populares; otra emergente de arriba, del I. Un Yo colectivo
estado y su búsqueda de gobernabilidad. La comunidad amarra la vida del
En el cruce de una y otra, la suburbio popular bogotano, mientras
comunidad hace presencia en la ciu- nada parecido acontece en los restantes
dad. Su horizonte no es el de la comu- sectores sociales. Las organizaciones
nidad indígena, es el de la urbe en locales de la clase media y alta borran
ebullición, aunque su energía motriz su connotación comunitaria para
descansa en una ancestral tradición denominarse asociaciones de vecinos,
popular. Nuestro epígrafe vuelve y mientras ningún funcionario público
resuena. Frente a una situación donde designa como “mi comunidad” su sitio
el estado ha visto constreñida su pri- de vivienda10. Su notoriedad entre las
macía, golpeado y disminuido por la armazones de la barriada queda al abri-

10 En cambio cada vez que designa su trabajo, incluido el desplazamiento físico, habla de la comunidad.Ver Velázquez (1986).

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

go de cualquier duda: los jóvenes, esos otro se refuerzan produciendo un


seres invitados a habitar con entero sentimiento capaz de encarnar lo
acomodo el universo de la información <que uno sufrió> y algo que se hace
y las comunicaciones, la emplean como <con amor>.
eje de sus discursos y prácticas. ¿De qué Para la ciudadanía desde abajo la
modos se construye esa presencia? <comunidad>, tal como la emplean los
Mostraremos que su fuerza se constru- sectores populares para representar la
ye desde tres campos de significación: la vida colectiva, se presenta como lugar de
territorialidad, la unidad y lo público. identidad e inclusión12. Ya lo dicen un
Miraremos uno a uno, empezando por rapero y una pandillera. Claro, no puede
comprobar su vigencia. olvidarse, que la acción comunitaria está
plagada de conflictos. Difícil hallar una
1. La puesta en escena realidad que genere tantos entusiasmos y
Un cantor rapero decía <a mi a la vez tal cantidad de pugnas. La renci-
comunidad la quiero resto… Ahí he con- lla y la suspicacia, la asamblea plagada de
vivido y vivido muchas cosas … Si me improperios y la disputa por el control
fuera para no volver sería como olvidarse de los recursos locales constituyen parte
de uno y de lo que fue, de lo que uno de su fisonomía. <En el barrio hay divisio-
sufrió y la gente que lo apoyó>. En el nes, la gente es muy apática y creen que quie-
texto la <comunidad> encarna una nes trabajan a nivel comunitario se meten en
trayectoria de vida, darle la espalda es la vida de ellos y no tienen nada que hacer>,
tanto como <olvidarse de uno y de lo afirma alguien13. Frases de parecido
que fue>. Para una mujer pandillera, tenor pululan. Sin embargo, por encima
una expresión de identidad opuesta al del agrio enfrentamiento, la
rap, aparece ligada a otra significación <comunidad> dispara las energías colec-
también de gran difusión entre los tivas perfilándose en terreno de lucha
jóvenes: <Los parches se interesan en la por el poder de la representación y la
organización comunitaria … Si me pintan movilización. Su terca presencia entre las
algo que me va a ayudar y va a favorecer hablas de los jóvenes no deja duda: las
a la gente doy el apoyo, poquito pero con prácticas populares se alimentan de la
amor>. Aquí lo comunitario es una <comunidad> y sus simbólicas. Entre su
entidad en lo local proyectada al bien condición de nudo imaginario donde
común; en tal caso no se puede negar fragua la nostalgia y de referente empí-
el <apoyo>, es parte de un pacto, así rico que cohesiona a quienes comparten
sea <poquito> se hace <con amor>11. el sitio de residencia, opera como
Como se ve la <comunidad> es espa- núcleo de sentido del nosotros y el yo
cio de confluencias diversas. En las colectivo. Llena de traslapes con el
frases trascritas ya aparece como cen- <barrio> y la <zona> encarna un víncu-
tro de vivencia e identidad, como lo primario que provee arraigo e inclu-
nudo de la acción colectiva. Uno y sión. Mario el rapero vuelve y lo dice,

11 (Mario: 17; Salomé: 45. Las frases entre los signos < y > son textos literales extraídos de las historias de vida).
12 Con la noción de ciudadanía desde abajo queremos referir el vínculo con lo público tal y como lo experimenta el habitante
urbano común y corriente, a diferencia de la ciudadanía prescrita desde el estado y la norma constitucional. Perea (2001a).
13 Blanca: 22.

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<mi comunidad la quiero resto … el barrio 2. Territorio y vecindad


es algo sagrado>. Entre la <comunidad> y Los lazos de parentesco, tan caros
el <barrio> existe identidad, una y otro a la imagen convencional del vínculo
se intercambian poniendo en evidencia comunal, se debilitan en el anonimato
las mixturas entre lo rural y lo urbano, de la ciudad. La familia ampliada, y aún
entre lo popular y lo estatal14. más la nuclear, continúan desempeñan-
En Colombia la <comunidad> do un destacado papel, no cabe duda; la
posee un largo historial. Sus indicios se afinidad familiar convoca una amplia
pueden rastrear hasta la lejana época de gama de solidaridades en torno al tra-
la Colonia cuando, siguiendo la usanza bajo y el lugar de residencia, entre otras
de los teólogos clásicos del derecho espa- tantas. Es más, la familia es uno de los
ñol, se la veía como la modalidad básica lugares que provocan inclusión colecti-
de convivencia. En realidad es una cate- va entre los jóvenes16. No obstante su
goría medieval, traída al Nuevo Mundo alcance, la “comunidad doméstica”,
por un pensamiento español renuente a según la expresión de Weber17, fue cer-
abandonar sus formas de ideación. Más cada por el avance de la modernización
aún, lanza sus lejanas raíces a los ordena- y sus vectores individualistas. El barrio,
mientos de la tradición indígena. Su imagen por excelencia de la urbe, par-
diseminación entre los usos lingüísticos ticipa de tal lógica. Lo ocupan familias
de la población está confirmada en el anónimas, desconectadas entre sí, lejos
lugar que ocupó como emblema de la del agregado familiar todavía existente
más destacada movilización social de en rincones agrarios donde veredas y
aquel entonces, la revuelta de los comu- pueblos se componen de personas vin-
neros de finales del siglo XVIII, donde culadas a un solo apellido18.
las nociones de “comunero” y “comuni- La imaginería comunitaria, no
dad” soportaron la legitimidad tradicio- obstante, traslada sus arsenales de la vida
nal y providencialista que afirmó la rural a la urbana. Lo hace mediante un
revuelta15. No es el interés reconstruir su mecanismo de reemplazo: la ligazón
trayectoria desde esas lejanas épocas. Por antaño provista por el parentesco es sus-
lo pronto hay que limitarse, de un lado a tituida por la identidad con el lugar de
señalar su antigua vigencia en los códigos residencia. Entre la consanguinidad y la
lingüísticos, y de otro a verificar, dos territorialidad existe un mar de diferen-
siglos después, la fuerza de un término cias. La primera se entierra en una mile-
que invade la puesta en escena de los naria forma de convivencia al tanto que
sectores populares: el triple significado de la segunda, por el contrario, surge entre
lo territorial, la unidad y lo público la los desafíos que entrañan los caóticos
mantienen viva. procesos de urbanización. Empero, desde

14 En muchos sentidos lo mismo acontece con la <zona>. Sin embargo nos limitamos a la <comunidad> dejando dicho que
con el <barrio> y la <zona> se movilizan significados similares. Como se señaló, en el discurso zapatista la comunidad se
traslapa con el municipio.
15 Ver Phelan (1980).
16 Perea (2001b).
17 Weber (1944).
18 Cabe la posibilidad de barrios atiborrados de miembros de una familia, pero son casos aislados que no definen la ocupa-
ción del territorio urbano.

