Erasmo y España Tomo II
Erasmo y España Tomo II
Erasmo y España Tomo II
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Sección de Obras de Historia
ERASMO Y ESPAÑA
Primera edición en francés, 1937
Primera edición en español, corregida y aumentada por el autor, 1950
ERASMO y ESPA
MARCEL BATAILLON
del Collége de France
traducción de
Antonio Alatorre
r
II ^o
•
I. Persecuciones aisladas: Diego de Uceda, Reapertura del
proceso del ilumnisvto. 11. El proceso de Juan de Vergara.
Fase subterránea, III. El arresto. Lentitudes del procedimien-
to, IV. La defensa, V. De nuevo el procedimie^ito. La con-
dena yla prisión. VI. Proceso de María Cazalla, VIL Otras
persecuciones: Tovar, Miguel de Eguta, Mateo Pascual, Juan
del Castillo, Fr. Alonso de Virués, Pedro de Lerma, los Valdés,
VIII. Extensión de la conjuración^^ erasmiana. Procesos de
aislados: Miguel Mezquita; el médico López de lllescas. Cam-
bio de atmósfera. Palinodia de Maldonado,
sabiendo que le había ido bien desde su salida de Castilla la Nueva y que "avía sido
provisor en Granada". Por otra parte, Pey Ordeix (cf. Historia crítica, pág. 206)
parece haber visto un documento en que a Juan López se le llama "Capellán de Reyes
de Córdoba o de Granada" (cf. Proceso de Beteta, fol. 47 v°, sobre Juan López, cape-
llán de Granada). Según esto, debía tener una prebenda de la Capilla Real de Granada.
Además, la fórmula empleada por Bivar ("avía sido provisor en Granada") a propósito
de su encuentro con él en casa de Miguel de Eguía en 1528, nos hace creer que había
sido electo como provisor por el Arzobispo Fr. Pedro de Alba, y que la muerte de
este prelado (21 de junio de 1528) le había hecho perder su puesto.
11 Proceso de Juan de Vergara, fol. 3 v° (instancia del promotor fiscal Diego de
Angulo a los Inquisidores de Toledo, 1*^ de diciembre de 1530): "... y se a visto poco
ay en Granada se corrompió por tres vezes un mogo de cárgel en lo de Juan López
de Calaín".
12 Proceso de Rodrigo de Bivar, fols. 8 v° y 9 r°: "que fué quemado agora en la
Inquisición de Granada". Esto lo confirma el Proceso de Beteta, fol. 37 r°: ". . . en com-
pañía de Juan López clérigo que quemaron en Granada" (interrogatorio del 11 de
enero de 1535). Diego López de Husillos parece haber sido perseguido junto con
Juan López, pero condenado a una pena menos severa: "Item dixo que conosció a
Diego López clérigo que es del linaje de los Husillos desta ciudad. Al qual ha oído
decir que penitenciaron en Granada" (ibid., fol. 48 r°).
13 Por lo menos contra Vergara (cf. Proceso de Juan de Vergara, fol. 7 r°, 27 de
julio de 1530). Véanse las deposiciones siguientes y las de Mari Ramírez (fols. 7 v°-ll),
y sobre todo los extractos mucho más completos de la deposición hecha por Francisca
el 22 de septiembre de 1530 (fol. 61 r^).
PROCESO DE JUAN DE VERGARA 13
ganarse la clemencia de sus jueces: no se detuvo en camino tan bueno.
Denunció con los Vergara a su hermana Isabel, denunció a su antiguo
huésped de Valladolid, Pedro Cazalla, así como a su hermana María y
a su hermano el Obispo, al impresor Miguel de Eguía, a los sacerdotes
Juan López de Calaín, Diego López de Husillos y Villafaña, al clérigo
humanista Juan del Castillo, al comerciante burgalés Diego del Castillo,
a la flamenca Ana del Valle.^* Afirma saber cosas del asunto de los
apóstoles del Almirante.^^ Sus deposiciones, confirmadas por otros, con-
vencieron aciertos Inquisidores de que se encontraban frente a una
vasta conspiración "luterana" tramada desde hacía muchos años, y en
la cual Tovar había tenido un papel capital. En 1531, durante el proceso
de un tal Garzón, condenado a la hoguera como Juan López, las depo-
siciones del sacerdote Diego Hernández reforzaron la convicción de
que existía en Castilla una "facción luterana" cuyos principales inspi-
radores eran Tovar y Juan del Castillo.^^ El luteranismo de que se trata
debe entenderse en un sentido amplísimo. Es, como ya hemos visto, el
evangelismo iluminado que tomaba nuevo auge valido de la libre pro-
pagación de los libros de Erasmo. La Inquisición no lo tomó por lo
trágico. El número de acusados relajados por ella al brazo secular pa-
rece haber sido pequeñísimo: Juan López, Garzón y Castillo son los
únicos, que sepamos, que perecieron en la hoguera. Pero la máquina
inquisitorial funcionó sin descanso durante años, encarcelando, tortu-
rando ycondenando a penas de severidad variada. De los muchos pro-
cesos que se juntan esta vez en un vasto proceso múltiple, muy pocos
son los que han llegado hasta nosotros. El de Tovar, que iluminaría con
luz muy reveladora todas estas persecuciones contra un movimiento cuya
alma fué él, es desgraciadamente uno de los que han desaparecido.
Tenemos, para suplirlo en cierta medida, el de Juan de Vergara. Éste
merece un análisis atento.
II
^'^ Sobre todo esta historia, véanse las confesiones de Vergara, Proceso, fols. 251-
255. Sobre el Licenciado Gumiel, cf. supra, t. I, pág. 221.
18 Ibid., fols. 40 v°-41 r°. Interrogatorio de Francisco Gutiérrez (29 de noviembre
de 1530).
19 Ibid., fol. 3 r°-v°. Cf. supra, pág. 12, nota 11.
20 Probablemente hacia el 1° de marzo de 1531. Cf. carta del Arzobispo de Toledo
al Emperador, Ocaña, 7 de marzo de 1531: "... El doctor Coronel falleció, y muy
religiosa y cathólicamente. . ." (A. G. S., Estado, leg. 13, fol. 114).
21 Sin embargo, Manrique había perdido temporalmente la dirección efectiva de la
justicia inquisitorial. Estaba en desgracia en Sevilla desde diciembre de 1529 (cf. Lea,
op. cit., t. I, pág. 305). Desde esta fecha hasta el regreso de Carlos V a la Península,
PROCESO DE VERGARA: FASE SUBTERRÁNEA 21
III
Yo soy cierto que por sueltas que hobiesen sido mis palabras cerca
desto, que no llegarían con las del Cardenal Caietano, aunque fué Legado
en Alemania contra Lutero y se ha empleado contra él más que otro nin-
guno. . Mejor provisión sería por cierto para la fe dar orden en la refor-
mación de las solturas que en esta materia pasan, pues dellas vino todo el
mal de Alemania, que no dar ocasión a que se favorezcan con ver traer a
inquisición estas cosas contra personas que sabrían dar razón de sí cuando se
les demandase por otra vía.^^
Por cierto, señores, cuando esto así fuera, no creo que persona ninguna
de buena intinción me lo to viera a mal; porque Erasmo ni tiene renta ni
beneficio, ni le ha querido tomar; solamente se sostiene de la liberalidad de
señores que de todas partes le proveen. Mas en verdad no podrá el fiscal
probar lo que dice, porque nunca el Arzobispo mi señor dio a Erasmo sala-
rio ninguno, mas de enviársele a ofrecer muy bueno si quería venir a residir
en Alcalá, como asimesmo se lo envió a ofrecer mucho antes el Cardenal mi
señor Don Francisco Ximénez con la mesma condición. Verdad es que en
años pasados, habiendo Erasmo dedicado al Arzobispo las obras todas de
Sant Augustín, corregidas y reformadas, en diez o doce grandes volúmenes,
cuya impresión no pudo hacerse sin costa muy excesiva, Su Señoría Reve-
rendísima, para alguna satisfacción de su trabajo y gasto (como suelen los
señores gratificar a quien les endereza obras), le envió doscientos ducados, y
creo cierto, según la obra es grande, que más quéstos hobieron menester los
molderos para vino, según su costumbre. Y así después, advirtiendo Su Se-
ñoría esto, y sabiendo juntamente cómo se le había muerto a Erasmo el
Arzobispo de Conturbeli [Cantórbery], que le solía ordinariamente proveer
muy largo, dijo un día del año pasado que era razón acabarle de satisfacer
la costa de la impresión de Sant Augustín. Con esta palabra yo le escrebí
que el Arzobispo quería enviarle alguna ayuda y que yo ternía cargo de
dirigirle la cédula; y al fin nunca se le envió nada.
15 Ibid., fols. 278 r°-279 r°. Vergara ya se había explicado verbalmente en la au-
diencia del 17 de julio a propósito de la Determinatio de la Sorbona. Da curiosos de-
talles acerca de lo que él llama en su defensa la "conjuración" sorbónica contra Erasmo:
"Es ynformado este declarante que la Congregación de la Facultad de Theología de
París se congregó para esto obrepticiamente por industria de dos o tres enemigos que
allí tiene el dicho Erasmo los quales aguardaron muchos días ocasión para que estuvie-
sen ausentes los principales de toda la Universidad, e hallando tal ocasión embiaron
secretamente a llamar quantos frailes graduados residían fuera de París, y así con la
ausencia de los unos y sobrevenida de los otros hizieron mayor número los contrarios
de Erasmo que sus fautores e hizieron la dicha determinación contra él en discordia de
mucho número de doctores que votaron al contrario, e que esta relación fué escrita
de dentro de París al doctor Don Pedro de Lerma Abad de Alcalá, el qual lo dixo
a este declarante delante de otros doctores de Alcalá en casa del doctor Matatiguí
yendo este declarante y el dicho Abad a comer con el dicho doctor Matatiguí e ha-
llóse también presente... el Doctor Balvás. .." (fol. 140 v°).
38 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMÍSTAS
Vergara alabar a Erasmo porque descuidaba el rezo del oficio para
estudiar. Pues bien, el hecho mismo de suponer una excusa importante,
como es el estudio, excluye la idea de una condenación absoluta de la
oración vocal. Vergara no pretende defender a Erasmo en esta materia.
"Podía Erasmo dejar el oficio divino por estudiar, aunque fuese mal
dejado, y yo loárselo aunque fuese mal loado, sin tocar en el error de
los que quitan la oración vocal." Pero la acusación pone en su boca
esta enormidad: ¡que la oración vocal es "invención de idiotas"! En
realidad, él mantiene la doctrina constante de la Iglesia. La oración pú-
blica esnecesariamente vocal, lo mismo que la que se impone a los sacer-
dotes, alos prebendados y a los fieles que sufren una penitencia. Pero
la oración privada a que todos los fieles están obligados es principal-
mente la mental. La oración vocal se agrega a ésta como una ayuda
para despertar el espíritu: es necesaria en esta medida. Nada más co-
rriente que esta concepción de las relaciones entre ambas especies de
oración, en San Agustín y en otros autores. Algunos cerebros estrechos
han podido deducir de ello la negación de toda oración vocal. Vergara
rechaza vigorosamente esta solidaridad con ellos.
Por lo demás, en toda su defensa muestra vivísima irritación por-
que se le pretende asimilar a los alumbrados. La devoción, aun la pie-
tista e inteiiorizada, no es de su cuerda:
Mas ya que todo esto cesase (que no cesa), digo que no me tengo por
obligado a oír misa cada día hasta que sea obispo. Y siempre tove y temé
esta libertad de tener en poco a necios y a sus murmuraciones.^^
18 Ibid., fol. 284 r°. Para la deposición de Don Francisco de Silva (25 de septiem-
bre de 1533) véase fol. 169 v°. Este hecho se refiere al año decisivo del Saco de Roma
y de la Conferencia de Valladolid. Véanse también las explicaciones de Vergara en su
respuesta rápida a la publicación (fol. 203 r°).
19 Ibid., fol. 260 v°.
20 Ibid., fol. 280 v°.
21 Ibid., fol. 275 v°.
40 PERSECUaóN DE LOS ERASAIISTAS
Un Vergara ha aprendido en su fuente misma lo que es la filología
sagrada. Pone en su lugar, dentro de la tradición de la Iglesia, a los
Padres que el fraile venera revueltos con todos los santos. Ciertamente,
desaprueba la forma irreverente de las palabras que Fray Bernardino le
atribuye, pero reivindica el derecho de consignar los errores en que
incurrió San Agustín por no haber sabido bien las lenguas. ¿Acaso no
confiesa expresamente este Doctor ignorar el hebreo y saber mal el
griego? Si Vergara ha tomado como ejemplo las Quinquagenae, es que
este libro fué criticado por San Jerónimo. El desacuerdo de estos dos
grandes doctores es bastante conocido, y es opinión bien fundada que,
en materia de lenguas y traducciones, San Jerónimo merece mayor cré-
dito que ningún otro.^^ Eso no es despreciar a San Agustín, como tam-
poco es abrumar a San Isidoro el reconocer que se equivocó en sus
Etimologías. "No es maravilla, pues no aprendieron griego, que no lo se-
pan, que non omnia possiwms 07mies'\ La canonización de un santo no
imphca la aprobación de sus escritos hasta el menor detalle: esta autori-
dad absoluta no pertenece más que al canon de las Sagradas Escrituras.-^
En cuanto a la Escritura misma, ¿acaso debe detenerse la crítica fi-
lológica ante la Vulgata como ante campo prohibido? Las divergencias
entre la Vulgata y el texto hebreo de los Salmos están comprobadas por
el mismo San Jerónimo en su traducción ]uxta hebraicam veritatevt. Las
divergencias de la Vulgata y de la versión de los Setenta no son menos
evidentes. Vergara puede hablar con su experiencia de colaborador de
la Biblia Poliglota:
Cuanto a los libros de Salomón, digo que si forte yo puse alguna vez
ejemplo en ellos (de que no me acuerdo), sería porque los trasladé de griego
en latín a ellos y a otros de la Sagrada Escriptura para la interlineal de la
Biblia del Cardenal mi Señor por su mandado. Aunque más veces hablando
en tales materias suelo poner ejemplo en la Física y Metafísica de Aristóteles
que asimesmo trasladé. Y digo que es así que en los dos libros de Sa-
lomón hallé en algunas partes harta diferencia de lo griego a lo latino, aun-
que en los libros de Salomón no va tanto, pues no se escribieron original-
mente en griego, sino en hebraico. La Sapiencia que intitulan de Salomón
y no lo es se escribió en griego; el Eclesiástico que tampoco es suyo, aunque
se escribió primero en hebreo, pero no se trasladó sino de griego, y aun en
Una vez más, Vergara había querido rivalizar en astucia con la In-
quisición. Había creído ganar tiempo no invocando testimonios de des-
cargo ypidiendo que se mandara incorporar a su expediente toda una
serie de papeles tomados de otros procesos. Demanda plausible en apa-
riencia. La "probanza" o interrogatorio de los "testigos de tachas" tenía
por fin principal descalificar a los testigos de la acusación. Ahora bien,
el principal de estos testigos era Francisca Hernández, abundantemente
confundida por las probanzas anteriores de Miguel de Eguía y de Tovar,
y sospechosa, por otra parte, a causa de su situación de acusada. Por
eso pedía Vergara que se añadieran a su proceso los de Francisca, de
Fr. Francisco Ortiz y de Aledrano, la probanza de Eguía contra Fran-
cisca ante la Inquisición de Valladolid, y, finalmente, gran número de
deposiciones de testigos de descargo invocados por Tovar.^ Pero el pro-
motor fiscal opone a esta demanda una tenaz resistencia. De nada le
sirve a Vergara protestar ante los Inquisidores, denunciar su renuencia a
aceptarla como un artificio para prolongar el proceso: ellos se niegan
a derogar el procedimiento regular, que consiste en volver a interrogar a
todos los testigos que él quiera presentar, aun en caso de que ya
hayan contestado a las mismas preguntas sobre las mismas personas. El
promotor fiscal alega, en efecto, que las nuevas deposiciones de que Ver-
gara pretende prescindir no confirmarían a las antiguas, puesto que
26 Sobre otras semejanzas, véase L. Febvre, Du modemisnie a Erasme, en Revue de
Synthése, t. I (1931), págs. 357-376.
1 Proceso, fol. 292 r°.
PROCESO DE VERGARA: NUEVAS TARDANZAS 43
éstas estaban viciadas por las intrigas del acusado, y puesto que la si-
tuación había cambiado radicalmente, en primer lugar por el encarcela-
miento del omnipotente Secretario, y en segundo por la muerte del
Arzobispo Fonseca. El Consejo de la Inquisición se encuentra precisa-
mente en Toledo, donde está el Emperador. Los Inquisidores demues-
tran aVergara que no es dueño de conducir su proceso como él lo en-
tiende: dan parte de ello a la Suprema, que les concede razón.^
Cansado de la lucha, el 8 de abril de 1534 declara que renuncia a
toda probanza suplementaria y solicita que se le juzgue. Solamente re-
cusa alos frailes, en general, fundando esta recusación en su calidad de
amigo de Erasmo. Pero entonces es el fiscal quien reclama a su vez el
examen de nuevos elementos de información, acentuando además el de-
lito de erasmismo que el acusado pretende usar para su defensa. Invoca
"todos los libros y escripturas que se hallaron en su poder y de los que
el dicho Doctor Vergara envió al Consejo de la General Inquisición. . . ,
ansí de Lutero y sus secuaces como de Erasmo y otras personas que
sean sospechosas en nuestra fe católica". Invoca la censura de la Sor-
bona contra Erasmo. Recuerda los servicios prestados a Erasmo por
Vergara, y en ellos ve precisamente una razón para desechar su recusa-
ción de los frailes. Vergara insiste, y se ufana de haber conseguido de
los ejecutores testamentarios del Arzobispo el pago de los doscientos
ducados prometidos a Erasmo. El Secretario "juraba a Dios que cuando
de aquí saliese de su renta le diese lo que pudiese". Aquí busca nueva
ocasión de interesar en su causa al Consejo y al propio Inquisidor Ge-
neral, que en verdad mal podría tratar al erasmismo como un crimen
contra la fe.^ Vanas fatigas; tal vez, sin embargo, la insistencia de Ver-
gara en recusar a los frailes provocó ciertas instrucciones para la elec-
ción de los consultores que habían de deliberar con los Inquisidores
sobre la sentencia. Los designados para ello no son frailes, y sus votos
no se pueden tachar de erasmofobia.
Pero esta fase decisiva del proceso estaba todavía muy lejos. El
promotor fiscal no renunciaba a acumular nuevos cargos sobre la ca-
beza del acusado. El día mismo en que Vergara intentaba defender ante
Manrique su "culpa" en el capítulo de sus relaciones con Erasmo, se
había recogido una nueva deposición contra él: provenía de un monje
que se había señalado como erasmista militante, y que se hallaba a su
vez bastante amenazado, a pesar de su prestigio de predicador de la
' Cf. Lea, op. cit., t. II, pág. 15.— Por lo demás, Blas Ortiz demostrará posterior-
mente que simpatiza con Vergara. Es un humanista que ha seguido a Adriano VI a
Roma, y que dejará dos obras estimables: el Itinerarhmi AdrioJii sexti ab Hispania ac
ipsius pontijicatus eventus (Toledo, 1546) y la Suvmú teinpVi Toletani descriptio (To-
ledo, 1549). No sé con qué fundamento Tamayo de Vargas afirmó que este último
libro era obra, no de Blas Ortiz, sino del mismo Juan de Vergara (Notae in Luitprandi
Ckronicon, Madrid, 1635, pág. 67). El Archivo de Simancas (A. G. S., Estado, 2687,
2^ suelto ant.) conserva una carta autógrafa del Doctor Blas Ortiz al Príncipe Don Fe-
lipe fechada en Toledo a 22 de enero (sin año), ofreciéndole su libro sobre "las anti-
güedades grandezas
y de esta Santa Iglesia".
8 Froceso, fol. 323 v°. Cf. fol. 330 v° (12 de diciembre de 1534), donde el Doctor
Medina obser\-a a propósito de Francisca Hernández y Mari Ramírez: "Ambas an
depuesto contra Pedro de Ca9alla cosas harto rezias ) los Señores del Consejo no
consienten que por sola su deposición sea presso sin más probanca".
9 Ibid., fols. 323 r^-325.
PROCESO DE VERGARA: NUEVAS TARDANZAS 47
pedir a Valladolid el proceso de Miguel de Eguía. Se reconoce una vez
más la necesidad de arrestar a Pedro Cazalla para someterlo a un inte-
rrogatorio. Sequiere interrogar de nuevo a Fr. Gil López de Be jar y a
Fr. Alonso de Virués, y examinar juntamente con el proceso de Vergara
los de Castillo y su hermano Lucena.^^
Pero el 10 de diciembre, el promotor vuelve a lanzar su tesis hostil
a la fusión pura y simple de los procesos conexos, e insiste en que se
proceda a nuevos interrogatorios. Se esfuerza, una vez más, en demos-
trar que Francisca Hernández y su criada son perfectamente dignas de
fe. Las declaraciones del propio Eguía confirman en parte lo que ellas
dicen. Invoca, pues, en apoyo de la acusación, todos los procesos que
pueden corroborarla, no sólo el de Eguía, sino también los de Alcaraz,
Isabel de la Cruz, el Obispo Cazalla y su hermana María, Juan López de
Calaín, Diego López de Husillos, Diego del Castillo,^^ el Maestro Juan
del Castillo, Juan de Valdés, Gaspar de Vedoya, etc. . .^^
Sin embargo, el tribunal se reúne al día siguiente con los consultores
para votar sobre el proceso. El abogado del fisco es el primero en votar,
y opina por la aplicación de la tortura. La deliberación, interrumpida
a causa de lo avanzado de la hora, continúa el día siguiente. Entonces
las opiniones se dividen: mientras que Ubago se une al parecer del
abogado del fisco, el Doctor Juan de Medina, en una opinión largamen-
te fundamentada, muestra más clemencia. Él es casi tan severo como
Vergara en cuanto al testimonio de Francisca Hernández, el cual, según
observa, no se ha considerado suficiente para proceder al arresto de
Pedro Cazalla ni a la condena de Miguel de Eguía. No obstante, el con-
junto del proceso deja subsistir contra Vergara una cuádruple sospecha.
Es sospechoso sobre la observancia de los preceptos eclesiásticos, par-
ticularmente enmateria de oración vocal y de horas canónicas. También
lo es sobre las indulgencias. Lo es sobre la acción de los sacramentos.
Tiene contra él, finalmente, su adhesión sin reservas al pensamiento de
Erasmo. Pero si se tiene en cuenta su situación eclesiástica y su repu-
tación, lainsuficiencia de los testimonios de cargo y la larga detención
que lo ha afligido duramente en su cuerpo, en su honra y en sus inte-
reses, la clemencia ordena no someterlo a tortura. Medina concluye
proponiendo la abjuración de vehementi para los tres artículos que lo ha-
cen principalmente sospechoso, pues, por lo que hace al cuarto, opina que
hay que "dejar aparte el que toca a la doctrina de Erasmo, fasta que más
10 Ibid.y fols. 326 r°-327 v°.
11 Cf. infra, pág. 63, nota 16.
12 Proceso, fols. 328 r°-329 r°.
48 PERSECUaóN DE LOS ERASMISTAS
■^^^ de
Inquisidores
diciembre seno sientense ponen inclinados
todos dea acuerdo
mayor severidad,
acerca de pues hasta el si-
las sanciones 14
guientes: abjuración de vehanenti en el cadalso del próximo auto de fe;
reclusión de un año en un monasterio, y multa de mil quinientos ducados
de oro. La sentencia habrá de llevar los cahficativos de "impedidor del
Sancto Oficio e corrompedor de los oficiales de él".^^
El proceso parece terminado. Durará todavía un año, a pesar de
las invitaciones del Consejo a hacer justicia y diligencia,^^ a pesar de una
carta de Don Juan Tavera, el nuevo arzobispo de Toledo, que se hace
eco de los anhelos del cabildo, del Inquisidor General y de la misma
Emperatriz, cuidadosa del buen nombre de la catedral en que Vergara
es canónigo.^^ (¿Quién detendrá la ola del procedimiento? Virués, pri-
sionero asu vez en el monasterio de benedictinos de Valladolid, precisa
el punto de la discusión sobre los sacramentos. No se trataba del des-
acuerdo entre Santo Tomás y Escoto, sino de la opinión de Cayetano
según la cual un cristiano en estado de pecado mortal puede, sin con-
fesión previa, celebrar la misa si es sacerdote, a condición de arrepentirse
del pecado o pecados en cuestión. Virués la combatía. Vergara la de-
fendía. ¿Por qué, decía éste, había de dar la confesión una certeza ma-
yor de hallarse en estado de gracia? Porque esta certeza, contestaba
Virués, nace de la virtud que tienen los sacramentos de dar la gracia ex
opere operato. La discusión prosiguió en este terreno, pero "no se habló
Nominales ni Reales, ni en Escoto ni Santo Tomás", sino única-
mente de la gracia conferida por el sacramento y de la mayor certeza,
que de éste resulta, de hallarse en estado de gracia. Además, Lutero
no apareció siquiera en el debate. El calor de la disputa y el afán de no
ceder fueron quizá las únicas causas que hicieron a Vergara negar la
acción del sacramento ex opere operato}^
13 Ibid., fols. 329 v°-332 v''.
14 Ibid., fol. 338 v° (11 de enero de 1535).
15 La carta de Tavera (Madrid, 15 de junio de 1535) está intercalada en el proceso
después del fol. 378, lo mismo que una carta análoga del Consejo de la Inquisición a
los Inquisidores de Toledo (iNIadrid, 14 de junio de 1535).
16 Ibid., fol. 344 (12 de enero de 1535).
PROCESO DE VERGARA: NUEVAS TARDANZAS 49
Como se ve, las deposiciones más serias no aportaban elementos muy
decisivos. Pero los asuntos que se habían incorporado al proceso de
Vergara proseguían su curso: asunto Gumiel, asunto Hermosilla, asunto
Jerónimo Ruiz. Lucena, sometido a tortura, amplifica sus primeras de-
posiciones. Posteriormente se desdirá de una parte de los detalles saca-
dos por la fuerza. Pero mientras tanto, estas declaraciones archisospe-
chosas, lo mismo que las de Maldonado sobre el asunto Jerónimo Ruiz,
constituyen testimonios nuevos, sometidos a las formalidades de publi-
cación yde respuesta.^^ El estado ruinoso de la prisión es causa de
otros incidentes que vienen a sumarse a estos menudos episodios del
procedimiento. Vergara habita la "sala dorada", que es, sin duda, la ha-
bitación más hermosa de toda la cárcel. Pero en un rincón hay una
tabla que se mueve, dejando un espacio por el cual el criado del Doctor
Vergara sale para ir a pasearse en el granero. Aquí, ha hecho un agu-
jero en un tabique para ver en la pieza vecina. Vergara no niega estas
fechorías del ocioso criado. Pero a las reclamaciones del carcelero con-
testa con injuriosa violencia. Por otra parte, la prisión se ha hecho más
rigurosa para él. Se han dado cuenta de que, desde su celda, puede oír
lo que se dice en la calle; entonces lo incomunican.^^ Hace mucho tiem-
po que no puede recibir de fuera sus alimentos. Protesta a cada instante
de las comidas que le sirve el despensero. Una rabia desesperada se
transparenta en sus palabras; decía "que aunque estuviese cuatro ni diez
años y le metiesen en un fondón no se le daba nada". Ante ciertas vio-
lencias de lenguaje, lo amenazan con encadenarlo. Pero él tiene necesi-
dad de gritar su cólera. Apela un día al gobernador de la cárcel para
confiarle cuánto trabajo le cuesta refrenar sus accesos de furor en la
audiencia. "Ya sabéis cómo dije. . . que era menester que los ángeles
me tuviesen las manos. . . Estuve ¡por Dios! para alzar la mano e dar
una bofetada a ese vuestro criado".^^
A partir de principios de mayo, el proceso no da un solo paso, a
pesar de la insistencia con que Vergara solicita que se le juzgue. En
vano declara que renuncia a todo suplemento de averiguación; siempre
se le contesta con nuevas dilaciones para reflexionar mejor,^^ como si se
esperaran denuncias que viniesen a agravar su caso. Pero apenas si se lo-
gra provocar una deposición nueva del Doctor Diego de Albornoz,
canónigo de Sant Yuste, sobre una vieja historia ya contada por Diego
17 Ibid., fols. 347 r°jj., 355 v°jf.
18 Ibid.y fols. 357 r°w.
19 Ibid., fol. 359 r°-v°
20 Ibid., fols. 365 v°-369 v° (28 de abrü a 1' de julio de 1535).
50 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
Hernández: ¡Vergara había dudado de que el Espíritu Santo inspirara
a Albornoz en uno de sus sermones! De quince en quince días, el
prisionero reclama que se acabe por fin. ¡Se le pregunta que por qué
tiene tanta prisa! Sus cambios de táctica, con respecto a la probanza a
que ha renunciado dos veces después de soHcitarla otras tantas, parecen
infinitamente sospechosos.^^
Hay que esperar hasta el 16 de noviembre para que el Inquisidor
Girón de Loaysa apremie a sus colegas a llegar a una conclusión, ya sea
que se haga un auto de fe expresamente para Vergara, ya que se espe-
ren quince días para hacer un auto en que comparezcan los condenados
cuya sentencia habrá de pronunciarse. Pero esta intervención no la hace
por humanidad. Tiene miedo de que un retardo demasiado escandaloso
permita a Vergara llevar ante el Consejo una apelación o una recusación
que parecerían justificadas, y que la Inquisición de Toledo se vea obli-
gada asoltar a su prisionero sin resarcirse siquiera de las costas del pro-
ceso. En efecto, el 24 de noviembre, Vergara, cansado de demandar
justicia, declara que no ve ya más salvación que en la Suprema, puesto
que sin ninguna razón se aplaza la sentencia. Dirige, varios días des-
pués, una instancia al Consejo, y éste ordena terminar el asunto. El 20
de diciembre, por fin, elaboran la sentencia definitiva los Inquisidores y
el Vicario general Blas Ortiz. Éste interviene en favor de Vergara,
proponiendo que se le indemnice de su cautiverio injustamente prolon-
gado ahorrándole la afrenta de comparecer en el estrado del auto de fe.
La abjuración de veheineiiú podría realizarse en San Juan de los Reyes,
en San Pedro iMárrir o en cualquier otra iglesia que designara el tri-
bunal. Vaguer y Yáñez se oponen enérgicamente a toda modificación
de la sentencia, puesto que si el proceso se arrastra desde hace un año,
es, dicen, "por falta de Vergara". Blas Ortiz insiste, y recuerda que en
varias ocasiones ha querido despachar el asunto con Girón de Loaysa.
Pero éste recalca que los consultores Medina y Ubago, antiguos compa-
ñeros de Vergara en San Ildefonso de Alcalá, han juzgado todo con la
mayor clemencia, y que la sentencia debe ejecutarse tal como está, si se
quiere "satisfacer la honra de Dios y la destruición del Sancto Oficio", y
que sirva de escarmiento. El Doctor Vergara tiene que ser el mejor
ornamento del auto previsto para el día siguiente.^^
El antiguo Secretario bebe el cáHz hasta las heces. El 2 1 de diciem-
21 Ihid., foL 370 (22 de junio de 1535).
22 Ihid., fols. 371 r°-373 r° (17 de julio a 30 de octubre de 1535).
23 Ibid., fols. 374 r°-377 v°. Girón de Loaysa lo dice con todas sus palabras:
. . porque faltando él faltaba la mayor parte del auto".
PROCESO DE VERGARA: LA CONDENA 51
bre de 1535 abjura en el cadalso, en pleno Zocodover, mezclado con
un rebaño de oscuros penitentes. Su antiguo camarada de Alcalá Don
Pedro del Campo, Obispo de Ütica, está allí con otros dos canónigos
en representación del cabildo, entre "otras muchas personas eclesiásti-
cas yseglares, vecinos de Toledo e otras partes".^^
La víspera de Navidad, Vergara, después de pagar mil ducados de
multa y de dar garantías para los quinientos restantes, sale de la prisión
y se dirige a casa de su colega Diego López de Ayala, vicario y canónigo
de Toledo, donde quedará preso bajo palabra hasta el día de Reyes.
El 6 de enero de 1536 se traslada al monasterio de San Agustín, lugar
de la reclusión que se le ha impuesto por un año a título de penitencia.
No deberá salir por ningún pretexto, y no recibirá visitas más que en
presencia del prior, del subprior y del vicario del monasterio. Autori-
zado en un principio a hacerse servir por dos criados, reclama y consigue
tener cuatro, uno para ir al mercado, otro para cocinar y los otros dos
para el servicio de su persona. Se le permite oír misa los domingos desde
el coro de los frailes y decir misa en su habitación cuando le plazca.^^
Al poco tiempo se le da licencia de tomar el sol con los frailes en las
"vistas" del monasterio, pero a estas vistas les falta sol, y además no es
tanto sol lo que él necesita, sino un poco más de libertad "para su re-
creaciónsalud".
y
En marzo, el cabildo hace ante el Inquisidor General una gestión
para que exima a Vergara del resto de su penitencia. Él no cree posible
hacerlo, pero decide que el día de San Juan se conmute la reclusión en el
monasterio por reclusión en el recinto de la catedral. Se alojará en las
habitaciones de "la claustra" y podrá volver a ocupar su asiento en el
coro para los oficios. El 23 de junio, en efecto, se le traslada a la cate-
dral.^^ Pero desde el 26 lo denuncia de nuevo a la Inquisición el pro-
motor fiscal como "hereje impenitente relapso", por haber asistido a una
reunión del cabildo. Había podido hacer eso, indudablemente, sin salir
del recinto de la catedral, pero los Inquisidores estiman que es abusar
demasiado de la libertad que se le ha concedido al trasladarlo allí. Tor-
nan ameterlo en la cárcel, y en seguida, al cabo de tres días, lo vuelven
a la claustra; Manrique aprueba su decisión, pero juzga que no hay ra-
zón para llevar más lejos el incidente. En agosto se autoriza a Vergara,
si no a circular libremente por el recinto de la catedral, al menos a tomar
24 Según el acta anexa a la sentencia, publicada junto con el texto íntegro de ésta
por Serrano y Sanz, Juan de Vergara, art. cit., págs. 481-486.
25 Proceso, fols. 382-383. ,
26 Ibid., fols. 384 r°-386 r°.
52 PERSECUaóN DE LOS ERASMISTAS
VI
1* Ibid., pág. 130. Sobre las reservas hechas en sus respuestas orales, cf. supra,
t. I, págs. 421-422.
15 Ibid., pág. 39.
16 Ibid., pág. 127.
17 Ibid., pág. 124.
56 PERSECUaóN DE LOS ERASAIISTAS
sacerdote Diego Hernández. Entre los testigos invocados por María
figuran, al lado de personajes oscuros, algunos fiadores aristocráticos:
el respetable Pero Gómez, Señor de Pioz; su hijo Álvar Gómez de Ciu-
dad Real, humanista y poeta cristiano conocido por su Thalichristia y su
Musa Faulina; su yerno Don Alfonso de la Cerda, hermano del Duque
de Medinaceli. María apelaba igualmente al testimonio de Juan de Ver-
gara, de su hermano Francisco, el helenista, y del humanista Martín Laso
de Oropesa, que había estado, en su primera juventud, al servicio del
Obispo Cazalla.^* La acusación no acepta sin reservas estos testimonios,
varios de los cuales son sospechosos. El promotor fiscal pide que se haga
a un lado a los sacerdotes Gonzalo Páez y Hernando de Espinosa, ai
religioso Fr. Pedro de los Ángeles, a Martín Laso de Oropesa y al Doc-
tor Vergara, a causa de que han sido denunciados al Santo Oficio por
iluminismo y otros dehtos.^^ No obstante, con excepción de los her-
manos Vergara, se interroga a todos los testigos.
El proceso sigue su curso con la pereza habitual, a pesar de las
gestiones hechas por la acusada para recordar su existencia a los jueces.
El 8 de mayo de 1534, al cabo de dos años de prisión, parece que su
caso va a entrar en una fase decisiva, pues se toma la resolución de some-
terla a tortura, absurdo y odioso coronamiento de la instrucción en la
mayoría de los procesos. Pero esta prueba no la sufre hasta octubre.
Sometida a nuevo interrogatorio, ha negado todos los cargos que pesan
sobre ella. Tres días después se le notifica solemnemente la sentencia de
tortura, con la acostumbrada advertencia de que, si sobreviene la muerte,
o si queda lisiada, o si hay derramamiento de sangre, "a culpa de ella sea
y no de sus mercedes los reverendos Inquisidores".^^ María protesta con-
tra el trato indigno con un pudor y una firmeza inquebrantables. So-
metida alsuplicio de las cuerdas, y en seguida al del agua, repite sin
cansarse que no tiene nada que decir, puesto que ha dicho ya toda la
verdad. Invoca al Rey del Cielo atado a la columna, al Redentor muerto
por ella, al Dios a quien adora en el Santísimo Sacramento; invoca a los
santos mártires Esteban, Lorenzo, Simón y Judas; echa en cara a sus
verdugos su crueldad, se mofa de la fuerza de que alardean contra una
débil mujer. Ella es quien se queda con la última palabra. Se suspende
la tortura en razón de lo avanzado de la hora. Mientras se retiran los
18 Ibid., págs. 106-111 (preguntas que se han de hacer) y 131-134 (algunas respues-
tas a esas preguntas). Utilizamos aquí el Proceso original, en particular (fol, 124 r°) el
"Memorial de los testigos de tachas". Sobre las relaciones de Laso de Oropesa con
el Obispo Cazalla, cf. supra, t. I, pág. 218, nota 50, e irifra, pág. 68, nota 3.
19 Proceso original, fol. 131 r° (22 de abril de 1533).
20 Melgares Marín, op. cit., pág. 143,
OTRAS PERSECUaONES: BERNARDINO TOVAR 57
Inquisidores, ella dice, en voz lo bastante alta para que la oiga el notario,
que "más valía quedar lisiada que condenada por la Inquisición".^^
La sentencia definitiva se pronuncia finalmente el 19 de diciembre.
Es moderada, a pesar de una última tentativa de la acusación por de-
mostrar que María Cazalla alentó a los herejes y puso trabas a la justicia
inquisitorial. Inquisidores y consultores están de acuerdo en no retener
contra ella más que una ligera sospecha de herejía. Abjurará de levi en
la audiencia misma. Se le ahorrará la afrenta del auto de fe. La peni-
tencia púbHca que se le inflige tendrá por teatro la iglesia de su parro-
quia: oirá la misa mayor con un cirio en la mano, de pie ante las gradas
del altar, excepto en el momento de la elevación, en que se arrodillará;
rezará durante esta misa siete padrenuestros y siete avemarias y oirá la
lectura de su sentencia después del ofertorio. Se la invita a abstenerse
en adelante del trato de personas sospechosas de iluminismo o de cual-
quier otra hereía. Pagará, finalmente, cien ducados de oro por las costas
del Santo Oficio. Hecho esto se le levantará el secuestro de sus bienes.^^
María sale el 20 de diciembre de 1534 de la cárcel en que la había
encerrado durante treinta y dos meses una leve sospecha de herejía.
Vuelve a la oscuridad de que jamás hubiera salido sin su proceso. Ella
es, ciertamente, de esa sangre de los Cazalla a quienes su ascendencia
judía parece condenar a la inquietud rehgiosa en el seno de la comuni-
dad católica de España. Pero encama, al mismo tiempo, mejor que na-
die, el destino del erasmismo español: fermentación espiritual que pro-
longa eliluminismo quietista de un Alcaraz y de una Isabel de la Cruz,
que evoluciona gracias a Erasmo hacia un pietismo impregnado de
razón, y que, después de algunos años de libertad casi completa, se hace
repentinamente sospechosa de luteranismo sin que el pensamiento de
Erasmo haya sido condenado oficialmente.
VII
Es ésta una grave crisis que hay que renunciar a reconstruir con
una documentación tan fragmentaria. Intentemos, al menos, dar una
idea de su ampHtud. Entre los hombres que habían hecho un papel en
lo que se puede llamar la revolución erasmiana, muy pocos se escaparon
entonces de las persecuciones o de las denuncias.
No se puede decir exactamente cuál fué la suerte de Tovar, pues su
proceso es uno de los desaparecidos, laguna lamentable entre todas, si se
21 ibid^^ pág. 147.
22 Ibid., págs. 147-154.
58 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
piensa en el lugar central que este hombre tiene en el movimiento. No
todo es extravagante en las denuncias de Diego Hernández, que refieren
casi todo a Tovar. Se entrevé que su arresto dio la señal de la desban-
dada para cierto número de clérigos y de humanistas de Alcalá que se
sentían no menos amenazados que él; y hasta es probable que algunos
se hayan alejado de España entre su primer interrogatorio y su arresto,
es decir, entre diciembre de 1529 y septiembre de 1530: es imposible
fijar con mayor precisión las fechas de partida de Juan de Valdés y de
Mateo Pascual a Roma, y de Miona, iMiguel de Torres y Juan del Cas-
tillo aParís.^ En 1533, en vísperas del arresto de Vergara, el proceso
de Tovar se prolongaba todavía sin que se hubiera recogido ningún nue-
vo testimonio: su hermano no le aconsejaba buscar una conclusión rá-
pida, con la esperanza, sin duda, de que otros procesos entablados bajo
mejores auspicios tuviesen una influencia feliz sobre el suyo.^ Tovar,
en resumidas cuentas, debió probablemente abjurar de vehementi y su-
frir una penitencia más o menos prolongada.^
El impresor Miguel de Eguía, interrogado por los Inquisidores des-
de 1530, encarcelado desde el otoño de 1531, seguía preso en mayo de
1533: su proceso estaba en instancia ante la Suprema a causa de des-
acuerdo entre los Inquisidores y el representante del ordinario respecto
a la sentencia, pues aquéllos reclamaban una pena pecuniaria, mientras
que éste opinaba por la absolución pura y simple. Sin duda se le libertó
poco después.^
1 Proceso de Vergara, doc. cit., fols. ^ss. Diego Hernández es quien, en su
ininteligible memorial del 27 de mayo de 1532, alude a la partida de Torres y de Aliona,
ambos futuros jesuítas. Miona, dice el testigo, "se fué a París con otro bonito estudiante
que allí estava en Alcalá; yo creo que por lo de Tovar e la quema de Garlón o por
su prisión se fué. . ." Un poco adelante nos da el nombre de este estudiante que se
había marchado a París con Miona; se llamaba "Gasion o Manuel Díaz, que tenía
dos nombres".
2 Ibid., fol. 98 v°.
3 En un manuscrito de la B. N. P. (Fonds espagnol, 354), en que están copiadas
las principales piezas del debate relativo al Estatuto de limpieza de sangre promulgado
en 1547 en la catedral de Toledo, se lee a continuación del pasaje que atañe a Vergara
y a su condena: "y un su hermano fué presso en la Santa Inquisición" (fol. 19 v°). Se
refiere con toda verosimilitud a Tovar. Si éste hubiera sido condenado a la hoguera o
a prisión perpetua, los defensores del Elstatuto, afanados como estaban en abrumar a
Vergara y a todos los opositores, no dejarían de decirlo.— Otras copias de los mismos
documentos se hallan en manuscritos de la B. N. M. (Fondo Osuna, Mss. 11008 y
11207). Se encuentra el pasaje relativo a Vergara, pero no las palabras que aluden a
su hermano (véase en particular el Ms. 11207, fols. 251-257).
4 Proceso de Vergara, fol. 22. Cf. fol. 3 v°, donde d promotor fiscal, con fecha 1*?
de diciembre de 1530, habla de "la confessión de Miguel de Guía", y fol. 98 v° (car-
ta de Vergara a Tovar, 19 de abril de 1533): "El proceso de Eguía vino al Consejo quia
OTRAS PERSECUaONES: MATEO PASCUAL 59
Francisco Gutiérrez, que había pensado huir en el momento del
arresto de Tovar, estaba entonces en la cárcel y se defendía no sin de-
nuedo.^
Tapia, gracias a la intervención del Capiscol y del Maestrescuela,
grandes amigos de uno de los Inquisidores, había obtenido su libertad sin
más penitencia que la prohibición de vestir ropas eclesiásticas.^
Pero la Inquisición estaba ocupada en ese momento en coger en
sus garras a dos hombres cuyas huellas había seguido durante largo
tiempo en el extranjero. El Doctor Mateo Pascual, antiguo rector del
Colegio de San Ildefonso de Alcalá, debió de haber saHdo de Roma sin
demasiada inquietud, llamado a las funciones de Vicario general del Arz-
obispado deZaragoza."^ Pero las denuncias recogidas contra él —compla-
cencias en el asunto de la Doctrina de Valdés, imprudencia de lenguaje
acerca del purgatorio— parecieron suficientes para justificar su arresto.^
ordinarius omnino absolvebat, alii injungebant penitentiam scilicet pecuniariam y aún
no está deciso". — Sobre la libertad de Eguía, cf. el texto citado supra, pág. 30, nota 1:
"De Eguía sui affirmant liberum exiisse. . ." (texto sin fecha, que parece de febrero
de 1534).
5 Ibid., fol. 98 r°-v° (cartas interceptadas el 11 y el 19 de abril de 1533).— Cf. los
interrogatorios de Gutiérrez (29 de noviembre de 1530 y 10 de abril de 1532, fols. 40-
41) y las declaraciones de Vergara en la audiencia del 28 de junio de 1533 (fol 129 v°).
6 Ibid., fol. 98 r°. Vergara no nombra al Capiscol y al Maestrescuela a quienes
Tapia debe su libertad. En 1547 estas dignidades las ocupan, respectivamente, Bemar-
dino Zapata y Bemardino de Alcaraz, los cuales, en el debate del Estatuto de limpieza
de sangre, figuraron al lado de Vergara en la minoría de la oposición y fueron denun-
ciados como cristianos nuevos por tener muchos lazos con judaizantes (véanse los
Mss. citados en la nota 3 de la pág. 58, en particular el 11207, fols. 251 íí.). El Maes-
trescuela Bemardino de Alcaraz es el protector de la Universidad de Toledo, fundada
por su tío Francisco Álvarez de Toledo, Maestrescuela como él.
7 Sin embargo, Vergara, en la audiencia del 28 de junio de 1533 (fol. 129 r°-v°),
afirma haber escrito a Juan de Valdés y a Pascual para decirles que todos interpretaban
su salida a ItaUa como una huida de las persecuciones inquisitoriales. "Juan de Valdés
respondió. . . escusándose de su venida con algunas razones y diziendo que ya el
M° Pascual era partido para España", y que había apresurado su regreso a causa de los
enojosos rumores que corrían acerca de su salida, "especialmente en Alcalá, donde avía
rezias pasiones de colegiales contra él sobre una gran diferencia que allí ovo". Tal
vez esta "diferencia" sea la disputa de que habla Enzinas en sus Memorias. Él afirma
que su contradictor le objetó: "Si la cosa fuera así, se seguiría que no existe el pur-
gatorio", yque Pascual contestó: "Quid tum?" (¿Y qué?). Enzinas, por lo demás,
parece conocer este asunto de oídas y muy vagamente, pues pretende que, por esta
sola frase, se echó a Pascual sin tardanza en la cárcel inquisitorial, de donde no salió
sino mucho tiempo después (Enzinas, Mémoires, ed. Campan, t. II, pág. 157).
s Según las cartas secretas de Vergara a Tovar, Proceso, fol. 118 v° (carta inter-
ceptada el3 de mayo de 1533): "... ya me dizen que han quitado a Mosén Pascual el
oficio de Zaragoza, que deve ser bíspera de más mal", y fol. 120 r° (carta interceptada
el 12 de mayo): "Pascual está bueno en su officio. Verdad es que ha más de tres meses
60 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
El 6 de junio, el Inquisidor General, después de examinar su proceso,
recomienda a los Inquisidores de Aragón que lo llamen sin despertar
sospechas, haciéndole creer que se le convoca como consultor, y lo so-
metan a un hábil interrogatorio: si confiesa dando pruebas de contrición
y de verdadera obediencia, Manrique aconseja proseguir su proceso con
el máximo de consideraciones, asignándole por prisión una casa honora-
ble; pero si sus respuestas no dan satisfacción, no habrá más remedio
que encarcelarlo, tratándolo lo mejor que sea posible. No tardarán en
conducirlo a la prisión del Santo Oficio de Toledo, con todas las excusas
debidas a un Vicario general. Manrique lo recomienda en varias oca-
siones para que se le juzgue pronto.^ No se sabe cuánto tiempo duró
su proceso, ni con qué clase de abjuración terminó. En 1537 Mateo
Pascual se hallaba en Aragón y había recobrado su libertad, a juzgar por
las cartas que le dirigía desde Bolonia Antonio Agustín. Pasará casi todo
el resto de sus días en Roma, donde morirá, en 1553.^^
que se dize que el Arzobispo nuevo proveía de otro. Pero de ocasión de agora. . . nihil
scimus aunque se avía dicho".
^ Según las cartas del Consejo de la Inquisición y de Manrique a los Inquisidores,
A. H. N., Inquisición, lib. 321, fols. 123 r° (23 de abril de 1533), 126 r° (29 de mayo
de 1533), 127 v° (6 de junio de 1533) y 136 r° (15 de julio de 1533). Esta última carta
es la que da la clave de las demás, en que no se llama a Pascual por su nombre. Está
dirigida, no a los Inquisidores de Aragón, como las precedentes, sino a los de Toledo.
Manrique les dice: "Ya havréys visto cómo fué acordado que el Maestro Pasqual Vicario
general del Señor Argobispo de Zaragoza se llevasse a las cárceles desse Sancto Officio
por ser él denunciado y testificado en essa Inquisición y al tiempo de su prisión se hi-
zieron con él todas las justificaciones que fueron possibles considera'da la calidad de su
persona y del dicho cargo que tenía y por respecto y contemplación del dicho Sr. Arzo-
bispo, el qual agora nos ha hablado para que os scriviéssemos que la causa del dicho
Mro. Pascual sea brevemente despachada y él bien tratado en la cárcel. . ." El Inquisi-
dor General recomienda de nuevo que sea bien tratado y se le juzgue rápidamente en
carta del 10 de septiembre (ibid.y fol. 160 v°). Manrique había vuelto a tomar en sus
manos la dirección de los asuntos inquisitoriales desde la llegada del Emperador a
Monzón.
10 Ant. Augustini Opera, Lucca, 1772, págs. 170-173. Una nota de la pág. 170 dice
de Pascual: "Fuit. . . Aragonensis doctissimus, Ecclesiae Caesaraugustanae Canonicus,
lites habuit plures, quarum causa Romae vixit ac devixit, anno MDLIII sepultus in
Ecclesia S. Joannis Lateranensis cum sequenti epitaphio quod ipse sibi composuerat:
los españoles andavan a sombra de tejados fué necessario abrigallos debaxo del mío"
(el Cardenal de Santa Cruz al Comendador de León, Roma, 12 de abril de 1532.
A. G. S., Estado, leg. 319, fol. 12; este texto ha sido publicado por el Marqués de Alcedo,
Le Cardinal Quiñones et la Sainte Ligue, op. cit., pág. 301). El Consejo escribe al
Señor de Ayerbe el 22 de junio (registro citado, fol. 64 v°) para decirle que el hombre
no ha sido encontrado en Roma y que se ignora en dónde está: "Sería bien, se añade,
que V. m. muy secretamente se informe dónde puede estar y nos havise de lo que se
supiere, porque es cosa que importa mucho averse este hombre a las manos". Cf.,
acerca del mismo asunto, fols. 109 r°, 136 r°, 152 v° y 160 v°.
13 Ibid., fol. 109 (carta del Consejo al Señor de Ayerbe, Madrid, 4 de febre-
ro de 1533): "Por otras havemos scrito a V. M. lo mucho que cumpliría al sen^icio
de Dios que el Mro. Castillo fuesse preso y embiado a la Inquisición de Barcelona o de
V^alencia para que de allí se truxiesse acá. Tenemos alguna relación de que él está en
essa Universidad de Bolonia y lee griego, y si assí es havrá agora muy buena disposición
para lo susodicho". Se recomienda al Señor de Ayerbe gran secreto en su averiguación
y se le sugiere que se informe en casa de Martín Pérez de Oliva, cuñado del secretario
del Consejo Juan García: Martín, miembro del Colegio de San Clemente de Bolonia,
está bien colocado para darle esos informes.— El 17 de mayo, Vergara escribía a Tovar
en una de sus misivas secretas, refiriéndose a mensajes anteriores del 3 y del 5: "Lo
principal que avisava era de cómo en Bolonia prendieron a un Maestro Castillo hermano
de Lucena por mandado del papa e a instancia del emperador quorum uterque ibi tune
accessit. No sé si le conocéis a éste. Yo creí que le avían traído a esa cárcel y es burla.
No es venido a Elspaña. Algunos dizen que le traerán. Otros no lo crehen". El men-
saje del 3 de mayo, que está mal descifrado (fol. 118 v°), habla del arresto de Castillo
y dice que seguramente ha llegado a Barcelona en uno de los barcos que traían al
Emperador y a su Corte.— El mensaje del día 5 (fol. 119 r°-v°) precisa que la aprehen-
sión de Castillo la anuncia una carta escrita de Bolonia el 22 de febrero. Explica también
que el prisionero recién entrado en la cárcel inquisitorial de Toledo no es Castillo, sino
un Bachiller Daval, originario de la región de Perpiñán y estudiante del Colegio Tri-
lingüe de Alcalá.
1* "Confessión que hizo e presentó escripta de su mano ante el 111™° y Rev™o
Señor Cardenal e Inqo^. General en Barcelona a 16 del mes de Junio". Un extracto
de este documento se encuentra en el Proceso de María Cazalla, fol. 149 r**, así como
extractos de las deposiciones ulteriores de Castillo. Otros fragmentos son igualmente
conocidos por los procesos de Petronila de Lucena y de Beteta.
OTRAS PERSECUaONES: JUAN DE ÁVILA 63
tortura todavía en 1535/^ el de su hermana Petronila de Lucena, presa
durante buena parte del año 1534, el de su pariente u homónimo Diego
del Castillo,^® no se posee ya más que el de Petronila.^*^ Aunque poco
importante, encierra bellísimas cartas espirituales de Juan del Castillo a
su hermana,^^ y nos revela que Juan, cuando se le trajo a España y se le
arrojó a la cárcel, manifestó una desesperación tan honda que llegó
hasta intentar el suicidio. Su caso era seguramente grave.^^ Sabía que
Juan López de Calaín, compañero suyo en la empresa de apostolado de
Medina de Ríoseco, había muerto en la hoguera. Su proceso fué larguí-
simo: el 8 de enero de 1535 todavía no se le juzgaba; se le arrancaban
por tortura nuevas declaraciones.^^ Parece que finalmente se le condenó
a la hoguera sin que Manrique, su antiguo mecenas, hubiera podido o
querido alcanzar para él un trato más clemente. Su nombre, en la lista
de los testigos del proceso de Beteta, va acompañado de la mención:
"quemado".^^
Otro protegido del Inquisidor General fué perseguido hacia el mis-
mo tiempo por la Inquisición de Sevilla: el Maestro Juan de Ávila, más
tarde conocido con el título de Apóstol de Andalucía, cuyo apostolado
se hizo entonces, sin duda, sospechoso de iluminismo. Se carece de de-
is Proceso de Juan de Ver gara, fols. 40 (9 de marzo de 1532: Gaspar de Lucena
"que estava preso"), 351 r° y 352 v° (enero-febrero de 1535).
16 Según una Cédula de la Reyna (Madrid, 7 de diciembre de 1535), su proceso fué
en Granada: . . me ha sydo fecha relación que por los Venerables Inquisidores contra
la herética pravedad y apostasía en la ciudad y reino de Granada, Diego del Castillo,
vezino de la ciudad de Burgos, fué reconciliado a nuestra santa fee cathóhca por el
dicho delito y confiscados sus bienes a nuestra cámara e fisco" (A. H. N., Inquisición^
Cédulas reales, lib. 246, fol. cxxix v°).
17 A. H. N., Inquisición de Toledo, leg. 111, 46, fol. 1 v°. El arresto se ordena
el 23 de abril de 1534.
18 Una de ellas la hemos publicado en Juan de Valdés, Diálogo, ed. cit., págs. 37-38.
19 Declaración de Petronila del 3 de septiembre de 1534. Hay en el mismo proceso
(fol. 8 r°) un extracto de "confesiones" hechas por Juan del Castillo en Toledo, el 7 de
marzo de 1534, en presencia del Inquisidor General Manrique. Según ese extracto, el
acusado confesó un "luteranismo" que se puede resumir así: Todo el mundo está sal-
vado, pecadores y no pecadores; inutiUdad de las obras; no hay libre albedrío; los
preceptos de la Iglesia no son obHgatorios; un sacerdote puede dejar de rezar las horas
canónicas. Él mismo "dezía misa sin rezar". No creía en la presencia real.
20 Según el Proceso de Beteta, fol. 25 v°.
21 Foja no numerada, al principio del proceso: "quasi nihil quemado. El M° Cas-
tillo, fol 25, no Rdo". Lo cual significa, en el estilo abreviado de estos documentos, que
el testimonio de Castillo que aparece en el folio 25 del proceso, como no aduce casi
nada contra el acusado, no ha sido ratificado porque el testigo ha sido quemado. La
misma lista lleva frente al nombre de "Graviel Ramírez, clérigo", otro testigo no rati-
ficado por causa de defunción, estas palabras: "Nihil vel quasi, Obiit, no K^^'\
64 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
1541.2^
Otros erasmistas notorios fueron sustraídos por la muerte a la pri-
sión que los esperaba, o se salvaron de ésta por un destierro sin regreso.
El Obispo Cazalla murió antes que su proceso entrara en la fase decisi-
va.^^ Esto fué lo que ocurrió también con el Secretario Alfonso de
Valdés, contra quien se había abierto una causa en 1531, tal vez a conse-
cuencia de ciertas denuncias relativas a sus charlas con Melanchthon. Su
hermano Diego, canónigo de Murcia, a quien había confiado sus manus-
critos, había tenido, por su parte, la imprudencia de dejar circular el
Diálogo de Mercurio y Carón. La Suprema, informada de este escán-
dalo, había ordenado que se le remitiese el libro con un examen de los
pasajes que parecían más alarmantes. Al improvisado censor no le había
costado ningún trabajo señalar irreverencias a instituciones venerables
como las indulgencias, el patrimonio de San Pedro, los ornamentos de
los obispos o la costumbre de invocar a la Virgen al comienzo de los
sermones; descubría en Valdés sentimientos favorables a los alumbrados
y hostiles a los frailes, y por último, una tendencia a poner el estado de
matrimonio por encima del de virginidad y la oración mental por encima
de la vocal. Al mismo tiempo, el asunto del Diálogo de las cosas ocu-
iridas en Roma renacía de sus cenizas. El Obispo de Mondoñedo, cosa
curiosa, encargaba de la censura del Lactancio al erasmista Pedro Juan
Olivar: a falta de herejía, éste señalaba en el diálogo una hostilidad de
mal ejemplo respecto al Papa y una prontitud excesiva en interpretar los
juicios de Dios, un pasaje lamentable sobre las rehquias, cuya supresión
ha aconsejado en vano Olivar al autor, y un pasaje no menos peligroso
sobre las imágenes.^^
En cuanto a Juan de Valdés, su proceso se dirigió, entre otras co-
sas, contra su Diálogo de doctrina cristiana. Como estaba sumamente
comprometido por sus amistades iluministas, su partida a ItaHa se con-
sideró como una huida de las persecuciones inquisitoriales. Vergara se
lo había advertido, por los días en que Pascual se decidía a regresar a
30 Nuestra única fuente es aquí Enzinas, MéfTtoires, ed. cit., t. II, pág. 169. Mar-
tínez Añíbarro, op. cit., págs. 318-320, no añade cosa de importancia. Sólo da la fecha
de muerte de Pedro de Lerma: 27 de octubre de 1541.
