La Gran Guerra
La Gran Guerra
La Gran Guerra
“Europa hoy es un barril de pólvora y sus líderes son como hombres fumando en un arsenal. Una simple
chispa desatará una explosión que nos consumirá todos. No puedo decirles cuándo tendrá lugar la explosión,
pero sí puedo decirles dónde: alguna maldita estupidez en los Balcanes la desatará.”
El período histórico llamado la «Paz Armada» se caracterizó por la ausencia de guerra entre las potencias
europeas dentro de su continente. El conflicto entre estos Estados se trasladó al resto del mundo, al tiempo
que establecían colonias, protectorados o áreas de influencia de acuerdo con las características propias de
cada lugar. Para esto contaron no sólo con su marina de guerra, su superioridad de armamentos y
organización militar, sino también con su supremacía industrial y comercial. En el siglo XIX, sólo Europa podía
suministrar los capitales necesarios para abrir una mina o construir un ferrocarril en cualquier punto del
planeta. Este continente, más precisamente la Europa Occidental, tenía el «monopolio de la técnica y de la
fuerza». De modo que al comenzar el siglo XX las grandes potencias europeas tenían imperios coloniales.
Aunque Londres ya no era el único centro de la economía mundial, la marina británica controlaba los
océanos y las rutas marítimas, y la libra esterlina era entonces la moneda de uso internacional. Pero esta
hegemonía sería disputada por Alemania, que emergió como competidora en el continente con un fuerte
desarrollo industrial y liderando los avances de la época (la electricidad y la química). En el plano
diplomático, el canciller alemán Otto von Bismarck construyó un sistema de alianzas para asegurar la
supremacía de Alemania. Y en el plano militar, emprendió una carrera de construcción naval que
representaría una competencia al poderío marítimo británico.
La competencia imperialista tuvo un fuerte efecto en el equilibrio de las relaciones entre las potencias de
Europa. La coexistencia sólo podía ser precaria, ya que todos los países se lanzaron a la carrera de equiparse
con armamentos, con lo cual aumentaron sus ejércitos y gastos militares: de ahí el nombre de Paz Armada
del período. La producción para la guerra y la creciente militarización resintieron las relaciones
internacionales e hicieron crisis en innumerables conflictos que desestabilizaron la situación hasta la división
de Europa en dos bloques hostiles:
la Triple Alianza: conformada en 1882 por el Imperio Alemán, el imperio Austrohúngaro e Italia, cuya
cabeza era Alemania.
la Triple Entente: constituida en 1907 por Rusia, Francia e Inglaterra.
Las zonas de conflicto eran: en África, Marruecos, y en Europa, los Balcanes y la frontera franco-alemana
(Alsacia y Lorena). El retroceso del imperio turco en Europa estaba cambiando el equilibrio entre las
potencias, que aspiraban a ejercer su influencia en la región de los Balcanes. A Rusia, que buscaba una salida
al Mediterráneo, le convenía el debilitamiento y reparto de la Turquía europea, lo cual favorecería la
independencia de las naciones balcánicas. Gran Bretaña se oponía al reparto del Imperio Turco (proveedor
de cereales y mercado para Inglaterra) para neutralizar la expansión rusa hacia el Mediterráneo. El canciller
alemán Bismarck intervino, y en el Congreso de Berlín reunido en 1878, Montenegro y Serbia lograron la
independencia del dominio turco. Inglaterra obtuvo la isla de Chipre, Bosnia quedó bajo la administración
del Imperio Austro-Húngaro y Bulgaria bajo el protectorado ruso. Las guerras balcánicas de 1912 y 1913
fortalecieron a Serbia –pequeño Estado situado en la frontera con Austria– y agitaron el pan-eslavismo
contra los turcos y la dominación austro-húngara.
El aumento de las rivalidades hacía más difícil mantener la paz. Además, los bloques de alianzas convertían
cualquier tensión entre dos países en un enfrentamiento general. Un nuevo incidente en los Balcanes
precipitó la guerra de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del
emperador (Francisco José) al trono de Austria, fue asesinado en Sarajevo, la capital de Bosnia.
