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7.5 Anhelando Su Dominacion

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ANHELANDO SU DOMINACION

Jenna Jacob
Novela de los Amos del Genesis
(Amos del Genesis 7.5)

Anhelando
Su
Dominación
(Craving his Command)

1
ANHELANDO SU DOMINACION

STAFF
Traducción

Corrección Edición final

2
ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO UNO
Incapaz de encontrar una posición cómoda en la banca de madera afuera de
la corte, Mercy O’Connor movía la cadera. Ella no podía sentirse cómoda hasta que
esta pesadilla terminara. La espera la estaba enloqueciendo.

Todo este desastre empezó hace tres meses. Davis Walker, alias el amo Kerr,
no había parado cuando le gritó la palabra de seguridad y le golpeó el trasero
hasta hacerla sangrar en una escena de BDSM que había salido mal.

Hace cuarenta y cinco minutos, Mercy se había sentado en el estrado


valientemente, ignorando la mirada intimidante de Kerr, y concentrada en
responder las preguntas que su abogado, Reed Landes le hacía. Luego de que
Jeremy Potts, el abogado de Kerr terminó su análisis – retorciendo terriblemente
sus palabras – Reed hizo su mejor esfuerzo por evitar el daño. Mercy no estaba
desgastándose. Sus esperanzas de ganar el caso se fueron por la ventana cuando
Potts la retrató como una degenerada pervertida en vez de la víctima. Ella quería
vomitar desde antes de dejar el estrado temblando de rabia. Mercy había salido
disparada de la sala y escapado al baño de damas para controlarse y calmarse.
Pero la mirada demente de Kerr le manchaba el cerebro.

Sabía que tenía que enfrentar al cretino abusivo cuando leyeran el veredicto.
Pero no podía encontrar el valor de entrar a la sala de nuevo, para poner el trasero
en esa banca inmisericorde y esperar a que la llamaran.

La energía nerviosa que zumbaba dentro de ella amenazaba con estallar. Mercy
se frotó las manos sudorosas y se puso de pie. Apenas empezó a andar, los
tacones de sus Miu Miu de moño negro claqueaban en el piso de mármol, haciendo
eco a lo largo del pasillo como una pistola de juguete.

La puerta detrás de ella crujió. Mercy se dio la vuelta para encontrarse con
Reed Landes dirigiéndose hacia ella. Su expresión era furiosa y sombría.
“¿Qué pas…?”

La pregunta terminó muriendo en sus labios al ver a Kerr entrar al pasillo con
una sonrisa zalamera y triunfante.

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Los nudos en su estómago se apretaron más fuerte. No necesitaba un psíquico


para confirmar que sus esfuerzos de llevar a Davis Walker a la justicia habían
fallado. Suficiente prueba era su expresión. Obviamente, el juez no había puesto
atención cuando Reed resaltó la diferencia entre lo consensuado y no consensuado
en la ética de sumisión y dominación contra el comportamiento depredador y
abusivo. Eso, o tal vez Su señoría estaba tan asqueado con el estilo de vida que
decidió que Mercy simplemente merecía lo que le sucedió.

¡Maldita sea!

Kerr volvió su sonrisa fría y maniaca hacia ella.

“Bueno, no duró. Aún tengo tiempo para comer algo y compartir las noticias de
mi victoria. ¿Debería guardarte un puesto, Symoné?”

La base de su garganta se llenó de bilis cuando él la llamó Symoné – el nombre


de sumisa que había adquirido hace años. La suposición de Kerr de que ella se iría
con él la llenó de una ira blanca y ardiente. Puede que el cretino manipulador la
hubiera embaucado una vez, pero se negaba a ser tan estúpida para volver a caer
en sus artimañas. Podía intentar atraerla con ese susurro bajo y engatusador – ese
que una vez la excitó – hasta que se pusiera azul. Ella estaba aprendiendo el
verdadero significado de la sumisión desde que se unió al Génesis y no se parecía
en nada de lo que él le hizo creer.

El estómago de Mercy se volvió a retorcer mientras a su mente llegaban los


recuerdos de entregarse a Kerr. Imágenes intimas y vergonzosas destellaron como
diapositivas repulsivas… imágenes de ella arrodillándose voluntariamente a los pies
del imbécil…adorando su polla con la boca mientras le follaba la garganta. Ella aún
podía oír sus amenazas de represalias si no se tragaba toda su semilla. Aun podía
recordarlo embistiendo su patética polla en su coño y en su culo. Mercy quería
limpiar cada momento humillante en que le permitió degradarla. Pero quería
mitigar la angustia y vergüenza que sentía por dejarlo jugar con ella como una
maldita marioneta.

Había pasado la mitad de la veintena fascinada por el estilo de vida de BDSM.


Hace tres años, luego de encontrarse con una página web dirigida a dominantes y
sumisas, Kerr la aceptó. Luego de hablar en línea por semanas, le ofreció
entrenarla. Mercy estuvo encantada de que un amo de carne y hueso estuviera
dispuesto a saciar su curiosidad a enseñarle a ser una sumisa. Mirándolo en
retrospectiva, ella había sido ridículamente ingenua y malditamente crédula. Kerr

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fue convincente, había que darle crédito, pero sus reglas inventadas del estilo de
vida y el control que le exigía le costaron mucho.

Los recuerdos seguían salpicando su cerebro como ácido.

Arrodíllate y abre la boca, zorra. Demuestra que eres una sumisa.


Y así lo hizo.

No tienes más límites que los que yo te dé. Nuestras sesiones no


terminan hasta que yo lo decida.
Ella no se opuso.

Tomaras mi polla en tu culo porque es tu deber hacerme feliz, puta.


Se lo permitió.

Eres de mi propiedad. Haré lo que quiera contigo, y joder que me lo


agradecerás cuando termine.
Nunca protestó.

Jamás encontrarás un amo como yo.


Le creyó.

Si no sigues mis órdenes, encontraré una sumisa que sí lo haga.


No quería fallarle.

Kerr le lavó el cerebro para que creyera que él era el único amo que le daría el
máximo premio: la sumisión. Pero eso no fue sumisión, sino abuso.

Mercy había sido muy tonta y confiada. Un error que jamás volvería a cometer.
Su percepción del esplendor de la sumisión ahora estaba mancillado y manchado
de pesar. La humillación y la vergüenza picaron en sus ojos. Tragó el grasoso nudo
de culpa alojado en su garganta y apretó los dientes. Se negaba a darle a Kerr la
satisfacción de verla hecha pedazos.

“¿Qué dices, Symoné... quieres comerte algo conmigo?”

Hubo una vez que ella esperaba a su salida social donde los miembros de la
comunidad BDSM – la buena, los reclutados en línea por Kerr – se reunían y
discutían el estilo de vida en medio de un almuerzo. Para su deleite, el club
Génesis, también ofrecía comidas, aunque el trabajo y prepararse para el juicio
evitaba que asistiera.

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Ella le sonrió agriamente a Kerr. “Ya no vamos a comer nada. Eres el único que
queda de nuestro grupo porque ahuyentaste a todos con lo que me hiciste en ese
supuesto calabozo.”

“Oh, he hecho nuevos amigos…amigos que saben lo que es la sumisión de


verdad. Vamos…te los presentaré. Será como en los viejos tiempos.”

La idea de que Kerr atrayera a más inocentes sumisas a su masacre la llenaba


de miedo. Pero la helada retribución en la voz de Kerr le anulaba todo y la
asustaba descontroladamente. En el pasado, ella lo creyó exigente y estricto como
dominante, pero la noche que él perdió su mierda y desató su lado oscuro cambio
su opinión.

Le temía. Si Kerr alguna vez la encontraba a solas, Mercy sabía que las
autoridades jamás encontrarían su cuerpo.

Un temblor gélido se deslizó por su espalda.

“¿Por qué no le haces un favor a la sociedad y te regresas a debajo de la roca


de la que saliste, Kerr?” Dijo Reed con desdén.

“¡Abogado!” Jeremy Potts – el abogado defensor de sesenta y tantos años, con


un mal peinado – lo amonestó con el ceño fruncido. Él puso una mano protectora
sobre el hombro de Kerr. “¿Ahora se rebaja a intimidar a mi cliente? No lo creía tan
mal perdedor, Landes.”

“Yo no lo creía defensor de arrastrados come mierdas.” Contestó Reed.


“¿Escaso de clientes por estos días, Potts?”

El abogado se puso rojo. El mapa de capilares rotos de su nariz y mejillas – que


sugerían una seria adicción al alcohol - se tornó púrpura. Sus fosas nasales se
dilataron y sus ojos rojos se estrecharon de furia.

Mercy miraba a Reed con la boca abierta, preguntándose a dónde se fue el


abogado amable y comprensivo que admiraba. Sus modales usualmente tranquilos
se transformaron para dar paso a un guerrero listo para la batalla, con una lengua
afilada como una cuchilla y una actitud de no andarse con rodeos.

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“Vámonos, Davis. Nuestro trabajo aquí terminó.” Potts le sostuvo airado la


mirada a Reed mientras gentilmente llevaba a Kerr al elevador. “Hasta que nos
volvamos a ver, abogado.”

No fue hasta que los dos hombres estuvieron fuera de vista que la ira palpable
de Reed empezó a bajar.

“Kerr y su abogado son un par de joyas, ¿No?” Dijo Mercy lentamente con
sarcasmo.

“Son dos pedazos de… trabajo, eso es seguro.”

“Supongo que el juez no tuvo ninguna compasión por una mujer que
voluntariamente le permitió que la esposaran a una cruz y la golpearan.”

Los labios de Reed se apretaron. “Campbell es un puto viejo cascarrabias.


Desde que el otro juez reculó y pusieron a Campbell en el estrado, supe que iba a
ser una batalla cuesta arriba.”

“¿El otro juez? ¿Qué quieres decir?”

“El juez Graham fue el primer asignado para tu caso, pero el conocía a
Kerr…conflicto de intereses. Así que Graham declinó y asignaron a Campbell.”

“Ah, veo. Así que… ¿Es todo? ¿Se acabó?”

“Eso me temo.” Reed frunció el ceño. “Lamento no haberte podido dar la


reparación que mereces.”

Mercy se encogió ausente de hombros. “Me advertiste desde el comienzo que


esto iba a ser algo improbable. Solo te agradezco que lo hubieras intentado.”

Reed asintió con pesar. “Dudo que Davis Walker te moleste, pero aférrate a la
orden de restricción que expedí, por si acaso.”

“La tengo aquí.” Palmeó su bolso y puso buena cara. “No te preocupes. Kerr
solo es un bravucón. No me acercaré para que me vuelva a lastimar. Tengo un
buen gancho derecho que no dudaré usar con él.”

“Esperemos que no llegues a ese punto. ¿Quieres que te acompañe a tu auto?”

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“No. en verdad, está en el taller. Mi amiga Maple me trajo. Debo escribirle para
que me recoja. Estoy bien.”

“Está bien. Debo ir al ayuntamiento. Tengo otro caso en veinte minutos.”

“Gracias por intentarlo, Reed, pero más que todo, gracias por no juzgar el estilo
de vida como lo hizo Campbell.”

“De nada, Mercy. Jamás… o sea, no tengo experiencia con… ah…” un leve
rubor le cubrió las mejillas mientras tartamudeaba incómodo. “De nada.”

Mercy contuvo la risa. “Suerte con el caso.”

“Gracias.”

Apenas Reed se dio la vuelta para alejarse, ella bajó las escaleras al primer
piso, donde le envió un mensaje a Maple. Antes de salir, Mercy miró hacia el
vestíbulo y las premisas de la corte. Kerr no estaba a la vista. Pero recordó que
tenía una cita para almorzar con nuevas posibles víctimas. Mercy estaba segura
que el cretino generaría mucha compasión porque alguna sumisa loca intentó
enviarlo a la cárcel.

Se colocó la bufanda en el cuello y cerró las solapas de su chaqueta antes de


salir por las pesadas puertas de cristal. Un tempestuoso viento de noviembre
soplaba por el lago Michigan, haciendo que hojas rojas, marrones y amarillas se
arremolinaran en sus pies. El viento le golpeó las mejillas, y agradeció haberse
puesto el pantalón de lana de su traje Dolce, en vez de una falda. Mirando calle
arriba, vio el Hyundai de rojo desgastado por el sol de Maple mientras un grupo de
profesionales se apresuraban por las aceras, encorvados como Troles,
guardándose del inclemente viento.

Aún desmotivada porque se terminó el caso, Mercy también estaba aliviada.


Podía volverse a concentrar en el trabajo. Había perdido su fluir creativo
estresándose con el caso y solo pudo arreglárselas para diseñar un logo nuevo
para un cliente. Un nuevo rico. Ahora que todo lo feo estaba detrás de ella, Mercy
podía concentrarse en construir su base de clientes durante el día y aprender en la
noche sobre la verdadera sumisión en el calabozo del Génesis.

“Vas a pagar por humillarme, perra…te va a costar muy caro.”

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Mercy giró la cabeza hacia el inequívoco sonido salvaje de la voz de Kerr.


Estaba a pocos metros de ella. Una ira implacable ardía en sus ojos, haciendo que
un crudo pánico se desatara en ella. Su expresión enloquecida prometía poco
remordimiento si le abría la garganta ahí mismo.

El miedo se volvió pánico.

“¿En verdad creíste que te ibas a salir con la tuya arruinando mi reputación,
puta?”

Demasiado petrificada para responder, Mercy miró a los extraños que


caminaban por la acera. El rebaño de personas solo estaba a unos metros, pero
perfectamente serían kilómetros. Si Kerr sacaba un cuchillo o un arma, ella estaría
muerta antes que cualquiera pudiera llegar a ella… si se molestaban tan siquiera en
intervenir. Mercy pensó en la orden de restricción en su bolso, pero un pedazo de
papel era inútil en una confrontación cara a cara como esta. Además, no había un
policía a la vista para reforzar esa maldita orden.

Estaba sola.

Con las opciones limitadas, hizo lo único que se le pasó por la mente… se dio la
vuelta y corrió. La risa demoniaca de Kerr la siguió en el viento mientras ella corría
por las escaleras y entraba en la corte. Cuando se detuvo, los dos guardas que
cuidaban los detectores de metal la miraron con preocupación. El corazón de
Mercy se hundió. No se había dado cuenta que los hombres eran ancianos, frágiles
y tan intimidantes como gatitos recién nacidos en su primer control veterinario.
Una simple brisa podría tumbar a los dos ancianos. Juntos, no darían el nivel de
resistencia que se necesitaba para detener a Kerr.

Mientras miraba su bolso moverse por la cinta que lo transportaba por la


máquina de rayos X, su miedo seguía en aumento. Miró de lado hacia la entrada y
vio a Kerr caminando con paso lánguido hacia el edificio. Mirando sin esperanza a
los guardas, Mercy casi podía ver a los dos buscando a tientas sus armas mientras
Kerr la agarraba por el cabello y la arrastraba.

No, no iba a poner su vida en manos de dos hombres potencialmente ineptos.

El martilleo de su corazón hizo eco en sus oídos mientras tomaba su bolso y


corría escaleras arriba. El segundo piso se encorvaba frente a ella. Mercy
empujaba sus talones, suplicando llegar al final y encontrar a Reed. Una vez
arriba, zigzagueó hacia la sala de Campbell. Tal vez si el pedazo de mierda

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prejuicioso viera a Kerr en acción, él reconsideraría su decisión de dejar libre a ese


monstruo. Jaló el pomo de la puerta solo para ver que estaba con seguro.

La adrenalina tronaba por su sangre, haciendo que sus extremidades


hormiguearan mientras corría hacia la siguiente puerta. También estaba trancada.

“Oh, ¡Vamos!” ella gruñó mientras corría hacia el siguiente portal.

“¡Symoné”!” la voz de Kerr – un enfermizo sonsonete – la provocaba desde la


escalera. Cada golpe de sus zapatos se sentía como si le estuviera sacando el aire
de los pulmones. “¿Dónde estás? Ya voy…”

El cretino estaba jugando al gato y al ratón de modo demencial. Si no


encontraba ayuda rápido, ella enfrentaría lo inimaginable – tortura y una dolorosa
y lenta muerte.

Temblando incontrolablemente, contuvo un sollozo de terror. Mercy envió una


silente plegaria mientras tomaba el pomo de la puerta y jaló. La lámina de roble
pulido se abrió y ella gritó sorprendida mientras miró rápidamente a la sala de
audiencias. Agradeció haber encontrado refugio, al menos hasta que vio la placa
de bronce en el estrado del magistrado:

JUEZ KELLAN GRAHAM

El juez Graham fue asignado en principio para presenciar tu caso, pero conocía
a Davis Walker…conflicto de intereses… las palabras de Landes retumbaron en
su cabeza mientras el terror rodaba por su espalda.

“Oh, Dios,” Mercy gimió. “De toda la peor de las suertes.”

Afortunadamente, el juez, amigo de Kerr ya no estaba. Pero su sala no era el


refugio seguro que ella creyó. Ojalá la ley de Murphy no jugara en su contra y
pudiera esconderse ahí, invisible al Juez Kellan Graham hasta que Kerr hubiera
abandonado su búsqueda en el segundo piso y se fuera al tercero. Entonces se
largaría a casa.

Tomando las dos manijas de la puerta, Mercy presionó la frente en la madera.


Cerró los ojos y oyó. El eco de los pasos de Kerr se acercaba. Envuelta en una
sensación de indefensión, Mercy quería gritarle a ese loco que se alejara. En
cambio, apretó los labios mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Sollozos
estrangulados le quemaban la base de la garganta. Apretando más fuerte las

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manijas, Mercy no se rendía. Ella caería gritando, peleando, pateando y mordiendo


si tenía que hacerlo.

Llama a Reed.

Llama a la policía… la puta guardia nacional… por favor, ¡llama a


alguien!

Le gritaba su subconsciente.

Pero Mercy no se atrevía a quitar las manos de la puerta para tomar su


teléfono del bolso. Levantó la cabeza y encontró un seguro plateado brillando
sobre las manos.

La imagen de Kerr atravesando el portal antes de poder echar seguro llenó su


mente, pero Mercy se rehusaba a amilanarse ante él o sus miedos. Respirando
profundamente, echó el seguro con dedos temblorosos. El clic en la puerta aplacó
la tormenta en su sistema. Aunque estaba lejos de estar fuera de peligro, el alivio
temporal le daba esperanza. Esperanza de que Kerr pudiera pensar que ella se
había refugiado en otra sala y siguiera adelante para que pudiera huir de este
laberinto de miedo.

Lentamente pasaron segundos ansiosos e interminables en que el rostro se le


bañó de sudor y lágrimas. De repente con lo que pareció la fuerza de un
terremoto, la puerta se sacudió.

Mercy colocó una mano sobre su boca para evitar gritar mientras una vocecita
dentro de ella le gritaba ¡Corre!

Enceguecida por un frenesí de miedo, se giró y chocó con una enorme y negra
pared que casi le saca el aire. Unos fuertes brazos masculinos la tomaron de los
hombros.

“Whoa.” Una voz suave y profunda como el whisky vibró a través de ella.
“¿Necesita ayuda, señorita?”

Mercy no contestó. El debilitante horror que atravesaba sus venas la tenía


muda. Mientras luchaba por respirar, se dio cuenta que algo más estaba
persiguiendo el ciclón de pánico que corría en su sistema. El toque del extraño
había encendido un arco de calor que se extendió por sus extremidades, por su
espalda y desembocó en medio de sus piernas. Unas desconcertantes chispas

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carnales se enredaron con el terror y chisporrotearon a través de ella. Intentó


ignorar la sensación como parte de la descarga enorme de adrenalina que tenía,
pero en el fondo, sabía que ese familiar dolor era totalmente sexual. Confundida
por el inoportuno despertar en sus pantis, Mercy intentó ordenar el montón de
emociones conflictuadas mientras miraba los pliegues impecablemente planchados
de tela negra frente a su cara. Cuando pudo finalmente reunir el valor, levantó la
barbilla y jadeó.

Un temblor la atravesó al ver los familiares ojos color zafiro de Sir Justice. El
alusivo e intrigante dominante del club Génesis que había llamado su atención y
había invadido sus sueños por los últimos tres meses. Por un momento, Mercy se
preguntó si esto era solo otro sueño frustrado. Pero cuando vio una serie de
emociones en el rostro de él, supo que no era otra de sus fantasías sexuales.

“¿Symoné?” susurró su nombre. Se sintió como una caricia.

Con la lengua enredada, Mercy no pudo responder. Simplemente vio, con la


boca abierta, al dominante misterioso. Ahora tan cerca y tan personal con él, su
aura autoritaria la hizo querer caer a sus pies y satisfacerlo en todas las formas,
incluso más. Él la vio por meses, desde el otro lado del calabozo…analizando cada
movimiento suyo, y hacerla desear cosas que probablemente no podía manejar…
¡A él!

Pero Mercy temía que su atracción hacia Sir Justice, alias, Juez Kellan Graham
fuera unilateral. Jamás se había acercado a ella…jamás le habló. Pero cada vez
que ella lo miraba, su corazón se aceleraba y sus pantis se empapaban – tal como
ahora. Pero eso no evitaba que fantaseara con él. Cada vez que ella sacaba los
juguetes de su mesa de noche, él estaba con ella – en su mente y su cuerpo –
enterrado hasta el fondo de su resbaladizo sexo hasta que se deshacía bajo su
toque imaginario.

Incapaz de hablar, Mercy miró los rasgos esculpidos de su hermoso


rostro…estudio la textura de sus labios llenos e incitantes.

Era peligrosamente sexy.

La demanda la atravesó como un meteorito estrellándose contra la tierra.

Su sexo se hinchó.

Su canal se apretó.

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Su clítoris pulsó con un palpitar intoxicante.

Pero la puerta se sacudió violentamente otra vez, y los pensamientos


sublimemente sexuales que la consumían de inmediato se volvieron pánico. Mercy
giró la cabeza hacia el sonido mientras intentaba deshacerse del agarre del
dominante de sus fantasías. Pero Justice simplemente la tomó más fuerte.

Esto era.

El final.

El juez Kellan Graham, alias Sir Justice, la iba a ofrecer como un cordero
sacrificial, a su amigo Kerr. Incapaz de procesar la sobrecarga de terror, el cerebro
de Mercy se cerró.

La sala comenzó a girar.

La sexy cara del dominante se tornó borrosa y la oscuridad se cerró a su


alrededor.

¿Qué. Putas?

“¡No!” Kellan ladró.

Pero incluso su brusca orden no evitaba que la sexy sumisa de desmayara.

Él debió saber cuándo el rostro de Symoné palideció como una sombra


fantasmal que la chica se iba a desmayar. Él estaba tan impresionado de
encontrarla en su sala, y tan putamente hipnotizado por sus ojos aguamarina –
bueno, hasta que rodaron hacia atrás – que él casi no evita que cayera al suelo.
Abrazó su suave y cálido cuerpo en sus brazos, sintiendo como si un rayo le
hubiera golpeado el pecho. En cualquier momento este hombre ardería.

“¡Mierda.!”

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La puerta se sacudió otra vez.

Ignorando la distracción, Kellan levantó el cuerpo inconsciente de Symoné en


sus brazos. Incluso antes de tocarla, él zumbaba de la excitación, pero
ahora…estaba hirviendo. Al acomodarla contra su pecho, su bolso se deslizó de su
hombro y se quedó en el doblez de su codo. El bolso se meció y lo golpeó directo
en las pelotas. Con un gruñido, Kellan se detuvo y respiró. Sosteniendo el aire, se
estremeció y esperó a que el dolor se deshiciera. No tuvo que esperar mucho. El
aire explotó de sus labios, y lanzó una maldición. Se dobló con Symoné en sus
brazos.

¿Qué putas cargaba esta mujer en el bolso? ¿Ladrillos?

El dolor lo atenazó. Kellan cerró los ojos e intentó respirar mientras la agonía
asaltaba sus partes, pero su concentración fue desviada con preguntas.

¿Qué hacia Symoné en su sala, y por qué estaba tan asustada?

De repente las piezas cayeron en su lugar.

Kerr.

Los recuerdos de la noche en que Symoné llegó al mundo controlado y


disciplinado de Kellan, como una maldita bola demoledora destelló en su mente.

Había empezado hace varios meses cuando Mika LaBrache, dueño del club
BDSM Génesis, revocó el contrato de Kerr y vetó al limpiaculos por ignorar la
palabra de seguridad de una sumisa. Kellan y varios otros dominantes recibieron el
honor de echar el imbécil de Kerr por la puerta. Esa había sido una de las mejores
noches de Kellan en el club.

Unas semanas más tarde, Kerr llamó e invitó a Kellan a unirse a la nueva
mazmorra del aspirante a Dom que había abierto llamada Control.

Cuando Kellan le informó a Mika de la invitación indeseada de Kerr, todo se fue


a la mierda y rápido. Cuatro miembros del Génesis se infiltraron en Control – o
mejor dicho, el sórdido loft con un equipo de juegos de pacotilla – bajo la falsa
intención de buscar un nuevo calabozo para hacerlo su hogar. En verdad, los
cuatro habían ido al club de Kerr a advertir a los sumisos incautos sobre su
reputación de abusivo en la comunidad pervertida. El cretino había esposado a
Symoné a la cruz y procedió a demostrar sus proezas dominantes rompiéndole el

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culo a la pobre chica con una paleta de cuero. Cuando ella gritó su palabra de
seguridad, Kerr se negó a detenerse. Los cuatro visitantes, Max, Dylan, Nick y
Savannah, intervinieron. Ellos trajeron a Symoné – quien valientemente presentó
cargos de asalto contra Kerr – y siete otros sumisos de regreso al Génesis esa
noche.

Kellan miró a la sumisa en sus brazos.

“Hoy es la audiencia. Es por eso que estás aquí, ¿Verdad?” le preguntó a la


mujer aún inconsciente.

Tenía que estarse escondiendo de Kerr.

Kellan miró sobre su hombro. Aunque hace un momento había ignorado la


puerta sacudiéndose, él sospechaba que Kerr había estado acosándola e
intentando cambiar su destino intimidándola. Las emociones de Kellan estaban
divididas. Se negaba a dejar a Symoné desmayada y sola, pero deseaba con
desesperación satisfacer su curiosidad. Si Kerr estaba ahí afuera, Kellan estaba
listo para romperle hasta el alma.

Aun recuperándose del dolor en su entrepierna, y lentamente se puso de pie y


miró a la seductora mujer en sus brazos. Absorbiendo los suaves contornos de su
rostro, se fijó en el arco de sus labios. Ansiaba presionar su boca contra la de
ella… oírla ronronear mientras entraba en ella y exploraba cada curva y valle…
alimentarse de la mujer que perseguía sus sueños desde hace tres largos y
frustrantes meses.

Había pasado demasiados años negándose placer.

Sin importar cuánto intentara – y trataba mucho – Kellan no podía sacársela de


su sistema. Symoné poseía una clase de atracción magnética sobre él. Su belleza
lo tenía embelesado – incluso más ahora en sus brazos – la resistencia era inútil.
Acercándose a la boca de ella, sintió su aliento húmedo revolotear por sus labios.
Bajó la cabeza y cerró los ojos.

¿Qué putas estás haciendo? ¿Perdiste la maldita cabeza? ¡Está


inconsciente! Esto no es consensuado, ¡Imbécil! Cristo, ¿Por qué no la
dejas en el suelo, le quitas los pantalones y te la coges de paso?

Kellan enderezó la cabeza ante el regaño de su consciencia. El pánico y la


irritación consigo mismo hacían un coctel feo. Incluso si ella estaba desmayada, él

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no podía resistirse a la diablilla. Sentía como si ella intentara robarle el alma, poner
a prueba su determinación y desestabilizar su control. Kellan tenía que ser más
fuerte o se desharía como un castillo de naipes. Había demasiado en juego para
que perdiera su puto carácter. Incuso desde que había mirado por primera vez a
esta descarada sumisa, ella había desafiado su mundo ordenado.

Symoné era una complicación que él no necesitaba. Había luchado suficiente.

“No importa.” Murmuró. No podía tocarla como ansiaba, ni ahora… ni nuca.

Un temblor de frustración ondeó a través de él.

Conteniendo una maldición, la llevó a su sala privada y la acostó a


regañadientes en el sillón de cuero cerca de su escritorio. Sus brazos se sentían
extrañamente vacíos, pero Kellan desestimó lo absurdo que era eso y tomó una
botella de agua del pequeño refrigerador al otro lado de la estancia.

Symoné aún estaba inconsciente cuando se arrodilló a su lado. Retirando


algunos mechones de cabello de su rostro, Kellan miró las largas pestañas que
descansaban sobre su piel de porcelana. Lágrimas de terror manchaban sus
mejillas, haciéndole desear poder encontrar a Kerr y romperle ese miserable cuello
una vez más. Ya habría tiempo para lidiar con la basura esa. Ahora esta preciosa
sumisa necesitaba su ayuda.

“Symoné, es hora de despertar, ángel,” susurró.

Sus labios besables y llenos lo tentaban, haciendo que se le acelerara el pulso,


extendió la mano, queriendo acariciar su rostro… inclinarse y despertarla con un
beso, pero retiró rápidamente la mano. Si la tocaba ahora, jamás encontraría la
voluntad de detenerse hasta estar enterrado en ella. Apretó la mandíbula, molesto
con este subidón de testosterona. Entre más pronto se despertara, más pronto la
acompañaría a su auto y salvar el poco control que le quedaba.

“Vamos, Symoné. Necesitas despertar.”

No respondió. Kellan empezó a preocuparse por sí tendría que llamar una


ambulancia y llevarla al hospital.
¡De ninguna manera! Si alguien la ha de llevar al hospital, ¡Ese seré
yo!

“¡Symoné!” con voz firme, sacudió suavemente su hombro.

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Un pequeño gemido salió de los labios de ella y sus parpados salieron


lentamente.

“Ahí estás. Bienvenida,” forzó una sonrisa, esperando tranquilizarla y borrar la


confusión de su rostro.”

“¿Sir Justice? ¿Qué estás…? ¿Dónde estoy?”

“Estabas escondiéndote en mi sala, pero ahora estás en mi oficina, sana y


salva.” No quería sonar frio y brusco con ese tono de voz.

Symoné arrugó la frente y bajó los párpados, no antes que él viera el rechazo y
la tristeza de sus ojos. De inmediato se maldijo por ser tan imbécil. Se mordió la
lengua para seguirla molestando, Kellan giró la tapa de la botella de agua. Tomó la
nuca de ella y le levantó la cabeza antes de colocar la botella en sus labios.
Cuando ella envolvió la botella con sus labios, una ridícula punzada de envidia le
golpeó las entrañas. Ella inclinó la barbilla cuando se sació, como las sumisas en el
génesis suelen hacer cuando están elevadas de endorfinas. Una ola potente de
dominación se descargó a través de él. Kellan no quería otra cosa que manejar el
placer y el dolor de esta gloriosa sumisa hasta el fin de los tiempos.

¡Concéntrate, idiota!

“¿Te sientes mejor?”

Symoné asintió. “Sí, gracias. Eres el juez Graham, ¿Verdad?”

“Sí, lo soy.”

“Ahora entiendo por qué no quieras tomar mi caso.”

“Eso fue lo que te dijo Reed, ¿Cierto?”

La nuca de ella le quemaba la puta mano haciéndole infernalmente difícil


proseguir con una conversación educada.

De nuevo ella asintió y miró nerviosa hacia la puerta. “¿Kerr aún está allí afuera
buscándome?”
“No lo sé. Entendí todo mientras estabas desmayada. No quería dejarte sola
para ir a cazar al cretino.”

17
ANHELANDO SU DOMINACION

Cuando le puso la botella en los labios otra vez, ella tomó el plástico con manos
temblorosas. Kellan se puso de pie y dio un paso atrás. Observaba su garganta
funcionar mientras bebía el líquido, deseando que en vez de agua ella estuviera
tragándose la semilla que le ardía en las bolas.

“¿A qué hora es la audiencia?” preguntó con voz ronca y baja.

“Ya terminó.” Murmuró. Una expresión sombría se dibujó en sus labios


mientras colocaba el agua en el suelo. “Kerr está libre y limpio. Perdí.”

“¿O sea que Reed simplemente se alejó y te dejó para que lidiaras con Kerr
sola?” Kellan podía sentir cómo se le subía la tensión.

“No. Él se ofreció a acompañarme a mi…oh, mierda.” Sus ojos se abrieron


grande y se enderezó, con un ligero tambaleo.

“Con calma. ¿Qué sucede?”

“Necesito mi bolso. Debo llamar a Maple. Ella venía a recogerme. Ugh.


Probablemente está afuera conduciendo alrededor del edificio, enfadada o
preocupada de que no haya salido todavía.”

Kellan tomó su arma letal de diseñador del suelo y lo colocó en el regazo de


ella. Luego de salirse de su abrigo, Symoné tomó el aparato, miró la pantalla y
gruñó.

Kellan no quería imaginársela haciendo el mismo sonido debajo de él en una


cama grande y suave… pero lo hizo.

“¿Algún problema?”

“Sí… no.” Sacudió la cabeza. “El auto de Maple tiene una llanta pinchada y está
esperando la grúa.”

"Envíale un mensaje de texto y dile que te llevarán a casa". Aunque su tono no


era tan gélido esta vez, había sacado sin querer su implacable voz de Dom. Pero
entonces, si el zapato encaja...

“¿Me van a llevar?”

18
ANHELANDO SU DOMINACION

“Sí. Yo te voy a llevar a casa.”

Infortunadamente, no a mi casa. Maldita sea.

“No puedes,” protestó. Kellan arqueó las cejas y miró duramente a Symoné.

“Digo… es… estoy segura que no te queda de camino. No te voy a importunar


así, señor. Yo llamo un Uber o tomo un taxi.”

“No vas a hacer nada de eso. Te llevo a casa y es mi última palabra. Kerr
puede estar todavía recorriendo la corte. No voy a arriesgar a que te encuentre y
Dios sabe qué planea hacerte pasar.”

“Quiere matarme.” Dejó salir las palabras mientras el color abandonaba su


rostro.

“¿Disculpa?”

“Me dijo que no me iba a salir con la mía humillándolo y, créeme, si las miradas
pudieran matar, ya estaría muerta.”

La voz le tembló y el corazón de Kellan aceleró su marcha. Un rugido interno


de posesión llenó sus oídos.

“Es por eso que te llevo a casa.” Respiró profundamente y soltó el aliento
lentamente mientras aplacaba la necesidad de asesinar al bastardo. “No me
importa qué tan lejos vivas, te quiero a salvo, Sym… ¿Cuál es tu verdadero
nombre?”

Un pequeño rubor le pintó las mejillas mientras extendía la mano. “Es Mercy…
Mercy O’Connor.”

Él sonrió y le tomó la mano mientras un extraño calor le calentaba la piel. Las


desastrosas complicaciones que había estado evitando por meses de repente se
volvieron más reales. Aunque no estaba listo para admitirlo, Kellan supo que
estaba jodido.

“Oh, Dios,” ella jadeó.

19
ANHELANDO SU DOMINACION

Los ojos de Mercy se abrieron. Intentó retirar su mano, pero él simplemente la


mantuvo en la suya. “Un gusto conocerte, Mercy O’Connor. Soy Kellan Graham,
pero creo que eso ya lo sabías.”

La tímida sonrisa de ella y su rubor lo golpearon en el estómago, pero no podía


permitirse que la lujuria lo desviara.
“Antes de irnos, necesito tomar unos papeles de mi estrado. Tú recuéstate y
relájate… toma algo de agua. No me demoro.”

El asentimiento obediente de ella acaricio su dominación. La sangre se fue


hacia el sur alargando y engrosando su polla. Estaba putamente agradecido que su
toga le ocultara la erección. Sin embargo, la irritación lo mordía por dentro. Apretó
los labios y salió por la puerta.

Sentado en su silla, rodeado por su calmante familiaridad, Kellan acomodó sus


papeles, esperando que su polla se desinflara. Unas voces furiosas en el pasillo
llamaron su atención. Atravesó la sala y quitó el seguro de la puerta y salió para
encontrar al Juez Dupree luciendo como si quisiera taclear al hombre rubio que
estaba despotricando y maldiciendo. El cretino vulgar no tenía que darse la vuelta.
De inmediato Kellan supo que era Kerr.

“¿Qué haces aún aquí, Walker?” Kellan preguntó.

Kerr se dio la vuelta. Sus ojos se abrieron grandes antes de que una sonrisa
cínica se extendiera en su boca. “¿Así que eres un juez? Maldita sea. Ahora lo de
Justice tiene sentido.”

“Tu audiencia se acabó hace rato. Tienes treinta segundos para sacar tu culo
del edificio y de la propiedad gubernamental, o te haré encarcelar.” Kellan advirtió
mirando su reloj. “Veintinueve, veintiocho…”

“Te lo digo, como le dije a este idiota,” Kerr señaló a Dupree “No me iré hasta
que encuentre a alguien.”

“No la vas a encontrar. Ya me aseguré de eso. Vete.” Kellan ladró.

“Diecinueve, dieciocho…”

“No la puedes proteger para siempre.”

20
ANHELANDO SU DOMINACION

“¿Eso fue una amenaza, Walker?” una sonrisa asquerosa le curvó los labios a
Kellan.

El rostro de Kerr se tornó rojo mientras miraba a Dupree. “No. Pero la


encontraré.”

Antes que Kellan pudiera emitir otra advertencia, el gusano se dio vuelta y se
alejó.

“¿Amigo tuyo?” Preguntó Dupree.


“No. Un roedor que necesita ser exterminado.”

“No te lo discuto.”

Kellan asintió, haciendo su mejor esfuerzo por disimular la ira que hervía dentro
de él mientras se alejaba. Pasó junto a su estrado y regresó a su oficina. Mercy
ahora estaba sentada en el borde del sofá, tomando agua. Ella lo miró. Aunque
Kellan quería perderse en esos ojos aguamarina, caminó a su escritorio, se quitó la
toga, y la dejó colgada en su silla.

“¿Lista para irnos?” preguntó planamente.

“Sí, pero no quiero desviarte. Yo tomo un…”

“Maldita sea, Mercy.” Kellan estrelló su puño en su escritorio.

Ella saltó y se encorvó. Él pellizcó el borde de su nariz y respiró laboriosamente.

“Lo siento. No tenía derecho a desquitarme así contigo. Kerr sigue aquí. Acabo
de hablar con él en el pasillo. Sabe que tiene que irse o será arrestado, pero no
confío que el cretino haga caso a lo que le advertí. Así que yo te llevo a casa, y es
el final de esta discusión.”

Incluso desde el otro lado de la sala, Kellan veía el temblor que agitaba el
cuerpo de Mercy.

“Él no va a descansar hasta vengarse, ¿Verdad?”

Probablemente.

Pero no iba a admitirlo y asustarla mucho más.

21
ANHELANDO SU DOMINACION

“El hombre está retorcido. Haré lo que pueda para mantenerte a salvo. Tienes
mi palabra.”

Mercy bajó la mirada y se concentró en la botella vacía que tenía en la mano.


“Gracias por tu ayuda, pero eventualmente tendré que confrontarlo. No puedo huir
y esconderme como un conejito asustado el resto de mi vida.” Su tono apenas
audible no sonaba convencida.

“¿Walker sabe dónde vives?”

“Sí.” ella suspiró pesadamente.

“¿Tienes casa o…?”

“Un apartamento. Vivo en el Elmhurst Lake en Highland Park.”

Kellan estaba impresionado. Incluso un estudio en ese complejo exclusivo


costaba un brazo y una pierna. Pero él estaba más sorprendido por el hecho de
que ella vivía tan cerca de él. “Yo vivo en Highland Park. De hecho, estoy a menos
de un kilómetro de ti yendo por la playa. Así que, ¿Ves? Llevarte a casa no va a ser
una molestia en lo absoluto.”

“Mundo pequeño.” Le sonrió de modo que le hizo querer gemir. “Creo que
puedo decirte ‘vecino’”

“Vecina.” Sonrió para luego ponerse serio. “¿Tienes un arma?”

“Soy de Texas. Mi papá me enseñó a disparar antes de tan siquiera tener edad
para conducir.”

Kellan sabía que intentaba tomarse el asunto con liviandad, pero ella no podía
borrar el miedo que aún nadaba en su mirada. “¿Qué pasó con Kerr? Él no era así
antes de que le dispararan. Digo, siempre fue un idiota, pero nunca fue violento.”

“No lo sé. Sé que murió esa noche en el suelo del calabozo antes que los
paramédicos lo reanimaran. Tal vez sufrió daño cerebral por falta de oxígeno o
algo. Difícil saberlo. Pero sé algo… no va a rendirse, al menos no hoy. Lo mejor
que podemos esperar es que él simplemente necesite tiempo para calmarse.”

22
ANHELANDO SU DOMINACION

“Y lamerse el orgullo lastimado.” Agregó ella con pena. “Tendré cuidado. No te


preocupes.”

No el suficiente cuidado.

Kellan estuvo a dos segundos de ofrecerle a Mercy que se quedara en su


habitación de invitados. Si no fuera porque él se quedaría en la cama sopesando
las razones por las cuales no se metería en su habitación, en su cama y follarla
hasta la inconsciencia, la llevaría a su casa.

Pero no era masoquista.

Además, tenía un voto que mantener – uno que no le permitía acostarse con
ninguna sumisa.

Solo que Mercy no era cualquier sumisa… en lo absoluto.

CAPÍTULO DOS
El olor seductor y masculino de Kellan le llenó los sentidos y empapó su ropa
interior. Mercy aún intentaba asimilar el hecho de que el dominante poco
amigable, en serio le estaba hablando a ella. Sentía como si se hubiera ganado la
lotería diez veces. Una cosa era cierta: hablarle a él era mucho más interesante,
que él simplemente mirándole como siempre lo hacía en el calabozo. Al principio a
Mercy le pareció adorable que el atractivo dominante se interesara en ella. Su
mirada analítica solo alimentaba sus fantasías. Pero noche tras noche, él jamás se
le acercó. Su escrutinio se sentía un poco aterrador y bastante intimidante. Pero,
su extraño comportamiento no disminuía su anhelo por él. El hombre era –un
estremecimiento ondeó a través de ella – delicioso.

Al mirarlo, Mercy se encontró conteniendo una sonrisa. Sir Justice en serio era
un juez de verdad. Ella siempre había asumido que su nombre en el club era una
simple metáfora diseñada para inspirar un buen comportamiento entre las
sumisas. Su reputación en el Génesis era el de un amo bien hablado y gentil.

Mercy no había visto mucho de ese maravilloso temperamento hasta ahora.


Parecía irritado, molesto y borde. Ella no sabía si Kerr, ella misma o algo más

23
ANHELANDO SU DOMINACION

ponía a Kellan de ese humor tan agrio, pero ciertamente no iba a preguntarle qué
tenía metido entre el culo. En vez de eso, ella miró al suelo. No solo porque era el
comportamiento apropiado de una sumisa, sino que también evitaba que se
quedara contemplándolo como un perrito enfermo de amor.

Aunque deseaba que Kellan compartiera la misma fascinación por ella, su


distancia gritaba que no estaba interesado ni en Mercy o en su sumisión.
Probablemente solo le hablaba ahora porque era demasiado caballero para dejarla
desmayada en el suelo de su sala y dejar que el personal de limpieza la
encontrara.

De repente Kellan extendió sus dedos aparentemente capaces hacia ella. Mercy
lo miró sorprendida. “Lo… siento. ¿Dijiste algo?”

“Preguntaba que si estas lista para irnos.” Su ceño se frunció más. “¿Segura
que estás bien?”

“Estoy bien. La verdad… solo un poco asustada.”

No era mentira. Kellan la tenía totalmente desestabilizada, pero oh, cómo lo


ansiaba.

Si no temíiera que la calmara como un faisán, le rodearía el cuello con los


brazos y lo besaría hasta enloquecer. Pero el rechazo sería aplastante y
mortificante. Respiró profundamente y deslizó su mano en la de él. Ese subidón
loco y familiar de calor la envolvió una vez más.

Sus partes femeninas comenzaron a palpitar, tal como lo estaban haciendo


cuando se desmayó.

“Es completamente entendible.” Kellan concordó suavemente mientras la


ayudaba a ponerse de pie. “Pero Kerr solo puede tener el poder que le des.”

“Sí, señor. Lo sé.” Contestó antes de ponerse su abrigo.

El calor ardió en los ojos de Kellan antes de rápidamente controlarlo y apretar


la mandíbula sin otra palabra, tomó un gran maletín del suelo y la guio hacia la
puerta.

