Kempis, Thomas, Imitacion de Cristo o Menosprecio Del Mundo
Kempis, Thomas, Imitacion de Cristo o Menosprecio Del Mundo
Kempis, Thomas, Imitacion de Cristo o Menosprecio Del Mundo
Thomas Kempis
DE LA IMITACIÓN DE CRISTO
Franciscus fecit
2
3
Esta edición
Libro primero
Capı́tulo I
De la imitación de Cristo y desprecio de toda vanidad.
Capı́tulo II
Cómo debe el hombre sentir humildemente de sı́ mismo.
Capı́tulo III
De la doctrina de la verdad.
Capı́tulo IV
De la prudencia de las cosas que se han de hacer.
Capı́tulo V
De la lección de las santas escrituras.
Capı́tulo VI
De los deseos desordenados.
Capı́tulo VII
Cómo se debe huir la vana esperanza y la soberbia.
juicios de Dios que los de los hombres: al cual muchas veces de-
sagrada lo que contenta a los hombres. Si tuvieres algún bien,
piensa que son mejores los otros; porque conserves la humildad.
No te daña si te sojuzgáres a todos; mas es muy peligroso si te
antepones a sólo uno. Continua paz tiene el humilde, mas en el
corazón del soberbio hay saña y desdén muchas veces.
Capı́tulo VIII
Cómo se ha de evitar la mucha familiaridad.
Capı́tulo IX
De la obediencia y sujeción.
Capı́tulo X
Cómo se ha de cercenar la deması́a de las palabras.
Capı́tulo XI
Cómo se debe adquirir la paz, y del zelo de aprovechar.
9
el hacha
22
Capı́tulo XII
De la utilidad de las adversidades.
Capı́tulo XIII
Cómo se ha de resistir a las tentaciones.
ma. Por lo cual dijo uno: resiste a los principios: tarde viene el
remedio cuando la llaga es muy vieja.
Lo primero que ocurre al ánima es sólo el pensamiento, luego
la importuna imaginación, después la delectación y el feo mo-
vimiento, y el consentimiento, y ası́ se apodera poco a poco el
enemigo del todo, por no resistirle al principio. Y cuanto uno
fuere más perezoso en resistir, tanto cada dı́a se hace más fla-
co, y el enemigo contra él más fuerte. Algunos padecen graves
tentaciones al principio de su conversión, otros al fin, otros casi
toda su vida padecen. Algunos son tentados blandamente, según
la sabidurı́a y juicio de la divina ordenación, que mide el esta-
do y los méritos de todos, y todo lo tiene ordenado para salud
de los escogidos. Por eso no hemos de desesperar cuando somos
tentados, mas antes rogar a Dios con mayor fervor, que tenga
por bien de nos ayudar en toda tribulación. El cual sin duda,
según el dicho de San Pablo 11, nos pondrá tal remedio, que la
podamos sufrir, y salgamos de ella con provecho.
Pues ası́ es, humillemos nuestras ánimas debajo de la mano de
Dios en toda tribulación y tentación; que él salvará y engrande-
cerá a los humildes de espı́ritu. En las tentaciones y adversidades
se ve cuánto el hombre ha aprovechado, y en ellas consiste el ma-
yor merecimiento, y se conoce mejor la virtud. No es mucho ser
el hombre devoto y ferviente cuando no siente pesadumbre; mas
si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia, esperan-
za es de gran bien. Algunos hay que son guardados de grandes
tentaciones, y son vencidos muy a menudo de pequeñas, porque
se humillen, y no confı́en de sı́ en cosas grandes, pues no son
grandes en cosas chicas.
11
1 Cor 10
25
Capı́tulo XIV
Cómo se debe evitar el juicio temerario.
Capı́tulo XV
De las obras que proceden de la caridad.
Capı́tulo XVI
Cómo se han de sufrir los defectos ajenos.
Capı́tulo XVII
De la vida de los monasterios.
Capı́tulo XVIII
De los ejemplos de los santos padres.
Mira bien los vivos ejemplos de los satnos padres, en los cuales
resplandece la verdadera perfección, y verás cuán poco, y cuasi
nada sea lo que hacemos. ¡Ay de nosotros! ¿qué es nuestra vida
cotejada con la suya? Los santos, amigos de Cristo, sirvieron al
Señor en hambre, en sed, en frı́o, en desnudez, en trabajos, en
fatigas, con vigilias y ayunos, en oraciones y santos pensamien-
tos, y en persecuciones, y muchos y grandes denuestos. ¡Oh cuán
muchas y graves tribulaciones padecieron los apóstoles, márti-
rres, confesores y vı́rgenes, y todos los que quisieron seguir las
pisadas de Jesucristo, los que en esta vida aborrecieron sus vidas
para poseer sus ánimas en la perdurable vida!
¡Oh cuán estrecha y apartada vida hicieron los santos padres
en el yermo! ¡cuán largas tentaciones padecieron! ¡cuán continua-
mente fueron atormentados del enemigo! ¡cuán continuas y fer-
vientes oraciones ofrecieron a su Dios! ¡cuán fuertes abstinencias
cumplieron, y cuán gran zelo tuvieron al espiritual aprovecha-
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miento! ¡cuán fuerte pelea pasaron para vencer los vicios! ¡cuán
pura y recta intención tuvieron con Dios! En el dı́a trabajaban,
las noches ocupaban en la divina oración, aunque trabajando no
cesaban de la oración espiritual. Todo el tiempo gastaban en el
bien. Toda hora les parecı́a poco para darse a Dios. Y por la
gran dulzura de la contemplación se olvidaban de la necesidad
del mantenimiento. Renunciaban riquezas, honras, dignidades,
parientes y amigos: ninguna cosa querı́an en el mundo: apenas
tomaban lo necesario a la vida, y tenı́an dolor de servir a su
cuerpo aun en las cosas necesarias. Cierto muy pobres eran de
lo temporal; mas riquı́simos en gracias y virtudes. En lo de fuera
necesitados, y en lo de dentro eran de la gracia divina, y de con-
solación recreados. Ajenos eran al mundo, mas a Dios cercanos y
familiares amigos. Tenı́anse por nada cuanto a sı́, y el mundo los
despreciaba; mas en los ojos de Dios eran preciosos y escogidos.
Estaban en verdadera humildad, vivı́an en sencilla obediencia,
andaban en caridad y paciencia, y por eso cada dı́a crecı́an en
espı́ritu, y alcanzaban mucha gracia ante Dios. Fueron puestos
por dechado en la Iglesia; y más nos deben estos mover a bien
aprovechar, que la muchedumbre de los tibios a aflojar.
