02 Wilcox La Etnografia Como Una Metodologia
02 Wilcox La Etnografia Como Una Metodologia
02 Wilcox La Etnografia Como Una Metodologia
Y SU APLICACIÓN AL ESTUDIO
DE LA ESCUELA: UNA REVISIÓN ∗ 1
Kathleen Wilcox .
INTRODUCCIÓN
∗
De «Ethnography as a Methodology and Its Application to the Study of Schooling: A Review», en G.
Spindler (ed.), Doing the Ethnography of Schooling- Educational Anthropolology in Action. Holt,
Rinehart and Winston, Nueva York, 1982, pp. 456-488. Traducción de M. Lourdes Soto Páez.
1
Estoy especialmente agradecida a Henry Levin y a George Spindler por su apoyo a este proyecto.
También me gustaría agradecer a Frederick Erickson, Christine Finnan, Judith Hanna, John Ogbu, Hervé
Varenne y Harry Wolcott sus atinados comentarios al escrito más amplío del que surgió este artículo.
1977, Rist 1977, Wilson 1977, Salomone 1979, Spindler 1982, Knapp 1981,
Ogbu 1981. La bibliografía comentada de Wolcott (1975b) sobre el método,
titulada Ethnographic Approaches to Research in Education, es un manual de
estudio muy útil para aquellos que quieran realizar una lectura más profunda en
esta materia; también lo es el libro Fieldwork Manual for Stud-ying
Desegregated Schools, escrito por Joan Cassell (1978) para el National
Institute of Education.
El proceso de investigación
Una de las tareas iniciales al realizar una etnografía es decidir en qué nos
vamos a concentrar. Se hace evidente, enseguida, para un observador
perspicaz, que no se puede describir todo. Incluso las primeras etnografías,
que intentaron ser extremadamente comprehensivas en sus descripciones de
las formas de vida de las personas en comunidades totales, acabaron
concentrándose, sin pretenderlo y sin estar obligadas a ello, en ciertos tipos de
creencias y de comportamientos. A medida que la etnografía se ha
desarrollado como un instrumento de investigación, el alcance del enfoque se
torna cada vez más delimitado. A lo largo de la historia de la etnografía, sin
embargo, el etnógrafo ha tenido que tomar decisiones sobre aquello en lo que
centrar su investigación. El marco conceptual de la antropología ha guiado
desde el principio a los etnógrafos a la hora de tomar estas decisiones
(Malinowski 1922). Hay muchas escuelas de pensamiento antropológico y los
investigadores han comenzado su tarea con temas de interés muy variados y
posicionamientos teóricos muy diversos. Sin embargo, el investigador
competente siempre ha comenzado con algún tipo de esquema, basado en el
conocimiento del trabajo científico social y antropológico, que le ha permitido
elegir entre y conceder importancia a fenómenos descubiertos en el propio
proceso de la investigación.
Al comenzar el trabajo, la mente del etnógrafo no es una tabula rasa, sino que
anida en ella un problema aún oscuro. Ese problema está por necesidad
general en su enfoque. Dado que se intenta comprender un sistema en sus
propios términos, con sus propios criterios de significación, no se puede
predecir con anterioridad qué aspectos del sistema serán significativos o qué
tipo de significado tendrán. Y puesto que el etnógrafo asume que las partes
particulares del sistema se pueden comprender tan sólo en el contexto del
funcionamiento de la totalidad, no es posible para él predecir con anterioridad
sobre qué debería centrar exactamente su estudio. Es crucial comenzar la
investigación sin categorías de observación, cuestionarios, hipótesis precisas,
etc., específicamente premeditadas. Esta puede ser considerada como la
quinta característica de la investigación etnográfica. Los instrumentos ya
elaborados y las formulaciones precisas del problema pueden abortar
prematuramente el proceso de descubrimiento de lo que es significativo en el
ámbito de trabajo. Una parte esencial de la misión de la investigación es
descubrir lo que es significativo, lo que tiene sentido (Erickson 1977), lo que es
importante observar. Uno está continuamente inmerso en el proceso de
investigación.
Con frecuencia, los etnógrafos han forjado su visión de las escuelas alrededor
del concepto de transmisión cultural. Bajo este punto de vista, la escuela actúa
primordialmente como un agente de la cultura, transmitiendo un conjunto
complejo de actitudes, valores, comportamientos y expectativas que permitirán
a una nueva generación mantener la cultura como un fenómeno en continuidad
(Spindler 1955, 1963a, Kimball 1974). Este tipo de análisis se encuentra en la
tradición estructural-funcional del pensamiento científico-social. Los etnógrafos
a menudo han utilizado sus conocimientos contextúales de la cultura en su
totalidad para ilustrar sus investigaciones de lo que se transmite en la escuela.
