1º Jeg Paes Compresión de Lectura

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COMPRENSIÓN LECTORA

Esta prueba contiene 65 preguntas, 60 de las cuales serán consideradas para el cálculo
de puntaje y 5 serán usadas para experimentación y, por lo tanto, no se considerarán en
el puntaje final de la prueba. Hay preguntas de 4 opciones de respuesta (A, B, C y D) y
de 5 opciones (A, B, C, D y E).
En ambos casos, solo una de las opciones es correcta.

LECTURA 1 (preguntas 1 a 7)

Fragmento del artículo Clima escolar y gestión compleja del conocimiento: desafíos para la
investigación educativa y la política pública en violencia escolar de Luis Flores y Jaime
Retamal, publicado en la revista Magis, 2011.

1. “Al revisar la literatura científica respecto al fenómeno de la violencia escolar, podemos


encontrar un patrón común que la circunscribe en una estructura cuya acción va del agresor a
la víctima, pasando por los espectadores. Se trata de una configuración arraigada en las
definiciones del fenómeno del bullying y en las propuestas de intervención reactiva o
preventiva del mismo. En nuestras investigaciones, llamamos a este patrón “paradigma
victimizatorio”.

2. En este sentido, hay una amplia gama de definiciones operacionales de “violencia escolar” que
van desde incidentes leves a delitos graves en la escuela. Delos H. Kelly & William T. Pink
(1982) definen la violencia escolar como la falta de respeto a los maestros y administradores,
además del robo y las agresiones físicas. Otros estudios se han centrado en las conductas
graves, como violación, robos y asaltos. Algunos investigadores han mezclado estas
agresiones en definiciones más amplias, que incluyen asalto verbal y físico, disputas con
compañeros, violación u homicidio.

3. Por su parte, Rami Benbenishty y Ron Avi Astor (2007) definen la violencia escolar como
cualquier comportamiento que intente dañar física o emocionalmente a personas en el colegio
y su propiedad, así como también, la propiedad del colegio. Motoko Akiba, Kazuhiko Shimizu y
Yue-Lin Zhuang, usando las percepciones de la víctima, definen la violencia escolar como
cualquier asalto físico o psicológico, o la amenaza de asalto, de los estudiantes sobre otros
estudiantes o maestros en la escuela. Esto incluiría una serie de incidentes de abuso verbal y
la intimidación para el robo, la violación o, incluso, el homicidio.

4. Los tres estudios llevados a cabo por Françoise D. Alsaker en Noruega (1993), Becky J.
Kochenderfer y Gary W. Ladd en Estados Unidos (1996), y Françoise D. Alsaker y Stefan
Valkanover en Suecia (2001) han demostrado que el universo en el cual la victimización
ocurre en la temprana infancia es comparable con aquel en el que ocurre en los niveles
escolares superiores y que tiene un tremendo efecto de estrés sobre los niños.

5. En efecto, la mayoría de esos estudios ha demostrado los efectos perjudiciales de la


victimización en la autoestima de los estudiantes. De acuerdo con las conclusiones
metodológicamente relevantes a las que llegan, se puede afirmar que la victimización entre
escolares genera “expectativas negativas permanentes” en la relación entre pares, incluso
después de que la victimización se ha detenido. La victimización crea una percepción negativa
de sí mismo y de los demás y podría, a la vez, influenciar el comportamiento del niño en la
escuela y hacerlo más vulnerable a la misma. De ahí que la prevención de la victimización —
concluyen— debe comenzar en los contextos preescolares e incluso, familiares. En efecto, la
mayoría de esos estudios ha demostrado los efectos perjudiciales de la victimización en la
autoestima de los estudiantes.

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6. De acuerdo con las conclusiones metodológicamente relevantes a las que llegan, se puede
afirmar que la victimización entre escolares genera “expectativas negativas permanentes” en
la relación entre pares, incluso después de que la victimización se ha detenido. La
victimización crea una percepción negativa de sí mismo y de los demás y podría, a la vez,
influenciar el comportamiento del niño en la escuela y hacerlo más vulnerable a la misma. De
ahí que la prevención de la victimización —concluyen— debe comenzar en los contextos
preescolares e incluso, familiares.

7. Por otra parte, se ha determinado la existencia de diversos factores que se relacionan de


manera directa con la violencia escolar y que pueden moldear el tipo de violencia a
manifestar. Estefanía Estévez-López (2005) señala cuatro factores: individuales, familiares,
sociales y escolares. En Estados Unidos, por ejemplo, la mayoría de los estudios de
delincuencia juvenil que abordan el rol de las escuelas se puede clasificar desde tres grandes
perspectivas teóricas: la teoría de la tensión, la teoría de la etiqueta y la teoría de control.

8. Los defensores de la perspectiva teórica de la tensión sostienen que la escuela puede producir
tensión en los estudiantes que, a su vez, promueven conductas delictivas. Los defensores de
la teoría de la etiqueta, por su parte, sostienen que “el seguimiento académico” estigmatiza a
los estudiantes con bajo rendimiento y aumenta la probabilidad de la delincuencia. Por último,
los defensores de la teoría de control argumentan que la fortaleza del vínculo entre los
estudiantes, sus escuelas y maestros es una importante barrera en la derivación hacia la
delincuencia y que los estudiantes a los que no les gustan la escuela o los maestros, son más
propensos a delinquir que los que están más estrechamente ligados a sus maestros y
escuela.”

9. Otro factor importante y que ha sido estudiado recientemente, es el provocado por los
sistemas nacionales de educación que causan mayores diferencias entre los alumnos de alto
rendimiento y los de bajo rendimiento académico, entre los que se tiende a registrar más
violencia. En tales sistemas, los estudiantes de bajo rendimiento académico pueden ser
etiquetados como fracasados académicamente o ellos referirse a sí mismos como personas
con limitadas oportunidades futuras. La posición académica impuesta por su sistema
educativo puede haber causado esta frustración e involucrarse en la violencia en su escuela.

10. En este sentido, ya Albert K. Cohen (1955) había enfatizado específicamente que los
estudiantes de clases sociales más bajas pueden frustrarse en la escuela y responder a esta
frustración actuando con conductas desordenadas, ausentismo escolar o, incluso,
convirtiéndose en delincuentes.

11. En el caso de las mujeres, existe la creencia de que ellas son por naturaleza reacias a causar
daño, que están socializadas a esa aversión, que infligen daño en una menor proporción que
los hombres y que la atención debe ser puesta en circunstancias sociales, económicas y
culturales específicas asociadas con el género. Todas estas premisas tienden a negar a las
mujeres como agentes activos de agresión. Esto no es sorpresivo, porque —a diferencia de los
hombres— las mujeres agresivas han sido vistas tradicionalmente como desviadas, no
solamente en relación con el código penal sino con las leyes naturales, es decir, como una
abominación de la naturaleza femenina”.

Luis Flores y Jaime Retamal. Clima escolar y gestión compleja del conocimiento: desafíos para la
investigación educativa y la política pública en violencia escolar (fragmento).

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