¡Oh cuánto fue el fervor de los religiosos al principio de la san-
ta ordenación! ¡Oh cuánta la devoción de la oración! ¡cuánta la
envidia de la virtud! ¡cuánto florecı́a en aquel tiempo la discipli-
na! ¡cuánta reverencia y obediencia hubo al mayor de todas las
cosas! Aún hasta ahora dan testimonio los rastros que quedaron,
que fueron verdaderamente varones santos y muy perfectos, que
tan varonilmente peleando, hollaron el mundo. Ahora ya se esti-
ma en mucho aquel que no quebranta la regla, y que con mucha
paciencia puede sufrir lo que votó. ¡Oh tibieza y negligencia de
nuestro tiempo, que tan presto declinamos del fervor primero, y
nos enoja el no vivir descansados y flojos! Pluguiese a Dios que
no durmiese en tı́ el aprovechamiento de las virtudes, pues viste
tantos ejemplos devotos.
30
Capı́tulo XIX
De los ejercicios del buen religioso.
12
bienes.
Capı́tulo XX
Del amor de la soledad y silencio.
hace triste mañana. Y ası́ todo otro gozo carnal entra blando;
mas al cabo muerde y mata. ¿Qué puedes ver en otro lugar, que
aquı́ no lo veas? Aquı́ ves el cielo y la tierra, y los elementos, de
los cuales fueron hechas todas las cosas. ¿Qué puedes ver que
permanezca mucho tiempo debajo del sol? ¿Piénsaste hartar?
Pues cree que no lo alcanzarás. Si todas las cosas vieses ante tı́,
¿qué serı́a sino una vista vana? Alza tus ojos a Dios, y ruega
por tus pecados y negligencias. Deja lo vano a los vanos, tú ten
cuidado de lo que manda Dios. Cierra tu puerta sobre tı́, y lla-
ma a tu amado Jesús. Está con él en tu cámara, que no hallarás
en otro lugar tanta paz. Si no salieres, ni oyeres nuevas, mejor
perseverarás en buena voz. Pues te huelgas en oı́r novedades,
conviene que te venga turbación del corazón.
Capı́tulo XXI
Del remordimiento del corazón.
Capı́tulo XXII
Consideración de la miseria humana.
tan abrazados con ella, que aunque con mucha dificultad, traba-
jando o mendigando, tengan lo necesario, si pudiesen vivir aqui
siempre, no curarı́an del reino de Dios. ¡Oh locos y descreı́dos de
corazón, que tan profundamente se envuelven en la tierra, que
no saben sino las cosas carnales! Mas en fin sentirán los mı́seros
cuán vil y cuán nada era lo que tanto amaron. Los santos de
Dios y amigos de Cristo no curaban de lo que agradaba a la
carne, ni de lo que florecı́a en este tiempo: toda su esperanza e
intención suspiraba por los bienes eternos, todo su deseo subı́a
a lo que dura para siempre, porque no fuesen traı́dos a las cosas
bajas con el amor de las cosas visibles.
No quieras, hermano, perder la confianza de aprovehar en las
cosas espirituales; aún tiempo y hora tienes: ¿por qué quieres di-
latar tu propósito? Levántate en este momento y comienza y di:
ahora es tiempo de obrar, tiempo de pelear, tiempo convenible
para enmendarme. Cuando tienes alguna tribulación, es tiem-
po de merecer. Conviene pases por fuego y por agua, antes que
llegues al descanso. Si no te haces fuerza, no vencerás el vicio.
En tanto que tratemos este cuerpo no podemos estar sin peca-
do, ni vivir sin enojo y dolor. Fácil cosa fuera tener descanso
de toda miseria: mas como perdimos la inocencia por el peca-
do, perdióse con ella la verdadera felicidad. Por eso conviénenos
tener paciencia, y esperar la misericordia de Dios, hasta que se
acabe la maldad, y la vida trague a la muerte.
¡Oh cuánta es la flaqueza humana, que siempre está inclina-
da a los vicios! Hoy confiesas tus pecados, y mañana te tornas a
ellos. Ahora propones de guardarte; y de aquı́ a una hora haces
como si no propusieras nada. Con gran razón nos podemos hu-
millar, y nunca sentir de nosotros cosas grandes, pues somos tan
flacos y tan mudables. Por cierto presto se pierde por descuido
lo que con mucho trabajo dificultosamente se ganó por gracia.
¿Qué será de nosotros al fin, cuando ya tan temprano estamos
tibios? Ay de nosotros, si ası́ queremos ir al reposo como si ya
38
Capı́tulo XXIII
Del pensamiento de la muerte.
Muy presto será contigo este negocio; por eso mira cómo vi-
ves. Hoy es el hombre, y mañana no parece. En quitándolo de
los ojos, se va del corazón. ¡Oh torpeza y dureza del corazón
humano, que solamente piensa lo presente, sin cuidado de lo por
venir! Habı́as de ordenarte en todo como si luego hubieses de
morir. Si tuvieses buena conciencia no temerı́as mucho la muer-
te. Mejor serı́a huir de los pecados que la muerte. Si hoy no
estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana? El dı́a de mañana es
incierto: ¿y qué sabes si amanecerás mañana? ¿Qué aprovecha
vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos? La larga vida
no todas veces enmienda lo pasado; mas muchas veces añade
pecados. ¡Oh si hubiésemos vivido un dı́a bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión, y muchas veces es
poco el fruto de la enmienda. Si es temeroso el morir, puede ser
que sea más peligroso vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de su muerte an-
te sus ojos, y se apareja cada dı́a a morir. Si viste morir algún
hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar. Cuando
fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche. Y cuando
noche, no te oses prometer de ver la mañana, porque muchos
mueren súbitamente. Por eso vive siempre aparejado y con tan-
ta vigilancia, que nunca la muerte te halle desapercibido; porque
39
Capı́tulo XXIV
Del juicio, y de las penas de los pecados.
Capı́tulo XXV
De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida.
todas sus fuerzas para vencer las cosas que más graves y con-
trarias les son; porque allı́ aprovecha el hombre más, y alcanza
mayor gracia donde más se vence y mortifica en el espı́ritu. Mas
no tienen todos iguales los contrarios, ni iguales fuerzas para
vencer ni mortificarse. Mas el diligente remediador más fuerte
será para la perfección, aunque tenga muchas pasiones, que el
bien acondicionado, si pone poco aliento a las virtudes.
