Modelo Apelacion

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EN LO PRINCIPAL: SE NOTIFICA EXPRESAMENTE; OTROSÍ: INTERPONE RECURSO DE

APELACIÓN

S. J. L. (14º) CIVIL SANTIAGO

MIGUEL BRUNAUD RAMOS, abogado, por la parte demandada, en autos caratulados


“ÁVILA/SOCIEDAD ESTABLECIMIENTO EDUCACIONALES MAER LIMITADA”, ROL: C-
15.545-2020, a V.S., respetuosamente digo:

Que, vengo a darme por notificado expresamente de la sentencia de fecha 9 de diciembre de 2022, que
rola a folio 108 del cuaderno principal.
POR TANTO,
SOLICITO A V.S., tenerme por expresamente notificado.

OTROSÍ:
Que, estando dentro de plazo legal, apelo en contra de la sentencia dictada por V.S. con fecha 09 de
diciembre de 2022, la cual rechaza la excepción de prescripción extintiva y acoge parcialmente la demanda
en cuanto condena a esta parte a pagar la suma de $154.000 por motivo de honorarios docentes por la
prestación de servicios educacionales, solicitando se conceda el recurso de apelación, se ordene se eleven
los autos respectivos ante la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago, a fin que el Tribunal de alzada
enmiende con arreglo a derecho la sentencia recurrida y se rechace la demanda en todas sus partes con
costas, por los fundamentos de hecho y Derecho que expongo:
Los fundamentos de este recurso de apelación, son los siguientes:

I. RESPECTO A LA EXCEPCION DE PRESCRIPCIÓN CONTEMPLADA EN EL


INCISO SEGUNDO DEL ARTÍCULO 2521 DEL CÓDIGO CIVIL

La sentencia de fecha 09 de diciembre del 2022 en su CONSIDERANDO NOVENO


resuelve: “I.- Que se rechaza la excepción perentoria de prescripción deducida por la demandada
Establecimientos Educacionales Maer Limitada.” El sentenciador a quo llega a esta razonamiento al
aplicar lo establecido en el artículo 8 de la ley 21.226 que establece normas especiales debido al
estado de calamidad pública que declara el decreto supremo número 104 de fecha 18 de marzo del
año 2020 del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, afirmando así, erróneamente que la acción
impetrada por la demandante no se encuentra prescrita cuando en realidad si lo está.

No obstante la errada aplicación de la ley 21.226 que más adelante expondremos, cabe
mencionar que al no tratarse de una relación de carácter laboral, las pruebas solicitadas por la parte
demandante para su exhibición, consistentes en registros de asistencia u otro de cualquier índole, son
inexistentes en tanto el señor Sebastián Ávila no era un trabajador de la demandada sino más bien un
prestador de servicios esporádico, al cual como está parte señaló reiteradamente nada se le adeuda, y
todo tipo de prestación para con él ya se encontraba pagada, tal como consta en autos por los
documentos acompañador por esta parte, esta afirmación es de tal consideración pues la demandante
no ha logrado probar que se le adeuda nada por concepto alguno, mucho menos de honorarios.

En este sentido debe comprenderse que nada se le adeuda a la demandante por no haberse
podido determinar fehacientemente los honorarios que este reclama.