Las causas de la Gran Guerra: Si bien la Gran Guerra de 1914 nació en los Balcanes y tuvo como motivo
directo el conflicto entre Austria y Servia (un minúsculo estado situado en sus fronteras), sus causas deben
buscarse en aspectos más globales. Como vimos, durante el período de la Paz Armada surgieron nuevas
potencias que buscaban su lugar bajo el sol, como por ejemplo Alemania, cuyas ansias de crecimiento
difícilmente podían desarrollarse en un contexto pacífico. Aunque los estados europeos afirmaban que no
querían desencadenar la guerra, sin duda fueron víctimas de los dos bloques hostiles: los Aliados (Gran
Bretaña, Francia y Rusia) y los Imperios Centrales (Alemania, Imperio Austro-Húngaro y luego Turquía). Se
convirtió en una guerra total, por el sistema de alianzas que involucró a las potencias de Europa.
Sin embargo, no podemos obviar que en la guerra se enfrentaron países con viejos conflictos por resolver.
Francia contra Alemania (la primera no terminaba de aceptar la pérdida de Alsacia-Lorena en la guerra de
1870-71); Alemania contra el Imperio Ruso; Rusia contra los Turcos por el control de los estrechos del
Bósforo y Dardanelos, que le permitía la salida al mar Mediterráneo; los pueblos o minorías nacionales de
Europa del este (checos, serbios, bosnios) contra la dominación del Imperio Austro-Húngaro, sin nombrar la
creciente rivalidad anglo-alemana.
El enfrentamiento interno dentro del Imperio Austro-Húngaro –compuesto por varias nacionalidades–
desencadenó la guerra europea. La monarquía austro-húngara había incorporado a Bosnia bajo su dominio,
y el descontento de los eslavos del sur amenazaba a este imperio multinacional con el separatismo y la
desintegración. Esto se agudizaba con la presencia de Serbia, ya que este pequeño estado independiente
agitaba el paneslavismo –es decir, la pretensión de unificar a los pueblos eslavos del sur– en la región
balcánica. Serbia contaba con organizaciones terroristas que alentaban la lucha contra los Habsburgo y los
funcionarios imperiales. El 28 de junio de 1914, el atentado y asesinato del príncipe heredero en Sarajevo a
manos de un terrorista serbio desencadenó la guerra. Ante este hecho, el emperador austríaco presenta un
ultimátum a Serbia y rompe relaciones. Alemania la convence de apurar una invasión con el fin de que las
potencias tarden en reaccionar y el conflicto no se extienda. Austria lanzó un duro ataque para castigar a su
vecina Serbia. Alemania rápidamente prestó su apoyo, respondiendo al sistema de alianzas que dividía a
Europa en dos bloques rivales. Rusia consideró vital impedir que Serbia fuera destruida y junto a ella
intervino su aliada Francia. Con la invasión a Bélgica por parte del ejército alemán, el gobierno británico
obtuvo la justificación moral para involucrarse en la guerra. La contienda se hacía europea y total.
El espíritu patriótico
"Por la tarde fui en tren a Hannover para inscribirme en un regimiento. De vez en cuando veía junto a los
raíles unos muñecos rellenos de paja que se bamboleaban al viento. Los guardavías habían colgado al zar
Nicolás.
Por la Plaza de Ernest-August pasaba desfilando un regimiento que marchaba al frente. Los soldados
cantaban, entre sus filas se habían introducido señoras y muchachas y los adornaban con flores. Desde
entonces he visto muchas multitudes arrebatadas de entusiasmo; ningún otro ha sido tan hondo y poderoso
como el de aquel día. (…)
En realidad solo había una cosa que me desazonaba; me llenaban de angustia las noticias que los periódicos
traían acerca de nuestras victorias. Según ellos, algunas patrullas de la caballería alemana habían divisado
ya las torres de París; si las cosas continuaban progresando de ese modo, ¿qué iba a quedar para nosotros?
Pues también nosotros queríamos oír el silbido de las balas y vivir esos instantes que cabe calificar como el
bautismo propiamente dicho del varón".
