TEXTO - Ontología Tomista

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 20

RDO. P. EDUARDO HUGON, O. P.

MAESTRO EN TEOLOGÍA
PROFESOR DE DOGMA EN EL COLEGIO PONTIFICAL "ANGÉLICO", DE ROMA
MIEMBRO DE LA ACADEMIA ROMANA DE STO. TOMÁS DE AQUINO

PRINCIPIOS DE FILOSOFÍA

LAS VEINTICUATRO
TESIS TOMISTAS

BAF
EDICIONES
PRIMERA PARTE
La Ontología de Santo Tomás
(De la Tesis I a la VII)

CAPITULO PRIMERO
LA POTENCIA Y EL ACTO

TESIS I. — “La potencia y el acto dividen el ser de tal suerte que todo cuanto es,
o bien es acto puro, o bien es acto necesariamente compuesto de potencia y acto,
como principios primeros e intrínsecos".

Estas nociones o ideas, las más universales de la filosofía, se apoyan en la


experiencia y en el sentido común.

De todas las cosas que vemos en el mundo, unas pueden ser y no son; otras han
pasado, o pasan, del poder al ser. Lo que puede ser está en potencia; lo que ha
pasado del poder al ser es, o está en acto. El recién nacido es filósofo en potencia;
el buen profesor de metafísica es filósofo en acto; el mármol es estatua en potencia;
el cincel del artista ha sacado del bloque potencial la figura actual, o en acto.

La potencia y el acto se definen y explican por sus mutuas relaciones. La potencia


es como una capacidad, un bosquejo, un comienzo; el acto es el complemento. La
potencia es todo aquello que reclama desarrollo y perfección; el acto es la
perfección que se le da.

Según la definición de Aristóteles, "es potencia el principio de obrar o de recibir".

2
Tal principio designa, no una mera posibilidad o pura no repugnancia a existir,
sino una capacidad real en un sujeto real. La pura posibilidad se llama potencia
lógica, u objetiva; la capacidad real es una potencia subjetiva. El fuego es un
principio de obrar, causante del calor; el agua es un principio de recibir, o receptivo
del calor del fuego. La potencia de obrar es activa; la potencia de recibir, pasiva. La
una y la otra es real y principio del acto; la primera, principio de donde el acto
emana; la segunda, principio en donde el acto se recibe. La segunda es imperfecta,
pues el recibir presupone defecto de lo que ahora le viene; la primera es de suyo
perfección, pues el obrar y dar el acto es señal inequívoca de tenerlo. De aquí el
axioma de Santo Tomás: ''Según que algo está en acto es perfecto, y según es
perfecto es principio activo". La segunda es, por consiguiente, potencia; la primera
ya es un acto causante de la operación o del efecto; por esto la segunda repugna a
Dios, mas no la primera.

A esta última se refiere especialmente esta primera Tesis.

El que recibe está falto de una perfección; pasa de un estado a otro al recibirla;
cambia, por lo mismo. De ahí se sigue que la potencia es el principio del cambio, de
la mutación o movimiento, pues cambiar es moverse un ser de un estado a otro. Y
puesto que nadie puede dar a sí mismo, ni a otro, lo que no tiene, debe el sujeto
recibir esta mutación de otro principio, que, para hacerlo pasar a la nueva condición,
debe estar por sí mismo
en acto y ser distinto del
ser o sujeto movido.

La idea de potencia
fácilmente nos trae la de
móvil, o vehículo, y la de
acto sugiere la de motor.

Cabalmente la
realidad del movimiento
no nos permite creer que
la potencia y el acto
sean ilusorios antojos de
la mente. La antigua
Escuela de Elea niega la

3
realidad de la potencia pasiva, y en nuestros días los partidarios de F. Herbart y los
idealistas exagerados parecen confundirla con la pura posibilidad; pero los hechos
son hechos. Ahí están los cielos y la tierra, las maravillas de la mecánica, para
proclamar, con la realidad del movimiento, la realidad y verdad de la potencia y del
acto.

