RODRIGUEZ El Traje Nuevo Del Emperador (2012)
RODRIGUEZ El Traje Nuevo Del Emperador (2012)
RODRIGUEZ El Traje Nuevo Del Emperador (2012)
A mediados de julio de 2006 el gobierno chileno anunció importantes cambios en las políticas ha-
bitacionales para el período 2007-2010. Estos cambios se refieren no sólo a la cantidad de viviendas
sociales que se construirán, sino muy específicamente a la calidad tanto de las futuras viviendas
como de las ya construidas. Así, se ha expresado una nueva preocupación por las características
materiales y arquitectónicas de las nuevas viviendas, por su localización en la trama urbana, por
la integración de sus residentes a la ciudad y por el mejoramiento del stock1 ya construido.
Lo más significativo de estas declaraciones es que por primera vez se reconoce explíci-
tamente la mala calidad del stock de viviendas sociales construidas, y se proponen medidas
para resolver este problema. La mala calidad no se refiere únicamente a las características
materiales de las viviendas. Asimismo son de mala calidad –de muy mala calidad– las con-
diciones sociales de las familias que allí residen, la convivencia entre ellas, y la localización
e inserción de los grupos en la trama urbana.
Dichas condiciones han sido reconocidas no sólo explícitamente (“No queremos que los
próximos gobiernos tengan que deshacer lo que nosotros hayamos hecho mal en vivienda,
del mismo modo en que ahora nosotros estamos recuperando barrios porque antes no se
pensó en ellos”),2 sino que literalmente se ha comenzado a deshacer lo que estaba mal hecho:
se inició la demolición de viviendas en dos grandes conjuntos de viviendas sociales, uno de
900 y otro de 1.400 viviendas.
La fábula
Hasta 2006, cuando se preguntaba a las autoridades del sector vivienda sobre las deficiencias
que mostraban los conjuntos de viviendas sociales, la respuesta habitual tendía a minimizar las
1A los propósitos de este trabajo se empleará el término “stock” para referirse a las viviendas sociales en tanto mercancías
y también en cuanto a la dimensión masiva de las unidades construidas entre 1980 y 2000.
2 Entrevista a la Ministra de Vivienda y Urbanismo, El Mercurio, 2006.
266 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes
limitaciones, argumentado que las críticas no tomaban en cuenta las “miles de unidades cons-
truidas”, y desconocían que “nuestra política habitacional es un ejemplo en América Latina”.
En parte, las autoridades tenían razón. Durante los últimos 16 años se construyeron
3 Los resultados del Censo de Población y Vivienda (INE, 2002) identifican un parque de aproximadamente 4,5 millones
de viviendas en el país. Según el Banco Central de Chile (2002), durante los últimos 20 años (de 1980 a 2000) se han
construido 1.912.521 viviendas, que representan el 43% del parque total.
4 Entrevista a A. Andino, Quito, octubre de 2006.
5 Desde la segunda mitad de los años noventa han surgido numerosas voces que llamaron la atención, por ejemplo: Ducci
(1997), CChC (1997), SUR Profesionales Consultores (2000), Crespo et al. (2000), Rodríguez (2001), SUR (2002a),
Rodríguez y Sugranyes (2002).
El traje nuevo del emperador: las políticas de financiamiento de vivienda social 267
las empresas constructoras en cuanto les permitió edificar un gran número de viviendas, pero
que ha terminado creando un nuevo problema de vivienda y urbano: los guetos urbanos.
Todo esto nos recuerda la fábula del traje nuevo del emperador de Hans Christian
El tema de los “con techo” se viene forjando desde fines de los años setenta. Durante la dicta-
dura militar, y bajo los auspicios de un grupo de jóvenes economistas formados en la teoría
neoliberal de cuño estadounidense –más tarde conocidos en Chile como “Chicago boys”–, el
Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) creó el sistema enlazado de subsidio-ahorro-
crédito para asegurar la participación de las empresas constructoras. La figura es excepcional
y no tiene parangón en América Latina: combina una larga tradición de intervención estatal
en temas sociales, con la protección del mercado habitacional.
La respuesta empresarial a esta iniciativa estatal fue rápida: durante lo más profundo de
la crisis económica de comienzos de los años ochenta, los empresarios compraron grandes ex-
tensiones de terrenos en lo que era entonces la periferia de Santiago. Estas reservas de terrenos
han sido la garantía de funcionamiento, y ahora son una señal de agotamiento, de este sistema
de producción masiva de viviendas sociales. Con estas reservas, las empresas han definido la
localización de la vivienda social. Ahora estos terrenos, con sus conjuntos de viviendas sociales,
ya no son la periferia; forman parte de la ciudad consolidada. El aumento del valor del suelo
urbano, especialmente durante la década de 1990, contribuyó a poner al sistema en jaque; ahora
el mundo empresarial decidió que estas reservas de terrenos ya no soportan inversiones bajas
como las de la vivienda social, que actualmente se construyen lejos, fuera del Gran Santiago.
