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Título: Delitos sexuales según la ley 25087


Autor: Creus, Carlos
Publicado en:
Cita Online: 0003/000034
Conocidos son los reparos que se formularon al rubro del Título III del Libro Segundo del Código Penal
argentino en su versión original: Delitos contra la honestidad, puesto que salvo la común referencia sexual de
los atentados que preveía, las modalidades de protección que contemplaban permitían señalar distintos bienes
jurídicos protegidos. Derogado el artículo 118 que, puniendo el adulterio, preservaba la finalidad del trato
sexual en el matrimonio, quedaban atenidos a la protección de la ley penal la libertad sexual, el normal
desarrollo de las nociones de trato sexual en el individuo y el derecho de la sociedad a no soportar ciertas
manifestaciones públicas del sexo.
Sea por considerar lo que podría ser impropiedad de aquel rubro, o por considerarlo más comprensivo de los
particulares tipos penales contemplados, la ley 25087 (RLA 703-4) prefirió el de Delitos contra la integridad
sexual, que, sin embargo, no introduce una pretendida precisión en la designación de los bienes jurídicos
protegidos y resulta bastante novedoso en el derecho comparado. Si bien algunos de los tipos pueden adecuarse
más o menos a la denominación del rubro, otros justificarían que se los tilde de indebidamente extensos. En tren
de sugerencias hubiese sido preferible seleccionar un rubro que designase una figura básica de la que los demás
tipos pueden considerarse emanaciones, al menos sino por su naturaleza, por imperio de la ley, como lo hace,
por ejemplo, el Código Penal francés, que emplea el rubro genérico De las agresiones sexuales.
Es muy posible que la significación del rubro suscite opiniones no coincidentes de lo que puede concebirse
como integridad sexual, cuyo debate reviste importancia dogmática para la interpretación del alcance de los
tipos.
En su significación lingüística común la "integridad" referiría a la composición de todas las partes que
integran -por naturaleza- un todo, pero en la forma en que el término es empleado en la ley traería una referencia
al normal ejercicio de la sexualidad, básicamente asentado sobre la libertad del individuo, cuya vigencia se
prepara mediante la normalidad del desarrollo de la sexualidad en el mismo que depende tanto de circunstancias
individuales cuanto del entorno social.
Si bien la ley 25087 ha eliminado la división del título en capítulos (como lo hacía el texto sustituido)
reuniendo los distintos tipos en grupos de figuras a partir de intereses de protección comunes, permite indicar
los sentidos de aquella protección en las distintas modalidades. Podríamos enunciar esos grupos como los
siguientes: el de abuso sexual y sus figuras derivadas; el de corrupción; el de prostitución, dentro del cual se
comprenderían los tipos de trata de personas; el de pornografía; el de exhibiciones obscenas y el de rapto. El
título se completa con la regulación de la participación calificada y del ejercicio de la acción procesal penal de
parte de los delitos previstos, con lo que en el aspecto de la extensión del título no se dan mayores diferencias
con la del texto sustituido.
La ley 25087 enuncia, además, la derogación de cuatro artículos que existían en la ley reformada: el art. 121
(cuyo tipo la doctrina denominaba "estupro fraudulento"), el art. 122 (que contemplaba agravantes del delito de
violación), el art. 123 (agravantes del delito de estupro) y el art. 131 (corrientemente catalogado como "rapto
impropio", comprendiendo el rapto consentido y el rapto de menor de 12 años). Salvo en el primer caso, cuyo
tipo es eliminado en la reforma, el contenido de los demás, en su mayor parte, queda cubierto por distintos tipos
de la ley de reforma; sin embargo en algunos debates académicos se planteó la posibilidad de que la figura del
"estupro fraudulento" quedase comprendido en el 1er. párrafo del nuevo art. 119, pues la acción consistiría en
un aprovechamiento de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir "libremente la acción";
solución no del todo aceptable si se tiene en cuenta que ésta no se trata del específico aprovechamiento del
"error" de la víctima, sino de una genérica "incapacidad de resistencia", con lo que aquella solución no dejaría
de rondar los límites de la analogía.
En Apéndice intentamos diagramar el nuevo sistema de los "delitos sexuales".
La inicial dificultad que nos planteará el 1er. párrafo del nuevo art. 119 es la de precisar qué acciones
quedan comprendidas en la noción de abuso sexual.
Si descartamos el acceso carnal (previsto específicamente por el 3er. párr. del mismo artículo) podríamos
concluir en que la ley comprende en la genérica denominación de abuso sexual a todo acercamiento o contacto
con el cuerpo del sujeto pasivo, con sentido sexual (la doctrina de cierto derecho comparado prefiere emplear la
terminología de "fin libidinoso"), aun en los casos en que no media el acercamiento con órganos del autor sino
la mediación de instrumentos (1) (p. ej., introducción de objetos en orificios de la víctima), acciones que son
abusivas por no mediar para los acercamientos o contactos el consentimiento del sujeto pasivo, lo que surge de