Dos cosas ayudan especialmente para mucho enmendarse. La
una desviarse con esfuerzo de aquello a que le inclina la natu-
raleza viciosamente; y la otra trabajar con fervor por la virtud
que más le falta. Estudia también vencer y evitar lo que más te
desagrada en los otros. Mira que te aproveches donde quiera; si
vieres u oyeres buenas obras, te avives a imitarlas. Mas guárdate
si vieres alguna cosa digna de reprehensión, que no la hagas. Y
si alguna vez la hiciste, enmiéndalo presto. Ası́ como tú miras
los otros, ası́ otros te miran a tı́. ¡Oh cuán alegre y dulce es
ver los cristianos devotos y fervientes, bien condicionados y bien
criados! ¡cuán triste y grave verlos desordenados, y que no hacen
aquello a que son llamados! ¡Oh cuán dañoso es ser negligente en
el propósito del llamamiento divino, y ocuparse en lo que no les
mandan! Acuérdate del propósito que tomaste, y ponte delante
de la imagen del Crucifijo; que mucha razón tendrás de aver-
gonzarte mirando la vida de Jesucristo, porque no estudiaste de
conformarte más a él, aunque haya muchos años que estás en el
camino del Señor Dios.
El cristiano que se ejercita y medita devotamente en la vida y
pasión santı́sima del Señor, halla allı́ todo lo útil y necesario para
sı́ cumplidamente, y no hay necesidad que busque algo mejor
fuera de Jesucristo. ¡Oh si viniese a nuestro corazón Jesucristo
crucificado, cuán presto y cuán de verdad serı́amos enseñados!
El obediente solı́cito todo lo que le mandan acepta y lleva muy
bien. El negligente y perezoso tiene tribulación sobre tribulación,
y de cada parte está angustiado, porque carece de la consolación
45
Libro segundo
Capı́tulo I
De la conversación interior.
y sea en él tu temor y amor. Él responderá por tı́, y lo hará bien,
como mejor sea y convenga. No tienes aquı́ ciudad de morada:
donde quiera que fueres, serás extraño y peregrino, y no tendrás
jamás reposo hasta que seas unido a Cristo entrañablemente.
¿Qué miras aquı́, no siendo este lugar de tu reposo? En el
celestial ha de ser tu morada, y como de paso has de mirar
todo lo terreno. Todas las cosas pasan, y tú con ellas, Guárdate
no te juntes con ellas, porque no seas preso, y perezcas. En el
Soberano sea tu pensamiento, y tu oración sea enderezada a
Cristo sin cesar.
Si no saber especular las cosas profundas y celestiales, des-
cansa en la pasión de Jesucristo, y mora muy de gana en sus
santı́simas llagas; porque si te llegas devotamente a las llagas de
Jesucristo, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no curarás
mucho de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las
palabras de los maldicientes; pues que Jesucristo fue en el mundo
despreciado y denostado por los hombres, y entre los denuestos
fue de los amigos y conocidos desamparado en la mayor necesi-
dad. Cristo quiso padecer y ser despreciado; ¿y tú osas quejarte?
Cristo tuvo adversarios; ¿y tú quieres tener a todos por amigos?
¿De dónde se coronará tu paciencia, si ninguna adversidad se te
ofrece?
Si no quieres sufrir algo por Cristo, ¿cómo serás amigo de
Cristo? Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cris-
to. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesucristo
nuestro Redentor, y gustases un poco de su encendido amor,
no tendrı́as mucho cuidado de tu provecho o daño, antes te hol-
garı́as más de las injurias que te hiciesen; porque el amor de Dios
hace al hombre despreciarse a sı́ mismo. El amador entrañal y
verdadero de Jesucristo, y libre de las afecciones desordenadas,
se puede convertir libremente a Dios, levantarse a sı́ sobre sı́ en
el espı́ritu, y holgar en él con suavidad.
Aquel a quien saben todas las cosas a lo que son, no como se
51
Capı́tulo II
Cómo debemos tener paciencia con humildad.
No tengas en mucho quien es por tı́ o contra tı́; mas ten cui-
dado que sea Dios contigo en todo lo que haces. Ten buena
conciencia, y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar no le
podrá dañar la malicia de alguno.
Si tú sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios.
Él sabe bien el tiempo y la manera de librarte; y por esto te
debes ofrecer a él en todo. A Dios pertenece ayudar y librar de
toda confusión. Algunas veces conviene para nuestra humildad
que otros sepan nuestros defectos, y los reprendan. Cuando el
hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca
y mitiga los otros, y satisface a los que están airados con él.
52
Capı́tulo III
Del hombre bueno y pacı́fico.
Capı́tulo IV
De la pura voluntad y sencilla intención.
Capı́tulo V
De la propia consideración.
Capı́tulo VI
De la alegrı́a de la buena conciencia.
eres, ni puedes ser dicho mayor de lo que Dios sabe que eres.
Si miras lo que eres dentro de tı́, no tendrás cuidado de lo que
fuera hablan de tı́. El hombre ve lo de fuera; Dios el corazón 21.
El hombre considera las obras, y Dios pesa las intenciones.
Hacer siempre bien, y tenerse en poco, señal es de humildad:
no querer consolación de criatura alguna, señal es de gran pu-
ridad y de confianza cordial. El que no busca de los hombres
prueba de su bondad, claro muestra que se encomienda del todo
a Dios. Dice el glorioso apóstol 22 : no el que se loa a sı́ mismo es
aprobado; mas el que Dios alaba. Andar de dentro con Dios, y
no embarazarse de fuera en alguna afección, estado es de varón
espiritual.
Capı́tulo VII
Del amor que debemos tener a Cristo sobre todas las cosas.
Capı́tulo VIII
De la familiar amistad de Jesús.
está bien con Jesús. Muy gran arte es saber conversar con Jesús,
y admirable prudencia saber tener a Jesús.
Sé humilde y pacı́fico, y será contigo Jesús. Sé devoto y sose-
gado, y permanecerá contigo Jesús. Presto puedes echar de tı́ a
Jesús, y perder su gracia, si te abates a las cosas exteriores. Si
destierras de tı́ a Jesús y lo pierdes, ¿adónde irás, a quién bus-
carás por amigo? Sin amigo no puedes vivir mucho: y si no fuere
Jesús tu especialı́simo amigo, estarás muy triste y desconsolado.
Pues locamente lo haces, si en otro alguno confı́as y te alegras.
Menos mal es tener todo el mundo contrario, que ofendido
a Jesús. Pues sobre todos tus amigos sea Jesús amado singu-
ları́simamente. Ama a todos por amor de Jesús, y a Jesús por
sı́ mismo. Sólo Jesús se debe amar singuları́simamente, porque
él sólo se halla bueno y fidelı́simo, más que todos los amigos.
Por él y en él debes amar los amigos y los enemigos, y rogarle
por todos para que le conozcan y le amen. Nunca codicies ser
loado ni amado singularmente; porque eso a sólo Dios pertenece,
que no tiene igual. Ni quieras que alguno se ocupe contigo de
su corazón; ni tú te ocupes en amor de alguno, mas sea Jesús
en tı́ y en todo hombre bueno. Sé libre y puro de dentro, sin
ocupación de criatura alguna.
Conviene ser desnudo, y tener tu corazón puro a Jesús, si
quieres reposar, y ver cuán suave es el Señor. Verdaderamente
no llegarás a esto, si no fueres prevenido y traı́do de su gracia,
para que dejadas y echadas fuera todas las cosas, seas unido con
él sólo.
