TEXTO - Ontología Tomista
TEXTO - Ontología Tomista
TEXTO - Ontología Tomista
MAESTRO EN TEOLOGÍA
PROFESOR DE DOGMA EN EL COLEGIO PONTIFICAL "ANGÉLICO", DE ROMA
MIEMBRO DE LA ACADEMIA ROMANA DE STO. TOMÁS DE AQUINO
PRINCIPIOS DE FILOSOFÍA
LAS VEINTICUATRO
TESIS TOMISTAS
BAF
EDICIONES
PRIMERA PARTE
La Ontología de Santo Tomás
(De la Tesis I a la VII)
CAPITULO PRIMERO
LA POTENCIA Y EL ACTO
TESIS I. — “La potencia y el acto dividen el ser de tal suerte que todo cuanto es,
o bien es acto puro, o bien es acto necesariamente compuesto de potencia y acto,
como principios primeros e intrínsecos".
De todas las cosas que vemos en el mundo, unas pueden ser y no son; otras han
pasado, o pasan, del poder al ser. Lo que puede ser está en potencia; lo que ha
pasado del poder al ser es, o está en acto. El recién nacido es filósofo en potencia;
el buen profesor de metafísica es filósofo en acto; el mármol es estatua en potencia;
el cincel del artista ha sacado del bloque potencial la figura actual, o en acto.
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Tal principio designa, no una mera posibilidad o pura no repugnancia a existir,
sino una capacidad real en un sujeto real. La pura posibilidad se llama potencia
lógica, u objetiva; la capacidad real es una potencia subjetiva. El fuego es un
principio de obrar, causante del calor; el agua es un principio de recibir, o receptivo
del calor del fuego. La potencia de obrar es activa; la potencia de recibir, pasiva. La
una y la otra es real y principio del acto; la primera, principio de donde el acto
emana; la segunda, principio en donde el acto se recibe. La segunda es imperfecta,
pues el recibir presupone defecto de lo que ahora le viene; la primera es de suyo
perfección, pues el obrar y dar el acto es señal inequívoca de tenerlo. De aquí el
axioma de Santo Tomás: ''Según que algo está en acto es perfecto, y según es
perfecto es principio activo". La segunda es, por consiguiente, potencia; la primera
ya es un acto causante de la operación o del efecto; por esto la segunda repugna a
Dios, mas no la primera.
El que recibe está falto de una perfección; pasa de un estado a otro al recibirla;
cambia, por lo mismo. De ahí se sigue que la potencia es el principio del cambio, de
la mutación o movimiento, pues cambiar es moverse un ser de un estado a otro. Y
puesto que nadie puede dar a sí mismo, ni a otro, lo que no tiene, debe el sujeto
recibir esta mutación de otro principio, que, para hacerlo pasar a la nueva condición,
debe estar por sí mismo
en acto y ser distinto del
ser o sujeto movido.
La idea de potencia
fácilmente nos trae la de
móvil, o vehículo, y la de
acto sugiere la de motor.
Cabalmente la
realidad del movimiento
no nos permite creer que
la potencia y el acto
sean ilusorios antojos de
la mente. La antigua
Escuela de Elea niega la
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realidad de la potencia pasiva, y en nuestros días los partidarios de F. Herbart y los
idealistas exagerados parecen confundirla con la pura posibilidad; pero los hechos
son hechos. Ahí están los cielos y la tierra, las maravillas de la mecánica, para
proclamar, con la realidad del movimiento, la realidad y verdad de la potencia y del
acto.
Acto puro quiere decir extraño o incompatible con toda mezcla. […] Nada puede
adquirir ni perder; no caben en él partes, divisiones ni cambios. Por lo mismo que es
acto, es perfección absoluta y pura; excluye todo extraño elemento, es por sí mismo
y en toda su plenitud, inmutable y perfecto.
Fuera de Dios, todo es mixto, mudable, capaz de ganar y perder; hay en todo un
elemento potencial, indefinidamente perfectible por el acto. Son, por lo mismo, la
potencia y el acto los primeros elementos necesarios y constitutivos de todo ser
mudable; imposible concebir otros más universales ni más intrínsecos al sujeto. Con
razón se les llama: los principios primeros e intrínsecos.
Tal es la primera y más radical división del ser: la potencia como género, el
principio determinable; el acto como diferencia, el principio determinante.
[…]
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Vamos a ver ahora en la segunda Tesis, cómo el acto por sí mismo es infinito, y
que tanto la multiplicidad como el límite vienen de la potencia.
TESIS II. — "El acto, por lo mismo que es perfección, no está limitado sino por la
potencia, que es una capacidad de perfección. Por consiguiente, en el orden en que
el acto es puro, no puede ser sino universal y único; por el lado en que es finito y
múltiple, entra en verdadera composición con la potencia".