24
ANHELANDO SU DOMINACION

Mientras esperaban por el ascensor, Kellan seguía revisando el pasillo


continuamente, buscando a Kerr. Una tensión incómoda colgaba en el aire como
una niebla espesa. Cuando el elevador sonó, Mercy casi se salió de su piel.

Kellan le sonrió compasivo. “Estás a salvo, ángel.”

¿Ángel?

Su expresión cariñosa hizo que a ella se le debilitaran las rodillas. Se sintió


pequeña y frágil. Cuando las brillantes puertas de metal se abrieron, colocó su
enorme mano en la base de la espalda femenina y la guio al interior. El calor se
extendió por su espalda y sus piernas, haciendo que su piel cosquilleara y ardiera.
Chispas estallaron en su interior mucho después que las puertas se cerraran y
Kellan retirara su mano.

Él se mantuvo recto como una tabla, con los hombros cuadrados, y la barbilla
ligeramente elevada. Mientras miraba fijamente al frente, Mercy absorbía cada
ademán del hombre. Desde su sexy rastrojo oscuro adornado con algunos
destellos grises delineando su mandíbula cuadrada hasta sus grandes manos y pies
enormes. Si el dicho era cierto, entonces Kellan estaba dotado como un maldito
caballo.

Una ola de calor estalló por todo su cuerpo.


Él era varios años mayor que ella, un hecho que ayudaba a la mística de un
hombre maduro y experimentado. Él sabría recorrer el cuerpo de una mujer… de
su cuerpo.

Como si alguna vez lo fueras a averiguar, la vocecita en su cabeza la


provocó.

Las emociones encontradas que él evocaba eran enloquecedoras, pero en vez


de intentar organizarlas en ese pequeño cubículo en movimiento, siguió
estudiándolo.

El puente de su nariz era señorial, como un dios griego y sus labios… Dios, ella
daría lo que fuera por presionar su boca contra esas almohadillas mullidas por
semanas… meses… años.

A Kellan se le formó una pequeña sonrisa en la boca. “¿Qué miras?” preguntó


sin mirarla.

25
ANHELANDO SU DOMINACION

“A ti.”

“¿Por qué?”

“Em, porque…” Eres divino y me muero por arrancarte del cuerpo ese
traje tan conservador, estrellarte contra la pared, y follarte hasta la
inconsciencia. “Nunca te había observado de cerca. Siempre estás oculto en las
sombras del calabozo mirándome.”

Mercy gruñó internamente en vez de reprocharle su comportamiento furtivo en


el club, debería confesarle cuánto quería follarlo.

La sonrisa de él se amplió y se giró arqueando las cejas.

“¿Cómo sabes que observo?”

Ella rodó los ojos. “No soy ciega.”

“Yo tampoco.” Su expresión de pronto se endureció. “¿Cuántos dominantes te


han pedido que hagas escenas con ellos desde que llegaste al Génesis?”

Mercy contó mentalmente hasta que llegó a una cifra. “No sé. Ocho o nueve.”

“Doce,” Kellan contestó cortante.

Las puertas del ascensor se abrieron y él comenzó a andar. Por un segundo,


Mercy se quedó boquiabierta, asombrada viéndolo alejarse antes de caminar
detrás de él. Sus tacones sonaban en el cemento del estacionamiento.

“¿Los has contado?”

“Sí.”

“¿Por qué?”

Kellan no contestó mientras se detenía frente a un elegante BMW i8 negro.


Cuando tocó la manija de la puerta del pasajero, se levantó el seguro. Mantuvo la
puerta abierta para ella con expresión indescifrable. “Entra.”

26
ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy había ansiado obedecer sus órdenes por meses, pero el primer mes que
él la esquivara le ponía los pelos de punta. “No hasta que me digas por qué has
llevado cuenta de los dominantes que se me han acercado.”

“Súbete para poderte llevar a casa, ángel.”

Su tono bajo y engatusador era contradictorio con su mirada autoritaria.


Claramente el ultimátum de ella se había metido bajo su piel dominante. Ella había
despertado a Sir Justice. Su mando grande, audaz y malo rugió a la vida y esa
actitud autoritaria la encendió como un petardo. Maldiciendo al torrente de
hormonas dentro de ella, combatió la vertiginosa demanda que rodaba desde sus
pies hasta su cabeza. Un suave temblor le sacudió el cuerpo mientras se deslizaba
sobre el asiento suave de cuero.

El orgullo la impulsaba a seguirlo presionando, pero sabía que chocar cabezas


con un dominante era imposible. Aunque Mercy no estaba al tanto de las más
mínimas complejidades de la sumisión, sabía lo suficiente para detenerse, al
menos por ahora.

Luego de que él se subió detrás del volante y maniobró para adentrarse en la


calle, Mercy se giró hacia él.

“¿Cómo debo llamarte? ¿Sir Justice o Kellan?”

“Afuera del club, Kellan está bien. Dentro, Señor me parece bien.”

“¿Eso significa que en verdad planeas hablarme en el club?” le sonrió de modo


provocador.

Él frunció el ceño mientras un ruido de indecisión retumbaba en su garganta.


“Lo pensaré.”

“¿Qué hay que pensar?” ella resopló. “¿Es mi anterior asociación con Kerr tan
desagradable que no valgo ni un saludo amigable de vez en cuando?”

“¡Diablos, no! Kerr no tiene ni mierda que ver con nada.”

“¿Entonces?”

“Tengo mis razones. No te incumben.”

27
ANHELANDO SU DOMINACION

“Claro que sí.” ella sabía que debía callarse, pero no podía evitar puyar y
presionar. “No tienes problema con hacer escenas con cualquier otra sumisa…
menos conmigo. ¿Por qué?”

“¿Así que también has estado observándome? Dime algo, ¿Por qué tú no me
has hablado nunca?”

“Tú no respondiste mi pregunta.”

“Y tú no has respondido la mía.”

Yo pregunté primero.
La pueril respuesta le quemaba la punta de la lengua. Mercy se la tragó y
levantó la barbilla.
“Porque se supone que no debo hacerlo.”

“¿Según quién?”

“No es propio de una sumisa acercarse a un dominante.”

“¿Quién te dijo eso?” las cejas de Kellan se arrugaron.

Mercy bajó la mirada a su regazo. No quería confesar que era una de las
estúpidas reglas de Kerr. A juzgar por la reacción de Kellan, ella asumió que era
otra mentira que Davis Walker le había dicho para evitar que ella buscara a otro
dominante más capaz.

“No tienes que contestar. Ya sé…Kerr.” Kellan exhaló asqueado. “Voy a darte
un consejo. Desecha todo lo que ese idiota te enseñó sobre el estilo de vida y
comienza a asistir a las clases sobre sumisión los sábados en el club.”

“Eso he intentado, pero he estado muy ocupada con lo de la audiencia y el


trabajo.”
“Procura sacarle tiempo. Si realmente quieres aprender sobre esto, entonces
necesitas hacer de las reuniones de sumisos una prioridad.” Se detuvo por varios
segundos. “¿En qué trabajas?”

“Soy diseñadora independiente. En su mayoría marcas corporativas.”

“Con que artista. Debes ser muy talentosa para poder tener un lugar en
Elmhurst Lake.”

28
ANHELANDO SU DOMINACION

A ella le sorprendió que Kellan supiera que su complejo de apartamentos era


costoso. El hecho que Mercy pagara más en renta que muchos pagaban en
hipoteca de repente la hizo sentir cohibida. Pero lo que Kellan no sabía era que su
empresa había despegado tan rápido, que ella necesitaba la deducción de
impuestos que traía trabajar desde casa. Además, con la impresionante vista del
Lago Michigan, bien valía la pena el dinero extra.

“Solo es suerte.” Se encogió de hombros. “Las puertas correctas se abrieron


cuando comencé mi compañía. El boca a boca me mantiene publicitando pasta
dental y hojuelas de maíz.”

“¿Modesta?” él sonrió. “¿Quiénes son algunos de tus clientes?”

Ella lo miró con sospecha. “¿Para qué quieres saber?”

“Tus secretos están a salvo conmigo, ángel.”

Su voz sexy cayó sobre su piel como whisky sobre terciopelo. Ella no pudo
evitar mencionar sus clientes de elite. Kellan arqueó las cejas. “Para una mujer tan
joven, has amasado una lista impresionante.”

“No soy tan joven, pero gracias.” Ella se sonrojó.

La gran sonrisa que le brindó hizo que el corazón a Mercy le saltara.

“Tengo calcetines más viejos que tú, niña.”

Cuando ella se rio, las fosas de Kellan se dilataron y apretó más fuerte el
volante.

“¿Tienes calcetines de veintiocho años? No lo creo.”

“¿Tienes apenas veintiocho?”

“¿Qué quieres decir con apenas? Estoy de bajada directo a los treinta.”
“Oh, pobre bebé.” Él se quejó con sequedad.

“¿Cuántos años tienes?”

“Demasiados.”

29
ANHELANDO SU DOMINACION

“¿Demasiados para qué?” ella preguntó con tono sorprendentemente seductor.


Ella lo sintió tensarse al otro lado del vehículo. Se mantuvo callado, como si
estuviera sopesando su respuesta.

“Montar en patineta.”

Ella se volvió a reír. “Yo también tengo demasiados años para eso,
honestamente… ¿Quién quiere partirse la cadera?”

“Eso fácilmente puede sucederme a mí,” él se rio. “Casi soy un dinosaurio.”

“Difícilmente,” dijo con un resoplido. “No tienes ni escamas ni garras ni dientes


aterradores, todavía.”

“Todavía,” repitió con una sonrisa torcida. “Sospecho que en cualquier


momento despertaré, me miraré al espejo y… bueno, no será agradable.”

“No creo que tengas algo de qué preocuparte en un par de millones de años o
algo así.”

La emoción dentro de ella brillaba. Finalmente había quebrado su capa


impenetrable. El hombre dentro de esa capa tenía un sentido del humor seco pero
ingenioso. Mercy se dio cuenta que los alfileres que le habían rayado la piel un rato
antes habían desaparecido.

Kellan era un enigma, con toda seguridad, pero ella esperaba que su
intercambio juguetón pudiera ser el inicio de una amistad más profunda. Claro,
podría ser nada más que él persiguiendo el silencio con un jugueteo sin sentido
mientras navegaban en la autopista congestionada.

“Dijiste que eras de Texas, pero detecto un rastro de algo más en tu acento.”

“¿Cómo qué?”

“Entre sureño y de la costa este.”

“Tienes buen oído, juez. Nadie más ha encontrado la gitana dentro de mí.”

“Te has movido mucho, ¿Verdad?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No, pero amo viajar. Crecí a unas horas al noroeste de Dallas en un rancho en
el medio de la nada. Y es la nada. Nuestro vecino más cercano estaba a casi
treinta kilómetros de distancia. Mi papá es lo que llamarías un barón del ganado.
Cría ganado de cuernos largos. Bueno, él y mis hermanos.”

“¿Cuántos hermanos tienes?”

“Cuatro. Todos mayores.”

“Una vez leí un artículo sobre esa clase de ganado. Puede ser un negocio
lucrativo.”

“Afortunadamente para papá lo es. Es el único modo en el que pude ir a la


universidad de Cornell. Estudié allá un par de años y luego me transfirieron a la
escuela de arte de Chicago.”

“¿Nueva York fue muy chocante para ti?”

“No fue tanto lo chocante…” Mercy se detuvo y sopesó cuánta información


personal quería compartir. Nadie sino su familia sabía que ella había escapado de
la gran manzana por una razón desconocida, pero se sentía obligarla a decirle a
Kellan la verdad. “Mi compañera de cuarto se suicidó. Yo fui quien la encontró.”

“Oh, ángel.” Una expresión de dolor le delineó el rostro. “Lo siento. ¿Sabías si
tenía problemas?”

“No.” Un hecho que aún la llenaba de culpa. “Siempre era el alma de la fiesta…
feliz… espontanea.”

“¿Segura fue un suicidio?”

“Sí. Dejó una nota. Su novio la había botado.” La ira de Mercy emergió a la
superficie como siempre lo hacía cuando pensaba en Mary Jo – la linda chica de
Nebraska de cabello rojo, pecas y un puto corazón de oro. “Ella se mató por un
imbécil que ni se molestó en ir a su funeral. Lo juro, quitarte la vida por un tipo es
algo estúpido y patético, ¿Sabes?”

Kellan asintió. Sus ojos estaban llenos de tristeza, pero no intentó detener el
que ella estuviera desnudando su alma.

31
ANHELANDO SU DOMINACION

“No entiendo por qué Mary Jo le dio al bastardo el derecho de destruirla. Todos
nos equivocamos. Yo me equivoqué cuando le di a Kerr el poder de lastimarme,
pero ningún hombre vale el que te tragues un frasco de pastillas. Jamás le daría a
alguien tanto control sobre mi… jamás.”

“No deberías.”

Ella lo miró analítica. “No esperaba eso de labios de un dominante.”

“Hay una gran diferencia entre que una sumisa le dé su poder a un dominante
a que un imbécil se lo exija. Eso ya lo sabes.”

“Cierto. Pero no sé dónde o cuando trazar esa línea. Digo… hay una parte de
mí que ansía entregarlo todo, pero al mismo tiempo, no tengo deseos de perder mi
identidad en el proceso. La sumisión es una paradoja para mí. Me criaron para ser
independiente y obstinada, lo cual soy… afuera del club. Y está la otra parte de mí
que quiere apretar los pedazos obstinados y liberados de mí en una bola y dárselos
a un dominante que lo merezca.” Se le arrugó la frente. “Suena estúpido ahora,
pero cuando estaba con Kerr, creí que había encontrado esa esquiva paz que
estaba buscando.”

“No es estúpido. Seguro que has logrado un nivel de subespacio en medio de


toda esa mierda. Pero créeme. Hay mucho más ahí afuera esperando a que lo
experimentes.”

“TE CREO, pero cuando supe que todo lo que él me había hecho creer era
mentira, quería echar a la basura mi sueño de sumisión.”

“No lo hagas. Solo te estarías quitando la nariz de la cara.”

“No lo haré.” Kellan vio como las mejillas de ella se ponían color carmesí. “Lo
siento. No sé cómo fui de Mary Jo a la sumisión.”

32
ANHELANDO SU DOMINACION

“No. Jamás te disculpes por hacer preguntas o intentar organizar tus


sentimientos,” Dijo Kellan suavemente.

Si él la tomara bajo su ala dominante, él no solo contestaría todas sus


preguntas, sino que también la liberaría para navegar más alto y más lejos de lo
que ella imaginaba.

Pero él no podía.

La tentación por ella era demasiado grande. Kellan se conocía demasiado bien.
Jamás podría quitar ni su boca ni sus manos de esa piel suave y pálida o evitar
asaltar esos jugosos labios. No podría negarle a su lengua y su polla el placer de
ese dulce coño y ese culo exuberante.
Joder, incluso ahora quería estrechar su mano… asegurarle que la llevaría por
el camino de la sumisión que tanto anhelaba. En cambio, Kellan se aferró al
volante como lo había hecho antes cuando la vibrante risa femenina casi lo deja en
llamas.

“No hay una respuesta inamovible para ti, ángel. Tienes que decidir qué
quieres de tu sumisión.”

“Sé qué quiero… quiero encontrar un dominante de verdad que me enseñe el


modo correcto de llevar este estilo de vida. No mierdas inventadas para que se
puedan desfogar. ¿Por qué no me enseñas? Trabajaría fuerte para complacerte y
no decepcionarte nunca.”

Una mano voló a la boca de Mercy, claramente horrorizada por su petición.


Antes que Kellan pudiera tragarse el nudo de miedo que le apretaba la garganta,
ella retiro la mano de su rostro y levantó la mano. “No contestes a eso. Soy tan…
no tenía derecho a ponerte en una posición así. Por favor… olvida que dije algo. Lo
siento, esto fue muy inapropiado.”

El corazón de él tamborileaba de modo salvaje y el horror zumbaba de modo


tan fuerte que sus oídos apenas podían oír sus disculpas. Sintiéndose como si lo
hubieran golpeado en el estómago, Kellan luchó por llenar sus pulmones – que
ahora parecían de concreto – y casi se pasó su giro. Pisó el freno, y giró el volante
a la derecha para tomar la salida como un corredor profesional. Para cuando llegó
a una luz roja, el corazón de Kellan aún estaba acelerado, pero al menos podía
respirar.

33
ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy tenía una expresión mortificada que le cortaba la consciencia como un


cuchillo.

“Me encantaría enseñarte si pudiera, ángel, pero no puedo. Si quieres, hablo


con Mika para ver si puede contactarte con un dominante que esté buscando una
nueva sumisa.”

“No. Agradezco el ofrecimiento, pero no creo que esté lista para un amo de
tiempo completo.”

¡Joder, gracias!

“Para empezar, no era mi intención que semejante petición tan ridícula saliera
de mi boca.” Ella prosiguió nerviosa. “Debe ser el estrés del día o…”

“Mercy,” él le interrumpió. “No fue ridícula. Si hubiera modo de enseñarte, lo


haría. Comienza a asistir a las reuniones de sumisos. Encontrarás un amo en poco
tiempo.”

Solo que no seré yo.

“Lo intentaré. Se supone que la gente del taller dejará mi auto en mi


apartamento hoy, así que debería tener cómo movilizarme para ir a la reunión en
la mañana.”

“Si no tienes transporte, avísame. Mika y Julianna, eh, digo, Emerald viven
también cerca. Estoy seguro que pueden llevarte.”

¡Marica! Tú deberías llevarla a la reunión.

Él no podía. Y la provocadora voz en su cabeza sabía por qué… por qué no


podía llenarla con falsas esperanzas… por qué tenía que alejarse de esa sumisa
hambrienta y descarada.

Luego que Kellan entrara al complejo de Elmhurst Lake, Mercy lo guio hasta su
apartamento. Ella incluso señaló el Camry azul estacionado bajo un toldo.

“¿Quieres que te acompañe?”

“No. Estoy bien.” Ella rechazó la oferta con un movimiento de su mano.


“Gracias… por todo, Kellan. Digo, señor.”

34
ANHELANDO SU DOMINACION

Él no pudo evitar sonreír mientras ella empezó a tartamudear.

“Fue un gusto. Si ves a Kerr, dispara primero y luego llama a la policía,


¿Entendido?”

Los labios de ellas se curvaron en una gran sonrisa mientras se bajaba del
carro. “Lo haré. Gracias de nuevo.”

Él no pudo evitar admirar el sexy contoneo de las caderas de ella o los destellos
rojos de su cabello bajo el sol mientras se alejaba. Kellan quiso saltar del auto y
seguirla hasta su apartamento y mostrarle todas las razones por las que él era el
dominante perfecto para ella. Cuando Mercy desapareció detrás de una puerta
blanca, una ola de culpa lo cercenó. Comenzó a detallar mentalmente la lista de
todas las razones por las que no podía materializar sus sueños con ella.

Cuando Kellan salió del complejo de Mercy, dejó atrás la fugaz esperanza de
vivir de nuevo.

Farfulló una maldición cuando vio el reloj. Iba tarde. Aumentando la velocidad,
giró y recorrió las siguientes calles rápidamente. La tristeza llenó sus venas
mientras que una roca de culpa y vergüenza le presionaban el pecho. Estacionó el
auto deportivo bajo la sombra de un enorme arce japonés en el estacionamiento
de Lake Home Village, apagó el motor y lentamente bajó del auto.

En la entrada del establecimiento, digitó un código en el teclado, y esperó por


el zumbido que le abría la puerta. Cuando la recepcionista levantó la cabeza,
Kellan le dio una sonrisa apretada mientras el aroma a alcohol y color le asaltaba
los sentidos.

Obligándose a caminar por el pasillo de baldosas industriales, se detuvo en la


puerta. Contuvo el usual aullido de angustia que le atenazaba la base de la
garganta mientras miraba a la rubia sentada en la cama, mirando ausente a un
punto perdido.

Leena Graham, su esposa desde hace veinticinco años, no sabía que él había
entrado en la habitación… ya no sabía quién era él… ya no sabía ni quién era ella
ni dónde estaba. Sus ojos estaban fijos en la pared, como siempre. Kellan daría
hasta su último aliento si por solo una vez, su esposa vivaz – el amor de su vida –
se diera la vuelta y le regalara esa deslumbrante sonrisa que le había movido el
piso hace tanto tiempo.

35
ANHELANDO SU DOMINACION

No lo hizo… y tristemente, nunca lo haría.

Él luchó por aplacar el dolor que lo atacaba. Kellan no sabía por qué ahora –
luego de cinco largos años – esta magnitud de tristeza y melancolía lo golpeaban
tan fuerte. Se sentía crudo y sobre expuesto.

No te detuviste y no acogiste la rabia antes de entrar.

No, no lo hizo.

Kellan no se había centrado en la usual y ardiente ira y resentimiento hacia el


borracho que le robó la mente y el alma a Leena cuando la arrolló en un cruce
peatonal. Poco consuelo le dio que el animal responsable de diezmar todo su
mundo ahora estaba en una prisión. Ante los ojos de Kellan, no se hizo justicia, y
jamás se haría. El hecho de que ese infeliz aún podía hablar y reír con sus seres
queridos lo llenaba de furia. La vida no era justa – un hecho que conocía bien.
Después de todo, él lo vivía a diario con ataques penetrantes de angustia y una
esposa catatónica que no podía recordar un solo día del amor y felicidad que una
vez compartieron.

La deslumbrante luz en la vida de Leena fue extinguida sin consideración.

Kellan jamás la vería sonreír ante las tonterías que le decía.

Jamás sentiría sus amorosos brazos envolverse a su alrededor al final del día.

Jamás saborearía sus suaves y apasionados besos.

Jamás oiría sus gemidos y quejidos mientras se brindaban amor el uno al otro
en la cama.

Jamás envejecerían juntos.

Todo lo que le quedaban eran recuerdos y fotografías e interminables noches


vacías.

Todo lo que a Leena le quedaba era una eternidad de mirar al vacío lienzo del
olvido.

36
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan se tragó su miseria y se obligó mentalmente a levantar el ánimo.


Después lidiaría con sus demonios. Ahora, necesitaba saborear los preciosos
momentos que podía pasar con su esposa.

Caminó hacia el lado de la cama de Leena, se inclinó y besó su mejilla. No pudo


evitar mirar su rostro, aferrado a la esperanza que algún día ella pudiera responder
a su gesto amoroso… pero no fue así. Kellan exhaló mientras se sentaba en la silla
junto a su cama y enredaba suavemente sus dedos con los de su esposa. Con el
pulgar, le acaricio la muñeca, recordando la mirada caliente que se encendía en
ella cuando la acariciaba en ese punto sensible.

¡Joder!

Se estaba ahogando en el mismo abismo oscuro del que le costó años salir.
Ninguna cantidad de tristeza o lágrimas podrían regresarle a Leena – lección que
aprendió hace mucho.

“¿Cómo está mi hermosa chica?” aunque Leena nunca contestaba, Kellan le


hacía la misma pregunta en cada visita, sin falta. “¿Adivina qué? Esta mañana
camino al trabajo, oí esas canciones que me pedias que bailara contigo en nuestra
graduación. ¿Te acuerdas? ¿Esa canción de ‘Miss You Much’ de Janet Jackson y
‘Right Here Waiting’ de Richard Marx?”

A Kellan se le cerró la garganta. Casi podía sentir su cuerpo contra el de ella


mientras bailaban la romántica canción.
Acarició tiernamente la mejilla de Leena con los nudillos.

“Aquí estoy todavía esperándote, mi amor. Siempre te esperaré.” Se le quebró


la voz.

Conteniendo las lágrimas, respiró temblorosamente.

“Lo siento, nena. Ha sido un día duro sin ti hoy.”

Porque creo que me estoy enamorando de alguien más. No puedo


tenerlas a ambas. Tengo que encontrar la manera de alejarme de ella,
pero es tan putamente difícil. Necesito que vuelvas a mí, Leena. Te
necesito ahora más que nunca.

“Mis emociones están por todos lados.”

37
ANHELANDO SU DOMINACION

Estoy tan putamente solo sin ti.

“No te preocupes, nena. Pronto tendré toda mi mierda en orden.”

O me ahogaré en un rio de culpa.

“En fin, sobre la graduación. ¿Te acuerdas de ese esmoquin tan horrible que
alquilé? Hombre, creí que era un bastardo suave con esa cosa. Por supuesto, no
vas a verme con esa cosa horrenda ahora. Pero en ese entonces… tal vez no te
diste cuenta, pero tenías a todo un galán.”

Kellan sabía que, si ella pudiera, Leena se hubiera reído de sus comentarios.

“Y tú… vaya, nena. Te veías sexy y toda esa mierda con ese vestido ceñido
azul, con todos esos vuelos abajo y esa sola manga. Te veías como el sueño
húmedo de todo hombre… especialmente el mío. Pero siempre fuiste la chica de
mis sueños, ¿No?”

Hasta ahora. Hay otra que acecha mis fantasías y no tengo idea de
cómo bloquearla de mi mente.

Él se acercó al oído de Leena. “Sé que siempre he sido tu roca… tu amo, pero
necesito que vuelvas a mí, nena… vuelve y sálvame, Leena.”

“Bueno, Sr. Kellan. No creí que lo veríamos hoy.” Lucia, la enfermera del turno
diurno que era tan alta como redonda, lo saludó entrando en la habitación con la
bandeja del refrigerio de Leena en la mano.

Tapando sus emociones, Kellan se puso de pie y tomó la bandeja de Lucía con
una sonrisa. “Me demoré en la corte. Y como me perdí el almuerzo, pensé en
pasar y asegurarme que coma su refrigerio.”

Miró el contenido de la bandeja… compota de manzana y una especie de carne


en puré. Aunque Leena había perdido la capacidad de masticar, aún podía tragar.
Kellan intentó arreglar su agenda y almorzar todos los viernes con su esposa, y
darle a Lucia un pequeño descanso en su rutina.

“Estoy segura que ella está feliz de que esté aquí.” Lucia sonrió mientras
colocaba un paño bajo la barbilla de Leena. “Su dama aquí ha tenido un día
ocupado. Tuvo su baño esta mañana y le lavamos el cabello. Quería verse muy
bonita para su visita.”

38
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan respondió con una sonrisa agradecida mientras Lucia acariciaba


suavemente el cabello de Leena. Luego de que la enfermera dejó la habitación, él
quito la envoltura plástica de la comida, tomó la cuchara y se sentó junto a su
mujer.

“Bien, nena. Comamos.”

Tomando suavemente la barbilla de Leena, Kellan le separó los labios, y puso la


cuchara sobre su lengua. La alimentó como lo haría con un niño mientras la
mirada de ella permanecía fija en la pared, incluso mientras tragaba la comida que
le colocaban en la boca… la misma boca que solía hacer que la sangre de él
cantara, ya fuera mientras lo besaba o adoraba su polla.

Deja de torturarte, imbécil, se regañó mentalmente.

“Paul y Mary te envían su amor,” murmuró mientras retomaba pacientemente


su tarea. “Aún recuerdo cuando los cuatro fuimos a Branson. Rentamos ese bote y
encontramos esos chicos saltando de los acantilados. Creí que ibas a salirte de
maldito bote antes que Paul levantara el ancla. Estabas tan ansiosa por subirte a
ese precipicio y saltar al lago. Fueron buenos tiempos, ¿Cierto, mi amor?”

“Oh, sí. Mika también te envía su amor. Me dijo que vino a verte la semana
pasada. Te extraña…” la voz de Kellan se desvaneció hasta ser un susurro. “Todos
lo hacemos, niña.”

“¿Papi? ¿Qué haces aún aquí?” su hija, Hannah, estaba congelada en la puerta.
Su rostro se llenó de miedo. “¿Mamá… está bien?”

Su hija visiblemente perturbada temblaba. Kellan rápidamente colocó el plato y


envolvió a la joven en sus brazos.
“Está bien, calabacita,” le aseguró mientras besaba su cabeza. “Se me hizo
tarde en el trabajo y me perdí el almuerzo. Así que vine tan pronto como pude.”

Hannah exhaló fuertemente. Luego que Kellan la dejara ir, rodeó la cama y
besó a su madre en la mejilla. Él miraba a su hija de veintitrés años quitarse una
lágrima de los ojos mientras se sentaba en la cama junto a Leena.

Enlazando sus dedos con el cabello rubio de su madre, Hannah sonrió. “Hola
mamá. Ambos vinimos a verte al mismo tiempo. Creo que podríamos hacer una
fiesta ahora. Siempre te gustaban las buenas fiestas, ¿Cierto?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan sonrió suavemente mientas se inundaba de nuevo de recuerdos. Incapaz


de deshacerse en frente de su hija, contuvo sus emociones antes de proceder a
seguir alimentando a Leena. “¿Cómo van las clases, solecito?”

“Bien,” Hannah contestó estudiando el rostro relajado de Leena. “Me fue bien
en el examen de biología para el que había estudiado día y noche y eso me hace
feliz.”

“Excelente.”

Oír la voz animada de su hija, Kellan no tuvo que obligarse a sonreír esta vez.

“Estoy… estamos orgullosos de ti, amor. ¿Aún tienes problemas con tu profesor
de literatura?”

“Ugh,” ella gruñó. “Es un misógino. En verdad, alardeó ante la clase que su
tasa de reprobación de mujeres ahora estaba en un noventa por ciento. Pretendo
ser una del diez por ciento que tenía una vagina más linda que la de él y pasar esa
estúpida clase.”

Kellan se rio. “¿Cómo sabes? ¿Ya le viste la vagina?”

“Papá, no me hagas vomitar.” Le contestó. “Solo te garantizo que la vagina de


un elefante es más linda que la de él.”

“Bueno, tal vez no es un misógino después de todo.” Kellan sonrió. “Tal vez
sufre de envidia vaginística.”

Hannah echó la cabeza hacia atrás y se rio como lo solía hacer Leena. “Dios,
cómo te amo, papi. Dudo que alguna de esas chicas de mi hermandad hablen de
vaginas con sus padres.”

“Espero que averigües eso pronto,” Kellan dijo riéndose. “Síguele haciéndole la
vida miserable a ese profesor, nena.”

No necesitaba decírselo. Su hija le daría a ese cretino sexista un mal rato.


Hannah era como sus padres, no solo en apariencia, con el cabello rubio de su
madre y asombrosos ojos azules, sino que también era terca y determinada, por
un placer de vivir que le calentaba el corazón. Su hermosa Hannah era el orgullo y
la alegría de Kellan.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Oh, eso planeo.” Sus ojos brillaron traviesamente como lo hacían cuando era
niña. Kellan estaba agradecido que Hannah había venido a visitar a Leena. Su hija
había prevenido su lamentable viaje por los recuerdos, y pudo sacarle a Mercy de
la cabeza el resto de la visita. Fue solo después de despedirse de Leena y Hannah
y dejar el hospicio que la intrigante sumisa invadió de nuevo su mente.

Solo había pasado unas cuantas calles antes que pensar en Mercy le despertara
la polla. Temía que el único modo de sacársela del sistema fuera follando.

Frenando en una luz roja, Kellan maldijo y sacó su teléfono, buscando


rápidamente entre sus contactos.

“¡Joder! ¿Cómo es que se llama?” espetó disgustado. “¡Natalie! Eso es.”


Oprimió el número hasta que la luz cambió a verde.

De un modo u otro, Kellan estaba decidido a borrar a Mercy de su mente.

“Hola,” Natalie contestó en su acostumbrada voz suave y seductora.

“Voy en camino. Está preparada en diez minutos.”

“¿Diez minutos? Pero acabo de regresar del supermercado y…”

“O estás lista en diez minutos o cancelo el alquiler de tu apartamento. Si tu


compra es más importante para ti, tal vez es hora de que cada uno tome su
camino.” Gruñó.

“No, no hay necesidad de eso. ¿Estás bien? Suenas tenso. Es un día hermoso.
Podríamos dar un paseo o hacer un picnic en…”

“Esto no es una puta cita. ¿Necesito recitarte ciertas cláusulas de nuestro


contrato?”

“No. Yo… estaré lista.”


“Bien. Tengo solo media hora. Puedes encargarte de tu compra antes o
después de que me vaya. Estaré en un momento allá.”

Kellan colgó la llamada mientras el desprecio por sí mismo lo apretaba.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Aunque Leena había sido el amor de su vida, una vez aceptó el hecho de que
ella jamás se recuperaría, Kellan tuvo que buscar en su interior. Su esposa aún
poseía su corazón, pero ya no podía saciar sus necesidades sexuales. No quería
estar envuelto en algún desastroso enredo emocional. Había mucho en riesgo –
como su trabajo y su reputación – para estar buscando mujeres al azar en bares,
así que creó un perfil en un sitio de citas.

De las mujeres que respondieron, Natalie parecía lo suficientemente madura y


práctica para aceptar su atípica invitación. Ella tampoco tenía reparos en firmar el
acuerdo de no divulgación y un contrato que él mismo redactó. A cambio de un
apartamento y una mensualidad, Natalie aceptó ser un desfogue de las
necesidades sexuales de Kellan.

Y ahora, necesitaba ese desfogue.

Al llegar a Lake Bluff, las sombras de calma comenzaron a colorear su alma, y


el orden y el control se alinearon en su interior antes de llegar al apartamento de
Natalie. La trigueña de menos de cuarenta años con cuerpo tonificado y ojos
oscuros lo recibió en la puerta. Kellan irrumpió en el apartamento, quitándose la
corbata. Luego de cerrar la puerta detrás de él, Natalie se dio la vuelta y anduvo
por el pasillo hacia la habitación. Él dejó caer la mirada al suave contoneo de sus
caderas. Apagando sus emociones, Kellan dejó que su pensar primitivo tomara el
control. Para cuando llegó a la habitación, Natalie estaba acostada en el centro de
la cama, dispuesta y lista. Kellan se quitó la ropa mientras su polla se hinchaba de
sangre. Él abrió el cajón de la mesa de noche y tomó un condón. Abriendo la
envoltura de aluminio con los dientes, enrolló el látex sobre él y se subió a la
cama.

Se cernió sobre ella por un momento. “Lamento haber sido tan cortante al
teléfono…”

“Está bien. Hagámonos sentir bien.”

Con un gruñido, se enterró en ella. Natalie se arqueó y gimió. Kellan cerró los
ojos. Se movió dentro y fuera de sus paredes calientes y cómodas mientras la
mente se le llenó de imágenes de Mercy apretándole la polla. Un estremecimiento
de pánico danzó por su espalda y Kellan abrió rápidamente los ojos. Miró a la
almohada bajo la cabeza de Natalie y se concentró en la creciente fricción que
envolvía su pene. Ella metió una mano entre ellos y se tocó el clítoris hasta que
ambos se corrieron. Un rubor familiar le tiñó las mejillas y le sonrió agradecida.

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ANHELANDO SU DOMINACION

La autoestima había recibido un golpe mortal cuando su esposo la abandonó


por otro hombre hace más de diez años. Igual que Kellan, ella también juró jamás
volver a amar.

“Te llamo pronto,” dijo él sobre su hombro mientas se enderezaba la corbata


en el espejo.

“Suena bien,” Natalie respondió. Se bajó de la cama y se colocó la bata. “Te


acompaño a la puerta.”

Su despedida fue cordial…como siempre, igual que el recurrente vacío que se


colaba en el fondo de su pecho iba a casa.

Kellan calmaba el vacío intentando convencerse de que se sostendría con el


alivio que Natalie le brindaba. Pero no podía engañar a nadie, ni siquiera a él
mismo. Ella no era más que una medida temporal… una bandita que tapaba un
hueco, una herida mortal que jamás sanaría.

Podrías tenerlo todo con Mercy.

“No,” gruñó rápidamente desestimando la voz de su cabeza.

Ya había perdido la cabeza con la provocadora sumisa. No podía también darse


el lujo de perder el corazón por ella, aunque en realidad, Kellan sospechaba que ya
lo había perdido.

Pero hacerle caso a esos sentimientos estaba totalmente fuera de discusión.

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO TRES
MERCY SE MANTUVO PACIENTE de pie en el recibidor del Club Génesis,
charlando con sus amigos Woody y Maple. Mientras el trio esperaba a que Dark
Desire y su Ama, Lady Ivory les permitieran la entrada, Mercy se mantuvo callada
sobre cómo se desmayó en los brazos de Kellan. Había reglas estrictas sobre el
anonimato, así que se mordió la lengua para proteger la verdadera identidad de Sir
Justice.

Mercy se concentró en relatar el decepcionante resultado del juicio.

“Creo que la ama Monique planea hacer una escena conmigo esta noche,”
Woody dijo alegre.

“¿De verdad?” Maple sonrió. “¿Tienes miedo?”

“No. Pero sí muchos nervios,” respondió en voz baja. “No quiero


decepcionarla.”

“Detente. Ahí.” Mercy levantó la mano. “Yo tampoco quería decepcionar a Kerr,
y mira lo que me trajo. Sé tú mismo, Woody. Si no te gusta algo que ella haga,
díselo.”

“Escúchala, muchacho,” el amo Lewis – un dominante que había perseguido a


Mercy para que hiciera una escena con él desde que se unió al club – intervino.
“Ella tiene razón. La comunicación honesta y abierta es un deber en este estilo de
vida.”

“Sí, señor.” Woody asintió.

“Buen chico.” Lewis se giró y le sonrió a Mercy de modo expectante. “¿Y qué de
ti, sexy Symoné? ¿Estás lista para comunicarte y negociar una escena conmigo?”

Me gustaría enseñarte si pudiera, ángel, pero no puedo.


Las palabras de Kellan rugieron en su cabeza cortándola hasta los huesos con
una fatalidad que no podía negar. El dominante que ella deseaba la rechazó. Lo
había hecho gentilmente, pero igual fue un rechazo. Mercy tenía que ampliar sus

44
ANHELANDO SU DOMINACION

horizontes… comenzar a mirar a otros dominantes o su sumisión estaría en riesgo.


Ella no quería ser de esas sumisas sin esperanza, suspirando por cada dominante
que pasara por su lado, con expresión de tómame.

Lewis no tenía punto de comparación con Kellan, pero sentarse y esperar un


milagro, como que Justice la atara a una cruz, era una fantasía irrealizable. Era
hora de comenzar a meter ese culo sumiso en el juego.

“Gracias, señor. Sería un honor negociar una escena contigo.”

O intentarlo. Mercy no sabía nada sobre negociar una escena.

“Excelente,” él casi gritó feliz. “Sé lo que ese cretino de Kerr te hizo pasar.
Confía en mí. Seré tan gentil como un cordero y te llevaré lentamente al
subespacio. Hablaremos más dentro del calabozo.”

Lewis pasó al podio, y con un guiño más grande que su sonrisa, pasó por la
cortina de terciopelo.

“¿Me hiciste eso a propósito?” Susurró Maple suavemente.

“¿Hacerte qué?” Preguntó Mercy mientras Woody presentaba su licencia de


conducir a la pareja que manejaba la lista de miembros.

“He estado intentando llamar la atención de Lewis por meses,” sSiseó Maple.

“¿Sí?” Mercy parpadeó sorprendida. “¿Por qué no me dijiste?”

“Porque sabía que me lo ibas a robar, como lo hiciste con Kerr.”

Una ira blanca y caliente llenó las venas de Mercy. “Espera un momento.
Primero, jamás, me robaría un dominante de ti ni de ninguna sumisa. Segundo, si
hubiera sabido que te interesaba Lewis, hubiera rechazado su ofrecimiento. Lo he
estado rechazando casi cada noche desde que comenzamos a venir aquí. Y, por
último, Kerr te usó tanto como me usó a mí.”

“Olvídate de Kerr,” ella espetó. “¿Me estás diciendo que Lewis ha estado
husmeando a tu alrededor todo este tiempo?” Maple resopló mientras se movía
hacia el podio.

“No es como si lo hubiera incitado. Lo arreglaré.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Tú no tienes que incitar a ningún dominante. ¡ Todos te desean! No necesito


que me hagas ningún favor. Lewis obviamente no está interesado en mí. Ve y
diviértete con él. Yo encontraré otro dominante.” Maple levantó la nariz, se dio la
vuelta y se alejó.
“Bienvenida a otro dramático episodio de mientras gira el calabozo,” Dark
Desire, el gran sumiso sin camisa y en pantalón de cuero y un gran collar de plata
en su cuello, bromeó con la voz de un presentador de televisión.

“¿Verdad?” Mercy resopló y le dio su licencia. Las palabras celosas de Maple


giraron en su cabeza. Entre más se enconaban, más enfadada se ponía.

“Intenta divertirte esta noche, Symoné.” Lady Ivory le sonrió apoyándola.

“Gracias, señora. Eso haré.”

Cuando Mercy cruzó la cortina, Lewis estaba esperándola y prácticamente se le


vino encima. Apretó su codo y la llevó más adentro en el calabozo. Él le soltó una
avalancha de preguntas tan rápido que a ella la cabeza le dio vueltas. La ansiedad
le trepó por la espalda mientras el pesar le bombeó en las venas. ¿Por qué había
aceptado a hacer una escena con este tipo? Una capa resbaladiza le brotó de los
poros entre más cosas él le preguntaba. Los ojos de Mercy buscaron desesperados
a Kellan en el calabozo y no podía encontrarlo.

“¿Y bien? ¿Qué dices, niña?” Le preguntó Lewis entusiasmado. “Vamos, no seas
tímida.”

“Lo… siento, pero no creo que esté realmente lista para una escena después de
todo.” Ella tartamudeó.

“Claro que lo estás. Solo estás nerviosa. Como dominante, te juro que honraré
tu palabra de seguridad durante nuestra escena.” Lewis se detuvo solo para tomar
aire y continuar. “¿Cuál es? Digo, tu palabra de seguridad. La debo saber antes de
empezar.”

¿Por qué?

¿Planeaba golpearla hasta que gritara la palabra, como lo hacía Kerr? Un


helado terror la llenó. La idea de las manos de Lewis acariciando su piel o su polla
entrando en su coño mientras todos miraban en el calabozo, incluido Kellan, le
revolvió el estómago.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Solo había un dominante al que ella quería darle su sumisión, y ciertamente no


era Lewis.

Mercy volvió a mirar con desesperación al calabozo.

Kellan no aparecía.

Se zafó del agarre de Lewis, murmuró una disculpa y zigzagueó a través de los
miembros mientras se dirigía al baño de mujeres.

Temblando como una hoja, caminó hasta que casi estaba hiperventilando.
Mercy se dobló sobre el lavabo y se salpicó agua fría en el rostro mientras tomaba
bocanadas de aire. La puerta de repente se abrió y entró Samantha – la antigua
ama Sammie, que dejó su látigo de dominatriz por el collar del amo Max. Se movió
detrás de Mercy y le frotó suavemente la espalda.

“¿Qué pasa, Symoné? Vi que entraste aquí pálida y temblorosa como si


hubieras visto un fantasma. Kerr no se ha metido aquí al club, ¿Cierto?”

“No,” Mercy tomó un puñado de toallitas de papel y se secó el rostro.

“Bien. Estaba hace un rato en la oficina de Mika cuando Sir Justice llegó y le
contó lo que ocurrió en la corte hoy. Me quema el culo que ese estúpido juez no
encerrara a ese animal.”

“¿Kellan está aquí?”

“¿Kellan?” Samantha sonrió. “Sí, pero no he visto a Sir Justice bajar todavía de
la oficina de Mika. Tal vez siga allí. Dime qué sucedió en el calabozo que te alteró.”

“Nada. Algo. No lo sé. Tal vez me aterré por nada.”

“Ven conmigo.” Samantha la guio gentilmente a la puerta.

Mercy se detuvo y negó con la cabeza. “Aún no quiero salir.”

“No te llevaba al calabozo sino a mi habitación para una charla de chicas.”

“Oh, eso sería genial.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy siguió a Samantha afuera del baño hacia el pasillo de habitaciones


privadas. Al llegar a su destino, un cuerpo tibio se acercó a Mercy. Ella se tensó
pensando que Lewis no quería rendirse en su búsqueda y la había seguido para
presionarla para jugar. Cuando miró sobre su hombro, no era Lewis quien la
miraba sino Kellan. Su expresión le dijo que estaba enfadado y listo para escupir
clavos.

Antes que tan siquiera pudiera saludarlo, él le apretó el codo y frunció el ceño.
“¿Qué te dijo Lewis que te alteró?”

Su toque encendió ese acalorado despertar sexual dentro de ella. El hombre


era como un afrodisiaco andante.

“Nada.”

“No me mientas, ángel. ¿Qué te dijo?”

“Quería hacer una escena conmigo, como siempre. Lewis ha estado fastidiando
desde que me uní al club. Cuando me lo pidió esta noche otra vez en el recibidor,
le dije que yo…”

“¿Así que vas a dejar que Lewis haga una escena contigo?”