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

el territorio compartido dentro de los dotada de infraestructura completa. La


confines del barrio, la comunidad se oleada urbanizadora del suroriente
llena de imágenes: <Espero hacer algo que bogotano a partir de los años 50, como
sirva a la comunidad o a nosotros mismos, a la en tantos otros sectores populares de
gente que vive por acá>, dice uno. La Bogotá, se adelantó hasta finales de los
<comunidad> y su carácter colectivo, tra- años 80 básicamente mediante invasión
ducido en el <nosotros mismos>, no es de terrenos o compra de lotes a urbani-
nada distinto a <la gente que vive por acá>. zadores piratas20. El momento de funda-
Vivir uno al lado del otro se carga de ción y primer establecimiento de la
sentido, es un dato empírico de inmedia- barriada suele ser evocado como una
to significado tal como se desprende de época de consenso y participación,
la afirmación de un rapero sobre los pan- dando pábulo a la raíz histórica del ima-
dilleros de su cuadra, quienes, pese a los ginario comunal en la ciudad. La expe-
conflictos, <son mi comunidad>: <No riencia de construir la ciudad con el
tengo relación con los pandilleros, aunque me esfuerzo comunitario crea un vínculo
tramaría llegarles porque ante todo son mi con el territorio que recuerda la relación
comunidad>. De allí que la comunidad del campesino con la tierra: el arraigo
halle su primera traducción en el <veci- ancestral a la tierra se urbaniza.
no>, ese con quien se comparte el sitio Mas el vínculo con el <vecino>
de habitación. <La gente hace cosas para su también tiene presente. Colombia es
progreso personal pero nunca se piensa en su un país de incesantes migraciones y
vecino, o sea no pensamos en la comunidad>, desplazamientos forzados, ello es parte
enuncia otra19. del sino de su violencia endémica. Los
La carga del vínculo con el <veci- años 90, en particular, vuelven a lanzar
no> tiene pasado y presente. Pasado en a miles de personas a la penosa travesía
cuanto la mayoría de los barrios popula- de dejar sus lugares de origen y buscar
res se construyen mediante la acción asiento en la ciudad21. Sin embargo la
colectiva de los primeros moradores, capital está en mucho establecida; en el
enfrentados al imperativo de levantar las suroriente la mayoría de jóvenes hacen
casas y los bienes de uso colectivo. Tal parte de la tercera generación urbani-
proceso de autoconstrucción, variable en zada22. De manera que el inicio del
su intensidad según la infraestructura barrio y su proceso de autoconstruc-
entregada por los urbanizadores –o ine- ción lo sienten distante, en general des-
xistente si fue una invasión-, arma un conocen la historia local. Sin embargo,
nexo singular con el territorio y sus el imaginario de la <comunidad> per-
modos de ocupación. El barrio es literal- manece intacto en conexión con las
mente construido con las manos de sus exigencias de la miseria a superar. Las
habitantes, a diferencia de los restantes nuevas generaciones acogen el imagi-
sectores de clase que adquieren vivienda nario como parte de su vocabulario

19 (Robin: 12; Shacra: 8; Marta: 4).


20 El 70% de los barrios del suroriente crecieron de manera clandestina.Varios (1998, p. 192).
21 Goueset (1998) pone en duda la afirmación, ya de sentido común, según la cual la acelerada urbanización en Colombia
tiene relación directa con los desplazamientos causados por la violencia de mediados de siglo.
22 Rodríguez (1998).

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arrastradas en la historia de sus padres y no puede>. La vida se ata a las vicisitu-


abuelos, pero también imbuidas de los des colectivas, no tan sólo por la con-
esquemas de representación del con- tingencia de compartir el lugar de
flicto y la pobreza. Se comparte con el residencia sino porque la <comunidad>
vecino la precariedad, la misma que se ejerce una función normativa sobre el
ha tratado de superar desde la funda- comportamiento de sus miembros: <Si
ción del barrio y que es preciso seguir están interesados en ver cambiar a la comu-
paliando en el presente. Como dice nidad y que los jóvenes sigamos los buenos
alguno, <uno como joven debe buscar su pasos, nos van a ayudar>. El futuro de los
espacio en esta comunidad donde está jóvenes, <sus buenos pasos>, dependen
viviendo y que tiene problemas>. La del siempre inacabado proyecto de
pobreza genera convergencias sobre las <cambiar a la comunidad>. Ella dictami-
expectativas de una vida decorosa, pero na aprobación y rechazo social. Como
también sobre la conciencia del aforis- dice alguna <si me siento rechazada por la
mo según el cual “la unión hace la comunidad ... se le pierde el sentido a la
fuerza”. El lenguaje de las vida>. Otro lo ratifica, <si me fuera para
<necesidades> y los <problemas> de la no volver sería como olvidarse de uno y de
comunidad se impone; moviliza a diri- lo que fue>. Su capacidad de sanción es
gentes y activistas locales, pero también determinante, en caso de desaproba-
al Estado, según se considerará en ción hasta <se le pierde el sentido a la
breve. Dicho lenguaje es la expresión vida>, porque sus miembros deben
cierta de un profundo sentido colecti- <dejar que la comunidad nos aprecie, pero
vo: <La gente metida en trabajos comuni- nosotros también tenemos que sabernos
tarios logró saber que su gente tiene una ganar ese aprecio>. El confín comunal
mano abierta y que está diciendo ayúde- está dotado de poderes, sus opiniones
me>. La pertenencia aflora, es <su cuentan y es necesario ganar el recono-
gente> atormentada por dolencias que cimiento de los vecinos. Dicho en tér-
las lleva a decir <ayúdeme>23. La <comu- minos prosaicos, <hacer comunidad es
nidad> porta entonces la huella del hacer deporte pa’que no digan que uno se la
pasado y la contundencia del presente: pasa fumando vicio. Entonces no tenemos
allí funda su nudo colectivizante. Su problemas con la comunidad>24.
fuerza, con todo, no se circunscribe a La inclusión comunitaria genera
esta mixtura temporal, pasa también identidad. El reconocimiento vecinal
por los ingredientes públicos y utópi- influye en las prácticas de los jóvenes, si
cos que moviliza. bien lo hace de maneras diversas en
función de la expresión en cuestión.
3. Unidad e identidad Para unos, los raperos, su canto, preten-
La cohesión comunitaria esti- de convertir en voz las realidades calla-
mula un sentimiento de inclusión con- das que componen la vida de la
vertido en motivo de orgullo: <Cuánta localidad; para otros, los pandilleros, su
gente quisiera ser parte de esta comunidad y trasgresión violenta busca el dominio

23 (Shacra: 21; Fredy: 19).


24 (Malena: 34; Humberto: 28; Edison: 12).

