Del Zoon Politikon Al Zoon Elektronikon Una Reflex
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Del Zoon Politikón al Zoon Elektronikón. Una reflexión sobre las condiciones
de la socialidad a partir de Aristóteles
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Recibido: 21-10-2015
Aceptado: 20-06-2016
Resumen
Aristóteles, en su Política, caracterizó al ser humano como un animal social (zoon politikón) que tenía
la capacidad singular no sólo de expresar sentimientos sino también valores, por medio del lenguaje
(éjon lógon). Estos principios de socialidad han constituido una de las piedras de toque más relevantes
en todas las discusiones posteriores acerca del vínculo societario del ser humano. El breve ensayo que
se presenta trata de evaluar la vigencia de los postulados del filósofo en la actualidad, en el contexto de
una sociedad globalizada económicamente, pero también interconectada por las TIC y las redes sociales.
Asimismo, pretende esbozar un reajuste de la figura humana para la que se propone la denominación de
zoon elektronikón.
Palabras clave: Aristóteles; socialización; TIC´s; neurociencia social; zoon elektronikón.
Referencia normalizada
Huici Urmeneta, V. y A. Davila Legerén (2016): “Del Zoon Politikón al Zoon Elektronikón. Una reflexión
sobre las condiciones de la socialidad a partir de Aristóteles”, Política y Sociedad, 53 (3), pp. 757-772.
Sumario: Introducción. 1. Aristóteles y su Política. 2. Zoon politikón, zoon éjón lógon. 3. Mujeres, esclavos,
niños y bárbaros. 4. La crítica del Zoon politikón éjon lógon. 5. Las mujeres y la crítica feminista. 6. El
zoon politikón y las neurociencias. 7. El zoon politikón y la aparición de las TIC´s. 8. El zoon elektronikón.
9. Conclusión: El zoon elektronikón ¿una nueva transformación de la humanidad? 10. Bibliografía
Introducción
La atención que Enrique Gómez Arboleya dispensó a las obras clásicas del pensamiento
político, y particularmente a las de Aristóteles (Arboleya, 1952), ha servido de punto
fundamental de referencia a la hora de abordar la presente investigación teórica.
El objetivo principal de la misma ha sido retomar la caracterización del ser humano
de Aristóteles, denominado en la Política como zoon politikón, zoon ejón logon, en
tanto que analizador (Lapassade, 1971) de nuestras sociedades contemporáneas en
tiempos de nuevos descubrimientos de la neurociencia social y de la implantación de
las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC). Dicha caracterización del
ser humano introduce una serie de contradicciones que nos permite enunciar ciertas
determinaciones de la situación de tales sociedades, que en esta investigación adoptan
la forma de diversas reflexiones cotangentes, como por ejemplo las referidas a la
cuestión del género, que se han convertido en objetivos secundarios.
Por otra parte, de tal “efecto analizador” (Lourau, 1970) ha derivado la propuesta
de definir al ser humano contemporáneo occidental u occidentalizado como un zoon
elektronikón, que desplaza una parte de sus características anteriores, estructurales y
dinámicas, hacia diversas prótesis externas.
En todo caso, nuestra propuesta metodológica parte de una concepción de la
institución en movimiento, para cuyo análisis se ha procedido por medio de un sistema
analógico que ha permitido la puesta a prueba efectiva de los dispositivos discursivos
aristotélicos, que no de Aristóteles como analista, sin pretender, por otro lado, afianzar
una perspectiva filológica, histórica o genealógica (Foucault, 1970), sino tan sólo
plantear el alcance de una elucidación sociológica.
1. Aristóteles y su Política
Aristóteles, en el capítulo 2 del libro II (1253a) de su Política, caracterizó al ser humano
como un animal social (zoon politikón), ubicando en el mundo de los dioses o en el
reino de los animales a quien no se podía acoger a esta definición.
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Asimismo, describió al ser humano como poseedor de un lenguaje (éjon lógon) que
tenía la capacidad de expresar no sólo sentimientos, como otros animales, sino también
conceptos y valores.
No obstante, y dadas las circunstancias históricas de su tiempo, Aristóteles excluyó
de su definición de ser humano a las mujeres, a los esclavos, a los niños y también a
los extranjeros, como ha sido puesto de manifiesto en varios estudios (Moreno, 1988;
Iriarte, 2002).
Durante muchos siglos esta propuesta aristotélica ha constituido la piedra de toque
de numerosas discusiones filosóficas.
En la actualidad, una vez extendida la definición de ser humano a aquellos individuos
de la sociedad originariamente excluidos, el desarrollo de las Neurociencias, de las
Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC´s) y la globalización, de la
mano de internet y de las redes sociales, han aportado nuevas perspectivas.