La conceptualización de la escolarización como transmisión cultural está en
oposición directa a la concepción de la escuela que comparten muchos
estudiosos de la educación, administradores de la enseñanza, profesores y
público en general, según la cual la escuela se ve como un instrumento de
reforma y de cambio. La visión dominante de la escolarización dentro de la
cultura es la de una institución que existe para mejorar la sociedad, no para
reproducirla más o menos como es. Una gran parte del trabajo etnográfico
contribuye a poner en tela de juicio esta forma acostumbrada de pensar sobre
la escuela.
Muchos estudios etnográficos detallan las formas en las que las escuelas
pueden preparar al alumno para la vida en una economía industrial capitalista.
Los paralelismos entre las estructuras de la escolarízación y la uniformidad y la
reglamentación en la industria han sido estudiados y desarrollados por gran
número de observadores (Lynd y Lynd 1929, Jackson 1968, LeCompte 1978,
Clusick 1973, Wilcox 1978). Estos observadores y otros (Henry 1963) han
ligado la estructura del poder y la autoridad en el aula a esas características de
la industria. Otro testimonio de la influencia de la estructura económica general
sobre el aula es la observación de la presencia de una evaluación constante de
la actuación del alumno y de la ética competitiva (Jackson 1968, Henry 1963).
La estructura de autoridad, la competencia, la rutina, la disciplina, la orientación
temporal, el proceso discontinuo y la alienación relativa de las tareas del
aprendizaje que caracterizan a las aulas en los Estados Unidos se han
comparado con características similares existentes en los lugares de trabajo.
Spindler 1963a y 1974a, Sennett y Cobb 1972). Así, parece ser que la escuela
ejerce una educación y una socialización diferencial, según la clase social del
alumno y su origen étnico. Esta percepción está en directa oposición con la
percepción cultural común de que las escuelas son agentes que proporcionan
una igualdad de oportunidades y que enseñan a los alumnos de todas las
procedencias culturales lo que necesitan para conseguir el éxito, aun
aceptando que los niños sólo aprendan lo que se les enseña. También está en
oposición con las conclusiones de algunos científicos sociales destacados
(Coleman 1966, 1971, Jencks 1972), que piensan que las escuelas tienen
escasa efectividad sobre el futuro de los alumnos.
Lacey (1976) y Sennett y Cobb (1972) han estudiado el impacto que el éxito,
obtenido desigualmente por los mismos alumnos en el mundo estratificado y
altamente evaluador de las escuelas, tiene sobre los alumnos y sobre las
relaciones entre ellos. Estos autores presentan una visión del rechazo que
ciertos grupos de alumnos manifiestan hacia las normas y los valores de la
escuela, y la polarización que se desarrolla entre los alumnos que se identifican
con el mundo de la escuela y aquellos que crecen en oposición a ésta. Henry
(1963) señala la utilidad económica de producir grandes grupos de alumnos
que se vean a sí mismos como fracasados y pasen sin quejarse a las
posiciones más bajas de las estructuras del trabajo burocrático e industrial.
Con esto ni siquiera comienza a agotarse la lista de las formas en las que las
escuelas transmiten las estructuras y orientaciones de la sociedad general. Sin
embargo, los trabajos citados anteriormente sirven como ejemplos de los
posibles modos según los cuales los etnógrafos han intentado penetrar en los
aspectos esenciales de la cultura, y han intentado explorar el aula como un
campo en el que se revelan estos aspectos esenciales. Hasta ahora las
etnografías han ofrecido ilustraciones importantes sobre las formas en que las
escuelas pueden reproducir la sociedad estratificada, pero aún no se ha
conseguido una comprensión total de las variables implicadas en esa
reproducción. No existe una comprensión precisa de los tipos de conexiones
que pueden existir entre la escuela y otras instituciones sociales. En este
sentido, el intento de Wil-cox (1978, 1982) por encontrar las conexiones entre
la socialización para el trabajo en el aula y las características de los roles
laborales de los adultos, es un ejemplo muy útil del tipo de trabajo que se debe
de realizar.
Las escuelas como escenarios de los conflictos culturales
Estudios de este tipo hicieron aparecer una serie de temas en relación con la
escolarización y su transformación. En primer lugar, se dejaba entrever la
complejidad del problema del cambio y de la valoración de este cambio.
¿Cuándo es posible decir que ha tenido lugar un cambio real en el programa?