Ciertamente cuando viene la graciosa visitación de Dios al
hombre, luego se hace poderoso para toda cosa; y cuando se va,
queda pobre y enfermo, y casi dejado a que lo azoten. En estos
tiempos no debes desmayar ni desesperar, mas estar constante a
la voluntad de Dios, sufrir con igual ánimo todo lo que viniere a
gloria de Jesucristo; porque después del invierno viene el verano,
y después de la noche vuelve el dı́a, y pasada la tempestad viene
59
gran serenidad.
Capı́tulo IX
Cómo conviene carecer de toda consolación.
Capı́tulo X
Del agradecimiento por la gracia de Dios.
Capı́tulo XI
Cuán pocos son los que aman la cruz de Cristo.
27
Lc 17
28
Sal 24
65
Capı́tulo XII
Del camino real de la santa cruz.
32
Mt 16
33
He 14
70
71
Libro tercero
Capı́tulo I
De la habla interior de Cristo al ánima fiel.
34
Estas primeras lı́neas faltan en la edición que estamos transcribiendo. En su lugar las
hemos tomado de la edición del R. P. Eusebio Nieremberg
35
Sal 34
74
Capı́tulo II
Cómo la verdad habla dentro del alma sin ruido de palabras.
Habla, Señor 36, que tu siervo oye. Yo soy tu siervo 37: dame
entendimiento para que sepa tus verdades. Inclina mi corazón a
las palabras de tu boca. Corra tu habla ası́ como rocı́o. Decı́an
en el tiempo pasado los hijos de Israel a Moisés 38: háblanos tú,
y oı́rte hemos: no nos hable el Señor, porque quizás moriremos.
Yo, Señor, no te ruego ası́; mas con el profeta Samuel con
humilde deseo te suplico 39: habla, Señor, que tu siervo oye. No
me hable Moisés ni ninguno de los profetas; mas háblame tú,
Señor, lumbre de todos los profetas, que tú sólo sin ellos me
puedes enseñar perfectamente; ellos sin tı́ ninguna cosa apro-
vechan: pueden pronunciar palabras, mas no dan espı́ritu. Muy
hermosamente dicen, mas callado tú, no entienden el corazón.
Enseñan letras; mas tú abres el sentido. Dicen misterios; mas
tú declaras el entendimiento de los secretos. Pronuncian man-
damientos; mas tú ayudas a cumplirlos. Muestran el camino;
mas tú das esfuerzo para andarlo. De fuera obran solamente;
mas tú instruyes y alumbras los corazones. De fuera riegan; mas
tú das la fertilidad. Ellos llaman con palabras; mas tú das el
entendimiento al oı́do.
Pues no me hable Moisés, mas tú, Señor Dios mı́o, eterna
Sabidurı́a, porque no muera, y quede sin fruto. Señor, si fuere
amonestado y solamente oyere de fuera, y no fuere encendido
de dentro, plegue a tı́ que no me sea condenación la palabra
oı́da, y no obrada; conocida, y no amada; creı́da, y no guardada.
Habla pues tú, Señor, que tu siervo oye; pues que ciertamente
36
1 Re 3
37
Sal 118
38
Éx 20
39
1 Re 3
75
Capı́tulo III
Las palabras de Dios se deben oı́r con humildad; y cómo
muchos no las estiman como deben.
Capı́tulo IV
Oración para pedir la gracia de la devoción.
Señor mı́o, tú eres todo mi bien. ¿Quién soy yo para que te ose
hablar? Yo soy un pobrı́simo siervo tuyo, un gusanillo desechado,
muy mas pobre y más digno de ser despreciado que sé, ni oso
decir. Mas acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo, nada
valgo. Tú solo eres bueno, justo y santo: tú lo puedes todo,
tú lo das todo, tú lo cumples todo; sólo el pecado dejas vacı́o.
Acuérdate, Señor, de tus misericordias, e hince mi corazón de
tu gracia, pues no quieres que estén tus obras vacı́as. ¿Cómo me
podré sufrir en esta mı́sera vida, si no me esfuerza tu gracia?
77
Capı́tulo V
Debemos conversar delante de Dios con verdad y humildad.
Capı́tulo VI
Del maravilloso efecto del divino amor.
consolador, por los siglos de los siglos. ¡Oh Señor Dios mı́o, ama-
dor Santo mı́o! cuando tú vinieres a mi corazón, se alegrarán
todas mis entrañas. Tú eres mi gloria y mi alegrı́a: tú eres mi
esperanza y el refugio mı́o en el dı́a de mi tribulación.
Mas porque soy aún flaco en el amor, e imperfecto en la vir-
tud, por esto tengo necesidad de ser fortalecido y consolado de
tı́. Por eso visı́tame, Señor, más veces, instrúyeme con santas
doctrinas. Lı́brame de mis malas pasiones, y sana mi corazón
42
de mis aficiones desordenadas y vicios: porque sano y bien
purgado, sea hábil para amarte, y constante para sufrir, y firme
para perserverar.
Gran cosa es el amor, gran bien para toda cosa. Él sólo hace
ligero todo lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual. Lleva
la carga sin carga, hace dulce y sabrosa toda cosa amarga. El
nobilı́simo amor de Jesús nos compele a hacer grandes cosas y
siempre mueve a desear cosas perfectas. El amor quiere estar
arriba, y no quiere ser detenido de cosas bajas. El amor quiere
ser libre y ajeno de toda afección mundana, porque no se impida
su interior vista, ni se embarace en ocupaciones de provecho
temporal, o caiga por algún daño o pérdida. No hay cosa más
dulce que el amor, ni más fuerte, ni más ancha, ni más alegre,
ni más cumplida, ni mejor en el cielo ni en la tierra.
Porque el amor nació de Dios, y no puede holgar sobre todo
lo criado, sino en este mismo Dios. El que ama vuela, corre,
alégrase, es libre, no es detenido, toda cosa da por el todo, y
tiene todas las cosas en todas; porque huelga en un sumo bien
sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien. No
mira a los dones, pero vuélvese al dador de ellos.
El amor nunca sabe modo; hierve sobre toda manera. El amor
no siente carga, ni estima los trabajos: más desea que puede. No
se queja lo manden lo imposible; porque cree que todo lo pue-
de en Dios: en conclusión, para todo es bueno. Y muchas cosas
42
Aquı́ reanudamos la transcripción de la traducción de Fray Luis de Granada
80
Capı́tulo VII
De la prueba del verdadero amador.