La recurrida sentencia en su CONSIDERANDO DÉCIMO PRIMERO: “Que conforme a lo


señalado por la propia parte demandante la obligación incumplida por la demandada se hizo
exigible a partir del 17 de noviembre de 2018, y consta a folio 7 que la notificación a la parte
demandada se practicó con fecha 02 de diciembre de 2020, en consecuencia, el plazo de
prescripción extintiva de 2 años que establece el art culo 2521 inciso segundo del Código Civil,
habría a priori de contarse hacia atrás, al 02 de diciembre de 2018, fecha respecto a la cual habría
eventualmente de considerarse prescrita la acción de cobro de los honorarios demandados. Sin
perjuicio de lo anterior, resulta relevante para resolver la excepción opuesta en autos, la
interrupción civil especial de la prescripción establecida en la Ley n 21.226, en su artículo octavo, el
cual reza “ Durante la vigencia del estado de excepción constitucional de catástrofe, por calamidad
pública, declarado por decreto supremo n 104, de 18 de marzo de 2020, del Ministerio del Interior y
Seguridad Pública, y el tiempo en que este sea prorrogado, si es el caso, se entenderá interrumpida
la prescripción de las acciones por la sola presentación de la demanda, bajo condición de que esta
no sea declarada inadmisible y que sea válidamente notificada dentro de los cincuenta días hábiles
siguientes a la fecha del cese del referido estado de excepción constitucional, y el tiempo en que este
sea prorrogado, si es el caso, o dentro de los treinta días hábiles siguientes a la fecha en que la
demanda fuere proveída, lo que suceda último” . Por lo tanto, para que opere la interrupción civil
especial regulada por la norma en comento, es menester la concurrencia de los siguientes requisitos
copulativos: a) Que la demanda sea presentada dentro del Estado de Excepción Constitucional de
catástrofe, por calamidad pública, declarado por decreto supremo Nº 104, de 18 de marzo de 2020,
del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y el tiempo en que este sea prorrogado. b) Que la
demanda no sea declarada inadmisible. c) Que sea válidamente notificada dentro de los cincuenta
días hábiles siguientes la fecha del cese del referido estado de excepción constitucional, y el tiempo
en que este sea prorrogado, si es el caso, o dentro de los treinta días hábiles siguientes a la fecha en
que la demanda fuere proveída, lo que suceda último.” En este sentido el sentenciador a quo ha
tenido a la vista la referida ley 21.226 sin embargo, no ha aplicado correctamente el sentido de esta
en tanto lo que pretendió el legislador con la dictación de la presente ley no es sino el de amparar a
aquellas personas que han sido azotadas por el estado de catástrofe y darles un plazo adicional para
ejercer las acciones que han dejado de impetrar con motivo de verse afectados directamente por el
estado de catástrofe decretado con fecha 18 de marzo del año 2020 por el Ministerio del Interior y
Seguridad Pública en su decreto supremo número 104.

Que, respecto de la suma de dinero alegada por el demandante en sus pretensiones con
motivo de este haber prestado servicios educacionales a la demandada y que asciende al monto de
$154.000, decimos que este razonamiento estaría errado por tanto nada se le adeuda al demandante
por encontrarse prescrita dicha acción de acuerdo al inciso segundo del artículo 2521 del Código
Civil, en tanto habrían pasado más de dos años desde que la deuda se hizo exigible hasta que la
demanda fue notificada válidamente. Según consta en la misma demanda, la deuda se hizo exigible
con fecha 17 de noviembre del año 2018 por lo que habría transcurrido el plazo de dos años y por
tanto esta acción ya estaría prescrita.

Es de su conocimiento S.S. que la notificación de la demanda judicial tiene la virtud de


interrumpir la prescripción, demanda sublite se notificó a mi representada con fecha 2 de diciembre
del año 2020, es decir, la notificación fue posterior a la fecha en que prescribió la acción respectiva,
por lo que la prescripción extintiva de la acción de cobro de honorarios no se alcanza a interrumpir.
En razón de lo anterior es que el tribunal a quo yerra su razonamiento al no declarar la
prescripción de esta acción de cobro de honorarios por no haberse ejercido esta acción por el
demandante en el plazo de 2 años contados desde que la obligación se hizo exigible.

