Los Pueblos Nomades de Rio Negro
Los Pueblos Nomades de Rio Negro
Los Pueblos Nomades de Rio Negro
Los
PUEBLOS
´
NOMADES
de
RÍO NEGRO
Los
PUEBLOS
NÓMADES
de
RÍO NEGRO
AUSPICIADO POR:
Editores:
Emiliano Mange, Alejandro Serna y Lucio González Venanzi
Los
PUEBLOS
NÓMADES
de
RÍO NEGRO
Ilustración de tapa: Elisabeth Pepe Steger
Diseño: Fernando Vázquez Mazzini
Diagramación: Lorena Blanco
Las opiniones vertidas en el presente libro son exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan opiniones institu-
cionales de los editores o auspiciantes.
Reservados los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser
reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, químico, mecánico, elec
tro-óptico, grabación, fotocopia, CD Rom, Internet o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de la editorial.
Primera Edición: 2023. Se terminó de imprimir en el mes de julio 2023, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Mange, Emiliano
Los pueblos nómades de Río Negro / Emiliano Mange ; Alejandro Serna ; Lucio González Venanzi. - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Fundación de Historia Natural Félix de Azara, 2023.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-8989-26-6
1. Río Negro. 2. Arqueología. I. Serna, Alejandro. II. González Venanzi, Lucio. III. Título.
CDD 930.1
Índice
Introducción....................................................................................................... 7
7
Los pueblos nómades de Río Negro
1 El uso del término “cazadores-recolectores” podría ser cuestionado, por ejemplo, porque implica utilizar
un criterio exclusivamente económico para definir a un tipo de sociedad (en este caso las actividades rea-
lizadas para obtener los alimentos), cuando podrían utilizarse muchos otros criterios. También podría
decirse que hay sociedades que practican la caza y la recolección pero no son nómades, o no son iguali-
tarias, o practican también la agricultura. Sin perder de vista estas limitaciones, creemos que el término
es operativo para ordenar la diversidad de las sociedades que intentamos describir.
8
Introducción
9
Los pueblos nómades de Río Negro
2 Casamiquela R. M. 1985. Bosquejo de una etnología de la provincia de Río Negro. Fundación Ameghino,
Viedma.
3 Nacuzzi L. R. 1998. Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia.
Colección tesis doctorales, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires.
10
Introducción
huelches del norte, tehuelches del sur, pehuenches, etc.) sosteniendo que surgen
de clasificaciones creadas por los observadores europeos (los viajeros, natura-
listas y misioneros que se adentraron en la Patagonia) en su afán de ordenar la
complejidad cultural que encontraron en la región. En otras palabras, considera
que constituyen “identidades impuestas” que no tienen un correlato real, y que
la vida de estos pueblos se organizaba a una escala social menor, es decir, en los
pequeños grupos constituidos por el cacique, su grupo y su territorio.
11
Los pueblos nómades de Río Negro
4 Casamiquela R. M. 1975. Nota sobre la dispersión, en época histórica, de algunos mamíferos en el ám-
bito pampeano-patagónico. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 9: 111-117.
12
Introducción
13
Los pueblos nómades de Río Negro
14
Introducción
15
1
Arqueología: una ventana
hacia al pasado
Maitén Di Lorenzo, Victoria Romano y Lucio González Venanzi
17
Los pueblos nómades de Río Negro
18
Arqueología: una ventana hacia al pasado
19
Los pueblos nómades de Río Negro
abandonadas por las antiguas sociedades, y son producidos por agentes natu-
rales o por la actividad misma de las personas. Los procesos de formación na-
turales incluyen, entre otros, la acción de animales y de raíces de plantas, la hu-
medad del ambiente, las inundaciones y el viento. Los procesos de formación
antrópicos -es decir que están vinculados con la acción humana- comprenden
todas las actividades de los seres humanos que afectan el registro arqueológico,
e incluyen la reocupación de un lugar y modificación de materiales previos, la
construcción de edificios o rutas, el arado de los campos y el saqueo de mate-
riales de los sitios. El acto mismo de la extracción de los materiales arqueológi-
cos es un proceso que modifica el registro arqueológico y elimina su contexto.
Por eso es importante que las excavaciones y recolecciones sean realizadas por
arqueólogos y arqueólogas, quienes registran la información del contexto, ne-
cesaria para entender e interpretar las actividades del pasado.
EL TRABAJO ARQUEOLÓGICO
El proceso de producción del conocimiento arqueológico constituye una
larga secuencia de actividades que se inicia con los trabajos de campo, prosi-
gue con los análisis en el laboratorio e interpretación de los datos, y termina
con la difusión de los resultados. Los trabajos de campo comienzan, en la ma-
yoría de los casos, con exploraciones sistemáticas en el terreno, denominadas
“prospecciones”, que tienen como objetivo identificar evidencias arqueológicas
enterradas o sobre el terreno, y también elementos ambientales o lugares que
pudieron ser utilizados en el pasado. Durante las prospecciones se realizan
diversas actividades, entre las que se incluyen observaciones de la superficie
del terreno y de las barrancas expuestas naturalmente en los cañadones, arro-
yos y ríos, transectas (caminatas realizadas por el campo en una dirección
determinada), muestreos (recolecciones de materiales hallados en superficie)
y sondeos (pozos de pequeñas dimensiones para determinar la presencia de
materiales arqueológicos bajo tierra). En esta etapa es fundamental el aporte
de quienes residen en la región de estudio, ya que muchas veces brindan infor-
mación precisa sobre la ubicación de restos arqueológicos.
En el caso de los sitios arqueológicos que presentan materiales enterrados (o
“en posición estratigráfica”), que por estar tapados preservan mejor los restos,
pueden realizarse excavaciones a fin de recuperarlos. Estas tareas consisten en
la delimitación de un área a excavar dentro de la cual se extraen en forma cui-
dadosa las capas de sedimentos, mediante el empleo de cucharines, espátulas y
pinceles. Todos los materiales recuperados son inventariados, rotulados y em-
bolsados, y el sedimento extraído es tamizado en una zaranda para recuperar los
20
Arqueología: una ventana hacia al pasado
restos más pequeños, como huesos de roedores, restos vegetales, cuentas de co-
llares, etc. Durante las excavaciones se toman fotografías y se dibuja la ubicación
precisa (coordenadas dentro de la cuadrícula de excavación y profundidad) de
cada hallazgo con el objetivo de registrar el contexto (Figura 3).
21
Los pueblos nómades de Río Negro
22
Arqueología: una ventana hacia al pasado
LECTURAS SUGERIDAS
• Ávido, D., M. Bednarz, M. V. Fernández, E. Gaal, E. Gilardenghi, P. Mi-
randa, G. Moscovici Vernieri, M. Ocampo, P. Salatino, F. Scartascini y A.
Vasini. 2015. Consideraciones sobre la pregunta ¿Para qué sirve la arqueo-
logía? En: Y el Museo era una fiesta... Documentos para una historia de la
Antropología en Buenos Aires, Neufeld y otros (eds.), pp. 353-359. Editorial
de la FFyL, UBA, Buenos Aires.
• Bonomo, M., L. Prates, P. Madrid, V. Di Prado, C. León, R. Angrizani, C.
Pedersoli y V. Bagaloni. 2010. Arqueología. Conocer el pasado a través de
los objetos. Revista Museo 3 (24): 16-28.
23
Los pueblos nómades de Río Negro
24
2
Los primeros habitantes
del territorio
Luciano Prates, Adam Hajduk y Laura L. Miotti
Para entender mejor el arribo de los primeros seres humanos al norte de la Pa-
tagonia es necesario presentar primero el escenario en el que se produjo el pobla-
miento inicial del continente. En la actualidad existe cierto consenso en cuanto a
que esto ocurrió al menos 15.000 años antes del presente (de aquí en adelante años
AP). También existe un acuerdo más o menos generalizado en cuanto a que los
primeros grupos ingresaron en América a través del puente terrestre que afloraba
donde hoy es el mar, en el actual estrecho de Bering y que unía los territorios de Si-
beria (Asia) y Alaska (Norteamérica). Debido a los efectos de la última glaciación,
las condiciones en ese momento eran mucho más frías y áridas que las actuales,
y esas bajas temperaturas provocaron la acumulación de un enorme volumen de
agua del planeta en forma de glaciares. Esto generó un marcado descenso del nivel
del mar y un aumento de la extensión de los continentes, y permitió que emerja
el puente terrestre entre Siberia y Alaska, conocido como Beringia. Es posible que
el ingreso de los primeros americanos haya ocurrido cuando los glaciares comen-
zaban a retroceder y las condiciones se volvían menos extremas, probablemente
por el corredor de la costa pacífica conocido como la ruta de las algas, orillando la
gran masa glaciaria que para esa época cubría todo el actual territorio de Canadá.
25
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 5. Cambios relativos en el nivel del mar a finales del Pleistoceno (modificada de
Prates et al. 2013). Se muestra el área emergida cuando el nivel estaba 100 m debajo
del actual hace unos 14.000 años (en gris claro), y el área emergida cuando el nivel del
mar estaba 50 m debajo del actual hace unos 10.000 años (en gris oscuro).
26
Los primeros habitantes del territorio
27
Los pueblos nómades de Río Negro
28
Los primeros habitantes del territorio
29
Los pueblos nómades de Río Negro
30
Los primeros habitantes del territorio
o media (Figura 8), cuya función habría sido facilitar y fortalecer su unión con
el astil de madera. Las puntas “cola de pescado” por varios motivos pueden con-
siderarse entre los artefactos más interesantes, enigmáticos y uno de los que más
debate han generado en la arqueología de Sudamérica. Primero, porque presen-
tan una forma característica que las hace muy diferentes a cualquier otro tipo de
punta y, por lo tanto, fácilmente reconocibles a simple vista. Segundo, porque
aparecen, salvo muy pocas excepciones, solamente en Sudamérica; fueron regis-
tradas en numerosos sitios, desde Ecuador y Venezuela hasta Tierra del Fuego.
Tercero, generalmente aparecen asociadas a la caza de megafauna, en contextos
con una antigüedad de entre 12.000 y 13.000 años AP. Y cuarto, porque son tec-
nológicamente similares a las puntas Clovis de Norteamérica que, como ya fue
dicho, han sido asociadas por un grupo de especialistas a los primeros america-
nos y a un sistema especializado de la caza de grandes mamíferos, especialmente
mamuts y bisontes entre 13.500 y 12.700 años atras. Estos atributos han llevado a
muchos investigadores a plantear que las puntas “cola de pescado” son la prueba
de la expansión en Sudamérica de la cultura Clovis. Esta idea está basada en la
coherencia en la distribución geográfica y la antigüedad de ambas puntas acana-
ladas. Recordemos que ambos tipos de puntas se empleaban enmangadas a un
astil, y que constituía un arma arrojadiza con la mano (lanza) o con el propulsor
(dardo), o incluso utilizadas como “picas” para herir directamente a las presas
sin arrojar la lanza. Otros sistemas de armas más complejos como el arco de
flechas eran todavía desconocidos en aquel momento.
