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Rosario Vocacional.

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EL SANTO ROSARIO VOCACIONAL

Todos los días


 Invocación a la Santísima Trinidad: En el nombre del padre del hijo del espíritu Santo.
 Oración por las vocaciones
Señor Jesús, así como Tú llamaste los primeros discípulos para hacerles pescadores de
hombres, haz que Tu sublime invitación continúe resonando: ¡Vengan a Mí, síganme!

Da a los jóvenes, hombres y mujeres, la gracia de responder prontamente a la llamada. Apoya a


tus obispos, sacerdotes y a los consagrados en su trabajo apostólico.

Concede perseverancia a nuestros seminaristas y a todos aquellos que llevan hacia adelante los
ideales de una vida totalmente consagrada a Tu servicio.

Despierta en nuestra comunidad un entusiasmo misionero. Señor, ENVÍA TRABAJADORES A


TU COSECHA y no permitas que la humanidad se pierda por escasez de pastores, misioneros y
gente dedicada a la causa de Tu Evangelio.

Virgen María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, ayúdanos a decir Sí, al Señor que
nos llama a cooperar en el plan divino de salvación.
Amén.

 Ofrecimiento: por los jóvenes, niños y por las familias cristianas y no cristianas.
Por los Sacerdotes, la Vida Consagrada, Laicos y Misioneros