Es del caso S.S. que el sentenciador a quo aplica erróneamente lo contemplado por la ley N°
21.226, en tanto la citada norma en su artículo 8° establece como requisito que la demanda sea
válidamente notificada cincuenta días después de terminado el estado excepcional de catástrofe
dando a entender que el espíritu de la referida ley es amparar a aquellas personas afectadas
directamente por las consecuencias del estado de catástrofe que no han podido ejercer sus acciones,
dándoles la oportunidad de ejercer dichas acciones y derechos toda vez que estas han sufrido las
consecuencias directamente del estado de catástrofe, en este caso haciendo referencia a la
enfermedad del COVID-19 como bien señala la ley N° 21.226 en el segundo párrafo de su artículo
1°: “[…]La Corte Suprema cumplirá la obligación señalada en el inciso anterior cuando sea un
hecho público y notorio que, a consecuencia de las restricciones impuestas por la autoridad en el
marco del estado de excepción constitucional referido, tales como las limitaciones a la movilidad o
al ingreso o salida a determinadas zonas, o en razón de las consecuencias provocadas por la
emergencia sanitaria ocasionada por la enfermedad COVID-9, tales como medidas de aislamiento,
las audiencias no podrán realizarse, por faltar a la bilateralidad, la contradictoriedad, la
apreciación de la prueba, el impulso procesal de las partes, la publicidad y otras garantías básicas
del debido proceso, contempladas en la Constitución Política de la República y en los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.[…]” Como bien señala la ley, la
intención es resguardar los derechos y acciones cuyo cumplimiento se ve limitado debido a las
medidas de aislamiento hechas con la finalidad de proteger la salud pública. Vale mencionar que el
caso sublite fue llevado a cabo de manera remota sin mayores inconvenientes y tal como se sigue
utilizando el método remoto para ciertas actuaciones frente a los tribunales de justicia, debe
entenderse que la no presencialidad de las audiencias no es motivo fundado como para alegar la
afectación o perjuicios que alguien se ha visto afectado por el estado catástrofe.

Es del caso S.S. que el demandante no ha hecho uso de su derecho a demandar durante todo
este tiempo a sabiendas de la existencia del referido crédito que se le adeuda y por tanto no
correspondería aplicar el artículo 8° de la ley 21.226 y por tanto debería de declararse prescrita su
acción para exigir lo adeudado por la parte demandada. La sentencia aludida reconoce como
requisitos copulativos los de su considerando DECIMO PRIMERO y por ende no aplicable al caso
sublite. Es por ello que debe de acogerse la excepción de prescripción que esta parte alegó en su
contestación.

II. RESPECTO A LA INEXISTENCIA DE LA DEUDA POR NO HABERSE


LOGRADO PROBAR FEHACIENTEMENTE SU PROCEDENCIA EN REFERENCIA
AL ARTÍCULO 1698 DEL CÓDIGO CIVIL

La presente sentencia yerra al condenar a esta parte al pago de $154.000 con reajustes e intereses
por concepto de cobro de honorarios docentes, esto debido a la mala aplicación de la norma en tanto la
parte demandante no ha podido probar fehacientemente la existencia de dicha deuda.
En efecto S.S., la parte demandante no ha podido probar la existencia de la deuda correspondiente
a las suma de $154.000 en tanto solo ha logrado probar la existencia de un contrato cuyo contenido
serían los términos y condiciones del préstamos de servicios educacionales que el señor Sebastián
Ávila prestó para la demandada en su calidad de educador, sin embargo esto no alcanza a la existencia
de la deuda invocada, pues solo se ha probado que existió un acuerdo entre las partes para prestar un
servicio, no que hayan quedado saldos impagos ni mucho menos la existencia de una deuda. En
atención al tipo de procedimiento del caso sub lite cabe destacar que al no tratarse de un proceso
laboral, no es obligación de esta parte comprobar que ha cumplido diligentemente con los pagos que se
le invocan, sino que por el contrario corresponde al demandante probar los montos que se le adeudan
en razón de lo establecido en el artículo 1698 del Código Civil, en tanto es la actora quien dice se le
adeuda y es esta quien debe probarlo.
En referencia al contrato, entendido doctrinariamente como una expresión genérica de la
obligación, este no expresa subordinación de ningún tipo y por tanto no estamos frente a una
pretensión de naturaleza laboral, sino más bien civil y por ende la carga de la prueba debe entenderse
que corresponde al demandante, que es quien en definitiva la alega que existe dicha deuda, en este
sentido no ha sido posible comprobar la existencia de la deuda que pretende, solo ha sido posible
comprobar la existencia misma del contrato, no que se le deba algo por concepto de este. Nada se le
adeuda al actor pues este alega pagos genéricos no realizados a partir del 17 de noviembre del 2018,
sin embargo esta parte si ha logrado comprobar mediante certificados de honorarios, que por los
servicios prestados por parte del educador Sebastián Ávila se ha pagado la suma de $308.000
correspondiente al total de lo alguna vez adeudado por esta parte.
Al tratarse de una prestación de naturaleza civil, la exhibición de Registro de asistencia del
profesor Sebastián Ávila, de los alumnos a los cuales enseñó y cualquier otro tipo de registro, como se
estableció, es improcedente en tanto la naturaleza misma del procedimiento del caso sublite y por ende
incompatibles con las acción intentada por la actora. Así como también la obligación de esta parte de
exhibir dicha documentación, la cual es improcedente pues esta parte reitera que no estamos frente a un
proceso de naturaleza laboral, sino civil.
En tanto a la prueba testimonial ninguno de los testigos dice o sabe más de lo aportado por la
parte demandante, pues estos reconocen la deuda de manera genérica en los mismos términos que
señala el actor, pues por él conocen de la existencia de la misma, pero en ningún caso esto consiste en
algún instrumento que acredite la deuda ni su exigibilidad, solo se ha replicado en los testigos lo que la
demandada alega sin lograr fundamentar fehacientemente que existe una deuda, siendo así pues ningún
testimonio es suficiente para contradecir las pruebas que esta parte ha aportado y que dan cuenta de los
pagos realizados. Es por ello que en razón del artículo 1698 del Código Civil y siguientes, debe
declararse que nada se le adeuda al actor por concepto de pago de honorarios.

