Derechos Humanos y Liberacion Nacional
Derechos Humanos y Liberacion Nacional
Derechos Humanos y Liberacion Nacional
Intervención de Marcelo Quiroga Santa Cruz ante el Senado de E.U. 27 de septiembre de 1976.
Bajo los auspicios de WOLA -Washington Office on Latin América-, y del ex-candidato a la
Presidencia de los Estados Unidos, el senador Demócrata George McGovern, se realizó una
reunión de análisis de la política exterior americana para América Latina y la defensa de los
derechos humanos, el día 27 de septiembre de 1976, en el Senado de los Estados Unidos. A este
evento, que contó con la participación de algunos altos funcionarios gubernamentales y
parlamentarios norteamericanos, fue invitado, en representación de Bolivia, el ex-Ministro Marcelo
Quiroga Santa Cruz, Primer Secretario del Partido Socialista - 1, cuya intervención fue reproducida
textualmente por el Seminario Permanente sobre Latinoamérica (SEPLA), con sede en México.
Ha llegado el momento de decir que los derechos del pueblo boliviano, también son derechos
humanos. Lo digo porque es fácilmente perceptible que la opinión pública internacional es inducida
a considerar, no sólo prioritaria sino exclusivamente, a uno o dos países donde el nivel de la
represión alcanza niveles excepcionales, como los únicos donde se violarían sistemáticamente los
derechos humanos. Permítaseme un símil:
Hubo una matanza universalmente repudiada y que la opinión democrática Norteamérica condenó,
que la historia ha registrado con el nombre de My Lai. No permitamos que Chile sea hoy el My Lai
latinoamericano. Mi exhortación busca dos objetivos; que detengamos la matanza en Chile, pero
también que impidamos el que se confunda el aminoramiento o eventual cese de la represión en
Chile, como si ello ocurriera en toda América Latina. Así como en la persona del teniente Calley
ocupó el banquillo del acusado toda una concepción de la política exterior, así como en la persona de
Pinochet acusamos a un sistema económico, social y político que lo utiliza como instrumento. Pero
que no se diga el día de mañana, cuando Pinochet sea reemplazado, que la democracia y la libertad
se han reinstaurado, por ese sólo hecho, en Chile, ni mucho menos en América Latina. Que la
expiación de la culpa mayor no sirva para dejar impunes y asegurar la continuidad a los crímenes
menores. Chile no es el único país donde se violan los derechos humanos. Y las razones por las que
allí se los viola son las mismas por las que se los conculca en todos los países de América Latina.
El gobierno de Bolivia presidido por el Gral. Banzer, quien estuvo aquí, en Washington, hace unas
semanas, tiene origen en un golpe militar ejecutado, con notoria intervención extranjera, el 21 de
agosto de 1971. La finalidad evidente del golpe fue la cancelación brutal de un proceso popular y
revolucionario. Para ello, claro está, resultaba indispensable el derrocamiento de un gobierno que,
como el presidido por el Gral. Torres, era fruto de ese mismo proceso y expresión parcial de sus
perspectivas democráticas generales. Así, el golpe encabezado por Banzer cumple en Bolivia, con la
modalidad impuesta por las particularidades del desarrollo político boliviano, la misma misión que
en Brasil cumplieron los militares que en 1964 derrocaron a Goulart, la que los militares chilenos
cumplieron, en 1973, al derrocar a Allende; la de los que militarizaron el poder político, en Uruguay;
la de los que en 1976 tomaron el gobierno de Argentina. Supongo que ninguno de ustedes ignora,
porque hasta aquí mismo, en Washington, alcanzó el largo brazo de la represión fascistoide de
América Latina, con una facilidad e impunidad que debiera mover a un serio examen por los sectores
democráticos de este país (me refiero al asesinato del ex-canciller chileno Letelier), que la tarea de
exterminar a los adversarios del nuevo orden, que su anulación interna e internacional, su exterminio,
en suma, es un área a la que los dictadores militares del Cono Sur se han dado en absoluto concierto.
Hay, desde hace algunos años, una internacional del crimen político que persigue, apresa, tortura y
ejecuta, por cuenta ajena. El Gral. Torres fue una de las victimas notables, como antes lo fuera el
Gral. chileno Prats, o los parlamentarios Uruguayos Michelini y Gutiérrez, todos asesinados en la
Argentina, con la evidente complicidad de las autoridades de ese país.