El tono de Kellan denotaba sarcasmo… ¿O eran celos? ¿Por qué le importaba si


quiera? No era que Sir Justice la atara a una cruz para jugar.

“Lo iba a hacer, pero decidí no hacerlo.”

Samantha no dijo una palabra. Simplemente giraba la mirada entre los dos
antes de abrir la puerta.

“Gracias, Samantha. Yo me encargo desde aquí.” Kellan casi la echó mientras


que con el pie mantuvo la puerta abierta.

“Quédense lo que deseen, señor.” Una sonrisa conocedora le curvó la boca a


Samantha.

“Estaré en el bar si alguno de ustedes me necesita.”

“Espera. Pensé que tú y yo íbamos a hablar.” Mercy odiaba el tono de pánico


con el que habló.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Esto no tardará mucho,” Kellan dijo lentamente. Samantha asintió y le dio un


guiño de apoyo a Mercy antes de alejarse.

Kellan la guio hacia el interior de la habitación y se sentó en la cama,


sentándola junto a él.

“Supongo que Lewis te riñó por cambiar de opinión.”

“No.”

“Bien. ¿Exactamente qué fue lo que te dijo que te asustó?”

“Quería saber mi palabra de seguridad.”

“¿Y?” Justice presionó confundido.

“Y eso me asustó. Digo, la única razón por la que él necesitaría saberlo es si


pretendía darme una paliza hasta que tuviera que usarla. Tal vez sea ingenua
cuando se trata de ciertos aspectos de este estilo de vida, pero no soy estúpida.
De ninguna manera voy a permitir que cualquier dominante que apenas conozco
me ate a una cruz y haga conmigo lo que le plazca.”

Kellan soltó una suave risita.

“¿Qué es tan divertido?” Mercy dijo con ira.

“Nada, solo que adoro tu actitud.” Se puso serio rápidamente. “No deberías
permitir que ningún dominante haga lo que le plazca. Para eso son las
negociaciones. En cuanto a tu palabra de seguridad, jamás hagas una escena con
un dominante que no la conozca es el único modo en que sepan si estás en
problemas y necesiten detenerse con la escena.”

“No lo pensé así.” Bajó la cabeza y soltó un gruñido.

“¿Para qué creíste que era la palabra de seguridad?”

“Kerr me dijo que la usara cuando ya no pudiera tolerar el dolor.”

“Asumo que nunca negociaste tus escenas con él.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Ella negó con la cabeza. “No. Solo me ordenaba que me inclinara y me callara
hasta que terminara. Ni siquiera sé cómo negociar una escena.”

Kellan cerró los ojos e inhaló profundamente. Sus fosas se dilataron mientras
sus labios se apretaban en una delgada línea. Luego de varios segundos, farfulló
una maldición y la miró de modo que no admitía ninguna negociación.

“Mañana te recojo a las siete y media para que vengas a la reunión de sumisos.
Desayunamos y venimos al club. ¿Entendido?”

Mercy asintió. El tono vehemente de su orden se deslizó por su piel como miel
tibia. Esa era la clase de control que ansiaba que él tuviera sobre ella. Los pezones
se le apretaron y palpitaron al tiempo con el creciente dolor entre sus piernas. La
abrumadora necesidad por su dominación la estaba quemando viva, pero era más
que eso. Ella ansiaba este hombre con un hambre primitiva y visceral.

Mercy temía que, si no podía convencerlo de apagar el incendio sumiso dentro


de ella, pronto terminaría hecha cenizas.

¿Qué lo detenía? ¿Por qué no la sacaba del calabozo y comenzaba a enseñarle


a complacerlo? ¿No era lo suficientemente atractiva? ¿Querría él una sumisa
experimentada? ¿Su diferencia de edad era demasiada para él?

Todo lo que Kellan le dijo fue que no podía entrenarla. Pero no le dio ningún
detalle… no le dio una razón tangible para su rechazo. No saber el porqué de ello
le cercenaba el alma.

Mery se cansó… cuestionar su deseabilidad como sumisa y como mujer…


suficiente de llenarse la cabeza con demasiadas preguntas. Quería respuestas,
maldita será. Y pretendía conseguirlas.

Haciendo acopio de todo su valor, levantó la barbilla y lo miró a los ojos. “Dime
por qué no puedes entrenarme. Si es porque tienes calcetines más viejos que yo,
déjame asegurarte que emocionalmente soy lo suficiente madura para lidiar con tu
dominación.”

La expresión de él se suavizó. “No se trata de la edad.”

“¿Entonces qué es? Si no soy lo suficientemente sumisa, trabajaré más fuerte…


cambiaré. Solo, por favor, dame la oportunidad de demostrar lo que tengo en el
corazón.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Maldito sea su orgullo. A Mercy no le importaba rogar. La sumisa en ella


ansiaba rogar más… para revolverle la dominación lo suficiente que tomara el
control e iluminara su camino confuso y oscuro.

Kellan se tensó. Un sonido salvaje, como un rugido estrangulado, retumbó en


lo profundo de su pecho. Su expresión se endureció, revuelta con una mirada de
dolor, mientras el fuego y el hambre ardían en su mirada. Con urgencia la tomó de
la nuca y la acercó a su boca, reclamándola en un beso apasionado.

La electricidad se disparó a través de ella, encendiendo cada célula de su


cuerpo.

Los labios de él eran tibios, firmes y hambrientos mientras la devoraban.

Mercy estaba suelta en sus brazos.

Ella gimió y le devolvió el beso, luchando por devolver el hambre feliz y


palpable con que él la cubría.
Le tronaba el pulso en los oídos.

Kellan arrastró la lengua por el borde de los labios de ella.

Mercy gimió, abrió la boca dándole la bienvenida.

El beso se tornó crudo… urgente.

Sus lenguas se enredaron en una calidez resbaladiza y húmeda.

El olor masculino la mareaba.

El cuerpo de Mercy pulsó y palpitó bajo la piel hormigueante.

Estaba perdida…perdida en la textura y el sabor de este magnífico hombre.

Kellan envolvió uno de los senos de ella con una enorme mano.

A través del corsé, el calor de su toque le marcó la piel.

Su clítoris palpitaba.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Sus pezones le dolían y se apretaban.

Se aferró a sus hombros. Absorbiendo el calor rodando de él, ella se sostuvo en


él con su vida. Arqueándose contra la mano de él, ansiaba sentirlo deslizando su
pulgar sobre los picos hinchados. Ella necesitaba algo más… necesitaba que Kellan
se llevara su necesidad… o que la aumentara. En el momento, Mercy no sabía qué
ansiaba más… no le importó.

Pero a Kellan sí sabía lo que ella necesitaba y rozó un pezón para tragarse un
gemido de deleite.

Contestando a su llamado, él gruñó acunándole el seno.

Sin aviso, él se separó de la boca de ella y retiró la mano como si lo quemara


con ácido. Sus ojos se abrieron de par en par. Como un caleidoscopio, un millón de
emociones se pasaron por su rostro. Pero era la perentoria expresión de horror lo
que le dio el certero golpe a la hoguera que ardía en el interior de ella.

Mercy encontró mucho más desencantador cuando Kellan saltó de la cama y


salió corriendo por la puerta.

“Te recojo en la mañana.”


Mercy parpadeó, y se encontró sola. Se llevó los dedos a la boca.

La puerta se cerró con una finalidad brutal.

El hormigueo de su beso aún prevalecía en sus labios.

A través de ella picaron la impresión, la decepción y la confusión.

La ira luego los desplazó y se elevó como un cohete en su interior.

“¿Qué. Putas?” ella maldijo “¿Me besa hasta curvarme los dedos de los pies,
me enciende y luego huye por la maldita puerta? ¿En serio? ¿Qué clase de juego
está jugando este imbécil?”

Saltando de la cama, Mercy se paseó. Desesperada por encontrarle sentido al


beso de Kellan y su abrupta retirada, no pudo. Estaba demasiado confundida por
el pulsar caliente y pulsante que envolvía su cuerpo.

“¡Argh!” gruñó. “¿Qué diablos hago aquí?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy se desplomó en la cama y se cubrió el rostro con las manos.

La noche se volvió un puto desastre.

Ella había venido al club para pasar tiempo con los otros sumisos, ver y
aprender de las diferentes sesiones, y ojalá poder lograr que Kellan la saludara.
Aunque había disfrutado el beso mucho más que lo que hubiera disfrutado un
saludo, que él saliera por la puerta como si tuviera el culo en llamas
definitivamente la desconcertó.

Miró a la puerta y soltó un suspiro contrariado. Aunque la idea de quedarse en


la habitación de Samantha toda la noche era muy atractiva, Mercy le debía una
disculpa a Lewis. Un estremecimiento la sacudió. Tener que estar cerca del
hombre otra vez le erizaba la piel. Prefería pasar la noche junto a Kellan.

Tocándose los labios una vez más, Mercy cerró los ojos y reprodujo el potente
beso en su mente.

“¡Maldita sea! ¿Por qué se fue?” se quejó en voz alta. “Podríamos estar
sudando y retozando ahora. Podría tener mis piernas envolviéndolo mientras metía
su enorme polla en mi… estirándome… llenándome, hasta que los dos estalláramos
gritando de éxtasis.”

Mercy estrelló el puño contra el colchón y se puso de pie. Paseándose, intentó


aminorar la mezcla de ira y lujuria.

“Oh, ¡A la mierda esto!”

Con un gruñido, abrió la puerta y avanzó por el pasillo, donde se encontró con
varias parejas que se dirigían a sus habitaciones privadas para divertirse con el
BDSM. Una punzada de envidia le atravesó el corazón. Cuando entró en la
mazmorra, las imágenes y los sonidos de los sumisos encontrando su satisfacción
no hicieron más que aumentar su mal humor.

Rápidamente se convenció que la noche era una causa perdida y decidió irse a
casa. Un baño caliente de burbujas y un par de copas de vino sonaban mucho más
atractivas que esperar, desear y rezar porque Kellan la alzara del suelo y la atara a
una cruz o a una banca de azotes.

¡Maldita sea!

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ANHELANDO SU DOMINACION

Era más que patética.

Mercy iba directo a una fiesta de auto compasión en toda regla, con torta,
serpentinas y globos llenos de helio. Lo único que le faltaba eran los malabaristas y
los payasos.

Con la cabeza agachada, evitando la mirada de los miembros, pasó por la


cortina de terciopelo solo para encontrarse con Savannah y sus dos amos, Nick y
Dylan.

Aunque Savannah se había vuelto una amiga muy querida – luego de que ella y
sus amos, junto con el amo de Samantha, Max la habían rescatado del club de
Kerr – el hecho de que Savannah tuviera dos amos cuando Mercy no lograba ni
captar la atención de uno le irritaba.

“No te vas a ir, ¿Verdad, Symoné?” Savannah frunció el ceño.

“Sí. Es que… no me siento bien esta noche.”

“¿Puedo hablar unos minutos con Symoné, por favor?” Savannah miró a sus
amos con súplica. Los dos fornidos hombres asintieron a la vez.

“Te vemos adentro, gatita,” Dijo Dylan antes de que él y Nick entraran al
calabozo.

Mercy siguió a Savannah a una esquina tranquila en la parte más apartada del
recibidor, lejos de los miembros que anunciaban su llegada. En una pequeña mesa
rodeada de sillas abullonadas, las dos mujeres se sentaron.

Una mirada de preocupación se plasmó en los ojos de Savannah. “¿Qué


sucede?”

“Como te dije, no me siento bien.” Mercy se encogió de hombros.

“No me como ese cuento. Suéltalo, hermana.”

“Bien.” Mercy sabía que era pésima mentirosa. “Lewis me acosó otra vez, solo
que esta vez acepté.”

“¿Hiciste una escena con él?” los ojos de Savannah se abrieron grandes.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No. Cambié de opinión.”

Durante los siguientes minutos, Mercy le comentó a su amiga todos los detalles
escabrosos de la noche, terminando con el abrumador beso de Sir Justice y
posterior huida. Cuando terminó, Savannah se recostó en la silla con una sonrisa
come mierda.

“Le gustas a Sir Justice. Pero pareciera que no está seguro.”

“Eso es. Y no va a hacer nada al respecto… ¡Nunca!”

“Dale tiempo para que se decida. Tengo el presentimiento que va a cambiar de


opinión.”

Mercy negó con la cabeza. “No. Lo he hecho todo, menos quitarme la ropa y un
baile de striptease. No le intereso.”

¿Entonces, qué pasó con ese ardiente beso?

Mercy no tenía idea. Ella estaba demasiado obsesionada con el deprimente


resultado.

“Mira, te he robado de tus amos mucho tiempo. Disfruta tu noche. Me voy a


casa.”

Incluso antes que los ojos de Savannah se fijaran más allá de los hombros de
Mercy, ella sabía que Kellan estaba cerca. Como de costumbre, los vellos de su
nuca se levantaron y un estremecimiento se le subió por la espalda. Era como si él
hubiera activado su cuerpo con una alarma silenciosa que se disparaba cada vez
que él le clavaba su mirada analítica. Encontró la sensación perturbadora pero
extrañamente reconfortante de modos que no podía definir.

“No mires,” Savannah susurró. “Pero el Señor besa y huye está parado cerca al
podio detrás de ti, mirándote como un halcón. Vuelve al calabozo. Puedes sentarte
con mis amos y conmigo.”

Mercy negó con la cabeza de modo casi perceptible. “Gracias, pero he tenido
un día loco, confuso e infamemente estresante. Debí quedarme en casa y
acurrucarme en el sofá en pijama.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Oh, por Dios, cierto. Hoy era el juicio. ¿Qué pasó con Kerr?”

“Perdí. Él sigue libre para atrapar y aterrorizar sumisas a su antojo.”

“Lo siento. Maldición, eso de verdad es horrible. Si necesitas hablar o


simplemente pasar el rato o algo… llámame, ¿De acuerdo? Incluso te ayudaré a
solucionar las cosas con…” Savannah levantó la barbilla señalando a Kellan.

“No hay nada que solucionar aquí… pero te llamaré. Tal vez podamos almorzar
pronto.”

“Claro. Hagámoslo.” Savannah asintió emocionada mientras se ponía de pie.


Luego de inclinarse para abrazar a Mercy, se alejó.

Intentando aplacar sus nervios, Mercy se quedó en la silla, mirando a la pared


por varios minutos. La mirada de Kellan la calentaba de adentro hacia afuera. El
atenazante dolor de sentir sus labios y manos sobre ella de nuevo la hacían querer
gritar. En vez de eso, se puso de pie y miró sobre su hombro. Kellan estaba
recostado en la pared, con los brazos cruzados sobre su fuerte pecho, y ojos
azules quemándola con una mirada hambrienta. Se fijó en sus labios y el pulso se
le aceleró. Mercy quería trepar por ese cuerpo largo y duro, como King Kong trepó
el Empire State, envolver a Kellan con brazos y piernas, y besarlo hasta que el
caos en ella se calmara. Aunque la idea era infernalmente tentadora, no curaría su
fascinación sin esperanza, sino que lo convencería que ella era patética. No, atacar
al hombre no cambiaría su situación desesperanzadora.

Forzando una sonrisa débil, Mercy asintió levemente en su dirección y dirigió la


mirada a la puerta principal. Mientras se abría camino entre los miembros, la
mirada de Kellan le rasgaba la espalda, poniéndole la piel de gallina.

Cuando salió del club, el aire frio de la noche le perforó la piel como agujas.
Mercy bajó la cabeza y caminó hacia su auto, buscando las llaves en su bolsillo. Y
de la nada, sintió una mano sujetarla del brazo. Antes que pudiera procesar qué
sucedía, ella se encontró cara a cara con Kerr.

Como una bomba, el miedo explotó en ella.

“¡Quítame las manos de encima!”

Su tono indignado solo hizo que la sonrisa libidinosa de él se ensanchara.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No lo creo, cariño,” Gruñó Kerr.

Apretó su agarre y la jaló hacia él. Mercy sintió algo duro presionándole las
costillas. Miró y vio el cañón de un arma presionándole el costado.

“Mis manos sobre ti debería ser la menor de tus preocupaciones. Tu y yo


tenemos asuntos que resolver.”

El pánico se elevó en su interior como un tsunami. Mercy miró aterrada a la


cámara instalada sobre la puerta del club. En ese mismo instante, Kellan salió.
Cuando vio a Kerr agarrándole el brazo, la furia se apoderó de él.

Mercy rezó para que Kellan viera el arma y no intentara nada heroicamente
estúpido. Fuera lo que fuera lo que Kerr había planeado para ella, quería creer que
podría sobrevivir. Pero ver cómo mataba al hombre que amaba la haría pedazos.

¿Amor?

Incluso frente a semejantes circunstancias tan nefastas, Mercy casi se rio.


Había necesitado un horrible acto de violencia para que ella se diera cuenta que la
había cagado enamorándose de un hombre que no la deseaba.

Al mejor estilo de la ley de Murphy.

“Symoné, necesito que entres de regreso conmigo. ¡Ahora!” Ladró Kellan.

“No va a poder obedecer tu orden esta vez, Juez.” Dijo Kerr en tono plano.
Levantó el arma apuntando a la cabeza de Mercy y sonrió. “Si no te das la vuelta y
te alejas, esparciré sus sesos por toda la acera. Es la verdad, solo la verdad, y
nada más que la verdad, con la ayuda de Dios.”

Su cuerpo adormecido por el frio y el miedo tembló. Un gemido se escapó de


sus labios mientras miraba a Kellan rogándole en silencio que siguiera sus órdenes.
Pero antes que Kellan pudiera mover un músculo, la puerta del club se abrió
abruptamente. Mika y dos fornidos monitores de calabozo corrieron hacia la acera.
“Suelta el arma, Kerr. No puedes matarla ahora. Tienes demasiados testigos.”
La voz de Kellan era tan dura como el acero y fría como el hielo. “¡Déjala ir!”

En la distancia, Mercy podía oír las sirenas ulular. Las lágrimas corrieron por su
rostro. Estaba aterrada de que ese demente la matara antes que llegara la ayuda.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Kerr se tensó. Solo que no era el Kerr que una vez ella conoció. Este hombre
era un monstruo. Un hecho confirmado por su expresión de locura. Congelada del
miedo, miró cómo más miembros salían del club. Sus jadeos y murmullos la
llenaron de mucho más miedo.

“Ya lo oíste,” Gritó Mika mientras levantaba un arma y cargaba la cámara.


“Déjala ir, o te vuelo la cabeza Kerr. ¿Oyes las sirenas? La policía viene por ti. Baja
el arma, o te vas de aquí en una bolsa de cadáveres. Tú decides.”

El miedo destelló en los ojos de Kerr. Su rostro se torció de odio y furia.

“No vales tanto para ir a la cárcel, puta,” espetó en una voz diabólica. “Pero no
te preocupes, Symoné… pronto volveré a llevarme tu vida.”

Con un fuerte empujón, Kerr la lanzó al pavimento. El concreto le golpeó el


hombro y el brazo. El dolor explotó en su cráneo y luces destellaron detrás de sus
ojos cuando la cabeza le rebotó contra el pavimento.

Una cacofonía de pasos – unos alejándose y otros dirigiéndose hacia ella –


bombardeó el cerebro de Mercy como martillos.

Kellan la tomó en sus brazos y la acunó en su pecho.

“Te tengo, ángel. Te tengo,” susurró con la voz llena de angustia.

Envuelta en la seguridad de sus brazos, se acurrucó, sumergiéndose en el calor


de su cuerpo. Presionó la cabeza contra él mientras sus susurros retumbaban en
su pecho.

“Llévala adentro, Kell.” La voz de Mika temblaba de ira. Mercy parpadeó hacia
el propietario del club, quien permanecía de pie y se dio la vuelta para gritar.
“¡Que alguien me traiga a Brooks aquí, ya!”

Ella sabía que Mika solo intentaba ayudar, pero su grito le tronaba el cerebro
como un gong.

Mercy cerró los ojos y se estremeció.

“No te vas a desmayar otra vez encima, ¿Cierto?” Susurró Kellan.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Obviamente estaba intentando alivianar el ambiente, pero la preocupación en


su mirada y la mueca en sus labios no tenían una gota de humor.

“No señor. Voy a mantenerme despierta con la esperanza de que me beses de


nuevo.”

Kellan se puso de pie y la levantó del suelo. Mercy presionó una mano en su
frente y cerró fuertemente los ojos.

“Debería azotarte el culo hasta dejártelo rojo por salir del club sola. Me quitaste
veinte años de vida… veinte años que no me sobran,” la regañó en voz baja
mientras la llevaba adentro.

“Por favor… bien puedes azotarme,” murmuró para él solamente.

“Eres una pequeña descarada.”

Aunque su petición descarada aminoraba el miedo que tenía plasmado en el


rostro, no le borraba a él por completo la angustia.

“¿Dónde te duele, Symoné?” el doctor y amo Sam Brooks – quien la curó luego
de su primer altercado con Kerr – preguntó mientras se acercaba a Kellan.

“En todos lados,” Gruñó Mercy. “Siento que la cabeza me va a estallar, y me


arde el codo, igual que el hombro y la cadera.”

“Bien. Déjame mirarte. Justice, ¿Podrías acostarla aquí en la alfombra un


minuto? Si es necesario ahora la movemos a mi habitación privada.”

“Tenemos que dejarnos de encontrar así, amo Sam,” Siseó Mercy mientras
Kellan la acomodó en el suelo. “Tu chica va a pensar que intento coquetearte.”

“Sé que no.” Dijo Cindy, la sumisa de Sam, con una suave sonrisa. Se agachó
junto a su amo antes de colocar varios implementos en el suelo fuera de la vista
de Mercy. “Alguien debe sacar a Kerr del camino y sacarnos de esta miseria.”

“Mika estaba listo para eso si Kerr hubiera jalado el gatillo.”

“Pero te hubiéramos perdido.” Cindy frunció el ceño. “Es un intercambio que no


estamos dispuestos a hacer.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No. No. No.” Savannah se abrió paso entre la multitud entre sollozos.
“Estoy bien.” lLe aseguró Mercy, viendo cómo el rostro de su amiga se bañaba
en llanto. “No hubo sangre esta vez. Estoy bien.”

“Me temo que sí estás sangrando, ángel.”

Ella miró a Brooks, mirando en silencio cómo él y Cindy se colocaban guantes


quirúrgicos. Fue ahí cuando Mercy se dio cuenta que Kellan aún le sostenía el
cuello. Franjas de sangre estaban salpicadas sobre la camisa de algodón de él.

“¿Me sangra el hombro o el codo?” Mercy preguntó.

“Voy a sentarte. Avísame de una vez si te sientes enferma,” Le ordenó Brooks


ignorando su pregunta.

“Está bien.” Mercy miró a Kellan ansiosa. “¿Qué me sangra?”

“La parte de atrás de tu cabeza, ángel. No te preocupes. Sam te va a mejorar.


Es el mejor cirujano que tenemos.”

“Soy el único cirujano que tienen aquí,” Se rio Brooks.

“Por eso eres el mejor.” Intervino Mercy.

“Claro que sí,” Brooks le brindó una amplia sonrisa antes de ponerse serio y
concentrarse en su cabeza.

Ella podía sentirlo separarle con cuidado secciones del cabello.

“No quiero puntos, doc. No dejaré que nadie me afeite la cabeza,” Protestó
Mercy.

“Si los necesitas, Sam te la afeitará sin miramientos,” La regañó Kellan.

Su tono inflexible la llenó de un tibio resplandor. Si solo él pudiera tomar la


iniciativa, Mercy estaba lista y dispuesta para obedecer todas sus órdenes.

“¿Kerr le hizo esto?” Mellie, la hermana mayor de Savannah, preguntó


impresionada.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Sí. Perdió la pu…maldita cabeza,” Samantha soltó con rabia. “¿Era así cuando
eras su sumisa?”

Mercy giró la cabeza para ver quién diablos le hablaba. Cuando Mellie se
mordió el labio y negó con la cabeza, Mercy parpadeó sorprendida.
“¿Tú… estuviste con Kerr?”

“Hace años,” explicó Mellie. “Cuando vivía en Kansas. Él siempre fue un imbécil,
pero no era violento. ¿Qué le sucedió?”

Así que no soy solo yo la que notó que él cambió. Tal vez ahora está
realmente loco.

Aunque ninguna pudo explicar su extraño comportamiento, Mercy se sintió


consolada en el hecho que sus acciones amenazantes no estaban en su mente.

Sam oprimió algo frio y picoso en el cráneo de ella. “Esto puede que arda un
poco.”

“Ouch.” Ella enterró las uñas en el brazo de Kellan. “¿Un poco? Creo que
mucho.”

“Mal necesario,” Farfulló Sam. “Necesito limpiar esto para poder ver mejor.”

“Cuidado con las garras, gatita, o pronto estaremos sangrando los dos,” le
advirtió Kellan con una sonrisa torcida.

Mercy retiró la mano. “Perdona.”

“Solo bromeo, ángel.” Le colocó una mano en la muñeca para colocarle la


mano de regreso en su brazo. “Puedo soportarlo.”

“Esa es mi línea… cuando me azotes, señor.”

Su comentario provocador no pretendía seducirlo, en verdad. Ella intentaba


aplacar el miedo residual que tamborileaba dentro de ella. No es costumbre que un
loco te presione un arma e la cabeza o que te des cuenta que te enamoras… como
una idiota.

Una mirada de lujuria animal ardió en los ojos de Kellan, borrando las líneas de
preocupación de su rostro. “Maldita sea, ángel,” murmuró por lo bajo.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Sin aviso, el estómago de ella se revolvió y la boca se le comenzó a aguar.


“Aléjate. ¡Aléjate!”

“¿Qué pasa?” preguntó.

“Voy a vomitar.”
Kellan tomó una toalla del suelo, unió las esquinas en un nudo flojo, y mantuvo
la tela bajo su barbilla. Mercy lo miró con expresión de me debes estar tomando el
puto pelo mientras el contenido de su cena comenzaba a ir en ascenso.

“Toma.” El amo de Savannah, Nick colocó una caneca entre las piernas de
Mercy.

Ella se aferró al borde del recipiente y procedió a expulsar sus entrañas.

“¿Sam?” la voz de Kellan estaba plagada de ansiedad.

“Hora de llevarla a urgencias, para estar seguros,” contestó el doctor.

“No quiero ir al hospital,” gimió Mercy.

“Mala cosa. Vas a ir y yo te voy a llevar.”

El tono inflexible de Kellan la hubiera hecho estremecer si no estuviera


vomitando en la caneca y su cabeza no estuviera palpitando como una perra.
Mercy levantó los ojos y miró a la gente que se cernía sobre ella mientras Brooks
envolvía su cabeza con gasa. El amo Lewis tenía a Maple – quien la miraba con
pesar – apretada a su lado.

Una sonrisa pequeña de satisfacción le curvó la boca.

“Lo siento,” Maple vocalizó. Las lágrimas le llenaron la mirada.

“Está bien,” Mercy susurró.

“Sí, niña. Vas a estar bien,” le aseguró Brooks, ignorante de que ella había
estado hablando con Maple “Una vez lleguemos a urgencias, te daremos algo para
el dolor. ¿Puedes pararte?”

Mercy asintió, y gruñó cuando una nueva ola de dolor reverberó en su cabeza.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Antes de tan siquiera intentar moverse, Kellan la levantó del suelo otra vez.
Mercy descansó su cabeza en el pecho de él, necesitando la tranquilidad y el
consuelo que le ofrecía. Cuando llegaron al vestíbulo, Mika estaba hablando con
dos oficiales uniformados. Kellan se tensó cuando los policías lo miraron
detenidamente. Era clara la sorpresa de ellos al ver al Honorable Juez Kellan
Graham en un club fetichista.

“Llevo a la señorita O’Connor al hospital Highland Park,” Kellan dijo en tono


plano. “Ella puede contestar sus preguntas allí, cuando pueda.”
“En breve estaremos allí, juez.” El oficial mayor asintió con cortesía.

El anonimato de Kellan había sido destruido por ella.

Una ola de culpa atravesó a Mercy mientras él la sacaba por la puerta. La


colocó en el asiento del pasajero de su auto antes de correr alrededor del vehículo
y deslizarse detrás del volante.

“Oh, Dios. Lo siento tanto.”

“No te preocupes, ángel,” Kellan dijo.

“¿Cómo no preocuparme? Te reconocieron en el club por mi culpa.”

“No. No es tu culpa. Pude haberme refugiado en alguna habitación de uno de


los miembros mientras Mika o Sam te llevaban al hospital. Yo solo me expuse. Fue
mi propia elección.”

“¿Y ahora qué pasa?”

Kellan se encogió de hombros. “Nada. Hablaré con el oficial Amblin en el


hospital. Él se encargará de todo. No te preocupes. Todo lo que quiero es que te
centres en mejorar.”

“Tan pronto como me pase este dolor de cabeza, estaré bien.”

Kellan extendió la mano y enlazó sus dedos con los de ella mientras se dirigían
al hospital. Mercy se preguntó si alguna vez se acostumbraría al calor inexplicable
que corría a través de ella cuando él la tocaba. Ojalá que no.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Cuando él giró hacia una de las calles más transitadas, las luces del tráfico le
perforaron el cráneo como un cuchillo. Mercy cerró los ojos y se durmió.

“Vamos, ángel. Hora de despertar.” El tono insistente de Kellan la sacó de la


oscuridad y resonó en sus oídos como una maldita bocina.

“Deja de gritar,” gruñó. “Estoy despierta.”

“Entonces abre los ojos.”

“No puedo. La luz me lastima.”

“Bien, pero vas a tener que hablarme para que no te duermas.”

“Dios, sí que eres mandón.” Se quejó.

“Gracias. Es mi trabajo.”

Mercy sintió la sonrisa en su tono de voz.

“Escoge el tema. Me duele demasiado la cabeza para pensar.”

“Cuéntame algo de cuando creciste en Texas. ¿Tenías caballos?”

“Ajá. Una yegua marrón y blanca llamada Abigail. Era de paso firme y tan
rápida como el viento.”

“¿Aún montas?”

“¿Aquí? No.” Mercy resopló. Inmediatamente lamentó el acto y se acunó la


cabeza. “Ojalá. Me hace falta.”

“Hay un lugar en Peoria donde me gusta ir a montar. Se llama Coyote Trails.


Una vez mejores, te llevaré allí.”

“¿Verdad?” sus ojos se abrieron grandes. Se arrepintió de esa movida y


rápidamente los volvió a cerrar. “Eso sería maravilloso. ¿Hace cuánto montas?”

“Años. Me encanta.”

“¿Dónde creciste, Kellan?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Sun Valley. Es un pueblito en Idaho al borde suroccidental del parque nacional


Salmon-Challis. Pasé mucho tiempo haciendo ski en la nieve y pescando en el
verano.”

“Me encanta pescar. Dios, no he pescado en años,” dijo con un suspiro


anhelante. “Cuando vaya a casa para navidad, voy a hacer ambas cosas…montar y
pescar.”

“Suena como unas vacaciones maravillosas.”

“Deberías venir conmigo en navidad,” soltó ella inesperadamente, seguido de


un gruñido interno.

El hombre no quiere enseñarte nada de la sumisión y tal vez ni


volverte a besar. Segurísimo que no va a pasar navidad contigo ni tu
salvaje familia.

“¿Qué?” Kellan se ahogó.

“Nada. Es el dolor el que me hace hablar. Solo ignórame.”

“Ojalá pudiera, ángel, pero no puedo,” farfulló por lo bajo.

“¿Qué no puedes? ¿Venir conmigo en navidad o ignorarme?”

“Ambos.”

La confesión de él encendió una llama de esperanza dentro de ella. La auto-


preservación le advirtió que mantuviera la llama a un chisporroteo, o estaría
lidiando con algo más que un puto dolor de cabeza.

Cuando Kellan se detuvo en la entrada de urgencias, le apretó la mano.


“Siéntate bien. Voy por una silla de ruedas.”

“Puedo caminar.”

“Sé que puedes caminar, pero no lo vas a hacer. ¿Entendido?”

“Sí señor.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Aunque gruñó la respuesta, Mercy saboreó la orden dominante que él sin saber
salpicó sobre ella.

CAPÍTULO CUATRO

KELLAN OBSERVABA a la bella sumisa mientras yacía con los ojos cerrados en
la tenuemente iluminada sala de observación. Se veía tan frágil, tan vulnerable,
pero Mercy era una luchadora. Luego de contestar las preguntas de Amblin y llenar
otro formato de demanda por asalto contra Kerr, la enviaron a hacerse una
tomografía. Él se estuvo trepando por las paredes durante horas, aunque de algún
modo mantenía una fachada calmada. No podía apagar su cerebro… no podía
evitar las formas crueles de torturar a Kerr en caso que Kellan no hubiera salido
del club.

Una ola de indefensión se posó fuertemente en sus huesos.

No sabía cómo mantenerse alejado de ella y mantenerla a salvo a la vez.

No ayudaba que por segunda vez hoy, estaba sentado junto a una cama de
hospital – primero junto a Leena y ahora junto a Mercy – devorado vivo por las

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ANHELANDO SU DOMINACION

fauces de la impotencia. Estar encadenado a circunstancias que se hallaban fuera


de su control lo dejaban sintiéndose débil e impotente.

¡Era un puto dominante! Pero las malditas estrellas seguían alineándose de


modo que ponían a prueba su autoridad en cada momento. Kellan sabía que no
era solo su autoridad la que estaba siendo puesta a prueba sino también su
determinación.

Mercy había hecho mella en su armadura dominante de maneras que ninguna


otra sumisa lo había hecho. No tenía nada que hacer albergando estos
sentimientos intensos por la chica, pero de nuevo… no tenía el poder de bloquearla
de su cerebro y su corazón.

Claro, si Leena estuviera todavía con él, mentalmente, no tendría ninguna


maldita batalla interna. Kellan no hubiera volteado a mirar a Mercy.

La culpa lo apuñalaba profundamente.

Todo lo que quiera hacerle a la chica estaba mal desde todo punto de vista
moral.

Kellan contuvo un aullido de frustración y se meció el cabello.

No debería estar aquí.

No debería estarse tentando con lo que no podía tener, y jodidamente seguro


que no debería haberla besado. Resopló internamente. Era lo más estúpido que
había hecho en años. Tontamente se convenció que, si simplemente saciaba su
curiosidad y probaba esos labios llenos y dulces, podría sacarla de su sistema.

Idiota.

Todo lo que terminó logrando fue avivar las llamas del deseo para que se
desatara un rugiente invierno que jamás podría apagar.

Los labios de ella eran suaves como el terciopelo. Su lengua como la seda. Él
podría vivir un millón de años y no se le borraría su sabor del alma. Ahora estaba
grabada en su mente, y nada que él dijera o hiciera lo iba a cambiar. ¿Podría vivir
solo con el recuerdo de ese único momento increíble cuando reclamó su boca sin
enloquecer?

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ANHELANDO SU DOMINACION

Buena suerte con eso.

Incluso en su subconsciente sabía que no era posible.

Habían pasado cinco crueles años desde que había besado a una mujer con
una pasión tan arrolladora. Mercy lo había hecho sentirse vivo de nuevo. Kellan
quería saborear ese despertar. Desnudarla y hundirse en su cuerpo delicioso más
de lo que quería respirar. Recordar la sensación de su pezón duro en su pulgar era
un infierno por sí solo. Pero maldita sea, no podía darle ilusiones y ciertamente no
podía seguirse jodiendo la cabeza. De algún modo, tenía que luchar contra esta
abrumadora atracción hacia Mercy.

No era justo ni con ella, ni con él, ni con Leena.

Hace veinticinco años, él hizo un voto de amar, honrar y respetar… hasta que
la muerte los separara. Los años vacíos sin Leena lo habían debilitado. Él había
estirado su voto lo más que pudo. Aunque Kellan no estaba orgulloso de haber
redactado un contrato puramente físico con Natalie, saciar su necesidad sexual con
ella era muy diferente a la manera en que el alma se le resbaló cuando se hundió
en la boca de Mercy. No podía permitir que el fuego aún rugiente dentro de él lo
consumiera.

Darse cuenta de lo brutalmente mancillada que quedó su promesa a Leena


aterró a Kellan.

Casi agradeció que Mercy trajera el caos e hiciera mella en su mundo ordenado
y racional. Pero ahora debía frenar, o que el cielo lo ayudara, ella le destrozaría el
alma.
“Buenas noticias,” anunció Brooks mientras entraba a la sala. “No hay señales
de hemorragia cerebral o fracturas. Ese bulto en la parte de atrás de tu cabeza te
dolerá, pero no necesitas puntos. Sé que te alegra eso. Solo tienes una leve
contusión, lo que explica el fuerte dolor de cabeza.”

“Ya no me duela la cabeza.” Mercy arrastró las palabras. Sus ojos apenas
estaban abiertos

“Lo que me diste está funcionando.”

Kellan quiso reírse ante la sonrisa a medio torcer en los labios de ella.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Me temo que apenas te pase el efecto, dirás otra cosa.” Brooks sonrió y le
entregó a Kellan un montón de papeles y una bolsa. “Asalté el cuarto de
medicamentos. Tienes muchos analgésicos para que pase la noche. Hay más en la
bolsa si llega a necesitarlas. Pero por esta noche, debes despertarla cada cuatro
horas. Además de eso, ya puedes llevarla a casa.”

Debes despertarla cada cuatro horas. Debes despertarla cada cuatro


horas.

Las órdenes de Brooks giraron en el cerebro de Kellan mientras una ola de


pánico se extendía por todo su ser. Su concentración había estado solo en darle a
Mercy la atención médica que necesitaba. No había tan siquiera pensado en lo que
haría cuando salieran del hospital… hasta ahora.

No creerías que simplemente la dejarías en su apartamento y te


largarías, ¿Cierto?

La vocecita en su cabeza se burló.

No. Él no creía nada. Y ese era el problema.

El hecho de estar pasando la noche, durmiendo bajo el mismo puto techo que
Mercy, le dio un nuevo significado a la palabra control.

Qué jodido estaba.

Aunque su corazón intentaba salírsele del pecho, Kellan asintió hacia Brooks.

“La llevaré a casa conmigo y la tendré bien vigilada.” Aunque las palabras
salieron de su boca demasiado fácil, las entrañas de Kellan se retorcieron. Había
tomado posiblemente la decisión más peligrosa de su vida. Incluso Mercy lo miró
con ojos vidriosos que le gritaban, ¿Estás putamente loco?
Posiblemente. Pero ella era la causa de su locura.

“No tienes que cuidarme, Kellan. Puedo poner la alarma y tomarme mis
medicinas como una niña grande.”

“Seguro que sí,” Brooks contestó en un tono apacible que probablemente


utilizaba para hablarle a los niños y a los pacientes altamente medicados. “Pero no
puedes para nada quedarte sola esta noche. Necesitas estar completamente

69
ANHELANDO SU DOMINACION

despierta cada cuatro horas.” Entonces el doctor se giró serio en dirección a


Kellan. “Asegúrate que se despierte. Si no puedes…”

“Si no la puedo despertar, llamo el 911. Sé la rutina, créeme. No tomaré ningún


riesgo con su seguridad. Ya tuve un par de contusiones jugando futbol en la
secundaria.”

“Bien.” Brooks fijó su mirada en Mercy con seriedad. “Ahora, la parte que no te
va a gustar: no puedes conducir, leer, ver televisión, usar computador u otro
artefacto electrónico por al menos una semana. Necesitas que tu cuerpo y tu
cerebro descansen.”

“¿Una semana?” Jadeó Mercy.

“Una semana… como mínimo,” Brooks repitió.

“Sí, señor.” Dijo con el ceño fruncido.

Kellan la estudió cuidadosamente. Puede que hayan sido las medicinas, pero
Mercy había accedido con demasiada facilidad. Si pensaba que iba a desestimar las
órdenes de Sam, Kellan le tenía noticias a su paciente / huésped.

Buen dios, ¿Qué he hecho?

Pretendía mantener el trasero descarado de Mercy andando fino incluso si tenía


que atarla a la cama. La idea hizo que su polla saltara; pero pues ella solo con
respirar siempre lograba hacerlo sentir lo suficientemente duro para hundir clavos
en un riel.

¡Hijo de perra!

El camino a casa de Kellan fue… revelador.

Mercy estaba tan elevada con la medicación que no dejó de divagar. Su falta
de filtro fue educativo y divertido como el diablo. Hubo momentos en que hizo lo
posible por no reírse, porque eso hubiera hecho que se callara. Y eso era lo último
que Kellan quería.

“Digo, la pizza de peperoni es la bomba, pero nada le gana a un calzone… si se


hace bien, claro. En algunos lugares no saben prepararlo. Por dentro quedan
pastosos y desagradables. Saben terrible así, ¿Sabes?”

70
ANHELANDO SU DOMINACION

“Ajá.” Él sonrió.

“¿Cuál es tu comida favorita?”

“La carne asada,”

“Oh, adoro la carne asada. ¡Mmmm!”

El gemido bajo y seductor que brotó de la garganta de ella hizo que Kellan
quisiera estacionar, bajarse el pantalón y hacerla gritar.”

“En realidad, me gusta toda clase de carne,” ella siguió.

Aquí tengo una carne dura y caliente que puedes meter en esa linda
boquita, ángel.

Kellan frunció el ceño ante las ideas púberes girando en su cabeza. Incluso si
pudiera materializar las ideas que le llenaban la mente, como una película porno,
Mercy no estaba en condiciones para jugar el papel estelar como él deseaba.

Una ducha caliente y su mano eran el único alivio que tenía a la mano para la
erección que Kellan tenía… luego de acomodar a Mercy en la habitación de
huéspedes y dejarla bien dormida.

“¿Cuánto tiempo has estado en este estilo de vida?” antes de que él pudiera
contestar, ella siguió. “Apuesto que toda la vida. Tienes esa total vibra dominante.
Es…” ella susurró anhelante. “De modo intimidante y deliciosamente travieso. Pero
sabes que quiero decir que tú sabes que rezumas autoridad, ¿Verdad? Aún no lo
entiendo, Kellan. ¿Por qué no me entrenas? ¿O ya tienes una sumisa escondida?”

Joder. Otra vez no.

Kellan no sabía qué decir. No iba a mentir, pero no era el momento o el lugar
de comenzar a hablar de Leena. Ojalá, si la suerte estaba de su lado, Mercy no
recordaría nada de esta conversación en la mañana.

“Ya me lo preguntaste.”
“Lo sé,” ella contestó como si estuviera pesada como un tronco. “Pero no me
contestaste. ¿Me contestarías ahora?”

71
ANHELANDO SU DOMINACION

“No.”

“¿Así no más? ¿Es todo lo que vas a decir?”

“Sí.”

“No eres más que un gran y viejo aguafiestas, juez, jurado y justicia, señor.”

Kellan se mordió la lengua para no reírse. Cuando ella sacó su labio inferior en
un puchero exagerado, él se mordió mucho más fuerte para no gruñir. Cristo,
quería chupar ese delicioso labio lleno y alimentarse de su boca por días.

¡Concéntrate! Estás conduciendo.

“Entonces, ¿Cuántas sumisas has tenido?”

“Una.”

“¿Solo una?” Mercy parpadeó sorprendida. “¿Qué pasó? No, no importa. No me


lo dirás de todos modos. Debería más bien callarme y dejar de hacer preguntas.”
Mercy hizo una pausa lo suficientemente larga para respirar antes de proseguir.
“¿Ella te dejó? ¿O la liberaste? ¿Vive aquí en Chicago? ¿Cuánto tiempo llevas
viviendo en Chicago, a propósito?”

Kellan sonrió. Ella le recordaba a Hannah cuando tenía tres años. Su hija era
una urraca que hacía más preguntas de lo usual.

“Aw, vamos. No seas aburrido. Sabes muchas cosas de mí,” dijo Mercy
arrastrando las palabras. Se retorció en la silla y se inclinó dándole una sonrisa
traviesa.

Dios, eres tan malditamente adorable.

“Eres todo un enigma, Kellan Graham, pero estoy decidida a descifrarte… uno
de estos días.”

“¿Ah, sí?”

“Oh, sí. Quiero saber qué te dispara los botones, qué mantiene tu bote a flote,
y qué te hace estallar.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

¡Tú!

“¿Por qué la gente dice eso todo el tiempo? O sea, nadie estalla en realidad,”
ella reflexionó en voz alta. “Y, ¿Por qué no flotaría un bote… a menos que tuviera
un hoyo en él? Pero entonces se hundiría, ¿No?”

“Sí, se hundiría.”