III. RESPECTO A LA IMPROCEDENCIA DE LA INDEMNIZACIÓN POR CONCEPTO


DE DAÑO EMERGENTE, LUCRO CESANTE Y DAÑO MORAL POR FALTA DE
PRUEBA CONTEMPLADA EN EL ARTÍCULO 1698 DEL CÓDIGO CIVIL

Respecto a las indemnizaciones que alega la demandante correspondientes al daño emergente,


lucro cesante y daño moral, el tribunal a quo evalúa y concluye la no procedencia de dichas pretensiones,
pues estas carecen de asidero, debido a la falta de prueba suficiente, tal como resuelve la recurrida
sentencia en su CONSIDERANDO DÉCIMO QUINTO : “ Que en cuanto a la solicitud de la parte
demandante de condenar a la demandada por concepto de daño emergente, lucro cesante y daño moral a
la suma de $600.000, es menester efectuar la siguientes consideraciones. El daño emergente está
constituido por la pérdida o disminución patrimonial, actual y efectiva por incumplimiento del contrato,
que en el caso de marras, es por el monto de $154.000, por servicios prestados por la parte demandante
y no pagados por la parte demandada, razón por la cual, se constata que el daño emergente que
experimenta el actor corresponde a dicho monto, no obstante y al accederse a declarar el cumplimiento
forzado del contrato por dicha cifra en el considerando anterior, es decir, el cumplimiento en naturaleza
de los servicios prestados por el monto de $154.000 y no pagados, siendo incompatible lo accedido con
la pretensión de daño emergente, esto es, cumplimiento en equivalencia, se rechazará tal pretensión.” En
este sentido es posible decir que el sentenciador a quo llega al razonamiento correcto por las
consideraciones equivocadas, pues es correcto afirmar que el daño emergente doctrinariamente se ha
entendido como aquel detrimento patrimonial actual y efectivo, Siendo que dicha pretensión se encuentra
infundada pues tampoco se condice la naturaleza misma de la indemnización del daño emergente, en el
caso sublite de haber sido procedente dicho monto estaría definido por la suma de $154.000, sin embargo
como se ha reiterado en el presente recurso, nada se adeuda por concepto alguno, pues la parte
demandante ha fallado al no cumplir con la carga procesal de probar sus pretensiones.