La guerra de trincheras
La primera guerra se desarrollaba, pese al avance tecnológico, con características similares al siglo XIX en
cuanto al gran despliegue de ejércitos en los campos de batalla y a la ocupación de territorios, donde se
formaron distintos frentes de combate. La aviación comienza a tener un pequeño papel, muy distante
todavía del que va a cumplir en la Segunda Guerra Mundial. El avance alemán en el frente occidental se
detuvo a pocos kilómetros de la ciudad de París. La guerra se desarrolló en territorio francés, principal
campo de batalla. Y hasta la revolución rusa, Alemania tuvo que enfrentar también el frente oriental (del
Este). Los ejércitos se inmovilizaron y adoptaron posiciones fijas que se denominaron guerra de trincheras.
Difícil imaginarse aquel mundo de líneas de trincheras y fortificaciones improvisadas que se extendían desde
el Canal de La Mancha hasta la frontera suiza. Las posiciones no se modificaron durante tres años. Los
combatientes paralizados en pozos de tres metros de profundidad, plagados de ratas y cadáveres
descompuestos, permanecían hundidos en el barro. Estaban rodeados de alambres de púas y expuestos a los
gases venenosos o a los bombardeos aéreos. La tensión aumentaba por el agotamiento, el frío o la lluvia, se
encontraban mal abastecidos y víctimas del sueño mientras esperaban los relevos. En 1916, los alemanes
intentaron romper sin éxito la línea defensiva de Verdún, en Francia. Durante varios meses, los franceses
dirigidos por el general Pétain detuvieron en una larga acción de desgaste de la ofensiva alemana; en la
batalla hubo un millón de bajas. El frente occidental recién se movilizó con la entrada de los Estados Unidos
en 1917 y la última etapa de la guerra fue de movimiento, en la que Alemania –agotada por los esfuerzos
bélicos– retrocedió lentamente.
5/2/18
Francia, por la noche.
Cariño mío,
Ahora, si no hay problemas, vas a saber todo acerca de lo que ocurre aquí. Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando
te llegue esta carta... ¡Si alguna autoridad la ve! (...)
Por supuesto que ya habrás adivinado en qué lugar tuve mi primera experiencia en el frente. Sí, fue en el Saliente de
Ypres. Oh, fue un adorable “bautismo de fuego” esa noche. Nos atrincheramos y temprano en la mañana Fritz empezó a
atacar.
Oh Señor, si alguna vez un camarada estuvo asustado, absolutamente aterrado, ese fue este niño. En determinado
momento uno de los de mi sección tuvo un shock cuando uno grande cayó a un par de yardas del parapeto y entonces
el instinto de líder, o de quien está obligado a liderar, emergió y me volví tan frío y firme como una roca. Tenía doce
hombres de ida, volví con tres. Oh, fue espantoso.
Quizá te gustara saber cómo está el ánimo de los hombres aquí. Bien la verdad es que (y como te dije antes, me
fusilarán si alguien de importancia pilla esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a ninguno le queda nada de
lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tiene Alsacia, Bélgica o Francia.
Lo único que quiere todo el mundo es acabar con esto de una vez e irse a casa. Esta es honestamente la verdad, y
cualquiera que haya estado en los últimos meses te dirá lo mismo.
De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y
las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar como sea. Ahora ya sabes el estado real de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, solo me queda el pensar
en todos los que estáis allí, todos a los que amo y que confian en mí para que contribuya al esfuerzo necesario para
vuestra seguridad y libertad. Esto es lo único que mantiene y me da fuerzas para aguantarlo. En cuanto a la religión, que
Dios me perdone, no es algo que ocupe ni uno entre un millón de todos los pensamientos que ocupan las mentes de los
hombres aquí.
Dios te bendiga cariño y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría.
Pero no te preocupes corazón mio porque continuaré hasta el final, sea bueno o malo, con mis afectos, siempre
primeros en mis pensamientos y preocupaciones, mi guia y estímulo.
Au revoir cariño mío y que Dios te mantenga a salvo hasta que termine la tormenta, con todo el profundo amor de mi
corazón. Tu querido.
Laurie
Este es la carta a su esposa de Laurie Rowlands, quien sirvió en el 15th Battalion Durham Light Infantry.