Ahora bien; el ser infinito necesariamente ha de ser único. Si hubiera dos infinitos
realmente distintos, algo real tendría el uno para poderse distinguir del otro, y esta
realidad diferencial evidentemente sería una perfección, que no se hallaría en el
segundo.
Quien carece de una sola perfección no puede llamarse la plenitud del ser; está
limitado y sujeto a la potencia; no puede concebirse ya como acto puro y perfecto.
La misma hipótesis del acto puro se convierte en aire, al dejar de ser ilimitado y
único. Es, pues, en todo rigor, evidente el axioma: "En el orden en que el acto es
puro, no puede menos de ser ilimitado y único." Así como el límite viene de la
potencia, que es de suyo restricción e imperfección, la multiplicidad sólo puede venir
del elemento potencial. Por el mero hecho de multiplicarse una perfección, se divide
y limita; no es perfección absoluta y completa, por lo mismo que es recibida en un
sujeto que la restringe, o acomoda, a su imperfecta capacidad. No puede haber
multiplicación de actos, de perfecciones, o de formas, sino en la medida o
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proporción justa con los sujetos que la reciben. La humanidad sería única si no
hubiera sujetos o individuos humanos que la multiplicaran. Tales sujetos son
cabalmente la capacidad receptiva, que hemos llamado potencia.
Todo esto se verá más claro al exponer en su lugar las cinco pruebas tomistas de
la existencia de Dios.
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CAPITULO SEGUNDO
LA ESENCIA Y LA EXISTENCIA
TESIS III. — "Por lo tanto, en la absoluta razón del ser, en sí mismo, sólo
subsiste Dios único y simplicísimo, y todas las demás cosas que participan del ser
tienen una naturaleza donde el ser se halla restringido, y están constituidas o
compuestas de esencia y existencia, como de principios realmente distintos".
La primera parte de la
tesis, relativa a Dios,
aparece claramente
demostrada. La criatura
es cosa muy distinta,
pues, como compuesta de
potencia y acto, no es
toda ella ser, o perfección.
Está en ella el ser limitado
y restringido; no es ella el
ser subsistente, sino el
recibido en un sujeto, que
lo divide y amengua. Hay
que distinguir en ella lo
que es y aquello por qué
es -lo que es se denomina esencia; aquello por lo que es en sí misma, fuera de su
causa, es la existencia. Es la esencia todo lo substancial que abraza la buena
definición; al definir al hombre expresamos su esencia humana.
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[…]
La esencia en sí indica ya perfección, y en tal sentido es acto; pero en orden a la
existencia es todavía potencia no actualizada, o que necesita su última perfección.
La humanidad es una especie determinada, y tal determinación específica es ya
alguna perfección, algún acto; mas ese acto fundamental reclama otro que lo
conduzca al estado final, en que podemos decir: La humanidad existe. Por eso la
existencia es llamada última actualidad de toda forma, de toda realidad. Nada puede
venir después de la existencia; imposible añadirle una perfección que no sea
existencia.
He aquí los dos principios constituyentes de todos los seres que no son Dios: la
esencia, como potencia real; la existencia, como su última actualidad.
[…] Nada viene ni puede venir después; nada hay más actual que la existencia;
nada puede perfeccionarla, por ser precisamente la existencia actualidad,
coronamiento y término de toda actualidad o realidad. Hemos de concluir
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necesariamente que la existencia, que en nada real se distingue de la esencia, es
acto puro, ilimitado, infinito.
[…]
Cabalmente porque sabemos que la existencia de las criaturas es producida,
concluímos que debe ser recibida en una esencia realmente distinta de ella.
TESIS IV. — "La noción de ente (o de ser) se aplica a Dios y a las criaturas, no de
una manera unívoca, ni tampoco puramente equívoca, sino más bien analógica, con
analogía de atribución y de proporcionalidad".
Se llaman unívocas dos o más cosas que llevan el mismo nombre, cuando en
todas ellas es idéntico el significado de tal nombre. La palabra hombre es unívoca
en Pedro y en Pablo […]
Hay analogía siempre que la realidad significada por el término común ni del todo
sea igual, ni del todo diferente, implicando una relación de semejanza entre los
objetos aludidos. El hombre es sano, el alimento sano. Claro es que el alimento
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sano no significa lo mismo que el hombre sano; pero en los [dos] casos se descubre
una indudable relación manifiesta. El hombre se llama sano como sujeto de salud, el
alimento como causa.
Todo nuestro conocimiento de Dios parte de las criaturas, como de efectos que
infaliblemente revelan la soberana causa. La Iglesia nos manda confesar que Dios
es cognoscible mediante las obras visibles de la creación, que demuestran su
existencia.
