Guión de Edipo Rey

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GUIÓN

ALISON: La acción se inicia cuando los heraldos abren las puertas del palacio y aparece la
majestuosa figura de Edipo, quien habla a sus súbditos con acento paternal, sobre el cual se
advierte un énfasis autoritario.

EDIPO (MARCO): Hijos míos, de la estirpe renovada de Cadmos el Antiguo, ¿por qué venís
coronados de ramos suplicantes, postrados aquí en actitud de oración?

ALISON: Y ante toda la ciudad, Edipo, dirigiéndose al viejo vestido de sacerdote dice:

EDIPO (MARCO): Anciano, te encomiendo a ti que expliques lo que está pasando y hables en
nombre de todos. ¿qué sentimientos os mueven? ¿de miedo o deseo? Si mi ayuda queréis, a
todo estoy dispuesto.

SACERDOTE (ALEJANDRA): ¡Oh, poderoso Edipo, rey de mi país! ¡Mira tú mismo como la
ciudad naufraga cómo apenas logra asomar la cabeza del seno de la ola profunda y asesina! La
peste abominable recorre la ciudad y la va destruyendo, vacía los hogares de Cadmos y puebla
de quejas y de llantos las cavernas de Hades. Cómo en los campos mueren los frutos y las
yemas, como en los campos mueren los bueyes apacibles y nuestras mujeres paren niños
muertos o deformes… Estos jóvenes y yo venimos a este aliar, no porque tú seas dios entre los
dioses, sino porque eres el primero entre nosotros. Edipo, todos nos echamos a tus pies y te
suplicamos que encuentres un remedio a la peste que nos queja.

ALISON: Ante tal suplica, Edipo responde:

EDIPO (MARCO): ¡Pobres hijos míos! ¿cómo podría no escuchar vuestro clamor? ¡sé cuál es el
mal que os atormenta! Y un remedio he encontrado, sólo uno, y ya lo puse en práctica. A
Creonte, mi cuñado, el hijo de Meneceo, lo envié al templo de la Pitia, a preguntar a Apolo con
qué acciones y palabras podré librar nuestra ciudad…

SACERDOTE (ALEJANDRA): Bien has hablado, ¡Escucha, los niños anuncian la llegada de
Creonte, que se aproxima!

ALISON: Entonces, hace entrada Creonte al palacio, con la frente coronada con laureles y
flores, se le ve venir feliz con las nuevas noticias. Y dirigiéndose a Edipo exclama:

CREONTE (IVAN): Buenas nuevas le traigo. Aún las peores desgracias se cambian en felicidad, si
hacemos lo correcto. Nuestro señor Apolo ordenó claramente que expulsemos de la ciudad el
mal que trae muerte y podredumbre, y no siga cundiendo hasta hacerse incurable.

EDIPO (MARCO): ¿Qué mal o delito debemos expulsar? ¡Dilo ya para ponerle remedio!

CREONTE (IVAN): Debemos expulsar a un criminal, o rescatar con sangre la sangre de una
víctima.

EDIPO (MARCO): ¿Te reveló Apolo quien tuvo aquel destino fatal?

CREONTE (IVAN): ¡Layo! Fue el gobernante de este país, señor, antes que tú llegarás a
gobernar la ciudad. El fue asesinado; y hoy el Dios nos ordena matar a su asesino.
ALISON: El rey Edipo desconocía sobre quién tuvo protagonismo del asesinato de Layo, es más,
había escuchado solo de oídas de su predecesor, tenía entendido, por boca de Creonte, que el
rey Layo había sido asaltado por unos ladrones, que su muerte fue obra de muchos, sin
embargo, prometió a su pueblo defender a Layo y cumplir por si mismo el mandato del Dios
Apolo, para así acabar con la plaga que afectaba a la gente que amaba y reinaba.

Edipo anuncia su mandato

SACERDOTE (ALEJANDRA): Vamos, arriba, jóvenes. La gracia que vinimos a buscar a estos
altares ya fue prometida. Apolo, nos mandó el oráculo, y a salvarnos vendrá, y pondrá fin a
esta plaga funesta.

ALISON: Hacen su desconcentración los Tebanos, guiados por el sacerdote de Zeus…

Edipo entra nuevamente en escena para anunciar un edicto contra el desconocido asesino del
rey Layo. Por un costado aparece el profeta ciego Tiresias, con un niño que es su lazarillo
(Paulina), y acompañado por dos siervos de Edipo (Dirka, Larissa). Tiresias viene en actitud
mendicante, pero su porte es majestuoso.