El golpe militar encabezado por Banzer cumple en Bolivia, la misma finalidad que en sus respectivos
países y en ocasiones distintas cumplieron los militares brasileños, uruguayos, chilenos y argentinos.
Todos ellos se propusieron y lograron la supresión de la legalidad vigente en el momento en que ésta,
no obstante su carácter restrictivo, había dejado de ser una garantía de permanencia en el poder de
los sectores minoritarios, para convertirse en un obstáculo a su necesidad de reprimir a la mayoría
nacional. Este es el momento en que las clases privilegiadas cancelan las formas democráticas de
convivencia social que el pueblo les arrancó en largas y heroicas jornadas de lucha, y las sustituyen
por formas dictatoriales de ejercicio del poder. Por ello, la violación de los derechos humanos en los
países presididos por militares de orientación fascistoide, debe ser analizada, si vamos a buscar las
causas eficientes no como una forma transitoria de anormalidad, como una aberración circunstancial
debida al ánimo atrabiliario de un dictador, sino como el resultado inevitable de la condición
minoritaria de los sectores sociales cuyos intereses representan y defienden las Fuerzas Armadas.
Quiero pasar, ahora, de las afirmaciones a las pruebas, y dar a ustedes un resumen de la realidad so-
cial boliviana que resulta de 150 años de dominación de esas clases privilegiadas, de la realidad
social que ellas quieren perpetuar. En la capital de Bolivia, la ciudad de La Paz, solamente cuatro mil
ochocientas familias perciben un ingreso mensual de 600 dólares o más. La mayoría percibe entre 75
y 100 dólares y el 4 por ciento de la población sobrevive con un ingreso mensual de 25 dólares. En
términos nacionales, el ingreso per cápita es de 30 dólares al mes; y en el campo, donde vive el 66
por ciento de la población, el ingreso mensual es de solamente 8 dólares. Parecería imposible
sobreviva con menos y, sin embargo, la política salarial del gobierno se propone reducir aún más el
nivel de las remuneraciones reales. Las del sector fabril se redujeron, entre 1971 y 1976, en 25 por
ciento. El subempleo de la fuerza laboral alcanza al 30 por ciento. El resultado de ello es, entre otros,
un éxodo incontenible de la población en edad activa hacia otros países. El 25 por ciento de la
población boliviana vive fuera de Bolivia. Uno de cada cuatro bolivianos ha debido emigrar en busca
de pan. Y quienes emigran son obreros calificados, técnicos y profesionales, no obstante que el país
no forma más que el 17 por ciento de la mano de obra calificada que requiere.
La política del régimen de Banzer, para cubrir el déficit señalado, consiste en la importación de mano
de obra calificada a la que ofrece estímulos que niega a la población boliviana. La consecuencia de
esta política irracional es un aumento de la desocupación y la subocupación, mientras continúa la
exportación de la poca fuerza de trabajo calificada que forma.
Veamos ahora otras secuelas del hambre. Si el éxodo masivo de los desocupados parece explicable,
¿Cómo habría de sorprender que los niños deban reemplazar la escuela por el trabajo? Así se explica
que el 55 por ciento de la población sea analfabeta y que en el área rural donde se concentra la mayor
parte de los habitantes, sólo el 30 por ciento de la población infantil disponga de servicios
pedagógicos primarios. Y, ¿cómo habría de extrañarse nadie de un índice de deserción escolar que
disminuye constantemente el número de los que culminan los periodos fundamentales de la
educación? He aquí algunos indicadores que muestran al gobierno de Banzer como al responsable de
un grave incremento de la deserción escolar: en las ciudades y en el ciclo primario, la deserción fue
del 9.7 por ciento en 1971, año en que Banzer asume el gobierno; en 1972 sube al 21.2 por ciento y
el 1973, llega al 21.6 por ciento. Esto es si tomamos en cuenta a los que se inscriben y abandonan sus
estudios. Pero si ponemos la atención en el número de los que se inscriben, veremos que estos
disminuyen en 30 por ciento en 1973. Lo ocurrido en el ciclo medio en las ciudades, es aún peor en
1971 desertó el 31.6 por ciento y un año después el 35.8 por ciento.