Mercy se detuvo. Podía sentir la mirada de ella sobre él, pero mantuvo los ojos
en el camino.

“¿Por qué eres tan bueno conmigo? Digo… normalmente actúas como si yo te
molestara. Siempre eres amargado y gruñón… bueno, excepto cuando Kerr está
cerca. Ahí actúas como un caballero sobre un corcel blando.”

“No soy ningún caballero, ángel.”

“Sí, lo eres. Tal vez no quieras serlo, pero sí. Supongo que tendrás que lidiar
con eso.” Soltó una risita. “Creo que detrás de todo ese exterior de dominante
malo, solo eres un osito de peluche para abrazar.” Se detuvo una vez más y miró
por la ventana. “No he abrazado a nadie en… bueno… una eternidad.”

Su voz bajó a un susurro apenas audible lleno de tanta tristeza que le picó el
corazón.

“¿Por qué no?”

“Porque el tipo con el que salía cuando recién llegué aquí terminó dejándome
por una instructora de yoga. Debí alegrarme. Era un cretino. Realmente me
llamaba rara porque quería que me azotara. Está bien. Me gusta ser rara. De
hecho, estoy mejor sin él, porque jamás hubiera funcionado de todos modos. Era
demasiado estirado y muy malo en la cama. Eso sí que fue una decepción, te
cuento. Tenía una polla decente pero no tenía idea de cómo usarla.” Kellan soltó
una suave risa. Sí, si ella recordaba algo de esta conversación en la mañana,
estará mortificada.

“Ahí fue cuando me empezaron a interesar los hombres mayores, como tú,”
ella prosiguió. “Apuesto a que tienes una polla decente. Pero más importante…
apuesto a que sabes exactamente cómo usarla. ¿Cierto?”

73
ANHELANDO SU DOMINACION

“No se han quejado,” logró decir ahogado, soñando en todas las maneras de
demostrárselo.

“Estaría feliz de evaluarte si quieres,” se rio.

El aire se detuvo en los pulmones de él. Un sudor frio le brotó en el rostro.


Mercy estaba intentando seducirlo como una loca versión inversa de la Señora
Robinson. Esto lo estaba matando. No sabía cómo responderle sin aplastar sus
sentimientos.

¡Joder!

“¿Sabes? Fantaseo contigo todo el tiempo cuando me… bueno, ya sabes, me


masturbo.”

No… ¡No preguntes!

“¿Qué te imaginas que te hago, ángel?” su voz salió baja y ronca.

¡Puto masoquista! Ladró su subconsciente.

“Todo,” ella ronroneó. “Todo lo sucio que se me ocurre.”

Cuando ella dejó salir un gemido bajo y sensual, Kellan tragó fuertemente y
agarró fuertemente el volante. Su polla se apretó contra el cierra de su pantalón
mientras palpitaba como un tambor tribal.

Necesitaba virar esta conversación en una dirección totalmente opuesta, y


rápido.

“¿Qué clase de cama tienes?”

“¿Ah?” preguntó Kellan, pensando hacia dónde iría su pregunta.

“Tu cama, ¿Qué clase de cama tienes? ¿Es un colchón normal? Tengo una de
esas camas de espuma. Ya sabes, la espuma de memoria. Necesito encontrar a
alguien con quien compartirla pronto, antes de que se me olvide lo que se siente
tener cerca un cuerpo masculino.”

Mercy se rio ante su propio chiste mientras Kellan se detuvo en la calle ante
una puerta de metal y soltó un suspiro pesado.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Ella dejó de reírse mientras miraba a la casa de dos pisos de ladrillo rojo con
acentos de mármol. Sus ojos se abrieron como platos, igual que su boca. “¡Jesús!
¿Esta es tu casa?”

“Sí. ¿Por qué?”


“¿No solo eres pecaminosamente sexy sino también tan rico como Midas? Oh,
no es justo.”

A él le encantaba este lado sin limitaciones de ella. Con una risa silenciosa,
Kellan bajó la ventana y tecleó el código de la puerta.

Mercy siguió contemplando su casa, presionando la nariz contra la ventana del


pasajero.

“¿Cuántas sumisas has tenido aquí?”

“Ninguna.”

“No vives, solo, ¿Verdad?”

“Sí.”

“¿Por qué?” ella parpadeó. “Digo… aquí podrías tener un país en desarrollo en
este… este palacio.”

Incapaz de aguantarse más, se rio. “No es tan grande, ángel.”

“Eso es lo que crees. ¡Apuesto a que todo mi apartamento cabria en un baño


de esta cosa! ¿Cuántos baños tiene este mastodonte, de todos modos?”

“Cinco,” contestó aun sonriendo.

“¡Cinco! ¡Debes tener una pila de papel higiénico!”

Dios, hombre… ¿Por qué no estás grabando esto con tu teléfono?

Kellan sabía por qué. Lo de Mercy no era la humillación. Ansiaba una mano
fuerte y estable, muchas cantidades de elogios y orgasmos… muchos y muchos
orgasmos. Ella era exactamente la clase de sumisa que él ansiaba guiar, reclamar
y controlar.

75
ANHELANDO SU DOMINACION

Luego de estacionar en el garaje, Kellan apagó el auto y recogió los


medicamentos. “Enderézate. Voy a ayudarte a entrar.”

Mercy asintió con un pequeño asentimiento. Ceñuda, se tapó los ojos para
protegerse de la fuerte luz dentro del garaje. Kellan supo entonces que se estaba
acabando el efecto de la inyección que le habían dado en el hospital. Salió del auto
y ajustó su rebelde erección antes de apresurarse a ayudar a Mercy. Cuando cerró
la puerta detrás de ella, Mercy comenzó a marearse. Kellan colocó sus brazos
alrededor de su pequeña cintura y la acercó a él. Encajaba con su cuerpo como un
guante, un hecho que no podía ignorar mientras la guiaba por la cocina.

El repentino silencio de Mercy lo preocupó. “¿Estás bien?”

“Me está doliendo otra vez la cabeza.”

Incluso bajo la tenue luz de la cocina, podía ver la arruga entre sus cejas.
“Espera. Déjame darte tu medicina antes de subir.”

“Gracias.”

La dejó en una acolchada silla en la mesa de la cocina, y llenó un vaso con


agua. Ella le agradeció cuando recibió las dos tabletas y el agua.

“Ojalá Mika le hubiera disparado a Kerr,” murmuró.

“Sí, pero el oficial Amblin y el resto de la policía de Chicago están buscándolo


por cielo y tierra ahora mismo. Pronto van a encontrarlo y esta vez lo encerrarán
para siempre.”

“Espero que tengas razón.”

“Ven, vamos a ponerte en la cama.”

“Dime dónde queda y yo me encargo.”

“No. Te vas a poner grogui otra vez en unos minutos. No quiero encontrarte en
unas horas desmayada y babeando en la alfombra.”

“¿Por qué no? Ya me has visto en momentos más torpes. ¿Qué es uno más? No
va a doler.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No eres torpe. Hay un lunático detrás de ti. Esa es la diferencia.” la ayudó a
ponerse de pie y sintió un temblor ondearle el cuerpo. “No te preocupes, ángel.
Estás a salvo.”

“Por ahora,” ella farfulló.

Kellan la ayudó a subir por la larga y curva escalera. Mercy se detuvo a mitad
de camino y lo miró con ojos aguamarina. “No te lo había dicho… gracias por
ayudarme.”

“De nada.” Le sonrió con calidez.


“Dios, qué atractivo eres.” Sus palabras salieron casi sin aliento, como si por
accidente hubiera pensado en voz alta.

“Tú también eres asombrosamente hermosa, ángel.”

Kellan se obligó a dejar de mirar los labios antes de volver a cagarla besándola.
Cuando ella se tambaleó en el siguiente escalón, la tomó en brazos. Esperaba que
ella protestara, pero no fue así. Mercy simplemente envolvió sus esbeltos brazos
alrededor del su cuello y metió la nariz bajo su mentón.

Cada escalón que lo acercaba a las habitaciones encendía una batalla de


voluntades dentro de él. Necesidades y deseos batallaban con la integridad y la
auto conservación. Para cuando llegaron al segundo piso, Kellan estaba casi
perdido con el cuerpo femenino fundido en el suyo. No sabía qué lado estaba
ganando la guerra interna, pero en ese momento en particular, le valía una
mierda.

Al llegar a la habitación de huéspedes, Kellan levantó el cobertor y acomodó a


Mercy sobre el colchón. Ella estaba profundamente dormida. Si se sintiera más
caballero y menos pervertido, le quitaría la ropa para que pudiera dormir más
cómodamente.

No solo piensas como un adolescente, ahora estás actuando como tal.

¡Claro! De ninguna manera la dejaría así.

Su cerebro se llenó de recuerdos de la vez que Hannah se intoxicó hace tres


años. Había ido con unos amigos a conocer un nuevo restaurante italiano una
noche, pero cuando lo llamó al día siguiente, con voz infernal, Kellan corrió a su

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ANHELANDO SU DOMINACION

apartamento. Encontró a su hija de veinte años entre sabanas sucias, tan sin
fuerza que no podía tan siquiera rodar a buscar la caneca junto a su cama para
vomitar. Leena ya estaba en el hospital, así que Kellan hizo lo que todo padre
haría. Limpió a su pequeña y la llevó al hospital.

Todo lo que tienes que hacer es cuidar a Mercy como cuidaste a


Hannah, a excepción del vómito.

Afortunadamente, no tendría que quitarse la ropa hasta quedar en boxers y


arrastrarla a la ducha con él, tal como hizo con Hannah. La única falla en la teoría
de Kellan era que Mercy no le producía ningún sentimiento paternal.

Esto será una perra completa.

Kellan se desconectó mentalmente y se concentró en la ropa y no en la mujer


mientras trabajaba en desabrochar el corsé. Pero cuando el material se abrió, los
pálidos senos de Mercy se revelaron. Sus rosados pezones se endurecieron y la
sedosa piel blanca brillaba en la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Su
polla saltó entusiasmada contra el pantalón, y Kellan tuvo que levantarse para
evitar deslizar sus manos por toda esa piel de alabastro. El nudo de lujuria que
tenía en la garganta casi lo sofocaba.

Se elevó su frustración.

¡Cúbrela y lárgate, joder!

La voz en su cabeza le gritaba instrucciones seguras y racionales, pero Kellan


ignoró la lógica. Tomó un hombro de Mercy con una mano y con la otra le agarró
la cadera y la rodó de lado. Los duros picos rosados le rozaron el muslo y una ola
de líquido pre seminal se deslizó hacia sus boxers. Maldiciendo la espontanea
reacción de su cuerpo, Kellan se preguntó por qué la mujer lo hacía sentir tan vivo
y joven. No había estado tan cerca de correrse en sus pantalones desde hace un
par de décadas.

Luego de retirar el corsé debajo de ella, le bajó el cierre de la falda. La acostó


boca arriba, y bajó la prenda por sus caderas. El ácido aroma femenino llenó sus
sentidos. La saliva se acumuló en su boca. Casi podía sentir la dulce crema de su
coño caer sobre su lengua. Su polla se endureció muchísimo más. Kellan respiró
entrecortadamente y bajó la prenda por las piernas de ella. Luego se enderezó y
se detuvo, tomándose la libertad de simplemente admirar la suave pendiente de
sus curvas desnudas. El pequeño trozo de encaje rojo que cubría su sexo depilado

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ANHELANDO SU DOMINACION

atrajo su mirada como un faro. Kellan había desafiado toda su benevolencia.


Necesitaba largarse de ahí. Pero en cambio, se torturaba con una última y larga
mirada a esa suculenta piel, sus pechos llenos y pesados, y labios tentadores. Un
suspiro cargado de deseo, se escapó de sus pulmones mientras cubrió el
pecaminoso cuerpo femenino con las mantas, se dio la vuelta y huyó corriendo por
el pasillo.

Con cada paso irritado, Kellan se arrancó la ropa. Quería aullar como el viento
con toda esa injusticia. Cuando llegó a su habitación, se quitó el pantalón, los
zapatos y se arrancó sus pegajosos boxers. Su polla saltó libre. Roja. Rabiosa.
Goteando como un puto grifo.

Kellan apretó su mandíbula, envolvió su polla con puño firme y se tumbó en la


cama. Cerró los ojos y se masturbó implacablemente, acariciándose desde la raíz a
la punta. Se imaginó en la habitación de Mercy, abriendo esos suculentos muslos
para arrancarle a mordiscos ese encaje rojo de su resbaladizo sexo. Se hundiría de
cabeza en ese coño seductor. No, Kellan se imaginó enterrado profundamente en
ese centro apretado e inundado. Los sonidos de sus gemidos y quejidos le llenaron
los oídos mientras la follaba con la lengua, rozando ese duro e hinchado clítoris
con los dientes.

Apretó su polla en un agarre brutal mientras se empuñaba más rápido y más


fuerte. Perdido en la fantasía de las sedosas paredes femeninas apretando su eje,
se visualizó llenando su túnel húmedo y acogedor. Casi podía sentirla retorcerse y
mecerse debajo de él mientras gritaba su nombre y se apretaba fuertemente a su
alrededor.

Las bolas de Kellan se apretaron. Cosquilleos de demanda le recorrieron la


espalda. Una conflagración de fuego explotó detrás de sus ojos en estallidos
enceguecedores de luz blanca.

“Argh,” gruñó mientras bombeaba frenéticamente.

Gruesos chorros de semilla caliente y resbaladiza se dispararon por el aire y


aterrizaron con su pecho. Gimiendo, ordeñó su polla. Cansado y ligeramente
asqueado, se sentó, levantó sus boxers del suelo y se limpió su corrida del pecho y
el abdomen.

“Para esto es que tienes a Natalie, imbécil,” se castigó en voz baja.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Sí, pero el alivio que hoy logró con ella hizo poco por aplacar el hambre que
Mercy le provocaba. Kellan no sentía afecto alguno por Natalie. Un hecho del que
particularmente no se sentía orgulloso, pero era el único modo de retener a su
amante y vivir consigo mismo. Natalie no era más que un placebo para su
magullada y dañada alma.

¿Pero Mercy? Bueno, ya había llegado a la molesta conclusión de que ella


poseía la magia para sanarlo si se lo permitía.

Kellan estaba descubriendo rápidamente que entre más tiempo pasara con la
belleza audaz y descarada, más difícil le sería ignorar los sentimientos que
despertaba en él. Intentar echar de lado sus sentimientos por ella era como
empujar una roca por un nevado… imposible.

“Odio decirte esto, ángel, pero tu dominante grande y malo no es tan fuerte
después de todo,” se quejó.

Se puso de pie, lanzando sus boxers a la canasta de la ropa sucia y se dirigió al


baño. A mitad de camino, Kellan vio una foto de él y Leena del día de su boda. Se
detuvo en seco. Podía sentir todavía la calidez de su amor. Aún podía ver la luz
que siempre danzaba en sus ojos verdes. Tomar la mano de Leena en matrimonio
había sido el día más feliz de su vida, al igual que el día que Hannah nació. La foto
fue un inquietante recordatorio de la vida perfecta que perdió.

Miró sobre su hombro al edredón desordenado sobre su cama. Sus entrañas se


retorcieron y una oleosa corriente de culpa se filtró por sus venas. La cama que él
y Leena habían compartido durante horas haciendo el amor ahora era mancillada
con las fantasías con otra mujer. El pesar y la vergüenza lo consumían. Las
lágrimas que no había derramado en años se inundaron los ojos. Kellan tomó la
foto y la apretó contra su pecho.
“Lo siento, Leena,” susurró. “Intento mantenerme fiel a ti… a nuestros votos.
Pero es tan malditamente difícil. Te extraño. Extraño la vida que compartimos.
Extraño oír tu voz… tu risa… sentir tu piel, cristo, daría el mundo por sentir tus
manos sobre mi… sobre mi rostro… mi pecho… mi polla. Ansío abrazarte,
despertar contigo a mi lado. Diablos, incluso extraño nuestras discusiones, porque
siempre nos reconciliábamos en la cama, casi rompiendo el cabecero en el
proceso. Pero más que todo, te extraño a ti… extraño a mi amor, mi alma gemela,
mi esposa, mi esclava… joder, Leena, ¡Tú eras todo mi maldito mundo!” una
lágrima se deslizó por su mejilla y Kellan la secó furioso y respiró de modo
tembloroso.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Las fotos… los recuerdos, no son suficientes. ¡Ni remotamente suficientes,


joder! ¡Maldita sea! Se supone que deberías estar conmigo. Se supone que
envejeceríamos juntos. Pero ahora… todo eso desapareció. El futuro está vacío
porque estás encerrada en esa puta fortaleza de silencio. No puedo llegar a ti,
nena… no importa cuánto lo intente, no puedo llegar a ti. Jamás podré. Te fuiste…
te fuiste para siempre. Te extraño, nena. ¡Te extraño tanto, joder!”

Antes que las garras de la miseria se hundieran más en él y lo arrastraran al


infierno del que había luchado por salir durante años, Kellan colocó la foto
suavemente en la cómoda y se alejó. Adormecido, ajustó la temperatura del agua
en la ducha, y entró entre las paredes pálidas de mármol. Se ubicó bajo la
regadera, e intentó dejar que el agua caliente derritiera el pesar de su piel y
limpiara la miseria de su alma, pero no fue así. Un nivel de abatimiento que no
había sentido desde el accidente de Leena – cuando apenas podía levantarse de la
cama – lo tenía de las bolas. Esos días horrorosos de hace tiempo flotaron en la
mente de Kellan. Hannah tenía dieciocho – era una adulta legal – pero estaba
igualmente devastada. Ella necesitaba el apoyo emocional de su padre. Kellan
sabía que, si no fuera por su hija, tal vez aún estaría acurrucado bajo las cobijas,
un desastre vacío apenas aferrado a la vida.

Su camino oscuro y doloroso por el callejón de los recuerdos era tan peligroso
para él como la sumisa desnuda que dormía al otro lado del pasillo.

Kellan levantó la cabeza y dejó que el agua golpeara su soledad incontenible.

Sintiéndose treinta años más viejo en cuestión de minutos, Kellan se secó y se


colocó un pantalón deportivo y una camiseta sin mangas. Se frotó el rostro y
respiró profundamente, para luego recuperar el orden y el control sobre sí mismo
una vez más.

Luego de sacar el teléfono de su pantalón que aún yacía hecho un montón en


el suelo, Kellan se sentó al borde de la cama y envió un mensaje de texto al juez
Jerry Tauley. También le envió copia al secretario de juzgado solicitando despejar
su lista de casos durante la siguiente semana.

Sabía que pasar los siguientes siete días con Mercy a su lado sería tan doloroso
como un batazo en las pelotas. Pero era la única manera en que podía asegurarse
de que ella siguiera las órdenes de Brooks.

“Debo ser el único puto voraz porque me castiguen,” farfulló Kellan.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Con el teléfono en la mano, dejó su habitación y caminó por el pasillo. Antes de


ir a la cocina, le dio un vistazo a Mercy, quien seguía profundamente dormida.
Tomó una cerveza fría de la nevera y regresó al segundo piso. Cerca de la
habitación de invitados, oyó a Mercy gemir suavemente. Preocupado porque le
doliera algo, entró a la habitación para encontrarla retorciéndose contra las
sábanas. Su rostro estaba arrugado en una mueca atormentada.

Kellan se sentó junto a ella y le acarició la mejilla.

“Despierta, ángel. Tienes una pesadilla.”

El puño de ella salió de la nada y aterrizó sonoramente en su barbilla.

“¡Joder!” rugió. El dolor envolvió su mandíbula mientras se echaba para atrás y


se agarró el rostro.

Los ojos de Mercy se abrieron grandes. Se sentó de un salto. El terror


plasmado en su rostro. Ella rápidamente se alejó de él hasta tener la espalda
presionada contra el cabecero. Kellan no intentó mirar sus pechos desnudos,
moviéndose arriba y abajo mientras luchaba por llenar sus pulmones, pero no le
fue posible.

“Calma, ángel. Soy yo, Kellan. Estás a salvo.”

Se obligó a mirarla a los ojos. Segundos después, ella hundió los hombros.
Mercy respiró temblorosamente varias veces mientras acunaba su frente en la
mano.
“Lamento haberte despertado. Estoy bien ahora. Solo fue una pesadilla.” Su
voz sonaba más sensual que lo acostumbrado.

“No me despertaste, ángel. ¿Estabas soñando con Kerr… sobre lo que pasó
esta noche?”

“No lo sé… yo… no lo recuerdo.”

Kellan asintió, sin querer presionarla a resucitar esos demonios.

“Estás a salvo aquí. Nadie va a lastimarte.”

“Lo sé. Gracias.”

82
ANHELANDO SU DOMINACION

La necesidad de quitar su mirada de los ojos de ella y pasarla de modo


hambriento sobre su piel desnuda se apoderó de él. Resistiendo a la tentación
Kellan levantó la sábana y le señaló con la cabeza que se volviera a acomodar en
el colchón.

Mercy bajó la mirada y jadeó. “¿Quién… por qué me quitaste la ropa?”

“Para que descansaras más cómoda.” Respondió tranquilo. “He visto mujeres
desnudas antes, ángel.”

“Sí, pero no me habías visto desnuda a mí.” Frunció el ceño.

Él quiso reírse, pero no lo hizo. “No pretendía avergonzarte, pero necesitas


dormir sin estar constreñida en un corsé. No me tomé ninguna libertad indecente
mientras estabas indefensa.”

Un brillo provocador se apoderó de la mirada de ella. “Estar indefensa contigo


está bien. Confío en ti, Kellan. Y si alguna vez decides tomarte cualquier libertad
indecente conmigo, solo asegúrate de que esté despierta para disfrutar también.”

“Mocosa,” la amonestó entre risas. “Vuelve a dormir, ángel. Te despertaré en


unas horas.”

Ella asintió y se deslizó entre las sábanas. “¿Kellan?”

“¿Sí?”

“¿Podrías por favor quedarte conmigo mientras me duermo?” su voz estaba


llena temor, vulnerabilidad y un poco de vergüenza.

Kellan pretendía unir su alma destrozada del mejor modo posible. “Cierra los
ojos. Estaré aquí.”

“Gracias.”

Él colocó la ropa de ella en la cómoda y acomodó una silla junto a la cama. En


minutos, Mercy se volvió a dormir. Él terminó su cerveza y se durmió.

Afortunadamente activó la alarma de su teléfono, y la vibración a las cuatro de


la mañana lo despertó. Sacudió un podo a Mercy, le dio más medicina para el

83
ANHELANDO SU DOMINACION

dolor, y hablaron brevemente hasta que la medicina hizo su labor y ella se durmió
de nuevo.

Y él también.

Kellan se despertó con la luz que se filtraba en la habitación. Para su sorpresa,


descubrió que no estaba en la silla. No, estaba en la cama con Mercy. Su piel
caliente y desnuda estaba presionada a su lado.

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!

Miró hacia abajo para ver un brazo de ella sobre su pecho y su cabeza acunada
en el hueco de su hombro. Su polla se despertó inmediatamente, tensando su
pantalón y la sábana.

No podía moverse.

Diablos, Kellan apenas podía respirar.

La única mujer que había despertado en sus brazos fue Leena.

La culpa lo aporreó como un martillo mientras las llamas del remordimiento se


arrastraban por su espalda. Luchando con la urgencia de saltar de la cama, Kellan
comenzó a desenredarse lenta y metódicamente del delicioso cuerpo tibio de
Mercy. El sudor brotó de sus cejas cuando un gemido felino salió de la garganta de
ella.

Ese sonido erótico hizo que su polla saltara y los músculos de su abdomen se
tensaran.

Siete días. Siete días, cabrón.

Kellan miró ceñudo a su traidora polla. La seductora mujer lo iba a romper o él


perdería una capa de piel antes de que terminara la semana. Miró el celular en la
mesa de noche y vio que faltaban otros treinta minutos antes de la siguiente
pastilla de Mercy. Si se daba prisa, podría meterse a la ducha y correrse antes de
que ella despertara. Correrse rápido no era un problema cuando fantaseaba con
Mercy. Extendiendo la mano, apretó con un puño su erección, cerró los ojos y
contuvo un gruñido estrangulado.

“Si quieres, podría ayudarte con eso.”

84
ANHELANDO SU DOMINACION

Abrió los ojos y se sentó. Soltó su polla rápidamente. La voz de Mercy era tan
suave e incitante como la sábana que se deslizaba por su piel pálida. Su mirada
estaba fija en el bulto que hacía levantar la sábana.

Se sentó mientras tragaba fuertemente. “Estoy seguro que eres más que
capaz, pero no estás en forma para eso. ¿Cómo te sientes esta mañana?”

“Mejor que lo que tienes entre las piernas, sospecho.” Dijo lentamente con una
sonrisa juguetona.

“Sí… bueno, la erección matutina es la maldición de un hombre,” farfulló


mientras salía de la cama. Mercy retiró la mirada de su entrepierna, y miró sensual
y aprobatoriamente el cuerpo masculino. Se sonrojó y comenzó a respirar
agitadamente.

“Dios mío… no tenía idea de que semejante belleza robusta se escondía bajo
esos trajes serios que vistes,” murmuró. Kellan se quedó quieto dejándose
observar por ella. “Esos hombros tan anchos… realmente no deberías esconder
esos hermosos bíceps, Kellan.”

Mercy extendió la mano hacia él, pero él se tensó y dio un pequeño paso hacia
atrás.

“Así que no me vas a dejar tocarte, ¿Eh? ¿Por qué? No voy a romperte.”

Por culpa.

“No creo que lo harías. Mis razones no…”

“Sí, ya sé.” Ella dejó caer la mano y curvó los labios como si hubiera probado
algo amargo. “Esas razones no me incumben.”

“Exactamente.” Soltó, incapaz de esconder su frustración. Antes de que la


tensión tuviera chance de surgir y destruir su mañana, Kellan sacó una pastilla del
frasco y se la extendió a Mercy.
“En verdad no quiero más de eso. Me dejan mareada. Además, mi cabeza ya
no me duele tanto.” Retiró la mano de él. “Si me das unos minutos, me coloco la
ropa y me puedes acompañar de regreso a mi auto.”

“No vas a ir a ningún lado, ángel. Te vas a quedar justo aquí.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO CINCO
MERCY LUCHABA POR EVITAR MIRAR boquiabierta el cuerpo robusto de él. Su
piel besada por el sol – algo que ella no esperaba, dado que Kellan pasaba sus
días en una corte – estirada sobre cada duro músculo. Incluso esa cintura sexy y

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ANHELANDO SU DOMINACION

estrecha la llamaba de modo carnal. Pero las señales ambiguas que él seguía
enviándole la estaban volviendo loca de atar.

Él no podía tocarla, pero se negaba a dejarla ir.

¿De qué diablos se trataba todo eso?

Su tono autoritario y paternal la hacía enfurecer. Ese dolor sordo que aún le
asaltaba la cabeza – el dolor sobre el que le mintió – la hacía sentir perezosa y mal
preparada para retarlo a una lucha de voluntades. Pero lo que más perturbaba a
Mercy era que su comportamiento compasivo se había desvanecido al amanecer.
La noche anterior se había portado tan tierno, tan… bueno, cariñoso. Pero la
magia compartida en la oscuridad ya no estaba ahí. Ya no había más sombras bajo
las cuales esconder las débiles vulnerabilidades que punzaban a través de ella.

La luz que se filtraba en la habitación la llenó de resentimiento.

La decepción se posó en su interior. Una parte de ella quería cubrirse con las
cobijas y llorar. Pero en cambio, levantó la barbilla. Mercy estaba decidida a dejar
la mansión del juez Kellan Graham, volver a su pequeño y acogedor apartamento,
y lamerse las heridas en privado.

“Agradezco el ofrecimiento, pero no puedo quedarme aquí. Ambos tenemos


vidas, trabajos y responsabilidades. Yo no necesito una niñera. Y no me voy a
quedar aquí para que juegues a la enfermera como si fuera alguna clase de
inválida.”

Ella se dio cuenta que su tono había sido vehemente y desagradecido cuando
vio el rostro de Kellan perder color. Sus labios se apretaron en una delgada línea
antes de que él girara la cabeza y mirara por la ventana. Su expresión tierna le dijo
a ella que no estaba acostumbrada a que nadie desafiara sus órdenes, en
particular una sumisa.

La vergüenza la hizo querer retractarse. Después de todo lo que Kellan hizo por
ella, le pagó despotricando como una perra desagradecida. Pero la mujer
obstinada e independiente en ella estaba irritada de que él se hubiera tomado la
libertad de decidir su destino en vez de dejarla elegir sola.

Claro, si Kellan fuera su dominante, ella hubiera reaccionado de modo muy


diferente, pero no lo era; era solo un amigo, hecho que le lastimaba gravemente el
orgullo.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Las emociones de Mercy se elevaron y cayeron en picada como una salvaje


montaña rusa. Mientras Kellan miraba por la ventana, ella se dio cuenta de que lo
agarró fuera de base. Jamás lo había visto así y se preguntó si él estaba buscando
paciencia o si simplemente trabajaba en volverse a colocar su manto de
indiferencia.

Ahora, de algún modo, ella estaba agradecida por su contusión; podría ser lo
único que le salvaría ahora su blanco trasero después de ser tan perra. Oh, pero lo
que daría por terminar sobre el regazo de él ahora mismo.

Sí, eso no va a suceder. En vez de azotarlo, posiblemente lo patee a la


calle por ser una sumisa tan caprichosa e irrespetuosa.

“No vas a trabajar, no en tu computador, y he arreglado tomarme unos días


libres para asegurarme de que sanes lo más rápido posible.”

No se molestó en mirarla cuando terminó de hablar, pero el tono cortante e


impersonal de su voz la dejó en un déja vu. Como ella sospechaba, el dominante
confuso y desapegado estaba de regreso.

Mercy se sintió triste y rechazada. Todos los avances que habían hecho… las
charlas juguetonas igual que la compasión cariñosa de su parte se desvanecieron
como una nube de humo. Kellan se encerró detrás de gruesos muros otra vez –
los que ella no tenía permiso de atravesar.

¡Genial!

Finalmente, Kellan la miró y asintió de modo sombrío. “Mientras te bañas, iré a


la cocina para preparar algo de desayuno.”

Y le acaba de dar otra orden… excelente.

Mercy era la única culpable. Ella era la razón por la que Kellan ahora estaba
virando hacia el lado oscuro.

¡Maldita sea!

“La ducha es buena idea. Gracias.” Se obligó a sonreír con educación.

Él se dio la vuelta para retirarse. Mercy necesitaba arreglar esto.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Ignorando su desnudez, se apresuró a levantarse de la cama y lo tomó del


brazo. “Espera.”

Él pasó la mirada por todo el cuerpo semidesnudo de la mujer, sin molestarse


en esconder el calor y hambre que danzaban en su mirada.

“Lamento haber sido tan grosera. No quería hacerte enfadar. Has ido lejos por
mí, y yo… yo… me siento mal por alejarte. Agradezco lo que estás haciendo por
mí. Por favor… no… no te cierres. No puedo soportar otra vez esa pared de
frialdad entre nosotros.”

Él frunció el ceño.

“No me estoy cerrando intencionalmente, ángel,” murmuró en tono ronco. “Hay


cosas que necesito procesar y no tienen nada que ver con…”

“Conmigo. Sí, sí, lo sé. Me lo sigues diciendo.” La boca de ella se curvó en una
sonrisa torcida.

“Entonces comienza a creerlo.”

Él bajó la mirada para observarla con ansias carnales.

La temperatura en la habitación se disparó a un millón de grados.

Desviando la mirada, Kellan apretó la mandíbula y tomó una sábana de la cama


antes de envolverla con ella.

“Dejaré ropa limpia para ti en la cómoda. Luego del desayuno, si estás


dispuesta, podemos ir a tu apartamento a recoger lo que necesites para la
semana.”

“¿La semana?” ella se ahogó “Dijiste un par de días.”

La reacción de ella lo hizo sonreír. Kellan se encogió de hombros. “Una semana


significa unos días. Ve a bañarte. Te veo en la cocina.”

Cualquier fantasma que parecía perseguirlo, pareció haberse desvanecido.


Mercy quería lanzar un puño al aire y gritar. Esperó a que él saliera de la
habitación antes de dar vueltas emocionada.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Una semana. ¡Toda una maldita semana!

Mercy tenía siete días para convencer a Kellan de ser su dominante. Siete
gloriosos días para intentar también seducirlo. Las sábanas se enredaron en sus
piernas y cayó a la cama. El dolor, como cuchillas, le atravesó el cráneo. La
habitación giró de modo enfermizo. Su celebración se detuvo abruptamente
mientras se agarraba las sienes y gruñía.

“Eso fue estúpido.”

Cuando su cabeza y su estómago se calmaron, se sentó, se desenredó de la


sábana y entró al baño. Miró boquiabierta la opulencia de la ducha enorme, los
brillantes pisos de mármol y los grifos dorados.

“Todo este esplendor y no tener con quién compartirlo… eso es triste.”

Mercy podría pasar días en esa lujosa ducha, dejando que el agua golpeara la
tensión de su cuerpo maltratado, pero Kellan estaba haciendo desayuno… para
ella. No pretendía hacerlo esperar.

Luego de secarse, descubrió un conjunto de artículos de aseo en el tocador.


Cuando terminó en el baño, en la cómoda encontró la ropa que Kellan le había
prometido. Desdoblando lo que era claramente ropa de mujer, una punzada de
celos la atravesó. Esperaba que le trajera un pantalón deportivo y una camiseta…
su pantalón deportivo y su camiseta, no algo que pertenecía a otra mujer. Pero las
etiquetas aún colgaban de las prendas y supo que eran nuevas… nadie las había
vestido.

¿De dónde salieron?

¿A quién pertenecían?

¿Y no era irónico que fueran de su talla exacta?

La alarma de Mercy se disparó en una ráfaga de zumbidos y sirenas.

Kellan no había tenido tiempo de ir de compras a – miró las etiquetas – Lord &
Taylor mientras se bañaba. ¿Tendría pantalones capri nuevos y buzos angora en
verde pastel por ahí para que cualquier mujer que trajera a casa no tuviera que
dar el paseo de la vergüenza?

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ANHELANDO SU DOMINACION

La sospecha empezó a surgir como yerba. Le había preguntado si tenía una


sumisa o novia. Santo señor… ¿Cómo iba Kellan a explicarle a alguna novia porqué
ella estaba viviendo bajo su techo? Si Mercy estuviera saliendo con él, ella patearía
a la perra por la puerta en dos segundos y medio.

“Pero no sale contigo. Lo que él haga o diga es su problema, no el tuyo.”


Farfulló mientras se ponía un par de abullonadas medias negras.

Dejó la habitación y recorrió el pasillo. Aunque no sabía dónde quedaba la


cocina exactamente, un recuerdo brumoso de estar sentada en una mesa la noche
anterior se filtró en su cabeza. Siguiendo el olor a tocino, salió del pasillo y vio
sobre el barandal un recibidor abierto y jadeó. La mansión de Kellan era algo
sacado de selecciones arquitectónicas.

El lugar era enorme, imponente y hermoso… exactamente como su dueño.

Aún con la boca abierta del asombro, Mercy bajó las escaleras. Prismas de sol
se filtraban por el candelabro de cristal sobre su cabeza y se reflejaban en el piso
de mármol. A su derecha, hacia la puerta principal, descubrió una enorme oficina
decorada en amoblado en un masculino color caoba. Libros encuadernados en
cuero llenaban las pulidas estanterías que cubrían dos paredes enteras. Ella pasó
los dedos sobre el borde de un enorme escritorio y cerró brevemente los ojos
mientras inhalaba el aroma cálido, familiar y lleno de feromonas de Kellan.

Al frente de su oficina, al otro lado del recibidor, había un comedor formal.


Alrededor de una gran mesa en madera labrada, Mercy contó veinticuatro puestos.
Tanta enormidad la asombró. Su estomagó gorgoteó y se dirigió a buscar la
cocina, admirando varias pinturas en colores brillantes y gruesos adornando las
paredes.

“Sí, si podemos posponer el juicio a Gallagher ocho o nueve días, sería


perfecto. Gracias, Jerry.”

Atraída por la voz de Kellan, Mercy llegó a la cocina. Bueno, decir cocina era
una atenuación. La galería culinaria avergonzaría a la mayoría de restaurantes del
canal de comidas. Un espacio de granito color claro, rodeaba los electrodomésticos
de acero inoxidable. Mercy apenas podía contener la urgencia de escarbar en las
alacenas blancas y brillantes, sacar ingredientes del enorme refrigerador, y
comenzar a hornear algo pecaminosamente malo para la figura. Cocinar no era un
hobby para ella. Era terapia. Si Mercy alguna vez necesitaba terapia, era ahora.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Cuando Kellan la vio en la puerta, mirando boquiabierta, él la invitó a seguir.


Con el celular pegado al oído, le señaló la cafetera en el mostrador y arqueó las
cejas. Mercy sonrió y asintió. Él siguió discutiendo casos de la corte y fechas
mientras se acercaba y presionaba su cuerpo contra el de ella, fijándole la cadera
al mostrador. Ella abrió los ojos sorprendida mientras lo veía extender la mano
sobre su hombro para tomar una taza del gabinete. Un estremecimiento se
extendió por su espalda cuando un delicioso calor la envolvió.

Él se inclinó y presionó su rostro sobre el cuello de ella, inhalando


profundamente mientras aún hablaba por teléfono.

“Suena bien, Jerry. Llámame si surge algún otro problema y lo solucionamos.”

El deseo se acumuló en su vientre cuando él levantó la cabeza, pero mantuvo


su torso imponente y decadente contra su espalda. Mercy no tuvo problema en
visualizarlo doblándola sobre la superficie de mármol, ordenándole que pusiera los
brazos sobre la cabeza antes de bajarle los pantalones hasta los tobillos y follarla
por completo contra el mostrador. Ella se tragó el gemido que intentaba
escapársele e intentó no derramar el café con sus manos temblorosas.

“Gracias, hombre. Hablamos luego.”

Luego de terminar la llamada, Kellan se alejó un poco.

“Estás temblando. ¿Tienes frio, ángel?” el brillo travieso que danzaba en sus
ojos le dijo que la estaba provocando.

Oh, ¿Quiere jugar?

Estaba más que lista.

“No. Definitivamente no tengo frio.” Mercy miró la taza de café de él. “¿Te la
caliento?”

Él se tensó. Sus ojos y sus fosas se dilataron.

¡Bingo! Dio en el blanco con su insinuación.

Kellan tragó apretadamente y le entregó su taza. “Claro. Me gustaría que me la


calientes.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“No de la manera en que me gustaría.” Ella contestó sonriendo


descaradamente.

Mientras llenaba la taza, se dio cuenta que todo rastro de humor en el rostro
de él se había desvanecido. Sin respuesta alguna para ella, Kellan se dio la vuelta y
comenzó a verter huevos en una ponchera. Sintiéndose un poco contrariada y
confundida, Mercy se preguntó cuándo o si alguna vez podría entender a este
hombre complicado. Ella bebió su café y lo estudió mientras trabajaba.
“¿Puedo ayudarte en algo?”

“No creo. Tengo todo bajo control.

Tal como le gusta todo… bajo control, pensó ella sonriendo internamente.

“Si estuviera más cálido afuera, comeríamos en el patio, pero me temo que nos
congelaríamos junto con la comida.”

Siguiendo la mirada de Kellan, observó el gran salón familiar. Las ventanas de


techo a piso junto con la pared de atrás la atrajeron como una mariposa hacia una
llama. Café en mano, se acercó al espacio acogedor. Cautivada por el muelle de
madera y la piscina en forma de media luna debajo, absorbió el bosque de abetos
que bordeaban el camino de piedra que llevaba al lago Michigan. Las nubes en el
horizonte tenían pálidos matices de rosa, azul y violeta… como si un artista hubiera
tocado el cielo con su pincel.

“Qué vista tan increíble,” se giró para decir sobre su hombro, asombrada de ver
que Kellan estaba detrás de ella.

“¿Verdad?” una expresión de contento le delineaba los rastros. “Compré la casa


por la vista.”

“No por los cinco baños, ¿Ah?” Mercy se rio suavemente, luego paró de repente
confundida.

“¿Por qué creo que tienes cinco baños?”

Una sonrisa astuta se curvó en los labios de él. “Hablamos de eso en el auto
anoche.”

Ella frunció el ceño. “No lo recuerdo.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Tal vez sea mejor así,” él se rio.

“Oh, Dios. ¿Qué dije?”

“Nada malo.”

“¿Algo vergonzoso?”

Él movió la cabeza de lado a lado con un murmullo evasivo. “No realmente.”

Antes de que ella pudiera averiguar más detalles sobre su misteriosa


conversación, él la tomó de la mano y la llevó a la cocina. Luego de ofrecerle una
silla, Kellan puso un plato lleno de comida frente a ella.

“¿Esto es para mí o para un país pequeño?”

“Todo es para ti, ángel.”

“Si tienes alguna regla sobre comerme todo antes de dejar la mesa, ya sé lo
que voy a cenar".

Él no dijo nada, simplemente miró distante al vacío. Una sonrisa lenta se posó
en sus labios. Luego la miró con expresión tan dominante que la hizo temblar.

“Sabes, podría modificar eso y volverlo un castigo.”

Mercy se rio. “No suena nada divertido.”

“Por eso se llama castigo.”

“¿Entonces qué clase de lio debo formar antes que me pongas sobre tu
rodilla?”

Él frunció los labios y la estudió, luego se concentró en su plato y comenzó a


comer. El silencio se elevó y el aire se llenó de incomodidad. Incluso aunque ella
quería patearse el culo por aniquilar una conversación relativamente fácil, Mercy
pudo deducir exactamente dónde estaban los límites de Kellan. Él escondía algo…
algo fuerte y abrumador, pero dudaba que se fuera a abrir lo suficiente para
compartir su carga con ella.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Una parte de ella quería irse y dejar a Kellan masticando su tocino. Pero otra
parte de ella quería levantarse y gritar a pleno pulmón. No hizo ninguna de las dos
cosas. Reaccionar ante sus emociones conflictuadas era tan estúpido e infantil
como el modo de provocarlo para que la azotara. Infortunadamente ya no sabía
cómo más derrumbar sus paredes y obligarlo a que la tomara bajo su dominante
ala. Oh, bueno, como ella decía… sin agallas, no hay gloria.

La tensión lentamente se desvaneció y comenzaron a hablar de nuevo. Aunque


su conversación fluyo hacia el tema del estilo de vida, solamente rozó la periferia
respecto sus deseos de dominante y sumisa.

Llena a tope, Mercy se recostó en su silla. Kellan recogió la mesa, regresando


con otra pastilla en la mano. Aunque odiaba el mareo, no se rehusó a tomarla. Le
dolía la cabeza demasiado fuerte para negarse.

“¿Por qué no te recuestas en el sofá un rato? Ya me uno a ti luego de ordenar


la cocina.”

Ella asintió y se tomó la pastilla. Kellan la ayudó a ir a la sala familiar para que
se recostara en el lujoso sofá de cuero. Él la cubrió con una suave manta de
algodón y le besó la frente antes de volver a la cocina. Mercy oía el sonido de
platos, cubiertos y el correr del agua en la cocina, sintiéndose un poco culpable por
no ayudarlo. Pero pronto el medicamento hizo efecto y ella flotó en un abismo
oscuro.

Se despertó con el sonido de unas voces en un lugar lejano de la casa. Ella


asumió que Kellan estaba en su oficina, al teléfono, pero cuando oyó una voz
femenina, las inseguridades, preguntas y angustias se cernieron sobre ella.

Mercy pensó en retirarse arriba a la habitación de invitados, pero la idea de oír


a Kellan y otra mujer poniéndose sucios en su habitación la hacía querer tirarse de
algún lado. Decididamente, ella sabía que era mejor quedarse en el sofá y fingir
estar dormida. Al menos se ahorraba la agonía del rechazo.

No tienes tiempo para sentarte y esperar a que sucedan las cosas.


¡Tienes siete días!

Aunque su plan de encantar y persuadir a Kellan para que le enseñara sobre la


sumisión estaba lleno de agujeros, Mercy debía quitar todos los obstáculos frente a
ella. Él aún no lo sabía, pero la necesitaba tanto como ella a él. Si Mercy debía
apartar a un millón de mujeres para convencerlo de eso, que así fuera.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Rebosando de determinación, se sentó y apartó la manta. Se puso de pie y


enderezó su ropa y los hombros. Caminando con propósito, siguió las voces y se
dio cuenta que venían de la oficina de Kellan.