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

sobre el espacio barrial. Del poema a la unos ideales de la vida buena. La armo-
imposición tiránica, pasando por la par- nía se impone, el <vecino> se abandona
ticipación de la agrupación comunita- a los intereses del grupo movido por el
ria, la <comunidad> opera como ánimo de concordia y el espíritu de
referente: cantera de realidad a denun- solidaridad. El guión informa cada
ciar, espacio para el dominio, lugar de la momento de la acción comunal, como
acción colectiva. bien lo deja ver la reiterada invocación
Se mantiene sobre los dos pilares del diálogo abierto y sin restricciones:
que han sostenido desde siempre la <Hay que socializarnos más a la comuni-
imaginería comunitaria, la igualdad y la dad, buscar el diálogo con las personas para
unidad. Los vecinos se reconocen saber los problemas>. La palabra circulan-
como iguales por origen social y con- te en el diálogo está más allá del con-
dición de clase, por expectativas y flicto, brota de la unidad y la
demandas ante la vida, por cultura y integración vecinal: <Vamos a hacer algo
maneras de enfrentar el mundo. La para que la comunidad se integre más y así
igualdad con el otro proviene del pasa- tendremos renombre>25.
do inscrito en la historia del barrio y La armonía comunal es final-
prolongado en la condición social, pero mente posible porque sus miembros
también del presente vivido. Es la clave están conectados por relaciones direc-
imaginaria, la raíz común de donde tas. Se conocen uno con otro, saben de
provienen todos, sea cual sea la marca su historia e intimidad; los liga un nexo
de la biografía personal. La sentido y vivido. Lejos del vínculo pro-
<comunidad> es unidad, conglomerado pio de la razón abstracta, como aconte-
exento de grietas. Las mismas raíces de ce con la nación, al vecindario lo
la palabra proyectan la imagen, la domina el intercambio cara a cara. De
común-unidad, la cohesión en torno a allí que su pegamento primordial sean
un destino que enlaza sin distingos: <Si los afectos antes que la búsqueda ins-
la comunidad fuera unida sería chévere pero trumental de metas. Se participa de las
se ve mucho individualismo>. La oposi- tareas comunes y la definición de la
ción entre la comunidad <unida> y la mejor vida desde el pegamento afecti-
singularidad amenazante señala el prin- vo hacia los seres de carne y hueso con
cipal adversario, el <individualismo>, quienes se traba un intercambio en la
con mayor razón cuando este aflora vida cotidiana. El intimismo y la
bajo la forma de indolencia ante las espontaneidad son entonces sus rasgos
urgencias colectivas. característicos, opuestos a la frialdad y
La cohesión sin fisuras abre paso la cosificación del individualismo. Por
a las restantes facetas de la imaginería: ello la <comunidad> es más que acción
armonía y solidaridad, dechado de instrumental frente a la precariedad y el
afectividad, proximidad íntima y auten- reto de superarla, es unidad de sentido
ticidad espontánea. Por antonomasia la donde se juega la vida: <Hago parte de
<comunidad> es el reino de la integra- la comunidad porque vivo aquí y he vivido
ción alrededor de un orden moral y muchos años compartiendo con la gente>, se

25 (Malena: 34; Edwin: 27).).

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C arlos Mario Perea Restrepo

escucha afirmar una y otra vez. La tica remeda en lo local los improperios
comunidad es entonces espacio donde formulados contra la clase política en lo
se teje la vida, <con mis amigos hablamos, nacional, esto es, apela a la imagen ideal
andamos, vamos a jugar fútbol, mejor dicho del agente público como servidor
hacer comunidad>26. desinteresado y comprometido con el
Entre la territorialidad y el veci- interés de todos. La <comunidad>, así las
nazgo, entre la unidad igualitaria y la cosas, retoma el viejo dilema de lo
armonía afectiva, la <comunidad> pene- público frente a lo privado, haciéndose
tra los horizontes culturales de los sec- del lado del primero.
tores populares dando cuenta de un Desde allí emergen sus simbólicas
nosotros que moviliza toda suerte de de lo público. Su oposición a lo indivi-
significaciones: <Los viciosos se pueden dual implica el imperativo normativo
hacer el daño que quieran pero que no le del compromiso con el destino de la
hagan daño a la comunidad>, se suele colectividad. Frente a la dignidad comu-
afirmar. La construcción de la vida en nitaria los individuos son simples engra-
común-unidad exige cierto tipo de najes de un espacio que demanda
personas, <me gustaría que en la comuni- fidelidad. Quienes no obran de tal modo
dad la gente fuera chévere, toda de ambien- <son agua turbia que dañan la comunidad
te, porque hay gente muy amargada>. Y porque son estáticos y no se identifican con
quien la respeta recibe los privilegios nada>. En resonancia con el más depu-
propios del ideal que la informa: rado republicanismo la vida adquiere
<Cuando se vive en comunidad se tiene el sentido haciéndose partícipe de lo públi-
privilegio de poder cambiar cosas o hacer co: <Hay pelados que se la pasan de la casa
algo nuevo>27. El capital que ilumina al colegio y del colegio a la casa. Supuesta-
esta herencia no es con todo su única mente son los buenos pero a la final son malos
fuerza, proviene también de su papel en porque no hacen nada por su gente>, se afir-
la racionalidad moderna. El salto entre ma de los jóvenes no comprometidos en
lo uno y lo otro está garantizado por ninguna actividad grupal; de nada vale su
una bisagra, su imbricación con las sig- marginación del conflicto local, igual la
nificaciones de lo público. indiferencia ante <su gente> los convier-
te en objeto de reproche. Nada justifica
4. Lo público localizado el desinterés ante las demandas vecinales,
El horizonte comunitario es, por ni tan siquiera la contemplación religio-
definición, opuesto al individualismo. sa: <Uno no debe solamente enfocarse a la
En el antagonismo entre lo colectivo y iglesia sino que más allá hay problemas de la
lo individual, la <comunidad> encarna el comunidad. Hay que meterse en la realidad
polo del bien común ajeno a las incli- de la gente con la que uno vive>. Dicho
naciones personales. Una de las más fre- <meterse> está preñado de responsabili-
cuentes acusaciones lanzadas a los dad y ligado a una entrega que desborda
líderes comunitarios señala su apego a al individuo, lejos del hedonismo tan
los intereses particulares, en detrimento extendido como temido: <Me siento
de la universalidad comunitaria.Tal crí- impotente porque veo que los jóvenes no

26 (Diana: 15; Edison: 9).


27 (José: 3; Diana: 31; Humberto: 26).

