BAUTISMO
BAUTISMO
BAUTISMO
Al abordar la temática sobre el culto cristiano, me llama mucho la atención lo que tiene
que ver con la iniciación cristiana, especialmente el tema del bautismo. Es ver cómo
fueron los inicios de la vida de fe en los primeros siglos. Por eso, quiero detenerme en el
bautismo y sintetizar lo visto en la materia, agregar unas ideas nuevas y finalmente
destacar la actualidad del tema.
EL BAUTISMO
Es interesante ver cómo según el Nuevo Testamento la Iglesia ha practicado el
Bautismo desde sus orígenes, y desde aquellos momentos hasta ahora siempre lo ha
hecho siguiendo el mandato del Señor resucitado (Mt 28, 19). Esto quiere decir que
jamás ha existido Iglesia sin el Bautismo. Y que el rasgo esencial y constitutivo es su
promesa de salvación y no la confesión de fe de quien ha de ser bautizado.
Ahora bien, el punto de partida del bautismo es el mandato del Señor resucitado (Mt 28,
18 – 20), de ahí que la misión de los discípulos a los pueblos y toda la vida eclesial
están bajo el signo de la presencia del Señor Jesús resucitado. Es así que la Iglesia ha
celebrado y ha administrado el santo bautismo, desde el día de Pentecostés. Los
apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús. Después de la
predicación de los apóstoles son muchos los que se acercan a pedir el bautismo.
En los tres primeros siglos, quien iba a recibir el bautismo tenía que hacer un proceso de
formación que duraba tres años, lo que conocemos como catecumenado: esta formación
la daba quien iba a ser su padrino y éste a su vez lo presentaba ante el obispo en la
noche de la vigilia pascual para que sea bautizado. El padrino daba testimonio que ya
estaba preparado y era apto para recibir el sacramento.
En cuanto al bautismo de los niños, es notar que es una tradición inmemorial de la
Iglesia, está atestiguada desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que desde el
comienzo de la predicación apostólica, cuando casas enteras recibieron el bautismo, se
haya bautizado también a los niños. Ya en los comienzos del siglo IV con la
oficialización del cristianismo, como religión del Imperio Romano, los bautismos se
acrecientan y se comienza a bautizar a los niños en grandes cantidades.
La Iglesia desde entonces, en la fe de los padres y padrinos abre sus puertas a todos los
niños para que reciban el santo sacramento del bautismo.
Ahora bien, el bautismo se administraba generalmente por triple inmersión, pero ya
desde los tiempos apostólicos, como lo atestigua la Didajé, se podía hacer por infusión.
Si vemos la etimología de la palabra este sacramento recibe el nombre de Bautismo en
razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en
griego) significa sumergir, introducir dentro del agua; la inmersión en el agua simboliza
el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la
resurrección con Él (Rm 6,3-4; Col 2,12) como nueva criatura (2 Co 5,17; Ga 6,15).
Los Padres de la Iglesia ven en la triple inmersión el símbolo de la configuración a la
muerte de Cristo y al triduo pascual. «Con toda razón se sumerge enteramente al
iniciado en el agua, para que figure la muerte y el enterramiento, en los que se pierde la
figura».
Para san Cirilo de Jerusalén el agua salvífica en donde se es sumergido el catecúmeno,
es a la vez tumba y seno materno “En el mismo momento habéis muerto y habéis
nacido, y aquella agua llegó a ser para vosotros sepulcro y madre”
En cuanto a la celebración del Bautismo, desde los inicios aparece con la confirmación
como un solo y único acontecimiento sacramental, normalmente concluido con la
Eucaristía. La Tradición Apostólica señala que esta celebración de la iniciación
cristiana se realiza durante la Vigilia Pascual, en relación con Cristo muerto y
resucitado; e intervenía el obispo diocesano con algunos presbíteros y diáconos. El
obispo bendecía el agua y los óleos del exorcismo y de la acción de gracias. Después, un
presbítero hacía la unción del exorcismo y la renuncia a Satanás. Ya dentro de las aguas
bautismales, el obispo preguntaba al neófito sobre su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo, tres veces preguntaba y lo sumergía cada vez poniéndole la mano en la cabeza en
cuanto el bautizado respondía “Yo creo”. Después el bautizado era ungido por un
presbítero con la unción de acción de gracias. Además el obispo les imponía las manos e
invocaba al Espíritu Santo y crismaba al bautizado con la señal de la cruz en la frente.
Seguidamente les daba el beso de la paz y proseguía la Eucaristía.
Afrontando esta temática con una mirada en la actualidad, veo la riqueza que contienen
los sacramentos como instrumentos para hacernos santos, son los trasmisores de la
gracia divina y por eso conlleva una buena preparación. Sin embargo es ahí donde
quiero enfatizar, y es que en la cultura de la inmediatez en la que nos encontramos, ya
se hace cada vez más difícil formar y catequizar a los cristianos para que reciban la
gracia de los sacramentos, principalmente el bautismo.
El Papa Francisco ha dicho que los sacramentos no son actos sociales, y es que en
muchas de nuestras asambleas litúrgicas, lo importante es el vestido y la foto, ya no
importa si estamos dispuestos a educar a los hijos en la fe de la Iglesia como lo expresa
el ritual, y por esta razón se están perdiendo las bases sólidas para enfrentar los nuevos
retos que el cristianismo debe asumir. Si no hay buena formación catequética,
adoctrinamiento y conciencia de una espiritualidad profunda es posible que la
evangelización no dé los frutos esperados. Si vemos, la Iglesia primitiva luchó para
poder consolidar lo que hoy tenemos, pero ya no estamos asumiendo con radicalidad
esta exigencia. Ya no se dan buenas preparaciones para recibir el bautismo, da lo mismo
si los padrinos están dispuestos a dar testimonio y ejemplo de vida cristiana a sus
ahijados, basta que no se niegue en ayudar económicamente a sus compadres para
calificarlo como el mejor. Es un gran retro y hay que asumirlo con convicción, de modo
que el Evangelio se siga difundiendo en nuestras comunidades.