 Credo

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo


invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos
los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, 
de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por
nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, 
y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue
sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la
derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no
tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, 
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo 
para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. 
Amén.
MISTERIOS GLORIOSOS (miércoles y domingo)
1. La Resurrección del Señor (Jn 20, 1-18)
La resurrección de Cristo es el mensaje central de la predicación cristiana. Si Cristo no hubiese
resucitado, vana es nuestra fe, afirma san Pablo (1 Cor 15,14). Se trata de una realidad que
trasciende el orden de lo creado y que apunta hacia una singular y definitiva intervención de Dios
en la historia humana.
La resurrección de Cristo es la fuente de nuestra esperanza, de la fe y de la caridad cristiana.
Pidamos a María por todos los hombres, para que encontremos en la resurrección de Cristo un
motivo para la fe, la esperanza y la caridad.
2. La Ascensión del Señor a los cielos Mc 16, 19-20
Jesús retorna al cielo, junto al Padre, llevando consigo la carne de su humanidad, de nuestra
humanidad. De esta manera, la historia de los hombres pasa a formar parte del misterio de Dios.
Dios ha querido hacernos santos, nos ha llamado a la santidad, porque Él es santo.
Pidamos a María por todos los bautizados, para que respondan con fidelidad, cada uno desde su
vocación específica y forma de vida, a la común llamada a la santidad que Dios ha querido hacer
a todos los hombres.
3. La Venida del Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 2,1-13)
Tras la Ascensión de Jesús, es el Espíritu el que permanece en la Iglesia, el que anima su
actividad y la hace extender el evangelio, la buena noticia de la Salvación, a todos los hombres.
Pidamos a María por el Papa, los obispos y los sacerdotes para que, escuchando la voz del
Espíritu, guíen a la Iglesia en la realización de su misión y hagan presente a Cristo entre los
hombres. Pidámosle también que nos conceda abundantes vocaciones sacerdotales.
4. La Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos
María es llevada en cuerpo y alma a los cielos. La que ha sido elegida para ser madre de nuestro
Salvador es acogida en el seno del misterio de Dios, mostrándonos así el destino al que la
humanidad entera es invitada. María, que respondió afirmativamente a la misión que el Padre
quiso encomendarle, es modelo y maestra de toda vocación.
Pidamos a María por las madres, para que vivan su maternidad como un don de Dios y como
una particular vocación, educando integralmente a sus hijos y forjando en sus hogares nuevos
cristianos comprometidos con la causa del evangelio.
5. La Coronación de la Virgen Santísima como Reina de Cielos y Tierra
María, madre y modelo de la Iglesia, es la primera creyente, la Madre de Dios, la que habita ya
en el seno del misterio trinitario. Toda vocación y toda forma de vida en la Iglesia encuentran un
modelo fiel y una permanente intercesora en la figura de María.
Pidamos a María que proteja y cuide a todas las vocaciones, especialmente a los sacerdotes.
Que por su intercesión, sean fieles al don de la vocación recibida y emprendan con generosidad
su misión.
MISTERIOS GOZOSOS (lunes y sábado)
1. La Encarnación del Hijo de Dios (Lc 1, 26-38)
De igual forma que Dios irrumpe en la vida de María a través de la mediación del ángel Gabriel
para manifestarle la vocación a la que ha sido llamada, a nosotros nos sigue llamando para
encomendarnos una misión en el seno de la Iglesia y en el mundo a través de múltiples
mediaciones.
Pidamos a María por todos aquellos que están discerniendo su vocación, aquellos que se
preguntan por la voluntad del Padre para sus vidas, para que estén atentos a las mediaciones
que Dios pone en su camino en orden a descubrir su vocación.
2. La visitación de María a su prima santa Isabel (Lc 1, 39-56)
En el silencio del camino hacia la casa de su prima Isabel, María medita sobre el don recibido.
En la ayuda prestada a su prima, en el servicio desinteresado a quien lo necesita, se fragua el
sentido de toda vocación.
Pidamos a María por los que viven su vocación desgastando su vida en beneficio de los demás.
Pidamos especialmente por los laicos que, a través de sus ocupaciones ordinarias, de las
distintas profesiones que ejercen y de las formas de vida que adoptan, prolongan la obra de la
creación y de la redención en medio del mundo.
3. El Nacimiento de Jesús (Mt 1, 18-25; Lc 2, 1-7)
En el misterio de Belén, en la desnudez y la humildad del portal, se hacen presentes la gracia y
la misericordia de Dios como un don para toda la humanidad. Ante semejante gesto de amor,
sólo cabe el silencio de María y José y el reconocimiento de la grandeza de Dios por parte de los
pastores que vienen a adorar al niño recién nacido.
Pidamos a María por la Iglesia, para que sea fiel a su vocación de transmitir esta buena noticia
de salvación -la noticia de que Dios se ha hecho hombre para salvarnos, por pura gracia, por
puro amor- a todos los hombres.
4. La Presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc 1, 21-40)
José y María, fieles a la tradición judía de presentar al primogénito varón a Dios, acuden al
templo a realizar su ofrenda. De esta manera, nos enseñan una actitud cristiana fundamental: la
de presentar y ofrecer continuamente la propia vida, con sus aspiraciones e ilusiones, sus gozos
y preocupaciones, a Dios, nuestro Padre, fuente y origen de la propia existencia.
Pidamos a María por los consagrados y consagradas, que se esfuerzan constantemente por
presentar su propia vida a Dios, para que sean testimonio alegre de esta constante oblación al
Padre y a los hermanos.
5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2, 41-52)
El gesto de Jesús está cargado de una fuerte connotación simbólica: en medio de los maestros y
doctores de la Ley, comienza a explicarles las Escrituras, en el templo, el lugar de la presencia
de Dios. Los sacerdotes también han de escudriñar la Palabra de Dios para ofrecernos una
palabra actual y relevante que oriente nuestra vida cristiana.
Pidamos a María por los sacerdotes para que, atentos a la Palabra sepan transmitir a todos los
fieles la buena noticia de la Salvación. Pidámosle a nuestra madre, a María, que los proteja y les
haga perseverar con fidelidad en el don de la vocación recibida.