La Gran Guerra fue un evento de carácter global. La tragedia no solo afectó a los combatientes, sino al
conjunto de la población de los países envueltos en el conflicto. Toda la población fue movilizada y la
economía fue puesta al servicio de la guerra. La organización de la empresa bélica confirió un papel
protagónico al Estado. Los gobiernos no dudaron en abandonar los principios básicos de la ortodoxia
económica liberal, sus decisiones recortaron la amplia libertad de los empresarios y la política tomó el
puesto de mando. En Gran Bretaña, el primer ministro Lloyd George creó un gabinete de guerra, nacionalizó
temporalmente ferrocarriles, minas de carbón y la marina mercante, e impuso el racionamiento del
consumo de carne, azúcar, mantequilla y huevos. En Alemania, la economía de guerra planificada fue aún
más drástica. En 1914 fue creado el Departamento de Materias Primas, que integró todas las minas y
fábricas. Sus dueños mantuvieron el control de las mismas, pero se sometieron a los objetivos fijados por el
gobierno. También aquí se decretó el racionamiento de los alimentos.
Gran extensión
Gran duración
Desde que Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914 hasta que Alemania firmó el
armisticio el 11 de noviembre de 1918, se desarrolló un conflicto bélico que superó en duración a cuantos
habían tenido lugar durante los siglos XVIII y XIX, si se exceptúan las guerras napoleónicas.
Tan solo algunas pugnas coloniales o civiles lo sobrepasaron.
La prolongación de la guerra supuso un gran esfuerzo económico y social y ocasionó un enorme coste
demográfico, psicológico y moral que entorpecería significativamente la reconstrucción durante el largo
período de posguerra.
Movilización general
La antesala de la guerra estuvo jalonada de tensos incidentes entre las potencias europeas. Éstas se
embarcaron en una política de rearme que no hizo sino agravar la situación. En vísperas de la guerra todos
los ejércitos reforzaron sus efectivos. Los primeros días de la guerra generaron un entusiasmo generalizado
en ambos bandos y muchos fueron los que acudieron a alistarse en el ejército.
El ejército alemán pasó de 621.000 hombres a 820.000. Austria-Hungría tenía en activo 450.000. Francia
amplió el servicio militar obligatorio hasta 3 años de duración y contaba con unos 770.000 soldados. Rusia
por su parte, contabilizaba en 1914 el ejército más numeroso, 1.800.000 hombres en armas.
A lo largo de la contienda estas cifras se incrementaron ostensiblemente y cada uno de los principales
ejércitos desplegó en los frentes millones de combatientes.
Para hacer frente a ese esfuerzo se recurrió a la propaganda bélica: la prensa y la imprenta se utilizaron para
exaltar el patriotismo y advertir sobre los peligros a los que se enfrentaba el país. Alemania desplegó una
política de exacerbado militarismo y amplios sectores de la población se dejaron arrastrar por un
sentimiento de patriótico fervor que inundó incluso las escuelas.
La necesidad de efectivos para la lucha hizo que las edades de reclutamiento forzoso fuesen ampliadas,
dando lugar a la incorporación al combate de adolescentes y hombres de edad madura. Ello repercutió en
una dramática escasez de mano de obra en la retaguardia, que se palió en parte recurriendo a la mano de
obra femenina.
Hasta entonces la mujer había intervenido en actividades como la fabricación de textiles o la minería, sin
embargo la inmensa mayoría había permanecido en sus hogares, colaborando en las faenas agrícolas. La
incorporación femenina a la producción industrial sustituyendo en sus puestos de trabajo a los hombres
supuso una auténtica revolución social que se decantaría con posterioridad y revelaría su verdadero alcance
con la conquista de los derechos políticos y legales de la mujer.
La tecnología al servicio de la guerra
Tanques: Los tanques fueron los grandes protagonistas en tierra. Todos los países en conflicto lucían sus
novedosas capacidades en cuanto tenían ocasión. Otras innovaciones en armamentos previamente
desarrollados, como cañones y ametralladoras, consiguieron que la potencia de fuego creciera
exponencialmente. A la par del avance de los tanques, los ejércitos desarrollaron una tecnología que pudiera
hacerles frente a ellos y a tropas desde las trincheras, como morteros, lanzallamas, rifles con periscopio y
temporizadores.