En cuanto al déficit habitacional, bastaría decir que no son pocas las zonas urbanas donde dos
personas comparten un metro cuadrado. Y añadiremos, en relación con un recurso vital como es el
agua, que sólo el 43 por ciento de la población urbana dispone de agua potable, y que en el campo,
sólo el 4.1 por ciento de su población cuenta con ese elemento. Y hasta el agua potable parecerá
prescindible y los servicios escolares y el problema habitacional parecerán secundarios y el déficit
educacional se mostrará como algo superfluo, si recordamos que el régimen alimenticio de la
población boliviana muestra un nivel de consumo de calorías que está aproximadamente el 20 por
ciento por debajo del mínimo aceptable. En 1970 no era más que de 1834 calorías y desde entonces
la tendencia es declinante.
Pero estoy hablando de los que viven, aunque en condiciones de extrema indigencia, de los que
sobreviven a ese lento, silencioso e implacable genocidio institucionalizado. Y hay que hablar,
también, de los que mueren. Bolivia es, como ustedes lo saben un país minero. En el Perú, el 4 por
ciento de los trabajadores mineros padece de silicosis, una enfermedad pulmonar derivada del trabajo
que ejecutan. En Bolivia, el 25 por ciento de los mineros sufre de ese mal, sin que ello hiera la
sensibilidad de las clases dominantes ni de su gobierno. Esta misma insensibilidad se refleja en la
distribución del presupuesto del Ministerio de Salud. Sólo el 10 por ciento del presupuesto de este
despacho está destinado al área rural, donde vive el 66 por ciento de la población. Pero el
presupuesto mismo disminuye constantemente: el de 1972 era del 2.6 por ciento del total de los
recursos públicos presupuestados. En 1976 descendió al 1.7 por ciento. No hay más que 6 médicos
para la atención de cada 10 mil habitantes; 2.9 dentistas para cada 10 mil habitantes; 22 ingenieros
sanitarios en todo el país. Y la asistencia social, en general sólo cubre a la demanda del 19 por ciento
de la población. Uno de cada cinco bolivianos, nada más, recibe los beneficios de una deficiente
asistencia social. Y estos privilegiados relativos reciben una asistencia equivalente a sólo 4 dólares al
mes. Pero si se distribuye el presupuesto de los servicios de asistencia social entre toda la población,
la suma signada a cada uno no seria mayor de 80 centavos de dólar al mes. Y aún este gravísimo
déficit en la asistencia social parecerá irrelevante si se piensa, no ya en los enfermos sin asistencia,
sino en los que mueren de hambre. El 75 por ciento de la población boliviana está desnutrida. La
expectativa de vida del boliviano habitante de las ciudades es de 45.6 años; en el campo no sobrepasa
los 35 años. El 50 por ciento de la población es menor de 15 años. La mortalidad infantil es de 18 por
ciento, y 157 mil niños que nacen, mueren antes de cumplir el primer año de vida.
Estos son los frutos de una política que el gobierno de Banzer proclama como exitosa; estos son los
resultados que los funcionarios internacionales cómplices de la dictadura, elogian cuando visitan mi
país. Allí no hay agua potable, pero hay embotelladoras de Coca Cola; allí no hay techo suficiente
para su población, pero los rascacielos de la clase adinerada o los hoteles de lujo de las empresas
transnacionales llenan de orgullo al gobierno; allí no hay remedios para los enfermos, ni leche
suficiente para los niños, pero uno de cada diez dólares que el país produce se utilizó en 1975 para
importación de automóviles elegantes; de allí fuga la cuarta parte de la población, por falta de trabajo
y la miseria mata a dos de cada diez niños, pero Banzer obsequia parte del país a racistas
rhodesianos.
¿Cómo no ha de ser impopular un gobierno responsable de estos resultados? ¿Cómo no ha de ser
minoritario? ¿Cómo no ha de ser un régimen de fuerza para sostenerse contra la voluntad popular?
¿Cómo no ha de violar los derechos humanos de asociación, pensamiento político, libertad de expre-
sión, si su ejercicio serviría a la denuncia de la violación del derecho humano fundamental que es el
derecho a la vida?
Ahora, después de lo dicho se explica que en Bolivia se destinen 8 dólares por estudiante y 955
dólares anuales por un soldado. Como en toda América Latina se destinen 5 mil dólares anuales para
cada soldado; 22 dólares para cada alumno y sólo 7 dólares para cada enfermo o impedido.