No eran agua el oxígeno y el hidrógeno antes de unirse, ni tampoco el agua salió


de la nada, sino de la potencia real de estos dos elementos combinables. El grano
no es la planta, pero la planta real del verdadero grano brota; no es el embrión el
niño, ni el niño el héroe que acaba de ganar la batalla. Para llegar al fin fue preciso
un tránsito real de un estado a otro. Había primero en el embrión, luego en el niño,
una capacidad o potencia real para evolucionar y llegar a la cumbre del heroísmo;
pero hubo necesidad, para tal tránsito, de una actividad, energía o fuerza real, que
es lo que llamamos acto.

Negar, pues, la realidad de la potencia y del acto, es negar la realidad de la vida,


del progreso de la humanidad, negar la experiencia, el Universo y el sentido común.
[…]

Acto puro quiere decir extraño o incompatible con toda mezcla. […] Nada puede
adquirir ni perder; no caben en él partes, divisiones ni cambios. Por lo mismo que es
acto, es perfección absoluta y pura; excluye todo extraño elemento, es por sí mismo
y en toda su plenitud, inmutable y perfecto.

Su augusto nombre es el que espontáneamente pronuncia toda alma


naturalmente cristiana: Es el DIOS bendito por los siglos de los siglos.

Fuera de Dios, todo es mixto, mudable, capaz de ganar y perder; hay en todo un
elemento potencial, indefinidamente perfectible por el acto. Son, por lo mismo, la
potencia y el acto los primeros elementos necesarios y constitutivos de todo ser
mudable; imposible concebir otros más universales ni más intrínsecos al sujeto. Con
razón se les llama: los principios primeros e intrínsecos.
Tal es la primera y más radical división del ser: la potencia como género, el
principio determinable; el acto como diferencia, el principio determinante.
[…]

4
Vamos a ver ahora en la segunda Tesis, cómo el acto por sí mismo es infinito, y
que tanto la multiplicidad como el límite vienen de la potencia.

TESIS II. — "El acto, por lo mismo que es perfección, no está limitado sino por la
potencia, que es una capacidad de perfección. Por consiguiente, en el orden en que
el acto es puro, no puede ser sino universal y único; por el lado en que es finito y
múltiple, entra en verdadera composición con la potencia".

Las explicaciones de la primera Tesis evidencian la verdad de esta segunda. El


acto, en cuanto tal, sólo significa perfección; el límite, por el contrario, equivale a
imperfección, privación o falta de algo. Por aquella línea, o aspecto, en que un ser
es acto, es sólo perfección. Si tal ser aparece limitado, no es por causa del acto,
pues la perfección no engendra imperfección; es por razón de otra causa que lo
limita; es por razón de algo que no es pura perfección, sino simple capacidad para
adquirirla, o, lo que es igual, potencia.

Cuando el ser es acto puro y en toda su plenitud, todo él es perfección, es


ilimitado, infinito.

Ahora bien; el ser infinito necesariamente ha de ser único. Si hubiera dos infinitos
realmente distintos, algo real tendría el uno para poderse distinguir del otro, y esta
realidad diferencial evidentemente sería una perfección, que no se hallaría en el
segundo.

Quien carece de una sola perfección no puede llamarse la plenitud del ser; está
limitado y sujeto a la potencia; no puede concebirse ya como acto puro y perfecto.
La misma hipótesis del acto puro se convierte en aire, al dejar de ser ilimitado y
único. Es, pues, en todo rigor, evidente el axioma: "En el orden en que el acto es
puro, no puede menos de ser ilimitado y único." Así como el límite viene de la
potencia, que es de suyo restricción e imperfección, la multiplicidad sólo puede venir
del elemento potencial. Por el mero hecho de multiplicarse una perfección, se divide
y limita; no es perfección absoluta y completa, por lo mismo que es recibida en un
sujeto que la restringe, o acomoda, a su imperfecta capacidad. No puede haber
multiplicación de actos, de perfecciones, o de formas, sino en la medida o

5
proporción justa con los sujetos que la reciben. La humanidad sería única si no
hubiera sujetos o individuos humanos que la multiplicaran. Tales sujetos son
cabalmente la capacidad receptiva, que hemos llamado potencia.

Doquier hallamos un acto finito y múltiple, estamos en presencia de un acto


recibido y de una capacidad que lo restringe y divide al comunicarse; hallamos la
composición real de la
potencia y del acto.
Por eso la segunda
parte del axioma
aparece no menos
evidente que la
primera: "Cuando el
acto es finito y
múltiple, es porque
entra en verdadera
composición con la
potencia." Por todas
partes nos penetra y
rodea lo múltiple y
finito; tales realidades
tangibles nos sirven de
escabel para
remontarnos del efecto
a la causa, del movimiento al Motor Inmóvil, de lo finito a lo Infinito, de lo múltiple a
lo Uno, que llamamos DIOS.