Hijo, no eres aún fuerte y prudente amador. ¿Por qué, Señor?
porque por una contradicción pequeña faltas en lo comenzado,
y buscas la consolación con mucha ansia. El constante ama-
dor está fuerte en las tentaciones y tribulaciones, y no cree las
astucias engañosas del enemigo. Como yo le agrado en las pros-
peridades, ası́ no le descontento en las adversidades. El discreto
enamorado no considera tanto el don, cuanto el amor del que lo
da; más mira la voluntad que la merced. Todas las dádivas pone
debajo del amado. El amador noble no huelga en el don, mas en
mı́ sobre todo don. Pero si algunas veces no gustas tan bien de
mı́ o de mis santos como deseas, no por eso es ya todo perdido.
Aquel buen afecto dulce que recibes algunas veces, obra es
de la presente gracia, y un sorbito de licor de la patria celes-
tial; sobre lo cual no debes mucho estribar, porque va y viene:
mas pelear contra los malos movimientos del ánima, y desechar
las persuasiones del enemigo, señal es de insigne virtud y de
gran merecimiento. Pues luego que te conturben las imaginacio-
nes diversas de cualquier materia que te vengan, guarda firme
tu propósito con recta intención a Dios. No es engañoso cuan-
do súbitamente eres arrebatado alguna vez a lo alto, y lugo te
tornas a las vanidades acostumbradas del corazón; porque más
lo sufres contra tu voluntad, que las haces de grado. Y cuanto
más te desplacen y las contradices, tanto es mayor mérito, y no
perdición.
Sábete que el enemigo antiguo del todo se esfuerza por im-
pedir tu buen deseo y vaciarlo de todo devoto ejercicio, como
es honrar a los santos, la piadosa memoria de mi pasión, la útil
contrición de los pecados, la guarda del propio corazón, el firme
propósito de aprovechar en la virtud, También te pone muchos
82
Capı́tulo VIII
Cómo se ha de encubrir la gracia debajo de la humildad.
Capı́tulo IX
De la vil estimación de sı́ mismo ante los ojos de Dios.
46
¿Hablaré yo a mi Señor, siendo como soy polvo y ceniza?
Si más de esto me reputares, tu estás contra mı́, y mis maldades
hacen de esto verdadero testimonio, y no puedo contradecir.
Mas si me envileciere, y me volviere nada, y dejare toda propia
46
Las siguientes lı́neas están tomadas de la versión del R. P. Eusebio Nieremberg
85
Capı́tulo X
Todas las cosas se deben referir a Dios como último fin.
Capı́tulo XI
En despreciando el mundo, es muy dulce cosa servir a Dios.
Otra vez ahora hablo yo, Señor, y no callaré: mas diré en las
orejas de mi Dios y mi Señor y mi Rey, que está en el cielo 48:
48
Sal 30
87
Capı́tulo XII
Los deseos del corazón se deben examinar y moderar
Capı́tulo XIII
Declara qué cosa sea paciencia, y la lucha contra los apetitos
sensuales
sufren los hombres del mundo? Aún en los muy delicados no ca-
be esto. Mas podrás decir, que tienen muchos deleites, y siguen
sus apetitos, y con eso sienten poco sus tribulaciones. puesto que
sea ası́ que tengan cuanto quisieren; dime: ¿cuánto les durará?
Mira que los muy abundantes en el siglo, como humo desfalle-
cerán, y no habrá memoria de los gozos pasados, y aún en tanto
que viven, no huelgan en ellos el temor, congoja y amargura, que
de la misma cosa que se recibe el deleite, de allı́ las más veces
reciben la pena del dolor. Juntamente se hace con ellos; porque
ası́ como desordenadamente buscan y siguen los deleites, ası́ los
cumplen con amarga confusión. ¡Oh cuán breves, o cuán falsos,
o cuán desordenados y torpes son todos! Mas como beodos y
ciegos no lo entienden los tales, sino como animales inmundos,
por un poco de deleite corruptible se dejan caer en la muerte del
ánima. Por eso mira tú no vayas tras tus desordenados deseos,
mas apártate de tu voluntad. Deléitate en el Señor, y darte ha
lo que pidieres en tu corazón.
Y si de verdad quieres haber placer, y ser consolado en mı́ abun-
dantı́simamente, tu bendición será en el desprecio de toda cosa,
y en cortar de tı́ todo deleite de acá abajo; y ası́ serte ha da-
da copiosa consolación; y cuanto más te desviares del consuelo,
tanto hallarás en mı́ más suaves y mucho más poderosas conso-
laciones: mas mira que no las alcanzarás sin que tengas alguna
tristeza y trabajo. La costumbre te hará contradicción; mas ven-
cerla has con otra mejor. La carne murmurará; mas refrenarse
ha con el fervor del espı́ritu. La serpiente antigua te instigará y
desabrirá; mas con la oración huirá, y con el trabajo provechoso
le cerrarás la puerta.
91
Capı́tulo XIV
De la obediencia del súbdito humilde a ejemplo de Cristo
Capı́tulo XV
Cómo se han de considerar los secretos juicios de Dios, porque
no nos elevemos en la prosperidad
Señor, tú manifiestas tus juicios contra mı́, y hieres mis huesos
con temor y temblor. Espántase mucho mi alma, estoy atónito,
y considero que los cielos no son limpios en tu presencia. Si en
los ángeles hallaste maldad, y no los perdonaste, ¿qué será de
mı́? Cayeron las estrellas del cielo; y yo polvo ¿qué presumo?
Aquellos cuyas obras parecı́an muy loables cayeron a lo bajo, y
los que comı́an pan de ángeles vı́ deleitarse con el manjar de los
puercos.
¡Oh Señor!, que no hay santidad si tú apartas tu mano. No
basta discreción si tú dejas de gobernar. No hay fortaleza que
ayude si tú dejas de conservar. No hay castidad segura si tú no
la defiendes. Ninguna propia guarda aprovecha si tú no velas
sobre nosotros; porque en dejándonos, luego nos sumimos, y pe-
recemos; mas visitados por tı́, vivimos, y somos levantados. Mu-
dables somos, mas por tı́ somos firmes: enfriámonos, mas por
tı́ somos encendidos.
¡Oh cuán bajamente debo sentir de mı́! ¡en cuán poco me
debo tener, aunque parezca que tengo algún bien! ¡Oh Señor, y
cuán profundamente me debo someter debajo de tus profundos
juicios, donde no me hallo ser otra cosa sino nada, y menos que
nada! ¡Oh carga inmensa! ¡Oh piélago, que no se puede nadar,
donde no hallo cosa en mı́ sino ser nada en todo! Pues ¿dónde
está el escondrijo de la gloria? ¿dónde está la confianza de la
virtud concebida?
93
Capı́tulo XVI
Cómo debes decir en todas las cosas que deseares.
Capı́tulo XVII
Oración para pedir el cumplimiento de la voluntad de Dios.