Sin embargo, el empleo de la fuerza represiva no basta para someter a los pueblos, si gobiernos como
el presidido por Banzer no dispusieran del apoyo internacional. El gobierno norteamericano es el que
más ayuda ha brindado y brinda al régimen encabezado por Banzer. Y esta no es una afirmación
infundada. Quiero proporcionar a ustedes las pruebas objetivas de este apoyo excepcional.
La Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) sostiene que la denominada "ayuda americana"
(una expresión que designa, sin discriminar, lo mismo préstamos no reembolsables como créditos
condicionados y a tasas de interés que no suelen ser de fomento), a lo largo de 28 años, acusa un
promedio anual de 18,5 millones de dólares. Compárese esta suma con la suma de 300 millones de
dólares al año, que es el promedio de incremento de la deuda externa de Bolivia entre 1971 y 1977.
Banzer dispuso de un flujo financiero superior en más de cien veces al que llegó a Bolivia en el
último cuarto de siglo. Y la mayor parte de éste crédito, como puede imaginarse, provino del
gobierno norteamericano o fue posible gracias a su decidida intervención. Citemos un caso de esta
forma de intervención en los organismos internacionales de crédito. El Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) prestó a Bolivia, hasta el 31 de diciembre de 1975, la suma de 293.5 millones de
dólares. De esta suma, sólo el 20 por ciento corresponde a los denominados "recursos ordinarios"; el
80 por ciento restante no habría estado al alcance de Banzer si el gobierno norteamericano no hubiera
dado su visto bueno, por la suerte de veto que dispone sobre el uso de los fondos "especiales". Que el
apoyo financiero brindado a Banzer fue excepcional, lo prueba, además, el hecho de que el BID que
hasta 1971 había prestado a Bolivia 74 millones de dólares, elevara esa suma hasta aproximarse a los
300 millones de dólares en sólo seis años. En un año, el presente de 1977, el BID aprobó créditos por
80 millones de dólares, una suma superior al total acumulado en los años de su existencia hasta 1971.
Y su entusiasmo crediticio no aminora: están en gestión, con su evidente beneplácito, créditos por
300 millones de dólares adicionales para los próximos tres años.
Veamos ahora lo ocurrido con el Banco Mundial. Desde el inicio de su acción, hasta 1976, a lo largo
de toda su relación con Bolivia, el Banco Mundial otorgó a mi país créditos por la suma total de 150
millones de dólares. Pero en sólo dos gestiones, las de 1975 y 1976, aprobó créditos equivalentes al
60 por ciento del total acumulado hasta entonces con el auspicio del grupo consultivo de este Banco,
no hace mucho en París, el gobierno de Banzer inició una nueva gestión destinada a obtener un
crédito de 3.100 millones de dólares.
Tal vez sea necesario, para que ustedes se formen una idea más aproximada de la magnitud del
apoyo económico brindado por el gobierno norteamericano al régimen boliviano presidido por
Banzer, ofrecer algunos términos de comparación internacional. Cuando Banzer asume el gobierno
de mi país, la deuda externa de Bolivia, acumulada en toda su historia no llega a los 500 millones de
dólares. Hoy, antes del término de este año 1977, alcanza a 2 mil millones de la misma moneda.