31
Los pueblos nómades de Río Negro
32
Los primeros habitantes del territorio
Existen otros sitios arqueológicos cercanos con una antigüedad poco me-
nor en varias cuevas de la margen neuquina de la cuenca del Limay (por ejem-
plo, Cuyín Manzano, Cueva Traful 1 y Cueva Epullán Grande), aunque allí
solo se explotaron animales actuales, como zorros, vizcachas de la sierra y, en
menor medida, guanacos. Los humanos ocuparon las cuevas muy esporádica-
mente y, por tratarse de las primeras incursiones en la región, es probable que
hayan sido grupos con un número reducido de individuos. Los registros más
antiguos de estos sitios provienen de Cueva Epullán Grande, ubicada a cerca
de 37 km al ESE de Piedra del Águila y a 4 km al norte del río Limay, en un
ambiente típicamente estepario del departamento de Collón Cura (Neuquén).
Este sitio, excavado y estudiado por el equipo encabezado por Eduardo Crivelli
Montero, fue ocupado de manera intermitente a partir de los 11.170 años AP.
La baja densidad de artefactos y el uso de rocas no locales para su fabricación
(por ejemplo, obsidiana) permitieron plantear que el sitio fue ocupado por
grupos cuyos asentamientos más importantes se encontraban en otro lado. Se-
gún los investigadores, las primeras ocupaciones de la cueva probablemente
involucraron a un grupo pequeño de personas que pasó algunas noches allí
durante la realización de algunas tareas específicas (principalmente caza de
guanacos) para luego regresar a sus asentamientos de mayor importancia. El
animal explotado con mayor frecuencia fue el guanaco y, en menor propor-
ción, el ñandú petizo o choique, armadillos (piche y peludo) y varias especies
de carnívoros (zorro gris, zorro colorado y zorrino). En este sitio también fue-
ron enterrados numerosos cuerpos humanos, cuatro de ellos asignados a las
ocupaciones más tempranas del sitio, aunque su cronología debe considerarse
con cautela porque ninguno de los fechados se realizó sobre esos esqueletos.
Los otros dos sitios tempranos que consideraremos aquí también se en-
cuentran en el lado neuquino de la cuenca del río Limay, en un ambiente de
ecotono entre el bosque y la estepa: Cueva Traful y Cueva Cuyín Manzano. El
primero está en un sector alto de la margen izquierda del río Traful, a poca
distancia de su confluencia con el río Limay. Las evidencias más tempranas
registradas en este sitio tienen una cronología de 10.100 años AP y están
constituidas por un área de fogón, desechos de talla lítica (sin instrumentos
formalmente definidos), colorantes minerales, valvas de molusco y huesos de
cánidos, félidos, aves, vizcachas de la sierra y unos pocos de mamífero grande,
que posiblemente sean de guanaco. Crivelli Montero y colaboradores propu-
sieron que las primeras ocupaciones de este sitio habrían estado asociadas con
estadías muy breves de cazadores de “fauna menor”. El segundo de los sitios
(Cuyín Manzano) se encuentra también cerca de la confluencia entre los ríos
Traful y Limay, a unos 7 km de la cueva Traful. El sitio fue trabajado hace más
33
Los pueblos nómades de Río Negro
5 Se denomina rescate arqueológico a las actividades realizadas por arqueólogos/as con el fin de poner
a salvo o mitigar las consecuencias negativas sobre el patrimonio arqueológico. En general estas acti-
vidades se realizan cuando algún tipo de resto es expuesto o hallados en el marco de tareas de campo
relacionadas con proyectos de obra. Es esperable, que con anterioridad a la ejecución de proyectos que
podrían poner en peligro algún tipo de patrimonio, se efectúen estudios de evaluación de impacto (tan-
to arqueológico como paleontológico, biológico, turístico, etc.). En el caso de Casa de Piedra, las inves-
tigaciones en el área se realizaron por pedido de la Secretaría de Cultura de la provincia de La Pampa, a
fin de mitigar los efectos de la construcción del embalse.
34
Los primeros habitantes del territorio
35
Los pueblos nómades de Río Negro
6 En los abrigos rocosos se combinan tres cualidades que los hacen especialmente relevantes desde el pun-
to de vista arqueológico: a) fueron espacios utilizados recurrentemente por las sociedades humanas del
pasado como sitios de habitación, b) en su interior se generan con frecuencia condiciones que favorecen
el entierro y preservación de los restos dejados por dichas sociedades y c) son fáciles de detectar por los
arqueólogos durante los trabajos de campo.
36
Los primeros habitantes del territorio
LECTURAS SUGERIDAS
• Albornoz, A.M., A. Hajduk y M. Lezcano. 2002. 10.000 años de ocupación
humana en el área del Lago Nahuel Huapi (San Carlos de Bariloche). Pue-
blos y Fronteras 3: 4-11.
• Miotti, L. 2006. La fachada atlántica, como puerta de ingreso alternativa de
la colonización humana de América del Sur durante la transición Pleistoce-
no/Holoceno. En II Simposio Internacional El Hombre Temprano en Amé-
rica (pp. 155-188). Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
• Miotti, L.; D. Hermo; R. Blanco y E. Terranova. 2011. Puntas Cola de Pes-
cado en el ecorefugio de la meseta de Somuncurá Río Negro, Argentina.
En: J.C. Jiménez et al. (Eds), IV Tomo El Hombre temprano en América. Pp.
149-172. Publicaciones INAH, UNAM, Museo del Desierto, México.
• Politis, G; L. Prates y S. I. Perez. 2009. El poblamiento de América: arqueolo-
gía y bioantropología de los primeros americanos. EUDEBA, Buenos Aires,
pp. 1-206.
• Prates, L. y S.I. Perez. 2022. Los seres humanos y la extinción de la megafau-
na en Sudamérica durante el Pleistoceno final. Ciencia Hoy 30 (179): 36-40.
• Terranova, E., R. Blanco, L. Marchionni y L. Miotti. Arqueología en la me-
seta de Somuncurá. Un lugar especial en el mundo: una punta para el po-
blamiento americano. Museo 3: 24-75.
• Cavallotto, J. L., R.A. Violante y G. Parker. 2004. Sea-level fluctuations du-
ring the last 8600 years in the de la Plata river (Argentina). Quaternary in-
ternational, 114 (1): 155-165.
37
3
La larga transición
del holoceno medio
Luciano Prates
39
Los pueblos nómades de Río Negro
40
La larga transición del holoceno medio
trabajos efectuados por Garleff y colaboradores7 muestran que hasta los 9.000
años AP predominaron intensos vientos del oeste que generaron condiciones
de mayor humedad en la zona cordillerana y centro de la provincia (por ejem-
plo, se infirieron precipitaciones de hasta 400 mm anuales en la zona de Inge-
niero Jacobacci) y más secas en el este de Río Negro y en el extremo sur de la
región pampeana (a eso se debe la formación del gran cinturón de dunas entre
Utracán, en La Pampa, y la localidad de Médanos, en Buenos Aires). Durante
todo el Holoceno medio, y producto de la disminución de los vientos del oeste
las condiciones se volvieron progresivamente más secas en el oeste y centro,
hasta volverse similares a las actuales hace unos 4.000 años (a la vez aumen-
taban progresivamente las lluvias en el este, por mayor incidencia de vientos
con humedad del Atlántico). En el este de Norpatagonia las condiciones se
mantuvieron secas todo el Holoceno medio y recién a partir de los 3.000 años
aumentaron las precipitaciones a valores similares a los actuales.
7 Garleff, K., T. Reichert, S. Sage, F. Schäbitz y B. Stein. 1994. Períodos morfodinámicos y el paleoclima
en el Norte de la Patagonia durante los últimos 13.000 años. Revista del Museo Nacional de Historia
Natural de San Rafael 4: 217-228.
8 Ceballos R. 1982. El sitio Cuyín Manzano. Centro de Investigaciones Científicas de Río Negro. Serie
Estudios y Documentos, Nº 9, pp. 1-66. Crivelli Montero E., D. Curzio y M. Silveira, 1993. La estrati-
grafía de la Cueva Traful I (Provincia del Neuquén). Præhistoria 1: 9-160. Crivelli Montero E., U. F. J.
Pardiñas, M. Fernández, M. Bogazzi, A. Chauvin, V. Fernández y M. Lezcano. 1996. La Cueva Epullán
Grande (Provincia del Neuquén, Argentina). Informe de Avance. Præhistoria 2: 185-265.
41
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 9. Sitios Cueva Traful I (izquierda) y Epullán Grande (derecha) (fotografías gen-
tileza de Eduardo Crivelli Montero).
42
La larga transición del holoceno medio
inmediaciones de los sitios. En este sector del río Limay hay disponibles rocas
volcánicas abundantes en el lecho del río en forma de rodados, y una cantera
de rocas del mismo tipo (dacita), conocida como cantera de Paso Limay, ubi-
cada a 60 km de la Cueva Traful I, en el sector rionegrino de la misma cuenca.
Estas dacitas fueron utilizadas recurrentemente en toda el área para la fabrica-
ción de puntas de proyectil.
Las ocupaciones del Holoceno medio de la cuenca del río Colorado, re-
gistradas en el sitio Casa de Piedra, son similares en sus aspectos generales a
las más tempranas referidas en el Capítulo 2. El aspecto más destacable es que
para este momento (entre 7.500 y 6.000 años AP) la densidad de materiales
hallados es mayor, además de que se registran puntas de proyectil (lanceoladas
y triangulares) de tamaño mediano y grande –alguna de ellas similares a las
registradas para el mismo período en los sitios del río Limay- y artefactos de
molienda (morteros y manos) vinculados con el procesamiento de vegetales o
animales -por ejemplo, charqui-. La presa principal siguió siendo el guanaco,
cuya caza seguramente se realizó con puntas de proyectil del mismo tipo que
las halladas. Es probable que, en la captura de esta presa, la mayor disponible
en este periodo (en el cual ya no había megafauna), hayan incluido técnicas
precisas de acecho, camuflaje, encierro e, incluso, el uso de crías como señue-
los vivos. También esperaríamos que, en algunos casos, sobre todo frente a la
posibilidad de cacerías masivas, en estas actividades hayan participado grupos
numerosos de personas y se hayan aprovechado las características topográficas
del terreno para el ocultamiento, emboscada y/o entrampamiento de los ani-
males. En sociedades de cazadores-recolectores como estas, era frecuente que
los grupos se congreguen en las épocas en que las manadas de animales son
más numerosas y, por lo tanto, permiten realizar cacerías de muchos ejempla-
res en un mismo momento.
9 Lezcano M. J., A. Hajduk y A. M. Albornoz. 2010. El menú a la carta en el bosque ¿entrada o plato fuer-
te?: una perspectiva comparada desde la zooarqueología del sitio El Trébol (lago Nahuel Huapi, Pcia.
43
Los pueblos nómades de Río Negro
ción del sitio en el bosque abierto habría permitido a los cazadores un acceso
más directo desde el sitio a los guanacos, que habitaban los espacios esteparios.