Aeronáutica: La Gran Guerra supuso la puesta en marcha de todo tipo de ingeniosas ideas para hacer la
guerra desde los cielos. Por vez primera, los ejércitos dispusieron de flotas aéreas con capacidad de
bombardeo y ametrallamiento. Se usaron cámaras para espiar los movimientos y localizaciones del enemigo
desde el aire, mediante la fijación de cámaras fotográficas al fuselaje en aviones de reconocimiento. Hasta
tal punto se desarrolló la fotografía aérea que se fabricaron metralletas de fotos, instrumentos seguramente
inspirados en las cámaras precinematográficas usadas por científicos unas décadas antes. Acorde con los
avances en la electricidad, también se desarrollaron sistemas de luces que permitían reconocer un avión en
la distancia, por los reflejos en su fuselaje.
Pero la gran innovación bélica en la aeronáutica fue sin duda el dirigible. Los dirigibles, como el famoso
Zeppelin, llenaron los cielos de amenazas de temibles bombardeos contra la población civil. A pesar de su
enorme capacidad destructiva, su gran tamaño lo hacía impráctico, pues obligaba a emplear muchos
soldados en su puesta en marcha y maniobra.
Guerra química y bacteriológica: Uno de los mayores desastres de la Gran Guerra fue la utilización masiva
de gases venenosos y otros agentes químicos. Las armas químicas estaban tan presentes que se desarrolló
todo tipo de ideas para ponerle freno a sus males, desde la utilización de palomas para detectar gas o el uso
de ungüentos para paliar sus efectos sobre la piel, hasta máscaras antigás, incluidas las que se les ponía a
caballos y perros.
Telecomunicaciones e inteligencia militar: Las telecomunicaciones, con el uso sofisticado del telégrafo, y la
invención del radio y del teléfono, se desarrollaron mucho en este periodo, contribuyendo enormemente a
hacer más eficientes algunos factores cruciales de las guerras, como la logística militar. Para labores de
espionaje se registró por primera vez la utilización de máquinas de cifrado para la codificación de mensa
La guerra submarina
En 1915 el Imperio alemán proclamó una zona de guerra submarina alrededor de las Islas Británicas,
cortando las principales rutas de abastecimiento por el Atlántico (petróleo y alimentos). En mayo de ese
mismo año, fue hundido el transatlántico Lusitania frente a la costa irlandesa; entre sus 1198 pasajeros
había 128 norteamericanos. El presidente Wilson exigió enérgicamente a Alemania que abandonase sus
métodos de guerra submarina. El submarino era un arma marítima eficaz, pero cuestionable desde las
normas internacionales, que exigían a todo navío de guerra realizar una advertencia a barcos mercantes
enemigos a fin de retirar pasajeros y tripulación antes de hundirlo. Pero en 1917, el gobierno alemán
anunció la guerra submarina total, con lo cual se rompieron las relaciones diplomáticas entre Washington y
Berlín.
El ingreso de los Estados Unidos a la guerra
En 1914, para la mayoría de los norteamericanos era difícil entender cómo toda Europa fue a la guerra
debido al asesinato del heredero al trono austro-húngaro, y creían que los Estados Unidos debían
mantenerse al margen del conflicto. El presidente Thomas Woodrow Wilson postuló la neutralidad de su
país. Los Estados Unidos ingresaron a la guerra el año anterior a que ésta terminara, pero antes de su
decisiva intervención, fueron proveedores de materiales bélicos, alimentos y ayuda financiera a Inglaterra y
Francia. La excusa fue el telegrama Zimmermann: en marzo de 1917 el gobierno norteamericano entregó a
la prensa una nota alemana en clave, que había sido interceptada. El telegrama enviado por el ministro de
Asuntos exteriores alemán, Arthur Zimmermann, contenía instrucciones para buscar una alianza con México,
en el caso de que los Estados Unidos ingresaran a la guerra. México debía atacar a su vecino para recuperar
los territorios perdidos de Nueva México, Texas y Arizona. Una vez descifrado, el presidente Wilson lo utilizó
como una eficaz arma de propaganda contra Alemania y solicitó al Congreso una declaración de guerra.