¿Cómo puede valorarse totalmente la naturaleza de la transformación? El
número de variables que deben ser observadas para valorar la naturaleza del
cambio parece ser bastante más grande que el que pudiera haber anticipado el
que tuvo la idea o el que lo planificó. Parece bastante difícil predecir con
antelación qué variables serán relevantes para esta valoración y cuáles no. La
naturaleza del cambio, incluyendo todas sus consecuencias anticipadas y no
anticipadas, se debe comprender totalmente para evaluar su significado
educativo. ¿Qué es lo que los niños aprenden en esta nueva situación?
¿Aprenden a hacer elecciones educativas en un «aula abierta» si a la vez
están monitorizados más de cerca por el profesor que en la estructura
tradicional? ¿Hasta qué punto aprenden a escoger si a la vez están siendo
controlados y regulados de una forma bastante autoritaria y cerrada? Este tipo
de preguntas son muy difíciles de responder, pero evitarlas es eludir la
responsabilidad de asegurar que el «cambio» es de hecho un cambio, en lugar
de una reutilización de las pautas conocidas. Dada la pasión que en los
Estados Unidos despiertan las reformas educativas y las líneas según las que
esas reformas se han llevado a cabo en las aulas americanas, se hace crucial
investigar su significado real en la vida diaria de los alumnos.
La revisión que hizo Clement (1978) a una serie de artículos que planteaban
perspectivas etnográficas sobre las escuelas desegregadas concluye con la
idea de que aunque etnografías diferentes ofrezcan de alguna manera
diferentes visiones de los resultados de la desegregación y den fe de las
complejidades de la situación, revelan por otra parte que la segregación
informal es con frecuencia evidente, y que los alumnos negros se implican en
experiencias y actividades de aprendizaje menos prestigiosas.
Rist (1978) y Smith y Pohland (1974) tratan de las formas en las que los que
toman las decisiones educativas se anticipan o responden a las presiones
políticas que les rodean, con consecuencias educativas aparentemente
negativas para los niños en las aulas. Rist señala, entre otras cosas, las
consecuencias negativas para los alumnos de las minorías que se derivan de
escoger un enfoque emblemático sobre la integración. Smith y Pohland
describen las presiones políticas locales que llevaron a los que toman las
decisiones a dispersar los escasos recursos educativos (como los ordenadores
que ayudan a la enseñanza de las matemáticas) en campos totalmente
dispares, manteniendo y aumentando de esta forma los problemas y
disminuyendo la capacidad de los profesores y de los alumnos para hacer uso
de los recursos.
Lighfoot plantea, y los datos de Wilcox apoyan su perspectiva, que los padres
están sistemáticamente excluidos de la vida dentro de la escuela, y que el
alcance de su participación es un reflejo, entre otras cosas, de su clase social,
raza y grupo étnico. Aparentemente los profesores y administradores tienden a
temer la intrusión de los padres en el dominio de la escuela previendo sus
interferencias, sus críticas y su hostilidad- Tienden a dar la bienvenida sólo a
los padres y a las asociaciones de padres que les ayudan directamente. El
poder social y el status de algunos grupos de padres les facilita su penetración
a través de los muros de la escuela, hayan sido invitados o no, para conseguir
que sus quejas sean oídas. Dado que las necesidades de los padres y los hijos
de la clase baja y de las minorías tienden a estar peor atendidas por pane de la
escuela y requieren un cambio más sustancial, esta dinámica funciona do-
blemente para retardar el cambio: la crítica que puede apuntar a la necesidad
del cambio se ve impedida por la junta directiva y los que tienen más necesidad
de cambio desisten en su intento.
Mientras que la casta siga siendo el principio de organización social, no podrá tener éxito ningún
esfuerzo en el que se utilicen las escuelas para igualar el status laboral y social de las diferentes
castas mayoritarias y minoritarias, porque el sistema social exige que las posiciones laborales y
sociales deseables y no deseables se cubran sobre una base de adscripción. Así, las escuelas
siguen preparando a un número desproporcionado de grupos pertenecientes a castas de bajo
nivel para Ocupar sus tradicionales posiciones serviles, aunque puede que no lo hagan de forma
consciente... Para cambiar esta situación (eliminar el retraso académico de los negros) hace
falta, en primer lugar, una destrucción total del sistema de castas (es decir, la creación de un
nuevo orden social en el que los negros no ocupen una posición subordinada vis-a-vis con los
blancos). Si destruimos el sistema de castas, las escuelas y los negros empezarán a manifestar
cambios compatibles con el nuevo orden social y el retraso académico desaparecerá. Bajo el
nuevo orden social, las escuelas no tendrían otra opción que cambiar sus políticas y prácticas, y
educar a los negros de forma tan efectiva como a los blancos, porque la nueva sociedad les
pediría el mismo grado de competencia a ambos. Destruir el sistema de castas tendría impor-
tantes consecuencias para la respuesta de los negros a la escolarización... Los negros
responderían a sus nuevas oportunidades perseverando en sus trabajos escolares y
desarrollando pautas de comportamiento compatibles con el éxito académico.
