Abraham El Sumerio
Abraham El Sumerio
Abraham El Sumerio
no leída,
16 ene. 2016 15:54:54
para
ABRAHAM, EL SUMERIO
La Biblia nos dice que Abraham, el patriarca, el hombre que forjó el destino de las
tres principales religiones monoteístas de la actualidad, creció y se educó en Ur, nada
menos que la “capital” de Sumer en su momento de mayor apogeo, el renacimiento
sumerio de la tercer dinastía de Ur.
Gén.11.31. Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai
su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra
de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí.
Posteriormente esta denominación se extendió a toda la región de Babilonia, pero solo debe
llamarse Caldea a la zona extrema sudoriental de la parte meridional de la cuenca del
Éufrates y el Tigris. El término ‘caldea’ proviene del latín Chaldaeus, y este a su vez del
griego antiguo, y este, finalmente, del acadio kaldû.
Que clase de herencia tiene la cultura sumeria sobre la tradición monoteísta? Cuanto
de las tradiciones actuales quizás tengan su origen en la lejana Ur de Sumer?
El contexto de la Ur de Abraham
El renacimiento sumerio es un período que comprende los años entre la caída del Imperio
acadio y el período de las dinastías amorritas de Isín y Larsa, entre los siglos XXII AEC y
XXI AEC. Dentro de esta etapa destacan los años de la llamada Tercera Dinastía de
Ur o Ur III, por darse en estos una nueva hegemonía que abarcaría toda Mesopotamia,
con la ciudad de Ur a la cabeza. Tras la caída del Imperio acadio las ciudades sumerias
recuperaron su independencia, y pese a la irrupción de los nómadas gutis, quienes
provocaron continuos saqueos, arrasaron ciudades y campos y dificultaron el comercio, el
fin del imperio no conllevó un período de decadencia.
Ekishnugal (ziggurat de Ur)
cronología mínima
adulterio y el rapto son considerados ofensas capitales que no admiten tal compensación.
Estela de Ur-Nammu
(…) El cautiverio del pueblo hebreo en Egipto fue de 400 años, lo que sitúa el
acontecimiento entorno al 1833 a.C. (1.433 + 400). Luego en el Génesis 47:7-9:«Y José
llevó a Jacob, su padre, y lo presentó ante el faraón… Y el faraón le dijo a Jacob: ‘¿Qué
edad tienes?’, y Jacob le dijo al faraón: ‘Los días de mis años son ciento treinta’». Jacob,
por tanto, nació en 1963 a.C. Ahora bien, Isaac tenía sesenta años de edad cuando nació
Jacob (Génesis 6:26); e Isaac le nació a su padre Abraham cuando éste tenía 100 años
(Génesis 21:5). Así pues, Abraham (que vivió hasta los 175 años) tenía 160 años cuando
nació su nieto Jacob. Esto sitúa el nacimiento de Abraham en el 2123 a.C.
El siglo de Abraham -los cien años que van desde su nacimiento hasta el nacimiento de su
hijo y sucesor, Isaac- fue, por tanto, el siglo que presenció el auge y la caída de la Tercera
Dinastía de Ur. Nuestra lectura de los relatos y la cronología bíblica sitúa a Abraham justo
en medio de los trascendentales acontecimientos de aquellos tiempos -no como un mero
observador, sino como participante activo.
El año de la caída de Ur-Nammu fue el 2096 a.C. ¿No pudo ser el año en que, bajo el
impacto del acontecimiento o como consecuencia de él, Téraj y su familia dejaron Ur en
dirección a un destino lejano, Jarán, el Ur lejos de Ur? A lo largo de todos los años que
siguieron, con el declive de Ur y la inmoralidad de Shulgi, la familia permaneció en Jarán.
Después, súbitamente, el Señor actuó de nuevo: Y Yahveh le dijo a Abram: «Vete de tu país
y de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré»… Y
Abram partió, tal como le había dicho Yahveh, y Lot se fue con él. Y Abram tenía setenta y
cinco años cuando dejó Jarán. Tampoco aquí se nos da razón alguna para tan crucial
mudanza. Pero la pista cronológica es de lo más reveladora. Abraham tenía 75 años de edad
en el 2048 a.C. -¡el mismo año de la caída de Shulgi!