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

hacen algo por la comunidad sino que quieren La <comunidad> está cargada de
es pasarla bien, divertirse>. Por supuesto, en los registros propios del espacio públi-
el lado opuesto, la observancia de lo co. Se la concibe como materialización
comunal es fuente de aprobación y de lo universal opuesta al lance indivi-
orgullo, <me sentiría dichoso que digan “ese dualista, supone una virtud cívica con
muchacho es útil, ayudó mucho a nuestra el destino general y sus actos se asumen
comunidad”>28. como engranajes del accionar político.
La <comunidad> supone enton- El ámbito comunitario agencia una
ces un principio de universalidad y una esfera pública localizada. No obstante
exigencia de entrega al grupo, dos ras- su simbólica colectiva descansa sobre
gos que la convierten en espacio para el unos fundamentos en mucho distantes
accionar político. Lo público halla su de aquellos sobre los que se cimenta el
desdoblamiento en lo local, en el barrio espacio público y el ejercicio político.
y sus exigencias, como lo revela la res- En verdad, ajena a la noción de pacto
puesta de un muchacho ante el interro- social erigido sobre el pluralismo y el
gante por su actividad política: <El disenso, la <comunidad>, de manera dis-
funcionamiento de la política que se da aquí tinta, se funda en el imaginario de la
en la comunidad es comunitario, todos por la homogeneidad y la unidad. No obstan-
comunidad>. Lo político, de corriente te ya aquí está garantizado un nexo con
asociado a los grandes sujetos como el el estado y el poder.
partido político y la organización gre-
mial, se traduce en la consigna de II.Vínculo e instrumento
<todos por la comunidad>. El universal ¿Habrá que extrañarse frente a la
de la nación y el particular de la <comu- terca permanencia del ideal comunita-
nidad> están conectados mediante vín- rio, tan vivo en sus contenidos como
culos directos, <cuando uno hace cosas ajeno a los dictados de la modernidad?
está trabajando por la comunidad y por En lo absoluto. Allí habita un alto con-
Colombia>. El ejercicio comunal es tenido de tradición popular, se sintetiza
público, sin mediaciones, en un grado un ancestral modelo de representación
tal que se le asigna la capacidad de con- de la vida buena entre los sectores
frontar las grandes tragedias nacionales: populares, se encarna un ideal moral y
<Trabajar por la comunidad es como un una estrategia para la sobrevivencia.
acto de paz>. La virtud incrustada en la Pero no es sólo eso. Es, con similar
agregación comunitaria, emanada del intensidad, producto de supervivencias
traslape de lo público sobre lo local, del pensamiento moderno, y más fuer-
hace que la lectura del hecho político y te aún, resultado de lenguajes y prácti-
sus mecanismos formales pasen, por cas estatales que le confieren el estatuto
fuerza, por sus eventuales influjos sobre de referente de gobernabilidad. Consi-
el contexto local: <En las elecciones apo- deraremos ahora esta segunda fuerza
yaría a un man que hace por la comunidad que jala desde arriba, primero en el
y por el país>29. pensamiento y luego en el gobierno.

28 (Shacra: 21; Blanca: 22; Blanca: 7; Edwin: 34).


29 (Fredy : 51; Jhon, : 26; Javier, : 19; Jhon, 29).

158
C arlos Mario Perea Restrepo

1. Colectivismo e identidad de cientos de movimientos contesta-


La comunidad le ha sobrevivido tarios como el pensamiento social
a los muchos embates emprendidos desde fines del siglo XVIII hasta los
desde distintas orillas del pensamiento días presentes30.
social moderno. Al igual que la nación Será el movimiento romántico el
y la religión hizo parte de las realidades que emprenda la crítica del orden social
“ilusorias” que habrían de ser abolidas a partir de una comunidad imaginada
por la modernización y el desarrollo como espacio donde los seres humanos,
capitalista. La comunidad, como ningu- en un acto de libertad, se reconcilien
na otra, describe una modalidad de aso- consigo mismos y con la naturaleza. El
ciación arcaica regida por valores antagonismo propio de la crítica román-
convencionales y códigos emocionales; tica, que enfrenta la igualdad, la fraterni-
sus vínculos son los propios de la san- dad y la armonía de la vida comunal al
gre, la tradición y la pasión, todo lo mundo injusto, abstracto e individualista
opuesto al individuo autónomo y de la modernidad, reaparece luego en el
racional reclamado como condición de debate político y social del siglo XIX31.
la ciudadanía liberal.Tan sólo había que La obra de Ferdinand Tönnies, uno de
esperar el avance del progreso y la los representantes de la sociología clási-
racionalidad, se decía, para que al fin ca, retoma la oposición al postular la
cedieran la marginalidad y el atraso comunidad y la sociedad como dos for-
ligadas a formas de vida como la pres- mas de asociación contrarias por natura-
crita en la dependencia comunitaria. leza, la primera fundada en el afecto, la
Como aconteció con tantas tradición y el parentesco, la segunda en
otras premoniciones del progresismo, la racionalidad, la abstracción y el víncu-
la evocación comunitaria no sólo lo mecánico. Sus contemporáneos para-
continuó, sino que parece adquirir frasean el antagonismo, si bien lo hacen
renovado auge, así como lo anuncian animados por búsquedas distintas.
los muchos vínculos que se apadrinan Weber, lejos de aspirar a cualquier retor-
hoy bajo su nombre. Nunca desapare- no comunitario, consciente como era
ció del todo, se resistió a perder sus del predominio de la racionalidad buro-
títulos de antiguo esquema de figura- crática, liga la comunidad a lo afectivo y
ción del vínculo con el otro. El indus- la sociedad al cálculo racional. Entretan-
trialismo no logró suprimirla sino to Durkheim, quien ve con los mejores
que, bien por el contrario, se vio ojos el progreso y el individualismo, se
impedido para evitar que sus rasgos hace eco de la oposición en su célebre
informaran las utopías sociales surgi- diferenciación entre solidaridad mecáni-
das desde el romanticismo y los uto- ca y orgánica32.
pistas hasta el comunismo marxista: El marxismo no está exento de la
tuvo que ceder ante un avasallador tensión comunitaria. De sus muchas
impulso que impregnó tanto el sueño tesis, la ensoñación comunista pasa al

30 Lo que sigue es apenas un esbozo que muestra la impronta comunitaria. La indagación sistemática de su lugar en el pen-
samiento actual desborda estas páginas.
31 Taylor (1996).
32 Nos basamos en la interesante discusión de Jaramillo (1987).

159
C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

siglo XX como pivote del conflicto la comunidad se instaura sobre el uni-


político que acompañó la escena mun- verso del afecto, sus vínculos anidan en
dial hasta la guerra fría. El comunismo, la proximidad y por tanto se orientan
aquel horizonte utópico donde el desa- hacia el Otro sembrando el intercambio
rrollo de las fuerzas productivas y la recíproco entre sus miembros. Incluso
individualidad liberan al ser humano de el punto se radicaliza al designar dichas
la desigualdad y la dominación, cohe- realidades como “comunidades emo-
siona la sociedad a tal grado que se cionales”.Y al igual que en el romanti-
torna innecesaria la intermediación de cismo y Tönnies, la comunidad quiebra
la política y el Estado. En medio de las el individualismo, el historicismo fina-
muchas aristas implicadas en la con- lista y el contractualismo sobre los que
frontación entre el capitalismo y el se instauró la modernidad, con la dife-
comunismo -de tan hondo calado rencia que aquéllos postulaban el retor-
como la organización del Estado y la no a una entidad destruida por el
transformación de las relaciones de pro- progresismo mientras Maffesoli la ve
ducción-, el ideal comunitario, agazapa- actuando en las comunidades urbanas
do detrás del anhelo a la igualdad, que llama tribus: los jóvenes y sus
atraviesa la contienda política hasta casi expresiones identitarias constituyen su
el final del siglo XX. No gratuitamente mejor verificación35.
la comunidad es reconocida como una Además, también en la actuali-
de las ideas fundamentales en torno a las dad, la noción reverdece en la discusión
cuales se vertebra la reflexión social de entre liberales y comunitarios. Su deba-
los últimos tiempos33. te se ordena, en últimas, en torno al
Sus resonancias llegan hasta hoy, desacuerdo sobre lo que constituye el
en medio de las muchas conmociones dato original de lo social: el individuo o
que trae consigo la era de la globaliza- la comunidad. En medio de numerosas
ción. En su versión extrema vuelve y versiones el liberalismo ve en el prime-
alimenta la vieja aspiración romántica ro el pivote de la construcción colecti-
de una existencia comunal donde anida va. El hecho primigenio es el individuo
el espíritu de un nuevo tiempo, como con sus aspiraciones, pero también con
lo plantea Maffesoli (1990) en su tesis su conciencia de igualdad. La agrega-
de las tribus urbanas. La comunidad, ción de los individuos aislados se pro-
afirma, renace como una socialidad duce sobre el pacto alrededor de las
alternativa basada en un manojo de ras- reglas y procedimientos mediante los
gos que pasan por su condición efíme- cuales se satisfacen los intereses particu-
ra, su inscripción local, la falta de lares, de donde lo social, en sus diversos
organización y la estructura cotidiana34. planos, brota de la convergencia y el
Como lo sostuviera la sociología clásica conflicto producidos por la coexistencia

33 El texto de Robert Nisbet publicado en 1977, La formación del pensamiento sociológico, afirma que la comunidad es la idea
de más largo alcance. Citado en Jaramillo (1987: 56).
34 Maffesoli (1990: 38).
35 El texto de Maffesoli y su noción de tribus urbanas ha sido muy usado en la literatura sobre jóvenes, pese a su frágil fun-
damento. En principio choca la contradicción de un libro que se pretende tras una racionalidad alternativa y que, no obs-
tante, está construido sobre una rígida lógica binaria pegada a las tipologías polares de la sociología clásica. La metáfora de
la tribu resulta precaria para recoger lo que acontece entre los jóvenes.