Capı́tulo XVIII
En sólo Dios se debe buscar el verdadero consuelo.
que no podrı́an durar mucho: ası́ que, ánima mı́a, tú no podrás
ser consolada cumplidamente sino en Dios, que es consolador de
los pobres, y recibe los humildes. Espera un poco, ánima mı́a,
espera la promesa divina, y eterna abundancia de todo bien en
el cielo.
Si codicias muy desordenadamente las cosas presentes, per-
derás las eternas. Las temorales sean para usar, y las celestiales
para desear. No puedes ser harta de cosa temporal, porque no
eres criada para ella. Aunque tengas todos los bienes criados no
puedes ser bienaventurado; mas en Dios, que crió todas las co-
sas, consiste tu bienaventuranza y tu felicidad: no como la que
se muestra y es loada de los locos amadores del mundo; mas
como la esperan los buenos fieles de Cristo, y algunas veces la
gustan los espirituales y limpios de corazón, cuya conversación
es en el cielo.
Vano es y breve todo placer humano: el bienaventurado placer
es el que se siente de dentro de la verdad. El hombre devoto
en todo lugar lleva consigo a Jesús, consolador suyo, y dı́cele:
ayúdame, Señor, en todo lugar y tiempo, y tenga yo, Señor, por
consolación querer de grado carecer de todo humano consuelo, y
si me faltare tu consolación, séame tu voluntad y tu justa prueba
en lugar de muy grande consuelo: que no estarás siempre airado,
ni me amenazarás para siempre.
Capı́tulo XIX
Todo nuestro cuidado se ha de poner en sólo Dios.
Capı́tulo XX
Debemos llevar con igualdad las miserias temporales a ejemplo
de Cristo.
doctrina reprehensión.
Señor, si tú fuiste tan paciente en tu vida, principalmente
cumpliendo la voluntad del Padre; justo es que yo, pobrecillo
pecador, según tu voluntad sufra por mi salud la carga de mi
corruptibilidad hasta cuando tú quisieres. Aunque la vida pre-
sente es cargada, ya por tu gracia es muy meritoria, y mas to-
lerable y clara para los flacos, por tu ejemplo y de tus santos, y
aún mucho mas consolatoria que fue el tiempo pasado en la vieja
ley, cuando estaba cerrada la puerta del cielo, y el camino era
muy obscuro; cuando tan poquitos tenı́an cuidado de buscar el
reino de los cielos; y aún los que eran justos, y se habı́an de sal-
var, entonces no podı́an entrar al reino celestial hasta que llegase
tu pasión, y el pago de tu muerte sagrada. ¡Oh cuántas gracias
debo dar a tu sacratı́sima Majestad, que has tenido por bien de
mostrarme a mı́ y a todos los fieles la carrera recta y buena para
tu eterno reino! Tu vida, dulce Jesús, es nuestra carrera, por la
santa paciencia vamos a tı́, que eres nuestra corona. Si tú no
fueras delante enseñando, ¿quién procurára seguirte? ¡Ay, ay,
cuántos quedarı́an atrás si no mirasen tus ilustrı́simos ejemplos!
Y si dando tantas maravillas de tus señales y doctrinas estamos
aún tibios ¿qué harı́amos si no tuviésemos tanta claridad para
seguirte?
Capı́tulo XXI
De la tolerancia de las injurias, y cómo se prueba el verdadero
paciente
Capı́tulo XXII
De la confesión de nuestra flaqueza, y de las miserias de esta
vida.
Capı́tulo XXIII
Sólo se ha de descansar en Dios sobre todas las cosas
Ánima mı́a, sobre todas las cosas tú huelga siempre en Dios;
que él es la eterna holganza de los santos. Otórgame tú, dulcı́si-
mo y amantı́simo Jesús, holgarme en tı́ sobre todas las cosas
criadas, y sobre toda salud y hermosura, sobre toda gloria y
honra, sobre toda paciencia y dignidad, sobre toda ciencia y
101
Capı́tulo XXIV
De la memoria de los innumerables beneficios de Dios
Capı́tulo XXV
Cuatro cosas que causan gran paz.
Capı́tulo XXVI
Oración para los malos pensamientos.
Capı́tulo XXVII
Oración para alumbrar el entendimiento.
Capı́tulo XXVIII
Cómo se debe evitar la curiosidad de saber vidas ajenas.
Capı́tulo XXIX
En qué consiste la paz firme del corazón, y el verdadero
aprovechamiento.
Capı́tulo XXX
De la excelencia del ánima libre; y como la humilde oración es
de mayor mérito que la lección.
Capı́tulo XXXI
El amor propio nos estorba mucho el bien eterno.
Capı́tulo XXXII
Oración para pedir la limpieza de corazón, la sabidurı́a celestial
y la prudencia.
Capı́tulo XXXIII
Contra las lenguas de los maldicientes.
Capı́tulo XXXIV
Oración para rogar a Dios y bendecirle en el tiempo de la
tribulación.
Capı́tulo XXXV
Cómo se ha de pedir el favor divino; y de la gran confianza de
cobrar la gracia.
más lejos de mı́ estoy yo muchas veces más cerca de tı́. Y cuando
tú piensas que es todo perdido, entonces muchas veces está cerca-
na la ganancia del mercader. No es todo perdido cuando alguna
cosa te acaece en contrario. No debes juzgar como sientes al pre-
sente, ni embarazarte, ni congojarte con cualquiera contrariedad
que te venga, como que no hubiese esperanza de remedio.
No te tengas por desamparado del todo, aunque te envı́e a
tiempos alguna tribulación; que de esta manera se pasa al reino
del cielo. Y sin duda más convenible es ası́ a tı́ y a todos mis
siervos, que os ejercitéis en adversidades, que si todo sucediese
a vuestro favor. Yo conozco los pensamiento escondidos, y mu-
cho conviene para tu salud que algunas veces te deje desabrido,
porque podrı́a ser que alguna vez te ensoberbecieses en lo que
bien te sucediese, y pensases complacerte a tı́ mismo en lo que
no eres. Lo que yo te dı́ te lo puedo quitar, y tornártelo cuan-
do quisiere. Cuando te lo diere, mı́o es; y cuando te lo quitare,
no tomo lo tuyo; que mı́a es cualquiera dádiva buena, y todo
perfecto don.
Si te enviare alguna tribulación o angustia, no te indignes, ni
se caiga tu corazón; que luego te puedo enviar favor, y mudar
cualquiera angustia en gozo. En verdad justo soy, y mucho de
loar en hacerlo ası́ contigo. Si algo sabes, y miras de verdad nun-
ca te debes entristecer tan de caı́da por las adversidades; mas
gozarte más y agradecerlo, y tener por principal alegrı́a, que afli-
giéndote con dolores, no te dejo pasar sin castigo 57. Ası́ como
me amó el Padre, yo os amo, dije a mis amados discı́pulos; los
cuales ciertamente no envié a gozos temporales, mas a grandes
peleas: no a honras, sino a desprecios: no a holgar, sino a tra-
bajar, y hacer gran fruto en paciencia. Hijo mı́o, acuérdate de
estas palabras.