Debido a que la familia de Abraham (Génesis 11) era la continuadora directa del linaje de
Sem, se ha considerado a Abraham como semita, aquél cuyo origen, herencia cultural y
lengua son semitas, a diferencia (en la mentalidad de los expertos) de los súmenos no
semitas y de los posteriores indoeuropeos. Pero, en un sentido bíblico original, todos los
pueblos de Mesopotamia eran descendientes de Sem, tan «semitas» como «sumerios».
No existe nada en la Biblia que sugiera, como algunos expertos han empezado a sostener,
que Abraham y su familia fueran amoritas (es decir, semitas occidentales) que llegaron
como inmigrantes a Sumer para volver después a su lugar de origen. Por el contrario: todo
indica que se trataba de una familia enraizada en Sumer desde sus comienzos, una
familia que, súbitamente, tuvo que desarraigarse de su país para mudarse a una tierra
extraña. Las correspondencias entre los dos acontecimientos bíblicos y las fechas de dos
importantes acontecimientos sumerios -y de otros más por venir- nos indican una conexión
directa entre todos ellos. ¡Abraham no aparece como el hijo de unos inmigrantes
extranjeros, sino como el vastago de una familia directamente implicada en los asuntos de
estado sumerios!
La idea de que Ibri (evidentemente, del verbo «cruzar») y Hapiru tengan algo que ver,
entraña problemas filológicos y etimológicos sustanciales. Cuando Abraham se ve
involucrado en la Guerra de los Reyes, no sólo se maneja como un comandante manejando
un ejercito, sino que también se niega a recibir su parte del botín. Ésta no es la conducta de
un bárbaro merodeador, sino la de una persona de elevadas normas de comportamiento. Al
llegar a Egipto, Abraham y Sara son llevados a la corte del faraón; en Canaán, Abraham
acuerda tratados con los gobernantes locales. No es ésta la imagen de un nómada que
saquea las poblaciones de otros; es la imagen de un personaje de elevada reputación, hábil
en la negociación y en la diplomacia.
¿No resulta ingenuo pensar que, para su misión en Canaán, para el nacimiento de una
nación, y para el gobierno de todas las tierras desde la frontera de Egipto hasta la frontera
de Mesopotamia, el Señor eligiera a alguien al azar, designara a cualquiera que circulara
por las calles de Ur?
La joven con la que se casó Abraham llevaba el nombre-epíteto de Princesa; dado que era
hermanastra de Abraham («En verdad, es mi hermana, la hija de mi padre, pero no la hija
de mi madre»), podemos dar por seguro que, o bien el padre de Abraham, o bien la madre
de Sara, eran de ascendencia real. Del hecho de que la hija de Harán, el hermano de
Abraham, llevara también un nombre real (Milkha -«Regia»), se deduce que los
antepasados reales provenían del padre de Abraham. Así pues, la familia de Abraham debía
pertenecer al selecto grupo de la aristocracia sumeria, con poder y capacidad de influencia
en los asuntos de estado. No sólo era una familia que podía reivindicar ser descendiente de
Sem, sino que también dispondrían de registros familiares que remontarían su linaje a
través de generaciones de primogénitos: Arpakshad, Shélaj y Héber; Péleg, Reú y Serug;
Najor, Téraj y Abraham; ¡los registros históricos de la familia se remontaban en el tiempo
nada menos que tres siglos!
¿Qué significan los nombres-epíteto? Si Shélaj («Espada») nació, como dice el capítulo 11
del Génesis, 258 años antes que Abraham, tuvo que nacer en 2381 a.C. Es decir, la época
de los conflictos que llevaron a Sargón al trono en la nueva capital Agadé («Unida»), para
simbolizar la unificación de las tierras y una nueva era. Sesenta y cuatro años después, la
familia llamó a su primogénito Péleg («División»), «pues en sus días la tierra se dividió».