160
C arlos Mario Perea Restrepo

de las aspiraciones múltiples y diversas mo, su condición por naturaleza grega-


de los individuos36. Los contradictores ria frente a las poderosas tendencias
del liberalismo, por el contrario, acuden individualistas; segundo la virtud cívica,
a la comunidad como instancia opuesta la inclusión comunal supone compro-
a la implosión individualista. El indivi- miso y participación con la cosa públi-
duo, afirman, no está dotado de deter- ca; y tercero la identidad, en tanto
minación autosuficiente como para que presupone una pertenencia colectiva
sus nociones de la buena vida simple- integradora. Sobre estos nudos la aso-
mente broten de su interés personal, ciación comunitaria se postula como
sino que él mismo es producto de sus ideal de destino.
identificaciones y pertenencias. Lo
social no es el mero agregado de los 2. Orden político y gobernabilidad
individuos, sus agencias y pactos, sino es De la proclama comunal no sólo
inclusión y sentido colectivo, es comu- beben la tradición popular y el pensa-
nidad. La justicia se construye a partir miento social. En tiempos recientes,
de una historia que dota a la sociedad cuando las oleadas modernizadoras
de un sentido del bien y lo deseable, y hubieran podido neutralizarla, el esta-
no desde la singular visión de un indi- do desempeñó papel de primer orden
viduo constituido como dato anterior a en su afianzamiento. Es verdad que el
lo social. La comunidad es pues perte- aparato estatal colombiano exhibe pro-
nencia y, en consecuencia, identidad y tuberantes fallas en su capacidad de
sentido del Otro37. hacer presencia en numerosos territo-
La comunidad atraviesa entonces rios, de mediar los conflictos y de
el pensamiento social de occidente. Lo monopolizar el uso legítimo de la
hace a distintos niveles. Unas veces fuerza, así como lo verifica la exten-
como sociedad global, ya como mundo sión y profundidad de la violencia. Sin
enclavado en el principio de los tiem- embargo la fragilidad del estado frente
pos, ya como horizonte utópico que a los poderes privados no suprime sus
espera su puesto al final de la historia. muchas dotes en la intervención de la
Otras veces refiere la vida de todos los realidad social. Durante el período
días y sus formas de acoplamiento, bien conocido como la Hegemonía Con-
desbordada por los valores del indivi- servadora, extendido entre el final del
dualismo, bien como crisol de la reno- siglo XIX y las tres décadas iniciales
vación de los tiempos. Sea cual sea el del XX, la alianza con la iglesia garan-
plano y la significación con que opere, tizó una mediación estatal directa en
la noción nombra la ligazón con los los asuntos cotidianos. Luego el ascen-
otros mediando formas de constitución so liberal de 1930 significó su influen-
de lo social. Su continuidad descansa, en cia sobre aquello que desde ese
medio de sus muchas versiones, sobre entonces y hasta los años 80 vino a ser
los nudos imaginarios que engranan su una decisiva expresión pública, la orga-
fuerza simbólica: primero el colectivis- nización obrera y campesina en sindi-

36 Posiciones del liberalismo en Rawls (1996) y Thiebaut (1998).


37 La visión comunitaria en Taylor (1997). Una discusión de las dos corrientes en Mouffe (1999).

161
C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

catos y ligas agrarias. Tanto en uno Desde ese entonces su éxito es


como en otro caso, la acción estatal sorprendente. Muchas otras formas de
auspició y otorgó legitimidad a formas movilización colectiva han aparecido
de ordenamiento de la sociedad de sometidas a toda suerte de flujos y
enorme repercusión sobre los arreglos reflujos, sin que ninguna haya ostenta-
de la vida diaria y las pugnas políticas. do la extensión y permanencia que
Algo similar sucede con la consti- tienen hoy todavía las juntas comuna-
tución del Frente Nacional, ese pacto les, diseminadas en prácticamente
encaminado a superar una coyuntura de todas las veredas de los campos y los
violencia extrema. En aquellos días, barrios de las ciudades. Las juntas cris-
como hoy, la magnitud de la guerra se talizan en las instituciones la simbólica
tradujo en la proliferación incontrolada comunitaria. Tras una trayectoria ama-
de actores en pugna y la destrucción de rrada a la sucesiva promulgación de un
toda forma de legitimidad38. Frente al conjunto de regulaciones jurídicas40,
imperativo de un acto de paz que contu- han desempeñado un estratégico papel
viera el desangre, la evocación comuni- en los ordenamientos de la vida colec-
taria se perfiló como una pieza que tiva. Como expresión popular han sido
socorrió el empeño desde abajo. En voceras de las demandas de sus gentes;
1958, apenas iniciado el arreglo, se pro- como prolongación institucional han
mulgó la primera ley sobre Juntas de sido engranajes claves del universo
Acción Comunal dando origen a la político. Cuánta razón les cabe a los
organización convertida en llave maestra dirigentes comunales cuando con
del nexo entre el estado y la sociedad orgullo se proclaman constructores de
popular39.Venido de “una guerra civil no patria y nación41; es cierto, su papel no
declarada”, como se llamó en aquel es de poca monta.
entonces la violencia, el país necesitaba El vínculo con el estado hace
reconstruir sus formas de convivencia, parte de su misma definición. El estado,
refundar la legitimidad institucional y obligado a reconstruir el país, las conci-
encarar los desafíos del desarrollo. Las bió como mediación ante los clamores
juntas comunales cumplieron destacado de amplios sectores en condiciones pre-
papel en el proyecto al amalgamar una carias de vida. Como reza una de sus
doble condición, la de ser expresión viva definiciones, la junta de acción comunal
de los sectores populares y, a un mismo es una “corporación cívica (...) compuesta por
tiempo, la de convertirse en prolonga- vecinos (...) que aúnan esfuerzos y recursos
ción directa de la institucionalidad esta- para procurar la solución de las necesidades
tal. Mediante ellas el pueblo quedó más sentidas de la comunidad”42. Desde su
convocado a la reconstrucción nacional. origen hasta hoy, en efecto, ha operado

38 El Frente Nacional fue un acuerdo entre los partidos políticos tradicionales, el liberal y el conservador, iniciado en 1958
como una manera de sortear una larga y cruenta historia de violencia partidista estallada en 1946.
39 Leal y Dávila (1991).
40 La historia de las juntas en Leal y Dávila (1991) y la recopilación del fundamento legal en Juntas de Acción Comunal (sf).
Hay que anotar que durante los años 50 los proyectos comunales fueron impulsados en toda Latinoamérica como parte
de los esfuerzos de la guerra fría.
41 Gutiérrez (1998).
42 Decreto 1930 de 1979.