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la enunciación de los procedimientos típicos que puede haber empleado el autor (violencia, amenaza, etc.), o por
la calidad o circunstancias en que aquel sujeto se encuentra (menor de 13 años, víctima que "por cualquier causa
no haya podido consentir libremente la acción").
Entre aquellos medios se contabiliza el "abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de
autoridad o de poder". Si se tiene presente que una relación de autoridad constituye ya una relación de "poder",
se debatirá qué relaciones quedarán abarcadas por la "relación de poder"; en principio, podrá concluirse en que
son todas aquellas que colocan a la persona del sujeto pasivo en la precisión de obedecer las decisiones del
autor, no derivadas ni de la dependencia ni de la autoridad en sentido funcional (incluido el sentido laboral de lo
funcional).
El empleo de estos medios sin concretar los acercamientos o contactos (lo que comúnmente se denomina
"acoso sexual" [2]) podrá revestir carácter de tentativa, pero de cualquier modo no se tratará de un delito
consumado.
Las agravantes del "simple" abuso sexual del 1er. párrafo del art. 119 los enuncia en el 5º párr. del mismo
119. Son también las de las figuras derivadas de sus párrs. 2º y 3º con exclusión de la constituida por la
circunstancia de que "el autor tuviere conocimiento de ser portador de una enfermedad de transmisión sexual
grave y hubiere existido el peligro de contagio", lo que no deja de llamar la atención puesto que dicha
circunstancia también puede producirse por distintas acciones que quedarían incluidas en la figura básica del
abuso sexual, por lo que, en esos supuestos, deberíamos pensar en concurso con tipos contra la salud o la
integridad física (en principio de carácter ideal).
Pero ya en el 1er. párrafo del art. 119 asoma lo que podría ser una duda de la futura jurisprudencia
correspondiente a buena parte de los tipos del título.
La ley menciona entre las formas (medios o procedimientos) de acción, como entidades distintas, lo
coactivo y lo intimidante; en otras figuras (arts. 125, párr. 3º, 126 y 127) se refiere a la "intimidación" y a la
"coerción", con la misma actitud diferenciadora.
En sus significados más corrientes, la coacción (o coerción) sería un resultado o efecto de la intimidación
("vis" moral) y, en la doctrina penal al menos, aquella terminología se emplea también para comprender a la
"vis" física (fuerza o violencia), aunque con distinto efecto en cuanto a su ubicación (ausencia de
autoría-inculpabilidad).
La forma de empleo de los vocablos por la ley 25087 no será tan conflictiva para la interpretación cuando
sea referida a una particular relación (como ocurre en el mismo art. 119, párr. 1º) pero el debate será casi
probable en los casos forenses cuando ambas entidades se enuncien con autonomía, "cualquier otro medio de
intimidación o coerción" (arts. 125, párr. 3º, 126, 127, 127 bis y 127 ter). La duda, claro, radicará en discriminar
si el legislador al utilizar ambos términos entendió referirse a lo mismo o verdaderamente a procedimientos
distintos; en este último caso la interpretación tendrá que concluir cuáles son las circunstancias a las que el
legislador entendió abarcar al mencionar la "coerción". Si se entiende que empleó intimidación como "vis"
moral y "coerción" como "vis" física, chocaremos con la oscuridad que rodea a esa interpretación en los tipos
que, a la vez que emplean ambos términos, enuncian como procedimiento a la "violencia" al mismo tiempo (por
ej., art. 125, párr. 3º). Si pensábamos, por el contrario, que el legislador sencillamente intentó decir lo mismo
ratificándolo expresivamente con la repetición dejaríamos de observar uno de los principios fundamentales de la
interpretación de la ley penal (el de que esa ley no contiene vocablos "inútiles", que todos los que emplea tienen
una significación propia). De cualquier modo, la cuestión podría resultar motivo de debate en la jurisprudencia.
El párr. 2º del art. 119 propondrá como tema de interpretación el significado de la expresión "sometimiento
sexual gravemente ultrajante".
No parece que el vocablo "sometimiento" se refiera a otra cosa que a la ausencia de la voluntad del sujeto
pasivo, que es reemplazada por la del autor. Pero el de "ultrajante", como sabemos, no ha dejado de ser objeto
de reparos en la doctrina del derecho comparado -aun cuando se emplease en tipos de formulación más precisa-
por su imprecisión ya que, de cualquier abuso sexual, justamente por ser abuso, tendría carácter ultrajante
(Serrano Gómez, "Derecho Penal. Parte Especial", vol. I, p. 218). Sin embargo, la jurisprudencia podrá precisar
casuistamente la extensión de su concepto, ya que en el nuevo tipo de nuestro Código lo "gravemente ultrajante"
no radica en la propia naturaleza del abuso sino en su duración (prolongación en el tiempo) o en las
circunstancias de su realización (por el carácter degradante que puede tener para la persona sometida; por ej.
abusar sexualmente de ella con trascendencia pública).
Pero quizás el tipo que suscite los debates más enconados sea el del art. 119 párr. 3º, en cuanto se refiere al
"acceso carnal por cualquier vía".