Todo esto se verá más claro al exponer en su lugar las cinco pruebas tomistas de
la existencia de Dios.

Lo dicho basta para insinuar la fecundidad de estos principios universales, los


más radicales de la metafísica, que nos suministran la más profunda distinción entre
Dios y las criaturas, como ahora vamos a ver en la tercera Tesis.

6
CAPITULO SEGUNDO
LA ESENCIA Y LA EXISTENCIA

TESIS III. — "Por lo tanto, en la absoluta razón del ser, en sí mismo, sólo
subsiste Dios único y simplicísimo, y todas las demás cosas que participan del ser
tienen una naturaleza donde el ser se halla restringido, y están constituidas o
compuestas de esencia y existencia, como de principios realmente distintos".

Mera aplicación de la doctrina explicada es la tercera Tesis. Admitiendo que Dios


es acto puro, es evidente que todo en él es perfección, todo ser, plenitud de la
perfección y del ser, SER Subsistente. Al verse ceñido por cualquier límite, estaría
sujeto a la potencia; no pudiendo tener igual, es único esencialmente; es
sencillamente simple, puro y libre de toda mezcla o composición.

La primera parte de la
tesis, relativa a Dios,
aparece claramente
demostrada. La criatura
es cosa muy distinta,
pues, como compuesta de
potencia y acto, no es
toda ella ser, o perfección.
Está en ella el ser limitado
y restringido; no es ella el
ser subsistente, sino el
recibido en un sujeto, que
lo divide y amengua. Hay
que distinguir en ella lo
que es y aquello por qué
es -lo que es se denomina esencia; aquello por lo que es en sí misma, fuera de su
causa, es la existencia. Es la esencia todo lo substancial que abraza la buena
definición; al definir al hombre expresamos su esencia humana.

Bien definidas las cosas, se comprende su esencia, o ser substancial; los


accidentes sólo pueden definirse por su relación con el sujeto que los sostiene;
tienen sólo una esencia incompleta y dependiente.

7
[…]
La esencia en sí indica ya perfección, y en tal sentido es acto; pero en orden a la
existencia es todavía potencia no actualizada, o que necesita su última perfección.
La humanidad es una especie determinada, y tal determinación específica es ya
alguna perfección, algún acto; mas ese acto fundamental reclama otro que lo
conduzca al estado final, en que podemos decir: La humanidad existe. Por eso la
existencia es llamada última actualidad de toda forma, de toda realidad. Nada puede
venir después de la existencia; imposible añadirle una perfección que no sea
existencia.

He aquí los dos principios constituyentes de todos los seres que no son Dios: la
esencia, como potencia real; la existencia, como su última actualidad.

Si la potencia y el acto se distinguen en la realidad, es preciso concluir que hay


una verdadera distinción real entre la esencia y la existencia.
[…]

Al defender esta distinción, no pretendemos afirmar que la esencia y la existencia


son dos realidades independientes y mutuamente separables, o producidas por Dios
separadamente y unidas después; sólo queremos decir que la primera se diferencia
de la segunda, como la potencia real del acto real. Únicamente aplicamos aquí la
doctrina fundamental de las dos primeras tesis relativas a la potencia y al acto,
principios primeros e intrínsecos de todo lo que no es acto puro, insistiendo en la
composición verdadera y real de la potencia y del acto en todo ser mudable y
creado.
[…]

[…] Si la existencia de las criaturas no es distinta de su esencia actual, será un


acto puro, infinito, único; no habrá, pues, distinción alguna entre la criatura y Dios.
Acto puro, o sin potencia, es; no es recibido, ni puede recibir. Tal es el caso de una
existencia indistinta de la esencia. […]

[…] Nada viene ni puede venir después; nada hay más actual que la existencia;
nada puede perfeccionarla, por ser precisamente la existencia actualidad,
coronamiento y término de toda actualidad o realidad. Hemos de concluir

8
necesariamente que la existencia, que en nada real se distingue de la esencia, es
acto puro, ilimitado, infinito.
[…]
Cabalmente porque sabemos que la existencia de las criaturas es producida,
concluímos que debe ser recibida en una esencia realmente distinta de ella.