Mercy entró en la habitación esperando encontrar a Kellan sentado detrás de


su escritorio. En vez de eso, estaba sentado junto a una hermosa joven rubia en
un sillón de cuero junto a la ventana… tomándola de la mano.

Su estómago apretó.

Kellan se dio vuelta como si percibiera su llegada. Una mirada de aprensión le


matizaba el rostro. Sus labios se apretaron y la rubia dejó de hablar a mitad de
frase y miró en dirección a Mercy antes de que la sorpresa levantara las cejas de la
otra mujer.

De cara frente a su competencia, la fachada de Mercy se volvió mierda.


La vergüenza le inundó el sistema.

Con razón a Kellan no le interesaba. ¿Por qué escoger un traje de Brooks


Brothers cuando puedes tener un Armani?

Mercy se sintió como una tonta.

“Lo siento, no pretendía interrumpir,” murmuró. “Oí tu voz y creí que hablabas
por teléfono.”

Mentirosa.

La rubia sonrió, con las cejas aún en alto, y miró de lado a Kellan, luego a
Mercy, luego otra vez a Kellan. Era como si la mujer no supiera a quien comenzar
a interrogar primero. Su expresión analítica fue reemplazada por una sonrisa
placida.

Sin duda la había practicado un millón de veces, pensó Mercy con cautela.

“No sabía que tenías… compañía. ¿Por qué no dijiste nada cuando llegué?”
preguntó la rubia.

96
ANHELANDO SU DOMINACION

La mirada de Kellan abría a Mercy como un bisturí. Una sonrisa conocedora se


posó en la esquina de su boca mientras se puso de pie y la invitó a entrar en la
estancia.

“Hannah, te presento a mi amiga Mercy O’Connor. Mercy… Hannah.”

Con una sonrisa falsa, digna de un Oscar, Mercy extendió la mano hacia la
mujer joven, más delgada y definitivamente más inocente. “Es un gusto conocerte,
Hannah.”

Otra mentira.

Ella apretó rápidamente la mano de la rubia tonta.

“Anoche, cuando Salí con Mika y otros amigos, hubo un altercado entre Mercy y
un antiguo amigo suyo y se puso feo.” Kellan le contó los eventos violentos,
cuidando de no mencionar las inclinaciones dominantes de él y las sumisas de ella
y el Génesis, mientras las cejas perfectamente depiladas de Hannah subían más
por su frente. “Así que, Mercy va a quedarse aquí mientras se recupera.”

Hannah miró a Mercy con compasión. “Oh, por Dios. Es terrible. ¿Estás bien
para estar de pie?”

Buen intento, perra. Estás elevada como Willie Nelson si crees que me
voy de esta oficina para poderte subir la falta y rogarle a Kellan que te
folle sobre su escritorio. Pero, adelante. Dame tu mejor golpe. ¡Te reto!

“Oh, no estoy en reposo absoluto, pero anoche Kellan fue más que
asombroso,” Mercy dijo entusiasmada.

Los ojos de él se abrieron de par en par por un breve momento como si ella
hubiera tomado demasiadas pastillas.

“Apuesto a que lo fue.” Hannah se rio suavemente, mirando expectante al


hombre, al igual que Mercy, esperando verlo sonrojado o al menos encontrar algo
de sudor cubriéndole la frente. En cambio, tenía una sonrisa arrogante.

“No sé si asombroso es la palabra,” él refutó. “Despertarte cada cuatro horas


para darte tu medicamento no es algo digno de ser llamado una dificultad.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Claro que no.” La respuesta de Hannah era sarcástica. “Estoy segura que
fuiste todo un caballero toda la noche.”

¡Sí!

La perra había mordido la carnada… el anzuelo, la caña y plomo.

“¡De hecho!” él aseguró.

“Claro.” Hannah rodó los ojos. No creía en la inocencia de él en absoluto.

“Pregúntale a Mercy si no me crees. Te dirá la verdad.” Él sonrió.

¿Decirle la verdad? Nunca en la vida.

“Oh, por favor,” Hannah se quejó. “No le voy a preguntar nada, ni a ella ni a ti.
Jamás he pensado o esperado que… te volvieras monje.”

“Gracias a Dios porque no lo soy,” le aseguró con una risita.

Mercy no podía entender por qué Kellan encontraba divertida esta


conversación. Ella esperaba que él se sintiera irritado porque se estaba portando
como una gata celosa.

“¡No!” Hannah sostuvo su mano en alto y le frunció el ceño a Kellan. “No


necesito una palabra más. Te amo con el corazón, pero… por favor, detente.”
La declaración de amor de Hannah cortó profundamente a Mercy. Como una
piedra, la esperanza se hundió profunda y rápidamente.

“Jamás has indagado en mi vida personal; yo también respeto tus límites,”


Hannah continuó. “Créeme. Hay ciertas cosas que nadie quiere escuchar,
especialmente los detalles de la vida sexual de tu padre.”

“¿Padre?” Mercy se ahogó.

¿Padre? ¿Qué pu…? Oh, ¡Mierda!

Ella miró boquiabierta a Kellan. “¿Es decir que ella… Hannah es… ella es tu…
Hija?

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Claro que es mi Hija. ¿Quién creías que era?” una sonrisa se estiró en sus
labios y un brillo conocedor en sus ojos casi gritaban ¡ Te atrapé!

¡El hijo de puta le tendió una trampa!

Las mejillas de Mercy se calentaron de ira y humillación.

De repente la habitación se tornó demasiado pequeña y claustrofóbica.

¿Hannah era su hija? Mercy solo podía imaginar lo que la pobre niña estaría
pensando… nada bueno. Niña, nada; ella y Hannah parecían de la misma edad.

Lo cual traía la siguiente pregunta… ¿Dónde estaba la señora de Kellan


Graham?

Las inseguridades hicieron que el estómago de Mercy se moviera en un círculo


lento y nauseabundo.

Sumisa o no, ella necesitaba respuestas del señor distante y evasivo, pero
ahora no era ni el tiempo ni el espacio. Luego que se fuera Hannah, Mercy
planeaba quitarle esa sonrisota de la cara.

Impulsada con su ira hacia sí misma, Mercy dejó que su valentía volara. De un
modo u otro, Kellan Graham iba a soltar la sopa de una vez por todas.

“¿Mercy? No has contestado mi pregunta.” La voz de Kellan tenía ese borde


dominante que le echaba a perder la valentía. “¿Quién creías que era Hannah?”

La convicción de Mercy se desinfló como un globo… escupiendo y girando y


aterrizando de golpe en el maldito suelo. Kellan sabía que el monstruo ojiverde le
había mordido el culo… más de una vez, y disfrutaba infernalmente atrapándola…
como una puta adicta al crack en un episodio de Policías.

Dado que el suelo se negaba a abrirse y tragarla entera, tal como quería, Mercy
hizo lo único que pudo… apeló a la quinta enmienda y se encogió de hombros en
silencio.

Kellan se rio. “Creíste que Hannah era mi amante, ¿Verdad?”

“Espera… tú creíste… que papá y yo éramos…” Hannah tartamudeó.


“Disculpen, pero creo que me voy a vomitar ahora.”

99
ANHELANDO SU DOMINACION

“¡Espera!” Mercy gritó. “Lo siento… no fue mi intención… yo… ¡Mierda!” Mercy
tambaleó. ¿Cómo iba a salir del agujero que la estaba hundiendo? “Honestamente.
Tu papá y yo solo somos amigos y él de verdad fue un perfecto caballero anoche.
Te lo juro.”

Cambiar el tema tal vez no fue la mejor decisión, pero Mercy quería limpiar el
nombre de Kellan y las ideas erróneas que había plantado en la cabeza de su hija,
y así, si Mercy podía reparar su propia reputación para que Hannah evitara pensar
que era una puta, pues mejor.

Una sonrisa se formó en los labios de Hannah – la misma que a veces Kellan
tenía de vez en cuando. “Papá es un adulto. Él puede hacer lo que quiera con
quien quiera.”

El drama era más de lo que el cerebro dañado de Mercy podía manejar.


Frotándose la frente, cerró los ojos brevemente, intentando ahuyentar el palpitar
de su cabeza. “Creo que es hora de acostarme un poco. Hannah, un gusto
conocerte. Y de nuevo, me disculpo por interrumpir tu conversación con Kellan, y
bueno… me disculpo por todo.”

“No seas tonta,” contestó Hannah. “No interrumpiste nada importante. Paso
por acá a molestar a papá cada vez que puedo. No te preocupes sobre lo demás.
Ya lo superé.” Ella se rio. “Gusto en conocerte también, y espero que te mejores
pronto.”

“Gracias.”

“Déjame llevarte a tu habitación.” El tono de Kellan tenía el mismo timbre gentil


y amoroso de anoche. El corazón de Mercy se derritió. “Ya regreso, cariño.”

“Tómate tu tiempo,” respondió Hannah.

“En verdad, no es necesario. Estoy bien.” Protestó Mercy.

“No quiero que te tropieces en las escaleras.” El tono firme de Kellan incluía un
toque de advertencia.

Sin querer ocasionar un lio más grande, ella se rindió.

100
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan no dijo nada hasta llegar a la habitación de invitados. Cuando se subió a


la cama, él se inclinó para arroparla. Mercy lo tomó de la muñeca.

“Lo siento. Lamento haberte insultado frente a Hannah y hacer el ridículo.”

“¿Realmente te preocupa cómo tus acciones se reflejan en mí, ángel?”

“Claro. Mis celos estúpidos te insultaron, insultaron a Hannah y a mí también.


Lo siento.”

Él la estudió por varios segundos antes que una sonrisa se formara en su boca.
“Descansa ahora. Yo aclaro todo con mi hija.”

“¡Buena suerte! Tal vez no haya modo de convencerla que no somos amantes
después de lo que dije. Ella obviamente cree que eres todo un galán. Supongo que
no soy la única mujer que ha visto pasearse por tu estudio un sábado en la
mañana.”

“Guarda tus garras, ángel. Tus celos ya causaron suficientes problemas por
hoy.”

“Lo sé,” ella gruñó. “Solo creí que… si Hannah no es la razón por la cual no me
quieres enseñar sobre este estilo de vida, entonces tal vez hay otra mujer hermosa
que es esa razón.”

“No.” Contestó.

“Otra vez respuestas con monosílabos. Qué lindo,” Mercy farfulló por lo bajo.
“¿Al menos me dirás por qué? Quiero ser una mejor sumisa. ¿Es eso un crimen?
No estoy pidiendo que salgas conmigo o me pidas matrimonio… diablos, ni siquiera
te estoy pidiendo un collar.”

“Lo voy a pensar. Ahora descansa.”

“¿Qué vas a pensar?” Mercy presionó. “¿Lo de entrenarme o lo de decirme por


qué no lo vas a hacer?”

“Ambas.”

“¡Argh!” ella gruñó. “Eres el hombre más molesto del planeta, ¿Sabes? Obtener
una respuesta directa de ti es inútil e imposible.”

101
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan sonrió. “Y entrenarte será como intentar amansar a un tigre


hambriento.”

“¡Puedo ser una sumisa, maldita sea!”

Su sonrisa de amplió.

Maldición, sí que es sexy.

Mercy le ladró en silencio a sus locas hormonas que se callaran.

“Pues demuéstralo,” la retó Kellan.

“Bien. Reto aceptado. Te demostraré que puedo ser la mejor sumisa en todo el
maldito planeta,” ella resopló en un tono para nada sumiso.

Kellan se rio tan profunda y ricamente que los brazos de ella se erizaron. Sus
pezones se endurecieron. La mujer inquieta y sexualmente frustrada dentro de ella
rugió a la vida.

“Vas a tener que intentar mucho más fuerte, ángel.”

Sí, Mercy lo sabía. Y entre más pronto mejorara, más pronto podría
demostrarle que ella merecía su entrenamiento y su confianza.

“Te voy a demostrar que soy una sumisa y no el tigre hambriento que crees
que soy, Kellan… eh… señor.”

“Eso espero.” Un destello de deseo oscureció su mirada antes de besar la


frente de ella tiernamente. “Duerme, ángel.”

“Sí, señor.” Ella cerró los ojos y sintió los pasos de él desaparecer en el pasillo.

Una sonrisa satisfecha se extendió en sus labios. Mercy no podía esperar a


demostrarle todos los deseos ansiando desatarse en su interior. Empezaría apenas
durmiera un poco para que su molesto dolor de cabeza se disipara.

Mercy estaba de rodillas en la gruesa alfombra. Kellan de pie frente a ella…


callado como de costumbre. Con los ojos hacia el suelo, ella estudiaba los
cordones de los pulidos zapatos masculinos en su visión periférica. Él tenía una

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ANHELANDO SU DOMINACION

gran y fuerte mano apretando su cabello, haciendo que el picor del glorioso dolor
se extendiera sobre su cuero cabelludo. Un estremecimiento la envolvió cuando él
recorrió el borde de su mandíbula con la punta de su dedo.

“Tú… de rodillas, lista para complacer es una imagen tan linda, ángel,” Kellan
susurró con orgullo. “Tú quieres complacerme, ¿Verdad?”

“Más que nada, señor.”

La paz y la serenidad la llenaron.

“¡De pie, zorra!”

Su voz se volvió rabiosa e impaciente sin aviso. Algo iba mal. Ella de algún
modo cometió un error. Mercy se colocó de pie, temblando de miedo. Cuando él la
tomó de la barbilla, apretándole la piel entre sus dedos, ella contuvo un grito.

“¡Mírame cuando te hablo, perra!” dijo Kellan con desprecio.

No. No. Esto no estaba bien. Él no estaba bien. Algo estaba mal con él. Jamás
la había hecho sentir miedo antes.

“¿Estás sorda, vaca?” él espetó. “¡Discúlpate!”

“Lo siento, señor.” Aunque no tenía idea qué lamentaba, la respuesta se le salió
de los labios.

“Demuéstralo. Dóblate sobre la cama.” Su rostro lleno de ira. Cuando Mercy


titubeó, una sonrisa diabólica se posó en su boca. “No eres para nada una sumisa,
¿Verdad?”

“Sí lo soy, señor. Lo soy.”

“Deja de hacerme perder el tiempo muéstramelo. Hazme creer que quieres


complacerme.”

Él le soltó el cabello y de repente sostenía una fusta larga de cuero. Mercy


tembló. Ella odiaba la fusta.

“Tomarás cada golpe sin hacer un sonio o te golpearé hasta sacarte sangre.”

103
ANHELANDO SU DOMINACION

Él ignoró su quejido de miedo y estrechó la mirada.

“¿Por qué actúas así conmigo?”

Kellan levantó la mano y la abofeteó. El dolor blanco y caliente le cubrió la piel.


Ella apretó los labios, evitando gritar. No quería enfurecerlo más especialmente
cuando vio una feroz satisfacción brillar en su mirada.

“¿Quién crees que eres para cuestionarme, puta estúpida? Voy a disfrutar
castigándote por eso.”

El sonido de su fría risa le hizo eco en la cabeza a Mercy. Como si de repente él


tuviera fuerza sobrehumana, Kellan la empujó de cara sobre la cama. La mejilla
adolorida de Mercy estaba sobre la áspera manta mientras lágrimas silentes caían
sobre la tela.

“¿Lloras por mí? Aw, gracias, zorra. ¿Recuerdas lo mucho que me gusta oírte
llorar, Symoné? Te acuerdas de todas las cosas perversas que me gusta hacerte,
¿Verdad?”

El corazón de Mercy parecía quererle estallar en el pecho. Ella conocía esa voz.
No era la de Kellan. Era la de Kerr. El terror se apoderó de ella. Mercy luchó, pero
encontró el valor de levantar la cabeza y mirar sobre su hombro. Kellan aún estaba
ahí. Su cerebro estaba torcido por la confusión y el miedo. Mercy sabía en su
corazón que él jamás le haría algo tan vil y brutal como esto. Ella estaba segura
que Kerr le había hablado. Pero no estaba allí… solo Kellan.

“¿Qué pasa, perra? ¿Te cuesta entender todo esto?” el sonido de la malvada
risa brotó de la boca de Kellan. “Tal vez esto te ayude a entender, perra
ignorante.”

Kellan se empezó a arrancar la piel del rostro. La impresión de ver pedazos de


piel cayendo la hizo sentir nauseas. Mercy tuvo una arcada con la bilis que le ardía
en la base de la garganta. Quería gritar… quería cerrar los ojos, pero no podía.

“Me encargué de tu novio. ¿Cómo más crees que le arranqué la cara y me la


puse?”

Mientras Kerr se quitaba el último pedazo de piel y lo dejaba caer al suelo, le


sonrió. Era la misma sonrisa aterradora y maniática que tenía en la corte y afuera
del club.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Te dije que volvería a quitarte la vida, ¿Cierto, perra?” la provocó con un tono
frio. “Bueno, aquí estoy. Siempre cumplo mis promesas.”

Él empujó la rodilla sobre la espalda de ella, inmovilizándola antes de sacudir


un enorme y afilado cuchillo frente a su rostro.

“Primero, voy a follarte por el coño y el culo, luego comenzaré a cortar… cortar
partes de tu puto cuerpo y las pondré aquí sobre la cama para que veas
exactamente lo que te hago.” Kerr palmeó el colchón cerca al rostro de ella.

Ella iba a sufrir una muerte lenta y dolorosa.

Llena de miedo, Mercy gritó a pleno pulmón.

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO SEIS
LUEGO DE DESPEDIRSE de Hannah con un beso, Kellan subió las escaleras
para ver a Mercy. Aliviado de encontrarla dormida y descansando su cerebro, sabía
que debía darse la vuelta e irse de la habitación, pero sus pies… diablos, todo su
cuerpo se negaba a cooperar. En cambio, se sentó en la silla junto a la cama y
contempló los rasgos pacíficos y delicados. Una sonrisa le curvó los labios mientras
recordaba lo adorable que se veía en su estudio… celosa como un diablo y el doble
de descarada. Su reacción fue un subidón para su ego anciano. Claro, si hubiera
sido la mitad de caballero, Kellan le hubiera presentado a Hannah como su hija
desde el principio. Pero era un bastardo sádico de vez en cuando y tenía curiosidad
de saber cuán lejos llegaría Mercy.

Y dejó de sonreír.

La visita de Hannah provocó un millón de preguntas en Mercy, de las cuales no


estaba listo para contestar ninguna, al menos aún no. Oh, Kellan sabía que
eventualmente tendría que ser franco sobre Leena, tarde o temprano, pero quería
saber más de Mercy. Ella sería compasiva respecto a su dilema moral, pero le
preocupaba que ella se incomodara ante la idea de…

¿De qué? ¿De ser amigos, o creer que puedes en verdad ofrecerle algo
más, como… un compromiso?

Soltó un suspiro pesado. Conocía la respuesta. Pero como Hannah le recordó


antes, la vida no solo era blanco y negro. Si encontraba la fuerza de conseguirse
un par de pelotas y lograba mantenerse lejos de Mercy sexualmente, posiblemente
podría enseñarle sobre el estilo de vida. Pero eventualmente ella se cansaría de
hacer con él solo escenas. Ella suplicaría por un collar, y cuando se viera obligado
a negarse, eso la aplastaría. Él no podía reclamarla como su esclava. No podía

106
ANHELANDO SU DOMINACION

prometerle la clase de compromiso que quería darle… ese que ella también
anhelaba y merecía. Porque en su corazón, aún era el amo de Leena.

Kellan se frotó el rostro con una mano.

Contemplar algo tan tonto era una pérdida de tiempo.

Él y Mercy solo podían compartir una amistad, pero eso era todo.

Ella ya se había metido muy hondo en él.


¡Joder! No podía ni seguir de largo de la habitación de invitados sin asomarse
a mirar su seductora belleza.

Ella lo debilitaba… a él… su determinación… sus emociones.

El poder que ella ejercía sobre él era frustrante. Jamás se permitió a si mismo
ser tan susceptible a otra mujer además de Leena. Kellan no sabía cómo lidiar con
su propia debilidad… la debilidad que Mercy le hacía sentir.

La conversación que tuvo con Hannah antes en su estudio se filtró de nuevo en


su mente. Le había explicado a su hija que no estaba involucrado sexualmente con
Mercy. Claro, él no le había confesado que sí quería estarlo, maldita sea. Pero su
hija no le creyó nada, al menos no al principio.

“¿Solo amigos?” Hannah resopló. “Papá, por favor. Ya no tengo tres años. Sé
que papá Noel y el conejo de pascua no existen. Por favor, ¡Detente! Veo cómo la
miras… cómo Mercy te mira.”

“Ese no es el punto,” Kellan argumentó. “Estoy casado.”

“Con un zombi.” El dolor le retorció el rostro. “Lo siento, pero es verdad. Mamá
nos dejó hace mucho tiempo, y tú dejaste de vivir, papá. Te he visto. Mamá no
querría eso. Ella querría que fueras feliz.”

“Soy feliz. Te tengo.”

“Soy tu hija. Hablo de tener compañía… amor. No cierres tu corazón en la


misma prisión en la que está mamá.” Hannah frunció el ceño. “¿Mercy sabe de
mamá?”

“No. Y pretendo que siga así.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Hannah negó con la cabeza, con una expresión que gritaba que él estaba
siendo obtuso.

“Es obvio que tú y Mercy sienten algo. Actúa en consecuencia, papá. Solo vives
una vez.” Su voz bajó a un susurro. “No tenemos garantizado el mañana.”

“No voy a cometer adulterio, Hannah.”

“Ya tienes a Natalie, ¿Recuerdas?”

Sus palabras sacudieron el suelo debajo de Kellan. Él no tenía idea de que


Hannah supiera de su amiga.
“¿Cómo lo sabes?”

Hannah desestimó la pregunta con su mano. “El verano pasado estabas afuera
limpiando la piscina. Cuando entré a buscar bebidas, el teléfono estaba sonando.
No alcancé a contestar porque se activó el contestador automático. Una mujer
dejó un mensaje recordándote que era hora de renovar el contrato del
apartamento de Natalie. Rápidamente entendí.

“Lamento que te enteraras.”

“Yo no.” Hannah resopló. “¿Estás enamorado de las dos… Natalie y Mercy?”

“No. Natalie y yo no tenemos lazos emocionales en absoluto. Solo es… no. No


la amo.”

“Pero a Mercy sí. Lo veo… lo siento. ¿No lo ves? Ya estás cometiendo adulterio
papá… al menos adulterio de corazón. Si tienes miedo de que piense mal de ti por
amar a alguien más aparte de mamá, estás equivocado.” Hannah se detuvo y lo
estudió. “No es eso a lo que le temes, ¿Verdad? No, le temes a eso porque sientes
algo por Mercy… temes que le estás siendo infiel a mamá. Eso es, ¿Verdad?”

Kellan miró a su hija. Era tan lista y tan observadora. “Le hice una promesa a
ella, frente a Dios y a un montón de gente.”

“Ella también te hizo una promesa, papi. Pero ni Dios ni Satanás ni el destino
que nos jugó una pasada cruel a todos nosotros lo ha anulado.” Hannah se secó
una lágrima rápidamente. “Ella querría que fueras feliz, papá. Ella te amaba lo
suficiente para querer que siguieras adelante sin ella.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

No pudo encontrar el valor de decirle a su hija que ridículamente se aferró a la


esperanza de que un día Leena despertara de esa prisión catatónica. Que ella
volvería a casa y pasarían el resto de sus vidas felices y perdidamente
enamorados… como en un puto cuento de hadas.

Kellan tragó la bola de emociones alojada en su garganta y abrazó a su hija


fuertemente.

“Lo pensaré, solecito.” Se ahogó.

“Te amo, papá. Eres mi mundo entero. Quiero que vuelvas a ser feliz. No es
sano vivir solo y aislado como lo haces. Como tú y mamá siempre me enseñaron…
la vida no es solo blanco y negro. Es hora de seguir. Realmente lo es.”

Mercy se sacudió en su sueño, trayendo a Kellan de regreso al presente.


Hannah tenía razón. Podía perder su corazón fácilmente ante Mercy. Diablos,
de muchas maneras, ya lo había perdido. ¿Pero podría vivir consigo mismo? el
jurado aún deliberaba sobre eso. Claro, siembre estaba el chance de que una vez
ella supiera que aún estaba legalmente casado, ella lo despreciaría. Mercy tenía
una fuerte fibra moral. La había visto una y otra vez en el Génesis.

¡Qué puto desastre!

“No. No.” El quejido de Mercy estaba lleno de miedo.

Acercándose a ella, Kellan veía cómo las lágrimas caían a la almohada.

Puto Kerr. El cretino aún le atormentaba en sus sueños.

Un grito largo y lastimero salió de su garganta. Kellan no podía permitir que


sufriera otra pesadilla. Tomando el brazo de Mercy para evitar que lo volviera a
golpear, la sacudió suavemente.

“Despierta, Mercy.” Le ordenó en un tono que solo usaba en el club.

Ella se sentó de un salto, casi golpeándolo con la cabeza, y dejó salir un grito
fuerte y largo. Sus ojos rápidamente revisaron la habitación, sin duda buscando al
hijo de puta de Kerr.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“¡Mercy!” repitió en el mismo tono firme. “Estás a salvo. ¿Ves? No hay


monstruos aquí… solo yo.”

Los ojos de ella se abrieron más y palideció. “Aléjate de mí. ¡No me toques!”

La ferocidad de su gruñido le dijo a él que no era la misma pesadilla que tuvo


anoche. Kellan levantó las manos en rendición y se sentó de nuevo en la silla.

“Debió ser bastante malo esta vez.”

Mercy abrazó sus piernas y asintió.

“Sácalo de tu mente y cuéntamelo.”

La barbilla de ella comenzó a temblar y unas grandes lágrimas cayeron por sus
mejillas.

Lo consumía verla tan perdida, tan sola, tan rota, tan asustada. La distancia
que había puesto entre ellos a propósito para calmarla lo devoraba por dentro. Él
necesitaba consolarla… calmarla y erradicar el terror de su mirada. Lentamente,
Kellan se acomodó cerca a la cama. Ella lo miró de lado advirtiéndole, pero no lo
detuvo.

“Relájate y respira profundamente. Sabes que nunca te lastimaría, ¿Verdad?”

Ella parecía estar sopesando cuidadosamente sus palabras. Luego de largos


segundos, Mercy finalmente asintió, y dejó salir un grito lastimero mientras se
lanzaba a los brazos de él.

El alivio le recorrió el sistema y envolvió apretadamente la pequeña figura. La


escondió en su pecho mientras la dejaba sollozar. Cualquiera que fuera la
aterradora escena que se había desarrollado en su mente, claramente la había
enviado sobre el borde mucho más que el ataque que sufrió.

“Shhh, está bien, ángel. Te tengo. Nadie te va a lastimar mientras esté cerca.”

“Eras tú, al menos al principio,” se ahogó.

“¿Yo? ¿Qué hice? Dime.”

“Tú… yo… yo estaba de rodillas para ti, y querías que te complaciera.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Lo que ella comenzó a describir no era para nada aterrador. De hecho, era una
de sus fantasías favoritas… ella de rodillas ante él. Pero sabía que algo más
ominoso se avecinaba.

“Mi corazón se elevaba. Estaba tan preparada para mostrarte cuánto…” ella se
detuvo ante un poderoso temblor que le sacudió el cuerpo. “Pero luego te volviste
cruel y comenzaste a tratarme como K… Kerr. Tenía miedo. Cuando te dije que no
entendía, te enfadaste más y comenzaste a arrancarme el rostro.”

Ok, él no esperaba algo tan escabroso. Kellan la apretó fuertemente,


ofreciéndole en silencio valor para proseguir.

“Pero entonces Kerr dijo que te había matado y tenía tu rostro de máscara.
Creo que quería confundirme, pero no eras tú… era él. Me lo dijo…” ella sollozó
más fuerte.

“Él repitió lo que me dijo anoche.”

“¿Qué te dijo anoche?”

Mercy no respondió. Ella respiró profundamente varias veces, como si intentara


recobrar la compostura. Kellan esperó pacientemente a que ella le contestara.
“Él me dio que volvería para sacarme la vida del cuerpo.”

La ola palpable de miedo que emanaba de ella casi aplastó a Kellan.

El reino continuo del terror por parte de Kerr sobre Mercy lo hacía querer
romper el cabecero de la cama de un golpe. Kellan no podía hablar. Estaba
demasiado ocupado conteniendo su furia mientras acariciaba el brazo de ella.

“Fue tan real,” susurró. “Él… él sacó un enorme cuchillo y me dijo que iba a
cortarme en pedazos y los iba a esparcir sobre la cama para que los viera.”

Mercy se echó para atrás. Levantó sus ojos rojos hacia él y el corazón de Kellan
se apretó. Secó las lágrimas de ella con sus pulgares y le besó suavemente la
frente.

“Tengo miedo.” Su confesión era un susurro tan suave que casi no podía oírlo.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Ver a esta mujer luchadora, segura de sí misma reducida a una cáscara rota de
terror le hervía la sangre. La necesidad primitiva de protegerla y acabar con sus
miedos lo consumía. Aunque estúpido y peligroso, Kellan no podía evitarlo; él le
acunó las mejillas y la besó suavemente en los labios.

Mercy gimió. Ella dudó por un breve segundo y luego se derritió contra él.

Su entrega encendió en llamas su mundo.

Agarrando su cabello sedoso en un puño, Kellan guio la cabeza de ella hacia


atrás mientras tocaba el esbelto cuello. Cuando pasó la lengua sobre los labios
suaves como pétalos, Mercy los separó instantáneamente, dándole la bienvenida
en su boca. Hundiéndose más, él barrió su lengua sobre cada curva húmeda y
sedosa.

Plata líquida corrió por las venas de él.

El beso se volvió crudo y exigente.

Su polla saltó.

Mercy rozó con sus dedos su brazo, dejando un rastro de electricidad


chisporroteando en su piel.

Su eje entusiasmado se endureció más, hambriento por meterse en sus


aperturas calientes y resbaladizas, y reclamar su corazón, su mente, su cuerpo y
su alma.
Su pulso tronó y rugió en sus oídos.

Mercy le apretó los hombros, aferrándose con todas sus fuerzas a él, mientras
sus lenguas giraban y exploraban en un baile seductor y húmedo.

Ella meció las caderas mientras se fundía fervientemente contra él.

Era tan putamente receptiva, estaba tan viva.

Sentía como si ella lo despertara de un sueño de un siglo.

Moldeada perfectamente contra él, sus labios… diablos, todo su cuerpo se


sentía suave, como terciopelo tibio.

112
ANHELANDO SU DOMINACION

La cabeza de Kellan dio vueltas.

Estaba perdido.

No podía devorarla lo suficientemente rápido.

No podía saciar la implacable hambre que se desató dentro de él.

No podía evitar tocar su piel sedosa y caliente.

Kellan metió una mano bajo el buzo de ella. El sensual calor de su cuerpo de
inmediato lo envolvió. Él rozó el sostén con su pulgar. La sensación de su pezón
endurecido hizo que un gruñido gutural saliera de su pecho. Mercy respondió con
un tono necesitado y arqueó la espalda, presionando su pecho pesado contra su
mano.

La sirena seductora lo estaba encendiendo.

Comiéndola como un hombre poseído, Kellan apretó y masajeó el suculento


orbe.

Estaba perdido… perdido en el feroz fuego de la dulce Mercy.

Ella comenzó a quitarle la camiseta, subiéndola por sus abdominales hasta el


pecho. Él sintió su frustración mientras intentaba arrancársela del cuerpo. Se
separó de su boca lo suficiente para quitarse la prenda sobre la cabeza.
Cuando se inclinó a reclamar los labios de ella otra vez, lo miraba con sorpresa
ante la definición de los músculos que le tensaban el abdomen.

Por una vez, todas las horas de sudar y ejercitarse en el gimnasio habían dado
fruto.
Él con destreza tomó el dobladillo del suéter, lo subió por su cuerpo y lo envió
a volar a un lado de la cama. Mientras contemplaba la curva de sus pechos
blancos sobresaliendo bajo el sostén color bronce, Mercy colocó sus manos sobre
el pecho masculino y las bajó por el torso.

El cuerpo de él zumbó y su boca se hizo agua.

Cuando ella movió las manos hacia su espalda para desabrocharse el sostén, la
realidad le robó a Kellan su libido.

113
ANHELANDO SU DOMINACION

¿Qué putas haces? Ella tiene una contusión, ¿Recuerdas? No está lo


suficientemente bien para todo lo que quieres hacerle. Se supone que
eres un dominante responsable. ¡Comienza a actuar como tal!

El golpe de su subconsciente hizo que la niebla de la lujuria se desvaneciera.

Kellan parpadeó en dirección a Mercy. Aún hipnotizado por la visión de su


cuerpo semi desnudo y sus labios hinchados y húmedos, se preguntó cómo
permitió que las cosas llegaran tan lejos con tanta rapidez.

¡Joder!

Tenía que poner el freno… ya.

“No. Espera. No lo hagas.”

Mercy se quedó quieta con el ceño fruncido.

“Tu cerebro necesita tiempo para… no estás lo suficientemente bien para esto.”

“Estoy bien. Si crees que vas a detenerte ahora… yo seré quien te dé una
contusión, caballero.”

Aunque quería reírse ante esa amenaza, prefería mil veces haber puesto a la
fierecilla insolente sobre su rodilla y dejarle el trasero ardiendo. Kellan no
soportaba que las sumisas intentaran tomar el control. Desde que la encontró en
su sala ayer, Mercy consciente o inconscientemente había estado intentando
manipularlo. ¿Tan si quiera sabía ella que su comportamiento era inaceptable en
una sumisa? Kerr probablemente nunca se molestó en enseñarle nada del
protocolo.

Ella necesitaba educación e ilustración.

Necesitaba una mano firme que la guiara.


Lo necesitaba a él.

Kellan no estaba listo para apostarle a algo todavía. Necesitaba tiempo para
decidir si él realmente podía seguir adelante y vivir feliz para siempre como
Hannah le recomendó.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Oh, ¿Entonces entrenar a esta sumisa entusiasta está de repente


fuera de tu experticia, pero desnudarla y cogértela con una lesión en la
cabeza está perfectamente bien? Deja de jugar con su cabeza. ¡Junta tu
mierda, campeón!

Antes que Kellan pudiera tomar el suéter de ella y cubrir la cremosa y


tentadora piel, las tiras del sostén se deslizaron por sus brazos. Las copas
moldeadas del sostén también cayeron hasta que ella quedó solo con los
pantalones negros puestos.

Él miró mudo los pechos femeninos. Los pezones rosados se endurecieron bajo
su mirada. Él quiso pellizcarlos y chuparlos. El corazón y la polla de Kellan se
sacudieron a la vez. Como un telón, su sinapsis comenzó a ir en bajada. Toda la
energía se redireccionó a la polla, ahora imposiblemente apretada.

Con la determinación plasmada en su rostro, Mercy tomó la muñeca de él para


acercarle la mano a un pecho lleno en forma de pera.

Oh, esto va más allá de querer tomar el control.

No le sentaba bien someterse a ella.

Hora de controlar a la sumisa luchadora y usurpadora.

Kellan jaló su mano hasta liberarla y la inmovilizó con una mirada de


advertencia.

“¿Qué haces, ángel?” su reprimenda era en tono bajo y parejo. Mercy parpadeó
mientras el carmesí le coloreaba las mejillas. “No estás a cargo, pequeña. Soy el
dominante. No se te permite controlarme de ninguna manera, nunca más. ¿Está
claro?”

Mientras establecía las reglas, rozó el feroz calor del rostro de ella con un
nudillo.

Su erección palpitaba como un corazón virgen y estaba apretado bajo su


pantalón como una maldita asta. Ignorando la incesante demanda de su cuerpo,
Kellan se inclinó y tomó el suéter de ella del suelo y se lo entregó.
“Ponte esto.”

Una lágrima solitaria bajó por la mejilla de ella mientras obedecía en silencio.

115
ANHELANDO SU DOMINACION

“Mírame, Mercy.”

Ella cerró los ojos brevemente, respiró profundo y levantó la barbilla. Encontró
su mirada. Bajo las lágrimas sin derramar, Kellan vio un ciclón de emociones
girando dentro de ella: vergüenza, arrepentimiento, confusión, y deseo eran las
más predominantes.

Ella estaba tan putamente perdida.

Él no podía no ayudarla.

Kellan cuadró los hombros, unió las manos detrás de su espalda y acogió la
transición, la gloriosa paz y libertad de la mentalidad dominante.

“Manos detrás de la cabeza, ángel.” Bajó la voz a propósito para cubrir su tono
con lo que Mercy necesitaba: autoridad, control y dirección.

Un temblor le sacudió el cuerpo a ella cuando respiró sorprendida.


Arrodillándose en la cama, ella levantó las manos y entrelazó los dedos detrás de
la cabeza antes de bajar la mirada, en total sumisión.

Él dejó Salir un rugido interno.

Su polla palpitante goteó como un colador.

Ya él tenía perdida la cuenta de las veces que había fantaseado con verla ante
él así. Como en sus sueños, su sublime rendición lo hacía querer devorarla… llenar
los vacíos en su interior con el poder de ella, con su preciosa confianza. Sus manos
picaban por acunar los pechos ofrecidos y absorber su energía complaciente…
dejarla fluir a través de él y alimentar al hambriento dominante en él.

Era un subidón intoxicante saber que, con solo una orden, Mercy podía
entregarle voluntariamente todo, su poder, su pasión, su amor.

Ella le rogaría que pusiera su boca sobre los pezones duros, mover su lengua
sobre la piel arrugada. Gemir y quejarse mientras él se alimentaba de uno y luego
de otro pecho antes de bajarle el pantalón. Él le ordenaría que separara sus
pliegues desnudos y húmedos e inhalar el picante olor de su sexo, y devorarla
hasta que estuviera lista para deshacerse.

116
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan le advertiría que no se corriera, y ella le obedecería. No por miedo, sino


por la necesidad de complacerlo. Y cuando él colocara las piernas de ella sobre sus
hombros y metiera su goteante polla en su tembloroso núcleo, ella le susurraría a
él… le diría que lo ama.

“Tengo tantas ganas de tocarte, señor,” Susurró Mercy sin levantar la cabeza.

Kellan cerró los ojos brevemente para aplacar la fantasía carnal que se
desataba en su mente.

Rescátala con tu control y autoridad.

“Igual que yo, ángel. Pero no siempre podemos tener lo que deseamos.”

“Lo sé, señor.”

“Y odio decirte esto, pequeña, pero jamás tendrás lo que deseas si sigues
queriendo estar en control. ¿Entiendes lo que eso significa?”

“¿Intentar salirme con la mía?”

“Sí. Al intentar manipular un dominante.”

“Jamás lo haría.”

“Ya lo has hecho. Muchas veces.”

Ella levantó los ojos y lo miró boquiabierta como si fuera de Marte. “¿Cuándo?”

Él hizo acopio de todo su auto control para no sonreír. Ella era tan putamente
preciosa… tan intrigantemente inocente en el tema de la sumisión.

“¿Quieres que haga una lista?”

“Sí.”

“¿Sí, qué?”

“Sí, por favor.”

“¿Sí, por favor, quién?”

117
ANHELANDO SU DOMINACION

“Oh. Sí, por favor, señor.”


“Muy bien. Comencemos por el principio. Ayer en mi despacho, discutiste
conmigo cuando te informé que te llevaría a casa.”

“Pero… no me estabas dominando en ese momento.”

“¿No? Mi dominación no es un interruptor, pequeña. No se enciende y apaga


como un bombillo. Aunque puedo ajustarlo a voluntad, no te equivoques. Incluso
cuando soy indulgente, soy hombre y dominante… una entidad.”

“Oh,” ella susurró. Los labios permanecían redondos en una O incitante. Cristo,
quería besarla de nuevo.

“En el estacionamiento. Me diste un ultimátum si no contestaba tu pregunta.


¿Recuerdas?”

“Sí, señor,” contestó. Su respuesta estaba llena de remordimiento.

Ella finalmente estaba empezando a entender. Su despertar lo llenó de orgullo.

“¿Continúo?”

“No, señor. Ya entendí.”

“¿En serio?”

Ella asintió, demasiado pensativa para su gusto.

“Entonces, dime. Piensa… ¿Cuál consideras que ha sido tu intento más


descarado para usurpar mi dominación?”

“Todos parecen tontamente descarados en este momento.”

“Intentar encontrar tu camino a ciegas es todo menos estúpido. Se necesitan


agallas para intentar y abrir tus alas de sumisa sin alguien a tu lado que te enseñe
a volar.” Él se detuvo y dejó que ella sopesara sus palabras. “Te ayudaré a
encontrar la respuesta. Es justo ahora, que me desobedeciste y te quitaste el
sostén luego que te dijera que no lo hicieras.”

118
ANHELANDO SU DOMINACION

“Yo… yo…” su refutación murió en sus labios cuando él le frunció el ceño. Ella
bajó de nuevo la mirada. “Creí que no me deseabas… sexualmente.”

Kellan colocó sus dedos bajo su barbilla y le levantó la cabeza hasta


encontrarse una vez más con su mirada. “Nada más alejado de la verdad. Te he
deseado desde la primera noche que te vi. No hay nada que desee más que liberar
mi polla, agarrarte del cabello, y acercar tu boca hacia mí. Sentir tus dedos
delgados deslizarse sobre mi rígido eje mientras separas tus labios lindos y llenos y
deslizas tu lengua caliente y resbaladiza sobre toda mi longitud.”

Todo el cuerpo de ella tembló. Mercy respiró roncamente. El calor danzaba en


sus brillantes ojos aguamarina. “Eso me gustaría también, señor.”

Kellan estaba asombrado con la chica.

Ella poseía el corazón de una verdadera sumisa. Aunque ese corazón la hubiera
llevado a involucrarse con Kerr y le hubiera lanzado un mundo de mierda encima,
no estaba rota. Su espíritu, su deseo, su necesidad de someterse y complacer
sobrevivieron. Mercy tenía el mismo ánimo valiente y descarado que alguna vez
Leena tuvo.

Pero se necesitaba el valor de ejercer su dominación, colocar audazmente a


Mercy de rodillas aquí, frente a él, para reconocer cómo él había extrañado a
alguien que lo desafiara como ella.

“Infortunadamente, no podemos. Sé por experiencia que las contusiones no


sanan de la noche a la mañana. Es mi deber como dominante protegerte en todos
los niveles – físico, emocional y mental.”

“Una contusión mediana,” corrigió ella, luego apretó los labios rápidamente
como si se hubiera equivocado.

“Aclaremos una cosa. No quiero volver a ver que ocultes tus sentimientos. Eres
libre de decir siempre lo que piensas, pero no toleraré que quieras tomar el
control. ¿Entendido?”

“Sí. Gracias. Me sentiría como si tuviera permanentemente una mordaza de


bola si no pudiera expresarme.”

Kellan se rio. “¿No te gustan las mordazas?”

119
ANHELANDO SU DOMINACION

“Las odio.”

“Me aseguraré de recordarlo.” Sonrió.

“Apuesto a que sí.” ella evitó sonreír provocadoramente. “Pero me siento


mejor.”

“Me alegro, pero aún no estás lo suficientemente bien para… bueno, digamos
que tu salud física suprime todo por ahora.”
“Sí, señor.”

La respuesta de ella no fue nada diferente a la de otras sumisas en el club,


pero cuando esas dos palabras salieron de los labios de Mercy, su dominación se
expandió junto con su pecho y su polla.
Kellan podía percibir la confianza de ella. Podía fácilmente verse a sí mismo
recogiendo los pedazos de la sumisión de ella y esculpir su precioso poder en un
mundo nuevo y alucinante para ella.

Su placer compartido sería más que intenso.

La imagen de ella elevándose a los cielos bajo su autoridad desató un


corrientazo de deseo por sus bolas. Apretando las manos fuertemente para evitar
perder su mierda y tocarla, Kellan se inclinó y la besó en la frente.

“Ya puedes bajar los brazos, ángel.”

“Gracias, señor.”

La respuesta susurrada provocó una erección más rabiosa. En un mundo


perfecto, él la levantaría de la cama y la llevaría por el pasillo, la desnudaría, la
pondría de rodillas en la ducha y le llenaría la boca con cada duro centímetro de su
longitud.

Pero no era un mundo perfecto… era una tormenta perfecta, llamada Mercy. Y
Kellan estaba en el ojo de esta tormenta.

“Relájate y descansa si puedes un poco más. Voy a darme una ducha rápida.”

Y a masturbarme otra vez, porque ¿Quién necesita un pito


despellejado? ¡Maldita sea!

120
ANHELANDO SU DOMINACION

“En un rato te llevo a tu apartamento para recoger tus cosas.”

“Gracias por todo… señor.”

“De nada.”