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Si bien en nuestra doctrina el concepto de acceso carnal no es tan restringido como en otras (p.ej., la
española, para la cual significa la "conjunción del miembro viril masculino a través de la vía vaginal")
extendiéndolo a la penetración del miembro viril masculino por cualquier orificio del cuerpo de la víctima en
cuanto revista un "contenido" sexual de contacto carnal en la cultura media de la sociedad, no faltarán quienes
sigan negándose a calificar como acceso carnal al coito bucal, pese a la expresión "por cualquier vía", no
obstante que la inclusión de esos casos fue uno de los motivos que al legislador le suscitó el deseo de reforma
(impulso suficientemente conocido por la proyección periodística). Quienes participen de la tesis negativa a lo
más podrán radicar la punición del coito bucal en el párr. 2º del art. 119 por las circunstancias de su realización,
en cuanto lo califica de poseer "gravedad ultrajante", y aun así podrá discutirse ya que en tal caso lo "ultrajante"
radicará en la naturaleza del abuso antes que en las circunstancias de su realización (3).
Aunque de modo bastante relativo, podemos decir que el tipo previsto por la ley 25087 en el art. 120 viene a
ser un equivalente de lo que, en los textos anteriores, la doctrina denominaba "estupro" (4). Pero en estos textos
la acción era la del acceso carnal, en el nuevo texto abarca otros abusos en cuanto quepan en el 2º párr. del art.
119. Asimismo, en los textos anteriores la referencia "mujer honesta" (5) como sujeto pasivo tenía dos efectos:
restringía el sujeto pasivo al género femenino y sólo se concebía como tal a la mujer carente de experiencia
(cierto grado de conocimiento de lo sexual). El nuevo texto contempla como sujeto pasivo a cualquier persona
menor de 16 años, de uno u otro sexo, en cuanto el mismo pueda ser catalogado como sexualmente "inmaduro",
incluyéndose dentro del elemento subjetivo el "aprovechamiento" por parte del autor de esa condición (con lo
que extiende notablemente el margen de la operatividad del error, con respecto al que podía operar en las
formulaciones de los tipos sustituidos).
Lo que puede ser más difícil de interpretar es la expresión "en razón de la mayoría de edad del autor", lo
que, en principio, estaría significando que el "aprovechamiento" sólo sería típicamente vigente cuando el autor
fuese mayor de edad; por tanto en el supuesto del "aprovechamiento de la inmadurez" de la víctima la ley
requeriría un autor calificado, lo que no deja de ser algo no del todo razonable. La verdad, sin embargo, es que
se hace difícil pensar en un significado distinto del expuesto.
Posiblemente medie alguna cuestión conflictiva en torno al significado de la enunciada "relación de
preeminencia", al menos por lo novedosa que resulta en el derecho comparado. Pero, si se consideran los otros
tipos del nuevo texto, no se nos ocurre cuáles serán los problemas con trascendencia dogmática que se pueden
presentar.
El art. 124 es el único que no ha sido reformado por la ley 25087 ; la afectación de la agravante (resultado
de muerte) a los arts. 119 y 120 se explicaba en el texto anterior en virtud de la acción punible común de ambos
(acceso carnal), pero actualmente la referencia al art. 120 -que es figura derivada especificada por el carácter de
los medios empleados- no dejará de dificultar la asignación de un contenido racionalmente explicable a la
norma no pudiendo descartarse, entonces, que llegue a suscitar problemas interpretativos.
En el art. 125, que pune la promoción o facilitamiento de la corrupción de menores, se obvia el enunciado
del elemento subjetivo que contenía el texto reemplazado (ánimo de lucro o satisfacción de deseos propios o
ajenos) y que no había dejado de plantear dificultades a la interpretación.
Lo que resalta es que se ha eliminado el tipo de corrupción de mayores que se preveía en el art. 126 del texto
reemplazado ya que si se sostiene que la figura del párr. 3º del art. 125 en la referencia a "cualquiera sea la edad
de la víctima" se reduce a los menores comprendidos en sus párrs. 1º y 2º y el nuevo art. 126 tipifica la
prostitución de mayores (no la corrupción), la exclusión resultaría dogmáticamente irrebatible. Sin embargo,
tenemos que recordar que uno de los argumentos definitivos para afirmar que el párr. 3º del art. 125
reemplazado operaba exclusivamente como agravante de la corrupción de menores era, precisamente, que la
corrupción de mayores se encontraba expresamente prevista en el art. 126, no estándolo ahora, la naturaleza y
los efectos del 3er. párr. del actual art. 125 puede, eventualmente, originar debate.
Sin duda que, con buen criterio, la reforma ha independizado en normas autónomas (arts. 125 bis y 126) a la
prostitución, que antes se regulaba junto con la corrupción.
Si se distingue la promoción y el facilitamiento de la prostitución de menores de 18 años, del mismo delito
sobre víctimas mayores de esa edad, la referencia del 3er. párr. del art. 125 bis "cualquiera que fuere la edad de
la víctima" queda circunscripta -como agravante- a los sujetos pasivos enunciados en los párrs. 1º y 2º de dicho
art. 125 bis.
Se puede apuntar que el tipo que refiere a los mayores de 18 años (art. 126) limita la función no sólo a
ciertos procedimientos de perpetrar el hecho (similares a los que se prevén como agravantes de los delitos de
promoción y facilitamiento de la prostitución de menores de 18 años) sino también por la introducción de un
particular elemento subjetivo (ánimo de lucro, satisfacción de deseos ajenos) que no enuncia el art. 125 bis.
