La Mariposa y La Llama
La Mariposa y La Llama
La Mariposa y La Llama
2. Des, Erasmi Roterodami Adagiotwn Chitiades (Francfort, 1599), cois. 1254 y 1255. Ver
también: Luis Gil Fernández. Nombres de insectos en griego antiguo (Madrid, 1959), p. 154-155.
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4. Comento este romance en Experience and Artistic Expression in Lope de Vega (Cam
bridge, Mass., 1974), p. 72-76.
5. Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (Madrid, 1634), ed. facs.
(Madrid, 1935), fol. 2 r. Los otros dos sonetos de Lope aludidos, insertos en el Laurel de
Apolo, pueden leerse en B.A.E., 38, p. 226 a.
6. Lope de Vega Carpio, Obras escogidas, ed. F. C. Sainz de Robles, 2 a ed. (Madrid, 1953),
II, p. 1185.
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como aquél que en una versión algo tardía de los Amorum emblemata
de Otto van Veen (1608) se titula « Brevis et damnosa voluptas 7 »,
donde se muestra un Cupido sentado en una mesa observando cómo
cinco o seis insectos se dejan prender en la llama de una vela. La
popularidad de estos libros ayuda a explicar ciertos rasgos de las
versiones renacentistas del motivo, y sobretodo, de las barrocas :
sus incisos epigramáticos, su tendencia a la articulación razonada
del tema, sus aspectos ecfrásticos.
Claramente alegórica es la intención del soneto tardío de Góngora
sobre la ambición. Pero la advertencia no tiene aquí dimensión espiri
tual : invoca un ideal puramente mundano de prudencia desengañada.
La huella de Petrarca se advierte en las frases « lo que luce » y « lo
que arde ». En cambio, la calificación moral de la mariposa, que
recuerda no a Petrarca sino a los emblematistas y tal vez a Herrera,
adquiere un tono de franca asperidad : se la considera « temeraria »,
« obstinada », « ambiciosa ». « Lo que luce » viene a ser ahora la gloria
mundana, sencillamente ; ha sido simpleza en la mariposa haber
pensado gozar de su resplandor sin sufrir el efecto abrasador de
« lo que arde ». Otra nota nueva es la insistencia, no tanto en el
morir, como en la condición de muerto : en las cenizas, la llama con
vertida en « huesa », una gloria equívoca cuyo carácter se subraya
con el quiasmo ambiguo : « suma felicitad a yerro sumo ». En el
último terceto se aparta Góngora como de costumbre de tanta
aspiración temeraria. Encuentra menos peligrosos que las llamas de
la ambición los vapores del engreimiento.
El olor a vanitas vanitatum, la nota de desengaño, reaparecen en
el « Túmulo de la mariposa » de Quevedo, pero con efecto totalmente
diverso. Mientras que Góngora se encierra en su prudencia egoísta,
infunde Quevedo en el motivo un patetismo y una pasión enteramente
nuevos.
La tumba adquiere ahora el aspecto solemne de un túmulo. A
primera vista parece muy grandioso el marco métrico y estrófico
para motivo tan tenue. El aparente desequilibrio formal corresponde,
sin embargo, a la tensión que informa toda la composición, apuntando
ambos a un empeño obstinado de engrandecer el significado de la
mariposa. No se trata de ninguna « mariposita de las noches », inco
lora, sino de una criatura de plena luz, que lleva en sus alas « pinta
das » y « elegantes » todo el abigarramiento y la belleza fugaz del
mundo natural — rosas, flores, dos primaveras — perfeccionados
por el aliño y la curiosidad — el esmero — del arte. A la vez afirma la
mariposa el mundo sin tiempo del mito poético. Es Icaro, « el galán
breve de la cuarta esfera», es Narciso, quisiera ser Faetón, figuras
D e LA AMBICION HUMANA.
Mariposa, no sólo no cobarde,
mas temeraria, fatalmente ciega,
lo que la llama al Fénix aun le niega,
quiere obstinada que a sus alas guarde,
pues en su daño arrepentida tarde,
del esplendor solicitada, llega
a lo que luce, y ambiciosa entrega
su mal vestida pluma a lo que arde.
Yace gloriosa en la que dulcemente
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TUMULO DE LA MARIPOSA.