Edipo, que había enviado a sus heraldos traer al profeta, por consejo de Creonte, después de
una larga espera, dice suplicante:

EDIPO (MARCO): Tiresias, tú que con tu mente todo penetras: Solo en ti podemos hallar
defensa y salvación contra esta peste. Apolo, a nuestro ruego, si es que no te lo dijeron mis
heraldos, nos da solo un camino para curar el mal: debemos descubrir, a los asesinos del rey
Layo; y condenarlos a muerte, o al destierro. Estamos en tus manos.

TIRESIAS (ROYER): ¡Ah, para aquel que sabe, espantoso es saber, si no hay provecho en ello!
Eso yo lo sabía, y sin duda lo olvidé. De no haberlo olvidado, yo no habría venido. Mándame de
vuelta a casa. Será menos pesada para ambos esta carga, si ahora me escuchas.

ALISON: Tiresias miente sobre saber del asesino de Layo, Edipo, por su parte, con voz
insistente, suplica por respuestas…

EDIPO (MARCO): ¡Quédate, por los dioses! Si sabes, no te vayas.

TIRESIAS (ROYER): Locos todos estáis, pero yo nunca revelaré mis males por silenciar los tuyos.

EDIPO (MARCO): ¿Qué dices? Te callas con intención sin pensar que nos traicionas, y arruinas
tu ciudad.

TIRESIAS (ROYER): No quiero atormentar a nadie. ¿Por qué argumentas en vano? De mí nada
sabrás. La desgracia vendrá, aunque con mi silencio la encubra.

EDIPO (MARCO): Si ha de venir, dímela ahora mismo.

TIRESIAS (ROYER): No seguiré hablando. Desahoga la ira salvaje de tu ánimo. ¡Desquítate


conmigo!

ALISON: Dentro de su enojo, Edipo culpa a Tiresias como autor de tal crimen…

EDIPO (MARCO): No ocultaré nada de lo que ya sospecho: tú me estás pareciendo el autor de


la idea y el hechor del crimen, sin matar con las manos; y si no fueses ciego, diría que esa
muerte es tu obra, y solo tuya.
TIRESIAS (ROYER): ¿Sí? ¿De veras? Pues bien, por el mandato que recién anunciaste, te
impongo que obedezcas. De hoy en adelante ya no hablarás a nadie, ni a mí, ni a nadie, nunca.
El criminal que contamina con su infamia esta tierra eres tú, y solo tú.

EDIPO (MARCO): ¿Pero de donde has sacado ese infundio descarado? ¿Piensas que
calumniándome lograrás escapar?

TIRESIAS (ROYER): Nada temo. El poder de la verdad habita en mí.

EDIPO (MARCO): No entiendo lo que dices, repítelo de nuevo.

TIRESIAS (ROYER): Digo que el asesino que buscas eres tú.

EDIPO (MARCO): ¿Son de Creonte o tuyas las patrañas que cuentas?

TIRESIAS (ROYER): No es Creonte quien trama miserias contra ti. Tú eres el autor de tu propia
desdicha.

EDIPO (MARCO): ¡Oh riqueza, oh poder! Por este poder que Tebas puso en mis manos como
un don no pedido, Creonte, el fiel amigo, viene en conspiraciones sobornando a este brujo
para robar el trono. De seguro que te vez ya de pie junto al trono de Creonte. Yo pienso que
junto a tu cómplice vais a pagar este crimen.

ALISON: El Corifeo habla en nombre del coro:

CORIFEO (PAULINA): No hay necesidad de palabras como estas. Sólo esto es urgente:
encontrar la mejor manera posible de cumplir el oráculo.

ALISON: Tiresias responde ante la acusación de Edipo:

TIRESIAS (ROYER): Se te acerca algo terrible, la doble maldición de tu padre y tu madre, y un


día, esta tierra expulsará al vidente que hoy ve la luz y que mañana solo verá sombras y noche.
Sigue, sigue ahora insultando a Creonte y a mis palabras. ¡Jamás hubo hombre alguno
triturado y deshecho por destino peor!

ALISON: Edipo, destierra a Tiresias de Tebas, acusándolo de falso profeta:

EDIPO (MARCO): ¡Lárgate ya de aquí! ¡Tuerce a otro rumbo! ¡nunca regreses a esta casa!

TIRESIAS (ROYER): No me asusta tu cara iracunda. Te dije porque vine y me iré; pero antes, voy
a decirte algo: ese hombre que tanto buscas, con tantas amenazas y juramentos, ese que dio
muerte a Layo, está aquí entre nosotros. Ese hombre que veía, desde hoy será ciego; hoy es
rico y mañana será solo un mendigo y sabrá que sus hijos son también sus hermanos; que el es
hijo y esposo de una misma mujer: aquella de quién nació, sembrador en el surco de su
padre… ¡y su asesino! ¡vuelve adentro y medita! Si descubres que miento, podrás decirle a
todos que soy un falso adivino.

Edipo vuelve al palacio.

Tiresias se aleja por la izquierda.

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