Desde 1985, el Estado chileno ha centrado su política de financiamiento habitacional en
la disminución del déficit acumulado, y lo ha logrado.6 La reducción del déficit se ha dado con
tasas de construcción similares a las que conocieron los europeos después de la segunda guerra
mundial, a razón de 10 viviendas anuales por cada 1.000 habitantes. Pero después de más de 20
años de lo mismo, el objetivo de reducir el déficit ya no es suficiente. El mayor déficit de calidad de
vida se da ahora en los proyectos de vivienda social que el Estado ha financiado. Es un problema
que muchos otros países han conocido, especialmente los europeos, y lo han superado.
6 Casitodos los pobres del país tienen techo en propiedad, en viviendas de muy bajos estándares y en terrenos urbani-
zados. Quedaron fuera del modelo los pobladores de “campamentos”, o asentamientos irregulares, que representan tan
sólo el 4% de la población total después de los planes radicales de erradicación del ex Presidente Augusto Pinochet. El
Programa “Chile Barrio” tiene por misión terminar con los campamentos o erradicar a sus habitantes. Tendremos así
más pobres “con techo”.
268 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes
Uno de los mayores obstáculos que impide innovar y proponer alternativas es que el
modelo de producción de viviendas sociales en Chile está aprisionado en un mercado cautivo
con actores plenamente satisfechos. Las bases del entendimiento entre el Estado que financia y
7 ElPrograma “Elemental” de la Universidad Católica de Chile ha sido la única excepción, con la construcción de 100
viviendas progresivas en Iquique dentro del Proyecto Elemental Quinta Monroy.
El traje nuevo del emperador: las políticas de financiamiento de vivienda social 269
Dado que se ha construido y terminado un gran número de viviendas sociales con el propósito
Resultados materiales
Una parte del problema de los “con techo” corresponde al producto que se ha entregado como
“vivienda”. A continuación se presentan algunas de las características resultantes de nuestro
estudio en Santiago de Chile.8
r La mitad de estas viviendas sociales ha sido construida en lotes individuales de uno, dos o
hasta tres pisos. Mal que bien, el lote facilita procesos de apropiación y ocupación de todos
los espacios disponibles. El tamaño de estos lotes ha variado con los años: a principios de
los años ochenta, los militares erradicaron los “campamentos”, trasladando a los pobladores
8 En Santiago se construyeron 489 conjuntos de viviendas sociales entre 1980 y 2001. Constituyen un total de 202.026
unidades financiadas por el Minvu. Nuestro estudio consistió en: a) un catastro georeferenciado de estos conjuntos,
con los datos de las memorias anuales del Minvu, rectificados en terreno y en las direcciones de obras municipales co-
rrespondientes; b) un análisis de los conjuntos, según tipos de diseño, períodos y localización, y c) una encuesta a 1.300
hogares (SUR, 2002a).
El traje nuevo del emperador: las políticas de financiamiento de vivienda social 271
a viviendas básicas con lotes de entre 100 m2 y 120 m2; durante los años noventa, la presión
por la producción masiva redujo el tamaño de los lotes individuales a menos de 60 m2.
r La otra mitad de las viviendas está conformada por departamentos en edificios, o blocks,
A pesar de las restricciones del diseño inicial y de la normativa vigente, las viviendas
tienen todo tipo de ampliaciones informales. La gran mayoría de los beneficiarios con techo
construye algo adicional, casi tan grande como la vivienda original. Los riesgos de terre-
moto, incendio o de multa municipal no frenan la necesidad urgente de más espacio. Estas
ampliaciones son nuevas “callampas” que ocupan antejardines, pasajes y espacios comunes,
o burbujas adosadas a las fachadas y apoyadas en palillos enclenques.
Los proyectos convocados por el Minvu y construidos en terrenos de las empresas licitadoras
pueden llegar, en algunos casos, a tener más de 2.000 viviendas, con una densidad superior a los
600 habitantes por hectárea. Todos los criterios de diseño de los conjuntos están supeditados al
interés de las empresas constructoras y dan por resultado una repetición monótona de casas, de
filas de casas y de espacios residuales. La distribución de edificios se presenta como en “tierra de
nadie”, como por obra de un tampón de tinta repetido sobre el plano, y los edificios son como un
pan de molde que se corta al llegar a la calle, sin fachada alguna. Ni el Minvu, ni el arquitecto,
ni el empresario ni el constructor se han detenido a pensar el impacto de tales condiciones de
hacinamiento en las personas y en la ciudad, y menos aún en su costo social.
Las reservas de terreno de algunos constructores han llevado a la configuración de
grandes manchas urbanas cubiertas de unidades habitacionales, aisladas las unas de las otras.