Compárese este incremento con el aumento de la deuda externa de Chile, cuyo gobierno fruto de la
política de intervención norteamericana en nuestros países, recibió, también, un decidido apoyo del
gobierno norteamericano. Chile debía, en vísperas del derrocamiento de Allende, alrededor de 2 mil
millones de dólares; y hoy su deuda oscila en torno a los 4 mil millones. El aumento fue del cien por
cien. El crecimiento de la deuda externa de Bolivia, en cambio, fue de 400 por ciento. Otro ejemplo:
esta vez destinado a mostrar a ustedes el peso de la deuda externa en la economía nacional, es decir,
la incidencia que tiene el pago de la misma en la balanza de pagos del país. Brasil es, como nadie
ignora, el país más endeudado, en términos absolutos, no sólo de América Latina, sino del llamado
Tercer Mundo. Uno de cada cinco dólares que éste debe principalmente a la banca norteamericana,
lo debe el Brasil. Su deuda externa, al finalizar el año de 1977, será de aproximadamente 27 mil
millones de dólares. Como Brasil exporta anualmente un valor de 14 mil millones de dólares, resulta
que debe una suma aproximada del doble del valor de sus ventas al exterior. El caso de Bolivia es,
sin embargo, mucho peor. Exporta alrededor de 600 millones de dólares anuales y debe
aproximadamente tres y media veces esa suma. Así en términos relativos, tomando en cuenta los
factores de comparación señalados, Bolivia recibió un respaldo económico internacional mayor que
el de Brasil y el grado de hipoteca de su economía es, también, mucho mayor. La deuda externa de
Bolivia creció, bajo el gobierno de Banzer a un ritmo próximo al 80 por ciento anual, un ritmo de
crecimiento que supera en veinte veces el del aumento del producto Interno Bruto del país. En 1971
el peso de la deuda externa sobre la economía de cada boliviano era de 100 dólares. Hoy cada uno de
los involuntarios deudores bolivianos está obligado en 400 dólares, una suma igual al ingreso per
cápita de la mayoría de la población durante cinco años. La suerte del brasileño es menos mala. Cada
uno de ellos debe 270 dólares, casi la mitad de lo que debe el boliviano, el pueblo más pobre,
después de Haití, en América Latina. Preguntémonos ahora de qué ha servido esta cuantiosa
transferencia de recursos y, sobre todo, por qué ha sido suministrada la ayuda económica descrita; en
pos de qué objetivos convirtió el gobierno norteamericano al de Banzer en el favorito de su respaldo
internacional. No fue infundada la afirmación hecha por Siracusa, el embajador norteamericano en
La Paz, al día siguiente del golpe militar encabezado por Banzer, cuando a tiempo de entregar a
Banzer un cheque, como parte de la ayuda inicial que su gobierno le brindaba, Siracusa dijo en esa
ocasión: "Ahora se abren oportunidades para servirnos mutuamente". Como tampoco es inexplicable
que ya en el primer año del gobierno militar, el de Estados Unidos le hubiese otorgado una ayuda
económica comparable al 10 por ciento de toda la deuda externa de Bolivia acumulada en el resto de
su historia ni que USAID hubiese acudido con ayuda entre 1971 y 1975 equivalente al 30 por ciento
de toda la deuda externa de la historia nacional.
No es esta la ocasión, ni el tiempo de que disponemos nos lo permite, para proporcionar a ustedes de-
talle de las inversiones realizadas con los fondos provenientes de la ayuda económica a que nos
hemos referido. Pero baste, a modo de ejemplo, la mención de lo ocurrido con un Banco de Estado,
creado para fomentar la producción agropecuaria, el Banco Agrícola de Bolivia. La deuda total que
este Banco ha contraído en el exterior, próximo a los 50 millones de dólares, es igual a la suma de los
préstamos que hizo a personas allegadas política o familiarmente al régimen de Banzer, suma que el
propio Banco considera incobrable por la insolvencia real o fraudulenta de los deudores. Y basta para
ilustrar la orientación general del crédito externo que no es otra que la de consolidar y ampliar el
poder económico y político de los sectores hegemónicos de la clase propietaria, y agudizar y
extender el hambre y la explotación de los trabajadores, de los campesinos, y el empobrecimiento de
las clases medias de la población.