Así, la discusión puede retomarse ahora en un nuevo contexto, reflexionando acerca
de la actual configuración del ser humano como zoon elektronikón.
La perspectiva desde la que se aborda esta nueva variante interpretativa, tiene en
cuenta, en la medida de lo posible, los registros neurocientíficos, históricos y filosóficos,
pero es fundamentalmente sociológica.
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Y esto es así hasta tal punto que, frente a nuestra concepción individualista, los seres
humanos de la época “no se concebían a sí mismos sin la referencia de la ciudad-estado,
de la Pólis” (López Eire, 2000, 72).
Aristóteles vinculó, por otro lado, la humanidad del ser humano a la peculiar
característica de ser, entre los animales, el único que tiene logos (λόγον δὲ μόνον
ἄνθρωπος ἔχει τῶν ζῴων, 1252b). Lo cual quiere decir que, más allá de manifestar
sentimientos, el ser humano es capaz de expresar valores abstractos: “Esto es lo propio
de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de
lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones” (1253a).
Dicha característica, y esto es importante, le adviene al ser humano de la
“participación comunitaria”, tratándose, por lo tanto, de algo aprendido, toda vez que
“por naturaleza, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros” (1253a).
Tales valores abstractos, en consecuencia, serían inculcados según variables históricas
y políticas en la medida en que los individuos participaran en la vida de la comunidad,
desde su iniciación educativa hasta su validación ciudadana. Como recuerda Aristóteles:
“Nadie va a discutir que el legislador debe tratar muy en especial de la educación de los
jóvenes; y, en efecto, si no se hace así en las ciudades se daña su constitución política,
ya que la educación debe adaptarse a ella” (1337a).
Por todo lo apuntado, se puede comprender que para Aristóteles “el desarrollo de
la pólis sea paralelo al desarrollo del logos” (Gómez Arboleya, 1952: 81), ya que no
habría pólis sin logos, ni logos sin pólis.
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también más apta para el mando que la que es más joven e inmadura”; (…) ”la relación
entre varón y hembra (…) mantiene una desigualdad permanente” (1259b).
De manera que, según resume Aristóteles, “la mayor parte de los seres gobiernan
u obedecen por naturaleza. En efecto, el hombre libre gobierna al esclavo, el varón
gobierna a la mujer, y el padre gobierna a los hijos” (1260a).
En el caso de las mujeres, como ha demostrado la profesora Ana Iriarte, el orden
masculino “no se basa tanto en un aislamiento completo de la mujer cuanto en la
captación que supone otorgar a ésta el papel, al tiempo secundario e imprescindible,
de testigo” (Iriarte, 2002: 49). Y, al respecto, sería suficiente ciertamente con recordar
el rol que, por ejemplo, Aristófanes atribuye a las mujeres en obras como Lisístrata o
Las Asambleístas (Aristófanes, 1986), comedias en las que las féminas emergen como
contraste y a la vez calco de los varones.
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Por otro lado, diversos protocolos muy recientes han reconocido los derechos de
los niños, y la lucha contra la pederastia y la pornografía infantil preocupa y ocupa a la
opinión pública, a los Estados y a las Iglesias.
Pero, sin duda, el hecho más novedoso e importante de los últimos años, ha sido la
incorporación de la mujer al ámbito de la plena humanidad, como poseedora de derechos
y deberes. Un hecho importante porque ha transformado la dinámica de la economía,
la política y la sociedad, pero también porque ha forjado y continúa desarrollando una
discusión ideológica que va más allá de la cuestión del género, poniendo en solfa, entre
otros aspectos, toda la construcción aristotélica y sus consecuentes derivaciones.
Así, la crítica feminista no sólo ha dejado claro el patriarcalismo aristotélico,
algo que ya había sido reconocido por historiadores y filósofos: “Aristóteles lo único
que hace es servir al sistema patriarcal autoritario en el que él mismo se ha educado,
intentando derivar de principios absolutos unos simples hechos”, apunta Samaranch
(1982: 676, nota); sino que dicha crítica ha llevado su argumentación hasta el punto
de afirmar, por ejemplo, que “el yo del razonamiento abstracto constituye la primera
trampa conceptual que conduce a una epistemología sexista o androcéntrica” (María
Ángeles Durán en Moreno, 1988: 25).
Lo que así se ha puesto en duda, no ha sido, por lo tanto, tan sólo el conjunto
de definiciones aristotélicas anteriormente apuntadas, sino todo el sistema conceptual
subyacente en el que “la trascendencia sería así un <invento> de los varones para
hacerse valer entre ellos y, sobre todo, frente a las mujeres, cuyas vidas serían
<intrascendentes>” (Celia Amorós, en Moreno, 1988: 9).
El profesor Emmánuel Lizcano ha confirmado en sus estudios parte de la crítica
aludida, desplazando el punto de vista desde la perspectiva feminista hacia la Sociología
del Conocimiento y articulándolo en la cuestión de la relación entre las metáforas y el
pensamiento conceptual.
Así, frente a una explicación un tanto plana y meramente neurocientífica de la
capacidad simbolizadora del cerebro humano como “semántica del lenguaje” (Redolar,
2014: 208), Lizcano ha propuesto un socioanálisis del lenguaje metafórico, demostrando
que lo que habitualmente se entiende como conceptos precisos, claros y distintos, no
son sino metáforas depuradas una y otra vez y articuladas muy arbitrariamente (y
muy interesadamente): “La mayoría de los conceptos científicos se nos presentan no
en su hacerse sino como “hechos”, como términos propios y no como términos de
una metáfora original constitutiva”, pues “el concepto es útil en la práctica científica
ordinaria precisamente cuando se olvida su carácter de concepto, es decir, cuando se
olvida que ha sido previamente concebido, y concebido metafóricamente” (Lizcano,
2005: 150).
Es de esperar que esta línea de crítica de las bases aristotélicas, que ya asoma incluso
en relación a la lógica binaria (Kosko, 2000), dará mucho de sí en el futuro, toda vez
que se despliega abarcando multitud de dimensiones.
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8. El zoon elektronikón
Todas estas transformaciones están dinamizando la constitución de nuevos tipos de
subjetivación, diferentes de los hasta ahora conocidos, pues, como ha señalado la
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psicóloga Sherry Turkle, “las TIC no solamente están cambiando nuestra manera de
hacer, sino también nuestra manera de ser” (Turkle, 2010).
El modo de subjetivación que poco a poco se va imponiendo viene a ser el de un
individuo en red, permanentemente conectado, desubicado espacio-temporalmente,
cuyo ámbito de socialidad se vincula a su propia activación en la red para lo cual no
necesita sino una limitada memoria de trabajo. Todo ello conlleva “la alteración de
las células cerebrales y la liberación de neurotransmisores, fortaleciendo gradualmente
nuevas vías neuronales” (Carr, 2011: 149) que asientan el nuevo modelo.
A la vista de estas transformaciones, ¿dónde queda el zoon politikón éjon lógon, más
allá de las críticas anteriormente aludidas?
El zoon politikon éjon lógon se estaría convirtiendo progresivamente en un zoon
elektronikón, es decir, en un animal en el que el vínculo social se articularía cada vez
más desde dispositivos electrónicos.
De hecho, tal zoon elektronikón sería la vertiente sociológica de un homo digitalis
contemplado desde el punto de vista tecnológico. Insistiendo en la acepción de
“digitalis” menos desde la perspectiva de la articulación y el procesamiento de la
información de los softwares, y más desde la evolución instrumental, Fernando Sáez
Vacas ha explicado meridianamente que el protagonismo técnico de la mano, iniciado
con el homo habilis, acaso se habría actualizado en la Sociedad del Conocimiento,
alimentado por instrumentos de aplicaciones inteligentes, por lo que “tras miles de
horas usando diversos artefactos infotecnológicos” se habría adquirido “una asombrosa
destreza doblemente digital (manejabilidad con los dedos), siendo conscientes de los
efectos funcionales del dispositivo manejado” (Sáez Vacas, 2011:2). Esta perspectiva
por limitada y novedosa que pudiera parecer, debería ser tenida en cuenta toda vez que
podría suponer un hito desde el punto de vista sociobiológico.
En cualquier caso, el zoon elektronikón parecería igualar a todos los seres humanos
por medio del acceso a la tecnología. Pues, en efecto, varones, mujeres, inmigrantes
o autóctonos, incluso niños o niñas pueden entrar en el mundo de las TIC sin otras
limitaciones que su capital cultural previo (Bourdieu, 1997) –acaso ya no tan escalado
como antes-, su capacidad económica y la posibilidad de acceso al tejido electrónico.
Todo lo cual debería ser analizado detenidamente pues, a pesar de no resultarnos ajena
la posibilidad de caracterizar a una nueva humanidad como “pulgarcita” a tenor de sus
habilidades a la hora de generar y acceder a información electrónica –sin ir más lejos
mediante el uso de sus pulgares- (Serres, 2014), por otro lado, es constatable que “el
acceso a la Red dista mucho de ser universal, pues hay un gran sector de la humanidad
que no dispone de ordenador o de conexiones” (Bachiller, 2015: 3)
Así mismo, la Pólis de este nuevo zoon elektronikón, sería una Pólis electrónica,
un tanto ajena al vínculo geográfico y al tiempo histórico y creando “una nueva forma
espacial o región socio cultural” (Martínez, 2006: vii). Se parecería, de hecho, más a una
Comunidad que a una Asociación (en los términos de Tonnies, 1979). En ella el feed-
back físico, base articuladora de los procesos de socialización tradicionales, habría sido
parcial o totalmente sustituido por el feed-back electrónico, que se presentaría como
natural por naturalizado socialmente. Como afirma el actor que encarna a Sean Parker
–fundador de Napster y co-presidente de Facebook- en plena euforia de una fiesta con
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groupies menores de edad y cocaína en el film La red social: “We lived on farms and
then we lived in cities, and now we´re going to live in the Internet” [“Vivíamos en
granjas, luego vivimos en ciudades y ahora vamos a vivir en internet”] (TSN 1:43:53).
Se tornaría, así, todavía más acusada la obsolescencia del espacio y el tiempo, a la que
ya se refería Günter Anders en 1959 mediante su evocación del país de Jauja, “en el que
no habría distancias; es decir, seríamos a-espaciales (…) [Y] dado que no estaríamos
destinados a hacer, actuar o esperar y todo tendría lugar “al instante”, no habría ninguna
demora, es decir, seríamos a-temporales” (Anders, 2011: 333).
Así mismo, el Logos de este zoon elektronikón parecería deshacerse de su
condición abstracta o moral en la medida en que la conexión resulta un valor superior
a la comunicación. En este sentido, la nueva Pólis favorecería de nuevo el sentido
comunitario de un contacto acaso superficial pero suficiente, en el que la pérdida de la
conexión sería la situación más grave y problemática. Todo ello independientemente
de que la conectividad permanente impida en la mayoría de las ocasiones disponer “del
tiempo indispensable para procesar toda la información que (se) recibe, y mucho menos
para reflexionar sobre ella” (Bachiller, 2015: 2).
Y, por fin, la memoria, transferida a la exterioridad, tan sólo sería reclamada
puntualmente con ocasión de abscesos identitarios ocasionales. En este ambiente de
“vida liquida” (según la acepción de Bauman, 2013), la memoria de la individualidad
sería paradójicamente comunitaria y se configuraría y reconfiguraría en un flujo
permanente.
La normalización del zoon elektronikón vendría avalada por la excepcionalidad de
la anormalidad correspondiente, es decir, de la patología consensuada. Sin duda es bien
perceptible que la conectividad permanente, base de articulación de todo lo expuesto
anteriormente, genera “un estado de alerta permanente” (Bachiller, 2015) debido a la
sobreexcitación a la que se exponen los sujetos, así como la decepción que supone
la falta de conectividad. Pero, a otro nivel, no se puede dejar de mencionar que, por
ejemplo, según Kimberly Young, del Center for online Addiction de Pennsylvania, ya
se han detectado varios síndromes como el ITSO (Inability-to-switch-off) o incapacidad
para desconectar; así como el FOMO (Fear of MissingOut), o miedo a sentirse fuera de
onda o desconectado.
Los síntomas de tales patologías son, como cabría esperar: depresión, ansiedad,
insomnio, hipertensión, problemas de concentración, disminución de la capacidad de
socialización, e incluso ataques de pánico o episodios psicóticos (Young, 2014: 18).
9. Conclusión:
El zoon elektronikón ¿una nueva transformación de la humanidad?
En cualquier caso, se puede comprobar que los postulados aristotélicos fundamentales,
su holismo primigenio y el protagonismo del lenguaje, continúan estando vigentes,
más allá de su descentramiento patriarcal y sociológico, así como de la re-vertebración
de su clasismo inmóvil.
Pues, en efecto, la neurociencia social no ha dejado de insistir en la dimensión zoon
del ser humano, constituyendo ésta la base de todo desarrollo posterior: la animalidad
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10. Bibliografía
Anders, G. (2011): La obsolescencia del hombre (Vol. II): Sobre la destrucción de la
vida en la época de la tercera revolución industrial, Valencia, Pre-Textos.
Aristófanes. (1986): Las Asambleístas, Barcelona, Bosch.
Aristóteles. (1982): Obras: Del Alma, Ética Nicomáquea. Ética Eudemiana, Política,
Constitución de Atenas. Poética, Madrid, Aguilar.
Aristóteles. (1986): Política, Madrid, Alianza Editorial.
Aranzádi, J. (1991): “El círculo y la recta”, La(s) otra(s) historia(s), 3, pp.71-105.
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