162
C arlos Mario Perea Restrepo

como apoyo a un estado impedido para mo y las constantes narraciones de su


abordar por sí sólo la tarea de sofocar el persecución a todo aquello que aten-
atraso de cientos de regiones. De ahí te contra la “tranquilidad”, desde los
que la junta se comprenda como instan- reductos de izquierda hasta su partici-
cia encaminada a agregar “esfuerzos y pación en las operaciones de limpieza
recursos para procurar la solución de las nece- contra las pandillas. Mas su papel en el
sidades”.Y en la medida que tramitan las proceso de institucionalización no se
peticiones locales hacia el estado, centra- circunscribió al oficio pasivo de pre-
lizan, en medio de la pobreza, la espe- servar el orden local; fueron invitados,
ranza de superación de la marginalidad. a título de agente central, a la repro-
No se trata, con todo, de una ducción de las estructuras políticas.
mera relación instrumental que acude al En el cruce de una <comunidad>
esfuerzo y el trabajo popular. Mediante urgida por la precariedad y de unos
ellas el pueblo hace parte del proceso de políticos necesitados de votos, las jun-
construcción de una renovada institucio- tas se erigieron en eslabón del clien-
nalidad. Los lenguajes y las prácticas pro- telismo. Sin duda, la intermediación
pias de la administración estatal política encontró en una institución
descienden a la sociedad popular. En enterrada en la vida cotidiana de unos
adelante los reclamos sociales quedan sectores populares ansiosos de favores
envueltos en los procedimientos jurídi- oficiales, la oportunidad de establecer
cos y burocráticos que gobiernan al esta- el intercambio entre servicios estatales
do, a la vez que se extienden hasta abajo y fidelidades electorales44.
los procedimientos típicos de la demo- No obstante sería erróneo redu-
cracia representativa. Cada tanto se eli- cirlas al simple papel de reproductoras
gen popularmente los miembros de las del sistema y el clientelismo. Dada su
juntas siguiendo una meticulosa regla- inserción local son también un “medio
mentación, sus funcionamientos internos de participación activa, organizada y cons-
están regulados y las demandas poseen ciente, en planeación, evaluación y ejecución
sus formas de tramitación. Las juntas son de programas de desarrollo comunal”45. Las
escuelas locales de democracia atravesa- juntas funden en un solo haz la imagi-
das por el formalismo jurídico, articula- nería comunitaria y el discurso partici-
das en niveles diversos de organización43. pativo. Así es, primero la simbólica de
El proyecto de construir insti- la igualdad y la unidad, nacida del
tucionalidad es uno de los nervios intercambio personal y no de princi-
profundos que las animan. Desde éste, pios abstractos, impone el compromiso
los líderes comunales se convirtieron con los destinos colectivos; la evoca-
en guardianes del orden establecido, ción comunitaria contenida en las jun-
así como lo revela su conservaduris- tas traduce el viejo legado popular en el

43 Son una verdadera estructura piramidal que reproduce en cada escaño las formas jurídicas de tramitación de la demanda
y el conflicto: después de la junta de acción comunal vienen la Asociación de Juntas, luego la Federación y por último la
Confederación.
44 En época reciente han aparecido juntas con miembros ajenos al clientelismo, empeñados en hacer valer su dimensión par-
ticipativa y democrática.
45 Decreto 300 de 1987.

163
C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

contexto de un proyecto político46. un verdadero agente de la gestión


Segundo, la faceta participativa, calco municipal, un rasgo presente en las
local del espacio público ampliado siguientes alcaldías. Para Antanas
según se escuchó atrás, otorga a la Mockus en su gestión entre el 95 y el
<comunidad> su conexión con el bien 97 la cultura ciudadana, “eje central del
universal ligándola con el estado y el plan” de gobierno, deposita en la par-
orden político. Ahí estriba la diferencia ticipación comunitaria una de sus
entre el modelo de la comunidad anti- cuatro formas de acción. La comuni-
gua, regida por los lazos de parentesco dad posee una entidad definida a la
y consumida en sus propias dinámicas, que se apela en circunstancias especia-
y la comunidad urbana contemporánea les, como cuando los grupos pobla-
afianzada en la participación y la cone- cionales críticos exigen “acciones
xión con la nación. Las viejas imagine- preventivas y de inclusión social, a través
rías comunales se resignifican en los de la participación activa de la familia, la
lenguajes de la modernidad política. comunidad y las instituciones”49. Para
Las juntas de acción comunal Enrique Peñalosa igual; su estrategia
son la más acabada fusión de la comu- de “desmarginalización”, pivote de su
nidad y el Estado, pero no su único programa, “prevé la vinculación de la
lugar. El gobierno municipal se ali- comunidad y el sector privado”50.
menta igualmente de éstas, convir- Los planes de gobierno podrían
tiéndolas en referencia de su acción ser objeto de una exégesis del término.
administrativa y política. La capital lo Por lo pronto es de señalar que en ellos
hace, como lo muestran sus últimas la comunidad aparece como colectivo
administraciones. En un texto sobre la con identidad, energía social, lugar para
reforma descentralizadora Jaime Cas- la democracia, espacio para la supera-
tro, uno de los gestores de dicha ción de la marginación, fuerza de tra-
reforma y alcalde entre 1992 y 1994, bajo a canalizar, artífice del destino
afirma que los habitantes de la ciudad colectivo: multitud de referencias atra-
“están repartidos en comunidades diversas vesadas por la misma condición imagi-
y heterogéneas que tienen, cada una, su naria que anuda los discursos de los
propia identidad social, política, histórica, jóvenes del suroriente, sólo que desde
cultural y económica”47. En su programa el lenguaje de la modernidad y el esta-
de gobierno, presidido por el emble- do. Frente a las fuerzas centrípetas del
ma de “Bogotá ciudad de comunidades”, individuo y sus derechos inalienables, la
hace la misma aseveración acudiendo acción política del estado capitalino
a la vaga imagen de la Bogotá ocupa- convoca las fuerzas colectivas bajo la
da por personas migrantes de diversas sombra de la identidad que porta con-
regiones del país48. La comunidad es sigo la comunidad51.

46 Torres (1997).
47 Castro (1997: 3)
48 Castro (s.f.:1)
49 Ambas citas en Formar Ciudad (1995: 3 y 7).
50 Por la Bogotá que queremos (1998: 4).
51 En este mismo lugar se para el gobierno de Uribe con su evocación del “estado comunitario”. Sólo que en este caso resul-
ta evidente el intento populista de activar el componente imaginario de la comunidad popular.