Aun así, la importancia de este animal en el sitio habría sido menor que en
ambientes de estepa (ubicados más hacia al este) ya que en él se explotaron
también especies del bosque (ubicado más hacia el oeste). Las investigaciones
realizadas en Neuquén por Eduardo Crivelli Montero y Mabel Fernández los
llevaron también a plantear un paulatino incremento en la densidad de pobla-
ción en toda la región a partir de este momento, lo cual se reflejaría, por ejem-
plo, en el aumento en el número y frecuencia de las ocupaciones en algunos
sitios. Las rocas de procedencia más lejana, como la obsidiana, fueron mucho
menos explotadas y se registra un aumento en el uso de materias primas lo-
cales, como las dacitas de Paso Limay. Esto estaría indicando también que la
movilidad de los grupos se habría restringido en comparación con los perío-
dos anteriores, es decir, que los rangos de los desplazamientos regionales de
las bandas probablemente se hicieron más acotados. De finales del Holoceno
medio datan los primeros registros de presencia humana en el sector inferior
del río Limay; proceden de la capa 3 del sitio Alero de los Sauces (provincia del
Neuquén) y tienen una edad cercana a los 4.500 años AP. Aunque los restos de
esta capa son escasos, es interesante la conclusión de Luis Borrero10 respecto
de la explotación de almejas de agua dulce (Diplodon sp.). Otros sitios del Neu-
quén también registran a finales del período las primeras y tenues evidencias
humanas (por ejemplo, Piedra del Águila 11 y Cueva Traful III).
Además de lo señalado hasta ahora, hay dos aspectos interesantes para re-
saltar sobre el Holoceno medio. El primero se refiere a la aparición de las pri-
meras evidencias de ocupaciones humanas en el litoral atlántico de la provin-
cia de Río Negro. Como hemos señalado, esto no quiere decir que no hubiera
ocupaciones previas, sino que probablemente se preservaron los materiales
desde este momento. Estos sitios, aunque escasos, se encuentran en áreas de
dunas en sectores más elevados que la costa actual y se los conoce (al igual que
otros similares más recientes) con el nombre de “concheros”. Se los denomina
de ese modo porque están constituidos principalmente por concentraciones
de valvas de moluscos, acompañadas con frecuencia por fragmentos de hueso,
carbón y artefactos de piedra. Estos concheros se formaron en las inmedia-
ciones de áreas domésticas (campamentos) como producto del descarte de las
conchas de los moluscos (por ejemplo, cholgas, mejillones, mejillines) luego
de Río Negro). Zooarqueología a principios del siglo XXI: aportes teóricos, metodológicos y casos de
estudio, 243-257.
10 Borrero L. A. 1981. La economía prehistórica del Alero de los Sauces (Neuquén, Argentina). Trabajos
de Prehistoria 1: 111-124.
44
La larga transición del holoceno medio
45
Los pueblos nómades de Río Negro
rada todavía en la provincia. Hacia finales del período aparecen las primeras
señales humanas en el Limay inferior
Como veremos en los próximos capítulos, recién en el Holoceno tardío, es-
pecialmente luego de los 3.000 años AP, los registros de presencia humana en
el actual territorio rionegrino se vuelven abundantes. A comienzos de este pe-
ríodo comenzó a gestarse un profundo proceso de cambio en la organización
de las sociedades cazadoras-recolectoras del Cono Sur. Sus primeros indicios
comienzan a manifestarse entre los 3.000 y 2.500 años AP pero se vuelven más
evidentes algún tiempo después. Más allá de las opiniones diversas de los inves-
tigadores, la mayoría coincide en considerar la ocurrencia de varios cambios
importantes. Entre ellos podrían mencionarse: a) el marcado aumento demo-
gráfico, en especial a partir de los 1.000 años AP, b) la aparición entre los ca-
zadores-recolectores del área de bienes tecnológicos desconocidos en tiempos
previos -algunos con un fuerte impacto en la economía y en la vida cotidiana-
como el arco de flechas, la tecnología cerámica, los instrumentos para moler y
la cestería, d) la dispersión de estilos definidos de arte rupestre y mobiliar en
áreas extensas y e) la aparición de patrones de subsistencia diferentes en los dis-
tintos ambientes (costa, mesetas, valles, bosques andinos). De los últimos 2.000
años se dispone además de abundante información arqueológica de las diferen-
tes regiones de la provincia. En cada una se reconoce además un énfasis en la
utilización de recursos característicos del ámbito local. Estas particularidades
locales del registro arqueológico generaron discrepancias entre los científicos.
Mientras que algunos planteaban que las diferencias regionales se debían a que
distintas poblaciones habitaron cada ambiente, otros sostenían que los mismos
grupos llevaban un modo de vida particular en cada lugar, posiblemente, en
momentos específicos del año. En los capítulos siguientes nos enfocaremos en
las características generales de las ocupaciones humanas en cada una de estas
regiones principales de la provincia: el litoral marítimo, los sectores interiores
de mesetas y planicies, los grandes valles y el sector andino occidental.
LECTURAS SUGERIDAS
• Borella F. y M. Cardillo. 2011. Arqueología de pescadores y marisqueadores
en Nordpatagonia. Descifrando un registro de más de 6.000 años. Editorial
Dunken, Buenos Aires.
• Crivelli Montero E. 2010. Arqueología de la cuenca del río Limay. En: R.
Masera (cord.), Los ríos mesetarios norpatagónicos. Aguas generosas del
Ande al Atlántico, pp. 261-338. Minigraf, Patagones.
46
La larga transición del holoceno medio
47
4
La ocupación humana de
la precordillera y el área
andino lacustre
Federico L. Scartascini, Marcia Bianchi Villelli, Maximiliano J. Lezcano,
Fernando E. Vargas, Solange Fernández Do Rio
49
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 10. Sudoeste rionegrino y áreas mencionadas en el texto: zona boscosa en torno
al lago Nahuel Huapi, ambientes de estepa (derecha) y sub-área del río Manso (abajo).
50
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
51
Los pueblos nómades de Río Negro
52
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
Figura 11. Extracción de una canoa monóxila en el lago Nahuel Huapi (año 1968) y
actualmente expuesta en el centro de interpretación de la isla Victoria (tomada de
Braicovich 2004).
53
Los pueblos nómades de Río Negro
colectoras norpatagónicas. No sólo por las ventajas utilitarias que implicó su uso
para la cocción de alimentos, sino también para el almacenamiento de líquidos y
sólidos. Con este material se fabricaron ollas para cocción, jarras para contener
líquidos, platos y pipas, entre otros artefactos. Los modos de fabricación, y las
formas y los diseños decorativos de la cerámica en ambas vertientes de los An-
des son expresiones estilísticas muy características del área y se conocen como
“Complejo Pitrén” y “Vergel-Valdivia”. Estos complejos se destacan por el método
de “pintura negativa” (como la moderna técnica de batik) y la decoración lineal
o extendida en colores negro, rojo y blanco, respectivamente (Figura 12). Según
muchos autores estos estilos podrían estar relacionados con la cultura mapuche,
en particular en el caso del Valdivia, cuyo uso es registrado en las crónicas de los
siglos XVI al XIX. En cambio, en la estepa interior la cerámica presenta algunas
diferencias tecnológicas y decorativas como la presencia de decoración incisa
más elaborada, grabada en la pasta fresca. Al parecer existieron estilos distintos
en las áreas boscosas cordilleranas y esteparias, que orientan las investigaciones
en torno a las relaciones interétnicas y a la circulación de objetos y de ideas.
Figura 12. Vista de una pieza tipo “Valdivia”, estilo “Negro sobre Blanco”, proveniente
de la provincia de Neuquén (colección Mario Raone, Neuquén Capital) (tomada de
Hajduk y colaboradores 2011).
54
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
Figura 13. Molusco marino recuperado en el sitio El Trébol. Obsérvese el orificio in-
tencional, que indicaría su posible uso como cuenta de collar (tomada de Hajduk y
colaboradores 2011).
55
Los pueblos nómades de Río Negro
Argentino, entre otros). De igual forma que en el área del lago Nahuel Huapi,
durante los últimos 2.000 años se observan cambios sustanciales en la forma
de ocupar el bosque y aparecen estrategias específicas como la caza y consumo
sistemático de especies del bosque (por ejemplo, huemul). A diferencia del
área del Nahuel Huapi, allí no se observaron materiales que prueben el uso
de tecnologías de navegación, y tampoco son claras las evidencias de contacto
con la vertiente occidental de los andes, aunque existen algunas similitudes
en ciertos motivos rupestres. Esto nos muestra la diversidad en la forma de
utilizar estos ambientes y las distintas trayectorias humanas en cada sector de
este amplio paisaje.
56
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
57
Los pueblos nómades de Río Negro
58
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
59
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 15. Sitios del bosque Andino Patagónico. a) Queutre Inalef; b) Alero Las Melli-
zas; c) Lago Guillelmo, y d) Lago Guillelmo procesado con DStretch.
60
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
los siglos XVII y XVIII. Estos grupos desarrollaron diversas estrategias para la
subsistencia, tecnologías complejas como la producción de cerámica para coc-
ción y transporte de alimentos, metalurgia en cobre, técnicas para el trabajo
de la piedra y el cuero, que se sumaban a las pinturas rupestres realizadas en
varios puntos del paisaje norpatagónico como forma de comunicación entre
grupos y representación de sus creencias.
Desde el siglo XVI, los grupos indígenas vieron como la Patagonia pasó
a ser el centro de viajes, expediciones militares, malocas esclavistas y misio-
nes religiosas, así como en un espacio de confrontación armada. La presencia
española llegó muy temprano a la vertiente oeste de la cordillera, donde se
instalaron centros urbanos como Villarica, Osorno, Castro y Calbuco, los tres
primeros destruidos en los enfrentamientos durante la rebelión mapuche de
1598, conocida como la “Guerra del Arauco”. En este contexto de conflictivi-
dad entre españoles e indígenas se produjo el avance misionero jesuita al lago
Nahuel Huapi. En 1670, el Padre Nicolás Mascardi lleva a delante la incursión
al lago, fundando la Misión Nuestra Señora de la Asunción de los Poyas, en la
zona de Península Huemul -zona noreste del lago, actual Parque Nacional Na-
huel Huapi- para evangelizar las poblaciones canoeras y cazadoras, nombrados
respectivamente puelches y poyas según el mismo Mascardi. La misión tuvo va-
rios enfrentamientos con las poblaciones indígenas locales, siendo refundada
cuatro veces en 50 años, para ser finalmente abandonada por los clérigos. En
1933, el propietario del terreno, Carlos Ortiz Basualdo excavó una parte de
lo que se estima sería el cementerio de la misión, encontrando 13 esqueletos
humanos indígenas enterrados de forma “cristiana” -brazos cruzados sobre el
torso y orientados el Oeste-, con cuencos cerámicos y piezas de orfebrería in-
dígena como acompañamiento.
La arqueología de tiempos históricos en el área no sólo se limita a la misión.