31 Cf. supra, pág. 53, nota 4.
32 Cf. Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, ed. cit., págs.
227-230, y Diálogo de Mercurio y Carón, ed. cit., págs. 269-274, donde José F. Monte-
sinos publica lo esencial de las censuras del Doctor Vélez, de Murcia, y de Pedro Juan
Olivar.
LA "CONJURAQÓN ERASMIANA" 67
España.^^ Pero Valdés prefirió permanecer en Italia, donde halló una
segunda patria y ejerció una influencia espiritual de primer orden.
VIII
Las indicaciones que preceden dan ciertamente una idea muy in-
completa de las persecuciones o de las pesquisas de que por esa época
fueron objeto los erasmistas españoles. La lista de herejes y de sospecho-
sos redactada por Diego Hernández con el título de Cohors sive factio
luthermorum^ no es, seguramente, muy digna de crédito. Este sacerdo-
te, gran bailarín y amigo del chiste, inspira muy poca confianza cuando
intitula sus denuncias "Imaginación cristianísima o inspiración divina".
Pero, por otra parte, parece que sabe en efecto lo que dice, y que re-
cuerda, de sus conversaciones con Juan del Castillo, muchos nombres
de humanistas que simpatizaban con el movimiento de renovación reU-
giosa. Por esta razón, sin conceder demasiada importancia a los rótulos
que le sirven para definir la culpabilidad de cada cual, tenemos que hacer
caso de sus indicaciones. No falta en su lista ninguno de los iluminados
erasmizantes de quienes consta, por otras fuentes, que tuvieron algo que
ver con la Inquisición. Así, no carece de interés el encontrar en buen lu-
gar, en el mismo documento, a "los canónigos de Palencia" (pensemos en
el Arcediano del Alcor), al predicador imperial Fr. Gil López, amigo
de María Cazalla, al humanista Laso de Oropesa, al Comendador griego
Hernán Núñez, a Fr. Dionisio Vázquez, profesor de BibHa en Alcalá, y
a otros complutenses corno Ramírez, profesor de retórica, los doctores
Hernán Vázquez y Albornoz, canónigos de Sant Yuste, y Miguel de
Torres, antiguo vice-rector del Colegio TriHngüe.^ Si no tuvieron su
33 Cf. mpra, pág. 59, nota 7, y Juan de Valdés, Diálogo de doctrina cristiana, ed.
cit., págs. 77 ss. Tenemos la prueba material de que la Inquisición lanzó un proceso con-
tra Juan. La deposición del Doctor Medina relativa al Diálogo, pieza incorporada pos-
teriormentelos
a procesos de Mateo Pascual y de Vergara, lleva la indicación marginal:
"Sacóse del proceso de Juan de Valdés" (Proceso de Vergara, fol. 182 r°; cf., en el
v», la ratificación del mismo testimonio, con la mención: "Sacóse del proceso de Matheo
Pascual").
1 Publicada por Serrano y Sanz, Jtim de Vergara, art. cit., págs. 910-912. La com-
ponen más de setenta nombres.
2 Núm. 3, "Los canónigos de Palencia, finos lutheranos endiosados" (cf. supra, t. I,
pág. 215, nota 37, a propósito del canónigo Pero Hernández). — ^Núm. 70, "Fray Gil, loco
deslenguado".-Núm. 23, "Oropesa, herido cierto".— Núm. 37, "El comendador griego,
gentilis vel luteranus".— Núm. 39, "Fray Dionisio herido por Erasmo".— Núm. 36, "El
maestro Ramires, retórico, conoscido".— Núm. 40, "El doctor Hernán Vásquez herido
por Tovar".— Núm. 41, "El doctor Albornoz, redemtus a Valdés, ereje luterano".— To-
rres, aquien Diego Hernández ha olvidado en esta lista, es nombrado por él en su
68 PERSECUaóN DE LOS ERASMISTAS
expediente en las escribanías de la Inquisición todos estos personajes, sí
es probable que más de uno lo tuvo. Cuando María Cazalla invoca el
testimonio de Laso de Oropesa, recusa a éste la acusación como sospe-
choso de herejía.^ En cuanto a Torres, que regresó a enseñar en Alcalá
en 1530, había despertado las sospechas de la policía inquisitorial, que
había encomendado a Jerónimo Ruiz la tarea de vigilar la corresponden-
cia que mantenía con Alcalá gracias a los buenos oficios del librero
Fierre Rigaud.^
Pero es preciso ir más adelante. Todos estos hombres pertenecían a
deposición de 1532 entre los secuaces de Tovar: "Torres, retórico, dañado" (cf. Serrano
y Sanz, art. cit., pág. 910). La palabra conocido, aplicada al Maestro Ramírez, se usaba
en el sentido de 'sospechoso', especialmente en la limpieza de sangre (cf. la frase
"bueno y no conocido" citada por Rodríguez Marín en una nota de su edición del
Quijote, t. VI, pág. 456, nota).
3 Cf. supra, pág. 56. — Según lo que reza su epitafio, nació en Oropesa hacia 1494.
Pero el 22 de abril de 1533, declarando a petición de María Cazalla (Proceso, fol. 131
V**), afirma tener unos treinta años. Sin duda el epitafio está equivocado o mal transcrito.
En esa misma deposición, Martín dice que ha estado al servicio del Obispo Cazalla hacia
la edad de catorce o quince años. Por otra parte, sitúa sus relaciones con María Ca-
zalla entre 1522 y 1525, época en que debía ser estudiante en Alcalá. Del senicio del
Obispo Cazalla había pasado al del Arzobispo Fonseca. El 22 de abril de 1533, el pro-
motor fiscal de la Inquisición de Toledo lo designa como "criado del Ar9obispo de
Toledo" (ibid., fol. 131 r*'). Después de la muerte del prelado tuvo el cargo de secre-
tario de Doña AIcncía de Mendoza, a quien acompañó a París y a Breda (cf. infra,
pág. 98). Fué sin duda en Flandes donde publicó su traducción de Lucano: La historia
que escrivió en latín el poeta Lucano, trasladada en castellano por Martín Laso de Oro-
pesa secretario de la excelente señora Marquesa del Xenete condessa de Nassou (1^ ed.,
s. 1. n. f., cf. J. Peeters Fontainas, Bibliograpbie des impressions espagnoles des Pays-Bas,
Louvain-Anvers, 1933, núm. 835; reimpresiones de Lisboa, 1541, y Burgos, 1588, cf. Ga-
llardo, Ensayo, t. III, núms. 2618 y 2619). De acuerdo con la dedicatoria (citada por
Mayáns, Vivís Vita, en Vivis Opera, Valencia, 1782, t. I, pág. 217), esta publicación
debió seguir muy de cerca a la muerte del Conde de Nassau, marido de Doña Mencía.—
En 1546, nuestro humanista estaba en Roma, como secretario de Don Francisco de
Bobadilla y Mendoza, Cardenal de Coria. Páez de Castro escribía desde Trento (10
de abril de 1546) a Agustín Cazalla: "De Oropesa recebí una carta, en que me traía
a la memoria del año 1523. Yo le respondí que, vista su carta, le conocí en las manos
y en la boz, v, quanto a lo del tiempo, por oydas lo sabía. . . También recebí otra del
Cardenal de Corn su amo, en que me conbida con su casa mui cumplidamente y con gran
humanidad" (Ch. Graux, Essai sur les origines du jonds grec de VEscurial, Paris, 1880,
pág. 403). Según su epitafio (Nic. Antonio, t. II, pág. 104 b), era canónigo de Burgos
y seguía siendo secretario del Cardenal Mendoza cuando murió en Roma, el 18 de
enero de 1554, "en su sexagésimo quinto año". ¿Habrá que corregir la fecha de su
muerte, y decir 1564? O bien, ¿habrá que leer "quinquagesimo quinto".^ No podemos
resolver el problema.
4 Cf. supra, t. I, págs. 248-249, nota 15. Véase A. H. N., Univ. de Alcalá, lib. 397 f,
fol. 79 \'^: se provee a Miguel de Torres de una regencia de "Súmulas", el 10 de octu-
bre de 1535. En otro lugar trataremos de reconstruir la carrera de este personaje hasta
su entrada en la Compañía de Jesús.
PROCESO DE MIGUEL MEZQUITA 69
un mismo medio y se conocían más o menos. Había entre ellos, si no
los lazos de complicidad que sugiere Diego Hernández, sí una especie de
masonería creada por la comunidad de estudios. Pero la influencia
de Erasmo por el libro se había extendido mucho más allá. Se podría
decir, apUcándole una frase célebre de d'Alembert sobre Descartes, que
era "como un jefe de conjurados". Pero la conjuración tenía por todas
partes simpatizantes que se ignoraban de una ciudad a otra. Entre éstos,
muchos sin duda fueron denunciados como sospechosos de herejía. Pro-
cesos como el emprendido contra Uceda en 1528 pulularon seguramente
hacia 1535. En enero de 1536 se ve en Valencia a cierto Miguel Mez-
quita,^ aragonés, sometido a varios interrogatorios por haber lanzado
palabras que parecían favorables a Lutero.^ Sus declaraciones demues-
tran que había leído el Enquiridion y los Coloquios de Erasmo, y sin
duda también su glosa del Pater: los tenía por libros buenos, pues sabía
que se utilizaban en la Universidad de Zaragoza, y la carta de Carlos V
impresa con estas obras le parecía que garantizaba su ortodoxia.*^ Mez-
quita fué relajado al cabo de algunos días.^
5 A. H. N., Inquisición de Valencia, leg. 531, n^^* 38. Tro ceso de Miguel Mezquita
de la Puebla de Valverde (Teruel). El primer interrogatorio,' de 25 de enero de 1536,
es casi ilegible, pues el papel ha sido comido por la tinta. Se ve, sin embargo, que
Mezquita había viajado mucho en su juventud. Había estado en Roma y en Ñapóles
en compañía de un Mosén Mella. En 1521 había ido a Flandes con una misión de la
Comunidad de Teruel, y luego había entrado al servicio del Virrey de Aragón Don
Juan de Lanuza, de quien había sido apoderado en la Corte durante dos años, en f>ar-
ticular durante la permanencia de la Corte en Granada.
^ El sacerdote Pedro Ferrer, el 7 de agosto de 1535, lo denuncia por una charla,
de hacía quince meses, en que, según dice. Mezquita habló de papistas y "evangelistas",
diciendo que éstos eran los luteranos, porque Lutero predicaba el Evangelio.
Véanse las declaraciones escritas del acusado (fol. 6 r^-v°). En el castillo de
Alcañiz, al ver que está leyendo el Enquiridion, un fraile le dice que si tiene por bueno
ese libro no es cristiano: "Yo le dixe que por cierto yo era tan buen christiano como él
y que yo no sabía que el dicho libro fuese malo ni reprouado. . . y senyaladamente le
dixe que sóbrese libro se avía fecho ayuntamiento en Valladolid por mandado del R™<>.
Cardenal Inquisidor Mayor de muchos letrados, excelentes varones, que no le avían
condepnado al Ubro ni al Erasmo por erético ni reprouaron sus obras. . . Otrosy digo
que el dicho libro Inquiridion y los Coloquios que los e visto tener y leer a muchas
personas y creo que yo los tengo, aunque es verdat que creo a más de dos años que
yo no e leydo en ninguno dellos. . . y digo que sé que en Zaragoza los leen en el estudio
[él tiene cuatro hijos en esta Universidad]... y pareciéndome bien las obras que an
llegado suyas a mi noticia que an seydo el dicho Enquiridion y Coloquios y creo el
Pater Nostre traduzido. . . , los e tenido por buenos y me pesava que fuese erege ni
por tal tenido, y esta voluntad fué porque vi una letra traduzida que dezían la escriuió
al Emperador y Rey nuestro Señor en que dezía que peleava por Jesu Cristo y que
tenía muy al baxo las eregías de Lutero. .
8 El 28 de enero de 1536.
70 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
Otros casos eran más complejos, como el del Doctor López de Illes-
cas,^ médico de Yepes. Era un cristiano nuevo tentado de dudas acerca
de la existencia de Dios,^^ pues quizá la fe estaba minada en él por un
vago naturalismo profesional.^^ Ahora bien, nuestro médico era también
gran admirador de Erasmo; juzgaba sus escritos superiores o al menos
iguales a los de todos los santos, y no vacilaba en decirlo públicamente
en la barbería. Denunciado en 1537 por estas palabras y por algunas
otras, confesó haber leído en latín una paráfrasis de un salmo, y en espa-
ñol el Enquiridion, la Lmgua, la glosa del Fater y el Sermón sobre la
misericordia}^ Arrestado en 1538, se refiere de nuevo a estas dos últi-
Q A. H. N., Inquisición de Toledo, leg. 214, v)P 31, Proceso del Dr. López de
Yllescas. Deposición de Esteban del Águila (Yepes, 4 de junio de 1537, fol. 8 v°):
. . podrá aver quinze o veynte días este testigo estaba en la tienda de Francisco
Ximénez barbero y estaban allí Alonso González de Luna e el Bachiller Diego de
Alcá9ar clérigo y el doctor Juan López de Yllescas físico vezinos desta villa. Estando
hablando sobre las cosas que a escrito Erasmo vió e oyó este testigo cómo el dicho
Doctor de Yllescas dixo que Erasmo avía escripto mejor que ninguno de los santos
quitado lo santo aparte o dexado lo santo aparte, y entonces uno de los que allí estavan
que cree que era el dicho Alonso G. dixo que estavan reprovadas algunas cosas de las
de Erasmo. El dicho doctor Yllescas dixo que bien que estuviese reprovado alguna
cosa que todavía avía escripto mejor que ninguno de los santos en quanto a dotor".
Illescas es llamado "confeso" por uno de los testigos (fol. 8 r°). Él confiesa las
dudas de que se ha visto tentado. Se las había confesado a Fr. Tomás de Guzmán,
dominico a quien hemos visto mezclado en el asunto de los apóstoles de Medina de
Ríoseco. El fraile le había dicho que no se atormentara con eso, pues era más lo
que merecía que lo que desmerecía con esa tentación (fols. 9 v** y 21 r^).
11 Se le acusa de haber dicho que ^''naturaleza obrava todas las cosas y no Dios".
Pero él afirma que no lo ha dicho así. Flablándose de un enfermo cuyo estado era
desesperado, un fraile dijo: "Al que es de vida, el agua le es melezina", a lo cual ase-
gura Illescas haber contestado: "Mirad, naturaleza, de que está fuerte, muy bien obra
en todas las cosas mediante Dios, y como aquí está flaca por eso pienso que tiene peli-
gro" (fol. 28 r°). Sin embargo, uno de los testigos afirma que alguien de los presentes
objetó al médico que Aristóteles, "siendo gentil, dixo que avía un criador y movedor
de todas las cosas" (fol. 28 r°). Poco importan las palabras exactas que haya pronun-
ciado Illescas. Nos basta que se hayan podido interpretar como si quisiera oponer la
naturaleza a Dios, y que salgan de labios de un hombre para quien la existencia de Dios
era algo problemático, para que estemos autorizados a ver en él un espíritu tocado por
el naturalismo del Renacimiento (cf. Américo Castro, El pensamiento de Cervantes,
Madrid, 1925, págs. \S6ss., sobre "la Naturaleza", poder divino e inmanente). El eras-
mismo parece haber sido para este médico un cristianismo compatible con tal natura-
lismo, en cuanto apela sobriamente al milagro y reconoce su principal terreno en la
vida interior.
12 Declaraciones del 5 de junio de 1537 (fol. 9 v°): "... a leído aquel salmo Mise-
rere mei quia egenus et pauper sumt e el ynquiridion e que no a leído en otras obras
algunas del dicho Erasmo syno que a leído la lingua erasmi de Erasmo e que son en
romance la lemgua erasmi e el ynquiridion e que el dicho salmo lo a leído en latín. . . e
que no a leído otra obra alguna de Erasmo salvo que a leído una obra que hizo el
dicho Erasmo sobre el Paster e sobre la Misericordia de Dios en romance". Cf. fol. 28
PALINODIA DE MALDONADO 71
mas obras para explicar el elogio hiperbólico y malsonante que ha hecho
de Erasmo: esta lectura estaba hecha para impedirle a él desesperar de
Nuestro Señor, por muy pecador que fuese. Su proceso dura hasta
1539. Se le condena a abjurar de levi, a ofrecer un cirio y a pagar
treinta ducados de oro por las costas. Muchos otros fueron sospechosos
sin duda, como este médico de provincia, por palabras de que Erasmo
era más o menos responsable.
Parece, en suma, que la policía inquisitorial tuvo mucho quehacer
entre 1530 y 1540, y que la atmósfera en que se había desarrollado el
erasmismo quedó por ello singularmente alterada. El cambio de actitud
de un Maldonado es buen testimonio. En 1534 se encuentra en Guada-
lajara, donde tiene como alumna a una gran señora seducida por el hu-
manismo, ya quien no espanta la philosophia Christi: Doña Mencía de
Mendoza, marquesa del Zenete, condesa de Nassau,^^ guarda en su tesoro
(a propósito del libro de la Misericordia y de la Declaración del Pater Noster): "con
parecerme que era p>ara no tener desconfian9a de Nr. Señor por pecador que fuesse". La
alusión a un comentario de Erasmo sobre el "salmo Miserere mei quia egenus et pauper
sum" constituye un irritante enigma bibliográfico. El índice español de 1559 menciona
también entre los libros de Erasmo prohibidos en castellano una Exposición sobre el
Psalmo Miserere mei Deus. En otro lugar yo había admitido que era ésta alguna con-
fusión de los redactores del índice con la Devotísima exposición de Savonarola (M.
Bataillon, Sur la dij fusión des oetwres de Savonarole, art. cit., pág. 159). Las declaracio-
nes de López de Illescas me hacen pensar que la cuestión no es tan sencilla.
13 Nacida en 1509, era hija de Don Rodrigo de Mendoza y de Bivar, primer Mar-
qués del Zenete (véase el Tragitrimnpho consagrado a este personaje por el valenciano
Juan Ángel en 1523. Cf. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca, op. cit., t. II,
pág. 577), es decir, nieta del Gran Cardenal. Heredera del marquesado paterno, se casa
con el Conde Enrique de Nassau el 30 de junio de 1524 (cf. De Vocht, Literae ad Cra-
neveldium, op. cit., pág. 310, nota). Pasa por primera vez una temporada en los Países
Bajos en 1530-1531 para reunirse con la Corte, en la cual está su marido. De vuelta en
España en 1533, ve regresar a su marido a Flandes, donde es alarmante la situación.
Entonces, habiendo quedado sola en Madrid, y luego en Guadalajara, es cuando cultiva
las humanidades bajo la dirección de Maldonado (1534). En 1535 se decide a reunirse
con su marido en los Países Bajos. El 3 de julio hace su testamento en Burgos antes de
emprender su viaje, y lega su colección de medallas, piedras grabadas y objetos de arte
a Diego Hurtado de Mendoza, Conde de Saldaña, hijo mayor del Duque del Infantado
y cuñado de la Marquesa (R. A. B. M., 1902, t. II, pág. 315. Inventario publicado por
Paz y Melia: ". . . Una medalla de plata de Herasmo.— Una medalla de plata de Herasmo
con el bonete y el pecho dorado.— Una medalla de metal grande moderna: a la una
parte está el ymagen de Ntro. Señor y a la otra está el ymagen de San Pablo"). El
5 de agosto se encuentra en París y traba relaciones con Guillaume Budé (cf. in-
fra, pág. 98). Llegada a los Países Bajos, manifiesta deseos de entrar en corresponden-
cia con Erasmo, que murió sin duda antes de haberle escrito (Alien, t. XI, Ep. 3111,
líneas 100 íí. Conrad Goclenius a Erasmo, Lovaina, 21 de marzo de 1536. Allí dice
Goclen de la Marquesa: ". . . tui et omnium qui aliqua fama eruditionis memorantur
máxima admiratrix: illa vocato ad se D. Aegidio Buslidio de te omnia tam accurate
est percunctata ut a nullo amante possit fieri accuratius". Interviene en favor de Go-
72 PERSECUaóN DE LOS ERASMISTAS
de medallas y de piedras grabadas dos efigies de Erasmo y un medallón,
no menos significativo, cuyo anverso tiene la imagen de Nuestro Señor
y el reverso la de San Pablo.
Ahora bien, Maldonado, al escribir para ella un tratadito De foeli-
citate christima,^^ aprovecha la ocasión para pasar revista a diversos
filósofos cristianos más o menos alejados del camino derecho que conduce
a la felicidad. Después del "teutón" Martín Lutero y de sus discípulos,
pasa a los innovadores de la región toledana, turba inquieta en que se
mezclan "clérigos, frailes, doncellas, ancianos, niños, ricos y pobres", y
en que predominan los conversos: predican a Cristo, tienen incesante-
mente elEvangelio en la boca, pero muestran un desprecio por las tra-
dicioneslas
y ceremonias que "huele a luteranismo": es una verdadera
sedición religiosa que los Inquisidores, afortunadamente, han sofocado
desde sus principios.^^
En seguida, sin transición alguna, Maldonado habla de Erasmo, pero
no es ya para cantar su gloria, como lo había hecho ocho años antes:
ahora denuncia su amor a las novedades, su pasión satírica que rebosa
toda medida, en los Coloquios, a propósito de los religiosos; deplora que
cien víctima de la mala voluntad del Arzobispo de Palermo Juan Carondelet. Erasmo
contesta a su discípulo en la última carta que se conserva de él: "Heroinam a Nassauwen
Hispanus quídam huc venientem suis litteris commendarat. Me jubes ad illam scriberg^
et ego nescio ubinam agat. Significabas enim discessuram". Ibid., Ep. 3130, líneas 20-22,
Erasmo a Goclen, Basilea, 28 de junio de 1536). En 1537-1539, en Breda, Doña Mencía
sigue cultivando las humanidades bajo la dirección de Vives. Al enviudar, el 11 de
septiembre de 1538 (De Vocht, loe. cit.)y regresa a Valencia, donde se casa con el
Duque de Calabria, viudo a su vez de la reina Germana (cf. el De foelicitate christiana
de Alaldonado). En 1545, cuando Ledesma le dedica su gramática griega (Graecarum
institutiomun covipendiwn, Valencia, 1545), el humanismo, protegido por ella, está re-
novando laUniversidad de esta ciudad. Por entonces buscaron su apoyo los primeros
jesuítas, que procuraban establecerse allí, y aunque Araoz abrigaba esperanzas de con-
quistarla, desvaneciendo sus sospechas acerca del apostolado iluminado de íñigo. Mirón
tiene que confesar: "La Duquesa de Calabria nunca es estada bien con nosotros" (Mo-
num. Hist. S. ]., Epistolae mixtae, t. I, págs. 252, 254, 255 y 413). Doña Mencía había
de morir el 4 de enero de 1554, después de haber deslumhrado a los contemporáneos
por su saber y su magnificencia más que por su belleza, pues era de una obesidad casi
monstruosa (cf. Henri Mérimée, Van dramatique á Valencia, Toulouse, 1913, pág. 89,
y la Crónica de Don Francesillo de Zúñiga, en B. A. t. XXXVI, págs. 26 b y 39b).
Hay datos curiosos sobre el primer casamiento de Doña Mencía y sobre su testamentaría
en la obra citada del P. José M. March, S. J., Niñez. . ., t. II, págs. 365-369 y 457-458.
Allí puede verse (pág. 337) un agradable retrato de su juventud por Bemard van Orley,
perteneciente al Museo de Berlín.
14 Publicado en su recopilación de Optiscula, impresa en Burgos en 1541, con un
prefacio a Doña Mencía de Mendoza, Duquesa de Calabria.
15 Fols. á 8 r° ss. Hemos reproducido en Juan de Valdés, Diálogo de doctrina cris-
tiana, ed. cit., págs. 41-42, nota, el pasaje relativo a los alumbrados de la región de
Toledo.
PALINODIA DE MALDONADO 73
SUS célebres escritos sean censurables en tantos puntos. Y si compara su
caso con el de Cayetano, que acaba de morir, lo hace subrayando la
reprobación mucho más general que Erasmo suscita entre los teólogos.^®
Muy pronto, poco después de la muerte de Erasmo, Maldonado
volverá a hablar de la cuestión candente que plantean sus obras en un
diálogo intitulado Praxis sive de lectione Erasmi. Se pone en escena a sí
mismo, con una señora de Burgos, Ana Osorio, a quien se esfuerza en
poner en guardia contra los encantos de una literatura peligrosa. Ana,
que es piadosa e instruida, lee la Escritura con ayuda de las Paráfrasis
erasmianas. Se asombra de que su interlocutor se lo desaconseje, él que
poco ha no despreciaba ni los hbros de Erasmo ni sus alabanzas:
1"^ Praxis, en la misma recopilación de Opuscula (Burgos, 1541), fols. f 2 v° ss. Véa-
se, sobre todo, fol. f 5 r°: "Fuit mihi amicus Erasmus: quod placebat st}'lus et summa
dicendi scribendique facilitas et copia. Sed posteaquam ejus libertas et audacia pronun-
ciandi quod in animum induxisset, coepit displicere, consentientibus plaerisque doctis,
a nonnullis ejus libris me paulatim averti, doñee quid ecclesia dijudicet intelligam", y
fols. f 7 y°-í 8 r°: ''Ego quidem nunquam adeo fui addicms Erasmo, quin suspicarer
aliquid esse veneni in ejus scriptis: et quia sensit ipse, ñeque defuerunt qui me calum-
niarentur apud ipsum, propterea supersedit ad me, jampridem antequam moreretur,
scribere".
Su carta., fechada en París, a 9 de diciembre [de 1533], se consen-a en la Rehdi-
gerana Collectio de Breslau, y ha sido publicada con un sabio comentario por De Vocht,
Momnnenta Humniinicj Lovaniemia, Louvain, 1934, págs. 427-458. Traducimos las
líneas 23-44. Citemos las más significativas: ''Plañe verum est quod dicis invidam atque
superbam illam nostram patriam; adde et barbaram. Xam jam pro certo habetur apud
illos neminem bonarum literarum mediocriter exculmm quin heresibus, erroribus, Ju-
daismis sit refertus; ita ut doctis positum sit silennum; üs vero qui ad eruditionem
properabant injectus, ut ais, ingens terror. Sed quid tibi haec recenseo; cognatus, de quo
ante dicebam, meus, narravit mihi Compluti — nam is ibidem per aliquot annos egit—
moliri ut penitus literae Graecae exularent; quod hic Lutecie etiam multi commentantur
id faceré" (líneas 32-42).
LA REPRESIÓN INQUISITORIAL 75
ciendo en esto la intervención de calumniadores desvergonzadísimos, tiem-
blo, sobre todo si ha caído en manos de hombres indignos e incultos que
odian a los hombres de valor, que creen hacer una buena obra, una obra
piadosa, haciendo desaparecer a los sabios por una simple palabra, o por un
chiste. Dices muy bien: nuestro país es una tierra de envidia y soberbia; y
puedes agregar: de barbarie. Pues, de hoy en más, queda fuera de duda que
nadie podrá poseer allá cierta cultura sin hallarse lleno de herejías, de erro-
res, de taras judaicas. Así se ha impuesto silencio a los doctos; en cuanto a
los que corrían al llamado de la ciencia, se les ha inspirado, como tú dices,
un gran terror. Pero ¿para qué te cuento todo esto? El pariente de que ha-
blaba me ha narrado que en Alcalá —donde ha pasado varios años— se trata
de extirpar completamente el estudio del griego, cosa que muchos, por
otra parte, meditan hacer en París. Quiénes sean los que emprenden esa ta-
rea en España, tomando el partido de la ignorancia, es cosa fácil de adi-
vinar. .
Cop.^^ En efecto, esta reacción brutal que responde a las primeras ma-
nifestaciones atrevidas del evangelismo no es un fenómeno exclusiva-
mente español. La represión española se distingue menos por su cruel-
dad que por el poderío del aparejo burocrático, policíaco y judicial de
que dispone. Su organización centralizada cubre toda la Península con
malla apretadísima; hasta posee sus antenas en el extranjero, como lo
prueban las gestiones hechas en Alemania, en Italia o en Francia contra
Server y contra Castillo. Y, por otra parte, los tribunales tienen, cada
uno en su jurisdicción, iniciativa bastante amplia. Esta poderosa institu-
id Alien, t. X, Ep. 2932 (Brujas, 10 de mayo de 1534), líneas 30-32: "Témpora ha-
bemus difficilia, in quibus nec loqui, nec tacere possumus absque periculo. Capti sunt
in Hispania Vergara et frater ejus Tovar, tum alii quidam homines bene docti. In
Britannia Episcopus Roffensis et Londinensis et Thomas Morus. Precor tibi senectam
facilem".
20 Véase la carta de Manrique en De Vocht, Morrumenta, págs. 437 w., líneas
105-214.
76 PERSECUCIÓN DE LOS ERASMISTAS
ción, nutrida de confiscaciones y de multas, se halla en pleno crecimien-
■'^ to. Tiene en su contra la hostilidad de los espíritus libres, el odio tenaz
de los ^'cristianos nuevos" contra quienes se ha montado, y que ven en
ella el instrumento de su humillación y de su empobrecimiento. Como
desquite, la Inquisición puede apoyarse en el sentimiento "cristiano vie-
jo" de las masas populares, en su oscuro instinto igualitario, hostil a los
hombres que tienen dinero y saben ganarlo, y, sobre todo, en su piedad
gregaria, cultivada por los frailes mendicantes y que se siente lastimada
por la menor crítica de las devociones tradicionales. Como el Edicto de
la fe ordenaba denunciar los delitos contra la fe común de que cada
cual pudiera tener conocimiento, el pueblo español entero se encontró
asociado, de grado o por fuerza, a la acción inquisitorial. Ahí está el
resorte por excelencia de la "inquisición inmanente" de que habla Una-
muno.^^ Por él, el misoneísmo y la ignorancia tienen ventaja sobre los
innovadores y los sabios. En esto consiste el hecho más específicamente
español que angustia a hombres como Vives y Rodrigo Manrique y les
hace emitir juicios tan pesimistas sobre su patria. El temible sistema se
puso a funcionar sin que el Inquisidor General y la Suprema tuviesen que
imprimir un impulso inicial; éstos no tuvieron que desempeñar más
que un papel regulador, mientras que los procesos engendraban proce-
sos. Ha pasado un viento de delación que ha agostado la primavera del
erasmismo español.
Por la muerte y la prisión se rompen los lazos que unían al grupo
más selecto de España con Erasmo. Algún tiempo antes de entrar en la
cárcel, Vergara había recibido de él una carta llena de pesadumbre: en
ella lloraba el anciano la muerte de Alfonso de Valdés, pero se lamen-
taba, sobre todo, de la pérdida de su mecenas William Warham, Arz-
obispo de Cantórbery.-^ En esa ocasión el Arzobispo de Toledo había
prometido a su secretario enviar a Erasmo un nuevo subsidio. Dilft, al
salir de España, llevó sin duda, junto con esta promesa, la última carta
21 Cf. supra, t. I, pág. 447.
22 Véase en el Proceso de Vergara, fol. 98 r°, la transcripción del mensaje secreto
de Vergara a Tovar interceptado el 11 de abril de 1533: "Erasmus valet, carta tengo
suya de fin de diciembre doliéndose de la muerte del arzobispo Caniariense [ = Can-
tuariense] sumo egerate [=su Moecenate]. Mostrésela al argobispo y prometióme de
embiarle algún subsidio; también dice que Le [=Lee] confectus est archiepiscopus
evorecensis [ =Eboracensis]. Deflet et Valdesii mortem. Dilfo partió quinze días ha a
su tierra de asiento porque lo hazen casar sus parientes; de camino visita a Erasmo".
La carta de Erasmo (fines de diciembre de 1532) a que alude Vergara se ha perdido, lo
mismo que la respuesta que Vergara confió seguraniente a Dilft. Sobre éste, véase
Alien, t. VI, pág. 256. Era un familiar de Erasmo que en vano había buscado fortuna en
España. Debía ser más tarde (1544-1550) embajador de Carlos V en Londres.
LA REPRESIÓN INQUISITORIAL 77
escrita por Vergara al anciano Maestro. Erasmo no tenía ya gran cosa
que decir a los españoles, desde que el tumulto suscitado en torno a su
nombre se había apaciguado; respondió con una larga epístola casi en-
teramente consagrada a sus queridos amigos y mecenas de Augsburgo,
en particular a Juan Paumgartner y su familia. A decir verdad, había
escrito algunos días antes al Arzobispo Fonseca, cuyas disposiciones ge-
nerosas no había que echar en saco roto. Si Vergara hubiera podido leer,
en su prisión, el elogio de Paumgartner que le enviaba Erasmo, le hu-
bieran gustado sin duda estas líneas sobre la utilidad de los viajes:
Es como un injerto de los espíritus, que los suaviza y les hace perder
lo que puede haber de salvaje en su naturaleza. Nada, en general, más hosco
que los hombres que han envejecido en su patria, que odian a los extranje-
ros y que reprueban todo lo que se separa de los usos del país.^^
23 Alien, t. X, Ep. 2879, líneas 138-142: "Haec est ingeniorum velut insitio,
qua mitescunt ac naturam exuunt sylvestrem, si quam habent. Nihil enim fere morosius
iis qui in patria consenuerunt, oderunt exteros, ac damnant quicquid a vemaculis ritibus
diversum est" (Erasmo a Juan de Vergara, Friburgo, 19 de noviembre de 1533).
^* Alien, t. VIII, Epp. 2299 y 2300 (cartas de Friburgo, 30 de marzo de 1530, a
Cristóbal y Pero Mexía) . Véase en particular Ep. 2299, líneas 6-11.
78 PERSECUaóN DE LOS ERASMISTAS
LA REFORMA ESPAÑOLA
EN LA ÉPOCA DE LAS PRIMERAS REUNIONES
DEL CONCILIO DE TRENTO
él." Del lado español, no hay que perder nunca de vista la política de
los Coloquios de religión, desarrollada por Carlos V paralelamente a la
del Concilio. El Coloquio de Ratisbona, en 1541, es un éxito parcial
para los erasmistas de la escuela de Colonia: las opiniones de Gropper y
de Pighius encuentran allí un apoyo decisivo en las de Contarini. El
acuerdo precario llevado a cabo entonces sobre la fórmula de doble jus-
tificación parece tan precioso, que Granvela, Naves y J. de Weeze
aconsejan a Carlos V que proclame como doctrina del Imperio, sin pre-
ocuparse deRoma, los puntos en que se ha llegado a un acuerdo.^^ Al-
fonso de Valdés, si hubiera vivido entonces, no habría hablado con otras
palabras.
¿Cómo olvidar, por otra parte, que los imperiales no habían tomado
nunca en serio las veleidades reformadoras manifestadas por Paulo III, y
que la reunión del Concilio, lejos de acercar a Carlos V y al papa Far-
nesio, exasperó sus disensiones? Así como Juan de Valdés, en 1535,
cuenta mucho más con el Emperador que con el Papa para la pacifica-
ción del mundo y la reforma de la Iglesia,^^ así también, en 1546, los
humanistas españoles cuentan menos con el Concilio que con el nuevo
Coloquio convocado en Ratisbona. La correspondencia de Páez de Cas-
tro, secretario del embajador imperial Don Diego Hurtado de Mendo-
za,^*^ es muy instructiva desde este punto de vista. La prisa de los legados
en cortar por lo sano las cuestiones dogmáticas, y en particular la te-
mible justificación, le parece probar la voluntad romana de cortar los
puentes con Alemania, en un momento en que brilla en la propia Ale-
mania una esperanza de arreglo. Roma, y esto es demasiado evidente,
tiene miedo de que Carlos V, dueño de imponer su voluntad a los pro-
testantes, quiera imponerla también al Concilio. La esperanza puesta
por los imperiales de Trento en los acontecimientos de Alemania se ma-
nifiesta por un curioso rumor que asegura que Lutero, antes de morir,
se confesó para recibir la comunión. Después del fracaso de Ratisbona,
Páez se indigna de la extorsión a que recurren los legados para lograr
que el Concilio se traslade fuera de las tierras del Imperio, amenazando
12 Bourrilly, op. cit., págs. 119 ss., e Imbart de la Tour, Les origines de la Kéforme,
t. III, Paris, 1914, págs. 533 ss.
13 Vacant-Mangenot, Dictiormaire de théologie catholique, París, 1925, t. VIII, cois.
2156 Jí. (artículo Justification, por J. Riviére); Pastor, op. cit., t. XI, págs. 390-391.
1* "Aconchiar el mundo y reformar la iglesia" (Montesinos, Cartas, op. cit., pág. 41).
Cf. la introducción del mismo volumen, págs. xciii ss. y cxii ss., donde Montesinos señala
con razón esta pulla de Juan de Valdés a propósito del Concilio: "en el qual diz que Su
Majestad está muy caldo; estarán frescos los cardenalitos".
15 Sobre la vida del Embajador, véase Á. González Palencia y E. Melé, Vida y
obras de D. Diego Hurtado de Mendoza, 3 vols., Madrid, 1941-1943.
84 LA REFORMA ESPAÑOLA
incesantemente con publicar el decreto sobre la justificación. Si el Em-
perador ha pedido el aplazamiento de esta publicación, ¿no es porque
espera, gracias a nuevas conversaciones, llegar a una fórmula aceptable
para todos? En ocasión de la grave ruptura hispano-romana causada por
el traslado del Concilio a Bolonia, los imperiales, llenos de confianza por
sus éxitos militares, se regocijan ante una situación en que ven "la verda-
dera salvación de la Iglesia".^^
Finalmente, la promulgación del ínterim de Augsburgo, en 1548,
estaba como mandada hacer para arruinar la autoridad de las primeras
decisiones tomadas en Trento. A pesar de su carácter local y provi-
sional, las disposiciones del ínterim relativas a la comunión bajo las dos
especies y a los sacerdotes casados invitaban a considerar el edificio ca-
tólico de los sacramentos como susceptible de reformas. Sobre todo,
las nuevas fórmulas de la justificación daban amplia satisfacción a ios
defensores de la divisa Sola fides. Como estas fórmulas son fruto de una
colaboración entre el erasmista Pflug y los teólogos españoles Fr. Pedro
de Soto y Alaluenda,^^ importa transcribir aquí lo esencial de ellas:
16 Cartas de Pácz a Zurita publicadas parcialmente por Uztarroz y Dormer, Pro-
gresos de la historia en Aragón (2* ed.), Zaragoza, 1878, págs. 525 ss. Los originales
están en la B. A. H. de .Madrid (Colección Velázquez, t. XIV). Véase también una
carta de Páez a Cazalla (Trento, 10 de abril de 1546) publicada por Graux, op. cit.,
pág. 403, en la cual se lee: "Las cosas de acá frigent hasta que se haga esa dieta de Ratis-
bona. No sé lo que allá se espera. . ." Entre las cartas inéditas de la Colección Veláz-
quez, véase en especial la del 4 de diciembre de 1546: "... Lo que en el concilio pasa
es que estos Señores legados de su Santidad siempre an tenido intento a que este concilio
no procediese, y para conseguir este fin comengaron a entender en las heregías de
Alemania y llegaron al artículo de la justificación que es el más importante de todos
y hizieron el decreto". Páez habla en seguida de los regateos pontificios para la tras-
lación o la suspensión del Concilio: "y siempre amenazando con la publicación del
decreto de la justificación". Carta inédita del 3 de abril de 1547: "No a ávido réplica
de su Alagestad más que se sabe estar las cosas muy rotas entre su Aíagestad y el Papa,
y muchos piensan que es el verdadero remedio de la iglesia, y esta cosa es tan impor-
tante ytan deseada que no es possible que se dissimule. Las cosas de su Magestad en
Germania van muy prósperas..." — Pasaje inédito de una carta publicada incompleta-
mente por Uztarroz y Dormer, op. cit., pág. 536 (n^ 10, 24 de marzo de 1546): "Luthero
es muerto este mes passado. Aquí se a traydo lo que passó en su muerte y dizen que
se confesó y recibió el santíssimo sacramento. Los secretos de Dios son grandes, pero
el daño que él hizo fué estraño, que no sabemos quándo cesará".
17 Véase Pastor, op. cit., t. XII, págs. 332-333, y Venancio Carro, El Maestro Pedro
de Soto, Salamanca, 1931, págs. 191-197, donde se pueden leer largos extractos del ínte-
rim. — Pedro íMaluenda pertenecía probablemente a la familia de mercaderes burgaleses
del mismo apellido, con intereses en Flandes (cf. Goris, op. cit., págs. 181, 400, 644).
Tal vez estudió en Lovaina antes de ser en París compañero de Juan Díaz (cf. injra^
pág. 99). En el libro de matrículas de la Universidad de Lovaina aparece (9 de sep-
tiembre de 1529) un Petrus Mahiterda Hispanus (cf. in^ra, pág. 100, nota 16, otros
burgaleses matriculados en Lovaina).
LA POLÍTICA DE LOS COLOQUIOS DE RELIGIÓN 85
[Dios nos justifica] no según las obras de justicia que hayamos hecho,
sino según su misericordia, y esto gratuitamente, es decir, sin mérito de
nuestra parte. Si queremos glorificarnos, no nos glorificamos más que en
Cristo, por cuyos solos méritos hemos sido redimidos del pecado y justifi-
cados. Ciertamente que Dios, en su misericordia, no trata al hombre como
una cepa: lo mueve con su consentimiento, si es adulto; pues este hombre no
recibe esos beneficios de Cristo sino a condición de que, por la acción pre-
via de la gracia de Dios, su espíritu y su voluntad sean llevados al horror del
pecado. . . En seguida esta misma gracia divina lleva el alma a Dios por
medio de Cristo, y ése es el impulso de la fe, por la cual el hombre, con una
creencia sin vacilaciones, da su asentimiento a las Sagradas Escrituras y a sus
promesas. . . Si el hombre cree así, y si, del temor de la justicia divina, por
la cual es castigado eficazmente, se vuelve a considerar la misericordia de
Dios y la redención por la sangre de Cristo, entonces torna a levantarse, y,
movido por la gracia de Dios, concibe una confianza y una esperanza tales
que, sin esperanza alguna en su propio mérito, cree en la esperanza de la
misericordia prometida, atribuyendo la gloria a Dios, y así es conducido a
la caridad. [Entonces el alma es santificada y renovada por el Espíritu San-
to:] Porque una fe así obtiene el don del Espíritu Santo, por el cual la
caridad se derrama en nuestros corazones, y, en la medida en que esta virtud
se añade a la fe y a la esperanza, somos verdaderamente justificados por
justicia inherente. Esta justicia, en efecto, se basa de tal manera en la fe, la
esperanza y la caridad, que si se suprime una de estas virtudes, aquélla queda
mutilada. La fe sin la caridad puede ser verdadera, en cuanto asentimiento
otorgado a la revelación. Pero está muerta. Por el don supremo de la cari-
dad, las buenas obras manan como de una fuente. Para ser verdaderamente
buenas, es preciso que sean fruto de la gracia. Pero por ella los justos se
hacen todavía más justos y más dignos de las recompensas prometidas por
Dios a quien las realiza.
noviembre), agradeciéndole el aviso que ha dado acerca de los Coloquios. — Lib. 322, fol.
5 v°, la Suprema a los Inquisidores de Valencia (Madrid, 29 de enero de 1536): ins-
trucciones —enviadas igualmente a los Inquisidores de Navarra, Mallorca, Aragón, Bar-
celona yCerdeña— para recoger los Coloquios traducidos en romance.
2 Cf. supra^ t. I, pág. 492, nota 16.
3 A. H. N., Inquisición j lib. 1233 (cartas acordadas), fol. 332 v°, carta de la Su-
prema alos Inquisidores (Valladolid, 13 de septiembre de 1537). Se refiere, en primer
lugar, a la prohibición de los Coloquios en romance, y agrega: "Después aucmos visto
una Determinación o decretación de la Facultad de Theología de la Universidad de
París en que dizen que la lectión de los dichos Coloquios se a de vedar a todos y
mayormente a los mancebos porque por la lectión dellos so color de adquirir eloqüencia
la jubentud se corrompería, y que por todos los medios devidos se avía de procurar
que el libro de los dichos Coloquios se suprimiese y fuesse hechado de la comunicación
de los christianos. Por ende, hágase señores así, y tómense los dichos Coloquios, así
los de latín como los de romance y pónganse en la cámara del secreto..."
Cf. Reusch, Die Indices, op. cit., pág. 74, y el Catalogus libroru?n reprobatoruniy
Toledo, 1551 (reeditado en facsímil por Archer Huntington, New York, 1896). En el
A. H. N., Inquisición^ leg. 4426, n*^ 32, se consen-an unas listas de hbros prohibidos que
se recogieron en diversas ciudades de Andalucía hacia 1552. En ellas aparece el Eccle-
siasteSj tanto en Osma como en Jerez y Sevilla. Pero, aparte unos pocos ejemplares
de los Coloquios en latín, no se descubre ninguna otra obra de Erasmo. En cambio,
los inventarios de librería, si se les buscara en los archivos notariales, demostrarían sin
duda que los españoles podían seguir comprando gran número de libros de Erasmo,
incluso obras que se reputaban peligrosas. Nosotros vimos en 1921, gracias a la genti-
leza de R. Espinosa Maeso, unos inventarios de los Portonariis pertenecientes al Archivo
de Protocolos de Salamanca. Domingo de Portonariis, al regresar a Francia en 1547,
había confiado sus sucursales de Medina del Campo y de Salamanca a su hijo Andrea,
el impresor. En 1552, éste dió cuentas de su gestión a su hermano Gaspar y a Matías
Gast, contador de la casa. Se tienen, así, los inventarios de Salamanca (S) y de Medina
del Campo (M) en 1547, el de los paquetes de libros enviados a Andrea por su padre
y por su tío Vincenzo, de Lyon y París, entre 1546 y 1552 (B), y finalmente el inven-
tario levantado en 1552 por Andrea al rendir cuentas. Nuestro examen de estos papeles
arroja las siguientes cifras para las obras de Erasmo:
ERASMO, RESPETADO POR LOS TEÓLOGOS CATÓLICOS 89
La Sorbona, como se sabe, se mostró mucho menos liberal.^ Pero
no la siguió Roma, como había esperado Aleandro. El Comilium dele-
ctorum cctrdimlium, al abordar la cuestión de la censura de los libros
impresos, se contentaba con hacer esta observación: "En las escuelas se
suelen leer en la actualidad los Coloquios de Erasmo, que contienen mu-
chas páginas que inducen a los espíritus jóvenes a la impiedad: por eso
su lectura debería prohibirse en las escuelas de letras, así como la de
todos los libros del mismo género".^ El papado no había de ocuparse
de las obras de Erasmo antes de unos veinte años.
sos.^ Ése es, parecen decir sus discípulos, el enemigo de los frailes, el
precursor del luteranismo pintado por sí mismo.
Quizá esta edición atrajo contra Castro críticas que lo obligaron
a tomar posición con mayor claridad en la edición parisiense de 1543.
Lo mismo en la de 1534 que en la de 1539, se apartaba de Erasmo en
la interpretación de diversos textos de la Sagrada Escritura, pero con
toda clase de consideraciones, y protestando, sobre todo, que no lo te-
nía por sospechoso de arrianismo. A partir de 1543, Erasmo aparece
censurado, en el tratado Adversus omncs haereses, en todos los puntos
en que su desacuerdo con la doctrina católica es demasiado escandaloso:
ayunos, abstinencias de alimentos, votos monásticos. No es ya el vir
veré phis de la primera edición, sino vir utincm tam plus quam doctus.
Aun después de este reajuste. Castro permanece muy de este lado de las
acusaciones de heterodoxia lanzadas en otro tiempo por Zúñiga y los
frailes españoles: es un pequeñísimo residuo de herejía lo que él retiene
de los diez volúmenes en folio del maestro de Basilea.^^
No menos importantes, para comprender la evolución de los orto-
doxos con respecto a Erasmo, son dos Hbros que preceden al De locis
theologicis de Melchor Cano en la vía de una restauración teológica.
El autor del primero no es otro que Fr. Luis de Carvajal, poco antes
defensor de la institución monástica contra Erasmo. Su librito intitu-
lado De restituta theologia líber unus sale en Colonia, en 1545, de las
mismas prensas que habían publicado la segunda edición del tratado
Adversus ovines haereses. Es un inventario metódico de las fuentes de
la creencia cristiana a partir de la revelación, seguido de un epítome
de la dogmática católica. La exégesis erasmiana, como ya se habrá su-
puesto, recibe ahí un trato bastante duro, en compañía de la de Caye-
tano. Carvajal refuta las dudas de los innovadores acerca de la auten-
ticidad de la Epístola a los Hebreos.^^ Sostiene que el Símbolo es obra
de los Apóstoles y no del Concilio de Nicea, "como, en nuestros días,
lo ha soñado Erasmo siguiendo a Valla". En dos ocasiones, critica la
posición tomada por Erasmo respecto al covmia johanneum, y le repro-
8 Sobre esta carta y el volumen de Castro en que se incluye, véase Alien, t, VII,
Ep. 1887, introd.
10 Existe una edición de Amberes, 1556, que se da por enteramente refundida y ha
de ser la última revisada por el autor (según Vaganay, Bibliographie hispanique extra-
péninsulaire, en R. H., t. XLII, 1918, pág. 72, donde se describe un ejemplar de la
Biblioteca Municipal de Lyon).
11 Acerca de esto, véase un memorial de Alonso de Castro (febrero o marzo de
1546) en Concilium Tridentinum, t. XII, vol. cit., págs. ^97 ss.: "Epistolae ad Hebraeos
S. Paulum esse auctorem defendit contra Caietanum et Lutherum". Castro menciona a
Erasmo entre aquellos que ponen en duda la atribución a San Pablo.
FRAY LUIS DE CARVAJAL Y ERASMO 93
cha amargamente haber dado la razón a los arríanos, hundiendo así en
la turbación las conciencias.
Pero si la restauración teológica exige una reprobación clara de los
atrevimientos exegéticos de Erasmo, exige asimismo una ruptura con la
escolástica degenerada contra la cual ha batallado tanto Erasmo. Los
escolásticos, dice Carvajal, "han tratado bastante doctamente muchos
puntos,, pero han disputado largamente, nadie lo negará, algunas cues-
tiones superfinas, en que se refieren demasiado poco a la Sagrada Es-
critura, contentándose con citar a Averroes o a Avicena, o si no a Aris-
tóteles, en quienes parecen haber puesto la única base de su doctrina. . .
Yo quisiera, por mi parte, enseñar una teología que no sea pendenciera,
sofística ni impura, sino sin mezcla".
12 Para la primera edición, véase Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. IV, pág. 107
(corregir en nota MDXLV). No hemos podido consultar más que la reimpresión in-
titulada Theologicarum sententiarum liber imus Loisio Carbajalo Bethico ordinis Mi-
norwn authore, Amberes, 1548. El pasaje traducido está en la pág. 21. Véanse, acerca
de las cuestiones escritúrales, las págs. 62, 63, 70 y 305.
13 Arthur Allgeier, Erasmus und Kardinal Ximenes in den Verhandlungen des
Korizils van Trient, en Spanische Forschungen der Goerresgesellschaft, Münster, 1933,
t. I, págs. 193 ss.f en particular, pág. 197.
94 LA REFORMA ESPAÑOLA
Granada, en el colegio que acababan de fundar los arzobispos Fr. Pedro
de Alba y Don Gaspar de Ávalos. Había enseñado la filosofía de Aris-
tóteles, poniéndose a tono con la ^'sofistería" metafísica que entonces
se usaba; su curso de filosofía descansaba sobre "Gabriel", remate de
toda la escolástica medieval. Las preocupaciones de esta primera parte
de su carrera se reflejan en su Dilucidarium qmestionum super quinqué
imiverscdia Porphyrii juxta tres vías in scholis receptissi?ms (Granada,
1537), que más tarde juzgará como libro concienzudo, pero pasado de
moda aun antes de ver la luz. Había entrado finalmente al servicio
de Don Francisco de Mendoza, Obispo de Jaén, a quien acompañaba en
sus viajes. En Lovaina, una permanencia de año y medio en el Collége
du Lys le había permitido aprender griego y refrescar sus conocimientos
de hebreo adquiridos en Alcalá. Había devorado la obra de los recientes
doctores ortodoxos, y también la de todos los herejes más o menos no-
torios, aprovechando ciertas licencias pontificias. Después de verse mez-
clado en 1545-1546 en los Coloquios de Worms y de Ratisbona, se había
retirado a un monasterio de Amberes, donde pagaba la hospitaHdad de
los religiosos explicándoles San Pablo. Aquí es donde había escrito su
tratado De las tradiciones, fruto de rica experiencia.^^
En esta obra toma posición muy clara contra los "protestantes". A
su pretensión de fundar toda autoridad espiritual en las Escrituras, él
opone una tradición anterior a los libros sagrados y que éstos no han
abrogado.^^ La Escritura no es un comienzo absoluto. Ha tardado cier-
to tiempo en constituirse. El cuarto Evangelio añade mucho a los Sin-
ópticos. La obra de Cristo y de los Apóstoles no consiste en un libro
del Nuevo Testamento: no consiste siquiera en el conjunto de sus li-
bros. Por otra parte, el texto sagrado no es lo suficientemente claro para
bastarse a sí mismo, piensen lo que piensen los maestros de escuela que
se improvisan teólogos. Porque éstos son capaces de exphcar un diálogo
de Luciano o unos versos de Hesíodo, ya se creen capaces de comentar
algunos capítulos de San Pablo según la interpretación luterana, y se
atreven a lanzar su decisión en cuestiones de dogma.^^ Don Martín no
puede abordar la cuestión de la Escritura puesta al alcance de todos sin
enfrentarse con Erasmo, y ya veremos cómo replica a la tesis de la
Paraclesis}'^ No es éste más que un momento de ese voluminoso libro
14 Véase su autobiografía (Discurso de la vida...), publicada por Serrano y Sanz,
en Autobiografías y memorias (N. B. A. E., t. II), págs. 211 ss.
15 Martín Pérez de Ayala, De divinis, apostolicis atque ecclesiasticis traditiombus. . . ,
Colonia [1548], fols. 4 t° ss.
16 Ibid., fol. 19 r°.
17 Cf. infra, págs. 147-148.
MARTÍN PÉREZ DE AYALA Y ERASMO 95
que estudia no sólo las fuentes de las tradiciones, sino también su con-
tenido, en especial los sacramentos, y que trata, con particular insis-
tencia, del sacrificio del altar. El culto de los santos ocupa en él igual-
mente un lugar importante. Es el otro punto en que se discuten las
sentencias de Erasmo: Don Martín pasa en revista los argumentos con-
trarios de los innovadores, "sacados de los libros de los picardos y del
Naufragium de Erasmo"; defiende la veneración de las reliquias de
los santos, de sus sepulcros, de sus basílicas, de sus imágenes.
Después de la revelación, llega a la segunda fuente de las tradiciones
cristianas: el magisterio apostólico: a él refiere las cuestiones del ayuno
y de la cuaresma, del celibato y del voto de castidad. La tercera fuente,
que es la autoridad de la Iglesia representada por el episcopado, lo con-
duce a tratar de la libertad evangélica, de ninguna manera inconciliable,
según él, con la obediencia. Toda esta justificación del edificio católico
(que deja en la sombra, hay que notarlo, la cuestión de la autoridad del
papa y del concilio) se inspira en un vivo deseo de reforma ortodoxa:
III
El quinto día del mes de agosto de 1535 vino a verme un noble español,
de la casa de la ilustrísima señora Condesa de Nassau, Marquesa de Senete,
y me invitó a una conversación con la susodicha señora, a lo cual vo accedí.
Y el séptimo día del mismo mes volvió a verme por la misma causa el mis-
mo noble, que se llama Martín Lasso Oropesa. Por esta razón volví a ver a
la misma señora. La Condesa se llama Doña Mencía de Mendoza. Le rega-
lé los Oficios de Cicerón, manuscritos en pergamino. El español Juan Díaz
es el portador habitual de las cartas que ella me envía.
6 Cf. infra, pág. 287.
7 Cf. Alien, t. IV, pág. 271, nota.
8 Cf. Alien, t. VI, pág. 472, y el diario de Budé, citado por Louis Delaruelle, Guil-
laume Budé, Paris, 1907, pág. 274: "Petrus Olivarius Valentinus, municeps Ludovici
Vivis, dedit mihi nomen suum scribendum 22° die iMartii 1537. Nunc Parisiis profitetur
dialecticam graecam". Respecto a las ediciones de Aristóteles y Porfirio publicadas en
París por Olivar en 1538, véase Legrand, Bibliographie hispano-grecque, núms. 76, 78
y 79.
9 Sobre Gélida, véase M. Bataillon, Éramie et la Coiir de Portugal, art. cit., y Sur
André de Gouvea principal du Collége de Guyeime (separata de O Instituto, t.
LXX\1II, Coimbra, 1927), págs. \1 ss. Sobre su matrimonio, véase su correspondencia:
Joarmis Gelidae Valentini Burdigalensis Ludimagistri epistolae aliquot et carmina, La
Rochelle, 1571, fol. d 2.
ESPAÑOLES DESARRAIGADOS: JUAN DÍAZ 99
Guillaume Budé anota en otra página: "El español Juan Díaz tiene
su alojamiento en el Colegio de Santa María de la Merced".^^ Díaz hacía
en París sólidos estudios de griego y hebreo que fueron la base de sus
meditaciones sobre la Escritura, en particular sobre San Pablo, y de su
conversión a la justificación por la fe. Según otros testimonios, esta con-
versión fué obra de Diego de Enzinas, que estudiaba igualmente por
esos días en París.^^ Estos pocos datos fragmentarios nos hacen lamen-
tar amargamente no poseer más noticias acerca del mundillo de la emigra-
ción española en la época en que el calvinismo se desprende del huma-
nismo cristiano.
París era una encrucijada. Mientras Pedro Juan Olivar se dirige a
Oxford, donde se le ve solicitar la protección de Stephen Gardiner,^^
Juan Díaz se marcha a Ginebra en compañía de Mathieu Budé. De ahí
se traslada a Estrasburgo; su piedad inspirada ejerce, como la de Valdés
en Nápoles, una inmensa seducción en los que frecuentan su trato. La
ciudad designa al recién llegado para acompañar a Bucer a la Dieta de
Ratisbona. Así, en 1546, un español figura en un Coloquio de religión
del lado protestante. Encuentra frente a él, entre los colocutores cató-
licos, a su antiguo compañero de París Pedro Maluenda, enormemente
escandalizado de su apostasía. Ésta parece a su hermano, Alfonso Díaz,
una deshonra de que sólo la muerte puede salvar a su familia y a su
nación, y, tras vanos esfuerzos por hacer volver a Juan, por medio de
astucia, al terreno catóHco, lo hace abatir sin piedad, de un hachazo,
por un criado suyo. Este bárbaro gesto de defensa ortodoxa es, en cierto
sentido, muy español. Un Sepúlveda no encuentra en él nada que cen-
surar. Pero nos engañaríamos si creyésemos que todos los humanistas
españoles juzgan en la misma forma ese fratricidio. Quizá ciertos impe-
riales habían considerado la llegada de Juan Díaz a Ratisbona como
prenda de conciliación. En todo caso, Páez de Castro, que no lo cono-
cía más que de oídas, se muestra dolorosamente conmovido por esta
10 Delaruelle, op. cit., pág. 276.
11 Boehmer, Spamsh reformers, op. cit., t. I, pág. 157.
^ En Oxford (6 de junio de 1542) le dedica su tratado De prophetia et spiritu
prophetico, Basilea, 1543.