De hecho, fue la época en la que Sumer y Acad se separaron tras la intentona de Sargón de
llevarse suelo sagrado de Babilonia, con su posterior muerte. Pero más interesante resulta el
significado del nombre de Héber, y la razón para habérselo puesto al primogénito en el
2351 a.C, y de la cual proviene el término bíblico Ibri («hebreo»), por el cual se identificó a
Abraham y a su familia. El nombre Héber proviene de la raíz de una palabra que significa
«cruzar»: el sufijo bíblico «i», cuando se aplica a una persona, significa «nativo de»;
Gileadi significaba nativo de Gilead, etc. Del mismo modo, Ibri significaba nativo de un
lugar llamado «Cruce»; y ese, precisamente, era el nombre sumerio de Nippur: NI.IB.RU -
el Lugar del Cruce, el lugar donde la rejilla antediluviana se cruzaba, el Ombligo de la
Tierra original, el antiguo Centro de Control de Misiones.
La caída de la n al pasar del sumerio al acadio/hebreo era algo frecuente. Al decir que
Abraham era un Ibri, la Biblia simplemente quiere decir que Abraham era un Ni-ib-
ri, ¡un hombre de origen nippuriano! Los expertos han interpretado el hecho de que la
familia de Abraham emigrara de Ur a Jarán como que Ur era también el lugar de
nacimiento de Abraham; pero eso no lo dice la Biblia en ninguna parte. Al contrario,
cuando se le ordena a Abraham que vaya a Canaán y deje por las buenas sus pasadas
moradas, se hace una relación de tres cosas separadas: la casa de su padre (que estaba
entonces en Jarán); su país (la ciudad-estado de Ur); y su lugar de nacimiento (que en la
Biblia no se identifica). Nuestra hipótesis de que Ibri identifica a un nativo de Nippur
resuelve el problema del verdadero lugar de nacimiento de Abraham. Tal como indica el
nombre de Héber, fue en su época -mediados del siglo xxiv a.C- cuando podría haberse
iniciado la conexión de la familia con Nippur.
Nippur no fue nunca una capital real; más bien, fue una ciudad consagrada, el «centro
religioso» de Sumer, que es como los expertos la calificarían. También fue donde se
confiaron los conocimientos astronómicos a los sumos sacerdotes, y de ahí el lugar donde
tuvo su origen el calendario -la relación entre el Sol, la Tierra y la Luna en sus órbitas. Los
expertos reconocen que los calendarios de la actualidad se derivan del calendario original
nippuriano. Todas las evidencias demuestran que el calendario nippuriano tuvo sus inicios
hacia el 4000 a.C, en la era de Tauro. Y aquí nos encontramos con otra confirmación del
cordón umbilical que conectaba a los hebreos con Nippur: el calendario judío sigue
contando los años a partir de un enigmático comienzo en el 3760 a.C. Se supone que
esta cuenta se establece «desde el principio del mundo»; pero lo que realmente querían
decir con ello los sabios judíos es que éste es el número de años que han pasado «desde que
comenzó la cuenta [de los años]». Suponemos que se refieren a la introducción del
calendario en Nippur.
En los ancestros de Abraham nos encontraríamos entonces con una familia sacerdotal de
sangre real, una familia encabezada por un sumo sacerdote nippuriano que era el único al
que se le permitía entrar en la cámara más profunda del templo, para recibir allí las órdenes
de la deidad y trasmitírselas al rey y al pueblo. A este respecto, el nombre del padre de
Abraham, Téraj, resulta muy significativo. Los eruditos bíblicos, buscando pistas tan sólo
en el entorno semita, consideran que los nombres, como los de Harán y Na-jor, son meros
topónimos (nombres que personifican lugares), y sostienen que tuvo que haber ciudades
con estos nombres en el centro y norte de Mesopotamia. Los asiriólogos, investigando en la
terminología acadia (por ser la primera lengua semita), sólo pudieron descubrir que Tirhu
significaba «un objeto o vasija para propósitos mágicos».
Pero si recurrimos a la lengua sumeria, nos encontraremos con que el signo cuneiforme de
Tirhu procedía directamente del de un objeto que recibía el nombre sumerio de
DUG.NAMTAR -literalmente, «El Que Dice el Destino»- ¡el que anunciaba los oráculos!
Téraj, por tanto, podría haber sido un Sacerdote de Oráculos, designado para acercarse a la
«Piedra que Susurra», para escuchar las palabras de la deidad y comunicarlas (con o sin una
interpretación) a la jerarquía laica. Era ésta una función que asumiría posteriormente el
Sumo Sacerdote israelita, que era el único al que se le permitía entrar al Santo de los
Santos, aproximarse al Dvir («Hablador»), y «escuchar la voz [del Señor] que le habla
desde fuera del revestimiento que hay sobre el Arca de la Alianza, de entre los dos
Querubines». Durante el Éxodo israelita, en el Monte Sinaí, el Señor proclamó que su
alianza con los descendientes de Abraham significaba que «seréis para mí un reino de
sacerdotes». Era una afirmación que reflejaba el estatus de los propios ascendientes de
Abraham: el sacerdocio real.