Se han hallado también restos arqueológicos coloniales en la zona de puerto
Pañuelo y península Llao-Llao. El sitio arqueológico Cancha de Pelota Llao
Llao (Figura 16) fue excavado por Adam Hajduk y equipo desde la década de
1970, y presenta restos de una construcción rectangular realizada con postes
de madera de ciprés, con vajilla mayólica española, fragmentos de botellas de
vidrio antiguas, así como cerámica e instrumentos de piedra indígenas. Luego
de varios años de investigaciones, este sitio aún sigue siendo trabajado por la
investigadora Marcia Bianchi Villelli y equipo para entender cómo fue la rela-
ción entre jesuitas, indígenas y la milicia realista en el área.
61
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 16. Sitio arqueológico Cancha de Pelota Llao Llao (S.C. de Bariloche). Obsérvese
la estructura de troncos de madera de ciprés (fotografía gentileza de Adam Hajduk).
Una vez abandonada la zona por los jesuitas, los distintos grupos indígenas
mantuvieron sus formas de vida, incorporando gradualmente el intercambio
con los asentamientos coloniales tanto del oeste cordillerano como del este
pampeano. Un aspecto que resulta llamativo e interesante es que la mayoría
de los sitios arqueológicos con evidencias humanas muy antiguas mantiene su
ocupación hasta momentos muy recientes, incorporando el uso de materiales
coloniales, restos de animales introducidos en Norpatagonia, como caballos,
vacas y ovejas, muchos de los cuales se encuentran en el repertorio de las pin-
turas rupestres, representando posibles equinos y en algunos casos, jinetes.
Las investigaciones de la historiadora Laura Méndez muestran cómo du-
rante el siglo XIX las relaciones entre los pueblos indígenas y el Estado argenti-
no se fueron complejizando con tensiones y alianzas comerciales. A fines de la
década de 1870, este escenario se modificó definitivamente cuando el ejército
argentino, al mando del General J. A. Roca, avanzó sobre las poblaciones indí-
genas con el objetivo de someterlas y anexar sus territorios al dominio estatal.
Esta avanzada militar produjo la matanza, desarraigo y demarcación étnica de
las poblaciones mapuche y tehuelche. Así, la arqueología del siglo XIX en la
zona muestra la presencia del ejército argentino, con los fortines y objetos de
62
La ocupación humana de la precordillera y el área andino lacustre
uso militar como armas, balas, botones, etc. Durante la última década del siglo
XIX, el territorio del oeste rionegrino fue organizado por el Estado nacional,
formalizando la entrega de tierras a quienes financiaron la campaña militar
a Patagonia. En este contexto de mayor actividad ganadera y comercial en la
zona, se crea en 1902 la colonia agrícola pastoril Nahuel Huapi y en 1903, la
ciudad de San Carlos de Bariloche. La zona se caracterizaba por la población
rural indígena y criolla a la vez que recibía a inmigrantes europeos y chile-
nos, ocupando el incipiente casco urbano. Existen varios sitios arqueológicos
trabajados por Adam Hajduk, Ana Albornoz, Solange Fernández y Graciela
Montero que retratan este momento fundacional de la ciudad de S.C. de Ba-
riloche: la casa Pérez Arduser, el hospital salesiano y las excavaciones en el
basural del Mitre 50. Todas ellas dan cuenta de la vida entre 1890 y 1940; una
incipiente vida urbana muy vinculada al consumo de bienes importados de
Europa y Estados Unidos que llegaban a través de Chile.
En síntesis, la historia del uso humano del sudoeste rionegrino es rica, di-
versa y con gran profundidad temporal. A lo largo del proceso de poblamiento
y ocupación del área se observa que los grupos humanos desarrollaron di-
ferentes estrategias para lidiar con un paisaje cultural y naturalmente diver-
so. El área está directamente implicada en discusiones que son centrales en
la arqueología tanto a nivel local como regional: el poblamiento inicial de la
Patagonia, la interacción entre poblaciones humanas y megafauna extinta, el
desarrollo de adaptaciones a ambientes específicos como por ejemplo la na-
vegación prehistórica -no documentada en ninguna otra área de Patagonia
continental argentina-, los vínculos entre poblaciones a uno y otro lado de la
cordillera de los Andes, la complejidad de las relaciones interétnicas y el avan-
ce del ejército sobre la poblaciones indígena.
Este capítulo no agota el enorme potencial que el área tiene en relación a
la historia humana; aún queda un largo camino por transitar antes de poder
responder las preguntas fundamentales que nos ocupan. Sin embargo, todo
este esfuerzo sería en vano si no logramos comunicar adecuadamente nuestros
resultados y la importancia de conocer, conservar y proteger el patrimonio
cultural de nuestra provincia.
LECTURAS SUGERIDAS
• Braicovich, R. 2004. Las canoas del Parque Nacional Nahuel Huapi. Tesis de
Licenciatura inédita, Universidad Nacional de Rosario.
• Fernández P., M. Carballido Calatayud, C. Bellelli, M. Podesta y V. Schein-
sohn. 2011. Marcas en la piedra, huellas en la tierra el poblamiento del bos-
63
Los pueblos nómades de Río Negro
que del suroeste de Río Negro - noroeste de Chubut. En: Procesos históricos,
transformaciones sociales y construcciones de fronteras: aproximaciones a las
relaciones inter-étnicas: estudios sobre Norpatagonia, Argentina, y Labrador,
Canadá, coordinado por S. Valverde, G. Maragliano y M. Impemba. Edi-
torial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Buenos Aires.
• Hajduk A., A. Albornoz y M. J. Lezcano. 2011. Espacio, cultura y tiempo: el
corredor bioceánico norpatagónico desde la perspectiva arqueológica. En:
Cultura y espacio. Araucanía-Norpatagonia, compilado por Pedro Navarro
Floria y Walter Delrio, pp. 262-292, IIDyPCa-UNRN.
• Hajduk A., F. L. Scartascini, E. Vargas y M. Lezcano. 2018. Arqueología de
isla Victoria, Parque Nacional Huapi, Patagonia Argentina: actualización y
perspectivas futuras. Intersecciones en Antropología 19: 37-48.
64
5
Los cazadores-recolectores
y el mar
Florencia Borella y Cristian M. Favier Dubois
Al igual que los ríos, las costas marinas han sido muy atrayentes para las
sociedades humanas a lo largo del tiempo y del espacio, y el actual territo-
rio de Río Negro no fue una excepción. Si bien durante muchos años exis-
tió una idea generalizada según la cual la costa atlántica de Norpatagonia,
en general, y la de Río Negro, en particular, fue un espacio marginal y poco
atractivo para los grupos cazadores-recolectores del pasado, esta idea ha
ido cambiando en las últimas décadas. Hoy en día sabemos que las costas
fueron explotadas de muy diversas maneras según su forma, la disponibi-
lidad y abundancia de recursos, a la vez que hemos registrado cambios en
las tecnologías empleadas por estas sociedades. Por ejemplo, hay sectores
costeros en los que la gran abundancia de recursos marinos disponibles
permitió que sociedades marisqueadoras, cazadoras y pescadoras perma-
nezcan allí de manera permanente durante miles de años, como ocurrió en
el Canal Beagle (al sur de Tierra del Fuego) y los canales fueguinos del sur
de Chile. Otras costas, en cambio, con mayores dificultades para obtener
recursos de ellas, fueron esporádicamente utilizadas para la obtención de
65
Los pueblos nómades de Río Negro
66
Los cazadores-recolectores y el mar
Figura 17. Concheros erosionados en la costa norte del GSM, La Rinconada -Las Gru-
tas- (arriba) y Paesani -Bahía Creek- (abajo).
67
Los pueblos nómades de Río Negro
Otra de las preguntas importantes que había que responder era por qué
estas personas escogieron vivir en el GSM. Desde el punto de vista ambiental
la región posee un clima general templado, semiárido, con una temperatura
media de unos 15° C y una vegetación arbustiva que corresponde al monte
patagónico. Pero la singularidad del área sin duda está en las características del
golfo, el segundo más extenso de la costa argentina, cuyas aguas presentan una
rica composición de especies debido a que en esta latitud se establece la zona
de transición entre las provincias biogeográficas Argentina y Magallánica. Esto
genera una notable biodiversidad marina compuesta por 257 especies de in-
vertebrados (incluyendo 131 de moluscos), 94 de peces, 198 de aves y al menos
24 de mamíferos marinos (lobos y cetáceos). Además, en los campos de dunas
litorales se generan reservorios naturales de agua dulce que son fundamentales
para la supervivencia en una región semiárida como esta. El litoral marítimo
rionegrino constituye entonces un espacio rico en recursos y muy atractivo
para los grupos humanos del pasado, donde a los recursos vegetales y faunís-
ticos del continente se le suma esta amplia diversidad de recursos marinos.
68
Los cazadores-recolectores y el mar
Figura 19. Diseños grabados en fragmentos de cáscaras de huevo de ñandú o choique ha-
lladas en superficie en varios sitios arqueológicos de la costa del GSM (izquierda) y huevo
colectado por un poblador local donde se observa la guarda periférica al orificio (derecha).
69
Los pueblos nómades de Río Negro
Si bien es difícil tratar sobre los aspectos simbólicos entre grupos cazado-
res-recolectores por las dificultades para interpretar la complejidad de sus mo-
tivaciones, podemos señalar que la decoración de artefactos delicados como
son las cáscaras de huevo, la confección de cuentas en valvas, la elaboración
de hachas y placas de piedra grabadas y la decoración cerámica, implica reali-
zar motivos con “significados” compartidos por los miembros del grupo. Algo
similar sucede con los grabados rupestres sobre rocas (petroglifos) hallados
cerca del mar en Punta Odriozola, en la costa oeste del GSM (Figura 20). Si
bien hoy no podemos conocer el significado que tuvieron estos símbolos para
la gente en el pasado, está claro que su empleo remite a una forma de comu-
nicación visual de cierta información compartida por el grupo. En el caso de
los petroglifos, su localización puntual posiblemente demarcara un espacio, tal
vez funcionando como indicador de identidad social o de un territorio.
70
Los cazadores-recolectores y el mar
71
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 22. Antiguos escenarios de pesca: restos de peces y pesas en antiguas terra-
zas utilizadas durante el Holoceno medio en el sitio Bajo de la Quinta.
72
Los cazadores-recolectores y el mar
73
Los pueblos nómades de Río Negro
74
Los cazadores-recolectores y el mar
LECTURAS SUGERIDAS
• Borella F. 2006. ¿Dónde están los lobos en la costa atlántica de Norpata-
gonia? Explorando vías para resolver el registro arqueofaunístico. Revista
Werken, 9: 97-114.
• Borella, F., y M. Cardillo. 2011. Arqueología de Pescadores y marisqueadores
en Nordpatagonia. Descifrando un registro de más de 6.000 años. Editorial
Dunken, Buenos Aires.
• Carden, N. y F. Borella. 2016. Primeros datos sobre arte rupestre en el lito-
ral atlántico de Patagonia continental. Los petroglifos de Punta Odriozola
(Río Negro, Argentina). En: Arqueología de Patagonia: de Mar a Mar, F.