Su gratitud lo llenó de calidez hasta llegar a la ducha y a través de otro


orgasmo rápido pero poderoso, cortesía de su puño. Mientras Kellan estaba en el
vestidor abotonándose el pantalón, miró la foto de su boda de nuevo.

“Aún no sé si puedo salir adelante, amor. Hannah está convencida de que tú lo


querrías,” susurró. “Es la culpa que vive y respira en mí la que no creo poder
superar.”
Confesar sus miedos, incluso a la imagen de Leena, parecía alivianar algo de la
carga de sus hombros. Si supiera con certeza que ella querría que él siguiera
adelante, su decisión no sería tan compleja. Él no solo entrenaría a Mercy, sino
que le daría su collar, y la llevaría también a vivir con él.”

“Nadie dijo que la vida era justa o fácil,” gruñó antes de elegir una camisa del
armario.

Las nubes oscuras y sombrías se cernían en lo alto mientras él y Mercy llegaron


a su apartamento.

“Intentaré no demorarme para no terminar como ratas mojadas en el viaje de


regreso a tu casa.”

“Tómate tu tiempo. Un poco de agua no nos hará daño.” Kellan sonrió.


“¿Tienes tus llaves?”

“No. Tengo una de repuesto bajo la alfombra.”

Él arqueó las cejas impresionado. “Eso no es probablemente sabio,


especialmente con Kerr aún suelto.”

“Tienes razón. No debí dejar la llave ahí. ¿No lo han atrapado todavía?”

“No. Antes que Hannah llegara, llamé a Amblin. Está tan frustrado como
nosotros. Kerr parece haber desaparecido de la faz de la tierra.”

Mercy se mordió el labio mientras su rostro se llenaba de preocupación.

121
ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan se acercó y le apretó la mano. “Te mantendré a salvo. Confía en mí.”

“Confío en ti y sé qué harás lo que esté en tus manos para mantenerlo lejos de
mí.”

“Claro que sí.”

Mientras estacionaba frente al complejo y apagaba el motor, Mercy miró el


espacio vacío donde normalmente ella estacionaba. “Oh, Me acabo de acordar… mi
auto aún está en el club. Mierda. No tengo idea de dónde está la llave. La tenía
antes de…”

Kellan levantó la mano. “No te preocupes. Todo está bien. Yo, ah, lo siento,
olvidé decirte. Las cosas estaban un poco locas anoche. Tu auto y tu llave están a
salvo. Mika me escribió cuando estábamos en el hospital. Luego de que todo se
calmó en el club, Woody salió a asegurarte que tu auto estuviera asegurado y
encontró la llave en la calle. Se la dio a Mika. Tal vez Max o Samantha lo han
llevado a casa de Mika luego de cerrar el club para asegurarse que no se lo llevara
una grúa.” Kellan le explicó mientras miraba cómo la ansiedad abandonaba el
rostro de ella.

“Cuando puedas conducir, vamos a casa de Mika a recogerlo.”

“No puedo creerlo.”

“¿Qué?”

“Todos en el club… me han abierto su corazón. No tengo idea cómo retribuirles


a ellos… y a ti.”

“No tienes que hacerlo. Somos una familia pervertida muy cercana. Nos
preocupamos por los nuestros.” Lejos en la distancia un rayo destelló en el cielo.
“Mejor entremos. No quiero que te derritas.”

Al menos no en la lluvia.

Kellan prefería que se derritiera a su alrededor. Antes que su rebelde polla


volviera a despertar, se apresuró a salir del auto y ayudar a Mercy a entrar al
complejo. Se inclinó y levantó la alfombra de hule afuera del apartamento. Un
trueno sacudió el edificio justo cuando Mercy le tocó el hombro.

122
ANHELANDO SU DOMINACION

“Espera. La movieron.”

“¿Qué?”

“La llave. Jamás la coloco de modo horizontal… siempre vertical.”

Kellan tomó la llave y se puso de pie. “Espera aquí hasta que revise adentro.”

“¿Y si está adentro esperándome? Podría dispararte.”

Él se agachó y de la bota de su pantalón, tomó una Glock G28 de su funda


pegada al tobillo. Aunque este modelo solo era asignado a los oficiales de la fuerza
pública, la mayoría de los jueces contaban con licencia para portar armas, por si
acaso algún juicio salía mal.

“¿Tienes un arma?” los ojos de Mercy se abrieron.

“Suelo llevarla al trabajo, pero luego de anoche, no saldré de casa sin ella.”
Ella asintió levemente antes de caminar a la entrada.

“Salgo en un minuto.” Le guiñó un ojo mientras deslizaba la llave en la


cerradura.

Kellan entró y encendió la luz.

Las palabras: VAS A MORIR, PERRA estaban pintadas en la pared sobre el sofá.

Sus entrañas y su mandíbula se apretaron a la vez.

Un rayo destelló hasta iluminar el mensaje amenazante. El vello en su nuca se


erizó. Aunque quería revisar el resto de las habitaciones, Kellan conocía la
necesidad de conservar la escena del crimen. La frustración se lo comía vivo
mientras salía del apartamento y dejó que la puerta se le cerrara en la cara.

“¿Qué sucede? ¿Por qué saliste tan rápido?” Mercy preguntó nerviosa mientras
se apresuraba a acercársele.

Kellan la tomó del codo y la llevó a la escalera que llevaba al segundo piso y le
indicó que se sentara. La lluvia golpeaba los paneles de cristal que enmarcaban la

123
ANHELANDO SU DOMINACION

puerta principal. Los truenos y los relámpagos agregaban un sentido de fatalidad


que se pegaba a su piel.

“Me estás asustando. ¿Qué viste que saliste tan rápido? ¿Kerr está ahí?”

Mientras Kellan revisaba la entada, sacó su teléfono. “Dame un minuto y te


contesto.”

Mientras marcaba el 911, Mercy jadeó y se cubrió la boca con mano


temblorosa.

“Habla el juez Kellan Graham,” le dijo a la operadora. “Necesito reportar un


549.”

“¿En progreso?” ella preguntó.

“No creo que el perpetrador esté todavía en el sitio, pero no estoy seguro.
Necesita decirle al oficial Amblin de este reporte. Tengo razón para creer que esto
está conectado con una de sus investigaciones actuales.”

Luego de darle a la operadora la dirección de Mercy, Kellan colgó el teléfono y


se sentó junto a ella. Colocó el arma junto a él en la escalera y envolvió a Mercy
en sus brazos mientras veían en silencio cómo caía la tormenta.

Agradecía endemoniadamente que Mercy se estuviera quedando ahora con él.


La cabeza se le llenó de imágenes de lo que pudo haber ocurrido si hubiera
regresado sola a su apartamento anoche. Kellan sabía que estaba aterrada de lo
que podría esperarle adentro, pero no podía hacer ni decir nada para endulzar la
amenaza abominable de Kerr.
Todo lo que podía hacer era amortiguar el golpe. Aunque esperaba que el vil
mensaje fuera el daño mayor, en el fondo temía que apenas fuera la punta del
iceberg.

“Creo que Kerr encontró la llave bajo el tapete. Él, o alguien estuvo adentro.”

“¿Por qué? ¿Cómo sabes?”

“Hay un aviso pintado con spray en la pared sobre el sofá.”

“¡Ese malnacido! ¿Miraste mi estudio? ¿Mi arma? ¿Mi computador? Oh, Dios.
Toda vida está en esa cosa. Si…”

124
ANHELANDO SU DOMINACION

Cuando intentó levantarse, Kellan la sostuvo firmemente, sintiendo el pánico


que la consumía. “No lo sé. Salí apenas vi esa mierda en la pared.”

“Tenemos que revisar. Necesito ver si se robó mi computador… mis joyas…


¿Por qué estamos aquí sentados?” el terror le apretaba la voz y las lágrimas le
llenaron los ojos.

“Porque eso es lo que necesitamos hacer. No podemos entrar. Podemos dañar


la escena del crimen sin intención. Si tocamos algo que tenga huellas,
arruinaríamos la única oportunidad de darle más tiempo a la sentencia de Kerr o
de quien sea.”

“¿Por qué sigues diciendo alguien más, o quien sea? Ambos sabemos que fue
Kerr quien entró.” Ella descansó los codos en las rodillas para acunar su rostro con
las manos.

“Supongo que gajes del oficio. Ya sabes… eso de culpable hasta que se
demuestre lo contrario.” Se encogió de hombros.

“¿Qué vulgaridad pintó ese bastardo en mi pared? No. Espera. Déjame


adivinar… perra, puta, zorra, ¿Verdad?”

“No, ángel. Fue una amenaza.”

“Dime qué dice, ¡Por favor!”

Kellan exhaló pesadamente y frunció el ceño.

“Decía, ‘Vas a morir, perra.’”

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO SIETE
LUCHANDO POR EVITAR sucumbir al pánico que se elevaba en ella, Mercy
presionó una palma sobre su estómago revuelto y apretó los dientes. En el pasado,
ella podría inocentemente haber dejado que Kerr violara su cuerpo, pero no tenía
permiso de invadir y vandalizar su hogar, su santuario, y mancillar todo lo que
había luchado por lograr. Quería darle caza y matarlo a golpes… ponerle final a su
régimen de terror.

Sintiéndose con ganas de salirse de su propia piel, Mercy empujó a Kellan para
alejarlo de ella.

“¿Qué estás…?”

“Sé que intentas tranquilizarme, y te lo agradezco… en serio. Pero siento que


me estoy sofocando. Necesito levantarme… caminar… liberar algo de esta ira antes
de que explote.”

Kellan se rio suavemente y la soltó.

“¿Qué te parece tan malditamente divertido?” ella se puso de pie.

“Nada. Creí que te ibas a romper con todo esto, pero puedo ver que estaba
equivocado. Estás lista para patear traseros.”

“Claro que sí, maldición. Ese… ese… cretino no tiene derecho a atormentarme o
a toda la demás mierda que está haciendo.” Se quejó. “Está loco. De atar. Fuera
de su puta cabeza. Y escogió a la mujer equivocada para joder. Si tengo que
hacerlo, lo voy a cazar y lo haré desear jamás haber nacido.”

“Cálmate, mujer maravilla, no vas a ningún lado sin mi a tu lado y hasta que tu
cabeza haya sanado. Pero te prometo que, si Kerr resulta aparecer en la puerta, te
entrego mi arma y puedes volarle la cabeza.”

“¡Perfecto! Primero le apunto a la insignificante cabeza entre las piernas…


luego lo fulmino, después de que haya sufrido lo suficiente. Creo que una semana
o dos podría bastar.” Gruñó.

126
ANHELANDO SU DOMINACION

“Recuérdame jamás enfadarte, ángel.”

La sexy sonrisa torcida en el rostro de Kellan le quitó a ella algo de la irritación,


pero la tormenta adentro de ella era incontrolable, tal como el caos desatándose
en el cielo.

Luego de que llegara la policía, Mercy pudo entrar al apartamento. Cuando vio
el daño con sus propios ojos, el vórtice de la ira la consumió una vez más.

El mensaje en la pared la hizo querer gritar.

“Tú primero, imbécil,” gruñó.

Aunque su televisor y su computador estaban aún en el apartamento, ambas


pantallas estaban reducidas a pedazos. Tampoco estaba su arma.

Mientras ella y Kellan caminaban de habitación en habitación, haciendo


inventario de la destrucción, la presión de ella se elevaba al punto de dolerle la
cabeza.

Quiso llorar cuando vio toda la vajilla que había pasado meses explorando E-
Bay para comprar, ahora era un montón de fragmentos rotos y polvo en el suelo
de la cocina. En su habitación, la lencería de encaje nueva que compró la semana
pasada estaba hecha girones. Las lindas almohadas grises estaban abiertas y
regadas, la fibra blanca cubría su habitación como copos de nieve. Mercy revisó
rápidamente el cajón de su mesa de noche y contuvo un grito. El bastardo incluso
se robó todos sus vibradores y juguetes sexuales.

El miedo dio paso a la ira. Mercy estaba lívida.

“¿Por qué? ¿Por qué hace esto?” espetó. “¿Cree que tendré tanto miedo, que
estaré tan intimidada que qué? ¿Cree que iré corriendo a él para rogarle que no
me mate?”

“No, ángel. Es una advertencia.”

Ella se rio sin humor. “Como si sus amenazas y apuntarme con un arma en la
cabeza no hubieran bastado.”

127
ANHELANDO SU DOMINACION

Ella no esperó respuesta de él. Mercy simplemente se dio la vuelta y salió


rápidamente de la habitación, pasó por el lado de los oficiales uniformados que
salpicaban grafito por casi cada superficie disponible, y fue a la cocina. Tomó una
escoba y un recogedor de un armario, y comenzó a barrer los restos de los platos
en el suelo. Lágrimas de rabia le picaron los ojos y bajaron por sus mejillas.

Incluso antes que las manos fuertes de Kellan la tomaran de los hombros,
Mercy sintió el calor de su cuerpo envolverla desde atrás. Ansiaba su consuelo,
pero a la vez no lo deseaba. No quería sentirse débil o victimizada. Kerr le había
quitado demasiado de su poder, su control, y su paz mental. Se negaba a
romperse y darle más.

Kellan se inclinó para acercarse a su oído. “Detente, cariño. Haré una llamada…
haré que limpien esto en un día o dos. Ven, sentémonos en la sala. El oficial
Amblin está aquí y necesita hablarte.

Mercy empujó la escoba, haciéndola chocar contra el suelo, y luego se dio la


vuelta levantando la barbilla. “Bien. Vamos.”

Él se quedó como una estatua, estudiando en silencio los contornos de su


rostro. Kellan pasó un dedo por su mejilla y su mandíbula antes de acercarse a sus
labios.

“No soy el enemigo. Sé que estás molesta y si lo necesitas, te dejo que te


desquites con la bolsa de mi gimnasio, para que dejes salir la ira de tu sistema.
Pero hasta entonces, deja esa actitud hacia mi.”

Aunque su tono era engañosamente pacifico, su orden era fuerte y audaz. Por
primera vez desde que entró a su apartamento, Mercy sintió como si tuviera suelo
bajo sus pies. Kellan no esperaba o no quería que ella lidiara con esta
enfurecedora masacre sola. Ella cerró brevemente los ojos y asintió, y luego se
paró de puntillas para presionar sus labios contra los de él.

“Gracias.”

Él simplemente le guiñó un ojo y la acompañó a la sala.

Después de contestar la letanía de preguntas y ver a los policías registrar el


apartamento como hormigas, ella y Kellan finalmente quedaron solos. Aunque
dormitó la mayor parte de la mañana, ya había pasado la hora del almuerzo y
Mercy estaba agotada.

128
ANHELANDO SU DOMINACION

“Te voy a llevar a casa para que te acuestes,” Kellan comenzó. “También voy a
conservar tu llave de repuesto conmigo. Kerr no necesita redecorar más. Dime lo
que quieres que llevemos a casa esta noche y yo lo empaco.”

Como un acto reflejo, Mercy abrió la boca para decirle que ella lo haría, pero
rápidamente la cerró.

“Bien pensado, cariño,” una sonrisa conocedora se extendió por sus labios.
“Lo estoy intentando.”

“Lo estás haciendo bien.”

Su elogio la animó a medida que iban camino al dormitorio.

La tormenta había pasado pera cuando llenaron el baúl del auto de Kellan con
las pocas cosas que ella tenía. Las nubes grises y frías – acordes con el humor de
Mercy – se acercaban. Durante el corto viaje de regreso a casa de él, ella dobló las
manos sobre su regazo e intentó relajarse. Justo cuando cerró los ojos, sonó su
celular. Cuando lo sacó de su bolso, Kellan levantó la mano.

“No aparatos electrónicos. ¿Recuerdas?”

“Pero es…” ella cerró la boca. Sin tan siquiera mirar quién llamaba, le entregó
el teléfono.

Kellan miró la pantalla. Él colocó el aparato boca abajo en su regazo y siguió


conduciendo mientras ignoraba el incesante timbre.

“¿Quién es?”

“Kerr.”

La rabia se elevó mientras ella tomaba el teléfono. Como si anticipara el acto,


Kellan le tomó la muñeca y negó con la cabeza. “Déjalo ir a correo de voz, ángel.
Si deja un mensaje, servirá como amenaza. Eso es admisible como evidencia en la
corte.”

Como un bombero, las palabras de Kellan extinguieron las llamas de rabia que
ardían dentro de ella.

129
ANHELANDO SU DOMINACION

“Gracias, su señoría. No pensé en ello. Con el desorden y los policías, no tuve


tiempo de revisar mis mensajes. Si tenemos suerte, ya habrá dejado un montón.”

“Con uno bastaría, pero si hay más, mejor.”

Luego de regresar a casa de Kellan, él llevó sus cosas a la habitación de


invitados, y luego se sentaron juntos a escuchar los treinta y siete mensajes en el
celular de ella. Todos eran de Kerr, excepto una llamada de la madre de ella.
Como era de esperarse, el tono de las amenazas del loco crecía exponencialmente
hasta ser horripilantes y violentos. Finalmente, Kellan apagó el teléfono y lo colocó
en la mesita de centro.

“Quiero que descanses. Has tenido un día difícil. Pediré algo para comer y te
despierto apenas llegue.”

El hecho de que Kellan le estuviera dando órdenes en vez de pedírselo, no pasó


inadvertido para ella, ni el estremecimiento sumiso que se disparó a través de ella.

“Eso me gustaría. Gracias, señor.”

Ella quería desesperadamente preguntarle si había cambiado de opinión. Si ese


era el principio de la dominación que ella esperaba y rezaba porque él le otorgara.
Pero Mercy tenía miedo de echar a perder el futuro… de él decidiendo mejor
recoger las migajas que ella ansiaba probar.

Se recostó y se estiró en el sofá. El orgullo en el rostro de él cuando la cubrió


con una manta fue suficiente respuesta, por ahora.

“Si despiertas antes de la cena, estaré en mi oficina. Necesito hacer algunas


llamadas.”

Cuando le rozó la mejilla con los dedos, Mercy atrapó su mano y colocó un
suave beso en el centro de su palma. “Gracias, por todo.”

Vio el pecho de él expandirse mientras tomaba un profundo aliento. Sus ojos


azules brillaron con algo más profundo y potente. Como una mariposa saliendo del
capullo, un revoloteo de esperanza desarrollarse en ella, y levantó vuelo con alas
frágiles.

“No necesitas agradecerme por querer mantenerte a salvo, ángel. Ahora


duerme.”

130
ANHELANDO SU DOMINACION

La casa estaba en silencio, excepto por la voz rica y profunda de Kellan


resonando a la distancia. Saber que estaba cerca la llenaba no solo de una
sensación de seguridad sino de alegría. Cerró los ojos intentando solo descansar,
pero se quedó dormida. Afortunadamente, esta vez, Kerr no la visitó en sus
sueños.

Se despertó para encontrar a Kellan sentado en una silla marrón, leyendo un


libro de cubierta de cuero. Cuando se incorporó, él colocó el libro en su regazo y le
sonrió tiernamente. Su pulso se aceleró, y se quejó internamente por estar tan
ridículamente encantada por el hombre.

“¿Dormiste bien?”

“Sí, como una roca.”


“Lo sé.” Le sonrió perversamente. “Estabas roncando tan fuerte, que vine a ver
si eran los muebles los que se estaban moviendo.”

“Ja Ja.” Mercy rodó los ojos. “Yo no ronco.”

“¿Cómo lo sabes?”

Justo cuando el contrapunto se iba a poner divertido, sonó el timbre de la


puerta. Ella lo miró ansiosa.

“Relájate, es la cena.”

“¿Cómo pudieron pasar la reja?”

“La abrí hace un momento desde el panel de seguridad en la cocina. Voy a la


puerta. Saca una botella de vino blanco de la nevera. Te veo en un minuto.” Se
puso de pie y se dirigió al recibidor.

Mercy sonrió mientras se alejaba. Oh, a él le encantaba dar órdenes, pero a


ella le encantaba más seguirlas. Se dirigió a la cocina, abrió la puerta de cristal del
refrigerador, y eligió una botella de Cape Mentelle Sauvignon Blanc.

Kellan entró en la cocina y ella levantó una ceja. “¿Esta está bien?”

“Perfecto. Las copas están en el gabinete a tu derecha y el sacacorchos en el


primer cajón a tu izquierda.”

131
ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy abrió el vino mientras él colocaba la cena en la mesa. El olor de carne


asada, ajo y especias que hacían agua la boca llenó la estancia. El estómago de
ella empezó a gorgotear mientras retiraba el corcho. Moviéndose detrás de él, ella
colocó las copas frente a los platos y el vino en el centro de la mesa.

Él se giró y la miró a los ojos. “Sírveme vino, pequeña.”

Kellan se sentó mientras ella llenaba su copa. Su mirada analítica – la misma


que siempre tenía en el club – la llenó de calidez hasta la médula. Colocó su copa
junto a su plato y se sentó frente a él, ansiosa por levantar la cubierta de aluminio
que envolvía su comida.

“¿Sabes cómo hacer un servicio apropiado, ángel?”

¿Servicio apropiado?

“No, señor. No sabía que eso existía, pero te agradecería si me dijeras de qué
se trata.”

“¿Por qué no te guio en el proceso?”

Apenas podía contener su emoción. Lo estaba haciendo… la estaba estrenando.

“Me gustaría… me gustaría mucho.”

Cuando estaba de rodillas junto a su silla, con la cabeza baja y los muslos
abiertos, empujando el vaso hacia él con ambas manos, a Mercy no le gustaba... le
encantaba la maldita paz que la envolvía.

“Hermosa,” susurró Kellan, tomando la copa de sus dedos. “Simplemente


asombrosa.”

Mercy no quería moverse. Quería quedarse ahí mismo, a sus pies, envuelta en
el brillo de alegría y deleitándose en la dicha de la aprobación.

Ella sintió los dedos de él bajo su barbilla levantándole la cabeza. Kellan


presionó el borde de la copa en sus labios. “Toma un sorbo.”

Mientras su mirada dominante le quemaba la piel, el frio líquido fluyó por su


lengua. Sus papilas despertaron ante el sabor ácido y afrutado, mientras su alma

132
ANHELANDO SU DOMINACION

despertaba a una nueva sensación de sumisión. Si Mercy poseía el poder de


detener el tiempo, este sería el momento en el que querría congelarlo, para
siempre.

“De ahora en adelante me servirás, ángel.”

“No puedo esperar.” Sonrió suavemente.

“Ahora puedes levantarte y disfrutar tu cena.”

¿Disfrutar su cena? Las mariposas estaban en plena caída libre en su


estómago. Mercy no estaba segura si incluso se podría ahogar con un bocado.
Sentada en su silla, levantó el papel aluminio para encontrar una porción de carne
asada, papas horneados, y broccoli al vapor. De repente se sintió hambrienta.

“Sé cuánto te gusta la carne.” Sonrió Kellan.

“¿Cómo lo sabes?”

“Me lo dijiste cuando veníamos del hospital.”


No recordaba nada hasta cuando él la ayudó de bajar del auto en el garaje.

“¿Por qué tengo la impresión que dije muchas cosas que no debía?”

“Mañana en la noche, ordenaré calzone para la cena,” dijo él entre risas.

“Eres un hombre malo,” rio.

Él le brindó una sonrisa perversamente sensual. “Como no tienes idea.”

Oh, ella podía imaginar… podía imaginarlo haciéndole toda clase de cosas
sucias. Mercy solo esperaba que un día él hiciera realidad todas sus sucias
fantasías.

133
ANHELANDO SU DOMINACION

KELLAN SE DESPERTÓ temprano al día siguiente y fue a mirar a Mercy. Ella


aún estaba durmiendo, así que se dirigió a la cocina a preparar café. Esperaba que
concentrarse en algo tan mundano pudiera amainar la perpetua erección,
dispuesta a romper la costura de su pantalón deportivo.

No sirvió.

En todo caso, saber que la sumisa intrigante estaría junto a él veinticuatro siete
por los próximos seis días lo ponían más cachondo que un adolescente.

Estaba de pie en la sala familiar bebiendo su café y miró hacia el lago mientras
otra nube horrible se acercaba. Kellan se había dormido con la visión de Mercy de
rodillas durante su lección espontanea durante la cena y se había despertado con
esa imagen asombrosa llenándole el cerebro. Aunque quiso desecharla como algo
similar a un capricho pasajero, no podía. El firme deseo de guiarla más lo
aprisionaba por completo.

Ser su mentor tendría una pesada influencia en su auto control y


probablemente lo llevaría a la locura, pero ver su belleza sumisa revelarse llenaba
los lugares oscuros y vacíos dentro de él. La vida que le transmitía era adictiva.

“Hijo de puta,” farfulló con resignación. “Tengo que entrenarla.”

La mente de Kellan comenzó a girar con temas que pretendía discutir con ella.
Cosas como palabras de seguridad, límites, responsabilidades de dominante y
sumisa, la santidad del collar, y una letanía de fetiches. Tenía curiosidad si esta
audaz sumisa tenía disparadores súper pervertidos. Dios, ojalá fuera así.

Luego de anoche, él necesitaba evitar ponerla de rodillas lo más posible,


terminaría aniquilando la poca resolución que le quedaba. Por supuesto, la
hambrienta bestia dominante dentro de él ansiaba que viviera a sus pies mientras
le enseñaba cómo arrodillarse en escenarios tanto formales como informales, cómo
ponerse de rodillas, cómo centrarse antes de una sesión, y el momento apropiado
de levantar la cabeza para dirigirse a un dominante.

No a un dominante… ¡A él!

Pero sobre todo, Kellan quería enseñarle a encontrar serenidad, confianza y paz
dentro de su piel sumisa.

Algunas de sus lecciones iban a ser toda una tortura.

134
ANHELANDO SU DOMINACION

Tal vez eres un masoquista oculto, su subconsciente lo provocó.

Kellan resopló y negó con la cabeza.

“Buenos días.”

La voz ronca y adormilada de Mercy se metió entre sus poros y envió un


corrientazo a su sistema más potente que toda una jarra de café. Kellan se giró y
sonrió. Los párpados aún estaban pesados y su cabello revuelto. Ahí supo cómo
luciría ella luego de una larga y desenfrenada noche de sexo.

Incitante.

Erótica.

Y una vez más, follable.

Mercy se pasó las manos por el cabello, intentando aplacar la masa


desordenada. “Sé cómo me veo, pero necesito café antes de bañarme.”

“Te ves hermosa, como siempre.”

Una sonrisa le curvó media boca. “Apuesto a que eso se lo dices a todas.”

“No. Solo a ti, y por supuesto a Hannah.”

Y a Leena.

“Ajá.” Mercy respondió dubitativa antes de desaparecer en la cocina.

Kellan sabía que debía contarle de su esposa, pero hoy no. Tenían demasiado
que hacer. La noche anterior él llamó a Mika mientras Mercy descansaba. Los dos
hombres contactaron a otros del Génesis. El plan era que todos se encontraran en
el apartamento y limpiar en unas horas la destrucción que Kerr dejó.

Luego de bañarse y vestirse, Mercy preparó un desayuno rápido antes de


dirigirse a su casa. Ella parecía vacilante para entrar en su apartamento.

“No tienes que entrar si no te sientes lista.”

135
ANHELANDO SU DOMINACION

“No. Estoy bien. Es solo que… me estoy enfadando otra vez.”

“Tengo una bolsa de juguetes en mi cajuela. ¿Debo ir y traer una mordaza


tambien?” bromeó.

Ella le arqueó las cejas. “Voy a comportarme.”

Y sorprendentemente lo hizo, al menos hasta entrada la tarde, cuando la pizza


llegó y Mercy fue al refrigerador para buscar hielo para el refresco de todos.

“Oh, por Dios,” ella gruñó.

“¿Qué?” él se apresuró a su lado.

Una ola de ira le cubrió el sistema mientras miraba una foto de Mercy doblada
sobre una mesa con una polla metiéndose en su trasero.

“No mires…” sus palabras murieron cuando lo vio con la mirada fija en la foto.
“No puedo creer que ese bastardo haya tomado fotos de… esto.”

“¿No sabías que te tomaba fotos?”

“No. ¡Diablos, no!” sus labios se apretaron en una línea fina mientras comenzó
a romper el papel.

“¡Para!” Kellan ladró y le quitó la foto de las manos. “Es evidencia.”

“No hay modo en que permita que un juez o un jurado vea esto. Es demasiado
vergonzoso.”

Kellan se esforzó por aplacar la posesión y los celos que corrían por sus venas.

“No quiero que esta foto pase por una corte más de lo que tú quieres. Pero la
conservaré por si acaso…”

“¿Por si acaso qué?” le rebatió en un susurro. Mercy miró rápidamente a la


entrada de la cocina. Ni Mika, Drake, Max, Joshua, Dylan, Nick, Ian, James ni sus
sumisas habían oído el jadeo de Mercy al descubrir la foto y seguían fuera de su
vista, dándoles privacidad. “Hay muchos testigos del club que vieron a Kerr
apuntándome con una maldita arma.”

136
ANHELANDO SU DOMINACION

“Sí, pero a menos que el equipo de Amblin haya encontrado huellas de Kerr
ayer, no tenemos pruebas de que él haya sido el responsable de este acto de
vandalismo.”

El fuerte suspiro que salió de los labios de Mercy contenía la indignación que
ella también sentía por el sistema. Gimió derrotada y dejó caer la frente en el
pecho de Kellan.

“Solo quisiera que todo este desastre termine, en vez de estar apenas
comenzando.”

Él la abrazó fuertemente. “También yo, ángel.”

Rato después del almuerzo Mercy salió de su vergonzosa tristeza. Claro que la
obvia razón eran Savannah, Julianna, Trevor, Samantha, Mellie y Liz. De algún
modo ayudó que Trevor compartiera sus sentimientos sobre el abuso que sufrió, y
la experiencia de Mellie con Kerr. Al menos Mercy sabía que no era la única víctima
de un mundo injusto.

Luego de borrar todo rastro de Kerr del apartamiento, Julianna frotó su vientre
apenas redondo y prometió traer el computador a su casa en unos días para
ordenar una vajilla y sabanas nuevas.

“Nada electrónico,” Kellan recordó solemnemente.

“Me haré una idea de lo que ella busca para limitar el tiempo para que ella
pueda ver imágenes en cinco segundos.” Julianna sonrió. “¿Podría ser así, señor?”

“Bienvenido a mi mundo,” farfulló Mika junto a Kellan con una media sonrisa.

“Sumisas.” Kellan rodó los ojos. “Sí, niña. Es permisible, pero no mas de cinco
segundos, ¿Entendido?”

Julianna dibujó una X sobre su corazón con un dedo. “Absolutamente, señor.”

“Quiero ir también y comprar por internet,” Trevor hizo un mohín.

“¿Por qué no vienen todos? Si no llueve, haré hamburguesas,” sugirió Kellan.


“Creo que él solo quiere mantenerte vigilada, hermana,” Trevor susurró antes
de empezar a reírse.

137
ANHELANDO SU DOMINACION

“Esconde todos los relojes que encuentres antes que él se vaya a la cama.”

“¡Chico!” Drake tronó advirtiéndole. “Si no dejas de intentar causar problemas,


te daré mucho dolor.”

Trevor ronroneó suavemente. “¿Me lo prometes?”

“Tanto que no podrás ni levantarte, muchacho. No me presiones, zorra


descarada. O seré yo quien le lea a Hope antes de dormir.”

Trevor palideció ante la amenaza de Drake de no dejarlo acostar a su hija.

“Olvida lo que dije,” le susurró a Mercy lo suficiente para que todos oyeran.
Aunque ella se rio con los demás, Kellan podía ver la confusión nadando en su
mirar.

Luego de agradecer profusamente cuando el trabajo fue terminado y una ronda


de despedidas, Kellan y Mercy volvieron a la casa. Él sostuvo su mano mientras el
cielo sobre ellos oscurecía.

“¿Qué te estaba molestando… cuando Drake y Trevor discutían?”

“Me sorprende la… boca de Trevor,” le contestó.

“Ese es Trevor. Jamás se calla lo que piensa, al menos no desde que lo


conozco.”

“¿Pero no irrespeta a Drake con eso?”

“No. Bueno, digo, para algunos puede que parezca así. En términos más
sencillos, es un llamado a Drake a reforzar su autoridad. Trevor ha atravesado por
un infierno que ninguno de nosotros puede realmente entender. Ambos han
pasado momentos difíciles. No solo eso, sino que también tener un bebé en casa
demanda mucha atención. Creo que Trevor simplemente quiere la tranquilidad de
que está firme e irrevocablemente bajo el mando de Drake.”

“Eso tiene sentido, ¿Pero no es algo parecido a querer tener el control?”

Kellan se encogió de hombros. “Evidentemente Drake no lo percibe así, o


sospecho que él le cosería la boca a Trevor.”

138
ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy siseó su estremecimiento.

“Lo que intento decir es que cada relación es diferente. Lo que funciona para
una pareja o una relación poli amorosa no garantiza que funcione para otros. Por
eso es que la comunicación es necesaria. Eso establece los parámetros que hacen
plena una relación dominante / sumisa.”

Mercy asintió mientras absorbía sus palabras.

“No te preocupes. Haré mi mejor esfuerzo para que tengas una mejor idea.”

Ella se giró y lo miró con anticipación. “Entonces, ¿Estás diciendo que decidiste
entrenarme?”

Kellan sopesó la pregunta por varios segundos. “Sí, supongo que sí.”

La barbilla de Mercy tembló mientras una sonrisa aguada se extendió en sus


labios. “Gracias, señor. No te decepcionaré.”

Él le sonrió con gentileza. “Sé que no lo harás, hermosa.”

Aunque ella sería una permanente prueba brutal a su fuerza de voluntad,


Kellan necesitaba que Mercy alejara las sombras en su interior y lo trajera a la luz
tanto como ella necesitaba que él lo hiciera con ella.

Otro montón de ansiedad se derritió de sus hombros.

DURANTE LOS SIGUIENTES tres días, Mercy abordó entusiasmada cada


discusión sobre el estilo de vida con mente abierta y más preguntas de las que
Kellan imaginó.
Ella absorbió cada matiz de la dominación y la sumisión como una esponja.
Aunque los dolores de cabeza de Mercy habían desaparecido, él aún buscaba algún
signo de recaída.

139
ANHELANDO SU DOMINACION

Cada noche, después de cenar, ella se ponía de rodillas en la cocina y le


entregaba una bebida a él con tanta gracia y belleza que lo sacudía hasta su
centro dominante. Él quería jalarle el cabello, levantarla y colocarla en la mesa
para luego meterse hasta la empuñadura en ese precioso y complaciente cuerpo.
Se contenía por pura fuerza de voluntad… por ahora.

Kerr aún estaba a la fuga. La policía de Chicago no había podido ubicar al


imbécil, y Kellan se sentía cada vez más frustrado y preocupado. Él no permitía
que Mercy desapareciera de su vista. Ni siquiera cuando Julianna fue a visitarlos
con su computador y otros varios sumisos y se sentaron en el muelle bajo un
inusual clima cálido, suspirando por artículos para reemplazar lo que destruyó Kerr.

Cuando oyó a Mercy lamentarse con sus amigos sobre comprar un nuevo
computador, a Kellan se le ocurrió una idea. Mientras ellos estaban en la cocina
almorzando, él se escabulló al piso superior y guardó el portátil roto en una bolsa
pequeña junto con una nota para Mika.

Horas después, cuando los sumisos empezaron a despedirse, Kellan le dio la


bolsa a Julianna y le pidió que se la diera a Mika. Ella lo miró de modo extraño,
pero afortunadamente no hizo ninguna pregunta.

Kellan había pensado en comprarle a Mercy una nueva computadora y


transferir sus archivos, para darle una linda sorpresa. Infortunadamente, él abrió la
caja de pandora involuntariamente. Luego de ver el nuevo aparato, Mercy
comenzó a rogar sin parar por pasar una hora o dos “jugando” con su nuevo
computador. Cuando se negó terminantemente, Kellan se vio obligado a darle su
primer castigo.

Luego de atarla de pies y manos a una silla de la cocina, colocó su celular y


computador en la mesa frente a ella. El MP3 que él encontró oculto en el cajón de
la mesita de la habitación de invitados seguía en el bolsillo de su pantalón.

“¿Puedes concentrarte en los elementos frente a ti, ángel? No vas a levantar la


mirada ni me mirarás a mí o tu castigo va a empezar de nuevo. Solo me
contestarás cuando te pregunte algo. ¿Está claro?”

“Sí, señor.”

“¿Tienes alguna pregunta acerca de mi instrucción?”

140
ANHELANDO SU DOMINACION

“No, señor.”

En pura posición de interrogatorio, él colocó sus manos en su espalda y


lentamente caminó de un lado a otro. La observó atentamente, asegurándose de
que su mirada no se desviara de los elementos en la mesa.

“¿Por qué se te prohibió usar esto?”

“Porque tuve una contusión.”

“Tienes.”

“Pero…”
“Esa no era una pregunta.” La interrumpió con un tono cortante y bajo. Kellan
no podía evitar sonreír mientras un estremecimiento de emoción la atravesaba. “Te
guardarás tus explicaciones a menos que te las pida. ¿Está claro?”

“Sí, señor.”

“Para asegurarme que siguieras las órdenes del Dr. Brooks, reagendé mis casos
para estar contigo. ¿Por qué supones que lo hice?”

“¿Porque estabas preocupado por mí, señor?”

“Sí, por supuesto. Pero hay otra razón. ¿Sabes cuál podría ser?”

“No señor.”

“Porque te conozco, pequeña. Sabía que no ibas a pasar siete días sin ver tu
teléfono o metiéndote en tu computador… ¿O tal vez, oír música a escondidas?”

Cuando él sacó el reproductor de su bolsillo y lo colocó junto al celular, Mercy


cerró los ojos y arrugó la cara. Ella definitivamente estaba teniendo un momento
de oh, mierda.

“Sí, zorrita desviada… te atrapé… en grande.” Se paró detrás de ella. Echando


suavemente su cabello a un lado, Kellan se inclinó cerca de su oreja mientras ella
se estremecía. “¿Qué crees que deba hacer al respecto, Hmmm?”

Pasaron unos segundos largos y silentes mientras ella sopesaba aparentemente


sus palabras. “¿Es una pregunta retórica o realmente me preguntas, señor?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Él no pudo evitar sonreír, pero Kellan no iba a perder la mano ganadora. Él


pasó la lengua por el cuello de ella, bebiéndose el sedoso gemido femenino
mientras ella echaba la cabeza al lado para darle más acceso. Incapaz de resistir el
deseo, hundió los dientes en la piel de su oreja y jalo. Mercy jadeó
temblorosamente y apretó los brazos de la silla.

Él jamás se cansaría del modo tan erótico en que respondía a él. Sin decir
palabra, soltó las ataduras en sus tobillos y muñecas y extendió su mano.

Mercy miró la mano extendida antes de levantar su mirada enternecedora y


anhelante.

“¿Confías en mí, ángel?”

“Con mi vida, señor,” ella contestó.


Colocó su mano en la de él. Una necesidad urgente de apretarla contra su
pecho y jamás dejarla ir se desató en él. La ansiedad acechante de saber que
Mercy pronto volvería a su apartamento y su vida se arrastró por su espalda. Él no
quería que ella se fuera. No quería volver al exilio oscuro y vacío.

Mientras la atraía hacia sus brazos, Kellan cerró los ojos y saboreó la sensación
del suave cuerpo apretado perfectamente contra el suyo. Él no tenía el poder de
alterar su pasado ni el de predecir su futuro. Todo lo que podía hacer era grabar
en el fondo de su alma cada momento asombroso que pasara con esta sumisa
cautivadora y sensual. Kellan no tenía duda que cada recuerdo le daría calor a sus
noches vacías durante los años venideros.

Enterró el rostro en el suave cabello e inhaló profundamente mientras obligaba


los pensamientos deprimentes a salir de su mente.

“Tu palabra de seguridad ahora es diamante.”

“¿Diamante?” Repitió Mercy curiosamente.

“Sí. Tú constantemente me encegueces con tu luz brillante y resplandeciente,


ángel.”

Ella se retiró y estudió su rostro. Una gran felicidad brilló en su mirada. “Es lo
más dulce que un hombre me ha dicho.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Acostúmbrate.” Le brindó una sonrisa torcida.

De pronto, ella se tornó pensativa. “¿Vas a obligarme a usar mi palabra de


seguridad, señor?”

“No es mi plan. Simplemente te enseño la importancia de cuidarte… hacer lo


que se te ordena. El Dr. Brooks no estaría más feliz que yo de darse cuenta que
has ignorado sus órdenes. ¿Recuerdas nuestra charla sobre las responsabilidades
de una sumisa?”

“Sí, señor.”

“Entonces no debería estarte recordando que comas, duermas y cuides tu salud


física y mental para que representes a tu dominante del mejor modo posible.”

“¿Esta es una manera indirecta de decirme que estás tomando el papel de mi…
mi dominante ahora, señor?”
La esperanza estaba plasmada en todo su rostro. Eso le quitó el aire a él como
un puño al estómago. Su corazón quería decir que sí. Pero su consciencia no se lo
permitía.

Kellan le sonrió con melancolía. “No, ángel. No es así. Solo soy tu mentor.”

Mercy bajó la mirada y asintió. “Estoy lista, señor.”

“¿Para qué?”

“Para mi castigo,” contestó con valentía.

“Muy bien. Sígueme.”

Kellan la guio por un rincón que separaba el comedor de la cocina. Abrió una
puerta que daba hacia un sótano y bajó por las escaleras, súper consciente de que
Mercy lo seguía de cerca. Pasó por su gimnasio, y abrió la puerta de un pequeño
calabozo.
Luego del accidente de Leena, él canalizó su miedo y frustración creando este
espacio de juegos. Convenciéndose tontamente que su esposa pronto se
recuperaría, él planeaba sorprenderla cuando regresara a casa. Pero su esposa
estaba flotando entre el cielo y la tierra, para nunca volver.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Traer a Mercy al calabozo que diseño a Leena le lanzó una punzada de culpa en
su consciencia. Pero los últimos cinco días que había pasado con Mercy, ella le
enseñó que moverse atropelladamente sin propósito en la vida no era vivir, sino,
puramente existir. Encontró irónico que el maestro inadvertidamente se volvió el
alumno.

Mercy se quedó de pie en medio de la habitación, observando la cruz de san


Andrés, la tabla de ataduras, la banca de azotes que él cuidadosamente cortó, lijó
y pintó.

Una ola palpable de aprensión emanó del cuerpo de ella mientras bajaba la
barbilla y miraba al suelo. Kellan avariciosamente absorbió su angustia y la fundió
con su poder. Quería enfatizar la importancia de obedecer direcciones mientras
liberaba el alma sumisa de ella.

“Desnúdate,” le ordenó.

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPÍTULO OCHO
MERCY LEVANTÓ LA CABEZA y lo miró como un cervatillo perdido en una
carretera. No le avergonzaba quitarse la ropa. Se había desnudado muchas veces
para Kerr. Era el hecho de que Kellan le diera la orden de desnudarse lo que la
sorprendía.

“Ojos al suelo, ángel.” Su tono bajo y firme hacía que sus partes se derritieran
como azúcar disuelta.

Luego de pasar los últimos cinco días con Kellan en un constante estado de
excitación, Mercy temía que el toque más leve la deshiciera en un inmenso
orgasmo.

“Hemos discutido el protocolo. ¿Ya has olvidado lo que has aprendido?”

Ella negó con la cabeza y bajó la mirada.

Mercy se había esforzado por evitar decepcionar a Kerr por miedo a sus
castigos.

La idea de fallarle a Kellan y decepcionarlo le lastimaba el corazón físicamente.

Él le había mostrado un nivel completamente nuevo de sumisión que ella jamás


había sentido… dio paso a una necesidad primitiva y elemental de entregarse. Un
hambre excitante se comenzó a gestar en su interior.

“Cuando estés bajo mi control, sea en este calabozo o en el club, espero que
utilices tus palabras cuando me contestes. ¿Está claro?”

Kellan se había movido detrás de ella. Ella podía sentir el aliento de él


acariciarle los hombros.

“Sí, señor.”

“Bien. Cuando te dé una orden, no quiero ni siquiera repetirme, ángel.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

¡Diablos!

Mercy había visto a Kellan trabajar con otras sumisas en el club, pero ella
jamás había estado con él. Su dominación era fascinante… vertiginosa…
cautivadora. No perdió un solo segundo; Mercy se despojó de su ropa.
“De ahora en adelante usaré mis palabras, señor.”