MISTERIOS LUMINOSOS (jueves)


1. Su bautismo en el Jordán (Mc 1, 9-11)
Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1, 11b). Estas palabras que se oyen desde los
cielos refiriéndose a Jesús en el momento del bautismo en el Jordán, nos recuerdan que por el
bautismo pasamos a formar parte de la Iglesia, de la comunidad de los hijos de Dios y somos
llamados a la santidad, a formar parte del misterio de amor que es Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
Pidamos a María por todos los bautizados para que, fieles a la llamada a la santidad suscitada
en su bautismo, traduzcamos la santidad de la que ya participamos en gestos concretos de
caridad y fraternidad.
2. La revelación de Jesús en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11)
En el milagro de las bodas de Caná, Jesús se muestra a sí mismo como una fuente permanente
de paz y vida. Jesús es el único que sacia nuestra sed de alegría y felicidad, que nos da a beber
“vino nuevo”. En este gesto, Jesús anticipa la entrega de su cuerpo y de su sangre, entrega que
rememoramos en cada Eucaristía.
Pidamos a María por los matrimonios para que, al simbolizar la íntima unión existente entre
Cristo y su Iglesia, perseveren en su compromiso de unidad y constituyan en sus hogares
auténticas iglesias domésticas.
3. El anuncio del Reino de Dios, invitación a la conversión Mc 1, 14-15
En su peregrinar por las aldeas de Galilea, al curar a los enfermos y expulsar a los demonios,
Jesús proclama la llegada del Reino de Dios. Para acogerlo, es preciso dejarse transformar el
corazón por Dios, trastocar nuestra escala de valores. Nuestra vocación cristiana conlleva una
apertura fundamental a la conversión, a dejar que los valores del Reino de Dios aniden en
nuestro corazón.
Pidamos a María por los laicos para que, en el ejercicio de sus tareas ordinarias, se empeñen
por hacer visible el Reino de Dios entre los hombres y construyan una sociedad cada vez más
acorde con sus valores.
4. La Transfiguración del Señor Mt 17, 1-9
Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escuchadlo. En medio de la actividad
apostólica, Jesús muestra a sus discípulos más cercanos su identidad más profunda: su
condición de Hijo de Dios. Conocer a Cristo es un don, una experiencia de gracia cuya iniciativa
radica en el ser divino y que no puede ser forzada por la voluntad humana.
Pidamos a María por los religiosos para que sus vidas sean signo elocuente de que Dios es el
bien máximo y supremo al que puede aspirar el corazón humano.
5. La institución de la Eucaristía Lc 22, 7-22
Cada vez que celebramos la Eucaristía, actualizamos la salvación querida por el Padre y llevada
a cabo por Cristo en el misterio pascual. Ante este misterio, que Él mismo nos mandó celebrar,
sólo cabe la participación gozosa, conscientes de que en él radican la fuente y el sentido de
nuestra existencia.
Pidamos a María por los sacerdotes, para que al presidir la celebración de la Eucaristía
representando a Cristo y a su Iglesia, encuentren en ella el fundamento de su ministerio y vivan
su vocación con un profundo sentido eucarístico.

MISTERIOS DOLOROSOS (martes y viernes)


1. La agonía en el huerto Mc 14, 32-42
A pesar de la angustia y la tristeza, Jesús persevera en la oración confiada al Padre,
mostrándonos la esencia de la oración cristiana: ponerse en manos del Padre para cumplir su
voluntad. Responder a la llamada que Dios nos hace a cada uno de nosotros conlleva una gran
dosis de confianza en Aquél que nos llama.
Pidamos a María por todos nosotros, para que se nos conceda el don de la oración, del
encuentro confiado con Él, y podamos responder así a la llamada particular que Él nos hace.
2. La flagelación de nuestro Señor Jesucristo Mc 15, 15
La fidelidad a la misión encomendada conlleva en ocasiones la incomprensión y el sufrimiento
injusto. La perplejidad que nos suscita la injusticia contra Jesús se acrecienta al contemplar los
atropellos a los que a lo largo de la historia han sido víctimas tantos hombres y mujeres.
Pidamos a María por los laicos, para que, siendo fieles a su vocación específica, sepan dar una
respuesta a la injusticia y al sufrimiento que acampa a nuestro alrededor, mostrando así a los
hombres el corazón misericordioso y compasivo del Padre.
3. La coronación de espinas Mc 15, 16-20
Entre bufas y burlas se revela paradójicamente la identidad de Cristo: Él es rey de los judíos,
porque es Palabra encarnada, el centro y origen de la historia. La realeza de Cristo no se
manifiesta en el poder y la opresión, sino en el servicio humilde y compasivo.
Pidamos a María por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que guíen a la comunidad
cristiana con humildad y espíritu de servicio y, de este modo, velen por la vocación de cada uno
de los bautizados.
4. Jesús con la cruz a cuestas, camino al Calvario Mc 15, 21-24
En el camino hacia el Calvario, Jesús contempla el dolor presente en la historia de la humanidad
para asumirlo y redimirlo en el sacrificio de la cruz.
Pidamos a María por los que desgastan su vida en tierras de misión, sean sacerdotes, religiosos
o laicos, para que anuncien sin cesar la buena noticia de la Salvación que Jesús nos ha traído y
derriben, al proclamar el evangelio, los muros de la injusticia y de la opresión.
5. La crucifixión y muerte de nuestro Señor Mc 15, 33-41
Ante el misterio de la cruz, sólo queda el silencio. Lo que ahí acontece no es simplemente una
muerte injusta, sino el misterio de la redención humana. Ante el misterio, las únicas actitudes
posibles son la fe y el silencio agradecido.
Pidamos a María por los religiosos, especialmente por los de vida contemplativa, para que al vivir
con plenitud la vocación a la que han sido llamados, nos muestren a todos los bautizados el
modo de ser partícipes de los misterios de nuestra fe.