13 Sobre la breve carrera y trágica muerte de Díaz, véase Boehmer, Spamsh re-
formers, t.I, págs. 1S7 SS.J y la Historia de la muerte de Juan Díaz, Madrid, 1865, tra-
ducción española de la relación latina publicada en 1546, con prefacio de Bucer. Usoz,
el traductor, agrega buen número de documentos, en particular la traducción de los
capítulos de Sepúlveda en que se cuenta este asunto. Sobre la actitud de Sepúlveda,
cf. M. Bataillon, Hormeur et Inquisition, art. cit., pág. 15.
100 LA REFORMA ESPAÑOLA
muerte, y deja entender que en Trento se comenta la acción de Alfonso
Díaz de manera muy distinta.^^
Pero es sobre todo Francisco de Enzinas^^ quien tiene una curiosa
posición entre sus compatriotas y los protestantes. Natural de Burgos,
se había familiarizado desde sus años mozos con la ruta de Flandes.
Había estado a punto de verse detenido en su ciudad natal cuando el
proceso de Pedro de Lerma, pariente suyo, había arrojado la alarma
entre los burgaleses, invitándolos a repatriar a sus hijos expuestos al
contagio herético en las universidades extranjeras.^^ No obstante, había
Véase su carta a Cazalla del 10 de abril de 1546 (Graux, op. cit., pág. 403):
"Aquí emos sabido de la muerte de Juan Díaz, que dizen que le mató un hermano
suyo. A me pesado mucho por lo que dél oya: Multi multas. . ." Y una carta inédita
del mismo Páez a Zurita (Trento, 22 de agosto de 1547): "Un libro a salido de Lu-
theranos de la passión del sancto mártyr Joan Díaz, bien grande según dicen, que yo
no le e visto" (sobre esta correspondencia, cf. supra, pág. 83).
15 Véanse sus Mémoires, ed. cit.; Boehmer, Spanish refomiers, t. I, págs. 133 ss.y y
Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. IV, págs. 277 ss.
16 Varios burgaleses habían precedido a Enzinas en Lovaina (cf. Archives Générales
de Bruxelles: Université de Louvain, Registres d'inmmtriculation, n^ 23, fols. 290 r° y
343 r°, y dP 24, fol. 87 v°). El 23 de julio de 1523 se matriculaba en la Universidad
"Dominus Johannes de Castillo, hispanus burgensis diócesis sacerdos". ¿No será este
nuestro Castillo encarcelado en 1533 y quemado hacia 1535? Gracián escribe en la pri-
mavera de 1529 a un personaje a quien él llama su maestro Castillo ("Castello priecepto-
ri", íMs. de Alba, fol. 12 r^, carta fechada "Toleti Quinto Id. Ma[rtias? o Maias?]". El
año es evidentemente 1529, según una alusión a la reciente partida del Emperador a
Italia: Carlos V sale de Toledo el 8 de marzo de 1529): "Adii elapsis di[ebus Arch]ie-
pum Hispalen.; solus cum solo amplius unam horam sermonem habui, calamitates et
miserias tuas commemorans, et quantum discriminis Roberti causa subiisses, aliaque
omnia, quae in rem tuam esse viderentur. Excepit ille his verbis: Quaeso, per Deum
immortalem, quid nunc Castellus Lovanii agit? Cur non recta ad me venit, beneficiis
non vulgaribus hominem affecturum? Cur libenter miser et abjectus esse vult, quum
possit esse beatus? Crcdebam (inquit) valetudinem adversam in causa fuisse quominus
ad me advolaret, non ea incommoda, quae tu mihi narrasti. Haec, digressus a D. ArchP*»
illico canónico S^i Andreae et Horozco retuli. Visum est nobis ómnibus ad te scribi,
quamprimum ad nos venires, si rebus tuis prospici velis, quum alioqui in aula nulla
absentis ratio habeatur. Scio te plus quam vitrea valetudine esse: quare tibi nullo modo
consulerem navigare; sed potius fide publica imp>etrata per Galliam ad nos veni. Agit
hic noster Jacobus de Horozco, qui nuper in hoc ex Hispali venit, ut te quamprimum
repeteret: Certe juvenis mens isthuc ferebatur, ni Archiep^ jussa obstarent; quae invitum
Salmanticam relegant, ubi utrique juri est vacaturus. Vix illum agnosceres, adeo prae
malis transfiguratus, intra triennium consenuit". Es posible que nuestro Juan del Cas-
tillo haya tenido a Gracián como discípulo en Lovaina entre 1522 y 1524, que haya regre-
sado después a SevUla y Toledo, protegido por Manrique (cf. supra, t. I, pág. 220), que
haya vuelto a Lovaina en 1528-1529, y regresado una vez más a España accediendo a las
instancias de sus amigos y de su protector, para desterrarse de nuevo en 1531 (cf. supra,
pág. 61). De este modo nada se opondría a la identificación de "Castellus" y de
"Johannes de Castillo" con nuestro personaje. — En agosto de 1527 se inscribe entre los
"divites castrenses" "Jaspar de Castro de Burgoys hispanus". — El 11 de agosto de 1536,
ESPAÑOLES DESARRAIGADOS: FRANCISCO DE ENZINAS 101
vuelto a salir de su tierra, atraído por el Colegio Trilingüe de Lovaina.
Se había matriculado en la gran universidad de los Países Bajos el 4 de
junio de 1539, el mismo día que el portugués Damiao de Góis, amigo
queridísimo de Erasmo en sus últimos años. Ahí se encontraba con otros
españoles, como los Jarava.^"^ Tal vez Enzinas había concebido desde
Lovaina el designio, tan erasmiano, de traducir el Nuevo Testamento a
su lengua materna. Pero había sufrido muy pronto, como tantos otros,
la seducción de Melanchthon: el 27 de octubre de 1541 se había matricu-
lado en Wittenberg, en donde había trabado la amistad más afectuosa
con el gran doctor del protestantismo. En esa ciudad había llevado a
feliz término su traducción del Nuevo Testamento.
En 1543 regresaba a Flandes para hacerla imprimir en Amberes,
, con una hermosa dedicatoria al Emperador. Paso sin duda atrevido,
pero que no podría compararse con el gesto de desafío de un Calvino
al dedicar a Francisco I, después del destierro, su Institución cristima.
Entra en la conducta de Enzinas una parte de despreocupación y de
ignorancia de las dificultades que afronta: evidentemente, ignora el al-
cance del reciente edicto de febrero de 1543; no sospecha que su Nuevo
Testamento, aun antes de salir de las prensas, ha sido denunciado a la
policía imperial, ni tampoco que él mismo es sospechoso por haber he-
cho imprimir un libro herético, traducido, al parecer, de Calvino y de
Lutero.^^ Pero su seguridad parece basarse, además, en ciertos apoyos
que él siente en los medios oficiales, hecho capital para quien busca en
la Iglesia española de entonces las supervivencias de la amphtud de miras
erasmiana. Según sus palabras, lo habían alentado a publicar su traduc-
un mes después de la muerte de Erasmo, se matricula "Ruyzicus Femandus Vyllegas
diócesis burgensis". Hernán Ruiz de Villegas es autor de interesantes poesías latinas
publicadas por el Deán Martí en el siglo xviii (Venecia, 1734), entre las cuales hay que
señalar unos versos a Erasmo, lo mismo que una égloga sobre la muerte de Vives, dedi-
cada a Doña Mencía de Mendoza. Sobre este humanista, véase la noticia de Martínez
Añíbarro, op. cit., págs. 433-436. Nacido en 1510, hijo de Doña Inés de la Cadena, se
casó en 1552 con Doña María Ana de Lerma. Estuvo en relaciones con Vives, Budé,
Gonzalo de Illescas, Juan Verzosa, Luisa Sigea, etc.
i'^ Sobre Hernando de Jarava, traductor de los Salmos, y su sobrino Juan, traduc-
tor de diversos libros sagrados y profanos, cf. injra, págs. 150, 228 y 249.
1® A. H. N., Inquisición, lib. 322, fol. 336 r°. La Suprema al Licenciado Valdo-
livas. Inquisidor de Navarra (Valladolid, 24 de agosto de 1542): "Recebimos vuestra
carta de 8 del presente y mucho os encargamos que siempre se hagan las diligencias
cerca del libro que se dize que lo hizo imprimir un Francisco de Enzinas natural de
Burgos, y nos aviséis siempre dello. . ." Se trata probablemente de la Breve y compen-
diosa institución de la religión christiana escripia por el docto varón Francisco de Elao. . .
Impressa en Topeia por Adamo Corvo el anno de 1540. (Cí. Boehmer, Spanish refor-
fners, t. I, pág. 165.)
102 LA REFORMA ESPAÑOLA
IV
se dejaron sentir en Alcalá cuando él cursaba allí sus primeros estudios". Nosotros cree-
mos que es en San Gregorio hacia 1527 y no en Alcalá antes de 1520, donde hay que
situar la fase aguda del erasmismo de Carranza.
Carranza, Comentarios sobre el catechismo christiano , Amberes, 1558, fol. 8 r°.
8 Ibid., fols. 10 v°-ll r°.
® La comparación entre Carranza y Erasmo la hace Melchor Cano (cf. Fermín
Caballero, Vida de Melchor Cano, Madrid, 1871, pág. 553), que señala la fórmula eras-
miaña diciendo que la ha condenado la Sorbona. Se trata, en efecto, de una frase de las
Armotationes del Nuevo Testamento (Ep. de Santiago, n) censurada en la Determinatio
(véase la respuesta de Erasmo en sus Opera, t. IX, cois. 814 íj., cap. vii. De fide).
108 LA REFORMA ESPAÑOLA
obras, puesto que, según él, éstas no son la causa de la justificación, sino
su efecto.^^ Y cuando Carranza celebra el "perpetuo sábado" de los
verdaderos cristianos que descansan en Dios, "dejando que su espíritu
obre en nosotros", la fórmula viene, indudablemente, de Calvino, pero
es también, en España, el coronamiento de una corriente erasmiana pre-
existente.^^ ElMonachatiis non est pietas está aquí presente en lo más
hondo. Por otra parte, es también el erasmismo lo que se prolonga en
algunas observaciones acerca del valor nulo de ciertos ayunos farisaicos
o de la inutilidad, para los perfectos, de las ceremonias corporales que
acompañan la oración.^^
Sobre la cuestión de las riquezas eclesiásticas. Carranza parece ins-
pirarse en una experiencia reciente lo mismo que en un espíritu eras-
miano o savonaroliano: "Bien habemos visto, dice, malos sucesos de
haber enriquecido iglesias o monesterios con abundancia de limosnas y
dotaciones. Cristo Nuestro Señor dijo de los ministros de su doctrina:
Digno es el obrero de su mantenimiento, dando a entender que los mi-
nistros han de tener lo necesario y no lo superfino". Quizá la expe-
riencia a que Carranza se refiere sea la restauración del catolicismo en
Inglaterra, a la cual había colaborado él al lado de Reginald Pole y de
Fr. Alonso de Castro. La cuestión de los bienes secularizados de la
Iglesia había hecho surgir una grave dificultad sobre la cual Roma había
tenido que autorizar a Pole a ceder.^^ Quizá piensa también Carranza
en el papel desempeñado por las secularizaciones en la propagación de
la reforma en Alemania o en los países escandinavos. De todos modos,
el espíritu austero de la reforma católica, ilustrado por la lección de los
acontecimientos, da aquí la razón a Erasmo y a Lutero.
El caso del Doctor Agustín Cazalla ha sido peor comprendido, si
es posible, que el de Carranza. Menéndez y Pelayo, que desecha con
razón la idea de que se haya convertido al luteranismo en Alemania,
admite que "se pervirtió a la vuelta", y que sus viajes por los países he-
réticos no hicieron más que preparar su "apostasía".^^ Cazalla, en 1543,
10 Cf. Juan de Valdés, Diálogo de doctrina cristiana, ed. cit., págs. 252-256.
11 Ibid., págs. 238 JJ.
12 Véase la censura de Cano en Fermín Caballero, op. cit., págs. 601 y 592-593.
Cano destaca como erasmiana esta frase de Carranza (fol. 289 r°) : "No os engañéis pen-
sando que solos los frailes e monjas dexan el mundo. . . Los apóstoles no eran más de
christianos pero dexaron el mundo por serlo". Esto, en efecto, está muy cerca del
Monachatus non est pietas.
13 Carranza, op. cit., fol. 430 v°, y F. Caballero, op. cit., pág. 602.
1* Hauser y Renaudet, Les débuts de PAge modeme, París, 1929, pág. 506.
15 Heterodoxos, t. V, pág. 85 (cf. t. IV, pág. 394).
EL CASO DE AGUSTÍN CAZALLA 109
cuando comenzó su recorrido de Europa, era extraño, según eso, a las
tendencias religiosas que habían de llevarlo a la hoguera. Pero todo lo
que se sabe de sus orígenes familiares y de su juventud invita a creer
lo contrario. Scháfer, ya mejor informado, discute la cuestión de si su
pensamiento religioso final no debe algo al iluminismo en que estuvo
bañada su infancia. Contra Boehmer y Wilkens, él sostiene que el ilu-
minismo de Francisca Hernández y de Fr. Francisco Ortiz *'no tiene
gran cosa de común con los principios de la Reforma".^^ Pero ya sabe-
mos hasta qué punto rebasa el iluminismo el caso particular de la "beata"
y del espiritual franciscano, y hasta qué punto está mezclado el eras-
mismo en este movimiento.
Dejemos a Francisca, alojada en Valladolid por los parientes de
Agustín cuando éste contaba apenas diez o doce años. Pensemos mejor
en sus parientes mismos, cristianos nuevos perseguidos también por ilu-
minismo; ^'^pensemos, sobre todo, en su tío el Obispo y en su tía
María, tan activos propagadores de un iluminismo erasmizante en Al-
calá yGuadalajara, en la época en que Agustín entra en la Universidad.
Pensemos finalmente en el medio de Alcalá. Pues después de ser en la
propia Valladolid discípulo de Carranza,^^ Agustín va a hacer sus estu-
dios de Artes y Teología en la universidad erasmiana por excelencia.
¿Es posible que no deba nada a la atmósfera espiritual de sus veinte
años? Podría creerse esto si se hubiera sumado, como su condiscípulo
Diego Laínez,^^ a las filas de los que defendieron la estrecha ortodoxia
contra las tendencias protestantes. Pero dada su carrera anterior, no se
puede menos de ver en él uno de los hombres que aseguran la continui-
dad entre el movimiento erasmiano perseguido hacia 1533 y el "lutera-
nismo" perseguido hacia 1558.
El pensamiento religioso de Cazalla nos es mal conocido, pues no
escribió libros, y su proceso mismo se ha perdido. Pero Gonzalo de
16 Scháfer, Beitráge zur Geschichte des spanischen ProtestantisTmis, Gütersloh, 1902,
t. I, pág. 263, nota 5.
1"^ Respecto a su padre, cf. supra, t. I, pág. 212; sobre su madre Leonor de Viberó,
véase Scháfer, op. cit.y t. I, pág. 239. Menéndez y Pelayo, Heterodoxos^ t. IV, pág. 393,
dice que Pedro Cazalla y Leonor de Vibero habían sido "infamados por judaizantes en
la Inquisición de Sevilla", pero no se sabe en qué se funda para decir esto.
18 Según el Proceso de Carranza (B. A. H.), t. I, fol. 204 r°. Interrogatorio de
Cazalla acerca de sus relaciones con Carranza, 19 de mayo de 1559.
19 A. H. N., Universidad de Alcalá, lib. 397 f, fol. 45 v°, promoción de bachilleres
en artes del \^ de junio de 1531: núm. 3, Augustinus de Caballa, y núm. 24, Didacus
Lainez de Alma9án; fol. 53 r°, promoción de licenciados en artes del 13 de octubre
de 1532: núm. 1, Aug. de Cagalla, y núm. 3, Didacus Lainez.
110 LA REFORMA ESPAÑOLA
VI
yo?...^
Y continúa en el mismo tono. Era necesario dar una muestra de
esta elocuencia apremiante y familiar. De buena gana citaríamos todo
lo que viene a continuación acerca de las "buenas obras" de los malos,
acerca de los sacrificios de los malos. Destaquemos por lo menos algu-
nos rasgos:
Tan poca necesidad tiene Dios de vuestro serv'icio para ser honrado,
como de vuestra hacienda para comer. . . iMucho querría que tuvieseis en-
tendido cuán a su salvo tiene el Señor su gloria y su honra. Querer ser
servido y glorificado de vos, grandísima merced es que os hace, descúbreos
el artificio por donde vos podéis ganar más. Cosa es debida para quien Él
es, y misericordia grande para con los hombres.^^
^ Exposición^ ed. Boehmer, págs. 165-166.
10 Ibid., págs. 170 Y 173.
11 Exposición, Sevilla, 1546, fol. 151 r°-v°.
EL "BEATUS VIR" DE CONSTANTINO 123
Este pasaje es uno de los que Constantino, al publicar sus sermones,
señala a la atención del lector, porque demuestran cómo quedan a salvo
las obras en su concepción de la fe justificante; y ya se ha leído en pá-
gina anterior con qué términos expresa, en su prefacio, la relación esen-
cial de la fe y las obras. Aquí está precisamente el nudo de sus sermones.
No hay sino compararlos con el comentario erasmiano del Beatus vir
para ver hasta qué punto el acento se cambia de lugar. Erasmo se diri-
gía aclérigos. Se empeñaba, sobre todo, en demostrarles que la ley di-
vina es espiritual, que es libertad y amor. Era una invitación a empa-
parse, a enamorarse de los textos sagrados, pues "quien ama las divinas
escrituras es arrebatado, conquistado, transfigurado en Dios". La pie-
dad que sugería se oponía a las prácticas farisaicas, a los decretos o a
las constituciones humanas de los pontífices, no porque el hombre pia-
doso deba menospreciar estas cosas, sino porque no hay que multiplicar
las mallas en que se enreda la libertad cristiana. Insistía, sobre todo, en
la meditación de la ley, que está tan lejos de las argucias escolásticas
como del rezo mecánico de los salmos, puesto que es un "rumiar" de la
palabra de Dios. Ciertamente algunas veces Constantino se encolerizad^
contra "el fariseo que pensaba que con solas las obras exteriores cumplía
con los mandamientos del cielo", contra "el moro que coloca toda su
santidad en cierta manera de ceremonias". Pero él se dirige, sobre todo,
al hombre de la calle, a la conciencia moral y religiosa que existe en todo
hombre, para obligarlo a reflexionar sobre la cuestión fundamental de la
salvación:
la "¿Cómo obedecer la ley de Dios?" Y hace brillar la luz de
fe santificante.
Madrid, Apost. de la Prensa, 1941, t. I, pág. 983) a Don Pedro Guerrero, arzobispo electo
de Granada: "Menester eran predicadores devotos y celosos para discurrir por el arz-
obispado para ganar almas que tan perdidas están: ¿mas dónde los hallaremos?" Otras
cartas ulteriores (ibid., pág. 984, donde cita el ejemplo del obispo de Badajoz, y
pág. 986) demuestran la importancia capital del tema para el Maestro Ávila y para el
Arzobispo Guerrero. La valiosa Colección de sermones inéditos del Beato Juan de
Ávila publicada por el P. R. G. Villoslada en el t. VII de la Miscelánea Conñllas (1947)
derrama una luz nueva sobre la predicación del Apóstol de Andalucía, predicación que
gira toda alrededor de Jesucristo y el misterio de la Redención.— Por los mismos años
Fr. Luis de Granada, prior de Badajoz y discípulo de Juan de Ávila, recibió licencia
de "circular para predicar la palabra de Dios, mayormente en las partes de España en
que raras veces se siembra la dicha palabra", y después fué puesto especialmente a dis-
posición de la iMarquesa de Priego y del Conde de Feria, protectores del Apóstol de
Andalucía, para confesiones y predicaciones (documentos del Arch. Gen. Ord. Praed.
de 1546 y 1547 publicados por el P. Cuervo en notas de su estudio Fr. Luis de Granada^
verdadero y único autor del ''Libro de la oración", en R. A. B. M., t. 38, 1918, págs.
328-329).— El valenciano Furió Ceriol, en su Bononia, Basilea, 1556 (pág. 167 de la re-
impresión deLeyden, 1819), da preciosos informes acerca de la predicación en Valencia,
famosa por el gran número de predicadores. Pero fuera de la ciudad, rara vez se deja
oír su palabra. Afortunadas se pueden considerar las aldeas que oyen ocho sermones al
año (los siete domingos de cuaresma y el día de la fiesta patronal). Muchas no oyen
predicar más de una vez al año. Hay tal vez seiscientas en que no ha resonado la pre-
dicación del Evangelio desde que son cristianas. Y Valencia es una región privilegiada,
a la cual Cataluña, más {X)bre, pide a menudo predicadores.— Véase, para el obispado
de Calahorra, una carta de Don Juan Bemal Díaz de Luco a San Ignacio (Valladolid,
10 de abril de 1545), en la cual expresa el deseo de que le manden jesuítas para ayu-
darle "a doctrinar el Obispado" (Monum. Hist. S. J., Epistolae mixtae, t. I, pág. 210).
15 Este prelado, cuyo túmulo se admira todavía en la Capilla del Obispo, de Ma-
drid, pasó de una vida bastante desordenada a la de un obispo ejemplar, empeñado en
empresas apostólicas y protector de los primeros jesuítas. Sobre la fundación del Co-
legio de Plasencia, cf. Astráin, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de
España, t. I, págs. 424-431.
16 En la dedicatoria de su Tratado de la oración (cf. infra, pág. 174). El dominico
Fr. Alonso Fernández, en su Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia,
Madrid, 1627, no dice una sola palabra acerca de esto. "Antonius de Porras" figura en
la promoción de bachilleres en artes de Alcalá de junio de 1529. Recibe el grado de
licenciado el 2 de octubre de 1530, y el de maestro en artes el 31 de diciembre del
mismo año (A. H. N., Universidad de Alcalá, Ub. 397 f, fols. 34 r°, 40 r° y 42 v«).
LA "SUMA" DE CONSTANTINO 125
Paralelamente a la propaganda por el sermón, la reforma sevillana
se sirvió en gran medida de otro instrumento: el catecismo puesto en
forma de diálogo vivo. Para la enseñanza popular de la doctrina cristia-
na, la imprenta había propagado sobre todo, hasta entonces, "cartillas"
que servían para enseñar a leer y en las cuales se encontraba, junto
con las oraciones usuales, una cancioncilla versificada en estilo llano, que
permitía aprender de memoria los datos esenciales sobre el Credo, los
mandamientos, los sacramentos, las obras de misericordia, los pecados,
las virtudes, las potencias del alma, los frutos del Espíritu Santo, todo
en el mismo plano, sin nada que apelara a la inteligencia o a la concien-
cia.^'^ Los reformadores humanistas debían concebir de manera muy dis-
tinta una DoctrÍTm. Ya sabemos cómo, puesto que Juan de Valdés ha-
bía mostrado el camino, desde 1529, con su Diálogo publicado en Alcalá.
Pero este libro no había tenido muy buena suerte. Impregnado de un
erasmismo muy ostentoso, había despertado sospechas, agravadas sin
duda por el destierro voluntario del autor en los días en que la Inqui-
sición perseguía a los alumbrados erasmistas. No había vuelto a impri-
mirse.
A Constantino estaba reservado el rehacer la exposición dialogada
del cristianismo esencial, con una habilidad superior en la presentación
de los temas fundamentales, y también con los recursos de su elocuen-
cia habitual: el resultado debía ser un Hbro de éxito enorme, la Suma de
doctrma christima en que se contiene todo lo principal y necessario que
el hombre christiano deue saber y obmr}^ Este solo título anuncia ya el
designio de presentar un cristianismo limpio de toda carga excesiva. Es,
como la Doctrina de Valdés, un coloquio erasmiano entre tres persona-
jes: el joven Ambrosio, que recuerda bastante al Gaspar de la Fietas
puerilis, sufre en presencia de Patricio, su padre, un interrogatorio de su
maestro Dionisio acerca de las verdades esenciales de la religión. Patri-
cio representa, como el Antronio del diálogo de Valdés, la ignorancia del
cristianismo verdadero. Ya hemos demostrado en otro lugar cómo Cons-
Mirad que no sólo quiero que hablemos en esto con la plática del en-
tendimiento, mas también con la de la voluntad. Porque ya sabéis que hay
una fe sin obras, la cual fe es muerta y que no basta para llevarnos al cielo,
y otra enamorada y encendida con caridad, que no se contenta ni queda
satisfecha sin poner en obra aquello que cree. Ésta es la que de verdad salva
a los hombres, y la que con suavísimo yugo los trae aficionados a ella y su-
jetos alo que quiere.
edición conocida del siglo xvi es la de Amberes, 1556. Pero un privilegio de 1548 im-
preso con la Suma (Sevilla, 1548) demuestra que la obra había salido ya a la luz antes
de esa fecha (Boehmer, Spanish reformers, t. II, págs. 33-34 y 27).
34 Doctrina christiana. En que está comprehendida toda la información que per-
tenece alhombre que quiere servir a Dios. Por el Dr. Constantino. Parte primera. De
los artículos de la fe, Sevilla, 1548 (Staats-Bibliothek de Munich). La Bodleiana posee
una reimpresión de Amberes, 1554-1555.
35 ArteSj op. cit., págs. 326-327.
36 Boehmer, Spanish reformers, t. II, págs. 30 jj. A las ediciones descritas por
Boehmer hay que añadir la primera, de 1543, citada supra, pág. 125, nota 18, y descrita
detalladamente en Juan de Valdés, Doctrina, pág. 310.
132 LA REFORMA ESPAÑOLA
37 Véase sobre esto mfra, Eramio en el Nuevo Mimdo, págs. 448-450. Sobre la pe-
tición dirigida por Zumárraga a Fr. Diego Ximénez, véase lo que dice éste en 1552,
en el prefacio de su Encbiridion (cí. infra, nota 40), fol. 3 v*^: "Considerando esto, un
docto y buen Obispo del gran México de la orden de señor Sant Francisco, me impor-
tunó con hartas lisonjas de palabras y carta los años passados que escriuiesse una Doc-
trina Christiana que él imprimí esse para sus ovejas. Yo lo acepté, pero tan pyesadamente,
quanto muestra la poca priessa que me di en acabarla. Porque con me poner él y mis
amigos y otros obispos de Nueva España espuelas en el negocio, la tuve comengada
más de onze años, acabéla agora, para doctrina de los míos. .
38 Co??7pendium doctrijiae catholicae in usimi plebis christioTtae recte instituendae^
ex libris Institutioms christianae R. P. F. Petri de Soto..., Ingolstadt, 1549.
39 Domingo de Soto, Sunmui de doctrina christiana, Toledo, 1554 (Staats-Biblio-
thek de Munich). Elsta misma Siwrrna aparece igualmente como apéndice al Encbiridion
de Fr. Diego Ximénez (véase la nota siguiente) en la edición de Amberes, 1554.
FLORACIÓN DE "DOCTRINAS CRISTIANAS" 133
erasmista, excepto tal vez en su vivo afán de combatir las supersticiones,
o bien en algunos detalles, como la imagen paulina del cuerpo, cuyos
miembros son los cristianos y cuya cabeza es Cristo, imagen cuya popu-
laridad en España parece poder atribuirse al Enchmdion. Observemos
que Fr. Diego intituló su doctrina Enchiridion a Manual de doctrma
christima^^
hs, escuela de San Gregorio no podía permanecer ajena a este mo-
vimiento. En 1554, Fr. Felipe de Meneses, regente de este colegio,
discípulo y amigo de Carranza, publica su Luz del alfmCj^^ libro desti-
nado, como la Sumcty 2, un éxito inmediato; de él se conocen no menos
de cuatro ediciones entre 1554 y 1556; su carrera no quedó interrumpida
por la reacción de 1558. Es una verdadera Doctrina, que trata sucesiva-
mente de los artículos de la fe, del Decálogo, de los mandamientos de
la Iglesia, de los pecados mortales, de los enemigos del alma (mundo,
demonio y carne), de las obras de misericordia; que agrupa en seguida
los medios dados por Dios a los hombres para cumplir su ley (sacra-
mentos, virtudes teologales, virtudes cardinales, virtudes morales, dones
del Espíritu Santo) , y que presenta como coronamiento de esta parte un
largo estudio de la oración, que encierra, con el comentario del Padre-
nuestro, eldel Avemaria, y que no pasa por alto la oración a los santos.
Esta enumeración demuestra muy bien que la Ltíz del al?m es un cate-
to Fr. Diego Ximénez, Enchmdion o Mamtal de doctrina christiana, Lisboa (Ger-
mán Galharde), 1552. Reimpreso en Amberes en 1554 junto con el Sermón de la Mag-
dalena Yla Exposición del Fsalmo Miserere del mismo autor. En el comentario del
Credo se utiliza la imagen paulina del cuerpo místico cuya cabeza es Cristo, a propósito
de la Iglesia y de la Comunión de los Santos.— Este autor es probablemente el mismo
"Fr. Diego Ximénez de la Orden de Santo Domingo" que algunos años después fué
compañero del Arzobispo Carranza y que, como él, llegó a ser procesado por la Inqui-
sición (A. H. N., Inquisición, leg. 2105, legajo citado por Beltrán de Heredia, Corrien-
tes, op. cit., pág. 127, nota 34). El inventario de su biblioteca, hecho por los Inquisi-
dores, figura en el Proceso de Carranza (t. XX, fol. 457). Entre sus libros figuran los
Adagios y las Anotaciones de Erasmo, el comentario de M. A. Flaminio sobre los Sal-
mos, las obras de Savonarola en español, el Antididagma de Gropper, los Loci com-
rmines [de Melanchthon?], el ínterim [de Augsburgo?], Fr. Luis de Granada, la Cristtada
de Vida; y, entre los libros profanos, Luciano, Diógenes Laercio, el Orlando furioso,
Boccaccio, Petrarca, El cortesano, la Silva de varia lección.
41 Fr. Felipe de Meneses, Luz del alma christiana contra la ceguedad y ignorancia
en lo que pertenesce ala je y ley de Dios, Valladolid, 1554. Primera edición descrita por
Américo Castro, Erasmo en tiempo de Cervantes, en R. F. E., t. XVIII (1931), que mues-
tra de manera excelente el interés de este libro. Sobre la amistad de Meneses y Ca-
rranza, véase Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. V, pág. 34, y el Proceso de Carranza
(B. A. H.), t. I, fol. 395, donde se lee en una carta del Obispo de Palencia (Pedro de la
Gasea) al Inquisidor General Valdés, Villamurriel, 26 de agosto [de 1559]: "La que con
esto embío me escreuió un presentado Fray Felipe de Meneses, mi antiguo conoscido e
a lo que entiendo buen fraile docto, pero gran amigo de el Ar9obispo e de su opinión. . ."
134 LA REFORMA ESPAÑOLA
cismo menos inquietante que la Suvm de Constantino (ya que ésta, como
dice Menéndez y Pelayo/^ era más peligrosa por sus omisiones que por
su contenido).
Pero es también, por su introducción, un amargo discurso a la na-
ción española sobre la cuestión de la ignorancia y de la ceguera en ma-
teria religiosa. Meneses escribe en una hora grave. "Han pasado dos
concilios, y al cabo de ellos quedan los herejes más erguidos y ufanos
que antes". El Emperador ha sido vencido en Alemania. Parece como
si España fuera un reducto hacia el cual la Iglesia va batiéndose en re-
tirada. Las noticias más alarmantes llegan de Francia y de Italia. Ahora
biea, si la fe está intacta en España, si la mantienen firme la acción posi-
tiva de los predicadores de doctrina y los rigores de la Inquisición,
también está ¡oh desgracia!, exangüe y vacilante a causa de la inmora-
lidad general. La ignorancia del pueblo español lo entrega sin defensa
al cebo que Lutero ha empleado para "pescar" a Alemania. La sensuali-
dad, es cierto, tiene poco dominio sobre la nación española, "que de su
natural es dura y sufridora de trabajos". En cambio, hay una fuerte
tendencia a la imitación y, sobre todo, un apetito desenfrenado de li-
bertad. "Si. . . sonase el atambor de la libertad luterana, temo que haría
tanta gente como en Alemania hizo". Ante tantos peligros, ¿qué reme-
dio propone Meneses? Luchar por la propagación de la doctrina contra
la ignorancia de la ley de Dios, contra la ceguera de las almas. Designio
completamente erasmiano, como finamente ha observado Américo Cas-
tro, que recuerda a este propósito la Regla I del Enchiridion "Contra el
mal de la ignorancia", y que hace además otras sugestivas comparaciones
entre ambos libros. Entre los textos que cita de la Luz del ahna^ desta-
quemos laamarga reflexión sobre una religión en que es "todo exterior,
sin existencia ni frutos":
VII
Nuestro autor nos dice, además, que esta escuela era estrictamente
conservadora de los sacramentos y de las ceremonias: recomendaba oír
muchas misas, multiplicar las estaciones en la iglesia, impulsaba a la con-
fesión frecuente, y también a la comunión frecuente.^
La otra escuela, como ya se adivinará, es aquella a que se adhiere
González iMontano, la de la justificación por la fe, la de Egidio y de
Constantino. Pero no es probable que las dos tendencias, sobre todo al
principio, hayan chocado violentamente. Convenían sin duda alguna en
la reprobación de ciertas devociones supersticiosas. Una y otra concen-
traban, cada una a su manera, la atención sobre Cristo Salvador. Y los
predicadores sevillanos de la justificación por la fe no sacaban de esta
doctrina consecuencias revolucionarias. Si las dos escuelas hubiesen es-
tado en pugna, sería muy difícil explicar la situación indecisa en que
veremos, todavía en 1558, a la Compañía de Jesús con respecto a un
Constantino o a un Carranza.^ Hay verdaderamente un período durante
el cual queda borrada toda frontera entre ortodoxos y heterodoxos.
1 González, Artes, págs. 260-261. Cf. Historia de la muerte de Juan Díaz, pág. 50.
2 Cf. iiijra, págs. 327 y 329.
LA LECTURA DE LOS LIBROS DE ERASMO 139
Parecería, no obstante, que en un punto se mantiene el desacuerdo:
y es el asunto de Erasmo. Si hay que creer a González Montano, los
jesuítas, o, en todo caso, los mantenedores de la escuela ascético-mística,
difunden los libros de Enrique de Herph,^ de San Buenaventura, y los
libros-clave de la renovación mística franciscana: el Tercer abecedario
de Osuna, la Subida del Monte Sión de Laredo. Por el contrario, desvían
a sus discípulos "de la lectura de los buenos autores y, sobre todo, de la
de Erasmo, de quien sin duda no habían de aprender más que a saber
con arrogancia".* Esta indicación tiene valor innegable, puesto que vie-
ne de un hombre que vivió el movimiento de Sevilla y que no mezclaría
indebidamente el nombre de Erasmo en este asunto para complacer a la
nueva ortodoxia protestante que él ha abrazado. González Montano
confirma el carácter erasmiano que en el fondo tiene el apostolado de
Egidio y de Constantino. Y también la bibliografía da testimonio de la
utilización de Erasmo por el movimiento sevillano. Después de 1536, los
editores españoles reimprimen mucho menos sus obras: ahora bien, en
lo que atañe al Enquiridion, si se hace caso omiso de una edición apare-
cida en Lisboa en 1541, la primera reimpresión conocida después de
1528 es la que el editor Juan Canalla publica en 1550 en Sevilla: en esta
edición el Enquiridion va acompañado de la Pardclem. Si se tiene en
cuenta la utilización de este último opúsculo por el Obispo de México
desde 1544, es sumamente probable que la traducción española de la
Paraclesis se haya difundido, hacia 1543, por las prensas sevillanas, ya
sea en forma de folleto suelto, ya en forma de apéndice al Enquiridion.
Se conserva una reimpresión de la Lengua que salió de los talleres de
Cromberger en 1544, y que quizá constituye testimonio de una reno-
vación de las ediciones erasmianas que coincide con la buena acogida
de la SuTna, de Constantino. Por otra parte, en Sevilla es donde sale a
la luz, en 1546, bajo los auspicios del Inquisidor Corro, el Tratado de la
oración de Erasmo, adaptación española del Modus orandi. Será nece-
sario volver a hablar de esta intervención insospechada del erasmismo en
el campo de la oración.
5 MovwTL Hist. S. /., Scripta de Soneto IgTiatío, Madrid, 1904, t. I, pág. 495 (cf.
ibid^ Epirtolae Nadal, Madrid, 1898, t. I, pág. 317, Nadal a San Ignacio, Padua, 19 de
julio de 1555: "Veo todos los libros, y aparto los que se han de apartar; y si no fuessen
heréticos no les cremaré, sino se teman aparte hasta que V. P. mande qué se hará de
ellos; como de Erasmo, Vives, etc.").
CAPÍTULO XI
por la fe.^
tolas en romance, parece nos que no se deue prohibir ninguna cosa del Testamento
Nuevo ni los psalterios en romance, sino la traslatión de Enzinas que se ymprimió en
Flandes". Hay que obsen^ar, sin embargo, que el Inquisidor General Tavera, en 1543,
concedía a la Duquesa de Soma, mujer del Almirante de Ñapóles, "licencia de tener
una biblia en vulgar toscano y leer en ella", y que esta autorización era válida por un
año (A. H. N., Inquisición, lib. 245, fol. 126 r°. Madrid, 20 de febrero de 1543). Es
curioso el dato referente a la Duquesa de Soma por tratarse, según parece, de la madre
de Violante Sanseverino, la Flor de Gnido cantada por Garcilaso (cf. E. Melé, Las
poesías latinas de Garcilaso y su permanencia en Italia, B H., t. XXV, 1923, pág. 125).
8 Publicado por Antonio Baiáo, art. cit.; véase, a propósito de la Biblia, la pág. 482.
^ Véanse en particular (A. H. N., Inquisición, leg. 4426, n*^ 32) unas listas de libros
r
LÁMINA XVI
Fadrique Furió Ceriol.
Grabado por Philippe Galle.
LA CUESTIÓN DE LA BIBLIA EN ROMANCE 145
El Concilio se reunió, y después se disolvió por segunda vez, sin
decidir nada acerca de las traducciones vulgares de la Biblia. La Univer-
/¿idad de Lovaina discutió largamente la cuestión. Y aquí fué donde se
redactó, en 1555, la defensa más atrevida que una pluma española haya
escrito jamás en favor de estas traducciones: un diálogo latino del va-
lenciano Furió Ceriol, intitulado Bonoma,^^ del nombre del teólogo or-
todoxo que el autor se da por interlocutor. En ese diálogo se encuentra
todo lo esencial de la Paraclesis. Los Evangelistas, los Apóstoles, los
Padres de la antigüedad utilizaron la lengua del pueblo a que se dirigían.
¿Acaso la doctrina cristiana es tan abstrusa que sea preciso ser teólogo
para comprenderla? La verdadera teología, contesta Furió, no es otra
cosa que conocer a Dios y a su hijo Jesucristo, y saber la regla que
nos enseña a vivir buenos y dichosos. Todo buen cristiano puede lla-
marse 'teólogo. Otro argumento muy erasmiano es que los hombres se
recogidos por la Inquisición en los alrededores de 1552, y un edicto de Valdés (20 de
agosto de 1554) en que se prohibe gran número de Biblias. Véanse también (A. H. N.,
Inquisición, lib. 245, fols. 206 y 211) unas instrucciones para la conñscación, en Sala-
manca y en Alcalá, de las Biblias "notadas de algunos errores" o "depravadas" (21 de
noviembre de 1551 y 24 de octubre de 1552).
10 Fadrique Furió Ceriol, Bononia sive de libris sacris in vemaculam linguam con-
vertendis libri dúo. . . ex aeditione Basileensi, An. 1556, repetiti, Lugduni Batavorum,
MDCCCXIX. El tratado, dedicado por el autor al Cardenal de Burgos Don Francisco
de Bobadilla y Mendoza, está fechado (al fínal) en Lovaina, a 3 de enero de 1555. El
ortodoxísimo Bononia, que no se rinde a la tesis de Furió, quisiera someterla a los teó-
logos de Lovaina, lo cual hace sonreír al español: "¿Conque apelas a una jurisdicción
superior? Yo hubiera querido tener tu propio juicio". Acerca de las peregrinaciones
europeas de Furió, véase J. M. de Semprún Gurrea, Fadrique Furió Ceriol consejero
de príncipes y príncipe de consejeros, en Cruz y Raya, Madrid, noviembre de 1934,
págs. 55-59 (memorial inédito en que Furió recuerda, en 1581, sus servicios pasados).
Furió regresó a Lovaina poco después de la publicación de su libro en Basilea (1556).
Se matriculó en la Universidad en agosto de 1557 (Archives Générales du Royaume,
Bruselas, Registro r)P 24 de la Universidad de Lovaina, fol. 332 v°: "Fredericus Furius
Cereolanus Valentinensis". Según un examen que debo a la gentileza de M. Bour-
guignon, archivista en Bruselas). — El humanista neerlandés Enrique Cock, archero de
Felipe II, menciona su muerte en el relato de la real Jomada de Tarazona (ed. A.
Morel-Fatio y A. Rodríguez Villa, Madrid, 1879, pág. 33): "Miércoles a doce de agosto
[de 1592] murió en Valladolid Frederique Furio Seriol, natural de Valencia, coronista
de S. M., hombre de raro ingenio, mucha ciencia y experiencia, el qual, siendo conse-
jero del elector de Colonia, fué llamado por S. M. en España por ciertas razones.
El qual, por haber sido tan amigo mío, me pareció razón hazer dél memoria, pues su
virtud y doctrina lo merescen". Los editores de Cock dicen, remitiendo a la Biblioteca
valenciana de Fuster, t. I, pág. 157, y a Ximeno, Escritores del reino de Valencia, t. I,
pág, 189: "Por sospechas de heregía, mandó Felipe II hacer después de la muerte de
este egregio valenciano un informe acerca de sus ideas religiosas, resultando sin mancha
alguna, muriendo, al decir del proceso, clérigo de San Martín". Entre las cartas de
Cock que conserva la B. N. P. (Ms. Lat. 8590, fol. 56) hay una dirigida a Furió Ceriol
(12 Cal. Maii 1584) en que le presenta al famoso copista griego Nicolás Sofiano.
/
14^ EL ERASiMISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
asemejan a los libros que leen: ¿acaso va a dejárseles leer las novelas
inmorales y prohibírseles la Biblia?
Pero nuestro valenciano es un espíritu tan ingenioso, tan abierto al
mundo que lo rodea, que renueva verdaderamente la cuestión a fuerza
de discutirla con relación a las necesidades de este mundo moderno.
Una razón imperiosa de traducir la Biblia a las lenguas vulgares es, se-
gún él, la escasez de verdaderos predicadores de que adolece la huma-
nidad entera, y de modo particular España.^^ Y que no le vayan a
decir que, si se pone la Escritura al alcance de todos, los lectores aca-
barán por hastiarse de ella: observa, por el contrario, que la abundancia
de libros que ha hecho nacer la imprenta ha desarrollado prodigiosa-
mente elgusto por el estudio. Que tampoco le vayan a decir que hay
que dejar a las mujeres con su rueca y con su huso: las mujeres tienen
alma e inteligencia como los hombres.^* Este sabio hace gala de ironía
al hablar del pedantismo doctoral que quisiera atrincherar la Biblia
tras los múltiples baluartes de las tres lenguas, de la retórica, de la
dialéctica, de la filosofía. Y retorciendo el argumento según el cual
las herejías nacen de la difusión de la Bibha en lengua vulgar, él ase-
gura que la madre por excelencia de las herejías es la soberbia racio-
naHsta de los filósofos.^^
Furió descuella en reducir al absurdo la tesis adversa. Todos los
argumentos que se hacen contra la Biblia en lengua vulgar, dice, valen
en resumidas cuentas contra la Biblia en sí. Entonces ¿por qué no pro-
hibir la Biblia? No se quiere, dice en otro lugar, que continuemos
aplicando el método de los Apóstoles. Pero pensemos en los apóstoles
modernos. Supongamos que los indios pidan a Bartolomé de las Casas
que les dé por escrito este Evangelio que les predica: ¿en qué lengua se
lo dará? Para el escritor valenciano, la idea de multiplicar las traduc-
ciones no tiene nada de espantable. Demuestra por la reciente tra-
ducción de CastelHon una admiración sin límites.^* Acepta en todas sus
consecuencias la idea de las versiones en lenguas vulgares. Los prelados
no tendrían que hacer otra cosa, cada uno en su propio dominio, sino
renovar la empresa de los Setenta. Si la traducción hecha para los ha-
11 Bononia, ed. cit., págs. 150-1 5 L Cf. pág. 358.
12 Ibid., págs. 165-170. Cf. supra, pág. 124, nota 14.
13 Ibid., pág. 251.
14 Ibid., págs. 278 Jí.
15 Ibid., págs. 287-298 y 304 jj.
16 Ibid., págs. 347 ss.
17 Ibid., pág. 218.
18 Ibid., págs. 320 y 326-327.
LA CUESTIÓN DE LA BIBLIA EN ROMANCE 147
hitantes de Valencia no la comprenden los habitantes de Barcelona, de
Mallorca o de Ihiza, que se haga una para cada dialecto. Si se teme que
la traducción envejezca a medida que la lengua cambia, ¿por qué no
revisarla, y aun cada diez años si es preciso? Suponiendo que haya
peligro de herejía, las anotaciones pueden remediar este peligro. De
cualquier cosa se puede usar o abusar: el papel de las autoridades es
velar por que no haya abusos, no prohibir el uso de las cosas.^^
No se puede más que dar una idea de la riqueza de este libro, que
es verdaderamente, como dice Bayle, un hermoso tratado. No parece
haber tenido resonancias en España. Sin embargo, su publicación en
Basilea, en 1556, causó cierto ruido, y el autor, según parece, no se
salvó de las persecuciones sino gracias a la intervención de Carlos V, que
lo agregó a la servidumbre de Fehpe 11.^^ Es posible que Furió Ceriol
haya expresado en voz alta, y con lujo de argumentos completamente
nuevo,^ aquello que muchos españoles pensaban en voz muy baja y con-
fusamente. Ladoctrina oficial era, y siguió siendo, que divulgar la Biblia
era sembrar la herejía.
Ésta no era sólo la doctrina de Alonso de Castro, sino la de Don
Martín Pérez de Ayala, que también ataca, en este punto, a Erasmo y
a los "erasmianos":
Aquí, dice, creo oír la voz de algún erasmiano que reprueba nuestra
doctrina —o mejor dicho, la de los santos— llamándola llena de soberbia.
La divina Escritura, me dice, es buena y santa; ha sido dada para la salvación
de los hombres; ha sido promulgada para que la comprendieran aquellos a
quienes importa seguirla. ¿Por qué decís entonces que pertenece a un pe-
queño número, siendo así que Dios ha querido que fuera común a todos?
¿Acaso la divina Escritura no es la luz? Tiene que ser accesible a todos. Por
otra parte, Pablo mismo escribe sus epístolas para la Iglesia entera, no para
los teólogos y los obispos. ¿Por qué, pues, queréis robar a la comunidad
de los hombres aquello que los apóstoles quisieron que fuese evidente para to-
1^ Ibid.y págs. 329-334. Furió da (pág. 329) algunos informes preciosos acerca de
las traducciones en romance que existían en España. Habla de los Evangelios litúrgicos
traducidos al valenciano, y bien traducidos, puesto que la Inquisición permite que se
impriman. También se refiere a adaptaciones poéticas de las Epístolas paulinas en
valenciano y en castellano, que parecen perdidas: "Vidi etiam ac legi epístolas Pauli
carmine interpretatas, tum mea, tum castellanica, ut vocant, lingua".
20 Ibid., pág. 340.
21 Según De Thou, cuyas palabras se reproducen en Nicolás Antonio, t. I, pág. 363,
y en la introducción de Tydeman al Bononia, ed. cit. En el Cathalogus librorum qui
prohibentur mandato III... F. de Valdés..., Valladolid, 1559, figura (pág. 27): "Fride-
rici Furii Coeriolani Valentini de libris sacris in vemaculam lingtumi convertendis libri
duo'\ título que corresponde evidentemente al Bononia.
148 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
dos? —Pero yo respondo: ¡No! Nosotros no robamos la Escritura a los
fieles, sino que no queremos que hombres carnales y sin preparación la
devoren cruda so pretexto de alimentarse de ella. ¡Que oigan a los Prelados,
a los Profetas y a los Doctores de la Iglesia! Que aprendan de ellos lo que
les es necesario. La Sagrada Escritura es la luz, en esto estamos de acuerdo.
Pero una luz que no es comprendida por todos, que debe mostrarse progre-
sivamente. Es propiedad de toda la Iglesia, y no del primer particular que
llegue. En esto se engañó grandemente Erasmo, y con él todos los que lo
han seguido en ese punto.^^
?oqucfct>cucb35crpa"
rabknitiow.
153^.
LÁMINA XVII
La Preparación para la muerte.
Traducción dedicada a Don Juan de Zúñiga y Avellaneda.
Burgos, Juan de Junta, 10 de abril de 1536,
Staats-Bibliothek de Munich.
LA "PREPARACIÓN PARA LA A4UERTE" 153
¡Ay! El solo pensamiento de la muerte corporal nos hace temblar,
porque vivimos sumergidos en una doble muerte, privados del Espíritu
de Dios, y ya hijos del infierno. La esperanza es la única fuerza ca-
paz de separar a los pecadores del infierno. Pero esa esperanza tiene que
nutrirse de fe y caridad, y no ha de ser frivola. No hay que dejar para
mañana el cuidado de reformar la vida. ¿Quién sabe si viviremos ma-
ñana?
Otro dice: algún día por ventura me meteré fraile. Allí lloraré mi
mala vida; entre tanto, gozar quiero del mundo. Dime, dado caso que no te
falte la vida, ¿quién te asegura esa voluntad que quieras después cambiar tus
deleites por áspera penitencia? ¿Piensas que esa intención estará siempre en
tu mano? Sola la gracia de Jesucristo es la que da reconocimiento al pe-
cador.^
Y por tanto, los que dicen: cree que serás salvo y salvarte has, dos veces
pecan. Porque si lo entienden de cualquiera fe, mienten, y si de la fe viva,
neciamente dicen "cree", como que estuviese en mano de cualquiera creer
cuando quiere.^
Si dice [el tentador]: "Mucho has rezado, mucho has ayunado, áspera
vida has hecho, muy limosnero has sido", diga: "Todo eso y más hicieron
los fariseos y se condenaron. Si algún bien yo he hecho, de Dios me ha
venido".^^
10 Ibid., fol. 34 r°.
11 Ibid., fol. 37 v°.
LA "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE" 157
Al buscar todo aquello que aumenta la fe en la misericordia divina,
y al expulsar todos los vanos terrores, Erasmo no podía menos de en-
contrarse con el terror del Purgatorio, que generalmente se combate con
tan malos remedios. En lugar de pretender tranquilizar a los hombres
contra el fuego del Purgatorio con bulas que se compran, es ya prefe-
rible persuadirles que se atenúan los sufrimientos de ese lugar gracias
a misas, oraciones o limosnas. Pero
el más eficaz de todos los remedios es que el enfermo mismo ponga toda
su fe, su confianza, su amor, su corazón en Dios y en el prójimo, y que de
muy buena voluntad perdone a todos los que le han ofendido, y que sufra
la enfermedad, los dolores, los trabajos, la muerte por amor de Jesucristo,
sometiéndolo todo a la voluntad divina, confiando que Dios no castiga dos
veces un delicto, y que Jesucristo pagó por nuestros pecados en el madero
de la cruz.^2
por maestro.^^
El otro traductor de la Praeparatio ad vicn'tevi nos es ya bien cono-
cido: es el Maestro Bernardo Pérez. Su traducción, que apareció en
1* Sobre Don Juan de Zúñiga y Doña Elstefanía hay documentación abundante (y
un retrato de Don Juan) en March, Niñez y juventud de Felipe II, libro hecho a base
del archivo de aquella familia. ¿Quién sabe si el traductor del Aparejo será aquel fraile
de quien Doña Elstefanía, en cana a su madre (Madrid, 6 de septiembre de 1536), dice
que es confesor de su marido, "y sert molt bon orne, si no que es molt retret y
encollit"? Es interesante notar, porque tales concomitancias ilustran mucho el ambiente
de la reforma católica, que Don Juan, antes de morir (1546), tiene tiempo de dar su
apoyo a los primeros jesuítas que lo buscan en la Corte, diciendo de él Araoz "que
muchos años a es de la Compañía" (Momcni. Hist. S. /., Epistolae mixtae, t. I, págs. 203,
212, 225 y 296). La Condesa de Palamós, suegra del Gran Comendador, es también
muy afecta (o "afectada", como dice Araoz) a la Compañía.
15 Véase Bibliografía, núm. 343. La B. C. posee un ejemplar de la Compendiosa arte
para confessar, que el traductor ha juntado con la Preparación para la muerte (cf.
Gallardo, Ensayo, t. I, col. 385, donde se reproduce la epístola dedicatoria). En la
dedicatoria del Aparejo se puede leer: "Pero porque con la mudan9a de los tiempos
se han mudado las condiciones humanas y hay en el día de hoy muchas doctrinas falsas
en mostrar ese arte de bien morir, inventadas para satisfacer la desordenada codicia^
parecióme que para nuevas enfermedades no serían tan provechosas las nuevas medici-
nas. ." El traductor declara haber querido "no sólo hazer officio de intérprete mas
aun de exponedor".
LA "PREPARAaóN PARA LA MUERTE" 159
Valencia, se intitula Preparación y aparejo para bien morir. La dedica
a la joven duquesa de Gandía, Doña Francisca de Castro, en una inge-
niosa epístola en que desenvuelve largamente la idea de que la vida
terrestre es una "preñez de naturaleza":
Cuando el hombre nace del vientre de su madre, entra en el vientre de
naturaleza, y cuando el hombre muere es el parto de naturaleza. . . Alta fi-
losofía esdecir que el hombre tiene dos concebimientos, dos vidas y nin-
guna muerte.
Llégase otro año y tornan a hacer la fiesta de Sant Roberto, porque son
devotos de la cueva de Sant Patricio que está en la isla de Ibernia; e con
gastar seis o siete reales que de avemarias los llevan en el sermón, piensan que
tienen buen título de tomar a los tractos de su Sant Simón que profesan y
a los cambalaches de la señora de Santa Mamona, que por tener a marido
y mujer de su bando en el martirologio de sus trapazas y solapados engaños
canonizaron. . . Allégase junto con esto que dicen que tienen bulas de más
de diez años; que cada una les da indulgencia plenaria toties qitoties, con
que mueran con señal de cristianos. Demás de todo lo sobredicho, han he-
cho decir las misas de Sant Amador y de las once mil vírgenes, con todo el
número de candelas que estatuyó su padre Marforio refrendadas en Monte
Caballi. Allégase a todo esto que han rezado tantos años la oración del conde
y la oración de la emparedada. ítem, traen consigo una nómina con un
escripto que dice: Si ergo me quaeritis, junto con ciertas reliquias que dicen
que son parte de una muela del robusto Sansón, con un poco de malla de
los armados que guardaron el sancto sepulcro. Demás de lo sobredicho,
38 Ibid., págs. 172b-173a.
39 Ibid., pág. 209.
40 Ibid., pág. 232 b. Cf. infra, pág. 170.
166 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
tienen unas cuentas que no quedó pared en Sant Juan de Letrán a que no
llegárase, con todas las grutas del Panteón, en las cuales han hecho rezar a
ciertos ciegos que tienen salariados, por que cada mañana les recen a la
puerta. Y sobre todo han oído siete misas nuevas, que dicen que el que las
oye no puede ser perdido. Con éstas y otras perdonanzas que han ganado
en su vida, según su cuenta, tienen ganados todos los años de purgatorio,
porque sumados pasan de más de diez mil cuarentenas. Por donde piensan
que les pueden sobrar perdonanzas de que pueden hacer mercedes a sus
amigos por vía de traspaso, y entretanto que se haga el descargo por vía de
expectativa.^^
*3 Carro de las donas, Valladolid, 1542. Resulta de los preliminares que el adap-
tador es un franciscano del monasterio de Valladolid, y que concluyó su trabajo en
1540. El libro se publica con autorización del Abad de Valladolid Don Alonso Enrí-r
quez. Véase en particular (fols. 6ss. de la quinta parte) la alegoría del caballero, que
se desarrolla más que en el Enchiridion. Véanse asimismo los capítulos xii ("Quán
necessario es no saber el hombre la hora cierta de la muerte para enmienda de nuestra
vida") y xiii ("Quán de corrida va nuestra miserable vida a la muerte", con probables
reminiscencias de Jorge Manrique). Y, acerca de las tentaciones del agonizante, los ca-
pítulos XXXII Jí.
44 Cf. supra, pág. 135. Véanse los fols. 101 ss. (fol. 111 v°: "... gran bien nos haze
Dios en ocultamos el día de nuestra muerte") y el fol. 116: "La muerte viene quando
a Dios le plaze, y las más vezes nos toma a tiempo que mejor nos está". Valtanás dice
de manera impresionante que las campanas que doblan por los muertos también "tañen
a vivos para que nos aparejemos a bien morir" (cf. Antonio de Guevara, Epístolas fa-
miliareSy I, lvii, B. A. E., t. XIII, pág. 172 a). También habla (fol. 118 v°) de la vanidad
de los sepulcros opulentos.
45 A la cual no pertenece, pese a la semejanza del título, la Praeparatio mortis del
franciscano Fr. Francisco de Evia, prohibida por el índice de 1559 "en romance y en
latín". Por lo menos, es de estilo muy tradicional un tratado que suponemos identifi-
cable con ella: Tratado muy devoto y prouechoso llamado Preparatio Mortis en el
qual se contiene todo lo que el buen christiano deue dezir y hazer en el artículo de la
muerte para auer cathólico y buen fin. El qual copiló y sacó de la sancta escriptura un
religioso de la orden del glorioso padre sant Francisco. . . Corregido y añadido cosas de-
votas ylos siete psalmos peniteiiciales. . . , Alcalá. . . en casa de Salzedo. . . , MDLVIII
(B. P. E., SN E 31 Cl). Existe en la misma biblioteca, B. de L. E II C 1, otra
edición incompleta del mismo tratado como tercera parte de un devocionario francis-
cano que empieza por un Exercicio muy provechoso devoto y contemplativo llamado
Cruz de Cristo y una Breve copilación de un tratado de Sant Buenaventura que es lla-
mado Vie Syon lugent, o Mística theología (Palau, op. cit., t. II, pág. 354, menciona
dos ediciones de este triple devocionario: Sevilla, 1543, y Medina del Campo, 1553),
168 EL ERASAIISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
que Carranza erasmizara en este punto, como en tantos otros, si en efec-
to supo liberar a Fr. Francisco de Rojas del terror del purgatorio y re-
confortar laagonía del Emperador, en Yuste, concentrando sus últimos
destellos de atención en la imagen de Cristo salvador.^^
III
Hace algún tiempo nos divertía en Lovaina un hombre simple más bien
que impío, que, después de los oficios, solía recorrer todos los altares y
saludar con la oración dominical a algunos santos y santas por quienes sentía
particular afecto. Después de lo cual se arrodillaba un instante y pronun-
5 Se puede leer este importantísimo pasaje en Opera, t. V, col. 1120 B-E.
6 Ibid., col. 1121 A.
EL "MODUS ORANDI" 173
ciaba el nombre del santo o de la santa en cuyo honor había rezado, dicien-
do: "Esto es para ti, Santa Bárbara"; "Toma esto para ti, San Roque", teme-
roso de que uno de los santos que estaban en el mismo altar se apropiara de
lo que se dirigía al otro y sobreviniera una disputa entre los santos.