Esta doctrina de Santo Tomás evidencia la universal armonía de los seres. En la


cumbre está Dios, ajeno a toda composición, pureza sin mancha, perfección
subsistente. Vienen luego las criaturas espirituales, compuestas de potencia y acto,
de esencia y existencia.

Por último, las criaturas corpóreas.


Siguiendo la opinión contraria, no se sostiene la gradación. Si el ángel no consta
de esencia y existencia, se equipara a Dios. La necesidad del principio de
causalidad aparece también más evidente en la teoría tomista, como nota el
Cardenal Mercier: "El ser cuya esencia no se identifica con su existencia, reclama
forzosamente una causa".
[…]

TESIS IV. — "La noción de ente (o de ser) se aplica a Dios y a las criaturas, no de
una manera unívoca, ni tampoco puramente equívoca, sino más bien analógica, con
analogía de atribución y de proporcionalidad".

Se llaman unívocas dos o más cosas que llevan el mismo nombre, cuando en
todas ellas es idéntico el significado de tal nombre. La palabra hombre es unívoca
en Pedro y en Pablo […]

Hay equívoco en los términos cuando se emplean en muy diverso sentido. No es


lo mismo el carnero lanígero, que el signo del zodíaco […]

Hay analogía siempre que la realidad significada por el término común ni del todo
sea igual, ni del todo diferente, implicando una relación de semejanza entre los
objetos aludidos. El hombre es sano, el alimento sano. Claro es que el alimento

9
sano no significa lo mismo que el hombre sano; pero en los [dos] casos se descubre
una indudable relación manifiesta. El hombre se llama sano como sujeto de salud, el
alimento como causa.

Se dice que hay analogía de atribución cuando la realidad significada se aplica a


un sujeto por su mayor o menor semejanza con otro en quien tal realidad se halla en
un estado principal y supremo (Summum analogatum). Así la salud no se dice del
pulso, ni de la medicina, sino por relación al hombre, donde se realiza en todo su
sentido. Hay analogía de proporcionalidad cuando está real e intrínsecamente en
los términos comparados, mas no de la misma suerte. Así la criatura tiene el ser real
e intrínsecamente, mas no en el grado absoluto, propio de Dios.

[La noción] de ser no puede [distribuirse] unívocamente a Dios y a las criaturas,


pues a Dios pertenece en la más absoluta plenitud, y a los demás seres en
proporciones limitadas. […]

Si el ser de Dios no es unívoco al de las criaturas, tampoco puede llamarse


equívoco.

Todo nuestro conocimiento de Dios parte de las criaturas, como de efectos que
infaliblemente revelan la soberana causa. La Iglesia nos manda confesar que Dios
es cognoscible mediante las obras visibles de la creación, que demuestran su
existencia.
[…]

Se habrá ya comprendido que se trata aquí lo mismo de una analogía de


atribución, en cuanto la criatura depende de Plenitud subsistente, causa de todo ser
participado, y también de alguna analogía de proporcionalidad, ya que el ser es
intrínseco a la criatura como a Dios, aunque en Dios está de un modo infinitamente
superior, transcendente en absoluto.
[…]

10
CAPITULO TERCERO
LA SUBSTANCIA Y LOS ACCIDENTES

TESIS V. — "Hay, además, en toda criatura, composición real de un sujeto


subsistente con otras formas secundariamente añadidas, llamadas accidentes; y
esta composición no se comprendería, si no fuera recibido el ser en una esencia
distinta de él mismo".

Hasta aquí hemos analizado y explicado la primera composición propia de toda


criatura, la de potencia y acto, de esencia y existencia. Es de notar luego que las
esencias creadas pueden dividirse como en dos grandes reinos: las unas, de
naturaleza precaria y dependiente, necesitan siempre una, como si dijéramos,
especie de soporte o sostén; habiendo, además, otras de naturaleza más completa,
que subsisten por sí mismas. De aquí la nueva división del ser en sólidas
substancias y efímeros accidentes. Es, pues, la substancia una esencia capaz de
existir de por sí, una realidad estable (sub-stat), que además de sostenerse,
sostiene otras entidades incapaces de subsistir por su propia cuenta. Se llama
también sujeto subsistente, que, sin ser sustentado por otro, sirve de base a todas
las realidades que la adornan, como formas secundarias.

La experiencia interna descubre en nosotros y atestigua multitud de fenómenos,


sensaciones y
afectos,
pensamientos y
voliciones, que
aparecen y
desaparecen,
mientras que el yo
subsiste; la
experiencia externa
nos muestra en el
Universo infinidad
de modificaciones
sucesivas que no
tocan el fondo
substancial de la
piedra, la planta, el
11
animal o el hombre. Tales datos de nuestra doble experiencia nos evidencian la
realidad de la substancia persistente y su distinción de las formas accidentales que
pasan. La substancia real es la substancia individual que, cuando es completa, o
llega al término de su individualidad, se llama persona. Es persona aquella
substancia que goza de completa individualidad o se pertenece a sí misma. […] Por
muy excelente que supongamos un ser, como substancia, o como especie, jamás
podrá ser persona, que no es cualquier substancia o especie, sino cabalmente la
que se pertenece a sí misma, sin poder ser sustentada por otro. […]

El accidente real designa una forma secundariamente adherida al sujeto


subsistente; es como una débil esencia o naturaleza que, para existir, necesita
como un soporte donde se adhiere y descansa. Tiende esta tesis a esclarecer la
distinción real entre estas fugitivas formas y el fondo substancial permanente donde
reposan. […].

¿Qué es lo que vemos dentro y fuera de nosotros? Hemos indicado ya que, en


nuestra vida orgánica, sensitiva e intelectual, continuamente registramos estados
nuevos, vivientes realidades que súbitamente surgen y más o menos pronto
desaparecen, sin que nuestra alma sea otra por eso. La experiencia externa, que
nos garantiza la realidad del movimiento en la naturaleza, nos muestra un río de
cambios, o modificaciones indefinidamente renovadas, mientras que la substancia
persiste en su ser. El mineral y la planta conservan su fijeza específica entre la
variedad de los pasajeros fenómenos; el animal y el hombre persisten en su
invariable individualidad, a pesar del vaivén de todos sus cambios vitales.
[…]

La última parte de la tesis recuerda que esta composición de substancias y


accidentes presupone y confirma la distinción real entre la esencia y la existencia.
[…]

TESIS VI. — "Además de los accidentes absolutos, hay un accidente relativo,


como una tendencia hacia algo. Aunque tal relación de tendencia hacia alguna cosa
no signifique propiamente una cosa inherente a un sujeto, tiene a menudo su causa
en las cosas, y, por lo mismo, una real entidad distinta del sujeto".
[…]

12
Admitida la distinción real entre la substancia, y las formas secundarias que la
modifican, no se halla ya dificultad en admitir la realidad de los accidentes
absolutos, como la cantidad y la cualidad, ni tampoco los que atañen al movimiento,
como la acción y pasión, etcétera. Mas entre todos hay uno de tan tenue realidad,
que parece esquivar todo análisis, y se define sólo por la preposición hacia, o a (ad
aliquid). Es el accidente llamado relación, cuya realidad se defiende en esta tesis.

Quien se atiene a los datos del sentido común ve muy claro que no es posible la
armonía del universo sin relaciones reales. La belleza y fuerza de un ejército
depende de la mejor unión de los soldados entre sí y con su jefe; la armonía y orden
del mundo resulta del concierto de las criaturas con sus semejantes y con Dios.
''Hay, sin duda, en la creación relaciones reales: ellas son las que establecen el
orden del mundo".

Fácilmente se ve que las relaciones en general no pertenecen a una especial


categoría, pues representan las exigencias de todos y cada uno de los seres
creados en conformidad con las imperiosas condiciones de su existencia. Por eso
se llaman transcendentes. La relación aludida en la Tesis VI está constituida por la
tendencia de un ser hacia otro.

Varios elementos debemos notar aquí: 1. La realidad puesta en relación, 2. el


término a donde la relación se dirige, 3. la relación o lazo entre el sujeto y el
término, y, por fin, 4. la causa determinante de la influencia del sujeto en el término.

La realidad puesta en relación es el sujeto; aquella a donde se dirige es el


término; la razón o causa de tal relación es el fundamento; mas el tránsito y lazo
entre el sujeto y el término es propiamente lo que entendemos por relación. Si es
verdad que ella está en un sujeto, no es propiamente relación hasta encaminarse
hacia un término. Por esto indica la tesis que la relación no se refiere a cosa alguna
inherente al sujeto. "No es estar en un sujeto, dice Santo Tomás, lo que constituye
la relación; es como el acto de dirigirse hacia otro ser".

La palabra de Aristóteles es tan profunda como expresiva: "Ad aliquid". El


esencial constitutivo, repetimos, no es en, sino hacia.

13
Añade el texto de la tesis que tiene con frecuencia su causa en las cosas, y es,
por lo mismo, una entidad distinta del sujeto.

Para establecer esta realidad de la relación, basta notar que en los seres de la
naturaleza observamos tres cosas reales. Primeramente, un sujeto real que
establece o determina el orden; luego un término real capaz y digno de responder o
recibir el orden iniciado por el sujeto. En la paternidad tenemos el sujeto real, el
padre, y el término real, el
hijo. De aquí se sigue una
reciprocidad tal, que
afirmado o negado uno de
los dos extremos, se afirma
o se niega el otro; no hay
padre sin hijo, ni hay hijo
sin padre. Por último,
además del sujeto y del
término, hace falta un
fundamento real para llegar
a la relación real. Así
vemos que la generación
es el fundamento eficaz de
la paternidad y de la filiación.

Comprendida así la relación, vemos que es una realidad distinta de la substancia,


pues la realidad del fundamento es distinta de la realidad del sujeto y del término,
como es claro que la generación es distinta del padre, causa, y del hijo, efecto.
Existe realmente, pues, la relación predicamental ''como consecuencia de la
existencia del fundamento, que es el que existe propia y directamente, aunque
añade a este fundamento algo real no comprendido en sus caracteres esenciales.
Es, por consiguiente, algo realmente distinto".

En el ejemplo anterior, como en otros innumerables, es mutua la relación real;


mas no sucede esto siempre. "Podemos también formar una relación que sea en
parte real y en parte de sola razón, cuando se trata de dos extremos en que uno
depende del otro, mas no al revés, o en nada se modifica por la acción o relación
que quiera establecer o establezca. Así, la ciencia es relativa a un objeto, no puede
existir sin objeto; mas éste en nada cambia por ser, o no, conocido por el hombre de
ciencia".

14
Las relaciones de la criatura con Dios son reales, pues toda criatura depende
esencialmente de Dios, mas por parte de Dios son únicamente de razón, puesto que
Dios en nada puede depender de la criatura.

Esta metafísica de la relación, tan importante para explicar nuestros sagrados


vínculos con Dios, lo mismo que la belleza y armonía del universo, es de soberana
importancia en el orden sobrenatural, para conocer y explicar de algún modo el
misterio de la Trinidad.

No solamente son realidades las relaciones divinas; son la vida misma de Dios,
constituyen la adorable familia de las tres Personas y serán nuestra esencial delicia
en la bienaventurada eternidad.

TESIS VII. — "La criatura espiritual es plenamente simple en su esencia. Pero


queda en ella una doble composición, la de la esencia con la existencia y la de la
substancia con los accidentes".

He aquí, en resumen, la aplicación de los principios anteriormente establecidos.


La potencia y el acto son los primeros principios intrínsecos, constitutivos de todos
los seres fuera de Dios. Luego en las alturas del Universo hallamos la criatura
espiritual. ¿Cómo se verifica en ésta la composición de la potencia y el acto? Está
como desprendida y libre de toda materia, de todo cuerpo y elemento corpóreo.
Puede seguramente mover la materia y asumir un cuerpo, pero esto únicamente
como agente o principio motor de tal vehículo material, sin informar tal cuerpo ni
estar limitada y condicionada por él. Por esta parte, como no es recibida, posee una
especie de infinidad hacia abajo que constituye la perfecta espiritualidad de la
substancia angélica.

Toda su limitación es por lo alto, de donde le viene la existencia, estando por este
lado sujeta a la ley fundamental de todas las cosas creadas, esencialmente
constituidas de esencia y existencia, como principios realmente distintos […]

No es ella su último fin; no es su operación; la operación principia y. acaba,


mientras que la substancia perdura. Es, pues, la operación angélica un principio
distinto de su esencia.

15
Estando, además, la potencia y el acto en el mismo orden, la facultad, principio de
la operación, será un accidente, como la operación misma. Tenemos, pues, en la
criatura espiritual composición de la substancia con sus facultades y operaciones,
que son accidentes. Ni el mismo Dios puede libertar la criatura de tal composición,
como no puede libertarla de su condición creada.

Bien puede el Todo-Poderoso separar la substancia del accidente y sostenerlo así


por sola su virtud divina, que supla el efecto de la causa segunda desaparecida;
mas sería imposible producir una substancia desprovista de todo accidente, pues,
sin poder de operación, fuera entonces árbol estéril, incapaz de todo fruto, ser
mutilado, sin destino ni fin, y, sobre todo, porque jamás puede la criatura perder el
accidente de relación o absoluta dependencia de Dios, inseparable de todo ser
creado.

He aquí, en rápida síntesis, la Ontología de Santo Tomás, que tan limpiamente


hace brillar la armonía de los mundos. En las alturas, lo hemos dicho ya, el mundo
angélico, compuesto de esencia y existencia, de substancia y accidentes, mas
dotado de un ser substancial indestructible e indivisible; abajo, el mundo corporal,
no sólo compuesto de esencia y existencia, de substancia y accidentes, sino
también corruptible en su ser substancial, por razón de sus separables
componentes, llamados la materia y la forma. De esto vamos a hablar en las
siguientes tesis, que resumen la Cosmología tomista.

Las anteriores proposiciones abstractas, al insistir tan aguda y profundamente en


la esencial distinción entre el Creador y las criaturas, la infinita transcendencia del
primero y la obligada imperfección de las segundas, suave y connaturalmente
conducen el espíritu al acto de adoración a Dios.

CAPITULO CUARTO
APLICACIONES AL ORDEN NATURAL Y AL SOBRENATURAL

Sin la fundamental teoría de los accidentes nos resulta imposible explicar nuestro
conocimiento natural y analizar los dogmas de nuestra fe.

16
En su proceder, el humano conocimiento pasa de los accidentes a la substancia,
lo mismo que de lo singular a lo universal, de lo sensible a lo espiritual, del hecho a
la idea.

Incapaces de descubrir inmediata e intuitivamente la substancia, por sus afueras,


arrabales y accidentes, es decir, por sus accidentales operaciones y propiedades,
es cómo únicamente la podemos ver y demostrar. La substancia semeja el reloj,
cuyos acompasados sonidos nos son familiares, mas no sabemos su interior
mecanismo, y sin sus campanadas, o accidentes, fuera para nosotros entidad
inerte, sin principio de acción.
[…]
Repasemos en breve la doctrina del Angélico en orden a los accidentes, para
hacer resaltar luego su importancia en la explicación de los dos órdenes, natural y
sobrenatural.

I.—Puntos fundamentales de la doctrina de Santo Tomás sobre los


accidentes, y su aplicación al orden natural.

Siguió, interpretó y mejoró el Doctor Angélico las teorías de Aristóteles sobre la


naturaleza y divisiones del ser accidental. Habla a menudo el Filósofo de este ser
débil, sobreañadido y como de préstamo, que él divide en nueve principales
categorías o géneros. Lo que sobre todo considera en el accidente es su
dependencia del soporte. Realidad, sin duda, pero tan precaria que más bien que
entidad debería llamarse ''Entidad de entidad", Ens entis, como la ciencia o virtud
humana dependiente del espíritu que la adquiere y conserva. […]

El accidente real se llama propio, cuando necesariamente acompaña a la


substancia, como son las facultades del alma, inseparables de ella. La substancia
es el fundamento esencial de sus inseparables propiedades.
[…]

[…] "En primer lugar, el accidente es una entidad objetiva que se diferencia de la
substancia y entra en composición con ella. Especialmente en las facultades,
hábitos y actos, esta distinción aparece incontestable". […] Por último, no hay que
olvidar que el accidente no es un efecto o producto por vía de creación; es algo

17
emanante del sujeto; sale de la potencia natural, estimulado por la acción de un
agente […].
[…]
De su actividad e innumerables aplicaciones resultan las bellezas y maravillas de
la creación. El orden natural, tan portentoso, partiendo de la variedad llega hasta la
cumbre y corona de la unidad. Orden dinámico o de causalidad es este conjunto de
seres activos y pasivos, la inmensa gama y serie de acciones, reacciones y
pasiones, que dan por resultado la inefable armonía del mundo. Viene luego el
orden teleológico, o de finalidad, admirable tendencia de cada ser hacia su propio
fin, y, como resumen, el soberano concierto de todos los seres hacia un fin común,
el más sublime, equivalente al himno de alabanza más grandioso al Criador.
[…]

Gracias a los accidentes se ejercita y mantiene el orden dinámico. Aunque es la


substancia principio radical de toda energía y actividad, no puede obrar por su
cuenta; es preciso que la potencia y el acto sean del mismo orden, para unirse,
adaptarse y completarse, formando un solo todo; es necesario que la facultad
operativa pertenezca al género de accidente, como la operación. He aquí por qué
toda substancia creada entraña potencias o facultades distintas de ella misma, que
la habilitan para expansionarse y alcanzar la dignidad de causa segunda,
cooperadora del Creador. Tal es el sentido del axioma escolástico […] [La potencia
es substancial cuando el acto es substancial, y accidental cuando el acto es
accidental; pues de otra suerte, según hemos ya dicho, fuera imposible la
adaptación].

[…] No es la criatura su propio y último fin, mas a él debe tender mediante los
actos, puede conquistarlo y poseerlo, gracias a esos actos que acabamos de ver
pertenecen al orden accidental. Por esta causa, la escuela de Santo Tomás enseña
que no es posible una substancia desnuda de todo accidente, pues incapaz de
operación, sería totalmente ociosa nulidad en el mundo, sin destino ni fin.

Tal es el alcance de la síntesis tomista: los accidentes explican el orden natural, la


armonía y belleza del universo, permitiendo a la substancia desplegar su actividad y
cantar con sus obras la gloria del Hacedor.

18
Todavía son más preciosos los servicios de esta doctrina para explicar los
dogmas de nuestra fe. A su luz vamos a estudiar los grandes problemas del orden
sobrenatural, tan controvertidos en nuestros días.

II. — Teoría de lo sobrenatural. Los diversos sistemas y la solución de Santo


Tomás, fundada en la doctrina de los accidentes.

Sobrenatural quiere decir superior a todas las fuerzas y exigencias de la


naturaleza. La realidad transcendente, que excede hasta lo infinito todo el orden
creado, es el mismo Dios en su inefable ser y vida íntima. […]
[…]

[…] No puede existir una substancia sobrenatural, pues reclamaría como un


débito sus necesarios atributos. La idea de un débito excluye la del don sobrenatural
gratuito. Ateniéndonos a la idea del accidente, todo se concilia y explica. Tres clases
de accidentes se distinguen. 1º Los necesarios, o propios, inseparables de la
esencia; 2º los contingentes, que pueden estar o faltar, como el calor en el agua; 3º
y los otros, al fin, que pueden ser educidos por Dios de la potencia obedencial del
sujeto. Estos últimos, con toda evidencia, son gratuitos. Así, más arriba de las
substancias creadas y de sus naturales accidentes, contingentes o necesarios, se
concibe un orden transcendental y gratuito de accidentes añadidos por la divina
omnipotencia, que justamente podemos llamar orden sobrenatural.

Es preciso también mantener íntegra la síntesis tomista para no perder el


concepto exacto de lo sobrenatural en la gracia santificante. […]

El objeto directo de la creación es el ente, lo que subsiste, no el accidente que,


más bien que ente, es entidad de entidad, entis ens. Cuando un objeto es producido
por vía de creación, los accidentes propios infalible y necesariamente le
acompañan, y de éstos se puede decir, según el término oficial, que son
concreados, concreari. Mas esto nada tiene que ver con los accidentes
sobrenaturales. La gracia y las virtudes infusas, hasta en Adán, en los ángeles y
hasta en Nuestro Señor y su divina Madre, jamás son propiedades de la naturaleza;
siempre son adventicias. Salen únicamente de la potencia obedencial, o capacidad
pasiva de la criatura, para alcanzar todos los más altos efectos que en ella se digne

19
producir el Agente primero e infinito. Claramente afirma Santo Tomás que por tal vía
se producen las virtudes infusas. […]
[…]

20

También podría gustarte