¿Cuál es la razón de un respaldo económico sin precedentes como el otorgado por el gobierno
norteamericano al régimen de Banzer? ¿Acaso debamos encontrarla en criterios de solvencia del
deudor, como lo haría un banquero cualquiera para el que sólo cuenta la capacidad de pago del
prestatario? Claro está que no, y no solamente porque ni siquiera los bancos se guían por ese único
criterio, mucho menos un gobierno y menos aún uno que, como el norteamericano, ejerce el
liderazgo del mundo capitalista y el control del área capitalista atrasada y subordinada, sino también
porque si de la solvencia se trata, la economía boliviana ofrece un cuadro ficticio y efímeramente
progresivo. En efecto, si nos atenemos a los dos rubros fundamentales de nuestra estructura de
exportación, la minería y los hidrocarburos, los que en conjunto aportan el 90 por ciento del valor
total de las exportaciones, veremos que el alza excepcional en la cotización internacional de los
minerales, principalmente del estaño (de 1.50 dólares la libra fina en 1971, a 5 dólares), que ha
permitido ampliar el margen de rentabilidad de la empresa del Estado (COMIBOL), productora de
dos tercios del tonelaje boliviano, no obstante el crecimiento casi vertical de sus costos de
producción, no es una situación que deba considerarse estable. Y lo sabe, sobre todo, el gobierno
norteamericano, cuyas reservas de estaño a cargo de la General Service Administration le permiten,
de cuando en cuando, ofertar este mineral y deprimir su cotización. La situación de los hidrocarburos
no es menos precaria. Cuando Banzer asume el gobierno. Bolivia produce alrededor de 50 mil
barriles diarios de los que consume sólo 13.000, lo que le permite un margen exportable al precio
excepcional de 15 dólares y fracción la unidad de medida (en 1971 era de 2.5 dólares nada más), de
aproximadamente 38 mil barriles diarios. Hoy el consumo interno es de algo más de 22 mil barriles
diarios y la producción ha descendido a 31 mil barriles al día. No es necesario dar mayores
indicadores para demostrar que la variación de cualquiera de estos factores (disminución de los
volúmenes exportables o de la cotización internacional de esos productos), afectará la capacidad de
pago del país de una manera irremediable, debido a su condición monoexportadora de recursos
naturales no renovables. Y si esto ocurre, la suma destinada al pago de la deuda externa y de los in-
tereses que ya hoy compromete entre el 20 y el 25 por ciento del total de nuestras exportaciones,
afectará a un porcentaje intolerable de los ingresos nacionales, agudizando el subdesarrollo y la
dependencia.
¿Por qué, entonces, se mostró el gobierno, de los Estados Unidos tan interesado en respaldar
económicamente al gobierno de Banzer?
(Interrupción) Se me pide abrevie mi intervención y debo hacerlo, a pesar mío, aunque no darla por
concluida, sin explicar por qué, a propósito de los derechos humanos, traigo ante ustedes esta trágica
síntesis de la realidad social y económica de mi país. Es que, como lo dije al inicio de mi
intervención, los gobiernos violadores de los derechos humanos, el de Banzer, en particular, no lo
son por inclinación perversa del jefe de gobierno. El desconocimiento de los derechos y las
libertades fundamentales del hombre es, para estos gobiernos, una necesidad impuesta por su condi-
ción minoritaria; esta, a su vez, es resultado de la orientación antipopular y antinacional de su
política y ésta, en última instancia, se define tanto por los factores de poder económico interno que
sostienen al régimen y se nutren con su respaldo, como por los factores de poder económico y
político internacional. Y estos, a cuya cabeza están los Estados Unidos, en el área de la dependencia
y tratándose de un país de extrema vulnerabilidad externa, son decisorios. Así, la ayuda que el go-
bierno norteamericano prestó y continúa prestando al régimen de Banzer tampoco es explicable por
una inmotivada afición de los gobiernos fuertes, sino por la necesidad que tiene de sostener lo que
considera como regímenes que cumplen la misión local de administrar los intereses continentales de
los Estados Unidos, en esta nueva fase del desarrollo político mundial en el que América Latina ha
cobrado una nueva significación estratégica para los Estados Unidos, como área de seguridad
nacional y como último reservorio de recursos naturales estratégicos, de los que este país carece y
no puede prescindir.
He ahí la explicación final. Encontramos al gobierno de los Estados Unidos como el principal sostén
internacional de estos regímenes, porque ellos asumen la defensa de sus intereses. Y este es el
momento de decir que nosotros no hemos venido aquí, en el examen de la política de la
administración Cárter en relación con los derechos humanos, aunque agradecemos la invitación y
sabemos de la importancia de este evento, a pedir que el gobierno de Cárter intervenga en nuestros
países en defensa de los derechos humanos. Si así lo hiciéramos, estaríamos reconociendo que la
violación de los derechos humanos no reconoce causas vinculadas a los intereses internacionales de
los Estados Unidos. Estaríamos admitiendo que el gobierno de los Estados Unidos seria un tribunal
no sólo imparcial, sino dotado de la autoridad moral indispensable al reclamo por el respeto a los
derechos humanos fundamentales. Y nuestra convicción es contraria. Estaríamos, por último,
traicionando nuestra lucha por el respeto de la soberanía y la independencia nacionales.