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Sería erróneo sostener que el nuevo art. 127 pune un supuesto típico de rufianería (como el que preveía el
art. 127 según la ley 17567 [ALJA 1968-A- 458]); se trata, más bien, de un tipo de proxenetismo llevado a cabo
con los medios propios de la prostitución agravada de menores y de la prostitución de mayores (art. 125 bis,
párr. 3º y 126) y con una finalidad específica: la explotación económica de la prostitución de la víctima. Con
ello no va a ser sencillo distinguir este tipo del contemplado en el art. 126 cuando la conducta prevista hubiese
sido perpetrada con "ánimo de lucro", aunque quedará margen para hacerlo puesto que como las acciones son
distintas, aparentemente en este nuevo art. 127 el sujeto pasivo ya tiene que estar ejerciendo la prostitución al
margen de la actividad promotora o facilitadora del tutor que endereza los medios enunciados a la explotación
económica de la actividad. Pero lo cierto es que el mero "rufián" (que no emplea aquellos procedimientos sino
que simplemente se aprovecha económicamente del ejercicio de la prostitución) no cabe en los términos de
punición del art. 127.
En cuanto a dudas sobre expresiones vertidas en dicho artículo, son las mismas que hemos señalado al tratar
el 1er. párr. del art. 119: la de "poder" y la de "intimidación y coerción".
El nuevo art. 128 regula más exhaustivamente los delitos atinentes a la pornografía si se lo compara con
cómo lo hacía la fórmula sustituida de "ultrajes al pudor público".
En los tipos de los párrs. 1º y 2º de aquel nuevo artículo no se trata de la "simple" pornografía sino del
empleo de menores en las composiciones pornográficas. El sentido tradicional de la exhibición pornográfica (de
imágenes, espectáculos, etc.) sí aparece en el 3er. párr. del artículo, pero con un sujeto pasivo calificado (tiene
que tratarse de un menor de 14 años). La cuestión que podrá engendrar dificultades es la ya suficientemente
conocida de decidir cuándo se estará en presencia de un material caracterizable como pornográfico para la ley
en general y para la ley penal en particular, cuestión en la que recalará la naturaleza del bien jurídico protegido.
Pero desentendiéndonos un tanto de la pluralidad de opiniones vertidas sobre el tema, tomando en consideración
la especificidad de los tipos contemplados en el nuevo art. 128, tendríamos que concebir como pornográfica la
obra de contenido lúbrico con capacidad para alterar el normal desarrollo de la sexualidad de los menores que
intervengan como protagonistas de su confección (párrs. 1º y 2º) o en su exhibición (párr. 3º); aunque, sin duda,
esta conclusión no acallará el debate, en cuanto el mismo, pese al cambio de rubro del título, no deja de
reconocer una necesaria referencia al criterio de obscenidad.
De una u otra manera el debate se repetirá -aunque en extremos más reducidos- con relación al art. 129
según la ley 25087 que pune las exhibiciones obscenas. La reforma ha consagrado legislativamente la
interpretación de la doctrina sobre el texto anterior que el sitio en que debía llevarse a cabo la exhibición era
aquel en el cual podía ser visualizada por terceros, resolviendo así las dudas que acarreaba la expresión "sitio
público".
En el 2º párr. del artículo encontramos dos especies de figuras que se diferencian por la calidad del sujeto
pasivo, es decir, del tercero que puede visualizar la exhibición obscena. Su primera cláusula prevé una agravante
(menor de 18 años "afectado"). La segunda erige prácticamente un delito autónomo cuando el tercero es un
menor de 13 años, puesto que tanto puede mediar la involuntariedad de la visualización como una
contemplación voluntaria ("con independencia de la voluntad del afectado", dice la ley).
El art. 130 según la ley 25087 pune el rapto. El rapto propio queda cubierto por el 1er. párr. y se agrava
cuando el sujeto pasivo fuere un menor de 13 años conforme al 3er. párr. del artículo. El rapto impropio está
tipificado en el párr. 2º, aunque el sujeto pasivo que presta el consentimiento debe tratarse de un menor de 16
años.
En líneas generales la norma sigue la política del sustituido Cap. 4 del Tít. III (arts. 130 y 131) radicando la
diferencia más notable que en la ley 25087 el sujeto pasivo del delito lo puede ser una persona de uno u otro
sexo, no sólo "una mujer", como lo puntualizaba el texto anterior.
Siguiendo aproximadamente la sistematización del texto sustituido, la ley 25087 introduce a continuación
dos tipos penales sobre trata de personas que se relacionan con la prostitución.
El actual art. 127 bis contempla la trata de menores de 18 años, incluyendo como agravante la circunstancia
del empleo de particulares procedimientos de comisión y de relaciones del autor con el sujeto pasivo.
El art. 127 ter pune la trata de mayores de 18 años condicionando dicha punibilidad al empleo de los
procedimientos que agravan la trata de menores de 18 años (no de las relaciones del autor con la víctima).
Las fórmulas de estos tipos no presentarían problemas interpretativos que revistan gravedad, salvo -quizás-
lo referente a la significación de la expresión "intimidación y coerción", de lo que hemos tratado.
La reforma operada por ley 25087 en el art. 72 CP. se limitó a incluir en su inc. 1 como acciones
dependientes de instancia privada las correspondientes a los delitos de los arts. 119, 120 y 130 sin nominarlos
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(rubricarlos), tal como era costumbre del legislador argentino.