57
Jn 15
115
Capı́tulo XXXVI
Se debe despreciar toda criatura para hallar al Criador.
Capı́tulo XXXVII
Cómo debe el hombre negarse a sı́ mismo, y desviarse de toda
codicia.
Capı́tulo XXXVIII
De la mudanza del corazón, y en qué debemos tener toda la
intención.
Capı́tulo XXXIX
Que al que ama, es Dios muy sabroso en todo y sobre todo.
Oh mi Dios y todas las cosas, ¿y qué cosa hay que más deba
querer? ? ‘y qué mayor bienaventuranza puedo yo desear? ¡Oh
sabrosa y dulcı́sima palabra para el que ama a Dios, y no al
mundo, ni a lo que en él está! Al que entiende basta lo dicho; y
119
Capı́tulo XL
En esta vida no hay seguridad de carecer de tentaciones.
en mı́ que en sı́, porque sabı́an que son equivalentes todas las
penas de este tiempo para merecer la gloria venidera. ¿Quieres
tú hallar luego lo que muchos después de muchas lágrimas y
trabajos con dificultad alcanzaron? Espera en el Señor, y tra-
baja varonilmente: esfuérzate, y no desconfı́es, ni huyas. Mas
pon tu cuerpo y tu ánima por mi gloria constantemente; que yo
seré contigo en toda tribulación, y te lo pagaré muy cumplida-
mente.
Capı́tulo XLI
Contra los varios juicios de los hombres.
A sı́ se daña, más que a tı́, y cualquiera que sea no podrá huir el
juicio de Dios. Tú pon a Dios ante tus ojos, y no contiendas con
palabras quejosas. Y si te parece que al presente sufres confusión
o vergüenza sin merecerlo, no te enojes por eso, ni disminuyas la
corona por impaciencia, mas mı́rame a mı́ en el cielo, que puedo
librar de toda vergüenza y confusión, y dar a cada uno según
sus obras.
Capı́tulo XLII
De la total renunciación de sı́ mismo para alcanzar la libertad
de corazón.
Capı́tulo XLIII
Del buen recogimiento de las cosas exteriores, y del recurso a
Dios en los peligros.
Capı́tulo XLIV
No sea el hombre importuno en los negocios.
Capı́tulo XLV
No tiene el hombre ningún bien de sı́, ni tiene de qué se alabar.
Capı́tulo XLVI
Del desprecio de toda honra temporal.
Capı́tulo XLVII
No se debe poner la paz en los hombres.
Capı́tulo XLVIII
Contra las ciencias vanas.
Capı́tulo XLIX
No se deben buscar las cosas exteriores.
Capı́tulo L
No se debe creer a todos, y como fácilmente se resbala en las
palabras.
Capı́tulo LI
67
Mt 10
68
Job 7
132
Hijo, está firme y espera en mı́. ¿Qué cosa son palabras sino
palabras? Por el aire vuelan, no hieren al que está firme. Si eres
culpado, determina de enmendarte de buena gana. Si no hallas
en tı́ culpa, ten por bien de sufrirlas por Dios. Y muy poco es
que sufras siquiera palabras algunas veces; pues aún no puedes
sufrir graves azotes.
¿Y por qué tan peuqñas cosas te pasan el corazón, sino por-
que aún eres carnal, y miras mucho más a los hombres de lo que
conviene? Que porque temes ser despreciado, por eso no quieres
ser reprendido de tus faltas, y buscas sombrecillas de excusacio-
nes. Mas mira mejor, y conocerás que aún vive en tı́ el amor del
mundo, y el vano amor de agradar a los hombres. Porque en huir
de ser avergonzado y apocado por tus defectos, se muestra muy
claro que no eres verdadero humilde, ni eres del todo muerto al
mundo, ni el mundo a tı́.
Mas oye mis palabras, y no cuidarás de cuantas dijeren los
hombres. Dı́: si se dijese contra tı́ todo cuanto maliciosamente
se puede fingir ¿qu te dañarı́a? Si del todo lo dejases pasar, y
no lo estimares en una paja, ¿podrı́ate por ventura arrancar un
cabello?
El que no está dentro en su corazón, ni me tiene a mı́ ante sus
ojos, presto se mueve por una palabra áspera. Mas el que confı́a
en mı́, y no en su propio parecer, vivirá sin temer a los hombres.
Yo soy el Juez, y conozco los secretos todos: yo sé cómo se pasan
las cosas, y conozco muy bien al que hace la injuria, y también
al que la sufre. De mı́ salió esta palabra, permitiéndolo yo acae-
ció esto; porque se descubran los pensamientos e imaginaciones
de muchos corazones. Yo juzgo al culpado e inocente: mas quise
probar primero al uno y al otro con juicio secreto.
El testimonio de los hombres muchas veces engaña; mas mi
133
Capı́tulo LII
Todas las cosas graves deben sufrir por la vida eterna.
Capı́tulo LIII
Del dı́a de la eternidad, y de las angustias de esta vida.
Capı́tulo LIV
Del deseo de la vida eterna; y cuántos bienes están prometidos
a los que pelean bien.
muy gran deseo me piden. Tal suele ser algunas veces tu deseo,
el cual mostraste con tanta importunidad: por cierto no es puro
ni perfecto lo que va inficionado y manchado del propio interés.
Pide no lo que es para tı́ delectable y provechoso, mas lo que
es para mı́ aceptable y honroso. Que si derechamente juzgas,
debes anteponer mi ordenación a tu deseo y a cualquier cosa
deseada, y seguir mi ordenación, y no tu querer. Yo conozco tu
deseo, y bien he oı́do tus largos gemidos; ya querrı́as tú estar
en la libertad de la gloria de los hijos de Dios: ya te deleita
la casa eterna, y la casa celestial llena de gozo. Mas aún no es
venida esta hora, aún es tiempo de guerra, tiempo de trabajo y
de examinación. Deseas ser lleno del sumo bien; mas no puede
ser ahora. Yo soy: espérame hasta que venga el reino de Dios.
Primero has de ser probado en la tierra y ejercitado en mu-
chas cosas. Algunas veces serás consolado; mas no te será dada
cumplida hartura. Por eso esfuérzate mucho, ası́ en hacer, como
padecer las adversidades contra la naturaleza. Conviénete que
te vistas del hombre nuevo, y ser mudado en otro hombre. Con-
viénete hacer muchas veces lo que no quieres, y dejar lo que
quieres. Lo que agrada a los otros, irá delante; lo que a tı́ te
contenta, no se hará. Lo que dicen los otros será oı́do; lo que
dices tú será contado por nada. Pedirán los otros, y recibirán;
tú pedirás, y no alcanzarás. Otros serán muy grandes en la boca
de los hombres; de tı́ no se hará cuenta. A los otros se encargarán
los negocios, tú serás tenido por inútil. Por eso se entristecerá la
naturaleza; mas será gran cosa si lo sufrieres callando.