164
C arlos Mario Perea Restrepo

III. Lo local y la resistencia de interés durante la década final del


La comunidad arrastra corrientes; siglo pasado. Finalmente el proceso
a través suyo fluyen fuerzas diversas. Para globalizador, nudo del orden econó-
los de abajo emerge de sus tradiciones mico y político emergente, es una
portando un yo colectivo; para el pensa- metáfora de la articulación geográfica
miento social encarna un vínculo, mien- del planeta. Lo espacial salta a primer
tras que para el estado dispone un plano, incluso hasta llegar al otro extre-
instrumento útil a su proyecto de gober- mo. La versión neoliberal de la globa-
nabilidad. Frente a estas confluencias lización, amasada entre el triunfo
distintas, ¿es posible buscar en ella un resonante del capital y la democracia
horizonte de resistencia en la ciudad? liberal, se acompañó de la creencia
según la cual la historia terminaba, así
1. Resurgimiento de lo local como lo anunció la socorrida fórmula
Lo local se vino a convertir en de Francis Fukujama. El nuevo arreglo
categoría del pensamiento social con- capitalista no sólo privilegiaba la analí-
temporáneo. Dicho estatuto, con todo, tica espacial, sino que intentaba ani-
se perfiló no más que durante los últi- quilar las “desuetas” coordenadas del
mos lustros. Tiempo atrás lo local, tiempo. Detrás se agazapa el intento de
como expresión de los nexos entre suprimir el sujeto de la historia y,
territorio y ser social, permaneció como consecuencia, de despolitizar la
sepulto bajo la hegemonía de la histo- esfera pública: eliminar la historia
ria sobre la geografía, del tiempo sobre implica suprimir la voluntad política.
el espacio. La “obsesión por la historia”, De modo que hay que evitar
según la expresión de Foucault, surge tanto el historicismo instrumentalizan-
de la epistemología historicista deriva- do el territorio como la manía espacial
da de la conciencia crítica construida socavando la acción colectiva. El pri-
durante el siglo XIX y prolongada mero relega el espacio y su contribu-
durante buena parte del XX52. Frente a ción autónoma a la construcción de lo
tal epistemología, regida por la lógica social, al tanto que la segunda cercena
de la duración, el espacio es tan sólo la mirada vigilante sobre el poder y sus
contexto de realización, lugar de con- argucias. De manera distinta se trata de
tención donde el hecho social adquie- articular ambas dimensiones en el con-
re su particularidad: a cada territorio le texto de las actuales mutaciones en las
corresponden unas relaciones sociales formas de articulación de lo social,
únicas e irrepetibles. El espacio se redu- mutaciones que cobran vida de múlti-
ce a expresión física, a mera reserva de ples maneras. Su corazón, no obstante,
una cultura definida. adquiere cuerpo en la modificación de
Frente a esta reducción, impe- las relaciones entre el estado nación y el
rante largo tiempo, el espacio adquiere territorio, tal como lo argumenta
carta legítima de ciudadanía con el Appadurai en un lúcido artículo53. La
debate sobre la globalización, centro idea de soberanía, eje de la construc-

52 La expresión de Foucault la cita Soja (1990, p. 10), quien a través de un recorrido por varios pensadores muestra la suce-
siva construcción de la contemporánea posición de la geografía.
53 Appadurai (1999).

165
C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

ción moderna del poder, hizo conver- nía. El estado soberano ya no suelda el
ger la ciudadanía y la identidad dentro nexo entre política y clase social, anti-
del trazado territorial jurídicamente guo garante del vínculo de cada indivi-
delimitado por la potestad del estado. duo con los otros y con la totalidad
Empero, este isomorfismo entre terri- social; se resquebrajó su centralidad,
torio, nación y soberanía se adelgaza antes garantizada en la simbiosis de la
ante los embates de otras formas de identidad y la narrativa unificadora: la
constitución del sentido. Unas prove- forma de identidad por excelencia era
nientes desde “abajo” empujadas por la la ciudadanía, ligada a un metarrelato
emergencia de lo local como mundo colectivo tejido desde el estado. Su fun-
existencial, esto es como horizonte de ción de conector se relativiza abriendo
pertenencia cuyos apegos entran en paso, tanto a la diversificación de las
colisión con la necesidad estatal de una fuentes de identidad, como a la visibili-
escena pública regulada; otras viniendo dad de los planos local y global. Su
desde “arriba” animadas por la consti- consecuencia, la topología cobra fuerza
tución de translocalidades, espacios de entre las realidades contemporáneas. El
movilidad humana y cultural que desa- territorio pierde su fijeza, dando al tras-
fían las prerrogativas de inclusión del te con la vieja asociación entre lugar
estado. El territorio soberano se desdi- físico y relaciones sociales. Lo local, lo
buja, amojonado dentro de fronteras nacional y lo global constituyen planos
porosas, arrancando al estado su anti- de articulación, cada uno gobernado
guo monopolio sobre los relatos colec- por sus lógicas pero, a un mismo tiem-
tivos54. El resultado viene a ser la po, en interacción constante entre uno
disociación del estado y la nación, y otro. Empleando las palabras de
dando paso a la diversificación de las Renato Ortiz cada plano está consti-
lealtades. El estado continua pegado a tuido por “procesos sociales diferencia-
la soberanía imbuido de su papel de dos”55: en medio del proceso lo local
garante de derechos homogéneos para cobra nueva vida.
todos, conservando su función de
interlocutor primero de la ciudadanía; 2. Poder y resistencia
la nación, entretanto, se fragmenta en Si el poder y el sentido han de
espacios disímiles, inoculada con una ser pensados como historia y como
movilidad donde el discurso de la his- topología, como voluntad humana y
toria patria ha perdido densidad, con- como vínculo con el territorio, la
virtiendo la identidad en una comunidad, como expresión de lo
experiencia desanclada. local, se perfila como alternativa para la
Ante este panorama las correas resistencia. Sus viejos significados la
de articulación entre unos seres y otros convierten en representación de la
sufren profunda muda. El conector del agregación, la identidad y el conflicto,
estado nación ha perdido su hegemo- tanto como en divisa de un destino

54 Por supuesto, agregamos nosotros, estos procesos se tejen en el contexto de la pérdida de poder efectivo del estado
frente a poderes construidos en el escenario globalizado. El poder de la banca multilateral y las empresas transnacio-
nales son el ejemplo.
55 Ortiz (1998: 34).

166
C arlos Mario Perea Restrepo

cuyo norte depende de la reciproci- el nudo estatal. La gente de la barriada


dad. Su marca de clase popular, en el sigue usando la comunidad como con-
contexto del desanclaje y la globaliza- tinente imaginario, pero sus conteni-
ción, la perfila como valor político dos se deshilachan entre el interés
donde anidan proyectos alternativos instrumental del estado. Los planos
para la vida y el poder desde abajo. Lo topológicos se cruzan. La comunidad
ilustran el Zapatismo en México, la es local en tanto constituye una estruc-
Confederación de Nacionalidades tura de sentimiento nacida del inter-
Indígenas en el Ecuador, los Sin Tierra cambio cara a cara; pero al mismo
en Brasil. tiempo es una forma de agenciar la
Claro, en la ciudad enfrenta pertenencia a la nación. Lo local y sus
potentes desafíos, comenzando por las valores se funden con lo nacional y sus
ácidas fragmentaciones sobre las que se urgencias: la comunidad arrastra la
mueve el tejido urbano. No obstante, larga duración de una tradición popu-
su caudal político surge de una doble lar territorializada en el barrio, por ello
evidencia. Por un lado la emergencia se incorpora al proceso de urbaniza-
de lo local también opera en la ciudad, ción que acompañó la constitución del
entre la barriada popular, así como lo estado- nación. La comunidad no es el
muestra una resurgida movilidad social espacio de los flujos, pero le cruzan
regada entre el poder pandillero, las temporalidades y topologías diversas56.
expresiones culturales y la audiencia de Ahí reside justo su potencial. Sin
la que son objeto una variedad de for- duda la comunidad ha agenciado poder
mas de organización comunitaria. Por en la ciudad. No es la enseña de la
el otro, la comunidad pervive en la movilidad –– para muchos la marca del
ciudad como esquema de representa- poder hoy día57 ––, mas su fuerza la uti-
ción del lazo y la acción colectiva liza el estado en su labor de ampliación
popular, la continúan empleando hasta institucional y cohesión ciudadana,
los jóvenes. De tal suerte, como ya tanto como los sectores populares en el
acontece entre indígenas y campesi- intento de apropiación de símbolos y
nos, la comunidad se abre para la recursos apadrinados bajo la etiqueta
barriada urbana como espacio de con- comunal. El escenario contemporáneo
tención al poder. es sin embargo distinto y posibilitador
No es nada sencillo: ¿cómo para la corriente que fluye desde abajo.
olvidar que la persistencia del referen- Como se señaló párrafos arriba, la pér-
te comunal bebe de confines distintos dida de isomorfismo entre el territorio,
y desencontrados? El nudo de la la nación y la soberanía resquebraja el
herencia popular le proyecta como monopolio estatal sobre la narrativa, la
territorio y raíz, el nudo estatal le identidad y la lealtad, permitiendo que
adjudica la función de matriz institu- las culturas populares encuentren reno-
cional. En el curso de su tensión, el vados aires para hacer valer sus visiones
nudo popular tiende a consumirse en y prácticas.