En el trazo de estas manchas nunca han participado las instancias de urbanismo del Minvu;
su función reguladora del uso del suelo no ha logrado traducirse siquiera en un plan maestro
para estas áreas. Y desordenadamente, alrededor de las grandes concentraciones de viviendas
sociales, algunos municipios y compañías privadas han construido un equipamiento social
rudimentario, con escuelas, puestos de salud y servicios privados de transporte público. Hay
servicios, pero están precariamente concebidos y su calidad es deficiente.
Muchas cosas han cambiado en Chile durante los últimos 15 años, para bien y para mal:
el ingreso per cápita se ha duplicado, las desigualdades son más profundas y las redes sociales
han desaparecido. Pero el modelo de producción y la tipología de las viviendas sociales se
mantiene, más para mal que para bien.
promedio entregada por vivienda. Hay más ampliaciones en las viviendas en lote individual
que en propiedad horizontal: 59% con 21 m2 y 23% con 14 m2, respectivamente.
Este es un indicador importante de la capacidad individual (no comunitaria) para el
9 En la ampliación de estos 15 departamentos participaron: la ONG Cordillera, que ha estado promoviendo la organización
comunitaria desde fines de los años ochenta; el Instituto de la Vivienda (INVI) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de Chile, cuyos integrantes diseñaron el proyecto con participación de los beneficiarios; la municipalidad
de La Florida, que realizó mejoras en el entorno, pero que por conflictos políticos no intervino en las ampliaciones; la
Corporación Habitacional de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), que realizó los estudios legales y financieros,
y eligió y supervisó a la empresa constructora, y la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo del Ministerio
del Interior, que financió el proyecto.
10 A fines de 2004 se puso en marcha un programa de mejoramiento de las condiciones físicas de las viviendas, que consistió
en la entrega de un subsidio con el cual los residentes podían contratar a una empresa para que realizase los trabajos.
274 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes
vivienda social es más compleja que la simple suma de subsidios ocultos, donaciones y precios
de la tierra. En este sentido, los residentes encuestados han tenido una percepción muy realista
del valor de sus viviendas cuando puntualizaron que la imagen del vecindario (35%), la delin-
300 b2
Tamaño del núcleo familiar.
En estas unidades hay en promedio
260
a1 c2
220 b1
1,9 núcleos familiares por vivienda.
180
Por cierto, esta concentración de nú-
140
cleos familiares está relacionada con
100
el tema de los “allegados” y el pro-
blema del déficit habitacional, que 60
c1
20
no corresponde analizar aquí. Sin
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
embargo, cabe señalar que es habi- 2
a1 a2 = Precio promedio de una unidad de vivienda social (40 m ).
tual considerar a los allegados como b1 b2 = Precio de una unidad de vivienda en Villa Volcán II (232 UF en 1995; 280
UF en 2006).
un grupo que integra la demanda c1 c2 = Precio por 30 m2 de terreno según el valor promedio de la ciudad
(22 UF en1990; 240 UF en 2006).
de viviendas nuevas. Consideramos
que la cuestión de los allegados que Fuente: SUR (2002b).
habitan en estas viviendas sociales
exige nuevos estudios en los que se analice detenidamente en qué medida la presencia de más de
un núcleo familiar por vivienda tiene que ver con la demanda de más viviendas o, más bien, de
mejores viviendas que puedan ir adecuándose a las exigencias y a los recursos de cada familia en
sus distintas fases de desarrollo. De los últimos estudios sobre el tema de los allegados (Arriagada
El traje nuevo del emperador: las políticas de financiamiento de vivienda social 275
et al., 1999), se desprende que muy a menudo la familia allegada dispone de mayores recursos que
el núcleo propietario inicial de la vivienda. Y al obtener el allegado una vivienda nueva a través
del subsidio, se llega a duplicar el número de familias con problemas habitacionales: en muchos
el monto máximo que las familias estarían dispuestas a pagar por otra opción habitacional
y el autoavalúo de las viviendas. Los residentes del stock de viviendas sociales manifiestan
estar dispuestos a pagar por otra opción el doble de lo que actualmente pagan de dividendo.
realizados sobre el nivel de satisfacción de los residentes en el stock de viviendas sociales han
insistido en el sentido de que el aprecio decrece con el paso de los años de residencia: el desen-
canto de los propietarios que soñaron con la casa propia aparece entre los seis meses y los dos
explica Jara (2002), la convivencia en este tipo de conjuntos, especialmente en los edificios
en copropiedad, es una práctica diaria de violencia, exclusión e inseguridad. Siguiendo a
Wacquant (2004), el estigma, las restricciones, el confinamiento espacial y el encasillamiento
Si se sigue el paso desde los campamentos hasta las viviendas sociales, se observa que los
aspectos positivos y las limitaciones de los modelos de organización espacial derivados de las
prácticas populares se contraponen a aquellos que son producto de las políticas de vivienda. Se
contrasta así la complejidad espacial de los campamentos con la uniformidad de los conjuntos
de las viviendas sociales, la organización con la fragmentación, la “toma” de tierras como acto
de integración a la ciudad con la percepción de expulsión de la ciudad que tienen los residen-
tes. Esto dicho sin el propósito de echar una mirada romántica sobre los campamentos, sino
para destacar aspectos que las políticas actuales no reconocen y que podrían enriquecerlas.