^ Cf. supra, pág. 142. Porras no utiliza la versión española utilizada por Zumárraga,
sino el texto latino, del cual traduce las páginas centrales, comenzando por el célebre
pasaje: "Cómo? nuestro dotor Christo enseñó cosas tan escuras e inculcadas [intrinca-
das?], que solos los theólogos las puedan entender?. . . Oxalá que todas las mujeres no se
ocupassen en leer otra cosa sino los evangelios y epístolas de san Pablo ... Si pluguiesse
a Dios que los labradores y officiales no cantassen otros cantares para relevar su trabajo
sino el sancto Evangelio y oxalá que en tales cuentos y fábulas passassen su cuento los
caminantes..." (Cf. Erasmo, Enquiridion. . . ParáclesiSy Madrid, 1932, págs. 454 jy.^.
10 Porras, Tratado^ fol. 3 r**. Cf. supra^ pág. 169, la definición erasmiana.
11 Ibid.y fol. 6 r°-v°. Cf. supra^ t. I, pág. 227, el Enquiridion.
12 Ibid., fol. 8 v'*.
13 Ibid., fol. 10 v°. Cf. supra, t. I, págs. 410-411.
1* Ibid., fol. 14 r°. Cf. supra, pág. 170.
176 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
La atención es igualmente necesaria. La oración verdadera no se
produce en el momento que se quiere: es recogida y secreta, según
se dice en el Sermón de la Montaña.^^ La perseverancia en la oración se
ilustra con gran número de autoridades de la Biblia y de los Padres. Por
otra parte, hay que saber pedir lo que conviene a la gloria de Dios y a
la salvación del alma: "No mi voluntad, sino la tuya": todas las oraciones
deben reducirse a ésta.^^ Finalmente —opinión que se aparta de modo
extraño de la práctica tradicional del catolicismo—, uno debe orar por sí
mismo, no por otro, de quien se ignora si cumple las condiciones nece-
sarias para ser escuchado.^^
Porras repasaba una por una gran número de cuestiones relativas a
la oración reglamentada, y en particular a las Horas del clero. Explica-
ba la significación "de la misa, y más generalmente la de las ceremonias
de la Iglesia, insistiendo en el valor simbólico de los gestos del fiel, se-
gún la enseñanza fundamental de Erasmo, de que lo interior tiene que
corresponder a lo exterior.^^
En seguida se extendía largamente sobre la oración dirigida a los
santos: planteaba la cuestión en los mismos términos que el Modus
orandij y concluía que todo fiel puede y debe rezar a los santos, pero
que ha de quedar bien entendido que su culto consiste en imitarlos,
honrarlos y pedir su socorro. Con Erasmo, demostraba el error de la
gente simple que invoca a los santos con padrenuestros y avemarias:
"Qué cosa más sin discreción y sin propósito se puede decir que a la
Virgen María Padre nuestro que eres en los cielos; y a San Cristóbal
decir Dios te salve, María, llena de gracia, o a San Jorge Padre nues-
tró'\ . ?^ Por el contrario. Porras no ve ninguna dificultad en admitir
que Dios realiza milagros de cierto género mediante ciertos santos, con
tal que no se crea que sus poderes de intercesión se limitan a una es-
pecialidad, nise admita que los milagros se producen más particular-
mente en los lugares en que vivieron o están sepultados los santos, ni se
suponga que son más abundantes cuando se celebra su fiesta.^^ Deja un
lugar particular para el culto de la Virgen, y no olvida las oraciones a
las ánimas del Purgatorio.^^
15 Ihid., foL 16 r°.
16 Ihid., fol. 22 r«.
17 Ihid., fol. 22 v°.
18 Ihid., fol. 34 v°.
1^ Ih'id..) fol. 36 r°: "Si se puede hazer oración a los santos".
20 Ihid., fol. 44 r°.
21 Ihid., fols. 45 r°-46 v°.
22 Ihid., fols. 49 r^-v^ y 43 v°.
EL "COMENTARIO" DE MARTÍN DE AZPILCUETA 177
En cuanto al lugar de la oración, Porras está menos dispuesto que
Erasmo a estimar de poca monta el asunto: "No se debe estimar en poco
el lugar deputado a la oración ni el ayuntamiento de muchos a efecto
de rezar". La cuestión de "si basta hacer oración con sólo el pensa-
miento" seplantea en los mismos términos que en el Modus orandi, sin
que Porras parezca animado, como el traductor de Erasmo, por un afán
de propaganda en favor de la oración mental.^^
La segunda parte de su Tratado, que es la más larga, la llena casi
íntegramente un comentario del Fater Naster, uno de los más completos
que en esa época se escribieron en lengua española, y que Porras prolon-
ga expHcando "cómo el Pater Noster incite a bien obrar". El tratado
de oración concluye así como tratado de moral, no sin poner a con-
tribución Erasmo,
a en particular en unas ingeniosas páginas acerca de
los males de que es responsable la lengua. Es preciso añadir que estas
consideraciones morales se presentan como materia de posibles "con-
templaciones" sobre el Padrenuestro. Uno de los rasgos de la escuela
erasmiana de oración es ese deseo de orientar la meditación hacia la
reforma de la vida.
El Modus ormdi, antes de inspirar el Tratado de Porras, había sus-
citado otro libro cuyo interés es mucho más complejo, porque se pre-
senta con apariencias de réplica a Erasmo, y porque se inspira, en
amplia medida, en su espíritu. El autor, Martín de Azpilcueta,^* era
universalmente conocido entonces por su título de "Doctor Navarro".
No era un teólogo, sino un canonista, que había formado generaciones
de estudiantes, en Tolosa, en Cahors, en Salamanca, y después en Coim-
bra, donde seguía enseñando. Gran profesor, personalidad vigorosa,
es amigo de la joven Compañía de Jesús, a la cual muestra la vía de la
Por ver y mirarlas, algunos clérigos dejan el coro, otros el canto, otros
ríen cantando y riendo cantan, dellos no atienden a lo que dicen, dellos más
devotos están en notar quién cómo salió vestido, y quién cómo danza, baila,
burla y dice gracias, que en contemplar en el mismo Santísimo Sacramento
que allí se lleva, o en el misterio que aquella procesión representa. Y aún,
lo que es peor, algunas veces veréis al mismo que lleva el Santísimo Sacra-
mento o la imagen principal reírse y tener los ojos más tendidos a estas
burlas y ruidos que al mismo Dios y hombre que en sus manos lleva.^^
LÁMINA XIX
El Doctor Navarro Martín de Azpilcueta.
Grabado por Philippe Galle.
LA ORACIÓN MENTAL 185
El libro es muy denso y bastante técnico. No es una de esas obras
fáciles que se leen como novelas, y que "van someras como Tejo, ex-
tendiéndose porvados de generalidades y sentencias que cuasi todo
cristiano de mediano juicio puede pasar a pie enjuto o con poco trabajo
y sin mucho provecho". Azpilcueta ha querido hacer una obra *'como
Duero encogida, llena y honda de preñadas y vivas razones, de fuertes
y nervosos argumentos, tanto más provechosos, y, después de pasados,
sabrosos, cuanto más tiento y atención al pasar requieren". Al mismo
tiempo, libro de un hombre que tiene gran experiencia de los oficios
divinos, puesto que hace más de cuarenta años que reza oraciones, hace
treinta que dice misa y muchos que ha oído "cantar y a las veces can-
tando en diversos reinos e iglesias catedrales, colegiales y simples".^"^
Este Cormnento, único en su género, gozará de gran autoridad; se re-
imprimirá varias veces en pocos años, y finalmente el autor, en su última
ancianidad, lo traducirá al latín. Aun cuando el nombre de Erasmo
haya sido borrado de él, continuará discutiendo, para la minoría selecta
del clero, los problemas que había suscitado el Modus orandi.^^
IV
El pasaje está en Opera, t. V, col. 1306. Cf. supra, pág. 154. Citemos la traduc-
ción de Bernardo Pérez, que no tradujo lo re*:rente a las Horas de Nuestra Señora:
"Y por esto me parece que fué cosa devota repartir los passos de la Passión por ciertas
horas del día para que los mochachos desde la niñez se avezen a contemplar en ella"
("quo pueri consuescerent singulis diebus aliquam illius portionem commemorare cum
gratiarum actione").
8 Erasmo, Frecationes aliquot novae ac rursus novis adauctae, quibus adolescentes
ñssuescant cum deo colloqui. Item ejaculationes aliquot e scripturae canonicae verbis
contextae, cum aliis nonnullis valde piis, Basilea, agosto de 1535.
® /. L. Vivis Valentini, ad ammi exercitationem in Deum coiTtmentatiimculaey Am-
bcres, 1535.
190 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
por la gracia y no favores particulares, habían de contribuir a hacer
nacer un corriente duradera de piedad ilustrada. En España, los ejer-
cicios de Vives fueron traducidos desde 1537 por el burgalés Diego
Ortega con el título de Comentarios para despertamiento del ánimo en
Dios; así llegaron hasta el gran público.
Esta corriente moderna había de mezclar sus aguas con las de la
espiritualidad de los monasterios, alimentada en otras fuentes. El hu-
manismo cristiano había penetrado en los claustros, en los que más de
un fraile, quizás, decía en confidencia, como cierto cartujo flamenco:
"Erasmo me ha enseñado a encontrar en Cristo el Camino, la Verdad y
la Vida, y a confiarme a Él solo".^^ Es ésta una influencia sobre la cual
nos hallamos mal informados, por lo que a España se refiere; la reacción
que suscitó hacia 1558 borró casi todas sus huellas. Tenemos, por lo
menos, el testimonio directo de un Nicolás Clénard, discípulo de Eras-
mo y de los profesores del Colegio Trilingüe de Lovaina: cuando Clé-
nard se establece durante cierto tiempo en Salamanca, a donde se ha diri-
gido para aprender árabe, y donde recibe el encargo de enseñar griego,
dos de los españoles con quienes simpatiza más son un franciscano y
un dominico, Fr. Francisco Castillo y Fr. Francisco de Vitoria,^^ que
en 1527 se habían declarado contra Erasmo, el uno con más vigor, el
otro con más moderación. Por lo demás, ya hemos visto lo que un
Carvajal, célebre por su intervención en la polémica antierasmiana, de-
bía al espíritu del humanismo cristiano.
La literatura franciscana de oración, en la medida en que hemos
podido estudiarla, no ofrece huella apreciable de influencia erasmiana,
aunque tenga en común con el erasmismo su empeño en sobrepasar la
meditación imaginativa de la Pasión. Tal vez el proceso del iluminismo
y del erasmismo, en el que se vieron comprometidos por diversas razones
Fr. Francisco Ortiz y Fr. Juan de Cazalla, haya obligado a los francisca-
nos a proteger su afición a la interioridad contra ciertas sospechas. Tal
10 Comentarios para despertamiento del ánimo en Dios y preparación del ánimo
para orar y un comentario y glosa sobre la oración del Pater Noster. Y oraciones y
contemplaciones quotidianas y otras generales, compuestas primero en latín por el exce-
lente yfavíoso varón el doctor lurni Luys Vinas, traduzidas de allí en castellano por
Diego Ortega de Burgos, vezino de Burgos, Amberes (M. Hillen), 15 de octubre de
1537. Al ñn del volumen se halla un fragmento de carta de Vives a Onega en el cual
se excusa, por su salud y sus trabajos, de no haber revisado la traducción. Se acusa, por
lo demás, de ser un mal revisor, porque siempre se ve tentado a rehacer el trabajo.
Esta edición de Amberes está en la B. N. L. (Res. 1013 P). Es desconocida de Bonilla,
que describe únicamente la de Burgos, 1539 (Bonilla, Luis Vives, op. cit., t. III, pág. 220).
11 Citado por Alien, Erasmus, op. cit., pág. 72.
12 Clénard, Epistolarum libri dúo, Amberes, 1566, págs. 241 Xí.
LOS "EJERCICIOS" DE JUAN LÓPEZ DE SEGURA 191
vez también se hayan internado de manera más decidida, con la Subida
de Fr. Bernardino de Laredo, por el camino del recogimiento y de la
oración de quietud. Entre los dominicos, y particularmente en el mo-
nasterio de San Gregorio de Valladolid, es donde se cree observar una
asimilación de la piedad de los humanistas por un movimiento espiritual
que ya hemos señalado a propósito de Carranza. De este encuentro
había de nacer el más importante manual de oración que produjo Es-
paña en esta época: el Libro de la oración y meditación de Luis de
Granada, completado con su Guía de pecadores.
Luis de Granada parece haber sido precedido en este camino por
un sacerdote secular, Juan López de Segura, que dió a la luz en 1554 su
Libro de instrucción christiana y de exercicios spirituales,^^ para el cual
había obtenido diferentes testimonios de ortodoxia: es interesante notar
que la autoridad a que se dirigió primeramente fué la del Colegio de
San Gregorio, en la persona de Fr. Juan de la Peña.^^ A pesar de su
título un tanto confuso, la razón de ser de su libro es precisamente "la
meditación y oración interior, que Sant Dionisio llama teología mís-
tica"-^^ La primera parte, consagrada a la simplicidad cristiana interior, a
la simplicidad cristiana exterior, a los vicios y virtudes, se presenta
como una introducción a la segunda: De la meditación y oración inte-
rior. Espíritu más prudente que Luis de Granada, Segura, que no ignora
nada de las sospechas con que choca esta literatura,^^ tiene cuidado de
explicar, con San Agustín, Santo Tomás y Cayetano, que es preciso
proceder con método de lo externo a lo interno, y no penetrar en el
templo de la meditación sino por el portal del entero cumplimiento de
31 Libro de la oración (en Obras, ed. crítica, t. II, Madrid, 1906, pág. 11): "Porque
oración es (como dicen los sanctos) un levantamiento de nuestro corazón a Dios, me-
diante el cual nos allegamos a él, y nos hacemos una cosa con él". Cf. supra, pág. 169.
82 lbid.y pág. 17.
83 ¡bid.y pág. 15: "Venid a esta fuente a beber de todos los estados, los casados, los
religiosos, los sacerdotes, los del mundo y los de fuera del mundo, etc.." Cf. supra,
pág. 173.
84 Ibid.y pág. 455; cf. supra, t. I, pág. 204.
35 Y López de Segura, que aduce esas mismas autoridades (cf. supra, pág. 192).
196 EL ERASMISAIO Y LA LITERATURA ESPIRITUAL
¿Qué cosa puede ser más semejante al engaño de los judíos? Todo el engaño
desta gente consiste en que, siendo Cristo fin de la ley, y ordenándose todas
las cosas della a Cristo como a fin de la ley, ellos ciegos con su malicia
abrazan los medios y desechan el fin, guardan las cerim.onias y desechan a
Cristo, que es como parar en la cáscara y dejar la medula, abrazar la letra
muerta y dejar el espíritu que da vida. Desta manera se queda hasta hoy
burlada la Sinagoga, extendiendo sus brazos adúlteros para abrazar al ver-
dadero Josef, que es Cristo: mas quédase con sólo su hábito y vestidura en
las manos, y húyesele Josef de casa. Esta manera de engaño padecen hoy
algunas religiones, las cuales abrazan y retienen la figura sola y hábito de la
religión, que es todo lo exterior y visible y todo aquello que luce ante los
ojos de los hombres, y carecen del cuerpo de la verdadera religión, que es
todo lo interior y invisible, que luce en los ojos solos de Dios.^^
lando no se nos vayan por ventura los ojos a mirar en ellas otra cosa que Dios" (cf.
Enquiridion, pág. 216, Regla IV: "Que el fin de todas nuestras obras, oraciones y de-
vociones ha de ser sólo Jesu Christo"). Se podrían multiplicar estas comparaciones.
44 Guía, ed. cit., pág. 122: "aquel versico tan celebrado en las escuelas" (cf. Enqui-
ridion: "lo que un poeta gentil alcanzó"); "el Apóstol a Timoteo" (cf. Enquiridion,
pág. 274: "San Pablo a Timoteo"); "el Señor a la Samaritana" (cf. Enquiridion, pág.
248); pág. 131, Isaías (cf. Enquiridion, págs. 279-281); pag. 126, Escila y Caribdis (cf.
Enquiridion, pág. 278).
LA "GUÍA" DE LUIS DE GRANADA 199
Haz, pues, tú agora cuenta que vienes de nuevo a la religión cristiana,
y que preguntas a algún sabio teólogo qué es lo que contiene y manda esta
nueva religión; y responderte ha que manda al hombre ser bueno, y da
ayuda para serlo, que manda al hombre carnal ser espiritual y da al Espíritu
Sancto para que lo pueda ser. Grandísima miseria es que a cabo de tantos
años como ha que eres cristiano no sepas la diferencia que hay del cristiano
al judío, ni de la ley de Escriptura a la de Gracia. La diferencia está en
esto, pues no lo sabes: que aquella ley mandaba al hombre ser bueno, y no
le daba, cuanto era de su parte, fuerzas para serlo; mas ésta manda que seas
bueno, y date gracia para ello, y por eso se llama ley de Gracia. Aquélla
mandaba pelear, y no daba armas para la pelea; mandaba subir al cielo, y no
daba escalera para ello; mandaba a los hombres ser espirituales, y no daba
el Espíritu Sancto para que lo fuesen. Agora es de otra manera, porque
ya cesó aquel estado y sucedió este otro tan diferente por los méritos y por
la sangre de Cristo, y tú todavía, como si no hobiera cesado aquel estado
ni venido Cristo al mundo, estás judaizando, creyendo que por tus fuerzas
solas has de cumplir la ley, y por ellas has de ser justificado.
pero San Vicente Ferrer nos advierte que *'el religioso que no fuese
ceremonioso presto será vicioso".^^
No podemos hablar aquí detenidamente de la defensa de la insti-
tución monástica que Fr. Juan de la Cruz esboza al fin de la segunda
parte de su Diálogo, y a la cual consagra toda la sexta parte. Esa de-
fensa no es muy original. Las reglas monásticas no son de institución
divina, pero han sido sacadas de la Escritura, y constituyen breves regla-
mentos de policía interior.^^ Su observancia es a la vez trabajosa y ale-
gre: "Nadie puede saber los trabajos de las religiones, sino quien los
pasa. Nadie puede saber las consolaciones de los religiosos, sino quien
las experimenta".^^ Se justifican sucesivamente el ayuno, el silencio, la
clausura, el hábito, la tonsura, la castidad, ya sea alegando el apoyo que
dan a la vida espiritual, ya su valor simbólico.^^ El coro es una alabanza
a Dios cuyo modelo dio Adán desde el Paraíso terrenal. Claro está que
la obligación de las "horas" no debe ir antes de las obras de caridad;
pero, agrega Fr. Juan de la Cruz, pensando tal vez en los jesuítas, "no
todos los religiosos pueden procurar la salud de las almas"."
Esta apología, como era de esperarse, apunta directamente a Eras-
mo, y sin muchos miramientos. Fr. Juan de la Cruz, que no vacila en
recordar los ayunos y abstinencias de los pitagóricos en su defensa del
ayuno monástico, se indigna vivamente al leer en los escritos de Erasmo
que las reglas de los frailes están sacadas de algunos preceptos de Pitá-
goras: ve en esta afirmación una fantasía de epicúreo nacida entre dos
copas de falerno.^^ Pero mucho más interesante para nosotros es otro
pasaje, porque en él se cree distinguir un poco de amargura respecto a
ciertos hombres a quienes Fr. Juan no trata de erasmistas, que según él
rechazan ese calificativo, pero que, sin embargo, aman el Enchiridion-
VI
LÁMINA XX
Juan Luis Vives.
Grabado por Philippe Galle.
CRÍTICA DE LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 217
de plata, de sedas, de piedras preciosas, que una carabela apenas si podría
con ella.^'*
1* Vives, Opera, ed. cit., t. IV, pág. 87. Se encontrarán los textos citados en
Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, t. I, págs. 143 y 266.
Vives, Opera, ed. cit., t. VI, pág. 109, y iMenéndez y Pelayo, Orígenes, t. I,
pág. 266.
^6 £n el libro II del De causis corruptarum artimn. El capítulo iv que resumimos se
encuentra en Vives, Opera, ed. cit., t. VI, págs. 93-101; el pasaje relativo a la Celestina
lo reproduce Menéndez y Pelayo, Orígenes, t. III, pág. cxvi, nota 2.
218 EL ER.\SiMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
dice, se acuerda de que es poeta. . . Pero para Vives las Geórgicas son
muy superiores a las Bucólicas^ de la misma manera que los episodios
más hermosos de la Eneida son los inspirados en la historia romana. A
él no le interesa en absoluto una poesía que no es más que el arte de
mentir harmoniosamente. El filósofo valenciano tampoco es indulgente
con el teatro. Intrigas amorosas en que no intervienen sino cortesanas
astutas, rufianes perjuros, soldados brutales y jactanciosos, y en las cuales
el desenlace consiste siempre en el triunfo del amor y del vicio. . . ¡Vaya
una "imagen de la vida"! En comparación con la comedia clásica, la
CelestÍ7ia, tragicomedia, le parece a Vives casi excusable: es que aquí,
por lo menos, la pasión desenfrenada tiene su castigo en una muerte
amarguísima.
Cuando en el De ratione dicendi^'^ nuestro filósofo se pone a dar
leyes a la Uteratura, se excusa casi de nombrar de pasada las "fábulas
milesias" inventadas para el solo placer, y al tratar de las "fábulas poé-
ticas" no considera legítimas sino aquellas que encierran alguna verdad
natural o moral. Pero ¿para qué conserv^ar, para qué leer las que des-
criben les Campos Elíseos, las que cuentan las desvergüenzas de los
dioses, las que pintan el adulterio o la guerra? Queda un campo dema-
siado vasto a la poesía si canta las buenas acciones. El poema es una pin-
tura que habla, según la sentencia de Plutarco; no está hecho para dar
un placer efímero, y mucho menos para corromper las almas. Es pre-
ciso, por tanto, que la poesía vuelva a su carácter sagrado, aunque sólo
con extrema sobriedad toque los misterios de la fe: que cante a Dios y
a los ángeles, que celebre a los santos; que nos inflame de amor por
ellos, y que nos inspire el deseo de asemejarnos a ellos.
Tal debería ser, según Vives, el carácter de las canciones populares:
cristianas en su inspiración, sin envilecer los misterios, esas canciones
deberían difundir el horror del vicio, el amor de la virtud. Y, teórico
consecuente consigo mismo, el gran valenciano no admite el teatro sino
cuando es moralizador, cuando mezcla lo útil con lo agradable. Por
17 En el libro IIL Véase Vives, Opera, ed. cit., t. II, págs. 2 16-22 L El De ratione
dicendi está dedicado a Don Francisco de Bobadilla y Mendoza, Obispo de Coria y
Maestrescuela de Salamanca. — Venegas, en la disertación sobre la poesía que imprimió
al comienzo de la obra póstuma de Álvar Gómez de Ciudad Real, Theológica descrip-
ción de los misterios sagrados (Toledo, 1541), parece haberse inspirado en las clasifica-
ciones de Vives. Hablando de las fábulas müesias o "consejas", añade: "En esta fábula
escribió Apuleyo su Asno dorado y Mahoma escribió su Alcorán, y todos los milesios
escribieron sus caballerías Amadísicas y Espían diánicas herboladas. Deste género de
fábulas amonesta el Apóstol a Timoteo que huiga". (Disertación citada {>or Gallardo,
Ensayo, t. III, col. 66).
CRÍTICA DE LOS LIBROS DE CABALLERIAS 219
eso, sin sombra de paradoja, el humanista pone muy por encima de las
comedias latinas o griegas las farsas morales de los modernos, las piezas
que personifican virtudes y vicios, pueblos y elementos. Parece hacer
la teoría del auto sacramental cuando nos habla de un teatro alegórico
en que no está fuera de su sitio "cierta oscuridad", a condición de que
mantenga despierto al espíritu, de que no sobrepase las capacidades de
un auditorio popular, y de que éste, guiado si es preciso por la recitación
de un argumento, pase progresivamente de la oscuridad a la luz^^. . .
Salvo en este punto preciso, en que la Uteratura se pone al servicio
del apostolado espiritual, la doctrina de Vives se resume en una condena
sin apelación de toda poesía. Proscribe, por lo menos, toda ficción que
sea puro juego del espíritu. Esta posición extrema no fué la de todos los
erasmistas. Un Resende se burló de ella en unos versos que desgracia-
damente han desaparecido, pero que regocijaban en extremo a Dantis-
co.^^ El moralismo intransigente de Vives, sin embargo, tiene que quedar
presente en nuestro espíritu para explicar otras actitudes más huma-
nas. El más seductor de todos los erasmistas españoles, Juan de Val-
^8 Es notable, y muy típico del humanismo cristiano del siglo xvi, el que Vives
fuera al mismo tiempo enemigo de los misterios que representan al vivo las personas
sagradas (véase su Comentario de San Agustín, De civitate Dei, libro VIII, cap. xxvii,
citado por Bonilla, Luis Vives, nota 36 al cap. ii de la P parte) y amigo de las morali-
dades. Véase sobre el particular R. Lebégue, La tragédie religieuse en France (1514-
lS13)y París, 1929, pág. 106, y lo que dice, a propósito de la evolución del teatro reli-
gioso ymoral de Margarita de Navarra, Verdun L. Saulnier en el prólogo de su exce-
lente edición de Marguerite de Navarre, Thédtre profane, París, 1946, pág. xxiii.
19 Véase, acerca de esto, una carta de Goclen a Dantisco, Lovaina, 21 de enero de
1532, en Hipler, op. cit., pág. 492: "Prudentiam tuam. . . vehementer probo qui eo
temperamento Resendii nostri famae consulis, ut Vivetis, viri, quod negari non potest,
haudquaquam vulgariter erudití, maximam rationem ducas. Quem suo nomine palam
traduci, et ipsius Resendii et studiorum causa nolim. Ñeque enim Resendio satis con-
sultum in se, ut totam gentem Hispanicam in se provocar. Et Vives, tametsi* praecípiti
judicio de universa poetarum familia deque Gellii vigiliís non omnino indignus videatur,
cui male promerenti mala reponatur gratia, tamen cetera quibus eruditiores offendit
potissimum posita sunt in moríbus et petulantia effrenioris linguae; ideo certe aliquanto
parcius feriendum censeo, aut ob virtutes non exiguas leviora vitía illi condonanda.
Quod si omnino decrevisti in publícum edere hoc poematiurh, meo suffragío dignissi-
mum lectu nisi obstarent quae commemoravi, qui Resendiano nomini ea publicatione
consulatur, nisi autoris titulo inscríptum edatur, equídem non video. Quod autem ad
Vivem attinet, vísum est et ipsi Resendio, qui hestema die hac iter fecit in Germa-
niam, ut suppresso nomine res notetur cum hac inscriptione: In L. Charitaeum Gurdum,
et ut pro Vivis nomine toto poemate Gurdi nomen substituatur. Cujus reí rationem ipse
Resendius tibi explicabít, cui haec nomina primís visa sunt próxima, quamquam hac
mutatione bonam partem gratiae suis vigiliís putat díscessuram. Sed satius esse duco, ut
ratio omnem víncat gratíam, ne dum alíenam ulcíscitur injuriam, ipse judicetur admísisse
injuriam". En las poesías que se conservan de Resende (Resendii poemata, Colonia,
1613) no se encuentra ninguna contra Vives ni contra "L. Charitaeus Gurdus".
220 EL ERAS.MISMO Y LA LITERATURA PROFANA
dés, no se hacía mucho de rogar para hablar de novelas y de poesía con
sus amigos de Ñapóles, cuando éstos querían descansar un poco de sus
charlas espirituales interrogándole acerca del buen uso de la lengua cas-
tellana. El propio Valdés fijó el recuerdo de estas conversaciones en su
Diálogo de la leiigua, donde demuestra un gusto refinado, y mucha más
indulgencia que Vives por la pura literatura. Sus reflexiones sobre las
novelas son tanto más preciosas, cuanto que, en esta materia, él lo había
leído todo. Esta lectura había sido su gran ocupación durante diez años,
los más hermosos de su vida: diez años de ocios en la Corte o en el
palacio de Escalona, que habían terminado con la invasión erasmiana,
el descubrimiento de San Pablo y el aprendizaje de griego en Alcalá. Se
había desprendido de las novelas, guardaba de ellas un recuerdo todavía
preciso, y las juzgaba sin pasión. No nos atreveríamos a decir que las
consideraciones morales no tienen importancia para él en presencia de
las obras de arte. No obstante, es preciso reconocer que en el Diálogo
de la leiigua se nos muestra practicando en Chiaja un género de crítica
libre de todo moralismo. No nos fijemos, por el momento, en las ob-
servaciones deesrilo; lo que él reprocha al Esplandián, al Florisando, al
Lisim'te, al Caballero de la Cruz, a Giiarín Mezquino, a La linda Aíelu-
sina, 2L Reinaldos de Montalbán, a La Trapiso7ida, a Oliveros de Castilla,
es que son libros mentirosos y libros sin arte, cuya mentira se muestra
ostentosamente y sin vergüenza.-*'
Valdés es mucho menos severo con los cuatro primeros libros del
A?nadis, con el Pahjteríji y con el Friinaleón. Hasta deja transparentarse
por el Amadis una secreta afición, que nos conmueve más que las sen-
tencias sin apelación de un Vives. El libro es anticuado; Valdés excusa
sus arcaísmos, que son propios, como él bien sabe, de la época en que se
escribió, pero también un procedimiento de evocación de los tiempos
heroicos. Cuando habla de su contenido, nuestro crítico no quiere juz-
garlo sino en nombre de esta regla soberana de las fábulas: "Los que
scriben mentiras las deben escribir de suerte que se lleguen, cuanto fuere
posible, a la verdad, de tal manera que puedan vender sus mentiras por
verdades". Toda inverosimihtud es una falta; cuando Perlón recibe la
visita furtiva de Elisena y arroja al suelo su espada y su escudo a la vista
de su dama, el autor debería acordarse de que corre riesgo de despertar
la casa dormida. Un lector de espíritu crítico queda sorprendido al
leer que la historia de Amadís ocurre "no muchos años después de la
20 Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, ed. José F. Montesinos, Clás. Cast.y
t. LXXXVI, Madrid, 1928, págs. 168-169.
CRÍTICA DE LOS LIBROS DE CABALLERÍAS 221
Pasión de nuestro Redentor", puesto que este libro pinta como cristianas
regiones que no lo fueron sino mucho más tarde. Pero, más que el ana-
cronismo la
o incoherencia de los detalles, lo que parece enojar a Valdés
es la inverosimilitud psicológica. ¿Acaso es creíble que Elisena, hija del
rey, que vive en el palacio de su padre, se deje arrastrar desde la primera
noche al lecho de un caballero a quien apenas conoce? El autor del
Aimdís dice también que Perión contemplaba la hermosura del cuerpo
de Elisena a la luz de tres antorchas que ardían en la cámara: olvida que
al describir la cámara había dicho que sólo la alumbraba la claridad de
la luna; olvida, sobre todo, que ninguna mujer, por muy desprovista
de pudor que se la suponga, se deja mirar así por un hombre a quien ve
por vez primera, aunque sea muy grande el amor que le tenga. De la
misma manera, ¿acaso se puede creer que Perión, caballero andante,
"al cual es tan anexa la espada como al escribano la pluma", espere diez
días para notar la desaparición de su espada?
Ya se ve a qué género de disección somete Valdés la novela de aven-
turas.^^ Elideal que le opone es un ideal de verosimihtud, de coheren-
cia, de conveniencia, entendiendo por esto menos la decencia de los cua-
dros que su concordancia íntima con el carácter de los personajes.
"Guardar el decoro" no es otra cosa. Es una exigencia a la cual Torres
Naharro no satisfacía mejor que el autor del Armáis cuando, en su Co-
media Aquilina, abandona la pintura de los medios populares por la de
la aristocracia.^^ Los autores de la Celestina^ en cambio, han demostrado
una maestría incomparable en la creación de "las personas que introdu-
jeron", "guardando el decoro dellas desde el principio hasta el fin". Las
mejor "esprimidas" son Celestina, "perfetísima en todo cuanto pertenece
a una fina alcahueta", y los dos criados, Sempronio y Pármeno. "La de
Calisto no stá mal, y la de Melibea pudiera estar mejor", porque, sin
entregarse tan pronto como Elisena, "se deja muy presto vencer, no
solamente a amar, pero a gozar del deshonesto fruto del amor".^^
Henos aquí muy lejos de los vituperios de Vives contra la Celestina^
laena neqiútiítmvt pareiis. Por el contrario, observamos mejor el alcance
de las mentiras de la literatura novelesca. Vives, más moralista, y Val-
21 lbid.y págs. 170 y 172.
22 Ibid.j págs. 159-160. Y eso que el decoro, en la doctrina dramática de Torres
Naharro, tiene tanta importancia como en la de Valdés: "El decoro en las comedias es
como el gobernalle en la nao", dice en el Prohemio de la Propalladia, y agrega que
es "una justa y decente continuación de la materia. . . , dando a cada uno lo suyo. . . de
manera que el siervo no diga ni haga actos del señor, et e converso''^ (Fropalladiay ed. J.
E. Gillet, t. I, Bryn Mawr, 1943, pág. 142, líneas 59-64).
28 Diálogo de la lengua^ ed. cit., págs. 176-177.
222 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
dés, más psicólogo, expresaron muy bien, cada uno por su lado, las
razones que levantan al erasmismo en contra de las novelas entonces de
moda. Antes de examinar la literatura moral y verdadera que el eras-
mismo les opone, es preciso que nos detengamos un poco todavía en el
campo de la ficción. En efecto, hubo por lo menos un género de novela
que encontró gracia a los ojos de los erasmistas.
Este género no es, apresurémonos a decirlo, la novela pseudo-his-
tórica o pseudo-filosófica a la manera de Fr. Antonio de Guevara. De-
masiado poco se ha dicho hasta qué punto es ajeno Guevara a la corriente
erasmiana, a pesar de las coincidencias de detalle que son inevitables dada
la multitud de los asuntos que trata.^* Su Marco Aurelio, en todo caso,
es una buena piedra de toque. Es, para los erasmistas, el prototipo de la
literatura mentirosa. Ni Juan Valdés ni Vives le hacen el honor de
nombrarlo, en una época en que hace furor lo mismo en España que en
Francia.^^ Pero ¡qué rayo de luz cuando leemos este breve post-scrip-
tum en una carta de Alfonso de Valdés a Dantisco: "Nuestro amigo
Suárez te manda saludar tantas veces como mentiras hay en el Marco
Aurelio"/ ¡Y cuánto mejor comprendemos, después de esto, la actitud
un poco embarazada de Matamoros,^^ otro crítico erasmista, para con
este importante escritor!
No, la novela para la cual los erasmistas reservan su afición es la
novela bizantina de aventuras, la Historia etiópica de Teágenes y Cari-
clea. Tenía todo el prestigio de la novedad. . . ¡y estaba en griego! Con
II
. . que andan agora impresas de nuevo con otras sin nombre de intérprete". El erudito
gallego Manuel Acosta ha supuesto con mucha verosimilitud que Gracián alude aquí
claramente a la recopilación intitulada El primero vohmien de las Vidas. . . publicado en
Elstrasburgo en 1551, volumen del cual se conocen varios tipos, con o sin el nombre
del traductor (Francisco de Enzinas). (Cf. Gallardo, Ensayo^ t. I, col. 15, y II, col.
925, y Boehmer, Spanish refonnerSy t. I, págs. 180-181). Gracián es, sin duda, el tra-
ductor de las vidas de Temístocles y de Furio Camilo que aparecen allí como apéndice,
y con foliación diferente, a continuación de las de Teseo, Rómulo, Licurgo, Numa,
Solón y Publicóla. Ni Gracián ni Enzinas tienen nada que ver, indudablemente, con la
traducción de las vidas de Simón y de Lúculo que apareció en 1547 sin lugar de impre-
sión, pero en un volumen cuya tipografía recuerda la de los Diálogos de Luciano,
impresos por Sebastián Gryphe en Lyon, en 1550. Respecto al compendio de Tito Livio
por Floro, traducido por Enzinas (Estrasburgo, 1550), véase Boehmer, Spanish refor-
mers, t. I, pág. 179.
16 Cf. supray t. I, pág. 471, nota 64.
17 Valerio Máximo noble philósopho y orador rovíono, coronista de los notables
dichos y hechos de romanos y griegos... y Alcalá, 1529 (ejemplar en la B. U. S.).
Esta traducción se remontaba a 1477 (la fecha de 1467, que menciona la edición prín-
cipe, es errata por 1477, según Pellicer y Saforcada, Ensayo de una biblioteca de traduc-
tores españoles, Madrid, 1778, pág. 88): la había hecho en Brujas Mosén Ugo de Urríes
según la versión francesa del Maestro Simón Hesdin. Se había impreso por primera
vez en Sevilla, en 1514.
1^ Respecto a las versiones españolas de la recopilación erasmiana de Apotegmas,
baste con remitir a Bonilla, Erasmo y España, art. cit., págs. 482-500, donde se estudian
minuciosamente. El interés de la obra es secundario para la historia de la influencia de
Erasmo en España.
APOTEGMAS Y PROVERBIOS 229
España, tierra clásica de la brevedad sentenciosa, del epigrama, del
chiste, no tenía lecciones que recibir de la antigüedad en materia de apo-
tegmas. Sehabían recopilado ya las sentencias de Alfonso V de Aragón
y las del primer Duque de Nájera. La tradición oral guardaba verda-
deros tesoros de esas sentencias. Los apotegmas antiguos recibidos por
conducto de Erasmo vinieron a dar sobre todo al género sus títulos de
nobleza. Y de este modo pudieron contribuir a hacer nacer en la se-
gunda mitad del siglo las grandes recopilaciones españolas, como la Flo-
resta española de apotegmas y sentencias del toledano Melchor de Santa
Cruz (1574) y las Sey setentas apotegmas de Juan Rufo, jurado de Cór-
doba (1596).^^
El erasmismo aportó un refuerzo de la misma naturaleza a la tradi-
ción española de los proverbios, otras expresiones definitivas del hombre,
otras condensaciones de experiencia, pero caídas en un riguroso anoni-
mato, trilladas, moldeadas para los siglos por el uso popular. Según el
ejemplo dado tiempo atrás por el Marqués de Santillana, el Comendador
griego, Hernán Núñez, reunió durante sus últimos años una colección
particularmente rica, que su discípulo León de Castro pubhcó después
de su muerte. El anciano helenista, gloria de Salamanca, saboreaba como
buen catador los refranes castellanos. Enjoyaba con ellos su conversa-
ción; se complacía en decir que España vencía a todas las demás nacio-
nes en la abundancia, gracia expresiva y densidad de sus refranes. Había
puesto a contribución a sus amigos para enriquecer su compilación. La
muerte la interrumpió antes de que él pudiera completarla con un ver-
dadero comentario: se publicó su manuscrito tal como lo había dejado,
es decir, con glosas brevísimas de trecho en trecho para precisar el sen-
tido de un proverbio.^ Al humanista sevillano Juan de Mal Lara estaba
reservado entrar en el camino abierto por los Adagios de Erasmo y ya
seguido en Francia por Bovelles, comentador de los Proverbios vulga-
res: su Philosophía vulgar, cuyo prefacio debe mucho a los prolegó-
menos de los Adagios, es una recopilación de refranes españoles glo-
sados con aquella libertad, aquella erudición variada, aquel frecuente
19 Sobre esta corriente, véase Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, t. II,
págS. LXX-LXXII.
20 Refranes o proverbios en roviance que nuevamente colligió y glossó el Comen-
dador Hernán 'Núñez, Salamanca, 1555. Véase la epístola dedicatoria del editor Ale-
xandro de Cánova al Marqués de Mondéjar Don Luis Hurtado de Mendoza.
21 Caroli Bovilli Sainar obrini Proverbiorum vulgarium libri tres, París, 1531 (ia
dedicatoria está fechada en Noyon, a 17 de febrero de 1527). Bovelles, que se defiende
de la acusación de caminar por las huellas de Erasmo, pone los proverbios en latín y
en francés, y en seguida los comenta en latín.
230 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
recurrir a la experiencia personal cuyo ejemplo había dado Erasmo, y
que hacen de la Hteratura humanísrica del siglo xvi un asombroso con-
junto de materiales antiguos y de pensamiento modemo.^^
Con los Adagios, en efecto, nos hallamos en el meollo mismo de la
literatura humanística, y rozamos ese género m.al definido que se llama
el ensayo. Erasmo había sido el maestro de este género antes de Mon-
taigne. Basta poner uno junto a otro estos dos nombres para evocar un
género de libre disertación sin rumbo fijo, que sabe apoyarse en las
opiniones de los filósofos, sacar ejemplos de la historia o de la mitología,
que sabe también referirse al mundo presente, a las realidades familiares.
Pero entre los tratados y los ensayos, entre los ensayos y las misceláneas,
¿cómo trazar demarcaciones? Y sobre todo ¿cómo determinar, en la
hteratura humanística, la parte que corresponde al erasmismo? Nada
sería más falso que querer hacerle derivar íntegramente de esta fuente;
y, sin embargo, no es puro azar que los erasmistas hayan sido para Elspa-
ña los principales proveedores de este sustancioso y a veces indigesto
ahmento. El ideal de una literatura verdadera y provechosa los guió más
o menos oscuramente, más o menos conscientemente. No podemos en
este lugar más que dar una primera ojeada de su aportación a las letras
españolas, fijándonos en los autores y en las obras en la medida en que
nos parezcan haber participado de este ideal. Para comodidad del estu-
dio, pasaremos en revista sucesivamente los tratados consagrados a un
tema definido, las misceláneas y los libros de tendencias enciclopédicas,
y reservaremos un lugar aparte a los diálogos, género erasmiano por
excelencia.
La hteratura erasmiana de tratados originales no es muy rica. El
entusiasmo de los erasmistas por los moralistas antiguos los incitaba en
primer lugar a traducir con amor las obras maestras de la antigüedad. A
las traducciones de Gracián de Alderete hay que agregar la que hizo
Pero Mexía del De?nÓ7iico de Isócrates.^^ Juan de Jarava, a quien volve-
os Véase Américo Castro, Juan de Mal Lora y su ^'Filosofía vulgar", en Homenaje
a Menéndez Pidal, Madrid, 1925, t. III, págs. 563-592. Posteriormente, F. Sánchez y
Escribano consagró a Mal Lara una tesis para el doctorado de la Universidad de Cali-
fornia (Berkeley): Apuntes para una edición de ''La philosophia vulgar'^ de Juan de
Mal Lara. Contribución al estudio del humanisino en España^ 1933. Después refundió
y amplió su trabajo en un libro: Juan de Mal Lara, Su vida y sus obras, New York,
1941. En un artículo puso de relieve la influencia de Erasmo sobre las recopilaciones
de refranes españoles que preceden :\ la de Mal Lara: Algunos aspectos de la elaboración
de la 'Thilosopkía vulgar\ en R. F. E., t. XXII (1935), págs. 274-284.
23 Parénesis o exhortación a la virtud de Isócrates. . . a Demónico. . . tradu-cida de
griego en latín por. . . Rodolfo Agrícola, y de latín en castellano por Pero Mexía, im-
presa por Mexía a continuación de sus Diálogos, 2^ ed., Sevilla, 1548.
Ji
LOS TRATADOS MORALES 231
remos a encontrar a propósito del diálogo lucianesco, y que añadió a la
biblioteca del español culto varios volúmenes de filosofía natural, había
dado sus primeros pasos en la carrera literaria traduciendo las Paradojas
de Cicerón y el Sueño de Escipión. Por su parte, el otro adaptador de
los Apotegmas había traducido, también de Cicerón, el De officiis, el De
amichia y el De senectute: estos tratados, junto con el Económico tra-
ducido por el mismo Thámara y con las traducciones de Jarava citadas
hace un instante, formaron, a partir de 1549, una recopilación que tuvo
muchas reimpresiones. Para reconstruir la atmósfera de humanismo cris-
tiano en la cual vieron la luz las traducciones de Thámara, hay que ob-
sérvar que se publicaron en Sevilla con la aprobación de Constantino y
de Vargas, comisionados por el Inquisidor Corro para su examen. El
prefacio celebraba la inspiración casi divina de los sabios de la Antigüe-
dad, en términos que muy de cerca recordaban un célebre pasaje del
Convivium religiosum y los prefacios escritos por Erasmo para el De
officiis y las Tusculanas,^^
Si buscamos la contribución de los erasmistas españoles a este gé-
nero de tratado moral, ilustrado en los tiempos antiguos por Isócrates,
Cicerón y Plutarco, y renovado en cierta medida por el maestro de Ba-
silea, nos sentimos tentados naturalmente a mirar del lado de los temas
que el genio de Erasmo había impuesto a la atención de los letrados.
Había en particular un grupo de temas a los cuales Erasmo había impreso
vigorosamente el sello de su genio humanitario: los temas del príncipe
cristiano,^^ del gobierno según el Evangelio, de la guerra y de la paz.
24 Menéndez y Pelayo, Bibliografía hisp ano-latina clásicay págs. 592 ss., transcribe
los preliminares de la recopilación de Thámara, Libros de Marco Tulio Cicerón, guián-
dose por la edición de Amberes, 1546 (que, al parecer, reproduce una edición de Se-
villa, 1545); allí se pueden leer, sobre todo, la aprobación inquisitorial (10 de octubre
de 1545) y la epístola dedicatoria al Duque de Medinaceli. Menéndez y Pelayo trans-
cribe también los prefacios erasmianos de que posiblemente se acordó Thámara (cf.
Alien, t. IV, Ep. 1013, líneas 41 íj., y t. V, Ep. 1390, líneas 50 ss. En cuanto al pasaje
del Convivium religiosum, cf. supra, t. I, pág. 355). Menéndez y Pelayo no llegó a ver
ninguna edición separada de los Paradoxos y del Sueño de Escipión traducidos por
Jarava. Pero describe, de la recopilación común de las traducciones de Thámara y Ja-
rava, ediciones de Alcalá, 1549, Amberes, 1549, Amberes, 1550 (?), Salamanca, 1582, y
Valencia, 1774.
25 La Institutio principis christiani fué traducida al castellano por Bernabé de Busto,
maestro de los pajes de Su Majestad, para que la leyese el Príncipe Don Felipe. Lo dice
terminantemente el traductor al dedicar a la Reina su rarísimo Arte para aprender a
leer y escrivir perfectamente en romance y latín: "Para el mesmo fin he traducido de
latín en romance la Institución del príncipe christiano de Erasmo, obra sin duda mayor
que toda alabanza". Probablemente quedó inédita la traducción. Busto es autor de unas
Introducciones grammáticas breves y compendiosas (Salamanca, 1533) destinadas tam-
bién ala educación del Príncipe, libro escrito a consecuencia de una conversación con
232 EL ERASAÍISMO Y LA LITERATURA PROFANA
Alfonso de Valdés había explotado estos temas en sus sabrosos Diá-
logos. Pero éstos, a causa de su atrevimiento religioso, circularon siem-
pre más o menos a socapa, aun antes de su prohibición formal. Fácil
sería imaginar, pues, que otros erasmistas se hubiesen apoderado de estos
asuntos para tratarlos a su vez dentro del mismo espíritu. Sin embargo,
en vano se busca la huella de un esfuerzo de esta especie. El español
Francisco de Monzón, capellán del Rey de Portugal, compuso, es cierto,
un Espejo del príncipe christimo (Lisboa, 1544),^*^ libro que pertenece
con pleno derecho a la literatura moral inspirada por el erasmismo. El
autor, como era de esperarse, reprueba enérgicamente los libros de ca-
ballerías.-^ En cambio, le gustan ios apotegmas, y hace muchísimo caso
de los proverbios que los escritores antiguos y los mismos Padres de la
Iglesia ennoblecieron engastándolos en sus escritos como piedras precio-
sas. Monzón es evidentemente un lector de los Adagios j aunque nunca
cita a Erasmo.^^ ¿Leyó, por ventura, la Institutio? Esto es mucho me-
el erasmista Don Francisco de Bobadilla, Arcediano de Toledo (cf. szipra, t. I, págs. 394-
395), ilustre en la historia del humanismo español (cf. Conde de la Viñaza, Biblioteca
histórica de la filología castellana^ iMadrid, 1893, núms 112 y 400, cit. por José M. iMarch,
op. cit. y t. I, pág. 69, nota).
26 Libro primero del espejo del príncipe christiano que trata cómo se ha de criar
un príncipe o niño generoso desde su tierna niñez con todos los exercicios e virtudes que
le convienen hasta ser varón perfecto. Contiene muy singulares doctrinas morales y
apazibleSy Lisboa, 1544. Francisco de Monzón, capellán y predicador de Juan III de
Portugal, catedrático de Teología en la Universidad de Coimbra, dedica su obra a
Juan III. Aunque su apellido lo relaciona con la raya de Galicia y Portugal (no sin
motivo menciona, en el capítulo de los vinos, los de Galicia y iMonzón), era natural
de Madrid, maestro en Artes y doctor en Teología por la Universidad de Alcalá (según
Francisco Leitáo Ferreira, Noticias chronológicas da Universidade de Coimbra^ 2^ par-
te, vol. I, Coimbra, 1938, pág. 29, con importantes adiciones de Joaquim de Carvalho,
págs. 472 ss., sobre la bibliografía de las obras de Monzón, ya descritas por Sousa
Viterbo, Litteratura hespanhola em Portugal, págs. 332-337).
Espejo del príncipe christiaiio, fol. 5 v^: "Los autores que no sin grande cargo
de sus consciencias escrivieron a Amadís y a Palmerín y a Primaleón y a don Clarián
y otros libros de semejantes cavallerías vanas e fingidas, devrían de ser castigados con
pública pena porque no son sino unas dulces pon9oñas aquellas obras que enbaucan a
los que leen en ellas, según en otra parte más largamente demuestro".
-8 Monzón utiliza, a ojos vistas, el capítulo de los prolegómenos de los Adagios
intitulado Courmendatio proverbicrum a dignitate. Véase el fol. 4 r°: "Conviene tan-
bién que algunas vezes los hbros de varia erudición y doctrina lleven insertas algunas
sentencias escuras y proverbios antiguos que adornan y dan autoridad a la obra; por-
que son unos dichos breves, por metáphoras de propriedades naturales, que dixeron
algunos famosos sabios para dar algunos saludables consejos y avisos a los hombres; y
por ser de tanto valor y estima quisieron engastarlos en sus obras (como piedras pre-
ciosas) los filósofos y doctos varones que les succedieron, como hizicron Platón, Aris-
tótiles, Plutarcho, Plinio, Cicerón, Quintiliano, Hierónimo y Augustino con las más
de las personas que por sabias y doctas celebramos. Que Sant Pablo no se desprecia
LOS TRATADOS POLÍTICOS 233
nos seguro. En todo caso, su Espejo no refleja nada de esta obra. Es
un libro agradable, mucho más inspirado en Plutarco y en los mora-
listas antiguos que en el Evangelio, y que, en el fondo, viene a sumarse
a las campañas erasmianas por la educación en general, mucho más
que a los puntos de vista acerca del príncipe cristiano. No se habla para
nada de política. Tal vez Monzón reservaba este tema para una segun-
da parte que nunca se publicó. El libro que escribió se hace miscelánea
cada vez que la ocasión se presenta: aquí un elogio de las Universidades,
en particular de la de Alcalá, donde Monzón hizo sus estudios de teo-
logía, de
y la de Coimbra, restaurada por Juan III con nuevo esplendor;
allá una disertación sobre el vino, en la que no se olvidan los célebres
mostos de España y Portugal; más allá se evocan las peregrinaciones del
Infante Enrique el Navegante y las fortalezas portuguesas de Marruecos
y la India. El Espejo termina curiosamente con un elogio de Lisboa
cuyo último capítulo está consagrado por entero al Flospital del Rey.
En 1556, el Maestro Felipe de la Torre dedica a Felipe lí, cuando
éste sube al trono, su Institución de mt rey christimo.^^ El autor no ig-
de alegar aquel dicho de Menandro poeta: las palabras deshonestas corrompen las buenas
costumbres. Y aun nuestro redemptor acotó con la sentencia de Diógenes que dezía
que los sanos no tienen necessidad de médico sino los enfermos; y allegó un proverbio
de los antiguos que dize: los buenos árboles llevan la buena fruta y los malos la mala,
y reprehende de calumniadores a los fariseos con una respuesta sabia que dió Chillo,
uno de los siete sabios de la Grecia, a ciertos que le preguntaron cuál era mejor, casar
con una mujer que fuesse su igual o con otra que fuesse más generosa y rica que el ma-
rido, que por demostrar la ygualdad que conviene que aya entre los casados les respon-
dió: yd a preguntarlo a los niños que están jugando en la calle, que siempre se a juntan
con yguales; y porque usava con su eterna sabiduría destas sentencias y proverbios tacha-
ban los phariseos sin razón su divina doctrina diziendo que hablava en parábolas que no
le podían entender". Monzón recuerda también, como Erasmo, la máxima "Conócete a
ti mismo", que los griegos habían juzgado digna de ser grabada en el frontón de un
templo.
29 Institución de un rey christiano colegida principalmente de la Santa Escritura y
de sagrados Doctores. .. , Amberes, 1556. La epístola dedicatoria está fechada en Lo-
vaina, a 8 de septiembre de 1556. El autor se hizo sospechoso de simpatizar con los
protestantes de los Países Bajos. El célebre Julianillo Hernández lo acusó de estar en
relaciones con los conventículos reformados de Amberes. Hemos encontrado en el
A. H. N. (Inquisición, leg. 4442, N*? 44) una deposición de Julianillo que precisa, sin
duda, la que Scháfer (Beitrdge, op. cit., t. lí, pág. 360) menciona como desaparecida.
El documento, por desgracia, está mutilado, pero se puede leer, entre otras cosas, lo
siguiente: "... sabe que fra[y Julián] frayle de Santo Domingo que es de Aragón, o
de Navarfra de] quien tiene dicho y cree que también maestre filfipe de la] Torre
capellán del rei don Philipe que cree que [es natural] de Aragón o de Taragona
sabían que estfos ayun]tamientos se hazían y comunicavan muy familiar [mente] per-
sonas que en ellos se ayuntavan singular [mente] el dicho fray Julián porque el dho
felipe de la [Torre] no lo declarava de su parte tan claramente como el dicho fray
234 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
ñora los Apotegpza^ de Erasmo, pero parece que no sospecha siquiera
que Erasmo haya tratado alguna vez el tema de su libro. Éste es un puro
alarde de erudición escritural y patrística, en el que nunca se trasluce el
problema apremiante, actual, de un gobierno según Cristo.
El único escritor que por esta época emprendió la tarea de renovar
el asunto de la Institución del Príncipe con entera libertad y vivo cui-
dado de la política real es el valenciano Furió Ceriol. Éste había conce-
bido una obra monumental, que debía tratar de la definición del prín-
cipe, de los orígenes de la institución real, de las fuentes de su poder,
de las artes y virtudes necesarias al príncipe, de su educación en las
diferentes edades, de los deberes recíprocos de los vasallos y del sobera-
no, de los principios de gobierno, según que la posesión tenga por ori-
gen la herencia, la elección, la fuerza o la astucia, y finalmente, del
concejo y los consejeros del príncipe. Con plena conciencia de su
audacia, se creía destinado a esta inmensa tarea por el ^'influjo de su es-
trella", por su ciencia histórica, por su conocimiento de la política mo-
derna, adquirido en gran número de viajes a través de Europa y en sus
conversaciones con los hombres de Estado de todos los países. Desgra-
ciadamente, Furió Ceriol no llegó a realizar, de este grandioso plan, más
que los prolegómenos de la última parte. El pequeño volumen intitulado
El concejo y consejeros del príncipe, que dedicó a Felipe II en 1559,
es en efecto el libro primero del tratado quinto, y el tratado del concejo
tenía que comprender por sí solo nada menos que ocho libros. . . ¿Aca-
so sería esto un acto de candidatura a algún puesto de consejero? ¿Acaso
la gran obra zozobró con las ambiciones políticas de Furió? La mues-
tra que de ella dió está ahí para confirmar la impresión dejada por el
BoTWTiia: Furió tenía una cabeza muy bien puesta, y era capaz de obser-
vación de
y anáhsis; era un escritor de fácil vena, pero también mucho
más que un retórico. Con bastante precisión esbozó los engranajes esen-
ciales de una monarquía absoluta como eran las que se constituían ante
sus ojos, y el retrato de un perfecto servidor de estas monarquías. El
valenciano se ufanaba de "tener más libertad que el albedrío". Ciertos
pasajes de su librito demuestran, en todo caso, que no era un espíritu
esclavo de prejuicios nacionales, religiosos o absolutistas:
35 "En lo del doctor Sepúlveda no sé qué me diga sino que le tengo por hombre
non sani capitis que ni en sus cartas ni en su diálogo sabe lo que dize por falta de
principios". Pasaje inédito de una carta de Páez a Zurita (Trento, 8 de junio de 1546),
publicada incompletamente por Uztarroz y Dormer, Progresos^ ed. cit., pág. 538 (B.
A. H., Col. Velázquez, t. XIV, fol. 42 v°). El diálogo de Sepúlveda a que alude Páez
no parece, por lo demás, ser el Democrates, sino el De correctione cmni (Venecia, 1546).
30 Cf. supra, pág. 146, nota 17; e iniray Apéndice, pág. 441, sobre ia respuesta del
erasmista Bej araño a Sepúlveda.
S7 Juan Luis Vives, Opera, ed. cit., t. VII, pág. 222: "Invidos habere me non
credo, in Hispania praesertim, multis de causis; primum quod absum; deinde quod opera
mea legunt isthic pauci, pauciores intelligunt, paucissimi expendunt aut curant, ut sunt
frígida nostrorum hominum ad litteras studia". Carta de Vives a Juan Maldonado (Bre-
da, 16 de diciembre de 1538).
238 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
en lo más vivo del movimiento erasmista, alcanzó un éxito que no había
de ser efímero.