Antes de su ingreso a la Primera Guerra Mundial, el presidente de los Estados Unidos formuló una propuesta
a los países beligerantes y convocó a una conferencia de paz. Wilson pedía una paz sin vencedores ni
vencidos y anunció un programa de catorce puntos. A propuesta del presidente norteamericano, también se
debe la creación de una liga o Sociedad de las Naciones para resolver los conflictos que se suscitaren e
intentar mantener la cooperación internacional (aunque posteriormente el Congreso de los EE.UU. no
autorizó la incorporación de este país al nuevo organismo). Las condiciones de paz impuestas por las
potencias vencedoras (los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) fueron –pese al pedido de Wilson– muy
duras para Alemania. En el Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, se establecía el desarme alemán,
la reducción de su ejército, la desmilitarización de la frontera con Francia, la confiscación de su flota de
guerra, submarinos y la aviación. Se le prohíbe a Alemania poseer una Fuerza Aérea. Las severas cláusulas
del tratado hacían de Alemania la única responsable de la guerra y la obligaban a pagar reparaciones a
Francia e Inglaterra, como indemnización por los daños de guerra. También incluían la devolución de Alsacia-
Lorena a Francia, la pérdida de sus colonias en África –Togo, Camerún y Tanganica (actualmente Tanzania), y
la prohibición de formar alianzas con Austria. Polonia, creado como estado independiente, recibía una franja
de tierra con salida al mar –el corredor polaco– que cortaba el territorio alemán, y el puerto de Dantzig se
constituía en ciudad libre, bajo la protección de la Sociedad de las Naciones.
Los europeos habían confiado en que sería una guerra corta, pero se prolongó durante cuatro años, y costó
trece millones de vidas humanas. El viejo continente no volvería a ser el mismo: se produjo el hundimiento
de los Imperios Centrales (el Imperio Alemán, el Austro-Húngaro) y de su aliado, el Imperio Otomano o
Turco; la desaparición de tres monarquías, y una revolución proletaria triunfante en Rusia. La guerra significó
la pérdida de hegemonía de Europa sobre el resto del mundo. En orden de importancia fue reemplazada por
los Estados Unidos, que terminaron la contienda con un gran saldo comercial y sin haber sufrido pérdidas en
su propio territorio; los préstamos otorgados a los países beligerantes lo convirtieron en una nación
acreedora y la propia Inglaterra quedaba endeudada con los Estados Unidos. El trazado de nuevas fronteras
dio lugar al nacimiento de nuevos Estados-nación europeos, que se desprendieron del Imperio Ruso y del
Imperio Austro-Húngaro. Todos los eslavos del sur fueron integrados a un estado y formaron la nueva
Yugoslavia, que incluía a Serbia fusionada con Eslovenia (antiguo territorio austríaco) y Croacia. Rusia,
alejada de la guerra debido a la Revolución Bolchevique, perdió territorios que se convirtieron en países
independientes (Estonia, Lituania, Letonia y Finlandia); también surgieron, Polonia y Checoslovaquia. La
desintegración del Imperio Turco consolidó la presencia de los países vencedores de Europa en Medio
Oriente, a través de los protectorados o mandatos británico y francés en sus territorios.
El período de posguerra presentó un duro panorama: los gobiernos de Europa contaron con la ayuda
norteamericana que proporcionó provisión de alimentos a crédito y préstamos gubernamentales. Alemania,
ahora transformada en República, recibió créditos de EE.UU. para pagar sus deudas de guerra. El viejo
continente y las naciones latinoamericanas pasaron a depender del capital norteamericano. De hecho, los
lazos económicos de Latinoamérica se inclinaron más hacia los Estados Unidos, que reemplazó o compitió
con las inversiones británicas en la región. En la Argentina, por ejemplo, aumentaron las inversiones en
distintos establecimientos, entre otros en frigoríficos y distintas sucursales de empresas norteamericana.