Por inverosímiles que puedan parecer estas conclusiones, están completamente de acuerdo
con las prácticas sumerias según las cuales los reyes nombraban a sus hijas e hijos, y a
menudo a sí mismos, para posiciones de sumo sacerdocio, con la consiguiente mezcolanza
de linajes reales y sacerdotales. Las inscripciones votivas encontradas en Nippur confirman
que los reyes de Ur tenían en mucha estima el título de «Piadoso Pastor de Nippur», y que
realizaban allí funciones sacerdotales; y el gobernador de Nippur (PA.TE.SINI.IB.RU) era
también el Principal UR.ENLIL («Principal Servidor de Enlil»). Algunos de los nombres
que llevaban estos VIPs regio-sacerdo-tales se parecían al nombre sumerio de Abraham
(AB.RAM), comenzando también con el componente AB («Padre» o «Progenitor»); como
ocurre con AB.BA.MU, que fue el nombre de un gobernador de Nippur durante el reinado
de Shulgi.
No es pues ninguna exageración suponer que una familia tan estrechamente relacionada con
Nippur como para que se les llamase «nippurianos» (es decir, «hebreos»), sostuviera sin
embargo una elevada posición en Ur, pues esto concuerda completamente con las
circunstancias reales que imperaban en Sumer en la época que hemos indicado; pues fue
por entonces, por los tiempos de la III Dinastía de Ur, cuando, por vez primera en los
asuntos divinos y en la historia de Sumer, se les confió a Nannar y al rey de Ur la
administración de Nippur, combinando así las funciones religiosas y seculares.
Así, pudo suceder que, cuando Ur-Nammu subió al trono de Ur, Téraj se trasladara con su
familia desde Nippur a Ur, quizás para servir de enlace entre el templo de Nippur y el
palacio real de Ur. Su estancia en Ur se prolongó hasta el fin del reinado de Ur-Nammu, y
fue a su muerte cuando la familia dejó Ur para ir a Jarán. No se dice en ninguna parte qué
es lo que la familia hizo en Jarán; pero, si tenemos en consideración su linaje real y su
estatus sacerdotal, debieron pertenecer a la jerarquía de Jarán. La familiaridad con la que,
más tarde, trataría Abraham a algunos reyes, nos sugiere que debió tener algo que ver con
las relaciones exteriores de Jarán; y su amistad con los hititas que vivían en Canaán,
renombrados por su experiencia militar, puede arrojar luz sobre la cuestión de dónde
adquirió Abraham esa competencia militar que con tanto éxito empleó en la Guerra de los
Reyes.
A lo largo de los ignominiosos años del reinado de Shulgi, la familia de Téraj permaneció
en Jarán. Después, a la muerte de Shulgi, llegó la orden divina de partir hacia Canaán. Téraj
era ya bastante viejo, y Najor, su hijo, se quedaría con él en Jarán. El elegido para la misión
era Abraham -para entonces, un hombre maduro de 75 años. Era el año 2048 a.C, y marcó
el comienzo de 24 años fatídicos -los 18 años que abarcan los reinados, repletos de guerras,
de los dos sucesores inmediatos de Shulgi (Amar-Sin y Shu-Sin) y los 6 años de Ibbi-Sin, el
último rey de Ur.
Tras una corta estancia en el Negev, Abraham atravesó la península del Sinaí y llegó a
Egipto. Evidentemente, no eran unos vulgares nómadas, cuando a Abraham y a Sara se les
llevó al palacio real. Según nuestros cálculos, debió ser hacia el 2047 a.G, cuando los
faraones que gobernaban entonces el Bajo Egipto (al norte), se enfrentaban al fuerte desafío
que representaba el príncipe de Tebas, en el sur, en donde se consideraba a Amén como
dios supremo. Tan solo podemos suponer los asuntos de estado -alianzas, defensas
conjuntas, órdenes divinas- que debieron tratar el asediado faraón y el Ibri, el general
nippuriano. Cuando llegó el momento de regresar al Negev, Abraham fue acompañado por
un gran séquito de hombres del faraón. «Y Abraham se fue de Egipto, él y su mujer y Lot
con él, hasta el Negev». Él era «rico en rebaños» de ovejas y ganado vacuno para comer y
vestir, así como de asnos y camellos para sus rápidos jinetes.