Lo novedoso en materia de acción procesal penal es que el art. 132 que trae la ley 25087 , en su primera
cláusula admitiría el instamiento por parte de la víctima, aunque fuese menor de edad, "con el asesoramiento" de
"instituciones oficiales o privadas sin fines de lucro de protección o ayuda a las víctimas" (intervención que
sería necesaria para que pueda instar el menor), instituciones que, además, podrían instar "en representación" de
la víctima. No escapa al menos advertido que el problema radicará en determinar si esa representación
"institucional" puede funcionar contra la voluntad de quienes están autorizados a instar según el 2º párr. del art.
72, específicamente cuando se trata de los representantes designados por la ley civil.
La ley 25087 ha desechado la excusa absolutoria que preveía el anterior texto del art. 132; sin embargo, a
partir de la segunda del nuevo artículo ha introducido una especie de equivalente, aunque mediante la
regulación de la acción procesal (se entiende que la correspondiente a los delitos enunciados en la primera
cláusula inc. 1, según lo expresa taxativamente la ley). La ley habla de propuesta de un "avenimiento" por parte
de un menor de más de 16 años ("mayor de 16 años", lo que renovará la polémica sobre el término a quo). De la
conformación normativa la "propuesta de avenimiento", aunque dirigida al autor (o partícipes, lo que no dejará
de resultar polémico), deberá presentarse al juez, haya o no consentido la contraparte en las condiciones del
avenimiento, con lo que, en el segundo caso la propuesta podrá ser comunicada por el juez si en principio la
considera viable, ya que nada impide que lo rechace in limine, o procure "conciliar" a las partes modificando las
condiciones propuestas. La ley no regula el contenido del "avenimiento", con lo que, desde luego, no queda
excluido el matrimonio de los sujetos del delito. Lo que será discutible es si será admisible el "perdón" liso y
llano de la víctima, con capacidad para proponer avenimiento o con capacidad para instar por sí (vale decir las
opciones de la doctrina pueden ser múltiples).
Pero, de cualquier modo, no se trata de una excusa absolutoria en sentido propio. El juez no está obligado a
aceptar el "avenimiento" propuesto; puede desecharlo o aceptarlo meritando las circunstancias taxativamente
enunciadas en la ley. Si lo acepta declarará extinguida la acción procesal o suspenderá el juicio a prueba en los
términos del art. 76 ter, sin perjuicio de las sanciones indicadas en el art. 76 quáter; sistematización de
aplicación nada simple, fuera de los reparos constitucionales que algunos se atreverán a formular debatiendo el
tema de la competencia legislativa de la Nación (6).
El art. 133 (participación de sujeto calificado) es similar al texto sustituido, salvo la referencia a "una
relación de dependencia, de autoridad, de poder", que en el anterior texto se cubría con la enunciación de "abuso
de autoridad".
Apéndice
Sistematización de los delitos sexuales en la ley 25087 (Tít. III, Lib. II CP.)
CUADRO
Abuso sexual (art. 119 párr. 1º)
Abuso sexual agravado (art. 119 párr. 5º)
Sometimiento sexual ultrajante (art. 119 párr. 2º)
Acceso carnal abusivo (art. 119 párr. 3º)
Agravantes (art. 119 párr 4º)
Con aprovechamiento de la inmadurez sexual de menor de 16 años (art. 120, párr. 3º)
Agravantes (art. 120, párr. 2º)
Agravante por el resultado de la muerte de la víctima (art. 124)
CUADRO
Promoción y facilitamiento de la corrupción
De menores de 18 años (art. 125 párr. 1º)
De menores de 13 años (art. 125 párr. 2º)
Agravantes (art. 125 párr. 3º)
CUADRO
Promoción y facilitamiento de la prostitución
De menores de 18 años (art. 125 bis párr. 1º)
De menores de 13 años (art. 125 bis párr. 2º)
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De mayores (art. 126)


Proxenetismo rufianéstico (art. 127)
Agravantes (art. 125 bis párr. 3º)
Trata de personas
De menores (art. 127 bis)
De mayores (art. 127 ter)
CUADRO
Pornografía
De imágenes y espectáculos (art. 128 párr. 1º)
Distribución de imágenes pornográficas (art. 128 párr. 2º)
Acceso de menores a la pornografía (art. 128 párr. 3º)
CUADRO
Exhibiciones obscenas
Figura básica (art. 129 párr. 1º)
Tipo agravado por la edad de los sujetos pasivos (art. 129 párr. 2º)
CUADRO
Rapto
Propio (art. 130 párr. 1º)
Impropio (art. 130 párr. 2º)
Tipo agravado por la edad del sujeto pasivo (art. 130 párr. 3º)
CUADRO
Participación de sujeto calificado (art. 133)
CUADRO
Regulación de la acción procesal penal
Carácter (art. 72)
Instamiento e intervención de partes (art. 132)
NOTAS:
(1) El abuso sexual "con cualquier objeto" fue indicado en el debate de Senadores por el presidente del
cuerpo. Previsto específicamente por la ley española de 1995 (art. 179) cabe, sin duda alguna, dentro de los
amplísimos tipos del nuevo Código Penal francés, como "agresión sexual" (art. 222-22) y propiamente como
"violación": "Todo acto de penetración sexual, de cualquier naturaleza que sea, cometido sobre la persona de
otro por violencia, coacción, amenaza o sorpresa es una violación" (art. 222-23).