[…]
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CAPITULO TERCERO
LA SUBSTANCIA Y LOS ACCIDENTES
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Admitida la distinción real entre la substancia, y las formas secundarias que la
modifican, no se halla ya dificultad en admitir la realidad de los accidentes
absolutos, como la cantidad y la cualidad, ni tampoco los que atañen al movimiento,
como la acción y pasión, etcétera. Mas entre todos hay uno de tan tenue realidad,
que parece esquivar todo análisis, y se define sólo por la preposición hacia, o a (ad
aliquid). Es el accidente llamado relación, cuya realidad se defiende en esta tesis.
Quien se atiene a los datos del sentido común ve muy claro que no es posible la
armonía del universo sin relaciones reales. La belleza y fuerza de un ejército
depende de la mejor unión de los soldados entre sí y con su jefe; la armonía y orden
del mundo resulta del concierto de las criaturas con sus semejantes y con Dios.
''Hay, sin duda, en la creación relaciones reales: ellas son las que establecen el
orden del mundo".
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Añade el texto de la tesis que tiene con frecuencia su causa en las cosas, y es,
por lo mismo, una entidad distinta del sujeto.
Para establecer esta realidad de la relación, basta notar que en los seres de la
naturaleza observamos tres cosas reales. Primeramente, un sujeto real que
establece o determina el orden; luego un término real capaz y digno de responder o
recibir el orden iniciado por el sujeto. En la paternidad tenemos el sujeto real, el
padre, y el término real, el
hijo. De aquí se sigue una
reciprocidad tal, que
afirmado o negado uno de
los dos extremos, se afirma
o se niega el otro; no hay
padre sin hijo, ni hay hijo
sin padre. Por último,
además del sujeto y del
término, hace falta un
fundamento real para llegar
a la relación real. Así
vemos que la generación
es el fundamento eficaz de
la paternidad y de la filiación.
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Las relaciones de la criatura con Dios son reales, pues toda criatura depende
esencialmente de Dios, mas por parte de Dios son únicamente de razón, puesto que
Dios en nada puede depender de la criatura.
No solamente son realidades las relaciones divinas; son la vida misma de Dios,
constituyen la adorable familia de las tres Personas y serán nuestra esencial delicia
en la bienaventurada eternidad.
Toda su limitación es por lo alto, de donde le viene la existencia, estando por este
lado sujeta a la ley fundamental de todas las cosas creadas, esencialmente
constituidas de esencia y existencia, como principios realmente distintos […]
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Estando, además, la potencia y el acto en el mismo orden, la facultad, principio de
la operación, será un accidente, como la operación misma. Tenemos, pues, en la
criatura espiritual composición de la substancia con sus facultades y operaciones,
que son accidentes. Ni el mismo Dios puede libertar la criatura de tal composición,
como no puede libertarla de su condición creada.
CAPITULO CUARTO
APLICACIONES AL ORDEN NATURAL Y AL SOBRENATURAL
Sin la fundamental teoría de los accidentes nos resulta imposible explicar nuestro
conocimiento natural y analizar los dogmas de nuestra fe.
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En su proceder, el humano conocimiento pasa de los accidentes a la substancia,
lo mismo que de lo singular a lo universal, de lo sensible a lo espiritual, del hecho a
la idea.
[…] "En primer lugar, el accidente es una entidad objetiva que se diferencia de la
substancia y entra en composición con ella. Especialmente en las facultades,
hábitos y actos, esta distinción aparece incontestable". […] Por último, no hay que
olvidar que el accidente no es un efecto o producto por vía de creación; es algo
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emanante del sujeto; sale de la potencia natural, estimulado por la acción de un
agente […].
[…]
De su actividad e innumerables aplicaciones resultan las bellezas y maravillas de
la creación. El orden natural, tan portentoso, partiendo de la variedad llega hasta la
cumbre y corona de la unidad. Orden dinámico o de causalidad es este conjunto de
seres activos y pasivos, la inmensa gama y serie de acciones, reacciones y
pasiones, que dan por resultado la inefable armonía del mundo. Viene luego el
orden teleológico, o de finalidad, admirable tendencia de cada ser hacia su propio
fin, y, como resumen, el soberano concierto de todos los seres hacia un fin común,
el más sublime, equivalente al himno de alabanza más grandioso al Criador.
[…]
[…] No es la criatura su propio y último fin, mas a él debe tender mediante los
actos, puede conquistarlo y poseerlo, gracias a esos actos que acabamos de ver
pertenecen al orden accidental. Por esta causa, la escuela de Santo Tomás enseña
que no es posible una substancia desnuda de todo accidente, pues incapaz de
operación, sería totalmente ociosa nulidad en el mundo, sin destino ni fin.
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Todavía son más preciosos los servicios de esta doctrina para explicar los
dogmas de nuestra fe. A su luz vamos a estudiar los grandes problemas del orden
sobrenatural, tan controvertidos en nuestros días.
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producir el Agente primero e infinito. Claramente afirma Santo Tomás que por tal vía
se producen las virtudes infusas. […]
[…]
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