Mena (Ed.). Editorial CIEP, Coyhaique, pp. 421-429.
• Favier Dubois, C.M., R. Kokot, F. Scartascini y F. Borella. 2016. Una pers-
pectiva geoarqueológica del registro de ocupaciones humanas en el golfo
San Matías (Río Negro, Argentina). Intersecciones en Antropología (vol. Es-
pecial) 4:47-59.
• Favier Dubois, C.M.; F. Borella y R. Tykot. 2009. Tendencias en el uso hu-
mano del espacio y los recursos en el litoral rionegrino durante el Holoceno
medio y tardío. En: Arqueología de Patagonia: una mirada desde el último
confín, M. Salemme, F. Santiago, M. Alvarez, E. Piana, M. Vazquez y M.E.
Mansur (eds). Editorial Utopías, Ushuaia, pp. 985-998.
• Scartascini, F. L. 2017. 5.000 Años de pesca en la bahía San Antonio, Río
Negro, Patagonia Argentina. Latin American Antiquity 28 (3), pp. 394–408.
75
6
La ocupación de los grandes
valles extra-andinos
Luciano Prates y Emiliano Mange
Las sociedades humanas han tenido a lo largo del tiempo una fuerte de-
pendencia de los valles de los ríos y el norte de la Patagonia no ha sido una
excepción. Sus tres valles principales (Limay, Colorado y Negro) contienen un
importante registro arqueológico que retiene en su memoria miles de años de
historia. En ellos las sociedades indígenas no solo obtuvieron agua potable y
otros recursos para el consumo, sino que los usaron recurrentemente para la
instalación de bases residenciales (o campamentos), como vías de movilidad y
desplazamiento entre la cordillera y el mar, y para el entierro de los muertos.
Aunque no ha sido evaluado en profundidad, es probable también que los ríos
hayan funcionado en algunos casos como límite territorial entre distintos gru-
pos o parcialidades étnicas.
Uno de los aspectos más interesantes y destacables de la historia humana de
algunos de estos valles (y en cierta medida esto también se aplica a lo ocurrido
en el litoral atlántico de la provincia) es que las características de las sociedades
indígenas que los ocuparon no coinciden, en algunos aspectos, con la imagen
general que se tiene de los pueblos originarios de la Patagonia. Como hemos
77
Los pueblos nómades de Río Negro
78
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
námica de los proyectiles con cabezales de piedra, que las puntas pequeñas y
delgadas se fabricaban para su uso en flechas arrojadas con arco, a diferencia
de las más grandes y gruesas (utilizadas a también en momentos previos) que
requerían de propulsión a mano o el uso de propulsor. Aunque no se conoce
con precisión cómo y en qué momento apareció esta nueva tecnología entre
los cazadores recolectores de América del Sur, existen pocas dudas en cuanto
a que no fue inventada localmente y a que su uso ya era generalizado algunos
siglos antes de los 1.000 años AP. Este poco conocimiento se debe a que no se
han encontrado (ni es esperable que vayan a encontrarse), arcos de flechas en
el registro arqueológico. Primero, porque los arcos habrían sido bienes muy
valorados por los cazadores y, por esta razón no se los descartaba con frecuen-
cia como otros bienes que aparecen recurrentemente entre los restos de basura
de los campamentos. Y segundo, aun cuando un arco haya sido descartado y
pasado a formar parte del registro arqueológico, es difícil que se preserve du-
rante mucho tiempo debido a que eran fabricados enteramente con materiales
perecibles (madera y fibras vegetales o animales).
Figura 23. Vista del sitio Tapera Flores. De frente se observa a Carlos Gradin, director
del equipo de investigación a cargo de los trabajos en la localidad Casa de Piedra
(fotografía gentileza de Mónica A. Berón).
79
Los pueblos nómades de Río Negro
80
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
durante los últimos veinte años han permitido generar una imagen muy com-
pleta, no solo sobre las formas de vida de esa gente y de sus cambios a través
del tiempo, sino también de las condiciones climáticas predominantes en los
distintos momentos. El registro humano más antiguo detectado hasta el mo-
mento tiene aproximadamente 6.000 años y proviene de restos óseos humanos
y faunísticos hallados en el sitio La Modesta, a 60 km de la costa atlántica
(véase Capítulo 3). Pero más allá de estos datos antiguos y de los numerosos
sitios mortuorios, a los cuales nos vamos a referir en el Capítulo 8, la mayoría
de los sitios relacionados con ocupaciones residenciales se encuentran en áreas
medanosas cercanas a paleocauces del río o lagunas y tienen una antigüedad
que no excede los 2.000 años AP.
Algunos aspectos generales inferidos por Martínez y su equipo a partir del
estudio de numerosos sitios que fueron áreas residenciales (entre los más im-
portantes se encuentran La Petrona, El Tigre, La Primavera, Loma Ruiz 1, Zoko
Andi 1, localidad arqueológica San Antonio) podemos mencionar, por un lado,
lo que ya hemos señalado sobre la mayor importancia en el curso inferior de los
recursos del río y, por otro lado, el cambio en los tipos de recursos alimenticios
explotados a través del tiempo. Concretamente, en los sitios más tardíos, sobre
todo luego de los 1.000 años AP, se empieza a aprovechar una mayor diversidad
de recursos que no solo incluye guanacos, venados, ñandúes y armadillos, sino
también peces, aves, mamíferos pequeños y vegetales. Esto posiblemente estuvo
relacionado con un aumento demográfico y con la incorporación de las nuevas
tecnologías ya mencionadas (cerámica y arco de flechas). Paralelamente a estos
cambios en la alimentación también se reconoce, por un lado, una progresiva
intensificación de la interacción con grupos de otras regiones, lo que se refleja
en la aparición de materiales y bienes de procedencias lejanas, y de motivos
decorativos compartidos por grupos de regiones vecinas. Y, por otro lado, un
cambio en el tratamiento funerario de los muertos, con una mayor inversión
de tiempo en la preparación de los ritos funerarios. Esto incluye, por ejemplo,
la práctica conocida como “entierro secundario” que, como se describe en el
Capítulo 8, consistía en la exhumación de restos enterrado con anterioridad,
re-disposición de los huesos de los individuos en paquetes y nueva inhumación
en otros lugares, en algunos casos lejanos.
81
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 24. El sitio Alero Carriqueo, ubicado en cercanías del río Comallo/Limay (foto-
grafía gentileza de Eduardo Crivelli Montero).
Entre los aspectos más destacables de los sectores inferiores del Limay,
además de la menor densidad de evidencias arqueológicas con respecto a la
cuenca alta, puede mencionarse la disminución de la importancia del guana-
co como recurso alimenticio durante el Holoceno tardío. Como observó el
82
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
11 Aschero C. 1981. Los aleros del Limay norte: morfología y tecnología de los artefactos. Trabajos de
Prehistoria 1: 39-53.
83
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 25. Vista de la laguna del Juncal, en cercanías de Viedma, secada en los años
´30 para evitar las inundaciones (tomada de Rey y colaboradores12).
12 Rey H., J. Entraigas, R. Bovcon, W. Arizcuren, E. Cardone y B. del Valle Moldes (eds.). 1981. De la
laguna El Juncal a las chacras del IDEVI. Centro de investigaciones científicas, CURV, IDEVI, Viedma.
84
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
85
Los pueblos nómades de Río Negro
niños, niñas y gente mayor-, y alrededor de los cuales se generaba mayor canti-
dad de desechos, estaban cerca del río. Allí no solo se disponía de agua potable
y otros recursos en abundancia (leña, arcilla, rocas y alimentos animales y vege-
tales), sino de un ambiente protegido y confortable para la ocupación, debido a
la presencia de sustratos blandos y cobertura vegetal de los bosques en galería.
Las investigaciones efectuadas en el área permitieron reconocer que mu-
chos campamentos fueron instalados en proximidades de los cuerpos de agua,
sobre todo cerca de las lagunas formadas en el interior de los cauces abando-
nados, en áreas elevadas del terreno, generalmente médanos. Los momentos
del año más propicios para la instalación fueron probablemente los posterio-
res al descenso de las aguas de las inundaciones. Recordemos que antes de la
construcción de las represas sobre el río Limay, las inundaciones del río Negro
eran muy importantes, ocurrían principalmente en dos momentos del año y
dejaban anegada la mayor parte de los sectores bajos del valle. Pero lo más
importante era que luego del retiro del agua la productividad del ambiente,
y por lo tanto los recursos útiles, aumentaban notablemente. El anegamiento
de la mayor parte de la planicie aluvial propiciaba el desarrollo de una impor-
tante cobertura vegetal atractiva para herbívoros, y una variada fauna acuática
(peces, moluscos y aves) se expandía en las numerosas lagunas y canales de
inundación. Este ambiente potenciado en recursos debió constituir una de las
atracciones principales para el asentamiento de los grupos humanos.
Este escenario general de aprovechamiento de la productividad del am-
biente fluvial luego de las inundaciones se refleja nítidamente en el registro
arqueológico. En los distintos sectores del valle del río Negro se identificaron
los restos de cientos de antiguos campamentos. En la mayoría de ellos se de-
tectaron materiales arqueológicos en superficie y, en unos pocos, en estratigra-
fía o enterrados. La importancia de los sitios enterrados es que normalmente
contienen contextos mejor preservados que los superficiales y con mayor di-
versidad y cantidad de materiales debido a que estuvieron protegidos de los
agentes atmosféricos (cambios de temperatura, viento, insolación y precipita-
ciones). En el valle medio del río Negro se realizaron excavaciones sistemáticas
en varios sitios en estratigrafía, cuatro de ellos correspondientes a áreas de
campamento, dos en la margen norte (Angostura 1 y Negro Muerto) y dos en
la margen sur (Pomona y Colforta 1).
En Angostura 1, ubicado cerca de la localidad de General Conesa, hace
alrededor de 1.000 años un grupo pequeño de personas procesó, consumió y
descartó diversos recursos animales (guanacos, venados de las pampas, roe-
dores pequeños, peludos, aves, peces y almejas) y vegetales (principalmente
frutos de algarrobo). Si bien es difícil inferir como ingresaban al ámbito do-
86
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
87
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 26. Vista del sitio Negro Muerto, ubicado a mitad de camino entre Choele Choel
y General Conesa, a orillas del río Negro.