“Sí. Planeo desenvolver toda la dulce sumisión como una pecaminosa barra de
dulce, la dejaré derretir sobre tu lengua, y dejaré que te des un banquete con tu
serenidad.”

Ella más bien prefería bajarle el cierro y que la dejara darse un banquete con
su polla hasta que se derritiera por completo en su lengua, pero se guardó esa
fantasía para ella misma.

“Arrodíllate frente a la cruz, niña. Aclara tu mente y prepárate para una sesión
como la que hablamos ayer.”

“Sí señor.”

Mercy se puso de rodillas en la alfombra gruesa y suave, inclinó la cabeza y


cerró los ojos. Cuando entró en el calabozo pequeño pero decorado con buen
gusto, notó los flageladores, paletas, látigos y fustas que colgaban de ganchos en
las paredes. Los instrumentos de dicha y tortura estaban exhibidos de la misma
manera que en el Génesis. Se preguntó qué implementos usaría para castigarla.
¿Kellan se detendría si ella usaba su palabra de seguridad? Mercy no le tenía
mucha fe a las palabras de seguridad. No habían hecho mucho por protegerle el
culo hasta ahora.

Él no es Kerr. Este es Kellan. No te está castigando para su placer. La


cagaste. ¿Recuerdas?

Oh, sí. Mercy recordaba la decepción que se deslizó por sus venas cuando él
colocó el reproductor de MP3 en la mesa.

“¿Hay una razón por la que no intentas aclarar tu mente? Te puedo oír
pensando desde aquí.”

Comenzó a levantar la cabeza ante el sonido de su voz al otro lado de la


habitación pero se detuvo de inmediato.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Maldita sea. Ella quería aclarar la mente, pero no podía apagarla. Oyendo sus
palabras, Mercy estaba doblemente distraída ahora. Tenía curiosidad por ver qué
juguetes había escogido él, dificultándole mucho más mantener su posición
sumisa.

“Estoy intentándolo, señor, pero es difícil.”


“Entonces pídeme ayuda.” Kellan se arrodilló frente a ella y le levantó
suavemente la barbilla con los dedos. El orgullo y la tranquilidad brillaban en su
mirada compasiva. “¿Por qué estamos aquí?”

“Para que me puedas castigar.”

“No. Estamos aquí para que puedas enmendar el haber desobedecido las
reglas. Dime, ¿Cómo te sientes por dentro sabiendo que me decepcionante?”

“Me siento terrible.”

“Me alegra saberlo.”

“¿Por qué?”

“Porque eso me dice que ansías complacerme. Que la sumisión no es


simplemente algo divertido y emocionante, o un juego de rol, sino que
genuinamente sientes la necesidad de hacerme feliz.”

“Eso quiero.”

“¿Entonces por qué metiste este aparato en tu habitación a escondidas?”

Mercy tragó fuertemente. Dios, ella no quería confesar la razón, pero Kellan
podía percibir una mentira a kilómetros. De eso estaba segura.

“No lo traje de mi apartamento con la intención de usarlo. Solo lo eché a la


maleta ese día.”

“Sigue.”

Ella exhaló pesadamente y miró al suelo. “Hace un par de noches, no podía


dormir, así que pensé que un poco de música me ayudaría a relajarme.”

“¿Por qué estabas tensa?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Yo… yo estaba pensando en ti,” ella murmuró.

“¿Oh? ¿Qué estabas pensando exactamente?”

Mercy podía sentir la sonrisa en la voz de él. Sí, le iba a encantar lo que ella
confesaría a continuación.

¡Mierda!

“Me preguntaba lo que sería que en vez de que me dieras las buenas noches
desde la puerta, tu… bueno, te metieras en la cama conmigo.”

“Veo. Levanta la cabeza y mírame, niña. Dime lo que imaginaste que te haría.”

Mercy tragó fuertemente y lo miró a los ojos una vez más. Su expresión
alentadora fue reemplazada con un fuego carnal.

“Todo,” ella susurró entre un aliento tembloroso.

“¿Todo lo sucio que se te ocurra?” preguntó con una sonrisa conocedora.

Ella palideció. Algo en sus palabras se sentían terriblemente familiares.

“Sé que fantaseas conmigo cuando te masturbas. Me lo dijiste la noche que te


traje del hospital.”

Los ojos de Mercy se abrieron de par en par. Su estómago se revolvió. Sintió


que sus mejillas estaban en fuego. Buen Dios. ¿Le soltó todos esos detalles esa
noche? La vergüenza pulsó con vehemencia a través de ella que quiso derretirse
en la alfombra.

“Te compartiré un secreto, hermosa. Yo fantaseo contigo cuando me jalo la


polla. También sueño con todas las pequeñas cosas sucias que me encantaría
hacerte.”

La presa entre sus piernas se abrió. Una ola de hambre le hizo apretar los
pezones y el clítoris. Un pequeño gemido salió de la base de su garganta. Ella
ansiaba rodearle el cuello con los brazos y besarlo… deslizar la lengua más allá de
sus labios llenos y alimentarse de su boca. Presionar su cuerpo desnudo contra él y

148
ANHELANDO SU DOMINACION

retorcerse por completo sobre él hasta que Kellan se arrancara la ropa y la follara
justo ahí en el suelo.

Como si le leyera la mente, él chocó su boca sobre la de ella y la poseyó con un


beso salvaje. Empujó su lengua profundamente en la boca femenina mientras él la
tomaba por los hombros con manos fuertes y capaces. Mercy gimió mientras
enredaba la lengua con la de él, deslizándose hacia arriba y hacia abajo como si
fuera su polla, y se tragó un feroz gruñido de él.

Kellan le acunó los pechos. Apretando y masajeando sus adoloridos orbes, él


jaló y pellizcó sus pezones hasta que ella se retiró de su boca y echó la cabeza
hacia atrás gritando dichosa.
Una risa baja y seductora retumbó en el pecho de Kellan. Él soltó los pechos de
ella, dándoles un último jalón a sus pezones, y se puso de pie. La abultada
erección que sobresalía en su pantalón la provocó. Mercy quiso extender la mano y
liberar esa erección acerada y metérsela hasta la garganta.

“Tú no estás aquí para placer, mi pervertido ángel. Estás aquí para castigarte.”

“Golpéame, márcame. No me importa. Solo, por favor, señor… follame cuando


termine… por favor.”

Las fosas de Kellan se dilataron. Su polla se lanzó contra el cierre. Una mirada
de indecisión flotó en sus rasgos antes de apretar la mandíbula y negar lentamente
con la cabeza.

“¿Quién hace las reglas aquí, pequeña?”

“Eres tú, señor.”

“Exacto. Levántate y ubícate en la banca de azotes. Mantén el trasero


levantado en el aire para mí, niña.”

Con piernas temblorosas, se puso de pie y obedeció. Tembló cuando levantó el


trasero y el aire frio de la habitación tocó su núcleo húmedo y acalorado. Kellan se
acercó a ella. El aire se movió y Mercy podía oler la intoxicante esencia de su
propio almizcle femenino.

“Mucho más linda de lo que imaginé,” murmuró él. “Tu coño está tan rosado,
hinchado y húmedo. Haces que se me haga agua la boca y que mi polla grite,
niña.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Oh, Dios,” gruñó ella. “Por favor... oh, sí, por favor.”

“¿Por qué exactamente estás rogando?”

“Tu boca, tus dedos, tu polla… todo tú, señor. Necesito todo de ti.”

Kellan siseó una maldición. “¿Es para eso que estamos en el calabozo?”

La frustración la atravesó. Un gemido bajo de sufrimiento se deslizó de su


garganta.

“No, señor.”
“No, y es una lástima, porque no hay nada que quiera más que meter mi polla
hasta el fondo en tu brillante coño. Pero no te has ganado ese premio todavía,
¿Cierto?”

“No, señor.” Mercy planeaba remediar eso y pronto.

“¿Empezamos y salimos rápido de esta molestia?”

Me gustaría más si me coges hasta perder el sentido...

Mercy se guardó el comentario descarado para sí y asintió. “Sí, señor.”

En preparación para el primer estallido de dolor, ella apretó los ojos, apretó el
trasero y sostuvo el aliento. Cuando Kellan simplemente pasó una mano sobre su
trasero, ella saltó y exhaló. Su caricia reverente se sentía como si le estuviera
adorando la piel. Pero ese era el deber de una sumisa, no de un dominante. Las
líneas entre la autoridad y la entrega se borraron. Ella no tenía idea de qué esperar
con este hombre. Mercy sintió como si la hubieran lanzado a un mar tormentoso.

“Planeo calentarte primero,” susurró él con una gota de humor. “Ninguna


transgresión merece algo brutal.”

Su advertencia fue música para sus oídos. Todo rastro de terror se desvaneció.

El primer golpe le estremeció la espalda, pero el contacto íntimo de su mano y


su piel encendió un fuego lento que se concentró en su clítoris. El castigo que
Kellan le daba no era para nada lo que ella había experimentado. La sinapsis de su
cerebro no sabía cómo procesar la deliciosa combinación de placer y dolor.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Se ponen reglas por una razón.”

Para enfatizar sus palabras, lanzó otra palmada sobre la piel de ella.

“Para mantenerte a salvo o, en este caso, ayudarte a sanar.”

Palmada.

El picor se extendió por su piel en un lujurioso ardor que le envolvía la espalda


baja y sus muslos. La sensación era confusamente calmante, igual que el tono de
voz de Kellan.

Palmada.

“El único placer que gano castigándote es sentir tu suculento culo en mi mano.”
Palmada.

“Claro, ver tus pecaminosas nalgas ponerse tan rojas no está mal tampoco.”

Palmada.

“Tus jadeos temblorosos harán eco en mis oídos por mucho tiempo.”

Palmada.

Mercy gimió y meció sus rodillas en un intento de calmar el ascendiente dolor


entre sus piernas.

Palmada.

“Estás tan putamente hermosa toda expuesta ante mí con tu culo rojo al aire,
mi dulce sumisa.”

Kellan siguió elogiándola mientras chocaba su palma contra la ardorosa piel. Ya


inconsciente de su entorno, se concentró en la voz rica y profunda deslizándose
sobre su piel y el golpeteo rítmico de su mano.

Sentía como si estuviera flotando.

No por fuera de su cuerpo, sino en su mente.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Flotando a algún lugar foráneo donde su consciencia y su alma se fundían.

Envuelta en una luz blanca y brillante de paz y belleza, Mercy navegó en esta
extraña serenidad silente. No había preocupaciones revoloteando a través de su
mente. No había miedos.

Nada salvo la tranquilizadora mano amplia de Kellan mientras él la guiaba a un


mundo surreal de rebosante belleza.

Jamás se sintió tan libre… tan completa en toda su vida.

Mercy se hundió y se elevó en la dicha cautivadora.

Horas, minutos, o días después –no estaba segura- levantó sus parpados
pesados. Ya no estaba en la banca de azotes, sino envuelta en una suave manta
de algodón y acunada contra el pecho desnudo de Kellan mientras él subía la
escalera de caracol. Ella no sabía cuándo y dónde se quitó la camisa, y en ese
momento no le importaba. Mercy estaba demasiado cautivada con sus
aterciopelados ojos azules fijos en ella y la lenta sonrisa estirándole los labios. Su
corazón chisporroteó, y el calor que le cubría el trasero se extendía a través de
todo su cuerpo.

“Bienvenida de regreso, ángel,” él susurró. “¿Disfrutaste el vuelo?”

Mercy no pudo evitar sonreír mientras le daba un asentimiento débil. Se sentía


ebria, como si todo se moviera en cámara lenta, especialmente su cerebro. Intentó
unir los fragmentos de la realidad, pero el pacífico nirvana dentro de ella la
llamaba a navegar un poco más. Cerró los ojos de nuevo.

“Oh, sí, pero no creo que haya aterrizado todavía,” contestó con un suspiro
soñoliento.

“Tampoco yo lo creo. Sigue navegando, ángel. Te tengo.”

La única respuesta que pudo emitir ella fue un ronroneo de satisfacción.

Kellan la acostó en una suave superficie y lo sintió estirarse junto a ella. Mercy
abrió los ojos de nuevo para encontrarse en la cama de la habitación de invitados.
Mientras se le cerraban los ojos, se acurrucó cerca del tibio cuerpo masculino,

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ANHELANDO SU DOMINACION

puso la cabeza en su pecho y suspiró. Él le acarició la cabeza y le pasó los dedos


por el cabello.

El latido de su corazón y el retumbe de su voz mientras la elogiaba hicieron eco


en sus oídos. Lentamente, Mercy comentó a salir de las profundidades del sueño,
estando más consciente del cabello oscuro de Kellan desde su frente rompiendo el
cómodo silencio.

“Gracias por… no sé cómo describirlo. Jamás sentí algo así antes.”

“Endorfinas. Has estado con ellas disparadas por un rato. ¿Lo disfrutaste?”

“Oh, sí. Disfrutar no se acerca para nada a lo increíble que me siento.”

Kellan se rió. "Creo que he creado una diablilla".

“¿Qué quieres decir?”

“Quiero decir que… disfrutaste demasiado tu castigo. Tendré que inventarme


una alternativa más apropiada la próxima vez.”

“Si sigues enviándome al cielo como ahora, jamás tendrás que castigarme otra
vez. Seré la mejor sumisa del planeta.”
“Ajá.” Gruñó incrédulo.

“Lo seré,” protestó. “Ya lo verás.”

Mercy colocó una mano sobre su pecho, pasándola hacia arriba y abajo. Al
deslizar la mano más bajo, pasó los dedos por la enorme polla. Sintió los músculos
de él tensarse cuando le tomó la muñeca y alejó su mano.

“¿Te di permiso de tocarme?”

“No, señor. Es solo que yo… yo quería hacerte sentir bien.”

Él deslizó los dedos en su melena, hasta armar un puño. Pulsos de dolor y


placer se expandieron por su cuero cabelludo mientras él jalaba la cabeza de ella
hacia atrás para mirarla.

“¿No lo sabes todavía? Siempre me siento bien cuando estoy contigo.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Se inclinó y reclamó su boca con un beso hambriento y posesivo.

KELLAN DEVORÓ SU BOCA sedosa mientras la imagen de su coño suculento y


húmedo ardía en su cerebro. Un hombre menos honrado hubiera cedido y la
hubiera follado hasta dejarla adolorida en la banca de azotes. Aún no estaba
seguro cómo hizo acopio de tanta fuerza de voluntad para resistir. Acostado junto
al cuerpo cálido y desnudo sentía un efecto más fuerte en él. Su pito había estado
duro por horas, pero era necesario enseñarle esta lección. También era necesario
cuidarla luego del castigo. Ayudar a una sumisa a aterrizar del subespacio era tan
vital como elevarla. Pero maldita sea. Necesitaba correrse… necesitaba aliviar la
presión que le estaba estirando la piel de la polla hasta dolerle.

Mercy se alejó de su boca. Cubriéndole la mandíbula de besos suaves,


lentamente le pasó la lengua por el cuello. Deslizó sus manos por el pecho de él,
dejando un rastro de calor que se sentía tan putamente bien que Kellan solo pudo
cerrar los ojos y deleitarse en la atención.
Besó las clavículas y bajó a los pezones. Mercy pasó su pecaminosa lengua
alrededor de cada círculo de piel marrón y besó cada pico tenso.
Él gruñó y le apretó el cabello con un puño, sintiéndola moverse con su mano
para bajar mucho más la boca.

Cuando empezó a desabrocharle el pantalón, Kellan sabía que necesitaba


controlarse, pero la sensación de esa boca perversa vagando por su piel se sentía
demasiado bien. No había sentido el subidón del placer consumirlo de semejante
manera por un tiempo malditamente largo. Mercy con cuidado bajó el cierre y
Kellan gruñó cuando su polla saltó libre.

“Oh, Dios.”

El tono de asombro en el susurro de ella lo sacó del trance carnal. Una ola de
pánico lo aplastó. Kellan se sentó y le alejó la mano cuando ella iba a agarrar su
eje. Mercy lo miró suplicante.

“Por favor, no me detengas,” le rogó.

154
ANHELANDO SU DOMINACION

En el minuto que ella se lamio los labios, él estuvo perdido. Kellan no podía
negarse a la súplica de adorarle la polla más de lo que podía volar. Pero se negó a
acostarse y dejarla tomar el control sobre él.

“Vete al lado de la cama y ponte de rodillas.” Su voz era ronca y llena de


necesidad.

Sus ojos se abrieron emocionados. Mercy se bajó de la cama y se puso de


rodillas. Con la mirada fija en ella, Kellan se puso de pie, se quitó el pantalón y se
sentó en el borde de la cama. Ella era la visión de sus sueños… pecado puro e
íntegro.

Sus labios carnosos, de frente a su polla, se abrieron invitándolo.

La necesidad y el hambre brillaban en los ojos de ella.

El olor del sexo de Mercy se aferraba a cada aliento que él tomaba.

La demanda lo atravesó y Kellan necesitó toda su voluntad para no agarrarla


del cabello y embutir su impaciente polla hasta la garganta. Aplacó su ferviente
lujuria y le rozó una mejilla con un dedo.

“Tómame con tu linda boca. Adora mi polla.”

Ella se acercó con la boca abierta. Su aliento cálido acarició la cresta goteante.

Kellan contuvo un rugido salvaje.

Cuando puso sus carnosos labios alrededor de él, sintió como si hubiera muerto
e ido al cielo. Sus terminaciones nerviosas estaban encendidas y las llamas se
extendían. La suave succión de su boca y el deslizar de la lengua de terciopelo casi
lo hicieron correrse. Cada arrastre de sus labios, el movimiento de su lengua, y el
roce de sus dientes sobre las palpitantes venas lo hicieron llegar a un nivel de
dicha mucho más alto. Luchó por contener la semilla que se revolvía en sus
pelotas. No quería avergonzarse terminando esto demasiado pronto.

“Mercy,” se ahogó en un susurro estrangulado. “Tu boca se siente como el


cielo.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Como si el elogio la volviera más audaz, ella acunó el saco, y masajeó los
pesados orbes con su mano. Kellan veía los labios de ella deslizarse arriba y debajo
de su eje brillante mientras lo envolvía con su calor húmedo y sedoso.

La cabeza a él le dio vueltas.

La habitación giraba.

Él sabía que no iba a durar mucho, pero que lo jodieran si se dejaba ir tan
pronto. Apretando la mandíbula, alargó la mano y la agarró del cabello, alejándola
de su eje.

“Te vas a tragar cada gota, pequeña. ¿Entiendes?”

“Oh, sí, señor. Será un honor.” Su voz era baja y seductora. Un


estremecimiento trepó por su espalda.

“Más. Rodéame con esa lengua ansiosa.”

Ella abrió la boca, preparada para rodearlo otra vez, pero Kellan le mantuvo la
cabeza firme en su sitio. Incapaz de obedecer la orden de él, Mercy gimió y lo miró
suplicante. Él solo negó con la cabeza. Un pequeño mohín le arrugó la boca antes
de sonreír y extender la lengua, cubriendo la punta de la palpitante cresta con
suaves e incitantes lamidas.

Esta mujer iba a ser su muerte. En ese momento en particular, Kellan no podía
pensar en una mejor manera de morir que con su polla hasta el fondo de la
garganta de ella. Provocado con esa idea, él empujó su eje en ella. Los ojos de él
rodaron hacia atrás mientras ella lo tragaba entero hasta la base. Aunque apenas
podía respirar, Kellan le guio la cabeza, estableciendo un ritmo seguro en el cual
ambos pudieran deleitarse en la sensación de la boca perversa de ella, pero
también para evita explotar sobre su lengua.

Mercy empezó a rodar la cadera de lado a lado. Kellan imaginó su clítoris,


hinchado y sobresaliendo por debajo de la delgada membrana, necesitado y
también adolorido por algo de liberación.

“Mete la mano entre tus piernas y frota tu clítoris para mí, ángel. Quiero ver
cómo te deshaces mientras lleno tu vientre con mi semilla.”

156
ANHELANDO SU DOMINACION

Se la abrieron los ojos. El brillo desenfocado en ellos le dijo a Kellan que ella
también estaba desesperada por explotar.

“No tienes permiso para correrte todavía, sumisa. ¿Está claro?”

Su gruñido en respuesta hizo que una vibración se ondeara sobre su polla.


Kellan apretó los dientes y siseó.

A medida que ella bombeaba en su tallo y se tocaba el clítoris, él observaba la


gloriosa y hermosa mujer que tenia al frente. Sus pestañas gruesas contra su
delicado rostro y sus suaves mejillas cóncavas bajo la alucinante succión que le
brindaba.
Kellan perdió un poco más de su corazón con cada lamida maravillosamente
perversa. Mercy no estaba solo adorándole la polla; le estaba haciendo el amor…
vertiendo toda su alma para que él la reclamara y protegiera.

Los pequeños gemidos y maullidos femeninos estallaron en su sistema como


rayos de luz. El trueno de la liberación lo atravesó. Le agarró la cabeza se empujó
adentro y afuera de su boca en embestidas rápidas y agudas. Sus bolas se
apretaron y se le nubló la visión.

“Córrete fuerte para mí, ángel. ¡Córrete ahora!”

Apretó la boca alrededor de él y chupó con todas sus fuerzas. Ella sintió sus
músculos tensarse antes que un grito amortiguado vibrara sobre la brillante
longitud.

El cuerpo de Mercy tembló mientras el orgasmo la consumía.

Kellan rugió mientras sus tormentas de éxtasis chocaban.

Rayos blancos y calientes envolvieron sus apretadas bolas y Kellan dejó de


contenerse. Su polla se expandió mientras gruesos chorros de semen salieron de la
punta, cubriendo la lengua y la garganta de ella. Mercy tragó avariciosamente toda
su semilla. Extendió la mano y rodeó su eje para ordeñarlo hasta dejarlo seco
mientras lo lamia por completo.

Ambos temblaban con las réplicas de su éxtasis cuando ella soltó la erección.
Kellan deslizó un dedo bajo la barbilla de ella y le brindó una sonrisa saciada.

“Eso fue increíble.”

157
ANHELANDO SU DOMINACION

Ella se ruborizó y sonrió con timidez. “Lo fue, señor. Gracias.”


Kellan la levantó del suelo y la abrazó mientras volvía a la cama. Se sintió
adormecida sobre su pecho y suspiró contenta. Él cerró los ojos y absorbió la
sensación de la piel suave y desnuda de ella fundida con la suya.

Luego de varios minutos largos, su dicha silenciosa se vio interrumpida por el


sonido del celular de él. Ese singular timbre cortó su neblina carnal como un
hacha. Era el asilo. En un movimiento fluido, rodó a Mercy hacia su lado y saltó de
la cama. Rebuscando en el bolsillo de su pantalón, Kellan finalmente pudo
contestar.

“¿Hola?” contestó rápidamente.

“¿Señor Graham?”

“Sí.”

“Es Lucía. Necesita venir rápidamente. Lo siento” – se le quebró la voz – “Pero


Leena tuvo un derrame hace unos minutos.”

Las entrañas de Kellan se revolvieron. Se le cerró la garganta y sintió que no


podía respirar.

¿Un derrame? Dios, no. Esto no puede estar sucediendo. Todavía no.

Él no estaba listo para perderla.

Hannah.

Necesitaba llamar a Hannah.

“¿Está…?”

“Aún está viva. Pero no sabemos cuánto tiempo más. Lo siento. ¿Quiere que
llamemos a su hija?”

“No. Yo lo haré. Voy para allá.”

Kellan tomó su pantalón del suelo y frenéticamente buscó su camisa por la


habitación, pero no la encontró. Corrió por el pasillo hacia su habitación. Arrancó

158
ANHELANDO SU DOMINACION

de un gancho una camisa de algodón y se la puso sobre la cabeza y se puso un


par de mocasines. Palmeando sus bolsillos, sintió las llaves y salió de la habitación.

Mercy estaba de pie en la puerta mirándolo confundida. “¿Supongo que te


vas?”
La culpa lo inundó en un aluvión de vergüenza. Mientras otra mujer le estaba
chupando la polla, su esposa yacía sola en una habitación vacía con un derrame
cerebral.”

“Sí, espera aquí. Volveré… no sé cuándo, pero volveré.”

“¿Pasa algo?”

¡Maldita sea!

No tenía tiempo para para explicarle todo a Mercy. Él se frotó el cabello y la


miró con pesar.

“Kellan, me estás asustando. ¿Es Hannah? ¿Está enferma? ¿Tuvo un


accidente?”

“¡No! Es mi esposa,” le soltó mientras pasaba por su lado, corrió escaleras


abajo y se dirigió al garaje.

MERCY QUEDÓ DE PIE en mitad del pasillo con la boca abierta, el cuerpo
tembloroso y la mente acelerada. Sentía como si le hubieran dado un puño en el
estómago y una bofetada en el rostro.

¿Esposa?

¡Esposa!

¡ESPOSA!

159
ANHELANDO SU DOMINACION

“¿Qué quieres decir con esposa, hijo de puta?” gritó.

No hubo respuesta a su grito. Solo el eco a través de la casa vacía. Kellan ya


no estaba… ¡Había regresado con su puta esposa!

No estaba divorciado en lo absoluto. El infiel hombrezuelo había estado casado


todo el maldito tiempo.

¿Y dónde diablos ha estado la señora? Se preguntó. ¿Habría estado fuera


de la ciudad por negocios?

“Bueno, cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.”

Y pues qué fiesta la que se dio Kellan… jugó con Mercy a la enésima potencia.
No solo el cretino convenientemente la llevó a su palaciega propiedad, también
pretendió no estar interesado en enseñarle de sumisión. Sin duda eso había sido
parte del gran plan de hacerla sentir como si ella le debiera algo por su sacrificio.
Kellan no era estúpido. Tenía que saber que una vez Mercy se enterara que era
casado, ella se largaría y no le dirigiría ni una mirada en el club.

“Sí que tienes agallas, caballero… unas agallas enfermas y retorcidas.”

No tenía hechos, solo suposiciones que corrían por su cabeza de modo tan
furioso que no le hallaba sentido a este desastre.

¿Tendría el con su esposa una relación abierta?

Eso ciertamente explicaría por qué Hannah no juzgaba al juez. Ella


probablemente no culparía tampoco a su madre por pasar la última semana
tirándose al equipo entero de los osos de Chicago.

Hablando de disfuncional.

“Ya no importa,” espetó Mercy en voz alta.

Cualquiera que fuera el acuerdo que Kellan tuviera con su esposa respecto a
sus votos o el rompimiento de estos, no cambiaba el hecho que era casado.

Si la respetara en lo más mínimo, le hubiera contado, joder.

Tal vez están separados.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Cállate,” le gritó a su subconsciente. “No voy a excusar a este cretino


misógino. Bastante de eso hice ya con Kerr.”

Solo hay un modo de averiguarlo.

Ansiosa por silenciar la voz molesta en su cabeza, Mercy entro en la habitación


de Kellan. No había entrado en el dominio privado desde que llegó. Deseó ahora
que hubiera comenzado a husmear desde el inicio.

Con pasos largos y decididos, entró al armario. Mercy esperaba ver la mitad del
vestidor lleno de ropa femenina de diseñador, pero no. El lugar contenía solo los
trajes oscuros de Kellan, camisas y una colección de zapatos.

No tenía sentido.

No había un resquicio de evidencia que demostrara que era casado. Pero debía
haberla. Ningún hombre en el planeta hablaba de su ex como su esposa. La
mayoría hablaba de sus ex como las reinas de la pensión, el súcubo de satanás, y
toda una multitud de términos ofensivos. Esposa era demasiado afectivo para el
divorcio más amigable.

Echando humo, Mercy se dio la vuelta para irse de la habitación. Al pasar por la
cómoda, se detuvo en seco para ver una foto de una imagen atractiva, impactante
y más joven de Kellan vestido en un esmoquin gris oscuro. Abrazada a su lado
había una rubia asombrosa – que tenía un sorprendente parecido con Hannah –
vistiendo un vestido de novia blanco y de encaje. Sus sonrisas eran
enceguecedoras… resplandecían de felicidad y amor tan profundos que eso le
rompió en dos el corazón a Mercy.

Las lágrimas le inundaron la mirada.

“¡Imbécil!” gritó. “¿Por qué me hiciste esto? ¿No significamos…? ¿No signifiqué
nada para ti? ¿O era esto alguna clase de chiste retorcido y cruel? Pues, adivina,
chupapollas. ¡No fue divertido!”

Secándose las lágrimas con brusquedad, Mercy corrió a la habitación de


invitados. El cubrecama arrugado en la cama se burlaba de ella y de la intimidad
que había compartido con Kellan. Gritando airada, tomó la lámpara de la cómoda y
la lanzó al otro lado de la habitación. La base de cerámica explotó en mil pedazos
mientras la pantalla rebotó y aterrizó al lado hecha pedazos.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“¡Puto cretino! No puedo creer que jugaras conmigo. Debí haber aprendido mi
lección con Kerr. ¡Todos los hombres son cerdos sin agallas!” sucumbiendo a la
angustia que se aferraba a su interior, Mercy se desplomó en el suelo y lloró.

Luego de largos minutos, intentó contenerse y alejar el pulsante oleaje de


dolor. Oscilaba entre la ira y el pesar mientras se ocupaba de su orgullo herido.

Kellan volvería en cualquier momento… pero Mercy no tenía intención de estar


ahí para verlo. Formuló un plan de escape mientras estaba sentada sollozando
como una niña.

Levanta el culo de este pozo de lástima.

Empaca tus mierdas.

Vete.

Secándose los ojos con la manga de su camisa, Mercy se arrastró hasta


levantarse y comenzó a empacar. Cuando terminó de recoger sus cosas, tomó su
maleta y su caja hacia el recibidor. Al llegar a la cocina, un nudo se atoró en su
garganta al mirar sus aparatos electrónicos expuestos en la mesa y los lazos de
seda que Kellan había usado para atarla.

“¡Me niego a derramar otra puta lágrima por este hombre!” dijo entre dientes y
con enfado, obligándose a contener las lágrimas que llenaban de nuevo sus ojos.

Mercy tomó el teléfono y lo metió en el bolsillo de su pantalón. Tomó su


computador, su reproductor de MP3, y salió al recibidor para colocarlos con el
resto de sus cosas antes de buscar un Uber en su teléfono. Cuando salió, el viento
helado le quitó el aliento. Mercy entro de nuevo a la casa y tomó una chaqueta del
armario. Le enviaría la maldita cosa a Kellan la próxima semana. Luego de sacar la
caja y su maleta, Mercy gruñó cuando vio que la reja estaba cerrada.

“A la mierda los mejores planes,” siseó mientras colocaba sus cosas contra la
reja. Unos minutos después, una camioneta negra estacionaba en la acera. Mercy
sacudió la mano a través de las barras, llamando la atención del conductor. Un
hombre enorme con tatuajes de colores adornando sus gruesos brazos caminó
hacia ella.

“¿Esto es un escape o algo así?” preguntó él entre risas.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Sí, algo así,” Mercy se puso encantadora. “Mi novio salió por un momento, tal
vez a tirarse a alguna sucia zorra, y no nos estamos llevando muy bien. Cambió el
maldito código de la puerta, y ahora estoy atascada. ¿Crees que si… te paso mis
cosas por la reja, tú podrías…? Em…”

“Hace unas cuantas semanas que no ayudo a una dama en apuros.


Hagámoslo.”

Luego de levantar sus cosas por la reja, escaló un muro de ladrillo y saltó en
los arbustos que delineaban el perímetro.

En cuestión de minutos se dirigía a casa.

Casa.

El que una vez fue su seguro refugio, había sido vandalizado y saqueado.
Mercy se preguntó si alguna vez bajaría la guardia de nuevo en su apartamento.
No sabía cómo ni por qué, pero en unos pocos días, el lugar de Kellan se sentía
más su casa como el hogar de su familia en Texas.

“Lamento que esa basura no te haya tratado bien. Los ricos creen que pueden
actuar como idiotas y salirse con la suya. Pero te digo algo, sacarte de esa casa
así… bueno, esa mierda fue divertida.” El conductor sonrió.

Mercy le hizo una mueca de las mierdas pasan, mientras que por dentro sentía
morir. Cada cuadra se fundía con la siguiente hasta que la distancia de la casa de
Kellan la hizo sentir como si estuviera viajando a otro planeta. El conductor siguió
hablando, pero ella lo bloqueó. Estaba muy envuelta en los implacables brazos del
dolor y la ira.

Se preguntó qué haría Kellan una vez viera que se fue. ¿Estaría enojado porque
se fue… porque terminó con su juego? ¿O ansioso comenzaría a buscar a su
siguiente victima? ¿Alguien en el Génesis sabía que él era casado? No. Ellos no
consentirían esa clase de comportamiento… ¿Verdad? ¿La infidelidad estaba
permitida en esa comunidad?

Eso no importa porque no vas a volver al club. ¡Nunca!

Infortunadamente, debía volver, al menos a hablar con Mika. Después de todo,


debía recoger su auto y pedirle que cancele su membresía.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Cerró los ojos y exhaló derrotada.

De repente un bombillo se encendió en su cerebro. Ella podía encontrar una


cabina privada en la parte de atrás de Maurizio’s – el restaurante italiano no muy
lejos del club donde los miembros se encuentran para cenar antes de jugar – y
simplemente esperar a Mika. Darle la cara a unos miembros en vez de a todo el
calabozo era más fácil de digerir. Las posibilidades de encontrarse con Kellan en el
restaurante eran de cincuenta- cincuenta. Mientras que en el calabozo eran de un
cien por ciento.

Será en Maurizio’s.

Al llegar al edificio, Mercy pagó y tomó su llave. El hombre muy caballeroso


llevó sus cosas adentro y las dejó en la puerta de su apartamento.

“Gracias por tu ayuda. Me salvaste la vida.”

“De nada. Entonces… ¿Qué dices?”

“¿A qué?”

“Ya sabes…lo que pregunté en el auto… tú y yo. Te trataría mucho mejor que
ese rico cretino.”
“Oh.” Ella palideció deseando haber puesto más atención. “Eh, bueno… tu
oferta es dulce, de verdad, pero necesito descansar un tiempo de las relaciones.”

“Entiendo, sí, no me gustaría ser el tipo del rebote. Pero…” sacó una tarjeta de
negocios del bolsillo y le sonrió seductor. “Si necesitas ayuda lamiéndote las
heridas, llámame.”

Asombrada por la insinuación, Mercy estaba más impresionada porque el tipo


rápidamente la besó en la mejilla, se dio vuelta y salió del edificio.

¡Eww! Con un acosador me basta y me sobra. Gracias.”

De pie, sola en la puerta, sintió como si alguien la estuviera observando. Un


estremecimiento aterrador se abrió paso en ella, y Mercy rápidamente abrió la
puerta. Miró los vidrios de la puerta pero no vio a nadie. Sacudiéndose la paranoia,
metió sus cosas en el apartamento y encendió la luz. Mercy medio esperaba ver
otro mensaje abominable en sus paredes, pero afortunadamente el olor a pintura

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ANHELANDO SU DOMINACION

fresca era lo único inusual que la recibió. Rápidamente cerró con llave la puerta, y
procedió a desempacar. Mercy decidió que entre menos recuerdos tuviera
mirándola, mejor.

Cargó su maleta a la habitación y suspiró cuando vio el colchón desnudo.


Luego de sacar un juego de sabanas limpias y unas mantas del armario, Mercy
tendió su cama y desempacó su ropa.

Una vez terminadas las tareas, se puso su pijama favorito de franela. Luego se
sirvió una copa de vino, colocó su teléfono en la estación de reproducción y puso
algo de música melosa. Sentada en el sofá con los pies debajo de ella, Mercy miró
la pantalla negra y fragmentada del televisor.

“Eso se ve como mi corazón… una red rota y fracturada de nada.” Las palabras
salieron de ella en un resoplido sin humor. “Aún no puedo creer que el bastardo
sea casado. ¿Qué putas?”

Mercy terminó el vino en dos sorbos. Empezó a rodear el borde de la copa con
sus dedos mientras pensaba en Kellan diciéndole cómo arrodillarse y servirle. Aún
podía sentir el sabor afrutado del vino explotar en su lengua mientras compartía el
primer sorbo con ella.

Una lágrima rodó por su mejilla.

Una Mercy ausente la secó.

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ANHELANDO SU DOMINACION

CAPITULO NUEVE
KELLAN PRESIONÓ ANSIOSO el código, maldiciendo los segundos perdidos
antes que sonara el molesto zumbido de la puerta. La abrió de un jalón y corrió
por el pasillo, ignorando a todo y a todos a su alrededor.

Por favor, Dios. Que no sea demasiado tarde.

Rezó en silencio mientras entraba en la habitación.

“Tranquila, señorita Leena. Su hombre viene en camino para verla.”


Murmuraba Lucia suavemente mientras le acariciaba el cabello a su esposa.

Ya no estaba sentada mirando a la pared. Leena estaba acostada en la cama,


con los ojos cerrados como si estuviera durmiendo. El lado derecho de su boca
estaba un poco fruncido mientras el otro lado lucia una sonrisa aparente.

El llanto se acumuló en sus ojos.

Un nudo de emoción se atoró en su garganta.

Sus pies parecían de cemento.

Y la culpa seguía comiéndoselo vivo.

Si Kellan hubiera estado con Natalie cuando recibió esta llamada aterradora,
hubiera fácilmente compartimentalizado su vergüenza… la hubiera guardado en un
baúl frio y sin significado. Pero estaba con Mercy. Sus sentimientos por ella
estaban muy lejos de carecer de significado, y Kellan irresponsablemente cedió
ante ese amor.

Lo sabías… ¡Joder, lo sabías! Se quejó su subconsciente.

Sí, si hubiera sabido… sabido la primera vez que puso los ojos en Mercy, que su
vida organizada y disciplinada eventualmente se evaporaría. Sin embargo,
tontamente Kellan siguió reforzando los muros de su corazón, esperando mantener
su control y distancia. Pero a medida que la veía en el club, soñaba con ella noche

166
ANHELANDO SU DOMINACION

tras noche, el ansia de guiarla hasta ponerla de rodillas y reclamar su puta alma
había aniquilado su control todopoderoso.

Mercy lo poseía, y no había putamente nada que Kellan pudiera hacer para
cambiar ese hecho.

“Oh, Sr. Graham.” El tono de Lucia denotaba pesar.

“¿Qué sucedió?” se obligó a preguntar.

“Hace una hora, su presión arterial se disparó. La pobre comenzó a


convulsionar. El Dr. Weaver le dio una inyección para disolver los coágulos, pero…”

Kellan asintió intentando no fijarse en la imagen de Leena teniendo otro


ataque. Ya había visto tres de esos en los últimos cinco años. Él sabía, de
diagnósticos anteriores, que la sinapsis inestable en su cerebro podía provocar
ataques fácilmente, pero este por mucho fue el peor que Leena tuvo que sufrir.

“Sigue y atiende a tus otros pacientes, Lucia. Yo me quedo con ella.”

“Está bien, pero llámeme de inmediato si nota algún cambio en nuestra chica.”

“Lo haré.” Se obligó a sonreír.

Kellan tomó la mano de Leena y la miró mientras el remordimiento le


destrozaba el alma. Quiso subirse en la cama con ella, sostenerla en sus brazos.
En cambio, se sentó a su lado y comenzó a confesar sus pecados. Cuando terminó,
las lágrimas le cubrían el rostro. Le dolían las sienes y se limpió la nariz para luego
soltar un suspiro pesado.

“Lo siento, nena. Te amo… siempre te amaré, pero estoy tan putamente vacío
por dentro. Ella me llena, tal como tú solías hacerlo. Lo sé… lo sé. Soy un cretino
egoísta, pero maldita sea, me he encerrado todos estos años, igual que tú.”
Sorbió. “Sigo pensando… ¿Y si fuera al contrario? Dios, Leena, no hubiera querido
que dejaras de vivir. El amor dentro de ti… joder… es extenso y hermoso. Jamás
querría que dejaras que se marchitara por mí.”

“No lo haría. Leena tampoco querría que tu amor se marchitara por ella.” Mika
se movió detrás de él y le apretó el hombro. “Hannah me llamó. Viene en camino.”

“Gracias por venir, hombre.” Kellan sorbió y se secó los ojos.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Mika miró a Leena por varios minutos. “Es lo más difícil que tendrás que vivir,
hermano. Saber que no pienso tan… especialmente ahora, pero lo vas a
sobrevivir.”
“Lo sé,” respondió Kellan en voz baja. “Cada vez que pienso que no puedo
soportar un día más así… el dolor que pasaste con Vanessa me choca en la
cabeza.”

“No te estoy invitando al club ni nada, pero necesito que sepas algo. No he
hablado de esto nada más que con Julianna y mi padre. La noche que Dennis
McCollum me disparó, morí. Entré en paro… se apagó todo… fue el final del
camino. Pero antes de que me revivieran…” Mika se frotó su calva cabeza. “Fui a
un sitio… un sitio más allá de esta tierra. Mi madre y Vanessa estaban ahí. Me
dijeron cosas que cambiaron mi modo de pensar de la vida. Su… perspectiva,
supongo, me dio el valor de dejar a Julianna entrar a mi corazón.”

Kellan escuchó en silencio, estudiando a su amigo. Mika no le estaba dando los


clichés motivadores sobre la vida y la muerte, sino contando de primera mano su
experiencia y lo que aprendió.

“Estaba luchando con mis sentimientos por Julianna y mi papá luchaba con los
suyos por Sarah. Mamá y Vanessa estaban enfadadas porque ambos éramos tan
tercos para dejar entrar a las mujeres que nos enviaron. La gente que nos ama…
bueno, todo lo que ellos quieren es que seamos felices. Eso es lo que quiero para
ti, hermano.”

Kellan se puso de pie. Le dio un abrazo a Mika y lo palmeó en la espalda.

“Gracias por compartir esto conmigo. Significa… mucho.”

“No dejes que la culpa te coma vivo. He estado en tu lugar, y perdí tiempo
precioso.”

Mika lo miró con compasión. “Me voy. Solo pasé para hacerte saber que estoy
para ti. Si necesitas algo, llámame.”

“Lo haré.” Kellan asintió seriamente.

“¿Mercy…?”

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ANHELANDO SU DOMINACION

“Ella aún está en mi casa. ¡Mierda! Salí con tanta prisa que no estoy ni siquiera
seguro de qué le dije.” Kellan se pellizcó el puente de su nariz en un intento de
calmar su dolor de cabeza.

“Cuando te comuniques con ella, dale mi número y dile que me llame si


necesita algo. ¿De acuerdo?”

“Lo haré. Gracias de nuevo. Tu presencia es una ayuda inmensa.”


“Volveré pronto, dulce chica.” Mika se inclinó sobre la cama y besó la frente de
Leena. Se giró y una suave sonrisa se posó en su boca.

“En verdad, tenemos mucha puta suerte. Tenemos la fortuna de tener en


nuestros corazones el amor de dos mujeres increíbles. Definitivamente somos dos
bastardos con suerte.”

Mika se fue y Kellan se sentó al lado de Leena, hablándole sobre la vida, el


amor y los tiempos felices que compartieron. Al poco tiempo, Hannah entró en la
habitación, su rostro pálido e hinchado mientras le rodaban las lágrimas por las
mejillas. Kellan tomó en brazos a su niña y la sentó en su regazo. Hannah se
acurrucó contra él como lo hacía de niña y lo dejó abrazarla mientras lloraba. A
veces la edad y la independencia quedan de lado ante el calmante e incondicional
amor de un padre.

Kellan vio el cielo aclararse con el amanecer. Hannah dormía con la cabeza
puesta sobre la cama de Leena, tomando la mano de su madre. No habían surgido
cambios en la condición de su esposa durante la noche. Él quería dar un suspiro de
alivio, pero sabía que ella no estaba todavía fuera de peligro. Incluso con las
inyecciones anticoagulantes, no había garantías que su dañado cerebro soportara
otro ataque. Fue la misma espera lenta y agonizante que Kellan ya fue obligado a
sufrir antes.

Cuando Hannah se despertó la envió a la cafetería para desayunar algo. Volvió


media hora después y lo envió también a comer algo. Al acercarse al pasillo de la
cafetería se le revolvió el estómago con el olor a comida. Siguió caminando y sacó
su teléfono.

Mercy no respondió a su llamada y fue directo a correo de voz. Una pequeña


sonrisa se posó en sus labios. El castigo otorgado ayer dejó la impresión deseada.
Pero, no había vuelto anoche a casa y quería aliviar cualquier ansiedad o
preocupación. Pensó en pedirle a Mika que pasara para ver si ella estaba bien,

169
ANHELANDO SU DOMINACION

pero el grito frenético de Hannah desde el otro lado del pasillo hizo que Kellan
corriera hacia su hija.