Es indiscutible que ha habido mejoras en las condiciones de habitabilidad, en particular en
lo referido a la sanidad y la regulación legal de las propiedades; sin embargo, persisten graves
problemas asociados a la pobreza y la exclusión, y se ha perdido la riqueza de las redes sociales
(Skewes, 2005).
La política de vivienda de por sí no mejora las condiciones sociales. Según el diagnóstico
de los mismos pobladores con techo: “La vivienda mejora la calidad de vida de las personas,
[pero] los deseos de superación de la pobreza se topan con la evidencia de una realidad que,
contra las expectativas de la gente, no propicia procesos de movilidad social. Los ingresos
siguen siendo los mismos, las deudas y los gastos mayores, el barrio continúa igual o peor, el
espacio de la familia se ha hecho más restringido; la urgencia de la supervivencia sigue siendo
tanto o más central que antes en la vida de las familias” (Aravena y Sandoval, 2005).
Uno de los interrogantes que se plantea a partir de esta realidad excluyente se refiere a las po-
sibilidades de integración de los residentes de las villas a sus nuevos barrios, en tanto vecinos,
y al Estado, en su calidad de ciudadanos; ambos en términos del derecho de pertenencia a
una unidad territorial, cultural y económica. Esto puede explorarse a partir de dos preguntas
muy específicas, y no contempladas en las políticas habitacionales: ¿Qué pasa en la vida de
las personas más pobres cuando obtienen la primera casa propia? ¿Qué transformaciones
El traje nuevo del emperador: las políticas de financiamiento de vivienda social 279
ocurren en las relaciones familiares, vecinales, con el Estado y con el entorno en general?
La respuesta nos lleva a valorizar la organización de los pobladores y su participación en los
procesos de acceso a la vivienda, y a relevar una ausencia: “el Estado no encuentra entre sus
La vida social en los conjuntos. La pregunta que se nos presenta tras todo lo anterior es
cómo recuperar la vida social en los conjuntos de viviendas sociales, y ella a su vez se abre en
diversos interrogantes, que se pueden sintetizar en cómo continuar con programas de vivienda
masiva y, a la vez, resolver los problemas de las unidades ya construidas y de las necesidades
sociales y culturales que surgen en esos asentamientos urbanos (Jara, 2002).
Los desafíos
Retomando el inicio de nuestro análisis, los anuncios no sólo son ambiciosos sino que también
implican una revisión profunda de la forma en que ha operado el Minvu. Esta es la voluntad
que ha expresado la Ministra Patricia Poblete en diversas declaraciones y entrevistas, y con
inusual franqueza.
El desafío del Minvu es cambiar y asumir los errores del pasado (errores que, en gran
parte, se deben a no haber hecho cambios cuando correspondía). Asumirlos no como quien se
hace cargo de una culpa, sino haciéndose cargo de una solución. Difícil opción, pero creemos
que a la fecha es la única válida. Tal vez habría sido más fácil mantener ese relato triunfalista
280 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes
que hablaba de nuestra política habitacional como un “ejemplo en América Latina”, insis-
tiendo en las “miles de unidades construidas”. Sin embargo, hubiera sido un error político:
tal como lo hemos visto a lo largo de pocos meses este año, ese discurso se ha desmoronado
caso de innovación social, constructiva, de diseño y de localización.11 Se trata tan sólo de 100
viviendas entre las miles construidas –digamos, para ser benevolentes– desde el año 2000 en
adelante. Es mucho más fácil seguir produciendo, repitiendo agrupaciones de viviendas con
11 El ya mencionado Proyecto Elemental Quinta Monroy, premiado en la última Bienal de Arquitectura de Santiago de Chile
en octubre de 2006, es un ejemplo de cómo se pueden combinar la producción masiva de una estructura inicial con un
proceso posterior de ampliación y terminación de las viviendas por parte de los usuarios.
282 Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes
Referencias
Rodríguez, Alfredo. 2001. “La vivienda privada de ciudad.” Temas sociales 39. Santiago de
Chile: Corporación de Estudios Sociales y Educación.
——— y Ana Sugranyes. 2002. “Nada es perfecto: los problemas de vivienda de los con techo”.
Vivitos y coleando. 40 años trabajando por el hábitat popular en América Latina, Enrique