56 La noción de espacio de los flujos es de Castells (1998).


57 Bauman (1999) asocia el poder al movimiento.

167
C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

La comunidad sigue presente en traducciones. Lo hace con sus arcaísmos


el habla y haceres de los sectores popu- e ilusiones, o quizás justo por ello invade
lares, cargada de historia y tradición. el ideal de la vida buena y la acción cívi-
Una vez re-semantizada y arrancada al ca designando un tejido asociativo y un
influjo dominante del estado58, su motor para la práctica colectiva: encarna
sobrevivencia popular se convierte en la vieja pero siempre presente utopía
punto de partida capaz de erigir un popular de la igualdad y la unidad. Su
muro de contención contra la frag- conexión con la participación y la soli-
mentación, el individualismo y la dis- daridad, hasta ahora instrumentalizada al
persión propias de las mutaciones servicio del sistema político, abre un
puestas en marcha por la globalización espacio: la simbólica comunal intermedia
neoliberal. No es sólo herramienta cul- formas de agregación popular, en últimas
tural, es también instrumento político ligadas al atávico sueño de un mundo
en tanto canal de creación de estilos hecho de lealtad y justicia. La democra-
alternativos de vida y de esquemas cia local, animada por la esperanza de
paralelos de ejercicio de poder. No por igualdad, hace posible la reapropiación
casualidad a la comunidad la marca la política de la comunidad en el contexto
imaginería de la protección y la parti- de la profunda desagregación institucio-
cipación, latente en una secular cos- nal que atraviesa la contemporaneidad.
tumbre subalterna. Es el desafío.
Las características propias de lo No se trata de retornar al viejo
urbano, aquellas que la diferencian de la mito de la armonía, un arsenal históri-
comunidad rural, son un pie de fuerza: la co tan fallido como inexistente. Tam-
comunidad urbana no está ensimismada, poco se trata de retransportar sus
ha pasado por su conexión con la cargas tiránicas, tan apetecidas como
nación; pero tampoco es abstracta, está actuantes en el igualitarismo comuni-
armada de intercambios de sentido entre tario. Frente a ellos se levanta, por
seres de carne y hueso con quienes se principio, el decisivo peso de la indivi-
trama la vida. El universal del país, asu- dualidad en la constitución de la sub-
mido desde el vínculo directo cara a jetividad, tal como vuelven y lo
cara, recombina en nuevos planos la muestran los jóvenes. Los nexos entre
conexión con el otro y lo nacional. Lo lo uno y lo otro no entran en contra-
general se piensa desde el aquí y el ahora, dicción; el individuo emprende su
al tiempo que lo inmediato se piensa búsqueda singular pero sin desconocer
desde el país y sus procesos ampliados. el compromiso que arrastra el vínculo
Lo local tiene hoy vida y la primario con lo comunal. La comuni-
comunidad es un nervio de ello. Como dad urbana popular está lejos de la
signo de pertenencia constituye una agregación tiránica metida en el pro-
robusta forma de representación colecti- pósito de sojuzgar a sus integrantes.
va popular. La ciudadanía desde abajo, la Por el contrario, traba sostenido diálo-
que experimenta el ciudadano de la go con las fuerzas que jalonan la cons-
calle, halla en la comunidad una de sus trucción de la individualidad.

58 Respecto al pensamiento social, la comunidad vuelve a ser objeto de su atención.

168
C arlos Mario Perea Restrepo

Como se dijo, en la comunidad posible impulso ético de la comunidad


habita un alto contenido de tradición en la ciudad ha de quebrar su subordi-
popular, se sintetiza un ancestral mode- nación a la institución en la vía de real-
lo de representación de la vida buena zar sus nexos con lo público, la justicia
entre los sectores populares, se encarna y la igualdad.
un ideal moral y una estrategia para la
sobrevivencia. Es pues un verdadero Bibliografía
arco a la economía moral, esa raciona- Anderson, Benedict. 1993. Comu-
lidad popular donde la relación entre nidades imaginadas. Reflexiones sobre el ori-
economía, sociedad y poder se piensa gen y difusión del nacionalismo. México:
desde una perspectiva ajena al dominio Fondo de Cultura Económica
del mercado59, evidenciando, una vez
más, el modo como en los sectores Appadurai, Arjun. 1999. “Soberanía
populares duerme una reserva moral de sin territorialidad. Notas para una geografía
la humanidad. posnacional”. En Nueva Sociedad: Caracas,
En palabras de dos pensadores de No. 163.
la Escuela de Frankfurt, “la tarea por
realizar no es la conservación del pasa- Bauman, Zygmunt. 1999. La globali-
do, sino la redención de las esperanzas zación. Consecuencias humanas. Buenos Aires:
del pasado”60. La comunidad, como Fondo de Cultura Económica
forma de vida y como esquema de
gobierno, es una cierta “esperanza del Castells, Manuel. 1998. La era de la
pasado”. Ella es pasado, pero será espe- información. Economía, sociedad y cultura. La
ranza de futuro en tanto su poder polí- sociedad red. Madrid: Alianza, tomo I
tico se afirme como valor de clase
capaz de informar otros modos de arti- Castro, Jaime. 1997. Descentraliza-
culación con el otro, con lo local y con ción. Pieza maestra de una nueva forma de
la sociedad. Ello es posible, lo local ha gobierno y de administración de la ciudad.
entrado a disputar el capital histórico y Bogotá: Ethos
cultural antes propiedad del estado.
Ahora reclama su historia, la posibili- Castro, Jaime. s.f. Bogotá Distrito
dad de hablar desde sí mismo, todo lo Capital. Así es, así será. Programa del can-
cual arma el significado profundo de la didato liberal a la Alcaldía Mayor de Santa
resistencia. Cobra visos de realidad la Fe de Bogotá. 1992-1994. Sin ciudad ni
sentencia bajo la que se pusieron estas editorial
páginas, “construyendo comunidad se
cambia el mundo”. Chatterjee, Partha. 1997.“La nación
Para Colombia y su despiadada y sus campesinos”. En: Rivera, Silvia y
guerra la reconstrucción de la convi- Rossana Barragán (eds) Debates poscolonia-
vencia y la ciudadanía ha de pasar por les. Una introducción a los estudios de la subal-
lo local y la comunidad. Finalmente, el ternidad. La Paz: Historias

59 La noción de economía moral en Thompson (1989).


60 La frase es de Max Horkheimer y Theodor Adorno. En: Gilly (2002: 19-20).

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C omunidad y resistencia: poder en lo local urbano

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