Biodegradable y Compostable

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Biodegradable y compostable: confusiones y aclaraciones

En el intento de dejar atrás el plástico, es fácil toparse con productos que


presumen de ser biodegradables y, cada vez más, también compostables. El uso
que las empresas hacen de estos dos conceptos no sólo genera confusión a la
hora de comprar, también dificulta la gestión de residuos.

Según datos de la Unión Europea, el 50% de los residuos plásticos que


encontramos en el mar son plásticos desechables, los cuales suponen un riesgo
grave para los ecosistemas marinos, la biodiversidad y la salud humana. La
preocupación por la llamada crisis de los plásticos ha hecho que, cada vez más,
encontremos productos de uso cotidiano con la etiqueta «biodegradable» y
también «compostable».

«Biodegradable», una herramienta de ‘marketing’

Un producto o envase es biodegradable cuando tiene la propiedad de


desintegrarse y descomponerse por la acción de microorganismos que se
encuentran en la naturaleza –como hongos, bacterias y algas–, y convertirse en
CO2, agua y biomasa (o en condiciones de ausencia de oxígeno, otros elementos,
como metano o alcoholes). En la práctica, cualquier elemento de origen orgánico
lo es, pero el tiempo de biodegradación puede variar mucho en función de la
composición del material y de las condiciones del entorno (temperatura, grado de
humedad, pH, aporte de oxígeno…). Por ejemplo, algunos ingredientes de los
detergentes convencionales, aunque son biodegradables, se descomponen de
manera extremadamente lenta en el agua, generando impactos importantes en la
calidad del agua. En materia de reciclaje, pues, no nos interesa una
biodegradabilidad a escala geológica, sino a corto plazo, es decir, a escala de los
procesos que se utilizan para tratar los residuos.

Las grandes marcas, respondiendo a la creciente sensibilización para evitar


generar residuos plásticos, han hecho una apuesta comercial utilizando la palabra
«biodegradable» para etiquetar sus productos, a menudo sin haber hecho ningún
cambio significativo en los materiales. En el mercado encontramos vajillas,
pañales, cremas solares e incluso ropa con la etiqueta biodegradable. Pero si
los productos no se han testado y certificado no se puede garantizar que sean una
mejor opción para el medio ambiente. La entidad certificadora TÜV Austria-
Vinçotte, de acuerdo con las normativas europeas sobre biodegradabilidad de
plásticos (como la EN 14987 o la ASTM D7081) y la ISO 17556, ha impulsado el
sistema de certificación Ok Biodegradable, que determina el tiempo necesario
para la biodegradación y el entorno necesario para que se pueda descomponer.
Así, certifica la biodegradabilidad en el medio marino (el 90% de la masa total del
producto se debe biodegradar en seis meses), agua dulce (90% de
biodegradabilidad en 56 días) y suelo (90% de biodegradabilidad en dos años).
Según Víctor Mitjans, jefe del servicio de programas y estudios del Área
Metropolitana de Barcelona, »es uno de los pocos etiquetados que ahora mismo
podemos considerar fiables». Según la AMB, los residuos biodegradables
deben ir al contenedor marrón, excepto los platos y vasos biodegradables de
papel, que deberían ir al contenedor azul.

«Compostable», larga vida al compost

Otra palabra que cada vez aparece más en las etiquetas es «compostable», a
menudo al lado de «biodegradable». El compostaje es un tipo de biodegradación
que se realiza en condiciones de presencia de oxígeno y temperatura elevada.
Así, bajo unas condiciones específicas y controlables, el envase o producto se
degrada por la acción de organismos y microorganismos en otro producto llamado
«compost», que puede ser utilizado como abono orgánico para la agricultura y
la jardinería. El ciclo de compostaje de la materia orgánica es uno de los ejemplos
más evidentes de economía circular, donde los residuos que se generan son un
recurso que será devuelto al suelo en forma de materia orgánica y nutrientes.

Una vez terminada la vida del producto compostable, hay que tirar el residuo en el
contenedor marrón, para que sea trasladado a la planta de compostaje, una
instalación industrial donde se crean los entornos óptimos para este proceso, con
una humedad controlada y una temperatura elevada y estable (que puede llegar a
los 60 grados). Hay varios sellos de certificación que garantizan que el producto o
envase reúne las condiciones para ser compostado en una planta de compostaje,
y que, de acuerdo con el cumplimiento de las normas europeas EN 14995 y la EN
13432, al menos el 90% de su masa total se biodegradará en un plazo máximo de
seis meses. En España, Francia, Italia, Austria o Bélgica se utiliza el sello OK
Compost, de la certificadora TÜV Austria-Vinçotte. Algunos materiales no
requieren temperaturas tan elevadas y en lugar de tratarse en plantas de
compostaje pueden compostarse en casa o en compostadores comunitarios, y así
lo certifica la etiqueta OK compost HOME.

Residuos compostables, pero problemáticos

Hoy día, encontramos muchos productos con la etiqueta compostable, desde


vasos, cubiertos y platos, a bolsas y cápsulas de café. Según Mitjans, «el
problema es que no todas las plantas de tratamiento de residuos orgánicos
pueden garantizar el tratamiento adecuado de todos los productos etiquetados
como compostables. El mercado se mueve muy rápido y lo hace sin
interlocución con la administración pública de manera que ésta tiene dificultades
para dar respuesta a las necesidades que van surgiendo». Mientras que las bolsas
de basura biodegradables hechas de almidón de patata y maíz son fáciles de
compostar, residuos más gruesos o compactos como cubiertos o vasos pueden
presentar más dificultades. En el caso del Área Metropolitana de Barcelona, en
palabras de Víctor Mitjans, «la mayor parte de los residuos orgánicos recogidos se
someten a un proceso que no es de compostaje sino de metanización, una
biodegradación sin oxígeno a temperaturas más bajas que las del compostaje, por
lo que es posible que determinados productos compostables no se degraden del
todo». Por este motivo, se está estudiando como modificar procesos para dar el
tratamiento adecuado a la avalancha de nuevos productos compostables.
Mitjans informa también que «antes de llegar al proceso de compostaje o
metanización, los residuos orgánicos pasan por un proceso de mejora de calidad
que suele expulsar residuos como platos, bolsas o cubiertos, mayoritariamente de
plástico no compostable». Según Rosa Garcia, directora de la Fundació Rezero,
su entidad ha solicitado a la Agencia Catalana de Residus que informe a las
consumidoras sobre los procesos de compostaje de estos productos.

Recomendaciones de las expertas

Ante este escenario, tanto desde la Fundació Rezero como desde el Área
Metropolitana de Barcelona, Garcia y Mitjans coinciden en priorizar el consumo de
productos reutilizables y prevenir la generación de residuos evitando los productos
de un solo uso, aunque sean biodegradables y compostables. Estas son las
propuestas que tanto Garcia como Mitjans recomiendan para reducir el impacto de
nuestro consumo:
1. Optar por envases y productos de vidrio reutilizables o retornables.

2. Optar por envases y productos de plástico reutilitzable.

3. Si necesariamente debemos consumir productos y envases de un solo uso,


priorizar los compostables con el sello OK Compost, garantizando que el proceso
de compostaje sea a corto plazo y en unas condiciones al alcance del territorio.

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