El libro había encontrado traductor en el círculo de la reina Ger-
mana de Foix, en la persona del valenciano Juan Justiniano. Éste no
manejaba el romance de Castilla con perfecta seguridad. Por otra parte,
se había permitido añadir cosas al original latino, y quién sabe por qué
había omitido ciertos capítulos. Al año siguiente la obra fué corregida
y completada por un castellano que la reeditó en Alcalá.^^
Juan Justiniano había tenido conciencia de la novedad del tratado
de Vives. Éste daba a las mujeres una mano de auxilio, mientras que
tantos ilustres misóginos, desde Eurípides hasta el Arcipreste de Tala-
vera, "les dieron el pie". Es verdad que ya el LUbre de les dones de
Francesc Eximenic había tratado de las mujeres con un sentimiento cris-
tiano de respeto y caridad. Pero este libro no había salido casi de las
regiones en que se habla catalán. La histitiición de Vives, escrita en
latín, hablaba ahora en castellano, lengua común a la Península y que
aspiraba a la universalidad. La animaba, además, un espíritu nuevo. Este
libro austero, exigente para las mujeres, las elevaba a la igualdad intelec-
tual con los hombres, demostrando para con ellas, al mismo tiempo,
aquella humana y amistosa comprensión en que se había basado el gran
éxito de los Coloquios de Erasmo entre el público femenino. Situaba la
educación de las doncellas en una atmósfera ideal, hecha de ternura, de
severidad también, y, sobre todo, de pureza escrupulosa. Se recordará
en qué términos proscribe Vives de esta educación las novelas. Los li-
bros que pone en manos de su discípula son los Evangehos, las Epístolas,
los Hechos de los Apóstoles, el Antiguo Testamento, San Cipriano, San
Jerónimo, San Ambrosio, San Hilario, San Gregorio, Boecio, Lactancio,
Tertuliano, Platón, Séneca, Cicerón y otros autores semejantes.
Venegas.^^
La Introducción era un manualito de moral, compuesto, según pa-
rece, para fines de enseñanza. Venía a confirmar las lecciones del En-
chiiidion colocándose más decididamente en el terreno racional: apre-
ciación justa de los bienes y de los males que se levanta por encima de
los juicios del \Tilgo; conocimiento de sí mismo que lleva al conocimiento
de Dios. El examen de los bienes exteriores ponía en su lugar las riquezas
(desprovistas de valor desde el momento en que exceden la cantidad ne-
cesaria para la subsistencia), la honra y la nobleza (que no son nada sin
el fundamento de la virtud). Vives enseñaba el desprecio de las vanas
42 Cf. Bonilla, Luis Vives, 2^ ed., t. III, pág. 204.
43 Ibid., pág. 202.
^ Ibid.y págs. 202-203. Cf. xMenéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, t. I, pág. 267.
LAS MISCELÁNEAS 241
curiosidades, la constante preocupación de pensar bien y de obrar bien,
la disciplina del cuerpo por un régimen severo del comer, del beber y
del dormir. Mostraba en la ley de amor la condición de la vida social
y la fuente de la verdadera felicidad, y en el culto en espíritu una
purificación interior por la cual el hombre se hace semejante a Dios.
Esta Introducción, bajo forma sentenciosa, un tanto seca, constituía un
excelente memento de la philosophia Christi.^^
Cuando de los tratados morales pasamos a las misceláneas y a las
compilaciones instructivas, se hace muy difícil no perder el contacto
con el movimiento erasmiano, a menos que nos atengamos únicamente a
los escritores y a las obras cuyos lazos con el erasmismo son fáciles de
distinguir. Los erasmistas españoles compartieron el gusto de su época
por esos libros generalmente informes que solicitaban en todos sentidos
la curiosidad del espíritu. En el siglo xvi, por otra parte, todo libro co-
rría el riesgo de convertirse en miscelánea, cosa que hemos visto ya a
propósito del Espejo del príncipe cristiano de Francisco de Monzón.
Cuando el Arcediano del Alcor se pone a compilar unos anales de Fa-
lencia, su trabajo resulta una Silva Palentina, en la cual consigna mil y
mil datos que no tienen sino muy remota relación con la ciudad de Fa-
lencia."**^ Este rasgo no es específicamente erasmista, pero se relaciona es-
trechamente con las tendencias por las cuales contribuyeron los eras-
mistas a una renovación de la literatura en lengua vulgar. Afanosos de
poner en todas las manos libros verdaderos, coleccionaron amorosamente
los retazos de verdad más heterogéneos y de la calidad más disímil; les
pareció que, cosiéndolos en un todo, se podía hacer con ellos una especie
de traje de arlequín bastante agradable, que fuera al mismo tiempo un
libro provechoso, haciendo que la variedad infinita de los fragmentos
supliera, en cierta medida, el efecto de sorpresa con que una intriga no-
velesca retiene al lector, y permitiera alimentar el espíritu evitando la
hartura. Estos libros no tienen interés para nosotros sino en la medida
en que los anima un espíritu ágil, o en que se inspiran en las grandes
lecciones erasmianas de humanidad y libre juicio.
los grandes éxitos de librería del siglo xvi, un verdadero éxito europeo.'*'
Era el tipo mismo de la olla podrida que deleitaba a los robustos apetitos
de esta época. Fácil es imaginar, sin embargo, que un crítico severo
como Vives, lleno de desprecio por las Noches áticas de Aulo Gelio, no
habría sido más indulgente con la Silva si hubiera vivido lo suficiente para
leerla. Por lo demás, en la misma Sevilla, donde el ''magnífico caballero"
Pero Mexía pasaba por gran sabio, astrólogo y casi mago, tocado con
siete bonetes, hombre que se encerraba en su casa antes de la caída de la
tarde y se pasaba la noche inclinado sobre sus libros, se adivinan algunas
voces discordantes en el coro de admiración popular. González Mon-
tano,^^ que lo acusa de usurpar ridiculamente el título de filósofo, es,
sin duda, el portavoz de Egidio, Constantino y sus discípulos, es decir, de
la verdadera posteridad de Erasmo en Sevilla. Mexía, se dice, fué uno
de aquellos que oHeron la herejía en los reformadores sevillanos.^^ Su
erasmismo fué siempre tímido; o bien no comprendió lo que había de
fuerte en la philosophia Christi, llamamiento a la fe viva, crítica de la
rutina que paraliza lo mismo la ciencia que la devoción. Los filósofos
cristianos castigaron a Mexía mofándose de su vana "filosofía natural".
La Silva es un libro en que nunca arroja el espíritu del compilador un
destello de reflexión personal sobre alguna cuestión de interés vital. En
ella trata Mexía de ovmi re scihili, pero en vano se busca en su erudición
histórica el menor reflejo de las inquietudes religiosas de su época. ¿Qué
cosa retiene de Erasmo, él que ha leído tantos libros? El adagio Aequa-
lem. uxorem qitaei'e, un modelo de consolación del De comcribe)idis
epistoliSy una observación del De p'omintiatione, el coloquio Froble77ía.^^
ELste último punto de contacto es particularmente notable. Erasmo inte-
resa aMexía cuando es menos Erasmo, cuando por azar se ocupa de
fenómenos naturales en vez de ocuparse del hombre. Pero, en este campo
mismo, ¡qué enorme diferencia entre la Silva y el Frobleina! Este co-
loquio, obrita de pasatiempo de la ancianidad de Erasmo, plantea y re-
suelve en términos sobrios toda una serie de cuestiones sobre el peso y
Tuvo los honores de una reimpresión, que hizo Justo García Soriano para la
Sociedad de Bibliófilos Españoles: Silva de varia leción, Madrid, 1933-1934, 2 vols.
48 González Montano, Artes, op. cit., pág. 301: "... Pedro Mejía, hombre que ri-
diculamente searrogaba el título de filósofo sin cienzia ninguna úril. . ."
4^ Cf. Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. V, pág. 98.
^ Silva de varia leción, ed. cit., t. I, págs. 109, 341 y 385; t. II, pág. 11. El coloquio
Problema aparece por vez primera en la edición de los Coloquios de 1533.
LOS TRATADOS ADAPTADOS POR TRAMARA 243
la densidad de los cuerpos: es una bonita lección de física para gentes
del mundo; una ciencia todavía escolástica, atestada de acciones ocultas,
entrega en esas páginas su quintaesencia de razón filtrada por un espíritu
reflexivo. Imagínese, por el contrario, una pueril filosofía natural, que
se complace en disertar sobre seres fabulosos como los tritones y las
nereidas o el pez Nicolao; mézclense, a las curiosidades naturales, las cu-
riosidades dela historia y de la geografía, desde iMahoma hasta la Papisa
Juana, desde Roma hasta Constantinopla y Jerusalén; añádanse a todo
esto las maravillas del mundo moral, virtudes y vicios, costumbres sin-
gulares, emblemas, y se tendrá alguna idea de la Silva. Ni por el espíritu
crítico, ni por la calidad de la erudición, ni por la penetración psicoló-
gica, brilla con un destello lo bastante vivo en esta literatura verdadera
que los humanistas discípulos de Erasmo querían dar a España. El lec-
tor, como el autor, nada en el océano de una curiosidad sin preferencias,
sin ideas, asiéndose sucesivamente a los despojos más heterogéneos.
Había sin embargo, entre las misceláneas caras a esta época, ciertos
libros en que la curiosidad chismosa del Renacimiento se orientaba hacia
un conocimiento enciclopédico de la humanidad en el espacio y en el
tiempo. . . Otro erasmista, poniendo estos elementos al alcance de los
lectores españoles, mereció sin duda mejor que Mexía^ de la reforma
humanística de los espíritus, aunque sólo llegó, es cierto, a un público
limitado. Pensamos en Thámara, catedrático de humanidades en Cádiz,
adaptador de los Apotegmas de Erasmo. Thámara tradujo o adaptó,
entre 1550 y 1555, tres obras que tenían esa virtud de trazar avenidas en
la inmensidad del saber: el De iitventoribus de Polidoro Virgilio se ocu-
paba de los orígenes de todas las cosas, en los campos más variados, desde
la técnica hasta la religión; el Chromcon de Carión era un manual
de historia universal, y el Libro de las costumbres de todas las geíites, de
Bohemo, era el esbozo de una geografía humana.
La gran efervescencia religiosa que había acompañado al cisma lu-
terano había dado a la obra de Polidoro Virgilio todo su sentido y toda
su amplitud.^^ Compuesta primeramente de tres libros, se había enrique-
cido en 1521 con otros cinco consagrados a la religión cristiana, al origen
51 Las ediciones y traducciones del De inventoribus las estudia Ferguson en su
artículo sobre Polidoro Virgilio (Archaeologia, t. LI, 1888, págs. 107-141). Pero el
erudito inglés desconoce las traducciones españolas. La de Thámara se publicó en
Amberes en 1550 con el título de Libro de Polidoro Vergilio que tracta de la invención
y principio de todas las cosas. Está dedicada al Duque de Arcos Don Luis Cristóbal
Ponce de León. A ella remitimos al lector. Un poco después se harán otras versiones
de acuerdo con el texto expurgado por orden de Gregorio XIIL Una de ellas, sin nom-
bre de traductor, se publicó sin fecha ni indicación de origen; la otra, que se debe a
244 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
de sus instituciones, de sus ritos, de sus prácticas de toda especie. El
espíritu de Polidoro Virgilio es muy afín al de Erasmo. No rechaza
nada, sino que quiere dar cuenta de todo. Disringue en el estado actual
del cristianismo muchos usos de origen hebraico y muchos que vienen
de los romanos o de otros infieles. ¿Para qué disimular estos préstamos,
si las costumbres precristianas han sido santificadas por el mejor uso que
de ellas hacen los cristianos? El libro, por lo demás, tiende muy cla-
ramente la
a crítica de las supersticiones parasitarias que invaden el cris-
tianismo, se
y une así con uno de los temas fundamentales de la doctrina
de Erasmo. Muestra en la antigüedad pagana el origen de los exvotos de
cera, manos, pies o senos ofrecidos en agradecimiento de una cura-
ción. La costumbre, observa PoHdoro Virgilio, ha alcanzado una exten-
sión tal, que se hacen votos por las bestias y se colocan en los templos
figurillas de animales domésticos, bueyes, caballos u ovejas; "en lo cual
algún escrupuloso podrá por ventura decir (aunque no sin reverencia)
que no sabe si nosotros imitamos en esto la religión de los antiguos o
antes la superstición dellos". Los retablos y letreros conmemorativos de
milagros tienen sus precedentes entre los griegos, particularmente en el
culto de Esculapio. A los cirios que se encendían ante el altar de Saturno
han sucedido los de la Purificación de la Virgen o Candelaria: así una
costumbre pagana ha suplantado los sacrificios de corderos, palomas o
tórtolas prescritos por Moisés para la purificación de las paridas. Los
banquetes festivos de los antiguos tienen su continuación en los festines
a que invitan a sus compañeros y amigos los sacerdotes que dicen su
primera misa: el Amo de oro de Apuleyo nos habla de las fiestas sacer-
dotales celebradas con grandes comilonas.^^
Comprendemos, después de esto, que Polidoro Virgilio se complaz-
ca en evocar los principios del cristianismo; el tiempo en que Cristo y
sus apóstoles practicaban la verdadera pobreza sin que por eso estuvieran
entregados a una mendicidad degradante; en que auténticos ermitaños
^Pablo, Antonio, Hilarión, Basilio, Jerónimo— se retiraban libremente
al desierto para vivir una vida ascética sin regla y sin votos; el tiempo
en que la religión cristiana, una e indivisible, no estaba escindida en
Vicente de Millis, se imprimió en xMedina del Campo en 1599. No tienen para nos-
otros el interés que tiene la de Thámara. Éste, en su prefacio, insiste en el interés de
los cinco últimos libros. Señala las cosas que Pero Mexía ha tomado de Polidoro Vir-
gilio para su Silva.
52 Trad. de Thámara, fol. 193 v°.
53 Ibid., fols. 195 r°-196 r^. La cuestión "religión o superstición", lo mismo que el
pasaje relativo a la Candelaria, desaparecerán del texto expurgado. Los banquetes de
"misa nueva" excitaron la vena del autor del Crotalón (canto XVII).
LOS TRATADOS ADAPTADOS POR THÁMARA 245
multitud de sectas y de órdenes. Todo esto pasó a la traducción de
Thámara, que, sin ser literal, es bastante fiel. Lejos de atenuar el atrevi-
miento del libro, lo acentúa a veces, por ejemplo, cuando opone a la
primitiva Iglesia el clero moderno, dominado más que ninguna otra
categoría social por la ambición, la codicia y el apetito de placeres.*'^*
El traductor procedió más libremente en su adaptación del Chro-
nicon de Carión.^^ Tomó seguramente como base, no las ediciones ale-
manas, sino la traducción latina de Hermann Bonn, y quizá en una
edición parisiense, como la que Morel había enriquecido, para el período
posterior a 1532, con una cronología compuesta especialmente para uso
del público francés. Thámara redacta de la misma manera la cronología
de los años recientes desde un punto de vista sobre todo español; registra
en particular la muerte de los personajes seglares o eclesiásticos que han
ocupado en España puestos de importancia. Cuando da cuenta de las
vicisitudes del Concilio de Trento, y sobre todo las de los Coloquios
de religión verificados en Alemania, lo hace como buen imperial. No
se preocupa de omitir una profecía que promete al Emperador Carlos la
hegemonía de Europa y el honor de reformar la Iglesia, no sin tribula-
ciones para la navecilla de San Pedro. Registra la muerte de Budé en
París, la de Alciato en Pavía, la del "buen maestro Antonio de Lebrija",
que expulsó la barbarie de España. Le parece, sobre todo, que resumiría
incompletamente su época si no escribiera:
54 Itid., fols. 271 v°-274. He aquí el pasaje añadido por Thámara (fol. 272 r°):
**. . . y de aquí ha provenido que no ay otra orden ni estado oy en el mundo que sea
más ambiciosa ni cobdisiosa y se vaya más tras los deleytes del nvjndo. Todas estas
cosas truxo consigo la grandeza de las riquezas, las quales desti moncra que avemos
dicho fueron admitidas. Y assí podemos dezir que la abundancia sola fué la causa de la
desorden y desconcierto de la vida y ésta primeramente comentó a pervertir la disciplina
y doctrina assí Evangélica como Apostólica. . ."
55 Suma y compendio de todas las chrónicas del mundo desde su principio hasta
el año presentCy traduzida por el bachiller Francisco Thámara cathedrático en Cádiz.
Es la Chrónica de Juan Carión, con diligencia del traductor quitado todo lo superfino
y añadidas muchas cosas notables de Españay Medina del Campo, 1553. — Existe otra
edición publicada ese mismo año en Amberes. Respecto a la importancia de la crónica
de Carión, revisada por Melanchthon, véase Pontien Polman, op. cit., pág. 208. — Pérez
Pastor, La imprenta en Medina del Campo, núm. 103, ofrece algunos extractos de la
cronología del Carión español adaptado por Thámara.
246 EL ERAS.MISMO Y LA LITERATURA PROFANA
Por lo demás, lo que constituye el principal interés de la adaptación
española de Canon es su cronología de la época contemporánea. La
parte consagrada a la Edad Media, tal como la había establecido Me-
lanchthon, constituía, a decir verdad, una renovación de la historia uni-
versal por la atención que concedía a los acontecimientos rehgiosos. Pero
esta parte había sido podada por Thámara a tal grado, que casi no se
parecía al Chroniccni alemán. Por lo menos, la idea era la misma:
poner al alcance de todos un compendio de la historia de la humanidad,
desde sus orígenes revelados en la Biblia hasta los tiempos presentes.
Al adaptar el Libro de las costu?72bres de todas las gentes, nuestro
humanista tuvo conciencia de ensanchar de otra manera el horizonte de
sus lectores. ¡Qué espectáculo tan asombroso el de ese abigarrado con-
junto de naciones, diferentes por el color, los rasgos, las costumbres, los
hábitos, los ritos, las ceremonias, las leyes y las formas de gobierno!
;Qué pasmo para la humanidad civilizada cuando se conoce a sí misma
como una minoría ínfima concentrada en espacio tan pequeño! ¡Y cuán-
to más reducido todavía es el número de los cristianos que siguen el ver-
dadero camino de la salvación, en comparación de la multitud de los
bárbaros infieles, de los malvados idólatras y de los hombres per\xrsos!
La reacción de un corazón puro y sano, al descubrir estos lejanos rin-
cones del mundo, debe ser la de dar gracias a Dios. "A los limpios todas
las cosas son limpias, como dice el Apóstol". Ciertas costumbres repug-
nan a nuestra conciencia moral, otras son honestas y santas. Es preciso
saber desenredar las intenciones de entre las apariencias, y descubrir, en
la acción que nos desconcierta, al hombre que obra. E^ preciso final-
mente fiarse a la providencia de Dios, cuyos secretos son impenetrables.
Démosle gracias por habernos rescatado a su aprisco, por habernos hecho
cristianos y no infieles, civilizados y no bárbaros, españoles y no moros
o turcos. El espectáculo de esta diversidad infinita no será desmorali-
zador sillevamos siempre "por bordón y aguijón" nuestra razón, que
nos permite distinguir el bien y el mal.^^
En este libro, como en la Swna de las crónicas, Thámara añadió y
suprimió cosas. Bohemo, humanista de erudición libresca, estaba mejor
informado acerca de las poblaciones antiguas de cada país que acerca
de sus habitantes modernos. Por eso Thámara completó a Bohemo en
ciertos capítulos, en particular acerca de España. Por lo demás, no vaya
a buscarse en su pluma una crítica de las costumbres españolas como la
que Servet había insertado en sus comentarios sobre Ptolomeo, y que
^•6 El libro de las costumbres de todas las gentes, traduzido y copilado . . . , Amberes,
1556. Prefacio al lector, fols. 4 ss.
GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO 247
III
Por lo demás, está muy claro que este ideal no constituía por sí solo
una fuerza capaz de hacer surgir una nueva literatura. Oviedo se sintió
ante todo movido a escribir su gran obra por el poderoso interés de la
aventura en que se había hallado mezclado y de los espectáculos de que
había sido testigo en las Indias. El erasmismo ayudó a semejante hombre
a hacerse consciente de su dignidad de escritor, y lo confirmó en la
ambición de instruir en vez de divertir. Tenemos en esto, sin duda, una
influencia generalísima del erasmismo en las letras, pero influencia que,
ciñendo el libro a preocupaciones noblemente utilitarias, tendía a la
negación del arte literario más bien que a su florecimiento. Los tratados
que se escribieron bajo el imipulso directo del moralismo erasmiano cons-
tituyen una especie de anexo profano de la literatura de edificación. La
producción humanística de que España es deudora a los erasmistas sería
literariamente desdeñable si no se tuviera el derecho de incluir en ella
una abundantísima floración de diálogos.
aquel notable y famoso dotor moderno, Erasmo Roterodamo, en aquel sii provechoso
tractado que ordenó del apercibimiento y aparejo qu'el christiano deba hacer y pro-
veerse para la muerte". — "No quiero dar ni quitar el crédito a Erasmo ni a sus Colo-
quios; pero en estas Indias se han visto cosas entre los tales sacerdotes sueltos, que es
mejor callarlas que despertar más esta materia. . ." Estos textos me los señaló gentil-
mente Don Ramón Iglesia. Cf. injra, Apéndice: Erasmo y el Nuevo Mundo, pág. 442.
59 Véanse los textos citados por Menéndez y Pelayo, Orígeiies de la novela, t. I,
pág. CCLX.
«o Ed. cit., t. II, págs. 578-579.
LA FLORACIÓN DE LOS DIÁLOGOS 249
No quiere decir esto que Erasmo haya sido el maestro único del
diálogo para los hombres de la época. Al lado de sus Coloquios, ellos
tenían en su biblioteca los modelos antiguos en que Erasmo se había
de Juan Maldonado intitulado Eremitae. Bonilla pregunta: "¿Será ésta la primera edi-
ción de la obra de Vives?" Hay que contestar, sin duda, negativamente. Nosotros he-
mos examinado el ejemplar único de la B. N. M. (R. 7935). La foja de la portada y
las cuatro últimas fojas no son del mismo papel que el resto del volumen, y parecen
impresas en una época bastante reciente, tal vez en el siglo xviii. Por otra parte, es muy
poco verosímil que Maldonado, de haber publicado desde 1538 sus Eremitae, no hubiera
reimpreso este diálogo junto con sus demás coloquios latinos en las recopilaciones de
Opuscula que dió a la luz en Burgos en 1541 y 1549. Nos inclinamos a pensar que este
volumen se imprimió, no en Breda, sino en Burgos o en alguna otra ciudad de España
hacia 1550. En 1554 Cervantes de Salazar reimprime en México la Exercitatio de Vives
añadiendo a su vez las glosas de Mota y siete diálogos de su cosecha, tres de ellos
sobre México y su universidad. La preciosa edición de estos tres diálogos con traduc-
ción castellana y eruditísimas notas que García Icazbalceta publicó en 1875 con el título
de México en 1SS4 merecería reimprimirse. Julio Jiménez Rueda ha publicado la traduc-
ción sola (México, 1939), con unas pocas de las notas de Icazbalceta.
5 En Joannis Maldonati quaedam opuscula nunc priinum in lucem edita, Burgos,
1541. Cf. supra, pág. 72, nota 14.
« En la misma recopilación, fols. g4 ss. Respecto a la edificante pintura de los
buenos salvajes cristianizados, véanse los fols. k 1 v°-k 6 r**.
252 EL ERASAIISiMO Y LA LITERATURA PROFANA
rianizada. Los buenos salvajes han adquirido en diez años la más acri-
solada fe ortodoxa. Para esto estaban maravillosamente predispuestos
por una existencia paradisíaca, colmada de bienes por la naturaleza, libre
de fraude y de hipocresía. Maldonado asiste a sus ceremonias religiosas;
ellos le hacen preguntas para saber si responden bien a todas las exigen-
cias del rito cristiano:
Paradoxa, en Joamiis Maldonati opiiscula quaedam docta s'nmd et ele gomia, Bur-
gos, 1549. El gracioso diálogo sobre los votos se encuentra en los fols. 31 r°-32 v**:
"Heu me —dice Gozoño—, novendiale sacrum septies vovi Deiparae Virgini Otheranae;
totidem novendialia sacra divae Mariae Callis. Vovi praeterea salutaturum ter divam
Alariam Alontis Serrati, suspensurumque anathema me totum pondere justo enatantem
circunfusis fluctibus. Scmel etiam invisurum divam Alariam Guadalupeam, sanctumque
Jacobum Compostellanum atque utrobique suspensurum semiconspicuum me caereum".
El infeliz se pregunta cómo podrá cumplir sus promesas sin reducir su familia a la
miseria- También Maldonado recurría a la oración, a los auxilios celestiales, pero de
manera muy distinta: "Caeterum obtestabar Christum et Mariam matrem omnesque
caelestes sine pactione, sine stipulatione. An ego pauperculus sperarem munusculis ex-
pugnare me posse Dei misericordiam, si menta, mensque parum sana repugnaret? Ega
quidem sic orabam: Obsecro te Christe sen'ator omnium, per cruciatus quos pro nobis
perrulisti, ut his me fluctibus eripias. Tu, Virgo Alater, sis fautrix, et filium mihi deme-
rearis in tanto meo angore. Semper ero commodus pro tenuitate mea tuis aedibus
Guadalupeae, et Serracinae, si fuerit opportunitas adeundi; sin minus, aedibus quae sunt
apud nos tibi tuoque filio sacrae. . . Sic ego precabar sine sumptu. Non tamen omittam,
cum adeam crucifixum Augustinianum ad suburbia Burgensia, aut divam Alariam Albam,
quin aliquid muneris impartiar, vel lecythum olei ad nutriendam lucemam, vel aliquas
pecuniolas infundam in gazophilacium". Alaldonado consuela y tranquiliza a Gozoño
hablándole de las indulgencias que por esos días se predican en Falencia, y que permi-
ten rescatar muy cómodamente toda clase de votos.
LOS ENSAYOS Y COLOQUIOS DE MALDONADO 253
chadamente, él y su compañero, en los pantanos de la Tierra de Cam-
pos, Todas las peripecias de la jornada, en particular el salvamento de
Gozoño desmontado en el agua, y la captura de su caballo que se ha
escapado, constituyen una verdadera novela, viva y auténtica desde el
principio hasta el fin. Solamente al terminar su obrita se adivina que
el erasmista arrepentido escribe cum grano salis, cuando opone, a los
votos imprudentes de Gozoño, los que su propia devoción, más ilus-
trada, ledictaba a él en el momento del peligro. Otra de las Paradojas
de Maldonado, Optimus magister amor, es una ocasión que aprovecha
para rendir homenaje a sus antiguos maestros Nebrija y Longueil.
Demuestra en algunos de sus diálogos latinos el mismo gusto de las
confidencias y las mismas dotes de narrador. No diremos nada de sus
diálogos sobre los juegos de naipes, en donde toma por su cuenta un
tema que no había agotado la Exercitatio de Vives, ni de la Prometida
prítdentCy^ que recuerda el Procus et puella con algunos detalles algo más
escabrosos. Recordemos, sin que volvamos a hablar de él, su debate
Sobre la lectura de Erasmo^ donde Maldonado se pone hábilmente en
escena discutiendo con Ana Osorio para templar el celo erasmista de la
dama. El más original de sus diálogos es, sin disputa, el de los Ermita-
ños^^ que constituye una pequeña comedia en un acto y varias escenas,
cuyos personajes se van contando sucesivamente sus vidas. Se reconoce
aquí un dato bastante cercano al del Colloquium senile de Erasmo.
Pero Maldonado lo renueva de golpe situándolo en el marco de una so-
ledad silvestre, y haciendo entonar a Alvaro, desde el comienzo, un
himno a la vida campestre. Esta nota bucólica es bastante extraña a
Erasmo. Tampoco creo que haya que ver en esto un recuerdo comple-
tamente libresco del Menosprecio de Corte de Guevara, entonces tan
trivializado "que no había perro que llegase a olerle".^^ En él se sienten
más bien, junto con un gusto real de la vida rústica, que aparece en otras
de las composiciones de Maldonado, los primeros síntomas de un buco-
* El Ludus chartarum Triiwiphus está en la recopilación de 1541, lo mismo que la
Despoma cauta. El Ludus chartarum Tridunus, en la recopilación de 1549.
® Praxis sive de lectione Erasmi (cf. supra, págs. 73-74).
1^ Cf. supraj nota 4.
11 Según la graciosa expresión de la Carta del bachiller de Arcadia (Sales españo-
las. . recogidas por A. Paz y Melia, Madrid, 1890, Colección de escritores castellanoSy
t. 80, pág. 80). Parece que Erasmo no llegó nunca a disfrutar de la paz de los campos,
ni siquiera durante el verano de 1521, que pasó en Anderlecht, demasiado cerca de la
corte de Bruselas (véase su carta a Laurino en Alien, t. V, Ep. 1342, líneas 19-23 y
62-69). En todo caso, no dice de eso una sola palabra en su correspondencia. Maldo-
nado, por el contrario, evoca con añoranza en el prefacio de la Hispaniola los placeres
rústicos del castillo de Vallegera.
254 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
Aquí se entrevé lo que habrían podido ser ciertos capítulos del La-
zarillo si su autor hubiese sido erasmista. Alfonso abrazará finalmente la
vida eremítica, después de una vuelta por la vida de la Corte.
La más azarosa de las existencias evocadas por Maldonado es la del
ermitaño Gonzalo, a quien Alfonso y Alvaro encuentran tejiendo un
cesto. Vida desarreglada de un combatiente de Pavía; aventuras en Ma-
drid en compañía de jóvenes enriquecidos en las Indias; matrimonio con
una doncella noble cuyos padres lo creen rico, y que se siente dichosa
de salvarse del claustro; ruina del jugador empedernido, que, después de
vender todos sus bienes, tienta de nuevo la fortuna militar aprovechando
la expedición de Túnez, y vuelve sin blanca; desventuras conyugales;
persecución del ladrón de su honra, que ha ido a alistarse en el ejército
12 Véanse los intermedios que constituyen la escena entre Vulpeyo, porquerizo, y
Lupino, especulador de trigo y hambreador del pueblo, o bien la escena entre el anciano
Gelasio y k doncella Flora, a quien persigue con sus galanterías.
13 Fol. 91 ro.
LOS "COLOQUIOS MATRIMONIALES" DE LUXÁN 255
de Navarra mientras la esposa infiel entra en el convento; encuentro con
unos bandoleros que lo roban y apalean. . . Todo esto, hasta el día en
que un buen hombre lo convierte a la vida de penitencia, es un hermoso
escenario de novela picaresca, de una novela picaresca que anuncia al
Guzmán de Alf orache más que al Lazarillo, pero con elementos menos
amargos.
Maldonado nos muestra cómo el Coloquio erasmiano podía transfor-
marse en un género de pasatiempo, capaz de hacer la competencia a la
literatura novelesca y de preparar la renovación de ésta en más de una
dirección. Los diálogos castellanos que se multiplican a mediados del
siglo, bajo el influjo del erasmismo, ofrecen esa misma complejidad. Sin
embargo, la recopilación más famosa, y también la primera en fecha, nos
lleva de nuevo a la más trivial miscelánea en forma de diálogos. Los
Diálogos de Pero Mexía son tan mediocres como la Silva, cuya fortuna
compartieron hasta cierto punto. Trátese en ellos del sol, de la tierra, de
los meteoros, de los médicos o de los banquetes, siempre son estos es-
critos lamisma olla podrida de erudición vulgar, sin nada que induzca
al espíritu a reflexionar. Cuando Mexía se propone caminar por los
senderos del Elogio de la locura y quiere cantar los loores del asno, no
sabe más que endilgar un monótono centón de anécdotas y reminiscen-
cias sagradas o profanas.^*
Más auténticamente erasmianos son los Coloquios matrimoniales del
licenciado Pedro de Luxán, natural de Sevilla: libro bastante olvidado
en nuestros días, pero del cual se conocen por lo menos once ediciones
entre 1550 y 1589.^^ Los cinco diálogos de este volumen forman una
14 En el Coloquio del porfiado. Los Coloquios o Diálogos de Pero Mexía se pu-
blicaron en Sevilla en 1547. Son accesibles en la edición de las "Bibliotecas Populares
Cervantes".
15 Colloquios matrimoniales del Licenciado Pedro de Luxán, Sevilla (D. de Ro-
bertis), 1550; Toledo (Juan Ferrer), 1552; Sevilla (J. Canalla), 1552; Valladolid (F.
Fernández de Córdoba), 1553; Sevilla (J. Canalla), 1555; Zaragoza (Bart. de Nájera),
1555; Zaragoza (Viuda de B. de Nájera), 1563 y 1571; Alcalá (Seb. Martínez), 1577;
Zaragoza (Viuda de J. Escarrilla), 1589. A estas diez ediciones mencionadas por Juan
M. Sánchez, Bibliografía aragonesa del siglo xvi, t. II, Madrid, 1914, págs. 64-65, hay
que añadir una undécima, sin lugar ni fecha, que posee la Bodleiana y que se intitula
Colloquios matrifiioniales del licenciado Pedro de Luxán, ahora nuevamente corregidos
y añadidos por el mismo author. El catálogo de la Bodleiana la identifica, basado no
sé en qué, con la edición de Alcalá, 1579, mencionada por Nicolás Antonio (y por Juan
M. Sánchez) y de la cual no se ha señalado ningún ejemplar en nuestros días. La
edición de Zaragoza, 1589, de la cual no conocía ningún ejemplar J. M. Sánchez, se
encuentra en la B. N. P. A esta última es a la que remitimos. En los pasajes que hemos
confrontado, su texto es idéntico al de Valladolid, 1553. Por el contrario, la edición
revisada por el autor que se halla en la Bodleiana ofrece muchísimas variantes y repre-
256 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
especie de novela cuyo núcleo está tomado del üxor Mejitpsigamos,
Pero Xantipa ha tomado aquí el nombre de Eulalia, y su razonable ami-
ga se llama Dorotea. El primer diálogo nos muestra a Eulalia, todavía
doncella, conversando con Dorotea, la cual trata de convertirla al ma-
trimonio, sin conseguirlo. No obstante, aparece ya casada en la segunda
conversación; aquí cuenta sus infortunios a Dorotea, que le da buenos
consejos: se reconoce en estas páginas el tema del célebre coloquio de
Erasmo del cual sacó Luxán lo mejor que hay en el suyo. El tercero
pone en escena a Dorotea y a Marcelo, marido de Eulalia, el cual, a su
vez, está descontento de su mujer: aquí le toca a él oír las cuerdas lec-
ciones de Dorotea sobre los deberes del esposo. En el cuarto coloquio
se ha restablecido la paz entre marido y mujer: EulaHa va a dar las
gracias a Dorotea y a anunciarle que está encinta. Viene después Mar-
celo, yse entabla una conversación acerca de las consideraciones con
que hay que tratar a una madre joven, acerca del parto, de los deberes
de las madres para con los recién nacidos, del amamantamiento de las
criaturas, de la educación de los hijos; aquí es visible la aportación de la
Puei'pei'a de Erasmo, aunque esté diluida en largos discursos. El quinto
coloquio, imitado de la Pietas puerílis, nos pone en presencia del pequeño
Hipólito, hijo de Eulalia, y del piadoso Julio, digno hijo de la virtuosa
Dorotea: éste es quien desempeña el papel del Gaspar de Erasmo. Un
sexto coloquio, sin lazo con los antecedentes, tiene por interlocutores a
dos ancianos, Fulgencio y Laureano. Éste, más cuerdo, reprende a su
amigo, que quiere portarse como mozo, y en un largo discurso le habla
de los defectos que ha de evitar un anciano.
Luxán, en suma, volvió a hacer suyo el designio de los primeros
traductores de los Coloquios, que era sacar de Erasmo un amable manual
de sabiduría para todas las edades. Y no trató de disimular lo que
toma de ellos: reconoce que, en el segundo y en el quinto coloquio, ha
querido hacer de Erasmo el "fundamento sobre que él edificase".^^ Pero
se ufana de haber añadido muchas cosas en que Erasmo no había pensa-
do. Confiesa, no sin orgullo, haber utilizado otros libros, pero no dice
cuáles. Nosotros no hemos emprendido la tarea de investigar las fuentes
senta, sin duda, el texto definitivo de Luxán. Ya Mencndez y Pelayo, Orígenes de la
novela, t. I, pág. ccxlix, entrevio el interés de estos Coloquios matrimoniales. Sobre la
biografía de Luxán, véase Rodríguez Marín, Nuevos datos para las biografías de cien
escritores de los siglos xvi y xvii, Madrid, 1923. Siendo estudiante en Alcalá hacia
1545, había compuesto durante un período de vacaciones un libro de caballerías cuyo
héroe, Leandro el Bel, era hijo de Leopolemo, caballero de la Cruz.
16 Véase, entre el 1*^ y el 2^ coloquio, la advertencia intitulada "Epílogo sobre este
segundo colloquio, y sobre el quinto".
LOS "COLOQUIOS SATÍRICOS" DE TORQUEMADA 257
de Luxán. Pero no hace falta leerlo con demasiada atención para observar
algunos fragmentos tomados de Guevara y cuya superabundancia verbal
contrasta con el estilo más bien sobrio del conjunto: la carta a Mosén
Puche ha suministrado al primer diálogo todo un pasaje acerca de los
inconvenientes de los matrimonios desiguales, y al tercero la larga diser-
tación en que se habla de las quejas recíprocas de los maridos y las mu-
jeres." La obra resulta, sin duda, muy heterogénea. Un repentino amor
por el estilo metafórico se muestra en cierta digresión sobre los filtros
de la buena esposa, en la cual se cree adivinar una pluma ajena. Pero el
accidente más ordinario en estos diálogos es el volverse disertación, "en-
sayo". En un larguísimo discurso acerca de las virtudes de la buena
esposa, se ve, entre los casos de abnegación heroica, que al lado de
Pantea, de Porcia y de la mujer de Admeto, están Doña Sancha, la prin-
cesa navarra esposa del Conde Fernán González, y cierta mujer de
Sevilla a quien no nombra Luxán porque vive todavía. Por otra parte,
el diálogo rebota a veces, no sin viveza, sobre alguna autoridad de Plu-
tarco. Cuando Dorotea habla de la costumbre aquea según la cual "el
marido barría la casa, cocinaba la olla, ponía la mesa", mientras que la
mujer "gobernaba la casa, respondía a los negocios y tenía los dineros",
Eulalia exclama: "¡Quién fuera de Acaya!" Fácil es imaginar que si
Montaigne hubiera podido leer estos Coloquios ?mtrimoniales, los habría
encontrado más sabrosos que las Diverses legons de "Pierre Messie".
La compilación más variada que se publicó por entonces, y que pa-
rece haber disfrutado de mucho menos popularidad que los Coloquios
de Luxán y los de Mexía, es el volumen de Coloquios satíricos de An-
tonio de Torquemada. El autor era un humanista de Astorga, que se
hallaba al servicio' del pequeño Alonso Pimentel, conde de Benavente.
La obra la imprimió en Mondoñedo Agustín de Paz, pues no tuvo la
suerte de atraer la atención de algún gran editor de Medina del Campo
o de Sevilla. Más tarde, Torquemada publicó en Salamanca seis colo-
quios consagrados a las curiosidades de la naturaleza, a los monstruos, a
los aparecidos, a los fantasmas, a las prácticas de hechicería, a la astrolo-
gía, a la historia natural, semifabulosa, de las regiones septentrionales.
Esta nueva recopilación, intitulada Jardín de flores curiosas, agradó más
a causa de la rareza de los asuntos de que trataba. Se reimprimió cuatro
o cinco veces antes del fin del siglo, en Amberes, Medina y Salamanca.
A los reyes de Castilla aún no ha mucho tiempo que les decían: "Man-
téngaos Dios", por la mejor salutación del mundo. Agora, dejadas las nuevas
formas y maneras de salutaciones que cada día para ellos se inventan y bus-
can, nosotros no nos queremos contentar con lo que ellos dejaron, y es tan
ordinaria esta necedad de decir que besamos las manos, que a todos com-
22 Orígenes de la novela, t. II, págs. 534-535.
260 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
prende generalmente, y dejando las manos venimos a los pies, de manera
que no paramos en ellos ni aun pararemos en la tierra que pisan. Y, en fin,
no hay hombre que se los descalce para que se los besen, y todo se va en
palabras vanas y mentirosas, sin concierto y sin razón.
8 Este episodio fué sacado a la luz por Narciso Alonso Cortés, Cristóbal de Villalónj
Algimas noticias biográficas, en el Bol. Ac. Esp., t. I (1914), págs. 434 jy. (artículo in-
cluido por el autor en su Miscelánea vallisoletana, 3^ serie, Valladolid, 1921). — Sobre
las relaciones de Villalón con la Universidad de Valladolid (1530-1545), véase S.
Rivera Manescau, Cristóbal de Villalón, Nuevos datos para su biografía, en la Revista
Castella7ia de Valladolid, abril de 1922, págs. 21-24. A propósito del grado de licenciado
en Teología, para el cual Villalón fué presentado por el claustro de los doctores y maes-
tros de Valladolid, quedando su admisión subordinada a la decisión del Consejo Real,
Rivera Manescau supone, con mucha verosimilitud, que Villalón era descendiente de
judíos conversos, y que esta insuficiente limpieza de sangre fué el principal obstáculo
con que se topó.
^ En Medina del Campo, en casa de Pedro Tovans. Reimpreso en 1926 en Madrid
por Victoriano Suárez (la tapa reproduce la portada de la edición de 1536).
10 Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente. Hecha por el bachiller
Villalón..., Valladolid, 1539 (B. M.). Reimpresa por Serrano y Sanz en la colección
de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, t. XXXIII, Madrid, 1898. A esta edición nos
referimos aquí.
LAS OBRAS DE VlLLALÓN 265
El abogado de los antiguos parte naturalmente de la idea pesimista
de que la naturaleza está sometida a gradual envejecimiento. Su exposi-
ción de las maravillas de la antigüedad en todos los órdenes es la que
puede esperarse de un hqmanista que ha leído a Plinio. El defensor del
tiempo presente trata de encontrar en los mitos antiguos —en particular
en los de Orfeo y Anfión— un testimonio de la victoria alcanzada por el
genio sobre una humanidad primitivamente bestial y que no se civilizó
sino poco a poco. Su elogio de los modernos pasa por alto, con extraña
prudencia, el humanismo y la teología restaurada. Podría, dice, citar
nombres ilustres, lo mismo de Italia, Francia o Alemania (aunque aquí
haya muchos herejes), que de Flandes, Inglaterra y Holanda. . .^^ Pero
no cita ninguno. Prefiere hablar largamente de las virtudes y proezas
del Emperador, y sobre todo de la situación floreciente de las bellas
artes. Evoca a Rafael, a Leonardo de Vinci, a Alberti, y, con más viva
admiración, a Miguel Ángel y las bóvedas de la Capilla Sixtina. Pero es,
sobre todo, el arte español de su época lo que alaba Villalón como co-
nocedor, con un tino precioso para nosotros, porque, al lado de las
maravillas pintadas por Berruguete, de los hermosos colegios de San
Pablo y Santa Cruz de Valladolid, de las estatuas de Felipe Vigamy o
de Diego de Siloé, no olvida a los grandes músicos, ni al maestro herrero
Cristóbal de Andino, autor de las más hermosas rejas del mundo, ni a
los hermanos Villalpando, célebres estuquistas de Palencia.^^ Al celebrar
el arte tipográfico en pleno auge, hace un lugar a Miguel de Eguía al
lado de Aldo Manucio, Froben y Gryphe. La literatura moderna apa-
rece tratada con menos cariño. Villalón pondera el teatro de Juan del
Encina y de Torres Naharro, y menciona la floración de los libelos, a
que él debía de ser bastante aficionado.^^ A esto se limitan sus obser-
vaciones. Sobre Erasmo, el escritor más leído de su época, no dice una
palabra.
Así, pues, la Ingeniosa comparación difícilmente puede pasar por
obra de un virulento erasmista. Otro tanto hay que decir del Scholás-
11 Ibid., pág. 163.
12 La parte útil para la historia del arte la ha reproducido y anotado F. J. Sánchez
Cantón, Fuentes literarias para la historia del arte español^ t. I, Siglo xvi, Madrid, 1923,
págs. 2 1 ss.
13 En la pág. 179 hay una curiosa reflexión sobre la evolución de las costumbres.
Villalón observa que los aspectos mundanos y brillantes de la vida social están más
bien en decadencia, "porque han mudado casi todos los hombres a tanta gravedad que
ya no curan de liviandades e niñerías, mas antes burlan de todas estas cosas ni las quie-
ren ya ver".
266 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
24 Crotalón (N. B. A. E., t. VII), págs. 184b-185a. Cf. Scholástico, págs. 31 xí.
EL "CROTALÓN" Y LA CORRIENTE LUaANESCA 271
serlo dada esta común formación intelectual. El Scholástico es una tra-
ducción ciceroniana, que se engalana visiblemente con despojos de Pla-
tón, de Cicerón, de Aulo Gelio, de Plinio, de Séneca, y que apunta,
como el Cortesano de Castiglione, a la harmonía y a la elocuencia. La
formación humanística del autor del Crotalón se manifiesta de modo
muy diverso. Esta formación le permite referirse a los personajes his-
tóricos omíticos de la antigüedad grecolatina. Le da también los mar-
cos de una ficción multiforme, que pretende imitar a Luciano en la
mayor parte de sus "cantos", pero que se basa, además, en Plutarco, en
la B atrae omiomaquia o en la Biblia. Esta ostentosa imitación de los an-
tiguos enmascara, por otra parte, una utilización cínica de los modernos:
el Crotalón adapta a Boccaccio, al Aretino y, sobre todo, a Ariosto.
Una relación de los funerales del Marqués del Vasto se encuentra co-
piada allí literalmente.^^ Además, si esta abigarrada obra se deja leer a
causa de su contenido variado y a veces picante, fatiga también por su
escritura descuidada y sin gracia. En una época en que los erasmistas
españoles muestran tan vivo cuidado de hacer brillar el genio de la len-
gua, hasta —y sobre todo— cuando traducen, ningún escritor hay menos
castizo que el autor del Crotalón, ninguno que dé más constantemente
que él la impresión de estar traduciendo. Morel-Fatio calificó su estilo
de "pesadamente pedante y embrollado". "Hecho a retazos, agrega por
su parte Icaza, ni siquiera puede decirse propiamente que tiene estilo
suyo, aunque haya en él uno predominante"; y, denunciando sus plagios,
agrega: "El Crotalón tiene poquísimo de Luciano, y hasta lo declara-
damente lucianesco está visto a través de paráfrasis italianas, y diluido
en largos párrafos, muy diversos de la manera casi esquemática del
escritor griego".^^
Creamos a este conocedor en materia de estilos, a este excelente
crítico literario. El Crotalón es todo lo contrario de una obra original.
No es, desde luego, "una de las mejores obras del siglo xvi".^'' Pero sí es
una de las que pican nuestra curiosidad. Su atribución a Villalón carece
absolutamente de base, o, mejor dicho, descansa íntegramente sobre la
equivalencia entre "Christóphoro" y "Cristóbal", base bastante incapaz
de soportar la armazón levantada por Serrano y Sanz para resolver el
misterio del Viaje de Turquía al mismo tiempo que el del Crotalón.
25 lbid.j pág. 187 b, nota 1. Respecto a la utilización de los italianos, véase injrOy
pág. 277.
26 Francisco A. de Icaza, Supercherías y errores cervantinos, Madrid, 1917, pags.
180-181.
27 Juicio de Ce jador, discutido por Icaza,
272 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
El Crotalón guarda su misterio. Pero al menos no es imposible cir-
cunscribir enel tiempo y en el espacio el medio en que seguramente se
escribió. La obra pertenece, no a los comienzos del reinado de Felipe II,
sino a los años que preceden a la abdicación de Carlos V. La fecha
puede fijarse con bastante precisión gracias al cuadro histórico del
Canto VI. El reinado del Emperador se "profetiza" con toda exactitud
hasta el año de 1552, en que Mauricio de Sajonia emprende la ofensiva
contra Carlos V y lo obliga a huir, mientras que el Concilio se aplaza.
Aquí tuerce bruscamente la profecía; termina con vagas promesas de
triunfo; prevé largos años antes de que Carlos, una vez realizados sus
sueños en la persona de su hijo Felipe, vaya a gozar de Dios en el
paraíso.^^ Ahora bien, es claro que, si el autor hubiera escrito entre
1556 y 1558, no habría pasado en silencio la paz de Augsburgo ni las
abdicaciones sucesivas con que tan dramáticamente concluye el reinado
de Carlos V. Hasta se puede admitir que, si hubiera escrito después de
1553, habría mencionado expresamente la muerte de Mauricio de Sajo-
rna. Así, pues, la redacción del Crotalón puede fecharse con bastante
exactitud en 1552-1553.
Por otra parte, se puede localizar en Valladolid con muy grande
probabihdad. Merece destacarse la alusión del Canto III: "Después que
mi amo murió viví en Valladolid, una villa tan suntuosa en Castilla,
donde siempre reside la corte real. Y también concurren allí de todas
diferencias de gentes, tierras y naciones por residir allí la Cancillería".
Ciertamente, este pasaje no sería decisivo por sí solo: ¡el galio ha vivido
tantas otras vidas! Pero, en el Canto XX, el gallo ha sido comido. En-
tonces Micilo conversa con su vecino Demofón, y, hablando de la ciu-
dad en que se encuentran, Demofón menciona a su vez la afluencia de
extranjeros debida a la Corte y a la Cancillería. Además, el banquete
de "misa nueva" narrado en el Canto XVII parece situarse también en
ValladoHd, a juzgar por los nombres de las iglesias cuyos curas están
invitados al festín."^
Por consiguiente, en esta gran ciudad —la más cosmopolita, en esa
época, de toda España— fué donde el extraño Crotalón debió de com-
ponerse hacia 1553. He ahí todo lo que sabemos de su nacimiento. Si
nos fuera lícito señalar aquí un rastro a los investigadores de Valladolid
para quienes no tienen secreto los archivos de la Cancillería, les propon-
dríamos seguir la pista de los italianos domicihados en Valladolid. Uno
2« Crotalón (N. B. A. E., t. VH), pág. 157 b.
-9 Ibid., págs. 133 a, 248 a y 222-225.
EL "CROTALÓN" Y LA CORRIENTE LUCIANESCA 273
de éstos, el florentino Juan Lorenzo Otaviani, dio a la luz en 1551 una
traducción de la Circe de su compatriota Giambattista Gelli, y en 1558
una traducción del Triunfo de la Cruz de Savonarola.*^^ La cultura ita-
lianizante del autor del Crotalón, su manera poco castellana de escribir,
nos invitan a buscar en el mismo medio.^^
No seguiremos el hilo caprichoso de los relatos del gallo de Micilo.
El Crotalón nos interesa, sobre todo, por sus ideas religiosas, que lo si-
túan en plena corriente erasmista. Literariamente, como ya hemos di-
cho, se relaciona más bien con los diálogos de Luciano que con los Colo-
quios de Erasmo, aunque no recuerde ni al uno ni al otro por el estilo. En
estos veinte cantos, escritos con una pluma no precisamente espon-
tánea, sino más bien apresurada, lo natural queda comprometido a cada
instante por la necesidad de coser en una sola pieza fragmentos sin rela-
ción íntima. Y entre los autores saqueados por Christóphoro Gnophoso
no figura Erasmo. Pero se sospecha que lo ha leído. En todo caso, su
concepción del cristianismo, que parecía luterana a ciertos lectores de
fines del siglo xvi,^^ es claramente ia del erasmismo español. ¿Acaso este
satírico, implacable con los sacerdotes y con los huéspedes de los con-
ventos, conoció por dentro la vida sacerdotal y monástica? No es im-
posible. Lo que nos hace pensar más bien en un laico no es tanto la
severidad de la sátira cuanto la ausencia total de unción. Pero, laico o
sacerdote, es ciertamente un "clérigo" en el sentido lato de la palabra,
un humanista cuyo anticlericalismo es erasmiano, es decir, reflexivo,
sostenido por un concepto positivo de la piedad.
Entre las muchas incursiones que el Crotalón hace en la vida reli-
giosa, elCanto III es uno de los más interesantes a este respecto. El gallo
30 Cf. M. Bataillon, Sur la dif fusión des osuvres de Savonarole, págs. 100-101.
31 Esta hipótesis tropieza con la incredulidad de Rudolf Schevill, que juzgaba la
lengua del Crotalón "idiomática, y su vocabulario muy amplio y familiar para ser atri-
buido a un extranjero" (Erasmus and Spain, en Hispa7iic Revieiv, t. VII, 1939, pág. 107).
A. Farinelli (Dos excéntricos: Cristóbal de Villalón. — El Dr. Juan Huarte, Madrid,
1936, Anejo XXIV de la R. F. E.) no pone en tela de juicio la paternidad de las obras
atribuidas a Villalón, pero se fija en los plagios de autores italianos que ocurren en el
Crotalón, diciendo que "a veces la versión ofrecida es textual, y más fiel todavía que las
traducciones hechas por los traductores de profesión" (págs. 33-34). Se inclina a pen-
sar que "los episodios y escenas que aquí se insertan plagiando a Ariosto, a Boccaccio,
al Aretino, y las relaciones históricas que se reproducen. . . deben considerarse como in-
de sastre. tercalaciones posteriores a la obra concluida". Lo cierto es que el Crotalón es un cajón
32 Véanse las anotaciones marginales, de dos manos diferentes, que aparecen en el
Ms. 18345. En particular, en el cap. iii, a propósito de la "media docena de beneficios
curados" (N. B. A. E., t. VII, pág. 132 b), se puede leer: "desvergüenza luterana contra
la iglesia". Cf. la nota del Canto XII señalada por Menéndez y Pelayo (ibid., pág. 192 a).
274 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
evoca aquí una existencia anterior en que fué un rico eclesiástico. Colo-
cado desde su infancia al servicio de un obispo, recibió de éste "media
docena de beneficios curados", y, sin pensarlo, se vió sacerdote sin vo-
cación sin
y estudios previos. La ocasión es magnífica para denunciar
lo que el autor llama en otra parte la simonía de las órdenes,^^ para acri-
billar con sus flechas a los sacerdotes demasiado ricos, clase privilegiada
que se cree por encima de las leyes. Pero su opinión sobre la materia no
es tan estrecha como la de los seglares que querrían "que ningún clérigo
tuviese nada, ni aun con qué se mantener". Profesa que todos los ver-
daderos cristianos deben estar lo bastante desprendidos de los bienes
temporales que poseen para abandonarlos si esto conviene a la gloria de
Cristo, a la Iglesia y al bien de la cristiandad.^^ Denuncia, en términos
que recuerdan los del Enchiridion, la tiranía de la opinión vulgar, tan
alejada del espíritu de pobreza evangélica:
Parece, dice el zapatero Micilo, que tenía el demonio un censo cada año
sobre todas vosotras; la meitad pagado por las unas por Navidad; y la otra
meitad a pagar por las otras a San Juan de Junio. ¿Qué liviandad tan grande
era la vuestra, que siendo ellos en el cielo tan iguales y tan conformes haya
entre sus devotas acá tanta desconformidad y disensión? Antes me parece
que como verdaderas y buenas religiosas debiéredes preciaros ser más de-
votas del santo cuanto más traba jábades en su imitación. Las baptistas pro-
curar exceder a las otras en el ayuno contino, en el vestido poco, en la
penitencia y sanctidad, y las evangelistas procurar llevar ventaja a las otras
en el recogimiento, en la oración, en el amor que tuvo a su Maestro, en
aquella virginidad santa por la cual le encomendó Dios su madre virgen.
Pero como toda vuestra religión era palabras y vanidad, ansí vuestras obras
eran profanas y de mundo, y ansí ellas tenían tal premio y fin mundano.^^
85 Ibid.f pág. 135 a. En movimiento análogo, pero aplicados al rico ("De todos es
bien recibido. Sus locuras son caballerías, sus necedades sentencias. Si es malicioso lo
llaman astuto", etc., etc.), volverán a aparecer los eufemismos de una pervertida esti-
mativa en las diatribas del Guzmán de Alfarache (ed. Clás. Cast.^ t. II, pág. 166).
86 Crotalón, Canto VIL
87 Canto VIII, pág. 167 b.
88 Cf. Sebastián de Horozco, Cancionero (Sociedad de Bibliófilos Andaluces, Se-
villa, 1874, pág. 25): "El autor a unas monjas, reprehendiéndolas por las parcialidades
de Baptistas y Evangelistas". En el mismo Cancionero (pág. 167) se publica un entre-
més puramente profano "que hizo el auctor a ruego de una monja parienta suya Evan-
gelista" para que se representase en el convento el 27 de diciembre.
276 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
La explotación de la credulidad y de la superstición públicas sumi-
nistró lamateria de otro episodio que se dice inspirado en el Alexcm-
dros Fseudommtis de Luciano, pero que refleja en realidad un curioso
aspecto de la devoción popular de la época. El gallo, en una de sus
encarnaciones pasadas, ha pertenecido a una banda de vagabundos que
no tenían pelos en la lengua. Se hacía pasar, con la ayuda de sus cama-
radas, por Juan de Votadiós en persona, es decir, por el Judío errante,^^
Sacaba partido admirablemente del supersticioso respeto inspirado por
este mítico personaje. Diciendo a las gentes su buena ventura, sabía
inducirlos a confesarle pecados espantosos que jamás se habían atrevido
a confesar a un sacerdote. Él, entonces, se encargaba de obtener su per-
dón en su próximo viaje a Palestina, haciendo celebrar en el Santo Se-
pulcro tres misas pontificales en las cuales tenían que oficiar tres carde-
nales, tres obispos y tres patriarcas, mientras ardían tres cirios de a seis
libras. Todo esto, naturalmente, se pagaba muy caro, y por anticipado.
El episodio termina con una escena de taberna en que el héroe, engañado
por sus compañeros, engaña a su vez a la tabernera con una presencia de
ánimo que no superarán ni Guzmán ni el Buscón.
El erasmismo del autor se trasluce también, en más de un pasaje,
cuando hace ciertas reflexiones sobre la oración, sobre las locas peticio-
nes de los hombres y sobre la cuestión de la invocación de los santos;
en ciertos comentarios sobre la vana pompa de los funerales, a propósito
de las exequias del Marqués del Vasto.'*^ Los teólogos y filósofos esco-
lásticos excitan su vena satírica en varias páginas, las más divertidas de
las cuales se inspiran en el Icaromenipo de Luciano.^^ Aquí, el Crotalón
se suma a una gran corriente de fantasía filosófica que va desde Luciano
39 Crotalón, ed. cit., págs. 138 bíj. Véase en particular la pág. 139 a: "Dezíamos ser
yo Juan de Vota Dios". Juan de Vota Dios o Voto a Dios es el análogo del italiano
Buttadio, es decir, una encamación española del Judío errante, tal como lo había sos-
pechado, desde 1887, Doña Carolina Michaélis de Vasconcellos en un post-scriptum a
su artículo O Jiideu errante evi Vortugal (Revista Lusitana, t. I, Porto, 1887-1889,
pág. 44). Sobre Buttadio (Boutedieu) véase el estudio de Gastón Paris, Le Jtüf errant,
en sus Légendes du vioyen-dge, Paris, 1903. En otro lugar hemos estudiado las Féré-
grinations espagiioles du Juif errant (B. H., t. XLIII, 1941, págs. 81-122). El legendario
Judío se llamaba ya Juan de Espera en Dios, ya Juan de Voto a Dios. Un tal Antonio
Rodríguez, natural de Medina del Campo, fué castigado por la Inquisición en 1546 por-
que se hacía pasar por Juan de Espera en Dios (A. H. N., Inquisición de Toledo,
leg. 229, X*? 29). — Demostraré en otra parte que en el personaje del Viaje de Turquía
se cruzan caracteres del legendario Juan de Voto a Dios con otros de los compañeros
de Juan de Dios, fundadores de la orden hospitalaria del mismo nombre.