Todos los días


Ofrecemos un padre nuestro y tres Aves María por el aumento de fe, esperanza y caridad
 Padre nuestro y 3 Ave María…
 Dios te Salve Reina y Madre…

 LETANÍAS VOCACIONALES

Señor, ten piedad de nosotros. Ten piedad de nosotros


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo óyenos
Cristo, escúchanos. Cristo escúchanos

Dios Padre Celestial Ten piedad de nosotros.


Dios Hijo Redentor del mundo
Dios Espíritu Santo
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios

Santa María, madre de Dios Ruega por las vocaciones.


Madre de Jesucristo
Esposa de Dios, Espíritu Santo
Madre del sí a Dios
Madre de la Esperanza
Madre del Amor
Madre dócil a la Palabra
Madre de la luz
Madre de la Iglesia
Madre modelo a seguir
Madre de los sacerdotes
Madre de los jóvenes
Madre generosa
Madre de bondad
Virgen de la escucha
Virgen fiel
Vasija del amor de Dios
Arcilla que se deja modelar
Creyente fiel
Reina de la fe
Semilla de esperanza
Estrella de salvación
Esclava de Dios
Roca de la fe
Modelo de entrega a Dios
Portadora del Evangelio
Ideal de santidad
Templo del Espíritu Santo
Reina y Madre de las consagradas

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad y misericordia de nosotros.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas. Antes
bien, líbranos de todos los peligros, Oh Virgen gloriosa y bendita. Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

 ORACIÓN FINAL

Jesús que sientes compasión al ver la multitud que está como ovejas sin pastor, suscita, en
nuestra Iglesia, una nueva primavera de vocaciones. Te pedimos que envíes: Sacerdotes según
tu corazón que nos alimenten con el Pan de tu Palabra y en la mesa de Tu Cuerpo y de Tu
Sangre; Consagrados y consagradas que, por su santidad, sean testigos de Tu Reino; Laicos
que, en medio del mundo, den testimonio de ti con su vida y su palabra. Jesús Buen Pastor,
fortalece a los que elegiste; y ayúdalos a crecer en el amor y santidad para que respondan
plenamente a tu llamada. María, Madre de las vocaciones, ruega por nosotros. Amén.

CONSAGRACIÓN ALA VIRGEN MARIA

Oh señora mía, oh madre mía, yo me ofrezco enteramente a Tí. Y en prueba de mi filial afecto
te consagro en este día: Mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón y mi vocación, en una
palabra, todo mi ser. Ya que soy todo (a) tuyo (a), oh madre de bondad, guárdame,
defiéndeme y utilízame como instrumento y posesión tuya. Amén.

Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y nunca solo
me dejes. Ya que me proteges tanto como verdadera Madre, Haz que me bendiga el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, Amen.

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