Al volver a la habitación con el corazón saliéndose por su garganta, vio el


pecho de Leena levantarse y soltar un suspiro pesado.

“Me apretó la mano,” Hannah sollozó alegre. “Mi mamá… me acaba de apretar
la mano.”

Kellan abrazó a su hija y cerró los ojos. Sí, Leena también le apretó a él una
vez la mano. Ahora tenía que arruinar la ilusión de su hija, como lo había hecho el
Dr. Weaver con él y le explicó que solo era un espasmo muscular espontaneo.
Claro, Hannah no quiso creerle – diablos, él tampoco quiso creerle al doctor – pero
Kellan se las arregló para acallar la ilusión de Hannah. Maldiciendo esta mano
desoladora que les tocó jugar, la abrazó una vez más mientras Hannah se
desmoronaba.

Para la tarde, la ciudad estaba cubierta por una ligera capa de nieve. Kellan
intentó llamar a Mercy varias veces, pero aún no obtenía respuesta. Ansioso y al
borde, paseaba por la habitación de Leena, y por los pasillos. Su agitación solo fue
en aumento.

“Me estás enloqueciendo, papi. Ve a casa y mira cómo está ella. Yo me quedo
con mamá. ¿De acuerdo?”

Él estaba indeciso entre el amor que perdió y el que encontró y esa indecisión
era enloquecedora. Kellan no era de la clase de tipo que vacilaban, pero aquí
estaba, inseguro y vacilando.

“Podría tardar un rato, cariño. Necesito explicarle… no sé ni siquiera si ella va a


entender todo esto.”

“No lo sabrás hasta que lo intentes.”

“A veces eres demasiado inteligente para tu edad, ¿Lo sabes?”

“Tuve buenos maestros.” Le dio una sonrisa agridulce. “Ve.”

Kellan volvió a la casa, entrando a la cocina por el garaje. Las cuerdas que usó
para atar a Mercy yacían en el suelo. Una ola de consuelo… de familiaridad le

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ANHELANDO SU DOMINACION

atravesó las venas, seguido por la confusión al notar que ya en la mesa no estaban
ni el computador, ni el celular ni el reproductor de MP3.

¿Por qué habría de recoger sus cosas, pero dejó la soga en el suelo?

“¡Mercy!” gritó, escuchando atentamente alguna respuesta.

Al no oír nada, subió corriendo las escaleras, dos a la vez, diciéndose a sí


mismo que probablemente estaba durmiendo una siesta. Llegó a la puerta de la
habitación de invitados, pero Mercy no estaba ahí. Los cajones de la cómoda
estaban abiertos y vacíos. Igual que el armario. Al girarse, vio a lámpara, o lo que
quedaba de ella, destrozada en el suelo.

Se fue. Empacó sus cosas y se fue.

Kellan respiró profundo y soltó el aire en un poderoso rugido.


Había estado tan aterrado y en pánico cuando llamó Lucia, que no recordaba
qué le dijo a Mercy. Cerró los ojos y luchó por recordar sus movimientos… y más
importante, sus palabras.

“Espera aquí. Ya vuelvo… no estoy seguro cuándo, pero volveré.”

“¿Pasa algo malo? Kellan, me estás asustando. ¿Es Hannah? ¿Está


enferma? ¿Tuvo un accidente?

“¡No!” es mi esposa.

“¡Joder!”

Como lo había hecho hace horas, Kellan se dio la vuelta y bajó de prisa por las
escaleras hacia el garaje. Esta vez no iba hacia el hospicio temiendo lo que iba a
encontrar… esta vez iba hacia el apartamento de Mercy con el mismo miedo
estremecedor. Conduciendo demasiado rápido en las vías granizadas, se saltó una
señal de pare y continuó. Trabajando por mantener su auto en la vía, Kellan luchó
por encontrar las palabras que quería decirle a Mercy. Sabía que tal vez tendría
una oportunidad para hacer todo bien. No iba a cagarla. Se estacionó en un
estacionamiento cerca a la puerta de su complejo y casi aterriza de culo al bajarse
del auto. Con una maldición en voz baja, se apresuró hacia el recibidor y levantó la
mano antes de golpear la puerta.

“Mercy, abre. Necesito hablar contigo.”

171
ANHELANDO SU DOMINACION

“Demasiado tarde, su señoría.” Ella resopló desde el otro lado de la puerta.

“Mira, sé que estás enfadada…”

“No lo estoy, Kellan.”

Mentirosa, pensó él ante el gélido tono de su voz. “Estoy muy bien, de hecho.
Por favor vete y no regreses.”

“Sabes que no va a suceder hasta que hablemos.”

“Habla todo lo que quieras… con la puerta. Voy a ducharme. Adiosito.”

Su descarado rechazo lo quemó como el ácido.

Rompe la puta puerta, la bestia furiosa dentro de él lo animó.

No. Kerr ya había hecho suficiente daño a su orgullo y su propiedad. Kellan no


iba a destruir más de lo que probablemente ya destruyó. Metiendo sus manos en
los bolsillos, bajó la barbilla y exhaló mientras sopesaba la mejor manera de llegar
a un compromiso plausible para que al menos abriera la puta puerta.

Tomó entre sus dedos un aro del llavero mientras una sonrisa lenta y malvada
le delineaba los labios.

“Mercy, ángel, abre la puerta.”

“Vete, Kellan, o te juro que llamo a la maldita policía.”

Con que ducharse, ¿Ah? Tal vez estaba observando cada movimiento suyo por
la mirilla.

“No me hagas repetirme, niña. Sabes lo que sucederá.”

“Sí. Lo sé. Nada. Ya no tienes ni voz ni voto en lo que hago, caballero. Así que,
¡Vete a la mierda!”

Oh, sí… no está enfadada. ¡Mierda!”

172
ANHELANDO SU DOMINACION

“Con que a la mierda. Aja.” Dijo, levantando la llave de repuesto frente al


pequeño círculo de vidrio en la puerta.

“¡No te atrevas! Este es mi apartamento y es mi llave. ¡Ponla bajo el tapete y


lárgate!”

Aunque técnicamente eso no era allanamiento de morada… después de todo,


tenía llave, Mercy podría presentar cargos contra él de los que ni él podría librarse.

Un titular de prensa destelló en su cabeza: ¡JUEZ DEL CONDADO KELLAN


GRAHAM ARRESTADO!

¿Valía la pena obligar a Mercy a hablar con él a riesgo de perder su carrera?

¡Sí! ¡Absolutamente!

“Lo siento, ángel,” contestó suavemente. Deslizó la llave en la cerradura y giró


el metal. “No puedo hacerlo.”

Intentó abrir la puerta, pero Mercy tenía su pequeño cuerpo presionado contra
esta. Aunque no quería lastimarla, Kellan empujó la madera con el hombro y se
abrió paso al interior del sitio.
Ella tambaleó hacia atrás, con la boca abierta, los ojos rojos y dejó un grito que
le perforó los oídos.

“¡Bastardo! ¡Lárgate de mí puto apartamento!”

Antes de que pudiera abrir la boca para hablar, Mercy tomó una estatua de
apariencia pesada de una repisa cerca a la puerta. Kellan soltó las llaves y le tomó
la muñeca antes que pudiera golpearlo y dejarlo inconsciente.

“Quítame las manos de encima,” ella espetó.

El fuego ardía en su mirada, pero había mucho dolor mezclado con su furia y
eso casi lo puso de rodillas. Él había provocado ese dolor. La hizo creer que él era
nada más que un adultero malviviente y depravado. Y lo era de algún modo, y
Kellan sabía que no había palabras que bastaran. Miró sus pies.

“Bien. Tienes zapatos puestos. Ve por una chaqueta. Necesito que vengas
conmigo.”

173
ANHELANDO SU DOMINACION

“En tus sueños,” siseó. “No voy a ningún lado contigo. ¿Por qué estás aquí, tan
siquiera? Tu jueguito se terminó, imbécil. ¡Ve a casa con tu esposa!”

Exhausto.

Estresado.

Enfadado como un león con una pata lastimada, la paciencia de Kellan llegó a
su límite.

“Toma un abrigo, o te alzo y te echo a mi auto así como estás.”

“Tócame y te abofeteo tan rápido que te dará vueltas la cabeza.” Contestó ella
con ira.

“Adelante,” se encogió de hombros. Tan rápido como un rayo, la levantó del


suelo y la puso sobre su hombro. Mercy gritó y pateó y le golpeó la espalda con los
puños. Él sentía como si estuviera conteniendo un demonio de Tasmania.

“No digas que no te advertí.”

“Bájame. Maldita sea, Kellan, bájame. Ya voy por un puto abrigo.”

“No te creo, cariño. Veras, creo que apenas te baje, intentarás o patearme en
las bolas o iras a la cocina a sacarme un cuchillo.
“¡Argh!” ella gruñó.

“Por eso es que vas a dejar de patear, gritar y pelear y dejarás que te lleve a
mi auto.”

“Por si no la captas, No soy tu sumisa.”

“Oh, supongo que recuperaste el control cuando me dijiste que me fuera a la


mierda.”

“No. ¡Recuperé el control en el momento en que me dijiste que tenías una


esposa!”

“Es justo… por ahora.”

174
ANHELANDO SU DOMINACION

“De todos modos, ¿A dónde es que tienes tantas ganas de llevarme?” Preguntó
ella. “No voy a volver a tu casa, así que olvídalo.”

“No vamos para allá.” Él no pudo ocultar el pesar en su voz.

“¿Kellan? Por favor bájame. ¿Qué sucede? Dime qué ocurre.”

El tono combativo de ella se había desvanecido, reemplazado por un tono de


preocupación e interés. Esperando que él no estuviera cometiendo un error, se
dobló y dejó a Mercy de pie

“No es bueno. Es algo que de lo que debí hablarte hace días, pero yo… yo no
podía decidirme a contarte…”

“¿Contarme qué?”

“No, amor. Es mejor si te muestro.”

LA CRIPTICA RESPUESTA DE KELLAN la confundió, pero era el dolor en sus


ojos lo que le perforaba el corazón. Sin importar cuánto quería ella negarse a él,
rechazarlo y borrarlo de su vida… no podía.

Lo amaba.

“Voy por mi abrigo.”

Un millón de preguntas rodaban por su mente mientras Kellan salía en silencio


de su complejo. La nieve caía con más fuerza ahora. Húmeda y pesada, se
aferraba a los árboles. Ella agradeció el calor que emanaba del auto hacia sus pies
y la calidez de su propio abrigo. Mercy colocó atención a las señales de tránsito
mientras él lentamente maniobraba por las resbaladizas vías.

175
ANHELANDO SU DOMINACION

Varias manzanas más tarde, Kellan se detuvo en el aparcamiento del Centro de


Enfermería y Vida Asistida Lake Home Village. Ella le lanzó una mirada incrédula,
pero él se limitó a apagar el contacto y a cogerle la mano.

“Necesitamos entrar.”

Ella no contestó, solo asintió ante la expresión seria del hombre Mercy se paró
junto a él mientras digitaba un código en la puerta principal. Un fuerte zumbido
sonó y él jaló la manija, permitiéndole a ella entrar primero. A medida que la
seguía, ella observó varios ancianos que saludaban con la mano tristemente a
Kellan. Él devolvía el saludo con un movimiento de su cabeza, y luego colocó
suavemente su mano en la espalda de Mercy para guiarla por un largo pasillo.

Sintió una vibra sombría emanando de Kellan y se preguntó si su suegro o tal


vez su suegra estaban en alguna de esas habitaciones, posiblemente muriendo. Su
angustia era palpable. Su peso la presionaba. Ella quería calmar su dolor, pero no
sabía cómo.

Cuando él se detuvo ante una puerta en la última habitación, Hannah estaba


ahí, con los ojos rojos, y sonriendo de modo tembloroso.

“Te vi estacionar. Voy a sentarme en la sala de espera y les daré privacidad.”

“Gracias, cariño,” él besó a su hija en la mejilla.

Hannah abrazó a Mercy y susurró en su oído, “Intenta mantener la mente


abierta. Papi te necesita.” Entonces se giró y se alejó.

“Entra, por favor.” La devastación en su rostro la llenó de vergüenza por


arremeter contra él e intentar alejarlo.

Con un asentimiento nervioso, entró a la habitación.

Las lágrimas llenaron sus ojos cuando vio a la mujer alguna vez vibrante que
había visto en la foto de la habitación de Kellan.

“Esta es mi esposa, Leena. Sé que debí hacerte contado antes, pero…” se giró
y miró a Mercy casi suplicante. “Tenía miedo. Miedo de que me dijeras… bueno,
que me fuera a la mierda, y eso hiciste. No soy un cretino misógino que folla por
ahí a espaldas de su esposa. La amo… la amo mucho. Siempre la he amado y
siempre la amaré. Compartimos una vida asombrosa juntos…” se le quebró la voz.

176
ANHELANDO SU DOMINACION

Se detuvo y miró a su esposa con una sonrisa agridulce.

"La llamada de ayer... Leena sufrió un derrame cerebral". Kellan posó su


mirada en Mercy una vez más. "Siento no haber explicado la situación antes de
perder el control, y… te llevaré de vuelta a casa".

A Mercy le dolió el corazón por Kellan y la culpa con la que él estaba


obviamente luchando. Ella miró de nuevo a Leena, recordando el feliz resplandor
de su rostro en la foto… la profundidad del amor que ellos compartían. Ya los celos
que la embargaban no estaban, habían sido reemplazados por una sensación de
pérdida y tristeza que le volvió a romper el corazón. No por ella sino por Kellan y
Hannah.

Adormecida, ella dejó que él la guiara afuera de la habitación y por el pasillo.


Kellan se alejó y habló brevemente con Hannah, y luego acompañó a Mercy
afuera. Un silencio incómodo se cernía con ellos en el camino de regreso. Ella
miraba por la ventana mientras un millón de preguntas giraban por su cabeza,
como los grandes copos de nieve que flotaban en el suelo.

Kellan acompañó a Mercy al llegar al apartamento.

“¿Quieres pasar? Puedo hacer algo de café.”

“Café está bien. Gracias.”

Mercy se quitó el abrigo y se fue a la cocina. Mientras llenaba la cafetera, miró


a Kellan observar alrededor de la sala.

“No he tenido tiempo de hablar hoy con Amblin, para ver si han encontrado a
Kerr. Por favor ten cuidado y…” su voz se quebró de nuevo.

Mercy vio lágrimas en los ojos de Kellan. Corrió hacia él y lo abrazó.

“Realmente lo siento. Lamento todo. Debí ser más fuerte y aferrarme a la


disciplina a la que me he aferrado los últimos cinco años. Pero… cada noche que te
veía en el club, te dejaba entrar más en mí. Maldita sea. No solo rompí mis propias
reglas, rompí toda regla dominante contigo. No fui honesto. No me comuniqué. Te
fallé en todos los niveles, ángel. Lamento esto también.”

“Basta. No tienes que disculparte.”

177
ANHELANDO SU DOMINACION

“Sí, debo hacerlo. Hice de todo esto un desastre. No tenía derecho a tocarte.
Los últimos días que he estado contigo, me has hecho sentir vivo. Tú fuiste quien
me trajo de vuelta a la vida.” Él se alejó, acunó la mejilla de Mercy y la miró a los
ojos. “Estar contigo me ha hecho querer comenzar a vivir de nuevo. Sí, estoy
casado, pero Hannah tenía razón, es hora que siga adelante. Que haga una nueva
vida… nuevos recuerdos. Aunque jamás te pediría que ignoraras tu moral o
cambiaras tus creencias – Dios sabe que he pasado años luchando con eso mismo
– me he enamorado de ti, ángel. Quiero construir una vida nueva… contigo.”

El suelo bajo los pies de ella se empezó a desmoronar.

Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Mercy se cubrió la boca para amortiguar un sollozo.

Kellan la apretó más fuerte contra sí, y ella podía sentirlo temblar. “Lamento
haberte metido en este desastre, pero no lamento amarte.”

Su voz estaba llena de emoción.

El amo esquivo y distante desapareció. En su lugar había un hombre… un


hombre mortal con miedos y defectos y todo lo que lo hace humano. Él tumbó sus
muros protectores para permitirle a ella ver sus debilidades. Pero la autoridad
potente de Kellan – el mismo comportamiento que la atrajo a él desde el comienzo
– la envolvían con calidez y seguridad.

“También te amo,” confesó ella con un susurro.

Kellan permanecía sentado con un brazo extendido, apretando la mano de su


esposa moribunda y abrazaba con el otro a su hija. Leena había tenido varios
derrames pequeños durante los últimos cinco días, pero el Dr. Weaver tristemente
reveló que el último que le dio hace unas horas podía llevársela de este mundo.

“Siempre estarás en nuestros corazones, nena,” Kellan se ahogó mientras la


respiración de ella se ralentizó. Las lágrimas se deslizaban por su rostro. “Te amo,
Leena.”

Cuando ella dejó de respirar, Hannah gritó angustiada. Enterró la cabeza en el


regazo de Leena y sollozó.

“Adiós, mi amor,” susurró.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan besó por última vez la mejilla e su esposa, y tomó a Hannah en sus
brazos. Se abrazaron y lloraron por mucho tiempo.
Mientras él y Hannah permanecían sentados al lado de Leena esperando a que
el director de la funeraria llegara, la mente de Kellan se llenó de recuerdos.
Aunque estaba deshecho del dolor, encontró consuelo en revivir los momentos
felices que había iluminado su mundo. El amor que compartieron fue tan único
como el amor que crecía entre él y Mercy. Ambas mujeres eran intrigantes, raras,
llenas de descaro y humor y una pasión feroz.

Kellan era afortunado por saberlo.

Había hecho las paces con la culpa por vivir y amar de nuevo; despedirse de
Leena mientras se la llevaban fue infernal.

Kellan se secó los ojos y llevó a su hija sollozante afuera del albergue. Sostuvo
su mano mientras volvían a casa de Kellan entre la nieve que caía suavemente.

Cuando él y Hannah entraron a la cocina, Mercy los encontró en la puerta.


Tenía el rostro bañado en llanto mientras abrazaba a Hannah con calidez. Mercy
miró a Kellan con sus ojos aguamarina, preguntándole en silencio si estaba bien.
Kellan asintió y le besó suavemente la frente.

“Tengo guiso en la estufa y café fresco.”

“Creo que necesito algo más fuerte que café.” contestó Kellan.

“McCallan,” Hannah sorbió. “Que sea doble.”

Luego del guiso y las bebidas, pasaron el resto de la tarde sentados frente al
fuego mientras él y Hannah recordaban y contaban historias sobre Leena. Al
principio, a él le preocupó que Mercy estuviera incómoda con los recuerdos
divertidos y melancólicos, pero ella se rio y lloró junto con ellos.

Consérvala. Es una en un millón.

Asombrado ante el sonido de la voz de Leena en su cabeza, Kellan tragó


apretadamente mientras las lágrimas le picaban los ojos.

Lo haré, mi amor.

179
ANHELANDO SU DOMINACION

El sábado siguiente, rodeados de más de un centenar de amigos, con Hannah y


Mercy a su lado, Kellan enterró a su esposa. Él había sabido durante cinco largos y
agonizantes años que este día llegaría, pero nunca estuvo totalmente preparado
para el impacto emocional.

Este era el día más difícil y triste de su vida.

Kellan se sentó en el sofá, bebiendo un vaso de escoces, absorbido en sus


propios pensamientos.

Finalidad.

La palabra circulaba en su cabeza. No solo había enterrado a su esposa, sino


que había encontrado un momento privado para terminar su contrato con Natalie.
Kellan había encontrado el respiro y el fuego que había desterrado de su vida justo
a su lado.

Mercy estaba en silencio acurrucada en su pecho. Sin pensarlo dos veces, ella
extendió su amor, apoyo y comprensión estos últimos días tumultuosos y
dolorosos.

Kellan finalmente estaba en paz consigo mismo.

Era hora de devolverle algo a ella.

“Ve arriba y prepáranos un baño en el jacuzzi, ángel.”

Ella le sonrió y lo besó suavemente.

“Sé que no me diste permiso, pero no pude evitarlo.”

Kellan la miró a los ojos, sintiendo un tipo diferente de calidez filtrándose en su


sistema. La tomó de la cintura y la subió a su regazo. Acunando su nuca, la acercó
a sus labios y la besó apasionadamente. El calor del cuerpo de ella lo rodeó. Dejó
la calidez de su amor derretir su pesar.

A horcajadas sobre él, ella frotó su coño contra su erección y sonrió.

“Tal vez no lleguemos a arriba.”

“Tal vez no, pero definitivamente haremos algo… el amor.”

180
ANHELANDO SU DOMINACION

La besó, deslizando la lengua en la boca sedosa, y acunó las nalgas de ella. Al


levantarse la llevó consigo, sin terminar el beso que se había tornado crudo y
pasional. Mercy envolvió la cintura de él con sus piernas mientras Kellan la llevaba
escaleras arriba.

La anticipación se elevó, chisporroteando y crujiendo en el aire alrededor de


ambos.

Aunque él había pasado sus días y casi todas sus noches al lado de Leena, Mika
y el grupo de amigos del Génesis habían ayudado a mover a Mercy a la casa de
Kellan. Las noches al volver a casa, él estaba demasiado cansado emocionalmente
para hacer algo diferente a tomarla en sus brazos y dormirse.

Ahora su pasado se había ido… sepultado en un terreno cerca de un gran roble.

Era hora que Kellan iniciara una nueva vida… aquí y ahora.

Sonrió contra los labios de Mercy mientras ella se aferraba a él como un


cangrejo mientras se subía a la mitad de la cama.

Ella se separó de él y lo miró a los ojos. “¿Qué es tan gracioso?”

“Tú,” bromeó antes de ponerse serio. “Gracias por… por ser tú, Mercy.”

“No tienes que agradecerme nada… te amo.”

“También te amo y planeo demostrarte cuánto.”

“No si te lo demuestro primero.” La sonrisa traviesa en los labios de ella le


derritió el corazón.

Metiendo la mano entre la cabeza de ella y la almohada, Kellan la tomó del


cabello y dio un pequeño jalón.

Una llama de hambre destelló en los ojos de ella. Sus pupilas se dilataron.

¡Mía!

“¿Quién está a cargo, niña?”

181
ANHELANDO SU DOMINACION

Ella, con una sonrisa tímida, gimió suavemente.

“Tú, señor… siempre.”

CAPÍTULO DIEZ
MERCY HABÍA ESPERADO lo que pareció una eternidad para que Kellan se le
lanzara así… como en sus fantasías. Pero, ¿Estaba él emocionalmente listo para
hacerle el amor? El resquicio de preocupación de que Kellan se estuviera moviendo
demasiado rápido cruzó por su mente.

Luego de que él le dijera que la amaba, le explicó lo que sucedió con su


esposa… los sueños y esperanzas que tenían juntos. Mercy le aseguró que ella no
tenía reparos en amar a un hombre casado. Algunos la considerarían una
mujerzuela, pero no le importaba. Nadie podía llamarla rompe hogares; el ebrio
que arrolló a Leena era quien tenía ese título.

A Kellan le preocupaba que Mercy lo considerara un adultero. Por supuesto, ella


había pensado así, al menos hasta que supo la verdad. A ella le rompió el corazón
saber cómo él se había encerrado en una prisión auto impuesta por cinco largos
años. Aun así, casi se negó a su invitación a vivir con él, pero si iban a sobrevivir
en algún aspecto – fuera como amigos o amantes – debía confiar en él.

Mercy lo dejó marcar el ritmo hace unos días; y confiaba ahora en su decisión.

Cerró los ojos mientras Kellan rozaba sus labios por su mandíbula, su garganta,
mordiendo su piel mientras se abría paso al punto sensible bajo su oreja. Los
cosquilleos le pusieron la piel de gallina. Un gemido se escapó de sus labios
cuando el dolor entre sus piernas creció y sus pantis se empaparon.

Luego de quitarle lentamente la ropa, Kellan pasó los dedos por su piel. Su
toque encendió ese calor conocido, el despertar del hombre que poseía su
corazón, se hundió en su alma. Sus magistrales dedos rodeaban sus areolas como

182
ANHELANDO SU DOMINACION

si un ciego leyera braille. Ella se arqueó, rozando sus duros picos contra sus
manos.

Deslizando la lengua por su cuello, la presionó contra el pulso. “Tu corazón está
corriendo, ángel. ¿Estás emocionada por todas las cosas perversas que voy a
hacerte?” su voz era pecaminosamente profunda y suave como el whisky.

“Sí,” contestó sin aliento. “Por favor, muéstrame.”

“Haré mucho más que mostrártelo. Voy a sacar de tu cuerpo perverso cada
gota de placer una y otra vez.”
Kellan pasó la lengua por un pezón duro. Mercy jadeó y le pasó suavemente las
uñas por la espalda. De modo implacable, devoró sus pechos, uno tras otro, hasta
que los picos hinchados se pusieron sensibles. Cada paso de sus dientes seguido
por el girar de su lengua fundían los fragmentos del dolor con un placer dichoso.

Él manejaba su cuerpo, pero no por su placer sádico. Incluso cuando pasó los
dientes por los pezones de ella, Kellan aumentó el placer con un delicioso pasar de
su lengua… fundiendo dos sensaciones opuestas en una armonía alucinante.

La tortura era exquisita.

“Tu piel sabe tan dulce… es adictiva.” Su voz era un murmullo ronco.

Un rastro de fuego encendía su piel mientras Kellan pasaba sus labios y lengua
por todo su cuerpo.

La anticipación se multiplicó cuando Mercy empezó a temblar en completa


entrega.

Bajando más, mordisqueó la piel que cubría los huesos pélvicos. Su coño se
apretó ante la extraña sensación erótica. Ella rodó las caderas, incapaz de
contener su creciente necesidad o el gemido que se deslizó de su boca cuando él
colocó la tibia mano sobre el monte desnudo.

El clítoris hinchado palpitó al ritmo de su corazón. Mercy ansiaba que los


gruesos dedos separaran sus pliegues y se deslizaran hasta el fondo en su
adolorido núcleo.

Pero Kellan tenía otros planes.

183
ANHELANDO SU DOMINACION

Repasándole el cuerpo con la mirada, él le dio una suave palmada al arco


carnoso entre sus piernas.

La vibración provocó su necesitado clítoris.

“Oh, Dios,” Mercy gimió.

Él contestó aumentando el tempo y la fuerza de cada palmada. El calor


ardiente le abrasó la piel y Mercy abrió los muslos ligeramente.

“Eso es, ángel. Sí… ábrete más para mí,” la animó. “Tan amplio que pueda ver
tus lindos y húmedos pliegues.”

Él le dobló las rodillas y le separó las piernas.


Kellan pasó los dedos por los húmedos pliegues y luego dio una palmada
húmeda a su monte. Una ola de dolor se extendió por su estómago y por su coño,
rodando bajo su piel para chocar y fundirse contra su clítoris. Ella abrió tan grande
las piernas que el interior de sus muslos se tensó.

“Así es, pequeña. Muéstrame con orgullo lo que es mío. Disfruto viendo cada
pliegue rosado y resbaladizo… las curvas y los bordes entre mi bello y pecaminoso
coño.”

“Kellan,” gimió.

Él le dio una brutal y húmeda palmada a su coño. Mercy dejó salir un aullido y
de inmediato intentó cerrar las piernas.

“¡No!” Kellan la tomó de los muslos y la abrió una vez más. “¿Cómo debes
dirigirte a mí?”

“Señor.” Jadeó, montando la ardiente ola que se elevaba a través de ella.

“Creo que es hora de dejar eso de señor, ¿No crees? Dime amo, ángel.”

“Sí, amo,” contestó con un temblor delicioso.

El maestro ahora era el amo… su amo, reclamándola para sí.

Lágrimas de felicidad se deslizaron por sus ojos.

184
ANHELANDO SU DOMINACION

“Buena chica,” la elogió en voz baja y amorosa.

Apoyándose en los codos, Kellan se acostó boca abajo y comenzó a pasar su


dedo por el borde de los pliegues hinchados y húmedos. Mercy maulló. Su núcleo
hambriento se aferraba al aire.

“Sí, tal como lo soñé. Tu coño es maduro y jugoso como un durazno.” Se


inclinó y respiró profundo. “Mmmm, y huele también a durazno dulce.”

Él le sonrío y sacó la lengua. Mercy miró, gimiendo y temblando mientras él la


pasaba lentamente por su centro. La barbilla brilló mientras cerraba los ojos y
gemía.

“Mucho mejor que un durazno.” Gruñó. “Más jugosa. Más dulce. Oh, sí, ángel.
Saber mucho, mucho mejor.”

No avisó cuando colocó su boca sobre el coño de ella. Lamiendo, chupando,


rasgando, la devoró con dientes y lengua. Kellan pronto agregó sus dedos al
juego, hundiéndolos en lo más profundo mientras ordeñaba su clítoris. El rugido de
liberación tronó en los oídos de ella, pero Mercy sabía que no podía dejarse ir, no
podía romperse en esa dicha explosiva sin permiso. Un permiso que ella temía
estaba a años luz de la voz de él.

Con los labios de él envolviéndole el clítoris, batió la lengua hacia adelante y


atrás sobre el nudo sensible. La habitación giraba, o tal vez era la cabeza de ella,
pero pronto iba a consumirse en llamas.

Undió los dedos en el cabello grueso y oscuro de él y se aferró con su vida.

Pero cuando él empezó a expandir su caliente crema en el fruncido borde de su


trasero, chispas de luz la atravesaron y apretó la cabeza de él.

“Oh, por favor… no,” ella gritó. “No. No puedo contenerme si lo haces… por
favor, amo. No lo hagas.”

Kellan se separó del clítoris y le sonrió de modo perverso mientras presionaba


la punta de su dedo por el fruncido borde. Mercy meció las caderas. Al él hundir
más su dedo, ella gimió con lujuria.

“Oh, ángel. Me va a encantar atormentar tu pequeño y apretado culo.” Para


enfatizar sus palabras, Kellan movió el dedo mientras ella se apretaba a su

185
ANHELANDO SU DOMINACION

alrededor. “Pero me va a encantar mucho más follar este pecaminoso agujero,


reclamándote aquí.”

“¡Amo!”

“Me va a encantar… y jamás voy a dejar que lo olvides.”

El amor y la promesa en su mirada derritieron su corazón.

Sin decir más, Kellan hundió de nuevo su cabeza sobre ella y comenzó a
devorarla. El azote de su lengua, la embestida de sus dedos llenándola y
estirándola era demasiado. Pendía del filo de la liberación por pura voluntad. Su
cuerpo y su mente se fundieron, y los ansiosos gritos de Mercy hicieron eco a su
alrededor mientras se derretía bajo el asalto lascivo.

“Córrete para mí, ángel. ¡Córrete fuerte!” Gritó Kellan. Metió los dedos más
profundamente y le chupó más el clítoris.

“¡Amo!” Gritó mientras el trueno la consumía.


Las luces destellaron detrás de sus ojos.

Sus músculos se apretaban alrededor de él. Mercy luchaba bajo el peso de su


liberación.

“Jesús,” siseó él mientras ella apretaba sus dedos.

Mercy se deshizo, ciega de dicha.

Kellan siguió embistiendo a través de los apretados túneles, montando las olas
del éxtasis con ella, mientras ella gritaba y se removía. Lentamente él la trajo de
regreso y se salió de su interior. Se subió a la cama y tomó el blando y saciado
cuerpo en sus brazos.

Mercy sintió su polla rígida y palpitante presionar contra su muslo y gimió.

Levantó la pierna y se movió hasta que sus pliegues envolvieron la longitud del
caliente eje.

Kellan gruñó y la reclamó en un beso urgente y crudo.

186
ANHELANDO SU DOMINACION

Mercy ansiaba levantarse y deslizarse sobre su polla. Sentirlo llenarla y estirarla


mientras lo montaba hasta llevarlo al estado de inconsciencia al que él la había
llevado.

“Necesito un condón.” Su voz era apretada, tensa.

“Tomo la píldora. Estoy limpia.” Explicó sin aliento antes de besarlo otra vez.

Mercy podía sentir su sabor mientras Kellan le metía la lengua en la boca. Él


tomó sus caderas y la separó de su pulsante erección. Cuando alineó la cresta
contra su coño, ella se apretó y acogió suavemente la punta ancha y húmeda.

Con un rugido feroz, empujó sus caderas y se metió en el interior de ella. Se


separó de sus labios para gritar bajo un ardor sublime y perverso que consumía su
núcleo.

“Tan apretada. Tan caliente…”

“Sí. Oh, Dios… sí,” jadeó.

Kellan la acercó a su pecho, y rodó, inmovilizándola bajo él. Se retiró y arrastró


su polla a través del feroz pasaje. Mercy se removió, intentando relajar sus
músculos.
“¿Te hago daño?”

“Sí, pero es una divina agonía,” murmuró.

“¿Sufrirías por mí?”

Si esta era su idea de sufrir, con gusto sufriría toda la agonía que él le diera.

“Siempre, amo.”

“Sube los brazos sobre tu cabeza, esclava.”

Que él la declarara su esclava la llenó de alegría y orgullo.

Todos los sueños de Mercy se volvieron realidad.

Ella levantó los brazos y se aferró a la base del cabecero mientras lo miraba.

187
ANHELANDO SU DOMINACION

El amor fluía de los azules ojos masculinos y le atravesó las venas.

“Úsame, amo… úsame para llenar todas tus necesidades,” suspiró suavemente.

Kellan maldijo por lo bajo. Inclinándose, la besó mientras arrastraba su gruesa


polla adentro y afuera de su núcleo cálido. Él acariciaba sus tiernos pezones como
con una pluma, y lamia y besaba sus picos, mientras embestía y salía, provocando
ese nudo apretado de nervios en su interior.

Como el director de una orquesta, jugó con su cuerpo, el alma y el corazón de


ella de modo magistral, elevando sus sentidos a un crescendo bello y
enceguecedor, solo para frustrarla con la orden de no correrse. Mercy combatió
toda urgencia primitiva en su interior para evitar su liberación.

Por un breve momento, se preguntó si la dejaría suspendida y sufriendo de


modo indefinido. Pero cuando vio su rostro lleno de determinación, supo que su
control todopoderoso se estaba desmoronando igual que el de ella.

El sudor empapaba la frente de él y la respiración de ambos era igual de


entrecortada. Mientras entraba y salía de ella, la fricción de su pasión y su
demanda ardía en el interior de ella como fuego. Su eje se puso imposiblemente
más largo, encendiendo su punto G y haciendo que pulsos de luz adormecieran sus
miembros.

Ella iba a correrse. Incluso el miedo de fallarle no se comparaba a contener la


ola en su interior.
“¡Ayúdame, amo!” su súplica entre gritos reverberó en sus oídos.

Él la tomó de las caderas y enterró su polla hasta la empuñadura. Mirándola


con un amor y devoción incondicional que la hicieron querer llorar, él levantó la
cabeza.

“¡Córrete!” Kellan gritó.

Surcaron los cielos unidos en la enceguecedora luz del amor y estallaron en un


millón de fragmentos de éxtasis… juntos.

188
ANHELANDO SU DOMINACION

KELLAN PATEÓ LA NIEVE de sus botas, colgó la pala en el gancho del garaje, y
entró en la cocina. Mercy estaba de pie frente a la estufa y lo miró.

“¿Qué?” preguntó. Mirando rápidamente hacia abajo, él vio un charco de nieve


derretida. “Ya lo limpio.”

Ella se rio. “No es eso.”

“¿Entonces? ¿qué es?”

“Solía odiar que cada vez que te miraba, mi corazón se acelerara y me doliera
el coño.” Ella bajó la cuchara de madera que tenía en la mano y se dirigió a él con
un meneo sugestivo de cadera. “Ya no me molesta tanto.”

Él se rio y la acercó a su pecho antes de abrazarla.

“Brrr.” Ella se estremeció e intentó soltarse. “Tu chaqueta… está helada.”

Le sonrió y la apretó más contra sí. “¿Qué pasa? ¿No te gusta el frio?”

“Puedo soportarlo. Recuerda que soy de Texas.”

“¿Entonces, por qué te trasladaste a Chicago?”

“Estudio… trabajo… sonó bueno al principio,” dijo encogiéndose de hombros.

“Tengo unas cadenas en el calabozo. Puedo ponerlas en la nieve por una hora
o más, y luego ponerlas alrededor de tu…”

“¿Qué? He sido una buena sumisa por semanas y no he intentado tomar el


control. He estado trabajando duro para aprender todo lo que me has enseñado.
¿Por qué hablas de castigarme?”

“No lo hacía. Las cadenas frías no son para castigarte, ángel… son para
diversión… mi diversión.”

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ANHELANDO SU DOMINACION

Los ojos de ella se abrieron grande al igual que su boca. Kellan hizo su mayor
esfuerzo por no reírse.

“¿Qué pasa, pequeña? ¿No te suena divertido?”

“Creo que suena a la tortura más abusiva en el planeta… señor.”

“Entonces creo que mejor sigues siendo la sumisa perfecta, ¿No?”

“Oh, lo haré.” Tragó fuertemente.

Kellan se acercó a su oreja. “No tan perfecta, ángel. Como que me gusta tu
actitud descarada… dentro de lo razonable.”

“Eso está bien. Porque no tendré que morderme la lengua tan a menudo.”

“Lo he notado,” dijo él lentamente.

Dios, adoraba provocarla.

Mercy rodó los ojos, y lo besó rápidamente antes de mirar el creciente charco
bajo las botas de él.

“Bien puedas tomar una toalla y secar eso,” contestó antes de volver a la
estufa.

Kellan arqueó las cejas, se quitó la chaqueta y la colgó en el gancho junto a la


puerta, y bajó al sótano.

“¿A dónde vas?” gritó detrás de él.

Él no contestó mientras entraba al calabozo y sacaba una larga cadena. Él la


sacudió ruidosamente mientras volvía a la cocina. Al ver la puerta, no estaba
decepcionado cuando ella apareció. Mirando las cadenas con horror.

“Yo… yo solo jugaba contigo, amo. Ya sequé el piso. Solo b… bromeaba. Lo


juro.”
Oh, sí… mantener a esta pequeña zorra en su sitio va a ser
divertido…bastante divertido.

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ANHELANDO SU DOMINACION

Kellan llegó a la cima de las escaleras y pasó por su lado. Mercy lo siguió,
intentando salirse del lío. Deteniéndose en la puerta hacia el muelle, él se dio la
vuelta y agarró la cadena en un circulo apretado.

“Creo que la voy a dejar aquí por un tiempo, pero ten cuidado, ángel. Jamás se
sabe cuándo cambie de opinión.”

Mercy ladeó la cabeza y lo estudió atentamente. “Estás jugando conmigo a


propósito, ¿Verdad?”

Él se encogió de hombros y le sonrió pervertidamente. “Quieres averiguar?”

“No, gracias.”

Mercy se dio la vuelta y corrió de regreso a la cocina.

Kellan se quedó en la sala, mirando el hielo que cubría el lago, y se dio la


vuelta mirando a Mercy revolviendo algo en la estufa. Fue hacia a ella y se paró
detrás. La abrazó por la cintura, y enterró la nariz en su cabello e inhaló el jabón y
la loción cítrica que ella usaba en su cuerpo.

“Huele delicioso,” murmuró en su oído.

Mercy ladeó la cabeza, dándole acceso a la suave piel de su cuello. “Es un


glaseado picante para el cerdo asado que tengo en el horno.”

“Hablaba de ti.” Bajó la voz, dándole el borde de autoridad que siempre


capturaba la atención de ella.

Él sonrió mientras la sentía sacudirse.

“¿Cuánto se demora el glaseado?” susurró pasando la lengua por el borde de la


oreja de ella. Mercy gimió y dejó de revolver. Arrastrando a propósito sus labios
por la columna de su cuello, sabía que ella no podría responder. Jamás lo hacía
cuando la desconcentraba de esa manera. Kellan dio un paso atrás y le azotó el
trasero con su mano.

“Contéstame, esclava.”

“Cinco minutos.” Dijo ella con voz temblorosa.

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ANHELANDO SU DOMINACION

“En siete minutos, te quiero arriba.” Le acarició el picor en sus suculentos


orbes. “Desnuda. De rodillas con tus deliciosos muslos abiertos bien grande para
mí.”

“Sí, amo,” contestó sin aliento.

Al salir de la cocina para ir al segundo piso, Kellan podía oír a Mercy lanzar
furiosamente ollas y sartenes. Una sonrisa amplia y satisfecha se extendió en sus
labios mientras se sacaba el suéter sobre su cabeza y entraba a la habitación.

Kellan pasó por la cómoda y se detuvo. Una foto de él con Mercy, riéndose en
la fiesta de navidad del Genesis, reposaba ahora donde una vez estuvo la foto de
él con Leena, en un marco dorado.

Recordó rápidamente la conversación que tuvo con Mercy cuando falleció


Leena.

“Debería volver a mi apartamento. No quiero estorbar. Necesitas tiempo para


hacer luto.”

“Por favor quédate. Quiero y necesito que te quedes. Comencé a llorar la


pérdida de mi esposa hace cinco años y dejé de hacerlo el día que te conocí. No
puedo perderte a ti también, Mercy. Te amo.”

“No voy a ningún lado, Kellan.” Ella lo abrazó y descansó la cabeza en su


pecho. “Creo que todo lo que anhelaba era tu autoridad, pero ahora sé… que te
ansío a ti… todo de ti.”

Kellan respiró profundo, expandiendo el pecho. Desde el otro lado del pasillo,
oyó a Mercy corriendo hacia él. Tuvo que contener la risa cuando ella entró en la
habitación saltando en un pie mientras se quitaba el pantalón de yoga. Al
despojarse al fin de su ropa, se deslizó al suelo, bajó la cabeza – respirando
agitadamente – y separando las piernas con gracia y estilo. Su polla de inmediato
se endureció.

La rodeó en silencio varias veces, absorbiendo los pechos pesados y


exuberantes, la línea recta de su columna y el sensual fulgor de sus blandas
caderas.

¡Mía!

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ANHELANDO SU DOMINACION

Sí, lo era… de todas las maneras posibles… de corazón, de mente, de alma y


de cuerpo. Kellan era el bastardo con más suerte del planeta y maldita sea que sí
lo sabía.

“¿Tienes hambre hoy, ángel?” le acarició la parte de arriba de su cabeza,


pasándole los dedos por el cabello.

“Hambrienta, amo.” Ella levantó la cabeza y lo miró avariciosa.

“¿Qué ansías tanto, mi dulce esclava?”

“A ti,” le sonrió con timidez. “Tu polla.”

“¿Mi autoridad?”

Un brillo de deleite danzó en sus ojos.

“Siempre, amo,” ronroneó. “Siempre ansiaré tu autoridad.”

Fin

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ANHELANDO SU DOMINACION

SOBRE LA AUTORA

Jenna Jacob, autora de un éxito de ventas del USA Today, pinta un lienzo de
pasión, romance y humor mientras sus hombres alfa y las aguerridas mujeres que
los aman desentrañan sus almas, curan sus cicatrices y encuentran un amor feliz
para siempre. Los libros de Jenna son conmovedores, cautivadores y apasionantes,
y seguramente te dejarán sin aliento y con ganas de más.

Madre de cuatro hijos mayores, Jenna y su marido, un macho alfa, viven en


Kansas. Le encanta leer, alejarse de la ciudad a lomos de una Harley, la música,
acampar y cocinar.

Conoce a su salvaje y perversa familia de ficción en la sensual serie de Jenna:


The Doms of Genesis. Déjate hechizar por las abrasadoras conexiones de amor
triples en su saga continua: The Doms of Her Life (coescrita con las increíbles
Shayla Black e Isabella La Pearl). Viaja con parejas que luchan por resolver sus
pasados y curar sus cicatrices para descubrir el amor y la devoción desenfrenados
en su serie contemporánea: Corazones apasionados. O ríete mientras Jenna da
rienda suelta a su alocado sentido del humor y a su falta de filtro en la serie de
comedia romántica: Hotties of Haven.

Portada Original

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ANHELANDO SU DOMINACION

HOT PASSION BOOKS

Esta es una traducción hecha por Fans.


La ofrecemos de forma totalmente gratuita, sin obtener beneficios económicos
o materiales de ningún tipo por ello y con el único objetivo de dar a conocer los
libros de nuestras autoras favoritas ante las lectoras de habla hispana.

Recomendamos a las lectoras adquirir estos mismos libros en el momento de


su publicación, ya sea en su idioma original o cuando estén disponibles en
español, para incentivar a que estas autoras, a las que agradecemos su
excelente trabajo, sigan creando estas maravillosas obras.

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