En referencia al lucro cesante, dice el sentenciador a quo en su considerando DECIMO SEXTO:


“que en cuanto a la indemnización de perjuicios por lucro cesante, se ha definido a este como una forma
de daño patrimonial, que consiste en la pérdida de una ganancia legítima o de una utilidad económica
por parte de la víctima, como consecuencia del daño, y que este no se habría producido si el evento
dañoso no se hubiera verificado. Se exige que haya una pérdida de perspectiva cierta de beneficio, que
en este caso se refiere a la pérdida de ganancias por incumplimiento del contrato por parte de la
demandada, no obstante no acompaña probanza alguna que acredite la existencia de dicho daño, ni aún
en la testimonial rendida, es posible percibir relatos de los testigos que den razón de sus dichos para
acreditar la existencia de lucro cesante por la tanto, dicha pretensión no podrá prosperar”. Nuevamente
las pretensiones de la actora carecen de fundamento, pues como se ha dicho, no ha podido esta probar que
se le adeuda nada bajo concepto de lucro cesante, pues no ha habido pérdida ni detrimento alguno sobre
un crédito o ganancia que este haya dejado de percibir en razón del contrato que sostuvo con mi
representada, dicha pretensión no está fundada y por tanto el tribunal a quo correctamente la desestima.

Finalmente en alusión al daño moral el sentenciador a quo señala en su considerando DÉCIMO


SÉPTIMO: “Que en cuanto al daño moral, podemos definirlo como aquel que afecta a los atributos o
facultades morales o espirituales de la persona. Es el dolor, aflicción, pesar, angustia y molestias
síquicas que sufre una persona en sus sentimientos, a consecuencia del hecho ilícito cometido por otro,
un hecho que afecta la integridad física o moral del individuo. También se ha dicho que es aquel que
proviene de toda acción u omisión que pueda estimarse lesiva a las facultades espirituales, a los afectos o
a las condiciones sociales o morales inherentes a la personalidad humana; en último término, todo
aquello que signifique un menoscabo en los atributos o facultades morales del que sufre daño (Corte
Suprema, fallo 26 de agosto de 1941). Como lo ha señalado la I. Corte de Apelaciones en innumerables
sentencias, este debe ser determinado rigurosamente por el demandante, indicando en detalle en qué
consiste el dolor, o aflicción sufrida, y como ha afectado la vida de las personas que lo invocan. A mayor
abundamiento, puede este magistrado citar un fallo de la I. Corte de Apelaciones de Valparaíso, de fecha
17 de abril del 2002, que señala “aun siendo -el daño moral- de difícil cuantificación, debe evaluarse
prudencialmente por los tribunales, considerando el daño causado, así como también los antecedentes de
que se dispone en autos acerca de los ingresos, bienes y actividades que realiza el demandado”. Al
respecto, la demandante lo cuantifica en $600.000, no obstante, no habiéndose acreditado el efectivo
Daño Moral que experimentó la demandante, habrá de rechazarse también la petición en este sentido”
En consecuencia y como bien señala el sentenciador a quo la parte demandante nuevamente no ha logrado
probar sus pretensiones, una vez más todo queda en dichos y afirmaciones sin fundamento, las cuales el
demandante no es capaz de probar.
A modo de conclusión esta parte señala que las indemnizaciones de daño emergente, lucro cesante y
daño moral, como bien señala el tribunal de primera instancia, no se encuentran justificadas y por ende
han sido y deben permanecer desestimadas. De este mismo modo como no se han podido probar por parte
del actor las pretensiones que alega, es que debe entenderse que la supuesta deuda de $154.000 en razón
de honorarios por servicios profesionales de educación debe ser desestimada, ya que, no corresponde a
esta parte probar que da cumplido diligentemente el deber de remunerar al señor Sebastián Ávila, sino que
por el contrario corresponde a este probar la pretensión que alega en base a lo estipulado en al artículo
1698 del Código Civil y no en base a la normativa laboral, concluyendo así en la ausencia de deuda
alguna por falta de prueba.

POR TANTO, de acuerdo con lo expuesto y lo dispuesto en los artículos, 1489, 1545, 1556,
1559, 1698, 2521 y siguientes del Código Civil, artículo 8 y siguientes de la ley 21.226 y demás
normas aplicables,
SIRVASE SS., tener por interpuesto recurso de apelación en contra de la sentencia definitiva
de fecha 09 de diciembre de 2022, conceder el recurso, ordenando se eleven las piezas pertinentes
para ante la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago, a fin que ésta, conociendo del recurso de
apelación, enmiende con arreglo a derecho la sentencia recurrida y se rechace la demanda en todas
sus partes con costas, acogiendo en forma íntegra las excepciones impetradas por esta defensa.

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