De esta manera en estas cosas, y otras semejantes, es probado
el fiel siervo del Señor, para ver cómo sabe negarse y quebran-
tarse en todo. Apenas se hallará cosa en que más te convenga
morir a tı́ mismo, como es en ver y en sufrir lo contrario a tu
voluntad, principalmente cuando parece sin razón y de poco pro-
vecho lo que te mandan hacer. Y porque tú siendo mandado, no
osas resistir a la voluntad de tu superior, por eso te parece cosa
139
Capı́tulo LV
Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre
desconsolado.
140
Capı́tulo LVI
Debemos ocuparnos en cosas bajas cuando cesan las altas.
Capı́tulo LVII
No se estime el hombre por digno de consuelo; pues lo es de
tormentos.
Capı́tulo LVIII
La gracia no se mezcla con los que saben las cosas terrenas.
78
1 Pe 2
146
Capı́tulo LIX
De los movimientos de la naturaleza y de la gracia.
Capı́tulo LX
De la corrupción de la naturaleza, y de la eficacia de la gracia
divina.
Capı́tulo LXI
Que debemos negarnos, y seguir a Cristo por la cruz.
85
Jn 13
86
Jn 14
153
Capı́tulo LXII
No debe acobardarse el que cae en algunas flaquezas.
Capı́tulo LXIII
No se deben escudriñar las cosas altas y los juicios ocultos de
Dios.
Capı́tulo LXIV
Toda la esperanza y confianza se debe poner en sólo Dios.
Libro cuarto
LA VOZ DE CRISTO.
Capı́tulo I
Con cuánta reverencia se ha de recibir a Jesucristo.
Capı́tulo II
Cómo se da al hombre en el Sacramento la gran bondad y
caridad de Dios.
Capı́tulo III
Que es cosa provechosa comulgar muchas veces.
Capı́tulo IV
Cómo se conceden muchos bienes a los que devotamente
comulgan.
99
Mt 11
174
Capı́tulo V
De la dignidad del Sacramento y del estado sacerdotal.
Capı́tulo VI
Pregúntase qué se debe hacer antes de la comunión.
Capı́tulo VII
Del examen de la propia conciencia, y del propósito de la
enmienda.
Capı́tulo VIII
Del ofrecimiento de Cristo en la cruz, y de la propia
renunciación.
Capı́tulo IX
Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas, y
rogarle por todos.
Capı́tulo X
No se debe dejar ligeramente la sagrada comunión.
se escribe en Job 102, viene entre los hijos de Dios para turbarlos
con su acostumbrada malicia, o para hacerlos muy temerosos y
dudosos, porque ası́ disminuya su afecto, o acosándolos les qui-
te la confianza; para que de esta manera, o dejen del todo la
comunión, o lleguen a ella tibios y sin fervor.
Mas no debemos cuidar de sus astucias y fantası́as, por más
torpes y espantosas que sean; mas quebrarlas todas en su cabe-
za, y procurar de despreciar al desventurado, y burlar de él; y
no se debe dejar la sagrada comunión por todas las malicias y
turbaciones que levantare.
Muchas veces también estorba para alcanzar devoción la de-
masiada ansia de tenerla, y la gran confianza de confesarse. Por
eso haz en esto lo que aconsejan los sabios, y deja la ansia y
escrúpulo, porque estas cosas impiden la gracia de Dios, y des-
truyen la devoción del ánima.
No dejes la sagrada comunión por alguna pequeñuela tribu-
lación o pesadumbre; mas confiésate luego, y perdona de buena
voluntad las ofensas que te han hecho; y si tú has ofendido a
alguno, pı́dele perdón con humildad; y ası́ Dios te perdonará de
buena gana.
¿Qué aprovecha dilatar mucho la confesión o la sagrada comu-
nión? Lı́mpiate en el principio, escupe presto la ponzoña, toma
de presto el remedio, y hallarte has mejor que si mucho tiempo
lo dilatares. Si hoy lo dejas por alguna ocasión, mañana te puede
acaecer otra mayor, y ası́ te estorbarás mucho tiempo, y estarás
más inhábil. Por eso lo más presto que pudieres sacude la pe-
reza y pesadumbre; que no hace al caso estar largo tiempo con
cuidado envuelto en tribulaciones, y por los estorbos cotidianos
apartarte de las cosas divinas.
Antes daña mucho dilatar la comunión largo tiempo, porque
es causa de estarse el hombre ocupado en grave torpeza. ¡Ay
dolor! que algunos tibios y desordenados dilatan muy de grado
102
Job 2
182
Capı́tulo XI
El cuerpo de Jesucristo y la Sagrada Escritura son muy
necesarios al ánima fiel.
Capı́tulo XII
Débese aparejar con grandı́sima diligencia el que ha de recibir
a Cristo.
a santificarte y mejorarte. Tú vienes para que seas por mı́ san-
tificado y unido conmigo; para que recibas nueva gracia, y de
nuevo te enciendas para mejor perfección. No desprecies esta
gracia; apareja continuamente con toda diligencia tu corazón, y
recibe dentro de tı́ tu amado.
Y también conviene que te aparejes a la devoción y sosiego, no
sólo antes de la comunión, mas que te conserves y guardes en ella
después de recibido el Santı́simo Sacramento. Ni se debe tener
menor guarda después, que el devoto aparejo primero; porque
la buena guarda después es muy mejor aparejo para alcanzar
otra vez mayor gracia. Que de aquı́ viene hacerse el hombre muy
indispuesto, por desordenarse y derramarse luego en los placeres
exteriores. Guárdate de hablar mucho, y recógete a algún lugar
secreto, y allı́ goza de tu Dios; pues tienes al que todo el mundo
no te puede quitar. Yo soy a quien del todo te debes dar; de
manera que ya no vivas más en tı́, sino en mı́, sin ningún cuidado.
Capı́tulo XIII
Cómo el ánima devota con todo su corazón debe desear la
unión de Cristo en el Sacramento.
Capı́tulo XIV
Del encendido deseo de algunos devotos a la sagrada comunión
del cuerpo de Cristo.
Capı́tulo XV
La gracia de la devoción con la humildad y propia renunciación
se alcanza.
Capı́tulo XVI
Cómo se han de manifestar a Cristo nuestras necesidades, y
pedirle su gracia.
Capı́tulo XVII
Del abrasado amor y del grande afecto de recibir a Cristo.
Capı́tulo XVIII
No sea el hombre curioso escudriñador del Sacramento, sino
humilde imitador de Cristo, humillando su sentido a la sagrada
fe.