40 Crotalón, ed. cit., pág. 202 a-b.
41 Ibid., págs. 189b-190a.
42 Ibid., pág. 192; cf. págs. 206 a-b y 220 a.
EL "CROTALÓN" Y LA CORRIENTE LUQANESCA 277
hasta el Micromégas de Voltaire. Vuela por encima de la humanidad
con una facilidad de que el Me?'curio de Alfonso de Valdés había dado
ya ejemplo en España, y que volverá a encontrar el Diablo cojuelo de
Vélez de Guevara.
Basta indicar estas conexiones para que el Crotalón aparezca como
un libro importante en la historia de la ficción española, a pesar de su
carácter casi clandestino. Su autor no ha leído únicamente el Sueño, el
IcctTomenipo y el Alejandro de Luciano: también se ha acordado del
Asno de oro,^^ ha sacado fragmentos de la B atrae omiomaqtiia,'^'^ ha to-
mado de los Ragionamenti del Aretino^'^ historias de cortesanas, y del
Orlando jurioso^^ la profunda "novela" de la copa encantada, el episodio
voluptuoso y moral de "la bella Saxe" y la novelesca historia de Drusila.
Ha encontrado quién sabe dónde la historieta del estudiante Durango,
las aventuras de Arnao Guillén. No le falta, en verdad, al Crotalón más
que un episodio pastoril para que reúna todos los géneros de relato que
cultivó el siglo XVI al hastiarse por fin de los libros de caballerías. En
esta singular producción, el espíritu puritano del erasmismo ha hecho
aUanza, por una vez, con el espíritu de las fábulas milesias. De ello ha
resultado un monstruo que no deja de presentar algunos rasgos de se-
mejanza con el Lazarillo y su posteridad; su mirada brilla con la misma
malicia satírica, pero está muy lejos de tener la robustez y la gracia de
los auténticos picaros.
El Crotalóíi estaría completamente aislado en la literatura española
si no poseyéramos el Diálogo de las transforfmciones^'^ Otra ficción
lucianesca de un espíritu penetrado de erasmismo; otro diálogo anóni-
mo que no fué publicado hasta principios de este siglo. Sus analogías
con el Crotalón eran tan visibles, que no se vaciló un solo instante en
43 Ibid., págs. 143 ss.
^ Ibid., págs. lóSss.
45 Véase el artículo de Francisco A. de Icaza, Miguel de Cervantes Saavedra y los
orígejtes de ''El Crotalón'\ en el Bol. Ac. Esp., t. IV (1917), pág. 32.
40 Véase Edwin S. Morby, ''Orlando furioso'' y "El Crotalón'% en R. F. E., t. XXII
(1935), págs. 34 íí.
47 Publicado por Menéndez y Pelayo en el tomo II de los Orígenes de la novela
(N. B. A. E.j t. VII, págs. 99-118) según el manuscrito de su biblioteca. Otro manus-
crito de esta misma colección, fechado en 1617, muestra la prolongación subterránea
de la corriente lucianesca hasta la época de los Argensola y de Quevedo: se trata de una
traducción de las Obras de Luciano por un Juan de Aguilar Villaquirán, natural de
la villa de Escalona, que dice haber sido alentado en su empresa por el descubrimiento
de tres diálogos de Luciano traducidos por el Doctor Aguilar su padre. El manuscrito
termina con la traducción del Charon de Erasmo y lleva muchas notas marginales que
revelan la formación erasmiana del traductor (cf. M. Artigas, Catálogo de los manus-
critos de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, Santander, 1930, págs. 85-88).
278 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
atribuírselo a Villalón, padre putativo de todos los diálogos huérfanos
dejados por el humanismo español de mediados del siglo. Aquí también
los interlocutores son Alicilo y el Gallo; el autor se acuerda a la vez
del Sueño de Luciano y del Asno de oro de Apuleyo; pero la obra es
infinitamente más breve, más sobria, menos disparatada que el Crotalón.
Nada prueba que sea del mismo autor. Es posible que una de las dos
haya inspirado a la otra. También es muy posible que dos autores hayan
explotado independientemente el mismo dato de Luciano. Nosotros nos
contentaremos con señalar el capítulo xviii al que quiera ver cómo el
espíritu erasmista se introduce con facilidad en la ficción legada por los
antiguos. El gallo, contando la historia de la época en que era asno,
viene a hablar del viaje que hizo a Roma junto con unos alemanes:
Tenía yo, dice, mucho deseo de ir a Italia, porque después que yo fué
Pitágoras no había vuelto por allá y por ver las novedades que de allá con-
taban todos los que de allá venían, y iba muy contento porque ya había
cristiandad y residía un pontífice de toda la monarquía en la ciudad de
Roma y todas las cosas de la gobernación y templos y sacreficios eran
mudados.*^
Los dueños del asno hacen alto en unas hermosas huertas de fresca
arboleda, y su charla lo inicia en los misterios de la fiscalidad romana.
En ese momento llegan otros viajeros, que vuelven de una peregrina-
ción; han ido a venerar el cuerpo de Santa Ana en Düren. Desgraciada-
mente, se dice que este mismo cuerpo está en Lyon y en Nápoles.
Entonces se entabla una discusión acerca de las reliquias, que hace
pensar, aunque es menos áspera, en las ironías de Lactancio. Después, la
estatua de Santa Ana es la que da ocasión a ciertas palabras sobre la in-
decencia de las imágenes religiosas, reflexiones éstas inspiradas en el
Modus orandi. Finalmente, el alemán se jacta de poder hacer que reine
otra vez el orden en la Iglesia con tal de ser papa durante dos años, y
entonces el itaUano, en términos que recuerdan a la vez la Vita beata de
Lucena y el Aíercurio y Carón, enumera uno a uno los deberes agobia-
dores que pesan sobre los obispos, los cardenales y el papa.^^ Estas pági-
nas son ciertamente producto del erasmismo. No nos atreveríamos a
afinnar, sin embargo, que su autor es un erasmista español, dado que
su estilo, lo mismo que el del Crotalón, está desprovisto de sabor cas-
tellano.
Llegóse a mí un cautivo que había muchos años que estaba allí, y pre-
guntóme qué hombre era y si ternía con qué me rescatar, o si sabía algún
oficio; yo le dije que no me faltarían doscientos ducados, el cual me dijo
que lo callase, porque si lo decía me temían por hombre que podía mucho
y ansí nunca de allí saldría, y que si sabía oficio sería mejor tratado, a lo
cual yo le rogué que me dijese qué oficios estimaban en más, y díjome que
médicos v barberos y otros artesanos. Como yo vi que ninguno sabía, ni
nunca acá le deprendí, ni mis padres lo procuraron, de lo cual tienen gran
culpa ellos y todos los que no lo hacen, imaginé cuál de aquéllos podía yo
fingir para ser bien tratado v que no me pudiesen tomar en mentira, y acor-
dé que, pues no sabía ninguno, lo mejor era decir que era médico, pues todos
los errores había de cubrir la tierra, y las culpas de los muertos se habían de
10 N. B. A. E., t. II, pág. 2 a (y, pág cxv, las conclusiones que de esto saca Serrano
y Sanz). — Cf. G. A. Alenavino, Trattato de costumi et vita de Turchi, Florencia,
1548. Epístola dedicatoria al Rey de Francia: "Et non guárdate, quanto io ho scritto,
sia in stilo poco ordinato et rozo; percioche non come erudito scrittore, ma come fedel
interprete o vero raccontatore delle cose vedute et imparate, ho dato opera piu tostó
alio effetto, che alia apparenza: perche dove ho conosciuto, la elegantia esser per man-
care, ho supplito con la venta. .
EL "VIAJE DE TURQUÍA" Y SU VERDADERO AUTOR 285
echar a Dios. Con dicir "Dios lo hizo" había yo de quedar libre; de manera
que con aquella poca de lógica que había estudiado podría entender algún
libro por donde curase o matase.^^
23 Colmenares, op. cit., pág. 710 b, dice que este opúsculo se publicó en Colonia
con una epístola dedicatoria a Enrique Stolberg, deán de Colonia, fechada el 11 de
diciembre de 1542, y que se reimprimió en Amberes en 1544 y en Maguncia en 1552.
Existe en la Biblioteca iViazarina (8° 33461) una edición de Amberes (M. Nució), 1543,
probablemente idéntica a la primera de Colonia. Reza el título: Rerum prodigiosarum
quae in urbe Constantinopolitana et in aliis ei finitimis acciderunt Anno a Christo nato
MDXLIl brevis atque succincta enarratio. De prima truculentissimorum Turcarum ori-
gine, deque eorum tyrannico bellandi ritu, et gestis, brevis et compendiosa expositio.
En la epístola dedicatoria al Conde de Stolberg dice Laguna que escribió esta obrita
a ruego de su amigo Eichholz, hombre cuya sed de saber le llevó a muchas universida-
des, no sólo de Alemania, sino de Italia y Francia. Declara que le han servido de in-
formadores los mismos turcos, y, sobre todo, los embajadores venecianos a quienes tra-
taba familiarmente. En realidad, parece que Laguna manejó también el Turcicarum
rerum commentarius de Paulo Jovio. Pasada la curiosidad por los prodigios de 1542,
reimprimió M. Nució de Amberes, en 1544, la parte del opúsculo que pertenecía a
Laguna (De origine regum Turcarum compendiosa quaedam perioche, y De Turcarum
cultu atque moribus enarratio quaedam breviuscula), incluyéndola en un libro en-
cabezado por aquel pronóstico De eversione Europae que dió mucho que hablar en
Roma en 1535, según dice Rabelais (CEuvres completes, éd. Plattard, t. V, Le Cin-
quiéme Livre, Lettres et écrits divers, pág. 234. Carta de Roma, 30 de diciem-
bre de 1535). Reza el título de la edición de Amberes: Prognosticon Antonii Torquati
de eversione Europae et alia quaedam quorum cathalogum sequens docebit pagina (B.
N. M., 3:47.865).
24 API2T0TEA0T2 HEPI APETQN BIBAION. Aristotelis de Virtutibus Lib.
Andrea a Lactina Secobiensi Interprete. Huic conexuimus Theophrasti libellum, fi^ixcáv
XagaxTriQcav. Parisiis. Apud Joannem Lodoicum Tiletanum ex adverso CoUegii Re-
mensis. 1545 [el colofón precisa: mense Augusto]. Respecto a este rarísimo opúsculo,
desconocido de Colmenares, véase Legrand, Bibliographie hispano-grecque, t. I, núm.
103. El texto griego está impreso con la traducción latina al frente. Los Caracteres de
Teofrasto no aparecen en los ejemplares vistos por Legrand (Mazarina y Arsenal).
25 Colmenares (op. cit., pág. 712 b) vió este diploma con sus propios ojos.
290 EL ERASMIS-MO Y LA LITERATURA PROFANA
de Cardenal de Burgos. Páez de Castro trabaja en casa de Don Diego
Hurtado de Mendoza, cuya biblioteca es todavía más rica que la del
Cardenal de Coria en manuscritos helénicos: siendo embajador en Ve-
necia, Don Diego había recibido cierto número de manuscritos del Gran
Turco y, con su permiso, había mandado buscar otros en Grecia: había
enviado a Nicolás Sofiano, griego de Corfú, a comprar o copiar cuanto
manuscrito encontrara en los conventos del iMonte Athos.^^ Laguna, en
1548, pasa algunos días en Venecia para publicar toda una serie de tra-
bajos sobre Galeno: Epítome del gran médico griego, cuyas cuatro par-
tes cubren todo el campo del arte médica, Vida de Galeno, Ajiotaciones
sobre el texto de sus obras.
En 1550 es electo papa Julio III, que nombra a Laguna su médico.
Los años siguientes son también fecundos en publicaciones médicas y
filológicas. Pero la obra a que consagra más amorosamente sus tiempos
libres es la traducción española de Dioscórides. Se basa en un texto
completamente renovado. Juan Páez de Castro había prestado a su ami-
go Laguna un manuscrito antiquísimo que le había permitido corregir
más de setecientos pasajes,^' como filólogo avezado de mucho tiempo
atrás a la crítica de los textos por sus trabajos sobre Galeno. Pero el
Dioscórides de Laguna tiene también otro valor para nosotros. Es casi
la única obra médica que llegó a publicar en su lengua materna. Había
resuelto dar a sus compatriotas el gran tratado de botánica y de materia
médica que Ruellius había puesto ya al alcance de los franceses y Andrea
Mattioh de Siena al alcance de los italianos. Pero él quería dejar muy
atrás esos modelos. Cuando tenía algún tiempo libre, se encerraba en su
pequeña villa de Túsenlo, donde volvía a encontrar la sombra de Ci-
cerón. Allí traducía, anotaba, y las anotaciones eran por lo menos el
doble del texto, pues en ellas derramaba toda la experiencia adquirida
en el curso de sus peregrinaciones, el fruto de sus observaciones perso-
nales acerca de los simples y de sus efectos, o de sus conversaciones con
los más sabios médicos de la época. Por otra parte, su curiosidad era
insaciable. Gastaba gruesas cantidades de dinero en hacer venir a Italia
simples desconocidos desde Grecia, Egipto y Asia Menor. A Venecia
afluían las curiosidades orientales, las noticias de Constantinopla. En
1554 nuestro gran viajero experimentó en esta ciudad tan fuertemente
el atractivo del Oriente, que a punto estuvo de embarcarse para ir a ver
26 Sobre las colecciones de manuscritos griegos del Cíirdenal de Burgos y de Don
Diego Hurtado de Mendoza, véase Ch. Graux, op. cit., capítulos i, ii y v. En particular
la pág. 174 acerca de la expedición de Sofiano al Monte Athos.
27 Ibid., págs. 97-99, sobre el Dioscórides de Páez.
EL "VIAJE DE TURQUÍA" Y SU VERDADERO AUTOR 291
in situ aquellos simples exóticos que mandaba traer con grandes costos.
Diversas personas lo disuadieron, y en particular Don Francisco de Var-
gas, embajador de Carlos V en Venecia.^®
Renunciando a su proyecto, volvió a tomar la ruta de Alemania
para ir a Flandes a imprimir su Dioscórides. Pasó por Padua, se detuvo
cinco días en Trento, donde se puso a herborizar, "discurriendo como
cabra por todas aquellas montañas", con su joven compañero Diego de
Monte. El 5 de julio de 1554 llegaba a Augsburgo justamente a tiempo
para asistir al derrumbe de la autoridad del Emperador. Todas las alar-
mantes noticias que circulan le parecen verosímiles. La política imperial
está a la deriva. El Rey de Francia amenaza los Países Bajos y quiere
intervenir en Siena. "Entre tanto, escribe Laguna, nuestro amo se está
designando cuadros y concertando relojes; y su hijo visitando a Aran-
juez". El anciano médico se consuela de tantas tristezas describiendo con
elocuencia a su huéspeda de Augsburgo y meditando un epitafio tierno
y cómico para su caballo que agoniza en el corral.
En 1555 vigilaba en Amberes la impresión de su Dioscórides. Se
lo dedicó a Felipe II algunas semanas antes de que Carlos V abdicara en
sus sienes la corona de los Países Bajos. Este libro, que había de ser el
tesoro de muchas generaciones de herboristas y de boticarios españoles,
reunía a su mucha ciencia el encanto de reflexiones picantes, de anécdo-
tas personales, de una lengua pura y sabrosa. Laguna podía afirmar con
pleno derecho, en sus primeras páginas, la importancia que tienen para
el médico las peregrinaciones, y ponerse bajo el patrocinio de Ulises, el
héroe que tanto anduvo y conoció tantas maneras de hombres.^^
El gran médico aspiraba al descanso. Todavía compuso en 1556,
con ocasión de una grave epidemia que asolaba a los Países Bajos, su
Discurso breve sobre la cura, y preservación de la pestilencia, otro tes-
timonio de la dilección con que el sabio anciano manejaba la más pura
lengua castellana. Este opúsculo es obra de un viejo práctico lleno de
experiencia, de un humanista amante de apotegmas singulares, de un
hombre de corazón entristecido por los estragos de la guerra y de sus
dos inseparables compañeras, el hambre y la peste.^^
28 Acerca de todo esto véase la epístola dedicatoria del Dioscórides a Felipe II
(Amberes, 15 de septiembre de 1555).
29 Véase la carta al embajador Vargas (cf. supra, pág. 280). En cuanto a Diego
de Monte, no mencionado en esa carta, véase el Dioscórides (ed. de Salamanca, 1563,
pág. 302), donde Laguna evoca sus herborizaciones en los alrededores de Trento.
30 En la larga y personal anotación sobre el prefacio del Dioscórides.
31 La dedicatoria a Don Gómez de Figueroa y Córdoba, Conde de Feria, está fe-
chada en Amberes, a 5 de agosto de 1556. No he visto la edición de Plantin (1556),
292 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
En el invierno siguiente fué él quien cayó enfermo en Bruselas.
Aprovechó entonces este descanso forzoso para traducir las Caúlinarias
de Cicerón.^- A fines del año 1557 hizo un último viaje a Colonia. En
1558 regresaba a Segovia. Su padre había muerto durante su larga au-
sencia. Hizo colocar en su tumba, en la iglesia de San Miguel, una her-
mosa lámina de bronce sobre la cual estaba grabada una inscripción con-
memorativa. Elemblema, una nave con las velas hinchadas, se dirigía
al cielo en dos piadosas plegarias: AEIHON MOI TAS 0A0T2 SOT,^^
y KAI TO nNETMA 20T OAHrHSEI ME. Y abajo, este adiós a las
agitaciones de la vida:
Pero el sabio anciano tenía que salir una vez más del puerto para acom-
pañar alDuque del Infantado en la embajada que fué, en 1559, por la
nueva Reina de España, Isabel de Valois. Murió en Segovia poco tiempo
después de su regreso de Francia, a principios de 1560.
Tal vez ahora se perciba cuál es el lugar que ocupa el Viaje de
Turquía en la obra de este infatigable trabajador.^^ El prefacio tiene,
sino únicamente la reimpresión de Salamanca, 1566 (con un privilegio otorgado a la
madre de Laguna, Doña Catalina Velázquez).
32 Acerca de esta traducción, publicada por Plantin en 1557, véase Menéndez y
Pelayo, Bibliografía hispano-latina clásica, págs. 601-603, donde se reproduce la ingenio-
sa epístola dedicatoria de Laguna al secretario Francisco de Eraso (Amberes, 24 de
abril de 1557).
33 Esta primera divisa falta en el grabado de Colmenares en que se reproduce la
inscripción.
3^ Sobre esta inscripción funeraria, que Laguna pudo leer en Roma en el sepulcro
de Francesco Pucci, véase el artículo del P. H. M. Féret, O. P., y M. Bataillon, Á
propos d'une épitaphe d'André de Laguna, y el de P. de Montera, Spes et jorturm
válete, en HumanisDie et Rejiaissance, t. VII (1940), págs. 122-127 y 309-311. Cf. tam-
bién Johan Bergman, en Eranos, Acta Fhilologica Siiecana, t. XL (1942), págs. 9-15, y
Otto Weinreich, en Scbivabisches Taghlatt, Nr. 123, pág. 5, 24 de diciembre de 1948.
También hay muchos datos en James Hutton, The Greek Anthology in Trance and in
the Latin n'riters of tbe Netberlands to the year 1800, donde se estudia la inscripción
a propósito de Le Sage, Gil Blas, IX, 10, y se cita un importante artículo de R. H.
Smith en Notes and Queries, 9. 2. 41.
35 R. Schevill (Eras77ms and Spain, art. cit., pág. 108), aunque da de mano la pa-
ternidad de Villalón, no se deja convencer por la atribución a Laguna; fijándose única-
mente en mis obsenaciones de que el autor del Viaje ha de ser humanista, helenista,
hombre curtido por la vida y dotado de fino humorismo, desatiende las calidades menos
frecuentes de gran médico y doctor honoris causa de la Universidad de Bolonia, que
parecen concurrir con las anteriores en el autor del Viaje. Tampoco son muy convin-
centes los reparos de Schevill. Toda su argumentación acerca del prólogo (que compara
oportunamente con los llamamientos de Cervantes a Felipe II para que acabe con el
EL "VIAJE DE TURQUÍA" Y SU VERDADERO AUTOR 293
en el manuscrito más antiguo,^*^ la fecha de primero de marzo de 1557.
Es algunas semanas anterior a la dedicatoria de las Catilinarias. Sin duda
durante la enfermedad que lo inmovilizó en Bruselas, durante el invierno
de 1556 a 1557, fué cuando Laguna retocó su obra, compuesta durante
los años anteriores. Es difícil asignar a esta composición una fecha pre-
cisa, ymás difícil aún decir cuándo germinó su idea en el espíritu del
autor. Seguramente las maravillosas Observaciones de su colega Fierre
Belon habían hecho caer en tentación al Doctor Laguna.^*^ Tal vez des-
pués de haberlas leído fué cuando, en 1554, oyó tan fuertemente la lla-
mada del Oriente. ¿Se habrá acordado también de ciertos relatos de un
Nicolás Sofiano, oídos en Venecia o en Roma? Es muy posible. Fácil
es comprender, en todo caso, que haya querido realizar en imaginación
ese viaje con que tanto había soñado, y que, una vez en los Países Bajos,
haya concebido una fantasía en que su experiencia de médico animaría
una descripción de las costumbres turcas tomada de las mejores fuentes,
en la cual vendrían a injertarse fácilmente sus recuerdos de Italia. No
estaba ya reducido, en cuanto a los turcos, a los escasos datos de su
Perioche de 1542. Menavino, Georgiewitz, Münster, Belon estaban ahí,
en su biblioteca. Los turcos se ponían cada vez más de moda. En el oto-
ño de 1555 aparecía en Valencia el libro de Vicente Rocca, obra bien in-
formada, aunque de segunda mano, en la cual se llevaba la historia de los
turcos hasta la época más reciente. Laguna podía leer ahí el relato deta-
llado de la batalla naval de las islas de Ponza entre las galeras de Andrea
Doria y las de Zinán Pachá.^^
poder del Turco en Argel) descansa en el supuesto de que el autor preparó su libro
para entregarlo impreso al Rey, y no considera las hipótesis más probables de las
págs. 303-304. En cuanto al reparo fundado en el estilo, prescinde de la variedad de
estilos inherente a la variedad de los géneros. Compárense el Dioscórides y la carta
familiar al embajador Vargas, dos obras auténticas de Laguna, y se verá la diferencia.
Pero todos debemos sumarnos al deseo expresado por Schevill de que se analicen lin-
güísticaestilísticamente
y estas y otras obras importantes del siglo xvi. ¡Ojalá salga de
allí la identificación definitiva del autor del Viaje!
86 B. N. M., Ms. 3871.
87 También pudo incitarle el ejemplo de su compañero italiano Mattioli, cuyo co-
mentario toscano de Dioscórides ofrecía, como principal novedad, datos sobre plantas
del Asia Menor suministrados por el médico Guillermo Quakelbeen, agregado a la fa-
mosa embajada de Busbecq (Ogier Ghiselin, señor de Bousbecques), que visitó a Soli-
mán de parte del Rey de Romanos Fernando (Cf. F. Hoefer, Histoire de la botanique,
Paris, 1882, pág. 108, y Peytraud, De legationibus Augerii Busbecquii, Paris, 1897).
38 Hystoria en la qual se trata de la origen y guerras que han tenido los Turcos,
desde su comiengo, hasta nuestros tiempos: con muy notables successos que con diversas
gentes y nasciones les han acontescido y de las costumbres y vida dellos. . . Recopilada
por Vicente Rocca cavallero Valenciano. Vista y examinada por mandado de los Seño-
294 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
Pero cualquiera que pueda ser la deuda de Laguna con estos diver-
sos autores, lo cierto es que su vigorosa personalidad es la que da vida a
su Viaje imaginario. Aquí se abandona mucho más libremente que en el
Dioscórides a su necesidad de expresarse, de contarse. Imagina por anti-
cipado la emoción del regreso al país natal, por anticipado saborea la
acogida que allí recibirá. Se ve extranjero en su patria, aureolado con
el prestigio de Conde Palatino, doctor honoris causa de Bolonia, ex mé-
dico del Papa, y (¿quién sabe?) vagamente sospechoso de luteranismo a
causa de la libertad de juicio que lleva de sus viajes. Todo este pasado,
de que él habrá de vivir en su retiro, se adivina más o menos presente,
más o menos transpuesto, en los relatos de Pedro de Urdemalas: el doc-
torado de Bolonia, que nos está formalmente atestiguado, ofrece un caso
revelador de transposición. También nos damos cuenta de cómo las
herborizaciones de Pedro en torno a las ruinas de Nicomedia son la pro-
yección imaginativa de recuerdos vividos y de sueños no realizados.
Muy probable es que, si poseyéramos un diario íntimo de los años ro-
manos de Laguna, si conociéramos por menudo sus disputas con los
médicos judíos y los cirujanos de la corte pontificia, reconoceríamos una
trama de recuerdos en otros episodios de la vida de Pedro en Constan-
tinopla.
Es evidente que el Viaje de Turquía es en alguna medida autobio-
gráfico, pero invención y verdad se mezclan en él de un modo muy
diverso del que hasta hoy se ha creído. Se entronca con el género serio
e instructivo de que los erasmistas han hecho su ideal literario, al mismo
tiempo que anuncia las "novelas" libremente construidas por Cervantes
con ayuda de su experiencia de soldado y de cautivo.^® Su invención
amalgama lo real y lo imaginario con tanta holgura, que se ufana de
poder ser tomada por verdadera. Cuando Mátalascallando lo compara
con Dédalo o con UHses, Pedro se encoge de hombros:
*i Sobre este género de confrontaciones en los libros de viajes, y sobre sus reper-
cusiones literarias, véase Geoffroy Atkinson, Les nouveaux horizons de la Renaisscmce
irangcdse, Paris, 1935.
42 N. B. A. E.y t. II, págs. 64 b, 132 a, 16 a.
48 Ibid.y pág. 17 b.
44 Ibid.y págs. 18 b- 19 a.
45 Ibid.j págs. 91 a, 97 b.
40 Ibid.y págs. 85 b, 99 a. Clénard, que enseñaba el latín como se enseñan hoy las
lenguas vivas, alardeaba de obtener con este método resultados mucho mejores en un
año que con el de Nebrija en tres (Epistolae, ed. cit., págs. 181-182).
296 EL ERASMISMO Y LA LITERATURA PROFANA
compañeros que ha vuelto a encontrar, y, de todos los manjares que
éstos le presentan, nada vale, según él, lo que una penca de cardo cas-
tellano.*^
Tampoco vaya a esperarse, de parte de Laguna, una apología del
Islam, ni una especie de pirronismo a cuyo juicio todas las religiones
son la misma cosa. Ciertamente, cuando filosofa sobre las diferencias
entre el ritual romano y los oficios de los monjes griegos, o cuando
añade a su Viaje de Turquía un inesperado apéndice acerca del cristia-
nismo de los etíopes, nos da a entender que las ceremonias son cosa
variable y accesoria.''^ Pero todo el libro respira fe robusta en Cristo
salvador, en el Dios de los Evangelios y de San Pablo. Serrano y Sanz
vio muy bien desde el principio que se hallaba en presencia de la obra
de un erasmista; en sus ideas religiosas se fundaba principalmente para
atribuírselo al autor del Crotalón. Pero el erasmismo no pertenece como
cosa propia a un autor, ni siquiera a algunos: era la religión de toda
una selecta minoría española. Las ideas religiosas del Viaje de Turquía
son exactamente las que se pueden esperar del hombre que hemos visto,
en Metz y en Colonia, poner su autoridad moral al servicio de la política
imperial de reconciliación entre el catohcismo y el protestantismo. Es-
tas ideas merecen destacarse, con ayuda de citas, puesto que ningún
escritor español les dió expresión más personal que Laguna.
No se encontrarán, en la pluma de este antiguo médico de Julio III,
diatribas elocuentes contra el Anticristo de Roma. Ha visto al Papa y
la corte romana con ojos de naturalista:
Y Otras cosas ansí".'^^ Pero es preciso citar algunas páginas en que, muy
claramente, el racionalismo crítico del médico se une con la philosophia
Christi para enjuiciar el espíritu metafísico de los teólogos:
VI
lengua.'*
Pero el erasmismo debía hacer nacer, por añadidura, una corriente
de reflexiones sobre la lengua, sobre su dignidad, su genio propio y sus
recursos. Aquí también, la paradoja se resuelve pronto en evidencia.
Erasmo había pasado su vida escribiendo en latín. Pero su latín era una
lengua mucho más flexible, más manejable que la prosa oratoria de que
disponía la mayoría de las literaturas modernas a fines del siglo xv. Se
acercaba más a la lengua hablada, a la que conmueve o persuade. Un
Erasmo, reflexionando hacia el fin de su vida sobre las necesidades pri-
mordiales dela predicación, tenía que dar con esta verdad: que existe
en cada país una tradición de buen lenguaje, en la cual deben apoyarse
los que quieren alcanzar la verdadera elocuencia. Así, escribía en el
Ecclesiastes:
Los castellanos son tomados de dichos vulgares, los más dellos nacidos
y criados entre viejas tras del fuego, hilando sus ruecas, y los griegos y la-
tinos, como sabéis, son nacidos entre personas doctas y están celebrados en
libros de mucha doctrina. Pero, para considerar la propiedad de la lengua
castellana, lo mejor que los refranes tienen es ser nacidos en el vulgo.^^
Pero los refranes son para Juan de Valdés algo más que títulos de
nobleza de los vocablos, de cuya antigüedad y vitaUdad son prueba. Sin
que lo diga expresamente, es visible, por el uso que de ellos hace, por su
amor a la expresión proverbial, que encuentra en ellos un como esbozo
de estilo, la realización popular de un ideal de sobriedad, de nitidez, de
plenitud, que es la más elevada perfección a que puede llegar un escritor
naturalmente dotado y de juicio seguro. Aquí el erasmismo se injerta
en cierta tradición española con la cual tenía profundo parentesco. Nada
más instructivo que notar las preferencias de V aldés y sus repugnancias.
Por lo que sabemos, representan bastante bien el gusto dominante entre
los erasmistas. Ya hemos señalado su elocuente silencio a propósito de
Guevara. Podemos estar seguros de que el estilo del Obispo de Mon-
doñedo le era tan insoportable como las mentiras de su Marco Aurelio.
Un Matamoros, obligado a dar su juicio acerca de este gran hombre, se
muestra severo con su estilo hecho todo de antítesis, de figuras sabias; a
fuerza de tender exclusivamente a la expresión rebuscada y magnífica,
cae en lo ridículo; y Matamoros deplora esta superabundancia verbal
que habría podido transformarse en elocuencia verdadera si se la hubiera
refrenado y alimentado con más sustancia. Este esrilo corrompido, estas
1* Ibid., págs. 71-72.
Ibid. y pág. 13.
LA LENGUA Y EL GUSTO 309
Todo el bien hablar castellano consiste en que digáis lo que queréis con
las menos palabras que pudiéredes, de tal manera que, splicando bien el con-
ecto de vuestro ánimo y dando a entender lo que queréis decir, de las
21 Ibid., pág. 155. Cf. pág, 150: "... el estilo que tengo me es natural, y sin afe-
tación ninguna escribo como hablo, solamente tengo cuidado de usar de vocablos que si-
nifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es possible, por-
que a mi parecer en ninguna lengua stá bien el afetación". Que las ideas de Valdés
sobre la lengua, y su ideal estilístico, deben menos a Bembo que al Cortegiano de
Castiglione, es cosa puesta de relieve por iMario Casella, Cervantes, II Chisciotte. La
Prima Parte, Firenze, 1938, pág. 396, nota 1. También Garcilaso, arbitro del buen gusto
según Valdés, entendió como éste la lección de Castiglione, y alabó en la forma si-
guiente la traducción del Cortesano por su amigo Boscán: "Guardó una cosa en la
lengua castellana que muy pocos la han alcanzado, que fué huir del afetación sin dar
consigo en ninguna sequedad..." (carta a Doña Gerónima Palova de Almogávar,
impresa al frente del Cortesano en español).
'-^ "Hubo en España, desde. . . todos los tiempos, acaso, un español ampuloso, ha-
blistán parabolano
y (Valdés califica así a los parlanchines y fabuleros), y otro conocido
por lo sobrio, lo claro v lo veraz que se manifiesta. Hay quienes no conocen más que
al primero de estos españoles; otros, en cambio, no conocen o no quieren conocer más
que al segundo. Recuerdo que D. Francisco Giner era de éstos. Pues bien, leyendo a
Valdés se siente uno partícipe de la opinión de Giner. . ." José Moreno Villa, en su
prefacio a Juan de Valdés, Diálogo de la lengua. Biblioteca Calleja, Madrid, 1919, pág. 23.
CAPÍTULO XIII
EL ERASMISMO CONDENADO
Viejo, "una piedra negra guarnecida de oro alrededor y en medio una ñgura de Christo
en oro") ayudan a representarse la acomodada y elegante morada del canónigo erasmista.
Desgraciadamente, el inventario no dice nada de los libros y manuscritos del Doctor
Vergara. Sobre la suerte de éstos, véase F. de B. San Román, El testamento del huma-
nista Alvar Gómez de Castro (Bol. Ac. Esp., t. XV, 1928, págs. 551, nota 9, y 554,
nota 14), y M. Bataillon, Les sources espagnoles de P^^Optis epistolarmn Erasmi" (B,
H., t. XXXI, 1929, págs. ISSss.).
5 El 30 de diciembre de 1552 (cf. Boehmer, Spanish reformers, t. I, pág. 154).
^ Cf. supra, págs. 60-61, nota 10.
7 Cf. H. Mérimée, Uart dramatique a Valencia, Toulouse, 1913, pág. 89.
^ El 18 de agosto de 1559, según su inscripción funeraria (cf. Enquir, pág. 19).
^ Acerca del eco despertado entre los humanistas cristianos por la abdicación y
muerte de Carlos V, puede verse M. Bataillon, Charles Quint ''Bou Pasteur'* selon Ci-
priano de Huerga (B. H., t. L, 1948, págs. 398-406), donde se da a conocer el hermoso
Sermón del Maestro Fray Cypriano delante del Rector y Universidad de Alcalá el día
que se levantaron los pendones por el rey don Philippe nuestro señor, Alcalá (Juan
Brocar), 1556 (B. P. E.).
314 EL ERASMISMO CONDENADO
Dos de los cardenales que habían sido sus colegas en el Santo Oficio
v^an a expiar sus simpatías por una reforma erasmizante. Morone, cul-
pable sobre todo de haber difundido el tratado valdesiano del Benefizio
di Cristo, sufre persecución, y no saldrá de la cárcel sino después de la
muerte de Paulo IV. Pole y su secretario Priuli son más sospechosos
aún. El Cardenal Pole muere sin haberse lavado de la sospecha de he-
rejía que pesa sobre él. Camesecchi es condenado por contumacia. Marco
Antonio Flaminio muere a tiempo para salvarse de la hoguera; su her-
mano Cesare perece en su lugar en las llamas.^^ No hay que olvidar
estas persecuciones romanas contra los conciliadores y los spiritmli si se
quiere esclarecer debidamente la acción que la Inquisición española
emprenderá muy pronto contra el *'luteranismo" y el "iluminismo".
No quiere esto decir que haya acción concertada entre la Inquisi-
ción romana y la de España. Ésta conserva su carácter autónomo. Y las
relaciones entre la Corte de España y la de Roma nunca fueron más
difíciles que durante el breve pontificado de Paulo IV. Felipe II es he-
redero de la vieja querella de su padre, a quien el Papa trata abiertamente
de hereje, acusándolo de haber favorecido el protestantismo para reba-
jar el papado y hacerse dueño del mundo.^^ Una vez más se desencadena
la guerra entre Roma y España, y los teólogos españoles se suman en
masa para aprobar la actitud tomada por el Rey: entre ellos, Melchor
Cano,^^ que va a tener papel importante en la defensa de la ortodoxia
española. Después de la victoria de San Quintín, todos esperan que las
tropas del Duque de Alba entren a saco en la ciudad de Roma, como
habían entrado veinte años antes los soldados del Duque de Borbón.
Felipe II, para conseguir perdón, tendrá que dar al Vaticano pruebas de
sumisión absoluta.^^ Será necesaria la reconciliación franco-española
de Cateau-Cambrésis para que quede hquidada la política de Carlos V,
y para que Felipe II asuma, por una especie de necesidad externa más
que por íntima vocación, el papel de campeón de la Contrarreforma.^^
No nos imaginemos, pues, a Felipe II y a Paulo IV como domina-
dos desde su elevación al trono por un anhelo común de extirpar la he-
rejía poniéndose
y de acuerdo para esta gran tarea. Pero sus Inquisiciones
no podían ignorarse la una a la otra. Es evidente que, en el celo nuevo
10 Sobre todas estas persecuciones, cf. Pastor, Historia de los Papas, trad. cit.,
t. XIII, págs. 204-216, y t. XIV, págs. 224-230, 246-269 y 398-408.
11 Ibid., t. XIV, págs. 117-118.
12 Cf. F. Caballero, Melchor Cano, págs. 277 ss.
13 Pastor, op. cit., t. XIV, págs. 146-148.
14 Sobre este sesgo de la política europea, véase L. Romier, Les origines politiqiies
des Guerres de Religión, 2 vols., Paris, 1913-1914.
EL INQUISIDOR VALDÉS Y MELCHOR CANO 315
con que la Inquisición española va a tratar la herejía, tiene su parte el
ejemplo romano. Se hallaba, es preciso decirlo, en manos de un Inquisi-
dor General capaz, por muchísimas razones, de abundar en este sentido.
Don Femando de Valdés, arzobispo de Sevilla, era hombre de natural
autoritario y ambicioso, que no pocas veces exageró su celo para salvar
una situación personal amenazada.^^ Sobre todo, podía tenerse la segu-
ridad de que no demostraría para la espiritualidad nueva la peligrosa
complacencia de que Manrique había dado pruebas con respecto al
Enquiridion o al apostolado de un Juan de Ávila. La literatura de ora-
ción cuyo maestro es entonces Luis de Granada, la trata él desdeñosa-
mente de "contemplación para mujeres de carpinteros".^^ Ha encontrado
un consejero teológico muy a su medida en la persona del dominico
Melchor Cano, enemigo jurado de la tendencia pietista que es por esos
días tan vigorosa en su Orden. Cano reúne a una ciencia metódica y
vasta una especie de instinto ortodoxo con respecto a los herejes que se
disimulan o que se desconocen. "Los olía desde lejos como un can de
caza", dirá de él, haciendo un juego de palabras con su nombre, uno
de sus admiradores.^^ Cano mismo, además, empleó esta comparación
para celebrar la seguridad de olfato con que un hombre avezado a la
inquisición de la herejía luterana la descubrirá inmediatamente en un
libro, mientras que otro, verdadero "tronco incapaz de oler", no se sen-
tirá siquiera tocado por una sospecha:
Tales son en nuestros días, añade, todas esas personas que, aunque ma-
nejan citan
y cada día a Baptista de Crema, Enrique de Herph, Juan Taulero
y otros autores de la misma harina, no perciben sus errores, su espíritu y su
intención, ni por el olor, ni por la huella ni por el sabor.^^
^ Els de notar que Erasmo admite la comunión bajo las dos especies en la Fraeparatio
ad mortein (OperOy ed. cit., t. V, col. 1,306 B: "Id fiet si repurgata ab omni affectu
peccandi conscientia, frcquenter sumamus Panem mysticum, ac de Póculo mystico biba-
ifius...""; 1,306 E: "Harum rerum memoriam ac vim nobis renovamus, quoties cum fide
debitaque reverentia camem Domini comedimus ac sangu'meiri bibi?mis'\ El catecismo
publicado por orden del emperador Fernando, hermano de Carlos V, demuestra muy
bien, por su insistencia en este punto, cuan extendida debía de estar la comunión bajo las
dos especies entre los laicos de Alemania (en la traducción española de Juan Martín
Cordero, Su7na de doctrina christianaj Amberes, 1558, la cuestión ocupa no menos de
cinco páginas, fols. 43r°ííJ. Véase también G. Constant, Concession á V Alleinagne de
la conrmunion sous les deíix espéces, Étude sur les débuts de la Reforme catholique en
Alleniagne, 1)28-1621, Paris, 1923.
10 Véase en la B. A. H., Proceso de Carranza, t. I, fol. 335 r^ una carta de Carranza
a Fr. Juan de Villagarcía (Middelburgo en Zelanda, 17 de junio de 1558): "E agora
escriven de Valladolid que han prendido. . . a Don Carlos de Sesso, aquel cavallero que
vivía en Logroño y vuestra Reverencia conoce. Fisto sé por carta de Don Antonio de
Toledo que me lo escrive. De este don Carlos creo esto porque me lo dixieron, quando
salimos de Valladolid yo le vi e me paresció que estava dañado en algunas opiniones.
Él es natural de Verona e le conoscen los de casa del señor Cardenal [Pole]. Vuestra
Reverencia pregunte por él a Donato Rullo e Monseñor Priuli antes que les diga este
subcesso". Cf. Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. IV, págs. 394-395.
LA PERSECUCIÓN DE 1557-1558 321
minuciosamente ha escrutado los documentos relativos al movimiento
11 Scháfer, op. cit., t. I, pág. 289, nota 1. Respecto a las lecturas de los "luteranos"
castellanos, cf. ibid., pág. 291, nota 2.
12 A. H. N., Inquisición, lib. 245 f, fols. IZQss. Documento publicado por Lea,
op. cit., t. III, págs. 566 ss. Véase, en particular, la pág. 570.
322 EL ERASMISMO CONDENADO
conocer que la acción de Valdés obedece a la lógica misma de la fun-
ción inquisitorial. Siendo el fin de ésta la extirpación de la herejía, Valdés
se da cuenta de que los medios puestos en práctica desde hace más
de treinta años han sido ineficaces: quien quiere el fin tiene que querer
otros medios. Se trata ahora de un movimiento herético de carácter
sedicioso en que están comprometidos hombres de cahdad. Es imposi-
ble tratarlo con la misma clemencia que los dehtos de judaismo o de
mahometismo cometidos por oscuros conversos. ^'^ Es tanto más peli-
groso, cuanto que sus adeptos tienden a liberarse de las obligaciones y
mandamientos de la Iglesia y el pueblo no pide otra cosa sino ir en pos
de un movimiento liberador de esa especie. Pero sobre todo, si se va-
cila en condenar al fuego a culpables de ilustre cuna, la Inquisición
guardará en su poder prisioneros y penitentes indóciles, sostenidos por
su familia y su chentela.^^ Por esta razón solicita Valdés del Papa ins-
trucciones en que se ordene a los Inquisidores y a los consultores mos-
trarse sin piedad con los inculpados a quienes se considera peligrosos
para la paz de la Iglesia o del reino, con todos aquellos cuyo castigo
tiene que ser ejemplar, "aunque fuesen personas constituidas en cual-
quier dignidad seglar o pontifical o eclesiástica, y de cualquier orden,
hábito y religión y estado que sean".
El mayor rigor que entonces se demuestra no significa de ninguna
13 Ibid., pág. 571: "... estos herrores y herexías que se an comentado a domatÍ9ar
y sembrar de Luthero y sus secaces en España an sido a manera de sedición o motín, y
entre personas principales a sido, en linaxe, religión y hacienda como en deudos prin-
cipales, de quien ay gran sospecha que podrían suceder mayores daños si se usase con
ellos de la benignidad que se a usado en el sancto officio con los convertidos de la
ley de Aloisén y de la secta de Alahoma que comunemente an sido gente baxa, y de
. quien no se temía alteración ni escándalo en el reyno como se podría temer o sospechar
en los culpados destas materias lutheranas. . ." Cf ., sobre el rango social de los ' lutera-
nos" de 1558, Gonzalo de Illescas, Historia pontifical, 2^ parte. Burgos, 1578, pág. 451 a:
"Eran todos los presos de Valladolid, Sevilla y Toledo personas harto caUficadas, los
nombres de los quales yo quise callarlos aquí por no amanzillar con su ruin fama la
buena de sus mayores y la generosidad de algunas casas illustres a quien tocó esta
ponzoña". Véase iiifra, pág. 343, sobre el proceso de Alonso Enríquez, de la familia
de los almirantes de Castilla.
1^ Ibid.: ". . . por ser materia de Ubertad de obligaciones y preceptos de la Iglesia
que el pueblo tiene por pesados y se aficionaría fácilmente a libertarse, y podría ser que
los Inquisidores apostólicos y consultores y tanbién los ordinarios que an de ser llamados
para la determinación de los negocios, o algunos dellos, al tiempo de votar y sentenciar
ios procesos, tuviesen algún escrúpulo de relaxar al brago seglar alguno de los culpados
que serían personas de calidad para admitirlos a misericordia, se sospecha que no cum-
plirían las penitencias o cárceles que les fuesen impuestas con la humildad y paciencia
que lo suelen hacer las otras personas de más baxa suerte, y por la quahdad de las tales
personas v de sus deudos podrían suceder mayores inconvinientes y escándalos ansí en
lo de la relixión como en lo de la pública paz y sosiego del reyno. . ."
LA PERSECUCIÓN DE 1557-1558 323
manera que los inculpados hayan sido "más luteranos" que un Egidio
o un Vergara. Se quema en 1558 a hombres que, algunos años antes,
hubieran pagado su culpa con penitencias de corta duración. Es que
el nuevo método represivo, fundado en el terror del ejemplo, no per-
mite yasalvar la vida de nadie con una retractación. De ahí tantas ilus-
tres víctimas, algunas de las cuales afrontan el martirio y, como Francisca
de Chaves o Julianillo Hernández, insultan a sus verdugos, pero otras
se inclinan en vano ante la ortodoxia a la cual son inmolados. Don Juan
Ponce de León se confiesa en la hora del supHcio; trata inútilmente de
inspirar su arrepentimiento a Doña María Bohorques, que lo rechaza
con indignación.^^ El Doctor Agustín Cazalla se retracta. La única mi-
sericordia quela Inquisición tiene con estos arrepentidos consiste en
darles garrote antes de quemarlos, en lugar de entregarlos vivos a las
llamas. La retractación de Cazalla, escándalo para tantos historiadores,
no debe desnaturalizarse con piadosas interpretaciones protestantes.^^ Lo
mismo hay que decir de la retractación de Egidio. Mártir a pesar suyo,
Cazalla da testimonio, con su muerte, de la nueva severidad con que
procede la Inquisición, severidad tanto más implacable cuanto que cas-
tiga ahombres colocados más en alto. Entre las personas que sabían a
qué atenerse en este brusco agravamiento de las exigencias ortodoxas,
su muerte fué siempre un recuerdo turbador, un caso trágico análogo
al de Orígenes, en el cual la condenación de la Iglesia jerárquica no era
quizá incompatible con un perdón divino.^^ En cuanto a Constantino,
para que haya muerto en su cárcel después de más de dos años de pri-
sión es preciso que no haya buscado de ninguna manera el martirio.^*
El mismo afán de rigor ejemplar de que es víctima Cazalla explica
en gran parte las persecuciones contra Carranza, recién consagrado Arz-
obispo de Toledo: ese rigor estaba muy conforme con las miras de
Paulo IV, que no se hizo de rogar para delegar en Valdés sus poderes
inquisitoriales "contra cualesquier obispos, arzobispos, patriarcas y pri-
mados".^® No vamos a analizar aquí este proceso, que tantas contro-
lé Scháfer, Beitrage, t. II, págs. 273 y 278.
16 Ibid., t. I, págs. 325-328 (nota), donde se resume la controversia.
i'^ Véase la defensa de Grajal (1572), acusado de haber dado a entender que Orí-
genes estaba tal vez en el cielo a pesar de su condenación: ". . . podría alguno decir de
Cazalla que, aunque murió condenado por hereje, se podría haber salvado, si fueron
salidas del corazón las señales que mostró de contrición antes de su muerte" (Procesos
inquisitoriales^ publicados por el P. M. de la Pinta Llórente en el Archivo Agustiniano,
año XVIII, noviembre-diciembre de 1931, núm. 6, pág. 443).
18 Cf. supra, pág. 118.
1» Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, t. V, pág. 41. — Cf. Pastor, Historia de los
324 EL ERASMISMO CONDENADO
versias ha suscitado. Cualquiera que lo interrogue con alguna atención,
sin dejarse hipnotizar por la absurda cuestión de "si el Arzobispo de
Toledo era protestante*',^^ reconocerá sin duda que los cargos levan-
tados contra Carranza eran del mismo orden que los que pesaban sobre
un Egidio o un Constantino, ambos quemados en efigie. No hay que
exagerar, pues, el papel desempeñado en su proceso por los celos^^ y
el odium theologicum. La piedra angular de la acusación, como muy
bien lo dijo Menéndez y Pelayo,^^ es la censura que hizo Cano de los Co-
mentarios sobre el catechismo christicmo. En esas páginas tal vez abusa
Cano de aquel don que tenía de descubrir la herejía donde mejor se
ocultaba. Pero este documento muestra más que ningún otro la am-
plitud el
y alcance de la represión emprendida entonces contra el ilu-
minismo. Es preciso que nos detengamos en él un poco para compren-
der cómo esta represión estaba dirigida en primer lugar contra la herencia
espiritual del erasmismo, si bien el nombre de Erasmo casi no aparece
en los procesos conservados de 1558 y de los años siguientes.
La primera acusación de Cano contra los Covimtarios es que este
libro "da al pueblo rudo en lengua castellana cosas de teología y Sa-
grada Scriptura dificultosas y perplejas". Carranza, como se recordará,
había partido de la distinción entre la Escritura simple y pura, cuya
vulgarización es peligrosa, y el catecismo, enseñanza elaborada de la
cual no pueden prescindir los fieles. Sobre esta distinción se fundaba,
a su juicio, la legitimidad, la necesidad misma de un libro como sus
Comentarios. De ella sacaba, por otra parte, una regla flexible en ma-
teria de lectura de los libros sagrados en lengua vulgar, concibiendo
que se diese mayor libertad a las personas iluminadas por el Espíritu
Santo, y remitiéndose, en todo ello, "a la discreción de los pastores y
médicos spirituales". Pero por la puerta así entreabierta. Cano ve pasar
todo el erasmismo y todo el iluminismo. La Sorbona, gracias a Dios,
ha condenado definitivamente esta complacencia al condenar las opi-
niones de Erasmo sobre la vulgarización de la Escritura. La Inquisición,
a su vez, ha dado su sentencia. ¿Se va acaso a decir al pueblo que la
Papas, t. XIV, pág. 272. Paulo IV montó en violenta cólera cuando el cardenal Ghisleri
apoyó las gestiones de Carranza, que prefería que su caso se tramitara en Roma.
20 H. Bremond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France, t. VIII, Paris,
1928, pág. 220, nota 1, no vacilaba en escribir: "Carranza dont l'orthodoxie est aujourd'
hui reconnue de tous. . ."
21 Bremond (ihid.) cita una frase del R. P, Mortier: "Au fond, le grand crime de
B. Carranza était d'étre archevéquc de Toléde. Ce sicge possédait des revenus considé-
rables qui aiguisaient l'appétit des autres prétendants". Bremond añade: "Espérons du
moins, aves le P. Colunga, que cette longue iniquité a aussi des motifs plus nobles".
22 Heterodoxos, t. V, pág. 34.
LOS "COMENTARIOS" DE CARRANZA 325
Inquisición se ha equivocado? Además, contar con la iluminación del
Espíritu Santo para comprender la Escritura sin saber latín ni teolo-
gía, "por aquella vía tan extraordinaria que propiamente ni es vía ni
camino", es contar con un milagro que Dios no ha hecho más que con
sus apóstoles y un puñado de elegidos. Por último, si las mujeres ig-
norantes tienen que ser guiadas en su lectura por un maestro sabio, se
ven renacer infaliblemente los conventículos secretos, como en la épo-
ca de los alumbrados del reino de Toledo.
Esta acusación de iluminismo es como el leitmotiv de la censura
las cartas núms. 188 a 190 bis). — Es de notar que, hasta la fecha, nunca han voielto
a publicarse las Obras del cristiano del Duque de Gandía en su original redacción es-
pañola. Hemos consultado en la B. P. E. un ejemplar de la rarísima Primera parte de las
obras muy devotas y provechosas para qualquier fiel christiano compuestas por el lllus-
tríssimo Señor Don Francisco de Borja, Duque de Gandía y Marqués de Lombay, Me-
dina del Campo (Guillermo de Millis), 1552. Allí asoma la espiritualidad del beneficio
de Jesucristo, tan perseguida por el Inquisidor General Valdcs. Cf. fol. 18: "Nuestros
hechos de por sí ninguna cosa valen. . ." Debemos ofrecer cada una de nuestras obras
"a una de las que Jesucristo nuestro Señor quiso obrar por su caridad en la tierra por
los hombres; y por los méritos de las suyas merecerán las nuestras, si con humildad van
offrecidas, ser aceptas delante el consistorio divino, que para esto fué servido de vestirse
de nuestras miserias, para que nos pudiéssemos vestir de sus riquezas. . ."
30 De este libro, que se consideraba perdido hasta 1945 (cf. J. Sola, Nota bibliográ-
fica del B. Avila, en Manresa, año XVII, núms. 64-65, septiembre-diciembre de 1945,
dedicados por entero a Juan de Ávila, pág. 362, nota 4), se han descubierto última-
mente dos ejemplares salvados de la censura inquisitorial: uno en la Biblioteca Nacional
de Lisboa y otro en la Biblioteca Pública de Évora: Avisos y reglas christianas para los
que dessean sentir a Dios aprouechando en el camino espiritual. Compuestas por el
Maestro Auila sobre aquel verso de Dauid Audi filia &■ vide &• inclina aurem tuam.
Véndense en casa de Luys Gutiérrez librero en Alcalá de He?iares. [Colofón:] Impresso
en la florentíssÍ7na universidad de Alcalá de Hejiares en casa de luán de Brocar que
santa gloria aya año 1556. Saldrá en breve en una nueva edición de las Obras del Beato
Juan de Ávila que para la Biblioteca de Autores Cristia?ws prepara Don Luis Sala
Balust. El mismo estudioso defendió el 24 de mayo de 1948, en la Pontificia Universidad
de Salamanca, una tesis doctoral sobre El Beato Maestro Juan de Avila y sus dos redac-
ciones del '^Audi, filia'\ que servirá de introducción a esas Obras. Según las noticias
que tenemos, la historia de la pubHcación del Audia filia de 1556 es algo más compleja
de lo que suponíamos al escribir la introducción de nuestra versión francesa de unas
cuantas Pages retrouvées de Jean d' Avila, en La Licome, II, Hiver, 1948, Paris, págs. 203-
214. Cf. irrfra, págs. 372-373, nota 10.
ERASMO Y EL ÍNDICE 329
más que con Melanchthon, Carranza está en comunión espiritual con
Luis de Granada. Las amistades de Constantino con los ortodoxos se
han borrado cuidadosamente, porque, muerto en pleno proceso, quema-
do en efigie, el calificativo infamante no tuvo para él apelación. Pero
se adivinan esas amistades, ya sea del lado de Luis de Granada,^^ ya del
lado de los jesuítas.^^ Con esto se entiende por qué íntimos desgarra-
mientos pasaron los reformadores católicos cuando les fué preciso, un
día, abjurar de todo cuanto los hacía solidarios con la reforma protes-
tante, ariesgo de renegar de sus amigos y de embotar los pensamientos
que habían sido el alma de su propaganda. Doloroso parto de una orto-
doxia, más bien que batalla de una ortodoxia completamente armada
contra el luteranismo: tal es la crisis en que hay que situar la prohibi-
ción que se lanza por fin contra la obra de Erasmo, amenazada desde
hacía tanto tiempo. .« i
III
Muchos libros hay malos, los cuales tienen pocos errores, como son
Armonía evangélica, PJorasis Sacrae Scriptmae, Methodica Juris,'^ Fofnponio
Mela con comento de Vadiano, Paradoxa Leonardi Fuchsii, Ecclesiastes
Erasmi y otros semejantes, los cuales, en lo demás, quitados los pocos erro-
res que tienen, son tenidos por libros provechosos y curiosos. Y por eso
son deseados de muchos, y quieren saber si se les podrán permitir quitados
los dichos errores.
IV
if> A. H. N., Inquisición de Valencia, leg. 558, n*? 6. Sobre Lázaro Bejarano, otro
erasmista de esta época, véase infra, Apéndice, págs. 440-443.
11 Según Lea, op. cit., t. III, pág. 453. Centellas había estado en otro tiempo con
la Corte. En 1536 figuraba entre los "gentileshombres de la casa" (A. G. S., Estado,
leg. 21, fol. 175. Lista remitida a los mayordomos en Fomovo, el 17 de mayo de 1536).
Estaba en relaciones epistolares con Mintumo, a quien había enviado en 1534 la Thali-
christia de Alvar Gómez de Ciudad Real (Mintumo, Lettere, Venecia, 1549, fols. 29-30).
En 1552 está en Valencia. De una carta suya se considera ofendido el joven Duque de
Gandía Don Carlos, cuya violenta reacción provoca un alboroto entre la nobleza valen-
ciana (Monum. Hist. S. /., Chronicon de Polanco, t. II, pág. 653).
12 Cf. Scháfer, Beitrage, t. II, págs. 188-270. Véanse en particular las págs. 203 y 256.
13 Proceso de Conqués, fols. 12r°-13r°. Interrogatorio del acusado (17 de marzo
de 1563).
PROCESO DE JERÓNIMO CONQUÉS 345
de la época. Conqués, por su situación en Valencia, era un-^orrespon-
diente precioso para el gentilhombre retirado entonces en Pearalba. Le
daba noticias de la gran ciudad y del ancho mundo. Y, además, estaba
al acecho de todas las novedades que anunciaban las librerías de París
y Basilea: le servía de intermediario en sus compras. Las listas que le
comunica son del más extraordinario interés. Pausanias y Paulo Jovio
se codean en ellas con Clemente de Alejandría y con Taulero, y tam-
bién, detalle significativo, con el Antididagma de Juan Gropper, el
célebre canónigo erasmista. La exégesis bíblica ocupa en ellas un lugar
importantísimo. En una lista de libros importados de Lyon en 1556 por
mediación de cierto Maestro Cautín, ^'componedor músico", Erasmo
está representado por el De libero arbitrio y el Hyperaspistes; y Con-
qués espera también el 'Tmtagruel, libro francés, con el cual, dice a
Centellas, creo que se holgará si allega en mi poder".^^ Ya se ve cuán
variadas son las curiosidades de estos humanistas a quienes el nuevo ín-
dice de 1559 va a someter a tan rudas privaciones.
Durante algunos años Conqués ha jugado con la prohibición. Que-
riendo conseguir para su amigo el comentario de Artopaeus sobre el
Salterio, que le parece el mejor de todos, hace que el librero se lo deje
en diez sueldos, diciéndole **que se lo haría prohibir y no era autor
seguro".^^ En agosto de 1559 Don Gaspar se alarma por el anuncio
de una nueva reglamentación más severa: Conqués lo tranquiliza y lo
exhorta a reconfortar y recrear su espíritu con tan ''buenos amigos y
consoladores" como son los libros.^^ Después de la publicación del ín-
dice de Valdés, entrega los volúmenes prohibidos, pero se guarda mu-
cho de hacer alarde de celo entregando a la Inquisición los que son
dudosos. ¿Para qué privarse tan pronto del Nuevo Testamento de Cla-
rio, libro que no se le devolverá si tiene la imprudencia de entregarlo?
Hasta olvida que posee el de Robert Estienne.^^ Se encuentra entre sus
ProcesOj fol. 51 r''. Lista incluida en un post-scriptum (18 de junio de 1554), en
que Conqués da a Centellas noticias de Pedro Juan Núñez. "Maestre Nuñes besa las
manos de vra. mer. Dixo que scriviría y aguardando su carta e cessado algunos días. Su
curso sta próspero. Tiene muchos discípulos y lee doctamente. . ." — Fol. 75 r°. Lista
de 1556. Los Inquisidores subrayaron el título de Pantagruel — ^única mención del li-
bro de Rabelais que hemos encontrado en un humanista español — lo mismo que el del
Hyperaspistes: "Erasmi Operum catalogi dúo De libero Arbitrio. Hiperaspites diatñbae
ejusdem adversiis servum arbitrmm''\ Rabelais figuraba en el índice de Paulo IV entre
los autores completamente prohibidos. El de Valdés no lo menciona.
IR Ibid., fol. 51 yO.
i« Ibid., fol. 58 r».
17 Ibid., fol. 62 r°
18 IMd., fol. 90 r°. Se muestra, en un interrogatorio, muy asombrado de que lo
hayan encontrado entre sus libros.
346 EL ERASAIISMO CONDENADO
papeles, cuando se le arresta, un cuaderno lleno de extractos del Eccle-
siastes de Erasmo, junto con algunos folios arrancados del ejemplar que
anteriormente había llevado a la Inquisición al mismo tiempo que los
Coloquios; él se justifica diciendo que aquello parecía admisible a teó-
logos tan ortodoxos como Salaya. Confiesa haber tomado libertades
semejantes con el Indice en lo que atañe a libros de Erasmo Sarcerio,
de Hermann Bodius, de Münster, de Artopaeus y de Dolet. Ha contra-
venido igualmente las prohibiciones del "catálogo de 1560" guardando
en su poder una traducción valenciana que él mismo había hecho del
libro de Job, y que estaba a punto de publicar cuando se prohibieron
las traducciones de la Biblia en lengua vulgar.^^ Aprenderá, a su costa,
que la Inquisición exige una estricta obediencia de las reglas que pro-
mulga.
Conqués es erasmista, más aún que por su afición a la exégesis, por
su piedad anticeremonial con moderación. Se rebela contra el abuso
supersticioso de los cirios el día de difuntos.^^ Colabora con Don Gas-
par Centellas en curar a Don Francisco Fenollet de la devoción del ro-
sario, consiguiéndole un breviario:
Iglesia!"
19 Ibid., fols. 85-89 ter.
^ Ibid., fol. 61 r°.
21 lbid.y fol. 63.
PROCESO DE JERÓNIMO CONQUÉS 347
Los ornamentos y ceremonias santas son útiles, dice también a Don
Gaspar, y ningún hombre de buen sentido las rechaza si son comprendidas
y observadas según el espíritu. Pero sin esto se les tiene por obras de muer-
te, porque entonces no justifican ni sirven de nada, puesto que solamente
se ofrecen para que las miren los hombres. Santa institución es la Iglesia,
pero detestable es el abuso de los eclesiásticos, contra el cual nos rebelába-
mos hace un momento.^^
Sólo una cosa diré: que entre todos los dichos de los filósofos recopi-
lados por Erasmo Roterodamo, en un libro que llamó Antibarbarorimt
(que quiere decir libro contra bárbaros), hallo yo que reprehende a los que
tienen el gobierno de la República dos cosas: la primera, los que consienten
malos vinos, porque éstos corrompen y dañan los cuerpos humanos, y con
sus adobos engendran piedra y dolor de ijada y otras muchas indisposicio-
nes, de adonde se viene a destruir la salud de la República y acortarse la
vida de los hombres. El segundo yerro es de los que consienten en sus re-
públicas malos preceptores, porque éstos destruyen y corrompen las buenas
costumbres de los ánimos tiernos de sus discípulos. Y no solamente se pier-
de el tiempo y la hacienda, pero que tan habituado a vicios el estudiante,
que, en breve tiempo, de ruin niño va a vicioso mancebo, y de ahí sube
poco a poco a ser verdugo de sus padres con justo juicio y premisión de Dios.
Pues un labrador rústico, para encargar un par de muías y su carro a quien
^ Ibid., pág. 426. Respecto a la fecha exacta de la muerte del Brócense, véase Gon-
zález de la Calle, Contribución a la biografía del Brócense^ Madrid, 1928, pág. 5.
CAPfrULO XIV
LÁMINA XXII
Benito Arias Montano.
Grabado por Philippe Galle.
FR. JOSÉ DE SIGÜENZA 361
cisco Cano, capellán de la Reina Madre de Portugal,^^ sólo se puede
comparar con la que despertó en Plantino.^^ Su anchura de espíritu es
enciclopédica. En 1559 es huésped, en Llerena, de su amigo Francisco
de Arce, médico, y cuatro meses le bastan para asimilarse todo lo esen-
cial de la ciencia médica. El Opus magnum, que es la obra predilecta
de sus últimos años, encierra en sí no sólo un Alma, es decir, la histo-
ria del alma humana, de su caída y de su redención, sino también un
Cuerpo, es decir, una historia natural. Y si en esa obra derrama el fruto
de sus observaciones personales (por ejemplo, cuando habla acerca de
las conchas, de las cuales reunió una buena colección en Portugal),
difunde también, de manera bastante inesperada en semejante tema, esa
ciencia de la Biblia que él había convertido en sustancia de su vida in-
terior.
El biblismo de Montano iba a hacer escuela en el monasterio mis-
mo que Felipe II había construido para ser su habitación, su biblioteca,
su museo, en ese Escorial desde donde reinaba sobre la Europa católica
y el Nuevo Mundo. Escuela esotérica que no causó mucho ruido en
España; los nombres que la ilustraron son sobre todo los de Fr. José
de Sigüenza y Fr. Lucas de Alaejos, que ocuparon sucesivamente el
puesto de bibliotecario de San Lorenzo, ilustrado en un riempo por
Montano. Sigüenza es tan importante como escritor, tiene atrevimien-
tos tan sorprendentes, que su caso merece considerarse con atención si
se quieren comprender las relaciones del biblismo que florece en tomo
a Felipe II con el erasmismo que reinaba en la corte de Carlos V.
Sigüenza es, como Constantino, como Luis de Granada, un admi-
rable prosista formado en el ejercicio de la predicación. Pero su descu-
brimiento dela verdadera manera de predicar es tardío, y tiene algo de
una conversión. Cuarenta y cinco años tiene cuando, en 1589, Monta-
no le revela un nuevo método de exposición del cristianismo: "Dejó,
dice su piadoso biógrafo, el modo de predicar flores y gallardías que
hasta allí había usado, con que se ceba el vulgo".^^ No se nos dice con
qué lo reemplazó, pero esto lo sabemos gracias al proceso que no tardó
1^ Véanse las cartas de Cano a Zayas en T. González Carvajal, op. cit.y págs.
176-179.
17 Correspondajjce de Christophe Plantin, op. cit., t. II, en particular las págs. 7 y 24
(cartas de Plantin a Zayas).
18 T. González Carvajal, op. ch., págs. 28-29.
1» Ibid., págs. 101-102 y 94. Cf. L. Villalba Muñoz, introducción a Sigüenza, La
historia del Rey de los reyes, El Escorial, 1916, t. I, págs. lxikss., cclxxiiíí.
20 Citado por el P. Villalba, pág. xxix del estudio citado en la nota anterior. Este
estudio es el mejor documentado que hay hasta la fecha consagrado a Sigüenza.
362 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
en conmover su existencia.^^ Envidiado, según parece, a causa del nue-
vo favor que sus sermones le valían ante Felipe II, lo mismo que por
su nombramiento de bibliotecario que probablemente debió también a
Montano, Sigüenza tiene la imprudencia de criticar la elocuencia de sus
hermanos en religión, sin perdonar al prior de San Lorenzo. A su retó-
rica demasiado ingeniosa, que saca temas del Antiguo Testamento o de
la mitología pagana como de un doble tesoro de fábulas, él opone una
predicación puramente cristiana, inspirada en el Evangelio, afanosa de
edificar las almas. El monasterio del Escorial y el Colegio de San Lo-
renzo entran muy pronto en efervescencia. Una averiguación, hecha
del 13 al 17 de abril de 1592 por los visitadores de la Orden, provoca
gran número de deposiciones hostiles a Sigüenza. Se le presenta como
enemigo de la teología escolástica y partidario del estudio del hebreo;
se dice que critica las interpretaciones alegóricas de los santos y que
demuestra admiración sin límites por la exégesis literal de Montano.
"Ninguno, dice, ha entendido a San Pablo como Arias Montano".
"Como me dejen a Arias Montano y la Biblia, dice también, no se me
da nada que me quiten los demás libros". Acosneja a un fraile que deje
en paz los libros de oración y que se ponga a leer los Evangelios. A
los sermones esmaltados de "fábulas y poesías" opone la predicación
del "Evangelio desnudo".^^
Era fácil presentar todo esto como herético. El principal catedrá-
tico de teología del Colegio de San Lorenzo, encargado de calificar las
opiniones de Sigüenza, descubre en ellas luteranismo, wiclefismo, ju-
daismo. No tarda en señalar los estragos de este espíritu funesto entre
los religiosos del Colegio y conjura al Rey a que secunde los esfuerzos
del prior para poner remedio.
Sigüenza, a quien se informó al punto de las acusaciones que pesa-
ban sobre él, se había anticipado solicitando personalmente el juicio de
la Inquisición. Unos cuantos días después, el 23 de abril, se presentó al
Tribunal de Toledo. Se le asignó como cárcel el monasterio de la Sisla.
Su proceso se desarrolló según las fórmulas prescritas. Pero se le trató
con miramientos especiales, expHcables a la vez por la deferencia de que
había dado pruebas a la justicia inquisitorial y por el favor personal de
Felipe lí. La requisitoria del procurador fiscal, implacable como siem-
21 Lea, A history, op. cit., t. IV, págs. 168-171, y J. Zarco Cuevas, El proceso
mquisitorial del P. Fr. José de Sigüenza (1591-1592), en Religión y Cultura, t. I, El
Escorial, 1928, págs. 38-59.
22 Zarco Cuevas, loe. cit., artículos 7, 2, 5, 4, 6 y 1 de la defensa de Sigüenza.
FR. JOSÉ DE SIGÜENZA 363
pre, no impidió que el proceso terminase el 22 de octubre con un per-
dón unánime que la Suprema confirmó el 25 de julio de 1593.^'''
¿Se puede hablar de erasmismo a propósito de las tendencias bi-
blistas que la influencia de Montano desarrolló con toda seguridad en
Sigüenza? La analogía de los dos movimientos es demasiado evidente.
Pero ¿cuál es la actitud de Sigüenza respecto a Erasmo? Dejemos a un
lado su proceso, insuficientemente conocido a pesar del análisis de Lea
y de la reciente publicación de su defensa. Interroguemos, no acusa-
ciones apologías,
Y sino obras. No podemos menos de sentimos impre-
sionados porel contraste que hay entre una obra impresa —la Vida de
San Jerónimo—, en que se ataca vivamente a Erasmo, y una obra iné-
dita —la Historia del Rey de los reyes—, en que se expresan no sin atre-
vimiento ideas típicamente erasmianas. Tenemos que detenernos en este
asunto porque, para quien sabe cuán inclinado estaba el siglo xvi es-
pañol autilizar a Erasmo sin mencionarlo, es tentador poner en duda
la sinceridad de las invectivas de Sigüenza contra Erasmo. Américo
Castro, a quien se debe el haber destacado con toda claridad este con-
traste,^* seinclina muy visiblemente a considerarlas insinceras. Basán-
dose en las observaciones del P. Villalba sobre la prudencia "oficial"
con que Sigüenza procede en su tarea de cronista de su Orden, "aca-
llando verdades indiscretas",^^ sugiere que el jerónimo pudo compensar
con su antierasmismo agresivo una libertad secretamente erasmista. Pero
tal vez no sea ésta la única interpretación posible de los hechos.
Al escribir después de Erasmo una Vida de San Jerónimo, nuestro
autor ataca a su predecesor con una viveza cuyo ejemplo no le da cier-
tamente Arias Montano.^^ ¿Es sorprendente este hecho? Toda la vida
23 Lea, op. cit.y t. IV, págs. 169-171.
24 A. Castro, Erasmo en tiempo de Cervantes, art. cit., pág. 376.
^ Villalba, op. cit., pág. ccciii. Castro (art. cit., pág. 378) busca otro testimonio del
erasmismo secreto de Sigüenza en la lección que saca del desastre de la Armada Inven-
cible. Pero ¿es ésta una "lección racional"? ¿Acaso el juicio de Sigüenza no es el
que se impone a todo espíritu cristiano convencido de la intervención divina en las
cosas humanas, si el prejuicio nacional no sofoca en él el cristianismo? El interés — ^y,
si se quiere, el erasmismo— del pensamiento de Sigüenza me parece consistir en una
extensión a las naciones de la exigencia cristiana de humildad. Verdadera política
según el Evangelio.
26 Pero sí se lo dió otro fraile jerónimo admirado por él (cf. la Historia de la
Orden de San Jerónimo, ed. cit., t. II, pág. 346) y por Lorenzo Palmireno: nos refe-
rimos aFr. Miguel Salinas, que en su Libro apologético que defiende la buena y docta
pronunciación, Alcalá, 1563 (fols. 153-183), dedica cuatro capítulos (xl a xliii) a
defender la figura tradicional de San Jerónimo contra las críticas e interpretaciones
de Erasmo, y dice (fol. 181 r»): "Por estas cosas y por otras muchas guárdense los
estudiantes de leer las obras de Erasmo antes que lean las determinaciones de París y
364 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
y toda la obra de Sigüenza son las de un religioso convencido de la ex-
celencia de la institución a que pertenece. Necesariamente tenían que
enojarle los esfuerzos de Erasmo por oponer a la vida monástica moder-
na una vida monástica primitiva, a la vez más ardiente y más libre, sin
reglas y sin votos. Se asombra, al leer la Vita Hieronymi —llena, a sus
ojos, de impiedad y de malicia—, de que la haya respetado el índice
expurgatorio. Se irrita al encontrar en un sabio de la talla de Erasmo
un espíritu mortal para la vida de la Iglesia tal como él la concibe. Eras-
mo contiene en germen la revolución protestante; odia la jerarquía ecle-
siástica lomismo que "aquellos a quien él puso los huevos". Así resulta
que Sigüenza, para referirse a Erasmo, vuelve a hablar con el lenguaje
de los teólogos conservadores de principios del siglo.^^ Toda la cues-
tión está en si la violencia un tanto excesiva del ataque consiste en que
conoce demasiado bien a Erasmo y desea disimularlo, o en si lo conoce
demasiado mal para saber las cosas que le reprocha.
En el erasmismo secreto de la Historia del Rey de los reyes es en
lo que tenemos que concentrar nuestra atención. El sabio agustino que
exhumó el manuscrito de esta obra ha demostrado ya todo lo que debe
a Montano.^^ Recuerda, por la amplitud de su composición, el Opus
magnum en que el ermitaño de la Peña de Aracena quería abarcar todo
el universo, alma y cuerpo, Dios y materia, creación y redención. En
sus detalles, la Historia del Rey de los reyes no es, a menudo, sino tra-
ducción más o menos libre del Opíis magpium o de los Comentarios
sobre Isaías. También se manifiesta en ella la influencia de Montano
por un declarado propósito escritural junto al cual el evangelismo de
Erasmo, tan nutrido en los Padres de la Iglesia, aparece singularmente
ecléctico: no hay una sola cita de la obra que no se haya sacado de la
BibUa. La exégesis de la nueva escuela escritural trabaja con una Htera-
lidad mucho más severa que la de Erasmo, tan inclinada a libres inter-
pretaciones "espirituales" no bien se trataba del Antiguo Testamento,
o que la de Fr. Luis de León, tan platónica en su afición a los símbolos.
Sin embargo, la diferencia no es tan profunda como se podría creer,
puesto que, aquí como allá, los libros proféticos y morales del Antiguo
Testamento se interpretan según la tradición cristiana y conforme a
un cristianismo esencial. Es difícil decir hasta qué punto, en el espíritu
al Comes Carpense en lo que le notan: y si an ya leído a Erasmo no por eso dexen
de leer después las dichas determinaciones, porque les aprovechará no poco para mu-
chas cosas en las quales Erasmo ha puesto la mano".
27 Cf. mpra, t. I, págs. 293-294, nota 44.
28 Villalba, op. cit., págs. cclxxss.
FR. JOSÉ DE SIGÜENZA 365
de Sigüenza, acentuaba este cristianismo el contraste entre el libre otor-
gamiento de la gracia y las obras de la ley, puesto que la Historia del
Rey de los reyes queda suspendida en el momento en que los pastores
llegan a adorar al Niño Dios. Pero en el comienzo de la segunda parte
del libro hay algunas páginas en que vuel ve a aparecer la gran oposición
erasmiana de lo exterior y lo interior, tratada con más vigor directo
que en Fr. Luis de León, apoyada en los mismos textos de Isaías que en
Erasmo y en Fr. Luis de Granada.^^
Sigüenza no teme aplicar a los tiempos presentes el clamor del Pro-
feta contra el error del pueblo de Israel acerca de la ley: los hombres
han descuidado la parte de la ley que tendía a la reforma de sus accio-
nes yde sus pensamientos, y se han detenido en la observancia extema
de las ceremonias, esa máscara exterior de santidad que son los sacrifi-
cios, las vestiduras, los alimentos particulares, los ayunos, abluciones y
templos "que se instituyeron para símbolo o para seña de la santidad
de dentro". Han creído, de ese modo, ser agradables a Dios y ganarse
derechos a su benevolencia. Y lo único que han conseguido es causarle
horror.
Los sanctos Evangelistas no hacen más que contar con palabras sim-
ples, amigas de la verdad, la historia de la vida y pasión de nuestro Salvador,
sin encarecer la grandeza de aquel misterio y beneficio. iMas sobre este
canto llano envió Dios este órgano del cielo, este divino cantor, que con una
voz de ángel echase un contrapunto sobre este canto llano; con lo cual
hace una tan suave música y melodía, que sumamente deleita y suspende con
una maravillosa dulzura las ánimas purgadas v dispuestas para sentir la
grandeza destos misterios.^^
hijo pródigo.^''
Pero hay también en estos comentarios, que tienden principalmen-
te a la edificación, un pensamiento religioso bastante bien definido. Se
disciernen en ellos, siempre vivos, en la medida compatible con las de-
finiciones deTrento, ciertas tendencias fundamentales de los irenistas
erasmianos que, treinta años antes, se aferraban desesperadamente a la
justificación por la fe. Estella, es cierto, se separa categóricamente de
Lutero en la cuestión de la inutilidad de las obras para la salvación.^^
No obstante, emplea algunas veces fórmulas que irritan a los censores,
como: "Fides totum christianorum bonum est". "De la misma manera,
dice, que todos los miembros de nuestro cuerpo sacan sus fuerzas del
corazón, así también todas nuestras obras sacan alguna fuerza útil para
la salvación espiritual de la fe, como de raíz que es de la vida espiri-
tual".^® En varios lugares habla largamente de los caracteres de esta
fe, que no es únicamente creencia, sino confianza; que es viva y no
muerta.^^ Sin duda, hay que repetirlo, se rebela contra la concepción
luterana de una fe que se pierde por un pecado mortal. Pero emplea
fórmulas que se acercan peligrosamente a las de Lutero: "El pecado,
que es muerte espiritual, priva al hombre de todos los bienes espiritua-
les". "Yo me inclino a creer que nadie puede persistir durante mucho
tiempo en un pecado mortal sin estar vacilante en la fe o sin deslizarse a
la herejía".^^ La gracia, para Estella como para los erasmistas, es nece-
saria para el cumplimiento de la voluntad de Dios.^^ En cuanto a su
concepto de la penitencia, pone vigorosamente el acento en la contri-
ción; se rebela contra los teólogos modernos que creen que un dolor
cualquiera es suficiente para un pecado cualquiera: "La remisión de los
pecados, dice, es pesada por juicio divino y no humano. Como nos-
otros ignoramos la cantidad de lágrimas que basta para lavar los pecados,
conviene que no nos sintamos nunca seguros por la sola confianza de
27 Ibid., págs. 201-203.
2^ Ibid.y pág. 159.
29 Ibid.y págs. 189 y 192.
30 Ibid., págs. 190, 205-206 y 207.
•"^1 Ibid., pág. 197, y los dos textos censurados de la pág. 189.
32 Ibid., pág. 196.
33 Ibid., pág. 190.
380 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
Biblia para que escriban "algunas cosas que, o como nacidas de las sa-
gradas letras, o como allegadas y conformes a ellas, suplan por ellas,
cuanto es posible, con el común menester de los hombres".^^ Los Nom-
bres de Cristo se ofrecen al lector como uno de esos libros. Pocos hay
que estén tan nutridos de savia bíblica. Debió de ser para muchos espa-
ñoles lo que el Enchiridion traducido por el Arcediano del Alcor había
sido para sus abuelos: la más viva antología de las Epístolas, de los Evan-
gelios, de los Salmos, de la literatura de los primeros siglos cristianos.
Y, al mismo tiempo, una llave que abría los misterios de todos esos
textos, la revelación de un cristianismo lo bastante esencial para servir
a la vez de introducción a la dogmática, a la mística y a la ética cristianas.
El Cristo cuyos nombres despliegan aquí todos sus tesoros escon-
didos es el mismo Cristo espiritual que los alumbrados descubrían con
arrobamiento en Erasmo: el Cristo paulino que "está presente en nos-
otros, ytan vecino y tan dentro de nuestro ser como Él mismo de sí;
porque en Él y por Él no sólo nos movemos y respiramos, sino también
vivimos y tenemos ser".^^ "Cristo, nuestra cabeza, está en sus miem-
bros, ylos miembros y la cabeza son un solo Cristo".^^ Si se llama
Fadre del siglo futuro, es porque Él es para los cristianos el principio
de un segundo nacimiento.^^ Nosotros nacemos en Él,^^ o, si se pre-
fiere. Él nace en nosotros.^^ Fray Luis no se cansa de volver una y otra
vez sobre estos temas fundamentales de la cristología paulina, cuya pri-
mera vulgarización en España había estado confiada a los libros de
Erasmo. Cristo, Príncipe de la paz, nos toca con su espada, que "no se
templó con acero. . . ni es hierro visible, sino rayo de virtud invisible,
que pone a cuchillo todo lo que en nuestras almas es enemigo de Dios".^^
Esta espada, este rayo, es la gracia. Porque Cristo "halló una nueva
manera de ley, estrañamente hbre y ajena" a los inconvenientes de la
antigua, no solamente enseñando a los hombres a ser buenos, "mas de
hecho haciéndolos buenos".^* Se reconoce aquí la distinción que Valdés
nos ha hecho familiar desde hace tanto tiempo. Pero el platonismo cris-
57 Nombres de Cristo, t. I, págs. 9-12. En otro lugar habla Fr. Luis más explícita-
mente contra la literatura profana y corruptora (Apología por las obras de Santa
Teresa. Cf. síipra, pág. 370).
58 Nombres de Cristo, t. I, pág. 44.
59 Ibid., t. I, pág. 73.
60 Ibid., t. I, págs. 194-195.
61 Ibid., t. I, págs. 218 JJ.
62 Ibid., t. III, págs. 80 JJ.
63 Ibid., t. II, pág. 29.
64 Ibid., t. II, pág. 102.
LOS "NOMBRES DE CRISTO" 387
tíano de Fray Luis se extiende con predilección especial cuando habla
de los efectos de Cristo en el alma. Jesús, en hebreo, significa salud:
Nada tiene de extraño que Fr. Luis de León, al llegar a este nom-
bre de Jesús, se encuentre con Erasmo y distinga vigorosamente esta
íntima santidad, que es obra de la gracia, y la santidad extema que con-
siste en las ceremonias:
Este solo ejemplo basta para evocar, a la memoria del lector aler-
ta, los mil errores vulgares que "canonizan", según Erasmo, a mil doc-
tores hábiles en "torcer la Escritura Divina hasta conformarla con las
costumbres del tiempo", en "favorecer las enfermedades del ánimo. . . y
no melecinarlas".^^
Ciertamente, Luis de León no puede, como no había podido Luis
de Granada, hacer suya la gran oposición erasmiana entre lo exterior
y lo interior, sin reprobar vigorosamente "a los herejes que condenan
contra toda razón aquesta muestra de sanctidad exterior". Pero con no
menos vigor advierte a los fieles "que no está en ella el paradero de su
camino":
La gracia es una como deidad y una como figura viva del mismo Cris-
to, que, puesta en el alma, se lanza en ella y la deifica, y si va a decir ver-
dad, es el alma del alma.*^*
'5 ¡bid., t. II, págs. 46 y 88. Un poco más adelante (pág. 93) Sabino sueña con
un noble reino en que todos sean iguales en linaje y condición. Se duele de los reyes
porque tienen que infligir a veces a sus subditos la afrenta del castigo, y se asombra
dolorosamente de ver que quieran que esa afrenta cunda de generación en generación.
Este pasaje será denunciado en 1609 por el Doctor Alvaro PÍ9ario de Palacios, que lo
juzga una crítica del castigo de los judíos y de sus descendientes: "En este discurso
pica este padre al Santo Officio de la Inquisición porque castiga con afrenta, culpa al
derecho porque haze infames a los nietos de los penitenciados, reprehende al Rey de
España porque escluye de los ábitos los descendientes de éstos, y finalmente llama error
y mal consejo el tener los confesos escluídos de las iglesias de estatutos y de los cole-
gios, equiere que todos sean iguales y que puedan entrar en las inquisiciones, y éste
es lenguaje común de todos a quien toca esta mala raza y se opone todo esto a la
nobleza y a la sangre limpia y más a los Santos Tribunales de la Inquisición" (A. H. N.,
Inquisición, leg. 4444, v)P 10). Esta interpretación es muy plausible. Si es justa, Luis de
León se reúne aquí con el Doctor Vergara y Constantino, enemigos de los Estatutos
<le limpieza de sangre.
Nombres de Cristo, t. II, págs. ss.
77 Cf. supra, pág. 372, nota 9.
LOS "NOMBRES DE CRISTO" 391
faltó quien reprochara a Fray Luis por escribir en español cosas que
no están hechas para todos los que saben leer su lengua materna:
¡Como si todos los que saben latín —exclama el autor—, cuando yo las
escribiera en latín, se pudieran hacer capaces dellas, o como si todo lo que
se escribe en castellano fuese entendido de todos los que saben castellano
y lo leen. . . I*^^ i
III
venganza (Obras e?i verso, ed. cit., pág. 1110, Segunda audiencia contra el libro
Buscón).
23 Ibid., págs. 1073 ss. El retraído por D. Juan de Jáuregui, sobre todo las págs.
1091, 1092, 1094 a, 1098.
24 Véase ibid., Obras en prosa, pág. 657, la censura del Cuento de cuantos, por
Fr. Juan Ponce de León (cf. Obras en verso, pág. 1043). Cf., sobre el particular, J. E.
Gillet, Note sur Rabelais en Espagne, en Revue de Littérature Comparée, t. XVI (1936),
págs. 140-144.
25 A. H. N., Inquisición, leg. 4470, dP 10. Madrid, 7 de octubre de 1660; se
presentan a una comisión de teólogos "tres pinturas en lámina, que en la una dellas
pareze estar pintados los siete pecados mortales, — otra lámina del retrato de Herasmo,
— otra que por el papel que tiene dize ser retrato de Cazalla en oración. — Y havién-
dolos visto y conferido sobre ellos, dixeron conformes que las láminas de los siete
pecados mortales y retrato de Erasmo no tiene inconveniente que corran, y que la
que se dize ser de Cazalla en oración se deve recoger y retener sin permitir salga
en público". El documento no es lo bastante explícito para que se pueda saber si se
400 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
IV
de todos los dioses.^^ Sabe que la Monda de Talavera es una fiesta pre-
cristiana cuyo homenaje se ha transferido de Venus a la Virgen.^^
Cuando Don Quijote, en el camino del Toboso, habla a Sancho
de los héroes de la Antigüedad, el escudero propone la cuestión de en
dónde se hallan esos valerosos caballeros de antaño; le place que estén
en el infierno como todos los paganos, y que sus monumentales sepul-
cros no se adornen de exvotos como las tumbas de los santos milagro-
sos. Es que Sancho encuentra un placer maligno en hacer confesar al
caballero que el heroísmo del asceta es más agradable a Dios que el del
guerrero.^^ ¿No habrá sonreído Cervantes al precipitar a todos los gen-
tiles en el infierno? Es posible.*^ Sólo se trata aquí de los héroes, no
de los sabios. Por otra parte, así como Don Quijote no está dispuesto
a romper lanzas por la gloria de los héroes antiguos, así tampoco es el
humanismo de Cervantes lo bastante fervoroso para que piense en in-
corporar los sabios antiguos a la cohorte de los santos.'"'^ Sin embargo,
Quijote, II, XXIV (ed. cit., t. V, págs. 9-10).
46 ibid., II, VIH (ed. cit., t. IV, pág. 177).
47 Persiles, ed. cit., t. II, pág. 59.
48 Quijote, II, VIH (ed. cit., t. IV, págs. ISO ss.). En artículo reciente, H. Hatzfeld
plantea el problema "de si don Quijote representa el ideal ascético de la Iglesia y la
Contrarreforma o está contra él, con el Renacimiento italiano y la tendencia 'luterana'
de Erasmo y el erasmismo" (¿Don Quijote asceta?, en N. R. F. H., t. II, 1948, págs.
57-70). Ateniéndose a la discreta opinión de A. A. Parker, "de que Cervantes siente
por don Quijote una compasión mezclada de reproche y no se identifica simpática-
mente con él" (Don Quixote and the relativity of truth, en The Dublin Review,
t. XLIV, 1947, págs. 28-37), Hatzfeld se resuelve por el no-ascetismo de Don Quijote.
Y contesta Amado Alonso, Don Quijote no asceta, pero ejemplar caballero y cristiano,
en N. R. F. H., t. II (1948), págs. 333-359, demostrando que el no-ascetismo de Don
Quijote no implica de ninguna manera que esté contra la Iglesia romana.
49 Véase A. Castro, El pensamiento de Cervantes, págs. 271 ss.
50 Respecto al Sánete Sócrates, ora pro nobis de Erasmo, cf. supra, t. I, pág. 355.
EL ERASMISMO DE CERVANTES 411
no ignora que pudieron, por las solas luces de la razón, alcanzar verdades
bastante elevadas, como la inmortalidad del alrna.^^ César, aunque era
"ajeno del conocimiento del verdadero Dios", supo decir que la mejor
muerte era "la de repente y no prevista". Cosa curiosa, Cervantes lo
aprueba, contradiciendo en esto a la piedad vulgar, pero poniéndose
de acuerdo con la de la Praeparatio ad mortem.^^
No son más que indicios; pero estos ecos del erasmismo toman todo
su valor si se piensa en ciertas sonrisas suavemente irreverentes ante la
devoción ritualista, ante las oraciones rezadas por docenas como oracio-
nes de ciego. Ningún dogma, ningún culto fundamental se pone en
tela de juicio, ni el de los santos ni el de la Virgen. Los milagros que
hacen famosos a los santuarios asombran tal vez a Cervantes por su abun-
dancia, pues, en fin de cuentas, él sabe que muchos milagros aparentes
son fenómenos naturales cuyas causas se nos ocultan; ante la insistencia
con que evoca esas paredes completamente cubiertas "de muletas, de
mortajas, de cabelleras, de piernas y de ojos de cera",*^^ se sospecha que
él preferiría, como Erasmo, que el fervor de los cristianos solicitara más
milagros interiores que milagros visibles, que celebrara la divina cura-
ción de las almas con tanto regocijo como la de los cuerpos.^* Pero no
es ésta más que una sospecha. Cervantes, en todo caso, tuvo que admitir
sin vacilación el milagro, y, aunque hiciera más de una reserva en cuan-
to a los sentimientos de muchos peregrinos,^^ tuvo que respetar también
con sincero corazón los venerados santuarios de Loreto y Guadalupe.
Montaigne, que no carecía de espíritu crítico, no admitía todos los mi-
lagros ciegamente, pero sin embargo le parecía una "singular desver-
güenza" el"condenar de una plumada todas esas historias".^^ Descartes
llegó a ir en peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Loreto,
En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fué que rasgó una gran
tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y dióle once ñudos,
el uno más gordo que los demás, y esto le sirvió de rosario el tiempo que
allí estuvo, donde rezó un millón de avemarias.
—Quiero decir —dijo Sancho— que nos demos a ser santos, y alcanza-
remos más brevemente la buena fama que pretendemos; y advierta, señor,
que ayer o antes de ayer (que según ha poco, se puede decir desta manera)
canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro
con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene ahora a gran ventura
el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la
espada de Roldan en la armería del Rey nuestro señor, que Dios guarde.
Así que, señor mío, más vale ser humilde frailecito, de cualquier orden que
sea, que valiente y andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas
de disciplinas que dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos,
o a endriagos.
—Todo eso es así —respondió Don Quijote—; pero no todos podemos
ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cie-
lo: rehgión es la caballería; caballeros santos hay en la gloria.
—Sí —respondió Sancho—; pero yo he oído decir que hay más frailes
en el cielo que caballeros andantes.
—Eso es —respondió Don Quijote— porque es mayor el número de los
religiosos que el de los caballeros.
—Muchos son los andantes —dijo Sancho.
—Muchos —respondió Don Quijote—; pero pocos los que merecen nom-
bre de caballeros.
puesta por el terrestre Sancho para ganar el cielo: **ser humilde fraile-
cito, de cualquier orden que sea"? ¿Hemos de creer que no tomaba más
en serio la fórmula de Don Quijote: ^'Muchos son los caminos por donde
lleva Dios a los suyos al cielo"?
Para quien da vueltas a la cuestión en todos sentidos, cierta tirada
del Licenciado Vidriera sobre los religiosos aparece cargada de ironía
bastante temible.
Pasando acaso un religioso muy gordo por donde él estaba, dijo uno
de sus oyentes:
—De ético no se puede mover el padre.
Enojóse Vidriera, y dijo:
—Nadie se olvide de lo que dice el Espíritu Santo: Nolite tangere
christos meos.
Y subiéndose más en cólera, dijo que mirasen en ello, y verían que de
muchos santos que de pocos años a esta parte había canonizado la Iglesia
y puesto en el número de los bienaventurados, ninguno se llamaba el ca-
pitán don Fulano, ni el secretario don Tal de don Tales, ni el Conde, Mar-
qués o Duque de tal parte, sino fray Diego, fray Jacinto, fray Raimundo,
todos frailes y religiosos, porque las religiones son los Aranjueces del cielo,
cuyos frutos, de ordinario, se ponen en la mesa de Dios.^^
la pereza.*^^
Si de los frailes y ermitaños pasamos al clero secular, comprobamos
que éste proporciona a Cervantes más personajes. Algunos son también
títeres cómicos; en el episodio del cortejo fúnebre que Don Quijote y
Sancho encuentran de noche, los doce clérigos portadores de hachas
que escoltan al noble difunto ponen pies en polvorosa ante los asaltan-
tes, igual que los frailes de San Benito, y sus alforjas suministran a San-
70 Quijote, I, VIII (ed. cit., t. I, págs. 264íj.>.
71 Castro, El pemcnniento de Cervantes, pág. 289. Cf. Quijote, II, xxiv (ed. cit.,
t. V, pág. 12) y Per siles, ed. cit., t. I, pág. 310.
Líber 11 1 407
LÁMINA XXIII
Erasmo y Sebastián Münster censurados por la Inquisición.
Ejemplar de la Comtographia de Aiünster (Basilea, 1550) consenado en la
Biblioteca Nacional de Madrid.
De Gallia
^undet.Adharcauíúínfinítáíopupi
ludes, falmsc^ruppeditát. Proindenc/
gancalíam inucníríregíoncm.quxíimí
li fpacío tantum oppidorú coríneatmc
díocri quidcmagnifudínc, fed íncrcdi/
bilí policía. Indo^eflica? fuppelledilís
núorc, palmaimipí coccduntHoládir
ncgocíatores,quibus picraquc parsor/
bis cftpcragrata. Mcdíocrítcr erudito^
rum, nufquam gemíum frcqucntiof mi
'merus. Ha:c Eraímus.
De ComiUtu l ouánienju
Comitatus Louanícfis fuit olimmv
gni nomínís, habuícc^ fiib fe bonáBfS
banríar partcm,cüí 8^ comírcs Ardifa
prfftjífiercfcrunt. Tándem ucrohíco
mices reliéio ueceri tículo ufurparuncil
tulum Brabancix, ut fupra in Locharúi
gíx defcrípcíoneindícauímus. Dedo/
cacibusIuIíacefiXlíucníííMonceníídC
Geldrcníi infra facíam mentiorieni,uW
ad Gcmvú£ perucnero defaipoooc.
DcB ritannia.
cho un sabroso botín, porque son de esos "señores clérigos" "que pocas
veces se dejan mal pasar" El capellán de los Duques, otra figura de
eclesiástico parásito de los grandes, es fustigado por el héroe junto con
todos los clérigos de su especie, en una indignada réplica:
recerle "el primer santo a la jineta" que ha visto en todos los días de su
vida. Y Don Diego le contesta: "No soy santo, sino gran pecador; vos
sí, hermano, que debéis de ser bueno, como vuestra simplicidad lo
muestra".
Este ideal de piedad laica, sin ostentación, sincera y activa, atestigua
las afinidades erasmianas de Cervantes con mucha mayor seguridad que
sus encubiertas ironías a propósito de los frailes o de los rezadores de
padrenuestros. Nada nos autoriza a creer que le haya párecido absurdo
el ideal ascético de la vida monástica. Bien puede ser, por el contrario,
que haya admirado —como Erasmo— el rigor de los cartujos.*^^ Bien
pudo simpatizar con la reforma carmelitana, que estaba restaurando ese
rigor: uno de sus mejores amigos, uno de aquellos a quienes explícita-
mente rindió homenaje en el escrutinio de la bibUoteca de Don Quijote,
era Pedro de Padilla,'^^ el poeta que, admirado por su espíritu, su erudi-
ción, su conocimiento de las lenguas extranjeras, se hizo carmelita des-
calzo auna edad ya madura. Pero él sabe que lo esencial del cristianismo
no consiste en el ascetismo del religioso. La cualidad de su fe se mani-
fiesta allector por algo más que por una alusión a la Luz del alma. Se
siente en la devoción especialísima al apóstol San Pablo de que da
pruebas. Él, que se permite ironizar suavemente a propósito de los
santos de la imaginería popular —y en particular de Santiago o "Don
San Diego Matamoros", héroe legendario de la batalla de Clavijo— ,
habla con gravedad plena de emoción de San Pablo, "trabajador incan-
sable en la viña del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de
escuelas los cielos, y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo
Jesucristo".^^ Don Quijote —o más bien Cervantes, que le insufla sus
discursos— conoce lo bastante las Epístolas para hacer de ellas un arreglo
cuando tiene oportunidad.^^ Está penetrado del Evangelio. Cuando, en
la aventura de los rebuznos, su paradójico destino hace de él un predi-
os Se sabe por Santa Teresa que San Juan de la Cruz, antes de seguir la reforma
carmelitana, se había sentido atraído por la orden de los cartujos (cf. J. Baruzi, Saint
Jean de la Croix et le probléme de Vexpérience mystique, 2^ ed., Paris, 1931, pág. 153).
Cf. el coloquio de Erasmo, Militis et Carthusiani.
'79 Quijote, I, VI (ed. cit., t. I, pág. 228): "Guárdese, porque su autor es amigo mío,
y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito". ¿Aludirá Cer-
vantes alprohibido Ramillete? Cf. supra, pág. 371.
80 Quijote, II, Lviii (ed. cit., t. VI, págs. 179-183). Cf. A. Castro, op. cit., pág. 310.
«1 Quijote, I, XXX (ed. cit., t. II, pág. 456): "Ella pelea en mí y vence en mí, y yo
vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser". (Cf. Gal, II, 20: "Vivo autem, jam non ego:
vivit vero in me Christus. . .", y Hechos de los Apóst., XVII, 28: "In ipso enim vivimus
et movemur et sumus"). Véase el comentario de Unamuno, Vida de Don Quijote y
Sancho, Madrid, 1914, págs. 172-173.
420 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
cador de paz,^^ recuerda la santa ley que *'nos manda que hagamos bien
a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen":
do A. Castro, ibid., págs. 292 ss. Véase en particular la expresiva fórmula del
Fersiles: . . no las esquilman las religiones, no las entresacan las Indias, no las quitan
las guerras".
91 Véase lo que dice Ricote en el Quijote, II, liv (ed. cit., t. VI, pág. 129): "... en
resolución, Sancho, yo sé cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricota mi mujer
son católicas cristianas, y aunque yo no lo soy tanto, tengo más de cristiano que de
moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer
cómo le tengo de servir".
S2 Quijote, II, LIV (ed. cit., t. VI, pág. 128): "Pasé a Italia, y llegué a Alemania,
y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran
en muchas delicadezas; cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della
se vive con libertad de conciencia". Hatzfeld CDon Quijote''* ais Wortkunstiverk,
pág. 124, nota) distingue en esta expresión — y acertadamente, al parecer — un ligero ma-
tiz peyorativo. Cf. en B. A. E., t. LXII, pág. 72 b (tomo II del Epistolario español) una
carta del Obispo de Cuzco Don Fernando de Vera, donde dice a un sobrino suyo
que va a Alemania, en 1636, en plena Guerra de Treinta Años: "Y pues pasaréis por
tierras donde hay libertad de conciencia, y hallaréis en ella herejes. . ." Y Meinorial
histórico español, t. XV (Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús), pág. 305:
"También se escribe de varias partes se ha dado libertad de conciencia en Inglaterra".
En esta carta de 20 de julio de 1639, sin nombre de autor ni de destinatario, la frase
puede tener sentido objetivo sin matiz desfavorable, ya que en otra carta de 15 de
enero de 1639 (ibid., pág. 171) las noticias que se dan de la religión en Inglaterra se
refieren insistentemente a un acercamiento del protestantismo al catolicismo. En la
lengua de Lope de Vega se aplica a las relaciones amorosas con un matiz de atrevi-
miento (dedicatoria de La viuda vale7iciana: "Gentileza de cuerpo y libertad de con-
ciencia en materia de sujeción"; Ajnar sin saber a quién, acto III, escena iii, w. 2166-
2167: "... y honrosa la razón pone en la cara / libertad de conciencia al pensa-
miento").
93 Quijote, II, LXII (ed. cit., t. VI, pág. 286): "... las despiertas centinelas de nues-
tra Fe..." Cf. Fersiles, ed. cit., t. I, pág. 215: "... la vigilancia que tienen los mastines
veladores que en aquel reyno tienen del católico rebaño".
EL ERASMISMO DE CERVANTES 423
do su liberad exterior por la sonrisa. Ninguna contradicción hay entre
su íntima libertad y sus protestas de ortodoxia, aunque éstas se multipli-
quen para mejor salvaguardar aquélla. El erasmismo, con el cual tiene
lazos, siempre pretendió permanecer ortodoxo al mismo tiempo que fiel
al espíritu evangélico. Se empeñó obstinadamente en formular la orto-
doxia en términos aceptables para todos los cristianos, haciendo a un lado
las cuestiones litigiosas y los excesos de carga no consagrados por una
tradición inmemorial. Cervantes puso en el Ferúles un breve resumen
de la fe cristiana al cual no se puede ciertamente hacer el reproche de
que se sujete exageradamente al espíritu de Trento. Una frase, al final,
se consagra al poder del Papa; fuera de esto, no se habla sino de los
dogmas fundamentales.^*
Pero, una vez salvaguardada así la ortodoxia, nada le impide al no-
velista reír de las caricaturas del espíritu ortodoxo que andan por las
calles. Todo el mundo jura "como catóHco cristiano"; todo el mundo
jura "en Dios y su conciencia": el infierno está empedrado de tales ju-
ramentos; por eso Cervantes se divierte en hacer que el primero lo repita
un musulmán, y el segundo un diablo.^^ La admiración boquiabiera
por las nuevas órdenes ascéticas hace nacer esta fórmula de incredúli-
dad: "¡No lo creyera si me lo dijeran frailes descalzos!" Don Quijote
la usa para responder a Doña Rodríguez que le cuenta algo increíble. . . ,
a lo cual se apresura luego a prestar fe. Los cristianos más ignorantes
se arrogan una especie de nobleza declarándose cristianos de vieja cepa.
Sancho da pruebas de tan buen natural, que se le supone "bien nacido,
y por lo menos cristiano viejo": él mismo pretende tener "cuatro dedos
de enjundia de cristianos viejos".^^ Las gentes se excusan de no ser me-
jores diciendo "que cada uno es como Dios le hizo"; "... y aun peor
muchas veces", añade maliciosamente Sancho.^^
^4 PersileSj ed. cit., t. II, págs. 234-236. Sobre la signiñcación religiosa y estética
de esta lección de catecismo dentro de la novela de Cervantes, véase el importante es-
tudio de Joaquín Casalduero, Sentido y forma de ^'Los trabajos de Fersiles y SigismuTi-
d(£\ Buenos Aires, 1947, págs. 253-255.
^5 Quijote, II, XXVII (ed. cit., t. V, pág. 73), y II, xxxiv (ed. cit., t. V, pág. 218).
Sobre esta forma de humor, véase Hatzfeld, op. cit., pág. 134.
Quijote, II, xLviii (ed. cit., t. V, pág. 479). Cf. I, xxxii (ed. cit., t. III, pág. 16).
Quijote, I, XX (ed. cit., t. II, pág. 126) y II, iv (ed. cit., t. IV, pág. 166). Ro-
dríguez Marín compara en nota un pasaje del entremés llamado El retablo de las ma-
ravillas (ed. Schevill-Bonilla, Comedias y entremeses, t. IV, pág. 110), donde Cervantes
pone en boca de Benito estas palabras: ". . . quatro dedos de enjundia de cristiano
viejo tengo sobre los quatro costados de mi linage".
Quijote, II. IV (ed. cit., t. IV, pág. 107).
424 ÚLTIMOS REFLEJOS DE ERAS.MO
Nunca acabaríamos si quisiéramos reunir estas fórmulas estereo-
tipadas de una religión instalada en todos los labios, ya que no en todos
los corazones. Aquí descubrió Cervantes un rico filón de comicidad.
Evoquemos solamente, para concluir, a la respetable borracha Pipota en-
trando en el patio de Monipodio, tomando agua bendita, poniéndose de
rodillas ante la imagen de Nuestra Señora, y después, al cabo de un
buen rato de inmovilidad, besando tres veces el suelo, alzando los brazos
y los ojos al cielo otras tantas, y levantándose por fin para echar su li-
mosna en la esportilla de palma que sirve de cepo. Oigámosla hablar de
sus "devociones", de las "candelicas" que pone a Nuestra Señora de las
Aguas, y del santo Crucifijo de Santo Agustín; y admiremos, después
de esto, su informe sobre la canasta de colar que el Renegado y Ciento-
piés le han encomendado precipitadamente, sin desembastanar ni contar
siquiera la ropa, fiados en "la entereza" de su conciencia. . .^^ Tenemos
aquí, modelada en plena luz, con un buen humor incomparable que hace
olvidar todas las amargas sátiras erasmianas, la más impresionante imagen
de la fe en las ceremonias, asociada al honor profesional de los ladrones y
a su degradación moral.
Que se diga, después de esto, que Cervantes representa el espíritu
de la Contrarreforma. . . Sea. Lo representa en el sentido de que él está
perfectamente instalado en ese mundo en que las devociones exteriores
disfrutan de un prestigio consolidado. Ha pasado ya el riempo de las
lamentaciones a la manera de Erasmo sobre la ceguera de los cristianos
que confunden las ceremonias con la religión. Es lícito reír del ham-
pa que cultiva ingenuamente este error. Es bueno hablar con prudencia
de los frailes que pretenden tener el monopolio de la santidad: una vez
tomada esta precaución, no está prohibido profesar un catolicismo de-
purado de toda superstición, que es también el de la porción más selec-
ta de religiosos y de clérigos. Pero, como se ve, este representante de
la Contrarreforma puede ser considerado, con el mismo derecho, el úl-
timo heredero del espíritu erasmiano en la literatura española, pese a
la profunda diferencia de tono que separa su obra de la de Erasmo. Un
testimonio tan precioso como inesperado viene a traemos la certeza de
que semejante conclusión no tiene nada de arbitrario. Un humanista
español del siglo xvii, que poseía en su biblioteca la Cosmografía de
Münster, se detuvo un buen día a considerar en ella un retrato de Eras-
mo salvajemente desfigurado por la censura inquisitorial, y escribió a
un lado del rostro: "y su amigo Don Quijote", y del otro: "Sancho
»9 Rinconete y Cortadillo, ed. cit., págs. 262 y 276-277.
EL ERASMISMO DE CERVANTES 425
los pedazos de papel que se arrastraban por las calles.^^ Pero era una
cabeza bien plantada, que sabía olvidar muchas cosas: no retuvo sino
aquello que lo divertía o aquello que le daba materia de reflexión, y lo
repensó todo por su cuenta. Por lo tanto, podemos, si así lo queremos,
suponer que leyó a Erasmo, o bien que respiró lo esencial de sus ense-
ñanzas en las lecciones de López de Hoyos, en la conversación de todos
los buenos ingenios de las generaciones anteriores a la suya. La incer-
tidumbre no es muy grave. Si nos inclinamos por la segunda hipótesis,
ello se debe a que todas nuestras investigaciones demuestran que la Es-
paña de Carlos V estuvo impregnada de erasmismo, que las tendencias
literarias de Cervantes son las de un ingenio formado por el humanismo
erasmizante, y que sin embargo su ironía, su humor, suenan a algo
completamente nuevo. Ni el Elogio de la lacurUy ni los Coloquios^
ni los Diálogos de los Valdés, ni el Viaje de Turquía dejan presentir
esa fantasía que, en el Quijote o en el Coloquio de los perros, hace su
juego en las fronteras de lo real y de lo inventado, de lo razonable y
de lo arbitrario. Pero esta genial novedad no es la que aquí nos ocupa.
Hemos querido solamente situar la obra del más grande escritor de Es-
paña en la perspectiva del erasmismo, demostrar que en ella se hace más
inteligible, y gozar una última vez del espectáculo de las ideas erasmia-
nas al favor de esta aparición suprema, inesperada, que hacen en las
letras españolas, al paso que vuelve a entrar en la oscuridad el nombre
de Erasmo.
Quijote, I, IX (ed. cit.y t. I, págs. 289-290) : "... como yo soy aficionado a leer,
aunque sean los papeles rotos de las calles. .
CONCLUSIÓN
planteado en toda su extensión por Américo Castro (España en su historia, op. cit., y
Aspectos del vivir hispánico, Santiago de Chile, 1949), problema de cuyos aspectos is-
lámico-cristianos volvió a ocuparse Don Miguel Asín en su obra póstuma Shadilíes y
alumbrados (publicada en la revista Al-Andalus a partir de 1944).
CONCLUSIÓN 433
Con esto queda dicho que el erasniismo fué un profundo movi-
miento cultural, cuyas consecuencias llegan muy lejos. Fué a la vez
iluminación y progreso de las luces. Removió en España lo que ella
tiene de más íntimo y universal. Enriqueció su patrimonio de manera
imperecedera. Es imposible evocarlo sin pensar en otro movimiento que,
desde mediados del siglo xix, ha desarrollado en España consecuencias
sorprendentes: el krausismo. En 1931, un heredero espiritual de los krau-
sistas, nombrado ministro de la joven República española, decía en la
tribuna de las Cortes constituyentes: "Nosotros que somos los moder-
nos erasmistas. . La comparación no es arbitraria. Ciertamente, la obra
de Erasmo ofrecía una plataforma mucho más amplia, mucho más só-
Hda, mucho más cómoda que la de un Krause para un trabajo de reno-
vación espiritual. En ambos casos, sin embargo, se trata de movi-
mientos cuyos buenos resultados se deben a que disponían de un rico
sustrato local,* y de movimientos que hicieron a España participar en
el pensamiento y en la esperanza comunes de la humanidad civilizada.
i\iovimientos, asimismo, que tuvieron que empeñar lucha tenaz contra
otra España ariscamente antieuropea, enemiga de las novedades, teme-
rosa siempre de "perder su yo".^ La lucha no ha concluido. Está to-
mando formas trágicas. La crisis del capitalismo moderno fomenta gue-
rras civiles no menos cruentas que la crisis de la Iglesia católica en el
siglo XVI. Una vez más la sombra de las guerras de religión se cierne
sobre Europa. Bien sabemos que el humanismo tendrá la última pala-
bra: aun vencido, como en la época de Erasmo, resurge, como en la
época de Rousseau. Ojalá no sufra ecHpse. Ojalá ayude a España y al
mundo a resolver los verdaderos problemas, a ahuyentar las pasiones, las
querellas metafísicas y todos esos aterrorizadores fantasmas que escon-
den a los hombres su fraternidad profunda.
2 de agosto de 1936.
4 Sobre la profunda conformidad del krausismo con ciertas tendencias del mis-
ticismo español, véase Unaniuno, En tomo al casticisrno (Ensayos, t. I, Madrid, 1916),
pág. 153. Cf., del mismo autor, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, s. f., pág.
291, acerca de las "raíces pietistas" de Krause. Y en cuanto al aspecto religioso del mo-
vimiento krausista, véase la tesis del P. Fierre Jobit, Les éducateurs de PEspagne mo-
deme: I, Les Krausistes, Paris-Bordeaux, 1936.
5 Cf. Unamuno, En tomo al casticismo, ed. cit., pág. 22.
APÉNDICE
2 Gabriel Pereira, Évora e o Ultra7?iar: Balthazcrr Jorge ein Diu, Évora, 1888, págs.
11-12; y prólogo del Enquiridion, ed. cit , pág. 67, nota 1.
3 El estudiante Tomás Rodaja, al vestirse "de papagayo", es decir, de soldado, "los
muchos libros que tenía los redujo a unas Horas de Nuestra Señora y un Garcilaso sin
comento que en las dos faldriqueras llevaba" (Cervantes, El licenciado Vidriera, ed.
cit., pág. 14).
4 Publicado (en extracto de Tomás González) por Martín Fernández de Navarrete,
Colección de los viajes, t. I (2^ ed., Madrid, 1858), págs. 462-476, y profusamente co-
mentado, en la parte que nos interesa, por José Almoina, La biblioteca erasviista de
Diego Méndez, Ciudad Trujillo, 1945.
5 Vida del Ahmrante Don Cristóbal Colón, escrita por su hijo Hernando Colón,
México (Fondo de Cultura Económica), 1947, págs. 313 jí. Admitimos la atribución
del libro al hijo del Almirante como establecida por Ramón Iglesia.
6 Elegías de carones ilustres de Indias, en B. A. E., t. IV, pág. 43 b.
DIEGO MÉNDEZ EL DE LA CANOA 437
Ésa pudo ser la leyenda que Castellanos recogió en Santo Domin-
go, fundada tal vez en una losa sepulcral o en un dintel de portada. La
realidad parece menos risueña. Porque en su testamento, donde Méndez
alude prolijamente a la ingratitud de los Colones, no hay alusión a tal
merced real, ni ostenta el do7i de los caballeros. Sólo manda que en la
piedra de su sepultura "se haga una canoa, que es un madero cavado en
que los indios navegan, porque en otra tal navegó 300 leguas, y encima
pongan unas letras que digan canoa". ¿Sc otorgaría Méndez a sí mis-
mo esta ejecutoria con armas parlantes?
Otra manda es la que nos interesa. Así como Diego Méndez pide
que, en acto de justicia póstuma, recaiga en uno de sus hijos la merced
del alguacilazgo mayor de Santo Domingo de que le frustraron los he-
rederos del Almirante, así también deja a sus hijos "por mayorazgo"
los pocos libros de su biblioteca de pretendiente heroico. Otorga testa-
mento en Valladolid, en 1536, lejos de su hogar colonial. Allá, en Santo
Domingo, quedaron el Dante y el Valerio Máximo. Allá van los libros
recién adquiridos durante el viaje a la Corte; los enumera a sus hijos:
Los libros que de acá os envío son los siguientes: Arte del bien morir
de Erasmo, un Sermón de Erasmo en romance, Josepho De bello Judaico,
la Filosofía moral de Aristótilis; los libros que se dicen Lingtia Erasmi; el
Libro de la Tierra Sonda; los Colloquios de Erasmo; un tratado de las Que-
rellas de la paz; un libro de Contemplaciones de la Pasión de Nuestro Re-
dentor; un tratado de La venganga de la muerte de Agamemnón y otros
tratadillos.*^
LÁMINA XXV
La Utopía de Tomás Moro
Ejemplar que perteneció a Fr. Juan de Zumárraga.
EL ERASMISMO DE LÁZARO BEJARANO 441
20 Medina, op. cit., t. II, págs. 42 íí. (§§ 14, 5, 18, 27, 1, 6, 13, 25).
21 Ibid., § 9.
22 Ibid., § 28.
23 Elegías, ed. cit., pág. 184 a.
LA EVANGELIZACIÓN SEGÚN EL "ECCLESIASTES" 443
por los frailes misioneros, si algunos intervinieron en ella. Lo cierto es
que lo condenaron a "abjurar tres proposiciones que hacían sentido
herético, sin otras escandalosas y malsonantes". A aquel censor de la
predicación vulgar, amigo de leer libros prohibidos, le intiman "que no
reprehenda los predicadores ni lea libros por toda su vida si no fuere
la Biblia", multándolo con ciento cincuenta pesos de oro para obras
pías. Su cómpHce o "confederado", Fr. Diego Ramírez, fué condenado
a abjurar de seis proposiciones, a perpetuo destierro de las Indias y reclu-
sión de un año en el convento de la Merced de Sevilla; se le prohibió
además, por ocho años, el predicar, confesar, disputar públicamente, pu-
blicar libros de teología, y por seis meses decir misa.^*
Si el llamado luteranismo de Be jarano no pasa de evangelismo eras-
miano, es erasmismo llevado a la práctica, y con él rozamos ya la zona
más importante, aunque menos visible, de la influencia de Erasmo en
América: la ejercida anónimamente a través de los frailes evangelizado-
res del Nuevo Mundo. Cuando, guiado por indicaciones de Robert
Ricard, descubrí hace veinte años la deuda de Fr. Juan de Zumárraga,
primer Obispo de México, para con Erasmo, era difícil sospechar el al-
cance del problema. Resultó más claro después que Silvio Zavala pu-
blicó su precioso opúsculo sobre La Utopía de Tomás Moro en la Nueva
España^^ y dió a conocer el ejemplar de la Utopía manejado por Zu-
márraga.^^ Del erasmismo español se derivó hacia América una corriente
animada por la esperanza de fundar con la gente nueva de tierras nue-
vamente descubiertas una renovada cristiandad. Corriente cuya existen-
cia no llegó a imaginar Erasmo.