(2) Se insiste en que la figura de "acoso sexual" no ha sido recogida en la ley 25087 pese a los varios
proyectos que la proponían. Como figura autónoma la exclusión es una realidad, pero como tentativa de abuso
sexual el acoso quedaría cubierto por la punibilidad, por lo menos en algunas de sus modalidades. Lo que no se
puede hacer es considerar lo que los senadores llaman "estupro" como una especie de reemplazo del "acoso"
sólo porque enuncia la relación de dependencia entre los medios de comisión ("no es el acoso sexual pero sí la
utilización de la relación de dependencia para que a través de la coacción se someta sexualmente a la víctima",
dijo el senador Genoud). Constituyendo el acoso una amenaza coaccionante (art. 149 bis, párr. 2º CP. ) se
encuentran justificadas las críticas que se formularon a la tipificación penal del acoso en oportunidad de la
sanción del nuevo CP. español (art. 184). Posiblemente menos criticable sea la figura del nuevo CP. francés, en
el cual el acoso se presenta prácticamente como "agresión sexual" de sujeto calificado, al que se pune por el
"abuso de autoridad que le confiere su función".

En nuestro régimen, luego de la reforma de la ley 25087 , la tipificación autónoma del acoso antes que una
"coacción específica" implicaría convertir la tentativa de abuso sexual en un delito consumado.