88
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
89
Los pueblos nómades de Río Negro
perficie mayor (por ejemplo, la zona entre Negro Muerto y Boca de la Travesía,
en la margen norte, y entre Colonia Josefa y Castre, en la margen sur). Teniendo
en cuenta lo señalado en cuanto a la mayor productividad ambiental en los lu-
gares con efecto más importante de las inundaciones, puede proponerse que la
ubicación de los sitios se debe a que la gente se instaló en los puntos con mayor
concentración de recursos (mamíferos, aves, peces, moluscos y vegetales). Algo
parecido debió ocurrir en el valle inferior, en el área correspondiente a la ex
laguna del Juncal13 donde también el registro arqueológico es abundante (véase
Capítulo 8). En las márgenes de esta inmensa laguna fluvial, varios investigado-
res y coleccionistas particulares extrajeron una cantidad inusual de esqueletos
humanos y de evidencias de asentamientos residenciales (residuos de alimen-
tación, artefactos de piedra y fragmentos de cerámica). Aunque la mayor parte
del patrimonio arqueológico de la laguna del Juncal fue destruida por el uso
agropecuario de las tierras, la expansión urbana y la recolección de materiales
por coleccionistas aficionados, no hay dudas de que fue uno de los espacios más
importantes de la región para las poblaciones humanas prehispánicas.
Es probable también que los grupos que ocuparon el área hayan organizado
sus itinerarios siguiendo un sistema de movilidad residencial (o traslado de
los campamentos) a lo largo del valle, al menos durante los meses post-inun-
dación. Esto consistió en la instalación de sus campamentos en cercanías de
los cuerpos de agua, en especial lagunas y canales de inundación. Desde allí
la mayoría de los integrantes de la banda (niñas, niños y adultos de distintas
edades) explotaban los recursos vegetales y animales disponibles en las áreas
ubicadas a no más de algunas horas de caminata desde el campamento. Es
probable que pequeños grupos de adultos hayan realizado excursiones más
prolongadas (de uno o varios días) a sectores de planicie alejados del valle a
fin de obtener algún recurso específico, por ejemplo guanacos, posiblemente
el recurso cuantitativamente más importante. Una vez que los recursos de los
alrededores del campamento empezaban a escasear, mudaban el asentamiento
a otro punto de características similares.
Otro aspecto interesante del río Negro, al igual que algunos sectores de la
faja costera de Norpatagonia, es que fue un espacio con importantes connota-
ciones simbólicas por su fuerte conexión con la muerte. Los médanos en que
se instalaban los campamentos también fueron utilizados recurrentemente
como lugares para el entierro de los muertos. Incluso, y aun cuando las eviden-
13 Estaba ubicada en el sector sur del valle inferior del río Negro y fue disecada intencionalmente en la
década de 1930 para evitar inundaciones, mejorar la comunicación y aprovechar las tierras en cercanías
de la ciudad de Viedma.
90
La ocupación de los grandes valles extra-andinos
91
Los pueblos nómades de Río Negro
LECTURAS SUGERIDAS
• Crivelli Montero E. 2010. Arqueología de la cuenca del río Limay. En R.
Masera (cord.), Los ríos mesetarios norpatagónicos. Aguas generosas del
Ande al Atlántico, pp. 261-338. Minigraf, Patagones.
• Martínez G. 2015. Arqueología y pobladores antiguos de la cuenca del río
Colorado. En: M. Sili, A. Kozel y R. Bustos Cara (eds.), La Región del Co-
lorado. Historia, cultura y paisaje en la frontera, pp. 29-47. Serie Aportes al
Desarrollo Nacional de la Fundación ArgenINTA, Buenos Aires.
• Prates L. 2008. Los indígenas del río Negro: un enfoque arqueológico. Socie-
dad Argentina de Antropología, Buenos Aires, pp. 1-321.
92
7
Ocupaciones prehispánicas en
las zonas áridas del centro y sur
de Río Negro
Emiliano Mange, Alejandro Serna, Laura Miotti, Jorgelina Vargas Gariglio,
Marien Béguelin y Luciano Prates
93
Los pueblos nómades de Río Negro
Figura 28. Mapa de las áreas tratadas en este capítulo y sitios mencionados en el texto.
94
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
Esta área constituye uno de los paisajes naturales más hostiles de la Patago-
nia, debido principalmente a la escasez y distribución desigual de fuentes de
agua. En las planicies (al norte y al sur del río Negro), el agua que fue utilizada
por las poblaciones humanas se halla en pequeñas lagunas alimentadas por las
lluvias que ocupan bajos de erosión. Alcanzan su máximo nivel de agua luego
de las grandes lluvias, y se secan en períodos con bajas precipitaciones. Hacia el
sur, en los grandes bajos, hay pequeños surgentes de agua de salinidad variable
pero en general con agua potable, que en algunos casos forman unas estructu-
ras sobre-elevadas, llamadas localmente “menucos”14. Más al sur de estos bajos,
y especialmente en su sector medio (Trapalcó-Santa Rosa) hay numerosos ca-
ñadones que desaguan en ellos en las grandes lluvias, y que en algunos sectores
puntuales pueden conservar agua en posición superficial o semi-subterránea (a
la que puede accederse excavando con las manos en la arena). En resumen, el
panorama ambiental para esta área es el de una extensa “zona seca” con peque-
ños “parches húmedos” (lagunas, surgentes o cañadones).
Hasta hace unos años se sabía poco sobre la arqueología de estos sectores de
la provincia. Las únicas investigaciones fueron dirigidas por Carlos Gradin en
las décadas de 1970 y 1980, cuando visitó dos grupos de sitios arqueológicos,
uno ubicado en el Gran Bajo del Gualicho, y otro en cercanías del dique Casa
de Piedra, sobre la margen rionegrina del río Colorado. Aunque estos últimos
no fueron descriptos en detalle, se trata de materiales dejados por ocupaciones
muy breves en cercanías de lagunas. Uno de los sitios del Bajo del Gualicho
presenta un conjunto poco numeroso de materiales (líticos, cerámica y vidrios
tallados) dispersos alrededor de un zanjón, que al igual que las lagunas solo
ofrece agua dulce luego de las lluvias. El segundo es conocido como Piedra
del Gualicho, y fue mencionado por varios viajeros que lo visitaron durante el
siglo XIX. Se trata de un sitio ritual donde se dejaban ofrendas para propiciar
al Gualicho, un ser sobrenatural en el que creían los tehuelches septentrionales,
con el cual había que estar en buen trato para poder cruzar con éxito una de
las travesías más difíciles e inhóspitas de la región. La ruta prehispánica en la
que se encuentra el sitio unía Castre (sobre el río Negro) y Valcheta (cerca del
piedemonte de la meseta de Somuncurá), y fue transitada por viajeros-natura-
listas ilustres como Georges Claraz, Francisco P. Moreno y Carlos Burmeister.
Aún en el siglo XIX seguía teniendo importancia ritual, y se dejaban allí diver-
sas ofrendas en un alero rocoso.
14 Se trata de lomadas de pocos metros de altura en cuyo centro (en la zona más alta) surge el agua. Se
forman porque los sedimentos eólicos se acumulan y asientan alrededor del agua.
95
Los pueblos nómades de Río Negro
15 Este motivo da nombre al “estilo de grecas”, que se encuentra ampliamente distribuido en la Patagonia (véase
Capítulo 4) y ha sido asignado a los últimos momentos de historia prehispánica (Holoceno tardío final).
96
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
Figura 29. Excavaciones y sondeos en los bajos de Trapalcó y de Mansilla. Sitio Tra-
palcó 2 (arriba) y Puesto Mansilla (abajo).
97
Los pueblos nómades de Río Negro
MESETAS Y SERRANÍAS
Son varias las mesetas y serranías que se elevan sobre el paisaje de plani-
cies norpatagónicas. Las mesetas más importantes, Somuncurá y El Cuy, es-
tán formadas por rocas volcánicas de edad terciaria y actúan como reservorio
del agua de precipitaciones (nieve y lluvia). El agua se acumula en forma de
grandes lagunas en las depresiones del interior de las mesetas, y emerge en
pequeños surgentes o manantiales en los bordes de ambas formaciones. Solo
en el piedemonte de Somuncurá los manantiales llegan a formar verdaderos
arroyos, como el Valcheta. En el caso de las serranías, la mayoría tiene poca
altitud: Grande, Pailemán, Queupu-Niyeu y algunos cerros y serranías que for-
man parte de las mesetas basálticas de El Cuy y Somuncurá.
La meseta de El Cuy
Las primeras campañas arqueológicas a la meseta de El Cuy también fue-
ron realizadas por Carlos Gradin, quien realizó prospecciones en sectores cer-
canos a la localidad homónima. En este sector detectó un sitio arqueológico en
posición estratigráfica en una cueva y también sitios superficiales, aunque no
realizó descripciones detalladas de los materiales y sitios. Un sondeo realizado
en el interior de la cueva permitió definir, de acuerdo al hallazgo de restos ve-
getales (pastos y cañas), la presencia de dos niveles de ocupaciones humanas.
Recientemente, la investigadora Marien Béguelin impulsó nuevas investi-
gaciones en esta meseta. Se observaron y mapearon algunos sitios con estruc-
turas de piedra (conocidos como “recintos” o “parapetos”) (Figura 30) y se
realizaron transectas para evaluar la distribución superficial de artefactos en
cercanías de lagunas. En los bordes de la meseta se muestrearon sistemática-
mente algunos sitios superficiales ubicados en cercanías de manantiales. Las
condiciones de estos ambientes no suelen ser propicias para la preservación de
materiales orgánicos en superficie, por esta razón, en los muestreos superficia-
les se registraron principalmente instrumentos líticos como puntas, rapadores
o perforadores, y desechos del proceso de su manufactura. Las rocas utilizadas
como materia prima son variadas, algunas provienen de formaciones rocosas
disponibles en el entorno inmediato, como las calcedonias, y otras pueden ha-
ber sido transportadas desde decenas o cientos de kilómetros. Estos aspectos
están comenzando a estudiarse.
En el extremo sur de la meseta de El Cuy también se observaron sitios con
manifestaciones rupestres, tanto pinturas como grabados. No se cuenta con
fechados radiocarbónicos, aunque la presencia de cerámica indica que algunos
de ellos corresponden al Holoceno tardío. El conocimiento arqueológico de
98
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
esta meseta es escaso, pero se espera que las investigaciones iniciadas reciente-
mente provean información novedosa en los próximos años.
99
Los pueblos nómades de Río Negro
Los esfuerzos por el estudio del pasado prehispánico de las mesetas pata-
gónicas generados por científicos pioneros como Rodolfo Casamiquela y Car-
los Gradin, mostraron la presencia de numerosos sitios arqueológicos sobre la
meseta de Somuncurá, de acuerdo también con algunas menciones de natura-
listas viajeros que atravesaron esta región (como Georges Claraz y Francisco
Pascasio Moreno, también conocido como “el Perito Moreno”). El relato de
Claraz, de finales del siglo XIX, brinda una excelente descripción sobre las ca-
racterísticas topográficas que convierten a ciertas zonas del paisaje mesetario,
como las lagunas pequeñas, en excelentes lugares para la caza de guanacos y
ñandúes por acecho (Figura 32). Estas ideas, y la experiencia arqueológica en
ambientes similares del Macizo del Deseado (Santa Cruz), fueron considera-
das por Laura Miotti y equipo para retomar las investigaciones sobre la meseta
de Somuncurá.