CONCLUSIÓN
Como hemos visto, los etnógrafos han investigado las escuelas y las aulas
desde las perspectivas de la estabilidad y el cambio. Se han centrado en Ja
dinámica de la interacción en las escuelas y las aulas: en las relaciones entre el
personal de los centros educativos y en las formas en que se expresan los
presupuestos, valores y estructuras de la cultura en el escenario de la
escolarización. De este modo, han aclarado el rol de la escuela, que perpetúa
la estratificación social basada en las clases sociales y la etnicidad, y han
explorado cierto número de dinámicas que limitan la igualdad de
oportunidades. Los etnógrafos han llevado a cabo este trabajo siguiendo los
principios de investigación de la disciplina de la Antropología.
¿Qué se puede decir, a modo de resumen, sobre las formas en que ha
contribuido la etnografía de la escuela a comprender el proceso educativo en
una sociedad industrial como la de los Estados Unidos? En mi opinión, es muy
importante el reto que la etnografía ha planteado a la formulación tradicional de
los problemas educativos. Este reto surge del uso de unos marcos
conceptuales determinados y de un estilo particular de investigación. El
conflicto entre culturas, la orientación hacia el contexto, el alcance ilimitado de
la investigación, el intento de hacer una descripción empírica detallada y la
naturaleza minuciosa del análisis cuestionan el enfoque tecnocrático dominante
sobre la educación (Eddy 1978 Wolcott 1977) de una forma fundamental. La
etnografía escolar plantea una y otra vez la complejidad del proceso educativo
y la necesidad de superar el enfoque del examen pretest y postest para la
solución de los problemas de la educación.
Aunque la etnografía escolar ha contribuido de forma sustancial a la
desmitificación del proceso educativo, hasta la fecha su aportación se ha visto
limitada por el nivel de desarrollo de la metodología y de los marcos analíticos
que han regido su uso. Hay muchos campos en los que la teoría y la práctica
están poco desarrolladas, y ello en detrimento del avance en el trabajo tanto
académico como aplicado. Haré una breve mención de estos dos campos.
En primer lugar, el origen histórico de la etnografía ha llevado a los etnógrafos
a centrarse en el nivel de la interacción cara a cara, de manera que se han
visto menos preparados para investigar o tratar de una forma analítica los
procesos sociales que van más allá del nivel local. En la medida en que la vida
escolar se ve afectada por las estructuras y los procesos del todo social a gran
escala, el análisis etnográfico puede ser inaceptablemente ingenuo y simple si
se limita a los procesos locales (Erickson 1979b). La inevitable tensión entre el
alcance y la especificidad de la investigación se resuelve normalmente
inclinándose hacia lo específico, de forma que se describe una pequeña
porción del universo social a falta de un conocimiento completo de los procesos
sociales a un nivel macro (estoy utilizando los términos «alcance» y
«especificidad» de forma diferente a como lo hace Erickson 1979b). Esta
ingenuidad puede llevar a una excesiva dependencia del modelo del conflicto
cultural y a fracasar en el intento por conocer el enlace micro-macro en el
ámbito de la educación (Ogbu 1981).
En segundo lugar, en los casos en que los etnógrafos han incorporado modelos
de Jos procesos sociales a gran escala en sus análisis, estos modelos han sido
casi siempre estáticos en lugar de dinámicos. Un esquema ecológico (Ogbu
1978a, Hansen 1979) puede ser más útil que el esquema estructural-funcional
tradicional, pues reconoce la naturaleza dinámica del proceso social y de la
interacción interpersonal.
No obstante, la etnografía es un instrumento extremadamente útil que nos
permite explorar minuciosa y detalladamente las series altamente complejas de
fenómenos que operan dentro y alrededor del aula. Sólo, por medio de nuestra
capacidad para construir un cuadro detallado de toda la gama de dinámicas en
funcionamiento podemos mantener la esperanza de intervenir de forma efectiva
para resolver los constantes problemas educativos.
BIBLIOGRAFÍA