No pudo ignorar el Filósofo de Rotterdam que un nuevo mundo
había sido descubierto por los portugueses. Pero la noticia quedó en él
fría y abstracta. Aun cuando dedica a Juan III de Portugal las Chryso-
stomi Lucubrationes y quiere alabar las navegaciones de los portugueses
al Extremo Oriente, nunca las trata con el lírico entusiasmo del valen-
ciano Luis Vives, que las ve desde los Países Bajos en plena transforma-
ción debida al nuevo comercio oceánico. Escribe Vives a Juan III, al
dedicarle el De disciplinis:
Nos han descubierto rutas del cielo y del mar nunca conocidas hasta
ahora, ni siquiera de oídas, pueblos y naciones admirables por sus costum-
24 Medina, op. cit.y t. II, págs. 46-50 (doc. xv).
26 México, 1937.
26 Silvio Zavala, Letras de Utopía, en Cuadernos Americanos, México, 1942, núm. 2.
444 ERASMO EN EL NUEVO MUNDO
bres y su barbarie, y también por aquellas riquezas que tanto admiran nues-
tras pasiones: verdaderamente se ha abierto al género humano su orbe.^"
Oímos cada día las quejas de los que lamentan la decadencia de la re-
ligión cristiana, cuyo dominio, que abarcó la totalidad de la tierra, se con-
trae a esta estrechez. Aquellos a quienes duele en el alma deben pedir a Cristo
en fervorosas y asiduas oraciones que sea ser\'ido de mandar trabajadores en
su mies, o, mejor dicho, sembradores en su campo. ¡Dios inmortal! ¡Cuánta
extensión de terreno en el mundo, en que la simiente evangélica no ha sido
echada todavía o lo ha sido tan mal que la cizaña es más que el trigo! La
menor parte del mundo es Europa. La región más brillante de todas es Gre-
cia, con Asia Menor, donde primero pasó desde Judea el Evangelio, con
gran éxito. Pero ¿no está casi toda en manos de musulmanes y enemigos del •
nombre de Cristo? Ya en el Asia Menor, cuya extensión es inmensa, decid-
me, ¿qué hay que sea nuestro? La misma Palestina, de donde primero irra-
dió la luz evangélica, es de extraños. ¿Qué hay que sea nuestro en África?
No cabe duda de que, en tanta extensión de países, hay pueblos rudos y
sencillos que fácilmente podrían ser atraídos a Cristo si se mandase gente
para hacer la buena siembra. Y ¿qué diremos de los países hasta ahora des-
conocidos qiie se descubren cada día, y de los que dicen que quedan en
regiones adonde ninguno de los nuestros ha llegado hasta la fecha? No digo
ahora nada del sinfín de judíos mezclados entre nosotros, ni del gran núme-
ro de paganos encubiertos bajo el nombre de cristianos, ni de tantas falan-
Este catecismo me pareció que cuadraba más, a lo menos para esta gen-
te ytiempo presente, y aun para algunos años adelante no ternán necesidad
de otra doctrina, y mi deseo siempre ha sido que a esta gente fimdásemos
ante todas cosas en la inteligencia de nuestra je, de los Artículos y Manda-
mientos, yque sepan en qué pecan, dejando los sermones de otra materia
para más adelante.^^
cidió con el ataque de John Hawkins en San Juan de Ulúa, 1568), y censura la manera
de tratar a los ingleses, opinando que el Virrey se había portado mal "y no como
caballero", pues no guardó su palabra al corsario. Contra la opinión vulgar que consi-
deraba milagrosa la victoria de Pedro Menéndez sobre Ribaut en la Florida, él dice
que Dios no hace milagros en la guerra, sino que cada uno vence como puede, y
censura la conducta de Menéndez, que mató a sus prisioneros después de dar su pala-
bra de que les guardaría la vida. Por más que la Inquisición le atormentó cruelmente,
no consiguió probar su "luteranismo", y no sería luterano muy empedernido, ya que
había adaptado personalmente de un modelo francés la leyenda de una estampa de
Nuestra Señora del Rosario impresa por Ocharte. La libertad de juicio que se da en
ese francesito aventurero es menos específicamente erasmista que el evangelismo de
Zumárraga.
FE DE ERRATAS
Tomo I
Tomo II
Fág. 14, líneas 9-10, léase: contra las indulgrencias predicadas por Tetzel.
Fág. 17, línea 23, léase: del Doctor Pedro Ortiz.
Fág. 57, línea 15, léase: otra herejía.
Fág. 62, nota 13, línea 7, léase: Martín Pérez de Olivan.
Fág. 82, línea 11, léase: Vergerio, discípulo de. . .
Fág. 88, línea 5, léase: tanto en Osuna como. . .
Fág. 168, línea 2, léase: Fr. Domingo de Rojas.
Fág. 208, nota 3, línea 17, léase: Raimundo Sabunde.
Fág. 227, línea 1, léase: Sleidan.
Fág. 254, línea 18, léase: Día tras día.
Fág. 269, línea 5, léase: el Scholástico.
Fág. 273, línea 1, léase: Juan Lorenzo Otavanti.
Fág. 287, línea 20, léase: Femando Pérez del Escorial.
Fágs. 292-293, los mímeros de las lá?mnas deben ser: XXI bis y XXI ter.
Fág. 362, línea 18, léase: Aconseja a un fraile.
Fág. 365, línea 22, léase: miserables tiempos.
Fág. 427, línea 13, léase: el Elogio de la locura.
455
ÍNDICE ANALÍTICO
Mantova, Fra Battista de, véase Bap- Marín, Femando, abad de Nájera,
tista Mantuanus.
Mantova, Fra Benedetto de, II, 97. I, 9-10. Sículo, Lucio, I, 23, 27,
Marineo
Mantua, I, 501. 285, 476.
Mantuano, Fra Battista, véase Bap- Marinan, I, 94.
tista Mantuanus. Marlian, Luis, obispo de Tuy, I,
iManucio, Aldo, I, 23, 25, 85, 493;
II, 265. 96, 124-127.
Marot, Clément, II, 399.
iManucio, Paulo, II, 336, 338, 339, Marques Braga, M., II, 213.
438.
Marquina, I, 213.
Manuel I de Portugal, I, 61, 62. marranos, véase conversos.
Maquiavelo, I, 93, 467. Marruecos, II, 233.
Marañón, Gregorio, II, 383. Marta, Madre, I, 62, 78, 79, 81, 199,
Maravall, José Antonio, II, 420, 421, 200.
447, 453. Marte, I, 444, 457.
Marcela, Santa, I, 348. Martens, Thierry, I, 116, 134.
Marcial, II, 394. Martí, Deán, II, 101.
Marck, Érard de la, véase Lamarck,
Érard de. Martial d'Auveríjne, II, 227.
Martín, San, I, 444.
Marcos, Evangelio de Saii, véase Bi- Martinenche, Ernest, I, ix.
blia. Martínez, Francisco, II, 186.
March, José M^ I, 215, 383; II, 72, Martínez, Gaspar, II, 28.
158, 232. Martínez, Isabel, II, 117.
Marforio, II, 165, 166. Martínez, Sebastián, II, 255.
Mariralho, Pedro, I, 282, 292, 299, Martínez Añíbarro, M., II, 66, 101.
30^2, 305, 321. Martínez de Ampiés, Juan, II, 441,
Margarin, II, 343.
442.
Margarita de Angulema, reina de Martínez de Burgos, M., II, 199. ^
Navarra, I, 189, 190; II, 82, 219. Martínez de Cantalapiedra, Martín,
Margarita de Austria, duquesa de
Saboya, I, 121, 179, 181, 270, 483. II, 351, 359; Libri decem hypo-
typoseon theologicariim, II, 382.
iMaría, Infanta (hija de Carlos V), Martínez de Pedernales (o Guije-
II, 208.
ño), Juan, véase Martínez Silíceo,
María de Austria, reina de Hun-
gría, I,482, 483. Martínez de Toledo, Alfonso, arci-
María de Hungría, II, 318. Juan. preste de Talavera, II, 238.
María de Portugal, II, 231. Martínez Silíceo, Juan, arzobispo
María de Santo Domingo, Sor (la de Toledo, I, 282, 492; II, 65, 111,
Beata de Piedrahita), I, 73, 74, 312, 431.
78, 80, 199, 200, 204, 206, 207,
Martinho de Portugal, véase Por-
209; Libro de la oración, I, 80-81. tuíjal, Martinho de.
María de Toledo, Sor ("la Pobre"), Martins, Mário, II, 208.
I, 82. martirio, II, 115, 118, 344.
María Magdalena, Santa, I, 99, 116- Martirio de Santa Quiteria, I, 32.
117, 218, 442, 444, 448. Mascarenhas, Pedro de, I, 485.
María Tudor, II, 148, 191, 313.
Masson, Jacques le (Latomus), I,
Mariana, Juan de, II, 360. 114, 133, 158, 163, 266, 376.
ÍNDICE ANALÍTICO 505
Matalascallando, II, 281-282. 177, 185-207.— Cf. contemplación,
Matamoros, Alonso García, véase oración.
García Matamoros, Alonso. meditatio monis, I, 231; II, 151-152,
Matatiguí, Fernando de, I, 283, 284, 162.
298, 300, 305; II, 37. Medrano, Antonio de, I, 207, 221;
matemático, espíritu, II, 354. II, 31, 42.
Mateo, Evangelio de San, véase Bi- Mejía, véase Mexía.
blia. Melanchthon, I, 126, 172, 17?, 176,
Matilde, Santa, I, 57. 177, 246, 480-482, 484, 487; II,
matrimonio, estado de, I, 169, 201, 15, 66, 81-82, 96, 101, 102, 115,
204, 208, 229, 334-336, 337, 338, 133, 245, 246, 295, 328-329.
456, 460-462, 464; II, 64, 66, 138, Melchor, Fray, I, 72-82, 207, 210,
205, 239, 256, 257, 340, 342. 250.
matrimonio, sacramento del, I, 144, Melé, Eugenio, I, 488; II, 83, 144.
147, 289, 336, 436, 488, 489. Melgares Marín, J., I, 208, 209, 213,
matrimonio de los sacerdotes y re- 218, 244-246, 409, 421, 422; II,
ligiosos, I168,
, 334, 374, 437, 480; 52, 53, 56.
II, 84, 91, 296.-Cf. celibato, Mélito, Conde de, véase Mendoza,
sacerdotes concubinarios. Diego de.
Mattioli, Andrea, II, 290, 293. Melusina, véase La linda Melusina.
Mauroy, Henry, II, 65, 312. Mella, Mosén, II, 69.
Maximiliano I, I, 94, 120. Mello, Francisco de, I, 118.
Maximiliano II, II, 318. Mena, Juan de, I, 28, 31, 59; II, 309.
Menandro, II, 233.
Mayáns y Sisear, Gregorio, I, 119,
220; II, 68. Menavino, Giovan Antonio, II, 283,
Meaux, I, 189. 284, 293.
Meaux, obispo de, véase Brigonnet, Mendes, Joáo R., II, 214.
Guillaume. Mendes dos Remédios, I, 464.
Mechlin, I, 260. Méndez de Segura, Diego, II, 436-
medallas, I, 500-501; II, 71-72. 437.
medicina, I, 15; II, 70-71, 255, 259, Mendieta, Fr. Jerónimo de, II, 453.
266, 280, 282, 284-286, 287, 290- Mendoga, Juan de, II, 104.
291, 298, 299-300, 344, 361. Mendoza, familia, véase Infantado,
Medina, José Toribio, II, 441, 442, Duques del.
443. Mendoza, Brianda de, II, 207.
Medina, Juan de, I, 14, 284, 401, Mendoza, Diego de, conde de Mé-
422, 491; II, 21, 46, 47-48, 50, 67, lito, II, 160.
93, 149. Mendoza, Diego Hurtado de, véa-
Medina de Ríoseco, véase apóstoles se Hurtado de Mendoza, Diego.
de Medina de Ríoseco. Mendoza, Francisco de, obispo de
Medina del Campo, I, 210, 334, 401; Jaén, I, 394; II, 94, 102.
II, 21, 88, 257, 264, 276. Mendoza, Francisco de, obispo de
Medinaceli, I, 272. Zamora, I, 399; II, 226.
Medinaceli, Duque de, I, 272, 500; Mendoza, Fr. íñigo de, I, 53.
II, 56, 231. Mendoza, íñigo López de, véase
meditación, I, 52, 417, 418-419; II, López de Mendoza, íñigo.
505 ÍNDICE ANALÍTICO
Mendoza, Juan Hurtado de, véase mérito, I, 179, 219, 414; II, 53, 85,
Hurtado de iMendoza, Juan. 175, 188.
iMendoza, Luis Hurtado de, véase Merriman, Roger Bigelow, I, 183,
Hurtado de xMcndoza, Luis. 272, 273.
iMendoza, Mencía de, marquesa del Merselquebir, I, 62.
Zenete, condesa de Nassau, du- mesianismo, I, 63, 65-68, 71-83, 106,
quesa de Calabria, II, 68, 71-72, 209, 217, 263-266, 272, 280-281,
98, 101, 313. 445-446, 449, 470, 473, 477, 479.
Mendoza y Bobadilla, Francisco de, Mesnard, Pierre, I, 104, 170, 176.
véase Bobadilla y Mendoza, Fran- Mespergue, Carlos de, II, 343.
cisco de. metafísica, I, 19, 371; II, 357, 377.
Mendoza y de Bivar, Rodrigo de, Methodica juris traditio, II, 331.
marqués del Zenete, II, 70. Metsys, Quintín, I, 87; II, 25.
Mendoza y Zúñiga, íñigo López de, Metz, II, 287-289, 296, 300.
Alexia, Alonso, II, 16, 20, 23.
véase López de Mendoza y Zú-
ñiga, Iñigo. iMexía, Cristóbal, II, 77-78, 112, 152,
Menéndez, Pedro, II, 454. 441.
Menéndez Pidal, Ramón, I, xi, 329, Mexía, Luis, I, 324, 336, 344; II,
428; II, 405. 240; traducción del Frocus et
Fuella de Erasmo, I, 336.
Menéndez y Pelayo, Marcelino, I,
VII, 2, 29, 30, 32, 59, 60, 103-104, iMexía, Pero, I, 308, 382; II, 77-78,
107, 108, 110, 154, 193, 211, 214, 112, 152, 225, 441; Diálogos, II,
215, 252, 286, 306, 307, 321, 333, 230, 255, 257, 259, 261; Historia
362, 465, 467, 469, 492, 493; II, imperial y cesárea, II, 227; Silva
de varia lección, II, 133, 242-243,
64-65, 79-80, 93, 95, 100, 102-
244, 255, 257, 402; traducción del
105, 108, 109, 113, 118-119, 133, Deviónico de Isócrates, II, 230.
134, 150, 166, 168, 178, 186, 214,
México, I, X, XI, 401; II, 131, 142,
215, 217, 225, 226, 229, 231, 236,
240, 242, 247, 248, 256, 258, 266, 251, 435, 438, 445-453; Colegio
de Tlaltelolco, II, 449; Inquisi-
268, 273, 277, 292, 312, 318-320, ción, II, 332, 438-440, 453-454;
323-324, 327, 329, 334, 349, 350, monasterio de San Francisco de
391, 400, 402, 408, 421, 435, 450, Cuernavaca, II, 440; santuario del
452.
Tepeyac,
251. II, 451; Universidad, II,
Meneses, Fr. Felipe de, II, 133-1 37,
186, 327; Luz del ahjia christiaija,
Meyer, André, I, 176.
II, 133-135, 202, 401, 419. Mezquita, Miguel, I, 324; II, 69.
Meneses, Fr. Francisco de, I, 255,
Michaélis de V^asconcellos, Caroli-
372; II, 338. na, I, 211, 485; II, 214, 276.
mercaderes, véase comerciantes. Michel Ange, Fr., O. Al, I, 7, 11,
mercedarios, I, 286.— Cf. hábito de 199, 209, 210, 216.
la Merced. Alichelet, Jules, II, 367.
Mercurio, II, 172. Michoacán (Aléxico), II, 446, 447.
Mérimée, Henri, II, 72, 213, 313. Alidas, I, 44, 135.
Merino, Esteban Gabriel, obispo de Aliddelburgo (Zelanda), II, 110,
320.
Jaén, arzobispo de Bari, I, 267,
318, 377, 394, 502; II, 131. Miguel, Fr., II, 318.
ÍNDICE lLITICO 507
Miguel, San, II, 283. misa del Conde, I, 356; misa nue-
Miguel Ángel, II, 265. va, II, 166, 244, 272; misas pare-
Miguélez, Manuel F., O. S. A., I,
61. jas, I,395.
misceláneas, I, 42; II, 230, 233, 241-
milagros, I, 147, 148, 232-233, 395, 247, 255, 400, 402, 404.
404, 417; II, 8, 9, 70, 165, 171, miseria del hombre, I, 56, 58, 101,
176, 300, 392, 410, 411, 451, 453. 225, 243, 329, 410-411; II, 120,
Milán, I, 273, 441; II, 329. 136, 175, 186-187.
Milán, Luis, El Cortesano^ II, 347. misericordia divina, I, 58, 243, 328-
Milanesado, I, 434. 330, 409; II, 129, 157, 163, 186-
miles christianus, I, 226-228; II, 154, 187, 380, 418, 453.
235-236. misioneros, véase evangelización.
Millares Cario, Agustín, II, 448. misoneísmo, I, 35, 112, 260; II, 15,
Millé y Giménez, Juan, I, x; II, 396. 76, 432, 438.-Cf. xenofobia.
Millis, Guillermo de, II, 328. misterios, meditación de los, II, 201,
203.
Millis, Vicente de, II, 244.
Mintumo, Antonio, II, 208, 344. misticismo, I, vii, 19, 63, 79-82, 195-
Mintzburg, Juan de Epstein, véase 197, 210, 418; II, 96, 137, 192,
Epstein Mintzburg, Juan de. 203, 205-207, 321, 326-327, 370,
Miona, Maestro, I, 247, 248-249; II, 374, 429, 430, 432.
58. modernismo, I, xiii; II, 41-42.
Mir, Miguel, I, 195; II, 160, 397. Mohacz, I, 263, 271, 500.
Miranda, Alfonso de, II, 266. Moisés, I, 32, 89, 226, 365; II, 217,
Miranda, Fr. Bartolomé de, véase 244, 388.
Carranza de Miranda, Fr. Bar- Moles, Fr. Juan Baptista, Memo-
tolomé. ria de la Provincia de San Ga-
Miranda, Conde de, véase Zúñiga, briel, II, 446.
Francisco de. Molina, Juan de, I, 417.
Miranda, Jerónimo de, II, 266. Molina, Fr. Juan de, II, 318.
Mirándola, Juan Pico de la, véase Molineo, véase Moulin, Charles du.
Pico de la Mirándola, Juan. Mónaco, I, 427.
Mirón (jesuíta), II, 72, 347. Monachatus non est pietas, I, 193,
misa, sacrificio de la, I, 490; II, 95, 218, 224, 239, 249, 349-350, 351,
128, 129, 176; disposiciones del 372-373, 404, 494; II, 108, 164,
sacerdote, I, 4, 395, 416, 436; II, 195, 200, 202, 212, 316, 333, 341,
48, 180; obligación de oír misa, 389, 413-419, 424, 432.
I, 69, 232, 245, 339, 415, 417, 461; monaquismo, I, 5-12, 88, 101, 147,
II, 130, 176, 198, 439-440, 442; 149-150, 169, 203, 204, 218, 253-
misa cotidiana, I, 437, 459, 468; 257, 260-262, 275-277, 280, 309,
II, 39, 138, 418; misa privada, I, 316, 319, 326, 332, 337-338, 341,
480, 481; abrogación de la misa, 342, 349-352, 361, 362, 364, 368-
I, 483; misas de difuntos, I, 463; 382, 388-389, 391, 399, 405, 456,
II, 155, 162, 165, 180, 341; misas 461, 465, 471, 494; II, 15, 19, 42,
supersticiosas, I, 444; II, 181, 276; 43,66, 72, 73, 76,91-92, 121, 153,
misa de las Once mil vírgenes, II, 164, 190, 192, 195-196, 200-201,
165; misa de San Antonio, II, 181; 203-204, 210, 259, 273, 341, 351,
misa de Sant Amador, II, 165;
364, 370, 381, 389, 392, 410, 414-
508 ÍNDICE ANALÍTICO
415, 416, 419, 423, 432.-Cf. clau- 502; II, 66, 83, 86, 96, 97, 220,
sura monástica, coro, Mojiachatus 307, 377.
non est pietas, reforma monásti- Montojo, Fr. Antolín, II, 398.
ca, silencio monástico, votos mo- Montoliú, Manuel de, II, 375.
násticos. Montserrat, Nuestra Señora de, I,
Moneada, Hugo de, I, 271, 435, 438, 56; II, 149, 252, 453.
477. Monzón, II, 27, 28, 60.
Monzón, Francisco de. Espejo del
Mondéjar, Marqués de, véase Hur-
tado de Mendoza, Luis. príncipe christiano, II, 225, 232-
Mondoñedo, II, 257. 233, 241.
Moráis, Manuel de, II, 452.
Mondoñedo, Obispo de, véase Gue-
vara, Fr. Antonio de; Suárez, Je- Morales Oliver, Luis, II, 337.
rónimo. moralismo, I, 269, 338, 339, 411,
Monforte, Maestro, I, 20, 50, 188. 416-417, 465; II, 127, 136, 216,
monjas, véase religiosas, 217-219, 224, 239, 248, 259, 267,
monjes, véase monaquismo. 277, 340, 391, 394, 401, 407.
Monreal, Conde de, I, 500. Moratín, Leandro F. de, véase Fer-
Montaigne, Michel de, I, 360, 363; nández de iMoratín, Leandro.
II, 230, 257, 385, 404, 411-412. Morby, Edwin S., II, 277.
Montaigu, Colegio de, I, 19-20, 162. Morejón, Diego, traducción del
Montano, véase Arias Montano, Uxor Meinpsiga77ios de Erasmo,
González Montano. I, 324, 334-335.
Montcuq, II, 453. Morel, Fédéric, II, 245.
Morel-Fatio, Alfred, I, ix, 129, 476,
Monte, Diego de, II, 291.
Monte Cavalli, véase Roma. 477; II, 86, 145, 210, 227, 271,
Monte di Croce, Riccoldo de, I, 68. 306, 417.
Moreno, Juan José, II, 447.
Monte Sión, Congregación de, II, Moreno Villa, José, II, 310.
431.
Morillo, Doctor, II, 104, 234.
Monteagudo, Conde de, véase Hur- Morillon, Guy, I, 92, 96, 97, 158,
tado de iMendoza, Juan (2).
162, 164, 181, 182, 366, 423.
Montemayor, Jorge de, II, 208-209, moriscos, véase Islam.
384; Ca7icionero, II, 208, 209, 333;
Moro, Tomás, I, 90, 95, 118, 119,
Diálogo spiritual, II, 208; Diana,
•131, 240, 260; II, 75; Utopía, I,
II, 208, 254, 258, 401; paráfrasis
del Miserere, II, 209. 117; II, 443, 446-447.
Morone, Cardenal, II, 80, 97, 104,
Montera, P. de, II, 292. 314.
Montero, Juan I, xi. Mortier, R. R, I, 8; II, 324.
Montesdoca, Juan, I, 493. mortificaciones, I, 204; II, 114, 138,
Montesino, Fr. Ambrosio, Cancio- 158, 201, 342, 374, 388, 389.
nero, I, 53; II, 208; traducción Mota, Pedro, II, 250, 251.
de la Vita Christi de Lodulfo de Mota, Pedro Ruiz de la, véase Ruiz
Sajonia, I, 52-53.— Cf. Epístolas y de la Mota, Pedro.
Evangelios. Motrico (Navarra), I, 284.
Montesinos, José F., I, x, 121, 285, Moulin, Charles du, II, 337.
420, 427, 430, 447, 452-456, 458, Mountjoy, véase Blount, William.
462, 465, 467, 469, 472, 488, 500, Moya, Antonio de, I, 50.
ÍNDICE ^LÍTICO 509
Moya de Contreras, Licenciado, II, Nassau, Enrique, Conde de, II, 68,
342. 71.
muerte, preparación para la, I, 99, Natividad de Cristo, I, 52, 102; II,
231, 337, 340, 463; II, 151-168, 353.
239. naturaleza, I, 88, 99, 101, 186, 477;
muerte repentina, II, 151, 153, 162, II, 70, 159, 265, 281, 293, 440.
411, 426. Navagero, Andrea, I, 270, 273, 274,
Mühlberg, II, 262. 280, 430.
mujeres, I, 169, 206-209, 253-254, Navarra, I, 106, 182, 421; II, 178,
261, 335-336, 345-349, 389, 464; 233, 255, 439; Inquisición, I, 64,
II, 10-11, 146, 149, 238-239, 261, 143, 421, 492; II, 88, 101, 331.
325. Navarra, Francisco de, obispo de
multas eclesiásticas, I, 4, 184, 384, Ciudad Rodrigo, II, 263, 267.
385, 389, 394, 395. Navarra, Pedro de, obispo de Ba-
Munich, I, IX, X, xi, xvii; II, 125. dajoz, arzobispo de Valencia, II,
Münster, Sebastián, II, 337, 346, 104, 124.
359; Cosmographia, II, 283, 293, Navarra, Vicente, I, 321, 370.
424-425. Navarro, Doctor, véase Azpilcueta,
Munyoz, Maestro, II, 344. Martín de.
Muñoz, I, 221. Navarro, Martín, I, 100; II, 112.
Muñoz, C, I, 250. Navarro, Pedro, I, 67.
Muñoz, Miguel, obispo de Cuenca, Naves, II, 83.
I, 250, 272. Neapolis, I, 109-110, 135.
Murcia, I, 284, 472; II, 66, 139. Nebrija, Elio Antonio de, I, 18, 23,
Murta, monasterio de la, véase Bar- 26-47, 49, 99, 107-108, 136, 185,
celona. 250, 255, 372, 378; II, 207, 245,
Musas, I, 144. 253, 263, 304, 349, 395, 444; An-
Museo, I, 24. notationes Sacrae Scripturae, I,
música, I, 148, 247, 495; II, 127, 40; Apología, I, 32, 34, 35, 40;
179, 184, 208, 275. comentario a Virgilio, I, 32; Dic-
Musuro, Marco, I, 493. cionario latino-español, I, 30, 108;
Myconius, I, 481. Epístola a Cisneros, I, 31, 37, 41,
42, 46; Gramática de la lengua
Nadal, II, 140, 330. castellana, I, 29; II, 306; Gramá-
Nájera, monasterio de Santa María, tica latina, I, 108; II, 295, 306;
I, 9. Introductiones latirme, I, 31;
Nájera, Abad de, véase Marín, Fer- Muestra de las antigüedades de
nando.
España, I, 31; Quinquagenae, I,
Nájera, Bartolomé de, II, 255. 50; Tertia quinquagena, I, 28, 34,
Nájera, Duque de, véase Manrique
de Lara, Pedro. 38, 39-40, 45, 110; Repetitio ter-
tia, I,42; Repetitio quinta, I, 42;
Nancy, II, 289. Vocabulario de la sacra escritura,
Nápoles, I, 78, 109, 136, 271, 273,
I, 40; edición de los Libri mino-
274, 402, 434, 479, 488, 491, 503; res, I,32; ediciones de los poetas
II, 69, 99, 120, 186, 220, 278, 306, cristianos, I, 32; edición de Per-
313, 320, 330.
sio, I, 32, 33, 40; edición de Te-
Nápoles, Virrey de, véase Lannoy. rencio, I, 32.
510 ÍNDICE ANALÍTICO
Nebrija, Sebastián de, I, 28, 40. 185, 186, 187, 283, 394; II, 16, 67,
NeheTmaSj Libro de, véase Biblia. 263, 266, 304, 359, 395; comen-
Nepuino, I, 444; II, 171. tario alas Trescientas de Juan de
Nereidas, II, 243. Mena, I, 28, 31; Refranes o pro-
Nicea, Concilio de, I, 302; II, 92. verbios en romance, II, 229; tra-
Nicola, Felipe, I, 259, 268, 269, 482- ducción de la Historia de Bohe-
483. mia de Eneas Silvio, I, 28.
Nicolao, pez, II, 243. Núñez, Mari, I, 208, 210.
Nicolás, San, II, 172. Núñez, Pedro Juan, II, 342-345.
Nicolás Antonio, véase Antonio, Núñez Alba, Diego, Diálogos de la
Nicolás. vida del soldado, II, 262-263.
Nicolás Gusano, véase Cusa, Nico- Núñez Cabeza de Vaca, Luis, obis-
lás de. po de Salamanca, I, 393.
Nicolás de Jesús María, Fr., II, 370 Núñez Coronel, Antonio, I, 20, 162;
Nicomedia, II, 286, 294. II, 93.
Nieto, Doctor, II, 441. Núñez Coronel, Luis, I, 20, 158,
Nieto, Fr. Gaspar, II, 169. 161-162, 164, 165, 181, 182, 193,
Nifo, I, 478.
220, 224, 225, 254, 260, 261, 279,
NixTÍtag <¡>av(5X0(;^ I, 46. 285-287, 288, 300, 304, 316, 319,
Nisa, Gregorio de, véase Gregorio 320, 326, 423, 447; II, 20.
Niseno, San.
Núñez de Torres, Juan, II, 392.
no resistencia al mal, I, 237-238,
478. Núñez Delgado, Pedro, I, 32, 33,
Ñola, Paulino de, véase Paulino de 99; II, 349.
Ñola, San. Nuremberg, I, 481, 485; II, 81.
nominalismo, I, 19-21, 101, 282, 363; Nydbruck, Gaspar de, II, 103.
II, 48, 344.
novela, II, 216, 220-222, 224, 253, Oaxaca (México), I, 459.
255, 256, 266-267, 270, 277, 281, obispos, I, 103, 104, 149, 168, 314,
294, 400, 402, 403, 407, 408, 417. 361, 373, 382-385, 391-395, 414,
novela bizantina, II, 222-225, 393, 446, 448, 455, 465, 468, 490; II,
401, 402. 95, 136, 146, 215, 251, 278, 381,
novela latina, véase fábulas milesias. 451.— Cf. prelados,
novela caballeresca, véase libros de obras, buenas, I, 201, 219, 229, 459,
caballerías, 481, 490, 498; II, 63, 81, 85, 122-
novela pastoril, véase pastoril, gusto, 123, 126, 154-156, 160-161, 163-
164, 320, 358, 372, 376, 379, 380,
novela picaresca, I, 391; II, 211-213,
254-255, 269-270, 277, 398, 402. 408, 420, 450.
novenas, I, 459; II, 181. obras de misericordia, I, 408, 459;
Noyon, Tratado de, I, 94. II, 125, 133, 418.
Nució, Martín, I, 241; II, 152, 289. observancias externas, véase cere-
Nueva España, véase México. monias.
Nuevo Mundo, véase América.
Nuevo Testamento, véase Biblia. Ocampo, Florián de, véase Docam-
Numa Pompilio, II, 228. Ocapo, I,riá
ña, Flo 215n.; II, 16, 52.
Núñez, Hernán (el Comendador Ocaña, Fr. Francisco de, I, 209, 217
griego), I, 23-31, 46, 107, 109, Ocaña, Fr. Gonzalo de, I, 55.
ÍNDICE ANALÍTICO 511
Occam, Guillermo de, I, 19, 21; II, 202-203, 204, 247, 339, 413, 417-
37. 418, 461,465, 468; II, 38, 66, 107,
Ocharte, Pedro, II, 453, 454. 126, 127, 135, 136-137, 168, 170,
Ochino, Fra Bernardino, II, 97, 320; 173, 175, 177, 184, 185-200, 202,
Imagen del Anticristo , II, 318, 203, 205-206, 316, 325, 327, 369-
319. 370, 372.
Ochoa, Eugenio de, I, 216. oración vocal, I, 148-149, 157, 168-
Ochoa, Fr. Juan de, II, 22. 169, 203, 226, 242, 247, 330, 466;
Odoardo Alvaro, véase Alvaro, II, 14, 17, 37-38, 47, 66, 108, 129,
Odoardo. 138, 168, 173, 175, 195, 202, 276,
Oesiander, Lucretius, véase Wid- 316, 325, 327.
manstetter, Juan Alberto, oraciones, I, 17, 52, 53, 56, 148,
oficio divino, véase horas canónicas. 168, 203, 226, 332, 356, 374-375,
Olah, Nicolás (Olaus), véase Oláh 413, 417, 461, 464; II, 19, 115,
Miklós. 122, 158, 181-182, 184, 189-190,
Oláh Miklós, I, 133, 483. 353, 376, 379, 439; oración de la
Oliva, Hernán Pérez de, véase Pé- emparedada, II, 165, 166; oración
rez de Oliva, Hernán. de San Gregorio, II, 439; oración
Olivar, Pedro Juan, I, 269, 270, 279, de Santa Apolonia, II, 413; ora-
369, 423, 450, 475; II, 66, 98, 99. ción del Conde, I, 459; II, 165,
Olivares, Bachiller, I, 197, 198, 208, 166; oración del Justo Juez, II,
218; II, 11. 166; oraciones de ciego, II, 166,
Olivart, Marqués de, véase Dalmau 195, 212, 411, 412-413.-Cf. jacu-
y de Olivart, Ramón de. latorias, salmos.
Oliveros de Castilla, II, 220. Orán, I, 62-66.
Olmeda, Fr. Sebastián de, I, 8. Orange, Príncipe de, véase Chalón,
Olmedo, I, 255. Philibert de.
Olmedo, Félix G., S. J., I, 393. Oratorio del divino amore, II, 81.
Olmillos, Fr. Juan de, I, 200, 209, órdenes sacerdotales, I, 289, 395,
217. 414, 436, 466; II, 349.
Omont, H., II, 307. Orduña, Pedro de, I, 64, 201, 284.
Once mil vírgenes, II, 165, 352. Orense, Obispo de, véase Valdés,
Onís, Federico de, I, 12; II, 225, Fernando de.
384. Orfeo, II, 265.
onocrótalo, I, 39. Oria, Juan de, I, 20, 21, 184-185,
Onosandro, II, 226. 396; II, 321.
Onus Ecclesiae, I, 79. orientalismo, I, 15, 22-23, 28, 31,
Opiano, I, 142. 35-36, 42, 46, 68-69, 109, 379,
opinión, véase vulgo. 400, 484, 491; II, 190, 344, 358-
optimismo moral, I, 101; II, 393. 359, 362, 382.
optimismo religioso, I, 205, 219. Orígenes, I, 173, 227, 228, 232; II,
oración, II, 133, 136, 137, 151, 168- 323, 331, 384.
207, 252, 315, 340, 370-376, 390, orígenes cristianos, II, 170, 243-244.
398, 429, 432. Cf. antigüedad cristiana.
oración dominical, véase padrenues- Orihuela, I, 285.
tro.
Orlando furioso, véase Ariosto.
oración mental, I, 168-169, 196-198,
Orley, Bernard van, II, "72.
512 ÍNDICE ANALÍTICO
ornamentos religiosos, I, 245, 495; 141, 195, 201, 206, 222; Tercer
II, 66, 184, 342, 347, 365, 413. abecedario, I, 195-200, 203-206,
Ornot de Pichange, véase Pichanga, 218, 219; II, 139, 188, 206; Quinto
Ornot de.
alphabeto, II, 141, 215; Sexto abe-
Oropesa, Martín Laso de, véase cedario, II,135.
Laso de Oropesa, Martín. Otavanti, Juan Lorenzo, II, 273.
Oropesa, Bernardino Vázquez de, Oteo, Juan, II, 287.
Ovando, II, 337.
véase Vázquez de Oropesa, Ber-
nardino. Ovidio, I, 32; II, 216, 217, 264.
Orsini, Fulvio, II, 394. Oviedo, II, 21; monasterio de San
Ortega, Diego, II, 190. Salvador, II, 453.
Ortega, Maestro, I, 20. Oviedo, Gonzalo Fernández de,
Ortega, Fr. Juan de, II, 212. véase Fernández de Oviedo, Gon-
zalo.
Ortega y Gasset, José, I, 401; II,
408. Oxford, I, IX, 55; II, 99; Universi-
Ortiz, Alfonso, I, 4. dad, I,22.-Cf. Bodleiana, Biblio-
Ortiz, Blas, II, 46, 48, 50. teca.
Ortiz, Diego, II, 296.
Ortiz, Fr. Francisco, I, 197, 198, Pablo, San, I, xv, x\^i, 60, 99, 105,
200, 201, 203-204, 208, 209, 210, 338, 373, 467; II, 71-72, 172, 312,
213, 215, 216, 218, 348, 349, 424; 419, 431, 445, 446, 448, 452.-Cf.
II, 10, 17, 18, 30, 37-38, 42, 109, Biblia, cristología pauHna, cuerpo
190. místico, paulinismo.
Ortiz, Gonzalo, I, 11. Pablo, San (ermitaño), I, 230; II,
244.
Ortiz, Gutierre, I, 210, 215, 221.
Ortiz, J., I, 20. Pablos, Juan, II, 453.
Ortiz, luán, II, 453-454. pacifismo, véase guerra y paz.
Ortiz, Xliguel, I, 210, 215, 221; II, Pacheco, Diego López, véase López
30, 52. Pacheco, Diego.
Ortiz, Pedro, II, 17-19, 28, 35, 37. Pacheco, Francisco, II, 349.
Ortiz, Sancho, I, 210, 213. Pacheco y de Leyva, Enrique, I, 9.
Ortiz de Angulo, Diegro, II, 12, 16, Padilla, Fr. Juan de, II, 439.
20, 27, 28, 35, 36, 43, 45. Padilla, Juan de (el Cartujano), I,
Osiander, Andreas, I, 246, 481, 482, 53.
491. Padilla, Pedro de. Ramillete de flo-
Osma, Obispo de, véase Loaysa, Fr. res espirituales, II, 371, 419.
García de.
padrenuestro: oración por excelen-
Osma, Pedro de, I, 30, 34, 37, 40; cia, I,168-169, 203, 397, 417; II,
II, 18. 176, 184, 189, 205; comentarios
Osorio, Ana, I, 346, 464; II, 73, 74, del padrenuestro, I, 330-332, 397,
253. 404, 409; II, 127, 133, 177, 182,
Osorio, Diego, I, 251, 258, 319. 189, 193, 208, 209, 398, 399; rezo
Osorio, Isabel, II, 383. mecánico de padrenuestros, I,
Osorio, Luis, obispo de Jaén, I, 7. 157, 168, 415; II, 174, 302-303,
Osuna, II, 88. 412, 441; el padrenuestro dirigido
Osuna, Fr. Francisco de , I, 209, a los santos, II, 172-173, 176, 183,
216, 218-219, 247, 418; II, 135, 353, 439.
ÍNDICE \LíTICO 513
Padres de la Iglesia, I, 22, 25, 52, Pantea, II, 257.
55, 111, 148, 149, 256, 289, 294, papado, I, 15, 59, 61, 71, 75, 76, 82,
295, 301, 302, 315, 339, 401, 460, 109, 121, 141, 150, 151, 160,
493; II, 40, 136, 145, 151, 176, 170-171, 180, 246, 264, 267, 275,
189, 222, 232, 300, 331, 336, 346, 278, 279, 289, 361, 426-450, 458,
357, 364, 370, 383. 474, 481, 485, 502; II, 80, 83, 87,
Padua, I, 337, 475; II, 280, 291, 440. 89, 90, 95, 102, 106, 118, 214,
Cf. averroísmo paduano. 245, 262, 278, 297, 314, 316, 318,
Páez, Gonzalo, II, 56. 320, 330, 337, 359, 423.-Cf. fis-
Páez de Castro, Juan, I, 284, 424; calidad romana, patrimonio de
II, 60, 68, 83, 84, 99-100, 237, San Pedro, primado de la Iglesia
290. romana.
Países Bajos, I, 85, 90-93, 97, 112, Papías, I, 37.
116-117, 131-136, 139, 159-163, Paquier, J., I, 46.
177, 179, 193, 250, 269, 310, 394,
Paraguay, II, 447.
482^87, 497, 500; II, 71, 101, Paralip órnenos y véase Biblia.
102, 110, 117, 143, 148, 207, 216, Paravicino, Hortensio, II, 353.
233, 291, 293, 318, 330, 335, 336, Pardo, El, I, 189, 450.
338, 356, 371, 443; Inquisición, I, Pardo, Jerónimo, I, 19; II, 93.
32; Universidad, véase Lovai- Pardo, Miguel, I, 20.
na.— Cf. Brabante, Flandes. Paredes (Palencia), I, 311.
Paladino, Giuseppe, II, 97. Pares de Francia, Los, II, 225.
Palamós, Condesa de, I, 215; II, 158. Paria, I, 97; II, 444.
Paiau y Dulcet, Antonio, I, 32, 241; París, I, X, 12, 13, 15, 20, 21, 32, 35,
II, 167, 169, 360, 439. 55, 63-65, 92, 118, 143, 162, 248,
Palencia, I, 84, 98, 160, 183, 215, 259, 276, 282, 283, 293, 313, 317,
223, 260-262, 310-313, 368, 393, 322, 333, 363, 379, 380, 382, 441,
401,447, 453, 462; II, 15, 67, 241, 486, 488, 491, 493, 494; II, 17, 18,
252, 265, 319.
37, 58, 61, 65, 68, 74, 75, 84, 88,
Palencia, Obispo de, véase Ruiz de 98, 99, 116, 179, 188, 245, 287,
la Mota, Pedro.
Palencia, Alonso de, II, 227. 288, 296, 312, 317, 345, 363; Co-
legio de Santa Bárbara, I, 286,
Palermo, Arzobispo de, véase Ca-
rondelet, Juan. 369; Colegio de Santa María de
la Merced, II, 99; Collége de
Palestina, II, 276, 444. France, I, 12, 400; II, 98, 287;
Palma, Conde de, véase Puerto Ca- Universidad, véase Sorbona.
rrero, Luis.
Paris, Gastón, II, 276.
Palmerín, II, 220, 232. Paris, Pierre, I, ix.
Palmyreno, Lorenzo, II, 334, 348- Paris y Viana, II, 216.
349, 363.
Parker, Alexander A., II, 410.
Palomares, F. X. de Santiago, II, Pascal, Blaise, I, 301, 352; II, 127.
280, 303.
Pascual, Mateo, I, 400, 422, 488; II,
Palova de Almogávar, Gerónima, II, 21, 58-61, 66-67, 313.
310.
Pasión, imitación de la, II, 157, 161,
Pannier, Jacques, I, x. 344.
Pantálabo (Fr. Luis de Carvajal), Pasión, meditación de la, I, 53, 57,
I, 381. 205-206, 219, 242-243, 418; II,
514 ÍNDICE ANALÍTICO
19, 53, 154, 188-190, 200, 201, pecado, I, 56, 88, 201, 249, 408,
206, 376.— Cf. contemplación de 409-410, 420, 490; II, 48, 85, 120,
la humanidad de Cristo. 128-129, 133, 151, 186-187, 200,
pasiones, I, 88, 202, 219, 228, 243; 206, 209, 319, 378, 380, 451.
II, 217, 358, 387, 388-389, 411. pecado mortal, eclipse de la fe, I,
Pasquino, II, 166. 220-221; II, 114, 199, 325, 379.
Pastor, José Francisco, II, 306. pecado original, I, 335, 410; II, 188,
Pastor, Ludwig von, I, 72, 280, 426, 361, 368.
429, 430, 449, 473, 474, 502; II, pecados capitales, I, 404, 408; II,
64, 83, 84, 87, 97, 314, 316, 323, 125, 136.
330. pecados veniales, II, 106, 128, 325.
Pastor Fuster, Justo, I, 331; II, 145. Pedralba, II, 345.
pastoril, gusto, II, 253-254, 258-259, Pedro, Fray, I, 13.
277, 384, 393, 401, 406-407. Pedro, San, I, 302, 454; II, 182, 195,
Pastrana, I, 197-204, 208-209, 218; 302.— Cf. Biblia (Segunda epísto-
II, 52; monasterio de Cifuentes, la de Sait Pedro) y patrimonio de
I, 209. San Pedro.
Pastrana, Fr. Antonio de, I, 79, 80. Pedro Canisio, San, I, 491; II, 188,
Pater noster, véase padrenuestro. 330, 371.
Patricio, San, II, 165, 166. Pedro de Alcántara, San, II, 200-
patrimonio de San Pedro, I, 361; 201.
II, 66, 450. Pedro de los Ángeles, Fr., II, 56.
Paula, Santa, I, 348. Pedro de Provenza y Magalom, II,
216.
paulinismo, I, 187, 190; 209, 225,
227, 231-233, 237-240, 246, 375, Pedro de Urdemalas, II, 281.
409-410, 411; II, 81-82, 94, 398, Pedro Lombardo, véase Lombardo,
419, 429. Pedro.
Paulino de Ñola, San, I, 32. Peers, E. Allison, II, 192.
Paulo II, I, 7, 59. Peeters Fontainas, J., II, 68.
Paulo III, I, XV, 459, 500; II, 80, 83, Pellicer y Saforcada, Juan Antonio,
84, 102, 281. II, 228.
Paulo IV, I, 79, 249, 489; II,
penitencia, I, 357; II, 153, 379.
87, 313, 316, 318, 321-324, 330,
333, 334, 336, 338, 345. penitencias, véase mortificaciones.
Pentateuco, véase Biblia.
Paulo Jovio, II, 289, 345. Peña, Licenciado, II, 27.
Paumgartner, David, II, 189. Peña, Fr. Juan de la, II, 191, 372.
Paumgartner, Juan, II, 77.
Pausanias, II, 345. Peña de Aracena, véase Aracena.
Pavía, I, 263, 428; II, 245, 254. Peñafiel, Fr. Alonso de, I, 37.
Pax, Nicolás de, I, 64. Peregrina, II, 232.
paz, véase guerra y paz. peregrinaciones, I, 147, 148, 289,
Paz, Agustín de, II, 257, 261. 338, 415, 457, 459, 461, 495; II,
Paz, Bartolomé de la, II, 438. 181, 198, 278, 281, 341, 411-412,
Paz, Julián, I, xi. 445.
Paz, Fr. Peregrino de, II, 318. Pereira, Benito, II, 140.
Paz y Melia, Antonio, I, 59, 267, Pereira, Gabriel, II, 436.
268, 312, 399; II, 71, 111, 253. Perer, Benito, véase Pereira, Benito.
ÍNDICE \LmCO 515
Pérez (Secretario), I, 271, 279, 307, 413-414, 456; II, 120-121, 325,
439. 415-416.
Pérez, Bernardo, véase Pérez de Pendes, I, 188; II, 309.
Chinchón, Bernardo.
peripatéticos, I, 228.— Cf. aristotelis-
Pérez, Gonzalo, I, 483; II, 287. mo, escolástica.
Pérez, Juan, véase Pérez de Pineda, Pemín, Antonio, I, 450.
Juan; Pérez de Toledo, Juan. Perpiñán, II, 62.
Pérez, Sebastián, II, 186. Persio, I, 32, 33, 40, 44; II, 309.
Pérez, Miguel, I, 417. Pescara, Marquesa de, véase Colon-
Pérez de Ayala, Martín, I, 400; II, na, Vittoria.
93-96, 340, 357; Autobiografía, pesimismo, I, 205.
II, 94; De divinis, apostoUcis, Petrarca, I, 59-60, 223; II, 133, 239,
atque ecclesiasticis traditionibuSy 254, 306, 436.
II, 93-96, 147-148; Dilucidarium Peutinger, Margarita, I, 220.
quaestionum super quinqué uni-
versalia Porphyriiy II, 94. Pey Ordeix, S., I, 214; II, 11-12.
Pérez de Chinchón, Bernardo, I, Peytraud, II, 293.
Pfandl, Ludwig, I, 129, 130, 131.
331-332; II, 305; AntialcoranOy Pfefferkorn, I, 145.
I, 331, 362; CoroTia de Nuestra
Pflug, Julius, I, 172; II, 84.
Señora, I, 331; Diálogos christia-
nos, I, 331, 362; Espejo de la vida Philadelpho, Juan, véase Crespin,
humana [?], I, 331; Historia de
las cosas que han passado en Italia, philosophia Christi, I, 2, 55, 58,
Juan.
I, 331; traducción de la Lingua 87-88, 101, 106, 115, 120, 157,
169, 171, 173, 178, 185, 220, 240,
de Erasmo [?], I, 362-365; tra-
ducción de la Praeparatio mortis 355, 461, 475; II, 71, 72, 119, 174,
206, 236, 241, 242, 298, 340, 356,
de Erasmo, I, 331; II, 152, 158-
159, 189, 305; traducción de la 390, 394, 395, 398, 429, 448.
Precatio dominica de Erasmo [ ? ], phoenicopterus, I, 39.
Phrasis sacrae scripturae, II, 331.
I, 331-332, 360; traducción de los
Piacenza, I, 478.
Sileni Alcibiadis, I, 331, 360-362.
Piamonte, I, 274.
Pérez de Hita, Ginés, Guerras civi-
les de Granada, II, 407. picardos, véase begardos.
Pérez de Oliva, Hernán, II, 263; Pigario de Palacios, Alvaro, II, 390.
Diálogo de la dignidad del hom- Piccolomini, Eneas Silvio, I, 28, 100,
bre, II, 240. 220; II, 216.
Pérez de Oliván, Martín, II, 62. Pico de la Mirándola, Juan, I, 58,
Pérez de Pineda, Juan, II, 97, 317- 372, 378, 379.
318; Smmrio breve de doctrina Pichange, Ornot de, I, 294.
christiana, II, 317-318; traduc- piedad ilustrada, I, xvi, 98; II, 158,
ción del Nuevo Testamento y los 190, 349, 358, 401.
Salmos, II, 317. Piedade, Provincia da, II, 446.
Pérez de Toledo, Juan, I, 14. Piedrahita, Beata de, véase María de
Pérez Pastor, Cristóbal, I, 57; II, Santo Domingo.
245. pietas christiana j II, 106,
perfección cristiana, I, 218, 243, Pighius, II, 83.
256, 356, 392, 406, 408-409, 411, Pigouchet, Ph., II, 34.
516 ÍNDICE ANALÍTICO
Pimentel, Alonso, conde de Bena- Plinio el Viejo, I, 18, 39, 251, 329;
vente, II, 257. II, 232, 265, 271, 352.
Pinciano, véase Núñez, Hernán. Plutarco, I, 116, 355, 467, 470; II,
Píndaro, I, 25; II, 343. 218, 231, 232, 233, 271, 305, 307;
Pineau, J. B., I, 240-241. Apotegvías, II, 173, 226, 228; De
Pineda, Fr. Juan de, II, 340. la ira, II, 240; De tuenda valetu-
Pineda, Juan Pérez de, véase Pérez dine, II, 288; Mor alia, I, 23; II,
de Pineda, Juan. 226, 227; Vidas paralelas, II, 102,
Pinelo, Jerónimo, I, 99-100. 226, 227-228.
Pinta Llórente, Aligue! de la, O. S. Población, Juan Martín, I, 118, 220;
A., I, 289; lí, 44, 323, 351, 360, II, 98.
370. poesía, I, 371; II, 216, 217-218, 219,
Pinto, Heitor, II, 426. 220, 309, 393.
Pío II, véase Piccolomini, Eneas poesía devota, I, 53, 78; II, 207-
Silvio. 209, 217, 218, 343, 375, 384.
Pío IV, II, 336, 338. Poggio, II, 216.
Poconatos, Constantino César, II,
Pío V, San, II, 324, 330, 336, 358, 288.
359.
Poitiers, II, 98.
Pío, Alberto, Príncipe de Carpi, I, Polanco, Licenciado, I, 289.
140, 476, 477, 492-495; II, 88, 89, Polanco, Cronicón de, I, 248; II,
333, 338, 364.
178, 344.
Pioz, Señor de, véase Gómez, Pero.
Pole, Reainald, II, 80-82, 97, 104,
Fíramo y Tisbe, II, 216. 108, lío, 234, 314, 320.
Pirckheimer, Willibald, I, 117, 161, Policiano, I, 23, 109, 378; II, 223.
177, 480.
Polidoro Virgilio, II, 171, 243-245;
Pirstinger, Bertold, I, 79. De inventoribiis, II, 243, 332, 410.
Pisa, Concilio de, I, 67, 72, 104.
política, I, 88, 93-94, 103-106, 455,
Pitágoras, I, 5; II, 204, 278, 388. 467-470; II, 173, 231-235.
pitagóricos, I, 232. Polman, Pontien, II, 80, 245.
Plaine, Gérard de la, Señor de la Polo, Gil, Diana, II, 401, 406.
Roche, I, 181, 182. Polo, Marco, I, 99.
Plantin, Christophe, I, 51; II, 291, Polonia, I, 181, 311, 428, 483, 495,
292, 336, 338, 356-359, 361, 394- 499.
395, 401. Polonia, Estanislao de, véase Esta-
Plasencia, I, 381; II, 124, 142, 209. nislao Polono.
Plasencia, Obispo de, véase Carv^a- Polonia, Santa, véase Apolonia,
jal, Gutierre de. Santa.
Platón, I, 228, 231, 235, 236, 365; Pomponazzi, Pietro, I, 476, 493.
II, 194, 232, 238, 249, 266, 271, Pomponio Mela, II, 331.
299, 331, 339, 354, 366, 383, 426; Ponce de la Fuente, Constantino, I,
Banquete, I, 361; Fedón, II, 414; 187; II, 78, 102-103, 105, 110,
Leyes, II, 173; República, II, 173. 111-113, 117-131, 137-139, 140,
platonismo, I, 18, 226, 232; II, 152, 160, 169, 182, 186, 198, 216, 231,
249, 266, 364, 381, 386-387. 242, 313, 320, 323, 324, 328, 329,
Plauto, I, 251, 378. 332, 344, 349, 361, 390, 412, 431,
Plaza, Pedro, I, 311, 447. 438, 440; Catecismo cristiano, II,
ÍNDICE / lLÍTICO 517
125, 130, 319; Confesión de un postrimerías, II, 136, 200, 206.
Póveda, Licenciado, I, 283.
pecador penitente , II, 125, 186- Poznan, I, 267.
187, 197, 319, 371; Doctrina cris-
tiana, II,130-131, 319; Exposición Praet, Señor de, véase Flandes, Luis
de.
del salmo Beatus vir, II, 119-123,
131, 319; Sermón de Nuestro Re- prebendas, véase beneficios.
dentor en el Monte, II, 125; Suma predestinación, I, SS-S6, 205; II, 63,
de doctrina christiaria, II, 125- 358, 372, 377.
132, 134, 139, 149, 197, 202, 319, predicación, I, 4, 22, 23, 54, 68-69,
450-453. 88, 99, 104, 105, 147, 183-184,
Ponce de León, Fr. Basilio, II, 370. 208-209, 213, 220, 238, 245, 249,
Ponce de León, Juan, II, 319, 323. 255, 339, 344, 366, 373, 404, 416,
Ponce de León, Fr. Juan, II, 399. 420, 455, 465-466; II, 50, 63, 66,
Ponce de León, Luis Cristóbal, du- 112-114, 115, 117, 119-124, 129,
que de Arcos, II, 243. 130, 136, 146, 149, 164, 174, 179,
Ponce de León, Rodrigo, duque de 193, 202, 259, 298, 300-301, 305,
Arcos, I, 100. 326, 347-348, 349, 361-362, 373,
Pontano, I, 318, 453, 457, 475; II, 377, 381, 385, 417, 441-442, 443.
249.
Prejano, Fernando de, véase Prexa-
Fonto y Sidonia, II, 216. no, Fernando de.
Ponza, islas de, II, 282, 284, 293.
prelados, II, 164, 195, 380-381, 385.
~Cf. obispos.
Porcia, II, 257.
Porfirio, I, 369; II, 98, 353. prensa, control de la, I, 168, 464.
porphyrio, I, 39. Prerreforma, I, xiv, 2, 63, 79, 330;
Porras, Antonio de, I, 400; II, 124; II, 9, 32, 432.
Tratado de la oración, II, 124,
prescripciones sobre alimentos, I,
142, 174-177, 182, 186. 149, 167, 170, 179, 203, 289, 355,
Portocarrero, Luis, véase Puerto
357-358, 404, 415-416, 417, 436,
Carrero, Luis. 439, 445, 446, 457, 495; II, 92, 296,
Portonariis, Andrea de, II, 88, 359.
Portonariis, Domenico, II, 88. 342, 365, 413.-Cf. ayuno.
presencia real, I, 201; II, 63, 129.
Portonariis, Gaspar de, II, 88, 359. Preste Juan, II, 279, 296.
Portonariis, Vincenzo de, II, 88.
Prexano, Fernando de, I, 284, 292,
Portugal, I, 67, 212, 282, 307; II, 293, 300, 304, 305; II, 22.
117, 177, 196, 197, 232, 233, 266,
Prezzolini, Giuseppe, I, 447.
332, 361, 452; Inquisición, II, 144,
412. Priego, Marqués de, véase Suárez de
Portugal, Henrique de. Cardenal In- Figueroa, Lorenzo.
fante, II, 187, 202. Priego,
186. Marquesa de, II, 124, 135,
Portugal, Isabel de, véase Isabel de
Portugal. Prierias, Silvestre, I, 163.
Portugal, Príncipe de, véase Juan. primado de la Iglesia romana, I, 140,
Portugal, Reina Madre de, II, 361. 150, 163, 490.
Portugal, Martinho de, I, 118, 419; Primaleón, II, 220, 232.
II, 214. príncipe cristiano, véase política.
portugueses, I, 67-68, 118, 282, 286; Priuli, II, 104, 110, 314, 320.
II, 213-214, 296, 435, 443. Proba, I, 17.
518 ÍNDICE ANALÍTICO
TOiMO I
I. Erasmo de Rotterdam 16
II. El Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros 32
III. Escudo de Fonseca 192
IV. La Imitación seguida del Sermón del Niño Jesús de Erasmo. 248
V. El Sermón del Niño Jesús a. continuación de la Imitación . . 249
VI~VII. Carta de Erasmo a Carlos V y respuesta del Emperador. 312
VIII. Declaración del Pater Noster seguida del Sermón de la mise-
ricordia de Dios 328
IX. SermÓJi de la vnsericordia de Dios a continuación de la De-
claración del Pater Noster 329
X. Primera traducción impresa del coloquio Uxor Mempsigamos . 344
XI. Traducción revisada del coloquio Uxor Mempsigamos 345
XIL La Lengua de Erasmo en español (s. 1., 1535) 360
XIII. La Lengua en español (s. 1., 1542) 361
XIV. Defensa por Erasmo de Alonso Enríquez 488
XV. Alfonso de Valdés 500
TOMO II
TOMO I
TOMO II
(pág. 67).
INDICE GENERAL
X.— La Reforma española en la época de las primeras reuniones
del Concilio de Trento
(pág. 356).
ÍNDICE GENERAL ^ 545
" II. La literatura espiritual. Fr. Diego de Kstclla. Los Nom-
bies de Cristo de Fr. Luis de León (pág. 369).
III. El clasicismo naciente. El humanismo pagano de los je-
suítas. Un nuevo humanismo cristiano: el estoicismo.
Quevedo (pág. 392).
IV. El erasmismo de Cervantes (pág. 400).
Conclusión 429