(3) Las dudas en cuanto a la extensión de la punición prevista por el 3er. párr. del art. 119 fueron expuestas
por el senador Yoma: no obstante la expresión "acceso carnal por cualquier vía" -dice- "habría que ver si algún
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juez puede llegar a considerar la cavidad bucal como apta para producir el coito" (sin duda al mentar "coito"
quiso referirse a la penetración de acceso carnal). El presidente del cuerpo opinó que quedaba comprendido en
el 2º párr. del art. 119.

Ante tales dudas en el debate legislativo mediaron repetidas interpretaciones a una soberanía de la voluntad
del legislador como "interpretación auténtica" irreemplazable (cuando no se trata más que de uno de los tantos
elementos históricos de interpretación).

Al reconocerse que en ninguno de los proyectos que se presentaron "se redondea el concepto preciso" de la
fellatio como violación, "rechazamos este planteo (el negativo) a efectos de que (la expresión de rechazo) sirva
como fuente de interpretación de los jueces (Genoud); "Hay jueces que han fallado mal" (no considerando
violación a la fellatio) (Maya); "...quiero que se entienda cuál es el sentido que los legisladores quisieron dar a la
norma para que los jueces lo tengan en cuenta a la hora de dictar sentencia" (Yoma). Una nota contradictoria
aparece en las expresiones del senador Genoud cuando sostiene que la ley lo incorpora en la punición de la
violación, lo que entraña el peligro de extender la figura a situaciones irrazonables (p. ej., considerar la
introducción de un dedo en el oído de otro como penetración en el sentido de violación invocando la expresión
"por cualquier otra vía") pero en todo caso quedan en manos del juez "las soluciones apropiadas", en este
aspecto restrictiva, cuando en aquel otro era extensiva.

Lo que demuestra lo irreemplazable de la precisión terminológica en la confección de las leyes, porque la


ley dice lo que dice, no lo que los legisladores quieren que diga, principio de interpretación harto conocido.
(4) En el debate en Senadores se insistió, sin embargo, en rubricar el tipo como "estupro". En el derecho
penal español se emplea la denominación de "abuso sexual mediante engaño" (art. 183) que no es como nuestro
tipo penal.

(5) En el debate, Yoma pareció confundir, pensando que la expresión "mujer honesta" caracteriza en el texto
reemplazado al sujeto pasivo de "violación".

(6) El nuevo artículo 132 es una "malformación" de un producto de la corriente victimológica, que procura
eludir la "expropiación del conflicto" que se quita de manos de la víctima del delito, lo que se considera un
efecto exagerado de la trascendencia social de ese conflicto.

No se trata de una "compensación" que se sostiene en la culpabilidad de la víctima -que posee, desde luego,
rasgos objetivos- sino de una "satisfacción" de la víctima que tiene un arranque subjetivo. El tema engarza pues
en un debate fundamentalista -no abonado por la eliminada excusa absolutoria- de muy amplio espectro y con
conocidas tesis inconciliables (ver, entre la amplia bibliografía producida a partir de la segunda mitad de los
años sesenta, Serrano Maillo, "La compensación en Derecho Penal", Ed. Dykinson, Madrid, 1966, ps. 241 y ss.;
Neuman, "Mediación y conciliación penal"; Ed. Depalma, Buenos Aires, 1997, passim).

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