100
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
Uno de los primeros lugares investigados fue el mítico lugar llamado Yam-
nagoo, (“beber y correr” en lengua Aoniken, según Claraz) el cual representaba
un paraíso terrenal para los cazadores nómades de una amplia región. Este
complejo se ubica en el sector noroeste de la meseta, en una laguna donde
desemboca el arroyo Talagapa, y también en cercanías de los cerros Los Dos
Amigos (con puntas “cola de pescado” que indican que hubo ocupaciones de
los primeros pobladores del continente, véase Capítulo 2). Alrededor de ese
espejo de agua, a distancias de entre 2 y 7 km, se hallaron numerosos sitios
arqueológicos que fueron fechados mediante el método de datación de car-
bono-14: la mayoría de ellos corresponde a tiempos coloniales, cuando ya se
establecían las economías pastoriles y el comercio con la sociedad occidental.
Uno de estos sitios es La Vieja o Yahmoc (su nombre indígena), una piedra que
para los pueblos tehuelches representaba a una figura humana, la dueña de ese
paraje y de los guanacos, a quien había que dejar una ofrenda como agradeci-
miento. Un dato interesante que aparece en el contexto funerario de cueva Las
Cañas, es la presencia de fragmentos de caña colihue que crece en la cordillera,
101
Los pueblos nómades de Río Negro
por lo que podría tratarse de evidencia de contactos entre gente de esta meseta
y de zonas cordilleranas, al menos para momentos tardíos.
En cercanías de estas lagunas, y en muchas otras de Somuncurá, es desta-
cable la presencia de estructuras de rocas basálticas, llamadas generalmente
“parapetos” (Figura 33), que serían las bases de los asentamientos de las ban-
das cazadoras. A su alrededor se hallan frecuentemente diversos artefactos de
piedra y fragmentos de cerámica; las excavaciones han mostrado también la
presencia de carbones y cenizas. En estos sitios se han realizado ocupaciones
humanas continuadas desde hace al menos 2.000 años, de acuerdo al hallazgo
de artefactos indígenas y también hispano-criollos. En algunos sitios se ha-
llaron vidrios industriales tallados, mostrando la adaptación de la sociedad
pre-hispánica a un nuevo escenario social, que incluyó el uso de numerosos
elementos hispano-criollos y también de alimentos novedosos. Aun así, los
lugares ceremoniales conservaron su importancia hasta el siglo XIX. Por ejem-
plo, los relatos de Claraz muestran que aún se dejaban regalos (en este caso,
leña) junto a la piedra del sitio Yahmoc en la segunda mitad del siglo XIX.
102
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
arqueológicos. Tal es el caso de la laguna Azul, donde se encontró una gran va-
riedad de artefactos mayoritariamente líticos (puntas de proyectil, raspadores,
objetos para la molienda, restos de pigmento y placas grabadas con motivos
iconográficos). Además, se hallaron fragmentos de cerámica que, de acuerdo
a los fechados, muestran una gran profundidad temporal para esta tecnología
entre los cazadores de la meseta. En muchos estratos se encontraron también
restos óseos de guanaco, algunos con huellas de procesamiento (realizadas con
cuchillos de piedra). En el Parapeto 3 se realizaron dos fechados radiocarbó-
nicos, que indican ocupaciones de cazadores entre 1.700 y 1.900 años AP, que
junto con un fechado del sitio Tapera de Isidoro, constituyen los fechados más
antiguos. En síntesis, la evidencia de este y otros sitios muestran que Somun-
curá no fue solamente un lugar de tránsito. Los lugares especiales para la caza
por acecho como el Yamnagoo y la Laguna Azul, las connotaciones simbólicas
encontradas en esos lugares, y la presencia de elementos foráneos nos per-
miten inferir su selección y uso recurrente, y una alta movilidad regional y
extra-regional de las sociedades humanas que ocuparon la meseta.
En el piedemonte (o estribaciones) de la meseta de Somuncurá, las inves-
tigaciones iniciadas hace unos años por los arqueólogos Luciano Prates, Emi-
liano Mange y Alejandro Serna también han comenzado a dar los primeros
resultados. La presencia de numerosos surgentes de agua en los pies de la me-
seta ofreció a los cazadores-recolectores ambientes que, aunque no ofrecían
condiciones tan favorables para la caza como las partes altas, proveyeron es-
pacios abrigados y con condiciones menos extremas. La mayoría de los sitios
se encuentran ubicados en los pequeños valles de los arroyos nacidos en esos
manantiales, en varios de los cuales se están realizando investigaciones sis-
temáticas. Uno de ellos, el sitio Tembrao, fue excavado hace algunos años, y
los materiales recuperados muestran que allí se asentó un campamento y se
consumieron varias especies de animales. La presencia de cerámica y de ins-
trumentos para moler (probablemente alimentos) indica que un grupo estuvo
asentado por un tiempo prolongado. Otros sitios residenciales (campamentos)
fueron localizados en el curso superior y medio del arroyo Valcheta, y algunos
con arte rupestre se ubican en cercanías de manantiales. Esto repite el patrón
extendido a lo largo de toda la región vinculado con la fuerte relación entre el
arte rupestre y las fuentes de agua dulce. Otro tipo de sitio arqueológico en los
bordes de la meseta son los entierros humanos: en el sitio Aguada Cecilio, que
se encuentra ubicado en un pequeño alero, se hallaron restos de varios indivi-
duos sub-adultos; sobre uno de ellos se obtuvo un fechado radiocarbónico de
350 años AP. Además de los restos humanos se recuperó una punta de lanza,
dejada probablemente como ofrenda funeraria de alguno de los jóvenes.
103
Los pueblos nómades de Río Negro
104
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
Figura 35. Vista desde arriba del sitio Cueva Galpón (sierras de Pailemán).
105
Los pueblos nómades de Río Negro
106
Ocupaciones prehispánicas en las zonas áridas del centro y sur de Río Negro
LECTURAS SUGERIDAS
• Casamiquela R. 1988. En pos del gualicho. Estudio de mitología tehuelche.
Fondo Editorial Rionegrino, Viedma.
• Gradin C., A. Aguerre y A. Albornoz (eds.). 2003. Arqueología de Río Ne-
gro. Secretaría de Acción social de Río Negro, Viedma.
• Gradin C. 1971. Parapetos habitacionales en la meseta de Somuncurá, Pcia.
de Río Negro. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, Vol. V,
2: 171-185. Buenos Aires.
107
Los pueblos nómades de Río Negro
108
8
Arqueología funeraria
Alejandro Serna
109
Los pueblos nómades de Río Negro
110
Arqueología funeraria
16 Cerca del año 2005 comenzaron a desarrollarse proyectos arqueológicos en la meseta de Somuncurá a
cargo de Laura Miotti, en la costa del golfo de San Matías a cargo de Cristian Favier Dubois y Florencia
Borella, y en el valle medio del río Negro a cargo de Luciano Prates y Emiliano Mange.
111
Los pueblos nómades de Río Negro
17 Las tareas de descarne y despostamiento son inferidas por los arqueólogos a través de las huellas de corte
y raspado que los instrumentos de piedra dejan en los huesos.
18 En general, las pinturas se confeccionaban combinando minerales ferrosos (por ejemplo, hematita) con
ácidos grasos (grasa animal u aceite vegetal).
112
Arqueología funeraria
Figura 36. Paquete o fardo funerario del sitio arqueológico Paso Alsina 1 excavado
por Gustavo Martínez y equipo (provincia de Buenos Aires) (fotografía gentileza de
Pablo Bayala).
113
Los pueblos nómades de Río Negro
114
Arqueología funeraria
20 En el sitio Cueva Galpón, las “camas de paja” corresponden a estructuras vegetales formadas por haces
de pasto entrelazados y anudados a pequeños troncos o ramas gruesas (algunos de ellos de jarilla).
115
Los pueblos nómades de Río Negro
116
Arqueología funeraria
Movilidad y dieta
Además de preocuparse por la antigüedad, las formas de entierro y las
prácticas mortuorias, las investigaciones arqueológicas sobre restos humanos
también han estado orientadas a la implementación de análisis químicos para
tratar cuestiones como el desplazamiento de las personas en el territorio y el
tipo de alimentos que consumían. Esto es posible a través del análisis de los
“isótopos estables”21 de ciertos elementos químicos que están presentes en los
huesos y dientes de los seres vivos. Para estudiar la movilidad en el pasado (o
“paleomovilidad”), un elemento frecuentemente usado es el oxígeno, con sus
variantes isotópicas “18O” y “16O”. Su aplicación en arqueología se basa en el
principio que establece que la composición isotópica, es decir la relación entre
ambas variantes de oxígeno en nuestros tejidos corporales (por ejemplo, hueso
o esmalte dental), refleja principalmente la composición isotópica del agua que
bebemos. Entonces, conociendo los valores de oxígeno de las fuentes de agua
y comparándolos con los tejidos humanos, es posible inferir cómo se movió
esa persona en un momento determinado de su vida (momento de forma-
ción del tejido analizado). Gracias a esta herramienta, hoy en día sabemos que
las personas enterradas en el valle del río Negro consumieron probablemente
agua del río Colorado localizado al norte, mientras que aquellos enterrados en
el piedemonte de Somuncurá, tuvieron un consumo de agua principalmente
local y hacia el oeste de la meseta.
Cuando se trata de estudiar el tipo de alimentos que las personas consu-
mían en el pasado (“paleodieta”), los isótopos más utilizados son los del car-
bono (13C y 12C) y del nitrógeno (15N y 14N). La idea básica de su utilización en
arqueología es similar a la del oxígeno, solo que en este caso el carbono y el ni-
trógeno darán cuenta de los alimentos consumidos. Los isótopos del carbono
son buenos para estudiar los distintos tipos de recursos vegetales consumidos,
por ejemplo, es posible distinguir entre ciertos tipos de plantas, como el maíz
y el algarrobo. En el caso del nitrógeno, a medida que la persona consume
proteína animal, los niveles de su cuerpo aumentan respecto del de los ani-
males que consume. De este modo, teniendo como referencia los niveles de
nitrógeno de los animales disponibles para alimentarse, es posible identificar
qué tipo de recursos pudo haber consumido esa persona. Además, este isóto-
po es particularmente útil para detectar dietas marinas, que suelen tener altos
21 Los isótopos son átomos de un mismo elemento químico que poseen un mismo número de protones
pero que difieren en la cantidad de neutrones en su núcleo, es decir, varían en su masa. Los isotopos
estables presentan las mismas propiedades químicas (se unen o reaccionan con los mismos elementos),
pero varían en sus propiedades físicas (velocidad de reacción y fuerza de las uniones).
117
Los pueblos nómades de Río Negro
Identidad grupal
Otro de los temas que ha sido recientemente abordado a partir de los res-
tos humanos es el de la formación de la identidad grupal a través de cambios
visibles en el cuerpo, de modo similar a como un tatuaje hoy en día puede
identificar a un grupo particular de personas. En Patagonia, la parte del cuerpo
que ha sufrido alguna modificación por parte de las personas en el pasado y
que perdura a través del tiempo, es el cráneo. La modificación de la forma del
cráneo se realizaba durante los primeros años de vida de los bebés y consistía,
básicamente, en comprimir leve y diariamente la cabeza con el objetivo de ir
orientando poco a poco su crecimiento y, así, obtener una forma deseada22
(Figura 38). Aunque este tipo de modificación puede producirse de forma no
intencional (por ejemplo, por la posición de descanso del bebé), existe una
gran cantidad de aparatos formados por vendas, tablas o almohadones que
se encargan de realizar la tarea (Figura 38). El estudio de esta práctica ha lla-
mado la atención de arqueólogos en todo el mundo porque se han registrado
evidencias en todos los continentes y con varios miles de años de antigüedad.
Uno de los aspectos más sobresalientes de esta práctica es que ha demostrado
ser útil para distintas sociedades como mecanismo para plasmar y transmitir
significados. Casos arqueológicos y etnográficos alrededor del mundo, y en
contextos muy diversos, han demostrado la importancia de la forma de la ca-
beza como expresión de ideales (por ejemplo, religiosos, belleza o bélicos) o
como indicador de diferencias de algún tipo (grupales, estatus social, casta o
familia, género).
22 Es importante destacar que varias investigaciones, observaciones y relatos etnográficos señalan que no
hay evidencias de que la modificación pueda traer aparejados problemas neurológicos u otros tipos de
trastornos en la salud.
118
Arqueología funeraria
Figura 38. Cráneo procedente de la zona de la laguna del Juncal con evidencias de ha-
ber sido modificado intencionalmente durante la infancia; obsérvese el achatamiento
en las zonas anterior y posterior (izquierda). Esquema mostrando diferentes tipos de
aparatos para modificar la cabeza del infante (derecha).
23 Hay ciertos fenómenos, tales como la construcción de identidad, que suelen estudiarse teniendo en
cuenta grandes escalas espaciales.
119
Los pueblos nómades de Río Negro
24 Una de las expresiones más evidentes del trato digno hacia los restos humanos es la no exposición en los
museos.
25 Si bien la Ley de Restitución (Ley 25.517) fue sancionada en el año 2001, fue reglamentada recién en el
año 2010 (Decreto 701/2010).
26 El 21 de noviembre de 2014, el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo
(UNLP) aprobó por unanimidad la restitución complementaria de otros restos mortales pertenecientes
al Cacique Inacayal.
120
Arqueología funeraria
121
Los pueblos nómades de Río Negro
122
Arqueología funeraria
nocimiento amplio que contemple los aportes de todas las partes y contribuya
a consolidar la identidad.
123
Los pueblos nómades de Río Negro
LECTURAS SUGERIDAS
• Aranda C., G. Barrientos y M. Del Papa. 2014. Código deontológico para
el estudio, conservación y gestión de restos humanos de poblaciones del y
pasado. Revista Argentina de Antropología Biológica 16 (2): 111-113.
• Ametrano S. J. 2015. Los procesos de restitución en el Museo de La Plata.
Revista Argentina de Antropología Biológica 17 (2): 1-13.
• Mariano C. 2011. Prácticas mortuorias y registro bioarqueológico en la
costa rionegrina del golfo San Matías, Argentina. Intersecciones en antro-
pología 12 (1): 17-25.
• Hajduk A., A. Albornoz y M. Lezcano. 2007. Nuevos pasos en pos de los
primeros barilochenses. Arqueología del Parque Nacional Nahuel Huapi.
Patrimonio Cultural: la gestión, el arte, la arqueología y las ciencias exactas
aplicadas: 175-194.
• Prates L. y V. Di Prado. 2013. Sitios con entierros humanos y ocupaciones
residenciales en la cuenca del Río Negro (Norpatagonia, Argentina): dia-
cronía y multicausalidad. Latin American Antiquity 24 (4): 451-466.
124
9
Arqueología y patrimonio
Daniela Saghessi y Adolfo Eliges
125
Los pueblos nómades de Río Negro
EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO
El patrimonio arqueológico comprende cualquier evidencia de la existen-
cia de grupos humanos en el pasado, es decir, todo tipo de registro arqueoló-
gico. Se incluyen lugares donde se haya realizado alguna actividad, estructuras
y objetos materiales muebles e inmuebles que se encuentren en la superficie,
el subsuelo, o bajo las aguas. Entre estos bienes culturales podemos encontrar
restos humanos, desechos de comida (como los huesos, las cáscaras de huevos,
las valvas de moluscos, los frutos, las semillas, etc.), artefactos de piedra (pun-
tas de flecha, morteros, bolas de boleadora, hachas, sobadores, etc.), objetos
de cerámica (vasijas, platos, cántaros, etc.), adornos personales (cuentas de
collares, colgantes, etc.), construcciones arquitectónicas (restos de viviendas,
esculturas, terrazas de cultivo, etc.), entre otros. Además, en muchos casos se
trata de objetos que han sido utilizados y abandonados en el lugar en que fue-
126
Arqueología y patrimonio
ron hallados, lo cual permite conocer aspectos cotidianos de sus vidas. Aún en
épocas históricas, es decir para las cuales se cuenta con registros escritos, los
objetos arqueológicos pueden aportar evidencia que complementa o ponen en
discusión la información proveniente de esas fuentes.
EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
Como hemos visto a lo largo de este libro, el contexto es uno de los prin-
cipales atributos del registro arqueológico e incluye el espacio físico donde
los objetos arqueológicos fueron utilizados, descartados, abandonados y luego
descubiertos, y también las relaciones o asociaciones entre los distintos obje-
tos. Su preservación es fundamental para el estudio científico ya que, a través
del análisis sistemático de la ubicación de cada objeto se puede comprender
sus procesos de producción y las relaciones que existieron entre ellos, las per-
sonas y su entorno original. Sin embargo, puede suceder que encontremos es-
tos bienes patrimoniales alejados de sus ámbitos originales y agrupados con
criterios arbitrarios, como ocurre en las colecciones privadas o particulares.
En la mayoría de los casos, la valiosa información contextual de las piezas se
perdió y no puede recuperarse, debido al desconocimiento de su importancia
y por la falta de sistematicidad en los métodos de recolección y registro.
Los coleccionistas aficionados suelen hacer una selección estética de los
objetos recolectados, descartando aquellos que no resultan atractivos por su
estado o abundancia. Esto genera la pérdida de la información referida a las
relaciones entre artefactos y con el medio que los contenía. De esta forma, es
importante reconocer, por un lado, que las colecciones privadas de objetos ar-
queológicos han resguardado piezas fundamentales de nuestro patrimonio de
la destrucción, que estos conjuntos han contribuido con las investigaciones ar-
queológicas y que, en muchos casos, pasaron a formar parte de museos públi-
cos. Pero, por otro lado, es fundamental tomar conciencia que la recolección
privada de materiales arqueológicos produce un daño irreversible sobre el pa-
trimonio. Como fue señalado en el Capítulo 1, un mismo artefacto puede dar
lugar a interpretaciones muy diferentes, dependiendo de dónde fue recuperado.
PATRIMONIO Y LEGISLACIÓN
En nuestro país, la importancia de resguardar el patrimonio arqueológi-
co es reconocida oficialmente en 1913, cuando se sanciona la Ley Nacional
9080. Esta establece por primera vez la jurisdicción federal sobre los sitios ar-
queológicos y paleontológicos, poniendo bajo su alcance no solo a los bienes
127
Los pueblos nómades de Río Negro
128
Arqueología y patrimonio
129
Los pueblos nómades de Río Negro
LECTURAS SUGERIDAS
• Berberián E. y M. Berberián. 2009. La ley nacional 25.743 de Protección del
patrimonio arqueológico y paleontológico. Conductas ilícitas y sanciones.
Cuadernos de Seguridad. Buenos Aires, pp. 61-88.
• Endere M. L., M. Mariano, M. E. Conforti y C. Mariano. 2015. La protec-
ción legal del patrimonio en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y
Río Negro. Viejos problemas y nuevas perspectivas. Intersecciones en An-
tropología 16. Buenos Aires, pp. 207-219.
130
Arqueología y patrimonio
131
La Fundación Azara, creada el 13 de noviembre del año 2000, es una institución no gubernamental
y sin fines de lucro dedicada a las ciencias naturales y antropológicas. Tiene por misión contribuir al
estudio y la conservación del patrimonio natural y cultural del país, y también desarrolla actividades
en otros países como Paraguay, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, Cuba y España.
Desde el ámbito de la Fundación Azara un grupo de investigadores y naturalistas sigue aún hoy en
el siglo XXI descubriendo especies –tanto fósiles como vivientes– nuevas para la ciencia, y en otros
casos especies cuya existencia se desconocía para nuestro país.
Desde su creación la Fundación Azara contribuyó con más de cien proyectos de investigación y con-
servación; participó como editora o auspiciante en más de doscientos libros sobre ciencia y naturale-
za; produjo ciclos documentales; promovió la creación de reservas naturales y la implementación de
otras; trabajó en el rescate y manejo de la vida silvestre; promovió la investigación y la divulgación de
la ciencia en el marco de las universidades argentinas de gestión privada; asesoró en la confección
de distintas normativas ambientales; organizó congresos, cursos y casi un centenar de conferencias.
En el año 2004 creó los Congresos Nacionales de Conservación de la Biodiversidad, que desde entonces
se realizan cada dos años. Desde el año 2005 comaneja el Centro de Rescate, Rehabilitación y Recría de
Fauna Silvestre “Güirá Oga”, vecino al Parque Nacional Iguazú, en la provincia de Misiones. En sus colec-
ciones científicas –abiertas a la consulta de investigadores nacionales y extranjeros que lo deseen– se
atesoran más de 200.000 piezas. Actualmente tiene actividad en varias provincias argentinas: Misiones,
Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Catamarca, San Juan, La Pampa, Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y Santa
Cruz. La importante producción científica de la institución es el reflejo del trabajo de más de setenta cien-
tíficos y naturalistas de campo nucleados en ella, algunos de los cuales son referentes de su especialidad.
La Fundación recibió apoyo y distinciones de instituciones tales como: Field Museum de Chicago,
National Geographic Society, Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, Fundación
Atapuerca, Museo de la Evolución de Burgos, The Rufford Foundation, entre muchas otras.
www.fundacionazara.org.ar
www.facebook.com/fundacionazara
www.instagram.com/fundacionazara/
DELIVERY de LIBROS:
Ingresá a www.vmeditores.com.ar
Comprá online el libro que quieras y recibilo cómodamente en tu domicilio. Envíos a todo el mundo.
www.facebook.com/vmeditores
www.instagram.com/vmeditores
Más de 80.000 años pasaron desde que los primeros seres humanos
modernos salieron de África hasta que pisaron por primera vez
el territorio actual de Río Negro hace algo más de 13.000 años.
Enfrentando el desafío de avanzar sobre un territorio desconocido y
nunca antes pisado por nuestra especie, integraron a su propia vida
cada rasgo del nuevo paisaje, ocupando progresivamente y adaptándose
a una gran diversidad de ambientes, desde los bosques andinos de la
región cordillerana hasta las áridas costas del océano Atlántico.
vmeditores.com.ar