FUENTE: http://reydekish.com/2013/10/22/abraham-el-sumerio/
Las fuentes señalan que Ur-Nammu fue un general sumerio de gran destreza militar, uno que
por medio de sus ambiciones políticas depuso al monarca Utu-hegal de la dinastía quinta de
Uruk. Tras haberse impuesto Ur-Nammu como el indiscutido rey, fundó la dinastía tercera
de Ur. Al rey déspota se le recuerda por su labor jurídica y por un período donde se
concentraron grandes reformas políticas y sociales. En lo sucesivo, sentó la base para la
formación de un posterior imperio que se haría conocer a lo largo de la región
mesopotámica. Sumeria es, todavía, un área dentro de la historiografía que esconde incontables
misterios. Es desconcertante lo mucho que se ignora y, sin embargo, despierta interés en todo
aquel que se introduce en su modelo social y político.
En primer lugar habría que considerar que Sumeria, o concretamente las ciudades sumerias,
representan una forma de Estado y, por ende, se puede tener una idea de cuándo o cómo surge
el Estado en la región de los ya conocidos imperios fluviales. Por ejemplo, se considera que
la primera guerra de la humanidad, en el sentido real y político de la palabra, es la
de Sumer, donde consta que las ciudades de Lagash y Umma se enfrentaron por más de cien
años.
No obstante, son más los detalles, obviando el que únicamente haya tres fragmentos, que ofrece
este código prehamurábicoatibuido a Ur-Nammu. Desde la perspectiva de la historia del
derecho es impresionante todo lo que aporta este código. En él hay incluso referencias de lo
que hoy en día es la rama de derecho marítimo. Es evidente el modelo casuístico que se erige
como patrón, en tanto es el que siguen los códigos y leyes que le preceden.
Otro elemento que cabe a destacar es la ausencia de la ley del talión, tal principio de retaliacion
se vería mucho tiempo después en el Código de Hammurabí. Esta terrible proporcionalidad
legal es claramente posterior a la presencia sumeria en la región.
Pero hay que considerar que la ausencia del talis no presupone la inexistencia de un régimen
legal rudimentario. Las leyes en la época de Ur-Nammu eran severas. El homicidio se
pagaba con pena de muerte. El atraco, que es otra forma de llamar al robo, tenía como
consecuencia la muerte. Esta también aplicaba en varios presupuestos, por ejemplo cuando una
mujer no desvirgada era violada por un hombre o en el caso de que esta fuere adúltera, en tanto
eximía al hombre que seguía a la mujer por iniciativa de ella misma. El delito de violación
está contemplado, pues, desde la antigüedad. Otro caso de violación era en el que un hombre
violaba a la esclava de otro hombre, en cuyo caso, si bien no era sentenciado a muerte, tenía
que pagar cinco gin como multa.
El prólogo del códice relata las acciones de Ur-Nammu, así como lo rodea de una aura de
héroe mítico y parte de su vida es vista en esa redacción no muy bien conservada. Recuerda,
por supuesto, a los preámbulos modernos de las leyes donde generalmente se exponen motivos
y la visión del legislador, siendo en conjunto una parte dogmática. Véase que, por ejemplo, en
él se manifiesta: «…En ese tiempo (yo), Ur-Namma, guerrero poderoso, rey de Ur, rey de
Súmer y Acad, con la fuerza del Dios Nanna, mi señor, por medio de la orden justa del dios
Utu, establecí la justicia en el país». Nanna es el nombre sumerio para Sin, dios de la Luna en
la región mesopotámica mientras que Utu es otro nombre, en sumerio, para lo que en
civilizaciones posteriores de la misma área geográfica sería Shamash, dios del Sol. Cabe a
destacar que esto representa la divinidad de los reyes, instrumento del que también se
valieron tanto los helenos como los reyes cristianos de la Europa que sucede a la caída de
Roma.
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Bibliografía: